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Full text of "Antología de poetas hispano-americanos publicada por la Real academia española"

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SAl.lob.'^ 


I^arbartr  ColUBe  litrars. 

I  ' 

FROM    THE    * 

m 

SALES  FUND;   '  - 


Kstahlished  under  the  will  of  Francis  Sales,  Instructor 
in  Harvafld  College,  1816^1854.    This  will* requires 
the  income  to  be  expended  for  books  *'  in  the 
Spanish  lan^^ge  or  for  books  il- 
lustrative of  Spanish  history 

and  literature."  * 


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^ 


I 


ANTOLOGiA 


DE 


POETAS  fflSPANO-AMERICANOS. 


ANTOLOGiA 

POETAS  HISPANO-AMERICANC 

REAL  ACADEMIA  ESPANOLA 

TOMO  III. 
COLOMBIA.— ECUADOR— PERU.— BOLIVIA. 


MADRID 

K»T.  TIP.  <SUCBSOSES  DK  KIVADKNEYHa> 


Faiao  da  Saa  Viaaai 
1894 


t&j     J-t.in,~C. 


INTRODUCCI6N. 


VI 1 1. 


COLOMBIA. 


La  cultura  literaria  en  Santa  Fe  de  Bogota,  destinada 
ser  con  el  tiempo  la  Atenas  de  la  America  del  Sur,  es 
in  antigua  como  la  conquista  misma  (i).  El  mas  antiguo 
e  sus  escritores  es  precisamente  su  fundador,  el  dulce 
humano  cuanto  rumboso  y  bizarro  abogado  cordobes 
ronzalo  Jimenez  de  Quesada,  conquistador  y  Adelan- 
ido  del  que  llam6  Nuevo  Reino  de  Granada.  Como 
ombre  de  letras  que  era  en  sus  principios,  manej6  al- 
ernativamente  la  pluma  yla  lanza,  y  fruto  de  sus  ocios 


(i)  Don  Josi  Maria  Vergara  y  Vergara,  var6n  digno  de  buena  n 
ristiano  y  simpitico  ingenio,  prosista  ameno  h  invesCigador  diligente, 
jnque  muy  dado  i  la  iinprovisacidn  ligera  en  todas  raaterias,  public6 
a  1867  una  Historia  dt  Li  Literatura  in  Nucva  Granada,  desde  la  conquista 
asia  la  independencia  (1538-1820),  ohrita  digna  de  aprecio  como  primer 
iisayo  7  punto  de  partida  para  investigaciones  ulteriores.  En  sus  paginas 
;  encuentran  abundantes  noticias  de  casi  todos  los  autores  que  florederon 
n  el  Nuevo  Reino  antes  de  1820;  pero  es  libro  que  ha  de  consultarse  con 
lutela,  porque  abunda  en  errores  de  hecho.  De  todos  modos,  no  habiendo 
dosustituldo  hasta  ahora  por  otroalguno,  a  sus  noticias  tenemosqueacu- 
ir  para  los  primeros  tiempos,  ampliandolas  y  reciificandolas  eon  el  fruto 
e  nuestra  propia  indagaci6n. 


1  unas  Memorias  6  compendio  historial  de  sus 
listas,  que  llam6  Ratos  de  Suesca;  libro  que  en 
3Staba  para  imprimirse,  segiin  consta  por  Real  ca- 
libre que  existi6  hasta  nuestros  dias  en  America  y 
pafla,  que  quizd  existe  hoy,  aunque  no  sepamos  a 
fijo  su  paradero,  y  que  parece  haber  servido  de 
a  las  narraciones  de  otros  cronistas,  empezando 
1  mas  antiguo  de  todos,  Juan  de  Castellanos.  Es- 
tambien  e!  piadoso  Adelantado  unos  sennones 
festividades  de  Nuestra  Seflora,  para  que  se  pre- 
tn  los  sabados  de  Cuaresma  en  la  misa  que  orden6 
;  dijera  por  las  almas  de  los  conquistadores,  Don 
Bautista  Mufioz  vi6  ademas  unos  Apuntamientos 
recciones  suyas  sobre  las  historias  de  Paulo  Jovio; 
entemente  el  Sr.  Jimenez  de  la  Espada,  aventaja- 
-)  entre  nuestros  americanistas,  ha  dado  a  conocer 
Htomedela  Conquista  del Nueva  Reino,  que  es  de 
ida,  a  lo  menos  en  parte,  y  diverso  de  los  Ratos 
esca.  Una  curiosfsima  noticia  de  Juan  de  Caste- 
en  el  canto  xiii  de  la  4/  parte  de  sus  Elegias, 
itemente  descubierta  y  dada  a  luz  con  el  titulo  de 
ria  del  Nuevo  Reino  de  Granada  (i),  nos  autoriza 
6n  para  poner  al  Adelantado  en  el  catalogo  de  los 
i  6  versificadores,  con  la  circunstancia  de  haber 
artidario  de  la  escuela  de  Castillejo  y  de  los  me- 
ntiguos  contra  el  endecasilabo  italiano.  Sobre  esto 
grandes  pendencias  con  Juan  de  Castellanos: 

Y  esta  dificultad  hallaba  siempre 
Jimenez  de  Quesada,  licenciado. 
Que  es  el  Adelantado  deste  Reino, 

omo  I,  paginas  366-67. 


Ill 

De  quien  puedo  decir  no  ser  ayuno 
Del  poetico  gusto  y  ejercicio; 

Y  61  porfi6  conmigo  muchas  veces 
Ser  los  metros  antiguos  castellanos 
Los  propios  y  adaptados  a  su  lengua, 
Por  ser  hijos  nacidos  de  su  vientre, 

Y  estos  advenedizos  adoptivos, 
De  diferente  madre  y  extranjera; 
Mas  no  fund6  raz6n,  porque  sabia 
Haber  versos  latinos,  que  son  varios 
£n  la  composicion  y  cantidades, 

Y  aunque  con  diferentes  pies  se  mueven, 
Son  legitimos  hijos  de  una  madre^ 

Y  en  sus  entranas  propias  engendrados; 
Como  lo  son  tambien  en  nuestra  lengua, 
Puesto  que  el  uso  dellos  es  moderno 

Al  mismo  parecer  se  inclinaba  otro  poeta  improvisa- 
dor  que  andaba  entre  los  conqiiistadores;  de  quien  da 
Castellanos  larga  noticia.  Llamabase  el  tal  Lorenzo 
Martin 

aquel  que  di6  principlo 

Al  pueblo  hispano  de  Tamalameque. 


^ste  fue  valentisimo  soldado, 
Y  de  grandes  industrias  en  la  guerra, 
£1  cual  bebi6  tambidn  en  Hipocrene 
Aquel  sacro  licor  que  manar  hizo 
La  ufia  del  allgero  Pegaso 
Con  tan  sonora  y  abundante  vena, 
Que  nunca  yo  vi  cosa  semejante, 
Segun  antiguos  modos  de  espafioles; 
Porque  composici6n  ital'iana, 
Hurtada  de  los  metros  que  se  dicen 
Endecasilabos,  entre  latinos, 
Aun  no  corrla  por  aquellas  partes; 
Antes  cuando  leia  los  poemas 
Vestidos  desta  nueva  compost ura, 
Dejaban  tan  mal  son  en  sus  oidos, 
Que  juzgaba  ser  prosa  que  tenia 
Al  benepldcito  las  consonancias, 


'  Con  ser  tan  puntQal  esta  medida 
Que  se  requiere  para  mayor  gracia 
Huir  las  colisiones  de  vocales. 
T  el  Lorenzo  Martin  con  se 
En  la  bcilidad  al  uso  viejo, 
Al  nuevo  no  le  pudo  dar  alcance. 

rtamente  que  si  todos  los  endecasilabos  que  pudo 
r  el  pobre  Lorenzo  Martin  eran  de  la  fuerza  de 

otros  tales  de  su  compaOero  Castellanos,  no  le 
raz6n  para  quejarse  de  que  dejahan  tnal  son  en 
w,  y  para  renegar  de  la  nueva  compostura  y  vol- 

sus  «coplas  redondillas  repentinas*,  de  las  cua- 

manadero  redundante,  y  con  las  que  alentaba 
0  y  distrafa  el  hambre  de  sus  compafieros  en  los 

mas  duros  de  la  conquista.  Castellanos  nos  da 
lestra  de  estas  improvisaciones  en  el  canto  xvii: 

Sus,  sus,  hertnanos  mfos; 
Trasto memos  y  busqueaios 
Algo  asi  que  reformeraos 
Los  est6niBgos  vaclos. 
Sacad  de  flaqueui  brlos, 
Aunque  esC^is  puestos  de  lodo, 
Si  no  quereis  que  del  todo 
Nos  quedemos  paCifrios. 

Tenemos  las  camisetas 
Flojas,y  anchos  los  jubones; 
Pretinas  de  los  caliones 
Encogen  las  agujetas. 
Todos  bailamos  gambetas 
A!  son  de  losestrompiexos, 
y  tenemos  los  pescueios 
Mas  deludes  que  garcetas. 

Quedan  de  los  cerviguillos 
Solamente  los  holiejos; 
Los  mis  mancebos  son  viejos 
Eq  rostros  y  colodrillos, 
Nuestros  vientres  tan  sencillos, 
Que  ternla  cada  uno 


Los  pasos  que  dais  oblicos, 
Flojos,  remisos  y  tardos, 
Se  volveran  en  gallardos 
£a  cebando  los  hocicofi. 
Ea  Mta  serdis  mds  ricoa 
Que  aquel  Herodes  Antipas, 
Y  sosegadb  las  tripas 
*  Que  nos  hacea  villaocicos. 

(0 

Nada  de  esto  es  poesla  ciertamente;  pero  jcudnto 
^ada  encontrar  en  aquel  pequeflo  gnipo  de  heroicos 
ipafioles  perdidos  en  las  soledades  de  los  Andes  un 
;o  de  las  contiendas  literarias  que  en  la  Peninsula 
alan  los  petrarquistas  enamorados  del  arte  italiano,  con 
s  partidarios  de  la  medida  vieja! 
Eran  los  primeros  pobladores  del  Nuevo  Reino,  se- 
\n.  expresi6n  del  mismo  Castellanos, 

Gente  Uaaa,  ftel,  modesta,  cUra , 
Leal,  humilde,  sana  y  obediente. 

A  lo  selecto  de  esta  poblaci6n,  que  no  habla  manchado 
I  conquista  con  ninguna  de  las  ferocidades  y  excesos 
3  s6rdida  codicia  que  anublaron  la  gloria  de  la  del 
en^,  correspondid  desde  el  principio  la  paz  inalterable 
1  que  vivi6  aquella  colonia,  la  moderaci6n  de  su  go- 
iemo,  la  templanza  de  las  costumbres  y  lo  arraigado 
s  las  tradiciones  dom^sticas,  mds  Bciles  de  conservar 
1  una  poblaci6n  agrlcola  y  sedentaria,  aislada  en  las  me- 
tas  de  los  Andes  y  separada  de  la  costa  per  inmensos 


[i)  Tomo  n,  piginas  so-ss. 


VI 


desiertos  y  rios  caudalosfsimos,  que  en  la  muchedum- 
bre  abigarrada  y  levantisca  que  acudia  a  los  puertos  6 
d  las  grandes  explotaciones  mineras. 

A  tal  estado  de  cosas  acompan6  desde  muy  pronto 
el  celo  por  la  comiin  instrucci6n;  y  aunque  es  cierto  que 
el  virreinato  de  Santa  Fe  no  particip6  de  los  beneficios 
de  la  imprenta  hasta  el  siglo  xviii,  quedando  en  esto 
muy  inferior  a  Mexico  y  Lima,  tambi6n  lo  es  que  tuvo 
desde  los  primeros  dfas  establecimientos  de  ensefianza. 
Ya  por  Real  c6dula  de  27  de  Abril  de  1554  se  mand6  a 
la  Chancillerla  del  Nuevo  R^ino  proceder  al  estableci- 
miento  de  un  colegio  para  indios.  Otra  cedula  de  18  de 
Febrero  de  1555  mand6  crear  otro  colegio  para  hu6r- 
fanos  espafloles  y  mestizos.  El  Seminario  de  San  Luis, 
fundado  por  el  obispo  D.  Fr.  Luis  Zapata  de  Gdrde- 
nas,  obtuvo  organizaci6n  definitiva  en  1592,  en  tiempo 
de  su  sucesor  D.  Bartolom6  Lobo  Guerrero,  y  de  61  se 
encargaron  los  jesultas,  que  le  rigieron  hasta  su  expul- 
si6n  en  1765,  con  estudios  de  artes,  gramdtica  y  teolo- 
gla  y  una  catedra  de  lengua  muisca.  Los  dominicos, 
primeros  religiosos  que  habian  penetrado  en  el  Nuevo 
Reino  con  el  Adelantado  Ximenez  de  Quesada,  de  cuyo 
nombre  es  inseparable  el  de  Fr.  Domingo  de  las  Casas, 
ensefiaban  en  su  convento  gramatica  desde  1543,  y  artes 
y  teologfa  desde  1572.  Estos  estudios  fueron  la  base  de 
la  Real  y  Pontificia  Universidad  de  Santo  Tomas,  que 
no  lleg6  d  existir  definitivamente  hasta  1627,  despu6s 
de  largo  y  reflido  pleito  ganado  por  los  dominicos  con* 
tra  los  jesuitas.  i^stos,  no  obstante,  continuaron  Ua- 
mando  a  su  colegio  Universidad  Xaveriana^  y  sucesi- 
vamente  establecieron  otros  en  Honda,  Pamplona, 
Tunja,  Cartagena  y  Antioquia,  hasta  el  ntimero  de  13. 


VII 


Con  ellos  y  los  que  tenian  los  dominicos  y  el  de  Saa 
Buenaventura  y  otros  que  fundaron  los  franciscanos, 
lleg6  i  haber  23  en  todo  el  Nuevo  Reino,  siendo  de  los 
mds  importantes  por  su  dotaci6n  el  del  Rosario,  fun- 
dado  en  1653  por  el  arzobispo  D.  Fr.  Crist6bal  de 
Torres. 

De  este  modo,  y  a  pesar  de  la  enorme  (Jificultad  de 
tener  que  enviar  a  la  Peninsula  todo  libro  6  papel  para 
imprimirse,  lo  cual  fu6  causii  de  que  muchos  quedasen. 
ineditos,  pudo  Nueva  Granada  dar  a  la  bibliografla  es- 
pafiola  del  siglo  xvii  un  niimero  de  escritores  bastante 
considerable,  ya  te61ogos,  ya  juristas,  ya  arbitristas, 
como  Luis  Brochero,  ya  autores  de  cr6nicas,  corao  Ro- 
driguez Fresle  y  el  agustino  Fr.  Andr6s  de  San  Nicolas, 
ya  verdaderos  bistoriadores,  como  el  obispo  Piedrahita, 
cuya  obra,  aunque  impresa  en  los  peores  dias  del  si- 
glo XVII  (1688),  no  se  resiente  mucho  en  el  estilo  de  la 
corrupci6n  literaria  de  aquel  tiempo  (i),  ya  gramaticos 
de  lenguas  indlgenas,  como  el  dominico  Fr.  Bernardo 
de  Lugo,  los  jesultas  Jos6  Dadey  y  Francisco  Varaix, 
alguno  de  los  cuales  lleg6  &  versificar  en  el  idioma  de  los 
chibchas  6  de  los  muiscas. 

Los  monumentos  de  la  poesla  castellana  en  el  virrei- 
nato  de  Nueva  Granada  son  escaslsimos,  y  el  mds  im- 
portante,  sin  comparaci6n,  entre  todos  ellos,  es  el  mas 
antiguo,  que  aqui,  por  ser  nacido  en  Espafla  su  autor, 
s6lo  puede  entrar  como  de  soslayo.  Facilmente  se  en- 
tenderd  que  me  refiero  al  beneficiado  de  Tunja,  Juan  de 


(i)  Historia  General  de  las  Conquisias  del  Nuevo  Reino  de  Granada,  Edi- 
cidn  hecha  sobre  la  de  Amber  es  de  1688.  Bogotd^  Imp,  de  Medardo  Ritas,  1881. 
Con  un  excelente  pr61ogo  de  D.  Miguel  A.  Caro. 


1 


OS,  infatigable  rapsoda,  que  en  iiids  de  1 50.000 
abos,  entre  rimadosy  sueltos,  nos  dej6  escritas 
entradas  y  conquistas  de  los  espaColes  en  las 
en  Costa  Firme,  en  Nueva  Granada  y  en  la 
i6n  de  Popayan,  con  los  nombres,  proezas  y 
[icos  de  todos  los  descubridores,  capitanes  y 
'OS.  £5  el  poema  mis  largo  que  existe  en  lengua 
I  (aun  incluldo  el  Templo  Militante  y  Flos 
m,  de  Cairasco),  squiz^  la  obra  de  m^s  mons- 
roporciones  que  en  su  g^nero  posee  cualquier 
.  S6I0  alguna  cr6nica  rimada,  francesa  6  ale- 
los  tiempos  medics,  puede  irle  a  los  alcances 
e  la  extensi6n,  con  la  diferencia  de  set  ellas, 
imiin,  mera  compilacidn  de  textos  anteriores 
6  en  verso,  al  paso  que  la  obra  de  Castella- 
:  todo  punto  original,  y  en  parte  se  refiere  a  ■ 
lie  el  mismo  autor  presenci6  6  que  oy6  contar 
fidedignos. 

ia  de  este  versificador  irrestaflable,  4  quien  no 
egarse  algunas  dotes  de  poeta,  consta  en  el 
undo  de  su  elegia  vi,  y  se  ha  confirmado  por 
o  de  su  partida  de  bautismo: 

Y  un  hombre  de  AUnis,  natural  mio 


pues,  en  1522,  en  Alanls,  pueblo  del  Arzobis- 
^evilla,  quedando  asl  deshecba  la  absurda  opi- 
le  suponia  nacido  en  Tunja,  ciudad  que  no  se 
ita  1539.  Su  vida  escasamente  puede  rastrearse 
idicaciones  que  aca  y  alia  dej6  esparcidas  en 
as,  aunque,  ya  por  modestia,  ya  por  otras  cau- 
de  hablar  de  los  otros  mucho  mis  que  de  si 
o  averiguado  es  que  pas6  en  edad  temprana 


IX 


a  Indias,  que  anduvo  peregrinando  por  diversas  partes 
de  Costa  Firme,  que  demor6  largo  tiempo  en  las  pes- 
querlas  de  perlas  (y  esclavos)  de  Cubagua  y  el  golfo  de 
Paria,  que  luego  encontr6  una  especie  de  Capua  6  pa- 
rafso  de  deleites  en  la  isla  Margarita,  servido  por  fnes- 
tizas  mozas  diligentes^ 

Instruidas  de  mano  castellana, 
,  Lascivos  ojos,  levantadas  frcDtes, 

De  condici6n  bendrola  y  hui^ana ; 

y  que  despues  de  haber  gastado  por  alU  su  primavera^ 
extinguida  ya  la  granjeria  de  las  perlas,  y  cansado  de  la 
guerra  cruel ^  feroz  y  airada^  determin6  enmendar  su 
tnrbia  y  azarosa  vida,  haciendo  como  los  malhechorcs 
gue  suelen  recogerse  d  sagrado^  y  en  1559  cant6  misa 
en  Cartagena  de  Indias.  De  alii  pas6  en  1561  de  benefi- 
ciado  a  Tunja,  donde  con  mediania  de  sustento  pas6  el 
resto  de  sus  dias,  que  fueron  largulsimos,  puesto  que 
en  1606,  d  los  ochenta  y  cuatro  alios  de  su  edad,  pudo 
otorgar  testamento  ol6grafo,  que  es  de  la  mayor  curio- 
sidad,  sobre  todo  por  el  inventario  de  sus  bienes,  en  que, 
al  lado  de  un  Agnus  Dei  y  un  crucifijo,  aparecen  una 
espada  corta  de  camino  y  una  rodela  blanca  de  madera 
de  higuerbn,  curiosa  mezcla  de  los  hdbitos  del  viejo 
conquistador  y  del  sacerdote  (i). 


( I )  Las  Elegtas  de  varones  ilustres  de  Indias  aparecieron  en  la  Biblioteca 
de  Rivadeneyra,  limpias  y  escuetas  de  toda  noticia  acerca  de  su  autor;  pero 
despues  se  ha  trabajado  mucho  para  restaurar  su  biografia.  Citaremos  I0& 
principalss  trabajos: 

Acosta  (Coronel  Jose  Joaquin).  Articulo  en  el  tercer  numero  de  la  Anto- 
Jogia  espahola,  Madrid,  1848. 

Vergara.  Lileratura  en  Nueva  Granada^  cap.  11.  Ley6  en  las  Elegtas  la  ver- 


lucho  debfa  dar  de  si  el  ocio  de  Tunja,  y  extraor- 
aria  era,  sin  duda,  la  facilidad  de  Castellanos  para 
sificar,  cuando,  ademas  de  su  enorme  poema,  mandd 
Ispafla  para  impritnir  «un  libro  en  octavas  rimas  de 
nda,  muerte  y  milagros  de  San  Diego  de  Alcala», 
a  cuya  estampacidn  dejd  loo  pesos  de  veinte  quila- 
de  que  probable  men  te  darian  mala  cuenta  sus  alba- 
s,  puesto  que  el  libro  porninguna  parte  aparece.  Aun 
JUS  Elegias  s6lo  lleg6  S  ver  impresa  la  Primera  parte 

ra  patria  de  Castellanos;  pero  en  su  cooato  biografico  comete  K^f"* 

rnAadez  Espino.  Curso  Hhtirice-Critico  de  Lileratura  tspaSala,  t-  I,  pd- 

496.  Descubrio  y  public<5  la  partida  de  bautismo  de  su  paisano  Caste- 

101. 

-"rj  (M.  Antonio).  Tres  artlcuEos  en  el  Ripertorw  Cohinhiaao,   1879  y 

.  Descubrii  y  e;ttract6  el  testamento  que  so  conserva  en  Tunja. 

z  y  Melia  (D.  A.).  Primer  editor  de  la  cuarta  parte  de  las  Elegiai.  En 

UToducciin  resume  hibilmente  cuanto  se  sabe  6  conjetura  sobre  CasCe- 

'nentx  dt  la  Espada  (M.).  fuan  de  Cailellanas  y  su  Historia  del  Nuefo 
7  de  Granada,  Madrid,  1889.  (Extracto  de  la  Revista  Conlempordnea.y 
ajo  de  ingeniosa  crltica  7  peregrina  erudici6n,  en  que  se  amengua 
10  el  valor  del  testimonio  hist6rico  de  Castellanos,  aun  en  lo  relativo  i 

:  aquf  el  Cilulo  de  la  rarlsima  edici6n  de  la  Primera  parte: 
imera  parte  de  las  Elegias  de  Varones  lllustres  de  Indias ,  compueslas  par 
dc  Castellanos,  Cl-'rigo,  Seneficiado  de  Tunja  en  el  JVun'a  Riyno  de  Gra- 
En  Madrid,  en  casa  de  la  Viuda  de  Alonso  Gomez,  Impresor  de  S.  M.  Pifia 
4.',  102  paginas.  Tieue  una  especie  de  retrato  del  autor,  grabado  con 
iquedad  mas  horrible. 

apartes  a.*  y  j.'  de  las  Elegias  se  imprimieron  (juntamente  con  !a  i.') 
tomo  IV  de  la  Biblioteca  de  A  uteres  Espaholes,  por  copias  sacadaa  de  la 
cidn  Mufloz. 

4.'  y  ultima  parte,  descubierta  en  estos  liltimos  aflos,  ba  sido  dada  a 
in  mucho  esmero  7  con  un  Indice  muy  iitil  de  todos  los  nombres  pro- 
rnencionados  en  la  obra  entera  de  Castellanos ,  por  D.  Antonio  Pazy 
1;  Hhtaria  del  Nuevo  Rcino  de  Granada,  Madrid ,  1887.  Forma  dos  vo- 
nes  de  la  Colecciin  de  Escritores  Castellanos. 


bifindose  salvado  las  otras  tres  como  de  mi- 
vla  hoy  no  estSn  reunidas  las  cuatro  bajo  un 
a.  De  todos  modos,  la  capricbosa  fortuna  ha 
D  cura  de  Tunja,  corriendo  los  tiempos,  el 
ateramente  proporcionado  &  sus  miritos,  de 
I  menos  que  un  tomo  integro  de  la  Biblio- 
ires  Espafioles,  donde  no  pudieron  meter  la 
'.  Alonso  el  Sabio,  ni  el  Marqu6s  de  Santi- 
in  de  Mena,  ni  Boscdn,  ni  Juan  de  Vald^s, 
lime  de  SigOenza,  ni  el  bachiller  Francisco 

ni  otros  innumerables  pr6ceres  y  raaestros 
I  y  de  la  prosa,  que  en  ninguna  colecci6n 
an  ni  debian  faltar.  Es  de  presumir  que  las 
mil  octavas  de  Castellanos  no  hayan  tenido 
:ores  de  buena  voluntad  que  les  hinquen  el 
osigan  hasta  el  fin,  aun  engolosinados  con 

de  las  cosas  que  cuenta;  pero  no  hay  duda 
;  azar  de  la  suerte,  mds  feliz  para  Castellanos 
suscriptores  de  la  Biblioteca  de  Rivadeney- 
as  de  Varones  J/ustres  son  libro  muy  cono- 
:e  trato,  a  lo  menos  de  nombre  y  vista,  aun 
OS  versados  en  las  cosas  de  Indias. 
ssdicha  de  este  libro  es  estar  en  verso.  Y  no 
ido  4  trozos,  no  los  tenga  felices,  y  eplsodios 
mes  variados  y  deleitables,  y  gran  niimero 
lien  hechas,  que  pueden  entresacarse  y  lucir 
or  la  exorbitante  caiitidad  de  ellas,  por  las 
!S  que  hay  desmaOadas,  rastreras  y  prosaicas, 
1  inarm6nica  que  comunican  al  metro  tantos 
rbaros  y  ex6ticos,  y  per  la  obscuridad  que 
es  resulta  del  empeiio  desacordado  en  que 
puso  de  versificarlo  todo,  hasta  las  fechas, 


>se  para  ello  de  los  rodeos  rods  extravagantes. 
IS  doloroso  es  que  Castellanos  habla  empezado 
ribir  su  Crdnica  en  prosa,  que  hubiera  sido  tan 
gradable  como  lo  es  la  de  sus  proemios,  y  luego, 
nsejado  por  amigos  que  habian  leldo  la  Arau- 
le  Cretan  capaz  de  competir  con  Ercilla,  gast6 
;nos  que  diez  aQos  en  la  estdril  tarea  de  reducir 
k  verso,  <^ingiriendQ  d  sus  tiempos  muchas digre- 
oiticas  y  comparaciones  y  otros  colores  porticos 
elbuen  orden  que  se  reguiere*.  Pdsimo  consejo, 
ad,  y  malhadada  condescendencia  la  suya,  puesto 
en  vez  de  un  montdn  de  versos  casi  ilegibles 
ida,  hubi^ranios  tenido  una  de  las  mejores  y  mis 
sas  cr6nicas  de  la  conquista. 
6  4  su  -poema.  £/eg{as  de  Vdrones  Ilustresdeln- 
ulo  que  nada  tiene  de  impropio  en  el  sentido  en 
3  aplica,  atendiendo  k  los  casos  desastrados  y  trd- 
jertes  de  la  mayor  parte  de  los  conquistadoies,  & 
o  de  los  cuales  suele  dedicar  un  epitafio  en  latin 
lano;  porque  tambi^n  versificaba,  y  no  mal,  en  la 
;lasica.  Dividi6  su  obra,  como  dicho  queda,  en 
Dartes.  Comprende  la  primera  las  navegaciones 
n  y  conquista  de  la  isla  EspafLola,  las  de  Cuba, 
Rico,  Trinidad,  Paria,  Margarita  y  Cubagua,  con 
eras  entradas  por  el  Orinoco,  y  los  rominticos 
de  Pedro  de  Ursiia  y  el  tirano  Lope  de  Aguirre. 
inda  parte  abraza  los  sucesos  de  Venezuela  y 
larta;  la  tercera  la  historia  de  Cartagena,  Popa- 
Lntioquia;  la  cuarta,  los  sucesos  de  Tunja,  Santa 
ras  partes  del  Nuevo  Reino  de  Granada, 
uicios  distintos  pueden  recaer  sobre  el  conjunto 
ira  de  Castellanos.  Considerada  como  testimonio 


■^l —  • 


XIII 


hist6rico,  su  valor  es  evidente,  aunque  no  pueda  admi- 
tirse  sin  algunas  restricciones.  Castellanos  cuenta  en 
gran  parte  lo  que  vi6  y  lo  que  oy6  4  los  conquistadores> 
y  cuida  siempre  de  mencionar  los  nombres  de  los  que 
le  informaron:  disfrut6  tambi^n  algunas  relaciones  ma- 
nuscritas,  entre  ellas  el  Compendto  histortal  dt  Gonzalo 
Xim^nez  de  Quesada.  Pero  Castellanos  escribi6  sus 
Elegias  en  edad  avanzadfsima,  cuando  flaquea  la  me- 
moria  mas  firme  y  privilegiada;  y  aunque  la  suya  fuese 
de  las  mds  monstruosas,  como  lo  prueba  el  inmenso  nti- 
mero  de  sucesos  y  de  personajes,  muchos  de  ellos  obs- 
curos,  de  que  hace  menci6n  en  su  libro,  no  pudo  menos 
de  equivocarse  muchas  veces,  ya  en  el  orden  de  los 
acontecimientos,  ya  en  su  fecha  exacta.  De  esto  hay 
continuos  ejemplos,  que  le  hacen  gula  poco  seguro  en 
cuanto  a  la  cronologia,  como  ya  apunt6  el  coronel 
Acosta  y  ha  demostrado  en  gran  niimero  de  casos  el 
Sr.  Jimenez  de  la  Espada.  Y  aun  esto  por  lo  tocante  d 
las  cosas  de  su  tiempo;  que  en  otras  mas  remotas,  como 
los  viajes  de  Coldn,  escribi6  por  tradici6n  vaga,  consig- 
nando  no  pocas  patraflas  que  andaban  en  boca  de  mari- 
neros  y  soldados,  por  lo  cual  su  autoridad  no  puede  ni 
debe  ser  invocada  sin  la  prudente  cautela  que  el  mismo 
insiniia  en  aquellos  dos  tan  conocidos  versos: 

Y  si,  lector,  dijerdes  ser  comento, 
Como  me  lo  contaron  te  lo  cuento. 

For  lo  que  toca  al  valor  literario  de  las  Elegias^  hay 
juicios  muy  encontrados.  Mientras  unos  las  desdeflan 
como  libro  titil  s6lo  para  el  estudio  de  los  americanistas, 
pero  del  cual  debe  huir  toda  persona  de  gusto,  otros 
hacen  de  ellas  tales  encarecimientos,  que  obligarian  k 


XIV 

tenerlas  por  joya  de  nuestro  Parnaso.  El  prologuista 
an6nimo  de  la  Biblioteca  de  Rivadeneyra,  de  quien  es 
de  presumir  que  las  recorri6  muy  pbr  enciraa,  puesto 
que  ni  siquiera  acert6  a  leer  en  ellas  la  patria  del  autor, 
pondera  en  t6rminos  un  tanto  hiperb6licos  «la  facundia 
inagotable  de  Castellanos,  la  increible  facilidad  de  su 
versificaci6n ,  la  cual,  generalmente  correcta  y  fluida, 
aunque  a  veces  demasiado  trivial  y  desalifiada,  no  se 
detiene  en  los  obstaculos  que  le  ofrecian  la  exactitud 
numerica  de  las  fechas,  ni  los  extraordinarios  nombres 
de  los  indios  y  de  las  regiones  que  habitaban.»  «Las  es- 
cenas  terribles  y  las  graciosas — aflade; — las  batallas  mas 
sangrientas  y  las  caminatas  mas  dificiles;  fiestas  lucidas, 
cultos  solemnes,  paisajes  floridos  y  voluptuosos,  espec- 
taculos  naturales  llenos  de  horrorosa  grandiosidad,  todo 
se  presta  con  igual  holgura  y  ligereza  al  ritmo  de  este 
grande  y  fecundo  versificador;  para  todo  encuentra  en 
su  imaginaci6n  fertil  y  variada  ritmos  sonoros,  cortes  de 
verso  naturales,  consonantes  propios  y  escogidos,  y  fra- 
ses,  si  no  eminentemente  po6ticas,  a  lo  menos  elegantes, 
bien  construidas  y  muy  raras  veces  torcidas  de  su  proso- 
dia  para  formar  la  cadencia  legitima  y  Uenar  el  niimero 
requerido.» 

Menos  entusiasta  el  coronel  Acosta,  afirma,  sin  em- 
bargo, que  «en  las  descripciones  de  comarcas,  en  las  de 
refriegas  y  encuentros  con  los  indlgenas,  y  particular- 
mente  en  la  pintura  de  las  impresiones  que  causaban  a 
aquellos  animosos  y  duros  conquistadores  lo  peregrino 
de  la  tierra  y  de  las  gentes  que  tenian  que  domeGar,  y 
lo  inaudito  de  sus  propias  andanzas  y  aventuras,  no  cono- 
cemos  cronista  que  le  aventaje». 

Vergara,  que  era  la  indulgencia  personificada,  Uega 


'astellanos  «gran  poeta»,  y  hasta  a  darle  la 
Ercilla,  lo  cual  francamente  nos  parece  una 
eraria.  Pero  apartada  toda  comparaci6n  con 
a,  que  i  pesar  de  sus  defectos  estd  i  den 
todos  los  poemas  de  asunto  americano,  no 
e  Castellanos  supera  &  los  restantes,  y  que 
uria  no  se  le  puede  comparar  con  los  autores 
nno  indiano  6  de  \2l  Argentina  6  del  Purin 
u  obra,  mas  monstruosa  que  ninguna  en 
an,  no  es  realmente  un  poema,  ni  siquiera 
sino  un  bosque  de  crtinicas  rimadas,  en  que 
inguirse  tantos  poemas  como  personajes; 
tenga  tiempo  y  valor  para  internarse  en  este 
dara  por  perdida  la  fatiga,  cuando  tropiece 
OS  como  el  del  naufragio  del  licenciado 
tremenda  historia  de  Lope  de  Aguirre,  6  la 
■ipci6n  de  la  isla  Margarita.  Hay  que  distin- 
1  entre  las  diversas  partes  de  la  obra:  la  pri- 
ticamente  muy  superior  k  las  demds.  Es  evi- 
:onforme  avanzaba  la  edad  de  Castellanos, 
IS  fuerzas  po^ticas,  y  el  cronista  drido  y  mo- 
ba  sobreponiendo  al  abundantfsimo  versifi- 
irte  compuesta  en  octavas  es  agradable  mu- 
pero  los  versos  sueltos,  que  ya  abundan 
a  tercera  parte  y  dominan  en  la  cuarta,  son 
to  intolerabtes.  Juan  de  Castellanos  no  tenia 
e  peculiar  de  construirlos,  y  no  es  maravilla 
i^spaSa  y  aun  en  Italia  casi  todo  el  mundo  lo 
isescogi6sencillamente  porquele  parecieron 
y  resultaron  tales  que  sin  ning6n  esfuerzo 
iducirlos  a  prosa  los  cronistas  Fr.  Pedro 
Lucas  de  Piedrahita,  que  nos  dieron  a  leer 


parte  de  la  obra  de  Castellanos  en  forma  mucho 
agradable.  Particip6,  pues,  en  cierta  manera  el 

cl6rigo  de  Tunja,  no  por  su  genio,  sino  par  su  ve- 
lad,  del  privilegio  de  los  genuinos  poetas  6picos, 
>das  primitivos  y  autores  de  cantares  de  gesta,  cuyas 
iciones  ban  venido  con  el  tiempo  a  ser  material  de 
ria  y  a  transcribirse  cuasi  a  la  letra  en  compilacio- 
lel  g^nero  de  nuestra  Estoria  d''Espanna. 
ro  dejados  aparte  los  versos  sueltos,  y  tambi^n 

aquello  que  en  las  octavas  es  pura  prosa  (y  serd 
aena  cuenta  mds  de  la  mitad  de  tan  tremendo  li- 
s),  todavia  un  espiritu  curioso,  y  no  excesiva- 
te  rlgido,  puede  encontrar  cierto  placer  en  leer  S 
IS  las  Elegias  de  Varones  Ilustres  de  IndiaSy  aun 
:indiendo  del  grande  interns  hist6rico,y  a  veces 
lesco,  de  su  contenido.  Encontrara  en  Castellanos 
ilo  viveza  de  fantasia  pintoresca,  que  es,  sin  duda, 
alidad  que  en  61  mas  resplandece,  sino  arte  progre- 

en  ciertas  narraciones;  mucha  franqueza  realista 

ejecucidn,  cuando  este  realismo  no  degenera  en 
arreria  trivial  y  soldadesca,  mas  propia  de  un  ma- 
dor  de  la  playa  de  Huelva  que  de  un  clerigo  an- 
)  y  constitufdo  en  dignidad;  sabrosa  llaneza  y  cas- 
donaire,  cierto  decir  candoroso  y  verfdico,  que 
n  simpatizar  con  el  poeta:  espiritu  vulgar  sin  duda, 
:onciencia  un  tanto  laxa  y  acomodaticia  con  las 
rlas  y  desmanes  de  los  conquistadores,  pero  muy 
ierto  y  muy  aleccionado  por  la  vida;  curioso  de 
las  cosas,  sin  excluir  la  historia  natural  ni  las  cos- 
>res  de  los  indios;  raenos  cr^dulo  y  mdssocarrdn  de 
le  a  primera  vista  parece;  dado  a  cuentos  y  chismes 
mcherla  mas  de  lo  que  d  la  gravedad  de  la  historia 


'iene,  pero  por  eso  mismo  mis  interesante  y  diver- 
para  nosotros;  viejo  girrulo  y  prolijo,  cuya  charla 

veces  entretiene  y  otras  ayuda  a  conciliar  el  suefio. 
lo  versificador  no  se  para  en  barras  y  rompe  por 
le  puede,  pero  su  facilidad  es  realmente  asombrosa. 
se  repara  que  salid  de  Espafla  cuando  todavia  es- 

muy  lejos  de  haber  triunfado  la  grande  escuela  del 
'  XVI,  no  se  alcanza  bien  c6mo  en  las  selvas  de  Amfi- 
Ileg6  d  adquirir  el  dominio  de  la  octava  toscana,  que 
ces  construye  como  maestro,  con  gran  desenvoltura 
ntileza.  El  caso  de  D.  Alonso  de  Ercilla,  hombre 
3  y  nutrido  con  el  estudio  de  los  poetas  italianos, 
cialmente  del  Ariosto,  es  muy  diverso.  Castellanos 
iin  aventurero  de  infima  condici6n:  hiibo  de  pasar  a 
as  de  doce  6  catorce  aflos,  sin  haber  cursado  en  es- 
a  alguna,  que  sepamos:  lo  que  aprendid  debi6  de 
nderlo  solo,  y  esto  no  s6lo  de  poesfa  y  de  humani- 
;s,  stno  de  ndutica  y  cosmografla.  Y,  sin  embargo, 
)  decir  de  61  historiador  tan  sesudo  y  respetable 
o  Agustin  de  Zarate,  en  la  censura  que  por  comi- 

del  Consejo  de  Indias  hizo  de  las  Elegias,  que 
indo  trata  de  materia  de  astrologia,  en  las  atturas  de 
lea  y  puntos  del  Norte  y  sol  y  estrellas,  se  muestra 
citado  astrdlogo.,  y  en  las  medidas  de  la  tierra  muy 
ado  cosm6grafo  y  gedgrafo,  y  cursado  marinero  en 
[le  toca  a  la  navegaci6n ,  finalmente,  que  ninguna 

de  la  MatemStica  le  falta».  Y  si  d  esto  se  aflade  que 
ibi6  de  primera  intenci6n  la  historia  de  una  parte 
■  considerable  del  Nuevo  Mundo,  la  cual  s6lo  Gon- 

Fernandez  de  Oviedo  habia  tocado  en  la  parte  in6- 
de  su  obra ,  que  Castellanos  no  pudo  conocer,  no  ha- 
raz6n  para  regatearle  los  servicios  que  realmente 


6  como  priraero,  y  aun  puede  decirse  como  linico 
sta  aotiguo  del  Nuevo  Reino,  puesto  que  Piedra- 
r  61  son  en  rigor  una  misma  cosa.  Bien  considerado 
,  hay  que  respetar  &  Castellanos  con  la  carga  de 
iento  cincuenta  mil  versos,  y  reconocer  que,  como 
::fa,  «no  comi6  de  balde  el  pan»  de  su  beneficio  de 
1. 

frente  de  las  diversas  partes  de  las  Elegias  se  en- 
ran  versos  laudatorios  de  otros  ingenios  de  la  co- 
;  epigramas  latinos  nada  despreciables  de  los  do- 
os  Fr.  Alberto  Pedrero  y  Fr.  Pedro  Verdugo,  del 
;ro  eclesiSstico  de  Santa  Fe,  Miguel  de  Espejo, 
ircediano  Francisco  Mexla  de.Porras,  de  Pedro 
Barroso  y  Miguel  de  Cea;  sonetos  castellanos  del 
liado  Cristdbal  de  Le6n,  vecino  de  Santa  Fe,  de 
;tian  Garcia,  n  a  (ur a /de  Tunja  en  el  Nuevo  Reino, 
Caspar  de  Villarroel  y  Corufia,  de  Francisco  Soler 
go  de  Buitrago,  vecinos  tambi^n  de  Tunja,  pueblo 
ces  tan  importante  como  venido  hoy  a  menos,  y 
;  parece  haberse  formado  en  torno  de  Castellanos 
queno  grupo  po6tico.  Otros  ingenios  le  elogiaron 
6n,  pero  los  omitimos  porque  no  consta  que  fue- 
mericanos  ni  moradores  en  America.  Si  A  estos 
5,  que  no  son  ni  peores  ni  mejores  que  los  que  sue- 
icontrarse  en  principios  de  libros,  se  afladen  los 
IS  que  Castellanos  hace  de  varios  poetas  amigos 
en  el  contexto  de  sus  Elegias,  tendremos  re- 
todo  lo  que  hasta  ahora  se  sabe  del  primer  siglo 
poesla  neo-granadina ,  que  trat^ndose  de  estos 
OS  no  nos  parece  bieo  llamar  coiombiana  (i). 

]  principio  de  la  Miikiay  De$cripcUn  de  las  Indias,  del  capilin  Var- 


1 


XIX 


El  siglo  XVII  fu6  en  aquella  colonia  no  s6lo  de  mal 
gusto,  sino  de  grande  esterilidad  poetica.  S6lo  pueden 
citarse  algunos  versificadores  gongorinos,  pero  aun  6s- 
tosfueron  poco  fecundos,  6  han  dejado  corto  niimero 
de  poesias  impresas  (i).  Dejando,  pues,  a  la  piadosa  di- 
ligencia  de  Ips  eruditos  bogotanos  el  apurar  el  catd- 
logo  de  aquellos  cuyas  obras  se  han  perdido ,  6  de  quie- 


gas  Machuca  (Madrid,  1599),  ^^y  versos  de  dos  poetas  neo-granadinos: 
una  Epistola  persuasoria  del  Capitdn  Alonso  de  Carvajal^  natural  de  la  ciudad 
de  Tunjay  en  el  Nuevo  Reino  de  Granada,  al sabio  y  prudente  lector  (en  verso 
saelto),  7  un  soneto  del  licenciado  Francisco  de  la  Torre  Escobar,  natural 
de  Santa  Fe,  del  Nuevo  Reino  de  Granada. 

(i)  V^ase,  ademds  del  libro  de  Vergara,  el  notable  prdlogo  de  D.  Jos6 
Rivas  Grootal  Parnaso  Colombiano  de  D.  Julio  Afiez.  Bogoti,  1886^  2  tomos. 

Citar6mos  dos  papeles  rarisimos  que  se  describen  en  el  cuarto  tomo  del 
Ensayo,  de  Gallardo: 

— ^Funehre  pane^rico  en  la  miurte  de  Pedro  Fernandez  de  Valenzuela,  y  en 
la  dulce  memoria  de  su  amable  consorte  Doha  Jtiana  Vazquez  de  Solis,  vecinos  de 
la  tnuy  noble  y  muy  leal  ciudad  de  Santa  Fe  de  Bogota ,  en  el  Nuevo  Peine  de 
Granada  J  Indias  Occidentales.  Escrividlo  su  hijo  el  P.  D,  Bruno  de  Solisy  Va- 
lenztula ,  Monje  de  la  Real  Cartuja  de  Santa  Maria  del  Paular*  Embiolo  al 
Bachiller  D,  Pedro  de  Solisy  Valenzuela,  Presbtiero  su  hermano, y  tambiin  d 
sus  amantisimas  hermanas  Feliciana  de  San  Grcgorio  y  Maria  Manuela  de  la 
CruZfMonJa  de  Santa  Clara, yd  sar  Clara  de  San  Bruno,  Monja  de  Santa 
Inis^  (4.°,  12  pags.  Sin  lugar  de  impresi6n:  la  dedicatoria  esta  fechada  en 
Jerez  de  la  Frontera,  &  10  de  Marzo  de  1862.) 

— <  Victory  festivo  parahieny  aplauso  gratulatorio  a  la  Emperatriz  de  los  ^elos, 
Reina  de  los  Angeles,  Maria  Santissima  Senora  Niustra^  en  la  victoria  de  su 
purissima  Concepcidn,  conseguida  en  Roma  d  ocho  de  Diciembrede  16 61.  Yd 
Nuestro  SS.  P. Alty'androVII,  Pontifice MdximOy y d  nuestro  muy Catholico  Rey 
Felipe  IV  el  Grande,  Monarca  de  ambas  Espahas,  y  Emperador  del  Nuevo 
Mundo^y  d  los  demds  que  concurrieron  en  esta  felicissima  vitoria.  En  cientoy 
ocho  redondillas  espafiolas ,  glosando  este  antiguo  verso:  <Sin  pecado  originaJ"^, 
Escriuidlas  un  sacerdote,  natural  de  la  muy  Noble  y  Leal  Ciudad  de  Santa  Fe 
de  Bogoid,  cuyo  nombre  va  en  las  mismas> 

— 4.^  de  4  hojas,  con  grabados  en  madera,  y  sin  sefias  de  impresidn. 

B,l  presbilero  declara  sus  dos  apellidos,  Solis  y  Valenzuela,  en  el  contexto 
de  las  coplas,  y  debe  de  ser  el  Bachiller  D.  Pedro ,  hermano  del  monje  car- 
tajo  autor  del  papel  anterior. 


XX 


nes  s6lo  se  conserva  algi!in  soneto  laudatorio  6  alguna 
otra  composici6n  de  circunstancias ,  hablaremos  sola- 
men  te  de  Hernando  Domfnguez  Camargo,  que  pro- 
bablemente  no  fu6  el  peor  de  todos,  y  que  por  lo  menos 
tuvo  la  suerte  de  dejarnos  bastantes  muestras  de  su  in- 
genio.  Su  Poema  Heroico  de  San  Ignacio  de  Loyola  (i) 
es  sin  duda  uno  de  los  mds  tenebrosos  abortos  del  gon- 
gorismo,  sin  ningiin  rasgo  de  ingenio  que  haga  tolerables 
sus  aberraciones.  Pero  en  el  Ramtllete  de  variasfiores 
poiticas  que  en  1675  formd  con  versos  propios  y  ajenos 
el  guayaquilefio  Maestro  Jacinto  de  Evia,  hay  algunas 
composiciones  de  Domlnguez  Camargo  menos  malas, 
y  que  le  acreditan  siquiera  de  versificador  robusto  y 
valiente,  aunque  anulado  como  tantos  otros  por  el  mal 
gusto.  En  los  romances,  sobre  todo,  tiene  algo  de  lo 
bueno  de  G6ngora  mezclado  con  muchisimo  de  lo  malo. 
No  puede  negarse  bizarrfa  al  romance  de  La  tnuerte 
de  Adonis^  por  ejemplo,  que  parece  eco  lejano  del  de 
Angilica  y  Medoro. 


(i)  5.  Ignacio  de  Loyola ^fundador  de  la  Compahta  de  Jesus,  Poema  heroyco, 
Escriviolo  el  Doctor  D,  Hernando  Domxnguez  Camargo^  natural  de  Santa  Fe 
de  Bogota  del  Nuevo  Reino  de  Granada  en  las  Indias  Occidentales.  Ohra  pds- 

tuma,  Dala  d  la  estampa  el  Maestro  D,  Antonio  Navarro  Navarrete En 

Madrid^  por  Joseph  Ferndndezy  Buendia^  AHode  1696,  4.® 

£1  Maestro  Navarro,  que  era  quiteflo,  nos  dice  hablando  de  Camargo: 
<Fui  siempre  estimador  de  su  ingenio  y  apreciador  de  sus  versos;  y  aunque  de- 
see  comunicarle  en  inda,  nunca  pude  por  la  distancia  de  tnuchas  leguas  que  nos 

apartaban,  hasta  que  supe  de  su  tnuerte  con  harto  dolor  niio No  acabo  el  poema, 

dcvotamente  confiado  en  que  el  Santo ^  con  su  intercesion,  le  hab'ta  de  dilatarla 
vida ,  hasta  que  marcado  con  el  sello  del  ultimo  primor  y  elegancia  lo  sacrijicara 

en  sus  aras Pero  en  tan  honrosa  confianza  lecogid  la  muerte;  6  fuese  por  ex- 

(usarle  esta  vanidad  d  su  ingenio,  6  por  dejar  mds  impresa  con  dolor  esa  ma- 
yor memoria  suya,  viendo  que  al  mediodia  del  sol  de  su  lucidc  ngenio  se  habta 
anticipado  cl funesto  ocaso  de  su  muerte> 


XXI 

Las  formas  predilectas  de  este  desaforado  versifica- 
dor,  culterano  a  un  tierapo  y  conceptista,  son  la  meti- 
fora  y  la  antltesis.  Cuando  describe  el  salto  del  arroyo 
de  Chillo,  unas  veces  le  presenta  como  un  toro,  y  otras 
como  un  potro  que  va  d  estrellarse  en  las  peflas: 

Corre  arrogante  un  arroyo 
Por  entre  pefias  y  riscos, 
Que  enjaezado  de  perlas 
£s  un  potro  cristalino. 

Batenle  el  ijar  sudante 
L9S  acicates  de  espinos, 
Y  es  61  tan  arrebatado 
Que  da  i  cada  paso  brincos. 


Ciertos  chispazos  de  talento  que  entre  la  lobreguez 
de  sus  poesias  tiene  Camargo,  como  decir  de  Cristo  en 
la  pasi6n,  que  mostraba 


Feo  hermosamente  el  rostro. 


inducen  d  ponerle  entre  los  ingenios  malogrados  por  la 
educaci6n  y  el  medio  (i). 

Algo  semejante  puede  decirse  de  otro  poeta  santafe- 
refio  de  principios  del  siglo  xviii,  D.  Francisco  Alvarez 
de  Velasco  y  Zorrilla,  gobernador  y  capitin  general 
de  las  provincias  de  Neiva  y  la  Plata,  Vergara  asegura 


(i)  Las  poesias  de  Camargo  se  leen  en  el  RamilUte  deEvia,  piginas  235 
a  348,  con  el  titulo  de  Otras ^res,  aunque  pocas,  del  culto  ingenio  yfloridls' 
simc  Poeta  el  Doctor  D,  Hernando  Dominguez  Camargo.,,.. 

T  dice  el  colector  Evia:  <E1  dolor  que  tengo  es  que  sean  tan  pocas,  siendo 

tan  buenas mas  las  distancias  de  estas  partes  del  Peril  a  aquellas  del 

NucYO  Reyno  de  Granada,  donde  floreci6 ,  nos  iranque6  tan  poco  de  estas 
riquezas > 


XXII 

haber  visto,  aunque  de  prisa,  un  tomo  entero  de  obras 
suyas,  impreso  en  Madrid,  en  1703.  Yo  nunca  he  tro- 
pezado  con  61,  y  lo  siento,  porque  la  linica  poesia  suya 
que  trae  Vergara  (tomandola  del  Papel  Periddtco^  de 
Bogota,  de  1792),  es  a  saber,  una  carta  en  endechas  a 
sor  Juana  In6s  de  la  Cruz,  tiene  soltura  y  gracejo  de 
buena  ley,  familiar  y  culto  i  un  tiempo: 

Paisanita  querida 
(No  te  piques  ni  alteres, 
Que  tambi^n  son  paisanos 
Los  dngeles  diyinos  y  los  duendes) : 

Yo  soy  6ste  que  trasgo, 
Amante  inquieto,  siempre 
En  tu  celda,  invisible, 
Haciendo  ruido  estoy  con  tus  papeles 


Ya  antes  de  ahora  he  tenido  ocasi6n  de  notar  que, 
aun  en  los  tiempos  de  mayor  decadencia  para  nuestra 
literatura,  se  conserv6  no  marchita,  en  los  claustros  de 
religiosas,  la  delicadisima  flor  de  la  poesfa  er6tica  d  lo 
divino,  conceptuosa  y  discreta,  a  la  vez  inocente  y  pro- 
funda; la  cual,  no  s6lo  en  las  postrimerlas  del  siglo  xvii, 
sino  en  todo  el  xviii,  y  a  despecho  del  general  enti- 
biamiento  de  la  devoci6n,  derramaba  todavia  su  exqui- 
sito  perfume  en  los  versos  de  algunas  monjas,  imita- 
doras  de  Santa  Teresa.  Tales  fueron  en  Portugal  Sor 
Maria  de  Ceo,  en  Mexico  Sor  Juana  In6s  de  la  Cruz 
(prescindiendo  de  sus  meritos  en  la  poesia  profana  y  en 
otros  estudios),  en  Sevilla  Sor  Gregoria  de  Santa  Te- 
resa, en  Granada  Sor  Ana  de  San  Jer6nimo,  y  otras 
que,  sin  gran  esfuerzo,  podrian  citarse.  A  estos  nombres 
pide  lajusticiaque  se  ailada  el  de  Sor  Francisca  Josefa 
de  la  Concepci6n  (conocida  por  la  Madrc  Castillo)^  re- 
ligiosa  en  el  convento  de  Santa  Clara  de  la  ciudad  de 


•  1742),  que  escribi6  en  prosa  digna  del  siglo  xvi 
ci6n  de  su  vida  por  mandate  de  sus  confesores, 

0  de  Sentimientos  Espirituales,  que  viene  d  ser 
so  mosaico  de  textos  de  las  Sagradas  Escritu- 
Dos  romancillos  intercala,  no  tan  felices  como 

pero  de  la  misma  tradici6n  y  escuela. 
tanto,  los  jesuftas   hablan    introducido  la  im- 
;n  la  colonia  por  los  aflos  de  1738,  y  precisa- 

1  serm6n,  predicado  en  las  honras  de  la  Madre 
iat  de  las  primeras  cosas  que  se  estamparon. 

a  imprenta  delColegio  de  Santaft  tenia  un  ca- 
isi  dom^stico,  y  apenas  produjo  mas  que  algunos 
IDS,  novenas  y  otros  libritos  de  devocidn.  Des- 

con  laexpulsi6n  de  laCompaaia;  pero  en  1783 
tulda  por  otra  de  mis  recursos  y  mayor  impor- 
illamada  Imprenta  Real,  dirigida  por  el  tip6- 
foviano  D.  Antonio  Espinosa,  que  en  1 787  publi- 

trabajo  de  cierto  empeOo  y  ejecuci6n  bastante 
a,  la  Historia  de  Crista  paciente,  traducida  por 
.  Jos6  Luis  de  Azuola  y  Lozano.  El  mismo  Es- 
16  quien  hizo,  en  1794,  la  edici6n  clandestina  de 
raci6n  de  los  Derechos  del  Hombre,  traducida 
ttriarca  de  la  revoluci6n  neo-granadina,  D.  An- 
iriflo. 
esia  dormitaba  de  todo  punto,  y  no  hay  para 


nimtos  Espirituales  di  la  VenerahU  Madre  Francisca  Jostfa  de  la 
fe  Casiilh,  Religivsa  en  dconverilo  de  Santa  Clara  de  la  ciudad  di 
Repuilica  l7eo-Granadina  del  Sur- America.  Escritas  par  ella  misma 
ius  confesores.  Dados  i  luz  por  su  sobrino  A.  M.  de  C.  y  A.  En 
logota.  Imp.  de  Bruno  Espinosa  por  Benito  Gaitan.  Ano  de  1843, 
r  la  Venerable  Madre  Francisca  Josefa  de  la  Concepeiin,  escrilapor 
(Filadelfia,  18 17.) 


XXIV 


qu6  traer  a  cuento  los  insulsos  versos  laudatorios  que  se 
leen  en  la  Floresta  de  la  Santa  Iglesia  Catedral  de 
Santa  Marta^  que  escribid  en  1739  el  alf^rez  D.  Jose 
Nicolas  de  la  Rosa,  ni  menos  un  esperpento  dramatico- 
aleg6rico  que  Vergara  posey6  matiuscrito,  sin  nombre 
de  autor,  y  cuya  portada  decfa  d  la  letra:  No  se  con- 
quistan  las  almas  con  violencias^  y  un  mtlagro  es  con- 
quistarlas:  Triunfos  de  la  Religion  y  prodigios  del 
valor:  los  Godos  encubiertos:  los  Chinos  descubiertos- 
el  Oriente  en  el  Ocaso^  y  la  Amirica  en  la  Europa: 
Poema  ipico-dranidtico  sonado  en  las  costas  del  Da- 
rien:  Poema  cdmico,  dividido  en  dos  partes  y  cinco  ac- 
tosj  con  Unas  disputas  alfin  en  prosa. 

Pero  aunque  esteril  para  la  poesia,  la  segunda  mitad 
del  siglo  XVIII  fue  en  Bogota  de  gran  movimiento  y 
transformacibn  intelectual,  la  cual  puede  decirse  que  se 
determina  entre  dos  fechas  memorables,  la  expedici6n 
botanica  de  D.  Jos6  Celestino  Mutis  en  1760,  y  el  viaje 
de  Humboldt  y  Bonpland  en  1801.  El  gaditano  Mutis, 
de  quien  dijo  Linneo  <f>nomen  immortale  quod  nulla 
aetas  unquam  delebit^j  y  a  quien  apellido  Humboldt 
«ilustre  patriarca  de  los  botanicos  del  Nuevo  Mundo», 
fue  el  verdadero  iniciador  de  la  vida  cientlfica  en  el 
Ecuador  y  en  Nueva  Granada.  En  1762  abri6  una  cate- 
dra  de  Matematicas  y  Astronomia  en  el  Colegio  del 
Rosario,  donde  expuso  el  sistema  copernicano,  inaudito 
aiin  en  las  escuelas  de  la  America  del  Sur.  Mutis  form6 
y  educ6  una  generaci6n  de  flsicos,  matematicos  y  natu- 
ralistas,  entre  los  cuales  brillan  los  nombres  de  D.  Fran- 
cisco  Antonio  Zea,  que  andandoel  tiempo.lleg6  a  ser  di- 
rector del  Jardfn  Botanico  de  Madrid;  de  D.  Jos6  Do- 
mingo Duquesne,  que  escribi6  una  disertaci6n  sobre  el 


Caiendario  de  los  Mutscas;  de  D.  Josd  Manuel  Res- 
trepo,  autor  del  Ensayo  sobre  la  geografia,  produccio- 
neSf  industria  y  pohlaci6n  de  la  provincia  de  Antio- 
guia;  de  D.  Francisco  Ulloa,  que  lo  fu6  del  Ensayo 
sobre  el  influjo  deldima  en  la  educaciun  ftstca y  moral 
del  hotnbre  en  el  Nuevo  Reino  de  Granada;  de  don 
Jorge  Tadeo  Lozano,  D.  Eloy  Valenzuela,  D.  Joaquin 
Camacho  y  otros  varies,  y  del  mas  ilustre  que  todos 
ellos,  D.  Francisco  Jos6  de  Caldas,  victima  nunca  bas- 
tante  deploradade  la  ignorante  ferocidad  de  un  soldado 
iquien  en  mal  hora  confi6  EspaHa  la  delicada  empresa 
de  la  pacificaci6n  de  sus  provincias  ultramarinas.  Cal- 
das, botanico,  geodesta,  fisico,  astr6nomo,  y  a  quien  sin 
bip^rbole  puede  concederse  genio  cientifico  de  inven- 
ci6n,  form6  un  herbario  de  cinco  a  seis  mil  plantas  y  di6 
graode  impulse  a  la  geografia  bot^nica  de  la  America 
delSur,  determinando  los  perfiles  de  las  diversas  rami- 
ficaciones  de  los  Andes  en  la  extensi6n  de  nueve  grados 
de  latitud,  para  dar  k  conocer  la  altura  en  que  vegeta 
cada  planta,  el  clima  que  necesita  para  vivir  y  el  que 
mejor  conviene  d  su  desarrollo;  invento  un  m^todo  para 
medir  alturas  mediante  la  proporci6n  entre  el  calor  del 
aguahirviendoy  lapresiinatmosf^rica;  estrend  en  1805 
el  Observatorio  astrondmico  de  Bogota,  fundado  por 
Mutis,  y  le  dirigi6  con  honra  por  espacio  de  cinco  aflos; 
y  como  prosista  didSctico,  vigoroso,  grandilocuente  a 
veces,  rico  de  savia  y  de  imaginaci6n  pintoresca,  dej6 
admirables  fragmentos  en  sus  Memorias  sobre  la  Geo- 
grafia del  Virreinato  y  y  sobre  el  inflitjo  del  clima  en  los 
seres  organizados,  donde  hay  paginas  no  indignas  de  Bu- 
ffon.de  Cabanis,  de  Humboldt.  Estos  y  otros  estudios  de 
vulgarizaci6n  cientifica,  animada  y  brillante,  se  impri- 


alan  en  el  Semanario  de  la  Nueva  Granada,  memo- 
able  revista  que  desde  1808  a  1810  dirigii  Caldas.  AllI 
stdn  las  primicias  de  la  cultura  bogotana,  que  de  un 
alto  pareci6  ponerse  al  frente  de  la  de  todas  las  demas 
egiones  americanas,  sin  excluir  d  Mexico,  donde  parale- 
amente  habla  comenzado  A  desarroUarse  un  movi- 
liento  andlogo.  Bogota,  que  tuvo  el  primer  Observa- 
orio  de  America,  como  Mexico  la  primera  Escuela 
lineraldgica  y  el  primer  Jardln  Botinico,  precedi6 
ambi^n  a  la  mayor  parte  de  las  capitales  del  Nnevo 
dundo,  si  no  d  todas,  en  abrir  una  Biblioteca  piiblica 
lesde  1777.  Bajo  el  paternal  gobierno  del  Arzobispo- 
^irrey  D.  Antonio  Caballero  y  G6ngora  y  de  D.  Joa- 
uin  de  Ezpeleta,  se  ampliaron  las  dotaciones  de  los 
stablecimientos  de  enseflanza,  se  crearon  otros  nuevos 
,e  Medicina  y  Ciencias,  se  reformaron  los  planes  de  es- 
udios  en  el  sentido  de  la  investigacidn  experimental  y 
e  la  libertad  cientlfica,  y  una  masa  enorme  de  libros, 
itroducida,  ya  directamente,  ya  por  medio  del  contra- 
ando,  vulgariztS  en  la  colonia  todas  las  ideas,  buenas  y 
lalas,  del  siglo  xviii.  Si  nuestros  gobernantes  no  llega- 
on  d  prever  con  tiempo  que  el  esplritu  ardiente  de 
DS  criollos  no  habfa  de  contentarse  mucho  tiempo  con 
\  ciencia  pura,  sino  que  habla  de  lanzarse  rdpidamente 

las  extremas  consecuencias  pollticas  que  en  aquella 
ultura  venian  envueltas,  aun  esta  misma  generosa  im- 
irevisi6n  es  para  sus  nombres  un  titulo  de  gloria. 

Si  la  prosa  cientlfica  aparecid  adulta  y  perfecta,  casi 
or  instinto,  en  algunas  piginas  de  Caldas  y  de  sus  co- 
iboradores  del  Semanario ,  no  podia  esperarse  otro 
anto  de  la  poesia  entregada  A  copleros  adocenados,  que 
opiaban  sin  discernimiento  lo  mds  prosaico  de  la  poe- 


r 


sla  peninsular.  Ya,  al  tratar  de  Cuba,  hicimosm^ritodel 
famoso  mulato  D.  Manuel  del  Socorro  Rodriguez,  pri- 
mer bibliotecario  y  primer  periodista  de  BogotS,  hom- 
bre  honrado,  laboriosfsimo  y  por  muchos  conceptos  be- 
nemirito,  que  desde  1791  hasta  1797  public6,  bajo  los 
auspicios  del  virrey  Ezpeleta,  el  Paptl  Peri6dico  de 
Santa  Pe,  en  1806  Ei  Redactor  Americano,  y  mis  ade- 
lante  otros  papeles.  Escribi6  innumerables  poeslas,  6 
mis  bien  prosas  rimadas,  de  que  tengo  algunos  cuader- 
nos  manuscritos,  y  en  Bogota  existen  muchos  mis:  todo 
ello  frto,  prosaico  y  arrastrado,  como  de  quien  se  pro- 
ponfa  por  dnico  modelo  d  Iriarte,  remeddndole  en  la 
falta  de  fuego,  pero  no  en  la  discreci6n  ni  en  el  buen 
gusto,  ni  en  otras  cualidades  muy  relevantes  con  que 
Iriarte  la  disimula. 

Casi  al  mismo  tiempo  que  el  periodismo,  naci6  el  tea- 
tro,  que  tuvo  desde  1 794  local  estable  construido  d  expen- 
sas  del  comerciante  espaflol  D.  Tomds  Ramfrez.  Existian 
con  mas  6  menos  actividad  varios  clrculos  literarios. 
Don  Antonio  Nariflo,  uno  de  los  pocos  que  ya  en  1793 
conspiraban  de  verdad  contra  la  Metrdpoli,  proyectd 
establecer  uno,  consagrado  d  /a  jLiberiad,  la  Raz6ny 
la  FiFosofia^  al  divino  Platdn  y  a  Franklin;  pero  su 
persecuci6n  y  destierro  d  causa  de  baber  impreso  clan- 
destinamente  el  libro  de  los  Derechos  del  kombre,  hizo 
que  naufragase  el  proyecto  y  quedasen  con  nota  de  sos- 
pechosos  los  afiliados,  aunque  por  entonces  no  se  pro- 
cediese  rads  que  contra  Nariflo  y  Zea,  que  fueron  en- 
viados  d  Espafla  bajo  partida  de  registro.  Contrastaba 
con  el  cardcter  tenebroso  y  revolucionario  de  esta  So- 
ciedad,  la  muy  inofensiva  Tertulia  EutrapHica  que  se 
reunfa  por  las  noches  en  casa  del  humilde  y  devotlsimo 


XXVIII 


bibliotecario  Rodriguez,  para  leer  6  improvisar  coplas 
festivas  de  lo  mds  candoroso  que  puede  imaginarse. 
Otra  tertulia  por  el  estilo  se  reunla  en  casa  de  D.*  Ma- 
nuela  Santamaria  de  Manrique,  con  nombre  de  Aeade- 
mia  del  Buen  Gusto  ^  que  ya  habia  tenido  en  Madrid 
otra  muy  faraosa  y  aristocrdtica  en  tiempo  de  Fernan- 
do VI.  De  los  versificadores  que  pululaban  en  estos 
circulos  de  Bogota,  Socorro  Rodriguez  era  el  mas  fe- 
cundo;  pero  Vergara  trae  noticias,  y  a  veces  muestras, 
de  otros  varios.  Ante  todo,  presenta  un  pequefio  grupo 
de  poetas  nacidos  en  Popayan,  extremo  meridional  del 
Virreinato:  el  improvisador  D.  Jos6  Maria  Valdes,  el 
satlrico  D.  Francisco  Antonio  Rodriguez,  y  el  elegiaco 
D.  Jos6  Maria  Gruesso,  d  quien  la  repentina  muerte  de 
su  amada  dict6  unas  Noches  en  romance  endecasilabo, 
imitando  d  Young  y  4  Cadahalso  (i).  Este  trdgico  desen- 
gafio  le  llev6  al  sacerdocio,  pero  no  le  hizo  abandonar 
el  trato  de  las  Musas  durante  toda  su  vida,  que  no  fue 
corta,  puesto  que  muri6  en  1835,  de  can6nigo  de  la  Ca- 
tedral  de  Popaydn.  Su  inspiraci6n  continu6  siendo  lii- 
gubre,  pero  su  gusto  mejor6  algo:  tradujo  en  verso  Los 
Sepulcrosy  de  Harvey,  y  escribi6  un  poema  original  en 
dos  cantos,  Lamentaciones  de  Pub6n.  De  ellos  trans- 
cribe Vergara  estos  versos,  que  no  son  enteramente 
malos : 

i  Oh  bosquecillos  de  frondosos  mayos, 
Romdnticos  doquiera  y  hechicerosi 
iSombras  amables  del  jardin  silvestre 
Y  de  los  altos  robles  corpulentos! 


(i)  Las  Noches  de  Zacarias  Geussor  (anagrama  de  Gruesso),  soda  de  la 

Junta  Privada  del  Buen  Gtisto En  la  ciudadde  Saniafi  de  Bogotd.  (Ms.  ci- 

tado  por  Vergara.) 


XXIX 

En  donde  el  Payanis ,  i,  quien  natura 
Di6  un  coraz6n  sensible,  dulce  y  tiemo, 
Iba  d  gemir  de  humanidad  los  males, 
O  d  pasear  sus  caros  pensamientos. 

Do  tantas  veces  con  su  dulce  lira 
Cant6  Vald^s  sus  expresivos  versos, 
6  el  sabio  Caldas,  con  pensar  profiindOi 
En  pos  de  Urania  se  subi6  a  los  cielos. 

Yo  asi  prefiero 

La  pobreza  y  miseria,  y  las  desdichas, 
Por  pisar  de  Payan  el  triste  suelo, 
Para  ofrecerle  mi  sensible  llanto, 
Para  abrazar  sus  desdichados  restos, 
Para  hacer  un  sepulcro  en  sus  rClinas 
Y  mi  vida  acabar  con  sus  recuerdos. 

Cltanse  de  ^1  tambi^n  cuatro  himnos  para  las  escue- 
las,  uno  de  ellos  en  estrofas  sdficas.  Goz6  fama  de  ora- 
dor  sagrado,y  los  sermones  suyos  que  andan  impresos 
reflejan  fielmente  los  cambios  pollticos  de  su  tiempo  y 
los  de  sus  propias  opiniones,  realistas  primero,  republi- 
canas  despues:  una  de  estas  oraciones  fu^  predicada  en 
las  exequias  dela  segunda  mujer  de  Fernando  VII,  otra 
en  la  fiesta  de  acci6n  de  gracias  por  el  triunfo  de  Aya- 
cucho.  Contribuy6  mucho  a  que  se  fundase  la  Univer- 
sidad  delCauca,  donde  ley6  en  1822  un  discurso  inau- 
gural sumamente  celebrado,  pero  que  hoy  pasarla  por 
trozo  de  ret6rica  palabrera. 

Don  Jos6   Maria  de  Salazar  (i),  que,  andando  el 


(i)  Nacio  en  Rionegro  (actual  provincia  de  Antioquia)  en  1785,  y  muri6 
en  Paris  en  1828,  despu6s  de  haber  desempefiado  altos  cargos  diplomdticos. 
Ademds  de  varios  opuscules  en  prosa,  public6: 

El  Placer  publico  de  SantafL  Poetna  en  que  se  celehra  el  arriho  del  Excelentt- 
simo  Sr.  D.  Antonio  Amar  y  Borhon^  Cahallero  profeso  del  6r den  de  Santiago^ 
Tenienlc  General  de  los  Reales  Exircitos^  Virrey^  Gobtrnador  y  Capitan  Gene- 
ral del Nuex'o  Reyno  de  Granada^ por  D,  Jose  Maria  Salazar ^  colcgial  de  San 


XXX 


tiempo  lleg6  d  ser  Magistrado  en  Venezuela  y  Ministro 
plenipotenciario  de  la  Colombia  de  Bolivar,  y  autor  del 
primitivo  himno  colombiano,  era  otro  poeta  prosaico, 
pero  muy  culto,  que  logr6  transitoria  fama,  debida  en 
parte  i.  su  importancia  oficial.  Siendo  estudiante,  com- 
puso  £/  Soltloquio  de  Eneas  y  El  Sacrificio  de  Idome- 
neoy  dos  de  las  primeras  piezas  originales  que  se  repre- 
sentaron  en  el  teatro  de  Bogota.  Suyo  es  tambi^n  el 
Placer  publico  de  Santa  Fe^  poema  en  que  se  conme- 
mora  la  Uegada  del  virrey  Amar  y  Borbdn  en  1804. 
En  iSiohizo  una  traducci6n  en  romance  endecasilabo 
de  la  Poittca^  de  Boileau,  traducci6n  muy  inferior  d  las 
de  Arriaza  y  el  P.  Alegre,  y  casi  tan  desmayada  y  pro- 
saica  como  la  de  Madramany  y  Carbonell.  En  tiempo 


Bartolomi Con  licencia.  En  Santafe  de  Bogotd.  En  la  Imprenta  Red,  Pot 

D,  Bruno  Espinosa  de  los  Monteros.  AHo  de  1804. 

Arte  Poitica  de  Monsieur  Boileau,  traducida  al  verso  casteUano  por  el  doctor 
Josi  Maria  Salazar,  quien  la  dedico  al  Sr.  Josi  Ignacio  Pombo^  en  el  afko 
de  1^10,  Bogotd.  Impresapor  Valentin  Martinez,  Aho  de  1828. 

Empieza: 

Piensa  en  vano  subir  un  mal  poeta 
A  la  elevada  cima  del  Parnaso, 
Cuando  se  empefia  temerariamente 
En  el  arte  de  Apolo  soberano: 
Si  no  siente  del  cielo  la  influencia, 
Si  su  estrella  al  nacer  no  lo  ha  formado, 
En  aquella  impotencia  retenido, 
O  de  su  propio  genio  siempre  esclavo, 
Sordo  le  viene  ^  ser  el  mismo  Febo 
Y  detardfas  alas  el  Pegaso 

La  Colombiada  6  Coldn,  el  Amor  d  la  Patriay  otras  poestas  Ptricas,  Cara- 
cas, 1852. 


Empieza: 


No  hazafias  canto  de  inbumana  gente, 
Mas  la  de  aquel  var6n  esclarecido 
Que  de  Occidente  i  descubrir  la  tierra 
Atraves6  el  AtUntico  temido 


r 


de  la  Independencia  public6  dos  poemas:  La  Campa 
de  Boyacd  y  La  Colotnbiada;  uno  y  otro  yacen  en 
olvido  in^s  pTofundo. 

A  los  Soliloquios  trdgicos  de  Salazar  hay  que  afiai 
El Zagalde  Bogotd,  de  D.  Josfi  Miguel  Montalvo, : 
presentado  en  1806,  otra  de  las  primeras,  aunque  in 
lices  tentativas  del  teatro  neo-granadino,  que  nunca 
medrado  mucho.  Montalvo  muri6  fusilado  en  1816  c 
Caldas  y  otros  patriotas. 

Coino  poeta  jocoso,  de  aquellos  cuyos  donaires, 
demasia  trivialesy  caseros,no  resisten  ^la  dura  prue 
de  los  afios,  se  cita  al  clerigo  insurgente  D.  Jos6  An) 
Manrique,  autor  de  dos  poemas  burlescos:  La  Toci 
mada  y  La  Tunjanada,  que  andan  manuscritos.  Mas 
genio  tuvo,  aunque  con  frecuencia  mal  empleado,  el  d( 
tor  D.  Juian  Manuel  Garcia  Tejada,  a  quien  cuelgan  ( 
neralmente  la  paternidad  de  cierto  poemita  en  a 
grado  ofensivo  a  la  pnlcritud  del  olfato,  y  que  sera  » 
nocido  de  cualquier  espafiol  por  estas  sefias.  Fu6  G; 
da  de  Tejada  fidelisimo  partidario  de  la  causa  realis 
redactor  de  la  Gaceta  de  Santa  Fe  en  tiempo  del  ger 
ral  Morillo,  llev6  su  lealtad  faasta  aceptar  los  rigores 
la  expatriacidn  perpetua,  y  muri6  muy  anciano  en  A! 
drid  en  1845.  Se  perdi6  un  largo  poema  que  habia  co 
puesto  sobre  la  revolucidn  de  Nueva  Granada.  Vi 
gara  le  atribuye  el  siguiente  soneto,  que  anda  an6nii 
en  algunos  libros  de  devoci6n,  y  que  si  realmente 
suyo,  basta  para  que  le  perdonemos  aquel  insufrible  1 
cado  de  mal  olor  y  mala  crianza  a  que  principalmet 
va  unido  su  nombre: 


A  JESdS  CRUCIFICADO. 

A  vos  corriendo  Toy,  brazos  sagrados. 
En  la  Cruz  sacrosanta  descubiertos , 

Que  para  recibirme  estdis  abiertos 

Y  por  no  castigarme  estais  clavados. 
A  y03,  ojos  divinos,  eclipsados, 

Dc  tanta  sangre  7  ligrimas  cubiertos, 
Que  para  perdonarme  estais  despiertos, 

Y  por  no  confundirme  estdis  cerrados. 
A  vos,  clarados  pies  para  no  huirme; 

A  Tos,  cabeza  baja  por  llamarnie; 
A  TOS,  sangre  verCida  para  ungirme; 

A  TOS,  COB  tad  o  abierto,  quiero  unirme, 
A  TOS,  clavos  preciosos,  quiero  atarme 
Con  ligadura  dulce,estable  y  firme. 

Otro  soneto  agradeciendo  al  arzobispo  de  Bogota, 
losquera,  una  cuantiosa  limosna  que  envi6  al  pobre  y 
Dciano  poeta,  empieza  con  estos  agradables  versos: 

Escucha  Dios  en  su  eacumbrado  cielo 
De  humildcs  golondrinas  el  gentido, 
Cuando,  lejanas  del  paterno  nido, 
Vagan  desaroparadasen  au  Tuelo 

Poeta  de  festivo  humor  como  Garcia  Tejada,  aunque 
ids  limpio  y  comedido  en  sus  gracias,  y  fidellsimo  como 
1  i  la  corona  de  Espafla,  fu^  el  gaditano  D.  Francisco 
avier  Caro,  tronco  de  la  familia  mis  ilustre  en  las  letras 
olombianas,  abuelo  del  vehemente  y  fiIos6fico  poeta 
ose  Eusebio  Caro,  y  bisabuelo  del  grande  humanista, 
■oetay  critico  i  quien  debemos  la  mejor  traducci6n  de 
'^irgilio  que  hay  en  nuestra  lengua.  Quedan  de  Caroj  et 
buelo,  muchas  d^cimas  satiricas  y  burlescas  en  que 
ampea  la  chispa  andaluza  mas  que  el  arte  ni  el  estudio, 
1  cual  no  era  ajeno,  sin  embargo,  puesto  que  dejo  no- 
as  manuscritas  a  la  Poitica  de  Horacio,  y  sostuvo  vie- 


r 


XXXIII 


toriosas  polemicas  con  D.  Manuel  del  Socorro  Rodri- 
guez y  su  Papel  Pertddtco.  Tenia  Caro  especial  inquina 
a  la  literatura  de  los  criollos,  pero  envoi  via  esta  des- 
aprobaci6n  suya  en  form  as  tan  chistosas  y  era  de  cardc- 
ter  tan  inofensivo  y  benevolo,  aunque  dado  4  chanzas  y 
zumbas,  que  ninguna  de  sus  vlctimas  Hterarias  llegaba  a 
enojarse  con  Sl»  ni  sus  golpes  hacian  nunca  sangre. 

La  familia  de  Caro  vino  a  emparentar,  andando  el 
tiempo,  con  la  de  otro  poeta,  el  Dr.  D.  Miguel  de  To- 
bar,  natural  de  Tocaima,  jurisconsulto  insigne  6  inco- 
miptible  magistrado ,  de  quien  hace  honrosa  inenci6n 
Groot  en  el  tomo  iii  de  su  Historia  Eclesidstica  de 
Nueva  Granada.  Por  los  afios de  1814a  1818  compuso 
el  Dn  Tobar  con  ficil  numen  algunas  odas  horacianas, 
6  mis  bi6n  del  g^nero  y  estilo  de  Fr.  Diego  Gonzalez  y 
Mel6ndez  cuando  querlan  imitar  d  Fr.  Luis  de  Le6n. 
Conozco  las  dirigidas  al  Mufia^  al  Tequendama^  y  al- 
guna  otra,  in6ditas  todavia  en  poder  de  su  ilustre  nieto 
D.  Miguel  Antonio  Caro. 

Si  a  estos  nombres  se  afiade  el  del  presbltero  de  Po- 
payan  D.  Mariano  del  Campo  Larrondo  y  Valencia, 
que  en  i8oc  envi6  al  Correo  Curtoso  de  Santa  Fe  de 
Bogotd  (peri6dico  dirigido  por  D.  Jos6  Tadeo  Lozano, 
Marques  de  San  Jorge,  y  D.  Luis  Eduardo  Azuola) 
algunas  odas  de  Horacio,  traducidas  con  bastante  Ila- 
neza  y  prosafsmo,  pero  acompafiadas  de  una  excelente 
carta  sobre  el  arte  de  traducir,  que  Larraondo  entendfa 
tan  bien  y  practicaba  tan  mal  (i),  tendremos  casi  ago- 


(i)  Bn  la  Biblioteca  de  Bogotd  se  consenran  dos  cuademos  manuscritos 

intitulados.*  Rasgos  morales,  Jilosdficos,  histdricos  y  politicos,  en  verso  y  prosa, 

compuestosy  dedicados  d  lajtiventud  de  Popay&n,  por  el  Dr.  D.  Mariano  del 

Campo  Larraondo  y  Valencia^  presbitero.  De  ellos  me  di6  noticia  el  Sr.  Caro. 

TOMO  m.  e 


XXXIV 

tado  el  catalogo  de  los  buenos  y  malosversificadoresde 
la  escuela  del  siglo  xviit  que  floreclan  mis  6  menos  obs- 
curamente  en  los  liltimos  dfas  del  virreinato  de  Nueva 
Granada,  acompafiando,  aunque  muy  de  lejos,  el  movi- 
miento  cientffico  que  dirigian  Mutis,  Caldas  y  sus  amigos. 
La  guerra  de  la  Independencia  no  suscit6  en  Nueva 
Granada  ningiin  Olmedo.  D^bilmente  esta  representada 
la  poesia  de  este  perfodo  por  dos  ingenios  de  la  escuela 
clasica,  Ferndndez  Madrid  y  Vargas  Tejada,  que  con- 
servan  cierta  celebridad  por  los  azares  de  su  vida  mas 
que  por  el  m6rito  de  sus  versos,  apenas  leldos  ya  de  na- 
die.  El  Dr.  Ferndndez  Madrid,  m6dico  de  Cartagena  de 
Indias,  se  habia  dado  d  conocer  como  poeta  en  el  Se- 
manario  de  Caldas,  insertando  una  odaA  /a  Noche^  no- 
table s6lo  por  el  artificio  polimitrico  con  que,  apartdn- 
dose  del  rigorismo  cldsico  y  siguiendo  las  huellas  de 
Arriaza  (el  poeta  espafiol  rtids  leido  entonces  en  las  co- 
lonias),  se  atrevia  d  introducir  en  una  sola  composici6n 
sextillas  endecasilabas,  octavitas  de  final  agudo,  y  alejan- 
drinos,  preludiando  en  esto  la  libertad  romdntica.  El 
torbellino  revolucionario  envolvi6  d  Ferndndez  Madrid, 
lievdndole  primero  d  la  junta  patriotica  de  Cartagena, 
luego  al  Congreso  de  las  Provincias  Unidas  de  Nueva 
Granada  y  Venezuela,  en  el  cual  se  distmgui6  por  su 
fdcil  y  ardorosa  elocuencia,  y  finalmente,  aunque  por 
breve  tiempo  y  en  ciicunstancias  enteramente  desespe- 
radas,  d  la  presidencia  de  la  Republica,  que  sucumbi6 
en  sus  manos  en  1816.  Ferndndez  Madrid,  que  no  tenfa 
temple  de  h6roe  ni  vocaci6n  de  mdrtir,  no  s6lo  se  rindid 
al  pacificador  Morillo,  sino  que  en  humildisima  repre- 
sentacidn  fingid  retractarse  solemnemente  de  sus  anti- 
guas  ideas,  y  aun  afirmd  que  s6lo  por  evitar  mayores 


males  y  facilitar  la  sumist6n  del  pals  babfa  consentido  eJ 
ponerse  al  frente  de  la  insurrecci6n.  Esta  represents 
ci6n  (segOn  el  dicho  atroz  del  historiador  Restrepo)  (i 
«le  salv6  la  vida,  pero  no  el  honor*.  El  Dr.  Madrid  s 
quedo  tranquilamente  en  la  Habana  ejerciendo  su  pre 
fesi6n  y  escribiendo  versos,  y  cuando  triunf6  laindepec 
dencia  de  Colombia,  Bolivar  no  tuvo  reparo  en  enviarl 
de  ministro  plenipotenciario  d  Londres,  donde  residi 
hasta  su'miierte,  acaecida  en  1830. 

Con  estos  antecedentes  cualquiera  puede  dar  su  just 
valor  a  las  feroces  diatribas  contra  Espafla,  que  son  1 
principal  t6pico  de  las  odas  del  Dr.  Madrid.  La  firraei 
que  en  sus  actos  pOblicos  le  habia  faltado  quiso  con 
pensarla  desde  el  quieto  y  seguro  asilo  de  Londres  co 
alardes  declainatorios  de  un  miso-/ttspanismo  {renitio 
creyendo  que  con  esto  tenia  bastante  para  que  los  pi 
triotas  de  Colombia  olvidasen  su  historia.  Nadle  abus 
lanto  como  61  de  los  ires  stylos  de  vil  servidumbre,  c 
la  ferocidad castellana  nunca  saciada  de  sangre  y  vet 


(i)  Viodicase  U  memoria  del  Dr.  Madrid  de  las  cargos  pollticos  que  p 
su  conducta  en  la  Presidencia  de  la  Repilblica  se  le  hicieron,  on  la  excelec 
Biografia  <U  D.  Joii  Femdndez  Madrid,  arreglada  por  D.  Carlos  Martin 
Silva  sobre  los  documentos  recogidos  y  clasificados  por  el  eminente  taoi 
bre  publico  D.  Pedro  Fernandez  Madrid,  hijo  del  poeU  (Bogota,  1889).  1 
puede  negarse  que  la  vindicaclon  es  energica  y  vicConosa  ta  casi  todos  I 
pontos;  pero  para  nosotros  queda  en  pie  siempre  un  cargo,  que  podra  ! 
mcDOS  grave,  pero  que  atafie  a  la  delicadeza  artfstica  del  poeta,  no  men 
que  i  la  moral  del  ciudidano:  el  haberse  desatado  desde  Londres,  y  sot 
seguro,  en  injurias  contra  los  espailoles,  aquienes,  de  uq  modo  6  de  Ot: 
debia  la  salvacidn  de  su  vida. 

Restrepo,  en  la  segunda  edici6n  dc  su  obra  histdrica  (Besanzdn,  185! 
rectified  la  mayor  parte  de  sus  juicios  adversos  al  Dr.  Madrid, cuyo  carac 
bondadoso  7  dulce,  aunque  falto  de  la  firmeza  necesaria  para  descender  a 
arena  polltica  en  ipocas  turbulentas,  ha  dejado  muchas  simpatias  entre 
bombres  mas  ilustres  de  Colombia. 


XXXVI 


ganzuy  de  la  eterna  ignominia  del  dispota  ibero^  del  fi- 
rreo  cetro  del  Ledn  quebrantado  por  la  libertad.  Releg6 
d  Espafia  a  vivir  en  el  rinc6n  tenebroso^  incierto  entre  el 
Africa  y  la  Europa;  y  para  sus  soldados,  ante  los  cuales 
habia  hufdo  y  se  habfa  humillado  en  i8i6|  nunca  tuvo 
mds  blandas  calificaciones  que  las  de  bandidos^  prdfugos^ 
salteadores  inf antes  de  camtnos^  ctervos^  tigres  y  otras 
lindezas  tales.  Parece  que  en  alguna  ocasi6n  ^1  mismo 
se  avergiienza  de  su  propio  vilipendio,  y  exclama: 

Sangre  espaiiola  corre  por  mis  venas ; 
Mlo  es  su  hablar,  su  religi6ii  la  mia; 
Todo,  menos  su  horrible  tirania ;  i 


pero  d  rengl6n  seguido  vuelve  d  renegar  de  su  raza,  y  se 
extasfa  con  la  esperanza  de  ver  restaurado  el  trono  de 
los  Incas  y  las  paternales  leyes  de  los  hijos  del  Sol: 

£n  fuego  divino  los  Andes  se  inflaman; 
De  doce  monarcas  la  voz  paternal 
Repiten  sus  ecos,  que  al  mundo  proclaman 
De  America  el  triunfo^  la  gloria  inmortal. 

iOh  manes  sagrados, 

Volved  aplacados! 
Volved  k  las  tumbas,  familia  imperial. 
No  mas  servidumbre;  no,  sombras  augustas; 
Ceso  la  ignominia  del  yugo  espafiol: 

Ya  estamos  vengados, 
Y  reinan  de  nuevo,  con  leyes  mas  justas, 
Mas  dignos  del  padre,  los  hijos  del  Sol 

La  prisi6n  y  muerte  de  Atahualpa  le  arrancaban  Id- 
grimas  d  cada  momento,  hacidndole  prorrumpir  en  in- 
terminables  eleglas,  en  que  d  su  sabor  vengaba  en  la 
sombra  de  Pizarro  las  tribulaciones  que  le  habfa  hecho 
pasar  el  general  Morillo. 


XXXVII 


LaS  odas  pollticas  de  Madrid  son  de  la  mas  intolera- 
ble y  hueca  patrioterla,  una  sarta  de  denuestos  en  es- 
'tilo  de  procl^ma.  Los  mismos  criticos  americanos  ban 
llegadb  a  reconocerlo,  y  el  yuicio  de  los  hermanos 
Ahitinategui  (i),  por  duro  que  parezca,  es  en  esta  parte 
inapelable,  y  ha  hundido  para  siempre  al  poeta  cartage- 
nero,  astro  de  falsa  luz,  que  s6lo  pudo  deslumbrar  un 
momento  a  los  que  equivocaban  la  verdadera  grandeza 
con  el  6nfasis  bomb^stico.  En  vano  usa  y  abusa  de  toda 
la  maquina  ret6rica,  y  no  se  harta  de  personificar  las 
provincias  y  las  ciudades,  y  la  discordia,  y  la  traicidn,  y 
la  libertad,  y  la  gloria,  y  la  paz,  y  la  victoria,  y  la  tirania, 
y  todo  gSnero  de  abstracciones:  ave  de  vuelo  rastrero, 
jamis  asciende  a  la  regi6n  tempestuosa  d  donde  sube  la 
canci6n  triunfal  de  Quintana  y  de  Olmedo.  Todo  el  in- 
cienso  que  empalagosamente  se  tributa  al  Libertador  en 
estas  odas,  declarandole  superior  d  todos  los  grandes 
personajes  hist6ricos,  d  Fabio  en  la  prudencia,  d  Anl- 
bal  en  intrepidez,  a  C6sar  en  saber  y  elocuencia,  d  Pe- 
I6pidas,  d  Temlstocles,  d  Foci6n,  d  Camilo,  d  Gincinato, 

a  Washington todo  este  pedantesco  y  ridicule  catd- 

logo  que  el  Dr.  Madrid  repite  siempre  que  habla  de  su 
heroe,  no  puede  dar  ni  aun  remotamente  la  idea  de  Si- 
m6n  Bolivar  que  dejan  en  la  memoria  aquellos  solem- 
nes  versos  del  gran  poeta  de  Guayaquil  : 

jQai^n  es  aqu6l  que  el  paso  lento  maeve 
Sobre  el  collado  que  a  Junin  domina? 


(i)  ^uicio  crtitco  de  algunos  poetas  hispano-americanos,  por  Miguel  Lui$  y 
Gregifrio  Victor  Amundiegui,  Santiago  (de  Chile) ,  Imprenta  del  Ferroca- 
rtilj  1861. 


Considerado  merameote  como  versificador,  el  doctor 
Madrid  tiene  cierto  valor  relativo  de  correcci6n  y  faci- 
lidad  elegante,  que  contrasta  con  lo  escabroso,  desali- 
flado  y  malsonante  de  otros  mucbos  autores  de  himnos 
y  poemas  de  la  independencta  americana,  mucbos  de  Ids 
cuales  (en  Chile,  por  ejeraplo,  y  en  Buenos  Aires)  pare- 
clan  haberse  rebelado,  m^s  que  contra  Espaila,  contra 
las  mis  triviales  nociones  de  nuestra  prosodia.  Por  el 
contrario,  la  versificaci6n  de  Fernandez  Madrid  es  ha- 
bitualmente  limpia  y  muchas  veces  sonora  y  armo- 
niosa,  combin^ndose  bastante  bien  en  su  estilo  los 
opuestos  caracteres  de  la  escuela  de  Quintana  y  de  la 
de  Arriaza. 

Sus  condiciones  nativas  le  llevaban  mas  bien  a  imitar 
al  segundo  que  al  primero;  asf  es  que  briUa  mas  y  se 
deja  leer  con  menos  disgusto  en  la  poesfa  ligera  que  en 
los  raptos  de  la  oda  pinddrica.  En  la  Habana,  donde  no 
podia  hacer  versos  contra  EspaOa  (aunque  no  dejd  de 
cultivar  la  poes(a  poHtica,  aprovecbandose  de  la  libertad 
constitucional  de  1820),  se  dedic6  al  cultivo  de  la  ana- 
cre6ntica,  y  entonces  compnso  y  dedic6  asu  mujer  las 
diez  composiciones  que  llam6  Jiosas,  llenas  de  erotismo 
tan  sensual  como  candoroso.  Por  entonces  compuso 
tambi6n  Mt  Banadera  y  La  Hamaca,  que  se  reoo- 
miendan  por  cierta  languidez  criolla  bastante  agradable. 
Estos  dos  juguetes  son  casi  lo  linico  que  sobrevive  de  sus 
versos.  Tradujo  gran  parte  del  poeraa  de  Delille  Los 
Tres  Reinos  de  la  Naturaleza,  y  el  Ditirambo  del 
mismo  zntor  sobre  la  inmortalidad  del  alma.  Compuso 
dos  tragedias  originales:  Atala  y  Guattmozin,  que  con- 
sideraba  como  principio  de  un  teatro  americano.  Ni  una 
ni  otra  se  representaron  ni  eran  representables,  puesto 


XXXIX 

que  el  autor  parecia  haber  prescindido  hasta  de  las  con- 
diciones  mas  elementales  del  dr^ma  (i). 

Si  el  Dr.  Madrid,  que  con  candorosa  satisfacci6n  de 
si  mismo  exclamaba: 

iFeliz  el  que  ha  nacido 
Al  mismo  tiempo  medico  7  poeta! 
Dos  veces  laureado 
Por  Minerra  y  Apolo , 

dejo  en  sus  escritos  datos  suficientes  para  juzgar  lo  que 

como  poeta,  y  aun  como  m6dico,  valla;  el  malogrado  jo- 

ven  Luis  Vargas  Tejada  fu6  victima  de  hados  tan  adver- 

sos  que  escasamente  puede  decidirse  si  habfa  en  ^1  la 

esperanza  de  un  poeta.  A  esto  liltimo  nos  inclinamos, 

recordando  entre  sus  versos  llricos  la  delicada  y  armo- 

niosa  silva  Al  Anochecer^  y  algiin  otro  rasgo  fugitivo  de 

poesfa  intima  y  dulce,  y  entre  sus  ensayos  dramaticos  la 

comedia,  6  mas  bien  largo  entrem6s,  de  Las  Convulsio- 

nesj  picante  y  libre  en  demasfa,  pero  de  chiste  muy 

espontaneo  y  genial.  Por  entonces  estaban  muy  en  auge 

en  Bogota  las  tragedias  cldsicas,  especialraente  las  de 

Voltaire,  Alfieri  y  sus  imitadores  espafloles,  prefiri6n- 

dose  naturalmente  las  que  contenian  ardientes  efusiones 

de  liberalismo  y  ap6strofes  contra  la  tiranla  y  la  supers- 

tici6n.  Vargas  Tejada,  que  hubiera  podido  brillar  en  lo 

c6inico,  se  empefi6  infelizmente  en  calzar  el  coturno,  es- 

cribiendo  tres  tragedias,  Sugamuxt]  Doramtnia  y  Agut- 


(0  La  primera  edici6n  de  las  Poesias  del  Ciudadano  Dr,  Jose  Ferndndtz 
^Madrid {con  titulo  de  tomo  pfimero  aunque  no  sali6  el  segundo)^  es  dela 
Habana  1822,  Imprenta  FraUmaL  Al  fin  del  tomo  esta  la  tragedia  Atala. 
£n  1828  hizo  en  Londres  otra  edici6n  mas  coropleta  y  ailadio  la  tragedia 
(^uatimozin,  que  ya  el  aflo  anterior  se  habJa  impreso  suelta  en  Paris.  Dej6, 
^emas,  algunas  Memorias  sobre  asuntos  de  Medicina. 


1 


min,  y  dos  mon6logos  tragicos,  Catdn  en  Utica  y  La 
Muerte  de  Pausamas. 

En  Vargas  Tejada  es  mas  interesante  la  vida  que  los 
escritos.  Era  un  tipo  perfect'o  de  conspirador  de  buena 
fe,  de  tiranicida  de  colegio  cldsico,  admirador  de  Bruto 
y  de  Catdn,  en  cuya  boca  ponla  interminables  roman- 
zones  endecasflabos  contra  el  dictador  y  la  dictadura. 
Fu^  de  los  Septembristas  que  en  el  afio  28  asaltaron  la 
casa  de  BoKvar  y  estuvieron  muy  d  punto  de  asesinar  al 
que  Uamaban  tirano.  De  resultas,  varios  de  los  conspi- 
radores  murieron  en  el  patfbulo,  y  Vargas  Tejada,  pros- 
crico  y  fugitivo,  escondido  durante  catorce  meses  en  una 
caverna,  acab6  por  perder  el  juicio  6  poco  menos,  y  se 
ahogd  involuntariamente  en  un  rio  cuando  intentaba 
refugiarse  en  la  Guayana.  Tenia  el  infeliz  veintisiete 
afios;  habfa  demostrado  talento  precoclsimo  compo- 
niendo  versos,  no  s61o  en  castellano,  sine  en  francos, 
aleman  y  latin;  era,  a  despecho  de  su  fanatismo  poli- 
tico, dulce,  afectuoso,  sencillo,  inclinado  a  la  piedad 
y  devotlsimo  de  su  familia,  sentimientos  que  se  decla- 
ran  bien  en  una  carta  mucho  mas  po^tica  que  sus  ver- 
sos, escrita  d  su  msdre  desde  la  cueva  en  que  vivia,  el  8 
de  Diciembre  de  1829  (i).  Estas  cualidades,  unidas  ^  su 


(1)  Vease  la  excelente  Noticia  biogrifica  de  Luis  Vargas  Tejada,  escrita 
por  D.  Josi  Cfticeda  Rojas  ea  el  Anuario  de  la  Academia  Cahmbiana,  aHo 
ie  1874- 

Naci6  Vargas  Tejada  en  BogoU,  en  1S02,  y  murid,  del  modo  que  queda 
dicho,  en  1819.  Su  principal  maestro  y  consejero  fu^  el  poeta  argentino  Mi- 
ralla.  Fu6  secretario  de  la  Conrencidn  de  Ocafla,  7  alll  Iigur6  entre  loa  mda 
irdientes  dem6cratas.  Disuelta  aquella  asamblea,  se  lanzd  i.  la  C0Qspiraci6n 
de  que  fue  victima.  Sus  Poesias  fueron  publicadas  en  1855  por  D.  Jose  Joa- 
quin Ortiz,  juntamente  con  las  de  D.  Jose  Eusebio  Caro.  Faltan  en  esta 
Bdici6n  las  tragedias  Doraminia  y  Aguimin,  que  se  coaservan  manuscritas. 


I  h 


XLI 


trdgico  destine,  dejaron  en  el  dnimo  de  cuantos  le  ha- 
bian  conocido  un  melanc6lico  recuerdo,  y  explican  en 
parte  la  exagerada  estimaci6n  que  en  algiin  tiempo  se 
hizo  de  sus  m6ritos  literarios.  Se  le  consider6  como  un 
iniciador;  se  le  llam6  el  Chinier  colombiano,  «el  ave 
que  cant6  primero  en  la  mafiana  de  Colombia,  tras  la 
obscura  y  tempestuosa  noche  que  le  precedi6».  Trun- 
cada  en  flor  aquella  existencia,  que  parecla  tan  Uena  de 
promesas,  s6lo  es  licito  hoy  repetir,  como  epitafio  del 
mfsero  poeta,  aquellos  versos  suyos  que  parecen  un  va- 
ticinio  liigubre: 

A  los  rigores  de  una  suerte  acerba 
£1  hado  me  arroj6  desde  la  cuna, 
Cual  flor  ignota  entre  la  humilde  hierba. 

La  muerte  de  Vargas  Tejada  abre  un  par6ntesis  en  la 
historia  literaria  de  la  Republica  de  Nueva  Granada, 
desgarrada  por  las  facciones  y  hundida  en  la  anarquia 
durante  muchos  afios.  Pero  la  cultura  po6tica  tiene  all! 
tan  hondas  ralces,  que  no  tard6  en  volver  d  brotar  mis 
pujante  que  nunca,  acariciada  por  el  mismo  viento  de  la 
tempestad  politica,  que  di6  al  nuevo  lirismo  un  vigor  y 
una  independencia  formidables.  El  romanticismo  pene- 
tr6  por  Venezuela,  mis  abierta  al  trato  y  comercio  con 
Europa;  pero  asl  como  en  Caracas  no  pudo  engendrar, 
con  raras  excepciones,  mds  que  una  poesfa  efectista, 
relumbrante  y  chillona,  llena  de  impropiedades  de  con- 
cepto  y  de  forma,  en  Bogota  y  en  Popayan  arranc6 
magnificos  acentos  de  amor  y  de  ira  a  los  espiritus  ar- 
dientes  6  inddmitos  de  Jose  Eusebio  Caro  y  de  Julio 
Arboleda,  y  en  las  montaflas  antioquefias  suspir6  con 
inefable  melodfa  en  las  dulces  estrofas  de  Gregorio 


h'-'-^. 


XLII 

Gutierrez  Gonzalez.  Al  mismo  tiempo,  la  escuela  lirica 
del  siglo  pasado,  renovada  y  transformada  en  cuanto  al 
espiritu,  tuvo  en  D.  Jose  Joaquin  Ortiz  un  excelso  re- 
presentante.  En  estos  cuatro  poetas  liricos,  tan  diversos 
entre  si,  se  cifra  lo  mejor  del  tesoro  portico  colombiano, 
al  cual  la  posteridad  juntard  las  obras  de  algunos  inge- 
nios  vivos,  de  los  cuales  hay  tres,  por  lo  menos,  que 
escasamente  encuentran  rivales  en  Amdrica.  A  nadie  se 
hace  ofensa  con  afirmar  verdad  tan  notoria  como  que  el 
Parnaso  colombiano  supera  hoy  en  calidad,  si  no  en 
•  cantidad,  al  de  cualquier  otra  regi6n  del  Nuevo  Mundo. 
Pero  circunscribamos  nuestra  tarea  &  los  limites  que 
voluntariamente  nos  hemos  impuesto. 

Jos6  Eusebio  Caro  fu6  el  mas  llrico  de  todos  los  co- 
lombianos,  por  lo  profundo  6  intenso  de  su  vida  afectiva, 
la  cual  expres6  con  rara  franqueza  y  viril  arrojo  en  ver- 
sos de  forma  ins6lita,  que  bajo  una  corteza  que  puede 
parecer  aspera  y  dura,  esconden  tesoros  de  cierta  poesia 
intima  y  ardiente,  a  un  tiempo  apasionada  y  filosofica, 
medio  inglesa  y  medio  espafiola,  que  antes  y  despu6s  de 
61  ha  sido  rarlsima  en  castellano.  La  extrafla  y  selvdtica 
grandeza  de  la  poesia  de  Caro  procede  enteramente  de 
la  grandeza  moral  del  hombre,  que  fu6  acabado  tipo  de 
valor  y  dignidad  humana. 

Pocta  fu6,  y  altlsimo  poeta, 
No  por  poeta,  empero,  mas  por  grande 


ha  dicho  de  61  D.  Rafael  Pombo,  uno  de  los  espiritus 
mas  dignos  de  comprenderle.  El  heroismo  de  su  vida 
piiblica;  la  altisima  noci6n  que  tuvo  del  deber,  cumplido 
siempre  por  61  sin  vacilaci6n  ni  desmayo;  la  magndnima 
altivez  de  su  cardcter,  inflexible  ante  el  ceflo  de  los  d6s- 


r 


r*  **" 


XLIII 


potas  y  el  pufial  de  los  demagogos;  la  austera  indepen- 
dencia  con  que  sacrificd  patria,  hacienda,  reposo,  y  final- 
mente  la  vida  misma,  al  culto  de  la  ley  hoUada  y  a  la 
vindicaci6n  de  la  justicia  escarnecida,  hicieron  de  su 
persona  la  encamaci6n  del  perfecto  ciudadano,  y  dieron 
a  su  poesla  aquella  Integra  y  honrada  sinceridad,  que 
es  su  mayor  precio.  Y  aqui  prosigue  Pombo: 

Serio,  elevado,  independiente,  fiero, 
No  supo  hacer  reir,  ni  hahlar  mentira, 
Por  ser  gran  coraz6n^  es  gran  poeta, 
Que  hace  creer»  sentir  cuanto  nos  dice 


Su  estudio,  el  coraz6n;  tunica  fuente 
Del  yerbo  que  arde  y  late  y  saca  llanto, 
Que  acera  el  verso,  dardo  de  la  frente, 
Y  da  su  eterna  resonancia  al  canto. 

Jamds,  como  no  fuese  en  los  dias  de  aprendizaje, 
escribi6  versos  Caro  por  el  solo  placer  de  escribirlos, 
sine  porque  su  alma  grande ,  tempestuosa  y  bravla  ne- 
cesitaba  este  medio  de  expansi6n,  y  tenia  que  trasla- 
darse  entera  a  sus  canciones.  Huerfano,  amante,  esposo, 
padre,  guerrillero,  combatiente  politico,  su  musa  fu6 
siempre  la  pasi6n,  grande,  generosa,  humana,  desbor- 
dada  6  irresistible  en  su  oleaje.  El  alma  de  Caro  era  un 
volcin  que  en  breve  tiempo  debia  consumirle.  Todo  lo 
sentia  llricamente,  es  decir,  en  un  grado  maximo  de 
exaltaci6n,  concedido  d  pocos  mortales.  Su  vida  se  com- 
penetra  con  sus  versos,  y  sus  versos  son  inseparables  de 
su  vida.  Ora  truene  y  fulmine  contra  el  tirano  en  las  es- 
trofas  vengadoras  de  La  Libertad  y  el  Socialtsmo,  ora 
exprese  en  versos  divinos  los  6xtasis  del  amor  conyu- 
gal,  ora  acaricie  su  hacha  esplindida  y  cortante^  ora 
quiera  rasgar  el  velo  del  porvenir  y  adivinar  los  destinos 


1 


a  primog6iiito  aun  no  nacido,  ora  al  presentarle  en 
"uentes  bautismales,  entone  un  himno  vigoroso  A  la 
6n  civilizadora  del  cristianismo;  Caro,  no  por  odio 
tado  d  lo  vulgar,  sino  por  privilegio  de  su  exquisita 
iraleza,  nada  siente  y  oada  dice  como  el  vulgo  de  los 
res.  Recorre  siempre  una  brbita  excentrica,  pero  tan 
luena  fe  y  con  tanta  sencillez  como  si  anduviese  por 
umbos  de  todo  el  mundo.  Las  fuentes  de  su  poesfa 
ciertamente  las  de  la  poesia  universal  y  eterna :  Dios, 
nor,  la  Hbertad,  la  naturaleza;  pero  todo  ello  conce- 

y  expresado  de  una  manera  tan  individual  y  solita- 
que  parece  que  el  poeta  es  el  primero  que  lo  canta. 
tiay  alU  recuerdo,  ni  aun  lejano,  de  otras  armonias 
riores;  se  conoce  que  Caro  habia  leido  mucho  a  los 
:as  ingleses,  y  especialmente  A  Byron;  pero  delibera- 
ente  no  los  imita  nunca,  como  no  sea  en  su  manera 
.centuar  los  endecasilabos.  Es  imposible  confundir 
rersos  de  Caro  con  los  de  ningiin  otro  poeta.  Segiin 
.a  disposici6n  del  lector  y  el  temple  de  su  alma,  serin 
rsos  los  efectos:  a  uno  parecerS  estramb6tico  lo  que 
ro  sublime;  pero  ni  la  extravagancia  en  el  es  delibe- 
,  ni  la  sublimidad  deja  nunca  de  ser  espontinea.  No 
verso  de  Caro  sin  idea,  y  a  veces  las  ideas  se  acumu- 
jn  tan  pequefio  espacio,  que  el  niolde  portico  resulta 
icho  para  contenerlas,  y  entonces,  por  uno  6  por 

lado,  acaba  por  romperse.  Asi  y  todo,  i  cuanto 
vale  este  poeta  abrupto,  escabroso,  pero  lleno  de 
L,  este  poeta  que  hace  sentir  y  pensar  siempre,  que 
:>  versificador  de  inslpida  elegancia,  de  cuyos  cantos 

queda  el  f6til  rumor  que  pronto  se  disipa  en  los 
i!  La  t6cnica  de  Caro  agradara  mas  6  menos;  tiene 
■entajas  y  los  defectos  de  toda  innovaci6n  radical 


y  violenta;  pero  no  hay  quien  al  cerrar  el  libro  de 
Caro,  y  hechas  todas  las  salvedades  que  puede  hacer  el 
gusto  mds  escrupuloso  y  menos  amigo  de  temeridades 
artlsticas,  no  diga  con  plena  convicci6n:  «Este  poeta 
serla  ud  genio  6  un  exc^ntrico;  pero  no  hay  duda  que 
era  un  hombre,  y  uno  de  aquellos  que  honran  y  enno- 
blecea  la  especie  humana.» 

Para  nosotros  era  un  genio  lirico,  4  quien  s61o  faltd 
equilibrio  en  sus  facultades,  y  cierta  sobriedad  en  el 
mode  de  administrarlas.  Su  yisi6n  de  las  cosas  tenia 
algo  de  desproporcionado;  su  sensibiUdad  rayaba  en  una 
especie  de  calentura  moral  un  tanto  fatigosa  para  espl- 
ritus  mesnrados;  su  ardiente  bondad  le  arrastraba  &  di- 
Tagaciones  de  una  filantropfa  nebulosa ;  el  tormento  sutil 
de  su  raz6n  se  comunicaba  &  sus  versos,  y,  finalmente,  su 
seriedad  ing^nita,  el  grave  modo  que  tuvo  siempre  de 
considerar  la  vida,  la  pureza  envidiable  de  su  alma,  ale- 
jaban  de  su  mente  hasta  la  mds  remota  idea  de  lo  c6- 
mico,  y  le  haclan  de  todo  punto  insensible  &  ciertas 
disonancias  de  gusto.  Grande,  bello  y  sublime  es,  por 
ejemplo,  el  pensamiento  de  la  Bendicidn  delfeto,  y  s6lo 
i  censores  torpes  6  mal6vo!os  ha  podido  parecerles  otra 
cosa;  pero  <qui£n  duda  que  hay  cierto  candor  heroico 
en  abordar  de  frente  tal  asunto,  y  que  no  puede  exi- 
girse  d  todos  los  lectores  el  temple  de  alma  necesario 
para  ponerse  al  nivel  de  tal  poesla,  cerrando  los  ojos  al 
importuno  recuerdo  tocoldgicof 

El  cardcter  peculiar  del  estilo  de  Caro  estd  admira- 
blemente  definido  en  los  versos  siguientes  de  Pombo: 

!^I  del  Albano  desdead  indole  ote 
Lis  tintu  exquiiitas  y  gracious: 


» .  r 


XL  VI 

No  era  el  raudal  do  muelle  y  blandamente 
Van  resbalando  lagrimas  y  rosas. 

Sus  palabras,  del  Numen  al  tormento, 
Se  enfrechocan  tal  vez  y  se  atropellan, 
Como  al  rapto  del  Niagara  violento 
Rocas,  troncos  y  t^mpanos  se  estrellan. 

i.\  siempre  piensa  y  dice.  Tosco  6  bello, 
Cada  verso  de  Caro  es  una  idea. 

Mas  bien  rebosa  atropellado  acaso 
El  raudo  hervir  de  sangre  y  pensamiento; 
Circunda  la  figura  un  aire  escaso, 
Y  lo  suple  el  lector  tomando  aliento. 

Que  Caro  es  rudo,  tosco,  dspero,  inarm6nico,  dicen 
muchos.  Pero  es  cierto  que  la  dureza  de  Caro  no  pro- 
cede  de  ignorancia  6  desaliflo,  ni  mucho  menos  de  falta 
de  oido,  sino  de  haber  exagerado  en  la  practica  cierto 
sistema  pros6dico  que  el  juzgaba  inseparable  de  la  ma- 
yor profundidad  del  concepto  y  de  la  mayor  intensidad 
del  sentimiento,  y  de  haber  roto  demasiado  brusca- 
mente  con  ciertos  habitos  de  versificaci6n  rapida  y  dac- 
tllica  que  predominan  en  la  moderna  poesia  castellana. 
Para  comprender  estas  innovaciones  de  Caro,  hay  que 
distinguir  en  61,  como  ha  distinguido  su  hijo,  tres  y 
quiza  cuatro  distintas  maneras.  £n  la  mas  antigua,  en  la 
de  formaci6n  y  aprendizaje,  Caro,  lector  asiduo  y  entu- 
siasta  de  Quintana,  de  Gallego,  de  Lista,  de  Reinoso, 
de  Martinez  de  la  Rosa,  era  un  versificador  rotundo  y 
numeroso,  con  aquel  mismo  g6nero  de  niimero  am- 
plio,  libre  y  un  tanto  oratorio  que  domina  en  nuestros 
excelentes  poetas  de  principios  de  siglo,  los  cuales, 
poco  6  nada  afectos  a  las  estrofas  regulares  ni  a  la 
disposici6n  simetrica  de  los  perfodos  porticos,  se  en- 


XLVII 


contraban  mds  i,  sus  anchas  en  el  molde  holgadfsimo  de 
la  silva,  6  del  verso  suelto,  6  del  romance  endeqasllabo. 
De  la  canci6n  italiana  restaba  s6lo  el  simulacro,  puesto 
que  ni  ya  las  estancias  tenlan  el  mismo  niimero  de  ver- 
sos, ni  se  combinaban  los  consonantes  conforme  d  la 
misma  ley,  y  aun  por  afladidura  muchos  versos  queda- 
ban  sin  rima.  Esta  libertad  m6trica,  en  que  no  se  ha  re- 
parado  bastante,  fu6  sin  duda  ocasi6n  de  grandes  belle- 
zas,  y  trajo  consigo  cierto  gdnero  de  emancipaci6n 
literaria  en  cuanto  al  pensamiento;  pero  no  puede  du- 
darse  que  abri6  las  puertas  a  la  amplificaci6n  y  4  la 
palabreria,  6  hizo  que  el  ritmo  oratorio,  vago  y  no  men- 
suradoy  se  sobrepusiese  excesivamente  al  ritmo  por- 
tico. Los  primeros  erisayos  de  Caro  pertenecen  a  esta 
escuela  noble  y  pomposa,  y  entre  ellos  sobresalen  los 
fragmentos  del  poema  Lara  6  los  Bucaneros  (1834),  en 
los  que  no  sin  raz6n  reconoce  el  ilustre  editor  de  sus 
obras  influencia  directa  del  estilo  y  dialecto  propios  del 
autor  de  la  Poitica^y  del  Edipo^  si  bien  debe  afiadirse 
que  en  el  titulo  mismo  del  poema,  en  la  elecci6n  de  un 
h6roe  pirata,  en  la  trigica  historia  de  una  venganza,  y 
en  las  escenas  de  subterrdneo,  algo  se  ve  que  delata  la 
lectura  fresca  de  los  poemas  cortos  de  Byron.  Para  el 
gusto  todavia  hoy  dominante  en  la  mayor  parte  de  los 
lectores  y  juzgadores  de  versos,  asl  estos  fragmentos 
como  las  composiciones  tituladas  El  Cipris^  Desespe-, 
racidnj  Mi  ^uventudy  resultan  mas  fluidas  y  en  apa- 
riencia  mds  correctas  que  los  versos  posteriores  de 
Caro.  Pero  ya  en  ellos  comienza  a  verse  algo  de  atre- 
vido  y  desusado,  si  no  en  la  construcci6n  material,  4 
lo  menos  en  la  elecci6n  de  las  imagenes  y  en  cierta 
grandiosidad  sombrfa  y  vago  sentimiento  de  lo  infinito. 


|Nol  En  U  callada  etemtdad  no  Bopic 
Bl  huracin  del  reino  de  log  vivos; 
Sus  dilatadas  soledades  nunca 
Barrii  el  dolor  con  fUnebres  veBtidos..., 


'ara  comprender  a  qai  punto  de  perfecci<5n,  pero  con 
i  tiDte  de  originalidad  habia  llegado  Caro  en  el  ma- 
o  de  la  silva  cldsica,  en  el  arte  de  recoger  con  gallar- 
los  ondulantes  pliegues  de  la  toga  en  que  se  envol- 
a  Quintana  y  Olmedo,  l^ase  Integra  esta  descripcidn 
;  tomamos  del  poema  Lara,  advirtiendo  que  todo  61 
i  escrito  con  la  misma  firmeza: 

Asl  el  divino  Ganges  ve  en  su  orilla 
A  la  gran  fiera  semejanto  i  un  moote 
Luchar  con  el  feroz  rinoceronte: 
El  animal  del  asta  reCordda 
Am^jase  furioso  &  su  enemlgo/ 
Bajo  il  se  pone,  la  cervii  abaja, 

Y  alzindOBe  con  Impetu  del  suelo, 
Abre  su  vientre,  arrincale  la  vida, 

Y  ufano  ya  de  la  victoria  habida, 
Sobre  eu  frente  lo  levaata  al  cielo. 
Tremendo  muge  el  monstnio  trtspasado, 
En  los  aires  snapenso;  en  breve, en  breve, 
Lanza  el  postrer  bramido  prolongado. 
Con  que  el  eco  i  lo  lejos  se  conmuere: 
La  sangre  i  mares  llueve. 

Con  las  ondas  se  mezcla,  el  suelo  riega, 

Y  al  matador,  que  en  vano  se  reroueve, 
luunda  la  cerviz,  los  ojos  ciega. 

La  luz  subito  escjpasele  de  ellos, 

Cual  rdfaga  vivlsiroa:  la  carga 

Aun  sobre  el  cuello  pertinaz  suslenta; 

Mas  ya  la  muerte,  silenciosa  y  lenta, 

Adeldnlase,  llega,  extiende  el  brazo, 

T6calo,  y  confundido, 

Rodaudo  se  derrumba 

El  vencedor  debajo  del  vencido. 


XLIX 


Al  goipe  el  monte  c6ncavo  retumba; 
Gime  el  valle  profundo,  el  bosque  umbrio; 
Y  lejos  do  su  orilla  profanada, 
Huye  veloz  el  espantado  rio. 

Pero  el  esplritu  impaciente  de  Caro  no  podfa  ence- 
rrarse  largo  tiempo  en  una  forma  cuya  virtualidad  pa- 
recia  ya  agotada  por  grandes  poetas  anteriores,  y  quiso 
abrirse  nuevo  camino,  comenzando  por  ensayar  la  imi- 
taci6n  pros6dica  del  hexdmetro  clasico,  ya  solo,  ya 
combinado  con  el  endecasllabo.  Los  hexametros  de 
Caro,  mas  parecidos  a  los  ingleses  que  4  los  latinos, 
cumplen  todavla  menos  que  los  de  Villegas  con  la  se- 
mejanza  6  aproximaci6n  al  tipo  clAsico  y  con  las  condi- 
ciones  de  acentuaci6n  que  requiere  todo  verso  para 
serlo.  Asl  es  que  no  tuvieron  exito,  y  el  autor  desisti6 
muy  pronto  de  su  tentativa.  Pero  buscaba  su  metrica 
propia,  y  no  tard6  en  encontrarla.  Este  poeta,  tan  audaz 
en  el  pensar,  tan  arrebatado  en  el  sentir,  gustaba  hasta 
con  exceso  de  la  proporci6n  matematica  en  la  estrofa,  y 
del  ritmo  preciso  y  musical  en  cada  verso.  De  los  esfuer- 
zos,  no  siempre  victoriosos,  que  hacla  para  lograrlo,  re- 
sulta  la  dureza,  monotonia  y  falta  de  flexibilidad  de  que 
se  le  acusa.  Era  practica  de  Caro,  por  lograr  mas  perfecta 
cadencia,  recargar  de  acentos  en  las  sllabas  pares  sus  en- 
decasilabos,  como  si  oyera  resonar  constantemente  en 
sus  ofdos  aquel  famoso  verso  de  una  silva  de  Rioja: 

Que  blandas  ronipe  j  tiende  el  ponto  en  Chfo. 

De  aqui  resulta  cierto  amaneramiento  de  factura  que, 
aun  autorizado  como  est4  por  el  ejemplo  de  los  poetas 
ingleses  de  la  escuela  clasica,  especialmente  de  Pope, 
no  puede  ni  debe  recomendarse  entre  nosotros,  so- 

Toxo  m.  4 


bre  todo  para  composiciones  largas  y  no  destinadaf 
canto.  Tambifin  se  empefld  en  regularizar  y  dar  caric 
mas  musical  y  Ifrico  al  rkmo  del  octosilabo,  quitandi 
la  libertad  con  que  nuestros  poetas  le  ban  manejado 
el  teatro  y  en  la  narracidn  6pica.  Y  fue  tan  sistemdt: 
en  esto,  que  lleg6  d  refundir  todos  sus  romances,  coE 
solo  fin  de  poner  acentos  en  todas  las  sflabas  impares 
cada  verso,  ddndoles  asi  un  ritmo  rigurosamente  t: 
caico.  Por  ejemplo,  habia  dicho  al  principio; 

Soberbia  estas,  hacha  mia, 
Ancha,  alilada,  brillante. 
Que  puedes  partir  la  frente 
Al  toro  que  ose  probarte. 

Y  luego  sustituy6: 

Fina  brillas,  hacha  mia, 
Ancha,  esplendtda,  cortante, 
Que  abriras  la  frente  al  toro 
Que  probar  tu  filo  osare 

Jiizguese  como  se  quiera  de  este  sistema,  no  bay  du 
que  lo  es,  y  que  esti  seguido  con  entera  regularidad 
la  tercera  y  mas  caracterlstlca  manera  de  Caro,  a  la  ci 
pertenecen  sus  mas  bellas  poeslas  amatorias,  filos6fi( 
y  religiosas,  si  bien  este  rigor  comienza  a  mitigarse 
la  illtima,  y  para  ml  la  mas  arrogante  y  magnifica 
sus  inspiraciones  llricas,  en  la  oda  La  Libertad  y 
SocialtsmOj  donde  hay,  si  no  mdsefusi6nyarranqueq 
en  las  piezas  anteriores,  por  lo  menos  mas  ambien 
Con  ella  parece  que  se  inicia  una  cuarta  y  definiti 
manera  que,  por  la  muerte  casi  inmediata  del  poeta, 
Ueg6  a  desarroUarse. 


r 


LI 


Lo  que  dej6  escrito,  asl  en  verso  como  en  prosa,  basta 
para  explicar  la  aureola  de  veneraci6n  que  rodeaen  Co- 
lombia el  nombre  de  Caro.  Nadie  ha  expresado  en 
America  con  tanta  vehemencia  como  61  la  pasi6n  indo- 
mable,  reconcentrada  y  devoradora,  aquel  amor  fogosoy 
exiraHo,  inmensogue  hacia  bullir  su  sangre  deespanol. 
Nadie  ha  afilado  como  61  el  hierro  de  la  invectiva  poli- 
tica,  convirtiendole  en  altlsimo  instrumento  de  justicia 
y  de  vindicta  social.  Ningiin  poeta  ha  santificado  con 
tan  nobles  acentos  de  filosofia  religiosa  los  goces  y  do- 
lores  del  hogar,  ni  ha  dicho  palabras  mas  elocuentes 
sobre  Dios  y  la  eternidad,  sin  que  el  verbo  inflamado  de 
la  poesia  lirica  perdiese  nada  de  su  calor  al  contacto  de 
la  materia  filos6fica.  Nadie  podrd  dividir  en  Caro  el 
poeta,  el  fil6sofo  y  el  hombre:  hay  que  tomarle  en  su 
integridad,  lo  mismo  cuando  escribia  versos  que  cuando 
refutaba  las  enseflanzas  del  utilitarismo,  6  cuando  alzaba 
su  voz  en  los  parlamentos,  6  cuando  fusil  al  hombro  y 
sable  y  daga  al  cinto  corrla  los  llanos  y  las  sierras,  6 
cuando  dormia  entre  cadenas^  en  calabozos  fittdos  y 
frioSy  6  cuando  desnudo^  hatnbriento  y  fugitivo  vagaba 
de  selva  en  selva^  afrontando  las  iras  de  la  dictadura  so- 
cialista.  Tal  fue  este  var6n  egregio,  pensador  espiritua- 
lista  y  sansimoniano  convertido,  todavla  mas  grande 
hombre  que  gran  poeta,  y  de  quien  puede  decirse,  por 
final  elogio,  que  su  mejor  obra  fue  su  hijo  (i). 


(i)  La  vida  de  D.  Jos6  Eusebio  Caro  ha  sido  magistralmente  escrita  por 
su  hijo  D.  Miguel  Antonio  al  frente  de  sus  obras  publicadas  en  1873.  Nacid 
el  padre  en  Ocafta  (de  Nueva  Granada)  el  5  de  Marzode  18 17.  Quedo  huer- 
fano  en  1830,  acontecimiento  que  influy6  mucho  en  la  melancolia  de  su  ca- 
ricter  y  en  el  tono  de  sus  versos.  La  pobreza  y  el  trabajo  fueron  asiduos 
compafleros  de  su  juventud.  Estudio  filosofia  y  jurisprudencia  en  la  Uni- 


Del  nombre  de  Jos6  Eusebio  Caro  es  inseparable 
de  Julio  Arboleda,  otro  hombre  de  coraz6n,otro  poe 
rom^Dtico  en  la  vida  de  la  acci6n,  no  menos  que  en  1 
escritos.  Su  destino  fu^  todavfa  mds  tr^gico  6  infau! 
que  el  de  Caro,  con  quien  tuvo  estrecha  amistad  y  gn 
des  semejanzas  de  caracter,  ademas  de  la  comunidad 
doctrina  politica,  conservadora  en  ambos,  aunque  c 
matiz  diverso.  Julio  Arboleda,  D.  yuh'o,  como  le  I 
maban  &.  secas  en  toda  la  regi6n  del  Cauca,  tierra  vi 
canica  y  engendradora  de  tempestades  politicas,  fu6 
tipo  mas  caballeresco  y  aristocritico  que  en  los  sa 


versidad  de  San  Bartolom^,  educindose  en  las  teorfas  materia  I  istas  j  ut 
tarias,  que  luego  fu6  abandonando  por  grados  i  impugno  resueUamente 
el  celeb  re  opiiaculo,  publicado  en  1840,  sohre  el  principio  ufiliturio  enseA 
como  Uoria  usual  en  nueslms  cBlegios,y  sobre  la  relaeion  que  hay  entre  las  a 
trinas  y  las  costumirts.  Sus  aniores  largos,  y  alprincipiocontrariados,  con 
que  Ilam6  Delina,  son  un  episodic  de  su  vida  uiuy  importante  para  la  CO 
prensii!)n  de  sus  poesi^is.  Desde  1S40,  Caro  tomb  parte  muy  activa  en  las 
chag  politicas,  militandoenlag  campadas  civiles  de  1841  y  42,  redactando 
Gra?mdino  (en  cuyo  ultimo  numero  anuacid  que  dejaba  la  pluma  para  ton 
las  armas),  figurando  como  diputado  en  el  Congreso  de  1845,  y  deseoi| 
flando  luego  los  cargos  de  director  del  Credito  Nacional  y  de  ministro 
Hacienda.  Su  vigorosa  actitud  en  1849,  despues  del  allanamiento  del  C< 
greso  por  una  turba  armada,  y  del  entronizamiento  de  la  faccibn  sociali 
acatidillada  por  el  general  J.  Hilario  Lopez,  le  oblig6  a  emigrar  k  los  Es 
dos  Unidos,  de  donde  no  pudo  regrcsar  hasta  1853.  Poco  despuis  de  at 
bar  al  puerto  de  Santa  Marta,  el  29  de  Enero,  fa11eci6  de  la  fiebre  amaril 
El  Congreso  granadino  decret6  extra  ordinaries  honores  i  su  memoria. 

Hay  tres  principales  ediciones  de  sus  poesias;  la  de  1855,  publicada  [ 
D.  J.  J.  Ortiz,  con  las  de  Vargas  Tejada;  la  de  1873  {Obras  Escogidas 
prosay  in  verso, publicadas  i  inidiias  de  J'osi  Eusebh  Caro,  ordenadas  por  '. 
redactores  de  £1  Tradicienalista ,  con  una  inlroducdon  por  los  mismosy  u 
peesia  apohgetica por  Rafael  de  Pomto.  Bogoti ,  1S73),  y  la  de  Madrid,  18 
en  la  CoUecion  de  Escrilores  CasUllanos.  Es  la  mds  elegante  y  completa 
todas;  pero  falla  en  ella  (7  es  grave  falta)  la  biografla  del  autor,  aunque 
insertan  dos  recuerdos  necroldgicos  de  D.  Pedro  Fernindez  Madrid  y  d 
Jos^  Joaquin  Ortiz. 


r 


UII 


grientos  anales  de  la  democracia  americana  puede  en- 
contrarse.  Descendiente  de  una  de  las  mds  nobles  y  an- 
tiguas  familias  de  Popaydn,  poseedor  de  cuantiosos  bie- 
nes  de  fortuna,  educado  clasicamente  en  Inglaterra  y 
en  Italia,  entrd  en  la  vida  piiblica  en  1840,  y  ya  como 
soldado  voluntario ,  ya  como  periodista,  ya  como  orador 
parlamentario  no  menos  vigoroso  y  grandilocuente  que 
hdbil  en  la  ironia  y  en  el  sarcasmo,  fu6  terror  de  los 
Ovandos,  Mosqueras  y  L6pez  y  de  cuantos  con  unoii 
otro  disfraz  ejercieron  la  tirania  en  Nueva  Granada. 
Cuando  por  torpe  imitaci6n  del  socialismo  europeo, 
di6se  en  1851  elraro  caso  de  un  gobierno  que  oficial- 
mente  planteaba  la  anarqula,  Arboleda  ret6  d  aquel  go- 
bierno desde  las  columnas  de  El  Misdforo^  acusdndole 
de  prevaricaci6n  y  tiranfa;  y  encarcelado,  vejado  de 
mil  modos,  despojado  de  su  hacienda  y  amenazado  de 
muerte,  pronuncid  aquellas  valientes  palabras,  que  muy 
pronto  habfan  de  tener  tan  fatidico  cumplimiento: 

iOhl  si  pudiera  yo  tender  el  brazo, 
Saliendo  de  esta  cdrcel  triste  y  fria , 
Sobre  el  tirano  de  la  patria  mia, 
Y  pecho  a  pecho  batallar  con  61 


iY  ved!  no  meacech6is  en  los  caminos 
Con  ocultos  y  viles  asesinos; 
jLa  bala  que  de  frente  me  sefiala 
Mata  tan  bien  como  cualquiera  bala! 

Contra  los  Uaniados  golgotas  6  radicales  tom6  Arbo- 
leda las  arraas  en  185 1,  con  infeliz  fortuna,  que  le  obligd 
a  emigrar  al  Perii:  aliado.  transitoriamente  con  los^d/- 
gotas  contra  otros  fautores  de  la  dictadura  y  adversarios 
delorden  social,  volvi6  a  empufiarlas  en  1854;  general 


LIV 


improvisado  en  servicio  de  la  legalidad  constitucional 
en  i860,  demostr6  adrairables  talentos  estrat^gicos  y 
singular  denuedo  personal  en  las  campaflas  de  Santa 
Marta  y  del  Cauca,  resistiendo  a  un  tieinpo  al  dictador 
Mosquera  y  al  presidente  del  Ecuador,  Garcia  Moreno, 
que  con  frfvolos  pretextos  habia  invadido  el  territorio 
de  Colombia,  y  a  quien  derrot6  e  hizo  prisionero  con 
todo  su  ejercito.  La  fama  militar  de  Arboleda  habfa 
Uegado  a  su  apogeo:  estaba  electo  para  la  presidencia 
de  la  Repiiblica:  en  61  descansaban  todas  las  esperanzas 
de  los  hombres  de  orden,  cuando  una  bala  alevosa, 
la  misraa  bala  anunciada  diez  afios  antes  por  el  poeta, 
vino  d  cortar  de  siibito  aquella  brillante  existencia,  pa- 
recida  en  algo  a  las  de  los  guerreros  poetas  de  nuestro 
siglo  de  oro,  salvo  que  a  Arboleda  no  fu6  concedido, 
como  a  Garcilaso,  morir  con  la  muerte  de  los  bravos,  A 
laluz  del  sol,  asaltando  una  plaza  de  armas,  como  a  su 
valor  cuadraba,  sino  que  cay 6  en  una  emboscada  noc- 
turna,bajo  el  plomo  de  vulgar  asesino  pagado,en  una  de 
las  trochas  de  la  sombrla  montafia  de  Berruecos,  casi  en 
el  mismo  sitio  donde  en  1830 habia  sucumbido,  vlctima 
de  un  crimen  anilogo,  Sucre,  e/  znmacu/ado,  el  Gran 
Mariscal  de  Ayacucho;  que  aslpag6  la  revolucidn  ame- 
ricana  las  deudas  que  habia  contraldo  con  sus  grandes 
hombres. 

Una  vida  no  larga  y  gastada  en  tan  azarosas  contien- 
das,  no  podia  dejar  detras  de  si  muchos  frutos  litera- 
rios.  Pero  si  no  fueron  muchos,  fueron  a  lo  menos  de 
sabor  peregrino,  dignos  al  fin  de  un  espiritu  de  tan  rara 
distinci6n  y  que  no  fu6  vulgar  en  nada.  Cuando  Arbo- 
leda volvi6  de  Inglaterra,  competian  en  61  las  dotes  de 
scholar  con  las  de  gentleman;  pero  nunca  pudo  hacer 


LV 


del  cultivo  de  las  letras.  su  ocupaci6n  principal,  salvo  en 
el  periodo  relativamente  paclfico  de  1842  a  1850  en  que 
vivi6  en  sus  haciendas  de  Popayan.  Las  posteriores  vi- 
cisitudes  de  su  vida,  los  repetidos  saqueos  de  su  casa 
por  las  bandas  enemigas,  sus  destierros  y  emigraciones, 
hicieron  que  se  extraviase  6  pereciese  gran  parte  de  sus 
papeles.  Asl  es  que  de  su  obra  literaria  apenas  tenemos 
mis  que  reliquias.  Sus  poesias  sueltas  son  casi  todas  de 
amor  6  de  polftica,  impregnadas  las  unas  de  suavlsiraa 
ternura,  de  una  como  devoci6n  petrarquesca  y  espiri- 
tualista;  rebosando  las  otras  fervida  indignaci6n,  entu- 
siasmo  b6lico,  odio  y  execraci6n  &  toda  tirania.  Las  Bs- 
cenas  democrdticas  ^  Estoy  en  la  cdrcel^  A I  Congreso 
granadino^  son  versos  que  huelen  d  p6lvora;  parecen 
rugidos  de  le6n  mds  que  obras  de  arte. 

Pero  la  gran  reputaci6n  de  Arboleda  no  descansa 
tanto  en  sus  versos  liricos  cuanto  en  los  fragmentos  de 
su  poema  Gonzalo  de  Oyduy  que,  incompleto  y  todo, 
es  el  mis  notable  ensayo  de  la  poesia  americana  en  la 
iwrraci6n  6pica,  asl  como  los  cuentos  de  Batres  son  el 
principal  modelo  en  la  narraci6n  jocosa.  En  primores 
de  dicci6n  y  de  estilo  vence  a  todos  el  Orlando  Ena- 
moradoj  de  Bello;  pero  el  Orlando  es  una  traducci6n. 

Para  apreciar  rectamente  el  poema  de  Arboleda,  hay 
que  tener  en  cuenta,  no  s6lo  que  no  le  poseemos  en- 
tero,  sino  que  ni  siquiera  conocemos  la  ultima  y  defini- 
tiva  forma  que  el  autor  habla  dado  a  los  21  cantos  que 
lleg6  i  escribir,  de  los  24  que  habia  de  tener  la  obra. 
Estos  manuscritos  se  perdieron  en  i860,  y  lo  que  hoy 
conocemos  es  s6lo  una  parte  de  los  borradores  primiti- 
ves, salvados  casi  de  milagro,  y  recogidos  y  ordenados 
con  piadoso  celo  por  la  inteligente  mano  de  D.  Miguel 


1 


Antonio  Caro,  que  los  ha  distribufdo  en  catorce  cua- 
dros. 

Falta  en  estos  fragmentos,  no  s61o  la  illtima  lima  que 
Arboleda  seguraraente  les  habria  dado,  sino  &  veces  ila- 
:i6n  y  consecuencia  entre  ellos,  6  por  haberse  perdido 
[□ucbos  trozos  intermedios,  6  por  haber  inodificado  el 
autor  su  plan  mientras  iba  componiendo.  Las  lineas  ge- 
lerales  del  poema  se  destacan,  sin  embargo,  con  toda 
:laridad,  y  podemos  formar  cabal  idea  de  los  personajes 
y  del  argumento. 

Si  se  atiende  &  su  acci6n,  obscura  en  la  bistoria  y  de 
,nter6s  muy  secundario  en  la  conquista  de  America,  el 
Gonzalo  de  Oydn  mas  bien  merece  el  titulo  de  leyenda 
b  de  novela  en  verso,  como  algunas  de  Walter  Scott, 
5ue  el  de  poema  6pico  en  el  sentido  clasico.  La  cuestidn 
ie  nombre  importa  poco,  y  no  hubiera  detenido  ni  por 
in  momento  a  Arboleda,  que  era  partidario  de  la  liber- 
:ad  romantica;  pero  es  cierto  que  el  Gonzalo  de  Oyon, 
mnque  en  algunas  cosas  se  aparte  del  tipo  de  los  poe- 
mas  italianosy  espaRoles  del  siglo  xvi,  en  otras  mucha* 
ios  recuerda,  y  para  leyenda  resulta  demasiado  largo  y 
iolemne.  Tampoco  puede  decirse  que  carezca  de  aquel 
i^alor  representativo  y  simb61ico  que  suelen  tener  las 
i^erdaderas  epopeyas,  aun  fuera  de  la  intenci6n  de  sus 
mtores.  En  Arboleda  se  ve  intencidn  deliberada  de  en- 
i^olver  en  su  sencilla  fabula  {que  no  es  mas  que  la  rebe- 
Ii6n  obscura  de  uno  de  los  facciosos  compafleros  de 
jronzalo  Pizarro,  que  quiso  renovar  en  Popayan  los  tu- 
nultos  del  Peru)  un  pensamiento  mucho  mas  alto,  una 
sspecie  de  filosofia  de  la  conquista  espaflola  en  sus 
■elaciones  con  las  razas  barbaras  y  con  el  futuro  deslino 
lelas  sociedades  americanas-  En  este  sentido,  el  Gon- 


r 


LVII 


zalo  de  Oydn  tiene  mucho  de  6pico,  en  la  mas  noble 
acepci6n  de  la  palabra.  Los  dos  hermanos,  Alvaro  y 
Gonzalo,  personifican  en  61  las  dos  opuestas  tendencias 
que  ban  luchado  y  luchan  en  el  nuevo  continente,  y  cu- 
yos  g6rmenes  estaban  ya  en  la  6poca  colonial:  uno,  el 
espiritu  anarquico,  sin  ley  ni  freno,  representado  en  el 
siglo  XVI  por  los  llamados  ttranos^  los  Aguirres,  Piza- 
rros,  Carvajales  y  Girones,  y  en  lo  moderno  por  tantos 
demagogos  y  revolvedores  de  repiiblicas ;  otro,  el  espf- 
ritu  tradicional,  espaiiol,  religioso  y  caballeresco,  por  el ' 
cual  combatia  y  muri6  Arboleda.  La  controversia  entre 
los  dos  hermanos  sostenida  en  el  canto  xiii  no  deja  la 
menor  duda  sobre  este  prop6sito  del  autor,  el  cual,  ade- 
mas,  en  otras  partes  procura  engrandecer  con  notables 
consideraciones  de  religi6n  y  de  filosoffa  hist6rica  su 
argumento,  que,  exteriormente  considerado,  podia  no 
parecer  mas  que  una  anecdota  de  cr6nica  antigua,  un 
cuento  de  armas  y  amores,  de  una  india,  de  un  conquis- 
tador yde  un  rebelde.  En  el  principal  personaje,  Gon- 
zalo,  piiede  decirse  que  Arboleda  se  retrat6  a  si  mismo, 
imprimiendo  la  huella  de  su  espiritu  hidalgo  y  generoso 
en  todos  los  actos  y  palabras  de  su  protagonista.  Pero 
artisticamente  mostr6  mayor  fuerza  (como  casi  siempre 
sucede)  en  la  pintura  del  hermano  foragido  y  rebelde, 
haci^ndole  hombre  de  altos  pensamientos,  de  ambici6n 
desmesurada,  de  satAnica  grandeza.  Arboleda,  ni  en  el 
arte  ni  en  la  vida,  podia  tolerar  lo  ruin  y  lo  pequeflo. 
Hay,  pues,  verdadera  grandeza,  no  s6lo  en  Gonzalo  de 
Oy6n,  sino  en  el  pirata  Walter,  cuando,  sent  ados  junto 
al  fuego,  desarroUan  sus  planes  de  imperio  maritirao  y 
de  dominacibn  americana. 
Altisimas  bellezas  de  todo  g6nero  contiene  este  in- 


H>    '  •■^'    .  -  ■>_ 


[• 


\      • 


LVIII 


complete  poema.  Lastieneprincipalmentedescriptivas: 
magnificos  paisajes  del  Cauca,  familiares  al  poeta  y  que 
dan  a  la  obra  color  topografico  miiy  encendido;  raucho 
vigor  en  la  pintura  de  caballos  y  de  batallas,  con  aque- 
Uos  detalles  que  ignora  el  humanista  de  gabinete  y  sabe 
el  soldado  de  profesidn  6  de  afici6n,  como  las  sabia  Er- 
cilla,  el  gran  maestro  de  la  poesia  castellana  en  esto  de 
dar  tajos  y  mandobles.  Bellezas  de  sentimiento  tambi6n, 
en  el  tipo  ideal  de  Pubenza,  en  su  misma  carta,  dema- 
siado  byroniana  para  una  india.  Si  a  estos  m^ritos  se 
aflade  lafervorosa  elocuencia  de  los  discursos  y  de  las 
intercalaciones  llricas,  aunque  demasiado  extensas  y 
demasiado  frecuentes;  y  la  elegante  franqueza  de  la  eje- 
cuci6n,  que  no  por  eso  degenera  en  abandonada,  sera 
justo  decir  con  M.  A.  Caro  que  los  fragmentos  del 
poema  de  Arboleda  ban  de  conservarse  con  la  misma 
estimaci6n  que  «rescatado  torso  de  gallarda  escultura», 
como  conservamos,  por  ejemplo,  los  fragmentos  del 
poema  de  La  Pintura  de  Cespedes  6  del  Hermes  de 
Andres  Chenier. 

Hay  en  la  parte  lirica  del  Gonzalo  de  Oydn  muestras 
de  varios  metros;  pero  en  la  narraci6n  impera  la  octava 
en  dos  distintas  formas:  una,  la  clasica  y  tradicional,  la 
octava  italiana  del  Ariosto  y  del  Tasso,  que  Arboleda 
maneja  con  singular  gallardia  (i);  y  otra  octava  roman- 


(i)  V6anse  estas  dos  para  muestra;  no  las  hubiera  desdefiado  Maury: 

Y  m^s  allcL,  como  inmortal  gigante, 
Alza  la  frente  el  Pureed  sublime; 
A  vcces  terso,  cdndido,  brill aate, 
Sus  anchas  basas  en  silencio  oprime ; 
Otras  envuelto  en  nubes,  return bante , 


LIX 

tica,  de  origen  obscuro,  i  lo  menos  para  mf,  compuesta 
de  dos  cuartetas,  sin  mds  enlace  que  el  de  los  finales 
agudos,  octava  que  en  America  Uaman  bermudina^  por 
haberla  usado  con  mucha  gala  y  muy  a  menudo  nuestro 
D.  Salvador  Bermiidez  de  Castro,  poeta  injustamente 
olvidado  en  su  patria,  aunque  fu6  de  los  mejores  entre 
los  llricos  rominticos  de  segundo  orden  (i).  Muestra  sea 


Arroja  el  fuego  que  en  bus  antros  g^ime, 

Y  en  sus  esfuenos  6  estremece  el  suelo , 

O  incendia  en  llamas  la  extensi6n  del  cielo. 
Al  Surse  encrespa  en  rocas  y  montafias , 
Yorase  encumbra  en  desigual  terreno, 
Ora  se  mecen  las  silvestres  cafias 
De  contrapuestos  riscos  en  el  seno; 

Y  nacen  del  calor  plan  las  extraftas 
Que  guardan  de  la  vibora  el  veneno, 
Cabe  el  torrente  bramador  y  estrecho 
Que  ha  cavado  por  siglos  su  hondo  lecho. 


(i)  Si  hay  ejemplos  de  esta  falsa  octava  antes  de  la  epoca  romantica,  de- 
ben  de  ser  muy  raros.  Recuerdo  haberla  visto  en  un  poema  manuscrito  dela 
reina  Maria  Amalla  de  Sajonia  (tercera  mujer  de  Fernando  VII),  Vida  de 
San  Fernando  J  de  que  existen  varias  copias.  Bermudez  de  Castro  nunca  se 
did  por  inventor  de  esta  combinaci6n,  pero  fue  mas  constante  y  mas  feliz 
que  nadie  en  su  uso;  v.  gr.: 

Hay  consuelos  y  vida  para  el  alma, 
Donde  del  aura  al  suspirar  sonoro 
Se  eleva  un  sol  espMndido  de  oro 
Sobre  un  cielo  de  nicar  y  zafir. 
Hay  un  recuerdo  alii  donde  los  mares 
Besan  las  playas  con  amantes  olas, 
Donde  riza  entre  sauces  y  amapolas 
Su  corriente  de  azul  Guadalquivir 

Antes,  6  al  mismo  tiempo,  las  us6  Tassara  en  La  Fiebre,  en  el  Himno  al 
Sol^  en  La  Nueva  Musa^  y  en  otras  muchas  composiciones.  Populanz6se 
luego  en  America,  principal m en te  por  la  colecci6n  de  Ochoa  Apuntes  para 
una  bibliaieca  de  escritores  espafloles  contempordneos  (1842),  que  ha  sido  muy 
leida  alH.  El  ejemplo  mas  memorable  es  el  de  Bello  en  la  Oracidn  por  todos. 


[ 


1 


a  combinacidn  la  siguiente  octava  de  Arboleda; 

Ambos  se  buscan  7  se  evitan  ambos 
Con  la  aguEada  punia  y  dura  hoja; 
Ora  se  aparta  diestro,  ora  se  arroja 
Este,  y  el  otro  prevenido  esti- 
Ya  los  Kolpes  mentidos  sou,  ya  ciertos; 
Ya  por  los  pomos  quedanse  trabadas 
En  dngulos  salientes  las  espadas, 
Y  el  pomo  duro  sobre  el  porno  da. 

I  pseudo-octava  es,  en  realidad,  una  estrofa  llrica, 
:aflosa  facilidad  y  muy  propensa  al  amaneramiento, 

cual  juzgamos  que  en  narraciones  largas  debe 
ibirse;  pero  si  algtin  ejemplopudieraredimirlase- 
rtamente  el  del  Gonzalo  de  Oy6n  (i). 
able  contraste  bace  con  los  dos  poetas  hasta  aqul 
ados  elvate  antioqueRo  D.  Gregorio  Gutierrez 
lez,  romantico  tambien,  pero  de  muy  diversa  ma- 
ue  el  pensador  poeta  de  Ocafla  y  el  caballeresco 
Ho,  el  de  Popayan.  Nacido  en  una  regi6n  aspera  y 
osa,  que  por  sus  singularidades  geograficas,  no 
;  que  por  la  industria  tenaz  y  el  laborioso  y  em- 
;dar  esfuerzo  de  sus  naturales,  hombres  de  recia 

voluntad  entera,  en  lucha  coauna  naturaleza  in- 
se  distingue  de  las  demas  provincias  colombia- 
utierrez  Gonzalez,  que  empezd  per  ser  un  mell- 

id.  Poesias  de  Julia  Arholeda.  CoUecion  fonttada  sobre  los  manuscriias 
;,  con  preliminares  biogrdficosy  criticos,  par  M.  A .  Caro,  Nueva  Yori, 
eton  y  Camp.,  1883.  (Contiene  los  versos  llricos  y  los  fragmentos 

Arboleda  el  9  de  Juiio  de  1817  *en  un  desierto,  en  medio  de  las 
cultas  que  orlan  el  mar  Paclfico> ;  pero  se  le  considera,  y  el  se  consi- 
:omo  hijo  dePopayin.  Muridaseslnadoel  12  de  Noviembre  de  1861. 
.cipales  sucesos  de  su  vida  van  recordados  sucintamente  en  el  texto. 


4   ■    ■)     I 


LXI 


fluo  poeta  romdntico,  pero  que  habia  conservado  aun 
en  sus  imitaciones  de  Zorrilla,  de  Abigail  Lozano  y 
Maitin  una  ingenuidad  y  frescura  de  sentimiento  que 
pudi6ramos  Uamar  primitivas,  acab6  por  ser  poeta  del 
trabajo  humano,  cantor  de  las  mas  humildes  labores 
nisticas,  inventor  de  una  nueva  especie  de  gedrgtcas 
realistas.  Hay  en  el  conjunto  de  las  obras  po6ticas  de 
Gutierrez  Gonzalez  dos  maneras  igualmente  deliciosas; 
una  la  del  casto  amor  y  la  inefable  ternura,  la  de  los  ver- 

Y  como  ruedan  mansasi  adormidas, 
Juntas  las  ondas  en  tranquila  mar, 
Nuestras  dos  existencias  siempre  unidas 
Por  el  sendero  de  la  vida  van 


Son  nuestras  almas  mistico  rtiido 
De  dos  flautas  lejanas,  cuyo  son 
En  dulcisimo  acorde  llega  unido 
De  la  noche  callada  entre  el  rumor; 

Cual  dos  suspiros  que  al  nacer  se  unieron 
En  un  beso  castisimo  de  amor; 
Como  el  grato  perfume  que  esparcieron 
Flores  distantes  que  la  brisa  uni6 


Intimas,  suaves,  cadenciosas  son  las  composiciones 
de  este  grupo:  la  pura  sencillez  de  los  afectosy  la  md- 
sica  melanc6lica  que  parece  acompafiar  d  las  gentiles  es- 
trofas,  las  ban  hecho  popularlsimas  en  Colombia,  donde 
no  s6lo  los  literatos,  sino  el  pueblo,  saben  de  memoria 
granniimero  de  versos  de  Guti6rrez  Gonzalez,  especial- 
mente  las  dos  composiciones  A  J^ulia  y  las  tituladas 
AureSy  iPor  qui.  no  canto? ^  Una  Idgrima  y  otras  varias, 
cuyo  efecto  expresa  el  critico  Camacho  Rolddn  con 
aquella  frase  de  uno  de  los  poemas  ossidnicos:  «Son 


'^' 


LXir 


i  • 


como  la  memoria  de  las  alegrias  pasadaS;  que  es  d  un 
tiempo  agradable  y  triste  al  alma> 

Pero  aunque  valga  raucho  Gutierrez  Gonzalez  como 
espontdneo  y  delicado  poeta  de  sentiniiento,  resulta 
mucho  mds  original  en  el  extrafio  poemaque  titnld  Me- 
moria sobre  el  cultivo  delmaiz  en  Antioquia^  y  que  es, 
sin  duda,  lo  mas  americano  que  hasta  ahora  ha  salido  de 
las  prensas. 

El  autor  no  se  propone  aplicar  a  nueva  naturaleza  y 
d  nueva  materia  po6tica  el  arte  de  Virgilio,  como  se  lo 
propuso,  y  en  parte  lo  consigui6,  Andres  Bello.  Pero 
como  apenas  hay  cosa  que  en  los  antiguos  no  estd,  a  lo 
menos  en  germen,  viene  d  encontrarse,  seguramente  sin 
conocerlo,  no  con  la  aristocratica  y  refinada  inspiraci6n 
de  las  GedrgtcaSf  ultima  perfecci6n  del  estilo  poetico, 
sino  con  un  vigoroso  cuadro  de  genero,  titulado  More- 
ium,  que  anda,  no  se  sabe  con  qu6  fundamento,  entre  los 
poemas  menores  atribuidos  a  Virgilio,  y  en  el  cual,  con 
minuciosidad  de  detalle  que  pudieramos  Uamar  flamenca 
li  holandesa,  se  describen  las  faenas  con  que  el  pobre 
labrador  Simylo  ^extgut  cultor  rusttcus  agrti^  prepara 
su  frugal  almuerzo  con  ajo,  apio,  ruda  y  otras  hierbas, 
raezclando  queso,  aceite  y  vinagre  para  componer  un 
cierto  almodrote.  Dicen  que  el  autor  de  este  raro  idilio 
le  tradujo  6  imit6  de  otro  poemita  griego  de  Parthenio, 
que  hoy  no  se  conserva;  pero,  sea  como  fuere,  es  ejem- 
plo  solitario  en  las  literaturas  clasicas,  y  supera  mucho 
en  rusticidad  d  los  pasajes  menos  pulidos  de  Te6crito. 
Er  que  haya  leido  y  recuerde  este  poema,  que  Heyne 
caracteriz6  muy  bien  con  estas  palabras:  ^argutnentum 
ex  vita  privata  et  tenut  hotninutn  humili  loco  natorutn 
petitumi^^  podra  formarse  idea  aproximada  de  la  poesla 


ista  y  confortante,  pero  de  todo  punto 
constituye  el  mayor  hechizo  de  la  Me- 
6rrez  Gonzalez.  Algunas  pinturas  de  la 
insignes  novelistas  modernos,  en  nues- 
ejemplo,  pueden  servir  tambi6n  de  tipo 
I  muy  aproximado. 

nal,  6  m^s  bien  ex6tico,  en  la  Memoria 
del  maiz,  pero  no  todo  es  igualmente 
iza.  Pase  la  humorada  del  tUulo  y  de  la 
oria  cientifica;  pero  no  pueden  pasar 
:  versos  prosaicos,  compuestos  adrede 
con  la  extravagancia.  ni  el  abuso  afec- 
de  un  vocabulario  provincial,  6  mAs  bien 
n  parte  por  la  novedad  y  extrafleza  de  la 
;1  cual  hace  el  autor  intemperante  alarde, 
[uel  dicho  suyo: 
[10  escribo  espaflol ,  sino  antioquclio. 

to  escribe,  que  si  este  poema  no  Uevara, 
clones  lleva,  un  centenarde  notas,  seria 
^llezas  una  area  cerrada,  no  s6lo  para  los 
ra  los  americanos  de  otras  partes,  sino 
s  colombianos  nacidos  fuera  del  rinc6n 
el  poeta.  El  lenguaje  popular  y  riistico, 
sspecial  de  cada  labor  y  de  cada  indus- 
ja,  una  de  las  fuentes  mas  caudalosas  y 
e  puede  vigorizarse  y  rejuvenecerse  la 
;  pero  la  adaptacidn  de  este  vocabulario 
asi,  su  compenetraci6n  con  la  lengua 
singular  talento  y  gusto  niuy  ejercitado, 
que  Gutierrez  Gonzdlez,  poeta  nativo, 
ocos  estudios  y  dado  i  la  ejecucidn  ra- 


cuidada,  traspas6  muchas  veces  el  justo  U- 

0. 

estos  lunares,  bien  disculpables  en  tentativa 
.,  la  Memoria  sobre  elculiivo  delmaiz  cum- 
jlemente  con  su  objeto:  es,  corao  ha  dicho 
a  idealizacidn,  la  transformaci6n  en  poesia 
humildes  y  litiles  labores,  por  la  simpatia  de 
il  asunto,  y  por  la  miisica  del  verso».  Real- 
i6rrez  Gonzalez  posela  el  don  divino  de  con- 
oesia  la  mas  desdeflada  y  cotidiana  prosa. 
poesia  descriptiva  directa,  sin  selecci6n,  si 
jero  no  prosaica  y  ridicula  como  la  del  Oh' 
RUstico  de  Salas,  sino  de  gran  potencia  de 
mucbo  relieve;  graciosa  y  viril  S  un  tiempo. 
<  describe  todo,  desde  los  terrenos  propios 
tivo  y  la  manera  de  hacer  los  barbechos  6 
I  el  m6todo  de  regar  las  sementeras  y  espan- 
lales  que  hacen  dailo  en  los  granos.  Y  es  ad- 
fecundidad  que  ha  sabido  descubrir  en  un 
imera  vista  tan  pobre,  trazando  cuadros  tan 
y  tan  diversos  como  et  de  la  quema,  el  de  la 
el  de  las  rogativas,  el  de  la  recolecci6n  de 
de  la  cocina  de  la  roza.  Si  poseyese  muchas 
I  este  poema,  la  literatura  colombiana  seria 
mis  nacional  de  America  (l). 


e  Grigorio  Gutiirm  GonziUx.  Bogati ,  imprmta  de  Mtdardo 
°,  con  dos  magnificos  prdlogos,  uno  de  D.  Salvador  Cama- 
Otro  de  D.  Rafael  Pombo,  j  un  pr6IogO  7  notas  sobre  \\Mc- 

por  D.  Manuel  Uribe  Angel. 
nzSlei  en  la  Ceja  del  Tambo  (estado,  hoy  provincia,  de  An- 

sus  estudios  en  el  seminario  de  Bogotd  y  en  el  colegio  de 
,  graduandose  de  doctor  en  JurisprudencJa.  Fuivarias  veces 


LXV 


Los  tres  poetas  hasta  ahora  analizados,  aunque  tan 
diversos  en  estilo  y  tendencias,  concuerdan  en  perte- 
necer  A  la  escuela  romdntica,  y  aun  puede  decirse  que 
Gutierrez  Gonzalez  sirve  de  puente  entre  el  romanti- 
cismo  y  el  realismo  limpio  y  de  buena  casta.  Por  el  con- 
trario,  D.  Jos6  Joaquin  Ortiz,  egregio  poeta  Urico  y 
ardiente  controversista  cat6lico ,  que  en  edad  muy  avan- 
zada  acaba  de  descender  al  sepulcro,  represent6  con 
majestad,  pompa  y  decoro  la  escuela  de  Quintana,  no 
sin  hacer  repetidas  concesiones  al  gusto  moderno  (i). 
Ortiz  rechazaba  tal  filiaci6n  por  considerarla  incompa- 
tible con  sus  principios  religiosos;  pero  aqul  no  se  trata 
del  espiritu,  que  en  Ortiz  era  ortodoxo  y  aun  asc6tico, 
sino  de  su  temperamento  Urico  y  de  la  forma  grandilo- 
cuente  en  que  se  vaciaron  sus  mejores  inspiraciones. 
Cuando  quiso  apartarse  de  ella,  como  en  muchas  com- 
posiciones  de  sus  liltimos  tiempos,  fue  para  caer  en  un 
piadoso  pero  muy  desmafiado  prosaismo.  Los  habitos 
vulgares  y  funestos  del  periodismo  de  propaganda,  labor 
muy  iltil  y  meritoria  sin  duda,  pero  en  alto  grado  pe- 
destre,  estropearon  aquella  mente  soberana,  le  quitaron 
algo  de  su  serenidad  y  vigor,  le  llenaron  de  escriipulos 


diputado  y  senador,  y  ocup6  cargos  en  la  Magistratura.  En  los  ultimos 
alios  le  fue  muy  contraria  la  fortuna  y  vino  a  suma  pobreza.  Mun6  en  6  de 
Julio  de  1872.  La  primera  edici6n,  muy  incompleta,  de  sus  Poesias  fu6  he- 
cha  en  1867  por  D.  Jose  Maria  Vergara,  y  hay  otras  posteriores;  pero  Ja 
mis  completa  y  esmerada  es  la  que  antes  ci tamos  de  1881,  publicada  por 
sus  hijos. 

(i)  No  f\ih  extrafio  Ortiz  a  la  influencia  de  Victor  Hugo  en  su  primera 
manera.  La  idea  de  la  enumeracion  de  los  pabellones  nacionales  en  La  Ban- 
dera ColomhiatLij  esta  evidentemente  inspirada  por  la  muy  arrogante  que 
hay  en  la  Oriental  2.*,  titulada  Canaris,  Pero  si  no  me  engafia  el  amor  a 
nuestra  lengua  y  poesfa,  la  imitaci6n  de  Ortiz  resulta  superior  al  original. 

Tovo  lu.  e 


mios,  contagiaron  su  gusto  poni^ndole  al  nivel  de  su 
iblico  timorato  y  asustadizo;  y  recelando  sm  duda 
le  la  pureza  clasica  fuese  una  tentaci6n  del  demonio, 
ab6  por  vestir  sus  versos  de  estaraeQa.  Los  hay  que 
»  raerecen  salir  de  la  coleccidn  de  El  Correo  de  las 
Ideas,  donde  pueden  servir  de  inocente  recreo  i  las 
oiilias  cristiaDas.  Pero  antes  que  el  periodista  se  so- 
epusiese  en  Ortiz  al  poeta,  £ste  babia  producido  con 
perabundancia  lo  que  necesitaba  para  su  gloria:  cinco 
seis  odas  desiguales,  pero  espl^ndidas,  y  trozos  admi- 
bles  en  muchas  otras.  Fantasia  poderosa  ya  que  no 
uy  variada,  sentimiento  ardiente  yprofundo,  elocuen- 
2l  avasalladora,  como  que  nacia  de  fntima  conviccidn 
sincere  entusiasmo,  grandeza  en  el  plan,  desarrollo 
ogresivo  y  solemne,  que  tiene  mucho  de  oratorio  sin 
ijar  de  ser  esencialmente  portico,  son  las  cualidades 
iminantes  en  Ortiz,  realzadas  por  una  versificacidn 
agnifica  y  robusta  cuando  el  calor  no  le  abandona. 
Drque  ha  de  advertirse  que  es  uno  de  los  poetas  m^ 
:siguales  que  pueden  encontrarse:  capaz  de  elevarse 
I  sus  buenos  momentos  al  nivel  de  lo  mejor  de  Quin- 
na,  con  animacidn  no  menos  f£rvida  y  mds  jugo  de 
na;  pero  incapaz  de  sostenerse,  por  falta  de  gusto  6 
:  atencidn ,  en  la  esfera  de  noble  grandeza  en  que  siem- 
e  habita  su  maestro,  hasta  cuando  parece  menos  ins- 
rado.  Ortiz  no  sabia  borrar,  y  aunque  profesor  toda 
vida,  no  puede  decirse  que  fuera  humanista  como 
silo  6  como  M.  A.  Caro.  Escribla  con  abundancia  de 
raz6n,  dominado  por  su  asunto,  y  ansioso  de  desarro- 
rle  hasta  los  liltimos  dpices,  con  efusi6n,  con  ^nfasis 
icero,  en  inmensos  periodos  porticos  que  se  van  en- 
achando  como  las  ondas  conc^ntricas  que  forma  la 


Lxvn 


piedra  arrojada  d  un  estanque.  No  hay  que  pedirle  con- 
cisi6ii  y  sobriedad  liricasi  que  no  eran  propias  de  su 
temperamento  ni  de  su  escuela ;  pero  si  hay  que  de- 
plorar,   aun  dentro  de  ella,  el  exceso  de  verbosidad 
con  que  recarga  sus  mejores  pensamientos,  la  pompa 
instil  con  que  abruma  sus  estancias,  el  afan  de  de- 
cirlo  todo  sin  dejar  campo  libre  d  la  imaginaci6n  del 
lector.  En  La  Bandera  Colomhiana^  en  Boyacd^  en 
laoda^/  Teguendama^  Ortiz  deslumbra,  pero  fatiga 
por  demasiado  estr6pito  y  brillantez  demasiado  con- 
tinua.  En  la  poesia  de  sentimiento,  por  el  contrarioi 
quiere  ser  familiar,  y  resulta  demasiado  casero,  como 
todos  los  Uamados  poetas  del  faogar.  En  sus  versos  no 
hay  medio:  6  son  admirables  de  niimero  y  cadencia^  6 
suenan  como  prosa.  Parece  imposible  tener  a  un  tiempo 
tan  prosaica  y  tan  po6tica  dicci6n,  estilo  tan  puro  y  tan 
abandonado,  tan  bueno  y  tan  mal  oldo.  Y  es  que  en  Or- 
tiz, naturaleza  algo  contradictoria  en  todo,  id6latra  de 
BoUvar  y  enemigo  del  espfritu  de  la  revoluci6n  ameri- 
cana,  poeta  clasico  y  partidario  de  la  absurda  ojeriza  del 
abate  Gaume  contra  los  estudios  clasicos,  paloma  sin 
hiel  en  sus  acciones  y  violentfsimo  6  intransigente  en 
SQs  pol^micas,  ddbase  tambidn  el  raro  caso  de  trabajar 
en  un  g^nero  ret6rico,  siendo  t\  la  espontaneidad  misma* 
Cuando  tenia  que  decir  algo  grande,  los  versos  nacian 
hechos  en  su  cabeza:  cuando  el  pensamiento  era  d^bil, 
obscuro,  vulgar,  61  no  conocia  artificio  alguno  para  di- 
simularlo,  y  escribia  en  estilo  de  peri6dico  6  de  libro 
de  educacidn  infantil.  Nunca  hubo  artista  menos  pre- 
ocupado  de  su  arte,  y  por  esto  es  mas  de  admirar  que 
scan  tantos  y  tan  frecuentes  sus  aciertos. 
Escribi6  mucho,  pero  con  cierta  monotonia  de  asun- 


de  imdgenes.  De  grandes  poetas  puede  decirse 
into,  y.  quizA  el  sentimiento  lirico  implica  algo 
oncentrado  y  exclusive.  La  patria,  la  natura- 
a  muerte,  fueron  los  tres  babituales  temas  de 
tciones.  No  conozco  versos  suyos  de  amor:  si  en 
iempo  los  bizo,  su  extraordinaria  severidad  mo- 
levarla  i  ocultarlos  6  i  destniirlos.  En  las  com- 
nes  patri6ticas  fue  felicfsitno:  alii  podia  mover 
snte  las  alas  de  su  numen,  que,  como  el  dguila, 
lacido  para  posarse  en  las  cumbres,  y  que  se  aho- 
1  el  estrecbo  recinto  de  la  poesfa  domfistica,  &  la 
empeOaba  en  tributar  un  culto  en  general  tan 
Cant6  la  patria  moderna,  la  patria  colombiana, 
juien  habfa  visto  pasar  delante  de  sus  asombra- 
>s  de  niDo  la  figura  ya  heroica,  ya  magnanima, 
gnada,  del  Libertador  Sim6n  Bolivar.  Esta  vi- 
a  el  gran  recuerdo  de  su  vida,  y  de  tal  mode  le 
iba  su  recuerdo,  que  llegaba  d  exagerarle  en  t6r- 
barto  disonantes  con  su  piedad  meticulosa: 

Y  vi  despu^s  al  triunfador  volviendo 
Del  suelo  de  los  Incas  deleitoso, 

No  cual  Camilo  en  el  ebumeo  carro 
Arraslrado  par  rdpidos  corceles, 
Ni  de  purpurea  climide  cubierto 
Y  la  frente  cenida  de  laureles 

Y  vi  despues  al  heroe,  eniristecido 
Como  un  morir  del  sol,  partir  en  busca 
De  nuero  hogar  en  extranjera  tierra 

Quien  hechos  taa  esplendiilos  ha  visto 
Es  cual  viajero  que  a  sus  lares  torna 
Despues  de  haber  cutnplido  el  pio  voto 
<Y  el  gran  sepulcro  visilar  de  CristO». 
Se  le  escucha  con  inimo  devoto, 
Porque  puede  decir:  «Yo  \\;  yo  estuve; 
Yo  al  Calvario  subl;  yo  el  mirmol  sanCO 


V  • 


Lxrx 

Que  enoerr6  i  mi  Sefior  empap6  en  llanto»; 
Y  el  que  at6nito  lo  oye,  se  imagina 
Envuelto  con  tern  plarlo  en  una  nube 
Que  exhala  los  aromas 
De  la  remota  tierra  palestina. 


Cantd  tambi^n  otra  patria  mas  antigua,  rafz  y  funda- 
mento  de  la  moderna,  la  patria  colonial,  y  con  ella  el 
triunfo  de  la  civilizaci6n  cristiana  en  el  Nuevo  Mundo, 
jEspl^ndido  canto  este  de  Los  Colonos,  y  salvo  algunas 
cafdas  de  estilo,  no  muy  frecuentes,  la  me]orcomposici6n 
de  Ortiz  y  una  de  las  mas  finas  joyas  de  la  poesla  ameri- 
cana!  Poesla  descriptivai  un  tiempo  y  llrica,  con  algu- 
nos  rasgos  del  estilo  de  Virgilio  y  de  Bello,  ajenos  A  la 
habitual  manera  de  Ortiz,  pero  que  indican  lo  que  en 
este  genero  hubiera  podido  hacer,  aplicando  d  su  estilo 
una  labor  mds  severa  y  paciente,  y  buscando  en  sus  des- 
cripciones  la  precisi6n  mas  que  el  lujo.  Poesla,  no  obs- 
tante, que  de  la  escuela  de  Quintana  conserva  el  carac- 
ter  de  predicaci6n  social,  el  entusiasmo  por  el  progreso 
humano,  aunque  diversamente  entendido,  la  considera- 
ci6n  del  hombre  y  de  sus  obras  y  de  su  misi6n  hist6rica, 
sobreponi^ndose  a  la  consideraci6n  del  mundo  fisico, 
que  el  hombre  doma  y  sujeta  a  cultivo  y  hace  servir 
para  los  fines  de  su  propia  perfecci6n.  Entre  la  oda  A  la 
Vacuna  y  Los  Colonos  media  un  abismo  de  ideas:  Quin- 
tana, espafiol  y  patriota,  pero  hijo  del  siglo  xviii,  adepto 
de  su  filosofla,  fildntropo  y  apenas  delsta,  execra  la  con- 
quista  americana:  Ortiz,  americano,  hijo  de  un  insur- 
gente^  y  ciudadano  de  una  Repiiblica,  pero  cristiano 
hasta  lo  mds  profundo  de  su  alma,  educado  en  la  gran 
reacci6n  espiritualista  de  nuestro  siglo,  bendice  con  mds 
clara  comprensi6n  de  la  historia  la  obra  santa  de  los 


1 


;spaflo1es,  que  allanaron  las  selvas,  que  las  des- 
de  bestias  feroces,  que  importaron  los  anima- 
al  hombre:  el  geoeroso  caballo,  el  toro  bien- 
os  cereales,  sustento  de  la  vida,  el  germen  de 
,  encanto  de  los  ojos;  de  los  que  redimieron  a 
inferiores,  de  las  tinieblas  de  la  idolatria  y  de 
ie;  de  los  que  levantaron  el  primer  raolino,  el 
alomar,  la  primera  iglesia,  el  primer  hospital, 
a  imprenta.  Y  con  ser  tan  distinto  el  rumbo  de 
en  Quintana  y  en  Ortiz,  todavia  vienen  A  coin- 
un  punto,  que  es  la  glorificaci6n  del  trabajo 
de  las  artes  de  la  paz  y  de  la  ciencia,  ya  en 
en  Guttenberg,  ya  en  los  humildes  colonos  es- 
lel  Nuevo  Reino. 

'rtiz  pocas  composiciones  exclusivamente  reli- 
:ro  puede  decirse  que  el  espiritu  religioso  las 
todas,  y  no  s61o  de  un  modo  general  y  vago, 
admirable  firmeza  y  precisidn  dogmatica,  con 
nto  que  s6lo  brota  del  alma  que  es  cristiana 
anismo  positive,  el  cual  nunca  se  puede  con- 
>n  la  vaga  exaltaci6n  sentimental  del  cristia- 
irario  de  Chateaubriand  6  de  Lamartine.  En 
3,  Ortiz  pertenece  a  la  escuela  de  Manzoni,  de 
r  otra  parte,  presenta  reminiscencias  directas 
j4  Boyacd  y  en  otras  partes,  aunque  el  estilo 
randilocuente  en  que  las  expresa,  nada  tenga 
on  la  divina  condensaci6n  llrica  de  las  estro- 
oeta  milan6s.  Ortiz,  como  Manzoni,  no  s6lo 
:ristianismo,  sino  que  cree  en  61  con  fe  viva  y 
sngendradora  de  buenas  obras.  Aun  en  com- 
5  muy  desigualmente  ejecutadas,  se  encuen- 
rables  trozos  de  filosoffa  religiosa,  que  brotan 


^( 


LXXI 

de  lo  m^s  profundo  y  sustancial  de  la  doctrina  cristiana. 
Vease,  por  ejemplo,  esta  exposici6n  del  misterio  del 
dolor: 

lEl  dolor  no  es  el  crimen !  Es  la  herencia 
Del  infelice  genitor  primero, 
Legada,  no  a  sus  hijos  solamente, 
Sino  tambien  i  su  linaje  entero 

{Ah!  Si  el  hombre  entre  penas  agoniza, 
Naciones  hay  que  bajan  i  sentarse 
Sobre  el  estercolero 
Como  el  antiguo  Job,  roto  el  vestido 

Y  la  frente  cubierta  de  ceniza 

{No  es  crimen  el  dolor!  Es  como  el  fuego 
Que  purifica  en  el  crisol  el  oro; 
Bs  cual  la  tumba  fria  y  silenciosa 
En  que  la  humilde  larva  se  sepulta, 

Y  de  donde  triunfante  saldra  luego 
Con  ala  tinta  en  oro,  azul  y  rosa 
A  volar  por  el  eter  cristalino 
Transformada  en  festiva  mariposa. 

Esta  es  la  eterna  ley  de  nuestra  raza, 
Este  el  destino  irrevocable  y  justo: 
Por  el  dolor  alzarse  hasta  la  gloria, 
Por  el  placer  bajar  hasta  el  abismo 

4N0  se  llamaba  un  Hombre  de  dolores 
El  gran  libertador  del  mundo  mismo? 
Qulso  nacer  en  un  pesebre  obscuro 

Y  en  el  taller  vivir  de  un  artesano, 

Y  escogi6  sus  amigos 

Entre  los  Pescadores  y  mendigos. 
S6I0  una  vez  entr6,  y  esa  en  cadenas, 
De  Herodes  al  palacio: 
Una  vez  y  no  mas  subi6  al  Pretorio, 

Y  esa  en  manos  de  birbaros  savones. 
Hijo  de  augustos  Reyes,  la  corona 
Que  sus  sienes  divinas 

Adom6,  fue  de  abrojos  y  de  espinas; 


Y  el  cetro  de  oro  que  empuflo  su  mano 
Una  cafia  marchita 
Del  Jordin  arrancada  en  la  ribera. 
Cuando  despu6s  cual  jefe  valeroso, 


Al  freote  de  las  huesies  que  cejaban 

Se  arT0J6  generoso 

Al  pueote  del  dolor  por  Dios  echado 

Desde  la  tierra  al  cielo, 

Sacudiendo  la  piedra  de  su  tuniba, 

Aparecid  de  gloria  circuldo, 

Mostrando  i  las  naciones 

La  cruz  de  su  ignorainia  y  de  su  gloria, 

Y  entoQUido  su  canto  de  victoria : 

<E1  inundo  finalmente  esti  vencido 

iBello,  6  por  mejor  decir,  sublime;  y  este 
sublimidad  no  es  rare  en  Ortiz,  derivindo! 
mSs  de  su  fe  ardorosa  que  de  su  talento  po^l 
se  sostiene  de  continue  a  igual  altura;  si  por  q 
modarse  demasiado,  aun  en  el  estito,  a  la  coi 
de  los  ignorantes  y  de  los  humildes,  fraca; 
veces  en  sus  poeslas  religiosas,  de  Indole  qu 
mos  Itamar  democr^tica  y  liana,  y  quitandole: 
teoldgico,  declina  en  las  puerilidades  de  la 
francesa,  que  ha  infestado  &  America  como 
no  per  eso  deja  de  levantarse  A  la  gran  poesf; 
que  encuentra  en  su  camino  estos  sublimes  ti 
dolor  y  de  la  muerte.  Pint6  demasiados  en 
pobres  y  demasiados  cementerios  de  aldea,  re] 
mucho;  pero  jque  graduada  y  solemne  aquella 
sol  detrds  de  la  tumba  del  poeta,  con  que  te: 
Ultima  Luz,  poesia,  por  otra  parte,  muy  inc 
que  fu6  probablemente  la  postrera  de  las  suyi 

Luego  las  negras  sombras  de  los  Andes 
Se  Iran  hacienda  cada  vez  mas  grandes; 
Del  pueblo  oiiise  lejos  el  murmullo 
Cual  voz  de  un  rfo  entre  Us  piedras  sordas; 

Y  mas  lejos  el  liigubre  lamento 

Con  que  ea  la  grey  el  padre  coro  muje; 

Y  el  chirrido  del  carro 

Que  de  puro  repleto  se  desborda 


LXXIll 

itormeotadn  con  la  carga  cruje; 
:go  el  agudo  son  de  la  campaDa 
ar^  ai  monte,  al  valle,  a  la  alqueiia 
jdando  i  la  Reina  Soberaita; 
!go  saldri  ta  luna  difundieado 
secretes  de  gran  metancoUa: 
>go  so  m  bra  y  ailencio..... 
lespu^  morira  por  fin  el  dia. 

iia  descriptiva  Ortiz  es  muy  brillante,  pero 
'ista  una  de  sus  composiciones,  por  ejem- 
eras  estancias  de  la  oda  A  Vasco  N^fiez  de 
de  decirse  que  se  ban  leido  todas.  La  silva 
^ama,  es  buena;  pero  no  creo,  de  ning6n 
bscurezca  la  de  Heredia  Ai Nidgara,  ni  si- 
;ompita  con  ella,  y  ademas  la  perjudica  el 
!flo  que  parece  puso  el  autor  en  que  no 

de  la  memoria  ^  Heredia,  no  s6lo  en  el 
10  en  el  Teocaili  de  Ckolula. 
;n,  Ortiz,  d  pesar  de  todos  los  defectos  que 
a  la  justicia  van  notados,  es  uno  de  los  mds 
inceros  y  fervientes  poetas  Uricos  que  ha 

America  espaflola;  y  aunque  muy  distante 
id  y  perfeccl(in  del  valenciano  Querol,  es, 
lespu6s  de  Querol,  el  que  mejor  ha  conser- 
s  liltimos  tiempos  las  tradiciones  de  nuestra 
idaptindola  &  la  expresi6n  de  sentimientos 

). 

fasi  yoajuin  Ortiz.  Bogoii ,  Imp.  de  Echeverria ,  Htrinanos, 

ttcci6n  dista  mucho  de  ser  completa;  pero  conCiene  las  me- 

lutor. 

is  detallada  que  conozco  de  Ortiz  es  la  que  mi  fraternal 

el  Dr.  Rubi6  y  Lluch,  catedratico  de  la  Uoiveraidad  de 

i)  en  La  Defensa  Catolica,  de  Bogota  (n 


Estudiados  los  cuatro  grandes  poetas  Ifricos  de  Co- 
lombia, anteriores  &  la  brillante  generaci6n  actual,  que- 
dan  ai^n  otros  varies  muy  dignos  de  atencidn,  aunque 
menos  fecundos  6  menos  geniales.  Indicaremos  algunos 
nombres,  limitandonos  casi  i  aquellos  autores  de  quie- 
nes  en  esta  Antologfa  presentamos  alguna  muestra,  y  a 
quienes  nattiralmente  tenemos  per  los  mejores. 

Joaquin  Pablo  Posada  es  digno  del  mayor  encareci- 
miento,  no  por  la  pobre  materia  po^tica  de  sus  compo- 


Naci6  Ortiz  enTunja  et  lo  de  Julio  de  1814,  y  murio  en  Bogota  el  14 de 
Febrero  de  1891.  Dedic6  toda  su  vida  d  la  enseflanza  y  al  [wriodisnio. 
En  1851  fuad6  un  colegio  que,  con  el  nombre  de  Instituto  de  Crista,  obturo 
gran  celebridad:  despuds  ensea6  en  otros  varios.  Son  innumerables  los  pe- 
riidicQs  que  dirigid  6  en  que  colaboro:  La  Esirella  Nadonal,  El  Condor,  El 
D'ta,  El  Conservador,  El  Porveitir,  ElCalolicismo,  La  Cdridad,  El  Correo  dt 
las  Aldeas,  etc.  Public6  ademas  gran  niimero  de  libros,  ya  de  controversia 
politics  y  religiosa,  ya  de  ensefianza,  entre  los  cuales  recordamos:  Cartas  de 
un  saeerdete  catolico  nl  redactor  de  <El  iVinyTff«iirfino>,  Bogoti,  1857  (muy  bue- 
nas:  el  mejor  de  sus  escritos  en  prosa).  — ins  Sirenas,  discurso  contra  la  mo- 
ral sensualUta  de  Jeremias  Bintham,  Paris  (sin  feclia). — Tiitimonio  de  la  Ms- 
toriay  delafilosofm  acircade  la  divinidad  de  jfesucristo,  1855. — Lectiiras  stlec- 
tas  en  prosa  y  verso,  1880. — d  todo  6  nada,  1880, — Lcccioncs  de  Lileralura 
Castellana,  1879. — El  Parnaso  Granadino ,  coleccidn  tscogida  de  poesias  nacio- 
naki  (silo  salio  el  t.  l),  1848.— £■/  Liceo  Granadino,  coleccidn  de  los  traiajos 
de  esle  Instituto  (solo  el  t.  i),  i8;6. — La  Guirnalda  (otra  antologia  de  poetas 
y  prosisias  ncogranadinos), — El  Libra  del  Esludtanle  (del  cual  se  ban  hecho 
haita  siete  ediciones). — El  Lector  Colombiano  (libro  de  lectura  para  las  es- 
cuelas). — Comfiendio de  Hisloria  Sograda,e\c. 

Pueden  afladirse  algunos  ensayos  de  noveU:  Maria  Dolores  o  Hisloria  de 

mi  casamiento.  El  Oidor  de  Sanlafe,  Huirfanos  de  madre ;  y  aigiin  ensayo 

dramatico:  El  Hij'o  PrSdip),  proverbio;  Sulma,  tragedia:  esta  tragf^dia  se 
imprimi6  juntamente  cjti  las  poeslas  juveniles  de  Oniz,  en  un  tomo  que  no 
henios  vistu,titulado  Mis  floras  de  descanso,  Cartagena  de  Indias,  1834.  Dej6 
inidilos  tres  poemas:  Yopaiin,  Colon  y  Los  Cantos  de  la  Patria;  y  una  Hisloria 
de  la  Conguisla  del  Nuevo  Keino  de  Granada.  FuS  diputado  varias  veces,  y  al 
tiempo  de  su  muerle  era  senador.  Pertenecid  a  una  fraccidn  politico -reli- 
giosa analoga  a  la  que  cd  Cspafla  se  conoce  con  el  nombre  de  integristiw. 


^^r 


LXXV 


siciones,  sino  por  sus  admirables  dotes  de  versificador, 
en  que  pocos  6  ninguno  de  su  tierra  le  ha  igualado.  Con- 
viene  echar  un  velo  sobre  su  vida  piiblica  y  aun  privada: 
demasiadas  cosas  confes6  el  poeta  festivo  de  inagotable 
donairei  en  cuyas  manos  era  la  lengua  blanda  cera;  hu- 
biera  podido  ser  6mulo  de  Bret6n,  6  4  lo  menos  de  Vi- 
Uergas,  y  s6lo  consigui6  dejar  las  diatribas  personales  y 
odiosas  de  E/  Alacrdn^  una  serie  de  camafeos  6  sem- 
blanzas  satiricas,  de  cuyo  parecido  s6lo  pueden  juzgar 
sus  paisanos,  y  un  tomo  de  poeslas  muy  lindamente  he- 
chas,  cuyo  tema  principal  y  casi  linico  es  pedir  dinero 
i  sus  amigos  en  variedad  de  metros,  y  con  alguna  dife- 
rencia  en  las  cantidades  monetarias  que  solicitaba,  desde 
cuatro  a  veinte  duros.  La  indisciplina  de  su  cardcter  y 
el  desapego  a  todo  trabajo  continuado  y  formal,  le  so- 
metieron  desde  muy  temprano  (como  dice  un  escritor 
de  Colombia)  «a  vivir  una  vida  como  prestada,  en  la 
que  con  talento  se  consolaba  de  sus  escaseces,  burlan- 
dose  &  menudo  de  la  cruel  necesidad».  Vivi6  como  Vi- 
llasandino  6  como  cualquier  otro  de  los  poetas  mendi- 
cantes  del  Cancionero  de  Baena^  componiendo  6  im- 
provisando  cuantos  versos  se  le  encargaban,  y  siempre 
con  amenidad  de  estilo,  con  elegante  sencillez  de  ex- 
presi6n,  con  gracia  natural  y  armoniosa,  que  es  la  prin- 
cipal dote  de  su  estilo: 


Figiirate  que  le  debo 
A  todo  el  que  en  torno  miro; 
Debo  el  aire  que  respiro 
Y  debo  el  agua  que  bebo. 
Casi  ni  a  salir  me  atrevo, 
Porque,  si  salir  consigo. 
Mis  acreedores,  aniigo, 
Me  atacan  de  llano  en  piano, 


Desde  el  primer  ciudadano 
Huta  el  ultimo  mendigo. 


Quiero  acabar:  necesito 
Diez  y  seis  pesos  cabales, 
Para  conseguir  los  cualei 
Esias  d^cimas  he  escrito; 
Miadamelos,  que  infinito 
Sera  mi  ngradecimiento, 
Como  lo  es  el  Srmamento 

Y  cnmo  el  poder  de  Dios, 
Quien,  aca  para  inter  nos. 
Me  tiene  muy  descontento. 

NJDguna  promesa  hari, 
Porque  a  ti  no  se  te  esconde 
Que  c6ino,  cuando  6  en  ddnde 
He  de  pagarte,  no  si; 
Pero  que  te  pagar^ 

Y  que  i  pagarte  me  obligo, 
Poniendo  a  Dios  por  testigo, 
Es  tan  aeguro  j-  tan  cicrto 
Coroo  Id  es  que  s6Io  rauerto 
Dejar^  de  ser  tu  amigo. 

Con  Posada  colabor6  en  el  malhadado  Alacrdn  otro 
poeta  m^s  desaliflado,  pero  que  no  carecia  de  numen: 
Germin  Gutierrez  de  PiOeres,  quien,  al  rev6s  de  Posada, 
solfa  ser  satirico  en  sus  artfculos  en  prosa,  y  quejum- 
broso  y  melanc6Hco  en  sus  versos,  como  quien  habfa 
empezado  en  una  de  sus  mas  antiguas  composiciones 
por  despedirse  de  la  vida  en  las  inevitables  octavas  ber- 
mudinas: 


El  puro  sol  de  mis  brillantes  dias 
Va  decllnando  hacia  su  trtsCe  ocaso, 
Y  de  mi  vida  adelanCando  el  paso, 
Mis  ilusiones  decayeudo  van. 
Ya  de  mi  se  desprende  marchitada 
MijuTeatud,  mi  juventud  querida: 


LXXVll 


Queda  el  recuerdo  al  alma  dolorida 
De  las  horas  que  nunca  volverin 

.  Poeta  festive,  pero  de  muy  distinta  cuerda  que  Po- 
sada, fu6  D.  Ricardo  Carrasquilla ,  benemdrito  institu- 
tor  y  autor  de  libritos  de  propaganda  cat6lica  muy  bien 
hechos.  Su  tomito  de  poeslas  que  el  modestamente 
Uamd  CoplaSj  esti  lleno  de  gracejo  decoroso  y  fino:  hizo 
excelentes  letrillas,  cuadros  de  costumbres  como  las 
Fiestas  de  Bogotd^  y  acert6  a  tratar  con  sentimiento  y 
viveza,  aun  sin  salir  de  su  manera  familiar  y  sencilla, 
asuntos  mas  elevados,  ya  de  leyenda  hist6rica  como 
en  El  Ahrazo^  ya  de  naturaleza  pintoresca  como  en 
Una  visita  al  salto  del  Tequendama, 

El  general  Pinz6n  Rico  ha  sido  uno  de  los  poetas  mis 
celebrados  de  Colombia,  y  poeta  de  valiente  inspiraci6n 
en  ocasiones.  No  conozco  mds  composiciones  suyas  que 
las  insertas  en  el  Parnaso  Colombianoy  y  6stas  no  bas- 
tan  para  caracterizarle,  aunque  si  para  graduarle  de  ver- 
sificador  gallardo.  En  su  estilo  palabrero  y  redundante, 
pero  cadencioso,  pareceun  romantico  mejicano  6  vene- 
zolano  mas  bien  que  colombiano.  Su  Despertar  deAddn 
ha  sido  muy  celebrado,  pero  prefiero  la  Eva^  de  Flores, 
cnyo  pensamiento  erotico  es  el  mismo. 

Entre  los  poligrafos  mds  fecundos  hay  que  contar  a 
D-  Manuel  Maria  Madiedo,  D.  Felipe  P6rez  y  D.  Jos6 
Maria  Samper.  Madiedo  era  un  publicista  de  talento 
brillante,  pero  desigual,  que  escribla  medio  en  francos 
paginas  elocuentes  sobre  cuestiones  sociales.  No  se  si 
pertenecia  6  no  a  la  raza  de  color,  pero  sf  s6  que  odiaba 
de  muerte  d  los  hijos  y  nietosde  espafloles,  suponi6ndo- 
los  culpables  de  todas  las  guerras  civiles  y  de  todos  los 
escdndalos,  crimenes  y  desgracias  que  afligen  i  los  pue- 


J  de  la  America  espaOoia.  Lo  mis  singular  es  que 
a  militar  en  partidos  conservadores,  por  donde  re- 
aba  en  sus  ideas  una  extrafla  inconsecuencia,  De  su 
lo  de  Poesias  (precedido  de  un  tratado  de  M6trica), 
nds  celebrado  ha  sido  el  romance  endecasilabo  Al 
gdalena ,  que  Camacho  Roldin ,  en  el  pr6logo  d  las 
sfas  de  Gutierrez  Gonzalez ,  califica  de  «uno  de  los 
tos  indlgenas  de  nuestro  suelo»,  afladiendo  que  «vi- 
i  mientras  nuestro  rio  arrastre  sus  turbias  ondas  al 
i'^s  de  soledades  cubiertas  de  ceibas  y  caracolies,  y 
en  medio  de  piayas 

que  marcado  habia 

De  Us  tortugas  la  penosa  marclia, 

Y  del  caimiin  la  formidable  cola, 

Y  de  los  tigres  la  terrible  garra. 

'^rez  (D.  Felipe)  es  mds  conocido  como  gedgrafo 
!no  6  male  que  como  poeta,  y  se  la  acusa  de  haberse 
ovechado  con  poco  escriipulo  de  trabajos  ajenos. 
lamper  fu6  un  improvisador  fecundfsimo  en  todos  gd- 
os:  historiador,  ge6grafo,  estadista,  orador  politico, 
ritor  de  viajes,  poeta  llrico,  dramaturgo,  novelista, 
fesor  de  Derecho  piiblico  y  fundador  6  redactor 
Qcipal  de  mas  de  veinte  periddicos;  el  m&s  fecundo  de 
escritores  modernos  de  Colombia,  y  uno  de  los  mis 
locidos  en  Europa  y  de  los  que  mas  ban  dado  d  co- 
:er  el  estado  politico  de  su  patria.  Pero  no  parece 
;  entre  el  inmenso  ciimulo  de  sus  libros,  producidos 
no  d  destajo  y  con  facilidad  peligrosa,  haya  nada  ca- 
ni  de  primer  orden,  De  todos  modos,  sus  bocetos 
grdficos  y  sus  relaciones  de  viajes  se  leen  con  agrado 
jgran  y  merecen  mds  fama  que  sus  poesias. 


LXXIX 


Jose  Maria  Vergara  y  Vergara,  ya  mencionado  en 
estas  pdginas,  no  fue  grande  escritor,  pero  si  escritor 
muy  ameno  y  simpatico.  La  bondad  y  la  efusi6n  de  su 
caracter,  su  entusiasmo  por  la  belleza  moral,  su  fe  viva 
y  ardiente,  su  caridad  inagotable,  su  patriotismo  de 
buena  ley,  su  gracejo  natural  6  inofensivo,  se  reflejan 
fielmente  en  sus  articulos  de  costumbres,  novelitas  6 
impresiones  de  viaje,  y  en  todos  sus  escritos  fugitivos, 
en  prosa  6  en  verso,  no  muy  correctos  de  lengua,  pero 
muy  sanos  y  muy  espafioles  en  el  fondo.  Era  hombre  de 
devociones  literarias  ardentfsimas,  y  que  perdia  mucho 
de  su  propia  originalidad  por  caminar  demasiado  servil- 
mente  detr^s  de  las  huellas  de  los  maestros  que  sucesi- 
vamente  adoptaba:  primero  Larra  y  Mesonero  Roma- 
nos;  despu6s  Ferndn  Caballero,  Tiueba  y  Enrique 
Conscience,  y  ultimamente  Selgas.  Sus  poeslas  adolecen 
de  este  mismo  prurito  de  imitaci6n  exagerada,  y  cierta- 
mente  que  el  Lihro  de  los  Cantaresy  con  todo  su  m6 
rito  relativo,  que  no  negamos,  no  justificaba  bastante  el 
empefio  con  que  Vergara  se  di6  a  glosarle  y  a  repetir 
sus  temas,  muchas  veces  mds  vulgares  que  populares,  y 
i  veces  ni  vulgares  siquiera,  sino  trivialmente  sentimen- 
tales.  La  afectada  llaneza  de  Trueba  contagi6  a  Ver- 
gara como  a  tantos  otros,  y  es  l^stima,  porque  algunas 
poesias  humoristicas  suyas  prueban  que  hubiera  podido 
distinguirse  en  este  g6riero  sin  deber  nada  a  nadie.  Im- 
provisd  demasiado,  y  el  periodismo  devor6  su  ingenio, 
como  el  de  tantos  otros  escritores  de  Colombia  y  de 
Espafia. 

Finalmente,  mencionaremos  los  nombres  de  Arsenic 
Esguerra  (muy  delicado  y  pulcro),  Jose  David  Guarin, 
Herm6genes  Saravia,  Jos6  Maria  Rojas  Garrido,  Do- 


1 


aingo  Dfaz  Granados  (amigo  6  imitador  de  Gutierrez 
jonzAlez),  Arcesio  Escobar  (feliz  traductor  de  poetas 
agteses),  C6sar  Conto,  Joaqufn  Gonzalez  Caraargo  (au- 
or  del  delicioso  Viaje  de  la  luz),  Jos6  Joaqufn  Borda, 
Jenjamln  Pereira  Gamba,  y  la  dulce  poetisa  mlstica 
D.'  Silveria  Espinosa  de  Rend6n,  de  todos  los  cuales 
le  leldo  agradables  poeslas  en  el  Parnaso  Colombiano, 
lero  k  quienes  no  me  atrevo  a  caracterizar  por  falta  de 
uficientes  datos  ( i ). 


(l)  Joaquin  Pablo  Posada.  Nacio  en  CarCaKcna  (de  Indias)  en  l8as,  J 
lurid  en  iSSo.  Sus  Potsias  se  imprimieron  en  i8;7,  con  un  prdlogo  del  doc- 
jr  Felipe  P^rez.  En  1879,  sus  Camafios  6  Bosqiujos  <U  netabilidadts  colom- 
'anas  en  palUica,  mtlicia,  camercio,  cUncias,  arUs,  liieralura,  Iripaias,  maliu 
xaSasj  atros  eftctos,  bajo  su  triple  aipcclo  ftsico,  moral  e  intiUctual.  (Barran- 
uilla,  imp.  de  los  Andes.) 

German  Gutierrez  de  Pineres  (1816-1872).  Sus  Poesias,  prccedidas  de  un 
licto  de  D.  Pedro  Neira  Aceredo,  se  imprimieron  en  Bogota,  1857.  Fut 
utor  tambien  de  El  Oidor,  drama  hist6rico. 

Ricardo  Carrasquilla.  Naci6  en  1827  y  ha  fallecido  recientemente.  Copias. 
Bogota,  por  Focibn  Mantilla,  1866.  Hay  tres  ediciones  pos  teri  ores  au  men - 
ulas  ) — Sofismai  anUcaloUcos  vistas  con  micros^opio, 

Josi  Maria  PimSn  Rica.  Naci6  en  1834-  Fu^  magistrado  primero  y  mili- 
ir  revolucionario  despues.  Residi6  algun  tiempo  en  Venezuela,  redactando 
'IPorvinir  de  Caracas.  En  Bogota  fu6  colaborador  de  La  D^miin,  de  El 
Tttevv  Munifo  y  de  La  Pluma.  No  s6  que  hayan  sido  coleccionados  sus 

Manuel  Maria  Madiedo.  Nact6  en  Cartagena  (de  Indias)  en  1815.  Sus 
"oeslas  prtcedidas  de  un  trslado  de  Mitrica  fueron  impreaas  en  BogotS,  1859. 
[ay  poeslas  posteriores  en  la  miscelinea  titulada  Ecos  de  la  Noche  (1870). 
ompuso  en  su  primera  juventud  dos  tragedjas,  Coriolanoj  Lucrecia  6 R«ma 
bre,  y  mas  adelante  el  drama  Una  idea  abismo  (sic)  y  e!  juguete  c6mico 
'res  diablas  suelios.  Entre  sus  escritos  de  malerias  sociales  y  filosdficas  se 
tan  principal  mente;  Tratado  de  derecho  de  genles  (1874),  La  Ciencia  social  i 
' Socialismo filosifieo:  deriuacion  di  las graades  armonias  morales  del  Cristia- 
ismo  (1863),  Una  gran  revoluciin,  d  la  razon  del  kombre  Juigada  por  si  misma 
fracas,  1876),  El  Dedo  en  la  Uaga  (Caracas,  1876),  El  Arte  de  probar 
Bogota,  1874),  Tratado  de  Cr'Uica general,  6  Arte  de  dirigir  el  entendimienlit 
t  la  invesligaciiin  de  la  vtrdad  (1868),  etc.,  etc. 


Ilfcv'^"-"-.      •  •  ^  '      -sP^ 


LXXXI 

Felipe  Pirez.  Naci6  en  1834.  La  edici6n  de  sus  Versos  es  de  1867.  E«cri' 
bi6  ademas  novelas  {Atahtudpa,  Los  Pizarros^  Jilma,  Los  Gigantes,  Imina, 

Carloia  Corday ),  y  dramas  {Gonzalo  Pizarro ).  Pero  sus  escritos  mas 

conocidos  son:  Andlisis poliHca^  social y  econamica  de  la  Repiihlica  del  Ecua* 
dor.,,,,  (1853),  Geografta  fisica  y  politica  de  los  Estados  Unidos  de  Cohmhia 
(1862-63),  y  otras  andlogas. 

Jos^  Maria  Samper.  Naci6  en  1828.  El  solo  catdlogo  de  sus  obras  ocupa 
cinco  6  seis  pdginas  en  la  Bibliografta  Colombiana  de  Layerde  Amaya.  Sus 
primeras  Poesias,  con  el  titulo  de  Flores  marchUas^  se  publicaron  coleccio- 
nadas  en  1849;  sus  Piezas  dramdticaSf  en  1857;  una  nueva  colecci6n  lirica 
{Ecos  de  los  Andes)y  en  i860;  Un  Vampiro^  poema  satirico,  en  1863;  Martin 
FUrez,  novela,  en  1866;  Un  drama  iniimo,  novela,  en  18  70;  Ultimos  Cantares 
(tercera  colecci6n  lirica),  en  1874;  Florencio  Conde,  novela,  en  i^j^^ElPoeta 
soldado^  idem,  en  1881;  Los  Claveles  de  Julia ,  idem,  en  1881.  De  sus  restan- 
tes  obras,  las  mds  conocidas  son  Pensamientos  sohre  moral^  poittica,  literatura^ 
religidny  costumhres  (1856);  Ensayo  sobre  las  reuoltuiones  poltticas  y  la  condi' 
cion  social  de  las  Repuhlicas  hispano-americanas  (Pads,  1861);  Viajes  de  un 
cobmbiano  en  Europa  (Paris,  1862);  El  Liber tador  Simon  Bolivar  (Caracas, 
1878);  Galeria  Nacional  de  Hombres  ilustres  (Bogotd,  1879);  Historia  de  una 
alma  (1881),  autobiografia  muy  interesante  en  que  refiere  su  conversi6n  al 
catolicismo. 

Jos6  Maria  Vergaray  Vergara  (1831-1872).  Incansable  periodista  y  pro- 
motor  de  la  buena  literatura.  Redacto  La  Siesta,  El  Mosaico,  El  Hogar,  La 
Fe,  la  Reoista  de  Bogold  y  otros  muchos  peri6dicos.  Sus  principales  obras 
son:  Historia  de  la  literatura  en  Nueva  Granada  (1866);  Oliuos  y  aceitunos 
todos  son  unos  (novela  de  costumbres  politicas);  Versos  en  borrador  (1868); 
Articulos  escogidos,  coIecci6n  selecta  (Londres,  1881);  Vida  y  escritos  del  ge- 
neral Narifio.  Coleccion6  el  Museo  de  cuadros  de  costumhres ^  de  varios  escri- 
tores  colombianos;  el  Parnaso  Colombiano,  en  tres  pequefios  volumenes,  que 
contienen  las  obras  de  Gutierrez  Gonzalez,  Caicedo  Rojas  y  Marroquin; 
La  Lira  granadina  (i860).  Hay  dos  biografias  de  Vergara,  una  de  D.  Jos6 
Manuel  Marroquin  en  el  Anuario  de  la  Academia  Colombiana  (1874),  y  otra 
de  D.  Carlos  Martinez  Silva  en  el  Repertorio  Colombiano. 

Sobre  los  restantes  poetas  nos  remitimos  d  las  breves  noticias  que 
puedeh  encontrarse  en  el  Parnaso  Colombiano  de  Aflez,  y  mejor  en  los 
Apuntes  sobre  bibliografta  colombiana,  con  muestras  escogidas  en  prosa  y  verso, 
por  Isidoro  Lover  de  Amaya,  con  un  apindice  que  contiene  la  lista  de  las  escrito- 
ras  colombianos,  las  piezas  dratndticas,  novelas,  libros  de  historia  y  de  viajes  es- 
critos por  colombianos.  (Bogota,  1882.) 

Es  imposible  omitir  la  lectura  de  las  muy  discretas  y  sabrosas  Cartas  Ame- 
ricanos de  nuestro  D.  Juan  Valera  (primera  serie,  Madrid,  1889),  que  con- 
tienen un  largo  estudio  sobre  el  Parnaso  Colombiano.  El  Sr.  Valera  hubiera 
becho  iniitil  nuestro  trabajo  y  nos  habria  dado  con  ventaja  un  juicio  cabal 

TOMO  III.  / 


r 


LXXXII 


i>i 


^: 


sobre  la  poesia  de  Colombia,  a  haber  podido  disponer  de  fuentes  mis  copio- 
sas  y  seguras  que  el  mencionado  ParnasOf  compilacion  deficientisima  por 
ana  parte,  y  por  otra  llena  de  farrago  y  broza,  como  casi  todas  las  de  su  gh- 
nero  que  se  ban  formado  en  America. 

Para  el  estudio  de  la  mejor  literatura  moderna  de  Colombia  es  de  itiapre- 
ciable  auxilio  la  coIecci6n  de  los  trece  tomos  del  Repertorio  Colomhiano^  ex* 
celente  revista  que  dur6  desde  1878  hasta  1887,  bajo  la  direcci6n  de  don 
Carlos  Martinez  Silva  y  la  inspiraci6n  de  D.  Miguel  Antonio  Caro.  Es  la 
m&s  notable  publicacion  de  su  g^nero  que  hasta  ahora  ha  aparecido  en  la 
America  espafiola. 

Finalmente^  para  el  conocimiento  de  los  poetas  novisimos,  puede  acudirse 
d  La  Lira  Ntuva^  de  D.  Jos6  Maria  Rivas  Groot.  (Bogota,  1886.) 


tt. 


>    -•. 


r^ 


LXXXtll 


IX. 


ECUADOR. 


En  el  JEnsayo  sobre  la  literatura  ecuatortana^  del 
Dr.  D.  Pablo  Herrera  (i),  y  en  la  Ojeada  HtstdricO' 
critica  sobre  la  poesia  ecuatoriana^  de  D.  Juan  Ledn 
Mera  (2),  puede  verse  cuan  antiguo  abolengo  tiene  la 
cultura  literaria  en  la  antigua  Presidencia  de  Quito,  que 
abarcaba  la  mayor  parte  del  territorio  de  la  actual  Re- 
pfiblica  del  Ecuador  (3).  A  las  6rdenes  monisticas,  y 
especialmente  a  la  de  San  Francisco,  se  debi6  la  pri- 
mera  cultura  dql  pals  y  el  establecimiento  de  las  prime- 
ras  escuelas,  asi  como  a  un  franciscano,  el  P.  Jodoco 
Rickle,  se  habia  debido  la  introducci6n  de  la  primera 
semilla  de  trigo. 

En  noble  emulaci6n  pretenden  las  diversas  reHgiones 
que  dieron  apostoles  a  la  primitiva  colonia,  el  lauro 
de  haber  establecido  la  primera  casa  de  ensetianza;  pero 
sin  negar  que  los  dominicos  tuviesen  estudios  en  su 
convento  de  San  Pedro  Martir,  fundado  en  Quito  por 
el  Venerable  Fr.  Alonso  de  Montenegro  i  ralz  de  la 


(i)  Publicado  por  primera  vez  en  i860  y  luego,  con  bastantes  ampliacio- 
nes,  en  el  primer  tomo  de  la  Revisia  Ecuatdriana  (1889),  si  bien  esta  se- 
gunda  edicion  no  lleg6  d  terminarse,  que  sepamos. 

(2)  Quito,  1868.  Iraprenta  de  J.  Pablo  Sanz.  Anunciase  como  pr6zima 
i  aparecer  una  segunda  edici6n  muy  aumentada  y  corregida. 

(3)  Guayaquil  perteneci6  al  Virreinato  del  Peru,  hasta  que  Bolivar  le 
anexion6  en  1824  k  la  primitiva  Colombia.  Quito  y  lo  restante  de  la  Repu- 
blica  dependia  del  Virreinato  de  Santa  Fe  desde  1721;  hasta  entonces  habia 
dependido  tambi6n  del  Peru. 


>nquista  de  la  ciudad  por  el  adelantado 
elalcdzar,  todavia  es  cierto  que  el  prime 
lya  formal  organizaci6n  se  tiene  noticia  < 
ndr^s,  establecido  por  los  franciscaDos  ei 
do  en  1562,  por  Real  cidula  de  Felipe  11 
s  anuales.  En  dicha  c6dula  consta  que  al 
,n  «las  cosas  pertenecientes  4  la  salvac 
tctrina  de  los  indies  naturales,  letras,  bui 
es  y  habilidades,  para  que  puedan  vivir  c 
icamente*  (i). 

Pero  la  enseflanza  para  los  hijos  de  espaf 
amente  literaria  6  de  humanidades,  fue 
el  Ecuador,  como  en  otras  partes  de  i 
I  PP.  de  la  Compaflla  de  Jestis,  cuyo  cole 
ntaba  ya  por  los  aflos  de  1585  mis  de  ci( 
tudiantes,  siguiendo  cuarenta  de  ellos 
rtes.  La  emulacidn  era  grande,  frecuente 
)nesy  actos  piibltcos,  con  asistencia  del 
)rre^dor  y  vecinos  principales,  y  tan  gr 
:o  que  lograban  los  jesultas,  que  cuand 
■.  Luis  L6pez  de  Soils  fund6,  d  fines  del 
legio  Seminario  de  San  Luis,  tambi6n  1 
direccidn,  con  parecer  y  acuerdo  de  la  I 
I  y  del  Cabildo.  Emulando  el  celo  de  1 
minicos  y  jesultas,  los  agustinos  estableci 
rsidad  de  San  Fulgencio,  autorizaJa  por 
a  de  Sixto  V,  en  20  de  Agosto  de  1586. 
:a  la  Universidad  definitiva,  la  que  obtu^ 

i)  Vid.  Varones  Iiustns  de  la  Otden  SeriJUa  in  el Ecuat 
en  de  Quito  hasia  nuestros  din.',  por  Ft.  Fraruisce  Afaru 
<  ApostSlko  y  CronHogo  del  Colegia  de  Son  DUgo  de  Quit 
186,  J  vols.)- 


ia,  sino  la  establecida  en  1620  con  ti- 
trio  Magno,  bajo  la  direcci6n  de  los 

de  los  espaQoles  de  quien  sabemos 
eino  de  Quito,  compusiese  algunos 
;nzo  de  Cepeda,  bermano  de  Santa 

muy  conocido  de  los  lectores  de  la 
espondencia  de  la  mistica  Doctora, 
tdn  dirigidas  algiinas  de  las  mejores 
rias  familiares  y  espirituales-  Estuvo 
izo  oi^s  de  treinta  y  cuatro  atlos:  en 
si  Cabildo  de  Quito,  alcalde  primero 
;  tesorero  de  las  Cajas  Reales,  hasta 
;ida  su  mujer,  D.*  Juana  de  Fuentes, 

en  el  Peril,  abandond  todo  empleo, 
tla,  y  darse  por  entero  &  la  vida  con* 
sjercicios  de  piedad,  bajo  la  direcci5n 
^rmana,  a  cuyas  fundaciones  contri- 
pso  caudal  que  habfa  granjeado  en  el 
lemas  de  una  relaci6n  de  la  vida  y 
er,  escribi6  algunos  versos  de  devo- 
ha  conservado  la  siguiente  glosa  so- 
la de  que  «Dios  incluye  en  st  todas 
!  ninguna  esti  fueraxle  El,  y  que,  por 
smo  Dios  est^  en  ellas  mis  que  ellas 
centro  del  alma,  y  si  la  hubiere  tan 
da  esta  admirable  uni6n,  hallarse  ha 
3S  en  si,  sin  rodeo»: 

Sumo  Bien  en  su  alteza 
al  alma  enamorada 
Be  busque  en  su  grandeza, 
B  d  su  inmensa  bellesa 
ue  en  su  pobre  morada. 


LXXXVI 

De  amor  la  suprema  fueote. 
Sin  bajar  de  sus  alturas, 
Con  su  amor  omnipotente, 
Hallase  siempre  presente 
"  n  si  B 


Y  el  mismo 

amor  que  fu6  de  ellas 

Su  priacipio  s 

n  tenerle, 

Ama  tanto  es 

ar  con  ellas, 

Que  esta  mui 

mjsdentro  enelhs, 

Que  ellas  mis 

mas  sin  quererle. 

Pues  el  alma  limpia  y  pura 

Que  am  are  en 

esto  peasar. 

Se  hallari  con 

gran  ternura 

En  esa  misma 

hermosura 

Yisf  mismo 

sin  rodear  (i). 

:1  mismo  lema  de  Buscate  en  mi,  que  es, 
nds  profundo  y  sutil  de  la  ralstica,  escribie 
1  prosa ,  y  como  en  certamen ,  San  Juan  di 
iin  de  Avila  y  Francisco  de  Salcedo,  y  so 
IS  recay6  ei  donairoso  vejamen  que,  en  vir 
;ncia  al  Obispo  de  Avila,  di6  Santa  Teresa 
iu  parte  tratd  el  mismo  asunto  en  la  glosa 


<Alina,  buscarte  has  en  Mi, 
Y  d  MI  buscarme  has  en  tl.  ... 

e  parece  tan  superior  a  la  de  su  hermano  co 
ender  el  docto  colector  de  las  obras  de 

Cr6nicas  monasticas  de  la  provfncia  de  Qi 
itran  bastantes  nombres  de  escritores  teoli 


6  por  primera  vez  estas  quintillaa  D.  Vicente  de  la  FuenI 
edici6n  de  las  Obras  de  Sanla  Teresa  (  B.  de  AA.  £E. ) ,  Co 


s-    -    .   I"  r 


LXXXVII 

COS,  de  fil6sofos  escolasticos,  dfc  gramaticos  cultivadores 
delalengua  quichua;  pero  no  se  encuentra  poeta  al- 
guno  hasta  el  siglo  xvii ,  lo  cual  no  quiere  decir  que  no 
los  hubiera,  sino  que  sus  obras  se  perderlan  por  falta  de 
imprenta,  calamidad  que  tambien  pes6  sobre  la  litera- 
tura  colonial  de  Venezuela  y  Nueva  Granada  hasta  muy 
entrado  el  siglo  xvin.  Si  algiin  escritor  quiteflo  lleg6  d 
ver  publicadas  sus  obras,  fu6  de  los  que  por  sus  oficios 
eclesiAsticos  6  jurfdicos  tuvieron  ocasi6n  de  salir  de  su 
pals,  como  el  obispo  Fr.  Gaspar  de  Villarroel,  que  no 
fu6  s6lo  gran  prelado  en  Santiago  de  Chile  y  en  Are- 
quipa,  y  profundo  canonista,  como  lo  prueba  su  obra 
del  Gobierno  Eclesidstico  (1656),  tan  magistral  en  su  11- 
nea  como  la  Politica  Indiana  de  Sol6rzano  en  la  suya, 
sino  tambi6n  prosista  no  vulgar,  de  los  mejores  de  Ame- 
rica en  su  tiempo. 

Es  claro  que  si  los  libros  voluminosos,  y  tocantes  i 
las  ciencias  mas  estimadas  entonces,  tropezaban  con  tal 
obstaculo  para  imprimirse,  aun  habia  de  ser  mas  preca- 
ria  la  suerte  de  poesias  fugitivas,  y  que  probablemente 
no  tendrlan  mas  m6rito  que  el  de  priraeros  ensayos.  Lo 
cierto  es  que  en  1630,  cuando  el  Fenix  de  los  Ingenios 
compuso  El  Laurel  de  Apoloy  florecia  en  Quito  una 
poetisa  llamada  D.*  Jer6nima  de  Velasco ,  que  era  otra 
Safo,  otra  Erina,  otra  Pola  Argentaria,  al  decir  de 
Lope : 

Parece  que  se  opone  d  competencia 
En  Quito  aquella  Safo,  aquella  Erina, 
Que  si  doila  Jer6nima  divina 
Se  mereci6  llamar  por  excelencia, 
^Que  ingenioy  que  cultura,  qu6  elocuencia, 
Podra  oponerse  a  perfecciones  tales , 
Que  sustancias  imiten  celestiales. 


Puts  jA  sus  manoi  b«llas 
Estampan  el  VeUsco  ea  Us  estrellas? 
( 

a  esposo  de  la  sefiora  tan  estrepi 
i  UD  D.  Luis  Ladr6n  de  Guevara;  pi 
:,  jugando  galantemente  del  vocabl< 

iDichoso  quieo  hurt6  tan  linda  joya 
Sia  el  peligro  de  perderse  Troyal 
Pero  di6sela  el  cielo,  aunque  recelo 
Que  puede  la  virtud  robar  el  cielo. 

TO  de  D.'  Jer6nima  s6lo  ha  quedadc 
primer  ingenio  ecuatoriano  que 
le  el  cuerpo  fntegro  de  sus  poesla: 
te  tales  son  ellas  que  no  hubiese  im 
drdida)  es  el  maestro  Jacinto  de  E' 
paquil,  que  en  1675  pubHc6  en  Ma( 
de  vart'as  flores  poiticas  recogidas 
rimeros  ahriles  de  sus  anos  (l).  La 
ici6n,  ominosa  para  la  poesla  Hrica , 
lo  que  el  libro  puede  ser,  y  es  en 
ento  de  hinchaz6n  y  pedanteria,  Nc 
contiene  es  de  la  propia  cosecha  de 
sus  flores  po6ticas  van  mezcladasalf 
lozanas  y  olorosas  del  bogotano  I 
{o,  y  otras  en  mayor  niimero  del  ]■ 
kutonio  Bastidas,  que  habla  sido  r 
s  y  Ret6rica  del  poeta  de  Guayaqu: 
dores  del  Ramilhte  eran  gongori 

Madrid:  en  la  impreiita  de  Nicolas  de  Xamares , 
!  1673.  4.°,  9  hs.  prls.  y  406  folios. 


LXXXIX 

los  tres  versificadores  numerosos  y  entonados:  prenda 
comun  en  la  escuela  a  que  pertenecfan.  Apenas  hay  en 
el  tomo  composici6n  que  no  sea  un  puro  disparate;  pero 
son  disparates  sonoros.  De  los  tres  poetas,  quizd  Evia, 
que  es  el  que  da  nombre  al  Ramillete^  sea  el  de  meno- 
res  vuelos.  Nada  hay  en  el  farrago  de  sus  coraposiciones 
funebres  (asf  con  toda  propiedad  denominadas),  heroi" 
caSj  sagradasy  panegiricas^  amorosas  y  burlescas^  que 
compita  con  algunos  rasgos  de  los  romances  de  Domln- 
guez  Camargo,  ni  con  la  gala  y  bizarrla  que  en  medio  de 
sus  extravagancias  tiene  la  parafrasis  que  el  P.  Bastida 
hizo  del  idilio  de  la  Rosa , 

Ver  erat  et  blando  mordentia  frigora  sensu, 

atribufdo  por  algunos  gramdticos  a  Virgilio  6  inserto 
entre  sus  poemas  menores,  pero  que  parece  ser  de  Au- 
sonio.  Es,  sin  disputa,  la  mejor  poesia  del  Ramillete. 
V6ase  alguna  muestra: 

«De  los  tiempos  del  afio  era  el  verano», 
EI  de  Mantua  cant6  en  su  dulce  lira, 

Y  el  dia  alegre  en  rajos  en  que  gira, 
Esmalta  nu^es  con  que  sale  ufano. 

El  Austro  templa,  porque  su  aire  alien te, 

Y  asi  con  blando  diente 

Muerde  la  flor  que,  aun  tierna,  no  se  esquiya 
Si  aun  solicita  alientes  mas  lasciva; 
Cuando  abreviando  sombras  el  aurora 
Precede  bella  a  la  carroza  ardiente, 

Y  en  luces  de  esplendor,  en  luz  canora, 
Despierta  el  sol,  madrugale  a  su  oriente. 
«Entonces  (dice  en  dulce  melodia 
Aqueste  cisne)  el  campo  discurria, 

Y  cuando  en  sendas  de  este  sitio  ameno 
^     Buscaba  abrigo  en  esa  adult  a  llama 


Del  sol  que  salimandra  ja  se  inflama, 

En  la.  grama  pender  blaodo  rocio. 
Que  a  breve  globo  aprisionaba  el  frio, 

Y  en  su  lacio  verdor  me  parecia 
Ligrimas  que  llor6  la  noche  frla 

A]  nacer  el  lucero  lumiooso 

Vi  con  primor  y  aliilo  cuidadoso 

Del  esmero  Pestano 

t)el  mejor  hortelajio, 

Un  rosal  tan  de  gotas  salpicado, 

Que  sudor  se  ha  juzgado. 

Que  en  la  lucha  valiente 

Por  escala  de  sombras  subi6  ardiente. 

Uno  es  todo  el  rocio  de  la  roBa, 

Y  el  que  suda  la  aurora  luminosa 
En  su  estacidn  primera; 

Un  color  entre  ambas  persevera. 

Alii  una  rosa  infante 

Mece  en  su  cuna  el  c^firo  inconstante, 

Y  en  clauslro  de  esmcralda  dctenida 
Virgen  se  oculla  menos  pretendida ; 
Otra  al  prado  se  asoma  diligente 
Por  celosfas  de  su  verde  oriente; 
Mas  al  mirarla  trueca  vergonzosa 
En  carmin  el  candor  su  tez  hermosa, 

Siendo  cada  hoja  en  que  ella  se  dilata 
Gota  de  sangre  que  de  si  desata. 

Pero  jay!  que  toda  aquella  pompa  hermosa 
Del  verjel,  esta  antorcha  luminosa, 
Esta  hoguera  que  roja  al  prado  inflama, 
Siendo  cada  hoja  suya  ardiente  llama; 
Este  sol,  que  a  sus  rayos  fomentaba 
Cuanto  aseo  al  jardin  le  coronaba, 
Con  desmayo  fatal  se  descampone, 
Su  luz  se  apaga  al  inconstante  viento, 
Al  Occidente  el  esplendor  transpone, 

Y  la  llama  ci 


>■• 


XCI 

lOh ,  qu6  breve  esta  flor  tiene  la  vida, 
Pues  edad  fugitiva  la  arrebata 

De  su  beldad  pirata 

Caduca  y  lacia  cuanto  mas  florida , 
Siendo  la  cuna  en  que  la  mece  el  viento 
Su  fatal  pira  y  triste  monumento 

I  Oh  tiempo,  oh  dias,  oh  naturaleza  I 
Avara  en  cuanto  ostentas  mdsgrandeza 

Pero  ^qu6  importa,  oh  rosa,  que  tu  llama 
Tan  temprana  se  apague,  aun  cuando  ardiente, 

Si  permanece  fija  en  la  memoria 

De  tu  belleza  la  pasada  gloria? 

]Oh,  qu^  ejemplo  tan  vivo  al  desengaflo 

De  una  grande  belleza  I 

Lograd,  oh  Virgen  pura, 

Este  cortes  recuerdo  en  la  pureza; 

Coged  la  rosa,  pues,  de  la  hermosura , 

Cuando  a3ruda  la  edad,  la  edad  florida, 

Y  en  vistosas  guirnaldas  recogida, 

Si  intacto  su  verdor  guarddis  constante, 

Vuestra  cabeza  cefliran  triunfante. 

No  ajeis  su  lozania; 

Mirad  que  la  beldad  mis  grata  y  bella, 

Como  la  flor,  fenece  con  el  dia 


No  hay  duda  que  las  sombras  del  mal  gusto  empallan 
todoesto;  pero  tampoco  faltan  rasgos  que  recuerdan  el 
tone  de  las  silvas  de  Rioja,  y  el  que  de  tal  modo  escri- 
bla  y  versificaba,  merecla,  segurainente ,  haber  nacido 
en  edad  menos  infeliz  y  tener  discfpulos  mas  aprove- 
chados  que  el  maestro  Evia.  Lo  cierto  es  que  en  Gua- 
yaquil no  se  hicieron  mejores  versos  antes  de  Olmedo. 

A  falta  de  otro  mas  positivo  merito,  tiene  el  Rami^ 
llete  el  de  ser  uno  de  los  tipos  del  gongorismo  ameri- 
cano  y  un  curioso  documento  para  la  historia  de  las  cos- 
tnmbres  de  la  colonia,  por  estar  lleno  de  versos  de 


rcunstancias,  elogios  fOnebres,  sonetos,  inset 
motes  con  que  en  Quito  se  solemnizaron  la 
;  la  reina  D.'  Isabel  de  Borbbn ,  del  principe 
sar  Carlos  y  del  rey  Felipe  IV;  el  Mausole 
rico  de  la  venerable  fundadora  del  convento  ( 
lara,  D.'  Francisca  de  la  Cueva;  jerogllficos 
as  y  anagramas  t  virreyes  y  oidores;  romaa 
licitar  al  General  de  la  caballerla  de  Quito  ei 
stoso  alarde  general,  d  jacaras  para  profesi 
onjas;  loas  sagradas  y  humanas  ^  Nuestra  S< 
ayta,  d  Nuestra  Sefiora  de  Guapulo,  A  los  dia 
)bispo  de  Quito,  &  la  festividad  de  San  Ignacii 
)la,  i  grados  y  funciones  universitarias.  Co 
Ramillete  algunos  opiisculos  en  prosa:  una 
i  novela  con  el  titulo  de  El  sueflo  de  Celio; 
'aciones  de  certamen,  unas  en  latin  y  otras  e 
mo;  una  invectiva  apolog^tica  en  apoyo  dt 
ance  de  Domfnguez  Camargo:  curiosa  muesi 
le  eran  las  pol^micas  literarias  en  el  infeliz 
;  Turmequ6  por  los  afios  de  1652.  Si  todo  e 
ese  escrito  con  mis  Uaneza,  seria  interesante 
\o,  aunque  nada  valiese  po6ticamente;  perc 
isto  llega  a  tales  excesos,  que  la  lectura  se  t 
jsible.  iC6mo  hincar  el  diente  a  un  cartel 
i^tica  que  empieza  con  este  encabezamiento:  ■ 
ilectro,  canora  cftara  y  resonante  lyra:  d  cu; 
;ontacto  provoca  k  las  mejores  plumas  de  los  i 
ros  Apolos,  sonoros  Orfeos  y  numerosos  A 
:onvida  a  las  mds  dellcadas  voces  del  coro  de  h 
lermanas,  para  que  en  armoniosa  competenci 
lueve  coros,  soberanos  ruiseOores,  divinas  Fi 
le  la  gloria,  celebren,  festejen  y  aplaudan  co: 


»acentos  la  citara  del  encarnado  Verbo,  cuya  dulce 
»lodla  en  el  venturoso  teatro  de  Bel^n  gozosos  escu 
»ron  esos  celestes  globos:  festivos  los  arroyos,  las  fl 
»y  plantas,  si  antes  quebraron  grillos  de  cristal  al  eri: 
»Diciembre ,  agora  gustosos  aprisionan,  de  nuevo  i 
»bertad  al  encanto  dulce  de  sus  divinas  cuerdas.*  1 
este  rdtulo  para  un  opiisculo  de  ocho  hojas  mal  cc 
das.  iYqu^  diremos  de  este  otro  con  que  el  ^mul 
Domlnguez  Camargo  preludia  su  invectiva,  creye 
sin  duda,  lanzar  mortlfero  dardo  contra  el  pobre  p 
adversario  suyo:  « Lucifer  en  Romance  de  Romanc 
>Tinieblas,  Paje  de  Hacha  de  una  noche  culta,  y  se  I 
»pr6logo  luciente  6  proemio  rutilante,  6  babadero 
>ru5co,  6  delantal  luminoso,  este  primer  razonamii 
»al  lector.»  Y  lo  mis  gracioso  es  que  los  que  tal  escri 
hacen  alarde  d  cada  momento  de  su  amor  d  la  pure 
sencillez  del  estilo,  llegandod  decir  Jacinto  Evia  ei 
proemio  d  la  j'uventud  estudiosa,  que  «5us  poem; 
>asemejan  mucho  d  lo  crtstalino  de  las  fuentes,  pc 
»suma  claridad  que  hallards  en  todos  ellos;  porque 
»Io  que  soUa  repetir  mi  maestro,  que  queria  par 
>antes  humilde  en  el  estilo  y  concepto,  que  levani 
»por  obscuro.»  Si  estas  eran  las  aguas  cristalinas 
tenia  que  beber  la  j'uventud  estudiosa  de  Quito  y  ( 
yaquil,  ^qu^  tales  serian  las  lagunas  turbias  y  cenagc 
Los  chispazos  de  poesla  en  el  maestro  Evia  son  : 
simos;  apenas  puede  leerse  con  tolerancia  otra  cosa 
el  romance 

Sol  purpijreo  de  este  prado 

que  bemos  puesto  en  esta  coleccidn,  y  algi^n  rasgc 


s  fugitivo,  corao  este  final  de 
[deroniaDo: 

Mas  I  ajl  cuin  en  breves  plazos 
Llegue  mi  dicha  i  gozar, 
Pues  silo  vino  i  estribar 
Del  alma  taa  dulce  empetio, 
£n  breves  sombras  de  un  sueflo 
Que  se  acab6  al  dispettar. 

villancicos  tiene  cierto  sabor  p 
por  ejemplo,  en  el  de  la  buer 
niflo  Jesiis : 

Dame  una  limosnita, 

NiDo  bendito. 
Dame  las  buenas  pascuas 

En  que  has  nacido; 

Niflo  de  rosas, 
DalealagiCanilla 

Pago  de  glorias. 

Si  me  das  la  mano, 
Infante  divino. 
La  buen  a  Ventura 
Veras  que  te  digo. 
Miro  aqui  ]a  ray  a 
Que  muestra  que  aun  niilo 
Verteras  tu  sangre, 
Ballo  i  mis  delitos. 
Saris  de  tres  rejes 
Rty  reconocido, 
Y  i  este  mismo  tiempo 
De  un  rey  perscguido. 
En  tu  propia  patria. 
Con  ser  el  rey  mismo, 
Viviras  humilde, 
Viviras  mendigo 

:  que  descansa  el  inimo  cuand 
el  Ramillete  Pbiiico  (y  de  fijo  i 
jotrospoetasculteranos  de  quit 


xcv 

mos  mas  que  el  nombre,  puesto  que  de  alguno  de  ellos 
se  dice  por  gran  elogio  que  «escribia  en  lenguaje  his- 
pano-latino»)  se  pasa  al  pequeflo  grupo  de  los  jesultas 
poetas,  no  muy  inspirados,  pero  si  muy  sensatos,  que 
salieron  de  los  colegios  de  Quito  y  Guayaquil,  en  el  siglo 
xvni,  y  que  victimas  de  la  catastrofe  de  su  orden,  hon- 
raron  el  nombre  de  su  patria  en  los  centros  de  la  cultura 
italiana.  No  hay  entre  ellos  ninguno  comparable  &  los 
Alegre,  Abad,  Landivar,  Clavijero  y  Molina,  que  pro- 
cedfan  de  otras  partes  de  America  donde  la  cultura  ha- 
bia  echado  mas  ralces;  pero  como  historiador  y  aun 
como  naturalista  tiene  m6rito  indisputable  el  P.  Velasco, 
y  los  poetas,  aunque  por  lo  general  de  escaso  uumen, 
prueban  que  habia  Uegado  bastante  pronto  d  las  regio- 
nes  ecuatorianas  el  cambio  de  gusto.  S6lo  el  P.  Juan 
Bautista  Aguirre,  guayaquilefio,  conserva  resabios  del 
conceptismo,  6  mis  bien  del  equivoquismo  de  Gerardo 
Lobo  y  de  Benegasi,  y  a  juzgar  por  la  linica  poesia  suya 
que  hemos  visto  (las  dScimas  que  compuso  burlandose 
de  Quito  y  elogiando  d  Guayaquil),  mds  bien  debe  ser 
puesto  entre  los  copleros  que  entre  los  poetas  formales, 
aunque  no  se  le  puede  negar  cierta  gracia  descriptiva, 
y  6sta  no  solamente  en  lo  burlesco: 

Guayaquil,  ciudad  hermosa, 
De  la  America  guirnalda, 
De  tierra  bella  esmeralda, 
De  la  mar  peria  preciosa, 
Cuja  costa  poderosa 
Abriga  tesoro  tanto, 
Que  con  suavlsimo  encanto, 
Entre  ndcares  divisa 
Congelado  en  bella  risa, 
Lo  que  el  alba  vierte  en  llanto. 


XCVI 

TribiJtanIa  con  desvelo. 
Entre  singula  res  modos, 
Lb  tieira  sas  frutaa  todos, 
Sub  influencias  el  cielo: 
Hasta  el  mar,  que  con  anhelo 
Soberbiamente  levanta 
Su  cristalina  garginta 
Para  tragarse  esta  perla, 
Deponiendo  su  ira  al  veria 
Le  besa  humilde  ta  planta. 

Los  elementos  dc  intento 
Le  miraa  con  Cal  agrado, 
Que  parece  se  ha  formado 
De  todos  un  elemenior 
Ni  en  rifagas  brama  elviento, 
Ni  el  fuego  enciende  calores, 
Ni  en  agua  y  tierra  hay  rigores; 

Y  asi  llega  A  dominar 

En  tierra,  aire,  fuego  y  roar, 
Peces,  avea,  frutos,  flores. 

Los  rayos  que  al  sol  repasan 
AlU  sus  ardorea  frustran, 
Pues  son  luces  que  la  ilustran 

Y  no  incendios  que  la  abrasan. 

Templados  de  esta  man  era 
Calor  y  fresco  entre  si, 
Hacen  que  floreica  aill 
Una  eterna  primavera; 
Por  lo  cual,  si  la  alta  esfera 
Fuera  capaz  de  desrelos, 
Tuviera,  sin  duda,  celos 
De  ver  que  en  blasdn  fecundo 
Abriga  en  su  seno  el  mundo 
Este  tro£o  de  los  cielos. 


lyores  alientos  tuvo  el  P.  Jos6  Or 
lamba,  autor  de  un  poema  6pico  ei 
ctavas  reales  sobre  La  Conguista 
,  que  por  primera  vez  di6  &  luz  el 
t  ya  citado  sobre  la  poesla  ecuato: 


erables 
:irse  qi 
por  su 
itrafalai 
>,  que  : 
el  palac 
le  corti. 
Menoi 

dispara 
6picos 
a  a  vec< 
jconoci 
)sde  H 

dima  dej 
:aciada  pi 
o  mis  se 

a  extranjc 

con  ella 

nignaesti 

,  que  d< 
£.a  Co 
)  in^dit 
su  librc 
semeja 
s  expli 
I,  que  li 
De  todi 
,va  no  ( 
IS  p^sir 


Ill 

mano, 
:fa  en 
r/amu 
■  que  a 
iran  mi 
filial  a  I 
>sas: 


ue  quedai 

da, 

idida 

Tacidn 
lavida. 

de  tod 
gusto 
Fraduji 
ro  con 
ulcro  a 
Ha  de  J 
prisioi 
quiera 
de  ent 
en  las  i 
eneral 
escuid' 
•ece  ha 
as  y  d 
ilidad,  1 


de  Riobamba,  el  P.  Ambrosio  Larrea, 
etos  no  despreciables  en  castellano  y 
res  6stos  que  aqiifiUos  (l).  Su  herraano 
rrea  versified  i^nicamente  en  italiano. 
ill6n  dej6   algunos  versos  latinos  de 

mos  apurado  la  Usta  de  esta  brillante 
.  Juan  de  Velasco  hay  que  perdonarle 
iados  e  insulsos,  6  mds  bien  olvidarlos 
en  consideraci6n  a  su  veridica  y  noti- 
?/  reino  de  Quito ,  que  es  su  verdadero 
miento  de  la  posteridad.  Basta  citar  al 
iS  del  P.  Juan  UUauri ,  del  P.  Jos6  Ga- 
dUs  Crespo  y  el  P.  Juan  Arteta ,  versi- 
y  finalmente  del  P-  Mariano  Andrade, 
nee  bastante  sentido,  despidi^ndose  de 

a  ciudad  donde  el  cielo 
'>  tod  OS  sus  all  A  OS, 
>si  plantase  alii 

le  transcribirse,  sin  embargo,  un  soneto  castellano 


al  sol  la  nube  afea  si  le  eocubre , 
I  alba  el  llorar  quita  i  las  florei 
;rmoso8,  vivfaimos  co  tores, 

mis  agradibles  loa  descubre  ; 

lluviae,  mis  frecuentea  en  Octubre, 
Dtan  en  el  prado  las  verdores; 
tias  el  iaimiii  crece  en  candotes 
osa  de  purpura se  cubre; 
,  oh  Virgen  belUsima,  tu  llanto, 

el  Lieino  locio  de  U  aurora, 
tra  solo  el  dolor,  muestra  el  quebranto; 
o  asf  como  el  alba  cuando  Uora 

los  ojos  peregrino  en  canto, 


CI 

abe,  pues,  pairia  mia, 
amantes  suspiros. 
(ui^D  te  CDviara  hasta  el  alma 
OS  luspiros  que  envfol 
:lbelos,  y  si  acaso 
leflo  no  bas  conocido, 
endo  turbado  tu  aire 
ceris  que  son  mlos. 

cs  mi  dolor  comoaquellOj 
le  manda  el  albedrio, 
tan  fonoso,  que 
;l  llanto  sin  arbitrio. 
s  jqu^  mucho  que  asi  sea, 

la  causa  por  que  gimo 
I  lo  inveacible  llora 
ristes,  mudos  gemidos? 

I  aquel  eco  preciso  ' 
■epite  el  tronco  6  bronce 
gun  duro  goipe  herido. 


persos  una  simpatica  mezcla  de  mge- 
D  que  DOS  hace  lamentar  la  p^rdida  de 
iiciones  que  sin  duda  escribirla  el  pa- 


debe  la  conservacion  de  todas  las  poeslas  de  jesuJtas 
el  texto  J  de  otras  muchas  de  menos  importancia 
recogidas  por  ^1  en  una  misceldnea  en  seis  volume- 
ose  El  Ociosa  de  Ftunza. 

en  1819,  ±  la  avanTadlsima  edad  de  noventa  y  doi 
fiados  i.  un  sobrino  suyo,  fueroa  trasladados  al  Ecua- 
;to  Larrea,  en  1825.  Despu^s  de  varias  vicisitudes, 
)n  deposilados  en  la  Biblioteca  Nacional  de  Quito, 
e  Gaicia  Moreno.  Pero  parece  que  en  estos  i!iltimos 
las  tres  liltimos  volilmenea.  Afortunadamente,  las 
les  hablan  sido  dadas  i  luz  por  el  Sr.  Mera  en  1868. 
ntenidos  en  el  ins.  de  Faenza  son  de  jesuitas;  hay 
tas  seglares,  entre  los  cuales  se  cilan  un  romance  de 


Honda  brecha  abri6  la  expulsidn  de  los  j 
cultura  literaria  del  Ecuador,  que  apenas  te 
fesores  de  humanidades  que  aquellos  Padr 
como  en  Nueva  Granada,  la  influencia  de  1; 
DCS  de  astr6nomos,  geodestas  y  naturalisi 
vino  ilevaotar  el  nivel  de  la  cultura  cie 
segunda  mitad  del  siglo  xviii,  despertani 
tiempo  cierta  fermentaci6n  del  espfritu  cri 
podia  menos  de  ser  precursora  de  otro  g6n' 
dades.  De  1735  a  1744,  con  objeto  de  d' 
verdadera  magnitud  y  figura  de  la  tierra, 
dida  de  algunos  grades  del  meridiano  tei 
taron  las  regiones  equinocciales  los  sabi 
Godin,  Bouguer,  La  Condamine  y  Jussieu 
Holes  D.  Jorge  Juan  y  D.  Antonio  de  Ull< 
signaron  sus  Observaciones  astronomtcas 
un  libro  memorable.  Quito  di6  cinco  dibujt 
pedici6n  de  Muds,  y  una  especie  de  Mecer 
en  la  persona  de  D.  Juan  Pio  Montiifar, 
SelvaAlegre,  que  habfa  de  ser,  andando  el 
de  los  principales  miembros  de  la  Junta  re 
de  1809  y  una  de  las  primeras  victimas  de 
lias  de  los  realistas.  En  i8or  Humboldt  y  I 
gaban  d  Quito,  ampliamente  favorecidos  poi 
de  Carlos  IV,  para  sus  grandes  estudios  sol 
del  globo  y  la  Geografia  de  las  plantas.  P 
el  inmortal  neogranadino  Caldas,  a  quien  J 

un&  Musa  Quitense  A  las  Sitle  Palairas  del  Rtdentor  en  la 
ci6n  burlesM  A  una  dama  de  travieso  gento,  par  u»  ingenio 
Vid.  en  los  Annies  de  la  Univcrsidad  Central  del  Ecuador  ( 
un  artlculo  del  Dr.  D.  Manuel  M.  P6Iit,  sobre  Poetas  Ec 
glo  .tvui. 


UD  moQumento  expiatorio,  emprendfa  un  viajebotSnico 
al  Ecuador,  con  ei  principal  objeto  de  estudiar  en  su 
terrene  native  las  quinas  de  la  provincia  de  Loja.  «Se- 
bre  este  importante  asunto  (dice  e!  docto  bi6grafe  de 
Mutis)  (i)  escribi6  Caldas  una  Memoria  llena  de  opor- 
tunas  ebservacienes,  y  traz6  un  piano  geogrdfico  para 
manifestar  el  estado  de  los  montes  donde  crecen  aquellos 
preciosos  arbustos:  comisionado  per  el  presidente  Ca- 
rondelet,  recorri6  las  mentafias  de  Malbucho,  y  delined 
y  traz6  el  camino  que  pretendia  abrir  desde  la  ciudad 
de  Ibarra  hasta  el  Paclfico  aquel  virtuoso  magistrado. 
Rico  en  ciencia  y  abundanteinente  provisto  de  un  co- 
pioso  herbario  de  plantas  ecuatoriales,  de  pianos  gee- 
gr4ficos  y  de  preciosas  observaciones,  regres6  d  Bogota, 
donde,  a  la  muerte  de  Mutis,  se  le  confid  el  cargo  de 
director  de  la  Expedicidn  Botdnica.* 

No  necesitaba  mayores  estfmules  el  ingenio  vivo  y 
agudo  de  los  quitetios  para  dar  brillante  muestra  de  si,  a 
pesar  del  embarazo  de  la  falta  de  imprenta.  En  1779 
empez6  A  correr  de  mano  en  mano  en  la  ciudad  de 
Quito  y  luego  en  otras  de  America,  no  sin  que  algunas 
copias  Uegaran  4  Espafia,  un  libro  que  agitd  poderosa- 
mente  la  opinidn,  con  el  tltulo  de  Nuevo  Luciano  6  des- 
Pertador  de  ingenios.  Su  autor  segufa  resueltamente  las 
huellas  de  Feijio  y  del  famose  arcediano  de  Evora 
Luis  Antonio  de  Vernei,  comunmente  llamado  el  Bar- 
badinko,  atacando  de  frente  y  sin  contemplaciones  ni 
miramiento  alguno  el  vicioso  m^todo  de  estudios  que 


(i)  Don  Federico  Gonzllez  Suirei,  Memoria  HiUorica  sebre  Mutis  y  la 
uptdicUn  iatanica  de  Bogoli  en  el siglo pasado  {\-!%i-i%(ii) Quito,  1888, pi- 


ito 
ba 


ibi 


rap 
L 


qu 

Qu 

af 
de 


I  t; 
die 


OS,  na( 
;  venid 
de  lo 
dur6 
nd6  ei 
a  culti 
an  raz 
lurid  e 
edaroi 
ds  imp 
molde 

I  en  ni 
lerson; 
latural 
lei  bue 

Miguf 
IS  corr 
)  sobre 
n  gust( 
:a,  sob 
;icos,  i 
1  Orat 
na  lite 
atori  Si 
"ugenit. 
'ciro  m 

mala 
s  jesuil 
to  del 
as,  aiii 

prefei 


1 


)tro  poeta  latino,  y  que  no  tenian  en  sus  bibliotecas  uir 
LonRino  ni  un  Quintiliano.  De  aqui  deduce  que  ignora- 
)an  totalmente  el  alma  de  la  Oratoria  y  de  la  Poesfa, 
:que  consiste  en  la  naturalidad,  inoderacidtn  y  hermosura 
le  imigenes  vivas  y  afectos  bien  expresados*,  y  que, 
)or  el  contrario,  prefeiian  siempre  lo  brillante  a  lo  s6- 
ido,  lo  metafisico  a  lo  propio,  lo  faiperb61ico  i  lo  natu- 
al,  siendo  sus  autores  favoritos  en  el  Parnaso  espafiol, 
/'illamediana  y  Bances  Candamo,  el  portugues  Antonio 
le  Fonseca  Soares  (Fr.  Antonio  das  Chagas)  y  un  cierto 
).  Luis  Verdejo,  autor  de  un  poemagongorino  sobre  el 
mcrtficio  de  Ifigenia.  Lo  que  asombra  verdaderamente 

indica  cuan  d^bil  era  el  sentido  del  arte  en  este  refoi^ 
lador  tan  audaz,  es  que  d  rengl6n  seguido  de  tales  cen- 
uras,  conceda  la  palma  entre  todos  los  poemas  espafio- 
5S  a  la  Farsalia  de  J^uregui  (que  ademds  de  ser  una 
raducci6n,  aunque  parafrastica  y  valiente,  es  en  el  estilo 
an  obscura,  inex'ricable  y  culterana  como  el  inismo 
^oli/emo),  y  6  la  Lima  fundada  del  Dr.  Peralta  Bar- 
uevo,  que  fu6  sin  duda  un  monstruo  de  erudici6n,  pero 
ombre  de  muy  escasas  dotes  po6ticas,  y  ademis  con- 
eptista  furibundo,  grande  amigo  de  sentencias  siin^tri- 
as  y  de  rebuscadas  antltesis. 

El  NuevQ  Luciano,  cualquiera  que  seasu  valor  intrin- 
eco,  es  (despues  del  Apologetico  de  Espinosa  Medrano) 
\  mSs  antigua  obra  de  critica  compuesta  en  la  America 
spaflola.  En  tal  concepto,  y  a  titulo  de  cunosidad  his- 
irica,  era  imposible  omitirla  (i). 

(i)  Debo  a  mi  amigo  el  eminente  huraanista  D.  Miguel  A.Caro  copia  de 
parte  del  Nutvo  Luciano  ref^rente  d  la  Retorica  y  la  Pocsla.  El  mismo  se- 

or  Caro  me  comunica  las  siguientes  noticias  acerca  de  una  impugnacion 

lie  se  escrtbi6  en  Lima: 


linico  ni  el  principal  hombre  de 
xviri  produjo  en  el  Ecuador,  El 
ya  citado,  hace  patri6tica,  aunque 
raci6n  de  algunos  otros,  y  especial- 
aldonado,  «una  de  esas  almas  raras 

jtorias para  la  impugnacUn  del  t-Nuaia  Luciano 
Blancariio,  y  las  dtdUa  al  Iltno.  Sr.  Dr.  D.  Bias 
iisfia  de  Quito,  del  Conseja  de  S.  M. — En  Lima, 

is  bien  que  Memorias,  debia  haberse  inlttulado 
r  dividida  en  relate  capitulos  cortos.  £1  autoi 
9  claro  y  sagaz  Calcnto,  pero  imbuido  en  el  es- 
plaba  en  Francia ,  atac6  en  conjunCo  J  por  su 
educacion,  y  en  especial  las  metodos  jesuiticos* 
que  estaban  poseidos  los  que  se  consideraban 
autor  del  Nuevo  LuciaJio.  En  esta  impugnacidn, 
a,  hallamos  algunos,  aunque  pocos,  datos  cu- 
autor  impugnados.  El  Nuevo  Luciano  circuW 
junda  publicaci6n  (no  impresiiSn)  de  aquella 
ires  fingidos  de  »Dr.  D.  Javier  de  C(a,  Ards- 
)iendo — afiade  su  impugnador^*en  la  Repii- 
to  politico  de  Quito  ningiin  hombre  honrado 
I.  El  Nuevo  Luciano  andaba  en  manos  de  todos. 
n — dice  Blancardo — que  se  habia  remttido  a 
Hera  impreso?  ;Y  acaso  no  hay  quien  diga  que 
;  la  prensa,  y  que  se  le  ha  risto  en  los  estudios 

mado  la  noticia  de  tal  publicacidn  que  el  an6- 

ada.  Consti,  si,  por  una  carta  de  Espejo,que 

m  obra  A  Madrid  para  que  se  imprimiese  bajo 

impomanes. 

nacidn  anuncia  Blancardo  una  segunda  parte, 

k  escribirse.  El  Dr.  Espejo  respondi6  i  la  pri- 

ia  blancardina,  6  conlestaciin  d  las  Memorias  de 

J  el  Ensayo  de  D.  Pablo  Herrera  sobre  la  histo- 
ipaginas  8i-8fi,  y  115-146. 
1888,  se  ban  publicado,  como  follelin  de  El 
tses  del  Dr.  Espejo  y  las  Primteias  de  la  eutlura 
ste  periddico,  un  Dr.  Antonio  Marcos  anuncia 


n^rito  de  estos  homlw 
ede  afladirse  el  del  g 
Avila,  fundador  y  orgj 
i  N  atural  de  Madrid,  a 

colecciones  adquirida 
;  el  grande  agitador  t 
im^rica  fu6  el  Dr.  E: 
;  en  lo  bueno  y  en  lo 
tada  generacibn,  que 
&  D.  Jos6  Mejla,  coir 
.  Jos6  Joaquin  de  Olr 
faquil.  Desde  sus  prii 
todos  los  diputados  a 
uencia,  y  si  su  prem 
tantas  esperanzas,  seri 
le  las  glorias  de  nuesti 
ie  nuestros  diputados : 

ingenio  y  rica  cultur 
rategia  parlamentaria 
en  medio  de  aquel  con 

recuerdo  de  su  pasi 
a  que  su  iirma  al  pie 

aquel  viaje  no  fn6  i: 
le  su  gusto  ni  para  la 
es  de  hablar  de  ^1  y  < 
reve  par^ntesis  para  i 
ndependencia  de  i8o 
teninsulares  y  criollos 
en  lo  restante  de  Am 
Igo,  dando  ocasi6nd  u 
IS  de  circunstancias,  c 


aales  ha  formado  interesante  coleccibn  el  Sr.  Mera 
or  apeodice  4  la  de  Cantares  del  pueblo  Ecuatoriano. 
^stos  versos,  como  casi  todos  los  de  su  clase,  suelenser 
riviales,  pedestres  y  chabacanos,  asl  en  la  forma  como 
n  el  concepto;  pero  siempre  lienen  curiosidad  hist6- 
ica  como  expresidn  fiel  de  las  opuestas  pasiones  que 
orainaron  en  ^pocas  ya  remotas.  Abundan  bastante  las 
icimas  y  ovillejos  de  los  realistas,  y  no  es  de  suponer 
ue  todos  fuesen  compuestos  por  espaOoles.  La  opini6n 
ubo  de  estar  al  principio  rauy  dividida,  y  sin  la  hirrida 
latanza  del  2  de  Agosto  de  1810,  quiza  no  hubiesen 
egado  tan  pronto  las  cosas  al  punto  k  que  llegaron.  Las 
oesias  mas  notables,  entre  las  coleccionadas  por  el  se- 
or  Mera,  son  gritos  de  indignaciin  despu^s  de  aquella 
atastrofe.  Una  de  estas  composiciones,  con  titulo  de 
Zanto  lUgubre,  estl  interpolada  con  textos  de  la  Sa- 
rada  Escritura,  y  no  parece  obra  de  poeta  iliterato- 
["ampoco  serian  tales  los  que  en  otras  composiciones 
mplean  endecasflabos,  y  aun  estrofas  saficas.  S6I0  en 
u  condici6n  de  an6nimos  pueden  pasar  por  versifica- 
ores  populares.  Por  sus  iraprovlsaciones  alcanzaron 
ima  cuatro  hermanos  de  Riobamba,  D.  Juan,  D.  Be- 
igno,  D.  Fortunato  y  D.  Lucas  Larrea;y  algunas  de  las 
^cimas  y  letrillas  satiricas  que  se  les  atribuyen,  no  ca- 
2cen  de  gracia  y  expresan  el  desencanto  que  se  apo- 
er6  del  animo  de  muchos  patriotas  en  vista  de  las  ca- 
iniidades  que  siguieron  a  la  Independencia. 
Y  con  esto  llegamos  d  la  presencia  del  cantor  de  Jo- 
in, de  quien  no  parece  facil  decir  nada  nuevo,  despu^s 
e  los  excelentesy  maduros  fallos  que  sobre  sus  versos 
an  formulado  tantos  y  tan  excelentes  crfticos,  entre 
js  cuales  merecen  la  palma  D.  Miguel  Antonio  Caro  y 


CXI 


D.  Manuel  Cafiete.  Olmedo  es,  sin  contradicci6n ,  uno 
de  los  tres  6  cuatro  grandes  poetas  del  mundo  araeri- 
cano:  no  falta  quien  le  d6  la  primacla  sobre  todos,  y, 
dentro  de  cierto  g6nero  y  estilo,  no  hay  duda  que  la 
merece.Uello  es  mas  perfecto  y  puro,  mds  acrisolado 
de  diccidn,  mayor  humanista  y  de  arte  mds  exquisito: 
Heredia  mas  apasionado  y  tambi6n  mds  espontaneo, 
pero  Ueno  de  tropiezos  y  desigualdades  cuando  no  acierta 
soberanamente.  Si  al  cantor  de  la  Zona  Tdrrida  fu6  con- 
cedida  la  ciencia  profunda  de  la  diccion  y  al  poeta  del 
Niagara  la  contemplaci6n  melanc6lica  y  apasionada,  Ol- 
medo tuvo,  en  mayor  grado  que  ninguno  de  ellos,  la 
grandilocuencia  lirica,  el  verbo  pindarico,  la  continua 
efervescencia  del  estro  varonil  y  numeroso,  el  arte  de 
las  imigenes  espl6ndidas  y  de  los  metros  resonantes, 
que  a  la  par  hinchen  el  oldo  y  pueblan  de  visiones  lu- 
minosas  la  fantasIajEl  os  magna  sonaturum  de  Hora- 
cio  parece  inventado  para  poetas  como  Quintana  y  Ol- 
medo. 

Con  decir  que  Olmedo  es  el  Quintana  americano,  todo 
espaflol,  aun  sin  haber  leido  los  versos  del  vate  del  Gua- 
yas,  puede  formarse  cabal  idea  de  sus  perfecciones  y 
tambi^n  de  sus  defectos.  El  enfasis  oratorio,  transpor- 
tado  a  los  dominios  de  la  poesfa  Ifrica,  puede  dejarnos 
frios  hoy  d  los  que  no  participamos,  sino  tibiamente,  de 
aquella  explosidn  de  afectos  que  fu6  en  su  tiempo  ener- 
gica  y  sincera;  pero  ic6mo  negar  que  en  aquella  forma 
grande  y  majestuosa  se  alberga  un  numen  poetico, 
digno  habitador  de  tan  solemne  templo?  Si  no  se  leen 
los  versos  con  los  ojos  de  la  historia,  icuan  pocos  versos 
habrd  que  sobrevivan!  Y  no  porque  les  falte  belleza, 
sino  porque  son  rarfsimas  en  arte  aquellas  bellezas  evi* 


I 


no  requii 
presencia 
el  arte  Ilr 
en  algo  y 
;n  algo  y 
de  tiempo 
s  de  escu 
is  6  menc 
1  el  desint 
la  mis  efi< 
[usto  excli 
en  las  fori 
la  educaci 
ias  de  po 
o  general 
ilo  y  dand 
10  obstant 
aci6n  deli1 
'eco-latina 
nente  mot 
:orto  revc 
3te  g^nero 
ntida,  teni 
Clones,  ha 
ci6n  viva,  ■ 
esto  que  1 
testimonio 
lict6  la  od: 
to  d  ^unh 
ntos  viera ■ 
rantes,  la 
)  hay  siglc 


'] 


de  poesf a,  y  el  mismo  siglo  x viii ,  tan  prosaico  en  apa- 
riencia,  tuvo,  ya  pr6ximo  a  expirar  en  medio  de  la  tor- 
menta  revolucionaria,  una  explosi6n  magnlfica  de  can* 
tores  de  su  ideal  filantrdpico,  en  Alemania,  en  Inglate* 
rra,  en  Italia,  en  Espafia.  Limit^ndonos  a  nuestra  len- 
gua,  Mel^ndez,  aunque  timidamente,  y  Cienfuegos,  si 
bien  de  un  modo  incorrecto  y  nebuloso,  abrieron  el  ca- 
mino  a  la  potente  musa  de  Quintana  y  4  la  mas  severa 
y  disciplinada,  si  menos  genial  y  fecunda,  de  D.  Juan 
Nicasio  Gallego.  Equidistante  de  uno  y  otro,  como  ter- 
cer  luminar  de  la  escuela,  hay  que  poner  d  Olmedo,  aun 
mis  avaro  que  Gallego  en  la  producci6n,  nimio  4  veces 
como  6\  en  la  cultura  de  los  detalles  si  bien  no  Uega  a 
su  perfecci6n  sostenida,  6mulo  suyo  en  la  variedad  de 
tones  y  en  el  concierto  de  luces  y  sombras,  ya  impe- 
tuoso  y  arrebatado,  ya  apacible  y  ameno,pero  sobre 
todo  Ueno  de  fdrvida  animaci6n  en  el  conjunto. 

Recibi6  Olmedo  en  las  aulas  de  San  Marcos  de  Lima 
educaci6n  enteramente  clasica,  que  robusteci6  luego 
con  el  estudio  privado,  y  seguramente  con  el  trato  de 
los  principales  poetas  espafiole^  durante  su  residencia 
en  Cidiz.  Estaba  penetrado,  empapado,  digamoslo  asf, 
de  la  poesia  antigua,  y  sin  querer  se  le  venlan  a  la  mente 
y  i  la  pluma  recuerdos  d6  sus  lecturas  favoritas.  No  los 
buscaba  trabajosamente,  sino  que  por  si  mismos  Uega- 
ban  d  incrustarse  en  sus  cantos^  y  por  eso  todo  lo  que 
traduce  6  imita  conserva  en  61  tanta  frescura  y  tanta  ju- 
ventud.  No  esun  centon,  no  es  un  mosaico  el  Canto  de 
yunfn,  aunque  este  lleno  de  reminiscencias  antiguas 
que  son  como  piedras  arrancadas  de  los  monumentos  de 
Grecia  y  Roma  para  labrar  con  ellas  el  monumento  de 
un  h^roe  moderno, 

tOHO  XIX.  h 


CXIV 


X  \ 


Plndaro  atnericano  se  ha  llamado  d  Olmedo,  como 
Pindar 0  espanol  a  Quintana;  pero  conviene  entenderse 
sobre  esto.  La  poesfa  pindarica,  en  sus  caracteres  for- 
males,  enlazada  con  una  indsica  que  casi  desconocemos, 
ligada  a  juegos  y  fiestas  cuyo  sentido  hemos  perdido, 
escrita  en  un  ritmo  que  a  duras  penas  percibimos,  Uena 
de  digresiones  mitol6gicas,  geneal6gicas  y  arqueologi- 
cas  muy  interesantes  para  el  triunfador  de  OHmpia  6 
de  Nemea  y  para  sus  parientes  y  conciudadanos,  pero 
que  son  para  nosotros  letra  muerta  sin  el  auxilio  del  co- 
mentario,  es  manjar  de  helenistas  muy  curtidos,  pero  no 
es  imitable  en  lenguas  modernas.  Desde  la  infeliz  tenta- 
tiva  de  Ronsard  y  ^xxpleyade  francesa  del  siglo  xvi,  hasta 
el  italiano  Filicaia  y  el  portugu6s  Antonio  Diniz^los 
fracasos  ban  sido  tantos  como  los  ensayos.  Lo  que  hay 
que  tomar  de  Plndaro  no  es  lo  material  y  exterior,  no 
son  las  divagaciones  ni  el  plan  aparentemente  desco- 
sido,  no  es  la  divisi6n  en  estrofas,  antistrofas  y  6podos 
(como  lo  hizo  alguna  vez  nuestro  inmortal  Quevedo,de 
quien  todavfa  persiste  en  la  Biblioteca  Nacional  el  ejem- 
plar  griego  que  le  servia  para  tal  estudio),  sino  el  alma 
llrica,  la  solemne  y  religiosa  elevaci6n  del  pensamiento 
que  transforma  la  victoria  de  un  dla,  el  caso  humano 
particular  y  transitorio,  el  certamen  del  piigil  6  del  con- 
ductor de  carros,  en  materia  ideal  de  altisima  contem- 
placion  sobre  el  destino  humano  (iniciaci6n  la  mas  su- 
blime que  los  misterios  eleusinos  podlan  transraitir  d 
sus  adeptos,  y  sin  duda  la  mas  pura  que  conoci6  lagen- 
tilidad);  la  cadena  de  oro  con  que  el  llrico  tebano  liga 
todas  las  cosas  humanas  y  divinas,  y,  finalmente,  la 
devoci6n  patri^tica  y  dom6stica  que  en  sus  metros  lo 
ennoblece  y  transfigura  todo.  La  forma  de  Pindaro  es 


cxv 

ya  inasequible,  su  estudio  pura  materia  de  recdndita 
erudici6n,  pero  el  esplritu  de  Pindaro ..  continfia  vo- 
lando  sobre  las  frentes  de  todos  los  grandes  liricos  dig- 
nos  de  este  nombre,  y  suelen  encontrarle  mds  los  que 
menos  le  buscan.  Fr.  Luis  de  Le6n,  que  en  su  hermosa 
traducci6n  de  la  Olitnpiaca  primera  fij6  para  siempre 
la  Anica  forma  de  adaptaci6n  castellana  en  que  Pindaro 
cabe,  se  guardd  mucbo  de  imitarle  en  sus  odas  origina- 
les;  y  Herrera,  que  no  acert6  i  ser  pindarico  la  linica 
vez  que  se  le  ocurrid  ensayar  la  imitaci6n  directa,  re- 
sult6  poeta  de  la  familia  de  Pindaro,  y  aun  6mulo  suyo, 
en  sus  dos  canciones  bfblicas,  en  que  la  inspiraci6n  y 
basta  las  palabras  no  bajan  del  Citherdn^  sino  del  Sinaf. 
Quintana  tambidn  (aunque  por  muy  distinto  rumbo 
como  amamantado  i,  los  pechos  de  la  Enciclopedia,  y 
no  a  los  de  la  Biblia),  fu^  pindarico  en  la  sustancia  ya 
que  no  en  el  modo,  gran  poeta  social^  int6rprete  de 
ideas  y  sentimientos  trascendentales  d  su  siglo  y  d  su 
pueblo.  Y  si  como  poeta  belico  tiene  mds  afinidad  con 
Tirteo,  cuya  lira  61  querfa  desenterrar  para  lanzar  por 
los  campos  castellanos  los  ecos  de  la  gloria  y  de  la  gue- 
rrUy  tampoco  aparta  nunca  de  su  memoria,  como  ideal 
de  altfsima  poesia  lirica, 

A  ti,  divino  Pfndaro,  que  elevas 
En  tu  atrevido  acento 
Con  tu  nombre  clarisimo  el  de  Tebas. 

Este  mismo  g6nero  de  pindarismo  hay  en  Olmedo, 
del  cual  no  sabemos  que  fuera  helenista,  pero  que  de  to- 
das  suertes  acert6  d  compendiar  en  una  magnlfica  estan- 
cia  los  caracteres  mds  brillantes,  si  no  los  mas  profun- 


dos,  de  la  musa  pindarica,  tal  como  61  la  ci 
aspiraba  A  emuiarla : 

Tal  en  los  siglos  de  virtud  j  gloria, 
Cuando  el  guerrero  s61o  j  el  poeta 
Eran  dignos  de  hoDor  f  de  metnoria, 
La  musa  audaz  de  Plndaro  divino, 
Cual  iotripido  alleta, 
En  iamortal  porlla 
Al  griego ealadio  concurrir  solla, 
T  en  estro  hirviendo  y  en  amor  de  fama, 

Y  del  metroy  del  numero  impaciente, 
Pulsa  su  lira  de  oro  sonorosa, 

Y  alto  asiento  concede  entre  los  dioses 
Al  que  fuera  en  la  lid  tnia  victorioso 
O  al  mas  sfortunado; 

Pero  luego,  envidiosa 
De  k  inmortalidad  que  les  ha  dado, 
Ciega  se  Unia  al  circo  polvoroso, 
Lag  alai  rapidlsimas  agila, 

Y  al  carro  vcncedor  se  prccipita, 
T  desatando  armboicos  raudales, 
Pide,  disputa,  gana, 

O  arrebata  la  pal  ma  d  sus  ri  vales. 

Pero  si  en  cuanto  al  vuelo  y  al  tono  general 
puede  calificarse  el  Canto  d  Bolivar  de  pinda 
sentido  en  que  apHcamos  esta  denominaciin 
de  Herrera  y  de  Quintana,  para  distinguirlas  < 
racianas  aclimatadas  en  nuestro  parnaso  poi 
he6n,  en  los  detalles  hay  mucho  mas  de  He 
Virgilio,  y  aun  de  otros  poetas  latinos,  que  de 
de  Homero  6  de  cualquier  otro  poeta  griego,  p 
que  el  poeta  invoque  el  numen  de  la  Iliada, 


e  trompa  que  otro  tiempo 
Cantaba  al  crudo  Matte  eatre  los  traces,' 
Bien  animando  las  tcrribles  haces, 
Bien  los  fieros  caballos  que  la  lumbre 
De  la  egida  de  Palas  espantaba. 


.  t 


rxvir 

;  Es  ciertd  que  no  puede  darse  cosa  mis  lejana  de  la 
perviosa  cohcis]6n  de  Horacio  y  de  sus  mis  felices  imi-* 
tadores,  que  el  plan  y  estilo  del  Canto  de  J^untn.  lA  qu6 
poeta  verdaderamente  horaciano  se  le  hubiera  ocurrido 
hacer  un  canto  lirico  de  tan  colosales  dimensiones?  Pero 
en  este  poema,  tan  distante  de  la  manera  Ifrica  de  Ho- 
racio si  se  le  mira  en  conjunto,  abundan  extraordinaria- 
mente  los  fragmentos  de  obras  del  poeta  latino,  comen-» 
zando  por  los  primeros-  versos  y  acabando  por  los 
ultimos. 

£1  trueno  horrendo  que  en  fragor  revienta, 
Y  sordo  retumbando  se  dilata 
Por  la  inflamada  esfera,  ' 
Al  Dios  anuncia  que  en  el  cielo  impera..... 

trae  en  seguida  i  la  memoria  el  Ccelo  Tonantem  ere- 
dtdimus  yovetn  regnare  (oda  5.',  lib.  in),  y,d  la.  ver- 
dad  resulta  un  trueno  demasiado  estrepitoso  para  Sim6n 
Bolivar,  que  con  toda  su  innegable  grandeza,  no  parece 
bastante  personaje  para  compartir  con  Jove  el  imperio 
del  mundo,  como  d  los  ojos  de  un  poeta  romano  (acos- 
tumbrado,  aderads,  como  gentil,  i  este  gdnero  de  apo- 
teosis),  podia  parecerlo  Augusto,  duefio  de  todo  el  orbe 
entonces  conocido.  Hay,  sin  duda,  exceso  de  hip6rbole 
y  de  ^nfasis,  como  le  hay,  aunque  mis  tolerable,  en  11a- 
mar  i  Bolivar,  copiando  (sin  duda  por  reminiscencia 
involuntaria)  un  verso  de  Quevedo, 

Arbitro  de  la  paz  7  de  la  guerra. 

El  bello  final  del  Canto : 

Mas  ^cual  audacia  te  elev6  A  los  cielos, 

Humilde  Musa  mia?  lOh!  No  reveles  — -  '   • 

A  los  seres  mortales 

En  d^il  canto  arcanos  celestiales 


na  &  cosa  conocida  i  quien  guarda 
da  3>  del  libro  iii  de  Horacio,  alU  h 

Non  hsc  jocoue  coaveniunt  lyne  : 
Quo,  Muu,  tendis?  Desine  pervicax 
Referre  aerinoDBi  Deorum,  et 
Magna  modis  teauare  parris. 

>e  la  misDia  manera,  en  el  centro  de 
parecen  el  Crescit  occulio  veiutarbor^ 
,  el  Serus  in  caelum  redeasi 

Tarde  a]  Olimpo  el  vuelo  arrebatarei..„ 

ella  matribus  detestata : 

.•~.  las  guerrassanguinosag 
Que  miraacon  horror  madres  y  esposa 

nicat  inter  omnes: 

T  i  todos  loi  guerreroi 
Como  el  tol  i.  lot  astro*  ot»curece._.. 

lioHy  Hion,  fatalis  incestusque  judex ; 

Un  iDsoloDteyvil  aveDturero 
Y  un  iracundoiacerdote  fueron 
De  un  poderoio  rey  lo>  asesinos..... 

>daT{a  podrla  ampliarse  el  nAmero  de 
tan  obvias,  y  en  su  mayor  parte  adve 
manos  Araunategui ,  por  Caro  y  poi 
pectivos  trabajos  sobre  Olmedo  (i). 


)  De  la  Iliada  tomd  Olmedo  aqu«lla  sublime  resp 


rw-9 -■   ■— 


V 


cxiz 


Tarabien  la  segunda  de  las  grandes  composiciones  ll- 
ricas  de  Ohnedo  (y  por  la  constante  perfecci6n  de  la 
forma  quiza  la  primera),  la  oda  A I  general  Flores^  ven^ 
cedor  en  Mifiarica^  empieza  con  versos  horacianos, 
como  si  fuera  habito  en  Olmedo  abrir  su  Horacio  y  ro- 
bar  como  en  religioso  sacrificio  un  rayo  de  aquella 
lumbre,  siempre  que  emprendia  algiin  trabajo  lirico. 
El  aguila  del  Qualem  ministrum  fulminis  alttem^  la 
que  habia  arrebatado  en  sus  alas,  subjim^ndole  mucho 
sobre  su  nivel  ordinario ,  al  dulce  Mel^ndez  para  que 
cantase  la  gloria  de  las  artes,  es  la  misma  que  se  levanta 
con  tan  majestuoso  vuelo  enlasdosprimerasmagnificas 
estrofas  del  Canto  de  Minarica : 


Cual  aguila  inexperta  que  impelida 
Del  regio  instinto  de  su  estirpe  clara, 
Emprende  el  precoz  vuelo, 
En  atrevido  ensayo, 

Y  elevandose  ufana,  envanecida, 
Sobre  las  nubes  que  atormenta  el  rayo. 
No  en  el  peligro  de  su  ardor  repara, 

Y  &  su  ambicioso  anhelo 
Estrecha  viene  la  mitad  del  cielo; 
Mas  de  improviso  deslumbrada,  ciega, 
Sin  saber  d6nde  va,  pierde  el  aliento, 

Y  d  la  merced  del  vie n to 

Ya  su  destino  y  su  salud  entrega, 
O,  por  su  solo  peso  descendiendo, 
Se  encuentra  por  acaso 
En  medio  de  la  selva  conocida, 

Y  alH,  la  luz  huyendo,  se  guarece , 

Y  de  fatiga  y  de  pavor  v^ncida, 
Renunciando  al  imperio,  desfallece 


nujor  aguero  es  pelear  por  su  tierra»^  para  convertirla  en  estos  dos  versos 
puestos  ea  boca  de  Bolivar : 

Pues  lidiar  con  valor  y  por  la  pttria 
£&  el  xnejor  presagio  de  victoria. 


:on  tal  amplitud  y  t^  se 
ijeno,  equivale  ciertami 

jminiscepcias  de  Virgili 
el  Canto  d  Bolivar,  ni 


igtiH  de  miraria, 
L,ingcDiuitquerep«rU, 

lo  en  el  Canto  dc  MiA 
pero  quizi  d  trav^s  de 
gicas  tarabi^n,  la  descri 
:dieron  d  la  batalla. 
;,  en  el  coro  de  las  Vfr 
Victoria  de  ^unin,  un  r 
i6n  de  Lucrecio,  pero 
ediata  en  una  oda  de  \i 
das  y  endebles  de  Quii 

1TANA. 

I  em  plea 
da; 

()  y  se  hermosea. 
I  auguato  velo 
oncierto  amigo, 


s  quenotarisinadrej 
lecturade  Horacio,  todavla  » 


lujetd  el  poitrero. 


CIXI, 

ixtiende  su  brilUnte  vuelo. 
loi  templos  el  incienso  humea, 
lusai  iti  diviDO  ^cento 
mto  ear  Ian, 
ito  el  mar  rodea, 
)  ilustra  el  sol  y  (jira  el  viento, 
su  bientos  pueblos  fiaa. 


OLMEDO. 

:]  jOh  claro  soil  No  desampares 
^jamils,  ni  estos  altares. 

0  ardor  todos  las  seres 
reproduce;  por  ti  Tivcn 
salud,  placer,  beldad  reciben, 

ioh  Solltutierra 
es  repara  de  la  guerra. 
lestros  campos  fmtos  abundosos, 
iegues  el  brilto  i  los  metales: 
i  los  puertos, 
los  destertos, 
as  victoria, 
nio  7  i  las  musas  gloria. 

1  es  indudablemente  superior  al  ori- 
a  del  todo  sus  huellas.  «De  la  escuela 
:on  raz6n  Caro)  aprendi6  Olmedo  el 
y  asociar  las  ideas,  la  selecta  elocu- 
iros  sinuosos  y  gallardo  movimiento 
mis?  Hasta  el  americanismo  de  01- 
ciones  contra  la  conquista,  la  filan- 

que  informa  todo  el  razonamiento 
prototipoen  XzoAz  A  la  fropagacidn 

el  ap6strofe  h  la  virgen  America  y 
sighs  infelices  de  amarga  expiacidn, 
aparece,  lo  mismo  en  las  proclamas 
la  JuDta  central  que  en  las  de  las 


1 


urrectas  de  America,  porque  QuintaDa,  a  des- 
su  fervoroso  patriotismo,  fii6  inspirador  y 
o  s6lo  literario,  sino  politico,  de  los  america- 
puede  decirse  que  coDtiniia  si6ndoIo. 
didad  hay  en  Olmedo  que  falta  de  todo  punto 
a;  el  sentimiento  y  amor  de  la  naturaleza. 
lo  la  sentia  ni  poco  ni  mucbo:  testigo  su  oda 
ue  no  es  sino  un  himno  soberbio  a  la  audacia 
e  que  le  surca,  6  su  tpistola  A  Cien/uegos,  en 
onvidar  a  su  amigo  a  gozar  de  los  encantos 
campestre  tiene  que  invocar  la  sombra  de 
acordarse  de  sus  idilios.  No  asi  Olmedo,  que 
do  i  su  cuadro  6pico  el  espl6ndido  paisaje  de 
americanas,  con  toques  muy  sobrios,  pero 
unos  y  muy  felices,  con  cierta  grandiosidad 
lue  los  bace  tan  imborrables  de  la  memoria 
Taciosas  miniaturas  de  Belle.  iQui^nolvidara 
indo  una  vez  ban  pasado  por  delante  de  la 
iscitados  por  el  arte  mSgico  del  poeta, 


Que  ven  las  tempestades  i  su  pbnta 
Brillar,  nigir,  romperse,  disiparse t 


quel  rapidlsimo  crepiisculo  vespertine  de  la 


El  Dios  ola 
Los  votos  de  su  pueblo,  y  de  su  freote 
El  cerco  de  diamaotes  tlesceQla; 
En  fugaz  rayo  el  horizonte  dora; 
£it  mayor  disco  nt^nos  luz  ofreee, 
Y  velo£  tras  los  Andes  se  obscurece? 


CXXIII 

£1  penultimo  verso  es  admirable  de  verdad  ffsica  y  de 
verdad  po6tica. 

De  esta  virtud  descriptiva  suya  se  sirvid  Olmedo  con 
macha  habilidad  y  mucho  arte  para  suavizar  el  rudo 
empuje  de  su  carro  marcial,  que  en  pieza  tan  larga  como 
el  Canto  de  yunin^  hubiera  resultado  fatigoso.  Aquella 
pl^cida  brisa 

de  las  risuefias  playas 
Que  manso  lame  el  caudaloso  Guayas 

yiene  de  vez  £n  cuando  d  atravesar  el  campo  de  batalla, 
oreando  el  vapor  de  la  sangre;  y  por  si  sola  era  una  no- 
vedad  en  la  escuela  &  que  Olmedo  pertenecfa.  Y  no  lo 
es  menos  <el  bosque  de  naranjos  y  opacos  tamarindos»y 
«el  trono  piramidal  y  alta  corona  de  la  pifla» ,  y  otros 
rasgos  de  grato  sabor  local  que  lucen  y  se  destacan  mds, 
por  lo  mismo  que  est&n  distribufdos  con  tan  sabia  par- 
simonia. 

Considerado  como  estilista  y  como  versificador,  Ol- 
medo tiene  de  todo,  y  dista  mucho  de  la  intachable  pu- 
reza  de  Bello.  Es  cierto  que  no  abusa  ni  de  los  arcais- 
mos  ni  de  los  neologismos,  y  habia  en  general  una  len- 
gua  abundante  y  sana,  pero  no  rehuye  los  epitetos 
gastados,  la  adjetivaci6n  parisita,  lo  que  pudidramos 
Uamar  la  ohrti  tnturta  del  estilo  portico.  Hay  mucho 
de  lira  sonorosa^  hondo  valle^  negro  averno^  inflamada 
esfera^  trueno  horrendo^  dguila  caudal^  cor  eel  impe- 
tuoso^  alazdn  fogoso^  mar  undoso^  y  demds  moneda  de 
cobre  con  que  saldaban  sus  cuentas  los  versificadores 
cl^sicos  del  siglo  xviii  y  sus  imitadores  del  presente. 
£n  este  punto  flaco  se  parece  tambidn  a  Quintana,  que 
rara  vez  brilla  por  el  genio  de  la  invenci6n  pintoresca, 


an,  por  ejemplo,  Bello  y 
ly  que  concedirsele  en  m 
aunque  no  le  tuviera  conti 
□que  esta  minuciosa  labor  i 
nera  vista  muy  compatible  ( 
itinuo,  que  es  el  alma  de  su 
citar,  y  que  es,  dmijuici 
(a  de  y^unin,  aunque  no  si 
□  la  larga  corriente  de  ui 
magnlfico  y  admirablemet 
icuatro  versos,  un  gran  niii 
la  vivacidad  y  por  el  atrei 

0  si  el  poeta  hubiera  querid 
le  de  sus  fuerzas,  aun  en  ac 
nos  inclinado.  Tildaban  los 
eztiela  y  Colombia  de  blar 
lilicia  peruana,  que,  sin  em 
:  si  en  Junin  t  las  6rdenes  d 
,  que  como  hijo  de  Guayaq 
jano,  toma  sobre  sf  la  vin( 
tes  delicados, 

Entre  stday  arcmas  arniliados, 

as  sflabas  parece  que  res; 
para  mostrar  c6mo  habiai 

Los  dulces  tazos  de  jazmin  y  rosa 
Con  que  amor  j  placer  los  eDredab 

1  asombrosa  comparaci6n: 

Tal  el  joven  Aquiles, 
Que  en  infame  disfraz  j  en  ocio  bla 
De  languidos  suspiros. 


CX3^ 

Los  d^tinos  de  Grecia  dilatando, 
Vive  cautivo  en  la  beldad  de  Sciros; 
Los  ojoi  pace  (i)  en  el  vistoso  alarde 
De  arreos  y  d^  galas  femeniles 
Que  de,  India  y  Tiro  y  Menfis  opulenta 
Curhsos  mercadfintes  le  encarecen : 
Mas  a  su  vista  apenas  resplandecen 
Pav6s,  espada  y  yelmo,  que  entre  gasas 
£1  Ithacense  astuto  le  presenta ; 

Pdsmase ^  se  recobra,  y  con  violenta 

Mano  el  templado  acero  arrebatando, 
Rasga  y  arroja  las  indignas  tocas^ 
Parte,  traspasa  el  mar,  y  en  la  troyana 
Arena,  muerte,  asolaci6n,  espanto, 

Difiinde  por  doquier:  todo  le  cede 

Aun  H6ctor  retrocede 

Y  cae  al  fin;  y  en  derredor  tres  veces 
Su  sangriento  cadaver  profiuiado, 
Al  veloz  carro  atado 
Del  vencedor  inexorable  y  duro, 
£1  polvo  barre  del  sagrado  muro. 

El  que  de  este  modo  escribia,  graduando  y  adaptando 
i  los  matices  de  la  idea  el  movimiento  de  la  frase  po6- 
tica,  acelerindola  6  retarddndola  como  artista  consu- 
mado,  merecia  haber  alcanzado  la  perfecci6n  continua; 
pero  es  cierto  que  se  qued6  muy  lejos  de  ella.  Olmedo 
adolece  de  la  desigualdad  propia  de  todos  los  poetas 
americanos,  desigualdad  de  que  ni  el  mismo  Bello  se 
libra  en  la  infeliclsima  parte  segunda  de  su  Alocuctdn  d 
la  poesia.  No  hay  en  La  Victoria  de  J^unin  versos  mal 
construfdos;  porque  Olmedo  tenfa  excelente  oldo;  pero 
hay,  sobre  todo  en  el  razonamiento  del  Inca,  versos  ^ 

prosaicosy  desgarbados,  pedestres,  indignos  del  lenguaje 
de   las  MusaSi  y  son,  por  castigo  providencial,  todos 


(i)  Ocidos pascit^  latinisipo  que  sonaria  mal  en  otra  parte,  aqui  natural!- 
timo  y  muy  en  laentonaci6n  general  de  este  cuadro  virgilianOt 


que  el  autor  se  desata  en  iojurias  contra  los 
res  espafloles: 

|Si  ellos  fueron  eitApidoi,  vicio»09, 
Ferocei,  y,  por  fin,  supersticiosos. 


Sangre,  plomo  Tetos,  cadeoas  fueron 
Los  sacramentos  sanlos  que  trajeronl..., 


ras  miserables  aleluyas  (que  prueban  que  lo 
•  sale  siempre  mal  dicho)  estropean  la  obra 
Imedo,  no  menos  que  las  frecuentes  asonan- 
as  y  el  abuso  de  las  rimas  verbales.  Pero  ubi 
no  debe  lacritica  formal  detenerse  en  tales 
que  entregamos  desde  luego  ^  la  voracidad 
ites.  Por  otra  parte,  aunque  en  el  Canto  de 
I  lasmayores  bellezas  po^ticas  que  produjo 
igualdad  y  correcci6n  de  estilole  aventajan 
s  suyas,  sobre  todo  la  traducci6n  de  la  pri- 
■a  de  Pope  y  el  Canto  de  Minarica.  Olmedo 
uy  despacio,  con  grandes  descansos  e  inter- 
'  mientras  duraba  el  fervor  de  la  composi- 
sus  versos  con  todo  el  buen  gusto  que  podia 
!  un  huinanista  tan  cabal;  pero  despu6s  de 
Itimo  verso,  le  entraba  incurable  pereza  y 
sus  poesfas  sin  retocarlas  casi  nunca. 
:do,  por  temperamento  d  porfalta  de  volun- 
mcia,  sobremanera  infecundo.  No  es  volu- 
>lecci6n  de  Quintan'a ;  pero  de  las  poeslas 
itivamente  reunid  en  1813  no  hay  una  sola 
echazarse,  y  hay  por  lo  menos  nueve  6  diez 
mundo  calificara  de  obras  maestras,  dentro 
a  y  ginero:  Padilla,  La  Vacuna,  La  Im- 
Pante6n  del  Escorial,  Trafalgar,  las  dos 


r 


odas  patri6ticas  de  1808,  La  Hermosura,  La  Dan 
la  epistola  A  jfovellanosy  y  aun  convendria  afiadir 
guna  de  las  escritas  posteriormente.  El  mismo  D.  Ji 
Nicasio,  que  con  tan  pcqueDo  eqnipaje  ha  Uegado  : 
posteridad,  tiene,  ademis  de  su  tragedia  y  de  sus  ver 
ligeros,  siete  grandes  composiciones  entre  odas  y  ( 
glas,  que  no  pueden  faltar  en  ninguna  coleccidn  sele( 
Bello  compensa  la  escasez  de  poesfas  originales  cor 
niimero,  variedad  y  primor  de  sus  traducciones.  De 
dos  los  poetas  clisicos  de  nuestro  siglo,  Olmedo  es  qu 
el  unico  que  k  duras  penas  puede  dar  materia  para 
pequefiisimo  volumen.  Entre  buenas  y  malas,  larga 
cortas  (una  de  ellas  tiene  tres  versos),  traducidas  y  ( 
ginales,  ensayos  de  la  primera  mocedad  y  tardlos  co 
tos  de  la  vejez,  apenas  llegan  a  veinte  las  composicioi 
suyas  que  ha  podido  recoger  la  diligencia  de  sus  apa: 
nados,  ni  hay  esperanza  de  encontrar  mis,  porque  p 
bablemente  no  existieron  nunca.  Aun  de  6stas  hay  ( 
descartar  mis  de  la  mitad  por  endebles  6  insignific 
tes:  versos  de  album,  unadesdichadaalocuci6nrecitJ 
per  una  actriz  en  el  teatro  de  Guayaquil,  el  romai 
poco  chistoso  del  Retrato,  el  Alfabeto  moral  para 
niDos,  dos  breves  traducciones,  una  de  La  Nave, 
Horacio,  y  otra  de  un  fragmento  del  Anti-Lucre 
la  Canci6n  Indiana,  que  estd  sacada  de  Atala. 
soneto  En  la  muerte  de  mi  hermana  no  esta  libre 
tachas,  pero  tiene  este  soberbio  ap6strofe  que  no  es  p 
olvidado: 

Yo  no  te  la  pedt.  Qu6,  jes  por  veatura 
Crear  por  destruir,  placer  divino, 
6  es  de  tanta  virtud  indigno  el  sueloF 


Dime,  jfaltabaeste  iugel  &  tucielo? 


cartado  todo  lo  secundano,  viene  & 
I  repertorio  portico  de  Olmedo  d  dc 
su  juventud:  la  Elegia  en  la  tnuerte  ■ 
Marta  Antonia  de  Borbdn  (l8o 
08),  y  d  cuatro  magistrales  poemas  d 
a  Siiva  d  un  amigo  en  el  nacimient 
(1817),  La  victoria  de  ^unin  (182 
al  Plores,  y  la  traducci6n  de  las 
as  del  Ensayo  de  Pope  sobre  el  h 
imente  los  versos  no  se  estiman  po 
el  peso,  y  aun  con  el  solo  Canto  & 
seria  el  mismo  gran  poeta  que  cot 
3esfas  juveniles  estan  escritas  cod 
id  de  estilo  (especialmeote  El  At. 
tnservarse,  no  s61o  por  el  curioso  cc 
usiasmo  mondrquico  y  espafiol  qu 
irece  sincero),  y  la  posterior  exalta< 
le  su  autor  maldijo  el  nombre  de  Es 
ler  llamado  dioses  y  padres  a  sus  re; 
)undan  en  hermosos  versos  y  pres( 
T  caracterizada  la  manera  del  poeta, 
;  imagenes  que  aprovech6  y  mejor6 


I  iiitroducci6n  de  El  Arbol  pasd  i  ser  parte  de  I 
Bolivar.  Habia  dicbo  Olmedo  en  1808: 

AquI  mi  alma  desea 
Venir  i  meditai:  de  aqul  mi  miua, 
Desplegaado  bus  alas  vagarosat, 
Por  el  aire  lutil  teiiderl  el  vuelo; 
Ya  cual  fugaz  y  bella  mariposa 
Per  1>  selva  florida 

Iri  CD  po9  dc  un  cUvel  A  de  una  rasa; 
Ya,  cual  paloma  blanda  y  laitimera, 
Iri  i  Chipre  i,  buscar  su  cotiip^Iiera;  ' 
Ya,  coal  fprta.  atrevida, 


CXXIX 


rev6s  de  lo  que  acontece  con  Bello,  en  cuyas  primeras 
poesiaS}  sobre  todo  en  el  canto  gratulatorio  i,  Carlos  IV, 
nadie  podria  adivinar  al  futuro  autor  de  las  Stlvas  atne-r 
rtcanasj  Olmedo  tuvo  desde  el  principio  el  6nfasis  so- 
lemne  y  la  arrogancia  lirica  que  le  caracterizaron  siem- 
pre.  Cuando  en  1807  decfa  de  Espafia: 


Traspasari  los  mares, 

Veri  todos  los  reinos  y  lugares; 

O,  cual  iguila  audaz,  alzard  e^  vuelo 

Hasta  el  remoto  y  estrellado  cielo. 

T  en  1824  escribi6,  superandose  incomparablemente  k  si  mismo;  quo 
tanto  pueden  el  estudio  y  la  lima: 

Siento  unas  veces  la  rebelde  Musa 
Cual  Bacante  en  furor  vagar  incierta 
Por  medio  de  las  plazas  bulliciosaSi 
P  sola  por  las  selvas  silenciosas, 
O  las  risuefias  playas 
Que  manso  lame  el  caudaloso  Guayas; 
Otras  el  vuelo  arrebatado  tiende 
Sobre  los  montes,  y  de  alii  desciende 
Al  campo  de  Junln..... 

Puede  decirse  que  Olmedo,  como  Bello,  estaba  continuamente  asediado 
por  las  reminisceacias  de  sus  propios  versos  y  de  los  ajenos.  Las  tiene 
hasta  de  poetas  obscuros  y  olvidados.  Asi  estos  versos  del  Canto  de  Mifiarica: 

Asi  cuando  una  nube  repentina 
Enluta  el  cielo  cuando  el  sol  declina..... 

parecen  un  eco  de  aquellos  otros  de  Sinchez  Barbero  en  la  bella  EUgia  d  la 
muerU  de  la  Dupiesa  de  Alba: 

Asi  cuando  una  nube  tormentosa 
En  el  Oriente  cirdeno  aparece..... 

Cot^jense  ambas  estancias,  y  se  verd  que  la  semejanza  contini&a.  Si  Sinchez 
Barbero  habla  de 

Torrentes  que  d  porffa 

Chozas,  rebafios,  v^as,  arrebatan...,* 

Olmedo  escribe,  esta  vez  con  menos  numen: 

Y  entre  tantos  horrores 

Vagan,  tiemblan  y  caen  confundidoB 

GanadoB  y  cabafias  y  pastor^..<^ 


ata^x 


Sfi  SU8  d^biles  hombros  ya  ni  puede 
Sostener  el  cadaver  de  su  gloria 

y  liamaba  a  los  males  y  dolores 

Soldados  indolentes  que  militan 

Bajo  el  pend6n  sombrk)  de  la  muerte 

podfa  perfeccionar  sin  duda  su  educacidn  y  estilo,  pero 
habia  encontrado  ya  su  instrumento. 

El  resplandor  vivisimo  del  Canto  dc  yunin  ha  perju- 
dicado  sin  raz6n  i  otfas  felices  inspiraciones  de  Olmedo, 
dejandolas  en  la  penumbra.  No  obstante,  asf  era  forzoso 
que  sucediese,  porque  el  Canto  y  ademas  de  su  valor  in- 
trlnseco  y  de  presentar  reunidas  en  un  solo  alarde  todas 
las  fuerzas  del  poeta,  participa  de  la  celebridad  hist6rica 
del  grande  acontecimiento  que  conmemora,  y  vivird 
cuanto  viva  en  los  fastos  de  America  el  nombre  de 
Sim6n  Bolivar,  del  cual  fue  la  mas  espl6ndida  corona. 
Infinitos  versos  produjo  el  patriotismo  americano  de 
aquella  era,  pero  apenas  merecen  vivir  otros  que  los  de 
este  canto,  y  son  los  dnicos  tambi^n  que  la  madre  Es- 
pafla  puede  perdonar,  porque  se  escribieron  en  su  tra- 
dicional  y  magnifica  lengua  podtica,  aunque  no  se  es- 
cribiesen  con  su  espiritu. 

Harto  hemos  dicho  de  este  famoso  poeraa  al  apuntar 
los  caracteres  del  genio  lirico  de  Olmedo.  Ahora  pro* 
cede  afiadir  algo  acerca  de  los  primores  y  defectos  de 
su  plan  y  composici6n,  respecto  de  lo  cual  ^quiin  lo 
diria?  el  juez  mas  severo  y  no  el  menos  atinado  fu6  el 
mismo  Libertador  Bolfvar,  en  cuyo  obsequio  se  escribi6 
el  canto. 

Poseemos  afortunadamente  la  correspondencia  que 
medi6  entre  Olmedo  y  su  Aquiles,  mientras  el  Canto  de 


■w? 


CXXXI 


^fimin  iba  componi^ndose.  Si  conoci6semos  de  igual 
modo  la  genesis  de  cada  una  de  las  obras  maestras,  mu- 
cho  adelantaria  la  critica  historico-literaria.  Publicados 
estos  preciosos  documeotos  por  el  Sr.  Caro  y  reprodu- 
cidos  en  su  mayor  parte  par  el  Sr.  Cafiete,  nos  es  dado 
asistir  dfa  por  dia  a  la  elaboracidn  del  bimno  triunfal,  y 
ver  c6mo  el  hierro  al  salir  de  la  fragua  iba  depur^ndose 
de  las  escorias.  Olmedo,  fiel  en  todo  a  las  procedimien- 
tos  de  la  escuela  de  Quintana,  empieza  por  trazar  en 
prosa  el  plan  de  su  Canto;  los  versos  vienen  despues;  y 
sucesiva  y  lentamente  va  trabajando  cada  una  de  las 
partes;  borra,  rompe,  enmienda,  y  s6lo  al  cabo  de  cinco 
meses  da  por  terminada  su  obra,  y  remite  una  copia  al 
Libertador. 

El  Canto  tenia  m^s  de  800  versos,  y  6ste  es  quiza  su 
defecto  capital  y  la  razdn  de  sus  desigualdades.  No  fal- 
tara  quien  se  niegue  a  Uamarle  oda^  pero  el  norabre  y  la 
clasificaci6n  tdcnica  importan  poco:  mas  larga  es  la 
Pitica  IVde  Pindaro,  habida  cuenta  de  la  diferencia  de 
concisi6n  entre  las  lenguas  clasicas  y  las  modernas.  El 
trabajo  de  Olmedo  es  propiamente  lo  que  los  italianos 
Ilaman  un  carme^  un  poema  corto,  mixto  aqui  de  Ifrico 
y  6pico,  como  las  Silvas  de  Bello  son  mezcla  de  lo  llrico 
y  lo  didactico.  El  tono  que  domina  en  el  vate  del  Gua- 
yas  es  la  efervescencia  del  rapto  pinddrico,  pero  con  61 
alternan  largas  y  precisas  narraciones  de  los  sangrientos 
cboques  de  Junin  y  Ayacucho,  sin  omitir  rasgos  de  es- 
fuerzo  individual,  nombres  de  jefes  y  oficiales.  No  se 
tenga,  sin  embargo,  por  hibrida  y  monstruosa  tal  com- 
biiiaci6n  de  elementos  llricos  y  narrativos,  que  es  por  el 
contrario  frecuentisima  en  los  mas  cUsicos  maestros;  la 
ya  citada  Pitica  /F'contiene  un  largo  relato  de  la  expe- 


s  Argonautas;  y  aun  Horac: 
Bstrecho  de  sus  odas,  encuei 
lente  narrados  en  tono  que 
Qticos  pudifiramos  decir  de  > 
y  su  llegada  a  Creta  poteD 
parricidio  de  las  hijas  de  D 
Jalamina  y  el  razonamiento  • 
^mpaQeros  exhortandoles  a 

se  mostraba  Olmedo  tan  fi< 
imente  cl^sicos,  tampoco  se 
por  la  supuesta  infraccidii  d' 
.  creldo  notar  muchos  crlti 
cese  &  la  aplicaci6n  de  un 
:  Victoria  de  Junin,  que  n^ 
►  el  tema  de  la  coraposicid 
■>livar,  y  nada  habra  que  r 
□nente  lo  que  allf  se  canta  en 
ni  Ayacucho  ni  otra  ninguna 
I  de  ellas  sea  causa  ocasiona 
el  conjunto  de  todas  las  era 
n  suprema  en  la  epopeya  am 
rmina  con  su  entrada  triunfa 
las  Virgenes  del  Sol  que  ce! 
jaz  y  auguran  todo  g^nero  d 
epilblica.  Ni  Junin  ni  Ayat 
staban  al  poeta  para  su  inten 
a  brillante  carga  de  caball 
hizo  el  ejircito  realista,  y  qi 
idido  del  £xito  de  la  guerra 
ci6n  decisiva,  pero  en  Aya( 
bia  prestado  su  rayo  al  j'ovt 


Olmedo.  Pero  aunque  en  Ayacucho 
de  Sucre,  lo  que  moralmente  triunfd 
Bolivar,  y  esto  ni  &  Olmedo  ni  A  ningfin 
;  su  tiempo  habia  de  oculUrsele.  Sucre 
roe  del  canto,  aunque  fuese  el  triunfa- 
a.  Habia  que  enlazar  las  dos  victorias, 
le  Olmedo  realizd,  con  mds  6  menos 
edios,  pero  sin  contravenir  de  modo 
i  del  pensamiento  de  su  obra. 
amente  podia  ser  mds  nuevo  &  inge- 
lay  que  dar  la  raz6n  d  los  criticos-  Re- 
mina  de  las  m^s  gastadas  en  toda  epo- 
y  rodeada  ademas  de  circunstancias 
aun  risibles.  En  medio  de  la  algazara 
;  los  vencedores  de  Junin  celebran  su 
ndo  los  dones  de  Ceres  y  de  Baco,  apa- 
la  sombradel  inca  Huayna-Capac,  que 
r  de  improperios  d  los  espaOoles,  vati- 
ictoria  de  Ayacucho  y  dirige  &  Bolivar 
:  mds  6  menos  embozados.  Despu^s  del 
so  del  Inca,  comparecen  las  Virgenes 
in  entonando  un  bellisimo  coro.  Todos 
la  cosa  no  era  para  menos),  hasta  que  de 
e  toda  esta  fantasraagoria,  tornando  el 
de  su  caro  Guayas. 

ejecuci6n,  que  es  grande  en  algunas 
para  velar  lo  que  bay  de  frio  y  pueril 
)n.  El  empleo  de  lo  sobrenatural  en  un 
irdneo  es  de  las  cosas  mds  arriesgadas 
itarse:  s6lo  como  visi6n  en  sueOos  6 
ilucinaci6n  podfa  aparecer  el  tal  Inca, 
educido  su  vaticinio  a  pocas  palabras 


labor  misterioso  y  prof^tlco,  no  poniendo  en  sus  la- 
;  una  especie  de  parte  de  Gaceta,  en  que  manifiesta- 
ite  se  olrida  Olmedo  de  que  no  es  61  sino  Huayna- 
ac  quien  va  leyendo  en  las  pSginas  del  libro  del  des- 
.  Prescindiendo  por  abora  de  las  mil  cosas  absurdas 
jntradictorias  que  el  Inca  revuelve  en  su  prolija 
iga,  es  ridiculo  que  Bolivar  y  los  suyos,  por  muy 
:urbada  que  tuviesen  la  cabeza  con  los  dones  de  Baco 
in  la  embriaguer  de  la  victoria,  pudiesen  ver  y  oir 
jiertos  k  semejante  fantasma.  Lo  que  parece  natu- 
limo  y  es  legltiino  recurso  portico  tratandose  de 
cas  remotas  en  que  lo  divino  andaba  mezclado  con 
uraano,  resulta  chillona  discordancia  aplicado  k  una 
jaica  guerra  moderna  y  escrito  echo  dias  despufis 
suceso  para  que  lo  leyese  el  mismo  capitdn  vence- 

BoUvar,  que  segiln  se  trasluce  por  sus  cartas  era 
ibre  de  muy  buen  gusto  y  de  no  vulgar  literatura, 
el  primero  en  encontrar  inc6moda  la  presencia  del 
!nca,  que  le  usurpaba  la  mitad  del  poema  consagrado 

gloria,  mostrdndose  hablador  y  embrolldn,  cuando 
'a  set  mdsleve  que  d  iter yPuesto  que  viene  del  cielo. 
n  los  poetas  de  la  escuela  i  que  Olmedo  p6rtenecla, 
ndan  miquinas  semejantes  i  la  aparici6n  del  Inca,  y 
indudablemente  le  sirvieron  de  raodelo;  pero  todas 
mis  racionales  que  ella,  y  en  ninguna  hay  espectro 

se  aparezca  d  todo  un  ej6rcito  acampado.  Cuando 
lego,  en  la  oda  Ala  defensa  de  Buenos  Aires,  hace 
ntarse,  cual  matrona  augusta,  la  America  del  Sur  y 
vocar  d  sus  hijos  i  la  resistencia  y  i  la  victoria,  lave 

con  los  ojos  de  la  fantasia  Ifrica,  y  no  pretende  que 
erialmente  la  viese  nadie,  ni  que  se  mezclase  con 
;ombatientes.  Cuando  Quintana  evoca  y  llama  djui- 


P^E 


cxxxv 

cio  las  sombras  del  Pantedn  de  El  Escorial^  invade  16s 
dominios  de  la  fantasia  romantica,  pone  el  pie  en  regio- 
nes  que  no  son  las  de  este  mundo,  y  ast  produce  el  so- 
lemne  y  terrorffico  efecto  que  se  proponla.  En  el  poema 
Zaragoza  de  Martinez  de  la  Rosa,  que  Olmedo  tenia 
muy  estudiado  como  Caro  largamente  prueba,  la  som- 
bra  de  Rebolledo  el  Grande  se  aparece  a  Palafox  en  el 
silencio  de  la  noche,  y  el  poeta  no  dice  claro  si  fu6  rea- 
lidad  6  suefio. 

Todas  estas  apariciones  tuvo,  a  mi  juicio,  presentes 
Olmedo  para  I?  suya;  y  aunque  se  trata  de  cosas  harto 
conocidas,  me  parece  raotivo  de  curiosa  comparaci6n 
ponerlas  juntas  y  en  orden  inverso  de  antigiiedad,  para 
que  se  vea  la  identidad  de  procedimientos  literarios,  y 
quede  mis  y  mas  establecida  la  filiacidn  del  poeta:  se 
veri  este  proceso  geneal6gico  hasta  en  el  giro  de  la 
frase  y  en  los  epitetos. 

OLMEDO   (1824). 

Cuando  improviso  venerabli  somhra  * 
En  hz  serena  y  ademan  augusto 
Entre  cdndidas  nubes  se  Uvanta, 
Del  hombro  izquierdo  nebuloso  manto 
Pende,  y  su  diestra  aereo  cetro  rige; 
Su  mirar  noble,  pero  no  safiudo; 
T  nieblas  figuraban  a  su  planta 
Penacho,  arco,  carcaj,  flechas  y  escudo; 
Una  zona  de  estrellas 
Glorificaba  en  derredor  su  frente 
Y  la  boria  imperial  de  ella  pendiente. 

MARTiNBZ   DB   LA  ROSA  (1809). 

Cuando  temblar  sinti6  bajo  su  planta 
Los  profundos  cimientosdel  palacio. 


CXXXVI 

Trea  veces  jay!  con  h6rrido  estatnpido 

Ronco  trueno  sond ,  se  abri6  la  tierra. 

T  sohre  negra  ttuit  st  levanta 

La  venerable  sambra 

De  Rebolledo  d  Grande:  en  la  tiniebia 

Se  ve  centellear  lu  fax  divina 

Circaole  en  tomo  insignias  j  trofeoi; 
Cilbrelo  con  su  manto  la  victoria, 
T  en  el  nohU  ademan  fiero  j  sombrlo 
Ostenta  grave  su  valor  j  gloria. 

tiALLEGO  (1S07). 

Ahase  en  tanto  cual  matrona  augutla 
De  un  alto  monte  en  la  fragoaa  cumbre 
La  Amdrica  del  Sur;  vese  cercada 
De  subito  esplendoT  de  viva  lumbre  (i), 

Y  en  nt^h  ceHo  y  majestad  bafiada. 
Noya  frivolas  plumas, 

Si  no  bruflido  yelmo  rutilanie 

Oman  au  rostro  fiero; 

Al  Udo  luce  ponderoso  escudo, 

Y  en  rez  del  hacha  tosca  6  dardo  rudo 
Arde  en  su  diestra  refulgente  acero. 

QUINTAN  A  (1805). 

Cu'ando\as  losas  del  sepulcro  hendiendo 
Se  vi6  un  espectro  augusto  y  venerable 
Que  a  \o9  derails  en  majestad  vencfa. 
El  iguila  imperial  sobre  el  tendla 
Para  dosel  sus  alas  esplenden'es, 

Y  en  arrog»iite  ostentaciiin  de  gloria 
Entre  sus  garras  fieras  y  valientea 
£1  rayo  de  la  guerra  arder  se  via, 

Y  el  lauro  tremolar  de  la  victoria. 
Un  monte  de  armas  rotas  y  banderas 
De  b^licos  blasonea 

Ante  sus  pies  ind6mitos  yacia, 
Despojos  que  a  su  esfuerzo  las  n 
Vencidas,  derrotadas,  le  rindieron. 


[)  Yen  risea  luz  hahado  resplandeee,  dice  Olmedo  del  Inca. 


de  buen  gusto  negara  la  palma,  entre 
iones,  a  la  de  Carlos  V.  En  Quintana 
grandiose  lo  que  en  sus  imitadores 
rtificio  (]). 

raDo  de  la  vision,  sino  la  falsedad  in- 
miento  lo  que  ofende  en  el  episodic 
■fu6  el  primero  en  encontrar  impro- 
apac  alabase  indirectamente  la  reli- 
destruy6  los  templos  de  sus  dioses,  y 
pio  que  en  vez  de  desear  el  restable- 
istia,  diese  la  prefe-rencia  d  extranj'e- 
ungue  vengadores  de  su  sangre,  son 
r  que  aniquilaron  su  imperio.  El  buen 
Doca  de  Bolivar,  y  nadie  mis  autori- 
echazar  aquella  ilusi6n  local  del  pa- 
o,  que  en  los  versos  de  Olmedo  lle- 
mo  profundamente  cimico  de  poner 
IS  Incas  d  Fr.  Bartolome  de  las  Casas 
ico-Capac,  y  prometer  el  inismo  g6- 
ad  d  Bolfvar  en  premio  de  haber  res- 
portentoso  de  Pacha- Cdmac. 
5  lunares  del  canto  fueron  tambi^n 
lirable  sagacidad  por  Bolfvar.  La  in- 
;i6  rtmbotnhante ,  como  en  efecto  lo 
aicos  y  vulgares  muchos  versos  que 
tes  oratorios.,  y,  finalmente,  aunque 
0  dejd  de  reconocer,  con  loable  mo- 

10  del  Inca  dejA  alguna  huella  aquel  ap6strofe  de 

lis  Incis  esUn?  ^A  dAnd«  «■  ido 
-io  del  Cuzco?  jQuiin  briow 


1 


mncipal  flaco  de  toda  la  coinposicidn,  es  A 
biperbdiico  y  desmesurado  de  la  alabanza: 
para  donde  no  se  ha  disparado  un  tiro;  listed 
erra  con  las  ascuas  del  eje  y  de  las  ruedas  de 
i  Aquiles  que  no  rodd  jamis  en  Junfn;  usted 
jfio  de  todos  los  personajes:  de  ml  forma  un 
Sucre  un  Marte,  de  Lamar  un  Agamen^n  y 
3,  de  Cirdoba  un  Aquiles,  de  Necochea  un 
un  Ayax,  de  Miller  un  Uiomedes  y  de  Lara 
...  Usted  nos  hace  &  su  mode  portico  y  fan- 
)ara  continuar  en  el  pals  de  la  poesia  la  fic- 
abula,  usted  nos  eleva  con  su  deidad  menti- 
el  aguila  de  Jiipiter  levantd  &  los  cielos  A  la 
■a  dejarla  caer  sobre  una  roca  que  le  rom- 
liembros  rastreros.  Usted,  pueS)  nos  ha  subli- 
I,  que  nos  ha  precipltado  en  el  abismo  de  la 
endo  con  una  inmensidad  de  luces  el  palido 
de  nuestras  opacas  virtudes.  Asl,  amigo  mio, 
la  pulverizado  con  los  rayos  de  su  Jupiter, 
da  de  su  Marte,  con  el  cetro  de  su  Agame- 
lanza  de  su  Aquiles  y  con  la  sabiduria  de  su 
yo  no  fuese  tan  bueno  y  usted  no  fuese  tan 
avanzaria  &  creer  que  usted  kabia  guerido 
^arodta  de  la  *Tliada*  con  loshiroes  de  nues- 
arsa.  Usted  sabe  bien  que  de  lo  heroico  d  lo 
hay  mas  que  unpaso,  y  que  Manolo  y  el  Cid 
nos,  aunque  hijos  de  distintos  padres.  Un 
herd  el  poema  de  usted  como  un  canto  de 
un  espaaol  le  leerd  como  un  canto  de  <El 
le  Boileau.'* 

X  tan  buen  sentido  despu6s  de  haberse  becho 
un  conLinente,  vale  casi  tanto  como  haber 


CXXXIX 


triunfado  en  Boyacd,  en  Carabobo  y  en  Junfn.  iQui  hu- 
biera  dicho  Bolfvar,que  W^imbsi  pobrc  farsa  a  sus  asom- 
brosas  campaflas  desde  el  Orinoco  hasta  el  Potosf,  si 
hubiera  alcanzado  a  leer  la  magnlfica  oda  que  Olmedo 
dedic6  en  1835  Al  general  Flores^  vencedor  en  Mifia- 
ricaf  Y  no  porque  la  funci6n  de  guerra  de  Mifiarica  hu- 
biese  sido  menos  sangrienta  que  la  de  Junln,  puesto 
que  mis  de  mil  cadaveres  quedaron  tendidos  en  el 
campo,  sino  porque  en  Junln,  6  mas  bien  en  Ayacu- 
cho,  de  que  Junln  fu6  como  preludio,  qued6  definitiva- 
mente  roto,  para  bien  6  para  mal  del  Nuevo  Mundo 
(que  este  es  punto  muy  opinable,  aunque  ya  no  lo  fuese 
para  el  sereno  y  desengaflado  juicio  de  Bolivar  en  sus 
postreros  dlas),  el  lazo  que  unfa  las  colonias  con  la  me- 
tr6poli:  asunto  noble  de  suyo  por  su  magnitud  y  sus 
consecuencias;  al  paso  que  Mifiarica  fue  una  de  tantas 
esteriles  luchas  civiles  en  que  vencidos  y  vencedores 
se  aplicaban  mutuamente  el  dictado,  tan  de  moda  en 
America,  de  ttranos.  A  tanta  distancia,  y  en  cosa  tan 
embroUada  como  la  polltica  interna  de  las  republicas 
americanas,  es  diffcil  y  poco  impottante  averiguar  qui6n 
tenia  la  raz6n  de  su  parte:  es  probable  que  nadie  la  tu- 
viese  del  todo;  pero  lo  linico  que  con  certeza  sabemos 
es  que  los  resultados  de  aquella  hecatombe  se  redujeron 
i,  sustituir  un  presidente  por  otro.  Para  tan  poca  cosa 
resulta  desproporc\onado  aquel  soberano  ap6strofe,  que 
s6lo  d  Pizarro  6  d  Bolfvar  podrfa  hasta  hoy  dignamente 
aplicarse : 

iRey  de  los  Andes!  la  ardua  frente  inclina, 
Que  pasa  el  vencedor 

Los  criticos  americanos,  y  aun  los  que  no  lo  son,  como 
nuestro  malogrado  compafiero  Cafiete,  arman  larga  con- 


tienda  sobre  si  Olraedo  hizo  6  no  hizo  bien  i 
g:eneral  Flores,  a  quien  unos  pintan  como  u 
Tunesto  para  la  tranquilidad  de  su  patria,  uiie: 
con  mejor  acuerdo,  &  lo  que  yo  alcanzo,  reco 
altas  dotes  de  guerrero  y  de  estadista,  prend 
masde  hombre  privado,  celo  del  bien  piiblicc 
apacible  y  amena  y  aficiones  cultas  y  literari 
cual  parece  que  nada  tiene  que  ver  con  los  r 
cionales  del  grotesco  personaje  llamado  tin 
tado  por  los  ret6ricos  antiguos  ut  pueris  pla 
clamaiio  fiat ,  yrealizado  inuy  al  pie  de  la  \t 
dicen,  en  algunas  repiiblicas  de  Aindrica.  P( 
ni  puedo  creer  que  fuese  un  soldado  ambicic 
el  que  inspird  tal  canto  y  en  alas  de  61  pasar; 
ridad  aun  mis  que  por  lamemoriade  sushaz 
cuentro  digno  de  censura  a  Olmedo  por  h 
tado;  aunque  despu^s  contribuyese  d  su  calda 
dngel  exierminador,  y  estuviese  d  pique  de  si 
la  presidencia  del  Ecuador.  Para  hacer  bue 
siempre  es  ocasi6n  oportuna,  y  d  los  poetas  '. 
dirles  mds  cuenta  de  los  versos  que  de  los  as 
victoria  del  general  Flores  tuvo  virtud  para  ( 
numen  de  Olmedo,  que  parecia  aletargado  h 
diez  aflos,  y  obligarle  d  prorrumpir  en  un 
salvo  la  inferioridad  de  la  materia,  no  cede 
boato,  sonoridad  y  nervio  al  Canto  de  yuM 
durez  de  estilo  y  buena  distribuci6n  de  pai 
mente  le  vence,  las  Musas  tienen  que  darle 
por  su  victoria  y  hasta  por  su  tirania. 

Completan  el  niiraero  de  las  obras  de  Olmi 
nen  aparejada  larga  vida  entre  lo  mis  selei 
naso  americano,  la  grave  y  melanc6lica  Silva 


* 


CXLl 


en  el nactmtento  de  su  primoginito^  que  sabe  d  Leopardi 
en  algunos  pasajes;  y  la  traducci6n  incompleta  y  algo 
parafrastica  (como  forzosamente  ha  de  serlo  toda  ver- 
si6n  de  poesla  inglesa)  del  Ensayo  sobre  el  hombre  de 
Pope.  De  las  tres  eplstolas  que  Olmedo  alcanz6  a  tradu- 
cir,  sdlo  la  primera  fu6  por  6l  definitivamente  corregida: 
las  otras  estan  versificadas  con  mas  negligencia,  pero  en 
todas  ellas  hay  trozos  de  la  mis  bella  poesla  filos6fica 
que  puede  encontrarse  en  castellano  (i). 


(i)  Nac]6  D.  Jose  J.  de  Olmedo  en  Guayaquil  el  20  de  Mayo  de  1780,  de 
padre  malagueflo  y  madre  americana.  Hizo  sus  estudios  de  grauiatica  en 
Quito,  y  los  de  filosofla  y  derecho  en  el  colegio  de  San  Carlos  y  Universi- 
dad  de  San  Marcos  de  Lima,  recibiendo  el  grado  de  doctor  en  1805.  Des- 
empefi6  en  aquella  universidad  catedras  de  derecho  romano ,  y  luego  se 
dedic6  en  Guayaquil  al  ejercicio  de  la  abogacia.  En  18 10  fue  nombrado  di- 
putado  para  las  Cortes  de  Cadiz,  en  cuyas  actas  se  encuentra  algun  breve 
discurso  suyo ,  especialmente  el  que  pronunci6  sobre  la  abolici6n  de  las  mi- 
iaSf  6  senricio  personal  de  los  indios.  Permaneci6  en  Espafia  hasta  la  vuelta 
de  Fernando  VII  en  18 14.  Vuelto  a  Am6nca,  form6  parte  de  la  yunta  de 
Gobiemo  de  Guayaquil  en  1820,  y  del  Congreso  Constituyente  del  Perii  en 
1823 ,  asi  como  tambi6n  de  la  diputaci6n  peruana  que  fu6  a  implorar  el 
auxilio  militar  de  Bolivar,  con  quien  antes  habia  estado  en  desacuerdo  poli- 
tico y  de  quien  se  convirti6  entonces  en  amigo  y  admirador  entusiasta.  Des- 
pu6s  de  Ayacucho,  Bolivar  le  envi6  de  ministro  plenipotenciario  a  Lon- 
dres,  donde  contrajo  estrecha  amistad  con  D.  Andr6s  Bello.  Permaneci6  en 
Buropa  hasta  1828:  en  1830  concurri6  a  la  convenci6n  6  asamblea  constitu- 
yente de  Riobamba ,  que  separ6  definitivamente  la  republica  del  Ecuador 
de  la  de  Colombia.  Sucesivamente  fu6  electo  vicepresidente  de  la  Repijblica 
y  gobernador  del  departamento  del  Guayas.  Presidi6  la  convenci6n  nacional 
de  Ambatoen  1835,  y  desavini^ndose  con  el  general  Flores,  sepuso  en  1845 
al  frente  del  Gobierno  provisional  en  la  revoluci6n  que  contra  aquel  general 
estall6  triunfonte  en  Guayaquil.  Candidato  para  la  presidencia  de  la  Repu- 
blica, fue  derrotado  por  D.  Vicente  Ram6n  Roca,  en  las  elecciones  de  aquel 
afio.  Mun6  muy  cristianamente  en  su  ciudad  natal  en  19  de  Febrerode  1847. 

La  mayor  parte  de  las  poesias  de  Olmedo  se  fueron  publicando  sueltas,  a 
raiz  de  los  acontecimientos  que  las  inspiraron. 

El  Ensayo  sobre  el  hombre  (i.*  epistola  con  el  texto  inglds)  se  imprimi6 
coa  bastante  esmero  en  Lima  en  1823.  La  2.^  y  rarisima  edici6n  del  Canto  & 


■■"!!™ 


incho  tiempo  Olmedo  fu6  el  linko  represen- 
la  poesla  del  Ecuador,  aunque  en  becho  de 
1  bubiese  nacido  peruano.  Es  casi  el  ilnico  que 
1  la  Amirica  poitica  de  1846,  puesto  que  el 
fabulists  D.  Rafael  Garcia  Goyena,  que  tara- 
L  incluido  alii,  SQena  indebidamente  como  gua- 
o,  por  lo  cual  suele  pon6rsele  tambi^n  en  las 
IS  de  Centro- America.  Es  cierto,  sin  embargo, 
6  en  Guayaquil  en  1766;  pero  desde  la  edad  de 
)s  residib  en  Guatemala,  y  alii  escribi6  y  publicd 
)gos,  correctos  pero  insipidos. 
pues,  un  largo  par6ntesis  entre  la  deslnmbra- 
rici6n  de  Olmedo,  hijo  del  regimen  colonial,  y 


e  Guayaquil,  1815;  pero  yo  no  he  vista  otra  nids  aniigua  que  la 
:Ii,  de  Londres,  del  ailo  s^iguiente.  Casi  todas  las  poeslas  impor- 
.medo  salieron  juntas  en  la  America  Pail  tea  de  Gutierrei  (Valpa- 
,  y  el  mismo  Gutierrez  las  public6  aparte  ,  algo  aumentadas,  en 
ambien  de  1848,  que  liie  reimpreso  por  Boix  en  Paris  en  185}. 
]iciones  afladen  laa  epistohs  i.*y3.'de  Pope,  que  Olmedo  habla 
a  1840  en  Ln  Ealanza,  peri6dico  de  Guayaquil.  En  1S61,  D.  Ma- 
s  Corpancho,  lilerato  peruano,  acrecentA  algo  la  coleceifin  en  un 
iblicado  en  Lima  con  el  titulo  de  Poesias  iniditas  de  Olnudo: 
'(•grijicos  porn  formar  una  tdkion  mas  eampleta  que  las  eoneddas. 
lentes  trabajos  biograGcos  y  crfticos  sobre  Olmedo.  Los  princi- 

A.).  Olmedo:  tres  articulos  en  el  Rtperlorio  Colomiiano,  to- 
(Bogoli,i879). 

U Dr.  D.  Jasi  Joaquin  de  Olmedo.  (En  su  libra  Escritoris  Espa- 
\no-americanos,  Madrid.  18S4). 

;D.  Pablo).  Apunteshiogrificosdt  D.y.y.  OTiwi-c/o.  Quito,  1887. 
Juan  Le6n}.  Carta  a!  Sr.  D.  Manuel  Cafiete  (sobre  varlos  puntos 
e  Olmedo).  Quito,  1887. 

's  inidilas  de  OJmedo,  prtcedidas  de  un  breve  esludia  sobre  eltas, 
Estas  cartas,  que  contienencuriososjuiciosdeOlmedosobreLu- 
ien  admiraba  njucho,  y  sobre  Lucano,  cuyo  genio  poitico  esti- 
ior  al  de  Virgilio,  fueron  dirigidas  de  1813  i  1825  al  doctor 
de  Araujo. 


*  v 


cxun 


los  frutos  mucho  mds  modestos  de  la  nueva  generacidn 
literaria,  que  luchando  con  diiicultades  indecibles,  naci- 
das  de  los  trastornos  politicos  y  del  abandono  casi  total 
de  los  buenos  estudios ,  fa6  levantando  poco  A  poco  la 
cabeza  bacia  la  segunda  mitad  de  nuestro  siglo  y  empez6 
A  dar  muestra  de  si  en  la  Lira  Ecuatoriana  que  en  1 866 
compil6  el  Dr.  D.  Vicente  Emilio  Molestina.  En  ella 
figaran  versos  dolientes  y  apasionados  de  una  infeliz 
poetisa  de  Quito,  D/  Dolores  Veintemilla  de  Galindo,  d 
quien  pesares  dom^sticos  arrastraron  al  suicidio  en  1857, 
d  la  temprana  edad  de  veintisdis  afios.  Su  composici6n 
Quejas  es  un  ay  desgarrador  que  debe  recogerse,  tanto 
mas  cuanto  que  la  sincera  expresi6n  del  sentimiento  no 
es  lo  que  mds  abunda  en  la  poesia  americanl. 

Entre  los  poetas  de  la  primera  Lira  Ecuatoriana^  dos 
descuellan  sobre  todos :  D.  Juan  Le6n  Mera  y  D.  Julio 
Zaldumbide.  Mera  vive  y  contintia  escribiendo,  no  s6lo 
versos,  sino  exquisita  prosa,  de  que  su  linda  novela  Cu- 
tnandd  es  buen  ejemplo.  Zaldumbide  ha  descendido  no 
ha  mucho  a  la  tumba ,  y  por  consiguiente  entra  ya  en 
nuestra  colecci6n.  En  1851  se  di6  d  conocer  por  su 
Canto  d  la  Musica^  y  en  1888  cerr6  su  carrera  po6tica 
con  dos  bellas  traducciones,  una  del  Lara  de  Byron,  y 
otra  de  los  Sepulcros  de  Pindemonte,  honrandome  con 
la  dedicatoria  de  la  segunda  (i).  El  gdnero  predilecto 
de  Zaldumbide  fu6  la  meditaci6n  po^tica  ;  sus  cualida- 
des  sobresalientes:  gravedad  en  el  pensar,  mezclada  con 
cierta  amable  languidez  en  el  sentir ;  elevaci6n  moral 


(i)  Hay  sobre  las  poesias  de  Zaldumbide  unas  Ohservaciones  muy  apre- 
ciables  del  Dr.  D.  Luis  Cordcro  en  las  Memorias  de  la  Academia  Ecuatoriana, 
tomo  I  (Quito,  1889). 


ld,( 


de 
coll 
m& 
el 
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tui 
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rdei 


CXL.V 

[  fin  le  visit6  la  Gracia.  En  unos  versos 
a  escrito: 

[tnis  al  que  te  ruega  desamparas 
lay  suplica  por  ti  desatendida; 
lor  que  pone  en  tus  beuditas  aras 
,ue  te  ofrenda,  nunca  va  perdida 

oida,  y  Zaldumbide  di6  en  los  i^ltimos 
/  ila  hora  de  su  muerle  ejemplos  de 
piedad,  que  por  la  importancia  del  su- 
^andfsima  edi5caci6n  para  la  sociedad 
le  atravesaba  entonces  grave  crisis  re- 
bide,  a  diferencia  de  otros  muchos  poe- 
■:,  s6lida  educaci6n  literaria,  basada  en 
to  y  reflexive  de  los  modelos  latinos, 
;es,  y  de  los  nuestros  del  siglo  de  oro, 
preferfa  k  Garcilaso  y  Fr.  Luis  de  I.e6n. 
OS  pocos  versos  rominticos  que  en  su 
ISO,  son  relativamente  correctos,  y  en 
lay,  no  s6lo  decoro  y  pulcritud  en  la 
studio  de  la  parte  musical  del  idioma, 

y  apacible  en  una  versificaci6n  gene- 
ible.  A  estas  buenas  partes  de  prosodia 

Zaldumbide  condiciones  descriptivas 
itimiento  no  fingido  de  la  naturaleza, 
1  conjunto  que  en  los  detalles,  mas  en 
)ral  que  en  la  expresi6n  flsica;  y  una 
I  tristeza,  que  por  ser  tan  suya  ennoblece 

hasta  los  tdpicos  mds  vulgares  de  la 
5.  La  oda  A  la  Soledad  del  Campo,  La 

ide  en  Quito  en  1833  y  murio  en  1887- 


Hana,  El  Mediodia,  La  Tarde,  L, 
■de,  donde  se  admiran  estos  delic 
son  vaga  reminiscencia  de  una  elegii 

Despu^  til  Tiste.  estrella  de  los  cielo 
Mas  jquiin  podra  cantar  lo  que  tit  vii 

buenos  fiadores  de  lo  que  digo.  N 
:  la  fortuna  de  concentrar  sus  fuet 
ci6n  inolvidable  que  deba  ir  perpt 
nombre;  pero  si  por  falla  de  ner 
ocasi6n  no  pudo  ser  contado  enl 
ler  orden  de  la  America  del  Sur,  i 
un  puesto  muy  distinguido  entre  lo 
lo  que  lo  obtiene  entre  los  cuban 
■  parecidas  de  sentimiento  y  de  j 
j^tico  Mendive. 

tros  poetas  ya  fallecidos  figuran  e 
atorianas  (2);  el  general  D.  Franc: 


Lo  que  mis  entre  noa  pasfl  no  e»  dir 
Noche,  de  oir  el  Ausiro  presuroso, 
Ni  el  viento  de  tus  lechos  mli  vecino 
(Hehreha.— Elegia  is 

Ara  Ecuatoriana.  CoUccion  dt  poesXas  nccionalii 
Dr.  Vicenti  Emilia  Malestina.  Guayaquil,  1865 
no  con  injusticia  por  Mera,  en  su  Ojeadj  crilia 

'art>ttso  Ecuatonano,  con  apuntamitnlos  biogriJUoi 
■s  de  la  RepuhlUa  del  Ecuador,  desde  el  iigla  XVII , 
el  Gallegos  Naranjo  (Quito,  1879).  Desdichadislm 
Mera,  y  Cafletc  aflade  que  en  il  ahunda  mucho  1 
Vueva  Lira  Ecuatoriana.  CoUcciSn  de  poesias  esc 
Abel  Eckeverria  (Latacunga,  1879).  Puede  cod 


CXLVU 

el  Carvajal,  D.  Vicente  Piedrahita, 
(autor  de  Nina,  leyenda  quichua), 
l^orral,  D.  Joaquin  Ferndndez  C6r- 
laamaflo  de  Vivero  (que  tradujo  con 
rersos  de  Byron),  el  festivo  improvi- 
p^elasco  y  el  joven  estudiante  de  Me- 
nardo  Daste.  En  los  versos  que  co- 
lutores  hay  cosas  dignas  de  estima- 
i  de  m6rito  muy  relevante;  y  como, 
enemos  d  la  vista  mis  que  una  peque- 
sus  obras,  nos  expondrlamosr  a  dar 

]  Dr.  Molestina,  porque  no  repite  ntnguna  compo- 

\.—Poclas.  Quito,  1891. 

r  la  Acadeinia  del  Ecuador,  correspodiente  de 
ids  copiosa  y  de  mejor  gusto  que  las  anteriores, 
benevoleocia.  Lleva  un  se^undo  tomo  de  poesia 

[CUaloriano,  Compilaciatt  formada  par  Juan  Ledn 
OS  cantares  nada  hemoa  dicho,  como  tampoco  de 
ro  se  han  publicado  de  otras  region es  de  America, 
)  especial  y  muy  minuciuso  el  distinguir  en  ellos 
cano  e  indlgena  de  lo  mucho  que  se  encuentra 
:  colecciones  de  copUs  espaflolaa  j  singularmente 
^fuente  Alcantara,  Rodriguez  Marin  y  otros.  Hay 
.  Mera  atgunos  versos  politicos  y  varias  compo- 
lengua  de  los  indios  llamada  quichua,  ^-ae  aigue 
nente  por  yarios  literatos  del  pais,  diatinguiendose 
Cordero. 

in  tercer  tomo  de  prosistas  que  esti  confiado  a  la 
lo  Herrera  y  seni  quiza  el  mis  interesante,  porque 
a  del  Ecuador  ha  hecho  que  el  ingenio  de  sub  hi- 
irinclpalmente  en  el  campo  de  la  polemica  social 
de  Espejo,  Mejia,  el  P.  Solano,  Garcia  Moreno  y 
le  aQadir  ya,  con  las  necesarias  reservas  de  orto- 
ifisla  agudo  6  ingenioslsimo ,  y  brilliiate  y  castizo, 
I  pedantesco  prosista,  Juan  Montalvo,  pueden  dar 
ci6a. 


lo 
las 

QO! 

ibl 

lor 
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ibe 
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ici ; 
ircc 
suit 
lac 
sgi 
id. 


A  p. 

xiAi 


en  el  metro  italiano,  sino  en  copla; 
•I  metro  de  Juan  de  Mena.  Titiilasi 
'je  en  prosa  y  en  metro  sobre  la  tnuer 
el  Adelantado  D.  Diego  de  Almaf. 
apitdn  General  por  sii  Cath6lica  y 
Emperador  y  Rey  Nuestro  Senor  et 
Toledo  llamado  Peru,  Descubridor 
tstentador  desta  rica  provincia. 
a  prosa  se  reduce  d  una  corta  intro 
ito  snmario.  EI  metro  A  treinta  y  i 
las  de  arte  mayor;  la  primera  dice: 

Cathdlica,  Sacra,  Real  Majestad, 
C^sar  augusto,  muy  alio  Monarca, 
Fuerte  reparo  de  Roma  y  su  barca 
En  todo  lo  humano  de  mis  potesiad; 
Rey  que  procura  saber  la  rerdad, 
Crisol  do  se  funde  la  reta  justicia; 
Pastor  que  no  obstante  cualquier  amick 
Conserva  el  gaoado  por  una  igualdad. 

a  Attima: 

Debiendo  Pizarro  haber  de  cumplir 
El  pleito  homenaje  por  ^1  oiorgado 
Venir  S  esta  corte  y  d  vuestro  mandado 
Donde  el  jtlez  le  mandu  remitir; 
No  solamente  no  quiso  venir, 
Mas  quebrantarlo  con  otros  tiranos, 
Y  la  venganza  tomo  por  sus  manos: 
Solo  por  esto  se  debe  punir. 

1  obra  es,  pues,  de  un  ferviente  part 
y  enemigo  de  los  Pizarros,  que  en  la 
ara  testigo  del  suceso,  y  al  propio 

loca  habilidad  para  versificar :  «■ 

icisco  Pizarro  y  sus  hermanos,  los 


ro  de  su  honra,  vida  y  hacienda, 
te  vereis,  porque  pas6  asf  verda- 
6  mis  en  efeto,  por  el  defeto  de 
por  darlo  mds  sabroso,  aunque 
jara  de  amargaros.de  lo  que  aqul 
cho  mis  lo  sentirlades,  si  como  lo 
'o  como  el  que  lo  escribe,  que  se 

ema,  i  pesar  del  caricter  arcaico 
er  anterior  a  1548,  puesto  que  en 
;  «  Y despuis  el  Rey  ha  mandado 
Hzarro.i>  Pero  tampoco  es  impo- 
i6n  se  escribiera  mucbo  despues 
lautor  pens6  en  publicarle,  segiin 
\  de  Fr.  F^lix  de  Le6n  que  acom- 
eza  en  el  manuscrito  del  Arcbivo 
onserva.  Hay  de  ella  copia  inco- 
de  manuscritos  de  D.  Martin  Fer- 

;ez,  aquel  estrafalario  aventurero 
era  Desbcfralado,  y  cuyas  diverti- 
tlo  comparables  con  las  de  otro 
laya,  D.  Diego  Duque  de  Estrada 
mi'smo),  frisan  tantas  veces  con  la 
'  con  la  picaresca,  incluy6  en  el 
:tthnbres(i)  la  o6ra  anterior,  des- 
la  censura,  afladiendo  una  copla 
:odo  de  este  modo:  «  Obra  en  me- 
e  fui  dada  al  ilustre  D.  Diego  de 

ifiHloi  para  la  Hhtoria  de  Espana,  torn.  LXXXV, 


In, 
[qu 


los 


t6r 
obi 
at 
zae 

!r&. 
blii 
Ai 

•ft. 


n  las  crdnicas  y  relaciones  histi- 
Igunas  coplillas  populares  y  and- 

de  cardcter  soldadesco,  y  todas 
le  las  mds  curiosas  la  que  canta- 
ampo  real  en  la  campafla  contra 

Hernandez  Gir6n  por  los  aflos 
al  Dr.  Fr.  Hier6nimo  de  Loaisa, 
1  Licdo>  Hernando  de  Santill^n, 
incia ,  y  despu^s  presidente  de  ta 
>,  obispo  de  los  Charcas: 

:ar,  y  el  otro  dormir, 

itill 

apercibir, 

Itill 

ne  y  el  otro  juega; 

tillSn,  el  jugador  (de  ajedrez)  el 

Ividada  la  de  los  mis  cabellicos, 
i\  diab6lico  Carvajal  el  dia  de 

I  lo  ba  ocoitumbrado, 

eodcnioniado. 

SOS  se  prueba  que  aiin  vivia  Aguirre  cuando 
s  que  Zufliga  redsctase  la  parte  tercera  que 
ario  Vizcaino  en  Tieira  FInne,  por  Agosto 

toi  del  Afckivo  dt  /«dltiis,tom.  iv,  piginasii; 

atTOcidndCB  de  Lope  de  Aguirre  (cantadas 
)s),  pero  del  Peril  salio  la  expedicido  de  Pe- 
ite  no  huelga  aqui  esta  noticia. 

primera  vez  el  Sr.  Espada,  en  la  carta  de- 
ams  de  antigutdadcs  peruanas. 


.  Otra  copla  sonaba  en  ( 
>r  el  aoo  de  1537: 

Almagro  pide  la  pas, 
Los  PiiaiTOS  jguerra,  guerral 
Elloa  todos  moririn 
Y  Dtro  mandara  la  tierra.  ...  (i| 

[uista  del  Peru  no  tuvo 
la,  no  por  esc  falt6  quiei 

cantaria  dentro  del  misi 
:eca  Imperial  de  Viena 
e  la  Nueva  Castilla,  obi 
L  que  en  1848  un  librero 
\  por  deraas  incorrecta 
s  sefias  del  manuscrito  ( 

por  verdadero  titulo:  . 
descubritniento  que  hizo 
^izarro  en  demanda  a 
hora  llamamos  Nueva  C 
z  primera  vez  quepartu 
m  la  prisidn  de  Atabah 

en  dos  partes:  la  prm 
tiempQ  en  que  se  hizo  d  l 
ia  parte  tiene  este  enca 
to  la  segxtnda  parte,  que 
I  magnifico  senor  gohern 
ti6  de  Panamd  en  dem< 
bez,  kasta  la  prtsi6n  de 
gran  ciudad  del  Cuzco 
h  el  Gobernador.* 


Ledn ,  La  guerra  de  las   SaliTias. 
tunlo!  iniditos  para  la  Hiitoria  de 


CO  cantos 
icientas  o 
1  modo  c 
mere,  cu: 

0  y  el  sex 
Derlos  eni 
labas,  6  p 
)  por  igDC 
un  conju] 
)dido  esci 
a  el  mds  i 
stante,  la 
or  consig 
[ultico,  d' 
de  asuntc 
jado.  De  ] 
azquez  d( 
a,  nuestr 
ftnimo  po( 

usieron  ei 
'  de  ellos 

1  ignoradc 
imero  Lo 
Herndnd 
ion  Diegc 
tda,  envit 
■petuQ  ser 


letna  ktroico 
Paris  y  Ltin 


■  Pedro  de  la  Cadena,  que  era 
s  Alcaides  en  la  provincia  de 
oema,  escribid  y  presentd  al 
ro  en  prosa  sobre  el  gobierno 
al  inform6  el  secretario  de  di- 
:o  L6pez  de  Gamboa,  en  i6  de 
>  que  aunque  escrito  con  m^- 
1,  pero  que  atendida  la  buena 
'enia  gratificarle  y  juntar  su  li- 
la  en  el  Consejo  y  era  de  mds 
D.  Juan  de  Matienzo,  oidor  de 
mbos  en  secreto  por  ser  cosa 
los  cuando  conviniera. 

Diego  de  Aguilar  y  C6rdoba, 
les  del  siglo  xvi.  En  25  de  Fe- 
ll la  dedicatoria  de  su  poema 

en  1578  y  revisado  despu6s 
[  suceso  que  en  61  se  narra,  que 
iado  viaje  de  Pedro  de  Ursiia. 
ra  nos  dan  raz6n  de  otros  ver- 
uda,  de  los  mds  antiguos  de  la 
!nda,  poeta  poUgloto,  que  por 
eto  en  /ranees  y  otro  en  ita- 
Picado,  probablemente  de  la 
aturalizada  en  Arequipa:  Mi- 
,  eclesiSstico  muy  erudito  y 
viajes  y  exploraciones  de  los 
fdnea  Austral,  que  es  una  es- 
6rica  dividida  en  tres  partes, 
lue  anda  traducida  al  franco 
;ontiene  interesantes  noticias 
igua  de  Quito  y  conquista  del 


srnandez  d 
:o  PaniagUi 
nismo  nom 
ios  muy  ai 
tiempo  de 
[554  en  lab 
gobernado 
Francisco 
igioso  amig 
:ado  el  Sr. 
;s,  sobre  t( 


ita  abeja  en  la  I 
iirro  sQave  y  bi 
laberinto  artifi< 
IS  flores  el  manj 
enos  a  la  adelfa 
omero  ,  .1  ca„ 
IqAq  Io  vuelfe 

te  juzgo,  cordo 
que  renacid  di 

ft<in,  de  sangre 

le  su  obscuridai 
vituperio  Unti 

balsam  o  con  vie 


).  PEliRO  PAMIJ 

re  el  mundo,  o 
■as  ondas  y  test 
iciendo  la  caud. 
ro  Nilo  y  Gang 
el  supremo  tui 
guila  sin  par,  d 


cux 

Sube  al  cielo  tu  nombre  y  clara  fuente 
Do  eternamente  has  de  quedar  glorioso. 

Mas  tu  entre  las  doradas  aguas  canta 
Con  dulce  son  el  suyo  celebrando 
Deste  tu  insigne  historiador  tan  grave; 

Que  i  tal  grandeza  otra  grandeza  tanta 
S61o  basta  a  dar  gloria,  eternizando 
Lo  que  en  ser  de  mortal  hombre  no  cabe. 

DB  D.   DIEGO  VACA  DE  LA  VEGA. 

Si  el  lauro  se  le  debe  justamente 
Al  que  pretende  con  insigne  historia 
Hacer  firme  y  etema  la  memoria 
De  algun  valor  heroico  6  eminente; 

Si  con  divino  ingenio  y  llanaa  ardiente 
Librandole  del  tiempo  le  da  gloria, 
Haciendo  de  finita  y  transitoria 
Que  sea  infinita  y  dure  eternamente; 

A  vos  se  OS  deben  tres  (sin  otros  ciento), 
Uno  por  este  libro  tan  famoso, 
£1  otro  porque  a  vuestra  patria  ha  dado 

Inmortal  nombre  vuestro  fundamento, 
Otro  a  vuestro  discurso  milagroso 
A  quien  el  mundo  esta  tan  obligado  (i), 

Aunque  del  siglo  xvi  no  tenemos  ninguna  justa  6 
certamen  portico  del  Perii,  ni  relaci6n  de  fiesta  en  que 
se  intercalen  versos,  desde  muy  temprano  vemos  aso- 
ciada  la  poesla  a  los  grandes  regocijos  piiblicos.  Asi 
nos  refiere  el  palentino  Diego  Fernandez  en  su  Histo- 
ria  del  Peru  (parte  i.%  lib.  2.°,  cap.  lxliii),  que  cuando 
entr6  el  presidente  Gasca  en  la  ciudad  de  los  Reyes 
(Lima)  el  27  de  Septiembre  de  1546,  y  fu6  recibido  con 


(i)  El  ms.  de  El  Marahdn  (8  hojas  de  preliminares  y  317  de  texto,  divi- 
dido  en  tres  libros  y  dedicado  a  D.  Andres  Fernandez  de  C6rdoba,  del  Con- 
sejo  Real),  existe  en  Asturias  en  la  libreria  que  fu6  del  Sr.  Soto  Posadas,  y 
file  examinado  en  1875  por  el  Sr.  Jimenez  de  la  Espada. 


des  festejos,  «sali 
lanzantes  como 
,  7  cada  uno  diji 
representando  lo 
labia  hecho».  Ye 
nalas  se  omiten  £ 
isde  mediados  d( 
desde  lines  del  it 
ly  c6lebre  de  Sa 
lis  concurrida,  ] 
)ur,  fundada  por 
'  y  su  raadre  D.' 
iembre  de  1555, 
in  Pfo  V  en  25  d 
urisprudencia,  T 
3rvd  su  cr6dito  y 
de  la  guerra  de  1 
o  se  fund6  en  : 
)re,  que  logr6  al 
sertenecen  much 
eminarios  de  Ar< 
dad  de  Huaman^ 
de  humanidades 
[o  en  todos  los  i 
ido  a  doce  sus  c: 
imprenta  fu6  mi 
uarenta  afios  des 
rdo  elprt'mero  im, 
titula  en  sus  libr 
tra  estampado  s 
:  y  catkecismo  pa 
'etnds  personas  q 


trio  y-cira^^sas  ne- 
...  Compitesto por  auc- 
gue  se  h^lebr6  en  la 
83.  Y  par  la  misma 
•.rales  de  esie  Reyno, 
4.  S6I0  de  diez  obras 
I  siglo  XVI  dan  razdn 
i6gi'afos,  ys6lo  uoade 
AraucQ  Domado,  del 
tes  son  confesionarios 
)  de  la  lengua  quicbua, 
libro  de  reducciones 
:recho  (i). 

,  que,  aun  siendo  es- 
lel  Perii  en  el  primer 
e  no  produjo  ningiin 
sr  orden,  nacido  en  el 
3  mestizo,  hijo  de  un 
idia  principal,  descen- 
irimer  libro  de  autor 
e  Europa  fu6,  segura- 
e  los  tres  didlogos  de 
'aliano  en  espafiol  por 
lira!  de  la  gran  Ciu- 
mos  y  provinctas  del 
impresa  en  Madrid, 


Amirica,  co»  una  tibliografia 
\S^oi  i(iOO,por  elauiordtla 
lo  J  adicionado  fnr  M.  Zarco 

'pitome  (1584-1810).  Santiago 


mtarios  Reales,  libro  el  mas  ge- 
que  en  tiempo  alguno  se  ha  es- 
eii  que  verdaderamente  ha  que- 
.  ._  la  de  las  razas  vencidas.  Prescott 
ha  dicho  cod  raz6n  que  los  escritos  de  Garcilasso  son 
una  emanaci(5n  del  espfritu  indio  «a«  emananation  from 
the  Indian  mind*.  Pero  esto  ha  de  entenderse  con  su 
cuenta  y  raz6n,  6  m^s  bien  ha  de  completarse,  advirtiendo 
qne  aunque  la  sangre  de  su  madre,  que  era  prima  de 
Atahualpa  (si  hemos  de  creerle),  hirviese  tan  alborota- 
damente  en  sus  venas,  el,  al  fin,  no  era  indio  de  raza 
pura,  y  era,  ademds,  ne6fito  cristiano  y  hombre  de  cul- 
tura  clasica,  por  lo  cual  las  tradiciones  indigenas  y  los 
cuentos  de  su  madre  tenfan  que  experimentar  una  rara 
transformacibn  al  pasar  por  su  mente  semib^rbara,  semi* 
educada.  Asi  se  form6  en  el  espfritu  de  Garcilasso  lo 
que  pudi^ramos  Uamar  la  novela  peruana  6  la  leyenda 
incasica,  que  ciertamente  otros  habian  comenzado  a 
inventar,  pero  que  s6lo  de  sus  manos  recibid  forma 
definitiva,  logrando  engafiar  d  la  posteridad,  porque 
habia  empezado  por  engaCarse  a  si  raismo,  poniendo  en 
el  libro  toda  su  alma  cr6dula  y  supersticiosa.  Los  Co- 
mentarios  Reales  no  son  texto  histdrico;  son  una  nO' 
vela  ut6pica  como  la  de  Tomas  More,  como  la  Ciudaa 
delSo/de  Campanella,  como  la  Ociana  de  Harrington: 
el  sueflo  de  un  imperio  patriarcal  y  regido  con  rienda; 
de  seda,  de  un  siglo  de  oro  gobernado.por  una  especie 

ie  teocracia  filos6fica.  Garcilasso  hizo  aceptar  esto; 

iueOos  per  el  nlismo  tone  de  candor  con  que  los  na^ 

:aba  y  la  sinceridad  con  que  acaso  los  crela,  y  a  6 
>mos  deudores  de  aquella  ilusi6n  filantrdpica  que  en  e 

iglo  xviir  dictaba  d  Voltaire  la  Alzira  y  a  Marmonte 


gin 


:6i 
liT 
ho 
ine 
de 
le 
[ol 
po( 


lo, 

ntell 
iteh 


el  Perij,  hace  menci6n  Cervantes,  ai 
qne  Garc6s,  de  quien  hareraos  m^ri 
livia.  Uno  de  estos  poetas  es  D.  JC 
antor  de  El  Marandn: 

En  todocuanto  pedirael  deaei 
Un  Duge  ilustre  de  Aguilar  adm 
Un  dguiia  real  que  en  *uelo  tco 
Atzarse  a  do  Ilegar  ninguno  aspi: 
Su  pluma  edtre  cien  mil  gana  tri 
Que  ante  ellala  mis  alta  se  retir 
Su  estilo  J  su  valor  tan  celebrad 
Guanuco  lo  diri,  pues  lo  ha  go£3 


De  los  citados  en  ' 
loticia  alguna : 


Pues  si  he  de  dar  la  gloria  a  ti  deb 
Gran  Alansode  Estrada,  hoy  «res  din 
Que  no  se  cante  asi  Can  de  corrida 
Tu  Eer  y  entendimieuto  peregrino; 
Contigoesti  la  tierra  enriquecida. 
Que  al  Betis  mil  tesoros  da  contino, 


(i)  De  la  Musa  CalJope  que  habla  en  este  a 


CLXVI 

I  el  cambio  igual;  qu 
ichosa  deuda  satis  faj 
la  rara  desta  tierra  il 
■tan,  te  nos  ba  dado  i 
loria  J  de  Ribera  lus 
ropio  7  del  ajeno  su 

I  la  dulce  patrta  eiti 
;iias  de  Li  mar  goza: 
ibera,  el  fresco  Tieni 
inos  versos  alegrand 
reis  por  suma  deste 
brio  7  discreciiSn  mi: 
•ho,de  Ribera,  en  todi 
ro  7  sin  segundo  Ma 

i&  Fernindtz  se  me  < 
n  del  escuadrdn  de  i 
Sotemayor  ensoberh 
;on  su  nombre  heroi 
Imira  y  en  saber  dor 
nira  el  uno  7  otro  p 

s  famoso  por  la  esfu 
fo  Fetnindez  de  Pirn 
n mortal,  cuya  eaceli 
idad,  gran  parte  her 
:ro  de  la  equina  fuer 
1  quiere  d^l  no  se  le 
gloria  goza  en  Occit 
liin  aqui  tan  larga  p: 
ecen  ho7  su  ingenio 
ina  f^il  y  preciosa] 
puesta  en  el  mayor  c 
I  la  Tesalia  se  levanl 
n  dichoso  fruto  ha  < 
lo  que  la  fama  canta 
ion  Pedra  dtAharad 
1  ya  no  menos  claro 
10  ingenio  al  mundo 

rlontesdoca,  Ih 
nos  algiJD  dato 


3e  Cervantes,  que  volvi6  &  acor- 
a/e  del  Parnaso.  Primero  habfa 


oso  insigne  valle  (i) 

usurpar  solia 

,  a  quien  podemos  dalle 

^o  f  gallardla; 

iron  i  su  tatle, 

lo  mejor  le  enria: 

Taio  conoscido, 

es  su  apellido. 

le  recordaba  de  esta  CariOosa  ma- 
Viaj'e  del  Parnaso  : 

artado,  del  remoto 
igo  Montesdoca, 
^rauco  el  hllo  roto  (i). 

expresivo  el  elogio  que  Vicente 
<  de  ellos,  le  tributa  en  et  canto  2." 
La  Casa  de  la  Memoria,  impreso 
I : 


i  y  el  caudal  CL. 

raz6n  negaste, 
in  ingenio  ardiente 
te  celebraste, 
quien  tan  juslamente 
}re  que  ganaste, 
3ca,  que  no  es  Lima 
r  pura  liiAa. 

la  interior  carcoma 
iderribarte; 
D  vence  J-  doma. 


la  encubi'erta  poetisa  da  de  su 
lia,  que  no  s61o  nopuedodudar 
ida  real  y  efectivamente  desdt 
que  me  atrevo  A  sefialar ,  de  ai 
I,  el  nombre  probable  de  la  ei 
bace  de  este  modo  su  autobiogr 

Quiero,  pues,  coroenzar  i  darte  ctie 
De  mis  padres  y  patria  y  de  mi  estadi 
Porquesepas  quien  te  amay  quien  te 
Bien  que  ya  la  memoria  me  atormenti 
Renovando  el  dolor,  que  aunque  llora 
Est4  presente  y  en  el  alma  vive 

En  este  imperio  ocuko  que  el  sol  b 
Mas  de  Baco  piadoso  que  de  Alcides, 
Entre  un  tropico  frio  y  otro  ardiente, 
A  donde  fuerzas  inclitas  de  Espana, 
Con  varios  casos  y  continuas  lides 
Fama  inmortal  ginaron  A  su  gente: 
Donde  N^eptuno  engasta  su  tridente 
En  nacaryoro  fioo: 
Cuando  PiKarro  con  su  flola  vino, 
Pundo  ciudades  y  dej6  memorias. 
Que  eternas  quedaran  en  las  historias 
A  quien  un  valle  ameno , 
De  tantos  bienes  y  delicias  lleno. 
Que  siempre  es  primavera, 
Merced  del  sueflo  de  la  cuarta  esfera. 
La  ciudadde  Li6n  fu£  edificada, 
Ycon  hado  dichoso 
Quedb  de  heroes  fortisimos  ptoblada. 

Es  froDtera  de  barbaros,  y  ha  sido 
Terror  de  los  tiranos,  que  intentaron 
Contra  su  rey  enarbolar  bandera: 
Al  que  en  Jauja  por  ellos  fu6  rendido 
Su  atrevido  est  an  darte  It 
Y  Tolvieron  el  reino  k  cuyo  ei 
Bien  pudiera,  Belardo,  si  quis 
En  graciade  los  cielos, 

Niuva  biografia,  pdg.  19. 


cucxt 

IS  de  mis  dos  abuelos , 
nueve  mundo  eonquUtaron 
i  tambiin  edificaron , 
iurieran 

su  vida  y  sangre  dieron  ; 
irso  largo, 

ha  tornado  j-a  i  su  cargo, 
lesgracia  desta  tierra, 
n  este  tiempo, 
res  m^ritos  no  entierrm. 
nobles  dos  hermanas  fuimos, 
iron  con  temprana  muerle, 
mdas  de  pueriles  paflos. 
la  tia  que  tuvimos 
edad  de  suestra  suerte : 

que  el  cielo  aca  reparte 
igiin  dicen,  mucha  parte, 
uchas  prendas  : 
bastantes  las  haciendas 
sustento ; 

untas,  con  tan  gran  contento, 
II  a  entrambas  rige  y  nos  gobierna, 
I  tuyo  y  mio, 
orosa,  dulce  y  tierna. 
li  Beiisa  celebrada, 
lu  nombre,  y  Amartiis  mIo, 
le  afici6n  favorecidas : 
I  dulces  musas  indinada; 
auoquemenor,  tiene  tni.9  brio, 
r  quien  es,  muy  conocidas ; 
ban  sido  merecidas 
imeneo 

yenturoso,  que  en  trofeo 
y  vencedora  palma , 
dii5  prendas  del  alma. 
)  OtTO  trato, 
■oen  limpio  celibate, 
estado, 

[ran  afecto  consagrado, 
su  bond  ad  y  su  grand  eza 

maculada  mi  pureza. 


discreci6n,  con  tan  insinuante 
:acto  tan  femenino  y  delicado, 
>  de  quedar  lisonjeado  con  la 
coo  las  nubes  del  inoportuno 
irse  p1at6nicamente  enamorada 
tan  larga  distancia,  pero  iinico 
su  noble  naturaleza: 

lor  sin  esperanza, 

[ue  quisiera 

icho  se  ha  hallado; 

'  dichoso  estado 

;s, 

}n  m^  imposibles. 

ir  mi  alma  osada, 

a  fue  criada 

lo  easeOa; 


rela  mi  reposo, 
I  veo,  y  me  lastima: 

^ontrarios, 

indoy  deotroclima! 

ide  el  Sur  me  esconde 

aceptos  bellos, 

milagroso, 

;enio  portentoso, 

i ,  y  d  ml  danarme. 

lo;  mas  iqvi  diga? 
ro  ban  de  Ilamarte : 
el  cielo  te  le  ba  dado; 
.  tuvo  paz  conmigo, 
arte  por  parte, 
IS  fuerzas  confiado. 
nprecamas  oiado, 

a  7  ei  oficio. 


Otras  pueitaR  del  alma  quebraa 
No  por  los  ojo*  mios ,  que  velai 
Esldn  con  gran  pureza; 
Mat  por  oidos,  cuya  foitaleza 
Ha  sido  j  es  tan  fuerte, 
Que  por  elloi  no  entr6  sombra 
Que  tales  son  palabras  desinaii< 
Si  Tirgenes  las  ojen , 
Que  a  Dios  han  sido  7  sou  saci 
Con  gran  Taz6a  i  tu  valor  inmi 
Consagran  roil  deidades  sui  lat 
Cuando  manijan  perlas  en  sus  I 
Todo  ese  roundo  all!  te  paga  cc 

Y  iste  de  aci,  mediante  tus  fa' 
Crece  en  riqueza  de  ore  y  earn 
Potosi,  que  sustenta  en  sus  esi 
Entre  el  inrierno  crudo 
Aquel  peso,  que  AtlanCe  ya  no 
Confiesa  que  su  tima  te  la  deb 

Y  quien  del  claro  Lima  el  agua 
Sus  primicias  te  ofrece, 
Despues  que  con  bus  dones  te 
Acrecentando  ofrendas 

A  tus  excelsas  y  admtrables  pr 
Yo  que  aquestas  grandezas  vO} 
Entretenida  en  ellas, 
Las  Toy  en  mis  entraOas  celeb) 

Qu6  galano  y  qu6  exquisito  t 
rabies  panegiristas  espafloles 
pe,  cuyos  versos  llenan  voliio 
mismo  Fulvio  Testi,  en  la  he 
30  a  su  niuerte,  alcanz6  A  est 
)funda  y  concentrada.  Pero  : 
s  sigue;  Lope  habia  escrito  £1 
a  docta  poetisa  le  exhorta  a  b 
1  en  el  cielo,  donde  ella  espe 
ito  e  imperecedero: 

En  tu  patria,  Belardo,  mas  n{ 


mucbo  verte  peregrino... 


rigen  tuviEte  mas  diviao 
ia  mayor,  si  la  bu  scares. 
}  acertards,  si  imaginares 
ia  tuya  el  cieto , 
peregrino  aci  en  el  suelol 

jrino  mlo, 

I  natural:  p6ngaQte  brio, 
alias,  que  elev6  lu  canto 
DgaQosas, 

mas,  que  te  importan  tanto. 
en  santo  amor  gozarte, 
imposible  poder  verte, 
peligros  7  mis  faltas: 
el  naufragio,  y  escaparte 
;lla  de  la  etema  muerte, 
Mgil  al  divino  saltas; 
res  gracias  con  que  esroaltas 
lat  obras, 

na  inroortal  continuo  cobras, 
de  ho  J  mas  en  versos  lindos, 
OS  J  dirinos  Pindos: 


nis  dulces  7  perfetos; 
ido  i  quien  le  sigue, 
jremio  al  bienhechor  persigue, 
virtud  apresta  el  arco 
iosas  flechas 
na  aljaba  de  Aristarco. 


:andor  se  declara  Amarilis  inexperta 
}s,  como  quien  emplea  su  tiempo  en 
n  el  cielo^  y  termina  pidiendo  d  Lope 


e  tu  alma  y  mi  consuelo. 

le  escriba  en  verso  la  vida  y  martirio 


CLXXVII 

Aloe  precio^o  Sarnaos  y  Cam  panes, 
Rubles  Pegugamba,  v  Nubia  algalia , 
Ametistes  Rarsinga, 

Y  pr6speros  sucesos  Acid  alia. 

Ya  veo  que  tendrds  por  cosa  nueva, 

No  que  te  ofrezca  censo  un  mundo  nuevo, 

Que  a  ti  cien  mil  que  hubiese  te  le  dieran; 

Mas  que  mi  musa  rustica  se  atreva 

A  emprender  el  asunto  a  que  me  arrojo, 

Hazafla  que  cien  Tassos  no  emprendieran: 

Kilos  al  fin  son  hombres,  y  temieran; 

Mas  la  mujer,  que  es  fuerte, 

No  teme  alguna  vez  la  misma  muerte. 

Pero  si  he  pareddote  atrevida, 

A  lo  menos  par^zcate  rendida; 

Que  fines  desiguales 

Amor  los  hace  con  su  fuerza  iguales; 

Y  quedote  debiendo, 

No  que  me  sufras,  mas  que  est^s  oyendo 
Con  singular  paciencia  mis  simpiezas, 
Ocupado  contino 
En  tantas  excelencias  y  grandezas. 

Versos  cansados,  ^que  furor  os  Ileva 
A  ser  sujeto  de  sJmpleza  indiana, 

Y  a  poneros  en  mano  de  Belardo? 

Al  fin,  aunque  amargu6is,  por  fruta  nueva 
Os  vendran  a  probar,  aunque  sin  gana, 

Y  verdn  vuestro  gusto  bronco  y  tardo: 
£1  ingenio  gallardo. 

En  cuya  mesa  habdis  de  ser  honrados, 
Hara  vuestros  intentos  disculpados: 
Navegad:  buen  viaje:  haced  la  vela: 
Guiad  un  alma  que  sin  alas  vuela. 

Lope  de  Vega  contest6  con  la  epistola  de  Belardo  d 
AmartliSy  que  tiene  buenos  trozos  y  curiosas  noticias  de 
su  persona  y  de  su  vida,  pero  que  dista  mucho  de  ser  la 
mejor  de  las  suyas.  Por  esta  vez  perdone  Lope:  la  hu- 
milde  poetisa  ultramarina  Ileva  la  palma.  EI,  que  tanto 
pecaba  por  el  lado  de  la  galanterla,  fdcilmente  hubiera 

TOXO  tIX«  / 


(Cusa  al  fin  de  la  eplstola  de  no  es- 
anta  Dorotea,  dejandole  a  la  devo- 
^tisa: 

lis  el  alma  coasagrado 
itor  de  Dorotea , 
cabeza  en  su  cayado, 
ida  vos,  pues  que  se  emplea 
en  casto  pensimiento, 
jndo  sus  grandezis  vea  (i). 


la  misma  poetisa  celebrada  en  el 
ao  fdnix  rara  de  Santa  Fe  de  Bo- 
tnil  que  de  Huanuco  pasara  d  esta- 
;ino  de  Granada,  pero  no  me  atrevo 

icarla,  porque  dlferencias  de  estilo 
;regia  poetisa  peruana,  disclpula  del 
la,  cuyo  Parnaso  Antdrtico  honr6 
ioor  de  la  Poesia,  que  Integro  va 
s6lo  como  precioso  documento  de 
las  noticias  radsimas  que  contiene 
einato,  sino  como  un  curioso  en- 
lo  un  bello  trozo  de  inspiraddn  di- 
icho,  no  sin  razdn,  el  ilustre  colora- 
rara  vez  en  verso  castellano  se  ha 
po^ticamente  sobre  la  poesfa»  (2). 


imarilis  k  Belardo  y  de  Belardo  4  Amarilis  le 
hras  sutltas  dc  Lope  de  Vega,  edicidn  de  San. 

tsias dc Doiia  AuripinaMonta  del  Kfl/&CBogOti, 


irese,por  ejemplo,  con  el  Ej 
le  la  Cueva,  que  es  del  mist 
escuela  y  hasta  del  mismo 
mas  excelsa  concepci6n  de 
;  andntma,  y  qui  forma  tan  e 
i  a  dar  d  sus  nociones  est^tii 
IS  de  pedantismo  que  empafl 
queza  de  versifici6n  que  se  ad 
in  fuera  ella,  parece  hoy  im 
DOS  la  presenta  como  *una  si 
eino,  muy  versada  en  la  lengui 
por  cuyo  mandamiento  y  per 
ibe  su  nombre,  con  el  qual  c 
jroica  dama)  fud  justo  dar  p 
as  epistolas*.  Ni  era  ella  sola  la 
;es  las  letras  en  el  Peril,  puestc 
anque  sin  nombrarlas: 

Y  aun  yo  conozco  en  el  Pirii  tres  di 
Que  ban  dado  en  poesia  heroicas  m 

e  ellas  seria  probablemente  \i 
4  Lope;  otra,  quiza,  la  U."  Ji 
tonces  se  consideraba  como  ; 
4  Ids  poetas,  fu6  la  anonima 
como  el  Laurel  de  Apolo  6  e 
olonia.  Hasta  diez  y  siete  cita 
enidos  de  Espafia,  otros  natur 
cas.  Irapreso  el  Elogio  pocas 
para  qu^  repetirlos  aquf,  pue 
hablado  ya;  otros  son  totalm 
an  dejado  mas  memoria  que 
)  6  composici6n  de  certamen; 


■pasamos  d  dar  breve  razon,  conforme  a  lo  que  de 
obras  resulta. 

Tuvo  el  Peru,  de  igual  suerte  que  Mexico,  la  forti 
de  ser  visitado  en  el  siglo  de  oro  por  muy  preclaros 
genios  espafioles,  que  dejaron  alii  una  tradici6n  casl 
y  de  tuen  gusto.  Casi  todos  estos  poetas  eran  andalu 
y  los  mas  perteneclan  a  la  escuela  sevillana,  de  la  c 
la  primitiva  poesla  de  la  America  espaflola  puede  c 
siderarse  coLia  una  rama  6  continuaci6n.  Fu6  de 
primeros  el  ya  citado  Diego  Mexfa,  el  mas  feliz  trad 
tor  de  las  Heroidas  de  Ovidio  que  hasta  ahora  ha 
grado  nuestra  lengua,  traductor  fiel  no  tanto  a  la  le 
como  al  espfritu  po6tico  Unguido  ymuelledel  origii 
hibil  en  la  expresi6n  de  los  afectos  y  ternezas  de  am 
versificador  desigual  y  negligente,  en  quien  no 
raros  los  adertos  exquisitos  contrapesados  por  gran 
mero  de  prosalsnios  y  locuciones  forzadas.  La  foi 
dura  y  estrecha  del  terceto  que  en  toda  su  vers 
-adopt6,  no  es  molde  adecuado  para  el  dlstico  latim 
hubo  de  arrastrarle  muchas  veces  d  desleir  los  per 
mientos  en  larga  y  soflolienta  parafrasis.  La  Eplsioh 
Safo  d  Faon  descuella  entre  todas  por  el  mayor  num 
de  bellezas:  no  sin  raz6n  la  eligib  Quintana  para  mi 
tra  en  su  Coieccidn  de  Poesias  Seiectas,  bonra  qu 
poqufsimas  traducciones  quiso  dispensar  su  severe 
cio.  <E1  tono  elegiaco  (dice  aquel  gran  maestro)  < 
bastante  sostenido  en  toda  la  obra,  y  son  pocas  la; 
su  clase  que  presenten  trozos  tan  naturales,  tan  l 
sentidos  y  tan  felizmente  expresados,  como  la  pini 
que  Safo  hace  de  si  misma  cuando  le  dan  la  noticii 
la  fuga  de  su  amante,  la  del  bosque  donde  entra  d  ve 
&■  meditar  en  su  tristeza  y  a  recordar  sus  pasadas  c 


y  la  de  su  ilusi6n  en  que  se  figura  qui 
ando  los  mares  i  bu5carla»  (i). 
.  trabajo  de  Diego  Mexia,  aunque  poi 
jtor  no  sea  americano,  lo  es  por  la  tiei 
rendi6  y  termin6,  como  largatnente  di 
m  su  curioslsimo  pr6togo:  «Navegandc 
de  noventa  y  seis,  desde  las  riquissimj 
i*iru  A  los  Reinos  de  la  Nueva  Espafia  ( 
dad  de  verlos  que  per  el  interns  que 
s  pretendfa),  mi  navio  padesci6  tai  grs 
1  golfo  Itamado  comiinmente  del  Papz 
a  mis.  compafieros  nos  fud  represent* 
bora  de  la  muerte.  Pues  demas  de  s 
s  los  arboles  (vfspera  del  gran  Patr6n 
S  las  doze  boras  de  la  noche,  con  espa 
ue  vela  ni  astilla  de  arbol  quedasse  en 
•te  arrebatada  de  un  bombre),  el  com 
tan  temerarios  balances,  con  m^s  de  c 
de  azogue  que  por  carga  infernal  lle\ 
vino  y  plata  y  otras  mercaderfas  de  qi 
itemente  cargado,  que  cada  momento 
hundidos  en  las  soberbias  ondas.  Per 
adoso  padre)  milagrosamente  y  fuera  d 
I  humana  (habi^ndonos  desahuciado  e 
ombas  en  la  mano  y  dos  bandolas,  nos  ; 
ansfiguracidn  en  Acaxu,  puerto  de  Son 
[nbarqu6  la  persona  y  plata,  y  no  quer 
3S  en  desaparejado  navio,  determind  ii 
an  ciudad  de  Mdxico,  cabeza  (y  con 


Celeeciin  de  Paes'ias  Sclcctas  CaiUUanas,  t.  Ill  (ed,  de 


CLXXXIII 


Nueva  Espafia.  Fu6me  dificultosfsimo  el  camino,  por 
ser  de  trescientas  leguas;  las  aguas  eran  grandes  por  ser 
tiempo  de  iviemo;  el  camino  aspero,  los  lodos  y  para- 
mos muchos,  los  rfos  peligrosos  y  los  pueblos  mal  pro- 
veidos,  por  el  cocoliste  y  pestilencia  general  que  en  los 
Indios  habia.  Demas  desto,  y  del  fastidio  y  molimiento 
que  el  prolijo  caminar  trae  consigo,  me  martirizd  una 
continua  melancolla  por  la  infeliclsima  nueva  de  Cadiz 
y  quema  de  la  flota  mexicana,  de  que  fui  sabidor  en  el 
principio  deste  mi  largo  viaje.  Estas  razones  y  caminar 
i  passo  fastidioso  de  requa  (que  no  es  la  menor  en  se- 
mejantes  calamidades),  me  obligaron  (por  engaflar  a 
mis  propios  trabajos)  a  leer  algunos  ratos  en  un  libro 
de  las  Eplstolas  del  verdaderamente  poeta  Ovidio  Na- 
s6n,  el  cual,  para  matalotaje  del  espiritu,  por  no  hallar 
otro  libro,  compr6  a  un  estudiante  en  Sonsonate.  De 
leerlo  vino  el  aficionarme  4  el ,  y  la  afici6n  me  oblig6  i 
repassarlo,  y  lo  uno  y  lo  otro  y  la  ociosidad  me  dieron 
animo  &  traducir,  con  mi  tosco  y  totalmente  riistico 
estilo  y  lenguaje,  algunas  eplstolas  de  las  que  mas  me 
deleitaron.  Tanto  dur6  el  camino  y  tanta  fu6  mi  cons- 
tancia,  que  cuando  llegu6  d  la  gran  ciudad  de  Mexico 
Tenustlitan,  hall6  traduzidas,  en  tres  meses,  de  veinte 

y  una  eplstolas  las  catorce Y  considerando  que  mi 

entrada  en  la  Nueva  Espafia  (respecto  de  la  grande  falta 
de  ropa  y  mercaderlas  que  en  ella  habia)  se  dilataba  por 
un  afio,  me  pareci6  que  no  era  justo  desistir  desta  im- 
presa;  y  mas  animado  de  los  pareceres  de  algunos  hom- 
bres  doctos:  y  asl  mediante  la  perse verancia  le  dl  el  fin 
que  pretendfa.3> 

Conste ,  pues ,  que  el  lauro  po6tico  de  Diego  Mexia 
ha  de  repartirse  entre  Mexico  y  el  Perii,  y  que  esta  tra- 


;i6n  no  iu6  obra  de  pacifico  humanista,  labrada  y 
3a  en  quieto  y  estudioso  retire,  sino  diversion  y  ali- 
ie  iaterminables  jornadas  por  tierras  barbaras  y  re- 
is,  tras  de  tormentas,  huracanes  y  naufragios.  «El 
nio  (dice  el  autor)  y  talento  que  Dios  fu6  servido 
arme,  si  es  alguno,  es  bien  poco,  y  esse  ocupado  y 
aydo  en  negocios  de  familia  y  en  buscar  los  ali- 
tos  necesarios  d  la  vida;  la  inquietud  del  espiritu  es 
^ande  como  la  del  cuerpo,  pues  ha  veinte  atlosque 
!go  mares  y  camino  tierras  por  diferentes  climas, 
■as  y  teinperamentos,  barbarizando  entre  birbaros, 
iierte  que  me  admiro  c6mo  la  lengua  materna  no  se 

la  olvidado La  comunicaci6n  con  hombres  dotos 

que  en  estas  partes  hay  muchos)  es  tan  poca,  cuan 
I  es  el  tiempo  que  donde  ellos  estan  habito,  demis 
en  estas  partes  se  platica  poco  desta  materia,  digo 
1  verdadera  poesia  y  artificioso  metrificar;  que  de 
r  coplas  a  bulto,  antes  no  hay  quien  no  lo  profese. 
lue  los  sabios  que  desto  podrian  tratar,  s6lo  tratan 
iter^s  y  ganancias,  que  es  &  lo  que  acS  los  trajo  su 
ntad,  y  es  de  tal  modo  que  el  que  mas  doto  viene  se 

ve  mAsperulero jOh,  dichosos  (y  otra  vez  dicho- 

los  que  gozan  de  la  quietud  de  Espafta,  pues  con 
1  facilidad  y  con  tantas  ayudas  de  costa  pueden 
)arse  en  ejercicios  virtuosos  y  darse  a  los  estudios 
IS  letras!  y  joh,  mil  veces  dinos  de  ser  alabados  los 
d  cualquier  g^nero  de  virtud  se  aplican  en  las  In- 
,  pues  demis  de  no  haber  premio  para  ella,  rom- 
por  tantos  monies  de  dificultades  para  conse- 
.a!»(i). 

Prtmera  parte  del  Parnaso  Antirtico  de  obras  antalarioi.  Con  las  otim- 


CLXXXV 


Mucho  mas  que  del  culto  ingenio  de  Mexiapuede  glo- 
riarse  Lima  de  haber  dado  hospitalidad  en  su  convento 
de  Predicadores,  como  regente  de  Estudios  y  maestro 
y  Lector  de  Teologia,  al  que  sin  empacho  podemos  Ua- 
mar  el  primero  de  nuestros  6picos  sagrados,  emulo  vie- 
torioso  del  obispo  Jer6nimo  Vida  y  digno  de  emparejar 
a  veces  con  Milton  y  Klopstock.  Fue  6ste  el  dominico 
sevillano  Fr.  Diego  de  Ojeda,  grande  entre  los  raros 
poetas  de  su  orden,  y  de  primera  nota  entre  los  de  Es- 
patia,  por  mas  que  tanto  tiempo  pesara  sobre  61  injustf- 
simo  olvido,  de  que  por  fin  vino  a  redimirle  la  alta  y  se- 
rena  crftica  de  Quintana.  No  hay  en  la  Crtsiiada^m  cua- 
draba  al  sublime  y   tremendo  asunto  <iue  el  religioso 


iiuna  Epistolas  de  Ovidio  y  el  <In  Ibinvi^  en  U  rcetos.  Dirigidas  d  don  luan  de 
Villela,  Oydor  en  la  ChancilUria  de  los  Reyes.  Por  Diego  Alexia^  natural  de  la 
cilidad  de  Sevilla,  i  residente  en  la  de  los  Reyes^  en  los  riqu'issimos  Reinos  del 
Piru.  AHo  1608.  Con  privilegio;  en  Sevilla.  Por  Alonso  Rodriguez  Gama- 
rra,  4.* 

Las  Heroidas  se  reimprimieron  en  el  t.  xix  de  la  Coleccidn  Ferndndez,  y 
recientemente  en  la  Bihlioteca  Cldsica;  pero  en  una  y  otra  edici6n  hubo  el 
mal  acuerdo  de  suprimir  la  mayor  parte  de  los  preciosos  preliminares  del 
libro,  y  con  ellos  la  carta  de  la  sefiora  peruana.  Tampoco  esta  en  las  reim- 
presiones  modernas  la  traducci6n  del  Ibis,  De  modo  que  el  Parnaso  Antdr- 
tico  s61o  puede  ser  conocido  integramente  consultandole  en  la  primera  edi- 
ci6n.  Ex6manla  sonetos  laudatorios  del  Licenciado  Pedro  de  Ofia,  en  nomhre 
de  la  Antdrtica  Academia  de  la  ciudad  de  Lima  en  el  Peru,  del  Dr.  Pedro  de 
Soto,  catedrdtico  de  Filosofia  en  M6xico,  en  nombre  de  su  claustro,  y  de  Luis 
P6rez  Angel,  natural,  6  a  lo  menos  vecino,  de  Arica,  segun  se  infiere  del 
elogio  de  la  inc6gnita  poetisa : 

Con  gran  recelo  &  tu  esplendor  me  Uego, 
Luis  P^rez  Angel,  norma  de  discretos , 
Porque  soy  mariposa  y  temo  el  fuego. 

Fabrican  tus  romances  y  sonetos , 
Como  los  de  Anfibn  un  tiemp6  a  Tebas, 
Muros  i.  Arica,  d  fuerza  de  concetos. 


eta  eligi6,  la  fantasia  intern perante  y  deslutn 

0  oriental  6  tropical  del  Bernardo,  nitamp 
dad  de  materia  y  color  que  realzan  laArauc 
sin  disputa,  el  mejor  compuesto  de  nuestros 
,s  racional  en  su  traza  y  distribucion  de  pari 
letra  en  esferas  mas  altas  del  sentimiento  i 
,s  Ueno  de  calor,  de  elocuencia  pat^tica,  de  s 
,nos,  de  viva  y  penetrante  efusibn,  que  en  cii 
,  como  el  cuadro  de  los  azotes,  es  capaz  de  a 
mas  al  lector  menos  pio.  La  ardlente  elo( 
sstrosasceticos,  la  del  venerable  Granada,  s 
sus  Meditaciones  sobre  la  Pasi6n,  nadie  la  h 
:re  nuestros  poetas,  salvo  el  P.  Ojeda.  Si  en! 
uviera  el  gusto  tan  rematadamente  estn 
3aria  la  Cristiada  confundida  y  olvidada 

1  de  la  Bihlioteca  de  Autores  EspaHoles,  s 
iltiplicarian  sus  edlciones  para  deleite  de 
ratas,  no  menos  que  de  los  hombres  de  bi 
intana  harto  hizo  con  sacarla  de  la  obscur: 
nendarla,  venciendo  su  genial  antipatfa 
;sia  religiosa.  «La  pompa  y  brillantez  de  la 
nes  (dice),  la  belleza  general  de  los  versos 
I  corresponden  casi  siempre  d  la  grandeza  d 

n  y  de  los  pensamientos El  lenguaje  d 

da  es  propio,  puro,  natural,  ajeno  enteram 
ctacidn,  pedanteria,  conceptos  y  falsas  flor 
mpieron  despuds  la  elocuencia  y  la  poe 

la No  se  hallaran  en  Ojeda  imitaciones 

;tas  antiguos  ni  modernos:  el  lenguaje  deia 
e  los  libros  asc6ticos  son  las  fuentes  de  s 
:  hierve  toda  de  expresiones  sublimes  a  ve 

tiernas  y  dulces,  y  frecuentemente  tambi6 


■P"  ..■ 


en  familiares  y  ))ajas  por  su  extremada  naturalid 
sencillez»  (i). 

A  esta  familiaridad ,  que  a  veces  degenera  en 
saismo  y  bajeza;  &  ciertos  resabios  escolisticos  i 
controversia  teoligica  (que  no  serfa  diflcil  encoi 
tambi^n  en  Dante  y  en  Milton);  &  la  falta  de  plenit 
cadencia  en  algunos  versos  y  de  esmerada  construe 
en  rauchas  octavas;  &  la  falta  de  energfa  con  que  e 
preseatados  los  caracteres ;  atribuye  principalm 
Quintana  el  que  la  Cristiada,  con  valer  todo  lo 
vale  y  ser,  bajo  rauchos  respectos,  superior  a  todo: 
productos  de  nuestra  musa  6pica,  no  pueda  ciasific 
sin  reserva  entre  las  obras  inaestras  de  su  g^nero, 
que,  rairada  ^  trozos,  llegue  a  confundirse  con  ellas 
creo  que  lo  que  principalmente  la  daOa  es  cierto  g6i 
de  ejecucidn  menuda  y  algo  candorosa,  cierto  abanc 
infantil,  mas  propio  de  libro  de  devoci6n  que  de  po 
6pico,  y  una  verbosidad  desatada  que  roba  nervio 
diccidn  y  energla  A  las  situaciones,  y  deja  ver  con 
cuencia  detrds  del  poeta  al  orador  sagrado.  Pero  cue 
Ojeda  acierta,  iquifin  de  nuestros  6picos  acierta  c 
^1?  La  vestidura  que  lleva  el  Salvador  al  Huerto,  < 
cual  estaban  representados  los  pecados  del  mundc 
Oracidn  personificada  que  sube  al  cielo  A  pedir  d  ] 
por  su  Hijo;  el  hermoso  movimiento  Ifrico  con  qu 
poeta  interviene  en  el  cuadro  de  los  azotes  Yo  pegui 

SeAor,  y  tti  padeces ;  los  consuelos  del  arcingel 

briel  k  la  Virgen  Maria  vaticindndole  la  resurrecci6 
su  hijo;  el  cuadro  todo  de  la  Crucifixidn,  y  espe 
mente  el  roomento  del  eclipse :  estas  y  otras  innu 


(0  Prtlogo  de  la  Musa  P.pica  (t.i,  edic.de  1833),  pag.  48. 


CLXXXVIII 


que  hay  en  el  poema  de  nuestro  dominico 

ifica  y  soberana  poesia,  y  todo  hombre  de 

ira  como  dijo  Quintana  del  ultimo  de  los  tro- 

dos:  «Yo  no  conozco  cosa  que  se  aventaje 

i  este  pedazo  de  poesta,  y  puede  ir  a  la  par 

ra  de  las  ideas  sublimes  que  se  admiran  en 

inte,  Miguel  Angel,  Milton  y  los  demas 

ores  de  esta  fuerza.* 

irivilegio  del  suelo  americano,  el  que  en  6l 

ampuestas  las  tres  principales  epopeyas  de 

)  de  oro:  la  hist6rica  en  Chile,  la  sagrada 

I  novelesca  y  fantastica  en  M6jico,  Jamaica 

:o!(i). 

e  con  el  P.  Ojeda  daba  culto  a  las  musas 

:o  sevillano,  Fr.  Juan  Gdlvez,  residente  en 

de  Trujillo  cuando  la  poetisa  an6nima  es- 

nos  raz6n  de  su  patria: 

I  una  esta  Truxillo  enriqueciendo ; 

.  Lima  el  otro,  y  ambos  a  Sevilla 

A  esUis  con  vuestra  musa  ennobleciendo. 

'ii,  del  P.  Maatro  Fr.  Diego  ife  Hejeda,  Rigente  de  hi  tiludios 
'■  de  Lima;  que  trata  de  la  viday  miterUde  Crislo  nuestro  SaJ- 
j{  Excina.  Sr.   D.   J.   de  Mtndoza  y  Luna  ,  Marquis  de 

rrey  del  Peru Impreio  en  Sevilla  en  la  imprettia  de  Dirgt 

'e  Calalaaes,  aiSo  de  1611,  4.°  Las  aprobaciones  estan  fecha- 
f  versos  laudatorios  de  Lope  de  Vega,  Mira  de  Amescua, 
el  Licdo.  D.  Gabriel  G6mez. 

as  reimpresidn  completa  de  este  raro  y  precioso  libro  que 
I  1. 1  de  los  Paemas  Epieos  de  la  BibUoteca  de  Rivadeneyra. 
.  Manuel  de  Berriozibal,  public6  ea  1848  en  Paris  uiia  re- 
bien  compendto  del  poema,  y  tengo  idea  de  que  esta  re- 
i  imprimirse  en  Barcelona. 

nico,  de  quien  espera  inucho  la  historia  literaria  de  su  or- 
>s  hace  a  la  Facultad  de  Letras  de  la  Uaiversidtd  de  Ma- 
)ctoral  acerca  del  P.  Ojeda,  con  datos  biograficos  que  do 
inguna  otra  parte. 


1 


3S  y  Fr.  Diego  de  Ojeda,uno  en  su 
otro  en  su  Cristiada,  bien  osarin 
5  del  rio  Lima,  que  bafla  la  ciudad 
nvidiar&n  jamas  a  las  de  Beocia», 
niidez  y  Alfaro  en  el  pr6logo  de  la 
!  Belmonte-  Nada  sabemos  de  este 
Cortes,  y  si  su  autor  merecia  reat- 
en  corapafifa  de  tal  poeta  como 
[isolaremos  de  su  p^rdida. 
do  tarabiiSn,  pero  bastante  conser- 
entes  obras  de  Luis  de  Belmonte 
a  la  memoria  de  los  curiosos  ape- 
cosa  que  su  comedia  de  El  Dia- 
an  atrevida  y  fantastica  invencibn 
tan  intenso  y  picante  donaire  en 
cual  sirvi6  de  remote  ejemplar  d 
(dicas  del  incomparable  Don  Al- 
torio  dramAtico  de  Belmonte,  ya 
en  coIaboraci6n ,  es  mucbo  mas 
is  notables  entre  los  de  segundc 

uyo  de  doce  novelas  muy  celebrado 
ci6n  y  agudeza  de  su  prosa,  en  que 
!  por  reanudar  el  bilo  de  la  postrera 
:  Cervantes,  haciendo  la  vida  del 
:1  manco  sano  habia  escrito  la  de 
ijras  po6ticas,  aun  permanece  ma- 
les, uno  de  la  Colombina  y  otro  de 
de  todas;  es  decir,  La  Ilispdlica, 
uista  de  Sevilla,  rico  de  valientes 
extremo  superior  d  la  Bittca  de 
m  ser  tan  varia  la  fecundidad  lite- 


le  Belmonte,  aun  fu6  mayor  la  varie 
e  los  sucesos  de  su  vida,  desde  qu< 
3n6  las  orillas  del  patrio  Betis,  <gast3 
>s  de  su  vida  en  peregrinaciones  : 
ado  Bermiidez  y  Alfaro,  amigo,  y, 
suyo,  nos  refiere  sus  andanzas  en  el 

1  frente  de  La  Hispdlica  (i): 

i6d  Nueva  Espada  en  sus  primeros  a 
inaci6n  le  guiase  k  ver  nuevas  provir 
el  Pirii  el  aflo  siguiente  (2),  donde,  i 
'idos  ingenios  de  Lima,  voIvi6  al  es 
musas,  alcanzando  gran  parte  de  la 

obras  descubre Escribi6  Luis  de  ] 

vario  en  la  invenci6n,  porque  lo  pei 
;esos  de  aquellas  provincias,  con  la 
reyes  suyos;  que  otro  lo  tuviera  por 
•^  el  apenas  se  acuerda  de  haberlo  he 
icido  con  la  fuerza  del  trabajo, 
ecidse  d  la  saz6n  salir  una  armada  d 
tstro,  y  como  semejantes  armadas  tii 

2  cronistas,  que  asf  lo  encarga  S. 

,  busc6  el  general  Pedro  Fernande 
a  que  hiciese  este  oficio,  y  asimismo 
secretario,  que  no  siendo  menester 
dir  a  nuestro  autor,  por  su  inclinai 
'  la  plaza,  halldndose  en  ^l  las  parte 
nbos  oficios,  porque  en  raz6n  de  letr 


ipreso  en  el  Ensayo  de  Gallardo,  t.  ii,  pigioas  62- 
^taba  ya  en  Lima  el  ado  1605,  scgiin  61  propio  ad' 
.a  oomedia  Algunns  hazafias de  D.  Garcia  Hm 


CXCI 


mos  en  Espafla  quien  le  exceda ,  y  no  sin  dificultad  se 
podrd  hallar  quien  le  iguale,  si  bien  estima  en  poco  un 
don  tan  excelente,  siendo,  como  es,  con  el  extremo  que 
en  61  se  conoce. 

»Hizo  su  peregrino  viaje,  descubriendo  en  tres  baje- 
les  la  armada  incultasy  no  domadas  regiones,  costeando 
la  Nueva  Guinea  y  las  islas  que  llaman  de  Salom6n,  y 
parte  de  las  dds  Javas,  Mayor  y  Menor,  engolfdndose 
despu6s  en  el  extendido  archipi^lago  de  San  Ldzaro,  y, 
en  fin,  poniendo  (como  61  mismo  dice  en  una  estancia) 
nombres  a  los  mares,  puertos  y  rios;  y  mds  copiosa- 
mente  en  los  liltimos  capitulos  de  un  libro  suyo  en  prosa, 
que  saldra  entre  las  demas  obras,  guardando  en  silencio 
lahistoria  de  su  Jornada,  que  escribi6  en  versos  heroi- 
cos,  hast  a  darle  la  ultima  lima,  por  lo  poco  que  se 
agrada  de  sus  mismas  obras. 

>Gast6  en  la  mar  once  meses  y  veinte  dlas,  que  en 
golfos  jamas  descubiertos ,  con  hambre  y  sed,  tanto  de 
la  tierra  como  del  sustento,  claro  es  que  serlan  los  peli- 
gros  grandes  y  los  trabajos  inmensos.  Su  almirante  y 
lancha  arribaron  a  las  Malucas,  a  la  saz6n  que  acababa 
de  ganarlas  D.  Pedro  de  Acufla,  gobernador  de  Filipi- 
nas;  y  la  capitana  en  que  venla  Luis  de  Belmonte,  des- 
trozada  y  perdida  con  la  fuerza  de  los  vientos,  que  pa- 
reci6  milagro,  cobr6  a  los  seis  meses  liltimos  la  costa  de 
la  Nueva  Espafla,  prolongandola  ochocientas  lenguas 
por  la  banda  del  Sur.  Al  fin,  por  varios  casos,  lleg6  d 
seguro  puerto;  pas6  d  Mexico  segunda  vez,  donde,  no 
pudiendo  olvidar  el  manjar  sagrado  de  las  Musas,  escri- 
bi6,  entre  muchas  comedias,  que  algunas  hay  impresas, 
la  Vtda  del  pairiarca  Ignacio  de  Loyola^  en  versos 
castellanos,  que  de  su  g6nero  dudo  que  alguno  se  le 


taje.  Harase  en  Espafia  \asegunda  impresi6n  (i),  y 
jncederan  el  lugar  que  ha  tenido  en  todas  las  pro- 
as de  Indias. 

,leg6  a  Madrid  Luis  de  Belmonte  queriendo  con  su 
;ral  volver  a  la  conquista  de  las  regiones  que  deja- 
lescubiertas;  pero  causas  legitimas,  bien  contra  su 
iaci6n  y  gusto,  le  forzaron  a  no  proseguir  la  em-^ 
I,  si  bien  ha  gastado  el  tieinpo  aprovechadamente 
•s  estudios  que  sigue,  no  dejando  por  ver  las  mejo- 
iudades  de  Espafla,  s6Io  t  fin  de  comunicar  Ids  in- 
}s  dellas.» 

mismo  aventurero  poeta  alude  bizarramente  a  sus 
abrimientos  y  peregrinaciones  navales  en  una  di- 
6n  de  La  Hispdlica  : 

Yo,  apenas  conocidoen  nuestro  Polo, 
(Cdmo  padre  sonar  en  la  sujeta 
Region  del  Austro,  de  fiereza.  armado. 
Si  bien  la  visite  como  soldado? 

Penetra  el  mundo,  sin  moverse  el  dueflo. 
La  fama  de  la  pluma  y  de  la  espada. 
Yen  tanto  que  reposa  en  blando  sueflo, 
Llega  su  nombre  i  la  regidn  helada. 
Plies  yo  que,  alegre,  la  persona  empefto 
Por  la  regidn  del  sol  mas  abrasada , 
No  quisiera  mas  fama  que  en  aquetlas 
Provincias  que  med!  con  propias  bucllas. 

Mas  ondas  nuevas  penetr^  que  vieron 
Coldn,  Cortes,  Pizarro  y  Magallanes, 
Pues  tocando  las  que  ellos  descubrieron , 
Pase  con  los  criizados  tafetanes. 
Un  capitdnsegui  de  qulen  temieron, 
Midiendo  estreJIas  y  afijando  imanes. 
Las  no  domadas  ondas  de  AntitriCe, 
Que  ya  no  tiene  el  orbe  quien  le  imite. 


Nunca  he  Tisto  la  primers  ni  la  segunda. 


CXCIII 

El  pecho  puse  i  la  mayor  Jornada, 
Llegando  al  sol  los  peosamientos  mios, 
Y  tocando  en  la  tierra,  en  vano  armada, 
Nombre  dimos  al  mar,  nombre  d  los  rlos, 
Como  de  Arauco  en  la  jamas  domada 
Regi6n,  notaba  los  soberbios  brios 
Ercilla,  de  los  barbaros  chilenos : 
Si  bien  yo  anduve  mis  y  escribl  menos. 
« 

No  toca  i  nuestro  prop6sito  la  controversia  en  estos 
ultimos  aflos  suscitada  acerca  del  autor  probable  de  la 
Relacion  del  descubrimiento  de  las  regiones  australes^ 
que  su  editor  atribuyd  d  Luis  de  Belmonte,  contra- 
riando  tal  opini6n  el  malogrado  cronista  de  nuestra  ma- 
rina D.  Francisco  Javier  de  Salas  (i).  Lo  cierto  es  que 
gran  parte  de  esta  relaci6n  pas6  a  la  letra  al  libro  de  los 
Hechos  de  D.  Garcia  Hurtado  de  Mendoza^  marquis 
de  Cafiete^  que  compuso  en  1613  el  Dr.  Crist6bal  Sua- 
rez  de  Figueroa,  asl  como  la  galana  prosa  de  este  libro, 
en  la  parte  que  se  refiere  d  la  sumisi6n  del  valle  de 
Arauco  por  D.  Garcfa,  sirvi6  de  base  a  la  desatinadf- 
sima  comedia  que, Belmonte,  asistido  de  otros  ocho  in- 
genios,  entre  los  cuales  los  habla  tan  insignes  como 
Alarc6n,  Guillen  de  Castro,  Mira  de  Amescua  y  Luis 
V6lez,  dieron  a  los  teatros  en  1622  con  el  titulo  de  Al- 
gunas  hazanas  de  las  muchas  de  D.  Garcia  Hurtado 
de  Mendoza^  Marques  de  Cahete  (2). 


(i)  Vid.  Historia  del  descubrimiento  de  las  regiones  austraUs  hecho por  el 
general  Pedro  Fernandez  de  Quiros,  puhHcada  por  D.  Justo  Zaragoza.  Ma- 
drid, 1876,  3  vol.;  y  Bolettn  dela  Academia  de  la  Historia^  1. 1  (1878). 

(2)  En  Madrid,  por  Diego  Flamenco,  afio  1622.  Reimpresa  al  fin  de  las 
Comtdias  de  Alarcdn  en  la  Biblioteca  de  Rivadeneyra.  Los  poetas  colabora- 
dores,  am6n  de  los  citados,  fueron  el  Conde  del  Basto  (nieto  de  Antonio  de 
Leiva),  D.  Fernando  de  Ludefla,  D.  Jacinto  de  Herrera  y  D.  Diego  de  Ville- 
i;as.  Puede  conjeturarse,  con  el  Sr.  Ferndndez-Guerra  (D,  yuan  Ruiz  de 

TOMO  in.  // 


No  sabemos  que  ninguna  de  las  obras  de  Belmonte 
iaiiese  de  las  prensas  de  Lima-  No  asi  las  de  D.  Diego 
Je  Avalos  y  Figueroa  y  D.  Rodrigo  de  Carvajal  y  Ro- 
iles,  que  por  este  tiempo  se  contaban  entre  los  mas  lu- 
:idos  ingenios  de  la  colonia.  Es  curiosisimo  y  entrete- 
lido  Hbro,  cuanto  apreciable  por  su  rareza  bibliografica, 
;1  de  la  Misceldnea  Austral  que  en  1603  estampaba  el 
jatriarca  de  la  iinprenta  peruana,  Antonio  Ricardo.  Di- 
^idi61e  su  autor,  D.  Diego  de  Avalos,  en  cuarenta  y 
;uatro  coloquios,  de  que  son  interlocutores  Delio  y  Ci- 
ena, y  en  los  cuales,  sin  orden  alguno,  se  trata  de  las 
naterias  mas  diversas:  del  amor  y  de  las  cualidades  que 
]ebe  tener  el  amante,  de  los  celos,  de  la  miisica,  de  las 
:atidades  de  los  caballos,  de  la  verdad,  de  la  vergiienza, 
le  la  perfecci6n  de  las  dainas,  del  ortgen  de  las  sortijas 
"i  anillos,  de  la  conversacidn,  de  las  im^genes  y  templos 
ie  Venus,  de  los  sueflos  y  del  suefio,  de  las  ventajas  de 
a  lengua  toscana  para  la  musica,  del  uso  de  las  estampas 
f  dafios  de  la  ociosidad,  delave  F6nix,  delpelfcano,  del 
:isne  y  del  aguila,  de  los  minerales,  animales  y  vegeta- 
es  del  Perii,  de  las  propiedades  de  la  piedra  bezoar,  de 
OS  edificios  antiguos  del  Perii,  del  origen  de  los  Incas 
J  de  sus  leyes  y  ritos,  de  los  sacrificios  que  los  indios 
isaban,  de  la  antigua  riqueza  de  EspaCa  en  oro  yplata, 
:Iogio  de  la  ciudad  de  Ecija,  de  donde  era  oriundo 
ft,valos,  etc.  Es,  pues,  una  Silva  de  varia  leccidn,  harto 


\larcSn,  pag.  359),  que  todos  estos  ingenios  andaban  por  aquella  fecha  ros~ 
rituertos  con  Lope  de  Vega,  puesto  que  se  atreven  a  decir  de  si  mismos 
lar  boca  de  Belmonte  que  4$on  los  que  en  EspaQa  tieoeQ  mejor  lugar ,  i 
lespecho  de  la  envidia*.  (3  esta  comedia  se  escribi6  para  rivalizar  con  el 
irauca  damade  de  Lope,  6  al  contrario:  poco  importa  ponerlo  en  claro,  por- 
|ue  eotrambas  son  4  coal  mis  iufelicei. 


semejante  a  la  de  Pero  Mexfa  en  lo  inconexo  y  abiga- 
rrado  de  las  materias.  Intercilanse  en  ella  muchos  y  no 
despreciables  versos,  de  los  cuales  merecen  citarse  un 
fragmento  de  traducci6n  en  verso  de  las  Ldgnmas  de 
San  Pedro  de  Tansillo,  y  un  largo  poema  en  octava 
rima  y  en  seis  cantos,  que  viene  d  ser  como  la  se- 
gunda  parte  del  libro,  y  lleva  por  titulo  Defensa  de  Da- 
mas.....  donde  se  alegan  memorables  historias,  y  donde 
florecen  algunas  sentencias,  refutando  lo  que  algunos 
phiUsophos  decretaron  contra  las  mu/eres,  y  firovando 
ser  /a/so,  con  casos  verdaderos ,  en  dtversos  tiempos  suc- 
cedtdos  (i). 


(i)  Primera  parte  de  la  Miscilinea  Austral  de  D.  Diego  d  Avahsy  Figueroa, 

en  Dtries  coiofia'os Can  la  deftma  de  Damns.  Diripda  al  Exeetlenlissimo  se- 

^»r  Don  Luys  de  Velasco,  Caoalltro  de  la  Orden  de  Santiago,  Visorey  y  Capitati 
Gtnerai  de  Its  Reynos  delPifu,  Chile y  Tierra  Firme.  Con  licencia  de  su  ixci' 
'  lattia.  Impreso  en  Liviapor  Antonio  Ricardo.  Aho  1601,  4.°  El  autor  firmi  la 

I  dedicatoria  en  la  ciudad  de  la  Paz  eo  6  de  Septlembre  de  1601. 

Lleva  gran  oiimero  de  versos  Jaudatorioa  del  general  D.  Fernando  de  Cdr- 
I  dobay  Figueroa,  D.  Diego  de  Carvajal,  D.  Lorenzo  Fernandez  de  Heredia, 

;  Dr.  D.  Fraocisco  de  Sossa,  Dr.  Hnrmero,  Dr.  Francisco  do  Figueroa,  Li- 

I  cendado  Bartolomi  de  AcuBa,  Ldo.  Pedro  de  Ofla,  Ldo.  Francisco  NiiQez 

de  Bonilla,  Ldo.  Crist6bal  Garcia  de  Rivadeneyra,  Uo.  Antonio  Maldonado 
de  Silva ,  Juan  de  Salcedo  Villandrando,  I-eonardo  Ramirez,    Un  religtoso 
'  grave  y  Francisco  Moreno  de  Almaraz.  Al  principio  de  la  Defensa  de  Datnas, 

i  nueras  composiciones  laudatorias  de  Pedro  de  Ofla,  Ldo.  Bartolome  de 

i  AcuOa  Olivers,  D.  Sancho  de  Marafl6n,  Ldo.  D.  Francisco  Ferndndez  ds 

C6rdobB,  capitin  Gabriel  d'Oria  y  Rut  L6pez  de  Frias  Coello. 

Eata  Miscelinea  Austral  impresa  no  ha  de  confundirse  con  la  otra  Misce- 
linta  Aniirtica  in£dita  de  Miguel  Cabello  de  Balboa,  natural  de  Archidona, 
autor  tambi^a  de  otras  obras  mencionadas  por  la  poetisa  andnima : 

La  Vokiiea  horrlfica  terrible, 
V  el  Mitilar  Elcgio,  j  la  famoea 
Atiiceldnea  t^uK  i.\  Inga  cs  ipacible : 

La  tnlrada  de  lot  Moioi  milagrosa, 
La  comedia  de  El  Ciace  y  VasqHtrana, 
Tunto  verso  elegantey  tanta  prota 


lo  ha  conseguido  nuestra  diligencia  haber  A  las  ma- 
ejemplar  alguno  del  poema  La  conquista  de  An- 
lera,  obra  del  capitan  D.  Rodrigo  de  Carvajal  y 
t)les,  que  Nicolas  Antonio  cita  corao  impreso  en 
la  en  1627 ,  haciendo  merito  ademas  de  otro  poeraa 
iito  del  mismo  autor  sobre  La  hatalla  de  Toro.  S6I0 
lemos  juzgarle,  pues,  per  un  poema  de  circunstan- 
I  donde  no  es  de  celebrar  otra  cosa  que  la  habitual 
infa  de  la  versificacidn,  en  que  no  desmiente  Carva- 
f  Robles  el  caracter  disdntivo  de  aquel  floridlsimo 
po  de  poetas  antequeranos  que  t\  fu6  A  representar 
;1  Nuevo  Mundo:  los  Tejadas,  Espinosas,  Marlines 
ristobalinas.  Lope  de  Vega  canto  de  61  en  la  silva2.* 
Laurel  de  Apolo : 

Aqui  con  alta  pluina  doa  Rodrigo 
De  Carvajal  y  Robles,  describiendo 
La  famosa  conquista  de  Antequera, 
Hallo  la  fama,  y  la  llev6  consigo; 
Tantas  regiooes  penetrando  y  viendo , 
Que  del  Betis  le  trajo  a  la  ribera, 

Y  baciendo  f>or  su  bijo 
Festivo  regocijo, 

Laa  bellas  ninfas  el  laurel  partieroa, 

Y  como  ya  sus  dulces  musas  vieron 
Restituldas  a  su  patria  amada, 

Tom6  la  pluma  Amor,  Marte  la  espada. 

s  autor  Carvajal  de  la  descripci6n  en  quince  silvas 
as  J^tesias  que  celebrd  Lima  al  nacimiento  del  prin- 
!  D.  Baltasar  Carlos;  Hbro  de  la  mayor  rareza,  im- 
io  en  aquella  ciudad  el  aflo  1632,  cuando  el  poeta  se 


Nombre  te  dan  y  gloria  soberana , 
Miguel  Cabello,  y  *ala  redundindo 
Por  Hesperia,  Archidona  quedaulana. 


hallaba  de  Corregidor  y  Justicia  Mayor  de  la  pro 
de  Colesuyo  por  Su  Majestad.  Ocurri6  duran 
fiestas  un  terremoto,  y  el  trozo  en  que  se  describt 
los  mis  valientes  del  poema.  Elogi^ronle  en  tfir 
cultos  y  ampulosos,  conforme  al  gusto  crespo  y  en 
tiado  que  comenzaba  &  prevalecer  en  nuestras  let 
aquende  y  allende,  el  maestro  Fr.  Lucas  de  Mei 
agustino,  catedritico  de  Escritura  en  la  Universic 
Lima,  y  el  chantre  de  Arequipa  Fr.  D.  Fulgencio 
donado.  «Grandes  fueron  las  fiestas  (dice  el  prii 
mas  nunca  tan  del  todo  grandes,  como  en  la  relac: 
D.  Rodrigo  de  Carvajal  y  Robles;  que  son  por  ex 
dichosos  en  crecer  los  asuntos  que  este  caballero 
calor  de  sus  manos.  Antequera,  su  patria,  debe  la  i 
talidad  a  su  poema  con  mas  verdad  que  &  sus  i 
Yestas  fiestas  que  ya  por  humanas  pasaron  prest( 
dran  de  divinas  la  duraci6n,  perpetudndose  en  este 
en  quien  he  hallado  inucho  que  admirar  y  nada  q 
iTegir.»  «Erab6squese  en  estas  silvas  (pondera  el 
tre  arequipeflo)  el  que  quisiere  sentir  como  Lf 
hallardse  una  vez  y  otra  y  mil  veces  cogido  de  si 
si6n,  causada,  ya  de  lo  dulce  de  sus  descripciones, 
la  hermosura  y  pompa  de  las  voces;  y  los  que  en 
mis  adentro,  hallarin  mas  rigurosas  observacion 
arte.»  Un  poeta  an6nimo  que  escribe  un  soneto  ( 
banza  del  autor,  se  atreve  a  decir,  jugando  con  si 
llido,  que  con  la  publicacidn  de  tal  poema 

Ya  vuelve  el  siglo  de  oro;  ya  los  rciles 
Sudando  miel,  como  en  la  edad  primera. 
El  reino  de  Saturao  pronostican. 

Tan  desaforadas  hip6rboles  no  deben  prevenimc 


nente  contra  el  libro  de  las  Fiestas,  que  es 
;s  6  mis  tolerables  de  su  g6nero  (i).  No 
'elaci6n  en  verso  que  el  franciscano  Fr.  Juan 
public6  en  1630  de  las  que  se  celebraron  en 
motivo  del  octavario  de  los  XXIII  martires 
;  pero  el  Sr.  Palma  afinna  que  en  ella  campean 
:travagantes  retruecanos  y  las  mds  enigmdticas 
2). 

ubo  de  major  estilo:  la  Reladin  de  las  exe- 
la  reina  D.*  Margarita  de  Austria,  siendo 
Marquis  de  Montes-Claros  (1613),  contiene 
'SOS  que  deben  de  ser  de  la  vena  del  misrao 
istino  Fr.  Martin  de  Le6n,  A  quien  pertenecen 
'-  de  honras  y  la  Relaci6n  en  prosa  (3). 


gue  ciUbro  la  ciudad  dt  los  Reyes  de!  Piru,  al  tiacimiealo  del  Sere- 

'pe  D.  Ballasar  Carlos  de  Austria  nuestra  seilor.  A  D.  Franeisc 

tdez  de  Cabrera  y  liobadilla ,  niHe  dt  dos  aiios  y  pritru'ginito  del 

ande  de  Chiackon ,  Virrey  del  Peru.  Per  el  capitin  D.  Rodrigo  dt 

bles,  Corregidor  y  JusHeia  mnyor  de  la  provincia  de  Colesuyo,  per 

Tmpreso  en  Lima  {d  casta  de  la  ciudad)por  Geronimo  de  Centre- 

'32.  4-° 

io  leldo  en  la  maugaraci6a  de  la  Academia  Peruana,  corret- 

la  EspaAola,  el  30  de  Agosto  de  1S87. 

n  de  las  exequias  que  el  Excino.  Sr.  D.  Juande  Mendozay  Lima, 

f antes-  Clares,  Virrey  del  Piru,  hizo  en  la  muerle  de  la  Reina  nues- 

fla  Margarita Par  el  Presenlado  Fr.  Martin  de  Lima,  de  la  Or- 

pistin.  En  Lima,  por  Pedro  de  Merchan  j  Calder^n,  aQo  1613, 
la  grande  estampaque  cootiene  el  diseflo  del  tilinulo  real,  di- 
na  por  J.  Martinez  de  Arrona,  y  grabado  pwr  el  P.  Ledn.  Versos 
s  Bernardo  Montoya,  Pedro  de  Ofla,  el  almtranie  D,  P.  Oroico, 
Mendoia,  el  Dr.  Cristdbal  de  Rivadeneyra,  Fr.  Bias  de  Acosta, 
mdndez  de  C6rdoba,  Fr.  J.  de  Zirate. 

lerlaa  visto,  ignoro  si  contienen  versos  la  RelacUn  de  las  /iestasi 
:  Cortcrpcidn  de  la  Virgen,  de  Antonio  Rodriguez  deLe6n  (t6l8); 
e  las  fiestas  al  nuevo  reynada  de  D,  Felipe  IV,  &^  Fr.  Fernando 
la);  las  Fiestas  de  Lima  en  Ut  (aneniiocUn  de  San  Pedre  NoUsce, 


de        I 
he         I 


■F' 


CXCIX 

Pero  la  dominaci6n  del  buen  gusto  fu6  tan  eflmera  en 
el  Peru  como  en  Mexico.  Puede  decirse  que  el  liltimo 
rayo  de  pura  luz  literaria  que  en  el  siglo  xvii  atravesd 
las  tinieblas  que  comenzaban  a  espesarse  sobre  las 
escuelas  de  Lima  fu6  el  virreinato  del  Principe  de  Es- 
quilacbe  D.  Francisco  de  Borja,  verdadero  prIncipe  d  la 
italiana  y  verdadero  poeta,  aunque  distase  bastante  de 
ser  prfncipe  de  la  poesia,  como  le  llam6  la  adulaci6n  de 
sus  contemporaneoS.  Pero  de  esto  al  injustificado  olvido 
en  que  desde  fines  del  siglo  pasado  yacen  sus  obras,  hay 
mucha  distancia.  Es  de  los  poetas  de  segundo  orden 
que  vienen  inmediatamente  despu6s  de  los  grandes;  y 
entre  los  Ifricos  del  siglo  xvii,  pocos  son  los  que  raere- 
cen  mas  que  61  una  rehabilitaci6n  cumplida,  que  algiin 
dia  ha  de  serle  otorgada.  No  tuvo  fuerzas  ni  nervio  para 
el  cultivo  de  los  g6neros  superiores  de  la  poesia.  Su 
Ndpoles  recuperada  es  una  inslpida  y  amanerada  imita- 


de  Fr.  BartoIom6  Vadillo  (1632);  la  Pompa  funehre  en  la  muerte  de  dofta 
Isabel  de  Borbon,  de  Gonzilo  Astete  de  Ulloa  (1645);  la  P(mipa  funeral y  exe- 
guias  d  la  muerte  de  Doha  Angela  de  Guztndn  (1654);  la  Pompa  funehre  en  la 
muerie  del  Conde  de  Salvatierra,  de  Gabriel  Barreda  Ceballos  (1663);  la  Cele- 
bridad  y  fiestas  con  que  Lima  celehro  la  beaHficacidn  de  SaniaRosa,  de  don 
Diego  de  Le6n  Pinelo  (1670);  la  Triunfal  encomidsHca  aclamacidn  del  Conde 
del  Castellar^  de  Andres  de  Paredes  y  Solier  (1674);  el  Acto glorioso:  fiestas 
en  la  cananizacidn  de  San  Luis  Beltrdn  (1674);  ^^  Parnaso  del  Real  CoUgio  de 
San  Marcos ,  postrado  a  los  pies  del  Conde  de  la  Monclova  (1694);  las  Exequias 
de  la  reina  Doha  Mariana  de  Austria  (1697).  Pero  seguramentelos  hay  en  el 
Certamen  panegyrico  historial  poiiico  por  la  reedificacidn  de  la  ciudad  de  los 
Reyes  (1673). 

Esta  reedificacidn  es  la  que  siguio  al  espantable  terremoto  de  20  de  Oc« 
tubre  de  1687,  de  que  hay  relaci6n  en  verso,  muy  rara  y  curiosa:  Relacidn 
poeOca  de  la  fatal  ruina  de  la  gran  ciudad  de  los  Reyes,  Lima,  con  los  espantosos 
temblores  de  tierra  sucedidos  d  30  de  Octubre  de  1688.  Va  a  I  fin  un  romance  al 
nunca  vista  aUwroio  de  la  misma  ciudad  en  la  noche  del  lunes  i."  de  Diciembre 
del  mismo  aho,  ocasionado  del  rumor  f also  de  la  salida  del  mar^  por  un  ingenio 
desta  corte.  Con  Ucencia  en  Lima,  aho  de  1687. 


il  Tasso,  sin  jugo,  sin  interns,  sin  grandeza  y  basta 
so  alguno  que  se  grabe  en  la  memoria,  porque 
son  iguales  en  su  fria  y  mondtona  correccidn- 
in  las  epistolas  morales  y  en  los  sonetos,  como 
lie  al  fin  de  Bartolora6  Leonardo  de  Argensola, 
v6  una  tradicidn  de  gusto  maduro  y  severoi 
a  a  los  extravlos  reinantes;  y  en  los  romances 
inos  y  amorosos,  en  las  letrillas  y  en  todo  g^nero 
SOS  cortos,  que  eran  el  legiCiino  campo  de  su 
,  rivaliz6  A  veces  con  Lope  de  Vega  en  gracia  y 
a.  Harla  buen  servicio  quien  del  enorme  tomo 
■man  sus  obras  po6ticas  en  las  dos  ediciones  de 
as,  entresacase  en  un  pequeDo  volumen  todo  lo 
irece  vivir,  condenando  al  olvido  lo  restante. 
615  a  1622  tuvo  Esquilache  el  mando  supremo 
reinos  del  Peru,  con  honra  suya  y  prove cho  de 
6n.  Bajo  su  gobierno  fueron  rechazados  los  piratas 
steros  que  infestaban  aquellas  costas,  fortificado 
to  del  Callao,  erigido  el  Tribunal  del  Consulado; 
ie  sabias  ordenanzas  para  los  establecimientos 
■s  de  Potosi  y  Huencavelica;  se  fundi  el  Real 
torio  de  San  Bernardo  para  la  educaci6n  de  los 
e  los  conquistadores,  y  el  colegio  de  San  Fran- 
e  Asis,  para  los  bijos  de  indios  nobles;  se  hizo  la 
sta  de  la  comarca  de  los  Maynas  en  el  Marafidn, 
[id6  la  ciudad  de  San  Francisco  de  Borja,  sinti6n- 
1  ^sta  como  en  todas  las  demds  provldencias  del 
el  prepotente  influjo  que  en  su  animo  ejercian 
iltas.  Ks  maravilla  que  en  ninguna  de  sus  obras, 
'tantas,baga  Esquilache  la  menor  alusidn  (que 
lerde)  al  Perii,  ni  &  America,  de  tal  modo  que  per 
idie  inferiria  que  bubiera  pisado  siquiera  las  tie- 


m^ 


CCI 


rras  antarticas.  El  picante  y  donosisimo  cronista  de  la 
vida  colonial  de  Lima,  le  atribuye  la  fundaci6n  de  una 
academia  literaria  en  su  palacio,  y  hasta  da  los  nombres 
de  los  que  a  ella  concurrian;  pero  como  no  encontramos 
rastro  de  tal  academia  en  ninguna  parte,  nos  inclinamos 
i  pensar  que  esta  es  una  de  tantas  ingeniosas  travesuras 
del  autor  de  las  Tradtciones  peruanas^  que  ni  pretenden 
ser  libro  de  historia,  ni  pierden  nada  por  no  serlo.  Aca- 
demia en  el  palacio  virreinal  no  hallamos  hasta  el  tiempo 
del  Marqu6s  de  Castell-dos-Rius;  aunque  hubiese  virre- 
yes  muy  cultos  y  literatos,  como  lo  fu6,  ademas  de  Es- 
quilache,  el  Conde  de  Santisteban  del  Puerto  D.  Diego 
de  Benavides  y  de  la  Cueva  (1661-1666),  autor  de  un 
tomo  de  versos  latinos  que  Ueva  por  titulo  Horce  Sue- 
cisivce  (i). 

Fu6  lastima  que  el  perlodo  de  mayor  paz,  abundancia 
y  prosperidad  de  la  colonia  coincidiese  con  el  periodo 
mas  fatal  de  nuestra  decadencia  literaria.  Lima,  que  era 
el  principal  centre  de  cultura  de  la  America  del  Sur; 
Lima,  que  se  honraba  con  universidad  tan  floreciente  y 
tan  bien  dotada  como  la  de  San  Marcos  (2);  Lima, 
donde  la  imprenta  tom6  tantas  alas  en  el  siglo  xvii, 
puesto  que  pasan  de  cuatrocientas  las  publicaciones  de 
aquel  siglo  que  ban  llegado  a  catalogar  los  mas  diligen- 
tes  bibli6grafos,  raras  todas  y  de  alto  precio  en  el  mer- 


(i)  Hora  Succisiva  D.  Didaci  Benaxndii  Cofnitis  S.  Stephanie  studiosa  cur  a 
D.  D,  Francisci  Marchumis  Navarum  et  Z>.  Emmanueiis  Benavidii  filiorum 

umgesta.  Nova  editio  a  mendis  expurgala Lugduni^  sumptibus  yoannis  de 

Argaray  hibliopcla  pampilofunsis ,  1664,  12.^ 

(2)  Sobre  el  estado  de  la  Universidad  en  el  siglo  xvii  debe  consultarse 
especialmente  el  libro  de  D.  Diego  de  Le6n  Pinelo  Hypomnema  Apologeticum 

Wo  Rigali  Academia  Limensi Ad  Limensem  Regium  Senatum Limaet 

Of^ina  Juliani  de  los  Santos  et  Saldaha,  Anno  Domini  1648. 


1 


que  muchas  scan  breves  opiisculos,  sermones, 
es  en  derecho,  vidas  de  santos,  exequiasy  fies- 
,  que  en  1602  tenia  ya  teatro  publico,  el  que 
se  Uamo  de  la  Comedia  Vieja;  Lima,  la  pri- 
dad  del  Nuevo  Mundo  donde  se  conoci6  la 
riddica  en  forma  muy  pr6xima  d  la  presente, 
ocas  ciudades  de  Europa  podian  jactarse  de 
[i);  Lima,  que  podfa  envanecerse  con  un  poli- 
docto  y  tan  juiciosocomo  Le6n  Pinelo,  litil  boy 
OS  biblidgrafos  y  a  los  ilustradores  del  Dere- 
idias;  ofrece,  a  pesar  de  tantas  ventajas,  muy 
ntingente  a  la  literatura  po^tica  del  siglo  xvri, 
3ndo  de  los  ingenios  que  le  prest6  la  metr6- 
e  por  su  educaci6n  mas  bien  pertenecen  al  si- 
aunque  escribiesen  en  los  primeros  aflos  del 
Algunps  infelices  ensayos  6picos,  ya  de  tema 
como  las  Armas  Antdriicas  6  conquista  del 
D.  Juan  de  Miramontes  y  Zuazola,  que  ni  si- 
garon  4  imprimirse,  a  pesar  de  baberse  eoco- 
el  autor  al  patrocinio  del  Virrey,  Marqu6s  de 
aros  (1607-1616);  yade  materia  piadosa,  como 
It'co,  compuesto  en  alabanza  de  Santo  Tomis 


lido  que  las  Cartas  que  en  peri6dicos  bastante  Rjos  y  reguUm, 
laceta,  publicaba  en  Madrid  Andres  de  Almansa  y  Mendoza, 
i6i6,sobre  navedadcs  de  cstacorU y  avisos  rtcibidoi  de  otraspar- 
imlan  en  Lima  en  llegando,  aunque  de  estas  rei m p res i ones 
s.  (Vid.  CoUcciia  de  Libras  EspaHolcs  raros  y  cun'esos,  t.  xvn.) 
glo  habiaya  Gaccta»  especiales  de  Lima,  v.gr.;  Relaciin  dt  todo 
'.  Europa  kasla  iunts  i  I  de  Septiembre  ife  1671. — Natvdades  en 
le  la  rtlacidn  desde  i%  de  Agoste  de  1679.—  Diarto  de  las  noticias 
jue  se  hace  saber  de  una  tragedia  laslimosa  que  sobrevino  del  eteh 
r. — Naticias  del  Sur,  conlimiadas  desde  6  de  Nvviembrt  de  1685. — 
iasdelSur i688. 


^^<^r 


CCIII 

por  el  dominico  Fr.  Adriano  de  Alecio,  £i  Santuarto 
dt  Nuestra  Sefiora  de  Copavacana^  del  maestro  fray 
Fernando  de  Valverde;  ya  de  indole  encomidstica  y 
descriptiva,  como  el  Poema  heroyco  hispano-lattnoy  pa- 
ntgirico  de  la  fundacidn  y  grandezas  de  la  tnuy  Noble 
y  Leal  ciudad  de  Lima^  del  jesulta  Rodrigo  de  Vald6s, 
el  cual  tiene  la  gracia  de  poderse  leer  a  un  tiempo  en 
latin  y  en  castellano,  lo  cual  quiere  decir  que  no  esta 
escrito  en  ninguno  de  ambos  idiomas,  sino  en  una  jeri- 
gonza  bdrbara:  si  a  esto  se  agrega  alguna  rarlsima  poe- 
sia  lirica  que  se  imprimi6  suelta,  como  la  correcta  y 
bien  sentida  elegia  de  un  cierto  Sanabria  d  la  muerte  de 
su  hija,  tendremos  reunida  casi  toda  la  cosecha,  ni  muy 
abundante  ni  muy  conocida  (i).  Pero  el  libro  que  mas 

(i)  Armas  Atitdrticas,  hechos  de  l^s  famosos  Capilanes  espaholes  que  se  ha- 
Baron  en  la  Conquista  del  Peru:  su  autor  D.  Juan  de  Miramontes  y  Zuazola^ 
dedicadas  al  Excmo.  Sr.  D.Juan  de  Mendozay  Luna^  Marquis  de  Montescla- 
roSf  Virrey  del  Peru.  Ms.  citado  por  D.  Bartoloro6  Jose  Gallardo  como  exis- 
tenteen  la  biblloteca  del  infante  D.  Luis.  Es  un  poema  de  veinte  cantos,  en 
octaras,  y  por  lo  que  conocemos  de  61  no  parece  de  los  peores  de  su  clase, 
7,  por  de  contado,  superior  a  la  Lima  Fundada  de  Peralta. 
Eropieza  el  poema  de  Miramontes: 

Las  armas  y  proezas  mil!  tares 

De  espafioles  catolicos  valientes 

Que  por  ignotos  y  soberbios  mares 

Fueron  i  dominar  remotas  gentes, 

Poniendo  al  Verbo  Eterno  en  los  altares 

Que  otro  tiempo  con  voces  insolentes 

De  oriculos  gentllicos,  espanto 

Eran  del  indio,  ahora  mudas,  canto. 


Termina: 


Huye,  argentando  el  mar  de  espuma  cara; 
Lleva  dolor  y  ddjanos  con  pena ; 
Pues  si  estuviera  surto  otra  mafiana 
No  levantara  el  ferro  de  la  arena, 
Porque  al  puerto  lleg6  Pedro  de  Aran  a 
Al  risuefio  apuntar  de  alba  serena, 
Y  al  punto  por  su  rastro  se  derrota, 
Mas  no  deja  en  el  mar  rastro  de  flota. 


1 


ente  indica  el  principio  de  la  depravacidn  del  gusto, 
egar  todavla  d  los  extreraos  de  delirio  que  hallare- 
211  el  siglo  xviii,  es  la  Sohmnidad  Funebre  y  Ext- 
f  de  Felipe  IV,  celebradas  en  1 666  por  la  Real  Au- 
;ia  de  Lima,  en  su  Iglesia  Metro politana,  h  impre- 
[  raismo  afio.  Fud  colector  de  este  libro  y  autor  de 
aci6n  de  las  honras  D.  Diego  de  Le6n  Pinelo,  no 
inferior  d  su  hermano  en  dotes  de  erudici6n  y  va- 
teratura;  pero  en  la  relacidn  misma  abundan  los 


'  Angelico.  Escriielo  cen  rstih  de  pacta  lirico  el  Padre  Pray  Adriano  de 
del  Orden  de  Prtdicadoris ,  natural  de  Lima.  Ofricelo  eon  afecto  de  obe- 
nueslro  Reverendhimo  Padre  Maesiro  Fray  Tamis  Turea,  General  del 

ie  nuestro  Padre  Santo  Domingo Impreso  en  Murciapor  Eslehan  Li- 

inode  1645,  4.° 

'  Santuario  de  Nueitra  SeHora  dc  Copahaeana,  en  diet  y  echo  sHvas , 

Rda.  P.  Maestro  Fr.  Fernando  detValverde Lima, por  Luis  de  Lira, 

ema  heroyco  hispano-latino  de  lafimdaciSn  y  grandezas  de  la  tnuy  nohle 
Zitidad  de  Lima.  Obra  p6itiima  del  M.  R.  P.  M.  Rodriga  de  Valdes^  dt 
(raila  de  J'esus,  CathedrMico  de  Prima  jubilado,  y  Prejecto  Regmte  de 
IS  en  el  Colegio  Mii.timo  de  San  Pablo.  Sica!e  i  lux  el  Doctor  D.  Fran- 
arabilo  de  Leon  y  Messia,  Ciira  Rector  de  la  Iglesia  Metropolitana  de 
Visitador  y  Examinitdor  general  en  xu  ArskiStspado,  etc.  Sobrinoy  prima 
'o  del  autor En  Madrid,  en  la  imprenta  de  Antonio  Romin,  aHa  1687. 

ReviUa  de  Lima,  t.  111,  i860,  public<i  un  estudio  sobre  este  poema 
L.  de  Lavalle.) 

•grimas  numerosas  en  la  muerte  de  Doha  Maria  de  Sanabriay  Salas,  Ho- 
ar mpadre  y  dirigidas  a  su  esposo.  Impreso  en  Lima  por  Bernardino  de 
n,  aho  1633.  Se  encuentra  en  la  Biblioteca  Nacional,  en  el  t.  xxvm 
raa  coleccion  de  poeaias  varias,  la  mayor  parte  maauscritis,  conocida 

tllulo  de  Pamaso.  ■•Es  escritor  castizo  y  elegaote  este  Sanabria, 
1  no  de  mucho  brio»  (dice  Galhrdo). 

Ya  que  tu  muerte,  oh  care  preada  mla, 
Mis  ujos  embaraza  con  el  llinto 
Y  los  huria  su  ofido  nocbe  y  dla, 

Permite  que  eu  alivio  del  quebranto 
Que  Ic  ocaaiooa,  suspirarle  pueda 
Quien  en  ti  de  su  vida  perdiA  tanto. 


•^-1^«- 


ccv 


rasgos  de  mal  gusto,  y  son,  por  de  contado,  mucho  ma- 
yores  en  las  inscripciones  y  hieroglyphicos  del  ttimulo, 
en  el  indigesto  serm6n  del  Dr.  Juan  Santoyo  de  Palma, 
digno  de  Fr.  Gerundio  de  Campazas,  y  en  las  poesias 
latinas  y  castellanas  con  que  se  adorn6  el  p6rtico  de  la 
iglesia.  Hay  acr6sticos  y  centones,  dlsticos  retr6grados, 
emblemas,  sonetos  que  son  a  un  tiempo  latinos  y  caste- 
llanos,  laberintos  cuyas  letras  se  pueden  leer  de  innu- 
merables  maneras,  diciendo  sierapre  lo  mismo;  en  suma, 
todos  los  primores  registrados  en  Caramuel  y  en  Ren- 
gifo.  La  mayor  parte  de  los  poetas  latinos  (que  no  son 
los  peores,  sin  duda  porque  la  imitaci6n  directa  y  aun 
servil  de  buenos  modelos  los  contiene)  son  an6nimos: 
s6lo  constan  los  nombres  de  D.  Juan  Ram6n,  Tomis 
Santiago  Concha  y  Pedro  Santiago  Concha:  las  restan- 
tes  figuran  como  obras  colectivas  del  colegio  de  San 
Pablo  de  la  Compaflia  de  Jesiis,  del  colegio  de  San  II- 
defanso  de  la  orden  de  San  Agustin,  y  de  los  estudian- 
tes  religiosos  del  convento  grande  de  Predicadores.  Los 
castellanos  son  D.  Luis  de  Figueroa  Bustamante,  el 
mismo  D.  Uiego  de  Le6n  Pinelo,  el  Licdo.  Pedro  Es- 
pinosa  de  los  Monteros,  el  presbitero  D.  Juan  de  Ville- 
gas,  mercenario  Fr.  Luis  Galindo  de  San  Ram6n,  don 
Pedro  de  Leon  Gir6n,  D.  Jer6nimo  Vazquez  de  He- 
rrera  corregidor  del  Cercado,  el  agustino  Fr.  Jos6  de 
la  Cruz,  el  Licdo.  D.  Francisco  Cano  Moral y  Peralta,  el 
bachiller  Lucas  de  Tapia,  el  cura  rector  del  puerto  de 
Arica  D.  Bernardino  de  Cervantes  y  Lugo,  D.  Diego  de 
Velasco,  Bernardo  Gutierrez  y  Torices,  el  bachiller  Bal- 
tasar  de  Cu^Uar,  el  oficial  real  de  la  Caja  de  Lima  don 
Francisco  Colmenares  de  Lara,  el  capitan  Bartolom6  de 
Le6n  Atienza,  D.  Francisco  Reinoso,  D.  Antonio  de 


1 


Espinel,  D.  Juan  de  Buendfa  y  Pastrana  colegial  de 
San  Martin,  D.  Juan  de  Urdaide,  el  maestro  Evia,  gua- 
yaquileflo,  d  quien  ya  conocemos,  3os6  Antonio  Ddvila, 

D.  Jos6  de  Castro  Isagaga Todosestos  obscuros  poe- 

tastros,  que  deblan  de  ser  por  entonces  lo  mSs  florido 
del  Pamaso  limeDo,  compiten  entre  si  en  bincbaz6n  y 
conceptisino;  pero  algunos,  especialmente  DSvila,  Fi- 
gueroa  Bustamante  y  el  P.  Galindo,  versifican  con  ro- 
bustez  y  quizi  fueran  dignos  de  baber  nacido  en  6poca 
menos  infeliz  (i). 

La  pnieba  de  que  no  faltaban  estudios  ni  ingenio,  sino 
acertada  direcci6n  en  los  unos  y  recta  aplicaci6n  en  el 
otro,  nos  la  da  el  hecbo  de  baber  salido  precisamente 
del  Perti  la  mejor  ymds  ingeniosa  po6tica  culterana,  tan 
docta  y  tan  aguda  que,  d  no  ser  la  causa  p^sima  y  de- 
testable, pudieramos  decir  de  su  defensor  con  palabras 
de  Virgilio: 

Si  Pergama  dextra 
De/ittdi poss£nL  tliam  hoc  dtfiasa  fuhttni. 

Me  refiero  al  Apologitico  del  limefio  Dr.  Juan  de  Espi- 
nosa  Medrano:  obrilla  estampada  en  la  capital  del  Peru 
en  1694,  y  uno  de  los  fnitos  mds  sabrosos  de  la  primi- 
tiva  literatura  criolla  (1).  Lo  que  parecerla  increible, 


(l)  SoUmtddad  Funebre  y  Exequias  i  la  muerlt  del  CathoUco  y  Augui- 
tissitno  Rei  Nutstro  SefUr  D.  Felipe  IV el  Grande,  que  celtbri  en  la  IglesiaMe- 

tropolitana  la  Real  Audiencia  de  Lima,  gue  ai  (^ic)  gaiierna  en  vacante,y  man- 
di  imprimir  tt  Real  Acuerdo  de  Gohierno.  Con  licencia.En  la  Imprenia  de  yuan 
de  Quevedo.  AAo  de  1666  (Portada  grabada),  4.°  Posee  ejemplar  de  este 
raro  libro  mi  amigo  D.  Jos6  Sancho  Riydn. 

(1)  ApalogHico  en  favor  de  D.Luis  de  Gdngora,  Principe  de  las  Pottos  Lyri- 
eas  deEspaha,  conlra  Manuel  de  Fariay  Sousa,  Cavallert  poriuguis,  que  dedica 
alExemw.  Sr.  D.  Luis  Miitdez  de  Hara,  tie Su  auior  el  Dr.  Juan  de  Bipi- 


CCVII 


si  no  supiiramos  de  sobralo  mucho  que  ciega  &  los  hom- 
bres  el  espiritu  de  su  tiempo,  es  que  el  Dr.  Espinosa 
Medrano,  que  conocia  tan  bien  la  literatura  clasica,  que 
escribia  por  lo  general  con  tanta  claridad  y  Uaneza,  y 
mostraba  tan  buen  sentido  en  la  critica  de  las  aberra- 
ciones  en  que  incutrid  Manuel  de  Faria  y  Sousa  en  su 
comentario  &  Camoens,  gastase  miseramente  tales  dotes 
en  componer  un  Apologitico  del  Polifemo  y  de  Las  So- 
ledades  de  G6ngora. 

Con  mucho  donaire  y  faz6n  se  burlaba  el  doctor  li- 
mefio  de  las  lucubraciones  aleg6ricas  en  que  tanto  su- 
daba  el  comentador  portugu6s  para  obscurecer  el  clarl- 
simo  texto  de  Los  Lusiadas:  «iQui6n  le  dixo  a  Manuel 
de  Faria  que  los  poetas  habian  de  tener  misterios?  id 
cu&ndo  los  hall6  en  Camoens?  Debe  de  querer  que  una 
Octava  Rima  tenga  los  sentidos  de  la  Escritura,  6  que 
en  la  corteza  de  la  letra  esconda  como  cUusula  can6- 
nica  otros  arcanos  recbnditos,  sacramentos  abstrusosy 
mysterios  inephables.*  Pero  en  vez  de  detenerse  aquf, 
como  la  prudencia  pedla,  se  arrojaba  al  extremo  opuesto 
y  no  menos  temerario  de  mirar  en  la  poesia  solamente 
el  aspecto  exterior  y  retdrico,  la  pompa  de  palabras,  el 
aliflo  de  locuci6n,  entendiendo  torpemente  el  concepto 
de  la  forma:  «Alma  po6tica  pide  Faria  en  Gdngora..... 


nasa  Medrano^  CoUgialReai  en  el  insigne  Seminario  de  San  Antonio  el  Magno, 
CaUdrdtico  de  Aries  y  Sagrada  Theologia,  en  el:  Cur  a  Rector  de  la  Santa  Igle^ 
sia  Cathedral  de  la  ciudad  del  Cuzco,  cabeza  de  los  reinos  del  Peru  en  el  Nueuo 
Mundo,  Con  licencia.  En  Lima,  en  la  imprenta  de  Juan  de  Quevedo  y  Zdrate. 
Ano  de  1694,  8.°  Con  versos  laudatorios  de  D.  Francisco  de  Valverde  Mai- 
donado  y  Xaraba,  de  D.  Diego  de  Loaysa  y  Zdrate,  del  Licdo.  D.  Bemab6 
Gasc6n  Riquelme,  del  maestro  Juan  de  Lyra  y  del  maestro  Francisco  L6pez 
Mexla. 


llamd  las  centellas  del  ardor  intelectivo,  mil  al- 
le  cada  verso  suyo,  cada  concepto  mil  vivezas.» 
defensa  tetiian  los  seiscientos  y  mas  ejemplos  de 
ton  latinizado  que  el  comentador  de  Camoens 
antado  en  G6ngora;  pero  Espinosa  Medrano,  to- 
la cuestiin  muy  de  rafz,  emprendi6  probar  que 
vimiento  insigne  y  muy  digno  de  alabanza  el  en- 
r  nuestra  lengua  con  los  despojos  de  su  madre; 
itro  modo  que  Horacio,  curiosamente  feliz,  se- 
:xpresi6n  de  Petronio,  remedid  la  pobreza  de  la 
n  los  tesoros  del  Atica.  «Y  amaneci6  entonces 
poesia,  de  tan  divino  taller,  grande ,  sublime, 
trica,  majestuosay  bellfsima,  digna  de  mayores 

,  de  pompas  mayores y  quedaron  comunes  los 

indiferentes  las  galas.  Adornironla  entonces  con 
a  los  aureos  coUares  que  antes  la  abrumaban  con 
e.»  Y  si  no  acert6  Juan  de  Mena  en  la  misma  em- 
id  por  haberla  intentado  en  un  siglo  en  que  estaba 
a  castellana  «descefiida,  inculta,  riisticay  humil- 

a  risa  quereria  cargar  de  los  arreos  de  la  latina 

s  de  oro  que  sirvieron  de  adorno  &  robusta  ma- 
;olgdrselas  k  musa  pueril,  mas  es  prenderla  que 
a.»  Buscaba  Espinosa  en  la  literatura  romana 
lerio  los  precedentes  de  la  altisonancia  y  pompa 
lo  gongdrico,  y  reconoci6,  antes  que  otro  al- 
I  parentesco  estrecho  de  sangre  y  temperamento 
entre  los  cordobeses  del  primer  siglo,  y  el  cor- 
le  ahora:  «Aquel  hablar  brioso,  galante,  sonoro 
inte  es  quitarselo  al  ingenio  espafiol,  quitarle  el 
y  la  naturaleza.  Luego  que  las  Musas  latinas  co- 
n  a  los  espafioles,  se  dexaron  la  femenina  deli- 
de  los  italianos,  y  se  pasaron  a  remedar  la  bra- 


.1 


••    t 


CCIX 


veza  hispana Y  esto  no  es  tan  nuevo  que  no  haga 

urea  de  dtez  y  siete  stglos  que  los  espafioles  hablan 

cotno  espafioles Y  es  tnuy  del  genio  espafiol  nadar 

sobre  las  on  das  de  la  poesia  latina  con  la  super  tor  idad 
deloleo  sobre  las  aguas.i^ 

He  dicho  en  otra  parte,  y  no  me  arrepiento  de  ello, 
que  el  Apologitico  de  Espinosa  es  una  perla  caida  en  el 
muladar  de  la  po^tica  culterana.  ^Y  qui6n  era  este  in- 
genioso,  aunque  extraviado,  preceptista?  Conociasele 
en  su  tiempo  por  el  vulgar  apodo  de  El  Lunarejo^  4 
causa  de  tener,  no  uno,  sino  varios  lunares  en  el  ros- 
tro  (i).  En  el  colegio  de  San  Antonio  del  Cuzco  curs6 
todas  las  artes  y  ciencias  que  allf  se  ensefiaban  «desde 
la  infima  de  Gramatica  hasta  la  soberanade  Theologian. 
A  los  doce  alios  tallfa  con  habilidad  y  despejo  diversos 
instnimentos  musicales:  a  los  catorce  componia  autos  y 
comedias,  de  las  cuales  sdlo  ha  quedado  un  titulo:  El 
robo  de  Proserpina.  A  los  diez  y  seis  desempefiaba  una 
catedra  de  Artes,  y  en  la  ensefianza  pasd  toda  su  vida, 
sin  que  fuesen  obstaculo  las  dignidades  eclesidsticas  que 
obtuvo  de  magistral,  tesorero,  chantre,  y,  finalmente, 
arcediano  de  la  catedral  del  Cuzco.  Andan  impresos 
sermones  suyos  y  otros  optisculos  teol6gicos,  en  que 
campean  su  mucha  doctrina  y  depravado  gusto.  Parece 
que  escribid  tambi6n  un  curso  de  Philosophia   Tho- 


(i)  Hay  articulo  biogrdfico  de  Espinosa  Medrano  en  el  excelente  Die- 
cumario  HiUorico  del  Peru ,  del  general  Mendiburu ,  obra  la  mas  apreciable 
de  su  g^nero  que  posee  ninguna  repdblica  de  America,  aunque  mas  atiende 
A  la  parte  politica  y  militar  que  i,  la  literaria,  y  adolece  del  defecto  de  no 
indicar  con  precisidn  sus  fuentes  bibliogrdficas.  {Diccionario  Histdrico  y  Bio^ 
irifico  del  Peru,  formado  y  redactado  por  Manuel  de  Mendiburu,  Lima,  1874 
1  sig.  9  vols.) 

TOico  iifc  m 


Sus  contemporaneos  le  veneraron  como  un 
en  vida  suya  se  escribi6  un  Ubro  entero  de  pa- 
J  a  su  nombre  con  el  titulo,  que  entonces  no  pa- 
nico ,  de  Gloria  enigmdtica  del  Dr.  jfuan  de 
J  Medrano.  En  suma;  este  sabio  y  piadoso  cuz- 
16,  por  decirlo  asl,  como  el  ensayo  6  primera 
lei  farooso  Peralta  Barnuevo,  con  quien  pronto 
hacer  conocimiento. 

lo  poeta  peruano  de  fines  del  siglo  xvil  Iogr6, 
i  lo  humilde  de  su  condici6n  y  al  gdnero  en  que 
Imente  bubo  de  ejercitar  su  travieso  ingenio, 
de  la  plaga  del  gongorismo,  pero  no  del  con- 
»,  6  mas  bien  del  equivoquismo  rastrero  y  de  la 
retru6canos  y  juegos  de  palabras.  Llamdse  este 
oeta  D.  Juan  del  Valle  y  Caviedes,  por  apodo 
;  de  la  Ribera.  Sobre  t\  dejamos  la  palabra  i 
bridor  y  ferviente  panegirista  el  Sr,  Palma,  que 
di6  d  la  estampa  la  colecci6n  de  los  versos  de 
i,  picantes  como  guindillas  (i). 
i59  tuvimos  la  fortuna  de  que  viniera  a  nuestro 
1  manuscrito  de  enredada  y  antigua  escritura. 
copia  hecha  en  1693  de  los  versos  que,  bajo  el 
)r  titulo  de  Diente  del  Parnaso^  escribid ,  por 
de  1683  k  1691,  un  limefio  nombrado  D.  Juan 
s  y  Caviedes. 

ides  fu6  hijo  de  un  acaudalado  comerciante  es- 
basta  la  edad  de  veinte  aflos  lo  mantuvo  el  pa- 
lado,  emple^ndolo  en  ocupaciones  mercantiles. 
:lad  envi61o  k  Espafia;  pero  k  los  tres  atlos  de 


tonio  T  de  la  muy  impartante  CeUcciin  dt  Documenl9s  Liltra- 
:,  del  coronel  Odriozola. 


1 

un       I 


CCXI 

residencia  en  la  metr6poli  regresd  el  joven  4  Lima, 
obligado  por  el  fallecimiento  del  autor  de  sus  dias. 

»A  los  veinticuatro  afios  se  encontr6  Caviedes  posee- 
dor  de  modesta  fortuna,  y  ech6se  a  triunfar  y  darse 
vida  de  calavera,  con  gran  detrimento  de  la  herencia  y 
no  poco  de  la  salud.  Hasta  entonces  no  se  le  habia  ocu- 
rrido  nunca  escribir  versos;  y  fu6  en  1681  cuando  vino 
A  darse  cuenta  de  que  en  su  cerebro  ardia  el  fuego  de 
la  inspiraci6n. 

»Convaleciente  de  una  grave  enfermedad,  fruto  de 
sus  excesos,  resolvi6  reformar  su  conducta.  Cas6se,  y 
con  los  restos  de  su  fortuna  puso,  en  una  de  las  cova- 
chuelas  6  tenduchos  vecinos  al  palacio  de  los  Virreyes, 
lo  que  en  esos  tiempos  se  llamaba  un  cajon  de  xihera^ 
especie  de  area  de  N06,  donde  se  vendfan  al  raenudeo 
mil  baratijas. 

»Pocos  afios  despues  qued6  viudo;  y  el  poeta  de  la 
ribera  (apodo  con  que  era  generalmente  conocido),  por 
consolar  su  pena,  se  di6  al  abuso  de  las  bebidas  alcohd- 
licas,  que  remataron  con  61  en  1692,  antes  de  cumplir 
los  cuarenta  aflos,  como  61  mismo  lo  presentia  en  uno 
de  sus  mas  galanos  romances. 

»Por  entonces  era  costoslsima  la  impresi6n  de  un 
libro,  y  los  versos  de  Caviedes  volaban  manuscritos  de 
mano  en  mano,  dando  justa  reputaci6n  al  poeta.  Des- 
pues de  su  muerte  fueron  infinitas  las  copias  que  se  sa- 
caron  de  los  dos  libros  que  escribi6,  titulados  Diente 
del  Parnaso  y  Poeslas  Varzas.  En  Lima,  ademas  del 
manuscrito  que  posefamos,  y  que  nos  fu6  sustraldo  con 
otros  papeles  curiosos,  hemos  visto  en  bibliotecas  par- 
ticulares  tres  copias  de  estas  obras,  y  en  Valparaiso, 
en  1862,  tuvimos  ocasi6n  de  examinar  otra  en  la  colec- 


anuscntos  amencanos  que  pose 
io  JBeeche. 

es  ha  sido  un  poeta  bien  desgrac 
OS  encontrado  versos  suyos  en  i 
1  extranjero,  an6nimos  6  suscri 
.  En  vida  fu6  Gaviedes  victima 
cos,  y  en  muerte  vino  a  serlo  < 
)oleccionar  hoy  sus  obras  es  pra 

a  reivindicaci6n 

liotecario  de  Lima  D.  Manuel 
ilmente  sirve  &  la  historia  y  d  la 
.0  i.  la  estampa  documentos  po< 
s  poseedor  de  una  copia  de  los 

;ha  en  1694 

es  no  se  contamind  con  las  ext 
ito  de  su  epoca,  en  que  no  hul 
:  no  pagase  tribute  al  gongoris 
lusa  de  nuestro  compatriota  no 
3  culterano,  esa  mania  de  lucir 
le  afea  tanto  las  producciones  c 
el  siglo  XVII.  A  Caviedes  lo  sab 
1  osario  de  las  vulgaridades  la  ; 
Je  sus  versos  y  la  ninguna  prete 
le  sabio.  D^cimas  y  romances  ti 
i,  tan  castizos,  que  parecen  esc 
..  En  el  g^nero  festivo  y  epigra 
hasta  hoy  la  America  espaQola 
Caviedes.  Tal  es  nuestra  concit 
IS  espinelas  a  un  medico  corco 
dob/ado  que  capa  de  pohre  cuan 

Mas  torcidoque  una  ley 
Cuando  no  quieren  que  sirva; 


HPPV*'^^' 


;  f 
I 


ccxm 

el  sabroso  coloquio  entre  la  Muerte  y  un  doctor  mori- 
bundo;  el  repiqueteado  romance  a  la  bella  Anarda,  y 
otras  mucbas  de  sus  composiciones,  no  serlan  desdefia- 
das  per  el  inmortal  vate  de  la  satira  contra  el  matri- 
monio.» 

Reconoce  Palma  que  los  romances  de  Caviedes  estdn 
afeados  por  gran  niimero  de  expresiones  groseras  y  mal- 
sonantes  y  de  imagenes  feas  y  nauseabundas:  conse- 
cuencia,  en  parte,  de  los  temas  que,  con  predilecci6n, 
cultiv6  el  poeta,  ac6rrimo  fustigador  de  la  pedanterfa 
de  los  medicastros  que  infestaban  la  colonia.  Pero  con 
todos  sus  defectos  de  pulcritudy  de  gusto,  con  todos 
sus  resabios  de  poeta  callejero  y  desmandado,  Caviedes 
no  debe  ser  confundido  entre  la  turbamulta  de  los  imi- 
tadores  de  Quevedo  que  pululaban  en  Espafia  y  sus  co- 
lonias  d  fines  del  siglo  xvii  y  principios  del  xviii,  y  si 
es  hip6rbole  notoria  compararle  con  su  modelo,  de  quien 
no  tiene  ni  la  penetrante  intenci6n,  ni  la  intensa  y 
amarga  ironia,  ni  la  varia  y  copiosa  doctrina,  ni  la  vasta 
concepci6n  c6mico-fantastica  del  mundo,  ni  el  raudal 
inagotable  de  lengua,  ni  las  portentosas  invenciones  de 
estilo,  todavia  se  le  debe  un  puesto  honroso  entre  los 
poetas  picarescos  y  provocantes  i  risa,  en  el  coro  de 
Camargo  y  Zirate,  Fr.  Damidn  Cornejo,  Gerardo  Lobo 
y  D.  Diego  de  Torres. 

Lazo  entre  la  literatura  peruana  del  siglo  xvii  y  la 
del  XVIII  fue  la  tertulia  6  academia  que  en  su  palacio 
reunia  por  los  afios  de  1709  y  17 10  el  Virrey  Marques 
de  Castell-dos-Rius  (D.  Manuel  Oms  de  Santa  Pau  de 
Sentmanat  y  Lanuza),  antiguo  embajador  en  Paris  y 
en  Lisboa,  y  aunque  Catalan,  ardiente  partidario  de  la 
causa  de  Felipe  V.  Cons6rvanse  las  actas  de  estas  re- 


1 


rarias  en  un  c6dice  titulado  Flor  de  Acade- 
posee  D.  Pascual  de  Gayangos,  y  del  cual 

0  peregrinas  noticias  el  diligentisimo  histo- 
luestra  poesia  del  siglo  xviii  D.  Leopoldo 
;  Cueto,  marques  de  Valmar.  Los  principa- 
s  que  concurrian  a  leer  versos  en  esta  aca- 
:  el  presbftero  D.  Miguel  Saenz  Cascante;  el 
stro  Fr.  Agustin  Sanz,  Vicario  de  los  Mini- 
lador  del  Santo  Oficio,  confesor  y  consultor 
;  el  Marques  de  Brenes  (D.  Juan  Eustaquio 
^'  Toledo),  que  habia  sido  gobernador  y  ca- 
al  de  Tierra  Firme;  el  Alguacil  mayor  de  la 
sncia  de  Lima,  D.  Pedro  Jose  Bermiidez  de 

1  Secretario  del  Virrey,  D.  Juan  Manuel  de 
jldrzano,  caballero  de  Santiago;  el  celeb6- 
Peralta  Barnuevo,  catedratico  de  prima  de 
as  en  la  Universidad,  cosmdgrafo  6  ingeniero 
los  reinos  del  Penl;  el  festivo  entremesista, 
lo  de  Monforte;  el  Marques  del  Villar  del 
ral  de  la  mar  del  Sur;  el  Conde  de  la  Granja 
itonio  de  Oviedo  y  Herrera,  gobernador  de 
a  del  Potosf. 

gusto  de  la  epoca  (dice  el  Sr.  Cueto)  rebosa 
indante  colecci6n  de  versos  artificiales  y  con- 
...  Pero  acaso  por  el  aislamiento  en  que  vi- 
jetas  en  aquellas  apartadas  regiones^  el  cul- 
ibi6  alll  d  las  nebulosas  alturas  de  los  G6n- 
escendid  a  la  ruin  y  repugnante  esfera  de  los 
Los  asuntos  acad6micos  son  unas  veces  no- 
irales,  como,  por  ejemplo,  a  la  victoria  alcan- 
E^elipe  V  en  la  batalla  de  Luzzara;  otras,  las 
e  aquellos  que  ponen  en  prensa  el  ingenio  y 


provocan  los  juegos  de  metro  y  de  palabra,  los  re 
canos  y  los  conceptos.  Ya  expresan  el  rendimient 
amor  d  una  dama,  en  redondillas,  con  la  obligaci(3 
acabar  cada  una  de  ellas  con  un  tltulo  de  comedi 
discuiren  sobre  lo  que  bordaba  Penelope  en  su  fai 
tela,  6  sobre  cual  es  defecto  mas  tolerable  en  la  ti 
propia,  lanecedad  6  lafealdad;  ya  pintan  d  una  ( 
en  un  romance  con  la  precisidn  de  haber  de  co 
cada  copla  de  un  tltulo  de  comedia,  de  otro  de  un  1 
del  nombre  de  una  calle  de  Madrid  6  Lima  y  d 
refrdn;  ya,  en  fin,  escriben  romances  que  son  al  m 
tiempo  latinos  y  espafioles.  En  medio  de  estas  y 
extravagancias  semejantes,  asoma  d  roenudo  la  fan 
viva  y  fecunda  de  aquellos  ingenios  extraviados.  E 
rrey  tenia  en  su  palacio  un  sal6n  dispuesto  para  n 
sentaciones  dramiticas.  En  algunas  ocasiones  se  in 
visaban  comedias.  Las  reuniones  empezaban  con 
sica,  y  el  magnate  mismo  no  se  desdefiaba  de  toe 
guitarra  delante  de  aquellos  poetas,  amigos  suyos 
dilectos,  que  si  bien  libres,  traviesos  y  conceptuosc 
son  en  sus  versos  ni  licenciosos  ni  chocarreros»  (i' 
A  esta  pintura,  trazada  de  mano  maestra,  coni 
aOadir  algunos  rasgos  individuales  de  los  princi 
poetas.  El  Marqu6s  de  Castell-dos-Rius  did  culto 
musas  dramdticas,  y  ademAs  de  varias  loas  insert 
elc6dice,  sibese  que  compuso  6  hizo  representi 
su  teatro  privado  una  tragedia,  6  mSs  bien  6pera 
Perseo,  de  la  cual  dice  Peralta  Barnuevo,  en  ur 
las  notas  de  su  poema  Lima  Fundadaj  que  <ten; 


(l)  HUtorU  CrUica  di  la  Peesia  Castellana  m  el  siglo  XVIII..,.. 
tdidiit,t»rreg{da  y  aummlada.  Tenu> I.....  JUadridiRinderieyia,  iS93(t 
it  la  dUteiin  <b  Eicritorts  CasUl/anas),  p^nas  S3'91. 


moniosa  mfisica,  preciosos  trajes  y  he 
ciones,  y  que  en  ella  mostr6  el  Virrey, 
gancia  de  su  genio  portico,  sino  la  grant: 
y  el  celo  de  su  anior». 

«Tenfa  el  Marqu6s  perverse  gusto  p 
el  Sr.  Cueto).  El  es  quien  ponfa  a  los  a 
cos,  en  sus  tertulias  literarias,  tantas  pi 
des  metricas,  indignas  de  la  verdadera  \ 
luce  en  la  NoHcia  proemial  de  la  Moi 
que  el  culto  y  elegante  Virrey  blasona 
suya  «se  hablan  hecho  usuales  los  prin; 
»Ies»  y  «que  continuamente  se  compoi 
»ya  retrdgradas,  ya  con  ecos,  parano 
»delicadas  ariponlas  y  artificiosas  eiegai 


(i)  Ampliando  las  noticias  cootenidas  en  su  libro, 
tro  ilustre  compaflero  el  Sr.  de  Cueto  las  nuy  interc 
blicamosd  coiittnuac:6n: 

— Castell-doi-Rius  (D.  Manuel  de  Oms  y  de  Sao 
Natural  de  Catalulla;  Grande  de  Eapada;  Virrey  del  re 
bajador  en  Portugal  y  en  Francis.  Murid  en  Lima,  iL  I 
edad,  el  dia  14  de  Abril  de  1710,  siendo  virrey,  gob( 
neral  de  los  reinos  del  Peni,  Tierra-Firme  y  Chile. 

Flor  de  Academias,  que  contiene  las  que  secelebraron 
esta  carle  de  Lima,  en  elgahineU  del  Excmo.  Sr.  D.  Mm 
Pau,  Olint  de  Sentmanat  y  de  Lanuza,  Marques  de  Caste 
lunesil  dt  SepUetitbre  dtl  aRo  de  1709  kasiael  i^de  Aii 
dice  de  306  hojas,  perteneciente  i  la  preciosa  colecci< 
Sr.  D,  Pascual  de  Gayangos. 

En  este  codice  hay  poeslas  de  varies  ingenios,  yal] 
das  conceptuosas,  como  de  aquel  tienpo.  Para  dar  al 
tertulias  poeticas,  copiaremos  algunas  palabras  de  la 
Florde  Academias: 

«Deterniin<i  (el  Virrey)  celebr»r  en  su  gabinete 
nocbe  una  academia,  compuesta  de  aquellos  caballera 
y  estimados,  y  que  mis  inmedialamente  y  con  mayo 
El  orden  que  observ6  S.  £.  en  las  primeras  academii 
ingenios  un  mismo  asunto,  i  que  compusiesen  de 


ie  Monforte  y  Vera,  poeta  aragon6s, 
jcialraente  en  la  improvisaci6n  bur- 
,  c6dice  J^/or  dt  Academias  muchas 
jvial  ingenio.  En  el  prdlogo  se  dice, 
Muy  favorecido  de  las  musas  festivas, 


i  hablan  de  escribir ,  y  ua  breve  espacio  de  tiempo 
su  desenpeflo. 

licion  po^tica  la  dulce  armanla.  Musica  formada  de 
y  varios  sonoros  instrumentos.  Ostentaba  el  regio 
lagnlGco  de  su  opulencia,  los  precioflos  adomos  que 
curiosidad  dilataban  los  Animos  en  el  gusto  ylaad- 

delas  obrasquesecoinponIanderepente,aaadi<Ssu 
bicieaen  juntamente  otras  de  pensado  para  traerlas 

I  cultivado  la  claridad  de  su  enteodimiento  con  el 
las  las  letras  que  ilustran  el  inimo  de  un  generoso 
X)  manejo  de  sus  altos  empleoa.  Ninguna  lengua  de 

academias  se  escribid  es  lo  que  contiene  este  libro. 
]uese  decia  extemporaneamente  a  diferentes  asun- 
reclan  la  conversacidn ,  el  acaso  6  la  controversia 
acultades  7  noticias ,  con  admirable  propiedad  en  la 
1,  J  matematicas,  jurispnidencia,  teologia,  htstoria, 
0 :  usando  en  todo  de  rara  novedad,  sin  que  jamds 

dinaria  6  comiin S.  E.  7  los  demds  ingenios  ha- 

rinores  mis  dillciles En  algunas  ocasiones  se  vi6 

lem&s  concurrentes  una  reprcsentaci6n  c6niica  en 

;ptos  del  arte 

iro  ofre/co  dla  diacreci6n  una  joya  muy  rica,  com- 
eciosidades,  rcservando  para  otro  torn o  las  demaa 
y  para  otro  las  que  se  escribieron  en  los  festejos  c6- 

de  todas  las  Reales  fiestas,  y  aiios  de  Sus  Majesta- 
stro  Principe  ;  y  en  ese  tomo  o&ezco  todas  las  loas 
amente  S.  E,  y  el  Dr.  D.  Pedro  Jose  Bermudez.* 
-qute  de  Castell-dos  Rius,  llorada  sinceramente  en 
?  varios  ingenios  del  Peru,  En  el  manuscrito  Fhr  de 
;iones  consagradas  a  su  gloriosa  memoria,  de  D.  Pe- 
irre,  del  Ldo,  D.  Miguel  Cascante,  del  Marquis  de 

Granja,  de  D.  Juan  Jos£  Berm^dez,  de  D.  Mateo 


tn  inspirado  las  agradables  poeslas  con  que  se 
I  acreditados  sus  desvelos  en  los  mas  plausibles 
e  la  Europa  y  en  los  mds  celebres  Liceos  de  la 
.»  Residid  muchos  afios  en  Lima.  Con  el  tftulo 
nor  duende,  escribi6  un  sainete  que  fu6  repre- 


rmiidez,  de  D.  Pedro  de  Peralta,  de  D.  Francisco  Santos  de  la 
Jerbnimo  de  Monforte  y  del  capitin  D.  Diego  Rodriguez  de 

estra  de  esta  poesia  ingeniosa ,  pero  desjgual ,  enredada  j  con- 
mdremos  aqui  un  soneto  del  Conde  de  la  Granja : 

BRTE  DEL  MARgU£S   DE  CASTELL-DOS-RIVS,  VIRKEV  DEL  PEM. 

Canto;  bien  qu«  no  ti  si  caoto  ti  Itoro, 
Aun  CD  Bambrai,  la  muerte  escUrecida 
De  UD  htfroe  que  dii)  vida  con  su  vida 
A  cienciai  y  artei,  y  al  casta!  io  coro. 

Varda  de  un  siglo  en  que  volviil  el  de  oro, 
Pue*  gobernd  con  rienda  tan  medida. 
Que  en  U  mdn  i  la  justicia  unida 
Cirr6  del  mando  el  principal  decoTO. 

DiKretofuisin  preauocidn  de  sabio: 
Supo  bermanar  con  *u  saber  lu  luerte, 
Supo  lo  que  en  mortal  junto  do  cupo. 

IgualO  al  de  Demditenes  tu  labio; 
(Qnj  no  supo  ^1?.._  ^1  lupo  baita  en  la  muerte 
Lo  mil  que  hay  que  laber,  pue*  morir  lupo. 

V  Sol6rzano  (D.  Juan  Manuel  de).  Caballero  de  U  Orden  de 
scretario  del  Virrey  del  Peru. 

ingenio  de  los  que  tomaban  mayor  parte  en  lasicademias  po6ti- 
:elebraban  eo  Lima  en  el  palacio  del  Marqu^  de  Castell-dos- 
y  1710).  En  cl  codice  Flor  de  Acadtmias  bay  mucbas  poeslas 
>.  vii-a  fantasia,  y  es  tal  vez  uno  de  los  poetas  malogrados  por  el 
■to  de  la  ^poca.  Creemos  oportuno  dar  aqul  una  muestra  do 

de  Diciembre  de  1709.  La  acadeniia  habia  de  ser  aquella  nocbe 
e  y  espl^ndida  que  de  ordinario.  Estaba  consagrada  a  celebrar 
rey  Felipe  V.  Di6se  principio  a  la  funcidn  con  una  oraciin  oca- 
aricter  (ant^tico,  que  fu^  recitada  por  D.  Juan  de  Rojas,  al  bod 
ica  luare.  Aal  empieza  esta  0Taci6n  poitica: 


CCXIX 


sentado  en  el  Callao,  en  1725,  por  la  familia  del  Virrey 
Marques  de  Castel-Fuerte,  para  celebrar  la  proclama- 
ci6n  del  rey  Luis  I.  En  la  Fama  pdstuma^  de  Sor  Juana 
In6s  de  la  Cruz  (1700),  hay  una  elegia  de  Monforte,  y 
son  casi  los  tinicos  versos  series  suyos  que  conocemos. 


(Ah  de  la  sacra  mansi6o! 
jAh  del  celeste  peosil! 

Mi  acento  escuchad , 

Mi  voz  Old, 

Y  al  obsequio  plausible  concurra 
De  alados  ingenios  la  turba  sutil. 

Mirad,  advertid 
Que  hoy  el  voto  y  el  culto  promete 
A  osadoe  alientos  el  premio  feliz 

Hoy  la  noche  se  goce  triunfante, 
Pues  vagas  sus  sombras  pudieron  unir 
En  mejor  firmamento  los  astros 
Que  eu  ella  brillantes  se  miran  lucir. 
Del  aplauso  las  voces  sonoras 
Escuche  suspenso  el  celeste  confin, 

Y  del  tiempo  sus  ecos  heroicos 

En  bronces  eternos  estampe  el  buril. 


Despues  pide  el  poeta  d  Apolo  su  favorable  influjo  en  varias  estrofas.  He 
aqui  algunas  de  ellas  : 


Ya  que  mi  torpe  diestra  herir  no  sabe 
Plectro  armoDioso,  cltara  elocuente, 
Permitele  pulsar  hoy  la  cadente 

Lira  sUave. 
Haz  que  el  monte  en  mi  voz  glorias  blasone, 
Triunfando  del  empefio  victoriosa, 

Y  que  mi  tosca  si  en  la  desdeflosa 

Dafne  corone. 
Haz  que  mi  helado  espfritu  se  influya 
Del  rayo  que  i.  tu  espfritu  merezca , 

Y  brille  en  ^I  de  suerte  que  parezca 

Didiva  tuya. 


<••   > 


ccxx 


El  Conde  de  la  Granja,  D.  Luis  Antonio  de  Oviedo  y 
Herrera,  fue  natural  de  Madrid,  y  Alvarez  Baena  le  in- 
cluye  entre  sus  hijos  ilustres;  pero  por  afecto  y  larga 
residencia  pertenece  al  Perii,  donde  se  avecindd  defi- 
nitivamente  despu6s  de  haber  sido  gobernador  de  la 
provincia  del  Potosi.  Nos  quedan,  como  principales 
muestras  de  su  numen ,  el  Poema  sacro  de  la  Passion 
de  N.  S.  yesucrtsiOj  que  es  un  largulsimo  romance, 
quizd  el  mas  largo  que  existe  en  castellano,  a  excepci6n 
de  la  Vtda  de  la  Virgen,  de  D.  Antonio  de  Mendoza; 


I>espuds  canta  en  octavas  reales  algunas  aventuras  de  Apolo,  y,  al  referir 
la  fuga  de  Dafne,  proclama  la  excelencia  del  amor  del  corazdn  en  esta  no- 
table octava : 

jOh  vil  pasidD  del  apetito  humano , 
Grosera  adulaci6n  de  los  sentidos, 
Que  igualas  lo  vulgar  y  soberano 
Cuando  formas  dichosos  de  atrevidos! 
Vuelve  los  ojos,  y  ver^  que  ufano 
Burla  el  desddn  arrojos  fementidos; 
Que  amor,  si  un  alma  en  conquistar  se  esfuerza. 
La  vence  por  constancia,  no  por  fuerza. 

— Bkrmtjdez  de  la  Torre  y  Solter  (D.  Pedro  Jos6).  Doctor  enambos 
derechos;  Alguacil  Mayor  de  la  Real  Audiencia  de  Lima. 

Uno  de  los  poetas  mis  abundantes  ^  ingeniosos  de  aquellos  que  consti- 
tuian  la  tertulia  poetica  del  Virrey  del  Peru  en  los  aflos  de  1709  y  1710.  El 
codice  Flor  de  Academias  dice  del  Dr.  D.  Pedro  Bermddez  estas  palabras: 
<Sus  obraS)  estimadas  aun  en  distantes  climas,  excusan  mi  alabanza.» 

Nada  impreso  hemos  visto  de  este  poeta^a  excepci6n  de  estas  tresobras: 
Soneto  destinado  d  ensalzar  un  mal  poema  de  D.  Francisco  Santos  de  la  Paz 
en  elogio  del  Obispo  de  Quito,  Virrey  del  Peru ,  D.  Diego  Ladr<3n  de  Gue- 
vara; 

Aclamacion  afectuosaf  en  aplauso  de  la  heroica  accionque  ejecuto  el  Serenisimo 
sefior  Principe  de  Asturias  matando  d  un  toro  en  un  hosgue  poco  distante  de  la 
ciudad  de  Sevilla  en  defensa  de  la  Princesa  nuestrasehorat  el  oho  pasado  1729.— 
Es  un  romance  endecasilabo,  impreso  en  Lima  en  1730; 

Un  soneto  al  mismo  asunto. 

Escribi6  varias  loas. 


7  * 


CCXXI 


y  otro  poema,  mucho  mis  conocido  y  celebrado,  en 
octavas  reales,  que  tiene  por  asunto  la  Vida  de  Santa 
Rosa  de  Lima^  patrona  del  Peru  (i).  En  calidad  de  tal 
poema,  sin  ser  una  maravilla,  no  es  de  las  peores  y  mas 
monstruosas  obras  de  su  genero  y  de  su  tiempo,  y  serla 
grave  ofensa  compararle  con  la  Hernandia^  con  La  do- 
cuencia  delsilencio  y  aun  con  Lima  Pundada,  El  Conde 
de  la  Granja  tiene  mds  fantasia  y  versifica  mejor  que 
Peralta  Barnuevo:  la  parte  descriptiva  es  amena  y  se  lee 
con  gusto.  Pero  su  m6rito  literario,  al  fin  mediocre,  no 
salvarla  el  libro  del  olvido,  si  no  fuese  de  gran  curio - 
sidad  hist6rica,  no  s61o  porque  se  refiere  a  la  vida  de 
la  Santa  mis  popular  del  mundo  americano,  sino  por  lo 
mucho  que  incluye  de  topografla  e  historia  general  del 
Perti.  En  este  sentido  tiene  un  valor  local  inapreciable. 


(i)  Pffema  sacra  de  la  Passidn  de  N,  S.  Jesuchristo  ^  que  en  un  romance  cas- 
tellanOj  dwt'didd  en  siete  Estaciones^  escribia  D.  Luis  Antonio  de  Oviedo Herrera 
y  Rueda.  Lima,  Francisco  Sobrino,  1717;  4-° 

Vida  de  Santa  Rosa  de  Santa  Mariti^  natural  de  Lima  y  patrona  del  Peru , 
poema  heroyco^  por  D.  Luis  Antonio  de  Oviedo  y  Herrera,  Caballero  del  Or  den 

de  Santiago y  Conde  dc  la  Granja En  Madrid,  por  Juan  Garcia  Infanz6n, 

afio  de  171 1 ;  4.°  El  poema  tiene  doce  cantos.  Las  aprobaciones  del  libro  son 
oxtensas  k  interesantes.  Los  versos  laudatorios,  latinos  7  castellanos,  perte- 
necen  al  P.  Jos6  Francisco  de  la  Reguera,  prefecto  de  los  Estudios  Reales 
de  Latinldad  en  el  Colegio  Imperial  de  Madrid;  al  Marqu6s  de  Miana,  con- 
sejero  de  Indias;  a  los  dos  famosos  poetas  dramaticos  Zamora  7  Cafiizares, 
al  P.  jesuita  Jos6  Rodriguez,  k  D.  Pedro  de  Urquiza  7  a  un  hijo  del  autor 
llamado  como  su  padre. 

En  la  segunda  edicidn  de  este  poema,  hecha  en  Lima  en  1867  por  el  pres- 
bitero  M.  T.  Gonzdlez  La  Rosa,  se  cometi6  el  desacierto  de  suprimir  las  82 
paginas  de  preliminares. 

Para  hacerse  cargo  de  la  copiosa  literatura  antigua  7  moderna  relatiya  a 
Santa  Rosa  de  Lima,  v^ase  el  esmerado  Estudio  Bibliogrifico  de  D.  F6lix 
Cipriano  C.  Zegarra,  publicado  en  1886  con  motivo  deltercer  centenario  de 
la  Santa.  A  276  llegan  las  obras,  de  diversos  paises  7  lenguas,  que  directa  6 
incidentalmente  tratan  de  la  Santa,  con  ser  ^ta  tan  moderna. 


scripci6u  que  en  el  primer  canto  se  hace  de  las 
IS  de  la  ciudad  de  Lima  y  fertilidad  de  sus  valles; 
;nte  pintura  de  una  erupciin  del  Pichincha  en  el 
jexto;  el  relate  de  las  expediciones  piriticas  de  los 
ios  ingleses  y  holandeses,  el  Draque,  los  dos  Aqui- 
Espilberghen;  el  catalogo  rimado  de  los  principa- 
sllidos  de  la  colonia,  y  otras  muchas  curiosidades 

libro  contiene ,  le  hacen  digno  de  ser  registrado 
do  americanista ;  y  hasta  el  mero  aficionado  &  la 

le  hojea  sin  fastidio,  recreado  per  la  viva  imagi- 

del  autor,  que  le  inspira  maquinas  6  invenciones 
icter  bastante  original  y  romantico,  como  la  his- 
el  migico  Bilcadma  y  del  Inca  Yupangui,  enca- 
j  per  fatidico  decreto  a  un  risco  de  los  Andes, 
rior  al  Conde  de  la  Granja  como  poeta,  pero  muy 
jr  a  todos  los  peruanos  y  a  la  mayor  parte  de  los 
lies  de  su  tiempo  por  las  muestras  de  su  saber  en- 
5dico  y  el  numero  y  variedad  de  sus  escritos,  se 
esenta  el  famoso  pollgrafo  D.  Pedro  de  Peralta 
2VO,  monstruo  de  erudici6n,  de  quien  sus  contem- 
;os   escribieron   las   cosas   mis   extraordinarias. 

por  muchos  el  testimonio  de!  P.  Feijoo  en  su 
;o  sobre  Espafioles  americanos  (tomo  rv,  dis- 
i."  del  Teatro  critico):  «En  Lima  reside  D.  Pedro 
jralta  y  Bamuevo,  catedratico  de  prima  de  Mate- 
as,  ingeniero  y  cosm6grafo  mayor  de  aquel  reino: 
>  de  quien  no  se  puede  hablar  sin  admiraci6n,  pues 
ipenas  (ni  aun  apenas)  se  hallari  en  toda  Europa 
ire  alguno  de  superiores  tatentos  y  erudiciin.  Sabe 
ierfecci6n  ocho  lenguas,  y  en  todas  ocho  versifica 
lotable  elegancia.  Tengo  un  Hbrito  que  poco  ha 
uso,  describiendo  las  honras  del  seflor  Duque  de 


T*  I 


CCXXIII , 

»Panna,  que  se  hicieron  en  Lima.  Estd  bellamente  es- 
»crito,  y  hay  en  61  varies  versos  suyos  harto  buenos,  en 
»latln,  italiano  y  espaflol.  Es  profundo  matemdtico,  en 
»cuya  facultad  6  facultades  logra  altos  cr6ditos  entre  los 
»eruditos  de  otras  naciones,  pues  ha  merecido  que  la 
^Academia  Real  de  las  Ciencias  de  Paris  estampase  en 
»su  historia  algunas  observaciones  de  eclipses,  que  ha  re- 
»initido.  Es  historiador  consumado,  tanto  en  lo  antiguo 
>como  en  lo  moderno,  de  modo  que  sin  recurrir  A  mas 
>libros  de  los  que  tiene  impresos  en  la  bibliotheca  de  su 
>memoria,  satisface  prontamente  &  cuantas  preguntas  se 
>le  hacen  en  materia  de  historia;  sabe  con  perfecci6n 
»(aquella  de  que  el  presente  estado  de  estas  Facultades 
»es  capaz)  la  Filosofla,  la  Quimica,  la  Botanica,  la  Ana- 
»tomIa  y  la  Medicina.  Tiene  hoy  (es  decir,  en  1730  en 
>que  Feijoo  escribla  esto)  sesenta  y  ocho  aflos  6  algo 
»mas.  En  esta  edad  ejerce  con  sumo  acierto,  no  s6lo  los 
»empleos  que  hemos  dicho  arriba,  mas  tambi^n  el  de 
»contador  de  Cuentas  y  particiones  de  la  Real  Audien- 
»cia  y  demds  tribunales  de  la  ciudad,  i  que  aflade  la 
»presidencia  de  una  Academia  de  Matem^ticas  y  Elo- 
»cuencia  que  form6  d  sus  expensas.  Una  erudici6n  tan 
»vasta  es  acompafiada  de  una  crftica  exquisita,  de  un 
»]uicio  exactlsimo,  de  una  agilidad  y  claridad  en  conce- 
»bir  y  explicarse  admirables.  Todo  este  ciimulo  de  dotes 
>excelentes  resplandecen  y  tienen  perfecto  uso  en  la 
>edad  casi  septuagenaria  de  este  esclarecido  criollo.» 

iQn6  es  lo  que  la  posteridad  ha  dejado  en  pie  de  la 
fama  cuasi  mitoldgica  de  Feralta  Barnuevo,  atestiguada 
per  hombre  de  tan  independiente  y  severo  juicio  como 
el  P.  Feijoo,  tan  mal  avenido  con  los  errores  de  la  opi- 
ni6n  vulgar?  Cuesta  trabajo  decirio:  poco  m4s  que  un 


1 


mbre  que  no  despierta  ya  eco  ninguno  de  gloria  lite- 
'ia.  Sus  obras  no  se  leen  ni  en  America  ni  en  EspaQa, 
:omo  muchas  son  raras,  y  no  creo  que  ninguna  biblio- 
:a  las  posea  todas  ni  nadie  las  haya  visto  juntas,  es 
sible  que  en  algunas  de  ellas,  especialmente  en  las  de 
lole  cientifica,  que  ban  sido  hastaahora  las  menoses- 
iiadas,  se  contenga  algo  muy  importante  y  que  deje 
;n  parado  ei  entusiasmo  del  P.  Feijoo.  Desgraciada- 
:nte,  como  bistoriador  y  como  poeta,  sus  obras  son 
stante  conocidas  para  que  pueda  ser  juzgado  sin  remi- 
n.  Su  erudici6n  era  estupenda  sin  duda,  pero  indigesta 
le  mal  gusto:  su  criterio  hist6rico  de  los  mds  inciertos 
ixtravagantes:  su  estilo  en  prosa  y  en  verso  enfitico, 
;spo  y  campanudo,  con  todos  los  vicios  de  la  decaden- 
,  literaria,  que  despu^s  del  advenimiento  de  LuzAn  y 
Feijoo  no  eran  ya  tolerables,  ni  aun  en  una  remota 
Ionia,  de  parte  de  un  hombre  que  estaba  en  coires- 
odencia  con  las  principales  academias  de  Europa.  Sus 
ras,  entre  grandes  y  pequefias,  suman  el  niimero  de  48 
il  6  sus  panegiristas  tuvieron  la  extravagante  idea  de 
nerlas  por  el  orden  de  las  letras  de  su  nombre  y  ape- 
los,  de  modo  que  reuniendo  las  priraeras  letras  de 
la  titulo  lee  uno  de  corrido:  Ei  doctor  Don  Pedro  de 
ralta  Barnuevo  Rocha  y  Benavides.  Hay  entre  ellas 
bservaciones  astron6micas,  Regulacidn  del  tiempo  en 
intay  ctnco  efemirides,  Observaciones  nduticas,  un 
4ema  astroUgico  demostrativo,  una  Aritmltica  es- 
•■ulattva^  un  plan  de  fortificaciones  para  Buenos  Aires 
>tro  para  Lima,  hasta  convertirla  en  inexpugnable;  y 
'OS  tratados  de  MatemSticas,  ingenieria  y  arte  militar; 
o  de  metalurgia,  Nuevo  heneficio  de  metalcs;  otro  Z)ei 
igen  de  los  monstruos;  varios  informes  jurldicos,  un 


ccxxv 

Arte  de  ortografiay  numerosas  oraciones  universitarias 

que  pronunci6  siendo  Rector,  relaciones  del  gobierno 

de  los  virreyes  Castel  Fuerte  y  Conde  de  la  Monclova, 

y,  finalmente  (y  citaremos  casi  Integra  la  fastidiosa  por- 

tada,  porque  da  cabal  raz6n  del  contenido),  la  Historia 

de  EspaHa  vindicada^  en  que  se  hace  su  tnds  exacta 

dtscripcidn  y  la  de  sus  excelencias  y  antiguas  riquezas: 

se  prueba  su  poblacidn ,  lengua  y  reyes  verdaderos  prt- 

mittvoSf  su  conquista  y  gobierno  par  los  carthagineses  y 

romanos:  se  describe  la  verdadera  Cantabria:  se  fijan 

las  tnds  ciertas  ipocas  6  raices  del  Nacitniento  y  Muerte 

de  Nuestro  Salvador:  se  defiende  irrefragablemente  la 

venida  del  Apdsto I  Santiago  ^  la  aparicidn  de  Nuestra 

Senora  al  Santo  en  el  Pilar  de  Zaragoza^  y  las  trans- 

laciones  de  su  sagrado  cuerpo:  se  vindica  su  historia 

primitiva  eclesidstica  ^  la  de  San  Saturnino^  San  Fer- 

minj  Osio  y  otros  sucessos:  se  refieren  las  persecuciones^ 

los  mdrtyres  y  demds  santosy  los  Concilios  y  Progressos 

de  su  Religidn  hasta  elsiglo  sexto:  la  historia  de  los  em- 

per  adores  y  de  los  grandes  varones:  el  origen  i  imperio 

de  los  Go£/(9^  (Lima,  1730).  Libro  es  este  de  mas  aparato 

que  sustancia,  y  del  cual  puede  prescindir  sin  gran  tra- 

bajo  el  estudioso  investigador  de  las  cosas  de  la  Espafla 

Antigua,  pues  si  bien  es  cierto  que  Peralta  aplica  y 

maneja  con  desembarazo  los  textos  clisicos,  y  acierta 

en  algunas  cuestiones  geogrdficas,  como  la  del  sitio  de 

Cantabria,  y  combate  con  vigor  los  falsos  cronicones; 

tambidn  lo  es  que  en  muchas  otras  cosas  se  muestra 

cr6dulo  en  demasfa,  acepta  todo  genero  de  patraflas  so- 

bre  los  reyes  fabulosos,  y  pasa  d6cilmente  por  todas  las 

tradiciones  de  nuestra  primitiva  historia  eclesiastica,  a 

las  cuales  ya  Ferreras  y  otros  habian  puesto  tantos  repa- 

voiio  HI.  n 


:iui  el  olvido  en  que  cay6  muy  pronto  el  libro, 
I  que  se  le  cita  y  consutta.  En  visperas  de  la 
^agrada  era  ya  un  producto  anacrdnico. 

1  poetica  mis  considerable  de  Peralta  Barnue- 
nica  que  todavia  tiene  algi^o  lector,  no  a  tftulo 
,,  sino  de  libro  de  historia  americana,  es  Lima 

6  Conguista  del  PerA:  Poema  heroico  en  que 

2  toda  la  historia  del  descuhrimiento  y  suje- 
'■s  provincias  por  D.  Francisco  Pizarro,  y  se 
a  serie  de  los  Reyes,  la  historia  de  los  Vim- 
zobispos  que  ha  tenido,  y  la  memoria  de  las 
Varones  ilustres  que  la  Ciudad  y  Reyno  han 

(i).  Y,  hablando  con  entera  propiedad,  no 
;irse  que  se  lea  el  poema,  que  es  una  mezcla 
s  gongorismo  y  de  prosafsmo,  reuniendo  en  si 
atrarias  aberraciones  del  siglo  xvii  y  del  xvin, 
ningiin  rasgo  de  mal  gusto  le  falte.  Lo  que  se 
s  copiosas  notas  hist6ricas  y  geneal6gicas  que 
las  mdrgenes. 

nbi^n  Peralta  Barnuevo  poeta  dramdtico,  y 
D&s  feliz  que  en  lo  6pico.  Tenemos  a  la  vista 
de  sus  obras  teatrales,  perteneciente  k  la  rica 
de  nuestro  amigo  D.  Jos6  Sancho  Raydn. 
mpia  y  esmerada  copia,  que  en  el  tejuelo  se 
medias  del  Finix  Americano,  son  tres  las  pie- 
Jas:  Triunfos  de  amor  y  poder,  comedia  mi- 
cuyo  asunto  son  las  transformaciones  de  la 


por  Francisco  Sobriao  y  Dados,  1731.  Dos  vols.  *.'  Versoi 
J  Angel  Ventura  Calder6n,  Antonio  Sancho  Ddvila  B«rmiklex 
Miguel  Mudarra  de  la  Serna  Roldan,  Francisco  de  Roblesy 
JosS  Bernal.  Este  poema  ha  sido  reimpreso  en  el  tomo  I  de 
r  doctimenlas  littTarioi  del  Coronel  Odriozola. 


r«  *. 


ccxxvii  • 

ninfa  lo  y  de  Argos  el  vigilante,  entremezcladas  con 
los  amores  de  Hipomenes  y  Atalanta;  Afectos  vencen 
finezaSy  comedia  calderoniana  por  el  gusto  de  la  de 
Afectos  de  odto  y  atnor^  6  la  de  Duelos  de  amor  y  leal- 
tad;  Rodoguna^  que  es  la  tragedia  de  Corneille  aco- 
modada  4  las  condiciones  del  teatro  espaflol  con  bas- 
tante  destreza,  harto  mayor  que  la  que  mostr<5  Cafli- 
zares  en  su  imitaci6n  de  la  Ifigenia  de  Racine.  Cada  una 
de  estas  piezas  Ueva  su  loa,  constando  en  la  primera  de 
ellas  que  la  comedia  Trtunfos  de  amor  y  poder  fu6  re- 
presentada  por  orden  del  Excmo.  Sr.  D.  Diego  Ladrdn 
de  Guevara,  obispo  de  Quito  y  virrey  del  Perfi,  en  ce- 
lebraci6n  de  la  victoria  obtenida  por  las  armas  de  Fe- 
lipe V  en  los  campos  de  Villaviciosa  el  aflo  de  1710,  y 
que,  Afectos  vencen  finezas  sirvid  para  festejar  los  aflos 
de  otro  Virrey,  el  Arzobispo  de  la  Plata  D.  Diego 
Morcillo  Rubio  de  Aufi6n.  Completan  el  ramillete  dos 
fines  de  fiesta  y  un  entrem^s,  con  imitaciones  visibles 
de  Moli^re  en  Le  Mldicin  malgre  lui  y  en  Les  Fern- 
mes  Savantes  (i).  Este  tomo  debla  publicarse  Integro,  no 
s6lo  porque  los  versos  c6micos  y  trdgicos  de  Peralta 
Bamuevo  valen  harto  mas  que  sus  octavas  epicas,  sino 
por  ser  sus  obras  de  las  mas  antiguas  que  en  nuestro 
teatro  iniciaron  la  imitacibn  del  teatro  francos,  y  la  Ro- 
doguna  probablemente  anterior  al  Ctnna  del  Marques 
de  San  Juan,  que  se  imprimi6  en  1713,  y  que  de  seguro 
no  fu6  destinada  ^  las  tablas,  'al  paso  que  de  la  Rodo- 


(i)  Por  el  mismo  tiempo,  un  desconocido  poeta  de  Lima,  llamado  Vi- 
llalta,  tennin6  la  comedia  Amor  es  arte  de  amar,  de  la  cual  D.  Antonio  de 
Soils  habia  dejado  tinicamente  escrita  parte  de  la  primera  Jornada.  Tambi^n 
posee  esta  continuacion  in^dita  el  Sr.  Sancho  Ray6n. 


n 


:  sabemos  que  se  represent6  en  Lima,  y  tenia  todas 
jndiciones  necesarias  para  la  escena. 
celebridad  literaria  de  Peralta  Barnuevo,  el  cargo 
'arias  veces  tuvo  de  Rector  de  la  Universidad  de 
Marcos  y  su  propia  aficJ6n  d  todo  lo  aparatoso  y 
Dmbante,  le  convirtieron  en  obligado  cronista  de 
J  los  festejos  y  fiinebres  soleinnidades  de  su  tiem- 
proveedor  incansable  y  poligloto  de  versos  6  ins- 
iones  para  ellos.  En  este  lamentable  ginero  de 
tura  compil6  sucesivamente  los  raros  libros  que 
1  per  titulos:  Lima  triunfante;  Glorias  de  la 
rica,juegos pythios y jubilos  dela  Minerva perua- 
n  la  entrada  solemne  del  Marques  de  Castell-dos- 
(1708);  el  Panegirico  y  poestas  con  que  se  celebro 
ustafeliz  accidn  del  recibtmienio  en  las  Escuelas 
Hrrey  Principe  de  Santo  Buono  (1716);  El  Tetn- 
!  la  Fama  vindicado,  y  unas  estancias  panegiricas 
iliano  al  Cardenal  Alberoni  (1720);  los  jFUbiios  de 
I  y  fiestas  reales  en  los  casamientos  del  Principe 
uis  (despuis  Luis  I)  y  de  la  Princesa  de  Orleans 
);  la  Funebre  pompa  en  las  exequias  del  Duque 
arma  {i"]!^)]  El  Cielo  en  el  Parnaso,  certamen 
:o  con  que  la  Universidad  de  Lima  festej6  al  Vi- 
VIarqu6s  de  Villagarcia  en  ly^b;  La  Galeria  de 
mnipotencia,  con  motivo  de  la  canonizacidn  de 
>  Toribio  Alfonso  de  Mogrovejo;  la  Relacion  de  ia 

festiva  poynpa  en  accion  de  gracias  pot  la  exal- 
i  d  la   cardenalicia  diguidad  de  D.   Gaspar  de 
la  (1739),  y  seguraraente  otras  de  que  no  tenemos 
a. 
.  el  poeta  laureado  de  los  Virreyes  y  no  se  daba 

de  reposo  para  hilvanar  versos  de  circunstancias 


CCXXIX 

no  s6lo  en  castellano,  sino  en  latin,  en  italiano  y  en 
francos:  su  vena  adulatoria  y  estrafalaria  lleg6  d  un 
extremo  casi  de  demencia  cuando  compuso  el  elogio 
del  Virrey  Armendariz,  Marqu6s  de  Castel-Fuerte ,  sin 
emplear  en  todo  su  discurso  mds  letra  vocal  que  la  A. 
iLastima  de  estudios  tan  torpemente  malogrados!  (i). 
El  ejemplo  de  Peralta  Barnuevo,  doblemente  deplo- 
rable por  los  s6lidos  m6ritos  de  su  varia  doctrina,  con- 
tagid  d  todos  los  poetas  de  certamen,  que  en  niimero 
prodigioso  hicieron  rechinar  las  prensas  de  Lima  con 
sus  abortos  durante  todo  el  siglo  pasado.  No  bubo  su- 
ceso  pr6spero  6  infeliz  que  no  se  solemnizase  con  ri- 
dfculos  versos.  La  colecci6n  de  estas  antologlas  es 
manjar  regalado  para  los  bibli6filos;  y  el  breve  catd- 
logo  que  de  algunas  de  ellas  presentamos  en  nota  bas* 
tara  A  indicar,  por  la  sola  extravagancia  de  los  tltulos, 
lo  depravado  y  absurdo  de  su  contenido.  Figuran  en 
estos  centones  bastantes  poetisas:  Dofia  Violante  de 
Cisneros,monja  definidora  en  el  monasterio  de  la  Con- 
cepci6n;  Dofia  Maria  Manuela  Carrillo  de  Andrade  y 
Sotomayor,  Uamada  en  su  tiempo  /a  Limana  Musa ; 
Sor  Rosa  Corvaldn;  Dofia  Rosalia  de  Astudillo  y  He- 
rrera;  Dofia  Josefa  Bravo  de  Lagunas,  abadesa  de  Santa 
Clara,  autora  de  un  soneto,  no  malo,  a  la  muerte  de 
la  reina  Barbara,  del  cual  son  estos  tercetos: 

Descansa  en  paz,  pues  tu  virtud  me  twisa 
La  corona  mejor  que  te  declara 
El  que  alld  en  las  estrellas  te  eterniza\ 

Que  a  mi  para  seguirte  me  prepara 
£1  relTgioso  saco  en  su  ceniza 
Del  fin  postrero  la  verdad  mas  clara. 


(i)     Sobre  Peralta  Barnuevo  publico  un  importante  estudio  en  la  Rex^ista 
del  Plata  (tomos  viii,  ix  y  x)  D.  Juan  Maria  Gutierrez. 


ro  es  maravilla  encontrar  et 
la  cosa  racional:  hay  octavas 
IS  empiezan  con  la  letra  C: 

iCielos!  C6nio  canciones 
Con  corazones  casi  consur 

OS  en  met^ora  de  mtisica  y  en 
hace,  sobre  todo,  grande  ost^ 
iversidad  de  lenguas:  en  la  P 
•ina  Maria  Amalia  de  Sajot. 
Mo  el  latin,  italiano  y  francos 
,  el  hiingaro,  el  portugu^s,  el 
lichua  y  el  dialecto  de  los  ind 
s  se  enseiiaban  en  la  Univers 
)s  colegios  de  la  Compatlia  6 
e  enseOaba  era  el  buen  gus 


Pareniacion  Real  al  SiAtraitu  nomhrt  e 
tlas  E^aHasy  Empcrador  de  las  Indias.. 
y  sunUioso  mausska  qui  en  sut  reeks  exe> 
na  eotisagrd  a   sits  piadosas  manes  tl  E. 

arrtra  Xj^so  de  la  Vega Virrey,  Gobert 

y  pravincias  del  Peru,  Tierra  Firme  y  C 

meia  el  R.  P.  M.  Fr.  Jos^  de  Biundia,  d, 

nia  Real  del  Santa  OJicio  y  de  la  Santa  O 

1  aue  represanta  el  tiimulo). 

r  veraos  de  veintiocho  6  treinta  poetas, 

le  Peralta  Bamuevo. 

\plauso  Tei'erente  y  afectuoio  de  la  Unirerst 

n  de  Guevara,  1711. 

U  S»l  en  el  Zodiaco.  Certainen  ptitieo  en  1 

Carmine  Nicol&s  Caracholo,  Principe  de  . 
'artel  del  certamen.  El  Theatro  hercico.  C 
'  recihbniento  de  D.  Diego  Morcillo  Riihio 
'.artel  del  certamen.  El  Jupiter  ORmpico. 
!  la  Universidadi  MorcUh  Rubio  de  Aufl 
'ilisio  peruana.  Solemnidades  htraicas  y  f 


CCXXXI 


po^ticas  son,  por  decirlo  asi,  las  postreras  heces  del  cul- 
teranismoy  que  en  las  colonias  mantuvo  su  dominacidn 
medio  siglo  mas  que  en  la  penfnsula. 

Fu6  de  los  liltiraos  y  mis  disparatados  poetas  de  oca- 
sion  un  mozo  andaluz,  de  bastante  chispa,  pero  todavia 


quese  han  logrado  eft  la  muy  Noble  y  muy  Leal  Ciudad  de  los  Reyes f  Lima,  en 
la  aclamacidn  de  D*  Luis  Primero^  N.  S.  Las  resume  D.  Geronimo  Fern&ndez 
de  Castro  y  Bocdngel.  Lima,  por^  Francisco  Sobrino,  1725.  Tuvieron  estas 
fiestas  la  rara  condicidn  de  ser  pdstumas,  puesto  que  Luis  Primero  habia 
fallecido  en  31  de  Agosto  de  1724,  y  todavia  en  el  Callao  le  estaban  feste- 
jandoi  principios  de  Febrero  de  1725.  Se  representaron  con  esta  ocasi6n 
ire&  com^i^si  Los  yuegos  Olimpicos,  de  Salazar  y  Torres;  El  Poder  de  la 
i4ms/!a<f,  de  Moreto ;  Pa,r a  veneer  amor  querer  x^encerle ,  de  Calder6n.  Para 
esta  ultima  compuso  Peralta  Barnuevo  una  loa,  Monforte  un  sainete  y  Fer- 
nindez  de  Castro  una  introducci6n,  zarzuela,  baile  y  fin  de  fiesta  para  el  Sa- 
rao  de  los  Planetas.  Todo  viene  inserto  en  el  Elisie  Peruano, 

^Parentacwn  Real,  seniimiento  publico^  luctuosa  pompa,funebre  solemnidad, 
en  las  reales  exequias  de.,.,,  D.  Luis  /,  Catolico  rey  de  las  EspaHas  y  Empera^ 
dor  de  las  Indias.  Sunluoso  mausoleo  que  a  su  augusto  nombre  e  inmortal  me- 
moria  erigid  en  la  iglesia  de  Lima  el  Excmo.  Sr,  D,  Josi  de  Arnunddriz,  Mar- 
quis de  CasUl'Fuerte,  Virrey,  etc.  Escribelo  de  orden  de  su  Excelencia  el  R.  P. 

Fr.  Tomds  de  Torre/on,  de  la  Comp.  de  Jesus Lima,  imp,  de  la  calle  de  Pa- 

lacio,  por  Ignacio  de  Lunay  Bohorquez,  1725,  4.°. 

—Funebre,  religiosa  pompa  de  nuestro  Saniisimo  Padre  Benedicio  XI  11^  por 
Fr.  Alonso  del  Rio,  173 1. 

— Magnifica  parentacidn  y  fimebre  pompa,  en  la  ocasidn  d^  irasladarse la 

sepuUura del  cuerpo de  D,  Diego  Morcillo  Rubio  de  AuHon.  Sdcala  d  luz 

...  .el  Dr.  D.Alfonso  Carrion  y  Morcillo.  Lima^  Anionio  Gutiirrez  de  Ceballos. 
AOo  de  1744. 

— Hercules  Aclamado  de  Minerva.  Cer lumen  poHico  de  la  Universidad  al  re- 
cibimiento  del  virrey  Manso,  I745- 

— Parentaciofi  Real,  Itutuosa  pompa  y  suntuoso  cenotafio  que  al  augusto  nom- 
bre y  realmemoria  de  D.  Felipe  F,  Rey  delas  EspaHasy  Emperador  de  las  In- 
dias  mandd  erigir  el  Exmo*  Sr.  D.  Jose  Manso  de  VelascOj  Virrey,  etc 

Cuya  relacidn  escribe  de  orden  de  su  Exceleyicia  el  Sr.  D.  Miguel  Sainz  de  Vol- 
divielso  Torrejon^  abogado  de  esta  Real Audiencia.  Afio  de  1747.  (Con  una  gran 
lamina,  que  representa  el  catafalco.) 

— El  Dm  de  Lima.  Proclamacion  Real  de  Fernando  F/,  1748.  No  contiene 
mas  versos  que  una  loa  de  D.  Felix  de  Alarc6n. 

— Plausibles  fiestas  que  en  la  protincia  de  Guaylas  consagro  al  Catholico  Rey 


lyor  notoriedad  por  sus  travesuras  y  picara  vida, 
L  fin  dieron  con  61  en  elasilo  de  los  Padres  Betleini- 
laltrecho  de  cuerpo  y  agriado  de  voluntad.  Llama- 
;1  tal  D.  Esteban  de  Terralla  y  Landa:  habfa  sido 
ro  aulico  del  virrey  D.  Tefcdoro  de  la  Croix,  y 


spahas,  el  SeHor  D.  Fernandu  tl  Sexto,  el  atgor  y  Uallad  del  general  dan 
ne  de  Silva.  Par  D.  Francisco  Xam'er  de  ViUalla  y  NuHez.  Lima,  im- 
'e  la  calle  de  Palacio,  1749. 

'acUn  dc  las  extquias  y  fimtbre  pompa  que  i  la  memeria  del  muy  alto 
so  SeHor  D.  Juan  V-..--  Rry  de  Portugal  y  de  las  Algartes  mando  eri- 
la  capital  delos  Reyes  el d'ta  8  de  Fehrero  de  \Ti%tlExemo.  Sr.D.  Josi 

te  Velasco ,  Conde  de  Superurtda. ,  Virr^,  etc.  De  cuya  orden  laes- 

R.  P.  M.  Fr.  Jose  Bria-o  de  Rivera,  de  la  Comp.  de  Jesus...-  AM  de 

vlual  descripcion ,  funebre  lamente  y  suntHoso  tunatlo  di  la  regia,  da- 
m,pa  con  que  en  la  Iglesia  Metropolitana  de  la  ciudad  de  los  Reyes,  carte 
nirica  Austral,  mando  solemnizar  las  reales  exequias  de  la  Sina.  St- 
'So  Mariana  Jo^e/adt  Austria,  reyna  fideHsiutade  Portugal y  hs  Algar- 
■a  IS  de  Marto  de  1756,  el  actit<o  eelo  del.....  Conde  de  Superuada,  Vi- 

......  de  cuyo  superior  mandato  la  escribe  el  R.  P,  Fr.  Alejo  de  Alvites, 

■n  Serd^co.  AHo  de  1756. 

'acian  funehre  de  las  realts  exequias  que  d  la  Iriste  t/iemoria  de  la  Sere- 

Va/estad  de  la  muy  aha  y  muy  paderosa  Sra.  Doha  Maria  Barbara  de 

I,  Caidlica  Reina  de  las  Espattus mandd  celehrar el  virref  D.  Jose 

fe  Velasco,  Conde  de  Super-unda ,  de  cuya  orden  la  escribid  el  R.  P. 

I  Fr.  Mariano  Lujin AHo  de  1760. 

npa  funeral  en  las  exequias  del  Catalico  Rey  de  EspaHa .  D.  Fenum- 

Vuestro  SeUor,  que  mandO  hacer  en  esta  Iglesia  Melropolitana  de  Lima, 

Julio  de  1760,  el..-..  Virrey Conde  de  Super-unda.  Describela  poror- 

m  Exceleneia  el  P.  Juan  Antonio  Rivera,  de  la  CompaSia  de  Jesus..... 

760. 

M  Gozosa.  Descripcion  de  la  proelainatian  de  Carlos  Til,  1760.  No  ha- 

■entacian  soUmne  que  al  namire  augiisto  y  real  memoria  de  la  CatoHca 

.  Doha  Maria  Amalia  de  Sa/onia manddhaceren  esta  Santa  Iglesia 

' de  Lima el  dia  2-j  de  Junio  dc  1716,  el.....  Conde  de  Super-Unda, 

etc r  la  escribe  por  orden  dc  su  Exceleneia  el  P.    Vicloriano  dc 

de  la  Comp.  de  Jcsiis Alio  de  1761. 

'mem  hirot  de  la  famit.  Certainen  pietico  con  que  la  Univenidad  de  Lima 


ccxxxm 


le  llamaban  el  poeta  de  las  adivinanzas^  por  ser  grande 
improvisador  de  acertijos  para  damas  y  galanes  en  las 
tertulias.  Como  obligado  cantor  de  todo  festejo  6  duelo 
publico,  di6  &  la  estampa  sucesivamente  el  Lamento  mi- 
trico  generaly  llanto  funesto  y  getnido  tristepor  el  nunca 
bien  sentido  dolorosa  ocaso  de  nuestro  augusto  monarca 


cekbro  el  redbimiento  del  virrey  D.  Manuel  de  Aniat.  Escribiole  el  Marquh 
de  Casaconcka,  Lima,  imp.  de  los  Nifios  Huirfanos,  1763. 

— Funehrepompa  d  la  memoria  de  D,  yuan  de  Castafieda  por  Isidro  JFosi  Or' 
t^ay  PimenUly  1763.  No  la  he  visto,  6  ignoro,  por  tanto,  sicontiene  versos. 

— Romarue  en  la  fiesta  con  que  los  Ballones  de  Lima  celebraron  la  imagen 
de  Ntra,  Sra.  de  Monserrat^  1766. 

— Romance  a  la  entrada  y  ejercicio  de  fuego  que  Itizo  la  tropa  que  vobno  de 
Quito,  1768. 

— Relacidn  de  las  reales  exequias  que  a  la  memoria  de  la  Reina  Madre  doha 

Isabel  Famesio  mando  hacer el  Exctno,  Sr.  D.  Manuel  de  Amat  y  Juniet,.,.^ 

Virrey^  etc De  cuya  orden  la  escribid  D.  Josi  Antonio  Borda  y  Orozco,  Co- 

renel  del  Regimiento  de  dragones  de  Carabayllo AAo  de  1768.  £sta  relaci6n, 

ya  de  mejor  gusto  que  las  anteriores,  no  contiene  mas  que  algunos  disticos 
latinoSi  que  se  pusieron  en  el  tiimulo. 

— L&grinias  de  Lima  en  las  exequias  de  D,  Pedro  A .  de  Barroeta,  por  Joseph 
Pdtau^  1776. 

— Cartel  del  Cert  amen,  Templo  del  honor  y  la  virtud*  En  el  plausible  triun- 
fd recibimiento  del  Excmo.  Sr,  D,  Agustin  de  J&uregui y  Aldecoa,  en  la  Real 
Universidad  de  San  Marcos  ds  Lima 1783. 

— Reales  exequias  que  por  el  fallecimien  to  del  Sehor  don  Carlos  I  If,.,,,  mando 
celebrar el  Excfno,  Sr.  D.  Teodoro  de  la  Croix^  del  Orden  teutonico ,  Vi- 
rrey, etc Describelas  D.  yuan  Risco,  Pbro.  de  la  Congregacion  de  San  FeHpe 

Neri.  En  la  imprenta  de  NiAos  Expositos.  Afiode  1789.  No  contiene  poesias; 
pero  el  P.  Risco  asegura  que  pasaron  de  mil  las  que  cubrian  el  tumulo,  es- 
tatuas,  pilares  y  muros  de  la  iglesia.  iQue  desasti'osa  fecundidad!  Por  las 
de  Teiralla,  uoicas  que  se  imprimieron ,  podrd  juzgarse  lo  que  valdrian  las 
restantes. 

— Convite  me  trico  general  en  la  proclamacion  de  Carlos  IV y  1789. 

— Descripcion  de  las  fiestas  que  celebro  Lima  d  la  exallacion  de  Carlos  IV, 
1790. 

Hay  otras  sin  fecha,  pero  baste  con  las  referidas.  De  algunas  de  ellas  seda 
noticia  en  un  ameno  artlculo  del  Sr.  Palma  {Tradicioncs  Peruanas,  3.*  serie, 
Lima,  1883),  con  el  titulo  de  Los  plahideros  del  siglo  pasado. 


D.  Carlos  111  {\-3%*fi  (centdn  de  si 
tales,  que,  atendida  la  indole  picar 
poeta,  quiza  deban  estimarse  como 
de  las  relaciones  de  fiestas,  al  mod< 
hecho  el  P.  Islaen  su  Dia  grandea 
gria  Universal^  Lima  Festiva  y  e\ 
cibimiento  del virrey  Glide  Lemus 
Mediodia:  anofeliz  yj'iibilo  partic. 

cion  Indica solemniz6  la  exaltac 

/oj/F  (1790),  poema  descriptivo  e 
reados,  con  una  introducci6n  y  on 
muchas  poesias  llricas  y  cuatro  loc 
parto  de  su  numen  irrestaQable.  Pe: 
versos  de  circunstancias,  ni  las  po 
costumbres,  algunos  bastante  chisto; 
del  currutaco  de  Limoy  que  hacla  ii 
Erudito,  le  dieron  la  notoriedad  q 
Lima  por  dentro  yfuera,  que  por  la 
bi6  con  el  seud6niino  de  Sim6n  Ay 
contra  la  sociedad  limefla  en  una  se 
lo  mas  pedestre,  chabacano  y  grose 
llenos  de  alusiones  sucias  y  nauseal 
sin  duda,  per  m6viles  de  venganza 
como  si  el  autor  hubiese  querido 
solo  libro  del  inclenso  que  tan  fasttdi 
mado  en  los  tres  anteriores. 

El  Cabildo  6  Ayuntamiento  de  I 
vemente  de  este  librejo,  y  hasta  inte 
ceder  judicialmente  contra  el  autor 
la  murmuraci6n  aplace  a  la  raisera 
los  mismos  peruanos  contribuyeron 
pasqufn  que  con  tan  feos  coloreslo! 


idi  de  su  ejecuci6n  literaria,  Lima  par 
fu6  reimpreso  muchas  veces  en  Cidiz, 
y  Lima,  y  todavia  en  1854  se  hizo  una 
;n  Paris  con  graciosas  ilustraciones  de 
silo,  rauy  superiores  al  texto.  En  cuanto 
atenerse  al  parecer  de  D.  Felipe  Par- 
I  no  eraescritor,  nisatlrico,  ni  poeta, 
ue  se  puso  a  decir  en  mal  castellano  y 
siguales  cuanta  torpeza  le  vino  a  las 
Ids  linicos  versos  suyos  dignos  de  re- 
inos  del  romance  en  que  hizo  su  testa- 

astase  la  epidemia  de  los  certamenes, 
IS  reales  para  dar  Hbre  curso  al  furor 
mumerables  poetastros  que  infestaban 
las  orillas  del  Rimac,  empezaron  a  es- 

basta  los  carteles  de  tores,  y  lo  que  es 
mero  la  esttipida  lidia  de  gallos  en  el  ge- 

de  Escandon,  que  en  1762  celebrd  en 
1  el  estrafalarlo  r6tulo  de  Apoca  Gait- 
■lea,  la  apertura  de  la  primera  casa  pii- 

aquella  bdrbara  diversi6a  en  la  capital 

is  raanifestaciones  escritas  de  la  poesia 
U  tan  infelices  por  el  circulo  estrecho 
B  malograba  su  cultivo,  no  dejaba  Lima 
fecunda  en  buenos  ingenios  que  cele- 


e  El  Espfjo  (&  mi  ticrra. 

irrifico  de  Terralla  en  la  3.'  serie  de  las  Traiicionn 

0  Palma. 

c4,  ademis,  un  Auma  en  ctkbridad  del  virrty  D.  Ma- 


itemente  el  P.  Vanifere  en  el  libro  vi  de  su 
Rusttcum: 

Fertilibus  gens  diveaagris  aurique  metallo, 
Ditior  ingeniis  bominun 

alguno  de  sus  hijos,  saliendo  de  la  monotonia 
criolla,  daba  muestras  de  si  en  las  cortes  de 
>Ha  llevarse  detrds  de  si  la  admiraci6n  y  los 
de  los  doctos,  porque,  como  ya  he  dicho  y 
loolvidar.loquefaltaba  en  M^jico  yen  Lima 
IS  del  siglo  xviir  no  era  caudal  de  ciencia, 
a  y  gusto.  Tal  se  mostr6  en  Paris  aquel  estu- 
^ligloto  joven  D.  Jose  Pardo  de  Figueroa,  so- 
Marquis  de  Castel-Fuerte,  de  quien  dice  el 
Vanifere  que  se  hacia  entender  sin  int^rprete 
as  lenguas  de  Europa,  y  en  ninguna  ciudad 
sider^rsele  como  peregrine: 

si  cuncti  recte  discantur  ab  uno; 

Linguarum  morumque  sciens  interprete  nullo, 
Europie  vanas  gentes  qui  nuper  obibat, 
Hospes  ubique  dovus,  nulla  peregriaus  in  urbe. 

bi^n  se  hizo  famoso  en  Espatla  y  en  Francia^ 
por  sus  talentos  que  por  sus  desgracias,  don 
Olavide,  en  quien,  por  decirlo  asl,  se  encarn6 
I  innovador  en  tiempo  de  Carlos  III.  Sus 
inseparables  de  su  vida,  y  por  eso  conviene 
:o  acerca  de  los  sucesos  capitales  de  su  aza- 
;ncia(i). 


tjor  y  mas  completa  biografia  que  existe  de  Olavide  es  la  del 
A,  deLavalle  (ZJ.  Pablo  de  Olavidt;  Apuxtes  sobre  su  iddaysui 
I  tdicion,  Lima,  18S5).  El  capltulo  que  en  1881  le  dediqui  en 
■as  Espailalcs  (t.  111)  requiere  ser  adicioaado  con  presencil  de 
ublicaciones. 


"  / 


CCXXXVII 


Olavide,  nacido  en  Lima  en  1725,  discipulo  aventaja- 
do  de  la  Universidad  de  San  Marcos,  donde  recibid  el 
grado  de  doctor  en  Canones  a  los  diez  y  siete  afios  de 
edad,  opositor  a  catedras,  oidor  de  aquella  Real  Au- 
diencia  y  auditor  general  de  Guerra  del  virreinato  del 
Peru,  hubiera  envejecido  tranquilamente  en  su  carrera 
de  hombre  de  toga,  si  de  repente  no  viniera  d  sacarle 
de  la  obscuridad  el  horrible  terremoto  de  1746.  Cuan- 
do  se  trat6  de  reparar  los  efectos  de  aquel  desastre 
mostrd  serenidad,  aplomo  y  desinter6s  no  vulgares, 
y  por  su  mano  pasaron  los  caudales  de  los  mayores  ne- 
gociantes  de  la  plaza,  dejandole  con  mucha  reputacidn 
de  Integro.  Pero  no  falt6  quien  murmurase  de  61,  sobre 
todo  por  haber  aplicado  a  la  construccidn  de  un  nuevo 
teatro  el  fondo  remanente  despu^s  de  aquella  calami- 
dad.  Se  le  mand6  venir  a  Madrid  a  rendir  cuentas.  Pro- 
picia  se  le  mostr6  la  fortuna  en  Espafia.  Gallardo  de 
aspectOy  cort6s,  elegante  y  atildado  en  sus  modales,  li- 
gero  y  brillante  en  su  conversaci6n,  cay6  en  gracia  a 
una  viuda  riqulsima,  heredera  de  dos  capitalistas,  y  lo- 
grd  facilmente  su  mano.  Desde  entonces  la  casa  de  Ola- 
vide, en  Leganes  y  en  Madrid,  fu6  una  especie  de  salon^ 
de  los  primeros  que  se  conocieron  en  Espafia.  Olavide, 
agradable,  insinuante ,  culto  a  la  francesa,  con  aficiones 
filos6ficas  y  artisticas,  que  alimentaba  en  sus  frecuentes 
viajes  a  Paris,  ostentosoy  esplendido,  corresponsal  de 
los  enciclopedistas  y  gran  lector  de  sus  libros,  comenz6 
a  hacer  ruidoso  alarde  de  sus  tendencias  innovadoras, 
que  frisaban  con  la  impiedad  declarada.  El  Conde  de 
Aranda  se  entusiasm6  con  61  y  le  protegi6  mucho ,  ha- 
ci6ndole  slndico  personero  de  la  villa  de  Madrid  y  di- 
rector del  Hospicio  de  San  Fernando.  Los  ratos  de  ocio 


.•/••'■'»■ 


CCXXXVIII 

los  dedicaba  A  las  bellas  letras:  puso  en  su  casa  un  tea- 
tro  de  aficionados,  como  era  moda  en  Francia,  y  como  le 
tenia  el  mismo  Voltaire  en  Ferney,  y  para  61  tradujo 
algunas  tragedias  y  coraedias  francesas.  Moratin  (i)  le 
atribuye  s6lo  la  Zelmira  (traducci6n  de  Du  Belloy),la 
Hipermenestra  (de  Lemierre)  y  El  desertor  francis 
(de  Sedaine);  pero  D.  Antonio  Alcald  Galiano  (2)  aflade 
aellas  una  que  corri6  an6nima  de  la  -2afV/a{«Zayre»)de 
Voltaire,  tan  ajustada  al  original,  que  de  ella  se  valid 
como  texto  D.  Vicente  Garcia  de  la  Huerta  para  su  fa- 
mosa  J-airay  convirtiendo  los  desmayados  y  rastreros 
versos  de  Olavide  en  rotundo  y  bizarro  romance  ende- 
casllabo.  Realmente  Olavide  poco  tenia  de  poeta,  ni  en 
lo  profano,  ni  en  lo  sagrado,  que  despu6s  cultiv6  tanto: 
sus  versos  suelen  ser  mala  prosa  rimada,  sin  nervio  ni 
calor  ni  viveza  de  fantasia.  Aunque  dotado  de  cualida- 
des  brillantes,  era  de  instruccidn  flaca  y  superficial,  y 
sin  resistencia  se  dejd  arrastrar  por  el  torrente  de  la 
filosoffa  del  siglo  xviii,  no  al  modo  cauteloso  que  Cam- 
pomanes  y  otros  graves  varones,  sino  con  todo  el  fogoso 
atropellamiento  de  los  pocos  afios,  de  las  vagas  lecturas 
y  de  la  imaginaci6n  americana.  Olavide  cautivd,  arre- 


(i)  Catdlogo  depiezas  dramdticas  del  siglo  XVII,  pig.  329  del  tomo  de  sus 
Obras ,  edicion  de  Rivadenejra. 

(2)  Leccioncs  de  literatura  del  siglo  XVIII.,  Madrid,  Imprenta  de  la  Socie- 
dad  Liter  aria  y  Tipogrdfica^  1843,  pdg.  243.  La  traducci6n  de  Olavide  se  im- 
primi6  dos  veces  en  Barcelona ,  la  primera  sin  afio,  la  segunda  en  1783 ,  par 
Carlos  Gibert  y  Tud6  (Vid.  Sempere  y  Guarinos,  Escritores  del  reinado  de 
Carlos  III,  art.  de  Huerta) .  Cltanse  tambi^n,  como  traducciones  de  Olavi- 
de, la  Mcrope^  de  Voltaire,  y  las  6peras  c6micas  Nineta  en  la  corte  (de  Fa- 
vart)  y  El  pintor  enamorado  de  su  modelo,  de  Anseaume,  y  es  probable  que 
haya  otras  entre  el  farrago  de  traducciones  dramaticas  an6nin]as  del  siglo 
pasado. 


bat6,  despertb  admiracido,  simpatia  y  envidia,  y  acab6 
por  dar  tristisima  y  memorable  caida- 

Pero  antes  la  protecci6n  de  Aranda  le  ensalz6  &  la 
cumbre,  y  en  1 767  era  ya  asistente  de  Sevilla  6  inten- 
deme  de  los  cuatro  reinos  de  Andalucfa.  De  aquel 
tiempo  data  su  famoso  plan  de  reforma  de  aquella  Uni- 
rersidad,  el  mSs  radicalmente  revolucionario  que  se 
formulase  por  entonces,  respirando  todo  61  rabioso 
centralismo  y  odio  encarnizado  A  las  libertades  uni- 
rersitariasi  no  menos  que  &  los  estudios  de  Teologfa  y 
Filosofla,  «cuestiones  frlvolas  6  imltiles,  pues  6  son  su- 
periores  al  ingenio  de  loshombres,  6  incapaces  de  traer 

utilidad,  aun  cuando  fuese  posible  demostrarlas »  Al 

lado  de  esto,  el  plan  contenla  muy  sanas  advertencias 
para  la  reforma  de  los  estudios  de  Matemdticas  y  Fisica, 
de  Lenguas  i  Historia,  las  cuales,  puestas  en  prSctica, 
fueron  elevando  aquella  c6lebre  escuela  al  grade  de 
prosperidad  que  alcanzaba  a  fines  del  siglo  xviii.  En 
todas  las  reformas  de  aquel  reinado  hay  que  distinguir 
la  parte  verdaderamente  litil  y  positiva,  de  los  muchos 
sueflos  y  temeridades  infecundas  que  se  mezclaron  con 
eUa. 

Olavide  era  un  iluso  de  filantropla,  pero  con  Candida 
y  buena  fe,  queiratos  le  hace  simpdtico.  En  Sevilla 
protegid  &  su  modo  las  Letras  y  todavia  mds  la  Econo- 
mla  Polftica,  y  tuvo  la  gloria  de  alentar  y  guiar  los  pri- 
meros  pasos  de  Jove-llanos.  Delatertulia  de  Olavide,  y 
con  ocasi6n  de  una  disputa  sobre  las  innovaciones  dra- 
mSticas  de  la  Chaus^e  y  Diderot,  sali6  la  comedia  de 
El  -Delincuente  honrado,  tierna  y  bien  escrita,  aunque 
algo  Unguida  y  declamatoria;  como  que  su  ilustre  autor 
se  propuso  por  principal  fin  en  ella  «inspirar  aquel  dul- 


CCXL 


ce  horror  con  que  responden  las  almas  senstbles  al  que 
defiende  los  derechos  de  la  humanidad^.  Rasgos  tan 
candorosos  como  este,  y  mas  cuando  tienen  de  tan 
grande  hombre  como  Jove-llanos,  no  deben  perderse 
ni  olvidarse,  porque  pintan  la  6poca  mejor  que  lo  ha- 
rian  largas  disertaciones.  La  yulia  y  el  Tratado  de  los 
delttosy  de  laspenas  entusiasmaban  por  igual  a  aquellos 
hombres;  y  para  que  la  afectaci6n  Uegase  a  su  colmo, 
juntaban  la  mascarada  pastoril  de  la  Arcadia  con  la 
filantropfa  de  los  discipulos  de  Rousseau,  Uamandose 
entre  ellos  ^el  mayoral  y^ovtnoi^  y  ^el  facundo  Elpino'»* 
Este  ultimo  era  Olavide,  de  quien  Jove-llanos  conserve 
siempre  muy  buen  recuerdo,  bastando  la  amistad  de  tal 
var6n  para  hacer  indulgente  con  i\  al  mas  ispero  cen- 
sor. Ni  en  pr6spera  ni  en  adversa  fortuna  le  flaque6  el 
carifio  de  Jovino,  que  aun  en  1778  describia  en  la  epis- 
tola  d  sus  amigos  de  Sevtllai 

Mil  pueblos  que  del  seno  enmarafiado 
De  los  Marianos  montes,  patria  un  tiempo 
De  fieras  alimaflas ,  de  repente 
Nacieron  cultivados,  do  a  despecho 
De  la  rabiosa  envidia,  la  esperanza 
De  mil  generaciones  se  alimenta: 
Lugares  algiin  dia  venturosos, 
Del  gozo  y  la  inocencia  frecuentados , 

Y  con  la  triste  y  vacilante  sombra 
Del  sin  ventura  Elpino  ya  infamados 

Y  a  su  primer  horror  restituidos. 

Entre  los  mil  proyectos,  mas  6  menos  razonables  6 
utdpicos,  que  en  aquella  epoca  de  furor  econ6mico  se 
propalaban  para  remediar  la  despoblaci6n  de  Espafla 
y  abrir  al  cultivo  las  tierras  eriales  y  baldias,  era  uno 
de  los  mas  favorecidos  por  la  opini6n  de  los  gobernan- 
tes  el  de  las  colonias  agrlcolas.  Ya  Ensenada  habia  pen- 


■BIH-   ■'" 


sado  establecerlas,  y  en  tiempo  de  Aranda  volvid  &  agi- 
tarse  la  idea  con  ocasi6n  de  un  Memorial  de  cierto 
arbitrista  prusiano,  D.  Juan  Gaspar  Thurriegel.  Campo- 
manes  entrd  en  sus  designios,  redacts  una  consulta 
fevorable  en  27  de  Febrero  de  1767,  y  sin  di!aci6n  co- 
menz6  &  tratarse  de  poblar  los  yermos  de  Sierra  More- 
na,  albergue  hasta  entonces  de  foragidos,  c^lebres  en 
los  romances  de  ciegos,  y  terror  de  los  hombres  de  bien. 
Thurriegel  se  comprometi6  a  traer,  en  ocho  meses,  seis 
mil  alemanes  y  flamencos  cat6Iicos,  y  la  concesidn  se 
firmd  el  2  de  Abril  de  1767,  el  mismo  dia  que  la  prag- 
mitica  de  expulsi6n  de  los  jesuftas. 

Para  establecer  la  colonia  fu6  designado,  con  tltulo 
de  Superintendente,  Olavide,  como  el  mas  A  propisito 
por  lo  vasto  y  emprendedor  de  su  indole.  No  se  descni- 
d6  un  punto,  y  con  el  ardor  propio  de  su  condicidn  no- 
velera  y  con  ampHos  auxilios  oficiales,  fundi  en  breve 
plazo  hasta  trece  poblaciones,  muchas  de  las  cuales  sub- 
sisteo  para  gloria  imperecedera  de  su  nombre.  Por  des- 
gracia  propia,  el  Superintendente  no  se  detuvo  en  la 
poesfa  bucdlica,  y  pronto  empezaron  las  murmuraciones 
contra  61  entre  los  mismos  colonos.  Un  suizo,  D.  Jos6 
Antonio  Yauch,  se  queji,  en  un  memorial  de  14  de 
Marzo  de  1769,  de  la  falta  de  pasto  espiritual  que  se 
advertia  en  las  colonias,  &  la  vez  que  de  malversaciones, 
abandono  y  malos  tratamientos  a  los  nuevos  pobladores. 
Confirm6  algo  de  estas  acusaciones  el  Obispo  de  Ja6n: 
envi6se  de  visitadores  al  Consejero  Valiente,  d  D.  Ri- 
cardo  Wall  y  al  Marques  de  la  Corona,  y  tampoco  fue- 
ron  del  todo  favorables  &  Olavide  sus  informes.  Entre 
los  colonos  hablan  venido  disimuladaraente  algunos  pro- 
testantes,  y  en  cambio  faltaban  cl6rigos  cat61icos  de  su 


i6n  y  lengua.  De  conventos  no  se  hable:  Aranda  los 
la  prohibido  para  entonces  y  para  en  adelante,  en 
ninos  expresos,  en  el  pliego  de  condiciones  que 
it6  con  Thurriegel.  Al  cabo  vinieron  de  Suiza  capu- 
los ,  y  por  superior  de  ellos  Fr.  Romualdo  de  Fri- 
ge, que  escandalizado  de  la  libertad  de  los  discursos 
colonizador,  hizo  causa  comun  con  los  muchos  ene- 
:os  que  6ste  tenia  dentro  del  Consejo  y  entre  los 
ilos  de  Aranda.  Las  imprudencias,  temeridades  y  ti- 
'fas  de  Olavide  iban  comprometi^ndole  mas  a  cada 
nento.  Ponderaba  con  hip6rboles  asidticas  el  pro- 
so  de  las  colonias,  y  sus  emulos  lo  negaban  todo.  £1 
[uejaba  de  que  los  capuchinos  le  alborotaban  la  co- 
la, y  ellos  de  que  pervertfa  a  los  colonos  con  su  irre- 
!>n  manifiesta.  Al  cabo,  Fr.  Romualdo  de  Friburgo 
it6  en  forma  A  Olavide,  en  Septiembre  de  1775,  por 
eje,  ateo  y  materialista,  6  a  lo  menos  naturalista  y 
ador  de  lo  sobrenatural,  de  la  Revelaci6n,  de  la  Pro- 
sncia  y  de  los  railagros,  de  la  eficacia  de  la  oracidn 
lenas  obras;asiduo  lector  de  Voltaire  y  de  Rousseau, 
quienes  tenia  frecuente  correspondencia;  poseedor 
magenes  y  figuras  desnudas  y  libidinosas;  inobser- 
te  de  los  ayunosy  abstinencias  eclesi^sticas  y  distin- 
1  de  manjares;  profanador  de  los  dlas  de  fiesta,  y, 
Imente,  hombre  de  mal  ejemplo  y  piedra  de  escdn- 
)  para  sus  colonos.  A  estos  graves  cargos  se  afiadian 
IS  enteramente  risibles,  como  el  de  defender  el  mo- 
iento  de  la  tierra  y  oponerse  al  toque  de  las  cainpa- 
en  dias  de  nublado. 

1  Santo  Oficio  impetrd  licencia  del  Rey  para  proce- 
i  Olavide,  aproyechando  la  cafda  y  ausencia  de 
nda.  Se  le  mand6  venir  &  Madrid  para  tratar  de 


F75r*^    '.  "^- 


CCXLIII 


asuntos  relatives  a  las  colonias.  El  temio  el  nublado  que 
se  le  venia  encima,  y  escribi6  a  su  amigo  Roda  pidi6n- 
Ao\t  consejo.  En  la  carta,  que  es  de  7  de  Febrero 
de  1776,  le  decia:  «Cargado  de  muchos  des6rdenes  de 
mi  juventud,  de  que  pido  a  Uios  perd6n,  no  hallo  en  ml 
ninguno  contra  la  religi6n.  Nacido  y  criado  en  un  pais 
donde  no  se  conoce  otra  que  la  que  profesamos,  no  me 
ha  dejado  hasta  ahora  Dios  de  su  mano  por  haber  falta- 
do  nunca  a  ella:  he  hecho  gloria  de  la  que,  por  gracia 
del  Seflor,  tengo;  y  derramarfa  por  ella  hasta  la  ultima 

gota  de  mi  sangre Yo  no  soy  te61ogo,  ni  en  estas 

materias  alcanzo  mas  que  lo  que  mis  padres  y  maestros 

me  enseflaron  conforme  d  la  doctrina  de  la  Iglesia , 

Y  estoy  persuadido  de  que  en  las  cosas  de  la  fe  de  nada 

sirve  la  raz6n,  porque  nada  alcanza ,  siendo  la  docil 

obediencia  el  mejor  sacrificio  de  un  cristiano » 

Que  Olavide  ocultaba  6  desfiguraba  aqui  una  parte  de 
la  verdad  parece  claro,  no  s6lo  por  las  resultas  del  pro- 
ceso,  sino  por  el  valor  autobiogrifico  que  undnimemente 
^onceden  sus  bi6grafos  a  las  confesiones  de  El  Evan- 
gelio  en  TriunfOj  donde  se  leen  pasajes  como  este:  «La 
lectura  de  los  libros  filos6ficos  habfa  pervertido  entera- 
mente  mis  ideas.  Yo  habia  concebido,  no  s6lo  el  mas 
alto  desprecio,  sino  tambien  la  aversi6n  mas  activa  con- 
tra todo  lo  que  pertenecfa  a  la  Iglesia.  Creyendo  que 
el  cristianismo  era  una  invenci6n  humana,  como  todas 
las  religiones,  no  podia  mirar  la  Iglesia  sino  como  el  ho- 
:gar  6  centro  de  sus  principales  ministros,  que  abusaban 
de  la  credulidad  en  favor  de  sus  intereses.  Todas  sus  so- 
ciedades  me  parecian  cavernas  de  impostores,  sus  creen- 
cias  ridlculas,  sus  ritos  irrisorios »  (Carta  segunda). 

Roda,  que  tenia  en  el  fondo  tan  poca  religi6n  como 


,  pero  que  A  toda  costa  ev 
3.,  le  dejd  en  inanos  del  Sant 
1  recomendar  la  mayor  lenic 
neral.  Erato  entonces  el  ant 

D.  Felipe  Beltrin,  var6n  \ 
la  parte  de  regalismo,  6  inc 
ia  con  los  innovadores,  ai 
ostrd  mucho.  De  grade  6  i 
ir  4  Olavide;  pero  le  excus 
ptiblico,  reduciendo  la  lecti 
'/o  a  puerta  cerrada,  al  cual : 
a  solemnidad.  Verific6se  i 
e  Noviembre  de  1778,  con 

de  EspaOa,  consejeros  de 
1  y  Guerra,  oficiales  de  guar 
entes  religiones.  Aquel  act) 
[0:  la  Inqtiisici6n,  aunque  h 
r  liltiraa  vez  muestra  de  su  p 
te,  abatiendo  en  el  Asistent 
de  la  corte  y  convidando  al 
>s. 

le  sali6  i  la  ceremonia  sin  el 
.  orden  era  caballero),  con  e 
I  y  conducido  por  dos  famil 
I  con  grandes  muestras  de 
icia,  y  al  fin  exclam6:  «Yo  n 
ique  Id  diga  el  fiscal.*  Y  tra 
.do.  Tres  boras  habla  dura 

los  cargos  eran  sesenta  y  s( 
r  ocho  testigos.  Se  le  declar 
,  miembro  podrido  de  la  r€ 
;uarenta  leguas  de  la  corte  y 


m^-:: 


."\- 


CCXLV 

der  volver  tampoco  a  Am6rica,  ni  d  las  colonias  de  Sie- 
rra-Morena,  ni  a  Se  villa;  se  le  recluia  en  un  convento  por 
ocho  a&os  para  que  aprendiese  la  doctrina  cristiana  y 
ayunase  todos  los  viernes;  se  le  degradaba  y  exoneraba 
de  todos  sus  cargos,  sin  que  pudiese  en  adelante  Uevar 
espada,  ni  vestir  oro,  plata,  seda  ni  patios  de  lujo,  ni 
montar  i,  caballo;  quedaban  confiscados  sus  bienes  6  in- 
babilitados  sus  descendientes  bastala  quinta  generacidn« 
Cuando  yolvi6  en  si  hizo  la  profesi6n  de  fe,  con  vela 
verde  en  la  mano,  pero  sin  coroza,  porque  le  dispens6 
de  ello  el  Inquisidor,  lo  mismo  que  de  la  fustigaci6n  con 
varillas. 

Los  enemigos  de  Olavide  (que  tenia  muchos  por  su 
r&pido  encumbramiento  y  por  el  asunto  de  las  colonias) 
se  desataron  contra  el  indignamente  despu6s  de  su  des- 
gracia.  Corre  manuscrita  entre  los  curiosos  una  sdtira 
insulsa  y  chabacana,  cuyo  r6tulo  dice:  JSl  Sigh  Jlus^ 
trado^  vida  de  D.  Gutndo  Cerezo^  nacido^  educado^  ins- 
truldoy  muerto  segHn  las  luces  del presente  stglo^  dadad 
luz  para  seguro  modelo  de  las  costumbres^  por  D.  ^usto 
Vera  de  la  Ventosa  (i).  £s  un  ciimulo  de  injurias  san* 
dias,  despreciables  y  sin  chiste.  Por  no  servir,  ni  para  la 
biografia  de  Olavide  sirve^  porque  el  an6niino  maldi* 
ciente  estaba  muy  poco  enterado  de  los  hechos  y  aven- 
turas  del  personaje  contra  quien  muestra  tan  ciego  en- 
satlamiento. 

Olavide  era  una  cabeza  ligera,  menos  perverso  de  in- 
dole que  largo  de  lengua,  y  sobre  61  descargd  la  tempes- 
tady  mientras  que  por  mas  disimulados  6  mds  poderosos 
seguian  impunes  sus  antiguos  protectores  los  Arandas  y 


(i)  Tres  distintas  copias  de  esta  sitira  ban  Uegado  i.  nuestras  manos. 


C^CXLVI 

los  Rodas,  enemigos  mucho  mas  peligrosos  de  la  Igksia. 
Comenz6  por  abatirse  y  anonadarse  bajo  el  peso  de 
aquella  condenaci6n  infamante;  pero  luego  vino  4  mejo- 
res  pensamientos,  y  la  fe  volvid  a  su  alma.  Retraldo  en 
el  monasterio  de  Sahagiin,  sin  mas  libros  que  los  de 
Fr.  Luis  de  Granada  y  el  P.  Segneri,  tornd  d  cultivar 
con  esplritu  cristiano  la  poesia,  que  habia  sido  recrea- 
ci<in  de  sus  primeros  afios,  y  compuso  los  linicos  versos- 
suyos  que  no  son  enteraraente  prosaicos.  Llimanse  en 
las  copias  manuscritas  Ecos  de  OlaDide^  y  vienen  a  ser 
una  parafrasis  del  Miserere^  que  luego  incluyb  retocada 
en  su  traducci6n  completa  de  los  Salmos  del  Real  Pro- 
fieta. 

El  arrepentimiento  de  Olavide  ya  entonces  parece 
sincero,  pero  aun  no  habIa  echado  ralces  bastante  pro- 
fundas.  Burlando  la  confianza  del  Inquisidor  general,  no- 
sin  connivencia  secreta  de  la  corte,  huy6  &  Francia,  y 
alii  vivi6  algunos  afios  con  el  supuesto  titulo  de  Condc 
del  PilOi  trabando  amistad  con  varies  literatos  france- 
ses,  especialmente  con  el  caballero  Florian,  ingenia 
amanerado,  discreto  fabulista  y  uno  de  los  que  acabaron 
de  enterrar  la  novela  pastoril.  Olavide  le  ayud6  d  re- 
fundir  la  Galatea  de  Cervantes,  mereciendo  que  en  re^ 
compensa  le  Uamase  «espaflol  tan  celebre  por  sus  talen- 
tos  como  por  sus  desgracias*. 

Los  enciclopedistas  recibieron  con  palmas  a  Olavide* 
Diderot  escribi6  una  noticia  de  su  vida  (i).  Marmontel 
le  salud6  en  sesi6n  piiblica  de  la  Academia  Francesa  con 
aquellos  enfaticos  versos: 


(i)  Vid.  en  las  obras  de  Diderot,  ed.Assezat  (1875),  tomovi,  pp. 467-472. 
D,  Pablo  Olavides  (sic),  prkcis  historiqiu  ridigk  sur  des  memoires  fournis  a 
M<  Diderot  par  un  ami. 


s 


(CXLVIl 

Le  citoyen  fletri  par  V  absurde  fureur 
D'un  z61e  mille  fois  plus  affreux  que  Tert-eur 
Au  pied  d'un  tribunal  que  la  lumidre  offense, 
Accuse  sans  t6moins,  condamne  sans  defense, 
Pour  avoir  m6pris6  d'infdmes  ddlateurs, 
En  peuplant  les  deserts  d'heureux  cultivateurs  ; 
Qu'il  regarde  ces  monts  oil  fleurit  Tindustrie , 
£t,  tier  de  ses  bienfaits,  qu'il  plaigne  sa  patrie. 
Le  temps  la  changera,  comm'il  a  tout  chang6 : 
D'une  indigne  prison  Galilee  est  veng^. 

Estas  injurias  en  acto  solemne  exasperaron  al  Gobierno 
espafiol,  y  Floridablanca  reclam6  la  extradici6n  de  Ola- 
vide  en  1 781;  pero  el  Obispo  de  Rhodez,  en  cuya  di6- 
cesis  se  habia  refugiado,  le  did  medios  para  huir  4 
Ginebra.  El  Cardenal  de  Brienne  volvid  a  abrirle  poco 
despu^s  las  puertas  de  Francia,  y  la  Convenci6n  le 
llamd  a  la  barra  para  decretarle  una  corona  civica  y  el 
titulo  de  ciudadano  adoptivo  de  la  Repiiblica  una  6 
indivisible.  Dicen  (aunque  no  he  podido  comprobarlo) 
que  entonces,  volviendo  d  hacer  alarde  de  sus  antiguas 
ideas,  escribi6  contra  las  6rdenes  monisticas,  y  com- 
prd  gran  cantidad  de  bienes  nacionales.  La  conciencia 
no  le  remordia  aiin  y  esperaba  vivir  tranquilo  en  cd- 
modo,  aunque  inhonesto  retiro,  lejos  del  tumulto  de 
Paris,  en  una  casa  de  campo  de  Meung-sur-Loire  que 
habla  pertenecido  a  los  obispos  de  Orleans.  Pero  no  le 
sucedi6  como  pensaba.  Dej6mosle  hablar  A  el  en  mal 
castellano,  pero  con  mucha  sinceridad : 

«La  Francia  estaba  entonces  cubierta  de  terror  yllena 
de  prisiones.  En  ellas  se  amontonaban  millares  de  infe- 
lices,  y  los  preferidos  para  esta  violencia  eran  los  mas 
nobles,  los  m4s  sabios  6  los  hombres  mds  virtuosos  del 
reino.  Yo  no  tenia  ninguno  de  estos  titulos,  y,  por  otra 
parte,  esperaba  que  el  silencio  de  mi  soledad  y  la  obs- 


:uridad  de  mi  retiro  me  esconderlan 
iecucidn.  Pero  ao  fu6  asl.  En  la  noc 
i^  1794)  la  casa  de  mi  babitaci6n  s 
:ercada  de  soldados,  y  por  orden  de 
lad  general,  fuf  conducido  &  la  prisi 
nento.  En  aquel  tiempo  la  persecu 
;)aso  para  el  suplicio.  Procure  somett 

3e  la  divina  Providencia Pero  ii 

;>odrIa  yo  hacer?  Viejo,  secular,  sin  n 
.a  muy  precisa  para  mi  mismo,  y  enc 
:el  con  pocos  libros  que  me  guiasen, 
lue  me  dirigiesen»  (i). 

Y  m^s  adelante  Olavide  se  retrata 
iquel  «fildsofo  que  no  dejaba  de  ten< 
lue  nacid  con  muchos  bienes  de  forti 
ecibido  en  su  nifiez  la  educacidnord: 
lido  superficialmente  su  religidn;  no 
lespu^s,  y  en  su  edad  adulta  casi  no 
nejor  decir,  s61o  la  conocia  con  el  i 
lemblante  con  que  la  pinta  la  iniquit 
nfortunio  lo  condujo  &  donde  puc 
jFuebas  que  persuaden  su  verdad;  y  i 
;i6n  natural  y,  lo  que  es  m&s,  de  sus 
:ostumbreS|  no  pudo  resistir  A  su  ev: 
le  quedar  convencido,  tuvo  valor,  c< 
;ielo,  para  mudar  sus  ideas  y  reformj 

Dudar  de  la  bueua  fe  de  estas  pal 
I  interns  6  &  miedo,  serfa  calumnia: 


(i)  El  EvoMgtHo  em  Triumphs  iffistortadeUH^fi- 
MnJu.....  En  Vtlencia,  en  U  imprenU  de  Orgi 
[ituvm. 


locer  A  Olavide,  alma  buena  en  el  fondo  y 
:ristianas,  por  mucho  que  hubiese  pecado 
imido  y  locuaz. 

ues  (aunque  lo  negasen  los  viejos  por  la 
eputacidn  de  Olavide),  que  su  conversiin 
cumplida,  y  no  una  aflagaza  para  volver 
SspaQa.  L^ase  el  libro  que  entonces  escri- 
g'elio  en  triunfo  6  historia  de  un  fiUsofo 
donde  St  la  ejecucidn  no  satisface,  el 
menos,  es  intachable,  sin  vislumbres,  ni 
le  doblez  6  de  hipocresla. 
hoy  este  libro,  pero  conserva  nombradla 
ir  circunstancias  no  dependientes  de  su 
:or  era  impfo  convertido,penitenciado  por 
o.  espectador  y  victima  de  la  Revoluci6n 
extrafias  fortunas  hacfan  que  unos  le  mira- 
iro,  otros  con  recelo,  achacando  el  extraor- 
to  cambio  de  sus  ideas,  6stos  d  propio  inte- 
mundanos,  aqu^llos  ^  la  dura  lecci6n  del 
Acertaban  estos  6ltimos,  como  luego  lo 
la  austera  y  penitente  de  Olavide  y  su 
nisima.  Dios  habfa  visitado  terriblemente 
que  no  hubiera  podido  levantarse  sin  un 
also  de  la  gracia  divina.  Todas  las  paginas 
'.Ho  en  triunfo,  libro,  por  otra  parte ,  me- 
no  alcauzaba  k  mds  el  talento  de  su  autor, 
iccidn  y  fe.  Fu£,  sin  duda,  obra  grata  a  los 
expiaci6n  de  anteriores  extravfos,  y  buen 
por  lo  ruidoso  de  quien  le  daba  hizo  honda 
:1  Snimo  de  muchos,  y  trajo  d  puerto  de 
ros  infelices  como  el  autor.  Asi  debe  juz- 
ngelio  en  triunfo,  mis  como  acto  piadoso 


CCL 


que  como  libro.  Fu6  la  abjuracion,  la  retractacion  bri- 
Uante  de  un  implo,  la  reparaci6n  solemne  de  un  pecado 
de  escandalo.  Imaglnese  el  poder  de  tal  ejemplo  a  fines 
del  siglo  XVIII,  y  cuan  hondamente  debi6  de  resonar  en 
las  almas  aquella  vozque  salla  de  las  cdrceles  del  Terror, 
adorando  y  bendiciendo  lo  que  toda  su  vida  habfa  tra- 
bajado  por  destruir.  El  6xito  fu6  inmenso :  en  un  solo 
aflo  se  hicieron  tres  ediciones  de  los  cuatro  voluminosos 
tomos  de  El  Evangelio  en  triunfo. 

Con  todo  eso,  la  malicia  de  algunos  esplritus  suspica- 
ces  no  dej6  de  cebafse  en  las  intenciones  delautor.  De- 
cian  que  exponia  con  mucha  fuerza  los  argumentos  de 
los  incr6dulos  contra  la  divinidad  de  Jesucristo  y  la  au- 
tenticidad  de  los  libros  santos^  y  que  se  mostraba  frio  y 
d6bil  en  la  refutaci6n.  Algo  de  verdad  puede  haber  en 
esto,  pero  por  una  raz6n  que  facilmente  se  alcanza:  Ola- 
vide  habia  vuelto  sinceramente  i  la  fe,  pero  con  la  fe  no 
habia  adquirido  la  ciencia  teol6gica  ni  el  genio  de  escri- 
tor  que  nunca  tuvo.  Su  lectura  predilecta  y  continua 
durante  la  mayor  parte  de  su  vida  habian  sido  las  obras 
de  Voltaire  y  de  los  enciclopedistas :  aquello  lo  conocla 
bien,  y  estaba  muy  al  tanto  de  todas  las  objeciones.  Pero 
en  teologfa  cat6lica  y  en  filosofla  cristiana  claudicaba, 
porque  jamas  las  habia  estudiado  (como  61  mismo  con- 
fiesa),  ni  leldo  apenas  libro  alguno  que  tratase  de  ellas. 
Asi  es  que  su  instrucci6n  dogmatica,  a  pesar  de  las 
buenas  lecturas  en  que  se  empefi6  despues  de  su  con- 
versi6n,  no  pasaba  de  un  nivel  vulgarlsimo ,  bueno  para 
el  simple  creyente,  pero  no  para  el  apologista  de  la  reli- 
gi6n  contra  los  incr6dulos.  Ademas,  como  su  talento, 
aunque  liicido  y  despierto ,  no  se  alzaba  mucho  de  la 
mediania,  tampoco  pudo  suplir  con  el  lo  que  de  ciencia 


■P<i'-'i ' ; 


dCLI 


le  faltaba;  asf  es  que  resultaron  flojas  algunas  partes  de 
su  apologia,  si  bien,  a  fuerza  de  sinceridad  y  de  iirmeza, 
y  de  ser  tan  burda  la  crltica  religiosa  de  los  volterianos, 
facilmente  suele  lograr  la  victoria. 

Literariamente,  el  libro  de  Olavide  vale  poco,  y  estd 
escrito  medio  en  francos  (como  era  de  recelar,  dadas  sus 
lecturas  favoritas  y  su  larga residencia  en  Paris);  no  s6lo 
atestado  de  galicismos  de  palabras  y  de  giros,  sino  de 
rasgos  enfaticos  y  declamatorios  de  la  peor  escuela  de 
entonces.  Pero  tambien  tiene  en  muchos  pasajes  unci6n 
y  fervor,  y  aunque  siempre  sea  peligrosa  la  excesiva 
intervenci6n  del  sentimiento  en  tesis  dogmaticas,  no 
hay  duda  que  lo  que  en  el  libro  interesa  principalmente 
es  el  drama  psicol6gico  de  la  conversi6n  del  implo, 
la  bistoria  de  los  combates  de  su  propia  alma,  de  la 
Cttal  el  autor  levanta  todos  los  velos,  Es  eierto  que  d 
la  fuerza  teol6gica  de  los  argumentos  del  libro  dafia 
esta  especie  de  novela  lacrimosa,  en  que  estan  como 
ahogadas  la  preparaci6n  y  la  demostraci6n  evangelicas. 
Quizi  Olavide  debi6  escoger  entre  escribir  una  defensa 
de  la  religidn,  6  escribir  sus  propias  Confesiones.  Prefi- 
ri6  mezclar  ambas  cosas,  y  resultd  una  producci6n  hi- 
brida;  pero  que  tal  como  estS,  fu6  de  las  primeras  en  que 
el  espiritu  de  restauraci6n  religiosa  invoco  los  auxilios 
de  la  imaginaci6n  y  del  sentimiento,  uno  de  los  pre- 
cedentes  indudables  de  El  Genio  del  Cristianismo:  ra- 
z6n  bastante  poderosa  para  que  no  se  la  pueda  olvidar 
en  la  cronologia  literaria. 

Del  6xito  inmediato  tampoco  puede  dudarse.  Publi- 
cada  en  Valencia  en  1798,  sin  nombre  de  autor,  lleg6 
hasta  el  liltimo  rincdn  de  Espafia,  provocando  una  reac- 
ci6n  favorable  i,  Olavide.  Aquel  mismo  afio  se  le  per- 


•  ■ 


CCLII 


mitid  volver  a  la  Peninsula,  despuds  de  diez  y  ocho  de 
expatriaci6n ,  y  no  s6lo  se  le  reintegr6  en  todos  sus  ho- 
nores,  sino  que  lleg6  la  munificencia  de  Carlos  IV  hasta 
conferirle  una  pensi6n  anual  de  90.000  reales  extraordi- 
naria  para  aquellos  tiempos,  y  aun  para  6stos,  pero  que 
se  consider6  sin  duda  como  indemnizaci6n  de  anteriores 
quebrantos  y  confiscaciones.  Para  la  mayor  parte  de  los 
espafloles,  su  nombre  y  sus  fortunas  eran  objeto  de  ad- 
iniraci6n  y  de  estupor.  Los  vientos  empezaban  a  correr 
favorables  a  sus  antiguas  ideas;  pero  Dios  habia  tocado 
en  su  almai  y  le  Uamaba  d  penitencia.  Desengafiado  de 
las  pompas  y  halagos  del  mundo,  rechaz6  todas  las  ofer* 
tas  del  ministro  Urquijo  y  de  Godoy,  y  se  retir6  d  una 
soledad  de  Andalucia ,  donde  vivi6  como  fildsofo  cris* 
tiano ,  pensando  en  los  dias  antiguos  y  en  los  afios  eter* 
noSy  hasta  que  le  ;visit6  amigablemente  la  muerte  en 
Baeza  el  alio  1804,  dejando  con  el  buen  olor  de  sus  vir- 
tudes  edificados  d  los  mismos  que  habian  sido  testigos6 
c6mplices  de  sus  escandalosas  mocedades,  que  61  quiza 
con  demasiada  severidad  llamaba  in/ames. 

Ademas  de  El Evangelio  en  triunfoy  publicd  Olavide 
una  traducci6n  de  los  Salmos,  estudio  predilecto  de  los 
impios  convertidos,  como  por  aquellos  dias  lo  mostraba 
La  Harpe,  haciendo  en  una  carcel  no  muy  distante  de 
la  de  Olavide  el  mismo  trabajo.  Pero  en  verdad  que  si 
La  Harpe  y  Olavide  trabajaron  para  justificaci6n  pro- 
pia  y  para  buen  ejemplo  de  sus  pr6jimos,  ni  las  letras 
francesas  ni  las  espafiolas  ganaron  mucho  con  su  piadosa 
tarea.  Ni  uno  ni  otro  sablan  hebreo,  y  traduj^ron  muy  d 
tientas  sobre  el  latin  de  la  Vulgata ,  intachable  en  lo 
esencial  de  la  doctrina,  pero  no  en  cuanto  d  los  dpices 
literarios.  De  aquf  que  sus  traducciones  carezcan  en  ab- 


'.p 


CCLIII 


soluto  de  sabor  oriental  y  profetico,  y  nada  conserven 
de  la  exuberante  imaginativa,  de  la  obscuridad  solemne, 
de  la  majestad  sumisa,  y  de  aquel  volar  ins6lito  que  le- 
vanta  el  alma  entre  tierra  y  cielo,  y  le  hace  percibir  un 
como  dejo  de  los  sagrados  arcanos,  cuando  se  leen  los 
Saltnos  originales.  For  otra  parte,  Olavide  no  pasaba  de 
medianlsimo  versificador :  i  veces  acentiia  mal,  y  siem- 
pre  huye  de  las  imdgenes  y  de  cuanto  puede  dar  color 
al  estilo :  absurdo  empefio  cuando  se  traduce  una  poesfa 
colorista  por  excelencia  como  la  hebrea,  en  que  las  mas 
altas  ideas  se  revisten  siempre  de  figura  sensible.  El  me- 
tro que  eligid  con  mon6tona  uniformidad  (romance  en- 
decasflabo)  contribuye  d  la  prolijidad  y  desleimiento  del 
conjunto,  ademas  de  ser  poco  apto  para  la  poesla  Ifrica. 
No  s6lo  resulta  inferior  Olavide  i  aquellos  grandes  6  ins- 
pirados  traductores  nuestros  del  siglo  xvi,  especialmente 
a  Fr.  Luis  de  Le6n,  alma  hebrea,  y  tan  impetuosamente 
llrica  cuando  traduce  a  David,  como  serena  y  cUsica 
cuando  interpreta  a  Horacio ;  no  s6lo  cede  la  palma  4 
David  Abenatar  Melo  y  a  otros  judlos,  crudos  y  des- 
iguales  en  el  decir,  pero  vigorosos  i  trechos;  sino  que 
dentro  de  su  raisma  6poca  y  escuela  de  Uaneza  prosaica 
queda  a  larga  distancia  del  sevillano  Gonzalez  Carvajal, 
no  muy  poeta,  pero  sf  grande  hablista ,  amamantado  a 
los  pechos  de  la  magnlfica  poesla  de  Fr.  Luis  de  Le6n, 
que  le  nutre  y  vigoriza  y  le  levanta  mucho  cuando  pen- 
samientos  ajenos  le  sostienen.  A  Olavide  ni  siquiera 
llega  a  inflamarle  el  calor  de  los  libros  santos,  ni  el 
carb6n  que  toed  y  purific6  los  labios  de  Isalas. 

Tradujo  Olavide,  ademas  de  los  »S'a/;;^05 ,  todos  los 
Cdnticos  esparcidos  en  la  Escritura,  desde  los  dos  de 
Aloises  hasta  el  de  Sime6n,  y  tambi6n  varios  himnos  de 


1 


.  gr.,  el  Ave  Man's  Stella.,  el  Stabat  Mater, 
^,  el  Te  Deum,  el  Pange  lingua  y  el  Veni 
>do  ello  con  bien  escaso  numen.  Y  ojata  que 
iraitado  a  traducir  tan  excelentes  originales; 
iciadamente  le  di6  por  ser  poeta  original,  y 
iguidos  y  rastreros  versos  pareados  El  Fin 
,  El  AlmOy  L.a  Inmortalidad  del  alma,  La 
a.  El  Amor  del  mundo,  La  Peniiencia  y 
iiicos  asuntos  hasta  diez  y  seis,  coleccionados 
el  titulo  de  Poemas  Christianas.  Olavide 
fen  todo  el  libro:  valgale  por  disculpa  que 
obra  de  devoci6n  y  no  de  literatura:  para 
a  en  el  pr61ogo  que  ba  desterrado  de  sus 
imdgenes  y  los  colores.  Asl  salieron  ellos 
s  y  prosaicos.  El  desengaflo  le  bizo  creyente, 
:6  a  hacerle  poeta.  Increible  parece  que  quien 
to  per  tan  raias  viciiitudes  y  sentido  tal  tor- 
mcontrados  afectos,  no  hallase  en  el  fondo 
alguna  cbispa  del  fuego  sagrado,  ni  se  levau' 
inca  de  la  triste  insipidez  que  caracteriza  sus 


Espaiol,  6  VtrsioH parafrdslica  de  hs  Salmos  de  David,  de  hi 
sis,  de  ofros  Cinlicos,  y  algunas  oracionis  de  la  IgUsia ,  en  versf 
de  que  se  putdan  cantar.  Para  asa  delas  guenosaien  latin.  For 
•tgtlio  en  Triunfo.  En  Madrid  en  la  imprenta  de  D.  Jeseph  Da- 

I  ha  sido  muy  popular  asl  en  Espai^a  como  en  America. 
nprimio  en  Lima.  Haf  una  reimpresion  de  ella,  hecha  en 
rerla  de  Rosa  y  Bouret),  y  de  los  salmos  Miserere  y  De  Pro- 
lemSs  una  edici6n  suelta;  VersUn parafrdslica  delsalmo  50™ 
auior  del  Evangelio  eit  triunfo,  reimpresopor  un  devota.  (V,  Vera 
Jelas  versianes  poiHcas  del  salmo  Miserere  (Madrid,  Fuentene- 
.  198  i.  m). 
ristiangs,  en  que  se  exponen  con  sencillet  las  verdades  mis  itnpor- 


»7^- 


CCLV 


Mientras  Olavide  Uenaba  a  Europa  con  el  ruido  de 
sus  andanzas  y  fortunas,  continuaba  en  el  Perii  el  movi- 
miento  literario,  promovido  eficazmente  por  la  Sociedad 
de  Amigos  6  Amantes  del  Pais^  de  la  cual  fu6  pre- 
sidente  Baquijano  y  Carrillo,  6  individuos  Unanue, 
Rodriguez  de  Mendoza,  Arrese,  Morales  y  Duares, 
el  oidor  Cerddn ,  Egafia,  Calero  y  Moreira,el  obispo 
P6rez  Calama,  los  can6nigos  Bermiidez  y  Millan  de 
Aguirre,  el  Jeronimiano  Fr.  Diego  de  Cisneros,  gran 
propagador  de  los  libros  de  los  enciclopedistas,  el  Mer- 
cenario  Calatayud,  y  otros  varios  ecksiisticos,  tales 
como  Laguna,  Romero,  Girval  y  Sobreviela.  Bajo  sus 
auspicios  comenz6  a  publicarse  en  1791  el  Mer curio 
PeruanOjTevista,  importante  que  lleg6  a  constar  de  doce 
tomos,  y  que  Humboldt  parece  haber  estimado  en 
mucho.  Por  el  mismo  tiempo  apareci6  el  Diario  Eru- 
diio,  Economico  y  Qotnercial  de  Lttnaj  que  s6lo  dur6 
tres  afios. 

Con  estos  papeles  se  educ6  la  generaci6n  de  la  guerra 
de  la  Independencia,  a  la  cual  en  rigor  pertenece  Ol- 
medo,  que  naci6  peruano,  aunque  muriese  ciudadano 
del  Ecuador;  y  d  la  cual  pertenecid  tambien  el  desgra- 
ciado  poeta  arequipefio  D.  Mariano  Melgar,  fusilado  por 
losrealistas  despu^s  de  la  batalla  de  Humachiri  en  18 14, 
4  los  veintitres  afios  de  su  edad.  Este  trdgico  y  prema- 
turo  fin  ha  salvado  del  olvido  el  nombre  del  poeta,  mucho 
mis  que  el  m6rito  de  sus  versos,  que  no  pasan  de  ensayos 
de  estudiante  aprovechado.  Algunas  traducciones,  como 
la  de  los  Retnedios  de  Amoty  de  Ovidio,  que  61  llamd 


tanUs  de  la  Religidn,  por  el  autcr  del  Evangelio  en  triunfo,  Publicados  por  un 
amigo  del  autor,  Segunda  edicidn,  en  Madrid^  en  la  imprenta  de  Joseph  Doblado. 


Arte  de  olvidar,  acreditan  sus  bui 
pero  sus  odas  y  eleglas  pertenecen  i. 
del  siglo  XVIII,  y  aun  con  la  mejor  vol 
encontrar  en  ellas  nada  que  anuncie 
de  orden  superior.  La  titulada  Al  At 
duda,  la  mejor  de  todas;  pero  esti  v( 
desaliAo  y  tan  poco  nervio,  que  casi 
nes  Hricas  que  realmente  tiene  result 
gar  es  conocido  generalmente  per  ( 
de  los  yaravies,  per  haber  cultiva 
cierto  g^nero  de  poesia  popular  ace 
sica  indlgena.  Nuestra  ignorancia  d( 
y  de  las  costumbres  de  los  indios  df 
determinar  si  en  estos  cantos  hay  6 
cional.  £1  prologuista  de  las  poesias  < 
que  «el  yaravt  es  una  composici6n  i 
se  con  acompatlamiento  de  vihuela  i. 
mtlsica  no  tiene  mds  que  un  tema  fi 
riaci6n;  y  esta  monotonia  del  cant 

golpe  muchas  veces  repetido ;  asl;l; 

llevan  poco  d  poco  el  alma  d  la  mel 
yaravi  la  cancidn  que  debemos  a  li 
indfgenas  lo  enseflaron  a  los  espanol 
ces  se  ha  hecho  de  61  una  composicit 
cional  en  la  miisica,  y  una  canci6n  en 

en  nuestra  literatura Siendo  el  yi 

mitiva  de  los  indlgenas,  las  mejores 
este  g^nero  se  encuentran  en  quichi 
hecho  en  espaOol  son  traducciones 
aqu^llas,  y  el  verso  que  se  ha  adopti 
taciones  es,  por  lo  comiin,  de  ocho  si 
6  quintillas.  Se  emplea  tambi6n  el  v< 


CCLVII 


bas;  y  es  muy  usada  la  interpolaci6n  de  versos  de  cinco 
sllabas  entre  los  de  ocho,  y  4  este  yaravi  se  le  llama  de 
pit  quebradoT^. 

Prescindiendo  de  la  cuesti6n  de  origen,  en  que  nos 
reconocemos  de  todo  punto  incompetentes ,  no  habien- 
do  oldo  cantar  nunca  yaravies  ni  entendiendo  una 
palabra  de  la  lengua  en  que,  segiin  dicen,  estdn  cora- 
puestos  los  mejores,  s6lo  diremos  que  los  diez  yaravies 
aut6nticos  de  Melgar  (d  quien  por  su  popularidad  se  ban 
atribldo  otros  muchos)  nada  tienen  en  la  letra  de  indio 
ni  de  peruano,  y  son  meramente  cancioncitas  amorosas 
bastante  delicadas  y  sentidas,  que  ganaran  mucho  con 
el  prestigio  de  la  miisica,  si  6sta  es  tan  blanda,  insinuante 
ymelanc61ica  como  dicen.  Son,  sin  duda,  los  versos 
mis  agradables  de  Melgar:  naturales  y  sencillos,  puros 
de  todo  rastro  de  afectacidn ;  pero  creemos  que  el  ge- 
neral Miller,  que  no  tenia  mucha  obligaci6n  de  enten- 
der  de  poesfa  castellana,  se  aventur6  demasiado  cuando 
Uegd  a  compararlos  nada  menos  que  con  las  Melodias 
Irlandesas  de  Tomas  Moore  (i). 

Continu6  todavia  en  los  primeros  aflos  de  nuestro 
siglo  la  publicaci6n  de  fiestas  y  certamenes  porticos, 
aunque  por  lo  comiin  con  mejor  gusto  que  en  el  ante- 
rior. De  1 802  es  la  Fama  Postuma  del  arzobispo  Don 
Domingo  Gonzdlez  de  la  Reguera,  y  de  181 6  la  muy 
curiosa  coleccion  de  obras  de  elocuencia  y  poesfa  con 
que  la  Universidad  de  San  Marcos  celebr6  el  recibi- 


(l)  Poesias  de  D.  Mariano  Melgar,  Publicaias  D.  Manuel  Moscoso  Melgar ^ 
dedic&fublas  d  la  Jwueniud  Arequipeha,  Nancy,  1878.  Con  un  pr6Iogo  de 
D.  F.  Garcia  Calderdn,  y  una  noticia  biogrdfica  del  autor,  cuyas  bellas  con- 
diciones  personates,  novelescos  amores  y  trdgica  muerte  interesan  mds  que 
BUS  obras. 

TOMO  III 


ito  del  Virrey  D.  Joaquin  de  la  Pezuela,  vencedor 
''Uuuia ,  e.n  Ayohuma  y  Vilcapujio.  Constan  los  auto- 
le  las  dos  piezas  en  prosa,  que  fueron  el  Dr.  D.  Jos^ 
sro  y  Salazar,  Rector  de  aquella  escuela,  y  el  doctor 

Jose  Joaquin  de  Larriva  y  Ruiz,  catedratico  de 
,a  de  Filosofia.  Los  versos  estdn  firmados  con  las 
ales  J.  P.  de  V.  y  F.  LI.  La  mayor  parte  son  lati- 
acompafiados  de  la  traducclbn  castellana:  no  care- 
de  mdrito,  dentro  de  su  g^nero  artificial,  y  prueban 
la  Universidad,  hasta  el  ultimo  dia  de  la  domtna- 

espaflola,  que  fu6  casi  el  liltimo  dia  de  su  propia 
>ria  como  organismo  tradicional  6  independiente, 
ej6  de  producir  humanistas,  ya  que  no  era  su  misidn 
lar  poetas  (i). 

.  exaltado  realismo  de  que  hacen  gala  los  Doctores 
J  Universidad  peruana  en  esta  especie  de  corona 
cida  al  insigne  caudillo  espaflol,  no  ha  de  atribuirse 
imente  a  entusiasmo  oficial  ni  &  impulse  de  adula- 
.  Las  opiniones  andaban  muy  divididas  en  el  Peril, 
juraraente  prevaleclan  en  nfimero  los  partidarios  de 
etrdpoli.  Hasta  el  liltimo  momento  la  causa  espa- 
tuvo  alll  mis  secuaces  que  en  ninguna  otra  parte 
\merica:  las  tradiciones  coloniales  estaban  muy 
gadas,  merced  a  un  largo  regimen  de  prosperidad 
5uila:  Lima  era  copia  fiel  de  las  risueQas  ciudades 
VIediodia  de  Espafla;  y  el  facil  y  alegre  vivir  de  sus 
tantes,  justamente  enamorados  de  su  suelo,  de  su 


Celtccida  de  las  camposicieitis  de  Ehquenda  y  Poena  con  que  la  Real 
ra'dad de  San  Marcos  de  Lima  cehbro  en  Ics  dias  Joy  ii  de  Noviemirt 
6  el  recibifnienlo  de  su  isclarecido  vice-patTono  el  E-xcme.  Sr.  D.  jfoagtum 

Pezuela  y  Sinchez Virrey,  Go&ernador  y  Capildn  general  del  ReuiM 

ru .  Lima,  iSi6,  porD.  Bernardino  Rui£. 


\* 


CCLIX 

cielo  y  de  la  hermosura  de  sus  mujeres,  les  hacla  muy 
Uevadera  la  ausencia  de  libertades  politicas,  que  los  mds 
de  ellos  ni  entendlan  ni  solicitaban.  Sin  la  conspiraci6n 
militar  que  dividid  el  ej6rcito  espafiol  y  arranc6  el 
mando  a  Pezuela,  y  sin  el  auxilio,  nada  desinteresado^ 
de  Bolivar  y  sus  colombianos,  sabe  Dios  cuando  y  c6mo 
se  hubiese  consumado  la  emancipaci6n  de  aquella  parte 
del  continente  americano,  aunque  fuese  inevitable  para 
un  plazo  mds  6  menos  largo.  Pudieron  contar,  pues, 
Abascal  y  Pezuela  con  panegiristas  ardientes  y  no  s6lo 
con  mercenarios  cantores. 

Verdad  es  que  con  la  inconstancia  propia  del  gremio 
poetico  pasaron  casi  todos  ellos  al  partido  vencedor  al 
dfa  siguiente  de  la  batalla  de  Ayacucho,  y  el  primero 
de  todos  aquel  mismo  doctor  Larriva  que  habia  escrito 
en  1807  el  elogio  universitario  de  Abascal,  en  181 2  el 
discurso  contra  los  insurgentes  del  Alto  Peru,  en  1816 
el  serm6n  en  alabanza  de  Pezuela,  y  en  18 19  la  oraci6n 
fiinebre  de  los  prisioneros  realistas  fusilados  por  los  in- 
surrectos  en  la  Punta  de  San  Luis;  pasando  luego,  y  sin 
esfuerzo  ni  transici6n  alguna,  a  pronunciar  en  18241a 
oraci6n  fiinebre  de  los  patriotas  muertos  en  Junin,  en 
1826  el  elogio  academico  de  Bolivar,  contra  quien  se 
desatd  luego  en  sdtiras  6  invectivas,  pocos  meses  des- 
pu6s  de  haberle  puesto  entre  los  semidioses: 

Mudamos  de  condici6n, 
Pero  fu6  s6Io  pasando 
Del  poder  de  Don  Fernando 
Al  poder  de  Don  Sim6n. 

Era  el  tal  Larriva  (segiin  refiere  el  Sr.  Palma)  un  cl6- 
rigo  de  costumbres  nada  ejemplares,  poeta  chistoso 
6  improvisador  de  caf6,  gran  latino  y  hombre  de  muy 


-^ 


'  agudo  ingenio,  corao  lo  prueban  susfibu- 
ma  burlesco  de  La  Angulada  y  otras  pro- 
iuyas,  que  desgraciadaraeote  por  ser  de  in- 
lal  y  effmera,  ban  padecido  la  suerte  comAo 
I  clase ,  que  es  no  sobrevivir  d  los  aconteci- 
5ue  aluden  y  perseverar  s61o  en  las  pdginas 
:urioso  libro  de  Historia  (i).  Poetas  muy 
estilo  y  manera  fueron  otros  dos  improvisa- 
>i^n  eclesidsticos  y  de  costumbres  no  menos 
1  presbitero  Echegaray,  que  repard  con  los 
nplos  de  sus  6ltimos  alios  los  escindalos  de 
I,  y  el  franciscano  Fr.  Mateo  Chuecas  y  Es- 
a  vida  se  dilat6  hasta  1868,  dandole  tiempo 
-a  enmendar  sus  desconcertadas  costumbres, 
to  de  fe  con  la  mayor  parte  de  sus  versos  pro- 
ribir  algunas  composiciones  asc^ticas  de  me- 
todos  6stos  habia  precedido  el  Ciego  de  la 
.  Francisco  del  Castillo,  que  falleci6  i  fines 
sado,  gran  repentista,  sobre  todo  en  ddcimas 


mo  II  de  la  CoUcddit  de  docutiuntos  de  Odriowla  esUn   las 
posiciones  de  Larriva. 

alma  (TradUionei  peruanas,   sexta  serie),  transcribe  COtno 
que  se  la  comunico  aut6grara,  la  siguieote  glosa  de  una  re- 

opular  en  los  libros  de  devocido  ; 

;Qu4  se  hicieron  de  Sanidn 
Lal  fuerzas  que  en  af  m; 
Y  la  bellcia  que  tuvo 
Aquel  Boberbio  AtnaldDJ 


jLa  ctenda  de  Saloman 


labada? 
"    da? 

vida  prestada. 
De  AriBtdteles  la  cienda, 
Del  f^an  Plaidci  el  iiber, 
tQu#  cs  lo  que  ban  venido  i  sei 


;D6nde  esti  depos 
Luego  nada  permi 


CCLXI 


de  pie  forzado.  El  Sn  Palma  ha  publicado  algunas  de  sus 
picantes  improvisaciones,  dejando  in^ditas  por  lo  licen- 
cioso  y  desvergonzado  de  la  expresidn  otras  muchas 
que  tradicionalmente  corren  de  boca  en  boca ,  y  entre 
las  cuales  habr^  seguramente  algunas  que  sin  raz6n  se 
le  achaquen:  castigo  providencial  de  todo  el  que  alguna 
vez  ha  envilecido  su  musa  con  la  obscenidad  y  el  ci- 
nismo  (i). 

Dejando  aparte  estos  rezagados  del  siglo  xviii,  la  lite- 
ratura  peruana  del  siglo  xix  empieza  propiamente  con 
el  medico  D.  Jos6  Manuel  ValdSs  y  el  diplomdtico  don 
Jos6  Maria  de  Pando.  El  Dr.  Valdds,  protom6dico  del 
Peru  y  director  del  Colegio  de  Medicina  y  Cirugla  de 
Lima,  ocup6  honesta  y  piadosamente  sus  ocios  en  una 
traducci6n  de  los  SalmoSj  muy  notable  por  la  pureza 


I  Pura  apariencia  I ;  Apariencia  I 

S6lo  en  Dios  hay  suficiencia; 

Solo  Dios  todo  lo  sabe; 

Nadie  en  el  mundo  se  alabe 

I^norante  de  su  fin. 

Asi  lo  dice  Ag^stln , 

Qu€  es  tU  la  ciencia  la  llavi. 

Todos  los  sabios  quisieron 
Ser  grandes  en  el  saoer; 
Que  lo  fueron  no  hay  que  hacer, 
Se^tlin  que  ellos  lo  creyeron. 
Quizi  muchos  se  perdieron 
For  no  ir  en  segura  nave ; 
Camino  insej^ro  y  grave, 
Si  en  Dios  no  fundan  su  ciencia, 
Pues  me  dice  la  experiencia: 
Quun  sabt  saharst.  sabe. 

Si  no  se  apoya  el  saber 
£n  la  tranquila  conciencia, 
De  nada  sirve  la  ciencia 
Condenada  i  perecer. 
Sdlo  el  que  sabe  obtener, 
Por  una  vida  arreglada, 
Un  asiento  en  la  morada 
De  la  celestial  Si6n, 
Sabe  mis  que  Salom6n , 
Y  el  que  no,  no  sabe  nada, 

{i)  Tradiciones  peruanas^  primera  serie. 


y  por  la  sencillez  y  dulzura  del  estilo,  que 
Luis  de  Le6n  en  mucbos  trozos.  Como  ha- 
i  muchas  semejanzas  con  Gonzalez  Carrajal; 
ficador  le  lleva  innegable  veotaja  en  variedad 
Dpn  Jos6  Joaquin  de  Mora  celebr6  bella- 
una  oda  esta  noble  y  decorosa  versi6n  del 
ue  es,  sin  duda,  la  mejor  que  ha  salido  de 
f  una  de  las  mejores  que  tenemos  en  caste- 

i  Maria  Pando  es  mas  c^lebre  por  las  vicisi- 
I  carrera  politica  y  por  sus  trabajos  de  publi- 
orsus  versos.  Nacido  en  Lima  en  1787,  pero 
n  Madrid,  en  el  Seminario  de  Nobles^  co- 
servir  &  Espafia  en  varios  puestos  diplomi- 
ndo  A  ministro  de  Estado  en  las  postrimerias 
n  constitu clonal  de  1823.  Ciudadano  del  Peru 
\,  fu6  ministro  de  Hacienda  con  Bolivar  y 
ciario  para  el  Congreso  de  Panami.  Sucesos 
s  le  movieron  &  emigrar  de  su  pais  y  volver 
Espafia,  donde  tomd  parte  activa  en  nuestra 
sta  su  muerte,  acaecida  en  184a  Era  hombre 
la  lectura,  muy  conocedor  de  las  ciencias  so- 
:  la  historia  moderna,  y  escribia  en  prosa  con 
nervio.  Sus  obras  la&s  conocidas  son:  Mercu- 
tto,  peri6dico  publicado  en  1827;  Pensamien- 
ntes  sabre  moral  y  politica  (Cadiz,  1 837),  y 
i  de  Derecko  tnternacional  Q/lTids'iA.,  1843),  si 
iltima,  que  ha  tenido  mucha  boga,  apenas  me- 
iderarse  mds  que  como  un  plagio  de  la  exce- 

nen  edicidn  se  hizo  en  Lima,  1833;  la  segunda  en  Paris,  1836, 


ccLxin 

^^tito  obra  de  Andres  Bello,  4  quien  sigue  paso  a  paso, 

^^piando  textualmente  sus  mismas  palabras  en  casi  to- 

*^s  los  capitulos.  Hizo  tambi6n  elegantes  poeslas,  aun- 

^^^  en  escaso  niimero;  algunas  traducciones  de  odas  de 

*loracio  y  una  Epistola  politica  d  Prospero^  6  sea  4  Bo- 

^War,  mis  elocuente  que  po6tica,  pero  bien  escrita  y 

Uena  de  calor  en  algunos  pasajes,  de  majestad  en  otros. 

iLastima  que  el  autor  no  hiciese  el  menor  esfuerzo  para 

evitar  tantas  y  tantas  asonancias  indebidas  como  afean 

aquella  larga  tirada  de  versos  sueltosi  Sin  duda  Pando 

tenia  habituado  el  oldo  d  la  poesia  italiana,  en  que  las 

asonancias  no  se  reparan  (i). 

En  1 83 1,  por  losdias  en  que  Pando  figuraba  al  frente 
del-partido  conservador  del  Peru,  lleg6  a  Lima,  expul- 
sado  de  Chile  por  D.  Diego  Portales,  el  ingenioso  gadi- 
tano  D.  Jos6  Joaquin  de  Mora,  4  quien  de  aqui  en  ade- 
lante  vamos  a  encontrar  en  casi  todas  las  repiiblicas 
americanas  como  maestro  6  como  periodista:  brillanti- 
simo  y  4  la  postre  bendfico  aventurero  literario,  gut 
mores  multorum  hominum  vidit  et  urbes. 

Asociado  en  Lima  con  los  hombres  mas  distinguidos 
del  pals,  tales  como  Pando,  D.  Felipe  Pardo,  D.  Manuel 
Lorenzo  Vidaurre,  D.  Jose  CaveroySalazar,  D.  Andres 
Martinez,  el  medico  D,  Hip6lito  Unanue,  etc.,  fundd  el 
Ateneodel  Peru^  donde  did  la  enseflanzadederecho  na- 
tural y  publico;  imprimi6  unos  Cursos de Logica y  Jattca^ 
segtin  los  principios  de  la  escuela  de  Edimburgo]  y  co- 
menz6  su  extrafio  poema  de  Don  J^uan^  imitaci6n  de 
Byron,  del  cual  nunca  llegd  a  escribir  mas  que  los  cinco 


(i)  La  Epistola  d  PrJspfrose  impnmi6  en  Lima  en  1826,  y  esta  reprodu- 
cida  en  la  America  Poitica  de  Gutierrez. 


CCLXIV 


primeros  cantos  (i).  Era  Mora,  mas  bien  que  poeta  ins- 
pirado,  admirable  versificador;  en  sus  composiciones  li- 
ricas  resulta  flojo  y  aun  prosaico,  pero  en  la  narraci6n 
joco-seria,  en  la  fabula  y  en  la  sdtira,  su  estilo  es  unrau- 
dal  de  chiste,  de  amenidad  y  desembarazo  descriptivo, 
de  felices  ocurrencias  y  genial  humorismo ,  calificativo 
que  cuadra  bien  &  quien  principalmente  se  habia  formado 
en  la  escuela  de  los  humoristas  ingleses.  Su  ejemplo  y 
su  doctrina  literaria  fueron  de  gran  provecho  en  Lima, 
hasta  por  lo  mucho  que  armonizaban  con  ciertas  ten- 
dencias  del  ingenio  peruano:  puede  decirse  que  fu6  el 
segundo  maestro  de  D.  Felipe  Pardo,  despu6s  de  Lista* 
Las  dos  epistolas  que  Mora  dirigi6  a  Pardo  (2)  estan 
Uenas  de  sabios  consejos  literarios  6  informadas  por  un 
templado  eclecticismo,  de  sentido  comtin  6  de  escuela 
escocesa,  que  fu6  siempre  el  sello  de  la  critica  de 
Mora  (3). 

Don  Felipe  Pardo  y  Aliaga,  uno  de  los  discfpulos 
predilectos  de  Lista,  es  el  verdadero  representante  de 
nuestra  escuela  cldsica  enelantiguo  virreinato  del  Peru, 
y  sin  duda  el  mds  notable  de  los  escritores  limefios  de 
nuestro  siglo,  d  lo  menos  de  los  que  ya  ban  pagado  a 
la  muerte  el  comtin  tributo.  Como  hablista  en  verso, 
s6]o  d  Bello  cede  la  palma,  y  en  la  sdtira  politica  va 
delante  de  todos  los  americanos,  si  bien  no  respetase 
siempre  los  limites  que  separan  toda  composici6n  po6- 


(i)  Se  publicaron  an6nimos  en  Madrid  en  18441  7  son  casi  descooocidos, 
aunque  tienen  octavas  muy  notables. 

(2)  Poesias  iU  D,  Jose  J,  de  Mora,  Madrid,  1853 ,  pags.  241  k  257. 

(3)  Sobre  la  estancia  de  Mora  en  diversas  republicas  americaDas  y  la  in- 
fluencia  politica  y  literaria  que  alii  ejerci6,  es  libro  capital  el  de  D.  Miguel 

Luis  Amundtegui. — D.Josk  Joaquin  de  Mora Apuntes  biogr&ficos,  Santiago 

de  Chile,  1888. 


CCLXV 


tica  (por  reflexiva  y  didactica  que  quiera  ser)  de  un  fo- 
lleto  6  artlculo  deperi6dico.  La  Epistola  d  Delto^  la  pa- 
lodia  de  Constituci6n  y  otras  piezas  por  elmismo  estilo, 
que  son,  sin  duda,  las  mds  geniales  y  las  mds  curiosas 
del  poeta,  adolecen  a  menudo  de  esa  continua  preocu- 
paci6n  de  los  negocios  del  dia,  con  lo  cual,  sin  ganar  en 
ardor  y  animacidn,  pierden  algo  de  aquel  desinter^s 
po6uco,  de  aquel  puro  culto  del  arte,  que  en  Horacio  y 
en  los  verdaderos  satlricos  horacianos,  tales  como  Pa- 
riniyD.  Leandro  Moratln,  brilla  siempre  y  se  sobre- 
pone  d  toda  otra  consideraci6n  de  utilidad  social  inme- 
djata.  Aun  con  este  lunar,  que  quizd  no  lo  sea  a  los  ojos 
dd  todos,  Pardo  debe  ser  respetado  siempre,  no  sdlo 
como  escritor  pulcro  y  atildado,  sino  como  ingenioso  ob- 
servador  de  costumbres,  y  algunas  de  sus  letrillas  pue- 
den  figurar  sin  desventaja  al  lado  de  las  de  Bret6n. 

La  educaci6n  de  Pardo  habia  sido  severamente  cla- 
sica,  y  clasicos  fueron  siempre  sus  modelos.  Su  poesfa  es 
fruto  legftimo  de  la  escuela  culta  y  severa  de  fines  del 
siglopasado,  especialmente  de  la  de  Moratln,  pero  con 
mis  animacidn  y  alegria,  con  viveza  crioUa,  con  un  ge- 
nero  de  chiste  peculiarmente  limefLo,  aunque  de  especie 
may  fina  y  aristocritica.  Cultiv6  Pardo  varios  g6neros 
y  ninguno  sin  habilidad  y  fortuna:  su  oda  A  Oltnedo  y 
su  magnffica  traducci6n  de  la  oda  de  Victor  Hugo  A /a 
columna  de  Vendome^  prueban  que  no  le  faltaba  numen 
Ifrico:  sus  versos  de  amor  son  faciles  y  graciosos;  en 
las  octavas  de  El  Peru  hay  primores  descriptivos  que  pa- 
recen  robados  a  Bello,  de  quien  Pardo  fu6  muy  amigo  y 
en  cierto modo  discipulo  durante  su  destierro  en  Chile:  el 
unico  canto  que  Uegd  a  escribir  del  poema  Istdora  es  lo 
mejor  que  en  este  g6nero  de  narraciones  domesticas  6 


1 


tumbres  tiene  laliteratura  americana,  a  excepcida 
cuentos  de  Batres;  y,  finalmente,  la  fantasia  en 
ad  de  metros,  que  titul6  La  Ldrnpara^  es  un  en- 
jmdntico,  excepcional  en  sus  obras,  pero  nada  in- 
omo  lo  prueban  estos  versos: 

Lampara  solitaria  ard(  en  el  templo, 
Y,  aunque  con  luz  escasa,  ardi  conRiante, 
Y  por  siete  aAos  que  bramd  incesante. 
No  me  afiagd  una  vez  el  huracin. 

lunque  fuese  capaz  de  salir  con  lucimiento  de 
ier  empresa,  porque  para  ello  tenia  caudal  sufi- 
de  doctrina  y  gusto,  yprendas  de  versificador 
'ulgares,  su  verdadera  vocaci6n  fu6  la  de  poeta 
3,  ya  festivo  y  suavemente  epigramdtico,  como 
letriUas,  ya  caustico  censor  y  austero  moralista, 
en  las  dos  satiras  citadas,  en  las  cuales  se  ve  de 
>  entero,  no  s61o  al  poeta,  sine  al  politico  conser- 
naturalezas  que  en  61  habfan  Uegado  d  ser  inse- 
es.  Su  aversi6n  i  la  anarquia,  al  desenfreno,  al 
tanismo  politico,  k  las  constituciones  escritas  en 
si  y  no  en  la  conciencia  de  los  pueblos,  le  llevaba 
;1  chistoso  extremo  de  invocar  d  cada  momento 
versos,  no  ya  el  sable  del  dictador,  sino  el  garrote 
anca,  que  consideraba  como  unico  remedio  eficaz 
I  indisciplina  de  su  pals. 

lo  fu6,  no  solamente  poeta  llrico,  sino  tambien 
draradtico,  aunque  en  pocas  obras  y  todas  de  su 
ud.  Es,  despu6s  de  Gorostiza,  el  mds  notable  repre- 
te  del  teatro  cimico  en  America,  con  la  ventaja 
ser  sus  comedias  purameute  espailolas  en  las  cos- 
es que  retratan,  como  lo  son  las  de  Gorostiza,  en 
nada  aiuericano  hay  mds  que  la  patria  de  su  autor; 


CCLXVII 


sino  pensadas  y  escritas  para  un  auditorio  liraefio,  con 
tipos  y  escenas  propias  del  pais.  Son  tres  estas  come- 
dias:  Frutbs  de  la  educacidn^  Don  LeocadtOy  6  el  ani- 

• 

versario  de  Ayacucho^  Una  huirfana  en  Chorrillos.  La 
segunda  es  un  juguete  muy  graciosamente  versificado, 
con  imitacidn  visible  del  estilo  de  Bret6n,  pero  cuya 
idea  fundamental  esta  tomada  de  un  vaudeville  francos. 
Las  otras  dos  son  enteramente  originales,  y  verdaderas 
y  muy  apreciables  comedias  de  costumbres  del  g^nero 
de  Moratln  y  Gorostiza,  sin  ningiin  rasgo  que  pueda 
decirse  peculiarmente  bretoniano.  En  su  propdsito  mo- 
ral, que  no  es  otro  que  poner  de  manifiesto  los  vicios  de 
la  mala  educacidn,  reproducen  el  tema  de  las  dos  come- 
dias de  Iriarte  El  Senorito  mimado  y  La  Senorita  tnal 
criaday  pero  no  adolecen  de  su  frialdad  pedag6gica,  y 
la  pintura  de  las  costumbres  es  viva  y  chistosa.  El  escrii- 
pulo  en  la  observancia  de  las  unidades  clasicas  llega 
hasta  el  extremo  de  reducir  la  acci6n  d  plazo  menor  que 
el  de  veinticuatro  boras.  Las  comedias  de  Pardo,  aun- 
que  puedan  tacharse  de  tfmidas  y  acompasadas,  son  los 
productos  mds  nobles  y  decorosos  que  hasta  ahora  ha 
dado  la  musa  cdmica  del  Peru,  y  valen  tanto,  por  lo  me- 
nos,  como  otras  espafiolas  muy  celebradas  del  mismo 
g6nero  y  escuela,  por  ejemplo,  La  Nina  en  casa^  de 
Martinez  de  la  Rosa. 

No  obstante,  ha  de  confesarse  que  Pardo,  mds  bien 
que  poeta  c6mico  espontaneo  y  original,  es  un  satirico 
y  moralista  en  forma  dramdtica.  Su  genio  era  ese,  y 
sus  comedias  ganan  mucho  si  se  las  considera  como  sa- 
tiras  dialogadas ;  asf  como  los  amenos  cuadros  de  cos- 
tumbres que  publicd  en  1840  con  el  titulo  de  El  Espejo 
de  mi  tierra^  profesando  seguir  las  huellas  de  Larra  y 


CCLXVIII 

Mesonero  RomanoSi  recuerdan  m^s  la  punzante  manera 
del  primero,  aunque  sin  su  dejo  amargo  y  misantrbpico, 
que  la  inofensiva  y  bonachona  del  segundo.  En  prosa, 
lo  mismo  que  en  verso,  fue  Pardo  correctlsimo  escritor, 
y  hasta  sus  alegatos  juridicos  y  los  documentos  cancille- 
rescos  que  suscribi6  estdn  redactados  con  buena  litera- 
tura ,  rarisima  en  tal  g6nero  de  escritos ,  que  pocos  se 
atreverian  d  coleccionar  como  el  lo  hizo,  sin  detrimento 
alguno  de  su  fama  (i). 


(i)  No  dedicamos  mas  espacio  al  estudio  de  este  recomendable  escritor, 
por  haber  sido  ya  apreciado  con  recto  criterio  en  el  discurso  que  en  sesi6n 
piiblica  inaugural  de  nuestra  Academia  ley6  en  1870  el  Sr.  D.  Patricio  dela 
Escosura  sobre  Trespoetas  conUmpordneos:  Pardo^  Vegay  Espronccda,  Pardo 
yali6  mucho,  peroresulta  un  poco  achicado  por  la  compafiia;  sin  que  el  ha- 
ber sido  discipulo  de  Lista  (lugar  comun  de  nuestras  biografias  literarias  de 
estesiglo)  baste  para  justificarlo,  porque  todo  maestro  tiene  discipulos  bue- 
nos ,  medianos  7  malos.  No  fu6  ciertamente  Pardo  de  estos  ultimos ;  pero 
comparado  con  los  autores  de  ElHombre  dt  Mundo  y  de  £1  Esttuiianie  de 
Salamanca  f  sin  escrupulo  se  le  puede  poner  entre  los  segundos. 

Don  Felipe  Pardo  y  Aliaganaci6  en  Lima  el  11  de  Junio  de  1806.  Su  pa- 
dre, regente  de  la  Audiencia  del  Cuzco,  se  traslad6  i  la  Peninsula  en  1821, 
y  Pardo  hizo  sus  estudios  en  el  colegio  de  San  Mateo,  y  luego  privada- 
mente  en  casa  de  D.  Alberto  Lista.  Su  maestro  le  conserv6  siempre  extra- 
ordinario  afecto,  y  todavia  en  1838,  d  los  sesenta  y  tres  afios  de  su  edad,  le 
dirigia  aquellos  elegantes  versos : 

No  temas,  mi  Felipe,  los  furores 
Del  vulgo  vil,  alboroiado  y  leve, 
Si  roto  el  freno,  en  trigicos  horrores 
La  coml^n  patria  i  sepultar  se  atreve. 

Ni  su  ignorante  aplauso  te  envanezca 
Cuando  mimosa  la  falaz  fortUDa 
Ficil  a  tus  deseos  aparezca 
Y  te  el  eve  hasta  el  cerco  de  la  luna. 

Que  el  var6n  justo  y  grave,  el  ciudadaoo 
Veraz,  que  tiene  la  yirtud  por  gufa, 
Ni  al  dogal  se  amedrenta  del  tirano, 
Ni  al  aura  popular  su  pecho  fia. 


»  ; 


CCLXIX 


Heredd  la  ven^  satirica  de  Pardo,  aunque  no  su  ati- 
cismo  ni  su  ciiltura  ni  su  delicado  gusto,  D.  Manuel  As- 
censio  Segura,  tambi^n  poeta  festivo  y  articulista  de 
costumbres,  pero  sobre  todo,  poeta  dramdtico.  El  Peni 
le  debe  un  repertorio  c6mico,  superior  en  cantidad  y  en 
calidad  al  que  puede  ofrecer  ninguna  otra  seccidn  de 
America.  Hasta  once  comedias  suyas  estdn  colecciona- 
das,  y  di6  a  las  tablas  otras  dos,  cuyos  manuscritos  no 


Yo  recuerdo  ;  ay  de  mf !  los  belios  dias 
De  tu  primera  juventud  dichosa, 
Cuando  por  mf  adestrado  le  pedfas 
A  Horacio  y  Newton  su  laurel  y  rosa* 

Pero  del  mando  hollar  la  instable  senda 
Al  alumno  de  Erato  no  desdice  : 
El  valor  y  virtud  de  ti  se  aprenda , 
Y  la  iortuna  de  otro  m^s  felice 

Pardo  regres6  al  Peru  en  1828,  y  empezo  por  dedicarse  al  ejercicio  de  la 
ibogada;  pero  muy  pronto  tom6  parte  activa  en  las  contiendas  politicas, 
oomo  redzctOT  del  Mercurio  Peruana  y  de  Ei  Conciliador,  En  1829  y  1833  ^^^ 
i  las  tablas  dos  de  sus  comedias.  El  general  Salaveny  le  confid  en  1835  una 
misi6n  diplomitica  para  Chile,  y  despu^s  de  la  caida  y  muerte  de  aquel  per- 
soaaje  pemianecio  en  aquella  republica  solicitando  la  intervenci6n  de  los 
chilenos  contra  el  general  Santa  Cruz,  die  tad  or  del  Peru  y  Bolivia.  Para  ello 
fund6  un  peri6dico  titulado  El  InUrprete,  Seria  largo  y  de  poco  interns  para 
el  lector  europeo  dar  cuenta  de  los  esfuerzos  de  Pardo  y  de  la  parte  que 
tnvo  en  la  caida  del  Protector  Santa  Cruz,  y  de  c6mo  vino  d  ser  proscrito 
por  el  mismo  Gobiemo  que  61  habia  contribuido  d  fundar.  S6I0  en  1840  pudo 
volver  i.  Lima,  y  se  le  nombr6  magistrado  del  Tribunal  Supremo  (llamado 
a  la  francesa  Corte  Superior),  Nuevos  trastornos  poHticos  le  obligaron  a 
nuevas  expatriadones,  y  de  resultas  de  tanta  felicidad  democrdtica  como 
disfrutan  aquellos  bienayenturados  paises,  su  salud  acab6  por  quebran- 
tarse  gravemente,  quedandose  paralitico  y  ciego  en  lo  mejor  de  su  yida. 
Antes  habia  sido  en  dos  ocasiones  distintas  Ministro  de  Relaciones  Exterio- 
res.  Fallecid  en  24  de  Diciembre  de  1868.  Al  afio  siguiente  fueron  coleccio- 
iiadas  BUS  obras  en  un  lujoso  yolumen  publicado  en  Paris  con  el  titulo  de 
Pbesiasy  Escritos  en  prosa  de  D.  Felipe  Pardo  (Paris,  A.  Chaix  y  C,  1869). 
iSs,  en  conjunto,  uno  de  los  Hbros'que mas  honran  la  literatura  americana* 


.1-:*;^ 


CCLXX 


han  parecido.  Las  comedias  de  Segura  lindan  muchas 
veces  con  la  farsa :  aun  las  compuestas  en  tres  6  mas  ac- 
tos  son  sainetes  largos,  excepto  Na  Catita^  que  es  ge- 
nuina  comedia  de  caracter,  y  estudio  bien  hecho  de  un 
caracter  de  beata  maldiciente  y  embroUona,  que  por 
ciertos  rasgos  locales  se  salva  del  amaneramiento  inhe- 
rente  a  la  repetici6n  de  tipo  tan  conocido  en  las  tablas. 
Doraina  en  los  cuadros  de  Segura  cierto  mal  tono  que, 
segiin  creemos,  debe  acbacarse  al  poeta  mas  bien  que  a 
la  sociedad  que  describe.  En  Lances  de  Amancaes^  por 
ejemplo,  los  personajes,  que  quieren  ser  caballeros y  da- 
mas  de  la  mejor  sociedad  limefia,  pasangran  parte  de  la 
accion  bebiendo /^'^co ,  y  hablan  y  proceden  en  conso- 
nancia  con  tal  refresco.  Pero  no  hay  duda  que  Segura 
hace  reir  con  risa  inextinguible;  que  sus  piezas  abundan 
en  saladas  ocurrencias  del  mas  puro  crioUismo;  que  des- 
punta  en  ellas  la  vena  aguda  y  jovial  que  hace  de  lospe- 
ruanos  los  andaluces  de  la  America  del  Sur;  que  la  ver- 
sificacion  abundantisima  y  desenfadada,  aunque  muy 
incorrecta,  recuerda  la  maravillosa  espontaneidad  de 
Narciso  Serra,  con  quien  tiene  Segura  mas  puntos  de 
analogia  que  con  Bret6n  ni  con  D.  Ram6n  de  la  Cruz, 
por  mas  que  con  uno  y  otro  se  le  haya  comparado;  y 
finalmente,  que  su  autor  tiene  el  merito  indisputable  de 
haber  reproducido  con  fidelidad  y  gracia  los  principales 
aspectos  c6micos  de  la  vida  limefia,  asl  en  sus  piezas  de 
costumbres  dom6sticas,  como  en  las  de  costumbres  po- 
liticas,  V.  gr.,  Un  yuguete  y  El  Resignado^  y  aun  en  las 
farsas  populares,  como  El  Sargento  Canuto. 

El  ingenio  c6mico  de  Segura  ha  dejado  tambi6n  al- 
gunos  chispazos  en  sus  letrillas,  en  sus  satiras  politicas  y 
en  los  artlculos  de  costumbres  que  public6  en  La  Bolsa 


1 


CCLXXI 


y  en  El  CometUy  pero  no  aparece  completo  mas  que  en 
sus  obras  esc6nicas  (i). 

Pertenecio  4  la  misma  generacion  literaria  que  D,  Fe- 
lipe Pardo  y  que  Segura ,  aunque  de  menor  edad  que 
alios,  un  hermano  del  primero,  D.  Jose  Pardo  y  Aliaga, 
de  excelente  educaci6n  cldsica,  como  lo  prueba  su  oda 
Ala  independencia  de  Amirica^  laureada  en  un  certa- 
men  de  Chile ;  y  de  estro  satirico  no  inferior  al  de  su 
hermano,  en  algunas  letrillas, 

A  estos  nombres,  a  los  cuales  pueden  afladirse,  con 
algun  otro  mas  obscuro,  lo^  de  D.  Jose  Maria  Seguin, 
D.  Manuel  Ferreyros,  D.  Ignacio  Novoa,  D.  Miguel  del 
Carpio,  magistrado  y  estadista,  que  no  por  el  m^rito  de 
sus  versos,  sino  por  su  tertulia  literaria  y  por  la  generosa 


(i)  Naci6  D.  Manuel  Ascensio  Segura  en  Lima  en  1805,  y  muri6  en  1871. 
Sim6  al  principio  en  el  ejercito,  llegando  d  sargento  mayor,  y  luegofue  co- 
misariode  Guerra  y  Marina,  secretario  de  gobiernos  civiles(que  en  el  Peru 
llaman  prefecturas),  vista  y  administrador  en  varias  aduanas,  y  en  i860  di- 
potado  d  Cortes.  Fund6  en  1839  El  Conurcio  de  Lima ,  decano  de  la  prensa 
peruana;  en  1841  La  Bolsa,  y  despu^s  El  Cometa^  del  cual  solo  aparecieron 
tfoce  niimeros  escritos  enteramente  por  61,  d  imitaci6n  de  las  Capilladas  de 
Fr.  Gerundio,  que  lograban  entonces  tanto  aplauso. 

En  1849  public6  en  la  ciudad  de  Piura  otro  peri6dico,  El  Moscon^  todo  de 
satira  personal  y  politica,  hoy  muerta  y  casi  inioteligible.  En  este  g^nero  in- 
feliz  derroch6  Segura  mucho  tiempo  y  mucho  ingenio.  Nadie  lee  hoy,  y 
hasta  ha  sido  excluido  de  la  colecci6n  de  sus  obras ,  el  poema  satirico  La 
PeU-muertada  ,  en  variedad  de  metros  y  en  mds  de  mil  doscientos  versos^ 
distribuidos  en  veinticuatro  cantos. 

Su  primera  comedia  fu^  El  Sargento  Canute ,  representada  en  1839.  Las 
restantes  piezas  de  su  repertorio  son:  La  Moza  Mala,  La  Say  a  y  Manto^  El 
Resignado^  Na  Catita  {Jia  es  diminutivo  peruano  de  doha),  Unjuguete^  Lan- 
ces de  Amancaes,  Nadie  me  la  pega^  La  Espia,  El  Cacharpan^  El  Santo  de 
Panchila  (en  colaboraci6n  con  D.  Ricardo  Palma),  Percances  de  un  remitido, 
Las  Ires  viudas.  Estas  dos  son  las  unicas  que  faltan  en  la  colecci6n  de  Ar- 
ticulos,  poesias  y  comedias  de  Manuel  Ascensio  Segura  (Lima^  por  Carlos 
Prince,  1886). 


-»V, 


CCLXXII 


proteccidn  que  concedla  4  los  literates  noveles,  ha  con- 
seguido  pasar  d  la  historia,  estaba  reducido  el  grupo  cla- 
sico  de  Lima  por  los  alios  de  1 848.  Entonces  entro  en 
escena  una  nueva  geiieraci6n  literaria,  sobre  la  cual  nos 
ha  dado  los  mas  interesantes  pormenores  el  ameno  6  in- 
genioso  escritor  D.  Ricardo  Palma,  que  fu6  y  continiia 
siendo  uno  de  los  principales  ornamentos  de  ella  (i). 

«De  1848  a  i860  (escribe  Palma ")  se  desarroll6  en  el 

Perii pasi6n  febril  por  la  literatura.  Al  largo  i)eriodo 

de  revoluciones  y  motines,  consecuencta  Idgica  de  lopre- 
maturo  de  nuestra  independencia ,  habla  sucedido  una 
era  de  paz,  orden  y  garantias.  Funddbanse  planteles  de 
educaci6n :  la  Escuela  de  Medicina  adquirfa  prestigiot 
impulsada  por  su  ilustre  decano  D.  Cayetano  Heredia; 
y  el  Convictorio  de  San  Carlos,  bajo  la  sabia  direcci6n 
de  D.  Bartolom^  Herrera,  reconquistaba  su  antiguo  es- 
plendor.  Por  entonces  llegaba  de  Espafia  D.  Sebastian 
Lorente ,  era  nombrado  rector  del  Colegio  de  Guada- 
lupe, y  ante  un  crecido  concurso  daba  lecciones  orales 
de  historia  y  literatura.  Lorente  era  un  innovador  de 
gran  talento,  y  la  victoria  fu6  suya  en  la  lucha  con  los 
rutinarios.  La  nueva  generaci6n  le  segula  y  escuchaba 
como  d  un  ap6stol.» 

Efectivamente ,  aquella  juventud  literaria  se  entreg6 
en  cuerpo  y  alma  al  romanticismo  espafiol,  como  la  de 
la  Reptiblica  Argentina  se  habla  entregado  al  romanti- 
cismo francos.  Espronceda,  Zorrilla,  Arolas  y  Enrique 
Gil  contaron  desde  luego  gran  niimero  de  fervientes 
imitadores;  pero  quien  fascin6  y  arrastr6  con  su  ejemplo 


(1)  Vid.,  al  frente  de  las  Poesias  de  Ricardo  Palma  (1887),  el  estudio  titu- 
lado  La  Bohemia  limeila  de  1848  d  i860:  confidencies  ^iUrarias, 


''if 


CCLXXUI 


&  todos  los  principiaptes  fu6  el  inspirado  aunque  inco- 
rrectlsimo  poeta  montafl^s  Fernando  Velarde,  de  quien 
ya  heraos  hablado  al  tratar  de  Guatemala,  y  cuyo  gusto 
y  estilo  dejaron  profunda  huella  en  casi  todas  las  repii- 
blicas  de  America.  Talento  original,  pero  inculto  y  bra- 
vio;  imaginaci6n  poderosa  cuanto  desequilibrada ;  un 
mal  gusto  que  parecia  ing6nito  6  indomable,  puesto  que 
resisti6  a  toda  disciplina  y  fu6  creciendo  monstruosa- 
mente  con  los  afios;  alma  vehemente,  apasionada  y 
triste,  con  dejos  de  candor  infantil  y  visiones  de  ilumi- 
nado;  una  potencia  de  versificador  capaz  de  le  van  tar  en 
peso  las  moles  de  los  Andes,  pero  de  la  cual  usaba  y  abu- 
saba  sin  tino  ni  juicio,  convirti6ndose  muchas  veces  en 
retumbante  zurcidor  de  alejandrinos  huecos ;  un  senti- 
miento  profundo  y  casi  mistico  de  la  naturaleza;  ele- 
vadas  aunque  confusas  aspiraciones  de  ultratumba ;  un 
idealismo  mds  germanico  que  espaflol,  ataviado  con  el 
sombrero  de  jipijapa  y  el  lujo  charro  del  indiano  de 
nuestra  costa  cantabrica :  todas  estas  cualidades,  &  pri- 
mera  vista  inconciliables,  concurrfan  en  el  fecundo  y 
exc6ntrico  vate  de  Hinojedo,  i  quien  nuestra  historia 
literaria  ha  olvidado  malamente,  porque  en  condiciones 
nativas  fu6  superior  a  muchos,  y  en  influencia  fuera  de 
su  tierra  s6lo  Zorrilla,  Espronceda  y  Tassara  pueden 
aventajarle  entre  nuestros  romanticos. 

Cuando  Velarde  lleg6  al  Perii  despu6s  de  haber  resi- 
dido  algiin  tiempo  en  la  isla  de  Cuba,  ya  habfa  escrito 
algunos  de  sus  mejores  versos:  la  Despedida  d  Santan- 
der^  El  Pico  de  Teide^  la  Medttactdn  en  la  isla  de 
PinoSy  todos  los  cuales  coleccion6  en  un  tomo  publica- 
do  en  Lima  en  1848,  con  el  tftulo  de  Mores  del  Desier- 
to.  Redact6,  ademas,  durante  dos  ailos,  un  semanario  de 


TOMO  in. 


iteratura,  El  Talismdn,  y  se  hizo  tan  notorio  porlos 
ciertos  y  esplendores  de  su  musa,  cuanto  por  el  gene- 
oso  ardoi  patri6tico  con  que  defendi6  el  nombre  de 
j)spafla,  y  por  las  rarezas  de  su  irascible  condici6n,  que 
e  atrajeron  pesados  lances,  obligandole  por  fin  d  emi- 
Tar  en  1855  i  otras  republicas,  primero  al  Ecuador, 
lespu^s  d  Bolivia  y  d  Chile,  y  finalmente  S  Guatemala, 
iempre  con  la  frente  erguida  y  el  canto  varonil  en  Ids 
ibios:  dejando  por  donde  quiera  admiradores  y  disci- 
ulos  (i),  halagado  unas  veces  por  la  fortuna,  reducido 
tras  d  la  indigencia:  rare  personaje,  sin  duda,  pero 
unca  vulgar  ni  indigno  de  su  raza  que  taota  sangrey 
into  sudor  ba  vertido  en  la  America  espaflola.  De  su 
stancia  en  el  Peru  y  republicas  limltrofes  datan  las 
rincipales  composiciones  de  Velarde :  las  valientes 
ctavas  con  que  en  1851  saludd  al  pahell6n  espafiol 
n  medio  de  los  insultos  y  agresiones  de  la  plebe  de 
,ima,  el  canto  descriptivo  de  Los  Andes  del  Ecuador^ 
\  otro  canto  en  alejandrinos  A  la  cordtllera  de  los 
Indes,  donde  hay  muestras  de  lo  mejor  y  de  lo  peorde 
J  estilo,  y  La  Ultima  Meladia  Romdntica,  que  por 
:  sola  bastarfa  para  acreditarle  de  gran  poeta. 
En  el  Perfi  tuvo  Velarde  dmulos,  pero  tuvo  en  mayor 
tlmero  apasionados  fandticos,  sobre  todo  en  la  grey 
ivenil.  Son  los  que  Palma  llama  bokemios  y  cuyas 
lemorias  biograficas  harecogido  con  piadoso  celo.  Al- 


(i)  Muri6  Velarde  en  Londres  en  1881.  La  co1ecci6n  miscompletiqDe 
inozco  de  sus  versos  e<  la  titulada  Cintkos  del  Nuev»  Munda,  impreu  en 
uera  York  en  i860.  Si  que  en  Londres  public6  un  Duevo  tomo  en  1S71, 
tro  no  he  llegado  a  verle.  Serin  probablemente  de  extreina  deodencii, 
mo  loi  que  en  Torrelavega  coIeccioniS  despuAi  con  el  titnlo  de  La  Pattta 
la  JIfantaSa. 


r^.-» 


CCLXXV 

gunos  de  ellos,  como  el  ilustre  guayaquilefio  Numa 
Pompilio  Llona,  el  mismo  Palma,  D.  Pedro  Paz-Solddn 
y  Unanue  {^uan  de  Arona),  D.  Luis  Benjarafn  Cisne- 
ros,  D.  Arnaldo  Mdrquez  (traductor  de  Shakespeare)  y 
otros  varies,  viven.  De  los  que  han  muerto  diremos 
^hOf  guiandonos  principalmente  por  las  noticias  del 
Sr.  Palma,  puesto  que  no  de  todos  hemos  logrado  ver 
las  obras  completas,  y  otros  ni  siquiera  las  han  colec- 
cionado. 

D.  Manuel  del  Castillo  (f  1871),  «vate  tan  incorrecto 
como  sentimental*,  era  arequipefio  como  Melgar,  y, 
&  imitaci6n  suya,  compuso  yaravies^  de  los  cuales  puede 
servir  como  muestra  el  siguiente,  que  tiene  reminis- 
cencias  de  uno  de  nuestros  mds  bellos  romances  viejos: 

Ya  que  para  mi  no  vives, 
^Por  qu6  te  vas  y  me  dejas? 

Prendaquerida: 
Vivir6  como  la  viuda 
Tortolica  que  ha  perdido 

Su  compafiia. 
Como  la  nave  agitada 
Por  los  vientos,  que  resiste 

Del  mar  ks  iras, 
Es  juguete  de  las  olas, 

Y  sin  arribar  al  puerto 

Se  hunde  y  abisma. 
Como  paloma  que  el  nido 
Vi6  en  la  selva,  por  el  rayo 

Hecho  cenizas , 

Y  cuando  huia  gimiendo, 
£1  cazador  la  acechaba 

Con  saila  impia. 
Como  Arbol  de  fruto  osado 
Que  sefioreaba  los  prados 

Su  lozania, 
Mir6  secarse  su  savia 
Porque  el  agua  le  falt6, 

Que  era  su  vida: 


yi 


CCLXXVI 

Asl  70 ,  querida  prenda, 
Ser6  tortolica  viuda, 

Nave  perdida. 
Sei^  paloma  sin  oido, 
Ser^  irbol  de  seco  troni 

Si  te  retiras  (i). 


D.  Manuel  Nicolis  Corpancho  (1830-1863),  autorde 
ios  dramas  romanticos,  El  Poeta  Cruzado  y  El  Tem- 
ilart'o,  que  nada  tienen  digno  de  alabanza  mis  que  la 
rersificaci6n,  y  de  unos  Ensayos  Poiticos  dados  aluz 
;n  Paris  en  1854,  no  tuvo  tiempo  para  eraanciparse  de 
a  imitaci6n  demasiado  directa  de  Zorrilla,  y  s6lo  dejd 
'ersos  armoniosos,  pero  sin  cardcter  personal.  Su  pre- 
natura  y  horrible  muerte,  d  bordo  de  un  buque  que  se 
ncendii  en  altamar,  frustrdlas  muchas  esperanzas  que 
;n  £l  se  fundaban. 

D.  Clemente  Althaus  (1835-1881)  aspir6  i  la  pureza 
ilasica,  sin  conseguirla  mas  que  de  lejos.  Es  bastante 
lorrecto  en  la  forma  y,  en  concepto  de  Palma,  «el  mis 
icad6mico  de  Ios  poetas  peruanos*.  «Como  individuo 
prosigue  el  mismo  critico),  Allhaus  rayaba  en  exc6ntri- 
;o,  y  su  pulcritud  en  afeminaciin...  Se  habia  creado  para 
inn  raundo  ideal,  fantastico,  y,  naturalmente,  mortifi- 
libanlo  infinito  las  realidades  de  este  mundo  sensual  y 
Qaterializado.»  Althaus  muri6  en  Paris  completamente 
oco.  Hay  dos  colecciones  de  sus  poesfas,  una  de  1863 
'  otra  de  1872.  Son  versos  atildados,  limpios  y  cultos, 
lero  frios  y  secos.  La  Eplstola  de  Safo  dPaon  me  pare- 
e  la  mSs  acabada  de  sus  producciones.  Escribi6  tam- 


(0  I-a  coteccidn  de  Castillo,  dada  i  Inz  «□  itf>9,  llevs  el  tltulo  de  Canba  Sad- 


r 


ccLxxvn 


bi6n  una  tragedia  cUsica,  Anttoco^  4cmds  para  leida  que 
para  representada*. 

El  mismo  desastroso  fin  que  Althaus  tuvo  otro  nota- 
ble llrico,  D.  Adolfo  Garcia  (i 830-1883),  que  muri6  en 
la  locura  y  en  la  miseria,  y  fue  enterrado  de  limosna. 
Han  sido  muy  celebradas  sus  quintillas  A  Bolivar^ 
composici6n  efectista  del  g^nero  de  las  d^cimas  de 
nuestro  L6pez  Garcia  Al  Dos  de  Mayo ;  pero  4  mi 
juicio,  los  versos  suyos  que  deben  sobrevivirle  son 
los  de  la  elegante  y  delicada  oda  Mis  recuerdos. 

Dtamantes  y  perlas  y  Destellos  y  albores  se  titulan 
las  dos  colecciones  poeticas  de  D.  Carlos  Augusto  Sa- 
laverry,  hijo  del  infortunado  General  y  Presidente  de  la 
Repiiblica,  que  fue  fusilado  en  Arequipa  por  el  Pyotec- 
tor  Santa  Cruz.  No  afirmar6  que  sean  dtamantes  y 
perlas  todo  lo  que  contiene  la  colecci6n  de  Salaverry, 
pero  si  que  en  aquellos  versos  alborea  y  destella  un 
numen  llrico  mas  vigoroso  que  el  de  Althaus,  y  mds  se- 
guro  de  sus  fuerzas  que  el  de  Garcia.  Tiene  buenos 
sonetos.  Di6  culto  tambien  a  las  musas  del  teatro,  pero 
ninguno  de  sus  dramas,  incluso  Atahualpa^  que  es  el 
mas  conocido,  ha  tenido  gran  6xito. 

Mucho  mas  joven  que  los  hasta  aqul  citados  era  don 
Constantino  Carrasco  (1841  1 1877),  partidario  del  ame- 
ricanismo  en  poesla,  autor  de  una  silva  muy  celebrada 
AlArbolde  la  quina^  conocedor  de  la  lengua  quichua, 
y  traductor  en  verso  castellano  del  famoso  Ollantai^ 
que  se  ha  querido  dar  por  antiqulsimo  texto  dramitico 
de  dicha  literatura,  pero  que,  leldo  desapasionadamen- 
te,  no  parece,  d  lo  menos  en  las  traducciones,  mas  que 
una  imitacidn  de  las  comedias  espafiolas,  hecha  por 
algun  ingenioso   misionero  del  siglo  xvii,  y  quiza  de 


ipo  muy  posterior.  Si  en  estoerramos,  nuestraigno- 
ia  nos  disculpe,  pero  no  somos  los  linicos  en  opinar 
y  en  el  Perii  misrao  no  falta  quien  nos  acompafie  en 
reencia(i). 

[  estudio  detenido  de  las  colecciones,  muy  raras  en 
spa  (si  es  que  alguna  completa  existe),  de  la  Rcvista 
.ima  y  del  Correo  del  Per  A,  podria  acrecentar  con 
antes  nombres  esle  catSIogo.  Pero  no  hay  duda  que 
eratura  del  Perti  independiente  no  conserva  ya  en- 
as  de  la  America  del  Sur  el  puesto  de  primacfa  que 
durante  la  6poca  colonial.  A  par  con  la  decadencia 
tea  ha  ido  la  decadencia  literaria:  las  brillantes  ex- 
iones  de  Pardo,  Segura,  Palma  y  ^uan  de  Arona 
acen  mAsque  confirmar  la  regla.  Lima  no  es  hoy  la 
za  y  el  coraz6n  de  la  America  del  Sur,  como  lo  fu6 
)s  tiempos  del  Virreinato.  No  parece  sino  que  un 
;  presentimiento  hizo  andar  a  los  peruanos  tan  reha- 

Las  poeslas  de  Carrasco  fueron  publicadas  en  coleccidn  poco  des- 
!e  su  muerte ,  por  D.  Eugenio  Larrabure  j  Unanue. 
la  Lira  Americantt,  eoltccidn  di  potsias  dtl  Peru,  Chile y  Botivia,  recopi- 
•or  D.  RUarda  Palma  (Paris,  Rosa  y  Bourel,  1865)1  J  6"  '^  America 
',  de  Cortfe,  pueden  encontrarse  muesiras  de  los  po«tas  peruanos 
lores  i  1848. 

jano  fu6,  aunque  vivi6  y  escribiA  casi  siempre  en  Europa,  D.  Juan 
;1  Berriozibal,  marquis  de  Casa  Jara,  fecundo  autor  de  libros  de  devo- 
1  prosa  y  rerso.  Kn  1839  pub1lc6  un  tomo  de  Poesias  Escogidas  de 
line  {El  Crucifijo,  El  Hombre  i  Lord  Byron,  el  Himno  del  A  ngel  afcj- 
<  la dtstriucion  del  Globo,  etc.);  en  1841,  una  refundicibndeZa  Cristia- 
P.  Hojeda;  en  1845  La  Reina  de  los  Cielas,  colecci6n  de  poesias  i  Ift 
I,  Unas  orlginales  y  otras  tradiicidasde  Silvio  Pel ilco,  AnReloMazza.  y 
)oetai  italianos,  con  varias  dtsertaciones  en  prosa;  en  1850  Observa- 
jobre  las  betlezas  liUrarias,  hisliricns,  profftieo-poelUas  y  religiosas  de  la 
fa  Biilia;  en  1851,  Poesias  Sagradas;  en  1858,  Poesias  religiosas.  Todos 
ibros  acreditan  mas  su  piedad  que  su  literatura,  p>ero  tos  mas  intiguos 
iron  la  alta  honra  de  ser  elogiados  par  Balmes  en  un  exCenso  articulo 
evisla  La  Sociedad  (^iSi^). 


r 


CCLXXIX 


cios  en  asociarse  al  movimiento  de  emancipaci6n,  cuyos 
beneficios  han  sido  para  ellos  tan  caramente  compra- 
dos.  Bolivar  empezd  por  despojarles  del  hermoso  puerto 
de  Guayaquil,  y  por  crear  definitivamente  con  las  pro- 
vincias  del  Alto  Perti  una  nueva  repiiblica.  Chile  rom- 
pi6  todos  sus  antiguos  lazos  de  dependencia  y  se  levantd 
con  la  heguemonia  polltica  del  Sur,  afirmandola  despu6s 
con  guerras  y  anexiones,  siempre  desastrosas  para  sus 
vecinos.  Pueblos  que  en  la  historia  colonial  habian  sido 
secundarios  y  olvidados,  como  Venezuela  y  Nueva  Gra- 
nada, levantaron  su  cabeza  cefiida  con  los  laureles  de  la 
guerra  de  la  Independencia,  y  se  repartieron  la  herencia 
de  Bolivar,  asumiendo  ante  Europa  la  representaci6n 
de  la  causa  americana.  La  Argentina  se  engrandeci6 
como  por  encanto  con  la  inmigraci6n  europea  y  con  la 
conquista  del  desierto.  Entretanto,  el  Peru,  material- 
mente  enriquecido  por  el  guano  y  el  salitre ,  pero  devo- 
rado  por  las  facciones,  iba  descendiendo  ripidamente 
en  la  escala  polltica,  a  despecho  de  sus  inmensos  recur- 
sos  naturales  y  del  talento  vivo  y  despierto  de  sus  hijos. 
Pero  quien  tuvo  retuvo,  como  dice  el  proverbio  vulgar; 
y  aunque  Lima  no  sea  ya  la  Atenas  del  Sur,  y  aunque 
Buenos  Aires,  Santiago  de  Chile,  Bogotd  y  Caracas 
hayan  sido  centros  mas  activos  de  cultura  moderna, 
nadie  podra  negar  a  aquella  hermosa  y  desventurada 
ciudad,  ni  el  prestigio  de  su  tradici6n  gloriosa,  ni  el 
haber  conservado  en  lengua  y  costumbres  el  sello  espa- 
fiol,  que  suele  ser  en  America  el  linico  y  verdadero 
americanismo:  aquel  especial  matizde  ingenio  castizoy 
de  chiste  indigena  que  avalora  todas  las  producciones 
festivas  de  la  musa  peruana,  desde  las  letrillas  y  satiras 
de  D.  Felipe  Pardo  hasta  las  comedias  de  Segura,  las 


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Tradiciones  de  Palma  y  las  humorls 
Paz-Soldin:  un  no  s6  qu6  indefinible  i 
vuelta  y  no  pensada,  que  a  cualquier  es] 
con  carino  y  simpatia  a  aquellos  que,  bi 
gimen,  fueron,  entre  todos  los  criollos, 
dos  de  Espafia,  tan  espaOoles  en  todo, 
de  sus  defectos  y  flaquezas. 


XI. 

BOLIVIA, 

Esta  repiiblica,  creada  por  la  volum 
de  Sim6n  Bolivar  en  obsequio  al  equili 
saba  establecer  entre  los  estados  de  la  . 
no  tiene  historia  independiente  en  la  6] 
mucho  menos  tradiciones  literarias.  E 
las  comarcas  del  Alto  Peril  (antiguas 
La  Paz,  Potosf,  Chuquisaca,  Cocbabam 
de  la  Sierra,  con  el  desierto  de  Atacf 
despu6s  de  haber  formado  parte  intei 
rio  de  Ids  Incas,  dependieron  del  vir 
hasta  1778,  en  que  se  cre6  el  de  Bu( 
tado  por  el  Brasil  y  la  Patagonia,  los 
lantico.  Este  cardcter  hfbrido  domina 
historia  de  Bolivia,  que,  segiin  las  circ 
rece  come  un  apindice  de  la  del  Perii 
de  la  Plata,  sin  haber  podido  afirmar  to 
ni  su  polltica  propia  dentro  de  la  vari 
Por  otra  parte,  la  poblaci6n  europea  es 
tnmorfa:  s61o  una  sexta  parte,  contra  c 


de  poblaci6n  negra:  en  tan  in- 
la  de  54.ocx:i  leguas  cuadradas  no 
illones  de  hombres,  es  declr,  unos 
a  cuadrada  (i). 

es  centres  de  poblaci6n  y  la  falta 
1,  hacen  de  esta  repiiblica  una  de 
^m^rica  al  trato  y  comunicaci6n 
raOos.  No  creemos,  en  vista  de 
ncias,  unidas  al  continuo  estado 
iviles  en  que  ha  vivido  esta  repti- 
i6n  literaria  sea  grande;  pero  lo 
-  es  que  &  Europa  apenas  han  lie- 
in  autor  boliviano. 
regi6n,  &  primera  vista  tan  ilite- 
e  ser  visitada  en  el  siglo  xvi  nada 
de  Cervantes,  que  en  memorial 
I  &  Felipe  II  que  «le  hiciese  mer- 
Indias  de  los  tres  6  cuatro  que  al 
que  es  el  uno  la  contaduria  del 
ida,  6  la  gobernaci6n  de  la  pro- 
n  Guatemala,  6  contador  de  las 
6  corregidor  de  la  ciudad  de  la 
\%  bubiese  conseguido  esta  vara, 
podria  ufanarse  hoy  con  ser  la 
dalgo? 

nenos  cuenca  sin  duda,  pero  de 
,  tierapo,  visitaron  el  argentifero 


'anual  d«  Geografia  y  BstadhsUcii  itl  All*  Peru 
86o,  por  mi  tlo  D.  Baldomero  MenSndez.  Es 
>y  deban  rectiScarse,  pero  no  he  encontnido 
aes  sobre  Bolivia  son  rarisimas  en  Europa. 
anSes,  pag.  313. 


:erro  del  Potosf,  a  cuyas  rafces  se  hj 
3obIaci6n  que  d  priocipios  del  siglo  x\ 
[50.000  habitantes,  y  hoy  (si  no  exting 
i  menos  la  labor  de  las  minas),  es 
1 15.000,  segiin  dicen  (i).  Entre  los  av 
cristas  que,  atrafdos  por  la  codicia  del 
10s  de  conociraientos  metalurgicos,  a 
"abuloso  venero  de  riqueza  pocos  aQc 
Jescubrimiento,  hubo  de  contarse  el  i 
■ique  Garc6s,  natural  de  Oporto,  que 
nuchos  contemporaneos  suyos  de  la 
lexta,  nunca  us6  en  sus  obras  mas  len 
lana.  Declase  Garc6s  inventor  de  cier 
jara  beneficiar  la  plata  por  medio  del  a 
10  poca  parte  de  vida  y  hacienda  (( 
Felipe  II)  en  descubrir  y  entablar  en  1 
r  beneficio  de  plata  con  61.  Di  despu' 
m  materias  diferentes,  como  fu6  lo  de  '. 
lue  allf  pasaba  por  moneda  de  ley  coi 
}or  vuestra  Christiana  clemencia  fuiste 
ie  proveer  de  reraedio,  mandando  n 
;on  plata  ensayada  6  con  moneda  ac 
)or  ello  ful  notablemente  molestado, 
)ara  que  dexe  de  proseguir  en  lo  que  1 
Jebe.» 


(i)  Sobre  el  PotosI  en  la  epoca  colonial  yiase  el  I 
iro  de  D.  Vicente  G.  Quesada  Crdnicas  Pi>losinas.  Co 
'itval  Hispano-Atnericana  (Paris,  rSgo). 

(2)  Vid.  MafTei  y  Rua  Figueroa,  ApunUs  para  u 
Minirahgia,  t.  I,  pag.  177,  y  aobre  Garcis  como  poe 
liogrificoy  Biblwgrifico  de  los  Autores  Partuguaes  qut 
lor  D.  Domingo  Garcia  P^rez  (Madrid,  1890},  pig.  i 


li  sus  avisos  de  buen  gobierno  ni  sus  ad- 
rgicas  enriqueciesen  i  Garc^s,  puesto 
iudado  se  hizopresbItero,yfu6imorir 
catedral  de  M^xicor  dedicando  sus  lil- 
vo  de  las  letras.  Hay  de  61  dos  traduc- 
de  Los  Lusiadas  de  Camoens  y  del 
itrarca,  y  una  enprosa  del  libro  de  Fran- 
Ireyno  y  de  la  instituci6n  del  que  ha  de 
I  deve  averse  con  los  subdilos  y  ellos  con 
1,  vertidos  respectivamente  del  portu- 
fu,aparecenimpresosenelmismo  aRo, 
utor,  sin  duda,  los  mdndb  simultdnea- 
Sntre  los  versos  laudatorios  que  la  tra- 
irca  lleva,  loshaydelfamosonavegante 
de  Gamboa,  bien  infelices  por  cierto. 
a  los  preliminares  del  libro  los  nombres 
;ra,  poeta  arequipeOo,  del  Licdo.  Villa- 
6  de  Quito?),  de  Fr.  Jer6nimo  Valen- 
el  de  Montalvo,  del  Licdo.  Emanuel 
cierto  Adildn,  y  de  varios  an6nimos 
sedan  todos  americanos  6  residentes 
de  estos  panegiristas  alude  d  la  inven- 
de  Garces  en  estos  t^rminos: 

:,  que  at  Ocaso  enriqueciste 
nstable  azogue  que  has  hallado 


I  divulgaci6n,  si  es  que  realmente  fu6 
erla,  honra  &  Enrique  Garcds  mis  que 
ctos,  desabridos,  mal  acentuados  mu- 
is  de  italianismos  y  de  lusitanisinos, 
servilmente,  en  vez  de  traducir  de  un 
Lacidndose  cargo  de  la  diferencia  de  las 


i  ^ste  consta  que  era  natural  de 
uy  bien  ser  el  Licdo.  Enrique 
logo  que  antecede  i  las  Rimas 
'.ra  en  la  edici6n  de  Francisco 

imente  enriquecid  aquel  cerro 
s  preciosas  que  la  plata  de  sus 
>  Luis  de  Ribera,  uno  de  los  mds 
ngenios  de  nuestro  siglo  de  oro, 
ie  1612  firmaba  enPotosl  la  de- 
as  Poesias  &  su  hermana  dofla 
lera,  monja  profesa  del  hdbito  de 
■o  precioso  y  de  lo  mejor  que  se 
ice  con  raz6n  D.  Bartolom6  J. 
tizo  y  elegante  poeta;  su  dicci6n 
glo  XVI  que  al  xvir;  sus  versos 
suave  de  los  del  M.  Le6n  y  la 
era  y  demds  de  la  escuela  sevi- 
r  es  muy  severo  y  clasico :  nada 
i:  ore  macizo.  Sdlo  me  disuena 
elegfa  sexta  (De  la  entrada  y 
tela  el  dla  de  su  gloriosa  ascen- 

s  paganas  con  los  serafines , 

;  gran  pompa  y  boato  po6tico.» 
as  forasteros,  tuvo  la  villa  impe- 
ficador  local,  llamado  Juan  So- 


isde  Rivtra,  dirigidas  i  la  SefUra  Camlimxa 

'onj'a  profesa  en  el  hibtto  de  la  ConcecUn 

Clemente  Hidalge,  4.° 

de  este  torao,  que  es  muj  raro,  ban  rido 
Cantiomre  Sagrados  de  D.  Justo  de  Sancha 
esE^afialis,  pags.  56-67  y  277-J89). 


0,  de  quiec  el  historiador  D.  Bart 

1,  en  sus  Anales  in^ditos  de  ac 
1,  transcribe  algunasd^cimasyotro 
i6n  en  donde  el  oro  y  la  plata  co: 
usto  y  la  ostentacidn  hablan  Uega 
rio,  no  podia  carecer  de  fiestas  esc 
facto,  muy  desde  el  principio,  a1 
IS  y  pasos  de  armas,  con  las  proi 
tlgatas,  mascaras,  torneos,  costos3 
,  saraos  y  banquetes  soberbios,  df 
Potosf,  que  parecen  cuentos  fantdi 
d  cada  momento.  La  raza  vencida 
sfestejos,  yhabia  representacione 
3  y  quichua,  segOn  apunta  con  mu; 
!S  Martinez  Vela  (i): 

^ieron  principio  con  ocho  comedi 
as  representaron  con  singular  apU 
.  Fu6  la  una  el  origen  de  los  mo 
A;  en  que  muy  al  vivo  se  represen 
1  con  que  los  seQores  y  sabios  del 
al  felicisimo  Manco-Capac  i."  d  la 
recibido  por  Inga  (que  es  lo  mis 
eroso  monarca)  de  las  diez  provii 
as  sujet6  a  su  dominio;  y  la  gran 
en  agradecimiento  d  sus  victorias 
:riunfos  de  Huaina  Capac,  und^cii 
:uale5  consiguid  de  las  tres  nacione 


Citado  por  Queuda,  Crdnieas  Patosinas,  1. 1, ; 
Quesada  oroitiera  dato  tan  importante  como 
s  dramaticaa. 


cios,  Montafleses  y  del  seflor  de  los  Collas;  A  quien  una 
piedra  despedida  del  brazo  poderoso  de  este  monarca, 
por  la  violencia  de  una  bonda,  metida  en  las  sienes,  le 
quit6  la  corona,  el  reino  y  la  vida;  batallaque  se  di6  de 
poder  &  poder,  en  los  campos  de  Hatun  Colla,  estando 
el  laga  Huaina  Capac  encima  de  unasandas  de  oro  fine, 
desde  las  cuales  le  hizo  el  tiro.  Fu6  la  tercera  las  trage- 
dias  de  Cusihuascar,  duodecimo  Inga  del  PeriS  ;  repre- 
sent^ndose  en  ella  las  fiestas  de  su  coronaci6n;  la  gran 
cadena  de  oro  que  en  su  tiempo  se  acabd  de  obrar ,  y  de 
que  toin6  este  monarca  el  nombre ;  porque  guascar  es 
lo  mismo  en  castellano  que  soga  del  contento;  el  levan- 
tamiento  de  Atahuallpa,  hermano  suyo,  aunque  bas- 
tardo;  la  memorable  batalla  que  estos  dos  hermanos  se 
dieron  en  Quipayp^n;  en  la  cual,  y  de  ambas  partes, 
murieron  ciento  y  cincuenta  mil  hombres;  prisi6n  6  in- 
dignos  tratamientos  que  al  infeliz  Cusibuascar  le  htcie- 
ron;  tiranlas  que  el  usurpador  hizo  en  el  Cuzco,  quitando 
la  vida  k  cuarenta  y  tres  hermanos  que  alii  tenia,  y 
tnuerte  lastimosa  que  hizo  dar  d  Cusibuascar,  en  su  pri- 
si6a :  represent6se  en  ella  la  entrada  de  los  espafloles 
en  el  Perii;  prisi6n  iiyusta  que  hicieron  de  Atahuallpa, 
d^cimotercio  Inga  de  esta  monarquia;  los  presagios  y 
admirables  seftales  que  en  el  cielo  y  aire  se  vieron  antes 
qne  le  quitasen  la  vida;  tiranlas  y  Idstimas  que  ejecuta- 
roQ  los  espafloles  con  los  indios;  la  maquina  de  oioy 
plata  que  ofreci6  porque  no  le  quitasen  la  vida,  y  muerte 
que  le  djeron  en  Cajamarca.  Fueron  estas  comedias  (i 
quienes  el  capit^n  Pedro  M6ndez  y  Bartolom^  de  Due- 
flasles  dan  titulo  de  s61o  representaciones)  muy  espe- 
ciales  y  famosas ;  no  s6lo  por  lo  costoso  de  sus  tramo- 
yas,  propiedad  de  trajes  y  novedad  de  historias,  sino 


elt 

3  31 

poi 
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ios 
mot 
sdo 
hasi 
s  e: 
igri 


CCLXXXIX 


doradas ,  sentados  en  aquellas  sillas  que  usaban ,  de  una 
pieza,  con  espaldar  levantado  y  sin  brazos,  que  llamaban 

tianasy  y  eran  de  finlsimo  oro Los  indios  que  acom- 

pafiaban  d  cada  Inca  iban  vestidos  con  ricas  camisetas, 
mantas  y  llaytus  en  sus  cabezas,  trayendo  cada  uno  los 
instrumentos  y  obras  que  dieron  fama  a  sus  monarcas. 
En  el  acompafiamiento  del  Inca  Huascar  trala  el  re* 
cuerdo  de  aquella  gran  cadena  de  oro  que  se  acabd  |en  su 
tiempo  d  costa  de  sus  tesoros,  la  cual  salia  d  ser  vista; 
rodeaban  con  ella  las  andas  y  persona  real,  levantada  en 
los  hombros  de  los  caballeros  que  llamaban  orejones;  y 
era  tan  grande,  que  de  trecho  en  trecho  la  sustentaban 
trescientos  hombres ;  y  cuando  doblaban  el  acompafia- 
miento (que  era  en  dla  sefialado)  acortaban  los  trechos 
y  entraban  seiscientos  hombres,  unos  en  pos  de  otros. 
Pero  quien  mas  se  sefialaba  entre  los  Ingas  de  este  pa- 
seo  era  el  soberbio  Atahuallpa  (que  hasta  en  estos  tiem- 
pos  as  tenido  en  mucho  de  los  indios,  como  lo  demues- 
tran  cuando  ven  su  retrato),  el  cual  venfa  en  unas  andas 
de  forma  piramidal ,  vestido  de  una  riqulsima  camiseta 
toda  cuajada  de  perlas  y  piedras  preciosas.» 

Viene  luego  una  minuciosa  descripci6n  del  traje  de 
Atahualpa,  «que  por  ser  muy  semejante,  sin  quitar  ni 
afiadir  cosa  alguna,  lo  cuentan  en  sus  historias  el  capi- 
tin  Pedro  Niifiez  y  Bartolom6  de  Dueflas». 

Las  especiales  condiciones  de  vida  social  en  que  se 
encontraban  los  territorios  del  Alto  Peru ,  sin  mds  po- 
blaci6n  espafiola  que  la  atrafda  por  la  devoradora  fiebre 
de  las  riquezas  y  por  la  explotaci6n  de  los  grandes  yaci- 
mientos  metaliferos,  impidid  que  alii  floreciese  durante 
el  perlodo  colonial  ningiin  escritor  de  monta,  si  se  ex- 
ception al  crbnista  de  la  orden  de  San  Agustfn  en  el 


TOKO  111. 


1 


li,  Fr.  Antonio  de  Calancha,  que  era  natural  de  Chu- 
aca  (i). 

Ill  existfa  una  universidad,  queen  elsiglo  xviii  llego 
r  de  las  mas  fainosas  del  Nuevo  Mundo.  Un  hisloria- 
argentino  (2}  dice  de  ella  lo  siguiente:  <La  IJniver- 
d  de  Cbarcas  irradiaba  su  esplendor  sobre  las  pro- 
-■ias  de  abajo  hasta  las  orillas  del  Plata,  y  era  per  lo 
no  el  foco  del  saber  y  de  la  grande  enseflanza;  no  de 
enseflanza  circunscrita  d  la  letra  de  Ids  textos,  sino 
ma  enseflanza  iniciadora,  que  sin  eslar  en  el  claustro 
no,  habia  penetrado  en  el  espfritu  de  los  estudiantes 
:  habia  apoderado  de  la  juventud  que  tomaba  sus 
los  doctorales  en  ella,  corao  lo  prueban  un  sinnii- 
o  de  hombres,  Moreno,  Monleagudo,  Agrelo,  Mo- 
,  Medina,  Perez,  Terrazas,  Serrano,  Gorriti,  Castelli, 
so,  L6pez,  Patr6n  y  muchlsimos  otros  hijos  de  las 
I'incias  del  Alto  Per6  que  brillaron  en  la  revoluci6n 
sus  luces  y  por  sus  ideas  adelantadas.  Charcas  fu6  en 
Itimo  siglo  de  la  colonia  un  centro  de  elevada  y  tras- 
jental  iniciacidn,  que  di6  a  la  educaci6n  literaria  el 
ritu  revolucionario  y  los  g6rmenes  de  una  nueva 

quella  generaci6n,  sin  embargo,  tan  fecunda  en  ju- 
?nsultos,  estadtstas  y  hombres  de  acci*5n,  no  produjo 
Bolivia  ningi!in  poeta.  El  mds  antiguo  que  conozca- 
de  este  siglo,  apenas  puede  ser  caliBcado  de  boli- 


En  America  ha  habido,  y  no  se  si  aiin  dura,  la  mania  de  alterar,  prin- 
nente  por  molivos  politico^,  los  nombres  de  las  ciudades  7  aun  de  los 
OS,  como  en  Espafla  los  de  las  calles.  Para  un  lector  europeo  no  seri 

saber  que  Chuquisaca,  Charcas,  La  Plata  j  Sucre  son  nonibresde  una 
a  ciudad,  capital  hoy  de  la  republica  de  Boliria. 

Don  Vicente  Fidel  L6pe£. 


ccxcr 

viano  m&s  que  por  la  casiialidad  del  nacimiento,  puesto 
que  por  educaci6n  fti6  espaflol,  y  por  prigen  de  familia 
y  por  residencia  definitiva,  chileno.  Me  refiero  i  D.  Ven- 
tura Blanco  Encalada,  que  nacid  en  la  ciudad  de  la  Plata 
el  14  de  Julio  de  1782,  por  hallarse  sii  padre  de  magis- 
trado  en  aquella  Audiencia,  de  donde  pas6  ihuy  pronto 
a  la  de  Buenos  Aires.  Educado  en  Espafia  D.  Ventura, 
y  Guardia  de  Corps  en  sus  mocedades,  se  afrances6  du- 
rante la  guerra  de  la  Independencia,  y  en  1820  entr6  al 
servicio  de  la  repiiblica  de  Chile,  que  le  confi6  impor- 
tantes  cargos,  entre  ellos  el  de  ministro  de  Hacienda. 
Fu6  Intimo  amigo  de  D.  Jos6  Joaquin  de  Mora,  d  quien 
se  parecfa  mucho  en  sus  aficiones  literarias  y  en  el  hu- 
mor jovial  y  festiyo,  si  bien  con  mucho  menos  estro.  En 
la  colecci6n  definitiva  de  los  versos  de  Mora  (que  dista 
mucho  de  ser  completa)  hay  una  eplstola  y  una  elegia 
dedicadas  &  Blanco  Encalada.  Otra  mucho  mas  notable 
ha  dado  d  conocer  D.  Miguel  Luis  Amunategui  en  uno 
de  sus  curioslsimos  libros  sobre  la  Histpria  literaria  de 
Chile  (i).  No  fu6  fecundo  Blanco  Encalada:  una  traduc- 
ci6n  de  la  Mir  ope  de  Voltaire,  representada  en  el  tea- 
tro  de  Santiago  de  Chile  en  1828,  y  muy  elogiada  por 
Mora,  pero  no  impresa  nunca,  y  al  parecer  perdida;  una 
epistola  en  verso  suelto  al  mismo  Mora^  correcta  y  ali- 
fiada  si  se  prescinde  de  las  inoportunas  asonancias  que 


wm  ••■  • 


(i)  La  Alborada  Poitica  en  Chile  despuH  del  iS  de  SepHembre  de  1810. 
Santiago  de  Chile^  1892. 

Colabor6  Blanco  Encalada  en  £1  Mercuric  Chileno,  revista  fundada  por 
Mora. 

Tradujo  e  hizo  representar  en  Santiago  en  1852  La  Marquesa  de  Senne- 
ierre,  comedia  de  M^lesville  y  Dpveyrier.  Falleci6  en  15  de  Junio  de  i856» 

4  • 


CCXCII 

ningAn  poeta  americano  de  entonces  esquivaba^  ni  si* 
quiera  Olmedo,  ni  siquiera  Bello;  alguna  oda  frigidi- 
sima  en  saficos  6  en  estrofas  de  Francisco  de  la  Torre; 
algunas  fdbulasi  letrillas  y  sdtiras  polfticas,  es  todo  su 
matalotaje  literario,  no  muy  notable  ni  por  la  abundan- 
cia  ni  por  la  calidad,  aunque  digno  de  tenerse  en  caenta 
por  ser  tan  escaso  todavia  el  caudal  portico  de  Chile  en 
su  tiempo.  Tuvo  buen  gusto,  am6  el  arte  y  alentd  i  los 
principiantes:  no  se  le  puede  conceder  mis  elogio  que 
este. 

Alguna  parte  cabe  A  D.  Jos^  Joaquin  de  Mora  en  la 
cultura  po^tica  de  Bolivia,  puesto  que  en  su  vida  errante 
d  travSs  de  las  repAblicas  del  Sur,  residi6  all!  tres  aflos, 
de  1834  i,  1837,  A  la  sorabra  del  famoso  presidente  don 
Andres  Santa  Cruz,  que  intent6  dar  i,  su  pais  la  hegue- 
monia  en  el  Sur,  mediante  el  establecimiento  de  la  Con- 
federaci6n  Peni-Boliviana.  Fu6  Mora  gran  secuaz  de 
este  proyecto,  y  como  secretario  del  General  redacto, 
porencargo  suyo,  El  Eco  del  Protector  ado  ^  peri6dico 
oficial  de  la  Confederaci6n,  y  la  Exposicidn  de  los  moti- 
vos  que  asisten  al  Gobterno  protectoral  para  hacer  la 
guerra  al  de  Chile ,  en  contestaci6n  al  Manifiesto  de 
Chile  ^  que  habia  escrito  D.  Felipe  Fardo,  emigrado  d 
la  saz6n  en  Valparaiso.  Adem&s,  Mora  di6  algunas  en- 
seflanzas  de  humanidades  en  la  Universidad  Mayor  de 
San  Andr6s  de  la  Paz  de  Ayacucho,  y  lo  que  es  mds, 
compuso  en  Bolivia  una  parte  muy  considerable  de  sus 
Leyendas  Espafiolas.  ]^1  mismo  apunta  en  una  nota  de 
la  leyenda  titulada  Una  Madre^  que  la  escribi6  ea  la 

hacienda  de  Cotafla situada  en  el  valle  del  mismo 

nombre ,  en  el  departamento  de  La  Paz ,  repAblica  de 
Bolivia,  d  las  faldas  del  Nevado  de  Illimani,  «la  mas  alta 


CCXCIII 


montafia  de  todo  el  Nuevo  Mundo  despu6s  del  pico  de 
Sorata»  (i). 

Y  como  sin  disputa  algunsi  son  las  Leyendas  EspaHo- 
las  lo  mejor  de  Mora,  y  lo  que  conserva  en  pie  su  fama 
de  poeta ,  introductor  en  nuestro  Parnaso  de  un  nuevo 
g6Dero  de  narraciones  romanticas  entremezcladas  de 
digresiones  humorfsticas  al  modo  del  Beppo  y  del  Don 
Juan  de  Byron,  siempre  dard  honra  d  Bolivia  el  haber 
side  cuna  de  uno  de  los  mejores  libros  de  versos  caste* 
llanos  de  nuestro  siglo. 

Pero  no  parece  que  Mora  dejase  muchos  discfpulos 
en  Bolivia.  La  Amirica  Poitica^  de  Gutierrez,  impresa 
CD  1846,  s61o  da  entrada  &  dos  ingenlos  de  aquella  repA- 
blica,  D.  Mariano  Ramallo  y  D.  Ricardo  Bustamante. 

Del  Dr.  Ramallo  (n.  1 8 1 7),  natural  de  Oruro,  graduado 
per  la  Universidad  de  Chuquisaca,  Rector  del  Colegio 
Bolivar  y  profesor  de  Derecho  y  Ciencias  politicas  en 
la  Universidad  de  la  Paz  de  Ayacucho,  s6lo  se  insertan 
Unas  octavillas  tituladas  Inspiracidn^  y  una  composicidn, 
tambi^n  romintica,  en  varied  ad  de  metros,  que  lleva 
per  nombre  Una  tmpresidn  al  pie  del  Illimanu  Son 
ensayos  harto  triviales;  pero  el  poeta  fu6  adelantando 
algo,  d  lo  menos  en  correcci6n,  en  otras  piezas  suyas 
que  he  leldo  en  La  Lira  Americana  de  Palma  (1865), 
y  en  la  Amirica  Poltica  de  Cort6s.  El  Epitalamio  de 
los  Bar  dos  y  los  versos  A  mihija  Natalia  me  parecen 
las  misaceptables,  pero  en  ellas,  como  en  lasdemas,  es 
visible  la  penuria  de  ideas  y  de  estilo;  y  si  este  poeta  no 
hizo  otra  cosa  mejor,  bien  puede  quedar  en  olvido. 


(i)  Leymdas  Espaholas^  por  D.  Josi  J^oaquin  de  Mora,  Londres  j  Paris, 
1840,  pig.  591- 


1 


No  asl  D.  Ricardo  J.  Bustamante,  que  era  todavia  | 
muy  joven  cuando  se  public6  la  primitiva  Amirica  Pol-  ■ 
tica,  donde  s6lo  aparece  de  61  la  inevitable  Oda  d  Bo-  \ 
livar,  ensayo  de  toda  musa  americana  inexperta.  Bus-  i 
tamaote  (n.  1821),  que  recibid  su  educaci6n  en  Buenos  I 
Aires  y  en  Paris,  y  A  quien  las  tormentas  politicas  obli-  | 
garon  a  vivir  alejado  de  su  patria  casi  siempre,  es  hasta  1 
abora  el  principal  bombre  de  letras'  que  ba  pioducido  1 
Bolivia.  En  1879  decla  de  61  el  Repcrtorio  Colombiano, 
probable mente  per  la  pluma  de  su  egregio  director  Don  ' 
Miguel  A.  Caro :  «BHStaniante  se  hace  siempre  notar  por 
la  delicadeza  de  sus  sentimientds,  per  su  inspiracidn 

feliz  y  por  la  gatanura  de  su  estilo Ha  cultivado  con 

exito  casi  todos  los  g^neros  literarios;  pero  habi^ndose 
consagrado  especialinente  d  ta  poesfa  lirica,  su  reputa- 
ci6n  estriba  en  las  pocas  composiciones  suyas  que  algiln 
amigo  ha  publicado,  y  que  la  prensa  americana  se  ha 
apresurado  &  reproducir.  A  esas  producciones  y  i  la  es- 
ttmaci6n  que  de  i\  hicieron  siempre  Ochoa,  Escosura  y 
otros  literates  espafioles,  debe  la  merecida  distinciAn, 
que  en  Bolivia  s6lo  h\  ba  obtenido,  de  ser  nombrado 
individuo  correspondieute  de  la  Real  Academia  de  la 
Lengua,  Tiene  in^ditos  casi  todos  sus  trabajos,  porque 
Qunca  ha  escrito  para  el  publico,  ni  por  afdn  de  gloria 
literaria,  sino  para  dar  libre  vuelo  d  su  imaginaci6n, 
atormentada  por  terribles  sufrimientos,  6  para  inculcar 
en  sus  hijos  el  amor  d  Dios  y  a  la  virtud»  (i).  Dos  deli- 
cadas  poesias  de  !os  ultimos  aDos  de  Bustamante,  la 
Bendici6n  paternal  d  mi  kij'a  Angitica  y  la  PUgariat 
bastan  para  acreditar  la  pureza  de  su  gusto  y  et  tesoro 


(i)  ReptrUria  Cahmbiane,  vol.  ill,  pig.  115. 


r 


de  hoorados  y  cristianos  sentimientos  que  se  albergaban 
en  su  pecho.  Pero  aun  los  versos  romdnticos  de  su  moce- 
dad,  con  ser  de  pura  iniitaci6n,  las  orientales  y  baladas, 
la  Despedtda  del  drabe  d  la  judia  despuis  de  la  con- 
quistade  Granada,  El  ^udio  Errante  y  su  caballo,  se 
recomiendan  per  una  sobriedad  y  un  buen  gusto,  raros 
en  principiantes  de  entonces;  la  Oda  d  la  Lt'derlad tiene 
el  m^rito  de  apartarse  bastante  de  las  vulgaridades  que 
parecen  inexcusables  en  tal  tema;  y  en  el  Preludio  al 
Mamore  lucen  brillantes  condiciones  de  poeta  descrip- 
tivo.  Es  de  suponer  que  si  las  poesias  de  Bustamante  se 
coleccionasen,  habrfa  en  ellasotras  inuchas  cosas  dignas 
de  alabanza,  aunque  probablemente  ninguna  de  primer 
orden. 

Inferiores,  i  juzgar  por  las  pocas  muestras  que  de  sus 
poesias  conozco,  me  parecen  D.  Manuel  Jos6  Cortes, 
(i8i  1-1865}  y  D.  Nestor  Galindo  (1830- 1865).  Lo  menos 
endeble  que  he  visto  de  Cortes  es  el  Canto  d  la  natu- 
raleza  del  Oriente  de  Bolivia-,  pero  su  reputaci6n  no 
la  debe  k  la  poesia,  sino  a  su  Ensayo  sobre  la  historia 
de  Bolivia,  y  4  sus  trabajos  de  codiScador  y  estadista. 

D.  Nestor  Galindo,  vate  sentimental  y  funebre  cuanto 
incorrecto  en  la  lengua  y  en  larima,  publicd  en  Cocha- 
bamba,  el  aOo  1856,  un  tomo  de  jeremiadas  al  cual  di6 
el  titulo  bien  apropiado  de  Ldgrimas,  porque  realmen- 
te  es  una  inundaci6n  de  ellas.  De  este  tomo  hicieron  se- 
vera  disecci6n  los  hermanos  Amunitegui  en  su  yuicio 
CriticQ  (i),  y  no  hay  para  qu6  volver  sobre  su  fallo. 


(i)  Juicio  crifice  dt  aigunos  paetai  hiipano-americanos.por  Miguel  Lutty 
Gregorio  Victor  Atitundlegui.  Oira  firemiadaen  el  cerlamiH  abierte  per  la  Fa- 
euUadde  Filoiojid  y  Humanidades  de  la  Uiiivtrsidad  de  Chile  il  afu>  de  1859. 
Sutiago,  imprenta  del  Ferrocarril,  1S61,  pigs.  317-313 


De  Galindo  son  estos  cuatro  dispara 
eemos  oportuno  citar,  no  s6lo  com 
itilo,  sine  para  restituirle  en  justicia 
metafora  que  en  ellos  se  contiene,  y 
tenci6n  se  ba  achacado  i  otros  inge 
lelo: 

Cansados  ya  los  palpitxntes  mieml 
Muerta  del  alma  la  ilusidn  dichou 
Sus  alas  de  criUal,  deoreyiU  rasa 
DesplUga  la  tsptraaza  cual picela. 

El  inagistrado  D.  Manuel  Jos^  Toi 
>ema  lirico-descriptivo,  La  Creacii 
(69.  No  conocemos  su  poema,  pero 
lyos,  generalmente  verbosos  6  insu 
s  mejores  sean  los  que  dedic6  d  la  po 
>sefa  Mujla: 

Canta,  palonia  escondida; 
No  llores,  no,  la  amargura ; 
Que  El  no  ves  la  hermosura 
Ni  puedes  un  muodo  ver, 
Mil  mundos  resplandecientea 
Te  ofrece  la  fantasia.... 
Atll  tienes  claro  un  dia 
Y  iniras  un  lol  nacer. 

Tienes  un  ancho  horizonte 
Pan  ti  lolo  extendidOf 
De  noche  un  mar  oncendido, 
Astros  que  el  mundo  no  re; 
Praderas  inmensurables 
Que  tu  vista  interna  halagan, 
Perfumes  que  te  embriagan 
De  las  montaDas  al  pie 


Aderoas  de  sui  Ligrimai  compuso  Galindo  un  p( 
ilo  (contra  la  administracion  de!  general  Belzii), 
cial,  Z(i  Afu/tr. 


ccxcvn 


De  esta  infeliz  seflora,  a  quien  no  hemos  incluldo  en 
la  coleccidn  por  no  constarnos  que  haya  pasado  de  esta 
vida,  pero  a  quien  su  inmenso  infortunio  presta  de  todos 
modos  la  majestad  solemne  de  la  muerte,  hay  unos  sen- 
cillos  6  inspirados  versos,  que  quiero  poner  aqul,  porque 
en  su  forma  casi  infantil  tienen  in^s  intimidad  de  senti- 
miento  llrico  que  todo  lo  que  he  visto  del  Parnaso  bo- 
liviano: 


EL  ARBOL  DE  LA  ESPERANZA. 


Arbol  de  esperanza  hermoso. 
En  copa  y  ramas  frondoso 

Y  elevado  yo  te  vi: 
Ora  en  el  suelo  ten  dido, 
Destrozado  y  abatido 
Te  miro,  itriste  de  mil 

Sin  hojas  y  sin  ramaje, 
Marchito  y  seco  el  ropaje 
De  tu  frescura  y  verdor; 
iCuan  corta  tu  vida  ha  sidol 
Contigo  todo  he  perdido 
De  la  fortuna  al  rigor. 

En  tu  tronco  yo  apoyaba 
Mi  porvenir,  y  esperaba 
Recoger  tu  fruto  y  flor; 
Bajo  tu  sombra  solia 
Recrear  mi  fantasia 

Y  adormecer  mi  dolor. 
Siendo  de  edad  aun  temprana, 

£n  tu  corteza  yo  ufona 
Catorce  letras  grab^; 
No  eran  dichas  ilusorias, 
Ni  de  amores  ni  de  glorias 
Las  palabras  que  trace. 

Contigo  se  ha  derribado 
Todo  el  bien  imaginado 
Que  el  pensamiento  cre6; 
Cual  exhalaci6n  ligera 
Toda  ilusi6n  hechicera 


in. 


Contigo  y>  se  extioguU. 

Era  liema  tu  coiteza, 
Tus  nlces  sin  firmeza , 
IMbil  tu  tronco  tambi^o; 
Y  asi  resistir  ao  pudo 
Del  fuerte  huracan  safludo 
El  recio  sopio  y  vaivia. 

Muerta  mi  dulce  eiperaaza, 
Todo  ha  sido  ya  mudanza 
De  la  dicha  i  la  aflicci6n; 
S61o  Tiven  la  amargura. 
El  pesar  y  desventura 
Dentro  de  mi  coraziiii. 

ran,  ademas,  en  las  antologfas  americanas  de 
Cort6sy  Lagomaggiore([),  comopoetasde  Bo- 
K  Daniel  Calvo,  D.  F^lix  Reyes  Ortiz,  D.  Luis 
Rosquellas  (miisico  y  poeta  brasileno,  pero  que 
;u  infancia  reside  en  Bolivia  y  ha  escrito  siempre 
ellano),  D.'  Mercedes  Belzii  de  Dorado,  Don 
illes,  D.  Tomas  0'C6nnor  d'Arlacb  yD.  Benja- 
:ns.  Fero  no  teniendo  dato  acerca  de  la  muerte 
ts  autores,  y  no  conociendo  sine  muy  pequeQa 
e  sus  obras,  no  me  aventuro  a  formular  juicio 
sobre  este  pequeQo  grupo  portico  (2).  Quiza 


ttirica  Literaria.  ProduceioHts  ielectas  en  prcsa  y  versa,  atlecciofiMdai 
par  Francisco  Lagomaggiore.  Buenoi  Aires,  1883. — Hasta  el  pre- 

be  podldo  proporcionarme  la  seguada  edici6n,  que  al  parecer  es 

>letamente  nueva  y  riquiaima  de  datos. 
Daniel  Calvo ,  ministro  que  fu£  de  Instrucci6n  publica  en  Bolivia, 

e  dos  tomos  de  poeslas  {MelancoRas,  iSSi — Rimas,  1S71)  7  de  una 

na  Dorset  {i%S9)- 

:  Reyes  Ortiz,  ademii  de  sus  poeslas,  ha  pubiicado  variOK  librot 

snlre  ellos  uno  de   OrlalogU,  Presadta  y  Milrica,  j  una  introduc- 

tudio  del  Direcho. 

[ercedes  Belzii  de  Dorado,  hija  del  deagraciado  general  Belzii, 

)  de  Bolivia,  y  de  la  afiunada  novelista  argentina  Dofia  Juana  Ma- 


LOMBIA. 


OMBIA. 


RE  ?RM 


VENERABLE  MADRE  FRANGISCA  JOSEFA 

DE  CASTILLO  Y  GUEVARA. 


DELIQUIOS  DEL  DIVINO  AMOR 

EN  EL  CORAz6n  DE  LA-  CRIATURA  Y  EM  LAS  AGONIAS  DEL  HUERTO. 

El  habla  delicada 
Del  amante  que  estimo, 
Miel  y  leche  destila 
Entre  rosas  y  lirios. 

Su  melfflua  palabra 
Corta  como  rocio , 
Y  con  el  la  florece 
El  coraz6n  march  i  to. 


Tan  suave  se  introduce 
Su  delicado  silbo. 
Que  duda  el  corazon 
Si  es  el  coraz6n  mismo. 

Tan  eiicaz  persuade 
Que,  cual  fuego  encendido, 
Derrite  como  cera 
Los  montes  y  los  riscos. 

Tan  fuerte  y  tan  sonoro 
Es  su  aliento  divino, 
Que  resucita  muertos 
Y  despierta  dormidos. 


e  y  tan  si 
a.\  otdo, 
de  los  hu 
I  escondid 

E  de  la  mi 
r  mi  cam: 


Dio3 1  qui 
ia  descen 
wl  de  mil 
>r  mis  pr 


s  de  Eng: 
ha  cogid 

beza  el  pf 
a  es  oro  f 
te  baja 
un  abisn 

de  la  DOC 
ilor  sombi 
su  hielo 
le  roc(o. 

>udo  hacf 
li  querido 
eI  aliento 
-tal  deliqi 

s  azucena: 
OS  divino 
rga  destil 
r  marchit 


quili5n;  ven,  austro: 
:1  hueitomfo: 
e las  flores 
)r  escogido. 

ids  favorable, 
entecillo ; 
}r  los  aromas , 
y  los  lirios. 

t  que  si  sus  luces 
/  llamas  hizo , 
-  su  aliento 
1  herido. 


.OMBIA. 


,NCISCA  JOSEFA 

EVARA. 


—   12    — 

£  Qu6  importa  la  grandeza 
De  tus  vastos  palacios  suntuosos  ? 
Plaga  (fevoradora  tu  nobleza , 
Miseria  general  tus  poderosos. 
^  Y  tus  reyes?  [  Europa  esclavizadal 
iTodo  tus  reyes,  y  tus  pueblos  nadal 
Mas  tu  en  el  trono  reinas  dignamente, 
Monarca  de  Albi6n ;  tu ,  que  el  tridente 
Riges  en  la  extensidn  del  Oceano; 
Tu,  que  i  la  liga  inicua  y  tenebrosa 
No  extendiste  la  mano, 
La  noble  mano,  fuerte  y  generosa . 

Vosotros,  que  postrados 
Os  visteis  i,  los  pies  de  Bonaparte ; 
Que  su  carro  tirasteis  degradados, 
De  la  fe  tremolando  el  estandarte , 
Hip6critas  marchdis,  jefes  traidores,     ^ 
£  Y  OS  llamiis  de  los  pueblos  defensores  ? 
Vosotros,  que  humillabais  vuestras  frentes 
Ante  el  conquistador,  i  i  los  valientes 
Osdis  encadenar ,  i.  los  que  os  dieron 
Libertad  y  poder?  Pero  ^qu6  digo? 
^Cudndo,  cudndc  tuvieron 
Los  tiranos  piedad ,  ni  fe ,  ni  amigo  ? 

i  Oh  pueblos  I  ya  lo  veo: 
Viene  del  Septentri6n  y  ha  superado 
La  barrera  del  alto  Pirineo: 
En  una  mano  el  cetro  ensangrentado , 
En  otra  lleva  la  homicida  lanza. 
I  Oh  cudnto  es  formidable  su  venganza ! 
Mas  no ,  que  est!  su  cuerpo  giganteo 
En  pies  de  barro  frigil  apoyado ; 
No  perddis  la  esperanza, 
]  Oh  pueblos,  i  las  armas ,  d  la  guerra ! 
Y  caeri  por  tierra 
Ese  coloso  enorme  destrozado. 


ife 


—  13  — 

I Y  podrd  la  ignorancia 
Triunfar  de  la  razon  ?  Si  al  mundo  todo 
G)n  torrentes  de  luz  llenaste,  ;  oh  Francia ! 
^Como  te  unes  al  V^ndalo  y  al  Godo, 
Que  en  honda  obscuridad  y  noche  umbria 
Intentan  sumergir  el  Mediodia  ? 
Abranse  al  ocio  muelle  los  conventos  ; 
Erijanse  de  nuevo  los  tormentos 
Del  feroz  tribunal,  y  sus  hogueras 
Siendo  la  unica  luz  que  alumbre  al  mundo , 
Ciencias  y  artes  extingan  sus  lumbreras ; 
Sepultense  del  hombre  los  derechos 
En  olv'ido  profundo, 
Y  quedar^is,  tiranos,  satisfechos. 


iQn6  haces?  jEspafia,  Espafia! 
^  En  vez  de  unirse  con  estrechos  lazos , 
Tus  propios  hijos,  en  su  horrible  safia, 
Al  enemigo  prestarin  sus  brazos  ? 
jOh  ignorancia,  execrable  fanatismo! 
En  el  sangriento  altar  del  despotismo 
La  patria  de  Lanuza  y  de  Padilla, 
Victima  voluntaria,  d  la  cuchilla 
Extiende  la  garganta :  ;  oh  mengua ,  oh  crimen  I 

Y  ante  el  fdolo  atroz  de  los  tiranos 
Se  prosternan  y  gimen 

Los  altivos  y  fieros  castellanos ! 

No;  i  brote  combatientes 
El  suelo  de  la  antigua  Carpetania, 

Y  de  Gama  los  dignos  descendientes 
Vuelvan  su  honor  perdido  a  Lusitania ! 
jAbrdcense  los  pueblos  como  hermanos; 
Unanse  como  se  unen  sus  tiranos; 

Y  regada  con  sangre  generosa, 
Reverdezca  la  palma  victoriosa 

Que  ha  de  orlar  A  los  libres  algun  dfa! 
Al  escuchar  sus  c^nticos  triunfales 


'm 


—  IS  — 

Si  el  alba  llora  perlas. 
Si  la  aurora  es  rosada, 
Si  murmura  el  arroyo, 
Si  el  lago  duerme  y  calla. 
« I  Salud,  salud  dos  veces 
Al  que  invent6  la  hamaca  I » 

i  Qu6  me  importan  los  cetros 
De  los  grandes  monarcas, 
De  los  conquistadores 
Las  sangrientas  espadas  ? 
Me  asusto  cuando  escucho 
La  trompa  de  la  &ma, 
Y  prefiero  la  oliva 
Al  laurel  y  las  palmas. 
« i  Salud ,  salud  dos  veces 
Al  que  invent6  la  hamaca  I » 

Al  modo  que  en  sus  nidos, 
Que  cuelgan  de  las  ramas , 
Las  tiernas  avecillas 
Se  mecen  y  balanzan ; 
Con  movimiento  blando, 
En  apacible  calma , 
Asf  yo  voy  y  vengo 
Sobre  mi  dulce  hamaca ; 
« I  Salud ,  salud  dos  veces 
Al  que  invent6  la  hamaca  I » 

Suspendida  entre  puertas, 
En  medio  de  la  sala, 
I  Qu6  cama  tan  suave 
Tan  fresca  y  regalada ! 
Cuando  el  sol  con  sus  rayos 
Ardientes  nos  abrasa , 
i  De  qu6  sirven  las  plumas 
Ni  las  mullidas  camas  ? 
«[  Salud,  salud  dos  veces 
Al  que  invent6  la  hamaca !  > 


—  i6  — 

Meci^ndose  en  el  aire, 
Sobre  mi  cuerpo  pasa 
La  brisa  del  Oriente, 
Que  rae  tefresca  el  alma; 
De  aqui  descubro  el  campo, 
La  b6veda  azulada, 

Y  la  ciudad  inquieu, 

Y  el  mar  que  fiero  brama: 
cjSalud,  salud  dos  veces 
Al  que  inventd  la  hamaca  1 : 

A  nadie  tengo  envidia : 
Como  un  sultin  del  Asia, 
Reposo  blandamente 
Tendido  aqui  i.  mis  anchas: 
Es  verdad  que  soy  pobre, 
Mas  con  poco  me  basta  : 
Mi  mesa  ao  es  muy  rica, 
Pero  es  buena  rai  gana. 
«j  Salud,  salud  dos  veces 
Al  que  invent6  la  hamaca!: 

Los  primeros,  sin  duda, 
Que  inventaron  la  hamaca 
Fueron  los  indios,  gente 
Dulce  ,  benigna  y  niansa: 
La  hamaca  agradecida 
Consuela  sus  desgracias, 
Los  recibe  en  su  seno, 
Los  duerme  y  los  halaga. 
«j  Salud,  salud  dos  veces 
Al  que  inventd  la  hamaca !  i 

Pobres  los  descendientes 
Del  grande  Huayna-Cilpac, 

Y  de  los  opulentos 

Monarcas  del  Ancihuac, 
Hoy  miserables  gimen , 
Todo,  todo  les  falta, 


—  17  ~ 

s6]o  an  bien  les  queda, 
pcreza  y  su  haroaca. 

Salud,  salud  dos  veces 
que  inventd  la  hamaica ! » 

Hace  muy  bien  el  indio 
le,  en  su  choza  de  paja, 

sus  Avidos  amos 
igaAa  la  esperanza : 
ra  que  69tos  no  cojan 
fruto  de  sus  ansias, 

su  hamaca  tendido, 
ocupa  en  no  hacer  oada. 
Salud,  salud  dos  veces 
que  inveatd  la  hamaca ! » 

!di  hamaca  es  un  tesoro, 
mi  mejor  alhaja ; 
la  dudad,  al  campo, 
mpre  ella  me  acompafia. 
h  prodigio  de  industria  1 
ando  DO  encuentro  casa, 
cuelgo  de  dos  troncos, 
lIH  esti  mi  posada. 
ialud ,  salud  dos  veces 
que  inventd  la  hamaca !  > 

>f ;  venga  el  ciudadano 
e  dos  mi)  pesos  gasta 

ricas  colgaduras 
ra  vestir  su  cama: 
nga,  venga  y  envidie 

magnifica  hamaca, 
3  c6moda  y  vistosa, 
I  que  me  cueste  nada. 
lalud,  salud  dos  veces 
que  inventd  la  hamaca! 

^s  copas  elegantes 


I).  LUIS  VARGAS  TEJADA. 


VARGAS  TEJADA. 


L  ANOCHECER. 

laro  dfa 

empinada  de  los  cerros, 
lonia 

;ndor  que  se  deapide 
stores, 
rros 

lado  i  la  majada; 
que  la  tierra  mide, 
sscura, 
brisa 

alir  ya  se  apresura. 
losura, 

honado  firmameoto, 
srera 
.0  asiento 
nte 

ce  la  encendida  esfera. 
refulgente 
na 
na! 

En  su  belleza  mira 
echizo  lisonjero 
^e  inspira ! 
uspira 


.CI 
inqi 


I.  JOSfi  EUSEBIO  CARO. 


EUSEBIO  CARO. 


SL  CIPR^S. 


,  que  la  obscura  frente, 

ISO, 

humilde  y  silencioso 

1  cielo  tristemente ! 

ite 

se  duerme  el  rey  del  niundo 

tanas  de  occidente, 

ndo 

jtnbas , 

ito  humedecidos, 

eria  1  amenta  ado. 

apacible  luna 

tu  verdor  se  acoge, 
jcha  mis  gemidos, 
;ri[nas  recoge. 

iempo  en  que  feliz  y  ufano 
le  abandonaba ; 
1  mano 

^rtmas  secaba..... 

,  del  mundo  deseehado, 


Lplo  acongojado 


—    26   — 

Sobre  los  techos  de  mi  hogar  prit 
El  humo  bUnquear  del  extranjer< 
Entre  el  bullicio  de  los  pueblos  b 
Mis  tiernos  padres  para  ml  perdit 

i  Vanamente  ! Los  rostros  de  h 

Me  son  desconocidos. 

Y  sus  manes,  empero,  noche  y  dl 
Preseotes  i  mis  ojos  afligidos 
Contino  esUn;  contino  sus  acentc 
Vienen  i  resonar  en  mis  ofdos. 

i  Si,  funeral  cipr^ !  Cuando  la 
Con  su  callada  sombra  te  rodea, 
Cuando  escondido  el  solitario  bu' 
En  tus  obscuros  ramos  aletea ; 
La  sombra  de  mi  padre  por  tus  h 
Vagando  me  parece , 
Que  &  velar  por  los  dias  de  su  hiji 
Del  reino  de  los  muertos  se  apar« 

Y  si  el  viento  sacude  impetuoso 
Tu  elevada  cabeza , 

Y  Asu  furor  con  susurrar  medros 
Respondes  pavoroso  ; 

En  los  tristes  silbidos 

Que  en  torno  de  ti  giran, 

A  los  paternos  manes 

Escucho,  que  dulcisimos  suspiran 

{Arbol  augusto  de  la  muerte! 
Tus  verdores  abata  el  b6reas  rom 
[Nunca  enemiga,  venenosa  sierpc 
Se  enrosque  en  torno  de  tu  pardc 
j  JamSs  el  rayo  ardiente 
Abrase  tu  aha  frente! 
[Siempre  inmoble  y  sereno 
Por  las  c6ncavas  nubes 
Oigas  rodar  el  impotente  trueno! 
Vive,  s( ,  vive ;  y  cuando  ya  mis  < 
Cerrar  el  dedo  de  la  muerte  quiei 


1  * 


—   27  — 

Cuando  esconderse  mire  en  occidenle 

Al  sol  por  vez  postrera, 

Morir^  sosegado 

A  tu  tronco  abrazado. 

Tu  mi  sepulcro  amparards  piadoso 

De  las  roncas  tormentas; 

Y  mi  ceniza  entonce  agradecida , 

En  restaurantes  jugos  convertida, 

Por  tus  delgadas  venas  penetrando, 

Te  hard  reverdecer,  te  dari  vida. 

Qu'izi.  sabiendo  el  infeliz  destino 
Que  oprimi6  mi  existencia  desdichada, 
Sobre  mi  pobre  tumba  abandonada 
Una  ligrima  vierta  el  peregrino. 


DOLOR  Y  VIRTUD. 

AL   DOCTOR   NINIANO   RICARDO   CHEYNE^ 
INSIGNE   MEDICO   Y   CIRUJANO   ESCOC^S. 


I. 


;  Oh  I  dqui^n  no  llorard  sobre  tu  suerte, 
Cheyne ,  dngel  de  bondad ,  sabio  infeliz ^ 
Que  sabes  del  dolor  y  de  la  muerte 
Salvar  4  los  demds,  pero  no  d  ti  ? 

—  Cuando,  en  un  dia  tropical  de  Enero, 
Tendido  el  cielo  de  brillante  azul, 
Desde  el  cenit  al  universo  entero 
Derrama  el  sol  calor ,  y  vida ,  y  luz ; 

Hacia  ese  cielo  espl^ndido,  encantado, 
Levanta  entonce  alegre  el  corazon 
Tanta  victima  humana  que  has  salvado, 
Bendici^ndote  A  ti  despu^s  de  Dios. 


—    28   — 

i  Y  ti!i  la  diestra,  pdlido  ,  entretan 
Al  pecho  Uevas  con  intenso  afen, 
Para  contar,  coo  gozo  6  con  espaatt 
De  tus  arterias  el  latir  mortal) 

El  rko  no  te  paga  con  el  oro, 
Que  con  la  vida  le  conservas  t6: 
M&s  rico  ai^n  el  pobre,  con  el  lloro 
Te  paga  de  su  santa  gratitud. 

Mas  {ah  I  ni  la  opulencia  generos: 
Ni  el  poder,  ni  el  amor,  ni  la  amist 
i  Ay,  ni  tu  misma  ciencia  prodigios: 
Be  tu  destino  te  podrdn  salvarl 

Mis  que  la  griega,  firme  y  atrevit 
A  los  cielos  pasmados  arrancd 
Tu  inglesa  mano  el  fuego  de  la  vida 
jY  un  buitre  te  devora  el  coraz6nI 

[Oh  !  iqui^n  no  IlorarS  sobre  tu  s 
Cheyne,  ^ngel  de  bondad,  sabio  infe 
Que  sabes  del  dolor  y  de  la  muerte 
Salvar  A  los  demis ,  pero  no  a  ti  ? 


]0h|  no  te  enojes,  no,  con  el  poet 
Si  €l  no  puede  el  decreto  revocar. 
Si  61  no  puede  arrancarte  la  saeta, 
Tampoco  viene  i  emponzonaria  mis 

Su  misiiSii,  cual  la  tuya,  es  de  con 
£1  sabe  que  en  el  valle  del  dolor, 
Ni  todo  gozo  es  bendicion  de!  cielo, 
Ni  toda  pena  es  maldicidn  de  Dios. 


o— simple  yo — los  dos  cristianos, 
)emo3  que  ante  el  Sumo  Ser 
m  su  balanza  &  los  humaoos, 
el  mal  y  tentacidn  el  bien. 

[o  cesa  aquf,  si  noche  eterna 
D  y  malvado  el  porvenir; 
umbas  en  la  hierba  tierna 
:  entero  se  ha  de  transfundir; 

:nlooce  el  malvado,  y  necio  el  juato! 
ti,  que  con  tan  loco  afiin, 
oiuerte  en  tncesante  susto, 
baces  el  bien  sin  esperarl 

si  nunca  tu  escalpelo  ha  hallado, 
1  cadiver  fdtido  rompi6, 
imina  del  cerebro  helado 
a  inmortal  que  la  anim6 ; 


irebro  pesa  cual  pesaba, 
ta  el  pensamiento  en  €[, 
e  pensamiento  aquf  no  acaba... 
spera  en  tus  dolores,  Cheyn'! 


)  te  enojes,  no,  con  el  poeta! 
uede  el  decreto  revocar, 
uede  arrancarte  la  aaeta, 
viene  &  emponzoilaTla  mis. 


ran  dfa  en  que  de  Dios  la  glori: 
ente  en  su  verdad  y  luz, 

dngel,  al  abrir  tu  historia, 

dolor  una  vlnud. 


—  3°  — 

Entre  el  justo  y  el  malo  hay  un  abismc 
El  placer  y  el  dolor,  el  bien  y  el  mal , 
Para  el  malo  son  fuentes  de  egoismo, 
Para  el  justo  son  fuentes  de  bondad. 

S( :  cuando  el  malo  en  su  carrera  corta 
Halla  salud,  prosperidad,  honor, 
Triunfa  y  dice  en  s!  mii^mo :  /  Qu^  me  im^ 
Que  oiros  padexcan  mientias  gnzo yo! 

Y  cuando  al  fin  sobre  su  frente  pesa 
Con  todo  su  rigor  la  adversidad, 

Cae  diciendo  entre  sf:  j  Qui  me  inieresa, 
Siyo  su/ro,  aliviar  d  los  demds! 

De  Caledonia  bajo  el  turbio  delo, 
De  esos  monies  rominticos  al  pie 
De  do  ha  tornado  libertad  su  vuelo, 
Bello  tu  madre  te  admird  al  nacer. 

Con  un  germen  de  muerte  all!  naciste, 
Y  con  un  germen  de  bondad  en  ti : 
Los  teaoros  de  ciencias  que  adquiriste 
AquE  te  vemos  prodigar  sin  fin. 

Sabio,  puedes  vivir  para  ti  mismo; 
Justo,  quieres  servir  d  los  demds: 
La  ciencia  que  degrada  el  egotsmo. 
La  santifica  en  ti  la  caridad. 

Y  hoy  vives  pobre,  enfermo jy  envi 

Mas  bendito  serSs  en  tu  dolor. 

Que  el  don  del  desgraciado  al  desgraciadc 
Es  el  mis  aceptable  para  Dios. 

En  el  gran  dia  en  que  de  Dios  la  glorii 
Se  te  presente  en  su  verdad  y  luz, 
Hallari  el  Sngel,  al  abrir  tu  historia, 
Bajo  cada  dolor  una  virtud. 


—    31     — 


EN  BOCA  DEL  ULTIMO  INCA 


Ya  de  los  blancos  el  cafl6n  huyendo^ 
Hoy  i,  la  falda  del  Pichincha  vine , 
Como  el  sol  vago,  como  el  sol  ardiente, 
Como  el  sol  libre. 

i  Padre  Sol,  oye !  Por  el  polvo  yace 
De  Manco  el  trono ;  profanadas  gimen 
Tus  santas  aras;  yo  te  ensalzo  solo, 
[Solo,  mas  libre! 

J  Padre  Sol ,  oye !  Sobre  mf  la  marca 
De  los  esclavos  sefialar  no  quise 
A  las  naciones ;  i  matarme  vengo, 
i  A  morir  libre ! 

Hoy  podrls  verme  desde  el  mar  lejano, 
Cuando  comiences  en  ocaso  i.  hundirte , 
Sobre  la  cima  del  volcin  tus  himnos 
Cantando  libre. 

■ 

Mafliana  s6lo ,  cuando  ya  de  nuevo 
Por  el  Oriente  tu  corona  brille, 
Tu  primer  rayo  dorari  mi  tumba, 
{  Mi  tumba  libre  1 

Sobre  ella  el  condor  bajard  del  cielo; 
Sobre  ella  el  condor,  que  en  las  cumbres  vive, 
Pondri  sus  huevos  y  armard  su  nido 
Ignoto  y  libre. 


HECTOR. 

Al  sol  naciente  los  lejanos  muros 
De  la  divina  Troya  resplandecen ;   . 


—  33  — 

Y  va,  con  dulce  voz  y  dulces  ojos, 
Del  hu^rfkno  y  la  viuda  los  despojos 
Hipdcrita  4  usurpar? 

III. 

I  Oh,  siglos  ha  que  el  punto  estd  juzgadol 
Mas  falta  aun  que  aprenda  el  mundo  d  ver 
Con  menos  odio  al  rey  que,  rey  criado, 
Mira  4  su  especie  cual  servil  ganado 
Nacido  k  obedecer. 


IV. 


Que  al  demagogo  que,  en  traidor  arcano 
Celando  su  venganza  y  ambici6n , 
Hace  la  corte  al  pueblo  soberano, 
Sube  al  poder,  y  ejerce  d  salva  mano 
RapiAa  y  proscripci6n. 


V. 


Que  esa  ambiciosa,  inquieta  hipocresia 
No  es  menos  vil  que  la  falaz  piedad : 
;  Ni  hay  opresi6n  cual  esa  tiranfa 
Que  usurpa  con  sacrilega  ironfa 
Tu  nombre ,  Libertad ! 


VI. 


I  Oh  Libertad,  tres  veces  santo  nombre, 
Del  alma  la  m^  bella  aspiraci6n ! 
I  Tiempo  vendri  que  al  porvenir  asombre 
Te  haya  insultado  alguna  vez  el  hombre 
Con  tal  profanacion  I 


TOXO  III. 


I  Oh  Libertad !  Yo  puedo  alzar  h 
Y  bendedrte  2I  son  de  mi  laiid ; 
Que  desde  niflo  amaba  en  ti  mi  m( 
Erl  bien  mayor  que  did  i  la  human 
El  Dios  de  la  Virtud. 


vni. 

Con  la  Virtud  en  mf  te  confund 

Con  la  Justicia ,  con  la  dulce  Paz: 

I  Jam^,  cuando  ante  mf  resplandec 

Manchadas  con  el  crimen  me  trafa 

Tus  manos  ni  tu  fuzl 

IX. 

A  amarte  pura  me  qued6  ensefia 
Por  tu  pureza  te  conozco  bien ; 
Mi  corazdn  me  anuncia  tu  reinado 
Como  la  imagen  del  glorioso  estadc 
Del  hombre  en  el  Ed£n. 


—  Los  hombres  todos  por  su  ser 
Ante  una  ley  de  universal  amor, 
Y  sdlo  por  sua  obras,  desiguales, 
Como  lo  son  sus  almas  inmortales 
Delante  del  Seflor 

XI. 

Todos  seguros  en  los  varios  mod' 
Con  que  i  su  bien,  sin  dafio  ajeno, 


responsables  todos, 
titulos  ni  apodos 
ullo  y  odio  dan 


CO  6  negro,  hermoso  6  feo, 
Qto  en  su  vivir , 

sutta,  hebreo 

inofensivoateo, 
[o  en  paz  dormir  ! 

XIU. 

por  la  ley  herido, 
;ho — ]por  lo  quees,  jamis! 
jr,  y  garantido 

juez;  juez  sometido 
ez  mayor  detris ! 


xrv. 

jnca  al  hombre  degradando, 

y  de  sus  cosas  rej ! 

re  el  fin  de  Dios  Uenando  I 

re  santa  reflejando 

la  santa  ley  I 

XV. 

Ttad :  la  que  he  previsto 
ie  mi  ardiente  edad : 
ra  de  Franklin  he  visto ; 
en  sus  promesas  Cristo ; 
I  Libertad  I 


XVL 

Y  esa  la  misma  que  en  la  patria 

Joven  sns  fuerzas  ensayando  vi 

Hasta  que  [  oh  Ldpez  ]  en  adago  i 
La  biri6  con  su  puilal  la  turba  im 
Que  te  aclamaba  i  ti. 

xvn. 

i  A  ti? iNo  s6Io  i  ti!  No  le  1 

Tu  indignidad  i  su  nefendo  amor, 
J  Ah,  tnis  que  indignidad  necesita 
A  tu  infernal  amigo  procLamaba  ; 
De  Sucre  al  matador  I 

XVIII. 

[  Yo  los  of cuando,  su  pufto  a 

Del  hierro  vil,  salfan  en  tropel 
Del  teruplo  donde  habfan  ya  viola 
La  majestad  iuerme  del  Senado 
En  nombre  tuyo  y  de  £1 

XIX. 

|Yo  los  of Su  canto  de  victoi 

Viene  i  amargar  mi  triste  prosgrii 
Cual  eco  del  abismo,  esa  meraoria 
Atravesando  nuestra  negra  histori 
Seri  nuestro  bald6n  1 

XX. 

El  nuestro iSI,  de  todos!  [C 

A  la  obra  de  tinieblas  ayud6 : 


—  37  — 

Cudl  d6bil — cull  traidor — digno  ninguno 
Ni  el  Cuerpo  que  i.  la  paz,  sin  fruto  alguno, 
Su  honor  sacriGc6! 


XXL 

La  esposa  del  romano  Colatino, 
Al  verse  impura,  prefiri6  morir. 
I  Los  hombres  del  Congreso  granadino 
Bes^onle  la  mano  al  asesino 
A  trueque  de  vivir  I 

xxn. 


Hoy  viven jC6mo?  Pudo  su  bajeza 

Quizd  esperar  de  gratitud  el  don..,.. 
Con  negro  insulto,  vejaci6n,  pobreza, 
Ya  d  demostrarles  el  tirano  empieza 
Cu^  es  su  galard6n. 


i*«««« 


xxm. 

Hoy  viven como  vive  en  el  serrallo 

El  triste  eunuco  de  africano  Dey ; 
Cual  vive  en  el  corral  lo  que  fu^  gallo; 
Cual  vive,  el  cuello  al  fin  haciendo  callo, 
Bajo  su  yugo,  el  buey. 

XXIV. 


I  Son  todo,  menos  hombres  I — |  Han  perdido 
Lo  que  da  al  hombre  ser — su  dignidad ; 
Que  i,  la  vlctima  el  crimen  consentido 
Mandlla  mis  que  al  vioiador  bandido 
Su  misma  atroz  maldad ! 


XXV. 

{Oh,  mds  dichosos,  harto  mis,  aque 
Que  afrontaron,  ya  tarde,  al  Dictadorl 
Y  hoy,  de  extranjero  sol  &  los  destellos, 
La  patria  lloraa ,  y  sus  campos  bellos, 
Sn  hogar  y  dulce  amor; 

XXVI. 

i  O  amenazados  en  su  propio  suelo 
Con  el  despojo,  azotes  y  prisifin, 
For  todos  vela  su  leal  desvelo , 
Per  todos  lucha  con  beroico  anhelo 
,.Su  libre  coraztSn ! 

XXVII. 

jEsfuerzo  generoso— mas  tardlol 
Lo  que  en  su  origen  era  vil  raudal, 
Que  pudo  en  tiempo  haber  cegado  el  bi 
De  la  virtud,  hoy  es  inmeaso  rfo 
Pc  irreparable  mal. 

xxvni. 

i  Ah,  sf ,  de  mal  irreparable !  Nada 
Tan  h6rrtdo  se  puede  concebir ; 
I  Ver  de  la  ley  con  la  tremenda  espada , 
Que  s61o  contra  el  malo  fu6  forjada , 
El  malo  al  justo  herir  I 

XXIX. 

Pnedes  contarlo  t6,  modesto  amigo. 
En  quien.  un  monstruo  se  ensafid  brutal 


oy  comes  del  destierro  el  pan  conmigo... 
;,  por  reparacidn ,  i  nuevo  castigo 
Te  impuso  un  juez  venal ! 

XXX. 

od^ts  bablar,  vosotros,  asimismo, 
Dildes  misioneros  de  la  Cruz, 
tra  los  cuales,  del  reabieito  abismo, 
ace  del  Borbdn  el  despotismo 
En  esta  edad  de  luz. 


XXXI. 

31  mismo  espectro  horrendo  resucita ! 
misma  escena !  ;  El  mismo  ardor  fernz, 
:  eotre  la  noche  A  la  inocencia  excita 
pobre  lecho  al  ostracismo,  y  quita 
A  la  piedad  su  voz! 


XXXII. 

al  son  de  libertad,  qae  desde  el  foro 
oso  eleva  el  proscriptor  motfn, 
jefes  corren  al  comun  tesoro, 
el  pan  del  pobre,  do  del  rico  el  oro 
Les  prepara  el  botfn.  .  . 

xxxiri. 

1  oro  asf  del  rico ,  el  pan  del  pobre, 
s61o  pagan  it  la  audaz  maldad 
nal  ya  obrado ,  sino  el  mal  que  aun  obre, 
1  impedir  que  en  la  nacii^D  recobre 
Su  imperio  la  verdad. 


XXXIV. 

[  Del  orden  inversidn  abominable: 

Por  guardia  de  la  hacienda  el  mis  lai 

Por  jue2  de  la  iaoceacia  el  mis  culpal 

Por  paz  la  esclavitud ;  por  ley  el  sabl 

La  fuerza  por  raz6n ! 

XXXV. 

jEso  es  el  Socialismol  jel  Socialism 
Que,  su  fealdad  queriendo  disfrazar, 
£1,  hijo  de  ambicic^n  y  de  atelsmo, 
De  libertad  se  atreve  y  cristianismo 
La  estirpe  i  reclamar ! 

XXXVI, 

lEseesel  Socialismol  Hoy  atavta 
Con   falsos  nombres  su  genial  horror. 
Su  nombre  Galia  supo  darle  un  dfa ; 
Su  nombre  dice  mis  que  tiranfa; 
jSu  nombre  es  el  terror! 

xxxvir. 

—  I  Modelos  de  virtud  y  de  hermo: 
Madres  cristianas,  prez  de  Bogotil 
I  Llorad  I  — de  vuestro  llanto  la  amar, 
Cuil  es  la  libertad  nos  asegura 
Que  el  Socialismo  da. 

xxxvin. 

j  Llorad  I  En  vuestras  Ugrimas  espi 
Con  fe  mi  desolado  corazdn : 


—  41  — 

{Ellas,  en  esta  degradada  era 
De  libertad  futura  y  verdadera 
La  noble  prenda  son  I 


XXXIX. 

Que  la  mirada  hdmida  que  lanza 
Al  cielo  la  virtud  de  una  mujer 
£s  tan  sublimei  que  i,  expiar  alcanza 
La  paz  del  vil,  del  malo  la  venganza, 
Ante  el  Supremo  Ser. 

XL. 

Mas  Dio8  es  justo.  La  naci6n  suicida 

Podri  regenerarse  y  ser  feliz 

I  Mas  en  las  carnes  de  su  nueva  vida 
Conservari  de  la  salvaje  herida 
La  eterna  cicatriz  I 


DESPEDIDA  DE  LA  PATRIA 


.....  temoque  urbsaque  recedanc. 
ViSGiuo,  Snetda 


Lejos  I  ay !  del  sacro  techo 
Que  mecer  mi  cuna  vi6, 
Yoy  infeliz  proscrito^  arrastro 
Mi  miseria  y  mi  dolor. 
Reclinado  en  la  alta  popa 
Del  bajel  que  huye  veloz, 
Nuestros  montes  irse  miro 
Alumbrados  por  el  sol. 
lAdi6s,  patrial  {Patria  mfa, 
Aun  no  puedo  odiarte ;  adi6s ! 


A  tu  maato ,  c 
Me  agarraba  en  i 
Mas  col^rica  tu  i 
Oe  mis  manos  lo 

Y  ea  tu  saila  desi 
Mi  soUozo  y  mi  i 
Mis  alii  del  mar 
De  gigante  me  la 
i  Adids ,  patria !  [ 
Ami  no  puedo  oc 

De  hoy  ya  mis 
Por  antipoda  reg 
Con  mi  Uanto  al 
Pedirfi  el  pan  del 
De  una  en  otra  p 
Sonari  de  mi  ba: 
[Ay,  en  baldel  ,1 
Qui6n  conoceri  i 
I  Adids,  patria!  ; 
Aun  no  puedo  oc 

I  Ah,  de  ti  sdlo 
Demandaba  hum 
Cada  tarde  la  exc 
Al  postrer  rayo  d 
«iVe4pedirla  al 
Fu£  tu  replica  fei 

Y  lleaindola  de  \ 
Tu  planta  la  dest 
I  Adids  patria !  \  ] 
Aun  no  puedo  od 

En  un  vaso  un 
Llevo  de  un  nara 
jEl  perfume  de  !a 
Aun  aspiro  en  su 
£l  mi  huesa  con  : 
Cubriri ;  y  enton 


—  43  — 

iir£  mi  dltimo  suefio 
IS  hojas  al  rumor. 
5s ,  patria  1  |  Patria  mfa , 
ao  puedo  odtarte ;  adi6s  I 


AMACA  DEL  DESTIERRO. 

uela,  vuela,  hamaca  mla: 

rutdo  de  tus  alas, 

mece  al  deaterrado 

iuspira  por  su  patria! 

ba  vaela ;  y ,  cuando  el  sueAo 

i  rdpido  la  estanda, 

los  aires  revolando 

'emeza  con  su  planta, 

i  mis  labios  baje,  dile, 

lirar  me  di  la  blanca 

pola  del  olvido, 

romas  empapada. 

lei  alma  echar  ya  quiero 

uemorias  despiadadas 

IS  sitios  que  sonaroa 

los  pasos  de  mi  infancia; 

,  madre  carifiosa 

il  bajar  la  noche  parda, 

ios  besos,  mis  dos  ojos , 

ici^ndome,  cerraba ; 

logal  que  levantando 

irdor  sobre  mi  casa, 

»  fuegos  de  la  siesta 

I  sombra  me  prestaba. 

mdida  de  sus  ramos, 

Eucenas  coronada , 

a  y  leve  te  mecla 

ipulso  de  las  auras. 

I  ay  Dios  1  partiendo  el  rayo 

itre  Idbrega  borrasca, 


Abnsd  el  querido  tronco, 
Destroz6  aus  bellas  ramas. 

Y  t&,  hija  de  los  aires, 
Hoy  peadieDte  A  mis  espald 
Fugitiva  vas  conmigo 

Sin  parar  de  playa  en  playa. 
Sf,  conmigo  del  desierto 
Los  torrentes  roncos  pasas, 

Y  en  laa  calles  silenciosas 
De  los  bosques  me  acompafl 
Sin  dejarme ,  de  los  hombre 
Atraviesas  las  moradas , 

Y  conmigo  de  los  mares 
Ves  las  ondas  solitarias. 

Y  despugs  que  en  Occidente 
Hunde  el  sol  su  inmensa  Ita 

Y  los  Altimos  fulgores 
Del  crepiisculo  se  apagao. 
Con  su  triste  luz  la  luna 
Nos  alumbra : — ti,  colgada 
De  algun  irbol  extraujero; 

1  Yo ,  sofiando  con  la  patria  I 
jVuela,  vuela,  haroaca  mla: 

Y  al  ruido  de  tus  alas, 
Adormece  al  desterrado 
Que  ba  perdido  cuanto  ama 


EL  HACHA  DEL  PROS( 


|Fina  brillas,  hacba  mia, 
Ancha,  esplgndida,  cortanb 
Que  abrir&s  la  frente  al  toro 
Que  probar  tu  filo  osare  I 
Ed  los  bosques  para  slempn 


—  45  — 

Voy  contigo  i,  sepultarme ; 
Que  los  hombres  ya  me  niegan 
Una  tumba  en  sus  ciudades. 
En  mi  patria  me  expulsaron 
De  la  casa  de  mis  padres ; 
I Y  hoy  tambi6n  el  extranjero 
Me  ha  cerrado  sus  hogares  I 
I  Vamos ,  pues ,  que  yz,  estoy  listo ! 
I  Oh!  salgamos  de  estas  calles 
Do  el  dolor  del  desterrado 
Nadie  entiende  ni  comparte : 
I  Ay !  tii  me  entretenias 

En  mi  nifiez: 
I  Yen ,  sfgueme  en  los  dfas 

De  mi  vejez ! 

Yo,  durante  nuestra  fuga, 
Tengo  al  hombro  de  Uevarte , 

Y  un  bord6n  en  ti  y  apoyo 
Hallar^  cuando  me  canse. 
De  trav6s  sobre  el  torrente 
Que  mi  planta  en  vano  ataje, 
Tu  echaris  del  borde  el  irbol 
Por  el  cual  descalzo  pase. 

Si  del  Norte  al  viento  frio 
Mis  quijadas  tiritaren , 
Tii  derribaris  los  ramos, 

Y  herirds  los  pedernales. 
Tu  preparar^  mi  lumbre, 
Tu  preparards  mi  carne, 

La  caverna  en  que  .me  acoja, 

Y  hasta  el  lecho  en  que  descanse! 

I  Ay !  tii  me  entretenias 

En  mi  nifiez : 
I  Ayudame  en  los  dfas 

De  mi  vejez ! 

A  mi  alcance  y  i  mi  diestra, 
Muda,  inm6vil,  formidable, 


—  47  — 

,  consuelo  del  proscrito ! 

jatnis  aqui  le  &Ites ! 

;de  cuanto  el  triste  llora, 

jMsible,  veces  hazle ! 

. ,  amigos ,  madre ,  hermanos , 

3S  hijos ,  dulce  amante ; 

ito  am^,  cuanto  me  amaba 

i  sdlo  A  recordarme ! 

1,  nunca,  pues,  me  dejes: 

me  i  mis  soledades  I 

bandones  al  proscrito 

le  al  fin  su  tumba  excaves! 

H  mango  hundida  en  tierra, 

ja  se  alzari  en  los  aires, 

i  picos  de  los  buitres 

3iendo  mi  cadSverl 

f^y !  tii  me  entretenfas 

En  mi  niflez : 
Sepultame  en  los  dfas 

De  mi  vejez ! 


jtGRIMA  DE  FELICIDAD. 


',  sentados  en  el  lecho 
a  coron6  mi  amor , 
.  hundida  entre  mi  pecho, 
ndo  con  abrazo  estrecho 
lie  encantador ; 

tii  dormfas,  yo  velaba. 
perfumes  del  jardfn 
a  por  la  reja  entraba, 
oba  toda  embalsamaba 
la  y  de  jazmln, 

e  los  irboles  tendla 
I  horizontal  el  sol,' 


Desde  el  remoto  ocaso  do  se  hundfs 

I  Inmenso,  en  tomo  de  61,  respland 

Un  delo  de  airebol  I 

Del  sol  siguiendo  la  postrera  huel 

Dispersas  al  aca30 ,  aquf  y  allf , 

Asomaban,  coa  luz  tr^mula  y  bella 

Hacia  el  Oriente  alguna  11  otra  estr 

Sobre  un  fondo  turquf. 

Niagun  rumor,  6  voz,  6  movimii 
Turbaba  aquella  dulce  soledad ; 
|S61o  se  ofa  susurrar  el  viento, 

Y  oscilar,  cual  un  p^ndulo,  su  aliei 

Con  pUcida  igualdad ! 

I  Oh  I  [  yo  me  estremecl ! i  SI ;  1 

Me  estremecf,  sintiendo  en  mi  redo 
Aquella  eterna,  fiilgida  natura  I 
]  En  mis  brazos  vencida  tu  hermosu 
j  En  mi  pecho  el  amor  I 

Y  cual  si  alaa  siibito  adquiriera, 
U  en  las  suyas  me  alzara  un  serattn 
Mi  alma  rompid  la  corporal  barrera 

Y  buyd  contigo,  de  una  en  otra  esfe 

j  Con  un  vuelo  sin  fin  I 

Buscando  all&  con  incansable  anh 
Para  ti,  para  ml,  para  los  dos, 
Del  tierapo  y  de  la  came  tras  el  vel 
Ese  misterio  que  Uaraamos  cielo. — 
j  La  eternidad  de  Dios  I 

Para  fijar  allf,  seguro  y  fuerte, 

Libre  de  todo  mundanal  vaiv^n , 

Libre  de  los  engailos  de  la  suerte, 

Libre  de  la  inconstancia  y  de  la  mu 

:  De  nuestro  amor  el  bien ! 


—  49  — 

n  un  rapto  de  gloria,  de  improviso, 
e  mi  alma  buscaba  hallar  cref; 
ecreta  voz  del  Parafso 
o  de  m[  grit6me :  Dios  lo  quiso; 
iSea  tuya  alii  y  aqufl 

najenado,  ciego,  delirante, 
indo  cuerpo,  que  el  amor  formo, 

contra  rat  pecho  palpitante 

;u  hz  una  Idgrima  queraante 
i  De  mis  ojos  cay6l 

rl  despertaste Sobre  ml  pusiste 

irada,  feliz  al  despertar; 

tu  duke  sonrisa  en  ceflo  triste 

idse  al  punto  que  mis  ojos  viste 

Aguados  relumbrar ! 

;  entoncs  aci! joh  aniante  idolatrada, 

obrado  celosa  I  huyes  de  ml ; 
lersuadirte  voy,  no  escuchas  nada, 
sollozos  clamas  sofccada : 
« i  Soy  suya  I y  Ilora  asC ! » 

li  I  ;  no,  dulce  mitad  del  alma  mfa ! 
juries  de  tu  amigo  el  corazi5n; 
jese  corazdn  en  la  alegrla 
labe  llorar,  cual  llorarfa 
El  de  otro  en  la  afliccidn ! 

mundo,  para  m[  de  espinas  Ueno, 
>  me  did  do  reclinar  mi  sien ; 
de  la  dicha  en  mi  primer  estreno, 
TO  que  vertl  sobre  tu  seno 
;Encerraba  un  edfin! 

:Ohl ]La  esposa  que  joven  y  lozana 

hijos  A  su  esposo  regald , 

:  despugs  vKuda,  enferma,  anciana, 


i,  sus  diez  hijos  en  edad  temprana 
Morir  y  enterrar  vi6! 

[  Esa  mujer,  que  penas  ha  sufrido 
iluantaa  puede  sufrir  una  mujer ; 
£sa  madre  infeliz,  que  ha  padecido 
ja  que  tan  sdlo  la  que  madre  ha  sido 
Alcanza  &.  comprender ! 

Ella,  pues,  cuando  i  buenos  y  d  malvad 
Llame  A  juicio  la  trompade  Jehovi, 
Sus  diez  hijos  al  ver  resucitados, 

\X  volver  i  tenerlos  abrazados 

i  Oh !  jde  amor  llorari ! 

Y  de  esa  madre  el  dulce  y  tierno  llanto 
k.  la  diestra  de  Dios  le  hari  subir ; 
i  Y  tal  seri  su  suavidad  y  encanto, 
^ue  en  su  alta  gloria  al  serafln  mis  santo 
De  envidia  hari  gemir  I 

Mas  ese  llanto  del  amor  matemo, 
l^ertido  en  la  presencia  del  Seflor, 
^1  entrar  de  la  vida  al  mundo  eterno, 
Ko,  no  seri  mis  dulce  ni  mis  tierno 
]  Que  el  llanto  de  mi  amor ! 


EL  BAUTISMO. 

k    Ml   SEQUNDO   HUO    REGION   NACIDO 


I  Veu ,  y  en  las  vivas  fuentes  del  bauti 
Eecibe,  oh  niOo,  de  cristiano  el  nombre 
Nombre  de  amor ,  de  ciencia ,  de  heroEsi 
Que  hace  en  la  tierra  un  semidids  del  h< 


Los  hombres  que  esas  aguaa  recibieron, 
Con  su  espfrltu  y  brazo  subyugaron 
La  inmensa  mar  que  audaces  recorrieron , 
Los  mundos  que  tras  ella  adivinaron. 

Potentes  mis  que  el  genitor  de  Palas, 
Al  rayo  seflalaron  su  camino ; 

Y  i  lo!<  vientos  alzAndose  sin  alas, 
Siguieron  sin  tetnblar  su  torbelliuo. 

Ellos  al  Leviatin  entre  cadenas 
Sacan  de  los  abismos  con  su  mano, 

Y  pisan  con  sua  plantas  las  arenas 
Del  fondo  de  coral  del  Oceano. 

Cristianos  son  los  que  i  esas  formas  bsllas 
Con  que  el  Creador  engaland  1  Natura, 
Obligan  &  vaciar  sus  blandas  huellas 
En  instantinea ,  nitida  pintura. 

De  un  hilo  con  la  curva  retorcida 

Los  cabos  juntan  de  un  inerte  leflo 

i  Y  el  secreto  perturban  de  la  vida, 

Y  agitan  al  cad&ver  en  su  sueAo  1 

Y  tii  tambi^n,  eras  tambi^n  cristiano, 
Tii  que  dijUte,  contemplando  el  cielo: 

« i  Ya  mis  ojos  no  alcanzan ,  pobre  anctano ; 
Yo  rasgar£  del  firmamento  el  velo! » 

Y  en  el  aire  elevando  dos  cristales, 
Vuelta  A  Venus  la  faz ,  puesto  de  hinojos , 
Los  ojos  que  te  hiciste  fueron  tales, 
Que  envidiaron  las  iguilas  tus  ojos. 

Y  era  cristiano  aquel  que  meditando 
En  el  retire  de  modesta  estanza, 

Sin  afin,  sin  error,  peso,  jugando, 
Los  planetas  y  el  sol  en  su  balanza. 


jOh  prenda  de  mi  amor,  duke  hiji 
Cuando  en  edad  y  para  bien  crecier« 
(Y  en  el  gran  Padre  Universal  confI( 
Viviris  para  el  bien  lo  que  vivieres), 

Serio  entonces  qiiizi,  meditabundc 
De  ardor  de  ciencia  y  juventud  Ilevai 
Quieras  curioso,  visitando  el  mundo 
Juzgar  lo  que  los  hombres  han  funda 

Conoceris  entonces  por  ti  mismo, 
Verin  tus  ojos,  palparin  tus  manos, 
Lo  que  puede  el  milagro  del  bautismi 
En  los  que  el  nombre  llevan  de  cristi 


SI ;  do  naciones  pr6speras  hallares, 
Sujetas  solo  i  moderadas  leyes, 
Que  formaron  senados  pbpulares, 

Y  que  obligan  i  siibditos  y  A  reyes; 

Do  al  hombre  vieres  respetar  al  hoi 

Y  4  la  mujer  como  i  su  igual  tratada, 
Modesta  y  libre,  sin  que  al  pueblo  asc 
Viva  feliz  sin  ser  esclavizada  ; 

Do  vieres  generosos  misioneros, 
Sin  temor  de  peligros  ni  de  ultrajei, 
Abandonar  la  patria  placenteros 
Para  Ilevar  la  luz  A  los  salvajes ; 

Do  vislumbrares  pudicas  doncellas, 
De  obscuro  hospicio  entre  las  sombras 
Curando  activas  con  sus  manos  bellas 
De  los  leprosos  las  hediondas  Uagas; 


—  53  — 

>  puedas  admirar  instituciones 
abrigan  al  invilido,  al  desnudo, 
amansan  al  demente  sin  prisiones , 
hacen  al  ciego  ver,  y  hablar  al  mudo ; 

)  vieres  protegido  al  inocente , 
gado  al  perverso  con  carlAo, 
etado  al  anciano  inteligente, 
urado  el  porvenir  del  niflo; 

II  do  hallares  libertad  y  ciencia, 
ricordia,  candad ,  justicia , 
inando  del  pueblo  la  conciencia, 
I  industria  calmando  la  codicia; 

If  do  respetindose  i  sf  mismo 
:s  at  hombre  aniar  i  sus  hermanos , 
is  clamar:  «;  Honor  al  cristiaoismo; 
6stos  no  pueden  ser  sino  cristianos  1 » 


SOS  serin  cristianos !  Herederos 
.  virtud  y  del  antiguo  nombre 
luellos  doce  pobres,  compafleros 
ue  se  hizo  Ilamar  /Itjo  del  hombre; 

Aquel  que  en  un  establo  fu6  nacido, 
1  artesano  en  el  taller  criado, 
s  grandes  del  mundo  perseguldo, 
5n  cual  en  ladr6n  crucificado; 

e  nada  de  su  mano  que  se  lea 
!ej<J,  ni  viaj6  por  las  naciones; 
ilescente  al  pueblo  de  Judea 
res  aflos  no  m^s  sus  instrucciones; 


—  !4  - 

lyo  Verbo  empero  i 
le  cl  cetro  y  la  espa 
OS  siglos  creci6,  rer 
5  costumbres,  relig 


lUO  ARBOLEDA. 


.\r 


D.  JULIO  ARBOLEDA. 


ME  AUSENTO. 

Aus^ntome,  buen  Dios,  me  ausento  solo, 

Y  todo  es  soledad  por  donde  paso; 

Y  todo  esti  dormido.  En  el  ocaso 
Lento  su  disco  va  sumiendo  el  sol; 

Y  expira  como  expira  mi  esperanza 
En  tristisimo  Unguido  desmayo, 
Sin  despedir  ni  un  moribundo  rayo , 
Eclipsado  entre  nubes  su  arrebol. 

Avdnzase  la  noche  tenebrosa , 

Y  sepulta  d  la  tierra  en  su  hondo  seno; 

Ni  zumba  el  viento ,  ni  retumba  el  trueno , 

Ni  se  oye  el  arroyuelo  murmurar. 

Una  pilida  estrella  solitaria 

Hiende  el  cresp6n  del  cielo  nebuloso, 

Y  en  triste  melancolico  reposo 
Puede  ap>enas  las  nubes  penetrar. 

\  Imagen  de  mi  vida  sin  ventura ! 
\  Estrella  solitaria  !  [  Aquellas  nubes 
Que  velan  la  mansion  de  los  querubes 

Impiden  que  tu  luz  Uegue  hasta  aquf ! 

Yo  tambi^n  en  la  tierra  un  alma  tengo; 
Pero  su  luz  d  penetrar  no  alcanza, 

Y  es  luz  de  amor,  de  amor  sin  esperanza, 
•Mas  lay!  j  la  luz!....  [la  luz  no  brilla  en  mi/ 


Entre  ei  terrible  estr^pito  del  mundo, 

0  en  esta  soledad  dulce ,  sombrla , 
Mi  coraz6n  palpita  de  agonfa 

Y  vive  del  dolor  mi  coraz6n: 
Mi  coraz6n,  cuyo  latir  convulso, 
Perdida  la  quietud,  la  paz  perdida, 
Le  da  existencia ,  como  al  mar  da  vida 
El  sordo  rebramar  del  aquilon. 

;  Cu&n  horrible  es  vivir  de  la  tristeza, 
Agobiada  la  sien  de  pesadumbre, 

Y  no  sentir  jamis  la  dulcedumbre 
Que  la  fe  s61o  y  la  esperanza  dan ! 

j  Cuitn  horrible  es  amar  sin  ser  ofdo; 
Que  el  suspiro  entre  Ugrimas  enviado 
No  halle  jamis  el  eco  deseado 
Que  respondiendo ,  alivie  nuestro  aKnl 

;  Cu^n  horrible  es  pensar  que  yo  sucumba 
Al  peso  irresistible  del  destino, 

Y  divertir  con  mi  clamor  contino 
El  capricho  6  virtud  de  una  mujer  ! 

1  Cuin  horrible  es  contar  mis  tristes  horas 
Per  las  horas  acerbas  de  mis  penas, 

Y  sentir  la  ponzofia  entre  mis  venas 
Sin  probar  nunca  el  ciViz  del  placer! 

O  pensar  que  un  rival  afortunado, 
A  quien  propicio  se  mostro  su  estrella, 
Pueda  en  su  boca  deliciosa,  bella, 
Vida  beber,  felicidad  y  amor, 

Y  entre  su  seno  cSndido,  suave, 
Verle  gozar  sus  tiraidas  caricias ; 

Y  de  amor  embriagado  y  de  delicias , 
Cuando  yo  gimo  presa  del  dolor. 

Si,  del  dolor:  si  alguna  vez  sus  labios 
A  mis  ardientes  labios  se  juntaron, 

Y  unos  en  otros  el  placer  buscaron  , 


—  59  — 

Llenos  de  fuego,  y  vida,  y  juventud, 
Entonces,  cual  volcdn,  cuyo  estallido 
Ahoga  el  cantar  del  ruisefior  contento, 
De  la  pasi6n  el  seductor  acento 
Ronca  acall6  la  voz  de  la  virtud. 


Y  con  la  mano  tr^mula  apartome, 
Sustrajo  d  mi  cabeza  su  regazo, 
Huyendo  de  mi  amor  y  de  mi  abrazo 

Y  de  su  propia  timida  pasi6n. 

Y  yo  la  vi  de  lejos  reclinada , 
Puesta  la  mano  tr^mula  en  la  frente, 
De  un  caduco  deber  llena  la  mente, 

Y  del  amor  presente  el  coraz6n. 

Pero  sus  ojos  timidos  me  vfan 
Sin  osarme  mirar :  humeda  estaba 
Su  faz,  donde  la  Ilgrima  brillaba 
Como  el  rocfo  en  nacarada  flor. 
Ahora  arrepentida  se  mostraba 
De  haberme  rechazado :  ora  tendfa 
La  palma,  y  ordenarme  parecfa 
Que  respetase,  amando,  su  pudor. 

Mas  prendime  i,  sus  labios  deliciosos , 
Como  de  abejas  el  dorado  enjambre 
De  virgen  flor  al  oscilante  estambre , 
Que  blando  mueve  el  cefiro  al  pasar. 
i  Ay  I  donde  yo  la  vida  hallar  creia , 
Cual  colibri  la  miel  en  la  azucena , 
S61o  hall6  copa  de  ponzoAa  llena. 
Que  vino  mi  existencia  i,  envenenar. 

Y  la  prob6,  cual  pajarillo  incauto 
£1  solo  grano  que  la  red  encierra, 

Y  deja  de  vagar  por  aire  y  tierra , 
Prisionero  quedando  entre  la  red. 

;  Oh  !  { quien  pudiera  nunca  haber  probado 
El  ndctar  en  sus  labios  de  ambrosia , 


—  6o  — 

Donde  mi  alma  en  ^xtasis  bebfa, 
Sin  apagar  jamis  la  ivida  sed  I 

I  Pero  quise  probarle ! Asf  el  viajero 

Incauto,  en  los  desiertos  de  Sahara, 
El  resoplar  del  viento  deseara , 
Del  viento  del  desierto  abrasador  ; 

Y  as[  senti  cual  siente  el  peregrine 

Al  ver  llegar  la  muerte  sobre  el  viento 
Que  emponzofla  las  auras  y  el  aliento 
Con  su  brazo  de  fuego  y  de  dolor. 

Asf  sentf ,  mujer ;  ese  el  alivio, 
Ese  fu^  de  placer  el  que  ofreciste 
Amargo  cdliz;  eso  lo  que  diste 
Por  sola  recompensa  de  mi  fe. 
Ahora  mintiendo  afectos ,  d  engafiarme 
Yo  no  s^  qu6  te  impele  seductora: 
Conozco  que  me  engaflas  aun  ahora; 
O  tal  vez  me  amaris  —  yo  no  lo  s6. 

Pero  yo  si  te  amo.  Nc^  profanes 
De  mi  amor  el  purisimo  santuario ; 
No  olvides  al  viajero  solitario 
Que  vive ,  que  delira  para  ti ; 
Para  ti  sola,  para  ti,  que  diste 
Tormentos  i  mi  alma  venturosa, 
Por  quien  la  vida  arrastro  pesarosa 
Entre  el  dolor,  la  angustia,  el  frenesi. 

Robdsteme  la  dicha  que  tenia, 
RobcLsteme  mi  paz  y  mi  sosiego , 

Y  en  mi  tirana  te  erigiste  luego, 

Y  yo  te  amo  y  siempre  te  amar^. 

Mas  no  cual  tu ,  que  tienes  quien  te  admire, 
Quien  te  prodigue  incienso  prosternado  ; 
Yo  sdlo  tengo  un  coraz6n  llagado, 
S61o  amar  s6,  y  amando  morire. 


—  6i  — 

Con  sus  dulces  armdnicos  acentos 
Otro  feliz  encantard  tu  ofdo , 
O  de  cdlicas  formas  bendecido 
Su  talle  altivo  ostentard  y  su  faz  ; 
Pero  i.  mi  el  cielo,  de  su  polvo  avaro , 
Me  ha  negado  la  atHtica  belleza ; 
Yo  no  levanto  al  cielo  mi  cabeza, 
Ni  alzo  i  las  nubes  mi  mirar  audaz. 

Pero  i  ay !  que  si  el  cielo  no  ha  querido 
De  perfeccion  hacer  conmigo  alarde , 
No  por  eso,  mujer,  soy  yo  cobarde, 

Yo  tengo  honor ^  aunque  pujanza  no 

Si ,  tengo  honor ,  el  sentimiento  excelso 
Que  asegura  del  alma  el  poderfo, 
Y  un  alma  bulle  aquf  en  el  pecho  mio, 
Que  digna  de  adorarte  Dios  cre6. 


'  A 


NUNCA  TE  HABLE. 

Nunca  te  habl^ Si  acaso  los  reflejos 

De  tus  ojos  llegaron  desde  lejos 

Mis  fascinados  ojos  &  ofuscar, 

De  tu  mirada  ardiente,  aunque  tranquila. 

No  se  atrevi6  mi  tlmida  pupila 

Los  quemadores  rayos  i  encontrar. 

Nunca  en  mi  oldo  resono  tu  acento : 
Si  de  tu  labio  el  vivo  movimiento 
Y  tu  expresi6n  angelica  admir^, 
Al  con  templar  tu  gracia  y  tu  belleza, 
Ociilta  entre  mis  manos  mi  cabeza , 
Tus  atractivos  mdgicos  burl6. 

Eres  un  suefio  para  mf.  A  la  lumbre 
Del  teatrOy  entre  densa  muchedumbre, 
Tus  seductoras  formas  descubri ; 


1 


Mas  si  evit£  tu  acento  y  tu  mirada , 
Qued<Sse  en  mi  alma  la  impresi6a  grabada 
£>e  la  mujer  fantdstica  que  vi. 


Y  desde  entonce,  aunque  de  ti  me  alejo , 
Mi  memoria  de  fuego  es  el  espejo 

Do  tu  imagen  se  viene  A  reflejar: 
y  goza  mi  rebelde  pensamiento 
En  darle  vida,  en  inspirarle  acento, 
i  Ay  1  y  en  idolatrarla  4  mi  pesar. 

iQuizi  seri  mejor!  En  el  misterio 
La  mujer,  como  Dios,  tiene  su  imperio 

Y  la  duda  alimenta  al  coraztSn 

No  rasgue  el  veto  mi  profana  diestra 
Que  oculta  i  la  mujer  y  al  Angel  muestnt 

Y  me  deja  en  poder  de  mi  ilusidn  ! 

Tiemblo  al  quererte  oir,  Deja  que  tema; 
Porque  acaso  tu  acento  tambi6n  quema 

Y  i  consumir  mi  corazfin  vendri ; 
Mi  coiazdn  por  el  dolor  gastado , 
Que,  &  un  obscuro  rincdn  ya  relegado, 
Entre  ceniza  y  Ugrimas  esti. 

Porque,  &  la  luz  y  4  la  belleza  esquivo, 
Yo,  como  el  buho,  en  los  escombros  vivo 
De  las  pasiones  que  por  fin  vend. 

Y  en  mi  I6brego  albergue  cstremecido 
Si51o  aspiro  i  la  paz  que  da  el  olvido, 

Ya  que  el  amor  y  el  mundo  huyen  de  mf. 

Y  jamis  te  hablard.  Pero  consiente 

Que  aqui  estas  lineas  deje  reverenle 
En  seAal,  no  de  amor,  de  admiraci6a. 
Las  escribo  sin  fe,  sin  esperanza, 
Aunque,  donde  el  cariAo  no  se  alcanza, 
Alcinzase  el  desprecio  6  el  perddn. 


RESO  DE  NUEVA  GRANADA. 

linen  mis  nobles  compaEriotai, 

I  genio  ardiente  de  Granada, 

ina,  la  libertad  amada, 

jates  fieros  supimos  conquistar, 

e  piensan  que  una  reunion  de  ilot&s, 

a  patria,  se  encuentre  en  su  Congreso: 

res  i  oh  padres ! ,  i  y  por  eso 

Idbrega  os  quiero  saludar  1 

M,  fuertes  al  par  que  poderosos, 

dique  al  rdpido  torrente , 

ondas  el  impetu  vehemente 
inime,  la  ahogada  libertad. 
stros  brazos  fornidos,  valerosos, 
jan  del  pueblo  granadino, 
in  golpe,  su  rfgido  destino, 
tras  leyes  9U  andgua  majestad. 

ado  do  estin  nuestros  derechos , 
se  guarda  el  ingel  en  la  cuna ; 
oponga  tribuna  i  la  tribuna, 
tribuna  se  oponga  la  prisi6n. 
labra,  i  la  raz6n  los  hechos , 
lOs  al  crimen  avezados  : 
rina  que  en  tiempos  olvidados 
iversiones  la  negra  Inquisici6n. 

i€  sincere  el  d6spota  arbitrario, 
anchasen  los  lindes  de  la  prensa, 
ilites  por  i^nica  defensa 
Lrcel  con  mano  liberal  P 
T109  libres  aquf  do  el  mandatarlo 
llos  al  pensamiento  mismo, 
»ta  severo  silogismo 
iSbrega  y  el  file  del  puflal  ? 


a  la  noble  Roma  !  s 
ue  el  pueblo  timido 
que  le  icnpiden  qut 
con  estr^pito  la  VO2 
labia  ante  los  puebl 
iCritor  an6niino,  del 
palabras  m^gicas,  q 
;rta  4  la  Repiiblica  1 

z  de  los  DemAstene; 

le  los  O'CfinnelJes  s 
;blo,  entusiasmado 
ta  A  pasos  ripidos  si 
tirano  en  tanto,  foi 
:  con  acentos  hipoa 
libres  los  ojos ,  escl 
la  calumnia,  persig 

:n  sus  sectarios :  <  j 
as  de  cadenas  escrit 
1,  sin  embargo,  los 
ra  de  las  c^rceles  cl 
tires  cTistianos  sus 
n  defeadiendo  en  la 
exhalaron  su  queja 
era  con  su  espfritu 

lando  nosotros  obra 
rte  desafiando,  que 
9  que  la  tumba  nos 
)luto  imperio  del  bd 
cipando  el  alma  lib* 
3  Ids  esfuerzos  del  p 
! :  — /  Somas  libres  I 
ntretenga  el  litigo, 

:  I  seremos  libres  ai 
en  el  delito,  conder 
in  que  el  tirano  les 


J 


k 


-65- 

Que  mdquinas  estiipidas  repiten  al  copiar  ? 
I  Aqui ,  donde  arrastrado  por  bdrbaros  soeces 
A  obscuros  calabozos ,  el  pobre  ciudadano 
Emite  el  voto  tfmido,  y  prueba  del  tirano 
La  voluntad  desp6tica,  cual  siervo,  A  adivinar?. 


Ved  la  horda  de  bandidos  que  cruza  nuestra  tierra^ 
Sorprende  nuestras  vfrgenes,  arrdncales  del  lecho, 

Y  de  sus  labios  tr^mulos,  con  el  puflal  al  pecho, 
jExige exige  un  crimen,  gritando  libertadl 

Y  d^bele  al  Gobierno  las  armas  con  que  aterra: 
El  grito  i  viva  L6pez  !  indica  el  atentado, 

Y  de  ese  nuestro  d^spota  el  nombre  pronunciado, 
I  Es  prueba  de  delito,  sefial  de  impunidad ! 

\  Oh  j6venes  magninimos ,  que  el  lucido  camino , 
Trillado  por  los  mirtires,  seguis  ehtusiasmados— < 
I  Venid !  llenad  las  circeles,  que  purgan  los  pecados 
De  amor  A  nuestra  patria ,  d  Dios  y  i  la  virtud ! 

^enid !  j  ser6is  las  victimas ,  y  el  pueblo  granadino 

3r4  con  reverencia  el  6pimo  tributo, 

ue,  por  guardar  el  orden ,  al  d^spota  absoluto— 

.  L6pez  el  tirano — pag6  la  juventud  I 

Dejad  que  los  Are6pagos  condenen  i,  los  justos ; 

^jad  que  los  Nerones  ordenen  su  suplicio : 

e  S6crates  y  Seneca  al  duro  sacrificio, 

asta  los  siglos  ultimos  dar^n  su  admiraci6n. 

e  la  virtud  vosotros  ap<3stoles  augustos, 
iu»er6is  como  los  faros  que  marquen  i  lo  lejos 
Del  tiempo  en  el  Oc6ano,  con  lucidos  reflejos, 
Los  triunfos  incruentos  de  Dios  y  la  raz6n. 

Contemplen  entretanto  con  ivida  mirada 
De  estt^pidos  placeres  la  saturada  esponja , 

Y  chupenla ,  y  en  medio  de  pr6diga  lison ja  ^ 
Celebren  nuestros  d^spotas  su  cfnico  festin. 
jSigamosI  la  materia  dejemos  olvidada: 
iSigamos !  y  el  esplritu  al  cielo  encaminemos:  ,1 : 


TOKO  III* 


ue  gocen  los  tiranos:  nosotros  gozaremos, 
iiando  ellos  en  el  tilmulo  padezcan  de  Cafn. 

Confiemos,  entretaDto,  que  el  caerpo  poderoso 
0  ocupan  sus  curules  los  dignos  elegidos, 
inistros  de  las  leyes,  del  pueblo  los  ungidos , 

ibri  salvar  en^rgico  la  ahogada  libertad 

>h ,  si !  [  Que  del  Congreso  el  brazo  valeroso 
la  defensa  venga  del  pueblo  granadino, 
cambie,  cod  un  golpe,  su  rfgido  destino, 
omando  i.  la  Repi^blica  su  antigua  majestadi 

Circel  de  Popajln ,  7  de  Mano  de  iSsi. 


Voy  recorriendo  pensativo  y  mndo 
Coa  paso  lento,  la  esmaltada  falda 
Por  do  el  Cauca,  entre  ribas  de  esmeralda, 
Predpita  su  Tipido  caudal. 
De  lo  pasado  en  el  abierto  libro 
Mis  ojos  por  las  piginas  errantes 
Leyendo  van  de  los  que  fueron  antes 
La  virtud,  el  delito,  el  bien,  el  mal; 

Y  los  siglos,  que  ruedan  envolviendo 
Hechos  y  nombres  en  comun  ruina, 
Cuya  planta  pesada  peregrina 
Dejando  en  pos  olvido  y  destruccii^D ; 
Los  siglos  se  presentan  apiftados, 
LevG  punto  en  el  tiempo  do  se  hundierou, 
Y  donde ,  en  su  naufragio ,  confundieron 
Nombres,  historia,  y  gloria  y  tradici6a. 

i  D6nde  estin  |  ay !  los  f nclitos  varones 
Que  cansaron  la  fama,  i.  cuyos  hechos 


-67  - 

Los  Hmites  de  un  siglo  eran  estrechos, 
Que,  abrumado,  k  su  peso  se  rindi6? 
El  mis  feliz  al  tiempo  lanzo  un  nombre. 
y  Uh  nombre!  jUna  palabra  sin  sentido, 
Esparce  leve  al  huracdn  cedido ! 
J  Ligero  corcho  que  i  la  mar  cay6 ! 

Mas  i  tu  voz  { oh  patria !  cuyos  ecos 
Repite  el  coraz6n,  la  d^bil  mano 
Extiendo  (y  por  ventura  extiendo  en  vano) ; 

Y  tras  un  nombre  me  verin  correr. 
]  Esfuerzo  iniitil,  desigual  combate 
De  endeble  enano  con  'gigante  atleta ! 
Mas  I  ay  I  jsucumba  el  mfsero  poeta, 

Y  pueda  el  nombre  vida  merecer ! 

;  Ven,  pues,  memoria,  ven  1  Tii  eres  tormento 
Del  desgraciado  i  quien  tu  peso  oprime ; 
A  tu  lugubre  aspecto  el  hombre  gime 
Viendo  surgir  el  olvidado  mal. 
]  Eres ,  memoria ,  e^pejo  donde  arde 
El  sol  de  la  desdicha  concentrado ; 
En  un  foco,  en  un  rayo,  lo  pasado 
Reflejas  sobre  el  tfmido  mortal  I 

i  Ven,  oh  memoria,  ven  I  La  patria  mia 
Es  semejante  i  su  infeliz  poeta : 
La  desgracia  tambi^n ,  con  mano  inquieta , 
Meci6  su  cuna,  marchit6  su  sien; 

Y  hoy  la  insigne  ciudad  que  yaoe  sola , 
Camello  abandonado  en  el  desierto , 
Sigue  abatida  su  destino  incierto , 
Cual,  en  su  ultima  edad,  Jerusal6n. 

Desterrados  sus  hijos ,  sus  laureles 
Secos,  y  uno  por  uno  deshojados ; 
Crujen  sus  torreones  encumbrados, 
Tristes  sus  lindas  vfrgenes  estdn ; 

Y  combatido  de  las  recias  olas 


Que  la  barbarie  por  doquier  subleva, 
Su  glorioso  estandarte  en  vano  prueba 
£1  soplo  i  resistir  del  buracin ! 

Y  alll  mis  hijos,  de  la  tnadre  en  torni 
Lloran  sin  quien  i  consolarlos  vaya, 
Vuelta  la  vista  i  la  remota  playa 
A  do  el  comi^n  tirano  me  arroj6 ; 

Y  alll  mi  madre  su  viudez  arrastra, 

Y  el  flujo  mira,  sin  apoyo,  sola, 
La  niufraga  infeliz,  que  &  cada  ola 
Siente  irse  el  bajo  donde  el  pie  afirm6. 

i  Payin !  j  Payin !  en  tus  anales  veo 
Siempre  la  flor  guardada  por  espinas; 
Al  roce  de  sus  hojas  purpurinas 
Punzante  abrojo  con  mi  mano  da. 
Si  las  dispersas,  mutiladas  hojas 
Tfmido  exhibo  sin  color  ni  vida, 
Es  que  mi  mano  j  oh  patrial  dolorida, 
j  Es  que  mi  mano  sin  vigor  esti ! 

I  Mas  ven ,  memoria  1  y  aCrevida  arrai 
De  las  hojas  del  libro  del  olvido 
Una  desgracia  m&s.  Prestad  of  do 

A  mi  canci^n,  vosotros  que  Itorlis 

Pero  no;  no  me  es  dado  las  desgracias 
De  Gonzalo  cantar,  porque  la  lira 
Mejor  no  pulsa  quien  mejor  suspira ; 
Mas  llorar^  si  al  llanto  acompaAiis. 


CUADSO  PRIUERO. 


El  h^roe  ibero  con  prudente  tino 
Lo  que  al  valor  debi6,  guardar  sabfa ; 


9  — 

}bedec 
r  tena: 
3S  erra 
cruz  i 
.  abam 
enpai 

sost^i 
gener. 
I  espai 
iador 
ira  est 
:oey  3 
Jicall 
i'or  Pi 

I  cervi 
atre  el 
ace  ea 
>  temc 
paloir 
ida  al 
ante  a 
lorado 

que  tc 
prima 
nal,  p 
>,  sin : 

le  su  I: 
)litari( 
icurab 

1,  cua: 
la  mo 
iibe  en 
esplei 
jue  se 


Y  ostenta  en  la  vastisima  Uanura 
Su  corona  imperial  y  su  hermosura, 
Desafiando  el  rayo  del  Sefior. 

Pero  en  su  frente  pilida  vagaban 
El  dolor  y  la  negra  pesadumbre, 

Y  de  sus  ojos  la  apacible  lumbre 
Empaflaba  una  Ugrima  fugaz; 

Y  la  vida  arrastraba  silendosa, 
Devorando  su  mfsero  tormento 

Porque  al  alma  gentil  [ay!  ni  un  momento 
Otorg<5  Dios  de  pUcido  solaz. 

He  aqui  4  Pubenza;  en  ella  el  alma,  todo 
Respira  amor,  pureza  y  hermosura; 
El  hechizo  en  sus  ojos,  la  dulzura 
Vaga  sobre  sus  labios  de  clavel; 
Juega  el  blando  placer  modestamente 
Con  las  esbeltas  formas  de  la  Indiana ; 
India  en  amar,  en  resistir  crtstiana, 
Era  su  pecho  i  la  virtud  dosel. 

I  Malhadada  belleza !  [  Malhadada 
AuD  la  heroica  virtud  de  la  priacesal 
Nada  ban  valido;  que  sobre  ella  pesa 
El  yugo  del  despdtico  seflor. 
Padre  tuvo  Pubenza,  y  no  le  tiene; 
Hermano  tuvo,  mas  tambi^n  ha  muerto; 

Y  el  mundo  para  ella  es  un  desierto, 
Sin  amigos,  sin  deudos,  sin  amor. 

Pubenza  es  infeliz.  Tiempos  mejores 
Paz  y  felicidad  le  prometieron ; 
Pero  esos  tiempos  r>ipidos  huyeron ; 
jHuyeron,  sf,  no  volverin  jamisi 
Huyeron,  como  nube  del  desierto 
AI  fgneo  soplo  de  huracin  airado; 

Y  quediSle  el  recuerdo  del  pasado, 

j  Ay  I  j  tan  sdlo  el  recuerdo  y  nada  mis  I 


las  huestes  que  la  madre  EspaOa 
6  sobre  un  mundo  de  repente, 
)i]zalo,  el  jovea,  el  valiente, 
r  y  gloria  espWndido  adalid. 
sa  raza  en  b^licas  hazaflas, 
Bsos  tiempos  la  virtud  guerrera 
na  herencia  de  los  hijos  era: 
nlos  sus  padres  &  la  lid, 

el  ave  mariaa,  que  el  poUuelo, 
)  aun  de  la  flotante  pluma, 
a  de  lo  alto  hasta  la  espuma 
rve  abajo  en  el  braraante  mar ; 
e6ii  que  por  la  selva  ruge 
achorro  al  lado,  y  se  embelesa 
t  abalanzar  sobre  la  presa 
::ar  con  sangre  el  paladar. 

a  esta  raza  enferma ,  d^radada, 
ira,  entre  perfumes  y  mujeres, 
inervador  de  los  placeres, 
in  ley ,  sin  Dios ,  sin  coraz6n : 

dra  la  almohada  del  guerrero, 
1  era  su  lecho  suntuoso; 
.  en  la  gloria  hallaba  su  reposo , 
izo  en  las  armas ,  diversidn. 

n  Caspar,  el  padre  de  Gonzalo, 
^uier  los  rastros  de  su  gloria, 
un  recuerdo  diese  4  su  memoria 
atoria  veraz  la  gratitud  ; 
ido  tambi6n  lidi6  valiente 
i  OyiSn ,  del  buen  Gonzalo  hermano 
despu6s  y  se  11am6  el  Tirana, 
al  crimen  pidi6  reino  y  salud. 

lo  it  sa  padre  entre  cadeoas  preso, 
:1  mundo  injusto  separdse, 
pecho  de  venganza  hinch6se 


Contra  Espafla,  sus  leyes  y  su  rey. 
Ji^zganle  mueito  y  solitario  estise, 
Vlctim^s  seflalando  i.  su  alto  enojo, 
Caal  de&guila  real  certero  et  ojo 
Su  presa  elige  entre  la  iacauta  grey. 

Y  el  boen  Gonzalo,  hu£rfano,  tDocenti 
No  halla  en  el  mundo  nuevo  americano, 
Sino  el  vago  rumor  de  que  el  hermano 
Yace  en  la  tumba  al  par  del  genitor. 
Alvaro  en  tanto,  cual  taimada  fiera 
Que  eicapti  de  reciente  cautiverio, 
Desde  el  triste  cubil  mira  el  imperio 
Como  premio  futuro  &  su  valor. 

Sigue  Gonzalo  la  paterna  huella; 
Lidia  de  honor  sediento,  y  por  do  quiera 
El  entusiasmo  de  la  hueste  ibera 
Le  captan  su  piudencia  y  su  virtud. 
De  Pasto  por  las  b^licas  legiones 
Es  debelado  el  escuadri5n  hispano ; 
Gonzalo  acorre,  anima  al  cutellano, 
Vuelve,  y  vence  4  la  ufana  muldtud. 


La  capital  del  payan^s  imperio 
Mfrase  i.  fuego  y  sangre  acometida ; 
Cede  la  turba  bdrbara  vencida, 
Cede  el  Cacique  &  la  imperiosa  ley : 
Del  vencedor  sacrllego  la  espada 
Va  i  mancharse  en  la  sangre  del 
Pero  Gonzalo  la  alevosa  mano 
Castiga,  y  salva  de  Payin  al  Rey. 


En  la  cruda  campafta,  cuando  el  fuerti 
Valor  desmaya  y  la  constancia  falta ; 
Cuando  el  sueQo  los  pirpados  asalta, 
Y  sucumbe  la  hambrienta  desnudez ; 
Cuando  el  corto  escuadrdn  tiembla,  sitiai 
De  est^l  roca  en  la  tostada  cima, 


ela,  calla:  y  si  habia,  aaima, 
:sto,  iatr^pido  i  su  vez. 

ave  le  esmaltaba  apenas, 
sonibra,  el  labio  delicado, 
>stro  infaatil  ya  era  el  soldado, 
;ro,  d  hgroe,  el  capitin; 
as  huestes  vencedoras, 
I  infeliz  americano, 
da  d^bele  A  su  mano, 
I  armas  la  victoria  dan. 

edio  de  esos  heroes  con  que  mancha 
as  la  historia  de  la  tierra, 
de  cxteTtninio,  que  la  guerra 

mundo  adora  en  la  abyecddn, 
tma  gentil,  aquel  Gonzalo, 
alzaba  Candida  y  sereoa, 
y  de  honor  el  alma  llena, 

y  de  amor  el  coraz6a 

iliUria  en  espantoso  yermo, 

puso  entre  cspinas  y  entre  abrojos, 

livia  i.  l03  cansados  ojos 

el  calor  del  arenal  I 

:nte  en  irido  desierto 

ica  al  sediento  peregrino! 

:fia  de  bien  en  el  caroino 

:  siembra  la  conquista  el  mal ! 


LA  NUEVA  PATRIA 

CUADRO   SBGUNDO 

)r  el  campo  que  agostd  el  olvido, 
Lo  con  mano  reverente 
secas  del  laurel  perdido. 


-  74  — 

Dir6  tus  hechoSy  infeliz,  valiente 
Gonzalo,  amante,  amado,  persegaido ; 
Pero  los  busco  entre  el  voraz  torrente 
De  los  siglos ,  que  ruedan ,  se  confunden  ^ 
Y  en  la  infinita  eternidad  se  hunden. 


Asf ,  cuando  por  prados  de  esmeralda 
El  ardiente  volcin  su  lava  arroja, 
Mirase  al  ciervo  por  la  ardida  falda , 
Lentamente  paseando  su  congoja , 
Escarbar  y  buscar  la  seca  y  jalda 
Hierba,  y  la  rota  solitaria  hoja, 
Tristes  reliquias  del  nativo  prado 
En  negra  lava  y  en  ceniza  ahogado. 

Como  vasta  pirimide,  arrojada 
De  Norte  d  Sur  en  medio  al  Oceano, 
La  cuspide,  en  el  choque,  despuntada, 
Derrufdos  los  lados  por  la  mano 
Del  tiempo,  en  la  obra  perennal  cansada, 
Mfrase  al  continente  colombiano; 
Y,  cual  del  cuerpo  astillas  desprendidas, 
Se  ven  sus  islas,  por  el  mar ,  tendidas. 

Andes,  en  forma  de  melena  densa, 
Sus  altas  sierras  sobre  el  Norte  extiende; 
Luego  reduce  su  expansion  inmensa, 
Y  en  larga  If  nea  para  el  Sur  desciende ; 
Deja  al  Oriente  la  llanura  extensa 
Que  hasta  el  remoto  Atlintico  se  tiende  y 
Y,  la  frente  imperial  en  fuego  ardiendo, 
Ve  los  dos  mares  i,  sus  pies  rugiendo. 

Esa  es  la  cordillera  i,  cuya  cumbre 
No  alcanza  del  cond6r  el  raudo  vuelo; 
La  fiibrica  de  enorme  pesadumbre 
Donde,  entre  algas  y  t6mpanos  de  hielo, 
Nace  la  pura  y  limpia  muchedumbre 
De  aguas  que  riegan  nuestro  f6rtil  suelo, 


r 


Brotando,  entre  el  misterio,  tras  U  niebla 
Vertiginosa  que  el  abismo  puebia, 

AI  Norte,  al  Siir,  y  en  curvas,  al  Oriente 
De  las  g^lidas  fiientes  desprendidos, 
Arroyos  mil,  con  pr6diga  corrieote, 
Enriquecen  la  tieira:  entretejidos, 
Cual  vasta  red ,  por  todo  el  contineate 
Discurren;  luego,  en  masas  recogidos, 
Van  A  pedir  al  pi^lago  profundo 
Para  su  tierra  paz,  comercio  al  mundo. 

Y  arrastran  al  Atlintico  sonoro 
Sus  ondas,  y  al  Paclfico  sllave, 
Comendo  por  las  selvas  sobre  el  oro 
Que  brilla  terso  entre  la  arena  grave. 

Y  son  prendas  de  unii5n,  mis  su  tesoro 
No  esti  en  el  oro  vii :  eati  en  la  nave 
Que  aurcando  sus  utiles  raudales 

D6  indiistria  y  libertad  i  los  mortales. 

De  Granada ,  la  Nueva ,  el  Virreinato 
Departe  el  Marafldn  de  sus  vecinos; 
Intemo  y  noble  raar,  donde  el  aflato 
No  alcanza  de  los  recios  torbellinos, 

Y  de  future  union  vinculo  grato 
Entre  los  industriosos  grenadines, 
Aorta  de  este  mundo  colombiano, 

Y  rfo  de  los  rfos  sobereno. 

Y  de  Granada  en  la  regi6n  do  gira. 
Sin  jamis  apartarse ,  el  sol  amante , 
y  con  suave  hilito  respira, 
Arrullada  entre  patmas,  la  aura  errante, 

Y  el  taguij<5  mondtono  suspira, 
Del  marjal  melanc61ico  habitante; 
Entre  el  Ande  y  el  mar ,  que  la  mejilla 
Recuesta  en  paz  i  la  escarpada  oritla; 


-76  - 

Hay  un  valle  feliz ;  su  tierra  < 
En  continuas  y  pUcidas  coUnas 
Que  La  brisa  al  pasar  besa  y  adu 
For  ese  valle  en  ondas  cristalini 
El  agua  precipfCase  y  circula 
Serpeando  entre  flores  purpurin 

Y  al  fin  de  aquel  ed^n  verde  y  r 
La  ilustre  Popayin  alza  la  frent 

De  sus  coUnas  altas  amparada 
Como  la  tigre  que  asechanza  ter 

Y  espera  el  can  al  irbol  recosUt 
Detris  del  corvo  cerro  de  la  Em 
Se  la  mira  de  lejos  engastada  : 
Desde  el  Cauca,  i  la  luz  del  sol 
Sobre  la  alba  ciudad,  ea  grupos 
Se  ven  surgir  sus  pardos  campai 

Al  Oriente  Bel^n ,  donde  el  d< 
Pueblo  va  A  celebrar  el  nacimiei 
De  Jesils,  su  Seflor,  y  cumple  el 
Aflo  por  aflo,  en  santo  arrobaot 
En  la  blanca  capilla  mudo,  inm 
Contempla  aquel  buen  pueblo  el 

Y  en  silendo  solemne  recogido, 
Adora  al  Salvador  reci^n  naddo 

Alumbra  la  capilla  el  sol  nacii 
Dando  en  el  monte  verde  y  esca 
Do  un  caniino  en  figura  de  serpi 
Ijrira,  y  le  va  subiendo  por  un  U' 
IT  i.  este  camino  agdlpase  la  gent 

Y  de  vivos  colores  inatizado, 
[^omo  una  sierpe  enorme  se  estr 

Y  en  gayas  ondas  sus  anillos  me 

Y  m^  all4,  como  inmortal  gi| 
^Iza  la  frente  el  Purac6  sublime 
k  veces  terso,  c^ndido,  brillante 


las  basas  en  silendo  oprime ; 
[ivuelto  en  nubes,  retumbante, 
I  fuego  que  en  sus  antros  gime, 
esfuerzos,  6  estremece  el  suelo, 
lia  en  llamas  la  extension  del  cielo. 

r  se  encrespa  en  rocas  y  montafias, 
encumbra  el  desigual  terreno, 
lecen  las  silvestres  caflas 
apuestos  riscos  en  el  seno; 
del  calor  plantas  extraflas , 
rdan  de  la  vibora  el  veneno, 
orrente  bramador  y  estrecho 
:avado  por  siglos  su  hondo  lecho. 

montes ,  que  ya  sflavemente 
sar  la  linfa ,  enamorados 
len,  6  ya  suben  de  repente 
}  pintorescos,  escarpados, 
IS  cada  zona  dife rente 
js  de  otra  zona  eiitrelazados ; 
uales,  todos  juntos  crecen 
iempo  se  maduran  y  florecen. 

la  tierra.  El  cielo  encapotado 

ir  tiempos  el  azul  sereno: 

I,  de  relimpagos  preSado, 

si  horizonte  el  ronco  trueno; 

ipetu  elSctrico  turbado, 

aire  huracanes  de  su  seno; 

ivia,  crujen  las  montaAas, 

1  el  sol,  se  inundan  las  campaiias; 

negra  tormenta  que  obscurece 
en  torno  al  mundo  y  le  conturba , 

lo  la  b6veda  estremece 

3  rayos  por  su  inmensa  curva, 

Ita  del  sol  desaparece, 

iube«  la  aplAada  turba, 


-78- 

Y  ante  la  luz  pacifica  y  tranquila, 
Ni  se  mece  la  flor,  ni  el  aire  oscila. 


Aquf  la  vasta  cordillera  empina 
En  fantdsticos  riscos  su  cadena ; 
AUi  en  vaiv^n,  eldstica  se  inclina 
Sobre  el  tallo  gentil  de  la  azucena 
La  flor,  ante  la  brisa  matutina; 
Acd  el  arroyo  por  la  selva  suena ; 

Y  vese  el  llano  y  su  pintada  alfombra 
Que  interceptan  los  montes  con  su  sombra; 

Y  la  fruta  silvestre,  donde  toma 
Su  grato  olor  la  brisa  pasajera 
Para  mezclar  al  de  la  flor  su  aroma ; 

Y  el  canto  de  la  t6rtola  agorera, 
Cuando  la  noche  en  el  Oriente  asoma ; 

Y  el  variado  matiz  de  la  pradera, 
Que  gusto,  ol£ito,  oido,  vista  halagan, 

Yy  deleitando  el  cuerpo,  el  alma  embriagan ; 

Y  el  Cauca,  que  entre  enormes  pedrejones 
Sus  ondas  bramadoras  alborota , 

(3  preso  por  altfsimos  pefiones, 
En  vano  el  dique  de  granito  azota ; 

Y  del  ronco  volcdn  las  convulsiones, 

Y  el  muelle  junco  que*en  el  lago  brota, 
La  calva  roca,  la  aromosa  planta, 
Todo,-en  contraste  seductor,  encanta. 

No  es  este  el  clima  delicioso,  blando, 
Que  al  ocio  s61o  y  al  placer  conyida; 
Ni  su  habitante  gozari,  pasando 
En  pereza  mon6tona  la  vida. 
Para  quien  nace  en  su  redor  mirando 
La  gigante  natura  estremecida 
En  contraste  magnlfico  y  eterno , 
La  quietud,  la  inacci6n,  es  el  infierno. 


—  79  — 

Ea  la  vasta  extensi6n  que  el  Cauca  bafia, 
Desde  que  asoma  la  modesta  frente 
Entre  el  musgo  glacial  de  su  montafia , 
Hasta  que,  unido  con  su  hermanOy  siente 
Del  bramador  Atlintico  la  safla 
Oponerse  al  poder  de  su  corriente, 
Si,  cuanto  riega  su  raudal  bendito 
Es  alto  y  gigantesco :  ;  hasta  el  delito ! 

Asi  como  ^1  y  extraflo  en  su  carrera, 
Crece  y  retumba  amenazando  estrago, 
(3  besa  manso  la  feraz  pradera 
Mecido  en  Hondo  y  cristalino  lago, 
O  desciende  en  magnifica  chorrera , 
Tendiendo  el  iris  por  el  aire  vago; 

0  sus  olas  espl^ndidas  de  plata , 
Ruedan  de  catarata  en  catarata ; 

Asf  su  hijo  entusiasta,  en  las  regiones 
Que  61  con  sus  ondas  ^cidas  satura, 
Creciendo  entre  las  recias  convulsiones 
De  la  inquieta  y  terrifica  natura; 
En  medio  de  contrastes  y  emociones, 
Pasa  la  vida  borrascosa,  dura ; 
Y  es  h^roe,  santo,  mdrtir,  delicuente; 
jTodo,  menos  cobarde,  indiferentel 

[  Yo  te  saludo,  Popaydn  insigne ! 

1  Salve !  { cuna  de  mirtires  y  sabios ! 

1  Haz  que  el  genio  d  mi  canto  se  resigne; 
Inspira  un  son  arm6nico  i,  mis  labiosl 

J  Y  que  tu  historia  algun  lugar  asigne 
Al  infeliz  cantor  de  tus  agraviosi 

2  Que  Dios  tu  nombre,  en  su  piedad,  enalbe  I 
I  Salve  !  j  Paydn,  tres  veces,  salve !  j  salve ! 

|Y  salve!  [tu  mi  patria  granadina, 
Querida  al  coraz6n ,  grata  i  la  mente ! 
J  Si  en  exilio  tu  bardo  peregrina, 


.__^' 


—  8o  — 

No  se  ha  secado  del  amor  la  fuente 
En  au  pecho  filial ;  y  aunque  ^1  inclin; 
Al  extranjero  la  humillada  frente, 
Aun  no  ha  amellado  tu  injusticia  inm 
El  fierro  que  blandiera  en  tu  defensa  I 

j  Yo  te  amo,  aunque  tu  mano  me  ai 
Madre,  como  &  reptil,  de  tu  regazo  I 
Si  m^  me  persiguieras,  mis  te  amara 

Y  bien  por  mal  volvifirate  mi  brazo. 

I  Ah !  jquisiera  tener  voz  alta  y  clara 
S61o  para  ensalzarte  ;  y  que  ese  laze 
Cuando  yo  pase,  cuaJ  pas6  tu  gloria, 
Nos  uniese  en  la  rauerte  y  en  la  histoi 

j  Y  viera  el  mundo  al  hijo  maldecid' 
Honorando  i  la  madre  con  su  Uanto, 
Arrancarle  su  feretro  al  olvido 
Con  el  vtril  esfuerzo  de  su  canto; 

Y  al  mirar  sobre  el  tiempo  remecido, 
Redentor  de  tu  gloria  ,  mi  himno  sant 
A  mi  ferviente  stiplica  propicia 
Perdooara  la  bistoria  tu  injusticia! 

No  s6  per  qui,  de  mi  existencia  due 
Si  velo,  siempre  aaaltas  mi  memoria; 
Si  duermo,  siempre  con  tu  imagen  sm 
Si  pienso,  siempre  afligeme  la  historic 
De  eaos  tus  ambiciosos,  cuyo  empeflo 
Es  devorarte  sin  honor,  sin  gloria, 
Gusanos  de  un  cadaver,  que  se  gozan, 
Aunque  mueran  despu£s ,  mientras  de: 

EL  ERMITANO. 

CUADRO   S^PTtMO. 

Entre  la  sombra  solitaria  y  frfa 
De  la  apartada  y  secular  montaAa, 


0  y  su  cabaDa, ' 
soledad. 
marchita 

!ara  fretite, 
ardiente, 
3.  edad 

;nir  encterra; 
dn  divina 
destina, 
rumentoen  6l. 
lor?  ^1  eslabona 
iestra  lanza 
ndo,  en  la  balanza 
.  el  fiel. 

e  Moists  naufiaga 

ilotiende, 

r  suspende 

/id: 

astro 

-rera, 

1  la  pradera, 
,  en  la  lid. 

rigen ,  DO  en  el  ttempo , 
ndesctrcunscrito; 

0  y  lo  infinite 
da  son; 

no  en  lo  futuro, 
El  no  alcanza; 
emoria  ni  esperanza, 

1  para  Dios. 

mar  al  hombre, 
1  es  perfectoj 
iosecto, 
ano  vit ; 
Da  todo: 


Ya  de  mundos  itinumeros  tachona 
El  cielo,  ya  lo9  reinos  eslabooa 
A  la  suerte  de  un  hombre  6  de  un 

Muerda  i  Colon  un  ispid,  y  eL« 
Cambiadel  Universo:  los  millone: 
Que  ban  venido  4  poblar  nuestras 
No  serian  siquiera  los  que  son. 
Rdmpase  el  d^bil  ciflamo  en  que  c 
La  madre  i  Fulton  en  su  pobre  cu 
y  la  industria  del  mundo  y  su  fort 
Quedan  porque  ^1  no  piensa,  en  la 

Como  al  contacto  el^ctrico  se  cii 
Una  cadena  de  extensi6n  inmensa, 
Del  genio  al  soplo  se  despierta,  y  | 

Y  obra  y  corre  al  poder  la  humani 
Para  toda  inedita  Galileo, 

7  el  ciego  Homero  para  toda  cant 

Y  Saulo  y  Pedro ,  en  su  doctrina  s 
Enseflan  para  toda  la  verdad. 

Una  es  la  humanidad.  Ibero  y  c! 

Y  colombiano  y  tirtaro  remoto 
Navegan  juntos:  mas  del  mar  igac 
Dios  sdlo  el  rumbo  y  los  escoUos  v 

Y  porque  ^1  solo  es  sabio,  y  t.lco 
Sdlo  del  puerto  el  Ultimo  reparo, 
Alza  en  la  mar  por  nuestro  bien  y 
El  faro  inextinguible  de  su  fe. 

Entretanto  el  filosofo  presume 
Que  la  dicha  con  niimeros  calcula 

Y  en  balanza  sin  fiel  pesa  y  regula 
Los  iLtomos  de  bien  y  de  salud. 

I  Necio  1  56I0  una  regla  hay  para  el 
El  crimen  siempre  4  la  desgracia  ii 
Siempre  A  la  dicha  la  virtud  condi 
Siempre  la  fe  conduce  i.  la  virtud. 


ispartaao, 
lafe. 

ingrato 
3  venas, 
tenas, 
Ltoiba  ve. 

que  anuncian 
la  doctrina, 

>e  incltna 

huracdu ; 

aitarras , 

laralso , 

de  improvise , 

a  al  Corfin 

'i^ ,  que  pudiste 

igana, 

'  cristiana 

uz7 

nocer  ensedas, 


o  el  chino 
le  riqueza ; 


ados, 
sublim 


sto  es  sdlo  grande; 

lamieuto 

mamento: 


Si  puede  al  roar  y  al  huracin  vi 
Si  el  Universo  entero  se  soroetc 
Al  vigor  de  su  espiritu  fecundo 
En  tu  doctrina  santa  ;  oh  luz  dt 
El  secreto  ha  de  estar  de  su  poc 

i  Ven,  por  piedad !  i  No  dejes 
El  verde  valle ,  la  tendida  lotna 
Guirdale  au  pureza  de  paloma 
A  la  naci6n  cristiana  en  que  na 
Giiirdala,  y  en  las  andas  bienh 
De  tu  corriente  pura  y  cristalin 
Purifica  i  la  raza  granadtna, 
Para  que  medre  deleitada  en  U. 

]  Sf,  vea  I  De  Dios  en  el  desij 
Nada  Bay  desordenado  ni  violei 
El  progreso  del  hombre  es  un  p 
De  ta  tranquila  y  natural  acci6i 
J  Ven  I  inspira  i  este  mfsero  ernr 
Que  su  dolor  y  Ugrimas  oculta 
En  esta  selva  solitaria,  inculra, 
Para  que  salve  al  mundo  de  Co 

j  Pobre  eremita !  La  afliccidn 
Su  frente  melang61ica  y  sombrii 

Y  hasta  su  risa,  cuando  asoma, 
Corao  la  luz  de  hogtiera  funeral 

Y  vive  como  el  iguila,  alcanzad 
De  fiecha  aguda,  que  orgullosa 
Su  vuelo  al  monte,  y  solitaria  t 
Al  punzante  dolor  su  ala  imper 

Su  mirar,  ora  vago,  y  ora  fijc 

Y  el  amargo  sarcasmo  de  sus  la 
Revelan  su  pesar  por  los  agravi 
Que  de  su  hermano,  el  hombre 
Pero  siSlo  es  pesar  :  noble  en  su 
Huy6  el  placer  de  la  venganza  : 


mundo,  en  su  agonla, 
I  protector  bused. 

:e:  el  odio  le  atormenta; 

,  por  virtud  perdona; 

;o  infiel  que  le  abandona, 

asivo  en  su  desdSn: 

Itnir^dor,  en  ella 

iducta  el  alto  ejemplo, 

e  corazdn  un  templo 

naocha  y  que  perfuma  el  bieo. 

es  ligrimas  sus  ojos, 
rostro  buscan  paso 
crep^sculo  al  ocaio, 
>  su  postrer  canci<5n : 
irfano.al  insecto 
1  su  piadosa  mano, 
:  de  9u  fuerza  ubno, 
lorros  al  leiSn. 

bergue  rtistico  y  angosto, 
ice,  un  santo  crudfijo, 
■olitario  fijo 
aci6n  postra  la  faz. 
;io,  6  sin  pedirle 
icera  y  esperanza, 
OS  i  hermanar  no  alcanza : 
,  y  con  el  delo  paz. 

viado  por  la  ciencia  vana 
steriosa  y  muda 
reado,  y  de  la  duda 
abismo  aterrador. 
lay  vinculo  bendlto 
una :  sin  piloto  vamos, 
los  escollos  damos 
aar  funesto  del  error. 


—  86  — 

Pendeo  i  un  tronco,  de  diversa 
QuizA  objetos  de  culto  i  su  memoi 
Quizi  recuerdos  de  pasada  gloria. 
El  terso  casco  y  el  brufiido  arn^s: 
El  arcabuz  y  la  templada  espada, 
Con  sollcito  esmero  aparejados 
Est&n  en  cruz,  &  la  pared  colgados 
Bajo  un  negro  y  espl£ndido  pav^s. 

Pace  un  potro  robusto  en  la  exp 
Frente  &  su  choza ,  y  sobre  el  troni 
La  da  su  sombra  protectora  un  to\ 
Del  huracia  y  el  ttempo  vencedor 

Y  libros  tiene,  y  el  papel  amigo 
En  que  la  hlel  del  inima  derrama 
Pensando  acaso  que  i  la  eterua  bu 
L-egiTii  con  su  nombre  su  dolor. 

Las  aves  libres,  que  del  bombre 
El  sang  ulnar  io  destructor  instinto 
De  su  choza  al  paclfico  recinto 
Suelen  albergue  y  proteccidn  pedii 

Y  el  ertnita  acaricia  deleitado 
Aquellos  seres  que  en  su  torno  vu< 
O,  en  sus  hombros  sentados,  no  r< 
Que  61  los  pretenda  esclavizar  ui  1 

Sin  mils  consuelo,  en  soliloquio 
El  solitario  sc  habia  y  se  responde 
Huye  del  mundo,  y  en  la  selva  esc 
De  la  enemiga  humanldad  su  hiel. 

Y  les  babla  &  los  ilrboles,  y  goza 
En  hacer  que  repliquen  i.  su  acent 
Los  ecos,  que  en  fant^tico  concen 
Cambian  sus  notas  rusticas  con  H, 

A  veces  suele  aroiarse,  y  cabaljf 
El  noble  potro  i  su  querer  sumiso 
Por  la  selva  se  interna  de  improvi 


-  «7- 

lezquino  hogar ; 
IS  trillando , 
torrentes, 
idos  £  hirvientes 
r  y  atravesar. 

,  su  adetnAn  resuelto, 
leve  su  cintura ; 
istica  figura 

del  le6a  j 

rizos  de  azabache , 
uenga  cabellera ; 
ojos  la  certera 
del  halc6D. 

rmas  su  embeleso ; 
sisterioso  hilo, 
ciudad  astlo, 
le  ni  inquirir. 
rbaro  le  admira 
ilo  rcspeto , 
Qfsero  secreto 
lor  i  tr^lucir. 

1 1  La  hora  se  aproxitna 
no  hay  paz  ui  calma 
el  amor  del  alma 
'fctima  jam  is. 
opresor ,  y  al  malo 
neficio  liga: 
el  mal ,  el  bien  castiga 
[ue  le  pesa  mis. 


CUADRO  OCTAV 

Era  la  tarde.  Pilido  teflta 
La  selva  el  sol  con  su  postrer: 

Y  con  sentida  y  bUnda  pesadi 
Gorjeaba  el  ruiseQor  su  liltimi 
La  leve  brisa  apenas  susurrab; 
Murmuraba  tranquito  el  arroj 

Y  el  puro  azul  del  infinito  cie! 
Presentaba  \m  dosel  digno  de 

Ya  la  tftrtola  amante  y  soa< 
El  postrimer  arrullo  despedfa 

Y  al  arrullo,  arrnllando  respo 
El  conipaflero  oy^ndols  queja 
Cant6  ya  el  toche  el  himno  di 
Blanda  baj6  la  miria  al  grato 

Y  despidi6se  el  cdndor  afligidi 
Del  sol  que  se  hunde  en  el  lej 

J  Escuchad  I  |  Una  planta  m 
Resuena  de  la  selva  en  la  esp< 
iQaUn  huella  osado  la  mont: 
Al  despedirse  el  ultimo  arreb* 
Cuando  en  el  horizonte  adorti 
Luenga  dibuja  la  expirante  sc 
Sobre  la  verde  y  esmaltada  al 
LJDguido  y  tibio  el  desteflido 

i  Qaiin  turba  el  melancdlic 
De  la  desgracia  ?  —  De  sorpre 
Deja  escapar  un  t^trico  bufidt 
SoDoro  y  ronco  el  £gil  alaz&n 
Lu£go,  trotando  en  torno,  la 
Perfila  hada  adelante,  y  enar 


plum  a  la  poblada  cola, 
)ii  atdnito  ademdn. 

I  en  tanto  el  solitario  absorto 
5  del  rayo  vespertine , 
K>lillado  pergamino, 
al  de  su  raezquino  hogar. 
umor  ins6lito,  ve  un  hombre 

; — jGonzaloI te  lo  ruego, 

Y  por  que  he  de  huir  ? — jTomal  e 
nto  horrible  i  revelar. 

eplica  el  ermita ;  el  pliego  toma, 
ii  oscilante  y  mortecina 
Umpara,  se  inclina, 
y  se  estremece  de  terror. 
rdo  fatal  le  sobrecoge ! 
[ay!  se  agotpan  repentiaos, 
sadores  y  continos , 
ie  volc&n  abrasador ! 

tiembla.  El  hombre  generoso 
IT  vino  la  infeliz  morada, 

atdnita  mirada 
luedo  lo  que  ve. 

-exclama — es  ^te,  por  ventura, 
alo  de  invencible  lanza, 

armas  lustre  y  esperanza 
aates  cuya  gloria  fu£? 

soy  el  que  salvaste  en  Pasto 
Rumipamba  sus  campeones, 
le  inndmeras  legiones, 
on  en  sangrienta  lid. 
il  Hernin,  Hernin,  tu  amigo. 
lalo,  tu  infeliz  historia, 
az6n,  tengo  mem  or  i  a, 
ids  te  lo  del>o  i.  ti. 


—  90  — 

^No  te  acuerdas  de  ml?  Df,  £no  recuerdas 
Que  solo  al  enemigo  te  lanzaste, 
Y  que  mi  cuerpo  al  birbaro  arrancaste, 
Dindome  i,  ml  la  vida,  el  triunfo  al  Rey? 
j  Mlrame  aqul!  Mi  deuda  pagar  quiero, 
Vengo  1  seguir  6  i  mejorar  tu  suerte. 
Vida  por  vida  doy,  muerte  por  muerte: 
Gratitud  y  venganza  ^sta  es  mi  ley. 

— SI — repone  Gonzalo  ; — ^ya  recuerdo 
El  dia  triste,  la  bat  alia  fiera; 
Pero  el  que  cumple  su  deber,  no  espera 
Ni  se  le  debe  gratitud.  ^Por  qu^? 
Era  yo  el  jefe  y  responsable  solo : 

Tu  perdiste  el  caballo ;  Oh  I  no  te  asombre 

Que  por  primera  vez  sepa  tu  nombre : 
Antes  por  61  jamas  te  preguntd. 

— Pues  soy  Herndn :  te  debo  la  existenda. 
Hora  £puedes  dudar  que  soy  tu  amigo? 
jEa!  ya  me  conoces.  Ven  conmigo; 
Voy  i.  ser  tu  guardian  y  tu  sost6n. 
Alii  estd  tu  opresor,  aci  tu  hermano ; 
i  Ven  al  campo  de  Alvir ! 

—  [Fuera  delito! 
—  No  lo  es  que  busque  el  infeliz  proscrito 

Vida  y  venganza jVen! 

— No  puedo. — I  Oh!  jvenl 

— jHerndn!  jHerndn!  |y  juzgas  por  ventura 
Que  cuando  es  perseguida  la  inocencia, 
La  venganza,  la  infamia  y  la  violencia 
Se  pueden  oponer  i  la  opresi6nI 
I  Soy  espaftol !  Mi  honor ,  mi  rey,  mi  patria 
Antes  que  todo.  De  escuchar  me  indigno 
Tu  idioma,  Hernin.  A  todo  me  resigno 
Antes  que  descender  i,  la  traici6n. 


I 


jame!  iAdii5sI  — 

Hern^n  avergonzado 
a  choza,  y  el  ermita  exclama: 
1  Espaflal  [Espana!  i  D6nde  esti  tu  fama 
:  esti,  cuando  un  hijo  de  tu  suelo 
ivttarme  al  crimen,  porque  piensa 
ara  mi  venganza  y  mi  defensa 
a  traici6n  es  justa  y  natural? — 

»  ojos  en  ligrimas  baAados 
;n  la  carta,  y  trgmulo  la  vfa ; 
J  sello  i  romper  no  se  atrevfa, 
i  i  la  realidad  tuviese  horror. 
ele  al  fin,  y  lee,  y  ardiendo  en  ira 
tse  cien  vecea  la  lectura, 
ra  ciento  el  ciliz  de  amargura; 
i  un  placer  jugar  con  el  dolor. 

'  un  lujo  en  sufrir:  es  grato  hartarse 
angustia  que  punza  y  atormenta, 
da  nueva  faz  que  nos  presenta 
IT  mis  para  mejor  sentir : 
azdn  convulso  en  su  despecho, 
'ando  sus  penas  se  embelesa, 
la  tigre,  que  al  soltar  la  presa, 
I  suelta  por  volverla  i  herir. 

«A   GONZALO. 

uye  I Mi  mano  tr^mula  la  pluma 

erta  &  gobernar,  y  estremecida 
la  sobre  el  papel ,  cual  ave  herida 
I  flecba  aguda  que  le  abruma. 
quise  escribirte:  hoy  te  escribiera 
niverso  entero  se  opusiera. 

igurate  cu&l  es  mi  pesadumbrel 
ir  una  sentencia  te  proclama ; 
ir  todo  el  ejtfrcito  te  llama, 


Y  antes  que  el  sol  el  horizonte 
Al  sepulcro  que  te  abre  tu  ene 
Bajari  el  nombre  de  trudor  co 

»|  Ay!  Aquel  bando  infame 
Hace  saltar  mi  caw6u  de  enoj 

Y  al  lado  de  la  vfctima  me  arr 
Sin  peoaar  en  qui^n  es  el  victii 

Y  nada  temo  ya de  cualquie 

j  Vive ! con  esta  voz  lo  digo 

»  Mientras  pens£  que  muert( 
Nuestro  opresor  cruel,  yo  resp 
Y,  sin  amarte,  &  solas  envidial 
La  montaAa  kliz  que  te  esconi 
jOjali  desde  entonce  hubieras 

Y  hoy  no  te  viera  de  baldiin  ci 

»No  a6  qu6  me  sucede M 

Esta  carta  un  delito,  aunque  r 
Sino  salvarte,  y  nada  mis  espt 
Tal  vez  estar^  loca.  Se  estreme 
Todo  mi  cuerpo.  Yo  no  s6  qu6 
Amor no  puede  ser,  pero  es 

»Tu  existencia  es  el  mar  dot 
De  todos  mis  recuerdos  la  corr 
Yo  soy  el  triste  sauce,  til  la  fui 
Que  me  refleja  en  su  onda  oris 
Yyo  te  busco  como  busca  el  a 
i  Ayt  de  su  arroyo  el  solttario  : 

»lGonzalo!  al  contemplarte 
Yo  me  olvido  de  todo  y  de  ml 
En  ti  mi  ser,  i  mi  pesar,  se  al 

Y  en  tu  desdicha  inmensa  com 
A  tl  sdio  te  busca,  si,  i  ti  s61o 
Yo  soy  como  el  imin;  tu  eres  i 


—  93  — 

quizi  las  mujeres  espaflolas 
utismo  recibea  en  la  cuna, 
[nis  fortaleza  y  mda  fortuna; 
tras,  birbaras  y  solas, 
o  en  la  infancia,  no  logramos 
unca  al  que  una  vez  amainos. 

o  herido  en  suefios,  y  me  inclino 
r  la  sangre  de  mi  dueAo, 
lis  de  tu  voz  late  en  el  sueflo 
ilsii5n  mi  seno  femenino, 
Tmo  por  verte,  sin  pecado, 
srniida  sueAo  en  lo  pasado. 

lor  de  mi  Carlos,  nunca  olvido 
icaste  &  mi  hijo  de  la  hoguera. 
ra  yo  sin  ti  ?  i  D6nde  estuviera 

redentor,  mi  hijo  querido? 
5mo  ha  de  ser  crimen  escribirte, 

bien  que  hlciste  bendecirte? 

ne  calumnie  el  mundo :  no  me  importa. 
t  tu  opresor  dc  mi  inocencia: 
voz  secreta  en  ml  conciencia 
radecer  y  i.  redimir  me  exhorta. 
'  invisible  en  tu  camino 
I,  y  obedezco  A  mi  destino. 

s  me  estremeda  el  pensamiento 
lirte,  Gonzalo;  y  hoy  en  suma 
>  mds  consuelo  que  mi  pluma; 
;  mil  yeces  arrojaria  intento, 
ible.  {Mi  existencia  entera 
Tamar  sobre  el  papel  quisiera ! 

no  pienses  por  esc  que  te  quiero: 
x;ida  soy,  no  soy  liviana; 
lo  que.exige  el  ser  cristiana. 
ii  dulce  Redentor  espero 


Dejar  el  alma,  de  su  mano  hechura 
Sensible  si,  pero  inocente  y  pura. 

»  Heroin  Ueva  esta  carta,  y  yo  mi 
Lejoi  de  ti,  temblando  por  tu  suertt 
J  Me  cambiara  por  €l,  que  puede  vei 
I  Ay  I  pero  apenas  envidiarle  puedo. 
Silvate,  aunque  Feroando  me  convi 
De  haberte  escrito |OhI  jSilvatt 


EL  CABALLO. 

CUADRO    NOVENO. 

Mientras  Gonzalo  la  aflictiva  cart 
Con  voz  cortada  y  tr^mula  lefa, 
Hern  in  abandonarle  pared  a 
En  el  deliria  de  su  acerbo  afin. 
Lee,  y  dejando  atdnito  su  albergue, 
jHerndn!  jHerndn!  gritando,  el  m 
Mas  sdio  el  eco,  que  le  burla,  sueaa 
De  lejos  repitlendo :  /Hemdnf  /He 

jPuhenxa!  Jba  i  decir;  mas  la  pal 
Muere  ea  su  labio,  cual  la  pura  got 
Que,  entre  la  escarcha,  del  peAasco 

Y  se  hiela  al  salir  del  manantial. 
Se  arma  maquinalmente,  y  dando  f 
A  su  cabaAa  misera  y  pajiza, 
Goza  en  ver  reducidas  k  ceniza 
Trovas ,  historia  y  gloria  terrenaL 

Entonces  por  su  mente  trastornat 
Cruza  un  desesperado  pensamiento, 

Y  concibe  fren^tico  el  intento 
De  morir  y  dar  fin  i.  su  dolor. 

/  Pb  traidorl  dice;  el  eco  le  remeda 


9r/  el  desdichado  repetia; 
or!  el  monte  4  repetir  volvia 
!UB  rocas  Ssperas. — /  Traidor! 

6  dolor,  sin  obtener  alivio ; 
'.a  rencor,  sin  pretender  venganu; 
le  amor,  sin  fe,  sin  esperanza ; 
i  su  Dies,  su  Dios  le  desoy6. 
-ia  cortej6,  le  huy6  la  gloria; 
ibre  condoli6  y  6\  le  maldijo ; 
an  asilo  entre  la  selva  fijo , 
a  de  la  »elva  le  inboi6. 

gastada  en  la  perpetua  lucha, 
^a  al  6n  la  humanidad  vencida, 
ando  en  su  ripida  cafda 
a  que  sucumbe  i  su  pesar ; 
a,  por  el  polvo  gobernada, 
deja  Uevar  Unguida  y  floja 
3r  el  buracin  la  seca  hoja, 
:1  alga  liviana  por  el  roar. 

/en,  mi  alaz&n  I  — prormmpe  el  desdichjdd  ;- 

>r  ta  tiltima  vez,  sirveme  ahora, 

cancro  iomortal  que  tne  devora 

conmigo  en  los  infiemos  ya. 

1  mi  ilnico  bien;  yo  nada  tengo, 

|ue  me  detenga  aqui  en  el  mundo, 

ntigo  en  los  infiemos  me  hundo, 

1  pesar  el  alma  Uevari. 

i  indtil  luchar:  es  imposible 
la  ingrata,  abrutnadora  carga 
t  existencia  degradada,  amarga, 
)  puede  i  la  infamia  resistir. 
1  soplo  del  viento  del  deli  to 
:ud  como  Umpara  ae  apaga. 
:  sdlo  at  delito  el  mundo  halaga, 
los  de  ^1;  dejemos  de  vivir. 


-96- 

La  calumnia  me  asalta  como 
En  vano  con  mis  hechos  la  con f 
Al  caer,  nuevas  ftierzas  la  da  el 

Y  vuelve  mis  pujante  i  aparece 
i  Adids ,  oh  patria !  j  For  habert< 
He  pcrdido  mi  honor,  estoy  pro 
SI ;  amarte  demasiado  es  el  delit 
Que  me  hace  hasta  la  infamia  c 

i  Todo  cede  i  la  astucia !  El  v 
Ciego  como  esa  roca  que  me  infi 
Me  oye  Uamar  traidor,  traidor  i 

Y  calumnia  porque  oye  calumni 
Mi  nombre  esti  manchado  sin  r 

Va  i  maldecirme  EspaAa Esc 

Eso  vale  tu  infamia,  eso  tu  glor 
i  Esos  tus  fallos  son ,  Humanidat 

1  Ven ,  mi  alazSn !  —  Y  ripido 
Sobre  el  corcel ;  le  aguija  con  fie 

Y  alraviesa  veloz  por  la  maleza, 
Desesperado  y  de  la  muerte  en  i 
Por  sobre  arbustos,  zarzas,  rama 
El  caballo  fren^tico  se  lanza. 
En  alas  del  temor  y  la  esperanz: 
Van  corcel  y  jinete.  i  Adids  I  i  ad 

Salva  el  caballo  i  saltos  los  an 
Llevando  entre  los  dientes  el  bot 
Y,  del  rudo  acicate  atormentado 
Va  su  escape  aumentando  sin  ce: 
La  rienda  tesa  con  entrambas  m: 
Lleva  el  jinete;  la  entreabierta  b 
Del  fogoso  animal  los  pechos  toe 

Y  su  hirviente  nariz  se  oye  troni 

Hay  en  el  corazdn  de  la  monti 
Baudo  torrente,  que  de  brefla  en 
De  una  sima  <t  otra  sima  se  despi 


—  97  — 

0  en  un  sepulcro  va  a  correr. 
rodando,  y  turbulento  siempre, 
a  sus  hirvientes  borbotones 
enormes  y  negros  pedrejones, 
/iSrcese  eo  niebbs  alcaer. 

e  la  masa  de  sus  turbias  ondas 
abismo  frenfeiicas  descienden , 
ias  nieblas  m6viles  extlenden 

10  deiisa  de  flotante  tul ; 

'av^a  de  sus  pliegues  misteriosos 
elampaguear  la  catarata 
o,  en  r&pidas  rifagas.  desata 
e  el  viento  el  cortinaje  azul. 

hondo  lecho  al  uno  y  otro  lado 
do3  rocas  sus  excelsas  crestas, 
indo  sus  frentes  contrapuestas 
bes  tempestuosas  al  vapor : 
lila  imperial  la  cima  akanza, 
us  cavernas  lobregas  anida ; 
bajo  pe/lasco  balla  acogida 
u  prole,  impSvido,  el  coodor. 

la  inferior  regi6n,  el  triste  buho, 
■ision  vaga  que  la  noche  exhala, 
lespliega  de  fantasma  el  ala, 
a  eu  las  sombras  lobrego  solaz. 
z  el  borde  empinado  de  esa  roca 

1  profunda  cavidad  domina, 
aflol  fren^tico  encamina 
ible  potro  la  carrera  audaz. 

Lse  entre  la  selva  est^ril  risco 
)visto  de  arbustos  y  de  grama, 
ir  senda  torcida,  se  derrama 
:na,  y  forma  vasto  caracol. 

11  va  Gonzalo,  y  con  esfuerzo 

)  al  potro  en  la  pendiente  p^ra, 


Y  cual  si  un  eneroigo  divisara 
Lleva  U  diestra  al  sable  el  espaflol. 

Al  rayo  de  la  luna  que  dibuja 
Su  luenga  sombra  en  la  pardusca  roca , 
Vese  mover  su  convulsiva  boca, 
y  su  faz  cadav^rici  vibrar. 
Mas  luego  con  desd^n  suelia  el  acero, 
Al  estrellado  firmamento  niira, 

Y  con  la  mano  tr^mula  de  Jra 
A  los  cielos  parece  amenazar, 

j  Mas  vedle  alli !  ;  que  ya  otra  vez  asoma 
Dominando  el  altlsimo  peiiasco ! 
;0h !  {cu&l  relumbra  el  argentado  casco 
Sobre  el  manto  de  negro  vellori ! 
[Adids!  ;adt63!  jque  rjpido  galopa, 
Et  corcel  empujando  hacia  el  abismo ! 
;  Adi6s!  jadids!  [que  en  un  instante  mismo 
Muerte  y  alivio  va  &  buscar  alli ! 

Ya  llega  al  precipicio,  ya  en  la  orilla 
Contempla  ufano  el  vortice  profundo 
De  la  sima  espantosa,  do  iracundo 
Hierve  el  torrente  en  turbio  borbotfin. 
—  [A  morir! — grita  en  extasis  demente; 
Pero  ante  el  borde,  que  4  su  peso  cede, 
El  caballo  espantado  retrocede 
Sordo  i  la  bnda,  sordo  al  aguij6n: 

Saltado  el  ojo,  eriza  la  melena, 
La  espesa  cola  encoge  zozobrado ; 
Tiembla  de  pies  y  manos  azogado; 
Bufa  poniendo  en  arc3  la  cerviz: 
La  inquieta  oreja  hacia  el  peligro  vuelta, 

Y  el  ancho  pecho  cdndida  de  espumi, 
Brota  de  fuego  una  radiante  pluma 
De  la  convulsa,  anchisima  nariz. 


1 


5 

(M 


—  99  — 

Las  ijadas  rasgdndole  A  e^polazos, 

—  i  Oh !  mil  veces  cobarde  y  raaldecido— 
Exclaraa  el  castellano  enfurecido :  u 

—  I  Quieras  6  no,  conmigo  moriris !— 

Y  al  acero  llevando  la  impia  diestra 
Va  i,  desnudarle,  el  alasdn  lo  siente,  ^ 

Y  partiendo  al  sonido,  de  repente 
Salta  i,  derecha,  d  izquierda,  al  frente,  atris. 

i 

Ya  en  el  pie  sostenido,  ya  en  la  mano ,  % 

En  corcovos  listisimos  se  mueve ;  | 

No  hay  posici6n  que  rdpido  no  pruebe ; 
Siempre  en  el  aire  estremecido  va : 
Contra  la  roca,  el  pedrej6n,  el  tronco, 
Se  azota,  y  se  alza,  y  clivase,  y  palpita,  | 

Y  bufa  ronco ,  y  la  cerviz  agita ;  ^| 
Mas  siempre  d  plomo  el  castellano  estd. 

En  la  izquierda  la  rienda,  en  el  estribo 
Firme  la  planta,  amargo  sonrefa, 

Y  con  la  diestra  la  cerviz  le  heria 

Despreciando  su  vano  frenesf 

Mas  [ay  I  la  planta  en  una  grieta  obscura 
Hunde  el  caballo,  y  se  desploma,  y  rued  a, 

Y  herido,  opreso,  ensangrentado  queda, 
Bajo  su  peso,  el  caballero  alii. 

Rueda  por  largo  trecho  enmaraAado 
Entre  el  arz6n  y  estribo  maldiciendo; 
Sordo  retumba  el  monte  al  bronco  estruendo 

Y  hundese  el  mundo  en  sepulcral  pavor. 
Las  alas  leves  el  silencio  extiende, 
Sobre  61  desciende  d  guisa  de  fantasma,  "I 

Y  acento,  aliento  y  pensamiento  pasma,  | 
Ahogando  entre  la  sincope  el  dolor.  | 

j  Hele  all!  bajo  el  manto  de  la  noche !  t\ 

i  Entre  el  ser  y  la  nada  suspendido!  || 

{Sin  el  corcel,  que  en  libertad  ha  hufdo!  j 

"1 

I 

1! 

•«i 

J 


jCon  vida!  i  no  ha  podido  ni  morir! 
i  Sin  orgullo !  ;  que  e!  alma  esti  march 
i  Sin  descanso!  en  desmayo  solamente 
Que  no  descansa  quien  dolor  no  sieate 
Sin  morir,  sin  pensar  y  sin  vivir. 


ESPADA  A  ESPADA. 

CUADRO   DUODECIMO. 

Aplazado  et  comba.te,  Alvaro  piensa 
En  don  Pedro  tan  solo:  el  buen  anciar 
Estd  tendido  en  la  mitad  del  llano 
Bajo  su  tosco  manto  militar ; 
Su  espada  al  lado,  sobre  el  seno  el  bra: 
Las  recias  piernas  juntas  y  tendidas ; 
A  no  verse  en  su  pecho  las  heridas, 
Pareciera  don  Pedro  descansar. 

Flotan  del  caaco  en  profusion  espcsa 
Los  rizos  de  su  ciadido  cabelio, 
Y  al  uno  y  otro  lado  de  su  cuello 
Se  agrupan  como  lirios  &  su  sien : 
Velados  por  los  pirpados  sus  ojos 
En  su  entreceja  pAlida  y  extinta 
Su  postrer  lucha  con  la  muerte  pinta 
Cierco  gestu  de  orguilo  y  de  desd^n. 

Llora  i.  su  lado  un  niflo,  cuyos  ojos 
Azules  contar&n  ctforce  abriles; 
En  sus  tiernas  facciones  intantiles 
Parecen  las  del  viejo  revivir; 
;Tan  semejantes  son!  Alvar  se  Hega, 
Ante  el  cadaver  p6strase  de  hinojos, 
Y,  al  pasarle  la  diestra,  de  sus  ojos 
Vese  una  enorme  Ugrima  salir. 


lOI    — 

Luego  se  aparta  A  recorrer  el  catnpo 
Cuando  llega  la  noche,  y  sepultura 
Da  i.  don  Pedro;  en  silencio  i,  la  amargura 
De  la  venganza  entrega  el  coraz<5a. 

Y  en  su  corcel  de  guerra  cabalgando 
Sale  i,  dar  nuevo  jscibulo  i.  su  duelo, 
Buscando  ^1  mismo  en  el  sangriento  suelo 
Qui^nes  los  muertos  enemigos  son. 

Por  cinco  caballeros  escoltado 
De  la  alta  luna  i,  la  dudosa  lumbre, 
Busca  alivio  i  su  inmensa  pesadumbre 
Entre  los  muertos,  con  deleite  atroz. 
En  puntos  varios  sus  oidos  hieren 
La  queja  ronca,  el  grito  gemebundo, 

Y  del^itale  el  jayl  del  moribundo 

Y  del  herido  la  doliente  voz. 

En  medio  de  ese  funebre  concierto, 
A  mirar  los  caddveres  se  inclina , 

Y  sus  rostros  6  insignias  examina 
Con  bdrbara  y  feroz  curiosidad. 
Al  terminac  la  falda  se  detiene 

Y  dice:  — iAdi6s  don  Pedro!  jTe  he  perdido, 
Pero  al  sepulcro  que  te  encierra  ban  ido  • 
Mucbos  a  consolar  tu  soledad ! — 

Lu^go  avanza,  dejando  de  su  escolta 
El  importuno,  innecesario  apoyo, 
Y,  solitario  al  borde  del  arroyo 
Si^ntase,  en  una  piedra,  d  meditar. 
Asido  por  la  rienda  su  caballo, 
Sobre  el  izquierdo  muslo  afirma  el  codo , 
En  la  mano  la  frente.  De  ese  modo 
Venganzas  suefia  y  burla  su  pesar. 

Estaba  asi^  cuando  del  lado  opuesto 
Mover  las  ramas  siente.  Un  personaje 
De  la  sombria  selva  entre  el  follaje 


^ 


Emboscadodescubre; — jAltoI  ^Qui^n  va? — 

Exclama  ya  A  caballo,  y  al  oirle 

Fulmina.  el  arcabuz  entre  Us  ramas, 

Y — Va  la  muerte,  pues  la  muerte  ilaflaa^— 

Una  voz  hueca  le  contesta  alii. 

Mas  huyen  sin  herirle.— |Haz  alto,  espera!- 
Dice  Alvir,  persigui^ndole— jcobardc! 
Vuelve  A  mirar  siquiera,  que  ya  es  tarde, 

Y  i  ti  el  valor  te  falta,  &  mf  la  luzl— 
Sigue  la  escolta  A  Alvar,  y  ^1  grita  siempre: 
— No  huyas  asf  de  una  caricia  pia; 

i  Ven  A  probar  tu  lanza  con  la  m{a , 
O  toma  tiempo  y  carga  el  arcabuz  I — 

Siibito  et  fugitive  se  detietie, 

Y  dice: — j  Ven  A  ver  si  soy  cobarde; 

Y  aunque  tienes  escolta  que  te  guarde, 

Y  no  hay  ninguna  que  me  guarde  A  mi, 
Aquf  OS  espero,  i  ti  y  a  tus  amigos ! 
Venid  uiio  en  pos  de  otro,  6  todos  juntos ; 
Que  si  en  la  liza  no  quediis  difuotos 

No  seri,  no,  porque  te  tema  A  ti. 

—  Si  solo  estia  i.fede  caballero, 
No  he  menester,  para  vencerte,  ayuda; 
Retirare  la  guardia  que  me  escuda, 

Y  quedaremos  en  el  carapo  dos. 

—  1  Venid ,  todos  venid ,  me  basto  i  todos  I 

—  jldos!  — dijo  don  Alvaro.  Se  fueron, 

Y  ya  61  y  el  inc6gnito  tuvieron 
S61o  testigo  de  su  duelo  A  Dios. 

Viajeras  nubes  con  su  tardo  paso 
Los  rayos  de  la  luna  interrumpfan, 

Y  i  la  dudosa  lumbre  se  veian 
Las  bruQidas  corazas  centellear. 
Un  igil  alaz4n  gobierna  el  uno ; 
Leve  es  su  cuerpo,  negra  su  armadura, 


Y  columpia  su  eldstica  figura 

Como  junco  ante  el  viento,  al  cabalgar. 

Su  cuerpo  de  castillo  ostenta  et  otro, 

Y  sus  brazos  atWdcos  y  diestros, 
En  ejercicios  bdlicos  experlos 

Y  en  manejar  indomito  briddn, 
Hste  revuelve  el  animal  macizo, 
MientraS  la  luna  con  su  luz  platea 
La  Toja  plama  que  en  $u  casco  ondea 
Da  leve  brisa  al  soplo  juguetdn. 

Piranse  frente  i  frente,  y  el  de  negro 
Dicele  antes  cort6s:  —  iOh!  no  te  asombre 
Que  yo  me  atreva  A  preguntar  tu  nombre.... 

Y  Alvaro:  —  De  vencido  lo  sabris. 

— Siento  haber  siJo  tan  cort^s  contigo: 
Si  me  protege  D  os,  en  breve  espero 
Saber  tu  nombre,  job  Fuerte  caballero! 
y  no  vencido vencedor  quizes. 

—  Un  temor  excusable [Basta,  basta! 

Cuando  yo  quiero  platica  y  placeres, 
Graciosos  busco,  y  neclos,  y  mujeres 
Que  me  diviertanj  jenemigos  no! 
—  Silencio,  pues,  y  gu&rdate — replica 
Con  lanza  en  ristre  el  caballero  airado, 

Y  alzd  la  rienda,  y  el  caballo  hincado 
Fu^  COD  furor,  y  con  furor  partio. 

Alvaro,  en  tanto,  que  su  lanza  habfa 
Abandon  ado  con  segundo  intento, 
Haciendo  an  repentino  movimiento 
Evito  el  choque  y  le  dejd  pasar. 
Rozase  el  asta  de  la  luenga  lanza 
Apenaa  con  su  cuerpo,  A  coHo  trecho 
Par6  aquel  su  caballo  con  despecho 
Cuando  del  otro  se  sinti6  burlar. 


—  Io^  — 

—  No  tengo  lanza — dijole  el  tirano  — 
Vuelye  i  enristrar,  y  venCe,  que  te  eape 

—  Pienso  — repuso  el  otro  caballero  — 
Que  i  probar  lanzas  me  retaste  i  mi. 
iCuil  es  tu  arma? — La  espada.  No  aco! 
Hacer  de  mi  caballo  una  armerfa j 

—  i  Tu  lengua  ofende  mis  que  tu  osadia 
Puesto  que  espada  quieres,  hela  aquf ! 

Y,  asf  dictendo,  con  desd^n  arroja      I 
Lejos  la  luenga  y  poderosa  lanza, 
Con  tal  destreza  y  varonil  puja:iza. 
Que  el  apra  surca  de  fuigente  luz.  i 

—  jHola!  —  objerva  don  Alvaro; — pare! 
Que  si  eres  digno  de  lidiar  conmigo ; 
Algo  mejor  maneja  mi  enemigo 
La  lanza  y  el  bridiin  que  el  arcabuz.  - 

Y  a  la  par  desnudando  los  aceros 
Con  mano  firme  lentos  se  acercaron , 

Y  con  gracia  y  donaire  saludaron, 
Como  lo  exige  del  honor  la  ley. 
Cada  cual  al  principio  con  sosiego 
La  defensa,  el  ataque,  al  arte  ajusta, 
Cual  dos  mancebos  que  &  amigable  just^ 
Llama  y  obscrva  su  seflor  y  rey. 

Ambos  se  buscan  y  se  evitan  ambos 
Con  la  aguzada  punta  y  dura  hoja ; 
Ora  se  apirta  diestro,  ora  se  arroja 
Este,  y  el  otro  prevenido  esti.  ^^  ^ 

Ya  los  golpes  menddos  son,  ya  ciertos ;  ^ 
Ya  por  los  pomos  quSdanse  trabadas 
En  ingulos  sallentes  las  eipadas, 

Y  el  puflo  duro  con  el  pufto  da. 

ToJo  es  arte  y  destreia  — que  el  despfl: 
No  ha  venido  &  animarlos  todavia ; 
Ni  con  rencor  el  corazdu  laria, 


—  I05  — 

irigaba  ven^anza  el  corazdn. — 
ien  los  hidalgos  combatientes, 
aman,  casi,  porque  ya  se  admiran; 
a  victoria  y  fl  la  vida  aspiran , 
)  odio,  no  es  temor,  es  diversion. 

ipu^B  de  targo  batallar  se  quedan 
ilemne  reposo ,  deseado 
Jencio  por  ambos.  Apoyado 
cual  del  brid6n  en  la  cerviz, 
OS  descansan  pomo  sobre  porno, 
I  noble  descuido  se  reclinan  , 
los  estribos  sin  temor  se  empinan, 
ndo  al  aura  aspiraci6n  fdiz. 

ma  seAal  simpflttca,  tornaror. 
DS  &  prepararse :  no  ae  oia 
si  rudo  frotar  con  que  corria 
bo  d  punta  el  fierro  matador. 
f  otro  pretenden  que  su  espada 
iga  )a  ventaja  en  la  salida, 
el  aliento,  y  atisbando  cuida 
>  perder  la  palma  del  honor. 

s  Mente  Alvir  au  acero  aprisionado 

arriaz  de  la  contraria  espada, 

e  la  punta  aguda  estil  trabada 

Tte  en  la  enredada  guarnicion. 

ecio!  iTii  desirmarmel  — airado  exclama, 

irazo  fuerie  con  desd^n  retira. 

inta  al  o.tro,  al  descubrirle,  tira, 

%  al  rostro,  y  hiere  al  campe6n. 

ta  rota  en  pedazos  la  visera , 
igre  tibia  de  la  herlda  frente 
nfintale  el  pirpado  doliente, 
.  ciego  lidia  el  infeliz. 
o  se  guarda  ya,  que  la  verguenza 
le  sangre,  y  el  sediento  acero, 


Y  marcar  logra  al  jgil  cabaDero 
Con  repctida  y  honda  cicatriz. 

Heridos  ambos  con  furor  se  atacan , 
Sus  aceros  se  chocan  y  golpean, 

Y  ea  loca  acCividad  rdampaguean , 
Bajan,  subcn,  rechinan  sin  cocnp^. 
Ya  estocadas  violenCas,  ya  fendientes, 
Se  dan ;  van ,  vienen ,  vuelven  y  rebotan , 
(!)  en  remolinos  anulares  rotan, 
Relampagueando  en  convulsidn  tenaz. 

Es  la  lid  espantosa :  ya  la  sangre 
Del  esbelto  adalid  el  peto  empafia ; 

Y  se  acercan ,  se  juntan,  y  en  su  safla 
Golpes  sin  arte  y  sin  piedad  se  dan. 
Con  lo8  brazjs  tendidos,  lo^corceles 
Se  olvidan  de  regir,  y  en  su  dcspecho 
Se  abrazan,  y  luctiando  pecho  a  pechu 
A  la  merced  de  los  brldones  van. 

Los  aniniales  lasos  se  aproximan, 
Del  natural  instinto  gobernados, 

Y  dindose  los  humedos  costados 
Tienden  los  cuellos  afirmando  el  pie ; 

Y  hacen  del  lomo  generoso  un  campo 
Donde  el  rencor  por  el  rencor  se  encienda , 
Mienlras  la  iniitil,  la  flotante  rienda 
Entre  sus  crines  ondular  se  ve. 

Cuatro  veces  AlvSr  a  su  enemigo 
Crey6  tener  seguro  entre  su  abrazo, 

Y  cuatro  veces  del  esirecho  lazo 
SolCose  con  destreza  y  rapidez. 

Y  siempre  que  fil  con  ansia  le  aferraba , 
Del  nudo  fuerte  estotro  se  escurrla, 
Cual  de  la  mano  que  apretarle  ansia 
Se  escapa  en  agua  resbalanJo  el  pez. 


—  107  — 

Saltan  los  petos  de  ambos,  y  se  erizan 
De  agudos  y  punzantes  gavilanes, 
Que  de  la  recia  lucha  en  los  afanes 
Hieren  al  uno  y  otro  campedn. 
Fero  ellos  no  lo  sienten;  estin  sordos 
Sus  cuerpos  al  dolor,  y  su  existencia 
Cobra  nuevo  vigor  en  la  violencia 
De  una  insana  y  febril  exaltacidn. 

De  Alvaro  en  tanto  la  melena  espesa^ 
De  negra  sangre  y  de  sudor  cuajada, 
A  la  rota  visera  esti  enredada 

Y  adherida  A  las  llagas  de  su  sien; 

Y  los  pedazos  de  metal  pendientes 
Sobre  sus  ojos  hiamedos  golpean, 

Y  les  impiden  que  al  contrario  vean, 

Mientras  colgando  por  su  frenteesten. 

»  •  - 

Por  el  m6vil  estorbo  fatigado, 
Lanza  una  nialdici6n:  entrambas  manos 
Lleva  iracundo  A  sus  cabellos  canos 

Y  va  cl  arrancarlos  con  rabioso  aMn  ; 
Mas  pierde  el  equilibrio  y  se  despefia 
Del  cabal  lo  don  Alvaro  rendido , 
Oue  en  el  arz6n  con  furia  sacudido 
Cede  como  la  encina  al  huracin. 


Vencido  yace:  el  cuerpo  estd  vencido, 
.  Pero  el  orgullo  no.  Si  el  barro  inerte 
Sucumbe,  el  alma,  respirando  muerte, 
Muerte  le  pide  en  gracia  al  vencedor. 
— lQ\ii6n  eres?— le  pregunta. — Soy  cadaver, 
Porque  vencido  estoy. — jPor  Dios,  responde! 
Algun  misterio  tu  existencia  esconde ; 
Yo  te  miro  con  lastima  y  dolor. 

— Corona  tu  victoria;  da  la  muerte; 

jNo  me  importunes  mis! — jPor  Dios,  contesta! 

— No,  no  contestard;  que  esa  respuesta 


Me  degradara;  en  mi  derecho  estoy. 
— jTe  lo  ruego!  Tu  sangre  derramada 

Me  inspira  horror. — Para  eso  la  he  vertido 

Pero  ^;qui^n  eres  tu,  que  me  has  vencido? 
— ^Yo,  Gonzalo  de  Oy6n. — jTu  hermano  soy! 

— iHermano  jhermanol  [Y  yo  tu  seno  amigo 

He  heridoj jYo! \Y  tambien  esti  mi  mano 

Tenida  con  la  sangre  de  mi  hermano! 

iPiedad,  oh  Dios! jDon  Alvaro,  perd6n! 

Sf,  perdona  d  tu  hermano;  da  la  diestra 

£n  prenda  de  amistad  al  delincuente 

jNo,  delincuente,  no!  Soy  inocente: 
Limpio  de  crimen  tengo  el  coraz6n 

Pero  di,  £me  perdonas? — Nada  tengo 
Que  perdonar.  Has  hecho^justo  alarde 
De  tu  valor.  Si  fueras  un  cobarde, 
Me  avergonzara  de  tu  raza  en  ti. 
Contra  ti  no  hay  venganza:  eres  el  hijo 

De  mi  padre  y  seflor Dame  la  mano 

Al  fin  vencido  estoy;  pero  es  mi  hermano 
El  unico  rival  que  hay  para  mi. 

Siempre  es  Oyon  el  vencedor [No  importa! 

jHieres  bien,  mi  Gonzalo!  No  crela 
Tan  robusto  ese  brazo  todavia ; 
jEres  muy  joven,  pero  hieres  bien! 
Si;  con  mis  aflos,  tu  victoria  hubieras 

Con  mi  muerte  infalible  seAalado 

Aun  no  es  firme  tu  pulso — ;Me  has  dejado 

Con  vida  y  sangre y  con  vigor  tambien! 

Mis  labios  arden L16gate  al  arroyo 

Y  dame  agua,  Gonzalo Montaremos 

Despu^s  nuestros  caballos,  y  estaremos 
Juntos y  del  dia  hasta  el  primer  albor. 

Dale  agua  d  mi  brid6n ;  Fuerzas  me  sobran ! 

Vuelve quiero  saber  tu  desventura 


i^ 


odo  hermanos:  en  bravura, 
1,  en  destierro  y  en  dolor ! 

iS  gruesas  ISgrimas  los  ojos 
,  y  le  baflan  la  mejilla; 
npio  arroyo  hacia  la  orilla 
ena  el  casco ,  y  se  lo  trae. 
I  interis,  gota  por  gota, 
engfica  derrama 
OS  que  la  sed  tnflama 
la  deleita  cuando  cae. 

go  las  hierbas  generosas 
,  cicatrizan  las  heridas, 

nalivo  conocidas , 

sabe  distinguir  tambi^n. 

.olfcito,  y  le  arrima 

de  un  roble.  Fueron  lecho 

las  hojas,  y  en  el  pecho 
1  recltn6  la  sien. 

I  el  sueflo  plAcido  y  qufeto 

inte  bilsamo  del  aura 

laca  y  su  vigor  reslaura, 

>  en  sus  pies  diciendo:  —  [Adids! 

izalo !  Cuando  el  sol  tres  veces 

<  en  Eu  carrera  diaria, 

ma  vega  solitaria 

mos  &  encontrar  los  dos. — 


:ri 


UTitRREZ  GONZAlEZ. 


A  JULIA. 


viniiDos  i  la  vida, 
losura  y  yo  de  amor ; 

tu  &  rof  veDcida, 
r  fin  juntos  los  dos. 

1  Riansas,  adormidas, 
en  tranquiU  mar, 
itencias  siempre  unidas 
;  la  vida  van. 

1  brazo,  indiferente 
ni  resuelto  pie ; 
la  Aspera  pendiente 
temes  cuer. 

mi  mano,  paso  i  paso, 
lescuido  al  porvenir, 
ar  al  triste  ocaso 
estra  ventura  fin. 

ro  sonreir  sonrlo, 
leno  angelical; 
orazdn,  que  es  mfo, 
quilo  palpitar. 


n 

^ 


If* 


—     114    — 

Y  la  ternura  y  el  amor  constantes 
En  tu  limpia  mirada  vense  arder, 
Al  trav^s  de  dos  ligrimas  brillantes 
Que  temblando  en  tus  pirpados  se  ven. 

Son  nuestras  almas  mfstico  ruido 
De  dos  flautas  lejanas ,  cuyo  son 
En  dulcfsimo  acorde  llega  unido 
De  la  noche  callada  entre  el  rumor ; 

Cual  dos  suspiros  que  al  nacer  se  unieron 
En  un  beso  castisimo  de  amor ; 
Como  el  grato  perfume  que  esparcieron 
Flores  distintas  y  la  brisa  uni6. 

[  Cudnta  ternura  en  tu  semblante  miro  I 
i  Que  te  rairen  mis  ojos  siempre  asf ! 
Nunca  tu  pecho  exhale  ni  un  suspiro, 
Y  eso  me  basta  para  ser  feliz. 

[Que  en  el  sepulcro  nuestros  cuerpos  moren 
Bajo  una  misma  Idpida  los  dos ! 
;  Mas  mi  muerte  jamls  tus  ojos  Uoren ! 
1  Ni  en  la  muerte  tus  ojos  cierre  yo ! 


X850. 


^ 


iFOR  OUE  NO  CANTO? 

A    DOMINGO    DfAZ    GRANADOS. 

^Por  qu6  no  canto?  ^Has  visto  i.  la  paloma 
Oue  cuando  asoma  en  el  Oriente  el  sol 
Con  tierno  arruUo  su  canci6n  levanta, 

Y  alegre  canta 
La  dulce  aurora  de  su  dulce  amor  ? 

Y  ^no  la  has  visto  cuando  el  sol  se  avanza 
Y  ardiente  lanza  rayos  del  cenit, 


.» 


edad  prtmera, 
anos  la  edad , 
idiscretos, 

!t09 

epultar. 

lei  placer  salimos, 
ler  amor, 
cantamos 

IS 

de  una  cancidn. 

ro  placer  guardamos, 
sr  pesar; 
lad  el  lUnto, 


ido  asilo 
;6n  gozar ; 
'es  presta 
lesta 
feUcidad. 

batatilla, 
3ta  flor? 
ibio  no  m  bra ; 
mbra, 
luz  del  sol. 

su  pecho  sicnte 
rimer  amor ; 
]ue,  herido, 


Tf-- 


—  ii6  — 

Porque  la  lira,  en  cuyo  pie  grabado 
Un  nombre  amado  por  nosotros  fu6, 
Debe  i  los  cielos  levantar  sus  notas, 

6  hacer  que  rotas 
Todas  sus  cuerdas  para  siempre  est^n. 

i  Pero  cantar  cuando  insegura  y  muerta 

La  voz  incierta  triste  sonardl 

jPero  cantar  cuando  jam^s  se  eleva 

Y  el  aire  lleva 
Perdida  la  canci6n,  triste  es  cantar ! 

i  Triste  es  cantar  cuando  se  escucha  al  lado 
De  enamorado  trovador  la  voz ! 
I  Triste  es  cantar  cuaudo  impotentes  vemos 

Que  no  podemos 
Nuestras  voces  unir  i.  su  canci6n ! 

Mas  tu  debes  cantar.  Tu  con  tu  acento 
Al  sentimiento  mas  nobleza  das ; 
Tus  versos  pueden  ficiles  y  tiernos 

Hacer  eternos 
Tu  nombre  y  tu  laijd { Debes  cantar ! 

iCanta,  y  arruUe  tu  cancion  sabrosa 
Mi  silenciosa,  humilde  obscuridad! 
i  Canta^  que  es  s6lo  k  los  aplausos  dado 

Con  eco  prolongado 
Tu  voz  interrumpir! Debes  cantar. 

Pero  no  puedes,  como  yo  he  podido. 
En  el  olvido  sepultarte  tii ; 
Que  sin  cesar  y  por  doquier  resuena 

Y  el  aire  llena 

La  dulce  vibracion  de  tu  laud. 


No  hay  sombras  para  ti.  Como  el  cocuyo, 
£1  genio  tuyo  ostenta  su  fanal; 
Y  huyendo  de  la  luz,  la  luz  llevando, 


eo  p 
Am 
■anil 

bas] 


imp] 
ago: 

indc 
el  VI 
oofr< 
edac 


ode 

loll 
:aet 


bror 
ne  e 


irda 
onit 


Correr  los  aHos  de  mi  infanda  vf ; 
Los  pobl6  de  ilusiones  cuando  jovei 

Y  cerca  de  ellos  aspire  k  morir. 

Sofi£  que  aUt  mis  hijos  y  mi  iulii 
jBasta!  las  penas  tienen  su  pudor, 

Y  nombres  hay  que  nunca  se  prone 
Sin  que  tiembte  con  Ugrimas  la  vo: 

Hoy  tambidn  de  ese  techo  se  leva 
Blanco-azulado  el  humo  del  hogar; 
Ya  ese  fuego  lo  eaciende  mano  extT 
Ya  es  ajena  la  casa  paternal. 

La  miro  cual  proscrito  que  se  ale 
Ve  de  U  tarde  4  la  rosada  luz 
La  amarilla  vereda  que  serpea 
De  sn  montafia  en  el  lejano  azul. 

Son  UQ  prisma  las  ligrimas  que  [ 
Al  pasado  su  migico  color; 
Al  trav^s  de  la  Uuvia  son  mis  bella 
Esas  colinas  que  ilumina  el  sol. 

Infancia,  juventud,  tiempos  tram 
Visiones  de  placer,  sueflos  de  amor 
Heredad  de  mis  padres,  hondo  rfo, 
Casita  blanca y  esperanza,  iadi6i 


•Juntos  tii  y  yo  vinimos  i  la  vidi 
Llena  t6  de  hermosura  y  yo  de  am< 
A  ti  vencido  yo,  tii  i.  ml  vendda, 
Nos  hallamos  por  fin  juntos  los  dos. 


Fu6  desigual  la  uni6n  de  nuestro 
Yo  con  mis  faltas,  lii  con  tu  virtud 
Tii  dindome  tu  amor,  yo  mis  pesai 
iOh!  idebiste  salvarte,  sola,  tiil 

Mas  de  ta  vida  en  la  penosa  luch 
Va  en  el  fin ,  como  yo  debes  hallar 
Un  consuelo  supremo:  Julia,  escucli 
Si  no  como  antes,  nos  amamos  mas 


MEMORtA 

SOBRE  EL  CITLTEVO  DEL  MAfZ    BH  AN 


CAPfTULO  PRIMBRO 

De  los  tsrienos  propios  paia  el  cultivo  jr  tnai 
lo8  barbechos,  que  decimoa  ros 

Buscando  en  donde  comenzar  1 
De  un  bosque  primitive  la  espesu 
Treinta  peones  y  un  patrdn  por  j 
Van  recorriendo  en  silenciosa  tut 

Vestidos  todos  de  calz6n  de  ma 
Y  de  camiaa  de  coleta  cruda  (l), 
Aqu6l  i  la  rodilla,  6sta  A  los  code 
Dejan  sus  formas  de  titin  desnud 

El  sombrero  de  cafla  (2)  con  el 
Prendida  de  la  copa  con  la  aguja, 
Dcja  mirar  el  bronceado  roslro, 
Que  la  bondad  y  la  franqueza  am 


Coleta  cruda.— Tela  fuerte  de  eifiamo  ain  torcer. 
Sombrero  de  caRa.— Mecho  con  laa  fibras  de  la  hoji 


do  por  detfiks  con  la  correa 
1  pantaldn  sujeta  &  !a  cintura, 
1  recado  de  sacar  candela  (i), 
1  repleto  su  carriel  (2)  de  nutria. 

'ainado  y  pendiente  del  coEtado 
cuchillo  de  afilada  punta; 
in,  al  hombro,  con  marcial  despejo, 
abozo  que  en  el  sol  relumbra. 

in  eligen  un  tend6n  de  tierra  (3) 
OS  quebradas  (4)  serpeando  cruzan, 
declive  de  una  cuesta  amena 
:argada  de  nraderas  duras. 

an  principio  &  socolar  (5)  el  monte 
tones  formados  en  colurana; 
varas  distante  uno  de  otro 
an  de  frente  con  presteza  suma. 

fando  (6)  el  calabozo  A  un  lado  y  otro, 
^l^mpagos  forma  en  la  espesura, 
ibiles  arbustos,  loa  hetechos 
bejucos  por  do  quiera  truncan. 


indela.— En  rigor  ests  fraM  es  perfectamente  castiia;  pei 
:1  mio  del  pals,  >e  advierie  que  en  Antioqufa  quiere  deci 
a  para  encender  lumbre.  3egAa  U  Academia,  lumbrw. 
de  sacc  hecho  con  ta  piel  de  un  animal  y  que  muchos  antii 
I  hombro,  suapendidj  de  una  faja,  6  amanado  al  cinturt 
lirve  para  conducir  varios  objetos  de  U30  diario. — Guamit 
-Llamaa  asl  los  trabajadores  una  Taja  de  terreno  de  algui 
mente  se  prefiere,  par  circunstancias  cspeciales,  paia  haci 

na,  no  b6Jo  en  Colombia ,  liao  «n  casi  todos  los  pals«9  su 

en  Antioqula,  quierededr  corlar  todai  las  malezaa,  arbu 
sque  para  dejar  claro  el  espacio  y  aislados  los  irboles  m; 
;aura,  iiwo/ar),  que  no  lehallaen  el  Diccionario  de  la  Ai" 
irios  Estados  de  Colombia. 


Las  matambas  (i),  lo 
^ue  formaban  un  toldo 
Fodo  deshecho  y  arroll; 
Del  calabozo  i  la  encor' 

Con  el  Tostro  encendi 
Los  unos  i  los  otros  se 
[r  sdelante  at^res  quie 
Romper  la  fila  cada  cua 

Cantando  A  todo  peel 
I^ndiin  sabrosa,  dejatt' 
Ruda  cual  las  montaAa 
Donde  tiene  su  imperk 

No  miran  en  su  ardo 
^ue  CDtre  las  hojas  se  i 
Y  presurosa  en  «u  sesg: 
Ziaii  de  azogue,  abrilla 

Ni  de  tnonos  observa 
Qae  por  las  ramas  jugu 
Ni  se  paran  i  ver  de  av 
Las  mil  baodadas  de  pi 

Ni  ven  los  saltos  de  1 
Ni  las  nubes  de  insecto 
Ni  los  verdes  lagartos  c 
Ni  el  enjambre  de  abej: 

Concluye  la  socola  (; 

—  Cafia  nudosi,  solidi  y  tw 

-Cbusques 

enetrablc— 

ho. — A  vol  en  cuello. 

Canci6n  provincial  fe»iva  ; 

tmit  k  noU  5  de  la  pigina ! 


xm 
lod 

Ilaji 
ind 

cdo 

n  >i 


ass 
iliai 
nnar 
aril 


lus  I 
xnt 


Cual  lui 
Cual  gr 

EIaz 
Yelyai 
Como  p 
El  man 

Ysoh 
Mecieni 
RecUy 
Que  air 

Ved< 
Que  el ! 
Divididi 
Y  un  ca 

Sual< 
No  se  o 
De  una 
Se  halla 

Enli 
La  hact 
Mirac  a 
Su  com 

YSd 
Con  gol 


I)  fagua. — Arenilta  fer 

i)  Azuceno.— Especie  d 
)>  Flora  azut  — Bello  ii 
0  Caunce.— Arbol  de  ci 
;)  Yarumo.— Arbol  ficoi 
tino  por  debafo,  pera  t; 


blando  golpes  sobre  golpes, 
los  ecos  de  la  selva  augusta. 

lias  astillas  y  cortezas  Isvts 
mente  por  el  aire  cruzan; 
golpe  el  irbol  se  estremece, 
Ian  sus  hojas,  y  vacila y  duda..... 

bloroso  un  momento  cabecea, 
n  su  corte,  y  en  graciosa  curva 
ca  ii  de&cender,  y  rechinando 
nas  enlazadas  se  apailuscan; 

bando  al  caer,  cortando  el  viento, 

azado  por  los  aires  zumba 

:1  troRco  el  pe6n  apoya  el  hacha 
leno,  al  lejos,  repedr  escucha. 

res  partidas  observad.  A  un  tiempo 
har  una  galga  (i)  se  apresuran; 
:  bldas  distintas,  el  redoble 
del  hacha  en  varledad  confusa. 

fila  de  irboles  picando  (2) 
lerlos  caer,  est4  la  turba, 
a  de  ellos,  para  echarlo  encima, 
copudo  por  madrino  (3)  buscan. 

:ostando  andamios  en  su  tronco 
irtarlo  i.  regular  altura, 
»  bambas  {4)  y  al  andatnio  trepan 
peones  con  destreza  suma. 

lot  c&mp«siiioa  en  un  sentido  Qgurado.  En  loa  desmonMi 

esentada  por  una  gran  piedra,  to  es  par  numerosas  Irbo- 

por  cl  poela. 

:1  hacha  en  el  irbol  ud  corle  en  forma  semicirculu'  para 

gn  at  redbir  el  empuje  por  el  I  ado  opueito. 

.  mayor  que  se  escoge  para  geiga. 

ilientes  6  protuberancias ,  re^larmente  en  forma  de  espi- 

irboles  en  la  parte  iafeiiok  'tronco. 


—    126   — 

Y  en  rededor  del  corpulento ; 
s  hachas  bsten  y  i  compds  at 
repiten  hachazos  sobre  haclw 
1  descansar,  aunque  en  sudo) 

Y  veticido  por  fin,  cruje  el  m 
el  otro  mis  alii :  todos  i  ana 
s  ramaa  extendidas  enlazand< 
n  otras  ramas  enredadas  pug 

Y  abrazando  al  caer  los  de  ad 
atropellan ,  se  enredan  y  se  « 
as!  arrollados  en  revuelta  tro 
I  trueno  sordo,  aterrador  reti 

El  viento  azota  el  destrczado 
ves  cortezas  por  el  aire  cruza 
embla  la  tietra,  y  el  estruend 
va  it  perder  en  las  lejanas  gr 

Todo  queda  en  silencto.  Acat 
ido  en  red  or  desolaci6n  anun 
lal  hostia  santa  que  se  eleva  : 
alza  calbda  la  modesta  luna 

Troncos  tendidos,  destrozada 
un  campo  extenso  desolado  a 
)nde  se  ven  como  fantasmas  i 
IS  viejos  troncos,  centinelas  n 

CAPfTULQ  saauNDO 


Un  mes  se  pasa.  El  sol  desde 
anda  d  la  roza,  vertical  su  ra 
I  los  troncos,  las  ramas  y  las 
in  tostado  los  vientos  del  ver 


O  lento  sube  ei 
Como  bianco  al 

La  llama  crei 

Y  se  retuerce  ei 

Y  silba,  y  desig 
Lenguas  de  fue 

Y  el  fuego  er 
Por  los  vientos 
Se  alza  i  los  ci< 
Nuevas  hogera! 

Ensordecen  1 
De  las  guaduas 
Del  huracin  el 
De  las  llamas  e 

Y  nubes  sobr 

Y  se  elevan,  el 
De  un  humo  ni 
Pardas  c 


Aves  y  fieras 
Pero  encuentra 
El  fuego,  que  si 
Estrechando  su 

Al  ave  que  si 
La  encierra  el  1 

Y  con  sus  alas  ( 
Junto  del  nido 

Aquf  y  alli  & 
Buscando  una  s 

Se  exaspera,  se 

Y  el  fuego  cien 

Del  aire  al  so 


—    139  — 

llena  el  ancburoso  espacib; 
perciben  los  oli^etos; 
rojo  el  sol  se  ve  sin  rayos. 

tnonte,  la  Roza  y  el  contorno 
loche  su  calhido  manto 
in  las  chispas  del  iacendio 
in  cocuyos  revolando. 

incieru  lue  de  mil  fogones, 
vivos  del  ardiente  estrago, 
jos  la  quemada  Roza 
de  un  ej6rcito  acampado. 

de  maAana  los  peones 
Roza,  i  tmprovisar  un  rancho  (i); 
aigas  arrieras  (s)  se  dispersan, 
alts  cada  cual  buscando. 

ando  cargados  con  horqiietas, 
(3),  soleras,  encaflados, 
ia  y  ruedas  de  bejuco, 
un  plancito  amontonando. 

.  recta  clavan  tres  borquetas, 
bre  ellas  la  cumbrera  en  alto 
ir  el  rancho  vara  en  tierra  (4), 
]uefio  altar  al  otro  lado. 

encaflados  con  bejuco 

i  la  libera  por  lo)  agricultores  pu«  vivir  en  1 
,  Chacra. 

irmigai  que,  eo  forma  de  recai.  (vulgirmente  a 
periectameale  trazido  haitael  punto  fijido  pai 
,  y  por  el  cual,  en  grande  orden,  van  lu  unu  < 
Lu  otraa  sin  ca.rga  en  buaca  de  ella,  Neuroptei 
gadoi  d«  madera  reaistente. 
'Se  llama  asl  una  eipecie  de  choza  cuyaa  vans 
ir  el  un  extremo  en  el  luelo  y  por  el  otro  en  la  | 
lo  un  alero,  quedando  el  resto  al  descubierto. 


■r"'- 


En  la  larga  cumbrera  recostad 

Y  formando  sobre  ellos  una  n 
Acaban  de  enUtar  (i)  con  i^ 

Empezando  de  abajo  para  a 
El  rancho  en  derredor  van  en; 
Pajas  diversas  con  fund  Idas  mi 
Palmicho  (2),  saatain^s  (3}  y  i 

Y  despu^  de  formar  el  cab: 
Lo  dividen  en  dos  con  un  ceri 
De  un  lado  colocan  la  cocina, 
De  habitacidn  les  serviri  el  co 

Haceh  la  barbacoa  (5),  en  qi 
Las  ollas,  las  cucharas  y  los  pi 
Ponen  la  vara  de  colgar  la  cai 

Y  las  tres  piedras  de  fog6n  de! 

La  piedra  de  moler  en  cuati 
Aseguran  muy  bien,  y  en  otra 
Sientan  una  cu3'abra  (6)  apara 

Y  d  su  lado,  coo  agua,  un  caL 

Es  hora  de  sembrar.  Ya  los 

(i)  EnUury  empKJar. — Cubrir  la  aniuz6n  del  (echo 

(3)  Palmicho.— Pal  ma  cuyas  hojas  ion  muy  ptopiu 
zoi,  lUmula  en  alg^nai  partes /nAniVJ/y  en  otrai  fiab 

Ijl  Satitaintfi. — PequcRa  palma  que  tienc  el  mum 
Or«odoia. 

(4)  Ribiborcado. — Planta  de  hojaa  anchas,  de  form! 
aunque  mis  pequeRaa,  cod  una  escoUdura  en  forma  < 
muy  propias  para  cubrir  los  lechos  de  lis  babitadoues. 

(5)  Barbacoa. — Aparador  de  cahas  6  de  guadua  en 
de  cocina.  Voi  procedente  de  las  Antillas. 

{6}  Cuyabra. — Utenailio  becbo  por  loa  campesinos  c 
para  loi  luoi  domtfaticos.  En  otrxu  partes  Be  le  da  el  m 
vox  qu'cbua.  BaHgaaa  en  Centro  America  y  en  la  cotU 

(7)  Aparadora. — Recipiente. 

(S)  Calabizo.— Uoa  calabaza  seca  y  hueca  en  que  » 
domisticoi. 


ibndor 
lie  del  n 
iacuatr 

it6n  de  ] 
la  di^tr 
dalasei 
),  dema 

recatdn 
cubrtr  d 
lo,  en  re 
anzaado 

OS  en  gi 
:io  los  » 
IS  de  cor 
o  del  qu 

em  pre  h 
uen  sem 
:las,  reel 
vuetven 


ERCEKI 
B.y  prov 


n  el  vec 
lilo  repi( 
12a  ya  h< 
IT  de  ml! 


:mbrarse.  1 


-  132  — 

Hoy  han  resuclto  los  vednos  todos 
Hacer  i  la  patrona  rogativa. 
Para  pcdirie  que  el  verano  cese, 
Pues  Uuvia  ya  las  rozas  necesitaa. 

De  golpe  (i)  el  gran  rumor  calla  en  la  plaza. 

El  sombrero,  1  !a  vez,  todos  se  quitan 

Es  que  i  la  puerta  de  la  iglesia  asoma 
La  procesi6n  en  prplongada  fila. 

Va  detrfls  de  la  cruz  y  los  ciriales 
Una  imagen  Itevada  en  andas  limpias, 
De  la  que  sJempre,  aun  en  imagen  tosca, 
Llena  de  gracia  y  de  pureza  brilla. 

Todo  el  pueblo  la  sigue  y  en  voz  baja 
Sus  oradODcs  cada  cual  recita, 
Suplicando  i  los  cielos  que  derramen 
Fecunda  lluvia  que  la  tierra  ansla. 

I  Hay  algo  de  sublime,  algo  de  tiemo 
En  aquella  oracidn  pura  y  sencilla, 
Inocente  par&frasis  del  pueblo 
Del  cdanos  hoy  el  pan  de  cada  dfa!» 

Nuestro  patrdn  y  el  grupo  de  peones 
Mezclados  en  la  turba  se  divisan 
Murmurando  sus  rezos,  porque  saben 
Que  Dios  su  oreja  S.  nuestro  ruego  inclina. 

Pero  no,  Yo  no  quiero  con  vosotros 
Asistir  i  esa  humilde  rogativa ; 
Porque  todos  nosotros  somos  sabios, 
Y  no  queremos  asistir  A  niisa. 

y  ya  la  moda  va  quiundo  al  pueblo 
El  linico  tesoro  que  tenia. 


De  golpe.— De  repente. 


uda  me  queda  solamente : 
[u^  le  pagari  lo  que  le  quita?) 

:aron  del  malz  en  cada  hoyo 
cuatro  maticas  amarillaa, 
m  dos  hojas  anchas  y  redondaa 
rna  mata  de  frisot  abriga. 

dcada  de  estrellas  de  esmeralda 
Ic^os  la  roza  se  divisa; 
real  de  terdopelo  aegro 
s  espaldas  de  un  titin  cobija, 

rlonados  (i)  sus  airoios  pli^ues, 
dos  de  cafladas  y  collnas ; 
.  bumo  argentado  de  su  rancho, 
.  quebradaa  con  la  bUnca  data. 

nafz  con  las  Uuvias  va  creciendo 
ido  de  verdor  y  lozanfa , 
orno  d^l,  eatapizando  el  suelo, 
:aendo  la  hierba  eatretqida. 

doquiera  se  prendeo  los  bejucos 
1  silvestre  enredadera  estira ; 
lorida  espiral  trepando,  eavuelve 
Aas  del  malz  la  batatilla  (3). 

re  esa  alfombra  de  amarillo  y  verde 
imeros  retoaos  se  divisan, 
n  grupos  brotan  del  cortado  troDCO, 
;n  su  savia  exuberante  quitan. 

11^  la  deshierba  (3);  la  aocha  roza 
3nes  invade  la  cuadrilla, 


Y  armsdolde  azaddh  y  call 
La  hierba  toda  y  la  maleza! 

Quetja  el  iiia'fz  en  toda  si 
Mostrando  9u  verdor  en  lar 
En  lai  cuales  se  ve  la  frisol 
Con  lujo  tropical  entretejid 

I  Qa6  belto  es  el  malz !  M 
No  aos  deja  adihirar  su  brzi 
Ni  agradecer  al  cielo  ese  pr 
Sdlo  porqae  to  da  todos  los 

El  doQ  primiero  que  «con 
Al  Nuevo  Mundo  el  Haced 
El  m^  vistoso'  pabelldn  qu 
De  la  virgcn  America  en  la 

Coiitemplad  una  mata.  A 
De  su  cafia  robusta  y  amari 
Penden  sus  tiemas  hqjas  ar 
Por  el  atqbiente  juguet6n  i 

Su  pie  desnudo  los  anillo 
Que  i  trecho  igual  sobre  si 

Y  racimos  dededos  elegant 
En  losi^uales  parece  que  se 

Mis  distantes  las  hnjas  h 
M^  rectas  y  agrupadas  hac 
Donde  etnpieza  A  mostrar  t 
Sus  blancos  tilos  (a)  la  prin 

Sunf^nte  i.  una  joveh  d 
De  esbeltas  formu  y  de  fre 


(t)  Frisolera.— Mttm  de  frlaoL 
(1)  Tilo.— Yem>  flonl. 


—  135  — 

Rodeada  de  alegres  compafieras 
Rebosando  salud  y  ansiando  dicha. 

Forma  el  viento,  al  mover  sas  largas  hojas, 
El  rumor  de  dulzura  indefinida 
De  los  trajes  de  seda  que  se  rozan 
En  el  baile  de  bodas  de  una  nifia. 

Se  despliegan  al  sol  y  se  levantan 
Ya  doradas,  temblando,  las  espigas, 
Que  sobresalen  cual  penachos  jaldes 
De  un  escuadr6n  en  las  revueltas  filas. 

Brota  el  blondo  cabello  del  filote  (i), 
Que  muellemente  al  despertar  se  inclina; 
El  manso  viento  con  sus  hebras  juega 

Y  carifioso  el  sol  las  tuesta  y  riza. 

La  mata  el  seno  suavemente  abnlta 
Donde  la  tusa  (2)  aprisionada  cria, 

Y  alii  los  granoSy  como  blancas  perlas, 
Cuajan  envueltos  en  sus  hojas  fina^. 

Los  ch6colos  (3)  se  ven  d  cada  lado, 
Como  rubios  gemelos  que  reclinan 
En  los  costados  de  su  joven  madre 
Sus  doradas  y  tiernas  cabecitas. 

£1  pajarero  (4),  nino  de  diez  afios, 
Desde  su  andamio  sin  cesar  vigila 


(1)  Filote.  —El  fnito  del  mafz  en  la  primera  ^poca  de  su  desarrollo  y  cuando  ape- 
nas  comienza  i  preseotar  en  su  v^rtice  las  blancas  fibras  que  luego  han  de  constituir 
su  cabellera.  Parece  voz  mejicana. 

(2)  Tusa. — El  eje  esponjoso  y  ligeramente  lefioso  de  la  mazorca,  en  donde  se  for- 
man  los  granos  de  mafz. 

CS)  Ch^colos. — La  mazorca  en  su  estado  tierno,  pero  con  los  granos  ya  formados. 
CAoclo^  voz  quichua,  en  varios  paises. 

(4)  Pajarero. — Es  el  nombre  que  se  da  1  cualquiera  persona  encargada  de  espan- 
tar  bandadas  de  pijaros  para  que  no  devoren  el  fruto  de  las  sementeras.  Por  lo  re> 
galar  son  muchachos  de  poca  edad  los  encargados  de  esta  tarea. 


Las  bandadaa  de  pijaros 
Que  bambrientos  vienen 

En  el  extremo  de  una 
Col  oca  su  sombrero  y  su 

Y  silbando,  y  cantando,  ] 
Dias  enteros  el  sembrado 

Con  su  churreta  (i)  de 
Que  fuertemente  al  agita 
Desbandadas  Us  aves  se  < 

Y  fugitivas  corren  las  an 

Los  pericos  en  cfrculo  ' 
En  caprichosas  espi rales  { 
Dando  al  sol  su  plumaje  i 

Y  al  aire  su  salvaje  algar: 

Y  !obre  el  verde  manto 
El  aniarillo  de  los  toches 
Cual  onzas  de  oro  en  la  c 
De  una  mesa  de  juego  re] 

Medtodose  galin  y  eni 
Gentil  turpial  (4}  en  la  fl 


(i)  Chuireu. — S«  llama  >■[  una  cu«rda  medial 
terminada  en  una  «tpecie  de  fleco  it  pincel  Gbn»i 
6  Mate  venir  la  bandada  de  avw  que  ameniiaD  < 
Tipido  y  circuUr  de  derecha  i  izquierda,  de  repe 
pan  hacerlo  en  lentido  inveno,  obteoiendD  de  es 
extiende  i  gran  diitancla  y  que  espanta  y  hace  1 
nerM  ea  la  gementen.  El  lanido  obtenido  ei  lem 
pero  mucho  mii  intenw. 

(1)  Guaica, —  Corteia  GlamCDtoaa  de  algnnos  i 

(3)  Toche. — Bellliimi  ave  ds  color  amarillo  y 
cultivadoi  de  Colombia,  principalmente  en  loi 
por  lo  meno)  media.  Gtnero  Ictenui,  familia  con 

(*)  Turpial. — Pijaro  de  color  amarillo  claro  y  I 
sionado.  Ctatio  Ictenu*,  familia  coniiroitroi. 


CAPlTULO  C) 

De  la  recoleedda  de  loi  fm 
■UmMitarM  Io«  tn 

Ee  un  alegre  amanec 
El  sol  no  asoma,  pero  ] 
Per  el  Oriente  el  aploa 
Cod  la  sonriea  de  su  lu; 

Ya  di6  el  gurrf  (i)  si 
Largo  y  agudo,  en  la  v 
Ya  la  Roza  se  va  cubrit 
Con  los  jirones  de  su  cl 

Lanza  la  choza  cual  ] 
La  vara  de  humo  que  s 
Es  que  antes  que  el  sol 
Se  levant6,  al  fog<3n,  la 

Ya  tiene  preparado  e 
Cuando  el  pe6a  mis  th 
Chocolate  de  harina  (s 
Recibe  c^da  cual,  con  i 

Van  i  coger  frisoles ; 
Los  peones  sin  orden  si 
Cogiendo  i  manotadas 
Que  de  las  matas  enrec 


rt. — Espccie  de  pavo  rilreitre,  llami 
aburri,  orden  de  lai  gmllinlceii. 
icoUte  de  barJDk. — El  chocolate  ord 
maft  para  hacerlo  ait  econbmico. 

o  negro. — Vt«ij>  hecha  cnn  U  cim 
ra.  Se  uw  entre  oiapeiiDOt  pu>  to 
tpa^Pin  de  milz. 
not«d>i. — Puflados. 


—  140  — 

Su  seno  promiaente  i  medias  cnbre 
La  camisa  de  tela  de  arandela, 
Ea  donde  se  sepulta  sa  rosario 
Con  sua  cuentas  de  oro  y  su  pajuda  (i). 

Ud  tanto  cortas,  negras  y  brillantes, 
De  su  negro  cabello  las  dos  trenzas, 
Rematando  aus  puntas  en  cachumbos  (3) 
Graciosamente  por  la  espalda  cuelgaa. 

Pero  vedla  cascando  mazamorra, 
6  inotiendo  en  su  troao,  que  es  la  piedra; 
A  su  vaiv^n  cachumbos  y  mejillas, 
Arandelas  y  seno,  todo  tiembla. 

Aireglado  el  fog6n,  alza  dos  ollas, 
Y  los  irisoles  echa  en  la  pequefla; 
Va  en  la  grande  i  poner  la  mazamorra, 
De  su  quebacer  la  operacidn  mis  seria. 

Se  moja  en  agua-masa  (3)  las  dos  manos, 
Las  pone  encima  de  ceoiza  fresca, 
Las  sacude  muy  bien,  y  en  la  agua-masa 
Las  lava  luego  y  la  ceniza  deja. 

De  agua-masa  y  arroz  (4)  llena  la  olla, 
Le  echa  la  bendicidn,  y  la  menea 
Con  el  abumado  mecedor  (5)  de  pilo; 
Sopla  el  fog6n  y  aviva  la  candela. 

Acaba  de  moler,  y  con  la  masa 


)  Pmjuela. — Lamioiu  de  oro  6  de  pUu.  C 

■CO  de  1>  dentsului*,  j  )s  otia  p*T>  el  de  loi  oido*. 

1)  Cachuinboi.— Tinbuionei. 

1)  A|:tia-iiiB»,~Agiui  can  Uharioque  remilu  ■!  I>v>r  el  m 

;)  AttOi. — El  malz  caicida  y  Ikvado, 

.)  Blec«dor,i~TP>leu  de  ouden. 


r 


Va  extendiendo  en'  las  manos  las  ar^as, 
Col6caias  despuSs  en  la  cayana  ( i) 

Y  tostadas  de  un  lado  las  voltea. 

Y  luego  las  entierra  en  el  rescoldo, 

Y  brasas  amontona  endma  de  ellas,. 

Y  chdcolos  encima  de  las  brasas 
Pone  &  asar  recostados  i.  las  piedras; 

Estos  se  van  dorando  poco  i  poco; 
Los  granos  al  calor  se  caponean  (s) 

[Y  exhalan  ua  olorl qae  aun  los  peon 

Cuando  vienen,  un  chtJcolo  se  Uevan. 

A  las  dbs  de  la  tarde  suena  el  cacho  (3 
Para  que  todos  hacia  el  rancbo  vengan, 
Pues  ya  esti  la  comida.  Van  llegando 

Y  en  el  suelo  sentados  forman  rueda. 

EI  muchacho  que  ayuda  en  la  cocina 
Reparte  i  los  peones  las  arepas; 
De  frisoles  con  carne  de  mairano 
Un  plato  lleno  &  cada  par  entrega. 


En  seguida  les  da  la  n 
Que  algunos  de  ellos  con  la  leche  mezcla 
Otros  se  bogan  (4)  el  caliente  claro, 
Y  se  toman  la  leche  con  la  arepa. 


(i)  C>7iai.r-Vasijs  redonds  da  bam>,  mi*  gnnde  y  mic  pand: 
que  sim  pan  U  preparacidn  d«l  pan  de  milz.  Eat>  vox,  quichtu 
tunbitfn  CQ  el  Cauca. 

(a")  Caponeane. — Abrirse  lo»  gnnos  en  forma  de  flor  par  la  foil 
(3}  Cacho.— Gnerno  de  re<  en  cujra  eitremidad  ddgada  7  abie 
'rigor  para  producir  un  lonido  que  se  Inntmite  i  grao  diitancia  pi 


I.  Bodna. 


(4^   Bogan. — Tiempodel  verbo  provincial  antioqueAo  Jojiar,por 
con  iapid«z  y  lio  deteaene. 


—  143  — 

Medio  tnarto  (l)'de  dulo 
Les  sirve  p&ra  hacer  U  sobr 

Y  una  tQtuma  reboSaado  de 
Su  comida  magalfica  coropl 

[Sflve,  aeguoda  trinidad  1 
Salve,  frisoles,  mazamorra, ; 
Con  Dombraros  no  mis  se  s 
«jNo  muera  yo  sin  que  otra 

Pero  hay  [gran  Diosl  atgi 
Que  36I0  porque  ban  ido  i  1 

Y  ban  comido  jamdn  y  can 
De  su  comida  y  su  niaez  rei 

Y  escritores  parcilles  y  v 
De  las  papas  pregonan  la  e: 
Pretendiendo  amenguar  la 
Con  la  calumnia  vil,  sin  coi 

Yo  qnisiera  miiarlos  en  J 

Y  presentarles  la  totuma  III 
De  mazamorra  de  esponjad 
Mis  blancos  que  la  leche  ei 

Que  metieran  en  ella  la  1 

Y  que  de  granos  la  sacaran 
Cual  isia  de  marfil  que  en  1 
Co  mo  mazorca  de  nevadas  ; 

Y  que  dejando  chorrear  < 
La  comieran  despugs,  y  qui 


f  i)  Medio  ciurto. — La  ocuv*  parte  d«  una  libia 

(3)  DulM.— SutUucii.  concrete  que  te  wca  del 

padiira  ea  Q,\Ai\,  papttim  en  VeneiueU,  chancaca  ci 

(3)  Melcochudo. — Blando,  elistico  y  de  coniiiU 

(4)  J.  E.  Caro. 

(5)  MarroquiD  y  CarraiquiUa. 


Que  da  el  malz  en  variedad  iamensal 

Empero  coa  la  papa,  la  vil  papa, 
iQat  cosa  puede  hacerse?  No  comerla. 

A  veces  el  patrdn  Ueva  i.  la  Roza 
A  los  niflos  pequeflos  de  la  hacienda. 
I>espu6i  de  conseguir  con  mil  trabsjos 
Que  coQceda  la  madre  la  liceoda. 

Sale  la  gritadora,  alegre  turba, 
A  aststir  juguetona  i  la  cogieuda  (i), 
Con  carrieles  y  jiqueras  (2)  terciados 
Cual  los  peones  sus  costales  Uevan, 

;Qui6n  puede  calcular  las  mil  delicias 

Que  proporciona  tan  labrosa  fiesta? 

[  Amalaya  ( 3)  volver  i  aquellos  tiempost 
{Amalaya  esa  edad  pura  y  risueAal 

Avaro  guarda  el  coraz6n  del  hombre 
Esos  recuerdos  que  del  nitio  quedan; 
Ese  rayo  de  sol  en  una  c4rcel 
Esel  tesoro  de  la  edad  provecta. 

Tambign  la  juventud  recuerdos  guarda 

De  placeres  sin  fin pero  con  mezcla. 

Las  memorias  campestTCs  de  la  in&ncta 
Tienen  siempre  el  sabor  de  la  inocencia. 

Esos  recuerdos  con  olor  de  helecho 
Son  el  idilio  de  la  edad  primera, 


— L>  recoIecci<)D  de  fnitos. 

-SicoB  de  cibnya  para  la  condncci6a  de  vuios  objetot ;  Mpecie  de 

daa  an  el  Cauca  y  ea  otr»  pirtei/i^p-m. 

—  Interjeccidn  de  deseo  Tehemente,  de  la  cnal  le  ha  fonnado  et 

1  amalayar.  Origin ariimente  le  usd  /akmalAayal  p*ni  ezprcuu- 

,  J  \>KgQ  pail)  i  ligniiietT  deseo  de  an  bJea,  y  *impla  deceo  v«fae- 


Sirviendo  de  vivero  u 
Las  moras  y  guayaba: 
El  oolumpio  del  guan 

La  golondrina  i  la 
Alrededor  de  las  tosta 
La  queja  del  pich6ii  a 
La  siempre  dulce  repi 

La  cometa  enredada 
Los  primeros  perritos 

En  fin vuestra  vejt 

Pues  no  hab^is  asistid 


(i)  Railrojo.— Boaque  de  srbuttos. 

(,1)  Gu»[no. — Arbol  del  ginero  Ingi,  Lo! 
gaalo  en  varios  puDtos  de  Colombiii,  to  el  E 

(i)  P»ptyo.—kTiMl  fniul  de  U  familia 

^Dcro  Aiimim.  Recientemente  se  ha  de> 

Be  cztne  del  fruto,  ei  un  magnlGco  digesCiv< 

(Cum  aotu  Bilin  >m|l(dH  poi  Uu  Sm.  D.  Mi 


JlN  ORTIZ. 


)AQUtN  ORTIZ. 


ElA  COLOMBIANA. 

a.  voz  de  gran  torrente 

ios  acrecentado, 

es  despeOado, 

sordador,  rugiente. 

1  ?  Se  une  i  Ios  ecos 

jaerrera 

ientos  desatado, 

lenso  de  la  esfera. 

imo  seavanza, 

Bceros  refutgente, 

OS  reverbcra , 

>la, 

snhiesta  y  sola, 

in  mortal  bandera, 

Y  Ios  clarines 

e;  retumba  el  trueno 

Imos  confines. 

ignifica  y  sublime, 

e  de  Ios  bravos 

;mada  por  el  fuego 

»tes; 

le  la  patria  idea ! 

I  patria  es  saata, 


—  ISO  — 

Flote  en  las  maaos  que  fiotare ;  o 

Vo!viendo  vencedora, 

Entre  lluvia  de  flores 

Al  son  del  himno  que  su  gloria  c 

0  de  la  adversa  lid  acaso  vuelva.. 

1  Oh !  i  De  la  patria  la  bandera  es 

Y  si  hay  un  ciudadano  que,  penss 
En  el  secreto  de  su  alma,  diga: 
«[Esti  en  indignas  manosI»  esc  p 
A  su  madre  negar  en  su  ira  insan 
No  tiene  corazfin,  y  entre  sus  ven 
Empobrecid  la  sangre  colombiana 

Cuando  lanzar  un  pueblo  Dios 
En  la  espl^ndida  senda  de  la  histi 
Da  la  seAal  de  marcha,  y  en  la  m; 
De  sus  caudillos  pone 
El  penddn  que  ha  de  guiarlo,  cua 
Mand6  sobre  Jacob  la  parda  nube 
Que,  flotando  en  el  aire, 
Fu6  en  el  desierto  misteriosa  gufa 

Y  en  el  velo  que  al  sol  en  onda  st 
Desarrollan  los  c^firos,  escribe 
Con  invisible  dedo  y  caracteres 
Arcanos,  que  leer  tan  sdlo  6\  sabe, 
Cu^  su  rumbo  seri,  si  habri  bon: 
Qa6  tempestad  vendri,  la  hora  d( 
La  hora  del  cautiverio, 

La  del  rescate  y  de  la  gran  victor! 

Puso  en  una  las  jguilas  caudale 
Del  claro,  inmenso  cielo  emperatr 
Un  hacedllo  en  otra  de  los  rayos 
Que  procelosa  nube  al  mundo  Ian: 

Y  en  otra  derramfi  de  oro  las  Uses 
Como  emblem  a  de  fuerza  6  de  esp 
O  de  dominacidn  6  de  rutna. 

Asl  i  la  verde  Erina 
Did  el  arpa  gemidora, 


Y  cuando,  Ueno  de  clemenci 
Dar  una  muestra  de  au  amoi 
Mostrando  al  viejo  mundo 
Este,  hast  a  allf,  velado  paraf 
Llami5  i  Coldn,  y  le  mostrd 
De  America  al  confia  del  Ot 
Al  trav^  de  las  nieblas  y  hu 

Y  tempested  tremenda ; 

Y  Col6n  obediente, 
Venciendo  el  ciego  caos, 
Cruz6  el  fervido  AtUntico  a 
En  tres  frigiles  naos, 

Y  el  penddn  de  Castllla  g\of 
Plantd  al  fin  en  la  tierra  de 

Dios  sacd  de  la  inmensa  m 
De  nuestra  tierra  un  hombrt 
Que  distinguid  entre  todos:  i 
De  nobles  pensamientos  su  c 
Su  espfritu,  tesoro  inagotabl 
De  fuerza  y  voluntad :  &\  coi 
Del  corazi^n  de  los  demis  la; 

Y  elocuente  sabia 

C6mo  hacer  poderosa  su  pal< 

Y  asf,  cuando  de  golpe  apan 
En  medio  del  combate,  del  i 
El  pecho  palpitaba,  cual  si  v 
O  la  faz  de  su  madre  placent 
6  el  bello  rostro  del  objeto  a 

El  se  llam6  Bolivar,  y  doq 
Fui  simbolo  del  pueblo,  en  I 

Y  bajo  del  dosel,  y  hasta  qui 
Del  mar  ferviente  hall6  la  p; 
£n  el  silencio  de  la  tumba  st 
De  su  caballo  al  escucharse  < 
Temblaba  el  corazdn,  y  i  los 
De  su  fulmlneo  acero  se  cubi 
De  palidez  las  frentes,  y  doq 


ona 
indera, 
:  Us  fosas 
ndo; 

J  repente 

radiosas, 
>do  el  roundo. 
icos  hechos, 
uma  colina 
x>  incUna 
3  y  llama ; 
s  la  fama , 
en  la  historia 

no  ha  pod  id  o 
'alor,  ni  en  gloria. 


or  tejida , 


egla 
ba  frfa 

su  alto  ejemplo 
ue  nadie 
oblea  huetlas 
to  templo. 

s  la  patria 
tnosa  tierra 


irmes  reposan 
icidas  aras: 
I  soberana , 


—  '54  — 

Se  en  vol  V  id  en  la  bandera  colomi 
Y  con  amor  profunda 
Pronunci6  Ileno  de  esperanza  el  i 
Del  que  inuri6  por  libertar  al  hoi 


COLOMBIA  y  ESPj 

30  DE  JULIO   DE    iSi 

Este  es,  madre  Colombia,  el  be 
Que  vuelve  al  mundo  de  tu  glori 
y  hoy,  como  ayer  y  siempre,  sob 
De  tu  templo  in  mortal  derraman 
Regocijados  tus  amantes  hijos; 
Y  hoy,  como  ayer  y  siempre, 
Resuena  la  armonfa 
De  los  himnos  de  triunfo  y  de  al 

^Mas  qu6  cantor,  entre  el  egre 
De  tanto  amado  de  los  cielos,  bu 
Para  ensalzar  tu  nombre?  ^6  supl 
La  llama  de  mi  amor  jamis  extin 
A  la  armoniosa  lira  del  Parnaso? 
jOhl  que  para  cantarte  dignamei 
Poderosa  no  fuera 
Del  viejo  Homero  la  robusta  troi 
Ni  de  Mardn  la  lira  Hsonjera. 
i  y  yo  he  de  alzar  loindote  mi  ac 
De  tu  gran  dfa  en  la  solemne  poi 
iQai  es  la  humilde  retama 
Junto  al  baobab,  patriarca  de  las 
Que  su  gigante  mole  saca  al  cielo 
^Qu^  el  menguado  arroyueto 
Que  corre  sin  ruido, 
En  la  callada  soledad  perdido, 
En  medio  de  los  Andes, 
Con  nuestro  poderoso  Tequendai 


abismo,  brama 
i^oces  grandes? 

irmenta  horrible 

un  mundo, 
6se  un  dta 
iribundo. 
If  a, 

la  muerte, 
mpo  de  batalla ; 
na,  no  podia 

metralla 
I  ad  rones, 
los  trigos 
quedan , 

serfa 

camiceria : 

,  y  miedo,  el  llanto 
raaba; 

enciaatguna, 
lloraba. 

I  glorioso , 
volviendo 
itoso, 
neo  carro 
rceles, 
ibierto 
;les. 

le  la  patria, 
:  sus  brazos, 


IS  pedazos. 
a  venda, 

ilada  y  pura, 


-IS6- 

que  el  corazdn  del  hom 
■do  del  bien  i  la  escabrc 
inU  tnano  del  SeAor  lo 
tonces  comprendE  c6mo 
ue  viva  y  palpite  su  me 
I  remota  edad ,  graban  s 
1  eterno  mirmol  de  la  I 

vi  despu^s  al  h^roe  enti 

0  un  morir  del  sol,  part 
uevo  hogar  en  extranjei 
tonces  comprendl  lo  qu' 
igratitud  del  coraz6n  ei 

lien  hechos  tan  espUnd: 
lal  vlajero  que  i  sus  Ian 
ai$  de  haber  cumpHdo  i 

1  gran  sepulcro  visitar  d 
escucha  con  Animo  dev 
ue  puede  decir :  « Yo  vi 
1  Calvario  subf ;  yo  el  n 
encerrd  i  mi  Seflor  em] 
que  at6nito  le  oye,  se  Ji 
Lielto  contemplarlo  en  u 
exhala  los  aromas 

1  remota  tierra  palestin; 

)  ahora  de  los  i^ltimos  ti 
I  virtud  de  aquella  hero 
er  de  su  obra  el  fin,  cua 
ado  en  las  ruinas 
n  pueblo  ya  perdldo 
aturdid  at  mundo  con  e 
u  gloria  y  poder,  me  co: 
veces  alzo  el  canto, 
es  de  dolor,  no  tanto 
celebrar  su  gloria, 
o  por  dar  al  inimo  aflig 
iuelo  celestial  con  au  mi 


-  157  — 

1  de  tanto  horror  y  duelo  I 
IS  y  granizo 
1  tronando  pasa, 
evasULcidn  y  ruina, 

que  en  ti  hizo, 

guerra  el  fuego. 
ioplo  airado 
)inbia  &  nuestros  padres 

o;  otros  caj-eron 
ras,  y  la  vida 
rindieron ; 
s  1o5  hogares; 

r  y  espanto, 
ticai  y  mudas, 
-fanos  el  llanto. 

rosotros 

tria,  ii.  qu6  tormentos 
estro  amor?  Congojas, 
as,  desconfianzas, 
o,  desdenes 
esperanzas 
onto  como  nacen 

somnio  dolorosc^ 

jos; 

3  entre  las  sombras 

pago,  y  mil  veces 

s 

izoAoso  adbar...^ 

9to  Bolivar. 

eldfa 

par  el  sol  la  bruma, 

de  la  espnma, 

I  fragante  loto, 


-  158  - 

La  americaaa  tierra 

Del  fondo  del  Oc^ano  prof  undo, 

Y  poder  exclamar,  ebrio  de  gozo: 

/  Gloria  al  Sefior!  /He  descubierto  un  mundo! 

iY  qu^  cuando  Bolivar, 

Al  trav^s  de  los  campos  de  la  muerte, 

Llega  por  fin  de  donde  el  mar  recibe 

Al  Orinoco  en  amoroso  abrazo, 

A  la  cima  en  que  saca  al  firmamento 

Su  frente  de  granito  el  Chimborazo; 

Y  derrama  la  vista  abajo,  y  mira , 
Cual  salidas  del  bdratro  profundo , 
Cinco  grandes  naciones, 

Y  clamar  pueda  al  fin,  ebrio  de  gozo: 

/  Gloria  al  Senorf  /He  libertado  un  mundo! 

jOh  jubilol  joh  placer!  ;oh  de  la  patria 

Antiguas  fiestas,  cuando 

De  la  borrasca  la  postrera  ola 

Huy6  d  perderse  en  el  confin,  Uevando 

La  bandera  espafiola! 

[Y  no  nos  dividla  fiero  bando, 

Y  era  uno  el  pensamiento,  uno  el  destine, 

Y  unos  nuestros  altares, 

Y  nos  daba  vigor  una  alma  solal 

Entonces  los  comicios  populares 
No  eran  sangrienta  lucha  6  fraude  artero; 
La  majestad  augusta  del  Senado 
Culto  de  amor  mandaba  verdadero, 

Y  el  labrador  pacifico  veia 

De  su  fatiga  el  fruto  respetado; 
La  ley  amada  con  amor  intense; 
De  la  Justicia  en  el  altar  ardia 
En  perpetuo  holocausto  puro  incienso; 
Formaba  una  cadena  nuestro  brazo 
Unido  1  los  demds,  y  en  paz  profunda 
Repos^bamos  todos  complacidos 
De  la  madre  comun  en  el  regazo. 


—  159  — 

lora  tan  dichosos  dias 
a  y  amistad  son  idos? 
iroaes  distinguidos 
lid  6  en  el  consejo? 
nera  del  Apure, 
re  todos  los  valientes? 
'  iY  ddDde  el  que  la  carga 
i  intr^pido?  Serfs 
n,  oh  patria  mfa, 
inmortales  n  ombres, 

0  de  dlversos  modos, 
nmensa  de  Colombia, 
3  {a€ ,  los  heroes  todos ! 

ivictos!  Su  memoria 

1  no  necesita 

riara  6  duro  bronce : 
Ds  gloriosos  campos 
valor;  sueoa  en  los  ecos 
lot  rios  y  montaAas, 
It  de  los  volcanes ; 
p&ginas  la  historia; 
,  en  las  canciones, 
llevan  en  sus  alas 
ultimas  regiones. 
el  altar  culto  recibe 
ires  redimidos  alzan 
ud  los  corazones ! 

en  vuestras  quielas  tumbas, 
de  la  patria  mfa, 
-ec^ia!  La  grande  obra 
fin  esti  cumplida ; 
rbar  vuestro  reposo 
icba  fratricida. 

s  sepulcros  hace  sombra 
ris,  enlazada 
los  y  leones ; 


—  l6o  - 

Que  el  odio  no  es  eteroo 
En  los  pobres  humanos  cora: 

Y  lleg6  el  dfa  en  que  la  mad; 
Estrechase  i  Colombia  entre 
Depuesta  ya  la  safia ; 

No  sierva,  no  sefiora ; 
Libres  las  dos  corao  las  hizo 
]  Ah !  I  ni  c6mo  podria 
Hallarse  la  hija  siempre  sepa 
Del  dulce  hogar  paterno, 
Ni  consentir  la  cariAosa  mad 
Que  tal  apartamiento  fuera  c 

En  esos  afios  de  la  ausenci 
El  recuerdo  de  Espafla 
Segufanos  doquiera. 
Todo  nos  ea  comun  :  su  Dios 
La  sangre  que  circula  por  su 

Y  el  hermoso  lenguaje ; 
Susartes,  nuestras  artes;  la. 
De  sus  cantos,  la  nuestra;  su 
Nuestros  tambi^n,  y  nuestra: 
Las  glorias  de  Batl6n  y  de  P 

Si  &  veces  distraldos 
Fijibamos  los  ojos 
A  contemplar  las  hijas  de  C< 
En  el  porte  elegante, 
En  el  puro  perfil  de  su  semb 
En  su  mirada  ardiente  y  en  < 
Meloso  de  la  voz,  eran  retrat 
De  sus  nobles  abuelas; 
Copia  feliz  de  gracia  soberan: 
En  que  agradabi entente  se  vi 
El  decoro  y  nobleza  castellan 

Y  el  donaire  y  la  sal  de  Andi 

Y  entonces  exclam&baraos:  U 
Terrible,  Espafia,  tienes;  [pt 
Qu£  dulcemente  al  coraz6a  d 


-  i6i   — 

1  santa  alianza  eteraa  sea, 

Castilla  y  de  Colombia 

el  universe  vea ! 

Colombia  I  que  repitea 

r  Ebro  y  Manzanares, 

.  que  rodando  vaya 

OS  mares 

jra 

i!  con  que  d  Ande  atrueua 

inoco,  el  Magdalenal 


LOS  COLONOS. 

ido  Otero  6  verde  rits 

de  rloclamoroso, 

gitiva 

bosque  y  fresca  grama, 

do  diilogo  quejoso, 

pumosa  se  derrama; 

en  el  denso  torbellino 

)  que  alza  galopando 

eroso, 

istante  me  e 


&  estil  Sus  blancas,  altas  torrea 

:s  de  humo  se  levautan 

s  techos, 

IS  de  irboles  i  trechos 

la  su  greftuda  copa. 

lurar  del  pueblo  llega 

mis,  cual  voz  de  un  rfo 
lo  de  la  uerra  baja, 
s  con  su  espuma  arropa 
nbos  fiero  se  desgaja. 

trote, 

ie  los  carros  en  las  guijas , 
e  gentes  afanadas 


_i«4- 

Recogeri,  saltaado  ea  leves  oada 
El  bianco  rfo  de  menada  harina, 

Ya  que  musa  servil  loores  cant 
Al  guerrero  que  at  mundo  en  sai 

Y  la  corona  &  la  virtud  debida 
Doblando  la  rodilla  hamilde  cifii 
|Musa  mla!  levanta 

De  £stos  los  nombres  sin  culpabi 

Y  mi  patria  no  ignore 
Que  el  inmenso  bien  debe 

A  BriceAo  y  A  Aguayo  y  i  Acev 

Y  de  prez  no  menor  dignos  se  hi 
Para  ilustrar  su  nombre, 
Aquellos  espaRoles  que  trajeron 
Los  animales  utiles  al  hombre. 
Junto  al  hogar  medio  apagado  y: 
Adonnido  el  lebrel  de  noble  raza 
Mas  oiga  el  eco  gemebundo  aper 
De  la  armoniosa  trompa  de  la  ca 

Y  veriislo  paitir.  La  tierra  toca 
El  delicado  muso,  alarga  el  cuell 
Y,  cual  la  fiecha  que  silbando  ra: 
Con  vivfsimos  saltos  atraviesa 
Tras  la  tfmida  corza  6  suelta  lieb 
Et  llano,  el  bosque,  el  rfo,  la  alt 
Hasta  que  al  fin  la  presa 
Vencida  rinde  y  blrbaro  apedaza 

iCon  qu£  esti^pido  pasmo  no  ^ 
El  indio  inculto  por  la  vez  primi 
El  altivo  corcel!  No  de  la  tromp; 
El  ronco  son  espera; 
La  leve  oreja  tiende 

Y  el  ficil  cuello  enarca 

Al  rumor  de  los  cdfiros  de  Mayo 

Y  fbgoso,  impaciente  se  enarmoi 
SAbito  fuego  su  pupila  endende 
Dejaudo  ver  de  su  ojo  todo  el  bli 


-i6s- 

Atr^  echa  la  crin  en  ondas  sueltaa 
Sobre  el  tr^tnulo  flanco, 

Y  libre  del  ronzal  que  lo  aprisiona 
Vuda  en  el  campo  abierto ; 
Traspasa  el  seco  erial,  solo  y  desiertOt 
Con  duro  casco  el  pedregal  trillando ; 
6  para  en  alta  loma 

Y  suelta  su  relincho  sonoroso 
Si  ote6  la  yeguada  desde  lejos ; 
6  i  la  orilla  d^l  rio  espadoso 
Tranquilo  al  ruido  va  del  agua  mansa, 
Con  las  brisas  del  monte  jugoeteando, 
Por  la  alta  grama  de  la  fertil  vega 
Que  nuestro  patrio  Sogamoso  riega. 

Mas  icuH  fu6  la  espafiola 
(Pues  mujer  debi6  ser  sensible  y  bella) 
Que«  cual  triste  recuerdo 
De  patria  ausente  6  funebres  amores, 
Pasando  i,  la  comarca 
De  la  extensa  y  feliz  Cundinamarca 
Trajo  consigo  el  germen  de  las  flores? 
D^benla  nuestros  prados  y  pensiles 
Verse  alfombrados  de  las  nuevas  rosas 
Cuando  en  el  cielo  rfen  los  abriles; 

Y  el  clavel  salpicado 
Con  el  murice  tirio 

La  altiva  copa  alzar  en  fr^il  ramo, 

Y  su  manto  ostentar,  mds  esplendente 
Que  los  del  mismo  Salomdn,  el  lirio; 

Y  la  albahaca,  del  hogar  amiga, 
Que  crece  sin  &tiga , 

Con  su  aroma  empapar  todo  el  amUente. 

Rasgando  el  aire  mudo, 
Cuando  apunta  la  luz  del  nuevo  dfa, 
No  bajari  quqoso  el  s6n  agudo 
De  la  campana  desde  excelsa  torre 
A  celebrar  las  glorias  de  Maria ; 


Mas  del  pajt: 
Saldri  el  clai 
Del  gallo  vi| 
Que  salude  e 
Que  9ube  po: 
Tifi£ndose  di 
y  ver^  des 
Que  su  serra 
Con  voz  ama 
A  recoger  el 
Del  rubio  tri 
Como  despui 
En  la  espadi 
Los  frutos  qi 
De  las  chlsg: 
En  alas  de  1< 
Cual  en  un  { 
Por  el  Dlos  1 
Sobre  un  irb 
Debajo  de  ta 
De  repente  e 
Como  una  gi 
y  de  tanta  a 
No  cesa  un  [ 
Asf  de  la  Mi 
Ctiando  oyei 
Corren  en  to 
Enhiesta  al  i 
Que  entre  ta 
Descuella  all 
|Oh!  ni  Plat 
En  los  anale 
Tras  largos  3 
Lo  que  estos 
De  los  tr^mi 
Al  pie  del  le 

No  es  bast 
De  los  santo: 


-167- 

;idn  y  an  solo  clima. 
e  amor  la  pura  llama 
n  el  pecho  del  salvaje, 
tea  de  la  paz  mostrando, 
ade  Arauca  se  derrama 
f  Casanare  y  raudo  Up(a, 
soledad  fertilizando. 
,  cumbre  siempre  yerta, 
borrasca  asordadora , 
fin  el  cintico  sonando 
a  Cruz  reparadora , 
son  las  lenguas, 
son  las  tribus  que  mi  patria 
Occidente  basta  la  Aurora. 

Dayar<l  su  ardiente  celo, 

>u^  de  alzar  templos  suntaosos 

'adre  Dios  que  esti  en  el  delo, 

abHrln  quietos  asilos, 

e  i  los  hu^rfanos 

>  lecho  i.  los  ancianos, 

1  puedan  expirar  tranquilos. 

3  aun! En  su  incansable  anhelo 

IT  la  vida  k  las  naciones, 
ituplicar  la  voz  divina, 

ugaz  6  instable  vuelo; 
e  la  cieccia, 

4  un  tiempo  y  mal,  y  vida  y  muerte, 
r6  Guttenberg,  eltos  plantaron, 

tro,  en  la  tierra  granadina. 

Ime  frescas  palinas 

;r  coronas 

a  sien  del  vencedorl  {Ohl  idadme 

Tandflocuos  concentos 

sus  ignorados  nombres; 

:  los  c^firos  Uevados 

i  los  climas  apartados, 


Sean  amor  y  orgullo  de  los  hombrest 
|A  todo  bien  tribute  de  alabaazal 
jA  toda  noble  laspiracida  un  caatol' 
Lo  mismo  al  que  coofiaado  su  foitutu 
A  &igil  tabla  y  i  delgado  liao 
Al  Oceano  C^rvido  se  lanza 
Hallaodo  de  la  America  el  camtao, 
Que  al  que  rasgando  el  florecido  manto 
De  la  tierra  el  arado  usd  primero: 
lA  todo  biea  tribute  de  alabanzal 
jA  toda  Doble  iaspiradda  un  caatol 


VASCX)  n6REZ  de  BALBOA. 


Hay  UQ  fnttmo  gozo  y  un  contents 
En  vagar  por  las  selvas  primitivas, 
O  con  la  luz  de  perla  de  la  aurora, 
(^  por  la  tarde  cuando  el  sol  declina. 
Gime  el  desierto  con  su  voz  augusta; 
Entre  el  cafiaveral  suena  la  briaa, 
Y  se  oye  lejos  el  mugido  ronco 
Del  toro,  padre  de  la  grey  tardia. 
Que  al  redil  se  recoge  lentamente 
A  la  bora  vespertina. 

Desde  nifio  gust6nie  ver  la  luna 
XjCntamente  cruzar  el  firmamento, 
Como  una  nave  cdndida,  impelida 
Sobre  Ornas  de  nicar  por  el  derzo. 
jCuintas  veces  pasada  la  tormenta, 
Desde  elevada  torre,  vi  los  delos 
Recobrar  su  esplendor,  mientras  alzaban 
Los  irboles  doblados  por  el  viento 
Sus  ramos  empapados  con  la  Uuvia 
Y  de  firagauda  llenosi 


—  169  — 

Record  las  sabanas  solitarias 
Sobre  corcel  ind6mito  y  fogoso, 
Veloz  como  el  reUmpago,  revudto 
En  densa  nube  de  menudo  polvo. 
Dasalado  salvaba  los  torrentes, 
Que  rebramaban  con  acento  ronco, 

Y  trepaba  A  la  cumbre  de  los  montes , 

Y  miraba  ocultarse  poco  A  poco 

El  bello  sol  del  tr6pico  en  su  tumba 
De  purpura  y  dg  oro. 

Y  tambi^n  me  he  sentado  pensativo 
A  par  de  melanc6lico  sepulcro , 

Y  he  visto  i  la  ababilla  solitaria 
Volar  sobre  las  cruces  de  los  t^mulos. 
He  seatido  rodar  la  secas  hojas 

Con  sordo  y  melanc61ico  murmuUOy 

Y  vi  la  espina  alzar  sus  corvos  ramos 
Abrazando  las  tumbas,  y  del  buho 
Escuch^,  que  se  queja  entre  la  sombra, 

El  eco  gemebundo. 

Me  he  sentado  A  la  margen  de  un  gran  lago 
Siguiendo  el  curso  vario  de  las  ondas, 
Que  acompasadas  baten  en  la  orilla 
La  suelta  arena  y  las  silvestres  ovas. 

Y  he  mirado  en  silencio  y  distraldo, 
En  la  opuesta  ribera,  alzar  la  corza 
Su  enramada  cabeza,  y  1  las  garzas 
Atravesar  el  lago  majestuosas, 
Olvidando  las  penas  de  mi  vida, 

En  tu  margen,  oh  Tota. 

Y  al  horde  de  tu  horrible  precipicio 
Me  he  sentado  tambi^n,  oh  Tequendama, 

Y  escuch^  con  delicia  el  gran  estruendo 
Que  hacen  en  la  vordgine  las  aguas: 
Imagen  de  la  vida  de  los  hombres 
Que  i,  hundirse  van  en  tumba  solitaria 


—  I70 

Para  volar  despu6s  i  otnu 

Cual  Us  fugaces  nubes  que 

Y  brillar ,  como  brillan  poi 

Iris  de  corvas  alas ! 

Mas  si  naturaleza  en  tan 
Su  original  belleza  nos  ofr< 
Ya  entre  los  bosques  al  cae 
Va  en  las  quejas  del  ripido 
Ya  en  la  luz  de  la  luna  soli 
Que  en  los  antiguos  Irbole: 
I  Caio  terrtlica  y  grande  m 
'  Dentro  del  corazdn  del  hoc 
]  Qui  cuadros  en  sus  pigin 
Nos  hace  ver  presen 

iQui  abismo  el  coraz6n 
Sus  mentirosas  glorias  y  sc 
Jamds  se  oy6  rugir  con  ma 
EI  ala  de  los  recios  huracai 
Cuando  en  medrosa  noche 
La  extensa  soledad  airados 
I  Ay  del  pobre  mortal  que 
Como  Jacob,  batalla  con  el 
jFeliz  al  tnenos  al  cerrar  Ic 
Si  victorioso  cae  I 

Mas  la  historia  no  pinta 
Ni  su  interior  atin,  ni  su  n 
No  recuerda  su  llaoto  solit 
No  rasga  el  velo  A  su  inter 
jEl  hombre  es  una  rutna,  i 
Que  las  de  Babilonia  y  las 
Campo  inmeaso,  cubierto 
Pot  tempest  uosos  ibregos 
En  que  el  viajero  no  halla 
Ni  UQ  nombre  en  el 

Ved  i  NilAez  Balboa  abi 


Dura  como  el  acero  6  como  el  miirmol, 
Crliadolo  en  la  escuela  de  las  penas 

Y  los  duros  trabajos. 

jVedloI  impivido  trepa  el  agrio  moote 
Que  sirve  de  barrera  i  ectrambos  mares, 
Abri^ndose  camino  victortoso 
For  medio  de  la  selva  inextricable. 
Ya  no  se  oye  el  murmullo  de  las  olas, 
Ya  no  se  siente  el  c6&ro  sQave, 
Ya  no  se  ven  las  purpurinas  flores 
Su5  perfumadas  copas  dar  al  aire, 
Ya  no  se  ve  i  los  pijaros  cantores 
Dar  sus  vuelos  fugaces. 

Una  naturaleza  m<Ls  augusta 
Grandes  cuadros  presenta  ante  los  qjos. 
Barre  fuerte  buracdn  aquellas  sierras, 
Ziunbando  airado  en  los  desnudos  troncos; 
Saltan  en  blanca  espuma  de  laa  rocas 
Puros  y  cristalinos  los  arroyos : 
Allf  crecen  el  musgo  y  los  helechos 

Y  la  espelecia  de  aroarillos  copos ; 

Y  el  gavilan  que  habita  eatre  las  pefias 

Pasa  volando  solo. 

Pero  el  color  del  delo  es  exquisito, 
Puro  y  azul,  sereno  y  transparente, 
Como  brlllantes  son  los  sueflos  gratos 
En  que  su  alma  magninima  se  mece. 
Delante  va  del  escuadrdn  pequeAo 
Con  paao  firme,  con  serena  frente, 
Cual  el  briddn  lozano  en  k  yeguada 
Primero  i  los  obsticulos  se  ofrece, 
Yalzando  airoso  la  cabeza,  corre 

Y  4  on  lado  y  i  otro  voelve. 

Snbi6  al  fin  i  la  cumbre  de  los  Andes, 

Y  i  bajar  empez6  la  alegre  tropa ; 


73  - 

1  en  los  inc 
esa  sombra 
irolvieron 
!  las  palom: 
la  las  liana: 
de  las  ondi 
que  iba  bui 
iboa. 

i  cujra  plai 
>nda  marin: 
ro  y  gozo 
primera  m 
>3  sus  braz< 
la  rodilla , 
iada 
legrla, 
<r  la  gloria, 
pita. 

fe  sincera, 
itroces; 
su  rey  cum 
los  espanol 
smpaflaban 
]uelIos  hoc 
referlan 

fiez ,  i  su  t 


',  amigos  n 
/uestra  hjn 
r  apacible 
cuil  dilat: 
do  postrim 
vtsta  encac 
[ue  tenia 
leparadal 


|Yo  tomo  posest^D  del  Oceano 

For  mi  augusto  monarca!* 

Esto  dijo,  y  descieade  espada  en  mano, 

Y  i  poco  ya  mojaban  sus  rodUlas 

Las  aguas  de  la  mar.  La  mar  entonces 
Como  un  espq'o  inmenao  reluda; 

Y  un  hiaiQO  de  contento  de  sus  ondas 
Sonando  k  la  regi6n  lejana  iba, 

Que  ve  las  altas  torres  elevarse 
Bajo  el  cielo  purisimo  de  Lima, 

Y  i  las  regiones  ultimas,  desiertas 

Que  Magallaaes  via. 

Muchas  islas ,  cual  bucaros  de  fiores, 
Flotando  en  esas  aguas  ve  Balboa, 

Y  las  visits  sobre  frdgil  balsa 

Que  de  silvestre  junco  y  ramas  forma. 
Sacan  las  Hijas  de  la  mar  cenilea 
La  blanca  frente  coronada  de  ovas, 

Y  le  ofrendan  las  perlas  exquisitas, 
Espuma  de  la  mar  cuajada  en  gotas: 
De  amor  y  admiraci6n  d6bil  tribute 

A  empresa  tan  heroica. 

Y  vol6  el  tiempo,  y  en  su  cursotrajo 
Un  honibre  audaz,  esplritu  sublime, 
Que  asdende  i  esa  atalaya  de  la  tierra, 
Toma  la  clava  ponderosa,  y  dice: 
«Yo  romper6  la  roca  formidable 
Que  el  comercio  del  mundo  basta  ahora  impide; 
y  jnntando  de  un  mar  y  otro  las  olas, 
A  las  naves  dar£  trinsito  libre, 
Haciendo  verdaderas  las  hazaflas 
Del  &buloso  Alcides. 

»lY  qu^!  ino  puedo  yo  romper  el  muro 
Que  cerraba  las  puertas  del  Oriente, 
Obia  en  que  desmayaron  del  Egipto, 


—  176  — 

Es  la  regi6n  goajira, 
Donde  naturaleza  abri6  la  mano, 

Y  pr6diga  verti6  de  su  tesoro 
Flores  y  frutos,  y  esmeraldas ,  y  oro, 

Y  hermosura  y  placer;  i  la  que  abraza 
Enamorado  el  f6rvido  OoSano 

De  blandas  ondas  al  rumor  sonoro ; 
Donde  es  divino  el  cielo  que  se  mira 
Encima  sonreir  claro  y  sereno, 

Y  regalada  el  aura  que  respira, 
Pura  y  vital^  regocijado  el  seno. 

Para  el  hijo  de  aquellas  soledades 
Del  alta  sierra  en  albos  grumos  baja 
El  afanoso  rio  que,  entoldado 
Por  drboles  que  vencen  las  edades, 
Roto  entre  el  peftascal  gime  y  borbota. 
Para  ^1  amante  cuaja 
En  la  cerdlea  caja, 

Que  guarda  el  mar  en  su  profiindo  seno , 
Cambiada  en  perla  transparente  gota. 

Y  cuando  el  cielo  inundan  los  raudales 
De  santa  luz  con  que  el  Oriente  brilla, 
Despierta  para  ^l  el  almo  coro, 
En  el  que  oir  se  deja, 
Como  reclamo  de  amorosa  queja, 
La  vencedora  voz  de  sus  turpiales, 
Entre  las  mil  de  inn&mera  avecilla; 

Y  hace  para  ^1  volar  en  el  ambiente 
La  fragancia  que  guarda 

En  sus  nectarios  de  oro 

La  trepante,  aromltica  vainilla. 

I Y  hoy  esa  tierra  estd  muda  y  ocultal 
jY  hoy  nadie  traspasar  sus  lindes  osa! 
I Y  hoy  esa  raza  que  la  puebla,  vive 
Como  las  fieras;  y  ni  luz,  ni  ciencia, 
Ni  saludy  ni  verdad,  nada  recibel 


,nat 


0  yacen 

•ente 

ella, 


pan  dioi 


rada, 
irgameo 


0  cielo 

suelo 
llanto? 
;rto 
brosa 

1  desiert 
iesan 


Otras,  de  pie,  sobre  el  excelso  escollo. 

En  el  arco  apoyadoa,  largas  boras 

Pasan  meditabundos 

Contemplando  la  mar  que  arrastra  airada 

De  sus  oadas  gravlsimas  el  rollo 

A  rompcrse  con  ccos  gemebuados. 

»iAy!  y  yo  misma  atravesar  be  visto 
Los  senos  de  este  pi^lago  profundos 

A  velas  desplegadas  una  nave 

En  una  de  esaa  fu^  do  aqui  aportaron 

En  los  antiguos  dfas 

Los  humtldes  discfpuloi  de  Cristo ; 

Los  que  con  sus  palabras  de  amor  suave 

De  la  salud  la  seada  nos  mosCraron. 

Hoy,  como  siempre ,  miro 

Naves  y  naves  desiilar  veloces : 

Y  hoy,  como  siempre,  en  vano  yo  suspiro 

Y  en  vano  lanzo  mis  dolientes  voces. 

I  Vosotros ,  i  ay  I  los  que  os  llamiis  cristianos , 
Los  qae  os  Uamiis  del  desgraciado  hermanos. 
Dad  un  altar  al  infeliz  goajiro ! 

>La  nave  que  ahora  pasa  y  desparece 
Bh  el  llmite  combo  de  los  mares, 
Lteva  tal  vez  los  santos  misioneros 
Que  van  A  alzar  en  la  i^ltima  Oceania 
Al  verdadero  Dios  tempio  y  altares. 

Y  el  que  llega  i  esias  playas, 
Mercader  sin  eatraAas,  en  retorno 
Del  saludable  bdlsamo  y  las  perlas, 

Y  del  oro  nativo  y  plumas  gayas, 

Nos  brinda  armas  mortEferas,  y  en  copas 
En  que  el  licor  chispea,  alegre  vierte 
El  suefio  del  espfritu  y  la  muerte. 
|Y  veis  vosotros  esto,  y  los  atroces 
Dolores  en  que  expire, 

Y  no  atend^is  &  mis  dolientes  voces ! 
^  Y  todavfa  OS  llamards  cristianos  7 


—  i8o  — 

iSr<«na.lignnia  sola,  si  un  suspiro 
Os  merecen  sus  hados  inhumano^^ 
Darin  vuestros  esposos, 
Que  se  precian  de  hidalgos  j  cristianos, 
Patria  y  altar  al  infeliz  goajiroI» 


BOYACA. 


To  conteinpl6  ooa  pasmo  religiose 
Alzarse  el  sol  ardiendo  en  vivo  lampo, 
Una  vez  y  otra  vez  resplandeciente, 
jFamoso  Boyaci!  sobre  tu  campo. 
Ya  los  ecos  salvages 
De  tu  colina  bella 

No  repiten  del  bronce  el  estarapido: 
Ya  de  tu  antigua  gloria  en  ti  no  hay  hneUa; 

Y  aquf  se  dieron  cita 
Dos  pueblos  valerosos 

A  definir  una  mortal  querella; 

Y  ^ste  es  el  mismo  do  que,  engrosado 
De  las  tormentas  con  las  turbias  aguas, 
Sobre  la  roca  solitaria  espuma, 
Donde  enlazados  en  abrazo  odioso 

En  la  liltima  agonia 

Los  cuerpos  de  los  fuertes  campeones 

Arrastr6  confundidos  aquel  dia. 

No  hay  tumulps  aquf,  no  hay  inscripdooet 

Que  conmemoren  tan  heroicos  hechos. 

Las  cruoes  de  madera 

Con  que  la  religion  honr6  las  tumbas 

Cayeron;  ahora  extienden  los  hdechf  s 

Tan  solo  aquf  su  movediza  copa, 

Y  pasta  mi  coroel  la  verde  grama 
Que  de  los  bravos  el  sepulcro  arropa: 

Y  aqui,  de  noche,  los  labriegos  oyen 
Suspiros  en  el  viento, 

Tropelei  de  caballos  desbocados 


—  l8i  . 


el  retictin  de  aceros  que  w  d 
lando  se  pone  la.  menguada  Inna 
itK  Ju  D^ras  nubes  de  Occidente, 
e1  can  iadra  i  las  sombras  ti 


Lios  Alpes  gigantescofi,  la  barrera 
le  eatre  los  pu^os  asentd  el  ~ 

>  atajaron  el  paso  al  £ero  Anibal, 

I  Trasimeno  vencedor  y  en  Canas, 

al  gran  Napoledn  para  cefliru 
:  Marengo  los  Uuros 
I  las  campiOas  f&tiles  romanas: 
Uense  estas  empresos  generosaa; 
le  aqui  bay  mayor  viitud  y  hechos  ndsg 
mo  i  la  ctma  de  los  Alpes  vense 

excelsitud  enorme  de  los  Andes. 

Desde  dobde  el  Apttre  al  Orinoeb 
n  Tonco  eitTuendo  su  raudal  tribata,- 
ista  donde  los  A  ades  su  cabea    ' 
an  OTbda  de  perpetoa  nieve; 
mos  inmensoB,  caudalososTfos, 
ledad  espantosa  atravesando, 
Uvar  salva,  al  espaflol  buscando. 

Noel  cielo,  tristecoh  el  largo  inTierno, 
le  torna  en  mar  inmenso  las  sabanasj 

>  la  inclemente  tierra ,  en  que  del  tigie  ; 
lo  ae  v«n  las  huellas, 

Bolfvar  detienen:  marcha,  abajo 
ledan  los  llanos;  marcha,  y  i  la  CBinbre- 
epa  de  los  gigantes  de  la  tierra,  ' 

pisa  al  fin  la  uberrima  comarca 
!  la  bella  y  feliz  Cundinamarca. 

Cual  tempestad  borrenda  que  camrna 
ibriendo  con  sua  alas  pavorosas 
3nte  y  valle,  poblados  y  colina; 
1  obscuridad  y  el  miedo  la  precedeo, . 


—   I82   — 

El  extermioio  y  muerte  van  cod  ella ; 
Sopla  abrasando  el  huracin;  se  raja 
La  obscura  nube  donde  duerme  el  rayo 

Y  en  ingulos  de  fuego  corre  y  baja; 
Retnmbi  rimbonibaado  el  rooco  truenc 

Y  de  la  tieira  se  estremece  el  seno: 
Asi  BoUvar  llega ,  y  se  presenta 

A  la  coDtraria  hueste  de  improviso, 
Que,asombrada,  lafuga  en  vanoiDtenl 
El  hgroe,  como  el  iguila,  sedienta 
De  sangre  y  de  furor  llena  y  de  rabia, 
Que  por  doquier  su  presa  enhambrecidi 
Sigue  sin  darle  punlo  de  respiro, 
Cierra  las  sendas  i  cobarde  hulda. 

Y  se  traba  la  Hd:  la  muerte  cruda 
En  ambos  campos  pasa  la  hoz  aguda 
Inmolando  cien  vfctimas  y  ciento ; 

Y  cuando  en  el  hervor  de  la  pelea, 

El  tronar  del  cafldn  cesa  ua  momento, 

De  los  heridos  se  oye  la  alarida 

Con  triste  guaya  ensordeciendo  el  vient 

(^  la  voz  de  Bolfvar  conocida 

Que  al  combatiente  infande  naevo  aliei 


El  sol  que  en  la  micad  de  su  c 
Vi<S  empezar  el  combate, 
De  purpura  riqufsima  en  el  velo 
Que  en  el  p6rtico  ti^ndese  del  cielo 
Ya  con  menos  fulgor  la  frente  abate ; 

Y  la  mortal  contienda  acaba  sdlo 
Cuando  llega  la  noche,  y  las  estrellas 
Con  su  luz  celestial  baflan  el  polo. 

jOhl  |qu^  espl^ndido  triunfol  jCuint 
Cuando  el  h€roe  magninimo, 
En  las  noches  sin  sueflo, 
Solitario  en  su  tienda  se  sentaba' 

Y  el  pensamiento  inquieto  revotvfa 
Al  tiempo  irrevocable, 


-  183  - 

hijas  de  su  gloria. 
Junin  y  Carabobc 
r  ante  61  vefa : 
iguna 
toria ; 

su  brillo  las  estri 
I  la  fulgente  luna. 

ntonce  estar  oyen 

1  entrc  el  redoble 

errero  y  las  desca 

:rueDdo, 

ctoria,  los  quejid< 

riendo, 

tiar  de  los  caballo 

en  el  campo  vagc 

r  de  las  banderas , 

,  armas  refulgent* 

humo 

ntonces  renacta 
penas  expirante, 
splendor  por  un  i 
>unda 

na  r&faga  de  vien 
[dad  el  aura  santa 
lundos  i  nosotros 
•bre  corazdn  inun 
el  martirio  nos  s 
:  gloria  nos  levani 

Mas  cierto 
,  valor  y  patriolU 
pretnio  mereciai 
idas  el  deber  seve 
I  canto  de  la  fami 
sepulcro  postrim 
Los  claros  nomb 
par  pueden  oirse 
on  prez  de  otras  i 


-  184  - 

Mis  semidioses  que  bombreSj 
Camilos,  y  X^eonldas,  y  Alilcudei. 

Mas  si  tales  la  suerte  y  los  destinot 
De  nnestra  raza  son;  y  si  el  torrente 
Del  tiempo  en  sus  revueltos  torbelliaos 
Consigo  arntstra  i.  una 
De  los  mortales  glorias  y  fortuna, 
Quedan  con  todo  nombres 
Que  eternos  vlvirin  entre  las  gentes ; 

Y  el  tuyo  ;Boyacil  iai  consagrado 
A  la  iamoTtalidad  en  el  gran  dia 
Ed  que  Bolivar  desnudd  su  espada 
En  tu  glorioso  campo, 

Y  dtsipd  con  victorioso  Umpo 
De  esdavitud  la  ceatenaria  niebla 
En  que  Colombia  mlsera  yacla. 

[Oh  Boyacd!  iTu  tesdmonio  vtvo 
Erea  de  esta  verdad  asombradoral 
Vives;  mas  solo  reioa  en  lu  colina 
El  sUencio  sublime 

De  augusta  msjestadj  si  el  viento  gime,, 
S6lo  la  voz  del  rio  aduladora 
Lleva ,  6  la  del  cansado  peregrino 
Que  canta — y  no  i  tu  gloria,  que  ^  ignora— 
Por  consolar  la  pena  del  camino. 


AL  TEQUENDAMA. 

Oir  ansi^  tu  trueno  majestuoso, 
jTremendo  Tequendama!  ansifi  sentarme 
A  orillas  de  tu  abismo  pavoroso, 
Teniendo  por  dosel  de  parda  nube 
El  penacho  que  se  alza  por  tu  frente, 
Que,  cual  el  polvo  de  la  lid  ardiente, 
En  conrundidos  torbellinos  sube. 


-  i8s  - 

Quise  tambi^n  mezclar  mi  aceoto  d^bil 
Al  grande  acento  de  tus  muchas  aguas, 
Y,  respirando  el  aire  de  tu  gloria, 
Ensalzarte  tambi^Q  con  voz  ferviente, 
Mi  lira  haciendo  digna  de  memoria , 

Y  arrojarla  despu6s  i  tu  corriente. 

Heme  aquf  contempUndote  anhelantQ, 
Suspenso  de  tu  abismo : 
Mi  alma  at6nita,  absorta,  coofuadida 
Con  tan  grande  impresidn  te  sigue  ansiosa 
En  tu  glorioso  vuelo, 

Y  al  querer  comprenderte  desfallece 
De  tanta  fuerza  y  majestad  vencida. 

Tu  voz  es  cual  la  voz  de  un  Dios  que  pasma 
De  asombro  y  de  terror  A  las  naciones ; 
Cual  rlmbomba  el  cafl6n  de  la  pelea , 

Y  anuncia  asf  de  lejos  al  viajero 
La  horrida  majestad  que  te  rodea. 
Los  ecos  ensordecen  y  se  cansan 
De  repetir  la  horrisona  armonia 
Que  de  ti  suena  en  torno 

Cual  si  fueran  los  himnos  de  un  tr'lunfo 
Lleno  de  pompa  y  b^lica  armonfa. 
El  iguila  asustada  alza  sus  vuelos 
Por  el  6ter  brillante  ^  las  montaflas 
Donde  chillaa  hambrientos  sus  hijuelos. 

Manso  y  tranquilo  y  sosegado  corre 
Lleno  de  majestad ,  y  de  repente 
Cual  drag6n  infernal  alza  la  frente, 
Sacude  enfurecido 
Las  vedijudas  greflas, 
Se  asoma  al  borde  del  abtsmo,  y  brama, 

Y  se  lanza  iracundo 

De  un  abismo  i  otro  abismo  mis  profundo 
Kn  sab  mas  lumbrosas  de  alba  espuma, 
A  ser  despedazado  entre  las  pefias. 


—  ,1-86  — 

La  roca  al  golpe  gime ; 
Hierve  la  onda  atormentada  y  gira, 
Se  rompe,  se  reviielve,  se  comprime 
Coa  clamorosQ  y  desigaal  estruetido, 
O  como  quien  se  queja  y  quien  suspira, 

Y  como  el  humo  de  una  gran  hoguera 
A  torbellinos  al  olimpo  sube 

De  clara  niebia  en  argentada  nube; 

Y  el  poderaso  acero 

De  soledad  en  soledad,  de  un  monte 
A  un  monte  mis  tejano,  lleva  el  viento. 

El  Jngel  guardador  de  tus  raudales 
Aqui,  de  tarde,  i  contemptarte  viene, 

Y  en  ese  altar  de  piedra  que  se  avanza 
Lleno  de  algas,  de  espuma  zarpeado, 

Se  sienta,  el  ruido  dc  tu  choque  ojrendo. 
Su  cabeza  de  juncos  ven  ceAtda 

Y  de  silvestres  ovas, 

Y  su  capa  de  pdrpnra  tefiida, 

Los  moDtafleses,  y  oyen  el  concierto 
De  su  laiid  divino ,  al  brillo  incierto 
De  la  pilida  luna 
Cuando  en  silencio  esti  todo  el  desierto. 

jProdigio  del  Creadorl  lohl  jnada  &lta 
A  tu  gloria!  Pict6rico  tiorizopte 
Delante  se  abre;  antiguos  como  el  mundo 
Los  irboles  se  elevan  en  tu  monte ; 
Solemnes  armonfaa 

Resuenan  en  tu  seno  ancho  y  profundo : 
Flores,  aromas,  luz  y  movimiento; 
Aire  esencial  de  vida  en  cada  aliento; 
Un  cielo  claro  encima, 
Como  el  alma  de  un  nifio,  ven  los  ojos; 

Y  per  diadema  para  ornar  tu  (rente 
Iris  de  oro,  de  purpura  y  diamantes 
Se  cruzan  sobre  ti  reverberantes. 


aqi 
ado 


>1< 


irdl 
Ico 
dia 
ti? 


xiof 
ido 


I  hi. 
Tfai 


—  i88  — 

Otra  se  pierde  en  el  extrafio  abrazo 

Con  sangre  de  verdugos  confundida 

I  Naci6n  ayer,  no  extstiri  maflanal 

iY  este  rio  caudal  sigue  corriendo 
Como  corri6  desde  la  edad  antigua  I 
i  Y  el  trueno  aterrador  que  estoy  oyendo^ 
Sonaba  entonces  como  suena  ahora, 
Duro,  rabioso,  asordador,  tremendo, 
Como  una  eternidad  devoradora, 

Y  sonard  cuando  al  sepulcro  caiga 
Este  hombre  obscuro,  d6bil,  ignorado 
Que  oy^ndolo  i  su  borde  estA  sentadol 

i  Oh !  |qu6  objetos  I  jel  hombre  y  Teqpendama ! 
;  £1  hombre  sin  poder ,  pincel  ni  aoento 
Cpin  que  pintar  lo  que  su  menteinflama, 
Que  ayer  nacido,  vivlri  un  momeoto, 

Y  mafiana  en  el  polvo  del  sepulcro 
De  su  vivir  se  apagari  la  llama ! 

I Y  esta  tremenda  catarata,  etema, 

Con  esa  voz  cual  la  de  mil  tamboxies, 

Cual  ruido  estrepitoso  ~ 

De  cien  y.cien  caballos  triun£adores 

En  el  afin  de  una  total  derrota; 

Y  ese  hervir  fragoroso ,  inextinguible, 

Y  esa  su  roca,  fir  me,  estable,  inmota,         ,   . 
Que  alcanzari  d  los  aflos  de  los  aAos 

Y  del  mundo  1  la  edad  la  mis  remota!   . 

t 

I  m 

jCalma  on  momento  el  torbelllno  raudo 
En  que  ruedas,  oh  rio,  al  ciego  abismo« 

Y  ese  fr^gor  y  la  explosi6n  del  trueno! 
jDisipa  el  pabell6n  de  negra  nube 
Que  cada  instante  di^  tu  lecho  sube      . . 

.Para  velar  tu  majestadl  Mi  alma, 
Mis  deslumbrados  ojos,  mis  oidos 
Sordos  ya  con  el  ruido  de  tus  aguaa, 
Anhelan  contemplarte  un  solo  instaotie 


ii  agradecidos ! 
belU 

i,  horror  sublime  inspirs, 
era  lecddn  grande 
e  con  profunda  huella. 
de  virtud  respira 
,  capaz  de  mis  se  siente: 
glos  sa  memoria, 
,  un  santo  6  an  po€ta ; 
-a 

onioso  y  tan  sublime 
!  brilla  por  tu  (rente, 
triunfo  que  en  ti  gime. 


arre  alzado,  en  noche  umlirix, 
ido  de  su  active  leute, 
Venus  U  serena  frentc, 
bsorto  se  vefa. 
in  tanto  en  su  6rbita  conia 
I  luz  entre  un  torrente, 
en  su  balanza  omnipotente , 
I  y  fuerza  audaz  medfa. 
les  del  cielo  que  lo  vleron 
B^uir  las  Claras  huellas, 
pte  mortal  no  lo  tuvieron; 
6  su  rodilla  i  las  estrellas , 
qjos  de  iguila  leyeron 
del  Seflor  escrito  en  ellas. 


L  GOLONDRINA. 


e  vienes  ti^  con  se^:o  voelt), 
ndriaa, 


—  iga  — 

Ahora  que  el  sol  el  espacioso  cielo 

De  fuego  con  raudates  ilumina  ? 

jDe  di5nde  vienes  ahora 

Que  el  monte  y  la  cotina 

Se  ornan  de  nueva  flor  y  nueva  grama ; 

Ahora  que  el  torrente  fragoroso 

Por  el  campo  oloroso 

Sus  claras  ondas  ripido  derrama? 

Ya  pas(5  la  estaci6n  de  las  tormentas, 

Ya  las  alegres  Horas  van  danzando, 

Y  de  array  A  o  y  flores  mil  coronas 
Sobre  el  paterno  campo  derramaado. 

Ese  que  ves  tan  verde  y  tan  florido, 
Tu  Otero  conocido; 

Y  ese  en  que  tu  ala  fugitiva  rasa, 
Es  tu  claro  torrente; 

Y  ese,  tu  dulce  nido 
Que  en  el  alar  saliente 

Vuelves  i  hallar  de  nuestra  pobre  caw. 

jOh!  [Sigue  revolando  vagarosa, 

Y  sobre  el  campanario  de  la  aldea 
Un  memento  reposal 

Desde  allf  todo  el  campo  se  domina, 

Y  las  tnieses  que  suave  el  viento  orea, 

Y  el  lejano  molino  y  la  musgosa 
AUa  cruz  del  blanqueado  cementerio 
Que  en  medio  de  los  drboles  se  empinal... 
[Tiende  la  vista  desde  allf  gozosa, 

Y  contempla  tu  patria  deliciosa  I 


Al  primer  trueno  del  obscuro  ii 

Y  las  Iluvias  primeras, 

Volaste  abandonando  las  praderas 

Y  tu  apacible  hogar  y  nido  tierno. 
jAd(3nde  eutonces  fuiste 

Con  ala  infatigable, 

Deiando  atris  el  horizonte  triste 


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del 

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—  192  — 

jTambi^n  brillan  al  sol  de  sus  sabanas 
LdgHmas  de  dolor  y  de  amargural 

En  mi  primera  edad,  con  la  luz  pura 
Del  sol ,  en  el  umbral  de  humilde  techo 
La  banda  de  ruidosas  golondrinas 
Miraba,  henchido  de  placer  el  pecho, 
Ir  y  volver,  y  revolar  contentas 
De  la  pajiza  choza 
A  la  extensa  llanura, 
Cual  pasa  pronta  y  viva 
La  luz  de  las  tormentas, 
Rozando  con  el  ala  fugitiva 
Ya  sobre  la  arboleda  majestuosa , 
Ya  sobre  el  ancho  azul,  tranquilo  lago, 
Ya  sobre  la  era  antigua  que  llenaba 
I^  flor  del  amarillo  jaramago. 

Cuando  era  nifto,  en  casa  de  mis  padres , 
Dejaba  yo  que  se  muriera  el  dia , 

Y  de  las  saLas  16bregas,  desiertas, 
Empujaba  las  puertas, 

(3  los  duros  cerrojos  con  trabajos 
De  la  antigua  capilla  descorrfa, 

Y  A  descansar  entraba 

De  golondrinas  banda  innumerable: 
Yo  de  un  varal  largulsimo  auxiliado 

Y  de  otros  nifios  de  mi  edad  seguido , 
Por  techos  y  cornisas  implacable, 
Sin  respetar  el  inocente  nido, 

A  la  avecilla  timida  acosaba, 

Que  prisionera  luego 

A  una  cArcel  tristisima  pasaba. 

Mi  sueflo ,  sin  sosiego , 
Al  clarear  el  alba  interrumpfa, 

Y  A  cortarle  las  alas  temblorosas , 
Maligno  nifto  subito  corrfa. 

jHoy  es,  aun  lo  recuerdol  los  chirridos 


mis  ofdos, 

la  veo , 
i  mano 
aleteo. 

era 


1  campo!»  y  al  momento 

ada  el  vientol 

)z  el  claro  dfa 
y  de  contento 
la  mlaP 

venturosa, 
109  paternales, 
sonoFosa, 
vendavales 
nbiente  se  difunde 
IS  la  fragancia; 
z6n  DO  vuelve 
cbosa  in&ncia! 


Adin  en  tanto,  con  la  ment 
De  sombra  y  luz,  con  giro  md 
Dej<5  vagar  sob  re  su  faz  serena 
Sonrisa  de  los  cielos  apacible. 

Y  era  que  vislumbraba  los  i 
CoQtornos  de  esos  mundos  iga 
Que  se  incuban  tras  ojos  entre 

Y  siSlo  pUeden  ver  ojos  cerraji 

Y  Dios  volvifi ;  y  al  hombre 
M4s  beldad,  m4a  vigor  dej6le 

Y  came  de  su  came  desligandi 

Y  distrayendo  hueso  de  sus  hi 
Savia  de  ingeles  y  astros  agrC] 

Y  la  propia ,  de  amor  en  los  ei 
Coropendio  de  lo  bello  en  forn 
Lanzd  &  brillar  sobre  los  mum 

Y  Dios  partid ;  y  Adin  torn 

Y  abri(S  los  ojos;  y  encontr6  i 
Del  ingel  por  la  esencia,  sorpr 
De  mujer  por  el  fuego,  ruboro 

SinU6  el  bombre  de  siibico  < 
Desconocido  ardor ;  y  alii  en  : 
Algo  que  bulle  y  se  colora  ape 
Pero  que  es  fuerza  ya ,  grande 

Sintid  su  ser  girar  en  dos  n: 
En  dos  cerebros  fulgurar  su  id 
En  dos  senos  nacer  las  tempes 
De  cuanto  asombra,  encanta, 

Palp6  sus  miembros :  t£rgi(i 
Aun  conociendo  en  Eva  sus  p 

Y  palpitaron  en  sus  labios  bes 
Como  vibraron  en  su  pecho  al 


laridades  que,  un 
idQS  que,  mezclac 
timientos  acordes 
:onsor.;io  eternal 

del  Edgn  los  im 
daroQ  Si  los  seres 

mar  ceruleo  se  p 
I  bosque  inmenso 

Dios  sonri6  desd 
nfinito  amor;  su  1 

lanzar  del  Eden 
;ced,  multiplicad 

Adin,  viendo  lo 
:ndo  al  bello  ser  t 
i  la  vaguedad  del 
anta  pleniCud  ya 

de  sauta  temura 
dijo  A  Dios  en  hii 

lira  universal  ha 
>  nunca  lanz6  not 


—   204   — 

La  prueba  mfrala  en  mi, 
A  quien  todo  el  tiempo  sobra. 
Dime:  si  alguno  me  cobra, 
£Le  he  de  decir:  caballero, 
El  tiempo  vale  dinero^ 
Eche  acd  ese  pagar6 
Cancelado,  y  tome  ust6 
Seis  raeses  6  un  afto  entero? 

J  Time  is  money! jtonterfa! 

jOh!  ique  britinica  flema ! 
^Ir  no  puedo  yo  i  Ambalema, 

Y  la  eternidad  es  mia? 

I  Time  is  money!  |  Yo  darla, 

Y  eso  de  muy  buena  gana, 
A  cuartillo  la  semana, 

Sin  pacto  de  retro venta ! 

Ve  si  el  negocio  te  tienta 

Y  empezaremos  mafiana. 

Tu  me  dirds  que  trabaje, 
Que  mi  situaci6n  te  aflige, 
Que  mi  vida  arregle  y  fije, 
Que  abandone  mi  actual  traje , 
Que  ya  que  no  subo,  baje; 
Que  calle,  que  no  me  qu£;je, 
Que  de  d6cimas  me  deje , 
Que,  pues  Bogotd  me  arroja, 
Mi  mula  y  mi  mala  coja 

Y  de  Bogoti  me  aleje. 

Yo  te  dir6  que  me  gusta 
Tu  opinion^  que  es  muy  sensata ; 

Pero que  no  tengo  plata, 

Sin  la  cual  nada  se  ajusta; 
Que  dentro  de  una  hora  justa, 
Si  tuviera  para  el  gasto , 
Aplicirame  el  emplasto 
Que  aconseja  tu  receta  ; 


r 
1 

k^^-. 


A  la  cinCura  colgada, 

A  fe  no  la  empuilarfa 

jPero  sf  la  empefiaria , 
Porque  algo  es  mejor  que  nadal 

Apuesto  i  que  te  sonries: 
Y  mis,  i  que  con  placer 
Me  con  vi  das  &  comer 
Alii  en  el  hotel  DanUs. 
Pero,  amigo,  no  confles 
En  que  acepCe  tat  honor; 
Mas  si  es  que  quieres  favor 
Hacer.hoy  k  tu  Joaqufn, 
Te  liegd  tu  San  Martin: 
Puedes  mandarme  un  condor  (i). 


A  PABLO. 

Desde  el  lecho,  caro  Pablo, 
Te  dirijo  estos  renglones 
Que,  apostara  cien  doblones, 
Van  A  hacerte  dar  al  diablo. 
Mas,  francamente  te  hablo, 
Prefiero  ser  importuno 
A  pasar  en  el  ayuno 
Toda  la  mortal  semana 
Que  ha  de  comenzar  mafiana, 
Mafiana  viernes,  por  Juno. 

Aunque  el  medico  ilustrado 
Diariamente  me  receta, 
La  m^  rigurosa  dieta, 
Siempre  habri  que  hacer  mercado; 
Y  como  tu  me  has  rogado. 
Con  tu  habitual  elocuencia, 


—  2IO  — 

Ser,  como  soy,  tan  sincero; 
Debiendo,  al  pedir  dinero, 
Ocultar  tanta  pobreza. 
Mas  contigo  con  franqueza 
Hablo  de  la  suerte  mia. 
Ingrato  y  falso  serfa 
Si  no  hablara  como  hablo, 
Porque  fuera  olvidar,  Pablo, 
Tu  nobleza  y  tu  hidalgufa. 

Quiero  acabar:  necesito 
Diez  y  seis  pesos  cabales; 
Para  conseguir  los  cuales 
Estas  ddcimas  he  escrito. 
Pr6stamelos ,  que  infinito 
Seri  mi  agradecimiento , 
Como  lo  es  el  firmamento 

Y  como  el  ppder  de  Dios , 
Quien,  acd  para  los  dos, 
Me  tiene  muy  descontento. 

Ninguna  promesa  har^, 
Porque  d  ti  no  se  te  esconde 
Que  c6m^,  cudndo ,  ni  en  d6nde 
He  de  pagarte,  no  s6. 
Pero  que  te  pagar6, 

Y  que  i,  pagarte  me  oblige , 
Poniendo  d  Dios  por  testigo , 
Es  tan  seguro  y  tan  cierto 
Como  lo  es  que  s61o  muerto 
Dejar^  de  ser  tu  amigo. 


A  JOSfi  MANUEL  MARROQUfN 

REMITI^NDOLE   UN    LIBRO    DE    VERSOS. 


Manuel  de  mi  coraz6n : 
Hace  un  aflo m^  de  un  afio , 


jienso  yo 
aodestia, 

ina  bestia 
compr6^ 

ist6, 


iPerli: 
ompra  tv 
afia. 

me  eacut 
n  sabio : 
n  resabio 
itnbre: 
imbre 
s  urbana , 
liviana , 
:oDsentir 
regir, 
a  gana. 

de  mi  ing 
que  \o  VI 
rcuende 
leoio. 
i  genio, 
I  undo  aso 
ciar  mi  □ 
itero, 
ombrero : 
a  ua  hon 


^menaje 


—   3l8   — 

Monta  fogoso  alazJn , 
De  tanto  correr  rendido, 

Y  sobre  el  roto  vestido 
Lleva  iin  gas  t  ado  dormin. 

Gorra  con  ancha  visera 
Cubre  su  frente  tostada 
Pot  el  sol,  y  su  mirada 
En  torno  fiilgida  impera, 

Cual  arroyo  rumoroso, 
Que  va  rSpido  corriendo, 
Sus  aguas  4  otros  uniendo, 
Forma  un  rio  caudaloso ; 

As!  van  diez,  veinte,  ciento, 
Uni6ndose  i  Don  Simdn, 

Y  forman  un  escuadrdn, 

Y  despuis  un  regimiento. 

Y  la  turbia  polvareda , 
Que  mis  y  m4s  crece  y  sube, 
Forma  gigantesca  nube, 
Que  sobre  los  Andes  rueda. 

Es  Bolivar  el  que  viene ; 
Ha  vencido  en  Boyaci, 

Y  loca  la  gente  estS, 

Y  nadie  su  ardor  contiene. 

iHa  Uegadol  El  pueblo  entero 
Ag61pase  en  rededor 
Del  ilustre  triunlador, 
Del  portentoso  guerrcro. 

Casi  en  peso  va  el  corcel, 
Caminando  A  paso  lento, 

Y  crece  i  cada  momento 
La  griteria ,  el  tropel. 


V  al  volvei 
En  busca  de : 
De  su  gastadi 
Rueda  un  boi 

Cae  la  anci 
Guard  a  el  boi 
Y  con  sembla 
Exclama,  alz; 

<  Jesus  mfo 
Me  entrego  ei 
Que  muera  tt 
jHe  visto  al  J 


Estaba  CtI 
Con  otros  sal 
Se  habl6  de  s 
y  no  despleg 

Acerca  de 
Con  entusiasi 

Y  don  Crispf 
Su  sapientfsii 

Tratose  coi 
De  Dumas  y 
Pero  el  seAor 
No  dijo  esta  1 

Hab]£se  al 
Don  Crispfn 
Callaron  todt 

Y  61  dijo  mu 


)z  el  ciegD  Homero 
la  venganza, 
3Cho  y  majadero, 
no  de  alabanza: 
yo  prefiero 
Lierra,  ni  mataaza, 
,  ai  un  combate : 
e  chocolate. 

Ed^n  habrfa 

hora  fuente, 

ma,  correria 

luce  blandamente ; 

,  arrastraria 

orriente, 

lo  bizcochuelo, 

;os  del  canelo. 

amoroso  viento 
n  cntre  las  flores; 
lioso  acento; 
los  pastores; 
ire  lamento; 
>s  ruiseflores, 
cido  y  sencillo 
>  molinillo. 

vidaba  de  una  cosa 
Bs  y  eseociales : 
Celeste  diosa, 
SOS  cacaotales! 
:ne  poderosa 
OS  mortal  es, 
im^rica  trompeta , 
;  birviente  olletal 


Cuando  en  la  noche  el  huracin  rabioso 
Brama,  y  rimbomba  con  fragor  el  truano, 
Brilla  el  rayo,  y  el  hombre  temerosa 
Tiembla  en  su  lecho  de  pavura  lleno ; 
Si  por  calmar  su  miedo  congojoso 
Sorbe  caliente  chocolate  y  bueno, 
Tocando  el  suefio  su  abatida  frente, 
Tranquilo  ronca  y  duerme  grand  emente. 

Cuando  es  fuerza  pasar  la  noche  en  vela 
Al  lado  del  amigo  moribundo ; 
Cuando  la  llama  de  chispeante  vela 
Interrsmpe  el  silencio  asaz  profundo, 
Nuestro  amargo  dolor  nada  consuela 
Sobre  la  faz  del  anchuroso  mundo, 
Como  escuchar  el  ruido  con  que  bate 
La  cocinera  el  dulce  chocolate, 

iQai&n,  aunque  tenga  larga  parentela, 
Podr^  contar  tan  nobles  apellidos? 
De  aziicar,  de  vainilla,  de  canela, 
■  Con  otros  mil  no  menos  conocidos, 
Tales  como  tie  harina  y  de  panela, 
Por  el  de  que  precede  distinguidos; 
Mas  no  es  el  e/e  que  usurpan  los  villanos 
Por  parecer  ilustres  ciudadanos. 

Cuaado  4  la  voz  de  Juno  prepotente, 
Abandonando  las  et^reas  salas, 
Del  Tequendama  en  la  terrible  frente 
Iris  exiiende  sus  brillantes  alas; 
Cuando  el  Pavdn  sagrado  de  repente 
Despliega  altivo  bus  preciosas  galas, 
No  ostentan  tan  magnificos  colores 
Como  en  su  espuma  el  rey  de  los  licoree. 

A  esos  cobardes  que  con  f^rreas  manos 
Quieren  esclavizar  el  mundo  todo, 
El  mundo  vil  los  llama  soberanos, 


—   224  — 

Miro  mi  triste  elegfa 
En  inmunda  chicheria, 
Envolviendo  ajonjolf. 

Muchas  veces  los  rat' 
Han  rofdo  por  monton 
Mis  cinticos,  jay  de  m: 
Los  desprecio,  los  perd 
Para  concentrar  mi  en< 
En  los  que  envuelven  i 

Si  escribo  un  himno 

Y  sale  en  tipo  dorado, 
A  poco  tiempo,  jay  de 
Lo  miro  en  una  tabem 
De  forro  de  una  lintern 
O  envolviendo  ajonjolf. 

Mil  angustias  y  sudo 
Mis  largos  cantos  de  ar 
Me  costaron,  jay  de  m: 

Y  por  toda  recompensa 
Los  miro  en  una  despei 
De  cartuchos  de  manf. 

Nunca  habr4  literatu 
Ni  progreso,  ni  culturs 
En  Duestra  patria,  jay 
Pues  todas  mis  product 
Son  para  cebar  ratones 

Y  envolver  ajonjolf. 

jRespetad  esta  letrill 
No  sufra  yo  la  mancill; 
De  contemplarla,  jay  d 
Entre  sucios  cordobane 
Sirviendo  A  rudos  pata 
Para  envolver  el  mant 


raciadas  hijas  mlas, 
[as  elegf  as , 

ra  OS  miro,  [ay  de  ml! 
polvados  rincoaes, 
IS  por  los  ratones 
Iviendo  ajonjoll. 

y  loco,  despechado, 
Hi  terrible  atentadol 
ler  de  Blanchard  vi 
letos  de  Ayacucho 
ido  enorme  cartucho 
endras  y  de  manf. 

ilos  los  especieros , 
ios  y  pulperos, 
ofanan,  jay  de  ml! 
itos  de  mi  talento 
lendo  sucio  ungQento, 
ciable  ajonjolf. 


,  MANUEL  MARiA  MADIEDO. 


AL  MAGDALENA. 

{Salud,  salnd,  Tni^*estQoso  rfol 

il  contemplar  tu  freate  coroaada 
)e  los  hijos  m^  viejos  de  la  tierra, 
Aeno  s61o  de  ti ,  siento  mi  alma 
Lrrastrada  en  la  espuma  de  tus  olas, 
}ut  entre  profuados  remolinos  braman, 
Absorber se  en  las  obras  gigantescas 
)e  aquel  gran  s&t  que  el  infinito  abraza. 

iQu6  fuera  aquf  la  fdbula  difunta 
>e  las  ninfas  de  Grecia  afeminada, 
Li  lado  del  tremendo  cocodrilo 
)ue  sonda  los  misterios  de  tus  aguas? 

^o  en  tus  conientes  oada  el  albo  cisne, 
>dlo  armonioso  en  pob^es  alabanzas ; 
'ero  atraviesan  tu  raudoso  curso 
^normes  tigres  y  robuslas  dantas; 
ladiveres  de  cedros  ceDteoarios 
'us  varoniles  olas  arrebatan, 
bmo  del  tecbo  del  pastor  humilde 
.as  tempestades  la  ligera  paja. 

No  nadan  rosas  en  tus  aguas  turbias, 


—  33°  — 

Sino  los  brazos  de  la  ceiba  ant 
Que  desgarrd  con  hdrrjdo  est: 
El  rayo  horrendo  de  feroz  boi 
Veo  serpientes  que  tus  aguas 
Cuyos  tnatices  &  U  vista  encai 
V  oigo  el  ronquido  del  hambr 
Rodar  sobre  tu  margen  solitai 
Mientras  salvaje  el  grito  de  lo 
Que  entre  blasfemias  sus  trab: 
Vuela  A  perderse  en  tus  sagra( 
Que  aun  no  coaoceu  la  preser 


jOh,  qu^  serian  Sitiros  y  F 
Bailando  al  son  de  femeniles  f 
Sobre  la  arena  que  al  caimia 
En  tus  ardientes  y  desiertas  pi 
jAh,  que  serfan  cerca  de  los  b 
Que  rebatiendo  las  calludas  pa 
En  el  silencio  de  solemne  nod 
En  derredor  de  las  hogueras  d 
Acompasados  al  rumor  confus 
De  tus  mugientes  y  espumosai 
Que  acaso  llega  &  interrumpir 
Del  ronco  tigre  seca  la  gargan 

Yo  los  he  visto  en  una  obsc 
Dando  &  los  aires  la  robusta  ci 
Sobre  la  arena  que  marcado  h: 
De  las  tortugas  la  penosa  man 

Y  del  caimin  la  formidable  co 

Y  de  los  tigres  la  temible  garr 
Yo  los  he  visto  en  derredor  de 
Danzar  al  eco  de  sonora  gaita, 
Mientras  silbaba  el  huracin  d( 
Sobre  tus  olas  con  safiuda  rabi 
Yo  los  he  visto  juntos  A  la  hog 
Cavar  ansiosos  tus  arenas  blan 

Y  en  sus  entrafias  despreciar  e 
Del  mis  pomposo  femenil  mor 


1 


mdiosa  y  bella,  cual  saliera  ua  dfa 
I  geoio  augusto  que  tus  olas  manda. 

Corre  i  perdeite  en  los  igootos  mares 
mo  entre  Dios  se  perderi  mi  alma! 

)edros  y  floras  oroan  tu  libera, 
es  siQ  Gn  que  con  tus  ondas  hablan, 
yos  variados  armoniosos  cantos 
tus  desiertos  la  grandeza  ensalzan. 
>  te  saludo,  hijo  de  los  Andes! 
edas  un  dla  fecundar  mi  patria, 
ire,  sin  par  por  su  saber  y  gloria, 
labr^  colmado  toda  mi  esperaiizal 


:lq 


e  to 

:go; 


nbn 

I  de 


~  836  — 

Tras  de  los  velos  que  la  niebta  extiende 
Cuanda  la  noche  viene  6  la  itiaRana, 
Te  dan  perfume  las  silvestres  flores, 
Que  nadie  aspira  en  la  feraz  montafla. 

Es  el  silencio  el  himno  misterioso 

§ue  en  tus  altares  en  tu  honor  se  canta, 
el  TumoT  leve  de  arroyuelo  humilde, 
O  el  Tonco  trueno  de  la  gran  cascada. 

Tambi^n  te  arrulla  suspirante  brisa 
Cuando  4  las  flores  con  su  amor  eogafla, 
Cuando  retoza  con  las  hojas  secaa , 
Cuando  sus  quejas  le  refiere  al  agua. 

Todo  es  solemne  donde  tu  te  encueotras, 
Sea  en^la  choza  6  tnfeliz  barraca, 
O  en  el  palacio  que  ruinoso  oculta 
Entre  la  hiedra  su  perdida  fama. 

Y  eres  mis  grande,  soledad,  si  vienes 
Cuando  la  luna  con  quietud  derrama 
Sabre  la  tumba  y  la  ciudad  dormidas 
TrJstes  reflejos  de  color  de  plata. 

Cuando  el  Vesubio  conmovido  arroja 
De  entre  su  seno  la  tremenda  lava, 
Y  cuando  herida  por  su  luz  de  infierno, 
Su  &z  la  luna  tras  las  nubes  guarda. 

jTii  das  k  pompa  y  majestad  severas 
A  esos  desiertos  que  oceanos  Hainan, 
Donde  lo  grande,  lo  profundo,  inmeoso, 
Deja  extasiada  con  horror  el  alma! 

Del  Chimborazo  en  la  nevada  cima 
S6I0  la  huella  de  tu  pie  se  estampa; 
La  sombra  A  veces  del  condor  andino, 
La  majestad  de  Dtos,  despuis la  nadal 


—  337  — 

imbre  por  hallar  un  Ifmi 
:io  en  la  regidn  callada, 
uo,  lo  infinite,  a^reo, 
la  cuanto  mis  avanza. 

do  el  astro  que  en  la  noi 
I  por  doquier  derrama , 
que  la  sombra  eres 
]o  que  animd  la  nada. 

nte  que  en  ausencia  lion 
>  donde  todo  calla , 
I  el  adorado  nombre 
cho  con  sigilo  guarda; 

,  soledad  divina, 
ia  de  su  amor  ensaya 

I  sus  dolientes  gritos, 
S3  quemadoras  ligrimas. 

itos  poseeris  tii  sola 
Itos  i  la  tumba  pasaa , 
para  todos  mueru 

de  dolor  el  alma! 

:es  lastimado  en  lo  (ntin: 
que  asestd  i.  mansalva, 
que  al  sentirse  herida 
ues  ii  lamer  su  llaga, 

irme  en  el  querido  atberj 
1  con  mi  hi  jo  aguardan, 
gos  en  silencio  arranco 
que  clav6  la  inramial 

icuchas  los  supremos  ay< 
el  corazdn  desgarra, 
cretosde  mi  vida, 
:e  y  en  silencio  pasa ; 


-  238  - 

No  me  abandones  en  la  tumba 
No  quicro  gloria.  ^Para  qu6  dese 
El  recuerdo  sincero  de  los  mlos 
Y  tu  sombra  en  mi  huesa eso 


lESE 


INUTIL  DESEAR, 


«Cuando  esta  lluvia  tan  tenaz 
Cuando  un  vapor  en  los  espacios 

Y  entre  mi  seno  se  aposente  el  si 
Hari  que  aspire  de  mi  esencia  pi 
Cuanto  encierra  en  mi  ciliz  la  hi 

Una  rosa  exclamd. 
Pero,  con  todo,  cuando  ya  del 
De  pardas  nubes  apartdse  el  velc 

Y  la  luz  por  doquiera  se  esparci'5 
Al  desplegar  la  brisa  rumorosa 
Sus  leves  alas,  de  la  pobre  rosa 

Ni  restos  encontr6. 

La  golondrina  dijo  ;  «Que  est* 
Dej'e  su  frio  y  su  nevar  ecerno, 
Que  de  las  flores  vuelva  el  esple) 

Y  yo  en  la  tarde  subir^  al  espaci 

Y  alii  eutre  luz  de  rosa  y  de  top 

ilaji  cantar  mi  voz.» 
Mas  vino  e!  sol  y  derritid  las  ) 
La  prima  vera  con  sus  soplos  lev 
De  la  amapola  el  c&liz  entreabri< 

Y  antes  que  el  sol  hubiese  desp« 
Su  luz  postrera,  entre  el  plumos 

Ya  muerta  la  alumbr<). 

Cuando  ful  nifio  con  placer  di 
«Ha  de  llegar  el  anhelado  dia 
En  que  decir  ya  pueda :  « |  libre 


—  244  — 

El  mundo  es  vasto  campo  de  batalla, 
Nuestra  eflmera  vida  es  un  vivac: 
No  OS  dq£is  arrastrar  como  rebafko, 
Antes,  cual  heroes,  con  valor  luchad. 

No  OS  burle  el  porvenir  con  falso  brillo; 
EI  pasado  sepulte  lo  que  fu£ ; 
Trabajad,  trabajad  en  el  presente; 
Que  Dios  da  al  corazdn  aliento  y  fe. 

Grandes  hombres  ha  habido,  y  en  su  historia 
A  ser  grandes  podemos  aprender, 

Y  vestigios  dejar  de  nuestro  paso 

Que  nunca  pueda  el  tiempo  obscurecer; 

Huellas  que  acaso  servirin  de  gula 

Y  el  perdido  valor  barln  tomar 

A  algijn  hermano  niufrago  y  eirante 
De  la  existencia  en  el  revuetto  mar. 

jAnimo,  pues,  y  varonil  esfuerzo, 
Ya  sea  la  suerte  pnSspera  6  fatal! 
Siempre  avanzando,  trabajando  siempre, 
Sepamos  ser  activos  y  esperar. 


—  248  — 

Jamis  eocuentro  la  mirada  ardiente 
De  la  sola  mujer  que  pude  amar. 

El  s^r  m^  infeliz  halla  coosuelo 
En  brazos  del  amor  6  la  amistad ; 
Pero  yo,  solo  en  extranjero  suelo, 
Remedio  no  hallar£  para  mi  duelo 
Lejos  de  la  mujer  que  pude  amar. 

Mujeres  xaii  hermosas  he  enconti 
Uas  no  han  hecho  mi  seno  palpitar 
Que  el  coraz6n  ya  estaba  consagradc 
A  la  fe  de  otro  objeto  idolatrado, 
A  la  sola  mujer  que  pude  amar. 

jAdids,  en  fin!  oculto  en  mi  retire 
En  el  ausente  nadie  pensarS, 

Y  ni  un  solo  recuerdo ,  ni  un  suspin 
Me  dard  la  mujer  por  quien  deliro, 
jAy!  la  sola  mujer  que  pude  amar. 

Comparando  el  pasado  y  el  presen 
El  coraz6n  se  rompe  de  pesar ; 
Pero  yo  sufro  con  serena  frente, 

Y  mi  pecho  palpita  eternamente 
Por  la  sola  mujer  que  pude  amar. 

Su  nombre  es  un  secreto  de  mi  vi 
Que  el  mundo  para  siempre  ignorar 

Y  la  causa  fatal  de  mi  partida 
La  sabri  s6lo  la  mujer  querida, 
[Ay!  la  sola  mujer  que  pude  amar. 

iAdi6s!  quisiera  veria mas  me  i 

Que  todo  para  siempre  va  i  acabar.. 
La  patria  y  el  amor,  todo  lo  pierdo. 
Pero  llevo  el  dulclsimo  recuerdo 
De  la  sola  mujer  que  puedo  amar. 


Aureolas  boreales  de  los  siglos 
AUi  se  encuentran  recogida  el  ala ; 
Co  mo  una  antelia  vese  el  pensamii 
Que  gigantesco  se  alza. 

Alii  los  Prometeos  sin  cadenas, 

Y  de  Jacob  la  luminosa  escala; 
Alli  la  fruta  del  Ed6n  perdida, 

La  que  el  saber  entraaa. 

Y  el  libro  apocaUptico  sin  ellos 
Suelta  A  la  luz  sus  misteriosas  pig: 

Y  el  Tdbor  del  espiritu  su  cima 

De  entre  la  niebla  saca. 

Y  alll  el  Horeb  de  donde  brota  [ 
El  casto  amor  que  con  lo  eterno  a* 
Alli  esti  el  ideal,  alli  boguemos: 

Dad  impulse  i  la  barca. 

Despert^me  azorado jy  ese  m 

Para  volar  A  61  len  d6nde  hay  alas 

InterroguS  4  las  sombras  del  pasad 

Y  las  sombras  callaban. 

Pero  el  rayo  de  luna  ya  subfa 
Del  viejo  estante  A  las  polvosas  tat 

Y  lamiendo  los  lomos  de  los  libros 
En  sus  titulos  de  oro  se  miraba. 


:iNTO  DE  H 


)  de  este  prado, 
OS  de  tus  hojas, 

1  al  sol , 

L  la  aurora ; 
e  este  valle 

mosa  pompa, 
11  betdad, 
o  te  rondan. 
in  nevado 

los  nombran, 
te  esmalta 
arda  tu  boca. 
s  lisonjero 
)  te  toca , 
:r  el  imbar 
IS  hojas. 
>,  en  tus  alas 
le  le  otorgas, 

2  su  vuelo 


-  »S8- 

Una  azucena,  que  al  lado 
Te  acompaflaba  gustoya. 
No  s£  si  &  su  dulce  acento 
Fuistes  insensible  6  sorda 
O  6.  sus  impetuosos  silbos 
Como  i  los  vientos  la  roca. 
Mas  no ,  ingrata ;  bien  lo  oiste: 
iOh  cudntos  celos  me  ahogan! 
Pues  espinas  que  se  guardan 
No  se  esquivaron  honrosas. 
jOh  qu£  escarmientos  me  ensen 
Esa  tu  inconstancia  local 
No  pienso  prcnder  el  alma 
De  otra  flor  ni  de  otra  rosa. 
]Qufi  mal  se  guarda  belleza 
Que  en  campo  se  ostenta  hermc 
Que  como  muchos  la  miran 
Su  bcldad  alguno  logral 
Ya  la  cftara  que  en  tiempo 
Te  celebraba  gustosa , 
Como  estS  triste  su  dueflo, 
Gime  tambi^n  ella  ronca. 
Mas  ya  la  pienso  quebrar 
De  mi  firmeza  en  la  roca , 
Y  pues  ya  no  pienso  amar, 
Tampoco  cantar  me  importa. 


\QufN  ol: 

ARIA  ANTON 

A   nE  ASTIIBIAS. 


;inie  y  llora. 
Cir:  la  d^bil  cafla 

i  el  manso  vienti 
a,  desparece 
TacAn  violento: 
ajo  las  for  mas 
y  hanibre  y  guei 
ifeliz  Espafla. 
toda  la  tierra 
;na$  de  memoria 
}ro3  ya  ni  puede 
de  su  gloria; 
rein  a  se  decfa 
sferio, 

:a  y  pedir  leyes 
Ides  y  A  los  reye! 
va  en  cautiverio 
males 

)s  pater  n  ales, 
f  hasta  nos  roba: 


En  la  amable  Princesa, 

Dechado  de  rirtud  y  de  belleza? (i) 

jOh  memorable  dfa 
^quel  en  que  la  grande  Barcelona, 
Saltando  el  noble  pecho  de  alegria , 

Y  ufena  y  orgullosa 

Al  verse  de  bus  Reyes  visitada , 
^^i(3  la  mar  espumosa 
Besar  su  alta  muralla, 

Y  deponer  despu6s  sobre  su  playa, 
Ante  el  inmenso  pueblo  que  esperaba, 
El  precioso  tesoro 

Que  la  bella  Part^nope  mandabal 

Y  entre  las  salvas  y  festivos  vivas 
La  augusta  joven  pisa  ya  la  lierra , 
Que  devota,  algun  dia, 

Reina,  Senora  y  Madre  le  dirfa. 
Ni  se  sactan  los  ojos  de  mirarla, 

Y  nadie  puede  verla  sin  amarla. 
Llena  de  noble  agrado,  y  apaciblt;, 

Y  fScil  y  accesible, 

5iembra  amor  por  doquier.  Llega  y  co 

Podos  las  corazones  son  ya  suyos 

[Matograda  Princesa! 

No  has  rauerto  sin  reinar.  Un  pueblo  i 

Libre  te  ha  obedecido: 

Que  quien  ama  obedece, 

Y  s6lo  amor  merece 

Lo  q/ie  no  puede  el  oro  ni  el  acero. 

(Do  estin  las  esperanzas,  madre  Esp 
Las  altas  esperanzas  que  formaste, 
Cuando  las  bellas  ramas 
De  un  mismo  excelso  tronco  entrelaza: 
;D6  los  tiernos  pimpoUos 
Que  el  tilamo  real  brotar  debiera, 

falsi  por  detecto  de  pronuaciacibn  imericanai 


-263  - 

gloriosa  sangre 

ipoles  corriera; 

nombres  berederos, 

rono 

^  la  amable  Luisa , 


res  pladosos, 

y  guerreros , 

ia  verdaderos? 

n  tus  ardientes  voto 

astrada, 


irigiste? 

te 

t  llorar  cegaste, 

i6n:  temblo  la  tierra 

■on; 

i  cruda  guerra 

rayos  encendido; 
il  trueno  estrepitosc 

0 

nar,  y  las  escuadras 
tir,  van  y  se  chocan 
se  destrozan  luego, 
r  de  sangre  y  fuego 
an,  desparecen. 

>na  y  sin  venganza; 

1.  Despu^s  llamas 

te,  y  le  seAalas 

ita  de  Iberia. 

nte, 

faz  gloriosa 


-  264  - 

Con  las  brillantes  alas, 

Te  oye  y  cirte  la  espada  reluciente, 

Del  Egipto  i  los  hijos  ominosa , 

De  su  sangre  aun  teflida, 

Y  vuela  &  obedecerte 

Hiere,  y  cae  la  victima  irocente; 
Vfctima  de  cxpiaci6n  de  tus  pecados, 
Espafla  delincuente; 

Y  herida  cae  de  aquella  misma  espada 
Con  que  una  infie]  nacidn  fu^  castigada; 
Que  al  Todopoderoso 

Es  altamente  odioso, 

Qaiz&  mis  que  el  infiel,  un  pueblo  ingrato. 

En  tanto  ya  los  males  y  dolores, 
Soldados  indolentes  que  militan 
Bajo  el  pendiSn  sombrfo  de  la  muerte, 
Volteando  en  torno  de  la  real  cabeza 
Una  tan  cara  vida  amenazaron. 
Sus  ojos  se  anublaron  ; 
Sobre  sus  labios  la  sonrisa  muere: 

Y  se  sienta  la  pilida  trisleza 
En  los  ojos,  que  fueron 

El  trono  del  amor  y  de  las  gracias; 

Y  su  pecho,  en  que  ardia 

La  viva  y  casta  llama  de  Fernando, 

Se  fatiga,  se  oprime Un  mismo  dla 

Ha  yisto  nuestra  dicha 

Nacer,  crecer,  morir;  y  fufi  la  nocfae 

De  tan  alegre  dfa, 

La  nocbe  de  la  tumba  obscura  y  frla. 

En  vano  ;ay!  cudn  en  vano 
Agoto  el  arte  humano 
Su  saber,  su  poder...,.  El  alto  cielo 
Su  decreto  de  muerte  di6.....  y  el  ingel 
Libertador  de  Isaac  retardfi  el  vuelo. 


Fetisa , 

Dnda  y  misteriosa  cueva, 

jtime  enajenada, 

les  revelaste, 
antaste 

0  yaces  tantos  siglos , 

igua  desatando, 
sen  taste 

ipidos 

'O  triste  y  pavoroso? 
:urbaste 

lipoles  (cantando 
ino  que  arrastraba 
Iricas  su  bija), 
)  olas 

gentes  espaiiolas? 
patria,  6  nunca  fuera, 

1  mal,  menos  le  hiriera. 

cor  t ados 

:  unfan 

I  vida  y  4  Fernando, 

los  cielos  contenfan, 

ira, 

nosa  y  pura, 

^tre  desprendida; 

tspafla 

>r  abandonada, 

ugado, 

era  deslazada , 

ite 

pr^S  cntrelazado, 

losa.  Y  los  gemidos 

a  oyendo,  tambUn  gime; 

ida 

z  apesarada: 


—  266  — 

«jOh  qu£  improviso  golpe 

Mi  herido  coraz6n  de  nuevo  hiere! 

Vi  el  monstruo  de  la  guerra, 

7a  en  el  antiguo  mundo  no  cabiendo, 

Nadar,  romper  los  mares  tormentosos , 

Y  4  su  terrible  aspecto,  i  su  bramido 
Espavorida  retemblar  mi  tlerra ; 

Y  vi  la  planta  impura 

Del  infido  Bret6n  y  codicioso. 

En  presencia  del  cielo 

Manchar  mi  casto  y  religioso  suelo ; 

Vi  mis  campos  talados ; 

Vi  profanar  mis  templos,  mis  altares  ; 

Vi  i  mis  hijos  morir [hijos  amados! 

For  su  patria,  su  rey,  su  Dios  armados, 

Cuyas  manos  valientes 

Stilo  a1  morir  soltaron  el  acero 

BaAado  en  sangre  y  gloria;  unico  alivio 

De  esta  viuda  infeliz |  Carlos  !  mis  hijos 

Murieron,  jay! no  mueran  sin  venganza; 

Que  si  veneer  los  fuertes  no  pudieron , 
Udiar  al  menos  y  morir  supieron.» 

Suspende,  amada  patria,  tus  querellas; 
SIgueme,  que  en  las  alas 
Del  rayo  impetuosas, 
Cual  la  reina  del  aire, 
Me  lanzo  d  las  mansiones  venturosas. 
Las  puertas  eternales  de  improviso 

3e  abrieron iOyes  tu  el  armonioso, 

Arrebatado  canto 

Sue  en  torno  suena  del  Cordero  santo? 

iY  entre  el  sublime  y  resonante  core, 

^uil  se  alza  fervorosa 

De  Antonia  la  oracion ,  y  cudl  ofrece 

3u  juventud,  su  vida,  su  martirio, 

Por  los  males  del  pueblo  que  ama  tanto? 

Ve  ya  del  trono  santo 

Bajar  entre  inefables  resplandores 


■'^P* 


Ve  en  sus  ojos  arder ;  y  la  ternura, 
El  candoT  y  piedad  otro  divisa 
En  su  graciosa  y  plidda  sonrJsa. 

^Pero  serA  feliz,  6  serin  tantas 
Hermosas  esperanzas  ilusiones  ? 
Ilusiones,  Risel.  Ese  agraciado 
Nino,  tu  amor  y  tu  embeleso  ahora,  ' 

Hombre  nace  i  miseria  condenado. 
Vanos  titulos  son  para  librarle 
Su  fortuna ,  su  nombre. 
^Mas  qu6  habio  yo  de  nombre  y  de  fortuna, 
Si  la  misma  virtud  y  sus  talentos 
Serin  en  estos  malhadados  dias 

Un  crimen  sin  perdon? La  moral  pura. 

La  simple,  la  veraz  filosoHa, 

Y  tus  leyes  seguir,  madre  natura, 

Impiedad  se  diri:  rasgar  el  velo 

Que  lasuperscicion,  la  hipocresfa 

Tienden  i  la  maldad:  decir  que  el  cielo 

Limites  ciertos  al  poder  prescribe 

Como  i  la  mar:  y  que  la  mar  insana 

Menos  desobedienle 

Es  al  alto  decreto  omnipotente, 

Impiedad sedicidn Por  toda  parte 

La  frente  erguida  el  vicio  se  pasea 

Llevando  per  divisa  «audacia  y  arte*. 

Tienta,  seduce,  inflama; 

Ni  oro  ni  afin  perdona. 

Da  i  la  maldad  por  galardSn  la  fama, 

Se  atreve  &  todo,  y  triunfa  y  se  corona. 

;Qu6  escenas,  Dios,  qu^  ejemplos!  iqu6  peligros! 
^  Y  es  tanto  bien  vivir  ?  jSiquiera  el  cielo 
A  mis  serenos  dias  retardara, 
jOh  niflo,  tu  nacer!  que  ahora  s61o 
El  indigno  especticulo  te  espera 
De  una  paCrJa  en  mil  partts  lacerada, 
Sangre  filial  brotando  por  doquiera; 


—  369  — 

erpes  silbadoras 
dignada 

al  furia  horrible  y  fea, 
ominosa  tea. 

ra  dado  al  seno  obscuro, 
jguro, 

lar y  de  este  hermoso 

lima  del  mundo, 
luz,  sino  alii  cuando, 
J  de  victoria,  ostente 

su  radiosa  frente, 
ro  del  saber  termine 
■o  al  Occidente ; 
rado  y  de  las  artes, 
[ue  el  oro, 
,  en  lustre  eterno, 
L  y  nacional  decoro; 
id  y  amor  dictando, 

las  gentes  tod  as 

paz,  y  se  amen  todas 

derrocados 

0  abismo 

1  y  fanatismo! 

,  en  ala  presurosa 
ci6n  hermoso  dia. 
■el,  cauto  refrena 
eraitza  y  de  alegria. 

sees  una  flor  graciosa 
'ayo  matinal  se  abria, 
■jel  la  proclamaba 
tiijos  de  la  Aurora, 
amador  la  destinaba 
lando  el  casto  seno 
y  mis  feliz  pastora; 
;es  mustia  y  desmayada 
;I  sol !  j  que  de  improviso 
;lo,  el  viento  la  deshoja, 


^  Jk 


—  270  — 

6  quizd  hollada  por  la  planta  impura 
De  una  bestia  feroz  ve  su  hermosura! 

Empero  tu  deber,  Risel  amado, 
Ya  que  te  ves  alzado 
A  la  sublime  dignidad  de  padre, 
Te  manda  no  temer;  antes  el  fuerte 
Pecho  contraponer  d  la  violenta 
Avenida  del  mal  y  de  la  suerte. 
Virtud,  ingenio  tienes.  Sirva  todo, 
No  s61o  i.  dirigir  la  indole  tierna 
De  tu  hijo  al  bien,  que  en  desuni6n  eterna 
£st&  con  la  ambici6n  y  la  mentira, 
Sino  i  purificar  en  algun  modo 
El  aire  infecto  que  doquier  respira. 
Aprenda  de  tu  ejemplo 
Prudencia,  no  doblez;  valor,  no  audacia; 
Moderaci6n  en  prospera  fortuna , 
Constante  dignidad  en  la  desgracia. 
Porque  cuando  en  el  monte  se  embravece 
H6rrida  tempestad,  el  flaco  arbusto 
Trabajado  del  ibrego  perece, 
Mas  al  humilde  suelo  nunca  inclina 
Su  excelsa  frente  la  robusta  encina; 
Antes  alld  en  las  nubes  senorea 
Los  elementos  en  su  guerra  impfa 

Y  al  falgurante  rayo  desafia. 

Y  tii,  mi  dulce  amiga,  cuyo  hermoso 
Coraz6n  es  el  ara 
Del  amor  conyugal  y  la  ternura ; 
Que  por  seguir  y  consular  tu  esposo, 
En  tabla  mal  segura 
Osaste  hollar  con  varonil  denuedo 
Mares  por  sus  naufragios  tan  famosas , 

Y  cortes  mis  que  mares  procelosas; 
Tii,  que  aun  en  medio  del  dolor  serena, 
Viste  abrirse  d  tus  pies  la  tumba  obscura, 
Ni  asomada  d  tu  abismo  te  espantaste ; 


•i 


—  271  — 

Y  ansiedad  y  amargura, 
En  los  pesares  s61o, 

Mai  merecidos,  de  Risel  mostraste, 
O  cuando  el  tierno  pecho  te  asaltaba 
Dulce  memoria  de  la  patria  ausente; 
jOh!  entonces  no  sabfas 
Que  al  volver  i,  tu  patria  y  tus  amigos 
En  premio  el  cielo  i,  tu  virtud  guardaba 
Lo  que  negd  i,  diez  atlos  de  deseos, 

Y  que  madre  ^  tu  madre  abrazarfas. 


G6zate  para  siempre,  amiga  mia ; 
Huy6  la  nube  en  tempestad  prefiada, 
Y  te  amanece  bonancible  dfa. 
Gozate,  tierna  amiga,  para  siempre  : 
Este,  6ste  de  la  patria  el  caro  suelo, 
Este  su  dulce  y  apacible  cielo, 
P^stos  tus  lares  son.  <iPor  qu6  suspiras? 
No  es  ya  mentido  suefio  lo  que  miras... 
Esa  que  tierna  abrazas  es  tu  madre; 
Tu,  mds  ieliz  que  yo,  tu  madre  abrazas. 
Mientras  yo,  jdesdichado ! , 
Que  una  ventura  igual  me  prometia, 
S6I0  en  la  tumba  abrazare  la  mia. 


Tu ,  s6  feliz ,  y  goza  ya ,  segura 
De  sobresalto  fiero, 
Inefable  delicia  en  el  cariiio 
De  este  precioso  niilo, 
Primera  prenda  de  tu  amor  primero. 

Pardceme  mirarte  embebecida 
En  sus  ingenuas  y  festivas  gracias  ; 
Y,  cuando  mds  absorta,  de  improviso 
Una  ligrima  ardiente 

De  tus  ojos  brotar el  inocente, 

Cual  si  entendiera  lo  que  entonces  piensas , 
Las  mane.citas  carinosas  tiende , 
Abre  en  sonrisa  la  encarnada  boca 


Y  el  duke  beso  maternal  provoca. 
B^sale  veces  mil,  y  esta  dulzura 
Divide  con  Rise!.  Sabia  natura 

No  te  formo,  al  nacer,  amable,  hermosa, 
Sino  para  ser  madre  y  ser  esposa. 

Y  tii,  querido  infante,  que  ignorando 
Cu41  seri  tu  destino,  en  la  dorada 
Blanda  cuna  te  meces, 

Y  agraciado  sonries, 
O  ledo  te  adormeces; 

Ya  que  mirar  la  luz  te  ha  dado  el  cielo, 
Vive,  florece  ;  y  tus  aniigos  veari 
Que  en  lionor  y  consuelo 
De  tu  familia  y  de  tu  patria  creces. 

Sigue  como  tu3  padres  alentado 
De  la  virtud  la  senda, 

Y  nada  temas;  que  en  cualquier  estado 
Vive  el  hombre  de  bien  serenamente 
A  una  y  otra  fortuna  preparado, 

Y  libre,  6  en  cadena,  y  aun  ya  alzada 
Sobre  su  cuello  la  funesta  espada, 
En  noble  impavidez  antes  la  frente 
A  la  cefluda  adversidad  humilla, 
Que  &  un  risueilo  tirano  la  rodilla. 


LA  VICTORIA  DE  JUNIN. 


El  tnieno  horrendo  que  en  fragor  revientk 
Y  sordo  ittrimbando  se  dilata 
Por  la  inflaniada  esfera, 
AI  Dios  anuncia  que  en  el  cielo  impera. 


—  2/3  — 

Y  el  rayo  que  en  Junin  rompe  y  ahuyenta 
La  hispana  muchedumbre. 
Que  mis  feroz  que  nunca  amenazaba 
A  sangre  y  Euego  eterna  servidumbre ; 
■  Y  el  canto  de  victoria 
Que  en  ecos  mil  discurre,  ensordeciendo 
El  hondo  valle  y  ^"t^fetfa  cumbre, 
Proclaman  i  Bol/var  en  la  tierra 
Arbitro  de  la  paz  y  de  la  guerra. 

Las  soberbias  pirimides  que  al  cielo 
El  arte  humano  osado  levantaba 
Para  hablar  i.  los  siglos  y  naciones; 
Templos,  do  escUvas  manos 
Deificaban  en  pompa  4  sus  tiranos, 
LifdlbJ^o  son  del  tiempo,  que  con  su  ala 
D^bil  las  toca,  y  las  derriba  al  suelo, 
Despuds  que  en  Kcil  juego  el  fugaz  viento 
Borr6  sus  mentirosas  inscripciones; 
Y  bajo  los  esebmBr'os  confundido 
£ntre  las  sombras  del  eterno  olvido 
[  Oh  de  ambicidn  y  de  miseria  ejempio  I 
El  sacerdote  yace,  el  dios  y  el  templo. 

Mas  los  sublimes  montes,  cuya  frente 
A  la  region  et^rea  se  levanta, 
Que  ven  las  tempestades  i  su  ptanta 
Brillar,  rugir,  romperse,  disiparse; 

Los  Andes las  enormes,  estupendas 

Moles  sentadas  sobre  bases  de  oro. 
La  tierra  con  su  peso  equilibrando, 
/ Jamis  se  moverin.  ElloSj  burlaodo 
;■  De'ajena'ertviclia"'^del  prbtervo  tiempo 
j  La  furia  y  el  poder,  serin  eternos 
I  De  libertad  y  de  victoria  heraldos, 
Que  con  eco  profundo 
A  la  postrera  eJad  diran  del  mundo : 
«Nosotros  vimos  de  Junin  el  campo  ; 
Vimos  que  al  desplegarse 


—  274  — 

Del  Peril  y  de  Colombia  las  banderas , 
Se  turban  las  legiones  altaneras, 
Huye  el  fiero  espaflol  despavorido, 
O  pide  paz  rendido. 
Venci6  Boii var  :  el  Peru  fu^  libre; 

Y  en  triunfal  pom  pa  Libertad  sagrada 
En  el  tempk)  del  Sol  fu6  colocada. 

^Qai^n  me  dard  templar  el  voraz  fuego 
En  que  ardo  todo  yo?  Trdraula,  incierta, 
Torpe  la  mano  va  sobre  la  lira 
,  Dando  discorde  s6n.  ;Ouidn  me  liberta 

Del  dios  que  me  fatiga? 

Siento  unas  yieces  la  rebelde  musa, 
Cual  oacante  eh  furor  ^  vagar  inipierta 
Por  medio  de  las  plazas  biiltictosas^ 
O  sola  por  la>selvas  silenciosas 

O  las  nsueflfis  playas     c-*^y^ 

Que  raanso  lame*  el  caud«^loso  Guayas; 
Otras  el  vuelo  arrelJatado  tiende 
Sobre  los  montes,  y  de  allf  desciende 
Al  campo  de  Junfn,  y,  ardiendo  en  ira, 
Los  numerosos  escuadrones  mira, 

Y  en  ctlstado  mornon  y  peto  armaaa, 
Cual  amazona  fiera, 

Se  mezcla  entre  las  filas  la  primera 
De  todos  los  guerreros , 

Y  1  combatir  con  ellos  se  adelanta , 
Triunfa  con  ellos  y  sus  triunfos  canta: 

Tal  en  los  siglos  de  virtud  y  gloria, 
Cuando  el  guerrero  s6lo  y  el  poeta 
Eran  dignos  de  honor  y  de  memoria> 
La  musa  audaz  de  Pfndaro  divino, 
Cual  intr^pido  atleta. 
En  inmortal  porfia  -     •    •      .  4.  ^ 
Al  griego  estadio  concurrir  solfa; 

Y  en  estro  hirviendo  y  en  amor  de  fama, 


-  2/5  — 

y  del  metro  y  del  numero  impactente, 
Pulsa  su  lira  de  oro  sonorosa, 

Y  alto  asiento  concede  entre  los  dioses 
Al  que  fuera  en  la  \id  mis  valeroso, 
O  al  mis  afortunado. 

Pero  luego,  envidiosa 
De  la  inmortalidad  aue  les  ha  dado, 
Ciega  se  lanza  afcireopSlvoroso, 
Las  ilas  rapidfsimas  agita, 

Y  al  rarhyveocedor  se  precipita; 

Y  desatll'nao  armdnicos  raudales,  --  """^ 
Fide,  disputa,  gana, 

6  arrebata  la  palma  a  sus  rivales. 

^Qui£n  es  aquel  que  el  paso  lento  mueve 
'  Sobre  el  collado  que  A  Junin  domina? 

iQue  el  campo  desde  alii  mide,  y  el  sitio 
■    Del  combatir  y  dtl  vtncer  desina? 
;  iQue  la  hueste  contraria  observa,  cuenta, 

Y  en  su  mente  la  rompe  y  desordena, 

Y  d  los  mis  bravos  k  morir  condena, 
Cual  iguila  caudal  que  se  complace 
Del  alto  cielo  en  divisar  su  presa, 
Que  entre  el  rebaAo  mal  segura  pace? 
iQmin  el  que  ya  desciende 

Pronto  y  apercibido  &  la  pelea? 

Prefiada  en  tempestades  le  rodea 

Nube  tremenda:  el  brillo  de  su  espada 

Es  el  vivo  reflejo  de  su  gloria; 

Su  voz  un  trueno;  su  mirada  un  rayo. 

^Qui6n  aquel  que,  a!  trabarse  la  batatla, 
V  UEano  como  nuncio  de  victoria , 
VUn  corcel  impetuoso  fatigando, 

^iscurre  sin  cesar  por  toda  parte?... 


Send  su  voz:  «Peruanos, 
Mirad  alll  los  duros  opresores 
De  vuestra  patria.  Bravos  colombianos, 


.^L 


276     

En  cien  crudas  batallas  vencedores, 

Mirad  allf  los  enemigos  fieros 

Que  buscando  venis  desde  Orinoco: 

Suya  es  la  fuerza,  y  el  valor  es  vuestro, 

Vuestra  seri  la  gloria; 

Pues  lidiar  con  valor  y  por  la  patria 
,£s  el  mejor  presagio  de  victoria. 

Acometed:  que  siempre 

De  quien  se  atreve  mis  el  triunfo  ha  sido: 
I^Quien  no  espera  veneer,  ya  est!  vencido.» 

Dice ;  y  al  punto,  cual  fugaces  carros 
Que,  dada  la  seftal,  parten ,  y  en  densos 
De  arena  y  polvo  tor  belli  nos  ruedan, 
Arden  los  ejes,  se  estremece  el  suelo, 
Estr^pito  confuso  asorda  el  cielo , 

Y  en  medio  del  afin  cada  cual  teme 
Que  los  demis  adelantarse  puedan  ; 
Asi  los  ordenados  escuadrones, 
Que  del  iris  reflejan  los  colores 

O  la  imagen  del  sol  en  sus  pendones, ' 
Se  avanzan  A  la  lid.  iOh!  iqui^n  temiera 
Que  su  f mpetu  mismo  los  perdiera ! 

I Perderse !  no,  jamis ;  que  en  la  pelea 
Los  arrastra  y  anima  6  importuna 
De  BoLfvAR  el  genio  y  la  fort  una. 
Llama  improviso  al  bravo  Necochea, 

Y  mostrdndole  el  campo , 
Partir,  acometer,  veneer  le  manda. 

Y  el  guerrer<^esforzado, 

Otra  vez  vencedor,  y  otra  cantado , 
Dentro  en  el  coraz6n  por  patria  jura 
Cumplir  la  orden  fatal ,  y  i  la  victoria 
(3  i.  noble  y  cierta  muerte  se  apresura. 

Ya  el  formidable  estruendo 
Del  atambor  en  uno  y  otro  bando; 

Y  el  son  de  las  trompetas  clamoroso, 


—   277    — 

Y  el  relinchar  del  alazin  fogoso 

Que,  erguida  la  cerviz  y  el  ojo  ardiendo, 
En  b^lico  furor  salta  impaciente 
Do  mis  se  encrnelece  la  pelea ; 

Y  el  silbo  de  las  balas  que,  rasgando 
El  aire,  Uevan  por  doquier  la  muerte; 

Y  el  choque  asaz  horrendo 

De  selvas  densas  de  ferradas  picas ; 

Y  el  brillo  y  estridor  de  los  aceros 
Que  al  sol  reflectan  sanguinosos  visos; 

Y  espadas,  lanzas,  miembros  esparcidos 
(!)  en  torrentes  de  sangre  arrebatados ; 

Y  el  violento  tropel  de  los  guerreros 
Que ,  mis  feroces  mientras  mis  heridos , 
Dando  y  volviendo  el  golpe  redoblado , 

Mueren,  mas  no  se  rinden ;  todo  anuncia 

Que  el  momento  ha  llegado , 
En  el  gran  libro  del  destino  escrito, 
De  la  venganza  al  pueblo  Americano  , 
De  mengua  y  de  bald6n  al  castellano. 

Si  el  ianatismo  con  sus  furias  todas  y 
Hijas  del  negro  averno,  me  inflamara, 

Y  mi  pecho  y  mi  musa  enardeciera 
En  tartdreo  furor,  del  leon  de  E&pafla, 
Al  ver  dudoso  el  triunfo,  me  atreviera 
A  pintar  el  rencor  y  horrible  sajia. 
.Ruge  atroz,  y  cobrando 

Mds  fuerza  en  su  despecho,  se  abalanza, 
Abriendose  ancha  calle  entre  las  haces  -  - 
Por  medio  el  fuego  y  contraj)uestas  lanzas; 
Rayos  respira,  mortandad  y  estrago, 

Y  sin  pararse  i  devorar  la  presa, 
Prosigue  en  su  furor,  y  en  cada  huella 
Deja  de  negra  sangre  un  hondo  lago. 

En  tanto  el  argentino  valeroso 
Recuerda  que  veneer  se  le  ha  mandado;  f 

Y  no  ya  cual  caudillo,  cual  soldado 


—  278  — 

Los  formidables  impetus  contiene 

Y  uno  en  contra  de  ciento  se  sostiene  ; 
Como  tigre  furiosa 

De  rabiosos  mastine§  acQ§ada , 

Que  guardan  el  redil,  mata,  destroza, 

Ahuyenta  sus  cx)ntrarios,  y  aunque  herida, 

Sale  con  la  victoria  y  con  la  vida. 

I  Oh  capitin  valiente, 

Blas<3n  ilustre  de  tu  ilustre  patria, 

No  moriris!  Tu  nombre  eternamente 

En  nuestros  fastos  sonard  glorioso, 

Y  bellas  ninfas  de  tu  Plata  undoso 
A  tu  gloria  daran  sonoro  canto 

Y  i  tu  ingrato  destioo  acerbo  llanto. 

Ya  el  intr^pido  Miller  aparece 

Y  el  desigual  combate  restablece. 
Bajo  su  mando,  ufana, 

Marchar  se  ve  la  juventud  peruana, 
Ardiente,  firme,  i  perecer  resuelta, 
Si  acaso  el  hado  infiel  veneer  le  niega. 
En  el  arduo  conflicto  opone  ciega 
A  los  ad  versos  dardos  firmes  pechos, 

Y  otro  nombre  conquista  con  sus  hechos. 

I  Son  esos  los  garzqnes  delicados 
Entre  seda  y  aromas  arruUados? 
([Los  hijos  del  placer  son  esos  fieros? 
Si:  que  los  que  antes  desatar  no  osaban 
Los  sluices  lazos  de  jazmin  y  rosa 
0>n  que  amor  y  placer  los  enredaban, 
Hoy  ya  con  mano  fuerte 
La  cadena  quebrantan  ponderosa 
Que  at6  sus  pies,  y  vuelan  denodados 
A  los  campos  de  muerte  y  gloria  cierta, 
Apenas  la  alta  fama  los  despierta 
De  los  guerreros  que  su  cara  patria 
En  tres  lustros  de  sangre  libertaron , 

Y  apenas  el  querido 


Nombre  de  libertad  su  pecho  inflama 

Y  de  amor  patrio  la  celeste  llama 
Prende  en  su  coraz6n  adormecido, 

Tal  el  joven  Aquiles 
Que  en  infame  di^fraz  y  en  ocio  blando 
Da  Unguidos  suspiros, 
Los  desttnos  de  Grecia  dilatando, 
Vive  cautivo  en  la  beldad  de  Sdros, 
Los  ojos  pace  en  el  vistoso  alar^e 
De  arreos  y  de  galas  femeniles 
Que  de  India,  y  Tiro  y  Menfis  opulenta 
Curiosos  mercadantes  le  encarecen; 
Mas  A  su  vista  apenas  resplandecen 
PavSs,  espada  y  yelmo,  que  entre  gasas     ' 
El  Itacense  astuto  le  presenta, 

Pismase se  recobra,  y  con  violenta 

Maoo  ei  templado  acero  arrebatando , 
Rasga  y  arroja  las  indignas  tocas; 
Parte,  traspasa  el  mar  y  en  la  troyana 
Arena,  muerCe,  asolacidn,  espanto 

Difunde  por  doquier:  todo  le  cede 

Aun  Hector  retrocede 

Y  cae  al  fin;  y  en  derredor  tres  veces 
Su  sangriento  cadiver  profanado, 
Al  veloz  carro  atado 

Del  vencedor  inexorable  y  duro, 
El  polvo  barre  del  sagrado  oiuro. 

Ora  mi  lira  resonar  debla 
Del  nombre  y  las  hazaAas  portentosas 
De  tantos  capitanes  que-este  d(a 
La  palma  del  valor  se  disputaron, 
Digna  de  todos Carvajal y  Silva 

Y  Sudrez y  otros  mil Mas  de  improviio 

La  espada  de  BoLfvAR  aparece, 

Y  A  todos  los  guerreros, 

Como  el  sol  i  los  astros,  obscurece. 


n 


Vo  acaso  m5s  osado  le  cantara, 
Si  la  meonia  musa  me  prestara 
La  resonante  trompa  que  otro  tiempo 
Cantaba  al  crudo  Marte  entre  los  Traces, 
Bien  animatido  las  terribles  haces, 
Bien  los  fieros  caballos,  que  la  lumbre 
De  la  ei^ida  de  Patas  espantaba. 

Tal  el  h^roe  brillaba 
Por  las  primeras  lilas  discurriendo. 
Se  oye  su  voz,  su  acero  resplandece 
Do  mis  la  pugna  y  el  peligro  crece; 

Nada  le  puede  resistir Y  es  fama, 

;  Oh  portento  inaudito  ! 
Que  el  bello  nombre  de  Colombia  escrito 
Sobre  su  frente,  en  tprno  despedia 
Rayos  de  luz  tan  viva  y  refulgente , 
Que  deslumbrado  el  espaflol  desmaya, 
Tiembia,  pierde  la  voz,  el  movimiento : 
Solo  para  la  fuga  tiene  aliento. 

As! ,  cuando  en  la  noche  algiin  malvado 
Va  A  descargar  el  brazo  levantado, 
Si  de  improvise  lanza  un  rayo  el  cielo, 
"ie  pasnia,  y  el  puAal  tr^mulo  suelta; 
Hielo  mortal  &.  su  furor  sucede  ; 
Tiembia  y  horrorizado  retrocede. 
Ya  no  hay  mis  combatir.  El  cnemigo 
El  campo  todo  y  la  victoria  cede. 
Huye  cual  ciervo  herido;  y  i  donde  huye 
Allf  encuentra  la  muerte.  Los  caballos, 
Que  fueron  su  espewnza  en  la  pelea, 
Heridos,  espantados  por  el  campo 
O  entre  las  filas  vagan,  salpicando 
El  suelo  en  sangre  que  su  crin  gotea; 
Derriban  al  jinete,  lo  atropellan, 
Y  las  catervas  van  despavoridas, 
O  Unas  en  otras  con  terror  se  estrellan. 


—  t$l  — 

Crece  la  confusi6n,  crece  el  espanto, 

Y  al  impuUo  del  aire,  que  vibrando 
Sube  en  clamores  y  alaridos  lleno, 
Tremen  las  cumbres  que  respeta  el  trueno. 

Y  discurriendo  el  vencedor  en  tanto 
Por  cimas  de  cadSveres  y  heridos, 

Postra  al  que  huye,  perdona  i  los  rendidos. 

Padre  del  jiniverso,  sol  radioso, 
Dios  del  Peru  ,'niodera  omnipotente 
El  ardor  de  tu  carro  impelQoso, 

Y  no  escondas  tu  luz  indeficiente 

Una  hora  m5s  de  Iqz Pero  esta  hora 

No  i\i6  la  del  destino.  El  dios  ola 

El  voto  de  su  pueblo,  y  de  la  frente 
El  cerco  de  diamantes  desceftta. 
En  fugaz  rayo  el  horizonte  dora, 
En  mayor  disco  menos  luz  ofrece, 

Y  veioz  Iras  los  Andes  se  obscurece. 

Tendio  su  manlo  lobrego  la  noche, 

Y  las  reliquias  del  perdido  bando, 
Con  sus  tristes  y  at6nitos  caudillos, 
Corren  sin  saber  donde  espavoridos, 

Y  de  su  sombra  misma  se  estremecen  ; 

Y  al  fin  en  las  tinieblas  ocultando 
Su  afrenta  y  su  pavor,  desaparecen. 

Ci  Victoria  por  la  patria  I  joh  Dies!  jvictorlal 
;Triunfo  i  CoLOMsrA  y  i  BoLfvAR  gloria! 


Ya  el  ronco  parche  y  el  clarfn  sonoro 
No  i  presaglar  batalla  y  muerte  suenan, 
Ni  &  enfurecer  las  almqs;  mas  se  estrenan 
En  alentar  el  builicioso  core 
De  vivas  y  patri6ticas  canciones. 
Arden  cien  pinos,  y  ^  su  luz  las  sombras 
Huyeron ,  cual  poco  antes  desbandadas 


"1 


—    282    — 

Huyeron  de  la  espada  de  Colombia 
Las  vand^icas  huestes  debeladas. 

En  tor  no  de  la  lumbre. 
El  nombre  de  BoiivAR  repitiendo 

Y  las  hazafias  de  tan  claro  dia, 
Los  jefes  y  la  alegre  muchedumbre 
Consumen  en  acordes  libaciones 
De  Baco  y  Ceres  los  celestes  dones. 

« i  Victoria !  ;  paz !  clamaban, 
jPaz  para  siempre!  Furia  de  la  guerra, 
Hundete  al  Hondo  averno  derrocada. 
Ya  cesa  el  mal  y  el  llanto  de  la  tierra: 
jPaz  para  siemprel  La  sangufnea  espada, 
O  cubierta  de  qrin  ignoniinioso, 
O  en  el  util  arado  transformada, 
Nuevas  leyes  dara.  Las  varias  gentes 
Del  mundo ,  que  i  despecho  de  los  cielos 

Y  del  ignoto  ponto  proceloso, 
Abri6TCol6n  su  audacia  6  su  cqdicia, 
Todas  ya  para  siempre  recobraron 

En  JuNfN  libertad,  gloria  y  reposo.* 
Gloria,  mas  no  reposo\  de  repente 
Clamo  una  voz  de  lo  alto  de  los  cielos; 

Y  d  los  ecos  los  ecos  por  tres  veces 
Gloria,  mas  no  reposo,  respondieron. 
El  suelo  tiembla,  y  cual  fulgentes  faros 
De  lbs  Andes  las  cuspides  ardieron; 

Y  de  la  noche  el  pavoroso  manto 
Se  transparenta,  y  rdsgase,  y  el  ^ter 
Allcl  lejos  purfsimo  aparece 

Y  en  r5sea  luz  bafiado  resplandece. 

Cuando  improviso,  veneianda  sombra 
En  faz  serena  y  ademin  augusta 
Entre  Candidas  nubes  se  levanta. 
Del  hombro  izquierdo  nebuloso  manto 
Pende,  y  su  diestra  a^reo  cetro  rige: 


i 


—  283  — 

Su  mirar  noble,  pero  no  sagudQ; 

Y  nieblas  figuraban  A  su  planta 
Penacho,  arco,  carcaj,  flechas  y  escudo. 
Una  zona  de  estrellas 
Glorificaba  en  derredor  su  frente 

Y  la  borla  imperial  de  el  la  pendiente. 

Miro  a  Junfn ,  y  pUcida  sonrisa  ^ 

Vag6  sobre  su  faz.  4:Hijos,  decla, 
Generaci6n  del  sol  afortunada 
Que  con  placer  yo  puedo  llamar  mia , 
Yo  soy  Huaina  Capac;  soy  el  postrero 
Del  vlstago  sagrado: 
Dichoso  rey,  mas  padre  desgraciado. 
De  esta  mansi6n  de  paz  y  luz  he  visto 
Correr  las  tres  centurias 
De  maldici6n,  de  sangre  y  servidumbre, 
i        '  Y  el  imperio  regido  por  las  Furias. 

I 

»No  hay  punto  en  cstos  valles  y  estos  cerros 

Que  no  mande  tristfsimas  memorias. 

Torrentes  mil  de  sangre  se  cruzaron 

Aqui  y  alii;  las  tribus  numerosas 

Al  ruido  del  cadon  se  disiparon; 

Y  los  restos  mortales  de  mi  gente 
Aun  i.  las  mismas  rocas  fecundaron. 
Mis  alld  un  hijo  expira  entre  los  hierros 

De  su  sagrada  majestad  indignos 

Un  insolente  y  vil  aventurero 

Y  un  iracundo  sacerdote  fueron 

De  un  poderoso  rey  los  asesinos 

jTantos  horrores  y  maldades  tantas 

Por  el  oro  que  hollaban  nuestras  plant  as! 

»Y  mi  Hudscar  tambi^n jYo  no  vivia! 

Que  de  vivir,  lo  juro,  bastaria, 
Sobrara  d  debelar  la  hidra  espaAola 
Esta  mi  diestra  triunfadora ,  sola. 

Y  nuestro  suelo,  que  ama  sobre  todos 


-284  - 

El  Sol  mi  padre,  en  el  esuago  fiero 

No  fu6  ioh  dolor!  ni  el  solo,  ni  el  primero: 

Que  mis  caros  hermanos 

El  gran  Guatimoztn  y  Moctezuma 

Conmigo  el  caso  acerbo  lamentaron 

De  su  nefiaria  muerte  y  cautiverio, 

Y  la  devastaci6n  del  gran  imperio, 

En  riqueza  y  poder  igual  at  mio 

Hoy  con  noble  desd^n  ambos  recuerdan 
El  ultraje  inaudito,  y  entre  fiestas 
Alevosas  el  dardo  prevenido, 

Y  eftecbo  en  vivas  ascuas  encendido. 

>jGuerra  al  usurpador!— ;Qu^  le  debetnos! 

^Luces,  costumbres,  religion  6  leyes? 

jSi  ellos  fueron  estiipidos,  viciosos, 
Feroces,  y  por  fin  supersticiososl 

i'Que  religi6n?  ;la  de  JesOs? jBlasfemos! 

Sangre,  plomo  veloz,  cadenas  fueron 
Los  sacrainentos  santos  que  trajeron. 
iOh  religi6nl  ;oh  fuente  pura  y  santa 
De  amor  y  de  consuelo  para  el  hombre! 
[CuAntos  males  se  hicieron  en  tu  nombre, 

Y  qu6  Jazos  de  amor! Por  los  oficios 

De  la  liospitalidad  m^s  generosa 
Hierros  nos  dan  ,  por  gratitud,  suplicios. 
Todos,  sf ,  todos:  menos  uno  solo, 

El  mirtir  del  amor  americano, 
De  paz,  de  caridad  apdstol  santo, 
Divino  Casas,  de  otra  patria  digno. 
Nos  am6  hasta  raorir.— Por  tanto  ahora 
En  el  empireo  entre  los  Incas  mora. 

»En  tanto  la  hora  inevitable  vino 
Que  con  diamante  seclalo  el  destine, 
A  la  venganza  y  gloria  de  mi  pueblo. 

Y  se  alza  el  vengador. — Desde  otros  mares 
Como  sonante  tempestad  se  acerca: 

Y  fulmino.  Y  del  Inca  en  la  peana , 


tie  el  tiempo  y  un  poder  furial  profana, 
lal  de  un  dios  irriCado  en  los  altares 
IS  victimas  cayeron  A  millares. 

'h  campos  de  JuNfx! jOh  predilecto 

ijo  y  amigo  y  vengador  de!  Inca  ! 
)h  pueblos  que  fortniis  un  pueblo  solo 
una  familia,  y  todos  sois  mis  hijos ! 
vid,  triunfitd » 

El  Inca  esclarecido 
a  it  seguir;  mas  de  repente  queda 
1  extasis  profundo  embebecido: 
:6aito  en  el  cielo 
tnbos  ojos  inmdviles  ponia, 
en  la  improvisa  inspiracidn  absorto 
L  sombra  de  una  estdtua  parecta. 

Cobr6  la  voz  al  fin.  «Pueblo5,  decia, 

pigina  fatal  ante  mis  ojos 
isenvolvid  el  destino.  salpicada 
ida  en  purpurea  sangre,  mas  en  torno 
.mbi^n  en  bello  resplandor  baAada. 
FE  de  mi  nad6n,  nobles  guerreros, 
d  cuanto  mi  oriculo  os  previene, 
requerid  los  iQcJitos  aceros, 
en  vez  de  cantos,  nueva  alarma  suene: 
le  en  otros  campos  de  inmortal  n)emor 

patria  os  pide,  y  el  destino  os  manda 
ro  aHn,  nueva  lid,  mayor  victoria.* 
s  legiones  at6nitas  olan  ; 
LS  luego  que  se  anuncia  otro  combate, 
alzan,  arman,  y  al  orden  de  batalla 
anas  y  prestisimas  corrieran , 
^a  de  acometer  la  voz  esperan. 
ina  el  silencio.  Mas  de  su  alta  nube 
Inca  exclama :  «  De  ese  ardor  es  digna 

ardua  lid  que  os  espera; 

dua,  terrible,  pero  al  fin  postrera. 

s  adalid  vencido 


—  286  — 

Vuela  en  su  fuga  i  mi  sagrada  Cuzco ; 

Y  en  su  furia  tnsensata 
Gentes,  armas,  tesoros  arrebata, 

Y  i  nuevo  azar  entrega  su  fortuna. 
Venganza,  indignacidti,  furor  le  inflaman, 

Y  alii  en  su  pecho  hierven  como  fuegos 
Que  de  un  volcin  en  las  entraAas  braman. 

»Marcba  :  y  el  mismo  campo  donde  ciej 
En  sangrienta  porfia 
Los  primeros  tlranos  disputaron 
Cual  de  ellos  s6lo  dominar  debia, 
Pues  el  poder  y  el  oro  dividido 
Templar  su  ardiente  fiebre  no  podia; 
En  ese  campo  que  i  discordia  ajena 
Debi6  su  infausto  nombre,  y  la  cadena 
Que  despues  arrastro  todo  el  imperio ; 
AUf,  no  sin  misCerio, 
Venganza  y  gloria  nos  darin  los  cielos. 
J  Oh  valle  de  Ayacucho  bienhadado! 

Campo  serAs  de  gloria  y  de  venganza 

Mas  no  sin  sangre ;  Yo  me  estremecier 

Si  mi  ser  inmortal  no  lo  impidlera  1 

»Alli  BolEvar,  en  su  heroica  mente 
Mayores  pensamlentos  revolvicndo, 
El  nuevo  triunfo  trazari,  y  haciendo 
De  su  genio  y  poder  un  nuevo  ensayo, 
Al  joven  Sucre  prestari  su  rayo : 
AI  joven  animoso, 
A  quien  del  Ecuador  montes  y  r(os 
Dos  veces  aclamaron  victorioso. 
Ya  se  veri  en  la  frente  del  guerrero 
Toda  el  alma  del  H^roe  reflejada, 
Que  61  le  quiso  infundir  de  una  mirada. 

»Coroo  torrente  desde  la  alta  cumbre 
Al  valle  en  mil  raudales  despeflados, 
Vendr&D  loa  hijos  de  la  infanda  Iberia, 


•.TW?/?^ 


>  '." 


—      287     — 

Soberbios  en  su  fiera  muchedumbre, 
Cuando  i  su  encuentro  volar!  impaciente 
Tu  juventud,  Colombia  belicosa, 

Y  la  tuya  joh  Peru!  de  fama  ansiosa, 

Y  el  caudillo  impert^rrito  d  su  frente. 

»iAtroz,  horrendo  choque,  de  azar  lleno! 
Cual  a^urde  y  espanta  en  su  estallUo 
De  h6rrida  tempestad  el  postrer  trueno, 
Arder  en  fuego  el  aire , 
En  humo  y  polvo  obscurecerse  el  cielo, 

Y  con  la  sangre  que  rebosa  el  suelo 
Se  verA  el  Apurimac  de  repente 
Embravecer  su  rapida  corriente. 

»Mientras  por  sierras  y  hondos  precipicios 
A  la  hueste  enemiga 
El  impaciente  Cordova  fatiga: 
C6rdova ,  A  quien  inflama 
Fuego  de  edad,  y  amor  de  patria  y  fama; 
C6rdova,  en  cuyas  sienes  con  bello  arte 
Crecen  y  se  entrelazan 
Tu  mirto,  Venus,  tus  laureles,  Marte. 
Con  su  Miller  los  Usares  recuerdan 
El  nombre  de  JuNfx:  Vargas  su  nombre , 

Y  Vencedor  el  suyo  con  su  Lara 

En  cien  hazaflas  cada  cual  mis  clara. 


»Alli,  por  otra  parte , 
SerenOy  pero  siempre  infatigable, 
Terrible  cual  su  nombre,  batallando 
Se  presenta  La- Mar,  y  se  apresura 
La  t^rda  rota  del  protervo  bando. 
Era  sii  antiguo  voto  por  la  patria 
Combatir  y  morir.  Dios,  complacido, 
Combatir  y  veneer  le  ha  concedido. 
Mirtir  del  pundonor,  he  aquf  tu  dia: 
Ya  la  calumnia  impla 
Bajo  tu  pie  bramando  confundida, 


1 


—    2ft8   — 

Te  sonrfe  la  patria  agradecida; 

Y  tu  nombre  glorioso, 

Al  armdnico  canto  que  resuena 
Kn  las  Hondas  mirgenes  del  Guayas, 
Que  por  oirlo  su  corriente  enfrena, 
Se  mezclar^,  y  el  pecho  de  tu  amigo, 
Tus  hazai\as  cantando  y  tu  ventura, 
Palpitard  de  gozo  y  de  tercura. 

*Lo  grand e  y  peligroso 
Hiela  al  cobarde,  irrita  al  animoso, 
jQu^  intrepidez!  iqu6  subito  coraje 
El  brazo  agita  y  en  el  pecho  prende 
Del  que  su  patria  y  libertad  defiende! 
El  menor  resistir  es  nuevo  ultraje. 
El  jtnete  impetuoso 
El  fulmEneo  aicabuz  de  s!  arrqjando , 
Linzase  4  tierra  con  el  tiierro  en  mano , 
Pues  le  parece,  en  trance  tan  dudoso, 
Lento  el  caballo,  perezoso  el  plomo. 
Crece  el  ardor. — Ya  cede  en  toda  parte 
EI  niimero  al  valor,  la  fuerza  al  arte. 

Y  el  ibero  arrogante  en  las  memorJas 
De  sus  pasadas  glorias, 

Firme,  feroz  resiste;  y  ya  en  idea, 
Bajo  triunfales  arcos,  que  alzar  debe 
La  sojuzgada  Lima ,  se  pasea. 

Mas  su  afin,  su  ilusi6n,  sus  artes nada, 

Ni  la  resuelta  y  numerosa  tropa 
Le  sirve.  Cede  al  impetu  tremendo; 

Y  el  arnia  de  Bail^n  rindi6,  cayendo 
El  vencedor  de!  vencedor  de  Europa. 
Perdi6  el  valor,  mas  no  la  ira  pierde , 

Y  en  furibunda  rabia  el  polvo  muerde; 
Alza  el  pirpado  grave,  y  sanguinosos 
Ruedan  sus  ojos  y  sus  dientes  crujen; 
Mira  la  luz  ;  se  indigna  de  mirarla; 
Acusa,  insulla  al  cielo,  y  de  sus  labios 
Cirdenos,  espumosos, 


J 


Votos  y  negra  sangra  y  hiel  brotando, 
En  vano  un  vengador  muere  invocando. 

»iAh!  ya  diyiso  mlseras  retiquias 
Con  todos  sus  caudillos  humillados 
Venir,  pidiendo  paz;  y  generoso 
En  nombre  de  BoLfvAR  y  la  patria 
No  se  la  niega  el  vencedor  glorioso, 

Y  su  triunfo  sangriento 

Con  el  ramo  feliz  de  paz  corona: 

Que  si  patria  y  honor  le  arraan  la  mano, 

Arde  en  venganza  el  pecho  atnericano, 

Y  cuando  vence,  todo  lo  perdona. 

»Las  voces  y  el  clamor  de  los  que  vencen, 

Y  de  Quin6  las  Operas  montaAas, 

Y  los  ciSncavcs  senos  de  la  tierra, 

Y  los  ecos  sin  fin  de  la  ardua  sierra, 
Todo  repite  sin  cesar:  j  Victoria! 

»Y  las  bullentes  liofas  de  Apurimac 
A  las  fugaces  linfas  de  Ucayale 
Se  unen,  y  untdas  llevan  presurosas, 
En  sonante  murmullo  y  alba  espuma, 
Con  palmas  en  las  manos  y  coronas 
Esta  nueva  feliz  al  Amazonas ; 

Y  el  espl^ndido  rey  al  punto  ordena 
A  sus  dellines,  ninfas  y  sirenas 
Que  en  clamorosos,  pldcidos  can  tares 
Tan  gran  victoria  anuncien  i  los  mares. 


»Sa]ud,  oh  vencedor,  [Oh  Sucre!  vence, 
Y  de  nuevo  laurel  Qrla  tu  frente. 
Alta  esperanza  de  tu  insigne  patria, 
Como  la  pal  ma  al  margen  de  un  torrente 

Crece  tu  nombre Y  sola,  en  este  dfa 

Tu  gloria,  sin  BoLfVAR,  brillarfa. 
Tal  se  ve  Hgspero  arder  en  su  carrera; 


Y  del  tiocturno  cielo 

Suyo  el  imperio  sin  la  luna  fuera. 

»Ppr  las  jnano^^deSocup  la  Victoria 
CiAe  i  BoiivAR  lauro  inmarcesible.   ^ 
jOh  triunfador!  la  palma  dc^ AAacucho . 
Fatiga  eterna  al  bronce  de  H  Fama, 
Segunda  vez  Libertador  te  aclama. 

ȣsta  es  la  bora  feliz;  desde  aqui  empieza 
La  nueva  edad  al  Inca  prometida 
De  libertad,  de  paz  y  de  grandeza. 
Rompiste  la  cadena  aborrecida;       y-.        j^    y 
La  rebelde  cerviz  hispana  hoUaste; 
Grande  gloria  alcanzaste; 
Pero  maypr  ie  espera,  si  &  mi  pueblo, 
s  Asi  cual  i  U  guerra  lo  conformas 

Y  &  conquistar  su  libertad  le  empeflas , 
La  rara  y  ardua  ciencia 

De  merecer  la  paz  y  vivir  libre 

Con  voz  y  ejemplo  y  con  poder  le  enseAas. 

»Yo  con  riendas  de  seda  regl  el  pueblo, 

Y  cual  padre  le  am^;  mas  no  quisiera 
Que  el  cetro  de  los  Incas  renaciera: 
Que  ya  se  vio  alg&n  Inca  que,  teniendo 
El  terrible  poder  todo  en  su  mano, 
Conienzd  padre  y  acabd  tirano. 

Yo  fui  conquistador,  ya  me  averguenzo 
Del  gloridso  y  sangriento  ministerio; 
Paes  uu  conquistador,  el  rois  humano, 
Formar,  mas  no  regir,  debe  un  imperio. 

»Por  no  trillada  senda,  de  la  gloria 
Al  templo  vuelas,  Inclito  BolIvas. 
Que  ese  poder  tremendo  que  te  fla 
De  los  padres  el  fntegro  senado, 
Si  otro  tiempo  perder  &  Roma  pudo, 


En  tu  potente  maoo 

Es  i  la  libertad  del  pueblo  escudo. 

»;0h  libertadl  el  H£roe  que  podfa       I 
Ser  el  bmzo  de  Marte  sanguinario,, 
Ese  es  tu  sacerdote  mis  celoso,        \ 

Y  el  primero  que  toma  el  incensario, 
y  &  tus  aras  se  incllna  silencioso.' 
jOh  libertad!  51  al  pueblo  americano 
La  solemne  misi6n  ha  dado  el  cielo 
De  domefiar  el  monstruo  de  la  guerra, 

Y  dilatar  tu  imperio  soberano 
Per  las  regiones  todas  de  la  tierra 

Y  por  las  ondas  todas  de  los  mares, 

No  temas,  con  este  H^rob,  que  algdn  dii 

Eclipse  el  ciego  error  tus  resplandores, 

Superstici6n  profane  tus  altares, 

Ni  que  insulte  tu  ley  la  tiranfa: 

Ya  tu  imperio  y  tu  culto  son  eternos. 

Y  cual  restauras  en  su  antigua  gloria 
Del  santo  y  poderoso 
Pacha-Cdmac  el  templo  portentoso, 
Tiempo  vendri,  mi  ordculo  no  miente, 
En  que  daris  i  pueblos  destronados 
Su  majestad  ingenita  y  su  solio, 
Antmaris  las  ruinas  de  Cartago, 
Selevaris  en  Grecia  el  Areopago, 

Y  en  la  humillada  Roma  el  Capitollo. 

»Tuya  seri,  BoLfvAR ,  esta  gloria, 
Tuyo  el  romper  el  yugo  de  los  reyes, 

Y  i  su  despecho  entronizar  las  leyes ; 

Y  la  discordia  en  ispides  crinada, 

Por  tu  brazo  en  cien  tiudos  aherrojada, 
Ante  los  Haces  santos  confundidas 
Haris  temblar  las  armas  parricidas. 

»Ya  las  hondas  entraflas  de  la  tierra 
En  larga  vena  ofrecen  el  tesoro 


Que  en  ellas  guarda  el  Sol ,  y  nuest 
Los  valles  regarin  con  lava  de  oro, 

Y  el  pueblo  primog^nito  dichoso 
De  libertad ,  que  sobre  todos  tanto 
For  su  poder  y  gloria  se  enaltece, 
Como  entre  sus  estrellas 

La  esCrella  de  Virginia  resplandece 
No!  da  el  (iscuTo  santo 
De  amistad  fraternal.  Y  las  nacione 
Del  remote  hemisferio  celebrado, 
Al  contemplar  el  vuelo  arrebatado 
De  nuestras  musas  y  artes, 
Como  iguales  amigos  nos  saludan, 
Con  el  tridente  abriendo  la  carrera 
La  Reina  de  los  mares  la  priraera. 

»Seri  perpetua,  oh  pueblos,  esta 

Y  vuestra  libertad  ittcontrastaye    ' 
Contra  el  poder  y  liga  detestable 

De  todos  los  tiranos  confurados, 
Si  en  lazo  federal  de  polo  i  polo 
En  la  guerra  y  la  paz  vivis  unidos. 
Vuestra  fuerza  es  la  unitin,  TJnifin,  ( 
Para  ser  libres  y  jamis  vencidos. 
Esta  uni6n,  este  lazo  poderoso 
La  gran  cadena  de  los  Andes  sea, 
Que  en  forttsimo  enlace  se  dilatan 
Del  uno  al  otro  mar  :  las  tempestadi 
Del  cielo  ardiendo  en  fuego  se  arreb 
Erupciones  volcinicas  arrasan 
Campos,  pueblos,  vastisimas  regione 

Y  amenazan  horrendas  convulsione: 
El  globo  destrozar  desde  el  profundc 
EUos,  empero,  firmes  y  serenos 
Ven  el  estrago  funeral  del  mundo. 

»Esta  es,  BoiivAR,  aun  mayor  h: 
Que  destrozar  el  fSrreo  cetro  i  Espa 

Y  es  digna  de  ti  solo.  En  tanto  triur 


—  293  — 

Ya  se  alzan  los  magnificos  trofeos, 

Y  tu  nombre  aclamado 

For  las  vecinas  y  remotas  gentes 
En  lenguas,  voces,  metros  diferentes, 
Recorreri  la  serie  de  los  siglos 
En  las  alas  del  canto  arrehatado 

Y  en  medio  del  concento  numeroso, 
La  voz  del  Guayas  crece 

Y  3  las  mis  resonantes  enmudece. 

Tii  la  salud  y  honor  de  nuestro  pueblo 
Seris  viviendo,  y  ingel  poderoso 
Que  lo  proleja,  cuando 
Tarde  al  empireo  el  vuelo  arrebatares, 

Y  entre  los  claros  Incas 

A  la  diestra  de  Manco  te  sen  tares. 

»Asi  place  al  destine.  iOh!  ved  al  c6ndo 
Al  peruviano  rey  del  pueblo  aerio, 
A  quien  ya  cede  el  ^giiila  el  imperio: 
Vedle  cuSl  desplegando  en  nuevas  galas 
Las  espl6ndidas  alas ; 
Sublime  A,  la  region  del  sol  se  eleva 

Y  el  alto  augurio  que  os  revelo  aprueba. 

»Marchad,  marchad,  guerreros, 

Y  apresurad  el  dia  de  la  gloria, 

Que  en  la  fragosa  margen  de  Apurimac 
Con  palmaa  os  espera  la  victoria.* 
Dijo  el  Inca,  y  las  bdvedas  et^reas 
De  par  en  par  se  abrieron, 
En  viva  luz  y  en  resplandor  brillaron 

Y  en  celestiales  cantos  resonaron. 

Era  el  coro  de  Candidas  Vestales, 
Las  virgenes  del  Sol,  que  rodeando 
Al  Inca  como  i.  sumo  sacerdote, 
En  gozo  santo  y  ecos  virginales 
En  torno  van  cantando 
Del  Sol  las  alabanzas  inmortales. 


—  =94  — 

»AlTna  eterna  del  mundo, 
Dios  santo  del  Peru,  padre  del  Inca, 
En  tu  giro  fecundo 
G6zate  sin  ceiar,  luz  bienhechora, 
Viendo  ya  libr<e  al  pueblo  que  te  adora. 

»La  tiniebla  de  sangre  y  servidumbre 
Que  ofujcaba  la  lumbre 
De  tu  radiante  faz,  pura  y  serena, 
Se  disipt^,  y  en  cantos  se  convierte 
La  querella  de  muerte 

Y  el  ruido  antiguo  de  servil  cadena. 

»AquI  la  libertad  bused  un  asilo, 
Amable  peregrina, 

Y  ya  lo  encuentra  plicido  y  tranquilo; 

Y  aqui  poner  la  diosa 

Quiere  su  tempio  y  ara  milagrosa; 
Aquf,  olvidada  de  su  cara  Helvecia, 
Se  viene  i  consolar  de  la  ru'ina 
De  los  altares  que  la  aizo  la  Grecia, 

Y  en  todos  sus  orlculos  proclama 
Que  al  Madal6n  y  al  KEmac  bulUcioso 
Va  sobre  el  Tiber  y  el  Eurotas  ama. 

»;0h  Padre,  oh  claro  Sol!  no  desampares 
Este  suelo  jamds,  ni  estos  altares. 
Tu  vivifico  ardor  todcs  los  seres 
Anima  y  reproduce;  por  ti  viven 

Y  accifSn,  salud,  placer,  beldad  rcciben  ; 
Ti^  at  labrador  despiertas, 

Y  las  aves  canoras 

En  tus  primeras  horas, 

Y  son  tuyos  sus  cantos  matinales; 
Por  ti  siente  el  guerrero 

En  amor  patrio  enardecida  el  alma, 

Y  al  pie  de  tu  ara  rinde  placentero 
Su  laurel  y  su  palma; 

Y  tuyos  son  sus  cinticos  marciales. 


ol !  tu  tierra , 
lara  de  la  guerra. 

'OS  campos  frutos : 
:s  el  brillo  &  los  mi 
puertos, 
esiertos, 
:toria, 
i  las  musas  glorti 

rii,  sosWn,  salva,  i 

I venga : 

i  tides  sanguinosas 

horror  madres  y  t 
T  A  olas  civiles 
,  y  que  en  paz  flor 

los  dones  soberani 
iciosos  y  i  tiranos. 

ueva  luz,  rey  de  1 
a  luz  en  aquel  dfa 
:  magnlfica  pre  pan 
OR  la  patria  mta. 
del  Inca  y  del  imp 
ruina  &  nuevo  ser 

lertas,  opulenta  Li 

illas  y  recibe 

ador  que  rodeado 

nerosos,  y  aclamat 

peranza, 

3az  y  de  la  gloria, 

jestad  se  avanza.» 

las  Artes  revoland 
el  carro  esplendori 
pa  trios  ve  need  ore 
dean ,  ostentando 
;en,  de  iris  los  cole 


—  296  — 

Y  en  dgil  planta  y  en  gentiles  formas 
Dando  al  viento  el  cabello  desparcidc 
De  Sores  matizado, 

Cual  las  Horas  del  Sol  raudas  y  bella 
Saltan  en  derredor  lindas  doncellas 
En  giro  no  estudlado, 
Las  glorias  de  su  patria 
En  sus  patrfos  cantares  celebrando, 
y  en  911S  nulidas  manos  levantando 
Albos  y  tersos  como  el  seno  de  ellas, 
Cien  primorosos  vasos  de  alabastro 
Que  espiran  fragantisimos  aromas. 

Y  de  su  centro  se  derrama  y  sube 
Por  los  ceriileos  imbitos  del  cielo 
De  ondosa  incienso  transparente  nub 
Cierran  la  pompa  esplendidos  trofeos, 

Y  por  delante  en  larga  serie  marchan 
Humildes,  confundidos, 

Los  pueblos  y  los  jefes  ya  vencidos. 
AI14  precede  el  4stur  belicoso; 
Alii  va  el  catalin  infatigable, 

Y  el  agreste  celtfbero  indomable, 

Y  el  cdntabro  feroz  que  i  la  romana 
Cadena  el  cuello  sujetd  e!  postrero ; 

Y  el  andaluz  livlano, 

Y  el  adusto  y  severo  castellano. 

Ya  el  iureo  Tajo  cetro  y  nombre  cede 

Y  las  que  antes  graciosas 
Fueron  honor  del  febuloso  suelo, 
Ninfas  del  Tormes  y  el  Genii,  en  due 
Se  esconden  silenciosas ; 

Y  el  grande  Betis,  viendo  ya  marchit 
Su  sacra  oliva,  menos  orgulloso 
Paga  su  antiguo  feudo  al  mar  undosc 

El  Sol,  suspenso  en  )a  mitad  del  ci 
Aplaudiri  esta  pompa.— «|0h  Sol,  ol 
Tu  luz  rompa  y  disipe 
Las  sombras  del  antiguo  cautiverio; 


■■  ?^ 


-  297  — 

mperio; 
nos  rescituya; 
y  la  victoria  es  tuya.» 
i  cielosaplaudieron, 
3r  resplaadecieron. 
mitos.  Y  en  tanto 
abe  el  Inca  santo, 
les  se  escondieron. 

icia  te  elevo  d  los  cielos, 

la?  jOhl  jno  reveles 

les 

canos  celestiales! 

ipolfnea  rama, 

Qesa  de  los  dioses, 

irJera  Fama, 

'  tor  men  to  de  la  vida. 

lauta  conocida, 

<T  el  bosque  umbdo 

asi^  tamarindos, 

linudo  y  oloroso 

irgen  de  ml  rio , 

campos  do  en  pomposo 

y  alta  corona, 

;I  cetro  de  Pomona. 

.i  mereciere , 

a  en  que  he  cantado 

ino 

itino 

lEBLO   AMERICANO, 


osadf  a , 

la  de  las  Gracias, 

Qor  de  mis  hermanos, 

I  patria  mfa , 

or  de  los  tiranos. 


—   2()S   — 

CANTO  AL  GENERAL  FLI 

VBNCEDOR   EN   MIAaRICA. 

Cual  iguila  inexperta  que,  impe 
Del  regio  iastinto  de  su  estirpe  cl<i 
Eniprende  el  precoz  vuelo 
En  atrevido  ensayo, 

Y  elevindose  ufana,  envanecJda, 
Sobre  las  nubes  que  atormenta  el  i 
No  en  el  peligro  de  su  ardor  repar 

Y  d  su  ambicioso  anhelo 
Estrecha  viene  la  mitad  del  cielo; 

Mas  de  improviso  deslumbrada, 
Sin  saber  d6nde  va,  pierde  el  atiec 

Y  4  la  merced  del  viento 

Ya  su  destino  y  su  salud  entrega; 
O  por  su  solo  peso  descendiendo, 
Se  encuentra  por  acaso 
En  medio  de  su  selva  conocida, 

Y  allf,  la  luz  huyendo,  se  guarece, 

Y  de  &tiga  y  de  pavor  vencida, 
Renunciando  al  imperio,  desfallece 

As!  mi  musa  un  dia 
Sintio  la  tierra  huir  bajo  su  planta. 

Y  os6  escalar  los  cielos,  no  teniend 
Mis  genio  que  amor  patrio  y  osadi 
En  la  region  et^rea  se  declara 
Grande  sacerdotisa  de  los  Incas ; 
Abre  el  templo  del  Sol;  flores  y  ofr 
Esparce  sobre  el  ara ; 

Cifle  la  estola  espl^ndida  y  la  tiara; 

Inquieta,  atormentada 

De  un  dioE  que  dentro  el  pecho  no 


n 


Conque  el  ambiente  pUcido  perfuma, 
Surgi6  sobre  la  hirviente  y  alba  espuma 
Del  mar,  nacida  A  serenar  los  mares ; 


Y  en  vano  sobre  el  margen  populoso 
Del  rico  Tames  y  bullente  Rfmac, 
En  verso  numeroso 

Canoras  voces  se  alzan  despertando 

La  musa  de  Junin que  el  iacro  fuego 

De  inspiracitin  ces6:  linguido  expira, 

Y  el  canto  silencioso 

Duerme  sobre  las  cuerdas  de  su  lira. 

Mas  nunca  el  genio  muere,  y  con  su  aliento 
La  tierra,  el  firmamento, 
El  m&rino!  y  cadiveres  anima. 
Ya  est*  dentro  de  ml. — Veloces  vientos, 
Anunciad  &  las  gentes 
Un  nuevo  canto  de  victoria.  Dadme 
Laurel  y  palmas  y  alas  esplendentes ; 
Volvedme  el  estro  santo, 
Que  ya  en  el  seno  siento  hervir  el  canto. 

;A  ddnde  huyendo  del  paterno  techo 
Corre  la  juventud  precipitada? 
En  sus  ojos  furor,  rabia  en  su  pecho, 

Y  en  su  mano  blandiendo  ensangrentada 
Un  tizi3n  infernal,  cual  civil  Parca, 
Ciega  discurre,  tala  y  sus  horrendas 
Huellas  en  sangre  y  en  cenizas  marca. 


Leyes  y  patria  y  libertad  proclaman 

Y  oro,  sangre,  poder...,.  esas  sus  leyes, 
Esa  es  la  libertad  de  que  se  llaman 
Inclitos  vengadores 

Y  en  los  enormes  monies  interpuestos 

Y  en  el  soberbio  inexpugnable  alegar, 
Que  de  lejos  ostenta 


—  3°2  — 

Que  mis  lo  apartan  del  redil  que 

Y  entre  tantos  horrores 

Vagan ,  tiemblan  y  caen  confund 
Ganados  y  mastincs  y  pastores. 

Oy6  la  voz  doliente  de  la  patrt 
Su  siempre  fiel  guerrero, 

Y  desnudando  el  invencible  acen 
Se  avanza;  y  los  valientes  capita 
En  cien  lides  gforiosos  le  rodean 

Y  dar  paz  A  la  patria  6  morir  fin 
Sobre  la  cruz  de  sus  espadas  jura 
£1  habia,  y  &  su  acento 

Todo  en  torno  es  accion  y  movit 

Armas,  tormentos  b^licos y  ci 

Elemento  de  guerra  y  de  victorii 
Da  el  auelo,  forma  el  arte,  el  ger 
Se  a  pre  St  a  6  aparece  por  encanto 
Gime  el  yunque,  la  fragua  cente 
Brota  naves  el  mar,  tropas  la  tie 
Aquf  y  alii  la  juv-entud  se  adiesti 
A  ta  terrible  y  desigual  palestra. 

Y  el  caballo  impaciente 
De  freno  y  de  reposo, 

Se  indigna,  escarba  el  suelo  polv 
Impivido,  insolente 
Demanda  la  scAal;  bufa,  amenai 
Tiemblan  sus  miembros,  su  ojo  i 
Enarca  la  cerviz,  la  alza  arrogan 
De  prominente  oreja  coronada ; 

Y  al  viento  derramada 

La  crin  luctente  de  su  cuello  enl 
Ufano  da  en  £intistica  cairera 
Mil  y  mil  pasos  sin  salir  del  pue 

Mayor  atin,  agitacidn,  tumuli 
Reina  en  el  bando  opuesto. 
Armas  les  da  el  furor,  la  ambicit 
Constancia obstinaci6n.  iCuii 


~  304  — 

Con  firme  paso  y  exultantes  frentes 

Se  acometen,  se  mezclan De  una 

El  niimero  y  el  fmpetu de  la  otra 

Arte,  valor,  serenidad;  doquiera 

Furor  y  sangre y  i  las  armas  saii{ 

Aun  mSs  infame  que  el  orin,  empafi 

Y  los  pendones  patrios  en  con  trades 
Rotos  y  eii  sangre  flotan  empapados 
Cristados  yelmos,  mJembros  palpita 
Erizan  la  campafla 

Y  los  troncos  humanos 
Se  revuelcan,  amagan, 

E  impotentes  de  herir,  siquiera  inst 
Afientras  los  restos  de  vital  aliento 
Entre  sus  labios  tnacilentos  vagan. 

Los  antiguos  amigos,  los  herman( 

Se  encuentran,  se  conocen y  se  a 

Con  el  abrazo  de  furente  saAa  1 

Ni  tregua,  ni  piedad iQui&a  n 

De  esta  escena  de  horror? Rompf 

Doliente  musa  mla,  y  antes  deja 
For  siempre  sepultada  en  noche  obsi 
Tanta  guerra  civil.  ;Ohl  tii  no  seas 
Qaitn  A  la  edad  futura 
Quiera  en  durable  verso  revelarla: 
Que  si  mengua  6  escindalo  resulta, 
Honra  mds  la  verdad  quien  tnds  la  c 

Co  mo  rayo  entre  nube  tormentosa 
Serpea  fulminando  y  veloz  huye, 
Vuelve  &  brillar,  la  tcmpestad  disipa 

Y  su  esplendor  al  cielo  restituye; 
Asl  la  espada  del  invicto  Flores 
Per  entre  los  espesos  escuadrones 

Va  sin  ley  cierta,  brilla y  despare 

A  los  unos  aterra  su  presencia ; 
Otros,  piedad  clamando,  se  rindieroi 


pan 

Lgal 


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—  310  — 

No  ea  mfo  ya  su  amor ,  que  i 
Sus  caricias  son  frias  como  el  b 
Es  mentira  su  fe,  finge  desvelo 
Mas  no  me  engaflari  con  su  fie 
;  Y  amarle  pude,  delirante ,  loc 
j  No ,  mi  altivez  no  sufre  su  ma 
Y  si  i  olvidar  no  alcanzas  al  in| 
Te  arraneari  del  pecho,  cofazd: 


—  314  — 

Libertinaje  impudico,  furores 

De  birbara  opresi6n su  vida  impura 

Encerrada  en  artfculos  se  encuentra 

Eq  el  severo  c6digo  que  inspira 

Saludable  terror  i.  los  perversosi 

I Y  este  de  corrupci6n  conjunto  horrible 

Monstruo  que  hasta  el  patfbulo  iafisixnara; 

Este  triunfa,  domina,  tiraniza, 

Y  respira  tranquild!  Al  pueblo  imb^cil 

Coa  fementido  labio  artero  invoca, 

•  Y  le  ultraja  feroz,  \y  el  pueblo  sufre, 
Llora  abatido  y  resignado  calla ! 

jOh  verguenza!  [oh  balddn!  Proscrita  en  tanto 
La  probidad  se  oculta,  perseguida 
Por  el  delito  SitToz.  de  su  inocencia, 
Sin  cesar  acosada,  expuesta  siempre 
En  inseguro  asilo  i,  la  perfidia 

*  Del  delator  vendido  que  la  acecha. 
As!  tu  patria  esti.  No  tardes,  huye. 
iQ\i€  esperas?  ^quieres  de  tu  vida  infausta 
La  suerte  mejorar  con  tu  paciencia  ? 

Te  engafias,  infeliz.  A  la  fortuna 

La  ispera  senda  del  honor  no  gu(a. 

Ouien  A  las  altas  cumbres  la  audaz  planta 

Mueve  y  subir  procura,  no  consigue 

Sino  elevarse  d  la  regi6n  del  rayo; 

Mas  si  los  Andes  deja,  prefiriendo  » 

Valles  ardientes  de  fecundo  suelo , 

Se  ofrecen  luego  i  su  encantada  vista 

Flores  y  frutos  en  frondosas  selvas: 

Asf  el  hombre  que  intr^pido  se  avanza 

De  la  virtud  i.  la  fragosa  altura, 

Camina  A  la  desgracia,  mientras  goza, 

En  el  campo  feraz  de  la  ignominiav 

De  iniquidad  el  premia  el  delincuente. 

Mira  en  torno  de  ti  y  aprende  cauto^ 

Si  i  la  opulencia  aspiras,  el  secreto  -  ' 

Que  conduce  al  poder.  Miente,  calumnia, 

Oprime,  roba^profanando  siempre 


i 


—  3IS  -^ 

y  libertad  el  nombre  vano: 
digna,  adulaci(5n  traidora; 
disimuto,  alevosla 
)  interns  por  ley  suprema, 
elevarin;  y  tu  infortunio' 
er&  CO  mo  el  terror  de  un  sueflo. 
I  Elpino ,  el  cf nico ,  que  entona 
aa  triunfal  para  el  que  vence,* 
1  pasa  al  G61gota ,  le  insulta , 
[izando  de  exterminio  y  tnoerte? 
ma  su  vida  se  desliza 
Ita  en  revuelta,  como  corre, 
mte  Sangay  en  el  decltvio, 
liza  y  desgarradas  peflas, 
leate  de  insalubres  aguas. 
or,  y  Viperino ,  y  tantos 
y  rebeldes,  que  i.  tumultos 
imbates  sus  galonee  debeti; 
gado  y  falso  Turpio  Vilio, 
odes  los  partidos  sienta  plaza 
»,  vendi^ndose,  deserta, 
>  se  encumbraron ,  impclidos 
soplo  de  inmoTtal  infamia. 
ierra  maldecida ,  en  esta 
msi6D  de  la  perfidia,  ^sirven 
)  la  lealtad ,  la  valentfa , 
inte  honradez,  los  nobles  hechos 
I  la  gloria  inmola  su  existencia? 
gratitud  la  hiel  amarga, 
ridia  el  veneno  y  muchas  veces 

puflal tal  es  el  premio 

cuador  i  la  virtud  presenta. 
6  infeliz:  no  hay  medio,  escoge, 
ronto,  y  antes  que  te  opriina 

gal  de  muerte  la  desgrada 

desprecia  impSvido,  animoso, 
ilos  del  miedo:  i  la  cuchilla 

1  cerviz  y  no  i  la  afrenta; 

2  furiosa  la  borrasca  brame, 


-3I6- 

Y  ronco  el  trueno  sobre  ti  re 
Iiim6vil,  firme  tente ;  que  al 
Arrastrarte  podrin,  no  envil 
CoDozco,  sf ,  la  suerte  que  m 
Prfsago,  triste  el  pecho  me  i 
En  sangrientas  imigenea  qu< 
Siento  girar  en  agitado  ensu 
Conozco,  si,  mi  porvenir,  y 
Duras  espinas  heririn  mi  (re 

Y  el  ciliz  del  dolor  hasta  ag< 
Al  labio  llevari  sio  abatirme 
Plomo  alevoso  romperi,  silh 
Mi  corazdn  tal  vez ;  mas  si  n 
Respira  libre  de  opresidn,  er 
Descansar^  feliz  en  el  sepulo 


SATIRE 


FRAGMENI 

No  mis  callar:  quien  ca 

,  De  tanta  corrupci^Q  y  ale 

En  el  trinnfo  del  vicio  se 


jD^bil  hnmanidad,  qvii 
Cuando  el  honor  y  la  virt 

Y  llama  impura  en  tus  en 

Grandes  pasiones  en  el 
Sofocadas,  tu  esplritu  es  i 

Y  de  infamia  te  cubren,  c 

iQai  eres  t&  sin  honor 
i  Q\x6  eres  tii  sin  virtud  ? 
Que  sangre  en  torno  de  s: 


1  los  virtuosos  gimen 
teen  sn  retire; 
p^rfidos  te  oprimeo. 

I  nifigaterespiro, 
ismote  sepulta, 
mcio yo  deliro. 

I  verdad  insulta: 
al  poderoso, 
ifriris,  y  multa. 

ihw ;  al  insidioso 
lO  sus  traiciones, 
ulo  amistoso, 

:e  airastre  sus  prisiones 
tanto  que  el  delito 
s  y  galoues. 


ados  del  desprecio 
lico  indignado, 
los  castiga  recio. 

sa  1  i  Acaso  <l  ti  se  ha  dado 
tomar  del  mundo 
seres  i  tu  agrado? 

:cer  al  cuervo  inmundo 
do  alitnento; 
ac  iracundo? 

que  en  la  regidn  del  viento 

il  elefante, 

do  el  ardimiento? 

que  Riibula  ignorante 


^xi- 


Licurgo  sea,  6  Payo  el  trapacei 
En  Catdn  se  convierta  ea  adela 

Collate,  pues;  que  tu  sernidii 
Sin  corregir  el  vicio,  te  prepara 
Turbi6n  de  males,  que  evitaite 

Y  si  el  diablo  te  mueve  i  alz: 
Huye,  maldita,  al  Pindo  d  al  P 

Y  alU  sin  riesgo  la  verdad  decl: 

Nn  te  puedo  ofrecer  el  buen  1 
Para  que  el  viaje  sin  tardanza  e 
Por  ser  muy  viejo,  y  flaco  y  de 

Pero  mulos  tendris,  con  tal  i 
La  brida  4  manejar  y  el  acicate 

Y  abaodones  polfticas  contiend; 

V^te  &  la  Convenci6n,  en  doi 
Soberbio  el  vicio  k  la  virtud  ve 
Donde  el  error  i.  la  raz<5n  comb 

Do  la  ignorancia  triunfa  envi 
Sobre  el  peque&o  ndmero  que  ( 
Cubre  d  la  patria  con  su  rota  e; 

Mira  i.  la  diestra,  i.  la  siniest 
Mulos  de  toda  edad,  de  toda  ra: 
Cuil  magro,  cuAl  roltizo  y  coil 


No  sigue  al  ciervo  tan  ligero 
Como  ^stos  siguen  al  que  diestr 
Por  medio  de  una  renta  hacerl< 

Diles  que  Apolo  mulos  apete 
Del  Pegaso  cansado  y  de  carrus 
Y  que  prodigo  i  todos  enriquec 


X;.; 


PltDRAHIT 


—  -"4  — 

Tu,  que  inspires  al  flaco  fortaleza. 

Al  soberbio  humildad, 
Al  avaro  desprecio  i  la  riqueza, 

Al  impfo  piedad; 

TiJ ,  que  hiciste  atractiva  la  icocei 
Celestial  el  candor, 

Inflexible  y  severa  la  coociencia. 
El  deber  bienhechor; 

Qae  enseOas  &  morir  por  la  justici 

Y  la  eterna  verdad , 

Y  al  mundo  dictas  en  tu  ley  propi 
Sublime  caridad. 

Bendito  Tu,  que  impones  la  espet 

Y  nos  mandas  amar; 
Tu,  que  nos  dices  que  la  gloria  all 

Quien  sabe  perdonar ; 

Bendito  Tij,  que  has  dado  at  sent 
Inefable  fruicidn ; 

Al  ooble  y  elevado  pensamiento 
Fuego  €  inspiracidn ; 


A  los  puroa  y  ardientes  €■ 
Alleza  y  beatitud; 

Al  alma,  de  tu  Ser  revelaciones, 
Y  gloria  &  la  virtud. 


—  328  — 

Se  rompe  fugitiva  y  desvanece, 

d)  en  ondeantes  penachos  sube  al  cielo. 

Bulle  el  viento  en  los  drboles  sonoro, 

Brilla  en  las  verdes  hojas  el  rocfo, 

Murmura  el  arroyuelo 

Enire  las  flores  dulce,  y  mis  osado 

Rumor  levanta  el  impetuoso  rfo; 

Alii  resuena  la  floresta  umbrla 

Con  el  alegre  y  bullicioso  core 

De  pajaros  cantores , 

Y  todo  el  aire  se  hinche  de  rumores. 

Despiertan  la  cabafia  y  la  alquerfa; 
Del  humo  del  hogar  al  cielo  sube 
La  dom^stica  nube, 

Y  la  vista  recrea 

El  afanar  del  laborioso  dfa: 

Ya  el  labrador  empufla  el  corvo  arado, 

Y  alegre  con  la  idea 

De  la  futura  henchida  troje,  rompe 
La  faz  inculta  del  fecundo  suelo, 
Poniendo  la  esperanza  y  el  cuidado 
En  el  labrado  surco  y  en  el  cielo ; 
Se  abre  el  redil,  y  saltan  las  ovejas, 

Y  se  van  por  el  campo  derramadas , 
La  tierna  grama  que  moj6  el  rocio 
Paciendo  regaladas: 

Alii  se  agita  la  afanosa  siega, 

Y  la  dorada  espiga 

Al  corvo  diente  de  la  hoz  entrega 

El  precioso  tesoro , 

(Talard6n  del  sudor  y  la  fatiga. 


([En  d6nde  estis  ahora, 
Oh  noche,  ciega  noche  engendradora 
De  bntasmas  medrosas? 
<7D6nde  llevaste  ya  tu  triste  luna, 
Y  tu  corte  de  estrellas  silenciosas? 
Este  es  el  sol,  que  el  alto  cielo  dora; 


—   ."29    — 

que  viste 

espl6ndidos  colores; 
n  i  su  luz  las  flores , 
indece 

:ra1da  de  los  inontes, 
I  5u  luz  Naturaleza 
ida  el  podcroso  aliento, 
inmonal  belleza. 

1 ,  &.  cuya  luz  el  mundo 
o  que  durmi6  profundo 
oh  noche;  y  resonante 
en  su  eje  de  diamante, 
lil,  de  vida  iJeno, 

primero  dfa.  cuando 
ecund6  tu  seno, 
ifuera 
tera, 

s  espacios  nitilando. 
!splendoroso 
)5  orbes,  sol  fecundo! 
del  laando 
ce,  genitor  glorioso 

todo  s6r  que  encierra 
tTcas  en  tu  luz ,  la  tierra.» 

a  suerte,  oh  sol,  te  saludaba 
los  h  ombres 
ropel  iba  mezclado, 
abitador  hastiadol 
raz6n,  el  alma  fHa, 
jente 

},  y  el  est^ril  tedio 
la  flor  de  mi  existencia, 
nada. 

quel  tiempo,  y  tal  vivia  ; 

Idecia 

luz,  tu  luz  sagrada, 


—  330  — 

Forque  ella  no  trala 

Placer  al  alma,  ni  al  dolor  remedio. 

j  Ya  ese  tiempo  pasd ! Ahora  que  el  cielo, 

Propicio  al  fin ,  mis  votos  ha  cumplido , 
Dindome  horas  de  paz,  serenos  dfas, 
Hundase  en  las  tinieblas  del  olvido 
Esta  de  cruel  dolor  ^poca  fiera. 

No  vengan  sus  recuerdos 
A  acibarar  mis  dulces  alegrias : 
Regenerado  estoy,  y  no  quisiera 
Memoria  conservar  de  lo  que  he  side, 
A  ti,  Naturaleza,  esta  que  siento 
Inmensa  vida  rebosar  en  mi  alma, 
A  ti  la  debo  sola ;  tu  eres  fuente 
De  vida  inagotable:  el  pecho  triste 
Que  se  marchita  al  abrasado  aliento 
De  mundanas  pasiones, 
Baflado  en  ti,  renaceri  al  momento 
Al  perdido  vigor,  y  nuevamente 
A  dulces  volveri  palpitaciones ; 
El  infetice  que  bebid  del  mundo 
El  cSMz  de  amargura  emponzoi^ado , 
Su  labio  ponga  en  tu  raudal  fecundo, 

Y  beber^  el  placer! Naturaleza, 

Asl  en  mi  pecho  tu  nuevo  infundiste 
Gozo,  del  todo  extrafto  i  mi  tristeza; 
Per  ti  mi  herido  pecho  desmayado 
Vuelve  i  latir,  y  ea  nuevo  ardor  se  inflama, 

Y  por  ti,  en  fin ,  mi  esptritu  cansado, 
Que  aborreci6  la  vida,  ya  la  ama! 


LA  TARDE. 

Con  majestad  sublime  el  sol  se  aleja, 
Y  el  extendido  cielo 
A  las  arrebozadas  sombras  deja, 
Que  ya  le  eubren  con  umbroso  velo. 


—  332  — 

El  ruido  apaga  de  mis  pasos  lentos. 
Como  las  sombras  cunden  de  la  umbria 
Noche  en  el  cielo ,  asi  en  el  alma  mia 
Cunden  ya  dolorosos  pensamientos; 

Y  una  hoja  que  desciende, 
Algun  eco  fugaz,  una  avecilla 

Que  errante  y  solitaria  el  aire  hiende, 

La  leve  nubecilla 

Oue  viaja  ^  reclinarse  alld  en  el  monte 

O  i,  perderse  lejana 

En  el  vago  horizonte: 

Todo  me  causa  una  emoci6n  profunda, 

Me  aprieta  el  alma  una  indecible  pena, 

Y  de  improviso  mi  mejilla  inunda 
De  inesperado  llanto  amarga  vena. 

« 

jMelancolica  tarde,  tarde  umbrfa! 
Desde  que  pude  amar  me  uni6  contigo 
Irresistible  y  dulce  simpatla. 
Tu  fuiste  siempre  con6dente  mia; 
Tu  fuiste,  tti,  testigo 
De  mis  secretos  6  fntimos  deseos 

Y  locos  devaneos ; 

Tii  de  mi  coraz6n ,  tu  de  mi  alma 
El  seno  m^  rec6ndito  conoces: 
^Que  Idgrima  verti  que  tu  no  vieras? 
^Exhal^  alguna  vez  triste  suspiro 
Que  vagando  en  tus  auras  no  le  oyeras? 
iQut  secreto  agit6  nunca  mi  seno 
Que  yo  d  tus  mudas  sombras  ocultara?.... 
jQu6  de  sueflos  de  amor  y  de  ventura, 
Qu^  de  ilusiones  halagueftas  viste 
En  mi  pecho  formarse, 
Con  esperanzas  halagarme  el  alma, 

Y  para  siempre  en  humo  disiparse! 

Todo  esto  jay  infelicel  me  recuerda 
Esa  tu  sombra  triste, 

Y  sin  poder  valerme  huye  la  calma 


—  333  — 

3  de  mi  eaplritu  agitado, 
5  Tompe  en  fenido  torrente 
de  improviso  desatado 

ciso  olvidarl  C6rrase  el  velo 
y  sobre  ese  de  amargura 
:mpo.  A  mi  dolor  consuelo 
ledes  dar,  alma  Natura : 
el  mundo  abandon^  engafioao, 
ar  en  ti  dulce  reposo 

del  estas  heridas  mal  cerradas 

ren  y  remueven  mi  lormento, 

tiempo,  y  las  ver^  curadas. 

hoy  mas  halagari  mi  oido 

I  ilusidn  el  dulce  acento, 

i  la  flor  do  est^  la  espina. 

vir  contento 

ilce  estancia  campesina ; 

xi  tumba  A  mis  dolores; 

s  ambid6n,  de  envidia  ajeno, 

anto  di6rame  la  suerte) 

iombra  espero  cada  dia, 

iereno 

exist  encia  tarde  umbrfa, 

ora  de  la  obscura  c 


otro  liempo  huias 

Uorosos  ojos,  suefto  blando, 

us  alas  sombrias 

osde  mf  batias, 

3  en  ottos  lechos  reposando. 

iquel  lecho  volabas 

guardan  la  paz  las  mudas  hora 


\\ 


'for- 


—  334  — 

Y  el  mio  abandonabas , 
Porque  en  €\  encontrabas 

En  vigilia  i  las  penas  veladoras. 

Donde  quiera  que  miras 
Lecho  revuelto  en  ansias  de  belefio , 

En  torno  d^l  no  giras; 

Antes  bien  te  retiras, 
Pues  de  las  penas  te  amedrenta  el  cefio: 

Y  asf  huyes  la  morada 
Soberbia  de  los  reyes  opresores , 

Y  envuelto  en  la  callada 
Sombra,  con  planta  alada 

A  la  chozuela  vas  de  los  pastores. 

Del  infeliz  te  alejas; 
Con  su  dolor  en  lucha  tormentosa 
Solitario  le  dejas: 
No  atiendes  i.  las  quejas, 

Y  s61o  atiendes  i  la  voz  dichosa* 

Enemigo  implacable 
De  cruel  dolor  y  criminal  conciencia, 
De  voz  inexorable, 

Y  compaflero  amable, 

Y  amigo  de  la  paz  y  la  inocencia 

Si  en  otro  tiempo  huias 
De  mis  cansados  ojos,  sueAo  blando, 

Y  las  alas  sombrfas 
Lei  OS  de  mf  batias, 

El  vuelo  en  otros  lecbos  reposando, 

Ahora  al  mlo  te  llegas 
Solfcito,  sin  fuerza  y  sin  ru'ido; 

Ya  d  mis  ojos  no  niegas 

Tu  belefio,  y  entregas 
Mis  sentidos  d  un  breve  y  dulce  olvido. 


-  33'- 

Cuando  yo  te  conteraplo. 
Mientras  abrasa  el  aire  el  mediodfa. 

El  misterioso  tempio 
Te  finge  del  placer  mi  &ntasia. 

Los  festivos  amores 
Estin  en  torno  tuyo  revolando , 

Y  en  tu  lecho  de  Sores 

Se  recuesta  el  deleite  suspirando. 

Y  al  que  en  tu  seno  amparas 
£1  numen  del  secreto  dice  aerio: 

«Sacrifica  en  mis  aras; 
Mis  sombras  te  promcten  el  mistcrio.^ 

Y  acuden  presurosas, 
Dejando  las  lejaaas  arboledas. 

Las  aves  codiciosas 
De  la  prumesa  de  lus  sombras  ledas... 

Mas  yo  soy  solitario, 
No  tengo  como  el  ave  compaiitra; 

Me  llama  a  tu  santuario 
Mis  grata  voz,  si  menos  hechictra: 

jLa  voz  del  ocio  btando! 

Aqui  me  tiendo  en  la  mullida  alfomb 

De  tu  cdsped ,  gozando 
La  frescura  del  rio  y  de  tu  sombra. 

Y  miro  el  curso  lento 

Que  en  la  pradera  tuerce  el  sesgo  rfo, 

Y  i  su  miisica  atento 

Me  pierdo  en  un  sabroso  desvario. 

Ya  ver  se  me  Rgura 
AI  dios  de  los  pastores  y  ganados 

Buscando  la  hermosura 
De  Eco  por  los  valles  y  collados :       • 


—  337  — 

ninfa  se  le  esconde 

O  sus  impiidicos  amores, 

an  s6lo  responde 

itivo  acento  i  sus  ctamores  ; 

que  ella  aun  deplora 
jrecios  de  Adonis  afiigida, 
n  las  cavernas  Ilora 
•  y  vago  acento  convertidb. 

itro  las  Claras  linfas 

de  crista!  miro  un  palacio: 

liendo  estdn  sus  ninfas 

s  de  esmeralda,  oro  y  topacio; 

[itre  ellas  el  sagrado 
5sti  del  rfo,  tnuellemente 
la  urna  reclinado, 
le  limosa  alga  la  frente 

0  se  anima,  todo 

iz,  cobra  vida  y  movimiento , 

>r  extrano  modo 

puebla  el  vago  pensamiento. 

campiAa  agradable! 
cisimo  encanto  mio  ertsi 
e  favorable 
sol,  propicia  el  alma  Ceres! 

a  te  d6  fragancia; 

lya  tus  galas  el  invJeriio; 

ona  la  abundancia 

en  ti  de  su  colmado  cuerno, 

:i ,  bosque  frondoso, 
oriilas  del  sonante  rio 
go  delicioso 

1  los  ardorcs  del  estio, 


-338  - 

Propicio  A  Lus  verdores 
Te  sonria  apacible  el  claro  delo; 

Frutos  te  den  y  flores 
Las  estaciones  eo  su  raudo  vuelc 


r 


POETISA  ANONII 

(SIGLO   XVII.) 


^uel 


plai 


lie  d 


isiei 
que 


—  344  — 

Que  ya  que  el  vulgo  rustico,  perverso 
Procura  aniquilarla ,  tu  hicieras 
Su  nombre  eterno  en  todo  el  universe. 

Aquf,  Ninfas  del  Sur,  venid  ligeras  ; 
Pues  que  soy  la  primera  que  os  imploro, 
Dadme  vuestro  socorro  las  primeras. 

Y  vosotras,  Pimpleides,  cuyo  coro 
Habita  en  Helicon,  dad  largo  el  paso, 

Y  abrid  en  mi  favor  vuestro  tesoro ; 

De  la  agua  Medusea  dadme  un  vaso, 

Y  pues  toca  i.  vosotras,  venid  presto, 
Olvidando  4  Libetros  v  i  Parnaso. 

Y  tu,  divino  Apolo ,  cuyo  gesto 

Al  umbra  al  orbe,  ven  en  un  momento, 

Y  pon  en  mi  de  tu  saber  el  resto. 

Infiama  el  verso  mfo  con  tu  aliento, 

Y  en  la  agua  de  tu  Trfpode  lo  infunde, 
Pues  fuiste  de  ^1  principio  y  fundkmenco. 

(I'Mas  en  qu6  mar  mi  d^bil  voz  se  hunde? 
^  A  qui^Q  invoco?  iq\i6  deidades  llamo? 
i  Qu6  vanidad ,  qu^  niebla  me  confunde  ? 

Si,  oh  gran  Mexia,  en  tu  esplendor  me  inflame, 
Si  tu  eres  mi  Parnaso,  tu  mi  Apolo, 
,;  Para  qu6  a  Apolo  y  al  Parnaso  aclamo  ? 

Tu  en  el  Per6,  tu  en  el  Austrino  polo, 
Eres  el  Delio,  el  Sol,  el  Febo  santo; 
S^,  pues,  mi  Febo,  Sol  y  Delio  s6lo. 

Tus  huellas  sigo ,  al  cielo  me  levanto 
Con  tus  alas :  defiendo  i,  la  Poesia: 
F^bada  tuya  soy,  oye  mi  canto. 


r 


Tii  me  diste  preceptos,  tii  la  eula 
Me  seris,  tu  que  honor  eres  de  Espafla, 

Y  h.  gloria  del  nombre  de  Mexfa.  . 

Bien  s^  que  en  intentar  esta  hazaAa 
Pongo  un  monte,  mayor  que  Etna  el  nombrado 
Bn  hombros  de  mujer,  que  son  de  arafia; 

Mas  el  grave  dolor  que  me  ha  causado 
Ver  i  Helicona  en  tan  hiimilde  suerte, 
Me  obliga  i  que  me  muestre  tu  soldado. 

Que  en  guerra  que  amenaza  afrenta,  6  muertc 
Seri  mi  triunfo  tanCo  mis  glorioso 
Cuanto  la  vencedora  es  menos  fuerte. 

Despu^s  que  Dios  con  brazo  poderoso 
Dispuso  el  caos  y  confusidn  primera, 
Formando  aqueste  mapa  mtlagroso; 

E)espu£s  que  en  la  celeste  vidrlera 
Fiji  los  signos,  y  los  movimientos 
Del  Sol  compuso  en  su  admirable  esfera; 

Despu^s  que  concordd  los  elementos 

Y  cuanto  en  ellos  hay,  dando  preceto 
Al  mar  que  no  rompiese  sus  asientos; 

Recopilar  queriendo  en  un  sujeto 
Lo  que  criado  habia,  al  hombre  hizo 
A  su  similitud,  que  es  bien  perfeto. 

De  frigil  tierra  y  barro  quebradizo 
Fu6  hecha  aquesta  imagen  milagrosa, 
Que  tanCo  al  antor  suyo  satisfizo; 

Y  en  ella  con  su  mano  poderosa 
Epilog6  de  todo  lo  criado 
La  suma,  y  lo  mejor  de  cada  cosa. 


Quedd  del  hombre  Dios  enamorado, 

Y  diole  itnperio  y  muchas  preeminencias, 
Por  Vicedios  dejandole  nombrado. 

Dot61e  de  virtudes  y  excelencias , 
Adorndlo  con  artes  liberates, 

Y  diiSle  infusas  por  su  amor  las  ciencias. 

Y  todos  estos  dones  naturales 

Lus  encerr6  en  un  don  tan  etninente, 
Que  habita  alld  en  los  cores  celestiales. 

Qutso  que  aqueste  don  fuese  una  fuente 
De  todas  cuantas  artes  alcanzase, 

Y  mis  que  todas  ellas  excelente; 

De  tal  suerte,  que  en  t\  se  epilogase 
La  humana  ctencia,  y  ordend  que  el  darlo 
A  solo  el  mismo  Dios  se  reservase; 

Que  lo  demcls  pudiese  i\  enseflarlo 
A  sus  hijos ,  mas  que  esle  don  precioso 
S6Io  el  que  se  lo  di6  pueda  otorgarlu. 

lQa6  don  es  ^te?  jqui^n  el  mis  grandioso 
Que  por  objeto  i  toda  ciencia  encierra, 
Sino  el  metrificar  dulce  y  sabroso? 

El  don  de  la  poesta  abraza  y  cierra, 
Por  privilegio  dado  de  la  attura. 
Las  ciencias  y  artes  que  hay  aca  en  la  tierra. 

Esta  las  comprehende  en  su  clausura, 
Las  p>erfeGCiona,  ilustra  y  ennquece 
Con  su  melosa  y  grave  compostura. 

Y  aquel  que  en  todas  ciencias  no  ilorece, 

Y  en  todas  artes  no  es  ejercitado, 
Et  n  ombre  de  poeta  no  merece. 


Y  por  no  poder  ser 
Todo  el  saber  en  uno 
Jo  puede  haber  poets 

Pero  serdlo  aquel  ir 
}ue  tuviere  mis  alto 
r  Fuere  en  mis  estudi 

Pues  y^  de  la  Poesf 
{  su  primer  origen  ^1 
O  tieae  aquf  en  la  ti 

Oh  Musa  mfa,  para 
)iine  ddnde  nacid,  qu 
Naci6  entre  los  espiri 

Estos  i  su  Criador  i 
'ompusieron  aquel  T 
}ue  al  trino  y  uno  sit 

Y  como  la  poesia  al 
)e  espfritus  ang^licos 
}ue  por  concept  OS  ha 

Los  espirituales,  los 
jabrin  mis  de  poesfa 
ifejor  mientras  tuviei 

De  esta  regi6n  emp 
!e  deriv<5  en  Adin  pr 
:onio  la  lumbre  Delfi 

^Quien  duda,  que  a 
^  mercedes  que  Die 
'orque  le  fuese  grato 

No  entonase  la  voz 
f  cantase  &  su  Dios  n 
f  que  Eva  alguna  ve. 


-  348  — 

Y  vi^ndose  despu^s  entre  terrones, 
Comiendo  con  sudor  por  el  pecado, 

Y  sujeto  d  la  muerte  y  sus  pasiones ; 

Estando  con  la  reja  y  el  arado, 
Que  elegfas  compondrla  de  tristeza, 
Por  verse  de  la  gloria  desterrado? 

Entr6  luego  en  el  mundo  la  rudeza 
Con  la  culpa;  hincheron  las  maldades 
Al  hombre  de  ignorancia  y  de  bruteza : 

Dividi^ronse  en  dos  parcialidades 
Las  gentes;  sigui6  A  Dios  la  mis  pequefia 

Y  la  mayor  i  sus  iniquidades. 

La  que  siguio  de  Dios  el  bando  y  seAa, 
Toda  ciencia  hered6,  porque  la  ciencia 
Fundada  en  Dios  al  mismo  Dios  ensef^a. 

Tuvo  tambi^n  y  en  suma  reverencia 
Al  don  de  la  Poesia,  conociendo 
Su  grande  dignidad  y  su  excelencia. 

Y  asf  el  dichoso  pueblo,  en  recibiendo 
De  Dios  algunos  bienes  y  favores, 

Le  daba  gracias,  cantos  componiendo. 

Mois6s,  queriendo  dar  sumos  loores, 

Y  la  gente  hebrea,  d  Dios  eterno, 
Por  ser  de  los  egipcios  vencedores , 

El  dlntico  hicieron  dulce  y  tierno 
(Que  el  Exodo  celebra)  relatando 
C6mo  el  rey  Fara6n  baj6  al  Infierno. 

Pues  ya  cuando  Jahel  priv6  del  mando 

Y  de  la  vida  i.  Slsara  animoso, 

A  Dios  rcgando  y  con  el  mazo  dando, 


Qu£  poema  tan  grave  y  sonoroso 
ic  el  fuerte  y  D^bora  cantaron, 
■  ver  su  pueblo  libre  y  victorioso! 

,a  muerte  de  Goliat  celebraron 
matronas  coo  versos  de  alegria , 
indo  i  Saiil  con  ellos  indignaron, 

'A  ley  David  sus  salcnos  cotnponfa, 
n  ellos  del  gran  Dios  profstizaba; 
i  tanta  majestad  es  la  poesfal 

il  misDio  los  hada  y  los  cantaba ; 
lis  que  con  retdricos  extremes 
ORiponer  i  todos  incitaba. 

Nuevo  cantar  i  nuestro  Dios  cantt 
cia),  y  con  templados  instrumento 
nombre  bendjgamos  y  alabemos. 

Cantadle  con  dulcfsimos  acentos, 
maravillas  publicando  al  mundo, 
n  &l  depositad  los  pensamientos. » 

ambten  Judit,  despu^s  que  al  trem 
ofernes  corto  la  vil  garganta, 
lorador  lo  hizo  del  profundo, 

.1  cielo  emplreo  aquella  voz  levant: 
aodo  i  Dios  loor  por  la  victoria, 
oicos  y  sagrados  versos  canta. 

aquellos  que  gozaron  de  la  gloria 
Babilonia  estando  en  medio  el  fue; 
Lospreciando  vida  transitoria, 

IS  voces  entonaron  con  sosiego, 
>n  metros  al  Dios  de  las  alturas 
ieron  fiesta,  regocijo  y  juego. 


—  350  — 

Job  sus  calamidades  y  amarguras 
Escribi6  en  verso  heroico  y  elegante; 
Que  i  veces  un  dolor  brota  dulzuras. 

A  Jeremias  dejo,  aunque  mis  cante 
Sus  Trenos  numerosos,  que  ha  Uegado 
AI  Nuevo  Testamento  mi  discante. 

La  madre  del  Seflor  de  lo  criado 
iNo  cotnpuso  aquel  canto  que  enternece 
Al  coraz6n  m^  duro  y  obstinado  ? 

4:A  su  seftor  mi  inima  engrandesce, 
Y  el  espfritu  mfo  de  alegria 
Se  regocija  en  Dios  y  le  obedesce> 

jOh  dulce  Virgen,  fnclita  Maria! 
No  es  pequeAo  argumento  y  gloria  poca 
Esto  para  estimar  d  la  Poesla: 

• 

Que  basta  haber  andado  en  vuestra  boca 
Para  darle  valor,  y  A  todo  cuanto 
Con  su  pincel  dibuja,  i lustra  y  toca. 

I Y  qu6  dir6  del  soberano  canto 
De  aquel  i  quien,  dudando  alll  en  el  temple, 
Quit6  la  habla  el  Paraninfo  santo? 

A  ti  tambi^n,  oh  Sime6n,  contemplo, 
Que  abrazado  al  J^esus  con  brazos  pios, 
De  justo  y  de  poeta  fuiste  ejemplo. 

El  Hosanna  cantaron  los  judfos 
A  aquel  i  cuyos  miembros  con  la  lanza 
Despu6s  dejaron  de  calor  vacios. 

Mas  £para  que  mi  musa  se  abalanza 
Queriendo  comprobar  cuanto  d  Dios  cuadre 
Que  en  metro  se  le  dd  siempre  alabanza? 


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—  352  — 

Di6  al  mundo  (indigno  de  esto)  los  poetas 
A  los  cuales  filosofos  llamaron , 
Sus  vidas  estimando  por  perfetas. 

Estos  fueron  aquellos  que  en se Aaron 
Lab  cosas  celestiales,  y  la  alteza 
De  Dk)s  por  las  criaturas  rastrearon : 

Estos  m'ostraron  de  naturaleza 
Los  secretos;  juntaroa  d  las  gentes 
En  pueblos,  yfundaron  la  nobleza. 

Las  virtudes  morales  excelentes 
Pusieron  en.precepto;  y  el  lenguaje 
Limaron  con  sus  metros  eminentes. 

La  brutal  vida,  aquel  vivir  salvaje 
Domesticaron ,  siendo  el  fundamento 
De  policfa  en  el  contra  to  y  traje. 

De  esto  tuvo  principio  y  argumento 
Decir  que  Orfeo  con  su  voz  mudaba 
Los  irboles  y  petlas  de  su  asiento: 

Mostrando  que  los  versos  que  cantaba, 
Fuerza  tenian  de  mover  los  pechos 
M^  fieros  que  las  fieras  que  amansaba. 

Conocio  el  mundo  en  breve  los  provechos 
De  este  arte  celestial  de  la  Poesfa, 
Viendo  los  vicios  con  su  luz  desbechos. 


Crecid  su  honor,  y  la  virtud  crecfa 
En  ellos,  asi  el  nombre  de  poeta 
Casi  con  el  de  Jove  competia. 

Porque  este  ilustre  nombre  se  interprela 
Hacedor,  por  hacer  con  artificio 
Nuestra  imperfecta  vida  mis  perfeta; 


—  354  — 

Dice  que  el  hombre  de  poeta  es  sombra, 

Y  tipo  de  deidad  santa  y  secreta; 

Y  que  Ennio  d  los  poetas  santos  nombra. 

Arist6teles  diga  qu6  es  poeta : 
Plinio,  Estrab6n,  y  digaaoslo  Roma, 
Pues  da  al  poeta  nombre  de  profeta. 

Corona  de  laurel,  como  al  que  doma 
Barbaras  gentes,  Roma  concQdfa 
A  los  que  en  verso  honraban  su  id'ioma. 

Dabala  al  vencedor  porque  vencla, 

Y  ddbala  al  poeta  artificioso 
Porque  i,  veneer,  cantando,  persuadia. 

4  Oh  tiempo  veces  mil  y  mil  dichoso 
(Digo  dichoso  en  esto),  pues  que  fuiste 
En  el  arte  de  Apolo  tan  famosol 

jCuin  bien  sus  excelencias  conociste. 
Con  cuinto  acatamiento  la  estimaste. 
En  qu^  punto  y  quilate  la  pusistel 

A  los  doctos  poetas  sublimaste, 

Y  i  los  que  fueron  mis  inferioires 
En  el  olvido  eterno  sepultaste. 

De  monarcas,  de  reyes,  de  seflores, 
Sujetaste  los  cetros  y  coronas 
Al  arte,  la  mayor  de  las  mayores. 

Y  siendo  aquesto  asi,  i  por  qu^  abandonas 
Ahora  i  la  que  entonces  diste  el  lauro, 

Y  levantaste  alU  sobre  las  zonas? 

De  el  Nilo  al  Betis,  del  Polaco  al  Mauro 
Hiciste  le  pagasen  el  tributo, 

Y  la  encumbraste  sobre  Ariete  y  Tauro. 


ulio  C^sar  vimos  (por  quien  luto 
lo  Venus,  siendo  muerto  i  manos 
Bruto  en  nombre,  y  en  los  hechos  bruto) 

cu^nta  estima  tuvo  al  soberano 
icar,  pues  de  la  negra  llama 
i  Mar6n,  el  docto  Mantuano. 

1  honor  de  Callope  su  dama 

16  ^1  mlsmo  la  senteocia  en  verso, 

lien  vive  la  Eneida  y  tiene  fama. 

Macedonio  que  de  el  uni verso 
tan  graode  parte,  sin  que  aguero 
se  eo  algo  i  su  opinion  adverse; 

contento  con  verse  en  sumo  impero, 
tiijo  de  Peleo  la  inemoria 
i6,  suspirando  por  Homero. 

tuvo  envidia  del  valor  y  gloria 
iego  Aquiles,  mas  de  que  alcanzase 
poeta  y  una  tal  historia ; 

siderando  que  aunque  sujetase 
indo  y  mundos,  era  todo  nada, 
I  Homero  que  lo  celebrase. 

rUada,  su  dulce  enamorada, 

z,  en  guerra,  entre  el  calor  6  el  firfo 

via  de  espejo  y  de  almohada. 

ent^onle  un  cofre  en  que  Darfo 
aba  sus  unguentos,  tan  precioso 
a  explicar  no  puede  el  verso  mfo, 

ido  Alejandro  un  cofre  tan  costoso, 
ipt6,  y  dijo:  «Aqueste  sdio  es  bueno 
;uardar  i.  Homero  el  sentencioso.» 


n 


Poniendo  i  Tebas  cod  sus  annas  freno, 
A  la  casa  de  PIndaro  y  parientes 
Reservd  del  rigor  de  que  iba  lleno. 

Stete  ciudades  aobles,  florecientes, 
Tuvieron  por  el  ciego  competencia; 
Que  un  bueu  poeta  es  gloria  de  mil  getites. 

Apolo  en  Delfos  pronunci6  sentencia 
De  muerte  contra  aquelios  que  la  dieron 
A  Arqulloco,  un  poeta  de  excelencia. 

A  S<5focle3  sepulcro  honroso  abrieron 
Los  de  Lacedemonia,  por  mandado 
Expreso  que  de  el  Bromio  dios  tuvieron. 

hS^  ipm  qa6  en  ejemplos  me  he  cansado, 
For  mostrar  el  honor  que  i  los  poetas 
Los  dioses  y  las  gentes  les  ban  dado, 

Si  en  las  grutas  del  Biratro  secretas 
Los  demonios  hicieron  cortesfa 
A  Orfeo  por  su  arpa  y  chanzonetas? 

No  quiero  explique  aquf  la  Musa  mfa 
Los  LatiQOS,  que  alcanzan  nombre  eterno 
For  este  excelso  don  de  la  Foesfa ; 

Los  cuales  con  su  canto  dulce  y  tierno 
A  sf  y  i  loa  que  en  metro  celebraron 
Libraron  de  las  aguas  del  Averno. 

Sus  nombres  con  su  pluma  eternizaron, 

Y  de  la  noche  del  eterno  olvido 
Mediante  sus  vigilias  se  escaparon. 

Conoddo  es  Virgtlio,  que  i  su  Dido 
Rindi6  al  amor  con  falso  disimulo, 

Y  el  tilamo  afed  de  su  marido. 


-  3S8  - 

Aquesta,  de  la  Oneida  mantuana 
Trastrocando  los  versos,  hizo  en  verso 
De  Cristo  vida  y  muerte  soberana. 

De  las  Sibilas  sabe  el  universo 
Las  muchas  prcfecias  que  escribieron 
En  metro  numeroso ,  grave  y  terso. 

'  Estas  del  celestial  consejo  fueron 
Partidpes ,  y  en  sacro  y  dulce  canto 
Las  F^badas  or^culos  dijeron. 

Sus  vaticinios  la  Tiresia  Manto, 
De  divino  furor  arrebatada, 
En  versos  los  cant6,  poniendo  espanto. 

Pues  (iqu6  dir^  de  Italia ,  que  adornada 
Hoy  dfa  se  nos  muestra  con  matronas 
Que  en  esto  exceden  d  la  edad  pasada? 

Til,  oh  Fama,  en  muchos  libros  las  pregonas, 
Sus  rimas  cantas,  su  esplendor  demuestras, 

Y  asi  de  lauro  etemo  las  coronas. 

Tambi^n  Apolo  se  infundi6  en  las  nuestras, 

Y  aun  yo  conozco  en  el  Peru  tres  damas 
Que  ban  dado  en  la  Poesf  a  heroicas  muestras. 

Las  cuales mas  callemos,  que  sus  famas 

No  las  fundan  en  verso:  i  tus  varones, 
Oh  Espana,  vuelvo,  pues  alU  me  llamas. 

Tambi^n  se  sirve  Apolo  de  leones , 
Pues  han  mil  espafloles  florecido 
En  6picas,  en  c6mico  y  canciones, 

Y  muchos  han  Uegado,  y  excedido 
A  los  griegos,  latinos  y  toscanos, 

Y  &  los  que  entre  ellos  han  resplandecido. 


e  como  did  el  dio 
paAoI  su  espada , 
I  espanto  y  horro: 

tambi^n  el  sobei 
6  su  plum  a,  para 
eje  antiguo  i  nu< 

li^  fuera  tan  die 
tlegantes  versos,  i 
oetas  de  Espafla 

Dque  loarlos  yo  f 
I  por  darles  lustre 
e  i  mi  y  I 


Fama  con  su  etei 
el  cuidado  de  lie 
el  rigor  del  liemj 

llos  tambi^n  con 
ar  del  olvido,  ca<i 
izan  su9  obras  y  i 

1  Espafla  venerab 
isa  puedes  con  ra; 
por  ti  esti.  en  sa 

ti  vemos  de  Feb< 
69  el  sacro  templi 
rono  y  silla  del  h 

rfate  de  hoy  mis 
lia  se  te  rinde  y  ( 
je  los  borre  la  foi 

osotras,  antfirtica 
i^n  podgis  tenero 
ilcanziis  tan  c61e 


—  3^0  — 

Cuyas  plumas  heroicas,  milagrosas, 
Darin,  y  ban  dado  muestras,  como  en  esto 
Alcanz^  voto,  como  en  otias  cosas. 

^D6nde  vas,  Musa?  jNo  hemos  prosupaesto 
De  rematar  aqui  nuestro  discurso. 
Que  de  prolijo  y  tosoo  es  ya  molesto? 

^Por  qu6  dilatas  el  diffcil  curso? 
^Por  qu^  arrojas  al  mar  mi  navedlla , 
Mar  que  ni  tiene  puerto  ni  recurso? 

^A  una  mujer  que  teme  en  vet  la  orilla 
De  un  arroyuelo  de  cristales  bellos, 
Quieres  que  rompa  al  mar  con  su  barquilla? 

^C6mo  es  posible  yo  celebre  d  aquellos 
Que  asido  tienen  con  la  diestra  mano 
Al  rubio  intonso  dios  de  los  cabellos? 

Pues  nombrarlos  A  todos  es  en  vano, 
Por  ser  los  del  Perii  tantos,  que  exceden 
A  las  flores  que  Tempe  d^  en  verano. 

Mas,  Musa,  df  de  algunos,  ya  que  pueden 
Contigo  tanto,  y  alza  mds  la  prima, 
Que  ellos  su  plectro  y  mano  te  conceden. 

Testigo  me  seris,  sagrada  Lima, 
Que  el  doctor  Figueroa  es  laureado 
Por  su  grandiosa  y  elevada  rima. 

Tu,  de  ovas  y  espadafias  coronado, 
Sobre  la  urna  transparente  oiste 
Su  grave  canto,  y  fu^  de  ti  aprobado. 

Y  un  tiempo  fu6  que  en  tu  Academia  viste 
Al  gran  Duarte,  al  gran  Fernandez  digo, 
Por  cuya  ausencia  te  has  mostrado  triste. 


—  3^2  — 

La  entrada  de  los  Mojos  milagrosa, 
La  comedia  del  Cuzco  y  Vasquirana, 
Tan  to  verso  elegante  y  tanta  prosa, 

Nombre  te  dan  y  gloria  soberana, 
Miguel  Cabello,  y  ^sta  redundando 
Por  Hesperia,  Archidona  queda  ufana. 

A  ti,  Juan  de  Salcedo  Villandrando, 
El  mismo  Apolo  Ddfico  se  rinda, 
A  tu  nombre  su  lira  dedicando: 

Pues  nunca  sale  por  la  cumbre  Pinda 
Con  tanto  resplandor  cuanto  demuestras 
Cantando  en  alabanza  de  Clarinda. 

Ojeda  y  Gdlvez,  si  las  plumas  vuestras 
No  estuvieran  i,  Cristo  dedicadas, 
Ya  de  Castalia  hubieran  dado  muestras. 

Tal  vez  os  las  pondis,  y  d  las  sagradas 
Regiones  os  Uegiis  tanto,  que  entienda 
Que  de  algun  dngel  las  tenuis  prestadas. 

£1  uno  esti  i  Trujillo  enriqueciendo, 
A  Lima  el  otro,  y  ambos  i  Sevilla 
La  estdis  con  vuestra  musa  ennobleciendo. 

D6me  su  ingenio  Juan  de  la  Portilla, 
Para  que  ensalce  su  fecunda  vena. 
Que  temo  con  mi  voz  disminuilla. 

La  Antdrtica  regi6n  que  al  orbd  atruena , 
Con  Potosf  celebrari  su  nombre , 
Nombre  que  el  cielo  eternizarlo  ordena. 

Gaspar  Villarroel ,  digo  aquel  hombre 
Que  d  pesar  de  las  aguas  del  Leteo, 
Con  verso  altivo  ilustra  su  renombre: 


1  que  en  la  dulznra  es  un  Orfeo, 
iego  Melesfgenes  en  ciencia, 
ajestad  y  alteza  un  dios  Timbreo, 

por  ser  quien  es,  me  da  licencia 
revie  aquf  las  alabanzas  suyas; 
sfmbolo  el  callar  de  reverencia. 

lUnque  tu  la  vana  gloria  huyas 
}r  la  dar  mujer  seri  bien  vana), 
10  quiero,  oh  Avalos,  las  tuyas: 

,ndo  catle  yo,  sabe  la  Indiana 
I  muy  bien  c6nio  es  don  Diego 
le  la  poesla  castellana. 

^n  recelo  i  tu  esplendor  me  llej 
rez  Angel,  norma  de  discretos, 
soy  mariposa  y  temo  el  f uego. 

can  tus  romances  y  sonetos 

OS  de  AnfiSn  un  tiempo  i.  Tebas] 

L  Arica  &  fuerza  de  concetos. 

Antonio  Fa!c6n,  bien  es  te  atrei 
rtica  Academia,  como  Atlante, 
en  ti,  pues  sobre  ti  la  llevas. 

culto  Tasso,  ya  el  obscuro  Dantt 
imitador  en  ti,  y  tan  diestro, 
ido  tras  su  luz,  le  vas  delante. 

liego  de  Aguilar,  eres  maestro 

cuela  Cirrea  graddado, 

tu  metro  honor  del  siglo  nuestro 

lombre  de  Cordova,  ilustrado 

L  por  tu  lira;  justa  paga 

Qor  que  i  las  Musas  has  mostrad< 


—  364  — 

No  porque  al  fin,  Crist6bal  de  Afriaga, 
Te  ponga  de  este  elogio,  eres  postrero; 
Ni  es.justo  que  tu  gloria  se  deshaga: 

Que  en  Pimpla  se  te  da  el  lugar  primero, 
Como  al  primero  que  con  fuerza  de  arte 
Corres  al  parang6n  do  lleg6  Homero. 

De  industria  quise  el  liltimo  dejarte, 
Don  Pedro  ilustre,  como  i.  quien  Apolo 
(For  ser  tu  Carvajal)  did  su  estandarte. 

Ni  da  el  Peru,  ni  nunca  di5  Pactolo 
Con  sus  minas  y  arenas  tal  riqueza, 
Como  tu  con  tu  pluma  i  huestro  polo; 

.  Eipis  Herofda,  prdstame  la  alteza    ' 
De  tu  espiritu  insigne,  porique  cante- 
De  otros  muchos  poetas  la  grande^Kf: 

Mas,  pues,  hamano  ingenio  no  es'basfantCy 
Saquemos  de  lo  dicho  este  argumentb, ' 
Si  es  buena  la  Poesfa:  es  importante   ' 

Ser  buena ,  por  su  santo  nacimiento, 

Y  porque  es  don  de  Dios,  y  Dios  la  estimaf 
Queda  arriba  probado  nuestro  intento. 

Ser  importante,  pru^bolo:  la  prima 
Siento  que  se  destempla,  y  voy  cansada, 
Mas  la.raz6n  d  proseguir  me  anima. 

Serd  una  cosa  tanto  mis  preciada'  ' 

Y  de  mis  importancia ,  cuanto  fuere  ^ 
M^  provechosa  y  mds  aprovechada.  * 

Es  de  importancia  el  Sol  porque  aunqiie  hiere, 
Con  sus  rayos  alumbra  y  nos  da  vidl, 
Criando  lo  que  vive  y  lo  que  muere.   -  ' 


—  366  - 

De  ver  un  prado,  un  bosque,  un  arroyuelO| 
De  oir  un  pajarito ,  da  motivo 
Para  que  el  alma  se  levante  al  cielo. 

Anda  siempre  el  poeta  eutretenido 
Con  su  Dios,  con  la  Virgen,  con  los  Santos, 
(3  ya  se  baja  al  centro  denegrido. 

De  aqui  proceden  los  heroicos  cantos, 
Las  sentencias  y  ejemplos  virtuosos, 
Que  ban  corregido  y  convertido  d  tantos. 

Y  si  hay  poetas  torpes  y  viciosos, 
El  don  de  la  Poesla  es  casto  y  bueno, 

Y  ellos  los  malos,  sucios  y  asquerosos. 

El  lilio,  el  alhelf  de  el  prado  ameno 
Son  saludables ;  Uega  la  serpiente, 

Y  hace  de  ellos  t6sigo  y  veneno. 

For  esto  el  ignorante  y  maldiciente, 
Tanta  seguida  viendo,  y  zarabanda, 
Infame  introduccidn  de  infame  gente, 

^  La  lengua  desenfrena  y  se  desmanda 
A  condenar  i,  fuego  A  la  Poesia , 
Como  si  fuese  her^tica  6  nefanda. 

Necio:  £tambi^n  ser^  la  teologia 
Mala,  porque  Lutero  el  miserable 
Quiso  fundar  en  ella  su  herejia? 

Acusa  i.  la  Escritura  venerable, 
Porque  la  tuerce  el  mfsero  Calvino, 
Para  probar  su  intento  abominable. 

Quita  los  templos  donde  al  Rey  divino 
Le  ofrecen  sacrificios ,  porque  en  ellos 
Comete  un  desalmado  un  desatino. 


« 

4 


OS  metales  bellos, 
excelso  y  sabio, 
Lusa  el  pretendellos. 

osas  mueve  el  labio, 
las  hay  mal  uso, 
,  al  hombre  agravio, 

nde  y  trae  confuso 
los  los  poetas 
til  en  aras  puso, 

y  varias  y  secretas, 

^r  cat6licas, 

r  no  te  entremetas. 

7ras  metafdricas, 
octa  me  contetnpio, 
otras  aleg6ricas. 

por  un  ejempio 
as  visto  en  cualquiei 
un  santo  tempio: 

lor  nivel  dispuesta, 

de  oro 

trechos  interpuesta: 

es,  y  UD  tesoro 
ros  mil  ornatos, 


r  muchos  retratos, 
nds  vistoso 
as  y  aparatos: 

ies  el  famoso , 
a  Cipria  diosa, 
)  riguroso: 


La  prosapia  de  C^sares  famosa 

Y  el  turco  Solim&n  allt  estaria, 

Y  la  bizarra  turca,  dtcha  Rosa. 

Plies  icdmo  en  templo  santo,  en  sa 

Y  entre  gente  cristiana  de  almas  pura 

Y  donde  eati  la  sacra  EucarUtla, 

Se  permiten  retratos  y  figuras 
De  los  dioses  pro&nos  y  de  aqueltos 
Que  estin  ardiendo  en  circeles  obscui 

Permltense  poner,  y  es  bien  poncUi 
Como  trofeos  de  la  Iglesia:  y  ella 
Con  esto  muestra  que  se  sirve  de  ello! 

Asf  esta  dama  ilustre  cuanto  bella 
De  la  Poesfa,  cuando  se  compooe 
En  honra  de  su  Dios  que  pudo  hacell 

Con  su  divine  espfritu  dispone 
.  De  los  dioses  antiguos,  de  tal  suerte, 
Que  i  Cristo  sirven  y  d  sus  pies  los  pi 

M^  razones  pudtera  aquf  traerce, 
Oh  ignorante;  mas  si^ntote  turbado, 
Que  es  fuerte  la  verdad  como  la  muei 

Oh  portico  esplritu  enviado 
Del  cielo  emplreo  &  nuestra  indigna  t 
Gratuitamente  &  nuestro  ingenio  dadc 

Tu  eres,  ti,  el  que  hace  dura  guerr 
Al  vicio  y  al  regalo,  dibujando 
El  horror  y  el  peligro  que  en  s(  ende 

Tu  estis  i  las  virtudes  encumbrand 

Y  enseAas  con  dulcEsimas  razones 
Lo  que  se  gana  la  yirtud  ganando. 


T)i  alivdas  nuestras  penas  y  pasiones, 

Y  das  consuelo  al  dnimo  afligido 
Con  tus  sabrosos  metros  y  canciones. 

Tii  eres  el  pucrto  al  mar  embravecido 
De  penas,  donde  olvida  sus  tristezas 
Cualquiera  que  i  tu  abrigo  se  ha  acogido. 

Tii  celebraa  los  hechos,  las  proezas 
De  aquellos  que  por  armas  y  ventura 
Alcanzaron  honores  y  riquezas. 

Tii  dibujas  la  rara  herirosura 
De  las  damas,  en  rimas  y  sonetos, 

Y  el  bien  del  casto  amor  y  su  dulzura. 

Tii  explicas  los  intrfnsecos  concetos 
De  la  alma  y  los  ingenios  engrandeces, 

Y  los  acendras  y  haces  m&s  perfetos, 

^QuiSn  te  podrd  loar  como  mereces? 
;Y  cotno  4  proseguir  serti  bastante. 
Si  con  tu  luz  me  asombras  y  enmudeces? 

Y  dime,  oh  Musa,  ("qui^n  de  aqui  adelante, 
De  la  Poesia  viendo  la  excel encia, 
No  la  amari  con  un  amor  constante? 

cQu6  lengua  habrd  que  tenga  ya  licencia 
Para  la  blasfemar,  sin  que  repare, 
Teni6ndole  respeto  y  reverencia  ? 

^Y  cudl  seri  el  ingrato  que  alcanzare 
Merced  tan  alta,  rara  y  exquisita, 
Que  en  libelos  y  en  vicios  la  emplsare? 

jQui^n  la  olorosa  flor  hard  marcliita, 

Y  i  las  bestias  inntundas  del  pecado 
Arrojari  la  rica  margarita? 


Repara  un  poco,  espfritu  caos: 
Que  sin  aliento  vas,  yo  bien  lo  v 
y  esti  muy  lejos  de  este  mar  el 

Y  tii,  Mexla,  que  eres  de  el  Fe 
Bando  el  principe,  acepta  nuesti 
De  ingenio  pobre  y  rica  de  de5e< 

Y  pues  eres  mi  Delio,  ten  la  ri 
Al  curso  con  que  vuelas  por  la  c 
De  tu  esfera,  y  mi  voz  y  metro  e 
Para  que  digno's  queden  de  tu  In 


D.  PABLO  DE  OLAVIDE. 


ECOS  DE  OLAVIDE  (i). 

Seflor,  misericordia ;  <l  tus  pies  llega 
I  mayor  pecador,  mas  ya  contrito, 
ae  &  tu  infiaita  paternal  clemencia 
ide  humilde  perdi5n  de  sus  delitos. 

Perd6nalos,  SeBor;  oye  piadoso 
I  doliente  clamor  de  mis  gemidos; 
^UQ  la  multitud  de  tus  piedades, 
ava  las  manchas  de  mis  muchos  vicios. 

LtLvalas  mds,  Seilor;  haz  que  tu  sangre 
orre,  y  no  deje  mis  de  misdelirios, 
ue  tu  gloria  de  haberlos  perdonado, 

mi  dolor  de  haberlos  cometido. 

Conozco  mi  maldad ;  veo  que  es  grande ; 
ue  no  puedo  ocultirmela  4  mi  mismo, 

s6  que  si  tu  sangre  no  la  borra, 
[a  de  ser  para  siempre  mi  suplicio. 


-o  ;  destierrode  Saiiag&n. 


f-'i^, 


—  374  — 

Pequ^,  pequ^,  Seflor,  en  tu  presencia; 
jOsado  te  insults !  ful  tu  enemigo; 
Mas  perd6n;  justifica  tus  promesas, 

Y  venza  la  piedad  en  tus  juicios. 

S^  que  soy  delincuente ;  mas  iqu6  mucho, 
Si  vengo  de  un  origen  tan  indigno. 
Si  nad  de  mi  madre  en  el  pecado 

Y  en  un  mundo  tan  torpe  y  corrompido? 

Mas  Tu  que  la  verdad  amas  piadoso, 
Te  has  dignado  mostrarme,  compasivo, 
De  tu  sabidurfa  los  secret os , 

Y  de  la  confesi6n  el  beneficio. 

Alll  me  rociar^  con  el  hisopo; 
Con  la  sangre  preciosa  de  tu  Hijo 
Me  lavar^s,  y  quedar^  con  ella 
Mds  bianco  que  la  nieve  y  el  armiflo. 

A  mis  oidos  les  daris  entonces 
Con  tu  perd6n  consuelo  y  regocijo, 

Y  mis  huesos  exinimes  y  yertos 
Serin  ya  de  tu  cuerpo  miembros  vivos. 

Aparta,  pues,  tu  vista  de  mis  culpas; 
Vuelvan  mis  ojos  i.  mirar  d  Cristo, 

Y  livame,  Seflor,  con  esa  sangre 
Que  pr6digo  derramas  hilo  i  hilo. 

Un  puro  coraz6n  cria  en  mi  pecho , 
Un  coraz6n  que  sea  de  ti  digno; 
Mi  esplritu  renueva,  y  haz  que  sea 
Tan  recto  como  injusto  fu6  el  antiguo. 

No  me  arrojes,  Seflor,  de  tu  presencia, 
Que  eres  nuestra  salud,  gufa  y  camino; 
Alumbreme  tu  luz,  y  no  me  quites 
De  tu  Espfritu  Santo  el  dulce  auxilio. 


—  375  — 

Vu^lveme  i  la  alegria  de  tu  gracia; 
Vuelve  i  reconocerme  por  tu  hijo; 
Confirmame  en  to  amor ,  y  que  ya  siempre 
Te  sirva  fervoroso  y  sometido. 

Tu  santo  nombre  alabarin  las  gentes; 
Yo  mostrar^  tu  senda  i  los  inicuos, 

Y  admirando  tu  gran  misericordia, 
A  ti  convertirdnse  los  impios. 

jOh  Dios  de  mi  salud,  Dios  de  clemencia! 
Librame  del  mortlfero  atractivo 
De  la  carne  y  la  sangre ,  y  tu  alabanza 
Mi  lengua  entonar^  todos  los  siglos. 

Tu,  Seflor,  abrirds  mi  torpe  labio, 
Este  labio  que  tanto  te  ha  ofendido, 

Y  ya  ferviente  ensalzari  tu  gloria 
Con  iieles  cantos,  con  amantes  himnos. 

Porque  si  til  quisieras  otra  ofrenda, 
Ninguna  te  negara  el  amor  mfo; 
Pero  no  quieres  tu  mds  holocausto 
Que  un  puro  amor  y  un  dnimo  sumiso. 

Un  espfritu  fiel  y  atribulado 
Para  ti  es  el  mis  digno  sacrificio , 

Y  nunca  has  despreciado  los  clamores 
De  un  coraz6n  humilde  y  compungido. 

Sefior,  pues  amas  y  deseas  tanto 
A  tu  siervo  salvar ,  disp6n  benigno 
Que  en  la  mortal  Jerusal^n  de  mi  alma 
Se  labre  de  tu  amor  el  edificio. 

Aceptaris  entonces  las  ofrendas , 
Los  holocaustos  que  te  son  debidos, 

Y  de  tu  altar  mi  coraz6n  pendiente , 
Arderd  en  incesante  sacrificio. 


—  376  — 

Gloria  se  cante  al  Padre  soberano , 
Esta  gloria  tambi^n  cdntese  al  Hijo , 
Y  al  Espiritu  Santo ,  que  es  Dios  nuestro 
Uno  en  esencia  y  en  persona  trino. 


SALMO  CIX. 
Dixit  Dominus  Domino  meo. 

Dijo  el  Seflor  al  que  es  el  Seftor  mlo: 
«Si^ntate  ^  mi  derecha,  hasta  que  haga 
Que,  puestos  k  tus  pies  tus  enemigos, 
Servir  de  apoyo  puedan  i,  tus  plantas. 

»Hari  el  Seflor  que  de  Si6n  augusta 
De  tu  fnclita  virtud  saiga  la  vara, 
Que  en  medio  de  tus  mismos  enemigos, 
Los  venza,  los  domine  y  los  abata. 

»Esta  vara  es  el  cetro  de  tu  imperio, 

Y  la  empufi6  tu  mano  soberana, 
Cuando  todo  el  poder,  toda  la  gloria, 
De  mi  eterna  virtud  mi  amor  te  pasa. 

»En  medio  de  las  luces  y  esplendores 
Que  en  el  cielo  d  mis  santos  acompaiian , 
Pues  te  engendre  en  mi  seno  antes  que  hiciera 
Al  lucero  magnifico  del  alba> 

El  Seftor  lo  afirm6  con  juramento, 

Y  nunca  se  desmiente  su  palabra: 
4;Tu  eres  (le  dice)  sacerdote  eterno: 
Melchisedech  el  orden  te  prepara. 

»E1  Senor  que  te  tiene  d  su  derecha, 
En  el  dia  fatal  de  su  venganza, 
Redujo  i  polvo  y  convirti6  en  cenizas 
A  los  mis  grandes  reyes  y  monarcas. 


—  377  — 

igard  las  naciones.  De  ruin 
iverso  llenari  su  saAa, 
e  destrozari  muchas  cabez 
1  ley  violan  y  su  culto  ata 


el  torrente  que  el  c: 
endri  para  beber  de  su  ag 
eso  de  gloria  revestido, 
a  frente  y  su  cabeza  exalta 


D.  MARIANO  MELGAR. 


Por  mSs  que  quiero 
De  U  memoria 
Boirar  la  gloria 
Que  posel, 
Por  todas  partes 
Cruel  me  persigue; 
Siempre  me  sigue, 
Siempre,  -ay  de  mi! 

Procuro  en  vano 
No  dar  oldo 
A  aquel  sonido, 
Que  un  dfa  oi, 
Cuando  mi  prenda 
Jur6  ser  mfa, 
Y  me  decia : 
*Sei6  de  ti.» 

Su  voz  entonces 
Fa6  mi  contento ; 
Su  juramento 


-383- 

Me  hizo  fdiz. 
Mas  sus  recuerdos 
Me  son  mortales, 

Y  en t re  mil  males 
Llego  i  gemir. 

i  Por  qui  ha  perdidc 
Su  fiel  firmeza, 

Y  su  pro  mesa 
Olviddruin? 
Cuando  yo  fino 
Mis  la  queria, 
Me  borr6  impfa 
Del  pecho  vil. 

Esta  inconstancia 
Cruel  y  severa 
Calmar  debit  ra 
Mi  frenesi, 
Pero  s61o  hace 
Que  se  acreciente 
Mi  llama  ardieute, 
Llama  iafeliz. 

Amor  infame, 
Dime,  ^hasta  cuindo 
Quieres  vil  mando 
Tener  en  ml  ? 
Borra  esa  ingrata 
Del  pecho  nilo: 
No  mis,  impfo, 
Me  hagas  morir. 


La  prenda  m(a, 
En  quien  tenfa 


Puesto  mi  gusto, 
Hoy  me  persigue 
Con  odio  injusto. 

Ya  yo  en  sus  ojos 
Sdlo  hallo  eoojos; 
Cuando  antes  era 
Su  vista  sola 
Mi  dicha  entera. 

Ya  su  voz  suave 
Lleoar  no  sabe 
Mi  triste  oido ; 
Sus  dulces  ecos 
Ya  se  ban  perdido. 

MurI6  el  acento 
En  que  el  contento 
Tuve  cifrado; 
Ya  DO  me  dice: 
«Tii  eres  mi  amado 

Si  me  escucbara, 
Yo  le  clamara: 
a;Siempre  eres  mta!» 
Y  quizi  entonces 
Se  apiadarla. 

Pero  eoojada 
Mi  prenda  amada, 
Ni  oirme  quiere : 
Ya  mi  esperanza 
Del  todo  muere. 

Prenda  querida, 
Por  quien  la  vida 
Me  quitael  llanto, 
jPor  qu^  me  tratas 
Con  rigor  tanto? 


-  384  — 

Dard  contento 
Mi  ijltitno  aliento, 
Si  esto  lias  querido; 
Pero  no  pienses 
Que  tnfiel  he  sido. 

D^me  la  muerte 
Tu  mano  fuerte 
Con  dardo  irapfo, 
Como  al  matarme 
Digas :  « i  Es  tnio ! » 

Y  por  divisa 
De  mi  ceniza 
Pongasdelante: 
«Bajo  esta  losa 
Yace  mi  amante.» 


VI. 

I'uelve,  queya  no  ptudo 
Vivir  sin  tus  carinas  : 
Vuelve,  mi palomita, 
Vuelve  d  tu  dulce  nido. 

Mira  que  hay  cazadores 
Que  con  afin  maljgno 
Te  pondrin  en  bus  redes 
Mortales  atractivos; 
Y  cuando  te  hayan  preso 
Te  darin  cruel  marttrio: 
No  sea  que  te  cacen: 
Huye  tanto  peUgro. 
Vuelve,  mi  palomita, 
Vuelve  d  tu  dulce  nido. 

Ninguno  ha  de  quererte 
Como  yo  te  he  querido, 


iO? 

uert 


Vuelve,  mipahmita, 
VueJve  d  tu  dulce  nido. 


Yo  s61o  r 
Tu  bello  colorido, 

Y  s6Io  sabrd  darle 
Su  predo  merecido, 
Yo  s61o  asl  merezco 
Gozar  de  tu  carifio ; 

Y  tii  S(51o  en  mi  puedes 
Gozar  dias  tranquilos. 
Vuelve,  nti palomita, 
Vuelve  d  tu  dulce  nido. 

No  seas,  pues,  tirana; 
Haz  las  paces  conmigo; 
Ya  de  Ilorar  cansado 
Me  tiene  tu  capricho. 
No  vueles  mis,  no  si  gas 
Tus  desviados  giros; 
Tus  alitas  doradas 
Vuelve  i  ml,  que  jra  expii 

Vuelve,  que  ya  no  puedt 
Vn/ir  sin  tus  cariRos; 
Vuelve,  mi pahmita, 
Vuelve  d  tu  dulce  nido. 


Sin  ver  tus  ojos 
Mandas  que  viva 
Mi  pecho  triste; 
Pero  el  no  verte 
y  tener  vida 
Es  imposible. 


-387- 

Las  largas  horas 
Que  sia  ti  paso 
Son  insufribles; 
Vivo  violento, 
Nada  me  gusta , 
Todo  me  aflige. 

El  sol  me  envla 
Para  alegrarme 
Luz  apacible; 
Mas  si  no  trae 
Tu  imagen  bella, 
jDe  qu^  me  sirve? 

En  mi  retire 
Aguardo  solo 
Hasta  que  viste 
De  negro  luto 
El  orbe  entero, 
La  noche  horrible. 

Mientras  los  astros 
Van  silenciosos 
Al  mar  4  hundirse, 
Yo  revolviendo 
Estoy  las  peaas 
Que  el  pecho  oprimen 

Eo  mi  desvelo, 
Mi  amor  y  pena 
Suelo  dedrte ; 
Pero  estSs  lejos, 
Mo  oyes  mf  llanto, 
Ni  por  mi  gimes. 

Por  largas  horas 
Mi  amarga  queja 
Mi  alma  repite, 
Hasta  que  el  cielo 


OSlS  MANUEL  VALD^S. 

SALMO  LXXXIV. 

BBNED13USTI  DOMINE. 

ia  la  libertad  del  pueblo  hebreo,  cautivo  en  Babilonia. 
.  profetiza  y  pide  laredenci6n  del  g^nero  hnmano,  pore 
mpo  ae  juDtarlao  la  miMricordiay  la  verdad,  y  deberba 

n,  Seflor,  tu  bendicidn  echaste 
sta  tierra  que  tu  herencia  llamas ; 
leblo  de  Jacob  has  libertado 
ro  cautiverio  en  que  se  hallaba. 

as  perdonado  todas  las  maldades, 

eron  ocasi6ii  i.  su  desgracia ; 
indo  sus  culpas  en  el  seno 
niserlcordia  soberana. 

iplacado  tu  terrible  enojo ; 
1  castigo  riguroso  apartas, 
>  por  nuBstras  culpas  indignado, 
icla  pedia  la  venganza. 

nipotente  Dios !  consuma  tu  obra : 
3r  nuestro,  tu  piedad  nos  valga: 
rtanos  tu  amor,  y  haz  que  i  ti  vuelvan 
e  distantes  de  tu  gremio  se  hallan. 


—  3?2  — 

^Tu,  Seflor,  por  ventura,  nos  condenas 
A  ser  el  bianco  de  tu  eterna  safla? 
^  Y  seri  tu  furor  tan  implacable, 
Que  se  cebe  tambi^n  en  nuestra  raza? 

No  seri  asf ,  mi  Dios:  cual  tierno  padre, 
Visitar^  de  nuevo  nuestras  almas ; 

Y  con  jubilo  santo  entonaremos 

Los  cdnticos  piadosos  que  te  agradan. 

Tu  gran  misericordia ,  Seflor  mlo, 
Sobre  nosotros  mfseros  derrama ; 

Y  en  via  al  Salvador,  de  quien  tu  pueblo 
Espera  su  salud  con  vivas  ansias. 

Atento  oir6  lo  que  i.  mi  mente  inspire 
Mi  se&or  y  mi  Dios,  pues  sus  palabras 
La  dulce  paz  anunciar^n  al  pueblo 
Que  nunca  en  sus  trabajos  desampara. 

La  dicha  de  los  justos  me  revela 
Que  la  divina  ley  fielmente  gu^rdan  ; 

Y  tambi^n  de  los  pobres  pecadores, 
Que  ya  por  el  perd6n  contritos  claman. 

Venturosos  sin  duda  son  los  fieles, 
Si  el  temor  santo  en  su  interior  se  arraiga: 
Su  Salvador  se  acerca,  y  con  el  brillo 
De  su  gloria,  esta  tierra  seri  santa. 

Satisfechas  entonces  la  justicia 

Y  la  misericordia,  y  dindose  ambas 
Un  6sculo  amigable,  en  todo  el  mundo 
Harin  que  la  justicia  y  paz  renazcan. 

Nacerd  la  verdad  de  limpia  tierra, 
Pues  la  eterna  justicia  al  contemplarla, 
Bajard  presurosa  desde  el  cielo 
Para  fijar  en  ella  su  morada. 


o  con  nosotros, 
>s  rescata, 
■i  que  brote 
estando  iatacta, 

iere,  i  la  justida 
tiene  &  raya, 
r  la  senda 
lesle  patria. 


sU  de  la  gnndeu,  sabjdurte  y  poder  que 
inplicando  este  Miroo  un  expoaitor,  dice 
'  amltrnflaniiii  d  la  unlura/ita,  tlna  In 


magnifica; 

lor,  es  tu  grandezal 

lica, 


y  hermosura, 
p-erso  criaste, 


ndiste  et  cielo, 
OS  com  place , 
velo, 
isuelo, 
uvias  hace. 


—  394  — 

Sobre  alas  de  los  vientos  en  vistoso 
Cairo  de  espesas  nubes  te  paseas 

Por  el  cielo  lumbroso: 

y  el  rayo  pavoroso 
Para  que  el  hombre  te  respete  empleas. 

Y  asf  como  te  sirven  obsecuentes 
El  aire  y  f  uego ,  estin  i  tu  servido 
Espiritus  ardientes 
Que  cumplen  diligentes 
De  ^geles  y  ministros  el  oficio. 

Colocaste  i  la  tierra  suspendida, 
Con  su  gran  peso,  sin  sost^n  ninguno; 

Y  ^  tu  orden  sometida, 
Ni  se  vi6  retnovida, 

Ni  la  veri  tampoco  siglo  alguno. 

Sobre  ella  el  mar  estuvo  derramado; 
Sus  aguas  como  manto  la  cubrian; 

Y  en  tan  confuso  estado, 
Sin  lugar  destinado, 

Sobre  los  montea  su  remanso  hacfan. 

Las  reprendes  airado ;  y  abatidas 
Al  formidable  ruido  de  tu  trueno, 

Temiendo  ser  destruldas, 

Huyen  despavoridas 
A  sepultarse  en  su  profundo  seno. 

Se  elevan  i  sus  utiles  alturas 
Los  orguUosos  montes;  aparecen 
Las  humildes  Uanuras; 

Y  aquestas  criaturas 
Conforme  i.  tu  mandato  se  establecen. 

T^rmino  seAalaste  al  mar:  hiciste 
De  ligeras  arenas  sus  murallas; 

Y  &  tu  orden  no  resiste, 


Pues  cuando  las  embiste, 
Atris  se  vuelve  sin  salvar  Us  playas. 

La  tierra  fertilizas  con  las  fuentes 
Que  humedecen  los  valles  y  campaAas; 

Y  conductos  patentes 
Abres  i.  sus  vertientes 

Entre  las  duras  y  isperas  montadas. 

Asf  &  las  aguas  haces  asequibles : 
Beben  las  bestias  que  en  el  campo  pacen 
D6ciles  y  apacibles; 

Y  las  fieras  terribles, 

Su  deseo  igualmente  satisfacen. 

Con  frecuencia  en  sus  plicidas  orillas 
Se  notan  numerosas  poblaciones 
De  mansas  avecillas, 
Que  en  huuiildes  casillas 
Entonan  entre  piedras  sua  canciones. 

Sobre  los  altos  monies  de  la  sierra 
Agua  viertes  en  tiempos  seflalados ; 

Y  asf  en  toda  la  tierra, 

A  las  plantas  que  encierra, 
Enriqueces  con  frutos  sazonados. 

Tambien  brota  heno  con  que  se  mantienen 
Muchos  brutes;  y  yerbas  especiales. 
Que  4  los  hombres  convienen , 
Porque  eficacia  tienen 
Para  alivio  y  remedio  de  sus  males. 

Otras  plantas  les  sirven  de  sustento, 
O  para  hacerles  cdmoda  la  vida : 

Les  da  el  trigo  alimento; 

Alegrfa  y  alien  to 
El  delicioso  vino  en  la  comida. 


—  396  — 

El  Tostro  con  aceite  se  embelli 

Y  el  pan  es  la  comida  cotidiana 

Con  que  se  robustecen, 

Y  que  mis  apeteceo, 
Por  ser  tan  nutritiva  como  sana 

A  los  irboles  riegas  de  los  pra 

Y  i  los  cedros  del  Libano  que  a) 

Se  miran  levantados, 
Por  ti  solo  plantados, 
Donde  albergan  las  aves  sin  rect 

Las  gufa  la  cigCefla,  y  con  pr< 
Hace  su  nido:  el  ciervo  va  liger< 
Al  monte,  en  cuya  altun 
Halla  cueva  segura; 

Y  el  erizo  entre  piedras  su  agujf 

Tit  hiciste  que  la  luna  en  su  c 

For  tiempos  seflalados  alumbras 

y  que  el  sol  en  la  esfera 

A  su  ocaso  corriera, 

Despu^s  que  nuestro  cielo  ilumi 

Cuando  el  sol  de  nosotros  se  c 
Con  negras  sombras  &  la  tieira  t 
Sigue  la  nocbe  al  dfa, 

Y  salen  &  porfla 

Los  animales  fieros  de  sus  gruta 

Los  leoncillos  hambrientos  co 
For  los  amenos  prados  se  derrai 

Rugiendo  con  fiereza ; 

y  deseando  una  presa, 
A  ti  por  ella  ocurren ,  y  i  ti  clai 

Mas  luego  que  el  los  renaciCDi 
Al  claro  sol,  sus  rayos  luminoso 
Tal  miedo  lea  iospiran, 


{ue  al  punto  se  retiran 

,n  en  sus  antros  tenebrosos. 

itrario,  sacude  el  bombre  el  sueflo 

raya  la  luz  y  al  sol  descubre, 

'  aiabando  i  su  dueOo, 

'rabaja  con  empeflo 

je  por  la  tarde  se  le  encubre. 

grandes  son  tus  obras !  reaplandece 

r,  oh  Sefior,  en  cuanto  hiciste: 

'  porque  en  ti  creyeso 

;i  hombre,  y  te  si'rviese, 

.6  dones  la  lierra  enrlqueciste ! 

n  viendo  al  mar  tan  grande  y  anchuroso, 

Z09  de  agua  y  peces  sin  guarismo, 

Lmante  y  respetuoso, 

^mo  i  Dio3  poderoso, 

lora  humillindose  it  si  mismo? 

viven  y  tienen  sus  moradas 
;s  pequeflos  y  mayores ; 
r  las  naves  osadas, 
lobre  ondas  encrespadas, 
n  despreciando  sus  furores. 

inorme  drag6n  d  la  ligera  (i), 
3,  burla  al  piSlago  violenfo; 
(as  de  ti  s61o  espera 
:ada  animal  doquiera 
layas  colocado  su  alimepto. 

mida  les  das,  y  la  recibenj 

o  ven  abierta  en  su  indigencia; 

r  el  sQcorro  perciben 

itiende  U  billena  y  demJa  ceUceos  6  p«es  de  enorme  m«g- 


_  398- 

Todo  el  tiempo  que  viven 
Coofiados  en  tu  grande  providencia 

Si  el  rostro  les  ocullas,  se  estremt 

Y  el  aliento  les  falta ;  sua  sentidos 

y  miembros  desfallecen ; 

Y  exinimes  perecen , 
Para  quedar  en  polvo  reducidos. 

Mas  no  mueren  i  un  tiempo,  put 

De  cada  especie,  para  que  produzca 

Cuyo3  bijos  preservas, 

Y  asf  siempre  conaervas 

Eo  la  tierra  antes  que  se  reproduzc 

Sea  dada  al  SeAor  eterna  gloria, 
Pues  le  agradan  las  obras  de  sus  ma 

Y  la  sagrada  historia 
Dilate  su  memoria, 

Excitando  su  amor  en  los  humanos 

I  Terrible  es  nuestro  Dios  I  si  se  e 

Y  ve  4  la  tierra,  con  espanto  sumo 

Se  turba  y  estremece, 
Come  si  feneciese ; 

Y  si  &  los  monies  toca,  exhalan  hun 

A  mi  Sefior,  por  tanto  beneficio, 
Le  hard,  mientras  viviere,  de  alabai 
Perpetuo  sacrificio ; 

Y  seri  mi  ejercicto 
Cantarle  salmoi^,  Ueno  de  confianza. 

Ojali  que  despuds  de  yerros  tantc 

Merezca  en  todo  tiempo  complacerli 

Con  mis  devotos  cantos ; 

Y  que  unido  &  los  santos, 
Inundado  de  gozo  logre  verle. 


—  399  — 

Luzca,  Sefior,  el  venturoso  dfa 
a  que  i.  los  pecadores  justifiques, 

Y  auti  i  la  gente  impla ; 

Y  alibale,  alma  mfa, 

ira  que  mis  y  mis  te  purifiques. 


.  FELIPE  PA 


D.  FELIPE  PARDO  Y  ALIAGA. 


AL  SR.  D.  J.  J.  DE  OLMEDO. 


Cortaate  espada  que  en  feroz  coatienda 
Abati6  vencedora 
Cabezas  enemigas , 

Y  {a&  COD  sus  reflejos  tan  tremenda 
Cual  la  lumbre  del  rayo  destructora, 
Yazga  en  quietud  eterna  sumergida ; 
En  negro  orin  el  tiempo 
Envolver^  su  brillo  deslumbrante 

Y  su  filo  tajante ; 
Hasta  que,  carcomida, 
Al  impulso  mis  leve 

Verise  en  sucio  polvo  convertida. 

Al  alazin  brioso 
Que  no  temii5  erizadas  bayonetas 
De  fuertes  batallones; 
Que  por  entre  los  fuegos  discuirfa, 
Con  vistosos  arqueos 
Las  manos  levantando, 
Como  pudiera  en  fiestas  y  torneos ; 
Que  dgil,  veloz,  impivido  y  fogoso, 


—  404  — 

Densas  filas  rompfa, 

Y  hollaba  con  sus  plantas 

Mil  cuerpos  de  guerreros  expirando . 
Mfralo  en  aquel  prado, 
Desgrefiada  la  crin ,  caido  el  cuello, 
Por  su  ingrato  jinete  ya  olvidado. 
Su  casco  ayer  el  encrespado  risco 

Y  la  ^pera  montafta  herla  fiierte, 

Y  hoy  pisa  trabajoso  blanda  tierra. 
Flaco,  d6bil  y  mustio, 

Pr6ximo  A  ser  despojo  de  la  muerte, 
Perdi6  su  ardor  natfo 
Para  la  cruda  guerra, 

Y  en  la  carrera  el  arrogante  brio. 


Atleta  corpulento 
En  medio  el  ancho  drco 
Sus  colosales  miembros  ostentaba 

Y  su  esbelta  apostura ; 

Y  no  bien  entregaba 
Con  soberbio  ardimiento 

Y  arrogante  y  gentil  desenvoltura 
El  brazo  i  la  pelea, 

Cuando  miraba,  al  fmpetu  violento , 
A  sus  pies  abatido 
Al  m^s  fiero  contrario, 
En  polvo,  en  sangre  y  en  sudor  tetlido. 
Pero  [ah!  ya  el  eco  grato  de  la  gloria 
Su  esplritu  apocado  no  enardece  ; 
No  busca  ya  el  laurel  de  la  victoria ; 
El  ceflo  de  un  contrario  lo  estremece; 
A  la  sangrienta  lid  el  cuerpo  niega, 

Y  al  ocio  muelle  y  femenil  se  entrega. 

Descuidado  de  ti ,  raudo  caminas 
A  igual  destino,  Olmedo ; 
El  fuego  inspirador  del  sacro  Apolo, 
Que  arrebata  la  mente  A  las  divinas' 
Mansiones  del  Olimpo,  aide  en  tu  alma; 


r 


—  405  — 

Td  conseguiste  solo 

Entre  los  vates  del  Perd  la  palma; 

Ya  la  suerte  llorando 

De  aquel  precioso  niflo 

Que  abri6  sus  ojos  i  la  luz  del  dia, 

AuD  atada  la  patria 

Al  yugo  de  la  negra  tiranfa; 

Ya  celebrando  en  inflamado  tono 

El  venturoso  instante 

En  que,  vencido  el  pabell6n  del  trono, 

La  patria  enseQa  flamed  triunfante. 

Pero  jayl  que  sumergido 

En  ocio  y  en  silencio, 

No  los  labios  desplegas, 

Ni  de  tu  acorde  lira 

El  eco  resonante  al  aire  entregas, 

loddcil  tu  albedrfo 

Al  elevado  numen  que  te  inspira. 

Tiempo  xr&,  si  au  favor  desdefias, 
Que,  irritado  ese  numen,  niegue  frfo 
Su  inspiracidn  al  canto, 
Y  en  heladas  cenizas  convertida 
El  ascua  engendradora  de  esa  llama 
Que  el  coraz6n  te  inflama, 
No  elevarse  atrevida 
Tu  voz  sonora  vuelva 
En  sublimes  canciones ; 
Que  verde  musgo  euvuelva 
Las  cuerdas  de  tu  dtara,  y  no  alcances 
De  tu  indtil  pulsar  otra  armonfa 
Que  mal  ligados  sones. 

Y  iveiis  impasible  que  se  acerca 
Ese  funesto  dIa , 
Asl  A  tus  coropatriotas  doloroso 
Como  i  ti  vergonzoso, 
En  que,  perdido  eL  sacro  privilegio 
Que  &  regiones  m^  altas  te  sublima, 


—  4o6  — 

Entre  el  pro&ao  vnlgo  te  confundas  7 

^Tal  vez  tu  blando  corazdn  herido 

Por  el  punzante  arp6n  de  los  pesares, 

No  pu»le  complacido 

Darse  i  dulces  cantares  ? 

^Tal  vez  ausente  de  tu  cara  esposa 

Y  del  linico  fruto 

Que  el  cielo  i  tus  amores  reservara, 

Ligada  noche  y  dfa 

A  tan  tiernos  objetos , 

Huye  al  poder  del  Dios  tu  bntasfa? 

jAh!  no:  bien  sabes,  inspirado  vate, 

Que,  cual  suele  apacible  ventolina 

Disipar  densa  Qiebla, 

Tal  la  influencia  divina 

De  las  mmas  al  alma  pesarosa 

Consuela,  tierna  amtga, 

Con  habla  cariAosa , 

Y  la  amargura  del  dolor  mitiga. 

jFalta  acaso  &  tu  lira  asunto  digno? 
fNo  puedes  dar  lecciones 
De  paz  y  de  grandeza  i  este  hemisferio, 
Elevados  ejemplos  presentando 
De  otras  libres  nadones? 
^Ko  ves  hondo  venero  de  belleza 
Entre  Io9  fastos  del  antiguo  imperioP 
jMaldecir  en  tremendas  armonias 
No  te  es  dado,  los  crimenes  atroces 
De  los  aciagos  d(as 
En  que  nionstruos  feroces, 
Desfaonrando  de  Espafia  el  poder  regio, 
Con  vil  codicia  y  negro  fonatismo 
Cometieron  el  torpe  sacrilegio 
De  hacer  correr  la  sangre  de  los  Incas 
Mezclada  con  el  agua  del  bautismo? 

U  bien,  ^por  qui,  las  mieles  destilando 
De  angelical  dulzura 


—  407  — 

Que  el  Dios  de  la  bondad  puso  en  tu  pecho, 
For  qu€  no  ensalzas  con  acento  blando 
IDe  nuestros  ricos  campos  la  hermosura, 

Y  en  recompensa  digna 

Del  afecto  que  de  ellas  merecieras , 
For  qu6  el  gentil  donaire  y  la  teraura 
No  celebras,  cantor,  de  las  hermosas 
Que  habitan  estas  playas, 

Y  de  las  que  se  aduermen  voluptuosas 
En  las  vastas  praderas 

Con  que  da  ufano  tu  pompoSo  Guayas 

Oria  siempre  florida  4  sus  riberas? 

Tan  culpable  inaccidn  destierra,  oh  vate: 

AI  m^co  poder  de  tu  armonta, 

Haz  que  mi  pecho  ufano  se  dilate : 

Canta,  y  e!  padre  del  Ferii,  bondoso, 

Al  canto  sonoroso, 

Desde  su  solio  diamantino  rfa; 

Canta,  y  mi  numen  inexperto  gufa. 


LA  ENTRADA  DEL  AflO. 

CANTATA   A   LAS   HERMOSAS  DE   LIMA. 

Mirad,  alii  de  Europa  en  las  r^ones, 
Cuin  safludo  se  ostenta  el  viejo  Enero, 
De  escarcha  y  seca  rama  coronado, 
For  fieros  aquilones 
En  5u  carro  de  nubes  arrastrado. 

Gufanlo  en  su  sendero 
Las  Horas  de  la  noche  tenebrosas; 
Y  al  rechinar  horrendo  de  sus  ruedas, 
Responden  tempestades  horrorosas. 


—  4o8  — 

Mientra  en  la  dulce  LiiAa, 
Galdn  hermoso,  lo  conducen  ledas 
Las  jaguetonas  Ndyades  del  Rima: 
Las  acompafia  el  c^firo  suave ; 

Y  ya  de  la  mis  bella 

En  el  nevado  seno  se  adormeoe ; 

Ya  en  sus  purpdreos  labios, 

Osado  el  beso  sella; 

Ya  travieso  le  agita 

El  cabello  coposo, 

Que  contraste  vistoso 

A  los  ojos  ofrece 

Con  los  blancos  jazmines  que  lo  adoman. 

Cine  el  afio  naciente 
De  floridas  guirnaldas  su  ancha  frente ; 

Y  la  tersa  frescura 

Y  el  ro^do  color  de  su  mejilla, 

De  los  frutos  retratan  la  hermosura 

Con  que  Pomona  en  nuestros  huertos  brilla. 

jHijas  de  Lima  hermosas! 
A  gozar  OS  convida 
La  aurora  de  la  vida 
Que  entre  celajes  fulgidos 
Empieza  d  amanecer. 
La  estacion  suspirada 
Ved  llegar  placenteras, 
Que  pinta  lisonjeras 
A  vuestra  mente  im&genes 
De  amor  y  de  placer. 

Amad ,  gozad  los  ripidos  instantes 

En  que  os  sonrle  juventud  dichosa 

Mas  {ay!  tras  este  Enero  que  os  halaga, 
Otro  Enero  vendri  y  otros  Eneros : 
De  la  tarda  vejez  la  nube  aciaga 
Cubrird  las  mejillas  rozagantes; 
Y,  cual  suelen  relimpagos  veloces 


Que  atraviesan  la  atmdsfera  A  deshora 
Y^  eatre  U  negra  obscuridad  se  pierdea, 
Hechizos  pasarin,  amor  y  goces. 

;Ybabriel  olvido 
De  sepultar 
Los  dulces  rasgos 
Delabeldad, 
Que  dar  al  hombre 
Grato  soiaz 
Sabe,  y  las  almas 
Avasallar? 

I  Ay!  si  vos  lo  quer^is,  vuestra  belleza 
Eternamente  guardari  la  fema. 
No  de  un  amor  vulgar  la  d^bil  llama 
Os  arda  el  coraz6n.  No  la  riqueza 
Os  cautive  de  avaro  roercadante 
Que  eacueatra  mis  deleite  en  que  su  nao 
Venturosa  retorne 
Al  seguro  Callao, 
Que  en  la  tierna  sonrisa  de  su  amante. 

Tampoco  os  enamoren 
Brillantes  armaduras  y  penachos; 
Que  solamente  A  la  beldad  se  abate 
El  alma  del  guerrero, 
Hasta  que  suene  la  hora  del  combate; 

Y  en  tanto  que  61  entre  las  armas  fiero 
Busca  muerte  gloriosa, 

En  ligrimas  acerbas 

Se  inunda  el  rostro  de  su  triste  esposa. 

El  muere:  erguida  asoma, 
Entre  la  densa  niebla  de  los  tiempos, 
Su  frente  laureada; 
Admira  i  los  futuros;  mientras  ella 
Cede  al  rigor  de  su  infeliz  estrella, 

Y  perece  afligida  6  ignorada. 


—  4^0  — 

Amad  i.  los  poetas; 

Y  la  posteridad  vuestros  encantos 
Que  encendieron  amor  correspondido, 
Mirari,  vencedores  del  olvido, 
Etemizados  en  sonoros  cantos 

Por  el  vate  feliz  que  os  mereciera. 

Y  las  hermosas  que  del  Po  lejano 
Habitan  la  ribera , 

Y  las  que  ostenta  el  golfo  gaditano, 
Eavidiosas  verdn  los  bellos  ojos 
De  las  hijas  de  Lima , 

Que  con  vivacidad  y  con  ternura 

Resplandecen;  la  angelica  dulzura 

Del  apacible  rostro 

Que  la  modestia  anima; 

El  pie  pulido  y  el  airoso  talle. 

jOh!  jSi  el  dios  de  Helicona 
Mi  disonante  cltara  templara, 

Y  con  la  llama  pura 
Que  su  frente  corona 
Mi  esplritu  inflamara ! 
Mi  voz  osada  entonces, 

Cinticos  entonando  i  la  hermosura 
Que  el  cielo  dio  i  las  ninfas  de  mi  patria, 
Del  ocaso  i,  la  aurora  cruzarfa 

Y  desde  el  Septentri6n  al  Mediodia. 

Lima,  1829. 


EL  PERU. 


iQu6  es  esto?  lOh  DiosI  (jQu6  vertigo  satinico 
A  numerosos  pueblos  rapidisimo, 
Cual  movidos  por  impetu  medlnico, 
Lleva  d  hundirse  en  abismo  profundisimo? 
£Es  hechizo  funesto?  (jEs  vicio  orginico? 


J 


id  el  desordea  por  mira  del  Altfsimo 
Atrinchera  sus  reales,  estrat^gico, 
Desde  loa  Patagnnes  hasu  M^ico? 

No,  DO  es  mira  de  Dios ;  nunca  lo  fuera; 
Eo  sus  miras  es  Dios  todo  arm  on  fa. 
Cuaado  presenta  subito  en  la  esfera 
Un  mundo  su  eternal  sabidurfa 
A  la  fe  ardiente  de  Isabel  primera, 
(Seri  para  que  el  mal  su  saAa  jmpla 
Cebe  en  nadones  que  arrancd  el  bautismo 
A  la  garra  infernal  del  paganismo? 

i  Seri  para  tener  desposef da 
Del  goce  angelical  de  la  concordia 
La  ignorada  region  que  con  su  egida 
Cubri6  su  paternal  misericordia  P 
^Seri  para  que  America  afligida 
Sufra,  4  merced  de  bSrbara  discordia, 
Bajo  la  Iglesia  plagas  mia  crueles 
Que  bajo  la  impiedad  de  los  infieles? 

No,  no  es  mira  de  Dios:  que  un  continente 
De  riquezas  sin  fin  no  hizo  venero 
Para  que  objeto  fuese  eternamente 
De  compaai6n  al  universo  entero. 

Y  si  en  predilecci6n  tan  evidente 

Ve  el  mundo  de  Col6n  dichoso  aguero, 
lQ\i&  la  naci6n  veri  que  fund6  Manco, 
Con  quien  fu6  el  cielo  en  didivas  mis  franco? 

De  Dios  la  mira  es  otra.  Dios  piadoso 
Muchedumbre  nos  did  mansa  y  sencilta, 
Que  asf  al  imperio  justo  y  generoso 
Como  al  rGin  y  bdrbaro  se  humilla. 
Teaoro  ineaperado  y  portentoso 
De  nuestro  mar  improvis6  en  la  orilla; 

Y  rios  nos  cre6  que  de  canales 
Crucen  nuestros  ardientes  arenales. 


Dios  puertos  nos  abrid  donde  violenta 
Nunca  su  furia  el  huradiQ  ensaya; 
Donde  triste  naufragio  no  amedrenta 
Al  morador  de  la  tranquila  playa; 
Donde,  al  abrigo  de  feroz  tormenta, 
Ser  rehusa  el  bar6metro  atalaya, 
Como  exigiendo,  al  verse  en  mar  tan  manso, 
Su  vigilante  actividad  descanso  (i). 

iQn6  quer^is?  ^Perdurables  monumentos 
Que  arranque  i,  los  cinceles  la  escultura, 
O  eleve  sobre  s61idos  cimientos 
A  las  nubes  la  osada  arquitectura? 
Ebanos,  robles,  cedros  corpulentos,  j 

De  las  selvas  pedid  i.  la  espesura ; 

Y  bronces  i  las  minas,  y  granito 

Y  mdrmol  del  albor  m^  exquisito.  | 

(fQuizi  industria  pedis?  Igual  riqueza 
Tambi^n  al  artesano  laborioso 
£1  patrio  suelo  brinda  con  largueza, 
De  cuanto  vario,  y  util  y  copioso 
Puede  ofrecer  conforte  i.  la  pobreza, 
Pasto  i  la  vanidad  del  poderoso, 
Severa  majestad  A  los  altares, 
Esplendor  i  las  pom  pas  militares. 

I  No  veis,  no  veis  ese  uniforme  grana, 
En  que  lucen,  rivales  de  la  seda, 
La  suavidad  y  el  lustre  de  su  lana , 
Con  que  apuesto  bret6n  guarda  la  rueda 
Del  coche  de  su  augusta  soberana? 
Pues  quizis  todo  del  Peru  proceda, 

Y  i.61  deban  su  finura  y  su  decoro 
El  pafio,  el  tinte  y  los  galones  de  oro. 


(i)  Sabido  es  que  el  barbmetro  deja  de  marcar  las  vaiiaciones  del  tiempo  en  las 
latitudes  bajas  de  la  costa  meridional  del  Pacifico. 


J 


—  413  — 

Dio9  eo  climas  nos  did  vario  elemento 
Con  que  i  las  producciones  mis  extrafias 
El  Perd  ofrece  hospitaUrio  asiento. 
Dios  del  Perd  crear  en  las  entraAas 
Quiso  el  carbdn  con  que  humilUr  el  viento 
Logra  el  vapor  y  el  mar  y  las  montaAas; 
Y,  eo  fin,  para  encerrar  nuestros  caudales, 
Dios  los  Andes  alz6  monumentales. 

Mas  de  sas  altos  dones  la  riqueza 
En  nada  mis  espldndida  resalta 
Que  en  la  varia  y  gentil  naturaleza 
Que  en  el  Oriente  nuestro  linde  esmalta; 
Rapto  de  admiraci(5n  y  de  grandeza* 
Los  mis  dbios  espfritus  exalta, 
Al  contemplar  el  cuadro  portentoso 
Que  desenvuelve  aquel  edfin  suntuoso. 

Arboles  de  titinica  estatura, 
Dosel  cada  uno  de  una  tribu  entera, 
Que  no  eucuentran  rival  en  la  hermosura 
Del  variado  matiz  de  su  madera , 
Plantas  y  flores  mil  en  que  natura 
Su  caprichosa  ostentacido  esmera, 

Y  que  ciAen  riqufstmas  coronas 
A  la  sien  imperial  del  Amazonas; 

Morera  que  da  vida  al  laborioso 
Gusano  en  sus  talteres  naturales, 
Para  vestir  al  prdcer  ostentoso 

Y  adornar  los  alcizares  reales ; 
Algoddn,  que  el  ingles  acopia  ansioso, 
En  su  sed  de  victorias  industriales; 

Y  cautchd  que  es  impenetrable  ^da 
De  la  salud  y  de  la  humana  vida; 

Dulce  cafla  jugosa  y  gigantea 
Que  veioz  se  propaga  y  veloz  crece, 
Dejando  por  raquftica  y  pigmea 


#•' 


.\ 


—  414  — 

La  que  en  Asia  y  en  Cuba  el  aire  mece; 
Tintes  con  que  la  Europa  se  recrea, 

Y  su  industria  matiza  y  enriquece, 
Satisfaciendo  con  su  activo  influjo, 
Los  caprichos  fantdsticos  del  lujo ; 

Vasta  copia  en  raices  y  ani  males 
Al  sustento  y  al  gusto  provechosa; 
Cocoteros,  almendras,  cafetales; 
En  tamafio  A  la  almendra  sustanciosa. 
El  fruto  nutridor  de  los  maizales 
Haciendo  competencia,  victoriosa ; 

Y  tu,  rey  de  los  nectares,  cacao, 
Delicia  del  aknuerzo  y  del  sarao; 

La  vid  que  dos  montaflas  entapiza 
Hallando  en  ellas  protector  arrimo, 

Y  en  variado,  feston  que  el  sol  matiza, 
Luce  con  esplendor  su  iureo  racimo; 
Mientras  entre  ambos  cerros  se  desliza 
El  manso  rey  de  aquel  estado  opimo, 
Que,  sumiso,  i  m^  alto  soberano, 

Va  fiel  i  acompaflarlo  al  Oceano ; 

Y  apacibles  las  auras  tropicales 
Refirescan  la  carrera  ya  adornada 
Por  las  valiosas  galas  vegetales; 

Y  la  alegra  con  plicida  alborada , 
De  forma  y  de  colores  ideales, 
Muchedumbre  de  pijaros  variada; 
Rindiendo  asi  en  sus  pompas  la  comarca 
Respetuoso  homenaje  d  su  monarca  ; 

La  tuna,  d  quien  tranquilas  posesiones 
No  bastan  en  los  campos  dilatados, 
E  invade  las  ruidosas  poblaciones, 
Para  arraigarse  en  torres  y  tejados  (i); 


(I)  No  hay  nada  en  esto  de  exageraci6n.  Cualquiera  que  haya  viajado  por  el  in- 


—  415  — 

Sandias  y  aromiticos  melones, 
Para  fidl  transporte  tan  pesados, 
Que  ya  los  reconocen  las  florestas 
Como  los  anfitriones  de  sus  fiestas ; 

La  palta  que  da  al  pan,  su  compaAero, 
Gusto  mejor  que  la  batida  nata; 
La  lucuma  que  de  hibil  repostero 
La  mis  feliz  inspiraci6n  retrata; 
La  frutilla  esparcida  en  el  otero 
Cual  perfumada  alfombra  de  escarlata; 
El  pUtano  i  que  dan  retrete  umbroso, 
Fajas  de  raso  en  pabell6n  vistoso; 

Odorifera  piila  que  arrogante 
En  follajes  sim6tricos  se  asienta; 
Naranja  que  su  humor  refrigerante 

Y  su  dorada  redondez  ostenta; 
Del  clima  tropical  blas6n  fragante 
Chirimoya  exquisita,  que  presenta 
Ufana  en  nuestros  huertos  d  Pomona 
El  mds  rico  flor6n  de  su  corona; 

La  guayaba  que  lejos,  altanera, 
Se  anuncia  en  los  aromas  que  derrama; 
La  fresca  grananill.a  que  ligera 
Por  4rboles  y  riscos  se  encarama, 

Y  miles  mis  de  frutas ;  que  arduo  fuera 
Recomendarlas  todas  A  la  fama, 

Y  celebrar  en  tonos  dignos  de  ellas 
Su  fragancia,  sabor  y  tintas  bellas; 

De  especies  en  corteza  y  en  resina 
Inmenso  acopio.  Saludable  aceite; 
Perfumes  en  que  fdcil  se  combina 


tenor,  habr&  visto  en  muchas  poblaciones  nacer  los  tunales  en  los  techos,  en  los 
campanarios  y  hasta  en  las  cornisas  de  los  tdificios,—Nota  del  Autor, 


—  4^6  — 

De  olfato  y  paladar  amplio  el  deldte; 
Cuanto  para  triunfar  la  medicina ; 
El  femenil  orguUo  para  afeite; 
Cuaato  para  reinar  ea  todas  partes 
El  comerdo,  Us  ciendas  y  las  artes; 

Cuanto  para  sustento  y  etnbeleso 
La  humanidad;  cuanto  en  su  sed  nolenta 
Puede  el  siglo  pedir  para  el  progreso; 
Cuanto  el  afin  emprendedor  fomenta; 
Cuanto  con  noble  y  maternal  exceso 
En  au  vegetaci6n  la  tierra  ostenta, 
Sin  que  el  arado  sus  entraflas  rooipa: 
Todo  alll  resplandece  en  regia  pompa. 

La  dvilizad6n  esti  en  la  infanda..... 
Cierto,  [oh  dolor!  mas  genios  hay  incultos 
Que  roban,  A  pesar  de  su  ignoranda, 
Al  arte  sus  misterios  mis  ocultos; 

Y  por  los  que,  humillada  su  jactancia, 
Algdn  dfa  verdn  pueblos  mis  cultos, 
Si  del  cultivo  al  refulgente  larapo, 
Solfdto  el  poder  les  abre  el  campo. 

Tal  profusifin  de  dones,  tal  riqueza, 
^La  voluntad  de  Dios  no  hacen  patente 

Que  siglos  de  ventura  y  de  grandeza 
Guarda  al  Perfi  y  al  vasto  continente? 
Mas  para  combatir  nuestra  tibieza 
El  fin  de  su  obra  reserv6  prudente ; 

Y  del  mortal  encomendd  al  anhelo 
El  fruto  cosechar  que  form6  el  cielo, 

|Encomend(5  al  mortal!  iDiffdl  cargo 
Para  el  mortal  que  entre  tinieblas  gime, 
Si  de  la  obscuridad  y  del  letargo 
Inteligente  acci<3n  no  lo  redime! 
]AhI  iCese  ya  destino  tan  amargo, 

Y  la  infeliz  nad6n,  &  quien  oprime 


—  41?  — 

De  la  ignorancia  el  h6rrido  vestiglo , 
Marche  en  la  senda  que  ilumina  el  siglol 

Industria,  activo  cambio,  agricultura, 
S6lo  de,  sabia  direcci6n  carecen  ; 

Y  es  celo  ardiente,  buena  fe  y  cordura 
Cuanto  en  sus  escogidos  apetecen. 
No  pide  mis  la  nacional  cultura, 

Y  pu^blanse  los  yermos  y  florecen 
A  impulse  del  vapor  y  de  la  fragua 

Y  al  refrigerio  creador  del  agua. 

Cultura  el  pueblo,  si:  la  tarba  ociosa 
Que  en  la  inacci6n  y  crdpula  vegeta , 
£s  tiempo  ya  que  en  servidumbre  honrosa 
De  la  raz6n  al  yugo  se  someta: 
Es  tiempo  ya  que  activa  y  ardorosa 
Se  afane  por  su  bien ,  cual  bulle  inquieta 
Cuando  al  influjo  de  anarquista  aleve 
A  trastornar  la  sociedad  se  mueve. 

Y  <;as{  de  la  ambici6n  i  la  arterfa, 
Tambi^n  no  prostituyese ,  insensata, 
Del  sufragio  en  la  torpe  granjeria  ? 

Y  £asl  tambi^n  la  autoridad  no  acata 
Cuando  la  autoridad  dura  €  impfa 

A  esposa,  hijos  y  hogares  la  arrebata, 
Para  comprar,  i  precio  de  su  vida, 
El  laurel  de  contienda  fratricida? 

Pues  si  obedece ,  que  en  su  pro  obedezca , 

Y  que  d  labrar  su  dicha  se  le  enseAe, 

Y  con  la  suya,  la  comun  acrezca; 

Y  en  el  progreso  nacional  se  empefte; 

Y  en  la  honrada  labor  no  desfallezca; 

Y  s61o  en  ella  su  ventura  suefle; 

Y  rompa  de  la  tierra  las  entrafias, 

Y  allane  las  altfsimas  montafias. 


TOMO  III.  27 


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"1  ■••-}4 


D.  FELIPE  PARDO  Y  ALIAGA. 


TOMO  HI.  sd 


-  i 


420   

A  MI  HIJO  EN  SUS  Df  AS. 

EPIGRAMA. 

Dichoso,  hijo  mio,  tu, 
•   Que  veintitin  aflos  cumpliste: 
Dichoso,  que  ya  te  hiciste 
Ciudadano  del  Peri^. 

Este  dfa  suspirado 
Celebra  de  buena  gana, 

Y  vuelve  orondo  mafiana 
A  la  hacienda,  y  esponjado, 

Viendo  que  ya  eres  igual, 
Segun  lo  mandan  las  leyes , 
Al  negro  que  unce  tus  bueyes 

Y  al  que  te  riega  el  maizal. 

A  MI  LEVITA. 

(IMITACI6N  DE  BERANGER.) 

A  nuestra  amistad  s6  fiel , 
;Oh  levita  idolatradal 
En  ambos  deja  estampada 
Su  huella  el  tiempo  cruel. 
Diez  afios  yo  con  mis  manos 
Te  he  cepillado  iSal , 
Sin  dejar  que  otros  pro£a.nos 
Pongan  el  cepillo  en  ti. 
Y  ^me  pagaris  tan  mal 
Que  te  separes  de  mf? 

En  mi  santo  te  estren^; 
Mis  amigos  te  cantaron , 


.  ■!• 


« —  421   — 

Y  tu  hechura  celebraron 

Y  tu  color  de  caf6. 

En  sus  cartas  siempre  has  sido 

Objeto  de  su  memoria ; 

Que  aunque  hayas  envejeddOy 

No  se  olvidaron  de  ti. 

Mi  tinico  amor  y  mi  gloria, 

No  te  separes  de  ml! 

A  un  sastre  francos  le  di 
Por  ti  dos  onzas  y  media, 
Producto  de  una  comedia 
Sentimental  que  escribf. 
En  la  edad  de  tus  venturas 
Fuiste  ioh  tiempos!  muy  bonita; 
Mas  hoy  ya  de  tus  costuras , 
El  pelo  fugaz  vol6. 
^Y  aunque  est^s  calva,  oh  levita, 
Podr6  abandonarte  yo? 

Un  afio  tras  otro  aflo 
Siempre  conmigo  te  viera. 
Si  acaso  la  suerte  fiera 
Contra  tu  rafdo  paflo 
Preparase  su  furor, 
Op6n  la  filosofia, 
Cual  la  opone  tu  sefior 
A  su  ciego  frenesf, 

Y  (dulce  levita  mfa, 
No  te  separes  de  mf ! 

iEse  zurcido! jOh  recuerdol 

Con  Delia  una  vez  jugaba: 
Me  seguia,  la  burlaba: 
Me  asi6  del  &ld6n  izquierdo , 
Y,  sin  querer,  lo  rasgd. 
Mas  la  pobre  en  todo  un  dfa, 
Cosi^ndote,  no  apart6 
Sus  bellas  manos  de  ti. 


—   422   — 

|Levita  del  alma  mfa, 
No  te  separes  de  mi ! 

^Te  bafl^  nunca  en  olores 
Que  un  necio  gal&n  exhala? 
iTe  expuse  en  una  antesala 
Al  gesto  de  altos  sefiores? 
Otro,  cruces,  impaciente, 
Ansia ,  6  bustos  de  Sim6n , 

Y  yo  flores  solamente 
En  tus  ojales  prendf. 
{Joya  de  mi  coraz6n, 
No  te  separes  mi! 

VerSs,  veris  cuin  ligeros 
Vuelan  mezclados  los  dias 
De  llantos  y  de  alegrfas, 
De  soles  y  de  aguaceros. 
Yo  voy  de  capa  caf da 

Y  muy  pronto  morir6: 
Entonces  tu  triste  vida 
Podrds  tambi6n  acabar. 
Pero  mientras  vivo  est6, 
^Qui^n  nos  podri  separar? 


LOS  PARAISOS  DE  SEMPRONIO- 


45Si  yo  fuera  Presidente, 
I  Bello  el  pais  estarfa ! 
jAhl  jC6mo  se  elevarfa 
Prontamente, 

Hasta  un  grado  incomprensible 
De  prosperidad  y  gloria! 
No  afearan  nnestra  historia 
De  la  horrible 
Anarqufa  los  tizones 


—  423  — 

Que  trastorna  las  naciones 

Y  desgarra»  .  • 

—  Oira  cosa  es  con  guitarra, 

«  Cuanto  en  los  libros  se  ensarta 
Sobre  romanas  escenas; 
Cuanto  se  admira  de  Atenas 

Y  de  Esparta; 

Cuanto  hablan  autores  ciento 

De  pdblicas  libertades, 

No  fuera  en  estas  edades 

Puro  cuento, 

Si  los  destinos  quisieran 

Que  los  Peruanos  cayeran 

En  mi  garra.» 

— Otra  cosa  es  con  guitarra. 

« Dicta  el  Congreso  una  ley; 
En  cumplirla  ser6  activo, 
Pues  yo  soy  ejecutivo, 
No  soy  rey; 

Arruina  al  pafs  quien  la  invoque; 
No  importa:  tieso  que  tieso, 
Hasta  que  en  otro  Congreso 
Se  revoque. 

Huiri  el  desorden  maldito 
Como  se  borra  lo  escrito 
En  pizarra.» 
— Oira  cosa  es  con  guitarra. 

«Se  encerrardn  los  poderes 
Dentro  de  un  If  mite  eterno, 

Y  no  hablarin  de  gobierno 
Las  mujeres: 

Con  mi  politica  unidos 
Todos  al  bien  marcharin, 

Y  ya  no  se  agitarin 
Los  partidos. 

^Qui^n,  mandando  yo,  alborota? 


^^^ 


—  424  — 

^Qui^n  no  es  sincero  patriota? 

i  Qui^n  desbarra  ?  » 

—  Oira  cosa  es  con  guitar r a, 

«^Qu6  obstdculo  habrA  que  impida 
Hacer  mejoras  i  miles ; 
Formar  c6digos  civiles; 
Dar  la  vida 

A  la  agonizante  hacienda; 
Honra  i  la  liceratura; 

Y  lograr  que  la  cultura 
Tal  se  extienda 

(No  son  estas  paradojas) 
Cual  suelen  las  verdes  hojas 
De  la  parra?» 
— Oira  cosa  es  con  guitarra. 

« Irin  siempre  en  sus  trabajos 
Las  oficinas  corrientes, 
Aunque  lluevan  i  torrentes 
Los  legajos. 
Har^  salir  de  sus  ocios 
A  la  turba  de  empleados 
Que  i  jefes  poco  versados 
En  negocios 

Confunde,  ahoga,  impadenta, 
Sofoca,  aburre,  atormenta 

Y  achicharra.» 

— Oira  cosa  es  con  guiiarra. 

«Quien  de  su  deber  se  aparta, 
Quien  la  opini6n  atropella, 
Quien  con  pie  atrevido  huella 
Nuestra  carta, 
Creari  mil  Marcos  Brutos. 
Los  peri6dicos,  las  leyes, 
£1  pueblo  serdn  mis  reyes 
Absolutos. 

Y  con  tan  sanos  intentos, 


—  425  — 

^Qui^a  me  hace  pronunciamientos? 
I  Qm6n  me  amarra?  » 

—  Olra  cosa  es  con  guitarra. 

«Si  de  esta  administracitfn 
Cuatro  aflos  el  Perti  alcanza, 
Serd  de  la  bienandanza 
La  mansi6n. 

Y  cuando  baya  terminado 
De  mi  gobierno  el  periodOi 
En  regla  dejar^  todo : 

Al  Estado, 

Sin  disensiones  crQentas; 

A  las  C^maras  contentas 

Y  ^  la  barra.» 

—  Otra  cosa  es  con  guitar  r  a* 

Sempronio,  tus  intenciones 
Son  patri6ticas,  honrosas; 
Pero  no  pasan  de  hermosas 
Ilusiones: 

Manda,  y  lucha  con  la  inopia ; 
De  intrigantes,  ambiciosos, 
Egoistas,  perezosos, 
Con  la  copia ; 

Y  dirds  (hago  una  apuesta): 
«Otra  vez  para  esta  fiesta, 

I  Quito  me  agarra  ?  » 

—  «  /  Vaya  al  diablo  la  guitarral'k^ 


MI  VECINITA. 


{ Ayl  el  que  vea 
A  mi  vecina, 
Ve  la  presea 
Mis  peregrina. 
Toda  esperanza 


—  4*6  — 

De  bienandznza, 
La  tiene  fija 
En  uaa  hija , 
Que  es  la  muchacha 
MAa  vivaracha. 
Mis  decidora 

Y  encantadora 

Y  mis  cumplida 
Que  vi  en  mi  vida. 
NuDca  se  cura 

De  la  costura 
(|Y  qu6  bien  hace!), 
Pues  no  le  place, 
Porque  la  aguja, 
Cuando  la  empuja. 
La  mano  hermosa 
No  le  taladre. 
/Qu^m'iia  tan  graciosa/ 
jRetrata  de  su  madreJ 

Dale  paseos, 
Dalejarana, 
Dale  bureos; 

Y  en  su  lozana 
Fresca  mejilla 
Verts  cuadrilla 
De  cupidillos 
Juguetoncillos, 
Que  travesean 

Y  se  recrean: 
Veris  qui  hermosa 
Risa  graciosa 
Bafla  sus  labios. 
Empero  agravios 
Kecibeeternos, 

Y  haata  echa  ternos 
(Tal  por  la  injuria 
Se  enciende  en  fnria) 
Cuando  se  intenta 


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—    427    — 

Que  haga  contenta 

Alguna  cosa 

Que  no  le  cuadre. 

/  Qu/  nina  fan  gract'osa/ 

iRetrato  de  su  madre! 

Un  mozalbete 
Almibarado 
.  Alll  se  mete. 
Tan  grande  agrado 
Se  le  acredita, 
Que  su  visita 
Nunca  fenece. 
lQu6,  si  parece 
Que  se  entornilla 
Sobre  la  silla! 
Con  6l  retoza 

Y  se  alboroza 
La  damisela 
Que  se  las  pela; 

Y  hasta  hay  de  guifios 

Y  de  cariflos 
Canje  secreto. 
Al  tal  sujeto , 
Segiln  es  fama, 
Siempre  lo  llama 
La  candorosa 
Mamd,  compadre* 

/  Qui  nina  tan  graciosal 
/Retrato  de  su  madre! 

Saber  le  gusta 
Qui6n  entra  en  casa 
( Cosa  m  uy  j  usta ) , 

Y  hasta  qui^n  pasa. 
Por  eso  tiene, 
Cuida  y  mantiene 
La  seAorita 

Una  perrita 


—  423  — 

Que  es  un  armifio, 
De  su  cariflo 
Felice  dueOo. 
Todo  su  empeflo 
Es,  que  si  aiguno 
Llega  importuQO 
Cuando  se  aplica 
La  bella  chica 
A  SU9  constantes 
E  iuteresantes 
Distrtbuciones 

Y  devociones, 
La  maliciosa 
Perrita  ladre. 

/  Qu/  nifla  tan  gradosa/ 
/Retrato  de  su  madrel 

A  su  hibil  lengua 
Mil  sefloritas 
Deben  su  mengua. 
[Qu£l  ai  amiguitaa 
F^l  perdona 
La  picarona; 
Mas  &  los  hombres 
iQu£  dulces  uombres 
Que  les  prodiga 
Cual  tierna  amigal 
Del  peti  metre 
tAAs  sin  caletre 

Y  mis  erguido, 
Del  presumido 
De  literato 
Mis  mentecato , 
Hace  uaa  alhaja  : 
Quiere,  agasaja 
Con  suaves  modos, 
Afable  i  todos 

Y  carifiosa, 
Menos  al  padre. 


—  429  — 

/  Qu^  niaa  tan  gradosa! 
iRetrato  de  su  madre/ 


BUENAS  NOCHES. 

— ^Por  hoy,  amigo,  es  bastante: 
Ya  marea  y  acribilla 
Escuchar  tan  incesante 
Tara  villa. 
{Vamos!  ya  me  rinde  el  suefio; 

Y  temo  que  aquf  trasnoches, 
Si  no  interrumpo  tu  empefio. 
/Buenos  noches/ 

— jBuenas  noches  I  pero  advierte 
Que  aun  hay  que  hablar  infinito, 

Y  vuelvo  maflana  d  verte 
Tempranito. 

— lS,sXi.  corriente:  haz  maflana, 
Como  hoy  ya  no  me  agarroches, 
Lo  que  mds  te  d^  la  gana. 
iBuenas  noches! 

— ^Te  hablar6  de  mi  querella 
Con  la  inconstante  Marica; 
De  mi  amor  con  una  bella 
Viuda  y  ric?i, 

De  sus  prendas  estimables, 
De  su  hacienda  y  de  sus  coches. 
— Me  hablsu-ds,  pero  no  me  hables. 
i Buenos  noches! 

— Abur cuando  estoy  contigo 

Me  embeleso,  me  deleito 

|Ahl  y  no  te  olvides,  amigo, 

De  mi  pleito. 

Temprano  ves  &  los  jueces: 


jNo  ea  I2  cama  te  abizcocheal 
— Ya  me  lo  has  dicho  cien  veces. 
j  Buenas  noches!  > 

— Ek  usurero  maldito 
Que  tenazmente  me  enjuicia, 
Pretende  un  acto  inaudito 
De  iojusUcia. 

jSomos  cuerdos  cuando  viejos! 
jHijo  mfo!  no  derroches, 

Porque — ;A  estas  horas  coosqo 

jBuenas  noches.' 

— Me  ^taba  lo  mejor. 
Te  traigo  aquE  mis  poemas; 
Has  de  ser  tu  mi  censor, 

Y  no  temas 

Me  irrite  que  al  criticarme 
Severo  te  desabroches. 
— £Si  acabarAs  de  dqarme? 
i  Buenas  noches! 

— No  aguardo  fallos  adversos: 
Hay  estilo,  poesfa: 
Veras  fluidez  en  los  versos 

Y  armonia, 

Aunque  de  algunos  vocablos 
La  antigQedad  me  reproches. 
— {Pelmazo!  jcon  dos  mil  diablosi 
J  Buenas  noches  f 

— No  temo  serte  importuno..^ 
— jNo  lo  temes?  ^Que  tal  digas? 
Me  importunas  cual  ninguno, 
Me  atosigas, 

Y  no  calmarA  mi  enojo 
Mientras  tus  labios  no  abroches. 
O  te  vas,  6  me  recojo. 
/Buenas  noches/ 


« 

I 

» 

1 


D.  JOSE  PARDO  Y  ALIAGA. 


j 


M      T 


■v,.-i?- 


D.  JOS6  PARDO  Y  ALIAGA. 


A  LA  INDEPENDENCIA  DE  AMERICA. 


Prddiga  derram5  naturaleza 
Sas  mis  preciados  dones ; 
Engalaad  de  espl^ndida  belleza 
Las  fndicas  regiones. 

Sus  dilatados  campos  entapizan 
Las  flores  de  ambas  zonas; 
Sus  extensas  Uanuras  fecundizan 
Mamor^  y  Amazonas. 

Entre  montes  torrente  se  desata 
Apurimac  umbrfo; 
Y  saperficie  de  bruflida  plata 
Prcsenta  el  Bfo-bfo. 

Eterna  nieve  en  la  empinada  cumbre 
De  los  Andes  altivos; 
En  sus  espejos  la  celeste  lumbre 
Hiela  sus  rayos  vivos. 

Y  con  los  mismos  rayos  en  la  falda 
Acaricia  y  abriga 

Entre  valles  cuajados  de  esmeralda, 
Inagotable  espiga. 


TOXO  III. 


PV 


—  434  — 

Aqui  la  catarata  despeflada 
Abre  profundos  cauces; 

Y  no  lejos  la  brisa  embalsamada 
Susurra  entre  los  sauces. 

Brota  de  entre  las  peflas  manso  arroyo 

Y  en  sus  cristales  bafla 
PUtano,  oocotero,  chirimoyo 

Y  dulcfsima  cafla. 

Su  indomable  altivez  el  potro  aplaca 
Cuando  sus  aguas  bebe ; 
Mientras  que  a  la  vicujia  y  i  la  alpaca 
Solaz  presta  la  nieve. 

En  tropel  espesisimo  agrupados 
Circundan  las  colinas 
Los  nogales,  los  robles,  los  granados, 
Los  cedros,  las  encinas. 


De  tupidas  montafias  el  ramaje 
Sacuden  de  contino 
Pijaros  mil  de  esplendido  plumaje 
Y  de  armonioso  trino. 

Los  irbolesy  las  flores  y  los  frutos 
Que  mis  el  hombre  estima; 
Las  pintorescas  aves,  y  los  brutos 
Del  mis  contrario  clima , 

De  America  al  inmenso  continente 

En  sus  espados  cierra 

La  mano  del  SeAor  omnipotente 
Pos6  sobre  la  tierra; 

Red  caprichosa  de  enredadas  vetas 
Re  vela  su  tesoro; 

Entre  los  rudos  cortes  de  sus  grietas 
Brillan  la  plata  y  oro. 


—  435  — 

Soberbio  el  mar  la  temeraria  quilla 
Despedaza  y  se  traga ; 
M^  al  llegar  4  la  feraz  orilla 
Se  sosiega  y  la  halaga. 

Un  cielo  azul,  di^faQO,  esplendente, 
Aureo  disco  abrillanta, 
Y  cual  &nal  inmenso,  transparente , 
Guarda  riqueza  tanta. 

Pr6diga  derram6  naturaleza 
Sus  mis  preciados  dones; 
EDgalan6  de  espl^ndida  belleza 
Las  indicas  regiones. 


j  Arcanos  de  la  eteroa  Provideocia 
Qu6  lengua  audaz  interpretarlos  osa  I 
Si  pueblos  de  robusta  inteligencia 
Poblaban  la  regi6n  maravillosa, 
En  ocio  vil ,  en  torpe  indiferencia 
Arrastraban  su  vida  vergonzosa; 
Y  cada  raza  y  cada  jerarqufa 
Ostentaba  diversa  idolatrfa. 

De  ambici6n  noble  y  de  la  fe  guiados, 
En  toscas  naos,  frigiles  bajeles, 
A  la  mar  se  lanzaron  arrojados 
Navegantes  intr^pidos  y  fieles, 
Mis  que  de  lona  y  jarcia,  pertrechados 
De  arcabuces,  espadas,  y  broqueles. 
Dios  i  Col6n  de  conductor  elige, 
^  instrumento  de  Dios,  61  los  dirige. 

De  furor  de  encontrados  elementos 
Las  pobres  carabelas  combatidas, 
A  merced  de  los  impetus  violentos 


_  436  — 

De  las  soberbias  olas  lacadtdas; 
Las  caerdas  y  las  velas  por  los  vieoto 
En  trozos  y  jirones  desprendidas, 
Azares  y  peligros  incesantes 
Corrieroa  los  osados  navegantes. 

Sin  br^jula,  sin  oorte,  sin  m<Ls  gul 
Que  la  sagrada  inapiiaddn  que  escud 
Tanta  temeridad,  tanta  osadfa, 
Coldn  ahoga  la  naciente  duda, 
Sofoca  la  traici6n  que  ya  surgia 
Entrc  la  gente  acobardada  y  ruda, 

Y  con  su  fortaleza  y  su  confianza 
Vuelve  i  los  corazones  la  esperanza. 

Mezclados  de  las  ondas  en  la  esput 
Indicios  son  de  tiem  no  remota 
Fruto  desconoddo,  blanca  pluma, 
Hierba  que  a61o  en  ks  orillas  brota; 
Hasta  la  densa  impenetrable  bruma 
La  apetecida  realidad  denota; 
Un  nuevo  sol  con  ansia  se  apetece, 

Y  el  Duevo  sol  el  desengafio  ofrece. 

Mancha  tenaz  que  el  horizonte  em 
Una  maDana  al  cabo  se  divisa; 
Esplendoroso  sol  las  naves  bafla, 

Y  mcis  densa  la  sombra  se  predsa. 

„  No  bay  ya  dudar :  magnlfica  montafi 
Quiebra  del  mar  la  superfide  lisa ; 
DiUtase  eo  terreno  ancho  y  fecundo 
Era  la  sombra  aquella jel  nuevo  i 

Sublime,  inmarcesible  fu£  la  glorii 
De  la  conquista.  Si  la  ruin  codicia 
Enlod6  muchas  veces  la  victoria; 
Si  ambid6n  torpe  y  s6rdida  avaricta 
Piginas  dieron  A  la  triste  historia 
De  luto,  sangre  y  birbara  injusticia, 


r' 


—  437  — 

Tanto  borr6n  y  repugnante  hazafia 
Crimen  fui  de  los  tiempos,  no  de  Espafka. 

De  Isabela  los  timbres  no  amandUa 
Ningtln  recuerdo  crud. — Noble  matrona 
Dechado  de  humildad,  pura,  sencilla. 
En  su  santa  piedad  lo  que  ambidona 
La  cat61ica  reina  de  Castilla 
No  es  cefiir  i  su  sien  otra  corona, 
Sino  amparar  id61atras  nadones 
Con  la  fe  y  con  la  luz  de  sus  pendones. 

Demos  i  etemo  olvido  las  escenas 
De  oprobio,  de  venganzas  y  de  horrores 
Que  aquella  lucha  envenen6;  las  hienas 
No  se  encarnizan  mis  en  sus  furores. 
Desequidas,  America ,  tus  venas 
Dejaron,  y  tus  campos  y  tus  flores; 
Y  i  aquel  perfodo  de  recuerdo  amargo 
Siglos  siguieron  de  mortal  letargo. 


- 1. 


Letargo,  sf,  no  dura  servidumbre 
Ni  infame  esclavitud ;  antes  mi  lengua 
Se  anude  en  mi  garganta 
Que  una  sola  expresi6n  pronunde  en  mengua 
De  la  tierra  lejana 
Que  fertiliza  el  Tajo  y  el  Guadiana. 
]Que  no  merezcan  popular  aplauso 
Mis  humildes  candones, 
Si  para  merecer  tan  alto  premio 
Es  preciso  halagar  mines  pasiones! 
Quien  del  vulgo  pretenda 
Vltores  y  coronas, 
Cubra  de  vilipendios  y  de  ultraje, 
Maldiga  en  fiases  huecas 
El  duro  coloniaje, 
Y  arroje  impuro  lodo 
Sobre  su  propio  nombre:  d  nombre  godo. 


-«5- 

De  santa  libertad  6  independencia 
La  aurora  refulgente 
No  por  contraste  de  la  sombra  obscura 
Irradiari  m^  pura; 
Ella  abrasd  con  ftilgidos  destellos 
I^  America  espaAola; 
Ella  sin  tintes  A  su  luz  opuestos 
Pado  sola  brillar  y  brilld  sola. 

Su  soberbia  cabeza  el  Chimborazo 
Eleva  entre  tas  grandes 
Moles  inaccesibles  de  los  Andes, 
Sin  que  nada  revele  en  sus  contomos, 
Tutrices  y  severos, 
Qne  guarda  ea  sus  entratlas 
De  fuego  eterno  candescentes  homos ; 
Si  A  su  aspecto  tal  vez  electrizada 
Ardiente  fantasia 
A  la  regi6n  del  ideal  se  lanza 

Y  i.  sus  perfiles  presta 

Coo  formas  conoddas  semqanza; 
t,as  descarnadas  peAas  que  amontona 
Ea  su  em  pi  nada  cumbre 
Asemejan  titinica  corona; 

Y  el  mismo  cerro  colosal  figura 
Inmenso  mausoleo 

De  regia,  inmensurable  sepultura; 

O  gigante  dormido 

De  planeta  m^  grande  desprendido; 

Pero  sin  signo  alguno  que  revele 

Pudiera  despertarse 

De  su  sueflo  profundo 

Y  al  despertarse  desquiciar  el  mundo. 

\Y  despertfil  y  el  fuego  comprimido 
En  su  pecho  abrasado, 
En  estertor  horrisono  buUiendo, 
Rompe  la  eterna  costra  que  lo  encierra. 
Con  estampido  horrendo 


r 


—  439  — 

Que  conmueve  los  ctelos  y  la  tierra. 

Por  sat&nicas  fuerzas  impelidas 

De  9u  criter  se  Unzan 

Columnas  encendidas 

Que  i  los  astros  furiosos  se  abalanzan. 

A  su  fulgor  siniestro 

EI  universe  todo 

Parece  con  sum  i  era 

Grande,  voraz,  inextinguible  hoguera. 

America  tainpoco  revelaba, 

De  apacible  indolencia 

En  letirgico  sueflo, 

Que  i  la  mdgica  voz  de  independencia , 

Hostigada  leona, 

Pudiera  un  d(a  levantarse  erguida 

Llena  de  robustez,  Ilena  de  vida; 

Y  que  al  alzar  con  el  potente  brazo 
El  estandarte  noble  de  los  Itbres, 

Mis  soberbia  que  el  mismo  Chimborazo, 

Sus  hijos  convirtiera 

En  heroes  denodados 

Por  tan  beroica  madre  entusiasmados, 

]Guay,  que  el  grito  son6!  rjpido  parte; 
Abraza  el  continente  americano 
Como  el&trica  chispa;  el  estandarte 
De  independencia  6  muerte  se  levanta; 
Eaforzados  guerreros 
Con  sus  pechos  le  amparan; 
Desnudan  los  aceros; 
y  en  alas  de  la  gloria, 
De  victoria  en  victoria, 
La  patria  reconquistan 

Y  eternizan  sus  nombres  en  la  historta. 

j  Nobles  campeones  que  en  la  beroica  lucha 
Cual  bravos  sucumbisteis ! 
iVosotros  que  escribisteis 
Con  vuestra  propia  sangre  las  hazaAas 


—  44©  — 

De  aquella  empresa;  los  que  dur 
Llev6  &  tierras  extraflu , 
Y  los  que  i  lenta  muerte 
CondenaroQ  atroces  deaeugaflos 

|0h  sombras  veaerandasl  jSi 
Permitiera  que  alzarais  la  cabezs 
Desde  la  helada  tumba; 
Si  vierals  la  belleza 
De  America  marchita, 
Sobre  su  frente  pura 
Hondo  sello  de  birbara  amargui 
jAy!  Cdmo  verterfais 
De  vuestros  ojos  huecos 
De  profundo  dolor  ligrimas  tri: 
jAy!  C6mo  rogarfais 
Al  supremo  Hacedor  que  se  apii 
De  5u  fortuna  impfa, 
Ahogara  las  pasiones 
Con  que  sus  hijos  cruelea 
Atizau  la  anarqufa 
En  constantes,  civiles  diseasioa< 
y  diera  en  su  clemencia 
A  la  America  toda 
Paz,  unidn,  libertad,  independ< 


De  padecer  y  sufrir 
Mi  tnente  cansada  y  barta, 
Me  he  decidido  i  escribir 

EsU  carta. 
Trabajillo  me  ha  costado: 
Hablando  i  usted  con  ^nt; 

He  sudado: 

La  cabeza 
La  tengo  como  un  tambor. 


Ya  me  acosaba  el  temor 
De  uu  prudent«  «Dios  le  guarde», 
6  de  un  «Be30  i  usted  la  maDO>, 
O  -tHa  Uegado  usted  moy  tarde», 
O  «Viene  usted  muy  temprano*, 

Y  aun  peaaA:  Tal  vez  me  espete 

Mi  billete 

Sin  abrirlo; 
A  mis  de  eso,  yo  no  osaba 

Dirigirio; 
La  vergCenza  me  abrumaba. 
AI  fin  y  al  cabo  vend: 
Lo  que  ahora  ialta  es  un  si. 

He  escrito,  sin  ponderar, 
La  carta  dfidmosezta, 
Sin  poderme  contentar 

Ni  con  &ta; 
Pero  ya  me  duele  el  brazo 

Y  el  n^ro  fastidio  asoma; 

Ya  no  tra2o 

Ni  una  coma; 
Bien  6  mal,  tal  como  esti, 
Sefiora  mfa,  alii  va. 

Y  no  tome  usted  i  afrenta 
Si  la  epistola  dirijo 

Por  la  via  de  U  imprenta. 
I^  hago  asl  porque  colijo 
Que  es  un  medio  sin  apuro, 

Y  seguro, 
De  que  vea 

Usted  mi  pasi6n  escrita, 

Y  la  lea 

En  el  diario  i  que  suscrita 
Esti  usted,  segtin  s6  yo: 
No  me  diga  usted  que  no. 

Empiezo,  pues.  Ser^  breve, 
Que  ya  mi  cachaaa  irrita. 


—  44*  - 

Hoy  sibado,  veiatinueve; 

Seftorita: 
Apenas  la  divis£ 
SentI  en  mi  interior  (no  embromo) 

No  s6  qu£, 

Ni  s^  cdmo; 
Mas  lo  cierto  es  que  estoy  sordo, 
Que  ya  ni  duermo  ni  engordo, 
Por  ni>Ls  que  procure  yo 
Un  consuelo  i  mi  destino 
Con  fricassi  y  fricand6. 
Con  cerveza  y  con  buen  vino. 
[AyT  Sin  que  nadie  me  atrape, 

Al  escape. 

Mi  seAora, 
Al  otro  mundo  me  largo. 

Me  devora 

Un  pesar  negro  y  amargo 

No  s£  qu£  serd  de  mi 

Si  usted  no  contesta  un  si. 

Mis  dfas  huyen,  corriendo 
En  continua  agitaci6n, 

Y  los  paso  repitieodo 

jMaldiciAn! 

Y  otras  palabras  groseras, 

Y  otros  votos  indiscretos. 

Calaveras, 
Esqueletos, 
Duendes,  y  brujaa  precitaa, 

Y  visiones  infinitas 
Agitan  mi  triste  mente, 
La  conmueven  sin  cesar, 
Como  el  agua  de  un  torninte 
Al  precipitarse  al  mar, 
Velada  el  alma  de  luto, 

Ni  un  minuto, 
Ni  un  segundo, 
Paso  tranquilo  y  contento 


r 


^  443  — 

En  el  mundo. 
{No  tengo  ya  sufrimientol 
^En  qu^  yendr6  i  parar  yo 
Si  usted  sale  coq  un  nof 

Si  usted  i,  tanto  suspiro 
No  encuentra  de  alivio  un  medio, 
Mafiana  me  pego  un  tiro 

Sin  remedio; 
Que  ya  el  pesar  me  derrumba 

Y  ya  aborrezco  la  luz 

[Una  tumba 

Y  una  cru2! 
)Una  tumba,  vida  mfa, 
Es  lo  que  mi  mente  ansfal 
Una  cruz  triste  y  sendlla, 

Y  (en  obsequio  del  afeite) 
Una  limpara  amarilla 

Con  su  mecha  y  con  su  aceite. 

Y  86I0  de  este  hombre  pulcro 

|Un  sepulcro 

Quedardl 
jY  qui^n  sobre  el  mdrmol  yerto 

Verteri 
Sus  ligrimas  por  el  muerto? 
Paloma,  ^y  tii  iris  allf  ? 
Por  la  Virgen,  di  que  si. 

Mas  no,  t6rtola;  mejor 
Es  que  oigas  mis  tiernas  quejas, 

Y  que  tiendas  i  mi  amor 

Tus  orejas; 
Que  escuchando  mi  recUuno 

Y  apiaddndote  mi  lloro, 

Un  «Yo  te  amo», 

6  4;Yo  te  adoro», 
Contestes  i,  mi  delirio. 
Daris  fin  i,  mi  martirio; 
Nos  colmari  de  placer 


—  444  ~ 

El  lazo  mia  bendeddo; 
Yo  te  ]hm»i6  muj'a; 
Td  me  Uanujis  marido. 
Si  Dios  no  nos  es  adasto, 

Biea  robusto, 

Rozagante, 
Nuestra  dicba  colmari 

Un  io&nte; 
Uno  y  otro,  otro  veadri 
Que,  si  el  cielo  nos  oy6, 
No  ha  de  decirnos  que  mo. 

Reooja  gozo  6  dolor 
For  fruto  mi  loco  amor: 
Soy  ahora  y  soy  despufis 
Ta  seguro  servidor, 
Que  atento  besa  tus  pies. 


D.  CARLOS  AUGUSTO  SALAVERI 


-•■» 


D.  CARLOS  AUGUSTO  SALAVERRY, 


VERSO  Y  PROSA. 


I  La  musa,  ayer,  avasallaba  el  vuelo 
Del  iguila  soberbia  y  majestuosa, 
Mientras  inculta  la  villana  prosa 
Surcos  trazaba  en  el  est6ril  suelo ; 

Pero  la  prosa,  con  el  dureo  vuelo 
Que  audaz  le  usurpa  i,  su  rival  hermosa, 
Po^tica,  inspirada,  esplendorosa, 
Libre  de  la  cadencia,  invade  el  cielo! 

iLlorad  en  vuestras  arpas,  trovadores, 

El  pasado  feliz! jel  mundo  avanza! 

jDerribar  es  la  ley  del  uni verso! 

Ya  para  vuestras  rimas  no  hay  lectores: 
jLa  bella  prosa  al  porvenir  se  lanza, 
Y  obsGuro  yace  destronado  el  verso! 


EL  AMOR  Y  LA  BOTELLA. 

Rompe  el  espejo,  ya  que  te  alecciona 
En  el  disfraz  de  nuestro  amor  ardiente : 
Todo,  el  silencio  mismo,  nos  desmiente, 
El  coraz6n  se  escapa  y  nos  traiciona. 


—  448  - 

El  amor  que  las  almas  ilusioaa 
Siempre  desborda  su  escondida  fuente, 
Como  el  Ucor  de  la  champafla  hirviente 
El  estrecho  cristal  que  la  aprisiona. 

En  vano  lo  comprime  un  d^bil  corcho 

Y  en  b6veda  de  vidrio  lo  encarcela, 
Porque  no  se  evapore  y  se  consuma; 

Apeaas  sus  alambres  desentorcho, 
Cuando  el  tapiSn  estrepitoso  vuela, 

Y  el  vino  salta  en  borbolWn  de  espuma. 


Tengo,  como  Coldn,  un  auevo  mundo 
De  seres  que  mi  esplritu  ha  soOado; 
Un  bosque  virgen  que  ninguno  ha  holladt 
En  el  seno  de  America  fecundo : 

Es  la  gruta  escoadida  en  lo  profundo 
De  un  pi^lago  de  flores  ignorado; 
Con  toda  mi  existencia  la  he  creado, 
jY  para  darla  i  luz  basta  un  segundol 

jAhl  [Si  creyera  en  ti,  p6stuma  gloria, 
DUrate  el  mundo  que  mi  frente  quema 
For  un  solo  suspiro  i  mi  memoria! 

jTii  eres  un  sueilo! y  cuando  yo  suci 

Bajo  el  peso  mortal  de  mi  poema 
Escrito  en  mi  alma  bajarfl  i  la  tumbal 


A  LA  ESPERANZA. 

Yo  s^  que  eres  una  ave  fugitiva, 
Ua  pez  dorado  que  en  las  ondas  juega, 
Una  nube  del  alba  que  desplega 
Su  miraje  de  rosa  y  me  cautiva. 


—  449  — 

S^  que  eres  flor  que  la  nifiez  cultiva 
Y  el  hombre  con  sus  Ugrimas  la  riega ; 
Sombra  del  porvenir  que  nunca  llega, 
I'Bella  d  los  ojos,  y  d  la  mano  esquiva ! 

Yo  s6  que  eres  la  estrella  de  la  tarde 
Que  ve  el  anciano  entre  oelajes  de  oro , 
Cual  postrera  ilusi6n  de  su  alma,  bella; 

Y  aunque  tu  luz  para  mis  ojos  no  arde, 
Engifiame  loh  mentiral  yo  te  adoro, 
Ave  6  pez ,  sombra  6  flor ,  nube  6  estrella. 

AL  CELEBRE  OCULISTA  MAGNL 

Tu  ciencia,  como  el  alba,  es  precursora 
De  la  luz  que  del  cielo  se  destaca: 
Del  triste  ser  el  infortunio  aplaca 
Que  en  honda  cdrcel  de  tinieblas  mora: 

Cual  la  mano  del  Cristo,  redentora, 
Que  el  alma  obscura  de  los  limbos  saca, 
Kasgando  el  velo  i,  la  pupila  opaca , 
Le  da  la  luz  que  el  universo  adora. 

A  tal  prodigio  del  ingenio  humano 
Mi  frente  respetuosa  se  doblega. 
Para  ensalzar  su  gloria  merecida ; 

Y  de  hinojos  besara  aquella  mano. 
Si  volyiese  tambi^n  i,  mi  alma  ciega 
El  sol  de  la  nifiez:  jla  fe  perdida  I 


BELLEZA  Y  DESVENTURA. 


G)n  torpe  mano,  la  fortuna  ciega 
Destruye  tus  mis  bellos  galardones: 
Te  colm6  de  ideales  perfecciones, 
Y  en  mar  de  sombras  y  dolor  te  anega. 

Con  el  cincel  de  la  escultura  griega 
Deline6  de  tu  rostro  las  facciones  ] 


\J 


TOKO  UX. 


s» 


—  450  — 

Pero,  eclipsando  tus  preciosos  done* , 
Hasta  la  lui  i  tus  pupilas  niega. 

Inerte,  lobre  el  lecho  reclinada, 
Qnien  ve  tus  qos  aun  los  mira  bcJlos, 
Con  todo  el  esplendor  de  la  mirada. 

S6lo  para  tu  in&usta  desventura 
No  tieaeo  jay!  ni  vida  ni  destellos 
Eso«  dos  astros  de  tu  Doche  obicura. 


aciMrdate  de  Mf. 


iOh,  cuinto  tiempo  silenciosa  el  alma 
Mira  en  redor  su  soledad  que  aumeota  I 
Como  un  p6ndulo  inmdvil,  ya  no  cnenta 
Las  horas  que  se  van , 
Ni  siente  los  minutes  cadenciosos 
Al  golpe  igual  del  corazdn  que  adora, 
Aspirando  la  n^agia  embriagadoia 
De  tu  amoroso  afiln. 

Ya  no  late,  ni  siente,  ni  auo  respira 
Petrificada  el  alma  alU  en  lo  intemo: 
Tu  cifra  en  mirmol  con  buril  etemo 
Queda  grabada  en  mf. 
No  hay  queja  al  labio  ni  i  los  ojos  Ilaoto; 
Muerto  para  el  amor  y  la  ventura, 
Esti  en  tu  corazdn  mi  sepultura 

Y  el  cadiver  aqu(. 

En  este  conz6a  ya  enmudeddo 
Cual  la  ruina  de  uu  templo  silencioso, 
Vacfo,  abandooado,  pavoroso, 
Sin  luz  y  dn  rumor; 
Embalsamadas  ondas  de  armonfa 
Elevibanse  un  tiempo  en  sus  altares, 

Y  vibraban  meI6dicos  cantares 
Los  ecos  de  tu  amor. 


—  431  — 

iParece  ayer! De  nueatros  labio8  mndot 

El  suspiro  de  ladidtl  volado  al  delo^ 
T  escondlas  la  faz  en  tu  paAuelo 
Para  mepr  Uorarl 

|HoyI....  {DOS  apartan  los  prolandos  senos 
De  dos  inmenddades  que  has  querido, 

Y  es  miB  triste  y  mis  hondo  el  de  tu  olvido 
Que  el  abismo  del  marl 

Pero  ^qu6  es  este  mar?  iqu6  es  el  espocio? 
iQu6  la  distancia,  ni  los  altos  montes? 
^Ni  qu6  son  esos  turbios  horizontes 
Que  miro  desde  aqui, 
Si  al  trav6s  del  espacio  y  de  las  cumbres, 
De  ese  ancho  mar  y  de  ese  firmamento, 
Vuela  por  el  azul  ml  pensamiento 

Y  vive  junto  A  ti? 

jSi  yo  tus  alas  invisibles  veo, 
Te  llevo  dentro  el  alma,  estis  conmigo, 
Tu  sombra  soy  y  donde  vas  te  sigo 
De  tus  huellas  en  pos! 

Y  en  vano  intentan  que  mi  nombre  olvides ; 
Nacieron  nuestras  almas  enlazadas, 

Y  en  el  mismo  crisol  purificadas 
Por  la  mano  de  Dios! 

Td  eres  la  misma  adn:  cual  otros  dfas 
Susp^ndense  tus  brazos  de  mi  cuello ; 
Veo  tu  rostro  apasionado  y  bello 
Mirarme  y  sonreir; 
Aspiro  de  tus  labios  el  aliento 
Como  el  perfume  de  claveles  rojos, 

Y  brilla  siempre  en  tus  azules  ojos 
Mi  sol,  mi  porvenirl 

Mi  recnerdo  es  mds  fuerte  que  tu  olvido; 
Mi  nombre  estl  en  la  atm6sfera,  en  la  brisa, 

Y  ocultas  al  trav6s  de  tu  sonrisa 


—  452  — 

Ligrimas  de  dolor; 

Pues  mi  recuerdo  tu  memoria  asalta, 

Y  &  pesar  tuyo  por  mi  amor  suspiras, 

Y  hasta  el  ambiente  miamo  que  respiraa 
Te  repite  mi  amorl 

jOb!  cuaudo  vea  en  la  desierta  pla3ra, 
Con  mi  tristeza  y  mi  dolor  i  solas, 
El  vaiv^n  incesante  de  las  olas, 
Me  acordaii  de  ti ; 
Cuando  veas  que  una  ave  solitaria 
Cruza  el  espado  en  moribuado  vuelo, 
Buscaodo  un  nido  entre  la  mar  y  el  cielo, 
[Acu£rdate  de  mil 


LA  LOCOMOTORA, 


Ni  el  c6ndor  de  los  Andes,  que  alza  el  vuel 
Desde  su  nido  basta  la  azul  regi6n, 

Y  rasgando  la  tiinica  del  cielo 
Hiende  las  nubes  que  ilumina  el  sol; 

Ni  el  fiero  musulmin  de  tez  morena, 
Cabalgando  en  el  irabe  corcel , 
Que  corre  y  graba  en  la  movible  arena 
La  media  luna  de  su  berrado  pie; 

Ni  el  barco  humeante  cuyo  peso  abruma 

Y  fatiga  las  olas  de  la  mar, 

Que  buyen  gimiendo  ea  desgamtda  espuma 
Como  lucieate  polvo  de  crisul; 

Ni  el  aeronauta  audaz,  ni  la  ligera 
G6ndoIa  del  AtUntico  veloz, 
Aventajan  al  monstruo  en  la  carrera 
Con  sus  alas  de  fuego  y  de  vapor. 


—  453  — 

jNo  vria?  Ya  rueda.  De  su  entrafia  hirviente 
Que  bulle  cual  la  lava  del  volc&a, 
Arroja  larga  flecba  de  humo  ardiente 
Como  la  blanca  espxima  de  la  mar. 

Lanza  &  las  nubes  estridente  grtto 
En  su  hiUito  de  fuego  abrasador, 

Y  corre,  arrebatando  i  lo  infinito 
EI  ala  del  reUinpago  y  la  voz. 

Comprime  sus  eotraAas  buUidoras, 
Ea  su  seuo  palpita  el  freaesf, 

Y  el  monstruo  vuela  &  devorar  las  boras, 

Y  el  tiempo  y  el  espacio  y  el  coaRD. 

M^  que  el  torrente  que  i  la  mar  ligero 
Se  arrastra  en  pavorosa  rapidez, 
Agitando  sus  mfisculos  de  acero 
Corre  el  monatmo  del  siglo  sobre  el  riel. 

Parece  apenas  que  la  tierra  toca 
Pasando  co^o  el  Tipido  aquiliSn, 

Y  olas  vomita  de  su  hirviente  boca, 
Jadeante  con  hdrrido  estertor. 

Y  el  muro,  el  irbol,  la  montana,  el  rfo, 
Todo  se  ve  en  un  vfirtigo  girar, 
Como  sombras  de  un  loco  desvarfo, 
En  un  baile  &nUstico,  infernal. 

Vuela  y  esparce,  retemblando  el  suelo, 
Sus  huellas  de  rocfo  y  de  carbdn , 
Mientras  fluct6a  en  d  azul  del  delo, 
Cual  larga  nube,  su  penacho  en  pos. 

Como  antorcha  del  siglo  brilladora, 
Alumbra  al  pueblo  de  la  luz  sediento. 
Para  que  escriba  en  su  pend6n  de  guerra: 
«E1  pueblo  es  rey  y  su  sitial  la  tierra.* 


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BOLIVIA. 


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D.  VENTURA  BLANCO  ENCALADA. 


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D.  VENTURA  BLANCO  ENCALADA. 

A  DON  JOSE  JOAQUiN  DE  MORA, 

EPfSTOLA. 

jPoT  qu£  en  el  pecho  agitacidn  confusa 
Y  sed  de  mando  y  gloria  y  los  bvores 
De  Pluto  enciende  el  humanal  deseo? 
jPor  qui,  cuai  vagadora  mariposa, 
Desacordado  el  hombre  incierto  gira 
En  torno  la  ilusi6n  p^rfida,  leve, 
De  impalpable  ventura,  que  riendo 
Huye,  y  le  deja  el  desengaAo  en  prenda? 

Y  no  le  cura,  ni  escarmienta;  y  ciego 
En  pos,  de  nuevo,  con  furor  se  lanza, 
De  briUantes  fantasinas  que  su  mente 
Herida  halagan.  Al  inmenso  Oc&no 
Audaz  se  entrega,  y  de  los  patrios  lares 
Se  alei'a,  desoyendo  la  voz  tierna 
De  sus  deudos  y  amigos.  Clama  en  vano 
Del  respetable  padre  la  amargura, 
O  de  la  madre  el  lastimero  acento. 
Ni  de  filial  amor  el  dulce  encanto, 
Ni  el  in£antil  y  candoroso  Iloro, 
Ni  de  amistad  divina  el  blando  ruego, 
Fuerzan  su  corazdn.  jBirbaroI  Sea 


—  4^  — 

Esa  misma  esperanza  que  te  anima 
Digno  castigo  i.  tu  anhelar  ansioso. 
Por  siempre  ausente  de  tu  pecho  mires 
El  reposo  y  placer^  hondo  gemido 
Exhale  tu  dolor;  el  desengaAo 
En  tl  sus  puntas  aceradas  clave, 

Y  en  desconsuelo  y  soledad  inmeDsa, 
Ingratitud  y  desamor  recojas. 

Oia  le  agita  del  voluble  pueblo 
El  aura  aun  mis  voluble;  y  necio  estlma 
Mirito  insigne  lo  que  intrigas  fueron , 

0  vil  sufragio  al  interns  vendido. 
Alzase  turbulento;  el  cetro  empuAa 
Del  poder  ominoso;  y  cual  altiva 
Aguila  que  sigutendo  en  raudo  vuelo 
Por  la  etfirea  regi6n,  al  cenit  Hega, 
y  ea  ufania  y  esplendor  se  bafia ; 
Asf  la  vista  en  derredor  pasea, 

Su  alteza  contemplando  embebecido. 
La  infame  adulaci6n  h^roe  le  aclama, 

Y  en  su  &vor  al  despotismo  invoca. 

Y  el  despotismo  acude;  y  su  semblante 
De  bien  comiin  hip6crita  velando, 
Ora  la  voz  al  pensamiento  veda, 

Ora  el  crimen  ensalza,  y  perseguida 
Mirase  la  virtud,  la  ley  hollada; 

Y  en  degradante  esclavitud  se  abisma 
La  felice  region  do  un  tiempo  ondeaba 
De  libertad  el  pabellon  divino. 

Ora  dirige  de  Helena  el  carro 
Contra  la  humanidad.  |Ah!  jcuil  convieite 
En  espantosas  ruinas  las  dudades 
Do  la  opulenda  y  lujo  se  albergabanl 

1  Cuil  en  desiertos  los  opimos  camposi 
Ya  vasta  soledad,  silencio  mudo, 
Reinan  do  el  genio  i  pesadumbre  etema 
La  tierra  conden6,  sus  portentosas 


-46l- 

Obras  alzando,  6  con  la  dura  reja 
(Inmortal  don  del  almo  Triptolemo) 
Su  seao  desgairando,  le  arrancara 
Las  fiientes  de  abundancia  y  de  ventura; 
Al  viajero  fil6sofo  ofreciendo 
Reliquias  de  dolor  enteraeddo, 
Cuales  contempla,  ea  pasmo  enajenado, 
Do  Atenas,  M^n69  d'Palmira  fueron. 

Tal  el  hombre  es,  Mirilo:  tal  la  historia 
Nos  le  presenta^  cuando,  devorado 
De  la  ambici6a  ften^tica,  abandona 
De  la  raz6n  la  divinal  antorcha. 
jMfseroI  iQu6  le  vale,  ni  del  ore 
El  seductor  encanto,  ni  el  soberbto 
Poder  con  que  i  los  otros  encadena, 
Ni  de  la  turba  vil  el  torpe  incienso? 
Pesar  profundo,  cruel  remordimiento , 
En  vez  de  la  fortuna  que  anhelaba, 
A  combatir  su  pecho  congojoso 
Vendrin  per  aiempre.  Veladoras  sombras 
VerJl  doquier  la  dolorida  mente 
Procure  revolver.  Naturaleza 
No  le  embelesa  ya,  ui  sus  encantos; 
Y  en  su  penar  y  su  despccho  horrendo 
Busca  en  la  muerte  el  postrimer  alivio. 

^Ni  qui  de  pura,  inmarcesible  gloria 
EI  brillante  sendero  aprovechara 
A  Us  almas  virtuosas?  iQv6  sirvieron 
Al  gran  Col6u  sus  inmortales  bechos? 
Descubre  un  mundo,  y  muere  en  el  olvido. 
Al  defensor  de  sus  hollados  fueros 
Llora  CastiUa;  y  en  viudez  amarga 
En  vano  exhala  el  gemidor  lamento. 
jOh  de  Cervantes  venerable  sombral 
Envidia,  menosprecio  y  la  miseria 
Fueron  tu  galard6n.  En  suelo  extrafto 
Mueren  proscritos  Moratfn,  Mel^ndez; 


Y  peneguido,  y  de  amargura  opreso, 
Hunde  en  la  tutnba  su  valioia  frente, 
La  frente  del  laber,  el  gran  Joviao. 

iY  qoi  encontramos  al  fijar  los  ojoa 
Del  pueblo  rey  ea  los  anales  fieros? 
Los  de  la  sabia  Greda  iqut  recuerdan? 
Bajo  infame  cuchilta  Ia<gargaiita 
Tiende  el  claro  var6a  que  k  Catilina 
Con  osada  elocuencia  le  aterrara, 

Y  d  la  patria  salvd.  Nerdn  in&ine 
Al  estoico  brind6  con  el  suplido. 
Del  tdsigo  Cutal  Sdcrates  Ueva 

A  los  libios,  impivido,  la  copa. 
Persigue  el  ostracismo  las  virtudes 
Con  cruel  eitraaamiento,  y  no  perdooa 
De  Salamina  al  triun&dor  ilustie. 

|0b,  mil  veces  feliz,  Mirilo  amigo, 
Aquel  mortal  que  en  el  tranqnilo  estado 
De  mediana  fortuna  se  recreal 
Y,  ni  puestos,  ni  gloria,  ni  riquezas, 
Exento  de  ambicidn,  su  pecho  agitan. 

Tii,  que  huyendo  del  bSrbaro  tiraoo 
Que  el  suelo  ibero  oprime,  las  liberas 
Del  Manzanares  y  divino  Betis 
Trocaste  por  el  TiUnesis  nubloso; 

Y  ora  junto  al  Mapocho,  tu  destino 
Para  publico  bien  fijarte  quiere, 
Veloz  tambidn  seris  si  los  raudales 
Extiendes  de  las  luces,  que  anhelante 
Busca  la  juventudiella  tu  nombre 
Ensalzari  por  premio,  y  de  los  tiros 

Que  negra  envidia  y  la  ignorancia  lancen , 

Te  escudari  su  voz  agradecida. 

En  efusidn  tiernlsima  anegada, 

«£1  el  primero  fu^  que  en  los  misterios 

De  Minerva  (dird)  nos  iaidara. 


-.463  - 

Huy6  el  falso  saber,  y  derrocadas 
Yacen  por  sienipre  birbaras  doctrinas, 
Fanesto  don  que  al  colombiano  suelo 
Hizo  la  Espafla  bdrbara.  La  aurora 
Brill6  de  la  raziiii;  rompi6  la  venda 
Al  error  engafioso,  en  que  fnndara 
Su  gloria  y  ciencia  el  infeltz  colono.» 
Diri;  y  en  estro  agitador  ardiendo 
Entonari  de  bendicidn  el  canto, 
Y  de  la  patria  la  futura  gloria. 

17  de  Noviembre  de  1S18, 


D.  RICARDO  JOSfi  BUSTAMANTE. 


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D.  RICARDO  J0S6  BUSTAMANTE. 


PRELUDIO  AL  MAMOR6. 


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Tu  aquf  en  regiones  ignoradas  girat, 
Serpiente  nacarada,  bajo  un  cielo 
Palio  de  lumbre  por  do  tiende  el  vuelo 
La  garza  colosal ; 
Rio  argentado  que  onduloso  cifies 
Virgenes  bosques,  6  en  variadas  tintas 
Sobre  tu  espejo  con  sus  nubes  pintas 
El  ^ter  tropical. 

Al  fin  respiro  tus  fragantes  auras ; 
Tus  palmas  miro  que  columpia  el  viento; 
Oigo  en  tus  selvas  armonioso  acento, 
Y  admiro  tu  quietud: 
Oh  tty  i,  quien  siempre  en  ilusi6n  lejana 
Vi  cual  portento  que  d  la  patria  mfa 
Las  puertas  abras  i  su  gloria  un  dla, 
[Gran  Mamor^  1  — ;  Salud  I 

De  regi6n  frfa  y  apartada  vengo, 
Donde  el  monarca  de  los  Andes  brilla 
Con  su  manto  de  armifto,  maravilla 
De  ing6nito  poder. 
De  alii  al  empuje  de  infortunio  in&ndo 


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Vo  veago,  sf,  cansado  peregrino, 
Y  at  verte  aparecer  ea  mi  camino 
Ya  aliento  de  placer. 

Placer  que  inspira  al  corazdn  patriota 
Alegre  canto  y  de  solaz  lo  llena; 
As[  el  proscrito  ya  olvidd  su  pena 
Al  verte,  Mamord. 

Si  no  es  mi  canto  como  el  dulce  canto 
De  los  bardos  que  pueblan  tus  regiones, 
Freludia  sobre  ti  las  bendiciones 
Del  poryenir,  con  fe. 

En  el  leno  feraz  de  los  desiertos 
Genio  escondido  en  soledad  murmuras 
Al  blando  aoplo  de  las  auras  puras 
Con  plicido  reir; 

Mientras  la  patria  tu  ezistencia  ignora, 
Cual  ignoras  que  en  ella  los  humanos 
Se  agitan  por  correr  tras  los  arcanos 
De  un  grande  porvenir. 

Sobre  tu  manto  Ifquido,  ondulante, 
Refleja  el  cielo  diamantino  estrella 
Que  suerte  anuncia  venturosa  y  bella 
Al  patrio  pabell6n; 

Cumplir  se  debe  tan  brillante  ensuefio, 
Undoso  rio  que  hacia  el  mar  te  lanzas 
Mecido  por  futuras  esperanzas 
De  gloria  y  de  ambicidn. 

Corres  hoy  arrastraodo  aflosos  troncos 
Que  aun  ostentan  ropaje  de  esmeralda, 
O  ya  &  los  juncos  de  la  verde  falda 
Arrancas  tterna  fior ; 
Tu  majestuosa  soledad  recrean 
Parleras  aves  de  pintadas  plumas 
Que  en  ti  retratan  su  elegancia  suma, 
Girando  en  derredor. 


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—  469  — 

Caiman  que  invade  la  arenosa  orilla, 
Blanco  bufeo  que  rasgando  el  agua 
£1  rumbo  sigue  de  veloz  piragua, 
O  la  hoja  que  cay6, 

O  ya  algtlin  tigre  que  i  la  opuesta  margen 
Se  lanza  i.  nado  con  tranquila  frente, 
Perturban  la  quietud  de  tu  corriente 

Que  el  hombre  aun  no  turb6. 

-■  ■■/■''" 

Tendido  al  pie  de  la  floresta  virgen, 
Cual  amante  i  los  pies  de  la  que  adora,  ^ 

Cuando  el  tiltimo  rayo  del  sol  dora 
Tus  ondas  de  cristal, 
Te  deleitas  feliz  con  los  perfumes 
Que  en  alas  de  la  brisa  pasajera 
Te  arroja  de  su  ondeante  cabellera 
Tu  amada  virginal. 

'*■  •{  ^ 

Es  solemne  el  concierto  de  tus  bosques 
En  el.silencio  de  la  noche,  cuando  -k 

Con  grito  me1anc61ico  turbando  •  ;,; 

La  augusta  soledad, 
El  pijaro  gemifero  y  el  viento 
En  bonanza  te  aduermen  deliciosa, 
Mientras  el  rayo  de  la  luna  hermosa 
Te  da  su  claridad. 

Tal  es  tu  vida  en  el  presente,  oh  rio ; 
Gigante  puerta  del  soberbio  templo 
Que  de  pr6speros  pueblos  al  ejemplo 
La  patria  labrari. 

Hay  de  vida  otro  mundo  que  en  ti  duerme, 
Mundo  y  vida  de  acci6n  en  la  natura, 
Con  que  k  los  hombres  dispens6  ventura 
La  mente  de  Jehov^ 

Dormiste  el  suefio  de  pesados  siglos; 
Siempre  ignorado  resbalaste  en  calma; 
Siendo  tus  ondas  de  la  acci6n  el  alma 


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—  470  — 

Tu  ooche  larga  fu£. 

Rompa  tu  sueAo  secular  el  hombre; 

Tu  margen  pueble  de  dudades  bellas; 

Marque  en  tus  bosques  el  vapor  sus  huellas, 

iDeapierta,  Mamortl 


GRTTO  DE  DESESPERACI6N. 


Si  doude  quiera  que  mis  pasos  llevo 
Encueotro  soledad  y  mil  dolores ; 
Si  Ilanto  y  hieles  en  mis  aniias  bebo; 
Si  marchitas  por  siempre  ya  las  fiores 
Estin  de  mi  esperanza, 
jA  tu  bondad  yo  pido, 
Sefior,  la  sorobra  del  eterno  olvido ! 

Al  pie  de  tu  cruz  tanta  prosternado, 
Buscando  altvio  en  la  plegaria  mfa, 
Con  Ugrimas  humildes  he  lavado 
La  piedra  que  el  madero  sostenfa; 
Pero  siempre  ea  la  senda 
jAy!  del  dolor  tan  larga, 
Sdlo  apago  mi  sed  en  onda  amarga. 

iCuintas  dichas,  empero,  cuando  niflo 
Yo  sofl6  por  mi  mal  I  —  y  al  soplo  vaoo 
Del  tiempo  disipadas,  ni  el  cariAo 
Me  quedd  del  amigo  6  de  un  hermano. 
No  hay  una  alma  en  la  tirara 
A  la  mfa  ligada, 
Y  nada  espero  que  me  balague ]  nada  I 

Lob  qjot  fijo  sobre  el  mundo ,  y  veo 
La  maldad,  el  dnisino  y  la  impureza, 
Colmados  cada  cual  en  su  deseo, 
Levantar  mis  feroces  la  cabeta. 


—  471  — 

La  humanidad  en  lucha 

Contemplo  en  un  abismo 

Entre  el  negro  dolor  y  el  egoismo. 

Cadenas  y  cadalsos  allf  miro, 
Ac4  la  mano  de  Cain  alzada, 
AUi  ciudades  semejando  d  Tyro, 
Aqui  el  dominio  de  sangrienta  espada; 

Y  A  par  de,la  discordia, 
Doquier  el  vicio  inmundo, 
D^spota  osado,  sefloreando  al  mundo. 

Por  las  regiones  de  esplendente  lumbre 
Ora  vague  mi  alada  fantasia, 
Ora  mi  pensamiento  i  Dios  encumbre 
Anhelando  la  luz  de  un  nuevo  dia, 
Hallo  tinieblas  s61o, 
(3  en  negra  lontananza 
Ningun  bien  se  revela  i,  mi  esperanza« 

Esa  virgen  del  mundo  que  tan  bella 
Como  una  flor  surgi6  del  Oceano, 

Y  en  cuya  frente  se  admir5  la  estrella 
Nuncio  halagueflo  del  destino  humano, 
£Por  qu6  perdi6  su  dicha 

Tan  breve,  y  tanta  gloria 

Hoy  yace  oculta  bajo  inmunda  escoria? 

[Oh  America!  tu  suelo  en  que  Natura 
Derram6  portentosa  ricos  dones, 
Donde  la  Libertad  con  la  bravura 
De  tus  hijos  gan6  tantos  blasones, 
En  lago  ya  de  sangre 
Se  mira  convertido, 

Y  sus  laureles  marchit6  el  olvido.. 


!•••• 


Y  esta  hija  hermosa  del  mayor  guerrero. 
Que  por  la  augusta  Libertad  lidiando, 
De  America  en  las  cumbres  con  su  acero 


—  473  — 

Dejd  esculpido  ua  nombre  venerando, 

X^  Boliviana  estrella 

jTambi^n  ya  maldeddal 

MeDguar  la  miro  sin  fulgor,  sin  vida 

Ya  cunde  en  ella  la  abyeccidn  profunda, 
O  es  la  anarquEa  su  monj  esudo ; 
Su  imperio  el  despotismo  en  ella  funda, 

6  acecha  el  homidda  al  magiitrado 

Con  aterrante  encono 
EmponzoAan  su  seno 
Las  pasiones  del  mal  en  desenfreno. 

;0h  patrial  que  en  mis  sueQos  infantiles 
Vi  cual  la  tierra  por  Adin  perdida, 
Arroyos  de  cristal,  iureos  pensiles, 
Ed^n  tus  campos  de  apacible  vida 

Y  bora  tantos  ensueAos 
Viento  infernal  derrumba 

Y  eres  joh  patria!  pavorosa  tumba. 

[Qu6  mis  queda  en  la  vida,  sino  llanto! 
\Qa6  resta  al  coraz6n,  sioo  amargural 
Cayd  la  venda  de  tamaflo  encanto, 

Y  en  vaoo  el  hombre  hasta  la  paz  procuia.... 
La  paz  de  los  sepulcros 

Pido,  Sefior  bendito, 

Si  al  cielo  alcanza  mi  doliente  grito! 


bendiciOn  paternal  a  mi  hija  angelica 


Dormido  yo  suefio  contigo,  hija  mfa; 
Despierto  me  gozo  pensando  en  tu  bien: 
Angelica,  mi  alma  por  tl  se  extasfa, 
Y  al  cielo  le  pide  que  un  ingel  por  gufa 
Te  di,  reSejando  su  luz  en  tu  sien. 


—  473  — 

Amarga  es  la  vida,  y  el  solo  consuelo 
Que  en  ella  se  alcanza  lo  da  la  virtud; 
El  roce  del  mundo  marchita  cual  hielo 
Las  flores  del  alma,  delidas  del  cielo, 
Que  en  61  nos  conquistan  la  eterna  salud. 

La  vida  es  un  caos,  y  d  Dios  en  mis  preces 
Por  eso  le  clamo  que  vele  por  ti: 
Hoy,  hija,  cual  planta  balsdmica  creces, 

Y  plicida  al  soplo  del  aura  te  meces 
En  huerto  encantado,  cual  rubio  alelf. 

Las  dulces  promesas  que  en  tiernos  dictados 
Prodiga  d  la  infancia  la  voz  maternal, 
Hoy  dia  te  infunden  mil  sueftos  dorados; 
Mas  jay!  vendrd  el  tiempo  de  ver  alterados 
Los  goces  presentes  i.  infiujos  del  mal* 

De  alegre  inocencia  se  agosta  esa  palma 
Que  di6  con  sus  sombras  abrigo  i,  la  flor: 
Si  empero  se  Uora  perdida  la  calma, 
Las  Idgrimas,  hija,  son  sangre  del  alma, 

Y  dan  ellas  siempre  virtud  y  vigor. 

No  quiero  en  tu  pecho  verter  de  tristeza 
Las  hieles  que  el  mfo  temprano  bebi6; 
Tu  mente,  santuario  de  paz  y  pureza, 
{Que  ignore  i.  lo  menos  de  cudnta  aspereza 
Mi  senda  en  la  vida  la  suerte  cubri6! 

De  rosas  vestida,  mi  Angelica  amada, 
iQue  encuentres  la  tuya  cual  rico  verjel, 
Que  Dios  te  prodigue  su  dulce  mirada, 

Y  alegre  tus  dfas  sobre  esta  morada 

Do  hay  flores  que  al  alma  tributan  su  miel! 

|0h!  nunca  el  destino  te  brinde  amargura. 
Virtud  te  de  el  cielo,  talento  y  candor, 
Un  dngel  preserve  con  mano  segura 


De  pliegue  sombrto  tu  frente  tan  pura, 
jOh  Angelica  amada,  mi  angilico  amorl 

Dormido  yo  suefio  contigo,  hija  mfa; 
Despierto  me  gozo  pensando  en  tu  bien: 
Angdica,  mi  alma  por  tl  se  extasfa 
Y  pide  al  destino  que  un  ingel  por  gufa 
Te  66,  ireflejando  lu.Iuz  en  tu  sieni 

PLEGARIA  ENVIADA  AL  ALBUM  DE  UN  AM] 

[Ay  amigol  preguntas 
Por  qu£  calla  mi  lira 
Y  no  produce  f^rvidos 
Ecos  de  amor  para  la  gloria  mfa. 

jFuera  acaso  preciso 
Confesarte  que  tibia 
La  inspiraci^n  sus  flgbiles 
AccDtoi  i6lo  al  coraz6n  hoy  brinda? 

^Olvidar  pretendieras 
Que  el  vivir  ya  declina 
Para  mf ,  que  tan  t^trico 
Vi  siempre  en  nieb^s  caminar  mis  dfas? 

Amo  el  bien;  y  las  flores 
Que  contempio  marcbitas 
Sobre  el  valle  de  Ugrimas 
Siempre  consiguen  arrancar  las  mfas. 

Desgradas  he  1  lor  ado, 
Blanco  fuf  de  la  envidia 
Que  me  mostrd  sus  h6rridas 
Dientes,  y  hiel  me  hizo  libar  un  dfa. 

X  mi  patria  tan  bella, 
«De  mil  glorias  vestida* 


r 


^475  — 

He  modalado  cdnticos 
lAyl  que  ni  an  eco  al  porvenir  envfan. 

La  amiatad  es  mi  culto, 

Y  el  honor  que  la  inspira 
Nunca  en  afectos  frigiles 

Uni6  las  almas  que  por  ^1  se  ligan. 

Pero  todo  en  el  curso 
De  los  afios  vacila» 

Y  como  soplo  f6tido 
El  egoismo  los  afectos  mina. 

iEs  verdad  que  es  un  yenno 

Para  ml  ya  la  vida? 

iQue  adentro  de  mis  pdrpados 
Mustios  mis  ojos  y  sin  luz  ya  giran?. 


•••• 


^Es  verdad  que  en  mi  seno 
El  dolor  s61o  anida, 
Como  el  nocturno  c^rabo, 
En  el  silencio  de  ignoradas  ruinas? 

Es  asf,  caro  amigo; 
Ya  mi  edad  se  desliza 
Llevando  en  vuelo  ripido 
{Mis  esperanzas,  mi  ilusidn  queridal 

En  laud  se  trocara 
jAy!  aquella  mi  lira 
Que  festivas  y  armdnicas 
Alguna  vez  sus  notas  producia. 

Tambito  rotas  las  cuerdas 
Del  laud,  no  mis  vibran 
Esos  acordes  mfsticos 
Que  de  consuelo  el  coraz6n  henchfan. 

]Y  qu6  mucho,  si  todo 


_  476  —     : 

Ilile  abandona,  y  abisma 

En  sue&08  melancdlicos 

Mi  alma  infelU  para  el  pesar  nacida!...- 

[Si  los  dulces  ensueflos, 
Miel  que  la  edad  destila, 
Eatre  vapores  g^lidoi 
HuyeD,  y  dejan  roi  ansiedad  vacfal 

iOh,  mis  j6venes  alios! 
Con  vosotros  perdidas, 
Lloro  ilusiones  pldcidas, 
Voces  que  al  alma  preludiaron  dichas. 

Densas  brumas  de  otoAo 
Ponen  velo  i  mi  vista, 
Y  en  lontananza  16brega 
SiSlo  descubro  una  morada  umbrla. 

La  campana  del  tiempo 
Suena  cerca,  y  me  avisa 
Que  esa  morada  Mnebre 
Ofrece  paz  al  que  sufrib  en  la  vida. 

Es  la  tarde.  Mis  pasos 

A  la  noche  caminan 

Tantos  lantasmas  pilidos 
]Ayt  jPor  qu^  vagan  en  las  auras  frfas? 

Hay  abierto  alll  un  antro; 
Todo  en  €\  precipita 
El  vendabal  mortffero 
Que  troncba  flores  y  que  abate  encinas. 

Pa2,  silencio,  repoao, 
D^  esa  noche  i  mis  cuitas 
Si  en  sus  floridos  cirmenes 
Ya  el  mundo  guarda  para  ml  cenizas. 


—  477  — 

^Ves,  amigo,  cudn  tristes 
Pensamientos  transitan 
Por  mi  angustiado  espiritu, 
Como  enlre  tumbas  las  nocturnas  brisas? 

• 

Pas6  el  sueflo  dorado 

Ha  callado  mi  lira: 
Roto  el  laud  gemifero, 
Su  ultima  endecha  para  tf  destina. 


.1    ,^ 


r 


a  MANUEL  JOSfi  CORTfiS. 


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'I 


D.  MANUEL  JOSE;  CORTJfiS. 


A  LA  NATURALEZA  DEL  ORIENTE  DE  BOLIVIA. 

Al  rasgar  con  furor  la  mar  su  seno, 
He  visto  aparecer  un  negro  abismo 
Debajo  de  mi  planta, 
Y  amenazando  al  cielo,  turbulenta 
La  he  visto  levantar  en  la  alba  espuma 
El  robusto  bajel  cual  leve  pluma. 

El  Illimani  y  el  Illampo  he  visto 
En  noctuma  tormenta, 
Al  ripido  brillar  del  rayo  horrendo, 
Como  inmensos  fanales  que  colgara 
De  Dios  la  mano  en  el  celeste  dombo. 

Mas  nada  iguala  al  cuadro  que  contemplo, 
En  ^xtasis  divino  embellecido. 
Coronado  de  selvas  tan  antiguas, 
Que  de  la  creaci6n  los  siglos  cuentan: 
Inmensurable  el  llano 
A  lo  lejos  remeda  el  Oceano. 

En  su  torcido  curso , 
Como  serpiente  que  los  polos  toca, 
£1  caudaloso  do  se  presenta, 
Raudo,  arrastrando  su  onda  turbulenta. 

TOMO  HI  3 I 


-482- 

jHermosa  pocslal 

No  es  la  del  hombre  sin  colores,  frfa, 

Sucesiva,  sin  laz,  sin  movimiento; 

Sino  viva,  brillante,  encantadora. 

Divina  poesfa, 

CreaciiSn  do  admirable  »e  nos  muestra 

Del  poeta  inmortal  Ja  fantasia. 

Aquf,  colinas,  llanos  y  florestas, 
En  donde  reina  eterna  primavera ; 
Allf,  bondos  valles,  do  en  menuda  lluvia 
El  agua  cristalina  se  desliza 
De  la  escarpada  altura, 
Por  la  verde  y  florida  colgadura 
Que  la  rosa  entapiza, 

Aqui  la  muda  soledad  impera; 
El  aura  no  susurra 
En  la  selva  callada  y  solitaria; 
La  canora  avecilla 
En  las  franjadas  flores  no  se  posa 
De  fresca  pasionarla; 
Del  volador  insecto  no  se  escucha 
El  ronco  y  melancolico  zumbido, 
Ni  el  arruUar  de  la  torcaz  sentida. 
Aqu(  es  todo  silencio  y  todo  sombra; 
Del  astro  riicilante 
No  ae  siente  la  lui  pura  y  brillante. 
Triste  el  cuadro  retrata 
Esos  dias  sombrios  en  que  gime 
El  corazon  en  soledad  ingrata. 

AIH  se  muestra  al  ojo  destumbrado 

Un  cuadro  diferente, 

Magnifico,  encantado  panorama. 

En  que  su  lumbre  ardiente  el  sol  derrama. 

EnCre  juncos,  adelfas  y  jazmines 

Murmurando,  desata 

El  limpio  arroyo  su  raudal  de  plata. 


-  483  - 

El  ruiseflor,  el  tordo  y  el  jilguero, 

En  notas  melodiosas, 

Al  aura  dan  su  no  aprendido  canto. 

Las  pintadas  y  bellas  mariposas, 

Cual  flores  voladoras, 

En  giro  irregular  el  aire  hienden, 

Sus  primorosas  galas 

En  el  matiz  mostrando  de  sus  alas. 

El  naranjo,  la  ceiba,  el  cocotero 
Su  copa  a6rea  hasta  las  nubes  yerguen; 
Enlazados  de  plantas  trepadoras, 

Y  ostentando  su  fresca  lozania, 
A  las  aves  ofrecen 

Grato  retiro  en  la  enramada  umbrfa. 

Aquf  la  selva  secular,  ornada 
De  festones  de  varia  enredadera 
De  bellos  y  vivfsimos  colores, 

Y  la  extensa  pradera 

De  fraganciosas  flores  alfombrada , 
Forman  el  templo  augusto  que  levanta 
La  creaci6n  i  Dios,  d  quien  ofrece 
Deliciosos  perfumes  por  incienso, 

Y  por  ofrenda  el  fruto  delicado 
Que  el  estiva!  calor  ha  sazonado. 

Como  ardiente  pasi5n,  arrebatado 
El  tronador  torrente  de  la  roca 
Se  lanza  en  el  abismo,  do  fenece 
Su  impetuoso  furor,  como  perece 
La  ilusi6n  que  ha  Uegado 
Del  desengafio  al  terminar  funesto. 

Mis  lejos,  corre  manso  el  claro  rfo, 
Entre  flores  cruzando  la  espesura , 
Como  corre  la  vida  sosegada 
Cuando  con  mano  pr6diga  el  destino 
La  copa  del  placer  nos  da  colmada. 


n 


-  484  - 

Es  bello  contemplar  bajo  este  cielo 
A  la  Naturaleza,  en  la  maflana 
Teflida  de  oro  y  grana. 

En  el  Oriente  ved,  engrandecido, 
Del  sol  el  disco  ardiente, 
Caal  si  en  estas  regiones  no  bastara 
La  luz  con  que  colora 
Otros  mezquinos  climas,  do  aparece 
Pilido ,  obscurecido. 
Aquf,  centro  de  luz  hermosa  y  clara , 
Domina  en  el  espacio, 
De  rubi  engalanado  y  de  topacio. 

Cuando  brillante  en  el  zenit  se  muestra^ 
Contra  su  rayo  intenso  el  pajarillo 
Busca  la  sombra  grata. 
S6I0  el  condor  y  el  iguila  resisten 
Al  esplendor  del  inflamado  cielo. 

En  la  serena  y  deliciosa  tarde , 
Lento  Ueva  su  carro 
Al  lejano  conffn  del  Occidente, 
Donde  oculta  su  frente. 

El  rutilante  V^spero  su  rayo 
Sustituye  i  la  llama 

De  la  antorcha  del  dla,  en  cuya  ausencia 
El  orbe  desfallece  en  el  desmayo. 


Dulce  melancolia 
Se  apodera  del  alma;  el  universo 
De  una  dicha  falaz  que  ya  no  existe 
Con  muda  voz  nos  habla: 
Con  lo  pasado  enUza  lo  presente, 

Y  aun  al  obscuro  porvenir  se  lanza, 

Y  nos  promete  migica  esperanza : 
Su  palabra  postrera  y  elocuente, 


I  . 


—  485  ~ 

Encaminada  al  hombre, 

£s  del  Eterno  Ser  el  santo  nombre. 

Teflida  de  carmfn  muestra  la  luna 
Su  refulgente  esfera : 
Su  luz  baf\a  la  sierra  y  la  pradera. 
Las  estrellas  del  Austro  resplandecen ; 
El  mar  azul  del  cielo 
Cruza  de  Argoz  la  nube  luminosa. 
Mas  de  i  in  proviso  electrizadas  nubes 
El  ^ter  obscurecen. 

Descu^lgase  la  Uuvia  estrepitosa; 
Del  trueno  el  estampido, 
El  rugir  del  jaguar ,  el  estallido 
Del  ^rbol  que  desgaja 
El  huracin  en  su  furioso  embate, 
La  voz  de  la  tormenta ,  en  un  concierto 
Infernal  y  sublime  se  combinan. 

S6I0  el  brillar  fosf6rico  del  trueno 

Y  la  luz  del  reldmpago  interrumpen 
Del  cielo  y  de  la  tierra  la  tiniebla. 
En  medio  de  esta  escena  aterradora 
El  coraz6n  mis  fuerte 

Tiembla  al  ver  el  aspecto  de  la  muerte. 

El  hombre dQu^  es  el  hombre  aquf,  delante 

De  este  grandioso  cuadro? 

En  el  espacio,  un  punto  imperceptible, 

En  el  tiempo^  un  instante ; 

Mas  su  raz6n ,  de  Jehova  presente, 

Engrandece  al  mortal.  Naturaleza , 

Ella  admira  tu  pompa,  tu  belleza; 

Admira ,  mas  no  adora ;  porque  s61o 

Delante  de  su  autor  se  postra  muda, 

Y  en  santo  acatamiento  le  saluda. 


k 
I 


I      » 


V. 


fNDICE. 


INTRODUCCI6N. 

PAginaa. 

VIII.— Colombia i 

IX. — Ecuador lxxxiii 

X. — Peru cxLix 

XI.-— Bolivia ccLxxx 

COLOMBIA. 

Venerable  Madre  Francisca  Josefa  de  Castillo  y  Guevara, 

Deliquios  del  divino  amor  en  el  coraz6n  de  las  criaturas  y  en  las 
agonias  del  Huerto 5 

D,  yosi  Ferndndez  Madrid, 

A  los  pueblos  de  Europa  en  tiempos  de  la  Santa  Alianza 11 

Canci6n. — La  hamaca • 14 

D,  Luis  Vargas  Tejada, 

Al  anochecer 21 

D,  Jose  Eusebio  Caro, 

El  Cipr^s 25 

Dolor  y  virtud 27 


-  488  - 


En  boca  del  illtimo  Inca. . . . 

Hfctor. , 

La  libertad  7  el  locialisrao.. 

Despedida  de  la  patria 

La  hamaca  del  destierro- . . . 

El  hacha  del  proscrito 

Una  lagrima  de  felicidad. . . . 
El  bautismo , 


Me  ausento 57 

Nunca  te  bable 60 

Al  Congresode  Granada 63 

,  Gonzalo  de  Oj6a.  (Preludia-) 66 

Pubenza.  (Cuadro  primero.) 68 

La  nueva  patria.  (Cuadro  segiindo.) 73 

El  ennitaflo.  (Cuadro  septirao.) 80 

U  carta.  (Cuadro  octavo.) 88 

El  caballo.  (Cuadro  noveno.) 94 

Espada  a  espada.  (Cuadro  duodecimo.) 100 

Gregorio  Guliirrtz  Gcmdlez. 

.t  Julia 113 

jPorqui  nocantoP 114 

A  Julia 118. 

I  Hemoria  sobre  el  cultivo  del  maiz  en  Aniioqula 120 


yesi  yeaqu'm  Ortiz. 

La  Bandera  Cotombiana 149 

Colombia  y  Espaila 154 

"^Los  Colonos I6l 

Vasco  Ndflex  de  Balboa 168 

La  goajira 175 

Boyaca .' 180 

Al  Tequendama 184 

Galileo 189 

La  Golondrina 189 


-4*9- 

Piginas. 

D.  Josk  Maria  Pirazdn  Rico. 

£1  despertar  de  Addn 197 

D,  Joaquin  Pablo  Posada, 

Fantasia 203 

A  Martin  Guerra.  £n  su  santo 205 

A  Pablo 208 

A  Jose  Manuel  Marroquin,  remitidndole  un  libro  de  versos. ...  210 

D.  Ricardo  CarrasqtUUa, 

£1  abrazo 217 

Un  sabio 220 

£1  chocolate .' • 221 

Suerte  de  mis  versos 223 

D,  Manuel  Maria  MadUdo, 

Al  Magdalena 229 

D,  Josd  David  Guarin, 

La  soledad 235 

Inutil  desear 238 

£n  el  polo 239 

D.  Cesar  Conto. 

Salmo  de  la  vida 243 

D.  Arcesio  Escobar. 

La  partida ' 247 

D.  Joaquin  Gonzdlez  Camargo, 

Viaje  de  la  luz 251 


ECUADOR. 

tstro  Jacinto  dt  Hfvia. 
Romance. — A  la  rosa JS7 

yosi  yoaquin  Olmeth. 

Ed  U  muerte  de  Maria  Antonia  de  Borbdn,  Princesa  de  Astu- 

rias 26[ 

A  un  anigo  en  el  nacimieato  de  su  primog^nito. 167 

La  victoria  de  Junln.  (Canto  i  Bollrar.) 171 

Canto  al  general  Flores,  rencedor  en  Millarica 198 

Dolores  VetHUmiila  de  GaUnda. 

Quejas 309 

joiriel  Garcia  Moreno. 

A  Pabio 313 

Satira.  (Fragmentos.) 316 

Vicente  Piedrakila. 

OraciAn 333 

Julio  Zaidumbide. 

La  mailaaa 337 

La  tarde 330 

Al  Euedo 333 

El  botquecillo. 33; 

PERlJ. 

isa  aninima.  (Siglo  xvii.) 

Discurso  en  loordela  Poesia 343 

Pahlo  de  Olavide. 

Ecosde  Olavide 373 


I 

ill 


261 


—  491  — 

Pa^nas. 

Salmo  CIX 376 

D,  Mariano  Melgar, 

Taravies 381 

/?.  Jos^  Manuel  Valdis, 

Salmo  LXXXIV 391 

Salmo  CIII 393 


''  D,  Felipe  Pardo  y  Aliaga, 

Oda. — Al  Sr.  D.  J.  J.  de  Olmedo 403 

La  entrada  del  afio 407 

El  Peru 410 

Soneto. — El  Rey  nuestro  seflor 419 

Epigrama. — A  mi  hijo^  en  sus  dias 420 

Amilevita • 420 

Los  paraisos  de  Sempronio , ....  422 

Mi  vecinita 425 

Buenas  noches 429 

D.  Jose  Pardo y  Aliaga. 

V\  A  la  independencia  de  America 433 

La  carta 440 

V  D.  Carlos  Augusto  Salat>erry, 

.  330  Verso  y  prosa 447 

.333       f  El  amor  y  la  botella 447 

.  335  Mi  poema 448 

A  la  esperanza 448 

Al  celebre  oculista  Magni 449 

Belleza  y  desventura 4J9 

Acuerdate  de  mi 450 

La  locomotora 452 


n 


BOLIVIA. 

'a  Blanco  Enealada. 

Joi6  Joaquin  de  Mora 459 

lb  yssi  Bustamanii. 

idio  tlMamori , 467 

I  de  desetperaciiin. 469 

ici6o  paternal  a  mi  bijaAngtiica 471 

iria  enviada  al  lUbuiii  de  ua  amigo 474 

lyosi  Curtis. 

Naturaleia  del  orientede  Botiria 481 


I 


A 


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3  2044  055  330  138 


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WIDENER 
EB  1  0  2001 

CANCELLE 


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