YALE
MEDICAL LIBRARY
HISTORICAL
LIBRARY
Digitized by the Internet Archive
in 2012 with funding from
Open Knowledge Commons and Yale University, Cushing/Whitney Medical Library
http://archive.org/details/introduccinlahis02garr
INTRODUCCIÓN
A LA
HISTORIA DE LA MEDICINA
ES PROPIEDAD
Copyright by Calpe, 1922
. \... Papblbi I
INTRODUCCIÓN
A LA
HISTORIA DE LA MEDICINA
FIELDING H. GARRISON
BACHILLER EN ARTES, DOCTOR EN MEDICINA,
AYUDANTE MAYOR BIBLIOTECARIO DEL DEPARTAMENTO GENERAL
DE CIRUGÍA DE WASHINGTON
TRADUCIDA DE LA SEGUNDA EDICIÓN INGLESA
EDUARDO GARCÍA DEL REAL
DOCTOR EN MEDICINA, LICENCIADO EN CIENCIAS HISTÓRICAS;
CATEDRÁTICO, POR OPOSICIÓN, DE HISTORIA DE LA MEDICINA
EN LA UNIVERSIDAD CENTRAL; EX -CATEDRÁTICO, POR OPO-
SICIÓN, DE PATOLOGÍA MEDICA DE LA UNIVERSIDAD DE VA-
LLADOLID; EX -CATEDRÁTICO, POR OPOSICIÓN, DE ENFERME-
DADES DE LA INFANCIA, DE LA DE SANTIAGO
Tomo II
C A L P E
MADRID
19 2 2
\
I ir- I.. DUPLICADO. M ADKI I)
ÍNDICE del TOMO II
Páginas
El siglo XIX. El comienzo del avance organizado de la Ciencia i
El siglo XX. Los comienzos de la medicina preventiva organizada 307
Parasitología y Quimioterapia 328
Aspecto cultural y social de la medicina moderna 357
Breve resumen de ,la historia de la Medicina en España:
I. — Medicina antigua y primitiva 405
El arte paleolítico 407
a) Arte moviliar 408
b) Arte rupestre cantábrico 408
c) Arte rupestre del Este y Sur de España 409
Edad del hierro 417
II. — Época romana 420
III.— Época visigoda 420
IV. — Medicina árabe 421
V. — Los benedictinos 423
VI. — La medicina española en el siglo XV 425
VIL — La edad de la medicina española (1 500-1665) 429
i.° Los anatómicos y los p recur sores de Harvey 429
2.0 Los cirujanos 434
3.0 La Medicina interna: Nosólogos y monógrafos 439
4.0 Médicos comentadores y filósofos 442
VIII. — La decadencia de la medicina española 455
IX. — La anatomía y los anatómicos del siglo XIX 470
X. — La cirugía y los cirujanos españoles del siglo XIX 476
Apéndices:
I.— Cronología médica „ *. 509
II. — Apuntes sobre el estudio de la historia de la Medicina 543
III. — Notas bibliográficas para lecturas colaterales 549
A. — Historias de la Medicina. 549
B. — Biografía médica 550
Índice de nombres personales , 577
Índice de materias 615
EL SIGLO XIX
EL COMIENZO DEL AVANCE ORGANIZADO
DE LA CIENCIA
En la evolución de la medicina moderna, como en el desarrollo de la cien-
cia pura, de la cual aquélla forma parte, hay que considerar tres factores
especialmente importantes. El primero de todos, el gran movimiento indus-
trial o social-democrático de la humanidad civilizada, que, habiéndose in-
cluido en las revoluciones políticas de América y de Francia, ha intensi-
ficado la tendencia hacia la libertad moral e intelectual y ha sostenido la
nueva idea de la dignidad y la importancia de todo género de trabajo hu-
mano, como se exteriorizaba en la famosa divisa de Napoleón: «Las he-
rramientas, para aquellos que pueden manejarlas.» (La carriére ouverte
aux talents). Inmediatos corolarios de aquella proposición han sido el reti-
rar las opresiones de incapacidad civil que pesaban sobre los judíos y el
abrir ampliamente a los talentos del mundo femenino todas aquellas ocu-
paciones y modos de pensar que hasta la fecha les habían estado cerra-
dos en absoluto. Segundo, la publicación de obras como la Conservación
de la energía (1847), de Helmholtz, o como el Origen de las especies (1859)»
de Darwin, que iban mucho más allá del simple antropomorfismo y ape-
laba a la opinión humana, que había siempre estorbado en el pasado el
avance de la Medicina. Tercero, como una inevitable consecuencia, la Fí-
sica, la Química y la Biología llegaron a ser estudiadas como ciencias ob-
jetivas de laboratorio, disociadas de las usuales proposiciones subjetivas
humanas. Difícilmente habrá alguien que dude actualmente el teorema sus-
tentado por Emile Littré de que el verdadero adelanto de las ciencias bio-
lógicas médicas no tiene nada que ver con los dogmas teológicos ni con
la especulación metafísica, sino que depende sencillamente de los adelan-
tos colaterales en los procedimientos físicos y químicos. La Medicina debe
mucho a los grandes físicos y matemáticos de los siglos xvn y xvín, que
Historia de l.a Mediodía. — Tomo II
i III S t O R I A D E L A \Í E D I C I N Á
desarrollaron la teoría de la visión y casi por completo la fisiología de la
respiración. En el siglo xix, la extensión de las tres ramas fundamentales
de la ciencia pura no ha sido sobrepasada en variedad por labor de nin-
guna de las edades precedentes.
De los modernos matemáticos sólo mencionaremos los nombres de Euler,
I fcuss, Riemann, [acobi, Abel. Weierstrass, Cayley Sylvester; de los físicos, Young,
Carnot, Fourier. Kirchhoff, Clausius, Helmholtz, Ohm, Maxwell, lord Kelvin Boltz-
mann, Gibbs, 1- [• Thomsom, Edison, Tesla, Arrhenms; de los químicos, Da ton Du-
mas, Chevreuil, Berzelius, Liebig. Wóhler, Berthollet, Mendelejeff, Ostvald, want
Hoff, Ramsav, Rutherford y los Curie. .tjai™*-
Fl principio físico de la conservación de la energía ha sido demostrado poi Robeit
Mayer I un médico de Heilbronn) y James Prescot Joule en 1842, y aplicado a todo el
campo déla Química y déla Física por Helmholtz en 1847- El principio de la disipa-
ción de la energía ha sido establecido por Sadi Carnot en 1824, desarrollado por
Clausius (1850» y por lord Kelvin (1852), y aplicado a todos los fenómenos físicos ; J
quecos por el profesor de Yale, Ward Gibbs, en 1872-78. La generalización de
Gibbs puede en la actualidad completarse y llevarse mas lejos haciendo de la Me-
cánica (xeolo^ía, Biología, Medicina y de todas las otras lases de la Ciencia que
trabajan con estados de la materia ramas de la Química. La consecuencia inmedia-
ta de esta generalización es el desarrollo de una nueva ciencia, la Física química,
por ( )stwald, LeChatellier, want Hoff, Roozeboom y los químicos de la escuela ho-
landesa. En la Química física o termodinámica todos los cambios de la substancia
son tratad.. s como rígidas consecuencias délas leyes de la dinámica.
En 1859 Kirchhoff v Bunsen imaginaron el análisis espectral. Paraday (1821-54)
v Maxwell (1865) elaboraron la completa teoría de la electricidad y del electro-
magnetismo, sobre la cual se implantaron consecuencias prácticas, tales como la luz
eléctrica, el poder motor v calorífico, la comunicación telefónica y la realización
de- la telegrafía sin hilos por Hertz (1887) y Marconi (1895). Los rayos Rontgen eran
los Curie aislaban el radio (cloruro de radio) en 1898. Kn-
édicos, Thomas Young describió el astigmatismo en 1801, establecióla
ía ondulatoria de- la luz en 1802. y la teoría de la tensión superficial de la capi-
laridad en i8os;John Dalton establécela ley química de las proporciones multiples
(1802 V l.i tem-ía atómica (1803); William Hyde Wollaston investiga la química pa-
,.,.'., de los cálculos (1797- 1809), sugiere la estereoquímica (1808), demuestra
que las explosion* s no pasan a través de delgados tubos, lo que da moti-
llumphrv Davy para inventar su lámpara de segundad (1815), e inventa la
...;,,. Helmholtz inventa el oftalmoscopio y el oftalmómetro, en .850,
el { »scopio, en 1857, v elabora las teorías de la visión ( 1 85 3-67) v la de per-
lón tonal 1 >tro médico, William Charles Wells (i757;i8i7), natural- de
Chai desarrolla la teoría del rocío y del punto del rocío en 1814.1-a to-
do inventada por Niepce(i8i4), Daguérre(i839>, Draper (1840) y box-
\;,,i., [812), Chevalier (1820) y Joseph Jackson Lister (1830 mven-
¡onan las lentes acromáticas del micros. ..pió compuesto, en el cual
dado la idea déla inmersión al agua y Chevalier, el objetivo compuesto;
ivos estereópticos, y E. Abbé, el moderno aparato ilu-
mina ibjetivo apocromático de inmersión al acote y el compensador ocu-
lar 1
I >e latos de descubrimientos se deduce que el movimien-
1 moderno no ha alcanzado toda su intensidad hasta bien entra-
tuna. La medicina de La primera mitad era, con muy
lo una pequeña parte de la teorización esta-
lad anterior. Hasta el año 1850, y bastante mas allá, la
ma en la Medicina han sido realizados en I' rancia.
EL SIGLO XIX J
Desde la publicación de la Patología celular, de Virchow (1858), la medi-
cina alemana empezó a ir ganando rápidamente en importancia. Las des-
cripciones de las nuevas formas de enfermedades, el descubrimiento de la
anestesia (1847) Y e^ de ^a cirugía antiséptica (1867) son mérites especia-
les de la raza anglo-sajona.
En el continente europeo, Immanuel Kant, que expone las limitacio-
nes del conocimiento y el carácter subjetivo de la observación humana, ha
ejercido poco influjo en las teorías médicas; pero la denominada Filosofía
natural, de Schelling, que trataba de establecer la identidad subjetiva y
objetiva de todas las cosas, y el sistema de Hegel, que, como la evolución
actualmente, consideraba todas las cosas como en un estado de cambio y
de transformación perpetuas (Werden), ejercieron un efecto verdadera-
mente deplorable en la medicina alemana, separando Ja actividad mental
de la investigación de los hechos concretos para llevarla al terreno fantás-
tico de la especulación. El «nihilismo terapéutico», de Skoda, estableció
una decidida limitación en la medicina austríaca, y en Francia y en Italia,
una gran pérdida de energías, y hasta de vidas humanas, fué la conse-
cuencia de las doctrinas de Broussais y de Rasori. Se necesitó largo tiem-
po para demostrar que el adelanto de la medicina interna, como ciencia,
no puede nunca realizarse por la adaptación de alguna teoría determinada
por consideración a la personalidad de su autor, sino únicamente por
la realización de una gran serie de investigaciones químicas, físicas y bio-
lógicas, llevadas a cabo por millares de investigadores. El primer paso en
este sentido fué llevado a cabo por Broussais, quien echó abajo todas las
concepciones metafísicas de la enfermedad para reemplazarlas por algo
peor.
Fran^ois-Joseph- Víctor Broussais (1772-1838), hijo de un médico bre-
tón, fué sargento en el ejército de la República en 1 792, ha navegado
como corsario en 1 798 y, habiéndose graduado en Medicina en 1803, ha
servido durante tres años corno cirujano militar en los ejércitos de Napo-
león. Llevó su ruda cultura a la enseñanza de la Medicina, en la que sus
métodos eran napoleónicos, y sus tratamientos, sanguinarios. Broussais
modificó la teoría brunoniana diciendo que la vida depende de la irrita-
ción, pero particularmente del calor, que excita los procesos químicos en
el cuerpo. Las enfermedades, no obstante, dependen de las irritaciones
localizadas de alguna viscera u órgano, por ejemplo, del corazón, o, sobre
todo, del estómago y de los intestinos. Los venenos morbosos específicos,
tales como el virus sifilítico, no eran existentes para Broussais. El único
mérito de sus razonamientos es que sustituía el órgano enfermo al con-
cepto nebuloso « fiebre >, como el factor más importante, el foco morboso
(foyer de maladie). Describir un grupo de síntomas como una «entidad
4 HISTORIA DE LA MEDICINA
clínica > y roturarlo con un nombre era para Broussais un procedimiento
ficticio (ontología). La gastroenteritis era para él la «base de toda la pato-
logía» (i), como para Cullen era casi todo una neurosis, y para Cruveil-
hier, una flebitis. La naturaleza no tenía ningún poder curativo, y era ne-
cesario hacer abortar la enfermedad por medio de medidas activas. Con
este fin, ha adoptado un poderoso régimen antiflogístico o debilitante,
cuyos principales rasgos consistían en privar al enfermo de su propio ali-
Frangoís-Joseph- Víctor Broussais (i 772-1838)
mentó y en aplicarle sanguijuelas. Más de 30 a 50 eran aplicadas algunas
ocho o cinco en los casos de extraordinaria debilidad. Acerca de
la escasez de las sanguijuelas en la época de Broussais, recuerda Baas que
el año [833 Be importaron en Francia 41.500.000 sanguijuelas, y
sólo §e exportaron </<'> 10 millones. En cambio, en 1824-25 dos a tres mi-
Hom luciente para atender a todas las demandas. Cuando se apro
"1 como el doctor Holmes lo ha descrito tan humorísti-
camente Broui sii .7/, vieux militaire por la instrucción, regañón, bravu-
di< e que d supuesto origen gástrico de la mayoría <l<- las
ha sido defendido anteriormente por Tissot, Grant,
Hnkf y Stoll l'u < hni.uin I I.iikII.ih h, [en
EL SIGLO XIX s
con y disputador con el vigor de un Paracelso, y aunque su continuador,
Bouillaud era impelido a derramar los mismos torrentes de sangre, los es-
tudiantes comenzaron gradualmente a separarse de este modo de pensar,
hasta que estas teorías fueron, por último, condenadas por el buen senti-
do y el equilibrado juicio del clínico Chomel y por las deducciones es-
tadísticas de su discípulo Louis. La doctrina de la irritación, de Broussais,
fué llevada a Alemania por Roeschlaub, y ocasionó un pálido reflejo pa-
Pierre-Charles-Alexandre Louis (1787-1872)
sajero en las obras de Benjamín Travers, Pridgin Teale y otros médicos
ingleses de este período, que atribuyeron muchas enfermedades a la «irri-
tación espinal». En Italia, hacia 1 807, Giovanni Rasori, en su clínica de
Milán, comenzó a resucitar las doctrinas de Asclepíades de las condicio-
nes de constricción y relajación (que Brown ha denominado esténicas y
asténicas, y Hoffmann, tónicas y atónicas), considerando las enfermeda-
des como estados de estímulo y contraestímulo. El diagnóstico de estas
condiciones se hacía por medio de la sangría, que se suponía obraba be-
neficiosamente en los casos de sobreestimulación, y viceversa. El super-
estímulo era combatido por medio de los sedantes, del opio y de copio-
sas sangrías; el contraestímulo, por medio de enormes dosis de gutagam-
ba, acónito, ipecacuana, nuez vómica y otras supuestas análogas substan-
6 HISTORIA DE LA MEDICINA
cias. Este método, que era tan perjudicial como el de Broussais, tuvo, sin
embargo, su boga como éste y murió lo mismo que él.
Las arbitrarias doctrinas de Broussais fueron, finalmente, destrozadas
por Pierre-Charles-Alexandre Louis (178/-1872), el fundador de las esta-
dísticas médicas, que él diferenciaba de las vitales. Después de haber pa-
sado seis años en Rusia, donde se desesperó al considerar la impotencia
de la Medicina respecto de una epidemia de difteria, convencido de la ne-
cesidad de profundizar en los estudios, volvió a París a completar su edu-
cación médica, y, entrando en la clínica de Chomel, pasó el resto de su
vida enseñando, combinando la enseñanza con la práctica incesante de la
disección y con la práctica hospitalaria. Sus principales obras son sus in-
vestigaciones acerca de la tisis (1825) [i], basadas en 358 autopsias y 1.960
casos clínicos, y llamando la atención acerca de la frecuencia del tubérculo
en el vértice del pulmón. Su tratado sobre la fiebre tifoidea (1829) [2],
que dio a la enfermedad su nombre actual (fiévre typhoide), y sus polémi-
cas contra Broussais (1835) [3], que concluyeron por echar abajo todo el
sistema» de éste, y por una demostración estadística del poco valor de
la sangría en la pulmonía, terminó con el abuso de aquélla en esta afec-
ción. Louis pensaba que las argucias de una teoría a priori, como la de
Broussais. pueden fácilmente demostrarse y ponerse de relieve por medio
de buenas estadísticas (4), y que estas últimas pueden algunas veces em-
plearse como un instrumento de precisión en casos en que los propios
métodos experimentales han fracasado. Aunque Gavarret ha escrito un
tratado de estadísticas en el cual los problemas terapéuticos eran especial-
ment< considerados (1840) [5], la idea no adquirió todo su relieve toda-
vía en la '-poca de Louis; pero las estadísticas han demostrado desde en-
tonces su propia importancia, atestiguando los datos etiológicos y heredi-
tarios, el valor comparativo de los diferentes métodos terapéuticos, espe-
cialmente por el gran incremento de los periódicos médicos, con su co-
rrespondiente perfeccionamiento en bibliografía y en los modos de llevar a
<abo los censos, que, naturalmente, proporcionan los fundamentos de
toda buena estadística. Su importancia ha sido bien puesta de manifiesto
por Fournier y Erb, demostrando la relación causal entre la tabes dorsal,
i I ouis: Recherches anatomico-physiologiques sur /</ p/ilhisie, París, [825.
tr /</ maladit connut sous /<•■, noms de gastro-entérite (etcétera),
París.
tr les effets de la saignée (etc.), París, 1835.
isti< .is en las investigaciones médicas ha sido sug< rido,
ino, por el astrónomo Laplace. Para demostrar los buenos resulta-
I de 5.000 autopsias (Neuburger: 0/>. ctt.t pá-
gina 1
'.nix ,/, Ttatisttout, París, 1S40.
EL SIGLO XIX 7
la demencia paralítica y la sífilis, y por otros autores, atestiguando la im-
portancia de la hidroterapia en el tratamiento de la fiebre tifoidea, de la
antitoxina en la difteria, de la intervención operatoria en la apenaicitis y
en otras enfermedades abdominales y pélvicas, o respecto de los efectos
de los medicamentos nuevos, como el «606», etc. Louis ha sido el prime-
ro, después de Floyer, que ha usado el reloj para apreciar el pulso, en lo
que ha sido seguido por los médicos de las escuelas irlandesa, inglesa y
americana. Por medio de sus discípulos americanos, Holmes, Gerhard,
Réné-Théophile-Hyacinthe Laénnec (i 781-1826)
los Jackson, los Shattuck y otros, ha ejercido una poderosa influencia en
el adelanto de la ciencia médica en los Estados Unidos. La fuerte posi-
ción que tomaba Louis en favor de los hechos y de las cosas positivas, en
contra de la estéril teorización de los tiempos pasados, tenía necesaria-
mente que atraerse en su favor el agudo sentido común práctico de los
médicos americanos.
El más distinguido y más importante de todos los médicos internis-
tas de la antigua escuela francesa ha sido René-Théophile-Hyacinthe
Laennec (1781-1826), natural de Quimper (Bretaña), que, como Bicha!,
había sido un cirujano de regimiento durante la Revolución y que, como
aquél, murió en edad temprana, víctima de la tisis. Fué médico del Hos-
8 HISTORIA DE LA MEDICINA
pital Beaujon en 1806 y del Hospital Necker en 1 8 16. Laénnec ha hecho
inmortal su nombre por la invención del estetóscopo en 1819 (en primer
término, un simple rollo de papel que tenía en la mano) y por la publi-
cación de las dos sucesivas ediciones de su Traite de V auscultation me-
diate, en 1 8 19 y 1823. Esta obra ha colocado a su autor entre los más
distinguidos clínicos de todas las edades, y, a diferencia de la de Auen-
brugger, fué inmediatamente llevada a todas partes y traducida a todos
los idiomas. Ha sido la piedra fundamental del conocimiento moderno de
las enfermedades del tórax y de su diagnóstico por medio de la explora-
ción mediata. En la primera edición (1819) Laénnec perseguía el método
analítico, dando los diferentes signos puestos de manifiesto por la percu-
sión y la auscultación, en correspondencia con las lesiones anatómicas
(él era un experto anatomo-patólogo). En la segunda edición (1820) el
procedimiento se vuelve hacia el método sintético, siendo cada enferme-
dad especial descrita en detalle respecto de su diagnóstico, su patología
y su tratamiento (m(ás inteligente), de tal modo, que esta edición resulta,
efectivamente, el más importante tratado que se había escrito nunca de
las enfermedades de los órganos torácicos. Laénnec no solamente puso
el valor diagnóstico de los sonidos en las enfermedades cardíacas y pul-
monares (i) sobre una base segura, sino que fué el primero que describió
y diferenció la bronquiectasia (notada primeramente por su ayudante Ca-
yol en 1 808), el neumotorax, la pleuresía hemorrágica, la gangrena y el
enfisema del pulmón, la esofagitis y aquella forma de cirrosis que lleva
en la actualidad el nombre de «hepatitis crónica intersticial difusa». Ha
dejado una descripción magistral de la bronquitis y de la neumonía, con
un completo estudio de las lesiones anatomo-patológicas de las mismas,
y sus trabajos acerca de la gangrena pulmonar y del enfisema no han te-
nido necesidad mas que de los retoques del microscopio de Rokitansky
¡jara convertirse en cuadros clásicos. Laénnec ha sido, además, el primero
que ha descubierto y descrito el «tubérculo anatómico», o verruga p o st-
mortem (2), que McCall .Anderson ha demostrado, en 1879, ser idéntica
;il lupus verrucosus; y ha sido también el inventor de aquellos términos
o cegofonía», pectoriloquia >, los «estertores» sibilantes y sonoros y
otros signos perfectamente reconocibles en el momento de la exploración
del I son. límente, era una figura desdeñosa, nerviosa, aguileña,
de natuí tolerante, natural y de gustos tinos y delicados.
Lo mismo que Vuenbrugger, era modesto respecto de su propia obra,
Para la b los ruidos del corazón antea y después de Laénnec
.11, páginas i, 345 y 565.
ervada per sir Samuel Wilka como verruca necrogénica»
EL SIGLO XIX
cuidando más de que ella fuese provechosa para la posteridad que de que
sirviese para su propia fama.
Entre los más notables médicos internistas franceses contemporáneos
de Louis y de Laénnec figuran Bayle, Bretonneaú, Bouillaud, Corvisart,
Pinel, Audral, Piorry, Rayer y Ricord.
Gaspar Laurent Bayle (1774-1816), de Vernet, en Provenza, graduado
en París en 1801, ha dejado su huella en la patología por su descripción
de los caracteres macroscópicos del tubérculo, estableciendo la identi-
dad del mismo con la granulia y
con otras variedades de tuberculosis
(1803) que exponía en sus Re cherches
sur la phtisie pulmonaire (18 10), la
base de la obra de Laénnec y de
las subsiguientes.
Pierre Bretonneaú (1771-1862))
de Tours, ha escrito importantes
monografías acerca del contagio de
la dothienenteritis o fiebre tifoidea
(l8l9-29)[i], déla difteria (l82Ó)[2],
dando a esta enfermedad su nom-
bre actual, y en I de julio de 1825
realizaba la primer traqueotomía,
con éxito, en el crup (3). Ha locali-
zado y comprendido las lesiones ti-
foideas en las placas de Peyer, ya
en 1820, prediciendo que la fiebre
tifoidea se llegaría a diferenciar per-
fectamente del tifus exantemático (1828), y en 1855 instituyó claramen-
te la doctrina de la especifidad (teoría de los gérmenes) en las enferme-
dades (4). Su correspondencia con sus discípulos Velpeau y Trousseau
es la colección de cartas médicas más interesante desde los tiempos de
Guy Patin.
Jean-Baptiste Bouillaud (i 796- 1 88 i), de Angulema, aunque furioso
sangrador, era uno de los más hábiles diagnosticadores de su época. Ha
sido el primero que ha establecido que la afasia se relaciona con una le-
Pierre Bretonneaú (1771-1862). (Del retrato
de Moreau de Tours.)
(1) Bretonneaú: Arch. gen. de Méd., París, 1829; XXI, páginas 57-78.
(2) Des inflammations spéciales du lissu muqueux et en particulier de la diphté-
rite, París, 1826.
(3) Bretonneaú: Des inflammatio?is spéciales (etc.), París, 1826, páginas 300
a 338.
(4) Sobre esto véase Paul Triaire: Bretonneaú et ses correspondants, Pans, 1892;
I- pág. 303; II, pág. 593.
[O
HISTORIA OK LA MEDICI N A
sión del lóbulo anterior del cerebro (1825) [i] y ha establecido una «ley
de coincidencia» entre la frecuencia de las enfermedades del corazón y
la del reumatismo articular agudo (1 836) [2]. Estas relaciones fueron, des-
pués, más ampliamente desarrolladas en su importante tratado clínico
del reumatismo articular agudo de 1 840 (3). Considerando la fiebre como
efecto de la endocarditis y de la inflamación de la túnica interna de los
Jean-Baptiste Bouillaud i i ;ut> i
vasos sanguíneos, él era partidario de combatirla sangrando implacable-
mente coup SUÍ coup.
[ean Nicolas Cor visart (1755* * 821), médico favorito de Napoleón y
maestro de Bayle, Bretonneau, Dupuytren, Laénnec y Cuvier, es en la
Lalidad principalmente recordado por haber hecho resucitar la obra
Vuenbrugger sobre la percusión (1808), una traducción de la cual ha-
bía sido previamente hecha por Rosiére de la Chassagne (1770), pero ol-
vidada. El En lyo di las enfermedades r lesiones orgánicas del corazón y
VIH. páginas 25 -45.
J (2 recherchi rhumatismt articulaire (etc. . Pa
irüculoin -io,
EL SIGLO XIX ii
de los grandes vasos (1806), de Corvisart, la más importante obra fran-
cesa de enfermedades del corazón, más importante desde los tiempos de
Senac, fué reimpresa en 1818, con algunas simplificaciones y perfeccio-
namientos del método de Auenbrugger.
Philippe Pinel (1 745- 1 826), un noble espíritu de Saint-Paul (Tarn).
quedará siempre en uno de los puestos más elevados de la Historia por
haber sido el primero que empezó a tratar a los locos de un modo huma-
nitario. Arriesgando su propia vida y su libertad, inició las reformas de su
Jean-Nicola? Corvisart (1755-1821)
primirles las cadenas, colocarles en hospitales bajo médicos de buen ca-
rácter y eliminando en su tratamiento todo el abuso de medicamentos y
de sangrías a que antes estaban sujetos. En este sentido es el verdadero
fundador del moderno régimen de la «puerta abierta» de la psiquiatría, a
pesar de que sus clasificaciones de la locura y de las enfermedades men-
tales han sido ya olvidadas. Su Traite médico-philosophique sur l alienation
mentale (1801) es uno de los más importantes de los clásicos, y ha sido
seguido de otras piedras miliares de la psiquiatría, como las Rapsodias del
tratamiento psiquiátrico de la locura (1803), de Reil; los libros de Heinroth
sobre la locura (1818), la jurisprudencia de la locura (1825) y la psicolo-
gía de la mentira (1834) \}\ ^a de Calmeil, sobre la parálisis general de
1) J. C. A. Heinroth: I He lÁige, Leipzig, 1834,
12 HISTORIA DE LA MEDICINA
los locos (1826) [1]; el tratado de la locura, de Prichard, que contiene la
primera descripción de la locura moral (1835); Ia gran obra de Esquirol
(1838) [2]; la original descripción de Falret de la locura circular (1853) [3],
y el Ir atamiento de la locura sin restricciones mecánicas (1856).
Gabriel Andral (i 797- 1 876), de París, era un espíritu claro, metódico,
analítico, que se oponía a todas las excentricidades y fanatismos escolás-
ticos; editó las obras de Laénnec, se unió a Louis en su propaganda con-
tra la sangría, favoreció el uso de los baños fríos en la fiebre tifoidea y en
Philippe Pinel (1745-1826)
otras fiebres, y se le recuerda por haber sido el primero que ha recomen-
dado el examen químico de la sangre en los estados morbosos (1843) [4].
Su dinique medícale í 1829-33) ha sido la primera obra del género que han he-
cho famoso I rousseau, Dieulafoy y otros, en el cual una serie de casos médicos es
utilizada como medio de establecer los datos de la medicina interna. En la obra
de Andral las pinturas clínicas del desarrollo de los procesos morbosos son magis-
dio químico de la sangre (con Gavarret), el único de este género des-
'lr Hunter y Hewson, deja como conclusión la de que existen enfermedades
primitivas <l<- la Bangre, una fase de La patología humoral que volverá a renacer de
nuevo ( on Khrlic h.
L F. Calmeil: De la paralysic ginéra 1 b París, 1826.
I I- . Esquirol: Des maladies mentales, dos volúmenes y atlas, París, i8^s.
f P Falret Bull. .i. ' /. París, [853-4: XIX, páginas 382-400.
(4) Andral: Essaid hematologic p at kologiouetY*ñ&y 184 3,
EL SIGLO XIX 13
Pierre- Adolphe Piorry (i 794- 1 879), de Poitiers, ha sido el inventor
del plexímetro (1826) y un defensor de la percusión mediata (1828) [i].
Ha escrito mucho, incluso un tratado de pleximetría (1866), y, aunque
«poeta», afectaba una nomenclatura exagerada y pedante, empleando tér-
minos altisonantes, como «cardiodisneuria», «hiperesplenotrofia» y otros
análogos.
Pierre-Francois Olive Rayer ( 1 793- 1 867), de Calvados, ha sido autor
r
l
Philippe Ricord (1799-1889)
de una serie de obras de capital importancia, incluso su tratado de enfer-
medades de la piel, con atlas ( 1 826-27); su clásico tratado del muermo y
de los lamparones en la especie humana (1837) [2]> su tratado de enfer-
medades del riñon, en tres tomos, con un atlas (1837-41), que marca una
época en el estudio de estas afecciones, y su Memoria de la hematuria en-
démica (1839).
Philippe Ricord (1799- 1 889), nacido, de padres franceses, en Baltimo-
re, Md., y graduado en la Facultad de París, ha sido la más alta autoridad
en las enfermedades venéreas después de John Hunter. Su tratado sobre
(i)- Piorry: De la percusión mediate, París, 1828.
(2) Rayer: De la morve et du farcin chez l'homme, París, 1837.
14 HISTORIA DE L A MEDICI N Á
esta materia (1 838) [i] es memorable en la historia de la Medicina por
haber echado abajo las erróneas ideas de Hunter sobre la identidad de la
gonorrea y de la sífilis (2.500 inoculaciones), estableciendo la autonomía
de las dos afecciones (1831-37).
El ha dividido la lúes en su período primario, secundario y terciario, descri-
biendo los chancros vaginal, uterino y uretral, haciendo notar la rareza de la rein-
fección y escribiendo sobre otros asuntos, como el uso del espéculo (1833), la go-
norrea en la mujer (1834), epidimitis (1839) y conjuntivitis blenorrágica (1842).
Ricord ha sido famoso por un gran número de atrevidas bous mots y
anécdotas (ricordianas) relativas a su especialidad. El doctor Oliver Wen-
dell Holmes le caracteriza como «el Voltaire de la literatura pelviana: un
escéptico acerca de la moralidad de la raza en general, que hubiera some-
tido a la propia Diana al tratamiento con sus específicos minerales y or-
denado una receta de pildoras azules para las vírgenes vestales».
La moderna dermatología deriva de la obra de Willan y de su discí-
pulo Bateman, continuada y llevada mas adelante por la escuela francesa
y la nueva de Yiena. Robert Willan (17 57 1812), un cuáquero de York-
shire que ha estudiado con ventaja la obra patológica de Matthew Baillie,
ha hecho por poner en claro la naturaleza del eczema y del lupus y ha di-
vidido las enfermedades cutáneas, de acuerdo con su aspecto objetivo, en
ocho clases: papulosas, escamonas, exantemáticas, ampollosas, vesiculo-
sas, pustulosas, tuberculosas y maculosas. Por confrontación de los térmi-
nos griegos, latinos y árabes ha establecido una definitiva nomenclatura
clásica. Su clasificación, por lo que le fué concedida la medalla de oro de
Fothergill, en 1/90, ha sido el punto de partida de la dermatología mo-
derna, y todavía sigue más o menos en uso. La gran obra de Willan On
( utiuieous Diseases (1796-1808) fué publicándose en partes, y quedó sin
concluir a la muerte de su autor, siendo completada por su discípulo Ba-
teman. Contiene originales descripciones y representaciones del prurigo,
pitiriasis e ictiosis, al paso que la psoriasis (la lepra bíblica de Gehasi y
Naaman), la sycosis, la tinea versicolor, el lupus y el impetigo aparecen
más claramente definidas y diferenciadas. Osier dice que en esta obra se
encuentra relatado el primer caso de púrpura de Henoch (con síntomas
1 ales;. Willan ha descrito también el eritema iris como una especie de
su género «iris» (herpes Iris) y separándole de las otras formas de eczema
debidos a las irritaciones '-xt'-mas (eczema solar, impetiginoso, rubrum,
men urial) Ha dado una descripción mas clara \ más precisa de la «urti-
rita por Frank en [792. Esta parte de su obra apare
(1) Ricord: Traite pratique des maladies vinérienn Pari 1 838.
E L SIGLO XIX
iS
ce incluida en las Delineations of Cutaneous Diseases, un atlas de 72 lámi-
nas coloreadas, publicado en 1817 por Thomas Bateman (1788-1831), de
Whitby (Yorkshire). Bateman ha sido el primero que ha descrito el liquen
urticatus, el molusco contagioso y el ectima, que Willan había señalado
como phlyzacia. El ectima terebans, o «pénfigo gangrenoso», ha sido re-
latado primeramente por Whitley Stokes, de Dublin (1807) [i], y el xan-
toma, por Addison y Gull (185 i) [2].
El fundador de la moderna escuela francesa de Dermatología ha sido
Jean-Louis Alibert (1766- 1837), de Villefranche l'Aveyron. El doctor
Holmes dice: «El alegre viejo barón Alibert, que yo recuerdo tan perfec-
tamente con su gran sombrero de copa alta, un poco gentilmente gastado
en algunos lados, y llamando en voz alta a sus discípulos en el patio prin-
cipal del Hospital de St. Louis: Enfants de la méthode naturelle, etes vous
ici?» Este «método natural» de clasificar las enfermedades era positiva-
mente la pasión de Alibert. Un grabado de «árbol genealógico» de las
dermatosis colgaba feo y solitario en el primer término de un estéril y no
atractivo paisaje, formando la lámina inicial de su obra más importante (3).
Alibert ha sido el primero en describir la micosis fungoide (pian fungoi-
de) en 1806, y el queloide (cancroide) en 18 10 (más tarde como «keloide»
o «kelis») [1835]. Ha descrito también la «pústula de Alepo» (1829) [4],
la úlcera endémica que más tarde había de tener tanta importancia en re-
lación con las leishmaniosis (cuerpos de Leishman-Donovan), y ha intro-
ducido muchos términos nuevos, como «sifílides», «dermatosis», «derma-
tolosis», etc. Un visual y un artista, como le ha definido Sabouraud, Ali-
bert estaba orgulloso de haber sido el primero que había empleado el
lápiz y la paleta de pintor en la representación de las enfermedades de la
piel. En sus lecciones clínicas se tomaba grandes trabajos para hacer re-
presentaciones visuales de todo a sus discípulos: lo personal, lo circuns-
tancial de sus casos clínicos; todo, como hacía John Bell. En sus esfuerzos
para realizar estas representaciones, llegaba algunas veces a extremos re-
tóricos y falsos y exagerados en extremo. El árbol genealógico de Alibert
fué sustituido por su discípulo Biett por el sistema de Willan, y las ideas
de Biett fueron más extendidas aún por Rayer (1826) y por Cazenave y
Schedel (1828), que hicieron la primera clasificación de las enfermedades
de la piel sobre una base anatómica, a saber: inflamaciones, hipertrofias,
desórdenes de las secreciones y de las sensaciones, manifestaciones he-
(1) W. Stokes: Dublin Med. and P/iys. Essays, 1807-8; I, páginas 146-153.
(2) Guy's Hosp. Rep., Londres, 1851; 2 s., VII, pág. 265.
(3) Alibert: Monographie des dermatoses, Paris, 1842; I, lámina opuesta a la
página 1.
(4; Alibert: Rev. Med. frant;. et étrang., París, 1829; III, páginas 69-71.
ib HISTORIA DE LA MEDICINA
morrágicas, etc. Estas clasificaciones son las precursoras de la segunda
fase de la moderna dermatología, el período patológico o histológico in-
augurado por Hebra y sus discípulos, que debe considerarse en íntima
relación con la nueva escuela de Viena.
Las doctrinas de Laénnec han tenido una inmediata repercusión en la
Gran Bretaña con la brillante obra de dos médicos de la escuela irlandesa.
Los fundadores de la escuela de Dublin son John Cheyne (1777-1836),
que ha descrito el hidrocéfalo agudo (1808) [i] y la respiración de Chey-
ne-Stokes (1818) [2]; Abraham Colles (1773-1843), que estableció la ley
de Colles, y Robert Adams (1791-1875), que ha dejado su clásico estu-
dio del bloqueo esencial del corazón (1826) [3] y del reumatismo goto-
so (1857) [4]> Otros importantes miembros de esta escuela son Corrigan
(el del pulso de Corrigan); William Wallace (1791-1837), que ha introdu-
cido el uso del yoduro potásico en la sífilis (1836), y Francis Rynd (1801
a 1861), que ha sido el primero que ha empleado las inyecciones hipodér-
micas por medio de la gravedad (con un aparato de su invención) para ali-
viar el dolor (1845-61) [5]. Los verdaderos maestros de la escuela de Du-
blin han sido, sin embargo, Graves y Stokes.
Robert James Graves ( 1 796- 1 85 3), el hijo de un pastor de Dublin, hizo
su grado de médico en 18 1 8, y al realizar el acostumbrado viaje por el
continente experimentó diferentes aventuras, como, por ejemplo, ser arres-
tado en Austria tomándole por espía alemán, a consecuencia de su facili-
dad lingüística, y el hecho de reprimir con éxito un motín sobrevenido en
un barco durante una tempestad en el Mediterráneo, después de haber
asumido el mando y haber salvado el barco con su valor. Vuelto a Du-
blin en 1 82 1, llegó a ser médico-director del Meath Hospital y uno de los
fundadores de la Escuela de Medicina de la Park Street. Inmediatamente
aplicó las más radicales reformas, introduciendo los métodos continenta-
les de enseñanza clínica, tales como hacer que los alumnos más adelanta-
dos tratasen y refiriesen los casos clínicos, y suprimiendo, además, los ma-
tratoa y los abusos que los enfermos de los hospitales tenían que
aguantar de l<>s malhablados doctores irlandeses de aquellos días. Grande,
brío y distinguida^ Graves tenía un gran corazón, a pesar de su sar-
1 1 hydrocephalus aciilus, Edimburgo, 1808.
lublin Hosp. Ret.t 1818; II, pág. 216. Véase también The case of
the hi wnshencíy en English Malady, de George Cheyne, Londres,
páginas
Dublin Hosp. Rep., 1827; [V, pág. 396.
* rheumatic gout \ Londres, 1857.
Rynd: Dublin M. Press., 1845; XIII, pág. [65, y una descripción de los ins
]ublin Quart. Journ. 1/ed.Sc, 1861; XXXII, pág. 13. Para un acabado
lio de la invención de Rynd iréase Pfender: Wash. Mal. I««., 1912; X, pági*
.9-
EL SIGLO XIX
i7
cástico lenguaje, y hasta alguna vez fué a parar a manos de algún estu-
diante pobre el importe de alguna obra literaria. Sus Clinical lectures
(1848), que Trousseau leía y releía con gran admiración, introducía mu-
chas novedades, como el «pin-hole pupil», el tomar el pulso con el reloj
y el abandono del antiguo tratamiento debilitante o antiflogístico de las
fiebres. Suplicaba que la frase «él ha alimentado a los febricitantes» le sir-
viese de epitafio. Graves ha dejado también los estudios más antiguos del
Robert James Graves (1793-1853)
edema angioneurótico y del escleroderma,y en 1 83 5 ha publicado una des-
cripción del bocio exoftálmico, tan admirable, que ha hecho que la enfer-
medad lleve desde entonces su nombre (i).
William Stokes (1804-78), compañero de Graves en el Meath Hospital,
era el hijo de Whitley Stokes, profesor regio de Medicina en Dublin, y su-
cedió a su padre en este cargo en 1 845. Ya en 1 82 5 se hizo notar como
discípulo de Laénnec con la publicación de su Introduction to the Use Ste-
thoscope. Durante la epidemia de tifus exantemático de Dublin, en 1826,
trabajó duramente en favor de los pobres, viéndose atacado por la enfer-
medad en 1827. Ha referido el primer caso de cólera de la epidemia de
Dublin de 1832, y en 1846 ha publicado su notable estudio sobre la en-
(1) Graves: London Med. & Surg. Journ., 1835; VII, pt. 2.a, páginas 5'^ y 517.
Historia db uá M «dicha. — Tomo II
iS
HISTORIA DE LA MEDICINA
fermedad de Stokes-Adams (i). Sus tratados sobre las enfermedades del
tórax (1837) Y las del corazón y de la aorta (1854) le han dado imperece-
dera fama. Era uno de los pocos médicos que habían recibido la orden
prusiana pour le mé? ite.
Sir Dominic John Corrigan ( 1 802-80), que describió la «fiebre del ham-
bre > de 1847, na escrito también sobre enfermedades del corazón, y en
1832 ha publicado una original descripción déla insuficiencia de las vál-
vulas aórticas (con una lámina soberbia), que se considera como el estu-
dio clásico de esta enfermedad (2),
a pesar de que ya había sido
estudiada por Cowper (1705).
Vieussens (17 I 5) y Hodgkin
(1829). Corrigan ha sido el pri-
mero en poner bien de manifies-
to el carácter rebotante o de
«martillo de agua» del pulso en
la insuficiencia aórtica (pulso de
Corrigan), y ha sugerido la idea
de que un corazón que Maquea
puede ser estimulado percutien-
do la región precordial con una
cuchara caliente (martillo de Co-
rrigan). Ha notado también la
«onubilación cerebral» del tifus
y las expansivas pulsaciones del
aneurisma (signo de Corrigan) y
ha descrito la cirrosis del pul-
món o tisis fibrosa, que, como la insuficiencia aórtica, lleva algunas veces
su nombre.
Loa clínicos ingleses de la primera mitad del siglo xix asimilaron las
ideas de Laénnec y de Bichat en su práctica, y, lo mismo que Heberden,
Parry, Fothergill y I luxham, demostraron ser fieles continuadores de Sy-
denham en las descripciones de la enfermedad. De especial importancia es
la obra patológica y clínica que realizó una larga serie de brillantes traba-
jadoras del ( iuy's I [ospital; ¡os grandes hombres del Guy. De ellos, Richard
BUGHI [789-1858), de Bristol, había estudiado con Astley Cooper y Ja-
mea Currie y Fué médico del Guy's Hospital durante veintitrés años
William Stokces (1804-78)
1 >//>//>/ Quart. Journ. Med. Sc.t 1846; [I, páginas 73-85.
Corrigan: Kdimb. \íed. &* 6urg. Joum» 1832; XXXVII, página
1 l.im. Hodgkin: London \fed.Gaz.y 1828-29; III, páginas 433-443.
is 225-245,
ÉL SIGLO XIX íc)
(1820-43), donde trabajaba por espacio de seis horas diarias en las guar-
dias del hospital y en la sala de autopsias, además de dar lecciones de
materia y de clínica médicas. Su experiencia fué notablemente ampliada
por un largo viaje a través del continente, durante el cual tuvo ocasión de
conocer y admirar a Johann Peter Frank. Fué el médico de consulta más
distinguido de Londres en su época. Sus Reports of Medical Cases (1827)
contienen su original descripción de la nefritis esencial, con su distinción,
Richard Bright (1789-1858)
que hizo época, entre la hidropesía cardíaca y renal, y desde entonces que-
dó establecida su reputación en toda Europa. Blancas nubes en la orina
han sido notadas ya hasta por Hipócrates (i).Saliceto, el cirujano italiano,
ha puntualizado bien la relación existente entre la hidropesía, la escasez
de la orina y e! endurecimiento del riñon (durities in renibus) en 1476 (2),
y la relación entre la hidropesía y la orina albuminosa ha sido establecida
(1) Por ejemplo, en el caso de Thasus, mujer de Philinus, en las enfermedades
epidémicas. (Libro I, § 13, caso IV.)
(2) Signa duritiei in renibus sunt, quod minor atur quant it as urinae, et quod est
gravitas renum et spinae cum aliquo dolore; et incipit venter injlari post tempus et jit
hydropicus secundum dies. Et ut plurimum fit talis durities post apostema calidum in re-
nibus et post febrem ejus. (Saliceto: Liber in s ciencia medicinali, 1476» ch. 140.)
2o HISTORIA DE LA MEDICINA
por William Charles Wells (l8u) [i] y John Blackall (1813) [2]; pero
Bright ha sido el primero en relacionar estos síntomas con la peculiar in-
flamación de los ríñones que ha encontrado en las numerosas autopsias
que ha llevado a cabo, y sus síntesis, tan decisivas, hicieron pronto su ca-
mino por todas partes, reconociéndose en todas su inmensa trascenden-
dencia en la práctica médica (3). Como obra de este género, es una de las
más grandes de la patología médica, y como original expositor de en-
fermedades puede colocarse. próximo a Laénnec. «Bright — dice su biógra-
fo Wilks — no sabe teorizar, pero sabe ver, y nos deja asombrados de su
poder de observación cuando deja cuadros fotográficos de las enfermeda-
des para el estudio de la posterioridad. > El no ha proporcionado puntos
especiales de vista en Patología, ni ha fijado rótulos especiales en sus múl-
tiples descripciones de estados morbosos; pero ha coleccionado un núme-
ro extraordinario de hechos y ha sabido cómo se aprovechaba el conoci-
miento de los mismos. Así, ha dado estudios originales de la diabetes pan-
creática y de la esteatorrea pancreática (1832) [4], de la atrofia aguda ama-
rilla del hígado (1836) [5], de las convulsiones unilaterales de la epilepsia
jaeksoniana (1836) [6] y del «estado linfático» (1838) [7], que han sido se-
ñalados con sus nombres apropiados, siendo mejor conocidos antes de
nuestra época. Sus Medical Reports contienen descripciones seguras de al-
gunas novedades, como la otitis escarlatinosa, los abscesos óticos del ce-
rebro, la tisis de la laringe, las parálisis repentinas, las hemiplejías cerebra-
les, los equivalentes histéricos de la enfermedad, y sorprendentes cuadros
de los aspectos patológicos de la fiebre tifoidea, de la nefritis, de la atrofia
amarilla aguda del hígado y de las afecciones cerebrales. Sir Samuel Wilks
recuerda, además, que ha sido uno de los primeros, si no el primero,
en describir la pigmentación del cerebro en la melanemia, la condensación
del pulmón en la tos ferina, los pequeños equinococos en el interior de
los quistes hidatídicos y los ruidos del corazón en la corea. Bright era un
artista capa/ y hábil, uu coleccionista inteligente de grabados, y el pri-
mar volumen de sus viajes por Hungría aparece ilustrado con encantado-
uadros dibujados por él mismo. Este gran médico era, además, un
(1) Wells: Ir. Soc. Improve. Med. <5r* Chir. Knowledge, 1804-12; Londres, 1812;
III, páginas 104-240.
Blai kail: Observations on the nature and cure of dropsies, Londres, 1813.
• la historia de la enfermedad de Bright (1827-47) véase C. P. Falk:
[848; ill. paginal 133 y 456.
i B Chir. 7V., Londres, 1832-33; XVIII, páginas 1-56.
''S) pital Hep., Londres, 1836; I, páginas 36-40.
".' , página
7) N
EL SIGLO XIX
21
buen botánico y geólogo, y, personalmente, un hombre sencillo, sin pre-
juicios y amante de la verdad.
Thomas Addison (i 793- 1 860), de Longbenton (Cumberland), colega
de Bright en el Guy's Hospital, era más bien un brillante profesor de Pato-
logía que un afortunado práctico. Se le recuerda como un hombre altanero,
poco atractivo, que, en su propia demostración, ocultaba sus exageradas
timidez y sensibilidad; que nunca ha tenido una gran clientela, y que se
ha dedicado por completo a sus
discípulos y a su labor de hospi-
tal. Concedía tan poca importan-
cia a la medicación, que (según
se dice) algunas veces se olvidaba
de recetar; además, las pildoras
de Addison, de calomelanos, di-
gital y esciía, para la hidropesía
hepática en la sífilis, se estaban
usando siempre. Ha sido también
el primero en usar la electricidad
estática en el tratamiento de las
enfermedades espasmódicas y
convulsivas (1837), Y» en colabo-
ración con John Morgan, ha es-
crito el primer libro inglés acer-
ca de la acción de los venenos
en el organismo vivo. En 1 849,
Addison presentó una comunica-
ción a la South London Medical
Society (i) en la que describía la anemia perniciosa (20 años antes que Bier-
mer) y la enfermedad de las cápsulas suprarrenales (melasma suprarrenal).
Estas observaciones clínicas fueron después mucho más ampliamente des-
arrolladas y expuestas en su gran monografía On the Constitucional and
Local Effects of Disease of the Suprarenal Capsules (Londres, 1855). Este
libro fué considerado como una mera curiosidad científica en la época
de Addison; pero en la actualidad se le reconoce como una obra de im-
portancia decisiva, que, en conexión con la obra fisiológica de Claudio
Bernard, inauguró el estudio de las enfermedades de las glándulas de se-
creción interna y el de aquellos disturbios del equilibrio químico que se
conocen con el nombre de «síndromes pluriglandulars ». Ha sido Trous-
seau el primero que ha propuesto designar el síndrome suprarrenal con
Thomas Addison (17Q3-1860). (Cortesía del Dr. Her-
bert L. Eason, del Guy's Hospital, Londres.)
(1) London M. Gac, 1849; XLIII, pág. 517.
22
HISTORIA DE LA MEDICINA
el nombre de «enfermedad de Addison». En 1851, Addison y sir William
Gull describieron la enfermedad cutánea vitiligoidea, actualmente recono-
cida como xantoma. El «queloide de Addison» es una forma circunscrita
de escleroderma.
El patólogo Thomas Hodgkin (1798-1866), de Tottenham (Inglaterra),
un miembro de la Sociedad de Amigos, llevando siempre su traje caracte-
rístico, era, por naturaleza, un filántropo y un reformador, y, según dice
■■E
Thomas Hodgkin (1798-1866)
Wilks, fué echado del Guy's Hospital por su carácter excéntrico y por la
independencia de su espíritu. vSu reputación ha quedado hecha por su ori-
ginal descripción del simultáneo aumento de volumen del bazo y de los
ganglios linfáticos, o linfadenoma (1832) [ij, que, como él mismo hace no-
tar, había sido vagamente señalado por Malpighi en 1665, y al que desig-
nó Wilks, en [865, con el nombre de «enfermedad de Hodgkin». Ha es-
crito, además, un estudio sobre la insuficiencia de las válvulas aórticas
19) [2], que precede tres años a la clásica obra de Corrigan. Es notable
también o sobre la educación médica (1823), y sus Lectures on
1 Mtd. Cliír., Tr. I ondi XVII, páginas 1
',>>;/,/ 1/. <;<r:, [828-29; ill páginas 433-443
EL SIGLO XIX 23
the Morbid Anatomy of the Serous and Mucous Membranes (1836-40) son
uno de los más antiguos tratados ingleses de Patología. Generoso con sus
enfermos, y sin dar importancia al cobro de sus honorarios, Hodgkin fué
abandonando poco a poco la clientela, y se consagró el resto de sus días
a diferentes filantropías. Murió en Joppa, durante un viaje que realizaba
por Oriente con sir Moses Montefiore, que erigió un monumento sobre
su tumba.
Tres eminentes clínicos ingleses del primer período son Parkinson,
Wells y Hodgson.
James Parkinson (1755-1824), de Londres, uno de los discípulos de
John Hunter, es actualmente recordado por su única y clásica descrip-
ción de la parálisis agitante, o «enfermedad de Parkinson» (1817) [i], y
porque ha referido el primer caso de apendicitis en Inglaterra (1812) [2]
en el cual se ha reconocido por primera vez la perforación como causa de
muerte (H. A. Kelly). Parkinson era un radical, un reformador y un agi-
tador político, estando en lucha varias veces con los Gobiernos, y lo poco
que conocemos de su vida se debe casi por completo a las recientes in-
teresantes investigaciones de L. G. Rowntrée (1912) [3]. Ha escrito folle-
tos políticos y de controversia y un gran número de pequeños tratados
de medicina doméstica, así como un buen libro sobre la educación médi-
ca (The Hospital Pupil, 1800). Hábil geólogo y paleontólogo, es digno de
recuerdo, con Avicena, Fracastor, Stensen, Hutton, Wollaston, Owen y
Huxley, como uno de los médicos que han contribuido con algo de posi-
tivo valor a estas ciencias.
William Charles Wells (1757-1817) había nacido en Carolina del Sur;
pero siendo sus habitantes tories durante el período revolucionario, tuvo
que nacionalizarse, por su libre elección, como ciudadano británico. Wells
era un observador altamente original, tanto en Medicina como en Física,
siendo su más importante contribución a esta última ciencia su bien cono-
cido Ensayo sobre el roció (18 14). Ha descrito la orina albuminosa en la
hidropesía en l8ll [4], y en 1810 ha publicado el estudio quizá más an-
tiguo sobre las complicaciones cardíacas del reumatismo (5). Su estudio
acerca de la visión (i 793- 1 8 14) contiene algunas observaciones de la ma-
yor originalidad.
(1) Parkinson: An Essay on the Shaking Palsy, Londres, 18 17.
(2) Med. Chir. Tr., Londres, 181 2; III, página 57. .
(3) Rowntree: Bull. Johns Hopkins Hosp., Baltimore, 1912;, XXIII, pági-
nas 33-45-
(4) Wells: Tr. Soc. Improve. Med. and Chir. Knowledge, 1804-12; Londres,
1812; III, 194-240.
(5)- Wells: Tr. Soc. Improve. Med. and Chir. Knowledge, 1804-12; Londres, 1812;
III, páginas 372-412.
-4
HISTORIA DE LA MEDICINA
Joseph Hodgson (i 788- 1 869), de Birmingham, un afortunado litotomis-
ta, escribió un importante tratado de enfermedades de las arterias y de las
venas (18 1 5) en que ha dado la primera descripción de la dilatación aneu-
rismática del cayado de la aorta, a la que los escritores franceses designan
con el nombre de enfermedad de Hodgson. Esta obra es fundamental en el
conocimiento de las enfermedades de las arterias, y contiene un gran nú-
mero de. interesantes datos históricos a propósito de los aneurismas y de
las más antiguas ligaduras de importantes troncos arteriales. En relación
con ella podemos mencionar las Ob-
servations, de Allan Burns, a propó-
sito de enfermedades del corazón.
El tratado inglés más importante de
la práctica de la Medicina en la prime-
ra mitad del siglo xix son las Lectures
on the Principles and Practice of Phy-
sic, publicado en 1 843 por sir Thomas
Watson (1792-1882). Durante más de
un cuarto de siglo esta obra ha ido
teniendo sucesivas ediciones y gozan
do una extraordinaria popularidad, de-
bida al atractivo y elegante estilo del
autor y a la clara manera de presentar
los asuntos.
Sir Thomas Watson (1792-1882)
El tratado práctico de Bright y Addison,
del cual únicamente se ha publicado el pri-
mer tomo (1800), es una producción estric-
tamente científica, en la cual los fenómenos
de las enfermedades se tratan en rígidas
/nías, como en una obra de física matemática. Es notable por su espíritu fran-
camente agnóstico enfrente de fenómenos tan obscuros como la naturaleza de la
dice que la mayor parte de] texto ha sido escrito por Addison.
i tratados clínicos de este período, actualmente olvidados en su mayoría,
el de l.i gota, de Scudamorc (1816); el de, la sangre, de Thackrad ( 1 8 1 9); el de
la tisis, de sir James < lark (1835); el de Francis Sibson, de la posición de los órga-
QOS.internoS (1824); el de Gol ding Bird, de los depósitos urinarios (1845), y las
obra-, de enfermedades cardíacas, de James I [ope (1832), Peter Mere Latham (1845),
Alison 1845; y Chevers Í1851).
notable de la medicina inglesa durante este período ha sido la publi-
cai i<'m de admirables sistemas v enciclopedias de Medicina, tales como las de For-
1833-35), Todd (1835-59), Tweedie (1840), South (1847) y Reynolds (1866-79).
, el Dictionnaire des sciences medicales (1812-22), en seis volúmenes, de
Panckoucke, y la Encych 1 uar< ata v un lomos, de Dechambre '1834-46) [1],
son los precursores de aquellas obras posteriores, como el Diccionario de la Medi-
cina,^- Ouain, y los sistemas de Xiemssen. Fulenburg, Albutt y Osler, Un notable
1 ! .1- enciclopedias médicas del Biglo jcvij eran verdaderas antologías. I .;«
opila< 1 one- (|k , 1011,11 mis se origina de las obras del tipo de
EL SIGLO XIX
H
recopilador de aquella época era James Copland (i 791 -1870), de las islas Orkney,
un «polihistoriador» del tipo ridiculizado en Alemania, y que ha gastado su vida
entera en hacer obras de recortes, y cuyo Dictionary of Practical Medicine (1834-59)
consiste en 3.509 páginas de doble columna, todas escritas por él. Norman Moore
le compara con el Continent, de Rhazes, añadiendo que nuestra propia generación
le ha abandonado «como a un tranquilo en los bajos del continente mismo». Como
presidente de la Sociedad de Patología, de Londres, Copland excitaba muchas ve-
ces la irrisión de los socios cuando reclamaba muchos modernos descubrimientos
como suyos propios.
Un rasgo muy importante de la medicina británica en el siglo xix es la obra de
los cirujanos anglo-indios. La Compañía de las Indias orientales había sido recono-
cida por la reina Isabel en 1600, y estableció su primera estación comercial en 1612.
Ya en los primeros días, dos cirujanos, Gabriel Boughton, que en 1645 fué enviado
desde Surat a la corte del shah Jahan en Agra, y William Hamilton, que acompañó
la misión a Delhi en 17 14- 17, eran ambos de los que tenian tráfico del instrumen-
tal asegurado por concesiones y reconocimientos de la Compañía, principalmente
para el establecimiento de tres grandes centros en Bombay, Calcuta y Madras; pero
hasta después de la victoria de Clive en Plassey, en 1757, no empezamos a ver al
Servicio Médico de la India desempeñando un papel muy importante en la medici-
na tropical y colonial. Estaba ya constituido como tal en 1 de enero de 1764. El
tratado más antiguo de medicina tropical ha sido, en realidad, publicado en 1768
por James Lind (1716-94), cuya importante obra fué seguida a su debido tiempo de
una gran serie de libros acerca del clima y de las enfermedades de 1.. India, siendo
notables entre ellas las de John Peter Wad e (1791-93), William Hunter (1804), sir
James Annesley (1825), William Twining (1832), sir James Ranald Martin (1841),
Allan .Webb (1848) y Charles Morehead (1856), no olvidando el perenne tratado pe-
queño de pediatría tropical de Coodeve (1844). Además del desarrollo de la medi-
cina tropical, la organización de los hospitales, de la educación médica, de la hi-
giene pública y de otros deberes administrativos relacionados con la constitución
del Imperio de las Indias, los hechos más notables de estos cirujanos del ejército
con sus notables estudios directos sobre la insolación (los de Green, Barclay, Long-
more y otros figuran entre los más acabados), las descripciones de las diferentes
variedades de mordeduras de serpientes, de los envenenamientos observados en
aquel país, de las propiedades de las drogas orientales, y múltiples contribuciones
a la botánica, zoología, geología y etnografía de la India, así como estudios origina-
les del beriberi, cólera, escorbuto, disentería, lepra, elefantiasis filariósica, y la in-
troducción de algunas novedades, como la anestesia por el mesmerismo, el vendaje
de bambú del ejército inglés, el método indio de enseñar incisiones quirúrgicas en
las plantas y la reintroducción del empleo de la ipecacuana en la disentería por el
cirujano mayor E. S. Docker en 1858.
El órgano literario del Servicio Médico de la India en esta época es el India
Journal of Medical Science (1834-45), que fué editado desde 1842 por Frederick
Corbyn. El primer tomo contenía interesantes grabados de los principales nabab-
médicos de aquel tiempo.
Dos de los cirujanos anglo-indios han alcanzado un puesto distinguido en la his-
toria del envenenamiento por las serpientes, a saber: Patrick Rusell (i 727- i 805),
de Braidshaw (Escocia), cuyo Account of Indian Serpents (cuatro volúmenes, 1796 a
1809) es el primer estudio de la materia, conteniendo la descripción de la célebre
víbora de Russel (Daboia Russellii), y sir Joseph Fayrer (i 824- i 907), que desempeñó
una viva parte en el motín y cuya 7 ' haiíatophidia of India (1872) es una de las gran-
des obras clásicas de Zoología, en la que se describen todas las serpientes veneno-
sas de la península de la India, con magníficos y realistas grabados, dibujados pol-
los discípulos indios de la escuela oficial de arte en Calcuta, y con originales expe-
rimentos sobre los venenos, que quizá no hayan sido precedidos más que por las
obras del abate Fontana y de Weir Mitchell (1870). El más notable de los zoólogos
los Konversations-Lexica, de Hübner (1704) y Brockhaus (1796- 1808); las enciclope-
dias de Ephraim Chambers (1728), Diderot (175 1-72) y Voltaire (Pictionnaire philg-
sophiqúe, 1764), y la I'ncvclopacdia Rritannica (1768-71). Para una buena list;i de las
antiguas enciclopedias médicas, véase Brit. Med. Joum., Londres, 19 13; I, pág. 725.
26 HISTORIA DE LA MEDICINA
anglo-indios ha sido Thomas Caverhill Jerden, cuyos estudios de las aves ( 1844-64^
y de los mamíferos (1854) son famosos. Entre las muchas obras de Botánica figuran
las Plajits of the Coromandel Coast, de William Roxburgh (1 795-1819), y la Flora in-
dica, del mismo autor (j 820-24); el Tentame?? Florae Nepalensis (1824-26) y Pla?itae
Assiaticae Rariores (1830-32), de Nataniel Wallich; los Icones plant arum Indiae
Orient al is, seis volúmenes con la descripción de más de 2.000 láminas( 1838-53), de
Robert Wight; los icones plantarían asiaticorum (1847-51), de William Griffith, y la
Flora indica (1855), de Thomson y Hooker. Importantes monografías sobre enfer-
medades tropicales son: las de John Peter Wade, de la fiebre y la disentería (1 791
a 93); los Annals of Cholera, de John McPherson (1739); la de Edward Hare, sobre
el tratamiento de la fiebre remitente y de la disentería (1847); Ia de N. C. McNa-
mara, sobre la Historia del cólera asiático (1876), y las originales investigaciones de
Henry Vandyke Carter (1831-97), sobre el mycetoma (1874), la lepra, la elefantia-
sis (1874) y la espirilosis (1882); y de Leonard Rogers, sobre las fiebres de la India
(1 897- 1 908) y las disenterías (19 13). El beriberi ha sido ya descrito en el siglo xvn
por Bontius (1642) y Tulp (1652); pero el tratado de John Grant Malcolmson (1835)
sigue siendo la fuente clásica del conocimiento reciente de la enfermedad. Algu-
nos de los cirujanos indios, que dejaron pronto el servicio militar, alcanzaron dis-
tinción en otros campos de la actividad, especialmente Murchison, Esdaile y Play-
fair, cuya obstetricia alcanzó nueve ediciones (1876-98); Ireland, célebre por sus
trabajos sobre la locura, y Edward John Waring (1819-91), que recopiló la primera
farmacopea oficial de la índia (1868), una obra bilingüe, un Bazar Medicines (i860);
también una ttibliotlieca Therapeutica (1878), del tipo de la de Haller, y que, final-
mente, realizó buenos servicios en higiene pública.
Charles Murchison (i 830-79), nacido en Jamaica, de padres escoceses,
ingresó en el ejército de Bengala en 1 85 3 y publicó un tratado sobre el
clima y las enfermedades de Burmah en 1 85 5. Vuelto a Inglaterra, llegó
a ser un médico notable en el London Fever Hospital (1856-70) y en el
St. Thomas's Hospital (1871-79), en relación con su maravilloso conoci-
miento de las fiebres; y en 1873 ha sido presentado, con una certificación
«le los habitantes del Oeste de Londres, como descubridor de una epide-
mia de fiebre tifoidea por un servicio de leche contaminada. Se ha hecho
notar por su sólida seguridad, prontitud y decisión en el diagnóstico, y a
¡ de que era opuesto a la doctrina microbiana de la infección, su
Ireatise on the Continued Fevets of Great Britain (1862) es una obra tan
importante para Inglaterra como la de las enfermedades del valle del Mis-
sissipí, ríe I )rake, es para los Estados Unidos. Murchison ha traducido el
libro de Frerích de enfermedades del hígado en 1861, y escribió, además,
un -gran número de monografías sobre el mismo tema. Como su famoso
hermano, era un hábil geólogo.
El nombre de Esdaile, del Servicio Médico de la India, está principal-
mente asociado con la historia del hipnotismo, particularmente con la
1 hipnótica en las operaciones quirúrgicas. Desde la época de Mes-
mer, el hipnotismo no era mas que una habilidad mas en manos de los
ría tan es. El gran trabajador de la hipnosis científica ha sido James
Braid (1795 *i86i), un cirujano de Fifeshire (Escocia), que residía en Man-
que fué atraído por el asunto del magnetismo animal hacia 1841.
Braid había pensado primeramente que los fenómenos producidos por el
EL SIGLO XIX 27
magnetismo animal eran debidos a la «colusión e ilusión»; pero pronto
se convenció, por la experimentación, de que podía llegar a producirse
un verdadero sueño autosugestionado por la fijación de la mirada en un
objeto inmóvil brillante (braidismo). La importancia de la obra de Braid
es el demostrar que el influjo mesmérico es puramente subjetivo y que
no hay nada, ni fluido ni ninguna otra cosa, que pase del operador al en-
fermo. Este letargo subjetivo lo califica de neuro-hipnotismo o hipnosis
(1842), y el importante tratado en que se ocupaba de este asunto llevaba
el título de Neurypnology \ or the Rationale of Nervous Sleep (1843). Las
ideas de Braid tropezaron con una violenta oposición por parte, especial-
mente, de los mesmeristas profesionales, que querían hacer aparecer sus
exhibiciones sobre una base milagrosa; pero, en cambio, fueron acepta-
das por Azam, Broca, Charcot, Liébeault y Bernheim, y llegaron a ser el
punto de partida de la escuela francesa (i).
El hipnotismo ha sido usado por primera vez en las operaciones qui-
rúrgicas por John Elliotson (1791-1868) [2], un profesor de práctica de
la Universidad de Londres y presidente de la Real Sociedad Médica y
Quirúrgica, que en 1 843 publicó un folleto describiendo Numerous Cases
of Surgical Operations Without Pain in the Mesmeric State. Siendo ob-
jeto de controversia por esto, acabó por ir abandonando todos sus car-
gos. Un informe mucho más impresionante fué el hecho por James Es-
daile (1808-59), de Montrose (Escocia), que en 1845 comenzó a aplicar
el hipnotismo en las operaciones en indios convictos. Había realizado
más de IOO operaciones con éxito, habiéndosele puesto una severa com-
probación por el diputado-gobernador de Bengala, y ha llegado a una
exposición de 261 operaciones sin dolor, con una mortalidad de un 5 •> 5
por IOO, describiendo todo el conjunto en su obra Mesmerism in India
(1846). Vuelto a Escocia, Esdaile encontró que, excepto en las enferme-
dades, el dueño de sí mismo europeo difiere del impresionable y neuró-
tico indio en no ser especialmente susceptible al sueño hipnótico.
La Medicina alemana de la primera mitad del siglo xix ha trabajado
con la desventaja de estar dividida en escuelas. Agotada por las guerras
napoleónicas, y existiendo meramente como una colección de pequeños
principados, sin más que una vaga solidaridad política y racial, el pueblo
germano había sufrido un largo período de brutal régimen militar, como
una consecuencia natural de la lucha forzosa contra la invasión extran-
jera. Consiguientemente, las mejores inteligencias de la época habían de-
(1) Wilhelm Preyer ha traducido al alemán las obras completas de Brajd,
en 1882.
(2 Al que Thackeray ha dedicado su Pendcnnis.
28 HISTORIA DE LA MEDICINA
rivado hacia diferentes modos idealistas de pensar; fermentación que al-
canzó su grado máximo en la revolución de 1848. El brunonianismo, el
mesmerismo y las diferentes fases de la «medicina mágica» que siguieron,
prepararon el camino para un género de especulación más fuerte. Du-
rante el período de idealismo los filósofos favoritos fueron Schelling,
Fichte y Hegel. La clínica médica estaba dominada por los fantásticos
sueños de la escuela filosófico-natural, de la cual era Schelling, verda-
deramente, el fundador. Su principal inteligencia fué el naturalista bávaro
Lorenz Oren (1779-185 1), editor del periódico Tsis y fundador del pri-
mer Congreso Alemán de Naturalistas y Médicos (1822), en cuya gran
originalidad de pensamiento iban, mano a mano, muchas ineptitudes.
Aceptó y explicó la teoría vertebral del cráneo expuesta por Goethe
(1806); consideró el músculo como un conglomerado de infusorios (célu-
las), y glorificó el elemento macho en la Naturaleza, hasta el extremo de
declarar que «el ideal de toda criatura sería ser varón >. Otros miembros
de la escuela, como Dóllinger, Górres, Treviranus y Steffens, se lanzaron
a un torbellino de palabras incomprensibles y de fantásticas distinciones
entre lo real y lo ideal, la identidad, los imponderables, las polaridades,
la irritabilidad, las metamorfosis, etc. Inmediatamente a la escuela de la
filosofía natural, siguió la escuela de Historia Natural, que quería nom-
brar y clasificar las enfermedades según rígidos sistemas, como en Zoo-
logía o Botánica. Fué seguida, a su vez, por la enseñanza racional o fisio-
lógica de Roser y de Wunderlich, de Henle y de Pfeufer, los precursores
del movimiento científico de la medicina alemana, que iba a ser encabe-
zado por los discípulos de su primer impulsor, Johannes Müller. Aparte
de éstos, muchos se extraviaron por diferentes sendas, como la frenolo-
gía, la homeopatía, el rademacherismo, el baunscheidtismo, la hidropa-
tía, la fuerza ódica, el magnetismo animal y otros modos exclusivos y es
trechos de conocer la Medicina y sus hechos. La tendencia de todas estas
huecas y angulosas escuelas era de un completo desprecio respecto de
los descubrimientos científicos de hombres como Bichat y Magendie,
Laénnec y Louis, o del sentido práctico de aquellos grandes clínicos que
se llamaban Bright, Stokes O Graves, y sus tendencias alcanzaban el lí-
mite de las exageraciones en las doctrinas de la nueva escuela de Viena,
como fueron expuestas por Skoda, Hamernijk y Dietl. Skoda dice que
mientras nosotros podamos diagnosticar y describir enfermedades no nos
atreveremos .1 esperar curarlas por ningún medio. Dietl, en una frase
de i S5 1 , frecuentemente citada, dice que un médico debo ser juzgado no
ito de su tratamiento, sino por lo extenso de sus conocimientos.
«En tanto que la Medicina sea arte, no Berá ciencia. En tanto que haya
médií rtunados, no habrá médicos científicos. > Estas ingeniosas pa-
EL SIGLO XIX
29
radojas, que iban virtualmente subiendo hasta la plena impotencia, for-
maron el «nihilismo terapéutico» de la nueva escuela de Viena. La revo-
lución de 1848 hizo desaparecer las necias doctrinas de la escuela de la
filosofía natural; pero la nueva escuela de Viena murió más difícilmente,
y Rokitanski tuvo que ser vencido por Virchow, y Semmelweis tuvo que
gastar su vida demostrando sus tesis antes de que la medicina alemana
pudiera emerger del valle profundo de la especulación para ganar la me-
seta de la realidad (i).
El primero en luchar contra la charlatanería de la escuela filosófico-
natural fué Johann Lucas Schonlein (i 793- 1 864), de Bamberg, el funda-
dor de la denominada Escuela de Historia
Natural, cuya ambición era, como hemos
dicho, estudiar Medicina del mismo modo
que se estudian la Botánica y la Zoología.
Schonlein, su discípulo Carl Canstatt y Con-
rad Heinrich Fuchs, todos ellos inspirados
en la clasificación de las plantas de De Can-
dolle, procedieron a hacer arbitrarias clasifi-
caciones de las enfermedades, basadas en
cada caso en un obscuro y nebuloso funda-
mentum divisionis, no diferente del de Bois-
sier de Sauvages en el siglo xviii. Schonlein
particularmente incurrió en extravagancias
tales como colocar la gangrena del útero en la
clase délas «neuroflogosis», y el cólera, en la
de los catarros. En su evolución desde Würzburgo a Zurich y Berlín pasó
por las tres fases del desarrollo de la escuela histórico-natural: el parasi-
tista, el nosológico y el científico (2). Los méritos reales de Schonlein, sin
embargo, eran de otro orden. En su clínica en la Charité, de Berlín, ha sido
el primero en dar lecciones en alemán, en vez de en latín (1840), y el fun-
dador de la enseñanza clínica moderna en Alemania, introduciendo los
análisis de sangre y de orina, la auscultación, el análisis químico, la per-
cusión y las investigaciones microscópicas. Ha escrito poco (3); sus solas
obras importantes son su observación del triple fosfato en los excreta de
los enfermos de fiebre tifoidea (1836), su descripción de la peliosis reumá-
Johan Lucas Schonlein (1793-1864)
(1) Para una brillante y efectiva exposición de las locuras intelectuales de este
período véase el estudio del doctor A. Jacobi, de su época estudiantil en Alema-
nia, en el New York Med. Journ., 1901; LXXIII, páginas 617-623.
(2) Neuburger: Puschmann-J landbuch, II, pág. 145.
(3) • Para algunos escritos perdidos de Schonlein véase E.Ebstein:yír^./. Gcsch.
de Med. , Leipzig. 191 1- 12; V, páginas 449-452.
30 HISTORIA DE LA MEDICINA
tica (enfermedad de Schónlein) en 1 837 (1), su descubrimiento del parási-
to de la tina favosa (Achorion Schonleinii) en 1839 (2) y su proposición de
los términos de «tifus abdominal* y «tifus exantemático», para distinguir
estas enfermedades, y del término «hemofilia*, para designar la diátesis
hemorrágica. Schónlein era un hombre de un carácter especial. Durante
sus últimos años en Berlín se veía frecuentemente afectado por las excen-
tricidades de un recluso, negándose él mismo a los enfermos cuando le
parecía bien, y otras veces tratándolos con «divina grosería* de conduc-
ta (Góttliche Grobheit) [3], que estaba entonces en boga. Sus talentos cien-
tíficos han sido puestos de relieve en el bien conocido elogio jde Virchow
(1865) (4); pero parece, lo mismo a la delicada percepción de Fanny Hen-
sel y al sentido común de Agustín Prichard, algo tosco.
El discípulo de Schónlein, Cari Friedrich Canstatt (1807-50), de Ra-
tisbona, escribió un aquilatado libro de texto, práctico y libre de los dog-
mas metafísicos, del que decía Jacobi (5) que era la «Biblia de la medici-
cina alemana», hasta que fué sobrepasado por Niemeyer, y éste, a su tiem-
po, por Strümpell.
El movimiento científico de la moderna medicina alemana era empren-
dido y sostenido simplemente por medio de cuatro importantes periódi-
cos, que resistieron por sus exactas investigaciones y que ejercieron una
gran influencia por medio de los espíritus jóvenes en el período especula-
tivo, a saber; los Archiv für Anatomie; Physiologie und wis sens chaftliche Me-
dian, de Müller (1834); e^ Zeitschrift für rationelle Medicin (1841-69)-, de
líenle y Pfeufer; los Archiv für physiologische Heilkunde (1842-59), de Ro-
ser y Wunderlich, y los Archiv für pathologische Anato?nie (1847 -191 3)
de Virchow. Los hábiles editores de estos periódicos, Müller, Henle y Vir-
chow, eran los maestros en Alemania de anatomía comparada e histología.
y Müller, especialmente, el más gran fisiólogo de la Alemania de su tiem-
po. Wunderlich era tal vez el clínico más original.
Carl Reinhold August Wunderlich (1815-77), de Wurtemberg, gradua-
do en Tubingia en 1837, Y enseñando Medicina en aquella Universidad
hasta 1850, cuando sucedió a Oppolzer en la cátedra de Leipzig (1850-77).
I [a escrito un buen método de práctica (1858) y una excelente historia de
1 S< hOnlein: Alg. u. spec. Path. u. Therap., Herisau, 1837; II, pág. 1848.
\>-chiv., Berlín, 1839, pág. 82, 1 Lám. (una contribución de veinte
rengloi
homérica aparece por vez primera en Lueinde^ la celebrada nove-
la <i< Friedrich Schlegel. Virchow da un ejemplo (tal vez apócrifo) de la rudeza de
SchOnlein. E ste fué llamado en consulta por un médico más viejo, qué, des* om er
t;i<l<> i». . 1 maneras, hizo notar sus cabellos grises. SchOnlein contestó:
Tamfrién los burr >s tongrises.
\) Vircl '.ticas Schónlein, Berlín, 1 1
I <i: ()/>. cit ., pág
EL SIGLO XIX
31
la Medicina (1859); pero su obra maestra es, indudablemente, su tratado
de las relaciones del calor animal en las enfermedades (l868)[l],que cons-
tituye el fundamento de nuestra termometría clínica. Antes de la época
de Wunderlich, Reil y otros escritores habían escrito un tratado, en cinco
volúmenes, de la fiebre como enfermedad. Hacia 1 850, Clausius, Helm-
holtz y sir Williams Thomson habían trabajado en el estudio de las rela-
ciones matemáticas de las leyes que gobiernan la transformación del ca-
lor, y en 1849, Thomson (lord Kelvin) ha establecido su «absoluta escala
de temperatura», sin la cual no podía
merecer confianza ningún termómetro.
Sobre esta base hizo Wunderlich mu-
chas cuidadosas observaciones de la
temperatura en las enfermedades, ex-
poniendo en cuadros los resultados ob-
tenidos, y después de que la verda-
dera significación de los cambios tér-
micos en el cuerpo fué mejor compren-
dida, la termometría se convirtió en un
importante instrumento del diagnósti-
co clínico y se realizaron nuevos estu-
dios acerca de la fiebre y de otros pro-
blemas patológicos, en los cuales iba
implicada la idea de temperatura. An -
tes de la época de Clausius, el calor (ca-
lórico) era considerado todavía por mu-
chos como una substancia material; idea que ha hecho retrasarse el pro-
greso de la Medicina, como su antepasada y precursora la teoría del flo-
gisto, de Sthal (2). Por el hecho de utilizar el adelantado conocimiento ter-
mométrico de su época, Wunderlich ha hecho de su libro una obra clási-
ca de la Medicina. El destruyó la fiebre como enfermedad, reduciéndola al
estado de síntoma.
Joseph Skoda (1805-81), de Pilsen (Bohemia), era el sabio clínico de la
Nueva escuela de Viena y el expositor de su nihilismo terapéutico. Ha sido
el primer profesor de Viena que ha explicado en alemán (1847), habiendo
enseñado casi toda su vida en el Allgemeines Krankenhaus. Su principal
Carl R. A. Wuaderlich (1815-77. (Con el ama-
ble permiso de Frau Geheimrat Franz Hof-
mann Wunderlich, Leipzig.)
(1) Wunderlich: Das Verhaltcn der Figenwárme in Krankkeiten, Leipzig, 1868.
(2) Hay actualmente la caritativa suposición de que cuando Stahl y sus discí-
pulos sostenían que si un cuerpo entra en combustión él da algo (se «defiogista»),
ellos andaban torpemente tanteando en la dirección del principio de Carnot: «Kl
calor no puede pasar de un cuerpo más frío a un cuerpo más caliente.» Nada me-
nos que en 1865 encontramos en un hábil ingeniero, el obstinado Rankine, que se-
guía creyendo que el calor era una substancia indestructible.
3-
HISTORIA DE LA MEDICINA
contribución a la Medicina es su tratado de percusión y de auscultación
(í^c/l [i], en el cual pretende clasificar los diferentes sonidos del tórax
por categorías, distribuyéndolas según sus caracteres musicales, de tona-
lidad, etc., y alternando de sonido lleno a hueco, de claro a obscuro, de
timpánico a macizo, de alto a bajo. La resonancia skódzca, el sonido como
de tambor escuchado en la neumonía y en los derrames pericardíacos,
constituye un signo permanente en el moderno diagnóstico. A pesar de
lo poco que se conocía de la física del sonido en el tiempo de Skoda, sus
refinamientos acústicos constituían
desde muchos puntos de vista, un
adelanto respecto de los términos pu-
ramente descriptivos usados por los
clínicos franceses de la época, inge-
niosamente expuestos en el Sueño
del estetóscopo, del doctor Holmes:
El ruido de roce y el ruido de sierra,
Y el ruido de diablo son todos combinados.
;Qué dichoso sería Bouillaud
Si pudiese encontrar un caso como éste!
No ha dejado ninguna expresión
tan efectiva como la «egofonía> de
Laénnec, todavía interviniendo en
gran proporción en el oído del prác-
tico moderno. En los tiempos actua-
les la obra de Skoda ha encontrado
nueva elaboración en complicados ins-
trumentos, como los resonadores de
I [elmholtz, quo algunos clínicos utilizan para analizar los sonidos del tórax
con fines didácticos. Skoda era un caprichoso y tristón viejo solterón que,
como dice Haas, llevó toda su vida trajes raros por miedo a ofender a su
migo suyo personal), y que una vez llegó a demandar a un cléri-
go para obtener el pago de una cuenta (2). Consideraba a los enfermos
meranuMii<- como objetos de investigación, y cuando llegaba el tratamien-
to d< igiéndose de hombros: Ack} das ist ja alies einsl Esto consti-
tuía un mal ejemplo. El aspecto humano o psíquico del tratamiento médi-
iba enteramente ignorado, y un diagnóstico confirmado por la
autopsia venía .1 ser una especie de dardo arrojadizo en Viena, y el dia-
51 oda (1805-81] . (Colección A. C. Klebs.)
íssionund \uskultation, Viena, 1839,
la página 954.
EL SIGLO XIX
33
gnóstico rápido (Schnell- Diagnosen) , la moda, hasta entre los practicones
que no podían diferenciar la elevación y la tonalidad de un sonido escu-
chado en una banda de música.
Cari Rokitansky (1804-78), colega de Skoda, era también bohemio,
pero un hombre de tipo muy diferente; genial y modesto, al paso que
Skoda era pragmático y pedante; un escritor gracioso e ingenioso, al paso
que Skoda era seco y pesado. Su bonhomie vienesa aparece retratada en su
expresión a propósito de sus cuatro hijos, dos de los cuales eran médicos
y otros dos cantantes: Die Einen
heilen; die Anderen heulen. Roki-
tansky ha dejado una obra enorme
en anatomía patológica, y se dice
que disponía de I.500 a I.800 ca-
dáveres anualmente. Ha hecho más
de 30.000 autopsias en su vida. Ha
sido el primero que ha encontrado
bacterias en las lesiones de la endo-
carditis maligna y en diferenciar la
pneumonía lobular de la lobulillar,
así como entre la enfermedad de
Bright y el «riñon lardáceo» (dege-
neración amiloidea del riñon, de .
Virchow). Ha dejado un clásico es-
tudio del aspecto anatomo-patológi-
co de la atrofia amarilla aguda del
hígado, dando a la enfermedad su
nombre actual (1843); ha descrito y
definido las complicaciones bron-
quiales y pulmonares de la tifoidea como broncotifus y neumotifus, y ha
completado la descripción de Laénnec del enfisema pulmonar relatando
el aspecto microscópico del mismo. En Obstetricia y Ortopedia es fa-
moso por haber sido el primero en describir las deformidades espondi-
lolistéticas (1839) [i]. El valor de la primera edición del tratado de ana-
tomía patológica de Rokitansky (1842-46) [2] está seriamente compro-
metido por la doctrina de las «crasis > y de los «éxtasis», en la que los
estados químicos de la substancia eran considerados como siendo sus-
ceptibles de «enfermedad», y cuya doctrina fué felizmente destruida
m
Cari Rokitansky (1804-78)
(1) Rokitansky: Med. Jahrb. des ósterreichisclien Staates, Viena, [839; XIX, pa-
jinas 41' y 195.
(2) Rokitansky: Ha?idbuc/i der pat halo gis c lien Anatomic, Viena, [842-46.
II: i'mia de la Medicina. — 'I
34 HISTORIA DE LA MEDICINA
por Virchow (1846) [i]. Esto último demuestra que Rokitansky era un
adepto, en realidad, a la escuela de Historia Natural, así como el haber
empleado una extraña terminología en describir cosas de las que no tenía
conocimiento exacto. Sus hipótesis químicas de cambios de los tejidos
que eran susceptibles de una explicación mucho más sencilla y sim-
plemente mecánica, a la vez que su intento de renacer el antiguo com-
bate entre el humorismo y el solidismo, era, según Virchow, su mostruoso
anacronismo (eitt ungekeurer Anackronismus). Virchow conocía mejor la
Química que Rokitansky; pero admite cordialmente que en la represen-
tación de lo que se encuentra en el momento en la mesa de su autopsia,
su alegre rival vienes era el más hábil patólogo de su tiempo. Se dice que
cuando Rokitansky leyó la crítica de Virchow no pudo nunca volver a mi-
rar de nuevo esta desgraciada primera edición. Las mejores producciones
de Rokitansky se encuentran, indiscutiblemente, en su monografía sobre
enfermedades de las arterias (1852) [2], ilustrada con 23 láminas en folio,
y en su gran Memoria de los defectos del tabique del corazón (1875) [3]
resultado de catorce años de trabajo, en la que da su teoría de la desvia-
ción del septum aórtico. Estas obras han sido objeto de un profundo es-
tudio por los patólogos modernos, en relación con los clásicos ingleses: de
Thomas Beviil Peacock ([812-82), sobre las deformaciones del corazón
humano (1866) y de los últimos escritos de Maud Abbot.
Johannes von Oppolzer (l8o8-7n, también de Bohemia, era un práctico
de claro talento y extraordinariamente competente, que supo prescindir
de toda teorización y que, como profesor de Viena, hizo mucho por po-
pularizar en Alemania las innovaciones vienesas. Se hizo notar especial-
mente por su exactitud en los diagnósticos rápidos. Hamernijk, de Praga,
y Dietl, de Cracovia, eran los extremistas en el nihilismo terapéutico, y el
último es todavía recordado por su exposición, en 1 864, de los síntomas
dolorosos del riñon flotante (crisis de Dietl), atribuyéndolos a un acoda-
miento en el uréter o en los vasos renales.
Tal vez el nombre más brillante de la nueva escuela de Viena, después
de los de Skoda y Rokitansky, sea el de Ferdinand von Hebra (1816-80),
de Hrunn, en Moravia, discípulo de aquellos dos maestros y fundador de
la escuela histológica de Dermatología, la segunda fase de su moderno
desenvolvimiento.
1 \'ir< how: Kritik des Kokitansky' schen Handbughs der pathologischcn A nato -
//,'. \ ocinf. //di//,', ¡n Preussen)t Berlín, 1846; XV, Lit. Beilage, núme-
¡naa 237-243.
Rokitansky: / tber einige der wichtigsten Krankheiten der Arterien^ Denkschr.
</. k. Akad. d Wissenschaft.yWtndi, |Ss-'. IV, páginas 1-7-'.
. ) >>clieidewandc des //erzens, Viena, 1875.
ÉL SIGLO XIX
35
La clasificación de Hebra de las enfermedades de la piel (1845) [i]
estaba basada en la anatomía patológica, y aunque complicada y artifi-
cial, y careciendo de la sencillez de la deVillan, ha servido para abrir nuevas
vías a la investigación, en las cuales sus discípulos Kaposi, Neumann y
Pick desempeñaron una importantísima parte. Hebra consideraba la ma-
yoría de las afecciones cutáneas como puramente locales, y desde este
punto de vista ideó muchos, modos efectivos de tratamiento. Además,
como campeón de la terapéutica nihilista, se dice que seguía en algunos
casos a Skoda en lo del tratamiento simulado, para demostrar de este
modo su propia satisfacción de que
aquéllos podían curarse por sí solos
Hebra resucitó el empleó de los mer
curiales en la sífilis y dio clásicas ex-
posiciones del liquen exudativo ruber
(1857) [2] Y del eczema marginado
(i860) [3]. Ha hecho también mucho
por aclarar puntos obscuros en la clasi-
ficación y en la nomenclatura, y ha sido
el primero en descubrir el impetigo
herpetiformis (187 2) [4], aunque la ex-
posición de esta última afección ha
sido completada por su yerno Kaposi
en 1887 (5).
La clínica de Hebra era una de las
más populares en Viena, de acuerdo
con su estilo genial y claro de enseñar
y con su humor ingenioso, frecuente
mente sarcástico.
El servicio más grande prestado
na ha sido la determinación de la verdadera causa y profilaxis de la fiebre
puerperal En el siglo xvm Charles White, de Manchester (Inglaterra), se
ha extendido acerca de las ventajas de una escrupulosa limpieza en los
casos, y el 13 de febrero de 1843 Oliver Wendell Holmes (1809-94) leía
en la Boston Society for Medical Improvement su trabajo acerca de On
Ferdinand von Hebra (1816-80). (Biblioteca
Médica de Boston.)
poi
la Nueva Escuela de Vie-
h einer auf paihologischer Anatomie gegründeten Ein-
Ztschr. d. /,-. k. Gesellsch. d. Aerzte zu Wien, 1845; h
(1) F. von Hebra: Ver such
theilung der líautkrankheUcn,
páginas 34, 142 y 21 1.
(2) Allg. Wien.Med. Ztg., 1857; II, página 95-
(3) Handb. d. spec. Path, und Therap. (Virchow), i860; ill, 1 Abth., págin
y 363-
(4) ' men. Med. Wochenschr., 1872; XXII, páginas 1 197- 1201.
(5) Kaposi: Vrtljschr /'. Dermat., Viena, 1887: XIV, páginas 273-296, 5 lam.
5"
HISTORIA DE LA MEDICINA
the Contagiousness of Puerperal Fever (i), en la que anunciaba que la mu-
jer, durante el puerperio, no debía nunca ser asistida por médicos que hu-
bieran realizado autopsias o asistido otros casos de fiebre puerperal; que
esta enfermedad podía irse transmitiendo de enferma en enferma, y hasta
proceder de casos de erisipela; y que lavándose las manos con cloruro
calcico y cambiando el traje después de asistir una fiebre puerperal se
realizaba la profilaxia de esta afección. El estudio de Holmes determinó
una violenta oposición por parte de los tocólogos de Filadelfia Hodge y
Meigs, y en 1855 volvió aquél a
la carga con su monografía Puer-
peral Fever as a Private Pestilen-
ce, en la que nuevamente afirjnó
sus puntos de vista, anunciando
que un «comisionista » podría ha-
cer desaparecer la fiebre puerpe-
ral desinfectando las manos con
cloruro calcico y cepillo de uñas.
Este «enviado» fué Ignaz Semmel-
wkis (1818-65), un húngaro, discí-
pulo de Skoda y de Rokitansky,
que fué nombrado en 1 846 asis-
tente de la primera sala de Obs-
tetricia del Allgemeines Krarike-
nhaus, en Viena. Esta sala había
llegado a tener una mortalidad tan
elevada por fiebre puerperal, que
suplicaban, llorando, no ser lle-
vadas a ella. Semmelweis se en-
teró de que la primera sala se diferenciaba de la segunda (que tenía una
inferior cifra de mortalidad) en el hecho de que los estudiantes iban a
aquélla a recibir la enseñanza directamente desde la sala de disección, y
frecuentemente hacían reconocimientos sin lavarse las manos, al paso que
en la sala segunda, consagrada a la enseñanza de las matronas, se conce-
día mucha más importancia al aseo personal. Pensando en todo esto, llevó
a cabo un cuidadoso estudio de las autopsias en los casos de fiebre puer-
peral fatalmente terminados. En 1847, Kolletschka, ayudante de Roki-
tansky, moría de una herida de disección, y Semmelweis estuvo presente
en la autopsia. Estando al lado del cuerpo de su antiguo instructor notó
Oliver Wendel Holmes (1809-94)
(i) Holmes: V. /-'.ir;,'. Quart, fourn. Wed, and Surg., Boston, 1842-43; I, pági-
'3-530- .
EL SIGLO XIX
37
que el aspecto anatomo- patológico de su cuerpo era el mismo que ofre-
cían las desgraciadas puérperas de la primera sala, y de este modo llegó
a cerrar la cadena de la evidencia completa. Inmediatamente instituyó ta-
les precauciones en el tratamiento de los casos de parto, que la mortali-
dad descendió inmediatamente de 9,92 a 3,8 por 100. En los años siguien-
tes tuvo una mortalidad todavía más baja, 1,27 por 100, y todo ello por
el simple recurso de lavarse las manos con solución de cloruro calcico al
relacionarse con las mujeres embarazadas y con el trabajo del parto. Sem-
melweis es, verdaderamente, el
obrero de antisepsia en Obstetri-
cia, y aunque Holmes le antece-
de en cinco años en algunos de"
talles, la superioridad de su obra
sobre la de su antecesor reside
no sólo en el firme ardor que
puso en la defensa de sus ideas,
sino, sobre todo, en el impor-
tantísimo hecho de que recono-
ció la fiebre puerperal como un
envenenamiento de la sangre, o
septicemia (i 847-49) [i]. Como
Holmes, tropezó con una fuerte
oposición, y al paso que Roki-
tansky, Hebra, Michaelis y, para
su perpetuo honor, Skoda estu-
vieron a su lado, fué combatido
por Scanzoni, Cari Braun y los
ortodoxos del día. Disgustado,
dejó bruscamente Viena por
Budapest, donde llegó a su debido tiempo a profesor de la Univer-
sidad (1855) y publicó su inmortal tratado sobre Causas, conceptos y
profilaxis déla fiebre puerperal (1861) [2], así como también sus destruc-
toras Cartas públicas a diversos profesores de Obstetricia (1861). Pero su
temperamento impresionable no era propicio al fuego de las violentas con-
troversias, y le llevó, por sus injusticias, a la locura y a la muerte. Es uno
de los mártires de la Medicina, y en lo futuro quedará como uno de los
ígnaz Philipp Semmelweis (1818-65)
(1) La comunicación original de Semmelweis se titula U óchst wiehtige Erfah-
r ungen über der in Gcbaranst alten epide?nischen Pucrperaljieber, Ztschr. d. k. k. (>e-
sellsch. (/. Aerzte in Wien, 1847-48; IV, pt. 2.a, pág. 242; 1849, V, pág. 64.
(2)' Semmelweis: Die Aetiologie, der Begriff und die Prophylaxis des Kindbettfie-
bers, Budapest y Viena, 1861.
38 HISTORIA DE LA MEDICINA
nombres que se recordarán siempre por todas las mujeres puérperas, que
tanto deben a su obra.
La Medicina es también deudora a la nueva escuela de Viena de la in-
vención de la laringoscopia y rinoscopia.
El espejo para la boca, de los dentistas, parece haber sido conocido desde lar-
go tiempo, y es mencionado por Celso (lib. VII, cap. XII, i) como specillum. Varios
espejos bucales se han empleado también, siendo el más importante el descrito
por el tocólogo André Levret en 1743 (1), y el «conductor de luz», de Philip Bozzi-
ni (1773-1 809), de Maguncia, en el que se utilizaba la idea de la iluminación y la re-
flexión por medio de los espejos (1807) [2]. El 18 de marzo de 1829 (3), un tosco
«glotiscopio era presentado en la Hunterian Society, de Londres, por Benjamín
Babington 11794-1866), del Guy's Hospital, y en 1837 el cirujano escocés Robert
Listón describía su modo de explorar la laringe (4). Estos esfuerzos quedaron des-
conocidos, y el moderno laringoscopio pudo ser inventado por Manuel García (1805
a 1906), un profesor español de canto en Londres, que envió una noticia de su ins-
trumento a la Royal Society en 1855 (5). Tres años más tarde su método de exa-
men de la laringe quedaba como una parte permanente de la laringología, gracias
a Johann Nepomuk Czermak (1828-73), de Bohemia, y a su colega el neurólogo de
Viena Ludwig Tükck (1810-68), que publicaron ambos sus comunicaciones en el mis-
mo año (Czermak, el 27 de marzo; Türck, el 26 de junio de 1858) [6]. Tratados dife-
rentes de laringoscopia por los mismos escritores aparecieron en i860, y hacia el
mismo tiempo Czermak ideaba un método de exploración de las fosas nasales por
pequeños espejos (1859-60) [7]. Türck escribió un importante tratado de enferme-
dades de la laringe, con atlas (1866) [8], y como era un hábil neurólogo, sus estu-
dios acerca de las áreas cutáneas sensitivas de los diferentes nervios espinales
han quedado como clásicos (1856-68). Ha sido también el primero en hacer notar
la correlación existente entre las hemorragias de la retina con los tumores del ce-
rebro (1853» [9].
Otros notables miembros de la escuela de Viena son Joseph Hyrtl, el
gran anatómico; el fisiólogo Ernst von Brücke; los oftalmólogos Beer,
Arlt, Stellwag von Carion y Jeager von Jaxtthal; el otólogo Adam Polit-
zer; los clínicos Bamberger, Winternitz y Nothnagel, y los neurólogos
Meynert, Benediki y Ritter von Rittershain. Virchow era casi el único es-
píritu alemán de su tiempo que apreciaba a Bichat y a Magendie, a Bright
y a Addison, y que estaba ampliamente dotado de la tendencia, esencial-
mente-práctica, de aquellos médicos de la nueva escuela de Viena — en su
' (\) Levret: Mercare de France, París, 1743; pág. 2434.
Bozzini: Der Lichtleiter^ Weimar, 1807.
Babington: London Med. Caz., 1829; III, pág. 555.
Listón: Practical Surgery \ Londres, 1837; pág. 350.
Roy. Sac.y Londres, 1854-55; Vil, páginas 399-410.
rmak: Wien. med. Wochenschr., 1858; VIII, pág. 196. Türck: Ztschr. d.
k. k. Gesellsch. </. Aerzte zu W'icn.. 1858; XIV, pág. 401; 1850, XV, pág. 817. — Czer-
mak: Sil . tngsb. d. k. Akad. d. Wissensch. Mat. naturw. ('/. Wien., [858; XXIX, pági-
3 \. Para más detalles ai erca de La historia de la laringoscopia véase el ar-
tí< ulo de Louis Elsberg en Phil. Med. limes, 1873-74; IV, páginas 129-134.
rmak: Wien. med. Wochenschr., 1859; IX, páe. 518; 1860, X. pág. 257.
k: Klinikder Krankheiten des Kehlhopfes una der LuftrShre, Viena, 1866.
d. k. k. Gesellsch. d. Aerzte w Wien., 1853; IX, pt. 1 .», pági-
.
EL SIGLO XIX 39
mayoría eslavos — , hasta que la medicina alemana cruzó, por último, el
Rubicon.
Otro importante rasgo de la medicina alemana en la primera parte
del siglo xix tiene que ser ahora mencionado, a saber: el crecimiento de
la homeopatía, que, desde el punto de vista de la época, es uno de los
muchos sistemas teóricos aislados del pasado siglo. Su fundador, Samuel
Christian Friedrich Hahnemann (1755-1843), de Meisser, hizo su grado
de médico en Erlangen en 1779, y hacia el final de la centuria, como re-
sultado de experimentos, algunos realizados en su propia persona, co-
menzó a formular aquellas teorías que caracterizan su sistema. Estas son,
en primer término, una resurrección de la doctrina de las semejanzas, de
Paracelso, a saber: primero, las enfermedades, o los síntomas de las en-
fermedades, son curables por aquellas drogas particulares que producen
efectos similares en el organismo (simiíia similibus curantur); segundo,
el efecto dinámico de los medicamentos va multiplicándose cuando se
van dando aquéllos en dosis infinitesimalmente pequeñas, que se obtie-
nen por cuidadosas diluciones o por trituración hasta límites extremos;
tercero, la noción de las más crónicas enfermedades son una manifesta-
ción del suprimido comezón o «psora». Estas doctrinas han aparecido
reunidas en su Organon der rationelleu Heilkunde (1810) y encontraron
gran aceptación, especialmente en América.
La diferencia entre Hahnemann y Paracelso es, como dice Neuburger, que
Hahnemann dirige sus arcanos, no contra las causas de la enfermedad, sino con-
tra los síntomas y los grupos de síntomas. Por esto, su método terapéutico no es
una verdadera isoterapia, ni tampoco los sistemas isopáticos que le han seguido
son completamente la misma cosa que los tratamientos por los sueros, las vacu-
nas, bacterinas, hormones y extractos animales (1). Entre las últimas exageraciones
de la homeopatía figura el sistema dejohann Gottfried Rademacher (1772-1850),
en el cual quedan ignorados los procesos y los hallazgos patológicos, siendo dia-
gnosticadas las enfermedades como «universales» y «orgánicas», según los efectos
que ejerzan sobre ellas los remedios. El fruto natural de este sistema fué la escuela
de «especifistas», que rechazaba les fantásticos «remedios universales» de Rade-
macher por la doctrina de la relación específica de ciertos remedios con partes
definidas del cuerpo. Este sistema, que ha sugestionado fuertemente a Ehrlich,
era favorablemente considerado por Virchow. Era, sin embargo, natural que todas
estas teorías sin objeto decayeran y se marchitasen, por último, en un incoloro e
insípido «eclecticismo». La impotencia del eclecticismo quedó suficientemente de-
mostrada por la inundación de gárrula palabrería y de turgente verbosidad que
se desencadenó con motivo de la epidemia del cólera de 1831-32 (2). Neuburger
dice que la obra maestra de Skoda y de Rokitansky ha sido acogida con frío si-
lencio, «un silencio que hablaba volúmenes».
(1) La isopatía (aequalia aequalibus), de G. F. Müller, proponía el tratamiento
de la sarna por la psorina, de la tenia por la taeniína, de la caries dental por la
odontonekrosina, de la tisis por la phthisina (o por los esputos de los tísicos, como
ha sido propuesto, en primer termino, por Robert Fludd), las enfermedades del
hígado por la hepatina, etc.
(2) Neuburger: Pusc/unann-Handbuck^v.WA, 1903; II, páginas 125 y 129.
40
HISTORIA DE LA MEDICINA
/>■
La extraordinaria popularidad del sistema de Hahnemann se debe,
probablemente, al hecho de que disminuía la escala de los medicamentos
en la práctica. El ha sido, positivamente, el introductor de las pequeñas
dosis. Por otra parte, su sistema es la consecuencia del teorizante si-
glo xvnr. Hahnemann ha muerto millonario en París en 1843.
Entre los primeros clínicos americanos, a los que nosotros debe-
mos las más originales obras, figuran Otto, los Jackson, North, el vie-
jo Mitchell, Ware, Gerhard y
Drake.
John Conrad Otto (1 774- 1 844)
nació en Woodbridge (New-Jersey),
de origen germánico-americano;
tomó su grado de médico en la Uni-
versidad de Pensilvania en 1 796,
sucediendo a Benjamín Rush en
el Dispensario de Filadelfia en 1813
y enseñando clínica médica en e^
Hospital de Pensilvania por espacio
de veintiún años. Desempeñó un
papel muy activo durante la epide-
mia de cólera de 1 833, y es espe-
cialmente notable por su publica-
ción acerca de lahemofilia(l803) [i],
un estudio de una familia de «he-
mófilos» que constituye el primer
estudio de esta naturaleza que exis-
te en la literatura médica.
Jambs Jackson (1777-1868), de Boston, un aprendiz-discípulo de
Edwar Augustus Holyoke (1797-8) y después ayudante en el Hospital
. Thomas y estudiante de Astley Cowper, era el primer médico del
Hospital general <1<- Massachusetts (1810), ha escrito un antiguo libro de
práctica, v ha sido extraordinariamente leído en sus atractivas
un médico joven (1855). lia publicado uno de !<>s estudios más
nos ()«• la neuritis alcohólica, que designa como arthrodynia á potn
\2) [2], ha bosquejado los síntomas mentales y su relación con la fie-
!)!■'• ; iSySi [3], contribuyendo en gran parte a establecer el estu-
dio de '-st.i enfermedad sobn una sólida base cu su región.
i Jame;. Jackson (i; ¡ a Medie;
de Boston.)
1 C Otto \fed •'>'< ork, 1803; VI, páginas 1-4.
2) J.J / ■://■//. Wed. and Sur 11 pág. 351.
j I. I rt founded on the cases of '-typhoid fever , Boston, 1838.
EL SIGLO XIX
41
El hijo de Jackson, James Jackson, jr. (1810-34), cuya prematura
muerte privó a la medicina americana de uno de los más distinguidos
discípulos de Louis, ha dejado una valiosa Memoria sobre la epidemia
del cólera de 1 832, y ha sido el primero en describir el sonido espira-
torio prolongado como un importante signo diagnóstico de la tisis inci-
piente (1833) [I]-
Elisa North (1771-1843), de Goshen (Conneticut), trabajó mucho en
la vacuna jenneriana (1800), estableció la primera enfermería de los ojos
en los Estados Unidos, en Nuevo
Londres (1817), y en 1811 pu-
blicó el primer libro de menin-
gitis cerebro-espinal (spotted fe-
ver), en el que recomendaba el
uso del termómetro clínico. El
libro de North va precedido de
la disertación del grado de Na-
than Strong, jr. (Hartford, 1810).
John Kearsley Mittchkll
(1793-1858), de Virginia, fué
educado en P^scocia y se graduó
en la Universidad de Pensilvania
en 1819, y después de haber he-
cho tres viajes por mar como
médico de barco, comenzó a
practicar en Filadelfia, donde
bien pronto alcanzó merecida
fama como internista, neurólo-
go y profesor. El volumen de monografías reunidas después de su
muerte por su distinguido hijo (1851) [2] revela una originalidad de
pensamiento muy superior a la del medio que le rodeaba; era, ade-
más, poeta, lo mismo que su hijo. Ha escrito hábilmente sobre suges-
tión y mesmerismo, osmosis, liquefacción y solidificación del ácido car-
bónico y sobre la ligadura de los miembros en los estados espásticos, y
ha sido el primero en describir las artropatías espinales neurósicas
(183 1) [3], que han sido desenvueltas más tarde por Charcot, Bechtereffi
Strümpell y Marie. Su ensayo On the Cryptogamous Origin of Malarious
and Epidemic Fevers (1849) supone el primer breve informe de la etiolo-
John Kearsley Mitchell (1793-1858)
(1) Comunicación a la Société medícale d'observation de París en 1833.
(2) • J. K. Mitchell: Five Essays, edited by S. Weir Mitchell, Filadelfia, 1859.
(3) Am. Journ. Med. Sc, Filadelfia, 1831; VIII, páginas 55-64.
42 HISTORIA DE LA MEDICINA
gía parasitaria de la enfermedad sobre una base á priori) un argumento
rigurosamente lógico que, partiendo de una pura teoría, le coloca en el
mismo nivel que el ensayo de Henle sobre los miasmas y contagios (1840).
John Ware (1 795 -1 864), de Hingham (Massachusetts), un graduado
de Harward, que era profesor de práctica en esta capital desde 1832
a 1858, ha escrito una importante monografía sobre el crup (1842) [i], y
su acabado estudio sobre el delirium tremens (183 1) [2] supone, en rela-
ción con el trabajo más antiguo de Thomas Sutton (1813), lo más clásico
publicado sobre esta materia.
Jacob BiGKLOw (1787-1879) de Massachussetss, ha sido uno de los más
grandes botánicos americanos; los tres volúmenes de su American Medi-
cal Botany (1817-20), ilustrados con 60 láminas y ó.OOO grabados en colo-
res, trazada técnicamente por el mismo, constituyendo una obra de repu-
tación internacional y, por lo que a América respecta, no teniendo análo-
gos más que en los escritos de Barton, Raffiniesque, Porcher y Asa Gray.
Bigelow era un médico de visita del Hospital general de Massachussetts,
profesor de Materia médica en Harvard y un gran reformador médico •
Durante la epidemia de cólera de 1 832, su sabia gobernación sanitaria li-
mitó la mortalidad en Boston a IOO, contra 3.000 defunciones en la ciu-
dad de New- York. Su discurso On Self-limited Diseases (1835) ejerció un
poderoso influjo en la práctica médica de los Estados Unidos, y, según
las palabras del doctor Holmes, hizo «más que ninguna otra obra o en-
sayo en nuestro propio idioma para rescatar la práctica médica de la es-
clavitud del sistemático recetar, que era una parte de la herencia patrimo-
nial déla profesión». En 1S55, Bigelow publicó un Lomo anónimo, de há-
biles parodias poéticas, titulado Eolopoesis.
William Wood Gerhard iiSoy-72), nacido en Filadelfia, aunque de
origen alemán, ha sido tal vez el más brillante de los discípulos america-
nos de Louis. Era médico resident»- en el Hospital de IVnsilvania (1834-68),
enseñando los principios de Medicina en la Universidad de IVnsilvania
( 1838-72), siendo muy querido en su ciudad nativa por sus genialidades y
bondades. I !■• investigado la aplicación endérmica de los medicamentos
on Pennock) la epidemia de cólera de París de 1832
y ha escrito interesantes estudios de la viruela 1 [832) [3] y de la neumo-
nía M834) [ \\ '*n '"' niño. Su tratado de enfermedades del tórax (1842) ha
■ la gran autoridad de la materia hasta el tiempo de Flint, lia dejado
dos monografías de positivo valor: su monografía sobre meningitis tuber-
1 Wa re: Contrii .1 losto n, 1 842.
V, páginas 1 36-194.
j G< rhard: \m ' /. Se, Filadelfia, 1832; XI. páginas [68-408.
4) XIV, página ; XV, página 87.
EL SIGLO XIX
43
culosa en el niño (i 833) [i], el primer estudio clínico preciso de la enfer-
medad, y su trabajo sobre el diagnóstico diferencial entre el tifus y la fie-
bre tifoidea (1837) [2]> que definió de un modo definitivo, en los Estados
Unidos por lo menos, el estado patológico de ambas afecciones. Obser-
vadores aislados, como Willis en 1643 [3], Huxham en 1737 [4], o Hilde-
brand en 1 8 10 (5), no han tenido duda, en honor suyo, en la distinción
entre ambas enfermedades; pero el asunto permanecía en un estado nebu-
loso hasta el momento en que Gerhard publicó su trabajo; pues la misma
Daniel Drake (1785-1852)
obra maestra de Louis de 1829 no dio conocimiento de la fiebre tifoidea,
y los prácticos ingleses, con la posible excepción de A. P. Stewart
(1840) [6] o de Perry, de Glasgow, no establecieron claramente la distin-
ción entre el tifus y la fiebre tifoidea hasta que fué bien establecida por
sir William Jenner en 1 849 [7].
El más grande de los médicos del Oeste, y una de las más pintores-
(1) Gerhard: Am. Journ. Med. Se, Filadelfia, 1833; XIII, páginas 313-359.
(2) Gerhard: Ibidem: 1837, XX, páginas 289-322.
(3) Willis: Defebribus, 1659, cap. XIV y XVII.
(4) Huxham: Essay on fevers, 1755.
(5) J. V. von Hildebrand: Ueber den ansteckenden Typlius, Viena, 1810.
(6) ' Stewart: Edinb. Med: &> Surg. Journ., 1840; LIV, páginas 289-369.
(7) Sir. W. Jenner: Med.-Ckir. Ir., Londres, 1849-50; XXXIII, páginas 23-42.
44 HISTORIA DE LA MEDICINA
cas figuras déla medicina americana, es Daniel Drake (1785-1852), que
ha sido el primero, después de Hipócrates y Sydenham, en trabajar en
geografía médica, tomando como posición propia la de la relación de ésta
con la topografía de la enfermedad. Ha nacido en New-Jersey, en una ex-
trema pobreza; se educó en un camarote de un barco, entre los zapadores
de Kentucky; y la historia de sus luchas para adquirir una instrucción,
auxiliándose a sí mismo y conduciéndose solo; su elevación en su carrera,
venciendo todo género de obstáculos, es un buen ejemplo de lo que puede
conseguir una honrada capacidad cuando es persistente. Discípulo de Wi-
lliam Goforth, el defensor de la vacuna jenneriana en el Oeste, su diplo-
ma, escrito por la mano de aquél, ha sido el primero que ha salido del
Oeste de América. A pesar de su práctica, Drake no pudo completar su
educación médica hasta 1815; fecha en que recibió el grado académico en
la Universidad de Pensilvania. Ha sido uno de los «médicos peripatéticos»
de Osler, moviéndose constantemente de un punto a otro en defensa de
la causa de la educación médica. «Siempre en lucha con los hombres»
(porque su naturaleza era combatiente) y descontento, aparentemente, con
toda situación en que se encontrase. Cambió su localidad como profesor
nada menos que siete veces en su vida, y dos importantes Facultades, el
Colegio de Medicina de Ohio (1821) y el Departamento Médico del Cole-
gio de Cincinnati (1835), fueron creadas por él. En la última fundación
tuvo como compañeros los mejores profesores americanos de su tiempo,
incluso Samuel D. Gross y Willard Parker. Drake ha sido también el fun-
dador del Western Journal of the Medical and Physical Sciences (1827-38),
la más importante1 revista médica de) Oeste en aquella época. En ella se
contienen sus celebrados estudios sobre educación médica, reimpresos
en 1832, y que han sido, anterior y posteriormente, la más importante
contribución que se ha publicado sobre la materia en aquella región. Es-
tán escritos en un estilo que, por su claridad y su belleza, es, todavía en
la .i< tualidad, un modelo de cómo deben escribirse las obras de este géne-
ro. En 1 S 1 1 , Drake publicó uno de los primeros estudios de la literatura
medí a de la enfermedad de la localidad conocida como «temblo-
o 'enfermedad de la leche» (i). lia descrito también la epidemia de
cólera que apareció en Cincinnati en [832, y escribió gran número de tra-
bajos a propósito de los males de la vida ciudadana 1 [831), del mesmeris-
mo (184 p, de los defectos morales de los estudiantes de Medicina (I S47),
y una entretenida obra postuma, Pioneer life in Kentuncky (1S70); pero
1 E 'i-ii'. más antiguos ion los de Tilomas Barbe* ices Concerning
por Alexander rdford y Arthur Stewart, en Med. Repository^
XV, pág
EL SIGLO XIX 45
su obra principal es la titulada Diseases of the Interior Valley of North
America (1850-54), el resultado de treinta años de trabajo, basada amplia-
mente en observaciones personales efectuadas durante extensos viajes.
El primer volumen es una admirable enciclopedia de la topografía, hidro-
grafía, clima y meteorología, plantas y animales, población (incluyendo
alimentación, habitación y ocupaciones) del valle del Mississipí. El segundo
volumen, que no fué publicado hasta después de su muerte, trata de la
malaria otoñal y de otras fiebres, fiebre amarilla, fiebre tifoidea, tifus exan-
temático, las no clasificadas «fiebres flogísticas», en relación con la topo-
grafía, la meteorología y los caracteres sociológicos. No había nada pare-
cido a este libro en la literatura excepto Aires, aguas y lugares, de Hipó-
crates, y, además, Hipócrates no había acertado a encuadrar perfectamen-
te la geografía local de la enfermedad. En su tendencia práctica, la obra
de Drake pertenece a la clase descrita por Billings como distintiva y pe-
culiar de América, «en asunto, modo de desarrollarlo y estilo de la com-
posición» (i). Cuando Alfred Stillé informó acerca de él en la American
Medical Association, en 1850, Drake fué saludado con prolongadas y rui-
dosas demostraciones de aplauso y de entusiasmo, como no se habían tri-
butado anteriormente a ningún otro médico; «él cubrió su rostro con sus
manos y lloró como un niño>. En relación con la obra maestra de Drake,
no deben olvidarse dos de sus últimos folletos, por ser de los más raros
entre los americanos. El primero es un folleto acerca del clima y de las en-
fermedades de Cincinnati (1810), y puede ser considerado como el germen
de su gran obra; el segundo, Narrative of the Rise and Fall of the Medical
College of Ohio (1822), es una de las más escogidas muestras que existen
del humorismo médico. Drake, según le describe Gross, era grande, de
figura imponente, sencillo y digno en sus maneras. «Iba siempre bien ves-
tido, y alrededor de su cuello llevaba una larga cadena de oro, de reloj,
que quedaba colgando sobre su chaleco.» Como profesor, poseía una es-
pléndida voz y una altiva elocuencia; oyéndole se percibía una sensación
como la que produce el rumor de un árbol agitado por la tempestad. Era
distinguido, amante de los niños, enemigo de toda grosería, y con un as-
pecto en cierto modo poético; había escrito versos muy correctos. Pero
a pesar de que él había sido el que en la práctica había creado la verda-
(1) J. S. Billings, en A Century of American Medicine, Filadelfia, 1876, pági-
na 374. El doctor Billings ha sido el primero que ha hecho resaltar la importancia
de Drake en la medicina americana. Drake ha sido posteriormente objeto de una
acabada y excelente biografía del Otto Juettner, de Cincinnati (Daniel Drake and his
Followers, Cincinnati, Harvey Publ. Co, 1909), queda una buena información de la
medicina del Oeste en sus primeros tiempos y que debe ser leída por todo el que
quiera conocer las condiciones de la época.
46 HISTORIA DE LA MEDICINA
dera enseñanza médica en Cincinnati, tuvo que aguantar en su vida muchos
disgustos y hasta insultos de los hombres vulgares y pretenciosos, que
afectaban mirarle con desdén por su origen humilde y por sus luchas del
comienzo de su vida. Señalaba como una razón para no ir a Europa el que
no deseaba encontrar médicos que pudiesen vanagloriarse de poseer ma-
yores ventajas que él poseía, y añadía con patético acento: «Yo debo mu-
cho a mi país, para colocarme a mí mismo en tan desairada posición.»
Otros notables médicos americanos del primer período son: George Bacon
Wood (1797-1879) y Franklin Bache (1792-1864), de Filadelfia, colaboradores am-
bos de la enorme obra Dispensatory of the, United States (1833), que alcanzó 17 edi-
ciones; Alonso Clark (1807-87J, de Ñew-York, que inventó el tratamiento de las pe-
ritonitis por el opio (1855) [ij; Elisha Bartlet (1804-55), de Rhode Island; John Y. Bas-
set (1805-81); el Alabama student, de Osier, y Samuel Henry Dickson (1 798-1872), de
Carolina del Sur, un trío de elegantes y atractivos estilistas y literatos médicos; el
celta beligerante Charles Caldwell 1^1772-1853), de Carolina del Norte, que fundó
dos escuelas médicas en el Oeste, y cuya Autobiografía (1855) es una notable dia-
triba, sobrecargada de veneno y de rencor; Robley Dunglison (1 798-1869), de Kes-
wick (Inglaterra), que recopiló un excelente diccionario médico (1833) y escribió
un asombroso número de ohras de texto de casi todos los asuntos, excepto de Ci-
rugía; David Hosack (1709-1836), el mejor práctico de la ciudad de New-York en
su época, y editor de la American Medical and Philosophical Register (18 10- 18 14), en
cuya obra fué auxiliado por John Wakefield Francis (1789-1861), un médico germa-
no americano que llegó a gozar algo de la popularidad de Hosack en New- York,
que era una especie de Mecenas, médico en la ciudad y un atractivo escritor y
maestro; Nathaniel Chapman 1 1 780-1853), de Virginia, un notable profesor de clí-
nica médica en la Universidad de Pensilvania, que fundó en 1820, con Matthew Ca-
rey, el Philadelphia Journal of the Medical and Phis ical Sciences, que en 1827, bajo
la dirección de Isaac Hays (1 796-1879), se convirtió en el American Journal of the
Medical Sciences (periódico de Hays: Hay's Journal); Tehodoric Romeyn Beck
(1 791-1855), de New- York, cuyos Elements of Medical Jurisprudence (1823) eran an-
tiguamente el mejor libro de la materia, alcanzando 10 ediciones y varias traduc-
ciones, e Isaac Ray (1807-81), de Beverley (Massachussetts), que escribió el primer
tratado de jurisprudencia médica de la locura (1838), un serio y bien escrito libro
que todavía se considera de mérito en la actualidad.
Entre los descubrimientos aislados de Medicina en la primera mitad del si-
glo xix podemos hacer mención de la descripción original del «Kondée», o enfer-
medad del sueño; en los viajes por el Africa de Thomas Winterbottom (1803) [2];
eJ primer estudio de la meningitis cerebro-espinal, por Gaspard Vieusseux (1746
a 1814), en Ginebra (1805) [3], y por L. Danielsson y E. Mann, en Medfield (Massa-
chussetts, 1806) [4]; la pequeña monografía de Charles Badham acerca de la bron-
quitis que lleva su nombre (1808) [5]; la de Allan Burns sobre la endocarditis
(1809) [6]; la de William Charles Wells sobre el reumatismo del corazón (1812) [7];
i ( 'lark: On the treatment of puerperal peritonitis bx large doses of opium, 1855.
(2) Winterbottom: in \ccount of the Native Africans, Londres, 1X03; II, pági-
nas 29-31.
(3) Vieusseux: Jouru. </e Med., (7/i/\, Pharvt., etc., Paris, 1805; XI, páginas 163
a 182.
•i Danielsson and Mann: Med i \gric. Register, Boston, 1806.
Badham: Observations on the inflammatory Affect ions of the Mucous Membra-
ne of the Bronchiae^ Londr<
\ ervations on Some of the Most Frequent and Important IHseases of
the Heart, Edimburgo, 1809.
(7) Wells: lr..\oc. Improve. M . I /// , Knowledge, 1804-10; Londres, 1812;
III, páginas 373-412.
ÉL [SIGLO XIX 47
la tesis de Romberg sobre la acondroplasia ( 1 8 1 7) [1]; el estudio de John Clarke
acerca del laringismo estriduloso y de la tetania en el niño (181 5) [2]; el de John
Bostock de la fiebre del heno (1819) [3]; el clásico estudio de la apendicitis de Lou-
yer-Willermay (1824) [4]; la descripción, por Kopp, del «asma tímico», y de la
«muerte tímica» (1830) [5]; el estudio, por Lobstein, de la fragilidad de los huesos
en la osteopsathyrosis (1833) [6]; la descripción clínica, por John Badham, de la pa-
rálisis infantil (1835) [li e^ importante estudio de Carl Adolph Basedow del bocio
exoftálmico, dando los tres síntomas clásicos, o «triada de Merseburg» (1840) [8); el
caso de Mohr de tumor de la glándula pituitaria con obesidad (1840) [9]; la mono-
grafía de Jakob Heine de poliomielitis infantil (1840) [10]; la indicación, por Henry
Burton, de la línea azul a lo largo del reborde de las encías en los intoxicados por
el plomo (1840) [11]; el estudio, por Perrin, de la hidroartrosis intermitente
(1845) [12]; los estudios, independientes entre sí, de la leucemia, porVirchow y John
Hughes Bennet (1845) [13], y la indicación, por Curling, de la relación entre la au-
sencia de la glándula tiroidea con la «tumefacción simétrica del tejido adiposo a
los lados del cuello y el defectuoso desarrollo cerebral» o mixedema (1850) [14].
Entre los primeros expositores de la Anatomía y de la medicina cien-
tífica en Francia figura Marie-Frangois-Xavier Bichat (1771-1802), el crea-
dor de la anatomía descriptiva. Hijo de médico, discípulo predilecto, ayu-
dante y amigo íntimo del cirujano Dessault, y algún tiempo cirujano de
los ejércitos de la Revolución, Bichat desarrolló bien pronto una inteligen-
cia luminosa, arrolladura, capaz de alternar felizmente entre el estudio, la
práctica afortunada de cirujano y la obra de un gran maestro, cuya tem-
prana muerte ha constituido una de las más sensibles pérdidas para la
Ciencia. Su Traite des membranes (1799- 1800), su Anatomie descriptive, en
cinco volúmenes (1801-1803), y toda su obra, en general, de anatomía
aplicada a la Fisiología y a la Medicina (1802) abren un campo completa-
mente nuevo a los anatómicos, dándoles una detallada descripción de las
partes y los tejidos del cuerpo en el estado de salud y en la enfermedad.
Antes de la época de Bichat las obras de esta materia, como la de los Mon-
(1) M. H. Romberg: De rachitide congenita, Berlín, 1817.
(2) J. Clarke: Commentaries on some of the most important diseases of children,
Londres, 1815; páginas 86-97.
(3) Bostok: Med. Chir. Tr., Londres, i8i9;X, páginas 161-165.
(4) Louyer-Villermay: Arch. gen. de Med.. Paris, 1824; V, páginas 246-250.
(5) J. Kopp: Denkwurdigkeilen in der ¿irztlichen Praxis, Frankfurt am Mein, 1830;
I, páginas 1 y 368.
(6) Lobstein: Traite de VAnat. path., Paris, 1833; U> páginas 204-212.
(7) Badham: London Med. Gaz., 1835-36; XVII, pág. 215 (descrita primeramente
por Michael Underwood (1784).
(8) Basedow. Wochenschr.f. d. ges. Heilk., Berlin, 1840; VI, páginas 197 y 220.
(9) Mohr: Wochenschr.f. d. ges. Heilk., Berlin, 1840; VI, páginas 565-571.
(10) Heine: Beozachtungen iiber Ldhmungszustdnde der untern Ext remit at en und
deren Behandlung, Stuttgart, 1840.
(11) Burton: Med. Chir. Tr., Londres, 1840; XXIII, páginas 63-79.
(12) Perrin: Journ. de Med., Paris, 1845; II, pág. 82. — Union Méd., Paris, 1878; III,
s. XXV, pág. 82 1 .
(13) Virchow: Weisses Blut, en Neue Aotizen a. d. Geb. d. Nat. u. Heilk, Weimar,
1845; XXV, páginas, 151-155. — Bennet: Edinb. Med. 6° Surg. Journ., 1845; LXIV,
páginas 413-423.
(14) Curling: Med. Chir. Tr., Londres, 1850; XXXIII, pág. 303.
4b
HISTORIA DE LA MEDICINA
ro, por ejemplo, eran tristemente rudimentarias y no decían casi nada a
propósito de los detalles anatómicos de los nervios y de las visceras; a la
vez que la disección-, como ha recordado Robert Knox, se apoyaba en una
base demasiado sencilla y teórica. Bichat ha sido el profesor de Henle y
de los histólogos; dividía los tejidos (no microscópicamente) en 21 varie-
dades, que consideraba como partes indivisibles, como los elementos en
Química, teniendo cada tejido sus propiedades particulares de sensibili-
dad y de contractilidad (propriétés vitales). Estaba profundamente influen-
ciado por Bordeu, y, como Hunter, consideraba la enfermedad como una
alteración de las propiedades vitales o principios. Su error consistía en se-
ñalar una propiedad vital es-
^ pecífica, un modo diferente
del vitalismo a cada tejido. Es-
ta doctrina fisiológica, actual-
mente anticuada, se encuen-
tra resumida en su famosa y
falaz definición de la vida, co-
mo «la suma de las fuerzas
que resisten a la muerte» (i),
que ha sido frecuentemente
discutida (2), es únicamente
una petición de principio evi-
dente en la forma de una
ecuación reversible; en reali-
dad, un caso sencillo de un
argumento por rodeo.
En relación con la obra de Bichat debe ser mencionado el espléndido
atlas de Anatomie de l'homme (París, 1821-31), por Jules Germain Cloquet
(1790- 1 883), consistente en cinco volúmenes, ilustrados con 300 láminas,
en folio, y el descubrimiento de los terceros corpúsculos o plaquetas san-
guíneas, por Alexandre Donné (1801-78), en 1842 (3).
Las ideas de Bichat encarnaron en la Patología con Jean Crüveilhier
(1791-1873), de Limoges, discípulo de Dupuytren, que dio la primera des-
Dcssault (1744-95) y Bichat (1771-1802)
(i) Bichat RechtrchtS Sur la vie el la morí, París, año VIII | [800), |>t. 1 .-'
Por ejemplo, en La disertación inaugural del doctor Abraham Jacobi (Cogi-
tationes de vita rerum naturalium^ Colonia, 1851, pá^. 24): Prioribus iam iemporibus
Bichat alio modo vitam definiré <onah<s est . Vitam igttur quaiitatum ri actionum ma-
terias tnor/c resistentüím, complexa»! nominal. Sed hace nam defiflitio est? \am aliad
tarn circuit* btatim interrogandum erit¡ quidnam sil mors, el qitod solum respon-
■ .', mortem ahsepliam €SSt vitae. Mon COftStituta no/ione üitíte, W-
atione definiendo est, non vicisversa.
Donné: Compt.ren París, 1842; XIV, páginas 366-368,
EL SIGLO XIX 49
cripcíón (con láminas) de la esclerosis en placas (i), y ha dejado también la
primera descripción de la atrofia muscular progresiva del tipo Aran-Du-
chenne (parálisis de Cruveilhier); pero, lo mismo que Hunter anteriormen-
te, ha incurrido en la deducción errónea de que la puemia es el resultado
de la flebitis, llevando su exageración hasta el extremo de afirmar que la
«flebitis domina toda la Patología». Los atlas de Patología de Cruveilhier
(1842) figuran entre los más espléndidos libros ilustrados que existen so-
bre la materia. No empleaba el microscopio, y sus errores han sido pos-
teriormente corregidos por Virchow, como veremos después.
Sir Charles Bell (1774-1842)
Sir Charles Bell (i 774- 1 842), el sabio anatómico inglés de este pe-
ríodo, es, en la actualidad, más celebrado aún como fisiólogo y como neu-
rólogo. Hijo de un obispo protestante escocés, era hermano de John Bell,
el bien conocido cirujano que abrió una escuela privada de Anatomía en
Edimburgo en 1 790. Los dos hermanos Bell tenían un gusto artístico nada
común, y Charles, en particular, ilustró con magníficos dibujos su System of
Dissections (1798), sus Engravings of the Brain and Nervous System (1802)
y su definitivo tratado de la mano (1833). Trasladado a Londres en 1 804,
comenzó a enseñar Anatomía en su propia casa, y después en la Great
(4) Cruveilhier: Anatomic pat hologique, París, 1835-42; II, entrega XXVIII, lám. 5
Historia db l,a Mbdicima. — Tomo II 4
50 HISTORIA DE LA MEDICINA
Windmill Street. Dio clases a los artistas, y su Anatomy of Expression
(1 806) es el resultado de estas lecciones. Por su devoción ardiente hacia
la investigación privada, nunca adquirió la práctica que esperaba alcanzar
en Londres, y llegó a aceptar la cátedra de Edimburgo en 1 836. En l8l I,
Bell publicó su obra A New Idea of the Anatomy of the Brain and Ner-
vous System, que contiene la sentencia siguiente: «Se exponen mal las raí-
ces de los nervios espinales; yo he encontrado que se puede cortar trans-
versalmente el fascículo posterior de los nervios, que toma su origen de
la parte posterior de la médula espinal, sin producir convulsiones de los
músculos de la espalda; pero si se tocan los fascículos anteriores con la
punta del cuchillo, los músculos del dorso entran inmediatamente en
convulsión.» Esta es la primera referencia experimental a las funciones de
las raíces nerviosas en la médula que se encuentra en la literatura; pero
Bell vició los efectos de su descubrimiento en alguna extensión, sostenien-
do, casi por completo, la antigua teoría de que todos los nervios son sen-
sitivos, clasificándolos como «sensibles e insensibles», y, en realidad, él ha
demostrado claramente sólo las funciones de las raíces anteriores. Anató-
mico por su educación, sus subsiguientes descubrimientos están todos
comprendidos en su frase: «deducciones de la Anatomía», en amplia re-
lación, indudablemente, con su falta de afición a la vivisección, y cayó en
la falta de no comprender el verdadero aspecto de los experimentos que
él hacía para interpretarlos correctamente. El decisivo examen experi-
mental de que las raíces anteriores son motoras y las posteriores senso-
riales, ha sido hecho por Magendie sobre una serie de ocho perritos, pu-
blicado en 1822 (i), y confirmado por Müller en la rana en 1 83 1 (2). En
1826, el mismo Bell (en carta del 9 de enero) había adquirido una clara
idea de la diferencia entre los nervios sensoriales y motores. Jin 1 829 de-
mostraba que el quinto nervio craneal era sensitivo-motor; describió el
«nervio de Bell»; también el nervio motor de la cara (porción dura del
séptimo nervio), cuya lesión es causa de la parálisis facial (parálisis de
liellj. Todos estos descubrimientos aparecen reunidos en su libro sobre el
sistema nervioso I 1 S30), que contiene también los casos más antiguos de
parálisis pseudo- hipertrófica y de «enfermedad deThomsen». Bell era un
hombre genial, nada afectado, de carácter bondadoso, con una cautivado-
ra mirada viva detrás de sus lentes, y un poco presumido en el vestir. Ha-
bía estado muy de moda durante su estancia en Londres, y el entusiasta
lord Brougham le había armado caballero por sus descubrimientos de Fi-
1 Magendú urn. dephysiol. expir., París, 1822; II, páginas 276-279.
Mülln// i Geb.d.Nat.u, Heilk., Weimar, 1831; XXX,
13 \ 129 El experimento fué después confirmado en los peces por Wa
m. mums : ;. ei o pajar os, por Panizza (1834) y Schiff (1858).
EL SIGLO XIX 51
siología. Era un hábil cirujano, y atendió a los heridos, después, de La Co-
ruña y Waterloo, haciendo interesantes dibujos de lo que había visto.
El más hábil defensor de las ideas de Bichat en la Gran Bretaña fué
el anatómico Robert Knox (1791-1862), que fué el primero en enseñar
Anatomía general, en sus aspectos descriptivo, histológico y comparado,
llevando en gran número los estudiantes a Edimburgo por su dramático
estilo de relatar y por su modo demostrativo de exponer en la cátedra.
En esta época no estaba regulado el material de disección necesario para
la enseñanza, y se recurría a diferentes medios para suplirlo. Cuerpos arre-
batados o asesinados eran los preferidos. El 29 de noviembre de 1827 el
cadáver de un viejo, que había costado cuatro libras al señor de su tierra,
William Hare, fué comprado a Hare por Knox por 7 libras IO chelines,
para recuperar la deuda, y este éxito del negocio despertó en Hare y en
su asociado Burke la idea de utilizar sus inquilinos o algunas otras vícti-
mas desventuradas que cayesen en sus manos como una mercancía de fá-
cil venta. Las víctimas eran primeramente intoxicadas y después ahoga-
das, aplicándoles fuertemente las manos a la nariz y a la boca (Burking).
Diez y seis cuerpos fueron adquiridos de este modo y vendidos antes de
que el crimen fuera descubierto, y el último cadáver fué encontrado en
casa de Knox. Todo Edimburgo se agitó en estos instantes, y Knox fué
asaltado por el horrorizado populacho, vituperado en la Prensa y en el
pulpito y amenazado con la horca. El hecho de que «Daft Jaimie», un in-
ofensivo imbécil, y el «Viejo Town», y la voluptuosa figura de «una her-
mosa Lais», se encontrasen entre estas víctimas asesinadas y disecadas
añadió combustible al fuego. Knox era un hombre de gran fuerza física y
de un gran dominio de carácter; desafió el clamor popular, hizo cara va-
lientemente a los que le atacaban y hasta se defendió por escrito; pero ya
no volvió a ser popular como antes; los únicos que siempre le siguieron
fueron sus fieles discípulos; llegó a abandonar su casa y llevó una vida
errante hasta su muerte (i). Este sensacional y completamente desacredi-
taba episodio dejó, por lo menos, una buena reforma: el Acta de Anato-
mía, de Warburton, de 1832 (2 d. y 3 d., William, IV; cap. LXXV), que
dictamina que los cuerpos no reclamados pueden, en determinadas condi-
(1) Del odio en que Knox incurrió por el incidente de Burking puede decirse
que, aun cuando él era técnicamente sin tacha, la aversión de sus conciudadanos
no carecía por completo de fundamento, supuesto que él debía conocer qu.' los
cuerpos de aquellos infelices habían sido llevados sin «lloradores fingidos», ni fu-
nerales, ni otros servicios de los Resurreccionistas, a la vez que los métodos demos-
trativos, sensacionales del profesor, en sí mismo, no estaban estrictamente de
acuerdo con los mejores ensayos modernos de la dignidad de la enseñanza medi-
ca. La disección y la vivisección, para ser respetables y científicas, deben hacerse
siempre privadas y bajo ciertas restricciones legales. Hasta las públicas diseccio-
52 HISTORIA DE LA MEDICINA
ciones, ser llevados a las escuelas de Medicina. Knox era un hábil e inte-
resante escritor de Anatomía artística y de Historia Natural, y su fragmen-
to acerca de Las razas del hombre (1850), a pesar de estar lleno de excén-
tricos puntos de vista, es una de las más originales e interesantes contri-
buciones que se han hecho en Antropología. Es obra muy apreciada por
Emerson.
Una obra interesante de Anatomía artística, que debe ser mencionada
en relación con la de Knox, es la de Henry Landsser, titulada Estudios ana-
tómicos de los huesos y músculos, para uso de los artistas (Londres, 1883),
con grabados de los dibujos postumos de John Flaxman (1755-1836).
Los sabios maestros de anatomía comparada de la primera parte del siglo xix son
Lamarck, Cuvier, Owen y Agassiz. De ellos, Jean-Baptiste Lamarck (i 744- i 829),
que dejó el Ejército por la Medicina, la Medicina por la Botánica y la Botánica por
la Zoología, famoso por su Historia Natural de los invertebrados (1815-22), y en la
actualidad más todavía por su Filosofía zoológica (1809). En ésta aparece como un
gran defensor de la doctrina de la evolución en su teoría de que las variaciones son
producidas por el uso y el desuso de los órganos, respondiendo a los estímulos ex-
ternos, y por la herencia directa de estos caracteres adquiridos. Como Galeno y
Hunter, Lamarck piensa que la estructura sigue a la función (La fonction fait l'or-
ganej, y aunque su teoría tic la herencia de los caracteres adquiridos es en la actua-
lidad vivamente discutida, se le sigue considerando siempre como uno de los más
grandes filósofos biólogos.
Georges Cuvier (1709-1832), al que auxilió Lamarck y que después se volvió
contra él, que antiguamente se: le apreciaba en más, pero que hoy se le considera
como inferior ,1 aquél, a pes. ir de tener, como decía Flourens, l'csprií vaste. Sus
grandes obras de anatomía comparada (1801-05), de los huesos fósiles de París
(181 2), de la estructura de los peces (1828) y del reino animal (1836-49) son gran-
demente notables. Ha sido el fundador de la paleontología vertebral, el primero
que ha establecido la teoría de los tipos morfológicos (vertebrados, moluscos, ar-
ticulados, radiados, la doctrina de la correlación estructural de las partes con el
organismo y de la catastrófica de las formaciones geológicas. Pero creía en la ge-
neración espontánea, en la fijeza de las especies y en la preformación del embrión.
Sir Richard Owen (1804-92), de Lancaster (Inglaterra), discípulo de Abernethy
y SOCIO y yerno de] secretario de John Hunter, William Clift, editó las obras pos-
tumas de Hunter y comenzó sus estudios de morfología con su gran Catálogo de las
series fisiológicas de Anatomía comparada (1833-40), en la Colección Hunter. Su Ana-
tomía y fisiología de los vertebrados (1866-68) era considerada por Flower como
digna de colocarse en el rango de las obras de Cuvier de Anatomía comparada.
En 1840-45 publicó la Odo/itografia, un tratado monumental de los dientes de los
animales vivientes, ilustrado con 150 láminas. En Paleontología, sus monografías
<1<- fósiles ingleses de los mamíferos, aves y reptiles (1846-84); de los mamíferos
extinguidos de la Australia 11877) y de las desaparecidas aves sin alas de Nueva
Zelandia 1879) son de la mayor importancia. Ha descrito el Archaeopteryx, el ave
más antigua de las conocidas; el Apteryx, Notornis y Dinornis, incluyendo en la
última clase el dodo y el moa gigante. Ha sido también el primero que ha des-
nes pintadas < n las páginas de un YYsalio y de un Colombo tienen el inconvenien-
te de semejáis'- demasiado a los cuadros demostrativos de Barnum en las moder-
nas ferias, y un experimento de la coagulación de la sangre demostrado en un ani-
mal viviset < ionado j en una audieni ia pública, entre cuyo público difícilmente al-
guno comprenderá bu úgnifii ación, puede juzgarse muy bien a la luz de la «ley» de
f Iipói-rai< |: . aquellas COSaS que da8 deben ser únicamente comunicadas
a las ■ ;.is, y no es 1< gal comunicárselas a los profanos hasta que
ellos hayan sido ¡ni* lados en los mist< rios de la ciencia.»
EL SIGLO XIX
53
crito la triquina espiralis (1835) [1]; pero clasificaba los espermatozoos, como pa-
rásitos internos, entre los Entozoa. Owen ha sido uno de los primeros que ha tra-
bajado con el microscopio en Inglaterra, un fundador y miembro autorizado de la
Royal Microscopic Society y un buen músico, tocador de violin, y gran jugador de
ajedrez. Era profesor hunteriano del Real Colegio de Cirujanos (1836-56) y super-
intendente del Departamento de Historia Natural del Museo Británico (1856-83).
En 1843 inventó la tan conocida distinción entre las series homologas (órganos de
estructura y desarrollo semejantes) y análogas morfológicamente (órganos dife-
rentes de función similar). Siguió a Goethe y a Oken en sostener la teoría verte-
bral del cráneo (2), y aun cuando admitía la variación de las especies, por una ten-
dencia innata a desviarse del arquetipo ancestral, era opuesto al darwinismo; pero
habiendo sido derrotado por Huxley en dos importantes controversias, parece ser
que enmendó en esto su modo de pensar. Después de su muerte, Huxley escribió
un encomiástico estudio de las
obras de Owen.
Louis Agassiz (1807-73), de Mo-
ttier (Suiza), establecido en Cam-
bridge (Massachussetts), en 1846,
de tal modo, que sus Contribucio-
nes sobre la Historia Natural de
los listados Unidos (1857-62) ofre-
cen especial interés para los
americanos. Su Lowell Institute,
de lecciones de Embriología com-
parada (1846), seguido de las de
Jeffries Wyman, de Fisiología
comparada (1849), sirvieron para
llevar nuevas ideas a la enseñan-
za en América. Su estudio sobre
los peces fósiles (1833-44), en el
que describe más de 1.000 espe-
cies, es su obra maestra, aunque
en la actualidad no se admita su
clasificación empírica por esca-
las. Era contrario a las ideas dar-
winistas y defensor de la antigua
idea de Linneo de la fijeza de las
especies, y también de la teoría
de la recapitulación de que «la
historia del individuo es la histo-
ria resumida de la raza».
Sir Richard Owen (1804-1892)
Los trabajadores de la Anatomía americana en la primera mitad del
siglo han sido Wistar, Horner, Godman y Morton.
Casper Wistar (1760-1818), de origen alemán, pero nacido en Fiía-
delfia, enseñó Anatomía en la Universidad de Pensilvania desde 1791
a 18 18, y su Sistema de Anatomía (1811-14), actualmente olvidado, ha
sido la obra más antigua de la materia publicada en aquella región. Su
descripción del hueso etmoides era ponderada por Soemmerring, y su
recuerdo perdura en la vía wistaria, como ha sido denominada desde él;
en los todavía populares «trozos de Wistar», resúmenes literarios del
(1; Owen: Tr. Zool. Soc, Londres, 1835; I, páginas 315 -324. Véase también
Hilton: London Med. Gaz., 1833; XI, pág. 605.
(2' Owen: On /'he Archetype and Homologies of the Vertebrate Skeleton, Lon-
dres, 1848.
54
HISTORIA DE LA MEDICINA
tiempo antiguo, publicados semanalmente, y en los que aparecía como
un amistoso y culto huésped, y en el actual Instituto Wistar de Anato-
mía y Biología, de Filadelfia (1892).
William Edmonds Horner (1793-1853), de Warrenton (Virginia), es-
tudió Medicina en Edimburgo y Filadelfia, y después de haber servido
como cirujano en el ejército en la guerra de 1812 se instaló en esta úl-
tima ciudad, donde fué prosector de Wistar, de Dorsey y de Physick,
reemplazando al último como profesor de Anatomía en la Universidad de
Pensilvania y siendo substituido
por Joseph Leidy. Horner ha
descubierto el músculo tensor
del tarso (músculo de Horner),
que forma parte del aparato la-
grimal (1824) [i], y ha investiga-
do las glándulas axilares odorí-
feras en el negro, la túnica mus-
cular del recto y las membranas
de la laringe.
Ha perfeccionado y descri-
to importantes operaciones qui-
rúrgicas, especialmente en los
ojos, y ha publicado tratados
de Anatomía (1826) y de Pato-
logía (1829). En T834 (2) ha pu-
blicado un importante traba-
jo demostrando que las depo-
siciones riciformes del cóle-
ra asiático constan de epitelios desprendidos del intestino delgado.
John D. Godman (1794- 1 830), de Annapolis (Maryland), un anatómico
de gran talento que no pudo realizar lo que tenía en su interior a causa
de que, como dice Gross, «la pobreza literalmente le acompañó desde la
cuna hasta la fosa». Huérfano desde la Infancia, sin amigos, despojado de
su herencia por un fraude, (ué aprendiz de impresor y marinero; después
consiguió hacerse médico a fuerza de noble perseverancia, y atraerse los
bondadosos auxilios de Daniel Drake, que consiguió para él una cátedra
de Cirugía y 1" hizo editor del periódico, de corta duración, Western
Quarterly Reporter of Medical, Surgical and Natural Science (1822-23), la
William Edmonds Horner ^1793-1853)
(1) Horner: Phi la, Journ. Med. and Phys. Se.f 1824; YTIT. pág. 70.
(2> Horner: Amer. .7. Vied. Sc. Phila., 1834; XV, pá^. 545; 1835, XVI, pági
ñas 58 y 277, 2 láminas.
EL SIGLO XIX 55
primera publicación médica que se ha impreso en las regiones del Oeste.
Su vida fué siempre la de un trabajador incesante y desgraciado; sus lec-
ciones llegaron a ser muy pronto populares, pero nunca remunerativas, y
falleció en edad temprana, víctima de la tisis. Ha producido, sin embar-
go, tres obras importantes y originales: su tratado de las fascias (1824),
sus Contribuciones a la Anatomía fisiológica y patológica (1825) y su His-
toria Natural Americana (1826).
Samuel George Morton (1799-1851), de Filadelfia, graduado en la
Universidad de Edimburgo, publicó un bien pensado tratado de Anato-
mía general y microscópica en 1 849; pero en la actualidad se le conoce
más como craniólogo, paleontólogo y tisiógrafo. Su Crania Americana
(1839) y Crania Aigiptiaca (1844) son excelentes atlas, de los más anti-
guos publicados sobre la materia, y todavía gozando de buena repu-
tación.
Su obra de los restos orgánicos (1834) es considerada como el punto
de partida del estudio sistemático de los fósiles americanos. Sus Illustra-
tions of Pulmonary Consumption (1834) tiene un gran valor como resu-
men de los conocimientos en su época. El creía que las razas del género
humano eran de diverso origen, y sus ensayos sobre los híbridos (1847),
demostrando la fecundidad de los mismos, fueron, sin embargo, conver-
tidos por él en un escudo para los abusos de la c mtroversia y los odios
teológicos.
Entre las más antiguas obras americanas de Zoología y Morfología figuran la
<le Thomas Say, sobre los crustáceos de los Estados Unidos (1817-1818) y sobre
entomología americana (1824-28); la de la fauna americana (1825), de Richard Har-
ían; la de Godman, sobre los mamíferos de Norte América (182o); la de Audubón,
sobre las «aves de América» (1827); la de Isaac Lea, sobre las almejas de agua
dulce (1829); la Ornitología délos Estados Unidos y del Canadá (1823-24), de Nut-
tall; la herpetología norteamericana, de Holbrook (1836-40); la zoología de New-
York, de De Kay (1846-49), y el estudio de Audubon y Bachmann, sobre los cua-
drúpedos de la América del Norte (1846-54).
En Alemania, el desarrollo de la Anatomía y de la Fisiología marchan
de un modo paralelo, y los más hábiles de los antiguos morfólogos e his-
tólogos— Müller, Schleiden, Schwann, Henle y Remak — son también, en
el mejor sentido de la palabra, fisiólogos. El fundador de la Medicina cien-
tífica en Alemania ha sido, en realidad, Joannes Müller (1801-58), de Co-
blenza, que era a la vez el más grande fisiólogo alemán de su época, y,
como Haller y John Hunter, un gran naturalista médico en general. Era
igualmente eminente en Biología, Morfología comparada, Química fisioló-
gica, Psicología y Patología, y por medio de sus mejores discípulos — los
histólogos Schavann, Henle, Kolliker y Virchow; los fisiólogos Du Bois
Reymond, Helmholtz y Brücke, la mayoría de los cuales siguieron el mis-
5^
HISTORIA DE LA MEDICINA
mo rumbo — trazó las más importantes corrientes de la moderna Medicina
alemana.
El Handbnch der Physiologie des Menschen (1834-40) es comparable al
gran tratado de Haüer, como una rica mina de hechos nuevos y de
ideas originales, e introduce, además, dos nuevos elementos en la Fi-
siología: el comparativo y el psicológico. Sus principales contribuciones
para la Ciencia son sus investigaciones sobre la energía específica nervio-
sa (1826) [1], sus explicaciones de las sensaciones coloreadas (fosfenos de
Johanne? Müller (1801-58)
(De un dibujo al lápiz de la Biblioteca general de Cirugía.)
compresión), producidas por la compresión de la retina (1826) [2]; su de-
mostración experimental (en la rana) de la ley de Bell-Magendie, de las
raíces nerviosas espinales (1831) [3]; el descubrimiento do los corazones
linfáticos en la rana (1 832) [4J; su ley de la proyección excéntrica de las
sensaciones desde los órganos sensoriales periférico a las otras termina-
ciones nerviosas (1S33); sus experimentos sobre las cuerdas vocales y la
voz (1835-57) [5]i Sl1 teoría* del contraste en el color (1837) [6]; su aisla-
(1) Ueber die fantastiscfu Gesiehtserscheinungen, Coblenza, 1826, y Zur verglei-
chenden Physiologie des GesichtssinrUS, Leipzig, 1826.
(2) Zur vcrgltichencUn Physiologie des Gesichtssinnes, pág. 73.
(3) Notizen a. d. Cebiete d. Natur. u. Ilcilh., Weimar, 183 1; XXX, págs. 113 y 129.
(4) PhÜ, Ir. Lot .; pt. 1.* ] , 94.
(5) Handbuch der oblenza, 1840; II, páginas 184-222.
(6; Ibidem, pág. 372.
EL SIGLO XIX 57
miento de la condrina y de la glutina (1837) [J]'y su demostración de la
función de las células con pestañas del oído interno (1840) [2], y su
estudio de la secreción viscosa de células en masa de los peces mixinoi-
des (1845) [3]. Su más amplia generalización, la ley de la energía ner-
viosa específica (4), que sostiene que cada órgano sensorial especial,
cuando es estimulado, da lugar a su propia y peculiar sensación y no a
otra; ha sido, sin embargo, llevada más lejos de la primitiva intención de
su autor, a la idea de que cada fibra nerviosa, lo mismo que cada órgano
o nervio, tiene sus sensaciones específicas, diferenciándose en grado, si no
en naturaleza, bajo su estímulo. Como morfólogo, Müller ha hecho inves-
tigaciones de primer orden acerca de las relaciones estructurales entre los
peces mixinoides y los ganoides (1834-44), l°s plagiostomas (con Jacob
Henle en 1838-41) y los equinodermos (1846-52). En Embriología su nom-
bre va asociado al descubrimiento del conducto de Müller (1825) [5].
Como histólogo, ha laborado en toda la anatomía fina de los tejidos glan-
dulares y cartilaginosos (1830) [6]; ha agrupado los tejidos conectivos y
ha preparado de este modo la labor para su discípulo Schwann. En Pa-
tología, como en Histología, ha sido de los primeros en usar el microsco-
pio, especialmente en su monumental obra de los tumores (1838) [7], y
ha lanzado la idea de que la fiebre es un reflejo nervioso (1840). En 1 84 1
ha descrito la afección parasitaria que actualmente conocemos con el nom-
bre de psorospermosis (8). En 1834 ha fundado el periódico conocido
siempre con el nombre de Müller' s Arckiv, que ha sido continuado des-
pués de su muerte bajo la dirección de His, Reichert y Du Bois Reimond,
y más tarde, de His y de Waldeyer, de Engelmann y Rubner. Contenien-
do una gran serie de clásicas contribuciones , este periódico ha ejercido
una profunda influencia en el avance de la medicina científica. Como todo
gran investigador que se acerca a su asunto desde un ángulo muy abier-
to, ha cometido algún ligero error. Siguiendo a Hewson, Mascagni y a los
Hunter, ha sostenido que la absorción es función exclusiva de los linfáti-
cos, a pesar de que Magendie había demostrado en 1 836 que los vasos
sanguíneos también poseían este poder. No más tarde de 1840 sostenía
que la respiración en el feto se efectuaba no por la placenta (como John
\\) Ann. de Pkarm., Heidelberg, 1837; XVI, páginas 277-282.
(2) Handb. der Physiol., 1840, II.
(3) (Inter sue hunden über die Eingeweide der Fische, Berlín; 1845, pág- 1 l>
(4) Handb. der PhisioL, 1840; II, pág. 258.
(5) Nova acta Acad. Nat. Curios., Bonn, 1825; pt. 2.a, páginas 565-672, 6 lá-
minas.
(6) De glandularum secernentium structura penitiori,. Leipzig, 1830.
(7) L eber den feinern liau und die Formen der krankhaften Geschwülste, Berlin,,
año 1838.
(8) Müller 's Are hiv, Berlín, 1 84 1 ; páginas 477-496, 1 lám.
58
HISTORIA DE LA MEDICINA
Mayow había demostrado en 1674), sino por medio de un jugo especial o
plasma segregado por la sangre materna. En 1 840 Müller sostenía que no
se podía esperar medir nunca la velocidad de un impulso nervioso. Diez
años más tarde efectuaba esta medición su discípulo Helmholtz. Como tem-
peramento, era un místico, y por esta misma razón, un vitalista en teoría.
El creía que hay algo en los procesos vitales que no es susceptible de nin-
guna explicación mecánica ni material; pero pensaba, además, que tales
explicaciones podían ser llevadas hasta el límite, «tan lejos como nosotros
podemos sostener el sólido fundamento de la observación y del experi-
mento». Sólidamente construido, con anchos hombros y una poderosa ca-
beza de Aquiíes — Virchow decía: «Parece como la de algunos guerreros
de la antigüedad» — , Müller era un
maestro extraordinario, magnéti-
co, impresionante, de un encanto
personal poco frecuente, que ejer-
ció en sus discípulos una podero-
sa influencia e inspiración, como
sólo pueden ejercerla los grandes
hombres.
Después de la época de Müller,
el principal rumbo de la Anatomía
alemana fué siguiendo las líneas
histológica y funcional, y sus nue-
vos hallazgos se apoyaron en tres
importantes factores: la fundación
de la moderna Embriología, por
Baer (1827-28); la perfección del microscopio apocromático, por Joseph
Jackson Lister, en 1830, y el desarrollo de la doctrina celular, por Schlei-
den y Schwann ( 1 838-39).
Carl Ernst vox Baer ( 1 792- i 876), el padre de la nueva Embriología,
era natural de Esthland, en las provincias del mar Báltico, de Rusia, y fué
-sucesivamente profesor en Dorpat, Kónigsberg y San Petersburgo. El
principal servicio que nos ha prestado von Baer ha sido el de que, en tan-
to qiK- sus predecesores habían estudiado únicamente el embrión, él ha
hecho de la Embriología un estudio comparativo, estableciendo la teoría
moderna de las capas germinativas y los comienzos de la histogenesis, or-
ganogénesis y morfogénesis.
par Friedrich Wolff, en I 76S, había llegado ya al concepto de las
erminativas al decir que los intestinos son producidos por la ple-
gadura y arrollamiento, al propio tiempo, de las capas del embrión, «se-
mejantes a hojas».
Cari Krnst von Baer (1798-1876). (De un grabado
de la Biblioteca General de Cirugía.)
EL SIGLO XIX 59
En 1817 (i) Christian Pander (1793-1865), ayudado por Baer en
sus observaciones sobre el embrión, extendió el número de estas hojas
a tres. Von Baer, en su gran obra sobre el desarrollo de los anima-
les (1828-34) [2] ha demostrado, por estudios comparativos de todos
los géneros, que estas capas, como hojas, no son verdaderos tejidos del
organismo desarrollado, sino gérmenes o capas germinativas, de las que
se producen el tubo digestivo, el sistema nervioso y las otras partes,
desapareciendo cuando todas estas partes se han producido y comple-
tado. Baer ha reconocido cuatro capas en conjunto, por el hecho de
que la capa media está formada de dos hojas; pero esta doble hoja
ha sido posteriormente demostrada como una estructura simple por Ro-
bert Remak, que ha sido el primero en definirlas con sus tres nombres
de ectodermo, endodermo y mesodermo (1845). El mérito supremo de la
obra de Baer consiste en la maravillosa paciencia demostrada en su labor,
que Minot expresa «casi tan completamente como era posible en aquel
tiempo, la génesis de todos los órganos principales de las capas germina-
tivas, adquiriendo instintivamente la verdad, como un verdadero genio
podía haberlo realizado.» Esto ocurría en los primeros días de ensayo del
moderno microscopio, y los claros y hermosamente seguros resultados
obtenidos por los cortes hechos sin el auxilio del micrótomo han labrado
ei sendero para toda la labor siguiente, hasta la fase reciente de trazar en
sus menores detalles la embriogenia celular. Von Baer descubrió el óvulo
mamario en 1 827 (3), y, al propio tiempo, la cuerda dorsal o noto-cordo.
De sus acabados estudios de Embriología comparada ha deducido la cla-
sificación de los animales en cuatro grupos, a saber: vertebrados, articu-
lados, moluscos y radiados, que ha hecho de él el fundador, con Cuvier,
déla morfología moderna (Haeckel). Von Baer volvió a Rusia en 1 834 y
permaneció allí el resto de su vida, investigando la geografía física y la
antropología de su país. En unión de Rudolf Wagner ha organizado el
primer Congreso de Antropólogos en 1 86 1. Era una naturaleza profun-
damente religiosa, y su autobiografía, impresa privadamente en 1 864, da
un interesante resumen de sus experimentos.
Contemporáneos de von Baer son los descubrimientos de Wagner de la mancha
'^f'rm i nativa (1835); de la caracterización, por Purkinje, de la substancia formadora
(protoplasma) del embrión (1839); de la respiración, por Schwann, en el embrión del
pollo (1834); de los arcos viscerales, porReichert, en los vertebrados (1837); del des-
(1) Pander: Diss, sis fens historiam metamorp/iosens quam ovum incubatum priori-
mingue diehus \ubii, Wurzburgo, 1817.
(2) l eber Entwickelungsgeschichte der Thiere, Konigsberg, [828-34.
(3) De ovi mammalium et hominis genesi, Leipzig, 1827.
6o
HISTORIA DE LA MEDICINA
arrollo del conejo (1848) y de la gallina de Guinea (1852), por Bischoff; pero la em-
briología de los últimos tiempos, de los Kólliker, His, Haeckel, Balfour, Hertwig y
Minot, es una parte de la doctrina de la célula nuclear.
El desarrollo de la doctrina celular, uno de los principios fundamen-
tales de la ciencia moderna, ha sido, casi por completo, obra de los botá-
nicos; en el siglo xvn Robert Hooke (1665), Malpighi (1675) y Nehemiah
Grew (1682) han expuesto la existencia de cavidades celulares en el cor-
cho y en las plantas verdes. En 1 83 1 se descubría el núcleo de las célu-
las por el botánico Robert Brown
(1773-1858), que también descu-
brió el proceso de generación de
las plantas por medio del po-
len. El nucléolo celular fué des-
cubierto por Gabriel Valentín en
1836. La importancia del núcleo
en la histología vegetal ha sido
señalada por el botánico deHam-
burgo Matthias Jacob Schleiden
(1804-81), que, después de haber
estudiado Leyes y Botánica, llegó
a profesor de Botánica en Jena,
Dorpat y Francfort am Mein. En
su importante obra de Phytoge-
nesis (1838) fl], Schleiden dice
y demuestra que los tejidos ve-
getales están constituidos y for-
mados por grupos de células, en
las que reconocía como carácter
más importante el núcleo (o «citoblasto>); pero sostiene que las células jó-
venes se originan espontáneamente del citoblasto, que él pensaba estar en-
cajarlo en la sólida pared celular. Consideraba la célula hija como quedan-
do encima y extendiéndose sobre el citoblasto como el cristal del reloj so-
bre éste; idea que se ha llegado a conocer como «teoría del cristal de reloj>
[Uhrglastheorie). Así, él consideraba la reproducción celular como endó-
gena (formación interna libre), en lugar de por división, y la pared celu-
lar < omo una sólida estriN tura, en lugar de como una membrana semiper-
meal >le Pero Schleiden era, además, un verdadero fisiólogo botánico, man-
•ndo un vivo desprecio hacia los meros recolectores de hierbas, y sus
Matthias Jacob Schleiden (1804-81)
Beítrdge mr Phytogenese, Mailer's Archivs Berlín, 1838; páginas 137-176,
2 lámii
ÉL SIGLO XIX
51
Grundzüge (1842-43) [i] es, tal vez, la obra más importante en la historia
moderna de la Ciencia. Era agudo para la controversia, y, como abogado,
no vacilaba en recurrir a las personalidades con tal de poner al adversario
en un apuro. Una amistosa conversación después de una comida, entre
Schleiden y Schwann, que al mismo tiempo había descubierto células nu-
cleadas en los tejidos animales, sirvió al último para distinguir las células
en todos los tejidos que conocía y para formular la más importante gene-
ralización en la ciencia de la morfología, a saber: el principio de la estruc-
tura semejante en los tejidos animales y vegetales. «Hay un principio uni-
versal de desarrollo para las partes
elementales de los organismos, 77 IB
aunque sean diferentes, y este ¡j¿V; ppN .
principio es la formación de las ^K ^k
células.» Al concepto de Schlei- k¿ ,»-.,
den del citoblasto, Schwann aña-
dio el de «citoblastema», o matriz
del desarrollo celular, análogo al
líquido madre en que se forman
los cristales. Esto, como ha hecho
notar Virchow, es una aceptación
tácita de la «generación espontá-
nea >; idea contra la cual luchó
tanto Schwan npara destruirla.
Theodor Schwann (18 10-82), na-
cido en Neuss, cerca de Düssel- k — ':'¿-'m -^ — * __ ' 1Í
dorf, era Un discípulo de Müller en Theodor Schwann (1810-1872)
Bonn, y después prosector del mis-
mo en Berlín. Después de la publicación de su obra clásica sobre la teoría
celular, en 1 839 (2), fué llamado a la Universidad de Lovaina, y en 1 848
fué nombrado profesor de Anatomía y Fisiología en la Universidad de Lieja.
Investigador sumamente cuidadoso y seguro, descubrió la vaina del cilin-
droeje de los nervios que lleva su nombre (1838) [3] y los músculos es-
triados de la porción superior del esófago (1837) [4]- Su disertación inau-
gural (1834) [5] demostraba que el aire es necesario para el desarrollo
(1) Grundzüge der wissenschaftlichen Botanik, Leipzig, 1842-43.
(2; Mikroskopisclie üntersuchungen über die Uebereinstimmung in der Struktur
und dem Wachstum der T hiere und Pflanzefi, Berlín, 1839.
(3) Froriefs Neue Notizen, Weimar, 1838; V, pág. 228, y el libro de Schwann
sobre la teoría celular.
(4) Joh. Müller: Handbuch der Physiologic Coblenza, 1840; II, pág. 36.
(5) De necessitate aéris atmosphaerici ad evolutionem pulli in ovo iucubato, Ber-
lín, 1834.
62 HISTORIA DE LA MEDICINA
del embrión, y aplicando la misma idea al problema de la generación es-
pontánea, tuvo la habilidad suficiente para probar, en 1 836 (i), que la
putrefacción es producida por cuerpos vivos, que se destruyen ellos mis-
mos cuando el aire que necesitan es calentado o viciado. En 1 837 (2),
próximamente al mismo tiempo que Cagniard Latour, descubrió la natu-
raleza orgánica de las levaduras, y demostró que las plantas levaduras
causan fermentaciones que pueden ser suprimidas calentando el medio
de cultivo, o esterilizando el aire que llega a aquél por medio de la ele-
vación de su temperatura. Como fisiólogo, ha descubierto la pepsina
en 1835 (3); demostrando su facultad de cambiar las albúminas no difu-
sibles en peptonas; y en 1 841 (4) demostró, por medio de una fístula bi-
liar en el perro, que la bilis es absolutamente necesaria para la digestión.
Ha sido el primero en investigar las leyes de la contracción muscular por
medio de los métodos físicos y matemáticos, en sus clásicos experimen-
tos demostrando que la tensión del músculo contraído varía proporcio-
nalmente a la longitud del mismo (1837) [5]- Personalmente, Schwann
era una naturaleza amable, sin pretensiones, algo inferior a la estatura
media, con un aspecto abierto, agradable, genial, semejante al de Clau-
dio Bernard. Se dice que ha visitado Londres dos veces sin darse a co-
nocer a nadie. Era un ferviente católico, que sometió el manuscrito de su
obra sobre la teoría celular al obispo de Malinas para su aprobación an-
tes de publicarla; pero no vaciló en declarar el asunto de Louise Lateau
una malvada impostura. Durante los cuarenta últimos años de su vida
académica parece haber hecho poca labor científica, y el profesor Ray
Lankester recuerda «haberse sentado con él delante de un café, en las
agradables calles de Lovaina, oyéndole sus discursos acerca de los pro-
gresos de ¡a Histología y de la doctrina germinativa de la enfermedad»,
que «un placer no deja estremecimiento si puede ser conferido por una
elevación antes de la muerte».
Continuando las investigaciones de Schleiden y de Schwann, se des-
cubrió que las células tenían, no una pared celular, sino más bien lo que
los tísicos llaman «una superficie de discontinuidad» en relación con el
medio que las rodea, y se ha encontrado que el núcleo está contenido,
nn en la pared celular, come había supuesto Schwann, sino en la subs-
tancia fundamental de la célula misma. A partir de esta época, la natura-
\nn. d. Physik. u. Chemie, Leipzig, [837; XI. I, páginas 1S4-193.
Mili. ,/. d. Verh audi. a. Gcsellsch. natut'f. Frcunde zu Berlin, 1S37; II, pági«
. 15.
^ '///// >\ Arch., Berlín, 1836; páginas '10-114.
</. I.S44, página
5 Des< uto en La Physiologic, <!<• Müller, 1*40; II, páginas 59 y 62.
EL SIGLO XIX 63
leza y la significación de esta substancia fundamental se ha convertido en
el objeto principal de la investigación. En 1835, el zoólogo francés Félix
Dujardin (1801-60) lo ha descrito y definido en los protozoos como «sar-
code» (i). Schleiden, en su trabajo de 1 838, lo ha señalado en las plan-
tas y lo considera como una goma. Purkinje ha sido el primero en em-
plear el término «protoplasma», aplicándolo a la substancia fundamental
germinal del embrión (1839). En 1846-51, el botánico Hugo von Mohl
(1805-12), de Stuttgart, ha descrito parte del contenido de las células ve-
getales (hasta inmediamente por debajo de la membrana celular) como
« protoplasma > (2), y la naturaleza química del mismo ha sido investigada
por un botánico suizo, Cari Nágeli (1817-91), en 1862-63 (3). Ferdinand
Cohn (1828-98), de Breslau, eminente por su labor en Bacteriología, de-
claró, después de un estudio de los protococos, que el protoplasma
animal y el vegetal eran substancias, si no idénticas, muy análogas
(1850-53) [4]. Heinrich Antón de Bary (1831-88), un botánico de Franck-
fort, demostró también esta identidad en su obra sobre los mixomicetos
(1859) [5]. En la misma época (1858) había ya anunciado Virchow la
continuidad del desenvolvimiento celular y su importancia en Patología.
Finalmente, Max Schultze, en 186 1 (6), demostró que las semejanzas en-
tre el protoplasma animal y el vegetal no son únicamente estructurales y
químicas, sino también fisiológicas. De este modo, la célula vino progre-
sivamente a reconocerse como la unidad estructural y fisiológica de to-
dos los organismos vivos, lo mismo que sean animales que vegetales,
simples o complejos, embrionarios o adultos, en estado de salud o de en-
fermedad, al paso que, en nuestros días, el núcleo celular se considera
como el químico «centro de oxidación», y el cromosoma, como el tras-
misor de los caracteres heredados.
Ha sido por este camino como los estudios anatómicos han ido ha-
ciéndose cada vez más y más histológicos o microscópicos, y los «sitios y
causas» de las enfermedades han ido refiriéndose a los elementos celula-
res en el cuerpo enfermo y a los organismos monocelulares que le atacan.
La importancia de la doctrina celular se reconoce inmediatamente en
la obra de Jacob Henle (1809-85), el más grande de los histólogos ale-
(1) Dujardin: Ann. d. Se. Nat. (zool.), París, 1835; IV, páginas 343-376.
(2) Von Mohl: Botan. Ztg., 1846; IV, páginas 337, 353, 369 y 385.
(3) Nágeli: Sitzungsb. d. k. bayer Akad. d. Wissench., München, 1862; II, pá-
gina 280; 1863, I, páginas 161 y 483; 1863, II, pág. 119.
(4) Cohn: Zur Naturgesehichte des Protococcus pluvialis, Breslau. 1850, y Un-
lersuchimgen über die Entwicklungsgeschichte der mikroskopischen A I gen und Pilzen,
Bonn, 1853.
(5) • De Bary: Die Mycetozoen, Leipzig, 1859.
(6) Schultze: Müller s Archiv., Berlín, 1861; páginas 1-27.
64
HISTORIA DE LA MEDICINA
manes de su tiempo. Nacido de padres judíos en Fürth, cerca de Nurem-
berg, Henle era uno de los discípulos predilectos de Johannes Mllller, uno
de sus prosectores en Berlín y más tarde profesor de Anatomía de Zurich
(1840), Heidelberg (1844) y Góttinga (1852-85). Henle ha dejado muchas
cosas importantes para la Ciencia. En sus clásicas investigaciones, lleva-
das a cabo de 1 836 a 1837 (!)> na s^° e^ fundador del moderno conoci-
miento de los tejidos epiteliales del organismo. Ha descrito primeramente
los epitelios de la piel y de los intestinos, definiendo los epitelios colum-
narios y cilindricos y establecien-
do qne estos tejidos constituyen
la verdadera membrana de revés
timiento de todas las superficies
libres del cuerpo y el revesti-
miento interno de sus tubos y
cavidades. En 1840(2) demostró
la presencia de músculos lisos en
la capa interna o endotelial de
las arterias más delgadas; descu-
brimiento que ha sido el punto
de partida déla actual teoría fisio-
lógica del mecanismo vaso-mo-
tor. Ha descubierto también el
esfínter externo de la vejiga, los
vasos quilíferos centrales, la vai-
na interna de la raíz del pelo, los
tubos de Henle en el riñon
(1862) [3], y ha dado el primer es-
tudio preciso de la histología de
la córnea y del desarrollo de la laringe. Ha sido el primero en indicar mu-
chas particularidades importantes de la estructura del cerebro, especialmen-
te las relaciones del hipocampo, y el carácter rudimentario del lóbulo pos-
terior de la pituitaria. Los descubrimientos histológicos de Henle (4) pue-
den ponerse por < ompleto al lado de los hallazgos anatómicos de Vesalio.
Como morfólogo, ha colaborado con Müller en su monografía sobre los
plagiostomos (1838-41) y describió el pez eléctrico Narcine y el anélido
Jacob Henle (1800-
(1) Symbol ae ad anatomía»! villorum intestinalium imprimis eorum epithe/ii et va-
sorum lacteorum, Berlín, i
1 eipzig, 1841; páginas 510 y 690.
(■0 I < 'mi bu Handbuch der lystematischen A?iato?nie, 1802; 11, páginas
300-31
abrimiento* se en< aentran en les dos tratados de Anatomía de
Henle.
EL SIGLO XIX 65
Enchytraeus. En Patología fué, con su amigo Pfeufer, el fundador del cele-
brado Zeitschrift fiir rationelle Medizin (1842-69), que ejerció un podero-
so influjo en el adelanto de la medicina alemana y contenía algunas de las
mejores monografías científicas de aquella época. Sus ensayos Sobre mias-
mas y contagios (1840) [i] contienen la primera afirmación clara de la idea
de un contagium animatum (1840) [2]; sus experimentos sobre la fiebre
desarrollan la idea de Müller de que la fiebre es únicamente un síntoma,
ocasionado por perturbaciones en el sistema nervioso central. En su Ma-
nual de Patología racional (1^46-^^) [3] sostiene que el deber del médico
es prevenir y curar las enfermedades; que éstas son una desviación de los
procesos fisiológicos normales; la muerte, la cesación del metabolismo y
la hipótesis de una fuerza vital «precisamente tan buena y tan mala como
la de la atracción eléctrica o gravitación.» En la medicina práctica ha sido
el primero en relacionar los catarros y los exantemas con la inflamación
(1838); ha insistido en la preponderancia del varicocele en el lado izquier-
do y en la relación de las neuralgias del lado izquierdo con la vena semi-
azygos, y ha descubierto los cilindros en el sedimento urinario (1844).
De los dos libros de Anatomía de Henle, el más antiguo, Allgemeine
Anatomie (1841), es, en realidad, el primer tratado de histología micros-
cópica, y señala, sobre la de Bichat, el gran adelanto de considerar los te-
jidos en sus relaciones de desarrollo y de función, y no únicamente en sus
aspectos estructurales. La clasificación de los tejidos es la más sencilla y
la mejor hecha, y la obra contiene una admirable historia de la Microsco-
pía e Histología, como también algunos de los más importantes descu-
brimientos de Henle. El segundo, Manual de Anatomía sistemática
(1866-71) [4], es un acabado tratado, en tres volúmenes, del más elevado
valor científico. Contiene el primer estudio lógico y la primera nomencla-
tura de los ejes y planos del cuerpo; la terminología está notablemente sim-
plificada, y las secciones que se ocupan de los ligamentos, músculos, vis-
ceras y sistemas vascular y nervioso son de una importancia decisiva. Las
ilustraciones de esta obra, hechas por la propia mano de Henle, son, si
se permite la frase, más bien arquitecturales que diagramáticas, por el he-
cho de que mucho de la estructura está dado en luz y sombra, como es
necesario para su comprensión, al paso que la idea de plano y de eleva-
ción está resuelta libremente. Como profesor, Henle era vivo e inspirado,
ejecutando él mismo los dibujos cuando era necesario para la demostra-
(1) En sus Pathologisclie [ínter suchtingen, Berlín, 1840; páginas 1-82.
(2) Ibidem: páginas 206-274.
($) ' llandbuch der rationellen Patlwlogie, Braunschweig, 1846-53.
'4) Handbuck der systematise hen Anatomie des Mcnscken, Braunschweig, 1866-7
IIxsroxiA d» ut Medic»*.. — Tomo II
Ob
HISTORIA DE LA MEDICINA
ción y despertando el cariño y la admiración por su sinceridad y su gracia.
Era no sólo un hábil artista, sino hasta algo poeta, y un excelente mú-
sico, que empezó tocando el violin y aprendió después la viola y el violon-
cello; así que era una parte necesaria en todo cuarteto de cuerda que se
improvisaba. Los sucesos de su vida, su peripatética carrera como estu-
diante y como profesor, las románticas circunstancias de su primer matri-
monio y sus amistades con hombres como Humboldt, Gustav Magnus y
Felix Mendelssohn hacen su historia sumamente interesante.
Rober Remak (1815-65), de Posen, también asistente de Schonlein en
la Charité, además de su reputa-
ción como microscopista, ha dejado
una gran cantidad de cosas impor-
tantes en otras direcciones. En His-
tología se ha hecho famoso por su
descubrimiento de las fibras nervio-
sas no meduladas (fibras de Remak),
en 1 838 (i), y las células ganglionares
en el seno venoso del corazón de la
rana (1842) [2], consideradas actual-
mente como los centros autónomos
causantes del movimiento del cora-
zón. Ha sido uno de los primeros en
establecer que la proliferación de las
células para formar tejidos se realiza
por división celular (1852) [3], y no,
como suponían Schleiden y Schwann,
por formación endógena. Ha simplifi-
cado, como ya hemos dicho, la cla-
sificación de lascapasdelblastodermo
(185 1) [4]. En 1842, en la clínica de
Schonlein, produjo el lavus experimentalmente in propria persona, sepa-
rando el hongo del género oidium, y llamándole achorium sckonleini, del
nombre de su maestro ( 1 845) [5J. lía sido el primero en describir la neu-
ritis ascendente (1861), y es, con Duchenne de Boulogne, uno de los
Kobeit Kcinak (1815-65)
(1) Remak: Observations anatomícete et microscopicac de systemaiis nervosi struc-
ín, 1838.
(2) Mül'.er's Archn\ Berlín, 1848; pág. 139.
Ibiiemí 1852, páginas 47-57«
tngen über die Entwickelung des Wir belt hiéreles ¡ Berlín 185 1.
(5) Remak: Diagnosiiscfu und patlwgeneiisché Untersuehungeny Berlín, 1845; pá-
'o'>. 205 y 208.
EL SIGLO XIX
67
defensores de la electroterapia, reemplazando la corriente galvánica por
la inducida (1856) [i].
Otro importante defensor del uso del microscopio ha sido Johannes
Evangelista Purkinje (1787-1869), de Bohemia, que era, además, un fisió-
logo genial. Comenzó su carrera como maestro, habiendo tomado previa-
mente las órdenes; pero, graduándose en Medicina en Praga, en 1819, su
disertación inaugural constituyó una importante obra acerca de los fenó-
menos visuales subjetivos (2), que le valió la amistad y la protección de
Goethe. Fué, tai vez, esta misma
protección de Goethe la que le
valió a Purkinje su nombramiento
de profesor de Fisiología y Pato-
logía en la Universidad de Bres
lau en 1823. En Breslau tuvo en
un principio un frío recibimiento,
a causa del existente prejuicio con-
tra los eslavos, que él supo trans-
formar pronto, ganándose las sim-
patías de todos por sus superio-
res conocimientos y su cortés com-
portamiento. Purkinje permaneció
en Breslau hasta 1 850, en cuyo año
fué llamado para desempeñar la
cátedra de Fisiología en Praga. Du-
rante su período de Breslau ha he-
cho alguna labor, frecuentemente
olvidada, en favor de la ciencia ale-
mana. Ha sido el fundador de los trabajos de laboratorio en relación con
la enseñanza universitaria alemana. En 1824 ha fundado un laboratorio de
Fisiología en su propia casa, y la labor hecha en él por el maestro y los dis-
cípulos fué de tan elevado carácter, que el Gobierno prusiano concluyó por
crear para él un Instituto de Fisiología en Breslau en 1842. Como en el caso
de Cari Ludwig, muchas disertaciones de los discípulos de Purkinje repre-
sentan las ideas de lo gran fisiólogo que era el maestro. Como histólogo,
Purkinje ha sido el primero que ha usado el micrótomo, el bálsamo del Cana-
dá,el ácido acético glacial, el bicromato potásico y la luzDrummond (1839)-
En 1825 [3] ha descrito la vesícula germinal en el embrión, y ha sido el pri-
Ük. ú
J
Johannes Evangelista Purkinje (1787-1809'*
(1) .Remak: Galvanotlierapie der Nerven-und A fushclkrankhe ¡ten, Berlín, 1S58.
(2) Beit rage zur Kenntniss des ■Se/te us in subject ¿ver Hinsicht, l'ragn, 1819.
(3) Symbolae ad ovi avium historiam ante iucubationem, Breslau, 1825.
68 HISTORIA DE LA MEDICINA
mer histólogo que ha empleado la palabra protoplasma, aplicándola a la
substancia fundamental del embrión en 1 839 (i). Ha descubierto las glán-
dulas sudoríparas de la piel, con sus conductos excretores (1833) [2]; las
células ganglionares piriformes del cerebelo (células de Purkinje, 1 837) [3];
la luz del cilindro-axil de los nervios (4), y los corpúsculos ganglionares
en el cerebro (5). En 1 834-3 5 ha escrito (con Gabriel Valentín) [6] su fa-
moso estudio del movimiento de las pestañas epiteliales; ha descrito las
«fibras de Purkinje» del músculo cardíaco (1839) [7] y del útero (1830) [8].
En 1837 (9)> dos años antes que Schwann, ha expuesto la probable identi-
dad de estructura entre las células animales y vegetales, y se ha anticipa-
do también en dos años a este último en su estudio de la digestión artifi-
cial (1838) [10]. En*l823 (11), largo tiempo antes que Francis Galton, ha
expuesto la importancia de las impresiones digitales, dando exactas repre-
sentaciones de las mismas, y ha hecho notar que los sordo-mudos pueden
oír a través de los huesos del cráneo. Ha sido uno de los que más han
trabajado en la descripción déla mayoría de las imágenes visuales (1819-23),
especialmente de las que se obtienen por el estímulo galvánico; de las
imágenes recurrentes, de las imágenes entópticas que se producen por las
sombras de los vasos retinarlos, la dependencia de la intensidad del color
por la de la luz, las figuras coroidales, las rosetas de luz producidas por
el uso de la digital y las especiales radiaciones que siguen a las instilacio-
nes de belladona. Purkinje ha sido también el primero que ha empleado
la palabra enchyma para la substancia básica de las glándulas; cambium,
para la misma cosa en los vegetales, y protoplasma, para la substancia fun-
damental en los tejidos. Fisiólogo completo, de primer rango y de una
(1) Uebersicht d. Arb. u. Veránd. d. sckles.Gcscllsch. f. vaterl. Kultur, 1839, Bres-
lau, 1 840, pág. 82. También: Pe formations granulosa in nervis aliisque partibus orga-
nismi am malts, st u doit's dissertation, por Joseph Rosenthal, Breslau, 1839.
(2) En la disertación estudiantil /Je epidermide huma?ia, por Adolph Wendt,
Breslau, 1833.
(3) Ber. ii. d. lersamml. dcutsck. ¿Yalurf u. Aerzte, 1837; Praga, 1838; XV, pá-
gina 1S0, lámina, figura 18.
-U) Ibidem: pág. 177.
(5) I bidón: páginas 178 y 179.
(6) Müller's Arckiv., Berlín, 1834, páginas 391-400. También: Dephaeno?nena
general i tt fundamentali motus vibratorii continui in membranis turn externis turn in-
ter nis animal ium plurimorum ti ' super iorum ct infer iorum ordinum obvii, Breslau, 1835.
En la diserta* ion estudiantil de Bogislau Palicki: De musculari cordis struc-
ture Breslau, 1839.
(8) En la (lis< rta< Ion estudiantil de Wilhelm Kasper: De structura fibrosa
lau, 1840.
/:< r. ./. Versamml, deutsck. Naturf.u. Aerzte, Praga; 1837, pág. 175.
Purkinje and Pappenheim: Utbtr künstliche Vcrdauung, Mailers Arch., Ber-
1-4.
in) i ommentatio de examine physiologico orgáni visits tt systematis cutanea Bres-
lau, 1 ribe Purkinje las tres imágenes entópticas de una llama
da delante del ojo, en una habitat ion a obsi mas.
EL SIGLO XIX
•69
extraordinaria agudeza de percepción, se ha distinguido también como
farmacólogo, habiendo realizado en sí mismo los experimentos sobre la
acción del alcanfor, opio, belladona, estramonio y trementina (1829) [i].
En relación con la clínica médica, Purkinje ha sido el primero en estudiar
el vértigo y la rotación de los ojos que se produce haciendo girar el cuer-
po erguido alrededor de su eje vertical (i 820-25) [2], y aunque no rela-
cionó el fenómeno con los conductos semicirculares, su descripción ha
sido el punto de partida de los trabajos modernos acerca del nistagmus
vestibular y cerebeloso.
Después de la época de Henle, tal vez el histólogo más distinguido del
primer período haya sido Al-
bert vbn Kólliker (1817-1905),
un suizo que, después de oir
las lecciones de Johannes Mü-
11er en Berlín, se graduó en
Heidelberg en 1 842 y fué pro-
sector de Henle en Zurich en
1846, y al año siguiente recibió
un llamamiento de Wurzburgo,
donde permaneció durante todo
el|resto dejsu vida activa. Kó-
lliker era uní cultivador de la
á'jt
ciencia pura, y era al propio
tiempo notable en Embrio-
logía comparada, Histología y
Morfología.
En su monografía sobre el
desarrollo de los invertebrados
(1843) [3]) na sido uno de los primeros en aplicar la doctrina celular de
Schwann a la Embriología descriptiva, tratando del óvulo como de una célula
aislada y de su segmentación como de una división celular normal única-
mente.
En 1847 faé el primero que atestiguó el verdadero desarrollo de los
espermatozoos, demostrando que no eran cuerpos extraños, sino produci-
Albert von Kólliker (1817-1905)
(1) Nene Breslau. Samml. a. d. Geb. d. fleilk., Breslau, 1829; I, pági-
nas 423-444-
(2) Beitrdge zur Kenntniss des Schwindels ates heautognostischen Daten.; Med.
Jahrb, Viena, 1820; VI, páginas 79-125; y bust's Mag./, d. gcs. Iíeilk,. Berlín, 1825;
XXIII, páginas 284-310. Véase también la disertación estudiantil de Heinrich Cari
Krause: De cerebri laesi admotum voluntar ium relatione, cer taque vertiginis 'direct to-
ne ex certis cerebri regionibus laesis pe?idcnte, Breslau, 1824.
(3)' Mutter's Archiv, Berlín, 1843, páginas 68-141.
7o HISTORIA DE LA MEDICINA
dos en las células del testículo, y que fecundaban el óvulo (i). Es el autor
de la primera obra de Embriología comparada (l86l) [2], donde aparece
comprendido su importante estudio de la relación de la notocuerda de los
vertebrados con la espina vertebral y el cráneo. En Histología ha sido el
primero en aislar las fibras musculares lisas ([846 48) [3], confirmando el
descubrimiento hecho por Píenle de las mismas en la pared de los vasos
sanguíneos, y ha demostrado la relación de la célula nerviosa con la fibra
nerviosa medulada ( 1 889 94). Ha confirmado también la teoría de Sharpey
de la osificación y del crecimiento del hueso (i860) y los descubrimientos
de Corti de la anatomía fina del oído. Su Anatomía microscópica
(185054) [4] y su Manual de Histología humana (1852) [5] son las prime-
ras verdaderas obras de texto sobre la materia, y la quinta edición de esta
última aparece de tal modo ampliada, por la riqueza de material añadida,
que puede, efectivamente, considerarse como una nueva obra, cuyo segun-
do volumen viene a crear, literalmente, la histología comparada del siste-
ma nervioso central en los vertebrados. Minot dice que «é! conoce, por ob-
servación personal directa, más de la estructura microscópica de los ani-
males que ningún otro de los que hasta la fecha han vivido». En Fisiolo-
gía, ha aplicado los efectos de la «rana reoscópica», de Matteucci, al co-
razón (1855), y ha sido el primero en investigar el músculo veratrinizado
(185o). En Zoología, el nombre de Kolliker irá asociado siempre a los de
los cefalópodos, celenteratas, gregarinidas, actinofris y otros animales in-
vestigados por él. En 1 849 ha fundado, con Siebold, el ZeitscJwift für
wisseuschaftUche Zodlo^ie, el principal órgano alemán de la Ciencia, que
continuó editando por espacio de medio siglo. Kolliker carecía de rival,
no sólo en las anotaciones de los hechos, sino también en su habilidad
como teorizante, en lo que se adelantaba a su época. Aunque ignorante
de la obra de Mendel, rechazaba la teoría de la selección natural en favor
de las variaciones salteadas o espontáneas (mutaciones); consideraba el
núcleo celular como el transmisor de los caracteres hereditarios, y su teo-
ría del mecanismo del proceso generativo masculino (1763) [6] ha sido
confirmada por Eckhard. En 1 862 descubrió las fibras musculares ramifi-
cadas en el corazón, queLeeuwenhoek había visto doscientos años antes (7).
(1) Nene Dcnkschr. d. all?', schweiz. Gcsdlsch. f. d. res, Naturwisscnsch, Zurich,
VIII.
(2) Entwicklungsgesehichte des Menschen und der Thitre, Leipzig, 1861.
(3) Mil l¡¡. d nalnrf. Gesellsch. in Zurich t 1S47: I, páginas 18-28; y Ztschr. f. wis-
Zoóh Leipzig, 1848; I, páginas 48-87, 4 láminas.
(4) Mikroskopischt Anatomic, Leipzig, 1850-54.
Handbn vebelehre des Menschen, Leipzig, 1852.
Würsb.naturw, Ztschr, (Sitzungsb, 1863), 1864.
(7) Proc. Roy. 60c. , Londres, 1862-03; XII, páginas 65-84.
EL SIGLO XIX
7¡
Personalmente, Kólliker era un hombre fuerte, grave, de aspecto digno y
severo; un veterano de la ciencia pura, cuya labor prodigiosa fué conside-
rada por el Gobierno bávaro como una patente de nobleza y para otor-
garle la orden prusiana pour le mérite. Como su gran predecesor Baer, ha
dejado una interesante autobiografía (1899).
El primero y más grande de los maestros de la Anatomía topográfica
y regional en el siglo xix ha sido Josef Hyrtl (1810-94), de la nueva es-
cuela de Viena, nacido en Eisens
tad, en Hungría. Su padre, músico
en la banda del conde Esterhazy,
tocaba el oboe bajo la dirección de
Haydn, y el mismo Hyrtl había sido
corista en su juventud, siendo algu-
na vez dirigido por Haydn. Como
estudiante, fué fámulo de Czermak
en Viena; hizo descubrimientos, por
los cuales se le nombró prosector
en 1833, y a la edad de veintiséis
años fué nombrado profesor de Ana-
tomía en Praga. Llegado a la cáte-
dra de Anatomía en Viena en 1 844,
fué por espacio de treinta años el
más fascinador y popular profesor
de la especialidad en Europa, sien-
do seguidos sus cursos por una en-
tusiasta muchedumbre de todas las
razas y clases, incluso nobles y
cónsules extranjeros Sus lecciones
eran presentaciones claras, concisas y elocuentes de lo que él mismo
conocía, intercaladas con un extraordinario número de epigramas, citas clá-
sicas, anécdotas y veladas alusiones de un dudoso carácter. Hyrtl no hacía
brotar su ciencia de la Histología como Henle, sino que procedía directa-
mente de la tradición de Vesalio de enseñar la Anatomía gruesa, o regio-
nal, y siguió a ambos como escritor y como maestro, haciendo de un
asunto seco una explicación tan picante como interesante. Zuckerkandl
decía: «Habla como Cicerón y escribe como Heine.» No ha hecho gran-
des descubrimientos, y como investigador independiente, no está, de nin-
gún modo, a la altura de Henle; pero hay que considerarle más bien como
un irreprochable maestro y técnico y como uno de los más grandes filó-
logos médicos; un hombre que hablaba y escribía el latín lo mismo que
su lengua materna. Su famoso Lehrbuch (1846) ha tenido veintidós edicio-
Joseí Hyrtl (1810-94). (L'onesía dei Capitán Hen-
ry J. Nichols, del ejército de los Estados Unidos.)
72 HISTORIA DE LA MEDICINA
nes, ha sido traducido a muchos idiomas, y de él decía Bardeleben que
era el menos soporífero de todos los tratados científicos. Antes de alcan-
zar su vigésima edición (1889) no tenía ilustraciones, estando esta deficien-
cia suficientemente compensada por el estilo claro, hermoso y exacto de
Hyrtl, completamente ajustado al asunto, y por la abundancia de alusio-
nes históricas y culturales. Siguiendo el ejemplo de los cirujanos france-
ses, Hyrtl publicó en 1847 (l) Ia primera Anatomía topográfica en alemán
que, a pesar de su falta de ilustraciones, es doblemente fascinadora, a causa
del mismo extraordinario lucimiento de conocimientos históricos y filoló-
gicos. El Manual de Disección de Hyrtl, publicado en i860, es una obra
clásica que puede colocarse al mismo nivel del libro de Virchow sobre las
autopsias, y sus Corrossíons-Anatomie (1873) es un recuerdo permanente
de su habilidad para hacer preparaciones anatómicas. Estas, sorpresa y
admiración de Europa, incluso su colección, sin rival, de esqueletos de
peces, estaban todas preparadas por él mismo; sus modelos del oído del
hombre y de los vertebrados; sus cortes para el microscopio, y sus pre-
paraciones por corrosión (invención propia), consistían en inyecciones en
el sistema circulatorio de diferentes órganos y regiones, destruyendo las
partes adyacentes por medio de ácidos, de modo que quedasen bien de
manifiesto hasta las más finas ramificaciones. Su campo favorito de inves-
tigación eran, positivamente, los sistemas vascular y óseo. Ha descubier-
to la vena porta de las cápsulas suprarrenales, las venas branquiales de los
peces, el origen de las arterias coronarias (1854), y ha hecho una colección
de corazones desprovistos de vasos sanguíneos (gefdsslose Herzen). Todo
lo que él hacía llevaba el sello de su originalidad e independencia. Tenía
una vez el Laokonte representado por un animado grupo de esqueletos,
como demostración de su tesis de que la gracia corporal y de las actitu-
des depende, en último análisis, de la estructura de los huesos. Se opuso
a la teoría de Brücke de la autonomía del corazón, con tan duras perso-
nalidades, que llegó a haber en Viena dos partidos: el de Brücke y el de
1 lyrtl. Hyrtl había conocido las amarguras de la pobreza en su juventud;
pero cuando llegó a ser propietario y a tener fortuna como médico, su
caridad y sus sentimientos humanitarios no conocieron límites. Generoso
hasta la prodigalidad con su dinero, dotó iglesias, orfanatos, Universida-
des, con la misma innata bondad con que se prestaba a auxiliar a los es-
tudiantes en su trabajo con su animadora presencia y sus ingeniosas sali-
das. Nada le agradaba más que el prodigarse en ruegos en favor de la la-
bor de un joven, y en este sentido es comparable a Müller y Ludwig, a
Virchow y a Pasteur, los incomparables maestros de la juventud. Habién-
(1) Hyrtl: Handbuch aer topographischen Anatomic, Viena, 1847.
EL SIGLO XIX 73
dose encargado de la cátedra por treinta años, la dejó voluntariamente en
1874, para escapar de la humillación de verse jubilado a los setenta años,
retirándose a una existencia como la de un ermitaño en su casa de Perch-
toldsdorf. Aquí, en sociedad con su gentil y poética mujer, produjo sus
tres obras maestras de elementos árabes y hebreos de Anatomía (1879) [i],
de terminología anatómica (1880) [2] y de expresiones antiguas anatómi-
cas alemanas (1884) [3]. Hyrtl puede colocarse, con Littré, entre los más
grandes eruditos médicos modernos, y sus obras demuestran, mejor que
nada, que la erudición era su verdadera especialidad. En la declinación de
sus años cayó en una fase de pesimismo, que desfiguraba su carácter ale-
gre y bondadoso (4).
En el grupo de hombres que vamos estudiando se incluyen también
aquellos que, bajo el influjo de los grandes morfólogos John Hunter y
Johannes Müller, van procurando resolver los problemas fisiológicos des-
de el punto de vista de la estructura. Müller y su discípulo Schwann em-
pleaban ambos procedimientos, los físicos y los químicos, en la experi-
mentación; pero desde el tiempo de Müller la investigación fisiológica ha
procedido por dos caminos ampliamente divergentes. La escuela física,
que prefería los modos puramente mecánicos de experimentación y de in-
terpretación, incluía nombres como los de Flourens, Poiseuille, Marshall
Hall, los hermanos Weber, Brücke, Carl Ludwig, du Bois Raymond y
Helmholtz. La escuela química — los partidarios de Liebig y Wohler — es-
taba representada por Schwann, Beaumont, Tiedemann, Gmelin y Petten-
kofer, y alcanzó su más amplio desenvolvimieuto con la obra decisiva de
Claudio Bernard y Pasteur.
El principal representante de la Fisiología experimental en Francia
ha sido Frangois Magendie (1783-185 5)» de Burdeos, que, como Müller,
empleaba los procedimientos físicos y químicos en sus investigaciones y
era incidentalmente el moderno fundador de la Farmacología experimen-
tal. A diferencia de Bichat, Magendie no sólo no hacía el menor caso de
las ideas vitalistas, ni de ninguna otra teoría, sino que, además, conside-
raba la Medicina como «una ciencia por hacer» (une science áfaire) y
procuraba explanarlo todo en términos de Física y de Química. Quería
considerar la Patología como «la fisiología del hombre enfermo». Pensaba
que la Fisiología sólo podía avanzar por la revisión de los hechos. Se
(1) Hyrtl: Das Arabische und Hebraische in der Anatomic, Viena, 1879.
(2) Onomatologia anatómica, Viena, 1880.
(3) Die alten deutsckcn Kuntsworte der -.Anatomic, Viena, 1884.
(4) Véase Ein Besuck bei llirtl en el Wien. Mcd. Wockenschr., 1S94; XLIV, pá-
gina 1406. Contrasta con el alegre discurso de 1880 (Las culebras) en Allg. ¡lien.
Med. Ztg., 1880; XXV, pág. 521.
74 HISTORIA DE LA M EDICIN A
comparaba a sí propio con un trapero (chiffonier), que iba viajando a tra-
vés de los dominios de Ja Ciencia, recogiendo todo lo que encontraba.
Esta frase expresiva resume las duras limitaciones que Magendie había
puesto sobre sí mismo o que existían en su propia mente. El descubrió
únicamente hechos aislados, que no se esforzó en relacionar unos con
otros por medio de ninguna hipótesis especial, y así, no llegó a ninguna
generalización importante. Como ardiente defensor de la experimentación
en los animales vivos, profesaba una particular animadversión a los anti-
viviseccionistas, e indudablemente muchos de sus experimentos eran sin
objeto e innecesariamente crueles. Pero, no obstante, hay que tener en
cuenta que, antes de su tiempo, la Fisiología se hacía por lo que Claudio
Bernard ca lineaba de reveries systématiques, y que constituye un gran ho-
nor para Magendie haber encabezado la moderna línea de los ilustres ex-
perimentadores de laboratorio, que comprende desde Claudio Bernard
hasta Pavloff, Loeb y Ehrlich. Magendie ha sido el fundador del primer
periódico consagrado exclusivamente a la Fisiología, el y our nal de Physio-
logie experiméntale (París, 182T-3 i). Su gran contribución a la Ciencia ha
sido la demostración experimental (en una larga serie de cachorros) de
la verdad de la ley de Bell, de que las raíces posteriores de la médula son
de función sensorial, y las anteriores, motoras (1822) [í]. Por su audacia
de vivisector y por lo claro de su razonamiento, llegó a una concepción
mucho más clara de estas funciones que Bell, y en relación con las recla-
maciones, parece lo justo señalar a Bell la prioridad del descubrimiento
y de la demostración en lo que hace referencia a las raíces anteriores, y
a Magendie, la prioridad de la concluyente demostración e interpretación
del funcionamiento de ambas raíces, anteriores y posteriores. Magendie
ha hecho también importantes investigaciones sobre el mecanismo de la
deglución y del vómito (i 8 1 3) [2], de los efectos de la excisión o sección
del cerebelo (1825) [3], y del movimiento circular (monvement de mané-
ge) que se produce por la lesión del tálamo. Ha demostrado también que
el poder del corazón como bomba es la principal causa de la circulación
de la sangre en las venas; que las diferencias químicas entre la sangre y
la linfa es el fundamento de la osmosis a través de las paredes vascula-
res, y que la absorción de los fluidos y de los semisólidos es función tanto
de los vasos sanguíneos como de los linfáticos (1821) [4]; en otros tér-
minos, que la absorción no es una función vital específica de los linfáti-
cos, sino únicamente una imbibición de los tejidos vasculares. Con Poi-
(¡) Journ. d¿ Physiol, rxpér., París, 1822; II, páginas 276-279.
(2) Mimo > tur ¡r vomissement, París, 1813.
(3j Journ. de Physiol, expér., 1825; V, pág. 399.
(4) lbidem^\%2\\ I, páginas 1 y 31.
EL SIGLO XIX
75
seuille, ha sido uno de los primeros en demostrar que la presión sanguí-
nea arterial aumenta con la espiración, y sus experimentos a propósito
de la circulación demuestran el absurdo de la idea antigua de los «pun-
tos de elección» para la sangría, supuesto que los efectos de la sección
venosa son los mismos en todos los puntos. Las investigaciones de Ma-
gendie en Farmacología han introducido la bromina, los compuestos de
yodina y algunos alcaloides, como la estricnina (demostrando su acción
Frangois Magendie (17S3-J855)
sobre la médula espinal en la parálisis), la morfina, la veratrina, la bruci-
na, la piperina y la emetina en la práctica médica (1821) [1]. En Patolo-
gía experimental ha inducido a Gaspard a repetir el experimento de Ha-
11er de inyectar materia pútrida en las venas (1822) [2]. Su demostración
de que las inyecciones secundarias o subsiguientes de albúmina de huevo
producían la muerte en el conejo, tolerante a la primera inyección, es el
primer experimento de anafilaxia o de supersensibilización de los tejidos
(i> Formvlairc (etc.), París, 182 1.
(2) -Journ. de physiol. expér.^ París, 1822; II, páginas i -45 , 1824, IV, pági-
nas 1-69.
76
HISTORIA DE LA MEDICINA
(1839) [i], un fenómeno que ya había observado Jenner en la inocula-
ción vacuna en 1798.
Los fisiólogos franceses más importantes entre Magendie y Claudio
Bernard son Legallois, Flourens y Poseuille.
Julien-Jean-César Legallois (1770-1814), un bretón que tomó parte en
la Revolución francesa, estuvo algún tiempo escondido, por su filiación po-
lítica, y después, habiendo estudiado en la Escuela de Sanidad, recibió el
grado de médico en 1801. Ha sido uno de los primeros experimentado-
res en Fisiología, y sus procedimien-
tos eran tan rudos y más brutales que
los de Magendie. Hizo algunos expe-
rimentos, como los de investigar los
efectos de la submersion en los ani-
males recién nacidos o las relaciones
térmicas de los animales despojados
del cerebro y sometidos a la respira-
ción artificial. En 1812 (2) demostró
que la sección bilateral del nervio vago
puede producir fatalmente la bron-
coneumonía, y extendió grandemen-
te la observación de Robert Whytt
(1750) de no ser necesaria la abso-
luta integridad de la médula, para
que se conserve la función refleja (3).
Su descubrimiento de que una le-
sión de una pequeña área circunscri-
ta de la médula inhibe la respiración
(181 1) [4] fué el primer intento de localizar el centro de ésta, y ha sido
más tarde completado por la labor de Flourens.
Legallois es principalmente recordado en la actualidad por sus Ex-
periences tur le principe de la vie (1812), en las que es el primero, después
de Borelli, en revivir la doctrina neurógena de la acción del corazón. El
sostiene que el poder motor del corazón es un principio de fuerza conte-
nido en la médula espinal y transmitido al corazón por los ramos del sim-
pático. It., Be lia demostrado pronto que es erróneo; pero la doctrina
neurógena ha sido robustecida más Larde por el descubrimiento, por Ro-
bert Remak de los ganglios nerviosos intrínsecos del corazón ( 1 844) y ha
Mane-Jean-Pieire Flourens (1794-1867)
Lectures on the Hlood, Filadelfia, 1839; páginas .'44-249.
I ■ galloi /• ■/ nena 1 tur le principe de la vie, París, 1912.
1 . pág. 135.
; (Eu\ 1 > .. I 1 te), París, 1812; pá^. 37.
EL SIGLO XIX 77
dominado como dueña hasta la resurrección de la doctrina miogénica por
Gaskell y Engelmann.
Marie-Jean-Pierre Flourens (1 794- i 867) es célebre por el descubri-
miento del nceud vital (nudo vital), o centro bilateral de la respiración
en la médula oblonga, cuya lesión produce la asfixia (1837) [l]- Aunque
la situación y la extensión exactas de este nudo vital hayan sido discuti-
das hasta los tiempos actuales, el fundamento esencial del experimento de
Flourens no ha sido rechazado nunca. En 1822-24 (2) hizo sus clásicas
observaciones de los efectos producidos en las palomas por la extirpación
del cerebro o del cerebelo, demostrando la absoluta conservación de los
reflejos con pérdida de la cerebración y volición, en el primer caso, y los
disturbios del equilibrio, en el segundo. Estos importantes experimentos
demostraron que el cerebro era el órgano de la ideación y de la volición
voluntaria, al paso que el cerebelo presidía la coordinación de los movi-
mientos corporales, aunque Flourens negaba la posibilidad de toda loca-
lización cortical de las funciones. En 1 828 (3), Flourens anunció que la
lesión de los conductos semicirculares en el oído interno causaba incoor-
dinación motora y pérdida del equilibrio; la sección de uno solo de los
conductos produciría movimientos rotatorios alrededor de un eje en án-
gulo recto con el plano del corte. De la analogía de estos fenómenos con
los efectos de una profunda lesión del cerebelo dedujo Flourens que am-
bos órganos tenían acción sobre la coordinación de los movimientos. Así,
donde Purkinje había descrito sólo un nistagmus probablemente visual,
Flourens localizaba la existencia de un verdadero vértigo cerebeloso y la-
beríntico. Sus resultados han sido fisiológicamente confirmados por Vul-
pian, Goltz, Cyon y Ferrier, y en la clínica, por Meniere, y han sido há-
bilmente explicados quirúrgica y clínicamente por Robert Bárány como
nistagmus vestibular.
Jean-Léonard-Marie Poiseuille (i 799- 1 869), de París, graduado en Me-
dicina en 1828, ha sido el primer experimentador entre Stephen Hales y
Carl Ludwig que ha producido algún adelanto real en la fisiología de la
circulación. Su nombre quedará perpetuamente asociado con el estudio
de la presión de la sangre. Apoyándose en el original experimento de Ha-
les de 1733 sobre la presión sanguínea, Poiseuille lo perfeccionó, substitu-
yendo por un manómetro de mercurio el incómodo tubo largo, quedan-
do establecida la relación con la arteria por medip de un tubo hueco de
(4) Recherches experimentales, París, 2.a ed., 1842, pág. 204- — Compt. rend. Acad,
des ó<r., París, 1858; XLVII, pág. 803; 1859, XLVIII, pág. 1 136.
(5) Arch. gen. de Med., París, 1823; II, páginas 344 y 35 1; ,825> VIII, páginas 422
a 426, y Recherches experimentales, París, 1824.
(6) Mém. Acad. d. Se, París, 1828; IX, páginas 455-477-
78 ni ST O RÍA DK LA MEDICINA
plomo, lleno en su extremo de carbonato potásico, para impedir la coa-
gulación. Este era el hemodinamómetro de Poiseuille (1828) flj. con el
que pudo demostrar que la presión sanguínea aumenta y disminuye con
la espiración y la inspiración, así como medir el grado de la dilatación ar
terial (aproximadamente, de lo normal) en cada latido cardíaco. A
23
este instrumento. Cari Ludwig, en 1 847 (2), ha añadido un flotador, y,
como dice el profesor Stirling, «ha tenido la idea genial de hacer que este
flotador escriba en un cilindro que gira, y así, de un solo coup nos ha dado
el kymograph, o escritor de ondas, y la aplicación del método gráfico a la
Fisiología». Con estos perfeccionamientos, la ciencia de la presión sanguí-
nea (hemodinámica) se convertía en una parte de la medicina moderna.
Otra gran contribución de Poiseuille a la Fisiología ha sido una investiga-
ción de física matemática, a saber: sobre el flujo y el reflujo de los líqui-
dos en los tubos capilares (1840) [3]. El encontró que la velocidad media
del flujo capilar varía en proporción directa del área de sección del tubo,
del grado de presión y de la viscosidad del líquido que se mueve; tam-
bién, que la cantidad de reflujo es inversamente proporcional a la longitud
del tubo y directamente proporcional a la cuarta potencia de su diáme-
/ D*PV\
, al grado de presión y al coeficiente de viscosidad I O = I ; de
donde, por unidad de longitud, diámetro y presión, el coeficiente de visco-
QL
sidad puede ser computado por la fórmula siguiente: V — . Esta
importante ecuación es la expresión matemática de la «ley de Poiseuille»,
que en los tiempos modernos ha resultado fundamental para apreciar la
viscosidad de la sangre. Los instrumentos usados con este fin (viscosíme-
tros) han sido inventados también por Poiseuille, y su nombre permanece
actualmente, con los de Harvey, Hales y Ludwig, como uno de los funda-
dores de la hemodinámica.
Aplicando los métodos físicos de laboratorio a los problemas de Fi-
siología han realizado una notable obra los hermanos Weber, de Witten-
berg. De ellos, Ernst H kin rich Weber (1795-1878) era profesor de Ana-
tomía y Fisiología en Leipzig (I82I-66) hasta el momento del advenimien-
to de Ludwig, y después ocupó la cátedra de Anatomía de la misma Uni-
versidad hasta 1871, en-que fué reemplazado por Wilhelm His. Se ha he-
tro
1 i t< • pato bc encuentra descrito en la disertación de grado dePoiseuille
Rcclir relies sur la force du c<eur ar<r//,//n\ París, 182S.
(2) Ltldwíg: Arch. /. Anat., Physiol, uud uussciich. A/ed.y Berlín, 1S47, p^g. 26i.
(3; Poiseuille: Cotupt. rend. Acad d v., París, 1840; XI, páginas 961 y 1041; 1841,
XII, pág u; 1843, XVI, pág.6o.
EL SIGLO XIX
79
cho notar en la historia de la Medicina por su descubrimiento dei poder
inhibidor del vago en 1845 (l); hallazgo que ha lanzado mucha luz sobre
algunos problemas, como el del movimiento del corazón, Ja naturaleza de
la fiebre y otros análogos. El original experimento, llevado a cabo con su
hermano Eduard Friedrich Weber (1806-71), consistió en llevar el cora-
zón a un estado de reposo, colocando un polo de un aparato electromag-
nético en las ventanas nasales de una rana, y el otro a nivel del plano
Ernst Heinrich Weber (1795-18^8)
transversal que pasa por la cuarta vértebra. El campo de inhibición se lo-
caliza en la región comprendida entre los lóbulos ópticos y el calamus
scriptorius, siendo los nervios vagos los conductores de la acción inhibi-
dora, y los resultados fueron extendidos también a los animales de sangre
caliente. Aunque los Weber primeramente creyeron que era necesario
para la inhibición que se estimulasen ambos vagos, y aunque Ludvvig y
Schmiedeberg demostraron más tarde que el vago contenía fibras acele-
radoras lo mismo que inhibidoras (1870-71), la primitiva demostración ha
(1) El descubrimiento fué comunicado por los hermanos Weber al Congreso
de Ciencias de Italia, en Ñapóles, 1845 (experimenta guibus probala ñervos vagos ro-
tations machinae galvano-magneticae irrítalos, motum cordis retardare ct adeo inter-
cipere, enümodei's Ann. Univ. de Aíed., Milán, 1845; 3 s., XX, pág. 227). Fué después
publicado en extenso en el Handwórterbuch der Physiologie, 1840; III, páginas 45-51-
8o HISTORIA DE LA MEDICINA
quedado inconmovible, como uno de los más grandes descubrimientos de
la fisiología. Ernst Heinrich Weber y Eduard Friedrich Weber colabora-
ron también en la famosa Wellenlehre, o hidrodinámica del movimiento
de la onda (1825), según la cual la velocidad de la ondulación pulsátil era
medida por vez primera, demostrándose que tarda — — a en la trans-
misión; con lo que se destruía la hipótesis de Bichat de ser el pulso sin-
crónico en todas las arterias. En 1 837 estos dos hermanos volvieron nue-
vamente a dar un brillante trabajo unidos, midiendo y comparando la ve-
locidad de la sangre y de los corpúsculos linfáticos en los capilares (i).
Ernst Heinrich Weber es también digno de recuerdo por su modelo para
explicar la hidrodinámica del corazón (1850) [2]; pero la obra fundamen-
tal de su especial talento es, indiscutiblemente, su estudio sobre el sentido
del tacto y el de la temperatura (Der Tastsinn und das Gemeingefühl,
1846), que ha constituido el punto de partida de la psico-física experi-
mental de Fechner y Wundt. Johannes Müller, aunque asignaba a cada
sentido su propia función particular, no admite ninguna «sensación co-
mún» (como el dolor o el malestar) aparte del sentido del tacto. Weber
ha sido el primero en demostrar que esta sensación común puede ser
analizada en sus componentes viscerales y musculares, y éstos separados
de las sensaciones táctiles. Ideó la aplicación de la idea de mensuración
a aquellos fenómenos como las sensaciones de dolor, calor, presión y olor,
notando que el umbral de la sensación dolorosa es también el de la injuria
al nervio, y estableciendo la generalización conocida con el nombre de
«ley de Weber», a saber: que la intensidad de la sensación no es directa-
mente proporcional al grado del estímulo, sino que depende de su modo
de aplicación. Un estímulo dado es menos perceptible cuando se suma a
un estímulo grande que cuando se añade a un estímulo pequeño; en otros
términos, cuando la sensación aumenta en progresión aritmética, el estí-
mulo tiene que variar en progresión geométrica. Fechner ha expresado
posteriormente esta idea diciendo que la intensidad de la sensación varía
con el logaritmo del estímulo (ley de Weber y Fechner), supuesto que la
curva producida es logarítmica.
Un tercer hermano de la familia Weber es el célebre electricista Wi-
lhblm Edüard Wsbsr (1804-91), que fué profesor de Kísica en Gottinga
durante toda su vida académica (i 831-91), construyó el primer telégrafo
electro-magn«'tico en l833i ni/n lin atlas del magnetismo terrestre (1840),
y, además, fué notable por su importante labor sobre las mediciones eléc-
'','., Berlín, 1837; páginas ±^-¡-212.
!'.<■>■ . ,/. ! Verhandl, </. k, sáchs, </. Wissensch., Leipzig, 1850, pág. 1X6.
EL SIGLO XIX
tricas. Colaboró con Eduard Friedrich Weber en la clásica y bien cono-
cida obra de mecánica del sistema locomotor humano (Mechanik der
menschlichen Gehwerkzeuge, 1836), el más importante estudio de su épo-
ca acerca de la fisiología del movimiento y de la locomoción y del meca-
nismo de las articulaciones.
Un notable y completo fisiólogo y anatómico era Ernst Wilhelm von
Brücke (1819-92), de Berlín, que llegó en 1849 a ser profesor de Fisiolo-
gía en Viena, donde quedó asociado a la nueva escuela de esta capital
para todo el resto de su vida. Sus investigaciones se extienden a todos los
ramos de su especialidad, incluso la luminosidad de los ojos en los anima-
les (1845), la fonética (1856-62), las vál-
vulas semilunares (1855) y Ia anatomía K
artística (1892), siendo esta última una
de las obras más atractivas que se han
escrito sobre esta materia. Ha sido el pri-
mero en sostener que la orina normal pue-
de contener azúcar (1858), y en inventar
la emulsión testigo para los ácidos gra-
sos (1870).
El sabio expositor en Inglaterra de la
experimentación física durante este pri-
mer período ha sido Marshall Hall
(1790-1857), de Nottingham, cuya Memo-
ria a la Royal Society sobre La función
refleja de la médula oblonga y de la médu-
la espinal (1833) [i] establece la distinción entre la acción voluntaria y
los reflejos inconscientes.
Ernst Wilhelm von Brücke '1819-92)
La idea de que los impulsos periféricos pueden ser reflejados por fuera de los
centros nerviosos relacionados con el cerebro, sin relación con la conciencia, ha
sido sugerida en primer término por Descartes, en 1644, al discutir el fenómeno de
cerrar los ojos ante la amenaza de recibir un golpe en ellos. Robert Boyle ha hecho
notar que una víbora, tres días después de ser decapitada, todavía se agita cuando
se la pincha. Johann Bonn ha considerado los movimientos reflejos de la rana de-
capitada como «un fenómeno material» (1686). Stephen Hales ha demostrado que
los movimientos de la rana decapitada quedan suprimidos si se destruye la médula
espinal. Robert Whytt, de Edimburgo, demuestra que la destrucción del lóbulo óp-
tico anterior suprime la contracción de la pupila a la acción de la luz (reflejo de
Whytt) y que un pequeño trozo de médula basta para la producción de los movi-
mientos reflejos. Pero la mayoría de los autores pensaban que los fenómenos refle-
jos estaban relacionados con la sensación y la ideación. Los experimentos de Bell
y Magendie (181 1-22) fueron un gran paso progresivo en este sentido, y el descu-
brimiento del centro respiratorio por Legallois (1826) y Flourens (1837) arrojó una
gran luz sobre estos problemas.
(1) Hall: Phil. Tr., Londres, 1833; páginas 635-665.
Historia de la Medicina.— Tomo 11
82
HISTORIA DE LA MEDICINA
Independientemente de esta defectuosa y aparente ignorancia de la
labor de sus predecesores, Marshall Hall demostró que las convulsiones
producidas por la estricnina cesan después de la destrucción de la médu-
la espinal; que los reflejos se producen más rápidamente incitando las ter-
minaciones nerviosas que por estimulación de los mismos nervios, y que
aquéllos son una contracción de los músculos esfínteres. Ha sido la obra
de Hall la que ha dado a la acción «refleja» un lugar permanente en la
Fisiología, que a pesar de él no ha podido realizar lo que Sherrington y
otros han puntualizado, a saber: que
los actos volitivos y los reflejos pue-
den transformarse unos en otros, y
que hay muchos fenómenos nerviosos
que permanecen entre los dos extre-
mos. El piensa que su obra principal
ha sido el descubrimiento de unas
vías reflejas especiales disociadas para
la sensación y la volición; idea que
ha sido apoyada por el descubrimien-
to de R. I). Grainger de que la subs-
tancia gris en la médula y sus raíces
aferentes son el verdadero medio de
la acción refleja (1837).
William Sharpey (l802-8o),de Ar-
broath (Escocia), que ha sido toda su
vida un notable profesor de Fisiolo-
gía del Colegio Universitario de Lon-
dres (1836-74), es digno de recuerdo
por sus trabajos acerca de los párpa-
dos y de su movimiento(l830-3Ó)[lJ,
fibras de Sharpey» (1846) [2]. La
fisiología inglesa debe su origen a Huxley y a Sharpey, que era el maes-
tro de los profesores de Oxford y Cambridge, Michael Foster y Burdon-
Sanderson. (Sharpey — dice Foster — era el único fisiólogo puro de In-
glaterra..., el único hombre de su época que consagró su vida entera a la
Fisiología » Describiendo la obra de Ludwig de las curvas de la presión
sanguínea a los estudiantes, utilizaba a veces su antiguo cilindro como ci-
mógrafo.
William Sharpey [ií - B blioteca Médi
de Boston.)
y por el descubrimiento de las
(1) Sharpey: Edi *td Surg. Joum.y 1830; XXXIV, páginas 113-112, y
3 J5- j6, I.
(2) Sharpey: En la Anatomía de Quains 5.a ed., Londres, 1846; II, pági-
EL SIGLO XIX
83
Sir William Bowman (1816-92), de Cheshire (Inglaterra), eminente
como fisiólogo y en cirugía oftalmológica, descubrió y describió los
músculos estriados (1840-41) [ij, las membranas básales (1842) y la re-
gión ciliar del globo ocular. A Bowman se debe el tratamiento científico
de las afecciones lagrimales. En 1 842 (2) expuso su teoría sobre la secre-
ción urinaria de que Jos tubos y sus plexos capilares son probablemente
Jas partes concernientes a la secreción de los principios básicos de la ori-
na (la urea, ácido lítico, etc.) y
los cuerpos de Malpighi pueden
ser el aparato destinado a sepa-
rar la porción acuosa de la
sangre.
La tendencia química de la
moderna Fisiología experimen-
tal, que se apoya en la mag-
nífica obra de Claudio Bernard
y Pasteur, ha sido iniciada por
Liebig y Wóhler, en Alemania,
y por Dumas y Chevreuil, en
Francia.
Justus von Liebig (i 803-73)
de Darmstadt, discípulo de Gay
Lussac, ha sido el fundador de
la química agrícola, uno de los
principales fundadores de la
química fisiológica y de la quí-
mica de los compuestos del car-
bono y el creador de la enseñanza
por el laboratorio de la Química.
El laboratorio de Liebig, establecido en Giessen en 1 826, ha sido la primera
institución de este género puesta en relación con la enseñanza universita-
ria, y, aunque pobre y sencillo en sus aparatos, fué muy pronto acogido
con entusiasmo por los estudiantes, que acudieron en gran número a tra-
bajar en él. En este laboratorio llevó a cabo Liebig sus famosas investiga-
ciones acerca de los cianuros, cianatos, amidos, aldehidos, benzoilos, ben-
zoatos, ácidos orgánicos y abonos, y en él fundó los Liebig 's Annalen
(1832-74), el principal órgano literario de la Química durante toda su vida.
Sir William Bowman (1816-92)
(1) Bowman: On the Minute Structure and Movements of Voluntary muscles;
Phil. Tr., Londres, 1840, páginas 457-501, 4 láminas; 1841, páginas 69-73. Los dibu-
jos son del mismo Bowman.
(2) Phil. 7r., Londres, 1841-42, páginas 57-80.
84 HISTORIA DE LA MEDICINA
Las contribuciones más importantes de Liebig a la Medicina son sus des-
cubrimientos del ácido hipúrico (Poggendorff s Ann. 1829), del doral y
del cloroformo (1831) [i]; sus estudios acerca de los compuestos del ácido
úrico, su modo de dosificar la urea (1853) [2] y sus importantes trabajos
sobre sangre, bilis y jugo de la carne (extracto de Liebig). Su libro de
Química orgánica en sus aplicaciones con la Fisiología y la Patología
(1842) [3] ha sido el primer tratado que de un modo formal se ha ocupa-
do de la materia, introduciendo el concepto de metabolismo (Stoff weeks el).
Justus von*Liebig"(i8o3-73)
Sus cartas familiares sobre Química han hecho más que ninguna otra obra
en favor de la popularización de esta ciencia. Las investigaciones de Liebig
acerca de la fermentación y de la putrefacción se encuentran viciadas por
los puntos de vista puramente materialistas de estos fenómenos, como ba-
sados en su teoría de la catálisis. Ha definido la catálisis como la facul-
(1) Ann. d. Pharm. Lemgo und Heidelberg, 1832; I, páginas 182-230. El clorofor-
mo fué descubierto independientemente, en el mismo año también, porSoubeiran
i \nn dcChim., París, 1831; XI A III. páginas 113-157) y por Samuel Guthrie, M. D.
(1782-1848, de Bloomfidd (Massachusetts) M»!..?. Arts and Se, 1831; XXI, pág. 64, y
XXII, pág. iosJ en Jewettsville, cerca de Sackett'a Harbor (New-York'), donde en-
método moderno de obtener el < loroformo destilando el alcohol con cal viva.
Ann. d, Pkarm., Lemgo and Heidelberg, [853; IX XXV, páginas 289-328.
ffi Die organische Chemie in ihrer Anwendung auf Physiologic und Patlwlogie,
Braunschweig, 1842. Schwann había ideado la frase cíenómenos metabóHcos»
: razer Hai
EL SIGLO XIX. 85
tad de un sistema de moléculas de producir vibraciones armónicas por
simpatía en otro sistema, determinando cambios químicos en éste, y afec-
taba, además, despreciar o hacer caso omiso de todos aquellos agentes
vivos, como bacterias o fermentos vivos. Pensaba que la fermentación y
la putrefacción eran únicamente disturbios físicos del equilibrio que po-
dían ser comunicados por contacto con otros cuerpos. Rehusaba creer que
los fermentos fueran vivos, y no admitía que se pudieran ver por medio
del microscopio. Cuando, después de larga y amarga controversia, Liebig
vio que su materialismo había sido rechazado por Pasteur, proclamó, de
mala gana, que él había intentado únicamente señalar una causa química
a los fenómenos químicos. Sin embargo, Liebig era, por otra parte, un in-
transigente vitalista. Lord Kelvin refiere que cuando, en cierta ocasión, le
preguntó al gran químico si pensaba si una hoja de una flor podía ser he-
cha o deshecha por fuerzas químicas, Liebig le contestó: «Yo creería an-
tes que un libro de Química o de Botánica podía ser hecho a expensas
de la materia muerta y sólo por procesos químicos» (i).
Friedrich Wohler (1800-82), de Eschersheim (Hesse-Nassau), estaba
asociado a Liebig en sus investigaciones sobre el ácido úrico, los com-
puestos de cianógeno y el aceite de almendras amargas, la síntesis artifi-
cial del azúcar, morfina y salicina, y él, aisladamente, ha hecho también
descubtimientos muy importantes, dos de los cuales han sido verdadera-
mente decisivos en la historia de la Fisiología. En 1 828, Wohler consiguió
efectuar una síntesis artificial de la urea (2), calentando el cianato amóni-
co, de acuerdo con la ecuación: NH4 CNO = CO (NH2)2. Esta era la
primera vez que una substancia orgánica había sido construida artificial-
mente de los componentes de una substancia orgánica, sin ninguna inter-
vención de los procesos vitales, y ello puso bien pronto en claro que no
hay ninguna diferencia esencial entre la estructura química de la naturale-
za viva y la de la inanimada. Este descubrimiento abre la línea brillante de
la labor sintética, en la que tan elevado puesto había de alcanzar más tar-
de Emil Fischer. En 1824, Wohler hizo, y en 1842 confirmó, un descu-
brimiento que había de ser el punto de partida de la química moderna
del metabolismo, a saber: el de que el ácido benzoico, dado en el alimen-
to, aparece como ácido hipúrico en la orina (3). Esto aparecía en contra-
(1) Lord Kelvin: Popular Lectures, Londres, 1894; II, nota de la pág. 464.
(2) Wohler: Ueber künstliche Bilduiíg des Hamstoffs; Ann. de Phys. u. Chem.,
Leipzig, 1828; XII, páginas 253-256.
(31 Ann. de Phys. u. C/iem., Leipzig, 1842; LVI, páginas 638-641. Un año antes,
Alexander Ure, de Edimburgo, había establecido que el ácido benzoico se cambia
en hipúrico en el organismo (Provincial Med. and Surg. Joum.. Londres, 1841;
II, pág. 317). El experimento original de Wohler se encuentra en el Tiedema?irís
Ztschr.f. Physiol.. 1824; I, pág. 142; pero sus puntos de vista no fueron definitivos
hasta después del descubrimiento, por Liebig, del ácido hipúrico en 1829.
86 HISTORIA DE LA MEDICINA
dicción con la idea, corriente en la época de Wohler, de que, al paso que
las plantas pueden sintetizar sus materiales complejos, los animales tienen
que recibir sus substancias constituyentes, ya sintetizadas, de las plantas
o de otros animales. Otras formas de la síntesis animal, como las del áci-
do úrico del carbonato amónico o las de la glucosa del glucógeno en el
hígado, fueron descubiertas bien pronto, y en ello tuvo su concepción el
problema de producir alimentos artificiales a expensas de materiales
elementales.
Entre las más antiguas investigaciones químicas importantes para la Medicina
figuran: el aislamiento de la morfina, por Sertürner (1806) [1]; la investigación de
los cálculos de cistina, por Wollaston (1810) [2]; la conversión del almidón en azú-
car, por Kirchhoff (181 1) [3]; la investigación de la albúmina en la orina, por Blac-
kall y Wells (1812-14); la obtención déla estricnina (1818) [4], de la brucina (1819),
de la quinina (5) y de la veratrina (1820), por Caventou y Pelletier; las investigacio-
nes de Alexander Marcet sobre la orina negra (1822) [6]; las de Dutrochet acerca
de la endosmosis y exosmosis (1827-35) [7]; Ia obtención de la atropina, por Geiger
y Hesse (1833) [8]; la prueba de F. Rose, del biuret, para la albúmina (1833) [9]; las
investigaciones de Cagniard Latour(io) y de Schwann sobre las células de levadu-
ra y la fermentación vínica (1837-38); la demostración, por Bouchardat y Peligot,
de que el azúcar de la orina en la diabetes es la glucosa (1838) [11]; la prueba de
Trommer para la glucosa en la orina (Mitscherlich, 1841); la de Pettenkofer para la
bilis (1844) [12]; la cuantitativa de Hermann von Fehling para la glucosa de la ori-
na (1848) [13]; el descubrimiento, por Henry Bence Jones, de un proteído especial
(albumosa) en la orina de los enfermos con reblandecimiento de los huesos (albu-
mosuria nuclopática, 1848) [14]; investigaciones de Adolf Strecker sobre la bilis del
buey (1848-49) [15], y el descubrimiento de Millón de un reactivo especial para los
proteidos (1849) [16]. La química de la orina recibió un fuerte impulso con la publi-
cación de la brillante obra de Johann Floriam Heller (1813-71), de la nueva escue-
la de Viena, un discípulo de Liebig y Wohler, que descubrió la prueba del anillo
parala albúmina (1844)" [17] la de la potasa cáustica para el azúcar de la orina
(1) Sertürner: Journ. de Pharm., Leipzig, 1806; XIV. pág. 47; 181 1, XX. pág. 99,
(2) Wollaston: Phil. Jr., Londres, 1810; pág. 223-230.
(3) Kirchhoff: Journ. f. Chem. u. Physik., Nuremberg, 181 5; XIV, páginas 389
a 398.
(4) Caventou y Pelletier: Journ. de Pharm., París, 1 8 1 9; V, páginas 142-177.
5 Ann. de Chim. et Phys., París, 1820; XV, páginas 289 y 337.
Marcet: Med.-Chir. Tr., Londres, 1822-23; XII, páginas 37-45.
(7) Dutrochet: \nn. de Chim. et Phys., París. 1827-35; volúmenes XXXV.
xxxvn, xi ix, 1 11 v i.x
(8) Geiger and Hesse: Ann. d. Pharm.y Lemgo und Heidelberg. 1833, V, pági-
na 43". VT, pág. 44-
(9) Rose: Poggendorff s Ajiv., Leipzig, 1833; XXVIII, pág. 132.
(10) Cagniard Latour: Ann. de (.'him. et Phys., París, 1838; LXVI1I, páginas 206
a 221.
(n) Peligot \nn. de Chim. et Pharm., París, 1838; LXVI, pág. 140.
(12) Pettenkofer: Ann. de Chem. et Pharm., Heidelberg, 1844; LIII, páginas 90-06.
(13Í Frhling: Arch. /'. d. Phxsiol. Ueilk., Stuttgart, 1848; VII, página s 64-73.
(14) Ben Phil. 7r., Londres, 1848; páginas 55-62.
(15) Strecker Atm.dé Chem. et Pharm., Heidelberg, 1848; LXV. pág. 1; LXVI,
XX, pág.
Millón: Comp.rend Acad. d. Se., París, 1849; XXVIII, páginas 4<
Heller 'hisiol. und Path. Chem. ll'ieri., 1844; I. páginas 102-199.
EL SIGLO XIX 87
(1844) [1], ha sido el primero en señalar la retención de los cloruros en la orina
de los pneumónicos (1847) [2], ha inventado la prueba de la potasa cáustica para
la sangre en la orina (1858) [3], ha inventado el ureómetro para apreciar la densi-
dad de la orina (1848) y ha escrito una famosa obra clásica sobre los cálculos uri-
narios (i860) [4]. Las investigaciones químicas en Francia han recibido un gran im-
pulso con la obra de Jean Baptiste Dumas (1800-84), que aisló el alcohol metílico,
estableció el análisis cuantitativo del aire y del agua, estudió los cambios químicos
en el desarrollo del pollo y (con Coindet) demostró el valor del yodo en el tratamien-
to del bocio (1820) [5]. Michel Eugene Chevreul(i 787-1889) investigó el azúcar en la
orina de los diabéticos (18 15) [6], e hizo un importante estudio de la grasa animal
(1823). En Inglaterra, Thomas Graham (1805-69), de Glasgow, dejó una obra de ca-
pital importancia en la moderna fisiología con su descubrimiento de las leyes que
rigen la difusión de los gases (1829-31) [7], sus investigaciones de la fuerza osmó-
tica (1854) [8] y sus métodos de separar los líquidos, animales o no, por medio de
la diálisis, introduciendo la distinción entre substancias cristalinas y coloides
(186 1) [9]. La definición de Graham de la osmosis como la «conversión de la afini-
dad química en una fuerza mecánica» sigue siendo la más científica de las hechas
hasta ahora, que se defiende por las recientes investigaciones de las membranas
semipermeables.
Los adelantos más importantes hechos durante el primer período en
la investigación química lo han sido en la fisiología de la digestión. La pri-
mera obra, cronológicamente hablando, en este campo ha sido An Expe-
rimental Inquiry into the Principles of Nutrition and the Digestive Process
(1803), de John R. Young, de Maryland, habiéndose graduado en la Uni-
versidad de Pensilvania. Los trabajos de los más antigüe s fisiólogos de la
digestión — Van Helmont, Sylvius y Borelli — estaban en gran parte dismi-
nuidos de valor por sus teorías del calor innato y de los espíritus vitales,
y, como William Hunter hacía notar irónicamente, han hecho que se tien-
da a considerar el estómago como un mortero, como una cuba de fermen-
tación o como una cazuela de guisar. En e! siglo xvín, Réaumur ha aislado
el jugo gástrico y demostrado su acción disolvente sobre los alimentos
(1752). Spallanzani confirmó el hecho de su carácter disolvente y antisép-
tico (1782), lo que estuvo en contradicción con los diferentes puntos de
vista de la cocción, putrefacción, trituración y fermentación y en favor de
la teoría química de la disolución; pero omitió el reconocer que la acción
disolvente del jugo gástrico es debida a la acidez del mismo. Young em-
prendió su trabajo en este punto, y por medio de experimentos llevados
(1) Heller's Arck.f. Phisiol. und Path. Client. Wien., 1844; I, páginas 212-292.
(2) Ibidem, 1847; IV, páginas, 522 y 525.
Heller: Ztschr. d. k. k. Gesellsch. d. Aerzte z. Vie?tn., 1858; n. F., I, pág. 751.
L. Teichmann ha dado una prueba más antigua para la hemina en el Ztschr. f. rat.
Med., Heidelberg, 1853; III, páginas 375-388 (Erich Ebstein).
(4) Heller: Pie f fame oner etionen, Viena, i860.
($) Coindet: Ann. de Chimie, Paris, 181 5 XCV, pág. 319.
(6) Chevreul: Ann. de Chimie, Paris, 1815; XCV, pág., 319.
(7) Graham: Quart. J own. Se., Londres, 1829; II. páginas 74-83.—/%//. Mag.,
Londres, 1833; II, páginas 175-190.
(8) Phil. Jr., Londres, 1854. CXLIV, páginas 177-228.
Í9) ibidem, 1861; CLI, páginas 183-224.
88 HISTORIA DE LA MEDICINA
a cabo en ranas, serpientes y hasta in propria persona, demostró que el
principio disolvente del jugo gástrico es un ácido que vuelve rojo el pa-
pel azul de tornasol y reblandece los huesos hasta convertirlos en una pul-
pa, y que este ácido no puede provenir de ninguna fermentación vinosa
o de otro carácter, sino que es un componente de la secreción gástrica
normal. Llegó a la importante deducción, demostrada en nuestros mismos
días por Pavloff, de que la secreción del jugo gástrico y de la saliva son
isócronas y van asociadas; pero se equivocó al deducir que el principio
ácido del jugo gástrico era el ácido fosfórico. En 1824, William Prout
(1785-1850), un químico inglés, pudo demostrar, por cuidadosa tritura-
ción y destilación, que el ácido del jugo gástrico es el clorhídrico libre (i).
Este resultado fué pronto confirmado por otros químicos, especialmente
en la clásica monografía de La digestión químicamente considerada (1826
a 1827) [2], por Friedrich Tiedemann (1781-1861), de Cassel, y Leopold
Gmelin (1788- 1853), de Góttinga. En esta obra se da la prueba del ácido
nítrico de Gmelin para los pigmentos biliares en el quilo, en el suero san-
guíneo y en la orina (prefacio, pág. Il) [3]; se establece el límite de la se-
creción gástrica y se demuestra que la saliva contiene un sulfocianato, y la
secreción pancreática un principio que se vuelve rojo con el agua de cloro.
Este principio (tryptophan) fué demostrado posteriormente por Claudio
Bernard ser un producto de la digestión pancreática y no un verdadero
constituyente del jugo pancreático.
En 1833, William Beaumont (1785-1853), de Connecticut, y cirujano
del ejército de los Estados Unidos, publicó sus famosos Experiments and
Observations sobre una accidental fístula gástrica en el mulato canadiense
Alexis St. Martin, que dieron mucha luz sobre la naturaleza del jugo gás-
trico, el proceso de la digestión en el estomago y los primeros grados de
la gastritis. Nada menos que en 1664 había publicado Regner de Graaf su
estudio de artificial jugo pancreático y salivar en un perro, cuyo grabado
presentaba, constituyendo esto los casos más antiguos de fístula gástrica;
pero Beaumont ha sido el primero en estudiar la digestión y los movimien-
toa del estómago in situ (1825) [4]. Comienza con un resumen, hecho con
(1) Prout: Phil. Ir., Londres, [824; páginas 45-49.
riedemann und Gmelin: Die Verdauung nach Versuchen, Heidelberg and
Leipzig, 1826-27.
Erich Ébstein (Ztschr.f. ürol., l eipzig, [915; IX, pág. 283) añrma que la
prueba de Gmelin del ácido nítrico para la bilis era ya empleada míos cuarenta
años m miIm< de 1 7 s 7 ; por Francesco Marabelli, un discípulo de Johann
Peter Frank y boticario del Hospital de Pavía (Aiti </. Accad. d. Se. di Siena,
, VII, páginas 224-232). Los diversos ensayos de IMarabelli (Leipzig, 1795) con-
tienen además análisis de medicamentos líquidos (1791), de la orina diabética
del maíi 1787) y de diferentes frutos.
(4) \l< l. Recorder ^ Filadrlfia, 1825; VIII, páginas 14 y 840; 1826, IX, pág. 94-
EL SIGLO XIX
89
gran claridad de juicio, de la obra de sus predecesores; da una exacta des-
cripción del aspecto normal y patológico de la mucosa gástrica durante la
vida y de los movimientos del estómago en el acto de la digestión, de-
mostrando que el jugo gástrico es segregado únicamente cuando el ali-
mento está presente, y que la irritación mecánica de la mucosa gástrica
produce congestión, pero únicamente una secreción localmente limitada
de jugo gástrico. Así, pronosticaba los resultados de Pavloff y destruía la
hipótesis de Magendie de que la secreción gástrica es continua. Los expe-
rimentos de Beaumont sobre los
efectos del jugo gástrico sobre
los diferentes alimentos y sobre
el relativo valor digestivo de és-
tos son el fundamento de las mo-
dernas tablas y escalas dietéti-
cas; y su examen químico del
jugo gástrico le llevó a la con-
clusión de que contiene ácido
clorhídrico libre, mas alguna otra
substancia, queTheodorSchwann
pudo demostrar, en 1835, que
era la pepsina. Esta ha sido la,
obra más importante de la fisio-
logía de la digestión gástrica an-
tes de los trabajos de Pavloff, y
las dificultades bajo las cuales el
experimentador llevó a cabo su
trabajo, comenzado en un aisla-
do puesto militar en las selvas
de Michigan y completado
sólo a fuerza de acompañar al enfermo, realizando cerca de 2.000 mi-
llas hasta Plattsburgh Barraks, New- York, hacen de su experimento uno
de los románticos experimentos de la historia de la Medicina. «Todo mé-
dico que receta para trastornos digestivos — dice Vaughan — y todo enfer-
mo que se aprovecha de aquellas recetas deben gratitud a la memoria de
William Beaumont, que en 1 82 5, en la isla de Mackinaw, comenzó su es-
tudio de la digestión, que continuó con trabajo y con habilidad en bene-
ficio de la Humanidad.» El ha sido el verdadero maestro y trabajador de
la fisiología experimental en la región (i).
William Beaumont (1785-1853). (Cortesía del doctor
Jesse S. Myer, St. Louis.)
(1) Para un completo e interesante estudio de Beaumont y su obra véase la
ÍAfe and fitters of William Beaumont, del difunto doctor Jesse S. Myer, con una
introducción de sir William Osier, St. Louis, C. V. Mosby C.°, 1912.
90 HISTORIA DE LA MEDICINA
La cirugía de la primera parte del siglo xix era simplemente una con-
tinuación de la cirugía del siglo xvm, con la diferencia de que el centro de
gravedad se había trasladado de París a Londres, como resultado de la po-
derosa influencia ejercida por la enseñanza de Hunter y de los desastrosos
electos de las fanáticas prohibiciones de 1792-93, que abolieron las Facul-
tades y Sociedades médicas en Francia. Muchas atrevidas intervenciones
quirúrgicas se han llevado a cabo en este período; la cirugía plástica ha
resucitado, la mayoría de las grandes arterias han sido ligadas con éxito;
empiezan a dar claras señales de existencia la cirugía rusa y la americana;
pero de la operatoria general dentro del cráneo, de las articulaciones, del
abdomen y de la cavidad pelviana femenina no hay nada hasta muy pos-
teriormente al año 18*67.
Los maestros quirúrgicos del período pre-listeriano son los Bell,
Cooper, Colles, Brodie, Listón, Syme y Fergusson, en la Gran Bretaña;
Larrey, Dupuytren, Lisfranc, Delpech, Velpeau, Malgaigne y Nélaton, en
Francia; Langenbeck el Viejo, Dieffenbach, Graefe el Viejo y Strome-
yer, en Alemania; Pirogoff, en Rusia; Physick, Post, Mott, los Warrens y
McDowel, en América.
Los hermanos John y Charles Bell son las principales figuras de su
época entre los cirujanos de Londres y Edimburgo; pero la fama de sir
Charles Bell es mayor aún que por la Cirugía por sus descubrimientos de
Anatomía, Fisiología y Patología. John Bell (1763-1820), de Edimburgo,
pertenece en gran parte al primer período; pero sus grandes trabajos acer-
ca de la anatomía quirúrgica han ejercido un poderoso influjo en los hom-
bres de la época posterior, y ha sido, con Dessault y John Hunter, uno
de los fundadores de la cirugía moderna del sistema vascular. El mismo
ha ligado, con éxito, la carótida primitiva y la rama posterior de la ilíaca
interna, y ha sido el primero en atar la arteria glútea (i). Como su herma-
no Charles, John Bell era un artista de talento, uno de los grandes médi-
cos que han sabido ilustrar sus propias obras. Su Anatomy of the Human
#0^(1703-1803) fué una importante obra en su tiempo, reimpresa más
tyrde con dibujos originales de sir Charles Bell (i8t i), y sus Engravings,
ilustrando las diferentes partes y órganos del cuerpo, los dibujos y casi
todas las aguafuertes y grabados, constituyendo su obra propia, son una
de las piedras miliar- en la historia déla ilustración anatómica. Fl tercer
tom0 dedicado al cerebro, a los nervios, a los órganos de los sentidos y
a (a ras (1804), es Casi por completo obra de sir Charles. La contri-
bución quirúrgica más meritoria de John Bell está representada por sus
Discourses on the Nature andCure 0) Wound* (1795)» el segundo de los
(,) Véanse bus Principia of Surgery, 1801; vol. I, páginas .121-426.
EL SIGLO XIX 91
cuales constituye un estudio histórico muy importante de la cirugía de las
arterias, y su obra monumental es Principles of Surgery (1801-7), embe-
llecida con hermosos grabados originales, constituyendo un estudio, único
en su género, histórico y clínico de todo lo relativo a la ligadura de los
grandes vasos, fracturas, trepanación, tumores y litotomía,de la que da una
detenida historia que ocupa 248 páginas. Los escritos de John Bell se ca-
racterizan por su gran sinceridad y profundidad de juicio. Ha tomado su
profesión con una gran seriedad ética, que, dado su temperamento, fre-
Sir Astley Paston Cooper, Bart (i 768-1841)
cuentemente daba lugar a acaloradas y amargas discusiones. Se burlaba
de las confusiones de Benjamín Bell y de Monro secundas; lo que no au-
mentaba su popularidad. Fué echado de la práctica en la Royal Infirmary
por las maquinaciones de James Gregory, que le atacó en un voluminoso
libro escrito con el seudónimo, actualmente olvidado, de «Jonathan Daw-
plucker». Hacia el fin de su vida, quebrantada su salud a consecuencia de
la caída de un caballo, John Bell marchó a morir a Italia, dejando un per-
petuo recuerdo de su viaje en su obra postuma, Observations on Italy
(1825), uno de los mejores libros de viaje que han escrito los médicos. La
obra es notable además por sus hermosos y originales dibujos, alguno de
los cuales da una impresión de los detalles de la arquitectura italiana pa-
recida a la que producen los de Piranesi.
92 HISTORIA DE LA MEDICINA
Sir Astley Paston Cooper (1768-1841), de Norfolk, discípulo de John
Hunter, ha sido el cirujano más popular de Londres durante el primer
cuarto del siglo xix. Hijo de un pastor protestante, ha sido algo parecido
a Hunter en sus travesuras juveniles, y llegó a ser demostrador de Ana-
tomía en el Hospital de St. Thomas a la edad de veintiún años (1788) y
cirujano en el Guy's Hospital en iSoo.'Ha sido uno de los artistas de la
cirugía del aparato vascular, de la experimental y de la del oído. En 1808
ha ligado, con éxito, la carótida primitiva y la arteria ilíaca externa, por
aneurismas, haciendo en 182 1 (i) y 1826 (2), respectivamente, las disec-
ciones post-mortem délos casos, y en 1817 llegó a su celebrada hazaña
de la ligadura de la aorta abdominal (3). Valentine ha dejado un intere-
sante estudio de su intento de ligar la subclavia en 1809 (4). Bell ha hecho
igualmente ligaduras experimentales de arterias y de nervios en los pe-
rros (5). En 1824 ha efectuado la amputación en la articulación de la ca-
dera. Su Memoria a la Royal Society sobre la perforación de la membra-
na del tímpano para la sordera, dependiente de la obstrucción de la trom-
pa de Eustaquio, en 20 casos (1801) [6], le hizo ganar la Copley Medalla
en 1802, y una pequeña operación llevada a cabo en Jorge IV, en 1820,
le dio el título de barón. La vida profesional de Cooper era, por tanto,
una serie de éxitos, que puede ser apreciada por el número extraordinario
de grabados que se han hecho de su retrato. «Ningún cirujano antes de
él — dice Bettany — ha estado tan largo tiempo ante los ojos del público.»
Aunque su primitiva posición era muy modesta, la fortuna de su mujer le
hizo mucho más fácil la vida. Sin embargo de esto, muy pocos médicos
habrán trabajado tanto y tan duramente como él. Lía disecado casi todos
los días de su vida, incluso cuando viajaba, pagando espléndidamente los
cadáveres que necesitaba. De este modo, su experiencia era tal, que una
vez, estando delante de la Casa de los Comunes, decía: «No hay nadie,
entre todo el gentío de esta plaza, a quien no pudiese disecar, si quisiera
hacerlo. , El curso diario de su vida era: levantarse a las seis; disecar hasta
las ocho; desayunarse con dos panecillos y té; ver enfermos pobres hasta
las nueve; atender a su consulta privada hasta la una; después, cuando le
( orrespondía, pasaba la visita, como médico de guardia, en el Guy's Hos-
pital; a las dos, daba lección de Anatomía en él Hospital de St. Thomas;
después volvía a la sala de disección con los estudiantes y visitaba u ope-
(1) R ■■/ ■., I ondres, 1836; I, páginas 53-58, 1 lámina.
Ihidrm, páginas 43-52, 2 láminas.
(3) En loa Surgical Essays, de Cooper y [Yavers, I ondres, t8i8; pt. i.a, pági-
; • 1 - 1 3 o . a lámin
I New-York Kill, páginas 331-334.
• ,-., Londres, 1836; I, páginas 457 N
//,//. //■ , Londres, [801; página! 1 lámina.
EL SIGLO XIX
93
raba a los enfermos de la práctica privada hasta las siete; volvía entonces
a comer; dormía unos cuarenta minutos, y volvía de nuevo a levantarse
para una posible lección clínica o para otro turno de visitas hasta la me-
dia noche. Dictó todo lo que escribió durante su carrera. Leía poco, pero
se arreglaba para absorber lo mejor de los conocimientos de su tiempo, y
sus libros sobre la hernia (i 804-7), traumatismos de las articulaciones
(1822), enfermedades de los testículos (1 830) y anatomía de la glándula
timo (1832) serán siempre famosos, así como también el ligamento y la
hernia de Cooper y otros epónimos. Cooper ha sido uno de los primeros
maestros de Cirugía que han sabido reemplazar las viejas predicaciones
teórico-didácticas del pasado por las demostraciones prácticas acerca de
los casos clínicos, y uno de sus mayores méritos es el largo número de
hábiles e inteligentes jóvenes cirujanos que ha formado por medio de su
enseñanza. Personalmente no era nada pedante ni filisteo, sino de «aspec-
to cortés, alto y delgado» — la figura alta, elegante y atractiva del retrato
de sir Thomas Lawrence — , con su semblante simpático, voz clara y son-
risa expresiva, y, a pesar de su temperamento impetuoso y dominante,
era idolatrado por los estudiantes, que seguían sus lecciones clínicas en
muchedumbres entusiastas. Como operador era sencillo, elegante, rápido,
pero no apresurado; perfecto y artista; «todo tranquilidad, todo bondad
para los enfermos, y procurando al propio tiempo que nadie se escapase
a la observación de sus discípulos». Atribuía sus éxitos profesionales a su
uniforme e inagotable cortesía — igual para los pobres que para los ricos —
tanto como a su habilidad y a su interés; «pero, por eso, yo no puedo
creer que haya hecho nada de más». Pocos hombres han realizado tan
completamente la honrada divisa del poeta: «Recibimos todo lo que da-
mos», en la posesión de una disposición alegre, varonil y generosa.
Charles Aston Key (1793-1849), de Southwart, uno de los ayudantes
de Cooper en Guy's Hospital, ligó, con éxito, la arteria ilíaca externa, para
el tratamiento del aneurisma de la femoral, en 1 82 2 (i), y la subclavia,
para el aneurisma axilar, en 1 823 (2). También ha ligado la carótida en
1830, y ha ideado algunos procedimientos, como el uso del catéter recto
en la litotomía (1824) y el principio de dividir la estrechez por fuera del
saco en la hernia estrangulada (1833). Como Cooper, era un rápido y lim-
pio operador y un popular maestro, elegante en su traje, pero, a diferen-
cia de su jefe, afable, superdictatorial y auto-importante en sus maneras.
Benjamín Travers (1783-1858), de Londres, otro de los discípulos de
Cooper, colaboró con él en los valiosos Surgical Essays (1818-19), en los
(1) .Key: Guy's Hosp. Rep., Londres, 1836; I, páginas 68-70.
(2) Med. Chir. Tr., Londres, 1823-27; XIII, páginas 1-11.
'4
HISTORIA DE LA MEDICINA
que escribió un notable trabajo acerca de las heridas de las venas. En 1809
ligó, con éxito, la arteria carótida primitiva en un caso de aneurisma por
anastomosis en la órbita (i). Ha sido uno de los partidarios de las ideas
de Broussais de considerar la irritación constitucional como una causa de
enfermedad, especialmente en el sistema nervioso (1 824-34). Su especia-
lidad era la Oftalmología, en cuyo campo ha introducido el uso del mer-
curio en las iritis no específicas, y ha escrito el mejor tratado sistemático
de su tiempo sobre enfermedades de los ojos (1820).
Abraham Collks (1773-1843),
de Dublin, profesor de Cirugía en
aquella ciudad por espacio de
treinta y dos años (i 804- 1 836),
era el más sabio cirujano irlan-
dés de su época. Ha ligado la
arteria subclavia dos veces (1811
al 1 5) [2], y ha sido el primero en
Europa que la ha ligado entre
los escalenos (1816). Se dice que
también ha sido el primero en
ligar, con éxito, la innominada (3).
Ha escrito tratados de Anatomía
quirúrgica (l8l i) y de Cirugía
(1844-45); Pero sus obras qui-
rúrgicas más importantes son su
descripción original de la fractu-
ra del extremo inferior del radio
(fractura de Colles) [4J y sus
/ radical Observations on I he \ enereat Disease (1 837), en las que ha es-
tablecido la «ley de Colles» relativa a la supuesta inmunidad que adquie-
re una madre sana al dar a luz un hijo sifilítico.
Robert Listón (1794-1847), de Escocia, era un graduado de Edimbur-
go, que llegó a ser profesor de Clínica quirúrgica en la University College
de Londresen 1 834. Como los Bell y Astley Cooper, era un distinguido
anatómico, que se consagró a la disección toda su vida, y esto le sirvió
para hacerse uno de los más hábiles y brillantes operadores de su tiempo,
sobresaliendo en los rasos de urgencia, en los que era llamado por la ra-
Bcnjaniin 1 r.r.
[fed. ( 'Air, //.. Londres, 1 8 1 7 ; II, páginas 1-16.
(2) Colles: Edinb. Med. and Surg. Journ., [815; XI, páginas 1 - 1 5 .
(3) Yo no he podido comprobar la exactitud <l<- esta cita, que he encontrado
cd todas las biografías de Colles.
\ Edinb. Med. and Surg. Journ., 1814; X, pá^in.is [82-186.
E L S I G LO XIX 95
pidez de sus decisiones y por la originalidad de sus procedimientos. Ha
ideado muchas novedades, como su popular método de amputación por
colgajos, su calzado para el pie zambo y sus métodos para reducir luxa-
ciones y para partir y triturar los cálculos. Era especialmente afortunado
en las operaciones plásticas. En 1 836 ha excindido, con éxito, el maxilar
superior, y en 1837 (i) ha descrito su método de Laringoscopia, en cuya
especialidad ha sido uno de los más antiguos. Sus obras más importantes
son sus Elements of Surgery (1831) y su Practical Surgery (1837), que nan
Robert Listón (1794-1847)
tenido varias ediciones y que contienen cosas de valor permanente, inclu-
so en la actualidad. Listón era frecuentemente áspero, rudo y disputador
en sus relaciones con el público; pero era siempre bondadoso y caritativo
con los pobres, y suave y agradable con los enfermos. Poseía unas fuerzas
tan hercúleas, que era capaz de amputar el muslo, con el auxilio de un ayu-
dante, al paso que comprimía la arteria con la mano izquierda y daba to-
dos los cortes de bisturí y de sierra con la derecha.
James Syme (i 799- 1 870), de Edimburgo, era primo de Listón, con el
que estudió la Anatomía en 1 822. Habiendo disputado con su compañe-
ro, no pudo pertenecer a la Royal Infirmary hasta 1 833; pero cuando Lis-
(l I\n su Practical Surgery, Londres, 1837; pág. 350.
05
HISTORIA DE LA MEDICINA
ton se trasladó a Londres, en 1S34, le sucedió en su amplia clientela. Los
enemigos se reconciliaron pronto, y después de la muerte de Listón, en
1847, Symele sucedió en Londres; pero no conformándose con su posi-
ción, volvió de nuevo a Edimburgo. La contribución más importante de
Syme a la Cirugía es su obra de amputaciones y de excisiones. En su Ex-
cision of Diseased Joints (1831) ha sido el primero en demostrar que la
excisión es generalmente preferible a la amputación, y la adopción de este
James Syme;(i799-i87o)
nuevo punto de vista es a él a quien se debe, aunque posteriormente haya
sido más extensamente desarrollado por Fergusson. Ha hecho tres suce.
siyas excisiones, con éxito, de la articulación del codo en 1828-29 (i).
En 8 de septiembre de [842 (2) ha realizado su primer caso afortunado
de amputación en la articulación astragalina (amputación de Syme), de la
que describe ocho casos en las < bntributions to the Patology ana Practice
of Surgery I I 8 \7 ). En [864 publicó su trabajo sobre Excision of the Sca-
pula, y en el mismo año excindió, con éxito, una gran parte de la lengua.
Trataba los aneurismas ligándolos por encima y por debajo y excindiendo
y me: Edinb. Med. and, Surg. Journ.t 1829; XXXI, páginas 256-266.
(2) Lond. and Edinb. Month. Journ. Med. Se, 1843; KI, páginas 93-96.
EL SIGLO X 1 X
97
el tumor, habiendo aplicado este método en aneurismas de carótida y de
la ilíaca en 1857, Y en 1862 trató, con éxito, un aneurisma de la ilíaca por
ligadura de las ilíacas primitiva, interna y externa (i). Syme era un hom-
bre genial, afortunado, de carácter igual, que «nunca ha malgastado una
palabra, ni una gota de tinta, ni una gota de sangre», y, además, un espí-
ritu amplio y liberal, que acogía bien todas las fundadas innovaciones qui-
rúrgicas. Ha sido, quizá, con Pirogoff, el primer cirujano europeo que
Sir William Fergusson (1808-77)
adoptó el éter para la anestesia (1847), y en 1 868 fué el primero en aco-
ger el método antiséptico del mejor y más célebre de sus discípulos: de
su yerno lord Lister.
Sir William Fergusson (1808-77), de Prestonpans (Escocia), ha sido el
fundador de la cirugía conservadora, es decir, de la conservación de aque-
llas partes del cuerpo que eran innecesariamente sacrificadas por los ciru-
janos anteriores. Antes de la época de Fergusson, los huesos desnudados
y las articulaciones enfermas o doloridas (aun en las neurosis) eran consi-
derados como motivos suficientes para una amputación. Pensaba que era
(1) Proc. Roy. Med. and Chir. Soc, Londres, 1862; IV, páginas 114-116.
Historia de j,a Medicina. — Tomo II
98
HISTORIA DE LA MEDICINA
«una gran cosa poder salvar por la prudencia aunque no fuese más que la
extremidad del pulgar». Fergusson era discípulo y prosector de Robert
Knox, y pronto llegó a ser cirujano del Real Dispensario de Edimburgo
(183 1 ) y de la Enfermería Real (1839); pero la clientela extraordinaria de
Syme le obligó a marchar a Londres, donde, después de lentos progresos,
llegó por fin a alcanzar la cúspide. Ha sido uno de los primeros, en Esco-
cia, en ligar la arteria subclavia,
y sus progresos en la substitu-
ción de las amputaciones por las
resecciones han sido muy rápi-
dos. Ha resecado la cabeza del
fémur por una enfermedad incu-
rable de la cadera (1845); la escá-
pula, en lugar de la amputación
torácico-interescapular (1847.), y
la articulación de la rodilla (i 850).
Entre 1828 y 1 864 ha operado
400 casos de labio leporino, con
sólo tres fracasos, y 1 34 casos de
perforación del paladar, con 129
éxitos. En la litotomía procedía
con tal habilidad y sorprendente
rapidez, que alguien aconsejaba
a un prudente visitador de la clí-
nica «estar en acecho, ] urque si
usted llega a pestañear ce queda
sin ver nada de la opci ación»
Además, preparaba ci idadosa-
mente hasta el más pequeño de-
talle antes de la operación, teniendo que proceder muy silenciosamen-
te todo el que viniera de fuera, incluso con el vendaje. Ha escrito un
System of Practical Surgery (1 842), y sus Progress of Anatomy and
Surgery During the Present ( entury 1 1867) son una obra histórica de per-
manente valor. Era un profesor indiferente, y se decía que tenía malas ma-
neras en la clínica, pero fascinaba a los enfermos y era adorado por los
niños. lira extraordinariamente hábil, un buen violinista e inventor de mu-
chos apáralos quirúrgicos, tan experto en carpintería y en obras de metal,
que podía nacerse los instrumentos en caso necesario; era entusiasta de la
pesca con mosca \ en danzar los bailes escoceses. Se ha hecho notable
por su .gran generosidad y hospitalidad para los escritores, autores dra-
máticos y estudiantes de Medicina necesitados.
Sir Benjamín Collins Hrodié (1783-18621
EL SIGLO XIX 99
Sir Benjamín Collins Brodie (1783-1862) era hijo de un pastor protes
tante de Wiltshire, que descendía de jacobitas desterrados en Inglaterra.
Era discípulo de sir Everard Home, profesor en la Great Windmill Street
(1805-12), y fué posteriormente cirujano-ayudante y después cirujano en
el Hospital de San Jorge (1808-40). Influido profundamente por las ideas
de Bichat, se consagró en un principio a la experimentación fisiológica,
publicando cuatro trabajos, importantes en su época, sobre la influencia
del cerebro en la actividad del corazón (1810) [i], los efectos de algunos
venenos vegetales (i 81 1) [2], la influencia del sistema nervioso en la pro-
ducción del calor auimal (1812) [3] y sobre la influencia del neumogástri-
co en las secreciones del estómago (1814) [4]. En estas investigaciones,
las dos primeras de las cuales le hicieron ganar la Copley Medalla (1811),
usó como veneno la woorara, que acababa de ser traída de la Guyana. En
1 8 19 publicó su clásico tratado On the Pathology and Surgery of Diseases
of the Joints, la más importante de sus obras, describiendo claramente las
diferentes afecciones articulares y diferenciando las lesiones locales de las
formas nerviosas e histéricas. Era un defensor de la cirugía subcutánea,
verificando su primera operación, en un caso de varices venenosas, en
18 14, y realizando múltiples perfeccionamientos en los instrumentos qui-
rúrgicos y en la técnica operatoria. Estuvo, reconocidamente, a la cabeza
de la profesión médica en Londres por espacio de treinta años, llegando
a ascender con frecuencia sus ganancias anuales a más de IO.OOO libras, y
en muchos casos a bastante más. No consideraba la intervención operato-
ria como lo principal de la Cirugía, y solía decir que «su vocación era más
bien curar miembros que quitarlos». Brodie ha estado toda su vida ayu-
dado por la influencia de sus amigos y de sus parientes; pero ha sabido
desempeñar los puestos elevados, tales como la presidencia del Real Co-
legio de Cirujanos, con dignidad y gracia y con aquel género de hábil tac-
to y modestia que trata de estimular y desarrollar las ideas ajenas. Parece
no haber sido «servil con ninguno, deferencial con nadie», manteniéndose
en una posición de amistad y confidencia igualmente con los pobres del
hospital y con sus amigos íntimos de Holland House o Windsor Castle.
«He oído que está usted enfermo — escribía una vez a uno de los más des-
conocidos estudiantes — ; nadie puede encargarse mejor de cuidar a usted
que yo; venga usted a mi casa de campo conmigo hasta que esté usted
bueno»; haciendo que el estudiante permaneciera con él dos meses.
(1) Brodie: Phil. 7r., 181 1; páginas 36-48.
(2) Ibidem: 181 2; páginas 373-393-
(3) Ibidem: 181 1, páginas 178-208; 1812, páginas 205-227
(4) Ibidem: 181 4, páginas 102-106.
loó
HISTORIA DE LA MEDICINA
Ahora podemos ocuparnos de otros dos cirujanos del grupo escocés:
Lizars y Wardrop.
John Lizars (1783-1860), de Edimburgo, discípulo de John Bell, tue
primeramente cirujano naval y después profesor de Cirugía en el Colegio
de Cirujanos de su ciudad natal, en l83I- Ha sido uno de los primeros en
llevar a cabo la reserción del maxilar inferior; pero se le recuerda mas
James Wardrop (1782-1869)
como compañero de McDowell (su condiscípulo) en la ovariotomía (1825)
y por su System of Anatomical ¡Hates (1825), una magnífica serie de lio
láminas, en color, de a folio, hechas ante sus propias disecciones.
James Wardrop (1782-1869), de Escocia, graduado en Edimburgo,
que Be estableció en Londres en 1809, y a quien se recuerda actualmente
por sus En Joyos de anatomía patológica del ojo humano (1808), una obra de
real importancia en su .'-poca, y por su método de tratar los aneurismas
por medio de la ligadura en el lado distal del tumor; método que había
Bido sugerido va por Brasdor en el siglo xvni. Wardrop ha realizado esta
operación dos veces, con éxito, en la carótida (1809) [i], y una vez en la
subclavia, en un cas., de aneurisma de la innominada (1827) [2]. Un as-
,, xted. Chir. Tr., Londr* , 1825; XIII, páginas 217-236.
(\\ lancet, Londres, [827; XII páginas 47c 601 y 798; «827-28, 1, pág. 408.
EL SIGLO XIX ioi
pecto curioso de Wardrop es que, defendiéndose en el camino de sus pro-
pios éxitos, se indispuso con sus compañeros por sus acres e injuriosos
artículos en The Lancet, en 1826-27, y por sus famosas Intercepted Let-
ters, de 1834, en las que incurría en los insultos más personales, emplean-
do los principales nombres de la profesión en Londres como nombres de
troncos de caballos.
Otros eminentes cirujanos ingleses del período pre-antiséptico son: William
Hey (1 736- 1 8 19), de Leeds, que fué el primero en describir la hernia infantil (1764),
la luxación interna de la articulación de la rodilla (1 782-1803) y el fungus nemato-
des, e inventó una cómoda sierra para operar las fracturas del cráneo (1803), y cu-
yas Practical Observations on Surgery (1803) han alcanzado tres ediciones; Edward
Alanson (1 747-1823), de Newton (Lancashire), discípulo de John Hunter, que fué e-
primer cirujano científico de Liverpool durante este período, publicando un meril
torio tratado de amputaciones (1779) y desplegando un admirable conocimiento
profundo en sus consejos a propósito de la limpieza absoluta y de lo apropiada que
debe hacerse en los hospitales; Allan Burns (1781-1813), de Glasgow, que escribió
un importante libro de anatomía quirúrgica de la cabeza y del cuello (181 1), y fué
el primero en describir el proceso falciforme de la fascia lata en relación con la
hernia crural; Samuel Cooper, cuyo Diccionario quirúrgico (1809) es la primera
obra completa de la materia que se ha publicado, llegando a hacerse de ella ocho
ediciones; Joseph Constantine Carpue (1764- 1848), que fué un cultivador de la elec-
troterapia (1803) [1], que resucitó el método indio de rinoplastia (1816) y escribió
una buena History of the High Operation for Stone (1819); John Flint South (1797 a
1882), el historiador de la antigua cirugía inglesa, que tradujo a Chelius, y cuya
obra postuma, History of t lie Cralt of Surgery in England, ha sido editada y publi-
cada por D'Arcy Power en 1886; O'Bryen Bellingham (1805-57), cuya obra acerca
del tratamiento de los aneurismas por la compresión (1847) ha preservado su nom-
bre y su fama en relación con el procedimiento; Thomas Pridgin Teale (1801-68),
de Leeds, célebre por su método sobre el tratamiento de la hernia abdominal
(1846), su procedimiento de amputación por un colgajo largo y otro corto (1858) y
por su intento de aplicar la doctrina de Broussais de la irritación al sistema ner-
vioso (1829); sir William Lawrence (1783-1867) y sir William Bowman (1816-92), que
han hecho mucho en el adelanto de la oftalmología quirúrgica; sir William Wilde
(1815-76), de Castlerea (Irlanda), uno de los artistas de la cirugía del oído (1843-53)
y del cerebro (incisión de Wilde) y descubridor también de las ciudades lacustres
prehistóricas en los crannogs irlandeses (1839) antes que Keller; William Henry
Porter (1 790-1 861), que ha escrito una obra de patología quirúrgica de la laringe y
de la tráquea (1826), y John Hilton (1804-78), del Guy's Hospital, cuyo Rest and
Pain (1863) es una obra permanentemente clásica en Cirugía. Robert Chcssher (1750
a 183 1), un estimable cirujano de Hunckley (Leicestershire), que alcanzó una gran
reputación por su plano doblemente inclinado para el tratamiento de los miem-
bros fracturados y por sus aparatos para la debilidad de la columna vertebral y
para el masaje de las contracturas. Se le menciona en el Middlemarch, de George
Eliot (Mr. Chessher and his irons). Joseph Fox, en su Natural History of the Human
Teeth (1803), da las primeras instrucciones fundadas para corregirlas irregularida-
des dentarias, habiéndose seguido por espacio de cerca de medio s'glo (Wein-
berger).
Entre las operaciones aisladas y los procedimientos operatorios lleva-
dos a cabo por los cirujanos ingleses de esta época podemos hacer men-
ción de la amputación torácica interescapular (excision del brazo, de la
escápula y de la clavícula), que fué llevada a cabo por primera vez por
(1) J. C. Carpue: An introduction to Electricity and Galvanism, Londres, 1803.
io2 HISTORIA DE LA MEDICINA
Ralph Cuming, de la Armada Real, en 1808 (i); la excisión, por Anthony
White, de la cabeza del fémur por enfermedad de la cadera (1822) [2]; los
primeros casos ingleses de gastronomía (1858-59) [3], por John Cooper
Forster (1824-96), del Guy's Hospital; el método de colgajos rectangula-
res, corto y largo, por Pridgin Teale (1858); la amputación por colgajo
único, de Richard Carden (1864) [4], y cuatro sucesivos casos afortunados
de ligadura de la arteria ilíaca externa, por William Goodlad (l8ll) [5],
William Stevens (l8i2)[6]John Smith Soden(i8ló) [7]y T.Cole(l8l7)[8].
En el caso de Stevens el enfermo vivió diez años, siendo disecada la parte
afecta ocho años más tarde (1830) [9] por sir Richard Owen. La primera
ligadura con éxito de la arteria carótida primitiva parece haber sido reali-
zada por David Fleming, cirujano de la H. M. S. Tonnant, en octubre
de 1803 (IO).
El más distinguido cirujano militar inglés de este período ha sido
George James Guthrie (1785-1856), de Londres, que ha servido en Amé-
rica y en las guerras napoleónicas. En Waterloo, Guthrie ha realizado con
éxito la amputación de la articulación de la cadera (11) y la ligadura de la
arteria peroneal (1815) [l2]- Su obra más importante es el Tratado de las he-
ridas por arma de fuego de las extremidades que exigen amputación (18 1 5),
que hizo época y que alcanzó seis ediciones. Guthrie era también un hábil
cirujano oftalmólogo, y dejó dos importantes trabajos sobre la pupila arti-
ficial (1823) y sobre la cirugía del ojo (1812). Era el padrastro de Marga-
ret Gordon, la de las Reminiscencias, de Carlyle (13).
Dominique-Jean Larrey (1766-1842), el más grande cirujano militar
francés de su época; también sirvió en las campañas de Napoleón. Este
dejó en su testamento IOO.OOO francos para «Larrey, el hombre más vir-
tuoso que he conocido». Larrey ha sido uno de los primeros en realizar
la amputación de la cadera (1803) [14], efectuándola dos veces con éxito.
Fué cirujano en jefe de la Grande Armée, habiendo tomado parte en
(1) Cuming: Lond. Med. Gaz., 1829-30; V, pág. 273.
(2) White: Lancet, Londres, 1849; I, pág. 324.
(31 Forster: Guy's Hospital Rep., Londres, 1858; 3 8., IV, pág. 13; 1859, V, pág. 1.
(4) Carden: Brit. Med. Journ., 1864; I, páginas 416-421.
(5) Goodlad: Edinb. Med. andSurg. journ„ 181 2; VIII, páginas 32-39.]
(6) Stevens: Med- Chir. 7r., Londres, 1814; V, páginas 422-434.
(7) Soden: Ibidem, 1 8 1 6; VII, páginas 536-540.
(8) Cole: London Mat. Repository, 1820; XIII, páginas 369-375.'
(9) Own: Med.-CIiir. Tr., Londres, 1830; XVI, páginas 219-325.
[lO Fleming: Wed.-Chir. Journ, and Rev., Londres, 1817; III, páginas 1- ,.
(11) Kn sw Treatise on Gunshot Wounds, 2.a ed., Londres, 1820; páginas 332-340.
Guthirie: Med -Chir. 'Ir., Londres, 1 8 1 6; VII, páginas 330-337.
Para un ínter* I idio de este asunto, véase Carlyle' s hirst Love, de
R. C. Archibald, Londres, 1910; páginas 53-61.
(14 Larrey: M¿m. de Chir. mi/.. París. 1812; II, páginas 180-195.
EL SIGLO XIX
103
60 batallas y 400 combates. Fué herido tres veces y realizó más de
200 amputaciones en veinticuatro horas en Borodino; fué el inventor de
las ponderadas «ambulancias volantes», y durante algún tiempo, profesor
en la Escuela de Medicina Militar de Val-de-Gráce, que había sido funda-
da en 1796. Fué el inventor de los «primeros auxilios a los heridos», en
el ultramoderno sentido de la frase, prestando los auxilios, con sus cente-
Dominique-Jean Larrey (1766-1842)
nares de ambulancias, directamente cuando se empeñaba la batalla, y no
después de la misma. Como Ambrosio Paré, era adorado por sus cama-
radas del ejército por la bondad de su carácter, por su valor y por sus sen-
timientos humanitarios. Lo más interesante de su labor científica se en-
cuentra en los cuatro tomos de sus Memorias de cirugía militar (i 8 1 2-17).
En una Memoria publicada en El Cairo en 1802 ha sido el primero en se-
ñalar la naturaleza contagiosa de la oftalmía egipcíaca o conjuntivitis gra-
nulosa.
El más hábil e ilustrado de los cirujanos franceses de este período era
Guillaume Dupuytren (1777-1835), que era a la vez un rápido diagnosti-
cado^ un operador de una seguridad sin igual, un admirable profesor de
clínica y buen fisiólogo y patólogo experimental. F^upuytren salió de la
pobreza y supo triunfar en su camino; sin embargo, sus hazañas han sido
alguna vez poco tomadas en cuenta, a causa de los defectos de su carácter.
104
HISTORIA DE LA MEDICINA
En 1808 ingresó en el servicio médico del Hotel Dieu, y el 8 de septiem-
bre de 1 8 14 era nombrado cirujano en jefe del mismo. Aquí, sus leccio-
nes y su extensa práctica le convirtieron pronto en el más importante ci-
rujano francés, muriendo millonario y siendo barón del Imperio. Sus clí-
nicas se veían llenas de muchedumbres estudiantiles procedentes de todas
partes, y supo dejar numerosos y brillantes discípulos. Tenía una práctica
Guillaume Dupuytren (1777-1835)
inmensa: unos IO.OOO enfermos particulares al año, aparte de los del hos-
pital, lía sido de los primeros en realizar la resección del maxilar inferior
(18 1 2) [ij y en tratar el aneurisma, con éxito, por compresión (l8l8) [2];
también el primero en tratar el torticolis por la resección subcutánea del
músculo esterno-mastoideo (1822) [3], y ha realizado múltiples proezas
eh la cirugía vascular, talos como la afortunada ligadura de la arteria ilíaca
externa (1815) [4] y dos ligaduras de la subclavia (1819-29) [5]. Ha reem-
(1) Dupuytren; Logons orales, París, [839; II, páginas 421-453.
(2 Bull. l'ac. d. Mid.de Paris, [818; VI, pág. 242.
Descrito en las Legons orales^ de Dupuytren, [839; III, páginas 455-461, y
en el Short Treatise on ■ I ondres, 1823; páginas 01-64. La opera-
dÓE li.i sido repetida por Bouvier (1836) y porj. Guerin (1837).
(4) Report, fén. d \>iat.ct de Physiol. path., París, [826; II, páginas 230-250.
Edinb. 1/..7. andSúí , 1819; XV, pág. 476, y Arch. gen. de Méd.,YA~
.x. páginas 566-573.
EL SIGLO XIX ios
plazado la amputación por la ligadura en los casos de fracturas complica-
das con aneurisma (l8l 5) y ha ideado un método original de tratamiento
del ano artificial por medio de un enterotomo compresor inventado por
él (1828) [i]; pero el título más meritorio de su moderna fama es la labor
que ha realizado en el campo de la patología quirúrgica. Sus originales
descripciones de la fractura de la extremidad inferior del peroné (fractura
de Dupuytren, 1819) [2] de la luxación congenita de la cadera (1826) [3]
y de la retracción de los dedos por afección de la aponeurosis palmar,
para combatir la cual ha ideado una operación (1832) [4], son sus mayo-
res méritos. Ha descrito además las fracturas en los niños (l8ll), la vagi-
nitis en las niñas (1827), los aneurismas varicosos (1829) y la subluxación
de la muñeca por el radio curvo, conocida más tarde con el nombre de
deformidad de Madelung. Sus Memorias relativas a los traumatismos y en-
fermedades de los huesos y a otros aspectos de la patología quirúrgica
han sido traducidas y reimpresas por la Sydenham Society en 1847
y 1854. Ha dejado también un tratado de las heridas en la guerra (1834),
y sus Le gons orales (1839) han sido repetidas veces traducidas. En 1803
ha fundado la Sociedad Anatómica de París y ha dotado el bien conocido
Museo Dupuytren, fundado por el español Orfila. Dupuytren era el tipo
del hombre que, abrumado por la pobreza en la juventud, y tal vez tam-
bién por algún desengaño amoroso juvenil, se hace ambicioso y despóti-
co al triunfar. Tenía sangre fría en grado extraordinario, y dominio de sí
mismo, incluso en aquellos casos en que el enfermo sucumbía en la mesa
de operaciones. Su personalidad era olímpica. En París era considerado
como el «amigo de nadie», a causa de que no toleraba rivales y perseguía
e intrigaba contra aquellos que, como Dumeril o Velpeau, aspiraban a ser
notables, persiguiéndoles, incluso con odio vengativo. Era frío, desdeño-
so, poco escrupuloso, dominante y más bien respetado que querido. Percy
le ha calificado del primero de los cirujanos y el último de los hombres.
Lisfranc le designaba con el título de «el bandido del Hótel-Dieu». Sin
embargo, su fama era tan grande, que cuando visitó Italia fué tratado a lo
príncipe.
Alexis Boyer (1 757-1833), un discípulo de Desault y cirujano en la Charité has-
ta después de la Revolución, ha escrito un tratado de enfermedades de los hue-
sos (1803); pero es mejor conocido por su método de enfermedades quirúrgicas
(1814-26), voluminosa recopilación de 1 1 volúmenes, definida por Malgaigne como
«un sumario de las obras y de las opiniones de la Academia francesa de Cirugía».
(1) Mem. Acad, de Mrd., París, 1828; I, páginas 259-316, 3 láminas.
(2) Ann. med.-ckir. d. hop. de Paris, 1819; I, páginas 1-212.
(3) Repert. gen. d'Anat. et de Physiol, path., París, 1826; II, páginas 82-93.
(4) J.óurn. univ. et hcbd. de Méd. et de Chir. prat., París, 1832; 2 s., V, pá-
ginas 348-365.
loo HISTORIA HE 1 A MEDICINA
Boyer. como Hipócrates y Pelpech, ha notado que la caries de la columna verte-
bral es producida por U vice se [i).
Jacques Lisfranc i ,"00-1847), cirujano de La Pitié, ha inventado va-
nas q ties, en particular su amputación parcial del pie en la articu-
lación tarso-metatarsiana (amputación de Lisfranc, i S 1 5) [2], sus métodos
de desarticulación del hombro (1815)1 de excisión del recto, de litotomía
en la mujer y de amputación del cuello del útero. Era poco admirado por
sus asperezas con sus colegas.
Philibert-Joseph Roux (1780-1854), discípulo y amigo de Bichat, fué
cirujano en la Chanté en 18 10 y sucedió a Dupuytren en el Hotel Dieu
en 1855. Ha sido el primer profesor francés que ha dado un curso defi-
nitivo de lecciom ¡s así como un artista de la cirugía plástica, reali-
zando su primera estafílorrafia en 1810 (describiéndola con todo detalle
en su Memoria de [825) [3] y la primera sutura por desgarro del periné
femenino en 1 85 2 (4V
Jacques-Mathieu Dblpbch (1777-1832), de Tolosa, graduado en Mont-
pellier en 1801 y profesor de Cirugía de esta Universidad en 1812. Ha
el defensor en Francia de la cirugía ortopédica, siendo su principal
obra v:s . El O de mayo de 1816 (5) realizó por pri-
mera ve/ la resección subcutánea del tendón de Aquiles como tratamiento
pie ¿ambo, con el fin de evitar la llegada del aire v obtener la cicatri-
>n por primera intención. Esta operación, hecha hasta entonces por
el método abierto, fué repetida dos veces más por Stromeyer en [821-22.
Delpech -ha sido también uno de los primeros, después de Hipócrates, en
afimar que el mal de Pott (caries espinal) es de naturaleza tuberculosa
t6) [ó]. Fundó un vasto Instituto Ortopédico en Montpellier. y una
mañana, al dirigirse, como de costumbre, a él en carruaje, fué asesinado
sí como su cochero, por un vengativo enfermo, que creía que una
operación que le había sido hecha para el varicocele le había dejado inca-
paz para el matrimonio.
Alfred-Armand-Louis-Marie Velpbaü, un discípulo de Rretonneau, fué
hijo de un herrero, y habiéndose dedicado en un principio al oficio de su
padre, llegó a ser cirujano del Hospital St. Antoine 182S-30), de 1.a Pitié
la Char y profesor de Clínica quirúrgica de la
rfa v : D pág 40-.
■
II. págin
231 . lámin* io.
París, 181(5
>ihomorph:< F.in's. r8j8; 1. pági-
EL SIGLO XIX
107
Facultad de Medicina de París (1834-67). No era un cirujano científico,
sino un maestro y un operador duro, fuerte, capaz y trabajador, del que
dice Oliver Wendell Holmes: «Una buena cabeza fuerte sobre un par de
zuecos de madera es una buena cantidad; mejor que una cabeza de made-
ra perteneciendo a un propietario que calza sus pies con zapatos de cha-
rol.» Sus principales obras son su Tratado de Anatomía quirúrgica (1823),
la primera obra detallada de este género; su Tratado de cirugía operatoria,
en tres volúmenes, con atlas (1832), importante por sus datos históricos,
Alfred-Armand-Louis-Marie Velpeau (1795-1867).
y una vez editado en traducción por Valentine Mott (1847), Y su gran
Tratado de enfermedades de la mama (1854) [i], la obra más importante
de la materia en su época.
Joseph-Francois Malgaigne (i 806-65), el hijo de un oficial de Sanidad,
es descrito por Billings como «el más grande historiador y crítico quirúr-
gico que el mundo ha visto hasta ahora», y es, con Petrequin, el que me-
jor ha escrito sobre la cirugía del período hipocrático. Sirvió en las gue-
rras napoleónicas, escribió obras importantes de cirugía operatoria (1834),
de cirugía experimental (1838), de fracturas y dislocaciones (1847-55)) y
ha publicado la edición auténtica moderna de Ambrosio Paré, con una
buena biografía del mismo (1840). El Manuel de Medicine operatoire (1834),
de Malgaigne, ha tenido siete ediciones y cinco traducciones, una al árabe.
1) Velpeau: lraité du maladies du sein, París, 1854-
io8
HISTORIA DE LA MEDICINA
En la cirugía práctica su nombre va asociado a los ganchos inventados por
él para el tratamiento de la fractura de la rótula; pero es, no obstante,
más famoso por sus discursos históricos y críticos, que Billings clasifica
«entre los más deliciosos escritos de la literatura quirúrgica».
Auguste Nélaton (1807-73), de París, que, presidiendo con Malgaigne
el Hospilal St. Louis, alcanzó el mismo inaccesible rango que había logra-
Joseph-Fran^ois Malgaigne (1806-65).
do Dupuytren en los últimos años de su vida, aunque siendo personal-
mente la completa antítesis de su egoísta predecesor. Nélaton era modes-
to, tranquilo, amigo útil y generoso eon los desgraciados; en resumen, un
perfecto caballero. Inventó una sonda exploradora para las balas (usada
por primera vex en Garibaldi) y un útil catéter ilexible de goma (sonda de
Nélaton, i86< le i el*tratamiento de los tumores naso-faríngeos. En
Ginecología es lamoso por haber sido el primero que ha descrito el hema-
tocele pelviano (retro-uterino) [1851-52] y ha hecho mucho por establecer
la ovariotomía en Francia. Su principal obra es sus lilentents de Pathologie
chirurgicak (1844-59).
Paul Broca i i 82 l-8o), que fué, su< esivamente, cirujano de St. Antoine,
La Pitié, el Hospital de Clínicas y el Hospital Necker, ha sido el funda-
ÉL SIGLO XIX
109
dor de la moderna cirugía del cerebro y también de la moderna escuela
francesa de Antropología. En 1 86 1 (i) ha descubierto que el pie de la ter-
cera circunvolución frontal izquierda era el centro del lenguaje articulado;
un punto que se ha discutido actualmente, pero que, en último término,
ha servido indudablemente para trazar el mapa de los diversos centros
del cerebro para las operaciones quirúrgicas. Broca ha sido positivamente
Auguste Nélaton (1807-73).
el primero que ha hecho la trepanación para un absceso diagnosticado por
su teoría de la localización de la función. En relación con su descubri-
miento, ha introducido el término de aphemia o afasia motora (l86l) [2],
que ha tenido que sufrir modernamente el criticismo destructor de Pierre
Marie. En Antropología, Broca es, con Topinard y Quatrefages, uno de
los más ilustres nombres de Francia. Ha sido el fundador de los moder-
nos métodos de determinar la proporción de las dimensiones del cerebro
por las del cráneo (cráneo metría), y para ello inventó el gancho occipital,
un craniógrafo y un goniómetro, y trabajó mucho también para fijar las
medidas de los huesos y la clasificación de los colores del pelo y de la
piel. Ha presentado su teoría de que las diferentes razas se han producido
(1) Broca: Bull. Soc. dAnthrop. de Paris, 1 86 1 ; II, páginas 235-238, y Bull. Soc.
Anat. de París, 1861; XXXVI, páginas 330-398.
(2) Ibiden, pág. 332.
HISTORIA DE LA MEDICINA
de diversas parejas de especies distintas, en su ley de «eugénesis», que
sostiene que las diferentes especies del genus Homo son y han sido siem-
pre fértiles unas con otras. Esto produce, según los «poligenistas», en úl-
timo extremo, la diversidad de lenguas. Broca es también notable por su
aforismo: «Yo prefiero ser un
mono transformado, a ser un hijo
degenerado de Adán.>
Entre las aisladas contribuciones
francesas figuran Ja resección de la
quinta y sexta costilla, por Riche-
rand 1818); la introducción de la li-
totricia, por Leroy d'Etrolles (1822),
Civiale (1824) y Heurteloup (1824-31);
la excisión, por Béclard, de la paró-
tida, en 1823 (1); la resección del
maxilar superior, porGensoul (1826);
el método de enterorrafia, de Lem-
bert (1826) [2]; el catéter capilar, de
Maisonneuve (1845) [3J; la introduc-
ción, por Sedillot, de la gastronomía,
<iue efectuó por vez primera en 13
de noviembre de 1849 (4); la jeringa
de Pravaz para inyecciones hipodér-
micas (1851) [5], y el método de La-
llemand de autoplastia (1856).
Entre los más notables ciruja-
nos alemanes de esta época figu-
;i Broca (182 1 ran V incenz von Kern [ 1 760 1 829),
profesor en Yiena (1805-24), que
simplificó el tratamiento de las heridas usando vendajes empapados en agua
pura 1 propuesto porvez primera por Cesare Alaga ti en 1616) para reemplazar
a las pomadas y ungüentos tan en boga; Christian Ludwig Mursinna
[744-1823), que fué sucesivamente tejedor, bañero, aprendiz de barbero
y cirujano general del ejército prusiano (1 787- 1 809); Conrad Johann Mar-
tin Lanobnbeck ( 1776-185 i), profesor de Anatomía y Cirugía en la Uni-
1 rottinga y cirujano general del ejército hannoveriano (1814),
.que ideó la operación de la iridocleisis para la pupila artificial (1817) y
llegó a alcanzar tal rapidez operando, que se cuenta que hizo una desar-
ticulación del hombro en I" que tardó un colega presente en tomar un
polvo de rapé; y Max Joseph von Chelius (1794-1876), cuyo Handbuch
ird: Arch. gen. de A/r'd., París, 1824; IV, páginas 60-66.
(2) Lembert Reperi. %én. danat. ct phisiol.path., París, i826;II, páginas 100-107,
1 lámina.
(3; Maisnnií' . ■'.>,., París. 1 S45; XX, páginas 70-72.
\ourgy 1849; IX, páginas 366-377.
!/. I omp. re//,/. Arad, d Se, París, 1853; XXXVI, páginas 88-90.
EL SlfxLO XIX
in
der Ckirurgie (1822-23) ha sido el libro fundamental de texto en Alema-
nia hasta la mitad de la centuria, y que, según Baas, era «el único profe-
sor de Heidelberg que tenía coche*. Los cirujanos alemanes más impor-
tantes antes de 1 850 son Dieffenbach, von Graefe el Viejo, Stromeyer el
Joven, Langenbeck y Gustav Simon.
Carl Ferdinand yon Grafff (i 7 87- 1 840), de Warsaw, era uno de los
Carl Ferdinand vui
aefe (1787-1840)
cirujanos generales en la lucha por la independencia de Alemania (1813
a 181 5), habiendo sido previamente profesor de Cirugía en la Universi-
dad de Berlín en 1 8 10, y conservando esta posición después de la gue-
rra. Ha sido el fundador de la cirugía plástica moderna, realizando la ope-
ración para la hendidura palatina congenita en 1816 (i). En 1818 practi-
ca, al propio tiempo que Bünger, la rinoplastia, y la blefaroplastia, simul-
táneamente con Dzondi. En el mismo año ha perfeccionado la técnica de
la operación cesárea y ha practicado la primera resección del maxilar in-
ferior que se ha realizado en Alemania. Ha sido también el primer ciru-
jano alemán que ha ligado la arteria innominada (1822), viviendo su en-
fermo sesenta y ocho días (2). Su «rinoplastia» (18 1 8) ha sido la primera
(1) Von Graefe: Journ.f. Chir. und Augenheük., Berlín, 1820; I, páginas 1 y 54,
2 láminas..
(2) T.ondon Med. and Phys. Journ., 1823; XLJX, pág. 475.
hi klSTORIA DÉ LA MEDICINA
intervención en el campo de la formación artificial de la nariz, después
de Tagliacozzi (i 575) Y de Carpue (1816).
Johann Friedrich Dieffenbach ( 1 792- 1 847), de Konigsberg, tomó tam-
bién parte (como escopetero) en la guerra por la independencia de Ale-
mania. Su disertación o tesis de Wurzburgo (1822) sobre la regeneración
y la transplantación de los tejidos demostró bien pronto su inclinación
Johann Friedrich Dieffenbach (1792-1S47
hacia la cirugía plástica (i). Fué cirujano en la Charité, de Berlín, en 1829,
y en 1 840 sucedió a von Graefe en la cátedra universitaria. En 1 829, si-
guiendo las indicaciones de Stromeyer, realizó por primera vez, y con
éxito, el tratamiento del estrabismo por sutura de los músculos del ojo (2).
Este éxito, sin embargo, le llevó a ensayar el defectuoso procedimiento
de la división subcutánea de los músculos linguales para la tartamudez
(1841) [3], que produjo muy desagradables resultados en los enfermos;
en cambio, obtuvo resultados admirables en las tenotomías, en los injer-
tos cutáneos yen la cirugía ortopédica, siendo un cultivador de las trans-
limitaciones y de la cirugía experimental en los animales, que había sido
(1) Dieffenbach: Normulln de regeneratio7ie el ¿ra?isf>lantatione , Wurzbur-
- S22.
(2) (feber das Sehielen (et< Berlín, 1842.
(3) Me Heilung des Stotierm ■« i- . Berlín, 1841.
£L SIGLO XIX
i'á
anteriormente ensayada por John Hunter y Giuseppe Baronio (1804) [i].
Ha escrito sobre el tratamiento de las estrecheces uretrales por incisión
(1826), sobre la transfusión de la sangre (1828), vendajes (1829), lactan-
cia (1832), tratamiento del ano preternatural (1834) Y de la fístula uretral
(1836), así como un gran tratado de cirugía operatoria (1845-48) [2].
También ha realizado un atrevido intento de tratar la fístula vésico-vagi-
nal por todos los métodos conocidos, y dejó un estudio clásico de los
padecimientos transmitidos por la herencia (1845). Era un hombre ge-
nial, bondadoso, atractivo y un pro-
fesor admirable, que defendió cons-
tantemente los más elevados ideales
de la profesión. Sostenía que el ci-
rujano debe ser un Ulises de múlti-
ples recursos, lleno de una facultad
inventiva y de solución espontánea
para todo aquello que no se encuen-
tra en los libros. «Todos los grandes
cirujanos — decía él — son o han de-
bido ser claros pensadores, y, por
tanto, buenos escritores.»
Georg Friedrich Louis Stromeyer
(1804-76), de Hannover, profesor de
Erlangen, Munich, Freiburg y Kiel,
y sucesivamente cirujano general de
los ejércitos de Schleswig-Holstein
y de Hannover, habiendo sido el
padre de la moderna cirugía militar
en Alemania. Ha extendido extraor.
dinariamente el campo de la cirugía conservadora y de las operaciones
subcutáneas y de las articulaciones. Stromeyer ha efectuado su primera
resección subcutánea del tendón de Aquiles en 1 83 1 (3), quince años
después de Delpech (1816); pero si Delpech era el descubridor, Strome-
yer ha sido el que ha desarrollado el asunto. Prácticamente, ha creado la
cirugía moderna del sistema locomotor aplicando la tenotomía a todas
las deformidades del cuerpo dependientes de defectos musculares. Ha
sido uno de los fundadores de la ortopedia en los tiempos modernos. Sus
procedimientos han sido llevados a Inglaterra por Little, que ha fundado
Georg Friedrich Louis Stromeyer (1804-76).
(Academia de Medicina de New-York.)
(t) O. Baronio: Degli innesti animali, Milán, 1804.
(2) Djeffenbach: Die operative Chirurgie, Leipzig, 1845-48.
(j) Stromeyer: Mag •/. d. ges. Heilk., Berlín, 1833; XXXIX, páginas 195 -21
11 INTO Kl A DI I. A MSDinili.
To*.. II
1 14
HISTORIA DE LA MEDICINA
el Real Hospital Ortopédico de Londres (1837) y publicado un funda-
mental tratado de deformidades (1853). Las Máximas de cirugía militar
de Stromeyer (185 5) nan hecho época en la medicina militar alemana.
Era, además, poeta y ha escrito una atractiva autobiografía.
Bernard von Langenbeck (1810-87), sobrino de Conrad y sucesor de
Dieffenbach en Berlín en 1 847, llegó a ser el más grande cirujano clínico
Bernhard von Langenbeck (1810-87)
y el más notable profesor de su época en Alemania, habiendo enseñado a
casi todos los célebres operadores de los tiempos modernos. En l86l ha
fundado los Archiv für klinischen Chirurgie (conocidos como Langen-
beck 's Archiv) y ha creado la Sociedad Alemana de Cirugía; medios am-
bos que han ejercido uña profunda influencia en la Ciencia. Ha ideado 21
operaciones, que han hecho célebre su nombre, siendo las más famosas
sus métodos de resección de la articulación tibio-tarsiana, de la de la ro-
dilla, cadera, muñeca, codo y hombro; de resección del maxilar inferior y
las correspondientes a la cirugía plástica del labio, del paladar y de la ro-
dilla.
Gustav Simon [824-76), de Damstadt, profesor en Rostock (1861) y
EL SIGLO XIX
i»5
en Heidelberg (1867), era un operador altamente original y autor de ad-
mirables monografías acerca del tratamiento de la fístula vésico-vaginal
(1854), de la excisión del bazo (1857) t1]* de la cirugía plástica (1868) [2]
y de la del riñon (1871-76) [3]. Ha sido el primer cirujano de Europa que
ha efectuado la nefrectomía (1869) [4]; pero perdió a su segundo enfermo
a consecuencia de una sepsis producida a los veintiún días de la opera-
ción por una exploración digital. Un resultado igualmente fatal en el caso
Gustav Simón (1824-76;
de Bruns, en 1 8/ 8, hizo abandonar la nefrectomía hasta que la antisepsia
estuvo perfectamente establecida.
Albrecht Theodor von Middeldorpf (1824-68), de Breslau, llevó a
cabo las primeras operaciones por fístula gástrica (1859) y tumor esofági-
co, siendo partidario del uso del galvanocauterio (1854) y realizando im-
portantes trabajos respecto de fracturas y luxaciones.
El más grande de los operadores de Rusia, y uno de los más hábiles
cirujanos militares de todos los tiempos, ha sido Nikolai Ivanovich Piro-
(1) Simon: Die Extirpation der Milz am Menschen, Giesscn, 1857.
(2) Beitráge zur plastischen Chirurgie, Praga, 1868.
(3) Chirurgie der Nieren, Erlangen, 1871-76.
(4; neutscke Klinik, Berlín, 1870; XXII, pág. 137.
lió
HISTORIA DE LA MEDICINA
goff (1 810-81), que, como Paré y Hunter, ha realizado una notable carre-
ra de autodesenvolvimiento. Graduado en 1 832, estudió por espacio de
dos años en Berlín y en Gottinga, donde quedó disgustado por la poca
importancia que se prestaba a la Anatomía. Langenbeck era, en su opi-
nión, el único hombre que estaba bien informado del asunto. Vuelto a Ru-
sia, enseñó en Dorpat por espacio de cinco años, y en 184O fué nombra-
do profesor de Cirugía en la Academia Médico-quirúrgica de San Peters-
burgo. En los cuarenta y cinco
años de vida activa allí, ha intro-
ducido muy importantes reformas,
entre otras la enseñanza, por vez
primera en Rusia, de la anatomía
topográfica aplicada, para la cual
invitó finalmente al discípulo de
Hyrtl, Gruber, de Viena. Pía lle-
vado a cabo II.OCO autopsias, en-
tre ellas 800 de las víctimas del
cólera de 1 848. Realizó una gran
cantidad de cirugía militar, sirvien-
do en las campañas del Cáucaso
(1847) y de Crimea (1854), hacien-
do también estudios acerca de la
guerra franco-prusiana y dé la tur-
co-rusa. Prestó servicio por espacio
de catorce meses en Sebastopol y
en sus alrededores, y en las trin-
cheras y tiendas de campaña fué testigo de todos los horrores de la piemia,
déla gangrena hospitalaria, de la erisipela y del edema purulento. Esto le
llevó a violentas discusiones con las autoridades gubernamentales por sus
agudas críticas de lo mal atendido que estaba todo en la campaña y por sus
intentos de segregación y otros perfeccionamientos, viéndose obligado a
abandonar su cátedra.
Auxiliado por la gran duquesa Helena Pavlovna, introdujo la asis-
tencia femenina para los heridos de Crimea, y toda su vida ha sido un
ferviente defensor de la libertad y de la educación superior para la mujer.
En 1847 empleaba ya el éter en la anestesia quirúrgica (i). Consagró los
últimos días de su vida al estudio y perfeccionamiento de la educación
médica en su país natal, por lo cual se vio nuevamente sujeto a las amar-
Nikolai Ivanovich PirogolT (1810-81)
(1) Pirogoff: Recherches pratiques et physiologiques sur /'r///rr/sat¿ou,S<in Peters-
burgo, 1K47.
EL SIGLO XIX 117
guras de la enemistad y de la persecución por parte de las autoridades
oficiales y militares. Pirogoff es, según el modo de pensar de los rusos
ilustrados, la figura más importante en su historia médica. Es notable por
su método de completa amputación osteoplástica del pie (1854) [ij, por
su gran atlas de 220 láminas (1851-54) [2], en el cual se han utilizado por
primera vez, y en gran escala, los cortes congelados para las ilustraciones
anatómicas (3), y por su tratado de cirugía militar (1864) [4], en el cual
Philip Syng Physick (1768-1837)
hace a los granóles hospitales responsables de la aparición de las enferme-
dades epidémicas, recomendando la construcción de pequeños pabellones,
como barracas, por ser ésta la enseñanza que había deducido de la guerra
de Crimea. En rapidez, destreza y firmeza de mano, Pirogoff era, como
operador, comparable a esos otros eslavos, virtuosos de la música, cuya
ejecución es el asombro de todos los tiempos. Los retratos conocidos de
este gran cirujano en su vejez nos lo representan como un hombre de
(1) Voyenno Med. Journ., San Petersburgo, 1854; LXIII, 2 sect, páginas 83-100.
(2) Anatome topographica seciiouibus per corpus humanum congelatum tríplice di-
rectione ductis illicstrata, San Petersburgo, 1851-54.
(3) Las secciones congeladas en Anatomía fueron primeramente empleadas
por Pieter de Riemer (1760- 1831) en sus Afbeeldingen (La Haya, 1818).
(4) Pirogoff: Grundzüge der aLlgemeinen Kriegscki'rurgze, Leipzig, 1864.
u8 HISTORIA DE LA MEDICINA
frente dilatada, fisonomía seria y aspecto venerable, muy semejante a
otros dos grandes rusos: a Turgenieff y Glinka. En relación con su país
se le puede aplicar también aquel exquisito tributo que Henry James pa-
gaba a Turgenieff: «Su generosa naturaleza estaba llena del amor a la jus-
ticia; pero, además, estaba hecho con aquella materia con que se fabrican
las glorias.»
La cirucía americana en el período pre-listeriano se distingue princi-
palmente por el gran número de operaciones atrevidas en los sistemas
óseo y vascular, por la fundación de la moderna ginecología operatoria,
por la obra de McDowell y Sims, y por la definitiva creación de la anes-
tesia quirúrgica. Sus principales representantes en este período son Phy-
sick, los dos Warren, Post, Mott, Gibson, los dos Smith, Willard Parker,
McDovell y Sims.
Philip Syng Physick (1768-1837), de Filadelfia, uno de los discípulos
de John Hunter, y llamado por algunos el padre de la cirugía americana,
se graduó en Edimburgo en 1 792 y fué cirujano del Hospital de Pensilva-
nia en 1794 y profesor de Cirugía en la Universidad de Pensilvania (1805
a 18). No ha escrito nada importante, estando conservada toda su ense-
ñanza en el tratado de Cirugía de su sobrino John Syng Dorsey (18 1 3).
Es famoso principalmente como inventor de algunos procedimientos impor-
tantes en su época, tales como la creación de material absorbible (de cabrito y
ante) para suturas y ligaduras (18 16) [1], el empleo del sedal en las fracturas no con-
solidadas (1822) [2], un método operatorio para el ano artificial (1826) [3], la defen-
sa del reposo en el tratamiento de las afecciones de la articulación de la cadera
(1830) [4] y la invención del tonsilotomo (1828) [5]. Su modificación del vendaje de
Desault para la fractura del fémur sigue usándose en la actualidad. Parece haber
sido el primero en describir los divertículos del recto (1836) [6], así como en verifi-
car en América el lavado del estómago, en los casos de envenenamiento, con una
jeringa y un tubo (1802) [7].
Jonh Warren (1753-1815)» de Roxbury (Massachusetts), prestó seña-
lados servicios de armas durante la revolución y fué el fundador y pri-
mer profesor de la cátedra de Anatomía y Cirugía en la Harvard Medical
School (1783). Ha sido el séptimo presidente de la Sociedad Médica de
•Massachusetts, en cuyo cargo siguió hasta el momento de su muerte
(1804-15). Ha realizado la amputación de la articulación del hombro
(1) Physick: Eclect. Repertory, Filadelfia, 18 16; VI, página 389.
(2) /'hilad. Journ. Wed. and Phys. Se, 1882; V, páginas 11 6- 118.
(3) Ibidem, 1826; XIII, páginas 199-202.
4 Am, Journ. Mcd. Se. Filadelfia, 1830; VII, páginas 299-308, una lámina.
(5) Ihidcm, 1828; II, página 116.
(6) Am. Cycl. Pract. Mcd. and Sur g., Filadelfin, 1836; II, páginas 123-126.
(7) Eclect. Repertory, Filadelfia, [812-13; lili páginas 111 y 381. — Matthews:
Med Recorder, Filadelfia, 1826; IX, páginas 825-827. Physick ha reconocido la prio-
ridad de Monro secundas en la invención de un instrumento análogo (1767).
EL SIGLO XIX n9
en 1781 (i) y la excisión de la parótida en 1804 (2). Su hijo, John Collins
Warren (i 778- 1 8 56), de Boston, era discípulo de Astley Cooper y de
Dupuytren y sucedió a su padre en la cátedra en f8l 5- Ha sido muy há-
bil en la resección de huesos y de articulaciones, efectuando la del hiodes
en 1804 y la de la articulación del codo en 1 834; ha ideado la operación
de la estafilorrafia para la fisura del paladar blando en 1 828 (3) y ha
sido el primero de su región en operar la hernia estrangulada. Ha sido el
fundador del Hospital general de Massachusetts (181 1) y del Warren Mu-
seum, y en la práctica ha introducido la anestesia quirúrgica por el
éter (1847). Su principal obra es sus Surgical. Observations on Tu-
mors (1837).
Natham Smith ( 1 762- 1 829), de Rehoboth (Massachusetts), médico
graduado en Harvard (1790), habiendo estudiado además en las escuelas
escocesas e inglesas, comenzando a practicar en Cornish, N. H., y llegan-
do a ser, en 1 798, profesor en el Darmouth College, desempeñando, como
dice O. W. Holmes; no una cátedra, «sino una serie de cátedras», a sa-
ber: Anatomía, Cirugía, Química y Práctica.
Por espacio de catorce años había estado trabajando Smith en la formación de
la Darmouth School, cuando, en 1821, se le pidió que fuese a establecer el depar-
tamento médico de Yale, con la misma multiplicidad de deberes. Una vez cumplido
esto, venciendo múltiples obstáculos, tuvo que realizar una función análoga para el
Bowdoin College (1820), y más tarde, para la Universidad de Vermont. Ha sido más
bien un gran organizador y un maestro que un escritor de Medicina; pero su estu-
dio de la fiebre tifoidea ('824) y sus observaciones acerca de la necrosis (1827) son
dignas de recordarse siempre. Hábil y afortunado operador, especialmente en la
litotomía, ha llevado a cabo la segunda ovariotomía en los Estados Unidos (25 de
julio de 1821), la amputación de la articulación de la rodilla (1825) y ha hecho la
primera estafilorrafia.
Wright Post (t 766- 1 822), de Long Island (New- York), ha sido el pri-
mero en América que ha ligado, con éxito, la arteria femoral (por un
aneurisma de la poplítea), siguiendo el método de John Hunter (1796) [4],
y el segundo en ligar la ilíaca externa, también con éxito (1814) [5], ha-,
hiendo sido precedido por Dorsey en 1811 (6). Post ha sido igual-
mente el primer cirujano que ha ligado con éxito la carótida primitiva en
su continuidad (18 1 3) [7], una operación que ha vuelto a repetir con for-
(1) Warren: Boston Med. and Sur g. Journ., 1839; XX, pág. 210.
(2) En J. C. Warren: Surgical observations on tumors, Boston, 1837; pági-
na 287.
(3) Am. Journ. Med. Sc, Filadelfia, 1828; III, páginas 1-3, una lámina.
(4) Post: Am. M*,d. and Phil. Register, New-York, 1814; IV, página 452.
(5) Post: Ibidem, 181 3-14; IV, páginas 443-453. También en: Med, Repository,
New-York, 181 5; n. s., II, páginas 196-199.
(6) Dorsey: hlclect. Repertory, Filadelfia, 1811; II, páginas 111-115.
(7) Post: Am. Med. and Pit. Register, New-York, 18 14; IV, páginas 366-377.
20
HISTORIA DE LA MEDICINA
tuna en 1816 (i), ligando asimismo, y con fortuna, la subclavia por fuera
de los escalenos en 18 17 (2). _
Valentine Mott (1785-1865), de Long Island, ha sido diputo de
Astley Cooper y, como su maestro, un gran cultivador de la cirugía vas-
cular La arteria innonimada fué ligada por vez primera en la historia de
Valentine Mott (1785-1865)
la Cirugía por Mott en 1818 (3), siendo la primera operación afortunada
•la de Smith, de Nueva Orleans, en 1864. En favor de la fama de Mott
hay que señalar la notable serie de afortunadas ligaduras de la arter.a .haca
primitiva en su origen (1827) [4]i 'le la carótida, para un aneurisma de la
subclavia (182^(5]; de la carótida, para un aneurisma anastomose en
1 !•,, ,: Mal. Reposa,,,,, New-York, 1817; »■ s-, ni; PHin**12-
. Post Ir PhjS. Mr! Soc, NYw-York, ,S,7; I, páginas .&VVH-
3 Mott M.andSurg. Register, New-York .8.8; 1. paginas o-S<
4 PMlad. Jcum. Med. and Phys. Se, .827; XIV, páginas 76-.81
- i„, /.,.„-„ , FUadclfia, 1889; V, página 297. 1830, VI,
página 532.
EL SIGLO XIX 121
un niño de tres meses (1829) [i]; déla ilíaca externa, para un aneurisma
de la femoral ( 1 8 3 1 ) ; de lá subclavia derecha, por dentro de los escalenos
(1833) [2]; de ambas carótidas simultáneamente (1833) [3]> y la ilíaca
interna derecha (1837) [4]- «Prescindiendo de la arteria innominada — dice
Billings — , Mott ha ligado la subclavia ocho veces; la carótida primitiva,
51 veces; la carótida, dos veces; la ilíaca primitiva, una vez; la ilíaca ex-
terna, seis veces; la ilíaca interna, dos veces; la femoral, 57 veces, y la
poplítea, 10 veces. En total, 138 ligaduras de los grandes vasos, por aneu-
rismas.» Mott era, además, un audaz y afortunado operador de los huesos
y de las articulaciones. Ha resecado el lado derecho del maxilar inferiori
después de haber ligado la carótida, en 1 82 1 (5); ha amputado, con éxi-
to, la articulación de la cadera en 1 824 (6); excindido la clavícula izquier-
da por osteosarcoma, en 1 828 (7), y extirpado un gran tumor de las
fosas nasales, dividiendo los huesos nasales y maxilares (1841) [8].
En relación con la labor de Post y de Mott hay que mencionar ahora algunas
otras antiguas operaciones efectuadas por los cirujanos americanos en este campo.
La arteria carótida primitiva ha sido ligada, con éxito, por hemorragia primaria,
por Mason Fitch Cogswell (1 761-1830), de Connecticut, en 1803 (9), y por hemorra-
gia secundaria, por Amos Twitchell (1 781 -1850), de New-Hampshire, en 1807 (10),
ocho meses antes que el caso de sir Astley Cooper. Ambas carótidas primitivas
han sido ligadas, con éxito en la continuidad, con menos de un mes de intervalo,
por Georg Macgill, de Maryland, en 1823 (11), siendo seguido por Reuben D. Mus-
sey, en 1827, y Mott, en 1833. Las carótidas primitiva e interna han sido ligadas si-
multáneamente por primera vez por Gurdon Buck (1807-77), de la ciudad de New-
York en 1848 (12); y John Murray Carnochan (1817-87), de Savannah (Georgia) ha li-
gado, por elefantiasis, las carótidas en ambos lados, en 1867 (13). Carnochan ha sido
el primero también que ha extirpado, por una neuralgia facial, el nervio maxilar
superior (incluyendo el ganglio de Meckel) en 1858 (14). John Kearny Rodgers (1793
a 1851), de la ciudad de New-York, discípulo de Wright Post, ha sido el primero en
ligar, por aneurisma, la arteria subclavia izquierda por dentro de los escalenos
(1845) [15], pero con fatal resultado; el primer caso afortunado ha sido el del profe-
sor W. S. Halsted, de Johns Hopkins, en 1892 (16). William Gibson (1788-1868), de
(1) Amer. Journ. Mea. Sc, Filadelfia, 1829; V, página 255; 1830, VII, pág. 271.
(2) Ibidem, 1831; VIII, páginas 393-397-
(3) Ibidem, 1833; XII, página 354.
(4) Ibidem, 1837; XX, páginas 13-15.
(5) New-York Med. and Phys. Journ., 1822; I, página 385.
(6) Phil ad Journ. Med. and Phys. Sc, 1827; XIV, páginas 1 01 -104.
(7) Mott: Amer. Journ. Med. Sc, Filadelfia, 1828; III, páginas 100-108.
(8) Ibidem, 1842, n. s.; Ill, página 257; 1843, V, pág. 87.
(9) Cogswell: New Engl. Journ. Med. and Surg., Boston, 1824; XIII, páginas 357
a 360.
(10) Twitchell: New Engl. Quari. Journ. Med. and Surg., Boston, 1842-43; I, pá-
ginas 188-193.
(n) \ "Macgill: New-York Med. and Phys. Journ., 1825; IV, pág. 576.
(12) Buck: New-York Med. Times, 1855-56; V, páginas 37-42.
('3) ííCarnochan: Am. Journ. Med. Sc, Filadelfia, 1867; n. s„ LIV, páginas 109-1 15.
(14) Ibidem, 1858, n. s.; XXXV, páginas 134-143.
(15) Rodgers: Am. Journ. Med. Sc, Filadelfia, 1846; n.'s., IX, pág. 541.
(16) Halsted: Johns Hopkins ilosp. Bull., Baltimore, 1892; III, pág. 93.
122
HISTORIA DE LA MEDICINA
Baltimore (Maryland), ha sido el primer cirujano americano que ha gado la arte-
ria ilíaca primitiva (1812^ [1]. En el laño anterior, John Sing Dorsey J1783-1818) , na
aado con éxito, la ilíaca externa (2), siendo seguido por Post (1814), Horacio Ga-
¿ Tameson (1821) [3] y Edward Peace (1841) [4 La ilíaca interna ha sido ligada
conato por S.Pomerov White en 1827(5); la femoral, por Henry M. Onderdonk
<i8m)Í61 David L. Rogers (1824) y Camochan (1851); la arteria glútea, por John
R Davidae de Baltimore, v George McClellan, de Filadelfia; la aorta, por primera
v¿zdes^ por Hunter McGuire, en 1868 (7). Añadiremos
que Gu?don Buck (1807-77), de New-York, ha ligado, con éxito, las Remójales Pro-
funda v externa y la arteria ilíaca primitiva, en un caso de aneurisma de la femo-
ral en 18; 8 (8): Willard Parker (1800-84), de Francistown (New-York), ha ligado la
subclavia izquierda por dentro de los escalenos, juntamente con la carótida primi-
tiva v las arterias vertebrales, en un caso de aneurisma de la subclavia, en 1864 (9)
d enfermo murió cuarenta y dos días después de la operación], y Andrew Woods
fcmvth (1833), de Nueva Orleans, ligó por primera vez, con éxito, la arteria innomi-
nada juntamente con la carótida primitiva, y subsiguientemente la arteria verte-
bral derecha, en un caso de aneurisma de la subclavia, en 1864 (10), presentando su
enfermo vivo en 1869; la pieza anatómica se encuentra actualmente en el Museo
de Sanidad Militar de los Estados Unidos.
De las antiguas operaciones en los huesos y en las articulaciones mencionare-
mos la primera amputación, en los Estados Unidos, de la articulación de la cade-
ranor Walter Brashear (1776-1860), de Maryland, en 1806 1 1); la excision parcial y
^^SSZS^^porVim^Hci^ Deadrick (1773-1858), de Win-
chester Va en 1810 (12); el primer éxito de resección de la clavicula ha sido el de
Charles McCreav (1785- 826), de Kentucky, en 1813 (13); la excision del maxilar su-
nño^HnlüoGltes Jameson (1788-1855), de York, Pa., en 1820 r,4): ; la afortu-
nada amputación en la articulación del codo, por James Mann, del ejército de los
EstadoTÜnidos en 1821 (15); una excisión de la quinta y sexta costillas, con una
porción del pulmón gangrenado, por Milton Antony (1789-1839), de ; G .org 1a
O821) [16]; la excisión casi total de ambos maxilares superiores, por David L. Ro-
gers de New-York, en 1824 (17V, la amputación de la articulación de la rodilla, poi
Nathan Smith ,1762-1829), de Massachusetts, en 1824 (18); la osteotomía por anab-
iosis de la articulación de la cadera, por John Rhea Barton (1794-1871), de Lancas
(I)
Gibson: Am. Med. Recorder, Filadelña, 1820; III, páginas 185-193. dos
láminas.
(7)
a 419-
Dorsev Eclect. Repertory, Filadelña, 1811; H, páginas 1 1 1-1 15.
Tameson: Am. Med. Recorder, Filadelña, 1822; V, paginas 1 18-124.
1 Peace- Med. Exam., Filadelña, 1842; n. s., I, páginas 225-228.
c Withe: Am. Journ. Med. Se, Filadelña, 1827; I, paginas 304-306.
6 Onderdonk: Am. Med. and Phil. Register, New-York, 1814; IV, f>ág- 176.
Hunteí McGuire: Am. Journ.Med. ¿V., Filadelña, 1868; n. s., LVI,páginas4i5
(2)
til
4
(8) Buck: A W > ork Mcd. Journ., 1 858; 3 s., V, páginas 305-3 ■ \
9 Parker Am. Journ. Wed.Sc Filadelfia, 1864; n. s., XLVII, pág. 562.
- /,n Smvth- Am Journ Med. Se, Filadelfia, 1866; n. s., LII, paginas 280-282.
¿0)J . *ta ti enfermo dvo), Nev-Orleans Journ Med 1869 XXII, páginas
464-469: Repetida porj. Lewtas, del Murdan Hospital Punjab. (Brtt. Med. Journ.,
!fSÍf»2S£5 P7K ¡£¡Lh Med. sor., ,852, Franckfort, .853; ü, pág. 265.
I2 Deadrick: \m.Med. Éecorder, Filadelfia, 1823; VI, pág. 516.
. (l' McCreary: Tr. Kentucky Ved. Sor., 1852; Francfort, 1853; H. pág. 276.
■f^j [¡n of Am. Med. Recorder, Filadelfia, 182 1; IV, paginas 221-230, una
lám/5a* Mann- Wed /?^<wtory, New-York, [822; n. s., Vn, páginas 17-19.
Xntonv. rinlad. Journ. Ved. and PhyS. Se, .823; Vf, páginas 108-, «7, una
;' Rocer Ve»- York Med. and Phys. Journ., 1824; III, páginas 301-303-
Smith Am Wed Rev. and. Journ., Filadelfia, 1825; II. pág. 370.
•:
EL SIGLO XIX 123
ter, Pa., en 1826 (1); el alambrado, con éxito, de una fractura no consolidada del
húmero, en 1827 ^2), por J. K. Rodgers (1793-1851), de la ciudad de New- York; la
excisión del cóxix, por Josiah Clark Nott (1804-73), de Columbia, S. C, en 1832 (3);
la excisión de la articulación del codo, por John Collins Warren (1778-1856), de
Massachusetts, en 1834 (4); la amputación torácico-interescapular, por Dixi Cros-
by (1801-73), de New-Hampshire en 1831-37 (5); en dos tiempos, por Reuben Di-
mond Mussey (1818-82), de New-Hampshire, en 1831-37 (6); la excisión del pro-
ceso olecraniano, por Gardon Buck (1807-77), de la ciudad de New- York, en
1842 (7); la operación de Fergusson para la hendidura del paladar duro y blando,
por Jonathan Mason Warren (181 1-67), de Boston, en 1842 (8); la amputación, por
S. D. Gross, de la articulación tibio-tarsiana, en 185 1 (9); la excisión, por Bigelow,
de la articulación de la cadera, en 1852 (10); la del cubito (1853) [n]; la del radio
(1854) [12]; la del calcáneo (1857) [13], por John Murray Camochan (1817-87), de Sa-
vannah, Ga., y la resección de Sayre de la cadera por anquilosis (1855) [14]. En 1836
Paul Fitzsimmons Eve (1806-77), de Georgia, extirpó un gran pólipo fibroso de la
base del cráneo (15), y en 1850, William Detmold (1808-94) abrió el seno lateral de
la duramadre por un absceso (16), el informe de cuya operación es tratado por Vir-
chow con desdeñoso escepticismo. Los tres casos de Camochan de resección del
trigémino por neuralgia (1858) [17] han sido seguidos por el ingenioso y afortunado
método de Joseph Pancoast (1805-82), de New-Jersey, en 1872 (18), que ha sido tam-
bién el primero en efectuar con éxito una operación plástica para la extrofia de la
vejiga en febrero de 1858 (19). Esta operación fué aplicada, con éxito, a la vejiga fe-
menina por Daniel Ayres, de Brooklyn (New- York), en noviembre de 1858 (20). La
cistotomía por inflamación y rotura de la vejiga ha S'do aplicada por vez primera
en 1846-54 (21), por Willard Parker (1800- 1884), de Francistown (New-York), que ha
sido también el primero, después de Hancock, de Londres (1848), en operar la
apendicitis (1864) [22] y que ha ligado cinco veces la arteria subclavia. En litotomía,
Benjamín Winslow Dudley (1785- 1870) era especialmente afortunado, habiendo rea-
(1) Barton: North Amer. Med. and Surg. Journ., 1826; III, páginas 279-292 y
400, una lámina.
(2) Rodgers: New- York Med. and Phys. Journ., 1827; VI, páginas 521-523.
(3) Nott: New-Orleans Med. Journ., 1844-45; I, páginas 58-60.
(4) J. C. Warren: En la obra de Hodges (J. M.); Excision of Joints, Boston, 1861;
pág. 69.
(5) Crosby: Med. Record., New-York, 1875; X, páginas 753-755 (Crosby ha sido
precedido por el ingeniero inglés Ralph Cuming en 1808).
(6) Mussey: Am. Journ. Med. Se, Filadelfia, 1837; XXI, páginas 390-394.
(7) Buck. Ibidem, 1843, n. s., V, páginas 297-301.
(8) J. M. Warren: New Engl. Quart. Journ. Med. \and Surg., Boston, 1842-43; I,
páginas 538-547-
(9) Gros, citado en la pág. 457 del Am. Journ. Med. Se, Filadelfia, 1876; n. s.,
LXXI.
(10) Bigelow: Am. Journ. Med. Se, Filadelfia, 1852; XXIV, pág.90.
(11) Camochan: Am. Med. Monthly, New- York, 1854; I, páginas 180-188.
(12) Camochan: Am. Journ. Med. Se, Filadelfia, 1858; n. s., XXXV, páginas 363
a 370.
(13) Camochan: Am. Med. Gaz., New-York, 1857; VIII, páginas 321-323.
(14) T. Sayre: New-York Journ. Med., 1855; n. s., XIV, páginas 70-82.
(15) Eve: South. Med. and. Surg. Journ., Augusta, 1836-37; I, páginas 78-80.
(16) Detmold: Am. Journ. Med. Se, Filadelfia, 1850; XIX, páginas 86-95.
(17) Camochan: Am. Journ. Med. Se, Filadelfia, 1858; n. s., XXXV, páginas 134
a 143-
(18) Pancoast: Philad. Med. Times, 1871-72; II, páginas 285-287.
(19) Pancoast: North Am. Med.-Chir. Rev., Filadelfia, 1859; III, pág. 710 (el enfer-
mo operado fué presentado por S. D. Gross).
(20) Ayres: Am. Med. Gaz., New-York, 1859; X, páginas 81-89, dos láminas.
(2 1) Parker: New-York Journ. Med., 1 8 5 1 ; n. s., VIP- páginas 83-86, y Tr. Med.
Soe, New- York, 1867; páginas 345-349.
(22) Parker: Med. Ree, New-York, 1867; Ií, páginas 25-27.
124 HISTORIA DE LA MEDICINA
lizado la operación 225 veces, con escasísima mortalidad. Además de Dudley, se
dice que Physick había realizado más litotomías que ningún otro cirujano america-
no,y su extracción de más de un millar de cálculos del jefe de Justicia Marshall cons-
tituye un famoso caso antiguo. El riñon ha sido primeramente extirpado (antes que
porGustav Simon) por Erastus Bradley Wolcott (1804-80), de Benton (New- York),
en 1 86 1 (1). John Stongh Bobbs (1809-70), de Pensylvania, y descendiente de ale-
manes, ha sido el primero que ha efectuado la colecistotomía por cálculos biliares
(1868) [2, en cuya operación fué seguido por Marion Sims (1878) [3]. Entre los pro-
cedimientos especiales inventados por los cirujanos americanos de este período
figura el de Natham Smith para tratar las necrosis de los huesos por medio de la
trepanación (1827) [4]; el tratamiento, con éxito, de los aneurismas por medio de
la compresión digital, aplicado por Jonathan Knight en 1847 (5); el método de re-
ducir las luxaciones por medio de manipulaciones, sin pesos ni poleas, introduci-
do por William R. Reid, de Rochester (New- York), en su clásico trabajo de
1851-55 (6), basándose en sus disecciones y experimentos; el tratamiento délas
fracturas del fémur, por Nathan Ryno Smith, por su vendaje anterior (i860) [7] y
por el aparato de pesos y poleas de Gurdon Buck (extensión de Buck, 1861) [8).
La guerra civil en los Estados Unidos (1861-65) produjo la notable Medical and
Surgical History of the War of the Rebellion (1870-88), por Joseph Janvier Wood-
ward, Charles Smart, George A. Otis y David L. Huntington, una espléndida colec-
ción de historias clínicas y de referencias patológicas, embellecida con hermosas
láminas, y, además, una obra que es única en los anales de la medicina militar. Ha
sido objeto de entusiastas elogios por Wirchow (9). Otra importante obra quirúrgi-
ca que se ha producido por la guerra es el estudio de las Gunshot Wounds and Other
Injuries of Nerves (1864% por S. Weir Mitchell, George R. Morechouse y William
W Keen, que habían actuado como cirujanos militares en el Turner's Lane Hospi-
tal, de Filadelfia. Este libro es el primer estudio completo de las neurosis traumá-
ticas, introduciendo el uso del masaje en estos casos, y ha sido el punto de partida
de la subsiguiente obra de Mitchell sobre neuritis ascendente, neurastenia traumá-
tica y fenómenos psíquicos que aparecen en aquellos que han sufrido una ampu-
tación (10).
La única amputación, con éxito, en la articulación de la cadera, durante la gue-
rra civil, fué efectuada en un caso de herida por arma de fuego (11).
La primitiva historia de la introducción de la anestesia por el éter en
América ha sido objeto de acaloradas controversias; pero los principales
hechos pueden resumirse brevemente del modo siguiente: El uso de las
drogas soporíferas de Dioscórides y de la esponja de los salernitanos era
desconocido de Ambrosio Paré, y murió en el siglo xvn; pero era algunas
veces costumbre entre los cirujanos de los primeros tiempos del siglo xix
el intoxicar a los enfermos con alcohol u opio en aquellos casos que exi-
gían una completa resolución muscular, como la reducción de luxaciones,
ja ligadura de grandes arterias y la operación de la hernia. El hipnotismo
1 Wolcott Med.andSurg. Heporter, Filadelfia, 1861-62; VII, pág. 126.
Bobbs: Ir. Med. So'c, Indiana, 1868: páginas 68-73.
3) Sims: Richmond and Louisville Med. Journ., 1878; XXVI, páginas 1-21.
(4) N. Smith: Philod, Month, [four//. Mr,/., 1827; 1, páginas 11 y 66.
Knight Hoston Med. and kurg. Journ., 1S48; XXXVIII, páginas 293-296.
(6) Reid: Buffalo Med, Journ., 1851-52; VII, páginas 129-143.
{-]) Smith: vfaryl. and Virg. \fed. and Surg. Journ. , i860; XIV, páginas 1 y 171
í8) Buck: Bull. New-York Acad. Med., 1680-62; I. páginas 181-188.
>, Wirchow: Die Fortschritte der Kriegsheükimde, Berlin, 1874; página 7.
Mii« hell: Injur lex to Nerves and their Consequences, Filadelfia, 1872.
11 . Geti r.i/'.s Office [Cir< alar num. 7;, Washington, 1867.
EL SIGLO XIX 125
se ha empleado igualmente, y hasta la sugestión, de la cual recomienda
Dupuytren usar provocando un conveniente desmayo por medio de algu-
na brutal observación. En marzo de 1 842, el doctor Crawford Williamson
Long (1815-78), de Danielsville, Ga., graduado en la Universidad de Pen-
silvania (1839), habiendo notado previamente algunos efectos anestésicos
accidentales del éter, extirpó un pequeño tumor quístico de la parte poste-
rior del cuello a un enfermo por medio de la acción de aquél, y subsiguien-
temente le empleó también en otros casos (1842-43) que han sido amplia-
mente certificados y testimoniados por los médicos residentes en la loca-
lidad (i). Pero Long no ha publicado ningún informe acerca de sus resul-
tados y, como Welch ha dicho admirablemente: «No podemos asignar-
le a él ninguna influencia en el desarrollo histórico de nuestros conoci-
mientos acerca de la anestesia quirúrgica, ni ninguna acción, en general,
en su difusión por el mundo.» Long no contó con nadie que cogiera su
obra y la difundiera, como hizo Lizars con McDowel. En 1800, sir Hum-
phry Davy (1788-1829), de Penzanze (Inglaterra), experimentó en sí mismo
con el óxido nitroso y afirmó «que probablemente se le podría usar con
ventaja en aquellas operaciones quirúrgicas en que no fuera necesario de-
rramar mucha sangre». En 1 844, Horace Wells (1815-48), un dentista de
Hartford (Connecticut), comenzó a usar el óxido de nitrógeno en odon-
tología, comunicando los resultados obtenidos a su amigo y anteriormen-
te compañero William Thomas Green Morton (1819-68), de Charlton
(Massachusetts); pero un caso desgraciado hizo que Wells se retirase de
la práctica, y fué muy probablemente causa, por lo menos parcialmente,
de su prematura muerte. Morton estaba entretanto estudiando Medicina,
teniendo como preceptor al doctor Charles T. Jackson, un hábil químico
que le expuso los efectos anestésicos del éter clorhídrico, con el cual pro-
cedió a realizar el empaste de un diente en julio de 1844. Habiéndose in-
teresado en estos estudios, Morton llevó más adelante sus investigaciones,
aprendiendo posteriormente del mismo Jackson que el éter sulfúrico era
también un anestésico, por lo cual él lo aplicó también, efectuando con su
anestesia la extracción de un bicúspide de dos raíces en uno de sus enfer-
mos. Morton visitó entonces al doctor John Collins Warren, del Hospital
general de Massachusetts, y le animó a ensayar el nuevo anestésico en al-
guna operación quirúrgica, sin decirle, sin embargo, el nombre de la dro-
ga. La operación fué realizada en el hospital el 16 de octubre de 1 846, en
un caso de «un tumor vascular congénito, pero superficial, situado justa-
(1) Los documentos originales en que se apoyan las reclamaciones de Long
han sido, en efecto, publicados inmediatamente por el doctor H. H. Young en el
Bull. Johns Hopkins Hosp., Baltimore, 1896-97; VIII, páginas 174-184.
126 HISTORIA DE LA MEDICINA
mente por debajo del maxilar, en el lado izquierdo del cuello >. El tumor
fué extirpado por Warren en cinco minutos, y el enfermo, al recobrar la
conciencia, exclamó: «Caballeros, esto no es una patraña.» El día siguien-
te, un gran lipoma del hombro fué extirpado por Hayward, teniendo a
Morton como anestesiador, y también con éxito. El 1 8 de noviembre
de 1846 se anunciaba el descubrimiento al público en un artículo de Hen-
ry J. Bigelow, publicado en el Boston medical and Surgical Journal (i).
Fué grandemente debido a la reputación y al elevado carácter de hom-
bres como Warren y Bigelow el que la anestesia por el éter se difundie-
se por todo el mundo y llegase a constituir una parte permanente de la
cirugía operatoria; pero Morton trató de patentar la droga como «letheon>
(1846) [2], peleó con Jackson a propósito de sus respectivos derechos lega-
les, y no anunció que aquélla era éter sulfúrico hasta 1 847 (3). Entretanto,
Robert Listón había amputado un muslo con la anestesia por el éter en
diciembre de 1 846; Syme había llevado el procedimiento a Edimburgo
(1847), y Pirogoff había escrito un pequeño manual de eterización (1847)
basado en su propia experiencia durante la guerra de Crimea. Los térmi-
nos «anestesian y «anestésico» han sido propuestos por Oliver Wendell
Holmes. El 19 de enero de 1847, sir James Young Simpson (iSl 1-70), pro-
fesor de Obstetricia en Edimburgo, empleó el éter por primera vez en la
Gran Bretaña en la práctica tocológica; pero el 4 de noviembre de 1 847
lo reemplazó por el cloroformo, descubierto por Liebig, Guthrie y Sou-
beiran, y fué de tal modo impresionado por sus ventajas sobre el éter en
la labor obstétrica, que una semana más tarde publicó los resultados obte-
nidos (4). Los efectos de estos descubrimientos en Medicina y Cirugía han
sido notables en multiples sentidos. En primer término, el cirujano, que en
los tiempos preanestésicos tenía que lanzarse a operar con la rapidez del
rayo, y luchando con las desventajas que suponían la fuerza y los sufri-
mientos de los enfermos, podía en la actualidad disponer del tiempo, y,
por consiguiente, llevar a cabo nuevas operaciones, completamente impo-
sibles en las antiguas condiciones (5). Los tiempos de las milagrosas haza-
ñas habían pasado, y las prestidigitaciones de un Cheselden, un Langen-
beck, un Fcrgusson o un Pirogoff iban a ser reemplazadas por los proce-
(1) Bosi vná Surg. Journ., 1846-47; XXXV, páginas 309 y 379.
I. \Y. Morton: Circular Montoris Utheon, Boston, 1K46.
(3) Morton: Remarks on the proper mode of administering sulphuric ether (etcé-
tera), Boston, 1847.
i Sir. |. Y. Simpson: Account of a new anesthetic agent, Edimburgo, 1*47.
(c¡j (Cuando yo era muchacho, los cirujanos operaban a toda velocidad, nfa-
oándose en ganar en rapidez Los unos a los otros, cesto si fuesen carretista& Era d
mayor (trujano, tanto para H enfermo como para los que \t rodeaban, d que l>a
tía el record de los tres minutos < n una amputación o en una litotomía. ;Oué lugar
ÉL SIGLO XIX 127
dimientos deliberados y tranquilamente decididos. Además, unas cuantas
gotas de cloroformo hacían incapaz a la mujer de parto de apreciar los
crueles dolores de aquél, con gran facilidad y seguridad, y el tocólogo po-
día proceder a su asistencia con las mismas ventajas que acabamos de en-
contrar en el cirujano. Para unos y otros, cirujanos y tocólogos, y para su
rama intermedia, los ginecólogos, era una necesidad, al paso que para los
trabajadores en los laboratorios de Fisiología y de otras ramas de la me-
dicina experimental podía evitar los remordimientos a propósito de los
sufrimientos experimentados por los animales viviseccionados. En este
campo, la anestesia era, según la memorable frase de Weir Mitchell, la
«muerte del dolor».
La ginecología operatoria, que no había tenido ninguna existencia
especial antes del comienzo del siglo xix, es, en gran parte, la creación
de un número de cirujanos de los Estados Unidos del Sur, y, como se
ha insinuado, tiene su origen en el intento de corregir los errores y las
omisiones del campo de la Obstetricia. En el siglo xvni encontramos a
William Baynham (1749-1814), de Virginia, operando dos veces, con
éxito, en casos de embarazo extrauterino (i 790-99) [i], y en la primera
parte del siglo xix, a John King (1819-93), de Edisto Island (Carolina del
Sur), que llevó a cabo una notable operación en un embarazo abdominal
en 1816 (2), salvando la vida a la madre y al hijo, seccionando las pare
des de la vagina y aplicando el fórceps, ejerciendo compresión desde
fuera sobre el feto, a través de las paredes del abdomen. Después expuso
sus observaciones en un delgado volumen de 1 76 páginas, publicado en
Norwich (Inglaterra), en 1818, y titulado An Analysis of the Subject of
Extra-uterine Foetation and of the Retroversion of the Gravid Uterus, que
es el primer libro dedicado al asunto. Los fundadores de la ginecología
operatoria son McDowell y Sims.
Ephraim McDowell (1771-1830), de Virginia, era un discípulo de
John Bell, de Edimburgo, en 1793-94, y a consecuencia de la elocuente
enseñanza de Bell se vio desde un principio impresionado con el triste y
desesperado destino de las mujeres afectas de enfermedades del ovario.
En 1795 se estableció en Danville (Kentucky), uno de los puestos avan-
zados de la civilización, y muy pronto se dio a conocer como hábil y
podía quedar en estas operaciones batidoras del record para el complicado enredo
de las precauciones antisépticas? El evidente don de la inmunidad para el dolor,
por precioso que sea, cuando nosotros miramos más allá de lo individual, es me-
nos que el don del tiempo. Con los anestésicos ha acabado la cirugía de golpe y po-
rrazo; la anestesia ha dado el tiempo necesario para que las teorías de Pasteur y
de Lister pudieran ser adoptadas en la práctica.» (Sir Clifford.)
(1) Baynham: New-York Med. and Phil. Rev., 1809; I, páginas 160-170.
(2) King: Med. Repository, New- York, 181 7; n. s., Ill, páginas 388-394.
128
HISTORIA DE LA MEDICINA
afortunado cirujano, especialmente en la litotomía, que efectuó sucesiva-
mente 22 veces sin perder un solo enfermo. En diciembre de 1 809 llevó
a cabo su primer ovariotomía en Mrs. Crawford, una mujer de cuarenta
y siete años, que vivió, después de operada, hasta los setenta y ocho.
McDowell refirió su caso con otros dos más en abril de 1817 (i), si-
guiendo éstos con una referencia de otros dos en 1 8 19 (2). Llevó a cabo
la operación 13 veces en su vida, con ocho restablecimientos. Aunque
haya sido precedido por el castrador de cerdos Weyer, del siglo xvi, y
por la operación parcial (punción
del quiste), por Houstoum, de Edim-
burgo, en 1701, sin embargo, una
golondrina no hace un verano, y la
ovariotomía no ha tenido existencia
en la práctica quirúrgica hasta que
McDowell ha publicado los resulta-
dos obtenidos, estableciéndola so-
bre una firme base. McDowell ha
enviado una copia manuscrita de su
primera publicación a su antiguo
maestro, John Bell, cuando éste ha-
bía ido a terminar su vida en Italia,
sin que llegara a leerla. Llegó este
trabajo, no obstante, a las manos del
discípulo de Bell, John Lizars (1787
a i860), de Edimburgo, que tomó un gran interés por la obra de McDowell,
publicando los resultados de la misma en sus Observations of Extraction
of Diseased Ovaría (1825), la segunda importante contribución sobre el
asunto. Entretanto, el doctor Natharn Smith había llevado a cabo la ova-
riotomía en Norwich (Vermont), en julio de 1 82 1 (3), ignorando todavía
la obra de McDowell, que estaba destinada a recibir la mayor impulsión
de las manos de los hermanos John L. y Washington L. Atlee, de Pen-
silvania, el primero de los cuales ha llevado a cabo la operación 78 veces,
con 64 curaciones (1843-83), y el segundo, 387 veces (1844-78). La ova-
riotomía fué firmemente establecida en la cirugía inglesa por la admira-
1)1" labor de Charles Clay (180 1 -93), de Manchester, y por sir Spencer
Wells (1818-97), (1(> Londres. Benedik Stilling practicó una ovariotomía
por vía extraperitoneal en [837. I -a introducción de la ovariotomía en
Ephraim McDowell (1771-1830)
(1) McDowell: Eclect. Repertory ana Analyt. Rev.% Fila'delfia, 1817; VIII, i><í^¡
242-244.
(2) McDowell: ibidem^ 1819; IX, páginas 546-553.
(3) Smith: Atn. Med. RtCOrcU r . Y i l;i<l< lli;i. 1S22; V, páginas 124-126.
ÉL SIGLO XIX 129
Francia es debida a Auguste Nélaton, a Jules Pean (i 830-98), que prac-
ticó la primera operación afortunada en París (1864), y al cirujano alsa-
ciano Eugéne Koeberlé (1828-1915), que realizó sus primeras ovarioto-
mías en 2 de junio y 29 de septiembre de 1862 (i).
Antes de la época de Sims, alguna importante labor, de carácter aislado, había
sido realizada en Europa y en América, como los ocho notables casos de Osian-
der de amputación del cuello de la matriz por cáncer (1801-08) [2]; la histerecto-
mía vaginal, por cáncer, efectuada por Langenbeck (181 3) [3], que fué seguida de
los casos de J. N. Sauter (1822) y de J.-C. A. Recamier (1829); el caso de Ritgen,
de gastro-elytrotomía (1821) [4]; la operación de Roux para la rotura del periné
(1834) [5]; la Memoria de William Campbell, sobre la gestación extra-uterina
(1840); Ja invención, por Recamier, del speculwn plein et brisé (1842) [6]; la inven-
ción, simultáneamente, de una sonda uterina especial, en 1843, por Huguier, de
París; Kiwisch, de Praga, y sir James Young Simpson (181 1-70) [7], de Edimburgo;
el tratado de Bennet, sobre la inflamación del útero (1845); el de C. D. Meigs, so-
bre enfermedades de la mujer (1849); el de Tilt, sobre la inflamación del ovario
(1850); la descripción, por Nélaton, del hematocele pelviano (1851-52) [8]; la ope-
ración de la epicistotomía, de Noeggerath (1853) [9], y la operación plástica, de
Daniel Ayres, para la extrofia de la vejiga femenina (1859) [10]. En 1836, Michaeiis,
de Kiel, refiere el notable caso de Frau Adametz, en el que se habían efectuado
sucesivamente cuatro operaciones cesáreas, teniendo la hecha últimamente por él
tanto éxito como las anteriores (1 1), y en América llevaba a cabo John Lam-
bert Richmond la primera operación cesárea en Newtown (Ohio) en 22 de abril
de 1827 (12); Francois Prevost (1764- 1842), de Donaldsonville (Louisiana), realiza
la operación cuatro veces antes de 1832 (13), con tres casos de éxito; y William
Gibson, de Baltimore, verifica dos veces, con éxito, la operación cesárea en una
misma enferma (1835-38) [14], que vivió todavía cincuenta años después de la pri-
mera intervención. Miomectomía por tumores fibrosos ha sido hecha dos veces,
felizmente, por Washington L. Atlee, en 1844 (15) y por Walter Burnham, de Lo-
well (Massachusetts), en 1853 (ib), y en este mismo año (1853) [17], Gilman Kim-
(1) Koeberlé: Mém. Acad. de Méd., París, 1862-63; XXVI, páginas 371-472» 6
láminas.
(2) Osiander: Góttingen gelehrte Anz, 1808, pág. 130; 18 16, pág. 16.
(3) Langenbeck: N. Bibliotk.f. d. Chir., Hannover, 181 7; I, st. 3, pág. 557.
ik4) Ritgen: Heidelberg Klin. Ann., 1825; I, pág. 263-277.
(5) Roux: Gaz. Med. de Paris, 1834; 2 s., II, páginas 17-22.
(6) Recamier: Bull. Acad, de Méd., París, 1842-43; VIII, páginas 661-668.
(7) Simpson: London and Edinb. Monthly Journ. Med. Sc, 1843; III, pági-
nas 547, 701 y 1009; 1844, IV, pág. 208.
(8) Nélaton: Gaz. des H6p., París, 1851; 3 s., III, páginas 573 y 581; 1852, IV, pá-
ginas 54 y 66.
(9) Noeggerath: New- York Med. Journ., 1853; 3 s., IV, páginas 9-24.
(10) Ayres: Am. Med. Gaz., New-York, 1859; X, páginas 81-89, 2 láminas.
(11) Michaélis: Mitth. a. d. Geb. d. Med. (etc.), Altona, 1836; IV, 7 y 8 Heft, pá-
gina 60.
(12) Richmond: West. Journ. Med. <S° Phys. Se, Cincinnati, 1830; III, pági-
nas 485-489.
(13) Prevost: Am. Journ. Med. Se, Filadelfia, 1835; VI, pág. 347- (Véase Ha-
rris: New Orleans Med. &* Surg. Journ., 1878-79; n. s., VI, páginas 935-937.)
(14) Gibson: Am. Journ. Med. Se, Filadelfia, 1835; XVI, pág. 351; XVII, pá-
gina 264; 1838, XXII, pág. 13; 1885, n. s., XC, pág. 422.
(15) Atlee: The Surgical Treatment of Certain Fibrous Tumous of the Uterus,
New- York, 1853.
(16) Burnham: Nelson's Am. Lancet, Plattsburgh, New- York, 1853; VII, pá-
gina 147. .
(17) Kimball: Boston Med. and Surg. Journ., 1855; LII, páginas 249-255.
Historia di i*a M«dioiha. — Tomo I] 9
130 HISTORIA DE LA MEDICINA
ball (1804-92), de Lowell (Massachusetts), fué el primero en realizar esta opera-
ción con una intención deliberada. Eugéne Koeberlé, el defensor de la histerecto-
mía y del morcellement de los tumores, ha excindido el útero por un fibroma ute-
rino el 14 de marzo y el 20 de abril de 1863, ha amputado el útero y los anexos
por tumor en 1869, y ha llevado a cabo su primer miomectomía en 1878. Ha tenido
muchas discusiones con Jules Pean, por la prioridad en el invento de las pinzas
hemostáticas («pinzas de Pean»). Antes de la época de Sims y de Koeberlé se ha-
bían intentado, acá y allá, operaciones sobre el útero; pero los diferentes métodos
operatorios habían caído en descrédito por la muerte de la enferma (exitus le-
thal is).
Antes del año 1 852, el obstáculo en que tropezaban todos los ginecó-
logos era el tratamiento de la fístula vésico-vaginal. Muchos cirujanos,
desde la época de Paré, han intentado operar en estas condiciones, con
no mejor resultado que proporcionar a las desgraciadas enfermas una
nueva suma de inconvenientes y de dolores. Roonhuyze (1672) y Fatio
(1752) han dejado admirables resúmenes de sus métodos operatorios,
pero no una referencia de los casos afortunados. Dieffenbach ha hecho
también un clásico estudio de este desdichado estado de la mujer, al cual
había aplicado en vano todos los admirables recursos de su arte (1845).
Jobert de Lamballe ha dedicado un tratado entero al estudio de las fístu-
las femeninas (1852) [ij; pero su autoplástica operación par glissement
sólo ha tenido como resultado repetidos fracasos y la muerte de muchas
de sus enfermas. Seis afortunadas operaciones de esta índole han sido re-
feridas en América por John Petter Mettauer (1787-1875), de Virginia (2)
[1838-47J; otras, por George Hayward (1791-1863), de Boston, en
1839 (3); por Joseph Pancoast, de Filadelfia, en 1 847 (4), y en Francia, por
Maisonneuve (1848) [5]. El asunto ha cambiado por completo, como dice
Kelly, «como con una varita mágica»,, con James Marion Sims (1813-83),
de Carolina del Sur. Después de haberse graduado en el Jefferson Medi-
cal College, de Filadelfia (1835)1 Sims se estableció en Alabama, donde
muy pronto se hizo conocer como cirujano hábil y original, operando, con
éxito, abscesos del hígado en 1 83 5, y extirpando, con éxito también, am-
bos maxilares, superior e inferior, en 1837. En Io>45 fué llamado a visitar
a una mujer de la región que había sufrido un desplazamiento del útero
por una caída de un caballo. Al hacer una exploración digital para corre-
gir el desplazamiento, lo consiguió en la peculiar posición lateral (posi-
1 \. J Jobert <l<- Lamballe: TraitS Jes fistules vésico-uierines, vvsico-útero-va-
I 852.
(2) Metta ton Med. and Surg. Journ., 1K40; XXII, página 154, y Am.
Journ. Me, i. Sc.% Filadelfia, 1 S47, n. s., XIV, páginas 117-121,
(3 Hayward: \m. Vourn. Med. Si , Filadelfia, 1839; XXIV, páginas 283-288.
Pancoast: Med. Examiner; Filadelfia, 1S47; n. s., III, páginas 272-274;
. Vil. pág 656.
(5) Maisonneuve: ( 'Unique chirurgi alt París, 1848; VII, página 660 y siguientes,
EL SIGLO XIX
I3i
ción de Sims), y esto le condujo a la invención de un speculum especia] en
pico de pato, que había de convertirse bien pronto en un factor esencial
de sus éxitos en la operación de la fístula vésico-vaginal. Con la posición
y el speculum de Sims se conseguía ver la región, «lo que no se había con-
seguido hasta entonces*; añadió además una sutura especial con hilo de
seda, para evitar la sepsis, y un catéter, para procurar el .vaciamiento de
la vejiga mientras durase el tratamiento de la fístula. Con estos cuatro
James Marion Sims (1813-83")
coeficientes, Sims perfeccionó la operación para reparar esta afección, in-
curable hasta entonces, y publicó su estudio en 185 2 (i). Produjo una
gran impresión, y en 1 854 (2) fué seguido de una monografía de Gustav
Simon indicando un método de unir los bordes de la fístula por medio de
una doble sutura. Sims se trasladó a New- York en 1853, y en 1855 esta-
bleció el State Hospital for Women (Hospital Ginecológico Oficial), que
pronto se convirtió en el centro de la mejor labor ginecológica de su tiem-
po. Visitando Europa, en 1 86 1, Sims llevó a cabo su operación con gran
brillantez ante Nélaton, Velpeau, Larrey y otros maestros de la Cirugía, y
(1) Sims: Am. Journ. Med. Se. 1852; n. s., XXIII, páginas 59-82.
(2) Simon: Ueber die Hcilung der Blasen-Scheidenfisteln, Giessen, 1854.
132 HISTORIA DE LA MEDICINA
pronto fué requerido de todos los puntos de Europa como un operador
para las afecciones propias del sexo femenino. Sus Notas clínicas de ciru-
gía del útero (Clinical Notes on Uterine Surgery) (1866) fueron traducidas
al alemán, y Robert Olshausen y August Martín han dado testimonio de
la alta estimación que ha disfrutado Sims entre los alemanes (i). Entre
otras importantes contribuciones de Sims figuran sus métodos de ampu-
tar el cuello del útero (1861) [2], la descripción del síndrome «vaginismo»
(1861) [3], su operación de colecistotomía (18/8) [4J y su notable estu-
dio acerca de la « cuidadosa invasión de la cavidad del peritoneo para com-
batir la hemorragia, suturar las heridas intestinales, limpieza de la cavidad
peritoneal y para todas las restantes condiciones intraperitoneales»
( 1 88 1) [5]. Sims era un hombre de buen carácter, pero impulsivo, y uno
de los más originales e inspirados cirujanos americanos. En el Bryant
Park, de la ciudad de New York, se le ha erigido, por sus admiradores
europeos y americanos, una estatua en 1894.
En el Hospital Ginecológico de New- York, Sims estaba ayudado por
Thomas Addis Emmet (1828), natural de Virginia, que con su enseñanza
llegó a ser un gran maestro en la cirugía plástica del peritoneo, la vagina,
el cuello del útero y la vejiga urinaria. Como dice Kelly, él «tomó de una
ve/ las ideas de Sims, adquirió sus métodos y los perfeccionó, e hizo mas
que ningún otro cirujano para enseñar a sus compañeros de profesión en
su región cómo debían hacerse todas estas operaciones.» Los principales
trabajos de Emmet son sus estudios acerca del tratamiento de la disme-
norrea y de la esterilidad, que resultan de la anteflexión del útero (l865)[6);
sobre el tratamiento quirúrgico de las rasgaduras del cuello uterino
(1869-74) [7], su monografía acerca de la fístula vésico-vaginal y recto-
vaginal (18Ó8) [8J, y sus escritos sobre cistotomía vaginal (1872) [9] y so-
bre cirugía plástica del peritoneo (1882) [io].
La obra de Sims fué difundida y extendida por Natham Bozeman
i 1825- 1905), de Alabama, que llevó a cabo múltiples afortunadas opera-
(1) Olshausen: deber Mar ion Sims und seine Verdienste um die Chirur^ie, Ber-
lín, 1897.— Martín: Ztsckr. f. Geburtsh. u. Gynák, Stuttgart, 1913; LXXIII, pági-
nas 946-948.
(2) Sims: Tr. Med. Soc, New-York, Albany, 1861; páginas 367-371.
(3) Sims: Tr. übst. Soc, Londres, 1861; III, páginas 356-367.
(4) Sims: Richmond and Louisville Med. Journ., 1878; XXVI, páginas 1-21.
($i Sims: Brit. Med. Journ., Londres, 1881; II, páginas 925 y 971; 1882, I, pági-
naa 184, 222, 260 y 302.
(6) Emmet Ñew-York XtcJ. Journ., 1865; I, páginas 205-219.
7 hn. J. obst.t New- York, 1868-69; I, páginas 339-362; 1874-75, VII, pági-
1 1-156.
y- York, 1868.
Am. Pract.. Louisville, 1872; V. páginas 65-92.
10 Ir. Am. Gynec. Soc, New-York, 1884; VIII, páginas [98-216.
EL SIGLO XIX 133
dones de fístulas vesicales y fecales en el sexo femenino, poniendo una
especial atención en la complicación de pielitis, que trataba cateterizando
el uréter a través de una abertura vésico-vaginal (1887-88) [ij.
En el grupo de los ginecólogos del Sur deben ser incluidos Prevost,
de Donaldsonville (Louisiana), y William Gibson, de Maryland, ambos
trabajando en la operación cesárea, y Josiah Clark Nott ( 1 804-73), de
Carolina del Sur, que en 1 844 ha descrito el síndrome que fué desig-
nado por sir James Y. Simpson, en 1861, de coccygodynia (2). Nott fué,
además, el primero en sugerir la «teoría de los mosquitos» en relación
con el modo de transmitirse la fiebre amarilla (1848) [3], y ha escrito nu-
merosas obras de etnología.
Theodore Gaillard Thomas (i 83 1 -1903), de Edisto Island (Carolina
del Sur), practicó, como Marion Sims, en New- York. En 1 868 ha publi-
cado un tratado de las enfermedades de las mujeres que se considera
como el mejor de los que hasta entonces habían aparecido (4), siendo tra-
ducido al francés, alemán, español, italiano y chino. En 1870, Thomas re-
sucitó la operación de Ritgen de gastro-elytrotomía para substituir a la
operación cesárea (5), y en el mismo año fué el primero en llevar a cabo
la ovariotomía vaginal (6).
Robert Battey (i 828-95), de Augusta (Georgia), graduado en el Jefferson
Medical College, de Filadelfia, fué el primero en indicar la operación de
la oophorectomía, o excisión de los apéndices uterinos, para aquellas con-
diciones, no ováricas, de menstruación dolorosa y de neurosis. Esta ope-
ración fué primeramente realizada por él en 17 de agosto de 1 87 2 (7). La
«operación de Battey» ha sido posteriormente aplicada por E. H. Tren-
holme (1876) [8] en el tratamiento de los miomas uterinos, y en otros es-
tados pélvicos, por Hegar, en Alemania, y Lawson Tait, en Inglaterra, y
más recientemente ha adquirido una definitiva significación fisiológica, en
relación con la labor moderna de la correlación química de las secreciones
internas.
El PROGRESO ÜE LA MEDICINA CIENTÍFICA EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX
está caracterizado por la aparición de nuevos puntos de vista biológicos o
(1) Bozeman: Tr. Internat. Med. Congr., Washington, 1887; II, páginas 514-558
y Am. Journ. Med. Se. Filadelfia, 1888, n. s., XCV, páginas 225 y 368.
(2) Nott: New-Orleans Med. Journ., 1844-45; I, páginas 58-60. — Simpson: Med.
Times and Gaz, Londres, 1861; I, página 317.
(3) Nott: New-Orleans Med. Journ., 1848; IV, páginas 563 y 601.
(4) Thomas: A Practical Treatise on the Diseases of Women, Filadelfia, 1868.
(5) Thomas: Am. Journ. Obst., New- York, 1870; III, páginas 125-129.
(6) Thomas: Am. Journ. Med. Se, Filadelfia, 1870; n. s., LIX, páginas 387-390.
(7) Battey: Atlanta Med. and Surg. Journ., 1872-73; X, páginas 321-339.
(8) Discutida por Lawson Tait, que reclama la prioridad alegando un caso
de 1872. (Véase Trenholme: Med. News, Filadelfia, 1886; XLIX, pág. 530.
134
HISTORIA DE LA MEDICINA
evolucionarios en la morfología y en la fisiología, de los cuales han proce-
dido los conocimientos científicos de la patología celular, de la bacteriolo-
gía y de la parasitología, y los nuevos modos de considerar la enferme-
dad y sus causas, que han constituido el germen de nuevos métodos de
tratamiento por medio de los sueros y de las vacunas. Los descubrimien-
tos de Pasteur produjeron inmediatamente la cirugía listeriana o antisép-
tica, con sus notables aplicaciones en aquellas regiones, como la cavidad
abdominal, el cerebro, las articulaciones, el tórax y los órganos especiales
de los sentidos, y su gran exten-
sión en la ginecología operatoria.
A su debido tiempo aparecieron
grandes perfeccionamientos en
la educación médica, en la higie-
ne pública y en la medicina mili-
tar, y fueron después auxiliados
por el crecido aumento en el nú-
mero y en la calidad de los pe-
riódicos científicos y por el pro-
greso en los rápidos medios de
comunicación nacional e interna-
cional por medio de los ferroca-
rriles, barcos de vapor, telégra-
fos y cables. Por todas estas ra-
zones, las diferentes especialida-
des, como oftalmología, otología,
laringología, ortopedia, odonto-
logía y veterinaria llegaron a ser
algo más que meros nombres.
El inmenso progreso de la biología general en nuestra época se debe
principalmente a las teorías evolucionistas de Charles Robert Darwin
(1809-82), de Shrewsbury (Inglaterra), un graduado de Cambridge, cuya
inclinación hacia la Historia Natural se señalaba ya por su inclinación éh
la infancia a la Botánica, y más larde por sus cinco años de viajes por el
mar en la 1 I. M. S. Beagle ( 1 83 1 -36), la experiencia de los cuales le trans-
formó en un experto geólogo y zoólogo. Aunque invalidándose para el
resto de su vida, Darwin trabajó por espacio de veinte años antes de pu-
blicar su gran obra Sobre el origen de ios especies por medio de la selección
natural | 1 85! ><■ que ea tal vez eJ ejemplo más admirable de síntesis en la
historia de la ( iencia. Su teoría había sido expuesta independientemente
por Alfred Russel Wallace (1822-1913) en 1858, aunque la prioridad de
los d.ttos de Darwin se remonta hasta 1S38. Tanto Darwin'como Walla-
Charles Robert Daiwin (1809-83)
EL SIGLO XIX 135
ce deben mucho al Ensayo del principio de población, publicado por el
pastor inglés Thomas Robert Malthus en 1798. La ordenada exposición
por Darwin de un tan gran número de hechos en demostración de la su-
pervivencia de los adaptables por la selección natural, en la lucha por la
existencia, ha#tenido la misma decisiva influencia en la especulación bio-
lógica que los descubrimientos de Copérnico en la Astronomía. Esto lu-
chaba con el antiguo concepto de Linneo de la fijeza de las especies, o sea
que los animales y las plantas han sido creadas tal como las encontramos
actualmente, y con las abstracciones metafísicas espirituales a que se acu-
de para «explicar» por qué eso ha tenido que ser así. Creaba esto las
ciencias de la fisiología y la patología comparadas, señalando las positivas
relaciones estructurales y funcionales entre los tejidos de los animales y
los de las plantas. Y a pesar de que la idea de evolución era ya conocida
por los griegos, y había sido más o menos definitivamente bosquejada
por Bacon, Buffon, Erasmo, Darwin, Goethe, Lamarck, Lyell y Herbert
Spencer, no ha llegado a convertirse en el hecho saliente de la ciencia mo-
derna hasta la labor de Darwin. La aplicación de la idea de la continui-
dad del desarrollo en The Descent of Man [187 1] (El origen del hombre) ha
dado fin a la teoría antropocéntrica de que el universo había sido creado
para el hombre. Comenzó a percibirse que existe una sencilla y noble dig-
nidad en la historia de la dolorosa evolución desde las formas más infe-
riores de la vida, del mismo modo que a comprender que la pintura he-
cha por Darwin de la lucha por la existencia iluminaba, como no se había
logrado hasta entonces, las verdaderas causas de la miseria humana. El
que hay lagunas y defectos en las hipótesis de Darwin; el que no se ha
dado él suficiente cuenta de aquellas espontáneas variaciones accidentales
o mutaciones, que, como han indicado Mendel y De Vries, pueden tam-
bién dar lugar a la formación de especies; el que su teoría de la sexual
selección no aparece defendida por los hechos; el que muchos caracteres
específicos en los animales y en las plantas no son verdaderos valores su-
pervivientes, todo ello está perfectamente puesto en claro en la actualidad.
Pero es preciso que no nos olvidemos de que el mismo Darwin ha consi-
derado la selección natural «como el más importante, pero no el medio
exclusivo de modificación», y que un carácter verdaderamente específico
es un valor superviviente solamente con relación al medio esencial del que
lo posee y no respecto de algunos accidentales enemigos. El estudio de
Darwin de La variación de los animales y de las plantas por la domesticación
(The Variation of Animals and Plants under Domestication) [1868] es en
la actualidad muy notable por su intento de explicar el mecanismo de la
herencia por « pangenesis >, o sea por transporte áegemmulas desde todas
partes del organismo al óvulo, para asegurar su reproducción, lo que ve-
136 HISTORIA DE LA MEDICINA
mos más tarde reproducido en la teoría de los hormones, de Starling. Su
gran monografía acerca de La expresión de las emociones en el hombre y
en los animales (The Expression of the Emotions in Man and Animals) [187 3]
se coloca al nivel que la obra de su contemporáneo Duchenne de Boulo-
gne (1862), y la teoría misma de la evolución es el punto de partida de la
psicología comparada. Las investigaciones en Botánica y en Geología, las
monografías de las plantas trepadoras (1875), Ia fertilización cruzada y la
auto-fertilización (1876), la facultad del movimiento en las plantas (1880),
la formación de la tierra vegetal (1881), los arrecifes o bancos de coral
(1875) y las islas volcánicas (1844) deben ser también mencionadas. Mu-
cho perjuicio ha sufrido la reputación de Darwin entre las personas de es-
píritu estrecho por el intento del semi-loco Nietzsche y de su escuela de
llevar la idea de la «guerra a los débiles» a la ética actual. Esto va contra
la verdadera intención de la doctrina de Darwin, que demuestra que la
Naturaleza carece de piedad; pero no ha dicho nunca que el hombre deba
carecer también de ella. En contra de estos defectuosos intérpretes pue-
de ponerse la grave, tranquila y humanitaria figura del propio Darwin.
Llevando en la mente la magnífica sinceridad de su obra, su fama está
bastante segura de los ataques infundados.
La obra de Darwin ha sido popularizada y difundida por los escritos filosóficos
de Herbert Spencer (1820- 1903), cuyos Principios de Biología (1866-67), Principios
de Psicología (1871) y Sociología descriptiva (1873-81) son todos de elevado orden y
de gran mérito; por Alfred Russel Wallace, cuya Distribución geográfica de los ani-
males (1876) es su mejor obra, y por Huxley y Haeckel.
Thomas Henry Huxley (1825-95), de Ealing (Inglaterra), era un mé-
dico graduado de la Universidad de Londres (1845), que llegó a cirujano
de la Armada Real. Lo mismo que en Darwin, sus aficiones a la Biología
fueron despertadas por sus cinco años de viajes marítimos en el H. M. S.
Rattlesnake (1846- 50). Antes de estos experimentos había ya descubierto
la capa de células de la vaina de la raíz del pelo que lleva su nombre
(1845) f1]' Y después de sus viajes ha hecho estudios muy importantes en
zoología marítima, en premio de los cuales fué nombrado miembro y re-
cibió la medalla de oro de la Royal Society (1851-52). Retirado de la Ma-
rina, fué profesor de Historial Natural en la Real Escuela de Minas, e ideó
el enseñar morfología por medio de una serie de animales típicos, toma-
rlos como norma de sus especies respectivas; idea que ha constituido el
rasgo predominante de la Biología elemental. Aplicó las doctrinas de la
evolución a la paleontología en sus extensos estudios sobre los fósiles de
peces, cocodrilos y otros vertebrados, y en su obra sobre los antepa-
(\) Lnnd. :\fcd. (¡az., 1845; n. s., I, página 1340.
EL SIGLO XIX
137
sados del caballo. Sus Croonian Lectures sobre la teoría del cráneo de los
vertebrados (1858) destruyeron el concepto de Owen del arquetipo, en
favor de un tipo morfológico, un conjunto de rasgos comunes a todas sus
clases, como una composición fotográfica. En relación con esto deben ser
mencionadas las importantes lecturas de Huxley sobre craneología de los
pájaros (1867). En 1861 (i) demostró la inexactitud de otra afirmación de
Owen relativa a la supuesta proyección invertida de las cavidades del ce-
rebro en el cuerno posterior y en el hipocampo, como un carácter especí-
fico del hombre. Los ensayos sobre anatomía comparada del hombre y de
los monos superiores (1859-62)
y sobre la demostración del pues-
to del hombre en la Naturaleza
(1863) revelan al continuador de
Darwin, de cuyas ideas ha sido,
indudablemente, Huxley el más
capacitado intérprete moderno-
En un enérgico lenguaje ha escri-
to diferentes volúmenes de en-
sayos que figuran entre las más
deliciosas de las modernas con-
tribuciones de la divulgación
científica y sus obras didácticas
de fisiología (i860), que ha atra-
vesado treinta ediciones, de ana-
tomía de los vertebrados y de
los invertebrados (1871-77) y de
fisiografía (1877) s°n> a pesar de
su tamaño reducido, verdaderas
obras maestras en su género.
Huxley se definía a sí propio como una persona que cuidaba más de la liber-
tad del pensamiento que del mero avance de la ciencia, y este es precisa-
mente el interés de su personalidad.
Vigoroso y resuelto en la figura y en los ademanes, era un hom-
bre robusto y de varonil inteligencia, que arruinó su salud a fuerza de
dedicarse a trabajos sedentarios, siendo, lo mismo en su matrimonio, que
en su defensa del darwinismo, que en sus guerras napoleónicas sobre
asuntos teológicos, un romántico como Vesalio. Ningún otro hombre ha
peleado más brava y más lealmente en defensa de la verdad y de la hon-
Thomas Henry Huxley (1825-95)
(1) .Nat. Hist. Rev., Londres, 1861; páginas 67-84; Proc. Zoól. Soc, Londres, 1861;
páginas 247-260.
i38 HISTORIA DE LA MEDICINA
radez, en favor del derecho de las gentes a pensar y a expresar su pro-
pio pensamiento. Su convicción de que «no hay ningún alivio para los ma-
les del género humano mas que la veracidad del pensar y del hacer, y el
afrontar resueltamente el mundo como él es, cuando el revestimiento de
creencias hechas por cuyas piadosas manos se han ocultado sus feos ras-
Brnsl Hseckel 0834). (Sociedad fotográfica berlinesa.)
gos, se haya desnudado», es la justificación final del darwinismo y da la
clave de la medicina social en lo futuro.
Ernst HaeCKEL (1834), de Jena, un gran morfólogo, que llevó el dar-
winismo a Alemania cuando la oposición de Virehow hacía necesario de-
fenderle (i). La obra principal de Haeckel es su Generelle Morphologie
(i860), en la cual los organismos y las formas de las estructuras orgáni-
1 Se di< c que Fritz Mttller ha sido el primer alemán que ha defendido el dar-
winismo {Fur bartttin, 1864 Haeckel el Begundo (1866), v Wéissmann, el ter-
EL SIGLO XIX 139
cas son consideradas y clasificadas en relación con las homologías en serie
de la herencia y de la evolución. En 1 868 apareció su Historia Na-
tural de la Creación; en 1874, la Antropogenia, un gran tratado de
Embriología humana, y en 1 884, su monografía, de la hipótesis de la
gastraea, en la que consideraba la gástrula de dos capas como la for-
ma ancestral de todos los animales multicelulares. Esta era, de todas
sus obras, la de carácter más efectista, y el resultado de varios años de
una pacienzuda observación. Entre las obras populares de Haeckel se in-
cluyen sus deliciosas cartas de un viaje por las Indias Orientales y algu-
nas obras menos profundas, como El enigma del Universo. En esta última
combina un férreo materialismo, como el de los enciclopedistas franceses,
con la idea de que las agrupaciones moleculares tienen alma (Plastidul-
Seelen), que ha sido ridiculizada por Virchow. En los tiempos actuales,
Haeckel, el sabio de Jena, es altamente respetado por todos los hombres
de ciencia, y considerado como uno de los más grandes defensores de la
libertad del pensamiento y de la ciencia. Su Phyletic Museum en Jena es
considerado como la más admirable colección de ilustraciones seriadas de
la evolución y del desarrollo del mundo.
El problema de ]a herencia ha sido considerado de cuatro modos di-
ferentes por Mendel, Hering, Gaiton y Weismann.
Gregor Mendel (1822-84), abad del monasterio de agustinos de Brünn (Austria),
ha descubierto las leyes matemáticas que rigen los caracteres dominantes y regre-
sivos en los híbridos (1866-67), cuya aplicación pertenece ya al siglo xx. •
Ewald Hering (1834), profesor de Sajonia, es el autor de la teoría psico-física
(1870) de que la facultad memoria, el poder automático del protoplasma para vol-
ver a crear todo lo que ha existido antes, es la propiedad distintiva de toda la ma-
teria viviente. La transmisión y la reproducción de los caracteres de los anteceso-
res se supone ser el resultado de la inconsciente memoria del pasado del organis-
mo, siendo su mecanismo, según el modo de pensar de Hering, la persistencia de
los movimientos ondulatorios de las moléculas. Esta idea ha sido emitida también
por Haeckel (Perigénesis de los plastídulos) y por Samuel Butler (1835-1902), de Lan-
gar (Inglaterra), que tradujo los estudios de Hering y aplicó su doctrina en sus dis-
cusiones contra el darwinismo.
Sir Francis Galton (1822-191 i), un primo de Darwin que comenzó a estudiar ex-
perimentalmente la herencia en 1871. Sus observaciones acerca de la herencia de
la sangre inyectada en los conejos, de las manchas tricolores en la piel de los gal-
gos, de la estatura y de otros caracteres en la especie humana, le llevaron a recha-
zar la teoría de Lamarck de la herencia de los caracteres adquiridos, lo mismo que
la de la pangenesis darwinista. En su obra sobre la Herencia Natural (1889) llega,
por inducción estadística, a la ley de la regresión filial, que sostiene que la descen-
dencia de progenitores notables en estatura, talento, etc., retrocede hasta volver al
término medio de la especie; y además a la ley de la herencia ancestral, en virtud
de la cual cada progenitor contribuye en un cuarto [(V2)2] de la herencia total; cada
uno de los caatro abuelos, en dieciseisavo [(1/2)4]; cada uno de los ocho bisabuelos,
en '/i28 = [(V2)6]'» de modo que, en general, los ascendientes en n grado contribu-
yen a la herencia en [(V2)2 "}■ Este último teorema ha sido confirmado con una pre-
cisión matemática por los métodos biométricos de Karl Pearson. El trabajo de Gal-
ton sobre las impresiones digitales (1892) es la primer contribución de importan-
cia después de Purkinje. El ha inventado la teoría de la «eugénica» (una palabra
Creada por él), ha fundado el Eugenics Laboratory en Londres (1904) y, con Peár-
M© HISTORIA DE L A MEDICINA
son y Weldon, el periódico Biometrika (1901), que se dedica al estudio de los pro-
blemas biológicos y al adelanto de los métodos estadísticos.
Una importante extensión de la teoría evolucionista es la idea de la continui-
dad no interrumpida o de la inmortalidad del plasma germinativo, que ha sido ela-
borada por August Weismann (1834-1914), deFrancfort a-Mein, entre 1893 y 1904. La
idea general de la continuidad de la reproducción y del crecimiento por el linaje
celular directo era ya inherente a la doctrina celular de Virchow. Owen, en su tra-
bajo sobre parthenogenesis (1849). establecía una distinción entre las células del
cuerpo y las células germinativas. Haeckel acogió con entusiasmo la idea de la des-
cendencia continua en su Generelle ATorphologie (1866). Jaeger inventó la frase de
«la continuidad del protoplasma germinativo», en 1878, y la capacidad del mismo
para transmitir las cualidades hereditarias se había ya claramente establecido por
Nussbanm en 187s. Weismann insistió en la continuidad de la descendencia en los
organismos unicelulares, y trazando desde ésta la evolución gradual de los organis-
mos pluricelulares, estableció que el organismo complejo, hecho de células corpo-
rales, es únicamente el vehículo de las células germinativas. El plasma germinativo,
una compleja estructura contenida en los núcleos de estas células reproductoras,
es el progenitor de las células germinativas en la generación que va reproducién-
dose, asegurando una relativa inmortalidad a las especies, aun cuando los indivi-
duos mueran. T a unión de los dos gérmenes «amphimixis» es el principal agente de
la evolución. Weismann sostiene que la variación es producida por la selección
sexual, v últimamente por una selección nutritiva entre los componentes del plas-
ma germinativo (selección germinativa"). Cree que el plasma germinativo en las cé-
lulas sexuales es el que se encuentra en los cromosomas (idants) y predice la «di-
visión por reducción» (por una mitad) en la maduración de las células sexuales y
la ^división por ecuación» o división igual de los cromosomas. Su presunción de
que los determinantes en los cromosomas son dispuestos en un linaje en serie ha
sido confirmada por T. H. Morgan. Otra característica de la hipótesis de Weis-
mann es su demostración experimental de que los caracteres adquiridos no son
transmitidos directamente por la herencia. Esta aparente contradicción con la teo-
ría deí.amarck ha dado lugar a múltiples discusiones; pero la balanza experimen-
tal parece one se inclina en favor de Weismann. En realidad, la hipótesis de
Weissmann es de gran significación social, supuesto que da como probable el que
las facultades morales no puedan ser transmitidas hereditariamente al niño, sino
que pueden ser adquiridas, en cada caso particular, por una intensa y precoz edu-
cación.
Otro fruto del pensamiento biológico v evolucionado del siglo xix es la Antro-
pología, que ha sido construida por la labor de hombres como Darwin, Huxley,
Lvell. Spencer, Pricbard y Tylor, en Inglaterra; en Francia, por Broca, que inventó
unos 27 instrumentos craniométricos y cranioscópicos; en Alemania, por Virchow,
que era un experto craneólogo y que desarrolló todos los puntos de vista de la an-
tropología en su región; en Italia, por César Lombroso, que desenvolvió el estudio
de la criminología desde el punto de vista criminal y del aspecto patológico del
hombre de genio. Se han fundado sociedades antropológicas en París (por Brocal
en 1 8^o. en Londres en 1863. en Madrid en 1865, en Berlín en 1868, en Viena en
1870, en Italia en 1871 v en Washington D. C. en 1879. La antropología física se ha
desenvuelto por las investigaciones craniológicas de Broca y de Virchow, los tra-
"tados de Paul Topinard, los estudios de Ouatrefages sobre los fósiles, sobre el
hombre sálvate fi860 y los pigmeos (1887), las estadísticas de Virchow sobre la an-
tropología física de los alemanes (1876), el libro de Lombroso sobre el hombre cri-
minal (IJuomo deJinquente, .1876), el método de Alphonse Bertillon para identificar
los criminales por medio de selectas mensuraciones (Bcrt Moríale > 1886) v el senci-
llo método de Francis Oalton de identificar los criminales por medio de las impre-
siones digitales fíRo2), que sobrepujó al bertillonage en Inglaterra en 1000. Socieda-
des etnológicas han sido fundadas en París (1839), Nueva York (1X42) v Londres
(1844V v los principales monumentos de la ciencia son las monografías de Prichard
fl8l3), Pickering ^848), Knox Ci8t;oVT atham 08<o-<;o), Nott v Oliddon (1857^ "Waits
'tKco-7?'. Herbert Spencer (1871-81). Friedrich Mtlller (1871), Peschel (1873), "Rat-
■/f] (iRR^-RR-. Haddon ('1894-1909), Achelis (1896) y Ripley (moo). Fn el campo de la
craníología étnica mencionaremos los álbumes de Morton de cráneos egipcios y
americanos (1839-44), el Crania tthnica de Ouatrefages y Ilamy (1872-82), el estu-
EL SIGLO XIX Ut
dio de Rütimeyer e His sobre los cráneos suizos (1864)*, los álbumes de Retzius de
cráneos suecos y finlandeses (1878- 1900) y la Crania et tínica americana de Virchow
(1892). El asunto estaba estudiado con un singular exceso de detalles en las polisi-
lábicas subdivisiones de tipos raciales y de cráneos, de Sergi, y en la Craniometria
sistemática, de Aurel von Tórock (1890), con sus 5.000 propuestas medidas para un
solo cráneo. La psicología étnica ha sido desarrollada por Andrew Lang (1884 a
1901), Adolf Bastian (1886-90), Alfred Fouillée (1903), Wilhelm Wundt (1904) y en
algunas monografías como la de la expedición al estrecho de Torres (1898). Otras
lases de los estudios comparativos de etnología son los de Pitt-Rivers, sobre tecno-
logía (i 800-75); ios de Sir Henry Maine, sobre la Ley Antigua (1861); los dej. J. Ba-
chofen, sobre el matriarcado (Das Mutterrecht, 186 1); de F. McLennan, sobre el ma-
trimonio primitivo (,1865); de E. B. Tylor, sobre la cultura primitiva (187 1); de L. H.
Morgan, sobre sistemas de consanguinidad (187 1); de Herbert Spencer, sobre So-
ciología descriptiva (1873-81); de William Black (1883) y Max Bartels (1893), sobre
folk-tore médico; de J. G. Frazer, sobre totemismo (1887), totemismo y exogamia
(1910) y The Golden Bough (1890- 19 13); de Westermack, sobre el matrimonio huma-
no (1891); de Alfred C. Gaddon, sobre la evolución en el arte (1895); de Edwin Syd-
ney Hartland, sobre la paternidad primitiva (19 10), y de W. J. Thomas, acerca de los
origeues sociales (1909). Los hallazgos de huesos y de instrumentos de piedra, por
M. Boucher de Perthes, en Abbeville, de 1805 a 1847; los desenterramientos de ha-
llazgos semejantes en las cuevas de Devonshire; la exploración de los restos de las
habitaciones lacustres en los crannogs irlandeses, por sir Williams Wi.de (1839), y
los de los suizos Pfahlbauten, por Ferdinand Keller (1853-54) han determinado un
extenso e intenso estudio de estos objetos prehistóricos en todos los puntos del
mundo. Los resultados han sido sistematizados por la clásica obráis Préliistorique
(^1883), de Gabriel de Mortillet, y proseguidos por sir John Evans en Inglaterra,
Virchow en Alemania, Piette en Francia y Holmes en América. El descubrimiento
del cráneo prehistórico y de restos esqueléticos en Neanderthal, en 1856, que Vir-
chow consideró como patológico, Broca como normal y Huxley como humano,
pero semejante al mono, dio motivo a que este último hiciese su famoso señala-
miento del lugar del hombre en la Naturaleza como «más cercano de los monos su-
periores que éstos lo están de los más inferiores» (i860). Los hallazgos craneales
posteriores en Spy (1886), Krapina (1889), Heidelberg (1907), Le Moustier (1908),
La Chapelle aux Saints (1909) y Sussex. (1912) y el descubrimiento de Eugéne Du-
bois, en Java, de los dientes, calavera y fémur del Pithecanthropus erectus (1891),
que él ha considerado como una especie de «eslabón intermedio» entre los monos
antropoides y el hombre, sirvió para añadir combustible a la controversia que ha-
bía de establecerse en seguida respecto de la cuestión del origen único o múltiple
de la especie humana. En general, el hombre se clasifica todavía en la actualidad,
como le ha dejado Linneo en 1735, entre los simiidae. La unidad de la especie huma-
na ha sido sostenida por Linneo, Buffon, Pichard, sir William Lawrence, Broca, los
antropólogos ingleses y los discípulos de Haeckel, al paso que la teoría múltiple
o poligenista ha sido ampliamente favorecida por los alemanes que han seguido la
dirección, en algún modo oficial, de Virchow.
Después de la labórele maestros tales como Bichat, Bell, Henle y
Hyrtl hay muy poco que añadir en el campo de la anatomía humana des-
criptiva, correspondiendo la mayoría de las investigaciones más modernas
al territorio de la Morfología y de la Histología.
Espléndidos atlas de anatomía gruesa o macroscópica han sido publicados, en-
tre ellos los de los Bell, Cloquet (1 821 -31), Werner Spalteholz (1904) y Cari Toldt
(i 896- 1 900); el atlas de las secciones del corazón, de sir William McEwen (1893), y
el del cerebro de Carl Wernicke (1897-1904). Los cortes congelados, ideados por
Pieter de Riemer (1 760-1 831) en 1818, han sido utilizados por Pirogoff en su nota-
bilísima Anatomía Topographica (1852-59), y en los atlas del útero grávido (1872) y
de anatomía topográfica normal (1872) por Christian Wilhelm Braune (1831-92). En-
tre los varios excelentes tratados de anatomía topográfica y quirúrgica figuran los
t42 HISTORIA DE LA MEDICINA
de Velpeau (1825-26), Hyrtl (1847), Malgaigne (1859), J. H. Power (a?iaiomía de las
arterias, 1863), C. Heitzmann (1870), N. Rüdinger (1873-79), Luther Holden (1876),
W. Henke (1884),. F. S. Merkel (1885-89), A. W. Hughes (1890), G. McClellan
(1891-92), sir F. Treves (1892) y K. von Bardeleben (1894). La anatomía artística ha
hido hábilmente tratada por John Flaxman (1833), Robert Knox (1852), Mathias Du-
val (1881), los fisiólogos Paul Richei (1890) y Ernst Wilhelm Brücke ( 1 89 1 ); y por
directas fotografías del desnudo, en las diferentes obras de Cari Heinrich Stratz;
los dibujos del movimiento, de Eadweard Muybridge (1901), y el espléndido trata-
do de Julius Kollmann (1886). Tratados de anatomía macroscópica han sido publi-
cados por Jones Ouain (1828); Erasmus Wilson (1840), M. P. C. Sappev (1850-64),
H. Gray (1859), CrGegenbaur (1883), L. Testut (1889-91). K. von Bardeleben (1896),
J. Sobotta (1904), A. van Gehuchten (1906-09), así como los tratados cooperativos
editados por D. J. Cunnigham (1902) y los americanos F. H. Gerrish (1899) y
G. A. Piersol (191 1). Tratados especiales, muy difundidos y valiosos, son los ma-
nuales de disección de Luther Holden (1850) e Hyrtl (i860), la osteología de Holden
(1855), la anatomía clinica.de D. N. Eisendrath (1903), el manual de laboratorio de
L. F. Barker (1904); la anatomía aplicada de G. G. Davis (19 10) y la anatomía en
cortes de A. C. Eycleshymeí y D. M. Schoemaker ('911). La historia de la Anato-
mía ha sido tratada por Hyrtl, Knox, Robert von Toply (1898); la historia de los mé-
todos anatómicos, por William W. Keen (1852); la historia de las ilustraciones ana-
tómicas, por Ludwig Choulant (1852). y la historia de la anatomía plástica, por Ma-
thias Duval y Edward Cuyer (1898). Hay descubrimientos aislados en abundancia,
como el de la ínsula de Reil (1809), la columna de Clarke (185 1). la circunvolución
de Broca (1861), el plexo de Auerbach (1862); la demostración, por Bigelow, del li-
gamento en Y (1869), y el anillo de Waldeyer (1884). Tal vez lo más importante de
todo ello haya sido la descripción de las glándulas paratiroideas por el anatómico
sueco Ivar Sandstrom en 1879.
El maestro anatómico alemán de los tiempos modernos es Wilhelm
Waldkykk (1836), de Hehlen (Brunswick), un discípulo de Henle, profesor
en Berlín (1883), que ha efectuado importantes investigaciones acerca del
desarrollo del cáncer (18Ó7-72, de la hernia retro-peritoneal (1868), del
ovario y del óvulo (1870), de las relaciones topográficas del útero grávido
(1886), de las visceras pelvianas (1892) y de la pelvis (1899), y sobre la
teoría de la neurona (1891), a la que ha dado el nombre. Ha sido el pri-
mero en describir el anillo de tejido linfoideo, constituido por las amígda-
las palatinas, lingual y faríngea (1884) [ij, que en la actualidad se consi-
dera como la principal puerta de entrada de la infección. Waldeyer tam-
bién ha referido la constitución linfática a la persistencia de la glándula
timo.
La anatomía inglesa ha tenido una grave pérdida con la prematura
muerte de Henri Gray (1825-61), que había ganado los premios trianua-
lefl del Real Colegio de Cirujanos y de la Sociedad Real por sus Memorias
sobre el nervio óptico (J849) y el bazo (1853), y cuyo tratado de Anato-
mía (1858), recientemente adaptado a la B. N. A. terminología por
E. A. Spitzka (1913), Ha sido el libro de texto preferido para los ejercicios
de los estudiantes ingleses por espacio de medio siglo.
fohn GoODSiB (l8l 1 67), de Anstrutker (Fifeshire), sucedió en la cáte-
1 Waldeyer: Deutsche med. Wochenschr., Leipzig y Berlín, [884; X, pág.313
EL SIGLO XIX
143
dra de Edimburgo a Monro tertius (1845), y trabajó mucho por levantar
la enseñanza anatómica del descrédito a que la había conducido la incom-
petencia de aquél. Las Observaciones anatómicas y patológicas (1845) de
Goodsir contienen el germen de la teoría celular de Wirchow, que le de-
YVilhelm Waldeyer^(i83Ó). (Sociedad fotográfica berlinesa.)
dicó su Patología celular. Goodsir descubrió, además, las sarcinae ventri-
culi (1865).
•rSir William Turner (1832-1916), de Lancaster (Inglaterra), fué ayu-
dante de Goodsir (1854) y su sucesor en Edimburgo (1867), donde creó
su escuela anatómica, la más importante y más adelantada de la Gran Bre-
taña. De notable inteligencia y extraordinario saber, llegó a ser presidente
del Consejo (l898-I905),y, por último, principal de la Universidad (1903).
Como profesor, investigador y administrador, Turner ha sido un prodigio
de fuerza, algunas veces ceñudo y regañón, pero amplio, jovial y de buen
corazón aufond.
144
HISTORIA DE LA MEDICINA
Ha llevado a cabo importantes contribuciones acerca de la placentación en los
cetáceos (1870-89), de la anatomía comparada déla placenta (1875-76), de craneolo-
gía de la India (1899), de antropología escocesa (191 5) y de topografía cráneo-cere-
bral, y ha escrito la historia de la Anatomía en la Enciclopedia Británica (1875), la
mejor monografia de su género en inglés.
Arthur Keith, profesor hunteriano en el Real Colegio de Cirujanos,
descubrió (con Flack) el nodulo sino-auricular en el corazón (1907) y es-
cribió con inteligencia acerca de
los monos antropoides (1896),
de embriología y morfología hu-
manas (1901) y de antigüedad
del hombre (1914).
Joseph Leidy (1823-91), de Fi
ladelfia, que sucedió a Horner
como profesor de Anatomía en
la Universidad de Pensilvania.
era el más sabio de los anatómi-
cos americanos de su época y un
biólogo del tipo de los Hunter y
de los Müller, dejando una Labor
importante en Botánica, Zoolo-
gía, Mineralogía y Paleontolo-
gía, al igual que en anatomía
humana y comparada. Ha sido el
más grande de los naturalistas
descriptivos americanos. Su obra
l l
.sobre los rizópodos de agua dul-
íce de Norteamérica (Fresh Wa-
ter Rhizopods of North America,
1879) es una de las clásicas en
Biología. Ha hecho importantes investigaciones acerca de la anatomía com-
parada del hígado (1848), de los huesos, de la triquina en el cerdo, etc., y
• su tratado elemental de anatomía humana (1361, corregido en 1889) ofre-
eJ especial interés de haber sido ilustrado por el autor.
William Turner (1832-1916).
(Elliot and Fry, London.)
d<> el primero que ha encontrado la triquina espiral en el cerdo (1846) [1],
ibierto la flora microbiana del intestino (1849) [2] y hecho los primeros expe-
rimentos relativos a La transplantación de los tumores malignos (185 1) [3], yen 1886
ha encontrado el botriocéfalo en el gato y ba sugerido l.i i < 1 < ■ a de que podría tam-
Leády: Proc. Acad. Xat. Sc.¡ Fila del fia, 1846; III, página 107.
(2) Ibidem, 1848-49; IV, páginas 225-233.
(3) Ibidem, 1851; V, página 212.
ÉL SIGLO Xiü
»«
bien presentarse en el hombre como causa de anemia perniciosa (i). Como ciruja-
no militar, durante la guerra civil, ha realizado más de 6o autopsias, y en el hospi-
tal, de guardia, ha tenido la sospecha de que las moscas podrían ser los vehículos
transmisores de la infección de las heridas (2). Ha sido el primero en aislar las
amebas parasitarias (187J9). Los descubrimientos contenidos en sus Researches in
Helminthology and Parasitology, editados por su sobrino Joseph Leidy, jr., en 1904,
hubieran bastado para su reputación. Ha sido el fundador de la paleontología de
los vertebrados en América, y sus grandes Memorias de 1869 (3) y 1873 (4) acerca
de los fósiles de animales desaparecidos no han sido todavía superadas. Como
Gerhard y Gross, Leidy era un buen tipo del médico americano de origen alemán,
tan modesto y sencillo como sabio y versátil.
Oliver Wendell Holmes (1809-94),
de Boston, cuya obra acerca de la
fiebre puerperal ha sido menciona-
da ya, era profesor Parkman de
Anatomía en la Harvard Medical
School (1847-82), y semejante a
Hyrtl, por su habilidad en convertir
un asunto árido en interesante, gra-
cias a su imaginación y su ingenio.
No ha realizado descubrimientos
de importancia, pero ha escrito bue-
nos poemas médicos, y sus Medi-
cal Essays (1883) es seguramente ia
obra americana más importante de
las que se dedican a la historia de
la medicina contemporánea.
Joseph Leidy (1823-91)
Entre los cultivadores de la anatomía comparada durante el período de transi-
ción destacan los nombres de Gegenbaur y Wiedersheim. Cari Gegenbaur (1826
a 1903), natural deWurzburgo y condiscípulo de Haeckel, estableció el punto de vis-
ta de que la morfología comparada, y no la embriología, constituye el verdadero
punto de vista para determinar la relación de las homologías o genealogía de los
órganos (filogenia), llevando así el asunto de la genealogía de los órganos hacia el
primitivo concepto de Owen. Recientemente ha podido registrarse una larga serie
de hechos en corroboración de la teoría de Owen, pero también otros muchos que
demuestran que las estructuras similares pueden producirse de modos diversos.
En el presente, la Embriología es estudiada como una fase de la Morfología. Gegen-
baur ha dado también el coup de grace a la teoría vertebral del cráneo (Goethe-
Owen), demostrando que en el embrión hay un largo número de segmentos cefáli-
cos correspondiendo a las hendeduras bronquiales y a los nervios craneales; que, en
el orden más inferior de los peces, la cabeza, en lugar de estar compuesta de vér-
tebras, es insegmentada; al paso que en los más superiores, muchos huesos del
cráneo nacen de la piel. En 1861, Gegenbaur ha demostrado que el ,óvulo de los
vertebrados es una simple célula. Sus principales obras son su Anatomía compara-
(.) Tr. Coll. Phys., Filadelfia, 1886; 3 s., VIII, páginas 441-443-
(2) Proc. Acad. Nal. Se, Filadelfia, 1871; XXIII, página 297.
(3) Leifly: Journ. Acad. Nat. Se, Filadelfia, 1869; 2 s., VII, páginas 1-472.
(4; Kep. U. S. Geol. Survey, 1873; I.
Historia de la Medicina. — Tomo II
lü
1 46 HISTORIA DE LA MEDICINA
da de los vertebrados ^1864-72), sus Elementos de Anatomía comparada (1870) y su
obra de Anatomía humana (1883). Ha sido el editor del Morphologisches Jahrbuch
(1875-1902) y profesor de Anatomía en Heidelberg, donde ha tenido numerosos
discípulos americanos.
Robert Wiedersheim (1848), profesor de Anatomía en Friburgo, ha sido autor de
importantes obras de Anatomía comparada de los vertebrados (1882-83) y de una
sobre La estructura del hombre como evidencia de su pasado (1887).
Desde la época de Schleiden, Schwann y Henle, el estudio de la anato-
mía fina o microscópica de los tejidos llegó a ser ei preferente. Las inves-
tigaciones histológicas se han perfeccionado rápidamente por la inven-
ción de nuevos métodos de coloración, de micrótomos y de otros adelan-
tos técnicos. Purkinje, como ya hemos dicho, tenía un micrótomo, y usa-
ba el bálsamo del Canadá, el ácido acético glacial y el bicromato potásico;
pero todas estas cosas no estaban todavía generalizadas, y el procedimien-
to comúnmente empleado es el de examinar los tejidos en estado fresco,
cortados en rebanadas con una navaja de afeitar entre trozos de médula
vegetal (médula de saúco, por ejemplo). El endurecimiento de los tejidos
por medio del alcohol empezó a usarse mucho más tarde. En 1 847, Jo-
seph von Gerlach, Sr. (1820-96), de Maguncia, comenzó a inyectar los va-
sos capilares con una mezcla transparente de carmín, amoníaco y gelati-
na, y en 1 85 5 ha empleado el carmín como colorante nuclear para los te-
jidos. Virchow llevó a cabo toda su obra con el carmín. Gerlach ha sido
igualmente un partidario del empleo de la anilina y del cloruro áurico,
y desde su tiempo han empezado a diferenciarse rápidamente las distintas
técnicas colorantes. El micrótomo ha sido definitivamente introducido por
Wilhelm His en 1 866, pero no ha sido perfeccionado hasta 1875» apro-
ximadamente, desde cuya época se ha convertido en el importante medio
auxiliar que todos conocemos.
El más importante histólogo de este período ha sido Max Schultzk
(1825-74), de Friburgo; profesor de Anatomía en Halle (1854-59) y, al re-
emplazar a Helmholtz en Bona, en 1 859, director del Instituto Anatómico
de esta ciudad en 1872. Schultze ha introducido la disolución diluida de
ácido crómico y el ácido ósmico, como colorantes; el suero yodado, como
conservador, y ha inventado la platina calentable. Ha contribuido grande-
mente a la zoología marítima con sus estudios acerca de la turbellaria
(1848-5 1), el polythalamia (1854-56) y la embriología del petromyzon
(1856), y ha señalado una época en la Histología con sus notables mono-
grafías acerca de las terminaciones de los nervios en los órganos senso-
riales, en particular en el oído interno (1858) [ij, fosas nasales (1863) [2]
(l Schultze MülUr'i Arch., Berlín, 1858; páginas 343-381.
2 Kb hand l, d. Naturf. Gesellsch. zu /falle, 1863; VII, páginas 1-100.
EL SIGLO XIX
U7
y la retina (1866) [i]. En 1865 ha fundado los Archiv für mikroskopische
Anatomie, que ha seguido editando hasta su muerte. Schultze ha ejercido
una desisiva influencia en la teoría celular por su ensayo de 1861 (2), en el
que, contemporáneamente con Brücke, ha definido la verdadera célula
como una masa de protoplasma nucleado, dando de este modo gran im-
portancia a la afirmación, que había sentado Leydig en 1 8 56, de que la
membrana celular, incluso en el óvulo, es una formación físico-química se-
cundaria, debida, probablemente, a la condensación por tensión superficial
del contenido de la célula. En su
Memoria acerca del protoplasma
de los rizópodos y de las células
vegetales (1863) [3), Schultze in-
troduce de un modo definitivo
el término protoplasma y de-
muestra que puede, prácticamen-
te, considerarse como idéntico
en todas las células vivas. En
1863 ha publicado el estudio
más acabado y perfecto hasta
entonces sobre la división y seg-
mentación del óvulo de la rana (4).
Schultze ha sido un investigador
sorprendente, de penetrante vis-
ta; un excelente dibujante y un
amante de la música, consagran-
do sus horas de ocio al cultivo
del violin.
El paso inmediato más importante en la teoría celular ha sido dado
por Walter Flemming (1843-1905), de Schwerin, profesor en Praga (1873
a 76) y en Kiel (1876-1905), cuya importante monografía, Zellsubstanz,
Kern-und Zelltheilung (1882), da un clásico estudio de la división celu-
lar y de la carioquinesis. Algunas fases de este último proceso habían sido
ya observadas por Virchow y Schneider, y Heitzmann había hecho notar
(1873) que todo el protoplasma es una red continua, cuyo aspecto granu-
loso es puramente óptico. Esta Memoria de Flemming colocó todo este
estudio bajo un aspecto completamente diferente. Analizó los fenómenos
de la división nuclear, que cristalizó en su aforismo Omnis nucleus e nu-
Max Schultze (1825-74)
(1) Zur Anatomie und Physiologie der Retina, Bonn, 1866.
(2) Arch,f. Anat. Physiol, u. wissensch. Med., Leipzig, 1861; páginas 1-27.
(3) Das Protoplasma der Khizopodenund der Pflanzenzellcn, Leipzig, 1863.
(4) De ovorum ranarum segment atione, Bonn, 1863.
U8 HISTOkIA DE LA MEDICINA
cíeo, demostrando que el protoplasma es una estructura compleja forma-
da de una substancia activa, contráctil, como una red, y de otra substan-
cia inerte, semifluida, inter-reticular, a las que, por el modo de conducirse
respecto de varias substancias colorantes, ha designado con los nombres
respectivos de cromatina y acromatina. Los histólogos consideran éste
como el más importante estudio que se ha hecho de la célula, después de
los de Schwann y Virchow.
Algunos descubrimientos e innovaciones de importancia en Histología se han
hecho durante este período, tales como las investigaciones de Alfonso Corti sobre
el caracol de los mamíferos (órganos de Corti), 185 1 (1); el descubrimiento, por
Virchow, de la neurología (1854) [2]; las investigaciones de Wilhelm His acerca de
la estructura délos ganglios (Leipzig, 1861) y de los vasos linfáticos (1863); la Me-
moria de Willy Kühne sobre los órganos terminales periféricos de los nervios mo-
tores (Leipzig, 1862); la Memoria de Deiters sobre el cerebro y la médula espinal
en el hombre y en los mamíferos (Brunswick, 1865); las islas de Langerhans
(1869) [3]; la descripción, por F. S. Merkel, de los corpúsculos táctiles en las papi-
las de la piel (1875); ^as investigaciones de Ranvier sobre la histología del sistema
nervioso (nodulos de Ranvier, 1878); las de Ehrlich sobre los leucocitos (1880) [4] y
su coloración intravital (azul de metileno) para el sistema nervioso (1886) [5], y
la decisiva obra de Camilo Golgi sobre el sistema nervioso (1873-86) [6]. Los terce-
ros elementos de la sangre, llamados corpúsculos o plaquetas, fueron señalados
primeramente por Alexander Donné (1801-78) [7], en 1842; después, por Max
Schultze, y más completamente descritos por sir Williams Osler (1873) [8] y por
Giulio Bizzozero (1883) [9].
Hacia fines del siglo xix, el tumultuoso centro de las controversias histológicas
ha sido la doctrina de la neurona, doctrina de la autonomía fisiológica de la célula
nerviosa y de sus ramificaciones. La teoría celular parecía apropiada para esto, que
comprendía más que la célula nerviosa misma; pero el punto de difícil explicación
era el origen y la verdadera significación de las tan abundantes fibras nerviosas,
que hasta habían sido descritas como formaciones separadas de las células.
En 1850, Augustus Volney Waller (1816-70), de Eaversham (Inglaterra), demostró
que si los nervios glosofaríngeo e hipogloso eran separados, el segmento externo,
conteniendo el cilindro eje separado de la célula, sufría la degeneración, al paso
que el cabo central quedaba relativamente intacto durante un largo período de
tiempo (10). Esta «ley de la degeneración walleriana» indicaba que las fibras nervio-
sas eran simples prolongaciones de las células, de las cuales, según sostenía Waller,
recibían la nutrición. Las clásicas investigaciones de Deiters (1865) [1 1] demostraron
que cada célula nerviosa tiene un cilindro eje, o libra nerviosa, que nace de aqué-
lla, y varias prolongaciones protoplasmáticas, o dendrones, que se subdividen en
dendritas, dando lugar a arborizaciones. La continuidad material de la fibra ner-
(1) Corti: Ztsckr.f. Wissensch. Zoó'L, Leipzig, 185 1; III, páginas 109-169.
(2) Virchow: Arch./. Path. Anal., Berlín, 1854; VII, páginas 135-138.
(3) Paul Langerhans: Berlin dissertation, 1869.
(4) Ehrlich: Ztschr.f. Klin. Aled., Berlín, 1879-80; 1, páginas 553-560.
S) Ehrlich: Deutsche Med. Wochensckrift, Leipzig y Berlin, 1886; XII, pági-
nas 49"52-
(6)~Golgi: Sulla Jiña anatomía degll organi cent rail del sistema nervoso, Mi-
lán. 1886.
Donné: Compt. rend. Arad. d. Sc.t París, 1842; XIV, páginas 366-368.
(8) Osler: /'roe. Roy.Soc.y Londres, [873-74; XXII, páginas 391-398.
(9; Bizzozero: Di un mtOVO elemento morfológico del sangue, Milán, 1883.
fio) Waller: /'////. Ir., Londres, 1850; páginas 423-430.
11 OttO F. C Deiters: L ntersuchnngcn über Gehirn und Rückenmarck (etc.),
Brunswick, 1865.
EL SIGLO XIX 149
viosa con las arborizaciones terminales había sido demostrada por la coloración
por el cloruro de oro de Gerlach en 187 1, y posteriormente, el uso del carmín, con
el mordiente de Weigert, demostró la continuidad del cuerpo celular con el cilin-
dro eje. En 1883 (1), Camillo Golgi (i 844- 19 14), de Pavía, aplicó su colorante por el
nitrato de plata (de 1873) [2] al sistema nervioso central y demostró sorprendente-
mente la existencia de células nerviosas multipolares, teniendo procesos cilindro-
axiles largos y cortos (células de Golgi) con la arborización de dendritas. En 1886(3),
Wilhelm His demostró cómo se desarrolla la célula nerviosa de una epiblástica
columnaria, en el interior de un neuroblasto, por el brote de un pseudópodo, que
se convertía en cilindro eje, al paso que los pseudópodos polares seguían siendo
protoplasmáticos, adquiriendo dendritas. Los progresos fueron desde este momen-
to muy rápidos. Forel, en 1887, confirmó, desde el punto de vista patológico, la la-
bor de His, estudiando la degeneración experimentalmente. Una serie de investi-
gaciones de Kolliker (Suiza), von Lenhossék (Hungría), Retzius el Joven (Suecia),
van Gehuchten (Bélgica), y el eminente histólogo español Santiago Ramón y Cajal
(1852) han extendido grandemente el conocimiento de estas arborizaciones termi-
nales en el cerebro y en la médula, que Obersteiner compara con el crecimiento de
una espaldera, y Ramón y Cajal, con el intrincado crecimiento de las lianas y las
malezas en una selva tropical. Se han ideado muchos métodos colorantes nuevos,
especialmente por Bethe, que ha hecho permanente la coloración intravital de
Ehrlich (azul de metileno) por la adición del molibdato amónico, y de este modo ha
podido demostrar claramente la continuidad del cuerpo celular y del cilindro eje
(1895) W- Las neurofibrillas, que Max Schultze había visto en el lóbulo eléctrico
del torpedo en 1872, son hermosamente teñidas en violeta por el método del clo-
ruro de oro del húngaro S. Apathy (1897) [5], que ha podido así ver cómo se extien-
den de una neurona a otra. Esto ha sido, no obscante, refutado por los notables
métodos colorantes de Ramón y Cajal (1903), Bielschowsky (1903) y Donaggio
(1905). Entretanto, la doctrina completa ha sido enfocada por el celebrado estudio
de Wilhelm Waldeyer (i 89 i) [6], en que se afirmaba que el sistema nervioso está
constituido de células epibláticas, o neuronas, estando compuesta cada una de un
cuerpo celular con dos series de procesos, un cilindro eje, o axon, que tiene fun-
ciones eferentes (celulífuga), y una o más dentritas, con funciones aferentes (celu-
lípetas). La funcional actividad del sistema nervioso depende de estas innumera-
bles neuronas; las fibras nerviosas no son, de ningún modo, independientes, sino
de crecimiento axónico y dendrítico. En América, el asunto, en conjunto, ha sido
delatado crítica y hábilmente en el tratado de Lewellys F. Barker (1899) [7], que se
ocupa especialmente de las controversias que han surgido antes de su publicación.
Implícitamente, en la misma teoría de la neurona se comprende la de su unidad,
es decir, la de si las ramas de las neuronas son contiguas, pero no continuas, trans-
mitiendo sensaciones e impulso sólo por contacto. Pero Gerlach piensa que el
sensorium commune está formado de una red continua (rete mirabile); Apathy, Held
y Bethe defienden la noción de la continuidad de las neurofibrillas; Henson, el con-
cepto de un sistema de puentes intercelulares; Nissl, la teoría de que la substancia
gris (nervose Grau) [8] es el medio conductor; Held y Bethe, que las fibras nervio-
sas pueden ser formadas por una fusión de algunas células (doctrina pluricelular).
En lucha desde estos puntos de vista, múltiples hábiles investigadores publican
(1) Golgi: Riv.sper. di freniat., Reggio-Emilia, 1882; VIII, páginas 165 y 361;
1883, IX, páginas 1, 161 y 385; 1885, XI, páginas 72 y 193.
(2) Golgi: Gazz. Med. Hal. Lomb., Milán, 1873; 6 s., VI, páginas 244-246, una
lámina.
(3) His: Abhandl. d. math. phys. Kl. d. k. sacks. Acad, d Wissensch., Leipzig
1887; XIII, páginas 447-513, 1 lám.
(4) Albrecht Bethe: Arch. f. mikr. Anat. Bonn, 1894-95: XL1V, páginas 579-622.
(5) Apathy: Mitth. a. d. zool. Station zu Neapel, 1897; XII, páginas 495-748.
(6) Waldeyer: Deutsche med. Wochenschr., Leipzig y Berlín, 1891; XVII, pági-
nas 1244, 1267, 1 33 1 y 1352-
Barker: The Nervous System and its Constituent Neurons, New-York, 1899.
(8) Franz Nissl: Munch, med. Wochenschr., 1898, XLV, páginas 988, 1023
y 1060.
i5o HISTORIA DE LA MEDICINA
diariamente en los periódicos hechos relativos a este enredoso pleito. Las conclu-
siones de todo este asunto se encuentran en una serie de hermosos y convincentes
experimentos por Ross Granville Harrison (1870), que ha podido demostrar el cre-
cimiento amiboideo de la fibra nerviosa desde una célula en un cultivo extra-vital
(1910) [1]. Así, por métodos puramente físicos y químicos, el total sistema nervioso
ha sido, por último, llevado a la doctrina celular de Schwann y Virchow.
Al terminar el siglo xix la Embriología había llegado a ser una cien-
cia muy compleja, cuyos múltiples desenvolvimientos habíanse consegui-
do principalmente en el terreno de la investigación del origen de los teji-
dos, de la morfología y patología del embrión en conjunto, del significa-
do de la maduración y fertilización del óvulo, de la averiguación del lina-
je celular (citogénesis), del estudio de la Embriología a la luz de la evolu-
ción (teoría de la recapitulación), de las condiciones estructurales de la pla-
centa y de los comienzos de la embriología experimental.
El más elevado de todos entre los nombres contemporáneos es, tal
vez, el de Wilhelm His (1831-1904), de Basilea (Suiza), que ha realizado
la mejor obra de su tiempo acerca del origen de los tejidos y del estudio
serial y morfológico del organismo embrionario y adulto. Así como Bichat
se ocupó del aspecío microscópico de los tejidos, Henle y Kolliker de su
aspecto microscópico en estado de salud, y Virchow del mismo en esta-
do de enfermedad, del mismo modo el nombre de His debe ser asociado
con la ciencia del origen de estos mismos tejidos (histogenesis). Procediendo
de una distinguida familia de Basilea, aparte de las naturales ventajas de-
rivadas de sus parentescos, su educación fué verdaderamente excelente,
habiendo tenido maestros como Johannes Müller, Robert Remak, Virchow
y Kolliker. Profesor de Anatomía en Basilea de 1857 a ^72, fué nombra-
do, por la influencia de Cari Ludwig, en este último año, para la cátedra
de igual asignatura en la Universidad de Leipzig, donde permaneció has-
ta el fin de su vida. Sus primeros estudios se refieren a temas como la
histología normal y patológica de la córnea ( 1 85 3-56), la estructura de la
glándula timo (1859-61), la histología de los ganglios (1861) y de los va-
sos linfáticos (1862-63), estos últimos ilustrados con láminas que no tie-
nen rival. En T 865 publicó su gran programa académico Sobre las mem-
branas y los espacios riel cuerpo (2), introduciendo una nueva clasificación
de los tejidos, como una guía en las investigaciones embriológicas. Conte-
nía una simpática apreciación de Bichat, una defensa de la clasificación
propia, como basada en las capas germinativas o blastodérmicas, y esta-
blecía qiK- todos los espacios Serosos procedían del mesodcrmo y estaban
revestidos de la membrana especial que His denominaba endotelial. Su
'1 Harrison: '/. Exper. Zoól., Filadelfia, 1910; IX, páginas 784-846, .^láminas.
Í2) Mis: />/e Haute und Ilóhlen des ÁVr/¿r.f,7 Basura, 1865,
EL SIGLO XIX
1 5i
monografía acerca de la embriología del pollo apareció en 1 868, y de
1880 a 1885 publicó su famosa Anatomie menschlicher Embryonen, en la
cual, por muestras cuidadosamente seleccionadas, el embrión humano iba
siendo estudiado en conjunto desde los primeros momentos de la vida.
En 1886, His ha demostrado, por medio de investigaciones embriológi-
cas, el hecho de ser el cilindro eje un proceso de la célula nerviosa.
En 1900 ha introducido sus conceptos de lecitoblasto y angioblasto (el
Anlage, o germen de la sangre y de los capilares). Al propio tiempo se
iba aproximando, con una gran am-
plitud de miras, a su objeto. Sien-
do un admirable dibujante y un há-
bil fotógrafo desde su infancia, su
tendencia en la enseñanza era la de
visualizarlo todo desde sus pupilas
por medio de las microfotografías,
proyecciones, modelos y sus pro-
pios dibujos, que no tenían rival
en la materia, y era hábil para sa-
berse aprovechar de todas las ven-
tajas que en este sentido se le
habían dado en Leipzig. En 1866
ha inventado un micrótomo, cuya
graduación resultaba perfecciona-
da, y con el cual era posible ob-
tener cortes en serie, de los cua-
les dibujó la idea de una recons-
trucción gráfica del embrión en
las tres dimensiones (1868); el pri-
mer proceso fué alcanzado por medio de su «embriógrafo» (de su in-
vención), y el último, por los modelos de su ayudante F. J. Steger, y más
tarde, por el procedimiento inventado por Born, de dibujar las seccio-
nes en placas de cera y colocarlas después en yuxtaposición.
Estas secciones seriadas, todas de un mismo embrión, pronto co-
rrigieron los errores en que se venía incurriendo al comparar al azar sec-
ciones de diferentes orígenes y edades. Los modelos de His-Steger, que
ahora se encuentran en todos los Museos anatómicos, constituyen un per-
manente testimonio de su éxito en la demostración, en las tres dimensio-
nes del espacio, de las relaciones morfológicas. Esto resulta sobre todo
exacto por lo que hace referencia a sus Prdparate zum Situs viscerum
(1878), que comprende modelos de Jas visceras pélvicas femeninas.
En 1874 ha publicado Unsere Korperform, en que se argumenta que la
Wilhelm His (1831-1904).
(Cortesía de Miss Davina Waterson.)
152 HISTORIA DE LA MEDICINA
forma de un organismo es debida a algunas causas mecánicas, como emi-
graciones de células, de tejidos y de órganos, aunque se niega la causa
mecánica del crecimiento celular. Aunque esto no sea. lo mismo que un
desarrollo mecánico, esta última idea puede muy bien haber procedido
de estos estudios. Ha sido uno de los fundadores de la Anatomische Ge-
sellschaft, y en 1 895 ha presentado en ella un informe a propósito déla
revisión de la nomenclatura anatómica (B. N. A), que, como es bien sa-
bido, reduce el número de los términos anatómicos usuales en un
8 por IOO aproximadamente. Ha sido presentada en inglés y arreglada por
Lewellys F. Barker en 1907. En 1 876, His ha fundado el Zeitschrift für
Anatomie und Entwickltmgs geschichte, que en 1877 se refundió con los
antiguos Archh\ de Müller y Du Bois Reymond, editando. His y Braune
el Anatomische Abteilung (1877-1903). El gran Instituto Anatómico de
Leipzig fué construido bajo la dirección de His, e inaugurado el 26 de
abril de 1 87 5. Ha sido, además, uno de los fundadores de los Archiv für
Anthropologie (1876), y el interés que tenía por este género de estudios
se revela en la monografía que hizo sobre los cráneos suizos con Rutimeyer
en 1864, en sus estudios sobre la población retiana (1864), sobre los es-
queletos pertenecientes a Vesalio y a Platter (1879), sobre el desarrollo
de la fisonomía en ei hombre y en los animales (1892), y en su identifi-
cación de los restos de Johann Sebastián Bach ( r 895). Estos últimos ha-
bían sido encontrados en un ataúd en el patio de la antigua iglesia de San
Juan (Johanniskirche), y por medio de medidas comparativas y promedios
hechos en otros cadáveres, His puso al escultor Seffner en condiciones de
construir un busto en barro, que fué inmediatamente reconocible como
una presentable reproducción del gran compositor del siglo xvn. A dife-
rencia de su colega Ludwig, His no ha fundado escuela, pensando que
era mejor para el discípulo llevar su camino propio y obedecer a sus per-
sonales tendencias. Su labor sobre la anatomía del embrión humano ha
sido más adelante llevada a una única conclusión por sus discípulos Franz
Keibel y Franklin P. Mall (19 10- 12).
Los problemas de la dinámica de la maturación, fertilización y segmentación
del óvulo, que permanecían sin solución desde los tiempos de Harvey, han sido tra-
tados del siguiente modo: En 1826 (1), Prévost y Dumas describen por vez primera
la segmentación del huevo' de La rana. El óvulo délos mamíferos es descubierto
por Baer en [827, y demostrado que es unicelular en todos los vertebrados, por
Gegenbaur, en 1861. Los espermatozoides, descubiertos por Hamen en 1677, son
demostrados en los experimentos de filtración, por Spallanzani, en 1786, ser esen-
1 ¡ales para la fertilización, y su origen celular es puesto de manifiesto por Kolliker
en 1841. En 1865, Schweigger, Seidel j La Valette St. George demuestran que el
(i) Prévost y Dumas: Ann. des Se, .Va/., París, 1827; XII, páginas 415-443-
EL SIGLO XIX 153
espermatozoide es una célula que posee un núcleo y un citoplasma (1). Su unción
con el óvulo ha sido observada (en el conejo) por primera vez por Martín Barry
en 1843. Virchow ha demostrado claramente que el óvulo deriva, en línea direc-
ta de descendencia, del óvulo fertilizado preexistente (1853). En 1875, Osear
Hertwig demostró que el zoospermo entra en el óvulo y que la fertilización se rea-
liza por la unión de los promícleos femenino y masculino así formados (2). Huxley
concibe que, «considerado como una masa de moléculas, el organismo entero pue-
de ser comparado con un tejido cuya urdimbre deriva de la hembra y cuya trama
proviene del macho» (1878). Los corpúsculos polares, que aparecen en el óvulo
maduro, se ha demostrado por Bütschli, en 1875, y por Fol, en 1876, que se forman
por división del núcleo. En 1880 descubría Flemming la división de los cromoso-
mas {carioquinesis). En el núcleo celular, y en 1883, descubría van Beneden que los
asociados pronúcleos masculino y femenino, en el óvulo fecundado, contenían cada
uno la mitad de los cromosomas que corresponden a una célula normal de la mis-
ma especie. Weismann cree que el objeto de esto es mantener constante el núme-
ro de cromosomas de cada especie. Theodor Boveri define la división de los cro-
mosomas como un acto definitivo de reproducción (1888), y demuestra la existen-
cia de dos especies de ascaris tnegalocephala, que no se diferencian más que en el
número de cromosomas* En 1875, Flemming ha descubierto un pequeño corpúscu-
lo en el óvulo del anodon, que generalmente se encuentra fuera del núcleo y que
es frecuentemente par. Este corpúsculo, que ha sido descubierto también, inde-
pendientemente, por van Beneden en 1876, ha recibido el nombre de centrosoma,
que le ha asignado Bovery en 1888. El centrosoma se ha demostrado pronto que
existe en otras muchas células del organismo y en los organismos monocelu-
lares, y ha llegado a ser considerado como el órgano especial de la división celu-
lar el «centro dinámico» de la célula. Boveri supone que es el órgano específico de
la fertilización en los espermatozoides, iniciando la mitosis por su propia división, o,
como dice Wilson, «la tela hay que verla en la substancia cromática del núcleo»,
al paso que el centrosoma es el tejedor en el telar». Aunque este último punto no
haya quedado aún demostrado por completo, el estudio de la reducción de los
cromosomas ha conducido a una exacta comprensión de la oogénesis y esperma-
togénesis (Osear Hertwig, 1890), y últimamente, a dilucidar la parte que desem-
peñan en la herencia y en la determinación del sexo por McClung, Morgan Wil-
son, miss Stevens y otros.
La ciencia de las capas germinativas ha sido fundada por Baer (1828-34) y Ro-
bert Remak (1845). En 1849, Huxley demostró que el epiblasto embriónico (ecto-
dermo) y el hipoblasto (endodermo) pueden ser asimilidados a las dos capas de cé-
lulas que constituyen el cuerpo de la hidra adulta. Esto fué considerado como un
gran progreso en aquellos tiempos; sin embargo, ulteriores investigaciones han de-
mostrado que el desarrollo por las capas germinativas en los diferentes animales
no es, de ningún modo, constante; que el mesodermo puede ser producido por cé-
lulas, bien del ectodermo, ya del endodermo, y que hay muchos órganos cuya for-
mación puede ser atribuida a ciertas células predestinadas, más bien que a las ca-
pas del blastodermo. El linaje celular, o citogénesis, es, por consiguiente, un asun-
to sujeto a discusiones e investigaciones afanosas, y desde la labor inicial de Bloch-
mann (1882), la mayoría de las obras publicadas lo han sido en América. En al-
gunas monografías bellamente ilustradas, como las de Charles Otis Whitman, so-
bre la embriología en la clepsina (1878); de Edmund B. Wilson, sobre las nereidas
(1892); de C. A. Kofoid, sobre el limax (1895); de Frank R. Lillie, sobre las unioni-
dae (1895); de H. S. Jennings, sobre la Asplanchna (1896); de W. E. Castle, sobre el
ciona (1896), y de E. G. Conklin, sobre el crepidula (1897), las capas germinativas
han sido investigadas célula por célula desde el comienzo de la segmentación, y se
ha podido demostrar que no hay nada constante a propósito del desarrollo del me-
sodermo y de sus derivaciones.
(1) Schweigger-Seidel: Archiv für mikroskopische Anatomie, Bonn, 1865; I, pá-
ginas 309 a 335.
(2) Hertwig: Morph. Ja/ird., Leipzig, 1875-76; páginas 347-434, 4 láminas.
154 HISTORIA DE LA MEDICINA
El resultado útil de todo este extraordinario conjunto de investigacio-
nes embriológicas, hasta el año 1 88 1, ha sido resumido por la obra ma-
gistral de Francis Mailland Balfour (1851-82), de Edimburgo, cuya trági-
ca muerte privó a la Ciencia de uno de sus cultivadores de espíritu más
amplio, más atractivo y más profundo. En Cambridge estuvo Balfour some-
tido a la influencia de Michael Foster, y de aquel maestro ha adquirido
su interés por la Embriología, colaborando con él en los bien conocidos
Elementos (1874), que han sido la obra preferida de la materia, en su épo-
ca, en América e Inglaterra. En 1 87 3 continuó Balfour sus estudios, con
Antón Dohrn, en la Estación Zoológica de Ñapóles, realizando importan-
tes investigaciones acerca de la embriología de los peces elasmobran-
quios (i), que son especialmente interesantes en todo lo que hace referen-
cia a los primeros períodos del óvulo y del embrión, al desarrollo de los
ríñones y al origen de los nervios espinales. Al propio tiempo, Balfour era
nombrado miembro y lector de morfología animal en Cambridge, y muy
pronto sus lecciones se vieron concurridas por un gran número de entu-
siastas alumnos. En 1 880-8 1 apareció su gran Tratado de embriología
comparada, que resulta no sólo indispensable como un resumen de todo
lo que se conocía hasta aquella época, sino que, además, compendia su
labor propia y la de sus discípulos en la exposición más compacta y más
brillante de la Ciencia que ha aparecido hasta la fecha. Foster dice que
esta obra ha quitado muchas cuestiones inútiles y telas de araña «con una
barredera firme, pero cortés». En recompensa del mérito de su trabajo,
Balfour fué nombrado profesor de morfología animal en Cambridge en
1882; pero él no iba a poder disfrutar el fruto de su labor. Habiendo mar-
chado a los Alpes para atender al restablecimiento de su salud, intentó
en julio de 1882 subir a un pico virgen, y ya nadie volvió a verle vivo. Su
cadáver y el del guía fueron encontrados el día siguiente en el fondo de
un precipicio. Balfour es descrito por Foster como un hombre de inteli-
gencia viva, observador sagaz y lógico, espíritu amplio, muy atractivo y
muy hábil. Si hubiera vivido, es indudable que hubiera llegado a ser una
de las más eminentes figuras de la ciencia moderna. Locy dice que «las
especulaciones que se contienen en las publicaciones de los soldados ra-
sos de la labor embriológica, por espacio de más de dos décadas, y fre-
cuentemente reputadas como novedades, han sido todas dichas de ante-
mano por Balfour, que, además, ha sabido expresarlas de un modo mu-
cho más adecuado >.
Balfour: Journ, inat ana Physiol { Londres, 1 876-78, /«.v.riw/.
EL SIGLO XIX 155
La completa semejanza entre los primeros grados del desarrollo embrionario
en los diferentes animales ha sido señalado por Meckel y Oken. Se dice que von
Baer afirmaba que le era imposible diferenciar tres embriones (de un ave, de un
reptil y de un mamífero) que se le presentasen sin un rótulo explicando a quién
pertenecían. Agassiz, en sus Ensayos de clasificación (1859), sostiene que las fases
del desarrollo de todos los animales vivos corresponden a los cambios morfológi-
cos de sus antecesores fósiles durante las épocas geológicas. Fritz Müller, en 1863,
demuestra que el estado larváceo de los crustáceos puede ser interpretado como
una recapitulación de la evolución de la raza. Kovalewsky, en 1866, demostraba
también que los primeros grados del desarrollo del amphioxus (el más inferior de
los vertebrados) son idénticos a los de los tunicados, orden de los invertebrados.
Ha demostrado, además, que todos los animales pasan, en su desarrollo embriona-
rio, por lo que él ha llamado el estado de gástrula; lo que ha conducido a Haeckel a
formular su hipótesis de la gástrula (1884), a saber: que la gástrula de dos capas
es análoga a la forma ancestral de todos los animales multicelulares (gastraca). La
ley biogenética de Haeckel afirma que la historia del desarrollo del individuo (on-
togenia) tiende a recapitular la historia del desarrollo del tipo racial (filogenia). Las
exposiciones más fieles y de mejor crítica de esta teoría de la recapitulado}! son
las de Baer y Balfour. Las «leyes» de von Baer afirman que la semejanza de los
primeros estados embrionarios en los diferentes vertebrados queda limitada por un
breve período, durante el cual el embrión en cuestión, no sólo difiere en una es-
pecial clase de rasgos de todos los restantes embriones, sino que ya comienza a
apuntar los caracteres específicos y genéricos que le son propios. Balfour estable-
ce que la recurrencia de ciertos caracteres ancestrales, tales como las hendeduras
branquiales, análogas a las de los peces, y el corazón, de dos cavidades, como el de
la rana, indican que aquellos caracteres «son funcionales en la larva de la criatura
después de haber cesado de tener importancia en el adulto». La teoría de De Vries
de que las especies pueden ser originadas por saltos repentinos o mutaciones ha
creado un gran espíritu de antagonismo respecto de la vieja idea darwinista de la
evolución lenta y gradual de las especies por variaciones accidentales, aunque es
perfectamente posible que ambos procesos puedan existir en el plan de la Natura-
leza. En todo caso, la doctrina de la recapitulación es considerada actualmente
como una analogía meramente literaria, o como una interpretación de forma, así
como algo leído en los hechos de la embriología comparada, por las preposesiones
humanas. Respecto del hipotético árbol genealógico de los vertebrados a través del
amphioxus, los anélidos, los gusanos del tipo sagitta, las arañas, limulus y equino-
dermos, Driesch cita la terminante observación de Dubois Reymond de que «la
filogenia de este género es, por lo menos, de mucho más valor científico que la ge-
nealogía de los héroes de Homero».
Entre las importantes investigaciones embriológicas de la centuria pueden ser
mencionados: los estudios de Willelm Waldeyer, sobre el ovario y el óvulo, inclu-
yendo sus descubrimientos sobre el epitelio germinativo (1870); los de Edouard
van Beneden, sobre el primitivo desarrollo del óvulo de los mamarios (1875) y so-
bre la historia de la vesícula germinativa y del núcleo embrionario (1876); la obra
de Alexander Agassiz (1835-1910) sobre los equinodermos (1872-83) y los cleno-
phora; el descubrimiento del fascículo aurículo-ventricular del corazón, por Wil-
helm His, junior (1893); los de Johannes Sobotta, sobre la formación del cuerpo
lúteo (1896); los de Alfred Schaper, sobre las primeras fases de la diferenciación
del sistema nervioso central (1897); la obra de Florence Sabía, sobre los linfáticos,
y las importantes investigaciones de George Howard Parker, sobre la evolución
del sistema nervioso.
Entre los americanos, William Keith Brooks (1848-1908), de Cleveland (Ohio),
profesor de la Johns Hopkins University (1876-1908), es digno de mención por sus
investigaciones sobre las ostras (1891), el género salpa (1893), que vinieron a co-
rregir los antiguos puntos de vista respecto de sus «alternativas de la generación»;
el estomatopoda de la expedición Challenger y los géneros Lucifer y macrura, y
por sus obras sobre pangenesis (1877) y herencia (1883) y sus fundaciones de Zoolo-
gía (1899). Fundó el Laboratorio Zoológico de Chesapeake (1878), y era un maestro
inspirado y fascinador, especialmente por sus extraordinarios dibujóse
Charles Otis Whitman (1842-1910), de Woodstock (Maine), profesor de Zoología
en la".Universidad de Chicago (1892), fundó el Journal of Morphologhy (1877) y el
156 HISTORIA DE LA MEDICINA
Biological Bulletin (1899), y es notable por sus escritos acerca de la embriología de
la clepsine (1878), y sobre los defectos de la teoría celular del desarrollo (1895).
Franklin Paine Mall (1862), de Belle Plaine (Iowa), profesor de Anatomía de la
Universidad de Johns Hopkins, discípulo de His y de Cari Ludwig, hizo con este
último una buena obra sobre fisiología de la circulación, y es conocido por sus fa-
mosas investigaciones a propósito de los monstruos, de la patología del embrión
humano (1899-1908) y sobre la unidad estructural del hígado (1905). Ha colaborado
con Franz Keibel en el importante Manual de embriología humafia (1910-12), la me-
jor obra moderna de este asunto.
Charles Sedgwick Minot (1852-1914), de West-Roxbury (Massachusetts^, profe-
sor de Anatomía comparada y de Embriología en la Universidad de Harvard, es
autor de un importante Tratado de embriología humana (1892), que introduce mu-
chas teorías nuevas, así como también de una Bibliografía de la embriología de los
vertebrados (1893), y de un libro de texto del Laboratorio de Embriología (1903).
Ha inventado dos diferentes clases de micrótomos automáticos, y es grandemente
conocido por sus originales investigaciones, especialmente por las que se refieren
al origen y estructura de la placenta (1891). Su Edad, crecimiento v muerte (Age,
Growth and Death, 1908) establece la ley de la citomorfosis, en virtud de la cual
aquellos procesos resultan de los cambios constantes del protoplasma, dando lugar
a formas más elevadamente diferenciadas.
Thomas Hunt Morgan (1866), de Lexington (Kentucky), profesor de Zoología ex-
perimental del Colegio de Columbia (1Q04), escribió el primer tratado de embrio-
logía experimental en inglés (1897), ha hecho investigaciones muy importantes so-
bre Embriología y mecanismo de la herencia, y es, además, autor de notables mo-
nografías acerca de la regeneración (1901), evolución y adaptación (1903), zoología
experimental (1907), herencia y sexo (1913) y el mecanismo de la herencia mende-
liana (191 5).
La embriología experimental es una rama de la morfología experimental o me-
cánica del desarrollo ( Eniwicklungsmechanik), una frase ideada nor Wilhelm Roux
(1850), de Halle, al que consideran muchos como fundador de la ciencia. Roux es
un discípulo de Virchow y de Haekel y ha sido conocido ya desde su tesis de agre-
gación (Tena, 1878), que se refería a las condiciones hidrodinámicas que rigen la
formación de la capacidad de los vasos sanguíneos. En 1894 ha fundado los Archiv
für EntwicMungsmechanik, que ha sido desde aquella fecha el órgano principal de
la especialidad. La mayor parte de los trabajos antiguos de embriología experimen-
tal se han llevado a cabo en el huevo de rana, por ser el más fácil de obtener. El
primer paso fué dado por el fisiólogo Eduard Pflüger (1821-1910), que hizo
de 1882 a 83 un gran número de experimentos de fertilización cruzada con diferen-
tes especies de ranas. En 1883, Pflüger ha realizado una serie de experimentos,
acerca de los efectos de la gravedad sobre el desarrollo del huevo, demostrando
que los planos de exfoliación serán verticales, v el desarrollo, normal, sea la que
fuere la posición en que se coloque el huevo. En 1884, Born ha demostrado que la
arción de la gravedad produce una lenta modificación en la disposición del conte-
nido de un huevo, a quien se hace girar en relación con su peso específico. En el
mismo año demostró Roux que los huevos puestos a girar en un aparato de. cen-
trifugación no difieren en su desarrollo de los tomados como testigos. Pflüger,
én 1884, ha demostrado que la compresión de un huevo no segmentado entre dos
láminas de cristal, modifica los planos do foliación en relación con la dirección en
que ha comprimido. Posteriormente, en 1802, Hans Drikcu (1867) demostró que la
'>]] continua ejercida sobre el huevo del ecchinus puede producir una superfi-
cie plan.) (]c 16 ó \2 células, que podrá preceder al desarrollo normal en las Ires
dimensiones, inmediatamente que se cambie el sentido de la presión. En 1888,
Roux publicó BUS celebrados experimentos de destruir uno de los dos blastómeros
iniciales con una aguja caliente, produciendo un típico hemiembrión. Esto condujo
.1 la hipótesis de Roux%Weismann del desarrollo cualitativo o en mosaico, que su-
que el centrodelo formatiyos es la estructura compleja del núcleo,
siendo el fundamento de la aparicióu de los caracteres diferenciales en las células
hijas, puramente ( nalitativo. Drlesch, sin embargo, encontró en 1891 que si los dos
blastómen ponen en condiciones, la segmentación en cada uno
de aquéllos llegará, unilateralmente, a la fase de blástula, después de lo cual el
lado abierto de la misma se cerrará, resultando un embrión completamente des-
ÉL SIGLO XIX 157
arrollado, pero de más pequeñas proporciones. Thomas Hunf Morgan (1866), por
rotación del blastómero superviviente en el experimento de la aguja de Roux, de
tal modo, que el polo pálido quede vuelto hacia arriba, produce un embrión com-
pleto, pero déla mitad de tamaño (1894), demostrando que el completo desarrollo
se debe a la nueva posición de su contenido; y Schultze produjo en 1894 monstruos
dobles, invirtiendo huevos de rana fertilizados, entre dos láminas de cristal, de tal
modo, que el polo obscuro del huevo resulte culminante. En 1895, Driesch y Mor-
gan, cortando un trozo de protoplasma de un huevo de etnopfiora, antes de la seg-
mentación, y sin perjudicar el núcleo, produjo el mismo hemiembrión que resulta
de ordinario del aislamiento délos blastómeros de aquel huevo. En 1889, Boveri
ha podido fertilizar, con éxito, un trozo no nucleado del huevo del erizo de mar,
con el esperma de otra especie diferente, obteniendo un organismo desprovisto de
los caracteres maternales. Posteriormente produjo Jacques Loeb erizos marítimos
y ranas sin padre. Todo esto indicaba que el protoplasma es, más bien que el nú-
cleo, el principal agente en la producción y regulación de la forma (morfogénesis).
Herbst ha sostenido (1 894-1 901) que los estímulos formadores y directores son, ge-
neralmente, externos en las plantas e internos en los animales. De un número de
hechos de este orden, incluyendo los muy nuevos experimentos sobre la regene-
ración de los hidroides marítimos adultos llevados a cabo por Loeb, Morgan, miss
Bickford y otros, Driesch ha llegado a formular su teoría cuantitativa de la división
celular, a saber: que el «valor perspectivo» de cualquier célula del embrión es sen-
cillamente una función de su localización, y que el protoplasma es una «estructura
polar bilateral» capaz de regular su desarrollo simétrico en cualquiera de las tres
dimensiones del espacio, y también «un sistema armónico equipotencial», tenien-
do la misma potencia para el desarrollo en todas sus partes. Por esta totipotencia
del protoplasma sostiene Driesch que sus funciones no podrán nunca ser explica-
das mecánicamente, supuesto que no puede concebirse una máquina en la que la
más pequeña parte de ella sea idéntica en estructura y capacidad funcional a la
máquina entera. La misma ingeniosa distinción que se establece en leyes mecá-
nicas y ley de privilegio entre «herramienta» y «máquina» debe, por consiguiente,
establecerse entre una máquina y un organismo viviente o substancia viva, puesto
que la primera es constantemente una torpe imitación del segundo, y jamás vice-
versa. Si este punto de vista fuera constantemente observado por los biólogos, el
superfino vitalismo de Driesch se reduciría muy pronto a una verdad evidente, su-
puesto que el eminente morfólogo ha invocado últimamente, en substitución de los
principios vitales medievales, las antiguas entelequias aristotélicas, que son de
nuevo sólo simples peticiones de principio. Driesch ha llevado la experimentación
en la «tierra nublada del cuclillo» con su «sistema equipotencial armonioso»; pero
la teoría cuantitativa del desarrollo del óvulo tiene la ventaja de ser idéntica a la
«epigénesis« de Wolff y de von Baer, al paso que la «doctrina mosaica» de Roux
es únicamente una modificación de la antigua hipótesis de la «preformación» de
Bonnet y de Haller. Roux, habiendo llegado a enredarse en estas dificultades, con-
sagró una gran suma de trabajo a la tarea de desintrincarse él mismo por medio
de «conclusiones prudentemente previsoras, ahorrativas y de subintentos». De este
modo, dos de los más hábiles morfólogos experimentadores de los tiempos moder-
nos han caído en la inactividad científica por el efecto de sus propias teorías.
Los maestros de la Fisiología en la segunda mitad del siglo xix han
sido Helmholtz, Claudio Bernard y Cari Ludwig. En segundo orden figu-
ran Reymond, Brücke, Goltz, Pflüger y Brown Sequard, y entre los fisió-
logos químicos, Willy, Külne, Hoppe Seyler, Salkowski y Kossel. Hacia
mediados de la centuria, los principios físicos de la conservación de la
energía y de la transformación y consumo de la misma se habían hecho
prominentes, y tenemos que comenzar a estudiar los grandes matemáti-
cos y físicos que han hecho de sus estudios una parte esencial de la teo-
ría fisiológica.
iS8
HISTORIA DE LA MEDICINA
Hermann vox Helmholtz (1 82 1-94), de Postdam, era de origen mixto
alemán, inglés y francés, y fué educado como cirujano para el ejército de
Prusia. En la Universidad de Berlín fué discípulo de Johannes Müller y de
Gustav Magnus, y tuvo de compañeros a jóvenes como Wirchow, Du-
bois Reymond, Brücke, Kirchoff y Claussius. Su disertación original se
ocupaba del origen de las fibras nerviosas de las células nerviosas en los
ganglios de las sanguijuelas y de los cangrejos, que él había observado
con un rudimentario microscopio com-
rHn^HHM^HHBH puesto (1842). Durante su vida de
campamento en Postdam ha publicado
su ensayo Uebcr die lirhaltung der
Kraft (1847), 4LU' estableció su repu-
tación, aunque, sin embargo, en un
principio no fué apreciado mas que
por el matemático Jacobi. En 1 849,
Helmholtz fué nombrado profesor de
Fisiología y Patología en Konigsberg,
y después ocupó sucesivamente las
cátedras de Anatomía y Fisiología en
Bona (1855-58), Fisiología en Heidel-
berg (1858-71) y Física en Berlín (1871
a 94).
El ensayo sobre la conservación de la
energía establece la primera ley de termo-
dinámica, a saber: que todas las formas de
la energía, como calor, luz, electricidad, y
todos los fenómenos químicos, son ca-
paces de transformarse los unos en los
otros; pero, por otra parte, son indestruc-
tibles e imposibles de crear. Esto había
v ido demostrado, para los procesos fisiológicos, por el médico de Heilbronn Ro-
bert Mayer, y para los fenómenos físicos, por James Prescot Joule, en 1842; pero
Helmholtz es el que ha dado la aplicación universal del principio. Durante los años
1850-52, Clausius y lord Kelvin han establecido la segunda ley de termodinámica,
que afirma que la energía, en todas sus formas, está continuamente creciendo, o
tendiendo a pasar de los estados de concentración a los de disipación, y nunca de
otro modo. Esto ha sido aplicado a todos los fenómenos físicos y químicos por uno
de los discípulos de Helmholtz, el profesor de la Universidad de Yale Willard
Gibbs (1872-78), de cuya obra ha escrito el propio Helmholtz un estudio laudato-
rio en 1882. El que los músculos constituían el principal origen del calor animal ha
sido demostrado por Helmholtz en preparaciones aisladas en 1848 (1), y en 1850
a 52 (2)ha medido La velocidad del impulso nervioso por medio del miógrafo de pén-
dulo, de que es autor.
Hennann von Helnihollz (,iS2i-y4)
Arch./. Anal., J'hxsioL u. wisstnsch. Med., Berlín, 1848; páginas 144-^64.
(2) Ibidem: 1880, páginas 71 y 276; 1852, página 199.— Véase además, E. Ebs-
tein: Janus, Amst., 1906; XI, página 322.
EL SIGLO XIX 159
Su invención, en 185 1 (1), del oftalmoscopio ha convertido la Oftalmología
en una ciencia exacta, y ha sido seguida de su facóscopo y de su oftalmóme-
tro (1852). Con este último, Helmholtz ha sido capaz de determinar las ópticas
constantes y de explicar el mecanismo de la acomodación (1854), especialmen-
te de la parte que en ella desempeña el cristalino. Su gran Manual de óptica
fisiológica (1856-67) es una obra permanentemente clásica que contiene su repro-
ducción de la teoría de Young de la visión coloreada, que Helmholtz considera
como un caso especial de la ley de Müller de la especificidad de la energía nervio-
sa. Su obra el Tonempfindungen (1863) demuestra el mismo talento crítico, revelan-
do al propio tiempo el excelente músico. Jamás, salvo, tal vez, la excepción de la
obra de lord Rayleigh, se han tratado de un modo tan acabado y perfecto los pro-
blemas de la acústica. Entre otros asuntos, de los que no podemos ocuparnos aquí,
Helmholtz ha tratado también, en un importante estudio, del mecanismo del tím-
pano y de los huesecillos del oído medio (1869), lo que ha sido muy útil para ex-
plicar el mecanismo de la audición. Después de ocupar la cátedra de Física en Ber-
lín y de ser director del Instituto Físico-Técnico en Charlottenburgo en 1887, se
consagró el resto de su vida a aquellos asuntos en los que había genialmente tra-
bajado y en los que ha quedado su fama al igual de aquellos grandes hombres más
modernos, como Clerk Maxwell y lord Kelvin. En física matemática ha dado Hel-
mholtz trabajos de primer orden en lo relativo a los principios de dinámica, hidro-
dinámica, termodinámica y electrodinámica. Ha investigado el movimiento circu-
lar o giratorio de un fluido ideal, sin rozamientos (1858-73); ha introducido la idea
de la conversión de la electricidad en sistemas materiales de movimiento, y en sus
lecciones Faraday, de 188 1, expuso su creencia de que los átomos químicos eran,
en el último análisis, de naturaleza eléctrica. Independientemente de Gibbs, ha de-
finido «la energía libre» (aprovechable) de un sistema químico como la diferencia
entre su energía total (intrínseca) y su energía molecular (no utilizable), y ha sido
el primero en introducir la idea de que los «movimientos ocultos» de los cuerpos
materiales son los de los sistemas cíclicos, con movimientos circulares reversibles
(como en el giróscopo o en el timón de un buque de vapor); en otras palabras, mo-
vimientos rotatorios en el éter o «remolinos de energía». La ecuación de Gibbs-
Helmholtz, que asegura que la fuerza electromotriz de una célula (la energía actual,
pudiera decirse) es igual a su energía libre por el equivalente electro-químico de
descomposición, es en la actualidad uno de los principios básicos de la química
física y fisiológica, conteniendo, como dice Nernst, «todo lo que las leyes de la
termodinámica pueden enseñar respecto de los procesos químicos». Ha sido en el
laboratorio de Helmholtz en el que Rowland ha investigado las propiedades de un
cuerpo en movimiento, cargado de electricidad, tan importante en la química de
los coloides, y en el que Hertz ha descubierto las ondas hertzianas, que han sido
utilizadas en el telégrafo sin hilos.
Ahora bien; a pesar de que se había colocado en el nivel más elevado
del pensamiento humano, Helmholtz no ha olvidado nunca que era mé-
dico. «La Medicina — decía él con orgullo — es el único campo intelectual
en que yo he cultivado; y me pasa como al emigrante: que es mejor com-
prendido y comprende mejor en su tierra natal.» Ha hecho, además, una
pequeña contribución directa a la Medicina: la aplicación del sulfato de
quinina a la mucosa nasal en la fiebre de heno (i860) [2]. Como maestro
de «ciencia popular», Helmholtz sólo tiene iguales en Huxley, Tyndall y
Ernst Mach. Sus trabajos en esta esfera tienen una elevación, una dignidad
(1) Descripción de un espejo óptico para ver la retina en el ojo vivo, Ber-
lín, 185 1 .
(2) Ueber das líeufieber, Arch. f. Path. Anat., Berlín, 1869; XLV1, pági-
nas IOO-I02.
ibo HISTORIA DE LA MEDICINA
y un dominio genial de tan vastos asuntos, que le es completamente pe-
culiar y propio. En él se aprecia siempre la personal nobleza del caballe-
ro científico. Helmholtz era un hombre de estatura diamena, de extraor-
dinaria seriedad, de dignas maneras, con una cabeza de proporciones a lo
Goethe y ojos hermosos y serios. Para las gentes sinceras resultaba siem-
pre sincero y útil. Con las personas superficiales o triviales era capaz de
revestirse con «el éter sutil de una desaprobación potencial», que, como
algunos han testimoniado, le hacía sentir como si tuviera las cuatro di-
mensiones del espacio. Tenía la tendencia propia de las gentes del Norte
hacia lo impersonal; cosa que se manifestaba en él incluso en sus actitu-
des respecto de la Religión. En lo que se refiere a sus íntimas ideas res-
pecto de las grandes cuestiones de la vida, de la muerte y de la inmorta-
lidad, Helmholtz ha resultado impenetrable y no ha dado ninguna señal
de su modo de pensar. Y, en este sentido, sus contribuciones impersona-
les respecto de la ciencia matemática y fisiológica son una fiel expresión
de su carácter firme y digno.
Emil du Bois Reymond (1818-9Ó), de Berlín, el fundador de la moder-
na klectrofisiología, era de origen trances, y ha sabido escribir en ale-
mán con aquella claridad y precisión que van comúmente asociadas a la
literatura y al lenguaje franceses. Ha sido, lo mismo que Helmholtz, dis-
cípulo de Johannes Müller, al que sucedió en 1 858 como profesor de Fi-
siología en Berlín; cargo que conservó toda su vida. En él supo aumentar
la gloria de la Facultad berlinesa, dejando numerosos buenos discípulos
y dirigiendo la construcción del magnífico Instituto de Fisiología (inaugu-
rado el ó de noviembre de 1 877), que resultaba el mejor dotado de todos
los laboratorios de su género en el mundo. Los estudios de du Bois Rey-
mond se refieren casi por completo a la fisiología de aquellas preparaciones
músculo-nerviosas que él trabajó tanto por introducir en los laboratorios
de experimentación, y sus numerosas investigaciones se han publicado dos
veces reunidas (en 1848-60 y 1883). Después del descubrimiento de la
electricidad muscular, por Galvani, y del tétanos fisiológico, por Volta,
.en 1792, había pocos datos en electrofisiología hasta el invento del galva-
nómetro astático, por Leopoldo Nobili (1784-1834), de Florencia, en 1825,
y las breves investigaciones deStefano Marianini (1790-1866) y de Cario
Matteucci (1S11-O8), que ha inventado el término «tetanizado» (1838) y
ha demostrado el primero el efecto de la «rana reoscópica>, o sea que el
músculo de una preparación músculo-nerviosa se contrae si se pone el
nervio cruzado con otro músculo en contracción (1842) [1]. Du Bois Rey-
mond ha introducido la estimulación farádica por medio de la corriente
1 1) Matteucci: Comp. rend. Acad. d. Se, Larís, 1842; IV, pág. 797.
EL SIGLO XIX
1 64
interrumpida (hecha y rota) del especial carrete o bobina de inducción,
como se ha denominado más tarde (1849), haciendo acabadas investiga-
ciones del tétanos fisiológico y siendo el primero en describir y definir el
electrotono (1843), representando sus dos condiciones de un modo gráfi-
co por medio de curvas algebraicas.
En 1843 ha descubierto que existe una diferencia de potencial entre el extremo
seccionado de un músculo o nervio excindido y el extremo no lesionado, produ-
ciéndose una corriente que puede ser demostrada con un galvanómetro, cerrando
el circuito. Ha deducido, erróneamente,
que esta diferencia de potencial existe en
el músculo normal no seccionado; pero
Hermann ha podido demostrar posterior-
mente que la corriente se debe a los cam-
bios químicos en el extremo lesionado.
Desde el tiempo de du Bois Reymond el
estado tetánico de un músculo, lesionado
o no, se consideraba como la suma de las
respuestas individuales provocadas por
estímulos que iban rápidamente suce
diéndose. Puso de manifiesto que el
músculo tetanizado tiene una reacción aci-
da, y en reposo la tiene neutra; que el
estímulo con una corriente constante no
tiene efecto sobre el nervio, y estable-
ció la «ley de estimulación», en virtud
de la cual la excitación del nervio de-
pende, no de la intensidad de la corrien-
te, sino de la rapidez de sus variaciones
o del máximo de éstas en la unidad de
tiempo. Creía que las «corrientes de re-
poso» y otros fenómenos eléctricos que
ha encontrado en el nervio, en el múscu-
lo y en los ganglios eran debidos a mo-
léculas electro-motoras, de forma pris-
mática, dispuestas en serie de un ex-
tremo a otro, y que se mantenían los cir-
cuitos interrumpidos por el hecho de ser
todos estos tejidos conductores húme-
dos, Ha aplicado el mismo razonamiento a los órganos de los peces eléctricos, que
él ha sido el primero en estudia- ietenidamente, y ha resumido su punto de
vista en esta materia afirmando que el estímulo electro-fisiológico es simplemen-
te una fase de la electrólisis.
Emil Duboi-: Reymond (1818-96)
Durante su larga vida, du Bois Reymond ha escrito muchos ensayos
muy atractivos y varios excelentes estudios biográficos, siendo especial-
mente notables los estudios científicos de los materialistas franceses Vol-
taire, La Mettrie, Diderot y Maupertuis, así como los referentes a Johan-
nes Müller y Helmholtz, de los que el último es una de las principales
fuentes de información respecto de los trabajos realizados por este autor.
Este género de estudios estaban realizados con gran facilidad y esprit,
desplegando una enorme cultura; pero están más sobrecargados de eru-
dición que los de Helmholtz. Dos de los tratados de du Bois Reymond
Historia di uá Mbdioiha. — Tomo II
162 HISTORIA DE LA MEDICINA
han llamado especialmente la atención; el de los Límites de la Ciencia
Natural (1872) y el de Siete palabras enigmáticas (1880), en los que el
autor profesa una rígida negación de las causas finales en relación con
aquellos problemas de la naturaleza de la fuerza y de la materia, del ori-
gen del movimiento y de la vida, de la finalidad de los fenómenos natu-
rales, del origen de la sensación, del pensamiento y del lenguaje, del libre
albedrío, etc., resumiendo su punto de vista en estas palabras, frecuente-
mente repetidas: Ignorabimus, Dubitemus. Personalmente, du Bois Rey-
mond era un hombre de mediana estatura, de rudo aspecto y enérgica
fisonomía, fuerte y atlético, con mirada altiva y gestos animados. Tuvo
dos hijos, ambos médicos bien conocidos.
El ejemplo de Helmholtz y de du Bois Reymond dio un interés creciente al es-
tudio de la Fisiología de los músculos y de los nervios, cuyos especiales adelantos
habían tenido lugar con la invención de nuevos procedimientos instrumentales.
Muchos de éstos, como la palanca de coseno, el miotonógrafo y el termópilo per-
feccionado, habían sido ideados por Adolf Fick (1829-1901), de Cassel, discípulo de
Cari Ludwig, que escribió dos importantes obras de física médica (1856) [1] y del
trabajo mecánico y la producción de calor durante el ejercicio muscular (1882) [2].
El método de obtener diagramas, ideado por Schwann (1837) y Helmholtz (1850),
fué ampliamente perfeccionado por Étienne Jules Marey (1830- 1904), de París, que
demostró que, para evitar los errores debidos a la inercia y a otras causas, es pre-
ferible usar un estilete muy ligero para inscribir en el tambor (i860). Las investi-
gaciones se encontraban auxiliadas también con otros instrumentos, como el gal-
vanómetro de d'Arsonval, el electrómetro capilar de Lippmann, el inscriptor de la
tensión de Fick (1882), el ingenioso invento del escandinavo Magnus Blix, para re-
coger sincrónicamente curvas isométricas e isotómicas (1892), el reótomo diferen-
cial de Bernstein (1890), el ergógrafo de Mosso (1890) [3] para el estudio de la con-
tracción muscular voluntaria en el hombre, y el miotonómetro del mismo autor
(1896). La fotografía fué eficazmente empleada por Sir John Burdon Sanderson
(i828-i905)y por Julius Bkrnstein (1839), midiendo las relaciones de tiempo del
período de estímulo latente del músculo, reduciéndola respecto de las figuras da-
das por Helmholzt en 0,0035" aproximadamente (4). Bernstein, uno de los mejores
discípulos de du Bois Reymond, ha publicado también una importante obra acerca
de la termodinámica de la contracción muscular (1902-08). Los efeetos de la vera-
trina en la contracción muscular («músculo veratrinizado») han sido investigados
primeramente por Külliker (1865) [5] y más tarde por Bezold e Hirt (1867). Willy
Kühne demostró que el plasma muscular es coagulable (1859) y fluido dentro de la
fibra muscular viva (1863). Angelo Mosso (1846- 1910), de Turin, ha investigado la
fatiga muscular con el ergógrafo (1890-91) [ó], y por medio de inyecciones experi-
mentales con la sangre de animales fatigados ha indicado que la fatiga es debida a
algún producto tóxico de la contracción muscular (1890) [7]. Auguste Chauveau
(1827-1917) ha investigado el calor y las relaciones energéticas del trabajo muscu-
lar (1 89 1), y Theodor Wilhelm Engelmann (1843-1909), la mecánica y termodinámi-
(1) Fick: Die medizinische Pliysik, Braunschweig, 1856.
(2) Fick: Mcchanische Arbeit and Würmecntwicklung bei der Muskelthátigkeit,
Leipzig, 1882.
(3) Mosso: Arch.ital.de Mol, Turin, 1890; XIII, páginas 124-141.
(4) Sanderson: Journ. Physiol., Londres, 1895; XVIII, pág. 146; Bernstein:
Arch . f, d. res. Physiol., Bonn, 1897; LXVIÍ, pág. 207.
(5) Külliker: Virchoius Arch., Berlín, 1856; X, páginas 257-272.
(6) MOSSO: La f ática, Milán, 1891.
(7) Ir. Internal. A fed. Congr., 1890, Berlín. 1 89 1 ; II, 2 Abth., pág. 13.
EL SIGLO XIX
163
ca déla contracción muscular, ilustrando su teoría con un músculo artificial hecho
con una cuerda de violin. Alguna de la mejor obra llevada a cabo sobte el músculo
ha sido realizada en el laboratorio de Cari Ludwig, en particular por H. P. Bow-
ditch, en su demostración del fenómeno de la escalera (Treppe) en los músculos li-
sos (corazón) [187] (1), por von Kries sobre el efecto de tensión en el modo de res-
ponder el músculo a los estímulos (1880) y por la obra de Kronecker.
Hugo Kronecker (i 839-1914), de Liegnitz (Silesia), discípulo de
Helmholtz, Wundt, Kühne, Traube y Ludwig, y profesor de Fisiología en
Berna (1885-1914), se. ha distinguido por su estudio de la fatiga y resta-
blecimiento del músculo estriado (1871) [2], por su demostración de que
el músculo cardíaco no puede ser tetanizado (1874) [3]; sus investigaciones
sobre el mecanismo de la deglución
(con S. J. Meítzer, 1880-83); sus in-
ventos del frenógrafo, el termoeste-
siómetro, el cilindro o bovina gra-
duada de inducción, el manómetro
para el corazón de la rana y de una
cánula de perfusión; sus estudios so-
bre la acción refleja, sobre el calor
animal, la inervación de la respiración
y otros muchos e importantes asun-
tos. Los clásicos experimentos de
Bowdicht y Kronecker sobre el múscu-
lo cardíaco han conducido al estable-
cimiento del principio de que el mo-
vimiento cardíaco sigue la ley de «to-
do o nada», o sea, cualquiera que sea
el estímulo, o se produce una con-
tracción lo más extensa posible o no se produce contracción alguna. Kro-
necker ha investigado, además, la importancia de las sales inorgánicas
para el latido muscular, el fundamento racional de la transfusión y el fisio-
logismo del mal de las montañas. Ha dirigido y ayudado a von Basch en
los primeros estudios esfigmomanométicos de los seres humanos, y ha
contribuido instrumentalmente a la fundación del Instituto Mosso de
Monte Rosa, en los Alpes; al Hallerianum, de Berna, y al Instituto Marey,
de París. Ha sido el alma del laboratorio de Ludwig y durante toda su
vida un promovedor de las relaciones cordiales entre los hombres cientí-
Hugo Kronecker (1839-1914)
(1) Bowditch: Ber. d. k. sdclis. Gesellsch. d. Wissensch., Leipzig, 1 8 7 1 ; XXIII, pá-
ginas 652-689.
(2) Kronecker: Arb. a. d.pkysiol. Anst. z?i, Leipzig, 1871; páginas 177-266.
(3) Kronecker: Ludwig Festschrift, (Leipzig, 1874; pt. I, páginas clxxiii-cciv.
i64 HISTORIA DE LA MEDICINA
fieos (Meltzer). Entre sus discípulos americanos figuran Meltzer, Stanley
Hall Cushing, Mills y H. C. Wood, junior.
El mecanismo de la locomoción ha sido primeramente investigado por los her-
manos YVeber (1836), después por Samuel Haughton (1873) y, a lo largo de rígidas
líneas matemáticas, por Christian Wilhelm Braune y Otto Fischer (1891-95). La idea
de examinar la locomoción por medio de una serie de fotografías (cinematógrafo)
ha sido sugerida em primer término por el astrónomo Janssen, que observó el paso
de Venus de este modo (1878). El método ha sido perfeccionado y utilizado por
E. J. Marey (Le ?nouvc??ient, 1894), y por Eadweard Muybridge en sus atlas de ani-
males y del desnudo humano en movimiento (1899-1901).
Después de du Bois Reymond, las más interesantes investigaciones acerca de la
fisiología del nervio son el descubrimiento del poder inhibidor del nervio vago por
los hermanos Weber (1845); la medición de la velocidad de la corriente nerviosa
por Helmholtz (1850-52), que ha sido abiertamente sugerida por la obra de du Bois
Reymond; la monografía de Eduard Pflüger sobre el electrótono (1859), que ha es-
tablecido por primera vez las leyes que rigen el estímulo del nervio con la corrien-
te galvánica al cierre y abertura de la misma; la antigua obra del «sistema excito-
secretor» de Henry Fraser Campbell, de Georgia (1857); el fenómeno de Ritter-
Rollet (1876); las investigaciones de Angelo Mosso sobre los movimientos del cere-
bro (1876); su instrumento para estudiar las pulsaciones cerebrales y para calcular
la duración y el grado de una sensación transmitida al cerebro desde fuera
(1876) [1], que le valió el premio de la Accademia dei Lincei; los estudios de la irri-
tación mecánica del nervio por Rudolf Heidenhain (1858), Robert Tigerstedt (1880)
y Uexküll («sacudida nerviosa», 1895); de Paul Grützner sobre los efectos de los
estímulos químicos (1893); las investigaciones de Magnus Blix sobre las energías
específicas de los nervios cutáneos (1884-85); de Alfred Goldscheider sobre la tem-
peratura de los nervios (1884-85), y los de Henry Head sobre los efectos del trau-
matismo y de la sección de los nervios periféricos (1905-08).
Uno de los más importantes experimentos ha sido la demostración de
la infatigabilidad del nervio (1 890) [2], por Henry Pickering Bowditch
(1840-1911), de Boston (Massachusetts), que fundó el primer laboratorio
de Fisiología de los Estados Unidos (187 1), hizo la primera investigación
de Ireppe en el músculo cardíaco (1871), demostrando que ' la delfina
hace el corazón latir rítmicamente (1871), se ha dedicado al estudio del
crecimiento del niño ( 1 877-90) y ha hecho un importante trabajo acerca
del refuerzo del estremecimiento de la rodilla (1890). Bovvditch ha demos-
trado que el nervio no puede ser suprimido de su función, paralizando las
terminaciones nerviosas en el músculo para eliminar el último y estimu-
lando el nervio a intervalos, con la respiración artificial, hasta que el efec-
to de la droga desaparezca, y entonces se ve que reaparecen los estreme-
cimientos musculares, porque, a pesar de la prolongada excitación, el ner-
vio ha respondido y sigue respondiendo a la excitación. Bernstein (1877)
y Wedensky (1884) han variado el experimento, bloqueando ei nervio
del músculo por medio de una corriente galvánica (efecto de We-
(1) Mosso: Arch, per le se. med., Turin, 1876; I, páginas 252-256.
(2) Bowditch: Arch. f. Physiol.^ Leipzig, 1890; páginas 505-508.
EL SIGLO XIX 165
densky [i] y Maschek, en 1887, ha bloqueado el nervio por medio de la
aplicación local de vapores de éter a la parte situada entre la región esti-
mulada y el músculo, y el nervio continuaba respondiendo después de
una excitación de dos horas. De este modo, el experimento inicial de
Bowditch ha dado lugar, andando el tiempo, a la idea del bloqueamiento
anestésico de los troncos nervios por Crile y Cushing, que es uno de los
principios fundamentales de la reciente cirugía.
Henry Pickering Bowditch (1840-1911)
El asunto, en conjunto, de las preparaciones músculo-nerviosas ha
sido acabadamente tratado por Wilhelm Biedermann (1854) en su Elec-
trophysiologic (1895) y Por du Bois Reymond en sus estudios acerca de
los peces eléctricos, siendo continuadores de estos trabajos Gustav Theo-
dor Fritsch (1887-90), Karl Schonlein y el difunto Francis Gotch (1887
a 9$). El aspecto químico de la actividad nerviosa ha sido investigado
por William D. Halliburton (Londres, 1901), A. B. Macallum y Men-
ten (1906).
El punto de partida de la teoría de la neurona ha sido el experimento,
que ha hecho época, de Augustus Volney Waller (i 8 16-1870), de Elver-
ton Farm (Kent.). Ha demostrado que, cuando se corta un nervio, el cabo
(1) Wedensk: Centralblatt f. d. med. Wissensch., Berlín, 1884; XXII, pági-
nas 65-68.
i66 HISTORIA DE LA MEDICINA
distal (el cilindro-axil, separado de la célula nerviosa) degenera muy pron-
to, al paso que el cabo central permanece relativamente intacto (1850), de
lo que Waller ha deducido que la célula nerviosa nutre la fibra nerviosa.
Por el mismo método, Waller ha podido demostrar que, si se secciona
una raíz nerviosa medular anterior, los cambios denegativos indican que
los centros nutricios de las fibras motoras deben residir en la médula es-
pinal, al paso que, en el caso de seccionar las raíces posteriores (sensiti-
vas), aquéllos parecen encontrarse en los ganglios espinales. Estos expe-
rimentos, que valieron a Waller el premio Montyon de la Academia Fran-
cesa de Ciencias (2. OOO francos), en 1856, han sido repetidas veces con-
firmados por las observaciones de los histólogos que han trabajado en la
doctrina de la neurona. Algunas importantes observaciones sobre anti-
guos amputados han sido realizadas por el difunto William Howship
Dickinson (1832-1913) [i], de Brighton (Inglaterra), en 1865, demostran-
do que el cabo proximal de un nervio seccionado puede en algunos casos
experimentar la atrofia.
La teoría de que las funciones del cerebro pueden ser localizadas en la corteza
cerebral ha sido introducida, de un modo un poco fantástico, por Franz Joseph
Gall (1757-1826), como organología o craneoscopia, y por su discípulo Johann Cas-
par SruRZHEiM (1776-1832), como frenología; apareciendo unidas las investigaciones
de ambos en un tratado de cuatro volúmenes, con atlas, en 1810-19. (2). Contenía
este tratado algunas adiciones realmente importantes a la anatomía cerebral, y la
teoría de que el cerebro era un conjunto de veintisiete «órganos» separados (pos-
teriormente 37), presidiendo todos los diferentes rasgos morales, sexuales e inte-
lectuales del individuo, siendo sus dimensiones proporcionales a la preponderan-
cia de aquellos rasgos, y manifestándose por protuberancias en la superficie del
cráneo. La teoría de Gaíl fué desechada en Viena; pero, en cambio, se acuñaron
medallas en su honor y, como Hahnemann, murió rico en París. La propaganda de
Spurzheim condujo a la formación de sociedades frenológicas secretas y de perió-
dicos consagrados a la frenología en la Gran Bretaña y en los Estados Unidos. La
teoría atrajo la buena opinión de Goethe, que hizo notar agudamente que el secre-
to de su partido en las clases populares reside en que ella trata con proposiciones
particulares más bien que con generales; en otros términos, la mente popular, in-
cluso las gentes a la moda, estaba naturalmente preocupada con los diferentes
«abultamientos» craneales que localizaban las diferentes amatividades, combativi-
dades, filoprogenitividades, etc , de cada persona en cuestión. Explotada por far-
santes y charlatanes, la frenología se convirtió bien pronto en un objeto de irrisión
para el mundo científico.
El primer adelanto real, después de los experimentos de Flourens y
Legallois, ha sido el más importante de todos, a saber, la obra de Gustav
Fritscii (1838-91) y deEduard Hitzig (1838-1907), estableciendo la exci-
(1) Dickinson: Journ. Anat. & Physiol., Londres, 1869; III, páginas 88-96, una lá-
mina.
(2) Gall et Spurzheim: Anatomic ct physiologic du sysiemt ncrvcux. París, 18 10
a 1819.
EL SIGLO XIX 167
tabilidad eléctrica del cerebro (1870) [i], que había sido puesta en duda
desde los tiempos de Flourens. La afasia motora por traumatismos o afec-
ciones en la región de la tercera circunvolución frontal izquierda (circun-
volución de Broca) había sido ya verdaderamente establecida por Bouil-
laud (1825) y por Broca (1861), y espasmos epileptiformes localizados,
causados por lesiones cerebrales circunscritas, habían sido descritos por
Richard Bright (1836) y Hughlings Jackson (1875); pero los experimentos
de Fritsch y de Hitzig en el cerebro del perro han sido los primeros en
demostrar que los movimientos parciales del cuerpo y las convulsiones
localizadas pueden ser producidas estimulando determinadas áreas en el
cerebro, siempre idénticas en los diferentes animales de la misma espe-
cie, y que, per contra, la destrucción de aquellas áreas produce parálisis
o pérdida de la función de la parte correspondiente del cuerpo. Estas ob-
servaciones han sido comprobadas y grandemente extendidas por sir Da-
vid Ferrier (1843) en los mamíferos, aves, ranas, peces y otros animales
(1872-76) [2], con la subsiguiente determinación y composición gráfica de
las áreas. Horsley y Scháfer (1884-88) y Beevor y Horsley (1887-94) han
tendido a confirmar la idea de Ferrier de que el área motora de la corteza
cerebral corresponde a las inmediaciones de la cisura de Rolando. Las
áreas, tanto motoras y sensitivas como «silenciosas» o inexcitables, han
sido fijadas por los trabajos de Flechsig (1876), Munk (T877-79), Bechte-
reff (1887), Frangois Franck (1887), Gudden (reunidas en 1889), Henschen
(1890-94) y Monakow (1891-92), a la vez que el asunto ha sido cuidado-
samente estudiado, desde el punto de vista clínico, por Charcot y Pi-
tres (1895).
El problema de las funciones totales de los hemisferios cerebrales y
de la médula espinal estará siempre asociado al nombre de Friedrich
Leopold Goltz (1834- 1902), de Posen, discípulo de Helmholtz, que fué
profesor de Fisiología en Halle (1870-72) y en Estrasburgo (1872-1902).
Goltz ha dejado importantes trabajos acerca de la presión cardíaca, del
mecanismo del shock (Klopf ver such, 1 862) [3] y sobre las funciones de los
conductos semicirculares (1870); pero sus experimentos más demostrati-
vos son los que realizó de excisión del cerebro y de la médula espinal en
la rana (i 869-72) [4] y en el perro (i 874-96) [5]. Ha demostrado que la
(1) Fritsch and Hitzig: Arch.f. Anat., Physiol undwissensch. Med., Berlín, 1870;
página 300-302.
(2) Ferrier: West Riding Lun. Assyl. Rep., Londres, 1872, III; Functions of the
Mrain, Londres, 1876.
(3) Goltz: Kónigsb. med. Jahrb., 1862, III, páginas 271-274.
(4) Goltz: Beitrage zur Lehre von den Functionen des Nervencentren des Frosches,
Berlín, 1869, y Arch.f. d. ges. Physiol,, Bonn, 1872; V, 53.
(5) Ibidem, 1874; VIII, pág. 460; LI, pág. 460; 1896, LXIII, pág. 362.
1 68 HISTORIA DE LA MEDICINA
rana sin cerebro, o «espinal», puede saltar, nadar, brincar en el agua, sa-
lirse del agua caliente, cantar como las ranas de Aristófanes, y ajustarse
ella misma de un modo mecánico a los estímulos exteriores; pero en otras
condiciones queda como una momia, y, aunque provista de alimento,
muere de hambre a causa de que es una máquina espinal, desprovista de
voluntad, de memoria y de inteligencia; cuando se dejan intactos los tála-
mos ópticos, el animal parece conservar alguna inteligencia en lo que res-
pecta a su propia nutrición y al instinto sexual; y del mismo modo, la
ablación de los hemisferios cerebrales en el perro va seguida de la conser-
vación de movimientos sin objeto, respuestas no inteligentes a los estímu-
los e incapacidad para alimentar-
se de un modo espontáneo y
para tragar. Análogos experi-
mentos habían sido ya llevados
nbs a cabo por Rolando, Flourens,
w> Longet y Vulpian; pero ninguno
de ellos ha descrito los fenóme-
.£;>. nos tan cuidadosa y gráficamen-
/.¿w te como Goltz, que demostró el
hecho importante de que la des-
cerebración produce trastornos
tanto más importantes cuanto
más elevado es el animal, como
lo evidencia la amencia en el
» ... . T u o n / o n hombre. El otro experimento (el
Friednch Leopold Goltz (1834-1902) 1 V
deexcindirla médula espinal) tie-
ne que ser efectuado con el mayor cuidado y delicadeza para que el animal
siga viviendo; y los datos de Goltz demuestran que en estas condiciones
los músculos inervados por los nervios espinales quedan totalmente para-
lizados, con una pérdida absoluta de la sensibilidad en las partes corres-
pondientes; las visceras y los vasos sanguíneos pierden su tono; el poder
de adaptación a la temperatura y a los otros cambios del medio externo
"queda disminuido, y la perspiración, abolida; en cambio, pueden realizar-
se la gestación y la lactancia. La exposición de Goltz del animal «espinal»
como un mecanismo sin cerebro que, según la expresión de Bernard Shaw,
«disparata en una agonía», y del animal privado de su médula espinal,
como una inteligencia consciente, con pérdida del poder de coordinación
y de adaptación, lia hecho mucho por la iniciación de la labor de los tiem-
pos modernos a propósito de los reflejos complejos del organismo.
Auncjur du Vcrncy babía tX* indido con éxito el cerebro y el cerebelo (1697), las
más antigí de la función cerebelosa son las de Rolando en 1809.
EL SIGLO XIX 169
Estas han sido seguidas de los clásicos experimentos de Flourens sobre la palo-
ma (1822) y de los de Luciani en el perro (1882-91), que produjeron incoordinación
atáxica. Excisiones experimentales de partes fraccionadas han sido llevadas a cabo
por un gran número de observadores, desde Rolando hasta Magendie. Rolando
comparaba el cerebelo con una pila voltaica, porque servía para aumentar y refor-
zar los movimientos voluntarios iniciados en el cerebro, un punto de vista que ha
sido reiterado y reforzado por Weir Mitchell (1869). Flourens ha introducido la
idea de la coordinación nerviosa, que ha sido nuevamente defendida con calor por
John Cali Dalton (1861). Hughlings Jackson considera el cerebelo como el centro
de los movimientos continuados, y el cerebro como el de los movimientos cam-
biantes. Los efectos de la excisión del bulbo y de la protuberancia han sido estu-
diados por Schrader (1887). Robert Whytt ha encontrado que la supresión de la
parte anterior de los tubérculos cuadrigéminos produce la abolición del reflejo de
la acción de la luz (176S).
Ivan Michailovich Setchenoff piensa que se contiene un centro inhibidor de
los reflejos espinales (1863), y Charles S. Sherrington, que la transección com-
pleta da lugar a un estado de «rigidez descerebral» (1896-97). La relación del tála-
mo óptico con la sensibilidad del lado opuesto, especialmente en los ojos, ha sido
apreciada simultáneamente por Panizza y Joseph Swan (1856) y estudiada, desde el
punto de vista patológico y clínico, en un trabajo postumo de Hughlings Jackson
(1875) [1]. El sistema simpático ha sido investigado por Friedrich Wilhelm Bidder
(1810-94) y Alfred Wilhelm Volkmann (1800-77), Que demostraron que se encuen-
tra formado ampliamente de pequeñas fibras meduladas procedentes de los gan-
glios espinales y simpáticos (1842) [2]; por Claudio Bernard, Brown-Sequard, Wa-
ller y Budge, que demostraron los efectos de seccionar y de estimular el simpáti-
co cervical (1852-53); por Küliiker (1889) y otros histólogos modernos, que han es-
tudiado la estructura de Jas células simpáticas por medio de perfeccionados méto-
dos colorantes; por W. H. Gaskell, que ha estudiado la inervación visceral y vascu-
lar (1886); por J. N. Langley, que ha estudiado los reflejos de los ganglios simpáti-
cos (1894) [3] y que ha definido el «sistema autónomo» (1900), y, últimamente, por
Henry Head. De los nervios especiales, el vago ha sido estudiado por los Weber
(1845), Schmiedeberg (187 1) y Gaskell (1882); los nervios del corazón y la cuerda
del tímpano, por Cari Ludwig; los vasoconstrictores y vasodilatadores, por Claudio
Bernard (1858); los nervios dilatadores de los vasos periféricos, por Cari Ludwig
(1886); los plexos intestinales, por Auerbach y Meissner (1862); los nervios secreto-
res y tróficos de las glándulas, por Heidenhain (1878); los nervios para la tempera-
tura (1884) y para la sensación cutánea (1885), por Alfred Goldscheider; la distri-
bución de las fibras de los nervios craneales, por Vulpian (1885); el mecanismo
erector, por Eckhard (1863) y Gaskell (1887); el órgano terminal del octavo nervio,
por Julius Ewald (1892); los nervios pilomotores, por J. N. Langley (1893), y las ter-
minaciones nerviosas para las sensaciones dolorosas, por Maxvon Frey (189o).
El concepto moderno de la acción refleja es un fruto de la teoría celu-
lar, de la que ha constituido la teoría de la neurona el más importante coro-
lario, y ha sido por la labor de los diferentes histólogos y experimentado-
res, que han trabajado, desde Deiters hasta Harrison, para demostrar los
caminos complicados que transmiten los impulsos desde una célula nervio-
sa a otra, y han demostrado su continuidad morfológica. Los datos iniciales
han sido la ley de Bell-Magendie de las raíces espinales posteriores, la ley
de la degeneración walleriana de las fibras nerviosas después de su sec-
(1) Jackson: London Hosp. Rep., 1875; VIII.
(2) Bidder and Volkmann: Die Selbststándigkeit des Nervensy stems, Leip-
zig, 1842.
(3) J. N. Langley: Journ. Physiol, Londres, 1894; XVI, páginas 410-440.
i7o HISTORIA DE LA MEDICINA
ción, y la labor de Goltz de los efectos de excindir grandes secciones de
las porciones centrales del sistema nervioso. Las investigaciones de Türck
de la distribución cutánea de los diferentes pases de los nervios espina-
les (1858-68) son de capital importancia, así como también el descubri-
miento de la inhibición cerebral de los reflejos espinales por Setchenoff
(1863) [i], y la investigación de algunos reflejos localizados, como el rotu-
liano o el mecanismo de la deglución. Con la teoría de la neurona, el sim-
ple mecanismo reflejo de un estímulo externo, una vía aferente, un centro
nervioso y una vía eferente se convirtió en un «arco reflejo >, requiriendo
una neurona sensorial centrada en el ganglio de las raíces espinales pos-
teriores o en los ganglios de los nervios sensitivos craneales, y una neuro-
na motora en el asta anterior de la médula o en el núcleo motor de un
nervio craneal. Aun este complejo sistema se percibió bien pronto que
era sólo una abstracción, supuesto que un sistema aislado de células ner-
viosas funcionando por su parte es inaceptable. Pronto se vio claramente
que la mayoría de los reflejos eran compuestos o coordinados, y que el
sistema nervioso funcionaba como un todo. Esta idea ha sido especial-
mente desenvuelta por Charles Scott Sherrington, que ha llevado a cabo
una larga serie de trabajos experimentales a propósito de todas las fases
de este asunto. Sherrington ha sido el primero que ha investigado el fenó-
meno de la «rigidez descerebral» producida por la sección transversal
entre los tubérculos cuadrigéminos y los tálamos ópticos (i 896-98) [2], y
de la «inervación recíproca» e inhibición recíproca, en virtud de la cual
los músculos antagonistas, por ejemplo, los flexores y los extensores, bajo
el estímulo reflejo reaccionan de tal modo, que la excitación de un centro
es simultánea con la inhibición del otro (1893-98) [3]. Sherrington des-
pliega el concepto teórico de la «synapsis», la superficie separadora que
Foster postula, existiendo entre dos neuronas o entre sus terminaciones,
para completar el circuito en el arco reflejo; y ha hecho mucho por des-
arrollar el conocimiento del reforzamiento y del antagonismo en los refle-
jos simples y compuestos y de la coordinación (en una cadena) de reflejos
sucesivos. La tendencia total de su trabajo es la demostración de que una
acción refleja es rara vez un fenómeno aislado, sino más bien una cone-
xión de varios arcos reflejos, de tal modo, que la verdadera función del
sistema nervioso es la de integrar el organismo, en el sentido de darle una
individualidad que no poseería siendo una mera colección de células o
(1) J. M. Setchenoff: Physiologische Studien über die Hemmungsmeckanistnen für
die Reflexthatigkeit des h'ückeumarks im Gchirn des FroscJies, Berlín, 1863.
(2) I rington: Proc. /ún. W., Londres, 1896; LX, pág. 415, y Journ.
Physiol., Londres, 1898; XXII, pág 379.
(3) Proc. Roy. Soc, Lon<. J¡ LII, páginas 556-564.
EL SIGLO XIX 171
de órganos (i). Nadie ha sabido tratar este difícil asunto con tanta ha-
bilidad como Sherrington, y en relación con su obra hay que mencionar
aún los importantes experimentos de Erb y de Westphal (1875), Jendras-
sk (1885), Weir Mitchell y Morris J. Lewis (1886), Lombard (1889), Bow-
ditch y Warren (1890), sobre el reforzamiento y la inhibición del reflejo
rotuliano, de Sigmund Exner sobre el refuerzo (Bahming) de los reflejos
(1882), de Jacques Loeb sobre la «cadena de reflejos» (1899) y de Pavoff
sobre los reflejos condicionales (1912).
La psicología experimental ha comenzado en el laboratorio de Ernst Heinrich
Weber, y sus modernas fases son principalmente la obra de Lotze, Fechner y
Wundt. Rudolf Heinrich Lotze (1817-81), de Bautzen, un graduado en Medicina que
pasó al campo de la Metafísica y de la Filosofía, es el autor de varias obras im-
portantes de Psicología analítica, especialmente su Medicinisclie Phychologie o Psi-
sología del alma (1852). Ha sido un investigador de la percepción del espacio y de
la exploración científica de los estados subconscientes. Los estudios analíticos de
Jung y de la escuela de Freud tienen como precursores aquellas obras como el es-
tudio, por J. C. A. Heinroth, de la mujer puérpera (1834), en la que se introduce, en
efecto, en concepto del «puerperio patológico», y las investigaciones de Kussmaul
acerca de la vida psíquica de un niño recién nacido.
Gustav Theodor Fechner (1801-87), profesor de Física en Leipzig (1839-75), ha
dejado una gran labor experimental y editorial de Física y Química, y ha sido,
tal vez, el primero, después de Weber, en aplicar Ja física matemática a la fisio-
logía de la sensación, escribiendo el primer tratado de Psico-física (i860) [2]. Ha
hecho extensos estudios experimentales sobre la sensación cutánea y el senti-
do muscular, como, por ejemplo, su estudio de 24.576 apreciaciones diferentes de
pesos; ha hecho notar el carácter personal o egotístico déla sensación dolorosa, y
ha establecido la ley de Weber en su forma moderna. En 1838 fué el primero en
investigar los fenómenos colorantes que se producen en los discos giratorios con
segmentos blancos y negros, y no podemos hacer mas que mencionar otras nove-
dades ópticas, como su «experimento del lado de la ventana» y su «experimento
paradójico.»
Wilhelm Wundt (1832), de Neckarau (Badén), ha sido profesor de Psicología
en Heidelberg (1864), Zurich (1874) y Leipzig (1875) y fundador del Instituto de
Psicología Experimental en esta última ciudad (1878). Ha escrito un libro de texto
de Fisiología (1865) y tres pacienzudas memorias sobre el movimiento muscular
(1858) [3], la percepción sensorial (1862) [4], y el mecanismo de los nervios y de los
centros nerviosos (1871-76) [5], que han constituido el fundamento de su obra fu-
tura. La primera de aquéllas es notable por sus famosas «curvas isotónicas», pro-
ducidas en el músculo por la excitación continua y constante (ascendiendo hasta
la continuidad), que, como dice Burdon Sanderson, han sido copiadas en todos los
libros de texto. Contiene, además, valiosas investigaciones acerca de la acción muscu-
lar bajo el efecto de determinados medicamentos, y después de las secciones trans-
versales de los nervios y de la médula. El libro sobre el mecanismo nervioso se
ocupa de aquellos asuntos, como tiempo de reacción y tiempo de reflejo, a través
de la médula espinal y de los ganglios y sentido muscular. Las contribuciones de
Wundt a la Psicología propiamente dicha constituyen una larga lista, comprendien-
do sus Elementos de Psicología Fisiológica (1874) [6], Lógica (18S0-83), Etica (1886) y
(1) Sherrington: The Integrative Action of the Nervous System, New York, 1906'
(2) Fechner: Elemente de Pliychophysik, Leipzig, i860.
(3) Wundt: Die Lehre von dcr MiisJtelbcwcgung, Brunswick, 1858.
(4) Beit rage zur Theorie von dcr Sinneswali rnelimung, Leipzig, 1862.
(5) Untersuchungen zur Mcchanik der Nerven und A'ervencentren, Erlangen,
1871-76..
(6) Grundzüge der physiologischen Psycologie ,-Leipzig, 1873-74.
!72
HISTORIA DE LA MEDICINA
Psicología Comparada (1904-10) [1]. En 1883 ha fundado los Philosophische Studien,
una serie consagrada a la Psicología experimental y a la Epistemología.
Otras notables contribuciones a la Psicología son las mediciones de la veloci-
dad del impulso psíquico por Donders (1868) [2], las monografías de Duchenne
(1862) y de Darwin (1873) sobre la expresión de las pasiones y de las emociones, el
estudio de Laura Bridgman por Estanley Hall (1879) [3], el libro de Angelo Mosso
sobre el miedo (La panra, 1884), las obras de Romanes, Jacques Loeb, Lloyd Mor-
gan, Jennings y otros sobre Psicología comparada, y de Krafft, Ebing, Havelock
Ellis y Freud sobre Psicología sexual morbosa.
Gran parte de nuestros actuales conocimientos de los sistemas digesti-
vo y vasomotor ha sido desarrollada por Claudio Bernard (i 8 1 3-78), el
más ilustre fisiólogo de la Francia moderna. Nacido en la ciudad de Saint
Claudio Bernard (1813-78)
Julien (Ródano), era hijo de un labrador y cosechero de vino de aquella
región. Corista y discípulo de los jesuítas en el colegio de Villefranche,
el joven Bernard era empujado por apuradas circunstancias de familia a
s'er ayudante de Farmacia en Lyón. Participando de las aspiraciones ro-
mánticas de su tiempo, volvió la atención hacia la literatura y escribió La
rosa del Ródano, una comedia-vaudeville que fué representada con algún
éxito, y Arturo de Bretaña^ tragedia en cinco actos, que fué, largo tiem-
po después, hermosamente impresa | [886); Con esta tragedia en la mano,
(i) Vdlkcrpsychologie, Leipzig, 1904- 19 10.
(2) bonders: Arch./. Ann/. Physiol, u. wissensch. Med., Leipzig, 1868; páginas
657-''
(3) Hall: Mind., Londres, 1879; IV, páginas 149-172.
ÉL SIGLO XIX 173
se trasladó a París a consultar con el crítico Saint-Marc Girandín, que vio
los méritos de su labor como autor dramático, pero que, prudentemente,
le aconsejó estudiar Medicina como un medio seguro de poderse ganar la
vida. Esta advertencia fué decisiva para la carrera de Claudio Bernard,
porque le puso en relación con Magendie, que dirigió su genio hacia su
propia especialidad. Magendie, después de tres o cuatro demostraciones
del superior talento de CI. Bernard, anunció, con su generosidad caracte-
rística: «Usted será un hombre mejor que yo.» Comparado con Magen-
die, que frecuentemente experimentaba al azar, como el que anda a tien-
tas en la obscuridad, la actitud de CI. Bernard respecto de la investigación
científica puede ser, de preferencia, resumida en estas palabras suyas:
«Despojaos de vuestra imaginación como os despojáis de vuestro sobretodo al
entrar en el laboratorio; pero volved a recobrarla de nuevo, como os volvéis a po-
ner el abrigo al dejar el laboratorio. Antes del experimento y entre los experimen-
tos dejad que vuestra imaginación trabaje en torno vuestro; ponedla resueltamen-
te lejos de vosotros en tanto que dure el experimento, dejando actuar sólo vuestro
poder de observación.»
Todos los grandes descubrimientos de Cl. Bernard están basados en
hechos accidentalmente descubiertos, que él ha podido utilizar como guías
de amplios resultados gracias al admirable poder de su pensamiento fisio-
lógico. Se ha llegado a decir de él que era, no un mero experimentador
fisiológico, sino «la misma Fisiología en persona». Como Magendie y
Johannes Müller, ha hecho su inclinación hacia el vitalismo, pero tratán-
dole con la mayor amplitud posible. Ai paso que Magendie consideraba
la Medicina como une science áfaire, Cl. Bernard avanzaba audazmente
hacia la posición de que el objeto principal de la experimentación es ha-
cer la luz sobre los estados patológicos. Cl. Bernard ha sido el fundador de
la Medicina experimental y de la producción artificial de enfermedades
por medio de manipulaciones físicas o químicas.
En 1843 descubrió que si se inyectaba en las venas el azúcar de caña aparecía
en la orina, no apareciendo, en cambio, si se la trataba previamente con el jugo
gástrico. Este fué el punto de partida de sus investigaciones sobre la función glu-
cogénica del hígado. Llegó a esto por el accidental hallazgo del azúcar en la vena he-
pática de un perro alimentado con él, de donde pasó a experimentar en un perro
alimentado con carne, con el mismo resultado, publicando sus observaciones en
1848-50 (1). En 1*857 ha llegado, por una serie de ingeniosos experimentos, a esta-
blecer la función glucogénica sobre bases seguras, consiguiendo aislar el glucóge-
no (2). El hecho de que esta substancia pudiera ser obtenida, vista como tal y ex-
perimentarse con ella, era más decisivo que la labor de Wohler estableciendo el
hecho de que el organismo animal era capaz de construir substancias químicas, lo
(1) Cl. Bernard: Compt. rend. Acad. d. se, París, 1848; XXVII, páginas 249, 253
y 514; 1850, XXXI, página 571; 1855, XLI, página 461.
(2) Ibidem, 1857; XLIV, páginas 578 y 1325.
174 HISTORIA DE LA MEDICINA
mismo que de destruirlas. Además de esto, CI. Bernard pudo poner en claro que la
función glucogénica del hígado entra dentro de la categoría de las «secreciones
internas», término establecido por él. «De este modo, dice Foster, destruyó de un
solo golpe la entonces dominante concepción de que el cuerpo animal debía ser
considerado como una reunión de órganos, cada uno de ellos con su función pro-
pia.» En 1848 hizo CI. Bernard su famoso descubrimiento de que una picadura
(piqüre) del cuarto ventrículo en el perro produce una diabetes temporal (1). Igual-
mente importante para la fisiología del aparato digestivo ha sido su labor sobre el
jugo pancreático (1849-56) [2]. Antes de la época de CI. Bernard, la digestión gástri-
ca constituía Ja totalidad de la fisiología de la digestión. Eberlé, en 1834, sugirió la
idea de que el jugo pancreático emulsionaba las grasas, y Valentín, en 1844, de-
mostraba su acción sobre el almidón; pero esto era todo, y aun esto no era gene-
ralmente conocido. CI. Bernard puso en claro todo el problema. Demostró que «la
digestión gástrica constituye sólo un acto preparatorio»; que el jugo pancreático
emulsiona la grasa de los alimentos cuando pasan por los intestinos, desdoblándo-
la en ácidos grasos y glicerina; y demostró, además, su poder de convertir el almi-
dón en azúcar, y su acción disolvente sobre los proteidos no disueltos en el estó-
mago. CI. Bernard convirtió la fístula pancreática experimental en una base de
trabajo. Su tercer gran descubrimiento es su exposición del mecanismo vasomotor
( 185 1 -53) [3]. En 1840, Henle, como hemos visto, demostró la existencia de fibras
musculares lisas en el endotelio de las finas arterias; y en 1846, Kolliker demostró
que estas fibras musculares involuntarias estaban formadas por pequeñas células
prolongadas en hueso. El término «vasomotor» ha sido primeramente usado por '
Benedick Stilling en 1840, como una hipotética designación de los filamentos ner-
viosos que inervan los vasos sanguíneos. CI. Bernard dedujo de ello que el sistema
nervioso interviene en los cambios químicos que producen el calor animal. Divi-
diendo a un conejo el simpático cervical (1851), encontró, en lugar del esperado
descenso térmico, un importante aumento (40 a 6o C) y marcado aumento también
en la vascularización de la oreja; pero él dejó, como cuestión para resolver, si esta
11 congestión era la causa o el efecto del aumento de temperatura. En agosto de
1852 [4], Brown-Sequard, entonces residente en América, demostró que el galva-
nismo aplicado a la parte superior del simpático dividido causaba realmente con-
tracción de los vasos y descenso de la temperatura, y que de esto podía deducirse
que el efecto de la sección del simpático era paralizar y dilatar los vasos sanguí-
neos. CI. Bernard, independientemente, realizó el mismo experimento en noviem-
bre de 1852, y análogos resultados han sido obtenidos por Waller y Budge en 1853.
En 1853, CI. Bernard suprimió la circulación en la oreja, ligando dos de sus venas,
encontrando el mismo aumento de temperatura después de la sección del simpá-
tico, de donde dedujo que éste dirige las relaciones térmicas, un punto de vista
que ha defendido hasta el fin de su vida. En 1858 ha demostrado que el simpático
es el nervio constructor, y la cuerda del tímpano, el dilatador délos vasos sanguí-
neos. Este descubrimiento de nervios vasodilatadores y vasoconstrictores (5), com-
pleta su labor sobre el aparato circulatorio. Entre sus descubrimiento? menores
figuran sus experimentos con el curare (1850-56) [6], en los cuales, paralizando el
i.ervio, ha demostrado la independiente excitabilidad del músculo, dando de este
modo una clásica demostración de la doctrina de Haller de la irritabilidad especí-
fica; sus investigaciones sobre el poder tóxico del monóxido de carbono (1853
a 58) [7], demostrando que él desplaza el oxígeno de los glóbulos rojos; y sus estu-
dios sobre las «secreciones paralíticas» ocasionadas por la sección de los nervios
(1) Compt. rend. Soc. de Biol., París, i849-i85°*. h página 60,
(2) Arch. gen. de Mcd., Taris, 1849; I, páginas 60 y 61.— Compt. raid, Acad. d. sc.y
París, 1849. XXVIII, página 2^0; 1856, supl., páginas 379"563, nueve láminas.
(3) Compt. rend. Soc. de Biol, Paris, 1X51, XXXIII, página 163; 1852, XXXIV,
página 472; XXXV, página [68 [853, XXXVI, página 378.
(4) Brown Sequard: Med. Exam., Filadelfia, 1H52, VIH, páginas 481-504.
(5) Compt. rend. Acad. d. se, París, 1858; XLV1II, páginas 245 y 393-
(6) Compt. rend. Acad. d. se, París, 1850, XXXI, página 533; 1856, XLIII, pá-
gina 825.
(7)j Compt. rend. Acad. d. se, París, 1858, XLVII, página 393.
EL SIGLO XIX 175
glandulares (1864) [6]. En el Museo Médico Militar de Washington se puede ver
la histórica mesa en la que efectuaban sus experimentos Magendie y CI. Bernard.
Durante los últimos años de su vida, Cl. Bernard expuso y difundió sus
doctrinas por medio de cursos de lecciones en el Colegio de Francia y en
la Sorbona, en particular sobre fisiología experimental (1855)» l°s efectos
de las substancias y medicamentos tóxicos (1857), ^a fisiología y patolo-
gía del sistema nervioso (1858), los líquidos del organismo (1859), la pa-
tología experimental (1872), los anestésicos y la asfixia (1875) y la fisiolo-
gía operatoria (1879). Las últimas revelan el irreprochable maestro en la
técnica de los procedimientos experimentales, y todas ellas, al hombre de
letras, que ha comenzado su carrera como autor dramático. Esparcidos
en todos sus escritos se encuentran muchos luminosos aforismos, que son
para la Medicina lo que los Pensées de Vauvenargues y Joubertson para la
literatura, porque aparecen inspirados, como nunca hasta entonces lo ha-
bían estado, con la elevada vocación y las nobles y honradas tendencias
y aspiraciones del médico científico. En sus primeros tiempos, Cl. Bernard
era desdeñado, considerándose como un simple disector de animales, y
nos dice él mismo que disfrutaba de gran inmunidad respecto de las per-
secuciones gracias a la amistad accidental con un comisario de policía en
cuyo distrito tuvo la precaución de establecerse. Por la misma razón, él no
fué dichoso en su vida conyugal, y sus mismas hijas llegaron a estar ale-
jadas de él a causa de su mujer. Pero los honores fueron llegando con el
tiempo. Una cátedra especial de Fisiología general fué creada para él en
la Sorbona durante la vida de Magendie, y en 1 85 5 sucedió a éste como
profesor de Fisiología en el Colegio de Francia, siendo admitido en la
Academia Francesa en 1 868. Napoleón III estaba de tal modo fascinado
con la personalidad de Cl. Bernard, que creó para él dos buenos labora-
torios en la Sorbona y en el Museo de Historia Natural, y le hizo senador
en 1869. Entre sus amigos figuraban Duruy, Gambetta, Pasteur, Rayer,
Davaine, Saint-Claire Deville, Berthelot y Renán, que le sucedió en su
fauteuil de la Academia Francesa. Claudio Bernard era alto y de impo-
nente presencia, con una noble frente y una fisonomía que expresaba la
profundidad del pensamiento y la bondad de los sentimientos. «Cuando
iba por las calles, se solía oír decir a las gentes: — No me sorprende que
sea así. Tenía que ser así de distinguido.»
Entre los discípulos de Cl. Bernard, Willy Kühne (1837-1900), de
Hamburgo, profesor de Fisiología en Amsterdam (1868-71) y en Heidel-
berg (1871-1900), es célebre por sus investigaciones acerca de los órganos
(6) Journ. de V Anat. et Physiol., París, 1864; I, páginas 507-513.
i76
HISTORIA DE LA MEDICINA
terminales periféricos de los nervios motores (1862), de la hemoglobina
(1865), de la digestión de los proteidos por el jugo pancreático (1867) [i],
del encyma proteolítico del páncreas, al que dio el nombre de tripsina
(1876) [2], del desdoblamiento de las albúminas por la digestión tríptica
y gástrica (1877) [3], de la «rhodopsina» o «púrpura visual» y de los
«chromophanes» de la retina (1877) [4], de las corrientes eléctricas des-
arrolladas en un músculo estimulado y comprimido y de su poder de ex-
citar otros músculos comprimi-
dos con él (1888) [5] y especial-
mente por las notables series de
estudios químicos de los produc-
tos intermediarios de la diges-
tión pépsica e intestinal, que ha
llevado a cabo, con su discípu-
lo Rusell Henry Chittenden
(1856), de New-Haven, Connec-
ticut, siendo aisladas muchas
substancias y nombradas por
primera vez por estos investiga-
dores (1883-88) [6]. Kühne ha
sido un hombre de innumera-
bles recursos en la investigación,
notable por sus «optogramas» o
fotografías hechas directamente
de la retina excindida, y por su
empleo de los fermentos pan-
creáticos como reactivos en His-
Willy Kühne (1837-1900).
(Biblioteca Médica de Boston.)
to logia.
Paul Bert (1830-86), de Auxerre, discípulo predilecto de CI. Bernard y su suce-
sor en la Sorbona (1868), estropeó su brillante carrera científica mezclándose en las
luchas políticas. Era furiosamente radical y anticlerical, y habiendo sido nombrado
por Gambetta cónsul general en Tonkin, 'en 1886, sucumbió allí, poco tiempo des-
pués, víctima de. la disentería. Ha descubierto en la glándula mamaria (1879) una
substancia no analizada; pero su mejor obra es La Pression Barométrique (1878), un
conjunto de ensayos diversos dedicados al estudio de los gases en la sangre, a la
enfermedad d<- los buzos y especialmente a los efectos tóxicos del oxígeno a alta
(0
*
(3)
(4)
y 455-
(5)
(6)
Kühne: Vitchow Berlín, 1867; XXXIX, páginas 130-174.
Verhandl d. naturh.-med. Ver. tu Heidelb, 1874, 77. n. F; 1, páginas 194-233
IbtiUm, pág. 236.
Untersuch. a. d. physiol. Inst., Heidelberg, 1877; 1, páginas 15, 105, 109, 119
Zcitsrhr. f. Biol.t Munich, 1888; XXIV, páginas 383-422.
Kühne and Chittenden: Zeitsekr.f. Biol., Munich, 1883; XIX, pág. 160; 1884,
XX. pág, ; .XII, páginas 409 y 423; 188$, XXV, pág. 358-
EL SIGLO XIX 17
presión. Prosiguiendo sus experimentos, él estimuló a tres aeronautas a afectuar
una elevada ascensión llevando balones de oxígeno, y sólo uno sobrevivió al ensa-
yo. La teoría de la glucogenia ha sido expuesta acabadamente por Frederick
William Pavy (1829-191 1), cuya obra debe ser considerada en relación con la medi-
cina interna.
En relación con la obra de Cl. Bernard, debemos seguir los modernos
desenvolvimientos de la fisiología de la digestión, del metabolismo y de
las glándulas de secreción interna.
La descripción clásica del mecanismo del acto de la deglución ha sido dada
por Magendie (18 17) [1], quien expuso los tres actos en el paso del alimento a tra-
vés de la boca, de la faringe y del esófago. El creía que el principal coeficiente del
poder motor eran los músculos constrictores de la faringe; pero posteriormente
ha sido demostrado por Hugo Kronecker (1839-1914), de Berna, y por Samuel Ja-
mes Meltzer (1851), que el reflejo de la deglución es un complejo mecanismo coor-
dinado, dependiendo principalmente de los músculos milohiodeo e hipogloso
(1880-83) [2]. El carácter esencialmente reflejo del acto fué demostrado en 1876
por Angelo Mosso (1846- 19 10), de Turin, quien ha puesto bien de manifiesto, que,
aun después de la sección o de la ligadura del esófago, la onda peristáltica se
transmite, a su tiempo, a la parte inferior de la sección por medio de los nervios
correspondientes, llegando hasta el estómago, donde, seccionados sus nervios,
quedaría abolido por completo el reflejo (3). Los movimientos del estómago han
sido primeramente estudiados in situ por William Beaumont, y más precisamente
por Walter Bradford Cannon (1871) [4], de Wiscousin, que los ha estudiado por
medio de los rayos Rontgen, después de la administración del subnitrato de bis-
muto. El que el estómago es, como el corazón, un mecanismo motor automático,
independientemente del mecanismo nervioso que arregla su función, ha sido de-
mostrado por las observaciones de Hofmeister y Schütz sobre los movimientos de
un estómago excindido conservado a la temperatura orgánica (1886); por Rud. Hei-
denhain; por W. B. Cannon, en Harward (1906), que ha demostrado que las secre-
ciones y los movimientos gástricos continúan sin disminuir después de la sección
de las fibras extrínsecas de los nervios vago y esplácnico; y, finalmente, en el
«organismo visceral», que Alexis Carrel ha podido conservar vivo en un medio de
cultivo extravital (1912). Cannon ha estudiado, además, el mecanismo de la diges-
tión en condiciones quirúrgicas y después de las operaciones quirúrgicas (1905-9).
El mecanismo del vómito ha sido estudiado en primer término por Magendie
(1813), que pensaba que el único agente era la contracción de los músculos abdo-
minales. Posteriores investigaciones han podido demostrar que este modo de pen-
sar era sólo verdad a medias; siendo el acto un reflejo mucho más complejo, en
el que intervienen también, con igual importancia, las paredes del estómago. Des-
pués de la época de Prout y de Beaumont, se había sostenido, por Cl. Bernard y
Barreswil, Lehmann y otros, que el ácido libre del estómago era, en realidad, el
ácido láctico; pero esto fué rectificado, finalmente, por los minuciosos análisis de
Bidder y Schmidt (1852), quienes demostraron que el jugo gástrico normal con-
tiene siempre ácido clorhídrico en exceso. Brücke (1872) y otros han demostrado,
sin embargo, que, durante la digestión de los hidratos de carbono, el almidón
puede convertirse directamente en ácido láctico en el estómago, probablemente
por la acción de los bacilos del ácido láctico. Se ha demostrado por Voit (1869) y
Cahn (1886) que el ácido clorhídrico del estómago se deriva de los cloruros conte-
nidos en el plasma de la sangre. Respecto del mecanismo de :>u formación se han
(1) Magendie: Precis element aire de Pkysiologie, París, 181 7; II, páginas 58-67*
(2) Kronecker and Meltzer: Arck.f. Physiol. , Leipzig, 1880; páginas 299 y 446;
1883, Suppl. Bd., pág. 328.
(3) Mosso, en la obra de Moleschott, Untersuchtmg zür Naiurlehre (etc.),
Francfort, 1876; XI, páginas 331 -349.
(4) Cannon: Am. Journ. Physiol., Boston, 1898; I, páginas 359-382.
Historia ds t,a Medicina. — Tomo II 12 •
i78 HISTORIA DE LA MEDICINA
emitido diferentes teorías por Maly, Gamgee y otros, que siguen estando sub ju-
dice. Los cambios histológicos en las glándulas gástricas durante la secreción han
sido estudiados por Heidenhain (1878), e intravitalmente por J. N. Langley (1880).
Los diferentes grados de la conversión de los proteidos en peptonas en el estó-
mago han sido descritos primeramente por Meissner (1859-62) y más completa y
acabadamente por Willy Kühne (1877).
Los movimientos del intestino han sido estudiados por Cari Ludwig (1861) [1],
que ha descrito los movimientos del péndulo (Pendelbewegungen) entre los interva-
los de los peristálticos; por W. B. Cannon, que observó estos últimos por medio de
los rayos Rontgen (1902) [2], y por Bayliss y Starling, que han descrito el peristal-
tismo como un reflejo por los ganglios intrínsecos (1899) [3]. El que la onda peris-
táltica va en una sola dirección, y esto debido a una disposición especial de la pa-
red intestinal, ha sido demostrado por Franklin P. Mall, que seccionó un trozo de
intestino y lo suturó invertido in situ, produciendo una obstrucción intestinal por
acumulo de las materias por encima de la sección (1896) [4]. En 1912-13, Roger
Glénard llevó a cabo estudios cinematográficos de los movimientos intestinales en
estado normal y bajo la acción de los purgantes, por aislamiento de todo el tramo
intestinal, excindido de un conejo y sostenida su actividad por medio de una cons-
tante perfusión con solución de Locke (5). Los plexos nerviosos intrínsecos han
sido descritos por Auerbach y Meissner. Pfíüger, en 1857 (6), demostró que el es-
tímulo del nervio esplácnico inhibe los movimientos intestinales. El resultado final
de estas investigaciones fué la demostración de que los intestinos, como el estó-
mago, son mecanismos automáticos regulados por los nervios extrínsecos, pero no
dependientes de ellos Condiciones semejantes respecto de la función rectal han
sido establecidas por los experimentos de Goltz en perros privados de médula es-
pinal (1874) y por las eskiagráficas observaciones de Hertz (1907). En 1895 fué de-
mostrado por G. H. F. Nuttal y H. Thierfelder que, en el animal sano, la vida y la
digestión perfecta son posibles sin necesidad de la presencia de bacterias en el
conducto intestinal. Harvey Cushing demuestra que, antes y después del íleon, los
intestinos aparecen relativamente libres de hacterias, y que el tramo intestinal
puede ser esterilizado por el ayuno (Welch-Festschrift, 1900). Nuestros conocimien-
tos a propósito de la química y de la histología de la absorción intestinal son am-
pliamente debidos a la labor de Kühne (1877), Heidenhein (1888-94) y de Pavloff y
sus discípulos (1S97). Lo que nosotros conocemos de las funciones del hígado y del
páncreas irá siempre asociado al gran nombre de Claudio Bernard. Su discípulo
Willy Kühne, como hemos visto, ha trabajado en el estudio de los cambios inter-
medios de los proteicos en el estómago e intestinos; pero ya anteriormente Pur-
kinje y Pappenheim habían notificado el poder proteolítico de extractos del pán-
creas (1836), y Lucien Corvisart, en una larga serie de investigaciones (1857-63) [7]
ha demostrado que los proteicos son transformados por el jugo pancreático en los
productos digestivos ordinarios, a la temperatura del cuerpo y en un medio alca-
lino, neutro o alcalino. Esto corregía el error de CI. Bernard de suponer que la
proteolisis pancreática no podía tener lugar sin la acción previa de la bilis. Los fer-
mentos formadores del azúcar de las glándulas salivares y del páncreas son inves-
tigados por el patólogo Julius Cohnheim (1863) [8]. La ptialina ha sido investigada
(1) Ludwig: Lehrbuch der Physiologie, 2 Aufl, 1861; II, pág. 615.
(2) Cannon: Am. Joum. Physiol., Boston, 190 1-2; VI, páginas 251-277. También
The Mechanical Factors o.f Digestion, Londres, 191 1.
(3) W. M. Bayliss y E. H. Starling: Joum. Physiol, Londres, 1899; XXIV, pá-
gina 99.
(4) Mall: Johns Hopkins Hosp. Rep., Baltimore, 1896; I, pág. 93.
(5) Glénard: Les niouvenients de l'intestin en circulatio?i artificielle, París (thesis
Faculté des Sciences), 191 3.
(6) Pflüger: Ueber das / íe?nmungsnervensystem für die peristaltischen Bewegun-
gen der Gedárme, Berlín, 1857.
(7) L. Corvisart: Collection de mémoires sur une fonctionpeu connue du pancreas,
París, 1857-63.
(8) Cohnheim: Arch. f. path. Anat., Berlín, 1863; XXVIII, páginas 241-253.
EL SIGLO XIX
179
por Mialhe (1845) [1]; la tripsina, por Khüne (1876) [2]. Los derivados de la bilis han
sido estudiados por Thénard (1809), Gmelin (1826), Plattner, que fué el primero en
obtenerla «bilis cristalizada», y especialmente por Adolf Strecker(i 822-71), que de-
mostró que los cristales de Plattner eran una mixtura de las sales de sodio con los
ácidos glicocólico y taurocólico, que tratadas con los ácidos dan aminoácidos, gli-
cocola y taurina, con ácido cólico, como un producto común (1848-49) [3]. La bili-
rrubina ha sido aislada por vez primera por Heintz (1851); la biliverdina, por Bez-
zelius (1840), que la ha confundido con la clorofila, y por Valentiner, que fué el pri-
mero en obtenerla en forma cristalina (1859). La urobilina ha sido descubierta en
la orina por Max Jaffé en 1868. Austin Flint, Junior, en 1862, afirmó que la coleste-
rina se produce en el hígado a expensas de la sangre y que es eliminada del orga-
nismo en forma de estercorina; pero Naunyn y sus discípulos la han considerado
como un producto de Ja vesícula y de los vasos biliares y no de las células hepáti-
cas (1892). Los conocidos métodos de investigación de la bilis han sido ideados por
Gmelin (1826), Pettenkofer (1844),
Ottomar Rosenbach (1876) y Paul
Ehrlich (1883).
Recientemente, los conoci-
mientos de la relación entre el
sistema nervioso con las secre-
ciones salivar, gástrica y pan-
creática han sido precisados y
puestos en claro gracias a Ja la-
bor de los fisiólogos de la es-
cuela rusa, y especialmente Ivan
Petrovich Pavloff (1849) [4], del
gobierno de Ryazan, que en 1904
obtuvo el premio Nobel por sus
investigaciones. El éxito de las in-
vestigaciones de Pavloff ha sido
principalmente debido a determi-
nados perfeccionamientos, que
él y sus discípulos han ideado en la producción de las fístulas gástricas
y pancreáticas.
Ivan Petrovich Pavloff (1849)
Ya en 1852, Bidder y Schmidt han referido que la vista del alimento produce
una copiosa secreción de jugo gástrico en el perro gastrotomizado, y Richet, en
1878, ha obtenido un efecto semejante en un enfermo que tenía que ser alimenta-
do por una fístula gástrica a consecuencia de una esteriosis del esófago. Hei-
denhain incurre en el defecto, para obtener este resultado en un perro fistulizado,
de suponer que en algo se dañaban las conexiones nerviosas al preparar la fístula
(1880). Pavloff perfeccionó la fístula de Heidenhain conservando intactas las ramifi-
caciones nerviosas, y esto ha quedado como base de los modernos procedimien-
(1) Mialhe: Compt. rend. Acad. d. Se, París, 1845; XX, páginas 654 y 1483.
(2) Kühne: Verhandl. d.natnrh-med. Ver. zu Heidelberg, 1876, n. F.; I, pág. 190.
(3) Strecker: Ann. d. Chem. u. Pharm., Heidelberg, 1848; LXV, pág. 1; LXVII,
página 1; 1849, LXX, pág. 149.
(4) Reunidas en su Le travail des glandes digestives (texto ruso, San Petersbur-
go, 1897; traducción francesa, París, 1901).
i8o HISTORIA DE LA MEDICINA
tos. Además, ha seccionado el estómago, de modo que el alimento deglutido pue-
da ser echado al exterior por el cabo superior, y el alimento no deglutido introdu-
cido en el estómago por el cabo inferior. Pueden darse tres series de experimen-
tos: el perro no hace mas que ver u oler el alimento — un banquete Barmecida, o,
como lo califica Pavloff, un «alimento psíquico» — ; o el animal puede masticar el ali-
mento, que, deglutido, sale al exterior por la abertura superior del esófago, cons-
tituyendo una comida engañosa (Scheinfütterung); o se le puede alimentar realmen-
te introduciendo por el cabo inferior el alimento en el estómago. En los dos pri-
meros casos el efecto de ver, oler, tocar, mascar y deglutir el alimento va seguido
de una copiosa y continua secreción gástrica — hasta más de 700 c. c. en cinco o seis
horas — , que se obtenía sin que se introdujera ningún alimento en el estómago.
Pavloff llama a esto «secreción psíquica». El ha demostrado inmediatamente que
la separación de los nervios esplácnicos no debía afectar el fenómeno; pero, en
cambio, la sección de ambos vagos abolía la secreción refleja, y, estimulando el
cabo periférico de los vagos seccionados, se volvía, pasado un poco tiempo, a pro-
ducir de nuevo. Esto demuestra que la secreción gástrica está regulada por el vago.
En la tercera prueba, el estímulo puramente mecánico del estómago, por la intro-
ducción del alimento por el orificio esofágico, estando el animal dormido o distraí-
do, no estimula necesariamente la secreción, contrariamente a lo que se pensaba.
Chischin, discípulo de Pavloff, ha encontrado que cuando los estímulos psíquicos
son interceptados en su camino, el aumento de la secreción varía según el género
del alimento, siendo positivo para las carnes y peptonas en general y negativo para
las otras substancias, que, cuando se comen, pueden ser causa de secreción psíqui-
ca (1S94) [1]. Por medio de una fístula pancreática especial, Pavloff ha podido de-
mostrar que las fibras secretoras del páncreas se encuentran en el nervio vago. En
1895, Dolinsky ha encontrado que la introducción de ácidos en el duodeno causa
una inundación de jugo pancreático, de lo que ha deducido que el ácido del jugo
gástrico determina la aparición de esta secreción, probablemente por la produc-
ción de la hormona, que Bayliss y Starling llaman secretina (1902). Chepovalnikoff,
otro discípulo de Pavloff, ha descubierto que el jugo pancreático de una fístula ad-
quiere una poderosa acción disolvente de los proteidos por el contacto con la
membrana duodenal o con el extracto de la misma, y esto supone Pavloff que es
debido a que la mucosa duodenal contiene una enzyma especial, «enteroquinasa»,
que activa el jugo pancreático (1899) [2]. En su última obra sobre los «reflejos con-
dicionales» (19 1 2), o sea sobre los efectos de las sensaciones específicas, o de los
estímulos psíquicos, Pavloff demuestra que una nota musical, un color brillante, un
olor fuerte o un estímulo de la piel, si se asocia con la idea del alimento, aprove-
cha lo mismo para causar salivación; pero que la inundación de la saliva por el so-
nido de una nota dada cesa si la nota es elevada o bajada en un cuarto de tono.
El estudio científico del metabolismo ha sido dividido por von Noor-
den en tres períodos: primero, el período cualitativo, inaugurado por Lie-
big y Wóhler, en el cual fueron estudiados y determinados los productos
terminales del metabolismo animal y las condiciones de su formación; se-
gundo, el período cuantitativo de von Voit y Pettenkofer, durante el cual
se estudió cuidadosamente el valor nutritivo de los alimentos en tablas
dietéticas y se determinó el balance de la nutrición, después de lo cual se
calcularon las relaciones de los procesos metabólicos en términos de uni-
dades de calor y 'le energía; tercero, la era reciente del estudio de los pro-
cesos intermediarios del metabolismo, que es, de nuevo, cualitativo, pero
ya va siendo cuantitativo también en algunos de aquellos procesos. Los
(1) Véase !.i Disertación de. San Petersburgo, de Chischin, [894.
\. r. Chepovalnikoff: Disertación de Áan Petersburg*), 1899.
EL SIGLO XIX 181
experimentos más antiguos son los relativos al análisis de orina y a las
mediciones de los ingresos y de lo eliminado. En la actualidad, parecen
concentrarse los experimentos en el estudio de las actividades de los teji-
dos, en términos de calorimetría y de metabolismo respiratorio o de in-
tercambio gaseoso (Du Bois Raymond). Los experimentos iniciales en el
metabolismo son todos cuantitativos, como, por ejemplo, los de Sancto-
rius, esforzándose en medir su propia «perspiración insensible» por
medio de la balanza, y el intento de Lavoisier y Laplace de establecer una
ecuación entre el calor producido en el organismo de un mamífero y el
que se produce en una bujía encendida, considerando como si fueran idén-
ticas las cantidades de bióxido de carbono que se forman en uno y otro
caso. Lo último ha sido señalado por Jacques Loeb como la fundación de
la Biología científica (i). Toda la labor de Lavoisier respecto del cambio
de gases en los pulmones pertenece, en realidad, al campo del metabolis-
mo en el sentido estricto que se da modernamente a esta palabra.
Durante el primer período, Magendie ha sido el primero que ha recalcado la
gran importancia de las substancias nitrogenadas en el organismo. Proust ha divi-
dido las substancias alimenticias en sacarina, aceitosas y albuminosas, a causa de
que la leche, hecha por la Naturaleza como un alimento perfecto, está compuesta
de esos ingredientes. Inmediatamente después viene la obra de Liebig y Wohler
sobre la urea y los compuestos del ácido úrico, y especialmente las síntesis, por
Wohler, de la urea (1828) y del ácido hipúrico (1842). Liebig ha sido el primero en
clasificar las substancias alimenticias orgánicas y los procesos de. la nutrición
(1842). Ll sostiene que el oxígeno es el principal coeficiente químico en los pro-
cesos vivos, que el trabajo muscular se realiza a expensas de la albúmina, y que la
grasa puede formarse en el organismo a expensas de la albúmina o del azúcar, y,
como Claudio Bernard, piensa que los principios alimenticios se transforman, an-
tes de que puedan ser utilizados en el cuerpo, en albúmina fisiológica. El embrió-
logo Thecdor Ludwig Wilhelm Bischoff (1807-1882), de Hannover, ha sido el pri-
mero que ha podido demostrar la presencia del anhídrido carbónico libre y del
oxígeno en la sangre (1837), estudiando la urea como una medida del metabo-
lismo (1842) y estableciendo, con Voit, las leyes de la nutrición y de la inanición
en los carnívoros (i860). El químico alsaciano Boussingault iué el primero en in-
tentar el expresar en cuadros los ingresos y salidas del metabolismo en los dife-
rentes animales (1835-40) y, con Dumas, ha definido el animal como un aparato
oxidador, y la planta como un aparato reductor (1844). El ayudante de Bischoff,
Carl von Voit (1831-1908), de Amberg, ha realizado estudios muy interesantes de
dietética, especialmente en su Manual de fisiología del metabolismo de la nutrición
(1 88 1), en el que se introducen nuevos métodos de determinación de las entradas
y las salidas en el balance de la nutrición, y la proporción necesaria de los pro-
teicos en el alimento. En colaboración con el higienista bávaro Max von Petten-
kofer (1818-1901), ha sido el primero Voit en calcular la cantidad de proteicos,
grasa e hidratos de carbono que se consumen en el organismo (por la cantidad
total de nitrógeno y de anhídrido carbónico eliminado), por medio de un especial
aparato para la respiración, construido a expensas del rey Maximiliano de Baviera
(1 86 1), que fué más tarde construido y perfeccionado por el propio Voit. Estas dos
investigaciones demostraron, además, que las grasas se forman a expensas de los
alimentos proteicos (1862-1881); pero, posteriormente, este punto de vista no ha
sido sostenido exclusivamente ni por el mismo Voit, y ha sido negado en absoluto
(i) J. Loeb: The Mechanistic Conception of Life \ Chicago, 1912; páginas 4 y 5-
1 82
HISTORIA DE LA MEDICINA
por Pflüger (1892). Voit establecía una distinción entre los proteicos organizados,
o de los tejidos, y los no organizados, o proteicos circulantes (1881), y sostiene que
los hidratos de carbono y los proteicos de los alimentos se consumen directamente
en el organismo (1881), en oposición a la hipótesis de Liebig-Bernard-Pflüger de
que necesitan transformarse previamente en substancia del organismo. Pettenko-
fer ha inventado su bien conocido reactivo de la bilis (1844) y un nuevo método
de calcular el anhídrido carbónico del aire. El cálculo del nitrógeno contenido en
el metabolismo se ha hecho relativamente fácil por el método ideado porj. Kjel-
dahl en 1883.
Max Rubner (1854), de Munich, discípulo de Ludwig y de Voit, pro-
fesor de Higiene y director del
Instituto de Higiene de Berlín
(1891), ha descubierto que el me-
tabolismo es proporcional al área
de la superficie delcuerpo(l883),
que la acción dinámica específi-
ca de los alimentos en el meta-
bolismo es lo más grande en la
proteína y lo más pequeña en
los hidratos de carbono (1902),
y ha sido uno de los primeros
en investigar los cambios meta-
bólicos en términos de unidades
de calor y de energía, o consi-
derando el organismo animal
como un calorímetro (1891).
Las relaciones térmicas del orga-
nismo han sido por primera vez in-
vestigadas por Lavoisier y Laplace
(1780), Crawford (1788) y Scharling
(1849), que han usado, respectiva-
mente, calorímetros de hielo, de agua
y de aire. Desde la época de Voit
y Pettenkofer, estas investigaciones
han sido llevadas a cabo por medio de instrumentos como el calorímetro diferen-
cial de aire de d'Arsonval (1886) y los calorímetros de la respiración de Atwa-
ter y Rosa (1897), Atwatcr y Benedict (1905), H. B. Williams (1912), Riche y Só-
derstrom (Sage caiorimeicr, 1913).
Con estos aparatos, el calor producido en el organismo puede ser medido
directamente, y también calculado de un modo indirecto por medio del cociente
respiratorio (litros de oxígeno consumido partido por litros de anhídrido carbóni-
co prodlM ¡do; y por el nitrógeno eliminado por la orina, pudiendo servir un mé-
todo de contraprueba del otro. El valor de la investigación cuantitativa por los me-
dios perfect ionados ha sido especialmente demostrado ]><>r las investigaciones re-
cientes, como, verbigracia, las de Nathan Zuntz sobre los gases de la sangre y el
metabolismo n Bpiratorio, las de Pavy y Moleschott sobre dietética, las de Loewy
(1890), Edsall y Means (1914-1915) sobre la acción de los medicamentos en la pro-
ducción del calor, de Atwatcr y Langworthy sobre el balance de la nutrición (1902)
de R. H. Chittenden sobre el mínimum de exigencias nutritivas del organismo en
relación con la capacidad del mismo para el trabajo y con el equilibrio del nitro-
Max Rubner (1854)
EL SIGLO XIX 183
geno (1904), de F. G. Benedict sobre la influencia de la inanición en el metabolis-
mo (1907), de Carpenter y Murlin sobre el metabolismo de la mujer antes y des-
pués del parto (191 1), y de Graham Lusk sobre la calorimetría animal (19 12-15). En
1899, Magnus Levy y Falk han demostrado que el metabolismo es más elevado en
la infancia y más bajo en la vejez. El metabolismo en la infancia ha sido estudiado
por Howland (191 1), Benedict y Talbot (19 14) y otros. Estos resultados, completa-
dos con los obtenidos por Dubois en los exploradores (19 15-16), demuestran que
el metabolismo es muy bajo en el recién nacido, un 50 por 100 más que el nivel del
adulto al final del primer año, creciendo hasta alcanzar su máximum durante un
período no explorado entre los dos y los seis años, después de lo cual desciende
muy rápidamente hasta los veinte años, para seguir un descenso mucho más lento
desde esta edad en adelante (Du Bois). El estudio del metabolismo en el estado pa-
tológico se obtiene comparando la producción de calor del enfermo en completo
reposo catorce horas después déla última comida (metabolismo básico) con las ci-
fras análogas obtenidas en estado normal. Las extremas variaciones de este estado
normal han sido ampliamente prevenidas por medio de la perfeccionada «fórmula
lineal» de Delafield Du Bois para el cálculo del área superficial del cuerpo (191 5),
a la cual resulta proporcional el metabolismo individual entre los veinte y los cin-
cuenta. Esta fórmula da para el metabolismo normal un término medio, en estado
normal, de 39,7 calorías por metro cuadrado. Friedrich Müller ha sido el primero
en hacer notar el extraordinario aumento del metabolismo en el bocio oxoftálmi-
co (1893). Magnus Levy ha encontrado el intercambio gaseoso muy elevado en la
enfermedad de Graves (1895-97), muy bajo en el mixedema (1904), cuyos resulta-
dos han sido ampliamente confirmados, especialmente por la obra de E. F. Du Bois,
con el calorímetro de Sage (1915-16). La producción anormal de calor explica la
semiología de la enfermedad, y tiene importantes aplicaciones dietéticas. El que el
aumento del metabolismo en la fiebre tifoidea es proporcional al aumento de la
temperatura ha sido demostrado por varios investigadores. Los efectos del factor
inanición han sido abolidos por la dieta de elevadas calorías de Shaffer y Coleman
(1909). El metabolismo respiratorio en las diferentes anemias ha sido estudiado por
Magnus Levy (1906), Meller y Du Bois (1916) y otros. Este último ha investigado,
con Peabody, el metabolismo en las afecciones cardio-renales (19 16). Graves ha en-
contrado un aumento en el cáncer, y sólo un moderado aumento en las fiebres de
poca intensidad (1904). Varían los resultados en las enfermedades de la pituitaria,
y especialmente un ligero aumento en la producción de calor; han sido obtenidos
por Falta (1913), Du Bois (1914) y Means (1915) [1]. La patología y el tratamiento de
la diabetes se han convertido en un problema puramente químico, gracias a traba-
jos como el descubrimiento, por Petters, de la acetona en la orina de los diabéti-
cos (1857), la obra de Kussmaul sobre la acetonemia (1874), de Stadelmann (1883),
Külz (1884-87), Minkowsky (1884) y Magnus Levy (1899- 1909) sobre el ácido p-oxi-
butírico en relación con el coma diabético; de la producción experimental, por von
Mehring, de la diabetes por medio de la floricina (1886); de los estudios dietéticos
de Cari von Noorden (1895-19 11); de los importantes y extensos estudios de Gra-
ham Lusk (1 898- 19 1 5), de F. G. Benedict y Joslin (1910-15), y de les efectos del
tratamiento por el ayuno de F. M. Alien (19 15). La original observación de Lusk de
que un enfermo completamente diabético puede excretar no sólo todos los hidra-
tos de carbono ingeridos, sino también el azúcar equivalente a la mitad de la mo-
lécula proteica (1906) ha sido confirmada por Alien y Du Bois (1916). Las verdade-
ras relaciones metabólicas del ácido úrico, aislado primeramente de la orina por
Scheele (1776) y encontrado en los cálculos gotosos y urinarios por Wollaston
(1777) han sido objeto de gran controversia. Importantes datos para esta historia
son: el descubrimiento de la xantina por Marcet (1819) y la demostración de la
misma en la orina por Strecker (1857); la demostración, por Kossel, de que las ba-
ses xantinas son derivadas del ácido úrico (1879); el descubrimiento, por Miescher,
de la nucleína en los glóbulos de pus y en los espermatozoides (1874), y la deter-
minación de la verdadera fórmula del ácido úrico por Schmiedeberg (1896); las cla-
sificaciones de las nucleínas, según Kossel y Hoppe-Seyler; las síntesis in vitro del
" (1) Véase E. F. Du Bois: Am. Journ. Med. Se, Filadelfia, 19 16; CLI, pági-
nas 781-799.
1 84 HISTORIA DE LA MEDICINA
ácido úrico, por Horbaczenski (1882), y la demostración, por el mismo, de que es
derivable de la nucleína (1889); el descubrimiento, por Minkowski, de que la dieta
de bases de xantina produce un aumento en la eliminación de ácido úrico (1886) y
de que, en las aves, el último es sintetizado en el hígado bajo el influjo del ácido
láctico (1886), y el árbol genealógico de la gota de Emil Fischer, basado en la idea
de que el ácido úrico y las bases xánticas tienen un núcleo de purina común (1895).
Las relaciones del hígado con el metabolismo han podido ser ventajosamente es-
tudiadas por los métodos ideados por el fisiólogo ruso Nicolai Wladimirovich Eck
(1847) en 1877. Consisten estos métodos en establecer una comunicación perma-
nente entre la vena porta y la vena cava inferior (fístula de Eck), aboliendo la cir-
culación porta por medio de la ligadura de la vena porta, de tal modo, que la liga-
dura de la arteria hepática en estas condiciones equivale a la excisión o exclusión
del hígado.
El nombre de Rudolph Heidenhain ( 1 834-97), profesor de Fisiología
en Breslau (1859), está íntimamente asociado a la interpretación de todos
los fenómenos secretores como procesos intracelulares más bien que me-
cánicos.
Ha investigado los cambios histológicos en las células relacionadas con la secre-
ción de la saliva, de la leche, de los jugos gástrico e intestinal y de los fermentos
pancreáticos, oponiendo a la teoría de Ludwig, de la filtración en la producción de
la linfa y de la orina, en la parte fundamental de la misma, descubriendo la linfa
como una secreción de las células que constituyen la pared de los capilares y la
orina como un producto de los glomérulos del riñon en lo que hace referencia al
agua y a las sales inorgánicas, siendo considerados el ácido úrico y la urea como
secreciones de las células epiteliales de los tubos contorneados. La mayor parte de
esta teoría se encuentra en su Memoria sobre secreciones en el Manual de Fisiolo-
gía de Hermann (1880, V). Ha investigado, además, la acción de las substancias tó-
xicas en los nervios de la glándula submaxilar (1872), las fibras tróficas y secretoras
délos nervios secretores (1878) y los fenómenos de la absorción intestinal (1888- 94).
Con Du Bois Reymond comenzó sus estudios sobre el mecanismo, el metabolismo
y la producción de calor de la actividad muscular (1867), llegando a la construcci ón
de un «tetanomotor». Con Bürger ha hecho algunas investigaciones experimenta-
les sobre el hipnotismo; pero indudablemente su obra más importante es su méto-
do de coloración de las células del riñon por medio de la inyección de índigo car-
mín en la sangre, lo que demuestra, cualesquiera que sea el mérito de sus hipóte-
sis, como un investigador de gran valor.
Los comienzos de la teoría de las glándulas sanguíneas y de las secre-
ciones internas aparecen especialmente relacionados con el metabolismo,
y, por consiguiente, con los trabajos de Claudio Bernard sobre el glucó-
geno (1848-57), las funciones del páncreas (1849-56) y su piqüre del cuar-
' to ventrículo; con la descripción, por Addison, del síndrome suprarrenal
(1849-56) y con los experimentos de Brovvn-Sequard y de Schiff.
Charles Edouard Brown-Séquard (1817-94), natural de Mauritius, era
hijo de padre americano y de madre francesa; pero la labor de su vida se
encuentra principalmente unida a la medicina francesa.
Ha llevado una vida errante, viajando de una región a otra y viviendo unas ve-
ces en Londres y otras en París o en Ww-York, hasta conseguir cierta celebri-
dad a fuerza de sus constantes esfuerzos. Sucedió a Claudio Bernard como profe-
sor de Medicina experimental en el Colegio de Francia en 1878, y fué después pro-
EL SIGLO XIX 185
fesor sucesivamente en las Facultades de Medicina de Harvard y de París. En 1852
ha confirmado la obra de CI. Bernard sobre el simpático. Anteriormente se había
hecho notable ya por sus secciones transversales y sus hemisecciones de la médu-
la espinal (1849), por su descripción de la hemiplegia con anestesia cruzada
(1850) [1], de la que dio una no exacta explicación fisiológica; por sus investigacio-
nes sobre el dolor asociado a las afecciones viscerales (1857), los efectos del calor
tropical en la temperatura del cuerpo (1859), el signo «tremoespasmo» de la arti-
culación déla rodilla (1858), la producción experimental de la epilepsia (1869-70),
la producción experimental de cambios vasomotores en la circulación pulmonar
(1872) y los efectos vasodilatadores producidos por el estímulo de la corteza cere-
bral (1887). Ha sido, en unión de Claudio Bernard, el principal fundador de la teo-
ría de las secreciones internas, por la producción de una exagerada enfermedad
de Addison en los animales por la excisión de las cápsulas suprarrenales
(1856-58) [2]; por su empleo, como remedios terapéuticos, del jugo testicular y de
otrosjugos orgánicos (1889-91) [3]; su teoría de que el riñon tiene una secreción
interna (1892) [4], y su tratamiento de la acromegalia por extractos animales
(1893) [5]. Ha sido el fundador y editor del Journal de la physiologie de Vho?nme eí
des animaux (1858-63) y, con Charcot y Vulpian, de los Archives de physiologie nor-
mal el pathologique ( 1 868-94).
Moritz Schiff (1823-96), de Francfort a. Mein, discípulo de Magendie
y Louget, era profesor de Anatomía comparada en Berna (i 8 54-63) y de
Fisiología en Florencia (Italia) [i 863-76] y en Ginebra (i 876-96). Era
zoólogo por vocación, concediendo una particular importancia a la orni-
tología; y hay muy pocos aspectos de la Fisiología en que no haya reali-
zado alguna investigación.
La labor de Schiff se caracteriza por una gran originalidad en los detalles de los
procedimientos experimentales, desplegando, además, un golpe de vista profético
en muchas cosas de actualidad. Le agradaba discutir con sus contemporáneos teó-
ricos, y el hecho de que algunas veces haya abandonado sus propias teorías, o de
que éstas hayan sido abandonadas por los otros, ha tendido a obscurecer sus ver-
daderos y sólidos méritos, Así, en 1849 defendía el punto de vista, algo arbitrario,
de ser el vago el motor más bien que el neuro-inhibidor del corazón, por los resul-
tados que él había obtenido estimulando las fibras motoras terminales, con lo que
se anticipaba al descubrimiento de las fibras aceleradoras del vago por Ludwig y
Schmiedeberg en 1870. Él notificó que el ventrículo de un corazón moribundo da
algunas veces latidos más lentos que la aurícula, lo que invalidaba el concepto de
Haller de una onda peristáltica muscular que pasa desde las grandes venas hasta la
aorta a través del corazón; hecho que más tarde fué explicado por Gaskell como un
simple bloqueo del corazón. Creía que las localizaciones musculares «idiopáticas»,
al iniciarse la rigidez cadavérica, se producían por un estímulo químico especial
(hormona) formado en el organismo muerto. En 1856 llevaba a cabo experimentos
que adelantaban la existencia de los nervios vasodilatadores descubiertos por
CI. Bernard en 1858. En 1867, anticipándose a los discípulos de Pavloff, ha notado
que la inundación refleja de saliva en un perro con fístula de la parótida varía se-
gún los métodos y las substancias empleadas en la estimulación. Ha sido uno de
(1) Brown-Séquard: Comp. rend. Soc. \de Biol, 1850, París, 185 1; II, pági-
nas 70-73.
(2) Compt. rend. Acad. d. Se, París, 1856; XLIII, pt. 2, páginas 422 y 542; Journ. d.
phys. del'homme, París, 1858; I, páginas 160-173.
(3) Arch. d. phys. normal et path., París, 1889, 5 s.; I, pág. 739: 1890, II, páginas
201, 443 y 646; 1891, III, pág. 746.
(4) Ibidem, 1892, 5. s.; V, páginas 778-786.
(5) Compt. rend. Soc. de Biol., París, 1893; XLV, pág. 527.
1 86
HISTORIA DE LA MEDICINA
los primeros en estudiar los efectos producidos por la extirpación del cerebelo, la
hemisección de la médula, la sección transversal délos pedúnculos cerebrales y la
de las raíces medulares (1858); ha sido el primero en dar noticia de los efectos de
la excitación de la corteza cerebral en la circulación; el primero en describirla ac-
ción vasoconstrictora del nervio auricular mayor y los efectos inhibidores de la sec-
ción del petroso superficial menor en la secreción de la saliva, y el primero en con-
siderar la zona rolándica como sensorial, aun cuando posteriormente haya abando-
nado este modo de pensar. Sus experimentos, que han hecho época, sobre los efec-
tos en el perro de la extirpación del cuerpo tiroides y del modo de prevenirlos
por los injertos tiroideos o porla inyección o ingestión deljugo tiroideo(i856-84) [1],
que serán descritos más adelante, al ocuparnos de la medicina del siglo xx, hacen
de él un cultivador de la doctrina de las secreciones internas y un profeta de la te-
rapéutica tiroidea. A este campo
pertenecen también sus experimen-
tos sobre la diabetes artificial (1856)
y la relación del sistema nervioso
con la producción delamisma (1859).
«Más que a ninguna otra per-
sona, desde los tiempos de Har-
vey, dice sir Lauder Brunton,
debemos nuestros actuales cono-
cimientos sobre la circulación a
Cari Ludwig... Como los grandes
arquitectos de la Edad Media,
queconstruyeron las asombrosas
catedrales que todos admiramos,
y cuyos nombres propios igno-
ramos, Ludwig ha quedado sa-
tisfecho con hundir su propio
nombre, en su ansiedad por el
progreso desu obra y en su deseo
de ayudar a sus discípulos. » Carl
Ludwig (18 16-1895) era natural deWitzenhausen(Hesse), graduado en Mar-
burgo (1840), profesor de Anatomía en laUniversidad de esta ciudad (1846
a 49), profesor de Anatomía y de Fisiología en Zurich (1849-55), profesor
de Fisiología y Zoología en el Josephinum, de Viena (1855-64), y, finalmen-
te, profesor de Fisiología en Leipzig (1865-95), donde fundó el Instituto de
Fisiología, en el cjue ha llevado a cabo gran parte de su obra. Ludwig ha
sido, tal vez, el mejor profesor de Fisiología que ha existido nunca. Ha te-
nido más de200 discípulos de todasnacionalidades,ycasitoda la generación
de modernos investigadores en esta ciencia ha sido educada por él. Pres-
cindiendo de un libro de texto de Fisiología (i 85 2-56), dos tesis inaugu-
rales del mecanismo de la secreción urinaria (1843) y de la presión de la
Cari Ludwig (1816-95)
(1) Schiff: UntCi'SUCbungen über die Zuckerbildung in der Leber, Würzburg, 1859,
páginas 61-63; /W mid. de la Suisse S'otM., Ginebra, 1884; IV, páginas 65-75.
EL SIGLO XIX 187
sangre (1865) y algunos pequeños ensayos, ha dejado pocos estudios in-
dependientes. La mayoría de sus importantes descubrimientos han sido
publicados con el nombre de sus discípulos, algunos de los cuales no
eran, como dice Kries, mas que la pantalla, al paso que Ludwig y su fiel
ayudante Salvenmoser eran ios que habían efectuado la totalidad del tra-
bajo. Tenía una maravillosa facultad para seleccionar temas que quería
hacer que encontrasen los discípulos mismos. Su objeto era el crear in-
vestigadores capacitados que prosiguieran más adelante el curso de sus
propias ideas, y hasta el fin era él siempre el que planeaba el problema
experimental, incluso en sus últimos detalles de técnica, y generalmente
era también el que trazaba el plan del artículo (i).
Sus principales contribuciones a la Fisiología son la introducción al
método gráfico (1847), con nuevos instrumentos, como el kimógrafo, la
bomba sanguínea, el reloj eléctrico, etc.; la inyección de los órganos ex-
cindidos (1865-67); sus teorías sobre la secreción urinaria y sobre la for-
mación de la linfa; sus descubrimientos acerca de la inervación de las
glándulas salivares y sus múltiples estudios sobre la fisiología de la circu-
lación. Casi todo ello ha sido realizado en Leipzig.
Al período de Marburgo pertenece la teoría mecánica de la secreción de la
orina por osmosis. En 1842 (2), sir William Bowman, describiendo la cápsula que
rodea al glomérulo y los tubos urinarios, adelantó la idea de que los principios con-
tenidos en la orina son segregados, en forma sólida, por el epitelio de los tubos ve-
nosos, efectuándose la disolución merced al agua descargada por el glomérulo. La
teoría de Ludwig (1843-44) [3] emite la idea de que la secreción de la orina depen-
de del trabajo del corazón, siendo la tensión sanguínea la que hace que los compo-
nentes de la orina pasen de la sangre a través de las paredes de los capilares, como
un líquido diluido, que va concentrándose al pasar por los tubos, por osmosis, hacia
la linfa más concentrada. Bowman y Heidenhain consideraban el epitelio glomeru-
lar como una glándula secretora. Ludwig le consideraba como un filtro pasivo. La
teoría de Ludwig ha sido aceptada por la mayoría de los fisiólogos, a pesar de las
fuertes objeciones de que ha sido objeto por parte de Heidenhain (4) y de otros
autores. En 1869-70, como hace notar Brunton (5), el mismo Ludwig, en colabora-
ción con su discípulo Ustimovitch, llevó a cabo un experimento que le obligó a
modificar algo su antiguo modo de pensar (6).
Consistió este experimento en dividir la médula cervical de un perro, causando
el descenso de la presión sanguínea y suspend'endo la secreción urinaria. Una sub-
(1) Estas monografías se publicaban simultáneamente, con los nombres de
los discípulos, en los «Berichte» de la Academia Sajona de Ciencias y en los fa-
mosos Arbeiten aus der physiologischen Austalt zu Leipzig (1866-77), y desde 1877,
en los Archiv de du Bois Reymond. Se extienden a todos los aspectos de la ciencia,
excepto la fisiología del cerebro, y revelan desde todos los puntos de vista el ma-
gistral experimentador, el hombre de infinitos recursos de investigación.
(2) Bowman: Phil-Tr., Londres, 1842; páginas 57-80.
(3) Ludwig: Beitráge zur Lehre von Mechanismus der Hamsecretion, Marburg,
1843, y Manual de Fisiología, de Wagner, 1844; II, pág. 637.
(4) Heidenhain: Arch. f. path. Anat., Berlín, 1866; XXXV, pág. 158.
(5) Brunton: Proc. Roy. Soc. Med., Londres, 1912; V, Therap. Sect., pági-
nas 139-15 i.
(6) C. Ustimovitch: Arb. a. d.physiol. Anst. zu Leipzig, 1870; V, pág. 217.
1 88 HISTORIA DE LA MEDICINA
siguiente inyección intravenosa de urea determinaba la reaparición de la secieción
urinaria y forzaba a Ludwig a admitir que el efecto de la presión de la sangre era
dependiente de los componentes químicos de la misma; en otros términos, sobre
la osmosis, a través de una membrana seleccionadora, semipermeable. En 1847,
Ludwig cambió el manómetro de mercurio de Poiseuille por el kimógrafo (1). En
1848 descubrió las células ganglionares en el tabique interauricular (2). Durante el
período de Zurich, defendió, por medio de su discípulo F. W. Noli, la teoría de que
la linfa se forma por medio de la difusión de los fluidos de la sangre, a través de la
pared de los vasos, hacia los tejidos inmediatos, siendo el poder motor la presión
de la sangre en los capilares (1850) [3]. En 185 1, Ludwig, con Becher y Rahn, des-
cubrió la inervación de las glándulas submaxilares (4). y en 1856 demostró que el
estímulo del simpático causa secreción en la glándula submaxilar (5). Durante el
período vienes, su discípulo Lothar Meyer investigó los gases de la sangre (1857
y 58); Cloetta descubrió la inosita, la taurina, la leucina y el ácido úrico en el orga-
nismo animal (1855), y Ludwig mismo colaboró con el físico Stephan en una inves-
tigación hidrodinámica de la presión por una corriente de agua en un plano per-
pendicular a su dirección (1858). En 1864 estudió, con Thiry, los efectos de la mé-
dula espinal en la corriente sanguínea (6), y en su discurso inaugural de Leipzig
(1865) emitió la idea de conservar porciones excindidas de un organismo' (überle-
bende Or gane) y manteniéndolas activas por medio de una circulación artificial o
«perfusión». Durante el período de Leipzig, las investigaciones fueron muy varia-
das; pero el principal objeto de sus estudios fueron el corazón y la circulación. Así,
en 1866 le encontramos, con Elie von Cyon, investigando los efectos de la tempe-
ratura en la contracción del corazón, y en el mismo año descubre el nervio depre-
sor del corazón y los «nervi engentes» de los vasos periféricos (1866) [7]. Con Do-
giel inventa el &tro?)iuhr, para medir la cantidad de sangre que pasa en unidad de
tiempo (1867) [8]; en 1868, con el mismo discípulo, encuentra, auscultando el cora-
zón después de ligar la vena cava, la arteria y las venas pulmonares y la arteria
aorta, que el primer ruido (sistólico) no es completa y exclusivamente de origen
valvular, sino que, además, es parcialmente producido por el músculo cardíaco (9).
En 1869-70, Lauder Brunton y O. Schmiedeberg comenzaron los estudios de los
efectos de los medicamentos en la circulación; y en 1871, Schmiedeber descubrió
en el perro las fibras aceleradoras del nervio vago (10). En 1871, H. P. Bowditch,
experimentando con un corazón excindido y una rana manómetro, demostró que
el músculo cardíaco, o da una contracción máxima, o no experimenta contracción
alguna (ley de «todo o nada»), y Kroneckcr, investigando la fatiga y la reposición
del músculo, demostraba que el corazón no podía ser tetanizado. En 1871-73, Lud-
wig, con Dittmar, era el primero en establecer la localization (en el bulbo) de un
centro vasomotor (1 1). Con Mosso ha efectuado estudios pletismográficos de los va-
sos sanguíneos del riñon excindido (1874); con von Kries, ha medido la presión
sanguínea en los capilares (1875) [12]; con Schmidt-Mühlheim ha comenzado a expe-
rimentar los efectos de las inyecciones de peptona en la sangre (1880) [13]; en 1883,
Wooldridge lleva a cabo sus importantes estudios acerca de la química de la coa-
(1) Ludwig: Arch. f. Anat., Physiol, u. ivisscnsch. Med., Berlín, 1847; pági-
nas 241-302.
(2) Ludwig: Mulleras Archiw, Berlín, 1848; páginas 139-143, una lámina.
(3) Ludwig and Noll: Zeitschr.f. rat. Med., Heidelberg, 1850; IX, pág. 52.
(4) Ludwig, Becher and Rahn. Ibidem, 1851, n.F; 1, páginas 225-292.
(5) De acuerdo con su discípulo Czermak.
(6) Ludwig and Thiry: Sitzungsb. d. k. Akad. d. Wisscnsch., Med. naturw. Cl.
, [864; XI. IX, 2 Abth, páginas 421-454.
(7) Ludwig' s Arbeit en (1866), 1 eipzig, 1867; I, páginas 128-149-
(8) Tbidem; II, páginas [96-271.
Ber. d. k. sdens. Gesellsch. d. Wissensch., Leipzig, 1868; XX, pág. 89.
ludwig and Schmiedeberg: ibidem, 1871; XXIII, páginas 148-170.
(n) Ludwig and Dittmar: Ber. et. k.'sdchs, Gesellsch, d. Wissensch., Leipzig, 1 8 7 1 ;
pig. [35; [873, pág :
(12) Von Kries: Tbidem, 1875; pág." 148.
(13) Arch./. Physiol., 1880; pág. 33.
EL SIGLO XIX 189
gulación de la sangre, y en 1884, Conrad Gompertz investiga la disposición de las
fibras en el músculo cardíaco. Otras investigaciones importantes del laboratorio de
Ludwig son su monografía sobre los linfáticos (con Schweigger-Seidel, 1872-74) [1],
introduciendo las inyecciones como método colorante en histología; las investiga-
ciones de Flechsig sobre las fibras nerviosas mielinizadas (1876); los estudios de
Ludwig sobre la digestión de los proteidos después de la excisión o exclusión del
estómago (con Ogata, 1883) [2] y la demostración, por Bowditch, de la infatigabili-
dad del nervio (1890).
Esta lista de títulos da, sin embargo, sólo una idea aproximada de la
importante obra realizada en el laboratorio de Leipzig, donde muchos es-
tudiantes, como dice Burdon Sanderson, «por primera vez de su vida se
Cari Ludwig (Medallón). (Cortesía del Profesor William
Stirling. Mánchester-Inglaterra.)
ponían en relación personal con un hombre que estaba totalmente libre
de proyectos egoístas y de vanas ambiciones, que era escrupulosamente
concienzudo en todo lo que decía y hacía, que era lo que parecía ser y
parecía que era, y que no tenía otra ambición que la del adelanto de la
ciencia*. «Todo el que se pone en relación con Ludwig, dice Kronecker,
sufre el influjo de su encanto personal.» Vivía con sus discípulos en una
schone Gemeinsamkeit, y era, desde muchos puntos de vista, la personifi-
cación del profesor alemán de Browning, de nariz aguileña, pómulos pro-
minentes y ojos azules, absolutamente sincero y sin pretensiones, y, no
obstante, riguroso y exacto en sus métodos, cautivador de todos por el
fuego de su espíritu, su genial simpatía y la sencillez de toda su vida y de
(1) Die Limpligefásse de?- Fascien tind Sehnen, Leipzig, 1872.
(2) Ludwig and Ogata: Arch.f. Anat. u. Physiol., Leipzig. 1883; pág. 89.
190 HISTORIA DE LA MEDICINA
sus aspiraciones. Ludwig ha sido un excelente dibujante, y su inteligen-
cia era de un género plástico tan puro, que visualizaba todo como si se
tratase de un fenómeno material. Por esta razón, ha hecho poco empleo
de las Matemáticas, de la Psicología, ni de ninguna otra ciencia que repo-
se sobre una base metafísica. Era muy aficionado a la música, patrocina-
dor de los conciertos de la Gewandhaus, y con frecuencia tenía música
di camera en su casa. El encanto de su personalidad se encuentra admira-
blemente reflejado en las reminiscencias de sus antiguos discípulos Kron-
ecker, vun Kries, Burdon Sanderson y William Stirling.
La inervación del corazón ha sido investigada por Henle (1841); por Friedrich
Bidder, que descubrió las células gangliónicas en la unión de las aurículas y los
ventrículos (1852) [1]; por Albert von Bezold, que demostró los nervios acelerado-
res del corazón y el origen de los mismos en la médula espinal (1862), y por Wal-
ter Holbrook Gaskell, que demostró que la inervacióu del corazón es la misma en
los animales de sangre fría y en los de sangre caliente, y que el nervio vago debili-
ta el corazón lo mismo que lo retarda (1882-84). Un importantísimo experimento
sobre la contracción del corazón ha sido llevado a cabo por Hermann Stannius
(1808-83), de Hamburgo, colocando una ligadura en la unión déla aurícula y del
seno venoso que producía el reposo del corazón, al paso que una segunda ligadura,
aplicada en el surco aurículoventricular, volvía a hacer latir de nuevo el corazón
(1852) [2]. En los primeros tiempos de la teoría de la neurona de la acción cardíaca,
los efectos de las ligaduras de Stannius se suponían ser debidos a la inhibición de
los ganglios de Bidder y de Remak; pero el asunto tomó un aspecto con el descu-
brimiento del fascículo aurículoventricular de His. El pulso ha sido especialmente
estudiado por Etienne-Jules Marey (1830-1904), que inventó el esfigmógrafo, aun-
que el método gráfico en el examen del pulso había sido ya ideado por Karl Vie-
rordt (1855). Otros estudios del pulso han sido llevados a cabo por Landois, von
Kries y von Frey. La presión de la sangre ha sido especialmente estudiada por
Alfred Wilhel Volkmann, en su obra Die Hcemodynamik nach Versitc/ten (1850); por
Ludwig Traube (1818-76), que fué el primero en descubrir las variaciones rítmicas
en el tono de los centros vasoconstrictores (ondas de Traube-Hering) en 1865, y por
Roy y Adami (1892).
La coagulación de la sangre ha sido investigada por Andrew Buchanan, que
aisló el íibrinofermento (18451, y por Alexander Schmidt (1831-94), que le dio su
nombre, pero suponiendo que la coagulación de la sangre era debida a la combi-
nación del ñbrinógeno con la seroglobulina. Kste error ha sido corregido por Olof
Hammarsten (1841), que ha demostrado que la coagulación se realiza por el desdo-
blamiento del ñbrinógeno en fibrina y otras substancias (1875).
Algunas de las mejores obras sobre la circulación proceden de la Es-
cuela de Fisiología de Cambridge, donde eran todos discípulos de Sir Mi-
chael Foster (183Ó-19O/). Por recomendación de Huxley, Foster llegó a
ser prelector de Fisiología on Cambridge, en 1870, pasando después a la
cátedra creada en 1 883. Aquí, después de un viaje por los laboratorios de
Alemania, con Sharpey, se hizo famoso por su enseñanza, que sólo pudo
ser excedida por la de Ludwig, y por un grupo sin rival de discípulos no
tables en todas las ramas de la ciencia biológica: Balfour (Embriología)
(1) Bidder: Müllers Arch., Berlín, 1852; páginas 163-177.
(2) Stannius: Ibidem, páginas 85-100.
EL SIGLO XIX
191
Liversidge (Química), Milnes Marshall (Zoología), Sidgwick (Morfología
animal), Ray (Patología), Francis Darwin (Morfología vegetal), Vines (Bo-
tánica experimental), aparte del grupo fisiológico. Foster colaboró con
Balfour en los Elements of Embryology (1874), con J. N. Langley en una
obra de Fisiología práctica (1876), y en el mismo año produjo su obra de
Fisiología, que ha logrado siete ediciones y ha sido traducida al alemán,
al italiano y al ruso. A la historia
de la Medicina ha contribuido con
su hermosa Memoria sobre Clau-
dio Bernard (1899) y sus sober-
bias Lane Lectures de Historia de
la Fisiología (1900). Su labor pro-
pia experimental se refiere toda al
corazón, siendo especialmente no-
tables sus trabajos sobre el cora-
zón del caracol (i 859), del cual una
parte separada del resto sigue la-
tiendo rítmicamente, de donde pa-
rece deducirse que el movimiento
cardíaco es una propiedad especí-
fica del tejido cardíaco y no el re-
sultado de ningún mecanismo lo-
calizado. Los talentos de Foster
como organizador le fueron llevan-
do gradualmente a diferentes ac-
tividades, y con su entrada en el
Parlamento su labor científica ter-
minó, siendo continuada por sus
discípulos.
Entre los discípulos de Foster se
incluyen los embriólogos Balfour,
Gaskell y Langley, Sherrington, Henry Head y Charles Scott Roy
(1854-97), de Arbroath (Escocia), que inventó muchos instrumentos nue-
vos, hizo importantes investigaciones acerca de la circulación renal (con
Cohnheim), de la extensibilidad y elasticidad de los vasos sanguíneos, des-
cubrió un tono rítmico automático en el bazo de los mamíferos, ideó una
eficaz inoculación preventiva contra una afección del ganado vacuno en la
Argentina, y escribió una notable Memoria (1892) sobre el corazón de los
mamíferos con John George Adami (1862), de Manchester (Inglaterra),
otro discípulo de Foster, que se ha hecho notable como sabio patólogo
del Canadá y es autor de obras importantes sobre el cáncer, la herencia,
Sir Michael Foster (1836-1007)
192
HISTORIA DE LA MEDICINA
la clasificación de los tumores y un bien conocido libro de texto de Pato-
logía (1908-12). Otro discípulo de Foster es A. G. Dew-Smith, hombre
rico, sostén del Journal of Physiology, fundado por Foster en 1 878, y
creador de la Cambridge Scientific Instrument Company, constructora de
aparatos de laboratorio.
Henry Newell Martin (1848-96), de Newry (Irlanda), profesor de
Biología en la Johns Hopkins University (1876-93), que llevó los métodos
de enseñanza de Foster a los Estados
Unidos y colaboró con Huxley en su
Elemejitary Biology (1875), inventó,
con W. T. Sedgwick, un método de
aislar el corazón de los mamíferos
para la experimentación (1880), estu-
diando los efectos de las variaciones
de la presión y de la temperatura en
la energía de los latidos del corazón
de los mamíferos (1882-83).
William Henry Howell (i860),
discípulo y sucesor de Martin, natu-
ral de Baltimore (Maryland), ha inves-
tigado algunos problemas, como los
efectos aceleradores del aumento de
la tensión venosa en el corazón (i 881),
la evolución y desarrollo de los cor-
púsculos hemáticos (1890), el suero
sanguíneo desprovisto de proteidos
como un perfeccionamiento de la so-
lución de Ringer (1893) y el papel de
los «hormones», antitrombina y tromboplastina en la coagulación de la
sangre (191 1).
Frederick Gowland Hopkins, prelector de Bioquímica en el Trinity
College e inventor de un muy conocido método para calcular el ácido
úrico de la orina (1892) y para analizar el triptofán; y Joseph Barcroft
(1872) de Newry (irlanda), que ha escrito una importante memoria sobre
la función respiratoria de la sangre (1914).
Walter Holbrook Gasblbll (1S47-1914), tal vez el más notable de los
discípulos de Foster, es el que ha realizado, después de Ludwig, la obra
más importante sobre el corazón y ha dejado establecidos los fundamen-
tos histológicos del estudio moderno del sistema nervioso autónomo.
Durante su período de Cambridge, Gaskell trabajó una temporada en el labo-
ratorio de Ludwig (1874), publicando un trabajo importante acerca de los nervios
Waller Holbrook Gaskeli ^ 184 7- 1 u j 4 ">
ÉL SIGLO XIX 193
vasomotores de los músculos estriados (1877) [1]. En 1881 hizo su notable memoria
sobre la musculatura e inervación del corazón (2), en la que demostraba que la in-
fluencia motora de los ganglios nerviosos del seno venoso se ejerce sobre el ritmo
(amplitud y fuerza) del corazón, pero que ella no produce los movimientos cardía-
cos que son debidos al poder contráctil, rítmico y automático de la fibra muscular
cardíaca misma. Los experimentos de Gaskell y Engelmann en corazones seccio-
nados y en cortes aislados del corazón, no conteniendo nervios, han podido demos-
trar esta onda contráctil, que, como ha comprobado Gaskell, puede ser reversible
si se estimula el ventrículo después de la segunda ligadura de Stannius, de tal
modo, que se ve que la onda peristáltica normal puede no proceder de los ganglios
cardíacos. Gaskell ha empleado la expresión de «bloqueo del corazón» (de una fra-
se de Romanes) produciéndole experimentalmente, así como también la fibrila-
ción del corazón y los galopes en dos, tres y cuatro tiempos de los clínicos. Estos,
como los efectos de las ligaduras de Stannius, y la observación del Schiff de que el
ventrículo de un corazóu moribundo late más despacio que la aurícula, se ha de-
mostrado ser simples casos de bloqueo cardíaco. Gaskell ha sido también el prime-
ro en investigar, con un galvanómetro, el estado eléctrico del corazón. La observa-
ción de Schmiedeberg de que el estímulo del vago después de la administración
de la nicotina acelera el corazón (187 1) ha demostrado Gaskell que es un simple
caso de nicotinización de las fibras inhibidoras preganglionares del vago, que deja
abolida la función de regulación de las mismas, al paso que no son afectadas por el
veneno las fibras aceleradoras postganglionares. Así, la verdadera función del
vago no es inhibidora, sino reguladora, integradora, tranquilizadora, actuando el
nervio como látigo y riendas, como espuelas y bridón. En 1886 (3), Gaskell ha rea-
lzado vastas investigaciones acerca de la inervación de ios sistemas vascular y vis-
ceral, determinando todo lo que ahora se conoce con el nombre de sistema autó-
nomo. En 1893 ha demostrado que el cloroformo rebaja la tensión sanguínea, ac-
tuando directamente sobre el corazón y no sobre los centros vaso-motores (4). El
resto de su vida lo consagró a su teoría de que el conducto central del sistema
nervioso es originariamente la luz de un canal primitivo (1908) [5]. Su memoria pos-
tuma sobre The Involuntary Nervous System (19 16) resume la labor de su vida.
John Newport Langley, que ha sucedido a Foster como profesor de
Fisiología en Cambridge, ha llevado a cabo importantes investigaciones
sobre los cambios celulares en la secreción pancreática, sobre la grasa he-
pática y las secreciones salivar y gástrica, y en 1 889, con W. L. Dickin-
son (6), demostró que tocando con nicotina un ganglio nervioso del sim-
pático se bloquea el paso a su través de los impulsos nerviosos, lo que le
condujo a la clasificación de los sistemas simpático y craneo-sacro de los
nervios espinales como «autónomos» para la redistribución de todos los
impulsos eferentes que no vayan a terminar en músculos estriados o vo-
luntarios.
El arte de mantener la actividad extravital de los tejidos animales ha
sido ideado por Cari Ludwig en sus experimentos de perfusión, y perfec-
cionado por Sydney Ringer (1835-1910), de Norwich (Inglaterra), que
(1) Gaskell: Proc. Roy. Soc, Londres, 1876-77; XXV, páginas 439-445.
\2) Phil. Tr., Londres, 1882; CLXXIII, páginas 933-1033.
(3) Journ. Physiol., Londres, 1886; VII, páginas 1-80.
(4) Lancet, Londres, 1893; I, página 386.
(5) Gaskell: 1 he Origin of Vertebrates, Londres, 1908.
(6) Langley and Dickinson: Proc. Roy. Soc, Londres, 1889; XLVI, página 423;
1890, XL VII, página 379.
Historia db la Mediodía.— Tomo II 13
194 HISTORIA DE LA MEDICINA
demostró que un corazón de rana puede continuar largo tiempo latiendo
si se le mantiene en una mixtura con cloruros sódico, potásico y calcico.
Esto se demostró ser igualmente cierto con respecto al corazón de los
mamíferos (i). El trabajo de Ringer ha demostrado la importancia de las
sales de calcio en el sostenimiento de la actividad de los tejidos, y la «so-
lución de Ringer» ha sido tan ampliamente empleada en los experimentos
fisiológicos como los medios de cultivo en los que, posteriormente, iba
Carrel a injertar sus «organismos viscerales>.
Entre los americanos que han trabajado sobre la circulación figuran
Howel, William Townsend Porter (1862), de Plymouth (Ohio), profesor
de Fisiología comparada en la Universidad de Harvard (1906), que ha
ayudado a fundar y a sostener el American Journal of Physiology (1898
a 1 9 1 5 ) y es autor de un manual de laboratorio muy práctico (1900) y de
importantes investigaciones sobre el crecimiento de los niños (1893-96),
las arterias coronarias (1 893-96), etc.; Henry Sewall (185 5)» de Winches-
ter (Va.), uno de los discípulos de Newell Martin, después profesor de Me-
dicina en la Universidad de Colorado (1911); Russell Burton Opitz (1875),
de Fort Wayne (Ind ), que ha estudiado la viscosidad de la sangre (1914),
y George Neil Stewart (i860), de Londres (Canadá), profesor de Medici-
na experimental en la Western Reserve University en Cleveland (Ohio)
(1907), autor de un manual de Fisiología (1896) y de valiosos estudios en
el laboratorio de H. K. Cushing.
Entre los fisiólogos franceses, Charles Richkt (1850), de París, profe-
sor de Fisiología en la Facultad de Medicina de París, ha creado el tér-
mino «anafilaxia» (1909), y es famoso por sus investigaciones sobre el
jugo gástrico, la acción diurética de la leche y de todos los azúcares
(1881), las modalidades de la contracción muscular (1882-83), la regula-
ción del calor animal por la polipnea (1884-93), sus innovaciones tera-
péuticas de hematoterapia (1888), cloralosis (1893), privación de los cío
ruros en la epilepsia (1900) y zoomoterapia (1900), y por su diccionario
de Fisiología (1895-1907).
La labor más importante acerca de la respiración ha sido la llevada a
cabo por Eduard F. W. Pflügbr (1829-1910), de Hanau-am-Main, discí-
pulo de Johannes Müller y de I)u Bois Reymond y sucesor de Helmholtz
como profesor de Fisiología en Bonn (1859), cuya cátedra conservó hasta
el fin de su vida. Inauguró el nuevo Instituto de Fisiología de Bonn
en 1878, y en 1 868 fundó los lamosos Archiv für die gesamte Physiolo-
gie (PJlüger' \ Archiv)^ que alcanzaron 130 volúmenes bajo su dirección
y llegaron a ser el periódico más popular de Fisiología en Alemania.
ti) Ringer: Journ. Physiol., Londres, i.sso-87; l\l -Vil, passim.
EL SIGLO XIX 195
Pflüger dio la primer prueba de su maestría como investigador con su mono-
grafía acerca del electrotono (1859) [1]. Por sus experimentos acerca del cruza-
miento de las especies (1883), se convirtió en el fundador de la embriología expe-
rimental. En su obra acerca del metabolismo, se opuso al punto de vista de Voit
de que los proteidos organizados (tejidos), para sufrirlos cambios metabólicos, tu-
vieran que convertirse previamente en proteidos no organizados (circulantes),
sosteniendo el punto de vista completamente opuesto, a saber: que los proteidos
no pueden nunca sufrir el metabolismo o asimilación más que en la forma orga-
nizada o estacionaria; en otros términos, que el metabolismo de los proteidos no
puede ser nunca realizado mas que cuando el material se ha construido en forma
de protoplasma. Adoptó como criterio para los proteidos su capacidad para soste-
ner la vida y para entrar en la composición del protoplasma, con lo que, natural-
mente, quedarían excluidos los polipéptidos, las proteosas, las protaminas y los
proteidos tóxicos. Pflüger ha llevado a cabo, además, laboriosas investigaciones
para demostrar que el glucógeno no puede ser producido a expensas del material
proteico, y, como Pavy, se vio forzado a sostener esta posición hasta el fin de su
vida. El resultado más positivo de la labor de Pflüger y de sus discípulos ha sido
la demostración de que el asiento esencial de la respiración se encuentra, no en
la sangre, sino en los tejidos. Esta labor se ha llevado a cabo en sus importantes
memorias sobre la gasometría de la sangre (1866) [2], sobre las causas de la disp-
nea, apnea y el mecanismo de la respiración (1868) [3], sobre el origen y el exa-
men racional de los procesos oxidantes en el organismo animal (1872) [4], y sobre
la producción de calor y la oxidación en la materia viva (1878) [5]. Ha probado su
tesis demostrando que las ranas cuya sangre ha sido enteramente reemplazada
por la solución normal de sal común dan justamente la misma cantidad de bi-
óxido de carbono y consumen exactamente la misma cantidad de oxígeno que los
animales testigos (6). Pflüger ha inventado nuevos instrumentos fisiológicos, tales
como una perfeccionada bomba de mercurio (1865), el catéter del pulmón (1872),
el aerotonómetro (1872) y el neumonómetro (1882).
Pflüger era de un temperamento combatiente, sabiendo siempre en-
contrar argumentos en favor de la causa que defendía, y creyendo real-
mente que la ciencia adelantaba gracias a las vigorosas controversias.
Esto debe ser tenido en cuenta para comprender sus ataques intempes-
tivos e impremeditados a la teoría de la neurona y a la obra de Emil Fis-
cher. Pflüger parece haber tenido la vida sin acontecimientos propia de
un hombre consagrado exclusivamente a la investigación científica, y se
dice que él pasó los últimos días de su vida, en la cama, corrigiendo las
pruebas de los artículos enviados a sus Archivos.
Lavoisier, como ya hemos expuesto, demostró que la respiración y la combus-
tión eran análogas, siendo esencialmente oxidaciones con agua y bióxido de carbo-
no como productos de una y otra (1871-80). Hassenfratz demostró que el oxígeno
del aire inspirado, una vez disuelto en la sangre, tomaba el carbono e hidrógeno de
los tejidos. El hecho de la respiración de los tejidos ha sido demostrado por Gus-
tav Magnus en 1837, que extrajo, por medio de la bomba de mercurio, oxígeno y
bióxido de carbono, tanto de la sangre arterial como de la venosa, de lo que de-
dujo que estos gases estaban simplemente disueltos en la sangre. Lothar Meyer,
(i) Pflüger: Uniersuchungen über die Physiologic des Electrotonus, Berlín, 1859.
(2) Centralblatt f. d. med. Wissensch., Berlín, 1866; IV, páginas 305 y 308.
(3) Arck.f. d. ges. Physiol., Bonn, 1868; I, páginas 61 y 106.
(4) Ibidem, 1872; VI, páginas 43 y 190.
(5) Ibidem, 1878; XVIII, páginas 247 y 380.
(6) Ibidem, 1875; X, páginas 251 y 367.
i96 HISTORIA DE LA MEDICINA
trabajando en el laboratorio de Ludwig en 1857, obtuvo estos mismos resultados
por medio de métodos más perfeccionados, elevando la temperatura de la sangre
para efectuar la extracción de sus gases, y llegando a los mismos resultados. Lie-
big, por otra parte, ha defendido, en 1851, que los gases de la sangre se encontra-
rían, probablemente, en combinación floja con alguna substancia desconocida;
substancia que más tarde fué aislada y obtenida en forma cristalina por Hoppe-
Seyler como hemoglobina (1862-64). El descubrimiento de sir George Gabriel
Stoker, de que el oxígeno puede ser separado de la hemoglobina por medio de
substancias reductoras, prueba que esta última es el agente de la combinación
(1864). El agente combinante del bióxido de carbono sigue ignorado. La extracción
de los gases de la sangre ha sido posteriormente perfeccionada por medio de las
bombas de gases de mercurio de Ludwig y Setchenoff (1859), de Pflüger (1865), de
Grehant y de Leonard Hill (1895). De los restantes gases de la sangre, el nitróge-
no se ha demostrado encontrarse en estado de simple solución por Lothard Meyer
(1857), Pflüger (1864-68) y Paul Bert (1878). El espirómetro ha sido inventado por
John Hutchinson, de Newcastle-on-Tyne, en 1844 (1). El difícil asunto del metabo-
lismo en la respiración ha sido investigado por Pettenkofer y Voit en 1863, por Zunts
(1880), Atwater y Rosa (1899) y Atwater y Benedict (1905). Angelo Mosso ha traído
el concepto acapnia (1897) y ha estudiado la fisiología de la apnea en el hombre
(1903); en Monte-Rosa (1897) y en su Instituto de Colle d'Olen (1908) ha estudiado
la fisiología de la respiración en alturas superiores a las nieves perpetuas.
La acción de los músculos intercostales en la respiración ha sido investigada
primeramente por Haller, y de un modo geomético por G. E. Hamberger (1748). El
modo de pensar de este último ha sido confirmado experimentalmente por Henry
Newell Martín y Kdward M. Hartwell en la Universidad de John Hopkins (1879).
La acción del vago en la respiración ha sido investigada en primer término por
Isidor Rosenthal (1864), quien demostró que la sección de ambos vagos va siempre
seguida de respiraciones más profundas y más lentas, al paso que la cantidad de
aire respirado en unidad de tiempo sigue siendo la misma que anteriormente. De-
fiende que el vago contiene dos variedades de fibras: unas que contraen el diafrag-
ma, otras que lo relajan. En 1868, Hering y Brener, por oclusión alternante de la
tráquea al final de la inspiración y de la espiración, dedujeron que el mecanismo
de la respiración es automático y regulado por sí mismo, siendo por sí la disten-
sión y la contracción de los pulmones un estímulo normal del vago, cuyos efectos
obtiene Rosenthal por medio del estímulo de los nervios seccionados.
En 1889 (2) Henry Head, de Londres, trabajando en el laboratorio de
Hering, en Praga, llevó todos estos experimentos mucho más lejos, gra-
cias a métodos nuevos, como la congelación y eterización del nervio en
el interior de un tubo encerado, y dedujo de sus investigaciones que el
vago actúa como el timonel de un barco de vapor, economizando las ener-
gías de la respiración, previniendo a los centros de la médula, cuando hay
que activarla. Esto se ha demostrado por medio de la sección de los va-
gos, que produce un estado de «derrochadora actividad > de los centros
respiratorios.
Normalmente, 1 ada inspiración estimula las fibras que normalmente inhibe, y en
cada espira» ion el colapso pulmonar estimula las libras inspiratorias, y de este
modo - una tasa automática, seguida y sostenida de la respiración, que se
debe eu , a las libras inhibidoras del vago. Mead, actualmente editor de
Brain, ha realizado asimismo una importante labor a propósito de la distribución
1 Hut( hinson: Lancet, Londres, [844; I, páginas 390 y 567. Además: Med. (Vtz'r
XXIX, páginas 234-238, dando tres dibujos del espirómetro.
Head; j. Physiol.^ I 1889; X, pág. 279.
EL SIGLO XIX
197
cutánea del dolor y de la sensibilidad en las enfermedades viscerales (1893-96) [1],
demostrando que la segmentación de las áreas cutáneas afectadas por las diferen-
tes visceras (zonas de Head) corresponden de un modo sorprendente con aquellas
que corresponden a los ganglios de las raíces de los nervios espinales. Con A. W.
Campbell, ha demostrado Head que el herpes zóster es una inflamación hemorrá-
gica de las raíces de estos nervios espinales posteriores (o de sus ganglios) y de los
homólogos ganglios craneales (1900) [2]. En abril de 1903 (3), se sometió al experi-
mento, único hasta la fecha, de seccionarse su propio nervio radial izquierdo y ner-
vio cutáneo externo, con el fin de estudiar la pérdida y la restauración de la sen-
sación, lo que le ha servido para una
nueva clasificación de las vías senso-
riales.
Las funciones ventiladoras del. dia-
fragma han sido investigadas en 19 13- 17
por Charles F. Hoover (1865), de Cleve-
land (Ohio).
Aun antes que Pflüger, había in-
vestigado cuidadosamente la respi-
ración de los tejidos Félix Hoppe-
Seyler (1825-95), de Freiburg (Sa-
jorna), que es el más grande de los
químicos fisiólogos entre Liebig y
Emil Fischer. Hoppe-Seyler ha es-
tudiado con los tres hermanos We-
ber, con Skoda y con Virchow; ha
sido ayudante de Virchow en el
Instituto de Patología de Berlín
(1856-64), profesor deQuímica apli-
cada en Tubingia ( 1 864-7 2) Y profe-
sor de Química fisiológica en Es-
trasburgo (1872-95). Es el fundador del Zeitschrift für physio logis che Che-
mie (1877-95) y, además, autor de un manual de Análisis químico apli-
cado a la Fisiología y a la Patología (1858) y de un tratado, muy notable,
de Química fisiológica (i 877-8 1).
Félix Hoppe-Seyler (1825-95)^
En 1854 ha llevado a cabo experimentos acerca de la física de la auscultación
y de la percusión, corrigiendo algunos errores de Skoda, y realizando, además,-
alguna importante labor en Química inorgánica y Mineralogía. Es especialmente
famoso por sus estudios acerca de la sangre (1857-91), de la que estuvo haciendo
análisis por más de treinta años. Ha sido el primero que ha obtenido la hemoglo-
bina en forma cristalina, y descrito el espectro de la oxihemoglobina (1862); el
primero que ha averiguado las fórmulas de la hemina, hematina y hematoporfirina
(1863); ha descubierto el hemocromógeno y la metahemoglobina (1864), y demos-
trado que la hemoglobina se encuentra en combinación laxa con el oxígeno, pero
(1) Brain, Londres, 1893; XVI, pág. 1; 1884, XVII, pág. 339; 1896, XIX, pági-
na 153.
(2) Ibidem, 1900; XXIII, páginas 353-523, 17 láminas.
(3) Ibidem, 1908; XXXI, páginas 323-450.
i98 HISTORIA DE LA MEDICINA
que no puede ser separada del bióxido de carbono. Ha hecho, además, estudios
sobre el metabolismo, y ha construido un aparato para medir los intercambios ga-
seosos. Ha sido el primero en comprobar la aparición de gas en la sangre, conse-
cutivamente a un intenso y repentino descenso de la presión atmosférica. Sus in-
vestigaciones sobre el pus y sobre los trasudados patológicos han conducido al
descubrimiento de la nucleína por su discípulo Miescher, y de la paranucleína por
Lubavin. Ha sido el primero en obtener la lecitina en estado puro, y ha introdu-
cido el término «proteidos». Ha investigado la química de los cartílagos, y, con
Ledderhose, ha descubierto en su laboratorio la glicosamina (1876) y el chitosán.
Ha llevado a cabo importantes análisis de la leche, la bilis y la orina; ha investi-
gado los productos químicos de la fermentación, especialmente de las levaduras,
y sus estudios acerca de la clorofila deben ser considerados como el punto de par-
tida de la labor de Ehrlich sobre la dinámica de la periferia celular. Personal-
mente, parece haber sido un hombre atractivo, de una disposición genial y afor-
tunada.
De sus numerosos discípulos, Albrecht Kossel (1853), de Rostock,
profesor de Fisiología en Marburgo (1895-1901) y en Heidelberg (1901),
es famoso por su importante labor acerca de la química de la célula y de
su núcleo (1882-96), sobre el ácido nucleínico (1893), sobre los albuminoi-
des (1898); por el descubrimiento de la adenina, timina, ácido túnico,
histidina y agmatina; por su clasificación de los proteidos, sus estudios
de las unidades fundamentales (Bausteine) de la molécula proteína y so-
bre los productos de substitución de los albuminoides. Ha hecho impor-
tantes investigaciones en la química del metabolismo y ha obtenido,
en 1910, el premio Nobel de Medicina.
Ernst Salkowski (1844), de Kónigsberg, profesor de Química médica
de Berlín (1874), autor, con W. Leube, de un tratado de la orina, de un
manual de Química fisiológica y patológica (1893), na realizado impor-
tantes descubrimientos sobre la eliminación del fenol (1876), la pentosu-
ria (1892-5); ha ideado una prueba cuantitativa para la oxaluria (1899);
ha utilizado las propiedades antisépticas del cloroformo en el estudio de
la fermentación (1888); ha usado su descubrimiento de fitosterina en la
grasa vegetal para investigar la adulteración de la grasa animal, y ha lle-
vado a cabo muy importantes investigaciones sobre la digestión, el poder
oxidante de la sangre, la putrefacción y la química urinaria.
La qüímh \ PisiOLÓGii \ del sílí'o kix ha sido rica en descubrimientos de com-
puestos nuevos, notable en el análisis y formulación de los productos déla des-
< omposición de loa proteidos en las manos de Paul Schützenberger y de otros. Des-
pués de haber efectuado Kirchhoff la hidrólisis del almidón por la diaslasa en 1815,
Rr;i< oirhot, en [820, hizo por primera vez la hidrólisis de la proteína por los ácidos
y descubrió la glicina, la forma más sencilla de los proteidos.
De los componentes amino-ácidos de la proteína (Bausteine de Kossel), la cis-
tina ha sido en. ontrada en los cálculos por Wollaston (1810) y demostrado ser un
producto de descomposición de la proteína por K. A. II. Morner (1899); la tirosina
ha BÍdo descubierta por Liebig (1846); el glicocol (1848) y la alanina (1849), Por
Strecker; la serina, por Cramer ( 1 865); la fenilalanina, por Schultze (1879); la his-
tidina, por Ko aJ paso que eltriptofán ha sido nombrado como producto
hipotético por NTeumeister (1890) y aislado por Gowland Hopkins (1902). La leu-
EL SIGLO XIX 199
ciña ha sido descubierta por Proust (18 18) en el queso en putrefacción, y Bracon-
not la dio nombre (1820). Una y otra, leucina y tirosina, han sido halladas por Vir-
chow en el páncreas de los cadáveres (1853) y por el clínico Frerichs en el vivo
(1855). El ácido glutámico ha sido obtenido por Ritthausen (1866) y Kreutzer
(187 1); el ácido aspártico, por Radziejewski y Salkowski (1873); la ornitina, por
Jaffé (1877); la arginina, por Schultze y Steiger (1886); la usina, por Drechsel (1889);
la prolina, por Willstatter (1900) y Emil Fischer (1901); el ácido diamino-butírico
(1 90 1), la oxiprolina (1902), la serina (1902) y la valina (1906), por Emil Fischer;
la isoleucina, por F. Éhrlich (1903); la norleucina, por Abderhalden y Weil (1913).
Los efectos de los enzimas animales sobre los proteidos han sido estudiados por
Willy Kühne, Kossel, Drechsel y otros, y Schultze ha estudiado los efectos de los
enzimas vegetales. Drechsel ha descubierto que la molécula proteína contiene áci-
dos diaminos y monoaminos, y éstos han sido investigados por Kossel, Kutscher y
Emil Fischer. En 188 1, Schmiedeberg obtuvo la histozima, un fermento que puede
desintegrar o sintetizar el ácido hipúrico. Las nucleínas han sido investigadas por
Worm Müller (1873) y Miescher (1874); los ácidos nucleínicos, por Kossel (1893),
Altmann (1889), Abderhalden y Schittenhelm (1906); los albuminoides, por Kossel
(1898), Drechsel (1891) y Abderhalden (1905). El ácido ¡i-oxibutírico ha sido aislado
por Eduard Külz (1884-87) e investigado en relación con la diabetes por Ernst Sta-
delmann (1883) y por Adolf Magnus-Levy (1899- 1909). La acetona ha sido descu-
bierta en la orina diabética por Wilhelm Petters (1857) e investigada por Cari
Gerhardt (1865), Rudolf von Jaksch (1885), y en la sangre por Adolf Kussmaul
(1874). Max Jaffé ha descubierto la urobilina en el contenido intestinal (1871) y el
indican en la orina (1877). Ehrlich ha ideado su diazorrcacción en 1882, y la crios-
copia de la orina ha sido inventada por Sandor Korányi en 1894. La albumosuria
mielopática (proteinuria) era descrita por Henry Bence Jones en 1848; la acetonu-
ria y diaceturia, por von Jaksch (1885), y la pentosuria, por Ernst Salkowski (1895).
Las pruebas de Johann Kjeldah para la apreciación del nitrógeno en las substan-
cias orgánicas (1883), de Otto Folin para calcular la urea y el ácido úrico, de Jow-
land Hopkins para la urea, de Franz Soxhlet para la grasa y la leche, han demos-
trado todas ser de gran valor en la práctica. Las ptomaínas han sido investigadas
por Selmi, Gautier, Brieger, Vaughan y Novy. La célebre memoria de Naegeli so-
bre los almidones o féculas (1874), en la que clasifica unos 200, ha sido seguida de
las notables monografías de Edward T. Reichert sobre la hemoglobina (191 1) y las
féculas (19 1 5). La teoría de la cadena abierta del carbono y el anillo cerrado del
benceno ha sido establecida por August Kekulé en 1865 (1), desenvuelta por van't
Hoff y Le Bel, y brillantemente aplicada a la teoría estructural de la clorofila por
Hoppe-Seyler, y a la teoría de las cadenas laterales de la inmunidad por Paul
Ehrlich.
La química física ha sido hecha utilizable para la fisiología gracias a los trabajos
de Sadi Carnot (1824), Robert Mayer (1842), Lord Kelvin (1848-52), Helmholtz (1847),
Clausius (1850), Willard Gibbs (1872-1878), van't Hoff (1887), Arrhenius (1887),
Ostwald y los químicos de la escuela holandesa. Sus leyes han sido aplicadas a la
fisiología de los músculos por Julius Bernstein (1902- 1908), ai problema de la ten-
sión superficial por Isidor Traube (i9io-u)y Macallum (1910-11) y a diferentes
problemas biológicos por Jacques Loeb. La teoría de la osmosis y de las membra-
nas semipermeables ha sido investigada por Dutrochet (1827-35), Graham (1854-61),
Moritz Traube (1867), Willard Gibbs (1876), van't Hoff y Arrhenius (1887), y H. J.
Hamburger (1902-04), y los coloides han sido estudiados por Graham, Siedentopf y
Zsigmondy.
La mayoría de los grandes maestros de la materia han escrito algún tratado de
Fisiología. Al primer período pertenecen los de Magendie (1816-17), H. Mayo (1827),
John Müller (1834-40), Rudolf Wagner (1838-42), W. B. Carpenter (1842), G. Valen-
tín ( 1 844- 1 846), las varias ediciones del manual de Senhouse Kirkes (1848), F. C.
Donders (1850), F. A. Longet (1850), y el Handworterbuch, de Wagner (1842-53). En
la segunda mitad de la centuria encontramos los de Cari Ludwig (1852-56)^. C.
Dalton (1859), W. Wundt (1865), T. H. Huxley (1866), Austin Flint, Jr. ¡(1866-74), sir
(1) For the history of benzol, see A. F. Hollemann; Janus, Amst, 191 5; XX, pági-
nas 459-488.
200
HISTORIA DE LA MEDICINA
Michael Foster (1877), L. Landois (1879-80), W. Stirling (1888), A. D. Waller (1891)1
E. H. Starling (1892), Max Verworn (1895), G. N. Stewart (1896), Robert Tigerstedt
(1898), L. Luciani (1898-1903), W. H. Howell (1905), M. Duval y E. Gley (1906),
H. Zwaardemaker (1910) y M. von Frey (1911). La obra de Foster es magistral. El
libro de texto, editado por sir Edward A. Scháfer con un plan cooperativo (Lon-
dres, 1898), es notable por su admirable reunión de datos históricos, respecto de
los cuales es comparable a los grandes Elementa de Haller (1757-66). De los trata-
dos americanos, el de William H. Howel (1905) es incomparablemente el mejor, en
razón de sus limpios grabados, cuya brillante presentación es bien conocida. El re-
ciente tratado de W. M. Bayliss (19 16)
está concebido desde el punto de vista
de la química física.
•¿[[El progreso de la Medicina moder-
na está inseparablemente unido al
nombre de Rudolf Virchow (1821
a 1902), el fundador de la Patología
celular. Natural de Schievelbein, en
Pomeramia, Wirchow se graduó en
Berlín en 1843, llegó a ser prosector
de Froriep, en la Charité, en 1845,
prosector ordinario en 1 846 y fun-
dador, en 1847, de los Archiv für pa-
thologische Anatomie, conocidos en
todo el mundo como Virchow s Ar-
chiv. Su primer artículo en su perió-
dico adelantaba la idea de que una
hipótesis no demostrada, de cual-
quier género que sea, constituye una
base sumamente insegura y falsa
para la Medicina práctica, y sostenía
laopinióndequeningún hombrees in-
falible ni en juicio ni en conocimien-
tos. Esta era una de las más poderosas manifestaciones del espíritu mo-
derno en la Medicina reciente. En 1848, Wirchow fué enviado por el Go-
bierno de Prusia para investigar la epidemia de tifus o de fiebre del ham-
bre que se extendía entre los tejedores de la Alta Silesia. Un acabado
compendio de lo que él vio se nos ofrece en el conjunto de horrores del
drama social de Gerhart Hauptmann, Los tejedores, y sus consejos, no
sólo incluyen medidas higiénicas y una gran caridad para aquellos des-
graciados, sino que comprenden también un breve resumen, completa-
mente de actualidad, de democracia y de libertad (volle und unumschrán-
kte Demokratie... Bilduvg mit ihren Tóchtern, Freiheit y Wohlstand).
Estas valientes afirmaciones, unidas a las tendencias de su periódico se-
mipolítico, Die medicinische Reform (1848-9), produjeron bien pronto a
Rudolf Virchow (1821-1902).
(Biblioteca Médica de Boston.)
EL SIGLO XIX 201
Wirchow disgustos con las autoridades gubernamentales, y en 1 849 fué
despojado de su cátedra, obteniendo al propio tiempo, gracias a los bue-
nos oficios del tocólogo Scanzoni, la cátedra de Anatomía patológica en
Wurzburgo. Siete años más tarde, después de haberse brillantemente
distinguido como profesor y como maestro, fué instado a volver de nue-
vo a Berlín en honorables condiciones, y en 1 8 56 se encontraba debida-
mente instalado como profesor de Patología en aquella Universidad, des-
empeñando al propio tiempo la dirección del Instituto Patológico, que
había sido creado por él. Allí comenzó Wirchow una carrera de incom-
parable actividad en múltiples direcciones. Era un hombre de amplísima
cultura y lleno de los ideales más profundamente humanos, así que bien
pronto llegó a ser conocido por todos como anatómico y patólogo, epi-
demiólogo y sanitario, antropólogo y arqueólogo, editor y maestro, re-
formador social y «antiguo miembro parlamentario». Figuró en la Cáma-
ra baja prusiana en 1862, y desde 1 880 hasta 1893 en e* Reichstag como
una fiel y segura representación de los derechos del pueblo. Durante la
guerra franco-prusiana organizó el Cuerpo de Ambulancia de Prusia y di-
rigió la creación del hospital militar de Tempelhof. Tuvo mucho que ha-
cer para asegurar un buen sistema de alcantarillado para Berlín, y como
presidente de muy diferentes sociedades, llegó fácilmente a ser la perso-
nalidad médica de mayor influencia en la capital de Prusia. Al envejecer,
los honores fueron llegando de todas partes, y en 1 899 inauguró el Mu-
seo de Patología, al que dio su colección privada, colección de 23.066
preparaciones, cada una de las cuales había sido hecha, catalogada y colo-
cada en su estante por sus propias manos. Al cumplir los ochenta años
recibió un donativo de 50.OOO marcos de sus compañeros de Alemania en
auxilio del Instituto Virchow, con una única medalla de oro del empera-
dor, y poco antes de su muerte pudo ver la terminación del espléndido
hospital municipal de Berlín (15 de enero de 1902), que lleva actualmente
su nombre.
Virchow ha derivado la inspiración para toda la labor de su vida de
Johannes Müller, y lo que él ha realizado ha sido, en todos sentidos, dig-
no de su gran maestro. En Patología no ha tenido, anteriormente, más
posible competidor que Morgagni, y posteriormente a él, ninguno. Su Pa-
tología celular (1858) pone en juego un nuevo punto de vista, presentan-
do el cuerpo como «un estado celular, en el que cada célula es un ciuda-
dano»; la enfermedad es, «sencillamente, un conflicto entre ciudadanos de
este estado, determinado por la acción de fuerzas exteriores». El aforis-
mo de Virchow, «Omnis cellula e cellula>, demuestra que el desarrollo
celular no es discontinuo, como habían supuesto Schleiden y Schwann, y
que no hay células específicas en la enfermedad, sino simples modificado-
202 HISTORIA DE LA MEDICINA
nes de los tipos fisiológicos. En otros términos: «Una nueva producción
de células supone siempre la existencia anterior de células.» Este punto
de vista morfológico ha sido la base de su obra sobre los tumores (1863
a 6j) [1], que trata de aquellas formaciones como nuevas producciones
fisiológicamente independientes de alguna estructura histiode o celular.
Los dos errores más salientes de la patología celular fueron las teorías de
que el contenido celular es el carácter esencial de todo el organismo, y de
que no puede haber diapedesis de las células sanguíneas, lo que poste-
riormente fué corregido por Cohnheim.
Virchow ha sido el primero en observar y definir la leucocitosis, y en 1845, si-
multáneamente con el estudio clínico de John Hughes Bennett, describió la leuce-
mia como sangre blanca (2): En 1846, separó la piemia de la septicemia, y entre
los años 1846 y 1856 creó la doctrina de la embolia (3), su más distinguida obra en
Patología y una de las más personales en todos los aspectos. Antes de Virchow,
como ya hemos dicho, John Hunter y Cruveilhier habían, ambos, observado la
trombosis como una consecuencia de la flebitis, admitiendo, además, a ésta como
primer factor de la piemia. Virchow revolucionó los conocimientos existentes, de-
mostrando que el trombus es la condición primaria en la flebitis. Sus estudios acer-
ca de la embolia están apoyados en los experimentos, siendo Virchow el primero
que ha consignado sus variedades cerebral y pulmonar. En 1856 ha demostrado la
naturaleza embólica de los tapones arteriales en la endocarditis maligna, atribu-
yendo su aparición a los parásitos. Como parasitólogo, ha realizado, además, una
Dueña obra a propósito de la triquinosis (1859-70) y ha descubierto las formas sar-
cínica y aspergíllica en la micosis del pulmón y de los bronquios. Ha expuesto tam-
bién las verdaderas relaciones existentes entre el lupus y la tuberculosis, introdu-
cido nuevos conceptos patológicos como agenesia, heterotopia, ocronosis, y ha sido
el primero en describir la leontiasis ósea, el hematoma de la duramadre y la hypo-
plasia aórtica, con corazón retraído en las muchachas cloróticas (1872). En 1861 dio
el nombre de «artritis deformante» al reumatismo gotoso. En Histología ha reali-
zado dos importantes descubrimientos: la neuroglia (1846) [4] y las especiales vainas
linfáticas de las arterias cerebrales (1851). Ha hecho centenares de contribuciones
a la antropología (su predilección especial), para el gran atlas de Crania eihnica
americana, preparado «en memoria de Colón y del descubrimiento de América»
(1892), y para sus bien conocidos artículos acerca de los caracteres raciales y ano-
malías, antropometría y antropología física de los alemanes, datos históricos, sífilis
prehistórica, tatuajes y reliquias de la guerra de Troya. A la historia de la Medici-
na ha contribuido con muy importantes monografías a propósito de las leproserías
v de los otros hospitales durante la Edad Media, con biografías de Morgagni, de
Johannes Mttller y de SchOnlein, y ha sido el primero en escribir sobre la Medicina
en relación con las Bellas Artes (1861) [5]; pero esta pequeña contribución ha sido
extraordinariamente sobrepasada en el mismo año por la completa monografía de
K. F. H. Marx, en la que casi todas las pinturas relativas a la medicina se encuen-
tran catalogadas y clasificadas (6).
(1) Virchow: Die krankhaften Geschwülste, Berlín, 1863-67.
(2) Froriep's Neue .\otizcn a. d. (¡eb. d. Nat. u. Ileilk, Weimar, 1845; XXXVI,
páginas 151-155-
(t,) Beitr. t exper. Path. (Traube), Berlín, 1846; II, páginas 227-380; y Virchow:
\bhandl '.. Francfort, a. M., 1856; páginas 219-732.
(4) Arch. f. path. Anal., Berlín, 1854; VI, páginas 135-138.
Berlín, 1861; XXII, páginas m>o-i<)2.
(6) Marx: Ueber die Beziehungen der darstellenden Kunst zur HeÜkunxt* Abhandl,
d. k, (¡cscllsch. d. Wissensch. zu Góttingen, 186 1-2; X, páginas 3-74-
EL SIGLO XIX 203
Personalmente, Virchow era una figura pequeña, elástica, profesional,
con ojos penetrantes y negros, vivo y ágil de cuerpo y de espíritu, con
algo de raza eslava, algo como un pájaro en la morgue o en una bibliote-
ca, atacando la desatención o la incompetencia con un rápido sarcasmo.
Sin embargo, él era generoso, magnánimo y de espíritu amplio, y nadie
que «obrase bien» quedaría perdido de su vista o de su memoria. En edad
avanzada, Virchow, siempre «liberal en la política», se volvió «reacciona-
rio en ciencia»; pero el amor a la verdad, la generosidad en las palabras
y en las acciones, constituyeron siempre la esencia de su juventud y de
su madurez. Toda su vida ha sido vivo y ardiente en las discusiones. Co-
menzó su carrera atacando violentamente la teoría de la «crasis» de Ro-
kitansky, con el resultado de que el patólogo vienes suprimió todo lo re-
lativo al asunto en la segunda edición de su obra, y posteriormente nun-
ca volvió a hacer referencia a ello. Aparte de esto, nadie ha tributado en
la literatura mejores ni más grandes elogios a la parte notable de la obra
de Rokitansky que Virchow. Posteriormente, encontramos las disputas
con Hughes Bennet a propósito de la leucemia y su destrucción del dog-
ma de Cruveilhier de que la flebitis constituye la totalidad de la patolo-
gía. Al propio tiempo, él animaba alegremente a Cohnheim a combatir la
teoría de Virchow de la no emigración de las células sanguíneas. Pensan-
do que el sistema nervioso no es un centro trófico y que no puede presi-
dir la nutrición de las partes periféricas, Virchow se negó a ver en las le-
siones articulares de los atáxicos de Charcot nada de ataxia, sino una le-
sión puramente local. Creía en la dualidad de la tuberculosis. Era opuesto
a las doctrinas darwinistas, y los nuevos puntos de vista de Behring y de
Koch, relativas a las toxinas y antitoxinas, fueron difícilmente aceptados
por el hombre que había obliterado la patología humoral. Las peculiari-
dades del cráneo de Neanderthal fueron tercamente atribuidas por Vir-
chow a una enfermedad. Una bomba caída por accidente, durante la gue-
rra de 1870-71, en el Museo de Historia Natural de París, dio motivo a
Quatrefages para escribir indignado un artículo en el que afirmaba que
los prusianos no eran germánicos, sino una bárbara y destructora raza
mongola. Esto excitó el patriotismo de Virchow hasta el extremo de pro-
ducir un colosal censo público del color de los ojos y del pelo de seis mi-
llones de niños de las escuelas alemanas, el carácter oficialmente solemne,
del cual parece que produjo un extraordinario terror en alguno de los
niños. La vista de una caricatura del Simplicissimus, de Grimmelshausen,
parece que le causó la misma indignación que experimentó Wordsworth
cuando oyó los primeros versos de la «Oda a una urna griega», de Keat.
Podemos muy bien dejar a un lado todas estas extravagancias teniendo en
cuenta la generosidad con que él tomó la defensa de Pasteur, el tributo de
204
HISTORIA DE LA MEDICINA
distinción al departamento médico del ejército americano y las pondera-
ciones y alabanzas que, como coronas de laurel, ha dejado sobre las tum-
bas de muchos de sus prodecesores y contemporáneos. Por encima de
todo, ha sido, por lo que hace referencia al valor cívico, el ideal del hom-
bre moderno. El no ha creído en la burguesía sin fe y agiotista, sino que
ha abrazado ardientemente la causa de aquellos que trabajan por el bien
de todos. Su defensa durante toda su
vida de los derechos de la humani-
dad trabajadora, valientemente soste-
nida en el tan severo gobierno militar
prusiano, demuestran el género de
fibra de que estaba hecho.
De los discípulos de Virchow, el
más eminente es Julius Cohnheim
(1839-1884), de Demmin, Pomera-
nia, quien, después de haber servido
como cirujano del ejército prusiano
durante la guerra de Austria (1864
a 65), fué ayudante en el Instituto de
Patología, y, posteriormente, profe-
sor de Patología en K¡el (1868-72),
Breslau(l872-/8) y Leipzig(i8;8-84).
Con Willy Kühne, Cohnheim llevó a
cabo importantes investigacionesacer-
ca de los fermentos formadores del
azúcar (1863) [ij; pero su disertación
inaugural a propósito de la inflama-
ción de las membranas serosas señala su tendencia como investigador en
patología e histología experimentales.
Ha ideado el método de las preparaciones frescas y congeladas en la labor his-
tológica; ha investigado las terminaciones nerviosas en los músculos por medio de
las sales de plata; ha descubierto el campo en mosaico, que lleva su nombre, en las
secciones transversales de los músculos (1865) Y ha sido el primero en utilizar, con
brillantes resultados, las sales de oro, en sus estudios de las terminaciones nervio-
sas en la córnea 1867). $us monografías sobre la inflamación y la supuración
(1867-73) [2] revolucionaron la patología, demostrando, en directa oposición a lo
que enseñaba Virchow, que el rasgo característico de la inflamaciones el paso de
los glóbulos blaní os a través de las paredes de los capilares y que los glóbulos de
pus ^on formados de este modo a expensas dé la sangre. La diapedesis había sido
lada va por Addison; pero los ( xperimentos de Cohnheim han demostrado la
Julius Colinhcim (1839-84).
(Colección de A. C. Klebs. )
(\) Arch. f. path. Anat. (etc.), Berlín, 1863; XXVII, páginas 241-253.
(2; ,\nu- ' titer sue hungen über die /'.ntzündung, Berlín, 1873.»
ÉL SIGLO XIX 20$
emigración directa de los leucocitos coloreados hacia un centro de inflamación en
la córnea. A esto siguieron importantes trabajos a propósito del estasis venoso
(1867) y de la relación de las arterias terminales con el proceso embólico (1872).
El máximo perfeccionamiento experimental de Cohnheim se señala
por su inoculación, seguida de éxito, de la tuberculosis en la cámara ante-
rior del ojo del conejo (1877) [i], que Weigert ha descrito ingeniosamen-
te como una demostración in oculo ad oculos. Dos años antes, Robert Koch
había demostrado sus colonias de Bacillus anthracis, y Cohnheim había
hecho la afirmación profética de que Koch sobrepujaría a todos en este
terreno. Los últimos años de la vida de Cohnheim se ven afligidos por se-
veras complicaciones de la gota, su antiguo enemigo, y su brillante carre-
rra se vio pronto interrumpida a la temprana edad de cuarenta y cinco
años. Se le describe como un hombre robusto, alegre, de enérgico carác-
ter, de rápido y seguro lenguaje, con gran poder de ingenio y de sarcas-
mo. Entre sus discípulos figuran Heidenhain, Litten, Lichtheim, Welch,
Ehrlich, Neisser y Weigert, en Breslau, y Roy y Councilman, en
Leipzig.
Cari Weigert ( 1 845 -J 904), de Münsterberg (Silesia), es famoso por
sus investigaciones sobre la anatomía patológica de la viruela (1874-75) [2]
y de la enfermedad de Bright (1879) [3] y por el hecho de haber sido el
primero en colorear las bacterias ( 1 8 7 1 ) [4], en cuya coloración ha obte-
nido últimamente gran éxito con las anilinas (1875) [5]- Ha introducido
muchos perfeccionamientos en la coloración diferencial del sistema ner-
vioso, especialmente con la fuchsina acida (1882). Ha hecho, además, in-
vestigaciones sobre la neuroglia ( 1 890-95) y la necrosis de coagulación
(1880); ha descrito la tuberculosis de las venas y ha establecido la bien
conocida «ley> cuantitativa de que la reparación de un tejido lesio-
nado es siempre mayor de lo necesario.
Entre los especiales estudios patológicos de este período figuran los de Ludwig
Traube (1855), Hermann Senator (1873), Carl von Liebermeister (1875) y Ernst von
Leyden (1870-79), sobre la patología de la fiebre; los de Peter Ludwig Panum
(1820-85), sobre la patología especial de la embolia (1863-64); de Thomas Bevill
Peacock, sobre los defectos de conformación del corazón humano (1866); de Cari
Thiersch, sobre necrosis fosfórica de los huesos (1867); de Wilhelm Waldeyer, so-
bre el desarrollo del cáncer (1867-72); de F. D. von Recklinghausen, sobre el adeno-
mioma y el neurofibroma (1882); de Paul Grawitz, sobre el origen de los tumores
renales a expensas del tejido suprarrenal (1884); de Julius Wolff, sobre la ley de
(1) Die Tuberkulose vom Standpunkt der Infektionslehre, Leipzig, 1880.
(2) Weigert: Anatomische Beitrage zur Lehre von den Pocken, Breslau, 1874-75.
(3) Samml. klin. Vortrdge, Leipzig, 1879, num. 162 y 163 (Inner e Med., num. 55,
páginas 1411-1460).
(4) Centralbl.f. d.med. Wissensch., Berlín, 187 1; IX, páginas 609-61 1.
(5) Jahresber. d. schles. Gesellsch. f. vaterL Cultur, 1875, Breslau, 1876; Lili,
página 229.
2o6 HISTORIA DE LA MEDICINA
transformación de los huesos (1892); de Paul Ehrlich y Adolf Lazarus, sobre ane-
mia (1898). Entre los americanos, William Pepper (1843-98) ha descrito los cambios
experimentados por la médula ósea en la anemia perniciosa (1875); William Henry
Welch (1850) ha investigado el edema agudo del pulmón (1877) y Ia embolia y la
trombosis (1899); Reginald Heber Fitz (1843- 19 13) ha dado concluy entes demostra-
ciones de la patología de la inflamación perforante del apéndice vermicular (1886),
de la pancreatitis hemorrágica con necrosis adiposa (1889), y ha descrito el lipoma
intrapleurítico del mediastino; Christian Fenger (1840-1902), de Chicago, ha sido el
primer maestro de este asunto en la región central del Oeste; Ludwig Hektoen
(1863), de Westby (Wiscousin) ha llevado a cabo una buena obra a propósito de la
patología experimental de la cirrosis atrófica (1901), del sarampión (191 1) y del ais-
lamiento de los anticuerpos. Martin H. Fischer (1879), de Cincinnati, ha llevado a
cabo estudios experimentales sobre el edema (1910) y la nefritis (1912).
Los estudios de Ehrlich, Peyton y Rous, W. S. Lazarus Barlow, Maud Slye,
E. E. Tyzcer y otros, sobre el cáncer, son de gran interés.
Continuando las obras del siglo xvm de Astruc (1743), Gaub (1758), Morgagni
(1761), Matthew Baillie (1791) y Kurt Sprengel (1795-97), la patología ha sido objeto
de tratados especiales de Cari Friedrich Burdach (1808), J. W. H. Conradi (181 1),
A. F. Chomel (1817), E. D. A. Bartels (1819), J. C. C. F. M. Lobstein (1829-33), Her-
bert Mayo (1836) y Thomas Hodgkin (1836-40).
El primer tratado completo de Patología, publicado en inglés, ha sido el
de Samuel David Gross (Boston, 1839), que ha sido seguido de los tratados de
Rokitansky (1842-46), Jacob Henle (1846-51), Alfred Stillé (1848), Salvatore de Ren-
zi (1856), Virchow (1858), Samuel Wilks (1859), P. Uhle y E. Wagner (1862), Eduard
Rindfleisch (1867-69), Victor Cornil y L. Ranvier (1867-76), T. H. Green (187 1),
F. V. Birch-Hirschfeld (1876), Cohnheim (1877-80), Ernst Ziegler (1881), Sims
Woodhead (1883), Henri Hallopeau (1884), Francis Delafield y T. Mitchell Prudden
(1885), Edwin Klebs (1887), D. J. Hamilton (1889-94), V. V. Podwyssotsky (1891-94),
Anton Weichselbaum (1892), Otto Bollinger (1896-97), Alfred Stengel (1898), Har-
vey R. Gailord y Ludwig Aschoff (1901), Ludwig Hektoen y David Riesman (1901
a 1902), Guido Banti (1905-07') y John George Adami (1908-12).
Notables atlas ilustrados de Patología son los de Johann Friedrich Meckel (181 7
a 26), Jean Cruveilhier (1829-42), Alexander Auvert(i856),F. A.Thierfelder(i872-8i),
The Sydenham Society (1877-1906), Alfred Kast y Theodor Rumpel (1892-97) y Paul
Crawitz (1893).
Importantes obras de Patología experimental son las de Ludwig Traube (187 1
a 78), Claudio Bernard (1872), Salomon Strieker (1877), Victor Paschutin (1885) y Paul
Ehrlich (1909) y las monografías de August Hirsch (1860-64), Andrew Davidson
(1892) y Frank G. Clemow (1903) sobre Patologia geográfica, John William Ballan-
tyne sobre Patología fetal (1902-04) y F. B. Mallory y J. H. Wright sobre Técnica
patológica.
Los fundadores de la Bacteriología son Louis Pasteur y Robert Koch,
siendo el primero, además, el creador de la teoría moderna de las inocu-
laciones preventivas, y el último, aquel a quien principalmente debemos
el desenvolvimiento de la teoría correcta de la especificidad de las enfer-
medades infecciosas.
Antes de la época <i'- Pasteur, Leeuwenhoek había visto los protozoos (1687) al
micro» opio. Agostino Bassi 1 1774-1K56) demostró que la enfermedad de los gusa-
nos <!<• Beda era deluda a la presencia de microorganismos (1836); John Goodsir ha
descrito las Barcinas del estómago (1842); Casimir Davaine, el microorganismo del
carbunco (1865;, y Ferdinand Colin, los < aracteres morfológicos y botánicos de las
bacterial 1870 Antes del tiempo de Koch, Kircher (1658), Plenciz (1762) y líenle
Í1840) h.in emitido jra la teoría de un Contagium animatum; Hermann Klenckc ha
demostrado que la tuberculosis puede Ber transmitida p<>r la leche de vacas (1846);
[ean-AntOÍne-WÜlemÍD (1827-92; ha podido demostrar que el virus tuberculoso es
tfico e Inoculable, en una serie de experimentos magistrales (1868), que han
EL SIGLO XIX
207
sido confirmados por ulteriores observaciones de Edwin Klebs (1873), L. A. Thaon
y J. J. Grancher (1873) y Julius Cohnheim (1880).
Louis Pasteur (1822-95), natural de Dole (Jura) e hijo de un viejo sol-
dado de Napoleón, y curtidor en su localidad. En su juventud se distin-
guió Pasteur por su gran habilidad para dibujar retratos y, además, por ser
un entusiasta e inofensivo pescador. Despertado por el llamamiento del
deber, acudió a realizar sus estudios en Besangon, donde adquirió inte-
rés por la Química, graduándose en la Escuela Normal de París en 1 847.
Después de esto fué, sucesivamente,
profesor de Física en el Liceo de Di-
jon (1848), profesor de Química (185 2
a 54) en la Universidad de Estras-
burgo, decano y profesor de Quími-
ca en la Facultad de Ciencias de Li-
lle (1854-57), director de Estudios
científicos en la Escuela Normal de
París (1857-63), profesor de Geología
y de Química en la Escuela de Be-
llas Artes (1863-67), profesor de Quí-
mica en la Sorbona, ( 1 867-89) y di-
rector del Instituto Pasteur (1889-95).
Como se lee en las inscripciones de
los arcos que coronan su tumba, Pas-
teur es famoso por su labor sobre la
disimetría molecular (1848), la fer-
mentación (1857), Ia generación es-
pontánea (1862), enfermedades del vino (1863), enfermedades del gusano de
seda (1865), microorganismos de la cerveza (1871), enfermedades virulen-
tas (carbunco, cólera de las gallinas) [1877] y vacunaciones preventivas
(1880), especialmente de la hidrofobia (1885).
El primero de éstos, sus clásicas investigaciones de la conversión del dextró-
giro ácido tártrico en formas inactivas (ácidos racémico y mesotartárico) y su des-
cubrimiento del desdoblamiento del ácido racémico en ácido tártrico levo y dex-
trógiro por medio de substancias ópticamente activas, le hicieron ganar la medalla
Rumford, de la Royal Society (1856), e indudablemente dieron motivo a la labor
de van't Hoff y Le Bel sobre estereoquímica y química del espacio. Estos estudios
dieron también ocasión a Pasteur para el estudio de los fermentos y de los micro-
organismos por medio de su experimento inicial de la fermentación inducida en
el ácido racémico por medio de la albúmina, causando la destrucción de los pro-
ductos dextrógiros por los microorganismos fermentativos. A éstos siguieron los
estudios de las levaduras de la cerveza y de la fermentación del ácido láctico, de
los que resultó el descubrimiento de la bacteria del ácido láctico y el rebatir los
errores en que habían incurrido Liebig y hasta el propio Helmholtz, respecto de
la significación de la fermentación. El inmediato descubrimiento del carácter anae-
robio de la bacteria de la fermentación butírica introdujo los conceptos de anaero-
Louis Pasteui (1822-95)
2o8 HISTORIA DE LA MEDICINA
bismo y aerobismo. Una comparación, de redomas con levaduras sembradas en
medios nutritivos, alguna de las cuales había sido esterilizada, demostró el papel
de los microorganismos en el cambio atmosférico del oxígeno en bióxido carbó-
nico (i 86 1). Sus disputas con Powchet a propósito de la generación espontánea
estaban obscurecidas por el hecho de que la infusión de heno de Pouchet era de
más difícil esterilización que la infusión de levadura empleada por Pasteur; pero
este último terminó por vencer en la contienda, obteniendo un premio y ser nom-
brado miembro de la Academia de Ciencias (i). Hacia el mismo tiempo, aproxi-
madamente, descubrió que la película, tan necesaria para la formación del vina-
gre a expensas del vino, estaba constituida por pequeños microorganismos redon-
deados (Mycoderma aceti). La investigación de la fermentación acética (2) destru-
yó la doctrina mecánica de Liebig sobre este acto, y dio ocasión a Pasteur para
estudiar las causas que perjudicaban las grandes industrias de su región, la del
vino, la de la seda y la de la lana. En 1867, la industria del vino en Francia dejó
un beneficio de 500 millones de francos para la nación, y este beneficio fué en
gran parte debido al descubrimiento de Pasteur de que el ataque al vino por los
microorganismos puede ser prevenido por la esterilización parcial por el calor
(pasteurización) a una temperatura de 55 a 60o, sin ninguna alteración del gusto
ni del bouquet de los caldos (1863-65). Este procedimiento se aplica actualmente a
todos los alimentos alterables, y resulta de incalculable importancia en la nutri-
ción de los niños. En 1849, la industria de la seda en Francia comenzó a hacer cri-
sis a causa de la enfermedad de los gusanos llamada pébrine. En 1861, la renta
anual por este concepto había descendido desde 130 hasta ocho millones de fran-
cos, y además había necesidad de gastar enormes sumas en importar huevos sanos
de gusano de seda desde España, Italia y el Japón. Las plantaciones de moreras
de los Cevennes iban abandonándose, y en* 1865 se recurría al Estado en súplica
de que remediase este desastre. En una pequeña casa cerca de Alais, Pasteur y
sus ayudantes estuvieron trabajando por espacio de cinco años en un problema
aparentemente insoluble, y aun después de haber aquél descubierto la causa y la
profilaxia de la pébrine, vino esta nueva causa de desesperación;: II y a deux ma-
ladies!'Esta segunda enfermedad, la flácherie, fué dominada a tiempo (3), pero a
un precio bien terrible, la muerte de una de sus hijas y el molesto incidente de
verse perseguido por una ruda e injusta crítica de sus procedimientos, lo que le
determinó la aparición de un grave ataque de parálisis. Su misma satisfacción por
aquellas muestras de reconocimiento, como el grado de doctor por la Universidad
de Bonn, un premio del Gobierno de Austria, el nombramiento de miembro de
la Royal Society y el nombramiento de senador, fué amargada por la declaración
de la guerra franco-prusiana. Devolvió a Bonn el diploma y se consagró al estudio
de librar a la cerveza de los microorganismos, demostrando nuevamente las ven-
tajas de la pasteurización (4). Hacia esta misma época, su definición del fermento
como «una forma viviente que se produce a expensas de un germen», se veía con-
testada por un trabajo postumo de Claudio Bernard (5); pero, en 1874, Lister le
enviaba su célebre carta reconociendo el valor de la obra pasteuriana en relación
con la antisepsia quirúrgica. De este modo, Pasteur se iba transformando lenta-
mente de químico en médico, especialmente por el modo de tratar el problema de
Las '-ní< rmedades infecciosas. En los estudios sobre el carbunco le precedieron
Davaine. que había descubierto la bacteridia y demostrado que la virulencia de la
enfermedad era proporcional al número de bacterias existentes (1850-65); Klebs,
que indicó que el virus carbuncoso era no filtrable, supuesto que los filtrados no
pueden producir l.i enfermedad (1871), y Koch, que ha sido el primero en obtener
t ultivos puros del bacilo del ántrax, en describir toda la historia natural del mismo
y sus rel;i< iones con la enfermedad (1877). Pasteur confirmó los resultados obteni-
dos por Koch, y preparó el discutido problema de un virus separado, llevando los
(1) Compt. rend. lead. d. S'c París, i860; L, páginas 303 v 849; LI, páginas 348
675; 1864, IA ill, pág. si; 1865, L XI, pág. 1091.
(2) Etudes sur le viu, París, 1866.
(3) Etudes sur les maladies des vers a soie, París, 1870.
(4) Etudes sur la biere, París, [876.
(5; Bernard: Rev. seieut., París, 1879; XV, páginas 49 y S6-
EL SIGLO XIX 209
bacilos a través de cientos de generaciones y produciendo el carbunco al final de
la serie (1). Al propio tiempo descubría, con Jouberty Chamberland, el bacilo del
edema maligno (vibrión séptico), el primer hallazgo de un microorganismo anaero-
bio, de carácter patógeno; y demostró las relaciones existentes entre el calor ani-
mal y la virulencia microbiana. Comoquiera que él no prestó ninguna importancia
a los aspectos morfológicos de la microbiología, se olvida algunas veces que ha
descubierto los estafilococos piógenos en el divieso como microbios en grupos de gra-
nos y los estreptococos piógenos como ?nicrobios en rosarios de granos (1878-9) [2].
Su descubrimiento de las vacunas preventivas fué debido al hecho accidental de
que los cultivos virulentos del virus del cólera de las gallinas, durante unas vaca-
ciones, se volvieron estériles e inactivos, y cuando fueron inyectados se descubrió
el acto como una vacuna preventiva contra una subsiguiente inoculación de un
cultivo completamente virulento. Los virus atenuados podían ser llevados a tra-
vés de diferentes generaciones, conservando siempre su propiedad inmuniza-
dora.
En 1 88 1 obtuvo el éxito de producir una vacuna contra el carbunco, cuya inyec-
ción hacía descender la horrible mortalidad de aquél hasta el 1 por 100 en los car-
neros, y 0,34 por 100 en el ganado vacuno. Los experimentos con los virus del án-
trax, del cólera de las gallinas y de la erisipela del cerdo (rouget des por es) demos-
traron el principio de que las propiedades patogénicas de un virus pueden ser
atenuadas o reforzadas por medio de los pases a través del organismo de anima-
les apropiados, y nos dejó uno de los más luminosos pensamientos en la historia
de la ciencia: el de que el origen o la extinción de las enfermedades infecciosas
en el pasado (sífilis, por ejemplo) puede ser simplemente debido al refuerzo o al
despertar de su virus por condiciones externas o por alguna circunstancia extra-
ña. Este principio fué aplicado con éxito contra el carbunco en los rebaños próxi-
mos a Chartres, y en las vacunas preventivas contra la hidrofobia, sirviendo en
éstas de medio de cultivo la médula espinal del animal infectado (3). El primer
enfermo de Pasteur fué Joseph Meister, un muchacho alsaciano, mordido terrible-
mente por un perro rabioso y que fué tratado con éxito en julio de 1885. Poco
tiempo después se inauguraba el Instituto Pasteur y se fundaban en todas partes
del mundo institutos especiales para las inoculaciones contra la hidrofobia. En
aquél trabajó Pasteur hasta el fin de su vida, con discípulos tan brillantes como
Metchnikoff, Roux, Yersin, Calmette, Chamberland y Pottevin. Con Ch. Chamber-
land ha inventado el célebre filtro que ha llevado después su nombre, en tanto que
Roux realizaba la labor, que hacía época, sobre Ja toxina diftérica; Metchnikoff,
sus trabajos sobre la fagocitosis y el bacilo láctico; Alexandre Yersin, sobre el ba-
cilo de la peste, y Albert Calmette, sobre el suero contra la mordedura de las ser-
pientes venenosas.
Los últimos años de Pasteur se vieron colmados de honores, que lle-
gaban a él desde todas las partes del mundo, y, después de su muerte, un
magnífico mausoleo para sus restos, copiado de la tumba de Gala Placi-
dia, en Rávena, fué construido por su familia en el Instituto Pasteur. Pro-
fundamente religioso, intensamente serio, dotado con una inteligencia cuya
cualidad ha sido comparada por Roux a la llama de un soplete, Pasteur
era un sensitivo, que padeció indebidamente en su vida por las capciosas
cavilaciones de los hombres pequeños. La devolución del diploma de la
genial Universidad rheniana de Bonn puede únicamente ser explicada por
su exagerada, casi infantil, devoción por su tierra natal. La cursilería lite-
(1) Compt. rend. Acad. d. Se, París, 1880; XCI, páginas 86, 455 y 697> l88l> XCII,
página 209.
(2) ibidem, 1880; XC, páginas 1033 y 1044.
(3) Ibidem, 1885; CI, pág. 765; 1886, CU, páginas 459 y 835; CIII, pág. 777.
Historia db la Medicina. — Tomo II 14
2 10
HISTORIA DE LA MEDICINA
raria ha declamado demasiado acerca de su < origen aldeano >; pero el hom-
bre en sí era positivamente un caballero de aquellos descritos por Words-
worth y por el cardenal Newman, uno ae los que nunca producen sufri-
mientos ni molestias innecesarias a nadie. Su simpatía hacia los sufrimien-
tos o enfermedades de los animales era de un género tal, que hubiera po-
dido parecer cómica, dice Roux,a no haber sido tan conmovedora. Podemos
presentar a sus discípulos como testimonio de su facultad para establecer
inmediatamente una relación de simpatía entre él mismo y todo el que se
interesase por su obra, y su simpatía se iba extendiendo por círculos, como
en la parábola de Emerson: des-
de el grupo íntimo de su fami-
lia y sus discípulos se extiende
a Jos naturales (incluso anima-
les) de su país natal, y abraza,
por último, toda la raza huma-
na (i). Su fondo humanitario
era de aquel poco frecuente y
noble género que, según las
palabras de Emerson, «de-
muestra en sí mismo no ser
mortal, sino propio de la pro-
fundidad del ser absoluto y
eterno.»
Robert Koch (i843-i9io),de
Klausthal (Hannover), fué edu-
cado en el Gymnasium de su
ciudad local, tomando el grado de médico en Góttingen (i860), don-
de se encontró profundamente influenciado por las enseñanzas de Ja-
cob Hen le, cuya teoría del contagio (1840) pudo ser tomada por Koch
como bandera de la labor científica de su vida. Después de haber ser-
vido en la guerra franco-prusiana, Koch fué médico de distrito (Kreis-
physicus) en Wollstein, donde amenizaba la monotonía de sus jorna-
das por las carreteras del distrito con sus estudios privados. Comenzó
con el ántrax, y en abril de 1 876 escribió al eminente botánico Ferdinand
Cohn, en Breslau, acerca del efecto que había experimentado al concluir
el estudio de la esporulación del bacilo antrhacis. Algunas semanas más
tarde daba, por invitación de Cohn, una demostración, en tres días, de
sus métodos de cultivo y de los resultados obtenidos, en el Instituto Bo-
Robert Koch (1843-1910). (Cortesía del Capitán Henry
J. Nichols, del Ejército de los Estados Unidos.)
(í) HI autor ha tenido el privilegio <!<• oír un estudio sobre Pasteur, en el cufj
s cualidades quedaban expresivamente puestas de manifiestef por uno
de su.^ clls< ípulOB.
EL SIGLO XIX 211
tánico de Breslau y en presencia de Cohn, Weigert, Auerbach, Traube,
Cohnheim y otros. Este último declaró que el de Koch era el más grande
de los descubrimientos de Bacteriología, y Cohn publicó inmediatamen-
te su trabajo en sus Beitrage (julio, 1876) [i]. Esta memoria demostraba
que el bacilo antrhacis era la causa de la enfermedad, y que un cultivo
puro del mismo, mantenido fuera del organismo por el término de varias
generaciones, puede producir la enfermedad en diferentes animales. Los
resultados de Koch fueron violentamente combatidos por Paul Bert, pero
confirmados completamente por Pasteur. En noviembre de 1 877, Koch pu-
blicó inmediatamente sus métodos de fijación y coloración de las pestañas
microbianas en cubreobjetos, o coloreándoles por las anilinas según el
método de Weigert de colorear las flagelas, y de fotografiar las bacterias
para su comparación e identificación (2). En 1 878 apareció su gran me-
moria sobre la etiología de las enfermedades infecciosas traumáticas (3),
en la que se describían las bacterias de seis gérmenes diferentes de infec-
ción quirúrgica, con sus respectivos caracteres, habiéndose llegado a la
verdadera obtención de cada especial bacteria por varias generaciones in
vitro o a través de los animales. Estas tres memorias elevaron a Koch al
primer rango entre las autoridades de la ciencia médica, y, gracias a la in-
fluencia de Cohnheim, fué llevado a la vacante del Departamento Impe-
rial de Higiene (Kaiserlickes Gesundheitsamt)y con Loffer y Gaffky como
ayudantes, en 1880. Aquí, en 1881, publicó su importante trabajo acerca
del método de obtener cultivos puros de los microorganismos vertiendo la
gelatina líquida con caldo en placas de cristal, donde se dejaba solidifi-
car (4). Cuando Koch mostró sus placas de cultivos en el Congreso Médi-
co Internacional de Londres, se dice que Pasteur se había lanzado hacia
adelante, exclamando: C est un grand progrés, y así se ha demostrado. El
año 1882 está señalado por el descubrimiento del bacilo de la tuberculo-
sis, conseguido por procedimientos especiales de cultivo y de coloración.
Este trabajo (5) contiene por primera vez el «postulado de Koch», esta-
bleciendo el carácter patogénico de un microorganismo dado, lo que ya
había sido bosquejado por Henle (6) y por Edwin Klebs (7). Hacia el mis-
(1) Cohn 's Beitr.z. Morphol, d. PJlanzen, Breslau, 1876-7111, págs.277-310, ilámina.
(2) Ibidem, páginas 399-434, tres láminas.
(3) Untersuchungen über die Aetiologie der Wundinfecktionskrankheiien, Ber-
lín, 1878.
(4) Mith. a. d. Kaiserl. Gesutidheitsamte., Berlín, 1881; I, págs. 1-48, 14 láminas.
(5) Ber. klin. H ochenschr., 1882; XXI, páginas 221-230. El bacilo ha sido pro-
bablemente visto, pero no identificado, en su causal relación, por Aufrecht (1881)
y Baumgarten (1882).
(b) Henle: Pathologische Untersuchungen, Berlín, 1840; pág. 43.
(7) Klebs: Amtl. Ber. d. jo Versamml.deutsch. Aaturf. u. Aerzie% München, 1877
página 49-
2i2 HISTORIA DE LA MEDICINA
mo tiempo, Koch y sus discípulos introducían la esterilización por el ca-
lor seco y por el vapor. En 1883, Koch, a la cabeza de la Comisión Ale-
mana para el cólera, visitó el Egipto y la India, descubrió el vibrión colé-
rico (i), su transmisión por el agua de beber, por los alimentos y los ves-
tidos, e incidentalmente descubrió los microorganismos de la oftalmía de
Egipto o conjuntivitis infecciosa (bacilo de Koch- Weeks) [2], por cuyos
resultados recibió del Gobierno prusiano un donativo de 100.000 marcos.
En 1885 fué nombrado profesor de Higiene y Bacteriología de la Univer-
sidad de Berlín, viéndose sus laboratorios inmediatamente llenos de dis-
cípulos de todas partes del mundo, entre los que han figurado Gaffky,
Lóffler, Pfeiffer, Welch y Kitasato.
En el décimo Congreso Médico Internacional de Berlín, en 1890, Koch anunció
su creencia de que había encontrado el remedio de la tuberculosis. La introducción
de la tuberculina (3) fué un error, por el hecho de fiaber sido prematuramente to-
mada en cuenta, saludado desde todas las partes del mundo como el más grande
de los acontecimientos científicos, lloviendo sobre su descubridor honores y felici-
taciones de todo género. Sin embargo, el mismo autor había reducido sus aspira-
ciones a la sola posibilidad de curación en los casos antiguos de tisis; pero las gran-
des esperanzas que había hecho nacer el remedio no fueron confirmadas por el
tiempo, y el número de fracasos y de casos desgraciados hizo perder la confianza
a la profesión; pero disminuyó realmente poco la reputación de Koch, sobre todo
desde que se descubrió que la tuberculina constituye el medio más fidedigno de
diagnóstico de la tuberculosis. En 1 891, el Instituto para Enfermedades Infeccio-
sas fué fundado en Berlín, y quedó bajo su dirección hasta que, en 1904, la resignó
en favor de su discípulo Gaffky. En 1892, sus ideas fueron aplicadas al combate
del cólera de Hamburgo, y en 1893 escribió un importante artículo a propósito de
las epidemias producidas por el agua, demostrando que pueden ser ampliamente
prevenidas por medio de la apropiada filtración del agua (4). En 1896 ha investiga-
do la peste bovina en el Sur de Africa, y a petición del Gobierno inglés inventó un
método de inoculación preventiva y llevó a cabo importantes estudios a propósito
de la fiebre de Tejas, de la fiebre del agua negra, de la malaria tropical, de la su-
rra y de la peste (5). En 1897 produjo la nueva tuberculina (T. R.), y en 1898 inves-
tigó el paludismo en Italia. En el Congreso de la Tuberculosis de Londres (1900)
enunció su punto de vista de que los bacilos de la tuberculosis bovina y humana,
que habían sido separados y estudiados por Theobald Smith en 1898, no eran idén-
ticos, existiendo muy poco peligro por la transmisión del tipo bovino al hombre.
Estos puntos de vista han sido reiterados en el Congreso de Washington de 1908, y
en ambas ocasiones han suscitado violentas controversias, aunque en la actualidad
la opinión, en general, parece inclinarse más bien en favor del modo de pensar de
Koch.
En [90a ha estudiado la liebre del agua roja de Rodesia (Küstenficber), enfer-
medad de los caballos, tripanosomiasis y fiebre recurrente en el Africa Oriental
Alemana, y en el mismo ;mo h.i establecido métodos de comprobación de la fiebre
tifoidea que bao sido adoptados en casi todos los puntos del mundo.
(1) Deutsche med. ¡Vochenschr., Berlín, 1884; X, páginas 725-728.
(2) Wien. med. Wochetuckr., 1883; XXXIII, pág. 1550. También descrito porl
John E. Weeks en \rch. ophtalm.^ New-York, 1886; XV, páginas 441-451.
Deutsche med. Vvochenschr., Leipzig y Berlín, 1890; XVI, pág. 1029; is<)i,|
XVII. página [Oí y 1 [89.
(4; Zischr.f. Hyg. u. fnfehttonsir., Leipzig, 1893; XIV, páginas 393-426.
15) Keiseberitclitc übcr Rinderpest (etc.), Berlín, 1898.
EL SIGLO XIX
213
Koch recibió el premio Nobel en 1905, y en 1906 volvió a visitar
nuevamente el Africa, y presidiendo la Comisión para el estudio de la
enfermedad del sueño, recomendó el atoxil en el tratamiento de esta en-
fermedad. A pesar de haber sido honrado con el título de miembro de
la Academia de Ciencias de Prusia, y con el título de Excelencia, no fué
feliz en los últimos años de su vida. Ciertos cambios en su vida privada
retrajeron de su trato a muchos de sus amigos, y atrajeron sobre él vio-
lentas críticas, que supo soportar con estoicismo y dignidad, aunque ace-
leraron el término de su vida.
Murió, víctima de una afección
del corazón, el 27 de mayo
de 1910, a la edad de sesenta
y siete años. Su cadáver, aten-
diendo a sus últimas disposicio-
nes, fué quemado, y sus cenizas
depositadas en el Instituto fun-
dado por él. En su aspecto, Koch
era el típico del sabio alemán, de
carácter prusiano, de carácter dig-
no y modesto, de espíritu amplio,
e indudablemente uno de los
más grandes hombres de ciencia
que ha producido su país.
Edwin Klebs (1834-1913), de
Kónigsberg (Prusia), uno de los
más antiguos ayudantes de Vir-
chow en Berlín ( 1 86 1 -66), que llegó a ser profesor de Patología en Ber-
na (1866), en Würzburg (1871), en Praga (1873), en Zurich (1882) y en
Chicago (Rush Medical College, 1896), es, con Pasteur, tal vez el más
importante precursor de la teoría microbiana de la infección.
En realidad, hizo mucho para que los patólogos continuaran por
su propio camino. Ha visto el bacilo de la fiebre tifoidea antes que
Eberth ([881) [i]; el bacilo de la difteria, antes que Lóffler (1883) [2]; ha
hecho cultivos microbianos en medios sólidos y ha investigado la pato-
logía de las infecciones traumáticas antes que Koch (1871) [3]; la priori-
dad de sus inoculaciones de sífilis en el mono ha sido reconocida por
Edwin Klebs (1834-1913).
( Biblioteca General de Cirugía. )
(1) Klebs: Arch.f. exper. Path. u. Pharm., Leipzig, 1880; XII, pág. 231; 1881,
XIII, pág. 381, 3 láminas.
(2) Verhandl. d. Congr.f. inn. Med., Wiesbaden, 1883; páginas 139 y 174.
(3) Cor- til. f. schweiz. Aerzte, Berna, 1871; I, págiaas 241 y 246.
214 HISTORIA DE LA MEDICINA
Metchnikoff (1878) [i], y en sus trabajos sobre el ántrax (1871) [2] y otras
enfermedades ha sido uno de los primeros en experimentar con filtrados
de cultivos microbianos. Ha escrito dos libros de texto de Patología
(1869-76 y 1887-89); monografías de Bacteriología en relación con las
heridas de arma de fuego, basadas en la experiencia que pudo alcanzar
durante la guerra franco-prusiana (1872), sobre tumores (1877) y gigan-
tismo (1884); ha llevado a cabo múltiples experimentos sobre tuberculo-
sis, y ha sido, con Gerlach, el primero en producir la infección bovina de
Perlsucht , por la alimentación con la leche (1873) [3]. En sus estudios
de las heridas por arma de fuego demostró que el filtrado de los exuda-
dos de la herida no es infeccioso, de donde deducía que la septicemia
traumática era de origen microbiana. En 1 870 reconoció la pancreatitis
hemorrágica como causa de muerte repentina, y en 1 876 produjo una
afección valvular cardíaca de un modo experimental. Ha investigado la
génesis de la endocarditis (1878), y sus estudios sobre la fiebre palúdica,
con Tommasi Crudeli, han sido traducidos por la Sydenham Society. Ha
hecho experimentos con diferentes productos para el tratamiento de la
tuberculosis pulmonar, y ha sido el primero en experimentar las posibi-
lidades terapéuticas de los bacilos tuberculosos de los animales de san-
gre fría (1900). Los originales descubrimientos de Klebs, «tan frecuente-
mente un zapador», como dice Osler, han tenido un gran valor heurístico
en su día, e indudablemente han estimulado a Koch y a otros en su
trabajo.
Friedrich Lóffler (1852-1915), de Frankfort am Oder, ha sido du-
rante muchos años cirujano del ejército prusiano, llegando a profesor de
Higiene en Greisswald (1888). Ha descubierto la bacteria de la erisipela
del cerdo (1882-83) [4] y del muermo (1882) [5]; ha establecido la rela-
ción causal del bacilo de la difteria (1884) [6], diferenciándolo de los or-
ganismos causantes de esta enfermedad en las palomas y en las vacas, ex-
tirpando la plaga de ratones del campo en la Tesalia por medio del ba-
cillus typhi murium (1892); y sus investigaciones sobre la glosopeda y las
aftas epizoóticas (1898) [7] pudieron demostrar experimentalmente que
las últimas son causadas por un virus filtrable, introduciendo el concepto
de éstos e ideando una inoculación preventiva contra la enfermedad
(\) Arch. f. exper. Path. u. Pharmakol., Leipzig, 1878-79; X, páginas 161 -221,
( uatro láminas en colores.
(2) Corr-Bl.f. schw. Aerzte., Berna, 1871; I, pág. 279 (reimpreso).
(3) Arch. f. exper. Path. u. Pharmakol., Leipzig, 1873; I, páginas 163 y 180.
j I offler Aró. a. d. k. Gcsundheilsatnte, Berlín, 1885; I, páginas 46 y 55.
Deutsche med. Wochenschr., Leipzig y Berlín, 1882; VIII, pág. 407.
(6) Mitth. a. d. k. Gesundheitsamie, Berlín, 1884; II, páginas 451 y 499-
(7) Centralblatt f. Baktcriol., 1 Abt., Jena, 1898; XXIII, páginas 371-391-
EL SIGLO XIX 215
(1899). Ha escrito una admirable Historia de la Bacteriología (1887), que
ha quedado sin concluir.
Georg Gaffky (1850), de Hannover, también cirujano del ejército pru-
siano, se trasladó, asociado a Koch, a Berlín, y después de haber desem-
peñado por espacio de siete años la cátedra de Higiene de Giessen (1888),
reemplazó a Koch en el puesto de director del Instituto de Higiene. Ha
llevado a cabo importantes estudios acerca de la septicemia experimen-
tal (1881), del cólera y del ántrax, y es una autoridad moderna bien re-
conocida sobre las enfermedades infecciosas y sobre la higiene pública.
La labor de estos hombres ha dado lugar a una admirable y decisiva serie de
descubrimientos en Bacteriología y Parasitología, que constituye una de las más
legítimas glorias del siglo xix. Son éstos: el establecimiento de las relaciones cau-
sales entre la lepra y su bacteria, por Armauer Hansen (1871-74); de la gonorrea,
por Albert Neisser (1879); de la fiebre tifoidea, por Carl Joseph Eberth (1880); de
la pneumonía lobular, por Pasteur (1880-81), George Miller Sternberg (1880-81),
Albert Frankel (1884) y Carl Friedlander (1883); del muermo, por Friedrich Loef-
fler (1882-86); de la erisipela, por Friedrich Fehleisen (1883); de la erisipela del cer-
do, por Friedrich Loffler (1882-86); de la difteria, por Edwin Klebs (1883) y Frie-
drich Loffler (1883-84); del cólera nostras, por Dittmar Finkler y J. Prior (1884);
del tétanos, por Arthur Nicolaier (1884); del bacilo de la infección cólica, por
Theodor Escherich (1886); de la fiebre de Malta, por sir David Bruce (1887); de la
meningitis cerebro- espinal, por Anton Weichselbaum (1887); de la neumonía fibri-
nosa, por Nicolaus Gamaleia (1888); de la influenza, por Richard Pfeiffer (1892);
del Bacillus aerogenes infection, por William Henry Welch y George H. F. Nuttall
(1892); de la peste bubónica, por Shibamiro Kitasato y A. Yersin (1894); de la di-
sentería, por Isagiyoi Shiga (1897V, de la perineumonía de los bóvidos, por Edmond
Xocard y Emile Roux (1898); de la tos ferina, por Jules Bordet y Octave Gengou
(1906) [1]; del tifus exantemático, por Harry Plotz (1915), y de la epilepsia, por
C. A. L. Red (1916). Los microorganismos de las infecciones quirúrgicas y gineco-
lógicas han sido descubiertos y estudiados por Pasteur (1878-79), Koch (1878),
Gaffky (1881) y Welch (1892). Las toxinas han sido aisladas por primera vez y de-
nominadas tifotoxina y tetanina, por Ludwig Brieger en 1888. Los efectos bacte-
ricidas del suero sanguíneo han sido descubiertos por Hans Buchner (1889); la
bacteriolisis, por Richard Pfeiffer (1894); la hemolisis bacteriana, por Jules Bordet
(1898). L. Landois, en 1875, ha hecho el importante descubrimiento de que el suero
animal produce la hemolisis de la sangre humana. Los subsiguientes descubri-
mientos de Maragliano (1892), Landsteiner (1901) y Eisenberg (1901), de que los
sueros de los enfermos, y aun los de las personas sanas, administrados, producen
la hemolisis de la sangre heteróloga, han revolucionado todo el asunto de la trans-
fusión. La anafilaxia ha sido descubierta por Edward Jenner (1798) y por Francois
Magendie (1839), e investigada por Simón Flexner (1894), C. Richet y Hericourt
(1898-1903), Theobald Smith (1903), Rosenau y Anderson (1906) y von Pirquet
Í1907). La aglutinación microbiana ha sido descubierta por Max Gruber y Fer-
nand Widal (1896). Las opsoninas son investigadas por Denys y Leclef (1893) y
por Wright y Douglas (1903).
La parasitología ha avanzado grandemente gracias a aquellos tratados monu-
mentales, como los de K. A. Rudolphi, sobre entozoos (1808-1810); de G. F. H. Ku-
chenmeister, sobre cestodes (1853) y parásitos en el hombre (1855); de Casimir
Davaine, sobre los entozoos del hombre y de los animales (i860); de Thomas Spen-
cer Cobbold, sobre los entozoos (1864V, de Rudolf Leuckart, sobre los parásitos
(1) Para las referencias bibliográficas de estos descubrimientos, véase Index
Catalogue de la Biblioteca Quirúrgica General, 19 12, dos series; XVII, páginas 135
a 137
2i6 HISTORIA DE LA MEDICINA
humanos (1867), y de Raphael Blanchard. sobre zoología médica (1886-90). De los
parásitos productores de enfermedad, los del favus han sido descubiertos por
Schonlein en 1839; los de la psorospermosis, por Johannes Müller 1^1841); de la tina
favosa ^alopecia), por David Griiby (1841-44); del anquilostomiasis, por Angelo
Dubini (1843); de la fiebre recurrente, por Otto Obermeier 1S73V de la fiebre pa-
lúdica, por Alphonse Laveran (1880); de la hemoptisis parasitaria (paragonomia-
sis), por Erwin Baelz (1S80V, de la fiebre de Texas (piroplasmosis), por Theobald
Smith (1S89) [1]. El parásito de la aspergilosis ha sido descubierto y descrito por
Bennet en 1842; el de la actinomicosis, por Langenbeck (1848) y James Israel
1,1878), y en el ganado vacuno por Otto Bollinger (1876), habiéndose establecido la
identidad de ambas por Ponfick (1880); los de la nocardiosis, por Edmond Nocard
(1888-93); los de la blastomicosis, por Thomas Casper Gilchrist (1896), y los de la
espirotricosis, por Benjamín R. Schenck (1898). Los dos últimos descubrimientos
han sido hechos en el Johns Hopkins Hospital.
La teoría de que los mosquitos pueden transmitir la fiebre palúdica se encuen-
tra ya indicada en el libro sánscrito Susruta (2), y la misma teoría ha sido emitida
respecto de la fiebre amarilla por Josiah Clark Nott (3), de Carolina del Sur (1848),
y por Louis Daniel Beauperthuy (1854) [4], en tanto que la doctrina era definitiva-
mente estatuida para la fiebre amarilla (1881) por Carlos Juan Finlay (1833- 191 5),
de Cuba (5), y para el paludismo por Albert F. A. King (1883) [6]. En el mismo
tiempo, sir Patrick Manson (1844) demostró que el mosquito es un vector déla Fi-
laría sanguinis hominis (1879) [7], y el Plasmodium de la fiebre palúdica ha sido des-
cubierto por Alphonse Laveran (1845), un cirujano del ejercito francés, en 1880 (8).
Estos hemocitozoos han sido acabadamente descritos por Ettore Marchiafava y
Angelo Celli (1885), y ha sido demostrado por Camilo Golgi, el histólogo, que los
paroxismos palúdicos coinciden con la esporulación de los parásitos (1886), y que
el parásito de la fiebre cuartana es diferente del de la fiebre terciana (1889). En
1889 Marchiafava y Celli han demostrado que los organismos causantes de las for-
mas perniciosas, terciana y cuartana, son diferentes; B. Grassi y R. Feletti han es-
tudiado los parásitos en las aves (1891); D. L. Romanowsky ha ideado un método
colorante especial para los parásitos (1890), y Ronald Ross, en la India, ha demos-
trado la infección de las aves por medio de los mosquitos (1897-98); W. G. MacCa-
llum y E. L. Opie han demostrado la conjugación sexual en las formas flageladas
(1897-98), y Grassi y A. Bignami, el que los parásitos se desenvuelven exclusiva-
mente en el mosquito anofeles (1899). La conjugación intracorpuscular, como cau-
sa de latencia y de recaída, ha sido demostrada por Charles F. Craig (1907), ade-
más de la posibilidad de portadores de malaria. El que las moscas pueden trans-
mitir enfermedades es una de las más antiguas intuiciones del saber popular o de
las doctrinas del fo'k-lorc, implícita en los amuletos de moscas y de mosquitos de
los antiguos egipcios, en el sello cilindrico de Nergal, en el dios de la enfermedad
y de la obscuridad de la Mesopotamia, en la colección de Piermont Morgan, en las
referencias de la Biblia a las «plagas de moscas» descargadas sobre los egipcios y
en el iatromántico poder atribuido a Beelzebub, el dios de las moscas (II Reyes,
I, 2-6 y en la irónica receta de Plinio de las cenizas de moscas para la alopecia
XXIX, 34), ya que ésta representaba al diosMyiagros o Mviodes, que espantaba las
moscas para comodidad de los calvos. Ambrosio Paré ha comunicado que las mos-
cas han sido transmisoras de enfermedades en la batalla de San Quintín (1557); Jo-
seph Leid llama también la atención sobre el mismo hecho durante su práctica en
la guerra civil (1861-65); A. Raimbert ha demostrado la transmisión del ántrax por
(1) índex Cat. de la Bibl. Quir. Gen., XVII, páginas 138 y 139.
(2) Sir H. A. Blake: J. Ceylon Branch, Brit. Med. Assos., Colombo, 1905; II,
pág- 9-
3 Nott New. Orleans Af. &*S. ./., 1848; IV; páginas 563-601.
(4) (¡a:. Offic. de Cumana, 1854, num. 57.
(5) Finlay: An. r. Acad de Cien. Med. de la Habana, 1881-2; XVIII, páginas 147
a 169.
(6) King: Pop. Sc. Month., X< w-York, 1883; XXIII. páginas 644-658.
Hanson: J. Lhrnaan &oc.% Londres, 1879; XIV, páginas 304-311.
($) Laveran: Compt. rend. Acad. d. Sc, Paris, 1880; XCIII, pág. 627.
EL SIGLO XIX 217
las moscas (1869); G. E. Nicholas, R. N., ha notificado que las moscas y el cóle-
ra aparecían y desaparecían juntamente en los barcos durante la epidemia levan-
tina de 1850 (1873), y su acción en la transmisión del cólera ha sido demostrada por
G. Tizzoni y J. Cattani (1886); la historia natural de la mosca ha sido investigada por
A. T. Packard (1874) y L. O. Howard (1909); Battista Grassi demuestra que las mos-
cas pueden acarrear huevos de parásitos intestinales (1883); Angelo Celli demues-
tra que pueden transmitir la tuberculosis (1888) y que los bacilos del ántrax, de la
tuberculosis y de la fiebre tifoidea conservan su virulencia y su poder reproductor
después de haber pasado a través del intestino de la mosca (1888) [1]. En 1892 (2),
George M. Cober hace resaltar ia importancia de las moscas como transmisoras de
la enfermedad, y en sus relaciones con la fiebre tifoidea en el distrito de Colum-
bia (1895), localizándolas como tales agentes en relación con una epidemia domés-
tica de fiebre tifoidea desde los retretes. En la circular número 1 de la Oficina Qui-
rúrgica General (25 abril 1898), George M. Sternberg exterioriza la misma opinión,
y los informes de Walter Reed, V. C. Vaughan y E. O. Shakespeare sobre la fiebre
tifoidea en la guerra hispano-americana (1898) establecen la materia con una de-
mostración inductiva (3).
Hacia 1890 la doctrina de Pasteur de los virus atenuados era extendi-
da a la ciencia de las toxinas y de las antitoxinas por Emil von Behring
(1854), un cirujano del ejército prusiano, que llegó a profesor de Higiene en
Halle (1894) y Marburgo (1895). En sus estudios acerca del cólera de las
gallinas, Pasteur había expuesto ya los efectos patogénicos de un fil-
trado transparente del organismo específico, y en 1 888 sus discípulos
Roux y Yersin acusaban los mismos efectos tratándose del filtrado de los
cultivos diftéricos (4). Hans Buchner, en 1 889, ha establecido los efectos
bactericidas del suero sanguíneo (5). Al propio tiempo, trabajando con
Kitasato en el Instituto Koch, Behring demostraba que el suero de ani-
males inmunizados contra toxinas atenuadas de la difteria podía ser em-
pleado como una inoculación preventiva o terapéutica contra la misma
difteria en otros animales, a causa de una neutralización específica de la
toxina de la enfermedad (1890-93) [6]. Después de haber ensayado el re-
medio en el hombre, Behring comenzó a producirlo en grande escala ( 1 894)
y pronto fué ello reconocido como el tratamiento específico de la difteria.
El éxito de la antitoxina condujo a diferentes intentos de tratar otras en-
fermedades infecciosas por sueros inmunes; pero, excepto en los casos del
tétanos y del veneno de las serpientes, estos ensayos no han ido corona-
dos del mismo éxito. Al propio tiempo, el asunto de la inmunidad era
desenvuelto, desde el punto de vista solidista o celular, por Elie Metchni-
(1) A. Celli: Boll. d. Soc. lancisiana d. osp. di Roma, 1888; VIII, páginas 5-8.
(2) G. M. Kober: Rep. Health Officer D. C, Washington, 1895; páginas 258, 260,
266, 270, 280 y 281.
f3) Para referencias de la transmisión por las moscas, véase la acabada his-
toria de H. G. Beyer: New-York Med. Journ., 1910; XCI, páginas 677-685.
(4) Ann. de I Inst. Pasteur, París, 1888; II, pág. 629; 1889, III, pág. 273.
(5) Buchner: Centralbl. f. Bakteriol., Jena, 1889; V, pág. 817; VI, pág. 1.
(6) Behring: Deutsche Med. Wochenschr., Leipzig y Berlín, 1890; XVI, páginas
11 13 y 1 145; 1893, XIX, páginas 389 y 415.
218
HISTORIA DE LA MEDICINA
koff (i 845-1916), el eminente biólogo ruso que, con sus estudios sobre el
Daphnia (1884), demostró cómo las células amiboideas del tejido conjun-
tivo y de la sangre ingieren las partículas sólidas y las bacterias, destru-
yendo las bacterias al absorberlas (fagocitosis). Ha denominado a estas
células «fagocitos*, demostrando su función como barrenderos, desenvol-
viendo la doctrina de la inflamación como efecto de la determinación de
una avalancha de fagocitos hacia el lado de la injuria por quimiotaxis y
defendiendo la doctrina solidista de la inmunidad o fagocitosis. Esta teo-
ría, en las manos de sir Aim roth Wright y otros, ha conducido a la vacu-
noterapia. Metchnikoff ha demostrado, además, que el fenómeno de Pfeif-
fer (bacteriolisis) puede produ-
cirse in vitro (1895) [l]"> con
Roux, ha demostrado que los
monos superiores pueden ser
inoculados de la sífilis (1903
a 04) [2], y sus teorías acerca
de los efectos del bacilo lácti-
co sobre las bacterias, neutrali-
zando los venenos intestinales
y prolongando la vida (1906),
han llamado mucho la aten-
ción. Sus mejores obras son las
dedicadas a la patología com-
parada déla inflamación (1892),
a la inmunidad de las enferme-
dades infecciosas (i 90 1) y la titulada La naturaleza del hombre (l903)>
que da sus puntos de vista especiales acerca de la autointoxicación intes-
tinal. Ha obtenido el premio Nobel en 1 908.
Sir Almroth Edward Wright (i 86 i), de Dublin (Irlanda), profesor de
Patología en la Escuela Médico-Militar en Netley (1892-1902), ha sido el
primero en demostrar la importancia de las sales de calcio en la coagula-
ción déla sangre (1891), inventando un coagulómetro para calcular la ve-
locidad con que se producía aquélla. Ha hecho practicable la vacunación
Elie Metchnikoff (1S45-1916)
(i) Aun. de VInst. Pasteur^ París, 1895; IX, páginas 433-461, una lámina.
(2) ibidem, 1903; XVII, pág. 809; 1904, XVIII, pág. 1. La ¡noculabilidad experíj
mental de la sífilis ha sido demostrada, contrariando la opinión de Ricord, por Ju-
lius Bettingei (1802-87), en un protocolo anónimo presentado a la Sociedad de Mé-
dicos del Palatinado, en setiembre de 1855 (Aerztl. Inst. BL, München, 1856; [II,
páginas 426-428). Bettínger ocultó cuidadosamente toda su vida ser el autor de
esta Inoculación humana. Sus datos han sido posteriormente descubiertos por Erich
Hoffmann (Deutsche Vied. Wockenschr., [906; XXXII, pág 497), y además se pudo
Jecei la identidad del cAnonymus Palatinas» (uermat. Ztschr., Berlín, 1 912;
XIX. pág. 1043. 19131 xv- P*g« 220)-
EL SIGLO XIX 219
de la fiebre tifoidea (1896-97), habiendo inoculado más de 3.000 soldados
en la India (1898-1900) y todas las fuerzas británicas durante la guerra sud-
africana. Por esta labor ha dado origen a la vaccinoterapia general (1902
a 1907), con el carácter adicional de poder medir las substancias protec-
tees en la sangre por medio del índice opsónico (1903). Es autor de un
tratado de inoculación antitifoidea (1904) y de otro sobre inmunización
(1909), y durante la guerra europea ha investigado la infección de las he-
ridas.
Fernand Widal (1862), natural de Algiers y profesor de la Facultad
de París, ha colaborado con Chantemesse en su antigua obra de vacuna-
ciones preventivas contra la fiebre tifoidea (1888), haciéndose notable, por
su parte, por su descubrimiento de la aglutinación microbiana y su apli-
cación al diagnóstico de la fiebre tifoidea (1896) y ha descrito la ictericia
hemolítica no congenita (1907).
La Bacteriología y la Patología han adelantado especialmente en Amé-
rica, gracias a William Henry Welch (i 850), de Norfolk (Connecticut);
discípulo de Cohnheim; profesor de Patología del Colegio Médico del Hos-
pital de Bellevue (1879-84) y en la Universidad de John Hopkin (1884),
donde ha educado una serie de notables discípulos. Welch ha estudiado
el edema agudo del pulmón en el laboratorio de Cohnheim (1877), ha des-
cubierto el estafilococo epidermitis albus, y estudiado sus relaciones con
la infección traumática (1892) [i]; además, el bacillus aerogenes capsulatus
J892) [2], agrupando las enfermedades causadas por él (1900) [3]. Ha he-
cho también importantes estudios sobre la embolia y la trombosis, y, con
Flexner, ha demostrado las modificaciones patológicas determinadas por
las inyecciones de toxina diftérica (189 1 -92) [4], a la vez que Behring.
Simón Flexner (1863), de Louisville (Kentuky), en la actualidad di-
rector de Instituto Rockefeller para Investigaciones médicas (1903). Se ha
distinguido por su labor sobre las infecciones terminales, su obra especial
sobre los venenos (1901), y sobre la etiología y terapéutica de la menin-
gitis cerebroespinal (1909) y de la polimielitis infantil (1910-13).
Víctor Clarence Waughan (185 i), de Mount Airy (Missouri), profesor
de Higiene y director del Laboratorio de Higiene de la Universidad de
Michigan (1887-1909), ha sido el primero, después de Panum (1856) y de
Selmi (1878), en investigar las proteínas y los alcaloides tóxicos, especial-
mente el tyroxicón (1885), las ptomaínas y leucomaínas (con F. G. Novy,
(1) Welch: Tr. Congr. Am. Phys. &> Surg., New-Haven, 1892; II, páginas 1-28.
(2) Johns Hopkins f/os/y. Bull., Baltimore, 1892; III, páginas 81-91, con G. H. F.
Nuttall.
(3) Tb.idem, 1900; XI, páginas 185-204.
(4) Ibidem, 1891; II, pág. 107; 1892, III, pág. 17.
220 HISTORIA DE LA MEDICINA
año 1888), los proteidos bacterianos o toxinas celulares (189 1- 19 1 3) y los
productos de desdoblamiento de la proteína (191 3). En 1 896 ha encon-
trado el bacilo productor de veneno en el helado y en el queso.
Su teoría general de que las bacterias no son plantas, sino proteínas particula-
res específicas (núcleo-proteínas); que todas las verdaderas proteínas contienen un
núcleo molecular tóxico; que el poder patogénico de una bacteria depende de su
poder reproductivo, o acción de masa dentro del cuerpo; que las enfermedades in-
fecciosas específicas resultan de la digestión. parenteral de la proteína; que la sen-
sibilización de la proteína y la inmunidad microbiana son idénticas; que las vacu-
nas son proteínas sensibilizadas, pero que la inmunidad a la toxina y la inmunidad
microbiana son radicalmente diferentes, puesto que el veneno proteínico no es es-
pecífico, sino común a todas las proteínas, y éstas no elaboran anticuerpos, sino
que, por sus grupos secundarios, desenvuelven fermentos proteolíticos capaces de
digerir la proteína que les ha creado.
El compañero de Vaughan, Frederick George Now (1864), de Chica-
go, profesor de Bacteriología en Ann Arbor (1902), ha colaborado con él
en su obra sobre las ptomaínas y leucomaínas (1888); ha realizado inves-
tigaciones acerca de los medios de cultivo de los tripanosomas, y, con
Knapp, ha descubierto el espiroqueta especial de la variedad americana
de fiebre recurrente (1906).
George Nuttall (1862), de San Francisco, profesor de Biología en la
Universidad de Cambridge (1906), editor y fundador del Journal of Hy-
giene (1901) y de Parasitology (1908), ha sido el primero que ha resumi-
do el papel de los insectos, arácnidos y miriápodos como vectores de las
enfermedades infecciosas y parasitarias (1899) y su monografía sobre
Blood Immunity and Blood Relationship (1904), establece la identifica-
ción de los diferentes géneros de sangre por medio de la reacción de pre-
cipitación.
Theobald Smith (1859), de Albany (New- York), profesor de Patología
comparada en la Universidad de Harvard (1896), ha sido uno de los que
más han trabajado en la teoría de las enfermedades infecciosas. En 1 886,
trabajando con D. E. Salmón, demostró que la inmunidad para el cólera
del cerdo podía conferirse por medio de la inyección del filtrado de los
cultivos de los organismos específicos. Este ha sido el primer experimen-
to sobre inmunización, y fué bien pronto seguido de la obra de Behering,
Roux y otros. La demostración por Smith del parásito de la fiebre de Te-
jas (Pyrc eminum, 1 889) [i] y su obra (con F. L. Kilborne), en la
que traza su transmisión al ganado vacuno por la garrapata vacuna (Bopki-
lus bovis), han constituido un gran progreso en la ciencia de las enferme-
dades protozoaria8 (1893). Éia demostrado, además, la anafilaxia para los
productos de la difteria antes de i(>03, un descubrimiento que Erlich ca-
(1; Smith: Med. Newt Filadelfia, [889; LV, págiqas 689-693.
ÉL SIGLO XIX
22
lifica con el nombre del «fenómeno de Theobald Smith». Ha hecho la
primera diferenciación precisa entre el tipo bovino y el humano del bacilo
de la tuberculosis (1898) [i], habiéndose comprobado su obra en lo esen-
cial por R. Koch, Spengler y otros, y ha llevado a cabo otros descubri-
mientos en bacteriología, especialmente las primeras observaciones del
pleomorfismo de las bacterias.
A la vez que Pasteur investigaba la fermentación y la putrefacción, la
más importante aplicación de sus estudios era fundada por Joseph Lister,
un joven cirujano inglés que es-
taba destinado a transformar su
arte en una ciencia, en el mismo
sentido en el que el matemático
Cayley definía la teneduría de li-
bros como una ciencia perfecta.
Lord Lister (i 827 -191 2), el
último y el más grande de una
interesante serie de médicos cuá-
queros ingleses, nació en Upton
(Essex), en 5 de abril de 1827.
Su padre, Joseph Jackson Lis-
ter, vendedor de vinos, que de-
dicaba sus horas de ocio al estu-
dio de la óptica, fué, en este sen-
tido, el fundador de la moderna
microscopía por su invento, que
hizo época, de las lentes apocro-
máticas del microscopio (1830),
y su especial afición no dejó de
tener influencia en su hijo. Des-
pués de haberse graduado en Medicina en la Universidad deLondres en 1852,
Joseph Lister produjo una serie de trabajos acerca de la histología del múscu-
lo, ilustrándolos con dibujos que son raros y delicados ejemplos del talento
que tantos grandes médicos han desplegado ilustrando sus propias obras.
Dos de los maestros de Lister, William Sharpey y Thomas Graham, eran es-
coceses, y ellos fueron los que le aconsejaron que fuese a Edimburgo a es-
tudiar cirugía con Syme, que le hizo su ayudante en 1854, y cuya hija mayor
había de casarse más tarde con Lister. En i860, Lister fué nombrado pro-
fesor de Cirugía en la Universidad de Glasgow, y allí fué, en los últimos
años de su residencia, donde llevó a cabo su más importante contribución
Lord Lister (1827-1912)
(1) J.Exper. Med., New- York, 1898; III, páginas 451-51 1.
222 HISTORIA DE LA MEDICINA
científica. Entre tanto, había comprobado la observación de Kólliker de
que el tejido contráctil del iris está compuesto de fibras musculares es-
triadas (1852) [i]; había destruido la teoría corriente de que la coagulación
de la sangre era debida a ponerse en libertad el amoníaco, demostrando
que en los vasos sanguíneos depende de su lesión (1859-63) [2], y se ha-
cía notable en cirugía por su trabajo clásico acerca de la excisión de la
muñeca por caries (1865) [3]. En los primeros tiempos de su experiencia
hospitalaria, Lister había sido profundamente impresionado por la eleva-
da mortalidad por las pestes quirúrgicas, como septicemia, piemia, erisi-
pela, tétanos y gangrena hospitalaria. En sus propias estadísticas de am-
putación (1864-66) encontraba un 45 por IOO de casos desgraciados, a
pesar de que él empleaba constantemente el método de Syme de mante-
ner constantemente limpia la herida por medio de suturas con hilo de pla-
ta, drenaje, cambio frecuente de aposito y limpieza escrupulosa. Esto ocu-
rría en los días del «pus loable», aunque Lister había empezado a pensar
ya en la antigua curación hipocrática por primera intención como el ideal
del cirujano. Notando que esta última, cuando era asequible, iba siempre
separada de la putrefacción, su atención fué incidentalmente desviada ha-
cia la obra de Pasteur, e inmediatamente se apoderó de su tendencia, de-
dicándose definitivamente a prevenir el desenvolvimiento de microorga-
nismos en la herida. Comprendiendo que la esterilización pasteuriana por
el calor no podría utilizarse aquí, volvió la vista hacia los antisépticos quí-
micos, y después de haber desechado el cloruro de cinc y los sulfitos se
dirigió, por una feliz casualidad, hacia el ácido fénico, que había sido em-
pleado poco tiempo antes en la desinfección de los albañales de Carlis-
le (4). El 12 de agosto de 1865 lo empleaba él en un caso de fractura com-
plicada con éxito completo, y en 1 867 publicó los resultados de su labor
de dos años en dos artículos (5), el segundo de los cuales llevaba el signi-
ficativo título de On the Antiseptic Principle in the Practice of Surgery. La
crítica que se ejerció entonces sobre aquellos artículos se dirigió a deta-
lles no esenciales, como la cuestión de la prioridad en el uso del ácido car-
bólico sobre el carácter de los apositos empleados por Lister, que, como
claramente se comprende, eran únicamente rasgos accidentales aparte del
principio fundamental quirúrgico con el cual se confundían. Lister, sin
1 Lister: Quart. Jouru. Micr. Se, Londres, 1853; I, pág. 8 y siguientes.
12) lulinb. Med. Joum.y [859-60; V, páginas 536-540, y (,'roonian Lecture, Proc.
Now Sor., Londres, [862-3; ^"- páginas 580-611.
3 I .an, /, Londres, 1865; I, páginas 308, 335 y 362.
(4) Esta substancia había sido ya recomendada por Francpis-Jules-Lemaire^
un químico francés, en i860; i>< ro Lister do había oído nada ni de Lemaire ni de
Semmelwies.
(5; Lancet, Londres, 1867; Jl, páginas 95, 353 y 668.
EL SIGLO XIX 223
perturbarse por estos ataques, procedió a desenvolver su tesis del modo
más amplio y científico posible por la investigación original de la fermen-
tación del ácido láctico, la relación de las bacterias con la inflamación y
sobre la curación antiséptica de las heridas. Toda su vida la consagró a
trabajar constantemente en el perfeccionamiento de sus apositos de cura,
desde el más antiguamente inventado de cemento, de lámina de estaño,
capas de seda o gasa con aceite, y la fumigación con ácido fénico, hasta
sus últimos experimentos con el doble cianuro de mercurio y cinc, y su
gran innovación de las ligaduras de catgut en la cirugía del aparato vascu-
lar (1880) [1]. El aplicó atrevidamente los principios antisépticos a condi-
ciones tales como los abscesos de la columna vertebral y de las articula-
ciones, a la excisión de la articulación de la rodilla (1878), a las operacio-
nes en el tórax (1881), a la fractura de la rótula (1883) y a todo género de
operaciones en el aparato locomotor, habiendo hecho por extender el do-
minio de la cirugía mucho más que ningún otro hombre de su época. La
cirugía moderna, es cierto, se ha vuelto casi completamente aséptica, en
el sentido de desechar los antisépticos fuertes del tratamiento de las heri-
das; pero, de todos modos, el ideal listeriano de evitar la sepsis sigue
siendo el mismo. En 1 869, Lister reemplazó a Syme en Edimburgo, y en
1877 aceptó la cátedra de Cirugía en el Colegio Real de Londres, retirán-
dose de la práctica profesional en 1896, antes de cuya época su fama se
había hecho internacional. Ha sido presidente de la Royal Society de 1895
a 1900, fué nombrado barón en 1883 y ha sido el primer médico que ha
sido nombrado par (1897). En Francia, sus ideas han sido defendidas por
Lucas-Championiére, quien hacía notar que la asepsia, el ideal de Lister,
tenía en la práctica que ir precedida siempre de la asepsia, y que hasta la
misma esterilización poi el calor es, en el verdadero sentido de la palabra,
antiséptica. Este era el punto débil de los argumentos de Lawson Tait
contra el listerismo; para el ginecólogo de Birminghan, que negaba que las
bacterias fuesen patógenas, no se podía admitir que sus propios maravi-
llosos éxitos en la ovariotomía fuesen debidos a aquellos antisépticos ca-
seros, el jabón y el agua caliente (2). Koberlé lavaba y frotaba personal-
mente los instrumentos que iba a usar, y después los pasaba por la llama
del alcohol. Von Bergmann fué pasando gradualmente desde el método
del sublimado corrosivo a la esterilización por el vapor (1886) y a la asep-
sia general ( 1 89 1 ). Las aplicaciones militares de la antisepsia, que Lister
(1) Tr. Clin. Soc, Londres, 1880-81; XIV, páginas xliii-lxiii.
(2) Las sutilezas de von Bruns (Fort mit dem Spray), Tait y Bantock han demos-
trado, por último, carecer de verdadera importancia, por lo que a la idea genérica
de limpieza quirúrgica hace referencia.
224 HISTORIA DE LA MEDICINA
sugirió en 1870 (i), no fueron hechas hasta después de la guerra franco-
prusiana; pero sus métodos fueron ya recogidos por Volkmann, Thiersch,
Mikulicz y otros, y su viaje por Alemania, en 1875, tuvo el aspecto de
una marcha triunfal. Al hablarle de Semmelweis, en 1883, Lister declaró
generosamente que era su continuador; y en las manos de los tocólogos
el listerismo es en la actualidad la principal defensa de las vidas de las ma-
dres y de los hijos. Al listerismo se deben todos los progresos modernos
de la cirugía de las cavidades del cuerpo, comprendiendo las del cráneo,
tórax y abdomen, de las articulaciones y de los órganos masculinos y fe-
meninos de la pelvis. En el jubileo de Pasteur, en 1892, Lister pagó un
sentido tributo a la memoria de aquel hombre, cuya labor había sido el
primero en apreciar. Como operador, Lister no era brillante, sino preme-
ditado y cuidadoso, deseando, como Kocher en nuestros días, obtener el
restablecimiento de sus enfermos con una certidumbre matemática. Su so-
briedad de cuáquero, sus severos y austeros ideales no son los rasgos que
determinan los éxitos rápidos y brillantes. Sus progresos fueron lentos; no
ha dejado escuela; pero, antes de morir, todo el gremio de cirujanos «pasó
ante sus indulgentes y magnánimos ojos». Cuando su cadáver fué depo-
sitado para siempre en Westminster, Inglaterra había enterrado al más
grande de sus cirujanos.
El carácter de Lister era de una nobleza extraordinaria. Como el cuá-
quero y el puritano injertado en una naturaleza más indulgente y más
agradable, del mismo modo su naturaleza poseía aquellos elementos de
dulzura que, como es proverbial, sólo proceden de la firmeza, y ninguna
alabanza nos parece tan propia de él como la que le dirigió un padre es-
cocés después de su muerte:
«De la elevada personalidad de Joseph Lister hablará más expresivamente el
que más y mejor le haya conocido. Era su nobleza, principalmente, la que le hacía
más grande. Su gran atracción era una fuerza espiritual. De mirada transparente y
de alma pura, procuró, desde sus primeros días, que fuese el amor a la verdad lo
que le guiase basta el fin <!<• su vida. Su noble pasión por la Humanidad apagaba
en el todo pensamiento de medro y de fama personales, haciéndole avanzar cons-
tantemente por aquel camino, que siguió firmemente hasta encontrar el secreto
de su investigación, otorgando al mundo probablemente el don más grande que la
< i< in ia ha sido rapaz do conquistar para la vida física del género humano. Ahora
bien; todavía más grande que su gran descubrimiento era el hombre, y, en último
término, el Becreto de su grandeza consistía en la serena sencillez, que era su más
distinguida característica..'... Esto era la grave y atenta cortesía que pedía el caba-
llero cristiano, y «'I más serio amor de su especie. Por eso nosotros no nos sor-
prendemos al saber cómo él producía el entusiasmo y movía los hombres al res-
peto, cómo él ganaba el amor y el alerto como muy pocos otros maestros. Ante
su magistral conocimiento de BU ciencia, su grave y noble fisonomía, señalada por
las suaves huellas de una mente tranquila, reveladora de. un alma de singular be-
lleza y dulzura, de elevada integridad y de un honor sin mancha. Así, un hombre
1 lirit. Med. Joum., Londres, 1870; II, pág. 243.
ÉL SIGLO XIX
225
como éste, dotado por Dios con el genio, era inevitable que tenía que elevarse
hasta las más inaccesibles alturas y alcanzar grandes cosas.» (Rev. Wallace Wil-
liamsom: Discurso en memoria. Edimburgo, febrero 191 2.)
De los cirujanos de la época de Lister, que desenvolvieron las ideas
de éste en nuevos campos, tal vez el primer puesto corresponde a Theo-
dor Billroth ( 1 829-94), el investigador de la cirugía visceral. Nacido en
la isla de Rugen, graduado en Berlín en 1 85 2, Billroth llegó a ser ayu"
dante de la clínica de Langen-
beck, y, subsiguientemente, pro-
fesor de Cirugía en Zurich (i860
a 67) y en Viena (1867-94), Bill-
roth se interesó primeramente
en el estudio de las infecciones
traumáticas, y en su «coccobac-
teria séptica* había indudable-
mente cogido la idea causal; pero
consideraba un grupo genérico
de bacterias como la causa de
toda una familia de afecciones.
Ha escrito un admirable volu-
men de Patología y Terapéutica
quirúrgicas (1863) [i], que ha
sido traducido a casi todas las
lenguas modernas; pero él es es-
pecialmente famoso como ciru-
jano del tubo digestivo. En 1872
ha hecho la primer resección del
esófago (2), y en 1 88 1, la primer resección del píloro por cáncer, que fué
seguida de éxito (3). Ha hecho, además, la excisión completa de la laringe
(1873) [4], y se dice que ha sido el primero en llevar a cabo la «amputación
interilio-abdominal» (1891) (5), y ha dejado una larga serie de resecciones
intestinales y de enterorrafias (1878-83) [6]. Todas estas operaciones en el
tramo gastrointestinal han sido muy útiles para explicarnos la patología
Theodor Billroth (1029-94)
(1) Billroth: Die allgemeine chirurgische Pathologic und Therapie^ Berlín, 1863.
(2) Arch.f. klin. Chir., Berlín, 1872; XIII, páginas 65-69, una lámina.
(3) Wien. med. Wochenschr^ 1881; XXXI, páginas 162-165.
(4) Arch.f. klin. Chir., Berlín, 1874; XVII, páginas 343-356, una lámina.
(5) Billroth no ha publicado informe alguno a propósito de una operación
desgraciada que se dice había realizado hacia 1 89 1 ; así que, según Ja ley de prio-
ridad, el crédito se le concede a Mathieu Jaboulay, que publicó el primer artículo
en Lyon Med., 1894; LXXV, páginas 507-510.
(6) Zeiischr.f. Heilk., Praga, 1884; V, páginas 83-108.
Historia d> la Mídiciha.— Tomo II
15
226 HISTORIA DE LA MEDICINA
de esta región, constituyendo, según la frase de Naunyn, «autopsias in
vivo*. Billroth era un hombre de una personalidad encantadora, genial_,
con una fuerte inclinación artística, revelada delicadamente en las pocas
composiciones poéticas y musicales que nos ha dejado y en sus delicio-
sas Briefe, en algún modo un memorial de su amistad de toda la vida
con el gran compositor del Norte de Alemania Johannes Brahms. Los
discípulos más notables de Billroth son Mikulicz, Czerny, Wolfler y Ger-
suny, todos eslavos, y von Eiselsberg, un austríaco.
Johann von Mikulicz-Radecki (1850-1905), de Czernowitz (Polonia),
que fué ayudante de Billroth desde 1 88 1 y profesor de Cirugía en Kó-
nigsberg (1887) y en Breslau (1890), trabajó mucho en el perfecciona-
miento de los métodos antisépticos, inventando los métodos actuales de
explorar el esófago y el estómago (1881) [i]; siendo el primero en tratar
el cáncer del esófago por resección y transplantación plástica (1886) [2];
ha inventado la faringotomía lateral para extirpar los tumores malignos
de la región tonsilar (1886) [3]; ha descrito la inflamación simétrica de
las glándulas lagrimales y salivares, «enfermedad de Mikulicz» (1892) [4];
extendió grandemente la cirugía operatoria del estómago y de las articu-
ciones, y colaboró en el Atlas (1892) y en un tratado de enfermedades de
la boca (1898). Ha sido uno de los primeros en usar guantes durante las
intervenciones quirúrgicas; pero los guantes de algodón que él usaba fue-
ron pronto substituidos por los guantes de goma, introducidos por Hals-
ted, de Baltimore (1890), y poco después por W. Zoege-Manteuffel.
Vincenz Czerny ( 1 842- i 9 16), de Trautenau (Bohemia), profesor de
Cirugía en Freiburg (187 I) y en Heidelberg (1887); inventó la enuclea-
ción de los fibromas uterinos subperitoneales por la vía vaginal (1881) [5].
y extendió la labor de Billroth a la excisión de la laringe, del esófago, de
los ríñones y a la cirugía visceral en general. Sus últimos días fueron con-
sagrados a la investigación del cáncer en la Samariterhans de Heidelberg
(1906) bajo su dirección.
Anton Wolfler (1850), de Kopezen (Bohemia), profesor de Cirugía
en Graz (1886) y en Praga' ( 1 895); ha llevado a cabo la gastro-enterosto-
mía (188 1) [6J y ha consagrado una especial atención al tratamiento qui-
rúrgico del bocio (1887-91 ).
Robert GersüNY (1844), de Teplitz (Bohemia), que siguió a Billroth
(1) Mikulicz: Wien. med. I 'rrs.se, 1 88 1 ; XXII, páginas 1405 y siguientes.
(2) Prag. med. Woche?ischr., 1886; IX, pág. 93.
(3) Przegl. lek,. Cracovia, 1886; XXV, pág. 173.
(4) Rillroth Festschrift (liciirage ztir Chirurgie)y Stuttgart, 1892; páginas 610
a 6<o, una lámina.
(5) Czerny: Wien. med. W'orhrnsrhr., 1881; XXXI, páginas 501 y 525.
vVülflcí ( \)itralbl.J. Cliir., Leipzig, 1 88 1 ; VIII, páginas 705-708:
E7l s;iglo XI X iff
como director de la Rudolfinerhaus (1894), es más famoso por la inven-
ción de las inyecciones protésicas de parafina (1900).
Karl Thiersch (i 822-95), de Munich, discípulo de Stromeyer, que fué
profesor de Cirugía en Erlangen (1854) Y en Leipzig (1887), era un gran
defensor del método listeriano y un notable cultivador de la patología
quirúrgica por sus estudios sobre el cáncer epitelial (1865) [i], la necro-
sis fosfórica del maxilar (1867) [2], la curación de las heridas (1865) [3] y
su invento de los injertos cutáneos (1874) [4].
Richard von Volkmann (1830-89), de Leipzig, hijo del bien conocido
fisiólogo de Halle y profesor de Cirugía en esta ciudad ( 1 867-89); trabajó
también mucho por introducir la antisepsia durante la guerra franco-pru-
siana; fué el primero en excindir el recto por cáncer (1878) [5]; describió
las contracturas o parálisis isquémicas, a las que dio nombre (1881) [6],
y el cáncer en los que trabajan en parafina, y fundó los bien conocidos
Sammlung klinischer Vortráge (1870), que contenían algunas de las más
importantes monografías de su época. Era un hombre de aspecto aristo-
crático, un poeta (Richard Leander) y sus Sueños en un hogar francés (7)
son un encantador libro.
Friedrich von Esmarch (i 823- 1 908), de Tonning (Schleswig-Holstein),
discípulo de Stromeyer y de Langenbeck; profesor en Kiel (i 857-99), era
un gran cirujano militar, que sirvió en las campañas de 1848-50, l864-66y
1870-71. Es más famoso por su introducción de los vendajes primeros o
primeros auxilios en el campo de batalla ( 1 869-70) [8] y por su método
de evitar las hemorragias quirúrgicas por medio del «vendaje de Es-
march» (1873) [9]. Ha hecho mucho por perfeccionar el estado de la ciru-
gía militar con sus contribuciones sobre la resección después de las heri-
das por arma de fuego (1851), los locales más apropiados para hospitales
de campaña y estaciones de cura (1861), técnicas operatorias (1871), pri-
meros auxilios a los heridos (1875) y primeros auxilios en los accidentes
(1882). Ha sido un defensor y fundador de los establecimientos llamados
por él Samariterwesen, para la educación militar en Alemania, y por su
matrimonio con una princesa real llegó a ser tío del último emperador.
(1) Thiersch: Der Epithelialkrebs, Leipzig, 1865.
(2) Thiersch: De ?naxillarum necr o si phosphoric a, Leipzig, 1867.
(3) Handb.. d. allg. u. spez. Chir. (Pitha-Billroth), 1867; I» 2 Abth., núm. 3.
(4) Verhandl. d. deutsche Gesellsch.f. Chir., Berlín, 1874; III, páginas 69-75.
(5) Volkmann: Samml. klin. Vortr., Leipzig, 1878, núm. 131 (Chir., núm. 42),
páginas 1113-1128.
(6) Centralbl.f. Chir., Leipzig, 1881; VIII, páginas 801-803.
(7) Tráumereien an franzósischen Kaminen, Leipzig, 1871.
(8) Esmarch: Der erste Verbannd auf dem Schlachtfelde, Kiel, 1869.
(9) Samml. klin. Vortr., Leipzig, 1873, número 58 (Chir., número 19), páginas
373-384.
2 2*
HISTORIA DE LA MEDICINA
Ernst vox Bergmann (1836-1907), de Riga (Rusia), graduado en Dor-
pat en i860; sirvió en el ejército prusiano en las guerras de 1 866 y 1 870
al 71, y del lado de Rusia en la guerra de 1877-78, después de la cual
llegó a ser una figura eminente de la medicina alemana. Fué llamado a la
cátedra de Würzburg en 1 87 8, y substituyó a Langenbeck en Berlín en
1882, donde permaneció durante todo el resto de su vida. Ha hecho ade-
lantar grandemente la cirugía craneal con sus memorias acerca de los
traumatismos de la cabeza (1873) [i],
y el tratamiento quirúrgico de las
afecciones cerebrales (1888) [2], y es,
además, notable por sus obras so-
bre la embolia grasosa (1863), la ci-
rugía de las articulaciones ( 1 87 2-7 8),
la ligadura de la vena femoral (1882),
las enfermedades de los ganglios lin-
fáticos (1881) y sus numerosas con-
tribuciones a la Patología quirúrgica.
Ha introducido la esterilización por
el vapor en Cirugía (1886), y llegó a
crearse un procedimiento aséptico
propio (1891). Sus cartas de 1 866-77
han sido editadas por A. Buch-
holz (191 1).
Ernst Julius Gurlt (1825-99), de
Berlín, donde llegó a ser profesor en
1862, habiendo tomado parte en to-
das las guerras de este período; ha es-
crito con gran habilidad sobre gran
variedad de temas, y ha alcanzado un elevado puesto en la literatura mé-
dica come historiador por excelencia de la cirugía. Ha sido uno de los más
eruditos cirujanos de su época, y su Geschichte der Chirurgie (1898) se
ocupa de la historia de la ciencia quirúrgica desde el período del renaci-
miento, siendo para la Cirugía lo que el Haeser es para la Medicina, sin
rival desde el punto de vista de la erudición, de lo seguro de la biblio-
grafía y de lo acabadamente que se tratan los asuntos. Es una obra que
merece ser colocada en lugar preferente como uno de los más grandes
monumentos de la ciencia alemana.
Friedrich von Esmarch (1S23-1908).
(Colección A. C. Klebs.)
d) Bergmann: Handb. d. alig. u. s/es. Chir. (Pitha-Bilh*oth), Erlangen, 1873; III,
Abthcil . 1 AI>m lin.
ufe C/ürurgische Bekandlung bei Hfmkrankfuiten, Berlín, 1888.
EL SIGLO XIX 229
En ia ortopedia debemos conceder una mención especial a la familia Heine, cu-
yos miembros fueron todos expertos mecánicos, especialmente Jacob von Heine,
(1 799- 1 879), de Cannstatt, que ha sido el primero en descubrir las deformidades
poliomielíticas (1840) y que ha escrito un importante tratado sobre dislocaciones
(1842); Gustav Simon (1868), Adolf Lorenz (1854), de Weidenau (Silesia), que ha
ideado el método no operatorio de reducir la luxación congenita de la cadera, por
medio de manipulaciones especiales; Julius Wolff (1836- 1902), de la Prusia Occi-
dental, autor de una gran monografía que trata de las leyes que rigen las transfor-
maciones quirúrgicas de los huesos (1892), y Albert Hoffa (1859-1907), que ha in-
ventado una bien conocida operación para las dislocaciones congénitas de la ca-
dera y ha sido el editor del Zeitschrift für orthopadische Chirurgie (1891).
De las operaciones originales de cirujanos alemanes del siglo xix debemos men-
cionar la primera nefropexia, por Eugen Hahn (1881); la primer excisión de la ve-
sícula biliar, por Cari Langenbuch (1882), la primer colostomía, por Karl Maydl
(1888); la toracotomía para el empiema, por Ernst Küster (1889); la resección del
recto, por Paul Kraske (1891); la excisión del ganglio de Gasser, por Fedor Krause
0893), y la excisión del estómago, por Carl Schlatter (1S97). La invención del cis-
toscopio, por Max Nitze (1877-78), perfeccionó grandemente la cirugía de la
vejiga.
De los cirujanos franceses de este período, Aristide-Auguste Verneuil
(1823-95), de París, que introdujo muchas mejoras hospitalarias y educó
muchos buenos discípulos; no hizo descubrimientos originales, pero es fa-
moso por sus procedimientos de forcipresión en las hemorragias (1875),
vendajes secos, tratamiento de los abscesos con yodoformo y por la Revue
de Chirurgie (188 1), de la que ha sido uno de los fundadores y editores.
Ha escrito monografías no muy extensas, y sus obras no están contenidas
todas en los seis volúmenes de sus Memoir es de Chirurgie (1877-88).
Edouard Nicaise (1838-96), cirujano del hospital Laénnec (1880-96),
que, como Malgaigne, se distinguió especialmente en la historia de su arte,
publicando soberbias ediciones modernas de Guy de Chauliac (1890),
Henri de Mondeville (1893) y Pierre Franco (1895) y escribiendo varios
fascinadores ensayos.
Félix Güyón (183 1), natural de la" Isla de la Reunión, profesor de Ci-
rugía génito-urinaria de la Facultad de Medicina de París (1890), ha sido
uno de los grandes maestros de la especialidad en su época, y sus clíni-
cas del hospital Necker han sido seguidas por estudiantes de todas las par-
tes del mundo. Sus lecciones sobre enfermedades génito-urinarias (1881)
y sobre enfermedades quirúrgicas de la vejiga y de la próstata (1888)
son sus obras más importantes. La litolapaxia de Bigelow ha sido perfec-
cionada por Thomson y por Guyón, quien ha sido seguido, y tal vez so-
brepujado, por su brillante discípulo Joaquín Albakrán (1860-1912), otro
exótico, nacido en Sagua la Grande (Isla de Cuba), que ha obtenido dos
veces la medalla de oro de la Facultad de Medicina de París ( 1 888-89), ha
sido profesor agregado en 1 892, y en su corta vida llegó a ser un astro de
primera magnitud como profesor y por sus muchas valiosas innovaciones
en el diagnóstico de las condiciones intrapélvicas de la orina. Sus trabajos
230
HISTORIA DE LA MEDICINA
sobre la exploración de las funciones renales (1905) y la cirugía de las
vías urinarias (1909) son sus obras maestras.
Otros cirujanos'franceses de nota son Charles Sedillot (1804-83), que llevó a
cabo la primera gastrostomía (1849); : ,Pa.ul Berg,er (l845>). que ha escrito una
acabada monografía sobre la amputación interescápulotorácica (1887); Mathieu Ja-
boulay, que ha sido el primero en describir la amputación interilioabdominal
(1894) v ha escrito una autorizada monografía acerca de la cirugía del sistema sim-
pático V de la glándula tiroidea (1900); Edmond Delorme (1847), que ha ideado la
operación de lá decorticación pulmonar para el empiema crónico (1894-1901);
Ulvsse Trelat (1828-93), profesor del Hospital Necker; Louis Felix Terrier (1837
a 1908) y Louis X. E. L. Oilier (1825-1900). Los cirujanos italianos han llevado a
cabo algunas atrevidas operaciones en
el corazón, siendo el primero en este
campo Guido Farina, que ha suturado el
ventrículo derecho el 8 de junio de
1896 (1). La primer sutura del corazón
seguida de éxito ha sido efectuada por
L. Rehn en Francfort am Main en el
año 1896 (2). La cardiolisis ha sido
propuesta por Brauer en 1902. De los
cirujanos suizos, Jacques-Louis-Rever-
din (1842) y Theodor Kocher son famo-
sos por sus operaciones en la glándula
tiroidea, y August Socin (1837-99) por
su obra de cirugía militar (1872), y su
estudio de las enfermedades quirúrgi-
cas de la próstata (1875).
Sir James Paget (1814-99), de
Great Yarmouth (Inglaterra), gra-
duado en el Hospital Saint Bartho-
lomew, al que quedó adscrito toda
su vida y fué cirujano sargento de
la reina, recibiendo su baronía en
el año 187 1. Gran amigo de Vir-
chow, Paget era, como Brodie, un
eminente patólogo quirúrgico, siendo sus mejores obras sus Lectures on
Tumours (185 i), Surgical Pathology (1863), Clinical Lectures and Essays
(I875), el ('ata logo del Museo Patológico del Real Colegio de Cirujanos
(IS82), del que era presidente, y sus originales descripciones del eczema
del pezón con subsiguiente cáncer mamario (1874) [3] y del desorden
trófico, osteitis deformante (1877-82) [4]. I La dado también una de las pri-
( De un retrato de (ieorge Richmond).
(i) Farina; Bull. d. r. Accad. di We,/. diRoma, 1896-7; XXIII, pág. 248.
\i) L R'lni: Arrh. f. klin. i tur., Berlín, 1907; LXXXIII, páginas 723-778- El
,, ,\,- Mi hn continuaba viviendo cuando él escribió su artículo, diez años y me-
dir, despué • 'i* haberse efe< tuado la operación.
Paget: St Barth. ffosp. /ú/., Londres, [874; X, páginas 87-69.
(4) Vfed.-Chir, Tr.t Londres, 1876-7, LX, pág. 37; 1881-2, l.W, pág. 225.
EL SIGLO XIX 231
meras notas sobre eritromelalgia (enfermedad de Weir Mitchell), y toda la
labor de su vida viene a demostrar cómo es posible que un verdadero ci-
rujano sea a la vez un buen observador clínico.
Sir Jonathan Hutchinson (1828-1913), de Selby (Yorkshire), también
procedente del Hospital de Saint Bartholomew, cirujano del hospital de
Londres (i 859-83) y profesor de Cirugía del Real Colegio de Cirujanos
(1879-83); era igualmente un experto patólogo quirúrgico, y es especial-
mente notable por su descripción de los dientes incisivos tallados en
muescas y a escoplo (dientes de Hutchinson), de la sífilis congenita
(1861) [i], de la varicela gangrenosa (1882) [2] y de otras enfermedades
de la piel, y por sus opiniones a propósito de las causas de la lepra, que
él atribuía a la alimentación por el pescado. Su nombre se encuentra aso-
ciado también con las designaciones de la «facies de Hutchinson», en la
oftalmoplejia; la «máscara de Hutchinson», en la tabes, y la desigualdad
pupilar en los casos de hemorragia meníngea, y la «triada de Hutchin-
son» (queratitis intersticial, dientes de Hutchinson y afecciones del labe-
rinto)^ en la sífilis, de lo que él había visto más de un millón de casos.
Sus Archives of Surgery (1889-99) consisten en diez volúmenes, apareci-
dos periódicamente, estando su contenido escrito por completo por él y
formando, en conjunto, un gran almacén de observaciones clínicas origi-
nales, que pueden en la actualidad ser estudiadas como las obras de John
Hunter.
Sir William McEwen (1848), de Rothesay (Escocia), profesor de Ci-
rugía de la Universidad de Glasgow (1892), es notable por sus métodos
de osteotomía para el genu-valgum (1881), de cura radical de la hernia
inguinal oblicua (1887), de tratamiento del aneurisma por la acupuntura
(1890), y por su monografía sobre Enfermedades infecciosas piogénicas
del cerebro (Pyogenic Infective Diseases of the Brain, 1893), °iue viene a
ser un brillante resumen de su obra en la cirugía del cerebro y de la mé-
dula espinal.
Sir William McCormac (1836-1901), de Belfast (Irlanda), observó mu-
chos casos de cirugía militar en las guerras franco-prusiana y turco-ser-
bia, y fué de los primeros en aplicar con éxito los principios de Listera
la cirugía de las articulaciones y del abdomen, especialmente en sus en-
sayos quirúrgicos para la ruptura intraperitoneal de la vejiga (1886) [3].
Sir Victor Horsley (1857-1916), de Kensington (Inglaterra), ha sido
un investigador de la cirugía experimental y neurológica, especialmente
íl) Hutchinson: Brit. Med. Jo/iru., Londres, 1861; I, páginas 515 y 519.
(2) McJ-.-Cliir. Tr.\ Lopdres, JX81-82; LXV, páginas.i y 11.
(3) McCormac: Lancet, Londres, 1886; II, páginas 1118-1122.
212
HISTORIA DE LA MEDICINA
en las operaciones sobre las glándulas de secreción interna (i 884-86), el
cerebro ( 1 886-90) y su operación inicial para un tumor de la médula es-
pinal (diagnosticado por Gowers, 1 888) [1], después de lo cual, como
dice Cushing, «algunos neurólogos comenzaron a hacer ellos su propia
cirugía » .
Horsley ha producido el mixcdcma artificial en los monos por tiroidectomía
(1884); ha sido uno de los primeros en operar los tumores hipofisarios, y ha seña-
lado reglas para las operaciones de laminectomía, craniotomía y división intradu-
ral del nervio en los casos de neural-
gia del trigémino. Con Schaefer, Bee-
vor y otros, ha hecho el mapa de las
áreas de la corteza cerebral (1884-94),
y con Gotch ha producido degenera-
ciones experimentales de las vías y cor-
dones medulares (1891). Su sugestión
de que el bozal puede favorecer la apa-
rición de la rabia parece ser positiva, y
bajo su inspiración L. C. Wooldridge
hizo sus experimentos sobre la coagu-
lación de la sangre salina, que conduje-
ron al uso de la solución normal de sal
común.
Sir Víctor Hor»ley (1857-
Horsley, que procedía de una fa-
milia de artistas, era un hombre de
un temperamento agresivo, caballe-
resco, con un espíritu exagerada-
mente vivo. En política era dogmá-
tico, autodidáctico, alguna vez algo
inconsistente, sin noción de com-
promiso. Su oposición al empleo
del tabaco y del alcohol estaba ba-
sada en observaciones y experiencias aisladas, y aunque muy severo con
sus enfermeras, era un ardiente defensor del sufragio para la mujer. Mu-
rió por su patria: habiendo servido en Egipto y en Gallipoli, sucumbió de
insolación en Mesopotamia.
Sir Frederick Treves (1853), de Dorchester (Inglaterra), es grande-
mente conocido por sus obras de Anatomía quirúrgica (1883), de obs-
trucción intestinal (1884), de apendicitis y peritonitis, sus sistemas de ci-
rugía (1895) y> con Lang, por un diccionario muy útil de términos mé-
dicos alemanes (1890). Ha desempeñado un papel importante en la gue-
rra del Transvaal, ha escrito algunos encantadores artículos de viajes, y
realizó la operación de la apendicitis a Eduardo VII en 1902.
(1) Sir W. R. Gowcn and Horsley: Med.-Chir. Tr., Londres, 1887-8; LXXI, pá-
ginas 377-430-
EL SIGLO XIX
233
Dos cirujanos americanos, cuya vida activa se extiende hasta el pe-
ríodo listeriano son Bigelow y Gross.
Henry Jacob Bigelow (1816-90), de Boston (Massachusetts), fué ciru-
jano del hospital general de Massachusetts (1846) y profesor de Cirugía
en la escuela médica de Harvard; ha sido el más sabio cirujano de New-
England durante toda su vida. Ha sido el primero en excindir la articu-
lación de la cadera en Amé-
rica (1852) [i], y en su mo-
nografía sobre la dislocación
y fractura de la cadera
(1869) [2], ha sido el prime-
ro en describir el mecanismo
del ligamento iliofemoral o en
Y, haciendo resaltar su im-
portancia al reducir la luxa-
ción por el método de fle-
xión. Además, ha introducido
el método quirúrgico de lito-
lapaxia o litotricia para la rá-
pida evacuación de los cálcu-
los vesicales (1878) [3].
Samuel David Gross (1805
a 84), de Easton (Pensilvania),
profesor de Cirugía en Louis-
ville (Ky.) [1840-56] y en el
Colegio Médico de Jefferson
(Filadelfia) [1856-82], ha sido
el más grande de los ciru-
janos americanos de su épo-
ca. Ha escrito el primer tratado completo, en inglés, de Anatomía pa-
tológica (1839) [4], que ha pasado por tres ediciones, y era muy apre-
ciado, incluso por el mismo Vírchow. Ha escrito, además, un auto-
rizado tratado de enfermedades de los órganos génito-urinarios (1851),
conteniendo el primer estudio de la distribución de los cálculos urinarios;
el primer tratado sistemático de los cuerpos extraños en las vías respira-
torias (1854) Y un importante sistema de cirugía, en dos volúmenes (1859),
estando todas estas obras extensamente ilustradas. Gross ha inventado
Samuel David Gross (1805-84)
(1) Bigelow: Am. Journ. Med. Se, Filadelfia, 1852; XXIV, pág. 90.
(2) The Mechanism of Dislocation and Fracture of the ffi/>., Filadelfia, 1869.
(3) Rigelow: Am. Journ. Med. Se, Filadelfia, 1878; LXXV, páginas 1 17-134.
(4) Gross: Elements of Pathological Anatomy, Boston, 1839.
234 HISTORIA DE LA MEDICINA
muchos instrumentos nuevos, ha realizado experimentos originales acerca
de los efectos de la estrangulación manual (1836) y de las heridas de los
intestinos (1843) en los animales, ha disecado y descrito ejemplares de
embarazo molar (1839), ha practicado la sutura profunda en los casos de
las heridas de la pared abdominal, ha realizado la laparotomía por rotura
de la vejiga y de la miotomía por tortícolis (1873) y ha sido el primero
en describir la prostatorrea (1860V Conocía bien la literatura de su cien-
cia, y sus historias de la cirugía de Kentucky (185 1) y de la cirugía ame-
ricana hasta el año 1 876 son autorizadas y seguras monografías. Sus bio-
grafías de Drake, McDowell, John Hunter, Richter, Paré, Mott y otros
son artículos encantadores. Gross era un hombre fuerte, una figura ro-
busta, con un semblante hermoso y bondadoso. Sus obras han sido pre-
miadas, y la inscripción de su urna sepulcral dice: «las flores, blancas
como la leche, de una vida sin mancha». Tiene una estatua en el museo
médico militar de Washington D. C. Ha sido el más notable de los mé-
dicos germano-americanos.
William Williams Keen (1837), de Filadelfia, profesor de Cirugía del
Jefferson Medical College (1889- 1 907); es autor de una obra importante
acerca de las complicaciones v secuelas quirúrgicas de la fiebre tifoidea
(1898), v ha sido un operador hábil y brillante, especialmente en las afec-
ciones cerebrales. Ha trabajado mucho en craniotomía lineal (1891) y en
la operación interileoabdominal (1904). Es bien conocido por su obra de
texto americana (1899-1903) y por su sistema de cirugía, que son, proba-
blemente, las mejores obras de su género en América. Entre sus ensayos
históricos, su Historia Antigua de la Anatomía Práctica (1870), es lo más
notable por lo completa y por lo seguro de sus datos.
Nicholas Senn (T844-19CX)), de Buchs (Suiza), se estableció en los Es-
tados Unidos en 1852, graduándose en el Colegio Médico de Chicago
Ct 868), llegando a profesor de Cirugía del Rush Medical College de aque-
lla ciudad. Senn ha sido un cirujano científico, profundamente erudito,
que'ha realizado contribuciones experimentales importantes a propósito
del estudio de las embolias gaseosas (1885), de la cirugía del páncreas
(t886), de las heridas por arma de fuego y de las anastomosis intestina-
les, en la realización de las cuales ha introducido el uso de las placas de
hueso decalcifícado. Era indudablemente un gran maestro en la cirugía
intestinal, especialmente en el tratamiento de la apendicitis. Ha inventado
un 1 roced i miento de descubrir la perforación intestinal por medio de la
insuflación con hidrógeno (^ T 888), y ha sido el primero en aplicar los ra-
yos Rontgen al tratamiento de la leucemia (1903). Senn ha desempeñado
un importante papel en la guerra hispano-americana; ha fundado la Aso-
ciación c\r Cirujanos militaras de los Estados Unidos (1891), y a su muer-
EL SIGLO XIX 235
te ha dejado una buena colección de libros de medicina a la biblioteca
de Newberry, y otros generosos legados a la ciudad de su adopción.
Otros notables cirujanos americanos del período listeriano son: D. Ha-
yes Agnew (1818-92), de Filadelfia, profesor de Cirugía de la Universidad
de Pensilvania, que se hizo notable en el caso del presidente Garfield y
era uno de los pocos cirujanos que practicaban a la vez la Medicina y la
Cirugía; John Thompson Hodgen (1826-82), de Kentucky, que inventó
muchos instrumentos y aparatos, especialmente sus vendajes alambrados
de suspensión para las fracturas del fémur y del antebrazo, que siguen
usándose todavía; Henry Orlando Marcy (1837), de Otis (Massachusetts),
que ha aplicado las ligaduras antisépticas en la cura radical de la hernia
(1878) y ha escrito importantes tratados de la hernia (1889) y sobre la
cirugía del periné (1889); Robert Fulton Weir (1838), de New- York, que
ha trabajado mucho en cirugía visceral y articular; Charles McBurney
(l845-l9I3),de Rosbury,que ha descubierto el «punto deMcBurney»como
un signo de la intervención quirúrgica en la apendicitis (1889); Lewis A.
Stimson (1844), de Paterson (N. J.), autor de tratados de fracturas y lu-
xaciones (1899), de cirugía operatoria (1900) y de perfeccionamientos en
en la cirugía ginecológica; Lewis Stephen Pilcher (1845), de Abrían (Mi-
chigan), editor de los Annals of Surgery (1885); Robert Abbe (185 1), de
la ciudad de New- York, que ha introducido los anillos de catgut en las
anastomosis y suturas del intestino (1892); Frank Hartley (1856-1913), de
Washington, que ideóla neurectomia intracraneal déla segunda y tercera
ramas del quinto par como tratamiento de la neuralgia del trigémino
(1892); George Michael Edebohls (1853-1908), de New- York, que ha idea-
do la operación de la descapsulación renal para los casos de nefritis cró-
nica y de eclampsia puerperal ( 1 901); George Ryerson Fowler (1848- 1 906),
que fué el primero en efectuar la toracoplastia (1893); Arpad G. Gerster
(1848), de Kassa (Hungría), autor de un antiguo tratado de cirugía asép-
tica y antiséptica (1888); Roswell Park (1852-1914), de Pomfret (Connec-
ticut), notable en el caso del presidente McKinley y autor de una obra de
texto de Cirugía (1896) y de una atractiva Historia de la Medicina (1897);
Robert T. Morris (l857)> de Seymour (Connecticut), autor de muchos per-
feccionamientos técnicos y de originales ideas; William B. Coley (1862),
de Westport (Connecticut), que ha inventado el tratamiento de los sarco-
mas inoperables con la mezcla de toxinas del estreptococo de la erisipela
y del Bacillus prodigiosus (1891-191 1)5 y los hermanos Charles Horace y
William James Mayo, de Minnesota, autores de muchos acertados perfec-
cionamientos en la cirugía visceral, cuyos geniales método y sistema en
su hospital de Rochester (Minn.) han transformado la Cirugía en una cien-
cia ca.si tan segura y exacta como la teneduría de libros.
236
HISTORIA DE LA MEDICINA
Notables en la cirugía ortopédica y plástica son Frank Hastings Hamil-
ton (1813-87), de Wilmington (Vermont), que ha investigado el problema
de los injertos cutáneos en el tratamiento de las úlceras (1854) Y na es"
crito un importante tratado de fracturas y luxaciones (i860), y Louis- Al-
bert-Sayre (1820-1900), de New-Jersey, que ha efectuado la segunda ex-
cisión de la articulación de la cadera en América (1855) y ha inventado el
Sir Thomas Spencer Wells (1818-97)
método de suspensión en un corsé de escayola, como tratamiento del mal
dePott (1877).
La ginecología del período post-listeriano ha constituido, esencialmen-
te, un brillante desenvolvimiento de los principios quirúrgicos, que han
sido establecidos por McDowell, Sims, Emmet y Battey, en América;
Koeberlé, en Francia; Gustav Simon, en Alemania, y sir Thomas Sfencer
Wells (1818-97), en Inglaterra. Este último, uno de los más grandes ova-
riotomistas, era natural de Saint Albans (Hertfordshire), discípulo de Sto-
kes y Graves en Dublin, y de Travers en Londres. Después de haber pres-
tado servicio por espacio de siete años como cirujano en la Marina real,
incluyendo la experiencia de la guerra de Crimea, se estableció en Lon-
dres, y en 1 858 llevaba a cabo su primera afortunada ovariotomía, que fi_é
seguida de una larga serie de favorables resultados con la misma opera-
EL SIGLO XIX
237
ción. Una fortuna fenomenal acompañaba a todos sus perfeccionamientos
en la técnica, y en muy pocos años llegó a ser conocido de todos sus co-
legas y buscado por las enfermas de todas partes del mundo como un
operador absolutamente seguro de los padecimientos del ovario. Su labor
se ha encontrado resumida en su tratado de Diseases on the Ovaries
(1865-72). Ha sido profesor de Cirugía y de Anatomía patológica, presi-
dente del Real Colegio de Cirujanos y cirujano de la real familia, recibien-
do el título de barón en 1883.
Otro ginecólogo, de mayores
atrevimientos y de éxitos igual-
mente grandes, era Robert Law-
son Tait (1845-99), de Edim-
burgo, que se estableció en Bir-
minghan en 1 87 1 y convirtió la
ciudad en otra Meca para las en-
fermas que iban en busca de una
intervención operatoria. Los éxi-
tos de Tait en Cirugía, como se
ve por sus estadísticas, eran real-
mente maravillosos. Llevó a cabo
las ovariotomías (i) y otras in-
tervenciones abdominales por
millares, con muy pocas defun-
ciones, aunque era, por extraño
que parezca, un violento y hasta
cruel adversario de Lister, ne-
gándose a ver ninguna relación
causal entre las bacterias y las
enfermedades y exponiendo,
con un exagerado desdén, el hecho de que nunca había empleado nin-
guna precaución antiséptica en sus operaciones, aparte de la sencilla
limpieza.
El secreto de sus éxitos era indudablemente su maravillosa habilidad,
y además el empleo del agua hervida para los lavados del abdomen,
lo que constituye, indudablemente, un método aséptico.
Lawson Tait (1845-99)
(1) Tait llevó a cabo su primer o variotomía el 29 de julio de 1868; extirpó el
ovario por un absceso el 2 de febrero de 1872; extirpó los anejos uterinos para
detener el crecimiento de un mioma hemorrágico el i.° de agosto de 1872; realizó
su primer histerectomía por mioma en 1873; extirpó un hematosalpinx el 21 de
junio de 1876; hizo su primer colecistotomía, y extirpó su primer piosalpinx e hi-
drosalpinx en 1879, e hizo una afortunada operación por rotura de un embarazo
tubario el 17 de enero de 1883. „
238 HISTORIA DE LA MEDICINA
Tait efectuó la primera operación afortunada para la ruptura de un
embarazo tubario (17 enero 1883), que ha sido la primera labor de pato-
logía y tratamiento del hematocele pelviano, y en sus Lectures sobre este
asunto (1888) [ij hace notar que el primer tratado autorizado sobre él
embarazo extrauterino ha sido escrito por John S. Parry (1843-76), de
Filadelfla (1876). En 1879, Tait excindía los ovarios normales (2) con
arreglo a las indicaciones establecidas por Battey (1872-73); pero hacía
constar que en ninguno de sus casos estaban normales los anejos uteri-
nos. Esta operación, con la similar de Alfred Hegar en 1877, desarrolla-
ron, como dice Kelly, «todo el campo de las operaciones pélvicas para
enfermedades de los órganos que no fueran los grandes tumores ováricos
y fibroideos». «Los flegmones periuterinos de Emmet y Thomas llegaron
a ser reconocibles como inflamaciones y abscesos tubarios. » En 1879,
Tait llevó a cabo la colecistotomía y la excisión del hydrosalpinx y del
piosalpinx, ideó la operación para restaurar la desgarradura del periné y
los métodos de dilatación del cuello y de reponer el útero desviado.
En 1880 realizó la hepatotomía, y en 1 88 1 inventó la operación especial
para la excisión de los anejos del útero, asegurando el pedículo por me-
dio de una ligadura de seda, con el «lazo de seguridad* (3), de su inven-
ción. Su método de flap-splitting o de reparación plástica del periné cons-
tituye una valiosa innovación (1879) [4J; pero no fué adoptada en Amé-
rica hasta largo tiempo después. Tait ha dejado interesantes resúmenes
de conclusiones a propósito de sus estadísticas operatorias, tratados de
enfermedades de los ovarios (1873) y de las enfermedades de la mujer
(1879-89), y ensayos altamente originales sobre el rapto y otros asuntos
relacionados con la jurisprudencia médica. En todas estas producciones
se revela Tait como un escritor impetuoso, eficaz, frecuentemente basto,
pero siempre ameno.
De entre las más notables innovaciones de la ginecología operatoria debemos
mencionar los diferentes métodos de enuclear los tumores uterinos, ideados por
Eugenr Koéberlé '1864), August Martín (1876), Karl Schroder (1877-84) y Vincenz
Czerny (1881); de excindir el Ateto, porWilhelm Alexander Freund (1878), Vinzenz
•Czerny (1878), Benjamín Franklin I3aer(i892), Fernand Henrotin (1892), Jean-Louis
Faure (1897) y Ernst Wertheim (1900); los perfeccionamientos de la miomectomía,
por Henry O. Marey ( 1881), Joseph Price (1886), Lewis A. Stimson (1889), Joseph
R. Eastman (18891, William M. Polk (1889) y Florián King (1894); del tratamiento de
los desplazamientos ateridos; por James Alexander Adams, y Williams Alexan-
der (1882), Robert ( Mshausen (1886), Howard A. Kelly (1887), y George Michael
Edebohls ( 1 90 1 ). La invención del modelo de pingas hemostáticas, por Eugene
1 lait: LectUí es on I ctopic Pregnancy and Pelvic Haematócele. Birminghan,i88á.
lint Mr.i Journ., Londres, 1S81; I, pág. 766.
íbidem, 1881; I ." j>áu 1()(>-
I ()/>/. 1 •urn. Or. ¡int., Londres, 1879-80; Vil, páginas 585-588; tírtt. Cy-
nacc. Journ., Londres, 1887-8; ill, pág. ^66; 1892, VII, pág. 195.
EL SIGLO XIX 239
Koeberlé (1865); sus métodos de liberar las adherencias, de morcellement al eiui-
clear los fibronas (1865); de retraer el pedículo en los quistes ováricos (pedicule
perdu) y del drenaje pelviano, constituyen grandes adelantos en la técnica operato-
ria. La posición operatoria (elevación de la pelvis), ideada por Friedrich Trende-
lenburg (1890), ha constituido otro positivo períeccionamiento. La técnica de la
operación cesárea ha sido perfeccionada por Ferdinand Adolph Kehrer (1882), y
especialmente por Max Sanger (1882), Edoardo Porro (1876), que fué el primero
que realizó la operación cesárea con excisión del útero y de los anejos (1876), y Al-
fred Dührssen, que inventó la operación por la vía vaginal (1898). La excisión de
la vagina ha sido llevada a cabo por Robert Olshausen (1895); Ia reforma plástica
de la vagina, por Alwin Karl Mackenrodt (1876), y una operación de colgajo para
la atresia vaginal, por George Henry Noble (1900). La operación cesárea en el caso
de convulsiones puerperales ha sido aconsejada por Tjalleng Halbertsma (1889).
La pubiotomía como sustitutiva de la sinñsiotomía va asociada al nombre de Leo-
nardo Gigli (1902). El embarazo extra-uterino ha sido estudiado por John S. Parry
(1876); por Lawson Tait, que llevó a cabo la primera operación tubaria que tuvo
éxito (1883); por Richard Werth (1887), Joseph Eastman (1888), Joseph Price (1890),
John Clarence Webster (1892) y B.J. Kouwer, que fué el primero en describir el
embarazo ovárico (1897).
Mucha parte de la historia de la Ginecología de los tiempos modernos ha
sido descrita por Priestley como una serie de «locuras», como una tendencia a
seguir las modas predominantes. Primeramente existió la locura de los desplaza-
mientos uterinos, cuando Grayley Hewitt (en Inglaterra), Velpeau (en Francia) y
Hodge (en América) defendían la causa del pesario romo tratamiento del dolor
lumbar o dolor pelviano, y casi todos los ginecólogos inventaron pesarios, o, cuan-
do menos, modihcaron alguno de los existentes; estando, entretanto, los infortuna-
dos úteros, como dice AllDutt, «o empalados en un vastago, o colgados de una per-
cha». La locura de la celulitis pelviana ha tenido su origen en el hecho de que, en
¡857, Gustave Bernutz encontró un caso de absceso periuterino debido a la infla-
mación del tejido celular pélvico, después de lo cual Bernutz y Goupil publicaron
su famosa memoria sobre la celulitis pelviana (1862). Este punto de vista de la pa-
tología pelviana fué ampliamente aceptado hasta que Gaillard Thomas, en 1880, le
censuró, demostrando que muchas de las alegadas como celulitis son realmente
peritonitis, y que el primer padecimiento es muy poco frecuente en las vírgenes.
De la misma manera, la ooforectomía, clitoridectomía, inflamación de la cavidad y
del cuello uterinos, excisión del útero y de sus anejos, operaciones para losemba-
razos extrauterinos y operaciones cesáreas, todo ha tenido su época, de acuerdo
con los dictados de la moda. Entretanto se iban publicando obras substanciales
desde el punto de vista de la Patologia, por C. A. Ruge y Johann Veit, que descri-
ben las erosiones del cuello uterino (1877); por A. J. C. Skene, sóbrelas glándulas
parauretrales (1880), por August Breisky, sobre kraurosis de la vulva (1885), por
Max Sanger, sobre el sarcoma decidual del útero y otros tumores deciduales (1889
a l893); por J. Whitridge Williams, sobre el cistoma papilar del ovario (1891) y el
ieciduoma maligno (1895); Por Thomas S. Cullen, sobre el hidrosalpinx (1895), el
cáncer del útero (1900), adenomioma del útero, (1908) y enfermedades del ombligo,
y por Georg Winter, sobre diagnóstico ginecológico (1896). La importancia de la go-
norrea latente en la mujer ha sido puesta de manifiesto por Emil Noeggerath (1872),
y el asunto general, desarrollado por Ernst von Bumm (1885), Max Sanger (1889) y
Ernst Wertheim (gonorrea uterina y vesical, 1895-96). El tratamiento de los tumo-
res uterinos por el galvanismo ha sido ideado por Ephaim Cutter (1874) y Ia faradi-
zación ha sido primeramente empleada por Ceorges Apostoli (1884) [1].
Howard Atwood Kelly (1858), de Filadelfia (2), profesor de Ginecolo-
gía de la Universidad de Pensilvania (1888) y de la Universidad de John
(1 j Para las referencias bibliográficas de la Ginecología moderna, véase el In-
dex Catalogue, Surgeon General's Librai-y, 191 2; dos series; XVII, páginas 163-166.
(2) i\ acido en Camden (New-jersey;.
240
HISTORIA DE LA MEDICINA
Hopkin (1889) y fundador del Hospital Kensington, en Filadelfia, es re-
conocido como la principal autoridad en América de su especialidad.
Ha sido de los primeros en emplear la anestesia por la cocaína (1884) en el tra-
tamiento de la retroflexion del útero par suspensión^), en idear las operacio-
nes de la nefraureterectomía, nefraureterocistectomia, bisección vertical del útero
en la histerectomía, bisección de fibromas y tumores ováncos, bisección horizontal
del cuello, para tumores e inflamaciones del mismo, y la apendicectomia ideal, los
procedim entos de examen aeroscópico de la vejiga y cateterismo de los uréteres,
exploración del recto v de la flexura sigmoidea, diagnóstico de los cálculos urete-
rals y renales con bujías guarnecidas de cera, diagnóstico de la hidronefrosis por
noi inyección y apreciación de la capacidad de la pelvis renal, operaciones del ri-
ñon a través del triángulo lumbar superior, tratamiento de los tumores malignos
por el radio v varios perfeccionamientos en el tratamiento de las fistulas vesicova-
einales Es el inventor del almohadillado Kelly y de nuevos espéculos rectales y
Vesicales, y sus Ginecología operatoria (1898) y Ginecología médica (1908), ambas ilus-
tradas por Max Brüdel, comprenden todos los adelantos en esta ciencia, siendo los
mejores tratados americanos de esta especialidad en esta época.
Es, además, conocido por sus notables contribuciones históricas a pro-
pósito'del hipnotismo, de la Ginecología en América, de la apendicitis, de
la fístula vesicovaginal, de la botánica médica, de las ilustraciones en Me-
dicina y de biografía médica americana (1912). Su Stereo-Clinic (1910-13)
es un recuerdo fotográfico permanente de los procedimientos quirúrgicos
modernos.
La tendencia de la Ginecología moderna a llegar a fundirse dentro de
la cirugía general del abdomen ha sido ingeniosamente señalada por Kelly
del modo siguiente:
.La cuestión vital que en.la actualidad afecta a la Ginecología es la siguiente:
Está ella destinada a permanecer doncella toda la vida? Nosotros la vemos; de una
Darte se ve cortejada por su antepasada la Obstetricia, que trata de arrastrarla una
ve! : má™ SanzaPimpía v estéril, destinada a despojarla ^ su virilidad a ser
balanceada todo el resto de sus días en inocentes ociosidades en la cum obstétn
ca chupando el envejecido dedo ancestral con la vana esperanza de un alimento
co apologías mezcladas de metáforas); del otro lado, nosotros la vemos solicitada
por un vigoroso varonil pretendiente, la Cirugía general, tratando de halagarl , por
Sa promesa de la autonomía en su propia casa, bajo su propio nombre, borrando su
identidad.»
Aunque la antisepsia y hasta la misma asepsia haya sido llevada a la
Obstetricia antes de la época de Lister, los principios no comenzaron a
ser tomados en cuenta hasta que tanto los cirujanos como los tocólogos
comenzaron a lavarse las manos en disolución de ácido fénico o de subli-
mado El primero en emplear la solución fenicada en la Obstetricia ha
sido Etienne-TARNIBR, de París (1881) [i], el inventor del bien conocido
(1)
1 arnier: Ir. Interna*. Med. ( <mgr.t Londres, 1881; IV, pág. 390.
EL SIGLO XIX 241
fórceps de tracción por el eje (1877) [i], y el introductor de la dieta láctea
durante el embarazo.
Importantes características del período preantiséptico son: la inducción artifi-
cial al parto prematuro, por Cari Wenzel (1804); el uso del cornezuelo de centeno,
por John Stearns, de Massachusetts (1808); la indicación de usar el agua clorurada
para prevenir la conjuntivitis infantil, por Gottfried Eisenmann (1830); la afirma-
ción de la contagiosidad de la fiebre puerperal, por Holmes (1843) y Semmelweiss
(1847-61); el primer hallazgo de la orina albuminosa en relación con las convulsio-
nes puerperales, por John C. W. Lever, del Guy's Hospital (1843) [2]; la maniobra
de Credé (1854); la invención de la versión cefálica combinada, por Marmaduke
Burr Wrigt, de Ohio (1854), y de la versión podálica combinada, por Braxton Hicks
(1864). En la primera parte del siglo, las dos matronas francesas Mme. Boivin
(1773-1841) y Mme. La Chapelle (1769-1821) publicaron notables tratados de Obs-
tetricia^ 18 12 y 1821-25). El libro de Mme. La Chapelle, con sus deducciones estadís-
ticas de 40.000 casos de partos, tuvo la buena consecuencia de establecer una nor-
ma t> canon de procedimiento obstétrico apropiado. Fueron seguidas de otras
obras, como las de Velpeau (1829), Cazeaux (1840) y Dubois (1849), en Francia;
Caspar von Siebold (1841), Michaélis (1842), Kiwisch (185 1), Scanzoni (1852), y Cari
Braun von Fernwald (1857), Otto Spiegelberg (1858), en Alemania y Austria; Fleet-
wood Churchill (1834) y Francis Henry Ramsbotham (1841), en Inglaterra; W.P. De-
wees (1824), Charles D. Meigs (1849), Hugh L. Hodge (1864) y W. T. Lusk (1882),
en America. El mejor tratado reciente de América es el de John Whitridge Wil-
liams (1903).
Estudios morfológicos de la pelvis deformada y de deformidades de la columna
vertebral, en relación con la dificultad del trabajo del parto, han sido hechos casi
exclusivamente por los tocólogos alemanes. La pelvis contraída oblicua (pelvis de
Naegele) fué primeramente descrita por Franz Cari Naegele (1839), y la pelvis
ovoide oblicua, por Cari C. T. Litzmann (1853), incluyendo en ella las formas coxál-
gica, escoliótica y cifoescoliótica. La pelvis estrecha recta, debida a un defecto en
el desarrollo del sacro, es descrita por Robert (1842). La pelvis osteomalácica ha
sido primeramente observada por William Hunter y descrita por Stein el joven.
El tipo raquítico o pseudoosteomalácico es descrito por Smellie, Sandifort y Stein
el joven y designado con el nombre actual por Michaélis (1 851). La pelvis espondi-
lolistética ha sido descrita por Rokitansky (1839) y cuidadosamente estudiada por
Kilian como «pelvis obtecta» (1854). Rokitansky ha introducido, además, el térmi-
no «pelvis cifótica». Baudelocque ha sido el primero en observar y describir la pel-
vis deformada en embudo. La pelvis espinosa ha sido descrita y representada por
Kilian en 1854, al paso que Michaélis y Litzmann eran los primeros en estudiar la
pelvis aplastada (pelvis plana de Deventeri) y'sus variedadas raquíticas. La separa-
ción congenita de la sínfisis pubiana ha sido observada por Bonnet (1724) y Crevé
(1795) y descrita por Litzmann (1861). Todas estas diferentes variedades han sido
cuidadosamente descritas por Gustav Adolf Michaélis (i 798- i 848) en su Das enge
Becken (185 1) y por Carl Conrad Theodor Litzmann en Die Formen des Bec-
kens (1 86 1).
Después de Semmelweiss. los más notables de los tocólogos moder-
nos han sido Simpson, Credé y Braxton Hicks.
Sir James Young Simpson (1811-1870), de Bathgate (Escocia), fué pro-
fesor de Obstetricia en Edimburgo (1840), y muy pronto adquirió una
práctica extraordinaria por su gran habilidad y su fascinadora personali-
dad. Ha sido el primero en emplear el cloroformo durante el trabajo del
(1) Ann.de Gynec, París, 1877; VII, páginas 241-261.
(2) Lever: Guy's Hosp. Rep.> Londres, 1843, 2 s.; I, páginas 495-517-
Historia di t,a Mbdioisa. — Tomo II 16
242
HISTORIA DE LA MEDICINA
parto (1847), creándose por este hecho un gran nombre en la historia de
la ciencia. Ha ideado las suturas con hilo de hierro (1858), los fórceps obs-
tétricos largos, la acupresura (1860-64) y muchas nuevas «habilidades* en
Ginecología y Obstetricia, tales como la sonda uterina (1843), los tallos
de esponja, la dilatación del cuello con fines diagnósticos, los «dolores de
Simpson» en el cáncer uterino (1863) y la versión en los casos de defor-
midad de la pelvis. Sus memorias sobre patología fetal y hermafroditis-
mo son notables; ha hecho, además,
valiosas contribuciones a la Arqueolo-
gía y a la historia de la Medicina, es-
pecialmente a propósito de la lepra en
Escocia (1841-42). Ha ideado el sjste-
ma de pabellones hospitalarios, y con
sus investigaciones estadísticas sobre
los resultados de Jas operaciones im-
portantes (Hospitalism, 1869) ha he-
cho mucho para mejorar el estado de
los hospitales. Aunque con algún to-
que de fanatismo religioso, que se
debe tomar en cuenta en su oposición,
algo beata, a Lister, ejercía una mara-
villosa influencia en sus enfermas, y
era, a pesar de todo, una de las nota-
bles personalidades de su época.
Carl Siegmund Franz Credé (1819
a 92), de Berlín, director de las clí-
nicas obstétrica y ginecológica de la
Charité (1852) y profesor de Obste-
tricia en Leipzig, ha ideado dos cosas de capital importancia en los pro-
cedimientos obstétricos: el método de expulsión de la placenta por expre-
sión manual externa (1854-60) [i] y la profilaxia de la conjuntivitis infantil
fgonocócica) por la instilación en los ojos del recién nacido de la disolu-
ción de nitrato de plata (1884) [2]. Ha sido editor del Monatsschrift für
Geburtskundé 1 1S53-69) y del Archiv für Gynákologie (1870-72). Era un
admirable maestro y un buen organizador, habiendo fundado las policlí-
nicas obstétrica y ginecológica de Leipzig. Las dos innovaciones a que va
Sir James ¥oh i ^i 1-70)
1 Iredé: Klin. Vortr über Geburishülfts Berlín, 1854; páginas 599-603.
Die Verhütung der \ugenentzündun$ der Ntugeborcnen (etc.), Berlín, i88j|
Precedida por la recomendación de Gottfried Eisenmann del agua clorada en 1830
Ja» obi).
!
EL SIGLO XIX
¿43
asociado su nombre le hacen acreedor a la gratitud eterna del género
humano.
John Braxton Hicks (i 82 5-97)» de Londres, un famoso maestro de
Londres, que desempeñó puestos muy honoríficos, ha hecho época en la
historia de los procedimientos obstétricos por la invención de la versión
podálica combinada con manipulaciones externas e internas (1863) [i],
que forma una continuidad a través de la edades con el famoso trabajo
de Ambrosio Paré. La prioridad
de Hicks ha sido discutida en fa-
vor de Marmaduke Burr Wright,
que, por lo menos, empleaba o re-
comendaba las maniobras exter-
nas en la versión cefálica (1854).
Las observaciones de Hicks res-
pecto del estado del útero en las
distocias (1867) [2] y sobre las
hemorragias accidentales ocul-
tas (1872) [3], son también muy
apreciadas por los prácticos de
este arte.
En el período post-antiséptico,
Adolf Gusserow (1836- 1906) describe
la anemia perniciosa del embarazo
(1872); Christian Wilhelm Braune
(1831-92) estudia el embarazo en cor-
tes congelados (1872); Gustav Adolf
Walcher (1856) idea la postura en
suspensión (Hánge lage) durante el
curso del parto normal (1889); L. M.
Bossi idea la determinación del par-
to prematuro por dilatación forzada
del cuello (1892); Albert Doderlein estudia la relación délas secreciones vaginales
con la fiebre puerperal (1892); Fritz Momburg (1870) y F. La Torre idean el empleo
de la ligadura abdominal para prevenir la hemorragia uterina (1908), y C. J. Gauss,
el sueño crepuscular (1906-15).
Carl Siegmund Franz Credé (1819-92)
La Oftalmología y la cirugía de los ojos se han colocado en una base
científica, gracias, principalmente, a la labor de tres hombres: Helmholtz,
Albrech von Graefe y Donders. Cuando se inventó el oftalmoscopio, ex-
clamó von Graefe: «Helmholtz ha descubierto un Nuevo Mundo para nos-
otros» (Helmholtz hat uns eine neue Weit erschlossen)^ y la utilidad del nue-
(1) Hicks: Tr. Obst. Soc, Londres (1863), 1864; V, páginas 219-259 (appendix)
Y 265.
(2) Ibidem (1867), 1868; IX, páginas 207-227 (apendix) y 229-239.
(3) Brit. Med. Journ., Londres, 1872; I, página 207.
244
HISTORIA DE LA MEDICINA
vo instrumento quedará suficientemente indicada con el hecho de que
casi todos los «modernos» especialistas notables de los ojos han ideado
algún nuevo perfeccionamiento del mismo. No sólo sirve para poner en
claro los desórdenes del tractus uveal, sino también para el diagnóstico de
afecciones obscuras del cerebro, de los ríñones, de la glándula pituitaria,
etcétera. Bouchut, en 1863, llamaba a
este procedimiento diagnóstico «cere-
broscopia».
Antes del tiempo de von Graefe, las for-
mas infecciosas de la ¡conjuntivitis granu-
losa habían sido descriptas por el Barón
Larrey (1802), John Vetch (1807) y Jacob
Christian Bendz (1855); William Hyde Wo-
Uaston ha inventado unos anteojos periscó-
picos (1803) y la cámara clara (1807); Ben-
jamín Gibson ha demostrado que la oftal-
mología neonatorum es debida a las secre-
ciones de la vagina (1807) [1] y la posibili-
dad de batir las cataratas en el recién naci-
do (181 1) [2]; la hiosciamina y la atropina
han sido empleadas en el examen por Franz
Reisinger (1825); sir George Airy ha des-
cripto el astigmatismo (nombrado por Whe-
well) y recomendado para el mismo las len-
tes cilindricas; caracteres impresos para el
examen de la visión a distancia han sido
empleados por J. Ayscough (1752), J. G. A.
LChevallier (1805), G. Tauber (1816), F. Hol-
. .....J ke(i83o),F.Cunier(i84i),yK. Himly(i843),
tipos de examen se han inventado por Hein-
rich Küchler (Schriftiiummerprobe, 1843),
Eduard Jaeger von Jaxtthal (1854), C. Stell-
wag von Carion (1855), Graefe y Don-
ders (i860 a 62), Hermann Snellen (1862);
Ezra Dyer (1862), Giraud-Teulon (1862) y J. Green (1866-8); Kussmaul ha des-
cripto los fenómenos coloreados en el fondo (1845); J. Mery (1704), Purkin-
je (1823), William Cumming (1846) y Ernst Brücke (1847) han estudiado la sig-
nificación de la luminosidad del ojo en los vertebrados y en el hombre; Philipp
Franz von Walther ha descripto la opacidad de la córnea (1845); Sichel ha publi-
cado su libro sobre los anteojos (1848); el mecanismo de la visión ha sido estu-
diado por Thomas Joung (1801;, \V. II. Wollaston (1802), sir Charles Wheatsto-
ne (1838-58), sir David Brewster [842), William Mackenzie (1845), Johann Benedict
Listing (1845) )' Helmholtz; y han escrito buenos tratados de enfermedades de los
ojos Antonio Scarpa (1801 1, James Wanlrop 1 1808), Georg Joseph Beer (1813-17),
Benjamín Travera 1820), John Vetch (1820), George Trick (1824), William Macken-
zie Í1S30), sir William Law r« m e I 1833), C J. F. ( 'arron <lu Villards (1813), Friedrich
August von Ammon (1838-41)1 '"' canadiense Henry Howard (1850), Karl Ilimly
(1843;, Louis-Auguste D< marres (1847), Carl Stellwag von Canon (1853-58) y Carl
Ferdinand von Ark (1854-56). La cirugía ocular ha adelantado gracias ala labor de
George James I ruthrie 1 1 Bí - 1, J. I I )ieffenbach (estrabismo, 1842), Thomas Wartton
Jones (1847V L. A. Desmarres (1850) y muy especialmente sir William Bowman
(pupila artificial, 1852; obstrucción lagrimal, 1857). En 1820, el capitán Charles
John Braxton Hicks (1825-97)
(Biblioteca Médica de Boston.)
(1) Gibson: Bdinb. Med. and Surg. Journ.^ 1^07; III, páginas 159-101
(2) ibidem; V, páginas v>4-4uo.
EL SIGLO XIX
245
Barbier presentó ante la Academia de Ciencias una monografía acerca del arte de
enseñar a leery a escribir a los ciegos por un sistema de seis puntos en relieve, en
lugar de rayas*ae bulto. El sistema de seis puntos de Barbier fué introducido en
Francia por Louis Braille, un profesor ciego de ciegos en 1829, y en 1836 Braille
ideó su sistema de notación musical para los ciegos. Él reconoce su débito con
Barbier en el prefacio de su obra (1837) [1]. En 1845-1847, William Moon, de Brigh-
Albrecht von Graefe (1828-1870)
ton (Inglaterra), ideó los tipos romanos de líneas, que son usados todavía; pero
desde 1879 el sistema Barbier-Braille ha pasado a ser el alfabeto mundial para los
ciegos.
Albrecht von Graefe (i 828-70), de Berlín, creador de la Cirugía mo-
derna de los ojos, e indudablemente el más grande de todos los operado-
res de los ojos, era hijo de Carl Ferdinand von Graefe. Después de gra-
duarse en Berlín (1847), fué estimulado a consagrarse a la especialidad de
la Oftalmología por Arlt de Praga, y habiendo seguido las clínicas de Des-
marres, en París, los Jaegers en Viena, Bowman y Critchett en Londres,
(1) L. Braille: Procede pour écrirc au moyen des points, París, 1837.
246 HISTORIA DE LA MEDICINA
obtuvo muy pronto un éxito fenomenal en su país natal, siendo nombra-
do en 1857 profesor de la Universidad. En 1 854 fundó los Archivo fiir
Ophtalmologie, que contiene la mayoría de sus importantes descubrimien-
tos e invenciones y que ha continuado siendo el principal órgano de la
especialidad hasta la fecha. Sólo el primer tomo contiene sus trabajos a
propósito de los trastornos de los músculos oblicuos del ojo, de la natu-
raleza del glaucoma, del keratoconus, midriasis, conjuntivitis diftérica y
sobre la doble visión después de las operaciones del estrabismo. Von
Graefe ha ideado la operación de la iridectomía como tratamiento de la
iritis, iridocoroiditis y glaucoma (1855-62) [i], ha hecho practicable la
operación del estrabismo (1857) [2] y ha perfeccionado el tratamiento de
la catarata por la extracción lineal modificada (1865-68) [3J, que reduce la
pérdida del ojo en una proporción del 10 al 2,3 por 100. Ha aplicado con
extraordinario éxito el oftalmoscopio al estudio de las ambliopías en los
trastornos funcionales; ha hecho un brillante diagnóstico de embolia de la
arteria de la retina como causa de un caso de ceguera repentina (i 859 [4],
y ha podido sostener que la mayoría de los casos de ceguera o de visión
disminuida gravemente se relacionan con desórdenes cerebrales, pudiendo
explicarse más bien por neuritis que por parálisis del nervio óptico
(i860) [5]. Graefe es, además, el fundador del conocimiento moderno de
la oftalmía simpática (1866) [6J y de la semiología de las parálisis ocula-
res (1866) [7]; ha descripto la córnea cónica o «keratoconus» ( 1 8 5 4) [8] y
ha sido el primero en hacer notar la situación estacionaria del párpado
superior cuando se dirige el globo ocular hacia arriba o hacia abajo en el
bocio exoftálmico (signo de Graefe, 1864) [9]. La clínica de Graefe era
famosa en todo el mundo, y a ella acudían no tanto los estudiantes como
los médicos prácticos que iban a Berlín a aprender Oftalmología con tan
gran maestro. Era un hombre de tipo espiritual, refinado, un Johiüniis-
kopf, como dicen los alemanes, y su salud no tuvo la resistencia que era
necesaria para poder cumplir la tremenda labor que llevó a cabo en su
corta vida. Graefe era muy aficionado a las bromas y a las fiestas alegres,
aun después de haber pasado los días de su juventud, y se citan y
(1) Graefe: Arch.f. Ophtahn., Berlín, 1H55-6; II, 2 Abth., página 202; 1857, III,
ih , página 4.s(). 1858, IV, 2 Abth., página 127; 1862, VIII, 2 Abth., página 242.
(2) Ibidem, 1857; III, r Abth., páginas 177-386.
Ibidem, [865; XI, 3 Abth., página 1; [866, XII, 1 Abth., página 150;
:i\\ 3 Abth , página 106
(41 Ibidem, 1859; V, 1 Abth., páginas 136-157.
(5) Arch. f. Opkth., Berlín, i860; VII, 2 Abth., páginas 58-71.
(6) Ibidem, [866; XII, 2 Abth., páginas 149-174.
(7) Symptomrnlrhrc der Augenmuskell¿Utmungen¡ Berlín, 1867.
(8) Arch. í. Ophth., Berlín. [854-5; I, 1 Abth., páginas 297-306.
Klinik, Berlín, 1864, XVI, página 158.
EL SIGLO XIX
247
recuerdan aún muchos punzantes sarcasmos que le son atribuidos.
Frans Cornelis Donders (i 8 18-89), de Tilbury (Holanda), fué educado
como cirujano militar, pero llegó a ser profesor en la Facultad de Utrecht
en 1848, y desde 1 862 se consagró exclusivamente a la Oftalmología. A
este campo pertenecen sus estudios de moscas volantes (1847), del uso
de las lentes prismáticas en el estrabismo (1848), de la relación entre la
convergencia de los ejes visuales y la acomodación (1848), de la regene-
ración de la córnea (1848), de la
hipermetropía (i 858-60), de la ame-
tropia y sus secuelas (i860), del as-
tigmatismo (1862-63), de las ano-
malías de la refracción como una
causa de estrabismo (1863), de la
invención del oftalmotonómetro
(1863), y, sobre todo, su gran obra
The Anomalies of Refraction and
Accommodation, que ha sido publica-
da, no en holandés, sino en inglés,
por la New-Sydenham Society
(1864). Como contribución a la óp-
tica fisiológica, esta obra se puede
poner ai nivel de los trabajos de
Helmholtz.
Contiene la explicación de Donders
del astigmatismo, sus definiciones de
afaquia y de hipermetropía, sus claras
distinciones entre miopía e hipermetro-
pía (como errores de refracción) y pres-
biopía (como cambio senil con disminu-
ción de la acomodación), su consideración de la miopía como resultado de la exce-
siva convergencia y la causa de estrabismo divergente genuino, de la hipermetropía
como causa de estrabismo convergente, del músculo ciliar como el único músculo
usado en la acomodación y de su acción encorvando la superficie anterior del cris-
talino, y de la astenopía como resultado de anomalías de refracción, insuficiencia
muscular o astigmatismo.
Frans Cornelis Donders (1818-89)
Esta obra ha sido la principal fuente de conocimiento para la correc-
ción de los desórdenes de la visión por medio de los lentes hasta la época
de Gullstrand. Se dice que, en tanto que estaba esperando impaciente-
mente que le llevasen un oftalmoscopio de Helmholtz, Donders se constru-
yó uno por sí mismo, en el cual el espejo plateado con perforación cen-
tral (que todavía se usa en la actualidad) venía a substituir al espejo plano
colocado arriba, del instrumento del profesor de Berlín. En 1 845, Don
ders se hizo editor del Nederlandsch Lancet, y en 185 1 estableció el hos-
248 HISTORTA DE LA MEDICINA
pital holandés para enfermedades de los ojos [Neder lands ch Gasthuis voor
Oogleiden); pero su labor ya no estaba exclusivamente limitada a la Of-
talmología. En 1863 substituyó a Schroeder van der Kolk como profe-
sor de Fisiología en Utrecht, y en i860 establecía en esta ciudad el nuevo
Laboratorio de Fisiología. Su más importante contribución a la Fisiología
ha sido la primera medida del tiempo de reacción de un proceso psíquico
(1868) [i]. En 1845 ha escrito sobre el metabolismo como la fuente del
calor de los animales y en las plantas; y sus contribuciones a propósito de la
fisiología del lenguaje ( 1 864-70) [2] son de la mayor importancia. Donders
poseía una elevada educación, hablando el inglés, el francés y el alemán
como su lengua nativa; pero era modesto, hasta ser desconfiado de sí mis-
mo. Su antigua vocación militar le había dado un aspecto serio y fino,
que, unido a su natural encanto personal, le habían hecho conocido de
toda Europa como uno de los especialistas más atractivos de su tiempo.
Notables entre los discípulos de Graefe son: su sobrino Alfred Karl Graefe
(1830-69), que ha llevado a cabo un análisis clínico de los movimientos desordena-
dos del ojo (1858), ha inventado un especial «oftalmoscopio de localization» para la
extracción de los cisticercos profundamente implantados, ha escrito una monogra-
fía sobre el tratamiento de la conjuntivitis infantil por medio de cáusticos y anti-
sépticos (1 88 1) y ha editado, con Saemisch, el bien conocido Handbuch der Ophthal-
mologic (1874-80), de Graefe-Saemisch; Julius Jacobson (1828-89), de Kóningsberg,
que perfeccionó grandemente el tratamiento operatorio de la catarata con su inci-
sión periférica bajo la anestesia clorofórmica, reduciendo la pérdida del ojo de un
10 a un 2 por 100, y perfeccionando, además, la operación por la extracción con la
cápsula (1888), e ideando el tratamiento operatorio del tracoma y déla triquiasis
(1887); ha escrito una buena memoria acerca de la labor de su amigo von Graefe
(1885) y ha tenido la consulta y clientela más extensa de la Europa Oriental, con
enfermos hasta del extremo de Rusia; Hermann Pagenstecher (1844), que ha de-
jado su nombre en la historia de la catarata por la extracción del cristalino en su
cápsula no abierta, a través de una incisión de la córnea (1866); Edwin Theodor
Saemisch (1833-1909), de Luckau, que ha sido el primero en describir la úlcera ser-
piginosa de la córnea y su tratamiento (1870) y la conjuntivitis primaveral (Früh-
ja/irskatarr/i) (1876), y ha editado el anteriormente mencionado Handbuch con
Graefe, el joven; Julius Hirschbekg (1843), de Postdam, cuyo nombre aparece aso-
ciado a la introducción del electromagneto en Oftalmología (1885), a la publicación
de un diccionario de Oftalmología (1887), a la edición de los textos árabes (1905) y
a la más erudita y acabada historia de su ciencia que se ha escrito hasta la fecha
(1899-191 1); Theodor Lbbbb (1840), que ha estudiado las alteraciones del ojo en la
diabetes (1875) y los desordénesele la nutrición y de la circulación del ojo (1876);
Richard Líbbbbii n ( 1 830- 1 9 1 7), de Künigsberg, que ha introducido la iluminación la-
tera! en la investigación micros» ópica del ojo viviente (1855) y ha publicado el pri-
mer Atlas de I tftalmoscopia (1863), en lo que ha ido seguido por Jaeger von Jaxt-
thal (1869), Ludwig Laqubub (i 839- i 909), que ha ideado el uso de Ja fisostigmina en
el glaucoma 1876), y Hermana Jakob Knapp (1832-1911), de Dauborn (Hesse-Nas-
sau), que llegó a ser uno de los más sabios oftalmólogos de la ciudad de New-
York, fundador de los Archives of Ophthalmology and Otology (New- York, 1869) y au-
tor de valiosas monografías sobre la curvatura de la córnea | 1859), de los tumores
intrao< ulares (1869) y otros asuntos.
(1) Arch. f. A?iat., Phisiol. u. Wisstnsch. .\ied., Berlín, 1868; páginas 657-681
(2) De physiolo^ie der spraakhlankcn, Utrecht, 1870.
EL SIGLO XIX 249
Desde el punto de vista didáctico, el más eminente de los oftalmólo-
gos vivientes es Ernst Fuchs (185 i), de Viena, discípulo de Brücke y Bill-
roth, ayudante de Arlt ( 1 876-80), profesor de Oftalmología en Lieja
(1880-85) y Viena (1885), autor de importantes monografías sobre el sar-
coma del tracto uveal (1882), la ceguera (1885) y la histopatología de la
oftalmología simpática (1905) y de modificaciones de los tipos de prueba
de Jaeger (Leseproben für die Náke, 1895) y del notable tratado alemán
de enfermedades de los ojos, que ha tenido 12 ediciones y ha sido tradu-
cido a diferentes idiomas, incluso al japonés.
De las obras relativas al ojo normal, mencionaremos la memoria de Henry Gray
sobre el nervio óptico (1849), la de Max Schultze sobre anatomía y fisiología de la
retina (1866); las teorías de la visión de Helmboltz (1867), Edward Hering (1872-75)
y Christine Ladd Franklin (1892); las investigaciones de Willy Kühne sobre la púr-
pura visual (1877), y Ia memoria de Johannes von Kries sobre la función de los bas-
tones en la retina (1895). El examen del ojo ha adelantado con algunas invenciones
como el astigmómetro (1867), Por Emil Javal (1839-1907), de París; el oftalmóme-
tro, de Javal-Schiolz (1881); con el método de la retinoscopia, ideado por Ferdinand
Cuignet (1873), y con el keratoscopio, inventado por A. Placido (1882). La ceguera
de los colores ha sido investigada por el fisiólogo sueco Alarik Frithiof Holmgren
(1831-97), que ha ideado la prueba de las madejas de lana (1874) y ha dado una es-
pecial importancia a la ceguera de los colores desde el punto de vista de las con-
diciones ferroviarias y marítimas (1878); la relación entre el cansancio de la vista y
el astigmatismo con la jaqueca y otros síntomas neuróticos ha sido investigada por
S. Weir Mitchell (1874) y William Thompson (1879) y extensamente aplicada a la
psicología morbosa por George M. Gould (1888). El estudio de Alexander Duane
sobre la acomodación y el de James Thorington sobre la refracción han sido de
gran enseñanza. La relación de las enfermedades de los ojos con las afecciones ge-
nerales y orgánicas ha sido especialmente tratada por Richard Forster (1877) y, en
1898, por Hermann Schmidt-Rimpler (1838-1915), que se ha consagrado, como Her-
mann Cohn (1 838- 1 906), a la investigación ocular de los niños de las escuelas. La
bacteriología de los ojos ha tenido un especial avance con Roberto Koch, que ha
descubierto los bacilos de las dos formas diferentes de la conjuntivitis del Egipto
(1883); con John E. Weeks, que ha encontrado el mismo microorganismo como
causa de la conjuntivitis infecciosa (pink-eye, 1886); con Henri Parinaud (i 844- i 905),
de París, que ha descrito una conjuntivitis tuberculoinfecciosa, transmisible de los
animales al hombre (1889) y una conjuntivitis lagrimal neumocócica del reciénna-
cido (1894), ambas asociadas a su nombre; y con Víctor Morax y Theodor Axenfeld,
que han descrito simultáneamente la forma diplobacilar de la conjuntivitis crónica
(1896-97). En 1894, Axenfeld ha descrito en estilo magistral la oftalmía puémica o
metastática, observada primeramente por J. H. Meckel en 1854. Además del Hand-
buch, de Graefe-Saemisch, las mejores obras modernas de Oftalmología son los mo-
numentales tratados de Ernst Fuchs (1889, 12 ed., 19 10) y Louis de Wecker 1832
a 1906), y Edmond Landolt (1846) publicados en 1880-89. Otra buena obra es la del
griego Photinos Panas (1894), cuyo nombre va especialmente asociado a una ope-
ración para el ptosis congénito y paralítico (1886). Por parte de los americanos,
además de los referidos, señalaremos: Henry Willard Williams (1821-1895), que ha
ideado el tratamiento de la iritis con el mercurio (1856), y un método de suturar el
colgajo después de la operación de la catarata (1866); Cornelius Rea Agnew
(1830-88), que ha descrito un método operatorio del estrabismo divergente (1866),
y Henry Drury Noyes (1832-1900), que ha sido el primero en estudiar la retinitis en
la glucosuria (1867). Además de la gran obra de Julius Hirschberg (1889-1911), han
sido escritas buenas historias de la Oftalmología por August Hirsch (1877), P. Pan-
sier (1903) y Cari Hortsmann.
Laringología y rinología han adelantado especialmente con la invención del
laringoscopio por Benjamín Rabington (1829), Robert Listón (1837), Manuel García
(1855), Ludwig Türck (1858-60) y Johann Czermak (1858); de la rinoscopia, por
25o HISTORIA DE LA MEDICINA
Philipp Bozzini (i 773-1809), en 1807, Y (con éxito) por Czermak (1859); de la autos-
copia de la laringe y de la tráquea sin el espejo, por Alfred Kirstein (1863), de Ber-
lín, en 1895, y de la broncoscopia directa, por Gustar Killian (i860), de Maguncia,
en 1898. La íaringoscopia ha sido llevada a New-York en 1858 por Ernest Krako-
Tizer, de Viena, que ha sido el primer médico que ha visto las cuerdas vocales en
América. En 1858, además, Ephraim Cutter, de Massachusetts, inventó un laringos-
copio con dos tubos, uno para la observación, otro para la iluminación. La Íarin-
goscopia de suspensión (■Schwebe-lary?igoskopie) fué inventada por Killian en 191 2.
La anatomía de la laringe y la fisiología de la voz y del lenguaje fueron estudiadas
por Johannes Müller (1839), Ernst von Brücke (1856), F. C. Donders (1870), Hubert
von Luschka (1873) y Carl Ludwig Merkel (A nthropophonik, 1876). Max Schultze es-
tudió la histología de las terminaciones nerviosas en la membrana de Schneider
(1863); Emil Zuckerkandl, la anatomía y la patología de los senos accesorios
(1882-92), y Hendrik Zwaardemaker, la fisiología del olfato (1895). Un método per-
fecto de fotografiar la laringe ha sido inventado por Thomas Rushmore French,
en 1884. Importantes tratados antiguos de Laringología eran los de John Cheyne
(1777-1836), sobre la patología de las membranas de la laringe v de los bronquios
(1809); de William Henry Porter (1 790-1 861), sobre la patología quirúrgica de la
laringe y de la tráquea (1826); de Armand Trousseau e Hippolyte Belloc, sobre la
tisis laríngea, la laringitis crónica y los trastornos de la fonación (1837); de Horace
Green (1802-66), sobre las afecciones de las vías respiratorias (1846); de Samuel
D. Gross, sobre cuerpos extraños en las mismas (1854); de Sir Morell Mackenzie,
sobre tumores de la laringe (1871). Como dice Bryson Delavan (1), la ciencia de la
laringología y de la rinología han quedado colocadas sobre una base firme gracias a
los tres tratados de J. Sous Cohen (1872), Sir Morell Mackenzie (1880) y Francke
Huntington Bosworth (1881). La intubación de la laringe en el crup ha údo inven-
tada por Eugene Bouchut (1818-91) en 1856-58; hecha en París por primera vez y en
relación con la traqueotomía por Trousseau (1851-59) y perfeccionada por la con-
cienzuda labor (1885-88) del abnegado Joseph P. O'Dwyer (1841-98), de Cleveland
(Ohio), cuyo nombre permanecerá, con los de Semmelweis y Credé, como uno de
los grandes bienhechores de la humanidad infantil. Horace Green (1802-66), de
Crittenden (Vermont), amigo de Trousseau, ha sido el cultivador de la laringología
en los Estados Unidos, y el primero que ha tratado las enfermedades de la gargan-
ta por medio de las aplicaciones locales (1838) y que ha descrito las neoformacio-
nes quísticas y malignas de la laringe (1851-52', siendo, además, autor de impor-
tantes obras sobre el crup (1849) y sobre el tratamiento quirúrgico de los pólipos
de la laringe (1852). En 1873, Clinton Wagner organizó la Sociedad Laringológica
de New-York, la más antigua asociación de este género. Elsberg, J. Solis Cohen,
Knight y Lefferts fundan los Archives of Laryngology (New-York, 1880-83). Los an-
tiguos Icelanders usaban un cuchillo anular para la sección de la úvula. El tonsiló-
tomo ha sido inventado por I'. S. Physick (1828) y el tonsilótomo de cuchillo anular,
por Fahnestock (1832). Charles Henry Ehrmann (1792- 1878) ha sido el primero en
extirpar un pólipo laríngeo (1844); Victor von Bruns (1812-83), el primero en enu-
clear un pólipo laringe» por el método incruento (1862) y ha sido un cultivador de
la cirugía laríngea (1865), y Rudolph Voltolini (1819-89) fué el primero en emplear
el galvanocauterio en la cirugía laríngea (1867) y ha efectuado la primer operación
laríngea, desde la boca, con iluminación externa (1889). Las parálisis de las cuer-
das vocales han sido cuidadosamente estudiadas en primer término por Cari Ger-
hardt en [863-72. Ottomar Rosenbach (1880) y posteriormente Sir Felix Semon
han establecido las leyes que rigen la localización de las parálisis de las cuerdas
vocales en los casos de parálisis completa o incompleta del nervio laríngeo recu-
rrente. Los primeros tratados importantes de enfermedades de las fosas nasales
han sido la tesis de Jacques-Louis Deschampa, hijo (1804), y la Ophrésiologie (1821),
de Hippolyte Cloquet (i 787- 1 840), que fueron seguidos de otros tratados de fosas
nasales v garganta como los de I lora* e < Freen ( 1846), Cari Seiler (1879), M. Bresgen
(1881 . !■. 1 [ngal i88i), Sir Morel Mackenzie (1880-84''. C. E. Sajous (1885),
O. Chiari | 1887), R. Voltolini (1888), Lcih.x Browne (1890) V E. H. Rosworth (1890
(1) Véase su . KCelente bosquejo histórico en la Cyclopedia of American Medi-
cal Biography y de Howard Kelly, Filadelfia, 1912.
EL SIGLO XIX 251
a 92). En 1832, el explorador George Catlin publicó su trabajo clásico sobre la res-
piración bucal (Mouih Breathing), basado en sus observaciones personales de la
obstrucción nasal de los indios de Norte América. Benjamín Lowenberg ha sido el
primero en estudiar la naturaleza y el tratamiento del ozena (1885), y Ludwig Grün-
wald (1863), el tratamiento quirúrgico déla supuración nasal y las afecciones del
etmoides y del esfenoides (1893). Ephraim Fletcher Ingals (1848), de Lee Centre
(Illinois), trató las desviaciones de tabique nasal por excisión parcial del mismo
(1882), y su operación fué posteriormente perfeccionada por Robert Krieg (1889),
Otto T. Freer (1902) y Gustav Killian (1904). Killian ideó, además, la operación ra-
dical para la inflamación crónica del seno frontal (1903). Las mejores historias de
Laringología y Rinología son las de Louis Elsberg (1879-80), Gordon Holmes (1887),
Jonathan Wright (1898- 1914), y la monumental obra de C. Chauveau sobre historia
de las enfermedades de la faringe (París, 1 901- 1906) [1].
Los fundamentos de la Otología son el cateterismo de la trompa de Eustaquio
desde la boca, por Guyot(i724) y Cleland (1741); las operaciones de la apófisis mas-
toides, por Petit (1774) y Jasser (1776); la perforación de la membrana del tímpano,
por Cooper, como tratamiento de la sordera (1800), y las monografías de Valsalva,
Cotugno, Scarpa y otros. El primer tratado de enfermedades del oído ha sido es-
crito por Jean-Marc-Gaspard Itard (1775- 1838), de Oraison (Provenza), en 1821, y
esta importante obra ha sido seguida de otros tratados, como los de Joseph Toyn-
bee (i860), Anton Friedrich von Troltsch (1866), Lawrence Turubull (1872), sir
W. B. Dalby (1873), St. John Roosa (1873), Adam Politzer (1878-82J, Víctor Urbants-
chitsch (1880) y Friedrich Bezold (1906). Max Schultze ha descripto las terminacio-
nes nerviosas en el laberinto (1858); Helmholtz, el mecanismo déla cadena de hue-
secitos y la membrana del tímpano (1869); Goltz, el significado fisiológico de los
conductos semicirculares (1870); el viejo Retzius (Magnus Christian) ha escrito una
importante monografía sobre el oído délos vertebrados (1884); Julius Richard
Ewald estudia la audición en las aves privadas de laberinto, y Stanislav Stein, las
funciones de las diferentes partes del laberinto (1894). Adam Politzer (1835), de
Alberti (Hungría), ha sido el primero en obtener representaciones gráficas del tím-
pano por medio de iluminación (1865), sirviéndole como ilustraciones de su atlas
de 14 láminas y 392 grabados (1896). La transmisión de los sonidos por los huesos
del cráneo en el diagnóstico de las enfermedades del oído ha sido estudiada en
primer término por Johann C. A. Lucae (1870), y grandes adelantos en la explora-
ción han sido conseguidos per Friedrich Bezold (1842-1908), deRothenburg an der
Tauber, que ha dado la primera descripción clara y precisa de la mastoiditis (1877),
y ha ideado nuevos métodos de examen de la audición en el sordomutismo (1896)
y en la sordera unilateral (1897). Otros perfeccionamientos son las pruebas de
Weber y Rinné, el diapasón de Hartmann y la sirena de sir Francis Galton para
determinar los límites superiores de la audición.
Los cultivadores de la cirugía otológica en el siglo xixhan sido sir Astley Cooper
(1801) y sir William Wilde (1843-53), y en esta época la obra inglesa más importan-
te de la especialidad era la de James Hinton (1827-75), del Guy's Hospital (1874).
La cirugía moderna del oído y de la apófisis mastoides ha sido obra principalmen-
te délos alemanes. En 1873, Hermann Schwartze(i 837-1910) y Adolph Eysell des-
criben el método de abrir la apófisis mastoides por escoplo (typische Aufmeisselung).
Esta operación ha sido ulteriormente perfeccionada por Emmanuel Zaufal (1884)
y Ernst Küster (1889), al propio tiempo que Ludwig Stacke ideaba la excisión de
los huesecillos (1890) y hacía adelantar extraordinariamente la cirugía del oído me-
dio (1892-97). El vértigo auricular ha sido descripto primeramente por Prosper
Meniere (1799-1862) en 1861; de nuevo ha sido expuesto por Charcot como vertigo
ab aure laesa (1874), al paso que las relaciones entre el nistagmus y las afecciones
vestibulares y cerebelosas han sido ya notadas por Purkinje y Flourens y desarro-
lladas por Robert Bárány en el siglo xx. La historia fundamental de la otología por
Adam Politzer ha terminado en época reciente (1907-1913) [2].
(1) Para las referencias bibliográficas de esta sección, véase Surgeon General's
Catalogue, 191 2, 2 s, XVII, páginas 1 71-172.
(2) Para referencias bibliográficas de esta sección, véase Sur geori "General' 's
Catalogue, 191 2, 2 s., XVII, páginas 172-173.
252 HISTORIA DE LA MEDICINA
Ni la clínica médica inglesa ni la francesa de este período ofrecen la
tendencia rigurosamente científica que caracteriza la alemana. En Inglate"
rra la Patología era poco estudiada después de la época de Bright, Hodg-
kin y Addison, aunque el talento inglés para la cuidadosa observación clí-
nica se había ilustrado ampliamente. La fase más brillante de la medicina
francesa en la segunda mitad del siglo xix ha sido la neurología. Con la
excepción de Charcot, la mayoría de los clínicos franceses de la época
eran, como los ha descripto Helmholtz, más bien brillantes y elegantes
expositores de la Medicina interna que investigadores originales en la Pa-
tología. Verdaderamente, como veremos luego, no había patólogos pro-
fesionales en las escuelas médicas francesas, estando suplida su falta por
los médicos prácticos de los hospitales.
En la Medicina experimental, Jean-Antoine Villemin (1827-1892), de
Prey (Vosgos), graduado en Medicina en Estrasburgo (1852) y profesor
de Val-de-Gráce, adquirió una reputación inmortal por su demostración
de que la tuberculosis es una infección específica, debida a un agente in-
visible, inoculable y transmisible por inoculación del hombre a los anima-
les inferiores ( 1 865-69). Antes de la obra de Pasteur, estas ideas no po-
dían alcanzar crédito, a pesar de que lo expuesto por Villemin venía a coin-
cidir con la doctrina de la contagiosidad de la tisis. En 1870, explicaba a
sus ayudantes de Val-de-Gráce que «el soldado tísico es para sus compa-
ñeros de rancho lo que el caballo con muermo es para los que le acom-
pañan en la yunta».
De los clínicos franceses, Armand Trousseau (i 801-67), de Tours,
discípulo de Bretonneau, profesor de la Facultad de París (1850), y mé-
dico del Hospital Saint-Antoine (1839) y del Motel Dieu (1850), venía a
ocupar en la Medicina francesa la misma posición que Bright y Addison,
Stokes y Graves al otro lado del canal de la Mancha. Obtuvo el premio de
la Academia por su clásico tratado de la tisis laríngea (1837); fué el pri-
mero en efectuar la traqueotomía en París (1831), [i], y trabajó mucho en
divulgar la toracentesis (1843) y la intubación (1851). Ha descripto, el
primero, el vértigo gástrico y un diagnóstico de la tetania infantil, que
consiste en la posibilidad de reproducir voluntariamente los paroxismos
durante el ataque, ¡or la compresión de las partes afectas. Su Clinique
medicóle de T Hotel Dieu (1861), que ha logrado tres ediciones, contiene su
mejor labor, mucha parte de la cual ha ido pasando silenciosamente a los
libros de texto. Rra un hombre de una fuerte personalidad, un gran maes-
tro en la exposición clínica, un generoso intérprete de las ideas de otros
hombres, especialmente de las enfermedades descriptas por Bretonneau,
(i) Journ. de conn. nu'd. chir., París, r.833-34; I. páginas 5 y 41.
EL SIGLO XIX
*53
Addison, Hodgson, Corrigan y Duchenne, de Boulogne. Sus últimos dis-
cípulos han sido Dieulafoy y Da Costa.
Georges Dieulafoy (1839-191 1), de Toulouse, autor del tratado de Me-
dicina francés que más se ha leído en su época (188084) [i], es, además,
notable por su empleo del trocar en el tratamiento de la pleuresía, de los
quistes hidatídicos, etc. ( 1 869-7 2) [2]; era un fogoso orador clínico del
tipo meridional, que nunca se molestó él mismo en científicas especula-
ciones, sino que se labró una amplia clientela y, como un médico huma-
no y sabio, empleó la expresión o explotación de su personalidad en la
clínica. Hermoso y alegre (le beau Dieulafoy), estaba dotado de un gran
poder de elocuencia y de mími-
ca; había nacido actor, con los
gestos y la entonación de un te-
nor italiano (des gestes qui implo-
rent et qui caressent), y procu-
raba constantemente exponer el
diagnóstico de modo que excita-
se la mayor admiración. Desde
este punto de vista, Dieulafoy
era ideal. Como médico de des-
pierta inteligencia y de fascinado-
ra personalidad, que, por lo me-
nos, le servía para que la ense-
ñanza no se hiciera pesada para
nadie; su pasión era demostrar a
sus discípulos cómo se obtienen
buenas contestaciones haciendo
precisamente las preguntas debidas, sin ofender ni cansar a los enfermos.
Presentaba al enfermo como merecedor siempre de la mayor considera-
ción y simpatía. Había tenido una excelente educación clásica, y se atrajo
por primera vez la atención de Trousseau acudiendo en su auxilio con
una cita de Ovidio. Ha realizado una buena obra con la exposición de las
complicaciones de la apendicitis y otros detalles. En sus ardientes impro-
visaciones clínicas solía excederse acuñando frases como la de le foie
appendiculaire, que, si demostraban su dominio en el uso del idioma fran-
cés, en cambio no correspondían, demasiado, a la idea mental del asunto.
Una lápida a su memoria ha sido colocada en los muros del Anfiteatro
Trousseau en 1914.
Armancl Trousseau (1801-67)
(1) Dieulafoy: Manuel de Pathologie interne, París, 1880-84.
(2) De V aspiration pneumatique sous-cut anee, París, 1870.
254 HISTORIA DE LA MEDICINA
Sigismond Jaccoud (1830-1913), de Ginebra, era otro notable inter-
nista de París, cuyos tratado de práctica (1871) y lecciones clínicas (1867
a 1888) han disfrutado casi la misma reputación que los de Dieulafoy.
Jean- Alfred Fournier (1832-1914), de París, profesor en su Facultad,
cuyo nombre va asociado a la gran clínica de enfermedades venéreas del
Hospital de Saint Louis, estando reputado como un profesor de gran mé-
rito, poseedor de una voz harmoniosa y clara, lleno de la más fina delica-
deza y cortesía con los enfermos y con los discípulos, gozando de univer-
sales simpatías y llevando las ideas hasta las mentes más obtusas con su
luminosa inteligencia y su claro y expresivo modo de expresarse. Con Di-
day, de Lyón, Fournier trabajó mucho en el desarrollo del asunto de la
sífilis congenita, en el cual puso «orden en el caos». Prácticamente, toda
su vida ha estado consagrada al estudio de esta enfermedad, habiendo po-
dido añadir a cada uno de sus aspectos algún dato clínico de importancia,
incluso desde el punto de vista de su aspecto social (Syphilis et Mariage.
1890). Ha introducido el concepto de parasífilis, y sus estadísticas acerca
de la relación causal de la lúes con la ataxia y la parálisis (1876-94) [i]
son, con las de Erb, las contribuciones más importantes a este asunto. En
marzo de 1 90 1 ha fundado la Sociedad de Profilaxia Moral y Sanitaria.
Se describe a Fournier como un hombre de ojos vivos y penetrantes, de
aspecto serio, como de militar, y vistiendo al modo de un antigo oficial
de Artillería.
Henri Huchard (1844-1910), de Auxon (Aube), era un clínico del mis-
mo tipo afectivo. Es especialmente famoso por sus estudios de Terapéuti-
ca, Traite des neuroses (con Axenfeld, 1883), su gran obra sobre enferme-
dades del aparato circulatorio (1889), y, sobre todo, por su labor acerca
de las formas clínicas de la arterieesclerosis (1909), cuyo desenvolvimiento
estudió mucho.
Charles-Jacques Bouchard (1837-1915), últimamente decano de la Fa-
cultad de París, era una figura magistral, dominante; ha descrito, con Char-
cot, los dolores fulgurantes de la ataxia (1866); ha sido el primero en lla-
mar la atención hacia la autointoxicación (1887) y hacia las enfermedades
causadas por retardo de la nutrición ( 1 879-80) y ha escrito un tratado de
Patología general (1899), que es un libro de texto popular entre los estu-
diantes.
Entre Las contribuciones originales de los clínicos franceses figuran la demos-
tración, por A. Villemin, de la inoculabilidad de la tuberculosis (1868); las tesis, de
L \. I haon v J. J. ( rrancher, sobre la unidad de la tisis (1873); el estudio de Joseph
Dumontier, sobre la enfermedad del sueño (1868); la descripción, por Paul Lorain
(1) Fournier: Le* parasyphilitiquts, París, 1894.
EL SIGLO XIX
255
del infantilismo sexual (i 871); las descripciones de las hepatitis intersticiales cróni-
cas (1874), por Georges Hayen (184 1); de la cirrosis biliar (1875), por Victor-Charles
Hanot (1844-96); de la hipertrofia endoteliomatosa primaria del bazo, por P. C. E.
Gaucher (1882); de la enteroptosis y gastroptosis, por Frantz Glenard (1885); del
vértigo paralizante (kubisagari), por F. Gerlier '1886); del cáncer primitivo del pán-
creas, por Louis Bard y Adrien Pie (1888); de la policitemia cianósica, por Henri
Vaquer (1892); los trabajos de Ch. Bouchard (1887) y A. Combe (1907), sobre auto-
intoxicación, y los tratados de Pediatría de C. M. Billard (1828-33) y de Rilliet y
Friedrich Theodor von Frerichs (1819-85)
Barthez (1838-43), que contienen un antiguo estudio de la poliomielitis. De los pai-
dópatas franceses más modernos, Jules Comby (1853) y B.-J.-A. Marfan son los más
notables como autores de tratados y monografías y como editores de revistas de
Pediatría.
En la Medicina clínica alemana de la segunda mitad del siglo xix hay
que mencionar los nombres de Frerichs, Taube, Kussmaul, Gerhardt,
Ziemssen, Leyden, Senator, Naunyn y Friedrich Müller.
Friedrich Theodor von Frerichs (1819-85), de Aurich, graduado en
Góttingen en 1 84 1, adquirió pronto buena reputación como oculista; pero
al poco tiempo se inclinó hacia la medicina científica e interna, llegando a
ser uno de los fundadores de la Patología experimental. Fué nombrado
profesor dé Góttingen en 1 848, pasando sucesivamente a ocupar cátedras
256 HISTORIA DE LA MEDICINA
en Kiel (1850), Breslau (1852) y Berlín, donde vino a suceder a Schónlein
en 1859. Frerichs parece haber llegado a la cúspide de la profesión en un
período de tiempo sorprendentemente corto, y su carrera desde Góttin-
gen a Berlín ha sido comparada por Naunyn a un paseo triunfal. Los es-
tudiantes estaban pendientes de sus labios, y sus colegas admiraban su
maravillosa precisión en el diagnóstico. A los cuarenta años había dado
ya lo mejor de su labor: su gran monografía sobre la digestión en el Dic-
cionario de Fisiología, de Wagner; su descubrimiento de la leucina y la
tirosina en la orina de los enfermos de atrofia amarilla del hígado(l855)[l]í
sus estudios patológicos de la cirrosis hepática, de la fiebre palúdica per-
niciosa y de la melanemia, y sus libros sobre enfermedad de Bright
(185 1) [2] y enfermedades del hígado (1858) [3]. Ya en Berlín, como nos
dice su discípulo Naunyn, Frerichs pareció sufrir, en lo más alto de su
reputación, una especie de agotamiento intelectual. Aparte de sus estu-
diantes, de los que continuaba siempre acompañado en gran número, se
volvió huraño, reservado y disputador, y escribió poco. El segundo volu-
men de las enfermedades del hígado (1868) se dice que demuestra esta
decadencia de su talento; a pesar de ello, sus lecciones seguían siendo al-
tamente apreciadas por su seguridad y su hermosa concisión, y disfrutaba
de una práctica y consulta privada enormes. Este cambio en la persona-
lidad de Frerichs cree Naunyn que se debía a su extraordinaria sensibili-
dad respecto de la crítica; a la oposición que ha encontrado en Berlín, es-
pecialmente por sus errores a propósito del origen de los pigmentos y de
los ácidos biliares; a sus desavenencias con Traube, su colega en la Chan-
té, y a la enemistad agresiva que encontró por parte de Virchow. Tan
fuerte era la personalidad de Virchow, que hasta Graefe y Langenbeck se
pusieron a su lado en la oposición oficial a Frerichs, cuya productividad
quedó bien pronto esterilizada por su rivalidad profesional. Únicamente
fué por la simpática influencia de Leyden, que llegó a la Charité en 1 876
y que dio la casualidad que fué su sustituto, por lo que volvió a brillar de
nuevo su inteligencia, dando otra monografía digna de su fama, su obra
acerca de la diabetes (1784) [4], basada en 400 casos y 55 autopsias. Las
lecciones clínicas de Frerichs, que él daba sin preparación, son descritas
por Naunyn como una clásica perfección de la frase; claras y representa-
tivas en la exposición de la enfermedad, ofreciendo una gran novedad y
frescura por el número de hechos sacados a colación por su propia expe-
riencia. Sus diagnósticos, que él hacía directa e inmediatamente después
1 Frerichs: Deutsche Klinik, Berlín, 1855; VII, páginas 341-343-
(2) Die Bright sche Nicrenkrankkcit, Braunschweig, 1851.
(3) Klinik der Leberkrank/ieiten, Braunschweig, 1858.
(4; Ueber den Diabetes, Berlín, 1884.
EL SIGLO XIX
257
de ver los enfermos, eran, de ordinario, intuitivos, siempre desarrollados
como un estudio de una función fisiológica, y nunca admitiendo que fue-
sen erróneos. Como Skoda, Frerichs era indiferente a los enfermos, lo
mismo que a los estudiantes, cuidando sólo de los aspectos científicos de
la enfermedad en sí misma, aunque condescendía siempre a bosquejar un
plan terapéutico, incluyendo una prescripción. Personalmente, era alto y
desgarbado, pero imponente por su estilo de exposición, que era frecuen-
temente dramático. El interés de
Frerichs es el del desarrollo científi-
co de la enseñanza clínica en Ale-
mania. Entre sus discípulos figuran
algunos de los más amplios espíri-
tus de los tiempos modernos, como
Ehrlich, Naunyn , Leyden y von
Mehring.
Ludwig Traube (1818-76), de Ra-
tibor (Silesia), discípulo de Purkin-
je, Johannes Müller, Skoda, Ro-
kitansky y Schonlein, llegó a ser
ayudante de éste en 1 849 y profe-
sor de Berlín en 1857. Ya anterior-
mente se había hecho notar Trau-
be como uno de los fundadores de
la Patología experimental por sus
investigaciones sobre los trastornos
pulmonares ocasionados por la sec-
ción del nervio vago (1846). Estos
fueron seguidos de sus estudios so-
bre la sofocación (1847), Ias crisis y los días críticos (1850), la pato-
logía de la fiebre, los efectos de la digital, las relaciones entre los tras-
tornos cardíacos y los renales y, principalmente, sus Gesammelte Bei-
trdge zur experimentellen Pathologie (1871-78), que le han dado una repu-
tación extraordinaria. Empezó a usar el termómetro en su clínica hacia
el año 1850.
Traube ha sido uno de los primeros médicos judíos que han reci-
bido el reconocimiento oficial después délos acontecimientos de 1848, y
sus clínicas de la Charité se hicieron bien pronto populares a causa de lo
exacto de sus métodos y de su exactitud honrada y sincera respecto de
los enfermos. Su fisonomía, como la de Ehrlich o la de Carlyle, tenía ese
algo indefinido que nosotros asociamos con la idea de un hombre honra-
do. Sus disputas, largo tiempo sostenidas, con Frerichs eran debidas a las
^Ludwig Traube (1818-76)
( Biblioteca Médica de Boston.)
Historia dk la Mbdioiwa. — Tomo II
17
258 HISTORIA DE LA MEDICINA
usuales discusiones a propósito del material clínico, del cual este último,
como médico jefe, tenía la parte del león.
Adolf Kussmaul (1822-1902), de Graben, cerca de Karlsruhe, comen-
zó como cirujano militar, llegando más tarde a profesor en Heidelberg
(1857), Erlangen (1859), Freiburg (1863) y Estrasburgo (1876). Sus estu-
dios anteriores se habían referido a los cambios en el color de los ojos
(1845), a los efectos de la circulación en los movimientos del iris (1856),
a las relaciones entre la anemia y las convulsiones epileptoideas (1857). De
la mayor importancia son sus monografías a propósito de la psicología
del niño recién nacido (1859), de la salivación mercurial en su relación
con la sífilis constitucional (1861), y de los
trastornos del lenguaje (1877). Ha sido el
primero en describir la «periarteritis nudo-
sa» (1866) [i], la parálisis bulbar progresiva
(1873) y el coma diabético con acetona y
un tipo especial de respiración («hambre
de aire»), asociado a aquelestado (1874) [2].
Ha trabajado mucho para hacer adelantar
el conocimiento de la tetania y de la os-
teomielitis. Igualmente brillantes son sus
contribuciones al diagnóstico y a la tera-
péutica. Ha inventado el concepto de «pul-
so paradójico» (1873) [3]; ha sido el pri-
..... . . 0 . mero en diagnosticar durante la vida la em-
Adoli Kussmaul (1822-1902) o
bolia de la arteria mesentérica (1864), el
primero en intentar la esofagoscopia y la gastroscopia (1869) [4], el pri-
mero en lavar el estómago con sonda de goma, como tratamiento de la
dilatación del estómago (i 867-69), en tratar la úlcera gástrica con grandes
dosis de bismuto y en emplear la toracentesis (1868) [5]. Sus Jugenderinne-
rungen (1899) son una de las mejores autobiografías que se conocen, con-
teniendo interesantes puntos de vista acerca de los días gloriosos de la
Nueva Iiscuela de Viena. En el día de Navidad de 1893 distribuyó en-
tre sus amigos un volumen de poemas, impreso privadamente con el
pseudónimo de «Doctor Oribasius>.
(i) Con Rudolf Maier Deutsches Arckiv f. Klin. Med.y Leipzig, 1866; I, pági-
nas 484-5 í8.
(2¡ Ibidem ¡ 1874; XIV, páginas 1-46.
(3; Samml. klin, Vortr., Leipzig.; 1873 núm. 54 (hiñere Med., núm. 62); pági-
nas 1037-1674.
(4) Deutsche Zeiischr.f. CftiV., Leipzig, 1900-1901; LVIII, páginas 500-507, una
lámina. (í !omuni< ado por Killian ,
Cara detalles acerca de esta \ de "lias contribuciones de Kussmaul, véase
tsches Arckiv. f. ¡din, Med., Leipzig, 1902; 1 XXIII, páginas 1-89.
EL SIGLO XIX
259
Carl Gerhardt (1833-1902), de Speyer, profesor en Jena (1861), Würz-
burg (1872) y Berlín (1885); se consagró principalmente a la Medicina in-
terna, a la Pediatría y a la Laringología. Ha hecho trabajos importantes
respecto del crup laríngeo (1859), de la parálisis de las cuerdas vocales
(1863-72), de los tumores laríngeos (1896), de la sífilis de la laringe y de
la tráquea (1898); es el autor de un tratado de auscultación y percusión
(1890) y de otro de enfermedades de la infancia (1880) y editor de un
gran manual de enfermedades de
los niños (1887). En 1 865, conti-
nuando el descubrimiento, deWil-
helm Petter, de la acetona en la
diabetes (1857), ideó su reacción
del percloruro de hierro para el
éter acetoacético en la orina ace-
tonémica.
En relación con el nombre de
Gerhardt, tenemos que mencionar
a los pediatras Eduard Heinrich
Henoch (1820- 19 10), de Berlín,
discípulo de Schónlein y sobrino
de Romberg, que ha escrito un
tratado clínico de enfermedades
del abdomen (1852- 58), una serie
magistral de ensayos sobre las en-
fermedades de los niños (186 1 -68),
lecciones de Pediatría (1881) y ha
descrito la púrpura de Henoch
(1874) [i] y el asma dispépsico
(1876) [2]; al vienes Alois Bednar
(el délas aftas de Bednar), cuyo tra-
tado de enfermedades de los niños (i 850-5 3) es igualmente bien conocido,
Theodor Escherich (1857) [3]> de Munich, cuyo tratado de las bacterias
intestinales de los niños contiene el primer estudio de las infecciones por
el bacillus coli; Adolf Baginsky (1843), de Berlín, autor de un manual de
Higiene escolar (1876), un libro de texto de Pediatría (1882), y muchos
estudios diferentes; Heinrich Finkelnstein (1865), que ha escrito el mejor
tratado alemán de Pediatría (1905-1912); el galiciano Adalbert Czerny
Eduard Heinrich Henoch (1820-1910)
(Colección A. C Klebs.)
(1) Henoch: Berlin, klin. Wochenschr., 1874; XI, páginas 641-643.
(2) Ibidem, 1876; XIII, páginas 241-243.
(3) Escherich: Die Darmbakterien des Sáuglings, Stuttgart, 1886.
¿6o HISTORIA DE LA MEDICINA
(1863), que ha ideado el concepto de «diátesis exudativa» (1907) [i], y,
con Keller, ha separado los trastornos digestivos del niño de pecho de
los de las otras edades infantiles, dividiéndolos en infecciosos, alimenti-
cios o metabólicos y congénitos, y que ha clasificado los trastornos nu-
tritivos de los niños de pecho, de acuerdo con las relaciones metabólicas.
En 19 10, Meinhard Pfaundler y Arthur Schlossmann han publicado un
manual de Pediatría que ha sido traducido al inglés en 191 2.
Ernst VOS Levden (1832-iuio). (Compañía íotográfica de Berlín.)
Hugo von Zibmssen (1829-1902), uno de los discípulos de Virchow, ha
sido profesor de Clínica médica en Erlangen (1863) y (después de haber
prestado sus servicios en la guerra franco-prusiana) en Munich (1874)1
donde dirigió el hospital de la ciudad y fundó el primer instituto clínico
para la enseñanza de las especialidades (1877). Ziemssen ha sido uno de
los médicos enciclopedistas cuya fama persiste todavía en la actualidad,
unida a su Manual de- Patología y Terapéutica especiales, en diez y siete
volúmenes (1875-85). lia editado manuales de Terapéutica (1880-84), Hi-
giene (1882-86) y enfermedades de la piel (i 883-84) y ha escrito innume-
rable contribuciones sobre diferentes asuntos.
(1) A. Czerny: Monatschr. f. Kinderheük., Leipzig y Viena, 1907-8; VI pági-
nas 1 -y.
EL SIGLO XIX
261
Ernst von Leyden (i 832-1910), de Danzig, discípulo de Schónlein y de
Traube, sucesor de este último en Berlín en 1 876, y sucesor, además, de
Frerichs en su clínica, a la muerte del mismo (1885). En 1 894 fué llama-
do a la corte de Rusia para asistir al zar Alejandro, de quien recibió,
en 1895, una patente de nobleza. En 1 879 ha fundado, con Frerichs, el
Zeitschrift für klinische Medizin, y en los últimos años de su vida era un
activo coeditor de otros varios periódicos. Adquirió una gran reputación
en Berlín, especializándose en neu-
rología, siendo su obra más famosa
unos estudios clínicos sobre la ta-
bes dorsal (1863-1901), la respira-
ción en la fiebre (1870), enfermeda-
des de la médula (1874-76), polio-
mielitis y neuritis (1880), vómitos
periódicos (1882) y pronóstico de
las afecciones cardíacas (1889). Ha
trabajado mucho en favor de la hos-
pitalización de los enfermos tuber-
culosos en Alemania.
Hermann Nothnagel (1841
a 1905), discípulo de Traube y de
Virchow, ayudante de Leyden en
Konigsberg ( 1 86 5 -68) y profesor
en Freiburgo (1872), Jena (1874) y
Viena (1882-1905). Ha escrito un
autorizado tratado de Terapéuti-
ca (1870) y excelentes contribu-
ciones a la neurología; siendo es-
pecialmente famoso por su enciclopédico Manual de Patología y lera-
péutica especiales, en 24 volúmenes (1894- 1905). Sus temas clínicos fa-
voritos son el diagRÓstico de las enfermedades cerebrales (en las que
ha distinguido las enfermedades de los tálamos ópticos) y las enfermeda-
des de los intestinos y del peritoneo, acerca de los cuales ha escrito una
clásica monografía (1898). Era un ardiente orador, un expresivo profesor
y un hombre de elevados ideales. Víctima de una angina de pecho, estu-
dió estoicamente los síntomas de su propia dolencia, publicándolos hasta
el último momento (i).
Hermann Senator (1834-1911), de Gnesen (Polonia prusiana), discí-
pulo de Johannes Müller, de Schónlein y de Traube, fué uno de los direc-
Hermann Nothnagel (1841-1905)
(Biblioteca Médica de Boston.)
(1) Deutsche med. Wochenschr., Leipzig y Berlín, 1905; XXXI, pág. 1564.
2Ó2
HISTORIA DE LA MEDICINA
tores de la Charité en 1 88 1, y después de la muerte de Frerichs tuvo una
clínica médica en la Policlínica universitaria (1888). Se ha hecho una repu-
tación por sus investigaciones acerca de la patología y tratamiento de la
fiebre (1873), de la diabetes (1879), de la albuminuria en estado de salud
y en las enfermedades (1882), que ha sido traducida por la New Syden-
ham Society (1890), y de enfermedades del riñon (1896). Ha descrito,
además, el flegmón^perifaríngeo infeccioso (1888).
Bernard Naunyn (1839), hijo de
un burgomaestre de Berlín, fué ayu-
dante de la clínica de Frerichs por
espacio de siete años; después, pro-
fesor en Dorpat (1859), Berna (1872)
y Konigsberg ^1872) y, finalmente,
sucedió a Kussmaul en Estrasburgo
en 1888. Con Klebs y Schmiede-
berg, ha fundado los Archiv für ex-
perimentelle Pathologie und Pharma-
kologie (1872), y, con Mikulicz, los
Mittheilungen aus den Grenzgebieten
aer Medizin und Chirurgie (1896).
De todos los discípulos de Frerichs,
Naunyn y Ehrlich han sido los que
mejor han continuado las tendencias
del maestro hacia la patología expe-
rimental y la química patológica. Pres-
cindiendo de sus primeras investiga-
ciones sobre los hidátides y sobre la
química de los trasudados, Naunyn ha consagrado su vida entera al estudio
del metabolismo en la diabetes y al de las enfermedades del hígado y del pán-
creas, siendo sus más importantes obras el estudio clínico de la litiasis biliar
(l892)[l], y su monografía sobre la diabetes sacarina (1898) [2]. En la pri-
mera ha introducido el concepto nuevo de «colangitis» como una infla-
mación de la membrana de revestimiento de los más finos conductos bi-
liares, determinando la obliteración de su luz; exponiendo la ictericia ca-
tarral y la hepatitis sifilítica como formas primaria y secundaria de la co-
langitis infecciosa, y considerando los cálculos biliares como el efecto más
bien que como la causa de la enfermedad. Su tratamiento de esta afección
por el drenaje de los conductos biliares demuestra cómo el clínico mo-
Bernard Naunyn ^1839)
(1) Naunyn: Klinik der Cholelithiasis \ Leipzig, 1892.
(2) Der Diabetes mellitus, Viena, 1898.
EL SIGLO XIX 263
derno puede pensar quirúrgicamente lo mismo que el cirujano clínica-
mente. El se opuso a la idea de Flint de que la colesterina sea un producto
específico de las secreciones hepáticas y del metabolismo. Con su discípulo
Stadelmann, ha introducido el concepto del coma diabético como una aci-
dosis fatal. Al venir Naunyn a Estrasburgo, su agresivo temperamento
prusiano se excitó por una gran cantidad de prejuicios y por la oposición
existente entre la población alsaciana, y tardó trece años en triunfar, allí
donde había fracasado incluso el suave Kussmaul, consiguiendo transfor-
mar el antiguo hospital (construido en 1718) en uno espléndido de nueva
construcción (1901). A pesar de un cariñoso llamamiento de Viena, quiso
continuar en Alsacia, donde su grandísima habilidad clínica, su austero
cumplimiento del deber, su amor a la verdad, su fina y sarcástica ironía,
acabaron por hacer reconocer su mérito. Desde el punto de vista social,
estaba reconocido como hombre de la más vasta cultura, especialmente
en música. Su prometida autobiografía, a juzgar por los fragmentos publi-
cados en 1908, debe ser el libro más interesante de su género. Entre sus
discípulos, muchos se han distinguido en química patológica, como Ernst
Stadelmann (1853), de Insterburg, que ha investigado las relaciones del
ácido P-oxibutírico con el coma diabético (1883) y los efectos de los álca-
lis en el metabolismo (1890); ha descrito la pentosuria (1894) y> con
M. Afanassyeff (1883), ha trabajado sobre la patogenia de la ictericia tóxi-
ca y hemolítica (1891) [i]; Oscar Minkowski (1858), de Alexoten (Rusia),
que ha descrito la ictericia congenita acolúrica con esplenomegalia y uro-
bilinuria (1900) [2], ha estudiado la presencia del ácido oxibutírico en la
orina diabética (1884), los efectos de la excisión del hígado en el metabo-
lismo (1885) y> con Joseph von Mehring, la producción de la diabetes por
la excisión del páncreas ( 1 889-93); Max Schrader (i860), que ha efectua-
do valiosos estudios acerca de los centros inhibidores del corazón (1886)
y sobre fisiología comparada del cerebro; y Adolf Magnus Levy (1865),
cuyo nombre va especialmente asociado a sus estudios del coma diabéti-
co y su tratamiento (1899-1909). A Naunyn y sus discípulos debemos las
mejores obras modernas de Patología química y experimental.
Joseph von Mering (1849), de Colonia, discípulo de Frerichs y Hop-
pe-Seyler; ha investigado la diabetes por la floricina (1886), y ha colabo-
rado con Minkowski en la obra experimental de la diabetes pancreá-
tica (1889).
CarlvoN Noorden (1858), de Bonn, profesor en Franckfort (1893) y su-
(1) Stadelmann: Der Icterus (etc.), Stuttgart, 1891.
(2) Minkowski: Verhandl. d. Congr.f. inn. Med., Wiesbaden, 1900; XVIII, pági-
na 316. Una ictericia hemolítica, no congenita, ha sido descrita por F- Widal y
P. Abrami (1907).
264 HISTORIA DE LA MEDICINA
cesor de Nothnagel en Viena (1906), ha hecho importantes estudios acer-
ca de la albuminuria fisiológica (1885), desórdenes del metabolismo
(1892-95) y tratamiento de los mismos (1909). Sus discípulos H. Eppinger,
W. Falta y C. Rüdinger han trabajado mucho en el desenvolvimiento de
la doctrina de la correlación de las secreciones internas de las glándulas
sin conductos excretores (1908-09).
Friedrich Müller (1858), de Augsburg, discípulo de Voif y Gerhardt,
sucesor de Biermer en Breslau (1890) y profesor, sucesivamente, en Mar-
burg (1892), Basilea (1899) y Munich (1902), en donde su clínica es, en la
actualidad, una de las más ampliamente frecuentadas de Europa. Hábil
internista y neurólogo, es, tal vez, el maestro más científico de la Medici-
na interna en el momento presente.
Carl Anton Ewald (1845-1915), de Berlín, discípulo de Frerichs y su-
cesor de Senator en el Augusto Hospital (1886); es bien conocido de todo
el mundo por su gran obra a propósito de los trastornos de la digestión
(1S79-88), su empleo del cateterismo para explorar el contenido del estó-
mago (1875) y sus «comidas de prueba>, que ha ideado (1885) con su
discípulo Ismar Boas (1858) de Exin (Posen), cuyas obras sobre enferme-
dades del estómago ( 1 890-93) y enfermedades del intestino (1899) son
también grandemente apreciadas. Boas ha fundado la primer policlínica
para afecciones gastrointestinales en Alemania (Berlín, 1 886). Ewald ha
sido editor del Berliner klinische Wochenschrif t (1881-1907), biblioteca-
rio de la Sociedad Médica Berlinesa y una autoridad en el pronóstico.
Ernst Finger (1856), de Viena; Hermann von Zeissl (1817-84), de
Zwittau (Moravia), y su hijo Maximilian von Zeissl (1853), de Viena, se
han distinguido también en el terreno de las afecciones génito-urinarias y
venéreas.
Del brillante grupo de clínicos y epidemiólogos italianos, Angelo Du-
BiNi fué el primero en describir la anquilostomiasis en Europa (1843) y la
corea eléctrica (1846); Salvatore Tommasi (i 8 1 3-88), de Turin, que refor-
mó la medicina italiana, barriendo las teorías de Rasori en el Norte de Ita-
lia; las de Bufalini, en la Italia Central, y las de la escuela dietética, en el
•Sur, en favor de la interpretación fisiológica de la Patología; el veterano
Guido Baccelu (1832-1916), de Roma, que es extraordinariamente cono-
cido por su de8cripci6n.de la pectoriloquia áfona en los derrames pleurí-
ticos (signo de Baccelli, 1875), por sus métodos de tratamiento del aneu-
risma aórtico por la introducción de un hilo metálico a través de sus pa-
redes (1876) y por el tratamiento del paludismo por medio de las inyec-
ciones de quinina (1890); de la sífilis, con las inyecciones de sublimado
corrosivo (1894), y (1(,1 tétanos, con ácido fénico (1905); Camillo Golgi
14-1914), el eminente histólogo; ( 'orrado Tommasi-Crudeli (1834-1900),
EL SIGLO XIX
265
de Roma, discípulo de Virchow; Ettore Marchiafava (1847-1916), Angelo
Celli (1858-1914); Battista Grassi (1855), y Amico Bignami, que han he-
cho brillantes y positivos trabajos sobre el paludismo; Pietro Grocco
(i 856- 19 16), de Pavía, ha descrito la zona de sonido obscuro paraverte-
bral en el lado opuesto del exudado pleurítico (triángulo de Grocco, 1 902);
Guido Banti describe ia anemia esplenomegálica (J898); Adelchi Negri
(1876-1912) ha descubierto los cuerpos de Negri en la hidrofobia (1903
a 1904); Aldo Castellani ha encontrado el tripanosoma gambiense de
Dutton en la sangre de los afectos de enfermedad del sueño (1903), ha
descubierto el espiroqueta de la frambuesa (enfermedad tropical, 1905) y
ha escrito, con A. J. Chalmers,
el mejor libro moderno de me-
dicina tropical (1910); Edoardo
Maragliano (1849), de Genova,
famoso por sus trabajos sobre la
tuberculosis; Giuseppe Sanare-
lli, por sus investigaciones so-
bre la fiebre amarilla, y Giuseppe
Guarnieri, por sus trabajos sobre
los supuestos parásitos de la vi-
ruela y de la vacuna (1894).
Los clínicos y patólogos más
notables del Guy's Hospital du-
rante el último período del si-
glo xix son Gull, Wilks e Hilton
Fagge, Sir William Withey
Gull (1816-90), de Colchester (Inglaterra), graduado en la Universi-
dad de Londres (1846) y asociado muy pronto al Guy's Hospital, don-
de enseñó Medicina todo el resto de su vida. Fué uno de los prime-
ros en hacer notar las lesiones posteriores de la médula espinal en la ata-
xia locomotriz progresiva (1856-58) [i], en describir la hemoglobinuria in-
termitente (1866) [2], el mixedema (1873) [3], y con Sutcon, la «arterio-
capillary fibrosis > en la nefritis crónica (1872) [4], y demostró que el con-
cepto de «enfermedad de Bright» representa algo más que una afección
local del riñon. Pía escrito, además, sobre obstrucciones vasculares, abs-
cesos cerebrales, «anorexia nerviosa» y urticaria facticia, y ha descrito,
Sir William Withey Gull (1816-1890)
(1) Gull: Guy's Hosp. Rep., Loadres, 1856, 3 s.; II, pág. 143; 1858, IV, pági-
na 169.
(2) Ibidem, 1866, 3 s.; XII, páginas 381-392.
(3) Tr.,Clin.Soc, Londres, 1873-74; XII, páginas 180-185.
(4) Med. Chir. 7r., Londres, 1871-72; LV, páginas 273-326, dos láminas.
266
HISTORIA DE LA MEDICINA
con Addison, el «vitiligo» o xantelasma (1851-52) [1]. Ha sido uno de los
primeros en emplear el helécho macho en el tratamiento de la tenia so-
lium (1855) y la electricidad estática en el tratamiento de las afecciones
nerviosas (1852) [2]. Era uno de los más grandes prácticos de su tiempo;
de aspecto napoleónico, ingenioso, genial, atractivo y encantador maes-
tro. Se dice que fascinaba a sus enfermos, incluso en aquellos casos de
dolores irremediables; pero, aunque era adorado por sus discípulos, era
algunas veces repelido por sus
colegas por sus magistrales ma-
neras y por su imperioso tempe-
ramento. Sus agudos epigramas:
«Los salvajes explican, la ciencia
investiga». «Usted es un hom-
bre sano fuera de la salud», di-
rigido a calmar a un incómodo
hipocondríaco, son citados como
frecuentes. Definía a una señora
neurósica como «Mrs. A. multi-
plicada por cuatro», y decía a
otra: «Señora, usted tiene un co-
razón fatigado». Se oponía a la
anestesia quirúrgica con pareci-
das agudezas, a pesar de que,
en realidad, obtenía notables éxi-
tos con cuantos medicamentos
usaba. «El camino de la Medici-
na, solía decir, va hacia el Museo
Hunteriano y no hacia la tienda de ningún botánico >. Dejó una fortuna
de 344.OOO libras esterlinas (I.720.OOO duros=8.6oo.OOO pesetas), hecho
casi sin precedentes en la historia de la Medicina.
Sir Samuel Wilks (1824-1911), de Camberwell (Inglaterra), estuvo
asociado al Guy's Hospital durante toda su vida, y en sus encantadoras
Biographical Reminiscences (191 1) aparece como su leal historiador, refi-
riendo los descubrimientos de sus colegas con escrupulosa fidelidad y es-
tableciendo varios puntos de prioridad. Los escritos de Wilks han dado,
en realidad, a las enfermedades que han llevado posteriormente los nom-
bres de Bright, Addison y Hodgkin su puesto en la medicina inglesa. El,
Sir Samuel Wilks (1824-1911)
(2) Gu^S Hasp. Rep., Londres, 1850-51, 2 s.; VII, pág. 265, dos láminas; 1852-3,
\ ill pág ii'y, una lámina.
(3) Ibidem, 1852-53, 2 s.; VIH, pág. 81.
EL SIGLO XIX 267
por su parte, ha introducido el término «fiebre entérica >; ha sido uno de
los primeros en el estudio de la sífilis visceral (1857-63) [1]; ha dejado cla-
ras descripciones de algunos raros estados, como osteítis deformantes
(1868) [2], acromegalia (1869) [3]; ha dado una clásica descripción de la
paraplejía alcohólica (1868) [4], y, como dermatólogo, ha descrito la li-
neal atrophicae de la piel (1861) [5] y las verrugas de la sala de disección
(verrucae necrogenicae) o tuberculosis subcutánea (1862) [6]. Wilks era
una personalidad de bondad y encanto poco frecuentes, descrito por Os-
ier como el hombre más hermoso de Londres de su tiempo, con «una es-
pléndida cabeza y alegres ojos azules, un hombre cuyo sí era sí, y cuyo
no era no». Sus lecciones de Anatomía patológica (1859, reeditadas por
Walter Moxon, 1 87 5), y sobre las enfermedades del sistema nervioso
(1878), han sido las fuentes de estos conocimientos para los estudiantes
ingleses de su época.
Charles Hilton Fagge (1838-83), de Hythe (Inglaterra), editor de los
Reports del Guy s Hospital, era un hábil patólogo y clínico, una autoridad
en las enfermedades del corazón, un investigador del cretinismo y del ra-
quitismo, un experto dermatólogo. Ha hecho la traducción de la obra
de Hebra para la Sydenham Society (1866-68), agrupando queloides,
morfea y lepra espuria bajo la categoría de «escleriasis» (1867), y dado
la descripción clásica de ileo gastromesentérico (i 869) [7], enunciado prime-
ramente por Rokitansky.Sus/VzVzd/>/^ andPractice of Medicine (1885 -86),
que ha sido completada por Pye-Smith y Wilks después de su muerte, es
uno de los mejores libros de su época.
Golding Bird (1814-54), de Downham (Norfolk), ha descrito la oxa-
luria, ha escrito un importante libro sobre «Depósitos urinarios» (1844),
y ha trabajado mucho acerca de la electroterapia estática (1841-49;, que
ha empleado con éxito en el tratamiento de la amenorrea.
Frederick William Pavy (i 829- 191 i) de Wroughton (Wiltshire), gra-
duado en la Universidad de Londres (1850-53), ha dado lecciones en el
Guy's Hospital de 1856 a 1877, ha trabajado con Claudio Bernard en 1 85 3
y ha defendido toda su vida la tesis de que el hígado no es un depósito
de hidratos de carbono aprovechables.
(1) Tr. Path. Soc, Londres, 1857-58; IX, pág. 55; 1860-61, XII, pág. 216; Guy's
Hosp. Rep., Londres, 1862-3, 3 s.; IX, páginas 1-63, cuatro láminas,
(2) Tr. Path. Soc, Londres, 1868-69; XX, páginas 273-277.
(3) Wilks: Biogr. Reminiscences, Londres, 19 11; pág. 188.
(4) Med. Times and Gaz., Londres, 1868; II, pág, 470.
(5) Guy's Hosp. Pep., Londres, 1861, 3 s.; VII, páginas 297-301.
(6) Ibidem, 1862; VIII, páginas 263-265.
(7) Ibidem, 1869, 3 s.; XIV, páginas 321-339. — Tr. Path. Soc. Londres, 1875-76;
XXVII, páginas 157-160.
268 HISTORIA DE LA MEDICINA
Tomaba como punto de partida el hecho de que la sangre, tomada de la vena
cava inferior de un animal inmediatamente después de haber sido sacrificado por
brusco golpe en la cabeza, no contiene azúcar, de lo que Pavy deducía que el ex-
ceso de azúcar obtenido por Bernard del hígado era debido enteramente a los cam-
bios post-mortem del órgano. Pavy sostiene que el azúcar se descompone y se con-
vierte en grasa y proteínas en el intestino, penetrando en el hígado únicamente
cuando existe en exceso. Por muchos argumentos ingeniosos, basados en el ori-
ginal trabajo experimental, demostraba que el hígado no transforma el glucógeno
en azúcar durante la vida, que el oxígeno no destruye el azúcar en la sangre, y que
es el glucógeno mismo el que existe en la sangre; pero como su conocimiento de
esta materia iba avanzando, sus puntos de vista fueron inconscientemente modifi-
cándose, hasta llegar finalmente a pensar como Claudio Bernard. Gowland Hop-
kins recuerda el hecho patético e irónico de que el último experimento efectuado
por Pavy demostraba que más de 150 gramos de dextrosa por hora pueden ser in-
yectados en la sangre sin que aparezcan en la orina, lo que destruye el principal
argumento sobre que basaba su doctrina. Pavy era indudablemente justo, sin
embargo, creyendo que se ha exagerado mucho sobre el hígado como productor
de azúcar. Ha sido el primero en describir la albuminuria cíclica o de la actitud
(1885), y la artritis de la tifoidea conocida con el nombre de «articulación de Pavy»,
y es asimismo famoso por la sustitución que ha hecho, en el licor de Fehling, del
amoníaco por la potasa cáustica (líquido azul de Pavy), que, como bolos de Pavy,
han sido de las primeras preparaciones en forma de tabloides. Tenía probable-
mente la más extensa práctica de Londres en casos de diabetes, en el tratamiento
de la cual era especialmente afortunado, constituyendo su Treatise on Food and
Dietetics (1874) una señal de su reputación como investigador del metabolismo.
Sir William Jenner (1815-98), de Chatham (Inglaterra), profesor del
Colegio Universitario de Londres y médico de la Reina Victoria, era el
gran rival de Gull en la práctica, siendo tan afortunado como aquél y de-
jando también una fortuna de 375.ooolibras(l.875.000 duros— 9.375.OOO
pesetas). lira un hombre de instrucción sólida y hábil, cuya fama persiste
todavía por el recuerdo de que, gracias a un examen rígido, clínica y pa-
tológicamente, de treinta y seis casos, pudo separar el tifus de la fiebre
tifoidea (1849) [i], aunque diez años más tarde que Gerhard en América.
Charles West (1816-98), de Londres, era especialista en Ginecología,
( )bstetricia y Pediatría, y sus Lecciones sobre enfermedades de los niños
eran el mejor libro inglés de su época, habiendo sido traducido a dife-
rentes idiomas, incluso al alemán por Henoch. Dio las «Lumleian lectu-
sobre trastornos nerviosos de la infancia (187 i)-
Otros eminentes prácticos ingleses de la época son: John Hunghes
Bennett (1812-75), que describió la leucemia (1845); Charles J. B. Williams
(1805-89), que era, en su tiempo, una autoridad en la tisis y enfermeda-
des torácicas; Thomas BJizard Curling (1811-88), que fué el primero en
llamar la atención hacia el mixedema (1850); sir Alfred Baring Garrod
(1819-1907), que ha ideado «la prueba del hilo» en la gota (1848-54) [2]
y ha escrito un importante tratado acerca de esta enfermedad (1859);
(1) h nner: Month. Journ. Med.Sc, Edimburgo, [849; IX, páginas 663-6S0.
Garrod: Med. Chir. 'Ir., Londres, 1848; XXXI, página 83; 1854, XXXVII,
página 49-
EL SIGLO XIX 269
William Brinton (i 823-67), que ha descrito la linitis plástica en su obra
sobre Diseases of the Stomach (1859); sir Thomas Barlow (1845), que ha
sido el primero en describir el escorbuto infantil (enfermedad de Barlow
(1876-82) [i] y George Frederick Still (1868), que ha descrito la artritis
deformante en los niños (enfermedad de Still, 1 896 [2].
Sir Thomas Clifford Allbutt (1836), profesor regio de Física enla Uni-
versidad de Cambridge, ha dado una de las más antiguas descripciones de
los síntomas articulares de la ataxia locomotriz progresiva (1856-58) [3];
es autor de las lecciones goulstonianas sobre neurosis viscerales (1884),
de las lecciones Lane sobre enfermedades del corazón (1896) y es el edi-
tor de un útil y erudito sistema médico ( 1 896- 1 907). Su tratado, en dos
tomos, de enfermedades de las arterias (191 5) resume su labor propia y
original acerca de la circulación. Sus valiosos estudios sobre la ciencia me-
dieval (1901) y la cirugía medieval (1905), sobre la Medicina griega en
Roma (1909) [4] y sobre la Medicina bizantina (191 3) [5] le asignan un
puesto único entre los historiadores de la Medicina. Pocos se le aproxi-
man en la belleza de su estilo y en el poder que posee de estimular el
pensamiento.
Sir William Osler (1849), de Bond Head (Canadá), profesor regio de
Medicina en la Universidad de Oxford (1904), ha sido profesor en su
alma mater, la McGill University (1874-84), en la Universidad de Pensil-
vania (1884-89) y en la Johns Hopkins University (i 889-1904), donde
trabajó aún más por desenvolver la enseñanza de la Medicina interna en
los servicios hospitalarios. Ha sido uno de los más antiguos investigado-
res de las plaquetas sanguíneas (1873), ha descrito las complicaciones
viscerales del eritema multiforme (1895), una forma de telagiectasia múl-
tiple (1901), la cianosis múltiple con policitemia y aumento de volumen
del bazo (1903); ha dedicado monografías especiales al estudio de las pa-
rálisis cerebrales de los niños ([889), la corea (1894), l°s tumores abdo-
minales (1895), Ia angina de pecho (1897)1 e^ cáncer del estómago (1900),
y ha hecho muchos Filigranarbeit, como la descripción de las tumefac-
ciones eritematosas (manchas de Osler) en los casos de endocarditis ma-
ligna (1908). Sus Principles and Practice of Medicine (1892) son el mejor
libro de texto inglés del asunto en la época moderna; sus estudios de Li-
(1) Barlow: Med.-Chir. Tr., Londres, 1882-83; LXVI, páginas 159 y 219. Casos
más antiguos han sido descritos por J. O. L. Moller (1856-60), que no examina
la condición patológica.
(2) Still: Ibidem, 1896-97; LXXX, páginas 47 y 59-
(3) Allbutt: Guy's Hosp. Rcp.y Londres, 1856, 3 s.; II, página 143; 1858, 3 s.; IV,
página 169.
(4) Allbutt: Brit. Med. Journ., Londres, 1909; II, páginas 1449, 1515 y 1598.
(5) Glasgow Med. Journ. , 1913; LXXX, páginas 321 y 422.
27o HISTORIA DE LA MEDICINA
nacre (lQ08), un estudiante de Alabama (1908), Servetus (Miguel Servet)
[1910] y otros asuntos figuran entre las más atractivas de las modernas
contribuciones a la historia de la Medicina. En este campo es especial-
mente notable por sus estudios acerca de la labor de los antiguos clínicos
americanos, cuyo estado moderno también ha hecho mucho por estable-
cer. Es, además, el editor de la Medicina Moderna (1910).
En la clínica de Osier, en Johns Hopkins Hospital, se ha realizado
mucha labor científica, como los estudios sobre el paludismo, de W. S.
Thayer y otros (1886- 1 902); las investigaciones respecto de la disentería
amibiana, por William T. Councilman y Henri A. Lafleur (i 890-91); el
hallazgo de los microorganismos en la endocarditis blenorrágica y en la
septicemia, por W. S. Thayer y George Blumer (1896); los estudios de la
eosinofilia en la triquinosis, por Thayer y Thomas R. Brown (i 897-98);
la demostración de la conjugación sexual en los parásitos palúdicos, por
William G. McCallum y Eugene L. Opie (1897-98) y un acabado estudio
del neumotorax por Charles P. Emerson (1903).
Lewellys Franklin Barker (1867), de Norwich (Ontario), que ha suce-
dido a Osler como médico jefe en el Johns Hopkins Hospital, ha hecho
adelantar mucho el estudio de la Anatomía en América con sus trabajos
sobre el sistema nervioso (1899), la nomenclatura anatómica (1907), su
traducción del Atlas Manual de Spalteholtz (1900) y su Manual de Labo-
ratorio (1904), y ha añadido, además, mucho a la literatura de la neuro-
logía y de la patología clínica. En 1 896 ha descrito el único caso de «pa-
rálisis sensorial circunscrita unilateral y electiva», análogo en sus síntomas
a la autoobservación de Henry Head; y, con Frederick M. Hanes (1909),
los signos oculares de las nefritis crónicas. Con F. J. Sladen ha hecho,
además, interesantes estudios clínicos y farmacológicos del sistema auto-
nómico (19IQ-13), y es el autor de un completo tratado del diagnós-
tico (1916).
William Sydney Thayer (1864), de Milton (Massachusetts), profesor de
Clínica médica en la Johns Hopkins University, ha llevado a cabo exten-
sas investigaciones sobre la fiebre palúdica (1895-97) y la fiebre tifoidea
(1904). Ya hemos aludido anteriormente a sus observaciones acerca de la
endocarditis blenorrágica y de la triquinosis. Además, ha hecho la primera
citación clínica del tercer sonido del corazón (1908).
De los otros médicos americanos, Austin Flint, Sr. (1812-86), de Pe-
tersham (Massachusetts), fué durante su vida una autoridad en clínica mé-
dica y en auscultación, revelada en sus tratados sobre práctica (1866),
percusión y auscultación (1876), y ética médica (1883). Su monografía
acerca de la tisis «continúa siendo valiosa actualmente* (Osler). Su hijo,
August Flint, Jr., era un eminente fisiólogo.
EL SIGLO XIX
Alfred L. Loomis (183 I-I 895), de Bennington (Vermout), se estableció
en la ciudad de Nueva York, escribiendo el mejor libro de texto ameri-
cano sobre Diagnóstico Físico (1873), que aun puede en la actualidad ser
consultado sobre varios asuntos.
William Pepper (i 843-98), natural de Filadelfia, ha descrito las modi-
ficaciones de la médula ósea en la anemia perniciosa (1875), ha escrito
varios buenos trabajos y ha editado el primero y grande «Sistema de la
Medicina > (1886) americano; pero,
aparte de su gran práctica, sus acti-
vidades se han consagrado principal-
mente a la Universidad de Pensilva-
nia, de la que ha sido preboste (188 1
a 94), y donde ha aumentado consi-
derablemente las facilidades para la
educación médica.
Jacob M. Da Costa (1833-1900),
de Filadelfia, el más completo de los
discípulos de Trousseau, ha escrito
un típico tratado del diagnóstico
(1864) y ha trabajado mucho a pro-
pósito de las afecciones funcionales
del corazón. Ha sido, tal vez, el más
hábil profesor de Clínica en los Es-
tados Orientales, y sus ideas sobre la
percusión respiratoria han sido adop-
tadas por Friedrich, y sus puntos de
vista acerca del tifus, por Jaccoud. Ha
descrito el corazón irritable de los soldados ( 1 862-7 1), que fué notado igual-
mente por Alfred Stillé (1813-1900), quien ha desempeñado un impor-
tante papel en el establecimiento de la individualidad del tifus y de la fie-
bre tifoidea (1838), y era, asimismo, un eminente profesor de Patología.
Nathan Smith Davis (i 8 1 7- 1 904), de Chicago, y tal vez el principal mé-
dico práctico de la ciudad en su tiempo; ha sido el padre de la Asociación
Médica Americana y el autor de una buena Historia de la Educación e
Instituciones Médicas en los Estados Unidos (185 1).
James Tyson (i 841), de Filadelfia, profesor de Patología (1876-89) y
práctica (1899-1910) de la Universidad de Pensilvania, siendo extraordi-
nariamente conocido por sus admirables obras sobre doctrina celular
(1870), examen de las orinas (1875), diagnóstico físico (1891), práctica
(1896), y, especialmente, su monografía de enfermedad de Bright y dia-
betes (1881).
Jacob M. Da Costa (1833-1900)
212 HISTORIA DE LA MEDICINA
Frank Billings (1854), de Highland (Wiscousin), profesor de Medici-
na en la Universidad de Chicago, editó la lerapéutica de las enfermeda-
des internas (19 1 4), de Frederick Forchheimer, y, con E. C. Rosenow y
otros, desarrolló la teoría de la infección focal por las bacterias del grupo
de los estreptococos y neumococos, por la vía de los dientes, amígdalas
y otras puertas de entrada ( 1 909- 1 6) [1].
Henry Leopold Elsner (1857-1916), difunto profesor de Medicina de
la Universidad de Syracusa, resume la experiencia de toda su vida en su
voluminoso tratado del pronóstico (1916), casi la única obra importante
de la materia después de la de Prosper Alpinus (IÓOI).
Richard Clarke Cabot (1868), de Brookline (Mass.), autor de diferentes
tratados del diagnóstico (1896-1901), es un antiguo trabajador de los pro-
tocolos de la presión sanguínea (1903), discutiendo la seguridad y certeza
de la mayoría de los diagnósticos de hospital, con lo que atestiguan los
datos de las autopsias, e iniciando la idea de enseñar la medicina con la
exposición de los casos, de lo que ha dado ejemplo en su propio tratado
(1906), su Diagnóstico diferencial de 702 casos (1911-15) y las subsiguien-
tes colecciones de James Gregory Mumford en Cirugía (191 1), E. W. Tay-
lor en Neurología (1911) y John Lovett Morse en Pediatría (1913).
Theodore Caldwell Jankway (1872), profesor de Medicina en la Johns
Hopkins University (1914), es autor de los Estudios clíninos sobre la pre-
sión sa nguínea ( 1 9 1 4) .
Abraham Jacobi (l830),de Hartum(Vesfalia), graduado en Bonn (185 i),
fué detenido por su participación en la revolución alemana de 1 848, esta-
bleciéndose en Nueva York en 1 85 3, donde es en la actualidad respeta-
do y honrado como uno de los más sabios prácticos de la región y como
el Néstor de los paidópatas americanos, habiendo enseñado esta especia-
lidad en diferentes escuelas médicas de Nueva York por espacio de cua-
renta y dos años. En 1857 comenzó a dar lecciones de Pediatría en el Co-
legio de Médicos y Cirujanos, y así «apretó el botón que había de poner
en movimiento la clínica paidológica» (Adams). Se ha debido a sus esfuer-
zos el que el Colegio Médico de Nueva York haya establecido la primera
clínica de Pediatría de la región (i860). Ha sido el fundador y el editor
del American Journal of Obste /rics (1868-71), y es autor de obras sobre
trastornos déla dentición (1862), régimen de la infancia (1872-75), difte-
ria (1876- 1 880), enfermedades de la glándula timo (1889) y Pediatría
(1896-1903). En 1854 construyó un laringoscopio ideado por él. Ha des-
empeñado un importante papel en el progreso de la Medicina americana,
y ha escrito numerosos discursos, que se distinguen por lo delicado de su
(i) Billings: Focal infection, Lane Lectures, New-York, 1916.
EL SIGLO XIX 273
ingenio, lo amplio de su erudición y lo exacto de su juicio (Colección Ja -
cobi, 1909). Ha escrito, además, la autorizada monografía sobre la Pedia-
tría americana (Baginsky-Festschrift, 1913).
La nutrición infantil ha sido elevada sobre una base científica por
Thomas Morgan Rotch (1849-1914), de Filadelfia, graduado en Medicina
en Harvard (1874), y profesor de Pedriatría en 1888. Comprendiendo que
los esfuerzos anteriores de Meigs y Pepper para hacer análoga la leche de
vacas a la leche de mujer por los análisis comparativos fracasaban por las
faltas específicas de grasa, azúcar o proteína en diferentes niños, inventó
su método de calcular el alimento en proporciones centesimales, en el que
aquellos elementos se administraban en la proporción debida. Fundó el
primer laboratorio para la leche (Walker-Gordon) en Boston (1891), que
ha sido pronto seguido por la fundación de otro en Londres, y por sus
estudios de substituciones y tantos por ciento en el alimento y por la ne-
cesidad de vigilar este género de laboratorios, dio origen a un movimien-
to en favor de la limpieza e higiene de la provisión de leche. Además, ha
fundado el hospital de niños de Boston y ha escrito un importante trata-
do de Pediatría (1896).
John M. Keating ha editado una enciclopedia (1889); Louis Starr, un
libro americano, de texto, sobre Pediatría; Linneus E. La Fetra ha editado
la traducción del Handbuch de Pfaundler y Schlossmann (1912) y hay en
preparación un Sistema de Pediatría por Isaac A. Abt (1867), de
Chicago.
Henry Dwight Chapín (1857), de New- York, ha escrito tratados de
alimentación de los niños (1902) y de Pediatría (1909). Chapín y Luther
Emmet Holt (1855) de Webster (N. Y.), autor de tratados sobre la alimen-
tación de los niños (1894-1915) y de Pediatría (1897-1916), son los de-
fensores de la leche reforzada, leche integral, de las mezclas de leche des-
natada y de otros modos de maternización de la leche, que han sido se-
guidas de los cocimientos de cereales, recomendados por Jacobi y Chapín,
y por la completa pasteurización o ebullición de la leche. Henry L. Coit
se ha preocupado de la creación de comisiones para la leche, con el fin
de asegurar un abastecimiento de leche pura a las grandes ciudades. En
nuestra región, la aumentación individual de cada niño especial, en rela-
ción con sus necesidades, parece ser preferible al método alemán de cal-
cular el alimento en calorías con arreglo al peso del niño, ideado por Fin-
kelstein (i).
Mucha buena obra ha sido hecha en América por maestros y médicos prác-
ticos, como los Jackson, los Shattuck, los Bowditch, los Minot, James J. Putnam,
(1) Mixsell: Arch. Pediatr., New- York, 1916; XXXIII, pág. 292.
Historia db i.a Mbdiotjta. — Tomo II 18
274 HISTORIA DE LA MEDICINA
R. C. Cabot (Boston); Charles L. Dana, L. E. Holt, T. Mitchell Prudden, Frank P.
Foster, Joseph Collins, M. Allen Starr (New-York); los Mitchell, James M. Anders,
Wharton Sinkler, John H. Musser, Alfred Stengel (Filadelfia); Eugene F. Cordell,
Frank Donaldson, Thomas B. Futcher, H. B. Jacobs, Henry M. Thomas, John C.
Hemmeter (Baltimore); Samuel C. Busey, W. W.Johnston. D.S.Lamb, S. S. Adams,
George M.Kober, J. B. Nichols (Washington, D.C.); James B.Herrick, Frank Billings,
Henry Baird Favill (Chicago); Charles F. Hoover (Cleveland); George Dock, W. J.
Calvert (Saint-Louis), Joseph Jones, Edmond Souchon, A. Wr. de Roaldés (laringo-
logía); Isadore Dyer (lepra, Nueva Orleans); Henry Sewall, Walter A. Jayne, Char-
les D. Spivak (Denver), y,en Canadá, por médicos como Robert Palmer Hovard, Ja-
mes Bovell, George Ross, A. D. Blackader, sir James Grant y J. George Adami,para
no mencionar más que algunos nombres. De los muchos e importantes adelantos
en los métodos de diagnóstico, mencionaremos el método gráfico de investigar el
pulso, ideado por Karl Vierordt (1855); una sugestión de A. Stich para usar los re-
flejos en el diagnóstico (1856); el esfigmógrafo de Etienne-Jules-Marey (i860); los es-
figmomanómetros de Ritter von Basch (1881), C. Potain (esfigmomanómetro de aire,
1889), Scipione Riva-Rocci (1896) y Leonard Hill (1897); el tonómetro de Gustav
Gaertner (1899^; la invención de la esofagoscopia, por Kussmaul (1868); de la cis-
toscopia, uretroscopia y rectoscopia, por Max Nitze (1877); de la gastroscopia, por
Mikulicz (i 88 1); de la gastrodiafanía, por Max Eihnorn (1889); de la autoscopia de
las vías aéreas, por Alfred Kirstein (1895); de la broncoscopia directa y laringosco-
pia por suspensión, porGustav Killian(i898-i9i2);por encima de todo, los Rayos X,
por Wilhelm Conrad Rontgen (1893); el signo de Kernig, en la meningitis cerebro-
espinal (1884); el signo de Henry Koplik, en el sarampión (1898); el triángulo de
Pietro Grocco, en la pleuresía (1902); la diferenciación de la pseudocirrosis peri-
cardíaca del hígado (enfermedad de Pick), por Bamberger (1872) y F. J. Pick (1896),
y algunas fases del análisis de las orinas, como el método de Fehling, para el azú-
car (1848); el de Bence-Jones,para los proteidos (i848);indicanuria(Max Jaffe, 1877);
la modificación de Salkowski de la prueba de Trommer, para la glucosa en la orina
(1879); la observación de Wilhelm Ebstein de la colindruria, en el coma diabético
(188 1); la prueba de E. Legal, para la acetonuria (1882); la diazorreacción, de Ehr-
lich (1882); la prueba deRudolf von Jaksch, para la acetonuria y la diaceturia (1885);
la prueba de Matthew Hay, para la bilis (1886); el modo de F. Gowland Hopkins
de calcular el ácido úrico (1893); la crioscopia, ideada por Sonder Koranyi (1894); la
prueba de la pentosuria, por Ernst Salkowski (1892-95), y la prueba para la misma,
de M. Bial (1903); la prueba dePercy John Cammidge en las enfermedades del pán-
creas (1904); la poliuria experimental, de Albarrán (1905); la constante ureica, de
L. Ambard (1910), y la prueba de la fenolftaleína en las enfermedades del riñon,
descrita por L. G. Rowntree y Geraghty (1910). Max Einhorn (1862), de Rusia, gra-
duado en Berlín y profesor de New-York, ha realizado muchas ingeniosas adicio-
nes ala gastropatología, como, por ejemplo, la gastrodiafanoscopia (1887), los cu-
bitos gástricos (1890), y esofagoscopia (1901), radiodiafanía (1904), el examen por
medio de las cápsulas (1907), la sonda duodenal (1908) y los dilatores del cardias
(1909) y del píloro (19 10) [ij.
La neurología moderna es principalmente de origen francés, derivando
de Duchenne de Boulogne, a través de Charcot y sus discípulos.
En el siglo xvm Johann Peter Frank ha publicado un resumen especial para el
estudio de las enfermedades de la médula espinal (1792); Fothergill ha descrito la
neuralgia facial (1773); W-hytt, la meningitis tuberculosa (1768); Cotugno, la ciática
(1770); Pott, la parálisis por compresión por deformidad de la columna vertebral
(1779); Lettsom, la tendencia a los medicamentos y el alcoholismo (1786); Nikolaus
Friedreich, La hemiplejía facial (1797), y JohnHaslam, la parálisis general (1798). En
(1) Una buena clasificación y descripción de varios medios diagnósticos que no
pueden ser influidos aquí puede verse en W. M. Hartón. Manual de los métodos de
examen de la función vital, Boston, [916.
EL SIGLO XIX 275
la primera parte del siglo xix ha sido descrita la hidropesía cerebral, por George
Cheyne (1808); el delirium tremens, por Thomas Sutton (181 3) y John War (183 1); la
tetania, por J. Clarke (1815), S. L. Steinheim (1830) y J. B. H. Dance (1832); la pará-
lisis agitante, por Parkinson (18 17); el reblandecimiento cerebral, por Rostan (1820);
la neuritis alcohólica, por James Jackson (1822); el neuroma, por W. Wood (1829);
la corea eléctrica, por Angelo Dubini (1846). La epilepsia y la hemiplejía espinal
han sido conocidas desde los griegos, y la corea desde Sydenham. La tabes dorsal
ha sido vagamente considerada por Schelhammer (1691) y Brendel (1749), y ha sido
el asunto de las disertaciones de los discípulos de Ernst Horn, Loewenhard (181 7),
von Weidembach (1817), Schesmer (1819) y Gossow (1825); pero de este último
piensa Max Neuburger que realmente presenta casos de neurastenia prostática. El
modo de considerar Horn esta enfermedad, defectuosa en su patología y semiolo-
Moritz Heinrich Romberg (1795-1873)
gia, le encontramos en la disertación de su hijo, Wilhelm vor Horn (1827). En 1844,
Steinthal dio una descripción completa y notablemente exacta de la marcha carac-
terística, la parestesia, los dolores fulgurantes, las crisis gástricas y vesicales y la
amaurosis; pero todo ello fué bien pronto olvidado (1).
El primer adelanto real en el diagnóstico de la tabes ha sido llevado
a cabo por Moritz Heinrich Romberg (i 795 -1 87 3), de Meiningen, gradua-
do en Berlín en 1817 (siendo su tesis una clásica descripción de la acon-
droplasia); fué profesor en 1 838. Su Lehrbuch der Nervenkrankheiten
(184O-4Ó) ha sido el primer tratado formal de las enfermedades nerviosas
y ha hecho época por su cuidadosa reunión de los datos hasta entonces
dispersos, sus descripciones clínicas, claras y precisas y su intento de un
(1) Martín Steinthal: Journ. f. prakt. Heilk., Berlín, 1844; XCVIII, 1 st, pági-
nas 1-56; 2 st., páginas 1-84, citado por Neuburger.
w
HISTORIA DE LA MEDICINA
tratamiento sistemático. Contiene (en la pág. 795) el bien conocido «signo
patognomónico» de que los atáxicos no pueden estar de pie con los ojos
cerrados ( < signo de Romberg » ) y una descripción de la « neuralgia
ciliar».
La «Clínica propedéutica» de Romberg, en Berlín, instituida en 1834,
era muy frecuentada por las ventajas que derivaban del diagnóstico lle-
vado a cabo por medio del examen físico.
Guillaume-Benjamín-Amand Duchenne (i 806-7 5), que, como dice
Collins, encontró la neurología «co-
mo un niño juguetón de padres des-
conocidos, al que él asistió hasta
una lozana juventud », descendía de
una larga línea de marinos de Bou-
logne y tenía un amor innato a la
ciencia, que le defendió contra el
deseo de sus padres de que fuese
también marino. Trasladado a Pa-
rís, estudió con Laénnec, Dupuy-
tren, Magendie y Cruveilhier, gra-
duándose en 1 83 1 y practicando
después, durante algunos años, en
Boulogne, y trasladado más tarde a
París, se consagró toda su vida a la
neurología y a la electrofisiología.
El método que tenía de proseguir
sus estudios era peculiar. Con su
tipo original, como un marinero
que fuese callejeando , frecuentaba
diariamente todos los grandes hos-
pitales de París, husmeando los ca-
sos dignos de estudio, sosteniendo
frecuentes discusiones con los internos y médicos jefes, que solían reírse
de sus trabajos, y siguiendo los casos interesantes de hospital en hospi-
tal, incluso a sus propias expensas. Todo esto lo hacía de un modo ex-
céntrico y poco convencional, que alguna vez le hacía sospechoso y le
hacía sufrir alguna reprimenda; pero la sinceridad del hombre, su trans-
parente honradez y su desinteresado amor a la ciencia por la ciencia mis-
ma, pronto triunfaron de toda oposición, y más adelante, cuando su re-
putación estaba hecha, era recibido en todas partes con la más calurosa
•impatía. Siendo muy tímido y hasta inarticulado para hablar al público,
era auxiliado por su amigo, el amplio y generoso espíritu de Trousseau,
Guillaume-Benjamín-Ainand- Duchenne, de Boulo
gne (1806-75). (De una tarjeta fotográfica en la Biblio
teca General de Cirugía.)
EL SIGLO XIX 277
que, lleno de afecto hacia Duchenne, frecuentemente expuso con éxito
las ideas de éste en las Sociedades médicas.
Faraday descubrió las corrientes inducidas en 1831, y Duchenne las empleó en
el tratamiento de las parálisis y de otras afecciones nerviosas. Se dedicó primera-
mente a clasificar la electrofisiología de todo el sistema muscular, estudiando las
funciones de los músculos aislados en relación con los movimientos del cuerpo, y
resumiendo los resultados obtenidos en su obra De V electrisation localisée (1855).
Demostraba, con la observación, que una corriente de dos electrodos aplicada a
la piel humedecida puede estimular los músculos, sin afectar la piel, y fué la bri-
llante aplicación de este principio a las condiciones patológicas la que le propor-
cionó tantos finos puntos de vista en el diagnóstico de las afecciones nerviosas,
convirtiéndole en el fundador de la electroterapia, en lo que fué seguido por Re-
mak, Ziemssen y Erb. Su análisis electrofisiológico del mecanismo de la expresión
facial, bajo la emoción, ilustrada con muchos notables fotograbados (1862) [1], sólo
encuentra análogo, desde el punto de vista de la observación, con la obra de Dar-
win. Ha sido el primero en distinguir las diferentes formas de la parálisis satur-
nina y de la parálisis facial, por lesiones del cerebro o de los nervios, incluyendo
las formas reumáticas y lagrimales. Pero el gran campo de sus estudios fueron las
afecciones de la médula espinal. En 1840, Jacob von Heine (1800-79). de Canstatt,
ha descrito la parálisis infantil como una lesión espinal (2); pero, a pesar de su
descripción, esta enfermedad era usualmente considerada como una miastenia por
inactividad. Duchenne estableció que semejante profundo trastorno de la loco-
moción sólo aparece a consecuencia de una lesión definitiva, que él localizaba en
las astas anteriores de la médula espinal (1855), siendo su modo de ver confirmado
posteriormente por Gull, Charcot, Cornil y Vulpian. Ha descrito, además, la po-
liomielitis en el adulto, como debida a las lesiones atroncas de las células ganglio-
nares de estas mismas astas anteriores; y su nombre ha quedado unido, de un
modo definitivo, a la atrofia muscular progresiva espinal del «tipo Aran-Duchen-
ne» (1847-61). En 1850, F.-A. Aran, del Hospital Saint-Antoine, publicó algunos
casos de la atrofia muscular progresiva espinal, que ha sido estudiada por Du-
chenne (3). Este, en su acabado estudio de todo el asunto, consideraba primero la
enfermedad como una alteración primitiva de los músculos; después la asignó una
lesión en las astas anteriores déla médula; finalmente, cediendo a la presión déla
opinión corriente, volvió a su primitivo modo de pensar de una atrofia muscular
primitiva (4). Ha descrito las pseudo-hipertrofias iniciales con todo detalle; pero
no pudo interpretarlas, como hizo Erb. La más definitiva descripción de Duchenne
ha sido la parálisis bulbar o gloso-labio-lingual (i860) [5], a la que va también aso-
ciado su nombre, como igualmente a la forma pseudo-hipertrófica de las parálisis
musculares (1868) [6]. Aunque esta última sea, sencillamente, una de las varias for-
mas de distrofia muscular que actualmente conocemos, hay que reconocer que la
cuidadosa labor de Duchenne en las guardias del hospital es la primera que se ha
hecho en este terreno. En su trabajo sobre la ataxia locomotriz luchaba Duchenne
con una gran desventaja. Se cuidaba poco del conocimiento de libros, y no sabía
nada de la obra de Steinthal y Romberg, conociendo sólo el hecho de que Edward
Stanley había descrito la enfermedad de los cordones posteriores de la médula
en 1839 y sir William Gull en 1856-58. En 1858-59 (7), Duchenne describió la en-
(1) Duchenne: Mécanisme de la physionomie humaine (etc.), París, 1862.
(2) Heine: Beobachtungem über Láhmungszustánde der unieren Extremitáicn
(etcétera), Stuttgart, 1840.
(3) Aran: Arch. gen. de Méd., París, 1850; 4 s., XXIV, páginas 4 y 172.
(4) El resumen último de Duchenne sobre esta enfermedad se encuentra en
su obra De I' elect r is at io ti localisée, 2.a ed., París, 1 86 1 ; páginas 437 y 547.
(5) Arch. gen. de Méd., París, i860; 5 s., XVI, páginas 283 y 431.
(6) Ibidem, 1868; 6 s., XI, páginas 5, 179, 305, 421 y 552.
(7) Arch. gen. de Méd., París, 1858, 5 s., XII; pág. 641; 1859, XIII; páginas 36,
158 y 417.
278
HISTORIA DE LA MEDICINA
fermedad con toda extensión, separándola de las parálisis, demostrando la lesión
de la médula y asegurando que es debida a la lúes. Cuando oyó hablar de la obra
de los clínicos alemanes, replicó que las ataxias observadas por éstos no eran lo
mismo que las que él había visto, y de este modo obscureció ¿u obra enredándose
en controversias.
En su aspecto, Duchenne era un hombre de pecho amplio, ancho de
hombros, de tipo de marino, cuya fisonomía rubia, alegre y sagaz, ha sido
bien conservada en las diferentes fotografías de su obra sobre el meca-
nismo de la fisonomía humana. Era a la vez alegre, expansivo y de espí-
ritu distraído; brusco, pero cordial; disputador, pero lleno de tacto, y él
atribuía sus éxitos dominando a los leo-
nes de los hospitales a su combinación de
equilibrio y de insensibilidad. Los últi-
mos cuatro años de su vida quedaron nu-
blados por la arterioesclerosis del cerebro,
y fué olvidado y sin honores a la tumba,
salvo el acompañamiento de unos cuan-
tos antiguos amigos; pero es, con Char-
cot y Marie, uno de los más grandes neu-
rólogos de Francia. El mejor resumen de
su vida es el simpático estudio que le
ha consagrado Joseph Collins (1908) [l]«
Contemporáneo de Duchenne, y toda-
vía más grande en la amplitud y seguri-
dad científica de su obra, es Jean-Martin
Charcot (1825-93), de París, que se gra-
duó en 1853 con una tesis de artritis nu-
dosa, y llegó en 1862 a ser médico del gran hospital de la Salpétriére, al
cual ha quedado asociado para siempre su nombre. En ella, desde unos
comienzos muy pequeños, supo crear la más grande de las clínicas mo-
dernas de neurología, a la que asistían estudiantes entusiastas de todas
partes del mundo.
X-
v
Jean Martin Charcot (1825-93)
Charcot ha sido no sólo un gran neurólogo, sino que también se ha hecho no-
tar en sus lecciones sobre enfermedades seniles y crónicas (1867), enfermedades
del hígado, de las vías biliares y del riñon (1877). Ha dejado notables descripcio-
nes de la neumonía crónica, gota, reumatismo, endocarditis y tuberculosis, en el
dualismo de la cual no creía. Ha he< ho importantes estudios fisiológicos sobre la
localización de las funciones en las enfermedades cerebrales (1876), y con Albert
Pitres, sobre los centros motores corticales en el hombre (1895). Los cinco volú-
menes de sus lecciones Bobre enfermedades nerviosas, dadas en la Salpétriére
(1872-93), constituyen un buen resumen de su labor, mucha de la cual la realizaba,
como Ludvvig, por medio de BUS discípulos. Así, en 1866 describía, con Henry
(1) Collins: Med. Record, New- York, 1908; LXXIII, páginas 50-54.
EL SIGLO XIX 279
Bouchard, los aneurismas miliares, haciendo resaltar su importancia en la hemo-
rragia cerebral; con Georges Delamarre, las crisis gástricas en la ataxia locomotriz
progresiva (1866); con Bouchard, los dolores fulgurantes de los atáxicos (1866); con
Alexis Joffry, las lesiones en la atrofia muscular (1869); con Pierre Marie, la forma
peroneal de la atrofia muscular (1866); y sus ideas acerca del histerismo y de la
histero-epilepsia se encuentran desarrolladas en los estudios clínicos de Richer
(1879-85) y Gilíes de la Tourette (1891). Él definía la histeria como una psicosis su-
perinducida, siendo la piedra de toque en el sujeto su capacidad para responder a
la sugestión.
Considera «las fases del gran ataque, las innumerables manifestaciones psíqui-
cas y somáticas, los cambios sensoriales en la hemianestesia y hemianalgesia, los
fenómenos motores de contractura y espasmo, los síntomas visuales, la relación del
histerismo con el traumatismo, su frecuencia en el sexo masculino, todo ello como
una señal de los problemas relatados» (Osler). En la atrofia muscular ha distingui-
do entre la forma ordinaria o tipo de Aran-Duchenne, y la menos frecuente escle-
rosis-lateral-amiotrófica (1874); y describe, con Marie, el tipo progresivo neural o
peroneo (1886), que ha sido igualmente descrito en una disertación de Cambridge
por Howard Henry Tooth (1886). Diferencia las lesiones esenciales de la ataxia lo-
comotriz y describe juntas las crisis gástricas y los trastornos articulares («Enfer-
medad de Charcot»). Ha separado la esclerosis múltiple de la parálisis agitante,
aunque el «temblor intencional, que señala como uno de los síntomas diferenciales,
ha sido ya indicado por Bernhard Cohn en i860. «Ningún escritor, dice Osler, ha
descrito más gráficamente los trastornos tróficos que siguen a los trastornos cere-
brales y medulares, especialmente los decúbitos aguaos.» Como posteriormente
Babinsky, Charcot considera también el hipnotismo como una condición neurótica,
pariente, si no idéntico, al histerismo, y de este modo se ha entablado una larga
batalla entre la escuela de la Salpétriére y la de Nancy (con Liebeault y Bernheim),
sobre la parte desempeñada por la sugestión, que en manos del último, dicen al-
gunos, llegó a ser una mera arrogancia. Charcot no era engañado por las impostu-
ras de algunos de los enfermos, y al final consideraba el hipnotismo como una me-
dida terapéutica muy dudosa. La profundidad de su modo de ver se demuestra en
la tendencia moderna de llevar este procedimiento a la psicoterapia. Charcot era,
sencillamente, un investigador objetivo, cuidándose poco de la psicología especial
de los enfermos neuróticos, salvándose de este modo de algunas de las exageracio-
nes subjetivas de la escuela de Freud. «Para la investigación puramente psicológi-
ca, dice Havelock Ellis, no tenía afición, ni probablemente aptitudes. Todo el que
haya disfrutado del privilegio de observar sus métodos de trabajo en la Salpétriére,
puede recordar fácilmente la elevadísima aptitud del gran maestro; su exprexión
indiferente, que llegaba algunas veces a ser un poco desdeñosa; su altivo modo de
ser, que sus admiradores entusiastas calificaban de napoleónico. Las preguntas di-
rigidas a los enfermos eran frías, desdeñosas, algunas veces impacientes. Charcot,
evidentemente, tenía poca fe en el valor de los resultados que podían lograrse de
este modo.»
Aparte de su obra clínica, Charcot era un artista de talento y el crea-
dor del estudio de la historia de la Medicina en las artes gráficas y
plásticas.
Con Paul Richer ha publicado dos fascinadoras monografías acerca
de la demonomanía en el arte (1887) y de las deformidades y enfermeda-
des en el arte (1889), al paso que muchos y valiosos estudios de sus discí-
pulos, Henri Meige, Richer y otros, aparecían en su Iconographie photogra-
phique de la Salpétriére, comenzada en 1876 y continuada hasta los tiem-
pos presentes. Por su mujer, que era de familia acaudalada, Charcot pudo
vivir en ventajosas condiciones; pero, aparte de ello, su genio clínico, su
inteligencia viva y despejada, su ecuanimidad y dignidad hubieran hecho
28o
HISTORIA DE LA MEDICINA
de él siempre una figura relevante, cualquiera que hubiera sido su posi-
ción en la vida.
Pierre Marie (1853), de París, el más capaz de los discípulos de Char-
cot; graduado en 1883 y profesor de la Facultad de París en 1889. En 1886
ha descrito, con Charcot, el tipo peroneal de la atrofia muscular (1), y nos
ha dejado, además, cuatro descripciones originales de formas nuevas de
enfermedades nerviosas. Son éstas sus descripciones de la acromegalia,
estableciendo su lesión pituitaria
(1886) [2]; la osteoartropatía hipertro-
fiante de origen pulmonar (1890) [3];
la ataxia cerebelosa hereditaria
(1883) [4], y el tipo de artritis espi-
nal deformante llamado espondilosis
rizomélica o enfermedad de Strum-
pell-Marie (1898) [5]. Ha dado un
asalto de crítica destructora a la con-
cepción de la afasia de Broca, soste-
niendo que la tercera circunvolución
frontal izquierda no desempeña pa-
pel alguno en la función del lenguaje
(1906) y sobre la identidad, que él
recusa, del tipo de Aran-Duchenne
de atrofia muscular progresiva. Des-
de la declaración de la guerra eurq-
Pierre Mane (i8¿3) Pea> na publicado la labor más valio-
sa a propósito de los desórdenes de
los nervios periféricos y de otros efectos de los proyectiles en el sistema
nervioso.
El más notable de los neurólogos alemanes, después de Romberg, es
Wilhelm Heinrich Erb (1840), de Winnweiler (Baviera), discípulo de Ni-
kolaus Friedreich y profesor de Heidelberg (1880). En 1 868, Erb idea el
método del electrodiagnóstico por las corrientes galvánica e inducida.
Continuó a Duchenne en el desarrollo extensivo de la electroterapia (1882),
ha escrito obras importantes de enfermedades de los nervios cerebroespi-
nales (1874) y de la médula O 876), y ha trabajado mucho por establecer
la teoría moderna de las distrofias musculares, que ha descrito y clasifica-
(1) Marie: Rev. de Aí¿d.s París, 1886; VI, páginas 97-138.
(2) Ibidem, 1886; VI, páginas 297-333.
(3) Ibidem, 1890; X, páginas 1-36.
(4; Semaine Medical t 1893; XIII, páginas 444-447.
(5) Reo, de .!/.'«/., París, 1898; X\ JIJ, páginas 285-315.
EL SIGLO XIX 281
do (1891). Ha descrito, además, la parálisis braquial (1874) [i], la paráli-
sis espinal sifilítica (187 5) [2], el tipo juvenil de la atrofia muscular
(1884) [3] y la llamada parálisis bulbar asténica o miastenia grave
(1878) [4], descrita asimismo por Willis (1865) y por Goldfiam en 1 893
(síndrome de Erb-Goldflam). Simultáneamente con Westphal (1875) ha
descubierto la importancia del reflejo rotuliano en la ataxia locomotriz (5),
y, con Fournier, ha hecho mucho por establecer una relación causal esta-
dística entre la tabes y la sífilis.
Otros neurólogos alemanes de este período son: Nikolaus Friedreich
(1825-82), de Würzburg, que ha descrito la ataxia hereditaria (1863-76) [6],
y el paramioclonus múltiple (1881) [7], afecciones que alguna vez se con-
funden eponímicamente; Carl Friedrich Otto Westphal (1833-90), de Ber-
lín, que ha descrito la agorafobia (1871), pseudoesclerosis (1883) [8],
señalado la importancia del reflejo rotuliano en el diagnóstico (1875) [9],
y llevado a cabo una labor importante en psiquiatría (1892); Heinrich
Quincke (1842), que ha descrito el edema angioneurótico (1882) [io], que
ha sido notado también por John Laws Milton como urticaria gigante
(1876) y ha ideado la punción lumbar (1895) [IX]i Adolf Strümpell(i853),
de Neu-Autz (Courland), que es bien conocido por su tratado de medici-
na interna (1883) y que ha descrito la espondilitis deformante (1897) Y Ia
pseudoesclerosis del cerebro (enfermedad de Westphal-Strümpell), y Her-
mann Oppenheim (1858), de Berlín, que ha sido el primero en describir la
amiotonía congenita (1900) y la miohipertrofia kymoparalítica (1914), y es
el autor de importantes tratados sobre neurosis traumáticas (1889), tumo-
res del cerebro (1896), sífilis cerebral (1896), parálisis miasténica (1901) y
neurología (1894).
Los principales neurólogos ingleses de este período son: John Hughl-
ings Jackson (1834- 191 1), de Yorkshire, que ha trabajado mucho para es-
tablecer el uso del oftalmoscopio en el diagnóstico de las enfermedades
del cerebro (1863), ha hecho estudios muy importantes sobre la afasia
(1) Erb: Verhandl. a. natur.-med. Ver. zu Heidelberg, 1874-77, n. F.; I, pági-
nas 130-137.
(2) Berb.klin. Wochenschrifi , 1875; XII, páginas 357-359.
(3) Deutsches Arch.f. klin. Med., Leipzig, 1883-84; XXXIV, páginas 467-519.
(4) Arch.f. Psychiatr., Berlín, 1878-79; IX, pág. 172.
(5) Ibidem, 1875; V, páginas 792 y 803.
(6) Friedreich: Arch.f. path. Anat. (etc.), Berlín, 1863; XXVI, pág. 391, XXVII,
página 1; 1876, LXVIII, pág. 145; LXX, pág. 140.
(7) Ibidem, 1881; LXXXVI, páginas 421-430.
(8) Westphal: Arch.f Psychialr., Berlín, 1883; XIV, páginas 87 y 767.
(9) Westphal: Ibidem, 1875; V, páginas 803-834.
(10; Quincke: Monatschr. f. prakt. Dermat., Hamburgo y Leipzig, 1882,1, pági-
uas 129-139.
(11) Quincke: Berl. klin. Wochemchr., 1895; XXXII, páginas 889-891.
282
HISTORIA DE LA MEDICINA
(1864), ha descrito las convulsiones unilaterales o epilepsia jacksoniana
(1875) [i] y ha ideado la doctrina de los «niveles» en el sistema nervioso
(1898); sir William Richard Gowers (1845-1915), de Londres, que es bien
conocido por sus tratados de enfermedades de la médula espinal (1880), en
los que se describe el fascículo de Gowers, de epilepsia (1881), de enfer-
medades del cerebro (1885) y del sistema nervioso (i 886-88), habiendo
trabajado mucho por sistematizar los conocimientos existentes en estas
materias. Su tratado de Oftalmología
médica (1897), hermosamente ilus-
trado por su propia mano, es de gran
valor en el diagnóstico. Gowers ha
trabajado igualmente en la anatomía
fina del sistema nervioso, describien-
do la paraplejia atáxica, introducien-
do el cloruro alumínico en el trata-
miento de la tabes e inventando el
hemoglobinómetro (1878). Henry
Charlton Bastían (1837-1915), de
Truro, uno de los fundadores de la
neurología inglesa y autor de obras
importantes sobre el cerebro (1882),
las parálisis (1886-93), la afasia (1898)
y la generación espontánea (1913). Sir
Victor Horsley (1857-1916), de Ken-
sington (Inglaterra), que ha hecho
una obra admirable sobre la fisiología
del sistema nervioso, las funciones
de las glándulas endocrinas y ha sido, con Gowers, el primero en extir-
par un tumor de la médula espinal (1888).
En América, George Miller Beard ha ideado el concepto de neuraste-
nia o agotamiento nervioso (1869), bosquejada por Eugene Bouchut
como neurosismo (i860); George Huntington ha descrito la corea heredita-
ria («corea de Huntington», 1 872); William Alexander Hammond (1828
a I9C°)> antiguamente cirujano general del ejército de los Estados Unidos,
se ha hecho notable por sus Physiological Memoirs (1863); ha descrito la
atetosis (1873) y ha escrito un buen libro de enfermedades del sistema
nervioso (1871;; Francia Xavier I >ercum (1856), de Filadelfia, ha descrito
la adiposis dolorosa (1882); Thomas G. Morton ha descrito la metatarsal-
gia (\Sy())\ Bernard Sachs (1858) ha descrito el idiotismo amaurótico fa-
Sir Wilüam Richard Oovvers (1845-1915)
(7) I Brit. Med. Journ., Londres, 1875; 1,'pág. 773.
EL SIGLO XIX
283
miliar (1887-96), cuyas manifestaciones oculares habían sido notadas
en 1880 por Waren Tay («enfermedades de Tay-Sachs»), y ha escrito el
primer tratado americano de enfermedades nerviosas del niño (1895);
Wharton Sinkler ha aislado el reflejo del dedo gordo del pie (1888); Wil-
liam F. Milroy, de Omaha (Nebraska), describe el edema hereditario per-
sistente de las piernas o «enfermedad de Milroy > (1892); Charles Karsner
Mills (1845), de Filadelfia, ha fundado las salas de neurología en el hospi-
tal general de Pensilvania (1877),
ha descrito la parálisis unilateral
progresiva ascendente (1900), la
parálisis unilateral descendente
(1906) y la hemianopsia macular.
Christian Archibald Herter
(1865-1910), de Glenville (Connec-
ticut),-autor de un estudio sobre
la mielitis experimental (1889) y
de un libro de texto sobre el diag-
nóstico de las enfermedades ner-
viosas (1892), y ha sido un gran
promotor de la Medicina científica
en América. Ha fundado el Jour-
nal of Biological Chemistry (1905),
ha ayudado a organizar la Socie-
dad americana de Química Bioló-
gica (1908) y el Instituto Rocke-
feller (1901) y ha establecido la
fundación de las Herter lectures
en los hospitales de Johns Hopkins
y de Bellevue. Sus monografías de química patológica (1902) y del in-
fantilismo a consecuencia de la infección intestinal crónica (1908) han
atraído grandemente la atención.
Charles Loomis Dana (1852), de Woodstock (Vermont), autor de
una obra de texto de enfermedades nerviosas y Psiquiatría (1892), ha
sido, después de James Jackson Putnam, de Boston (1891), de los pri-
meros en diferenciar las esclerosis combinadas primarias, en describir la
mielitis transversa aguda con necrosis perforante, las lesiones de la cor-
teza en las mioclonias crónicas, las meningitis serosas o «cerebro húme-
do >; ha hecho una labor experimental sobre la glándula pineal y ha pro-
puesto la resección de las raíces nerviosas posteriores de la médula con
la duramadre, para los dolores, la atetosis y las parálisis espásticas, ope-
ración que ha sido llevada a cabo por Robert Abbe (3 1 diciembre 1 888).
If
ip
; |
Hi
'
.'
ü¡¿
Silas Weir Mitchell (1830-1914)
(Academia Nacional de Ciencias.)
284 HISTORIA DE LA MEDICINA
Silas Weir-Mitchell (1830-1914), de Filadelfia, el más sabio neuró-
logo americano de su tiempo; se graduó en el Jefferson Medical College,
Filadelfia (1850). En 1851- 52 estudió en París, recibiendo la influencia de
Claudio Bernard.
En 1859, con Hammond, ha estudiado los venenos de las flechas y de la orda-
lia, etc., siendo el primero, después del abate Fontana y Bonaparte, en investigar
los venenos de las serpientes (1870-86). Con Edward T. Reichert ha aislado las
globulinas difusibles de los venenos, teniendo sus estudios una importante acción
sobre los más modernos trabajos de Fraser (1896), Calmette (1896), Preston Kyes
(1902-03), Flexner y Noguchi (1909). En 1869 demostró las funciones coordinado-
ras del cerebelo, y, con Morris J. Lewis, demostró que el reflejo de la rodilla puede
ser reforzado por el estímulo sensorial (1886). Durante la guerra civil, el cirujano
general Hammond creó hospitales militares especiales para las enfermedades del
corazón, de los pulmones y del sistema nervioso. Mitchell fué encargado del Tur-
ner's Lane Hospital, en Filadelfia, donde estableció un servicio especial para los
enfermos nerviosos, y en él, con George R. Morehouse y William W. Keen, hizo
sus estudios de traumatismos y heridas por arma de fuego de los nervios periféri-
cos (1864), que trató luego más extensamente en su importante obra Injuries of
Nerves and T/ieir Consequences (187 2). Este libro contiene los estudios precisos más
antiguos de la neuritis ascendente, tratamiento de la neuritis por el frío y el ven-
daje inmovilizado!", la psicología de los amputados y otros datos que han sido des-
pués absorbidos por los libros de texto. Mitchell ha sido el primero en describir
la eritromelalgia o neuralgia roja (1872-78) [1], y la corea post-paralítica (1874) [2],
y ha sido, con William Thomson, el primero que ha hecho resaltar la importancia
del cansancio o esfuerzo de los ojos como causa de la hemicránea (1874) [3].
En 1875, Mitchell introduce un tratamiento de las enfermedades nerviosas por la
prolongada permanencia en cama, con algunos medios auxiliares como la buena
alimentación, el masaje y la electricidad, denominándole rest-cure (cura por re-
poso^ o tratamiento de Weir-Mitchell, que se usa actualmente en todas partes.
Sus ideas acerca del asunto se encuentran resumidas en su obra Fat and Hlood
(1877), que ha sido traducida al francés, alemán, español, italiano y ruso. Mitchel
ha sido también el primero en estudiar los efectos de los cambios meteorológicos
en las neuralgias traumáticas, especialmente en los antiguos muñones de amputa-
ción (1877). Ha hecho un gran número de contribuciones menores de un carácter
altamente original, siendo notables las referentes a ailurofobia, miembros fantas-
mas, trastornos del sueño, Wear and Tear (1873) y una congelación de su propio
nervio cubital. A la historia de la Medicina ha contribuido con una concienzuda
historia de los instrumentos de precisión (1892) y con 'sus memorias sobre Har-
vey (1907-12).
En el mundo de las letras, como poeta y novelista. Mitchell tiene un
puesto cerca de Goldsmith y Holmes, y no demasiado por debajo de
Scott y Lamb, los queridos maestros de lo que Owen Wister llama la
«Literatura del estímulo». Personalmente, hasta en su sobria elección de
frases delicadas, Mitchell era un superviviente del antiguo elegante caba-
llero americano del tipo colonial. En sobriedad y versatilidad era algo
semejante a los grandes médicos del siglo xviii; en la percepción del lado
interesante de la vida record, iba a Turgenieff; en el sentido del honor era
(1) A»ter.-Journ. Mal. Se, Filadelfia, 1878; n. s., LXXVI, páginas 17 y 36.
(2) IbidetHy 1874; LXVIII, páginas 342 y 352.
(3) Med. and Sur g. Reporter, Filadelfia, 1874; XXXI, páginas 67. y 71.
El siglo xíX 285
como Bayardo o como el coronel Newcome. «¿Quién se atreve a repre-
sentar la enfermedad como ella es?», hace él decir a un médico; sin em-
bargo, como hace notar Wister, ni Balzac, Flaubert, Maupassant o Zola,
«conocen más del mal, del pesar y del dolor». El tono de sus obras, dice
Wister, «es una lección y un tónico para una edad que está enferma y
debilitada por las perversidades literarias».
Otras innovaciones en neurología, prescindiendo de las ya mencionadas, son las
originales descripciones de la parálisis unilateral con anestesia cruzada, por Brown-
Sequard (185 1); de la parálisis ascendente aguda, por Octave Landry (1859); de la
paraplejia espástica cerebral congenita, por William John Little (1861); de la gan-
grena simétrica, por Maurice Raynaud (1862); de la enfermedad de los pedúnculos
cerebrales (síndrome de Weber), por Hermann Weber (1862); de la paraplejia al-
cohólica, por sir Samuel Wilks (1868); del neurofibroma plexiforme ( h ankenneuro-
ma), por Paul Bruns (1870); de la miotonía, descrita en su propia persona, por Ju-
lius Thomsen (1876); de la siringomielia con trastornos tróficos, por Augustin-Ma-
rie-Morvan (1883); del tic impulsivo o espasmo saltatorio, por Georges Gilíes de la
Tourette (1884); de la degeneración subaguda combinada de la médula espinal, por
Otto Leichtenstern ('884) y Ludwig Lichtheim (1884); de la astasia-abasia, por Paul
Blocq (1888); de la neuritis hipertrófica intersticial progresiva de los niños, por Ju-
les Dejerine y Jules Sottas (1893); de la atrofia muscular progresiva infantil, por
Guido Werdnig (1890-94) y Johann Hoffmann (1894); de la meralgia parestética,
por Marx Bernhardt y Vladimir Karlovich Roth (1895); de ia amiotonía congenita,
por Hermann Oppenheim (1900); el síndrome de Guillain-Thaon (sífilis cerebro-es-
pinal transicional, 1909) y de la degeneración lenticular progresiva, por S. A. Kin-
near Wilson ^1912), que Gowers ha reconocido como «corea tetanoidea» (1888) y
que Frerichs describe también en su tratado de enfermedades del hígado (1884).
El herpes zóster ha sido primeramente atribuido a una lesión de los ganglios espi-
nales por Friedrich von Bárensprung (1861-63), y ha sido posteriormente localizado
como una inflamación hemorrágica aguda de los ganglios espinales posteriores y
craneales, por Henry Head y A. W. Campbell, en 1900. La hemicránea y todos los
trastornos mentales que se comprenden bajo la descripción de trastornos cerebra-
les o trastornos nerviosos han sido descritos por Edward Liveing en 1873. Las
neuralgias viscerales han sido investigadas por sir Clifford Allbutt (1884), y la pato-
logía de la circulación cerebral, por Leonard Hill (1896). La afasia ha sido descrita
y localizada primeramente por Bouillaud (1825) [1], definida como afemia por Broca
(1861) y posteriormente estudiada por Hughlings Jackson (1866), Carl Wernicke
(1874), Adolf Kussmaul (1877), Ludwig Lichtheim (1885) y Pierre Marie (1906), quien
ha discutido la parte desempeñada en la afasia por la circunvolución de Broca, in-
sistiendo en que la verdadera lesión es una zona lenticular en el lóbulo temporo-
parietal izquierdo (zona de Wernicke), lo que está todavía en disputa. Afemia,
anartría, amnesia verbal y otras fases del trastorno han sido explicadas por el di-
funto H. C. Bastian (1897-98) [2]; la ceguera verbal (dislexia) ha sido descrita por
Rudolf Berlin (1887), y la apraxia (asimbolia motora), por Hugo Karl Liep-
mann (1900).
Después de la época de Pinel y Reil, el tratamiento de la locura sin
(1) Erich Ebstein afirma que han sido descritos casos de afasia por van Swie-
ten (1753) y Goethe: Wilhelm Meister, VII, c. 6. y Wander jahre, III, c. 13 (1796), que
han sido, además, precedidos por el caso de Linneo (1742). Se ha dicho que Tho-
mas Hood (Phrenol. Tr., 1822, JII) había dado un caso con autopsia antes de Bouillaud;
pero este último, que había hecho 700 en 1848, está reputado siempre como el clá-
sico describidor de la enfermedad. De acuerdo con Trousseau, el término afasia ha
sido imaginado por el célebre helenista Crisaphis. Véase Ebstein, Ztschr. f. d. gcs.
Neurol., Berlín, 191 3; XVII, páginas 58-64.
(2) Bastian: Aphasia and Other Speech Defects, Londres, 1898.
286 HISTORIA DE LA MEDICINA
restricciones (método de la puerta abierta) ha sido perfeccionado por
Tohn Conolly (1856) y por los Tuke, de los cuales Daniel Hack Tuke
(1827-95) ha colaborado con John Charles Bucknill en un Manual de Me-
dicina Psicológica (1858), que ha tenido gran importancia en su época.
Otro defensor del sistema no restringido era Wilhelm Griesinger ( 1 8 1 7
a 67), de Stuttgart, discípulo de Schónlein, ayudante clínico de Wunder-
lich, y, finalmente, sucesor de Romberg en Berlín (i 865-67), que, aparte
de su obra en Psiquiatría, se ha distinguido también por su antigua des-
cripción de la anquilostomiasis como «clorosis tropical > (1866) y ha tra-
bajado mucho, por lo menos en Alemania, por poner en claro los estados
de fiebre tifoidea, tifus, fiebre recurrente y fiebre palúdica, en sus mono-
grafías sobre las enfermedades infecciosas (i 857-64). La Patología y Te-
rapéutica de los trastornos psíquicos, de Griesinger (1845), destruyó mucho
del misticismo del pasado, dando claros e inequívocos cuadros clínicos
basados en un racional análisis psicológico, procurando relacionar el asun-
to con la Anatomía patológica y defendiendo el régimen de la puerta
abierta en las clínicas de Psiquiatría. Desde el tiempo de Griesinger el
estudio de la locura ha estado principalmente en manos de los ale-
manes.
Theodor Meynert (1833-92), de Dresde, profesor de Neurología y
Psiquiatría en Viena (1873-92), editor del Jahrbücher für Psychiatrie
(1889-92); ha hecho algunas investigaciones de anatomía y fisiología del
cerebro (i 865-72) y ha descrito la amencia, escribiendo sobre la locura
como Enfermedades del cerebro-anterior (1884).
Carl Wernicke (1848-1905), de Tarnowitz (Silesia Superior), profesor
en Berlín (1885) y Breslau (1890), ha descrito la afasia sensorial, incluso la
alexia y la agrafía (1874), las enfermedades de la cápsula interna (1875),
la polioencefalitis hemorrágica aguda (1881) y la presbiofrenia (1900); ha
escrito tratados de enfermedades del cerebro ( 1 88 1 -83) y enfermedades
mentales (1894-1900) y ha publicado un espléndido atlas del cere-
bro (1897 -1 904).
Emil Kraefelin (1856), de Neustrelitz (Mecklemburgo), profesor de
Psiquiatría de Dorpat (1886), Heidelberg (1890) y Munich (1903), ha sido
el cultivador de la Psiquiatría experimental (1896). Su Kompendium (1883)
y sus treinta lecciones de Psiquiatría (1901) introducen una nueva y sen-
cilla clasificación de Lis «-nlrrmedades mentales, haciendo resaltar la im-
portancia de las formas afectivas, precoces, involutivas, catatónicas y ma-
niáticas; introduciendo los conceptos de «demencia precoz» y «locura ma-
níaco-depresiva», y aportando muchas simplificaciones por la hábil agru-
pación de las variedades señaladas. Kraepelin ha hecho el análisis clásico
de la cura de fatiga y las clásicas investigaciones de los efectos psíquicos
EL SIGLO XIX 287
del alcohol (i 883-92), que han sido continuadas por Raymond Doge y
Francis G. Benedict (I9I5)-
Paul Eugen Bleuler (1857), de Suiza, ha extendido el concepto origi-
nal de Kraepelin de «demencia precoz» para incluir un grupo de schizo-
phrenias (1910), que comprenden algunos estados no tomados en cuenta
por Kraepelin, especialmente el «autismo» o vida mental del individuo
que se mantiene aparte del mundo que le rodea. Bleuler ha descrito
también el «idiotismo relativo» (1914).
Adolf Meyer (1866), de Suiza, profesor de Psiquatría en la John Hop-
kins University (1910), ha sostenido también el origen psicogénico de la
demencia precoz, que es más bien funcional que orgánica; pero sus hipó-
tesis han sido algo combatidas por el hecho de que la reacción de Abder-
halden de los fermentos se obtiene en estas neurosis, indicando que hay
trastorno funcional de los órganos sexuales.
Richard von Krafft-Ebing (1840-1902), de Mannheim, discípulo de
Friedreich y Griesinger, profesor en Estrasburgo (1872), Graz (1873) y
Viena (1889), ha escrito el mejor tratado alemán de Psiquiatría forense
(1875); además, un tratado de Psiquiatría basado en la experiencia clínica
(1879), y es especialmente conocido por su Psychopatia sexualis (1886),
que clasifica y describe las diferentes formas de inversión y perversión
sexual en sus relaciones médico-legales. Albert Moll es otro escritor que
se ha ocupado de este tema.
De los psiquiatras ingleses, sir Thomas Smith Clouston (i 840- 191 5),
el último editor del Journal of Mental Science, ha escrito un volumen de
lecciones clínicas sobre enfermedades mentales (1 883), y otros tratados;
Henry Maudsley (1835) ha sido un prolífico escritor de temas psicológi-
cos; Charles Arthur Mercier (1852) es autor de una obra de texto (1902),
pero sus más importantes trabajos son aquellos que se refieren a la res-
ponsabilidad criminal (1905), a la conducta y perturbaciones de la misma
(191 1), al crimen y locura (1911), así como también sus estudios históri-
cos sobre astrología(l 914) y leproserías (1915); JohnMilneBRAMWEL (1852),
que ha publicado numerosos trabajos sobre el hipnotismo; Frederick
Walker Mott, editor de los Archives of Neurologie y autor de las Croonian
lectures sobre la degeneración de la neurona (1900). Debemos mencionar
aun los tratados de Psiquiatría de los italianos E. Tanzi (1904) y L. Bian-
chi (1905), que han sido traducidos al inglés; los de los rusos P. J. Ko-
valevski (1892), S. S. Korsakoff (1893) y V. M. Bechtereff (1908) y los de
los americanos Frederick Peterson (1899), Henry J. Berkley (1900), Ste-
wart Paton (1905) y William A. White (1909). Como superintendente del
Hospital Gubernamental de Enfermedades Mentales (1903) y como editor
de la Psychoanalytic Review y autor de un tratado de mecanismos men-
288 HISTORIA £)£ LA MEÍMCINA
tales (191 1), White ha hecho mucho en favor de la Psiquiatría moderna.
Con Smith Ely Jelliffe (1866), de New- York, editor y traductor de
varias obras de importancia e interés histórico, White ha colaborado en
un tratado de enfermedades del sistema nervioso (1915), que ofrece los
puntos de vista más avanzados en la materia. Henry Mills Hurd (1843),
profesor de Psiquiatría (1889-1906) y superintendente del Johns Hopkins
Hospital (1899-1911), es el editor de The Institutional Care of the Insane
in the United States and Canada (1916), que contiene lo más importante
de la historia de la Psiquiatría en América.
Nuevos métodos de investigación psicopatológica han sido ideados por Robert
Sommer (1899). El psicoanálisis es creación de Sigmund Freud y de C. G. Jung
(1 893- 1 909). La parálisis general progresiva de los enajenados ha sido descrita por
John Haslam (1798) y Calmeil (1826); la locura moral, por James Cowles Prichard
(1835); Ia locura circular, por Jean Pierre Falret (1854); la hebefrenia, por K. Kahl-
baum (1863); la psicastenia, por Pierre Janet (1903); la demencia presenil con pla-
cas en el cerebro, por Alois Alzheimer (191 1). La paraplejia alcohólica, ya notada
por James Jackson (1822) y Sir Samuel Wilks (1868), ha sido descrita como una psi-
cosis polineurítica por Sergiei Korsakoff (1887). Heinrich Laehr (i 820- i 905), edi-
tor del Allgemeine Zeitsckrift für Psychiatrie (1858), ha realizado importantes obras,
en los asilos de enfermedades mentales de Alemania (1852-82), publicando, ade-
más, una bibliografía sin rival de la literatura de Psiquiatría, Neurología y Psicolo-
gía, desde 1459 a 1799 (1900), y un calendario de Psiquiatría (1885) conteniendo,
día por día, todos los acontecimientos importantes relacionados con la historia del
asunto, incluso el martirologio de los médicos y el asilo de los ayudantes víctimas
de la locura homicida. Otto Münkemoller ha escrito también la historia de la Psi-
quiatría (1903-10).
La última parte del siglo xix señala el período científico o parasitario
de la Dermatología, en la cual muchas afecciones cutáneas son considera-
das como producidas directamente por organismos microscópicos, ade-
lantando este estudio especialmente bajo la dirección de Sabouraud y
Unna.
La obra de Hebra ha sido completada y extendida por su hijo Hans von Hebra
(1847), de Viena, que ha escrito uua obra de texto de enfermedades de la piel en
relación con las enfermedades generales del organismo (1884), ha descrito el rinos-
cleroma (1870) y el rinofima (1881), y por su discípulo el húngaro Moriz Kaposi
('837-1902), que ha completado la obra del viejo Hebra, además de escribir otra
propia (1879) y ha descrito el sarcoma pigmentado de la piel (1872), las dermatitis
diabéticas (1876), el xeroderma pigmentosum (1882), la linfodermia perniciosa (1885),
las diferentes formas del liquen ruber (1886-95), y, finalmente, ha colocado sobre
una base definitiva el impetigo herpetiforme de Hebra. El tratado de Isidor Neu-
mann, de [869, ha sido traducido repetidas veces y es sumamente conocido. Otro
dermatólogo igualmente popular ha sido sir William James Erasmus Wilson
(1809-84), que Be lia hecho una reputación, primero, con sus obras Manual del di-
sector ( 1838;, Vademécum del anatómico (1840) y láminas anatómicas, y, en la espe-
cialidad, con sus Enfermedades de. la piel (1842), Atlas dermatológico (1847) y con sus
lecciones de Dermatología en el Real Colegio de Cirujanos (1871-78), y muy espe-
cialmente por su donativo de 5.000 libras para fundar una cátedra de Dermatología
en este misino colegio, al que ha regalado, igualmente, una valiosa y extensa co-
lección de preparaciones dermatológicas. Wilson clasifica las enfermedades de la
piel según que sean enfermedades del dermis verdaderamente, de las glándulas
EL SIGLO XIX 289
sudoríparas y sebáceas, o del pelo y de su folículo; habiendo sido el primero en
describir la dermatitis exfoliativa (1870). La etiología parasitaria de las afecciones
de la piel ha sido defendida por los árabes; por Cosimo Bonomo, que ha descrito el
parásito de la sarna (1687); por John Hunter, que ha dado una descripción clínica
de la enfermedad; por Wichmann, de Hamburgo, que ha establecido su naturaleza
parasitaria (1786); por Schonlein, que ha descrito el hongo achorion del favus (1839);
por David Grüby (1809-98), que ha descrito una tina contagiosa, sicosis o mentagra
(pórrigo decalvans o fitoalopecia), debida a \infungtcs (1841-43) y por Cari Eichs-
tedt, que ha establecido la relación entre el escabies y el microspor on furfur (1846).
La obra de Grüby atrajo poco la atención hasta el período bacteriológico y parasita-
rio, en el que tenemos que citar a Raymond Sabouraud (1864), de París, que ha he-
cho extensos estudios sobre las diferentes variedades de trichophyton (1894), la
etiología del eczema (1899- 1900), de la pitiriasis y de las «alopecias pelicula-
res» (1904). Sabouraud ha hecho la mejor obra de enfermedades micósicas de
la piel.
En 1 88 1 ha demostrado que el trichophyton es diferente de los fungi ordina-
rios. El eczema marginatum de la ingle y de la axila (dhobie itch) ha sido atribuido
al epidermophyton inguinale; la pitiriasis versicolor, al microsporon/z¿r/«r; la tina
tropical imbricada, a otro fungus anular. Entre tanto, iba realizándose una valiosa
e importante obra, desde el punto de vista patológico, bacteriológico y terapéutico
por Paul Gerson Unna (1850), de Hamburgo, que fué gravemente herido, como vo-
luntario, en la guerra franco-prusiana y ha fundado, posteriormente, una clínica
privada (1881) y un hospital para enfermedades de la piel (1884), en su ciudad na-
tal. Ha publicado obras importantes sobre Anatomía (1G82) e Histología y patolo-
gía de la piel (1894), y sobre el tratamiento de las enfermedades cutáneas (1898);
ha fundado el Monatshefte für praktische Dermatnlogie (1882) y los Dermatologische
Studien (1886) y ha editado un atlas internacional (1889), y un atlas histopatológico
(1894) de las enfermedades de la piel. Unna, que es un escritor muy prolífico, ha
descrito el eczema seborreico (1887-93), los cocos del eczema (1892-97), los diferen-
tes cocos del favus (1892-99), la flictenosis estreptógena (1895), la pustulosis estafi-
locógena (1896); ha descrito la patología de la lepra (19 10) y ha introducido el uso
del ictiol y de la resorcina (1886) y de pildoras especialmente revestidas para la
absorción local en el duodeno (1884).
Entre las originales descripciones de afecciones cutáneas en el período mo-
derno figuran las del pórrigo (1864), disidrosis (1873) e hidroa (1880), por Tilbury
Fox (1836-79); del milium coloide, por Ernst Wagner (1866); de la dermatitis exfo-
liatriz, por Erasmus Wilson (1870); de la urticaria gigante (edema angioneurótico),
por John Laws Milton (1876); del angioqueratoma, por Wyndham Cottle (1877); de
la dermatitis exfoliativa de la infancia, por Ritter von Rittershain (1878); del neu-
rofibroma, por F. D. von Recklinghausen (1882); de la epidermolisis vesiculosa,
por Alfred Goldscheider (1882); de la varicela gangrenosa, por sir Jonathan Hut-
chinson (1882); del xeroderma pigmentoso (1882), linfodermia perniciosa (1885),
liquen ruber moniliforme (1886), por Moriz Kaposi (1837- 1902), que ha establecido,
además, el estado definitivo del impetigo herpetiforme (1887), del liquen ruber
planus (1895) Y del pénfigo vegetans (1896); del eritema elevatum, por Judson S. Bury
(1888); de la psorospermosis folicular, por Jean Darier (1889); de la achantosis ni-
gricans, por Sigmund Pollitzer y V. Janowsky (1890); del angioqueratoma (189 1) y
de la poraqueratosis (1893), por Vittorio Mibelli (1891); de la hiperqueratosis, por
Emilio Respighi (1893); del sarcoides benigno, por Cari Boeck (1899); de la acroder-
mitis atronca crónica, por J. Herxheimer y Kuno Hartmann (1902); de la granulo-
sis rubra nasal, por Joseph Jadassonh (1901); de la parapsoriasis, por Louis Brocq
(1902), y del liquen nitidus, por Félix Pinkus (1907). De los americanos, Robert
William Taylor ha descrito la atrofia progresiva idiopática de la piel (1876); Louis
A. Duhring, la dermatitis herpetiforme (1884); Andrew Rose Robinson, el hidro-
cistoma (1884); Thomas Caspar Gilchrist, la dermatitis blastomicética (1896); Ben-
jamín R. Schenck, la esporotricosis (1898), y Jay F. Schamberg, la dermatitis pro-
gresiva pigmentaria que lleva su nombre (1900-01) [1].
(1) Para. referencias bibliográficas respecto de estas enfermedades, véase el
Index Catalogue (S. G. O.), 1912; 2 s., XV11, páginas 150 y 152.
Historia dji la Mbdiotoa. —Tomo II 19
29o HISTORIA DE LA MEDICINA
La obra de Magendie sobre farmacología experimental ha sido hábil-
mente continuada por Alexander Crum Brown y Thomas Richard Fra-
ser, que han sido los primeros en investigar la relación existente entre la
constitución química de las substancias y su acción fisiológica («anclar
las moléculas») [1867] (1), en lo que fueron seguidos por Lauder Brun-
ton y J. T. Cash (1884-92) y por Cash y W. R. Dunstan (1893). Friedrich
Walter ha investigado la acción de los ácidos sobre el organismo animal
(1877); Ernst Stadelmann, la acción de los álcalis sobre el metabolismo
(1890). Admirables obras de texto sobre materia médica y terapéutica
han sido escritas por hombres como Sydney Ringer, en Inglaterra (1869),
y H. C. Wood, en América (1874), tratando ambos de realizar el estudio
de los medicamentos desde el punto de vista clínico, a la vez que Buch-
heim, Schmiedeberg y Binz, en Alemania, Brunton y Cushny, en Ingla-
terra, llevaban a cabo una brillante labor experimental en los animales.
Los últimos nombres aparecen especialmente asociados a las farmacodi-
námicas críticas y destructoras de los tiempos modernos, cuya tendencia
es aplicar un riguroso proceso crítico a todo el vasto número de reme-
dios alegados y enumerados en los diversos formularios y farmacopeas,
con el principio: «Demostrar todas las cosas, creer firmemente en aquello
que es bueno.» Los efectos de esta crítica destructora no sólo han sido
admirables por el hecho de reducir la gigantesca materia médica del pa-
sado a sus proporciones racionales, sino que, además, han llegado a ser
absolutamente necesarios, en vista del extraordinario número de produc-
tos obtenidos del carbón de piedra por los químicos alemanes, iniciados
por el descubrimiento de la anilina por Perkin en 1856. «El período cons-
tructivo de la farmacología, declara Cushny, apenas ha comenzado», y él
afirma que los remedios pueden en la actualidad «ser contados por uni-
dades, cuando antiguamente se pretendía contarlos por centenares*. Los
clínicos franceses Ilenri Iiuchard y Charles Fiessinger, por ejemplo, ha-
bían limitado la actual terapéutica farmacológica a unos 20 remedios o
grupos de remedios, a saber: opio, mercurio, quinina, nuez vómica, digi-
tal, arsénico, fósforo, ergotina, belladona, cloral, bismuto, bromuros, hip-
nóticos, purgantes, antisépticos, anestésicos, antipiréticos, nitritos, sue-
ros y vacunas, y los extractos animales, cada uno de los cuales tiene una
intención terapéutica específica.
Una Conferencia [nterna< tonal para la unificación de las fórmulas
de los remedios heroicos ha tenido lugar en Bruselas en 1902. La ten-
dencia total de la reciente farmacología es en la dirección de la simplifi-
cación y de la especificidad; pero se discute, con razón, por los terapeutas
(1) />-. h'oy.Soi., Edimburgo, 1807-), XXV, páginas 151-203.
EL SIGLO XIX
291
de la vieja escuela, afirmando que los seres humanos no son precisamente
conejos, ni gallinas de Guinea con un desarrollo más amplio, y que, por
tanto, cada medicamento especial tendrá diferentes efectos, no sólo sobre
cada diferente animal, sino también sobre cada diferente persona. El tes-
timonio último y definitivo de la eficacia de un medicamento será, por
consiguiente, la clínica.
Los más notables farmacólogos de la escuela alemana son Rudolf
Buchheim (1820-79), de Bautzen, pro-
fesor en Leipzig (1846), Dorpat (1849)
y Giessen (18Ó7), que ha publicado
una obra de texto de materia médica
en 1856 y ha investigado la acción de
las sales de potasio, de los purgan-
tes, del aceite de hígado de bacalao,
del cornezuelo, de los alcaloides mi-
driásicos de las solanáceas, etc.; su
discípulo , O swald Schmiedeberg (1838),
de Courland, profesor en Dorpat
(1870) y Estrasburgo (1872), que ha
sido el primero en investigar la ac
ción de los venenos sobre el corazón
de la rana, en el laboratorio de Ludwig
(187 1), en investigar la síntesis de!
ácido hipúrico en los ríñones (1876),
ha descubierto la sinistrina (1879) y
la histozima (1881); ha determinado
la verdadera fórmula de la histamina
y del ácido nucleínico según las notas postumas de Miescher (1896), y ha
llevado a cabo una gran labor crítica y experimental sobre la muscarina
(1869), la fenatina (1893), Ia digital y otras drogas, cuya tendencia ha cris-
talizado en sus bien conocidos Elementos de Farmacología (1883) y Karl
Blmz (1832-1912), de Bernkastel, discípulo de Virchow y de Frerichs, y
profesor en Bonn (1868), donde fundó el Instituto Farmacológico de la
Universidad (1869). Binz ha publicado una obra de Materia médica (1866)
y lecciones de Farmacología (1884); ha hecho investigaciones experimen-
tales acerca de la acción de la quinina, arsénico, aceites etéreos, compues-
tos halógenos y anestésicos, y ha escrito una admirable historia de la anes-
tesia (1896). Hans Meyer (1853)1 de Insterburg, discípulo de Ludwig y
Schmiedeberg, profesor en Dorpat (1881), Marburg (1882) y Viena (1884),
y E. Overton han consagrado especial atención a la parte desempeñada
por los disolventes lipoides en la narcosis.
Oswald Schmiedeberg (,1838)
292
HISTORIA DE LA MEDICINA
La historia de la Farmacología ha sido acabadamente expuesta en las
obras de F. A. Flückiger y Daniel Hambury (Pharmacographia, 1879),
Hermann Schelenz (1904) y A. Tschirch (Pharmacognosies 1909-14).
Sir Thomas Lauder Brunton (1844-1916), de Roxburghshire (Escocia),
graduado en Edimburgo (1868), ayudante médico (1875-97) y médico
(1897-1904) en el hospital de Saint- Bartholomew, ha estudiado con Brüc-
ke, Kühne y Ludwig, y llegó a ser un maestro en la aplicación de los da-
tos fisiológicos de la Farmacología a la Medicina interna.
Desde el momento de su disertación
del grado sobre la digital (1868), su campo
especial de estudio ha sido la acción de
los medicamentos sobre el corazón. En
1867 ha señalado el aumento de la pre-
sión sanguínea como un carácter de la
angina de pecho, recomendando la admi-
nistración del nitrato de amilo por mo-
tivos fisiológicos (1). Ha introducido los
remedios vasodilatadores y, en 1874, ha
empleado la dieta cruda, para proporcio-
nar al organismo un fermento glucolítico.
Ha practicado la medicina como una cien-
cia, interpretando los síntomas como al-
teraciones fisiológicas más bien que como
consecuencias o resultados finales de al-
teraciones de la estructura. Ha asistido a
la segunda Comisión del Cloroformo en
Hyderabad (1899); ha sido un antiguo y
constante defensor déla educación física y
militar como una «preparación»; fué nom-
brado caballero en 1900 y barón en 1908.
Sir Thomas Lauder Brunton (184
Personalmente, Brunton era el
«bondadoso escocés >, una mezcla de
sagacidad y sencillez, generoso, animoso y abnegado. Pagó todos los gas-
tos y jornales de su laboratorio farmacológico en Saint-Bartholomew;
era un verdadero amigo de Billings, e hizo importantes donaciones a la
Biblioteca General de Cirugía. .Sus obras comprenden el bien conocido y
frecuentemente traducido libro de texto de Farmacología y Terapéutica
(1885), las Croonian Lectures acerca déla relación éntrela estructura quí-
mica y la acción fisiológica (1892); las populares Lecciones sobre la acción
de Las medicinas (1897)1 monografías acerca de los desórdenes de la di-
gestión (1886), desórdenes de la asimilación (1901), terapéutica de la cir-
culai ion (1908) y un vasto número de diversos artículos.
Arthur Robertson Cushw ( 'i «S6f >), de Escocia, ha sido profesor de Far-
macología en Ann Arbor (i 893- 1 905) y en la Universidad de Londres
[1) Brunton: Lancet, I ondres, 1867; II, página 97.
EL SIGLO XIX 293
(l905)\ es discípulo de Schmiedeberg, y su libro de texto de farmacolo-
gía y terapéutica (1899) esta imbuido del espíritu de su maestro. Ha lle-
vado a cabo una admirable labor a propósito de los efectos de la digital
sobre el músculo cardíaco (191 2).
Horatio C. Wood (1841), de Filadelfia, profesor de Botánica (1866-76),
de Terapéutica (1876-1907), de enfermedades nerviosas (1875-1901) en la
Universidad de Pensilvania; ha realizado una importante investigación acerca
de la patología de la insolación (1872); ha escrito una memoria de las algas del
Norte de América (1872) y es, además, autor de un tratado de Terapéutica
(1874), en el cual se examinan por vez primera los efectos en el organismo
de varios medicamentos en dosis reducidas, además de la experimentación
sobre los animales, que con la evidencia de la toxicología nos daba lo racio-
nal de su empleo en las enfermedades. Contiene, además, esta obra una cla-
sificación básica de los medicamentos. Wood ha investigado el nitrito de
amilo, ha descubierto las propiedades fisiológicas y terapéuticas de la hios-
cina, y ha sido el primero en sistematizar el tratamiento de los accidentes
de la anestesia. Es el editor del Philadelphia Medical Times (i 87 3-80) y de
la Therapeutic Gazette (1884-90), de los United States Dispensatory (1883
a 1907), y es autor de una obra de enfermedades nerviosas (1887).
Una buena labor original es la de Torald Sollmann (1874), de Cleve-
land (Ohio), que ha escrito un notable libro de texto sobre Farma-
cología (19 1 7).
John Jacob Abel (1857), de Cleveland (Ohio), profesor de Farmacolo-
gía en el Johns Hopkins University (1893), ^s editor del Journal of Phar-
macology and Therapeutics (1909); es el primero que ha aislado la epine-
frina (1898) y la bufagina (191 1); ha hecho valiosas investigaciones de
nuevas substancias y ha ideado los métodos de vividifusión (1912-13) y
plasmaférresis (1914). Entre sus discípulos, Reid Hunt es conocido por
sus estudios sobre el alcoholismo experimental (1907) y el tiroides (1909);
L. G. Rowntree y J. T. Geraghty, por su descubrimiento de la prueba
de la fenolsulfoneftaleína en las enfermedades del riñon (1910); David
I. Macht ha investigado los alcaloides del opio (1915-16) y otras substan-
cias. También en la Johns Hopkins University, Samuel J. Crowe ha des-
cubierto que la hexametilenamina (urotropina) es excretada por el líqui-
do cefalorraquídeo (1909), dejándonos el uso extensivo de esta substan-
cia en las enfermedades meníngeas causadas por microorganismos.
La acción especial de las sales de magnesio en el tétanos ha sido estu-
diada en América por Samuel James Meltzer y John Auer ^1905 -06).
Entre los muchos medicamentos descubiertos en los tiempos moder-
nos figuran el doral, por Osear Liebreich (1869); la antipirina (Knorr), por
Wilhelm Filehne (1884); la cocaína (como anestésico), por V. K. Anrep
294 HISTORIA DE LA MEDICINA
(1879-84) [i] y Cari Koller (1884); la salipirina, por Riedel (1884); el ic-
tiol y la resorcina, por Paul Gerson Unna (1866); el salol, por Marcel von
Nencki (1886); la acetanilida, por Cahn y Hepp (1886); el sulfonal (Bau-
mann, 1 884), por Alfred Kast (1888); el trional y el tetronal, por Bau-
mann y Kast (1888); el strophantus hispidus, por Thomas R. Fraser(l904);
el extracto suprarrenal, por G. Oliver y S. A. Scháfer (1894-95); la eu-
caína, por Merling (1896); la heroína, por Dreser (1898); el veronal (1894)
y el proponal (1905), por Emil Fischer y Joseph von Mering; la novocaína,
por Alfred Einhorn (1905); el rojo escarlata (Biebrichs, 1882), por B. Fis-
cher (1906); la pasta bismutada, por Emil J. Beck (1908); el pantopon,
por Hermann Sahli (1909), y el salvarsán («606»), por Ehrlich (1909).
La emetina, introducida por Bardsley, de Manchester, en 1829, como
un remedio para la disentería, se ha encontrado que es amebicida por
Edward B. Wedder (1910-II), y su uso en la disentería amebiana ha sido
establecido clínicamente por sir Leonard Rogers (1912).
De otras medidas terapéuticas, la electroterapia ha sido modernizada por Du-
chenne, de Boulogne (1847-55); Robert Remak (1855-58), Hugo von Ziemssen (1857),
Moriz Benedikt (1868-75) y Wilhelm Heinrich Erb (1882). Los primeros resultados
definitivos de los efectos de la electrólisis galvánica han sido obtenidos en el tra-
tamiento de la estrechez uretral por el sueco Gustav Crusell (1839) [2], que publicó
una memoria sobre el galvanismo en el tratamiento de las afecciones locales
(1841-43). La electricidad estática ha sido primeramente empleada en el Guy's
Hospital por Thomas Addison, Golding Bird y sir William Gull (1837-52); la co-
rriente farádica doble ha sido usada contra los tumores y las afecciones uterinas
por Georges Apostoli, en París (1884); las corrientes de alta frecuencia han sido
empleadas por Jacques-Arséne d'Arsonval (1892) y por F. Nagelschmidten forma
de termopenetración eléctrica (diatermia) en 1906-8. La ionoterapia, sugerida por
Edison en 1890, ha sido aplicada por Stéphane Leduc, de Nantes, en 1900. Los ra-
yos X, descubiertos por Wilhelm Conrad Rontgen en 1893, pronto llegaron a ser
un precioso auxiliar en el diagnóstico, y, en manos de los expertos, una útil me-
dida terapéutica, lo mismo que el radio.
La jeringa HiPODÉRMiCA ha sido creada en Europa por Francis Rynd (1845),
Charles Gabriel Pravaz (185 1) y Alexander Wood (1855), y en América, por For-
dyce Barker (1856). Las tabletas para estos y otros usos fueron inventadas y usa-
das por Robert M. Fuller, de Filadelfia, en 1878. Magendie y Gaspard resucitaron
las inyecciones intravenosas experimentales de medicamentos en 1823; G. B. Hal-
ford, de Melbourne (Australia), ha reintroducido las inyecciones de Fontana, de
amoní.M o, en las mordeduras de las serpientes, en 1869-73. A. S. Landererha apli-
cado las inyecciones de hetol en el tratamiento de la tuberculosis (1892); Guido
Bao Ui, las de quinina en la fiebre palúdica (1890), y el sublimado corrosivo en la
sífilis (1894); y las invecciones de metales coloidales han sido introducidas por
lirnnii I 1 < dé en 1901.
I'.ii [895, Forlanini idea el tratamiento de la tisis por el neumotorax artificial,
que había sido ya sugerido por Carson en 1842 y había sido introducido en Amé-
rica por John B. Murphy (1898). La idea de emplear las inyecciones profundas de
(1) V. K. Anrep: /'//user's Archiw, Bonn., 1879; XXI, página 47; Vrach, Petro-
grado, [884; V, página 773.
(2) G. S. < Irusell: Uéber den Galvanismus ais chcmischcs Hc.ilmittel gegen ortliche
Knuikhcilcn, San PetersburgO, 1841-43.
EL SIGLO XIX 295
alcohol como tratamiento de las neuralgias ha sido sugerida por Pitres y Vaillard
en 1887 y aplicada por Karl Schloesser en 1903.
La hidroterapia ha sido popularizada por Max Joseph Oertel y por el labrador
de Silesia, Vincenz Priessnitz (1 799-1851), cuyas compresas frías y métodos exter-
nos fueron ampliados y continuados por el pastor de Baviera Kneipp; por C. Mun-
de, en Grafenberg (1839); en Inglaterra, por James Maraby Gully, en Malvern (1842),
y en los Estados Unidos, por Rusell Thacher Trail (1844), Joel Shew y otros. La
hidroterapia científica va especialmente asociada a los nombres de Ernst Brand
(1827-97), un práctico de Stettin que volvió a poner sobre una buena base el olvi-
dado tratamiento de Currie de la fiebre tifoidea por el agua fría (1861-63) y de
Wilhelm Winternitz (1835-1905), de Josefstadt (Bohemia), profesor en Viena (1881),
director del establecimiento hidroterápico de Kaltenleutgeben, fundador de Blat-
ter für klinische Hydrotherapie (1890) y autor del mejor tratado moderno sobre la
materia (1877-80), basado tanto en la experimentación como en la investigación
clínica. Oskar Lassar, en Berlín (1883), y Simón Baruch, en Nueva York, han sido
los principales propagandistas de los baños públicos al alcance del público de las
grandes ciudades.
En 1834, Víctor Theodore Junod (1809-81) investigó los efectos del aire com-
primido y enrarecido sobre el organismo, aplicándolo como «hemospasia» o ven-
tosa gigante, resumiendo los resultados obtenidos en su tratado de 1875. El mé-
todo consistía en la producción de una derivación de la sangre desde el cerebro
a los pies, una especie de sangría sin sangría, siendo los efectos revulsivos extra-
ordinariamente útiles en algunos casos.
La dietética y el régimen han adelantado gracias a William Banting (1797
a 1878), de Inglaterra, quien, en sus Letter on Corpulcv.ee (1863), introduce la cura
de la obesidad por medio de la reducción general del alimento, incluyendo la ex-
clusión de grasas y de hidratos de carbono (1863); por Liebig, Wohler, Beaumont,
Moleschott, Pavy, Pavloff, Rubner, Chittenden y otros investigadores de la nutri-
ción y del metabolismo; por Boas y Ewald, que han ideado las comidas de prueba
en los trastornos digestivos; por Debove, que ha inventado la alimentación for-
zada en la tisis, y, finalmente, por Carl von Noorden, que ha hecho un estudio es-
pecial de la dietética en los trastornos del metabolismo y ha recomendado la dieta
de harina de avena en la diabetes. Tratamientos especiales de las enfermedades
del corazón han sido imaginados por el laringólogo Max Joseph Oertel (1835-1897),
de Dillingen (Baviera), cuyo método consiste en la dieta de proteicos con reduc-
ción de líquidos, perspiración libre y ejercicios graduados de subir cuestas (1884),
y por Theodor Schott (1852), que en Nauheim ha descubierto los maravillosos
efectos de los baños carbónicos sobre el corazón debilitado (1883), combinados
con ejercicios gimnásticos lentos, ejecutados por los enfermos y resistidos por el
operador. La bomba del estómago para extraer el opio y otros venenos (Monro
secundas), ha sido introducida simultáneamente por Edward Jukes y Francis Bush,
dos médicos ingleses, en 1822 (1). El simple cateterismo con lavado para la di-
latación gástrica por obstrucción pilórica ha sido ideado por Adolf Kusmaul
(años i867-69\
Las aplicaciones científicas del hipnotismo han sido estudiadas principalmente
por Charcot y sus discípulos en la Salpétriére y por los dos maestros de la escuela
de Nancy, Ambroise-Auguste Liébeault, en su Le sommeil provoqué (1889) y Théra-
peutique suggestive (1891). e Hippolyte Bernheim, en De la suggestion dans Vétat
hypnotique et dans l'état de veille (1844) e Hypnotisme, suggestion, psychotherapie
(1891). Estos títulos indican ya la general tendencia a separarse de la sugestión
hipnótica, dirigiéndose hacia la persuasión mental y moral o psicoterapia, que iba
ya implícita en la enseñanza de Charcot. La psicoterapia se coloca sobre una base
definitiva por obras como el libro de Paul Dubois sobre el tratamiento moral de
las psiconeurosis (1904), y el Isolement et psychotherapie (1904), de Jean Camus y
(1) Busch: London Med. 6° Phys. Journ., 1822; XLVIII, páginas 218 y 220; Ju-
kes: Ibidem, páginas 384-389. Jukes reclama la prioridad, pero no cita la fuente
de su artículo precedente. Su prioridad es, sin embargo, reconocida por sir Astley
Cooper (Lancet, Londres, 1823; I, pág. 223), que dice que Jukes empleaba prime-
ramente una botella de goma elástica para la succión, habiéndole sugerido Busch.
296
HISTORIA DE LA MEDICINA
Philippe Pagnier. Era hábilmente aplicada en la Emmanuel Church, de Boston,
por el Rev. Elmwood Worcester y sus discípulos.
La gimnástica con propósitos terapéuticos ha sido introducida como «movi-
mientos suecos» por Per Henrik Ling (1 776-1839) hacia 181 3, siendo posteriormen-
te perfeccionada en métodos como mecanoterapia y kinesterapia, particularmente
en el Instituto Zander. La predicación de la vida y del ejercicio al aire libre, la
percepción de que la naturaleza externa tiene una acción saludable y benigna so-
bre la salud mental y corporal, se encontraba ya implícita en las enseñanzas de la
medicina griega y ha sido el tema de aquellos escritores modernos, como Thoreau,
Walt Whitman y John Burroughs, y ha
n~
H
sido aplicado con éxito al tratamiento
de la tisis en todas partes, y al de los
estados neurasténicos por J. Madison
Taylor y otros especialistas.
mv
El fundador de la Higiene expe-
rimental ha sido Max von Petten-
kofer (1818-1901), de Lichtersheim
(Baviera), discípulo de Liebig y Bis-
choff; profesor de Química dietéti-
ca en Munich en 1 847, y profesor
de Higiene en la misma Universi-
dad (1853), donde, bajo su direc-
ción, se abrió el primer Instituto de
Higiene en 1 87 5- La primer labor
de Pettenkofer, como hemos visto,
es en el campo de la Química fisio-
lógica y del metabolismo.
Max von Pettenkofer (1818-1901)
En 1844 ha ideado su bien conocida
prueba para los ácidos de la bilis; y en
1863-64 ha hecho, con Voit, sus clásicas investigaciones sobre el metabolismo de la
respiración. Ha investigado, además, algunas substancias como los sulfocianatos en
el esputo, el ácido hipúrico, la creatina y la creatinina. Desde 1855, ha consagrado
mucha atención a la etiología del cólera y de la fiebre tifoidea, la aparición de cu-
yos padecimientos lo atribuía al estado del suelo y de las aguas telúricas, y opo-
oiéndose últimamente a la doctrina microbiana de la infección, llegando, para pro-
bar BU tesis, a inferir un cultivo de bacilos virulentos del cólera a las setenta y cua-
tro horas. A pesar de sus puntos de vista algo arbitrarios, libró por completo a la
ciudad de Munich de la fiebre tifoidea por la aplicación de un apropiado sistema
<lc alcantarillado, asunto frecuentemente invocado en sus controversias con Vir-
chow. La contribución más importante de Pettenkofer a la Higiene experimental
us métodos de calcular el bióxido carbónico en el aire y en el agua (1858), sus
investigaciones sobre la ventilación de los domicilios (1858) 'y la relación de la at-
mósfera COXl los vestidos, habita, iones y el suelo. Ha estudiado las ventajas relati-
vas y de la calefai ción por el aire caliente, demostrando que el aire
puede pasar a través de las más gruesas paredes, e investigando la contaminación
de la atmósfera por los »;iscs profundos del sudo. Ha sido ennoblecido en 1883, y
Ueeó a her presidente de la Academia Bávara de Ciencias en 1889. En 1882, Peten-
kofer publicó, con Ziemssen, el Handbuch der Hygiene, y era uno de los coeditores
del Zeitschrift für Biologie (1865-82) y del Archíhfür /¡ygie?ie (1883-94). La Higie-
ii< experimental, como basada en la doctrina microbiana de: la infección, tomó nue-
vos bríos con la obra de koch y sus asoeiados del Instituto de Higiene de Berlín.
EL SIGLO XIX 297
Tal vez los más importantes de los antiguos tratados de Higiene piíblic a después
del tiempo de Johann Peter Frank, son la Medical Police, de John Roberton (Edim-
burgo, 1808-9) y los tratados de Francois-Emmanuel Foderé (1822-24) y Alexandre
J.-B. Parent-Duchátelet (1836), que ha escrito, además, una obra que ha hecho épo-
ca sobre la prostitución en la ciudad de París (1836). David Hosack, en 1820, ha es-
crito sobre la policía médica de la ciudad de New-York. En la primera mitad de
la centuria este asunto ha sido extensamente cultivado en Francia, habiéndose es-
crito diferentes tratados por Molard (1841), Royer Collard (1843), Bourdon (1844),
Michel Levy (1844-45), Briand (1845), Foy (1845), Boudin (1846), al paso que la obra
de Parkes, de 1864, establece el tránsito para las obras ulteriores de L. Hirt (1876),
E. Fazio (1880-86), G. H. Rohé (1885), Max Rubner (1888), E. Flügge (1889), J. Uffel-
mann (1889-90), W. Praussnitz (1892), L. Mangin (1892), Ferdinand Hueppe (1899),
A. W. Blyth(i9oo), Charles Harrington (190 1), W. T. Sedgwick (1902), J. Rambousek
(1906) y M. J. Rosenau (1913). El gran manual de Pettenkofer (1862-94) ha sido se-
guido de otros semejantes, editados por Jhomas Stephenson y Shirley F. Murphy
(1892-94), Theodor Weyl (1893-1901) y Max Rubner (191 1).
La Higiene Industrial ha adelantado por los trabajos de sir Humphry Davy
(1779-1829), que inventó latan conocida lámpara de seguridad para los obreros de
las minas de carbón (181 5); por Charles Turner Thackrah (1795- 1833), de Leeds, dis-
cípulo de Sir Astley Cooper, que ha sido el primero en estudiar, en su tratado
de 1832, la fiebre de los fundidores de bronce, las enfermedades por lospolvos,etc;
porTanquerel des Planches (1809-62), que ha escrito una importante obra acerca
de las enfermedades de los obreros que manejan el plomo (1839); por Francois
Melier, que se ha ocupado de la higiene de los que manufacturan el tabaco; por
A. L. D. Delpech, que ha investigado las afecciones de los afiladores (1863) y, con
J. B. Hillairet, las de los obreros que trabajan con el cromo (1869-76). En Alemania,
Ludwig Hirt (1844), de Breslau, ha escrito una obra monumental, en cuatro volú-
menes, acerca de las enfermedades profesionales (1871-78), que ha sido seguida de
los Handbücher, de H. Eulenburg (1876), H. Albrecht (1894-96) y Th. Weyl (1908).
En Inglaterra, Sir Thomas Oliver ha prestado especial atención a las afecciones
causadas por los polvos y a los accidentes de los mineros y otros oficios que ponen
en peligro la vida (Dangerous Trades, Londres, 1902), y Leonard Hill ha investiga-
do las enfermedades de los buzos (191 2), y, en general, las producidas porlas atmós-
feras confinadas. En América, las investigaciones e informes de George M. Kober
(1908-16), Frederick L. Hoffmann (1909-16), John B. Andrews (1910-16) y Alice
Hamilton (1911-14) acerca de los venenos industriales; de William C. Hanson, so-
bre polvos y humos (19 13), han demostrado ser de gran importancia. También son,
valiosas monografías las de Josephine Goldmark sobre la fatiga industrial (19 12),
de George M. Price acerca de las modernas factorías (1914), de W. Gilman Thomp-
son, de las enfermedades profesionales (19 14), y los tratados en cooperación sobre
el mismo asunto, editados por George M. Kober y William C. Hanson (19 16). Ru-
dolf Virchow desempeña un papel importante en el saneamiento y disposición del
alcantarillado de Berlín (1868-73), y es el creador del movimiento moderno en favor
de la higiene e inspección de los niños de las escuelas (1869), que ha sido hábil-
mente continuado por los trabajos de Edwin Chadwick (1871), Hermann Ludwig
Cohn(i887) y otra serie de investigadores. Las comidas para los niños de las es-
cuelas han sido establecidas por el Conde de Rumford en 1792, cuya idea ha revivi-
do en la Caise des ¿coles de un batallón francés en 1849. Se hicieron permanentes,
en forma de cautines scolaires, por la ley de 1882. Víctor Hugo emprendió un mo-
vimiento en favor de estas comidas escolares en Gernesey en 1866. En Alemania,
el movimiento comenzó en Munich en 1876, y en 1900 se había extendido a todas
las ciudades del Imperio. En Inglaterra ha comenzado en 1902, y en la ciudad de
New-York en 23 de noviembre de 1898 (1). Las clínicas dentarias se han iniciado en
Estrasburgo y Darmstadt en 1902. En la actualidad existen en Alemania 120. La
química de los alimentos y la investigación de las adulteraciones de los mismos es
el asunto de tratados especiales por F. C. Knapp (1848), Moleschott (1850), A. Che-
vallier (Dictionnaire, 1850), F. Artmann (1859), E. Reich (i860), J. Konig (1878),
H. Fleck (1882). El saneamiento de los hospitales ha adelantado grandemente gra-
(1) New-York Med. Journ., 1916; CIÍI, pág. 1037.
298 HISTORIA DE LA MEDICINA
cias a Florence Nightingale (1859), Lord Lister (1870), sir Douglas Galton (1893),
sir Henry Burdett (1891-93) y por las enseñanzas que ha dado la construcción de
aquellas modernas y buenas disposiciones, como el Johns Hopkins Hospital en Bal-
timore (1689), el hospital de pabellones de Eppendorf, en Hamburgo (1889), o el
de Rudolf Virchow, en Berlín (1906). La higiene de las habitaciones y el planea-
miento de las ciudades es un asunto al que consagran modernamente gran interés
los arquitectos y los ingenieros sanitarios. Dice Lord Kelvin que no podrá haber
una higiene verdadera de la vida en las casas hasta que «la arquitectura no se con-
vierta en una rama de la ingeniería científica» ' 1).
La Higiene Pública en Inglaterra ha adelantado especialmente gracias
a sir Edwin Chadwick (1800-1890), sobre todo por sus informes acerca
de la reforma de la ley de pobres (1834), Ia salud de las clases obreras
(1842), y sobre cementerios (1843-55); a sir John Simón (1816-1904),
cuyos famosos Public Health Report (1887) y Englisli Sanitary Institu-
tions (1890), han ejercido un gran influjo en la legislación y en el desen-
volvimiento moderno de la Higiene, y por Henry Wyldoore Rumsey
(1809-76), que durante los últimos cuarenta años de su vida, por lo pro-
fundo de su crítica, publicando hechos evidentes ante los Comités públi-
cos, por su recomendación de los grados universitarios en la medicina del
Estado (1865) y por el efecto producido por sus ensayos acerca de la me-
dicina del Estado (1865) y de los errores de las estadísticas (1875), ha
prestado extraordinarios servicios al avance de la legislación sanitaria. El
tratado de Higiene más importante de los ingleses es el manual de Ed-
mund Alexander Parres (1819-76), publicado en 1864, en cuya prepara-
ción había colaborado Lord Sidney Herbert (i 810-61), de Lea, que era
secretario de Guerra en el momento de declararse la guerra de Crimea
(1854) y presidente de la Comisión Real para estudiar las condiciones sa-
nitarias del ejército y las barracas y hospitales militares. Lord Herbert
tuvo frecuentes consultas con Parkes a propósito de la creación de la Es-
cuela de Medicina militar, en Fort Pitt (Chatham) [i860], que fué trasladada
al Real Hospital Victoria, Netley, en 1 863. Fué la amistad de lord y lady
Herbert con Florence Nightingale lo que permitió a esta última pasar a
Scutari con cuarenta enfermeras para asistir a los soldados en la guerra de
Crimea. Se dice que todas las recomendaciones hechas por la Real Comi-
sión del Africa del Sur habían sido hechas, cincuenta y cinco años antes,
por lord 1 [erbert. Su colega Parkes ocupó la primera cátedra de Higiene en
Inglaterra (en el Fort Pitt, i860), y el Parkes Museum de Higiene ha sido
fundado en memoria suya en 18 de julio de 1 876, e inaugurado en 28
de Junio de 1879.
El barón Mundy, de Viena, llama a Parkes «el fundador y el mejor
(1) Lord Kelvin: Popular Lectures, Londres, 1884; II, página 21 1
EL SIGLO XIX 299
maestro de higiene militar de nuestro tiempo, el amigo y el bienhechor
de todos los soldados».
El epidemiólogo William Budd (1811-80), de North Taunton (Devon-
shire), descrito porTyndall como «el hombre de más elevado genio», ha es-
crito la mejor obra inglesa de su tiempo acerca de enfermedades infeccio-
sas. Su monografía sobre la fiebre tifoidea (1873) demostraba la naturale-
za contagiosa de la misma y sus diferentes modos de transmitirse. En
1866 combatió el cólera en Bristol, haciendo descender la mortalidad has-
ta 29 casos, en vez de los 1.979 que hubo en 1849. Su famosa receta
para la epidemia de peste de 1 866, «una hachuela de mano y un foso de
cal viva», fué ridiculizada, pero demostró ser verdadera. George Budd ha
descrito la cirrosis atípica del hígado (sin ictericia) por autointoxicación
(enfermedad de Budd), y William ha publicado un famoso trabajo sobre
las enfermedades simétricas (1842). John Snow (1813-58), de York, gra-
duado en Medicina en Londres en 1 844, ha sido el primero en sostener
la teoría de que el cólera es de origen hídrico y penetra en el organismo
por la boca (1849), por cuyo ensayo le fué concedido un premio de 30.000
francos por el Instituto de Francia. Durante una grave epidemia de cólera
de Londres, en 1 8 54, reveló a la junta de Saint-Jacques que la epidemia
cesaría si se quitaba el mango a la bomba de la Broad Street, lo que pudo
comprobarse ser cierto. En 1 84 1 ha inventado una'especie de bomba as"
pirante para los niños asfixiados y un trocar para la toracentesis. Era un
defensor de la anestesia, habiendo asistido a los partos de la reina, cloro-
formizándola, en 1853 y 1857. La segunda edición de su obra sobre el có-
lera (1852), que contenía una notable exposición de la teoría de los gérme-
nes, le costó 200 libras y le produjo muy pocos chelines.
El principal cultivador de la estadística médica en Inglaterra, durante
este período, es William Farr (i 807-83), de Kenley (Shropshire), que
hizo entrar a la práctica médica en la Oficina del registro general, en rela-
ción con la cual ha publicado sus clásicas cartas sobre las causas de la
mortalidad en Inglaterra (i 839-80). Sus otros importantes artículos apa-
recen coleccionados en el volumen Vital Statistics (1885), con la excep-
ción de su importante carta al Daily News (17 febrero 1 886) [i], que con-
tiene la primera exposición de la ley de Farr; a saber, que una epidemia en
un principio asciende rápidamente, después sube más despacio hasta un
máximo de mortalidad, para descender después con más rapidez de la que
ha subido. Primeramente trazó esta curva por la epidemia de viruela de
1840, y, según ella, predijo con acierto el pronto descenso de la de-
(1) Reimpresa por J. Brownlee en Brit. Med. Joum., Londres, 1 9 1 5 ; II, pági-
nas 250-252.
300
HISTORIA DE LA MEDICINA
vastadora peste bovina de 1865-66. Las curvas epidémicas desenvueltas
posteriormente por Brownlee, Ross y otros son generalmente del tipo bien
marcado de Farr (Clase IV de Pearson). Farr ha ideado el esquema de no-
menclatura y nosología del Real Colegio de Médicos, que se sigue em-
pleando en la clasificación de la literatura médica y de las bibliotecas mé-
dicas. Ha editado el British Medical Almanack (1835-39), que contiene su
valiosa cronología médica, su notable
Essay of Prognosis (1838) y su histo-
ria de la profesión médica en Ingla-
terra (1839).
Tal vez la más antigua de las obras mo-
dernas de estadística sea el famoso Essay
on the Principle of Population (1798), de
Thomas Rober Malthus (1766- 1 834), de
Guildford (Inglaterra), que sostiene que
la cantidad de subsistencias y el número
de nacimientos van aumentando en pro-
porción aritmética y geométrica, respec-
tivamente. Ha ejercido una profunda in-
fluencia en la disminución de los matri-
monios y en el decrecimiento de las fa-
milias en los tiempos modernos; sin em-
bargo, es erróneo el describir los méto-
dos para prevenir la concepción como
«malthusianismo», porque tales procedi-
mientos (primitivamente sugeridos por
Condorcet) son inequívocamente conde-
nados por Malthus. Las estadísticas mé-
dicas han sido inventadas por Louis (1835).
Los métodos modernos de llegar al cálcu-
lo de la mortalidad en las grandes ciudades
y otros datos han sido expuestos por el es-
tadista húngaro Josef von Korosi (1873);
las falsedades y otras relaciones matemá-
ticas de las. estadísticas han sido estudiadas por los escritores ingleses Henry Wyldbo-
re Rumsey (i875)y William Farr(i885). En América John Saw Billings (1 838- 19 13) ha
hecho contribuciones importantes, especialmente en sus Cartwright Lectures (1889)
v sus informes especiales acerca del censo de los Estados Unidos. Frederick
L. Hoffman ha investigado las estadísticas del cáncer (1915). Las investigaciones
dísticas de Jacques Bertillon (1851-1914) sobre la despoblación de Francia
1-191 1) [1] son efectivas también eu otras regiones, en las que ha sido compro-
bable la disminuí ion de la cifra de nacimientos. La obra de Karl Pearson pertene-
"( -e al Biglo xx.
En lo referente a la Ji risprudencia médica, el tratado de Frangois-Emmanuel
Fodéré(i798 1812 ha sido la fuente autorizada en Francia durante la primerparte
del siglo. En Alemania, Johann Ludwig ("aspar (1796-1864), de Berlín, alcanzó una
eran reputación por sus obras de estadísticas médicas y medicina del Estado
autopsias judiciales (1851-53) y por un Manual práctico de Medicina Le-
gal (1856), que ha permanecido insuperable durante un largo periodo de tiempo
por la riqueza de sus datos y Iq acertado de sus juicios. Los primeros tratados in-
gleses han sido escritos por los americanos Theodoric Romeyn Beck (1823) e Isaac
William Parr \, i s« i ^ -S3 j
(Biblioteca Médica de Boston.)
(1) J. Bertillon: f^a depopulation de la /'ranee, París 191 1
EL SIGLO XIX 301
Ray (1839). William Augustus Guy (1810-85) ha sido el primer inglés que ha escrito
sobre este asunto (1844). Otros notables tratados americanos son los de Francis
Wharton y Moretón Stillé (1855) y John Ordronaux (1869), ambos ocupándose mu-
cho de la medicina forense desde el punto de vista legal. El tratado, en cuatro vo-
lúmenes, de Witthaus y Becker (1894-96), es una comprensiva enciclopedia mo-
derna, escrita por varios autores. Heinroth (1825), Isaac Ray (1839), Krafft-Ebing
(1875) y Charles Arthur Mercier (1890) se han ocupado mucho de la jurisprudencia
de la locura; Carl Ferdinand von Artl, del aspecto medicolegal de los traumatismos
del aparato de la visión; M. J. B. Orfila (18 13- 15), sir Robert Christison (1829), Au-
guste Ambroise Tardieu (1867) y Georg Dragendorff (1868-72), de la toxicología;
Frank Hastings Hamilton, de las deformidades consecutivas a las fracturas desde
el punto de vista legal (1855), y Krafft-Ebing, de las inversiones y perversiones
sexuales (1886-87). Theodore George Wormley ha escrito un buen libro acerca de
la microquimia de los venenos (1867), y Virchow una pequeña obra sobre técnica
de las autopsias (1876), que ha sido el libro de consulta en su época. Paul Brouar-
del (1837-T906), de París, es famoso por un gran número de valiosas y completas
monografías, especialmente las que se ocupan de la muerte y la muerte repentina
(1895), de la muerte por suspensión, estrangulación, sofocación e inmersión (1897)
y del infanticidio (1897). La prueba de la precipitina (Bordet-Uhlenhuth), para las
manchas de sangre, ha sido introducida en 1901 (1), y la reacción del veneno del
cobra en la locura (Much-Holtzmann), en 1909 (2).
Desde los tiempos de Haller, el estudio de 1? historia de la Medicina
ha estado principalmente en manos de los escritores alemanes y fran-
ceses.
Los eruditos ingleses, tales como Francis Adams (1 796-1 861), de Banchory (Es-
cocia); William Alexander Greenhill (1814-94), de Londres, editor de las obras de
Sydenham, han llevado a cabo valiosas traducciones de los grandes escritores clá-
sicos griegos y romanos, y deliciosos libros y ensayos con el estilo propio de los
literatos, han sido escritos por William MacMichael (The Gold Headed Cañe, 1827),
John Brown (Horae Subsecivae, i858),J.Cordi Jeaffreson (A Book about Doctors, i860),
Wilks y Bettany (History of Guy's Hospital, 1892), sir Benjamín Ward Richardson
(Disciples of Aesculapius, 1900), y particularmente por los dos regios profesores
Osler y Allbutt; sin embargo, ninguna obra en grande escala ha sido intentada en
la Gran Bretaña y América que pueda ser comparada con las de Haeser y Da-
remberg, a excepción de la Historia de las epidemias en Bretaña, de Charles
Creighton (1894). La Introducción a la literatura médica, de Thomas Young (18 13);
una Historia, no acabada, de la Medicina, por Edward Meryon (1861); una, muy
asequible, por Edward T. Withington (1894); los estudios de John Flint South
(1886), Sydney Young (1890) y D'Arcy Power (1899), sobre cirugía inglesa; los es-
tudios de sir Clifford Albutt, sobre la ciencia medieval y la cirugía (1 901 -1905); de
J. F. Payne, sobre medicina anglo-sajona (1904); de L. M. Griffiths, sobre filología
médica (1905); de Norman Moore, sobre educación médica en la Gran Bretaña
(1908); de Raymond Crawfurd, sobre el mal regio (191 1), la peste y la pestilencia
(19 1 4); de Charles A. Mercier, sobre la astrología en Medicina (19 14) y las lepro-
serías (191 5); los estudios de Charles Singer sobre la historia del contagio, micros-
copia y medicina tropical, y los ensayos ilustrados de Osler figuran entre las me-
jores cosas que se han escrito en Inglaterra sobre el asunto. Las contribuciones
americanas de esta época tampoco son extensas ni numerosas. Lo mejor son los
ensayos de Joseph Meredith Toner, John Call Dalton (Cartwrighi Lectures sobre
el método experimental [1882] y sus Doctrinas sobre la circulación, 1884), y George
Jackson Fischer, las consideraciones históricas tituladas Una ceiiluria de la medi-
al) Uhlenhuth: Deutsch. med. Wochenschr., Leipzig y Berlín, 1 901; XXVII, pá-
ginas 86 y 260.
(2) Much: Centralblatt f Bakteriol. (etc.), Beil. zu., 1 Abt., Jena, 1909; XLH,
páginas 48-50.
302 HISTORIA DE LA MEDICINA
ciña americana (1876); los Ensayos médicos, de Oliver Wendel Holmes (1883); la His-
toria de los i?istrume?itos de precisión en medicina, por Weir Mitchell (1892) y los es-
tudios de Harvey; los estudios de James J. Walsh, sobre medicina medieval; la
Historia de las e?ifer7neras, por Mary Adelaide Nutting y Lavinia L. Dock (1907-12);
los estudios de Harvey, por John G. Curtis (19 16); la Historia de la Psiquiatría ame-
ricana, por Henri M. Hurd (19 16). La traducción inglesa de Baas, por Henry
E. Handerson (1837), de Orange (Ohio), conserva el sabor humorístico del origi-
nal, y es doblemente valiosa por el material añadido. Las más antiguas historias
de la Medicina por americanos son las de Peter Middlenton (1769), Robley Dun-
glison (1872) y la corta historia de Roswell Park (1897); la historia de la Medicina
en los Estados Unidos ha sido tratada por James Thacher (1828), Francis Ran-
dolph Packard (1901) y James Gregory Mumford (1903); la medicina judía, por
Charles D. Spivak y F. T. Hanemaux (1904); el folk-lore médico, por Robert Flet-
cher; la botánica médica y los ilustradores médicos, por Howard A. Kelly. William
A. Heidel tiene un estudio de las teorías corpusculares de los griegos (19 10), que
es un buen ejemplo de lo que los estudios filológicos pueden hacer en favor de
la historia de la Medicina.
La obra alemana más antigua del siglo xix es la Geschichte der Heilkunde, de
J. F. K. Hecker (i 795- i 850), que ha sido seguida déla colección de monografías del
mismo autor sobre las grandes epidemias de la Edad Media (1865). La más erudita
y más completa historia de la Medicina, escrita en los tiempos modernos, es la de
Heinrich Haeser (1811-84), profesor de Medicina enjena (1839), Greisswald (1849)
y Breslau (1862); Haeser era hijo de un director de música de Weimar, se educó en
una atmósfera de cultura y era uno de los médicos más ilustrados de su tiempo.
Sus primeras obras sobre la historia de las enfermedades epidémicas (1839-41) y su
Bibliotheca epidemiographica (1843), con los valiosos Addií a?nenta de Johann Gottlieb
Thierfelder (1843), demuestran su talento para este género de investigaciones. Esto
llega a su grado máximo en su Lehrbuch der Geschichte der Medizi?i und der Volhs-
kra?ikheitcn (1845), que en su tercera edición (1875-82) se ha convertido en un alma-
cén sin rival de conocimientos, con una maravillosa seguridad en los datos y citas,
aunque, como es natural, tenga algún que otro error ligero de vez en cuando. El
tercer tomo de la historia de las epidemias contiene citas originales de muchas
descripciones directas de las enfermedades, tomadas directamente de las antiguas
crónicas municipales y monacales, en cuyo género de investigaciones Haeser no
ha reconocido más rival que Sudhoff. La obra magistral de Haeser ha sido seguida
en Alemania por las historias de Wunderlich (1859), Johann Hermann Baas (1876),
Julius Pagel (1898-1901-6) y por el profesor de Viena Max Neuburger (1906), obras
todas de un carácter sólido y aquilatado. Entre tanto, la medicina rusa era tratada
por Wilhelm Michael Richter (1813-17); la medicina árabe, por Heinrich Ferdinand
Wüstenfeld (1840) y Karl Opitz (1906); la historia de la sífilis, por Conrad Heinrich
Fuchs (1843), Julius Rosenbaum (1845); e Iwan Bloch (1901-1 1); la ginecología talmú-
dica, por A. H. Israels (1845); l*'1 historia de las leproserías medievales, por Vir-
chow (1860-61); la medicina alemana, por Heinrich Rohlfs (1875-82) y August Hirsch
(1893); la historia de la terapéutica (1877) y de la clínica médica (1889), por el da-
nés J. J. Petersen (1840-1912); la medicina vienesa (1884) y la historia de la educa-
ción médica (1889), por Theodor Puschmann (1844-99); la medicina portuguesa, por
M. Lemos (1891); la medicina tibetana, por Heinrich Laufer (1900); la medicina cu-
•üeiforme, por Félix von Oefele (1902); la historia de las enfermedades infecciosas,
por No.ih Webster (1799-1802), J. A. F. Ozanam (1817-23), Alfonso Corradi (1865-86)
y C. Creighton (¡89I-94); la historia de la peste y del cólera, por Jeorg Sticker
(1908-12); la medicina de Persia, por el aoruego Adolf Mauritz l'onahn (1910), y la
medicina judía, por Julius Preuss (1911). Un notable erudito médico era Johann
Ludwig Choi lant (1791-1861), de Dresde, autor de aquilatadas biografías (1828-42)
y de una sin rival historia de las ilustraciones anatómicas (1852); Karl Kricdrich
Heinrich Marx ( 1796-1877), de Gottingen,JeJ primer autoi moderno que ha señalado
la importancia de Leonardo de Vinci como anatómico (1848); el primero en enume-
rar y clasitit ar las ilustraciones pictóricas de interés para la medicina (1861) y autor
de Origines contagii (1824-27) y de completo 'ludios de Herófilo (1838), Blumen-
bachj 1S40 . Paraceí <> 1 1842), Leibnitz (1859), Conring(i872),Paullini (1873) ySchnei-
[873); M01 it/ Su i\s< ico 1 1 o b (1 8 1 7-1907), uno de Los más ilustres archiveros
médi< os, que ha < atologado los manuscritos orientales del archivo Bodleian, ha es-
EL SIGLO XIX 303
crito autorizados estudios sobre la literatura pseudo-epigráfica (1862), las fuentes
árabes de Constantino el africano (1866), Donnolo (1868), la toxicología y el charla-
tanismo entre los árabes (1866), las traducciones árabes de los autores griegos
(1 891) y ha coronado su labor con su gran obra sobre las traducciones hebreas de la
Edad Media (1893); August Hirsch (1817-92), autor del monumental Manual de his-
toria y geografía de la Patología (1860-64); Gurtl, el historiador de la cirugía; Froh-
lich, el historiador de la medicina militar; Max Hofler (i 848- 19 i 5), autor de un dic-
cionario de antiguos términos médicos alemanes (1899); J. Berendes, traductor de
Dioscórides y de Pablo de Egina, y los filólogos médicos Valentin Rose, Johannes
Ilberg y Max Wellmann; Julius Pagel (185 i -19 i 2), un atareado práctico de Berlín,
que ha editado a Mondeville (1889-92) y a Mesué (1893), ha escrito una historia de
la medicina en 1897 y ha hecho un lexicón biográfico (1900), una historia enciclo-
pédica de la medicina (190 1-6) y una útil cronología médica (1908). La obra de Karl
Sudhoff tiene su elevado puesto en el siglo xx. El más ilustre historiador médico
de Francia es Charles Víctor Daremberg (1817-72), de Dijon, que ha editado y tra-
ducido a Oribasio (1851-76), los Cuatro Maestros (1854), las obras selectas de Hi-
pócrates (1843), Galeno (1854-56) y Celso (1859), ha hecho originales investigacio-
nes acerca de la medicina de Homero (1865), la medicina india (1867), la medicina
entre Homero e Hipócrates (1869) y ha escrito una admirable historia de la medi-
cina, que sigue siendo consultada (1870). Daremberg era un gran amigo de Emile
Littré (1801-81), de París, uno de los mas ilustres filólogos médicos, autor del es-
pléndido diccionario, en cinco volúmenes, de la lengua francesa (1863-72); ha pu-
blicado la mejor edición moderna de Hipócrates, con traducción francesa (1839-61),
además de la Historia natural de Plinio (1848-50); ha reeditado el diccionario mé-
dico de Nysten, y ha escrito muchos interesantes ensayos. Otras importantes con-
tribuciones históricas de autores franceses son las historias médicas de Eugene
Bouchut (1863) y Leon Meunier (1911); los estudios déla medicina en los poetas
latinos, por Prosper Meniere (1858) y Edmond Dupouy (1855); los estudios de Mau-
rice Rainaud sobre la medicina en el tiempo de Moliere (1862); las historias de
Achule Chéreau sobre el periodismo médico francés (1867), Ia peste en París (1873)
Coitier (1861), Mondeville (1862), Guillotin (1873) y la biblioteca de la Facultad de
Medicina de París (1878); los espléndidos estudios acerca de la Facultad de Medi-
cina de París, por Auguste Corlieu (1896) y Noe Legrand (1911); el estudio sobre
el renacimiento de la Medicina en Francia, por Ernest Wickersheimer (1905) y el
de Raphael Blanchard sobre Epigrafía médica (1909-15). El estudio de la medicina
en relación con el arte ha sido inaugurado por Virchow (1861), expuesto en detalle
por Marx (1861), colocado sobre una base firme por la extensa labor de Charcot y
de sus discípulos y continuado en algunas obras alemanas, como en la de Hermann
Peters, Der Arzt (1900); las de Eugen Hollander, La medicina en los cuadros clásicos
(1903), Caricaturas y sátiras médicas (1905) y La medicina en las artes plásticas (1912);
la de Robert Müllerheim, sobre el cuarto de la puérpera en el arte (1904), y la de
F. Parkes Weber, sobre la muerte en el arte (19 10). La medicina en la antigua India
ha sido tratada por sir Bhagvat Sin Jee (1896) y August F. R. Hoernle (1907); la me-
dicina en Méjico, por Francisco A. Flores (1886-88); la medicina en el Canadá, por
William Canniff (1894). Útiles diccionarios biográficos de medicina son los de
J. A Dezeimeris (1828-29), Bayle y Thillaye (1855), August Hirsch y E. Gurtl
(1884-88), y Pagel (1900). Son indispensables las noticias del Dictionary of National
Biography (1885- 19 12) para los médicos ingleses, y para los americanos, James Tha-
cher (1828), S. D. Gross (1861), W. B. Atkinson (1878), R. F. Stone (1894), Irving
D. Watson (1896) y Howard A. Kelly (191 2). En Italia se ha escrito una buena his-
toria de la Medicina por Francesco Puccinotti (1850-66); los manuscritos de Copen-
hague de la Escuela de Salerno han sido editados por Salvatore De Renzy (Colec-
ción Salernitana, Ñapóles, 1853-59) y Pietro Giacosa (1901). De Renzy ha escrito una
historia, en cinco volúmenes, de la Medicina italiana (1844-48); y una excelente his-
toria de la Odontología ha sido escrita por Vicenzo Guerini (1909). Se han publica-
do tratados de Geografía médica por F. Schnurrer (181 3), V. Isensee (1835), Mars-
hall (1832), C. F. Fuchs (1853), A. Mühry(i856), J. Boudin (1857), A. Hirsch (1860-64),
Andrew Davidson (1892) y Frank G. Clemow (1903). Finalmente, Pietro Capparoni
(Roma), Andrea Corsini (Florencia), Modestino del Gaizo (Ñapóles), Giuseppe Al-
bertotti (Padua) y Domenico Barduzzi (Siena) han realizado una excelente labor en
investigaciones originales médico -históricas.
304 HISTORIA DE LA MEDICINA
Entre los periódicos modernos dedicados a la historia de la Medicina figuran
los Literarische Annalen der gesammten Heilkunde (Berlín, 1825-35), el Historisch
liter arisches Jahrbuch, de Choulant (Leipzig, 1838-40); el Janus, editado por
A. W. E. Th. Henschel (Breslau, 1846-48) y continuado en Gotha (1851-53); el
Deutsches Archiv für Geschichte des Medizin und medizinische Gcographie, de H. y G.
Rohlfs (Leipzig, 1878-85); Asclepiad, de sir Benjamin Ward Richardson (Londres,
1885-95); los Archivos da historia da Medizina portugueza (Oporto, 1887-96, n. s.,
19 10- 1 4)*, el Caledonian Medical Journal (Glasgow, 1891- 19 16); la Chronique medical,
de Cabanés (París, 1894-19 13); el Janus (Amsterdam, 1896-19 17); las nuevas series
de la Fra?ice medícale (ed. A. Prieur, París, 1900- 19 14), los Abhandlungen zur Ges-
chichte des Medizin (Breslau, 1902- 1906); el Medical Library and Historical Journal,
(Brooklyn y New-York, 1903-7), que ha tenido un sucesor de corta vida, el ¿Es-
culapian (Brooklyn, 1908-9) y los Archiv für Geschichte des Medizin (Leipzig, 1907
a 17), fundados y editados por Karl Sudhoff. El último ofrece mucho mayor interés
que ninguno de los otros periódicos que, consagrados al mismo asunto, han apare-
cido hasta la fecha; su contenido está consagrado exclusivamente a investigacio-
nes originales. Entre las series de monografías figuran los Studien zur Geschichte
der Medizin (Leipzig, 1907-15); los Jenaer medizin- hist oris che Beitráge (191 2), de
Theodor Meyer-Steineg, y los Medicinsk-historisk Smaaskrifter (Copenhague, 191 2
a 14), de Wilhelm Maar. Diferentes Sociedades de historia de la Medicina publicar;
actualmente sus memorias, especialmente, la Deutsche Gesellschaft für Geschichte
der Medizin und der Naturwissenschaften, en Leipzig (Mitteilungen, 1902-17), el
Charaka Club, New-York (Proceedings, 1902-17), la Société francaise d'histoire de
la Médecine, París (Bulletin, 1903-14), la Societá italiana della storia critica delle
scienze mediche e naturali, Roma (Kivista, 19 10- 17), la Society of Medical History
of Chicago (Bulletin, 191 1-1 7) y la Historical Section of the Royal Society of Medi-
cine, Londres (Proceedings, 1912-17). El Bulletin del John Hopkins Hospital (1890
a 191 7) es el órgano literario del Hospital Historical Club. Las cuidadosamente
hechas revistas en los Mitteilungen, de Leipzig, bajo la dirección de Sudhoff y Sieg-
mund Günther, proporcionan una conveniente información sobre toda la literatura
médico-histórica moderna.
Así como el período moderno ha sido la gran época de los periódi-
cos, así ha sido también la época de la bibliografía médica.
En la época antigua, Conrad Gesner hizo algo de este género, no más antigua-
mente de 1545. Haller ha sido el más sabio* bibliógrafo médico del siglo xvni, y en
el xix, Young (1813), Haeser (1862), Ploucquet, Forbes, Atkinson, Watts y otros han
hecho buena labor; pero el más perfecto intento de dar un índice o catálogo del
autores de todo un período, comprendiendo los artículos de los periódicos, es el
Medicinisches Schrifts teller- Lexicon (33 volúmenes, 1830-45), del cirujano danés Car
Peter Callisen (i 787- i 866). Como un resumen completo de la literatura médica de
la última mitad del siglo xvín y del primer tercio del xix, esta producción se puede
colocar al nivel de las de Haller como una de las más admirables obras que haya
podido hacer un hombre solo. Es inestimable por su fin y la seguridad de sus da-
tos. ( >tra obra de mérito análogo es el Handbuch der Bücherkmide (1828), de Lud-
wig Choulant (1791-1861), que en su segunda edición, con los indispensables Addi-
ta?nenta de Julius Roscmbaum (1842), es la mejor lista que poseemos de las diferen-
diciones de los BntígU08 escritores médicos. El Rcperiorium bibliographicum
(1826-28), de Ludwig ll\i\, con los suplementos de Walter Arthur Copinger (1895
a 1902) y Dietrich Rcichling (1905- 1 1), son los catálogos guías de los incunabula.
La oportunidad de una única bibliografía de te da la literatura médica
del mundo se ha intentado con la formación de la Biblioteca de la Ofici-
na General de Cirugía de Washington, que al comienzo de la guerra civil
se componía de unos I.000 volúmenes diversos, y ha llegado a ser la me-
jor biblioteca médica del mundo por la energía, perseverancia y capaci-
EL SIGLO XIX
305
dad de su principal fundador, John Shaw Billings (i 838- 191 3), natural de
Indiana, que había sido un distinguido cirujano militar en la guerra civil.
En 1876, Billings publicó un «Fascículo muestra» de un combinado índi-
ce-catálogo de autores y de asuntos, dispuesto alfabéticamente a modo de
diccionario, y en 1 880 apareció el primer volumen de este índex-Catalo-
gue de la biblioteca, en cuya formación había sido auxiliado por Robert
Fletcher (1823-1912), de Bristol (Inglaterra). Esta obra, la más acabada
John Shaw Billings (1838-1913). (Cortesía de la Academia Nacional de Ciencias.)
muestra de la bibliografía médica que ha podido emprenderse, ha alcan-
zado el trigésimo séptimo volumen (segunda serie, XXI) y comprende
el contenido de una biblioteca médica de más de 500.000 libros. La se-
lección del material y la clasificación científica de la primera serie (1880
a 95) ha sido hecha por Billings; la cuidadosa redacción de este examen
había sido realizada por Fletcher; ambos estudios, en la segunda serie
(1896) fueron llevados a cabo por Fletcher poco tiempo antes de su muer-
te (191 2). Esta obra y el Index Medicus, una bibliografía mensual de la li-
teratura médica del mundo, editada en las primeras series ( 1 879-99) por
Billings y Fletcher, y resucitada, con Fletcher como editor en jefe, por la
Carnegie Institution, de Washington, en 1903, son conocidas de todos
los médicos a quienes interesa la bibliografía médica. Además, de sus ta-
lentos como bibliógrafo médico, Billings era un hombre de una vastísima
Historia u* la Mbdioma.— Tomo II
20
306 HISTORIA DE LA MEDICINA
capacidad, un hábil cirujano en tiempo de guerra, una autoridad en la me-
dicina militar, en higiene pública, en ingeniería militar, en ingeniería sani-
taria, en estadística y en construcción de hospitales; autor del mejor re-
sumen crítico de la literatura médica americana (1876) y de la mejor
historia de la Cirugía que se ha publicado en inglés (1895), y muy co-
nocido como autor del proyecto del John Hopkins y de otros mo-
dernos hospitales. Con toda esta labor, Billings dio un paso de gigante
para el adelanto de la medicina americana. La coronación de su trabajo
como administrador civil ha sido la Biblioteca Pública de New- York,
que ha planeado con sus propias manos, conduciéndola al estado de efi-
cacia en que actualmente se encuentra. Fletcher ha llevado a cabo admi-
rables contribuciones a la antropología y a la historia de la Medicina.
El ejemplo de Billings en la Biblioteca general de Cirugía, y con el índex-Ca-
talogue de la misma, ha dado un ímpetu extraordinario al crecimiento de las biblio-
tecas médicas en los Estados Unidos, en donde existen en la actualidad 167, contra
1 18 que existen en toda Europa. Las tres mayores bibliotecas médicas del mundo
son: la dé la Facultad de Medicina de París (240.000 volúmenes, 800.000 folletos); la
Biblioteca general de cirugía, de Washington, D. 0.(224.522 volúmenes, 337.120
folletos) y la Biblioteca de la Academia Médico-Militar Imperial de Petrogrado (con
180.000 volúmenes). La Biblioteca del Colegio de Médicos de Filadelfia (fundada en
1783) tiene 101.340 volúmenes y 89.807 folletos; la biblioteca de la Facultad de Me-
dicina y Cirugía de Maryland (fundada en 1830), 23.000 volúmenes; la biblioteca de
la Academia de Medicina de New- York (fundada en 1846), 100.000 volúmenes y
85.000 folletos. La Biblioteca Médica de Boston, fundada el 20 de agosto de 1875,
con Oliver Wendel Holmes como presidente y James R. Chadwick y Edwin H. Brig-
ham como bibliotecarios, tiene unos 82.275 volúmenes y 57.035 folletos, siendo su
director actual el doctor John W. Farlow. La Asociación de las Bibliotecas Médicas
de los Estados Unidos y del Canadá (fundada en 1898) ha estado representada por
los •periódicos Medical Libraries (1892-1902), editado por Charles D. Spivak, un Bu-
lletin (1902) de corta vida, The Medical Library and Historical Journal X 1903-7) y el
actual Bulletin of the Medical Library Association (191 1), editado por John Ruhr&h
y miss Marcia C. Noyes.
Los sucesores administrativos de Billings en la Biblioteca General de Cirugía
han sido David L. Huntington (1896-7), James C. Merrill (1898-1902), Walter Reed
(1902), Walter D. McCaw (1903-1913) y Champe C. McCulloch (1913-1917).
EL SIGLO XX
LOS COMIENZOS DE LA MEDICINA PREVENTIVA
ORGANIZADA
La Medicina primitiva, como la del Egipto y sus congéneres orien-
tales, es una fase de la Antropología. La Medicina griega era una ciencia
en organización, teniendo a la Medicina romana como una continuación o
retoño, a la Medicina bizantina como un herbario o conservación de plan-
tas y a la Medicina mahometana como un viajante de comercio. El mejor
aspecto de la Medicina medieval ha sido la organización de los hospita-
les, el cuidado de los enfermos, la legislación y la educación médicas; sus
tendencias reaccionarias no ofrecen interés mas que a los anticuarios. El
período del Renacimiento señala el nacimiento de la Anatomía como
ciencia, con el correspondiente crecimiento de la Cirugía como oficio. Lo
mejor de la Medicina del siglo xvn era puramente científico. El siglo xvm
señala un nuevo retroceso por su tendencia a la formación de sistemas;
pero se acredita, en cambio, por el comienzo de la Patología, del diagnós-
tico instrumental, de la Cirugía experimental y fisiológica, y adquiere un
creciente interés social en relación a la fundación de la medicina preven-
tiva y de la extensión de la Higiene pública. En el siglo xix se va organi-
zando el avance de la ciencia y se crea la Cirugía científica. El interés de
la medicina del siglo xx vuelve a ser nuevamente social.
Las cosas más dignas de mencionarse en la Medicina moderna son e¡
desarrollo de la cooperación y de la solidaridad internacional, e inmedia-
tamente es el avance importante realizado en la profilaxia, con el fin de
evitar la aparición, la reaparición y la difusión de las enfermedades. El
listerismo; los dones hechos a la Humanidad por Jenner, Pasteur, Semmel-
weis, Credé y O'Dwyer; el examen bacteriológico y químico del aire,
agua, alimentos, terrenos y medicamentos; la purificación de los des-
agües; la cremación; la higiene de las profesiones y de los domicilios; la
3o8 HISTORIA DE LA MEDICINA
inspección médica y los cuidados de los niños de las escuelas y de los ni-
ños en el comercio e industria; las pruebas de Binet-Simon; las colonias
de vacaciones; la vigilancia social y la obra de colocaciones; la guerra a la
trata de blancas; la vigilancia policíaca de los caracteres pervertidos y cri-
minales en las grandes ciudades, como Berlín; el método de Gothenburg
para limitar el comercio de licores; el renacimiento de los antiguos idea-
les griegos de atletismo y de higiene personal; la sustitución de los ascé-
ticos puntos de vista medievales de considerar el instinto sexual por
otros más claramente científicos; la formación de sociedades para la pro-
filaxia moral y la eugénica; los proyectos de una regularización legal de
los matrimonios y de esterilización de los troncos degenerados; el intensi-
vo estudio del alcoholismo, de los hábitos medicamentosos, de la sífilis,
de la tuberculosis y del cáncer; el empleo de la bibliografía médica y de
las estadísticas para lograr una información más extensa, en espacio y
tiempo, de los estados patológicos; la cooperación de las universidades,
ejércitos, servicios de salud pública y dotaciones privadas, en favor
de la profilaxia de las enfermedades tropicales y parasitarias; los Con-
gresos internacionales; la Convención de Ginebra, y hasta algunas cosas
como el Banting, el Bertillonage, los vendajes de Esmarch, la higiene de
las toallas y de los vasos de beber, todo son rasgos de la medicina pre-
ventiva o medicina en grande escala. Es evidente que la imperfecta apli-
cación de algunas de estas medidas profilácticas puede hacer una obra de
esclavitud social, como la del feudalismo, a causa de que, como ha dicho
Emerson, «la raza es grande; el ideal, bello; el hombre, inconstante e in-
cierto». En manos de políticos corrompidos, la gran idea dejohann Petei
Frank de una policía médica científica puede fácilmente convertirse er
una poderosa arma para venganzas particulares; en la regulación de los
matrimonios, por ejemplo. Como ha dicho ingeniosamente Allbutt, «lo¡
filósofos griegos, lo mismo que los socialistas modernos, pretenden sa
crificar el hombre al Estado; el sacerdote quiere sacrificar el hombre a
Iglesia; el evolucionista científico quiere sacrificar el hombre en favor di
la raza».
Las tendencias en todas las ramas de la ciencia moderna, incluso ei
zoología, sociología, terapéutica, medicina interna y cirugía son a pasa
del período descriptivo al período experimental. Esta tendencia de los es
tudios científicos a predecir y a contrastar y comprobar los fenómeno
se demuestra en la aplicación de la ecuación en las leyes de Mendel par
el estudio de la herencia, en la demostración de Loeb de que la fecundí
ción y el desarrollo del embrión son procesos químicos, en la consider*
ción del cromosoma accesorio como el determinante del sexo, en la coi
quista de algunas enfermedades, como la fiebre tifoidea, la fiebre amaril
ELSIGLOXX 309
y la anquilostomiasis, en el cultivo y rejuvenecimiento extravital de los
tejidos, en el más exacto conocimiento de las enfermedades del corazón,
de los trastornos de las secreciones internas y de las enfermedades debi-
das a los virus filtrables y el moderno desenvolvimiento de la cirugía fisio-
lógica o hunteriana.
En 1865 (i), un monje agustino, Gregor Johann Mendel (i 822-84),
abad de Brünn, anunció los resultados de algunos experimentos sobre la
hibridización de los guisantes en forma de una ley que venía a dar mucha
luz sobre la herencia y el origen de las especies. Si nosotros convenimos
en representar la generación de los híbridos como un proceso matemáti-
co, -si a representa el carácter dominante o intercambiable, y b el carác-
ter regresivo o latente de los progenitores, entonces la ley de Mendel vie-
ne a resultar igual al teorema del binomio de Newton:
(a + bf = a2 + 2 ab + ¿2;
en otros términos, una mitad de la progenie reproduce fielmente los ca-
racteres ancestrales (2 ab), al paso que la otra mitad se dividirá igual-
mente entre una prole que posee sólo los caracteres dominantes (a) y
otra, los caracteres regresivos (b). En las generaciones subsiguientes, los
productos híbridos siguen produciéndose con arreglo a las leyes de Men-
del, en lo que hace referencia a que los caracteres dominantes y regre-
sivos son reproducidos fielmente por la descendencia. En los últimos
treinta y cinco años, su única aproximación, aparecida en un periódico
poco conocido, había permanecido ignorada; pero en 1900, Hugo de
Vries (1848), C. Correns y E. Tschermack confirmaron simultáneamente
los resultados obtenidos por Mendel en todos respectos, al paso que, en
1907, Francis Galton ha llegado a una «ley de la herencia», obtenida esta-
dísticamente y basada en sus observaciones sobre la genealogía de los
perros de caza de Basset. En sus experimentos con la planta CEnothera
Lamarckiana, de Vries ha emitido su hipótesis del origen repentino o es-
pontáneo en las especies de aquellas variaciones permanentes transmisi-
bles o mutacione , que deben ser diferenciadas de las variaciones dar-
winianas de carácter fluctuante, no permanente. La producción artificial
de nuevas especies in extenso ha sido conseguida por Luther Burbank en
su laboratorio al aire libre de California. El efecto de las teorías de Men-
del y de Vries en la reciente biología ha sido el de privar a la idea de Dar-
win de la selección natural de los atributos éticos y sobrenaturales que
habíamos podido leer en sus exageradamente apasionados defensores;
( 1 ) Mendel: Ver suche über Pflanzen-Hy briden, Verhandl. &* naturf. Ver. in Brünn
(1865), l866> IV, páginas 3-270.
jio
HISTORIA DE LA MEDICINA
pero ninguno de los experimentos llevados a cabo hasta la fecha ha podi-
do demostrar que las especies se originen exclusivamnnte por las muta-
ciones. La tendencia de la opinión en la actualidad es a creer que se ha
exagerado algo la importancia de la mutación, que, de ordinario, sólo se
obtiene en el reino vegetal. Tal vez haya Darwin exagerado demasiado la
importancia del factor externo, o fuerzas que nos rodean, en la lucha por
la existencia, como productora de las especies por la selección «natural»
(eventualmente) continuada largo
__ — _^ tiempo. Mendel y de Vries han
señalado las fuerzas bioquímicas
internas, en su labor de traer
a colación las permutaciones y
combinaciones matemáticas de
los caracteres determinantes, en
el origen supuestamente discon-
tinuo de las especies de novo o
per saltum. Pero ya sea que la
evolución proceda por lentas gra-
daciones o por saltos y brincos,
o que, como nos j arece más ve-
risímil, sea capaz de ambos pro-
cesos, continuo y discontinuo, es
probable que los resultados apa-
rentemente espontáneos o salta-
dores, o variaciones mendelia-
nas, tengan, en cada caso parti-
cular, unos «largos antecedentes»
en el sentido de ser el produc-
to final de una serie compleja de
cambios físico-químicos. En otros términos, las mutaciones mendelianas
son probablemente factores latentes o coeficientes de una especie dada, que
salen fuera ocasionalmente y reproducen fielmente su especie, representan-
do en cada caso el término o fin de algún proceso físico-químico. El viejo sir
Thomas Browne [í], el primero que ha usado este término, dice que las «mu-
taciones, en el caso de que comiencen, dependen de fundaciones durade-
ras, de tal modo, que pueden continuar siempre», lo que parece ser la
conclusión del asunto en totalidad. La selección natural y las mutaciones
pueden «explicar» el origen de las adaptaciones estructurales, así como el
Gregor Johann Mendel (1822-1884)
(Cortesía del Profesor William Bateson, Londres.)
(1) Pscudodoxia Epidémica, libro VI, cap. X, «Si blancos o negros» (Bonh's
edit, V, II, página 188), citado por Punnett.
EL SIGLO XX 311
de las transmutaciones que puedan ser comprobadas, si fuese necesario,
en los laboratorios; pero del origen de las adaptaciones orgánicas y fun-
cionales, tales como la regeneración de los tejidos, la regularización auto-
mática de la forma, el desarrollo del embrión de fragmentos del óvulo o
por acción química (partenogénesis), de todo esto, estas teorías no nos
dicen nada, porque el «poder de adaptación» que se quiere señalar como
una razón es una de las muchas cosas a que recurrimos cuando queremos
darnos cuenta de algo o explicarnos alguna cosa. Todo lo más, podemos
únicamente explicarnos la adaptación recurriendo a la antigua doctrina de
Haller de la «irritabilidad» especializada de los tejidos protoplasmáticos
individuales, lo que, según declara Ehrlich, constituye uno de los terrenos
más obscuros de la fisiología.
En marcado contraste con el mendelismo aparece la nueva ciencia es-
tadística o biométrica, que es, especialmente, creación de Francis Galton
y de su brillante discípulo Karl Pearson (1857)- El cálculo de probabili-
dades ha sido por primera vez aplicado a los fenómenos sociológicos por
el astrónomo y estadista belga Adolphe Quetelet (1796-1874) [i]; pero la
obra Natural Inheritance (1889), de Galton, es la que ha introducido ese
estudio estadístico de las variaciones biológicas y de la herencia. Pearson,
abogado inglés y actualmente director del laboratorio nacional eugénico,
fundado por Galton, ha aplicado las matemáticas elevadas, y de un modo
sumamente ingenioso, a la solución de estos problemas, y ha creado una
escuela racional de iatromatemáticas. Sus fascinadores volúmenes sobre
The Chances of Death (1897) establecen muchos nuevos puntos de vista
acerca de la significación de las estadísticas, que interpreta por medio de
curvas algebraicas, la significación de las correlaciones y el uso de las
mismas, obteniendo datos más seguros que los de las causas ocultas de
los fenómenos biológicos y sociales, que no pueden ellos mismos ser me-
didos cuantitativamente. Galton emplea el término «regresión» para in-
dicar la extensión, en la cual una unidad biológica proporcional es más
bien la medida o el nivel medio del tronco general que la de sus padres.
Por correlación entiende Pearson la oposición lógica, a saber: la exten-
sión en la cual la producción es más bien como los padres que como el
tipo medio de la especie. Si los padres y la descendencia son exactamente
iguales respecto de la cualidad sometida a la observación, la curva de co-
rrelación será una línea que forme un ángulo de 45o con las abscisas y
las ordenadas. Si la cualidad filial existe en un grado más pequeño que
(1) Quetelet: Sur Thomme, Bruselas, 1836; Lettre sur la théorie des probabi-
lités appliquée aux sciences morales et sociales, Bruselas, 1846; Loi deperiodicité, Bru-
selas, 1870, etc.
312 HISTORIA DE LA MEDICINA
la paternal, la curva ofrecerá un ligero declive, siendo el grado de este
declive («coeficiente de correlación») tangente al ángulo hecho con la ho-
rizontal. Si no hay correlación, la curva será una línea horizontal.
Por estos medios, Pearson ha expuesto muchos hechos nuevos y
teoremas bionómicos, particularmente en su periódico Biometrika (i).
Por ejemplo, ha demostrado que, en el caso de tuberculosis, no es la en-
fermedad, sino la diátesis, lo que se hereda, no la simiente, sino el terre-
no; que no hay herencia neurótica de los padres alcohólicos, a no ser
que el tronco mismo sea neurótico; que la mortalidad de una enferme-
dad es selectiva en un amplio tanto por ciento, y que una elevada mor-
talidad infantil implica la supervivencia de una especie más fuerte y más
endurecida. Es una tendencia definida de la Naturaleza a degenerar en los
primogénitos, que son siempre más débiles que la subsiguiente descen-
dencia. Pearson sostiene que «corresponde al primogénito 50 por IOO en
lugar de algo menos del 22 por IOO del número total de los nacimien-
tos» de degeneración demostrada (2). Pearson opina que los adelantos
de la ciencia médica y la tendencia de la Naturaleza a asegurar la super-
vivencia de los más aptos son fuerzas diametralmente opuestas, y sostie-
ne, verbigracia, que la sorprendente fertilidad de las generaciones suce-
sivas de enanos acondroplásicos, que la tendencia humanitaria de la me-
dicina moderna a conservar los enfermos y los deformes, no sólo es en
detrimento para la especie humana, sino que, además, sólo puede ser re-
mediada impidiendo a estos seres deformes que procreen hijos. Ha indi-
cado, como ley de Galton, que la herencia ancestral puede ser mejorada
por una generación selectiva, de tal modo que la regresión, la tendencia
a volver a una proporción media, se hace apreciable ya al cabo de pocas
generaciones. Sostiene que las mujeres altas procrean menos que las pe-
queñas; que las personas de ojos obscuros son más fecundas que las de
ojos claros, y ha establecido la ley de la «adecuada semejanza», en virtud
de la cual los seres humanos, en la mayoría de los casos, se casan, no,
como se cree usualmente, con sus contrarios en estatura, complexión,
etcétera, sino con los de análogo tipo. En este respecto, encuentra que
el marido y la mujer son más parecidos que el tío y la sobrina o que los
primos hermanos, de acuerdo con el proverbio francés Les époux se res-
semblent. La inducción es que, de acuerdo con la ley de" Galton, el fuerte
tiende a perpetuar y a aumentar su fortaleza, uniéndose, biológicamente
hablando, con los de su propia clase. De un modo análogo se sostiene
que puede producirse un aumento progresivo de las habilidades superio-
(1) Fundada en 1901 por W. F. R. Weldon, Francis Galton y él mismo.
(2) Pearson: On the Handicapping 0/ the First-Born, Londres, 191 4; pág. 66.
EL SIGLO XX 313
res por una reproducción selectiva, a pesar de que «el genio, por término
medio, encontramos que parece ser más bien una variación excepcional
de una estirpe mediana, que una variedad común de una estirpe excep-
cional. Esto concuerda con el hecho ¿e que ios hijos de los genios son
frecuentemente fracasados». Estas teorías de Galton y Pearson han tro-
pezado con no pequeña oposición, no a causa de que ellas sean incorrec-
tas, sino de que, como ya hemos expuesto, el darwinismo ha tenido con
frecuencia un efecto embrutecedor en las inteligencias pobres, que han
tomado las teorías demasiado literalmente. De acuerdo con la doctrina
de Weismann, los caracteres adquiridos no son hereditarios, y los mejo-
res rasgos morales y mentales de los padres no benefician a la descen-
dencia, a no ser en lo que ellos legítimamente influyen durante la vida.
Oliverio Twist puede ir hacia el mal en una cueva de ladrones, y Bill
Sykes puede tenerlo en ella para robar y matar, a pesar de los más es-
cogidos antecedentes. Que la conducta es una reacción a los estímulos,
que la moral es siempre una inhibición, demostrando, por lo menos, la
importancia de la «temprana educación» (euténica), lo había notado ya
la amplia mentalidad de Goethe, que se declaraba a sí mismo capaz de
cometer cualquier crimen. «Lo que nos rodea hoy es la herencia de ma-
ñana» (Tredgold). Los estudios sobre la familia Jukes por R. L. Dugdale
(1877), los Hill Folk y los Nams muestran un aspecto del problema; las
investigaciones de Galton sobre las familias de talento, el otro; el estudio
de la familia Kallikak por H. H. Goddard (191 5) y el sumario de A. H. Es-
tabrook sobre The Jukes in 1Q15 (i), ambos aspectos. En 130 años, los
cinco hermanos Jukes han producido 2.094 descendientes, de los cuales
I.258 vivían en 191 5; de ellos, la mitad eran débiles mentalmente, des-
amparados e inmorales; la otra mitad, normales mental y emocionalmen-
te, ascendiendo o descendiendo en la escala social de acuerdo con la
reacción del medio en que vivían.
Los datos de Estabrook demuestran que los matrimonios de los con-
sanguíneos o de los defectuosos producen seres defectuosos; que la con-
ducta licenciosa es hereditaria; que el pauperismo y el crimen son resul-
tantes de la pobreza mental; que el cambio de medio beneficia a las estir-
pes degeneradas, y que la esterilización de los defectuosos es menos in-
compatible con la libertad personal de los mismos que el cuidarlos custo-
diándolos. Así, la Naturaleza no precabe nada desde el punto de vista hu-
mano; pero si toma cuidado de sí propia: pueden ser las personas lasci-
vas, ladronas, asesinas y hasta mentalmente débiles, con tal de que estén
suficientemente bien sexuadas para propagar la especie. Como agentes
(1) A. H. Estabrook: The Jukes in 1915, Washington, 1916.
314 HISTORIA DE LA MEDICINA
pasivos de la degeneración social, los débiles mentales son tan potentes
como los agresivos criminales. «Una pulga es tan indomable como una
hiena > (i). La obra de Bateson, Punnett, de Charles B. Davenport y los in-
formes de la Cold Spring Harbor Station (organizada en 1910), defienden
el axioma mendeliano de que, así como la individualidad de un organis-
mo vivo se establece por la presencia o la ausencia de ciertas determinan-
tes biológicas, así se puede heredar las cualidades, pero no la ausencia de
las mismas. Así como los ojos obscuros son debidos a la presencia de un
cierto pigmento en el iris, los ojos azules se deben a la ausencia del mis-
mo, como el ratón bailador difiere del ratón normal en la carencia de parte
del oído interno, del mismo modo la braquidactilia (dedos cortos), la ca-
tarata presenil, la queratosis, el xantoma, la hipotricosis congenita, la dia-
betes insípida, la nictalopía y la corea de Huntington indican la presencia
en el plasma germinativo de determinados factores que pueden impedir
la unión de dos de esos anormales; pero el albinismo, sordomudez, reti-
nitis pigmentaria, la imbecilidad congenita y la tendencia a los trastornos
respiratorios y nerviosos son debidos a una falta inherente de algo que
puede ser suplido por un prudente cruzamiento con otro tronco distin-
to (2), aunque Pearson sostiene que es malgastar el buen material el em-
plearlo en tales cruzamientos. Por estas razones, los matrimonios consan-
guíneos no son necesaria y fatalmente malos si ambas unidades contra-
yentes son distintas. La tendencia de la Naturaleza a volver al nivel medio
del tronco común, al «divino término medio» de Walt Whitman, podrá
crear un nivel demasiado bajo realmente si va descendiendo la especie
por falta de material apropiado para reforzazla. Es un hecho perfectamen-
te demostrado que los animales seleccionados por medio de anteriores
cruzamientos de antecesores biológicamente deseables aparecen más fuer-
tes que el tipo normal del animal. Pero la selección actual se encuentra
frecuentemente influida por los extraños caprichos del «inconstante cora-
zón humano», y en tanto que la iniciativa individual puede ejercerse de un
modo exageradamente efectivo, el contraste social no puede ser llevado
a cabo sin una vigilancia y un espionaje tiránicos. En las capas más bajas
de la sociedad, la legislación sobre los matrimonios no podrá impedir las
uniones ilegítimas e incestuosas; la vasectomía es dudosa (3), y la repro-
ducción seleccionada, según una línea pura, sin ninguna cualidad saliente
(1) R. \V Emerson: Este punto es perfectamente señalado por el estudio de
Mrs. FinlaysOD sobre la familia Dack, como un ejemplodel poder déla Naturaleza
de perpetual hereditariamente la falta del dominio emocional (Eugenics Record
■•. Bull. No 15, Cold. Spring Harbor, 1 9 1 6.)
(2) C B Davenport tiugenies, New-York, \^\o\ Heredity (etc.); New- York, 191 1,
passim.
(3) Las tendencias inmorales de los individuos mutilados o eunocoides, deja-
EL SIGLO XX 315
que la refuerce, únicamente dará resultado en alguna raza de negativos
petimetres. «Una medida mucho más eficaz para disminuir o suprimir los
defectuosos plasmas germinativos que el colocar en nuestra Constitución
las leyes elaboradas acerca del matrimonio, es la de educar el sentimiento
público y la de desarrollar una pública conciencia eugénica, en ausencia
de los cuales la salvaguardia de la ley puede ser aplicada incesantemente
sin obtener resultado > (Walter).
Mucho tiempo y muchas energías han sido malgastados en las prolon-
gadas controversias entre materialistas y vitalistas. La tendencia de todo
moderno pensamiento biológico, y sobre todo fisiológico, ha de ser diri-
gida contra el vitalismo, a causa de que, como todas las restantes formas
de la complacencia intelectual, no puede hacer otra cosa que llevar al su-
jeto hacia un callejón sin salida, dejando a un lado toda esperanza de una
ulterior investigación. Los materialistas, que consideran la célula viva como
una unidad fisicoquímica, provista de un centro de oxidación (núcleo) y
limitada por una membrana semipermeable, y miran los procesos fisioló-
gicos sólo como resultados de leyes mecánicas, físicas y químicas, por lo
menos nos ofrecen algo que puede llevarnos a la experimentación con
todas sus últimas consecuencias. El vitalista no tiene nada que ofrecernos
mas que frases estériles como las «entelequias» de Driesch (i), que sólo
son peticiones de problemas. Fuera del laboratorio, y en el fondo de nues-
tro corazón, todos somos vitalistas, y además reconocemos las limitacio-
nes y la falibilidad de la inteligencia humana en presencia de los proble-
mas insoluoles. Pero la digestión, el metabolismo y el desarrollo de la in-
munidad se han imitado en los tubos testigos, y Loeb ha producido ranas,
sin padres, de óvulos no fecundados. Hasta el trillón o más de compues-
tos isoméricos que (según los cálculos de Abderhalden) pueden formarse
en el metabolismo intercelular de las combinaciones de quince aminoáci-
dos no intimidarán a algunas de las inteligencias superiores de los tiem-
pos futuros, puesto que resulta que de ordinario encontramos que los ca-
minos que sigue la Naturaleza son más sencillos que la intepretación que
de ellos hacemos. En el laboratorio parece encontrarse el vitalismo pri-
dos en libertad en la sociedad, son bien conocidas en Oriente, y han sido frecuen-
temente puestas de relieve por sir Richard Burton en sus notas a Las mil y una
noches.
(i) Driesch define las entelequias como un agente que no ocupa espacio, que
no puede ser percibido, pero que puede, a voluntad, suspender o modificar los
procesos fisiológicos, de tal modo, que dos sistemas absolutamente idénticos, am-
bos vivos, pueden conducirse diferentemente, en condiciones absolutamente idén-
ticas (indeterminismo biológico). Pero él reconoce que no puede aducir ejemplos
en favor de su tesis, y que su doctrina no puede aplicarse al experimento actual.
Como Jennings dice: «admite, en general, lo que ruega en particular», lo que, na-
turalmente, pulveriza su teoría.
3i6 HISTORIA DE LA MEDICINA
vado de sus últimas armas; pero el fin de la ciencia no es «explicar» los
fenómenos biológicos en último análisis, sino, como dice Karl Pearson,
interpretar las investigaciones biológicas en los «conceptos taquigráficos
de la física y de la química». Hasta la regeneración de la substancia y la
regulación de la forma en los injertos óseos autógenos dependerá proba-
blemente y, en último término, de alguna sutil semejanza química. Los
experimentos de Carrel de hacer funcionar extravitalmente las visceras
excindidas, durante un tiempo limitado, parecen demostrar que aun en
lo i mismos animales superiores los órganos separados tienen una autono-
mía mecánica que les es propia. Ahí parecen existir fases configuradas de
protoplasma, en las plantas con un número limitado de grados mecánicos
de libertad, y en los animales, con un número ilimitado, y también fases,
que, como dice King, «no son ni muerte, ni vida, sino algo intermedio
a una y otra». El único criterio acertado de la muerte es el termodiná-
mico, según el cual, como ha dicho Willard Gibbs, la substancia se ha re-
ducido a una «fase de energía disipada», o, lo que es igual, se ha conver-
tido en una masa inerte, incapaz de cambios espontáneos, a causa de que
su energía libre o potencialidad química es prácticamente nil. Según la
teoría fisicoquímica, un óvulo no fecundado, un paramecio senil, una
ameba enquistada o un bacilo patógeno enquistado, se encuentran todos
en un estado temporalmente aislado o «adiabático», en el cual la energía
no puede hacer nada ni dentro ni fuera de ellos; y estos «almacenes de
energía» comienzan a funcionar únicamente cuando se ven sometidos al
influjo catalítico de agentes físicoquímicos externos, que estimulan sus
energías superficiales. Ejemplos de estos fenómenos se encuentran en los
experimentos de Maupas y Calkins acerca del rejuvenecimiento de los
protozoos, y en los de Loeb sobre la activación química del óvulo.
Jacques Loeb ( 1 8 5 9) > médico graduado de Estrasburgo (1884), ha sido
profesor de Biología y Fisiología en Bryn Mawr (1892-1900), de la Uni-
versidad de Chicago (1900- 1902), de la Universidad de California (1902 a
1910) y en la actualidad es el jefe del departamento de Biología experi-
mental del Instituto Rockefeller; ha sido un brillante investigador en mu-
chas ramas de la Fisiología, pero su labor más característica es la que h?
llevado a cabo sobre la teoría dinámica o químico-dinámica de los proce-
sos vitales. En su obra, de Fisiología del cerebro ha hecho originales in-
vestigaciones sobre las cadenas de reflejos, y ha destruido la posición de
Much de que la zona rolándica está compuesta ds «esferas sensoriales»
celulares, demostrando que las parálisis particulares ocasionadas por cada
excisión cortical quedan abolidas tan pronto como cura la lesión. Ha sido
el primero en plantear esta cuestión: ¿de qué orden o magnitud es la más
pequeña partícula que puede demostrar ya todos los fenómenos vitales?
EL SIGLO XX 317
(1893) [!]> y í°s experimentos realizados por el mismo y por sus discípu-
los sobre los coeficientes térmicos han establecido otro importante crite-
rio de los procesos fisiológicos. Ha llevado a cabo extensas investigacio-
nes acerca de los efectos de la energía electrolítica, térmica y radiante so-
bre la materia viva, y ha fundado la teoría del tropismo (1889) [2] como
base de la psicología de las formas vivas más inferiores, datos puramente
mecánicos y químicos que vienen a desplazar las antiguas teorías de las
reacciones intuitivas, llenas de propósitos. Aun para los seres superiores,
su principal posición es la de que todas las acciones de fundamental im-
portancia son instintivas, no teniendo nada que hacer con los estados de
conciencia, y hasta que ellas pueden tener una base química. En 1889 ha
conseguido el desarrollo de huevos no fecundados del erizo de mar, hasta
la fase de larvas natatorias, tratando aquéllos con agua dé mar hipertóni-
ca (o sea cuya concentración ha sido aumentada por medio de la adición
de sal o de azúcar). Semejantes resultados han sido obtenidos por Ticho-
miroff (1886), quien reclama haber desarrollado los huevos no fecundados
del gusano de seda frotándolos suavemente con un cepillo o por una in-
mersión temporal en ácido sulfúrico concentrado. Bataillon ha consegui-
do efectos análogos puncionándolos con una aguja (1911). Loeb logra su
imitación de la fecundación normal, primeramente por un tratamiento pre-
vio con ácido butírico, determinando una fertilización artificial de la mem-
brana con completo desarrollo; después, inmersión de los huevos en una
solución hipertónica antes de volverlos a la normal agua de mar. La forma-
ción de la membrana se supone acelerar la oxidación, lo que Loeb consi-
dera como un criterio de los procesos vivos. Ha demostrado, además,
que el óvulo ejerce una acción selectiva, de activación específica sobre los
esparmatozoos. En 1916, Loeb publicó el hecho de tener siete ranas ma-
chos partenogenéticas [sin padrej (Rana pipiens) de más de un año de
edad, y obtenidas por el método de Bataillon de picar los huevos no fe-
cundados (3).
De este modo, el óvulo puede ser activado del mismo modo que un
protozoo puede ser rejuvenecido o un cuerpo asfixiado resucitado, por
medios puramente físico-químicos, aunque el resultado sea un organis-
mo cuyas células somáticas carecen de una mitad del número normal de
cromosomas.
En 1902, Clarence Erwin McClung sostiene que el cromosoma acce-
sorio, que Henking y Montgomery han localizado en ciertos espermato-
(1) Loeb: Arch.f. d. ges. Physiol., Bonn, 1894-95; LIX, páginas 379-394.
(2) Der Heliotropismus der Thiere, Würzburg, 1890, y publicaciones poste-
riores.
(3) Loeb: Proc. Nat. Acad. Se, Washington, 1916; II, pág. 314.
3i8 HISTORIA DE LA MEDICINA
zoides, es el determinante del sexo (i). Según el modo de pensar de
McClung, cada animal produce dos géneros de espermatozoides en iguales
proporciones, uno de los cuales posee el cromosoma accesorio. Esto ha
sido confirmado como verdad en algunos animales por Edmund B. Wil-
son, quien sostiene que todos los óvulos no fecundados contienen un
cromosoma sexual, y que después de la fecundación, los que adquieren
dos por el proceso producen hembras, y los que permanecen con uno
solo, machos. Ha sido esto confirmado a su vez por T. H. Morgan, quien
ha demostrado que hay organismos, como los pulgones, en los que los
huevos fecundados producen únicamente hembras, y en ellos el huevo es
siempre fecundado por espermatozoides conteniendo un cromosoma acce-
sorio, a causa de que el otro género no puede vivir hasta la madurez. Los
gemelos desarrollados de células con el mismo número de cromosomas
tienen siempre el mismo sexo. De aquí que, como dice Loeb, sea imposi-
ble influir en el sexo de un embrión desarrollado por influjos externos».
Los experimentos de Morgan, de herencia sexual limitada en la drosofii-
la, parecen indicar que los cromosomas accesorios son además los que
transmiten las cualidades hereditarias que predominan en cada sexo. To-
dos estos experimentos tienden a destruir las insostenibles hipótesis so-
bre la determinación de los sexos, que se habían venido defendiendo en
los tiempos pasados.
Dos rasgos de la fisiología moderna pueden ser especialmente seña-
lados: la doctrina de los hormones y la aplicación de los perfeccionados
métodos instrumentales al estudio de las afecciones del corazón. En 1902,
William M. Bayliss y Ernst H. Starling anunciaron a la Real Sociedad
que la secreción del jugo pancreático, que es causada por la introducción
de un ácido en el duodeno, no es un reflejo local (2), sino producido por
una substancia (secretina) segregada por la mucosa intestinal bajo la in-
fluencia del ácido y llevada desde allí a la glándula por la corriente san-
guínea, como pudieron demostrar experimentalmente. El subsiguiente des-
cubrimiento, por Pavloff, de la enteroquinasa, confirmaba los puntos de
vista de Bayliss y Starling, y este último desenvolvió su teoría del «con-
trol» químico del cuerpo por medio de los «hormones» o mensajeros
químicos, que van desde los órganos y las glándulas, por el intermedio
del aparato circulatorio, a otras partes del cuerpo. Esta teoría había sido
ya espuesta, quá teoría, por Bordeu en el siglo xvín; la idea era inheren-
te a la «pangenesis» de Darwin, y ha sido admirablemente adoptada
(1) McClung: Biol. Bull., Boston, 1902; III, páginas 43_84-
(2) Este fenómeno había sido atribuido por Pavloff y sus discípulos a un trc*
Sejo ácido», procediendo por tin arco reflejo, en el que consideraban al vago como
el nervio eferente.
EL SIGLO XX 319
para explicar los principales trastornos clínicos producidos por disturbios
de las glándulas endocrinas y, para la teoría general del tratamiento, por
los extractos animales. En 1 903, Charles E. de M. Sajous (1852), de Fila-
delfia, publicó un sistema de Medicina basado en las secreciones internas,
en el que las cápsulas suprarrenales, la pituitaria y la tiroides, se presen-
tan como dirigiendo o contrastando el mecanismo inmunizador del cuer-
po. La antigua noción de las «afecciones diatésicas» está en la actualidad
viéndose reemplazada por el concepto más definitivo de los trastornos del
metabolismo, muchos de los cuales (quizá todos) van unidos con alguna
perturbación del equilibrio hormónico, o con algún trastorno en el funcio-
namiento de las glándulas endocrinas. La operatoria quirúrgica ha des-
empeñado el papel más importante en el establecimiento de la fisiología
y patología de estas glándulas, una rama de la medicina interna, que ha
sido verdaderamente desenvuelta casi en absoluto por medio de la expe-
rimentación científica.
El punto de partida de la doctrina de las secreciones internas ha sido la obra de
Claudio Bernard sobre la función glucogénica del hígado (1848-57), y el estudio,
por Addison, de la enfermedad de las cápsulas suprarrenales (1849-55). L° primero
ha sido puesto de relieve por los trabajos de Mering y Minkowski, sobre la pro-
ducción experimental de la diabetes por la excisión del páncreas (1885), y por los
estudios posteriores de E. L. Opie (1901), Ssoboleff (1902) y W. G. MacCallum
(1909), demostrando que la probable fuente de esta glucosuria pancreática son los
islotes de Langerhans. La descripción de Addison del síndrome suprarrenal dio
motivo a que Brown-Sequard excindiese las cápsulas suprarrenales en 1856, repro-
duciendo síntomas fatales parecidos a los de la enfermedad de Addison, y estos re-
sultados han sido repetidas veces confirmados por Tizzoni (188,6-89), Abelous y
Langlois (1891-93), Schafer y otros. En 1894-95, Oliver y Schafer han encontrado
que la inyección del extracto acuoso de cápsulas suprarrenales en la sangre pro-
ducía una marcada lentitud del corazón con aumento de la tensión sanguínea. El
principio activo fué obtenido por Jokichi Takamine, en forma cristalina, en 1901.
La descripción del hipertiroidismo o bocio exoftálmico por Parry (1786), Graves
(X^3S) y Basedow (1840), y del hipotiroidismo o mixedema por Curling (1850), Gull
(1&1S) y Ord(i877) hicieron resaltar la misteriosa importancia de la glándula tiroi-
dea, que fué excindida (en el perro) con fatales resultados por el fisiólogo de Gi-
nebra Moritz Schiff en 1856. En 1882, Reverdin, de Ginebra, produjo el mixedema
experimental por la tiroidectomía total o parcial, y en 1883, Theodor Kocher, de
Berna, expuso que, de 100 tiroidectomías, 30 iban seguidas de una «caquexia es-
trumipriva». En 1884, Schiff produjo 60 casos de excisión fatal en los perros, y se-
ñaló que los animales podían salvarse por el injerto previo de parte de la glándula,
lo que condujo a Murray y Howitz al tratamiento del mixedema con extractos ti-
roideos, con maravillosos resultados. Las observaciones de Horsley en los monos
y la serie de investigaciones de sir Felix Semon demuestran que el cretinismo, el
mixedema y la caquexia estrumipriva son una misma cosa. La parte desempeñada
por las secreciones internas ha sido puesta de manifiesto, en primer término, por
Schiff, y el aislamiento de la yodotirina por Baumann, en 1896, indicaba sus rela-
ciones con el metabolismo del yodo. En 1906, Erwin Payr ha transplantado un
trozo de tiroides de una mujer al bazo de su hija, mixedematosa, con un feliz re-
sultado. Las glándulas paratiroideas han sido descritas por Ivar Sandstróm en 1880,
y en 1891 demostraba Eugene Gley que las tiroidectomías negativas podían hacer-
se rápidamente mortales si se extirpaban también todas las paratiroideas. Esto ha
sido confirmado por Vassale y Generali en 1896. La transplantación de las parati-
roides ha sido ensayada por Eiselsberg (1892), Leischner (1907) y W. S. Halsted
320 HISTORIA DE LA MEDICINA
(1909), y se ha demostrado que la tetania se produce en los casos en que una glán-
dula paratiroidea transplantada es nuevamente extirpada, y que, por el contrario,
los espasmos tetánicos desaparecen después de inyectar el extracto salino de la
glándula, o de alimentación con la paratiroides o de injerto de la misma. Halsted,
en 1906, ha tratado con éxito la tetania por medio de la administración de parati-
roides de bueyes. En 1908, W. G. McCallum y C. Voegtlin han demostrado que la
administración de sales de calcio puede suprimir la tetania, incluso en el hombre,
lo que parece relacionar las paratiroides con el metabolismo. La función del timo
ha sido primeramente investigada por Friedleben (1858); pero los efectos de su ex-
cisión, o de la inyección de sus extractos, siguen siendo obscuros. Felix Platter
(1 6 1 4) y Kopp (1830) habían ya descrito casos de muerte tímica en el niño. El esta-
do linfático ha sido primeramente bosquejado por Richard Bright (1838), y más
acabadamente descrito por Paltauf (1889). Henderson pudo retrasar la atrofia de la
glándula por la castración (1904), y Patón ha encontrado que la timectomía aumen-
ta el crecimiento de los testículos. El primer experimento de cirugía fisiológica en
la especie humana ha sido llevado a cabo por el ginecólogo Robert Battey, que ha
excindido los ovarios normales para curar mujeres neurósicas y no menstruadas,
en 1872. Lo racional de esta operación en relación con una supuesta secreción in-
terna, de un género especial, de las células del ovario, ha sido posteriormente jus-
tificada de varios modos diferentes, especialmente en la osteomalacia y por los ex-
perimentos de Starling y Lane-Claypole, que demostraron que la sección de los
nervios mamarios o de la médula espinal en las conejas no produce los efectos
inhibitorios de la operación de Battey sobre el embarazo y la lactancia. La relación
de las células de Leydig en los testes con la secreción interna está sub judie e, sien-
do los experimentos más importantes los deBrown-Séquard (i889-9i)y Poehl (1896
a 1897) sobre la inyección de los extractos testiculares. En los últimos veinte años se
ha concedido mucha importancia a la glándula pituitaria. Excisiones con resultado
fatal en los animales han sido llevadas a cabo porMarinesco(i892), Vassale ySecchi
(1894) y otros; pero Nicolas Paulesco, de Bucarest, ha sido el primero que ha he-
cho notar que la extirpación del lóbulo anterior da resultados fatales, y la del pos-
terior, negativos (1908). Entre tanto, Mohr describía el tumor de la pituitaria con
obesidad (1840); Pierre Marie ha demostrado la relación de la pituitaria con la acro-
megalia y el gigantismo (1886); Frohlich describía el tumor de la pituitaria con obe-
sidad e infantilismo sexual (1901) y Harvey Cushing y sus asociados en Johns Hop-
kins Hospital producen actualmente una reversión patológica experimental del
síndrome de Frohlich por la excisión parcial del lóbulo anterior en los perros adul-
tos (1908). Cushing ha demostrado que la secreción del lóbulo anterior ejerce in-
fluencia sobre el crecimiento normal y el desarrollo sexual, al paso que el lóbulo
posterior tiene relación con el metabolismo de las grasas y de los hidratos de car-
bono; la elevada tolerancia de los azúcares en la insuficiencia del lóbulo posterior
inclina al tratamiento con los extractos de la pituitaria. Cushing y sus discípulos
han demostrado, además, la relación de la hipófisis con la diabetes insípida (191 2)
y con la hibernación (19 13). El que las secreciones internas vigilan y dirigen la con-
figuración del cuerpo y son activadoras de la emoción ha sido puesto de relieve por
los escritos de VV. B. Cannon (1914-16), G. W. Crile (191 5), L. F. Barker y otros.
La doctrina de la correlación de las diferentes secreciones internas ha
sido señalada especialmente por los clínicos vieneses Hans Eppinger,
W. Falta y C. Rüdinger (1908-09). Eppinger y Leo Hess (i) han aplica-
do, además, las ideas de Gaskell, Langley y Sherrington de cómo la opo-
sición funcional de los dos sistemas «autonómicos» del sistema simpá-
tico puede utilizarse para explicarnos el complejo mecanismo del equili-
brio fisiológico y de la neurología visceral (1910). Ellos han postulado
dos opuestas condiciones dietéticas, vago tono y simpático tono, descritas
(1; Eppinger y Hess: Die Vagotonic, Berlín, 191 o.
EL SIGLO XX 321
en 1892 por S. Solis Cohen como «ataxia vasomotora», cuya semiología
puede ser puesta de relieve gracias a ciertas pruebas farmacodinámicas .
Éstas han sido comparadas con «las llaves o clavijas por medio de las
cuales se puede operar sobre el complicado instrumento de cuerdas del
cuerpo, y voluntariamente determinan: una, mayor tirantez para aumentar
sus vibraciones, y otra las afloja para apagar su función > (i). Eppinger y
Hess suponen también que el páncreas segrega una hormona, «autono-
mina», que antagoniza la adrenalina, la hormona que gobierna el simpá-
tico autonómico. Aunque mucho de todo esto sea discutible, parece pro-
bable que las hormonas actúen a través de la sangre sobre el sistema ner-
vioso central, a la vez que los dos opuestos sistemas, autónomo y sim-
pático, contrasten las glándulas endocrinas y las visceras formadas de
músculos lisos (involuntarios).
La tendencia del pensamiento moderno respecto del funcionamiento
cardíaco se inclina en favor de la teoría miogénica de Gaskell y Engel-
mann, que ha recibido un poderoso apoyo por parte de la embriología.
En 1883, Gaskell y Engelmann han" demostrado que el impulso cardíaco era
conducido por vías musculares. En 1893, Wilhelm His, Jr. (1863), y un poco antes
Stanley Kent (1892), han descubierto una estrecha banda de músculo, un resto
embrionario entre las aurículas y los ventrículos, llamado en la actualidad el fas-
cículo aurículoventricular de His, que actúa como un puente para los impulsos
contráctiles, de acuerdo con la teoría de Gaskell, de que el funcionamiento car-
díaco es debido solamente a la contractilidad inherente a los músculos. Posterior-
mente, Arthur Keith y M. Flack (1907) han descubierto un resto de tejidos de
fibras finas, pálidas, débilmente estriadas en la pared cardíaca, provisto de vasos
y relacionado con las fibras de Purkinje y nervios terminales, actualmente desig-
nado con el nombre de nodulo de Keith y Flack o seno-auricular, y considerado
como «el que marca el paso al corazón». S. Tavara ha señalado las ramificaciones
musculares desde el fascículo de His, y ha descubierto otro nodulo muscular (atrio
ventricular) en íntima relación con él (1908). Si se destruye el fascículo de His en
el perro, el impulso cardíaco no puede pasar más allá de la aurícula al ventrículo,
y este último recobra inmediatamente su autonomía propia, latiendo con un rit-
mo mucho más lento, al paso que la aurícula, vigilada por el vago, sigue latiendo
como antes. Este es un estado que se conoce en Patología con el nombre de blo-
queo completo del corazón o enfermedad de Stokes-Adams, que His ha produ-
cido experimentalmente en 1895. En el Johns Hopkins Hospital, Erlanger ha com-
primido, por medio de una pinza, el fascículo de His, bloqueando de este modo el
impulso auricular, y obteniendo, lo mismo que Gaskell, ritmos en dos, en tres y
en cuatro tiempos y, finalmente, el bloqueo completo del corazón. Más luz sobre la
íntima patología de los trastornos del corazón ha lanzado el galvanómetro de
cuerda inventado por Wilhelm Einthoven, de Leyden, en 1902 (2). En 1885, Kolli-
ker y H. Müller han demostrado que las corrientes de acción de un corazón, con-
trayéndose, pueden producir la contracción del músculo de una preparación
músculonerviosa, si el nervio de esta última cruza el corazón. En 1889 (3), Augus-
tus D. Waller concibió la idea de medir y figurar la variación de las corrientes de
acción en el corazón viviente, conduciéndolas a través de dos electrodos colo-
(1) Januschke: Citado por L. F. Barker.
2) Einthoven: K. Akad. v. Wetensch. te Amst. Proc. Sect. Se, 1903-04; VI, pá-
ginas 107-115, 2 láminas.
tf) A. D. Waller: Phil. Ir., 1889; Londres, 1890; CLXXX, B, págs. 169-194.
HlSTOMA D> VA. MbDICOTA. — TOMO II 21
322 HISTORIA DE LA MEDICINA
cados sobre la piel humedecida y en relación con un galvanómetro, obteniéndo-
se las curvas fotografiando los movimientos producidos por el mercurio de un
electrodo de Lippmann, que fué el primero dado por Marey en 1876. A conse-
cuencia del retardo o inercia del menisco del mercurio, las curvas en el método
de Waller no eran completamente exactas y tenían que ser corregidas por cóm-
putos matemáticos. El procedimiento adquirió mucha mayor seguridad con el sen-
sible instrumento de Einthoven, que consiste esencialmente en una cuerda extra-
ordinariamente fina, de platino o de cuarzo, forrada de plata, que está te'nsa, como
la cuerda de un violin, en medio de los dos polos de un electromagneto estacio-
nario. Esto es lo contrario de las condiciones ordinarias de los galvanómetros, en
que el magneto es movible y la corriente que va a medirse pasa por los filamen-
tos. Cuando las débiles corrientes del corazón pasan a través del fino filamento
producen desviaciones del mismo, que serán más pequeñas y más cortas, o más
grandes y más largas, en relación con el estado de tensión. Las gráficas de la ex-
citación cardíaca que se obtienen de este modo se llaman por Einthoven «electro-
cardiogramas» o telegramas del corazón, en los cuales tenemos un boletín seguro
de la condición electromotora del mismo. A pesar de que este instrumento es
costoso, ha resultado un auxilio material para el análisis y hasta para el diagnós-
tico de algunos estados como afecciones valvulares, bloqueo del corazón, fibrila-
ción auricular, taquicardia, pulso alternante, pulso bigeminado, ritmo de galope
en tres y en cuatro tiempos, y otras alteraciones rítmicas. El más notable cultiva-
dor del estudio gráfico de las afecciones cardíacas es el práctico escocés sir james
Mackenzie, que ha sido el primero en obtener simultáneamente gráficas del pulso
arterial y del venoso para dilucidar las condiciones patológicas del corazón; y para
resolver esta cuestión, ;qué cantidad de trabajo es capaz de realizar el corazón?,
concentrando muchas investigaciones futuras sobre la energética del músculo car-
díaco (1893-94). Mackenzie ha sido el primero en investigar las multiformes arrit-
mias y en diferenciar el «ritmo nodal», que James Lewis definía anteriormente
como «fibrilación auricular», identificándolo con ¿[pulsus irregularis perpetuus de
Bering, produciendo experimentalmente este estado colocando electrodos dentro
de la aurícula de un animal. Mackenzie ha demostrado, también, la maravillosa
eficacia de la digital en la fibrilación auricular (1910) y que el uso de este medica-
mento debe suprimirse en las arritmias del seno, bloqueo del corazón, taquicardia
paroxística y pulso alternante. Cushny ha demostrado el valor del electrocardio-
grama para comprobar los efectos de la digital, que aparentemente deprime la
conductibilidad del fascículo de His. De este modo, la opinión de Schmiedeberg
de que la digital no sólo hace más lento el corazón, estimulando el vago, sino que
estimula el musculo cardíaco (1874), ha dejado el puesto al antiguo punto de vista
de Boullaud, de que clínicamente la digital es un verdadero «opio del corazón»
(año 1835).
Otras muchas investigaciones han sido llevadas a cabo, y en la actualidad un
periódico inglés, Heart (Londres, 1909), se ha fundado para este género de es-
tudios. En 1906, Einthoven estableció una comunicación por alambres conducto-
res de la electricidad entre el hospital de Leyden y su laboratorio, resúltándole
posible obtener trazados cardíacos de los enfermos del hospital a más de una milla
de distancia. Además, se ha encontrado que resultaba posible el obtener repre-
sentaciones graneas de) ritmo de los sonidos cardíacos (fonocardiogramas), por
medio de un estetóscopo y lio tambor de Marey, utilizando como receptor un mi-
crófono o por otros medios, como las llamas manométricas o el fonoscopio de
Weiss, cuyo receptor es una ampolla de jabón. Estas gráficas pueden yuxtapo-
nerse a las del pulso de la carótica para la comparación. Él estetóscopo telefónico
eléctrico de S. G Brown intensiñea 60 veces los sonidos del corazón, pudiéndo-
los transportar a largas distant wis; sonidos de corazones de Londres han podido
h ochados en la [sla de Wight, a una distancia de unas 100 millas aproxima-
damente (1).
( 1) Para uo completo estudio de estos instrumentos, con ilustraciones, véati
dmirable resumen del profesor L. F. Barker, Johns Hopkins llosp. Bull., Balti-
35S-389.
ÉL SIGLO XX
323
El problema de la síntesis de las proteínas de sus constituyentes
aminoácidos estará siempre asociado al nombre de Emil Fischer (1852),
de Euskirchen (Prusia Renana), que ha sido profesor de Química en Mu-
nich (1879), Erlangen (1882), Würzburg (1885) y Berlín (1892), y que ha
consagrado su vida entera a esta obra. Fischer ha descubierto, descrito,
aislado y formulado una gran serie de substancias nuevas, tales como
la fenilhidracina (1875), las hidracinas alifáticas ( 1 875-77)) mañosa, iso-
maltosa y los medicamentos veronal (1902), proponal (1905), sayodina
(1905) y elarsón (1913). Ha lle-
vado a cabo amplias investigacio-
nes sobre la síntesis de las puri-
nas y sus compuestos, incluyen-
do la cafeína, xantina, teobromi-
na (1879-95), y ha desarrollado
el «árbol genealógico» de la gota,
demostrando el núcleo purina
como una especie de plasma
germinativo común a todos los
productos metabólicos de la en-
fermedad. Ha sintetizado la ma-
yoría de los azúcares ( 1 883-94),
incluso las seis hexosas deriva-
das del manitol y catorce de las
diez y seis aldohexosas isoméri-
cas posibles, predichas por van't
Hoff y Le Bel; y en sus estudios
sobre los polipéptidos (1869
a 1906) [i] enlaza juntamente grandes cadenas de substancias ami-
noácidas para formar aquellos compuestos que son partes esenciales
de las diferentes moléculas proteicas. Liebig pensaba que había una sola
proteína primitiva. Paul Schützenberger y otros químicos recientes han
demostrado que las proteínas individuales difieren unas de otras respec-
to de los diferentes aminoácidos que producen por hidrólisis. Fischer
ha inventado métodos cuantitativos para aislar aquéllos, y ha podido
demostrar la existencia de un grupo amido o núcleo común a todas las
proteínas. Sus investigaciones sobre las enzymas (1894) prueban que és-
tas son específicas en su acción, afectando únicamente a determinadas
substancias químicas, con las cuales, como él ha podido demostrar, están
Emil Fischer (1852).
(De una fotografía de la Biblioteca General de]Cirugía.)
(1) Fischer: Untersuchungen über Aminosáuren, Polipeptide una Proteine, Ber-
lín, 1906.
324
HISTORIA DE LA MEDICINA
en relación como una llave con su cerradura o un guante con una mano,
una idea análoga a la que Ehrlich ha aplicado hábilmente en su teoría de
las cadenas laterales. Un rasgo brillante de su genio ha sido el deliberado
intento de Fischer de obtener un hipnótico seguro, terminando por la sín-
tesis del veronal (1904) [i]. Ningún químico de la época moderna ha me-
recido más que él el honor del premio Nobel, que le ha sido concedido
en 1902.
Emil Abderhalden (1877), de Saint Gall (Suiza), discípulo de Emil
Fischer, profesor de Fisiología
en Halle, es autor de una biogra-
fía del alcoholismo (1897) y de
un libro de texto de química
fisiológica (1908), y es el editor
de un manual de técnica bioquí-
mica (1909-1910), al cual ha adi-
cionado muchos procedimientos
nuevos. Ha llevado a cabo un
gran número de investigaciones
del metabolismo y sobre las
substancias alimenticias, adop-
tando el método de Cari Lud-
wig de publicar sus investigacio-
nes en colaboración con sus dis-
cípulos. El campo especial de
sus estudios es la integración y
desintegración de los albuminoi-
des y de los ácidos nucleíni-
cos en el organismo animal, el metabolismo celular (1911), la sínte-
sis de su Bausteine (1912) y la síntesis de principios alimenticios artificia-
les que él ha probado experimentalmente en los animales. Sostiene que
las células individuales de los alimentos vegetales y animales están hechas
de un número de unidades químicas o fásicas, que en la digestión y en el
metabolismo son desdobladas o transformadas en otras substancias para
ser asimiladas al cuerpo de las células, con arreglo a las necesidades de
las mismas. En su intento de sintetizar un alimento artificial, ha podido
demostrar que los perros pueden ser alimentados, con éxito, con los ami-
noácidos constituyentes de la albúmina; que el tryptophan es esencial para
la nutrición, pero la glicocola no; que la glucosa puede ser reemplazada
por hidratos de carbono complejos; que la glicerina y los ácidos grasos
Emil Abderhalden (1877)
(i) 'Iherap. d. Gcgenwart, Berlín, 1904; XLV, pág. 145.
EL SIGLO XX 325
pueden reemplazar a las grasas, y que los ácidos nucleínicos pueden ser
reemplazados por sus productos de desdoblamiento (nucleósidos,etc). Ab-
derhalden ha hecho, además, un estudio de los fermentos protectores del
organismo animal y ha obtenido una prueba bioquímica para el embarazo
y otros estados, por medio de la reacción de los fermentos (1912) [1].
En América, Thomas B. Osborne y Lafayette B. Mendel han realiza-
do igualmente una importante labor experimental sobre los alimentos ar-
tificiales o sintéticos (191 1), el valor nutritivo de diferentes substancias
(191 3- 1 5), el papel de las vitaminas como factores accesorios del régimen,
y la leche libre de proteínas y de grasas como determinantes del des-
arrollo (191 5).
En estos últimos años hemos observado un asombroso aumento de la
literatura de la Psicología normal, patológica y comparada, incluso en
aquellos asuntos que con ella se relacionan, como son los problemas pe-
dagógicos, el psicoanálisis, la psicoterapia, epistemología, los aspectos
científicos de la evidencia y las relaciones del pensar cotidiano con los
linderos de la locura. La Psicología comparada gira meramente desde la
teoría de Loeb del tropismo en las formas inferiores (a cuyos puntos de
vista hay algunos que, como H. S. Jennings, son opuestos) y el estudio
del behavior (conducta) en los animales superiores. El desarrollo mental
del reciénnacido ha sido especialmente estudiado por Kussmaul y Preyer.
La Psicología pedagógica y juvenil ha sido tratada por Binet, Claparéde,
Stanley Hall, Seguin, Maria Montessori y otros. Entre los maestros de la
Psicología patológica se encuentra Pierre Janet (1859), profesor del Cole-
gio de Francia, que ha desarrollado la teoría del automatismo psicológi-
co (1889), las relaciones entre las neurosis y las ideas fijas (1898) [2], ha
descrito la psicastenia (1903) y ha hecho extensos estudios acerca del es-
tado mental de los enfermos histéricos (1903-08). En 1 905 -08, Alfred
Binet (1857-1911) y Th. Simon han ideado una notable serie de pruebas
en serie para graduar el retardo mental, gracias a las cuales es posible lo-
calizar el estado del desarrollo intelectual del sujeto observado, en rela-
ción con la edad y el desarrollo físico del mismo; así capacitan a los
maestros e inspectores escolares para separar los niños defectuosos o
«anormales». Otro desarrollo característico es el acabado o intenso estu-
dio de la psicología sexual, que ha preocupado extraordinariamente a los
escritores modernos, desde los hombres de ciencia, como Krafft-Ebing y
Havelock Ellis, hasta los locos y los literatos como Nietzsche y Weininger.
(1) Abderhalden: Ztschr.f.physiol. Ckem., Estrasburgo, 1912; LXXVII,pág. 249;
LXXXI, pág. 90.
(2) Année psychol., 'París, 1 905-08, passim.
326 HISTORIA DE LA MEDICINA
La atmósfera de los tiempos modernos, su arte, su literatura, su poesía, sus
dramas, todo está saturado de sexualismo. Poetas como Goethe, Swinbur-
ne y Walt- Whitman han hecho mucho por disipar la antigua pesadilla
teológica de la perversidad de la sexualidad normal en el hombre y en la
mujer, y han sido los precursores del punto de vista científico de que el
instinto, guiado por las restricciones éticas naturales, es la parte más im-
portante en el desarrollo de la Humanidad, con la que habrá que contar
y a la que será necesario reconocer siempre. Schopenhauer ha escrito so-
bre este asunto con un realismo inexorable y amargo, y últimamente,
mujeres de tan gran reputación como Rahel Varnhagen, Ellen Key y
Helen Putnam han considerado la materia desde un punto de vista muy
elevado, proporcionado a su importancia y en relación con aquellos otros
problemas como la higiene y el bienestar de los hijos, el aumento de la
prostitución y del vicio comercializado, la esclavitud social de la mujer en
las aglomeraciones humanas y otras degradaciones de una época pura-
mente industrial. En Alemania se consagran varios periódicos exclusiva-
mente al estudio del problema sexual, tomando en cuenta el asunto de la
enseñanza biológica de los niños escolares desde este punto de vista. Des-
de el punto de vista patológico, existe la cuestión de las perversiones se-
xuales y de los crímenes que de ellas resultan; por las cuales, desde los
pueblos jóvenes y sanos, como los limítrofes de los Estados Unidos, en
los que ninguna providencia especial ha sido necesaria en los procedi-
mientos criminales, hasta las aglomeradas condiciones de las ciudades
modernas, va creciendo en extensión el desagradable asunto (i). La parte
desempeñada por la supresión o represión de la sexualidad en el desarro-
llo de los estados neurósicos ha sido especialmente estudiada por Sigmund
Freud (1856), de Freiberg, en Moravia, discípulo de Charcot y profesor
de Neurología en Viena. Charcot, como ya hemos visto, ha lanzado el
desprestigio sobre la teoría sexual del histerismo; Janet, desde 1 889, ha
hecho resaltar la importancia de los factores emotivos; Breuer y Freud
han ideado el tratamiento catártico (interrogatorio en hipnosis), y Freud
ha interpretado el mecanismo del histerismo como la resultante de un
traumatismo psíquico o choque nervioso, de naturaleza sexual en último
término, conduciendo a la incubación morbosa de una especie de involu-
i |l Caspar, en su Manual Práctico de Medicina Legal (1856), consider;
orno pertenecientes a esas t extrañas quimeras que alguna vez as
cienden desde los bajos fondos de las ciudades». Su estudio moderno es debido
Krafft-Ebing (1886) y a Leopold von Meerscheidt-Hüllesem, jefe de la Policía ■
Berlín, que demostraron la necesidad d< la separación y vigilancia, bajo las huma
naé restricciones, en las grandes ciudades, de los individuos invertidos, aunqui
uo 1,1 [ue teniendo en cuenta las tendem i.is criminales v homicidas que
como se sabe, se desenvuelven en tales pervertidos.
EL (SIGLO XX
327
ción mental. Los discípulos y partidarios de Freud sostienen en la actua-
lidad la existencia del factor sexual en las personas normales; pero la ma-
nera de reaccionar el individuo es la que caracteriza, según demuestra la
experiencia, al neurósico. La idea básica de la teoría de Freud es la de
que un gran número de procesos mentales, incluso de los corrientes, pro-
ceden de orígenes ocultos, desconocidos o no sospechados por el mismo
sujeto. Desenvuelve él, además, la
teoría de la importancia de los sue-
ños (Traumdeutung), de los dichos
ingeniosos, de la amnesia infantil,
del autoerotismo (Ellis), de los re-
cuerdos inconscientes, de las accio-
nes impensadas, de las neurosis de
ansiedad, y, además, de diferentes
aspectos de la «psicopatología de
la vida diaria». El cree en la exis-
tencia de un rígido determinismo
de los efectos psíquicos y de mu-
chos procesos mentales complejos
que no llegan nunca al campo de la
conciencia y que únicamente pue-
den ser descubiertos gracias a un
proceso de psico-análisis, en el des-
arrollo del cual ha sido ayudado por
su discípulo C. G. Jung. El famoso
y afortunado caso de Freud, el caso
de la enferma «Dora», era de este
género. La corrección de sus ra-
zonados puntos de vista se apoya
en el afortunado tratamiento del histerismo por el descargar de la mente
o por otra apropiada psicoterapia. Desde su punto de vista, la base de
toda neurosis sexual es el afecto inconsciente del niño hacia sus padres,
alguna vez con hostilidad hacia el progenitor del mismo sexo. El «mito
de Edipo», como se ha denominado pensando en la «familia de la leyen-
da», simboliza, en términos sencillos, la lucha del individuo por alcanzar
su autoconfianza y autorresolución desprendiéndose de la dependencia de
los padres. De este modo se puede considerar como la medida del grado
de infantilismo en el sujeto neurótico (i). El interés de esta teoría es lo
Sigmund Freud (1856)
(1) \V. A. White: Mechanisms of Character Formation, New- York, 1906; pági-
nas 145-176.
328 HISTORIA DE LA-MEDICINA
profundamente que ha sabido investigar Freud en la mentalidad primiti-
va, en lo que Jelliffe llama «paleopsicología», en el pasado histórico de la
psiquis individual. Ha dado, además, a los neurólogos un nuevo instru-
mento para explorar los estados inconscientes, que en manos competen-
tes y equilibradas puede resultar eficaz. En América, sus ideas han sido
seguidas por J. J. Putnam, A. A. Brill, William A. White y otros, y algu-
nas variaciones, como la teoría de Bleuler del normal «pensamiento autís-
tico», vienen a demostrar los muy estrechos límites que algunas veces se-
paran la salud mental de la demencia.
Parasitología y Quimioterapia. — En la última década del siglo xix,
como uno de los resultados de los múltiples perfeccionamientos alcan-
zados por la técnica microscópica y bacteriológica, los médicos comen-
zaron a estudiar los parásitos animales y vegetales, y especialmente los
protozoos, como causas de enfermedades; pero los mayores triunfos en
este terreno corresponden al siglo xx.
Antes de esta época, Agostino Bassi había encontrado el organismo patógeno
(Botrytis Bassiana) de la enfermedad de los gusanos de seda o muscardina (1837);
Schónlein, el acorion de la tina favosa (1839); Donné, el tricomonas de la vagina
(1837); Johannes Müller, el psorospermia (1841); David Grüby, el tripanosoma de
la sangre en la rana (1843); Davaine, el cercomonas hominis (1857); Malmsten, el ba-
lantidium coli (1857); Lambí, el lamblia intestinalis (1859). Küchenmeister ha des-
cubierto que los parásitos pueden cambiar de huésped (metaxenia) [1851-53].
Leuckart extendió la idea general de los huéspedes intermedios a los artrópodos,
y bajo su dirección Fedschenko determinó la historia vital de la filaría de Medina
en los ciclops en 1869. Esto condujo a los estudios de Patrick Manson sobre el
desarrollo de la filaría brancofti en los mosquitos (1879); de Smith y Kilborne, so-
bre las garrapatas y la fiebre de Tejas (1888); de Bruce, sobre la mosca tsetse y la
nagana (1894); de Ronald Ross, sobre la malaria y los mosquitos (1889-98); de Fin-
lay (1 88 1), Walter Reed y sus asociados, sobre la fiebre amarilla y la stegomia
(1900). El primer grupo de enfermedades parasitarias que se investigaron fué de
las disenterías protozoarias, las amebas de las cuales fueron vistas por Lambí
en i860, por Lewis en 1870, y por Loesch (1875), Que hizo dibujos de ambas for-
mas, la inocua y la patógena, pudiendo infectar con ésta a los perros. Koch y Kar-
tulis, en Egipto, encontraron que las amebas eran un hallazgo constante en las
autopsias de los disentéricos y también en los abscesos del hígado, estableciendo
la diferencia entre la disentería endémica, debida a las amebas, y la disentería
epidémica, producida por bacterias. Osler pudo confirmar esto en el Johns Hop-
kins Hospital ( 1 890). El término disentería amebiana ha sido ideado por W. T. Coun-
cilman y H. A. Lafleur en el Johns Hopkins Hospital, habiéndose reconocido dos
tipos de parásitos, la inofensiva amoeba coli y la patógena amoeba dysenteriae. Este
modo de ver ha sido confirmado por Casagrandi y Barbagallo (1897), y particular-
mente por Fritz Schaudinn, que ha calificado a la forma inofensiva como entamoeba
coli, y a la patógena, de entamoeba histolytica (1903). Estas especies fueron, en pri-
mer término, confirmadas por Craig, quien después encontró la patógena e?ita-
mocba tetragena, de Viereck, en las Filipinas, y descubrió una nueva especie para-
sitaria de la diarrea, la craigia (paramoeba) hominis (1906), que Calkins ha consi-
derado como un género nuevo. Otras especies patógenas de amebas han sido des-
critas por diferentes observadores, y las infecciones diarreicas y disentéricas se
han encontrado asociadas además con la laverania, leishmania, balantidium coli y
las formas flageladas, anteriormente mencionadas, cercomonas, tricomonas y lam-
blia. Entre tanto, el problema de la disentería bacilar era puesto en claro con el
EL SIGLO XX 329
descubrimiento de los bacilos por Shiga en el Japón (1898), Kruse en Alemania
(1900) y Flexner en Manila (1900). Gran parte de las disenterías tropicales se ha
averiguado que son amebianas, al paso que las de las zonas templadas son gene-
ralmente bacilares. El endamoeba buccaíis, descrito por Prowazek, en 1904, ha sido
identificado como un organismo asociado con la piorrea alveolar.
Los síntomas de la anquilostomiasis se encuentran bosquejados vagamente en
los papiros del Egipto, y por espacio de siglos esta afección ha sido designada in-
distintamente con los nombres de clorosis egipcíaca o tropical, anemia de los mi-
neros o de los alfareros y enfermedad del túnel de San Gotardo. El parásito ha
sido descrito, como anquilostoma duodenal, por Angelo Dubini (1843), y sus rela-
ciones causales con la enfermedad han sido expuestas por Wilhelm Griesinger
(1866). En 1900, el capitán Bailey K. Ashford, del ejército de los Estados Unidos,
ha descubierto el gran predominio de la dolencia en Puerto Rico, y bien pronto
se encontró que era también muy común entre la población rural de los Estados
del Sur (E. U.), por Charles Wardell Stiles (1867), de Spring Valley (Nueva York),
quien descubrió que el parásito de las infecciones americanas es una nueva espe-
cie, que él llama uncinaria americana (1902) y posteriormente necator americanus.
Stiles, que ya había hecho su reputación en parasitología por su obra de revisión
de las especies y de la nomenclatura y por sus contribuciones a la zoología des-
criptiva, se ha consagrado desde entonces, como profesor de Zoología en la Sani-
dad Pública de los Estados Unidos, y en el servicio del Hospital de Marina, a la
tarea de exterminar la enfermedad en los Estados del Sur, en relación con la Co-
misión Rockefeller (actualmente Oficina Internacional de Sanidad), fnndada con
este propósito en octubre de 1909. Bajo la administración de Wickliffe Rose, esta
Oficina consiguió unir los periódicos, oficinas de higiene, escuelas y organizacio-
nes médicas del Sur, para que cooperasen en el establecimiento de clínicas públi-
cas, de tal modo, que las autoridades locales fuesen ya capaces de prestar cuida-
dos a los enfermos, por una «intensa labor común de higiene», y el Instituto Roc-
kefeller podía, así, extender sus actividades a otros campos. En tres años (1910
a 191 2), no bajan de 393.566 las personas que han sido tratadas de la anquilosto-
miasis en esas clínicas públicas del Sur. En 1898, Arthur Loos ha hecho el impor-
tante descubrimiento de que la larva de anquilostoma puede penetrar a través de
la piel, llegando al intestino por una desviada ruta, y este hecho ha permitido a
Siles y Ashford aplicar medidas eficaces para la profilaxia entre las poblaciones
rurales. En la campaña de Ashford contra la enfermedad en Puerto Rico (1903-04),
unas 300.000 personas, en una población de un millón, han sido tratadas, con una
reducción de un 90 por 100 en la mortalidad por anemia. La pelagra, que recien-
temente ha sido identificada en América, ha sido acabadamente estudiada por
Marie, Sambon y otros en Europa, y por James W. Babcock, Claude H. Lavinder,
Joseph Goldberger y otros médicos americanos. Habiendo sido atribuida, varia-
blemente, a un parásito transmitido por la mosca simulium, o por el alimento em-
pozoñado por substancias fotodinámicas, se clasifica en la actualidad con el ergo-
tismo, el beriberi, el escorbuto y el raquitismo, entre las afecciones por carencia
(avitaminosis), debidas a la falta de hipotéticos activadores de la digestión y de la
nutrición (vitaminas), de Casimir Funk (191 3) [1]. Goldberger ha demostrado su
producción experimental en enfermos que la sufren a consecuencia de una dieta
defectuosa, sostenida durante el tiempo suficiente, y en su curación y profilaxia
por medio del régimen apropiado (1915).
En 191 1 el parásito palúdico de La verán ha sido obtenido, en cultivo puro in
vitro, por Charles C. Bass, de Nueva Orleans. Howard Taylor Ricketts (1870- 19 10),
de Findlay (Ohio), discípulo de Hektoen, descubrió que la fiebre manchada de las
Montañas Rocosas se transmite por medio de la garrapata de los bosques (Der-
macentor occidenialis) en 1907, y, con R. M. Wilder, que el tifus mejicano (tabardi-
llo) es transmisible por los piojos (Pediculus vestimenti) en 19 10. Esto había sido ya
demostrado para el tifus de Europa por Charles Nicolle (1909), y en el mismo año,
John F. Anderson y Joseph Goldberger, del Instituto Público de Higiene (E. U.)
produjeron, con éxito, inoculaciones del tifus en los monos. La enfermedad descu-
bierta por Nathan E. Brill en Nueva York, en 19 10, se ha demostrado por Goldber-
(1) C. Funk: Die V it amine, Wiesbaden, 1914.
330 HISTORIA DE LA MEDICINA
ger y Anderson ser una forma atenuada del tifus. El organismo específico del tifus
ha sido descubierto por Harry Plotz, del Hospital del Monte Sinai (New-York) en
1915, dándosele el nombre de Bacillus typhi exanthcmatici por William H. Welch.
Los tripanosomas descubiertos por David Grüby (1809-98) en la rana (1843) y
por Lewis en la rata (1878) no eran patógenos; pero un nuevo interés hacia estos
parásitos fué despertado cuando Griffith Ewans, en 1880, descubrió, en la India,
que la surra, una enfermedad de caballos, muías, camellos y del ganado vacuno,
era causada por una variedad, a la que posteriormente Steel y Crookshank dieron
el nombre de trypanosoma evansi (1885-86). En 1894, sir David Bruce (1855) encon-
tró que la enfermedad de la mosca tsetse o nagana, de Zululandia, es debida al try-
panosoma brucei (Pummer y Bradford, 1899), que ha podido demostrar experimen-
talmente que es conducido de la sangre de los animales enfermos a las vacas y ca-
ballos por aquella mosca (Glossina morsitans). En el mismo año (1894), Rouget des-
cubrió el trvpanosoma equipcrdum (Dofiein, 1901), como causa de la durina o mal del
coito de los caballos; en 1901, Elmassian ha encontrado el trvpanosoma cquinum
(Vosges, 1902) como causas del mal de caderas en los perros y caballos sudameri-
canos; Theiler, en 1902, ha encontrado el trypanosoma theileri (Bruce, 1902), en la
afección biliar bovina o galziekte del Sur de Africa, y el trypanosoma dimorpkon(La-
veran y Mesnil, 1904) ha sido encontrado como causa de otra enfermedad de los
animales en el Africa ecuatorial por Dutton y Todd en 1904. El más importante ha-
llazgo, no obstante, ha sido el del tripanosoma gambiense en la sangre humana por
J. Everett Dutton en 1901, que después ha sido visto por Aldo Castellani en el lí-
quido cefalorraquídeo v en la sangre de cinco casos de la enfermedad del sueño,
africana (1903). Ya había sido demostrado por Bruce y Navarro, de la Comisión de
la Sociedad Real, que la mosca tsetse es la conductora de la enfermedad, y que la
fiebre de Gambia, la enfermedad primeramente vista por Dutton y Todd en 1902,
y la enfermedad del sueño son dos aspectos de una misma infección. Una variedad
brasileña de las tripanosomiasis humana, debida al trypanosoma cruzi y transmitida
por una chinche (( onorhinus sanguisuga) ha sido descrita por Carlos Chagas
en 1909. Otro notable parásito ha sido encontrado en 1900 por sir William Boog
Leishman (1865). en una membrana de una autopsia, en un caso de fiebre en Dum-
Dum, cerca de Calcuta, y posteriormente descrita por él, en mayo de 1903, como
posiblemente un tripanosoma. En julio de 1903, el Mayor C. Donovan ha encon-
trado el mismo parásito en la sangre tomada durante la vida por una punción del
bazo. En julio de 1904, Leonard Rogers anuncia el desarrrollo de este parásito en
forma flagelada, y, en 1006-1907, Walter Scott Patton describe su desarrollo flage-
lado en la chinche de las camas. Todos estos descubrimientos han asociado los
cuerpos de Leishman-Donovan con la esplenomegalia, la fiebre dum-dum o kala-
azar. En 1903, James Homer Wright ha encontrado parásitos semejantes (Leishma-
nia trópica) en las úlceras endémicas de Oriente, y, en 1908, Charles Nicolle ha en-
contrado la leishmania infantum en el kala-azar infantil. En 1888, Víctor Babés
(1854), médico de Rumania, descubrió un pequeño protozoo en la sangre de la oveja
padeciendo de una afección epizoótica denominada «carceag», cuyo género fué lla-
mado por Starcovici (1893) «babesia» en honor de su descubridor, habiéndose pro>
puesto por Patton, en 1895, el nombre de piroplasma. Un parásito análogo ha sido
reclamado por Babés como causante de la fiebre hemoglobinúrica del ganado va-
cuno en Europa, y en el mismo año, Theobald Smith (1859) encontró el organismo
Pyrosoma bigeminum en la fiebre de Tejas, habiendo, además, demostrado, con
F. L. Kilborne, su transmisión por la garrapata. Esta ha sido la primera demostra-
ción, después de la de Manson, de la transmisión de la infección por un insecto
chupador de la sangre, y desde este momento fué haciéndose camino el conoci-
miento de las diferentes piroplasmosis o babesioses, siendo la mejor conocida la
forma canina (Piroplasma 0 Babesia cauis. Piaña y Galli Valerio, 1895), cuyo (icio
vital ha sido * uidadosamente trazado por G. H. F. Nuttall y Graham Smith. El 11a-
mado piroplasma hominis, presunta causa de la fiebre manchada de las Montañas
Rocosas, se ha demostrado por Craig ser un artefacto de los eritrocitos (1904)- En
1903, inclusiones celulares intensamente coloreables con el azul de metileno y la
eosina fueron encontradas en el sistema nervioso, en los casos de hidrofobia, por
Vdelchi Negri (1876-1912), v un cultivo de estos mismos cuerpos ha sido obtenido
por Hideyo Noguchi en 1913. El cytoryctes variolae, un protozoo encontrado en las
ones < utáneas de la viruela, ha sido descrito por Giuseppe Guarnieri (1894), y
EL SIGLO XX
3;3
su ciclo vital ha sido trazado por Gary N. Calkins (1904), a la vez que otros cor-
púsculos semejantes eran encontrados en la viruela por W. T. Councilman y otros
en 1903, y por Mallory en la escarlatina en 1904. El histoplasma capsulatum, encon-
trado en una esplenomegalia tropical del istmo de Panamá por S. T. Darling en
1906, se afirma que es una levadura. El espirilo de la fiebre recurrente, descubier-
to por uno de los ayudantes de Virchow, Otto Obermeier (1843-73) en l873,
abre el camino de la fase más importante[de las enfermedades parasitarias conoci-
das, a saber: la de la conquista de la sífilis, por Schaudinn, Wassermann y Ehrlich.
En 1904, el espirilo de la fiebre recurrente africana (fiebre de las garrapatas) ha sido
descubierto, independientemente, por Na-
varro, Ross y Milne en Uganda, y por
Dutton y Todd en el Congo, y ha sido de-
nominado Spirochaete duttoni, en honor
de Dutton, que murió de esta enfermedad
después de haber demostrado su trans-
misión por una garrapata (ürnithoáorus
moubata). El espirilo de la variedad ame-
ricana de la fiebre recurrente ha sido des-
cubierto por Frederich G. Novy en 1907.
Alphonse La verán (1845), deParís,
graduado en Estrasburgo en 1867,
obtuvo el premio Nobel en 1907, y
ha descubierto los parásitos de la
fiebre palúdica el 6 de noviembre
de 1880, siendo cirujano militar en
Argelia, y describiendo sus varieda-
des en 1 88 1. Ha publicado nada me-
nos que cuatro tratados diferentes del
paludismo (1884- 1891 - 1892- 1898).
Es, además, autor de Trypajiosojnes
et trypanosomiases (1904) y de tratados de medicina militar (1875) y de
higiene militar (1896).
Sir Ronald Ross (1857), del Servicio Médico de la India (1881-99), se-
ñaló el mosquito anofeles como vector de la fiebre palúdica; descubrió el
plasmodio de Laverán en la pared del estómago del anofeles que había
sido alimentado con sangre de enfermos palúdicos (1897); demostró que
los esporos de los parásitos se concentraban en las glándulas salivares del
insecto (1898), e inventó los métodos culicídicos (1902), que han sido apli-
cados con éxito a la reducción de los mosquitos en Sierra Leona, Lagos,
Costa de Oro e Ismailia (1899-1902). Por sus trabajos, que han tenido
como consecuencia la profección efectiva contra la fiebre palúdica en to-
das partes del mundo, Ross recibió el premio Nobel en 1902. En mate-
máticas, ha aplicado el cálculo de probabilidades al pronóstico estadístico
de las epidemias («una patometría á priori», 1916). Sus cuentos y poe-
mas son producciones de una mente altamente original.
Los más distinguidos adelantos en Protozoología y las más notables
Alphonse Laver án (1845)
332
HISTORIA DE LA MEDICINA
aplicaciones de esta ciencia a la Medicina han sido hechos por Fritz
Schaudinn (1871-1906), hijo de un posadero de la Prusia Oriental, que
tomó su grado de doctor en Zoología en Berlín en 1 894, y, después de
algunos estudios sobre las foraminíferas, consagró su vida entera a la in-
vestigación de los protozoos. Como zoólogo descriptor ha aislado muchas
especies nuevas, tales como la amoeba binucleata (1895), \& par amoeba
tilhardi (1896), la eimeria schubergia (1900) y la cyclospora caryolitica, la
causante de la enteritis pernicio-
sa del erizo (1902); pero su obra
más importante ha consistido en
el desarrollo del ciclo vital de los
diferentes protozoos, como crite-
rio diferencial de las especies, y
aplicándolo al estudio de las en-
fermedades.
En sus clásicas investigaciones so-
bre las coccídeas (1897) y eimerias
(1900) demostró una fusión sexual de
gametas diferenciadas, no diferente
de la unión del espermatozoide y del
óvulo, y su obra fué gradualmente
destruyendo la noción de que los
protozoos eran «inmortales» por un
simple proceso de asexual división
celular. Estableciendo la diferencia
entre la inofensiva etitamoeba coli, de
Losch, y la patógena entamoeba hys-
tolitica{\^o-£), demostró que enlapri-
Fritz Schaudinn (1871-1906) mera, durante y antes de la multipli-
cación asexual, el núcleo algunas
veces se divide en dos núcleos hijos,
con la consiguiente reducción de la cromatina, y eventualmente funde o fertiliza
uno u otro; en la última, él creía que la reproducción se realiza por fisiparidad,
gemmación o formación de esporos con núcleos derivados de la cromidia ances-
tral; pero esto se ha demostrado recientemente ser erróneo, y la entamoeba hysio-
litica se reconoce actualmente que se reproduce por la formación de quistes con-
teniendo cuatro núcleos hijos. En su obra acerca de las dos nuevas especies de
bacterias, b. bütschlü y b. sj>oronema, Schaudinn ha demostrado que hay una similar
antagónica de esporos en la primera, y formación de esporos en la última, cuando
Be lian agotado las posibilidades de una división transversal. Así llegaba a ponerse
fell claro que aun en organismos vegetales como las bacterias, una especie puede
consumirse ella misma y llegar a extinguirse, a menos que se rejuvenezca y vigo-
rice por la conjugación sexual, un punto de vista que ha sido notablemente confir-
mado para los protozoos, por algunos observadores, como Gary N. Calkins (1869),
que lia hecho pasar por este medio a los paramecium por varios centenares de ge-
ix i;k iones (1902). Investigando la generación alternante y los huéspedes del hal-
ttridium noctuae y del trypanosoma noctuae, dos parásitos de los buhos, Schaudinn
demostró que el primero, que os parásito en los corpúsculos rojos de la sangre, y
el último, que lo os del plasma, son, en realidad, fases de un especial ciclo vital,
( iivo período sexual se desenvuelve en el mosquito. Esto ha conducido a muchos
observadores a la idea deque los hemosporidias y los tripanosomas son miembros
de un Orden especial de flageladas En adición a su obra sobre la disentería ame-
biana, que llevó a (abo por la experimentación de los animales, Shaudinn confir-
EL SIGLO XX
333
mó la labor de Ross y de Grassi acerca del parásito del paludismo, identificando el
Plasmodium vivax (Grassi y Feletti) como causa de la intermitente terciana (1902),
y confirmando, además, la demostración de Loos de la infección del anquilostoma
a través de la piel (1904).
En mayo de 1905, trabajando con Erich Hoffmann, Schaudim, coro-
nó la labor de su vida con el descubrimiento del spirochaeta pallida de la
sífilis (i), y en un importante trabajo (octubre 1905) [2] describía la mor-
fología de los espiroquetes, de los
que el de la sífilis justificaba la for-
mación de un nuevo género spirone-
ma o treponema. El descubrimiento
de Schaudinn de este casi invisible
parásito ha sido debido a su incom-
parable técnica y métodos de colora-
ción, y la relación causal fué rápida-
mente establecida por miles de ob-
servaciones confirmativas, hechas en
todas partes del mundo por entusias-
tas microscopistas. Schaudinn eraPri-
vatdocent en Berlín (1898) y direc-
tor de Protozoología en el Kaiserli-
ches Gesundheitsamt (1904) y del
Instituí für Schiffs und Tropenhygie-
ne en Hamburgo (1906). En 1903 ha
fundado los Archiv für Protisten-
kunde, el órgano literario de la Pro-
tozoología, que él había encontrado en la fase descriptiva y la había con-
vertido en una ciencia experimental.
Los primeros pasos en la conquista de la sífilis habían sido así dados
por dos zoólogos profesionales: Metchnikoff y Schaudinn. El inmediato
avance iba a ser dado por un investigador que, aunque educado como
médico, la labor práctica que ha producido resulta la de un químico y
farmacólogo.
Paul Ehrlich (185 4- 1915), de Strehlen (Silesia), ha sido ayudante clíni-
co de Frerichs (1878-85) y de Gerhardt (1885-89), Privatdocent (1889) y
profesor (1890) en Berlín, donde llegó a ser un ayudante del Instituto
Koch. En 1896 se encargó de la dirección del recientemente fundado Ins-
tituí für Serumforschung, en Steglitz, que fué transformado, bajo su direc-
Paul Ehrlich v 1854-1 9 15)
(1) Arb. a. d. k. Gesundheitsamte, Berlín, 1905; XXII, páginas 527-534.
(2) Deutsche med. Wochenschr ., Leipzig y Berlín, 1905; XXXI, páginas 1665- 1667.
334 HISTORIA DE LA MEDICINA
rección, en el Institut für experimentelle Therapie, en Francfort am
Main (1899).
En Breslau, Ehrlich aparecía como un estudiante indiferente, ocupando su
tiempo simplemente en experimentos de substancias colorantes y de teñido délos
tejidos; pero los resultados de su trabajo se revelaron pronto con sus métodos
perfeccionados de teñir y fijar los corpúsculos sanguíneos por el calor, su colora-
ción triácida; su descubrimiento de las células cebadas y su revelación de las gra-
nulaciones por medio de la coloración de las anilinas básicas (1877); su división de
los leucocitos en neutrófilos, basófilos y acidófilos; su coloración por la fuchsina del
bacilo de la tuberculosis, basado en su descubrimiento de que este bacilo es ácido-
resistente (1882); su diazorreacción de la orina, usada en el diagnóstico de la fie-
bre tifoidea (1882) [1]; su prueba del sulfodiazobenzol para la bilirrubina (1883) [2];
su método de coloración intravital (1886) [3]; en todo lo cual él ha sido el gran in-
vestigador que ha llevado la patología celular descriptiva al campo de la química
intracelular experimental. Ha sido, además, el investigador del Farbenanalyse, o
sea las relaciones microquímicas de los tejidos con las substancias colorantes. Este
ha sido particularmente el caso de sus estudios acerca del requerimiento del oxí-
geno por el organismo (1885), en los cuales ha aplicado la idea de una afinidad se-
lectiva entre las substancias químicas y los tejidos orgánicos, por la química proto-
plasmática, determinando la aparición de su teoría de las «cadenas laterales». Esta
teoría le había sido sugerida por la hipótesis de August Kekulé del anillo cerrado
del benceno (1865), en el cu"al l°s seis átomos de carbono de este compuesto (C6 H6)
se supone que forman un estable núcleo exagonal entre ellos mismos, al paso
que sus cuatro afinidades se encuentran enlazadas, con inestables «cadenas latera-
les», con el fácilmente reemplazable hidrógeno. Hoppe Seyler ha supuesto que la
emisión y absorción de la luz por la clorofila era realizada, no por toda la molécu-
la de ésta, sino por ciertos grupos especializados de átomos periféricos. De un
modo análogo, Ehrlich supone que la molécula protoplasmática viva consta de un
núcleo estable, y de inestables cadenas laterales periféricas o quimorreceptores,
que son capaces de combinarse químicamente con las substancias alimenticias y
de neutralizar toxinas o venenos lanzando cadenas laterales desprendidas al to-
rrente circulatorio. A despecho de la enorme cantidad de crítica que se ha acumu-
lado contra esta teoría y contra su autor, puede seguramente afirmarse que, estan-
do basada, como un postulado fundamental, en la química orgánica, ha demostra-
do ser un «principio heurístico» en el desarrollo de la ciencia de la inmunidad y
de las reacciones del suero. Así, August von Wassermann (1866) no duda en afir-
mar que, sin aquella teoría, él no hubiera podido acertar nunca con el especial y
extraordinariamente útil diagnóstico de la sífilis, que lleva su nombre y que ha sido
encontrado un año después (1906) [4] de haber descubierto Schaudinn el parásito
de la enfermedad. Aunque la primitiva reacción de Wassermann ha sido muy sim-
plificada por ingeniosas modificaciones, como las de Hideyo Noguchi (1909) [5], es-
pecialmente con su reacción de «luetina», basada en cultivos puros del treponema
(191 1) [6]; sin embargo, es evidente que progresos como el que supone no pueden
nacerse sobre base exclusiva de hipótesis físicas o mecánicas. Por los descubri-
mientos de Schaudinn y Wassermann se ha llegado a averiguar que algunos inmu-
nes, como los comprendidos en las leyes de Colles y i'rofeta, tienen los espiroque-
tas en la sangre, de donde deduce Ehrlich que las afecciones protozoarias no pue-
den ser tratadas por antitoxinas especiales, sino que tienen que serlo con medi-
ntOS capaces de esterilizar el organismo del enfermo, sin dañar las células y
1 ¡idos del minino. Intentando tratar las tripanosomiasis de los ratones con al-
(1) Ehrlich: Ztschr.f. klin. Aíed.} Berlín, 1882; V, páginas 285-288.-17/^77/
Ann., 1881; l»' rlín, 1883; VIII, páginas 140-166.
(2) Ceníralhl.f. d. mcd. Wissensch.x Berlín, 1S83; IV, pág. 121.
ji Deutsche med. Wochenschr.% Leipzig y Berlín, 1886; XII, páginas 49-52.
Ibidem, Leipzig y Berlín, 1906; XXXII, pág. 745-
(5) Noguchi: Journ. Exper. Med., New-York, 1909; XI, páginas 392-401.
Jóurn. Exper, 911; XIV, páginas 557-568, tres láminas.
EL SIGLO XX 335
gimas substancias colorantes específicas, ha encontrado que, si las dosis de éstas
eran demasiado pequeñas para esterilizar al animal, una raza de tripanosomas po-
dría presentarse como permanentemente resistente a los efectos de la medicación
empleada. Este poder de los parásitos de inmunizarse ellos mismos y sus descen-
dientes contra la acción de los medicamentos ha sido el leitmotif de una larga
serie de experimentos «erróneos y acertados» para encontrar una therapia sterli-
sans contra la sífilis, cuyo resultado fué el descubrimiento del «606» o salvarsán.
El salvarsán, que ha sido primeramente ensayado por el ayudante de Ehrlich,
S. Hata (1910), y que, después de haber sido comprobado en miles de casos, ha de-
mostrado ser tan útil como específico, como la quinina en el paludismo, y, además,
un valioso profiláctico por lo rápidamente que limpia las feas escoriaciones y ulce-
raciones sifilíticas y esteriliza la sangre, reduciendo así un mínimum la posibilidad
de infectar a otros. Sin embargo, parece que él no puede alcanzar a algunos es-
piroquetas que, de un modo análogo a lo que ocurre con los gonococos, se escon-
den en otros tejidos, siendo ellos responsables de algunas recaídas; por otra parte,
el «606» mismo puede ser causa, en ocasiones, de graves efectos colaterales sobre
el sistema nervioso o el órgano de la visión. Los méritos del «neo-salvarsán» («914»
en la serie de Ehrlich) se encuentran actualmente sujetos a examen y discusión;
pero se hace difícil el admitir que ningún medicamento pueda esterilizar en las
condiciones más arriba señaladas. Se afirma, no obstante, que el salvarsán de-
muestra ser el ideal de una therapia sterilisans, en los casos de treponema perte-
nue, el parásito de la frambuesa. Ehrlich ha sido el fundador de la hematología. El
ha clasificado los leucocitos de acuerdo con la presencia o ausencia de granulos, ha
diferenciado las leucemias, descrito la policromatofilia, ha establecido la distinción
entre normoblastos y megaloblastos, tejidos mieloides y linfoides, demostrado que
la leucocitosis es una función de la médula ósea, estudiado la anemia aplásica y fun-
dado el estudio de las reacciones específicas de las células ante las diferentes in-
fecciones y estímulos. De los otros aspectos de la labor científica de Ehrlich, úni-
camente podemos mencionar su introducción de algunos remedios, como el azul
de metileno para la forma cuartana de la fiebre intermitente, del rojo tripan con-
tra la piroplasmosis bovina, del arsenofeniiglicino en las tripanosomiasis; su de-
mostración de que los animales pueden ser cuantitativamente inmunizados contra
los venenos vegetales como la abrina y la ricina; sus perfeccionamientos de la an-
titoxina diftérica de Behring, y su establecimiento de un centro internacional
encargado de examinar la pureza de la misma; su demostración de que el cáncer
puede ser transformado en sarcoma en los animales por sucesivas inoculaciones, y
que el desarrollo del cáncer depende de la presencia de determinadas substancias
alimenticias en el organismo, y la inmunidad al cáncer, de la ausencia de las mis-
mas (atrepsia) y sus amplias investigaciones en todo el campo de la serología e
inmunidad.
En su habilidad para improvisar hipótesis que hagan frente a los con-
tradictores de sus hipótesis, Ehrlich se parece a Galeno. En su afición a
las locuciones latinas extrañas y raras, es como Paracelso. Pero él ha pro-
ducido la obra más eficaz, después de Pasteur y Koch, en el campo de
las enfermedades infecciosas, y ha añadido nuevos territorios al dominio
de la terapéutica y de la farmacología experimentales por su genio para
la investigación y por su maravillosa habilidad.
La tendencia de la medicina moderna a pasar de la teoría microbiana
de las enfermedades a la bioquímica, se encuentra fuertemente pronun-
ciada en Ehrlich. La falibilidad de las muchas pruebas propuestas para
diferenciar los diferentes bacilos pseudotuberculoses, pseudotifoideos y
pseudodiftéricos; el hecho de que sólo una determinada coloración de
laboratorio de un bacilo dado resulte patognomónico; lo incierto del
336
HISTORIA DE LA MEDICINA
modo de comportarse algunos bacilos en los fermentescibles medios azu-
carados; las complicadas mutaciones y polimorfismos, como las del Bacil-
lus coli mutabile, de Penfold, que genera, indiferentemente, bacilos tifoi-
deos o cólicos; los aparentes cambios de un bacilo en otro; los efectos
de las condiciones meteorológicas en la fermentación de la inulina; los
extraños caprichos de las pruebas de la aglutinación y de la reacción de
Wassermann, todo esto demuestra la inseguridad de nuestros actuales
conocimientos y cuan poco co-
nocemos realmente de la quími-
ca y del metabolismo intracelu-
lares (i).
Jules Bordet, director del Ins-
tituto Pasteur de Brabante (Bru-
selas), ha sido un gran cultivador
de la teoría de la serología y de
las reacciones de la inmunidad,
de cuyos fenómenos ha dado una
explicación pura y simplemente
química. Ha descubierto la he-
molisis microbiana (1898) [2], y,
con Octave Gengou, la fijación
delcomplemento(l900-I90l)[3],
y, también con O. Gengou, el
bacilo específico de la tos feri-
na (1906) [4], cuya relación cau-
sal, conforme al postulado de
R. Koch, ha sido recientemente
demostrada por F. B. Mallory y
otros (1913) [5]. Comparada con la compleja terminología de Ehrlich, la
teoría del suero de Bordet es la sencillez misma. Supone que la toxina es
neutralizada por una antitoxina por absorción, comparable a la que se
observa en un tejido al tomar una substancia tintórea. La completa neu-
tralización es como la completa saturación del tejido por la substancia
Jules Bordet
(1) Véase Hosack: hidian Med. Gaz., Calcuta, 1916; LI, páginas 161 -165.
(2) Ann. de l'Inst. Pasteur, París, 1898; XII, pág. 688; 1899, XIII, pág. 273.
(3) Ibidem, 1900; XIV, pág. 257; 1901, XV, pág. 289; 1902, XVI, pág. 734- La
desviación del complemento na sido descubierta por A. Neisser y F. Wechsberg
(München. med. Wochenschr., 1901; XLVIII, páginas 697-700).
(4) Ann. de l'Inst. Pasteur, París, 1906; XX, pág. 731, 1 lámina; 1907, XXI, pal
gina 720.
(5) Mallory, Horner y Henderson: Journ. Med. Research, Boston, 1913; XXVII,
páginas 391-397, 2 láminas.
EL SIGLO XX 337
colorante; pero si la toxina va añadiéndose en dosis divididas, las últimas
porciones de la toxina podrán no ser absorbidas, a causa de que las prime-
ras porciones han quedado sobresaturadas con las antitoxinas y no pueden
idmitirmás cantidad de las mismas. De un modo análogo, supone una subs-
tancia sensibilizador a en los sueros antitóxicos, que es la que sensibiliza los
glóbulos rojos o las bacterias para la acción de las alexinas; lo que hacen
los mordientes en la tintura de los tejidos. Las disputas entre Bordet y
Ehrlich dependen sencillamente del hecho de que el primero expone lo
que ve en términos físicos, y el último, en términos de química estructural.
Además de la obra de Metchnikoff, Bordet y Ehrlich, ha habido muchos ade-
lantos de gran valor práctico en serología, especialmente las aplicaciones de la
punción lumbar de Quincke (1909) al citodiagnóstico; el descubrimiento de la aglu-
tinación y sus aplicaciones al diagnóstico de la fiebre tifoidea (1906), por Ferdi-
nand Widal (1862) y A. Sicard; el empleo diagnóstico de la tuberculina en las re-
acciones conjuntivales de Albert Calmette (1907) y de Alfred Wolff-Eisner (1907)
y en las reacciones cutáneas de Clemens von Pirquet (1907) y Ernst Moro (1908);
la inoculación preventiva de sir Almroth E. Wrigh contra la fiebre tifoüea por me-
dio de cultivos muertos del bacilo, con el índice opsónicc como guía (1900); la re-
acción del veneno del cobra en la locura (Much-Holtzmann, 1909); el descubri-
miento de que el agua puede ser esterilizada por medio de los rayos ultravioletas,
por Víctor Henri, Andre Heilbronner y Max Recklinghausen (19 10); la reacción de
B. Schick para descubrir qué proporción de antitoxina diftérica debe existir en la
sangre para que ya no sea necesaria más inoculación preventiva (1910-1911); la
reacción de la enzyma de Emil Abderhalden para el diagnóstico del embarazo
(191 2) y la teoría de los virus filtrables. Muchos nuevos métodos de tratamiento
con bacterias o con productos microbianos han sido propuestos, como las vacu-
nas sensibilizadas de Besredka, el empleo, por Carl Spengler, del bacilo bovino
de la tuberculosis, y el uso contra la tuberculosis de los bacilos atenuados en los
animales de sangre fría (Klebs, Friedmann), métodos todos actualmente en estudio.
La teoría de los virus filtrables como causa de enfermedad ha encontrado una
base definitiva con el descubrimiento de Friedrich Loffier y Paul Frosch de que el
virus inoculable de la glosopeda (aftas epizoóticas) puede pasar a través de los fil-
tros más finos (1898).
Poco tiempo después, Beijerink descubría el mismo fenómeno en la enfermedad
mosaica de la planta del tabaco, y desde entonces hasta la época actual se ha
encontrado una larga serie de virus filtrables, especialmente en la perineumonía
de los bóvidos, por Edmond Nocard (1899); en la enfermedad africana délos caba-
llos, por Alien Macfadyen (1900); en la fiebre amarilla, por Reed, Carroll y Agra-
monte (1901); en la peste vacuna, por Nicolle y Adel Bey (1902); en la difteria aviaria
o epitelioma contagioso, por Marx y Stocker (1902); en el cólera del cerdo, por Dor-
set, Bolton y McBryde (1905); en el molluscum contagiosiim, por Julius Berg (1905); en
el dengue, por Ashburn y Craig ( 1 907); en el tracoma, por Bertarelli y Cecchetto ( 1 908);
en la fiebre de los tres días o Papp atari fever, por Doerr y Russ (1908); en el tifus,
por Nicolle (1910); en el tabardillo, por Howard Taylor Ricketts (191 1); en el saram-
pión, por Goldberger y Anderson (191 1), y en el sarcoma de las gallinas, por Peyton
Rous (1911-12) [1]. Algunos de estos virus, como los de la rabia, molusco contagio-
so, verruga vulgar, sarcoma de las gallinas y probablemente el del tracoma, requie-
ren una lesión de la superficie para poder efectuar la infección; en otros basta con
el simple contacto con las membranas mucosas. Algunos, como los de la viruela,
sarampión, escarlatina, rabia, tracoma, etc., presentan inclusiones específicas celu-
(1) Para un completo estudio del conocimiento actual de los virus filtrables
véase S. B. Wolbach, en Journ. Med. Research., Boston, 1912-13; XXVII, pági-
aas 1-25, una lámina.
Historia db l,a Mbdiouta. — Tomo U 22
338 HISTORIA t> E LA MEDICINA
lares (chlamydozoa, de Prowazek). Inoculaciones experimentales del sarampión han
sido llevadas a cabo por Anderson y Goldberger, Nicolle, Hektoen y otros. Como
en los casos de minúsculos organismos, como los bacilos de Bordet en la tos feri-
na, o los microorganismos recientemente aislados por Flexner en la poliomelitis
infantil, es muy probable que todos estos virus filtrables resulte que contienen
también microorganismos filtrables, no visibles aun con los medios de que en la
actualidad disponemos.
Grandes adelantos prácticos en la ciencia de las infecciones han sido
logrados en estos últimos tiempos, gracias a la cooperación de los médi-
cos militares. La obra de Alphonse Laveran en el paludismo, la de Ferdi-
nand Widal en la fiebre tifoidea, la de Friedrich Loffler y Emil Behring
en la difteria, la del coronel Ronald Ross en la malaria, la del cirujano ge-
neral sir David Bruce en la fiebre de Malta y en la enfermedad del sueño,
la del coronel sir William B. Leishman, mayor Donovan y coronel sir
Leonard Rogers en el kala-azar, puede ser favorablemente comparada con
la realizada por John Hunter y Helmholtz durante la época de su servicio
militar. En el ejército de los Estados Unidos, la labor de hombres como
William Beaumont y Jonathan Letterman (1824-72), que han resucitado
los métodos de Larrey de la evacuación rápida de los heridos; William
A. Hammond, creador del Museo Médico Militar; Joseph Janvier Wood-
ward (1833-84), investigador en la micro fotografía; Alfred A. Woodhul
(1837), que ha introducido el método indio de dar grandes dosis de ipe-
cacuana en la disentería (i); Billings, Otis, Smart y Huntington han dado
un ejemplo, que ha sido seguido por multitud de hábiles trabajadores.
El primer cirujano del ejército americano que ha profundizado en los es-
tudios de Bacteriología ha sido el cirujano general Ceorge M. Sternbkri;
(i 838- i 91 5), que ha aislado el diplococo de la neumonía al mismo tiempo
que Pasteur (1880) [2] y ha publicado valiosos tratados de Bacteriología
(1896) y de desinfección (1900), y que, por su consideración del «baci
lus X» en la fiebre amarilla como un dato negativo, ha aclarado el asunto
para los investigadores posteriores. Durante su administración, el mayor
Walter Rked (1851-1902), de Virginia, que ha estudiado con Welch en el
John Hopkins Hospital y ha llevado a cabo una buena labor a propósito
de la fiebre tifoidea en su laboratorio (1895), na sido nombrado presiden-
te de la Comisión compuesta de James Carroll, Arístides Agramonte y
Jesse W. Lazear, para estudiar la fiebre amarilla en Cuba, ocupada enton-
ces por el ejército americano (1900). Carlos Finlay (1833-1915) había I
adelantado la hipótesis de que la enfermedad era transmitida por el mos-
quito (1881); pero cuando la Comisión militar americana llegó a Cuba era
(1) Wnodhull: F.studios, principalmente clínicos, sobre el uso no emético de la ipe-
. /,/, 1 iladdlia, 1876.
Sternberg: Rep. \at. Bd. Health, 1 881; Washington, 1882; III, páginas .S7-92'
ÉL SÍGLO XX 339
el bacillus icteroides de Sanarelli el que dominaba el campo. En 1900,
Henry R. Carter (U. S. Public Health Service) ha demostrado que es ne-
cesario que transcurra un período de doce a quince días para que un caso
de fiebre amarilla resulte peligroso para los que le rodean. Redd y sus
asociados pudieron pronto disponer del bacilo de Sanarelli (idéntico al
Bacillus X de Sternberg) y proceder así a la resolución del problema de
la transmisión por los mosquitos. Durante el curso de sus experimen-
tos (i), 22 casos de fiebre amarilla pudieron producirse de un modo ex-
perimental, 14 por la picadura de mosquitos infectados, 6 por la inyec-
ción de sangre y 2 por la inyección del suero sanguíneo filtrable (1901) [2],
confirmada por Rosenau en Veracruz en 1903, al paso que siete hom-
bres alistados destruían las antiguas hipótesis de la transmisión por dor-
mir en camas infectadas. Carroll fué el primero en someterse a la inocula-
ción por el mosquito, adquiriendo una fiebre amarilla que terminó favora-
blemente. Lazear sucumbió víctima de los efectos de una accidental pica-
dura del mosquito. De este modo se demostraba, de acuerdo con las más
rigurosas prescripciones de la lógica formal, que la causa de la fiebre
amarilla era o un organismo ultramicroscópico o un virus filtrable, trans-
misible al hombre por el intermedio de una especie de mosquitos, el
stegomyia fasciata o calopus.
Con referencia a las condiciones en las cuales el experimento se ha lle-
vado a cabo, especialmente a la duración del período de desarrollo en el
cuerpo del mosquito, la demostración de la Comisión americana es una
de las más brillantes y concluyentes de la historia de la ciencia. Su im-
portancia económica se puede calcular pensando en el considerable nú-
mero de vidas salvadas y de dinero ahorrado con la desaparición de la
fiebre amarilla de los Estados Unidos y de las Indias Occidentales, y qui-
zá del mundo entero. En febrero de 1901, poco después de haber hecho
su demostración Reed, el Mayor William C. Gorgas (1854-1920), de Mo-
bile (Alabama), comenzó, como oficial jefe de Sanidad de la Habana (Cuba),
a aislar los enfermos de fiebre amarilla y a destruir los mosquitos, y al
cabo de tres meses la Habana se encontraba, por vez primera en 1 50 años,
libre de la fiebre amarilla. En relación con la obra del canal de Panamá,
el coronel Gorgas ha libertado aquella parte del istmo, no sólo de la fie-
bre amarilla, sino de todas las infecciones peligrosas, y por su gran triun-
fo sanitario, Panamá, anteriormente una región famosa por lo malsana,
«La tumba de los hombres blancos», como la llamaban, es en la actuali-
dad una de las zonas más sanas que se conocen. En 1913-14, el general
(1) Reed (et al.): Philadelphia Med. Journ., 1900; VI, páginas 790-796.
(2) Tr. Ass. Am. Phys., Filadelfia, 1901; XVI, páginas 45-72.
340
HISTORIA DE LA MEDICINA
Gorgas, invitado por la Cámara de Mineros de Johannesburgo (Sur del
Africa), investigó las causas de la elevada mortalidad por neumonía en-
tre los mineros naturales del Rand, y consagró el verano y el otoño de
1916 a la vigilancia de los focos endémicos de fiebre amarilla en la Amé-
rica del Sur, por la fundación Rockefeller. Las investigaciones sobre la
fiebre tifoidea, aparecida en campaña durante la guerra hispano-america-
na (1898), por el Mayor Walter Reed, Víctor C. Vaughan y Edward O.
Shakespeare, demostraron la trans-
misión de la enfermedad por las
moscas. Durante la ocupación ame-
ricana de Puerto Rico, la población
indígena fué vacunada y libertada
de la viruela por el coronel John
Van R. Hoff, y poco tiempo des-
pués el capitán Bailey K. Ashford
descubría la presencia de la infec-
ción por el anquilostoma en la isla
(1900) [1], y desde este momento se
consagró por completo al estudio y
combate de la misma. En 191 5 co-
menzó el estudio de otras enferme-
dades como moniliasis. El capitán
Charles F. Craig (1872) ha demos-
trado que la conjugación intracor-
puscular en los plasmodios del pa-
ludismo es la causa de la latencia
y de las recaídas, y que existen por-
tadores de malaria (1902-1905) [2],
demostrando, además, que el llama-
do piroplasma hominis de la fiebre manchada de las Montañas Roco-
sas no es otra cosa que una modificación artificial de los eritrocitos
(1904), y en las Filipinas ha demostrado, con el Mayor Percy M. Ash-
burn, que la causa del dengue es un virus filtrable, transmisible por
el mosquito culex fatigans (1907) [3]. Craig ha descubierto, además,
dos nuevos parásitos f el paramoeba hominis (1906) [4] y, con Ash-
burn, la microphilaria philippinensis (1906) [5], y es autor de extensas
William Crawford Gorgas (1854-1920)
Cirujano General del Ejército de los Estados Unidos
1) Ashford: New-York Med. Journ., 1900; LXXI, páginas 552-556.
(2) Craig: Am. Med., Filadclfia, 1905; páginas 982 y 1029.
(3) Craig and Ashburn: Philippine Journ. Se, Manila, 1907; B. II, pági-
nas 93-146.
(4) Amer. Journ. Med. Se, Filadelfia, 1906; CXXXII, páginas 214-220.
(5) Ibidem, página- 435-443.
EL SIGLO XX 34i
monografías acerca de la fiebre palúdica (1901-1909) y de las amebas
parasitarias en el hombre (1911). El capitán Henry J. Nichols ha cola-
borado con Ehrlich en su obra inicial sobre el salvarsán (1910), y después
ha investigado la producción experimental de la frambuesa (1910-1911)-
Bajo la administración del cirujano general George H. Torney, el mayor
Frederich F. Rusell comenzó, en 1 909, el colosal experimento de vacunar
el ejército de los Estados Unidos contra la fiebre tifoidea, según los méto-
dos defendidos por Chantemesse y Widal en Francia (1888), Pfeiffer y
Kolle en Alemania (1896) y Wright y Semble en Inglaterra (1896). De
una morbosidad de 173 casos (16 terminados fatalmente) de fiebre tifoi-
dea en 1909, Russell fué capaz de hacer descender sus estadísticas a
nueve casos, con una sola defunción, en 1912, al paso que en la actuali-
dad el ejército aparece absolutamente libre de tifoidea. La movilización de
las tropas de los Estados Unidos en la frontera de Méjico en 1912 (i) dio al
mayor Rusell una oportunidad, como nunca la han tenidojenner niPasteur,
de atestiguar el valor de su vacuna en una clínica al aire libre, compuesta
de unos 20.000 hombres. El absoluto éxito de este experimento es actual-
mente un hecho histórico. El capitán Edward B. Vedder (1878), de la
ciudad de New- York, ha hecho importantes estudios sobre el beri-beri
como una «enfermedad por carencia», resumiéndolos en su tratado de
191 3, y ha sido el primero en determinar la específica acción amebicida
de la emetina en el tratamiento de la disentería amebiana (1910-II) [2].
En 191 1, el capitán Ernst R. Gentry y Thomas L. Ferenbaugh descubrie-
ron que la fiebre de Malta era endémica en el Sudoeste de Tejas y que
se transmitía por las cabras. El teniente coronel Charles E. Woodruff
(1860-1915) ha investigado los deletéreos efectos de la luz tropical sobre
las razas rubias del Norte (1905), escribiendo interesantes volúmenes so-
bre Expansion of Races (1909) y la Medical Ethnology (191 5). En sus Mut-
ter Lecture (1902), el coronel Louis A. La Garde ha demostrado que no
existen heridas por arma de fuego estériles, a causa de que los microorga-
nismos de la pólvora y de los proyectiles no son destruidos por el calor
de la ignición y son llevados directamente dentro de la herida. Su tratado
de las heridas por arma de fuego (1914) es la mejor obra moderna de la
materia. Los manuales de higiene militar, por el coronel Valery Havard
(1909), y de la técnica de los rayos X, por el capitán Arthur C. Christie
(191 3), son de análogo mérito. El teniente coronel Edward L. Munson,
editor del Military Surgeon, es autor de importantes obras de higiene mi-
(1) Rusell: Harvey Lecture, 191 3.
(2) Vender. Bull. Manila Med. Soc, 19 11; III, páginas 48-53. Journ. Tro_p.Med.%
Londres, 191 1 ; XIV, páginas 149-152.
342 HISTORIA DE LA MEDICINA
litar (1901), de táctica sanitaria (19H) y de calzado militar (191 2). Todas
estas obras, con los diferentes manuales de Medicina militar de Charles
S. Tripler (1858), Alfred A. Woodhull (1898), Paul F. Straub (1910) y
otros, han aumentado mucho el mérito del Cuerpo de Sanidad Militar de
los Estados Unidos, dentro y fuera de su país.
Intimamente relacionado con la historia de las enfermedades infec-
ciosas está la lista ilustre de los médicos mártires de las mismas. Con
Servet y Semmelweis, que murieron por defender sus opiniones, pueden
ponerse los nombres de Daniel A. Carrión (verrugas), Jesse W. Lazear
(fiebre amarilla), A. Yersin y Hermann Franz Müller (peste bubónica),
Tito Carbone (fiebre de Malta), Alien Macfadyen (fiebre tifoidea y fiebre
de Malta), J. Everett Dutton (fiebre recurrente africana), Howard Taylor
Ricketts (tabardillo) y Thomas B. MacClintic (fiebre de las Montañas Ro-
cosas), todos los cuales perdieron sus vidas víctimas de aquellas enfer-
medades a las que han quedado asociados sus nombres.
La Cirugía del siglo xx ha sido favorecida por muchos refinamientos,
inventos y perfeccionamientos en sus procedimientos, tales como el tra-
tamiento de las fracturas de Arbuthnot Lane por medio de láminas y tor-
nillos (1892- 1905) y el método del mismo autor de tratar el estasis intes-
tinal por medio del «Lane's kink» (1903-09); las operaciones para la exci-
sión de la próstata de P. Johnston Freyer, del Servicio Médico de la India
(1901), y de Hugh Hampton Young (1903), de Baltimore; el uso de la
pasta de bismuto en el tratamiento de las fístulas y senos tuberculosos
crónicos por E. Beck (1906), permitiendo la inyección de la pasta el ob-
tener una completa radiografía de todas las ramificaciones de la cavidad;
el tratamiento del cáncer por un bombardeo de chispas de grandes di-
mensiones de alta frecuencia (fulguración), ideado por Keating Hart
(19 IO); las pinzas compresoras elásticas y otros instrumentos inventados
por Eugéne Doyen; el empleo de la «Cargile membrane» para prevenir
las adherencias post-operatorias intestinales (1912), etc.
August Bier (1861), sucesor de Bergmann en Berlín (1907), ha intro-
ducido la anestesia intrarraquídea con cocaína (1899), un nuevo procedi-
miento de tratar los muñones de las amputaciones (1900) y la hiperemia
activa y pasiva, corno auxiliar de la terapéutica quirúrgica (1903) [i]. En
la anestesia por la cocaína por la vía espinal, Bier ha estado precedi-
do por James Leonard Corning (i 85 5 ), de la ciudad de New- York,
en [885 (2), y por Rudolph Matas (1899). Se ha dicho con justicia que
uning fué el primero que bloqueó la médula espinal; Cushing, el pri-
(1) Bier: Hyperimie alt Heilmitul, Leipzig, 1903.
(2) Corning: Vew- York Med. Journ.^ [885; XI. II, páginas 3i7-3>9<
ELSIGLOXX 343
mero que bloqueó los grandes troncos nerviosos, y Crile el que aplicó el
principio a los más delgados y más activos nociceptores nervios de la
piel y de los tejidos superficiales». La anestesia por infiltración ha sido
ideada por C. L. Schleich (1894).
Ernst Ferdinand Sauerbruch (1875), de Barmen (Prusia Renana), pro-
fesor en Marburgo (1907), a la vez que trabajaba en la clínica de Miku-
licz, en Breslau, hizo adelantar grandemente las posibilidades de la ciru-
gía intratorácica con la invención de la cámara neumática de presión
atmosférica reducida (negativa), para prevenir la producción del neumo-
torax (1903-1904). La idea de usar presiones diferenciales había sido an-
teriormente concebida por Quenu y Tuffier en 1 896. Sauerbruch ha ideado
además la cámara de presión positiva, en la cual el enfermo respira aire
comprimido, en tanto que su pleura se abre a la presión atmosférica or-
dinaria. Las primeras cámaras estaban imperfectamente construidas, ofre-
ciendo múltiples inconvenientes; pero con los modernos perfeccionamien-
tos de Sauerbruch y Willy Meyer (cámara para presión diferencial, po-
sitiva y negativa) se han podido llevar a cabo grandes adelantos en la ci-
rugía del esófago y del tórax. La respiración forzada en los envenena-
mientos ha sido usada por primera vez por George Edward Fell, de Buf-
falo (New- York), el 23 de julio de 1887 (i), y ello condujo a la positiva
presión por medio de la intubación (el método de Fell-O'Dwyer), que ha
sido, además, recomendado por Rudolph Matas en 1899. En 1909 (2),
Samuel James Meltzer y Juan Auer, del Instituto Rockefeller, simplifica-
ron grandemente el asunto por él método de la insuflación intratraqueal
de aire a través de un tubo introducido en la tráquea, produciendo una
«respiración continua sin movimientos respiratorios». El sostenimiento
de la respiración en un animal cuyo tórax está abierto, por medio de un
fuelle, ha sido conseguido por Vesalio y Robert Hooke; pero el ingenioso
experimento de Meltzer- Auer hace el procedimiento viable y ha consti-
tuido un verdadero progreso para la cirugía fisiológica.
Mucha labor efectiva ha sido realizada en la cirugía visceral por Eugene Doyen
(París), César Roux (Lausanne), Emil Werner Kórte (Berlin), A. W. Mayo Robson
(Londres), sir Berkeley G. A. Moynihan (Leeds), John B. Murphy (Chicago), Char-
les H. Mayo y William J. Mayo (Rochester, Minnesota) y John M. T. Pinney (Balti-
more); en la cirugía de la cabeza, por v. Bergmann, MacEwen, W. W. Keen,
H. Schloffer, Harvey Cushing; en la cirugía del sistema vascular, por Erwin Payr
(Leipzig), W. T. Halsted, J. B. Murphy, Alexis Carrel; en cirugía ortopédica y os-
teoplástica, por Albert Hoffa, Erich Lexer, E. Lorenz, J. B. Murphy, John B. Ro-
berts y el notable grupo de los ortopédicos de Nueva Inglaterra, a saber: Edward
(1) Fell: Tr. Internat. Med. Congr., Washington, 1887; I, pág. 237. Bu/falo
Med. &° Surg. Journ., 1887-88; XXVII, páginas 145-157.
(2) Meltzer y Auer: Journ. Exper. Med., New- York, 1909; XI, páginas 622
a 625.
344 HISTORIA DE LA MEDICINA
H. Bradford, Robert W. Lowet y James W. Sever, que han ideado el tratamiento
de la escoliosis por los corsés de yeso aplicados en suspensión; Edville G. Abbott
(Portland, Maine), que ha ideado el tratamiento de la curvadura lateral por la apli-
cación de los corsés en flexión (191 1); Howard Osgood, que ha descrito, a] propio
tiempo que C. Schlatter, la apofisitis de la tibia en los adolescentes (1903) y ha es-
tudiado la poliomielitis de los carreteros (1913); Charles F. Painter, que ha excin-
dido el hueso innominado (1908); Joel Ernest Goldthwait, de Marblehead (Massa-
chusetts), que ha trabajado mucho por simplificar el complicado asunto de los
«trastornos reumáticos» con su clasificación de las artritis en vellosas, infecciosas,
atroncas e hipertróficas (1904), y Ernest A. Codman, que ha descrito la bursitis
subacromial como una causa común de la impotencia del hombro (1906-1911), ha-
biéndose tratado cuidadosamente la patología y la terapéutica de esta, afección por
Walter M. Brickner, de New-York (19 15). En el tratamiento del mal de Pott, de las
fracturas y de las deformidades por injertos de hueso, Fred. H. Albee (1876), de
New- York, ha logrado una bien merecida reputación (1 9 1 5) [1].
Hans Kehr (1862), autor de autorizados tratados sobre la cirugía de
la litiasis biliar (1896-1901); Werner Korte (1853), de Berlin, que ha es-
crito muy bien de cirugía pancreática (1898-1903) y visceral; Erwin
Payr (1871), de Innsbruck, director de la Clínica Universitaria de Leipzig,
que ha trabajado en suturas intestinales y en transplantaciones de la tiroi-
des (1906), y Erich Lexer (i 867), de Würzburgo, profesor y director de
la Clínica Quirúrgica de Jena, son notables cirujanos alemanes de la épo-
ca actual. Lexer es el autor de un tratado de Cirugía ( 1 904 -5), ha investi-
gado el microorganismo de la osteomielitis aguda (1897) Y ha adquirido
una gran reputación en la actual guerra europea por su eficaz obra en la
cirugía de los huesos y de las articulaciones (2).
Como París en el siglo xviii, las ciudades grandes tienen en la actua-
lidad hábiles operadores, cuyas innovaciones se refieren principalmente a
modificaciones en la técnica operatoria. Este es especialmente el caso con
los parisienses Tuffier, Terrillon, Chassaignac, Faure, Jaboulay, Hartmann,
Pozzi, Delbet, Quénu, Doyen, Kirmisson, Morestin, Albarrán, muchos de
los cuales han incluido la labor ginecológica como una parte de su espe-
cialidad. Durante la guerra europea, la atención de los cirujanos en los
países combatientes ha estado concentrada en las heridas por arma de
fuego y en las consecuencias de las mismas.
Marin-Théodore Tuffier (1857), de Belléme (Orne), graduado en Me-
dicina en París en 1 88 5, ha enseñado Cirugía en la Facultad de París y
Cirugía experimental en la Sorbona, siendo autor de estudios sobre la ci-
rugía del riñon (1889) y de monografías acerca del tratamiento quirúrgico
de la tisis (1897-1909), de la anestesia subaracnoidea por la cocaína (1901),
de la semiología de la sangre en cirugía (1905) y de la cirugía del estóma-
(1) F. H. Albee: Cirugía de los injertos óseos. «Calpe», Madrid.
(2) Sobre esto, véase Beyer: Johns Hopkins IIosp. Bull., Baltimore, 1916; XXVI,
páginas 267-270.
EL SIGLO XX
345
go (1907). Ha popularizado la anestesia raquidiana en Francia, y durante
la guerra ha colaborado con Simonin en la regularización del tratamiento
de las heridas y en otras fases de la cirugía militar a lo largo de todo el
frente francés.
Estos últimos años se han hecho notar por el renacimiento de la ciru-
cía fisiológica o hunteriana. Del mismo modo que Marion Sims y Bill-
roth, en sus especialidades, hicieron avanzar grandemente la patología de
las enfermedades de las visceras
abdominales y pélvicas, vemos
cómo Kocher, Horsley, von Ei-
selberg, Halsted, Crile, Cushing,
Carrel, Murphy, etc., no sólo pien-
san fisiológicamente al realizar su
obra, sino que descubren muchos
procedimientos nuevos, gracias
a su experimentación en los ani-
males. Hunter, Merrem y sir As-
tley Cooper han procedido de
un modo análogo, lo mismo que
Jameson y Gross en América;
pero desde aquella época los
métodos han cambiado por com-
pleto.
A la cabeza de la profesión
quirúrgica figura actualmente, se-
gún la opinión de todos, el hono-
rable nombre deTheodorKocHER
(i 841), de Berna (Suiza), discípulo de Langenbeck y Billroth, que ocupa la cá-
tedra de Cirugía en su ciudad natal desde 1872. Kocher es bien conocido por
su método de reducir las luxaciones del hombro (1870) [1]; por sus estudios
sobre hernias, osteomielitis, etc.; por sus operaciones para el ano artificial,
etcétera; por su teoría hidrodinámica de los efectos de los traumatismos
por arma de fuego y, especialmente, por sus trabajos sobre la glándula
tiroidea. Ha sido el primero en excindir la glándula tiroidea por el bocio
(1878) [2], y ha llevado a cabo esta difícil operación más de dos mil veces
con sólo un medio por ciento de mortalidad. En 1 883 (3) ha publicado su
descripción de la «caquexia estrumipriva», que ha encontrado como una
Theodore Tuffier (1857)
(1) Berlin, klin. Wochenschr., 1870; VII, páginas 101-105.
(2) Corr. Bl.f. Schweiz. Aerzte, Basilea, 1878; VIII, páginas 702-705.
(3) Arch.f. klin. Chir., Berlín, 1883; XXIX, páginas 254-337.
346
HISTORIA DE LA MEDICINA
secuela en un 30 por IOO de sus cien primeras tiroidectomías y que, en
relación con las investigaciones experimentales de Moritz Schiff en los pe-
rros (1859) y con la obra de los Reverdin y Horsley, ha inaugurado la
fisiología y cirugía fisiológica de las glándulas endrócrinas. Kocher ha
aplicado, además, la cirugía experimental a la fisiología del cerebro y de
la médula espinal. En 1912 ha concebido la idea de practicar inyecciones
esterilizadas de coaguleno (obtenido por Fonio de las plaquetas sanguí-
neas) para acelerar la coagulación
de la sangre en las hemorragias in-
ternas. Ha descrito, como un opera-
dor tranquilo, cuidadoso, preciso y
absolutamente habilidoso, una ciru-
gía científica típica, en la que se
obtenía la completa historia clínica
de los enfermos antes de intervenir
operatoriamente, de tal manera, que
casi constantemente el éxito apare-
cía como una lógica consecuencia
del modo de proceder anterior. El
conserva absolutamente aséptico el
campo de la operación y es un
maestro en las minuciosas diseccio-
nes. Su libro de texto de cirugía
operatoria (1894) constituye un ín-
dice de su gran erudición. En las
apendicitis, en caliente y en frío, se
dice que le adelanta su discípulo Cé-
sar Roux, del cantón de Vaud, cu-
yos rápidos y artificiales procedimientos, algunas veces con exclusión
de la anestesia y de la antisepsia, difícilmente pueden ser recomendables.
Lo mismo puede, en general, decirse de los procedimientos sensacionales,
cinematografíeos, de Doy en, de París; pudiendo, de un modo general,
afirmarse que el abandonar los métodos ostentosos es mejor para el bien
de los enfermos f 1 ,
Théodoi Kocher (1S41).
(Cortesía del profesor Harvey-Cushing
de la Harvard University.)
Como di< ■«• el profesor Harvey Cushing en su reciente comunicación al
Médií o internacional de I ondres (1913): Los métodos seguros y deta-
llados, de Loa que dos han dado tan notables ejemplos Kocher y Halsted, se han
implantado en todas las clínii as por lo menos en aquellas clínicas a las que qui-
siéramos usted< tros ser llevados en el caso en que tuviéramos que ser
operados. Loa observadores que no temen ser llevados a una sala de operaciones,
el público de 1 epn estaciones teatrales del pasado, no tolera verlas reempla-
zadas poi los procedimientos tranquilos, más bien monótonos, de los (pie apenas
EL SIGLO XX 347
Anton von Eiselsberg (i860), de Steinhaus (Austria), profesor de Ciru-
gía en Utrecht (1893), Konigsberg (1896) y Viena (1901), ha sido discí-
pulo de Billroth. Ha sido uno de los primeros en señalar la aparición de
la tetania después de las operaciones del bocio (1890) y, en 1892, ha
producido la tetania artificial extirpando al gato la tiroides, que ha trans-
plantado con éxito a la pared abdominal (i). Ha estudiado, además, las
metástasis del cáncer de la tiroides, y recientemente ha realizado nota-
bles trabajos en la cirugía de la glándula pituitaria.
William Stewart Halsted (1852), de New- York, es profesor de Ciru-
gía en la Johns Hopkins University (1889). En 1884 ha realizado por pri-
mera vez la refusión o transfusión centrípeta de la propia sangre del en-
fermo, después de haberla desfibrinado, en un caso de envenenamiento
por el óxido de carbono. Ha trabajado en la anestesia por la cocaína (1885);
ha sido el primero en ligar con éxito la arteria subclavia en su primera
porción (1891) [2], y ha ideado la bien conocida operación supraclavicu-
lar para el cáncer del pecho (1889) [3]> y, simultáneamente con Bassini, la
operación moderna para el tratamiento de la hernia (1889) [4], que en su
última fase (1893) se diferencia mucho de la técnica de Bassini. En 1916
ha sido el primero en efectuar la extirpación, por cáncer, de la ampolla
de Vater. Ha llevado a cabo mucha labor en cirugía experimental, espe-
cialmente del aparato circulatorio (1887) y la sutura especial del intestino
(1910), la oclusión de la aorta y de otras grandes arterias por medio de
una lámina de metal como substitución de la ligadura (1909) [5], y en las
auto e isotransplantaciones de las glándula paratiroideas (1909) [6], que,
en relación con el clásico trabajo de H. Leischner, de 1907, han hecho
mucho para establecer el estado funcional de estos órganos. En auxilio de
una técnica rigurosamente aséptica, ha introducido el tejido de gutapercha
en el drenaje (1880-81), los guantes de goma (1890), los apositos de ho-
jas de plata (1896), la transfixión de los tejidos sangrantes y de los vasos
por medio de agujas finas y finísima seda. Tranquila y sosegadamente,
Halsted ha enseñado el delicado arte de la curación perfecta de las heri-
pueden enterarse más que el operador, sus ayudantes y los inmediatamente colo-
cados. El enfermo en la mesa, como el viajero en un carruaje, corre graves peligros
si tiene un conductor charlatán, o que quiera caminar demasiado deprisa, o produ-
cir la admiración.» (Brit. Med, Journ., Londres, 19 13; II, página 294,)
(1) Von Eiselsberg: Wien. klin. Wochenschr., 1892; V, páginas 81-85.
(2) Halsted: Johns Hopkins Ifosp. tfull.t Baltimore, 1892; III, pág. 93.
(3) Johns Hopkins /fosp. Rep., Baltimore, 1890-91; II, páginas 277-280; Tr. Am.
Surg. Ass., Filadelfia, 1898; XVI, páginas 144- 181, 5 láminas,
(4) Johns ffopkins Hosp. Bull., Baltimore, 1889-90; I, pág. 12; 1893, IV, pág. 17,
3 láminas.
(5) J. Exper. Med., New York, 1909; XI, páginas 373-391, 3 láminas.
(6) Ibidem, páginas 175-199, 2 láminas; 1912, XV, páginas 205-215, 2 láminas.
348 HISTORIA DE LA MEDICINA
das, que nunca se ha demostrado de un modo más perfecto que en su clínica.
George W. Crile (i 864), de Chile (Ohio), profesor de Clínica Quirúrgica,
desde 1890, en la Western Reserve University, es el autor de investiga-
ciones experimentales altamente originales acerca del shock quirúrgico
(1899), presión de la sangre en cirugía (1903 j, hemorragia y transfusión
(1909), en cuyo procedimiento ha llevado al grado máximo la perfección
por su habilidad técnica. El ha ideado varias operaciones nuevas para el
cáncer del labio, del prolapso uterino, etc., y ha sido el primero en realizar
una operación de cirugía mayor con las inyecciones intraneurales de co-
caína como anestésico (1887). Ha trabajado con especial habilidad en las
minuciosas «disecciones en bloque» de los linfáticos en el cáncer. Sus
operaciones de la cabeza y del cuello en estas condiciones (1908) son com-
parables con la excisión de la mama de Halsted o con la operación de
Wertheim-Clark para el cáncer uterino. Su teoría de la «anociasociación>,
el bloqueo del shock operatorio por la combinación de la anestesia gene-
ral y de la local (morfina y escopolamina, seguidas de óxido nitroso y no-
vocaína), con menos del I por 100 de mortalidad, es su contribución más
importante a la Cirugía.
Harvey Cushing (1869), de Cleveland (Ohio), profesor de Cirugía en
el Johns Hopkins (1902-n) y en la Harvard University (1912), se ha con-
sagrado ampliamente a la cirugía del sistema nervioso y muy especial-
mente a la cirugía de la cabeza y de la glándula pituitaria. Ha realizado
mucha labor original en fisiología, patología y cirugía experimentales, tales
como la producción experimental de los cálculos biliares (1899), la pro-
ducción experimental, en el perro, de lesiones valvulares del corazón, con
subsiguiente tratamiento afortunado de las mismas (1908), el tratamiento
eficaz de la parálisis facial en el hombre por anastomosis del nervio espi-
nal accesorio y del nervio facial (1903); ha ideado varios procedimientos
nuevos: bloqueo anestésico de los nervios (1898), una sutura especial, el
drenaje lumbar en el hidrocéfalo, la incisión en cruz encorvada para abrir
la base del cerebro, y ha desarrollado operaciones descompresoras, espe-
cialmente en las hemorragias intracraneales del reciennacido (1905 y en
los casos de tumores inoperables (1905). En su obra sobre la glándula
pituitaria nos ha dado mucha luz a propósito de las funciones fisiológicas
de la misma por la producción experimental del infantilismo sexual en los
animales, por el estudio del metabolismo pituitario en las enfermedades,
en el embarazo, en la hibernación y en otras condiciones, y por el modo
general de considerar estos trastornos como «dispituitarismo». Su mono-
graiía a propósito de este asunto (1912) [i] contiene su modo de operar
( 1 ) The Pituitary Body and its Disorders, Filadelfia, 1 9 1 2.
ELSIGLOXX 349
y un acabado estudio de las condiciones de la glándula desde el punto de
vista fisiológico, patológico, clínico y quirúrgico.
Grandes adelantos han podido realizarse en la cirugía vascular por
el método experimental y con el auxilio de las ligaduras asépticas absor-
bables.
Tal vez el primer caso de sutura venosa realizada con éxito haya sido el de la
famosa «fístula de Eck> (1877), que ha sido posteriormente aplicada por Pavloff y
otros en aquellos experimentos que requieren la exclusión fisiológica del hígado.
En 1 88 1, Vincenz Czerny procedió a suturar el seno yugular lesionado, pero con
fatales resultados; en cambio, Schede suturó con éxito la vena yugular, y en 1892
contaba ya con 30 casos afortunados. En 1890, Jassinovski llevó a cabo 26 suturas
arteriales experimentales en los animales, todas laterales, y fué seguido por Dorf-
ler (1890), que, como Murphy y Silberberg antes de él, empleaba una sutura pasan-
do a través de las tres tánicas arteriales. Procediendo asépticamente, ha evitado la
trombosis, y, en 1891, Durant ha aplicado el método con éxito en dos casos de su-
tura arterial en el hombre. Todas estas eran suturas laterales. La primera sutura
extremo con extremo de las venas fué practicada, con éxito, en el perro por Hirsch
en 1881, y en 1898, Jaboulay y Briau aplicaban con éxito su sutura en U a las arte-
rias carótidas de un mono, siendo seguidos con igual éxito en los animales por Sa-
lomón y Tomaselli. La primer sutura circular, con éxito, de los vasos sanguíneos
del hombre ha sido llevada a cabo por
John Benjamín Murphy (l857-l9l6),deAppleton (Wisconsin), profesor
de Cirugía en la Universidad del Noroeste (Chicago, 1 88 5), que, después
de muchas experimentales resecciones y uniones extremo con extremo
de arterias y venas heridas, procedió con éxito a unir la arteria femoral,
dividida por una herida de arma de fuego (1896) [1]. Murphy era ya fa-
moso por la producción de «anastomosis, sin sutura, colecistointestina-
les, gastrointestinales y enterointestinales, y aproximaciones» por medio
de un botón especial (1892) [2], que había sido precedido por las placas
de hueso decalcificado de Nicholas Senn, por placas de patata, nabo, etc.
Entretanto, Robert Abbe (1851), de New- York, ideaba los anillos de
catgut para la sutura intestinal (1892) [3] e intentaba la unión protésica
de los vasos sanguíneos por medio de un fino tubo de vidrio (1894), °iue
fué perfeccionado por Erwin Payr con su invento de los cilindros absor-
bables de magnesia (1900). En 1897, Murphy (4) inventa su sutura extre-
mo con extremo de los vasos sanguíneos por medio de la invaginación,
siendo llevada la túnica íntima en oposición con la adventicia; pero, aun
cuando no hubo hemorragia, la circulación sólo se restableció en cuatro
casos de los trece, a causa de la estrechez de la luz vascular, con trombosis
consecutivas. Esto fué, finalmente, remediado por la sutura triangular de
(1) Murphy: Med. Record, New- York, 1897; LI, páginas 73-88.
(2) Murphy: Ibidem, 1892; XLIII, páginas 665-676.
(3) Abbe: Ibidem, 1892; XLI, páginas 365-370.
(4) Murphy: Ibidem, 1897; Ll, páginas 73-88.
350 HISTORIA Í)E LA ME Oí CIÑA
Carrel (1900). Antes de esta innovación, Hópfner y otros habían trans-
plantado piezas de arterias o de venas por medio de los anillos de mag-
nesio de Payr, y Ullmann había intentado la transplantación de un riñon
en el perro 'en 1 902. Pero todos estos experimentos fracasaron, no obs-
tante, a consecuencia de complicaciones sépticas, y el mismo Carrel sólo
pudo triunfar gracias a la más refinada asepsia. Murphy ha realizado anas-
tomosis del intestino, en casos de invaginación, y ha conseguido notables
éxitos con los injertos óseos, con el hecho curioso de que el éxito sólo se
obtenía cuando el trozo de tejido usado era autógeno del mismo enfermo.
El injerto llega, con el tiempo, a reproducir exactamente el contorno del
hueso definitivo, de acuerdo con la ley morfológica de Driesch de la «toti-
potencia del protoplasma>.
Rudolph Matas (i860), de Nueva Orleans, ha perfeccionado grande-
mente la cura radical del aneurisma con su procedimiento de la aneuris-
morrafia (1902) [i], o sea la sutura intrasacular u oclusión de los vasos
que penetran dentro del aneurisma, y ha sido, además, uno de los más
antiguamente preocupados de la obra del bloqueo de los nervios (1898-99)?
de la anestesia espinal (1899) y de la intubación laríngea (1902).
Alexis Carrel (1873), de Sainte Foy-les-Lyon (Francia), graduado en
la Universidad de Lyon (1905) y actualmente miembro asociado del Ins-
tituto Rockefeller; ha revolucionado la cirugía del sistema vascular y reali-
zado grandes adelantos en fisiología y fisiología quirúrgica, por lo que le ha
sido concedido el premio Nobel en 191 2. En 1902 ha publicado su pri-
mer trabajo sobre anastomosis vasculares y transplantaciones viscera-
les (2), en el que demostraba que una perfecta anastomosis extremo con
extremo de los vasos sanguíneos podía asegurarse insertando en los extre-
mos que van a unirse una sutura triplemente enhebrada, que, al tirar cui-
dadosamente de ella, convierta la luz redonda del vaso en un triángulo
equilátero, asegurándose de este modo una exacta aposición, sin reduc-
ción, preservando la continuidad de la luz y evitando la trombosis. Antes
de la época de Carrel, una arteria herida era tratada únicamente por la li-
gadura en la continuidad. Desde las anastomosis extremo con extremo se
ha avanzado, por medio del invento de agujas especiales y de una rígida
asepsia, hasta la substitución de un trozo perdido de arteria por trozos de
arteria o de vena, y de' allí, a la transplantación de órganos de un animal
a otro. Así, ha transplantado el riñon, con todos sus vasos, de un gato a
otro, comenzando la secreción de la orina ya antes de acabar la operación,
(ij Matas: Tr. Am. Surg . Assoc, Filadeifía, 1900; XX, páginas 396-434, 16 lá-
minaa.
(2) Carrel: Lyon Méd., i<>o¿, \<\'lll, páginas 859-864,
EL SIGLO XX
351
y esta hazaña no sólo ha sido intentada con éxito en el hombre, sino que,
además, se ha extendido a otras visceras. Transplantaciones en masa de
vasos sanguíneos, órganos, visceras y miembros se han llevado a cabo
también con éxito (i). Las investigaciones de Carrel sobre la vida latente
de las arterias (1910) [2] le han llevado a la conservación de trozos de va-
sos sanguíneos en medios indiferentes por espacio de días y semanas, an-
tes de usarlos en la transplantación. Posteriormente ha aplicado el princi-
pio del experimento de R. G. Ha-
rrison del cultivo extravital de
las células nerviosas (1910) a los
cultivos extravitales y al rejuve-
necimiento de los tejidos
(191 1) [3], llegando al notable
experimento de mantener las
visceras excindidas de un ani-
mal, vivas y funcionando fisioló-
gicamente in vitro (191 2) [4]. Ha
conseguido, además, activar y
acelerar el crecimiento del tejido
conjuntivo aplicándole el extrac-
to tiroideo, esplénico, del em-
brión u otros extractos ani-
males.
El premio Nobel de Medici-
na de 191 1 ha sido concedido
a Allvar Gullstrand (1862), de
Landskrona (Suecia), profesor de
Oftalmología de la Universidad
de Upsala (1894) Por sus estudios matemáticos de dioptría, o sea de la
ciencia de la refracción de la luz a través de los medios transparentes del
ojo vivo. Del mismo modo que Willard Gibbs fundó la teoría química de
los medios heterogéneos, Gullstrand ha fundado la dioptría de los medios
heterogéneos.
Allvar Gullstrand (18Ó2)
Primitivamente, la imagen en el ojo era considerada como una esquemática dis-
posición punto por punto, al modo como se estudian las lentes de los instrumentos
ópticos. El curso délos rayos en el astigmatismo, por ejemplo, era representado
por el conoide diagramático de Sturm. Gullstrand colocó el estudio de la imagen
(1) Journ. Amer. Med. Assoc, Chicago, 1908; LI, páginas 1662- 1667.
(2) Journ. Exper. Med., New- York, 19 10; XII, páginas 460-486.
(3) Journ. Amer. Med. Assoc, Chicago, 1911; LVII, página 161 1.
(4) Journ. Exper. Med., New-York, 1913; XVIII, páginas 155-161.
352 HISTORIA DE LA MEDICINA
ocular desde el punto de vista de la realidad, diferenciando^clara mente su forma-
ción actual de su proyección óptica. Demostró que el conjunto de rayos en el co-
noide de Sturm no tiene la más remota semejanza con la condición actual del as-
tigmatismo. Aplicando los métodos de la física matemática, especialmente los de
sir William Rowan Hamilton (1828), ha tratado el problema como si se refiriese a
un conjunto de haces luminosos extraordinariamente difusos, refractados por un
sistema de planos continuamente curvos, pudiendo demostrar que durante la aco-
modación el índice de refracción de las lentes aumenta por un cambio actual en su
estructura. Sus principales obras sobre este asunto son: su estudio sobre el astig-
matismo (1 89 1), su Teoría general de las aberraciones monocromáticas (1900) [1] y sus
ensayos de dióptrica déla lente del cristalino (1908) y sobre la imagen óptica real
(1906). En 1889 ha ideado un método práctico de apreciar el astigmatismo corneal
por una sencilla observación, una ventaja que posee un solo instrumento, el oftal-
mómetro de Sutcliffe. En 1892 ha introducido un método fotográfico para localizar
un músculo ocular paralizado. Ha ideado, además, un método micrométrico de
apreciar fotograbado el reflejo corneal, dando el más exacto conocimiento de la
forma de la córnea normal y enferma. Su labor en este terreno puede compararse
a la de Burdon-Sanderson de las' determinaciones fotográficas del tiempo de reac-
ción en el músculo. En 1907 ha demostrado que el color amarillo de la mácula en
la retina es un fenómeno cadavérico, no existiendo durante la vida, y, como antes
hemos indicado, descubrió el mecanismo intracapsular de la acomodación (2). Ha
inventado, además, el oftalmoscopio estacionario sin reflejo (1912), que excluye
toda luz que no pertenezca a la imagen oftalmoscópica, estando así libre de todas
las reflexiones del espejo o del mismo ojo, dando mejor imagen, mejor efecto este-
reoscópico y más amplio campo visual. Ha inventado lentes correctoras con crista-
les asféricos, para los operados de cataratas, que dan un dibujo más limpio e imá-
genes más luminosas, con más amplio campo visual, que las lentes esféricas con la
misma lente focal.
Dos notables innovaciones en la cirugía ocular han sido realizadas en
estos últimos tiempos por oficiales del servicio médico de la India. La ope-
ración o extracción de Ja catarata con la cápsula ha sido ideada por el te-
niente coronel Henry Smith en 1900 (3) y los resultados han sido muy
notables. Como un bienhechor de la Humanidad es conocido Smith en
todo el Norte de la India, donde el reflejo de los despiadados rayos del
sol en las secas llanuras viene a dar con aterradora fuerza en los ojos de
los indígenas. Sus clínicas en Jullundur y Amritsar, en el Punjab, se ven
frecuentadas, no sólo por series de ciegos que vienen de todas partes, sino
también por oculistas cirujanos, hasta de los Estados Unidos del Oeste,
que atraviesan el mundo por aprender sus métodos. Para enseñar a hacer
la pupila, realiza la operación ante ellos. Hace unas 3.000 extracciones de
•catarata al año, y en 1910 había llegado a hacer 24.OOO, de las que 20.OOO
eran por el método intracapsular. Otra operación nueva, la de la trepana-
ción esclerocorneal para el glaucoma, ha sido ideada por el mayor Robert
Henry Elliot, I. M. S., en agosto de 1909 [4]. La operación de von Graefe
(1) Gullstrand: AUgemeine Theorie der monochromatischen Aberrationen, LTpsa-
la, 1900.
(2) Arch./. Ophih., Berlín, 191 2; LXXII, páginas 169-190.
]x) EL Smith: Indian Med. Gaz., Calcuta, 1900; XXXV, pág. 240; 1901, XXXVI,
página 220; 1905, XL, pág. 327.
(4) Elliot: Ophthalmoscope, Londres, 1909; VII, páginas 804-808.
EL SIGLO XX
353
ha dominado por espacio de medio siglo. Lagrange y Herbert han ensal-
zado el valor de la esclerotomía, y hasta la trepanación corneal había sido
ensayada por Argyll Robertson, Blanco, Fróhlich y Freeland Fergus; pero
Elliot ha realizado la operación con varios perfeccionamientos que le son
propios y que la facilitan grandemente.
Grandes adelantos en el diagnóstico y tratamiento de las enfermeda-
des del oído interno han sido llevados a cabo por Robert Bárány (1876),
de Viena, Privatdocent de la Uni-
versidad, que ha trabajado mucho
por poner en claro el obscuro pro-
blema del vértigo auricular o en-
fermedad de Meniere, diferencián-
dole especialmente de las lesiones
vecinas o sobreañadidas del cere-
belo, de la epilepsia y de la forma
común del nistagmus (1906) [1].
El vértigo laberíntico o «nistag-
mus vestibular es interpretado
por Bárány como una perturba-
ción de la función del nervio ves-
tibular o de los órganos en los que
se distribuye, habiendo señalado
su origen de diferentes causas, en
las cuales podía establecerse con-
fusión. Ha ideado una serie de in-
geniosas pruebas diferenciales, ta-
les como la producción del nistag-
mus por irrigación del conducto
auditivo externo con agua fría o caliente (prueba calórica), o haciendo que
el sujeto trate de tocar un objeto teniendo los ojos tapados, y habiéndole
previamente tocado con los ojos abiertos (prueba estática), y ha podido
demostrar la exactitud de sus casos por las operaciones afortunadas del
cerebelo o del oído interno. Ha inventado, además, la «máquina ruidosa >
para comprobar la paracusia de Willis, y otras novedades diagnósticas.
Los últimos diez o veinte años han sido testigos de un extraordinario
desarrollo del interés por la historia de la medicina. Muchos admirables
ensayos y monografías se han publicado; se han creado Sociedades en
Alemania, Italia, Francia, Inglaterra y en las grandes ciudades de América;
Robert Bárány (1876).
(D% una fotograiía de la-Biblioteca General de Cirugía.)
(1) Bárány: Arch.f. Ohrenh., Leipzig, 1906; LXVIII, páginas 1-30, y publicacio-
nes posteriores.
Historia di la Mbdiouta.— Tomo II
23
354
HISTORIA DE LA MEDICINA
se han celebrado exposiciones de objetos raros, libros e ilustraciones pic-
tóricas, y muchos médicos modernos han hecho colecciones privadas muy
importantes de estos mismos objetos. El adelanto más grande de los últi-
mos años ha sido la fundación del Instituí für Geschichte der Medizin) en
Leipzig, en 1 905, bajo la dirección del profesor Sudhoff, para el cual se ha
creado una cátedra especial de la asignatura en la Universidad (1905).
Este Instituto y las publicaciones del mismo sostiénense con una dotación
de 500.OOO marcos, dados por la
viuda del difunto profesor Theo-
dorPuschmann, y al aceptar esta
dirección, el profesor Sudhoff ha
estipulado que se crearía un edi-
ficio aparte para la nueva espe-
cialidad. Karl Sudhoff (1853), de
Francfort am Main, que había
practicado la Medicina por espa-
cio de varios años antes de este
acontecimiento, y que se ha con-
sagrado por completo a autoedu-
carse en la historia de la Medici-
na, comenzando con sus impor-
tantes estudios sobre Paracelso
(incluso un acabado estudio de
los manuscritos de Paracelso)
comenzados en 1 876 y publica-
dos en 1887-99, que serán siem-
pre una autoridad en la materia. Ha escrito completas y acabadas mono-
grafías sobre los iatromatemáticos de los siglos xv y xvi (1902), sobre los
manuscritos y otras ilustraciones médicas del siglo xv (1907), sobre la his-
toria de las antiguas ilustraciones anatómicas (1908), sobre los incunables
médicos alemanes(l908), los papiros griegos del período alejandrino ( 1 909),
la balneología antigua (1910) y la historia antigua de la sífilis (1912). Todas
ellas son investigaciones originales del género más profundo, y, además de
ellas, ha publicado una serie extraordinariamente numerosa de más reduci-
das, pero muy importantes también, investigaciones, especialmente en los
Archiv für Geschichte der Medizin, que ha fundado en 1908. Ha hecho mu-
chos de los textos médicos más raros accesibles a los lectores alemanes
por sus Klassiker der Medizin, una serie de reimpresiones poco costosas,
que semejan, en el estilo y en la forma, a las bien conocidas ediciones de
( totwald, de os científicos. Su método de investigar es completa-
mente nuevo. Con los re( ursos financieros de su dotación, viaja por todas
Karl Sudhoff (1853).
(.Ue un retrato de la Biblioteca General de Cirugía.)
EL SIGLO XX 355
partes en busca de los manuscritos raros o no impresos, y de las ilustra-
ciones, por todas las bibliotecas privadas y públicas de Europa, y foto-
grafiando unos y cotejando otros ha sido apto para ampliar los métodos
inductivos con señalada habilidad, trayendo a colación muchos hechos
nuevos, afirmando puntos sujetos a discusión y rechazando mucha de
la tradicional Papierwissenchaft, cuyos datos habían sido servilmente
aceptados. Así, ha demostrado, por cotejo de manuscritos no impresos,
que, hasta los tiempos de Vesalio, las ilustraciones anatómicas y de otro
género han estado basadas, por espacio de siglos, en la servil tradición, y
casi todas ellas desprovistas de toda señal de observación original y direc-
ta. Nadie, desde la época de Choulant, se ha ocupado de un modo más efi-
caz de las ilustraciones anatómicas. Sudhoff ha desenvuelto también, y de
un modo completo, la ciencia de los Lasstafelkunst, que trituraba con tan
obsceno vigor Paracelso en su Liber Paragranum (1589), y durante su in-
vestigación ha encontrado en la Biblioteca Nacional de París la primer pu-
blicación médica de este género que ha sido impresa: el Calendario de la
purga, de Gutenberg (1457). Sus investigaciones filológicas de los papiros
alejandrinos (1909) nos han dado mucha luz acerca del estado de la Me-
dicina egipcia durante este período, y sus recientes investigaciones sobre
la historia antigua de la sífilis (1912), de la cual ya nos hemos ocupado,
proporciona un poderoso argumento contra la teoría del origen americano
de esta dolencia. Ha añadido, además, mucho a nuestro conocimiento del
avance de la Medicina del estado durante la Edad Media. Sus originales
investigaciones y reproducciones de los escritos medievales sobre lepra,
peste y sífilis, incluyendo las ordenanzas preventivas, van mucho más allá
de la obra de Haeser en este mismo terreno. Leyendo su maravilloso ca-
tálogo de la Exposición Histórica de Dresde (1911) se realiza ya un cono-
cimiento, como pocos, de la historia de la medicina. Sus vastas lecturas le
han proporcionado un conocimiento tan profundo de la medicina medi-
eval, tal como no lo posee actualmente ninguna otra persona en el mundo,
y sólo su conversación se dice que basta para la inspiración de sus discí-
pulos. Sudhoff piensa que los filólogos clásicos, que han agotado las posi-
bilidades de la literatura secular de Grecia y Roma, debieron afilar sus
dientes en los antiguos escritos médicos y tratar de dilucidarlos. Sus aca-
bados estudios de los incunables médicos alemanes (1908) suplementan
y completan la obra de Choulant y son los precursores del movimiento
iniciado en Berlín en 1904 para crear un catálogo internacional de todos
los incunables de las bibliotecas públicas y privadas, con el fin de decidir
los puntos dudosos relativos a la época, lugar y autor de los mismos.
Con la labor de un erudito tan eminente debe terminar este esquema
de la medicina moderna.
ASPECTO CULTURAL Y SOCIAL
DE LA MEDICINA MODERNA
Los lectores de la Historia de la Moral en Europa, de Lecky, recorda-
rán las impresionantes páginas en las que este eminente escritor filosófi-
co discute los efectos del moderno espíritu de industrialismo sobre
las relaciones éticas, incluso sobre la moral sexual. Dos tipos de caracte-
res— dice — son aptos para producir: el económico, frugal y prudente, que
tiene «toda esa serie de virtudes que se designan con el término de res-
petabilidad», y el tipo emprendedor, teórico, que es «inquieto, fogoso e
inseguro, muy expuesto a caer en grandes y aparentes vicios, impacien-
tándose por las rutinas, pero no menos propicio a las grandes simpatías, a
las grandes generosidades y resoluciones >. El primer tipo es el que pre-
domina en los pueblos pebres, aislados; el segundo, entre los grandes
mercados comerciales. Las grandes fases del gran movimiento industrial
de la vida moderna no han dejado, como es natural, de ejercer gran influ-
jo en la práctica médica. Durante el siglo xix vemos al médico que va
siendo cada vez más impersonal, más hombre de negocios y no demasia-
do influido por aquellas obligaciones sociales y éticas que han constitui-
do, positivamente, la característica de los médicos del siglo xviii. El «mé-
dico de familia» de los tiempos pasados ha desaparecido por completo,
salvo en las pequeñas comunidades, y en el período moderno encontra-
mos al médico urbano, bajo la presión de la competencia, creando por to-
das partes códigos locales de ética profesional. Los motivos de esto no
son difíciles de apreciar. Están clara y suficientemente expuestos en la há-
bil pero superficial inventiva de Bernard Shaw contra el industrialismo de
la profesión médica. Otto Juettner, en su interesante biografía de Daniel
Drake, cuenta de un cierto grupo de médicos de la región occidental en
los primeros treinta años, que cuando eran avisados para ver un enfermo
cuya posición económica era ignorada, siempre preguntaban al entrar en
358 HISTORIA DE LA MEDICINA
la casa: «¿Quién paga esta cuenta? > Este es un crudo ejemplo, sobre todo
si se compara con lo que Abraham Flexner dice a propósito del carácter
de los dos Hunter, Matthew Baillie, Bright, Addison y Hodgkin:
«Estos hombres llevaron, en lo esencial, la misma carrera. Como jóvenes des-
conocidos llegaron a ser ayudantes de la sala de disección o de las clínicas o con-
sultas públicas del hospital. Esta fué su oportunidad; la obscuridad fué su protec-
tora. Emplearon años en estudiar, tanto desde el punto de vista patológico como
del clínico, aquellos importantes problemas a los que han quedado asociados sus
propios nombres. Cuando, ai cabo de una década, habían llegado a ser científicas
eminencias, seguían girando dentro de su laboriosidad habitual. El resto de su ac-
tiva vida la emplearon como prósperos médicos de consulta, visitando los hospita-
les y enseñando en sus escuelas médicas; pero, naturalmente, sin el lujo, comodi-
dades ni otros estímulos requeridos por los futuros investigadores científicos. El
hospital, como una institución, era indiferente; no había otros estímulos. Siguieron
quince o veinte años improductivos. Así florecían antiguamente los hombres; pero
ellos no dejaron semilla; no han dejado herederos; no han establecido escuela» (i).
Aparentemente, Flexner no está familiarizado con los discípulos de
Hunter, ni con las averiguaciones modernas a propósito de Addison y
Hodgkin, como «médicos de próspera consulta», ni con los sucesores de
Bright y de Addison en el Guy's Hospital; sin embargo, no parece impro-
bable el que una buena consulta, un confortable domicilio en la Harley
Street, haya dejado de constituir la ambición dominante de los médicos
prácticos de Londres en el período moderno. Aun en la misma Alema-
nia, Flexner parecía dispuesto a admitir «una creciente sospecha de que
el idealismo de los profesores clínicos es accesible a la tentación, tal vez a
la necesidad, de aumentar sus rentas La escala de la vida ha sido alte-
rada por la prosperidad industrial; los nuevos ideales, el materialismo de
los caracteres, todo ha sido arrastrado por ella». Desde los días de la ter-
ca persecución de John Hunter, tras «la condenada guinea», hasta las
disputas de la época actual a propósito de la «división de los honorarios»,
del contrato médico, de las igualas, Krankenkassen, de las patentes médi-
cas, de los médicos descalificados, de la plusvalía de los doctores, la ne-
cesidad de luchar por una competencia, en lugar de tenerla asegurada por
una práctica de familias como en el siglo xviii, ha determinado un cam-
bio completo en el médico moderno. El ideal es científico e impersonal,
tan eficaz como un ingeniero y tan capaz de ver y de actuar como una
persona.
A pesar de todo elfo, los hombres se ven influidos por las condicio-
nes sociales que golpean sobre sus espaldas. Es un hecho comprobable el
que los cuadros de los americanos de la época de la guerra civil eran
más sinceros y más ideales que los de la época moderna. El tipo moder-
(i) Flexner: Medical Education in Europe, New-York, 191 2- 13.
PERIODO MODERNO 359
no se señala por una marcada suficiencia de negocios. Para el adelanto de
la ciencia esto ha sido una ventaja inconmensurable. La ciencia moderna
ha derribado la idea de la infalibilidad personal, ha comprobado ella mis-
ma sus propios resultados y ha adquirido una propia y exagerada probi-
dad. «El caballero científico — dice Billings — es el hombre de sangre azul
de nuestros días.» Puede afirmarse, para gloria de la medicina moderna,
que, a despecho de la competencia, miles de médicos han continuado
ejerciendo su profesión siguiendo las antiguas honorables prácticas, dan-
do generosa y ampliamente su tiempo a los pobres, a pesar de que en las
calles donde se amontonan las riquezas un hombre cuyo corazón sea me-
jor que la cabeza es siempre definido como loco. Los más ilustrados mé-
dicos de nuestros tiempos van dirigiéndose a la medicina preventiva, con
lo que se tiende a suprimir una gran proporción de la práctica médica.
«Ciertamente, los hombres que habitualmente prestan una gran cantidad
de sus servicios gratuitamente, y que están constantemente ocupados en
destruir sus propios medios de vida, no pueden ser convictos de ser com-
pletamente mercenarios» (i).
Como dice ingeniosamente Harwey Cushing: «El doctor Pound (libra),
de Cure Lane (la callejuela de curar) ha sido reemplazado por el doctor
Ounce (onza), de Prevention Street (de la calle de prevenir)» [2].
El coste cada vez mayor de la vida, el automóvil, los gastos de domi-
cilio e instrumentos, los estudios y viajes al extranjero, hacen graves in-
cursiones en las ganancias del médico moderno, y de aquí que se haya,
en casi todas partes, triplicado los honorarios médicos. En otros términos:
el valor del dinero para adquirir sigue descendiendo constantemente. De
acuerdo con las leyes de la economía, cuanto más grande es la provisión
de oro, tanto más llega a ser una comodidad y tanto menores serán las
cosas que se compren. Es más fácil, en nuestros días, ganar dinero que
adquirir alimentos no adulterados y ropa o trabajo útil.
Al final del siglo xvm (1798), las cargas profesionales de los «prácticos de Me-
dicina y Cirugía en los Estados Unidos, New- York» (3) eran: un dólar por una visi-
ta corriente y 1,25 dólar con una sola dosis de medicamento; 12 centavos cada do-
sis de pildoras y polvos; 5 dólares por consulta (prescripción verbal) o por una vi-
sita nocturna, 1 a 2 dólares por sangría, 4 dólares por ventosas, 100 dólares por
cada amputación por la articulación, extracción de un ojo u operación de un aneu-
risma, al paso que la operación de la hernia, de cálculos o de cataratas costaba
125 dólares; un parto normal, de 15 a 25 dólares; un parto difícil, de 25 a 40. Samuel
C. Busey comenzó a practicar en Washington, D. C, en 1849, llevando un dólar por
visita, y «muchas veces la cuenta era convenida como una fracción, y frecuente-
(1) J. B. Nichols: Medical Sectarianism, Wash. Mea. Ann., i9i3;XTI, pág. 12.
(2) Cushing: Brit. Med. Journ., Londres, 19 13; II, pág. 291.
(3) J- J- Walsh: Physicians' fees down the ages, Internat. Clin., Filadelfia, 20 s., IV,
páginas 259-275.
36o HISTORIA DE LA MEDICINA
mente una pequeña fracción, de la suma total» (i). En la época actual, el importe,
por término medio, de una visita es de 3 dólares (dos en algunas localidades), y las
consultas y los casos quirúrgicos y obstétricos son pagados proporcionalmeníe. En
Inglaterra, el importe, término medio, de la consulta hacia 1870, era una guinea;
posteriormente, es costumbre pagar dos guineas por la primer visita y una guinea
por las consecutivas. Si requerían viajar, se cargaba, hasta 1845 aproximadamente,
una guinea adicional por cada milla; posteriormente, desde los viajes por ferroca-
rril, dos guineas por cada tres millas (Power). En los pueblos, o tratándose de
clientes pobres, las visitas pueden variar de diez chelines, cinco chelines, diez y
ocho peniques, hasta seis peniques. El médico de pueblo suele cobrar más bien las
medicinas que receta y administra que las visitas prestadas; así, por ejemplo, san-
gría, 1 chelín 6 peniques; bolos, 1 chelín 6 peniques; poción y pildoras, 1 chelín
9 peniques; iter (viaje a la casa), 1 chelín 6 peniques. La ley de pobres señala
en 1845, como usual, 20 libras por cada parroquia, mas 10 chelines por cada caso
obstétrico, con una adición de 2 chelines 6 peniques si el enfermo tvive*a una dis-
tancia de más de tres millas (Power) [2]. La socialización de la medicina en la prác-
tica de los jurados ha impuesto mucho trabajo de más y muy poca compensación y
ha doblado la tarea de los que no estaban sujetos al servicio militar durante la
guerra europea.
En Francia, durante la guerra napoleónica, una consulta en el gabinete del mé-
dico o una visita en la ciudad valía 10 sueldos (1805-39); en 1850, un franco. La san-
gría, una libra; el parto, 12 libras. En Prusia (1906), médicos y enfermos se arre-
glaban con alguno de estos contratos: 2 a 20 marcos, por una visita corriente;
1 a 10 marcos, por cada visita o consulta subsiguientes; 4 a 10 marcos, por un par-
to, con una mitad más si son gemelos; 3 a 15 marcos, por extirpar una amígdala;
10 a 30 marcos, por reducir una fractura. En 1892, más de la mitad de los médicos
de Berlín estaban señalados como ganando menos de 3.000 marcos, y una décima
parte sólo como ganando más de 10.000 marcos. En Berlín, en 1908, el sueldo de
un profesor ordinario eran 4.800 marcos, con un aumento de. 400 marcos cada cua-
tro años y un máximo de 7.200 marcos al final de veinticuatro años de servicios.
Fuera de Berlín comenzaban con 4.200 marcos y terminaban con 6.600. Un profe-
sor extraordinario comienza con 2.600 marcos, para llegar a 4.800 como máximo.
En Austria, los extraordinarios comenzaban con 3.200 coronas, alcanzando las 4.000
coronas en una década. Flexner cuenta que un eminente profesor alemán descom-
ponía del modo siguiente sus ingresos: «300 dólares como médico del hospital
pagado por la ciudad, 2.000 dólares como profesor pagado por el Estado, 5.000 do-
lores de los estudiantes. Además, tenía alguna consulta durante la tarde» (3).
El arte moderno, lo mismo que el del siglo xvn, ha representado los
asuntos médicos de múltiples y variadas maneras. Uno de los caracteres
más salientes del modernismo, «la enfermedad extraña de la vida moder-
ea», es buscar todo lo que sea extraño y nuevo, y respecto del arte, bus-
car (a inspiración en lo feo y en lo deforme. Los cuadros de Goya en el
Museo del Prado, por ejemplo, y especialmente sus aguafuertes, son
triunfos fio lo macabro. Sus representaciones de teratología, idiotismo,
locura, muertes violentas y matanzas generales demuestran el curioso in-
terés por lo horrible, la delicia solemne por la muerte, que los Goncourt
pensaban ser esencialmente español; Le génie de T horreur c est le génie de
rEspagne. El musco Wiertz, en Bruselas, nos proporciona otro ejemplo
de esta misma tendencia, infanticidios, suicidios, inhumaciones prematuras
amuel C. Bu < /' rsonal Reminiscences, Washington, 1895; P¿g- 63-
(2) í). A. Power: [Janus, Amsterdam, 1909; XIV, páginas 292-293.
($) Flexn< r: Op. c/t., páginas [48 y 293 a 299.
PERIODO MODERNO 361
y escenas eróticas son los temas tratados preferentemente por sus artistas.
Charcot da un interesante grupo de ciegos del artista japonés Hokusai.
El impresionista Degas trabaja con la precisión de un pintor holandés de
interiores, y se excede en reproducir los movimientos artificiales de la
bailarina. Sus desnudos son tan deformes como los de Rembrandt. Otro
desarrollo más moderno es el de lo escabroso, que ha sido acabadamente
tratado por los pintores de cartones y caricaturistas como Gavarni y en
los cuadros de los secesionistas alemanes, alguno de los cuales, por ejem-
plo, ha representado el parto con espantosa franqueza. Más recientemen-
te, el Salon des refuses, en París, ha presentado también algo de este mis-
mo género. Siguiendo líneas mucho más convencionales, encontramos un
gran número de cuadros representando doctores en la clínica o cirujanos
operando en el anfiteatro, y de los cuadros del tipo literario, anteriormen-
te de moda, que se refieren a la historia, señalaremos el de Wilhelm von
Kaulbach, Narrenhaus (1837); e^ de F- Hamman, Vesalio; Germain Colot
realizando la operación de la talla ante Luis XI (1414), por Rivoulon;
Ambrosio Paré operando en los suburbios de una ciudad sitiada, por L. Ma-
tout; Los apestados de Jaffa, por Antoine-Jean Gros; Pinel en la Salpé-
triere, de Robert Henry; Lección de Velpeau, por Feyen-Perrin, o Pean
demostrando la hemostasia por for apresura (L. Gervex). Otros, como el
Dentista, de Andrea Cefaly (1875); el cuadro de Pasteur inoculando con-
tra la hidrofobia, de Laurent Gsell; el Pasteur en su laboratorio, de Edel-
felt; los Estudiantes de arte disecando en la escuela práctica, o el cuadro,
de A. Brouillet, Charcot demostrando un caso de histerismo en la Salpé-
triere, o el Laboratorio de San Lázaro, de Julián Story, demuestran la ten-
dencia hacia la representación realista o fotográfica, como de algo «toma-
do en el acto». Carolus Duran, Sargent, Cecilia Beaux y otros han hecho
excelentes retratos al óleo de médicos modernos. Muchos de estos médi-
cos modernos han ilustrado ellos mismos sus propias obras, especialmen-
te los Bell, Henle, His, Leidy y Lister. Paul Richer ha hecho un hermoso
retrato dibujado de Charcot, y el propio Charcot era un talento como
dibujante y decorador en porcelana. Su pincel seguía las líneas de lo
cómico y de lo fantástico, y sus caricaturas de la Facultad de Medicina de
París, como amigos en concilio (L Aréopage) y el desfile indio (en queue)
son deliciosos. Sir Seymour Haden, el cirujano, era uno de los más per-
fectos aguafortistas modernos. En escultura tenemos un bajorrelieve de
Alfred Boucher representando al joven Tobías devolviendo la vista a su
padre (Museo de Troyes), la estatua de tamaño natural de Charcot, en la
Salpétriére, obra de Falguiére (1898) y las figuras más convencionales de
médicos ingleses y americanos en diferentes localidades. Rodin ha hecho
gran número de curiosas notas esquemáticas de anatomía, como prepara-
362 HISTORIA DE LA MEDICINA
ción de su modo especial de tratar el mármol. De los muchos monumen-
tos recientes de Miguel Servet mencionaremos la figura en la pira funeral
de la Place Montrouge (París), de Jean Baffler; el contemplativo Servet,
con toga y birrete doctorales, en el museo Velasco, de Madrid, la estática
del mártir en la prisión, por Roch (Annemasse); el desnudo rodinesco,
por Joseph Bernard, en Viena (Isere); la figura sentada y con toga, en el
pórtico del edificio de la Facultad de Medicina de Zaragoza, y el plinto
expiatorio, de granito rojo tallado, en Ginebra. Servet ha sido, además,
conmemorado en un drama por el dramaturgo e ingeniero español José
Echegaray (La muerte en los labios) [i].
Así como los médicos modernos se han visto numerosas veces carica-
turizados por las artes gráficas, del propio modo las tendencias mer-
cantiles de la profesión en nuestros días han dado abundantes ocasio-
nes para el ejercicio de la sátira literaria. Baas ha acertado al caracte-
rizar al doctor de este tipo de la primera parte del siglo xix: «por el
elegante corte de su traje, sus universales saludos y rápida marcha, su
imperturbable amabilidad, y el termómetro, estetóscopo, martillo de
percusión, etc., saliéndose de los bolsillos de su gabán» (2). Todo ello
implica una perspectiva algo pasada de todo un período; pero, sin
embargo, nosotros encontramos rasgos semejantes de elegancia en al-
gunos caracteres de Dickens, como el Dr. Slammer en Pickwick, o
el Dr. Joblin en Martín Chuzzlewit, y en el Dr. Aberford de Christie
Johnstone, de Charles Reade. El Dr. Firmin, de Thackeray, y el doc-
tor Downward, de Wilkie Collins, representan tipos de un género más
astuto y dudoso. El mejor retrato imaginativo del médico elevado, de
tipo intelectual, es el de Lydgate en Middlemarch, de George Eliot
una novela que, en su conjunto, nos da el punto de vista más real
de la medicina inglesa en el último período georgiano y en el primero
de la Reina Victoria. La fina intención satírica del autor aparece en la
charla médica de las damas elegantes en el capítulo X. Mrs. Cadwa-
llader compara a Casaubon, el fósil novio de la bella Dorotea, a una
dosis de medicamento «repulsivo para tomarlo y que seguramente no
conviene >, y lady Chettam, al discutir las relaciones de la superior
familia de Lydgate, observa:
I no no debe esperarlo de un práctico de ese género. Por mi parte, yo prefie-
ro poner al médico en el mismo pie que a mis sirvientes; esto parece ser frecuen-
temente lo mejor. Aseguro a usted» s que encuentro el juicio del pobre Hicks infa-
lible. Nunca le he visto equivocarse. Ks tosco como un carnicero; pero conoce mi
tituí ion.
(1) Osleí menciona otra: El reformador de Ginebra (impresa privadamente
en 1897), por el profesor Shields (Princeton).
(2) lía as: Op. cit., pág. 770.
PERÍODO MODERNO 3^3
La misma nota aparece en el horror que en El Mayor Pendennis ex-
perimenta una*lady casada hacia el doctor de su tío, y en el que podemos
ver una expresión de la estimación en que entonces se tenía a los médi"
eos. El Washington Square (l88o), de Henry James, demuestra una alegre
confianza en su estado superior en los Estados Unidos. Balzac ha inmorta-
lizado al médico de pueblo en Francia (i); no es seguro que Dupuytren
sea el original de su Desplein; pero su Horace Bianchon es un retrato ima-
ginario. Gustave Flaubert, Samuel Warren, Charles Lever, Oliver Wen-
dell Holmes, Weir Mitchell, todos han considerado este asunto desde di-
ferentes puntos de vista. Mitchell ha hecho un acabado estudio del char-
latán (2). Los estudiantes de Medicina de Dickens, Albert Smith y otros
son perfectamente conocidos. El Bazaroff de Turgenieff (3), el estudiante
agnóstico y anarquista de la Europa Oriental, es una creación genial.
Las condiciones de la educación médica en los tiempos modernos pue-
den resumirse del modo siguiente: La enseñanza de la medicina como
ciencia, con un fin algo más elevado que el puramente práctico, comienza
con la fundación de laboratorios y con la reunión gradual de especialida-
des como unidades en la instrucción universitaria. Desde la época de
Boerhaave, los grandes maestros han tenido siempre un número limitado
de brillantes discípulos, que vivían en las mismas condiciones que ellos
mismos; pero el conjunto de estudiantes no ha podido comenzar a estar
en íntimo contacto con toda la labor actual de hechos y de experiencias
necesario para su «educación» hasta que se le ha podido darla oportuni-
dad de comprobar y de hacer las cosas por sí mismos, y esto ha sido po-
sible desde el momento en que, incluso en anatomía, la labor práctica iba
sustituyendo a la rutina de las lecciones didácticas, frecuentemente basa-
das en fantásticas teorías que emanan del cerebro del profesor. La ense-
ñanza universitaria alemana era, desde largo tiempo, teórica, pero con la
fundación de laboratorios, como los de Purkinje en Breslau (1824), de
Liebig en Giessen (182 5) y de Virchow en Berlín (1856), comenzaron ten-
dencias completamente nuevas; y aunque se necesitó largo tiempo para
que este nuevo movimiento fuera abriéndose camino, sin embargo, desde
el advenimiento de Virchow y de sus contemporáneos, el mundo moder-
no ha sido guiado por Alemania en aquellas ciencias sobre las que está
basada la Medicina, al paso que Inglaterra y Francia se han distinguido
más bien en la organización de la enseñanza clínica y hospitalaria. Ya en
1842, todavía Helmholtz se graduaba como cirujano militar discutiendo,
(1) Balzac: Le médécin de campagne (1833).
(2) Weir-Mitchell: The Autobiography of a Quack, New-Yoik, 1900.
(3) Turgenieff: Padres e hijos (1862).
364 HISTORIA DE LA MEDICINA
entre otros temas, una operación quirúrgica que, como Haller en tiempos
anteriores, no había hecho ni visto hacer nunca. En tanto (jue la medicina
alemana estaba sufriendo aún los dolores de la «Fisiología Natural»,
Laénnec y Louis, Bright y Addison, Graves y Stokes, Dupuytren y Ast-
ley Cooper se veían rodeados de una muchedumbre de competentes clíni-
cos y cirujanos. En los tiempos actuales, la educación médica alemana
aparece basada en la suposición de que todas las especialidades, incluso la
de dentista y la de tocólogo, son simplemente fases de la Física y de la
Química, y difícilmente encontraremos alguno de sus notables profesores
que no haya publicado en el comienzo de su carrera alguna obra original
sobre una de esas ramas fundamentales de la Medicina. En los Estados
Unidos, las circunstancias son completamente diferentes. En la época co-
lonial, el estudiante de Medicina, aunque pobremente educado, tenía por
lo menos la ventaja de encontrarse colocado a las órdenes de un precep-
tor, comenzando de este modo a conocer, en íntima y constante relación
con él, los detalles de la práctica médica. Pero en las condiciones de vio-
lenta competencia, propias de una democracia en período de crecimiento,
esta costumbre dejó bien pronto de existir, y en tanto que una o dos es-
cuelas médicas se mantenían en un nivel excelente, un gran número de es-
cuelas inferiores vinieron a demostrar pronto que no tenían fundamento
para su existencia. En la primera mitad de la centuria, los ambiciosos y
emprendedores estudiantes americanos que tenían bienes de fortuna iban
a París a estudiar con Louis, a Londres a aprender con Astley Cooper ;
posteriormente, fueron en gran número a Berlín con Virchow, a París con
Charcot, a Viena con Billroth. Fué solamente hacia el final del siglo xix,
bajo la dirección de Elliot en Harvard, Billings, Welch y Osier en el John
Hopkins y Pepper en Filadelfia, cuando comenzó la verdadera enseñanza
médica con la enseñanza universitaria, en el sentido de preparar al estu-
diante a hacer uso de su propio criterio no aceptando ciegamente los dog-
mas. En el primer período, algunos hábiles médicos americanos, proce-
dentes de las escuelas inferiores, enseñaron su medicina por la práctica;
pero la labor que ellos realizaron fué debida a ellos mismos y no a las con-
diciones del centro de enseñanza de donde procedían.
En el Continente, la medicina clínica era hábilmente enseñada por
Corvisart, Laénnec, Louis y Trousseau en París, Schonlein y Frerichs
en Berlín, Skoda y Oppolzer en Viena. En esta época estaba de moda el
-diagnóstico de impresión >, como la rapidez en el operar. Corvisart, en
una ocasión, notaba que el sujeto de un cuadro al óleo debía haber sido
víctima de una enfermedad cardíaca, y lo demostraba en seguida. Frerichs
estaba de tal modo enfatuado con su acierto, que no admitía nunca que
uno de sus diagnósticos pudiese ser erróneo. A pesar de ello, empleaban
PERÍODO MODERNO 365
en sus clínicas los métodos más exactos que se conocían. Corvisart ha re-
sucitado la percusión. El estetóscopo, en manos de Laénnec, ha sido el
medio de desarrollar la ciencia de las enfermedades torácicas. Louis y los
clínicos irlandeses idearon el cálculo del pulso por el reloj. Piorry inventó
el plexímetro. Wunderlich colocó la termometría clínica sobre una base
científica. El estetóscopo se encuentra mencionado por vez primera en el
catálogo de Harvard, en 1868-69; el microscopio, en 1 869-70. Aquellos
eran, al principio, de diez pulgadas de longitud, teniendo esta longitud
para poder registrar la temperatura, al cabo de cinco minutos por lo me-
nos, estando colocados en la axila, y, como ingeniosamente dice Brunton,
«se llevaban debajo del brazo, como se lleva un fusil» (i). Su reducción
de tamaño y la verdadera invención del termómetro de bolsillo es debida
a sir Clifford Allbutt (1868). Ni Keen ni Tyson han visto un termómetro
clínico, ni una jeringa hipodérmica de 1862-65. Sin embargo, Billings, al
encargarse de Richmond, herido siete días antes, estaba provisto de una
y otro (2).
En 184O, Schonlein introducía la novedad de enseñar en alemán en la
Charité, al paso que Wolff, su rival en Berlín, llevaba, por el contrario,
una lateinische Klinik, donde no había nada de percusión ni de ausculta-
ción, y sí sólo la pedantería, que no se suprimió hasta poco antes de reti-
rarse Schonlein en 1 857. La clínica de Schonlein, tal como la describe
Naunyn(3), era del más elevado orden científico. Antes de comenzarla vi-
sita, el corto y gordo Schonlein estaba sentado en un confortable sillón al
lado de la cama del enfermo, en tanto que el ayudante leía la historia del
caso con todos los detalles necesarios de auscultación y percusión y todos
los datos físicos y químicos. Se levantaba entonces Schonlein y procedía al
examen del enfermo, y, volviendo de nuevo al sillón, procedía a desenvol-
ver su diagnóstico apoyándolo en datos patológicos, y después discutía el
caso desde los puntos de vista etiológico y patológico. Si sucumbía el en-
fermo, se procedía a la autopsia, con «epicrisis», en la que se discutían
los posibles errores del diagnóstico. Después de Schonlein vino Frerichs
(!859), que siguió las mismas tradiciones. Este examinaba directa y com-
pletamente los casos nuevos, y si encontraba que los ayudantes lo habían
estudiado a fondo, se leían las historias con todos los datos accesorios de
(1) Sir Lauder Brunton: Lancet, Londres, 19 16; I, página 317. Véase, además, la
interesante historia del termómetro clínico por G. Sims Woodhead y P. C. Varrier-
Jones, en Lancet, 1916; I, páginas 173, 281, 338, 450 y 495.
(2) Billings: Tr. ColL Phys., Filadelfia, 1905; páginas 115 y 116. El termómetro
clínico ha sido popularizado en los Estados Unidos por los libros de Edouard Se-
guin de 1873 y 1876.
(3) Naunyn: Die Berliner Schüle von 50 Jahren (Samml. klin. Vortr., núm. 478),
Leipzig, 1908; páginas 210 y 21 1.
366 HISTORIA DE LA MEDICINA
examen de orinas, excreta, esputos, laringe, hasta el fondo del ojo, y en-
tre tanto, los dibujos y las preparaciones microscópicas (frecuentemente
de su colección privada) andaban de mano en mano entre los estudiantes.
El nunca bromeaba ni trataba mal a sus ayudantes; al contrario, les trata-
ba, según dice Naunyn, como si fueran órganos de su propio cuerpo. La
recapitulación que hacía Frerichs, con el diagnóstico, muchas veces ex-
puesto de un modo teatral, se consideraban como piezas maestras. El per-
manecía sobre una base rigurosamente científica, aunque, en relación con
estos asuntos, Frerichs favorecía la minuciosa casuística clínica de los in-
gleses; y el enfermo, si no se retiraba a tiempo, algunas veces oía un mal
pronóstico . La terapéutica era cuidadosamente considerada por Frerichs,
y las prescripciones iban sucesivamente señalándose como parte del asun-
to; sin embargo, Naunyn piensa que los resultados no le interesaban de-
masiado. Al retirarse o morir el enfermo, Frerichs daba una viva e ins-
tructiva epicrisis, y, al final de cada semestre, venía una «epicrisis gene-
ral», en la cual los casos volvían de nuevo a ser revisados cuidadosamen-
te (i). Sobre esta enseñanza se ha basado el desarrollo alemán de la me-
dicina como ciencia, que ha conducido a las grandes clínicas de Naunyn
y de Friedrich Müller. Traube, que fué director de la otra ala de la Cha-
nté, era también altamente estimado por sus diagnósticos (2). Era más
concienzudo y más sincero en el examen clínico y se interesaba más por
los enfermos que Frerichs, y, por consiguiente, mejor apreciado por la
clientela privada; pero, de acuerdo con Naunyn, conocía poco la química,
y era, casi siempre, un servil repetidor de Virchow en la patología, y, en
en sus esfuerzos por hacer la Medicina clínica una consecuencia de la Fi-
siología, incurría algunas veces en sutilezas retorcidas y superfinas distin-
ciones. Virchow favorecía a Traube y aborrecía a Frerichs; así que las rela-
ciones de estos dos últimos no fueron nunca cordiales. Naunyn relata (3)
que era bastante común el que los dos grandes clínicos, a la cabeza de
sus alumnos, se encontrasen sin dar la menor señal de haberse visto, y a
los discípulos se les prohibía tácitamente el que se reuniesen unos con
otros. Entre tanto, Virchow era la estrella especialmente brillante de
la escuela de Berlín, un político revolucionario en su juventud, un tirano
intelectual en su vejez. Sus lecciones públicas, frecuentemente retrasadas
por motivos políticos, eran difusas, aburridas y difíciles de seguir, a causa
(1) Naunyn: Op. rit.. páginas 212 y 215 a 218.
(2; Por ejemplo, el del aneurisma de la aorta por descubrir por el examen \tk
ringosi ópi< o, La deten» ¡ón d< < uerda vocal izquierda (Deutsche Klinik% Berlín, i860;
XII. pág. 395; 1861, XIII. pág. 263). Osler relata que cuando en una ocasión la au-
topsia no confirmaba bu modo de p< usar. Traube dijo sencillamente: *Wir haden
nicht rickttg gcdacht!-*
(3) Naunyn: üp. cit., pág. 219.
PERÍODO MODERNO 367
de su extensión, frecuentes paréntesis y sentencias; pero era un brillante
maestro en la mesa de autopsias y un profesor sin indulgencia al exami-
nar a los estudiantes (i). Al norte de la Charité antigua se levantaba la
nueva Charité, un feo y obscuro edificio, de ventanas con rejas, contenien-
do los sifilíticos, los locos y una «estación combinada», cuyos enfermos
son procesados que vienen de sus prisiones. De esta estación combinada
era médico en jefe Virchow, y allí, más asiduo en el cumplimiento de su
deber, Virchow trabajaba como un «clínico» (2). En Viena, Skoda se con-
sagraba por completo a la auscultación; Rokitansky, a las autopsias, y Op-
polzer, el mejor maestro en conjunto. Del último grupo de Berlín se de-
cía: «Gerhardt diagnostica siempre; Senator, con frecuencia; Leyden,
nunca» (Jacobi). Leyden, cuando sus ayudantes clínicos expresaban: «Un-
reine Herztone» («ruidos poco limpios del corazón»), decía: «Muy bien;
entonces, lávalos» (Klebs). En Inglaterra, Addison era, probablemente, el
más grande profesor de clínica de su época, elegante, brillante y elocuen-
te; pero poco apreciado por los estudiantes a causa de sus maneras frías
y arbitrarias y de su aspecto marcial. El genial y equilibrado Bright llegó
fácilmente al segundo puesto, y, a pesar de que no se imponía en las lec-
ciones de la cátedra, dejó hecha mucha más labor científica al final de su
vida y tuvo, además, una numerosa clientela. Con estos hombres, y con
un patólogo como Hodgkin, la patología y la clínica médica iban avan-
zando de día en día. En Francia, Trousseau, el más expresivo y pintores-
co profesor de este período, ha preparado el camino para Dieulafoy, Marie
y otros profesores del tipo francés, afable, vivo e inteligente. Las clínicas
públicas de Charcot eran únicas en su género, y necesitaban para llevarse
a cabo todo el gran tropel de gente que le seguía. Con el fin de rodear a
su enseñanza del mayor relieve posible, demostraba sus casos en un pe-
queño teatro, cuyo suelo estaba provisto de candilejas y de todos los ac-
cesorios escénicos de iluminación en los diferentes ángulos. Los enfermos.
permanecían en pie delante de las candilejas, o iluminados, cuando era
necesario, por una luz más viva, en tanto que Charcot, más en la sombra,
desarrollaba y aclaraba los casos de una manera corta y clara, en prove-
(1) La amargura accidental de su carácter es atribuida por Naunyn a las gran-
des contrariedades que experimentó en su primera juventud.
(2) «Los ayudantes de aquel departamento contaban con frecuencia lo regular
y acabadamente que él hacía allí la visita y lo bien que desempeñaba el papel de
médico.» (Naunyn: Op. cit., páginas 215 y 222.) Esto podía formar parte del progra-
ma irónico de Virchow en relación a Frerichs. — M. Regensburger refiere que una
vez vio a Frerichs arponear el bíceps de un enfermo para asegurar una preparación
de triquina. Cuatro días más tarde moría el enfermo de puemia. El caso fué envia-
do a Virchow, quien comenzó la autopsia imitando la solemne y pontifical manera
de Frerichs: «¡Caballeros, otro sacrificio para nuestra ciencia!» (Calif. State Journ,
Med., San Francisco, 1914; XII, pág. 179).
368 HISTORIA DE LA MEDICINA
cho de los extranjeros. Una vez que se había despedido al enfermo, la le-
sión patológica era expuesta inmediatamente en una pantalla en el fondo
del teatro, y este efecto teatral nunca dejaba de impresionar a su gran au-
ditorio. Las maravillosas lecciones de Charcot estaban siempre cuidadosa-
mente escritas por su propia mano, y se las entregaba a sus ayudantes
para que fueran, a su debido tiempo, publicadas. Las figuras de la pantalla
han sido actualmente reemplazadas por el epidiáscopo y el cinematógra-
fo, que son utilizados por algunos modernos cirujanos como el único me-
dio de hacer apreciar los detalles de una operación a un amplio concurso
de estudiantes (i). En las antiguas escuelas americanas, la enseñanza clí-
nica ha sido, durante largo tiempo, didáctica, careciendo la mayoría de
aquéllas de verdaderas facilidades clínicas, y siendo la labor hospitalaria
únicamente accesible a aquellos estudiantes que obtenían plazas de inter-
nos o externos. Estas deficiencias han desaparecido, en el último período,
con las escuelas post-graduadas, en las cuales la enseñanza es enteramen-
te práctica y que Flexner describe como «una subgraduada tienda de
conversación» (2). Los preceptores privados y los supuestos maestros eran
empleados por aquellos que querían adelantar durante sus cursos médi-
cos. Un buen ejemplo de esto tenemos en la exposición que hace Busey
de la enseñanza privada de George B. Wood, de Filadelfia, hacia la mitad
del siglo xix. Wood, un grave y digno cuáquero, que tenía un jardín bo-
tánico particular, gastó 20.OOO dólares en diagramas y modelos, y dio
más de 60.000 en dotaciones para la Universidad de Pensilvania, y el Co-
legio de Médicos de Filadelfia recibía por la noche en su casa a los estu-
diantes, alrededor de una mesa alumbrada por candeleros de plata, y allí
los iba examinando línea por línea, precepto por precepto, de los dos to-
mos de su obra de práctica de la Medicina (3). Este método era comple-
tamente típico de la enseñanza americana en este período. Sus defectos
eran el ser, pedagógicamente, una mera repetición de lo que ya había sido
oído en las rutinarias lecciones, con dificultad para tener ninguna expe-
riencia clínica. W. W. Keen dice que, en las clínicas de Filadelfia, hasta
Da Costa, en la sesión de 1866-67, afirmó de ellas ser lo más vacías e in-
útiles que se podía uno imaginar (4). Lo que podía ser la enseñanza clíni-
ca lo vemos en la viva exposición de Flexner de la clínica de Friedrich
Müiler en Munich:
(1) Naunyn, por ejemplo, ha comparado la clínica de Langenbeck, en Berlín,
( od un 1 irco, en el cual se ve al mismo Langenbeck, un gran número de espaldas y
grandes arroyos de sangre; tra cuadro bastante general de los grandes anfiteatros
quirúrgicos.
(2) Flexner: UeJical Education in the (Jnited States, New- York, 19 10; pág. 174.
(3) Busey: üp. cit., páginas 31 a 37 y 45 y 46.
(4) W. W. Keen: Jeffersonian, Filadelfia, 1912; XIV, pág. 3.
PERÍODO MODERNO 369
«Se abre un camino para conducir al enfermo. El profesor lee la historia y ex-
pone en el encerado la curva de la temperatura; después, de un modo claro, ani-
mado, explora al enfermo; puntualiza lo que ha encontrado, discurre sobre la sig-
nificación de lo hallado; sugestiona explicaciones alternativas, hasta llegar a esta-
blecer el diagnóstico más probable. Esto le proporciona materia para nuevos des-
arrollos e ilustraciones. La etiología, la patología, la terapéutica de la afección,
todo es expuesto con maravillosa claridad y vigor... Una inteligencia magistral tra-
bajando se exhibe diariamente ante doscientos o más estudiantes» (1).
Enseñanzas de este orden, dependientes del maestro, y suponiendo
iguales las restantes circunstancias, han existido en los tiempos pasados
en unos y en otros puntos. Los medios de su extensión más general en
los momentos actuales son proporcionados por la liberalidad de los go-
biernos monárquicos en Europa y de los millonarios en América. Por lo
que hace referencia a las investigaciones originales, los brillantes investi-
gadores casi nunca han dejado de obtener por fin laboratorios o institu-
tos, como lo atestiguan Purkinje en Breslau (1824), Liebig en Giessen
(1825), Buchheim en Dorpat (1849), Virchow en Berlín (1856), Bowditch
en Harvard (187 1), Pettenkofer en Munich (1872), Schmiedeberg en Es-
trasburgo (1872), Liebreich en Berlín (1883), Welch en Baltimore (1884),
Pasteur en París (1888), Pavloff en Petrogado (1890), Koch en Berlin
(1891), Kitasato en Tokio (1892), Mosso en Turin (1894) y Ehrlich en
Francfort (1896), el Instituto Imperial para la Medicina Experimental en
Petrogrado (1890), el Instituto Lister para la Medicina preventiva en Lon-
dres (1891), el Instituto Oswaldo Cruz en Río Janeiro (1901), y otras ins-
tituciones americanas, como los laboratorios establecidos en Filadelfia por
William Pepper (1895), e^ Instituto Wistar de Anatomía y Biología en
Filadelfia (1892), el Instituto Rockefeller en New- York (1901), el Memo-
rial Institute para enfermedades infecciosas en Chicago (1902), el Instituto
Henry Phipps para la tuberculosis en Filadelfia (1903), el Instituto Carne-
gie de Washington (1903), el laboratorio de Rudolf Spreckels (1910), o la
Clínica de Psiquiatría de Henry Phipps en Baltimore (1913). En 1869, de
acuerdo con el Bureau de Educación, existían 72 colegios de medicina en
los Estados Unidos, de los que 59 eran regulares, siete homeopáticos,
cinco eclécticos y uno botánico (Tyson). En 1 859, la escuela médica de
Chicago introdujo la novedad de un curso graduado de tres años; pero
los requeridos no se adhirieron a esta reforma. La primera reforma verda-
dera de la educación médica en América fué hecha, en 1 87 1, por el pre-
sidente Charles W. Eliot, de Harvard, que accedió a los requerimientos
alegados por la Escuela Médica de Harvard, alargando su cursillo hasta los
tres años, y haciéndolos graduados, dotándola, al propio tiempo, de me-
(1) Flexner: Medical Education in Europe, página 170.
Historia db va. Mbdiotva. — Tomo II 24
370 HISTORIA DE LA MEDICINA
jores facilidades para las enseñanzas clínicas y de laboratorio. En 1880, e
curso de tres años de nueve meses fué extendido a cuatro años; en 1892
a 93 fué hecha la enseñanza obligatoria, y en 1 90 1 se exigió un grado aca-
démico para el ingreso. La carrera de tres años ha sido introducida en los
departamentos médicos de las Universidades de Pensilvania y Siracusa
en 1877, y seguidamente, por Ann Arbor (1880) y otros. En 1893, se
inauguró la Johns Hopkins Medical School, organizada por el presidente
Daniel C. Gilman, John S. Billings, Henry Newel Martín y William
H. Welch, y con ello vino la oportunidad de la enseñanza de la medicina
científica por los métodos modernos. Las recomendaciones originales de
Billings para el Johns Hopkins Hospital, hechas en 1 87 5 (i), comprenden
no sólo los cuidados para los enfermos pobres, sino también la acomoda-
ción graduada de los enfermos particulares y de pago en cuartos o series
de cuartos, la educación apropiada de médicos y enfermeras, y, sobre
todo, la promoción de «descubrimientos en la ciencia y arte de la medi-
cina, y el hacer éstos conocidos para el bien general». Insiste en que el
departamento de la consulta pública debe ser puesto en conexión con el
resto del edificio para la enseñanza de los estudiantes, y separado del pa-
bellón destinado a la administración; en que la enseñanza clínica deberá
darse sobre todo en las clínicas y en la consulta, y no en el anfiteatro, ex-
cepto para las intervenciones quirúrgicas; que los casos médicos no serán
llevados desde la clínica al anfiteatro; que habrá dos farmacias y una es-
cuela para la enseñanza de las enfermeras, y que habrá de establecerse
un perfecto sistema de resúmenes históricos, clínicos y financieros. Con
Osler como médico director, Welch, Halsted y Kelly en las cátedras de
Patología, Cirugía y Ginecología, pronto se desarrolló una brillante y efi-
caz facultad de Medicina, con toda la serie de salas, clínicas, dispensarios,
laboratorios y sala de autopsias que actualmente exige la enseñanza. Para
el ingreso, se exige el grado de bachiller; los estudiantes prestan servi-
cios como alumnos de clínicas y ayudantes de cirujano, según la costum-
bre escocesa e inglesa; los laboratorios y las clínicas constituyen una uni-
dad, como en Alemania. Billings dio lecciones de historia de la Medicina
antes de que el hospital fuese inaugurado, siendo el asunto continuado
por las tardes, en su casa, y en las reuniones del Hospital Historical Club
por Osler con sus estudiantes. Osler obligaba a los estudiantes a leer y ex-
tractar los periódicos extranjeros, y por este y otros medios procuraba
desenvolver en ellos el arte de la autodirección. El ejemplo de Johns Hop-
kins fué seguido pronto por Boston, Filadelfia, New-Haven, Ann Ar-
bor, Chicago y otros puntos. La policlínica de New- York, primera insti-
(1) Hospital Plans, five essays, New-York, 1875; páginas 3-1 \, passim.
PERÍODO MODERNO 371
tución para la enseñanza post-graduada, fué fundada por John A. Wyeth
(1881), e inaugurada en 1882. En la Universidad de Pensilvania se implan-
tó, en 1892-93, una carrera de cuatro años, dedicados por completo a una
labor esencialmente práctica, a la que se adicionaron, gracias a los esfuer-
zos de William Pepper, laboratorios de higiene (1892) y de medicina clí-
nica (1895), y en !9°3 se adicionó también, como una nueva enseñanza clí-
nica, el Phipps Institute para la tuberculosis. El 25 de septiembre de 1906,
la Escuela Médica de Harvard adquiría un magnífico edificio de nueva
construcción. Otras escuelas americanas, como la de Jefferson (Filadelfia),
la Universidad de Michigan (Ann Arbor), la de Rush y Northwestern
(Chicago) y la Universidad de Minesota (St. Paul), tienen actualmente mu-
chos buenos laboratorios y facilidades clínicas, y existen grandes proyec-
tos de perfeccionamientos en el Sur. El Departamento Médico en la Uni-
versidad de Washington (St. Louis) ha adquirido recientemente una her-
mosa dotación y edificios. Minneapolis está igualmente bien en estos res-
pectos. Las dos principales escuelas del Canadá, McGill (Montreal) y la
Universidad de Toronto, están organizadas con arreglo a los planes ingle-
ses y han alcanzado un excelente grado de desarrollo.
En 1909-II, Abraham Flexner, a ruegos de la Fundación Carnegie
para el adelanto de la enseñanza, realizó dos acabados y completos estu-
dios acerca del estado de la educación médica en su país y en el Extran-
jero (i), y sus observaciones acerca de las condiciones de América promo-
vieron una gran corriente de comentarios y de críticas. En una obra de
sus pequeñas dimensiones no se puede entrar en el análisis de los detalles.
Las descripciones de Flexner de lo que ha visto son sinceras y están lle-
nas de verdad, y, por tanto, son autoritarias. Muchas escuelas inferiores
parecen haber protestado del hecho de que «una verdad desagradable es
preferible a una falsedad lisonjera >; indudablemente se resienten de la in-
vitación a abandonar los negocios si ellas no son capaces de perfeccionar-
los. El que existiesen demasiadas escuelas médicas en América — 39 en
Illinois, 14 en Chicago, 42 en Missouri, con 12 que han sobrevivido; 43 en
New-York, con 1 1 sobrevivientes; 27 en Indiana, con 2 supervivientes;
20 en Pensilvania, con 8 sobrevivientes; 1 8 en Tennessee, con 9 supervi-
vientes; 20 en Cincinnati; II en Louisville — era un inevitable resultado del
desarrollo de una democracia; pero era también una amenaza de un so-
brante excesivo en el número de médicos — I doctor por término medio
por cada 691 persona en todos los Estados Unidos, I : 460 en New- York,
I : 580 en Chicago, I : 365 en Washington, etc.; contra I : 1 940 en todo
(1) Flexner: Medical Education in the United States and Canada, New- York, 1910.
Medical Education in Europe, New- York, 1912.
372 HISTORIA DE LA MEDICINA
el Imperio alemán, I : 2120 en Austria y I : 2834 en Francia. La simple
exposición de los hechos es bastante elocuente. Billings, en su estudio
acerca de la medicina americana en 1 876, acepta estas condiciones filosó-
ficamente por dos importantes razones, a saber: porque un joven que ha
gastado varios años «en el estudio de la medicina como ella debe ser es-
tudiada, es decir, preparándose él mismo para el estudio y para investigar
todo el resto de su vida, no quedará fijo en determinados distritos», y por-
que el poner un definitivo tipo para la matrícula, el grado y el registro
médicos sería arriesgado en una región de tan gran extensión, puesto que
ser uniformes supone, necesariamente, rebajar a algunos* (i). Además,
los recursos financieros y de todo género para perfeccionar la educación
médica en una gran escala no se presentan a la vez en toda la región. El
ideal del presente aparece resumido en el aforismo de Weir Mitchell de
que «el cálculo del adelanto de la medicina puede hacerse por lo que es
el médico de pueblo». En otros términos, las gentes de los Estados Uni-
dos pueden apreciar si ellos tienen el mismo número de médicos, bien pre-
parados, para los pueblos, que tienen en Alemania. De sus antiguos días
de estudiante en la Western Reserve (1857 -60) decía Billings: «Ellos nos
enseñaban medicina como ustedes enseñan a nadar a sus hijos, tirándonos
dentro del agua»; y en 1 87 8 pensaba que pasaría largo tiempo antes de
que el número de médicos anualmente graduados en la Johns Hopkins
University excediera de 25. Sin embargo, ya en el tercer año había 32, y
actualmente muchos se han establecido en las pequeñas localidades del
Sur y otras análogas, demostrando que las ventajas para la renta y la in-
vestigación no serán materialmente apreciables antes de los cien años. El
porvenir de la educación médica americana, como el de los otros desarro-
llos elevados, se encuentra sencillamente en manos de la única aristocra-
cia que puede luchar en su favor, la aristocracia de una opinión pública
ilustrada. Nuestro ideal de nuestra región, lo que Emerson llama sus «mis-
teriosos destinos», es el ideal de la antigua comunidad democrática de
Nueva Inglaterra, la «conversión de un material inerte en eficaz», y los
resultados y fracasos únicamente podrán ser bien apreciados desde este
punto de vista. Las dificultades con que se tropieza para proveer de asis-
tencia médica vastos territorios se han demostrado bien en el caso de Ru-
sia, donde todos los médicos tenían necesariamente que ser graduados
por la Universidad. Las deficiencias han sido suplidas por la institución
de la «civil Feldscherism», que apareció cuando la emancipación de los
siervos (19 febrero 1861), y ha sido un motivo de acaloradas discusiones.
Los Feldschers militares eran, en un principio, los alumnos de la escuela
(1) J. S. Billings: Am. Journ. Med. Soc, Filadelfia, 1876, n. s., LXX1I, pág. 480.
PERIODO MODERNO 373
médica de Pedro el Grande, en Moscú, donde bastaba un capitis diminu-
tio por insubordinación o deficiencia para descender al nivel de barbero
de regimiento o de enfermero de hospital. El Feldscher civil ha sido defi-
nido como el «médico del moujik»; en otras palabras, un ayudante médi-
co medio instruido, medio civilizado, que se encuentra autorizado por el
Gobierno para prestar sus cuidados al enorme número de aldeanos que
pueblan los mirs o aldeas y pueblos de Rusia (i). El médico de pueblo
visita al aldeano de vez en cuando, y el Feldscher le visita el resto del
tiempo, a la vez que a los cuerpos volantes de oculistas y otras especialida-
des se les ve, en ocasiones, trasladarse de un punto a otro, hasta cruzar
el Cáucaso e ir a Siberia si es preciso. El Feldscher es, por consiguiente,
una especie de pis aller, y la razón de su existencia es el reconocimiento
de que vale más tener un medio doctor que no carecer de un doctor
completo.
Las tendencias de la enseñanza médica en Alemania, Francia e Ingla-
terra han sido determinadas por las características raciales y nacionales
de estos pueblos, que son tan definitivos como la configuración física y
la composición química de los cuerpos. Por espacio de siglos la enseñanza
universitaria alemana ha seguido el ideal de la libertad académica. Siendo
la educación, como dice Fíexner, una partida en la que el estudiante tiene
que hacer el primer juego, él es conducido a pensar y a actuar por sí mis-
mo, y él llega a ser un papagayo: esta es su propia falta. Los profesores y
los estudiantes alemanes, unos y otros, emigran de ciudad en ciudad,
como en la Edad Media, y los nombramientos universitarios no son loca-
les, sino basados únicamente en la aptitud y en la habilidad. La Facultad
de Medicina de Berlín está compuesta de forasteros. Cuando el estudian-
te ha sufrido sus exámenes, universitario y del Estado, puede practicar, o,
si se ha distinguido en alguna original investigación, llega a ser Privatdo-
cent, con la venia legendi o derecho a enseñar por su propia cuenta, desde
cuyo estado puede, si él se labra su reputación, ascender por los diversos
grados del profesorado. Estas condiciones favorecen la tendencia a la ori-
ginal investigación, y parece natural, por tanto, que la verdadera idea de
los laboratorios científicos públicos, o de los institutos para higiene o psi-
quiatría, se haya originado en Alemania. Añádase a esto las agudamente
deducidas entre Wehr stand, Lehr stand y Ndhr stand y la singular finura
de la raza para clasificar y relacionar los conocimientos. Los defectos del
sistema alemán son principalmente en el aspecto práctico, y se resumen
en la frase «supervivencia de los mejor adaptados». Las clínicas, como en
Francia, son de pobre calidad, pero no por falta de material clínico, sino
(i) Lancet, Londres, 1897; H, páginas 359"36i
374 HISTORIA DE LA MEDICINA
por la dificultad de hacerle aprovechable para el numeroso cuerpo esco-
lar, que de ordinario estudia, no en las salas de los hospitales, sino en los
anfiteatros. «El torpe rústico, dice Flexner, ha tenido, desde largo tiempo,
la idea de que el profesor es escogido por su habilidad y erudición.» Los
hospitales están llenos de enfermos; pero para poder relacionarse con ellos
hay necesariamente que ser un Hospitant (Famulus) o un Praktikant, y
preferentemente lo primero. El Hospitant puede seguir a sus jefes a tra-
vés de las salas y examinar los enfermos; pero, además, como un auxiliar
del profesor, se ocupa en historiar los casos, analizar las orinas, hacer pre-
paraciones y otras cosas, que sir Clifford Albutt designa como «merely
clerks'work»; sus facilidades no son demasiado accesibles para los estu-
diantes alemanes. El Praktikant es un «estado vago, como de interno no
interno» (i), bruscamente escogido para este cargo y lanzado a la arena
de la clínica, donde, como un estudiante no hecho, su ignorancia se ex-
pone en plena luz, teniendo poco tiempo su jefe para corregir sus torpe-
zas. Tiene que hundirse o sobrenadar, según sus propios méritos. El pro-
fesor alemán, un alto sacerdote de su ciencia y de su enseñanza, un cere-
bro surtido de conocimientos clasificados, adquiriendo algunas veces, se-
gún se dice, una cierta pesadez de mente, que puede degenerar en el má-
ximo de la pesadez, y su autocrática posición puede algunas veces mani-
festarse en una «stiff Vornekniheit» , y en unas desagradables maneras im-
personales hacia sus enfermos o discípulos, que constituye un marcado
contraste con la fácil llaneza y falta de pretensiones de las mejores tradi-
ciones modernas de Inglaterra, Francia y América (2). Las ventajas de la
enseñanza clínica moderna en Francia e Inglaterra van precisamente en
esa dirección. Las relaciones entre maestro y discípulo, entre profesor y
enfermo, son menos oficiales y formales, y el ideal es, según la frase de
Huxley, hacer la observación posible al mayor número de alumnos. Los
enfermos de París contribuyen en gran parte a este éxito, con sus respues-
tas claras, prontas e inteligentes (3). En París, los hospitales, como asilos
públicos de caridad, están abiertos a todos los estudiantes, y la tendencia
de la enseñanza francesa es la instrucción clínica. La enseñanza de las clí-
nicas es hábilmente explotada por medio de los stagiaires o estudiantes
asistentes, de los que cada profesor tiene que instruir un gran número, y
a cada uno de los cuales se le señalan dos o tres camas para su instrucción.
(1) Flexner: Op. cit., pág. 163.
(2) Esto puede ser considerado como un simple detalle, supuesto que el testi-
monio general <-stá completamente de acuerdo con la opinión de Flexner, tenien'
do en cuenta todos los aspectos de la cuestión, de que los enfermos y los estudian-
10 muy finamente tratados en Alemania.
(3) Flexner: Op. cit., páginas 229 y 230.
PERIODO MODERNO 375
Los stagiaires externos e internos son preguntados y bromeados a propó-
sito de cada caso en viva sucesión, y tan informal es este procedimiento,
que en él no se considera como descortesía el que cada uno de los alum-
nos pueda hacer las observaciones que juzgue pertinentes (i). Los estu-
dios clínicos son voluntarios en el primer año, y obligatorios desde el se-
gundo.
Para graduarse, el alumno tiene que escribir y publicar una tesis, y
queda de este modo apto para competir a la posición de agregado o de
ayudante de profesor, por medio de un concurso o examen público. Las
tesis francesas se distinguen de las alemanas o rusas en que, por regla ge-
neral, son resumes sumamente hábiles y bien escritos dé lo ya conocido,
más bien que informes de trabajo original. Son de grandísimo valor para
referencias. Lo mismo que en Francia, el punto fuerte de la enseñanza mé-
dica inglesa es la instrucción clínica. Emerson ha dicho de los ingleses
que «la suya es una lógica que lleva sal a la sopa, martillo para los clavos
y remos para la lancha», y, necesariamente, los médicos para las clínicas.
Los hospitales ingleses no son, como los alemanes y los franceses, ni ins-
tituciones del gobierno ni fundaciones de caridad, sino que están sosteni-
dos por donaciones particulares, y, con la excepción de Oxford, donde
la enseñanza médica es académica, y de Cambridge, en donde está redu-
cida a las ciencias fundamentales, el tipo inglés de enseñanza es de la es-
cuela médica de hospital. En ella se proporcionan a los estudiantes las
mismas ventajas clínicas que en París; el sistema de asistencia a los enfer-
mos es el más perfecto del mundo; pero, no estando las instituciones en
relación con las Universidades, hasta época reciente no se han dado gran-
des oportunidades para los post-graduados, ni otras enseñanzas para los
estudiantes.
Del profesor inglés de clínica dice Flexner: «No importa quiénes
ni cuántos oigan sus lecciones; sus discípulos son aquellos con quie-
nes habla en la clínica.» Estos discípulos pasan diariamente visita con los
médicos del hospital, haciendo las historias con sus preparaciones micros-
cópicas correspondientes. Todos son interrogados, a propósito de sus tra-
bajos, dos veces a la semana, por el médico más antiguo en un tono rigu-
roso e informal, pero fino y atento. Lo propio ocurre con el examen final,
que es fuerte y severamente práctico, aunque el aspecto de los examina-
dores se dice que es «simpáticamente informal y tranquilizador, hasta el
extremo de reunirse en los tés que vienen celebrándose desde el momen-
to en que termina la función nacional con los examinados» (2).
(1) Flexner: Op. cit., páginas 229 y 230.
(2) Flexner: Up. cit., páginas 188-205 y 282.
376 HISTORIA DE LA MEDICINA
En la moderna enseñanza de las ciencias fundamentales, el principal obstáculo
ha sido la lección descriptiva o de exposición. En Anatomía, su fama estaba soste-
nida por aquellos hombres que se llaman «anatómico-quirúrgicos», y especialmen-
te por los Monro, en Edimburgo, délos cuales, el «siempre joven tertius», hacia
1846, invariablemente se iba al mediodía a un pequeño horno de pastelería a comer
tartas de arándano en medio de los alegres estudiantes, y una hora más tarde, en
plena digestión, les leía los estudios de su abuelo sobre la hidrofobia, como una
parte del curso de Anatomía» (1). El honrado John Bell protestaba vanamente con-
tra estas ineptitudes de «la vana y profusa escuela» que «en la clase del Dr. Mon-
ro, a menos de que hubiese una afortunada serie de crímenes sangrientos, nunca
se disecaban más de tres cadáveres en el año», al paso que «los nervios y las arte-
rias, que el cirujano tiene que disecar con peligro de la vida de los enfermos», son
demostrados en un sujeto extraído de un cubo de alcohol y exhibido a una distan-
cia de cien pies (2). Robert Knox describe la enseñanza anatómica en Londres del
modo más crudo que puede concebirse.» Hay en la metrópoli dos grandes escue-
las. En una de ellas el curso comienza con la hernia y las fascias, y concluye con la
hernia y las fascias. El profesor lee las descripciones de los músculos en el pobre
libro de Fyfe. En la otra, un hombre de gran talento (Abernethy); afectando des-
preciar la anatomía descriptiva, que su natural indolencia y el espíritu de su época
y de su región le impiden dominar, habla de los músculos abdominales, como de
otras muchas materias, ocupándose de ellas con bufonadas; cuando diseca muestra
como primer trozo, segundo trozo, tercer trozo, músculos y tendones que los pri-
meros anatómicos han acertado a describir claramente» (3). Pero, después de Bi-
chat, Bell y Knox y del acta de Warburton de 1832, la Anatomía fué tratada siem-
pre como la niñera de la Cirugía (o de las artes finas), hasta que los modernos ale-
manes— Henle, Gegenbaur Waldeyer — la relacionaron con la histología, la morfolo-
gía y la embriología. La lóbrega, obscura y maloliente sala de disección, donde,
como dice Flexner, «ocho o diez inexpertos muchachosfdan cortes en un cadáver
hasta reducirlo a pequeños trozos», sigue sobreviviendo en algunas localidades de
los Estados Unidos. Los institutos o laboratorios de Anatomía, tales como los de
Clover Leaf Hall en Munich, con 500 estudiantes disecando a la vez bajo la direc-
ción del profesor, o las series de Malí o gabinetes separados del Johns Hopkins o
del Harvard, con su extenso y nuevo planeamiento, son innovaciones de época re-
ciente. Por falta de material, muchos estudiantes no pueden trabajar, y hasta en
Alemania, como argumenta Flexner, las lecciones más científicas no pueden com-
pensar nunca la insuficiente experiencia en la disección. En Inglaterra, donde ha
prevalecido el criterio utilitario, es de gran significación el que no hayan tenido
grandes anatómicos desde los tiempos de sir Charles Bell. Horner, Holmes, Ha-
rrison Allen, Leidy y Dwight son hábiles maestros en América; pero los métodos
científicos modernos han sido introducidos por Minot en Harvard y por Malí en
Johns Hopkins. Mall ha aislado sus alumnos en gabinetes separados, en donde no
hay nada de lecciones descriptivas didácticas (4). Edmond Souchon, que ha trabaja-
do mucho por la enseñanza anatómica en Nueva Orleans, tiene un museo único
ron fines didácticos en la Tulane University.
Francia no ha tenido fisiólogos de primer orden desde los tiempos de Claudio
Bernard, a no ser que tomemos como tal a Pasteur, por ejemplo. En Inglaterra,
FÓSter, en Cambridge, y Burdon Sanderson, en Oxford, discípulos ambos deShar-
pey, han implantado la marcha de la enseñan/a fisiológica, Eli América, el adelanto
'de esta enseñanza ha comenzado cuando Bowdicht ha inaugurado el primer labo-
ratorio de Fisiología en Harvard en 1871, y íluxley llevó a Newell Martin al Johns
Hopkins I 1876), habiéndose continuado perfectamente estas tradiciones por Porter,
(1) Lonsdale: Citado por Stirling (Algunos apostóles de ¿a fisiología, Londres,
1902; página 1 19).
(2) John Bell: Letters on Professional Character and Manners, Edimburgo, 1810,
< itado por Flexner.
(3) k. Knox: Xavier Bichat, Lancet, I ondres, 1854; II, pág. 393.
(4) Para un Completo resumen d<| estado de la Anatomía y de sn enseñanza en
América, véase C. R. Pardeen, Bull. Univ. IViscousin, Madison, 1905 (num. 115),
' ser III, núm. 4, páginas 85-208.
PERIODO MODERNO 377
en Boston; Howell, en Baltimore, y otros. La enseñanza de la Fisiología adquiere
el más alto desarrollo del siglo en Alemania, con la creación de los grandes labo-
ratorios de Johannes Müller, en Berlín; de Ludwig, en Leipzig, y de Voit, en Mu-
nich; pero incluso en la misma Alemania se ha podido alegar que existe demasiada
lección preparada y demasiada poca obra de laboratorio (Flexner). El laboratorio
fundado en Turin por S. Berruti en 1851 ha llegado a ser un gran centro de activi-
dad bajo la dirección de Jacob Moleschott (1861-79) 7 de Angelo Mosso (1880-93).
En 1894, Mosso adquirió un hermoso y nuevo edificio. La Hidrofisiología recibió un
gran impulso en la Estación Zoológica de Ñapóles, fundada por Anton Dohrn en
187 1. En Patología, toda Europa se encuentra implantada sobre la base de Virchow
y sus discípulos, de los cuales Cohnheim ha sido el maestro de Welch, que, con
Prudden, llevó la Patología experimental y la Bacteriología a América. La indife-
rencia francesa para la Patología se demuestra en el hecho de que dos neurólogos,
Charcot y Marie, han ocupado la cátedra algunos años, el primero reemplazando a
Vulpian en 1872. Marie fué señalado para la cátedra de Víctor Cornil «de un modo
muy semejante, como dice Osler, a como Allan Starr o Dana han sido selecciona-
dos como sucesores de Prudden». La Bacteriología ha sido mejor estudiada en Fran-
cia en el Instituto Pasteur y sus ramificaciones; en Alemania, en los Institutos de
Koch, Behring, Ehrlich y otros; en Bélgica, por Bordet; en América, por Welch,
Simón Flexner, Waughan, Novy, Abbott, Enst y otros. «La Bacteriología— dice
Flexner — ha transformado la Higiene, de un arte empírico, en una ciencia experi-
mental», y la enseñanza de una y otra ha ido adelantando paralelamente desde la
fundación del Instituto de Koch. La Farmacología experimental ha sido enseñada
primeramente por Magendie, en Francia, y por Buchheim, Traube y Schmiede-
berg, en Alemania; Brunton, Ringer, Langley y Cushing, en Londres, y Fraser, en
Edimburgo, señalaban lo más elevado de esta enseñanza en Inglaterra. Wood fun-
dó la Terapéutica clínica en América. Cushny, en Ann Arbor, y Abel, en el Johns
Hopkins, introdujeron los métodos modernos alemanes. El jardín botánico del
Colegio de Farmacia de la Universidad de Minnesota (Minneapolis) ha sido funda-
do en 19 10- 1 1 y seguido de otros jardines semejantes en las Universidades de Wis-
cousin (Madison), Michigan (Ann Arbor), Nebraska (Lincoln) y Washington (Seat-
tle). En 1 78 1, John Hunter se encontraba a sí propio incapaz de contestar a una sen-
cilla e importante pregunta para poder juzgar en un caso de envenenamiento. Im-
presionado por estos y otros errores de la insuficiencia médica en los informes fo-
renses, Andrew Duncan, sr., acudió a los patronos de la Universidad de Edimbur-
go, y hasta se dirigió a las autoridades de la corte, en súplica de que se fundase
una cátedra de Medicida forense. Por sus repetidos esfuerzos fué fundada por la
Corona la cátedra de Edimburgo, la primera de la Gran Bretaña, en 1806. Alemania
se había adelantado en unos cincuenta años. Louis había dado lecciones libres an-
tes de la Revolución, y posteriormente fué creada una cátedra en la Escuela de Sa-
nidad (1794)- Stringham comenzó sus lecciones voluntarias en el Colegio de Ciru-
janos y Médicos de New-York, y fué nombrado profesor en 1813. Romeyn Beck
adquirió una cátedra en Western Medical College en 1815, y este ejemplo fué se-
guido por otras escuelas. En 1832-33, todas las escuelas médicas de la Gran Breta-
ña tenían lecciones de Medicina forense. Estaban muy irregularmente atendidas.
La clase de Christison, en 1822, se componía meramente de estudiantes de leyes.
Edimburgo hizo la Medicina forense un estudio obligatorio en 1833, y en la Univer-
sidad de Londres fueron exigidos exámenes separados en 1863. Ninguno era re-
querido en Alemania ni en Austria (1). La Medicina legal se enseña en la actualidad
mejor en Viena, donde todas las autopsias judiciales, casos de los juzgados y todo
lo médico que pueda tener relación con las audiencias es sometido al examen del
profesor; en París y Lyón esta enseñanza está en relación con los admirables ser-
vicios de sus prefecturas de Policía; y en Edimburgo, el profesor es además ciru-
jano policíaco. Se ha argumentado hábilmente por Abraham Flexner que las lec-
ciones más científicas de todos los asuntos mencionados serán imperfectamente asi-
miladas por los estudiantes si éstos no reciben una apropiada enseñanza previa de
Física, Química y Biología general. En Clínica médica, ni las mismas admirables
lecciones de Charcot o de Friedrich Müller pueden substituir la función de la en-
(1) Littlejohn: Tr. Med-Leg. Soc, Londres, 19 14- 15; XII, páginas 3-6.
378 HISTORIA DE LA MEDICINA
señanza al lado del enfermo, siendo uno de los principales méritos de la medicina
inglesa el haberla continuado de un modo consistente.
Escuelas de medicina tropical se han establecido en Londres (1899), Liverpool
(1899), Hamburgo (1900) y Bruselas (1906); un Laboratorio Bacteriológico Imperial,
en Bombay (1896); laboratorios del Instituto Pasteur, en Kasauli (1900) y Guindy
Madras (1905), y, además, un Centro de estudio de la enfermedad del sueño (1908)
y una Fundación para investigaciones en la India (191 1).
En 1916 se ha establecido (por donativos de la Fundación Rockefeller) en la
Johns Hopkins University una Escuela de Higiene y de Salud Pública, bajo la di-
rección de William H. Welch y con la cooperación de las Escuelas de Medicina e
Ingeniería.
América, con la fundación de Elizabeth Blackwell, en 1849, ha sido
la primera en preocuparse de la educación médica de la mujer. En los Es-
tados Unidos y en el Canadá las mujeres pueden, actualmente, estudiar
Medicina en cualquiera de las escuelas y en las mismas condiciones que
los hombres. El Colegio Médico Femenino de Pensilvania (Filadelfia) ha
sido organizado en 1850, y el de Baltimore en 1882. El Registro Médico
de Inglaterra, de 1858, contiene únicamente el nombre de una sola mujer
graduada en Ginebra, y otra mujer fué examinada y graduada en 1 865.
En 1874 se inauguró, con catorce estudiantes, la Escuela Médica Femeni-
na de Londres; y en 1896 adquirió el privilegio de tener puestos en el
Real Hospital Libre. En el mismo año, el Real Colegio de Médicos de Ir-
landa y la Universidad de Londres concedían a las mujeres el privilegio
de ser examinadas. Ninguna otra escuela hospitalaria de Londres está
abierta para las mujeres; pero las Universidades de Durham, Manchester,
Liverpool, Birmingham, Leeds y Bristol hacen coeducación. En Glasgow,
Aberdeen, Dundee y Saint-Andrew se les da todo género de facilidades;
pero, en cambio, han encontrado mucha oposición en Edimburgo. En el
continente, las Universidades suizas siguieron la corriente en 1876; los
estados alemanes fueron imitándolas uno tras otro, siendo Prusia el último
en conceder a las mujeres el derecho de la instrucción y del grado uni-
versitarios en 1908. En París, Viena, Roma, Bruselas, Upsala y Copenha-
gue hay coeducación. Las Facultades de París y Berna son las más fre-
cuentadas. Oleadas de jóvenes judías rusas acuden a esta última y lanzan
anualmente extraordinario número de disertaciones inaugurales. El núme-
ro de mujeres graduadas que ejercen posteriormente la Medicina se dice
que 1 s relativamente pequeño, probablemente a causa del matrimonio.
I ' ■ los muchos admirables hospitales construidos en el período mo-
derno, d sistema de pabellones alcanza un alto plano en el desarrollo del
Johns Hopkins Hospital, planeado por J. S. Billings, e inaugurado en 1889,
y el Eppendorf Krankenhaus, de Hamburgo, inaugurado en el mismo
año. Desde el punto de vista de las ventajas higiénicas y de economía
• i»- la administración, esta disposición señala un gran adelanto sobre los
antiguos colosales e historiados edificios (hospitales en bloque) del pasa-
PERÍODO MODERNO 379
do. El Peter Bent Brigham Hospital, de Boston (191 3), también original-
mente planeado por Billings, sigue la misma idea. Con la inauguración del
Rudolf Virchow Hospital, en Berlín (1906), se ha iniciado otro plan, de
una comunidad de pabellones separados como unidades hospitalarias des-
tacadas, y sobre este plan aparecen construidos algunos hospitales, como
el nuevo Allgemeiner Krankenhaus, en Viena; el Toronto General Hospi-
tal, el Barnes Hospital (St. Louis) y el Cincinnati General Hospital.
Pero, por último, la tendencia, incluso en Alemania, va contra la exa-
gerada descentralización y en favor de un sistema intermedio entre el sis-
tema de bloque y el de pabellones, ofreciendo esto la ventaja de una ma-
yor economía en espacio, excavaciones, fachadas, tuberías, etc., y, además,
economía y centralización de la administración. Ejemplos de esta tenden-
cia los encontramos en el New-Cook County Hospital (Chicago), el de
Psiquiatría de Henry Phipps y las clínicas de Urología de Brady (Balti-
mores) y las nuevas construcciones de Bellevue (New- York).
Unas 37 instituciones para ciegos se han establecido en la Gran Bretaña entre
1 791 y 1897. El asilo-taller, fundado por miss Gilbert, la hija ciega del obispo de
Chichester, constituye un modelo que ha sido copiado repetidas veces. Siguiendo
el ejemplo de Francia e Inglaterra, los asilos para ciegos fueron instalados en Vie-
na (1804) por W. Klein, en Berlín (1806), Amsterdam, Praga y Dresde (1808), y ac-
tualmente existen en el continente más de 150, en su mayoría sostenidos oficial-
mente. La primer escuela americana para ciegos fué la Perkins Institution, funda-
da en Boston por John D. Fisher en 1829, con el auxilio del Estado. En ella fué
director (1831) Samuel G. Howe, que también fundó la primer escuela americana
para niños anormales (i848\ y profesora Laura Bridgman. Institutos de ciegos han
sido establecidos en New- York (183 1), Filadelfia (1833), Columbus (Ohio) [1837],
Staunton (Virginia) [1839], y actualmente en todos los estados de la unión existe el
proyecto de su creación. Las escuelas para sordos han sido establecidas en Edim-
burgo (18 1 o), Glasgow (18 19) y en todas partes. Actualmente hay más de 99 en Ale-
mania, 95 en la Gran Bretaña, 71 en Francia, 47 en Italia, 38 en Austria-Hungría,
34 en Rusia y 126 en los Estados Unidos. El movimiento americano ha comenzado
con las investigaciones de Thomas Kopkins Gallaudet en Europa (181 5) y con la
fundación del Connecticut Asylum (1816). La Institución Columbiana (Washington,
D. C.) fué fundada por Congress en 1857, bajo la dirección de Edward M. Gallau-
det. Los American Annals of the Deaf and Dumb (1847) son editados por Edward
Allan Fay, el autor de Marriages of the Deaf in America (1898) y de las historias de
las escuelas americanas. El Volta Bureau (Washington, D. C.) ha sido fundado, en
1890, por Alexander Graham Bell.
La invención del tratamiento de los enfermos tísicos por el aire libre
constituye un rasgo de la Medicina moderna. Este tratamiento existía ya
en Escocia hacia I747> y en l79l se inauguró en Margate un hospital para
los escrofulosos a la orilla del mar. George Bodington (i 799- 1 882), de
Sutton Colfield (Inglaterra), en su Essay on the Treatment of Pulmonary
Consumption (1840), anticipaba muchos puntos de vista acerca de las ven-
tajas del aire seco y fresco para «la curación y la oclusión de las cavida-
des y úlceras de los pulmones», así como también del ejercicio al aire libre
y de la alimentación abundante; pero sus teorías fueron rudamente trata-
38o HISTORIA DE LA MEDICINA
das por la clase médica de su época, de tal modo que le quitaron los áni-
mos para aplicarlas en gran escala a la práctica.
El primer sanatorio para enfermos tuberculosos fué establecido en
Gorbersdorf, en las montañas de Waldenburgo, por los hermanos Breh-
mer en 1 859. Existe todavía, y los éxitos alcanzados en él han conduci-
do a la fundación de muchos sanatorios análogos para el tratamiento de
invierno, siendo los más notables los de Carl Spengler, en Davos, y de
Edward L. Trudeau, en Saranac Lake, en los Adirondacks. En 1 876,
Peter Dettweiler fundó el sanatorio en Falkenstein, en el Taunus, inven-
tando una silla larga especial para la cura de reposo al aire libre, escupi-
deras portátiles y otras novedades. En 1 886, Inglaterra tenía 19 hospita-
les para tísicos. El movimiento sanatorial en Alemania ha sido especial-
mente estimulado por Ernst von Leyden, y en la actualidad existen milla-
res de estas instituciones en todas partes del mundo. Al lado de los sana-
torios de invierno y de montaña, como Asheville o Sankt Moritz, se in-
cluían los tratamientos climatológicos en los puntos áridos y semitropica-
les, como Arizona o Yalta, en Crimea, y en los costeros, como la Riviera
y Argel. Los hospicios y sanatorios marítimos comprenden también los
destinados a la escrófula, situados a lo largo de la costa de algunos países,
como Italia y Noruega. El primer Congreso Internacional para la tuber-
culosis se reunió el 25-31 de julio de 1 888, en París; y después del sexto
(1901), se creó una Asociación Internacional, que celebra Conferencias
anuales en las distintas ciudades y prepara los actuales Congresos Inter-
nacionales trianuales, de los que tres han tenido lugar en París (1905),
Washington (1908) y Roma (iQll).
Una sociedad francesa de un tipo análogo existe en París, y publi-
ca una revista. Gracias a la acción del Phipps Institute en 1903, este asun-
to ha despertado gran interés en América, principalmente por la labor de
Trudeau, Vincent S. Bowditch, L. F. Flick, Arnold Klebs, S. A. Knopf,
Henry Hartón Jacobs, Frank Billings, Edward R. Baldwin, Lawrason
Brown y otros.
El CUIDADO de ios enfermos por mujeres bien educadas e instruidas es
-una institución de los tiempos modernos. El período comprendido entre
la última parte del siglo xvn hasta la mitad del xix ha recibido el nombre
de la cedad sombría» del cuidado de los enfermos, en la cual el estado y
la competencia de las mujeres consagradas a ellos habían descendido tan-
to como el nivel de los hospitales a que estaban destinadas. Dejando a un
lado las ordenes católicas romanas, en las que 1<i disciplina y la decencia
lleciendo, lo que acabamos de decir puede afirmarse como
una verdad universal. Las alborotadoras, sucias y desaliñadas mujeres, de
tumbres dudosas y alcohólicas, son los tipos en las representaciones
PERIODO MODERNO 381
pictóricas de Sairey Gamp. En 1 8 57, las enfermeras de los grandes hos-
pitales de Londres eran descritas por el Times del modo siguiente:
«Intruídas por los Comités, sermoneadas por los capellanes, mal miradas por los
tesoreros y los administradores, reñidas por las matronas, maldecidas por los ciruja-
nos, censuradas por los ayudantes, aguantando las quejas de los enfermos, injuria-
das por los viejos y los enfermos favorecidos, charlan impertinentemente si son de
media edad y bien humoradas, instigadora y seductoramente si jóvenes y bien pa-
recidas, ellas son lo que cualquier mujer sería en las mismas circunstancias» (1).
La idea de educar a las enfermeras para enseñarlas a tratar a los en-
fermos en una escuela especial, creada con este fin, se debe a Theodor
Fliedner (1800-64), pastor protestante en Kaiserswerth, en el Rin, y
a su mujer, Friederike, que en 1 83 3 convertía la casa-jardín de su pasto-
ría en un asilo para prisioneras que habían cumplido, y en octubre de 1836
fundaba la primer escuela para enfermeras (Diaconissenanstalt), que se
convirtió en el modelo de todas las instituciones similares en Alemania y
en todas partes. A esta escuela acudió, en 1840, Elizabetht Fry, famosa
por la extensión que ha dado a la obra de John Howard de reforma de las
prisiones, y posteriormente Florence Nightingale (1823-1910), una se-
ñora inglesa, nacida en Florencia (Italia), que consagró su vida entera al
cuidado de los enfermos, y realmente creó la institución modelo que se
encuentra actualmente en todas las regiones que hablan inglés. Cuando
estalló la guerra de Crimea, en marzo de 1 854, miss Nightingale, a instan-
cias de lord Sidney Herbert, secretario de Guerra, se trasladó con un
cuerpo de enfermeras para hacerse cargo de la barraca-hospital, en Scu-
tari, donde su labor y sus reformas han constituido pronto un asunto his-
tórico. Enfrente de la indiferencia del público oficial y la oposición de la
estrecha burocracia, recibió el apoyo leal de lord Raglan y la acción au-
xiliar de los cirujanos militares, y a los diez días alimentaba más de I.OOO
hombres con su cocina de campaña, y en tres meses había provisto a
10.000 hombres de trajes y de otras cosas necesarias para sus servicios.
El efecto de este éxito sin precedentes fué tal, que a su regreso a Inglate-
rra se reunió una suma de 5°-000 libras (la fundación Nightingale) para
crear una escuela de enfermeras en el Hospital de Saint-Thomas, escuela
que se inauguró el 1 5 de junio de i860 con quince aspirantes-; que fueron
científicamente educadas como un «nuevo estilo de enfermeras.» Estas
ocuparon pronto las vacantes en los grandes hospitales, trayendo consi-
go una completa regeneración en la enfermería inglesa. Las enfermeras
de Nightingale fueron muy buscadas por todas partes. La adopción de
(1) The limes: 15 abril 1857, citado por Nutting y Dock, Historia de las enfer-
meras, New-York, 1907; I, pág. 505.
382 HISTORIA DE LA MEDICINA
la Convención de Ginebra creaba la necesidad de mejores enfermeros
en todo el continente, y en América, el movimiento fué fomentado por
Marie Zarkzewska y Elizabeth Blackwell, siendo fundada por la primera la
primer escuela de enfermeras de los Estados Unidos en 1 87 3. Elizabeth
Blackwell (1821-1910), de Bristol (Inglaterra), es la primer mujer que se
ha graduado en Medicina en Inglaterra (1849) [i]; Clara Barton (1821 a
191 2), de Oxford (Massachusetts) y Louise Lee Schuyler se han ocupado
en la organización de las enfermeras y ayudantes durante la guerra civil.
En 1873 se habían establecido tres escuelas de esta instrucción en los hos-
pitales de Bellevue, New Haven y Massachusetts y la escuela de Johns
Hopkins estaba dirigida por miss Adelaide Nutting, que, con miss Lavi-
nia L. Dock, ha escrito una History of Nursing (1907). Las Notes on
Hospitals (1859) y Notes on Nursing (i860), de miss Nightingale, son ver-
daderas obras clásicas médicas, distinguiéndose por su poco frecuente
sentido común y por la sencillez de la expresión. Ella define a la enfermera
como «ayudando a vivir a los enfermos», introduce los conceptos moder-
nos de disciplina y de esprit de corps y ha defendido con ahinco la idea
de que las enfermedades no son «entidades separadas que puedan tener
existencia separada como los perros o los gatos», sino condiciones altera-
das, disturbios cualitativos de los normales procesos fisiológicos que su-
fren las personas. Aun cuando no conocía la teoría infecciosa de las en-
fermedades, demostraba que la limpieza absoluta, el aire y agua puros,
la luz y el desagüe suficientes son los medios más seguros de pre-
venirlas.
Desde el tiempo de Pinel y Reil, Tuke y Conolly, el verdadero estu-
dio y asistencia de los locos ha sido objeto de una ambición obscura-
mente realizada. Cuando Esquirol vino a substituir a Pinel en la Salpétrié-
re, en 1 8 IO, hizo grandes reformas en los asilos y en el régimen, viajando
por toda Francia para extender las ideas de Pinel, fundando los nuevos
asilos y dando las primeras lecciones de Psiquiatría (18 1 7). Gardner Hill
introduce la idea de la «no restricción» en el Lincoln Asylum, Inglaterra;
en 1836 y 1839, John Conolly, a pesar de la ruda oposición, hace des-
aparecer todas las restricciones mecánicas del Hanwell Asylum. Los abu-
sos cometidos al encerrar y cuidar los locos en los asilos privados son vi-
gorosamente atacados por Charles Reade en Hard Cash (1863). Las ins-
tituciones americanas más antiguas son el State Hospital, en Williams-
burg, Va. (1773); el Bloomingdale Asylum, New- York (1909), ahora en
White Plains (1821), el Friends Asylum, en Frankford, cerca de Filadelfia
(1) Dorothea Christiana Erxleben ha sido la primer mujer graduada en Medi-
cina en Alemania (en Halle en 1754).
PERÍODOMODERNO 383
(18 1 7); el McLean Hospital, Boston (18 1 8); los hospitales en Columbia,
Carolina del Sur (1828), y Worcester, Mass. (1833); el Hartford y Brattle-
boro Retreats (1836-38), y el asilo del estado de Nueva Jersey, en Trenton
(1848). Este último ha sido establecido por el propagandismo de miss Do-
rothea Lynde Dix, de Maine, cuya obra para mejorar la condición del
loco en América y hasta en Inglaterra puede compararse con la de John
Howard en la reforma de cárceles y hospitales. Ella ha promovido la fun-
dación de nada menos que treinta y dos asilos. Con la inauguración del
Hospital del Estado de Utica comienza lo que Hurd llama «la era del des-
pertar» (i), y en J850 el movimiento de la atención del Estado para la
locura estaba completamente en marcha. El asilo del Estado, en Willard
(1869), y el de Binghamton, en New- York (1881), para suprimir las
atrocidades que se cometían en el tratamiento de los locos en los asilos
del condado. Los más grandes hospitales americanos son los de Bingham-
ton y Washington, D. C. Pliny Earle, en 1 867, hacía resaltar la importan-
cia de una ocupación adecuada u oficio para el tratamiento de la locura.
En 1885, Daniel Hack Tuke atacaba fuertemente el estado de los asilos
de los Estados Unidos y del Canadá, y en 1894 (2)> Weir Mitchell expo-
nía igualmente las deficiencias observadas en el cuidado y tratamiento de
los enfermos mentales, discutía las órdenes generales de los Consejos, los
males de la investigación política y señalaba la falta absoluta de todo es-
tudio científico de la locura en los hospitales de América. La última idea
coincidía con la de los alemanes. Los primeros artículos que Griesinger
escribió para sus Archiv (1868) [3] proponían una reorganización de los
hospitales alemanes y exteriorizaban la idea de una clínica de Psiquiatría,
en la que los enfermos pudieran ser estudiados y tratados como en el
hospital antes de ser trasladados a éste. En Berlín, Ideler ha realizado ex-
posición de casos de esta índole en 1 832, habiendo sido continuado en su
labor por Griesinger (1866), Westphal (1869) y Jolly (1890). Se han ¡crea-
do clínicas de Psiquiatría en Estrasburgo (1872), Basilea (1876), Breslau
(1877), Bonn (1882), Freiburg (1887), Halle (1891) y otros puntos, culmi-
nando este movimiento en la buena institución inaugurada por Kraepelin
en 7 de noviembre de 1904. El 16 de abril de 1913, la clínica de Psiquia-
tría, donada a la Johns Hopkins University por Henry Phipps y trazada
según los modelos alemanes, fué inaugurada en Baltimore bajo la direc-
ción del profesor Adolf Meyer.
En el desenvolvimiento de la reglamentación nacional e internacional
(1) H. M. Hurd: The Institutional Care of the Insane, Baltimore, 19 16.
•(2) S. Weir-Mitchell: Proc. Am. Med.-Psychol. Ass., 1894, Utica (N. Y.), 1895, I,
páginas 101-121.
v3) W. Griesinger: Arch./. Psychiat., Berlin, 1868-69; I, páginas 8-43.
384 HISTORIA DE LA MEDICINA
de la higiene pública, la necesidad ha sido la madre de la invención. No
hay nada espontáneo en este movimiento. Sencillamente, la atención de
los legisladores ha tenido que despertarse por la aparición de las enferme-
dades epidémicas y por los malos resultados de las ciudades aglomeradas
y sucias, de las factorías, talleres y centros análogos, y los resultados han
sido, de todos modos, lentos. El primer temor grande fué producido por
la invasión del cólera asiático (1826-37), que, habiendo sido endémico en
la India por espacio de siglos, se había hecho pandémico en Asia de
1816-30, y había aparecido en Rusia en 1 830, penetrado en el nordeste
de Alemania en 1831, alcanzado Inglaterra en junio del mismo año, Ca-
lais en marzo de 1832, e invadido América, vía Quebec y New- York.
Heinrich Heine ha escrito un gráfico y famoso artículo a propósito de su
aparición en París (i). En el 29 de marzo, la noche de la mi-carente, un
baile de máscaras estaba cada vez más animado, el chahut en plena agi-
tación. De repente, el más alegre de los arlequines, colapsado, frías las ex-
tremidades y, debajo de la careta, el aspecto «azul violáceo» de la cara.
Las risas se apagaron, el baile cesó y, llevado inmediatamente a un ca-
rruaje, que salió a escape, atropel lando la gente, fué conducido al Hotel
Dieu a morir y a sembrar el pánico entre los enfermos y a ser cond cido
a la fosa llevando todavía su traje de máscara. Pronto las plazas públicas
se vieron llenas de cadáveres metidos en sacos por falta de ataúdes. Lar-
gas filas de coches fúnebres iban formando cola hacia el Pére Lachaise.
Todo el mundo gastaba fajas de franela. Los ricos reunían sus bienes y
abandonaban la ciudad. Más de 120.000 pasaportes se despacharon en el
Hotel de Ville. Una guillotina ambulante se paseaba por las afueras, y sus
efectos en los excitables parisienses vinieron a reproducir las escenas de
la revolución o de la peste de Milán. Con señalada inteligencia, Heine se-
ñaló el principal obstáculo con que había de tropezar el movimiento en
favor de la salud pública, a saber: el terror de los perturbados hogares
particulares. En este caso, una émeute, con barricadas, había tenido lugar
entre los traperos, lo que representaba el tener que retirar de las calles
los montones de basuras, de los que aquéllos obtenían su modo de vivir.
La sospecha de un envenenamiento secreto se iba levantando como una
contra-teoría de la de la infección; el grito de á la lanterne empezaba a
oirse, y seis personas fueron asesinadas, por esta idea, y arrastrados sus
cadáveres desnudos por las calles. Por último, la prensa logró calmar el
pánico, y la Comission sanitaire pudo cumplir su deber. Un pánico aná-
logo al observado en los listados del Sur, con las cuarentenas, durante las
(1) Heine: Franz&tische Zuttánde, carta del 9 de abril de 1832 (Sdmmtli&k
>tta 1 <l.; XI. páginas 88-102.
PERIODO MODERNO 385
epidemias de fiebre amarilla, con el lúgubre «Llévese usted sus muertos»,
que demostraba la necesidad de una inteligente y organizada vigilancia
de la salud pública.
El cólera ha vuelto a presentarse pandémicamente en 1840-50, 1852-60, 1863-73,
y posteriormente, en diferentes intervalos, en Europa. Siempre ha tomado su ori-
gen en el extremo oriente. La fiebre cerebroespinal ha aparecido periódicamente
en los intervalos de 1805-30, 1837-50, 1854-74 y 1875 hasta el momento actual; la
influenza, en 1830-33, 1836-37, 1847-48 y 1889-90; la fiebre amarilla, en los Estados
del Sur, en 1853, 1867, 1873, 1878 y 1897-99. El tifus se padeció extensamente du-
rante las guerras napoleónicas, y ha castigado gravemente a Irlanda en 1817, 1819
y 1847. La fiebre tifoidea, la escarlatina, el sarampión y otras infecciones han apa-
recido con intervalos. La peste bubónica, que había brotado en Hong-Kong, se ex-
tendió en 1894, y sin el estado moderno de la sanidad, es posible que hubiera lle-
gado a alcanzar las proporciones medievales. Los políticos llegaron a considerar
casi perdida la situación de San Francisco en 1907- 1908, y fué únicamente debido
a los médicos del servicio hospitalario de Marina el que la enfermedad se diagnos-
ticase y se destruyesen las ratas, salvándose la ciudad y quizá toda la región. Ha
sido la primera vez que una ciudad ha hecho esta demostración de la importancia
de las ratas en esta enfermedad. El carácter epidémico de la poliomielitis ha sido
señalado primeramente por Medin en Suecia (1887), y su aparición en los pueblos
escandinavos, en Austria y en los Estados Unidos (1907-1910) ha sido muy grave.
La patología ha sido hábilmente señalada por Simon Flexner, que ha aislado un
germen en 1913. En 1762 se había establecido un Consejo sanitario en cada pro-
vincia de Prusia; pero no fué hasta la segunda pandemia del cólera (1840-50) el co-
menzar a despertarse Francia e Inglaterra en el sentido de la organización de los
servicios sanitarios. En 1840 se formó en Francia una organización nacional de
Conseils d'hygiéne para las ciudades, con Comités en las provincias, subsistiendo ac-
tualmente, por lo menos en lo más esencial. La antigua legislación inglesa, como
el Peel Act de 1S02, que preserva la salud de los tejedores de algodón y de los
obreros manuales, se dirige principalmente hacia la higiene profesional, y espe-
cialmente hacia el trabajo de los niños (1836). En 1848, el Parlamento emitió el Acta
de la salud pública que, sobre la base de las Comisiones Sanitarias de las ciudades
(1844), constituía un General Board of Health, con inspectores sanitarios que in-
formasen acerca del estado de las ciudades. Esto fué seguido de una larga serie
de medidas progresivas de legislación, incluso las Common Lodging Houses Acts
(1851-1853), la Nuisances Removal Act (1855), la Burial Act (1855), e* acta de 1858
transfiriéndolos poderes de la Oficina General de Sanidad al Consejo Privado, la
organización de la Oficina del Gobierno Local (1871), el acta de salud pública
de 1875, las actas sobre enfermedades infecciosas de 1889 y 1899 (declaración), el
acta de 1890 sobre profilaxia de estas mismas enfermedades, la referente a las
afecciones contagiosas de los animales (1891), lade salud pública de 1891 (Londres),
de hospitales de aislamiento (1893"), de gobierno local (1894), la referente a la salud
pública en relación con los puertos (1896), las actas sobre vacunación de 1898
y 1907, el acta de Rivers para previsión de las contaminaciones (1898), la de pro-
visión de harinas para alimentos de los niños (1902), la relativa a la notificación de
los nacimientos (1907) y el acta de construcción de casas y ciudades (1909). Las in-
vestigaciones y reformas llevadas a cabo por Lord Ashley (1833), en relación con el
trabajo de los menores, vienen a culminar en sus famosos informes sobre minas y
carbonerías (1842-43), que determinaron la aparición de una serie sucesiva de de-
cretos hasta llegar a fijar la edad límite mínima para el trabajo en los doce años.
A los menores se les prohibía trabajar con el albayalde en 1878; las actas de facto-
rías de 1864, 1867 y 1870 se aplicaron también a los comercios y almacenes en 1891;
se publicó otra ordenanza reglamentando el trabajo de las minas de carbón en 1896,
y otras de indemnizaciones a los obreros en 1897 y 1906, y en 1901 los oficiales
médicos de Sanidad eran requeridos para inspeccionar las fábricas y talleres, pa-
sando un informe anual sobre el estado de los mismos.
Leyes a propósito del trabajo de los menores han aparecido en Massachusetts
(1836-42), Connecticut (1842), Maine (1847), Pensilvania (1848); pero no hubo una
Historia db la Mbdiciha. - Tomo IT 25
386 HISTORIA DE LA MEDICINA
verdadera legislación industrial hasta el acta de Massachusetts de 1877; y ninguna
provisión de inspección de fábricas es anterior a las de Massachusetts de 1888. La
obra más eficaz fué la llevada a cabo por el Ministerio o Departamento del Traba-
jo, de los Estados Unidos, en la que colaboraron George M. Kober, W. Gilmann
Thompson, John B. Andrews, Alice Hamilton, J. W. Schereschewsky, S. S. Goldwa-
ter y otros. Se han establecido museos industriales en Berlín (1904), Viena (1909),
New- York (191 1) y en otras ciudades. Una exposición transitoria de este género
ha tenido lugar en Washington de 1915-16. La primer clínica de accidentes del tra-
bajo ha sido inaugurada en Milán el 20 de marzo de 19 10. Otra se ha establecido
por S. S. Goldwater en New-York, en 19 15. Institutos para investigaciones sobre
higiene industrial se han creado en Frankfort am Main (191 o), Pittsburgh (19 15) y
otras ciudades. La lot h'oussel, de 23 de diciembre de 1874 (Francia), para protec-
ción de los niños abandonados, constituye un señalado adelanto de la legislación
humanitaria. En la reforma de las prisiones, de los manicomios y de las industrias
peligrosas no se han perdido los efectos de las obras de Charles Dickens y Char-
les Reade. El discurso pronunciado por Dickens en el festival aniversario del hos-
pital para niños enfermos, Londres, 9 de febrero de 1958, es uno de los más pode-
rosos alegatos pronunciados en favor de la medicina social por un hombre de ge-
nio. Los horribles detalles de los enterramientos intramuros; el excesivo número
de panteones con sucesivas capas de cadáveres, se encuentran referidos en el
Ha?nlet, Tom Jones y la Bleak House, de Dickens. El desarrollo de los cementerios
extramuros son debidos al propagandismo de sir Edward Chadwick, cuyos infor-
mes (1843-55) condujeron a la promulgación del Acta de inhumaciones (1855), abo-
liendo las mismas dentro de los límites de las ciudades. Pietro Capparoni describe
una análoga ordenanza de Napoleón de 1809 (1). Inglaterra tiene un eficaz cuerpo
de oficiales de Sanidad, un cuerpo que está casi extinguido en Francia. Todas las
Universidades de Alemania tienen en la actualidad un Instituto de Higiene, y el
physikus alemán es, por consiguiente, un oficial en Sanidad y un perito en Medi-
cina legal. En los Estados Unidos no ha habido adelantos en la higiene pública,
salvo algunas poco acertadas reglamentaciones respecto de la viruela, hasta des-
pués de la segunda pandemia colérica, cuando se llevó a cabo una inspección sa-
nitaria de Massachusetts en 1849. Un Instituto de Sanidad del Estado para Lui-
siana fué establecido en Nueva Orleans en 1855, siguiendo posteriormente el
ejemplo Massachusetts (1869), California (1870), Michigan (1873) [2] y los restantes
Estados de la Unión. En 1901, únicamente diez Estados tenían un sistema satisfac-
torio de estadísticas vitales (Kober). La Asociación Americana de Salud Pública
ha sido organizada en 1872. Cuarentenas regularizadas contra la fiebre amarilla
han sido establecidas en Filadelfia en 1856, y posteriormente; pero a causa de la
celosa insistencia de las ciudades costeras en defender su derecho a formar sus
propias estaciones, dictando las leyes convenientes, no hubo ningún sistema uni-
forme y reglamentado hasta el 15 de febrero de 1893, en cuya fecha el Congreso
dictó una disposición estableciendo un sistema nacional de cuarentenas e invis-
tiendo con sus poderes al Servicio Médico (Sanidad pública) del Hospital de Ma-
rina. La epidemia del cólera de 1872-73 condujo al nombramiento de una Comi-
sión para el cólera, y la de fiebre amarilla de 1878, a la creación, por el Congreso,
de un Instituto Nacional de Sanidad (marzo de 1878), que sucumbió por falta de
apropiaciones. Sus servicios han sido realizados, desde 1883, por el Servicio Mé-
dico del Hospital de Marina de los Estados Unidos, actualmente Servicio de Sa-
nidad Pública (191 2). Este último tiene un buen laboratorio de higiene, y sus peritos
han realizado mucho y admirable trabajo. En algunos asuntos, como en la inspec-
< ion de la dotación de leche, higiene infantil y un completo y seguro registro de
enfermedades la vigilancia sanitaria délos diagnósticos, la condición de una co-
munidad enferma, que Paul M. Kellog ha comparado con los ctipos azules»— la
mejor obra moderna lia Bido realizada por el Instituto del listado de Massachusetts,
Michigan (Pensilvania), y por el Departamento de Sanidad de la ciudad de New-
(ij Capparoni: Rio. diStoria crit. de Se. mea1., Roma, 1915; VI, pág. 586.
(2) Para un interesante estudio de la labor constructiva de Henry B. Maker,
en el Instituí.) del Estado <!<• Michigan, véase Journ. Mich. State .!/•</. Soc., Grand
Rapids., 1916; XV, páginas 424-427.
PERIODO MODERNO 387
York, cuyo excelente estado de salud se debe a la labor altruista de Stephen
Smith, Hermann M. Biggs, S. S. Goldwater y otros. El último tiene actualmente
gran importancia por su relación con el gran exceso de población extranjera en
los suburbios de Manhattan. Los perfeccionamientos higiénicos de casi todas las
regiones y ciudades han producido una muy notable disminución en la proporción
de defunciones, y, consiguientemente, un aumento en la duración media de la
vida. El celebrado alcantarillado de París ha sido instalado en 1854-56; el de Ham-
burgo, en 1842, y, posteriormente, el de Francfort (1867), Danzig (1869), Berlín
O873) y Munich (1880). En Inglaterra, los alcantarillados van a desembocar ordi-
nariamente al mar; las capas de filtración han sido primeramente empleadas en
Wimbledom en 1876. Antes de 1847, el alcantarillado de Londres era sencilla-
mente una serie de tubos con agua corriente, y la descarga de las alcantarillas no
podía conseguirse mas que por el tiempo. Los trabajos de Edward Frankland
(1825-99) y los informes de la Rivers Pollution Commission establecieron el prin-
cipio de la purificación por medio de la filtración intermitente, a través de capas
diferentes (1868-74). Todo esto fué ampliamente perfeccionado por H. F. Mills,
T. M. Drown y W. T. Sedgwick en la Estación experimental de Lawrence , del Ins-
tituto de Sanidad del Estado de Massachusetts (1887).
La fermentación de los excreta detenidos en un estanque cerrado se ha des-
arrollado del sistema de fosses fixeés de Mouras (i860), por Scott-Moncrieff (1891),
Talbot en Urbana, Illinois (1894) y Donald Cameron de Exeter, Inglaterra (1895).
El pasaje a través del cok y de la piedra en cilindros cerrados de hierro (sistema
de contacto) ha sido ideado por W. J. Dibdin, químico del London County Coun-
cil. La filtración por goteo fué ideada por Lowcock en Malvern, Inglaterra (1892)
y por el coronel G. E. Waring en Newport (1894) [1]. Los perfeccionamientos de la
disposición de la alcantarilla, como los de Pettenkofer, en Munich, y de Virchow,
en Berlín; del sistema microbiano de purificación, introducido en Inglaterra por
William J. Dibdin (1896), han ejercido un gran efecto en la mortalidad por fiebre
tifoidea y otras enfermedades producidas por el agua, como también la purifica-
ción de la provisión de agua por medio de la filtración. Esta fué introducida por la
Chelsea Company, en Londres, en 1829; pero no adquirió verdadera perfección
hasta los tiempos modernos. En 1837 se dice que, en contraposición de las ciuda-
des extranjeras, Londres consumía toda su agua filtrada. Las investigaciones sobre
el envenamiento por el piorno, en Claremont, la posesión inglesa de Luis Felipe,
por el médico de éste, Gueneau de Mussy (1848-49), demostró alguno de los peli-
gros de los tubos; pero el que el agua es un vehículo de la infección no se ha de-
mostrado hasta después de la epidemia colérica de Londres de 1854, en la que
ohn Snow atribuyó la epidemia a una bomba de Broad-Street. Aunque sus puntos
de vista fueron combatidos por Farr y sir J. Simon (1855), la supresión de la bom-
ba detuvo la epidemia. En la epidemia del cólera de 1866 se ha demostrado que la
'nfección venía del agua no filtrada suministrada por una de las compañías metro-
politanas de agua, a la que se le ordenó filtrarla por la ordenanza de 1852 (15 y 16,
Victoria, cap. 84). Los escritos de William Budd (1871-73) fortificaban la teoría del
origen hídrico del cólera y de la fiebre tifoidea, estableciendo el hecho de que la
infección procede de las deyecciones de los enfermos. La epidemia de fiebre tifoi-
dea de Lausana, Suiza (1872), que procedía del agua que pasaba a través de un
monte, trastornó la teoría hídrica, y los verdaderos progresos sólo vinieron con la
Bacteriología. La «teoría del agua bebida», finalmente, fué dominando sobre la
eoría fitogénica, o doctrina del excremento (Murchison) y sobre la del «agua te-
lúrica» (Pettenkofer) por la epidemia de Lowell y Lawrence de 1890, investigada
por W. T. Sedgwick, y el hecho de que Hamburgo, con aguas no filtradas, sufrió
n grave cólera en 1892, al paso que la inmediata ciudad de Altona disfrutaba de
na absoluta inmunidad, gracias a la filtración. Sedgwich ha establecido el impor-
tante principio de que «el agua quieta, no corriente, se purifica por sí misma». El
Ttro en Lawrence, Mass. (1894), fué «el primero de América colocado entre un
gua altamente contaminada y altamente infectada y una población industrial» [2]
(1) A. Winslow: Technol. Quart., Boston, 1905; XVII, páginas 318-332.
(2) Véase W. T. Sedgwick: Journ. New England] Water Works Ass., Boston,
[900-1901; XV, página 315; 1916, XXX, pág. 183.
388 HISTORIA DE LA MEDICINA
El plan de filtración de Belmont, de Filadelfia (1893), y el plan de Wáshmgton (1905)
habían demostrado su eficacia en el combate de la fiebre tifoidea. En Alemania,
los grandes planos de filtración de Berlín y de Hamburgo, la obra de W. P. Dum-
bar, en la estación de ensayos de Hamburgo, el ingenioso «Imhof System» de pu-
rificación de los excreta, empleado en el valle de Ems, son trabajos que merecen
especial mención.
Prusia tiene, probablemente, el mejor sistema de prevenir la adulteración de
los alimentos y de los medicamentos, castigando las transgresiones, no con multas,
sino con prisión. Bismarck declaraba que los adulteradores del alimento eran, con
los anarquistas, los mayores enemigos del pueblo alemán. La Sociedad fundada, en
1878, en Hamburgo contra la adulteración de los alimentos ha llegado a ser la ac-
tual Verein für óffentliclie Gesundheitspflege. La Kaiser lie hes Gesundhcitsa?nt (fun-
dada en 1876) dictó una ley en 1878, adoptó más tarde la ley inglesa de 11 de
agosto de 1875 y continuó en 14 de mayo de 1879 y sucesivamente por una larga
serie de análogas disposiciones, siendo de las más importantes la ordenanza de 22
de febrero de 1894 para la certificación de los alimentos químicos y protegiendo
a los fabricantes contra las falsas actas de acusación de los incompetentes WinkeU
clie?niker. No ha habido verdadera legislación de los alimentos en los Estados Uni-
dos hasta la publicación del Acta de 30 de junio de 1906 sobre alimentos y medica-
mentos, y del Acta del mismo año sobre inspección de géneros alimenticios, que
parecen siempre implantadas sobre una base no del todo satisfactoria. Durante
largo tiempo la progresiva legislación de Higiene pública en los Estados Unidos ha
sido bloqueada por las individualidades y las corporaciones, que no desean verse
intervenidos en sus negocios, si ellos pueden auxiliarse, y que consideran la ciuda-
danía americana como confiriendo un misterioso «derecho» para hacer lo que me-
jor les plazca, prescindiendo de sus vecinos. Las impúdicas reclamaciones de los
comerciantes en la trata de blancas fueron rechazadas por la sentencia del Tribu-
nal Supremo de 24 de febrero de 19 13, que niega explícitamente la existencia de
ningún derecho privado en sí mismo, y, sobre todo, de ningún derecho para perju-
dicar y dañar. La clara distinción establecida por Tácito, Milton y Goethe, entre
«licencia» y «libertad», como sostenida por un tribunal de estas eminencias, cons-
tituye una base para el futuro desarrollo de la medicina del Estado (1).
El movimiento en favor de la «investigación de la paternidad», un asunto de
derecho común a las mujeres del Continente, aunque prohibido por nuestras leyeí
federales y del Estado, ha sido defendido, principalmente, rior William J. Robinson
(New-York). Como sostenía el Dr. A. Jacobi ante la Academia de Medicina de New-
York (26 de mayo de 191 5), el objeto de esta idea es principalmente eugénico, pai
mejorar la calidad de la especie humana por medio de la limitación de los engen-
dros irregulares, por una deliberada regulación del tiempo y número de los hijos
y aumentando la responsabilidad paterna.
El sectarismo y el charlatanismo han florecido rápidamente en ¡;
vida moderna, a veces de muy extrañas maneras. De acuerdo con Flex
ner, «la homeopática es la única secta que se encuentra en la Gran Bre-
taña y en el continente», a causa de que a un médico calificado no le im
porta que se le califique de homeópata, supuesto que son necesarios exá
menes para poder practicar. La proporción de los homeópatas era di
211 : 30.558 en Alemania, en IQOQ; y de 193 : 31754 en la Gran Bretañ
en 1907. En América, con la legislación vigente, se permite el florel
miento de todo género de sectas médicas — osteopatía, chiropraxis, cien
cia cristiana, eclecticismo, botánica médica, etc. En 1909 había 1 5 escue
(1) Para una discusión '!<•] aspecto legal de esta materia, véase el artículo (k
I)r. William ( :. Woodward, Health Officer, D. C, en el Georgetown Law JourtM
bington, 1913; 1, uám. .-; .
FERIODOMODERNO 389
las homeopáticas, ocho eclécticas, una fisiomédica y ocho osteopáticas en
los Estados Unidos. No hay instituciones sectarias en el Canadá. Respec-
to de la lealtad fiduciaria a las primitivas doctrinas de Hahnemann, viene
a ser como un clérigo escéptico o apóstata. La medicina científica no es
ni homeópata ni alópata. Del asunto del tratamiento, del cual hay tanto
en el aire, depende por completo el asunto de la tolerancia, del sectaris-
mo y del charlatanismo. En los tiempos pasados, como ya hemos visto,
muchos rasgos de la terapéutica son, como en la actualidad, ideados por
los no médicos. La terapéutica ha comenzado positivamente con la doctri-
na de las hierbas. También es el estado puramente experimental de la te-
rapéutica moderna el que abre el camino a los charlatanes de la actuali-
dad. «El gran candor de la medicina científica les da motivo para triun-
far, porque precisamente donde el médico científico confiesa su insuficien-
cia el charlatán se muestra como un positivo valor» (Flexner). La tenden-
cia a consultar charlatanes es análoga a la responsabilidad del médico a
engañar con vestiduras de gato montes. «Algunos de los doctores de ma-
yor responsabilidad, dice Robert Morris, quieren estar siempre entre las
manos de los charlatanes financieros, y algunos de los hombres de nego-
cios más respetables desean estar siempre en manos de los médicos char-
latanes.» En la primera parte del siglo xix, John St. John Long, un bello
impostor que comerciaba con su influencia sobre las mujeres, sin publicar
sus progresos, tuvo un éxito extraordinario en Inglaterra. El mismo Napo-
león consultaba con la pitonisa Lenormand. En 1815, por la ley de 55,
George III, -cap. 1 94, un boticario inglés estaba siempre autorizado para
diagnosticar y recetar, y la Sociedad de Boticarios estaba autorizada para
darles licencia para inscribirse en el registro médico; pero en 1 886, las
disputas de los tiempos viejos se calmaron por el requerimiento de que
los cuerpos gobernantes de medicina, cirugía y farmacia no pudieran otor-
gar licencias, salvo en los casos en .que el candidato pudiera ser calificado
por examen en las tres ramas. En 21 de junio de 1869, Alemania cometió
un serio error al dictar un estatuto aboliendo la obligación de los médi-
cos de asistir las llamadas urgentes y de tratar gratis a los pobres, que in-
cidentalmente abrió las puertas del ejercicio a los prácticos no licenciados,
que serían los principalmente llamados a asistir aquellos casos (i). El re-
sultado de esta Kurierfreiheit fué un tremendo desarrollo de los médicos
naturalistas, curanderos por la fe, Baunscheidtist, exorcistas, amasadores
y amasadoras y devotos del vegetarianismo, Kneippismo, Nackkultur,
electricidad verde y azul y ocultismos de todo género. Los informes de la
(1) Véase, para completar las observaciones de Flexner, H. Magnus: Die Ku-
rierfreiheit, Breslau, 1905.
390 HISTORIA DE LA MEDICINA
policía demuestran la existencia de más de 1. 01 3 charlatanes registrados
en Berlín en 1903, contra 28 en 1879 y 1.349 charlatanes contra 3.584
médicos en 1909. Había 4.IO4 curanderos registrados en Prusia en 1902;
5.148 en 1903, y en 1905 había Ó.137 contra 2.212 en Sajonia. En la Gran
Bretaña, los médicos calificados se encontraban apuntados en el registro
médico desde el acta médica de 1858; pero no existía ningún registro po-
licíaco de curanderos. Como en Alemania y en los Estados Unidos, po-
dían usar los correos y anunciarse ad libitum. «Los periódicos, los anun-
cios, etc., todo da fácil y continuo acceso a los charlatanes» (Flexner). Ha-
bía 31.592 licencias en 1 894-95, para la venta y manufactura de los llama-
dos específicos, de cinco chelines cada una, y 40.734 en 1904-5. El infor-
me de la Oficina del Consejo Privado, publicado en el libro azul de 1910,
demuestra en qué gran proporción figuran los curanderos, especialistas en
hierbas, en arreglos de huesos, naturistas, abortadores, para el cáncer, la
tuberculosis, el venéreo, etc. Lo mismo que en Alemania, ellos son casti-
gados cuando realizan una torpeza atroz o un asesinato; pero, de ordina-
rio, sabrán librarse de todo castigo gracias a su astucia (i). El British
Medical Journals consagrado un número completo, en 191 1, a la expo-
sición de este asunto. En Francia hay mejores leyes; pero no se aplican
rígidamente. América ha sido un paraíso para los charlatanes desde los
tiempos de Perkins. En ninguna parte pueden hacer tanto dinero los com-
pradores de patentes de medicinas. «¿Quién necesita la lámpara de Aladi-
no, si se puede construir un palacio con una patente de pildoras?», era uno
de los humorismos de Lowell, y esto demuestra la excesiva y tranquila to-
lerancia americana para el charlatanismo y el fraude. El complicado siste-
ma de leyes médicas en cada uno de los diferentes estados es inferior al
inglés, que tiene algunas leyes liberales, rara vez cambiadas por los siglos;
pero susceptibles de una elástica interpretación, según las condiciones es-
peciales de cada caso. Como ocurre coa nuestras leyes de divorcio, según
las cuales un matrimonio separado o divorciado puede cambiar su estado
matrimonial con sólo ir cruzando la línea de los diferentes estados, del
propio modo un cirujano residente en Indiana no era demandado por sus
curanderos del novelista Harold Krederic, cuya muea
nanos de 'estos científicos cristianos», es, como dice Bernard Shaw,
lemostración sellada con su sangre de la incredulidad y aversión desdeñosas
hacia los doctores que él había expresado amargamente en sus libros», fué de mala
gana descartado por el justicia Hawkins, CD la Inspección Central de Policía de
Londres, a causa de la evidencia insuficiente de que hubiese alguna transacción
por parte de Frederic. El Supuesto 'derecho privado de una persona a hacer co-
imbéciles, aunque sea en su propio daño y destrucción, es un punto delicado
de la casuística política y legal; pero ha sido decidido en un sentido resueltamente
adverso. < omo acabamos de decir, por el Tribunal Supremo de los Kstados l 'nidos
en aquellos casos en que s< pueda llegar a un perjuicio público.
PERÍODO MODERNO 391
honorarios correspondientes a un tratamiento post-operatorio, por encima
de los límites señalados por el Estado, aunque la misma operación fuera
excusada y no tuviese la excepción legal de la urgencia, y una comunica-
ción confidencial hecha en Nueva Jersey por un enfermo de Colorado no
puede ser atendida si el médico de Jersey presta testimonio en la audien-
cia de Colorado (i). Las gentes tienden a quedarse sin leyes a causa de la
multiplicidad de leyes inútiles, en un marcado contraste con el sencillo
código de Suiza, que cualquier aldeano puede comprender y cumplir. Las
dificultades de un sistema múltiple de leyes se encuentran expresadas en
el aforismo de lord Beaconsfield, de que donde el orden social es muy
fuerte (en las comunidades rurales) se puede caminar con un gobierno
débil; donde el orden social es débil (como en las grandes ciudades), hace
falta un gobierno fuerte. La completa teoría de la interpretación de las
leyes existentes se encuentra en el punto de vista de Bismarck de que hay
momentos (por ejemplo, en época de paz) en que los gobiernos deben ser
liberales, y momentos (por ejemplo, durante la guerra) en que tienen que
ser despóticos. «Todo cambia; nada permanece constante aquí abajo.»
Por esta razón, los charlatanes y curanderos, por lo común, prosperan
mejor en nuestros liberales y densos estados y ciudades del Norte, y no
en los distritos agrícolas del Sur, donde el número de médicos es menor
y la sociedad más fuerte. Los periódicos, segando la cosecha de las noti-
cias de los curanderos, son indiferentes, porque la exposición, citación y
anuncio de los charlatanes y de los específicos últimamente se dedican a
los periodistas vivos y malignos, que son muchas veces algo más que
hombres de prensa. Los únicos intentos serios de castigarlos, en prove-
cho del público, son los realizados por las Asociaciones Médicas Británica
y Americana.
La Asociación Médica Británica ha sido organizada, en 19 de julio de 1832, en
la Sala de juntas de la Enfermería de Worcester, y a instancias del difunto sir
Charles Hastings, que era el médico de la enfermería. Desde su fundación ha ce-
lebrado reuniones anuales en diferentes puntos de la Gran Bretaña, y la Asocia-
ción tiene actualmente representación en las diferentes colonias. Publica las
Transaction (1832-53) y el Provincial Medical and Surgical Journal (1840-53), al
que ha seguido el Association Medical Journal (1853-57), que han sido sucesiva-
mente sus órganos hasta la fundación, en 1857, del British Medical Journal. Re-
presentando la unidad profesional de la Gran Bretaña, tiene esta Asociación un
papel muy importante en el desarrollo de la medicina inglesa durante el período
moderno, particularmente en la reforma médica, actuando por medio de los de-
cretos parlamentarios relativos a la legislación de sanidad pública y leyes de po-
bres, y en la exposición y censura del curanderismo, de las patentes para reme-
dios secretos y otros excesos. En 1909 publicó los Secret Remedies, que constitu-
ven un acertado informe sobre los mismos.
(1) Véase, sobre este asunto, el hábil estudio legal de C. A. Boston, en Med.
Times, NeW-York, 1916; XLIV, I, páginas 113 y 153.
392 HISTORIA DE LA MEDICINA
En 1847, Ia American Medical Association comenzaba, por medio de una Con-
vención Nacional de delegados de las Asociaciones y Colegios médicos, que llevó
primeramente el nombre de Medical Society de la ciudad de New-York, dedi-
cándose largo tiempo, por los esfuerzos de Ñatham Smith Davies, a mejorar el
desagradable estado de la educación médica en los Estados Unidos. Durante los
primeros cinco años de su existencia, sus actividades quedaron limitadas más bien
a la discusión que a la realización, y sus socios quedaban reducidos a unos dele-
gados especialmente elegidos. Por su reorganización en Saint-Paul, en 190 1, la
lista de socios está basada en las listas de las Sociedades médicas de los estados,
que, a su vez, lo están en las de las ciudades. Tanto las organizaciones de los esta-
dos como la nacional tienen una Cámara especial para el estudio de los asuntos,
que viene a unir toda la profesión del país en un cuerpo suficientemente organi-
zado, capaz de cumplir todos sus deberes. Rajo la disposición primitiva, las ten-
dencias de la Asociación se veían dificultadas principalmente por los problemas
más estrechos de la ética profesional; en los momentos actuales, sus propósitos
van ampliamente orientados, en el sentido de la opinión pública, respecto de la
h £iene pública y de la educación médica. A pesar de la mucha oposición, la Aso-
ciación, en los últimos doce años, ha realizado muchas obras importantes; primero
y principal, el combatir, por medio de sus Consejos de Farmacia y de Química, la
explotación de la profesión médica por medio de los comerciantes de medicamen-
tos patentados y la estafa de las gentes por los charlatanes y el curanderismo, pu-
blicándose en los resúmenes especíale s de New and No7i-Official Remedies las listas
de propietarios de medicamentos, de fábricas de diplomas y otros fraudes, para
conocimiento del público. Ha perfeccionado grandemente el estado de las Socie-
dades médicas, aumentando el número de socios y la eficacia de las mismas; de
tal modo, que si al principio las Sociedades médicas del estado publicaban peque-
ños volúmenes de «transaction», y eso con largos intervalos, había, en cambio,
en 1910, unos veintidós periódicos de las Sociedades del estado, lo que constituía
un gran perfeccionamiento en la centralización de la literatura periodística. El
Consejo de Educación Médica (1905) ha contribuido grandemente, por su propa-
ganda en estos últimos ocho años, a que disminuya el número de escuelas médi-
cas de grado inferior, con cuya medida disminuye a la vez el número de médicos
incompetentes y poco escrupulosos. Ha hecho también mucho por asegurar la ca-
rrera de cuatro cursos y los profesores de «full time» para las disciplinas más sé-
peras. De acuerdo con los datos recientemente publicados por la Asociación (1),
han existido unos 335 colegios médicos, con otras 118 Asociaciones de carácter
dudoso en los Estados Unidos durante el período de 1765-1913, de los cuales ha-
bía seis en 1910, 162 en 1906 y 95 en 1916-17. Desde 1904 han cesado de existir
94 escuelas médicas; 53 por incorporarse a otras y 41 por extinguirse. De 1 c) 1 2
a 1913 se han cerrado unos 14 colegios médicos y otros dos de 1916-17. En 1915-16
había 14.022 estudiantes de medicina, en contra de 28. 142 en 1904 y 18.41 2 en 191 1.
Además, 3.518 médicos graduados al año en 1915-16, contra 5.747 en 1904 y 44<s3
en 1912. Este decrecimiento indica, indudablemente, el progreso del perfecciona-
miento de la calidad. Había - menos, pero mejores colegas», 57 de los cuales ha-
bían hecho los perfeccionamientos requeridos para la admisión en la Asociación
de los Colegios Médicos Americanos (i.° enero 1912). 1.a proporción actual de
médicos con la población total de los Estados Unidos es de 1.15.241 : roo.399.318, o
sea un médico por cada 691 |>ersonas. En proporción con su población actual,
North Dakota es la que tiene la menor proporción de médicos, 1 : 1.2 17, y el dis-
trito de Columbia la mayor, 1 : 365, excluyendo unos 500 médicos gubernamenta-
que no ejercen, 1 : 242. Trece tribunales de licenciatura han insistido reciente-
mente en que son necesarios más profundos conocimientos previos. Finalmente,
por sus Consejos de Sanidad y de instrucción Pública, la Asociación lia publicado
recientemente folletos prácticos en todos los Estados de la Unión, en los (pie se
instruye a las ¡ pelo de las enfermedades infecciosas. Kl Journal of ihe
American Medical Association, fundado 'ai 1883, y en la actualidad dirigido edito-
■ (1) Journ. Amer. Mr,/. Assoc, Chicago, 1916; LXVI, pág. 1736; LXVII, págj
na 587, passim.
PERÍODO MODERNO
393
rialmente de un modo muy hábil por George H. Simmons, ha consolidado firme-
mente una posición análoga a la del British Medical Journal en Inglaterra, o a la
del Deutsche Medicinische Wochensch?'ifi en Alemania.
No existe ninguna ciencia moderna del grupo total de ciencias que
tenga una cifra tan elevada de periódicos como la Medicina. En llamativo
contraste con el siglo xvm, en el que difícilmente existían algunos perió-
dicos médicos, en nuestra época, y especialmente en nuestra región, nos
encontramos materialmente invadidos de periódicos médicos, muchos de
los cuales, como los llamados en Alemania Eintagsfliegen, son de efímera
duración. Estos últimos, o han tenido su empleo en alguna localidad par-
ticular, o han servido el interés de alguna teoría o secta, de algún ismo o
alguna patía. Hay demasiados periódicos médicos en el mundo moderno.
Mr. Charles Perry Fisher calcula que existían, aproximadamente, el I.° de
enero de 1913 unos 1. 654 periódicos médicos (i). De ellos, 630 eran
americanos; 461, alemanes; 268, franceses; 152, ingleses; 75, italianos, y
29, españoles. Mr. H. O. Hall, de la Biblioteca General de Cirugía, calcu-
la que han circulado unos 1. 895 en el período de 1916-17. En las prime-
ras series ( 1 880-95) del Index- Catalogue figuran catalogados unos 4.920
periódicos; al final del año fiscal, 30 junio 1916, el número total de perió-
dicos registrados era de 8.289 (1880-1916). El gran número de periódi-
cos médicos, lo mismo que el de las Sociedades médicas, en los Estados
Unidos, es debido, no a las condiciones sociales o científicas, sino, como
en Rusia, a la gran extensión del territorio nacional y a la expansión de
las ciudades (2). Todas las regiones tienen periódicos que son exclusiva-
mente locales y que sucumben en su región. Como regla general, puede
admitirse que los periódicos de las grandes ciudades (Boston, New- York,
Filadelfia, Chicago, Nueva Orleans y otras) son de mejor calidad y de un
carácter más metropolitano que los de los diferentes estados, aunque al-
gunos de éstos han alcanzado un carácter muy importante por la centra-
lización de las Sociedades médicas del Estado, de las cuales son órganos.
A continuación del Medical Repository (1 797-1824), han ido sucesivamente apa-
reciendo: el Philadelphia Medical Museum (1804- 11), el Philadelphia Medical and
Physical Journal (1804- 1809), el Medical and Agricultural Register (Boston, 1806 a
1807), el Baltimore Medical and Physical Recorder (1808-09), el American Medical
(1) Bull. Med. Library Assoc, Baltimore, 1 9 1 3 ; n. s., II, pág. 22.
(2) En 1881, el difunto Dr. James R. Chadwick, bibliotecario de la Biblioteca
médica de Boston, decía: «En Inglaterra resulta posible, para los que están intere-
sados especialmente en Obstetricia o Ginecología, esperar las reuniones de la So-
ciedad Obstétrica de Londres, como realmente ocurre; pero, en América, las dis-
tancias son demasiado grandes para andar atravesándolas, y aquellas reuniones
resultarían imposibles.» (Boston. Med. and Surg. Journal, 1881; CV, pág. 245.) En
el momento actual hay Sociedades nacionales americanas de todas las especialida-
des, que se reúnen anualmente.
394 HISTORIA DE LA MEDICINA
and Philosophical Register (18 10-14), el New England Journal of Medicine and Sur-
gery (Boston, 1812-28), el American Medical Recorder (Filadelfia, 1818-29) y el Phi-
ladelphia Journal of the Medical and Physical Sciences, fundado en 1820 por Natha-
niel Chapman. En 1827, Chapman fundó una nueva serie de este último periódico,
con el título de American Journal of the Medical Sciences, que, bajo la subsiguiente
dirección de Isaac Hays, I. Minis Hays y otros, ha sido durante largo tiempo el
mejor periódico mensual médico de América. Entre los mejores semanarios médi-
cos figuran el Boston Medical and Surgical Journal (1828), que ha sido editado por
hombres como John Collins Warren, Francis Minot, George B. Shattuck y otros;
The Medical News (Filadelfia, 1843- 1905), fundado por I. Minis Hays; The New- York
Medical Journal (1865), que en los últimos años ha sido editado con gran habilidad
por el difunto Frank P. Foster (1841-1911) y últimamente por Claude L. Wheeler
y por Charles E. de M. Sajous; The Medical Record (1866), editado por George F.
Shrady y últimamente por Thomas L. Stedman; The Philadelphia Medical Journal
(1898- 1903) y Americafi Medicine (Filadelfia, 1901), que ha sido en un principio edi-
tado por George M. Gould. Entre los mejores periódicos dedicados a asuntos es-
peciales figuran The American Journal of Obstetrics (New-York, 1868), fundado por
Emil Noeggerath y Abraham Jacobi; The Annals of Surgery (1885), The American
Journal of Physiology (Boston, 1898); The Archives of Ophthalmology and Otology
(New-York, 1869), fundados por Herman Knapp; The Journal of Experimental Me-
dicine (New- York, 1896), fundado por William Welch; The Journal of Infections Di-
seases (Chicago, 1904), fundado por Ludwig Hektoen; The Journal of Biological Che-
mistry (New-York, 1905), fundado por Christian A. Herter; The Journal of Medical
Research (Boston, 1896); The Journal of Morphology (Boston, 1887), fundado por el
difunto Charles O. Whitman; The Journal of Experimental Zoology (Baltimore,
1904), editado por Ross Granville Harrison, y The Journal of Laboratory and Cli-
nical Medicine (St. Louis, 1 9 1 6) , fundado por Victor C. Vaughan.
La mejor clase de los periódicos médicos puede, algo esquemática-
mente, dividirse en tres grupos: el que comprende aquellos exclusivamen-
te dedicados a la ciencia pura y a las investigaciones experimentales; el
de los consagrados a las especialidades, y los que incluyen, con algunos
casos clínicos y quirúrgicos, artículos, originales o no, sobre diferentes
materias, resúmenes de los adelantos, extractos de revistas, traducciones,
trozos históricos, gacetillas y charlas médicas. En los periódicos del pri-
mer grupo, Alemania va a la cabeza por el número. Respecto de la cali-
dad, las publicaciones de aquellos centros científicos, como la Royal So-
ciety, de Londres; las Academias de Francia, Prusia, Sajonia, Baviera,
Austria e Italia, o la Société de Biologie, de París, son las primeras, con
algunas ocasionales contribuciones a la ciencia fisiológica. Después vienen
las publicaciones de los laboratorios y clínicas de las Universidades, de
las Sociedades médicas, Institutos y otras fundaciones, como lo expresan
los títulos de Annalen, Arbeiten, Archiv, Beitráge, Berichte, Centralblatt,
fahrbuch, Mitteilungen., Monatsckrift, Sammlung, Verhandlungen, Ve-
roffentlichungen. Vierteljahressckrift o Zeitschrift, algunas veces con no-
tas de positivo valor, hasta los de Blatter, Correspondenzblatt, ('alendo,
Organ , ./<>//, Wochenschrift o Zeitung, lodos los cuales tienen
una aplicación más o menos acertada. De las publicaciones anuales, las
ontienen valiosos resúmenes de la labor científica corriente;
los Jahresberichte^ equivalentes a nuestros anales, se dedican de preferen-
PERÍODO MODERNO 395
cia a las referencias bibliográficas y a los resúmenes estadísticos. Como
regla general, los periódicos dedicados a la Anatomía, Fisiología, Bacte-
riología, Psicología, Antropología, Cirugía, o a las diversas especialidades,
son los mejores en todas las localidades. Los periódicos veterinarios algu-
nas veces son mejores que los consagrados a la Odontología. Los perió-
dicos de Homeopatía suelen ser de pobre calidad, y los consagrados a la
Osteopatía, Antivivisección y otras cosas análogas no suelen tener valor
científico alguno. De los periódicos médicos generales del tercer grupo,
los Wochenschriften de las grandes ciudades alemanas (Berlín, Munich,
Viena), el British Medical Journal, The Lancet y los periódicos de las
grandes ciudades de la Gran Bretaña (Edimburgo, Glasgow, Dublin, Bris-
tol) son todos de la mejor calidad. Las publicaciones correspondientes de
los pueblos latinos, escandinavos y eslavos son de mérito desigual. Apar-
te de la decadencia literaria, casi todo lo que se imprime en Francia está
bien escrito, y los ingeniosos feuilletons de los periódicos médicos de Pa-
rís no constituyen ninguna excepción de esta regla. Algunos, como la
Chronique medical, son capables de tout en este respecto. Algunos de los
semanarios franceses e italianos son impresos en grandes e incómodas
hojas, como los diarios, lo que hace pensar en las ventajas de la idea de
Ostwald de una definitiva Weltformat o tamaño y proporciones análogas
para todos los libros y periódicos científicos. Un carácter no ponderable
de algunos pequeños periódicos latinos es el intercalar con el texto el
anuncio de específicos, o la encuademación de tales anuncios entre las
hojas del texto. Italia es prácticamente el único país que ha glorihcado
los nombres de sus grandes y pequeñas reputaciones, distribuyéndolas
como títulos de diversos periódicos, tales como Cesalpino, Cirillo, Breo-
laniy Fracastoro, Galvany, Guglielmo de Saliceto, Ingrassia, Malpighi,
Morgagni, Or o si, Pisani, Ramazzini, Selmi, Spallanzani, Tommasi. La
mayoría de los periódicos españoles son inferiores como calidad, incluso
a los de la América del Sur. El hermoso lenguaje español es un medio
más bien social que científico, y mucha de su literatura médica está llena
de retórica y de problemas para resolver. Impresos con tintas de anilina,
en papel de calidad inferior, la mayoría de nuestras valiosas producciones
aparecen desmigajadas o su contenido aparece marchitado desde un siglo
o más, y la crítica de sus periódicos par ce frivola y sin gracia. En los
menos de ellos puede observarse algún útil propósito en favor de la an-
siosa investigación original o de la forma del estudio. Walsh, en sus estu-
dios sobre la medicina medieval, ha realizado el hecho de que la mente
humana pronto se aburre de las dificultades o délos problemas insolubles
y puede renunciar a un problema por espacio de siglos. Para asegurar la
continuidad del interés, tiene que haber un constante rejuvenecimiento
396 HISTORIA DK LA MEDICINA
y renovación del estímulo, y en ninguna fase de la actividad moderna es
tan imperativo el que el espíritu científico tiene que arder y brillar, al
modo de un fuego sagrado, como en el campo de la Medicina. La más ele-
vada función del periodista médico en la actualidad es la de iniciar nue-
vas corrientes de ideas científicas, poniéndolas en circulación. El público
resultará mucho mejor protegido de los charlatanes si nuestros periódicos
dirigen su información por representaciones dignas de confianza de la
Prensa médica (i), en lugar de utilizar reporteros indisciplinados científi-
camente y con la manía de publicar lo sensacional.
Uno de los más importantes caracteres de la Medicina moderna es su
tendencia hacia el internacionalismo, incluso en el campo de batalla.
En 1862, Henri Dunant (1828-1910), filántropo suizo, publicó su Souve-
nir de Solferino, y su exposición de las atrocidades de la guerra condujo
a la Conferencia Internacional de las Sociedades de la Cruz Roja, en Gi-
nebra, en 1863, y a la institución, en 22 de agosto de 1 864, de la Con-
vención de Ginebra, en la que catorce Estados diferentes se comprome-
tieron a considerar los heridos y los enfermos, como igualmente los
cuerpos médicos y servicios de enfermeros, como neutrales en los cam-
pos de batalla. Este movimiento ha sido calurosamente defendido por la
Reina Augusta de Prusia y la Gran Duquesa María Pawlona de Rusia, y
hoy sus intenciones es extenderle a todos los confines del mundo civi-
lizado.
En 1867 tuvo lugar en París, y a instancias de Henri Guitrac, el Primer Con-
greso Médico Internacional, que fué seguido de los de Florencia (1869), Viéna
(1873), Bruselas (1875), Ginebra (1877), Amsterdam (1870), Londres (1881), Co-
penhague (1884), Washington (1887), Berlín (1890), Roma (1894), Moscú (1897),
París (1900), Madrid (1903), Lisboa (1906), Budapest (1909) y Londres (1913). Ha-
bían sido ya precedidos por los Congresos Internacionales de Estadística (Bruse-
las, 185 1), Higiene y Demografía (Bruselas, 1852), Oftalmología (Bruselas, 1857),
Medicina veterinaria (Hamburgo, 1863), Antropología (Spezia, 1865) y Farmacia
(Brunswick, 1865), y continuados por una serie de Otología (New-York, 1876), La-
ringología (Milán, 18S0), Antropología criminal (Roma, 1885), Tuberculosis (Pa-
rís, 1888), Detmatología (París, 1889), Fisiología (Basilea, 1889), Psicología (Pa-
rís, 1890), Ginecología y I obstetricia (Bruselas, 1892), Alcoholismo (Bruselas, 181)4),
Tuberculosis (París, 1895), Lepra (Berlín, 1897), Odontología (1900), Cirugía (Bru-
selas, 1902), cuidados a los locos (Amberes, 1902), unificación de los remedios he-
roicos Bruselas, 1902), loche (Bruselas, 1903), habitaciones (París, 1904), higiene
dar (Nuremberg, 1904), Fisioterapia (Lieja, 1905), cáncer (Heidelberg, 1906),
pelagra (Turin, 1906), enfermedades profesionales (Milán, 1906), epilepsia (Buda-
pest, [909), medicina tropical (Manila. 1910), Patología comparada (París, 1912) y
eugénica Londres, 1912;. Kstas son sólo algunas de las reuniones internacionales
que comprenden casi todas las especialidades.
Otra señal del espíritu internacional ha sido la concesión de los pre-
1 Este < en la actualidad, el i los principales periódicos de New-
York.
PERIODO MODERNO 397
mios Nobel de Medicina a von Behring (1901), Ronald Ross (1902), Fin-
sen (1903), Pavloff (1904), Koch (1905), Golgi y Ramón y Cajal (1906),
Laverán (1907), Metchnikoff y Ehriich (1908), Kocher (1909), Kossel
(1910), Gullstrand (1911), Carrel (1912), Richet (1913), Bárány (1914), y,
además, a Rontgen, el de Física (1901), a Emil Fischer, el de Química
(1902) y a Henri Dunant, por su promoción en favor de la paz (1901).
En América, hombres de grandes recursos financieros han sobrepa-
sado a los Gobiernos extranjeros en dotaciones generosas para las inves-
tigaciones médicas y científicas.
Desde el comienzo de la primavera, el mundo ha visto a Europa con-
vulsionarse por una guerra entre doce o más naciones, que excede en
magnitud y destructividad a todas las luchas semejantes de la Historia.
Esta explosión de la fatalidad ha ido preparándose por una serie.de com-
plicadas intrigas políticas, que tendrán que exponer los historiadores fu-
turos; la tragedia de Sarajevo puso fuego a la mecha, y la traición a la
humanidad europea por alguno de sus dominadores fué cumplida. Tres
monarcas del Oriente europeo
«envían a pelear
por ellos a sus vasallos cubiertos con sus cimeras,
y éstos pelean bien, y mueren»,
en tanto que las naciones democráticas del Occidente de Europa recu-
rren a diversos artificios para soportar el ataque lo mejor que pueden.
La declaración de la guerra europea encontró sólo dos entidades en es-
tado de preparación (el ejército alemán y la escuadra inglesa). Las causas
de esta guerra hay que buscarlas en las intrigas de los políticos y en la
excesiva ambición de los Gobiernos, que van polarizando por completo
las naciones, fomentando deliberadamente los odios raciales y nacionales
por medio de historiadores de . strechas miras y por pseudoantropólo-
gos (i); en la lucha de las naciones poderosas por la supremacía comer-
cial y por el dominio del mundo; en la población excesiva; en la oposi-
ción entre las ideas monárquicas del Oriente de Europa y los sentimien-
tos democráticos de las naciones del Oeste; en la desgracia de que el
mundo está lleno de fabricantes de facciones y de productores de tumul-
tos; en los odios engendrados por la visión perturbada de razas no seme-
jantes o diversas, «incapaces protoplasmáticamente» de apreciar las vir-
tudes y los derechos prescriptivos de las otras. En la frontera del Oeste
la terrible contienda se ha convertido pronto, y por sí misma, en una
(ij Véase J. Loeb: Science, New-York, 1917; n. s., XLV, pág. 75.
398 HISTORIA DE LA MEDICINA
guerra de posiciones, en un ensangretado tablero de trincheras comba,
tientes, en el cual las líneas de comunicación han tenido necesariamente
que abolirse, en relación con la necesidad de evacuar ios heridos de la
escena de la contienda lo más rápidamente posible. Las granadas y las
bombas explosivas, máquinas infernales de destrucción en los aires y en
las aguas submarinas, gases venenosos y líquidos inflamables, han efec-
tuado su labor de destruir a muchos de los más bravos y mejores, el po-
sible plasma germinativo de las generaciones futuras. Nuevos y extraños
conceptos patológicos han aparecido, tales como la enfermedad del seno
longitudinal, la fiebre volhyniana o de los cinco días, el pie de las trin-
cheras, la nefritis de las trincheras, la ictericia parasitaria (spirochaetosis
icterohemorrágica), la ictericia tóxica por el ácido pícrico, el envenena-
miento por el trinitrotolueno y el tetracloretano en los fabricantes de
municiones; la terrible destrucción de los alvéolos y de los pulmones por
los gases irritantes; los desórdenes de los nervios periféricos y los efectos
neurósicos de las heridas por arma de fuego en todas partes del sistema
nervioso; los neuróticos y cardíacos efectos del shock por las bombas y
la contusión del aire; la gangrena gaseosa por el bacilo de Welch y otras
complicaciones de la infección de las heridas. Los cirujanos militares se
han visto muy expuestos en esta guerra, y entre ellos ha habido una ele-
vada mortalidad, tan grande como la de los oficiales de línea y de infan-
tería, y nuestra profesión ha batido un brillante record de rapidez de pen-
samiento y fertilidad de recursos para resolver el conjunto de difíciles
problemas que constantemente se estaban imponiendo al oficial médico.
Notables éxitos se han logrado en la prevención de la fiebre tifoidea por
las vacunas; en las tetravacunas empleadas contra la tifoidea, las dos pa.
ratifoideas y el cólera (i); en la destrucción de los parásitos que pueden
transportar el tifus y otras afecciones; en el tratamiento antiséptico de
Carrel, de las heridas por medio de la disolución de hipoclorito sódico
(eusol) del químico americano II. I). Dakin (2); en el empleo de la solu-
ción hipertónica de Wright y de sus autovacunas contra la infección pu-
rulenta de las heridas; en la purificación del agua utilizada por los ejérci-
tos, por medio de la solución de hipoclorito de Javel (javelización); en la
Localizador! de los proyectiles en el cuerpo por medio del compás de
Hirtz, el electrovibrador de Bergonié y los métodos radiológicos; en los
maravillosos aparatos protésicos rápidamente improvisados para servir
como manos y miembros artificiales, y en la educación de estos pobres
inválidos para que puedan en lo sucesivo ganarse honradamente su vida;
1 Hay diferentes variedades <i<- tetravacunas y aun de pentavacunas.
2) II. I). Dakin: C'ompi. rend. Acad, des Se, París, 1915; CI.XI, páginas '-50-153.
PERIODO MODERNO 399
en las notables restauraciones de los dientes y de las mandíbulas por los
dentistas americanos; en el tratamiento de las fracturas de arma de fuego
por medio de los injertos óseos; en la cirugía militar de todas las partes
del cuerpo; en el eficaz tratamiento de las quemaduras extensas por me-
dio de la solución de parafina-resina (ambrina), de Barthe de Sandfort
(keriterapia) [i]; en el tratamiento y preparación para su eficacia futura
de los defectuosos cardíacos, pulmonares y neurósicos.
El fin de esta guerra aún no está próximo, y lo futuro sólo lo pode-
mos ver como al través de un vidrio obscuro. Algunos, como los amigos
de nuestra común humanidad, pueden aspirar hacia el noble ideal de
Kant de la paz universal, del constante cambio y emigraciones de las gen-
tes por la superficie de la tierra, a la impermanencia de las alianzas nacio-
nales y de sus efectos en la historia, al hecho de que la democracia no es
(como la monarquía) ninguna forma absoluta de gobierno, sino una edu-
cación de los pueblos para la ciudadanía; pero la existencia actual en la
naturaleza de razas pacíficas y guerreras (o merodeadoras), de las rivali-
dades comerciales entre las naciones, y de los odios de los que «no tie-
nen» a los que «tienen», hacen extraordinariamente dudoso el futuro in-
mediato de la Humanidad. Parece como que las guerras son «deseables»
por las naciones tranquilas y pacíficas (y hasta indefensas) por la conca-
tenación de los negocios y de los acontecimientos políticos. El ejemplo de
la fuerte y pequeña república de Suiza parece demostrar que el único ca-
mino por el cual la guerra podrá ser evitada y la invasión rechazada por
estas naciones en lo futuro es el curso racional de preparación física y mi-
litar, cuya importancia y significación ha sido bien puesta de relieve por
el difunto sir Lauder Brunton durante los últimos diez y siete años de su
vida (i). Es extraño que la mayor censura y odio por los males que oca-
siona la guerra se expresan por los jefes de los soldados y cirujanos mili-
tares que arriesgan sus vidas en el fuego de las batallas que tienen lugar
en sus países. Las guerras modernas son provocadas de ordinario por las
rivalidades comerciales de las naciones, con las consiguientes apelaciones
a los odios de raza y a los sentimientos tumultuarios por los «monarcas
enloquecidos», «biólogos raciales», historiadores irresponsables y perio-
distas sensacionales. En este sentido, la opinión de un psicólogo francés
de que «la inteligencia colectiva de una muchedumbre es, de ordinario,
menor que la de cada uno de sus miembros individuales», es muy digna
de ser tomada en consideración. Relativamente al quam parva sapientia
(1) Barthe: Journ. de Méd. int., 1913; XVII, páginas 211-214. Bull. Acaa. de
Méd., París, 1 9 1 4 ', 3 s., LXXI, páginas 560-562.
(2) Brunton: Collected Papers on Physical and Military Training, Londres, 191 5.
4oo H I S T O R 1 A • 1> É LA MEDICINA
mundus regitur, Jacques Loeb ha emitido recientemente una opinión que
es un ideal a distancia tal vez irrealizable:
«Si nosotros consiguiéramos reemplazar al presente un nuevo tipo de
hombres de Estado, que estuviesen familiarizados con el desenvolvimien-
to de las ciencias exactas (por ejemplo, las experimentales y cuantitativas),
siendo capaces de seguir este desenvolvimiento y capaces de aplicar los
resultados de las ciencias exactas al levantamiento físico, moral, intelec-
tual y económico de las masas, nosotros llegaríamos a ver desaparecer el
peligro de la guerra» (i).
De un modo análogo, decía Ostwald:
«La ciencia puede, por consiguiente, ser considerada como la parte más segura
y más constante del tesoro espiritual que poseemos. Las predicciones que han sido
hechas por los hombres de ciencia hau sido aceptadas como las más realizables pol-
la mayoría de los hombres inteligentes.»
El Presidente Eliot hacía notar que « los dedicados a las ciencias físicas
y naturales durante los últimos ciento cincuenta años han demostrado no
ser inferiores a ninguna otra clase de hombres en su poder de razona-
miento y de voluntad, y han demostrado igualmente ser superiores a otras
clases de hombres respecto de la apreciación del valor para la sociedad
del producto de sus poderes. Los hombres que desde los comienzos de la
decimonona centuria han hecho más en favor de la raza humana por el
recto uso de su razón, imaginación y voluntad, son los hombres de cien-
cia, los artistas y los hombres hábiles en el trabajo, no los metafísicos, ni
los oradores, ni los historiadores, ni los legisladores».
Respecto de las enfermedades actuales de la sociedad, muy pocos
hombres de estado y estadistas ven que, como dice el sabio Pagel, todas
las naciones padecen por las enfermedades de la infancia, de la niñez y de
la vejez, que hay que suprimir en ella los injertos del alcoholismo y de la
sifilización, evitando la producción de la degeneración por la opresión de
los pobres (las raíces del árbol), la corrupción de las gentes por la porno-
grafía, la comercial explotación de la prostitución y la deliberada intro-
misión en la sociedad de ladrones y de perdidas, del eterno fraus innexa
( liciiti al que toda nación es cliente, incluso que las naciones adultas pue-
dan '-star a merced del cesarismo y de las enfermedades psíquicas de las
masas.
Quicquid del ir an t reges, plectuntur Achivi (i).
|. Loeb: Science, Nrw-York, 0)17, n. s., XLY, página 76.
(2) cKonder-und Entwicklungskrankheiten muss ja jedea Volk durchmachenj
1 h. n vriraberauch schon entwickelte Kulturnationen vor traurigen Kümpfen
beimgesucht |. Pagel: Grundriss eines Systems der medizinischen Culturgeschichte.
Berlín, iu<>5, página 77.
PERIODO MODERNO loi
El que la guerra llegue a ser una fracción llamada a desaparecer en los
negocios humanos es, por consiguiente, dudoso en las condiciones actuales
de la economía del mundo. Pero el deber completo y total de la profesión
médica es bien claro. En tiempo de guerra, su divisa debe ser <inter aj'rna
caritas», y cuando la guerra y los rumores de guerra hayan vuelto a pasar,
nuestra profesión debe procurar siempre que pueda, «con caridad hacia
todos y con malicia hacia nadie*, desarrollar los sentimientos de paz y de
buena voluntad entre la Humanidad, que es su verdadero cliente. En 191 5,
el doctor Samuel J. Meltzer fundó una Fraternidad Médica para el Avance
de la Moralidad (i), basada en el concepto de que, en tanto que las na-
ciones individuales son civilizadas con urbanidad decente y humanitarismo
hacia sus vecinos, la Humanidad en conjunto no lo es; que hay un abismo
entre la moralidad intranacional y la internacional, y que no importa
hasta qué punto sean altamente cultivadas e ilustradas las naciones, ellas
tienden a resolver sus dificultades por la fuerza bruta, asesinando y muti-
lando a sus adversarios. Este memorial en favor del intranacionalismo e
internacionalismo merece la futura consideración de los médicos de todos
los países.
Respecto de los efectos de la investigación científica en la Medicina, el
físico Rowland se ha expresado con una fuerza casi apocalíptica.
«La inteligencia no cultivada y vulgar tiene únicamente dos departamentos,
uno para el error y otro para la verdad; en realidad, el contenido de los dos de-
partamentos se mezcla, tristemente, en la mayoría de los casos; por el contrario,
la mente ideal, científica, tiene un número infinito de compartimientos. Cada teoría
y cada ley tiene su compartimiento apropiado, indicando su grado probable de cer-
teza. Cuando llega un nuevo hecho, el nombre científico lo va pasando de uno a
otro departamento, de tal modo que, a ser posible, él llega a calcular su propor-
ción de error y de verdad... Las leyes naturales serán, probablemente, rígidas e
intercambiables unas en otras. Comprendedlas, y ellas serán beneficiosas; podemos
emplearlas en favor de nuestros propios propósitos, convirtiéndolas en esclavas de
nuestros deseos. Comprendiéndolas mal, pueden convertirse en monstruos que nos
aplasten con su fuerza o puedan reducirnos a polvo. Nada es tan cuestionable como
nuestra creencia; los actos no pueden retractarse, y nosotros tenemos que com-
prenderlos o que sufrir sus consecuencias. Nuestro único recurso, por consiguien-
te, es el obrar con arreglo a las probabilidades que nos dan las leyes que cono-
cemos como verdaderas. Si actuamos correctamente, bien; si actuamos incorrecta-
mente, ya sufriremos las consecuencias. Si somos ignorantes, sucumbimos. ¿Qué
mayor locura que aquella que sostiene que la creencia no es, siendo sincera, una
consecuencia provista? Un hijo único, una mujer amada yacen en el lecho del do-
lor. Los médicos dicen que la enfermedad es mortal; una pequeña planta, llamada
microbio, ha podido entrar en su cuerpo, y se ha reproducido a expensas de los
tejidos orgánicos, formando venenos mortales en la sangre, o destruyendo algún
órgano vital. El médico lo ve; pero no es capaz de hacer nada. Diariamente viene y
nota la pérdida creciente de las fuerzas de su enfermo, y diariamente va decayendo
(1) Meltzer: Science, New-York, 1915, n. s., XLI, páginas 515-523.
Historia de i.a Medicina. — Tomo lí 26
402 HISTORIA DE LA MEDICINA
cada vez más éste, hasta terminar en la tumba. Pero, ¿por qué consiente esto el mé-
dico? ¿Podemos dudar nosotros que exista algún remedio capaz de matar al micro-
bio o de neutralizar sus venenos? ¿Por qué no lo ha usado? El lo ha empleado para
curar; pero ha fracasado. Su cuenta es religiosamente pagada porque él, emplean-
do lo mejor, ha dado alguna esperanza de cura. La respuesta es: ignorancia. Los
remedios son todavía desconocidos. El médico se sirve de otros para descubrirlos,
o quizás él experimenta de un modo demasiado torpe y poco científico para des-
cubrirlos. ¿No será errónea la consecuencia, porque el mundo ha estado pagando a
esta clase de hombres equivocados? Para que su ignorancia fuese disipada, ¿no
se ha entregado dinero suficiente en los tiempos pasados? Estas muertes, algunos
pueblos las consideran como actos de Dios. Es una blasfemia el atribuir a Dios ac-
tos que son debidos a nuestro propio egoísmo y al de nuestros antepasados, al no
fundar los institutos para las investigaciones médicas en número suficiente, dotán-
dolos con los medios suficientes para el descubrimiento de la verdad... Todas las
ciencias están enlazadas unas con otras y deben avanzar de acuerdo. El cuerpo hu-
mano es un problema físico y químico, y estas ciencias tienen que avanzar antes
si se quiere dominar la enfermedad (i).»
Estas afirmaciones, escritas hace más de ocho años, son actualmente
una «historia antigua» y pueden encontrarse algo emocionales y pasadas
de moda. Pero no debemos olvidar que el hombre que las ha escrito cree
con una intensa convicción que las investigaciones científicas implican «el
amor a la verdad, el interés en perseguirla y la humildad de la inteligencia
que hace que tengamos siempre presente la posibilidad del error». Mien-
tras esperamos atravesar la amplia laguna que separa el microcosmos que
es accesible a nuestros sentidos y el desconocido Universo que existe más
allá de nuestra vista, la mente humana se revela a sí misma, en todos sus
aspectos, como un instrumento de precisión muy imperfecto. La pesadez
del topo no es para la ciencia. Por espacio de siglos, la ciencia ha desem-
peñado, como dice Huxley, «el papel de la Cenicienta». Para conservar sus
encantos y fascinaciones tiene que procurar no volverse demasiado vani-
dosa y no hacer injustas y extravagantes reclamaciones. Como hace notar
acertadamente Baas, «cuando se ha llegado a dominar una cúspide, se ve
que todos los senderos conducían inevitablemente ala misma >.
La más elevada función de los médicos es siempre la de suprimir o ali-
viar los sufrimientos humanos; no sólo por las medicinas, sino también
por medio de los cuidados; y así como el cirujano debe aprender a pensar
clínicamente, el clínico debe pensar quirúrgicamente en la necesidad, a ser
posible, de que algún día la palabra «cura» vuelva a ser como parte
del gran ideal hipocrático, restaurada en su antigua significación (curare).
Entre tanto, tenemos que reconocer que el conjunto de la ciencia médica,
incluyendo sus partes, es más grande que su práctica, aplicada tanto a los
malea de la sociedad como a las indisposiciones del enfermo.
i II \. Rowland I New Haven, 1899, 4 s., VIII, páginas 409
1 in
PERIODO MODERNO 403
La tendencia de la medicina moderna, coordinada con el avance de
todas las ciencias, es a predecir y a contrastar los fenómenos, y a la pre-
vención, como inclusa en el tratamiento, de las enfermedades.
La medicina preventiva no tiene un ideal más bello que el que se con-
tiene en la hermosa sentencia de Minot: «Nosotros hemos entronizado la
ciencia en la imaginación; pero la hemos coronado con modestia, por-
que ella es la realidad del poder humano y la personificación de la falibi-
lidad humana.»
BREVE RESUMEN
DE LA
HISTORIA DE LA MEDICINA EN ESPAÑA
por el Dr. garcía del real
L— MEDICINA ANTIGUA Y PRIMITIVA
Demostrada ya la identidad de forma de la Medicina antigua o pri-
mitiva en todos los pueblos del mundo, poco o nada debiéramos añadir
a este capítulo. Sin embargo, juzgamos interesante llamar la atención, ya
que el doctor Garrison no lo hace, acerca de las diferencias que presenta
la edad prehistórica en España respecto de los caracteres generalmente
admitidos en el resto de Europa, y a los que hace alusión el autor de esta
obra, dando a la vez una ligera idea de la extraordinaria riqueza paleolí-
tica de nuestra patria.
Es bien' sabido que la primera edad de la Prehistoria es la Edad de
Piedra, dividida, a su vez, en dos grandes períodos: paleolítico (de la pie-
dra tallada) y neolítico (de la piedra pulimentada). El período paleolítico
se subdivide en dos grandes fases: paleolítico inferior, con sus épocas
prechelense, chelense, achelense inferior, achelense superior, musteriense
inferior y musteriense superior, y paleolítico superior, que se divide en
las épocas auriñaciense, solutrense y magdaleniense. El período neolítico
se considera dividido en epipaleolítico, con las épocas aziliense, tarder-
soiscense, asturiense y maglemosiense, y proteolítico, con sus dos épocas
campigniense y de los kjoekemmoedings o paraderos. Algunos autores
admiten todavía un tercer período íntimo del neolítico, que designan con
el calificativo eneolítíto, y que se caracteriza porque en él aparece usado
ya el cobre, además de seguir apareciendo aún los objetos de piedra pu-
limentada.
4o6 HISTORIA DE LA MEDICINA
En España tendríamos, como discutido, pero poco probable, hallazgo
del período prechelense, el famoso yacimiento de Torralba, en la pro-
vincia de Soria. Este yacimiento ha sido investigado por el marqués de
Cerralbo, quien ha encontrado en él restos de enormes elefantes, hachas
de piedra, etc., y todo ello viene a constituir lo que con bastante razón
llama Dechelette un campamento de unos cazadores de elefantes (i). Pero
lo más raro del caso es que entre estos elefantes aparece el elephas meri-
dionalis, que es un animal de la época terciaria, y el elephas antiquus^
que es un animal cuaternario, y unido esto a la tosquedad de las hachas,
que es de lo más primitivo, pues son cantos apenas devastados, cantos
que tienen por un lado un filo y del otro un plano, aunque muy irregular
para poderlos coger, hizo pensar al marqués de Cerralbo que se trataba
de objetos prechelenses, y al presentarlos en diversos Congresos extran-
jeros halló que otros eran de su misma opinión (2).
Viene después la época chelense en Francia, que tiene su principal
equivalente en España en el hacha del cerro de San Isidro (Madrid), la
cual presenta una forma típica que revela ya un cierto adelanto respecto
de las encontradas en Torralba.
La época achelense francesa tiene su principal representación en Es-
paña en la famosa cueva de Puente Viesgo (Santander), que ofrece una
extraordinaria riqueza arqueológica, supuesto que presenta todos los ho-
rizontes, desde el achelense hasta los últimos momentos del período cua-
ternario.
La época musteriense ofrece, como equivalente en la Península, la
cueva de Genista, en Gibraltar, donde no solamente se han encontrado
osamentas de los animales que corresponden a aquella época geológica,
sino también restos humanos que corresponden a la primera raza pre-
histórica. Aquí tenemos ya la presencia de un hombre de cráneo dolico-
céfalo, con los mismos rasgos que los habitantes del centro de Europa,
de la raza neandertal. Los únicos restos humanos prehistóricos encontra-
(1) Dechelette (Joseph): Manuel d'Archeologie prehistorique, celtique et gallo -
romainc, París, 1908.
[. K. Metida: (Yonologia de las antigüedades ibéricas anterromanas, Madrid, 1916.
apéndice de P. BoSCfa yGímpera en la obra Hispania, de A. Schulten, Madrid.
Aguilera \ Gamboa (Enrique): Torralba, Asociación para el Progreso de las
( Km ¡as, ( longreso de Madrid.
(2) Sin embargo, un autor tan competente en estas materias como Hugfl
Obermaieí no < ree que los molares encontrados en este yacimiento de Torralba
Correspondan de ningún modo al elephas meridionalis, sino al atltiquus, y explica,
en parte, la tosquedad de las hachas por la dureza de la piedra y lo difícil que de-
bía resultar el trabajarlas. De todos modos, lo positivo es que las hachas de To-
rralba deben ei colocadas entre lo más antiguo que ha producido el hombre.
ttugo ObeTmaier: Bt hombre fúsil (Memorias de la Comisión de investigaciones
paleontológicas y prehistóricas), Madrid, 1 <> 1 o.
MEDICINA ANTIGUA Y PRIMITIVA 407
dos en el paleolítico inferior hasta la fecha son este cráneo y la mandí-
bula de Bañólas, también neandertalés, y pertenecientes ambos, con
grandes visos de verisimilitud, a los últimos tiempos de la época muste-
riense.
Ya en el paleolítico superior, y correspondiendo a la más inferior de
sus épocas, o auriñaciense, hay que señalar, en primer término, la cueva
de Hornos de la Peña (Santander), y también, en la misma provincia, los
niveles correspondientes de la cueva de Puente Viesgo y la cueva de Ca-
margo, y en la provincia de Asturias, la cueva del Cueto de la Mina.
La época solutiense francesa está, como hace notar Garrison, carac-
terizada por las perfectas flechas en forma de hoja de laurel, de las que
poseemos un hermoso ejemplar en el museo de Tarragona. Esta época
tiene en España una representación bastante cumplida y completa en la
cueva de Altamira (Santander), que es, en la actualidad, la estación pre-
histórica de mayor importancia y hasta de mayor transcendencia para el
estudio de la prehistoria española. Esta misma cueva es la que mejor re-
presenta la época magdaleniense francesa, siendo tan notables sus pintu-
ras policromáticas, que hacen que la califique Dechelette de la capilla six-
tina de la época histórica. Son también muy interesantes representacio-
nes de la época magdaleniense en España, las cuevas de Puente Viesgo y
de Piornos de la Peña, en Santander; las de la Paloma y Cueto de la Mina,
en Asturias, y la de Seryñá, en Gerona.
Respecto de este período paleolítico superior, conviene hacer notar,
por ser, a nuestro juicio, de gran interés, que en España reviste dos for-
mas completamente diferentes: una, la que corresponde al tipo europeo,
y que está limitada a una estrecha zona en el Norte, principalmente en la
región cantábrica, y a la que pertenecen todos los hallazgos prehistóricos
que acabamos de mencionar como correspondientes a las épocas auriña-
ciense, solutiense y magdaleniense; y otro, que es del tipo africano o
capsiense, que se extiende por todo el resto de la Península, con princi-
pales hallazgos, hasta la fecha, en las provincias de Albacete, Granada,
xAlmería, Murcia, Valencia y Teruel.
Del paleolítico superior tenemos muy pocos restos humanos, estando
casi reducidos al cráneo auriñaciense de la cueva de Camargo (Santan-
der), del tipo Cro-Magnon.
EL ARTE PALEOLÍTICO
Del arte correspondiente al período paleolítico superior tenemos en
España una gran riqueza de manifestaciones, especialmente por lo que al
arte rupestre hace referencia.
4o8 HISTORIA DE LA MEDICINA
a) Arte moyiliar.
En cuanto al arte moviliar, faltan en España las esculturas auriñacien-
seSj como las de Francia y Austria, y sólo conocemos de este período el
grabado de una figura de caballo en una mandíbula del mismo animal
encontrada en la cueva de Hornos de la Peña.
Del arte mobiliar solutiense no hemos encontrado todavía ninguna
huella en la Península; en cambio, es más rico el inventario de los graba-
dos magdalenienses, los huesos grabados, particularmente bastones de
mando, encontrados en las cuevas de la región cantábrica (cuevas de
Puente Viesgo, de Altamira, Cueto de la Mina, etc.), y la cabeza de lince
grabada en una placa de caliza de la cueva capsiense del Parpalló (Va-
lencia).
b) Arte rupestre cantábrico.
Del arte rupestre español, algunas localidades han podido ser utiliza-
das para probar la autenticidad y antigüedad de las pinturas paleolíticas
(cuevas de Altamira, Puente Viesgo, Hornos de la Peña). La cueva de Al-
tamira estuvo cerrada desde el período cuaternario; los grabados en hue-
so del nivel magdaleniense inferior de Altamira y del Castillo son del
mismo estilo que algunas pinturas de las mismas cuevas, y el fragmento
de caballo grabado en hueso del nivel auriñaciense medio, de Hornos de
la Peña, presenta también analogías con las pinturas del período corres-
pondiente de la misma cueva.
El arte rupestre de la región cantábrica está íntimamente emparenta-
do con el del Sur de Francia y ofrece grabados y frescos en las paredes
de las galerías, hasta de las más profundas, representando con un fin má-
gico (magia de caza) figuras de bóvidos (bisontes y toros salvajes), caba-
llos, elefantes, ciervos, etc., seres humanos con máscara de animales (Al-
tamira y Hornos de la Peña) [i] y otros signos de más difícil interpreta-
ción, como los llamados tactiformes, además de las siluetas de manos
(cueva del Castillo), pintándose o grabándose las figuras de los animales
con un extraordinario realismo. En tales decoraciones de las cuevas can-
tábricas puede seguirse perfectamente la evolución del arte cuaternario,
desde la época auriñaciense hasta la magdaleniense, pasando por diversas
fases comprobadas por la superposición de los diversos estilos que se ob-
serva con frecuencia en una misma estación. Estas fases en España, y se-
gún los estudios de Hugo Obermaier, que modifica algo las establecidas
por H. Breuil, son las siguientes:
(i) Probablemente, representaciones <lc hombres-médicos, disfrazados para
ahuyentar los demonios causantes de la enfermedad (confr. la pág. 12 del tomo I).
MEDICINA ANTIGUA Y PRIMITIVA 409
Primera fase: Auriñaciense inferior. — Grabados: Dibujos digitales eje-
cutados en espiral y meandros hechos con los dedos en paredes arcillosas
(primeros ensayos de dibujo). Algo más tarde: los primeros dibujos, de
carácter muy primitivo, pero ya llenos de vigor, también trazados en ar-
cilla. Posteriormente hay dibujos de animales grabados con silex; son bas-
tante toscos, y muchas veces están deformados.
Pinturas: Dibujos de puntos agrupados ^de modos diversos y filas de
discos; reproducciones rudimentarias de animales pintados con líneas ro-
jas o negras. Siluetas de manos.
Segunda fase: Auriñaciense superior. — Grabados: Dibujos de anima-
les, por lo general todavía sencillos, aun cuando bastante perfeccionados,
puesto que acusan una fiel y buena concepción de la Naturaleza.
Pinturas: Estas son siempre monocromas, únicamente lineares, de tra-
zos menudos, continuos o punteados; un poco más tarde, el trazo es ba-
boso y más espeso. Además del dibujo de contorno, hasta entonces en
uso, se advierten ya los primeros ensayos para modelar con color las
figuras.
Tercera fase: Magdaleniense inferior: Del solutiense no se conocen,
por ahora, manifestaciones del arte rupestre. — Grabados: Están magis-
tralmente ejecutados en lo que concierne a proporciones y detalles; las
figuras están muchas veces finamente estriadas en toda su superficie.
Pinturas: Dibujos negros, modelados con color, de manera diversa, de
tinta esfumada, y un poco más tarde de tinta plana incompleta con color
unido.
Cuarta fase: Magdaleniense medio. — Grabados: Grafitos muy finos y
delicados, a veces muy pequeños.
Pinturas: Dibujos de tinta plana, completamente uniforme. Posterior-
mente principios de policromía (dibujos semipolícromos).
Quinta fase: Magdaleniense superior. — Grabados: Bastante escasos,
trazados muy ligera y finamente.
Pinturas: Policromía (Cueva de Altamira). — Las estaciones principales
del arte rupestre cantábrico son las siguientes: Altamira, Castillo, La Pa-
siega, Hornos de la Peña y Covalanas, en la provincia de Santander, y
Pindal y cueva del Buxu, en Asturias.
c) Arte rupestre del Este y Sur de España.
El arte del Este y Sur de España ofrece representaciones, pintadas
en abrigos poco profundos o en rocas a la intemperie, de animales realis-
tas y de seres humanos, a veces naturalistas, a veces estilizados, pero
siempre conservando la base naturalista y nunca esquematizados, como
4io HISTORIA DE LA MEDICINA
más adelante. A diferencia de lo que acabamos de ver en la región cantá-
brica, en el Este de España tales pinturas, también de carácter mágico,
suelen formar a veces verdaderas composiciones: escenas de caza (Alpe-
ra, barranco de la Yalltorta, Val del Charco del Agua Amarga, Cogul),
luchas (Alpera, Morella) o danzas (Cogul), y en las figuras humanas sue-
len indicarse detalles del tocado (Alpera, Cogul).
Tales figuras ofrecen también distintas fases, aunque el principio del
desarrollo no aparezca aquí tan claro como en la región cantábrica, y su
fecha se supone que sea el paleolítico superior, aunque no están nunca en
relación con yacimientos arqueológicos, y aunque la fauna que en ellas se
encuentra representada no presente grandes diferencias con la actual, su-
puesto que en ella no hay bisontes (el bisonte de Cogul es muy dudoso),
y sólo, en general, ciervos, bóvidos y otros animales, que persisten hasta
mucho después de terminar el cuaternario. En Alpera encontramos re-
presentaciones probables de alces; además, son frecuentes las de cabra
montes y de gamuzas, o sea de tipos sub-alpinos.
La cronología corriente se funda en semejanzas de estilo con las figu-
ras de animales naturalistas del Norte, y en paralelos que se establecen
entre el armamento de los cazadores pintados en el Este y Sur de Espa-
ña y ciertos tipos análogos de los niveles magdalenienses de las cavernas
cantábricas.
Según H. Obermaier, que se basa en indicaciones de H. Breuil, las
fases del desarrollo del arte menos naturalista del Este y Sur de España,
son las siguientes:
Primera fase: Dibujos lineales, ya pequeños y rojos, ya grandes y ne-
gros (auriñaciense).
Segunda fase: Dibujos rojos, de trazo baboso, rellenados muchas ve-
ces por trazos anchos (¿magdaleniense inferior?).
Tercera fase: Dibujos de color rojo unido, de muy buena técnica.
Cuarta fase: Dibujos pardos o semipolícromos, a veces muy poco cui-
dadosos.
Quinta fase: Dibujos polícromos (Albarracín) [magdaleniense su-
perior].
Las estaciones principales de esta región son las siguientes: Cogul
(provincia de Lérida), Val del Charco del Agua Amarga (Alcañiz, Teruel),
II Calapatá (Oí-las, Teruel), Albarracín (Teruel), los abrigos del barran-
< o de la Valltorta en Tiríg, Albocácer, etc. (Castellón), los diferentes abri-
;us de Alpera y Minateda (Albacete) y otras.
Un lugar especial ocupan las pinturas más antiguas de la cueva de la
Pileta, en Benajoáo (Málaga), las cuales, por su estilo y por sus représen-
nos (bisontes, caballos, lacerías, como las de Hornos de la Peña) se
MEDICINA ANTIGUA Y PRIMITIVA 4n
agrupan mejor con las de la región cantábrica que con las del Este y Sur.
Ocupándose de la pintura prehistórica en nuestra Patria, hace notar
el ilustre arqueólogo Sr. Mélida el carácter esencialmente naturalista de la
misma. La impresión del natural es la que ha llevado a estos hombres
primitivos, como a los niños, sin darse cuenta de ello, a dibujar como
hoy se dibuja, espontánea y naturalmente, sin el menor artificio y con
una fidelidad admirable, produciendo imágenes que se han podido com-
parar con las que obtenemos gracias a la fotografía instantánea. Figuras
llenas de movimiento, estos animales están bien dibujados, bien caracte-
rizados, encontrándose el bisonte, que es un animal característico de
aquellas edades. Se ha dado también, como indicio del conato artístico
del hombre cuaternario, ciertas impresiones de la mano, impregnadas de
color. Estas impresiones de la mano, que en Altamira se encuentran, por
ejemplo, unas veces son realmente de la mano con color, y otras veces
obtenidas por un procedimiento tal, que al aplicar la mano sobre la roca
quede en blanco aquélla y a su alrededor el color.
Se preguntará, añade Mélida, por qué se dice que estas pinturas son
del tiempo de la estación de Aurignac y no de la siguiente, de la Magda-
lena, que es a la que principalmente corresponde Altamira. «Sencillamen-
te— contesta — , porque se han encontrado en esta misma caverna, y en
un horizonte o nivel más bajo, unos huesos que tienen dibujos grabados
representando animales de su mismo estilo, y este es dato seguro de cla-
sificación que el Sr. Alcalde del Río ha podido aportar, para que a las
pinturas de las bóvedas de la caverna, de igual estilo, las podamos dar
una clasificación cronológica determinada.»
En la cueva de Altamira aparecen dibujados otros animales; pero,
además de haberlos trazado, dibujado o grabado con una punta de peder-
nal en la roca, lo dibujado se ha cubierto de color. Los colores son ocre
o rojo, y algunas figuras están como contorneadas de negro, perfiladas de
negro. Este es ya el arte de la Magdalena, un escalón más, y, por tanto,
un dato de clasificación.
En la roca de Cogul, en la provincia de Lérida, se ofrecen estas pin-
turas, y vemos otro paso más en sentido progresivo, porque en ellas con-
templamos, además, la figura humana, y hasta con rasgos indumentarios
interesantes. Esas mujeres con los pechos caídos, como las salvajes ac-
tuales, y con su falda corta, nos dan idea de lo que España ha sido en
aquellos remotos tiempos. Pero, cosa rara, al propio tiempo que estas
pinturas, aparecen en la roca de Cogul otras, como la de un cazador de
ciervos, que constituyen una manifestación de un arte esquemático a to-
das luces distinto del primero. En este sentido puede muy bien afirmarse
quej.así como en la cueva de Altamira, y como en la mayoría de las res-
4i2 HISTORIA DE LA MEDICINA
tantes de las provincias de Santander y de Asturias, se ha visto perfecta-
mente que algunas de sus figuras estaban dibujadas unas encima de las
otras, lo que indica claramente que hombres de distintas generaciones
han ido dibujando figuras allí, sin cuidarse para nada de lo que sus ante-
cesores habían dibujado, también en el caso de la roca de Cogul se trata
de la obra de artistas muy diversos. En contra de la opinión sustentada,
en general, por los investigadores franceses de las cavernas españolas de
que estas pinturas son paleolíticas, hoy podemos presentar en España
ejemplos y pruebas de que hay mucha parte de estas pinturas que es neo-
lítica. Acaso las figuras esquemáticas de la roca de Cogul, a que acaba-
mos de referirnos, sean de la época de transición o de la misma neolítica.
En Calapatá (Teruel), el Sr. Cabré ha descubierto otras pictografías en
que se representan unas vacas con el mismo realismo de las pinturas
de Altamira. Pero, a juicio de Mélida, hay en ellas una finura tal de dibu-
jo, que las coloca entre las de Altamira y las mejores pinturas de Cogul,
o, por lo menos, como contemporáneas de estas últimas. También encon-
tramos en Calapatá la figura humana, y, al parecer, trazada por artistas
posteriores a la generación que pintó las vacas.
Las interesantes figuras de la cueva de Alpera, con multitud de re-
presentaciones de hombres y de mujeres, no sólo nos revelan el hecho de
que en su trazado han tomado parte artistas pertenecientes a distintas ge-
neraciones, sino que nos da preciosos datos acerca del indumento de los
salvajes que poblaban España, con plumas en la cabeza, exactamente
como los salvajes actuales, como los antiguos indios americanos, etc.
Continúa la pintura, mejor dicho, el arte rupestre, en la época neolí-
tica, con un carácter esquemático que viene a convertirse en jeroglífico, y
llegamos a encontrar en él las primeras manifestaciones ideográficas, o
sean los orígenes de lo que en España llegó a ser una escritura. El carác-
ter de las pictografías que se ven en las rocas de Egipto es todavía distin-
to al de la escritura jeroglífica, y, en cambio, tiene muchos puntos de con-
tacto con las pictografías españolas. Algunas de éstas fueron ya publica-
das por Góngora; pero como entonces no se conocía nada de esto en Es-
paña, no se prestó al hecho la atención que merecía.
Cosa singular, como hace notar Mélida: el hombre neolítico se nos
<>ln-ce, y estas pictografías lo confirman, como mucho menos artista que
el paleolítico. Los objetos industriales, las manifestaciones artísticas de
oho género, loa ídolos neolíticos, son realmente de tal modo infantiles,
que no resisten la comparación con las figuras paleolíticas. En cambio, en
lo que se revela más artista el hombre neolítico es en la ornamentación.
M resumen, un hombre que tiene otra condición artística distinta de
antecesor, ¿Quién es este hombre neolítico en España? ¿Es el ibero,
MEDICINA ANTIC U A Y P RIMITIVA 413
como pretende Siret? Desde luego, lo que sí puede asegurarse es que la
vida neolítica se ofrece, no sólo en España, sino en general en Europa,
como un cambio total, absoluto en el modo de vivir. A aquel hombre de
vida tan difícil, disputando las cuevas a los animales fieros, sustituye aho-
ra, disfrutando ya de un clima mucho más templado que favorece grande-
mente el desarrollo de la vida, un hombre agrícola, que se reúne en agru-
paciones humanas, supuesto que llega a construir los palafitos o ciudades
lacustres que son la característica en Europa del hombre neolítico.
Ahora bien; parece indudable que en algunas regiones, y muy espe-
cialmente en nuestra Península, la vida había de desarrollarse de un modo
completamente diferente, y aun cuando se admita como demostrado el
hecho de que en la provincia de Gerona y en el lago Carregal, de Gali-
cia, se hayan encontrado, como se pretende, restos de palafitos, lo posi-
tivo es que el hombre neolítico en España ha vivido, en general, de muy
diferente manera. El hombre neolítico ha vivido aquí primeramente en
cuevas, como su antecesor, el paleolítico; después ha abierto grutas, y
respecto de ellas surge un nuevo problema, por la existencia de ciertas
grutas que se han encontrado en diferentes puntos de la Península y de
las Islas Baleares. Estos hallazgos son, por otra parte, pocos hasta la fe-
cha, indudablemente por el hecho de que, como apunta Mélida, estas
grutas no han sido tan buscadas como las cavernas de la época paleolí-
tica y sus pinturas. Nos referimos a una serie de grutas abiertas en ris-
cos y dispuestas de manera que forman a modo de distintos pisos de
una casa.
Es el caso de las grutas de Perales de Tajuña, en la provincia de Ma-
drid, y de Salas de los Infantes, en la provincia de Burgos; de las grutas
de Bocairente, en la de Alicante, y de algunas otras halladas en las Islas
Baleares. ¿Por qué atribuir — pregunta Mélida — estas grutas a los hom-
bres neolíticos? Estas cuevas, abiertas en riscos, dispuestas en pisos que
comunican entre sí, pero que hacen muy difícil el ascenso, es decir, en
una disposición semejante a la que tenían aquellos indios pueblos del
norte de América, de que nos hablan los conquistadores españoles, que
tenían, al decir de éstos, sus habitaciones como escalonadas en las rocas,
y subían por escaleras que quitaban para evitar que subieran las personas
que vinieran a turbarlos.
Aquí se ofrece un caso análogo, pues por medio de escaleras se su-
bía a esas habitaciones. Pero ;por qué hemos de entender que son neolí-
ticas estas cuevas? El dato que hay para esto es el que nos ofreció un ar-
tista, el Sr. Loredo, que exploró en los riscos de Perales de Tajuña algu-
nas de las cuevas de mayor altura y sacó de ellas hachas pulimentadas,
es decir, pertenecientes a la época neolítica. Por consiguiente, debemos
414 HISTORIA DE LA MEDICINA
creer que esa ha sido una forma de la vida neolítica en España; pero fuera
de esta forma, de la variada serie de cabanas, en las que indudablemente
ha debido vivir el hombre neolítico en regiones favorables como la de
nuestra Patria, nada o casi nada se ha encontrado.
Por otra parte, respecto de la clasificación de las antigüedades neolí-
ticas, las divisiones que se pueden establecer desde el punto de vista cro-
nológico, como se han establecido, como acabamos de ver, respecto de
las paleolíticas, son muy difíciles de establecer, supuesto que carecemos
de toda verdadera guía que venga, como ocurre con los datos zoológicos
y geológicos del período paleolítico, a suplir hasta cierto punto la crono-
logía escrita. En este período neolítico no nos queda otro recurso que el
examen directo de las mismas obras, por cuyo progresivo perfecciona-
miento y mutua comparación poder deducir algún dato cronológico de
valor sólo muy relativo. Hay que añadir, y es este un dato muy impor-
tante, que ya desde los tiempos neolíticos España es muy regionalista,
porque los utensilios y demás objetos de cada una de las distintas re-
giones apenas ofrecen semejanzas con los pertenecientes a región distin-
ta, y es éste'un hecho que en muchos casos dificulta extraordinariamente
todo intento de clasificación.
Generalmente, y fuera de España, se establecen tres períodos dentro
de la edad neolítica, siendo el último el eneolítico, en el que aparece ya
el cobre. Respecto de Jos metales, es interesante recordar que en la cueva
de los Murciélagos, uno de los hallazgos más importantes de la edad neo-
lítica, de cuyo hallazgo dio cuenta el Sr. Góngora en su libro Antigüeda-
des prehistóricas de Andalucía, se encontraron, además de muchas pun-
tas de flecha, algunos cadáveres. Los cadáveres estaban juntos, uno de
ellos sentado y con una diadema de oro, la cual se conserva en el Sacro-
Monte de Granada. Esa diadema de oro indudablemente se ha trabajado,
como materia maleable, golpeándola con hachas de piedra; pero, al fin y
al cabo, y aunque aquellos hombres desconociesen el valor que en nues-
tros tiempos damos al oro, es indudable que lo han usado y que lo han
empleado como un adorno, como una joya, porque han visto que tenía
brillo y era una cosa bella. Y, sin embargo, los hombres de la cueva de
los Murciélagos no han conocido todavía el cobre.
El período eneolítico, en que empieza a utilizarse ya el cobre, pero
en el que todavía subsiste la industria de la piedra, ha adquirido tal im-
portancia en España, que, como hace notar Mélida, casi vamos a hacer
con él otra edad prehistórica. El que más se ha ocupado en el estudio
de este período eneolítico en España, y sobre todo en Alemania y en
todo el sureste de España, que es donde se presenta con caracteres más
Siret. Este autor hace notar («uno, ya hacia el final del
MEDICINA ANTIGUA Y PRIMITIVA 415
período, se advierte una corriente de una civilización bastante refinada.
El término de ella es la aparición del bronce; pero el hombre eneolítico
siente, indudablemente, una influencia extraña. El primer indicio que tuvo
Siret de ello fué el hallazgo de unos ídolos completamente idénticos a los
encontrados en Troya. Hoy, con muy buen juicio, y gracias a la rectifi-
cación muy acertada de Dechelette, se piensa que fueron los antehelenos,
y no en modo alguno los fenicios, los que dieron origen, o por lo menos
los que influyeron en esta civilización de la región sureste de España. La
civilización antehelénica del Mediterráneo, de la que se ocupa Garrison
en la página 65 y siguientes del primer tomo de esta obra, con sus ex-
pansiones marítimas, ha llegado hasta las costas de España y ha comu-
nicado a ésta su influjo. Aquí nos encontramos, como dice Mélida, con
un pueblo del que apenas hay referencias históricas, puesto que es un
pueblo protohistórico.
La cronología del período neolítico, establecida, principalmente para
Francia, por Dechelette, se divide en cuatro períodos: Del primero no se
conocen ni sepulturas ni dólmenes; hay hachas talladas y hachas pulimen-
tadas de figura triangular, y cuya sección ofrece dos puntas ojivales. Al
segundo período corresponden dólmenes sencillos, hachas más bien rec-
tangulares que triangulares y de bordes escuadrados. Al tercer período
pertenecen los dólmenes llamados caminos cubiertos, las hachas gruesas
de bordes escuadrados y de sección cuadrada en la parte media, y bellos
cuchillos de pedernal con mango. El cuarto período, en fin, es el de los
cofres de piedra, las hachas-martillos perforadas, los bellos cuchillos de
pedernal con mango y hoja ancha.
En España, según Obermaier, Bosch Gimpera, etc., se admite como
principales representaciones de la transición del paleolítico al neolítico, o
sea del llamado período azilio-tardenoisiense, la cueva de la Paloma y la
del Cueto de la Mina (Asturias) y las cuevas del Castillo, del Valle, Ras-
caño, etci (Santander), extendiéndose también esta civilización por Vizca-
ya y algo por el centro de la Península, como lo demuestran los hallazgos
de Aguilar de Anguita y los de Alcolea del Pinar, en la provincia de Gua-
dalajara, ambos pertenecientes al final de la cultura capsiense, íntimamen-
te enlazada, como sabemos, con los tipos tardenoisienses. También se han
encontrado cuevas y abrigos en Murcia y Albacete.
Una fase más avanzada la tenemos en Asturias, cuya importancia en
esta fase de la cultura prehistórica ha dado lugar a que Obermaier cree la
la época asturiense, de la que hay ejemplos en las cuevas del Penicial, de
Cueto de la Mina, Fonfría, Mazaculos, etc., y en Posadas, encontrándose
también kiokkemmoedings, pero no al aire libre, ni tampoco en el inte-
rior de las cuevas, sino a la entrada de las mismas.
4i6 HISTORIA DE LA MEDICINA
Las pinturas y grabados de la edad neolítica pueden dividirse del
modo siguiente:
I.° Grupo más naturalista: Pinturas de la región de la Laguna de la
Janda (Cádiz), Los Casijorros (San Lorenzo, Jaén) y el Peñón de la Granja
(Miranda del Rey, Jaén); las Batuecas (Salamanca).
2.° Grupo más estilizado: Figuras neolíticas de los frescos paleolíticos
de Cogul, Alpera, etc. Figuras esquemáticas de las Batuecas, la Pileta
(Benajoán, Málaga), Fuente-Caliente, Aldeaquemada y otras estaciones de
Sierra Morena; cueva de la Granja en Jimena (Jaén), Vélez Blanco (Alme-
ría), etc. Grabados de la Laja de los Husos, cerca de la Laguna de la Jan-
da (Cádiz), de la Torre de Hércules (Coruña), de la Eira dos Mouros (San
Jorge de Pacos, Pontevedra).
3.0 Pinturas del eneolítico avanzado: Peña Tú (Puertas, Asturias).
Constituyen un interesante problema las esculturas de las cuevas de Mar-
quinez (Álava) y las pinturas que se han supuesto que constituyen ídolos
eneolíticos de las cuevas de Sepúlveda (Segovia).
De los monumentos megalíticos, el primer período, constituido por
dólmenes sencillos de cámara poligonal, generalmente de gran tamaño y
sin corredor o con corredor cubierto, tiene su núcleo principal en Portugal
y tal vez en algún punto de Galicia. El segundo período corresponde al
eneolítico inicial, y también presenta sus principales representaciones (se-
pulcros de corredor desarrollado y galerías cubiertas) también en Portu-
gal. El tercer período de los anteriormente indicados ofrece ejemplares en
Extremadura, Salamanca, Andalucía, Guadalajara, Navarra y Cataluña.
Este período es enolítico; en él aparece ya usado el cobre; presentan pun-
tas de flecha, de base muy hendida.
Corresponden a él el sepulcro de corredor de Lumbrales (Salamanca),
las galerías cubiertas de Carmona (Sevilla), los sepulcros de cúpula de
Gor (Granada), loma de Belmonte en Mojacas, llano de la Atalaya en
Purchena, Los Millares en Gádor y Almizareque en Cuevas (Almería). Kn
la misma Andalucía hay sepulcros, sin objetos ni material prehistórico,
pero muy interesantes desde el punto de vista arquitectónico (cueva de
la Pastora en Castilleja de Guzmán (Sevilla), Cueva del Romeral en Ante-
quera).
ComÓ cuevas propias del período neolítico puro debemos recordar
la cueva de la Mujer (Alhama de Granada), la de los Murciélagos en Al-
buñol (Granada), la de Boquique en Plasencia (Cáceres), y cueva Lóbrega
MI Logroño.
5e ha discutido mucho la existencia de palafitos en España, querien-
do admitir como tal el poblado de Caldas de Malabella y algunos hallaz-
gos de Galicia y Valencia. Son notable! los poblados de Los Millares
MEDICINA ANTIGUA Y PRIMITIVA 417
(Gádor) y Almizareque (Cuevas), ambos en la provincia de Almería.
Como sepulcros de la época, pero no megalíticos: Encinasola (Huelva),
VéTez-Blanco (Almería) y Monte- Alegre (Albacete). Del período eneolíti-
co son extraordinariamente notables el de Valderrobres, que consta de
una fosa con varios cadáveres, y el de Calaceite, ambos en Teruel. Con-
tienen puntas de flechas de sílex, de tipo avanzadísimo, en Valderrobres
clavadas en los cráneos.
Con el período eneolítico y la edad del bronce se relaciona el proble-
ma de la explotación de las minas de cobre de España, que debió comen-
zar por las de Almería y Sur de Portugal.
A la edad del bronce corresponden unas sepulturas especiales análo-
gas a las nuragas de Cerdeña y a las giganteyas de Malta; son los talayot
(atalayas). Son numerosos en Menorca, cerca del mar, y aparecen dis-
puestos en forma que los unos dominan a los otros. Son osarios en los
que se depositaban los huesos, y se relacionan con la costumbre existen-
te, según Silio Itálico, de exponer los cadáveres a las aves de rapiña y
echar después los huesos a los osarios. La exposición de los cadáveres
debía hacerse, en las Baleares, en las úau¿as, monumentos megalíticos
muy curiosos, compuestos de una piedra horizontal sostenida por otra
vertical y a bastante altura para que no alcance una persona. En la Pen-
ínsula hay, en esta época, las construcciones ciclópeas, restos de las pri-
mitivas murallas de Tarragona, restos de las de Gerona, Sagunto, de las
primitivas de Barcelona, el castillo de Ibros (Jaén), el castillo ibérico des-
cubierto por el marqués de Cerralbo en Santa María de Huerta y algunos
restos de una ciudad fortificada cerca de Fregenal de la Sierra, etcétera,
etcétera.
Según Bosch y Gimpera, y en contra del modo de pensar de Mélida,
Siret y otros, hay que admitir una completa independencia de la evolu-
ción cultural española en este período, respecto de los centros de cultura
antehelénica. Los sepulcros de cúpula españoles son muy anteriores a los
de Micenas, y los ídolos de piedra neolíticos y la cerámica de El Algar,
etcétera, no tienen analogía con nada de Minos ni de Creta.
EDAD DEL HIERRO
Dividida, en Europa, en dos: la primera, representada por los hallaz-
gos del cementerio de Hanstadt, en Austria (900 a 500 años antes de Je-
sucristo), y la segunda, por los famosos hallazgos de La Teñe, en Suiza
(300 años antes de Jesucristo). El marqués de Cerralbo ha encontrado
una serie de necrópolis ibéricas en Guadalajara y Soria, con hallazgos co-
rrespondientes a ambas edades.
Historia de t,a Medicina. — Tomo TI 27
4i8 HISTORIA DE LA MEDICINA
Los fenicios influyen en el sur y los griegos en el este de España. Son
muy interesantes las excavaciones de Ampurias (fundada por los fóceos
de Marsella hacia 598-541 antes de Jesucristo). Los hallazgos del centro
de la meseta castellana tienen mucha analogía con la edad de La Téne.
Muy importantes los hallazgos fenicios: sarcófago de Cádiz (siglo v an-
tes de Jesucristo), con gran influjo griego; sepulturas de Carmona (si-
glo vil antes de Jesucristo), de Ampurias, Ibiza, Numancia, etc. Escultu-
ras griegas en bronce encontradas en la provincia de Murcia. Huevos de
avestruz pintados, de influjo egipcio, transmitido por los fenicios.
Al propio tiempo existe un arte indígena sumamente interesante, al
que pertenecen el toro de Balazote, de influencia caldea o asiría, lo mis-
mo que el león de Bocairente, el león de Mérida, etc. La más hermosa de
estas esculturas es el busto de Elche, actualmente en el Louvre de París,
que corresponde en su tipo a la primitiva escultura griega. Como imita-
ciones deben mencionarse las estatuítas del cerro de los Santos y las figu-
rillas en bronce del santuario de Despeñaperros, así como los otros ob-
jetos, como fibulas, broches, lámparas, vasos, etc., de los que tantos y tan
interesantes ejemplares van descubriéndose en España.
Toda esta enorme riqueza prehistórica de nuestra Patria es, como he-
mos visto, de hallazgo reciente. Esto explica el que los estudios de la me-
dicina prehistórica no hayan dado todavía fruto; pero a la vez hacen es-
perar el que en plazo no remoto han de darlo, y a nuestro juicio de gran
valor.
No podemos extendernos más en este asunto, pero con lo dicho
creemos haber demostrado lo mucho que ofrece de particular y propio
la prehistoria en España.
También la medicina popular es extraordinariamente interesante, pero
tampoco ha sido debidamente estudiada. Hace algunos años, de 1883
a 1880, empezó a publicarse en Sevilla, y luego en Madrid, una obra que
llevaba el título de Folk-Lore: «Biblioteca de las tradiciones españolas», y
en ella se estudiaban las costumbres andaluzas, por Montoto; los cuentos
populares españoles, por Antonio Machado; las supersticiones andaluzas
populares, por Guichot; el mito del basilisco, por este mismo autor; el
folk-lore madrileño, por Olavarría; los juegos infantiles de Extremadura,
por Hernández del Soto; el folk-lore gallego, por Emilia Pardo Bazán; el
cancionero popular gallego, por Pérez Ballesteros; el folk-lore asturiano,
por Giner Arribau, etc. Este interesante estudio, en el que había algunos
datos de gran valor desde el punto de vista de la medicina popular, ha
quedado desgraciadamente interrumpido. En este mismo sentido han
trabajado también en España Rodríguez Marín, Menéndez Pidal, Costa,
Menéndez Pelayo y algunos otros.
MEDICINA ANTIGUA Y PRIMITIVA 419
BIBLIOGRAFÍA
Obermaier: «El hombre fósil» (Memorias de la Comisión de investigaciones pa-
leontológicas e históricas, Madrid, 1916).
J. Cabré y P. Wernert: «El paleolítico inferior de Puente Mocho» (Memorias de
la Comisión, etc., 1916).
E. Hernández Pacheco y J. Royo: «Pedernales tallados del cerro de los Ange-
les, Madrid» (Notas de la Comisión de investigaciones paleontológicas y prehistó-
ricas, 191 7).
L. Fernández Navarro y P. Wernert: «Sílex tallados de Illescas, Toledo» (No-
tas de la Comisión, etc., 1917).
H. Obermaier y P. Wernert: «Yacimiento paleolítico de las Delicias, Madrid»
(Memorias de la Real Sociedad Española de Historia Natural, 19 18).
H. Breuil: «Glanes paleolithiques anciennes dans le bassin du Guadiane»
(L? Anthropologic, 1917).
Conde de la Vega del Sella: «El paleolítico superior de Cueto de la Mina» (Me-
morias de la Comisión, etc., 191 7).
Cartailhac, H. Breuil: «La caverne d'Altamira á Santillane, prés Santander*,
Monaco, 19 16.
Alcalde del Río, Breuil, Sierra: «Les cavernes de la region cantabrique», Mo-
naco, 19 1 6.
Breuil, Obermaier, Alcalde del Río: «La pasiega de Puente Viesgo», Móna-
eo, 1913.
E. Hernández Pacheco: «Los grabados de la cueva de Penche» (Memorias de la
Comisión, etc., 19 17).
Obermaier, Conde de la Sella: «La cueva del Buxu, Asturias» (Memorias de la
Comisión, etc., 1918).
Obermaier: «Trampas cuaternarias para espíritus malignos» (Notas de la Co-
misión, etc., 19 1 8).
Breuil: «L'Age des cavernes et roches ornees de France et d'Espagne» (Revue
Anthropologique, XIX, 19 12).
Boule, Breuil, Obermaier: «Institut de Paleontologie humaine de París: Rap-
port sur les travaux de l'année, 1913» (U Anthropologic, 1914, página 225 y si-
guientes).
P. Wernert: «Representaciones de antepasados en el arte paleolítico» (Memo-
rias de la Comisión, etc., 1916).
Hernández Pacheco: «Estudios de arte prehistórico, etc. (Notas de la Comi-
sión, etc., 1918).
Obermaier: «Yacimiento prehistórico de las Carolinas, Madrid» (Memorias de
la Comisión, etc., 19 17).
J. de Motos: «La edad neolítica en Vélez-Blanco» (Memorias de la Comisión,
etcétera, 1918).
G. H. Luquet: «Art néolithique et peintures rupestres d'Espagne» (Bulletin
Hispanique, XVI, 1914).
Cabré, Hernández Pacheco: «Avance al estudio de las pinturas prehistóricas del
extremo sur de España [Laguna de la Janda]» (Memorias de la Comisión, etc.).
Breuil, Obermaier, Willoughby Verner: «La Pileta á Benajoan», Monaco, 1915.
J. R. Mélida: «Cronología de las antigüedades ibéricas anterromanas», Ma-
drid, 1916.
Adolfo Schulten: «Hispania». Traducción y apéndice de P. Bosch Gimpera
(con bibliografía).
Marqués de Cerralbo: «Torralba. Asociación española para el Progreso de las
Ciencias». Congreso de Madrid.
Dechelette (Joseph): «Manuel d'Archéologie prehistorique, celtique et gallo-
romaine», París, 1908.
420 HISTORIA DE LA MEDICINA
II.— ÉPOCA ROMANA
Entre los españoles notables, desde el punto de vista de la historia de
la Medicina, en este período deben ser citados los Sénecas y Columela.
Lucio Anneo Séneca nació en Córdoba en el año 4 de nuestra era.
En sus cartas habla con gran independencia de juicio de la producción
de las enfermedades por el lujo y la ociosidad, por el abuso de los baños
demasiado calientes y de los medicamentos, y recomienda, como trata-
miento, la sobriedad y el vivir al aire libre. Censura con amargas pala-
bras a los charlatanes y curanderos; pero tiene, en cambio, en una de sus
más hermosas obras (De beneficiis, libro VI), frases de gran elogio para
los buenos médicos.
En todas las obras de Séneca se revela una inteligencia poderosa y
brillante, inclinada, de un lado, a buscar las galas de la forma y los aplau-
sos de la multitud, y, de otro, educada en la severidad del juicio y del ra-
zonamiento. De esto se deducen sus buenas cualidades y sus defectos:
profundo conocimiento del corazón humano, hasta sus más recónditos
sentimientos; expresión feliz y enérgica de las impresiones psíquicas, y,
en cambio, rebuscamiento, en ocasiones, de la frase y afán por las antíte-
sis y las metáforas. En Filosofía no fué exclusivamente estoico, sino que
supo dejar a un lado las exageraciones y paradojas de aquella escuela,
tomando de las otras lo que en ellas encontraba bueno, con una tenden-
cia, romana y española a la vez, inspirada en el buen sentido y en la con-
ciencia de las enseñanzas de la experiencia y de la vida.
Marco Anneo Séneca, hermano mayor del anterior, y como él nacido
en Córdoba y educado en Roma. Es citado por Plinio, en su Historia
Natural, como uno de los autores de que se había valido para escribir
acerca de las medicinas que se hacen con las plantas que se siembran en
los huertos.
L. Giunio Modekato Columella nació en Cádiz, siendo contemporá-
neo de los Sénecas. Es autor de la obra De re rustica, en 1 2 libros, y de
otra De arboribus, que formaba parte de un trabajo más extenso. Es un
escritor apasionado de los estudios agrícolas, que lamenta el abandono en
que los habían dejado los romanos.
III.- ÉPOCA VISIGODA
So observa una gran decadencia de la cultura, incluso en aquellos
( cntros que, como Córdoba, habían sido notables por su intelectualidad
en los tiempos romanos. El arte médico desciende a ser un oficio. En el
MEDICINA ÁRABE 421
Derecho visigodo se encuentran regulados los honorarios y los debe-
res de los médicos, así como señaladas también las penas, a veces muy
severas, en que incurrirían en el caso de faltar a éstos.
Como ejemplo de la intervención del clero en la Medicina en aquellos
tiempos se cita siempre la operación cesárea, efectuada por el obispo Pau-
lus de Mérida (530-560?) y la fundación de un hospital en la misma ciu-
dad por otro obispo, Masona (5 80). Mérida es la ciudad más importante,
y en ella se notan las influencias griegas y bizantinas.
San Isidoro de Sevilla (570-636) está reputado, con razón, como el
hombre más sabio de su época. Su obra más importante es las Etimolo-
gías (Originum s. Etymologiarum libri XX, ed. Friedr. Wilh. Otto. Lips.
1883, m Lindemanns Corp. grammaticor latin veter., Tom. Ill, y además
en la edición completa de Arévalo, Roma, 1797-1803). Es una enciclope-
dia que abarca todos los ramos del saber, incluso la medicina (libro 4.0).
IV.— MEDICINA ÁRABE
Se encuentra muy bien estudiada por Garrison (i), y no creemos
dada la falta de espacio de que disponemos, necesario insistir. Únicamen-
te diremos que la época del Califato de Córdoba (755-I03I) puede, en
justicia y desde el punto de vista de la civilización, calificarse de edad de
oro, y a Córdoba designársele con el nombre de la Bagdad de Occidente
Con Ja venida de los árabes, y sobre todo bajo el cetro de los Omnia
das, experimentó España un considerable aumento en su riqueza econó
mica (traída de plantas útiles, bellas y alimenticias de Asia y de África
crianza de animales domésticos; construcción de caminos, jardines y ca
nales; progresos de la industria, especialmente en tejidos, sedería, borda-
dos, cerámica, cueros, afamados en todo el mundo, etc.). La belleza del
clima de Andalucía influye notablemente en la cultura y en el arte árabes,
comunicándoles una poesía y un encanto especiales, de que carecía en
Oriente.
Abderramán III eleva el califato español a su más brillante altura, re-
cibe embajadas del emperador de Bizancio y de Otón I de Alemania;
aumenta considerablemente la riqueza de su reino y protege más aún que
sus antecesores, a los artistas, poetas, sabios y médicos. Ya en su tiempo
celebraban los sabios reuniones científicas. Hakam II lleva a Córdoba, re-
munerándoles regiamente, los sabios más notables de Bagdad; él mismo
tomaba parte en las discusiones científicas; era muy aficionado a la lectu-
(1) Tomo I, páginas 118 y siguientes.
422 HISTORIA DE LA MEDICINA
ra, habiendo dejado notas muy discretas en los numerosos escritos que
leía; hizo comprar en todas partes, y por fabulosas sumas, gran número
de libros, fundando la biblioteca de Córdoba, que poseía varios cientos
de miles de obras; creó una Academia, cuyos miembros debían ocuparse
especialmente de Historia, Historia de la Literatura y Ciencias Naturales,
así como un gran número de escuelas populares (en Córdoba, 27). ¡Nunca
había llegado en el mundo la cultura a tan alto grado!
Todavía en el siglo xn tenía la España árabe 70 bibliotecas públicas
y 1/ escuelas superiores. No sólo en Córdoba, sino también en Almería,
Murcia, Málaga, Granada y Valencia, la asistencia a las escuelas elemen-
tales era obligatoria para todos los niños desde los seis años. Los sabios
y los hombres amantes del saber daban conferencias y clases libres acer-
ca de diversos problemas científicos. Estos profesores vivían de ordinario
del ejercicio de otra profesión (lectores del Corán, predicadores, jueces,
médicos, comerciantes, etc.). Únicamente en la época de la decadencia em-
piezan las fundaciones y testamentarías a crear establecimientos bien dota-
dos dedicados a las diversas enseñanzas (especialmente para Teología, Ju-
risprudencia. Filosofía y Gramática). Reciben, en general, estos estableci-
mientos el nombre de «Medresen». Estaban unidos a las mezquitas y te-
nían grandes bibliotecas, salas de lectura y habitaciones para los maes-
tros. Existieron 17 en España.
El florecimiento de esta cultura árabe, que tal vez no tenga analogía
en el mundo mas que con la civilización griega, pues sobrepujó notable-
mente en vitalidad y en multiplicidad de aspectos a la de la Roma impe-
rial, y en extensión a todas las civilizaciones anteriores, se mantuvo hasta
el siglo xi y aun parte del xn. El siglo xiu, con la caída del califato de Cór-
doba en 1236, es el de la definitiva decadencia. A ella ha contribuido princi-
palmente la feroz intransigencia religiosa de los almorávides y almohades.
En esta vida cultural han desempeñado un papel muy importante los
judíos, que hasta la conquista de España por los árabes habían estado
muy oprimidos por los visigodos. Bajo el dominio árabe encontraron una
gran tolerancia y pudieron desplegar libremente todas sus actividades, al-
canzando muchos de ellos puestos elevados en la corte (visires, embaja-
dores, etc.). Sus grandes conocimientos lingüísticos les hacían muy útiles
para la difusión de la cultura, y por sus estudios se hicieron muy pronto
notables en diferentes aspectos de la ciencia, como filósofos, médicos y
poetas (In\ Gabirol, Jbhuda Ha-Lvvi, Maimónides, etc.). En notable con-
traste con el notable influjo que ejercen en Oriente los nestorianos y los
sirios, alcanzan muv escasa significación para la cultura árabe los cristia-
nos españoles, a causa de (pie, en general, el clero en España era mucho
más ignorant'- que en ( oriente.
LOS BENEDICTINOS 413
V.-LOS BENEDICTINOS
En la cultura española ejercen notable influjo los frailes franceses, y
muy especialmente los monjes de Cluny, y posteriormente los de Citeaux
que vinieron a España con el fin de reorganizar los conventos y ejercieron
bien pronto una marcada influencia en todos los órdenes de la vida, subs-
tituyendo el rito muzárabe por el rito latino e introduciendo grandes no-
vedades en las costumbres y en la cultura. Su influencia se marca espe-
cialmente durante el reinado de Alfonso VI. Toledo, reconquistado por
este rey en 1085, llega pronto a eclipsar, como centro cultural, a Córdo-
ba, siendo famoso por sus médicos, sus filósofos, sus teólogos y sus ma-
gos, y, sobre todo, por su escuela de traductores y comentadores, funda-
da por el arzobispo Raimundo. Acuden bien pronto a Toledo los sabios
de todos los países, figurando entre ellos Pedro el Venerable, abad de
Cluny, que ordena hacer a un judío la primera traducción del Corán; el
médico Gerardo de Cremona y Harman, el alemán. El arcediano de Sego-
via, Dominico Gondisalvo, recopila y organiza esta erudición toledana,
publicando una obra en la que aparece como el más lógico y el más radi-
cal de los panteístas de la Edad Media. Para algunos escritores, Gondi-
salvo viene a constituir, con Alfonso X el Sabio, la más alta represen-
tación del pensamiento y de la ciencia castellanos. La enseñanza comienza
a organizarse. En los últimos años del siglo xn funda Alfonso VIII la
primer Universidad española, la de Palencia. Alfonso IX funda, hacia
12 1 5, la famosa Universidad de Salamanca, favorecida con privilegio por
Fernando III el Santo en 1243, y con bula pontificia en 1255- El mismo
Fernando III establece en Valladolid unos Estudios generales sobre la
base de los eclesiásticos que existían desde 1095 por creación del conde
Ansúrez, fundador de la Iglesia Abacial. El rey concedió IO.OOO marave-
dises y nombró profesores de Derecho y de otras materias. Desde este
momento puede decirse que queda establecida en España la enseñanza su-
perior en Castilla, cuyo gran desarrollo corresponde a la segunda mitad
del siglo xiii y años posteriores.
En 1255, Alfonso el Sabio obtiene del papa Alejandro IV una bula
para constituir una Academia de Medicina, a la que acudían médicos ve-
nidos de Córdoba y de Toledo para dar una enseñanza cuya base estará
formada, esencialmente, por el Canon de Avicenas y el Colliget de Ave-
rroes.
En 1067, el Cid había fundado el lazareto de Palencia. De 1212 es la
fundación, por los monjes del Cister, de hospitales en Burgos, y de 1 2 14
la creación de los hospitales de las órdenes de San Antonio y San Lázaro.
/
424
HISTORIA DE LA MEDICINA
En el siglo xn se instituyeron en Zaragoza, para peregrinos y enfermos,
los hospitales de San Bartolomé, La Seo y San Pablo, además de una le-
prosería. En Cuenca, el de Caballeros de Santiago y el de San Antón, y
en León, otro para peregrinos. En el siglo xm se fundan los hospitales
para la enfermedad llamada fuego de San Antonio (ergotismo), siendo los
Raimundo Lulio (1235-13x5)
más notables los de Castrojeriz y Hurgos. En Valladolid se fundan los
hospitales de San Lázaro, en la orilla derecha del Pisuerga, y los de San-
ta María de Esguova, Todos los Santos, San Pedro Mártir, 1). Pedro Mago
y I). Ñuño Pérez.
De las grandes figuras de la Medicina y la Filosofía en Cataluña, \k-
NALDO DE VlLLANOVA y Raimundo Luuo, se ocupa ya Garrison en el primer
tomo de esta obra (l);»así que, faltos de espacio y tiempo, renunciamos,
con gran sentimiento, a ocuparnos de ellos eon la extensión que mere-
cen (2).
Página 154.
■ Menéndez y Pelayo: La ciencia española, 1889; tomo III. pág. 28
LA .MEDICINA ESPAÑOLA EN EL SIGLO XV 425
VI. -LA MEDICINA ESPAÑOLA EN EL SIGLO XV
El siglo xv, en el que termina la Edad Media, se señala en España por
importantes progresos que preparan y anuncian el gran siglo o edad de
oro. Es este un período de organización, unificación y concentración, y
en él se han producido grandes acontecimientos, como la unión de Aragón
y Castilla, la conquista de Granada y el descubrimiento de América. En
1474 traen los alemanes la imprenta a Barcelona.
El edicto de 1492, por el cual Fernando el Católico priva a España de
todos los recursos de la cultura semita, constituyó indudablemente una
grave falta. Sin embargo, podemos afirmar que sus consecuencias no fue-
ron, en realidad, tan desastrosas como lo hubieran sido de no haber con-
quistado Mahomed II a Constantinopla cuarenta años antes. La ciencia de
los árabes y de los judíos iba a perderse para España; pero ya nos encon-
trábamos con la de los griegos para reemplazarla. Hay que considerar, en
efecto, que el reino de Ñapóles, donde fueron a refugiarse los sabios de
Constantinopla en su mayor parte, pertenecía entonces al reino de Ara-
gón. Así, la victoria de los turcos en Oriente, por una especie de parado-
ja, venía a dar un golpe decisivo al arabismo en Occidente. Ilustres eru-
ditos españoles, como Arias Barbosa, Reinoso y otros, salieron de las es-
cuelas greco-latinas. Hay quien opina que esta intrusión brusca de la cul-
tura bizantina en el mundo moderno que comenzaba a formarse tuvo el
inconveniente de detener a éste en las vías del progreso adonde le guia-
ban los libres espíritus de Dante y de Petrarca, para lanzarle de nuevo
hacia el pasado. Sea de esto lo que quiera, lo que podemos afirmar es que
el año 1453, con la toma de Constantinopla, marca una radical mudanza
en la cultura y señala, por tanto, el término de lá Edad Media.
En esta época, España comienza a organizar seriamente la enseñanza
la práctica de la medicina. Ya a fines del siglo xiv, D. Juan I había'in-
tentado legalizar esta profesión, hasta entonces abandonada en manos de
nnumerables charlatanes; pero son realmente sus sucesores Enrique III el
Doliente y D. Juan II, los que comienzan a fundar verdaderamente la le-
gislación médica. Enfermizos uno y otro, se rodean de los mejores médi-
cos de su época, sufriendo la beneficiosa influencia de los mismos. Don
uan II crea, por decreto de 1422, un Tribunal de Alcaldes y Examinado-
es especiales para apreciar la competencia de los que pretendan consa-
grarse a la ciencia de curar. Alfonso Chirino. y más tarde Fernán Gó-
iez, llamado el Bachiller de Ciudad Real, y a quien se ha supuesto erró-
■¡'■a mente autor del Centón epistolario, desempeñan las funciones de proto-
"nédicos, es decir, de alcaldes y examinadores mayores de los físicos y ci-
426 HISTORIA DE LA MEDICINA
rujanos de los reinos y señoríos de España. Enrique IV confirma estas
prerrogativas y fueros, que los Reyes Católicos, a su vez, ratifican por Ley
de 30 de marzo de 1477-
Los privilegios concedidos a los médicos fueron tan grandes, que los
procuradores de las Cortes reunidas en Zamora en 1 43 2 y en Madrigal en
1438 elevaron al rey una queja acerca de esto que ellos consideraban
como un exceso; pero las Ordenanzas reales de 1435 y de 1438 demues-
tran que los soberanos no modificaron en nada estos privilegios. Uno de
éstos, concedido al Tribunal del Protomedicato, era que ninguna autori-
dad civil ni de ningún otro género podría intervenir en los asuntos de la
Facultad. Los médicos fueron, por consiguiente, en España aquellas per-
sonas a quienes, en primer término, se aplicó una jurisprudencia especial,
supuesto que este Tribunal del Protomedicato data de 1422, en tanto que
el Consejo Real y la Cnancillería de Valladolid no fueron creados hasta
1442; la Cnancillería de Ciudad Real, en J494; la de Granada, en 1505; el
Consejo de Indias, en 1 5 1 1 y modificado en 1 5 24; el Tribunal de la Inqui-
sición, en 1483; el Tribunal de Cruzadas, en 1509, y el Consejo de Ha-
cienda, en 1602.
Al propio tiempo, iban fundándose nuevas Universidades. La de Va-
lencia, en 141 1 ; la de Barcelona, en 1450; la de Zaragoza, en 1474; la de
Mallorca, en 1483, y, finalmente, en el último año del siglo, la de Alcalá
de Henares, que llega pronto a ser rival de la de Salamanca, por el Carde-
nal Cisneros.
Las instituciones sanitarias y filantrópicas se multiplican notablemen-
te, hasta el extremo de que desde este punto de vista España va por de-
lante de todos los restantes pueblos de Europa. La higiene ha realizado
en nuestra Patria sus primeros grandes progresos. La limpieza pública e
individual era entonces, y al contrario de lo que más tarde ha ocurrido,
objeto de más cuidados que en ningún otro país. No debemos olvidar que
muchos autores atribuyen a los españoles dos inventos importantes desde
el punto de vista de la higiene y de la limpieza: la camisa y el te-
nedor.
Los asilos de alienados, o casas de orates, como se llamaban, se fun-
dan en 1409 en Valencia, en 1425 en Zaragoza, en 1436 en Sevilla y en
1473 en Toledo. La fundación de manicomios en Inglaterra, Francia y
Vlemania es muy posterior.
La mor berta, establecida en Mallorca durante la epidemia de peste
de 1474, inaugura en España el sistema de cuarentenas, que se había ini-
ciado en Venecia (1403), Marsella (1383) y Ragusa (1377) [i].
(1 ) « >in«» I de k sta ni ira, pág. 1 82.
LA MEDICINA ESPAÑOLA EN EL SIGLO XV 427
Las leproserías se multiplican en el siglo x.v, y su dirección no corres-
ponde ya al clero, sino a los llamados alcaldes de lepra.
Isabel la Católica instituye los primeros servicios de hospitales milita-
res en campaña, como se desprende de los escritos de Hernán Pérez del /
Pulgar y de los términos muy explícitos de una carta en latín escrita
en 1489, por Pierre Martyr d'Angleria al cardenal de Milán. Por último,
tenemos que mencionar la creación de los médicos de cámara, destina-
dos al servicio de los reyes. En esto último, España no ha hecho mas que
copiar las costumbres de la corte de Borgoña. Los médicos de cámara,
según afirman documentos conservados en el Archivo de Simancas, te-
nían que pertenecer a la nobleza.
Por lo que respecta al estudio de la Anatomía, se conceden a los mé-
dicos algunas facilidades para su estudio. Ya en 1 240 parece que Fernan-
do III el Santo había creado una cátedra en la Universidad de Palencia,
cátedra que fué trasladada a Salamanca por Alfonso el Sabio. Se practica-
ba entonces la disección; pero, según Adeva y Pacheco, fuera de la ciudad,
en un sitio próximo a la ermita de San Nicolás, probablemente en un ce-
menterio. Los médicos juzgaban más prudente ir a disecar allí que en la
ciudad, en donde la fuerza de los principios religiosos se lo hubiese segu-
ramente impedido. Sea de esto lo que quiera, lo positivo es que ya en el
siglo xv los Reyes Católicos no sólo autorizaban la disección, sino que
imponían, por su decreto de 1488, la pena de mil sueldos a todo el que
se atreviese a impedir una disección. Es muy posible que ninguna otra na-
ción de Europa cuente con una medida análoga en aquella época. A pesar
de ello, los progresos de la Anatomía no son demasiado grandes; las ideas
fisiológicas siguen siendo, poco más o menos, las de los árabes, que cono-
cían muy mal la estructura, y, por consiguiente, la fisiología de los órga-
nos, a causa de estarles prohibido rigurosamente por el Corán la abertura
de los cadáveres. Por lo que se refiere a la Cirugía, abandonada desde
hace muchos años en manos de los barberos, no comienza a perfeccionar-
se hasta el año 1 490, aproximadamente, fecha en que Antonio Amiguet,
doctor en Barcelona, y Juan Vals establecen una escuela para la enseñan-
za técnica. Hasta aquella fecha los estudiantes de Salamanca no aprendían
mas que a aplicar las curas y los vendajes en un maniquí articulado. La
única obra, en este sentido, que merece señalarse es la Cirugía rimada,
escrita en verso en 141 2 por Diego Cobo, de ideas extraordinariamente
arabistas.
Los médicos españoles del siglo xv se ocupan de la terapéutica en sen-
tido polifármaco. Diego Alvarez Chauoa, compañero de Cristóbal Colón
en su segundo viaje, y Maestre Rodrigo Fernández dan a conocer las
propiedades de algunas de las plantas del Nuevo Mundo-. Alfonso Chiri-
428 HISTORIA DE LA MEDICINA
no, de Guadalajara, abad de Alcalá, primer médico de Juan II, alcalde y
examinador mayor de todos los físicos y cirujanos de todos los reinos y
señoríos de este rey, publicó en 1 447 un libro titulado Espejo de la Medi-
cina, en el que, con el pretexto de regularizar la prescripcióu de los reme-
dios, se presenta como partidario de las mixturas muy complicadas, no
constituyendo, en realidad, ningún progreso real de la Medicina. Todo
lo más, podemos señalar en su abono la importancia que él concede al
bazo en las fiebres intermitentes y el empleo de las fricciones mercuriales
en la sarna. Juan Villa traduce del latín al castellano, con el título de
Epidemia y peste, la obra del portugués Vasco de Taranta, profesor de
Montpellier; este libro, publicado en 1475 en Barcelona, pasa por ser la
primera obra de medicina impresa en castellano. El médico de los Reyes
Católicos Juan Gutiérrez de Toledo, en su obra De Potu in lapidis pre-
servatione, se ocupa de la litiasis renal y vesical, distinguiendo bien los
cólicos nefríticos de los hepáticos. Esta obra se publica en los años
1494 y 1498.
Pedro Pintor, valenciano y médico del papa Alejandro VI, publica en
Roma, en 1499, con el título Agregator sententiarum de preservation et
ciiratione p estile titiae, una especie de hipótesis astrolóeica y teosófica del
mal venéreo. Consigna algunos datos interesantes, como la afirmación de
que la epidemia de lúes había estallado en Roma en marzo de 1 494, lo
que parece hablar en contra del origen americano de la misma. Gaspar
Torrblla, también valenciano y también médico de Alejandro VI y des-
pués de Julio III, fué sacerdote y después obispo, asistiendo con esta con-
dición al quinto Concilio de Letrán. En Roma, en 1497, publicó su famo-
sa obra, impresa en caracteres góticos y dedicada al famoso César Borgia,
entonces cardenal diácono de Valencia. Esta obra contiene alguna obser-
vación interesante, como la de mostrarse contrario al empleo abusivo del
mercurio, al que atribuye la muerte de Alfonso Borgia (i). En la segunda
edición, publicada en 1 499 en Blois, prescribe por completo el empleo
del mercurio. Torrella publica en I 52 I otra obra con el título de Consilia
dr aegritudine pestífera et contagiosa, que constituye una relación muy de-
tallada de una epidemia de fiebres elevadas, acompañadas de intenso de-
lirio y rápidamente mortales, que fueron importadas en I 505 en Vizcaya
por el escuadrón de Flandes, haciendo más de ó.OOO víctimas en las pro-
vincias del Norte, desde las que se propagó a toda España.
Francisco López de Villalobos, nacido en Valladolid hacia 1496,
hizo sus estudios en Salamanca, llegando a ser médico de cámara del em-
(1) Tractatui cum consilus contra pudendagrax sen morbum gallicum, etca
Roma, 1497.
LA EDAD DE ORO DE LA MEDICINA ESPAÑOLA
429
perador Carlos V, y tomando, al final de su vida, el hábito de francisca-
no. Fia adquirido celebridad por su obra en verso El licenciado Villalobos
sobre las contagiosas y malditas buvas, estoria y melecina, publicada en
Salamanca en 1498, pues es quizá la primera de este género (i). Com-
prende 74 décimas acerca de la etiología,
sintomatología y terapéutica (mencionan-
do las fricciones mercuriales) de la sífilis.
En Alcalá, y en 1524, publica Villalobos
otra obra titulada Glosa liieralis impri-
mum et secundum naturalis historia libros,
y en 1543 ^a titulada Los problemas de Vi-
llalobos, dedicada al príncipe Don Luis de
Portugal. Villalobos se muestra en sus
escritos como un humorista escéptico y
buen conocedor del habla castellana.
VIL-LA EDAD DE ORO
de la MEDICINA ESPAÑOLA (1500-1 665)
I.° LOS ANATÓMICOS
Y LOS PRECURSONES DE HaRVEY
Los españoles aficionados a los estu-
dios anatómicos y deseosos de ampliarlos
y de perfeccionarlos iban a estudiar a
Italia, principalmente a Bolonia. Esto su-
cedió con Alonso Rodríguez de Gueva-
ra, hábil prosector que, al regresar a Es-
paña, supo granjearse el apoyo de Maxi-
miliano, encargado, durante la ausencia de
Carlos V, de la Regencia del Reino, con-
siguiendo que se fundase, hacia 1550 próximamente, la primer cátedra de
Anatomía en España, en la Universidad de Valladolid. Esta era la tercera
cátedra que se fundaba en Europa, no aventajándola en antigüedad mas
que las de Bolonia y Montpellier. Su obra de Anatomía fué publicada en
Coimbra en 1 5 59> y contribuyó, en unión de sus lecciones, a extender
mucho por España la afición a los estudios anatómicos (Hernández Mo-
rejón).
Diagrama zodiacal. (De la Coronación de
Juan de Mena, s. 1., 1499. De la biblioteca
del Dr. L. Corral.) (2)
(1) La famosa obra de Fracastor es de 1530. Véase el tomo I, pág. 232.
(2) Véase el tomo I, pág. 193.
43u
HISTORIA DE LA MEDICINA
oWJMiBj** -
fei
q|jslg|*f gil
1
^ísg|sgjygfá
5
<-*
ís!|l|¡ gilí
5)
Ü2"C2* e -2= 5 —
o
¡iPlfl'llgl
Vi
5 ESjj , £ ?.£ E
LA EDAD DE ORO DE LA MEDICINA ESPAÑOLA
431
Bernardino Montaña de Monserrat nació en Cataluña, aunque se ig-
nora la ciudad y el año exactos. Tampoco se sabe si estudió la carrera de
Medicina en España o si pasó, antes de concluirla, a Francia. El confiesa
que volvió a España en 15 1 3, y que tenía ya cuarenta y cinco años de
Juan Valverde. (De la colección de grabados de la Biblioteca Nacional.)
práctica cuando escribió su obra titulada Anothomía del hombre, Valía-
dolid, 1550.
Juan Valverde de Amusco estudió en Padua con Realdo Colombo, y
llegó a ser médico del papa Paulo IV. Es un entusiasta y divulgador de
la obra de Vesalio, al que corrige, sin embargo, en algunos detalles (mús-
culos motores del ojo, sinoviales, etc.). La edición más antigua y comple-
ta de su obra es la que ha aparecido en España en I 5 5^ con e^ título de
Historia de la composición del cuerpo humano; pero es más conocida en
Europa la publicada, mucho después, en Venecia, en 1586, con el título
L Anatomía dei corpo umano, composta da Messere Giovanni Valverde, no-
4¿2
HISTORIA DE LA MEDICINA
vamente ristanipata^ e con l aggiunta di ale une tavolá ampliata. Una y otra
edición se encuentran ilustradas con muy hermosas láminas debidas al
grabador español Becerra.
La escuela de Medicina de Valencia se distingue muy pronto, gracias a
los trabajos de Gimeno y Collado, discípulos de Andrés Vesalio.
Andrés Laguna (1499-1560)
Pedro Gimeno fué discípulo sucesivamente de Vesalio, en Padua, y de
Silvio, en París. Su entusiasmo por los estudios anatómicos era tan, gran-
de, que en una ('poca en que, encontrándose en Lovaina, estaban prohibi-
das las disecciones, no vaciló, para irse procurando un esqueleto, en ir
mutilando por las noches los cadáveres de los ajusticiados. Auxilió en la
Universidad de Alcalá a Valles en las demostraciones de Anatomía pato-
lógica que daba éste con motivo de los comentarios a la obra de Galeno
De locis patientibus. En su obra Dialogas de re medica (Valencia, 1 549)^ da
una exacta descripción del estribo, cuyo descubrimiento le disputa el otro
LA EDAD DE ORO DE I. A MEDICINA ESPAÑOLA, 433
famoso anatómico de la escuela de Valencia, Luis Collado, que ataca ru-
damente a Galeno, a la par que defiende a su maestro Vesalio, en su obra
Galeni liber de osibus enarrationibus ilustratus (Valencia, 155 5)*
Otro descubrimiento anatómico español es el de la válvula ileo-cecal,
cuya acabada descripción se debe en primer término al ilustre segoviano
Andrés Laguna (1494- i 560). Fué estudiante en la Universidad de Sala-
manca y profesor en las de París, Alcalá, Toledo y Bolonia. Médico del
emperador Carlos V, al que acompañó en sus viajes por Italia y Alema-
nia; fué médico también de los papas Pablo II y Julio III, y, por último,
de Felipe II, habiendo sido, además, encargado de numerosas comisiones
de orden político y religioso que le dieron una gran autoridad en Europa.
Sus comentarios de Dioscórides le revelan como un sabio y concienzudo
naturalista. Su obra de anatomía lleva el título de Anatómica methodus
seu de sectione corporis humará conté mp latió...., París, 1535- Es autor, ade-
más, de las obras siguientes: Discurso breve sobre la cura y preservación
de la pestilencia (Salamanca, 1546), en el que recomienda como tratamien-
to de la peste las fricciones mercuriales: Anotationes in Galeni interpre-
tes (1553); la ya citada Anotationes in Dioscoridem (Lyón, 155 1); el fa-
moso discurso pronunciado por Laguna en Colonia en 1543, con motivo
de la epidemia de peste; Galeni Pergameni summi medid parentis de filo-
sófica historia liber unus.... (Colonia, 1 542); Aristotelis de philosophorum
principis de virtutibus veré aureus, adamantinus lipellus (Colonia, 1 543)5
Aristotelis philosophorum Principis de natura styrpium liber unus (Co-
lonia, 1543); Aristotelis de mundo sen de cosmographia liber unus
(Complute, 1538); Luciani Dialogus tragopodagra nominatus (Complute,
1538); Tragaedia alia Luciani occipus dicta Hipótesis (Compluti, 1538), y
otros varios comentarios de Galeno, etc.
De otro notable anatómico español, Luis Lobera de Ávila, conocemos
pocos datos históricos. Sabemos que hizo sus estudios en Francia y que,
concluidos éstos, regresó a España, donde fué médico de los ejércitos y
de la armada de Carlos V. Escribió varios tratados de higiene, con los tí-
tulos de Vergel de Sanidad o Banquete de nobles caballeros (Alcalá de He-
nares, 1 542); Del régimen de la mar; Del regimiento de los viajantes >yt ade-
más, el Libro de Anatomía (Alcalá, 1542); un Antidotar 'io; el Libro de
pestilencia; el Libro del regimiento de la salud y de la esterilidad de los
hombres y mujeres; De la estirilidad del hombre y de la mujer; De conser-
watione praegnatium (estudio muy interesante de higiene del embarazo);
Regimiento de las mujeres preñadas (en el que da consejos para evitar el
aborto); Regimiento de niños (que puede ser considerado como uno de los
primeros tratados que se han publicado en castellano a propósito de las
enfermedades de los niños); el Libro de las cuatro enfermedades cortesa-
HlSTORLA DB LA MsDIOIXA. — TOMO II 28
434 HISTORIA DE LA MEDICINA
ñas, que son: catarro, gota artética, mal de piedra y de ríñones e ijada y
mal de bubas; De Medicinis diver sae modo operantibus (tratado de las dife-
rentes propiedades de los medicamentos); De aegritudinibus subitis (cu-
rioso estudio de las enfermedades que de un modo repentino pueden po-
ner en peligro la vida de los enfermos).
Todavía hay que citar entre los anatómicos ilustres de este período a
Juan de Arfe y Villafañé y Juan Valero Tabas. El primero, más conoci-
do por sus trabajos de orfebrería, y autor de las famosas custodias de
Sevilla, Avila y Valladolid, merece ser mencionado en una historia de la
medicina por haber escrito la primera obra de Anatomía artística, en la
que se ocupa de la proporción y medida de las diversas partes del esque-
leto, con sus huesos y músculos. Juan Valero Tabar es el primero que ha
fabricado maniquíes para el estudio de la Anatomía.
Entre los precursores españoles de Harvey, mencionan los autores,
además de Miguel Servet, a quien se debe indiscutiblemente la primera
descripción de la circulación pulmonar, y de quien ya se ocupa Garrison
en el primer tomo de esta obra (página 2 1 7), a Amato Lusitano (válvulas
venosas, 1 547), Bernardino Montaña, Gimeno, Lobera, y, sobre todo,
Francisco la Reina, autor del Tratado de Albeitería (Burgos, 1552).
2.° — Los cirujanos.
Los principales cirujanos de esta época, citados en el orden en que se
han publicado sus obras más importantes, son los siguientes: Juan Fra-
goso, Francisco Arceo, Andrés Alcázar, Francisco Díaz, Juan Calvo,
Bartolomé Hidalgo de Agüero, Dionisio Daza Chacón y Pedro López de
León.
Juan Fragoso nació en Toledo y fué médico de cámara de Felipe II.
Se ha ocupado también de asuntos médico-legales. Ha publicado, entre
otras, las obras siguientes: Erotemas quirúrgicos (1570), De los medica-
mentos compuestos (i 57 5)> Cirugía universal {1601). Habla en esta última
de la ligadura de las arterias, como tratamiento de los aneurismas, y de
la aplicación de vendajes inamovibles en las fracturas.
Francisco de Arceo nació en el Fresno o en Fregenal en 1493- Fstu-
dió Medicina y Cirugía en Alcalá de Henares, en cuya Universidad fué
condiscípulo del famoso Arias Montano, que ejercía también, por afi-
ción, la cirugía. Al terminar sus estudios, fué nombrado médico y ciruja-
no del famoso monasterio de Guadalupe, de donde pasó como médico
titular a Llerena. Su reputación llegó a ser tan grande, que de todas
partes de Kspaña, y hasta de Francia e Inglaterra, venían, confiados en
su extraordinaria habilidad quirúrgica, a ser operados por él. Arias Mon-
I
LA EDAD DE ORO DE LA MEDICINA ESPAÑOLA 43-
tano solía ir a predicar durante la Cuaresma a Llerena para ver operar a
su antiguo condiscípulo. La amistad que unía desde la juventud a estos
dos hombres eminentes no se borró nunca. En una carta de Arias Mon-
tano, fechada en 22 de abril de I575> nos dice éste que Arceo, octogena-
rio, operaba todavía en esta época con tanta seguridad como si tuviese
sólo cuarenta años. El gran teólogo debía convertirse en editor de su ami-
go, haciendo imprimir, a sus expensas, en 1576, el importante tratado De
recta vulnerum curandorum ratione, en el que Arceo había ido consig-
nando los resultados de su experiencia clínica desde I 5 30.
Andrés Alcázar, natural de Guadalajara. Después de haber cursado
la cirugía en su pueblo con un maestro llamado Antonio, pasó a la Uni-
versidad de Salamanca, en la que estudió Filosofía y Medicina, llegando a
catedrático de Cirugía. Habiéndose casado con la hija de su maestro An-
tonio, volvió a su pueblo, en edad ya avanzada, ejerciendo en él la profe-
sión; también había ejercido antes en Avila y Segovia. Su principal obra
se titula Andreae Alcazaris Chirurgiae lib. sex (Salamanca, 1575).
Es inventor de un aparato para evacuar el pus o la sangre contenidos en
la cavidad torácica y que puede servir también para inyectar líquidos den-
tro de la misma.
Francisco Díaz. Se ignora el pueblo de su nacimiento. Estudió en la
Universidad de Alcalá de Henares Filosofía y Medicina, graduándose de
doctor en ambas. Pasó después a la Universidad de Valencia, siendo dis-
cípulo de Collado y de Gimeno. Como cirujano alcanzó grande y mereci-
da fama, llegando a ser médico de Felipe II. Sus obras principales son:
Compendio de Cirugía Compuesto en coloquios por Francisco Díaz
Madrid, 1575- En él dice el autor haberse propuesto ilustrar a los ciruja-
nos romancistas. Tratado de todas las enfermedades de los ríñones, vejiga,
carnosidades de la uretra y orina (Madrid, 1588). Es obra muy notable,
sobre todo en lo que a la descripción de la talla hace referencia, y puede
ser considerada como la que señala la creación primera de una especiali-
dad en España.
De Juan Calvo no se sabe a ciencia cierta si era valenciano o aragonés,
pues en una de sus obras aparece de un modo y en otras de otro. Lo que
sí consta es que estudió Cirugía en la Universidad de Zaragoza, bajo la
dirección de Jerónimo Murillo. Fue catedrático de Valencia por espacio
de doce años, y al propio tiempo tenía en su casa una Academia de Ci-
rugía, quo tuvo muchos alumnos y gozó de gran fama. Sus obras son:
Primera y segunda parte de Cirugía universal y particular del cuerpo hu-
mano Compuesta por el doctor Juan Calvo. De ella se hicieron las si-
guientes ediciones: Sevilla, 1580; Barcelona, 1591; Madrid, 1626; Madrid,
1657; Madrid, 1674, y Valencia, 1690. Está dedicada a los cirujanos ro-
436 HISTORIA DE LA MEDICINA
mancistas que, no habiendo podido asistir a la Universidad, no se encon-
traban preparados para estudiar una obra grande y completa de cirugía
teórica y práctica. También estudia el tratamiento de los aneurismas por
medio de la ligadura. Libro de cirugía y medicina que trata de las llagas en
general y en particular, compuesto por Juan Calvo Barcelona, 1692;
Libro muy útil y provechoso del morbo gálico Barcelona, 1592.
Bartolomé Hidalgo de Agüero (1530-1 597) nació y estudió en Se-
villa, siendo en aquella Universidad discípulo de los doctores Juan de
Cuevas y Alfonso Lacuadra. Llegó a ser uno de los mejores cirujanos de
la época, siendo su habilidad tan proverbial, que en las riñas populares, al
acometerse los hombres navaja en mano, solían decir: «En Dios me enco-
miendo y en las manos de Agüero.» Su fama aumentó por el saber y el
mérito de sus discípulos, especialmente de López de León. Ha sido tam-
bién muy alabado por los poetas contemporáneos. El gran mérito de Hi-
dalgo de Agüero es el haber sido el primero en España, como en Francia
lo fué Ambrosio Paré, que sigue la práctica de reunir inmediatamente las
heridas con el fin de obtener la curación por primera intención, en vez de
tratarlas, como hasta entonces venía efectuándose, por ungüentos, bálsa-
mos, pomadas, etc., con el fin de provocar la supuración. Sus principa-
les obras son: Avisos particulares de cirugía contra la común opinión, por el
Dr. Bartolomé Hidalgo de Agüero, Sevilla, 1584; Tesoro de la verdadera
cirugía y vía particular contra la común, compuesto por el Dr. Bartolomé
Hidalgo de Agüero, con la cual se hace un perfecto cirujano, Sevilla, 1604;
Recopilación de las opiniones y modos curativos que ha habido en cirugía
desde el principio del mundo hasta el presente, hecha por el Dr. Bartolomé
Hidalgo de Agüero (es un compendio o resumen de la historia de la ciru-
gía); Tratado de las evacuaciones tocantes a los casos de cirugía; Tratado de
la sangría; Tratado cuarto de heridas en universal y particular, por el doc-
tor Bartolomé Hidalgo de Agüero '(en este libro, verdaderamente notable, de-
fiende las ventajas de su método curativo, cuya exposición había dado lugar
a una famosa controversia con el Dr. Fragoso, sobre los métodos antigua-
mente recomendados); Fundamentos y preceptos de la vía particular; Bre-
ve suma de las razones de la vía particular y contradicciones de la vía co-
mún, y respuestas que hacen fuertes las razones particulares, por el doctor
Bartolomé Hidalgo de Agüero; Antidotario general de ambas vías ; Suma
de las proposiciones de cirugía que el Licenciado Fragoso dice que enseña
contra unos avisos que yo hice imprimir el ano pasado de 1 584; Tratado sex-
to de la teoría de la i /ruó/,/, Tratado séptimo del anatome del cuerpo huma-
no; Tratado octavo de la historia del ojo; Tratado noveno de apostemas; Tra-
tado décimo de la úlcera y sus diferencias; Tratado undécimo de fracturas;
Ir atado duodécimo di las di locaciones; Tratado decimotercio de la peste, y
LA EDAD DE ORO DE LA MEDICINA ESPAÑOLA
437
Tratado decimocuarto del tabardillo (estos dos últimos, especialmente, son
muy interesantes).
Dionisio Daza Chacón, natural de Valladolid. Nació próximamente
en 1503. Estudió Filosofía en la Universidad de Valladolid, y después Ci-
rugía en Salamanca, con Ponce el Chico. Terminada su carrera, y después
de haber practicado algún tiempo con su maestro, ingresó en el ejército
^~3.
Dionisio Daza Chacón (1503 :-i59Ó). (Tomado de su Práctica y Teórica de Cirugía, Valladolid, 1603.)
como médico militar, distinguiéndose notablemente en las campañas de
Carlos V, y especialmente en el tratamiento y asistencia de los atacados
de peste. Nombrado, en 1557, cirujano del Hospital Militar de la Corte,
y habiendo provocado el nombramiento algunas protestas, dispuso el rey
que se convocasen oposiciones públicas, en las que, después de muy bri-
llantes ejercicios, obtuvo la plaza Daza Chacón. Fué médico del infante
D. Carlos y médico de la Armada de D. Juanee Austria, al que acompa-
ñó en la batalla de Lepanto, en la que dicen que curó la herida que en
esta batalla recibió Cervantes. Su principal obra lleva el título de Prácti-
ca y teórica de Cirugía en romance y en latín, primera y segunda parte; com-
puesta por el Licenciado Dionisio Daza Chacón Madrid, 1605. En el ca-
4¿S HISTORIA DE LA MEDICINA ..
pítulo XV de la segunda parte describe perfectamente la ligadura de las
arterias en los casos de herida de las mismas.
Pedro López de León estudió la cirugía en España, practicándola bajo
la dirección de Agüero, al que llama su maestro. De Sevilla pasó a Amé-
rica, estableciéndose en la ciudad de Cartagena. Fué el propagandista de
los métodos quirúrgicos de Hidalgo de Agüero. Su principal obra se titu-
la: Práctica y teoría de las apostemas en general y particular, o Cuestiones
prácticas de cirugía de heridas, llagas y otras cosas nuevas y particulares,
por el Licenciado Pedro López de León, cirujano de la ciudad de Cartagena
de Indias, Sevilla, 1628. En ella es, principalmente, notable lo que se re-
fiere al tratamiento de los aneurismas.
De los cirujanos mencionados, Francisco de Arceo era considerado
justamente como un gran especialista en el tratamiento de fístulas y de
trayectos fistulosos; Hidalgo de Agüero es el iniciador y defensor en Es-
paña de la curación de las heridas por primera intención; Daza Chacón
practica el tratamiento de los aneurismas por ligadura de las arterias;
Francisco Díaz es inventor de un método especial de talla que fué lla-
mado a la española, en oposición al método, a la italiana, del napolitano
Mariano Santo; fué también el que divulgó el uso de las candelillas ure-
trales, inventadas, según Amato Lusitano, por Alderete. En el trata-
miento de las pleuresías, Arceo reprobaba y censuraba enérgicamente la
práctica de introducir cánulas en la pequeña herida operatoria, fundán-
dose en que se exponían a complicaciones sépticas; Fragoso aconsejaba,
en oposición al modo de pensar de Amato Lusitano, practicar la incisión
operatoria lo más baja posible, en la inmediata vecindad del diafragma,
pero teniendo sumo cuidado de no herir este músculo; Hidalgo de Agüero
recomendaba la inyección post-operatoria de una pequeña cantidad de
vino blanco en la cavidad pleurítica, con el fin de provocar una reacción
_ inflamatoria que él juzgaba extraordinariamente favorable; Pedro López
de León era partidario de realizar una incisión transversal entre la cuarta
y quinta costillas y a unos cuatro traveses de dedo de la columna verte-
bral. En el tratamiento del cáncer mamario, Fragoso era partidario de la
• cauterización, con el hierro enrojecido, de la superficie de sección que
quedaba después de la amputación de la mama; Arceo trazaba dos inci-
siones paralelas, una por debajo y otra por encima del tumor, que extir-
paba en seguida, bien por dislaceración del tejido conjuntivo celular con
el mango del bisturí, o bien arrancándolo con los dedos; López de León
practicaba una amplia extirpación, disecando el tumor con el bisturí todo
lo profundamente que le fuera posible, dejaba sangrar algún tiempo la
Buperfi» : 1 ion y, por último, la cauterizaba; Juan Calvo seguía, en
general, el método de López de l.i-ón, salvo que reemplazaba la cauteri-
LA EDAD DE ORO DE LA MEDICINA ESPAÑOLA 439
zación por la aplicación de una cura impregnada de aceite de rosas, con
simientes de adormidera blanca, opio y estramonio en polvo; Hidalgo de
Agüero hacía dos incisiones a todo lo largo del tumor, disecaba los col-
gajos, separando con el mango del bisturí el tejido celular; si el tumor
era muy voluminoso, le atravesaba con dos agujas enhebradas, cuyos hi-
los dejaba en posición para servirse de ellos en el momento oportuno;
cuando había llegado con la lámina del bisturí a la mayor profundidad de
la tumoración, tiraba de estos hilos con la mano izquierda, rompiendo las
adherencias con la derecha; una vez terminada la operación, dejaba san-
grar un poco la superficie de sección, y después la recubría con áloes e
incienso pulverizados y mezclados con clara de huevo.
Daza Chacón ha sido el primero en aconsejar en el tratamiento de los
pólipos nasales la ligadura, la aplicación de una esponja (como hacía Hi-
pócrates), la cauterización por medio de una sonda o de una cánula, y la
incisión. Practicaba también la estrangulación de los pólipos por medio
de un hilo introducido por la boca y extraído por la nariz, después de
haber administrado inyecciones cicatrizantes de jugo de granadas acidas.
Al ocuparnos de la rinoplastia es necesario mencionar la brillante opera-
ción realizada por Arceo y que, en opinión de Sprengel, es la más nota-
ble de todas las registradas en aquella época, demostrándose con ella
que no ha sido Tagliacozzi el primero que ha conseguido curar los am-
plios despegamientos de la nariz. En la trepanación realizaron también
los cirujanos españoles (Albucasis, Alcázar, Daza Chacón, Arceo, Amato
Lusitano, León, Montemayor, Agüero) notables adelantos (i), especial-
mente Alcázar.
En obstetricia merecen citarse, además de los trabajos de Lobera de
Avila, la obra de Damián Carbón, titulada Libro del arte de las comadres
o madrinas, del regimiento de las preñadas y paridas y de los niños, pu-
blicada en Mallorca en 1541; la de Juan Antonio de los Ruices y Fonte-
cha, Diez privilegios para mujeres preñadas, Alcalá de Henares, 1606, y
la de Juan Gutiérrez de Godoy, Tres discursos para probar que todas las
madres están obligadas a criar a sus hijos..... Jaén, 1 5 29; hermosa y elo-
cuente defensa de la lactancia materna.
3.0 — La Medicina interna: Nosólogos y monógrafos.
Como médicos especialmente notables, desde el punto de vista de la
sagaz y concienzuda observación clínica, merecen ser mencionados es-
(1) Véase doctor José Ribera: De la trepanación en España, contestación al dis-
curso de recepción del doctor Miguel y Viguri en la Real Academia de Madrid,
año 1898." . , ' '
440 HISTORIA DE LA MEDICINA
pecialmente los portugueses Amato Lusitano y Rodrigo de Fonseca.
Los trabajos más numerosos y más notables de los autores españoles
de esta época son los consagrados al estudio de las fiebres en general, en
lo que se distinguen especialmente Gómez Pereira, Luis Mercado, Ci-
priano Maroja, Cristóbal de Vega, Núñez de Llerena, Ponce de Santa
Cruz, Isaac Cardoso, Caldera de Heredia, Lázaro Gutiérrez, Bravo de So-
bremonte, Miguel de Heredia, Fernando Mena, etc.
l^a peste bubónica ha causado sus terribles estragos en Barcelona du-
rante los años I 501, 1506 y I 507. En este último año. se prolongó desde
febrero a julio, alcanzando una extraordinaria virulencia; sólo en el mes
de mayo ocasionó 1.595 defunciones, cifra bien excesiva si tenemos en
cuenta la población de Barcelona en aquellos tiempos; después' va apare-
ciendo sucesivamente en Sevilla (1508-1510), Cascante (15 18), Játiba
(15 19), en el reino de Valencia, Vich, y nuevamente Barcelona, causando
la muerte, en 1 521 , a 6.000 personas; Mallorca y Valencia (1523), Játiba
(1594), y otra vez en Sevilla, donde se recrudeció considerablemente su
gravedad mortífera. En el siglo xvn son dignas de mención las grandes
epidemias de Valencia (1647) y Sevilla (1649).
De la peste bubónica se han ocupado Luis de Lucena, Antonio de
Cartagena, Andrés Laguna, Antonio Ponce de Santa Cruz, Lobera de
Avila, Alonso de Freilas, Melchor de Villena, Caldera de Heredia, Alonso
de Burgos y, sobre todo, Juan Tomás Porcel, que en la famosa peste de
Zaragoza de mayo de I 564 tuvo el valor de llevar a cabo las autopsias
de los muertos de la epidemia, consignando los datos obtenidos en una
notable obra que lleva el título de Información y curación de la peste de
Zaragoza y preservación contra la peste en general (1 565). Ponce de Santa
Cruz, en su obra Tratado de las causas y curación de las fiebres con secas
pestilenciales, etc. (Valladolid, 1601), estudia la peste de Valladolid, cuyo
desarrollo y peligros había sabido predecir por el simple examen de un
enfermo. No menos notable que las anteriores es la descripción de la epi-
demia de peste de Sevilla, hecha por Gaspar Caldera de Heredia, en su
Ir act a tus per utilis et necessarius de peste quae anno 1640 Hispalense m
■ (ivitatem máxime necoris, etc. (Sevilla, 1650).
La primera monografía que conocemos relativa al tabardillo pintado
(tifus exantemático) es la que le dedica, con el nombre de morbus lenti-
cularis, Alonso López de Corella en i 574; Luis Mercado le ha estudiado
en el mismo año, con la designación defebrü maligna, y Luis de Toro,
también en i 5 74 , en una notable obra titulada De febris epidenticae et no-
vaet quoí latiné lenticularh vulgo tabardillo dicitur, natura, cogniiionex
>n,dela, hace un acabado estudio d<- la enfermedad.
l'il libro que merece una especial mención es el lamoso l) d< tato lia-
LA EDAD DE ORO DE LA MEDICINA ESPAÑOLA
441
mado Fructo de Todos los Santos contra ei mal serpentino venido de la
Isla Española, etc. (Sevilla, 1542), del famoso sifiliógrafo Rodrigo Díaz
Ruiz de Isla, defensor del origen americano de la lúes. Notable también
como sifiliógrafo es el aristócrata Juan Almenar, cuya principal obra lleva
Portada de las obras de Ponce de Santa Cruz. (De la bibl. del Dr. L. Corral.
el título De lúe venerea, sive de morbo gálico, aüiisque affectibus corporis
humani.
El garrotillo, nombre dado por los médicos españoles a la angina so-
focante, y especialmente a la angina diftérica, ha sido principalmente es-
tudiada por Mercado, Ruices de Fontecha, Pérez de Herrera, Núñez de
Llerena y Villarreal.
Juan de Villarreal, natural de Ubeda y doctor por la Universidad de
Alcalá, ha descrito admirablemente las anginas pseudomembranosas y ha
sido el primero en describir el crup. Su obra es del año l6l I. Es tam-
442 HISTORIA DE LA MEDICINA
bien notable el estudio de esta enfermedad publicado por Alfonso Núñez
de Llerena en IÓI 5- Del mismo año es el estudio de Cristóbal Pérez de
Herrera. Este último autor, en su obra titulada Tribunal apollini sacrum,
magicum et politicum etc., publicada en 1568, estudia la tuberculosis
pulmonar en el capítulo De pulmonis et pectoris tubérculo.
Sobre enfermedades de la infancia, y además del Regimiento de los
niños, de Luis Lobera de Avila, que es, como ya hemos indicado, uno
de los tratados más antiguos de paidopatía, hay que mencionar el Liber
de affectionibus puerorum, de Francisco Pérez Cáscales, publicado en Ma-
drid en 1641, y en el que es especialmente notable el estudio de las aftas,
y otro estudio, principalmente de higiene, debido a Juan Gallego de la
Serna y publicado en 1644.
En enfermedades mentales hay que citar los estudios de la melanco-
lía y de la epilepsia, de Alfonso Ponce de Santa Cruz (163 1), y los de
Andrés Velázquez (1585).
Mucha mayor importancia tienen los estudios de la hidrofobia de
Juan Bravo de Piedrahita, publicados en Salamanca en 1 57 1 -
El primer tratado de Hidrología médica publicado en castellano es el
de Ildefonso Limón Montero. Lleva el título de Espejo cristalino de las
aguas de España etc. (Alcalá de Henares, 1697). El primer estudio del
masaje, titulado Enchiridion o manual, instrumento de salud contra et
morbo articular que llaman gota (Zaragoza, 1589)) n° es obra de nin-
gún médico, sino del obispo de Albarracín, Bernardino Gómez Miedes.
En historia de la Medicina se distinguen especialmente los portugue-
ses Zacuth y Luis de Lemus.
4.0 — Médicos comentadores y filósofos.
Entre los comentadores merecen ser especialmente recordados Amato
Lusitano, Kabbi Zucuth y Lemus, por su notable erudición, y más espe-
cialmente por su talento verdaderamente genial, Antonio Gómez Pereira,
Francisco Valles, Luis Mercado, Huarte Navarro, Miguel Sabuco y Alva-
rez, Isaac Cardoso y Francisco Sánchez. Los hemos enumerado en el or-
den cronológico de sus principales obras. Gómez Pereira es de comienzos
del siglo xvi, y Cardoso y Sánchez el Escéptico alcanzan ya el siglo xvn.
De los siete médicos que acabamos de mencionar, uno, Luis Merca-
do, pertenece casi exclusivamente a la historia de la Medicina; dos se en-
< u< utran con igual derecho en el campo de la Medicina y en el de la Fi-
losofía, Valles y Cardoso, y los cuatro restantes, Gómez Pereira, Huarte,
I). Miguel del Sabuco y Alvarez y Francisco Sánchez, son mucho más
filósofos que médicos.
LA EDAD DE ORO DE LA MEDICINA ESPAÑOLA
443
Laguna, Valles y Mercado constituyen la gran trinidad médica del si-
glo xvi. Ya hemos hablado de Laguna. Valles es el compañero de Mer-
cado, pero es, además, el autor de la Philosophia sacra, libro que le apro-
Luis de Mercado (1525-1611). (Cuadro del Greco (1) en el Museo del Prado, de Madrid.)
xima a Gómez Pereira y a Cardoso, el autor de la Philosophia libera.
Luis i>e Mercado (1525-1611) nació en Valladolid, en cuya Universi-
dad hizo los estudios de Medicina hasta graduarse de doctor. Fué catedrá-
tico de Prima de Avicena. Dejó su cátedra al ser nombrado médico de
Felipe II, cargo que siguió desempeñando con Felipe III. Fué protomé-
(1) El personaje de este cuadro, que se conocía bajo el título de Un médico, ha
sido sigacísimamente identificado por el Dr. Mariscal. (Véase su obra El libro de
la peste del Dr. Luis Mercado. Madrid. 1921, pág. 133.
444
HISTORIA DE LA MEDICINA
dico, médico del Consejo real y oidor de Hacienda. Gran escritor, hallán-
dose recopiladas sus obras en tres tomos bajo el título de Opera Omnia,
editadas en Valladolid, Francfort y Venecia.
Como médico práctico, conviene recordar entre sus obras la mono-
grafía consagrada al estudio de las fiebres y titulada De febrium essentia,
LVDOVICIMERC^
tiMedicin^Doctoris&ineadem •
faculta Ice' ¡o V allifoletana Academia Priniari* y
Cathecirxprofeison's.
Deft Irittm ejfcnúa , dffiretijs , caufi , dignoticne &/ curationt
Llhriftx
Outrutn^nmu! rjfitxtUmi, StcurJtts ¿ifftrrtirins f.iriü errrtü extediti
Tntiut c*i<f. t. QutttM fibres tfhtmerei txfyminr &
tur/rre Jicer . J^uintar I tlitcxs. Sextas ;:i«
pHtnJdt itnnes.
Qi¡jbujaccefji: dcfcLre pcfiüenri ;cdc maligna A: contagtofi.
i-iLcr icDiimus. «
r ALL9SOLLTI.
, , «sfm¡0 Din. i)86.
Hurtada del libro de La Fiebre, de Mercado. (De la biblioteca del Dr. L. Corral.)
different!! \ causis, dignotione et curatione (Valladolid, 158Ó), en la que se
estudian muy acabadamente las fiebres intermitentes, así como también
sus ( Ofisultatiom 1 morborum complicatorum, en las que se encuentra des-
crito por vez primera el garrotillo, al cual recomienda tratar por aplicación
de preparados de cobre y por el cáustico de oro ardiente.
Desde el punto de vista de la filosofía de la medicina, su obra maes-
tra es la que lleva por título De veritatt et recta ratione principiorumy
theorematum et rerum omnium ad medicam facultatem spectantium (1004);
rengel le censura ser excesivamente dialéctico y escolástico, diciendo
LA EDAD DE ORO DE LA MEDICINA ESPAÑOLA 445
que de ningún modo se le podría calificar mejor que llamándole el Santo
Tomás de Aquino de la Medicina.
Francisco Valles nació en Covarrubias (Burgos), el año 1 5 24, docto-
rándose en la Universidad de Alcalá en 1 553, siendo tales sus méritos,
que, a pesar de las dificultades y obstáculos que algunos opusieron, fué
nombrado al siguiente año catedrático de Prima de la misma Universi-
dad. Por su erudición y profundo saber mereció el nombre de Galeno es-
pañol. En 1555 publicó sus diez libros de Controversias médicas y filosófi-
cas. En 1558, sus comentarios a los cuatro libros de Meteorología, de
Aristóteles; en 1559, en Lyón, los comentarios de Galeno, en seis libros,
y el Tractatus medicinalis, que comprende: orina, pulso, fiebre y méto-
dos curativos. En 1 56 1, en Alcalá de Henares, los Aforismos, de Hipó-
crates, y comentario al libro del régimen. En 1 562, la versión, con co-
mentarios de la Física, de Aristóteles, y en 1567 y 15^9, comentarios a
los Prognosticos, Prenociones y otros libros de Hipócrates, así como al
de los Temperamentos, de Galeno.
Fué, lo mismo que Mercado, protomédico de Castilla, valiéndose de
su gran autoridad para reglamentar los exámenes de los grados, y el de
licenciado en especial, y para los farmacéuticos escribió su tratado de
Aguas destiladas, pesos y medidas. Escribió más tarde los comentarios de
Las epidemias y su Philosophia Sacra, obras que le granjearon una gran
fama e hicieron que el rey le eligiese, con Arias Montano y Ambrosio
Morales, para formar la biblioteca de El Escorial, que llegó a ser una de
las más ricas del mundo. Murió en 1592 en Burgos, donde se hallaba
acompañando al rey, quien le mandó sepultar con gran pompa en su co-
legio de Alcalá. La Universidad de Alcalá le honró con sepultura en el
Colegio de San Ildefonso, y con un muy notable epitafio en su se-
pulcro (i).
El Divino Valles ha sido, como podemos deducir de la lista de sus
obras, principalmente comentarista, comentando especialmente las obras
de Hipócrates y Galeno. Además de esto, y gracias a la cooperación del
anatómico valenciano Gimeno, es, en sus comentarios a la obra de Gale-
no, De locis patientibus, uno de los primeros cultivadores de la Anato-
mía patológica. Sus comentarios de Hipócrates han hecho decir a Boer-
have que, si se pudiese creer en la transmigración de las almas, ha-
bría que admitir que el alma de Hipócrates había reencarnado en Valles.
El alemán Sprengel, que no suele ser pródigo en alabanzas a los españo-
(1) Ildefonso Rodríguez: Compendio de Historia crítica de la Medicina, tomo II,
pág. 584, Madrid, 1916. Véase también Eusebio Ortega y Benjamín Marcos: Fran-
cisco Valles, con prólogo del Dr. Adolfo Bonilla y San Martín, Biblioteca filosófica,
Madrid, 1914; Imprenta clásica española.
446
HISTORIA DE LA MEDICINA
les en general, y a Valles en especial, dice que nadie ha sabido compren-
der ni exponer mejor la medicina de los árabes que Francisco Valles, de
Covarrubias. La importancia y la fama de Valles puede juzgarse por el
hecho de haber sido editados sus Comentarios repetidas veces en diferen-
tes puntos de Europa: Colonia, Turin, Padua, Francfort, Basilea, Venecia,
Hannover, Ñapóles, París, etc.
Francisco Valles (1524-1502). (De la colección de grabados de la Biblioteca Nacional.)
vSin embargo, es todavía mucho mayor el mérito de Valles como filó-
sofo. Su famosa obra De iis quae scripta sunt physice in libris sacris, sive
de Sacra Philosophia ti her úngularis, es un ensayo de comentario racio-
nal de la Biblia. En medio de una redacción y de un razonamiento com-
pletamente escolásticos, aparecen, de vez en cuando, geniales datos de
experiencia personal y curiosas apreciaciones, tanto de medicina como de
filosofía. Así, y a título de ejemplo, al referirse al versículo del Génesis,
Ontne quod vocavit . \dam anhnae vivientis, ipsum est nomen ejus, Valles
hace referencia al notable invento <1H benedictino Pedro Ponce de León
LA EDAD DE ORO DE LA MEDICINA ESPAÑOLA
447
de enseñar a hablar a los sordo-mudos. En toda esta obra hay ideas muy
acertadas que colocan a Valles en el número de los maestros del carte-
sianismo pre cartesiano, tanto desde el punto de vista de la Filosofía natu-
ral como de la Psicología. Este carácter aproxima naturalmente a Valles
y Gómez Pereira, aunque discrepan, por otra parte, en muchos puntos.
CO NTROVKRSIARVM
MEDICARVM
ET PHILOSOPHI-
C A R V M, F R A N-
cifci Valicfij Cauarruuiani
cditio tercia, ab au&ore
denuo' rccognita
&au£h.'
Accept Itbellm De locU manifefie pUffumtibus .ifud
■ Galenum, codem Faiusio auchn.
Cura Índice rcrum &: vcr^orum
co pionísimo.
I V G D V N I,
A P V D HEREDES G V L I E L M 1
I j¡> VIL L I I.
.\t! .D. X C l
Portada de las Controversias, de Valles (De la bibl. del Dr. L. Corral.)
Menéndez y Pelayo llama, con justicia, la atención acerca de lo mucho que
Descartes, en su Física y en su Psicología, ha tomado de Valles y de Gó-
mez Pereira. Del mismo modo Valles ha proclamado, mucho antes que
Bacon, las excelencias del método experimental.
Como adversario decidido y enérgico de la Cosmología aristotélica, se
relaciona Valles con el judío portugués Isaac Cardoso, autor de la Philo-
sophia libera. Cardoso había nacido en Lisboa, en los comienzos del si-
glo xvii, ejerciendo, como sus correligionarios Amato Lusitano y Rabbi Za-
44* HISTORIA DE LA MEDICINA
cuth, la Medicina en Yalladolid y Madrid. Adjuró el judaismo, tomando,
al hacerse cristiano, el nombre de Fernando; pero más tarde volvió a su
primera religión, se retiró a Venecia y se hizo admitir en la Academia de
los judíos de aquella ciudad, muriendo poco tiempo después en Yerona.
Tiene dos obras médicas, impresas en Madrid, y que estudian, una, la fie-
bre sincopa!, y otra, las aplicaciones terapéuticas de la nieve y del agua
fría. La Philosophia libera, impresa en Venecia en 1573» es su obra más
importante, y contiene gran número de ideas curiosas y muy nuevas en
aquella época. Cardoso, por ejemplo, sostiene ya que los colores no resi-
den en los objetos, sino que son propiedad de la misma luz refractada, re-
flejada o dispuesta de un modo exterior {lux refracta, refiera, ac disposi-
ta, según sus propias palabras).
Hay, desde el punto de vista filosófico, una cierta relación entre Va-
lles, Cardoso y Pereira, y más especialmente entre el primero y el último;
Valles y Pereira son ambos filósofos críticos, esencialmente españoles;
procediendo, uno y otro, de la gran tradición intelectual de Luis Vives;
son precursores de Descartes y atomistas, pero no son iguales. Valles y
Cardoso son, como filósofos, muy inferiores a Pereira. Gómez Pereira es,
con Fox Morcillo y Francisco Sánchez, uno de los grandes maestros de
la Filosofía española, de los que siguen a los dioses mayores de nuestra Filo-
sofía, Séneca, Averroes y Maimónides de un lado, Raimundo Lulio, Luis
Vives y Suárez de otro. Por esta razón, y por creer conveniente citarles
en orden progresivo de importancia, ponemos a Gómez Pereira después
de Valles, aunque cronológicamente sea anterior.
Antonio Gómez Pereira, aunque probablemente de origen gallego, es
castellano, pues nació en Medina del Campo, hacia el año 1500. Su padre
se llamaba Antonio y su madre Margarita, de cuyos nombres formó, por
una piadosa fantasía, el título de su obra maestra Antoniana- Margar ita ,
impresa en Medina del Campo, y de la que quedan, por desgracia, muy
pocos ejemplares, ('orno médico es también muy grande el mérito de Gó-
mez Pereira, como lo prueba su estudio acerca de las fiebres, en el que
afirma por primera vez, y mucho antes que Sydenham, que la fiebre es un
esfuerzo curativo de la Naturaleza para establecer el equilibrio de la salud,
y la numerosa clientela que llegó a tener, no sólo en Medina del Campo,
donde pasó la mayor parte fie su vida, sino también en Burgos, Segovia^
Avila y otras ciudades de Castilla, a las que con frecuencia era llamado
'ii consulta. Figura entre los médicos nombrados por Felipe II para asis-
tir al infante D. Carlos. La obra en que se contiene el estudio de las fie-
bres a que acabamos de referirnos lleva el título de Nova veragüe medici-
na* i Xperimentil €i evidentibtts ratiombus comprobata (Medina del Cam-
po, I 5 58). Tiene como principal combatir a Galeno en todo lo que este
LA EDAD DE ORO DE LA MEDICINA ESPAÑOLA 449
autor afirmaba respecto de la fiebre. Gómez Pereira, dice Menéndez y Pe-
layo, era enemigo nato del principio de autoridad en todas los esferas de
la ciencia. Para él, en las cosas físicas no existe otra autoridad que la ex-
periencia. Hernández Morejón le considera como el patriarca de los anti-
galenos. Aplicaba él a Galeno los mismos procedimientos que Laguna y
Valles aplican a Avenzoar, a Razhes, a Avicena y a Averroes. Pía sosteni-
do, en contra de los aristotélicos, que el calor fiebre no se diferenciaba
de ningún modo, por la calidad, del calor natural, sino por la cantidad o
grado de intensidad; y, como acabamos de decir, al tratar de la fiebre de-
fiende, más de cien años antes que Sydenham, la idea de que la fiebre es
un esfuerzo de la Naturaleza para restablecer el equilibrio de la salud. «Los
competentes — dice Menéndez y Pelayo — conceden un gran valor histó-
rico a las observaciones clínicas de Gómez Pereira acerca de la lepra y de
la elefantiasis, de las lesiones locales en las fiebres intermitentes, o, como
se decía entonces, interpolares, de la fiebre lenta hética, del tifus y de la
viruela. Los mismos profanos no podían por menos de verse agradable-
mente sorprendidos por la sencillez de sus recursos terapéuticos, que for-
maban un vivo contraste con las bárbaras y pedantescas fórmulas de los
doctores Sangrado de aquella época.» Otra de sus ideas atrevidas y origi-
nales era la de negar la transmisión del contagio por el aire. Hernández
Morejón, arrastrado por su furor apologético, llega hasta encontrar en
Gómez Pereira un iniciador del vitalismo de Stahl. Menéndez y Pelayo no
lo admite, diciendo, con razón, que resultaría demasiado extraño el que
se pudiesen encontrar vestigios de las doctrinas vitalistas en un hombre
que consideraba a los animales como simples autómatas, atribuyendo to-
das sus funciones a fuerzas mecánicas, y que en el hombre establecía una
separación, todavía más profunda que la admitida por Descartes, entre las
funciones de la materia y las del espíritu. Basta para la gloria médica de
Gómez Pereira el haber sido el primero en romper las cadenas del gale,
nismo, y el haber leído, o por lo menos mirado, pero directamente, y por
sí mismo, algunas páginas del gran libro de la Naturaleza. El afán de Gó-
mez Pereira en combatir y demostrar los errores de Aristóteles, y sobre
todo los de Galeno, y el talento genial con que ha sabido hacerlo, le han
perjudicado en su fama y le han hecho permanecer injustamente olvidado
muchos años. Los muchos partidarios fanáticos de uno y otro, y espe-
cialmente los galenistas, han hecho todo lo posible por combatir y obscu-
recer al rebelde y herético Gómez Pereira, incluso destruyendo sus obras?
de las que, desgraciadamente, apenas. quedan ejemplares. Los sabios ex-
tranjeros que han seguido, más o menos literalmente, sus inspiraciones
han tenido buen cuidado, por vanidad personal y nacional casi siempre,
por odio a España algunas veces, de no citarle nunca. A pesar de su gran
Historia i»b la Mbdioma. 1'omo II 29
450 HISTORIA DE LA MEDICINA
mérito como médico, en Gómez Pereira es necesario admirar, sobre todo
al filósofo. Sus estudios le inclinan primeramente hacia el nominalismo,
que había de transformar más tarde en sensualismo a la moderna. Cono-
cedor de las hipótesis de Gregoire, de Rimini, de Durand y de Ockam,
fué muy influido por ellas, a pesar de la notable independencia de su ca-
rácter y de su señalada tendencia a la paradoja; pero, además, Pereira ha-
bía estudiado profundamente a Santo Tomás y a sus comentadores, al
averroísmo paduano,a los padres de la Iglesia, y muy especialmente a San
Agustín. Sin embargo de ser tan grande su erudición, no era, en realidad,
mayor que la de los restantes filósofos de su época; aunque escribía bas-
tante bien el latín, no puede, con justicia, ser considerado como un hu-
manista; parece, en realidad, menos culto y menos ilustrado que otros
pensadores del siglo xvi. Pero es superior a todos en el poder dialéctico
de su privilegiado talento; puede distinguir, separar, subdtvidir y clasificar
hasta límites infinitos; para combatir el escolasticismo sabe emplear como
nadie las armas de los escolásticos. Una de las ideas originales de Gómez
Pereira es la del automatismo de los animales, idea que le pertenece por
completo y en absoluto, no encontrándose vestigio de ella en la antigüe-
dad griega y romana. Algunos, dice Menéndez y Pelayo, la han atribuido
a los estoicos; pero les hubiera bastado, para convencerse de su error,
con leer, en el primer libro de las disertaciones de Arrio sobre Epicteto,
el capítulo VI, en el que es verdad que se rehusa a los animales la razón,
pero no se pone en duda de ningún modo el que sienten. La paradoja de
Gómez Pereira, ampliamente discutida en España, donde encontró prin-
cipalmente la oposición de Valles, pasó las fronteras del siglo xvn y ob-
tuvo una gran notoriedad bajo la pluma de Descartes, que la expuso con
tanta mayor complacencia cuanto que él la encontraba conforme con el
divorcio por él establecido entre el pensamiento y la extensión, entre el
espíritu y la materia. La opinión cartesiana es más sencilla y menos in-
geniosa que la de Gómez Pereira. Para comprender mejor el talento y la
originalidad de este autor español, sería necesario que nos detuviéramos
en la exposición y discusión de su hipótesis del conocimiento, para lo que
no tenemos tiempo. En psicología experimental, Gómez Pereira aparece
mucho más adelantado que la filosofía de su tiempo, más que la filosofía
del siglo xvn, más que Bacon, más que Descartes. Aunque se dedicó es-
pecialmente a la psicología, no por eso dejó abandonado de ningún
modo el estudio de los problemas físicos y ontológicos, en cuya solución
ha demostrado también el valor de su poderosa dialéctica. Acerca de la
grave e importante cuestión de la inmortalidad del alma, Pereira ha ale-
gado, antes que Descartes, la prueba cartesiana, que se funda en la evi-
den< ia del </i<<i/i\m<> humano.
LA EDAD DE ORO DE LA MEDICINA ESPAÑOLA 451
Juan de Dios Huarte y Navarro nació en San Juan de Pie de Puerto
pasando muy niño a Huesca, en cuya Universidad hizo sus estudios y se
licenció en Medicina. Inmediatamente dedicó su juventud a recorrer Es-
paña, volviendo a Huesca, de cuya ciudad fué médico titular y en la que
residía cuando escribió, en 1 5 57> su obra titulada el Examen de ingenios
para las ciencias. Esta obra puede y debe ser considerada como un trata-
do de alta psicología pedagógica, en el que su autor revela, en muchos de
sus capítulos, ser tan excelente pensador como profundo filósofo. Bor-
deu elogia grandemente la obra de Huarte, alabando el buen gusto con
que está escrita y el gran número de observaciones originales que contie-
ne, y lamentando grandemente que no fuera más leída y mejor conocida.
Huarte fué animado a la publicación de su obra por la lectura del libro
De temper amends, de Galeno. En ella comprende perfectamente las reía,
ciones existentes entre lo moral y lo físico, examinando de qué modo la
estructura del cráneo y la del cerebro pueden influir en la mentalidad y
en las aptitudes profesionales de cada persona. Toda la obra de Juan
Huarte está consagrada, como su título indica, a demostrar cómo se pue-
de llegar a conocer en el niño para qué género de estudios, profesión o
carrera ha de tener más especial disposición, con el fin de dedicarle, en
bien de la república, a aquello que más disposición tuviere.
A mediados del siglo xvi se publicó en España una obra de Medicina,
dedicada a Felipe II por doña Oliva del Sabuco, con el título de Nueva
filosofía de la naturaleza del hombre.... Madrid, 1587. De esta obra se han
hecho varias ediciones: la primera, en Madrid, en 1 5 87; la segunda, en
1588; otra en Braga, en 1622; y otra en Madrid, por el doctor Martín Mar-
tínez, en 1728. Hoy se sabe ya de un modo positivo, y por documentos
auténticos, que el autor de este libro fué el bachiller Miguel Sabuco y Al-
varez, padre de doña Oliva, y a quien por su orientación filosófica hay
que incluir entre los aristotélicos más independientes. El autor se revela
como un psicólogo, poderoso analizador de las pasiones. Todo lo relativo
a la naturaleza física y a sus relaciones con lo moral está estudiado con la
mayor claridad y siguiendo, en gran parte al menos, las ideas de Huarte.
Se encuentra esbozada una interesante hipótesis de la percepción.
De todos modos, dice Menéndez y Pelayo, sería estar muy poco ver-
sado en la filosofía española para citar entre sus grandes pensadores a
Juan de Dios Huarte y Navarro y al autor de los libros atribuidos a doña
Oliva del Sabuco de Nantes Barrera, poniéndolos al mismo nivel que a
Luis Vives, Suárez y Fox Morcillo. El Examen de ingenios y la Nueva
filosofía de la naturaleza del hombre pueden muy bien considerarse como
libros ingeniosos, agradables y muy originales; pero de ningún modo
como pertenecientes a la filosofía elevada y dignos de ponerse al mismo
452 HISTORIA DE LA MEDICINA
nivel que estos otros tres libros: De prima PJiilosophia, de Luis Vives; De
Platonis et Aristotelis consensione^ de Fox Morcillo, y la Metafísica o el
tratado De Anima, de Suárez; ni siquiera al nivel del Quod nihil scitur ', de
Francisco Sánchez; de la Ckristianissimi restitutio, de Miguel Servet; ni
de la Auto ni a na Margarita, de Gómez Pereira. Las obras de Huarte y
de doña Oliva son muy estimables como manifestación del empirismo
sensualista de nuestra historia filosófica; la primera, muy curiosa por sus
atisbos de frenología, y la segunda, por el delicado análisis de las pasio-
nes; pero son, a pesar de todo, y en nuestra opinión, más interesantes
desde el punto de vista fisiológico que psicológico (i).
Influenciado directamente por las doctrinas de Vives, se encuentra
Sánchez lo mismo que Cardoso, Valles, Pereira y Huarte; pero en él hay,
además, marcadamente la tendencia escéptica. Sánchez el Escéptico es
un demoledor incesante; pero, sin embargo, no niega, como Hume, el
principio de causalidad, ni rechaza, como los pirronianos, el testimonio
de la experiencia. La ciencia que Sánchez ataca y destruye es la ciencia
de su tiempo, no la ciencia en general, a la que respeta y acerca cuyos
métodos y procedimientos de investigación anuncia la publicación de un
libro. Desgraciadamente, este libro no se ha escrito, y nosotros no po-
seemos de este médico más que la obra anterior, la de las dudas y las
negaciones; el de las afirmaciones ha quedado sólo en proyecto; pero a
nosotros nos basta con la sola existencia de este proyecto para poder
afirmar que Sánchez, muy humano en esto, es más afirmativo que negati-
vo, y que sus dudas no son más sistemáticas que las del último escéptico
de la antigüedad clásica, al que podemos juzgar mejor por el hecho de
conocer todas sus obras, el naturalista y médico Sexto el Empírico. Como
anteriormente hemos dicho, Francisco Sánchez el Escéptico es también
médico. Menéndez y Pelayo, en su famoso discurso de ingreso en la Aca-
demia de Ciencias Morales y Políticas, en el que se ocupa de los orígenes
del criticismo y del escepticismo, y especialmente de los precursores
españoles de Kant (1891), coloca a Sánchez, no sólo en la descendencia
intelectual de Luis Vives, sino a su mismo nivel, diciendo: Los pensado-
res del siglo xvi que representan la dirección critica son principalmente
tres españoles: Luis Vives, Francisco Sánchez y Pedro Valencia. El pri-
mero y el último son filósofos críticos y académicos, descendientes de
\n ésilas y precursores de Kant. El segundo da un paso más; escéptico
respecto de la medicina de su tiempo, inicia, como los discípulos de
(Enesidemo, una dirección positiva y neo-cantiana.
Francisgo SAnchbz, probablemente de origen judío, nació en IS52 en
(1) Menéndez y Pelayo: La Ciencia española, I, página 114.
LA EDAD DE ORO DE LA MEDICINA ESPAÑOLA 453
Braga (Portugal). Su padre ejercía la medicina en Burdeos. Francisco Sán-
chez comenzó sus estudios de Medicina en Francia, y los continuó en Ita-
lia, permaneciendo largo tiempo en Roma. La escuela de Montpellier fué
el campo principal de sus triunfos; en ella obtuvo el título de doctor en
1573. Después de haber sido ayudante del famoso médico Huchet, Sán-
chez fué nombrado, cuando sólo contaba veinticuatro años, profesor de
aquella famosa escuela de medicina, desempeñando su cátedra por espa-
cio de once años. Abandonó Montpellier y su escuela a consecuencia de
las luchas civiles y religiosas de aquella época, y fué a refugiarse a Tolo-
sa, donde pasó el resto de su vida. Sus hijos Dionisio y Guillermo han
publicado, en 1636, una edición general de sus obras, que comprende va-
rios tratados de medicina, entre los que merecen especial mención los
tres siguientes: De morbis internis, De febribus et earum symptomatibus y
la Suma anatómica (en cuatro libros), sin contar sus numerosos comenta-
rios a Galeno y una Censura de las obras de Hipócrates.
Las obras de Filosofía, en cambio, no son mas que cuatro tomos, y no
grandes. Tres de ellos contienen comentarios, o, mejor dicho, observa-
ciones escépticas a propósito de alguno de los tratados de Aristóteles,
como el De divinatioue per somnium y la Physiognomia (que, entre parén-
tesis, muchos consideran como apócrifo). El cuarto libro, el más notable
de todos, al que debe Sánchez toda su merecida fama, es el titulado De
multum nobili et prima, universal, scieucia, quod nihil scitur, publicado
por vez primera en 1618, pero escrito desde 1576, como hace notar el
autor en el prólogo y en la dedicatoria a Diego de Castro. En el prólogo
queda ya claramente señalada la posición filosófica del autor, y encontra-
mos la duda metódica, el fundamento de la filosofía de Descartes, formu-
lada en la obra de Sánchez, escrita más de sesenta años antes de escri-
birse el Discurso del método.
Francisco Sánchez debe ser considerado como un rebelde, que de-
fiende la emancipación filosófica en un tono viril y áspero, que no es el
empleado por los restantes filósofos españoles. Pero, sin embargo, su ori-
ginalidad no consiste tanto en esta rebeldía, de la que ya habían dado
ejemplo otros filósofos italianos y españoles, como en su firme escepti-
cismo respecto de toda concepción metafísica que se coloque por enci-
ma del mundo de los fenómenos, combinado con una firme creencia en
los resultados de la ciencia experimental. Esta es la posición lógica de un
hombre de ciencia, de un médico, y la que tenía que adoptar un hom-
bre como Sánchez, tan apasionado de los estudios anatómicos, que había
llegado a constituir una especie de sociedad secreta para poder disecar
los cadáveres del hospital de Tolosa. «Semejante discípulo o émulo de
Vesalio, de Servet, de Colombo, de Falopio — dice Menéndez y Pelayo —
454 HISTORIA DE LA MEDICINA
no podía profesar respecto de las ciencias naturales esa especie de escep-
ticismo grosero y plebeyo que nos llama la atención en las paradojas de
Cornelio Agripa. Tenía que ser, necesariamente, un escéptico empírico,
como lo fueron los médicos alejandrinos sucesores de CEnesidemo, como
lo fué, por ejemplo, Zenodoto, el adversario de Galeno.* Y como todos
los empíricos, fué un nominalista convencido. Persuadido de que la com-
prensión humana era sumamente limitada y de que, en la mayoría de los
casos, no podía haber adaptación de nuestro entendimiento a la cosa
comprendida, Sánchez negaba, no sólo el conocimiento de lo infinita-
mente grande, sino también el de lo infinitamente pequeño; y esto, por
muy grandes que sean los progresos de la moderna ciencia, y por muy
poderosos que sean los medios de observación y de análisis modernos,
sigue siendo verdad.
Por esta tendencia hacia el criticismo, Sánchez se relaciona íntima-
mente con Luis Vives, siendo, uno y otro, filósofos esencialmente espa-
ñoles; sin embargo, son de carácter y temperamento completamente di-
ferentes; Vives es grave, moderado, equilibrado; Sánchez, impresionable,
pasando rápidamente del entusiasmo al pesimismo. «Nuestra filosotía,
dice, es un laberinto de Creta, en el que es imposible librarse del mino-
tauro >, y todo el pasaje es de una íntima y amarga tristeza, que nos
da, como tan justamente hace notar Menéndez Pelayo, la mejor demos-
tración de lo sincero de su escepticismo.
Sánchez, y esto sigue revelando su acabado carácter español, no sólo
aparece relacionado con Vives, sino también con Huarte; tiene con éste
comunes tendencias antropológicas. Las analogías existentes entre el Quod
nihil scitur y los Ensayos de Montaigne, y el hecho de ser aquél anterior
a éstos, hace pensar, con mucho fundamento, en que Montaigne se ha
inspirado en la obra de Sánchez, sin que por ello disminuya ni el genio
ni la originalidad del autor francés. La obra de Montaigne es esencial-
mente literaria, contrastando su finura y delicadeza con el escepticismo
rudo, el metodismo exclusivo y el agnosticismo implacable de Sánchez,
tan perfectamente expresado en el párrafo siguiente: «En vano trabaja-
mos por reparar el edificio ruinoso de la demostración silogística; los ma-
teriales son frágiles, y, además, está muy mal construido; cada día es
necesario añadirle nuevos puntales para impedir el hundimiento definiti-
vo. El que desee saber algo, no tiene otro recurso que el de contemplar
las cosas que quiere conocer; pero, como quiera que esta contemplación
directa no es quizá posible, dados los límites en que se mueve el conoci-
miento humano, nos quedan dos medios subsidiarios, que no pueden, es
verdad, darnos una ciencia perfecta, pero que son capaces de algún resul-
tado útil: la experiencia y la crítica, no separadas una de otra, sino ínti-
LA EDAD DE ORO DE LA MEDICINA ESPAÑOLA 455
mámente unidas, como lo demostraremos en otro libro. Los experimen-
tos son frecuentemente falaces y son siempre difíciles, y aun cuando lle-
guen a la perfección no pueden hacernos conocer mas que los accidentes
extrínsecos de la cosa, nunca la naturaleza intrínseca de la misma. La
crítica recae sobre los resultados de la experiencia, y, por consiguiente,
no pasa los límites de lo extrínseco, que sólo discierne de una manera
incompleta, sin permitir respecto de las causas nada mas que conjetu-
ras probables. Se nos dirá qué esto no es de ningún modo una ciencia.
Es verdad; pero no hay otra.»
En este párrafo, que recuerda, por la fuerza de su lógica y por lo se-
vero de su constitución, el estilo de Cajal, Sánchez ha señalado a la cien-
cia futura los límites estrechos, de los que, como nosotros hemos podi-
do, por ser más modernos, ver mejor que él, es imposible que salga. La
intuición admirable es la característica genial de este filósofo, esencial-
mente español y esencialmente médico. %
VIII.— LA DECADENCIA DE LA MEDICINA ESPAÑOLA
Entre los pocos nombres de médicos famosos que pueden recordarse
como pertenecientes a la medicina del siglo xvni, mencionaremos los si-
guientes:
D.José Quer y Martínez (i 695 -1 764). Cirujano militar, primer pro-
fesor de Botánica del Real Jardín de Plantas de Madrid. Fué el restaura-
dor de la Botánica en España. Sus obras son: Flora española o historia de
las plantas de España, Madrid, 1772. El autor murió cuando se estaba
imprimiendo el tomo IV, y el rey mandó que se continuase la publica-
ción, encargándose de ella el Protomedicato. Disertación físico -botánica
sobre la pasión nefrítica y su verdadero específico la uva ursi o gayuva ,
Madrid, 1775- Linneo le honró dedicándole un género de plantas que de-
nominó Quería.
D. Gaspar Casal. Estudió en Alcalá de Henares, pasando después a
ejercer a Madrid. Por motivos de salud se trasladó a Oviedo en 17 18,
donde permaneció el resto de su vida. Es autor de la Historia natural y
médica del Principado de Asturias, obra postuma publicada en 1762. Ha
sido el que primeramente ha estudiado la pelagra o mal de la rosa.
Diego Torres de Villarroel, autor de una notable autobiografía pu-
blicada con el título de Vida, ascendencia, nacimiento, crianza y aventu-
ras, que puede colocarse entre las joyas de la literatura castellana.
Solano de Luque (1685-1738), natural de Montilla (Córdoba). Médico
titular, primero de Illora y después de Antequera. Notable clínico y au-
456
HISTORIA DE LA MEDICINA
tor de una obra, muy famosa en su tiempo, que lleva el título de Lapis
Lydins Apolliuis (1731), que es, sobre todo, un estudij del pulso, en el
que distinguía tres variedades: directo, intermitente e incidus, con diver-
sas subvariedades, a las que daba un valor extraordinario desde el punto
de vista del diagnóstico y, sobre todo, del pronóstico.
FrancÍ8CO Solano de Luque (16S5-1738). (De la colección de grabados de la Biblioteca Nacional.)
[osé Alsinet, de Valencia, famoso en su época por sus estudios de
la quina y del paludismo, publicados en Madrid en 1774 .
El erudito D. Antonio Capdevila, que estudió la Medicina en Cerve-
ra, ejerció en Madrid, fué catedrático de Matemáticas de la Universidad
de Valencia, y digno 'le mención por haber sido el corresponsal en Es-
paña, para proporcionarle obras y biografías de los médicos españoles, de
Albrecht von 1 taller.
í). Ignacio María Ruiz Luzurriaoa(I736-i822). Nació en Villaro (Viz*
nirió 'mi Madrid. Muy joven aún, estudió <'l latín, griego, inglés,
italiano y franc's, pasando después a la Universidad de Versara, en que
LA DECADENCIA DE LA MEDICINA ESPAÑOLA 457
se dedicó al estudio de Humanidades, Lógica, Matemáticas, Física experi-
mental y Química con el célebre Proust (i). En 1 780 pasó a París a estu-
diar Medicina, pasando más tarde a Edimburgo y Londres. De regreso
de su larga estancia en el Extranjero, se detuvo algún tiempo en Mont-
pellier con el fin de estudiar los métodos de enseñanza de su Universi-
dad. En Madrid tuvo que sufrir nuevo examen por el Protomedicato, des-
pués de dos años de práctica con el doctor D. Francisco Sobral. Termi-
nados y obtenida la licenciatura, compuso una Disertación sobre la res-
piración y la sangre, que está inserta en las actas de la Academia de Me-
dicina. Fué un espíritu inquieto y batallador y escritor fecundo, autor de
numerosas obras, consagradas especialmente al estudio de la fiebre ama-
rilla, plaga que ha causado la muerte, en el curso de catorce años, a más
de medio millón de personas, en una de las más bellas regiones de Es-
paña, entre Cádiz y Alicante, de las otras enfermedades infecciosas, de
higiene y de pedagogía.
También se ha ocupado del estudio de la fiebre amarilla D. José Mas-
devall, natural de Figueras (Gerona), doctorado por la Universidad de
Figueras, inspector general de epidemias del Principado de Cataluña y
socio de varias Academias de Medicina. Es autor de la obra titulada: Re-
lación de las calenturas pútridas que en estos últimos años se han padecido
e)i el Principado de Cataluña (17 84- 1786).
A principios del siglo xvni, dice Escribano (2), reinaba en España la
más espantosa ignorancia en Anatomía y Cirugía, según puede compro-
bar quien examine las contadas obras publicadas en aquel tiempo. En su
autorizada opinión, Martín Martínez está muy lejos de merecer, como
anatómico, los elogios que ha venido recibiendo de los historiadores es-
pañoles. Su Anatomía Completa (Madrid, 1730) es inferior, en varios aspec-
tos, a la del español Valverde, escrita dos siglos antes, principalmente en
la ordenación de las materias, en el método de exposición, en los índices
y en las estampas. En estas últimas, sobre todo, hay una inmensa diferen-
cia en favor del libro del siglo xvi.
Martín Martínez nació en Madrid en 1684. Estudió en Alcalá, termi-
nando sus estudios en 1706, y el mismo año obtuvo por oposición la plaza
de médico de número del Hospital General. Fué profesor de Anatomía,
examinador del Protomedicato, y, por ultimo, médico de cámara de Feli-
(1) Acerca de este profesor francés y de su estancia en Madrid, con la expli-
cación del lamentable fracaso de la generosa tentativa de Carlos III para restau-
rar en España el estudio de la Química, consúltese el erudito y razonado artículo
«Don Luis Proust en España», del sabio profesor doctor Carracido, en su obra
Ensayos hisior ico-critico s de la Ciencia española, Madrid, 1897.
(2) Discurso leído en la solemne inauguración del curso académico de
19 1 6- 191 7 en la Universidad' de Granada.' Granada, 191 6.
45* HISTORIA DE LA MEDICINA
pe V. Este médico fué uno de los espíritus más independientes de su épo-
ca; conoció los defectos que tenía la enseñanza de la Medicina y lo mal
que se enseñaba en las Universidades; trató de corregirlos, pero no con-
siguió otra cosa que granjearse un gran número de enemigos, que apro-
vechaban la más pequeña ocasión para denigrarle. Fué el blanco de la en-
vidia de muchísimos, que le proporcionaron infinitos disgustos y que con-
tribuyeron a su muerte prematura, ocurrida en 9 de octubre de 1734, a la
edad de cincuenta años. Escribió, entre otras, las obras siguientes: Noches
anatómicas o Anatomía compendiosa (Madrid, 17 16- 1 7 50); Filosofía excép-
tica (Madrid, 17 23-17 50); Medicina escéptica y Cirugía moderna (Madrid,
1 7 25- 1 727). Anatomía completa (Madrid, 1730). Por la tendencia filosófica
de sus escritos, la gran cultura en lenguas clásicas, las frecuentes ingenio-
sidades, las felices ocurrencias, lo muy versado que fué en poesía y mú-
sica, y la exhibición de una variada y extensa ilustración, recuerda Martín
Martínez a nuestro contemporáneo Letamendi (Escribano) .
Como demostración de la deficiente enseñanza de la Anatomía en la
Universidad de Valencia, menciona Escribano a los más célebres catedrá-
ticos de la asignatura: Lloret, Gilabert y Piquer.
Fbancisco Lloret y Martí estudió en Valencia, en cuya Universidad
tomó el grado de doctor y fué catedrático de Anatomía y de Matemáti-
cas. Habiéndole invitado la ciudad de Bilbao con una de sus plazas de ti-
tulares, aceptó y la desempeñó por espacio de diez años. Tiene razón,
como se desprende del análisis de sus obras, Escribano cuando dice que
era menos anatómico que astrólogo, dejando su cátedra por una plaza de
médico en Bilbao y mostrando en sus escritos una exagerada predilección
por Galeno, incompatible con la observación atenta y verdadera de los
cadáveres humanos.
Vicente Gilabert, también de Valencia y profesor de la Universidad,
hacía, como dice Escribano, numerosas vivisecciones (no se habla de di-
secciones humanas) con gran destreza, puesto que así nos lo indican sus
historiadores y lo confirma Piquer, contribuyendo esto a su traslado a
Madrid; sus obras, poco numerosas, descubren más al médico teórico,
dado a las sutilezas de las controversias decadentistas, propias de su tiem-
po en España, que al hombre de anfiteatro.
Don \m»kis Pique» nació el 6 de noviembre de 1711 en Fornoles
(Aragón). Estudió Filosofía y Medicina en la Universidad de Valencia
(t 7 27- 1 7 34). Obtuvo, por oposición, la cátedra de Anatomía de aquella
Universidad en [742. En 175 1 fué nombrado médico de cámara super-
numerario de Su Majestad, y en 1752, protomédico y vicepresidente de la
Real Vcademia Médico-Matritense. Falleció en 3 de febrero de 1772. En-
Ul numerosas obras, es especialmente notable la Física moderna na-
LA DECADENCIA DE LA MEDICINA ESPAÑOLA 459
clonal y experimental (Valencia, 1745), y más aún la Lógica moderna o
arte de hallar la verdad y perfeccionar la razón (Valencia, 1747)- Otra de
sus obras, el Tratado de calenturas, según la observación, etc. (Valencia,
1751-1760-1768-1777), notable por su erudición, fué traducida al francés,
Todavía es más famosa la titulada Las obras de Hipócrates más selectas,
con el texto griego y latino, puesto en castellano e ilustrado con las observa-
ciones prácticas de los antiguos y modernos para la juventud española que
se dedica a la Medicina (Madrid, 1757)- El tomo I se reimprimió en 1770
y 1778; el II, en 1761 y 1774, y el III, en 1781.
Vemos, por consiguiente, que Piquer, no obstante su vasta cultura, su
soberana inteligencia, sus oposiciones a la cátedra de Anatomía y su acti-
vidad incansable, pasó diez años de catedrático de Anatomía, todo el
tiempo de su profesorado (1742-175 1), en la Universidad de Valencia, es-
cribiendo famosos libros; algunos, como el de Lógica, por ejemplo, que
pueden reputarse inmortales, pero sin tratar para nada las cuestiones ana-
tómicas, que tanto interesaban a otros países. La Lógica, las Matemáticas,
la Física, la Astronomía, las causas y los síntomas de las enfermedades,
la composicición de las aguas de Valencia, las obras hipocráticas, las ca-
lenturas, la moral médica, todo le preocupó en aquellos años, porque Pi-
quer fué un gran polígrafo, menos la Anatomía y la disección.
Acerca del estado de la Cirugía en aquellos tiempos, decía D. Diego
Velasco en la inauguración del curso de 1764 del Colegio de Cirugía de
Barcelona, que los cirujanos eran hombres empíricos y groseros, sin ca-
pacidad ni talentos, sin crianza ni instrucción; y en el discurso de apertu-
ra del Colegio de San Carlos aseguraba Rives que la Cirugía había llega-
do, en la primera mitad del siglo xvni, al mayor grado de abatimiento,
viéndose obligados los cirujanos a ocuparse en oficios mecánicos para
poder subsistir. Apenas se hallaba en España quien supiese operar la ca-
tarata, extraer un cálculo, curar la hernia estrangulada, realizar la traqueo-
tomía o asistir debidamente a un parto laborioso. La Marina y el Ejército
tenían que valerse de cirujanos extranjeros. En opinión de Escribano,
dimanaba en gran parte esta postración, no sólo de la decadencia gene-
ral, de que ya nos hemos ocupado, sino también de un grave error co-
metido por nuestros legisladores del siglo xvn. Dividieron éstos, por
pragmática del Pardo de 7 de noviembre de 1617, la única carrera de ci-
rujano que se venía admitiendo desde los tiempos antiguos, en dos cate-
gorías: cirujanos latinos, o de toga, y cirujanos romancistas, o cirujanos
barberos, o de traje corto. Los latinos,- para ser aprobados, tenían que
mostrar conocimiento de las obras hipocráticas, de Galeno, de Guido y
de algunos otros autores, que estudiaban durante cuatro años en las Uni-
versidades, juntamente con los médicos, y, además, ser examinados de
H I S T O R 1 A I > E LA MEDICI N A
esto es. de las enfermedades de los huesos, aprendidas en
s años de práctica, lo cual formaba un conjunto de conocimien-
tos más extensos y difíciles que los exigidos a los médicos. Los estu-
diantes acomodados, ante esta desigualdad y mayor exigencia, sin com-
pensaciones legítimas y efi is en las realidades del trabajo profesional,
prefirieron dedicarse a la Medicina, e insensiblemente fueron desapare-
aianos ilustrados o de estudios, no quedando mas que los
de segunda clase, que fácilmente, y muchas veces sin conocimientos, al-
canzaban el codiciado título, por modesto que fuera su papel en la so-
ciedad.
El deseo de mejorar este estado penoso de nuestra cirugía y las nece-
sidades crecientes de nuestra entonces poderosa Armada naval, para te-
ner cirujanos hábiles y expertos que sirviesen en nuestras escuadras, con-
dujeron a la fundación, en 174S, y en el reinado de Fernando VI, del Real
Colegio de Cirugía de Cádiz, hecho que mejoró notablemente el porvenir
de la cirugía española, no porque influyese de pronto en la gran masa ge-
neral de aquellos pobres cirujanos repartidos por ciudades y por aldeas y
ya sin posibilidad de regeneración, sino porque tendía sabiamente a la
formación de un profesorado compuesto de hombres científicos, educa-
dos en las mejores Universidades extranjeras, investigadores y prácticos
a un mismo tiempo y dedicados expresamente al cultivo y enseñanza de
la Medicina operatoria, verdaderos sabios y especialistas, como los que ya
existían en Europa (Escribano).
El alma de este cambio radical fué Pedro Yirgili (i 699- 1 776). Hijo
de unos honrados y humildísimos labradores catalanes, se consagró en su
infancia a las labores del campo hasta los catorce años, en cuya edad, es-
timulado por un vivo deseo de aprender, marchó al hospital de Tarrago-
na, en el cual aprendió a sangrar, y. como practicante de sangrador, per-
maneció hasta los diez y seis años. Oyendo un día a los médicos del es-
tablecimiento elogiar las escuelas médicas de Francia, resolvió marchar,
con el objeto de instruirse bajo la dirección de los mejores maestros. Par-
tió a Francia, haciendo el viaje a pie, con más fatigas que recursos, im-
pulsado, como muy acertadamente dice Escribano, por el entusiasmo y
el fervor de los predestinados, y logró llegar a la famosa Escuela de
Montpellier, don<. .mente se captó las simpatías y la admiración
de compañeros y profesores, acabando sus estudios al servicio y bajo la
prote de sus más sabios maestros. Se consagró pri-
meramente al estudio de 1 na, y se dice que era tal su entusias-
mo en el estudio de es faltándole cadáveres en el anfitea-
:e aquella Escuela, salía, como en tiempos pasados hacía Pedro Gíme-
los de ajusticiados, que arrancaba délos cadalsos para
LA DECADENCIA DE LA MEDICINA ESPAÑOLA
461
practicar la disección. No satisfecho aún con estos estudios de la Escuela
de Montpellier, reúne sus modestos ahorros, fruto del constante sacrifi-
cio y doble trabajo abrumador de estudiante modelo y practicante incan-
Pedro Virgili (1999-1788). (De la colección de grabados de la Biblioteca Nacional.)
sable, gastándolos en ir a París, cuyos centros de enseñanza culminaban
entonces sobre los de toda Europa. Perfeccionados sus conocimientos,
vuelve Virgili a España, aceptando, como grato recuerdo, la plaza de ci-
rujano mayor del hospital de Tarragona, en el que, como acabamos de
decir, había comenzado su carrera. Al poco tiempo fué nombrado ciruja-
no de la Armada Real. Sus resonantes éxitos en la campaña de Gibraltar,
en la toma de Oran y en su viaje a América con la escuadra española le
dieron justa fama entre cirujanos y marinos. Una traqueotomía feliz, rea-
lizada eñ el hospital de Cádiz en un soldado agonizante que se asfixiaba, y
462 HISTORIA DE LA MEDICINA
en circunstancias, más que críticas, temerarias, con éxito que entonces
alcanzaba los límites de lo milagroso, le hizo célebre en toda España, y
aun en el mundo, pues la Real Academia de Cirugía de París estampó en
sus memorias la reseña de la operación y un cumplido elogio del cirujano
español, cosa inaudita por tratarse de un español. Fernando VI llamó a
Virgili, nombrándole médico de cámara.
Las necesidades de nuestra Armada, entregada, como anteriormente
hemos dicho, a cirujanos extranjeros, no muy peritos, pero sí superiores
a los nuestros, y los proyectos de mayor engrandecimiento que abrigaba
el marqués de la Ensenada, dieron ocasión propicia a los deseos y conse-
jos de Virgili, quien recibió el encargo de preparar la fundación de un
Colegio de Cirugía para la Armada. Virgili escogió Cádiz, donde hizo cons-
truir de nueva planta un edificio que todavía existe, dotándole de buenos
laboratorios y completo y costoso instrumental. Mientras se realizaban
estas obras, para que nada fuese improvisado, eligió unos cuantos jóve-
nes de reconocida aptitud y aplicación, que mandó a las principales Uni-
versidades extranjeras (París, Bolonia, Leyden y Londres), donde hicieron
estudios profundos y completaron su educación anatómica y quirúrgica.
Y a los dos años de haber recibido el honroso encargo (1748), tuvo Vir-
gili la satisfacción de ver coronados sus afanes con la inauguración solem-
ne de los estudios en el primer Colegio de Cirugía de España, cuyo perso-
nal constaba de un director, Virgili, diez profesores, uno de ellos secreta-
rio, y cincuenta colegiales internos pensionados, que después aumentaron
hasta ciento, quedando así convertido en un verdadero seminario quirúr-
gico dotado generosamente. Virgili murió el 1 1 de octubre de 1776. Ha
escrito una Memoria sobre la broncotomía, que aparece en el tomo I, pá-
gina 581, de las Memorias de la Real Academia de Cirugía de París (1743),
y un Compendio del arte de partear, compuesto para el uso de los Reales
Colegios de Cádiz y Barcelona, Barcelona, 1765- 1772.
El éxito del Colegio de Cádiz, cuyos primeros profesores, elegidos
con gran tino, no sólo acreditaron sus enseñanzas, dando cirujanos a la
nación, sino que además formaron un vivero de sabios, dio ocasión al
propio Virgili para fundar otro Colegio en Barcelona, ya en pleno reina-
do de Carlos III, adaptado por completo al plan del Colegio de Cádiz,
pero destinado a la formación de cirujanos castrenses. La misma parsimo-
niosa cordura, dice Escribano, que caracteriza la organización del colegio
gaditano se nota al fundar el de Barcelona, pues incoado el expediente
en 1758, en vida de Fernando VI, y firmada la Real orden en 1760, du-
ran los preparativos y obras hasta cuatro años más tarde (1764), en que
Be inaugura oficial y solemnemente (aun cuando ya desde 1 762 se venían
piando algunas enseñanzas) con un discurso de D. Diego Velasco, profe-
LA DECADENCIA DE LA MEDICINA ESPAÑOLA 465
sor de Cirugía del mismo Real Colegio. Cincuenta alumnos internos tuvo
este Colegio desde su fundación, y para libertarles de toda suerte de co-
nexiones y dependencias con la Universidad y el Protomedicato, dándo-
les a la vez carácter eminentemente militar, se puso aquél bajo la protec-
ción y mando del capitán general de Cataluña. Desde esta fecha de 1764,
en que ya tuvo la cirugía enseñanza verdadera, se prohibió a las cofradías
médicas de San Cosme y San Damián que dieran patentes de cirujano.
En 1758 fué admitido como colegial interno en el Real Colegio de Ci-
rugía de Cádiz D. Antonio Gimbernat, a la edad de veinticuatro años,
cuando ya tenía cursada la Filosofía en la Universidad de Cervera y he-
chos los estudios preparatorios para el ingreso en el citado Colegio, du-
rante dos años en el mismo Cádiz. Había nacido el 1 5 de febrero de 1734)
en la villa de Cambrils, campo de Tarragona, y concentrado principal-
mente su extraordinaria laboriosidad en los estudios de disección, piedra
angular de los estudios quirúrgicos. Mi autor más favorito es el cadáver
humano, solía decir gráficamente en sus conferencias y estudios, y tanto
adelantó en ellos, que al acabarlos, en 1762, además de haberse ganado
una sólida reputación entre sus compañeros, fué propuesto por Virgili
para catedrático de Anatomía de los fundadores del Colegio de Barcelo-
na, cargo que le confirió el rey en igual fecha. En el curso de 1 768 de-
mostró, por primera vez, la disposición de ias fibras del arco crural o li-
gamento de Falopio y en su extremidad interna, haciendo comprender
la importancia y utilidad del descubrimiento para la operación de la her-
nia crural, que cuatro años más tarde ejecutaba con éxito completo en
dos enfermos de hernia estrangulada, por un nuevo método de su inven-
ción (i).
En 1774) a l°s cuarenta años de edad y doce de profesorado, co-
menzó sus viajes al Extranjero, pensionado por el Gobierno. La edad ma-
dura, la aplicación constante y el talento del pensionado daban garantías
de acierto y designación, sin contar con que ya para entonces había de-
mostrado Gimbernat con hechos sus grandes aptitudes de anatómico, de
cirujano y de maestro. Como anatómico, después de haber realizado gran
número de autopsias, había disecado con esmero y reflexión 32 cadáve-
res humanos, cifra fabulosa en España para aquella época, la mayor parte
públicamente, en sus lecciones de cátedra, procurando la colaboración de
los alumnos, y anotando cuidadosamente la disposición y los caracteres
de todos los órganos. De modo que sus numerosos y extensos manuscritos,
de los cuales sólo ínfima parte se conservan, contienen archivadas las ob-
(1) Seguimos tomando del Discurso de Escribano todo lo relativo a la Historia
de la Anatomía y de la Cirugía, en general, y de Gimbernat muy especialmente.
464 HISTORIA DE LA MEDICINA
servaciones y particularidades, con una puntualidad y sencillez impropias
del estilo de aquel tiempo. La mayoría de ellos los tuvo presentes su hijo
al escribir la sucinta biografía de su padre, publicada en Barcelona en
1828, y en la Biblioteca de la Facultad de Medicina de Madrid existen
todavía algunos. Nada prueba, según el acertado juicio de Escribano, de
manera tan concluyente la elevación intelectual de Gimbernat sobre los
cirujanos españoles contemporáneos del siglo, como este vigor científico
con que da cuenta de sus estudios cadavéricos, añadiendo los comenta-
rios que le sugieren. Hacemos mención especial de su folleto acerca del
Nuevo método de operar la hernia crural, con un apéndice y varias lámi-
nas, en donde brillan por igual el anatómico y el cirujano. En él describe
de un modo preciso y detallado el arco crural, con el doblez o pliegue ae
su extremidad interna y su atadura a la cresta del pubis, que es lo que
hoy conocemos con el nombre de ligamento de Gimbernat. También ex-
pone claramente los vasos epigástricos, el cordón espermático, el anillo
crural, el ganglio linfático singular, o sea, en resumen, toda la región que
nuestras anatomías topográficas contemporáneas describen como región
del anillo crural, y que, en estricta justicia, debiéramos llamar región de
Gimbernat. El ganglio singular del anillo crural, que los franceses llaman
de Clocquet y los alemanes de Rosenmüller, fué demostrado por Gimber-
nat en sus lecciones de 1768 y expuesto públicamente a Hunter en 1775»
descubriéndole con todo detalle en el folleto de que estamos ocupándo-
nos, que lleva la fecha de 1793. Clocquet nació en 1787, es decir, diez y
nueve años después de haber demostrado Gimbernat este ganglio a sus
discípulos y a los doce de haberlo expuesto ante Hunter. Lo propio de-
cimos de Rosenmüller, nacido en 177 1 .
Corría el año 1 777, dice Escribano, cuando el famoso Hunter expli-
caba un curso de Anatomía, al que asistía nuestro compatriota. Llegó el
25 de abril, y al ocuparse el sabio cirujano inglés, en su lección 80, de la
operación de la hernia crural, manifestó los grandes riesgos que ofrecía,
ya que por poco que la dilatación se hiciese oblicuamente hacia afuera se
cortaba la arteria epigástrica, hacia adentro el cordón espermático, y en
todos los casos, la sección del ligamento de Poupart era ineludible. Esti-
mando Gimbernat ventajoso el procedimiento de su propia invención, que
había aplicado dos veces con éxito en Barcelona, se dirigió a Hunter, y
con su venia le expuso el resultado de sus trabajos, preparaciones y mé-
todo operatorio, valiéndose de la misma pieza seca y bien disecada que
había servido para la lección. cFué grande mi satisfacción, dice Gimber-
nat, al ver que, concluida mi demostración, respondió el propio Hunter:
You are right, Sir (señor, usted tiene razón), añadiendo: Yo lo haré pú-
blico en mis lecciones, y así lo practicaré cuando tenga ocasión de ope-
LA DECADENCIA DE LA MEDICINA ESPAÑOLA 465
rar en el vivo.» Este sencillo episodio, añade Escribano, decidió la in-
mortalidad de Gimbernat, pues Hunter, cumpliendo sus nobles palabras,
dio ocasión en escritos y conferencias a que el mundo supiera los traba-
jos del modesto español, desconocido entonces, y quizá perpetuamente
ignorado de los extraños (y hasta de los propios), sin la notoriedad y el
inmenso prestigio del gran cirujano inglés.
De regreso a España Gimbernat y su compañero Rives reanudaron
sus cursos respectivos en Barcelona, hasta que en 1779 fueron llamados
a Madrid para proceder al establecimiento de un Colegio de Cirugía Mé-
dica. Las vacilaciones, dudas y lentitudes burocráticas hicieron que hasta
el l.° de octubre de 1 7 87 no tuviera lugar la apertura del Real Colegio
<de Cirugía de San Carlos, en los sótanos del Hospital General. La ense-
ñanza se daba en las bohardillas, y el resto del local se destinaba a las
clínicas. Empezó la matrícula con cinco alumnos, que eran practicantes
de aquel hospital. En este Colegio fué encargado Gimbernat de formar
un gabinete anatómico y patológico, lo que realizó con el mayor acierto,
haciendo que seis años más tarde estuviese en posesión de una de las co-
lecciones más completas de Europa en aquella fecha. Al propio tiempo
ejercía la profesión, dedicándose especialmente a la oftalmología, e inven-
tando su célebre espéculum, o anillo ocular, para hacer más fácil la ope-
ración de la catarata. Gimbernat es, además, inventor de otros varios ins-
trumentos quirúrgicos, Murió en 18 16, a los ochenta y dos años de edad.
Además de Virgili y Gimbernat, aun cuando de mérito muy inferior,
deben ser mencionados en aquella época: Leonardo Galli, cirujano y au-
tor de un notable estudio de las fracturas de la rótula (1795); Queraltó,
profesor de Cirugía del Real Colegio de San Carlos; Rives, que también
desempeñó la misma cátedra; los Ametller, cirujanos de la Armada;
Bonells y Lacaba, los dos escritores a quienes debe más progreso y gra-
titud la Anatomía española, por su excelente libro, de todos conocido,
que durante más de cuarenta años no ha tenido rival en nuestro país (i);
D, Francisco Salvat y Campillo (1751-1828), notable en medicina inter-
na, defensor de la variolización y autor de algunos estudios sobre la fie-
bre amarilla y el escorbuto.
Otra obra que merece mencionarse es el Curso teórico y práctico de
operaciones de cirugía, por Velasco y Villa verde, ambos alumnos del
Colegio de Cádiz, luego cirujanos del Ejército y de la Armada, respectiva-
mente, y finalmente profesores de la asignatura, el primero en Barcelona
y el segundo en Cádiz.
(1) Curso completo de anatomía del cuerpo humano, por D. Jaime Bonells y don
Ignacio Lacaba. Madrid, 1786.
Historia de la Mkdiüina. — Tomo 1 1 30
466 HISTORIA DE LA MEDICINA
Entre los médicos españoles que en aquellos tiempos se distinguieron
por sus aficiones a la química deben ser recordados Carbonell y Bravo,
Ardevol y Garriga y Buach, y, como discípulos de Proust, Menchero y
Bermúdez. Consagrados a la Botánica, en primer lugar D. Mariano Lacas-
ca (1776-1838), Lorente y Asensi y Bahí y Fonseca.
La invasión francesa y la gloriosa Guerra de la Independencia vienen
a interrumpir por completo nuestra vida científica. En nuestras guerrillas
se distinguieron muchos estudiantes de Medicina y médicos transforma-
dos en militares. Gran número de Facultades tuvieron que cerrarse por
falta de alumnos. Muchos profesores notables se vieron obligados a emi-
grar al Extranjero. Entre los médicos españoles que lucharon contra los
invasores merecen recordarse los nombres de Ardevol, Lorente y Asensi»
Vendrell de Pedralves, Trujillo, Alix y Martinez, Menchero, Bartolomé
Sierra, San Martín y, sobre todos, Juan Palarea, el Médico, del cual de-
cían los franceses: el Médico es un buen general, y un hombre muy hu-
mano.»
Entre los médicos de la Armada, el más notable es D. Pedro María
González ( 1 763 -1 837), autor de un Tratado de enfermedades de navegantes.
En los del Cuerpo de Baños, creado en 1817, el famoso pedagogo D. Pe-
dro Pablo Montesinos (178 1- 1 849), Alix y Martínez, Graells y Ferrer,
Brull, Menchero y Arias, De la Monja y Bartolomé Sierra. En el Cuerpo
de Sanidad Militar, en cuya organización interviene como diputado el fa-
moso D. Mateo Seoane destaca por el mérito de sus trabajos el notable
historiador de la Medicina española Hernández Morejón (1773-1836), de
Alaejos (Valladolid), que fué, además, el primer catedrático, por oposi-
ción, de Clínica Médica del Colegio de San Carlos (18 1 3). Fué separado
de su cátedra, por desafecto, en 1823, y repuesto, por D. Pedro Castelló,
en 1827.
Comienza el siglo xix en España con los trabajos llevados a cabo para
difundir la vacuna por Piguillem, Gil y Albéniz, Pedro Martínez, Vicente
Blasco, Luzuriaga, Zunzunegui, Hernández Morejón, y, sobre todo, por
I). Francisco Xavier Balmis (1753-1819), de Alicante, quien dirige la ex-
pedición o viaje científico para extender la vacuna por todas nuestras pro-
vincias de Ultramar (30 de noviembre de 1 803).
Kn las reformas de la Enseñanza de la Medicina, llevadas a cabo duran
te el siglo xix, y en cuya exposición no podemos detenernos por falta
absoluta de espacio, intervienen especialmente Castelló y Mata.
I )o.\ Pedro Castelló y ( Ginesta nació en Guisona (Lérida) el 4 de marzo
de 1770. Fué profesor del Colegio de San Carlos desde 1801; la guerra de
la Independencia le obliga a abandonar la enseñanza, a la que vuelve en
1 814. Es médico de Fernando VII desde 1825, y aprovecha toda su in-
LA DECADENCIA DE LA MEDICINA ESPAÑOLA
467
fluencia en favor de la enseñanza y de la Medicina, cuya reforma lleva a
cabo en 1827. Es autor también de las leyes reformando el ejercicio pro-
fesional, creando la Junta Superior Gubernativa de Medicina y Cirugía,
reformando el Cuerpo de Sanidad Militar, el de Médicos de Baños y las
Acidemias de Medicina.
Don Pedro Mata y Fontanet. Nació en Reus (Tarragona) en junio
Pe.ho Mata (i8ií-i*73). (Debido a la amabilidad de su nieto D. Pedro Mata.)
de 181 1. Desde muy joven se hace notar por lo avanzado de sus ideas
políticas, publicando, en 1835, la revista El Propagador de la Libertad, y
viéndose obligado, en 1836, a emigrar a Montpellíer. Vuelto a Reus en
I836, es encerrado en prisión en el Castillo de Pilatos de Tarragona, y
luego desterrado a París, donde se consagra a estudiar, asistiendo espe-
cialmente a las cátedras de Orfila. En 1843 se traslada a Madrid, y como
oficial del Ministerio dé la Gobernación redacta un famoso plan de estu-
dios que modifica por completo la enseñanza de la Medicina y que es
muy apasionadamente discutido. Desde el año 1843 a 1854 permanece
Mata alejado de la política y consagrado casi exclusivamente a su cate-
468 HISTORIA DE LA MEDICINA
dra de Medicina Legal y a sus trabajos científicos. Desgraciadamente, se
vio de nuevo envuelto en el torbellino de la política, escribiendo de nue-
vo en los periódicos, e interviniendo muy activamente en la Revolución
de Septiembre, después de la cual, y durante el reinado de Don Amadeo,
obtuvo destinos importantes y de significación política. Su obra más fa-
mosa es el Tratado de Medicina y Cirugía Legal (^? edición, 1874; 1.a edi-
ción, 1844), primera obra fundamental de la materia en España. Es un
escritor fecundo y brillante; sus obras filosóficas (Filosofía española, 1 858;
Doctrina médico-filosófica española, i860; Compendio de Psicología, 1866;
De la libertad moral o libre albedrío, 1878; Tratado de la razón humana
en estado de salud y de enfermedad, 1878, etc.) han sido muy discuti-
das (i). Murió el 27 de mayo de 1 87 3.
Don Mateo José Orfila. A continuación de la biografía de D. Pedro
Mata, fundador de los estudios médico-legales en España, debe figurar la
de Orfila, creador de la toxicología en el mundo. Al hablar del primero,
hemos podido ver cómo su extraordinario talento y las dotes singulares
de su carácter se malgastaron en gran parte, sin llegar a dar todo el fruto
debido, consumidas en estériles luchas políticas. En la del segundo vere-
mos cómo una inteligencia, tal vez no superior a la de Mata, sacada de
España y transplantada a un medio científicamente más favorable, supo
dar frutos que hoy pertenecen, no al patrimonio exclusivo de un país, sino
al tesoro científico del mundo. Orfila nació en Mahón (Isla de Menorca)
el 24 de abril de 1 787. Después de haber estudiado francés, inglés y ma-
temáticas, de vuelta de un viaje a Egipto, estudió, con notable aprove-
chamiento, la carrera de Medicina en Valencia. En 1807 fué pensionado
por la Junta de Comercio de Barcelona para perfeccionar en París los es-
tudios físico-químicos. En aquella Facultad estudió Orfila Medicina, sien-
do discípulo y protegido de los famosos químicos Foucroy y Vauquelin.
Después dio cursos libres de Ouímica, que sirvieron para aumentar su
fama y sus recursos. Escribió, además, libros sobre diferentes ciencias re
lacionadas con la Medicina. Después de una lucha en la que al fin triun-
faron el talento y la asiduidad de ( )rfila, la fama de éste fué creciendo de
un modo tan rápido como merecido: miembro correspondiente del Insti-
tuto de Francia, médico de la Casa Real y después catedrático, por con-
curso, de Medicina Fegal de la Facultad de Medicina de París, habiendí
triunfado, por sus méritos, de Pariset*y de Husson. Más tarde sustituy<
en su cátedra a su maestro Vauquelin, y en 1 830, al dimitir el profesor
Dubois, por anciano, el cargo de decano, ocupó este puesto Orfila,
desde este momento puede y debe ser considerado como el jefe de la Mel
1 Véase Menéudca v Pelayo: Historia de los heterodoxos españoles, tomo III
LA DECADENCIA DE LA MEDICINA ESPAÑOLA 4O9
dicina francesa. Aunque nos alegremos profundamente de este triunfo de
nuestro compatriota, no podemos por menos de entristecernos al pensar
que su gloria pertenece realmente más a Francia que a España, y que en
francés están escritos sus numerosos trabajos, fruto de su inteligencia y
de su laboriosidad. A Orfila debe Francia importantes reformas en la
enseñanza de la Medicina y ia creación del Museo Dupuytren y del Museo
de Anatomía Patológica (Museo Orfila).
S
Mateo José Orfila (1787-1853). (De la colección de grabados de la Biblioteca Nacional.)
Otro reformador de la enseñanza de la Medicina en España es el vali-
soletano D. Mateo Seoane (1791-1870), político liberal, a quien lo avanza-
do de sus ideas le obligó a vivir gran parte de su vida desterrado en In-
glaterra, donde efectuó notables estudios, mereciendo el honor de ser ad-
mitido en la Sociedad Médica de Londres y en el Instituto Real de la
Gran Bretaña, y, más tarde, en el Colegio de Médicos; esto último en aten-
ción a los servicios que había prestado a Inglaterra por sus trabajos acer-
ca de sanidad en general y del cólera en especial. Por estos últimos fué
recompensado por el Go'bierno, a propuesta del Consejo Supremo de Sa-
lud pública, con un premio de 30.OOO reales. Durante su emigración en
Inglaterra compuso un Diccionario hispano-inglés e inglés-español; fué
fundador de la revista Ateneo, de Londres; protector de todos sus paisa-
nos, emigrados como él por causas políticas, y asesor del Gobierno espa-
470 HISTORIA DE LA MEDICINA
ñol en todo lo relativo a sanidad. Regresó a España en 1 834; fué protec-
tor decidido de Méndez Alvaro, Monlau y otros médicos notables; redactó,
en 1837, el proyecto de Ley de Sanidad, y por espacio de treinta años
puede decirse que no se proyectó o se hizo nada importante en España,
en sanidad, beneficencia e instrucción pública, sin la dirección, o interven-
ción por lo menos, del doctor Seoane. Fué, además, académico de la de
Medicina, de la de Ciencias Naturales y de la de la Lengua, y miembro de
la Sociedad Económica Matritense, organizador del Colegio de Sordomu-
dos y fundador de la Sociedad para mejorar y propagar la educación del
pueblo. Es autor de numerosos y notables trabajos.
Nótese cómo los profesores que más se han distinguido en la ciencia
médica de nuestra Ratria han estado, casi sin excepción, emigrados más
o menos tiempo. Las enconadas luchas políticas de aquellos tiempos, des-
terrando, al triunfar uno de los partidos, a los representantes de los parti-
dos contrarios, venían a constituir una especie de Junta de pensiones que,
sin gastos para el país, enviaba a estudiar al Extranjero a lo mejor y más
intelectual de España. Tal vez convenga seguir para lo sucesivo este
ejemplo.
El más activo propagandista de los estudios de higiene es D. Pedro
Monlau y Roca (1808-187 i), de Barcelona, doctor en Medicina y Cirugía
^833) y bachiller en Filosofía (1847), profesor de Psicología y Lógica de
los Institutos de Madrid (1847) y médico militar (1833). A propuesta del
Consejo de Sanidad, al que pertenecía desde 1 847, asistió como delegado
médico de España al Congreso de Sanidad de París (1851-52). En 1854
fué nombrado catedrático de Higiene de la Facultad de Medicina de Ma-
drid, cargo que desempeñó corto tiempo, volviéndose a encargar de su cá-
tedra de Psicología y Lógica, y siendo más tarde nombrado profesor de
la Escuela de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios. Entre sus numero-
sas obras destacan los Elementos de Higiene Pública (1847) y 'a Higiene
Industrial ( 1 8 5 6) y, por lo difundida y popular, la Higiene del matrimonio
(1853), de la que se han hecho numerosas ediciones.
EX.— LA ANATOMÍA y LOS ANATÓMICOS DEL SIGLO XIX
I [ace notar Escribano, en el discurso a que anteriormente hemos he-
cho referencia, que los estudios anatómicos llegan a alcanzar en el si-
glo xix un grado de desarrollo y de perfeccionamiento muy diferentes a
la pobreza y al atraso en que aparecen sumidos, como acabamos de ver,
durante el siglo win. Este progreso se inicia, en primer término, con la
famosa Anatomía de Bonella y Lacaba (1790), que goza la mayor y más
justa popularidad durante toda la primera mitad del siglo xix.
LA ANATOMÍA Y LOS ANATÓMICOS DEL SIGLO XIX 471
Por otra parte, las disecciones de Lacaba y Gimbernat en el Colegio
de San Carlos, educaron a los maestros D. Diego de Argumosa, Castelló,
Roca y Gutiérrez, que, con D. Joaquín Hisern, formaban al final del pri-
mer tercio del siglo el elemento joven de la Facultad de Madrid, amante
de los trabajos en el cadáver y de las vivisecciones y conocedor de lo ex-
tranjero. A su vez, éstos tuvieron por discípulos, y después compañeros
de cátedra, a Sánchez Toca (D. Melchor), Corral, Viñals (D. Marcos) y
Fourquet, gala de San Carlos en los años del 40 al 60 del siglo. Tras de
ellos vinieron Martínez Molina, Santa Ana Villanueva, Maestre de San
Juan, Creus, D. Pedro González de Velasco, Losada y Calleja (D. Julián),
todos discípulos de la misma escuela, admiradores de aquellos maestros
y descendientes en línea recta del inmortal Gimbernat. En la Escuela de
Granada hay que mencionar dos anatómicos puros, Maestre de San Juan
y Olóriz, y dos anatómicos quirúrgicos, Creus y Ribera; en la de Valla-
dolid, Calleja y D. Salvino Sierra; en Valencia, Llobet, Zurriaga, José Ma-
ría Gómez, etc., con sus obras respectivas. Barcelona prosigue la tradi-
ción de su Colegio, destacándose la figura de Letamendi, cuyos estudios
anatómicos son de lo más selecto entre lo mucho producido por su inge-
nio. Su Memoria sobre las fuentes de conocimiento y método de enseñanza
de la Anatomía es una acabada monografía, que todavía hoy se lee con
gusto. Cádiz da otro hombre eminente, D. Federico Rubio y Gali (1827
a 1902), forjado en el yunque duro y doloroso del ayudante disector, que
le obligaba durante su adolescencia a largas vigilias en el anfiteatro ana-
tómico. En la disección moldeó su espíritu, adquiriendo la tenacidad, la
independencia de juicio, el hábito de observar, el método y la tendencia
filosófica, que luego caracterizaron su vida y sus escritos. La imaginación
florida, el buen gusto literario y los viajes por diferentes países acabaron
de perfeccionar la obra de aquella modesta sala de disección, donde tam-
bién se desarrollaron los Domínguez, los Ametller y los Benjumeda. Sán-
chez Freiré, Maximino Teijeiro y Romero Blanco trabajaron en Santiago,
dando muestras de su valer en libros originales y traducciones. En Zara-
goza, Fernández de la Vega y Lozano escribieron útiles publicaciones, y
Cajal, en sus tiempos de disector y ayudante de museos, realizó los estu-
dios anatómicos iniciales de su admirable obra ulterior. Sólo por este he-
cho de haber cobijado la antigua sala de disección de Zaragoza al gran
Cajal, sirviéndole para incubar sus futuras investigaciones y pensamien-
tos, y preparar macizamente sus oposiciones a la cátedra de Anatomía,
bastará para que quede inmortalizada (V. Escribano).
Las obras españolas de Bonells y Lacaba, Boscasa y Hurtado de Men-
doza, con las traducciones de Portal, Bichat, Boyer, Henle y Sarlandier,
sirvieron de pasto a los estudiantes durante la primera mitad del siglo.
47-' HISTORIA DE LA MEDICINA
Así como en la segunda las de Calleja, Siloniz, Creus, Romero Blanco,
Fernández de la Vega, Casanova, Olóriz, Urraca, Castro Latorre, Fargas,
Millán, Peláez y Slocker, entre las primeras, y las traducciones de Vel-
peau, Cuiveilhier, Petrequin, Sappey, Jamain, Fort, Testut y Harmann.
De la enumeración expuesta hace destacar, con justicia, Escribano,
para que queden en primera fila, los nombres y producciones de Four-
quet, Velasco, Calleja y Olóriz, no ocupándose de Ramón y Cajal por-
que éste sólo trabajó en anatomía macroscópica en los comienzos de su
obra científica.
Don Juan Fourquet (180*7-1865), de Madrid, pasó, como dice Escri-
bano, una vida entera dedicado al estudio del cadáver humano, con el
mismo afán y devoción que si explorase mundos desconocidos. Cursó
con brillantez todos los estudios de Medicina en la corte, señalándose
muy pronto por sus aficiones a la Anatomía, en cuya ciencia rectificó no
pocos errores aceptados como verdades por los clásicos. No recibió la
borla de doctor hasta 1 847, y hasta el año siguiente, en el que fué nom-
brado por Real orden catedrático de Anatomía general y descriptiva, fué
director de trabajos anatómicos. Su discípulo D. Julián Calleja fué quien
más contribuyó a inmortalizar el nombre de Fourquet, dándonos extensa
traslación de sus escritos en su incompleto Tratado de Anatomía. De ellos
debemos conservar la cuadrícula topográfica, obra importante no obs-
tante estar trazada sin los recursos de que hoy disponemos. Su clasifica-
ción de las articulaciones revela ímprobo trabajo y perfecto conocimiento
de la materia. Sus observaciones sobre miología, la demostración y ex-
posición del músculo estilo-auricular que lleva su nombre, las ideas y
descripciones de arterias y venas, indican lo mucho que penetró en su
estudio, así como la finura de su escalpelo. La sistematización de los ca-
racteres anatómicos que establece, y que le sirve para hacer el estudio de
los órganos de un modo completo y metódico, podrá ser discutida, pero
también tiene que ser admirada y, en parte, es seguro que se conservará
por todos, ya tácita, ya expresa y fielmente. La creación del Museo Ico-
nográfico de la Facultad de Medicina de Madrid, en 1853, fué por su
iniciativa. Murió en olor de santidad, disponiendo en su testamento que
sus restos fuesen inhumados en la fosa común, y que su modesto capital
sirviera para la concesión de un premio anual de 500 pesetas al alumno
del segundo año de Anatomía que sus compañeros elijan el último día
del CUrtÓ por votación secreta.
Don Pedro Gonzalo di Velasco (181 5-1882), de Valseca de Boones
(Segovia), aunque muy controvertido, tiene, como dice Escribano, un mé-
rito muy grande en la 1 listona. Fué un anatómico de voluntad enérgica y
perseverante, que disecó denonadamente y con habilidad pasmosa, se-
LA ANATOMÍA Y LOS ANATÓMICOS DEL SIGLO XIX 473
gún quienes le vieron, hasta su muerte, ya para educarse a sí mismo, ya
para aleccionar numerosos discípulos. Con este ejemplo de trabajo y de
constante pasión por la Anatomía, fundó una Escuela y un Museo De la
escuela salieron discípulos notables, entre los que debe mencionarse, en
primer término, a D. Ángel Pulido, modelo de fidelidad y cariño al maes-
tro. En el Museo enterró un caudal de más de tres millones de reales,
toda la fortuna acumulada por Velasco en su laboriosa vida profesional.
Este Museo es el mejor fundamento para la gloria de Velasco. El único
ejemplo de España, por lo que se refiere a la Medicina, de un hombre que
consagra todo el fruto de su labor diaria, justa remuneración de ímprobo
trabajo profesional, no a consolidar una renta para descansada vejez o
asegurar la subsistencia de la familia, sino en crear un Museo de Ciencias
Naturales, con aspiraciones a Facultad libre de Medicina y en competen-
cia con las del Estado, con laboratorios, gabinetes, abundante material
de enseñanza y una revista, sin perdonar vigilias ni esfuerzos, robando al
sueño el tiempo para no desatender la numerosa clientela, la enseñanza
diaria y los trabajos prácticos, que no abandonó hasta los últimos días.
No fué Velasco descubridor. La Anatomía no le debe hecho ninguno que
sepamos. La Cirugía tampoco progresó en sus manos, ni en la parte cien-
tífica o de principios, ni en la técnica, ya manual, ya instrumental. Su
maestría y destreza se la llevó al sepulcro, como el artista sus habilida-
des. Su pluma nada importante produjo. Y, sin embargo, creemos que le
es debido el puesto preferente que le concedemos por la fundación del
Museo (Escribano).
La hermosa biografía (1894) que le ha consagrado el doctor Pulido
nos da una viva pintura de la laboriosidad y el mérito del doctor Velasco.
Don Federico Olóriz y Aguilera (1855-1912), de Granada, juntó,
como dice Escribano, las más excelsas facultades. De inteligencia grande,
de fantasía pomposa, de paciencia benedictina, de probidad científica
ejemplar, de palabra y pluma galanas. Meditaba el plan de sus trabajos
con suma atención antes de emprenderlos. Desarrollaba sus estudios sin
escatimar tiempo y con la mayor intensidad. Los corregía, contrastaba y
compulsaba con escrúpulos que no siempre, por desgracia, acompañan
a nuestras obras. Trabajó mucho y en diversas materias. Fué el proto-
tipo del catedrático y del investigador. Cultivó con predilección los estu-
dios antropológicos, produciendo obras maestras, que han pasado del si-
glo xix al xx y durarán todavía muchos años sin envejecer.
Su brillante hoja académica, el estudio perseverante en sus libros y
en los de la Biblioteca de la Facultad, sus ejercicios y prácticas en la sala
de disección y sus repasos, lecciones y conferencias le prepararon para
el ruidoso triunfo opositorio que le dio la posesión de la cátedra de Ana-
474 HISTORIA DE LA MEDICINA
tomía de la Facultad de Medicina de Madrid. Al año siguiente, en 1 884,
publicó su primer estudio con el título Recolección de cráneos para estu-
dios antropológicos. Después continuó estudiando y trabajando en silencio j
mas con intensidad y paciencia de benedictino, en la formación del Mu-
seo Craneológico, que es orgullo de nuestra Facultad. .Según la autoriza-
da opinión de Hoyos y Sáinz, la colección de cráneos reunida por Oló-
riz es la mejor del mundo, pues comprende 2. 250 cráneos filiados, de
sexo conocido, de edad fija, de procedencia y aun de genealogía conoci-
das, con datos fisiológicos y patológicos que permiten hacer la historia
física del sujeto, y hasta con datos biográficos, por si se quiere la historia
psíquica y social. La demostración de que no era exagerado este modo
de pensar la dio el propio Olóriz con el magnífico trabajo que publicó en
1892 bajo el título de Distribución geográfica del índice cefálico en Es-
paña, deducida del examen de 8.368 varones adultos. De no menor relie-
ve fueron otras publicaciones de Olóriz al finalizar el siglo xix y princi-
pios del actual: La talla en España (1896), Longevidad extrema en Espa-
ña (1898), El analfabetismo en España (1900), Estudio de una momia
egipcia, Estudio de un cráneo encontrado en Itálica, Caracteres físicos de
los personajes del Quijote, etc. Dentro de la especialidad anatómica, es
preciso mencionar su Manual de Técnica anatómica, etc., que ha sido jus-
tamente alabado por los doctores Martínez Molina y Gómez Ocaña. La la-
bor de Olóriz al fundar y profesar en la escuela de antropómetras, y sus
múltiples trabajos dactilografieos, son admirados por los especialistas.
Entre ellos, merece citarse la Conferencia acerca de la dactiloscopia, pro-
nunciada en el Congreso de Zaragoza de la Asociación Española para el
Progreso de las Ciencias, y el Manual para la identificación de los delin-
cuentes, que fué traducido al francés por Borgerhoff e impreso en Bruse-
las en 191 1.
Don José de Letamendi y Manjarrés nació en Barcelona en 1828.
Muy joven aún, para proporcionar auxilios a su familia, explicaba leccio-
nes de Matemáticas, mientras cursaba Filosofía, y daba repasos de todas
las asignaturas del Bachillerato después de haberlas aprobado. Cursó Me-
dicina en la Ciudad Condal, de 1845 a 1852, estableciendo pronto un re-
paso de Anatomía. En 1854 ganó, por oposición, la plaza de primer ayu-
dante y la de sustituto permanente de la cátedra de Anatomía, y fué ob-
teniendo después todos los cargos de este departamento, hasta que en
1857, vacante, por renuncia del doctor Seco y Baldor, la cátedra de Ana-
tomía, la obtuvo también por oposición y la desempeñó hasta 1878, en
que solicitó y obtuvo por concurso la cátedra de Patología General de la
Facultad de Medicina de Madrid. Ya en la corte alcanzó grandes triunfos,
siendo sucesivamente senador del Reino por la provincia de Zaragoza
LA ANATOMÍA Y LOS ANATÓMICOS DEL SIGLO XIX
475
(1886), decano de la Facultad de Medicina, consejero de Sanidad, con-
sejero de Instrucción Pública y académico de la Real Academia de Me-
dicina. Falleció en 1897. En el Ateneo de Madrid dio notables lecciones
y conferencias, siendo muy notables de éstas las que versan sobre el Con-
cepto del hombre y El Hombre en acción (1895), Ia Criminalidad ante la
Ciencia (1883) y cinco de aquéllas consagradas al estudio délos Orígenes
José de Letamendi (182S-1897). ^Debido a la amabilidad de D. León Corral.)
de la escritura (1885). Su obra magna está integrada por el Curso de
Patalogía General, en tres tomos, publicados, respectivamente, en 1 883,
1885 y 1889, y el Curso de Clínica general, en dos tomos. Era, por últi-
mo, Letamendi un gran artista, pintor y músico, autor de una hermosa
Misa de Requiem cantada en el Monasterio de El Escorial.
Don Julián Calleja y Sánchez (1836-1913). Discípulo de Fourquet.
Catedrático, por oposición, de Anatomía de la Universidad de Granada,
y después de la de Valladolid (1862), de donde pasó, también por opo-
sición, a desempeñar la de igual asignatura de Madrid (1871). Es autor de
las obras siguientes: Memoria acerca de la construcción científica de las
fuentes de conocimiento y métodos de enseñanza de la Anatomía humana,
476
HISTORIA DE LA MEDICINA
Apuntes de Esplauología, Estudio de la calavera y de la mayor parte de las
arterias, Prolegómenos de Anatomía (1869), Mió logia (187 2), Compendio del
segundo curso de Anatomía humana (1872), Augiología (1877) y Compen-
dio de Anatomía descriptiva y de Embriología humanas (4.a edición, 1904 )•
alejandro San Martín (1847-1908). (Debido a la amabilidad del Dr. Azcárraga San Mai:ín.)
X.-LA CIRUGÍA Y LOS CIRUJANOS ESPAÑOLES
DEL SIGLO XIX
Empieza el doctor Escribano el estudio de la cirugía del siglo xi\ por
las ideas generales de mayor amplitud en sus aplicaciones. De ellas, la
más importante le parece la serie de trabajos que D. Alejandro San
Martín i 18 17-1908), catedrático de la Facultad de Medicina de Madrid,
dedicó, a fines del siglo \i\, al estudio de las anastomosis vasculares.
«Si las transplantaciones de órganos vivos— dice Escribano — , horizonte
quirúrgico del siglo x\, lian venido a ser hacederas, y de éxito feliz por el
pronto, <-n ciertoa animales, en manos de Carrel, permitiéndonos vislum-
LA CIRUGÍA Y LOS CIRUJANOS DEL SIGLO XIX 477
brar un halagüeño y venturoso porvenir, no hay duda, a nuestro juicio,
que a la cirugía vascular de San Martín se debe en buena parte. Antes de
él se habían hecho fleborrafias y suturas arteriales en heridas, ya quirúr-
gicas, ya accidentales y en el tratamiento de los aneurismas; pero la sutu-
ra arteriovenosa con posibilidad de invertir la fisiología del curso de la
sangre en una de nuestras extremidades, y la multitud de aplicaciones
que de esta idea madre se han derivado y todavía se deducirán, en las
arteritis, embolias, destrucciones arteriales extensas, etc., a San Martín
pertenecen. Y el siglo xx, más aún que el xix, aclamará a este insigne es-
pañol por invención de tamañas consecuencias, que vienen a ser el colmo
de las cirugías reparadora y conservadora.»
San Martín fué en todos sus estudios el alumno más sobresaliente, me-
reciendo las mayores recompensas que los Reglamentos han concedido
como estímulo y como galardón. Cargado de laureles llegó al término de
su carrera, y después de haber sufrido las penalidades inherentes a las
funciones de médico rural, ingresó en el Profesorado público tras brillan-
tes oposiciones, como titular de la asignatura de Terapéutica general,
Farmacología y Arte de recetar, de la Escuela de Cádiz, obteniendo al
cabo de pocos años, y también en público y disputado certamen, la cáte-
dra de Patología Quirúrgica de la Universidad Central. Desempeñó esme-
radamente, a pesar de que su salud fué siempre precaria, los cargos de
catedrático, director del Hospital Clínico y consejero de Instrucción Pú-
blica; asistió con el mayor cuidado a su dilatada clientela; publicó obras
tan estimables como su Terapéutica Física, su curso de Patología Qui-
rúrgica y numerosos folletos, artículos y discursos; y concurrió con muy
laudable entusiasmo a los Congresos nacionales y extranjeros, aportando
un rico caudal de ciencia y de experiencia. Fué designado como sena-
dor por la Universidad Central y ministro de Instrucción Pública. En su
testamento dispuso la disección de su cadáver para enseñanza de los
alumnos.
Don Diego de Argumosa y Obregón (1792- 1865) puede ser considera-
do como el inventor de la fleborrafia. No la practicó, pero la expuso, la
describió y aconsejó en su Resumen de Cirugía. En cambio, llevó a cabo
la arteriorrafia de las arterias aneurismáticas por un procedimiento propio
que denomina la sutura hilvanada.
Argumosa nació en Puente de San Miguel (Santander). Durante la gue-
rra de la Independencia sirvió a su Patria como practicante del hospital
militar de Santander. Terminó con gran éxito la carrera de Medicina
en 1820. Fué catedrático supernumerario de la Escuela de Burgos en
1 82 1. Obtuvo por oposición la plaza de profesor de Disección Anató-
mica de la Facultad de Medicina de Madrid en 1829. En 1832 presentó a
47 HISTORIAD K L A M E D 1CINA
sus compañeros de Claustro un siringotomo de su invención; y en 1 83 3
hizo constar como suyo un método de blefaroplastia, del que luego nos
ocuparemos, y cuya prioridad le fué disputada por Hysern. En el mismo
año tradujo la Anatomía de Portal y la obra de Cazenave sobre Enferme-
dades de la piel. Caritativo y hombre de actividad especial para todo lo
que fuera hacer el bien a sus semejantes, solicitó de la Real Academia de
Medicina de Madrid, a la que pertenecía desde el 1 8 de mayo de 1 831,
se le confiara un puesto en la Comisión encargada de dirigir la asistencia
a los enfermos de cólera (1834). En 1 83 5 es encargado por el Gobierno
de asistir y curar las famosas llagas de sor Patrocinio. Sus lecciones eran
cada vez más deseadas; sus operaciones, continuos triunfos. En 1 842 un
alumno suyo, D. José Alarcón y Salcedo, publicó algunas de sus lecciones,
desagradándole, porque le obligaba a la publicación, antes de tiempo,
según él, de su Resumen de Cirugía. Por su carácter íntegro y austero
tuvo graves disgustos, primero con sus compañeros Soler y López, y más
tarde con sus alumnos, que, amotinados, le siguieron hasta su casa. Esto
fué motivo de que solicitase su jubilación como catedrático.
Menciona también Escribano los trabajos generales de D. Josií Ribera
v Sans (i 85 2- 191 2), otro hijo espiritual y glorioso de la Facultad de Me-
dicina de Granada, como Olóriz, de quien fué, más que amigo, hermano
de por vida. Compañero de cátedra y leal émulo de San Martín, Ribera'
asombra por su admirable fecundidad de publicista, que contrasta con la
apatía española corriente. Creemos — dice con razón Escribano — que nin-
gún cirujano español ha producido obra tan extensa y varia como la de
Ribera, compuesta de libros de texto, estudios monógrafos acerca de mu-
chos, si no todos, los capítulos de la patología quirúrgica, trabajos experi-
mentales de anfiteatro y de laboratorio, investigaciones históricas sobre
la Cirugía española, traducciones, prólogos y extensas anotaciones, cuya
enumeración detallada y crítica ha sido hecha por el doctor Escribano en
el prólogo de la obra postuma de Ribera, Ensayos monográficos de Ciru-
gía española (1916). Toda la labor de Ribera es interesante y digna de es-
tudio. Escribano comienza por ocuparse de algunos trabajos generales y,
en primer término, de su procedimiento de hemostasia, mediante la liga-
dura elástica del abdomen, llamado en el Extranjero de Momburg, y cuya
invención debemos reivindicar para Ribera, quien no sólo resolvió con
tal recurso, mucho antes que el cirujano militar alemán, el grave peligro
de la hemorragia en la desarticulación coxo-femoral, practicando esta
operación en blanco gran número de veces, sino que extendió el uso de
poderoso medio isquémico a todas las grandes operaciones que se
practican en la raíz del muslo, y algunas de la pelvis, ampliando sus be-
neficios hasta límites que parecían inaccesibles a la hemostasia preventi-
LA CIRUGÍA Y LOS CIRUJANOS DEL SIGLO XIX
479
¡ 1
\ •
■T ^J
life
Vi
»%
i 1
-
A
J§ til §&
IM-.s
1 %Si^ Jl
i?1-
1 «*i-
^>^>!Sh
i "
M 7a í
g |
m as. ^
P:
L ' '> c
I; '* .
' *■ «í
L í; f
¡k|' 1 <
- * , i1 -
4 *T'
■ 2 *"*
i
i . o'
-If as
w o;
| 3?
^HP* /
1
I
■ ■ ■ o|
life *sm£ — — ,
\ ._r*V.
J
:J| íi
^
.
..
|T
« m
m §
o >>
G p
o >
c ^
C oí
ir! tfj
<L> D
48o HISTORIA DE LA MEDICINA
va, y ofreciendo a los tocólogos un auxilio rápido y decisivo en casos ex-
tremadamente apurados. Otro estudio muy notable es su monografía
acerca de la tuberculosis articular en el Tratado Enciclopédico de Pedia-
tría, de Pfaundler y Schlossmann, en su edición española, dirigida por el
notable pediatra Martínez Vargas y publicada en Barcelona en 1910. Los
primeros trabajos de Ribera fueron las memorias premiadas por la Aca-
K ibera 11852*1912). t, Debido a la amabilidad del l)r. Esquerdo.)
demia Médico-Quirúrgica en 1 88 1 y 1 882 sobre Génesis, complicaciones y
U rapéutica de los kidroceles y Diagnóstico diferencial de los hidroceles.
Posteriores son las notas al tratado de Erichsen, La Ciencia y el Arte de
l,t ( 'ir Kg'/a, traducido por D. Avelino Benavente (1884), entre las que hay
algunas, como, por ejemplo, las consagradas a la inflamación, a los cuer-
pos extraños, a la conmoción, contusión y compresión cerebral, a la es-
crófula y tubérculo, a los neoplasmas, tétanos, aneurismas, cirugía del
pulmón, hernias y laparotomías, que son todavía dignas de estudio y de
meditación, y reveladoras del talento y laboriosidad pasmosos de Ribera.
\1 propio tiempo colaboraba nuestro biografiado en la edición española
LA CIRUGÍA Y LOS CIRUJANOS DEL SIGLO XIX 481
de la Enciclopedia internacional de Cirugía, de Ashhurst, bajo la direc-
ción de D. Juan Creus, enriqueciendo y completando la obra con nota-
bles monografías de recopilación y crítica acerca de la rabia, las afeccio-
nes carbuncales y las hernias.
Al estudio de los quistes hidatídicos dedicó una monografía de 1 50
páginas en 1905, una comunicación al segundo Congreso Español de Ciru-
gía en 1908, y varios artículos o historias clínicas publicados desde 1 886
en adelante en la Revista de Medicina y Cirugía Prácticas. En su último
trabajo de 1908 reunía Ribera una estadística de 1 17 casos propios. En el
tratamiento de un quiste hidatídico del riñon ideó su método de laparoto-
mía paraperitoneal o subperitoneal. Ya hemos aludido anteriormente a sus
notables trabajos de Historia de la medicina, relativos a la trepanación
(1898). Todavía hay que añadir sus notas y artículos relativos a la cirugía
de la cara, completados con una comunicación sobre el mismo tema a la
Sociedad internacional de Cirugía de Bruselas (1908) y una conferencia en
la Universidad de Granada (1910). Practicó 22 extirpaciones totales de la
parótida, publicando sobre este asunto una serie de artículos en la Revista
de Medicina y Cirugía Prácticas (desde 1899 en adelante). De cirugía
torácica, además de los artículos de El Siglo Médico (1879), hay que ci-
tar sus comunicaciones al Congreso internacional de Budapest de 1909 y
a la Sociedad internacional de Cirugía de Bruselas de 191 1. En cirugía
abdominal es especialmente notable su procedimiento de gastrectomía
total con extirpación del cardias (1902-1903 y 1911). En cirugía de los
miembros ha sido Ribera especialmente notable en las resecciones y des-
articulaciones, habiendo practicado seis veces por procedimientos modi-
ficados por él la desarticulación interíleo-abdominal (Tesis del doctorado
de su discípulo Luis y Simón, 1903, y Comunicación al Congreso fran-
cés de Cirugía de 1911).
Otro cirujano y de los más famosos del siglo xix es D. Federico Ru-
bio y Gali (1827-1902). Maestro de disección en sus primeros años, pro-
fesor de Anatomía pictórica más tarde, conociendo al detalle la organiza-
ción del cuerpo humano, y habiendo practicado en el cadáver todas las
operaciones que en su tiempo eran corrientes, poseía la base para des-
arrollar sus innatas aptitudes quirúrgicas. A esta aptitud orgánica unía
una sólida cultura médica y un gran sentido clínico. Practicaba en poquí-
simos minutos la extirpación de una mama cancerosa y de todos los gan-
glios infiltrados, valiéndose de procedimientos que bastantes años des-
pués han recomendado Kocher y Halsted, y enucleaba tumores volumi-
nosos con tal rapidez, que el mismo insulto traumático servía de hemos-
tático eficaz, y atacaba un bocio parenquimatoso y muy vascularizado,
sin la menor hemorragia y con sólo ligar los vasos nutricios. Practicó la
Historia d» la Mbdigira. — Tomo II 31
482 HISTORIA DE LA MEDICINA
primer ovariotomía en i860, cuando sólo hacía dos años que había inau-
gurado su primera serie en Inglaterra Spencer Wells y dos años antes
que Nelaton, después de haber visto al operador inglés, se atreviese en
Francia a arrostrar el anatema que sobre esta operación había lanzado la
Academia de París. En 1861 efectuaba la primer histerectomía; en 1874,
la primer nefrectomía, y en 1 878, la primer extirpación total de la larin-
ge, es decir, cinco años después de haber practicado Billroth, con un plan
determinado, la primera operación de esta especie, que tanto llamó la
atención del mundo científico. Entre las publicaciones merecen citarse
El Libro Chico (1863), El Ferrando (1863), La conversación sobre el cán-
cer, que vio la luz en El Siglo Médico, Quistes y tumores del ovario, Cir-
cuncisión, Extirpación y estenosis de la laringe (1878), Caries, Deformi-
dades del cuerpo humano (1878), cinco Reseñas del Instituto de Terapéu-
tica Operatoria (1881-85) y la Revista Ib ero -Americana de Ciencias Mé-
dicas (i 899- 1 902).
Todavía es más notable D. Federico Rubio por la creación del llamado
Instituto de Terapéutica Operatoria, completado con la construcción de
un hospital en los altos de la Moncloa, que fué, como dice Escribano,
empresa que sólo pueden llevar a cabo en nuestro país los hombres ador-
nados de las más altas y hermosas dotes intelectuales y morales. Crear
una institución dedicada a la enseñanza quirúrgica con sus principales
especialidades, gratuitamente, supuesto que los profesores nada cobran
por su trabajo, y el modesto estipendio que, a título de matrícula, pagan
los alumnos una sola vez, lejos de servir de remuneración, no basta para
atender a los gastos obligados de material; dar a esta enseñanza carácter
práctico, haciendo que alumnos y profesores se ayuden mutuamente
en la exploración, visita, consultas y operaciones, con cariño y espíritu
de solaridad poco frecuentes; acreditar así una escuela sui géneris, incon-
fundible y que parece consolidada muchos años después de la muerte del
fundador, con el cariño común a la memoria del maestro como principal
lazo de unión; producir numerosos especialistas que han ido alcanzando
las mayores reputaciones profesionales de la corte; asegurar la subsisten-
cia del hospital y de los dispensarios o consultorios con donativos parti-
culares y sin ninguna subvención del Estado, son cosas siempre muy di-
fíciles de hacer, y mucho más si ha de lucharse contra la indiferencia y
la oposición de muchas personas y algunas entidades. Los servicios que
a la Cirugía española ha prestado son varios. La instauración de las prin-
cipales especialidades quirúrgicas, ocasionando los estudios y el crédito
de un Ariza para la oto-rino-Iaringología, un Suender para vías urinarias,
un Buisen para enfermedades nerviosas y electroterapia, un Gutiérrez
para Ginecología, etc. La propaganda del método antiséptico y de la uti-
LA CIRUGÍA Y LOS CIRUJANOS DEL SIGLO XIX 48j
lidad de asociar la clínica a los trabajos de laboratorio para el mejor es-
tudio de los enfermos, también se hizo en el Instituto Rubio con gran em-
peño cuando estas ideas no habían entrado aún de lleno en las Faculta-
des de Medicina.
Don Eugenio Gutiérrez y González, el más ilustre de los profesores
del Instituto Rubio y el verdadero fundador de la Ginecología en España,
había nacido en Santander en 1851. Murió en 1914. Terminó los estudios
de Medicina en Valladolid en 1873, doctorándose en 1 88 1. Ejerció como
titular en Lamadrid (Santander), desde 1874 a 1878. Se trasladó, con el
fin de ampliar sus estudios, a París en 1879, donde se consagró especial-
mente a Histología y Anatomía patológica con el profesor Ranvier, y a
Ginecología y Obstetricia con Gallard, Cheson, Martineau, Depaul, Bu-
din, Ribemont y Champertier. A su regreso a España ingresó en el Insti-
tuto Rubio, primero en el Laboratorio de Histología y después al frente
de la consulta y dispensario de Ginecología. Desde 188 1 dio cursos de
Histología normal y patológica, en unión del actual profesor de Vallado-
lid, doctor López y García, en el Museo del doctor Velasco. Ha pertene-
cido a la Sociedad Ginecológica Española, al Real Consejo de Sanidad y,
desde 1 894, a la Real Academia de Medicina, en la que leyó un hermoso
discurso sobre los Límites de la Cirugía radical en Ginecología. Gutiérrez
empezó su ejercicio profesional, como dice Cortejarena, en los momen-
tos en que la Ginecología iniciaba los progresos que la han constituido
en una especialidad absoluta, y puede asegurarse que cultivó con tanta
pasión y tanto lucimiento la especialidad, que llegó a no ser superado en
ella por ningún práctico, ni de España ni del Extrajero. El número de
operaciones llevadas a cabo por Gutiérrez en el Instituto Rubio es tan
considerable como variado y completo: ovariotomías, extirpaciones com-
pletas de matriz, histero-miomectomías, salpingo-ovariectomías y multi-
tud de operaciones plásticas vulvo-vaginales; cistorrafias, extirpaciones
del cuello uterino, de pólipos, de tumores de la vulva y de la vagina, etc.
Entre sus trabajos, tan numerosos como meritorios, hay que citar uno
muy notable sobre Patogenia y tratamiento de la fiebre puerperal (1879) y
otros sobre La histerectomía en España, Sobre pe Ivi-celulitis, Catarro cró-
nico del útero, Histerectomía vaginal, Tratamiento de las anexitis, Trata-
miento de los fibromas del útero, Embarazos complicados con fibromas, Fís-
tulas uro-genitales, etc., etc.
Aunque no pensábamos mencionar más que muertos, vamos a hacer
una excepción en favor del cirujano barcelonés, vivo todavía por fortuna,
D. Salvador Cardenal, por haber sido quien con sus conferencias del
Hospital de Santa Cruz, de 1 878- 188 5, y más tarde con la publicación de
su Cirugía antiséptica, fruto de sus viajes por el Extranjero, ha hecho
484 HISTORIA DE LA MEDICINA
más que nadie para difundir por España el método de Lister. El ejemplo
de Cardenal encontró bien pronto imitadores en Barcelona, de tal modo,
que Fargas, Rusca y otros han hecho de aquella ciudad un centro quirúr-
gico de primer orden, rival de Madrid.
Entrando en el estudio quirúrgico especial, y siguiendo como guía los
trabajos de Ribera y los estudios de Escribano, vamos a ver ahora qué es
lo más importante de lo hecho por los profesores españoles:
Cirugía de la cabeza. — En la técnica de las operaciones de la cara y
del cuello, podemos hombrearnos con los más insignes cirujanos de otros
países. Los Dieffenbach, Listón, Buchanan, Berger, Nelaton, Broca, Lar-
ger y Morestin, tienen dignos émulos en x^rgumosa, Hysern, Toca, Guar-
nerio, Laorden, Creus, Encinas, Rubio, Ribera y Avelino Gutiérrez.
Argumosa discurrió y puso en práctica un famoso procedimiento de
blefaroplastia por extirpación de un cancroide del párpado inferior y algo
de la nariz, cuyo éxito comunicó en Junta pública a sus compañeros de la
Facultad de Medicina de Madrid en 1832. Dieffenbach hizo esta opera-
ción en París, en la clínica de Lisfranc, en 1 834; es decir, dos años des-
pués que Argumosa. El mismo Argumosa, en 1836, inventa otro proce-
dimiento de blefaroplastia a colgajo malar.
Don Joaquín Hysern (1804-1883), de Bañólas (Gerona), disputó a Ar-
gumosa la prioridad del procedimiento, si bien leyendo a los dos se ve
que son diferentes. No obstante faltarle la razón a Hysern en tal contien-
da, hay que hacer constar que en 1 834 publicó este reputado profesor
de San Carlos un excelente opúsculo titulado Tratado de blefaroplastia
tém poro-facial. Por este folleto, cuya lectura recomendamos, y por haber
sido Hysern el primero que en España practicó la decolación del fémur,
por las vivisecciones y experimentos que solía hacer en su cátedra de Fi-
siología, con rapidez y habilidad sorprendentes, ya en los años 1836
a 1838, es decir, inmediatamente después de Magendie y por los elogios
que el gran cirujano francés Velpeau, su contemporáneo y amigo, le tribu-
taba en escritos y conferencias, merece Hysern el recuerdo que sincera-
mente le otorgamos, olvidando sus luchas desatendidas con Argumosa y
sus tiempos de homeópata (V. Escribano).
Queiloplastias. — Entce las queiloplastias modernas más reputadas de-
ben figurar las de Argumosa y Creus, siendo también apreciables, aun-
que inferiores, las de Laorden y Guarnerio. El procedimiento de Argu-
mosa es enteramente original y casi idéntico al que sesenta años más
tarde se lia llamado en IVancia método de Berger. Mucho más afortuna-
do, ¡x>r el número y calidad de los partidarios que ha tenido y tiene, es
el de I», (i \ CrbüS j Manso (1828-1897), arreglado del de Buchanan-
■ pero muy superior y preferible a éste. Creus, profesor primero de
LA CIRUGÍA Y LOS CIRUJANOS DEL SIGLO XIX 485
Granada y después de Madrid, autor de un Tratado elemental de Anato-
mía Médico- Quirúrgica y de otros sobre Resecciones subperiósticas y He-
ridas de arma de fuego, es inventor también de un estimable procedi-
miento para la resección del maxilar inferior.
Parótida. — Como dice Escribano, el capítulo de la extirpación total
de la parótida podríamos redactarle en cualquier tratado de operaciones
sin acudir a textos extranjeros. i\rgumosa, Toca, Hysern, Creus, Rubio,
Ribera y Avelino Gutiérrez le han estudiado a fondo, proponiendo y rea-
lizando diversos métodos para la extirpación de este órgano, algunos de
ellos en tiempos en que anatómicos y clínicos franceses e ingleses la con-
sideraban imposible.
Don Diego de Argumosa extirpó varias veces tumores benignos y
malignos de la parótida, conservando la glándula en los primeros y veri-
ficando su ablación total en los segundos, a partir de 1 832, sin ligadura
previa de la carótida externa.
Don Melchor Sánchez Toca (i 804- 1 880), de Vergara (Guipúzcoa),
metodizó — dice Escribano — con singular perfección la técnica de la exé-
resis parotídea, estableciendo siete tiempos, minuciosamente expuestos,
con un lenguaje preciso y anatómico que bastaría a la fama de este gran
operador y verdadero sabio, cirujano de los que mejor conocían el Ex-
tranjero por sus viajes de estudio; de los que más atención dedicaron a
la necesaria reforma de nuestras leyes de enseñanza y malos hábitos; de
los que con más puntualidad y energía cumplieron sus obligaciones de
cátedra; de los más hábiles disectores; de los más intrépidos prácticos;
de aptitudes universales; operador inimitable; genio quirúrgico; dios de la
Cirugía, como le llamaron en sendos elogios D.Juan Creus, D. Andrés del
Busto y D. Ángel Pulido. Pero también de los que menos escritos han de-
jado, pues nada valen para lo que pudo y debió publicar en su larga y ac-
tivísima existencia unos cuantos artículos y opúsculos. Entre ellos destaca
su Memoria sobre la ense fianza de las Ciencias Médicas, deducida de la ob-
servación de las escuelas extranjeras y dirigida a perfeccionar la nacional de
San Carlos, donde promete obras varias que no llegó a dar a la imprenta.
Por la muestra que nos da en ésta, publicada en 1 840, sobre cuestiones
preliminares y cuadros de estudios médicos, en las escuelas de Portugal,
Erancia, Inglaterra, Bélgica, Holanda, Alemania, Prusia y el Gran Ducado
de Badén, se comprende la utilidad que habrían experimentado los es-
tudios médicos en España de haber salido a luz los demás que promete
sobre los estudios anatómicos y fisiológicos, anfiteatros, museos y salas
de disección; las ciencias físicas y naturales consideradas como auxiliares
de la medicina; estudios de patología, Lerapéutica y obstetricia, e institu-
tos clínicos de la Facultad, exámenes, grados académicos, premios lite-
486
HISTORIA DE LA MEDICINA
rarios, licencias para ejercer, etc., y, finalmente, sobre el presupuesto y
los diversos artículos de ingreso y gasto. Tan concienzudo estudio debió
de hacer en este viaje, que, para llevar idea exacta del estado de la ense-
ñanza en España y no pasar los Pirineos sin conocer previamente su país,
Melchor Sánchej I 0< a, Marqués de Toca (1804-1880). (Debido a la amabilidad
de D. Joaquín Sánchez Toca).
empezó por visitar los establecimientos de Santiago, Lisboa, Cádiz, Sevi-
lla, Valencia y Barcelona. Kn Francia recorrió Montpellier, Nimes, Tolón,
Marsella, Lyón, Burdeos, Estrasburgo y París; en Inglaterra, Londres; en
Bélgica, Amberes, Bruselas y Gante; en Holanda, Utrecht y Amsterdam;
en Alemania, Bonn y I íeidelberg (V. Escribano).
í)on Federico Rubio recomienda atacar la región parotidea a fondo,
empezando por la parte postero-inferior, para volcar glándula y tumor ha-
cia arriba y adelante, descubriendo por retaguardia vasos y nervios, con
lo cual la operación resulta hemostática y siempre Be está dominando el
• ampo operatorio. Ribera describe un procedimiento adaptable a los más
diversos neoplasmas, Bent illo en sus manos, superior a los de Faure y
LA CIRUGÍA Y LOS CIRUJANOS DEL SIGLO XIX 4S7
Morestín, defendiendo, como Creus, la posibilidad de extirpar la paróti-
da, en determinadas ocasiones, sin ligar la carótida externa. Avelino Gu-
tiérrez, por último, viene extirpando este órgano por un procedimiento
extracapsular y hemostático, que diseca primero de abajo arriba y de
atrás adelante, y después en sentido inverso, los órganos periparotideos.
Ha sido descrito por su autor en la Revista Ibero- Americana de Ciencias
Médicas.
Tórax. — Ribera publicó en mayo de 1879 — dice Escribano — la his-
toria clínica de un empiema con fístula pleural rebelde y antigua, operado
por él en octubre de 1878, mediante la resección de las costillas octava y
novena, con éxito completo, quedando el enfermo curado y con el hun-
dimiento característico de la pared torácica. Como se ve, esta es la idea
fundamental de la mal llamada operación de Estlander, cuya primera pu-
blicación data de 1879, un año después de la operación de Ribera. Ver-
dad es que nueve años antes, o sea en 1869, ya trataba Simón sistemáti-
camente, en Alemania, los derrames pleuríticos fistulizados y crónicos
por la resección de varias costillas para cerrar el espacio muerto. Pero
como los trabajos de Simón no salieron entonces de su país, puede muy
bien darse el caso de que en España Ribera, en Inglaterra Estlander y
en Francia Gayet hayan tenido razones para discutir la prioridad de esta
operación que a ninguno de los tres pertenece. Para la mediastinotomía
posterior inventó Ribera, en 1899, un proceder, que empleó en el vivo
tras de repetidos ensayos en el cadáver, de gran transcendencia, puesto
que suministra una vía aprovechable para las modernísimas operaciones
en los órganos de esta región, y preferible a la propuesta por Quenn-
Hartmann. Hermana gemela de esta toracoplastia de Ribera es la que
propuso A. Schwartz más recientemente. Y, sin embargo, el procedi-
miento del cirujano español permanece en el olvido, y el del joven ciru-
jano francés se cita y describe en los libros que tratan de la materia.
Abdomen. — La gastrectomía total, con extirpación del cardias, cuen-
ta con un procedimiento español, ideado por Ribera, ante las varias dificul-
tades con que tropezaba para poner al alcance de la mano el cardias y la
extremidad inferior del esófago. Es injusto atribuir a Baudet-Navarro este
procedimiento de Ribera, ligeramente modificado, varios años después
de haberlo ejecutado en el cadáver y de tenerlo impreso y dado a cono-
cer el profesor español en el Congreso internacional de Medicina celebra-
do en Madrid en 1903. También contamos con el método de Rusca,
malogrado cirujano de Barcelona, para la gastro-entero-anastomía.
La operación del ano artificial cuenta en España con el procedimiento
de D. Alejandro San Martín, denominado colostomía valvular subilíaca.
Para el tratamiento de las estenosis rectales no neoplásicas, ni fácilmente
488 HISTORIA DE LA MEDICINA
operables por otro medio más radical, ideó Ribera la rectotomía posterior
en abanico, previa la resección del coxis.
Ya anteriormente hemos aludido a Ja laparotomía paraperitoneal
ideada por Ribera para la nefrectomía en un caso de quiste hidatídico de
gran tamaño. No es nuevo el procedimiento, aconsejado ya por Mac Ard-
ley Verhoogen, así como por Thornton, Trélat, Pean, Kónig y Banden-
heuer; pero es deber nuestro poner al sabio catedrático de Madrid entre
los modernos restauradores, delante de Chevassu y Luis Bazy, que pos-
teriormente a Ribera, y sin mencionarle para nada, vienen haciendo pro-
paganda en el mismo sentido, logrando que muchos acepten sus ideas, y
una como resurrección del olvidado camino.
La talla perineal ha sido ilustrada y enriquecida por varios cirujanos
del siglo xix. En Madrid, Toca la practicaba con gran maestría; en Cádiz,
Ceballos y Benjumeda; en Granada, Creus. La talla hipogástrica transver-
sal fué practicada por el doctor González Olivares a mediados del siglo,
pudiendo verse el procedimiento ideado por este cirujano en el Iratado
de Anatomía médico-quirúrgica y topográfica de Petrequin, traducido por
Maestre de San Juan y Ramírez Mauri. La talla hipogástrica longitudinal
ha sido simplificada por Ribera.
En la cirugía del pene, la circuncisión ha sido simplificada y perfec-
cionada por Argumosa y Creus; la amputación del pene, por Argumosa y
Rubio. La urctrostomía perineal en el tratamiento de las .fístulas urinarias
múltiples, por periuretritis supuradas es una operación debida a Argumosa
y no a Poncet, como lo atestigua el Resumen de Cirugía, con detenidas
consideraciones y un caso clínico interesante.
En Ginecología, D. Melchor Sánchez Toca llevó a cabo en 1845 la
histerectomía abdominal, y D. Tomás de Corral y Oña (1807-1882) practi-
có, según afirma el doctor Casado Torreblanca en su discurso de ingreso
en la Real Academia de Medicina de Granada, la cesárea vaginal en 1845.
El doctor Corral nació en Leiva (Logroño) el 18 de octubre de 1807.
I I izo sus estudios de Medicina en San Carlos. Ganó, por oposición, una
plaza de ayudante de profesor y por el mismo procedimiento una cátedra
en 1836. Cuidó con entusiasmo y constancia de la biblioteca de la Facul-
tad, que se enriqueció gracias a sus desvelos. Durante los diez y ocho
años que desempeñó la cátedra de Obstetricia tuvo numeroso auditorio,
que admiraba su palabra brillante, fácil y en ocasiones epigramática.
Abandonó el magisterio para brillaren olios destinos, como en el de mé-
dico de cámara de Isabel II, y atender a BU numerosa clientela. Fué tam-
bién médico de Alfonso XII. Murió en Madrid el I j de diciembre
de É882.
Por falta de espacio, no podemos seguir al doctor Escribano en sues-
LA CIRUGÍA Y LOS CIRUJANOS DEL SIGLO XIX 489
tudio especial de los descubrimientos quirúrgicos españoles. Diremos tan
sólo que en la desarticulación coxo-femoral hay que citar a Hysern, Toca,
Encinas, Rubio y, sobre todo, Ribera; que la desarticulación inter-ileo-
abdominal tiene en el doctor Margarit, de Barcelona, un precursor, y que
Ribera ha ilustrado su historia, indicaciones y procedimientos en la con-
ferencia que, por invitación del presidente, doctor Segond, dio ante el
Congreso francés de Cirugía de 191 1. En la amputación del muslo conta-
Tomás de Corral y Oña, Marqués de San Gregorio (1807-1882). (Debido a la amabilidad de D. León Corral).
mos con el procedimiento de Argumosa y el osteoplástico de San Mar-
tín. En desarticulación de rodilla, procedimientos de Argumosa, Creus,
etcétera. En amputación de la pierna, métodos de Argumosa, Romagosa,
Ferrer y Viñerta, Creus, San Martín y Ribera,
«Sólo un pequeño detalle de la región inguino-crural, su ligamento
— dice Escribano — es lo que en el tecnicismo anatómico y quirúrgico in-
ternacionales se viene llamando de Gimbernat, único nombre español que,
con el moderno de Cajal, suena sin regateos entre los innumerables que,
no siempre con entera justificación, han inmortalizado la nomenclatura
anatómica. Quitáramos aquel catalán y este aragonés, y España no sería
mencionada en la abrumadora y farragosa lista de innumerables descubri-
dores del vasto campo de nuestra organización, a veces de nimios deta-
lles. Un Servet, con sus clarividentes concepciones de la circulación pul-
monar; un Valverde, con su descripción original y exacta del tabique in-
49© HISTORIA DE LA MEDICINA
terventricular, marcando una época en la historia anatómica del corazón;
un Gimeno y un Collado, con sus primeras perfectas reseñas del hueso
estribo; un Viñals, con sus preparaciones del oído interno, demostrativas
de hechos antes de él ignorados (i); un Fourquet, con su musculito estilo-
auricular, su cuadrícula topográfica, sus investigaciones y clasificaciones,
fueron o desconocidos u olvidados al poner el nombre a los órganos que
descubrieron, no por casualidad, sino tras profundas, prolijas y genero-
sas indagaciones. De la misma manera que un Francisco Díaz, un Daza,
un Alcázar, un Montemayor, un Argumosa, un Toca, un Corral, un Creus,
un Rubio, un Encinas, un Rusca y un Ribera pudieron ser omitidos en el
orden quirúrgico. A unos y otros les faltó el marchamo de las aduanas
extranjeras, el conocimiento y la confraternidad de los sabios que han vi-
vido más allá de los Pirineos.
«No les falte nuestra justicia. Verdad que nuestros presentes son mo-
destos; pero como también son reales y efectivos, tenemos derecho a que-
jarnos de la postergación sufrida y a ser atendidos en estas reclamaciones
por el concurso internacional de sabios. Empecemos por no olvidar nos-
otros mismos, por darles pábulo en la cátedra y en el libro, cuidando este
pequeño panteón de nuestras legítimas glorias científicas como se culti-
van las flores de un jardín amado, como se guardan en el santuario del
corazón los recuerdos paternos, la memoria de la casa que nos vio nacer,
del pueblo, del querido terruño, y no para tenerlas escondidas, sino para
sacarlas a luz frecuentemente, con igual delectación que estas dulces re-
membranzas, cuando los años van madurando y encaneciendo las cabezas.»
(i) Marcos Viñals nació en Burgos en 1812 y falleció en Madrid en 1895. Se
licenció en Medicina en 1843 y se doctoró en 1846. Ya de estudiante fué premiado
por sus preparaciones del oído interno, multiplicando desde aquella época los tra-
bajos de osteología del temporal con paciencia benedictina, hasta que consiguió
completar sus colecciones y completar también el estudio más detallado que se co-
noce de la anatomía del peñasco (1841) y demostrar el trayecto y dirección de la
cuerda del tambor, Lo <|ue no había hecho Cruveilhier (1837-1885) en su Anatomía
Descriptiva. Viñals leyó <-n la Real Academia de Ciencias Naturales una Memoria
titulada Nueva descripción de la porción petrosa del temporal, demostrando 7>arios
descubrimientos hechos en el órgano interior del oído, que se publicó dos años más
tarde, en 1843. En este mismo año fué nombrado Ayudante del Colegio de Medi-
cina y Cirugía, con destino al Gabinete Anatómico, y en su cometido desempeñó
tal habilidad como disector prolijo en las inyecciones de venas, arterias y linfáticos,
v sobre todo en sus preparaciones óseas, que todavía resulta asombrosa. En 1845
fué conservador preparador de los Museos Anatómicos; en 1846, profesor de Ana-
tomía fisiológica de la Escuela Normal de Maestros; en 1847 fué comisionado por
el Gobierno '•-pañol para estudiar los Museos y las Escuelas de Medicina de París,
dando en esta ciudad unas conferencias en latín, en la Eacultad de Medicina, acer-
1 a de SUS descubrimientos en el oído interno, regalando a dicha Facultad una mag-
nffica eole< ( ion de preparaciones del hueso temporal. Fué médico director del hos-
pital de Montserrat, distinguiéndose durante la epidemia del cólera de 1854, y mé-
dico decano del Hospital de la Princesa, distinguiéndose, por último, como médico
de una numerosa y escogida clientela.
LA CIRUGÍA Y LOS CIRUJANOS DEL SIGLO XIX 491
Termina el doctor Escribano su discurso dedicando al doctor Hernan-
do los párrafos siguientes:
«De D. Benito Hernando y Espinosa, antiguo catedrático de Terapéu-
tica de esta Facultad de Medicina de Granada (i 87 2- 1 887) y después de
Madrid (1887-1909), donde tuve la honra de ser alumno suyo, deseo de-
cir algo más, aunque nunca será tanto como merece su memoria, por mí
venerada, y su cariño a esta Universidad, donde pasó los quince años más
felices de su vida, rodeado de gran prestigio y estimación.
»Su carácter era tan particular, que impresionaba de manera indele-
ble, destacando en la memoria de sus discípulos sobre todos los recuer-
dos de su vida estudiantil, los de la cátedra y laboratorio de Terapéutica.
»Duro y áspero en las apariencias, infantil y todo corazón en el trato
íntimo. Vivo, con una viveza eléctrica en sus conversaciones familiares y
docentes, era pausado, pacienzudo y nimiamente escrupuloso en el lengua-
je escrito. Profunda y sinceramente religioso, fué tomado por algunos, y
podría pasar frecuentemente, por ligero y volteriano. Observador estu-
dioso y aplicadísimo, creyérase que desperdiciaba el tiempo en sus largas
conversaciones. Sabio de los verdaderos, de los que más honraron el pro-
fesorado español y la Patria en el último tercio del siglo xix, procuraba
ocultarlo con la modestia más sincera, empeñándose en no parecerlo. Sa-
bía mucho de todo: latín, matemáticas, física, química, arte, literatura, mú-
sica, historia, y lo sabía con tal lujo de fechas, detalles y citas, que oyén-
dole pudiera creerse que sólo había ocupado la existencia en exaltar su re-
tentiva con estudios memoristas, y, sin embargo, procedía de la carrera
de Ciencias, donde se hizo licenciado y doctor antes que médico, y ha-
bía hecho un estudio de los más detenidos y científicos que conozco y
pueda nadie hacer sobre la lepra en Granada, con trabajos que motivaron
un viaje especial de Neisser, pensionado por el Gobierno alemán, y una
visita de Virchow a esta ciudad.
»Y para terminar la lista de los aparentes contrasentidos de su vida,
diremos que, habiendo condensado estos pacientes y generosos estudios
en un libro modelo de verdad y de rigor científico, donde, no cada pala-
bra, sino cada punto y coma eran meditados y discutidos, no tuvo la for-
tuna de verle premiado en el concurso anual, de la Real Academia de Me-
dicina de Madrid. Desagraviado quedaría Don Benito de tal postergación
con los elogios de los anatomo-patólogos que entonces actuaban de se
midioses en Europa, como Cornil y Virchow; pero la publicación del li-
bro, que por su índole especial tuvo muy pocos lectores, resultó onerosa
para su pobre peculio, con la cual ya no pudo continuar la impresión de
los demás trabajos, quedando manuscritas las interesantes estadísticas,
hechas en colaboración de alumnos cariñosos y abnegados, que seguían
492 HISTORIA DE LA MEDICINA
sus enseñanzas de enfermedades de la piel y sus visitas diarias al Hospi-
tal de San Lázaro con interés y asiduidad particulares.
»Si nuestras Academias y Gobiernos dejaron de proteger a Hernando,
privando al sabio de recompensa y estímulo y a la Patria de los frutos
que la prosecución de sus ingratos y heroicos estudios sobre la lepra ha-
brían seguido produciendo, no peque la Universidad de Granada con su
memoria olvidándole en la hora de la muerte porque ya no pertenecía a
su Claustro, ni cometa la ciudad un delito de lesa ingratitud con el difun-
to. Granada le debe un recuerdo, no sólo por el celo en asistir gratuita-
mente durante muchos años a los pobres leprosos, sino también por su
hermoso rasgo en la epidemia colérica de 1 88 5- Entonces D. Benito, sin
ejercer la profesión en clientela acomodada, y, por tanto, desconociendo
el legítimo lucro que la carrera puede y debe proporcionar, fué de los que
más prodigaron su santo ministerio con los pobres coléricos, visitando in-
cansable a todas horas, a pie y en carruaje, los barrios menos atendidos
de la ciudad, en aquellos días luctuosos de horrible consternación (i)».
Además de los cirujanos del siglo xix ya mencionados podemos ci-
tar aún los siguientes: D. Eulogio Cervera (1855), médico militar (1865)'
profesor ayudante de las clínicas de San Carlos (1880) y director del Insti-
tuto de Cirugía Encinas, y de la Casa de Salud de Nuestra Señora del Rosa-
rio. Académico de la Real de Medicina, habiendo leído al tomar posesión
del cargo un discurso sobre la Evolución de la Cirugía pleuro-puhnonar en
el siglo XIX. Además ha publicado una monografía sobre Histerectomía
abdominal y otras sobre Neurología quirúrgica, Patogenia de las enferme-
(1) Otro notable catedrático de Terapéutica de la Facultad de Medicina de Ma-
drid fué D. Vicente Asuero Cortázar, nacido en la villa de Nájera (Logroño) el 27
de octubre de 1807, y que logró alcanzar las más altas cimas de la reputación pro-
fesional. Se le consideró como el primer médico español de su tiempo.
Terminada la carrera de Medicina en 1833, se trasladó a París, donde permane-
ció estudiando hasta 1837, fecha de su regreso a España.
Ocupó la plaza de socio de número de la Real Academia de Medicina y Ciru-
gía de Madrid, que obtuvo por oposición en 1839, y la cátedra en propiedad de la
Universidad, concedida en 1843 por Real orden en virtud de méritos, servicios y
nocida competencia y por recomendación del Dr. Mata. Asuero no se doctoró
basta 1846. Nombrado para regentar la cátedra de Moral, Historia y Bibliografía
Médicas, permutó ésta por la de Anatomía, explicando sucesivamente las de Bi-
bliografía v Literatura Médicas y Métodos de Enseñanza, más tarde la Terapéutica,
la de Fisiología, y, por último, la de Ampliación a la Terapéutica, Farmacología e
Hidrología Médicas, creada en el plan de estudios que entonces regía. Don Vicen-
te Asuero, gran conocedor de la historia médica española, reunió una buena colec-
ción de joyas bibliográficas, que, en paite, pasó a poder del Dr. Velasco, y de éste
al Dr. < lomenge.
Incron especialmente lamosas sus lecciones (le 'terapéutica substitutiva. Fué
médico de Cámara. En 1869 le fué concedida, a su instancia, la jubilación como ca-
tedrático, lia escrito pOCO, debiendo mencionarse los trabajos siguientes: Discurso
ti cólera, 1/ moria sobre la frenología, Memoria sobre el cáncer, Memoria sobre
los instini. , etc. Falleció el 24 de Febrero de 1873.
LA CIRUGÍA Y LOS CIRUJANOS DEL SIGLO XIX 493
dades carbuncosas, Notas de cirugía clínica, La apendicitis, Enfermedades
del páncreas y sus asociaciones gastro-duodeno-hepáticas, El cáncer (traba-
jo experimental). Don Luis Guedea y Calvo (i860), de Zaragoza, alumno
interno; ayudante de clases prácticas de San Carlos (1889); médico, por
oposición, de la Beneficencia municipal (1883); catedrático, por oposición,
de Patología quirúrgica de Cádiz (1890), de donde se trasladó a Barcelo-
na (1893), Zaragoza (1895) y Madrid (1896).
En el campo de la Obstetricia se han distinguido los doctores Corteja-
rena (1835), que por su pericia técnica y bondad de carácter disfrutó gran
fama y numerosa clientela. Fué profesor auxiliar en 1 87 2, y catedrático
supernumerario de San Carlos (1878-1888); consejero de Instrucción pú-
blica, senador del Reino, director general de Sanidad (1909), presidente
efectivo y presidente honorario de la Sociedad Ginecológica Española;
Alonso Rubio, muerto a los ochenta artos, en 1 894, profesor notable por
la diáfana claridad de su enseñanza y hombre de acrisolada honradez, que
supo dar muestras de entereza e independencia de carácter renunciando,
por motivos de delicadeza, el puesto de médico de la Real Casa; el Mar-
qués del Busto, muerto en 1900, discípulo de Argumosa y del marqués
de Toca, en Cirugía; de Asuero, en Medicina; fué médico forense, direc-
tor de La España Médica y fundador de La Iberia Médica; profesor clí-
nico, por oposición, de la Facultad de Medicina de Madrid y catedrático
numerario, por concurso, de Obstetricia y Enfermedades de mujeres,
asignatura que desempeñó durante largos años. En la Real Academia ocu-
pó la vacante del Dr. Fourquet, leyendo un discurso acerca del Código de
la Naturaleza y Estudios acerca de las leyes de la materia y de la vida; en
el curso de 1 892 leyó un discurso inaugural sobre Problemas morales,
sociales y políticos, que resuelve el estudio médico de la mujer. Es autor,
además, de otros muchos escritos, entre los que merecen ser citados:
Proyecto de reforma de la Clínica de Ginecología, De la transplantación
celular ', Del destino de la doctrina celular en las doctrinas médicas reinan-
tes, Cuadros sinópticos de patología; D. Antonio Fernández Chacón, nacido
en Granada en 1848, alumno interno, por oposición; ayudante interino de
clases prácticas; profesor clínico, por oposición, y profesor auxiliar de la
Facultad de Medicina de Granada; catedrático, por oposición, de Obste-
tricia y Enfermedades de mujeres y niños de la Universidad de Santiago
(1883), de la que pasó, por concurso, a Valladolid, y por brillante y re-
ñida oposición, a Madrid (1888); ha traducido el Tratado de Obstetricia
de Ribemont y Lepage.
Más notable que todos los anteriores es D. Miguel Ángel Fargas y
Roca, que comparte con el Dr. Gutiérrez la gloria de haber sido el inicia-
dor en España de los estudios ginecológicos. Nació en Castelltersol el
494 HISTORIA DE LA MEDICINA
8 de diciembre de 1858. Estudió medicina en Barcelona. En 1 883 fué nom-
brado, por oposición, director de los Museos Anatómicos de la Facultad
de Barcelona, publicando un opúsculo sobre Anatomía de los centros ner-
viosos; en 1882 practicó, con éxito, la primer laparotomía por quiste del
ovario (veintidós años después de haberla efectuado D. Federico Rubio);
en 1895 llevó a cabo la primer gastro-enterostomía realizada en España.
En 1884 fundó su famosa clínica. Ha sido presidente de la Academia i La-
boratori de ciencias mediques de Catalunya y de la Real Academia de Me-
dicina y Cirugía, etc. Tenía publicadas las obras siguientes: Anatomía- de
los centros nerviosos (1882), Consecuencias inmediatas de laparotomía
(1885), Primera serie de diez laparotomías (1886), El mejor procedimiento
de Histerectomía abdominal total (1889), Anuarios de la clínica privada del
Dr. 7^7^-^(1893-1895-1898), Ginecología artística y Ginecología científi-
ca (1907), La lucha contra el canee f del útero (191 1), Trascendencia social
de la gonococia (1908), ( i rugí a conservadora en las lesiones anexiales, Em-
barazo ectópico o extrauterino, Tratado de Ginecología (dos ediciones, 1903
y 1906), etc. Falleció el 22 de febrero de 1916.
Desde los tiempos de Hysern, cuya biografía ha sido anteriormente
expuesta, hasta una época relativamente moderna, puede decirse que los
estudios de Fisiología han experimentado en España, y muy especialmen-
te en la Universidad Central, un pasajero eclipse. Por fortuna, la labor de
Turró, Pi y Suñer y Bellido, en Barcelona; de Várela de la Iglesia, en
Santiago; de Gil y Morte, en Valencia; de Rodrigo Lavín, en Cádiz; de
Torremocha, en Valladolid, y de Negrín y Gómez Ocaña, en Madrid, han
hecho renacer el interés por este género de estudios, y hoy podemos afir-
mar, sin correr el riesgo de equivocarnos, que son estos estudios los que
con más afán e interés se prosiguen en nuestro país. Como no queremos más
que ocuparnos de los muertos, vamos a hablar de D.José Gómez Ocaña
(i860), de Málaga, que fué alumno aventajado de la famosa escuela grana-
dina, ayudante de clínicas de la Facultad de Medicina de Madrid (1885),
catedrático de Fisiología, por oposición, de la Universidad de Cádiz
(1886), y más tarde, por concurso, de la Universidad Central (1894); aca~
démico de la Real de Medicina, leyendo en el acto de la recepción (1900)
un discurso acerca de La Vida en España; ingresó, en 1 904, en la Real
Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, leyendo un trabajo so-
bre El gobierno nervioso del corazón. Además de estos trabajos ha escrito
otros muchos, entre los que citaremos: Fisiología de la circulación (1894),
ficología del cerebro (1894;, ( entros ópticos del cerebro (1894- 1895), In-
fluencia de los nervios neumogástricos sobre el ritmo y la potencia de las
1 ontracciones cardíacas, investigaciones d£l tiroides v de /a medicación tiroi-
dea ( I 805), Fisiología humano teórica y experimental (ediciones sucesivas
LA CIRUGÍA Y LOS CIRUJANOS DEL SIGLO XIX 495
en 1896, 1900, 1905 y 1909-1910), etc. Senador del Reino por la Univer-
sidad en 1914, fué nombrado más tarde, en 1917, senador vitalicio.
Respecto de la Medicina interna no pueden, por desgracia, señalarse
nombres comparables a los que hemos indicado en el campo de la Ciru-
gía. Se citan, entre los principales: D. Bonifacio Gutiérrez (1777-1854),
de Madrid, catedrático desde 18 19 de la Facultad de Medicina de la Uni-
versidad Central, director de San Carlos en 1830, decano en 1849, médi-
co de Cámara en 1 841, académico de Medicina, etc. Fué notable por su
habilidad diagnóstica. Ha dejado inéditas algunas monografías acerca del
tifus, del cólera y las fiebres, y una obra bastante voluminosa, Tratado
de afectos internos. D. Ezequiel Martín de Pedro, heredero de la fama del
Dr. Gutiérrez, pero más científico, médico de número del Hospital gene-
ral de Madrid, y, anteriormente, catedrático por oposición de Patología y
Clínica Médicas de la Universidad de Santiago, antiguo primer ayudante
de Sanidad Militar, académico de la Real de Medicina, etc., y autor de un
Manual de Patología y Clínica Médicas, publicado a expensas de la Dipu-
tación provincial de Madrid, en 1 876, y en el que, entre otras cosas inte-
resantes, se lee una acabada descripción de la contractura ido-muscular
de los enfermos de fiebre tifoidea, y una completa bibliografía nacional y
extranjera, debida a la pluma del Dr. D. Simón Hergueta, eminente clíni-
co, todavía vivo por fortuna. Por las clínicas del Hospital Provincial de
los doctores Martín de Pedro, Muñoz y Esquerdo han pasado, recibien-
do enseñanzas, casi todos los que posteriormente se han distinguido en
Madrid en el cultivo de la Medicina, y entre ellos Cortezo, Pulido, Espi-
na, Isla, Hergueta, Jaime Vera, Tolosa Latour, Ustáriz, San Martín, Huer-
tas, etc. Deben recordarse también los nombres de D. Tomás Santero,
gran clínico de aquellos tiempos, posteriormente profesor de Historia de
la Medicina, y Sánchez Merino, que escribió una obra, famosa entonces,
sobre Fiebres esenciales. Otro médico notable, también profesor de la Fa-
cultad de Medicina y médico de la Real Cámara, es D. Esteban Sánchez
Ocaña. El 21 de noviembre de 1909 fallecía en Madrid otro ilustre clíni-
co, D. Juan Manuel Mariani. Había nacido en Madrid el 8 de diciembre
de 1853. Médico de Sanidad Militar (1874) y médico del Hospital de la
Princesa (1877). Estableció en el mismo año de 1877, en unión de los doc-
tores Slocker y Morales Arjona, un repaso de las asignaturas de Medici-
na en casa del sabio profesor de San Carlos Dr. Martínez Molina. En
1886 fué nombrado por la Dirección general de Instrucción pública pro-
fesor libre de Clínica Médica, dando la enseñanza por espacio de varios
años. Fué socio fundador de varias Corporaciones científicas, presidente
de la Academia Médico-Quirúrgica, decano del Hospital de la Princesa,
visitador jefe facultativo de la Beneficencia general, consejero de Sanidad
496 HISTORIA DE LA MEDICINA
del reino e individuo de número de la Real Academia de Medicina desde
1892, habiendo leído un discurso acerca de La indicación terapéutica en
el estado actual de los conocimientos médicos. Como redactor, por espacio
de varios años, de la Revista de Medicina y Cirugía Prácticas, ha escrito
numerosos artículos sobre gripe, neumonías, cardiopatías, etc. Tiene pu-
blicados, además, algunos folletos: La dispnea y su tratamiento por el que-
bracho aspidosperma, Histerismo y enfermedades de la aorta, Tratamiento
de la cloroanemia por los enemas de sangre, Tratamiento de la tuberculosis
por las inyecciones de fosfato de creosota y de tuberculina Marechal, La
lucha contra la tuberculosis, etc. Tradujo el Diagnóstico clínico y la Clíni-
ca de enfermedades de los niños, de Bouchut, y la obra de Duret, Sobre
localizaciones cerebrales.
El Dr. Alonso Sañudo (1856-1912), de Madrid, fué médico de la Be-
neficencia municipal (1880) y catedrático de Patología y Clínica Médicas
de Zaragoza (1886), pasando, por concurso, a desempeñar la cátedra aná-
loga de Madrid en 1894. Ha sido inspector general de Sanidad exterior,
académico de Medicina en 1 899, leyendo un discurso sobre el Carácter
íi/osófico de los estudios clínicos actuales. Es autor de unas Lecciones de
Patología médica (1891) y de otras Lecciones de Clínicas Médicas (1893)
y de varios trabajos acerca de La intoxicación de las neuropatías, El sín-
drome bulbar en las enfermedades del cerebro, etc.
Don Maximino Teijeiro ha sido uno de los profesores más distingui-
dos y uno de los clínicos más eminentes de España. Nació en Monforte
en 1827; falleció en Santiago en 1900. En 1854 fué nombrado director
anatómico interino de la Universidad compostelana, cargo que desempe-
ñó hasta obtener, en i860, el de ayudante de Anatomía. Desde 1862 fué
catedrático de Anatomía general y descriptiva hasta el mes de julio del
mismo año, en que se le concedió el traslado a la cátedra de Patología
general. Fué trasladado, por causas políticas, a Valladolid, donde siguió
trabajando con entusiasmo, hasta que, triunfante la revolución de 1 868,
volvió nuevamente a Santiago, después de cuatro años de ausencia. Por
acuerdo de la Facultad, desempeñó durante todo el curso de 1871-1872,
y sin sueldo ni gratificación alguna, la cátedra de Clínica quirúrgica a la
vez que la de Clínica médica. Prestó gratuitamente sus servicios médicos
a los enfermos y heridos de la guerra civil. Era uno de los profesores
fundadores de la Institución Libre de Enseñanza. Fué, en 1 886, comisio-
nado para estudiar en París el sistema curativo de la rabia. Fué repetidas
veces senador por la Universidad de Santiago. Entre sus trabajos cientíli-
recordamos que publicó la traducción de la Medicina operatoria^ de
Malgaigne, anotándola y aumentándola con numerosos datos de su gran
m v la traducción de la Anatomía quirúrgica, de Petrequin, la
LA CIRUGÍA Y LOS CIRUJANOS DEL SIGLO XIX 497
cual aumentó con toda la parte de Anatomía quirúrgica general que aque-
lla obra no comprendía. Tomó parte en la traducción de la Guía del mé-
dico práctico, de Valleix; publicó una Monografía sobre la fiebre tifoidea y
unas Breves reflexiones sobre la sífilis, y, en cumplimiento de lo que se
disponía en la Real orden de 14 de mayo de 1 886, redactó y remitió al
Ministerio de Fomento una inédita Memoria sobre el sistema curativo del
Dr. Pasteur de la rabia.
Velázquez de Castro (1 840), de Granada, es notable, no sólo como clí-
nico, sino como periodista médico. Catedrático, por oposición, de Patolo-
gía y Clínica médicas de Santiago (1 877), obtuvo al poco tiempo, por
concurso, la de Higiene de Granada, y desde ésta, por traslado, la de Pa-
tología médica de la misma Universidad. Al ingresar en la Real Acade-
mia de Medicina de Granada, en 1893, leyó un interesante estudio sobre
La responsabilidad en las histéricas, que fué motivo de largas discusiones.
Otro discurso notable, pronunciado en el Ateneo de Granada, versaba so-
bre la Influencia de la filosofía en los sistemas médicos. ,En la apertura de
los estudios de la Universidad de Granada (curso de 1901-1902) leyó un
trabajo lleno de doctrina acerca de la Energía cerebral creadora y condi-
ciones de su desarrollo. En 1879 fundó un periódico profesional con el
nombre de La Prensa Médica de Granada, que se transformó, en 1 882,
en Gaceta Médica del Sur de España. En sus columnas ha escrito nume-
rosos e interesantes estudios clínicos. Además, ha publicado un trabajo
sobre La pseudomeningitis o meningismo.
En ^.periodismo médico español se han distinguido, además, y en pri-
mer término, Méndez Alvaro, fundador de El Siglo Médico, y Rodríguez
Méndez.
Rodríguez Méndez nació en Granada en 1 845. Fué en aquella Facul-
tad alumno interno, por oposición; ayudante de clases prácticas; auxiliar
de las cátedras de Higiene, Terapéutica y Fisiología, y encargado de la
sección de Dermatología y Sifiliografía en la consulta pública del claustro.
En 1874 obtuvo, por oposición, la cátedra de Higiene privada y pública
de Barcelona. Fué académico de la Real de Medicina y Cirugía de Barce-
lona; inspector general de Sanidad de la provincia; fundador de la Gaceta
Médica Catalana, en la que ha escrito gran número de artículos originales,
y colaborador de otros muchos periódicos profesionales, en los que ha
trabajado constantemente, con tanto interés como claridad e inteligencia.
Fué rector de la Universidad de Barcelona (1901), promovedor de la Ex-
tensión universitaria y de la Asamblea universitaria (1905), diputado a
Cortes (1914), organizador del primer Congreso español de la tuberculo-
sis (1910). Jubilado en 1918, falleció al año siguiente (1919).
También pertenece al periodismo médico, aun cuando se ha distin-
HlSTOklA US uá Mbdioika. — l'UMO II 32
498 HISTORIA DE LA MEDICINA
guido más por sus estudios filosóficos, D. Matías Nieto y Serrano, primer
marqués de Guadalerzas (1813-1903). Natural de Falencia. Ingresó muy jo-
ven en el Cuerpo de Sanidad Militar. Contribuyó como pocos a la difusión
de la cultura nacional con numerosas publicaciones originales y traducidas,
y redactó dos de los más acreditados periódicos profesionales. Manifesta-
ciones de su saber filosófico fueron las Memorias leídas en la Real Acade-
mia en su oposición a plaza de académico numerario (1839), y en la se-
sión inaugural de 1853, sus celebradas obras Reforma médica (1864), Bos-
quejo de la ciencia viviente (1867), Filosofía de la Naturaleza (1884), Filo-
sofía del pensamiento, La libertad moral (1869), La Naturaleza, el espíritu
y el hombre (1877), Defensa de Hipócrates y del vitalismo (1859), Historia
crítica de los sistemas filosóficos (1897), Filosofía y Fisiología (1899- 1900),
Diccionario filosófico (1901). En 1 840, y con el concurso de su antiguo
amigo D. Francisco Méndez Alvaro, fundó una Biblioteca escogida de Me-
dicina y Cirugía, destinada a propagar en España el conocimiento de las
más selectas producciones médicas del Extranjero, y de la que fué hijo el
Museo de Medicina y nieta la Biblioteca del Siglo Médico. En 184 1 inaugu-
ró un Boletín mensual de Novedades Médicas, que tomó al año siguiente
el nombre de Gaceta Médica, y en el que colaboraron Fourquet, Alonso
Rubio, Santero, Salazar, Asuero y otros. Algunos años más tarde, en
1854, se fundieron la Gaceta Médica, de Nieto y Serrano, y el Boletín de
Medicina y Cirugía, de Méndez Alvaro, dando origen a El Siglo Médico.
Méndez Alvaro murió el 19 de diciembre de 1 883, a los setenta y
siete años; fué notable como higienista y como publicista; fundador, como
acabamos de decir, de El Siglo Médico, y autor de una famosa obra de
Higiene pública y municipal publicada en Madrid en 1853; de otras, me-
nos importantes, sobre Enfermedades venéreas y partos, y de varias tra-
ducciones, siendo las más conocidas la de la Patología general, de Cho-
mel, y la de la Clínica médica, de Andral. Al morir era presidente de la
Real Academia de Medicina.
El fundador de la Paidopatía, como especialidad, ha sido D. Mariano
Benavente, que nació en Murcia en 1818, adquiriendo el título de ciru-
jano en 1845, y posteriormente el de médico, ejerciendo como titularen
Villarejo de Salvanés (Madrid) hasta 1 85 5. En 1856 tomó posesión de la
plaza de médico de la Inclusa; se doctoró en 1 857- Fué director del Hos-
pital del Niño Jesús y perteneció a la Real Academia de Medicina. Falle-
ció en 1885.
( Hros paidópatas ilustres del pasado siglo han sido Fernández ( ró4
mez, Ulecia, Tolosa Latour y Llórente.
Don Alberto Fernández Gómez (i 8 $7- 19 1 7). Doctoren 1882, ingresó
al poco tiempo, por oposición, en el Cuerpo médico-farmacéutico de la'
LA CIRUGÍA V LOS CIRUJANOS DEL SIGLO XIX 499
Beneficencia general, desempeñando este cargo, desde 1 884 hasta su
muerte, en el Hospital de la Princesa, donde tuvo consulta diaria de en-
fermedades de la infancia. Ha dado conferencias en la Academia Médico-
Quirúrgica y en el Hospital de la Princesa (1889- 1 890) sobre sarampión,
idea general de las enfermedades de la infancia, ictericia infantil, etc. Es
autor de un trabajo acerca del Diagnóstico de la meningitis tuberculosa,
presentado al Congreso de Pediatría de Moscú y de otro sobre Formas
raras de La gripe infantil, presentado como ponencia en la sección de Pe-
diatría del XIV Congreso internacional de Medicina (Madrid, 1903).
Don Manuel Tolosa Latour (1857-1919), de Madrid, ha sido médi-
co-director del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón, médico del Hos-
pital del Niño Jesús, médico consultor de la Sociedad de Escritores y
Artistas, profesor auxiliar de Pediatría de la Facultad de Medicina de
Madrid y académico de Medicina (1900).
Ha sido un escritor fecundo, que ha fundado y dirigido periódicos
tan importantes como la Revista de Enfermedades de los Niños, Archi-
vos de Ginecología y Enfermedades de la infancia, La Madre y el Niño,
y El Hospital de Niños; ha sido redactor de casi todos los periódicos pro-
fesionales de España y de muchos del Extranjero, y ha escrito también
en muchos periódicos políticos con el seudónimo de Doctor Fausto. Ha
traducido obras de importancia, entre ellas el Tratado de enfermedades
de los niños, de Steiner (en colaboración con el doctor García Molinas);
el Tratado práctico d,e enfermedades del estómago, de Leven; El hombre y
la inteligencia, de Richet, etc. Entre sus trabajos originales, citaremos
como más importantes: Organización de los hospitales de niños. La Hi-
giene del trabajo en la segunda infancia (folleto traducido al francés, ita-
liano y portugués), Instrucciones para evitar la propagación de la difteria
(cartilla premiada por la Sociedad española de Higiene, y traducida al in-
glés, al francés y al italiano); La protección médica a la infancia desvalida;
La educación de los niños; Peligros de las medicaciones activas en la infan-
cia; El recién nacido ante la Ginecología y la Pediatría; La madre y el niño
ante la Higiene; El problema infantil y la legislación; Un problema de Hi-
giene escolar; Medicina e higiene de los niños; Niñerías; El niño (seis edi-
ciones), etc.
Ha fundado en Chipiona (Cádiz) el Sanatorio marítimo de Santa Cla-
ra, para niños escrofulosos y pre-tuberculosos (1897).
Don Rafael Ulecia y Cardona, fundador de la Revista de Medicina y
Cirugía Prácticas, que ha sido el mejor periódico médico de su época y
en el que han colaborado los doctores Ribera y Sans, Rodríguez Méndez,
Espina y Capo, Mariani, Toledo y otros muchos; ha consagrado especial-
mente su actividad al estudio del niño de pecho, fundando, con el título
5oo HISTORIA DE LA MEDICINA
de La gota de leche, un Dispensario y consultorio público, dando en el Ate-
neo de Madrid, en 1905, conferencias acerca de Los Consultorios de los
niños de pecho, y presentando al Congreso de Deontología Médica de mayo
de 1903 una comunicación sobre Mortalidad en la primera infancia.
Don Vicente Llórente y Matos (1857-1916), de Las Palmas (Cana-
rias), hizo licenciatura de Medicina en Barcelona, en 1 887, doctorándose
en Madrid, en 1904, con una tesis sobre Datos clínicos basados en más de
3.500 observaciones personales, seguidas a la luz de la clínica y del labora-
torio, que facilitan el diagnóstico prematuro de la difteria y su complicación,
el gar rotulo. Al terminar sus estudios, en 1888, pasó, para ampliarlos, al
Extranjero, permaneciendo dos años en las clínicas y laboratorios de Ale-
mania y Francia. En 1894 fundó el Instituto microbiológico de seroterapia
(Instituto Llórente), al que añadió, dos años más tarde, el calificativo de
antirrábico, por adicionarle una sebción dedicada al diagnóstico y trata-
miento preservativo de la rabia, en el que se han prestado auxilio, hasta
191 3, a 3.461 enfermos pobres. El Dr. Llórente ha sido de los primeros
en practicar el entubamiento laríngeo en España. En 1903 prestó gratui-
tamente servicios médicos en Melilla, como director de un hospital de
campaña. En 1895 na figurado como delegado del Gobierno en París y
en Berlín para los estudios de higiene social y organización de los servi-
cios sanitarios, y especialmente para estudiar el tratamiento seroterápico
antidiftérico de Behring y Roux. Además de los trabajos ya mencionados
hay que citar aún los siguientes: Comunicación acerca del descubrimiento
del germen de la peste bubónica por Yersin, y su importancia para el dia-
gnóstico y medidas sanitarias (1893); Difteria e intubación (1897); La tu-
berculosis en las clínicas de Berlín: su diagnóstico y técnica del tratamiento
por la tuber culina de Koch (1897); Estudios populares de Higiene social
(1903); Las lo realizaciones primitivas de la difteria, explicadas por las con-
diciones biológicas del bacilo de Loefjler (1904); De la rabia en el hombre y
en los animales, con una estadística de 1.7 10 casos (1910); Anafilaxia ex-
perimental y clínica, en sus relaciones con la seroterapia (191 1); Del cultivo
de tejidos: autonomía de la vida orgánica con relación al sistema nervioso
central (estudio seguido en el Instituto Rockefeller, junto al profesor Ca-
rrell, 1913); Aislamientos de los distintos spiroquetes; Trascendencia práctica
del aislamiento del spiroguete de la sífilis; Cutirreacción en los casos de here-
do-sífilis y su trascendencia., . leerca del descubrimiento, por Noguchi, del
spiroquete pálido en casos de demencia paralítica; ( ausas de la mortalidad
por difteria y garr otillo; Intermediarios de la difteria y medios para reco-
rto ; ( omunicación a la Oficina into nocional de Higiene pública, cons-
tituida en ParíSt basada en estudios de seroterapia y vacuna en Tj-joo ca-
. 'istidos desdi 1804 hasta la fecha, etc.
LA CIRUGÍA Y LOS CIRUJANOS DEL SIGLO XIX 501
La Laringología, con sus anexos Otología y Rinología, puede decirse
que empezó en el siglo xix a practicarse como tal especialidad aislada
e independientemente por el doctor D. Ramón de la Sota y Lastra, pro-
fesor de la Facultad de Medicina de Sevilla y gran amigo de D. Federico
Rubio. En el Instituto fundado por este eminente cirujano recibió un gran
impulso la Otorrinolaringología, primero con la labor del Dr. Ariza, des-
prés con la del Dr. Uruñuela, y por último y principalmente, con la del
doctor García Tapia. En Barcelona se ha distinguido especialmente el
Dr. Botey.
La Oftalmología comienza a desenvolverse con la labor llevada a cabo
por D. Rafael Cervera, quien desde el año 1 857 hasta más allá del 1 887,
es decir, desde la creación por él de la Casa de Misericordia de Santa Isa-
bel hasta su nombramiento de director del Instituto Oftálmico, fué el sa-
bio maestro que creó el inmenso plantel de oftalmólogos que más tarde
han sido y son hoy la más alta y honrosa representación de la Oftalmolo-
gía española. Anterior a Cervera en la dirección del Instituto Oftálmico
es Delgado Jugo, el cual llegó a Madrid procedente de la clínica de Des-
marres, en París, estableciendo cursos libres de Oftalmología en su casa
de la calle Ancha de San Bernardo; más tarde fundó la consulta pública
de la Casa de Socorro de la calle de Fuencarral, trasladada algún tiempo
después a la de Capellanes. Más tarde proyectó la creación del hoy cono-
cido y acreditado Instituto Oftálmico, bajo la protección de los reyes don
Amadeo de Saboya y doña María Victoria, y, por último, publicó las es-
tadísticas de dichas consultas, trabajo que, en unión de la traducción y sa-
bia anotación de la gran obra de Oftalmología de Wecker, han servido, en
unión de sus discípulos, para inmortalizar en España el nombre de Del-
gado Jugo.
Entre sus discípulos figura el gaditano D. Cayetano del Toro, que
era, además, notable cirujano y ginecólogo. Fué uno de los primeros que
hizo en España la extirpación total de la laringe, y consagró cincuenta años
al estudio y práctica de la oftalmología. Entre sus obras merece citarse el
Tratado de Obstetricia, Ginecología y Pediatría (1877) y el Tratado de
enfermedades de los ojos.
Continuadores del Dr. Cervera en el Instituto Oftálmico han sido Ló-
pez Ocaña y López Diez. Todavía tenemos que mencionar a los doctores
Albitos, Santa Cruz, del Castillo, Reina, Sanz, Nadal, Alvarado, Gastaldo,
Chiral, Carreras, Arago, Ferradas, Coronado, Ossío, La Rosa, Calderón
(que ha tenido una muy famosa consulta en el Hospital del Buen Suceso).
Don .Santiago de los Albitos fué ayudante y discípulo predilecto de
Delgado Jugo, a la muerte del cual contribuyó, en unión de su compañe-
ro López Diez, a sostener todos los gastos de la consulta y enfermería del
5o2 HISTORIA DE LA MEDICINA
Instituto Oftálmico. Al ser, en 1 877, nombrado director el Dr. Cervera,
dimitió su cargo Albitos y fundó primero una clínica particular y más
tarde, el Asilo de Santa Lucía. Todos los años daba un curso libre de la
especialidad, al que acudían numerosos alumnos, entre ellos el Dr. Már-
quez, actualmente profesor de la asignatura en la Facultad de Medicina
de la Universidad Central. Pertenecía a la Beneficencia Municipal. Fué fun-
dador, con el notable urólogo Dr. Rodríguez Viforcos, de la Revista de
Oftalmología, Sifiliografía y Vías urinarias y autor de numerosos traba-
jos, entre los que recordamos los siguientes: Aforismos oftalmológicos,
Trabajos oftalmológicos del Asilo de Santa Lucía, Algunos medicamentos
nuevos en terapéutica ocular, Una nueva teoría de la formación de la cata-
rata, Mecanismo curativo de la iridectomía en el glaucoma, Enfisema de
la órbita, Un nuevo procedimiento (original) operatorio del triquiasis,
etcétera.
Don Rodolfo del Castillo (i 850), de Cádiz, en cuya Universidad
terminó en 1872 los estudios de Medicina, comenzando los de Oftalmo-
logía como discípulo de su pariente D. Cayetano del Toro. Pasó a Ingla-
terra y Francia, y a su regreso, en 1 885, iué nombrado profesor de Pa-
tología Quirúrgica y Oftalmología de la extinguida Facultad libre de Me-
dicina de aquella ciudad. Trasladado, en 1 893, a Madrid, desempeñó la
dirección de una sala y consulta de enfermedades de los ojos en el Insti-
tuto Rubio. Se ha distinguido, además, como historiador de la Medicina,
habiendo publicado una Epigrafía Oftalmológica his paño -romana y La
Oftalmología en tiempo de los romanos, que ha sido traducida al alemán
por el sabio profesor Max Neuburger (Die Augenheilkuude in der Rómer-
zeit, Leipzig, n. Wien. 1 907). Ha sido colaborador del Progreso Médico,
de Cádiz, redactor de La Crónica Oftalmológica y fundador, en Córdoba,
de La Andalucía Médica (187 5- 1 890), y en Madrid, de Los Anales de Of-
talmología (1893-1895). Ha escrito: El protóxido de ázoe como anestésico en
las operaciones oculares, La hemeralopia, Del estrabismo concomitante, La
asepsia y la antisepsia en la operar ación de las cataratas, De la profilaxis y
tratamiento de la conjuntivitis purulenta del recién nacido, Dos nuevos sellos
- de oculista galo-romano, Los colirios oleosos en la antigüedad, El Código
Hammurabi y la Oftalmología en los tiempos babilónicos, etc. Ha tradu-
cido, además, como obras relativas a la especialidad: Nuevo procedimien-
to de extracción de las cataratas, del Dr. Liebreich; Elementos de Oftal-
mología, Optometría y refracción ocular, por Armengnac; Higiene del
niño recién nacido, del Dr. Delac, con un prólogo y un apéndice acer-
ca de la Oftalmía purulenta, Las heridas del ojo desde el punto de vista
oté 1 íu o -legal, por el Dr. Artl; /'./eméritos de terapéutica ocular, por el doc-
tor Burgois. Kntre sus estudios históricos es especialmente interesante el
LA CIRUGÍA Y LOS CIRUJANOS DEL SIGLO XIX 503
que publicó algún tiempo después de su viaje a Egipto, con el título de
Esterilización de las aguas del Nilo en el siglo XI.
Entre los historiadores de la Medicina recordaremos aD. AntonioHer-
nández Morejón, cuya Historia bibliográfica de la medicina española, obra
postuma, terminó de publicarse en 1852 bajo la dirección de D. Juan Gual-
berto Aviles (1799-1865) y D. Anastasio Chinchilla (1801-1867), mé-
dico militar y escritor fecundo, autor de los Anales históricos, que divide
en tres partes: Historia general de la Medicina (tomo I, publicado en Va-
lencia en 1841, el II en 1843, y el Vademécum en 1844), Historia particu-
lar de las operaciones quirúrgicas (Valencia, 1 841) e Historia de la Medici-
na española (Valencia, 1845- 1846). Es, de todas las producciones de Chin-
chilla, la de más valor histórico y la que mejor retrata el espíritu del au-
tor, su cultura, sus pasiones, sus deseos y su febril afición a la biblio-
grafía.
Don Luis Comenge y Ferrer (1854) es> además de notable higienis-
ta, famoso historiador de la Medicina, como lo prueban sus obras, entre
las que citaremos las siguientes: Z# Medicina en el reinado de Alfonso V de
Aragón (1903), Florecimiento de laMedicina española en el siglo XVI y cau-
sas de su posterior decadencia (1886), Biografía de P. Virgili, La Farma-
cia en el siglo XIV, Curiosidades médicas, Médicos de antaño y hogaño, His-
toria de la sífilis, Cervantes y la Medicina. La Medicina en los días de Ne-
rón, Geografía histórica del cólera, Geografía histórica de la tuber culo sis, y,
sobre todo, su notable obra La Medicina en del siglo XIX, Apuntes para la
historia de la cultura médica en España (Barcelona, 191 4).
El gran maestro de la Dermatología moderna en España ha sido
el Dr. Ola vide, divulgador en nuestro país de las doctrinas de la Escuela
francesa, de San Luis y de la Antiquaille de Lyon, de Alibert y Bazin, etc.,
autor de varios folletos sobre la La sarna, El ácido fénico, El herpetismo,
Las tinas, Las reumátides y La pelagra, y, sobre todo, de La Clínica der-
mato-p ato lógica, obra verdaderamente monumental, y, además, fundador
del Laboratorio histológico y microbiológico de San Juan de Dios, al
frente del cual puso al ilustre bacteriólogo doctor Mendoza.
Como dermatólogos ilustres deben aún mencionarse al sabio D. Beni-
to Hernando, ya citado, Lobo Regidor, Pardo Regidor, Pérez Ortiz, los
dos Castelo (D. Eusebio y D. Fernando), etc.
Las ideas de la Nueva Escuela de Viena han sido especialmente difun-
didas en España por la intensa labor del sabio profesor de la Universidad
Central D. Juan Azúa y por la de sus discípulos, especialmente los doc-
tores Sánchez Covisa (D. José), Oyarzábal, Sáiz de Aja, etc.
El estudio de las enfermedades mentales, y muy especialmente el tra-
tamiento racional, higiénico, humanitario y caritativo de los locos, ha reci-
504 HISTORIA DE LA MEDICINA
bido en España un gran impulso con la labor del más notable de los dis-
cípulos de D. Pedro Mata, D. José María Esquerdo (1842-1912), de Villa-
joyosa (Alicante). Estudiante de Medicina en Madrid, reemplazaba a don
Pedro Mata en sus ausencias de la cátedra; al terminar sus estudios fué
nombrado, por concurso, ayudante facultativo y médico agregado de la
Beneficencia general, con destino al Hospital de la Princesa. En 1867 ganó
por oposición la plaza de médico del Hospital General, que des'empeñó
hasta 1900, fecha en que pidió, por motivo de enfermedad, la exce-
dencia. En su clínica ha dado, durante varios años, cursos libres de Pa-
tología general, verdaderamente notables por el mérito de las enseñanzas
y la calidad de los discípulos. En 1868 dio otro curso, no menos notable,
de Enfermedades mentales. Prestó muy valiosos y caritativos servicios en
las epidemias del cólera (1865 y 1 88 5), de viruela y de tifus exantemático
y en la asistencia de enfermos y heridos de la guerra carlista (1874). En
1877 fundó el famoso manicomio de Carabanchel. Ha sido político, mili-
tando siempre en el partido republicano, y desempeñando honrada y
lealmente los cargos de concejal (1891) y diputado a Cortes (1893-1910).
Falleció en 191 2.
Otro sabio psiquiatra, discípulo de Esquerdo y, como él, generosa,
desinterada y honradamente político, ha sido Jaime Vera (1859-1918), de
Salamanca. Médico, por oposición, del Hospital General y del Manicomio
de Esquerdo y autor de trabajos notables, entre los que se destacan El
estudio clínico de la parálisis general progresiva y La función de los con-
ductos semicirculares. Se ha distinguido sobre todo por sus informes fo-
renses en defensa de los locos criminales. Ha militado siempre en el par-
tido socialista.
Recientemente, en junio de 1921, ha fallecido otro eminente neurólo-
go y psiquiatra, y tal vez el hombre más culto e ilustrado de la Medicina
española contemporánea, D. Luis Simarro y Lacabka (185 i), nacido en
Roma, educado en Valencia, doctorado en Madrid en 1 87 1, trasladado
más tarde a París, para ampliar sus estudios, médico algún tiempo del
Manicomio de Leganés; se consagró a los estudios histológicos, en los
que puede decirse que fué el iniciador de Cajal (i); fundador de la Aso-
ciación española para el progreso de las Ciencias; catedrático, por oposi-
ción, de Psicología experimental, en cuya cátedra se matriculaban mu-
chos por escuchar las enseñanzas que constantemente se desprendían de
sus familiares explicaciones. I la dejado su fortuna, su magnífica biblioteca
y sus aparatos para fundar en Madrid un instituto de Psicología expe-
rimental.
1 Véase Ramón y Cajal: Recuerdos de mivida¡ páginas 74 y 4'<)
LA CIRUGÍA Y LOS CIRUJANOS DEL SIGLO XIX
505
Nicolás Achúcarro, muerto a los treinta y ocho años en 1918, estudió
la carrera de Medicina en Madrid, primero con Simarro y Madinaveitia,
luego con Cajal, de quien recibió el impulso definitivo para orientarse en
las investigaciones anatomo-patológicas y micrográficas en general. Su
pericia técnica era ya considerable cuando ( 1 901 -1 902) resolvió irse a Pa-
rís, donde permaneció cerca de un año
al lado del eminente neurólogo Pierre
Marie. Al año, en parte por indicación
del neurólogo alemán Lewandowsky,
con quien había trabado gran amistad,
se trasladó a Munich y empezó a traba-
jar, bajo la inspiración de Kraepelin,
en el laboratorio de Alzheimer. Es de
aquel tiempo uno de sus trabajos más
interesantes acerca de la histopatología
del sistema nervioso de los animales
atacados de rabia. Fué luego a Floren-
cia a trabajar en la Escuela de Psiquia-
tría dirigida por Tanzi y Lugaro. Re-
gresó nuevamente a Munich, y al cabo
de una intensa labor al lado de Alzhei-
mer, de quien logró extraordinaria es-
timación, fué propuesto y escogido
entre muchos neuro-patólogos para cu-
brir el puesto de jefe del laboratorio
anatomo-patológico del Manicomio fe-
deral de Washington. Su producción
científica de aquel tiempo, publica-
do en gran parte en inglés, en parte en alemán y acompañada por
un buen número de trabajos de colaboradores y discípulos suyos, ha con-
tribuido al esclarecimiento de importantes cuestiones científicas, sobre
todo en el campo histopatológico, que atañen al alcoholismo y a sus efec-
tos sobre el sistema nervioso central, al reblandecimiento cerebral, a la
corea, a la parálisis general y a la tabes, a la demencia precoz y a la demen-
cia senil. A su regreso a España fué nombrado, por oposición, médico
del Hospital Provincial, y luego encargado de la organización de un La-
boratorio de Histología y Anatomía patológica, que más tarde (191 5) se
fundó con el Laboratorio de investigaciones biológicas, dirigido por Ra-
món y Cajal. La labor de Achúcarro en este ambiente, y durante los siete
años que ha sobrevivido (a partir de 1911), ha sido extraordinariamente
fructífera. Recordemos tan sólo: en primer lugar, los métodos técnicos
Nicolás Achúcarro (1880-1908). (Debido a la
amabilidad de la Sociedad Española
de Biología.)
5©6
HISTORIA DE LA MEDICINA
que se deben a su perspicacia y a su insistente trabajo, especialmente el
procedimiento del tanino y del óxido de plata reducido, conocido con el
nombre de método de Achúcarro para la impregnación del tejido conecti-
vo en sus más finos haces y delicadas fibrillas, método no superado hasta
Santiago Ramón y Cajal
ahora por ningún otro; en segundo lugar, sus estudios, que bien pueden
calificarse de geniales, sobre la estructura y la función de la neuroglia, a
la cual atribuía en estos últimos tiempos, con fundamentos fehacientes, un
interesante papel, a modo de órgano de secreción interna, en la génesis o
en el equilibrio fisiológico de los actos emotivos; hipótesis que abre el ca-
mino a nuevas e importantísimas investigaciones. (G. Pittaluga.)
También ha muerto joven Antonio Lecha Marzo (1888-1918), profe-
sor, por oposición, de Medicina Legal en la Universidad de vSevilla (1914),
médico de Sanidad Militar (191 1), pensionado para ampliación de estu-
dios en Italia, Hélgica y Alemania, autor de trabajos muy interesantes en
ampo de la Medicina Legal, entre los que citaremos los siguientes:
Los dibujos papilares de la palma de la mano como medio de identificación
LA CIRUGÍA Y LOS CIRUJANOS DEL SIGLO XIX 507
(tesis de doctorado, 1912), Microquimia médico-legal, Los fenómenos físi-
co-químicos y los fermentos vitales, Manual de Medicina Legal, en colabo-
ración con los profesores Dervieux, Welsch y Dominici; Manuel pratique
de dactiloscopie (191 2), en colaboración con el profesor Welsch; La crista-
lización del hemocromógeno y las sales de hematina (1905), que fué tradu-
cido al italiano. La muerte le sorprendió cuando comenzaba a publicar un
notable Tratado de Medicina Legal.
El estado actual de nuestra medicina, aunque quedase limitado a dar
cuenta de la gigantesca labor llevada a cabo por D. Santiago Ramón y
Cajal, es asunto demasiado vasto para que podamos tratarlo en el limitado
campo que me ha sido concedido, y cuyos límites seguramente he exce-
dido. Quédese para otro momento, y entonces, con calma, analizaremos
toda la obra cultural médica de los momentos actuales, con sus triunfos,
sus esperanzas y sus fracasos; sus libros, periódicos, academias y enseñan-
zas. Aunque todo sea modesto, creemos que vale la pena de tratarlo, aun-
que no sea más que para procurar, si es posible, atenuar algo la demasia-
da mala opinión que de los españoles tiene el autor de esta obra.
APÉNDICES
L — CRONOLOGÍA MEDICA
A. de J. C
280.
Herófilo.
212.
Muerte de Arquímedes y to-
7000-2000.
Edad Neolítica en Europa
ma de Siracusa.
(Osborn).
146.
Sitio de Corinto.
5000-4500
Comienzo de las civilizacio-
124.
Nacimiento de Asclepiades
nes Sumeriana, del Egipto
de Prusa (Bitinia).
y de Minos.
80.
Mitrídates, rey del Ponto, ex-
2900-2630
Período de la construcción
perimenta los venenos.
de las pirámides.
55-63-
Lucrecio describe epidemias
2500.
Operaciones quirúrgicas pin-
en su obra De rerum na-
tadas en una tumba de los
tura.
Faraones en Saqquarah.
50-
Temison.
2250.
Código Hammurabi.
César Augusto (31 A. y 14
2000-1000
Edad de Bronce en Europa
D. de J. C).
(Osborn).
D. dej. C
1500.
Papiro Ebers.
1300.
Papiro de Berlín.
23-79-
Plinio el Viejo.
1000-500.
Primera Edad de Hierro en
45-
Escribonio Largus.
Europa (Cultura de Hals-
54-68.
Nerón. Dioscórides.
tadt).
78.
Peste subsiguiente a la erup-
95o-
Homero.
ción del Vesubio.
800.
Período de la medicina bra-
98-117.
Trajano. Rufo de Efeso.
máhnica.
117-138.
Adriano. Areteo. Sorano de
776.
Primera Olimpiada.
Efeso.
753.
Fundación de Roma.
125.
Peste de Orosio.
600.
Masaje y acupuntura practi-
131-201.
Galeno.
cados por los japoneses.
164-180.
Peste de Antonino
Lex regia (operación cesá-
251-266.
Peste de Cipriano.
rea, post-mortem).
302.
Eusebio, obispo de Cesárea,
639-544.
Thales de Mileto.
describe la epidemia de
580-489
Pitágoras
Siria, de viruela.
522.
Democedes funda una es-
303.
Martirio de San Cosme y San
cuela médica en Atenas.
Damián.
504-443-
Empedocles.
325-403-
Oribasio.
500-428.
Anaxágoras.
335-
Constantino cierra las Ascle-
500.
Segunda Edad del Hierro
pieia y otros templos pa-
(Cultura de La Téne).
ganos.
490.
Batalla de Maratón.
369-
Hospital de San Basilio,
480.
Termopilas y Salamina.
construido en Cesárea por
461-430.
Época de Pericles.
Justiniano.
460.
Nacimiento de Hipócrates.
i 375-
Hospital para la peste en
431-404.
Guerra del Peloponeso.
Edesa.
430-425.
Peste de Atenas.
! 395-1453-
Imperio bizantino.
429-347-
Platón.
400.
Fabíola funda el primer no-
409.
Tucídides describe en su his-
socomio en el Oeste de
• toriala epidemia de Atenas.
¡
Europa.
384.
Aristóteles.
476.
Caída del Imperio romano
370-286.
Teofi;asto de Eresos.
de Occidente.
338-323-
Alejandro Magno.
525-605.
Alejandro de Tralles.
300.
Escuela de Alejandría. Eu-
527-565-
Aecio de Amida (reinado de
clides.
Justiniano I).
Sio
HISTORIA DE LA MEDICINA
529-
Monte-Cassino, fundado por
i 126-1 198
San Benito de Nursia.
1131.
542.
Nosocomios fundados en
Lyon por Childeberto I, y
en Arles por Caesarius.
1132.
543-
Peste de. Justiniano.
570-
Mario, obispo de Avenches,
1135-1204
emplea el término «vi-
i 137-
ruela».
57 * -
Nacimiento de Mahoma.
580.
Hospital de Mérida, fundado
1 138-1254
por el obispo Masona.
1139.
581.
Gregorio de Tours describe
la epidemia de viruela de
1 140.
Tours.
590.
Epidemia de fuego de San
Antonio (ergotismo) en
Francia.
600.
Aarón, un sacerdote cristia-
no, describe la viruela en
sus Pandect ae.
1145-
602.
Hégira de Mahoma.
610.
Hospital de San Juan el Li-
mosnero, en Efeso.
1 1 58.
625-690.
Pablo de Egina.
1 161.
651.
Hótel-Dieu, fundado por San
Landry, obispo de París.
675.
Reseñas monacales de la vi-
ruela.
1 163.
732.
Batalla de Tours.
1167-68.
738.
Fundación de la escuela de
Montpellier.
750-1258.
Califato oriental.
786-802.
Reinado deHarun-al-Rashid,
1 180.
794-
Hospital de San Albano (In-
glaterra).
1181.
799-
Coronación de Carlo-Magno.
809-873.
Johannitius.
1 187.
825.
Xenodochium en el monte
de St. Cenis.
1 191.
829.
Aparece mencionado por
primera vez el Hotel-Dieu
1 193-1280
(París).
1197.
830-920.
Isa, -fe Judaeus.
S48-X56.
Se menciona por primera
vez la escuela de Salerno.
1 198.
860-932.
Rhazes.
962.
Hospicio de San Bernardo.
1 199- 1 214
-080- 1036.
Avicena.
1020-1087
Constantino el Africano.
1201-1277
1 02 1 .
Manía bailadora.
1204-
1025.
Funda» ion de la 1 nivcrsidad
de Parma.
1050.
Albucasis.
1066.
Batalla de Hastings.
1073-1080
' hregorio VII.
1096- 1 272
Cruzadas
I209.
Fundación de la Orden de
San Juan (\c Jerusalem
12 10.
1 1 1 0- 1 1 1 3
Fundación de la 1 ni v< rsidad
de París.
Averroes. Avenzoar.
El Concilio de Rheims prohi-
be el ejercicio de la Medi-
na a los clérigos.
Fundación del Hospital de la
Santa Cruz en Winchester.
Moses Maimónides.
Fundación por Rahere del
Hospital de San Bartolomé
en Londres.
Emperadores Hohenstaufen.
El Concilio de Letrán prohi-
be la cirugía al alto clero.
Nicolás Salernitano ( Antido-
tarium).
El rey Rogelio II, de Sicilia,
reglamenta la práctica mé-
dica de los licenciados.
Fundación del Hospital del
Espíritu Santo en Montpe-
llier por Guillermo VIII de
Montpellier.
Fundación de la Universidad
de Bolonia.
Quema de médicos judíos en
Praga, por haber «envene-
nado las fuentes».
Concilio de Tours (Ecclesia
abhorrei a sanguine).
Emigración de los estudian-
tes de París a Oxford para
formar un «estudio gene-
ral».
Roger de Parma completa su
Practica chirurgiaé.
Montpellier declara una es-
cuela libre de Medicina.
Mohamed conquista Jerusa-
lem
La Orden teutónica es apro-
bada por Clemente III.
Alberto el Magno.
Hospital de Santa María en
Londres.
Movimiento hospitalario in-
augurado por Inocen-
cio III.
Universidad de Palencia,
fundada por Alfonso VIII.
Saliceto.
Inocencio 111 inaugura el
hospital del Espíritu Santo
en Sassia.
Se funda (por emigración de
estudiantes) la Universi-
dad de Vicenza.
Emigración de estudiantes
de Oxford a Cambridge.
Se funda en París, por Jean
Pitard, el Colegio de San
( losme.
APÉNDICES
511
121 1.
Inocencio III reconoce la
Universidad de París.
1248.
1214-94.
Roger Bacon.
1214.
Hugo Borgognoni es hecho
médico de la ciudad de Bo-
1249.
lonia con un sueldo fijo.
1215.
Carta Magna.
Fundación, por Peter, obispo
1250-1320
de Winchester, del Hospi-
1250.
tal de St. Tomas.
1222.
Fundación de la Universidad
de Padua (por emigración
de estudiantes de la de
Bolonia).
I223-I226
Luis VIII. 2.000 leproserías
(casas de San Lázaro) en
1252.
Francia).
1224.
Federico II dicta leyes regu-
lando el estudio de la Me-
1254.
dicina, y funda la Univer-
1256.
sidad de Ñapóles.
I227-I274
Santo Tomás de Aquino.
1257-
1228.
Fundación de la Universidad
de Vercelli (abolida en el
1263.
año 1372).
I23I.
Salerno constituye una es-
cuela de Medicina por Fe-
1264.
derico II.
1265.
Gregorio IX dicta la bula Pa-
rens scicntiarum, autori-
1265-1308
zando facultades para el
1265-1321
gobierno de las Universi-
1266.
dades.
Federico 11 dicta una ley au-
torizando una quinquenial
disección en Salerno.
1233.
Establecimiento de una far-
macia en Wetzlar.
1267.
Gregorio IX autoriza la Uni-
versidad de Tolosa como
un estudio general.
I234-I3I2
Amoldo de Villanova.
1275-
I235-I315
Raimundo Lulio.
I 24 I.
Ley de Federico II favore-
ciendo la disección y regu-
1284.
lando la Cirugía y la Far-
1282.
macia.
1285.
1242.
Referencias de Rogerio Ba-
con a la pólvora.
1287.
1243-
Fundación de la Universidad
de Salamanca por Fernan-
do III el Santo.
1289.
1246.
Fundación de la Universidad
de Siena.
1247.
Fundación del Hospital de
Santa María de Bethlehem,
1295-96.
como priorato, por Simón
Fitzmary.
1300.
Concilio de Le Mans, prohi-
biendo la Cirugía a los
frailes.
Fundación, por breve ponti-
ficio/de la Universidad de
Piacenza (reconstituida en
el año 1398).
Fundación, por William of
Durham, del Colegio uni-
versitario (Oxford).
Pedro de Abano.
Rolando de Parma, llamado
Capellati, edita la Cirugía
de Rogerio de Palermo.
Joinville describe el escor-
buto en las tropas de
Luis IX en el sitio de El
Cairo.
Bruno de Longoburgo publi-
ca su Chirurgia magna.
Alfonso X, el Sabio, funda la
Universidad de Sevilla.
Emancipación de siervos en
Bolonia.
Fundación de la Sorbona en
París.
Fundación del Balliol Colle-
ge en Oxford.
Fundación del Merton Col- ,
lege (Oxford).
Organización de la Cámara
de los Comunes inglesa.
Duns Scotus.
Dante.
Fin del Califato Occidental.
Fundación de la Universidad
de Perugia.
Teodorico Borgognoni ense-
ña el tratamiento aséptico
de las heridas.
El Concilio de Venecia pro-
hibe a los judíos el ejerci-
cio de la Medicina entre
los cristianos.
Saliceto completa su obra
de Cirugía.
Fundación del Peterhouse
College (Cambridge).
Vísperas sicilianas.
Salvino degli Armati inventa
los anteojos.
Plica polaca en Polonia, des-
pués de la invasión de los
mongoles.
Universidad de Montpellier
(1 181), autorizada por bre-
ve pontificio de Nicolás IV
como un estudio general.
Lanfranc completa su trata-
do de Cirugía.
Universidad de Lérida, fun-
dada por Jaime II.
Bonifacio VIII dicta su bula
De sepuliuris.
512
HISTORIA DE LA MEDICINA
1302.
1303-
1304.
!305-
1308.
1309.
1312.
13 1 5-
13 16.
1317.
1318.
'319.
1320.
1321.
1 J26.
1328.
1330.
133'-
Creación de los Estados Ge-
nerales en Francia.
Primera autopsia judicial
(Bolonia).
Breves de Bonifacio VIII
para las Universidades de
Roma y Avignon.
Henri de Mondeville enseña
Anatomía en Montpellier.
Breves de Clemente V para
las Universidades de Or-
leans y de Angers.
Establecimiento del Hospi-
tal de la ciudad en Siena.
Breve de Clemente V para
la Universidad de Perugia-
Traslación de la Sede Ponti-
ficia a Avignón.
Privilegio del Rey Diniz de
Portugal para la Universi-
dad de Coimbra (reconsti-
tuida en 1772).
Fundación de la l universidad
de Palermo.
Henri de Mondeville com-
pleta su cirugía.
Mondino hace su primer di-
sección pública de un ca-
dáver humano.
Cirujano de la ciudad en Lü-
beck con 16 marcos (20
pesetas) al año.
Mondino escribe su Anato-
mía.
Juan XXII publiea su bula
\pondent par iter contra los
abusos de la Alquimia.
Universidad de Treviso, pri-
vilegiada por Federico el
Hermoso.
Primer persecución criminal
por robo de niños.
Fundación de la Universidad
de Floren < ia.
Juan XXII dicta una bula es-
tableciendo la escuela mé-
dica de Perugia.
Juan XXII dicta la bula Su-
per illius specula, contra la
práctica de la magia.
Mcdi< os de la ciudad en Es-
trasburgo.
Invención (\c la pólvora.
Primer mención de las ar-
ma-, de luego por Muratori.
Juan XXII dicta un breve
« onsiderando la 1 íniversi-
dad i\c i lahoi B 1 <>m<> un
• •studio general.
[ardió botánico-médico pú-
blico, en Venecia.
1 336- 1 453. Guerra de los Cien Años.
1338. Éxodo de los estudiantes a
Pisa.
1339. Breve-de Benedicto XII con-
siderando la Universidad
de Grenoble como un es-
tudio general.
1340. Catorce mil estudiantes en
Oxford.
I343- Clemente VI considera la
Universidad de Pisa como
un estudio general.
1345. Primer comercio de drogas
en Londres.
1346. Breve de Clemente VI para
la Universidad de Vallado-
lid (como estudios gene-
rales en 14 18).
1347. Fundación de Pembroke
Hall (Cambridge).
1348. Se establecen en Venecia la
Oficina de Sanidad y la
cuarentena.
Breve de Clemente VI con-
siderando la Universidad
de Praga como un estudio
general.
■348-1350. La peste negra.
Guy de Chauliac socorre a
los atacados de peste en
Avignón.
1349. Breve de Clemente VI con-
siderando la Universidad
de Florencia como estu-
dio general.
1350. Fundación de Trinity Hall
(Cambridge).
1354. Pedro IV funda la Universi-
dad de Huesca.
1355. Carlos IV considera la Uni-
versidad de Arezzo (12 15)
como un estudio general.
1357. Carlos IV considera la Uni-
versidad de Siena (1246)
como un estudio general.
1360. Inocencio VI reconoce la
Universidad de Bolonia
como un estudio gene-
ral.
1 36 1. Carlos VI da una carta a la
Universidad de Pavía.
1363. Guy de Chauliac completa
su Chirurgia Magna.
1364. Casimiro el Grande da un
privilegio a la Universidad
de Cracovia.
1365. El duque Rodolfo IV funda
la Universidad de Viena.
1367. Universidad de Fünfkirchen,
fundada por Luis, rey de
I [ungría.
APKNDICES
513
1370-
1374.
1376.
1376-77.
1379-
1386.
1388.
1389.
I39I.
1399-
1402.
1404.
1406.
1409.
1410.
1 4 1 1 •
1412.
1419
1422.
1425.
1426.
1431-
John of Ardene escribe tra-
tados de Cirugía.
Ordenanza' urbana de Reg-
gio contra la peste.
Tribunal de examinadores
médicos en Londres.
Vuelta del pontífice a Roma.
Breves de Clemente VII res-
pecto de las Universidades
de Erfurt y Perpignán.
Urbano VI reconoce la Uni-
versidad de Heidelberg
como un estudio general.
Urbano VI reconoce la Uni-
versidad de Colonia como
un estudio general.
Nuevo breve de Urbano VI
respecto de la Universidad
de Erfurt.
Bonifacio IX reconoce la
Universidad de Ferrara
como un estudio general.
Se permite disecar, en la
Universidad de Lérida, un
cadáver cada tres años.
Comienzo del Acta Faculta-
tis Medicae Vienensis (6
mayo).
Bonifacio IX reconoce la
Universidad de Würz-
burgo.
Fundación de la Universidad
de Turin.
Primera disección pública
en Viena (12 febrero).
El emperador Wenzel hace
respetable la Cirugía en
Alemania.
Alejandro V reconoce la
Universidad de Leipzig
como estudio general (9
septiembre).
Estudios generales en Aix,
en Provenza.
Manicomio en Sevilla.
Manicomio en Padua.
Fundación de la Universidad
de St. Andrew por el obis-
po Henry Warlaw.
Fundación, por los condes de
Saboya, de la Universidad
de Turin (refundada en el
año 1431)-
Breve de Martín V para la
Universidad de Rostock.
Fundación de la Universidad
de Parma.
Manicomio de Zaragoza.
Fundación de la Universidad
de Lovaina.
Carlos VII funda la Univer-
1437
1441
1445
1448
1450
1452.
1452-1519
1453-
1456.
1457.
1459-
1460.
1462.
1463.
1465.
1469-71
1470-
sidad de Poitiers (autoriza-
da por Eugenio IV).
Eugenio IV autoriza la Uni-
versidad de Caen.
Fundación de la Universidad
de Burdeos.
Alfonso de Aragón autoriza
la Universidad de Catania.
Invención de la Imprenta.
El cardenal Cusanus indica
que debe tomarse el pulso
y pesarse la sangre y la
orina.
Nicolás V funda la Universi-
dad de Barcelona.
Fundación de la Universidad
de Treves (sesiones acadé-
micas en 1473).
Incorporación de los barberos
cirujanos (Meister Barts-
cheerer).
Ordenanza deRatisbona para
las* comadronas (Regens-
burger Hebammenbuch).
. Leonardo de Vinci.
Toma de Constantinopla (ter-
minación del imperio bi-
zantino).
Fundación de la Universidad
de Glasgow como estudio
general.
Fundación, por Bula de Ca-
listo III, de la Universidad
de Greisswald.
Ospedale maggiore en Milán.
Calendario de las purgas, im-
preso por Gutenberg (pri-
mera publicación médica).
Fundación, por Alberto VI,
de la Universidad de Frei-
burgo (primera sesión en
el año 1460).
Pío II funda la Universidad
de Ingolstadt (instrucción
académica en 1472).
Universidad de Basilea, fun-
dada por los habitantes de
la ciudad.
Heinrich von Pfolspeundt es-
cribe un tratado de Ciru-
gía.
Calendario de la sangría, im-
preso en Maguncia.
Pío II autoriza la Universi-
dad de Nantes.
Pablo II autoriza las Univer-
sidades de Bourges y Bu-
dapest.
Impresión de la Práctica, de
Ferrari da Grado.
Impresión de tratados médi-
HlSTOIUA DE I. A MküICINA. TOMO II
33
514
HISTORIA DE LA MEDICÍNA
1471-
1472.
1473-
1474.
1475-
I475"i564
1476.
1477-
1478.
1479-
1480.
1484.
i486.
1489.
1490.
1491
1492.
eos, por Valescus de Ta-
ranta, Jacopo de Dondis y
Matthaeus Sylvaticus.
Se imprimen los tratados de
Mesue y de Nicolaus Sa-
lernitanus ( Antidotar iutn).
Inauguración de la Universi-
dad de Ingolstadt.
Se imprime el Regimen sani-
iatis (texto en alemán) de
Hochenburg.
Se imprime el tratado de Pe-
diatría de Bageilardo.
Se imprime la Synonima, de
Simone Cordo (primer dic-
cionario médico).
Fundación de la Universidad
de Zaragoza.
Sixto IV autoriza la Univer-
sidad de Copenhague in-
augurada en 1479).
Miguel Ángel.
Impresión de la Cirugía, de
Saliceto.
Saliceto describe la hidrope-
sía renal.
Sixto IV autoriza la Univer-
sidad de Maguncia.
Fundación de las Universida-
des de Tubingia y de Up-
sala.
Impresión en Florencia de la
primera edición de Celso.
Impresión de la primera edi-
ción del Fasciculus Medi-
ens, de Ketham.
Impresión en Leipzig de la
Anatliomia de Mondino.
Inquisición española.
Impresión de la primera edi-
ción de Avicena.
Impresión del texto latino
del Regimen Sanitatis.
Inocencio VIII autoriza la
quema de las brujas en la
bula Sumtnis desid erantes.
Impresión en latín de la pri-
mera edición de Rhazes.
Epidemia inglesa de sudor
miliar.
168 casas de baños en Ulm.
Malleus malle fie arum (Código
de las brujas}, de Jacob
Sprenger, impresa.
La Lnivcrsidad de Ilcidel-
berg se traslada a Speyer
con motivo de la peste.
Impresión del Hortus sani-
tclt ¡S.
l >■ y abrimiento de América.
Impresión de la Rosa An-
1493.
1494.
1495- X
1496. X
1496-
1497-
1498.
1499-
1500.
1501.
1502.
1504.
I505-
1506.
1507-
1508.
1500.
X
ge'lica, de John of Gaddes-
den.
Nicholas Leonicenus corrige
los errores botánicos de
Plinio.
A Nacimiento de Paracelso.
Viruela en Alemania.
Fundación de la Universidad
de Aberdeen.
Impresión de la primera edi-
ción de Aldine.
Maximiliano I publica su edic-
to contra la blasfemia (pri-
mera mención de la sífilis).
Impresión del dibujo de un
sifilítico por Alberto Du
rero.
1500. Pandemia europea de sífilis.
Impresión de Teofrasto, en
la edición Aldine.
Recetiario florentino (prime-
ra Farmacopea oficial).
Fundación de la Universidad
de Alcalá.
Johann Peyligk publica dibu-
jos anatómicos.
Jacob Nufer realiza la prime-
ra operación cesárea en
una persona viva.
Berengario de Carpi trata la
sífilis por medio de las un-
ciones mercuriales.
Breve de Alejandro VI para
la Universidad de Valencia.
Publicación del A?ithropolo-
gium, de Magnus Hundt.
Pandemia de «Morbus Hun-
garicus» en Europa.
Maximiliano I constituye la
Universidad de Wittem-
berg como estudios gene-
rales (6 de julio).
Fundación de la Universidad
de Santiago (España).
Autorización del Real Cole-
gio de Cirujanos de Edim-
burgo.
Breve de Julio II para la Uni-
versidad de Sevilla.
Fundación, por bula de Ju-
lio II, de la Universidad de
Francfort en el Oder.
Impresión de la colección de
autopsias de Benivieni.
Fundación déla Universidad
de Madrid.
V" Traen el guayaco de Amé-
rica.
Publicación de la obra de Ci-
rugía de las heridas, de
Jerome de Brunswick.
X
APÉNDICES
$1$
1509
1510
15M
i5*7
1517
1518
1518-
I5I9"
1519-
15*9
1 52 1
1524.
i525-
1526.
•1547. Reinado de Enrique VIII.
Nacimiento d e Ambrosio
Paré.
Peter Hele (Henlein), de Nu-
remberg, construye relojes
de bolsillo.
Pandemia de influenza.
Impresión del Rosengarten,
de Roslin.
Nacimiento de Vesalio.
Se describen por primera vez
en la Práctica, de Vigo, las
heridas por arma de fuego.
Brissot se opone a la sangría
derivativa.
Placas anatómicas volantes,
publicadas por Johann
Schott, de Maguncia.
Publicación del Libro de Ciru-
gía de las heridas en campa-
na, de Gersdorff.
Linacre publica la primera
traducción de las obras de
Galeno.
21. La Reforma.
Fundación del Real Colegio
de Médicos de Inglaterra.
Ordenanza de Nuremberg re-
glamentando la venta de
los alimentos.
1545- Colegio de Francia (París).
1556. Carlos V, rey de España y
emperador de Alemania.
1522. Magallanes da la vuelta al
mundo.
Publicación del Spiegl de?"
Artzny y de los Synonima,
de Friesen.
1523. Berengario da Carpi publica
tratados de Anatomía.
Fundación Linacre de lec-
ciones médicas en Oxford
y Cambridge.
Hernán Cortés funda el pri-
mer hospital en la ciudad
de Méjico.
Retrato de Fernando I el Ca-
tólico, por Lucas van Ley-
den (facies adenoidea).
Publicación en Roma de la
primera traducción latina
de las obras de Hipócra-
tes.
Bula de Clemente VII para
la Universidad de Santiago.
Fundación, en Nuremberg,
del «Gymnasium .Egi-
dianum».
Publicación en Venecia del
primer texto griego de Hi-
pócrates (Aldine).
Paracelso funda la Quimio-
terapia.
1526-94. Palestrina.
1527. Fundación, por Felipe, Land-
grave de Hesse, de la Uni-
versidad de Marburgo (pri-
mera Universidad protes-
tante) .
Saco de Roma por las tropas
de Carlos V (decadencia
del humanismo italiano).
'1528. Primera edición Aldine de
Pablo de Egina.
1529. Se difunde el sudor miliar
por Europa.
1530. Publicación del poema sobre
la sífilis, de Fracastor.
Otto Brunfels publica sus at-
las de plantas.
Comienza a usarse la zarza-
parrilla.
1 53 1. Clemente VII funda la Uni-
versidad de Granada.
1522. Publicación del tratado de
Alberto Durero de la sime-
tría humana.
Rebeláis publica la primera
versión latina de los Afo-
rismos de Hipócrates.
1533. Carlos V dicta la «Constitu-
yo Criminalis Carolina».
Buonafede ocupa la primer
cátedra de Materia Médica
en Padua.
Nacimiento de Montaigne.
1534- Publicación de la edición Al-
dine de Aecio.
Fundación de la orden de los
jesuítas.
1535. Mariano Santo di Barletta
publica la primera descrip-
ción de la litotomía media.
1536. Ambrosio Paré efectúala pri-
mera excisión de la articu-
lación del codo.
1S31- Se gradúa Vesalio en Basi-
lea.
Publicación de la Anatomía,
de Dryander.
1 538. Vesalio publica sus Tabulae
anato?nicae sex.
1540. Unión de los barberos y los
cirujanos ingleses como
Company of the Barber
Surgeons.
Estatuto de Enrique VIII
permitiendo cuatro disec-
ciones anuales.
Valerius Cordus descubre el
éter sulfúrico.
Mattioli da el mercurio al in-
5i6
HISTORIA DE LA MEDICINA
<
terior, como tratamiento
de la sífilis.
Traducción de Roslin, por
Raynald, con el título de
Nacimiento de Mankynde.
Sebastianus Austrius publica
su tratado de Pediatría.
1542. Intento de una nomenclatura
botánica racional por Leo-
nhard Fuchs.
1543. Copérnico describe el movi-
miento de los planetas al-
rededor del sol.
Yesalio publica la Fabrica
(i.° de julio) y funda la
Anatomía moderna.
Legalización de los botica-
rios ingleses por acta del
Parlamento.
1544. Fundación, por Alberto III,
de la Universidad de Ko-
nigsberg (17 agosto).
Se vuelve a fundar el Hospi-
tal de St. Bartholomew,
bajo la superintendencia
de Thomas Vicary.
Ambrosio Paré perfecciona
las amputaciones y el tra-
tamiento de las heridas
por arma de fuego.
Concilio de Trento.
Valerius Cordus publica la
primera Farmacopea.
Ingrasias describe el estribo,
Se publica el Krauterbuch,áe.
Jerome Bock.
Asilo de locos establecido en
St. Mary of Bethlehem
(«Bedlam»), de Londres.
Carlos V declara honorables
a los cirujanos.
Anfiteatro Anatómico de Pa-
dua.
Publicación del estudio de la
versión podálica, por Paré.
Bartholomeo Maggi demues-
tra que las heridas de ar-
ma de fuego no están en-
venenadas.
Hollerius prescribe anteojos
para la miopía.
1 551. Infiteatroe anatómicos en
París y Montpellier.
1552. Caius publica su tratado del
sudor miliar.
M. Fríedrícfa publica el pri-
mer t i-atado <le alcoho-
lismo.
1553 Suplicio de Miguel Servet
Publican loo de la colección
De Bal neis.
1545-
i545-'563
1546,
1547-
1548.
1549-
1550.
Fundación de la Universidad
de Lima.
x554- Johann Lange describe la
clorosis (morbus virgi-
neus).
Publicación de la Obstetricia
(De concepta) de Jacob
Rueff.
Editio princeps de Areteo,
impreso en París.
1555. Dieta de Augsburgo.
Pierre Franco efectúa la lito-
tomía suprapubiana.
1566-1598. Felipe II.
1558. Fernando I autoriza e in-
augura la Universidad de
Jena (2 febrero).
Cornaro publica su tratado
de higiene.
1558-1603. Reinado de Isabel de Ingla-
terra.
1559. Columbus describe la circu-
lación pulmonar.
Tratado de Oftalmología, de
Caspar Stromaver (Sud-
hoff).
1560. Maurolycus describe la mio-
pía, la hipermetropía y la
óptica de los lentes.
Nace Francis Bacon.
1 56 1. Falopio publica sus Observa-
tiones anatomicae.
Paré funda la Ortopedia.
Publicación del tratado de la
hernia de Pierre Franco.
Fundación de la Universidad
de Douai (Lille).
1562. La brujería hecha un delito
capital en Inglaterra.
1 562- 1 568. Pandemia de peste.
1 562- 1 629. Guerra de los hugonotes en
Francia.
1563. La brujería es un crimen ca-
pital en Escocia.
1564. Publicación de los dicciona-
rios médicos de Stephanus
y Gorraeus.
Eustaquio describe el nervio
abducens y las cápsulas su-
prarrenales.
1564-1616. Shakespeare.
1565. Estatuto de la reina Isabel
permitiendo la disección
de los criminales ejecuta-
dos.
Jean Nicot lleva la planta del
tabaco a Francia.
Inauguración en Estrasburgo
de la Academia de Johann
Sturm.
1567. Ulisse Aldrovandi establece
APÉNDICES
517
el jardín botánico de Bo-
lonia.
Publicación del estudio de
Paracelso de la tisis de los
mineros.
1568. Constantino Varolio descri-
be la protuberancia (pons
Varolii).
1570. Felix Platter recomienda el
tratamiento psíquico de la
locura.
1 57 1. Batalla de Lepanto.
Francisco Bravo describe el
tabardillo (tifus de Es-
paña).
Fundación en Estocolmo del
Caroline Medico-Chirurgi-
cal Institute.
Jerónimo Mercurial publica
su tratado de enfermeda-
des de la piel.
Envenenamiento por el plo-
mo (cólico Pictonum), en
Poitou.
Ordenanza de Adam Lonit-
zer para las comadronas
(Francfort am Mein).
Bula de Gregorio XIII para
la Universidad de Oviedo.
Pandemia de peste bubó-
nica.
Fundación de las Universi-
dades de Leyden y Helms-
tadt.
Paré inventa el masaje y los
ojos artificiales.
1576. Paracelso publica su tratado
de aguas minerales.
1578. Guillaume de Baillou descri-
be la tos ferina como
«quinta».
Nacimiento de William Har-
vey.
Rodolfo II autoriza la Uni-
versidad de Altdorf (inau-
gurada en 1580).
1580. Pandemia de influenza.
Próspero Alpino introduce
las moxas de Oriente.
1 58 1. Publicación del tratado de la
operación cesárea de
Rousset.
1582. Autorización por Jacobo II
de la Universidad deEdim-
burgo.
Fundación del Collegium Me-
dicum de Augsburgo.
1583. Publicación del Augendienst,
de George Bartisch.
Cesalpino clasifica las plan-
tas de su obra De plantis.
•572.
'573-
1574.
1574-i577
1575-
Publicación de la Phytogno-
md?iica, de Delia Porta.
1 583- 1 600. Epidemia en España de dif-
teria (garr Otilio).
1584. Sir Walter Raleigh trae el
curare de la Guyana.
1585. Publicación del tratado de
enfermedades de los ojos
de Guillemeau.
1586. Fundación de la Universidad
de Graz.
Publicación de la Physiogno-
mia, de Delia Porta.
1587. Aranzio da la primera des-
cripción de las deformida-
des de la pelvis.
1588. Destrucción de la «Armada
Invencible».
Anfiteatro anatómico de Ba-
silea.
El Dr. Timothy Bright inven-
ta la taquigrafía.
1589. Galileo demuestra la ley de
la gravedad.
1589-161 1. Enrique IV.
1590. Invención del microscopio
compuesto por Hans y Za-
charias Janssen.
José de Acosta describe el
mal de las montañas.
1 59 1 . Pandemia de peste bubónica.
1593. Fundación, por George
Keith, conde de Marischal,
del Marischal College
(Aberdeen).
Fundación de la Universidad
de Dublin (Trinity Co-
llege).
1595. Libavius publica el primer
tratado de Química {Alchi-
mya).
Quercetanus emplea los ca-
lomelanos.
La ciudad de Passau dicta
ordenanzas para las coma-
dronas.
1596. Fundación de la Universidad
de Cagliari (Cerdeña).
Publicación de las Metamor-
phosis de Ajax, de Haring-
ton.
x597- Tagliacozzi publica su trata-
do de Cirugía plástica.
Publicación del tratado de
Jurisprudencia médica, de
Codronchi.
Publicación de la Gynaecia,
de Israel Spach.
Jacobo VI, de Escocia, publi-
ca la Demono logra.
1 598. Edicto de Nantes.
5i8
HISTORIA DE LA MEDICINA
1599-
1599- 1 660.
1600.
1 60 1.
1603.
1604.
1605.
1 606- 1 669
1607.
1609.
Oí o
Descripción, por Mercurio,
en La Contare, de la posi-
ción de Walch.
Cario Ruini publica un trata-
do de enfermedades de los
caballos.
Publicación de la Historia
ani??ialium, de Ulisse Al-
drovandi.
Se establece la Real Facultad
de Médicos y Cirujanos de
Glasgow.
Velázquez.
Privilegio de la reina Isabel
en favor de la Compañía
de las Indias Orientales
(31 diciembre),
Publicacición del De magne-
te, de Gilbert.
Fundación de la Universidad
de Harderwijk.
Publicación de las Foglietti,
en Venecia.
Producción del Hamlet.
Félix Platter publica la pri-
mera clasificación de las
enfermedades.
Fedeli publica un tratado de
Jurisprudencia médica.
El príncipe Cesi funda la
Academia de Lincei , en
Roma.
Johann Kepler demuestra la
inversión de las imágenes
ópticas en la retina.
Verhoeven publica un perió-
dico en Amberes.
Rembrandt.
Establecimiento de James-
town, Virginia (13 mayo).
Rodolfo II da un privilegio
para la Universidad de
Giessen (19 mayo).
Estados Unidos de Holanda.
Henry Hudson ancla el Half
Moon en la bahía de New-
York.
Publicación de la Astronomía
Nova, de Kepler.
La jalapa es traída de Méjico.
Louise Bourgeois publica un
tratado de < )bstetrida.
Galileo invent.) el mi< 1 1 1
eopio.
( Iristoforo I ruarinoni descri
be las gomas del cerebro.
Minderero descubre el
talo amónico (spiritia Min-
eri).
\- undacióo de la orden de los
Kos.u razados.
■ ■
161 1
1614.
1615.
f 1 6 1 6.
1 61 7.
1618.
16 18- 1 648
1 619.
1620.
1621
1622.
1022
1623.
1753
Unión de Brandenburgo y
Prusia.
Villarreal publica sus estu-
dios del garrotillo (difte-
ria).
Fundación de la Universidad
de Groninga.
Rodericus a Castro publica
un tratado de jurispruden-
cia médica.
Publicación del periódico
Francfurter Po stam ts-zei-
tung.
Harvey comienza sus leccio-
nes sobre la circulación de
la sangre.
Fundación de la Universi-
dad de Padeborn.
Cesare Magati trata las heri-
das con agua pura.
Briggs y Napier inventan los
logaritmos.
Fundación del gremio de bo-
ticarios en la ciudad de
Londres.
Primera edición de la Far-
macopea de Londres.
La condesa de Chinchón se
cura de la fiebre palúdica
con la corteza de la quina.
. Guerra de los Treinta Años.
Publicación del Ocnlus, de
de Christoph Scheiner.
Desembarco de los peregri-
nos en Plymouth, Massa-
chusetts (21 diciembre).
Publicación del Novum orga-
num, de Bacón.
Jardín Botánico en Estras-
burgo.
Publicación de la Medicina
Militaris, de Raymund
Minderer.
Van Helmont enseña que una
substancia química subsis-
te en sus compuestos (con-
servación de la materia).
Fundación, por el emperador
Fernando [I, de las Univer-
sidades de Estrasburgo \
Rinteln.
Zacchias publica un tratado
de jurisprudencia médica.
Cornelius Drebbel perfeccio-
na el microscopio.
Aselli describe los vasos lin-
fáticos,
aparición del London lí'eeklv
News.
. Moliere.
Colonización de Nueva Ze-
APÉNDICES
519
landa por los holandeses.
La Universidad de Alcalá se
traslada a Madrid.
Se agrega la Facultad de Me-
dicina a la Universidad de
Altdorf.
1625. Jardín botánico en Altdorf.
1 626. «Jardín des plantes» en París.
1628. Publicación, por Harvey, de
su obra De Motu Coráis.
1629. Jardín botánico en Jena.
Severiano hace la primera
resección de la muñeca.
El fraile franciscano De la
Roche d'Allion describe el
petróleo.
1630. Thuillier padre demuestra
que el fuego sagrado (er-
gotismo) es debido al cor-
nezuelo de centeno.
1631. Theophraste Renaudot edita
la Gaceíte de France.
1 632. Gustavo Adolfo funda la Uni-
versidad de Dorpat.
Jardines botánicos en Oxford
y en Hampton Court.
1632-77. Spinoza.
1633. Stephen Bradwell publica la
primera obra de medicina
de urgencia.
1 634. Fundación de las Universida-
des de Utrecht y Sassari.
1635. Richelieu funda la Academia
francesa.
1636. Fundación del Harvard Co-
llege por decreto de la Cá-
mara general de Massachu-
setts (28 octubre).
La Asamblea de Virginia da
un decreto regulando los
honorarios de los médi-
cos.
1Ó37. Descartes demuestra que la
acomodación depende de
los cambios de forma del
cristalino.
El «Royal College of Physi-
cians» da un informe acer-
ca de la salud pública.
1 638. Cornelius Drebbel perfeccio-
na el termómetro.
El padre Acuña, fraile portu-
gués, introduce el bálsamo
de copaiba.
La Asamblea de Maryland da
un decreto regulando los
honorarios de los ciruja-
nos.
1639. Primera imprenta de la Amé-
rica del Norte (Cambridge,
Massachusetts).
Primer hospital de Canadá.
La Asamblea de Virginia da
un decreto regulando la
práctica médica (2 octu-
brre).
1640. Privilegio de la reina Cristi-
na de Suecia en favor de
la Universidad de Abo.
Publicación del libro de sal-
mos del Estado de Bahía .
Juan de Vigo introduce la
quina en España.
Severino produce la aneste-
sia local por medio de la
nieve y el hielo.
Werner Rolfink hace rena-
cer la disección en Alema-
nia (rolfinken).
1 640- 1 688. El Gran Elector.
1642. Jacob Bontius describe el
beri-beri.
1 642- 1 649. Guerra civil en Inglaterra.
1642-1727. Newton
Torricelli inventa el baróme-
tro.
1644. Descartes describe el acto
reflejo.
Publicación del tratado de
dióptrica de Descartes.
Hótel-Dieu en Montreal.
Matthew Hopkins, el brujo
inventor,
1645. Batalla de Naseby.
Fundación de la «Sociedad
Invisible» en Londres.
1646. Sanctorius describe nuevos
instrumentos en sus comen-
tarios a Avicenas.
Diémerbroek publica una mo-
nografía sobre la peste.
Aparición de la sífilis en. Bos-
ton, Massachusetts.
1647. Pecquet describe el conduc-
to torácico.
Wirsung descubre el conduc-
to pancreático.
Giles Firmin da lecciones de
Anatomía en Massachu-
setts.
1648. Paz de Westphalia.
Fundación de la Universidad
de Bamberg.
Publicación del ürtus medi-
cinae, de Van Helmont.
Athanasius Kircher describe
el cornete acústico.
Glauber prepara el ácido
clorhídrico fumante.
Francesco Redi es contrario
a la doctrina de la genera-
ción espontánea.
520
HISTORIA DE LA MEDICINA
1649-
1 649- 1 660.
1650.
1651
1652.
1653-1659-
1654.
1654-1715-
1655-
1656.
1657.
1657-1669
1658.
Acta regulando la práctica de
la medicina en Massachu-
setts.
República en Inglaterra.
Glisson describe el raqui-
tismo.
Publicación del tratado de
Harvey sobre la genera-
ción de los animales.
Highmoro descubre el seno
maxilar.
Rudbeck descubre los linfá-
ticos del intestino.
Thomas Bartolin describe
los linfáticos del intestino.
Johann Hoppe describe la
fiebre miliar.
Lorenz Bausch, de Erfurt,
funda la Gesellschaft na-
twforschender Freunde.
Protectorado en Inglaterra.
Otto von Gericke inventa la
bomba de aire.
Glisson describe la cápsula
del hígado.
Fundación de la Universidad
de Herborn.
Reinado de Luis XIV.
Fundación de la Universidad
de Duisburg.
Scultetus publica su Arma-
mentarium.
Publicación de la adenogra-
fía de Wharton.
Rolfink demuestra que la ca-
tarata es la opacidad del
cristalino.
Abolición de las leproserías
o lazaretos en Francia.
Fundación en Florencia de la
Accademia del Cimento.
Wolfgang Hoefer describe el
cretinismo en su Hercules
Medicus.
Jan a Gehema solicita que se
provea de armas por el
ejército a los encargados
del comercio de drogas,
Comenius publica su Orbis
pictus.
Fiebre palúdica pandémica.
Swammerdan describe los
glóbulos rojos.
Wepfer demuestra la lesión
del cerebro en la apoplejía.
Athanasius Kircher atribuye
la peste a uncontagium ani-
matum.
Malpighi expone el linfade-
aoma o enfermedad de
Hodgkin.
Difteria en Roxbury, Massa-
chusetts.
1660. Schneider demuestra que la
secreción nasal no viene
de la pituitaria (Galeno).
Willis describe iafiebrepuer-
peral.
Hermann Conring publica un
tratado de estadísticas
(Examen rerum public arum).
Malpighi descubre la anasto-
mosis entre los capilares.
1660-85. Carlos II de Inglaterra.
1 66 1. Stensen descubre el conduc-
to de la parótida.
Malpighi publica el primer
estudio de un sistema ca-
pilar (De pulmonibus).
Robert Boyle define los ele-
mentos químicos y aisla la
acetona.
Aparece la escarlatina en In-
glaterra.
1662. Privilegio de Carlos II en fa-
vor de la Royal Society.
Newton y Leibnitz inventan
el cálculo diferencial.
John Graunt funda las esta-
dísticas médicas.
Descartes publica un tratado
de fisiología (De homine).
Lorenzo Bellini descubre los
tubos excretores de los rí-
ñones.
De Graaf demuestra que el
óvulo se forma en el ova-
rio.
Meibom descubre las glándu-
las que llevan su nombre.
1663. Primer hospital en las colo-
nias americanas (Long Is-
land, N. Y.).
Hendrick van Roonhuyze
describe la operación de la
fístula vesico-vaginal.
Sylvius trata de la digestión
como una fermentación.
1664. Publicación del Cerebri ana-
tome, de Willis (clasifica-
ción de los nervios cranea-
les).
Swammerdam descubre las
válvulas de los linfáticos.
I )< ( rraaf examina el jugo
pancreático.
Solleysel transmite el muer-
mo de caballo a caballo.
De la Martiniére describe el
reumatismo gOnOCÓCÍCO.
1665. Newton enuncia la ley de la
gravitación.
APÉNDICES
la
sangre
Gran peste de Londres.
Richard Lower hace
transfusión de la
de perro a perro.
Publicación del primer volu-
men de las Philosophical
Transactions (Royal So-
ciety).
Colbert funda la Academia
de Ciencias en París.
Fundación, por el duque
Cristian Alberto de Hols-
tein, de la Universidad de
Kiel.
Publicación del primer nú-
mero del Journal des sga-
vans (5 enero).
1666. Gran incendio de Londres.
Fundación de la Universidad
de Lund.
Publicación del tratado de
las visceras de Malpighi.
Nombramiento de jueces fis-
cales para los departa-
mentos de Maryland.
1 666- 1 675. Viruela en Europa.
1667. Robert Hooke describe las
células vegetales en su_4/z-
crographia.
Denys, de París, hace la pri-
mera transfusión de la
sangre en el hombre.
Swammerdam describe la
docimasia del pulmón
fetal.
Hooke demuestra, por me-
dio de la respiración arti-
ficial, las verdaderas fun-
ciones del pulmón.
Walter Needham demuestra
que el feto se nutre por la
placenta.
1668. Mayow encuentra el «espíri-
tu igneo-aéreo» (oxígeno),
esencial para la vida y la
combustión.
Publicación del tratado de
Obstetricia de Mauriceau.
Aparición de la fiebre ama-
rilla en New- York.
1 668- 1 672. Epidemia de disentería en
Inglaterra (descrita por
Sydenham y Morton).
1669. Publicación del Tractatus de
corde, de Richard Lower.
Stensen funda la geología de
los estratos (De solido in-
tra solidum).
Lower demuestra que la san-
gre venosa toma el aire en
los pulmones.
1670.
1671.
1672.
1673-
1674.
1675-
1676.
1677.
521
Malpighi descubre las pirá-
mides de Malpighi en el
bazo y los riñones.
Swammerdam descubre el
tono muscular.
Willis descubre el sabor dul-
ce de la orina diabética (De
?nedica?nentor*um operatio-
nibus).
Kerckring, las válvulas con-
niventes del intestino del-
gado.
Jardín medico en Edim-
burgo.
Envenenamiento por el ar-
sénico en París ( Saint-
Croix y Brinvilliers).
Publicación del tratado, de
Redi, de la generación de
los insectos.
Inauguración de la Universi-
dad de Urbino como es-
tudios generales.
Fundación, por el emperador
Leopoldo I, de la Univer-
sidad de Innsbruck (Aca-
demia Leopoldina).
Le Gras introduce la ipeca-
cuana en Europa (mencio-
nada por Piso, 1648).
De Graaf describe los fo-
lículos de De Graaf en el
ovario.
Malpighi describe el des-
arrollo del pollo.
Leeuwenhoek inventa el mi-
croscopio.
Imprenta en Boston, Massa-
chusetts.
Velsch publica su Memoria
acerca de la filaria medi-
nensis.
Morel inventa el torniquete
para cohibir la hemorra-
gia.
Hamen, discípulo de Leeu-
wenhoek, descubre los es-
permatozoides.
Leuewenhoek descubre los
protozoos.
Publicación de la Anatome
plantarum, de Malpighi.
Sydenham describe la escar-
latina como se presentaba
en 1661-75.
Richard Wiseman describe
la tuberculosis de las arti-
culaciones (tumor blanco).
Isaac Barlow inventa el re-
loj de repetición.
Fundación de la Kaiserliche
522
HISTORIA DE LA MEDICINA
Lcopoldinische Akademie
der Naturforscher.
Publicación de la doctrina
de Glisson (1662) de la irri-
tabilidad de los tejidos.
Peyer describe los folículos
linfáticos en el intestino
delgado.
Viruela en Boston (publica-
ción de las Brief h'ule, de
Thacher).
1 677- 1 68 1. Pandemia europea de fiebre
palúdica.
1678. De Marchetti demuestra, por
medio de inyecciones, las
anastomosis de las arte-
riolas y de las venas.
1679. Rivinus descubre la glán-
dula sublingual.
Leeuwenhoek descubre los
músculos estriados.
Nicolás de Blegny publica el
primer periódico médico
(youvelles decouvertes).
Publicación del Sepulchre-
tumy de Bonet.
James Yonge describe la am-
putación a colgajo.
1680. Denis Papin construye una
pequeña máquina de vapor.
Leeuwenhoek descubre las
levaduras.
Caspar Bartholin descubre el
conducto excretor de la
glándula sublingual.
De Marchetti realiza la ne-
frotomía por litiasis renal.
Peste hospitalaria en Mar-
burgo.
1 680- 1 68 1. Publicación de De motu ani-
mal ¡um, de Borelli.
Fundación del Real Colegio
de Médicos de Edimburgo.
Imprenta en Williamsburg,
Virginia.
Brunner describe las glán-
dulas duodenales (descu-
biertas en 1672).
Publicación de la Anatomía
de las plant as ¡ por Nehe-
miah ( rrew.
1725. Pedro el ( írande:
Privilegio del duque Fran-
cisco II de Este en favor
de la 1 íniversidad de Mó-
dena.
Publicación del tratado de la
gota de Sydenham.
■ 1 i 1 >< ion (con figuras) de
las ba< terias, por i <•< u
". 1 nhoek.
16S2.
1683
Publicación, por Duverney,
del primer tratado de Oto-
logía.
1684. Bernier clasifica las razas hu-
manas con arreglo al color
de la piel.
1685. Revocación del edicto de
Nantes.
Facultad de Medicina en la
Universidad de Edim-
burgo.
Imprenta en Filadelfia.
Publicación de la Anatomía,
de Bidloo.
Publicación de la Nevrogra-
phia, de Vieussens.
Publicación del tratado de
Obstetricia, de Paul Portal.
Ordenanza prusiana regu-
lando los honorarios mé-
dicos.
1685-1750. Johann Sebastián Bach.
1686. Sydenham describe la corea
menor.
1 687. Publicación de los Principios,
de Newton.
Sir William Petty publica los
Ensayos de Aritmética polí-
tica.
1688. Revolución en Inglaterra.
1689. Publicación de la Phthisiolo-
gia, de Richard Morton.
Walter Harris publica un
tratado de enfermedades
de la infancia.
Leeuwenhoek descubre los
bastoncillos de la retina y
la anatomía fina de la cór-
nea.
1690. Ensayo de Locke sobre la
inteligencia humana.
Publicación del periódico
médico PublickOcnrrences,
en Boston, Massachusetts.
Justine Siegemundin publica
un tratado de Ostetricia.
Floyer cuenta las pulsacio-
nes por medio del reloj.
1 69 1. Clopton Havers publica la
Osteología Aova. (Conduc-
tos de Havers).
Autopsia del gobernador
Slaughter en New-York.
F iebre amarilla en Boston.
1692. Procesos de hechicería en
Salem.
Ammann enseña a los sordo-
mudos.
1693. Fundación de la Universidad
de Halle.
Fundación en Williamsbur-
APÉNDICES
523
go, Virginia, del Colegio
de William y Mary.
Imprenta en New- York.
Acoluthus de Breslau reseca
el maxilar inferior.
1694. Camerarius demuestra ex-
perimentalmente la sexua-
lidad de las plantas.
1 694- 1 778. Voltaire.
1695. Nehemiah Grew descubre el
sulfato magnésico en las
aguas de Epsom (sales de
Epson).
1697. Anfiteatro anatómico cons-
truido en el Hall de los Ci-
rujanos de Edimburgo.
Pacchioni descubre los cor-
púsculos en la duramadre.
1698. Publicación del tratado de
Stahl de enfermedades de
la vena porta.
1699. Publicación de la historia y
memorias de la Academia
francesa de Ciencias.
Publicación del Orang Ou-
tang, de Tyson.
Acta de las enfermedades
infecciosas en Massachu-
setts.
1700. Fundación en Berlín de la
Konigliche Akademie der
Wissenschaften.
Ramazzini publica un trata-
do de enfermedades pro-
fesionales.
1 70 1. Federico, elector de Bran-
denburgo, coronado rey
de Prusia.
Fundación del Yale College
(New Haven).
Publicación del Novum lu-
men, de Deventer.
Robert Houstonn punciona
un quiste ovárico.
1701-1713. Guerra de sucesión en Es-
paña.
1702. Fundación, por Leopoldo I,
de la Universidad de Bres-
lau.
Stahl expone la teoría del
flogisto.
1702-14. Reinado de la reina Ana.
1703. Fundación de San Peters-
burgo.
La Cámara de los Lores au-
toriza a los boticarios a
prescribir, lo mismo que a
vender las drogas.
Leeuwenhoek descubre la
partenogénesis de los pul-
gones.
1704. Valsalva publica De aure hu-
mana y describe el Méto-
do de Valsalva.
El doctor Eysenbarth prac-
tica como un charlatán en
Alemania.
1705. Robert Elliot, primer profe-
sor de Anatomía en Edim-
burgo.
Brisseau y Maitre Jan de-
muestran que la catarata es
la opacidad del cristalino.
1706. Primer laboratorio de zoo-
logía marina en Marseila.
1707. Fundación Senckenburg para
el adelanto de las ciencias.
Publicación del Curso de ope-
raciones de Cirugía, de Dio-
nis.
1708. Nacimiento de Haller.
Pandemia de influenza en
Europa.
17 10. Inauguración del hospital de
la Charité, en Berlín.
Morand y Le Dran realizan
la primera desarticulación
del hombro.
Anel opera el aneurisma li-
gando por encima del saco.
Thomas Newcomen inventa
la bomba de incendios.
Descubrimiento de los mús-
culos de Santorini en la
laringe.
Escuela de Medicina en el
Trinity College, de Dublin.
John Shore inventa el dia-
pasón.
Rousseau.
Torti de Módena emplea la
corteza de quina en el tra-
tamiento de la perniciosa
palúdica.
San Cosme se une a la Aca-
demia de Cirugía (París).
Fundación del anfiteatro
anatómico en Berlín.
Anel cauteriza los conductos
lacrimales.
1714. Advenimiento al trono de la
Casa de Hannover (Ingla-
terra).
Fahrenheit construye el ter-
mómetro de 212 grados.
G. W. von Leibnitz inventa
el sistema de pabellones
para hospitales.
1 7 1 5. J. L. Petit establece la dife-
rencia entre la compre-
sión y la contusión cere-
brales.
1711.
1712-78.
1713-
524
HISTORIA DE LA MEDICINA
1716.
1717.
1718.
1719.
1720.
1721.
'723.
'7^4
J. T. Hensing descubre el
fósforo en la sangre.
Se crea el cargo de cirujano
general en el Ejército ale-
mán con 900 marcos al
año.
La ciudad de New-York dic-
ta ordenanzas para las co-
madronas.
Timoni inocula a su hija con-
tra la viruela.
Hospital para enfermedades
infecciosas en Boston.
Anfiteatro anatómico en
Viena.
Lady Mary Wortley Mon-
tagu inocula a su hijo de la
viruela.
Anodino de Hoffmann.
Edward Strother describe la
fiebre puerperal.
Fundación del Hospital de
Westminster.
Kaspar Neumann obtiene ^1
ti mol.
Morgagni describe la sífilis
de las arterias del cerebro.
Publicación de la Cirugía, de
Heister.
Inauguración de los jardines
de Kew.
El general Holtzendorff crea
el Collegium medico-chi-
rurgicum en Berlín.
Fundación del Hospital de
Filadclfia.
Fundación en Caracas de la
Universidad Central de
Venezuela.
Palfyn presenta el fórceps
obstétrico en la Academia
francesa de Cirugía.
Zabdiel Boylston efectúa in-
oculaciones de viruela en
Boston (26 junio).
Fundación de la Universidad
de I )¡ion.
Se organiza la unión de boti-
carios en Londres.
Publicación de la Psychro-
lusicty de Flayer.
Publicación del tratado de
litotomía d<- Cheselden.
Aparición de la fiebre amari-
lla eil Londres.
< ruyot, de Versalles, intenta
el cateterismo de la trompa
de Eustaquio.
John Maubiav da enseñanza
privada de obstetricia <-n
Inglaterra.
A. de Moivre publica una Me-
moria sobre Rentas anuales
vitalicias.
1724-1804. Kant.
1725. Edicto prusiano reglamentan-
do el ejercicio de la me-
dicina.
Inauguración del Guy's Hos-
pital (6 enero).
Publicación de la Historia de
la Física, de Freind.
172b. Stephen Hales Uava a cabo
las primeras medidas de la
presión sanguínea.
1727. Pourfour du Petit investiga
las funciones del simpático
cervical.
Cheselden realiza la talla la-
teralizadapara los cálculos
vesicales.
1729. Influenza pandémica en Eu-
ropa.
1730. Daviel perfecciona la opera-
ción de la catarata.
James Douglas describe el
peritoneo.
Gaspar Casal describe la pe-
lagra como «mal déla rosa».
Reaumur inventa el termó-
metro de 80 grados.
Frobenius describe la prepa-
ración del éter sulfúrico.
31. Thomas Cadwalader explica
anatomía en Filadelfia.
Friedrich Hoffmann describe
la clorosis.
Le Dran perfecciona la lito-
tomía.
Fundación de la Academia
Real de Cirugía (18 de di-
ciembre).
Publicación de los Eleme?ita
chemiae, de Boerhaave.
Publicación de la Anatomía
de Winslow.
Pandemia gripal en Europa.
Fundación del hospital de
San Jorge en Londres.
Publicación de la Osteogra-
phia, de Cheselden.
George Cheine describe la
«respiración de Cbeine-
Stok< s
Stephen Hales produce hi-
dropesía inyectando agua
en las venas.
John M a chin describe la
«ichthyosis histrix» en la
familia Lambert.
1734. Fundación, por Jorge II de
Inglaterra, de la Universi-
1730-
I73I.
1732.
1733-
APÉNDICES
525
dad de Gottingen (7 de di-
ciembre).
Federico Guillermo I de Pru-
sia dicta la primera dispo-
sición reguladora de los
Hospitales de campaña.
1735. Publicación del Systewa na-
turae, de Linneo.
Werlhof describe la púrpura
hemorrágica.
Fundación de la Sociedad
Médica de Boston.
Se presenta la escarlatina en
los Estados Unidos.
1736. Fundación del Hospital de
Edimburgo.
J. L. Petit abre la apófisis
mastoidespor abscesos del
oído medio.
Haller determina la función
de la bilis en la digestión
de las grasas.
1737. Se inaugura formalmente la
Universidad de Gottingen
(«Georgia Augusta») [17 de
septiembre].
1738. Haller es llamado a la Uni-
versidad de Gottingen.
Lieberkühn inventa el reflec-
tor del microscopio.
Daniel Bernouilli establece
la teoria cinética de los
gases.
1 739- Cátedra especial de Obstetri-
cia en la Universidsd de
Edimburgo.
E. S. Morand hace la prime-
ra resección de la cadera.
Se funda en Suecia la Real
Academia de Medicina.
1740. Se funda la Universidad de
Pensilvania, como Colegio
de Filadelfia.
. Fundación del Hospital de
Londres.
Friedrich Hoffmann describe
la roséola.
Thomas Dover inventa los
«polvos de Dover».
1740-48. Guerra de sucesión en Aus-
tria.
1740-86. Reinado de Federico el
Grande.
1 74 1 • Cátedra de Clínica Médica en
Edimburgo.
Publicación del Tratado de
estadísticas de la vida, de
Süssmilch.
Archibald Cleland efectúa el
cateterismo de la trompa
«de Eustaquio.
1742.
1743-
1744.
1745-
1746.
1747-
1748.
1749-
Celsius inventa jel termóme-
tro centígrado.
Linneo describe la afasia.
Pandemia gripal en Europa.
La Universidad de Erlangen
es autorizada (21 febrero)
y después inaugurada (4 de
noviembre) por Carlos VIL
Fundación de la Sociedad
Filosófica Americana.
Fundación de la Universidad
de Santiago de Chile.
Stephen Hale publica su tra-
tado de ventilación.
Federico el Grande separa
algunos hospitales de la lí-
nea de ambulancias.
Trembley describe la regene-
ración de los tejidos en la
hidrozoa.
Alexander Monro publica un
Manual de Anatomía Com-
parada.
Separación de los barberos
de los cirujanos superiores
en ínglatera.
Fundación del Hospital de
Middlesex.
Se inaugura una clínica am-
bulante en Praga.
Se publica la Antitheriaka,
de Heberden (perfecciona-
miento de la Farmacopea
londinense).
C. G. Kratzenstein emplea la
electroterapia.
William Cooke idea la cale-
facción de vapor.
AntoineDeparcieux introdu-
ce la idea del «cálculo de
la vida media».
Fundación del Princeton Co-
llege.
Fundación del Hospital Lock
de Londres.
Fauchard describe la piorrea
alveolar y la mala oclusión
dentaria.
Publicación de Primae linae
physiologiae, de Haller.
Colegio Médico -Quirúrgico
en Dresden.
Meckel describe el ganglio
esfeno-palatino.
Sociedad Médica de New-
York.
Se crea una sala de partos en
el Hospital.
Publicación del Tratado de
enfermedades del corazón, de
Senac.
52Ó
HISTORIA DE LA MEDICINA
1749-1832
1750-
1751
1752.
17.S.V
■754-
•75v
1756.
Meyer, en Appenzell, pres-
cribe a los tuberculosos el
clima de montaña.
Publicación de la Historia
Natural, de Buffon.
Goethe.
Establecimiento de la Escue-
la Práctica en París.
La ciudad de Londres funda
una sala de partos en el
Hospital.
Antonio Núñez Ribero Sán-
chez introduce el sublima-
do corrosivo en el trata-
miento de la sífilis.
Russel described botón de
Alepo.
Decocción de Zittmann.
Fundación por Haller de la
«Konigliche Gesellschafft
der Wissenschaften», de
Gottingen.
Fundación en Filadelfia del
hospital de Pensilvania.
Haller publica la Memoria de
la irritabilidad específica
de los tejidos.
Publicación de la Obstetricia,
de Smellie.
Publicación del tratado de
enf~er?nedades de campaña,
de Pringle.
Experimentos de Reaumur
acerca de la digestión en
los pájaros.
Fundación en Londres del
Hospital de Obstetricia de
la Reina Carlota.
Daviel publica su Memoria
sobre la extracción de la
catarata.
Publicación del Art des ar-
couchements, de Levret.
Van Swieten organiza la en-
señanza clínica en Viena.
Watson describe la esclero-
dermia en la clínica de
Curzio.
Funda* ion en New- York del
Kings College f I Imversidad
dr Columbia).
remblor de tierra en Lisboa.
Fundación (lela Universidad
(\c Moscú por la Zarina
Isabel.
I'ublif ;n ion dd .illas de los
ojos, de. Zinn.
Funda ( ion «ir] Meal l taspita]
én I )nblín.
Publicación dd tratado de
Odontología, de Pfafí.
I756-
1757.
1758.
Nicolas André describe la
neuralgia infraorbitaria.
63. Guerra de los Siete Años.
William Hunter describe el
aneurisma arterio-venoso.
Publicación del Tratado de
higiene naval, de Lind.
Vuelve a aparecer el cometa
de Halley (termina la teo-
ría de la influencia de los
cometas en las enferme-
dades).
De Haén emplea el termó-
metro clínico en la labor
clínica.
Richard Brocklesby idea los
hospitales de barracas ven-
tiladas (descentralización).
!759- Fundación en Munich de la
«Konigliche Bayerische
Akademie der Wissens-
chaften».
Publicación de la Iheoria ge-
nerationis, de Wolff.
Mestivier describe y opera
la apendicitis localizada.
John Bard realiza la opera-
ción del embarazo extra-
uterino.
Jardín médico en Kew (Ingla-
terra).
1760. William Shippen Jr. da lec-
ciones de Anatomía en Fi-
ladelfia.
Acta de la ciudad de New-
York para reglamentar el
ejercicio de la medi-
cina.
1760-66. Benjamín Martín perfecciona
el microscopio.
1 76 1. Publicación del De sedibus,
de Morgagni.
Publicación del Inventum no-
vum, de Auenbrugger.
El Papa Clemente XI da los
manuscritos de Eustaquio
a Lancisi.
1762. Plenciz anuncia la teoría del
contagium animatum.
Roederer y Wagler describen
la fiebre tifoidea de Got-
tingen.
Publicación de la ¡'lora Vir-
ginia, de Jhon Clayton.
Lstablecimiento en Filadel-
fia del hospital privado de
maternidad de Shippen.
Primera biblioteca médica de
los Estados Unidos (Hos-
pital de Pensilvania).
Bilger reseca la muñeca.
APÉNDICES
P7
Stoerk introduce el acónito
y otros narcóticos.
Inauguración de una clínica
quirúrgica en Lisboa.
1762-1796. Reinado de Catalina II de
Rusia.
1763. Joseph Black establece la di-
ferencia entre el calor es-
pecífico y el calor latente.
1764. Cotugno describe la ciática
Louis idea la compresión di-
gital para combatir la he-
morragia.
Primer hospital de pabello-
nes, en Plymouth.
1765. Fundación de la Facultad de
Medicina en la Universidad
de Pensilvania.
Fontana publica una Memo-
ria sobre el veneno de la
víbora.
Escuela Nacional de Veteri-
naria en Alfort (Sena).
Escuela Real de Veterinaria
en Dresden.
Watt inventa la máquina de
vapor.
1766. Cavendish descubre el hidró-
geno.
Invención del vendaje de
Desault para las fracturas.
Fundación de la Sociedad
Médica del Estado de Nue-
va Jersey.
1767. Heberden describe la vari-
cela.
Charles White reseca la ar-
tulación del hombre.
Gripe pandémica en Europa.
1768. Publicación de la Memoria
de Wolff sobre embriolo-
gía de los intestinos.
Robert Why tt describe la me-
ningitis tuberculosa.
Heberden describe la angina
de pecho.
Charles White reseca la ca-
beza del húmero.
Anfiteatro anatómico (Senc-
kenburg) en Fracfort-am
Main.
Fundación, en New- York, de
la Escuela Médica (Kings
College).
Tratado de Lind sobre me-
dicina tropical.
769. Publicación de la Synopsis
nosologiae, de Cullen.
«Constitutio criminalis The-
resiana» (ley de tortura).
• Publicación del Tratado de
fracturas y luxaciones, de
Pott.
La máquina de vapor de
Watt (1765) es paten-
tada.
Fundación de la Sociedad
Médica de la ciudad de
New- York.
Fundación del Colegio de
Darmouth.
1770. William Hunter funda la Es-
cuela de Anatomía de la
Great Windmill Street.
Rutty describe la fiebre re-
currente.
Cotugno demuestra la albú-
mina en la orina.
William Hunter describe la
retroversion del útero.
El abate L'Epée inventa un
lenguaje de signos para los
sordo-mudos.
El Kings College confiere el
primer grado de médico
en los Estados Unidos.
Acta de la cuarentena en Pen-
silvania.
1827. Beethoven.
1 77 1. La viruela mata tres millones
de personas en las Indias
Orientales.
Priestley y Scheele aislan el
oxígeno.
Arkwright perfecciona las
máquinas de hilar.
Publicación del Tratado de
los dientes, de John Hunter.
Rutheford descubre el nitró-
geno.
Se completa la Enciclopedia
(Diderot y d'Alembert).
Priestley descubre el óxido
nitroso.
Acta de Nueva Jersey regu-
lando el ejercicio de la me-
dicina.
I773- Fundación de la Sociedad
Médica de Londres.
Primer manicomio de los Es-
tados Unidos en Williams-
burg (Virginia).
Fothergill describe la neural-
gia facial.
Charles White recomienda la
asepsia para evitar la fie-
bre puerperal.
Supresión por Clemente XIV
de la orden de los jesuítas.
774. Revolución en Rusia.
Publicación de la Anatomía
uteri, de William Hunter.
1770
1770
1771,
1772.
1763-
1774.
;28
HISTORIA DE LA MEDICINA
1775-
i775-I783
1776.
Benjamín Jesty vacuna con-
tra la viruela.
Priestley descubre el amo-
níaco.
Scheele descubre el cloro.
Abraham . Chovet explica
Anatomía en Filadelfia.
Lavoisier descubre y define
el oxígeno.
Pole y Dobson encuentran
la glucosa en la orina.
Es nombrado John Morgan
director general del ejér-
cito americano.
Revolución americana.
Publicación de First Lines,
de Cullen.
Jasser realiza con éxito la
operación de la apófisis
mastoides.
Scheele y Bergmann descu-
bren el ácido úrico en los
cálculos vesicales.
Publicación de la clasifica-
ción de Plenck de las en-
fermedades de la piel.
Cruikshank descubre que los
nervios seccionados pue-
den crecer en ambos ex-
tremos.
1 776- 1 805. Pandemia de escarlatina en
ambos hemisferios.
Lavoisier describe el cambio
de gases en la respiración.
Sigault realiza la sinfisioto-
mía.
Publicación de las investiga-
ciones efectuadas en los
hospitales y prisiones por
John Howard.
Escuela de veterinarios mili-
tares en Viena.
Es elegido William Shippen
romo director general del
1 apartamento médico del
Ejército americano.
El conde Rumford investiga
los equivalentes mecáni-
cos del calor.
C. C. von Siebold realiza la
sinfisiotomía en Alemania.
William Brown publica la pri-
mer farmacopea america-
na en Filadelfia.
Fundación de la Universidad
de Palermo.
|. P. Frank publica el primer
ema <1<: higiene pública
vol. 1, 24 abril 1.
Bylon de Java describe el
dengue.
1777.
177K.
'779-
William Wright, de Edimbur-
go, aplica las duchas esco-
cesas.
Ingen Housz descubre que
las plantas desprenden
anhídrido carbónico.
Pott describe las deformida-
des y parálisis de la caries
espinal.
Publicación de la Memoria
de Mesmer sobre el mag-
netismo animal.
1780. Establecimiento de una cáte-
dra de clínica médica en la
Universidad de Oxford.
Inauguración de la Universi-
dad de Munster.
Publicación de la Memoria de
Chabert sobre el carbunco
animal.
Benjamín Franklin inventa
las lentes bifocales.
Fundación, en Boston, de la
Academia de Artes y Cien-
cias.
1 78 1. . Cavendish efectúa la síntesis
del agua.
Publicación de la Critica dé-
la razón pura, de Kant.
Fundación de la Sociedad
Médica de Massachu-
setts.
Fundación de la Universidad
de Georgetow (D. C.)
1782. Fundación del Departamen-
to Médico de la Universi-
dad de Flarvard.
La Universidad de Inns-
bruck es reducida a la ca-
tegoría de liceo por Jo-
seph II.
Separación, en Austria, de los
barberos y los cirujanos.
Publicación de las transac-
tions de la Royal Society
de Edimburgo.
1785. Lavoisier realiza el análisis
del agua y destruye la teo-
ría del flogisto.
Marschal (Estrasburgo) ex-
cinde un útero canceroso
prolapsado.
Inauguración del Algemeines
Krankenhaus de Viena (16
agosto).
Goethe descubre el hueso in-
termaxilar.
Cotugno descubre el líquido
céfalo-raqufdeo.
Cavendish descubre el hidró-
geno.
1783-
1783-
1783-
1784-
APÉNDICES
529
Fundación del Real Colegio
de Cirujanos de Irlanda.
Es'ablecimiento del Josephi-
num, en Viena.
Fowler introduce el arsenia-
to potásico (Disolución de
Fowler).
John Hunter descubre la cir-
culación colateral e idea la
ligadura proximal en el
tratamiento de los aneu-
rismas.
Publicación del tratado de
Withering sobre la digital.
Charles White describe la
flegmasía alba dolens.
Sir Gilbert Blane publica un
tratado de medicina naval.
1785. Establecimiento de una' cá-
tedra de Anatomía en la
Universidad de Dublin.
Fundación de la Universidad
de Georgia (Estados Uni-
dos).
1786. Publicación del Tratado de
enfermedades venéreas , de
John Hunter.
Parry describe el bocio ex-
oftálmico.
Lettsom describe el alcoho-
lismo y los vicios farmaco-
lógicos.
P. F. Moreau excinde la ar-
ticulación del codo.
Fourcroy y Thouret, el adi-
pocere.
Publicación de las transac-
tions del Real Colegio de
Médicos de Londres.
1887. Fundación del Golegio de
Médicos de Filadelfia.
Publicación del atlas de los
linfáticos, de Mascagni.
Abolición, en Würzburg, del
gremio de bañeros.
1788. La Universidad de Lo vaina
se traslada a Bruselas.
Pandemia gripal en Europa.
1789. John Hunter describe la in-
tussuscepción.
Mathew Baillie describe los
quistes dermoideos del ova-
rio.
Fundación de la Sociedad
Médica de Delaware.
Fundación de la Sociedad
Médica de Carolina del Sur.
1789-99. Revolución francesa.
1790. Se crean Escuelas Reales de
Veterinaria en Berlín y
Munich.
Publicación, en New-York, de
un periódico médico.
1 79 1. Soemmerring publica el pri-
mer volumen de su Anato-
mía.
La Universidad de Innsbruck
es restaurada a su antiguo
rango.
Fundación de la Sociedad
Médica deNew-Hampshire.
Establecimiento en Londres
del Real Colegio de Vete-
rinaria.
Fundación del Real Hospital
Marítimo para escrofulosos
en Margate.
1791-99. William Baynham, de Virgi-
nia , efectúa operaciones
para el embarazo extraute-
rino.
1 792. Publicación de los ensayos de
Galvani acerca de la elec-
tricidad animal.
pila voltaica.
Fodéré publica un tratado
del bocio y del cretinismo.
Publicación de la Historia de
la Medicina, de Sprengel.
Fundación de la Sociedad
médica de Connecticut.
Máquina para desmotar el
algodón (Eli Whitney).
Establecimiento de la Repú-
blica francesa (21 setiem-
bre).
1793. Publicación de la Anatomía
Pat o log ica, de Matthew
Baillie.
Benjamín Bell establece la
distinción entre la bleno-
rragia y la sífilis.
Matthew Carey describe la
epidemia de fiebre amari-
lla en Filadelfia.
1 793-94. El terror en Francia.
1794. Lavoisier es guillotinado (8
de mayo).
John Hunter publica trata-
dos de la sangre, de la in-
flamación y de las heridas
por arma de fuego.
John Hunter describe trans-
plantaciones de los tejidos
animales.
Dalton describe la acroma-
topsia (ceguera de los co-
lores) [31 octubre].
Publicación de las Tabulae
nevrologicae, de Scarpa.
Publicación de la Zoonomía,
de Erasmo Darwin.
Historia db la Mbdioiha.
34
530
HISTORIA DE LA MEDICINA
1796
1797
Creación en París de l'Ecole
de Santé.
Gumpert publica el texto
griego de Asclepíades.
1795. El cirujano general Gorcke
funda la Kaiser Wilhelms
Akademie de Berlín.
Fundación del Instituto de
Francia.
Fundación en Londres de la
Sociedad Abernethiana.
1796. Jenner vacuna a William
Phipps (14 mayo).
Abernethy realiza la primer
ligadura de la arteria ilía-
ca externa.
Wright Post, en América, liga
con éxito la arteria tempo-
ral.
Fundación de la Sociedad de
Medicina en París.
Fiebre amarilla en Boston.
-1815. Guerras napoleónicas.
Wollaston descubre el ácido
úrico en las articulaciones
afectas de gota.
Currie publica sus estudios
de hidroterapia en la fie-
bre tifoidea.
John Rollo defiende la dieta
de harinas en la diabetes.
Publicación del Medical Re-
pository (New- York).
99. Fiebre amarilla en Fila-
delfia.
Publicación de las Investiga-
ciones^ de Jenner.
Publicación de los Estudios
de la población, de Malthus.
Fundación de la Facultad
Médico-Quirúrgica de Ma-
ryland.
Fundación .en San Peters-
burgo de la Academia Im-
perial Médico-Militar.
John Haslam describe la pa-
rálisis general.
Organización de la Escuela
Médica del Darmouth Co-
llege.
Invención del alumbrado por
el ^as.
1 798- 1 82 1. Publicación del Tratado de
/'enfermedades de la piel, de
Villan.
1799. De Carro introduce la vacu-
nación dejenneren elCon-
tinente y en Asia.
Matthew Baillit describe la
endocarditis.
E Btablecimiento en I rlasgow
1797
1798
de la Escuela Médica del
Anderson's College.
Acta del Congreso de los
Estados Unidos, relativa a
los pasaportes de cuaren-
tena.
1799-1804- Napoleón, primer Cónsul.
1800. Decreto en favor del Real
Colegio de Cirujanos de
Londres.
Publicación del Tratado de
las membranas, de Bichat.
Sir Humphry Davy descubre
los efectos anestésicos del
gas hilarante.
Benjamín Waterhouse intro-
duce la vacuna jenneriana
en América.
Publicación de la Anatomía
comparada, de Cuvier.
1 80 1. Pinel publica el Tratado de
Psiquiatría.
Thomas Young describe el
astigmatismo e instituye la
teoría ondulatoria de la luz.
Publicación de la Anatomía
descriptiva, de Bichat.
Soplete de oxihidrógeno
(Hare).
1802. Publicación de los Comenta-
rios, de Heberden.
Fundación, en Francia, del
Consejo General de Sa-
nidad.
Publicación de la Anatomía
general, de Bichat.
Establecimiento en Londres
de un hospital para enfer-
mos febricitantes.
1803. Fundación en París de las
Sociedades anatómica y
farmacéutica.
Otto describe la hemofilia.
1804. Fundación, por Alejandro I,
de las Universidades de
Kasan y Charkov.
Danton establece la teoría
atómica.
Scarpa describe la arterie-
esclerosis.
Fundación en Londres del
Real Hospital Oftalmoló-
gico.
Creación del Museo Médico
de Filadelíla.
1804-15. Napoleón, emperador de
Francia.
1805. Batalla de Trafalgar.
Sertttrner aisla la morfina.
Vietisseux describe la me-
ningitis cerebroespinal.
APÉNDICES
S3»
1806. Fin del Sacro Romano Im-
perio.
Fulton inventa el barco de
vapor.
1807. Se introduce la vacuna en
Baviera y Hesse.
Percival publica un código
de ética médica.
La Universidad de Altdorf
se une a la de Erlangen.
Se funda en Baltimore el Co-
legio Médico de Maryland.
Davy aisla Na, K, Ca, Mg,
Sy B.
1808. Fundación de las Universi-
dades de Lyon y Cler-
mont-Ferrand.
Fundación en Erlangen de la
Sociedad Físico-Médica.
Fundación de la Sociedad
Médica de Suecia.
Fundación de la Facultad de
Medicina de Río Janeiro.
Publicación del Tratado de
las bronquitis, de Badham.
1809. Fundación, por Federico
Guillermo III de Prusia, de
la Universidad de Berlín.
McDowell lleva a cabo la ova -
riotomía.
Allan Burns describe la en-
docarditis.
Soemmerring inventa la te-
legrafía eléctrica.
Fundación de un hospital
francés en New- York.
181 o. Gall y Spurzheim publican
un tratado sobre el siste-
ma nervioso.
Hildebrand publica un estu-
dio del tifus y de la fiebre
tifoidea.
Wells describe el reumatis-
mo del corazón.
Marzari atribuye la pelagra al
maíz.
Davy analiza el sublimado
corrosivo.
Fundación de la Escuela Mé-
dica de Yale.
1 8 1 1 . Fundación de la Universidad
de Cristianía.
Napoleón cierra la Universi-
dad de Salerno (29 de no-
viembre).
Sir Charles Bell describe las
funciones de las raíces
nerviosas de la médula es-
pinal.
Establecimiento del Hospital
general de Massachusetts.
1813.
1814.
1815.
1S16.
1816-30.
1817.
Fundación de la Universidad
de Genova.
Parkinson describe la apen-
dicitis perforativa.
Legallois describe la acción
del vago en la respiración.
Fundación, en Filadelfia, de
la Academia de Ciencias
Naturales.
Establecimiento del Hospi-
tal de Bellevue en New-
York.
Sutton establece diferencias
entre el delirium tremens y
la frenitis.
Ling inventa la gimnasia
sueca.
Fundación, en Londres, del
Real Hospital de enferme-
dades del tórax.
Stephenson inventa la loco-
motora.
Confederación alemana.
Batalla de Waterloo.
Davy inventa la lámpara de
seguridad para las minas
de carbón.
La Universidad de Witten-
berg se traslada a Halle.
Laennec descubre la auscul-
tación mediata (i.° mayo).
Lisfranc realiza la desarticu-
lación tarsometarsiana.
Se crea una cátedra especial
de Obstetricia en la Uni-
versidad de Glasgow.
Fundación de la Universidad
de Gante.
Delpech realiza la tenotomía
subcutánea.
Fundación del Real Hospital
de Otología en Londres.
Pandemia del cólera.
Fundación de la Universidad
de Lieja.
Pelletier aisla la emetina.
Establecimiento, en Berlín,
del Friedrich Wilhelm Ins-
tituí.
Parkinson describe la pará-
lisis agitante.
John King publica una obra
sobre el embarazo extra-
uterino.
Sir Astley Cooper liga la
aorta abdominal.
Fundación de la Universidad
de Bonn, por Federico
Guillermo III de Prusia.
De Riemer inventa los cor-
tes congelados.
532
HISTORIA DE LA MEDICINA
1820.
1S21.
Valentine Mott liga, con éxi-
to, la arteria innominada,
Thenard descubre el peróxi-
do de hidrógeno.
Pelletier y Caventou aislan la
estricnina.
181 9. Fundación de la Universidad
de San Petersburgo, por
Alejandro I.
Barcos de vapor cruzan el
Océano Atlántico.
John Bostock describe la fie-
bre del heno.
Pelletier y Caventou aislan
la quinina.
Fundación del Colegio Médi-
co de Ohio.
Fundación de la Sociedad
Médica del distrito de Co-
lumbia.
Fundación de la Academia
de Medicina en París.
Coindet emplea el iodo en el
bocio.
Publicación del Tratado de
Otología, de Itard.
Fundación del McGill College
y Universidad en Montreal.
Fundación del Colegio de
Farmacia de Filadelfia.
1822. Magendie demuestra la ley
deBell de las raícesnervio-
sas de la médula espinal.
Fundación de la Asociación
Británica para el fomento
de las Ciencias.
Fundación de la Asociación
Alemana de naturalistas y
médicos.
James Jackson describe la
neuritis alcohólica.
1823. Purkinje hace investigacio-
nes acerca de las impre-
siones digitales.
Chevreul investiga las grasas
animales.
Los hermanos Chevallier in-
ventan el microscopio acro-
mático.
1824. Flourcns publica su obra de
fisiología cerebral.
Prout investiga la acidez del
jugo gástrico.
Sadi Carnot establece la se-
cunda ley de la termodi-
námica.
1825. Fundación (lela Universidad
(i« Virginia.
iblecimiento, en Filadel-
fia, del ( '«»!< ígio Médico de
Jefferson.
Bouillaud describe y localiza
la afasia.
Short introduce el oleum ti-
glii de la India.
Hospital para afecciones fe-
briles en New- York.
1826. Fundación de la Universidad
de Munich (Por traslación
de la Universidad de In-
golstadt a Landshut).
Traslación de la Universidad
de Abo (1640) a Helsing-
ford.
Laennec da su clásica des-
cripción de la bronquitis
y de otras afecciones torá-
cicas.
Dupuytren describe la luxa-
ción congenita de la ca-
dera.
Calmeil describe la parálisis
general.
1827. Nacimiento de Lord Lister
(5 de abril).
Von Baer descubre el óvulo
de los mamíferos.
Richard Bright describe la ne-
fritis esencial.
Adams describe el bloqueo
del corazón.
Amici y Cuthbert inventan el
microscopio de reflexión.
1828. Wohler descríbela síntesis ar-
tificial de la urea, desde el
cianato amónico.
Piorry inventa el plexímetro.
Hodgkin describe la insufi-
ciencia aórtica.
1829. Louis Braille inventa la im-
prenta para los ciegos.
Benjamín Babington descri-
be su glotiscopio.
Daguerre inventa la fotogra-
fía.
1830. J. J. Lister perfecciona el mi-
croscopio apocromático.
Steinheim describe la te-
tania.
Kopp describe la muerte tí-
mica.
Priessnitz funda estableci-
mientos hidroterápicos.
48. Reinado de Luis Felipe.
Guthrie, Liebig y Soubeirad
descubren el cloroformo
Liebig a nal i/a la acetona
(Boyle, 1661).
Fundación de las l Iniversida-
dcs de Kiew y de Zurich.
Fundación de la Asociación
Médica Británw a.
[830-
1831.
1832.
APÉNDICES
533
Faraday describe la induc-
ción galvánica y magné-
tica.
Publicación del acta sobre
anatomía en Inglaterra.
Hodgkin describe el liníade-
noma.
Corrigan describe la insufi-
ciencia aórtica.
Fundación del hospital de
Obstetricia en Boston.
Liebig descubre el cloral.
1833. Publicación del Tratado de
Fisiología, de Johannes
Müller.
Marshall-Hall estudia la ac-
ción refleja.
William Beaumont publica
sus experimentos sobre la
digestión.
Geiger y Hesse aislan la
atropina.
Lobstein describe la osteop-
sathirosis.
1834. Fundación de las Universi-
dades de Berna y de Bru-
selas.
Fundación de la Real Socie-
dad Estadística de Lon-
dres.
Dumas obtiene el clorofor-
mo puro, dándole nombre.
Fundación de la Universi-
dad de Tulanes, en Nueva
Orleans.
1835. Fundación, por Louis, de las
estadísticas médicas.
Malcolmson describe el beri-
beri.
Cruveilhier describe la es-
clerosis en placas.
Fundación del Museo Du-
puytren.
1836. Los hermanos Weber inves-
tigan la fisiología de la lo-
comoción.
Schwann descubre la pep-
sina.
Invención de la prueba de
Marsh para el arsénico.
Fundación de la Universi-
dad de Londres.
Richard Bright describe la
atrofia amarilla del hígado.
Davy descubre el acetileno.
1837. Gerhardt establece la dife-
rencia entre el tifus y la
fiebre tifoidea.
Colles establece la ley de la
inmunidad materna en la
sífilis.
Jacob Henle describe los te-
jidos epiteliales.
Schonlein describe la pelio-
sis reumática.
Fundación del Rush Medical
College (Chicago).
Fundación en Viena de K. k.
Gesellschaft der Aerzte
1838. Refundición de la Universi-
dad de Mesina.
Schleiden describe las célu-
las vegetales.
Ehrenberg publica un trata-
do de infusorios.
Publicación del Tratado de
los tumores, de Johannes
Müller.
Mettauer realiza afortunadas
operaciones de fístula ve-
sicovaginal.
Fundación del Real Hospital
Ortopédico.
1839. Schwann publica su Tratado
de la teoría celular.
Publicación del Tratado de
percusión y auscultación, de
Skoda.
Publicación del primer vo-
lumen de la obra de Littré
sobre Hipócrates.
Primer periódico de odon-
tología (New-York).
Rowland Hill inventa los se-
llos de correos.
1840. Jacob Heine describe la po-
liomielitis infantil.
Basedow describe el bocio
exoftálmico.
Fundación de la primera es-
cuela y de la primer so-
ciedad odontológicas en
Baltimore.
1 84 1. Publicación de la Anatomía
general, de Henle.
1842. J. R. Mayer establece la ley
de la conservación de la
energía.
Long realiza la anestesia por
medio del éter.
Wohler describe la síntesis
del ácido hipúrico desde
el ácido benzoico.
Dieffenbach publica su Tra-
tado del estrabismo.
1843. O. W. Holmes establece la
contagiosidad de la fiebre
puerperal.
Cari Ludwig investiga el me-
canismo de la secreción
urinaria.
Küchler idea la prueba de
534
HISTORIA DE LA MEDICINA
los caracteres de imprenta
para el examen de la agu-
deza visual.
Simpson, Huguier y Kiwisch
inventan la sonda uterina.
Fundación de la Sociedad de
Cirugía de París.
1844. Rokitansky demuestra la na-
turaleza tuberculosa del
mal de Pott.
Fundación de la Sociedad
de Patología de New-
York.
1845. Virchow demuestra que la
embolia es la causa de la
puemia.
Virchow y Hughes Ben net
describen la leucemia.
Andrew Buchanan investi-
ga la coagulación de la
sangre.
Langenbeck descubre el ac-
tinomices.
Francis Rynd (Dublin) em-
plea las inyecciones hipo-
dérmicas para calmar el
dolor.
1846. Los hermanos Weber descu-
bren la acción inhibitoria
del nervio vago.
Morton inventa la anestesia
por el éter.
Kolliker describe los múscu-
los estriados.
Marion Sims inventa el es-
péculum vaginal.
Claudio Bernard descubre la
función digestiva del pán-
creas.
Stokes describe el bloqueo
del corazón.
Elias Howe patentiza la má-
quina de coser.
Fundación de la Institución
Smithsoniana de Washing-
ton.
1847. Helmholtz publica su Trata-
do de la conservación de la
energía.
Sir J. Y. Simpson aplica la
anestesia del cloroformo
en obstetricia.
Semmelweiss des cub re* la
caiba <1< la fiebre puer-
peral.
Carl Ludwig inventa el ky-
mograph.
Gerlacb inyecta Los capilares
I on 1 armín.
Funda* ion de la Asocia» ion
Médi< a Americana.
Fundación de la Real Acade-
mia de Ciencias de Viena.
Fundación de la Academia
de Medicina de New-
York.
O. W. Holmes señala a Park-
man como profesor de
Anatomía en Harvard.
1848. Helmholtz localiza el origen
del calor animal en los
músculos.
Claudio Bernard descubre la
función glucogénica del hí-
gado.
Du Bois Reymond publica
un Tratado de electricidad
animal.
Fundación de la Sociedad de
Biología de París.
Fundación de la Asociación
Americana para el fomen-
to de las Ciencias.
Actas inglesas creando Ins-
titutos generales y locales
de Sanidad.
1848-52. Segunda República Fran-
cesa.
1849. Addison describe la anemia
perniciosa progresiva y la
afección de las cápsulas
suprarrenales.
Claudio Bernard produce
diabetes puncionando el
suelo del cuarto ventrículo.
Marion Sims opera la fístula
vesicovaginal.
J.K. Mitchell publica un Ira-
lado sobre el origen crip lo-
gan/ático de la fiebre palú-
dica.
Millón inventa un reactivo
para las substancias pro-
teicas.
Hutchinson inventa el espi-
rómetro.
Fundación de la Universidad
de Wisconsin.
1850. Helmholtz mide la velocidad
de la corriente neurosa.
Waller establece la ley de la
degeneración de los ner-
vios espinales.
Daniel Drake publica un
Tratado de las enfermeda-
des del valle del Misis/pi.
William Detmold (New-York)
opera los abscesos del ce-
rebro.
1851. Helmholtz inventa el oftal-
moscopio.
< llaudio Bernard expone la
APÉNDICES
535
función vasomotora de los
nervios simpáticos.
Ludwig y Rahn investigan
los nervios de la secreción
salivar.
Falret describe la locura cir-
cular.
Nelaton describe el hemato-
cele pélvico.
1852. Pravaz inventa la jeringa de
inyecciones hipodérmica.
Congreso Internacional de
Higiene de Bruselas.
Publicación del Tratado de
Histología, de Kolliker.
Pirogoff emplea los cortes
congelados en su Anatome
topographica.
1 852-70. Segundo Imperio en Francia.
1853. Marion Sims publica un Tra-
tado de la fístula vesicova-
ginal.
Cohn demuestra la naturale-
za vegetal de las bacterias.
Gilman Kimball excinde el
útero por fibromioma.
'853-56. Guerra de Crimea-Florence
Nightingale.
1854. Graefe funda los Archiv für
Ophthalmologic
Fundación de la Universidad
de Marsella.
Virchow describe la neuro-
glia.
Claudio Bernard descubre la
función de los nervios va-
sodilatores.
Hermann Brehmer inaugura
el sanatorio de tuberculo-
sos de Gorbersdorf.
1855. Manuel García inventa el la-
ringoscopio,
Adisson publica una Memo-
ria de enfermedades de
las cápsulas suprarrenales.
Marion Sims funda el hospi-
tal de Ginecología de la
ciudad de New- York.
Graefe inventa la iridec-
tomía.
Bessemer inventa el proce-
dimiento de obtener el
acero, y Bunsen, el me-
chero de su nombre.
Exposición de París.
1856. Sir W. H. Perkin ( 1 838- 1 907)
obtiene las materias colo-
rantes de las anilinas (pro-
ductos de la brea del car-
bón de piedra).
Panum investiga los produc-
tos químicos de la putre-
facción.
Publicación del Tratado de
jurisprudencia médica, de
Casper.
1857. Graefe inventa la operación
del estrabismo.
Bouchut realiza la intubación
laríngea.
Fundación de la Universi-
dad de Chicago.
Fundación de la Sociedad de
Patología de Filadelfia.
1858. Publicación de la Patología
celular, de Virchow.
Claudio Bernard descubre
los nervios vasoconstricto-
res y vasodilatadores.
Niemann aisla la cocaína en
el laboratorio de Wóhler.
Pettenkofer demuestra que
las sólidas paredes son
permeables al aire.
Kekulé demuestra la cuadri-
valencia del carbono.
1859. Publicación del Origen de las
especies, de Darwin.
Kirchhoff y Bunsen descu-
bren el análisis espec-
tral.
Graefe describe la embolia
de la retina.
Landry describe la parálisis
ascendente aguda.
Pflüger publica unajMemoria
sobre el electrotono.
Florence Nightingale publi-
ca sus Notas para enfer-
meras.
Kolbe sintetiza el ácido sali-
cílico.
i860. Lemaire señala las propieda-
des antisépticas del ácido
fénico.
Czermak inventa la rinos-
copia.
Donders aplica las lentes ci-
lindricas y prismáticas al
tratamiento del astigma-
tismo.
Zenker describe la triqui-
nosis.
Meniere describe el vértigo
auricular.
Fundación de la Sociedad
Médica de Berlín.
Fundación de la Universidad
de California.
1 86 1. Ernst Brand aplica la hidro-
terapia al tratamiento de
la fiebre tifoidea.
536
HISTORIA DE LA MEDICINA
1861-65,
186:
1863.
1864.
1865.
Pasteur descubre las bacte-
rias anaerobias.
E. B. Wollcott (Milwaukee)
hace la primera extirpa-
ción de un tumor renal.
Max Schultze define el pro-
toplasma y la célula.
Broca descubre el centro del
lenguaje en el cerebro.
Buckmunster Brown estable-
ce el hospital Samaritano
(New-York).
Guerra Civil en los Estados
Unidos.
Raynaud describe la gangre-
na simétrica.
Donders publica estudios
del astigmatismo y pres-
biopia.
V. von Bruns lleva a cabo la
primer operación laríngea
con laringoscopio.
Winternitz y Oppolzer fun-
dan el primer estableci-
miento hidroterápico de
Viena.
Publicación del Tonempfi?i-
dungen, de Helmholtz.
Voit y Pettenkofer publican
investigaciones del meta-
bolismo de la respiración.
William Banting publica sus
Cartas sobre la corpulen-
cia.
Pasteur investiga las enfer-
medades del gusano de
seda.
Donders publica un Tratado
de anomalías de la acomo-
dación y de la refracción.
Traube investiga la patolo-
gía de la fiebre.
Publicación del Manual de
Higie?ie práctica, de Par-
kers.
Convención de Ginebra.
Le Verrier funda la Asocia-
ción Francesa para el Pro-
greso de las Ciencias.
I' oxidación de la Universidad
de Odesa.
I Diversidad de Cornell, fun-
dada en [taca. '
VeC v I. «ven aislan la ese-
rina.
Gregor Mendel publica su
Memoria sobre el hibridis-
mo vegetal.
Villemii) demuestra La infec-
ciosidad de La tuberculo-
1 .
Fundación del hospital de
Chicago para mujeres.
1866. Guerra de los Siete Años
(austro-prusiana).
Voit establece el primer la-
boratorio de higiene en
Berlín.
Ludwig y Cyon investigan
los nervios vasomotores.
Marion Sims publica las no-
tas clínicas de cirugía del
útero.
Graefe describe la oftalmia
simpática.
1867. Lister inventa la antisepsia
quirúrgica.
Helmholtz publica el Trata-
do de óptica fisiológica.
Kussmaul inventa el catete-
rismo del estómago.
Moritz Traube estudia las
membranas semipermea-
bles.
Primer Congreso Médico In-
ternacional de París.
Los hermanos Siemens in-
ventan la dínamo.
Apertura del Canal de Suez
y del ferrocarril del Pa-
cífico.
1868. Fundación déla Universidad
de Tokyo.
Publicación de la Natürliche
&chópfu?igsgeschichte.
Meyer, de Copenhague, des-
cribe las vegetaciones ade-
noideas.
1869. Fundación de la Universidad
de Varsovia.
Esmarch inventa el vendaje
de urgencia.
Virchow recomienda la ins-
pección médica de las es-
cuelas.
Goltz investiga los centros
nerviosos en la rana.
Gustav Simon excinde el
riñon.
( >scar Liebreich demuestra
los efectos hipnóticos del
hidrato de cloral.
Fundación del Journal of
Obstetrics.
Abolición de la tortura en el
I lantén de Zug (Suiza).
1870. Frítscfa e HiUig investigan la
loralización de las funcio-
nes del cerebro. .
Thomas efectúa la ovarioto-
mía vaginal.
Saemisch describe La Alce-
APÉNDICES
537
ra serpigmosa de la cór-
nea.
1870-71. Guerra Franco-Prusiana
(Prueba de la vacunación).
1 87 1. Establecimiento del Imperio
alemán y de la República
francesa.
Publicación del Origen del
hombre, de Darwin.
Weigert colorea las bacte-
rias con carmín.
Creación de la Oficina del
Gobierno Local en Ingla-
terra.
Fundación del hospital Or-
topédico de New-York.
1872. Reapertura de la Universi-
dad de Estrasburgo.
Fundación de la Universidad
de Adelaida (Australia).
Abbe inventa los objetivos
de inmersión homogénea
(en aceite).
Battey realiza la ovariotomía
normal.
Noeggerath describe los
efectos de la gonococia la-
tente en la mujer.
Publicación, en Inglaterra,
del Acta de protección a
la infancia.
1873. Fundación de la Universidad
de Ginebra.
Obermeier descubre el espi-
rilode la fiebre recurrente.
Esmarch inventa su vendaje
hemostático.
Gull describe el mixedema.
Billroth excinde la laringe.
Schwartze y Eysell realizan
la operación de la mas-
toides.
Cuignet idea la retinosco-
pia.
Comienza la canalización de
Berlín.
Organización de la Socie-
dad Laringológica de New-
York.
Revacunación demostrativa
en Alemania.
1874. Conferencia del cólera en
Viena.
Servicio postal internacional.
Publicación de la Loi Rous-
sel para la protección de
la infancia (Francia).
Ehrlich idea las preparacio-
nes secas de sangre, e in-
venta métodos de colora-
ción.
Kahlbaum describe la cata-
tonía.
Willy Kühne descubre la
tripsina.
1875. Fundación de las Universi-
dades de Lemberg y Czer-
nowitz.
Landois demuestra la hemo-
lisis de la transfusión de
sangre heteróloga.
Sir Thomas Barlow describe
el escorbuto infantil.
Losch observa las amebas en
la disentería.
Weir Mitchell idea la cura
por reposo.
Inspección de los alimentos
en Alemania.
Acta de la salud pública en
Inglaterra.
Acta de la adulteración de
los alimentos en Inglate-
rra (11 agosto),
Fundación de la Biblioteca
Médica de Boston.
1876. Fundación, en Berlín, del
Instituto Imperial de Hi-
giene (30 abril).
Fundación, en Londres, del
Instituto Real de Sanidad.
Fundación de la Universidad
de Johns Hopkins.
Fundación de la Real Aca-
demia de Medicina de
Roma.
Fundación de la Sociedad
Fisiológica de Londres.
Congreso Internacional de
Higiene de Bruselas.
Sayre inventa el corsé de
yeso para las deformida-
des de la columna verte-
bral.
Kolbe aisla el ácido salicí-
lico.
Lombroso publica su Trata-
do del hombre criminal.
Paquelin inventa el cauterio.
Porro idea la operación ce-
sárea con excisión de los
anexos.
Koch cultiva la bacteria del
carbunco en medios artifi-
ciales.
Peter Dettweiler trata la ti-
sis en Falkenstein por la
cura de reposo al aire li-
bre.
Bell inventa el teléfono.
Fundación de la Universidad
de Amsterdam.
538
HISTORIA DE LA MEDICINA
1877. Pasteur descubre el bacilo
del edema maligno.
Ernst Bergmann introduce
el sublimado corrosivo en
la antisepsia.
Be'zold describe la mastoi-
ditis.
1877-78. Guerra turco-rusa.
1878. Koch descubre las causas de
las infecciones traumáti-
cas.
W. A. Freund excinde el
útero canceroso.
Congreso Internacional de
Higiene de París.
1879. Neisser descubre el gono-
coco.
Nitze inventa el cistosco-
pio.
Publicación de la ley alema-
na de alimentos.
1880. Pasteur aisla el estreptococo
y el estafilococo.
Eberth aisla el bacilo de la
fiebre tifoidea.
Sandstrüm describe las glán-
dulas paratiroideas.
Publicación de la Embriolo-
gía, de Balfour.
Mosetig Moorhof introduce
el iodo en cirugía.
Billings publica el volumen
primero del Index Catalog.
Fundación de la Asociación
Quirúrgica Americana.
881. Laverán descubre el parási-
to del paludismo.
Billroth reseca el píloro.
Czerny describe la excisión
vaginal de los tumores
uterinos.
Hahn realiza la nefropexia.
Wolfier inventa la gastroen-
terostomy.
Medin descubre la naturale-
za epidémica de la polio-
mielitis.
Koch inventa los cultivos en
placas.
Fundación de la policlínica
de New- York.
1882. Koch descubre el bacilo de
la tuberculosis.
Loflcr descubre el bacilo del
muermo
Walther Flemming investiga
la división celular.
Max Sanger perfecciona la
opera* ion cesárea.
Langenbui b excinde la vesí
eula biliar.
1883. Edwin Klebs descubre el ba-
cilo de la difteria.
Pasteur inventa la vacuna an-
ticarbuncosa.
Unna introduce el ictiol en
la terapéutica.
Lawson Tait opera el emba-
razo extrauterino
1884. Koch descubre el bacilo del
cólera (2 febrero).
Nicola'íer descubre el bacilo
tetánico.
Credé idea las instilaciones
de disolución de nitrato
argéntico en las conjunti-
vitis infantiles.
Ludwig Knorr prepara la an-
tipirina.
Baumann descubre el sul-
fonal,
Cari Koller emplea la cocaí-
na en la cirugía ocular.
1885. O'Dwyer perfecciona el en-
tubamiento laríngeo.
YVeismann publica su Memo-
ria acerca de la continui-
dad del plasma germina-
tivo.
Ewald y Boas idean las co-
midas de prueba.
Weigert inventa la colora-
ción de las fibras nerviosas
por medio de la hemato-
xilina.
1886. Escherich descubre el Baci-
llus coll.
Von Bergmann idea la este-
rilización en cirugía por
medio del vapor de agua.
Fitz describe la patología de
la apendicitis.
Marie describe la acromega-
lia, estableciendo sus rela-
ciones con la glándula pi-
tuitaria.
Marcel von Nencki intro-
duce el salol.
Soxhlet idea la esterilización
de la leche para la crianza
de los niños.
Cahn y Hepp descubren la
acetanilida (Gerhardt,
1843)-
R. W. Felkin da lecciones de
Medicina tropical en Edim-
burgo.
1887. Fundación de la Universidad
de CI ark I Worcester,
Mass).
Bruce descubre el coco de
la fiebre de Malta.
APÉNDICES
539
Weichselbaum descubre el
meningococo.
D'Arsonval introduce la te-
rapéutica por las corrien-
tes de alta frecuencia.
Howard Kelly realiza la his-
terorrafia.
Gowers y Horsley operan en
la médula espinal.
Inauguración del Hospital de
la Maternidad de Sloane.
Fundación de la Asociación
Ortopédica Americana.
1888. Fundación de la Universidad
de Tomsk.
Fundación del Instituto Pas-
teur.
Roux y Yersin investigan las
toxinas de la difteria.
Nuttall descubre el poder
bactericida del suero san-
guíneo.
1889. Inauguración de los hospita-
les de Johns Hopkins y
Eppendorf, deHamburgo.
Buchner descubre las alexi-
nas (substancias protecto-
ras).
Von Mehring y Minkowski
producen experimental-
mente la diabetes pan-
creática.
Acta, en Inglaterra, de la de-
claración de las enferme-
dades infecciosas.
Behring descubre antitoxi-
nas.
1890. Fundación de la Universidad
de Lausana.
Fundación, en San Peters-
burg©, del Instituto Impe-
rial de Medicina Experi-
mental.
Behring trata la difteria con
la antitoxina.
Koch inventa la tuberculina.
Acta de la prevención de las
enfermedades infecciosas
en Inglaterra.
Bowditch demuestra la no
fatigabilidad del nervio.
Weigert colorea la neuroglia
con violeta de metilo.
1 89 1. Inauguración del Instituto de
Enfermedades infecciosas
de Berlín, bajo la direc-
ción de Koch.
Fundación, en Londres, del
Instituto de Medicina pre-
ventiva (Instituto Lis-
ter).
Waldeyer funda la teoría de
la neurona.
Quincke inventa la punción
lumbar.
1892. Inauguración del Instituto de
Higiene de Hamburgo.
Incorporación del Instituto
Wistar de Anatomía y Bio-
logía (1808).
Halsted liga con éxito la ar-
teria subclavia en su pri-
mera porción.
Kossel y Neumann describen
la pentosa.
Epidemia de cólera en Ham-
burgo.
1893. Rontgen descubre los ra-
yos X.
Smith y Kilbourne demues-
tran la transmisión de las
enfermedades parasitarias
por los artrópodos.
Gilbert descubre los bacilos
paracólico y paratifoideo.
Descubrimiento de la fotote-
rapia por Finsen.
Conferencia internacional
del cólera en Dresde.
1894. Kitasato y Yersin descubren
el bacilo de la peste.
Kirstein descubre la larin-
goscopia directa.
Schleich inventa la anestesia
por infiltración.
Acta del Gobierno local en
Inglaterra.
1 895. Pfeiffer descubre la bacterio-
lisis.
Nobel funda los premios de
su nombre.
Wilhelm His reforma la no-
menclatura anatómica.
Marconi inventa la telegrafía
sin hilos.
1896. Max Gruber descubre la
aglutinación microbiana.
Murphy produce con éxito
la anastomosis circular de
los vasos sanguíneos.
Dibdin y Schweder inventan
la purificación biológica de
las aguas aferentes (excre-
ta) de las ciudades.
Widal ySicard idean la prue-
ba de la aglutinación en la
fiebre tifoidea.
1897. Shiga descubre el bacilo de
la disentería.
Emil Fischer sintetiza la ca-
feína, teobromina, xanti-
na, guanina y ademina.
540
HISTORIA DE LA MEDICINA
Bordet descubre la hemoli-
sis y bacteriolisis.
1898. Killian inventa la broncos-
copia directa.
Loffler y Frosch investigan
los virus filtrables.
Descubrimiento del radio
por los Curie.
Dreser aisla la heroína.
Emil Fischer aisla el núcleo
purínico de los compo-
nentes del ácido úrico.
Looss demuestra la transmi-
sión de la infección anqui-
lostomiásica.
Theobald Smith establece
diferencias entre los baci-
los tuberculosos humanos
y los bovinos.
Fundación de la Asociación
de las Bibliotecas Médi-
cas
1899. Red y Carroll demuestran la
transmisión de la fiebre
amarilla por los mosqui-
tos.
Jacques Loeb produce la ac-
tivación química de los
huevos del erizo marino.
Fundación en Francfort del
Instituto de Ehrlich para
Terapéutica experimental.
Fundación de las escuelas
de medicina tropical en
Liverpool, Londres y
Edimburgo.
1900. Robert Gersuny idea las in-
yecciones de parafina.
Gártner inventa el tonóme-
tro.
Widal y Ravaut idean el ci-
todiagnóstico.
Wertheim inventa la opera-
ción radical del cáncer
uterino.
1 90 1. De Vries establece la teoría
de las mutaciones.
Uhlenhuth crea la prueba de
laprecipitinapara [asman-
chas de sangre.
hutton y Ford descubren el
parásito de la enfermedad
del sueño.
< ). ( lohnheim descubre la
erepsina.
Takamine aisla la adrenalina.
Inauguración en New-York
del Instituto Rockefeller
para las investiga* iones
médicas.
inauguración en Río Janeiro
del Instituto Oswaldo
Cruz.
Fundación de Biometrika,
por Galton, Pearson y Wel-
don.
1902. Carrel inventa métodos de
anastomosis vascular y de
transplantación de los te-
jidos.
Herzog descubre el sitio del
Ascepeion de Cos.
Fundación en Washington
de la Institución Carnegie.
Fundación del Centro Impe-
rial de investigaciones del
cáncer en Londres.
1903. Metchnikoff inocula con éxi-
to la sífilis a los monos su-
periores.
Emil Fischer y von Mering
inventan el veronal.
Bier crea la hiperemia artifi-
cial.
Einthoven inventa el galva-
nómetro de cuerda.
Bruce demuestra que la en-
fermedad del sueño es
transmisible por la mosca
tsé tsé.
Inauguración del Instituto
Henry Phipps para la tu-
berculosis.
Atwater inventa el caloríme-
tro para la respiración.
Sauerbruch aplica la cámara
pneumática a las operacio-
nes torácicas.
Schaudinn descubre el pará-
sito de la sífilis.
Alfred Einhorn descubre la
novocaína.
Robert Koch investiga la fie-
bre africana.
Fundación, por Cari Sudhoff,
del Instituto para Historia
de la Medicina (Leipzig).
Bordet y Gengou descubren
el bacilo de la tos ferina.
1906. Inauguración del Hospital de
Rudolf Virchow en Berlín
(i.° octubre).
Barany desarrolla la teoría
del vértigo muscular.
Establecimiento en Bruselas
de la Escuela de Medicina
tropical.
Establecimiento en Boston
del Laboratorio de la Nu-
trición (Institución Carne-
gie).
Publicación en los Estados
1904.
1905.
APÉNDICES
541
Unidos del acta de alimen-
tos y medicamentos.
1907. Wassermann introduce el
serodiagnóstico de la sífi-
lis.
Von Pirquet idea la cutirre-
acción de la tuberculosis.
Calmette y Wolff-Eisner
idean la oftalmorreacción
(o reacción conjuntival) de
la tuberculosis.
Fundación de la Real Socie-
dad de Medicina de Lon-
dres.
Fundación, en Londres, del
Instituto de Enfermedad
del Sueño.
Inauguración en Millbank
del Real Colegio de Sani-
dad Militar.
Fundación de la Universidad
de Manila.
Forster idea su operación
para la ataxia locomotriz.
Much idea la reacción del co-
bra en la locura.
Ehrlich descubre el salvar-
sán.
Noguchi perfecciona la reac-
ción de Wassermann.
19 1 o. Harrison demuestra el creci-
miento extravital de la
fibra nerviosa.
Henri y otros inventan la es-
terilización del agua por
los rayos ultravioleta.
Flexner produce experimen-
talmente la poliomielitis.
Wedder demuestra la acción
1908.
1909.
amebicida de la emetina.
Publicación en los Estados
Unidos de leyes contra la
trata de blancas.
191 1. Carrel investiga los cultivos
extravitales y la regenera-
ción de los tejidos.
Noguchi inventa la reacción
de la luetina.
Cusling describe el dispitui-
tarismo.
Gullstrand recibe el premio
Nobel por sus investiga-
ciones ópticas.
Peyton Rous transmite el
sarcoma por medio de un
virus filtrable.
1 9 1. 2. Bass obtiene cultivos in vitro
del plasmodium de la ma-
laria.
Sudhoff se opone a la teoría
del origen americano de la
sífilis.
1913. Abderhalden introduce lare-
acción de los fermentos
para el diagnóstico del
embarazo y de la demen-
cia precoz.
El Tribuna] Supremo de los
Estados Unidos niega los
«derechos» individuales
cuando resultan dañosos
para el bienestar general.
Inauguración de la Clínica de
Psiquiatría de Phipps, en
Baltimore.
Congreso Médico Internacio-
nal de Londres.
19 1 4- Guerra europea.
II.— APUNTES SOBRE EL ESTUDIO DE LA HISTORIA
DE LA MEDICINA
«Más grande aún que los mayores descubrimientos es el abrir el camino para
los descubrimientos futuros.» — Abel (Mellon Lecture, 191 5).
En las papeletas de examen de la Academia Naval de los Estados Unidos, que
se imprimían y publicaban en los primeros años, encontramos un largo número
de preguntas como éstas:
«Dibujar el mapa de Europa después de la paz de Utrecht.»
«Demostrar que la última república romana era nominalmente una democra-
cia, pero con tendencias aristocráticas.»
«Hacer todas las operaciones o preparaciones para un temporal. Llevando úni-
camente velas en el estrinque, ¿qué es lo que puede hacerse?»
«Demostrar, por el árbol genealógico, cómo fué Carlos V obteniendo sus dife-
rentes dominios y dibujar un mapa de los mismos.»
«Dibujar las calderas necesarias para un vapor con una máquina de 2.000 ca-
ballos de vapor.»
En pedagogías de este género, en las que era maestra la Academia Naval, for-
maba un sano y refrescante contraste con el género de cosas en que se adiestra-
ban los estudiantes durante este período.
Este método de enseñanza, el socrático, que requiere que el estudiante use su
propia mente haciendo su propio pensamiento, ha llegado en la actualidad a ser
aceptado en todas partes como el mejor sustituto de lo que Orborn describe como
«el predominante sistema de cebar, con fárrago, bazofia, etc., para el que, como
una especie de nutrición a cucharadas, o de arrepentimiento en el lecho de muer-
te, instituye una labor creadora después del grado». La misma autoridad señala
como ejemplo «el famoso método de enseñar leyes, vuelto a descubrir por el
genio pedagógico de Langdell», en el cual «los estudiantes hacían todo, leccio-
nes y discusiones, y el profesor se recostaba tranquilamente en su silla y hacía co-
mentarios» (1). En Weimar, como dice Amy Fay, Listz formaba hábiles pianistas
haciendo que sus discípulos tocasen todo. Je ne s ids pas unprofesseur de piano, de-
cía, aunque algunas veces condescendía a auxiliarles en algún difícil pasaje, o en
alguna sutil y delicada nube de expresión. Que es como Osler enseña a sus es-
tudiantes de clínica, y así son también los métodos de enseñar medicina por las
«historias clínicas >, introducidos por Richard Cabot y otros que han seguido las
mismas tendencias. El extremo de la enseñanza rutinaria es el sabio idiota de Vi-
vian Poore, un asilado que podía repetir hasta los más recónditos pasajes de todo
lo que se le hacía aprender de memoria, del mismo modo que Blind Tom tocaba
el piano, o como un tipo de criado chino, que, al preparar un puding, sabía imitar
hasta los más insignificantes gestos que había hecho anteriormente su señora (2).
Uno de los cultivadores de la enseñanza de la historia de la medicina por los
métodos modernos ha sido el difunto doctor James Finlayson, de Glasgow, que
solía decir que para los detalles y las minucias es mejor el libro impreso que las
lecciones sistemáticas, y que las bibliotecas médicas son realmente los laborato-
rios en los que el profesor y sus discipulos deben trabajar. Algunas veces solía
divertirse preguntando a los asistentes «si Galeno había escrito en griego o en
latín, y si era anterior o posterior a la Era Cristiana». Sus erróneas respuestas le
convencieron de que la mera inspección y el manejo de alguna de las obras de
Galeno les hubiera impregnado mejor los hechos en su mente que todas las ex-
(1) H. F. Osborn: Huxley and Education, New- York, 1910; páginas 25-35.
(2) Poore: rI'eatrise on Medical Jurisprudence, Londres, 1901; pág. 403. Citado
por George Pernet.
544
HISTORIA DE LA MEDICINA
posiciones orales o por escrito de la materia, y de acuerdo con ello, daba sus de-
mostraciones en la Biblioteca de la Facultad de Medicina y Cirugía, a los que era
invitado un personal poco numeroso. Las mismas ideas fueron utilizadas por Bill-
ings, Osier, Welch y otros en el Club Histórico del Hospital de Johns Hopkins, y
el éxito de este modo de proceder ha quedado suficientemente demostrado por
la labor de alguno de sus discípulos. Las demostraciones publicadas por Finlay-
son relativas a Hipócrates (1892), Galeno (1892), Celso (1892), Medicina egipcia
(1893), Herófilo y Erasistrato (1893) son perfectos modelos de lo que estas cosas
deben ser: geniales, sencillas e inmensamente interesantes. Las demostraciones
por John S. Billings (Johns Hopkins Hosp.
Bull., Bait., 1890, 1, 29-31), y George Dock
Physician and Surgeon Detroit, 1906,
XXVIII, 180-186), merecen ser estudiadas.
El Syllabus y los trozos escogidos impre-
sos por el doctor John D. Corurie, profe-
sor de Historia de la Medicina en la Uni-
versidad de Edimburgo, utiliza una idea
de Wunderlich de un modo esencialmen-
te y útil.
«Las contribuciones que han hechoépo-
ca» (Filadelfia, 1909), de C. N. B. Camac,
y relativas a Lister, Harvey, Auenbrugger,
Laennec, etc., son el mejor libro de este
género que existe para los estudiantes
americanos. En las habituales reuniones
de médicos el asunto de la historia de
la Medicina se suele juzgar como asunto
poco importante, a causa de haber sido
encontradas sus lecciones, de ordinario,
demasiado secas y desagradables, de un
modo 'análogo a como suelen encontrar
los alumnos délos conservatorios las cla-
ses de armonía y de contrapunto. Cons-
tituye un error el sobrecargar a los estu-
diantes con cursos de lecciones extraordi-
narias en el año en que deben graduarse,
cuando estos cursos pueden venir a anu-
lar su propia labor por interrumpir su
labor propia en un año tan importante
para su vida estudiantil; sin embargo, su interés personal hacia la historia de la
Medicina dependerá, naturalmente, de lo que el estudiante piense hacer después
de concluida su carrera. Osler ha procurado descartar estas dificultades, llevando
los asuntos históricos directamente a la clínica, y por sus veladas nocturnas en su
casa con sus muchachos». En todas las Facultades de alguna importancia se en-
cuentra algún profesor que pone todo su interés personal en animar y estimular a
los jóvenes, siguiendo los ejemplos de Pasteur, Ludwig, Henle, Hyrtle y Welch,
que en sus últimos períodos so han consagrado a continuar su vida en la labor de
SUS discípulos. Aquí, el campo de la historia de la Medicina mantiene, tal vez, la
•oportunidad más atractiva y el plan de enseñanza que se sugiere es sumamente
'ir i 1 lo. Suponiendo que s< tenga, como Osler, un interés personal en el adelan-
to y progreso de los estudiantes, se les puede preguntar quién de ellos tiene tiem-
po y afición para estudiar un asunto especial, como Sydenham o Laennec o Wir-
< how, o la historia de uuesfroa conocimientos de los sonidos acústicos, etc., y refe-
rirlo después en alguna tarde, ya en la casa del profesor, ya en cualquier otra par-
te. Mi la reunión seda a cada uno la oportunidad de hablar sobre el tema dado
< in< o o diez minutos, y lo que ellos hablen nos pondrá al corriente de si ellos tie-
nen o no idea de las intimidades de Sydenham, de la significación de Laennec o de
los hechos reales a propósito de la acústica. Después, amplificado y corregido el
tema por el profesor, éste aprovechará esta oportunidad para citar y demostrar
los libios rela< ionados < on el autor o con el asunto tratados. En los días de am-
plias o la: j tinadas a prestar atención a las demostraciones médico-
james Finlayson (1840-1906).
( Cortesía de sir William Osler. )
APÉNDICES 545
históricas, se requiere una bien instalada cátedra, preferentemente en una biblio-
teca médica; pero un prudente laissezfaire dilucidará pronto cuál es el material
utilizable, y todos sabrán escoger lo mejor. Joseph Sylvester, antiguo profesor de
Matemáticas superiores, daba clases individuales; Trousseau aconsejaba a los estu-
diantes cuando iban a comenzar la enseñanza clínica que asistiesen en pequeños
grupos a las clínicas privadas, y Finlayson hacía su cosecha médico-histórica lo su-
ficientemente pequeña para que todas las personas capaces de ello pudieran tomar
una parte directa en el estudio. Pero, ya sean las clases pequeñas o no, debe apli-
carse en ellas el principio Repetitio mater studiorum. Hay que procurar que aque-
llos puntos que se han tratado en las reuniones privadas a que antes aludíamos
vuelvan a serlo de nuevo en diferentes lecciones, por medio de vistas proyecta-
das y de demostraciones de libros, grabados, instrumentos, etc. Procediendo de
este modo, los diferentes temas pueden ir siendo asignados a diferentes estudian-
tes, algunos de cuyos trabajos podrán ser publicados, y hasta será conveniente, tal
vez, destinar un pequeño fondo para un premio anual, que se otorgue por oposi-
ción. El principal objeto que se persigue con todo esto es el de desarrollar todas
las facultades de los estudiantes, dándoles la posibilidad de que hagan todo su tra-
bajo por sí propios, y, en vista de la gigantesca proliferación de literatura médica
inútil de nuestros días, podrá hacerse un gran beneficio a la sufrida humanidad
médica del porvenir, insistiendo en que hay necesidad de ser todo lo breve que sea
posible en el escribir y en el hablar. Todos nosotros somos pecadores en este senti-
do. El ideal de todo el que se vea obligado a hablar o a escribir ha de ser el de mul-
tum in parvo y el de esquivar Vennui de tout dire. Un hábito humano de brevedad
podrá hacer de los estudiantes contribuyentes muy aceptables de las revistas y pe-
riódicos del porvenir. Si se trata de hacer estas veladas agradables para los estu-
diantes, ellos guardarán siempre fresco el recuerdo de sus maestros, aun cuando
hayan quedado olvidados por completo todos los restantes profesores de carácter
frío e indiferente. Más que ninguna otra cosa, sabe apreciar el estudiante el hecho
de que el profesor no vaya a clase a oírse, a hablar a sí mismo, sino a enseñarle a él
a hablar y a escribir. Tenemos que enseñar a nadar a los muchachos, como decía
Billings, «tirándolos al agua». Los libros, los hechos y las fechas no son nada en com-
paración con la esperanza de poder dar al estudiante un elevado punto de vista de
la humaniora, cosas sin nombre, sin recuerdo, pero que le ayudan a hacerse un ver-
dadero caballero en el ejercicio de su profesión. La juventud es, o debe ser, el pe-
ríodo de la auto-renunciación a todo en favor del ideal. Muchos rasgos elevados,
latentes en los jóvenes, pueden ser sacados al exterior por el'contacto con un pro-
fesor superior. La tendencia general de Osler, incluso en la clínica, ha sido admi-
rablemente comprendida por el Dr. Arnold Klebs.
«No pueden olvidarse nunca las escenas en el departamento de consulta, donde
él permanecía de pie, rodeado de sus muchachos, ayudándoles, como un amigo,
en todas sus luchas para poner en claro los casos difíciles. Se acercaba a uno, le
ponía la mano amistosamente sobre el hombro y después empezaba a preguntarle
amigablemente, intercalando rasgos humorísticos en el interrogatorio, y alusiones
a la labor hecha por los diferentes estudiantes sobre determinados asuntos. Ani-
mando, envalentonando, inspirando, podemos decir, exacto siempre, dogmático
nunca, y cuando brillaba en sus ojos la luz de la amistad y del buen humor, nos-
otros podríamos no ayudarle, pero le queríamos, y con él, la tarea era elegida por
nosotros como el trabajo de nuestra vida. Así nos imaginamos a los maitres de la
antigua escuela francesa, una escuela no limitada entonces por fronteras naciona-
les, uno de aquellos hombres que han pisado los senderos en las guardias de la
Salpetriére, la Charité y Lariboisiére, el Necker, el Hotel Dieu, siendo los após-
toles y los misioneros en la gran causa de la medicina científica.»
El maestro que nos parece mejor en el momento de escribir esta memoria era
un fuerte Viking, del estado del Maine, que reunía a sus alumnos por las noches
en su casa para resolver problemas algebraicos. En el centro de la mesa, debajo
de la lámpara, había siempre una pirámide de manzanas de muy buen aspecto,
que nosotros podíamos comer libremente después de haber resuelto nuestras
ecuaciones de cuarto grado, mientras nuestro buen maestro leía los periódicos y
su excelente mujer continuaba haciendo media. De vez en cuando, él decía con
un gesto de Nueva Inglaterra: «¡Sed prontos, sed listos, sed breves!», cuando nues-
tras manos andaban torpes para encontrar la solución. En su clase, todo el trabajo
Historia de la Medicina. — Tomo II X)
;46 HISTORIA DE LA MEDICINA
se hacía por los estudiantes en el encerado. No había conferencias; pero, como
Arthur Sherburne Hardy o Wentworth, nuestro preceptor sabía darse cuenta
siempre, por unas cuantas sabias preguntas, de si sus discípulos comprendían o no
las cuestiones algebraicas. En su rudo aspecto de hombre del Norte, era como
un Listz en Weimar.
En este procedimiento de sesiones privadas, la inteligencia sugiere muy pronto
un gran número de temas para la discusión. ¿Por qué los médicos ingleses y los
del continente han estudiado, durante largo tiempo, las enfermedades de sus ciu-
dades en relación con las condiciones climatológicas? ¿Qué quiere decir «Genio
epidémico» y «Constituciones epidémicas»? ¿Porqué la meteorología tiene impor-
tancia en medicina? ¿Cómo y por qué han llegado los médicos a clasificar las en-
fermedades como las familias de las plantas? ¿Qué es una enfermedad? ¿Por qué no
hay «una entidad clínica»? ¿Qué enfermedades han sido individualizadas por Hi-
pócrates, Sydenham y Laennec? Diferencias y contrastes entre la primera y la se-
gunda edición del Tratado de la auscultación mediata, de Laennec. ¿Cuándo ha
desaparecido la influencia de Galeno de la medicina interna? ¿No seremos aún ga-
lenistas inconscientes?
¿Por qué era la epilepsia considerada como una enfermedad contagiosa en la
Edad Media? ¿Por qué se llamaba morbus comitialis? ¿Por qué los antiguos la lla-
maron «enfermedad sagrada»? ¿Qué hombres famosos han sido epilépticos? ¿Por
qué la teoría infecciosa va dejando el puesto a la bioquímica?
¿Por qué nuestros cirujanos medievales eran tan exigentes y precavidos a pro-
pósito de sus honorarios, y por qué evitaban las operacionas de cirugía mayor?
¿Era la sífilis realmente epidémica en Ñapóles y en otros puntos en 1494-95?
¿Cuál era la explicación que daba Pasteur de la aparición y desaparición brusca
de algunas enfermedades infecciosas? ¿Cuáles son las condiciones iniciales del fe-
nómeno infección, según Pettenkofer? ¿Cómo pudieron las malas traducciones di-
ficultar el progreso médico de la Edad Media? ¿Por qué el modo original de pen-
sar de los clásicos quedaba oscurecido por las sobrecargadas traducciones? Se-
ñalar el aspecto humorístico de ciertas discusiones médicas del pasado. ¿Qué con-
cepto tiene el salvaje del «hacer medicina»? Desarrollar la idea de Huxley de que
«la medicina es la nodriza de todas las ciencias». ¿Por qué la medicina ha perma-
necido por debajo de las otras ciencias hasta después de 1850? ¿Qué quería ex-
presar sir Michael Foster cuando él decía: «sus hijos han ido siempre detrás de
ella»?
La historia de la medicina puede ser enseñada o por el plan de Seminario de
Finlayson, que ha sido empleado con éxito por el profesor W. S. Miller en la Uni-
versidad de Wisconsin, o por el procedimiento propio de Osier, que iba entrete-
jiendo el asunto en las clínicas, laboratorios y cátedras de las diferentes enseñan-
zas y especialidades. Estos métodos han sido desarrollados con éxito por George
Dock (St. Louis), Harvey Cushing (Harvard), David Riesman (Filadelfia) y otros.
Otra manera agradable de estudiar la historia de la medicina es por medio de
los Clubs o Círculos de historia médica, que se diferencian de las formales Socie-
dades médico-históricas en que en aquéllos la lectura de los artículos sirve como
de pretexto a agradables conversaciones, con refrescos, etc. Así como en un
Círculo musical depende su éxito del espíritu desinteresado del aficionado refina-
do, así la ley de los Clubs históricos es que cada uno de sus miembros debe pres-
cindir de toda pretensión y de todo vestigio de rivalidad profesional, que es tan
frecuente en los médicos, músicos, políticos y, en general, en todos aquellos que
poseen talentos de cómicos o de artistas. Stevenson decía de la comunidad Barbi-
zon de pintores que, «habiendo sido echadas a un lado las maneras formales, la
cortesía esencial era exigida del modo más rígido..., de tal modo, que estos herma-
nos barbizonianos eran tan-sensibles a un toque de presunción o a una fanfarrona-
da, como si fuesen una partida de señoritas en un te». Los Clubs de historia médi-
ca no podrán prosperar a no ser que cada uno de sus socios procure conservar la
actitud modesta y sin pretensiones de un estudiante. Hay un antiguo cartón de
Miguel Ángel que tiene la leyenda Ancora imparo, que pudiera ser la divisa de es-
lüba para que sean una «empresa interesante».
En el Club Histórico del Jobna Hopkins Hospital, el plan que generalmente se
sigue es de leer uno o varios artículos formales, entablándose en seguida una dis-
cusión general. En estas discusiones, las luminosas pláticas del profesor Welch
A PKNDICES 547
han servido para hacer resaltar la delicada apreciación de la historia de la Medici-
na como un arte bello. El programa podía ser muy variado, según la ocurrencia de
diferentes ideas o por otros motivos. En la sesión consagrada a Jenner, en Har-
vard, Rosenau expuso la vacuna en la actualidad y sus efectos sobre las inocula-
ciones subsiguientes de viruela. En la sesión dedicada en Washington a los médi-
cos irlandeses, Stokes, Graves, Corrigan y otros fueron encomendados a diferen-
tes personas. Durante la exposición de la vida de Stokes por George Petrie, se
exhibió la colección de Petrie de música popular irlandesa y de otras materias
análogas. En la sesión de Leidy, el Dr. Joseph Leidy, de Filadelña, presentó muchos
interesantes recuerdos de su ilustre tío. Incidentalmente, la música animaba un pe-
ríodo o una nación, tal como el terceto de Dvorak al tratar de Bohemia; el aria de
Purcell de la Reina india, al tratar de Inglaterra en el siglo xvn, o alguna cosa de
Haydn, Schubert o Brahms al ocuparse de la escuela vienesa, sirviendo para rom-
per la monotomía y añadir un carácter festivo a la sesión.
Una instrucción más adelantada de la historia déla medicina, es decir, enseñar
al estudiante cómo deben utilizarse las fuentes y cómo debe conducirse una inves-
tigación médico-histórica, sólo puede darse en un Instituto con el auxilio de una
buena biblioteca. En un Instituto, el estudiante puede aprender cómo se usan los
mejores libros para las referencias y los aparatos bibliográficos; cómo se descu-
bren y corrigen las posibles fuentes de error en los escritos y opiniones médicos,
antiguos y modernos; cómo se manejan los manuscritos médicos; las vías por las
cuales se puede llegar a los libros más antiguamente impresos; cómo se deducen
nuevos hechos de los datos de la erudición, y cómo se enseña a otros a enseñar y
a pensar históricamente. Un Instituto médico-histórico debe ser, por esta razón,
no sólo una obra de investigación, sino también un vivero de cultura médica. Este
último objeto puede alcanzarse de preferencia por el estudio de la historia gene-
ral de la ciencia con la historia de la medicina. En 1906, el Dr. Berthold Laufer
publicó una impresionante defensa del estudio de la medicina y de las ciencias na-
turales, en su región (1). El mejor informe de la enseñanza de Instituto, incluyen-
do las mejores referencias bibliográficas, métodos de investigación, exposiciones
y museos y la dotación de las investigaciones médico-históricas, es el que se en-
cuentra en el valioso y acabado artículo del Dr. Arnold Klebs (19 14) [2], que debe
ser leído por todo el que tenga interés por estos asuntos. El Dr. George Sarton,
de Harvard, un erudito profesor de matemáticas y de historia de la cultura, ha es-
timulado el interés en favor de un Instituto, que ha dotado, además, para el estudio
de la historia de la Medicina y de las ciencias, y es de esperar que sus esfuerzos se
vean coronados por el éxito. El Dr. Sarton es el fundador y el editor de /sis, el
primer periódico que trata de coordinar los resultados de la investigación históri-
ca de todas las ciencias históricas.
Continuando la historia de la medicina, si debe ser considerada como un re-
creo especial de la inteligencia o como una disciplina científica para la inteligen-
cia, el estudiante debe tener en cuenta la advertencia del notable matemático
N. H. Abel: los textos de estudio (Si I' on veut faire des progres dans les mathemaii-
ques, il faut éiudier les maitres et non pas les écoliers). En otras palabras, es mejor,
para comenzar, empezar con cualquier asunto definitivo, como Harvey, o la histo-
ria de la fiebre, y estudiarlo de un modo acabado y completo, en los textos origi-
nales, que no querer atender a la vez a todas las cosas no haciendo mas que des-
florarlas de un modo completamente superficial. El asunto de la historia de la me-
dicina es tan extenso como el de la historia de la cultura en general, y ninguna
inteligencia humana puede ser capaz de comprenderlo por completo. Aquí, como
siempre, «conocimiento general, significa ignorancia general» (Froude). El doctor
John J. Abel tiene completa razón cuando dice que «debe haber en la obra de in-
vestigación un carácter cultural, una artística cualidad, elementos que han dado a
la pintura, música y poesía su elevado puesto en la mente del hombre». El verda-
dero estudiante de medicina debe considerar tan suyo a Hipócrates como a Ho-
mero, a Harvey como a Shakespeare, a Sydenham como a Milton. Esta es, tal vez,
una larga tarea, pero es el verdadero camino para llegar a aprender alguna cosa.
(1) Laufer: Science, N. Y., 1917, n. s.; XXV, páginas 889-895.
(2) Klebs: Bull. Johns Hopkins Hosp., Baltimore, 1914; XXV, páginas 1-10.
548 HISTORIA DE LA MEDICINA
El doctor Johnson dice que si algún hombre leyese inteligentemente de cualquier
asunto varias horas al día, llegaría pronto a aprenderlo. Únicamente leyendo de
este modo las cosas es como ellas llegan a convertirse en parte y substancia de
nuestra inteligencia, «haciendo una incisión en la memoria». Los mejores modelos
escritos para los estudiantes son los encantadores ensayos de Osler, que, como
hace notar Sudhoff, contienen más verdadero espíritu histórico que muchas délas
obras eruditas de los historiadores profesionales. La razón de ello es que Osler
ama a sus antiguos autores, cuya profes-ón es la suya. Si el estudiante lee griego
y latín, puede encontrar mucho auxilio en los admirables textos bilingües de la
Biblioteca Clásica de Loeb para los antiguos poetas y autores, que abundan en
detalles médico-históricos; Lucrecio, por Monro (1864); Celso, por Alexander Lee
(1831V, Hipócrates, ppr Littré (1839-61); Oribasio, por Daremberg (1851-76); Are-
teo, por Francis Adams (1856). y Fracastor, por León Meunier (1893). Para los
principiantes, Sudhoff recomienda calurosamente la encantadora introdución de
Theodor Beck al canon de Hipócrates, con trozos notablemente bien elegidos
(1907), un texto alemán bilingüe, que puede muy bien ser traducido por los estu-
diantes ingleses y americanos. Los Consejos e ideales, del doctor C. N. B. Camac;
de los escritos de William Osler (Boston, 1905), y los Aforismos y Reflcxio?ies, de
Huxley, seleccionados por su mujer (Londres, 1907), deben figurar en la mesa de
todo estudiante. Los folletos históricos publicados por Burroughs, Wellcome &
Company (Londres), son útiles y seguros. Pero, como ha dicho Carlyle, «no son
necesarios muchos libros; un espíritu abierto, pacienzudo y valiente; esta es la
única cosa necesaria». A ello puede añadirse aún otra idea de este mismo escri-
tor: «Mejor conserváis vosotros mismos la claridad y la limpieza; vosotros sois las
ventanas a través de las cuaies tenéis que ver el mundo.»
III. —NOTAS BIBLIOGRÁFICAS PARA LECTURAS COLATERALES
A.- HISTORIAS DE LA MEDICINA
De las obras grandes, los Grundriss, de Johann Hermann Baas (1838-1909), de
Worms, en el Rin, traducida al inglés por H. E. Handerson (New- York, 1889),
sigue siendo, por muchos conceptos, la más recomendable. Las obras más antiguas
de Le Clerc (1696), Freind (1725-27), Schultze (1728), Haller (1 75 1), Blumembach
(1786) y Kurt Sprengel (1792- 1803) ofrecen un interés puramente de anticuario; al
paso que las historias de Hecker (1822-29), Bostock (1834), Puccinotti (1850-66),
Meryon (1861), Daremberg (1870) y Bouchut (1873), son actualmente de una vendi-
mia que sólo podría ser apreciada por un «catador» especial. La obra de Sprengel
no tiene rival por su acabada interpretación de los hechos de la antigua medicina
y por la impecable seguridad de sus notas. La gran obra de Heinrich Haeser (ter-
cera edición, 1875-82) está basada en investigaciones originales, y es notable por la
erudición, aunque no siempre por la seguridad. El tercer volumen, de enfermeda-
des epidémicas, es de un valor incalculable. El mérito de la historia de Baas es el
que encierra todo lo fundamental en un grueso, pei"o no demasiado voluminoso
volumen; el de que la exposición de los hechos tiene mucha más certeza de la que
ofrecían las obras anteriores; el de que da un acabado resumen de las diferentes
«teorías» médicas, del estado de la medicina y la cirugía en las diferentes épocas,
y el de que él frecuentemente lleva sus estudios por encima de muchos tristes re-
miendos con un vivo y alegre humorismo. Sus defectos son: el ser un poco difuso;
el defectuoso orden de sus asuntos principales; las largas listas de nombres relati-
vamente poco importantes; su falta de distinción, en ocasiones, entre cosas de real
importancia y otras completamente triviales; su caprichosa tendencia a marcharse
de los asuntos, o a alargarlos con detalles cómicos o eróticos, y, finalmente, una
curiosa falta de ponderación y de equilibrio que, con todo su brillante ingenio y
gracia, va acompañada de un absoluto respeto a las exigencias del estilo literario.
El nos da muchos datos, pero no siempre los que nosotros deseamos, y, como la
mayoría de los historiadores, Baas está más flojo al ocuparse del período moder-
no. El no puede ver bien los bosques por mirar los árboles; se exdende más sobre
las teorías que sobre los hechos, y está más atrasado que su tiempo en su actitud
respecto de la teoría germinativa y ha tenido más que decir a propósito de Brous-
sais y de Rasori que de Laennec o Louis, de Charcot o de Pasteur. Sin embargo,
ningún historiador moderno ha dado una apreciación exacta de los grandes médi-
cos ingleses, cuyas tendencias prácticas ha sabido poner en evidencia de un modo
muy cordial. Aunque nacido en las orillas del Rin, Baas representa el punto de
vista del Norte, o protestante, en la historia de la medicina. El es, en todos los mo-
mentos, un escritor de mente esencialmente masculina, que ataca todas las false-
dades, patrañas, fraudes y supersticiones. Sus notas y sus acotaciones marginales,
las de Gibbon, sugieren una cierta simpatía hacia los asuntos prohibidos. Nada le
agrada tanto como el aislar algún rasgo indecoroso o inconsistente del carácter, y
blandir contra él, en alto, lo que Swinburne llama «la vasta luz de la risotada
alemana*.
Julius Pagel (i) ha publicado, en 1898, una historia de la medicina, en un volu-
men y en forma de lecciones. Es un libro muy recomendable, obra de un espíritu
amplio, de buena naturaleza, tolerante, pero algunas veces poco seguro, y la biblio-
grafía está apresuradamente revuelta. La nueva edición (1905), revisada y en parte
rehecha por Karl Sudhoff, ha sido purgada de muchas inexactitudes, especialmen-
(1) Un encantador estudio de Pagel y de su obra por los doctores George Dock
y M. G. Seelig, de St. Louis, se encuentra en el Journ. Missouri ¿>tate Med. Áss.\
St. Louis, 191 o; IX, páginas 366-369.
550 HISTORIA DE LA MEDICINA
te en los períodos antiguos. En 1903-05, Pagel y Max Neuburger han colaborado
para terminar el Handbuch der Geschichte der Medizin, que había sido comenzado
por Theodor Puschmann. Esta obra, en tres volúmenes, es la fuente de referencias,
después de Haeser, más recomendable para hechos, fechas y bibliografía, Está es-
crita con un plan cooperativo, y al tratar el período moderno, los editores han re-
currido al plan usual de tener cada especial tratado escrito separadamente por una
autoridad diferente. Como ocurre con muchas obras escritas por diferentes autores,
estas monografías especiales tienen una cierta sequedad y un carácter descuidado
y rutinario. Pero, de todos modos, los méritos substanciales del manual de Pusch-
manan, como obra de consulta, nunca podrán ser desconocidos.
La mejor obra moderna es incuestionablemente la reciente historia de la medi-
cina del colaborador de Pagel, el profesor Max Neuburger (1868), de Viena, que va
publicándose por partes y está en vías de ser traducida al inglés por Ernest Play-
fair bajo la dirección de sir William Osier (Londres, 1910). Ya anteriormente a esta
publicación Neuburger se había creado una bien merecida reputación de seguridad
y de erudición por sus valiosas monografías históricas acerca de la fisiología del
sistema nervioso en la época anterior a Flourens (1897), del mecanismo de la nu-
trición específica (1900) y déla prehistoria déla terapéutica antitóxica (1901).
Como escritor, Neuburger es elocuente, profundo, absolutamente sincero y un buen
estilista. Como erudito, él es más rico, más profundo y más serio que Baas, y sus
estudios de la medicina folklórica y de la medicina griega y árabe son de lo me-
jor que se conoce. Sin embargo, él no sabe economizar la sal del humorismo, y con
frecuencia exhibe su tendencia alemana a rapsodizar y a marcharse al campo de las
divagaciones filosóficas. La intención de su gran obra es, positivamente, la de ha-
cer una síntesis filosófica de la histoiia de la medicina. Neuburger ha traído mu-
chos hechos nuevos al campo de la historia médica; pero no siempre los presenta
de un modo sencillo y directo. El segundo volumen de su tratado, que abarca toda
la medicina medieval, es una síntesis magistral que viene a abrir a nuestro espíri-
tu muchos y nuevos puntos de vista. La firmeza con que el autor sabe apoderarse
de los más complejos detalles aparece siempre bien manifiesta; pero el lector está
expuesto a no sacar todo el provecho debido en una primera lectura. El primer
gran volumen de la traducción inglesa está impreso en fuerte y claro papel de hilo,
a gran lujo, en páginas grandes. El substratum de erudición (notas y notas margina-
les) ha sido en gran parte suprimido de la traducción inglesa.
De los manuales más pequeños, el de la Geschichte der Medizin (1859), de Wun-
derlich, no ha sido traducido nunca y no alcanza más que hasta la época de Schon-
lein. Está escrito por mano de un maestro en clínica, y resulta interesante por su
autología de extractos explicativos, incluso las diferentes clasificaciones de las en-
fermedades hasta la época de Schonlein. Los cortos y poco conocidos apuntes de
William Farr (1839) y de Edwin Klebs (1868), son altamente originales y sugestivos.
El British Medical Almanack, de 1839 (pp. 1 13-178) contiene la cuidadosa historia
hasta la época de Sydenham por el eminente estadista inglés William Farr. Los
precedentes volúmenes del diario (1836-38) contienen sus valiosas y eruditas cro-
nologías médicas. La Medical History, de Edward T. Withington (Londres, 1894),
es la obra de un verdadero erudito, escrita de una manera atractiva, no muy co-
mún, y con muy útiles notas y apéndices terminales. Desgraciadamente, termina
f n los comienzos <1<-1 siglo xix; pero está basada en originales investigaciones, y
serán muy pocos los Libros pequeños que resulten tan convenientes como el que
nos ocupa para obtener una segura información. El Epitome, de Roswell Park(i897),
va precedido de la excelente historia de Robley Dunglison (1872). U Uistoire de la
Médecine (París, 191 1), de León Meunier, tiene el mérito de ser completa hasta en
el período moderno; es digna de ser leída, a pesar de no ser completamente
exacta.
B.— BIOGRAFÍA MÉDICA
I 1 < ole< < ion más antigua y más completa es el Dictionnaire historique de la Mé-
decine (1755), de N.-F. 1 !• ]'»\ . que en su última edición de cuatro volúmenes (1778)
' un valor incalculable. La Biographic medícale (París, 1855), de Bayle y Tillaye,
ea ana espe< ie de Who's Who médico, que se extiende hasta la mitad del siglo xix
APÉNDICES 551
y que es eminentemente útil como libro auxiliar. La Encyclopedic des sciences medi-
cales (París, Panckoucke, 1820-25), de A.-J.-L. Jourdain, es indispensable, contenien-
do muy valiosas biografías. El Biographisches Lexikon, de Hirsch (6 volúmenes,
Viena y Leipzig, 1884-8), y el Biograp/iisches Lexikon, de Pagel, de los médicos del
siglo xix (Berlín y Viena, 1901) son modelo entre los libros modernos; pudiendo ser
substituidos por muchas de las admirables biografías délos médicos ingleses en el
Dictionary of National Biography (68 volúmenes, Londres, 1885-1912); por la Bio-
graphic frangaise (46 volúmenes, París, 1852-77); por la Neuer Nckrolog der D",uts-
chen (1823-52); el Biographisches Jahrbuch (1896-1911), yotras obras de referencia,
cuya lista se encuentra en la extensa bibliografía dada por Hirsch. Las principales
fuentes de la biografía médica americana son James Thacher (1828) y Samuel
D. Gross (1 86 1), que han publicado extensas biografías de algunos médicos; Atkin-
son (1878), Stone (1894) y Watson (1896), que tienen buenas referencias de los nom-
bres contemporáneos. La Cyclopedia of American Medical Biography, de Howard
A. Kelly (Filadelfia, 19 12), es la obra más reciente. Para los nombres recientes pue-
den ser consultados los varios Who's Who de los diferentes estados. Algunos entre-
tenidos volúmenes de ensayos biográficos han sido escritos por G. T. Bettany
(1885), sir B. W. Richardson (1900), Víctor Robinson (1912) y otros.
Para las biografías individuales, los datos siguientes son a propósito para ser
leídos o utilizados en otra forma para referencias, con una cierta comodidad:
Acland (sir Henry W.): Memoir por J. B. Atlay; Londres, 1903.
Addison: Wilks and Bettany, History of Guy's Hospital; Londres, 1892, p. 221-234.
Guy's Hosp.Gaz., Londres, 1874, III, p. 193 y 201, 1901; XXII, p. 520, retr. 1 lám.
Albertus Magnus: Janus, Breslau, 1846, I, p. 127 y 160. (L. Choulant.)
Alibert (J. L.): Gaz. méd. de París, 1839, 2 p., VII, p. 193-198. Paris méd., suppl.
I9I4, p. 575-591 (L. Brodier).
Arbunoth: Vida por G. A. Aitken, Oxford, 1892.
Árdeme (John): Introducción a su Treatises of fistula in ano, por D'Arcy Power
(Early English Text Society, num. 139, Londres, 19 10).
Aretaeus: Prefacio de Francis Adams a The extant works, etc., Londres, 1856, pá-
gina v-xx. — Münch. med. Wochenschr., 1902, XLIX, p. 1 265-1 267 (R. Koss-
mann). — Johns Hopkins Hosp. Bull., Baltimore, 1909, XX, p. 371-377 (E. F.
Cordell).- Am. J. Clin. Med., Chicago, 191 1, XVII, p. 1055-1058 o Pathfinders
of Medicine, N. Y., 1912, p. 33-43 (Robinson).
Arlt (C. F. von): Meine Erlebnisse, Wiesbaden, 1887.
Amoldo de Villanova: Arch. f. Gesch. d. Med., Leipzig, 1909- 16, passim (P. Diepgen).
Auenbrugger: Jahresbericht d. Ver. d. Aerzte in Steiermark, Graz, 1866, II, p. 19-52
(Ciar).— Jahresbericht d. Gesellsch. f. Nat-u. Heilk. in Dresde, 1863, P- 59-72.
Tr. Congr. Am. Phvs. & Surg., 1891, New-Haven, 1892, II, p. 180 (Weir Mit-
chell).— Walsh: Makers of Modern Medicine, N. Y., 1907, p. 55-85.
Averroes: E. Renán: Averroés et l'Averroisme, Paris, 1852, 1865, 1869.
Avicenna: Tesis de París (núm. 182), por J. Eddé, 1889. — Johns Hopkins Hosp. Bull.,
Baltimore, 1908, XÍX, p. 157-160 (J. A. Chatard).— Arch. f. Klin. Chir., Berlin,
1884, XXX, p. 745-752 (H. Frohlich).
Baer (von): Autobiografía, 2 Aufl., Braunschweig, 1886. — Biografías, por L. Stieda
(1886), R. Stoelzle (1897) y W. Haacke (1905).— Allg. Wien. Med. Ztg., 1877,
XXII, p. 357 y 369 (W. Waldeyer).
Baglivi: Ztsch. f. Klin. Med. Berlin, 1888-9, XV, p. 279 y 475 (M. Salomón).— Münch.
Med. Wochenschr., 1907, LIV, p. 1241, retrato (K. Sudhoff).
Bartlett (Elisha): Boston M. & S. J. 1900, CXLII, p. 49-53 (sir W. Osier).
Beaumont (William): Vida y cartas, por Jesse S. Myer. (St. Louis, 1912. Además,
Physician & Surg. St. Louis, 1902, XXIV, p. 529-574 (Osier, Vaughan et al.).
Bell (sir Charles): Vida por A. Pichot, Paris, 1858, traducción inglesa, Londres.
i860. -Cartas, Londres, 1870, — Johns Hopkins Hosp. Bull., Baltimore, 1910.
XXI, p. 171-182 (E. R. Corson).
¿52 HISTORIA DE LA MEDICINA
Bell (John): Jons Hopkins Bull., Baltimore, 1912, XXIII, p. 241-250 (E. R. Corson).
Bergmann (von): Vida, por A. Buchholz, 2 Aufl. Leipzig, 191 1.
Bernard (Claude): Claude Bernard, por sir Michael Foster (Masters of Medicine),
Londres, 1899. — Claude Bernard, por Georges Barral (Bibliothéque Gilon),
Paris, 1899. — Además: Gaz. des Hop., Paris, 1879, LII, p. 326 y 333
(E. Renan).
Bichat: Lancet, Londres, 1854, II, p. 393-396 (R. Knox). — Bull. Soc. Franc. d'Hist.
de Méd., Paris, 1902, I, p. 214, 261, 269, 277, 280, 285, 293 y 309.— Interstate
M. J., St. Louis, 1908, XV, p. 597 y 667 (A. C. Eycleshymer).
Billi?igs (John Sháw): Memoria por F. H. Garrison, New-York, 191 5. — Bull. N. Y. Pu-
blic Library, 1913.XVII, p. 511-535. (S. Weir-Mitchell, et al.).— Brit. M. J..
Londres, 1913, I, p. 641-643 (sir William Osier, et al.). — Hosp. Lond., 1913,
LIII, p. 671-673 (sir H. Burdett).
Billroth: Autobiografía (Wien. med. Bl., 1894, XVII, p. 92-94) y sus «Cartas»
(T. Aufl., Hannover, 1906). — Berl. Klin. Wochenschr, 1894, XXXI, p. 199-205.
(J. Mikulicz); p. 2b5-207 (E. von Bergmann). — Deutsche Rundschau, Berlin,
1893-4, XX, p. 274-277 (E. Hanslick).
Bois-Reymond (Emil du): Deutsche med. Woch., Leipzig y Berlín, 1897, XXIII, pá-
gina 17-19 (I. Munk).— Med. Chron., Manchester, 1896-97, n. s., VI, p. 241-250
(W. Stirling).- Nature, Londres, 1897, LV, p. 230 (J. Burdon Sanderson).
Bowditch (Henry Ingersoll): Vida y cartas, por V. Y. Bowditch, 2 vols. Boston, 1902.
Bretonneau: Vida y cartas, por P. Triaire, 2 vols. Paris, 1892.
Bright: Wilks & Bettany: History of Guy's Hospital, Londres, 1892, p. 212-221. —
Johns Hopkins Hosp. Bull., Baltimore., 191 2, XXIII, p. 173-186 (F. H. Ga-
rrison).
Broadbent (sir William): Vida, por miss E. B. Broadben, Londres, 1909.
Broca: Rev. d'Anthrop., Paris, 1880. 2 s., Ill, p. 577-608, 1 fot. & bibliogr. (S. Poz-
zi); Bull. Soc. d'Anthrop., de Paris, 1884, 3 s. VII, p 921-956. (E. Dally). -J.
Anthrop. Inst. Londres, 1880-81, X, p. 242-261. 1 fot. (E. W. Brabrook), Sa-
turday Lectures, Washington, 1882, p. 1 13-142 (R. Fletcher).
Brodie: Biografías, por H. W. Acland (Londres, 1864), y por Timothy Holmes (Mas-
ters of Medicine), Londres, 1897. — G. T. Bettany, Eminent Doctors, Lon-
dres, 1885, I, p. 286-303.
Browne (sir Thomas): Biografía, por Edmund Gosse, Londres y New-York, 1905. —
Brit. M. J., Londres, 1905, II, p. 993-998 (sir W. Osier). — Med. Library & Hist.
J., Brooklyn, 1905,111, p. 264-275 (C. Williams).— Walter Pater: Macmillan's
Mag., Londres, 1886, LIV, p. 5-18.
Brunner (Joh. Conrad): Samml. gemeinverst. Vortr., Hamburgo, 1888, n. F., 3 ser.,
Nr. 62 (C. Brunner).
Budd (William): Bull. Johns Hopkins Hosp., Baltimore, 1916, XXVII, p. 208-215
(W. C. Rucker).
Carda?i (Jerome): Biografía, por Henry Morley, 2 vols., Londres, 1854, y por W. G.
Waters, Londres, 1 ^«,7.
Celso: hie de Méd. de París., Confer, histor., 1866, p. 445-497 (P. Broca).— E. Littré:
Médecine et Médecins, 1872, p. 137-153. — Ann. Anat. & Surg,, Brooklyn,
1H82, V, p. 126, 177, 224 y 280 (G. J. Fisher). Glasgow M.J., 1892, XXXVII,
p. 321-S4S (J. Finlayson). Handb. d. Gesch. d. Med., Jena, 1001-02, 1, pági-
nas 415-443 (I. Bloeh). -Xenr Jahrl». f. d. Klass., Altertnm, 1907, XIX, pá-
ginas 377-412 (J. [Iberg). Max Wellmann: A. Cornelius Celsus: Fine
k llenuntersuchung, Berlin, [913.
\lpinus: Vrch. f. d.ges. Physiol., Bonn, 1884, XXXV, p. 295-390 (H. Tollin).—
1'i-x . ( lharaka ( Hub, X. Y.. 1910, III, p. 150-156 (J. ( lollins).
iphorien): Etude biographique, por P. Allut, Lyon, 1859. F.-F.-A.
Pottons: Etudes historiques, Lyon, [81
Charcot: X. iconog. de La Salpétriére, Tan's, 1893, VI, p. 241-250 (Gilíes de la Tou-
rette). inauguración del monumento: laid., [898, XI, p, 401-418, retrato.
APÉNDICES 553
Charcot artiste, p. 489-516, 9 lam. — Arch. f. exper. Path. u. Pharmakol.
Leipzig, 1893-4, XXXIII, p. i-x (B. Naunyn).— Deutsche Ztschr. f. Nervenh.,
Leipzig, 1893, IV, p. i-xv (W. Erb.). — Sitzungsb. d. phys.-med. Soc. zu Erlan-
gen (1894), 1895, Heft 26, p. 1-14 (A. von Striimpell).— Wien. med. Wchnschr.,
1893., XLIII, p. 15 13-1 520 (S. Freud). — Johns Hopkins Hosp. Bull., Baltimo-
re, 1893, IV, p. 87 (sir W. Osier). — Internat. Clin., Filadelfia, 1864, 4 s., I.,
p. xv-xxi, retrato (M. A. Starr). — Glasgow M. J., 1893, XL, p. 292-298 (Jane
B. Henderson).
Ciencia: Rudolf Eisler: Geschichte der Wissenschaften, Leipzig, 1906. — F. Danne-
mann: Die Naturwissenschaften, 2 vol., Leipzig, 1910. — Bibliografía, por
Aksel Josephson (John Creraz Library, Chicago, 191 1).
Cirugía: Para la Cirugía prehistórica, véanse los trabajos de H. Tillmanns (1883)'
R. Lehmann-Nitsche (1896-8), G. Buschan (1902) y K. Jáger (1907); Robert
Fletcher, sobre la trepanación prehistórica (Washington, 1882), y Lucas
Championiére: Les origines déla trepanation (París, 191 2). — Hasta el fin del
siglo xvi, Gurtl: Geschichte der Chirurgie (1898), y Malgaigne; Histoire de
chirurgie (1840), son los fuentes más autorizadas; la primera no tiene rival en
seguridad de los datos, y contiene muchas e interesantes láminas de instru-
mentos quirúrgicos. Véase, además, Friedrich Helfreich, en el Puschmann
s'Handbuch (V. III, p. 1-306), que es una buena fuente de referencias. La
historia de Kurt Sprengel (Halle, 1805-19) da la historia de las diferentes
operaciones. George J. Fisher da un resumen muy acabado y completo de
los antiguos escritores del siglo xvm (Internat. Encycl. Surg. [Ashhurst]. N.Y.,
1886, VI, p. 1 146-1202). El mejor y más completo estudio de la cirugía inglesa
es el de John S. Billings, constituyendo el capítulo de introducción al Dennis's
System of Surgery (New-York, 1895, h P- i-i44)- Es notable, no sólo por la
maravillosa seguridad de sus datos, sino también por su buen espíritu críti-
co. Del mismo género son las Lecciones de sir William Fergusson, de 1867,
y la importante monografía de sir Clifford Allbutt sobre relaciones históricas
entre la medicina y la cirugía hasta fines del siglo xvi, que constituye la me-
jor historia inglesa de la cirugía medieval. Véase, además, la Historia de la
cirugía plástica, de Zeis (Leipzig, 1863), en el estudio de George Fischer so-
bre los aspectos culturales de la cirugía del siglo xvm ('Chirurgie vor 100
Jahren, 1876); los estudios de J. S. Milne (Oxford, 1897) y Th. Meyer-Steineg
(Jena, 19 12) sobre la historia de los instrumentos quirúrgicos, y el exce-
lente artículo de Charles Creighton, en la Encycl. Britan., n.aed., Cam-
bridge, 191 1, XXVII, p. 125-129. La cirugía inglesa se encuentra muy bien
estudiada en las memorias de John Flint South sobre el arte de la cirugía en
Inglaterra (1886); en los anales de los barberos-cirujanos de Londres, de
Sidney Young, y en las interesantes monografías de D'Arcy Power. La ciru-
gía alemana ha sido estudiada por Rohlfs: «Die chirurgischen Klassiker
Deutschlands» (Leipzig, 1883-5); Por George Fischer (1876); por H. Tillmann,
en su obra «Hundert Jahre Chirurgie» (1898), y por el ensayo de Erns Bec-
ker sóbrelos antiguos cirujanos de Hildesheim (1902). La cirugía americana
hasta 1876 es acabadamente tratada por Samuel D. Gross, en Am. Journ.
Med. Se, Filadelfia, 1876, n. s. LXXI, p. 431-484. Los ensayos de James Eve-
lyn Pilcher (Journ. Am. Med. Assoc, 1890, XIV, suppl. núm. 18, p. 629-636) y
Frederick S. Dennis (Med. Rec, N. Y., 1902, XLIII, p. 637-648) son también
muy útiles para referencias.
Chovet (Abraham): Anat. Rec, Filadelfia, 191 1, V, p. 147-172, 2 retr. (W. S. Miller)-
Cohnheim: Ges. Abhandl., Berlín, 1885, p. vii-li, retr. (W. Kühne).— Arch. f. exper.
Path. u. Pharmakol., Leipzig, 1884, XVIII, p. 3-4 Heft, p. i-x (E. Klebs).
Colies: Works (Sydenham Soc, Londres, 1881), p. i-xvi, retr. (R. McDonnell).
Cooper (sir Astley): Biografía, por B. B. Cooper, 2 vols., Londres, 1843. — Bradshaw
Lecture, por sir W. MacCormac, Londres, 1894. — Guy's Hosp. Rep., Londres,
1841, VI, p. 229-234. — Quarterly Rev., Londres, 1843, LXXI, p. 529-560. —
G. T. Bettany, Eminent Doctors, Londres, 1885, I, p. 202-226. — Wilks & Bet-
tany: History of Guy's Hospital, Londres, 1892, p. 317-329.
Cordus (Valerius): E. L. Greene: Landmarks of Botanical History, Washington,
554 HISTORIA DÉLA MEDICINA
1909, I, p. 270-314- — Zentralblatt f. Gynák., Leipzig, 1904, XXVIII, p, 426-432
(K. Binz).
Corti (Alfonso): Anat. Anzeiger, Jena, 1914, XLVI, p. 368-382 (J. Schaffer). — Ade-
más (Abstr.): J. Am. Med. Assoc, Chicago, 1914, LXIII, p. 1676. — Arch. f.
Gesch. d. Xaturwissensch, 1914-15, V, p. 69-71 (G. Brückner).
Cullen: Biografía, por J. Thompson, 2 vols., Edimburgo, 1859. — Asclepiad, Lon-
dres, 1890, VII, p. 148-177, 2 retr. (sir B. W. Richardson). — New-York M. J.,
1897, LXVI, p. 689-691 (F. Staples).
Currie (James). Memoir, por W. W. Currie, Londres, 1831.
Darwin: Biografía y cartas, por F. Darwin, 2 vols., N. Y., 1898. — Más cartas, 2. vols.,
Londres, 1903. — Biografía, por E. B. Poulton, Londres, 1896. — Gedenkschrift,
Stuttgart, 1909. — Abernethian address, por sir T. L. Brunton, Londres, 1883.
Pamphlets, p.or Grant Allen (New-York, 1886) y A. E. Shipley (Cambridge,
1909). — British Museum (Natural History), Special guide, N.° 4. Memorials,
Londres, 19 10. — Proc. Roy. Soc, Londres, 1888, XLIV, p. i-xxxv (T. H.
Huxley). — Deutsche Rundschau, Berlin, 1888, LVII, p. 231-254 (T.W. Preyer).
Proc. Am. Phil. Soc. Phila., 1909, XLVII1, p. iii-lvii (sir J. Bryce et al.). —
Pop. Sc. Monthly, N, Y., 1909, LXXIV, p. 315-343, 6 láms., 1 retr. (H. F.
Osborn).
Devenier: Janus, Amst, 19 12, XVII, p. 425 y 506 (B. J. Kouwer).
Dieffenbach: H. Rohlfs: Gesch. d. deutsch. Med., Leipzig, 1885, IV, p. 1-138.
Dieulafoy: Bull, et mém. Soc. méd. des hop., París, 191 1, 3 s., XXXII, p. 755-769
iSiredey).
Dioscdrides: E. L. Greene: Landmarks of Botanical History, Wash., 1909, 1, páginas
I51-I5S-
Bonders: Biografía, por J. Moleschott, Giessen, 1888. — Sitzungsber. d. math.-phys.
CI. d. k. bayer. Akad. d. Wissensch., Milnchen, 1889, XIX, p. 1 18-124. (C. von
Voit).— Ann. d'Ocul., Bruselas, 1889, CII, p. 5-107, retr. (J. P. Nuel).— Arch.
d'Ophth., Paris, 1889, IX. p. 193-204 (E. Landolt).— Proc. Roy. Soc, Londres,
1890-91, XLIX, p. vii-xxiv, retr. (W. B.). — Estudio de sus obras, por Ernest
Clark (Londres, 1 9 1 4).
Drake (Daniel): Memoirs, por E. D. Mansfield, Cincinnati, 185 1. — Daniel Drake and
his Followers, por Otto Juettner, Cincinnati, 1909, — S. D. Gross, Lives, etc.,
Filadelfia, 186 1, p. 614-662. — Además: Journ Am. Med. Ass., Chicago, 1895,
XXV, p. 429-436 (W. Pepper).— También: Am. Journ. Med. Sc, Filadelfia,
1876, n. s., LXXII, p. 451-452 (J. S. Billings).
Due hemic: C. Laségue: Etudes méd., París, 1884, I, p. 178-206.— Rev. internat.
d'éléctrothér., París, 1895-6, VI, p. 257-270 (Motet), p. 305-333, 1 lám., 2 retr.
(Inauguración del monumento), 1899-1900, X, p. 69-90 (Brissaud). — Med. Rec,
N. Y., 1908, LXXIII, p. 50-54 (J. Collins).
Dupuxtrcn: Vidal de Cassis: Essai historique, París, i835--Larrey (H); Discursos.
París, 1869.— Mém. Acad. de Méd., París, 1836, V, p. 51-82 (E. Pariset).— Mo-
nit. des !x'[>., París. 1856, IV, p. 145. 151, 161 y 169 (Malgaigne). — Boston
M. \. S. J., 1916, CLXXV, |). 489-494 (W. P. Coues). — Biog. Lexikon (Hirsch),
Viena y Jena, 1885, II, p. 240-243 (Gurtl).
Ehrlich (Paul): Fetschrift, Jena, 1914.— Deutsche med. Wochenschr., Leipzig y Ber-
lín, 1915, XLI, p. 1 103 y 1 135 (A. von Wassermann).
Erasistrato: f. I. Hieronymus: Jena diss., 1790. — R. Fuchs: Erasistratea, Leipzig,
rlaSgOW M I . [893, 4 s., XXXIX, p. 340-352 (J- Finlayson).
mdinava (Medicina)'. Janus, Amsterdam, 1907, XII, p, 665, 1909, p. 72, passim
(F. Grün). S. Lasen e: Norsk. Medida i húndrede Áar (Kristiania, 191 1).
Esquemático (n/o): Janus, Amst., 1909, XIV, p. 435-456 (E. Pergens).
\rchi II. Rohlfs: Geschichte der deutsche Med., Leipzig, 1885, IV, p. 353-411.—
München. med. Wochenschrift, 1893, XL, p. 8 (A. Hoffa).— Berl. klin. Wo-
chensebrift, 1908, XI. V, p. 578 (A. Brer).— Ztschrft. f. Krankenpflg., Berlín,
APÉNDICES 555
1903, XXV, p. 91; 1908, XXX, p. 65. — Med. Mag., Londres, 1893-94, II, p. 9-21
(Zobeltitz).
Fabry of Hilden: Janus, Breslau, 1848, III, p. 225-282 (Benedict). — Deutsches Arch,
f. Gesch. d. Med., Leipzig, 1883, VI, p. 1-25 (Mtiller).— Abhandl. z. Gesch. d.
Med., Breslau, 1904, Heft XIII (R.J. Schaefer).— Janus, Amst, 1910, XV, pági-
nas 65-72, 1 retr. (J. R. Schaefer). — München Med. Wchnschr, 19 10, LV1I,
p. 1401-1403, retr.(K. Sudhoff).— Johns Hopkins Hosp. Bull., Baltimore, 1905,
XVI, p. 7-10 (W. B. Piatt).
Fayrer (sir Joseph): Recollections of My Life, Edimburgo, 1900.
Fitz (Reginald Heber): Boston M. & S. J., 1903, CLXIX, p. 893-903 (W. W. Keen,
et al.).
Fletcher (Robert): Bristol M. Chir. J., 19 12, XXX, p. 289-294, retr. (sir W. Osier).—
Index Med., Washington, 191 2, X, N.° 12 (F. H. Garrison).
Foster (sir Michael): J. Physiol., Londres, 1906-7, XXXV, p. 233-246 (J. N. Langley).
Proc. Roy. Soc, Londres, 1908, s. B., LXXX, obit., p. lxxi-lxxxi, retrato
(W. H. Gaskell).— Boston M. & S. J., 1907; CLVI, p. 309-311 (W. T. Porter).—
Publ. Med. Fac. Queen's Univ., Kingston, N.° 7, 1913, p. 1-17 (J. G. Adami).—
Maryland M. J., 19 15, LVIII, p. 105-118 (P. H. Garrison).
Fothergill: Memoirs, por J. C. Lettsom, 4.a ed., Londres, 1786.
Fracastorius: Biografía, por F. O. Mencken, Leipzig, 173 1. — A. Rittmann: Cultur-
gesch. Abhandl., Briinn, 1869-70,3 Heft. Giorn. ital. di mal. ven., Milán, 1885,
XX, p. 1- 1 1 (Gamberini). — Proc. Charaka Club, N. I., 1906, II, p. 5-20, 3 lá-
minas (sir W. Osier). — Science, N. Y., 19 10, n. s., XXXI, p. 500 y 857 (F. H.
Garrison).
Frank (J. P.): Autobiografía, Viena, 1802. — K. Doll: Dr. ^ohann Peter Frank. Ein
Lebensbild, Karlsruhe, 1910.— H. Rohlfs: Gesch. d. deutsch. Med., Stuttgart,
1880, II, p. 127-211. — Med. Jahrb., Viena, 1886, n. F., I, p. 97-116 (H. von
Bamberger). — Wien. klin. Wchnschr., 1909, XXII, p. 1341; 19 13, XXVI, pá-
gina 627 (M. Neuburger),
Frerichs: Arch. f. exper. Path. u. Pharmakol., Leipzig, 1885, XIX, p. iii-vn,
(B. Naunyn). — Deutsche med. Wchnschr., Leipzig y Berlín, 188 4, X, p. 257,
266, 279 y 296; 1885, XI, p. 177 (E. Leyden). — Wien. med. Wchnschr, 1885.
XXXV, p. 465, 497 y 537 (E. Litten).
G addesden (John): Monograph, por H. P. Cholmely, Oxford (Clarendon Press), 1912.
Galeno: Sprengel: Beitr. z. Gesch. d. Med., Halle, 1794, 1, 1 St., p. 1 17-195. — J. G. Ac-
kermann, en la edición de Galeno de C. G. Kühne, v. 1, Leipzig, 1821. — Gaz,
méd. de París, 1847, 3 s., II, p. 591 y 603 (C. Daremberg). — Jbid., 1858, 3 s.,
XIII, p. 43, 115 y 171 (J- E. Pétrequin). — Brit. M. J., Londres, 1892, I, p. 573,
73° Y 77 ' (J- Finlayson).— Middlesex Hospital J., Londres, 1899, III, p. 37-52
(sir V. Horsley).— Paia la práctica, véase: N. Jahrb. f. klass., Altertum, 1905,
XV, p. 276-3i2(J.Ilberg). — Parala fisiología de Galeno, véase: Arch. f. Gesch.
d. Med., Leipzig, 1911-12, V, p. 172; 1912-13, VI, p. 417 (T. Meyer-Steineg). --
Además: T. Meyer-Steineg: Ein Tag im Leben des Galen, Leipzig, 191 3.
Galton (sir Francis): Memories of my life, N. Y., 1909. — Eugenics Rev., Londres,
191 1-12, III, p. 1-9 (M. C). — Nature, Londres, 1910-1 1, LXXXV, p. 440-445- —
Pop. Sc. Monthly, 191 1, LXXIX, p. 171- 190 (J. A. Harris).
Galvani: J. J. Alibert: Joges historiques, Paris, 1806, p. 187-338.
Garth (sir Samuel): Johns Hopkins Hosp. Bull., Baltimore, 1906, XVII, p. 1-17, retr.
(H. Cushing).
Gaskell (Walter Holbrook): Proc. Roy. Soc, Londres, 1914-15, s. B., LXXXV1I,
obit, p. xxvii-xxxn. (J. N. Langley).— Science, N. Y., 1914, n. s., XL, p. 802
a 807 (F. H. Garrison and F. H. Pike).
Gegenbaur (Carl): Erlebtes und Erstrebtes, Leipzig, 1901.
Gilbert (William): Journ. Roy. Nav. Med. Serv., 19 16, II, p. 495-510 (C. Singer).
Gilíes de Corbeil: Estudio por C. Vieillard, París, 1909.
Goltz: Arch. f. d. ges. Physiol., Bonn, 1903, XCIV, p. 1-64, retr. (J. R. Ewald).
556 HISTORIA DE LA MEDICINA
Graefe (Albrecht von): Biografía, por E. Michaelis, Berlín, 1877. — Bern. ü. d. Ver-
samml. d. ophth. Gesellsch., Stuttgart, 1886, XXIV, p. 5-52 (Donders & Hel-
mholz). — Ann. d'Ocul., Bruselas, 1872, LXVII, p. 5-56 (Warlomont).
Graefe (Carl Ferdinand von): H. Rohlfs: Gesch. d. deutsch. Med., Leipzig, 1883,
III, p. 247-324-
Graves: Biografía, por W. Stokes, en sus Studies in physiology, etc. Londres, 1863,
p. i-Lxxxiii. — Además: Med. Times & Gaz., Londres, 1853, VI, p. 1-5 (W.
Stokes). — Med. Hist. Meath. Hosp., Dublin, 1888, p. 122-129, retr.
Gross (S. D.): Autobiografía, Filadelfia, 1887.— Tr. Am. Surg. Ass., Filadelfia, 1897,
XV, p. xxxi-xLviii.— Am. J. M. Sc, Filadelfia, 1884, n. s., LXXXVIII, p. 293
a 308, retr. (I. M. Hays).— Johns Hopkins Hosp. Bull., Baltimore, 19 12,
XXIII, p. 83-94 (C. W. G. Rohrer).
Gull (sir William): Guy's Hosp. Rep., Londres, 1890, 3 s., XXXII, p. xxv-xliii, retr.
Wilks & Bettany: History of Guy's Hospital, Londres, 1892, p. 261-274.
Gurlt: Arch. f. klin. Chir., Berlin, 1899, LVIII, p. i-vi (E. Bergmann).
Guy de Chauliac: E. Nica'íse: Introducción a su obra La Grande Chirurgie, Paris,
1890, p. Lxxvii-cv (Biografía de Guy), p. cvi-cvci. — Conf. Inst. Fac. de Med.
de Paris, 1866, p. 173-208 (Follin).
Haeckel: Biografía, por W. Bolsche (trad, al inglés por J. McCabe, Filadelfia, n. d.).
Hales (Stephen): Gentleman's Mag., Londres, 1764, XXXIV, p. 273-278 (P. Colli-
son). — Diet. Nat. Biog., Londres, 1890, XXIV, p. 32-36 (F. Darwin).— Johns
Hopkins Hosp. Bull., Baltimore, 1904, XV, p. [85 y 232 (P. M. Dawson).—
Scient. Monthly, New- York, 1916, III, p. 439-454 (D. Fraser Harris).
//«//(Marshall): Memoirs, por Charlotte Hall, Londres, 1861. — Lancet, Londres,
1850, II, p. 120-128-, retr.; 1857, II, p. 1 72-175.— Diet. Nat. Biogr., Londres,
1890, XXIV, p. 80-83 (G. T. Bettany).
Haller: Biografía y elogios, por J. G. Zimmermann (Zurich, 1755); E. G. Baldinger
y C. G. Heyne (Gottingen, 1778). — T. Henry (Warrington, 1783); R. C. Stiles
(New-York^ 1867). — A. Lissauer (Berlin, 1873).— Véase, además: Denkschrift,
Berna, 1877; Hallers Wohnungen, etc., por Kronecker (Berna, 1908), con
ilustraciones muy interesantes. — Die Bildnisse, etc., por Artur Weese (Berna,
1909), da todos los retratos existentes. — Especialmente interesantes son:
Haller Redivivus, por H. Kronecker [Mitth. d. natur. Gesellschaft, en Berna
(1902), 1903, p. 203-226], y el artículo de Cushing en el Am. Med. (Filadelfia,
1901,11, p. 540 y 580).— Véase también: Deutsche med. Wochnschr., Leipzig
y Berlín, 1908, XXXIV, p. 181 3-18 15 (H. Kronecker). — Münch. med. Wochns-
chr., 1908, LV, p. 2142 (K. Sudhoff). -Johns Hopkins Hosp. Bull., Baltimore,
1908, XIX, p. 65-73 (J. C. Hemmeter).— Bull. Soc. Med. History, Chicago,
1916, Nr. 4, p. 23-46 (C. B. Reed). Respecto de su labor literaria, véase la
introducción de Ludwig Hirzel a las Haller's Gedichte, Frauendfel, 1882.
Harington (sir John): Johns Hopkins Hosp. Bull., Baltimore, 1908, XIX, p. 285 a
295 (J. G. Adami).
Harvey (William): William Harvey, por D'Arcy Power (Masters of Medicine), Lon-
dres, 1897. Memorials of Harvey, por J. II. Aveling, Londres, 1875. --Some
Memoranda, etc, por S. Weir Mitchell, New-York, 1907.— Some recently
discovered Letters, etc., por S. Weir Mitchell, Filadelfia, 1912. -Portrails of
doctor William llarvrv, Oxford I'niv. Tress, 19 1 3. — Notice of an Unpu-
blished Manuscript, por G. E. Paget, Londres, 1801.— Las Doctrines of the
1 ulation, de fohn Call Dalton (Filadelfia, 1884), es la mejor historia que
teen inglés sobre el asunto; y el Harvey's views, etc., New- York, 191 5,
por el discípulo v su< e »or de I taitón, el difunto John l .. ( ¡urtis, es otra im-
portante contribución de la erudición americana. La introducción al texto
de Charles Richet (París, 1879) es muy valiosa también Véanse, además,
memorias del. II. Huxley en: Nature, Londres, 1878, XVII, p. 417;
Will. p. i.j... y Pop. s< Monthly (Suppl.)i New-York, 1878, núm. XI, p. 385
a 489. Además: fohn Hopkins Hosp. Bull, 'Baltimore, 1897, VIII, p. 167-174
(W. K Brooks) Además: St. Barth. Hosp. Rep., Londres, 1887, XXIII,
p. 1-12 W Munk.j. Además: Lancet, Londres, 1878, II, p. 776-778, 1 lám.
APÉNDICES 557
(sir B. W. Richardson). — También: Asclepiad, Londres, 1884, l, p. 39-44,
1 lám. (sir B. W. Richardson). — -Además: Harveian orations (enumeradas en
el índex-Catalogue, 1901, 2 s., VI, 780).
Heberden: Essay, por A. C. Buller (Londres, 1879). — Pettigrew, Med. Portr. Gallery,
Londres, 1840, III, núm. 7, p. 1-18, retr. — Diet. Nat. Biogr., Londres, 1891,
XXV, p. 359 (J. F. Payne).— Ztschr. f. klin. Med., Berlín, 1910, LXX, p. 352
a 357 (J- Pawinski). — -St. Barth. Hosp. Rep., Londres, 191 1, XL VI, p. 1-12
(sir D. Duckworth).
Hebra: Allg. med. Centr.-Ztg., Berlín, i88i,XVII, p. 1 1 04-1 198, passim (E. Schwim-
mer). — Pest. med.-chir. Presse, 1881, XVII, p. 81 2-888, passim. — Med. Rev. of
Rev., N. Y., 19 16. XXII, p. 719-724 (V. Robinson).
Heim (Ernst Ludwig): Biografía por G. W. Kessler, 2 v., Leipzig, 1835. — Rohlfs:
Gesch. d. deutsch. Med., Stuttgart, 1875, I, p. 480-519.
Heine (Jakob von): B. Burger, Bonn diss., 191 1.
Heister: V. Fossel: Stud. z. Gesch. d. Med., Stuttgart, 1909, p. 111-152.
Helmholtz: Biografía, por L. Koenigsberger, 3 vols., Brunswick, 1902 (traducción
inglesa, por F. A. Welby, Oxford, 1906); y J. G. M'Kendrick, Londres, 1899. —
Bibliografía, por A. Konig, Leipzig, 1895. — Véase además: Aerztl. Vereinsbl.
f. Deutschl., Leipzig, 1894, XXIII, p. 553-556 (C. Ludwig). — Arch. d'Ophth.,
Paris, 1894, XIV, p. 721-842 (E. Landolt). — Rev. scient, Paris, 1897, 4. s, VIII,
p. 321 y 360 (E. du Bois-Reymond). — Proc. Roy. Soc, Londres, 1896, LIX,
p. xvii-xxx (A. W. R.).— J. Am. Med. Ass., Chicago, 1902, XXXVIII, p. 549-569
(H. Friedenwald, H. Knapp et al.).
Helmont (J. B. van): Estudios, por J. J. Loos (Heidelberg, 1807), D. H. Fraenkel
(Leipzig, 1837), G. Rommelaere (Bruselas, 1868). — Mém. de concours.
Acad. roy. de Méd. de Bélg., Bruselas, 1866, VI, p. 553-739 (J. A. Man-
don). — Bull. Acad. roy. de Méd. de Bel., Bruselas, 1886, 2 s., IX, p. 985-1088
(Tallois).— J. hebd. de Méd.. París, 1830, VI, p. 513-527 (E. Littré).
Henle: Biografía, por F. R. Merkel, Braunschweig, 1909. — Véase también: Arch. f.
mikr. Anat, Bonn, 1885-86, XXVI, p. i-xxxn (V. Waldeyer).— Biol. Centralbl.,
Erlangen, 1885-6, V, p. 289-293 (W. Flemming). — Deutsche med. Wchnschr.,
Berlín, 1885, XI, p. 463 y 483 (K. Bardeleben).
Herófilo: K. F. H. Marx: Herophilus, Carlsruhe & Badén, 1838; Gotinga, 1842. —
Rev. scient., París, 1881, I, p. 12 (C. Daremberg). — Glasgow M. J., 1893, 4 s.,
XXXIX, p. 321-340 (J. Finlayson).
Hewson (William): Tr. Med. Soc, Londres, 18 10, I, p. 5 1-63 (J. C. Lettsom). — As-
clepiad, Londres, 1 891, VIII, p. 148-177 (sir B. W. Richardson). — Diet. Nat.
Biogr., Londres, 1891, XXVII, p. 312 (J. F. Payne).
Heysham (John): Biografía, por H. Lonsdale, Londres, 1870.
Hicks (Braxton): Select Essays (Sydenham Soc. Publ., vol. 173), Londres, 1901, pá-
gina 93-118, con bibliografía (C. J. Cullingworth).
Hipócrates: Introducción a la traducción de Emile Littré, v. 1, p. 1-554, París, 1839.
J. E. Petrequin: Chirurgie d'Hippocrate, 2 v., París, 1878. — Además: Brit.
& For. Med. Chir. Rev., Londres, 1866, XXXVIII, p. 483-496 (sir. T. C. All-
butt).— Glasgow M. J., 1892, XXXVII, p. 253-271 (J. Finlayson).— Brit. M. J.,
Londres, 1906, I, p. 571-577 (R. Catón).
His (Wilhelm): Lebenserinnerungen, 1903. — Am. J. Anat., Baltimore, 1904-5, IV, pá-
gina 139-161 (F. P. Malí). — Lancet, Londres, 1904, I, p. 1446- 1 449 (W. Stirl-
ing).— Deutsch. med. Wochenschr., Leipzig, Berlín y 1904, XXX, p. 1438,
1469 y 1509 (W. Waldeyer). — Verhandl. d. naturf. Gesellsch. in Basilea, 1904,
pj» 434-464, retr. (J. Kollmann).
Hodgkin (Thomas): Wilks & Bettany: Hist Guy's Hosp., Londres, 1892, p. 380-386. —
Guy's Hosp, Rep., Londres, 1878,3, s., XXIII, p. 55-127 (sir S. Wilks). —
Guy's Hosp. Gáz., Londres, 1909, XXIII, p. 528; 1910, XXIV, p. 13 (Wilks).
Holmes (O. W.): Biografía, por W. S. Kennedy (Boston, 1883), H. Lee (Boston, 1894)
y J. T. Morse, Jr. (2 v., Boston, 1896).— Boston M. & S. J. 1894, CXXXI, pá-
ginas 375-380, retr. — Lancet, Londres, 1886, II, p. 6-9 (sir S. Wilks). Brit.
558 HISTORIA DE LA MEDICINA
M. f., Londres, 1894, II, p. 839-841 (sir W. T. Gardner). Johns Hopkins Hosp.
Bull., Baltimore, 1894. V, p. 85-88 (sir W. Osier).
Hoppe-Seyler: Arch. f. path. Anat., etc., Berlin, 1895, CXLII, p. 386-3S8 (R. Vir-
chow).— Ztschr. f. physiol. Chem., Strassb., 1895, p. i-lxii, retr. (E. Baumann
& A. Kossel).
Horsley (sir Victor): Brit. M. J., Londres, 1916, II, p. 162-167, retr.— Lancet, Lon-
dres, 19 1 6, II, p. 200-203, retr.
Howard (John): Biografía, por Aikin (1792), J. B. Brown (2.a ed., 1823), T. Taylor
(2.a ed., 1836), Hepworth Dixon (2.a ed., 1850). — Correspondencia, editada
por J. Field, Londres, 1855. — Además: Asclepiad, Londres, 1894, XI, p. 55-80
(sir B. W. Richardson).
Hufeland: Biografía, por J. I. J. Sachs, Berlin, 1832. — Además: Med. Aim., Berlin,
1837, P- 39-54, retr.
Hunter (John): Stephen Paget: John Hunter (Masters of Medicine), Londres, 1897. —
Memorias, etc., por J. Adams, Londres, 18 17. — John Hunter y sus discípulos,
por Samuel D. Gross, Filadelfia, 1881. — John Hunter y la Odontología,
por J. F. Colyer, Londres, 1913. — Además: Brit. Med. Journ., Londres, 1890,
I» P- 738-740 (J. Finlayson); Jbid., 1899, I, p. 389-395 (sir. W. MacCormac);
Ibid., 1886, I, p. 1 093- 1 095 (sir J. Paget). — También: Hunterian orations (enu-
meradas en el Index Catalogue, 1902, 2 s., VII, p. 483).»
Hunter (William): William Hunter, por R. Hingston Fox, Londres, 1901.
Huxham: Diet. Nat. Biog., Londres, 1891, XXVIII, p. 363 (N. Moore).— Johns Hop-
kins Hosp. Bull., 1906, XVII, p. 308-311 (W. G. Vogeler).
Huxley: Biografía y Cartas, por L. Huxley, 2 v., Londres, 1900. — Boceto autobio-
gráfico (Hosp. Gaz., Londres, 1 891, XIX, 312-314). — Proc. Roy. Soc, Londres,
1896, LIX, p. xlvi-lxvi, retrato (sir M. Foster). — Diet. Nat. Biogr., Suppl.,
Londres, 1901, III, p. 22-31 (W. F. R. Weldon). — Science, N. Y., 1896, n. s., Ill,
p. 147-154 (H. F. Osborn), p. 253-263 (T. Gill). — Rep. Smithson. Inst., 1898
y 1900, Washington, 1900, p. 701-728 (W. K. Brooks et al.).
Ifyrtl: Deutsche med. Wochenschr., Leipzig y Berlín, 1894, XX, p. 619 (K. von Bar-
derleben). — Wien. klin. Wchnschr, 1894, VII, p. 549, 556 y 557. — Wien.
med. Wochenschr., 1894, XLIV, p. 1337 y 1406.
Jackson (James): Memoir by J. J. Putriam, Bost. &. N. Y., 1905.— Boston M. &". S. J.,
1867-8, LXXVII, p. 106-109 (J. Bigelow& O. W. Holmes).
Jenner: Biografía, por J. Baron, Londres, 1827-38. — Brit. M. J., Londres, 1894; I,
p. 72; 1901, II, p. 479; 1902, II, p. 1 y 1676. — J. Am. M. Ass., Chicago, 1896,
XXVII, p. 312-317 (H.R. Storer).— New-York M. J., 1902, LXXVI, p. 925 y
978 (G. Dock.).— Deutsche med. Wochesnchr., 1896; XXII, p. 305-323 (Fest-
nummer). — Scient. Monthly, N. Y., 191 5-16; I, p. 66-85 (D. Fraser Harris).
K/ebs (Edwin): Munch, med. Wochenschr, 1914; LXI, p. 193 y 251 (P. Ernst). — Lan-
cet, Londres, 19 13, II, p. 1657 (F. H. Garrison). — Cor.-Bl. f. schweizer Aerzte,
Basilea, 1913, XLIII, p. 1721-1729 (H. Strasser).
Knox (Robert): Biografía, por H. Lonsdale, Londres, 1870.
Koch (Robert): Biografías, por W. Becker (Berlín, 1891) y K. Wezel (Berlin, 1912). —
Wien. klin. \V< hnschr., 1903, XVI. p. 1377-1381 (R. Paltauf). — Deutsche med.
Wchn» br., Leipzig y Berlín, 1910, XXXVI, p. 2321-2324 (G. Gaffky). — Johns
Hopkins Hosp. Bull., Baltimore, 1911, XXXIII, p. 415-425 (W. W. Ford).—
Ibid., p. 425-428 (S. A. Knopf).
Koeberlr (Eugene): Rev. deGynéc, París, 1915, XXIII, p. 311-342 (Gross).
KólWur: Erinnerungen, Leipzig, 1899.— Ztschr. f. Wissensch. Zool., Leipzig, 1906,
I. XXXIV, p. i-xxvi (Ehlers).
Kronecker (Hugo): Science, N. Y., 1 9 1 4, n. s., XL, p. 441-444 (S. J. Meltzer).
Küchenmcister: Jíinus, Amsterdam, 1900, V, p. 629-634 (J. C. Huber).
Kiiltne (Willy): Ztschr. f. Biol., Munich y Leipzig, 1900, n. F., XXII, p. i-viii (C. von
Vbit).— Med. Chron., Manchester, 1901, 4 s., I, p. 401-415, retr. (W. Stirling).
Kutsm tul. Jugeuderinnerungen, 4 Aufl., Stuttgart, 1900. — MUnch. med. Wchnschr.,
APÉNDICES 559
1902, XLIX, p. 281-286, retr. (L. Edinger). — Therap. d. Gegenwart, Berlín,
1902,11. F., IV, p. 289-291 (B. Naunyn). — Deutsches Arch. f. klin. Med., Leip-
zig, 1902, LXXIII, p. 1-89 (W. Fleiner).
Laénnec: Biografía, por A. L. J. Bayle, París, 1826. — Rouxeau: Laénnec avant 1806,
París, 1912. — N. Orí. M. News & Hosp. Gaz., 1859-60, VI, p. 736-756
(A. Flint).— Conf. hist. Fac. de Méd., París, 1866, p. 61-107 (Chauffard).—
Wash. M. Ann., 1910-1 1, IX, p. 250-260, 1 lám. (J. D. Morgan & D. S. Lamb).
Lamarck: Biografía, por A. S. Packard, Londres, 1901.
Lanfranc: J. Missouri M. Ass., St. Louis, 1910-1 1, VII, p. 402-408 (F. J. Lutz).
Larrey; Biografía, por Paul Triaire, Tours, 1902. — Johns Hopkins Hosp. Bull., Bal-
timore, 1906, XVII, p. 195-215 (J. C. Da Costa).
Leeuwenhoek: Asclepiad, Londres, 1885, II, p. 319-346, retr. (sir B. W. Richardson).
J. Roy. Microsc. Soc, Londres, 1913, p. 121-135, retr. (H. G. Plimmer).
Leidy (Joseph): Proc. Acad. Nat. Sc, Fiiadelfia, 1891, p. 342-388 (H. C. Chapman). —
Pop. Sc. Monthly, N. Y., 1907, LXX, p. 31 1-3 14, retr. (W. K. Brooksj.— Scien-
ce, N. Y., 1913, n. s., XXXVII, p. 809-814 (C. S. Minot).
Leonardo dd Vinci: Véase Index-Catalogue, S. G. O., 191 5, 2 s., XX, 256.— Además:
Bull. Med. Hist. Soc, Chicago, 1916, p. 66-83 (A. C. Klebs), Boston, M. &. S. J.,
19 16, CLXXV, p. 1 y 45 (A. C. Klebs).
Lettsom: Biografía, por T. J. Pettigrew. 3 vols., Londres, 18 17. — Memorias, Lon-
dres, 1817. — Diet. Nat. Biogr., Londres, 1893, XXXIII, p. 134-136 (J. F.
Payne).
Leyden: Lebenserinnerungen, Stuttgart y Leipzig, 19 10. — Internat. Beitr. z. inn. Med..
Berlin, 1902, I, p. 1-12, retr. (Nothnagel). — Mitt. a. d. Grenzgeb. d. Med. und
Chir., Jena, 19 10, XXII, p. i-iv (B. Naunyn). Wien. klin. Wchnschr., 19 10,
XXIII, p. 1 488- 1 490 (R. von Jaksch).
Liebig: Ensayo, por T. L. W. von Bischoff, Munchen, 1874.— Biografía, por J. Vol-
hard, 2 vols., Leipzig, 1909.— Autobiografía (Chem. News, Londres, 1891,
LXI1I, p. 265-276). — Faraday lecture by A. W. von Hofmann, Londres, 1876,
Allg. Wien. med. Ztg , 1899, XLIV, p. 481, 494, 505 y 514 (S. Klemperer).
Linacre: Sir W. Osier: Thomas Linacre. Cambridge, 1908.
Linneo: Biografía, por Brightwell, Londres, 1858. — Album de retratos, por T. Tull-
berg, Stockolmo, 1907. — J. Am. Assoc, Chicago, 1902, XXXIX, p. 593-598
(L. Hektoen). — Janus, Amsterdam, 1903, VIII, p. 1 15-122 (W. Ebstein). —
Med. Libr. &. Histor. J., Brooklyn, 1904, II, P- 173-184 (J. H. Hunt) y 185-193
(A. Egdahl).
Lister (Lord): Collected Papers., Oxford, 1909,1, p. i-xliv. — Brit. M. J., Londres,
1912, I, p. 397-402. — Lancet, Londres, 1912, I, p. 465-472. — Glasgow, M. J.,
1912, LXXVII, p. 190-196. — Clin. J., Londres, 1912-13, XLI, p. 257-263 (sir
W. W. Cheine).— Cañad. J. M. &. S., Toronto, 1912, XXX, p. 288-350 (Sym-
posium).—Deutsche Ztschr. fur Chir., Leipzig, 1912, CXX, p. 1-6 (E. Payr).
Littré: Notice, por C. A. Saint-Beuve, Pan's, 1863 (Repr. de: Nouveaux lundis, v. 5,
p. 200). — Rev. des Deux Mondes. Paris, 1882, LII, p. 634-671 (C. V. Darem-
berg). — Chron. méd., París, 1895, h P- n-16, retr. (Cabanés).
Lobstein (Joh. Friedrich): Biografía, por E. Lobstein, Estrasburgo, 1878.
Locke (John): Janus, Amsterdam, 1899,1V, p. 393,457,527 y 579 (E. T. Withing-
ton). — Lancet, Londres, 1900, II, p. 1115-1123 (sir W. Osier).
Long (Crawford W.): Johns Hopkins Hosp. Bull., Baltimore, 1897, VIII, p. 174-184
(H. H. Young).
Louis: Biografía, por E. J. Woillez, Paris, 1873. — Johns Hopkins Hosp. Bull., Balti-
more, 1897, VIII, p. 1 61 -1 66 (sir W. Osier).
Lower (Richard): Two Oxford Physiologists, por F. Gotch, Oxford, 1908. — Sir M.
Foster: Lect. Hist. Physiol., Cambridge, 1901, p. 181-185.
Ludwig (Carl): Memoir, por J. von Kries, Freib. i. B. & Leiozig, 1895.— Berl. klin.
Wochnschr., 1895, XXXV, p. 466 (H. Kronecker).— Med. Chron., Manches-
ter, 1895-96, n. s., Ill, p. 178- 191 (W. Stirling). — Proc. Roy. Soc, Londres
56o HISTORIA DE LA MEDICINA
1895-96, LIX, pt. 2, p. i-viii (sir J. Burdon-Sanderson). — Science, New-York,
1916, n. s., XLIV, p. 363-375 (XV. P. Lombard).
McDowell: Biografía, por Mary Y. Ridenbangh, New-York, 1890. — Oración, por
S. D. Gross, Louisville, 1879.
Magendie: Lecon d'ouverture, por Claudio Bernard, París, 1856. — Elogio, por
P. Flourens, París, 1858. — Además: Rep. Smithson Inst., Washington, 1866,
p. 91-125 (Flourens). — E. Littré: Médecine et médecins, París, 1872, p. 154
a 183.— Med. Libr. & Hist. J., Brooklyn, 1906, IV, p. 45, 198, 292 y 364; 1907,
V, p. 24, 2 retr. (P. M. Dawson).
Malpighi: Biografías, por G. Atti (Bolonia, 1847), E. Ferrado (Milán, i860), U. Piz-
zoü (Milán, 1897). — Asclepiad, Londres, 1893, X, p. 385-406, retr. (B. \V. Ri-
chardson).— Sir M. Foster: Lect. Hist. Physiol., Cambridge, 1901, p. 84-120.
Johns Hopkins Hosp. Bull., Baltimore, 1905, XVII, p. 275-284 (W. G. Mc
Callum).
Martin (Henry Newell): Proc. Roy. Soc, Londres, 1896, LX, p. xx-xxin (sir
M. Foster).
Martin (sir James Ranald): Biografía, por sir J. Fayrer, Londres, 1897.
Mayow (John): Two Oxford Physiologists, por F. Gotch, Oxford, 1908. — Sir M. Fos-
ter: Lect. Hist. Physiol., Cambridge, 1901, p. 185-199. — Asclepiad, Londres,
1887, IV, p. 55-70, retr. (B. W. Richardson). — Diet. Nat. Biogr., Londres,
1894, XXXVII, p. 175-177 (P.J- Hartog).
Mead: Memorias, por T. Lemon, Londres, 1755. — Gentlemen's Mag., Londres,
1754, XXIV, p. 510-515 (Mattley). — (W. McMichael and W.Munk: Goldheaded
cane, Londres, 1827, p. 56-118). — Asclepiad, Londres, 1888, V, p. 49-79,
retr. (B. W. Richardson).— Diet. Nat. Biogr., Londres, 1894, XXXVII, p. 181
a 186 (N. Moore).
Mendel (Gregor): W. Bateson: Mendel's principles of heredity, Cambridge, 1913,
P- 327_334> 3 retr. — J. J. Walsh: Catholic churchmen in science, Filadelfia,
1906, p. 195-221, retr.
Mcsmer: Erin ner ungen, por Justin us Kerner, Francfort a. M., 1856. — F. Podmore:
Mesmerism and Christian Science, Filadelfia, 1909. — Brit. med. J., Londres,
191 1, II, p. 1555; 1912, I, p. 79, 133, 199 y249-
Metchnikoff (Elie): Lancet, Londres, 1916, II, p. 130. — Nature, Londres, 19 16,
XCVII, p. 44 3-446 (sir E. R. Lankester).
Mikulicz: Mitt. a. d. Grenzgeb. d. Med. u. Chir., Jena, 1907, Gedenkbd, p. 1-Ó4, retr.
(XV. Kausch). — Munch, med. Wochenschr., 1905, LII, p. 1297-1300, retr.
(Sauerbruch). -Wien. klin. Wochenschr., 1905, XVIII, p. 671-674 (V. Eisels-
berg).
Minot (Charles Sedgwick): Anat. Rec, Filadelfia, 19 16, X, p. 133-155 (Bibliogra-
fía), p. 156-164, retr. (F. T. Lewis).
Mondevillc: J. L. Pagel, Leben, Lehre und Leistungen, etc., Berlin, 1892. — E. Ni-
calse: Introducción a la traducción de Mondeville, París, 1893, p. v-ixxxii,
cod bibliografía; p. li-lxii. Proc Charaka Club., New-York, 1910, III, p. 70
a 98, retr. (A. ( 1. ( rerster).
agni\ Atti (1. XI Congr. med. intenaz., 1894, Roma, 1895, I, p. 188-197 (R. Vir-
chow Asclepiad, Londres, [888, V, p. 147-173, retr. (sir B. XV. Richard-
son |. J. Walsh: Makers of modern medicine, Ñew-York, 1907, p. 29-51.
in (John): Journal of 1764, Filadelfia, 1907. — Biografía, por M. |. Wilbert, Fi-
Ladelfia, 1904. Phil. J.' M. & Phys. Sc, 1820, I, p. 439-442 (B. Rush). Tr.
Coll. Phys., Filadelfia, 1887, centennial vol., p. 26-42 (W. S. W. Ruschen-
Morton (Richard): Med. Libr. & Hist. J., Brooklyn, 1004, II. p. 1-7, retr. (sir
W. Osier).
LTch. di Fisiol., Florencia, 1910-n, IX, p. 121-130 [G. Funo &
A. ilerlit/.k,i| (Bibliografía), 131-136, retr.- Lancet, Londres, 1910, II,
p. [656.
APÉNDICES s*j
Mott (Valentine): Memoir, por S. D. Gross, Filadelfia, 1868.
Müller (Johannes): Gedáchtnisrede, por R. Virchow, Berlín, 1858 (trad, en Edimb
M. J., 1858, IV, p. 452-527). — Abhandl. d. k. Akad. d. Wissensch. zu Berlín
[1859], i860, p. 25-191 (E. du Bois-Reymond). — Johns Hopkins Hosp. Bull.,
Baltimore, 1896, VII, p. 16-18 (W. B. Piatt).— Messenger, New-York, 1903,
5 s., Ill, p. 668-693 (J. J- Walsh).
Mundinus: Noticia, por V. loppi, Udine, 1873. — Ann. Anat. & Surg., Brooklyn,
New-York, 1882, XI, p. 35 y 71 (G. J. Fisher).— Columbus M. J., 1896, XVII,
p. 343-357 (J- E. Pilch er). — Med. Libr. & Hist. J., Brooklyn, New-York, 1903,
I, p. 1-8; 1906, IV, p. 31 1-33 1, 4 lám. (L. S. Pilcher).
Nightingale (Florence): Biografía, por sir Edward Cook, 2 vols., Londres, 19 13. —
Nutting and Dock: History of nursing, New- York, 1912, p. 62-311.
North (Elisha): Johns Hopkins Hosp. Bull., Baltimore, 1908, XIX, p. 301-307
(W. R. Steiner).
Nothnagel: Obituario, por B. Naunyn, 1905.
ü'Dwyer (Joseph): Pediatrics, New- York y Londres, 1898, V, p. 95-97, retr. (A. Ja-
cobi). — J. J. Walsh: Makers of modern medicine, New-York, 1907, p. 325
a 356.
Oken (Lorenz): Alexander Ecker: Lorenz Oken (trad, por A. Fulk, Londres, 1883).
Owen: Biografía, por R. Owen, 2 v., Londres, 1895. — Proc. Roy. Soc, Londres,
1894, LV, suppl., p. i-xiv (W. H. F.). — Johns Hopkins Hosp. Bull., Baltimo-
re, 191 1, XXII, p. 133-137 (C. W. G. Rohrer).
Pagel (Julius): Munch, med. Wochenschr., 1912, L1X, p. 425, retr. (K. Sudhoff). —
Klin, therap. Wchnschr., Berlin, 1912, XIX, p. 205-208 (I. Bloch). — Arch. f.
Gesch. d. Med., Leipzig, 19 12- 13, VI, p. 71-79 (P. Richter). — }. Missouri:
M. Ass., St. Louis, 1913, IX, p. 366-369 (G. Dock).
Paget (sir James): Memorias y cartas, por Stephen Paget, Londres, 1901. — Diet.
Nat. Biogr., Londres, 1901, supl. Ill, p. 240-242 (D'A. Power). — St. Barth.
Hosp. J., Londres, 1901-2, IX, p. 17-21 (S. Paget). — Tr. Rhode Island M. Soc,
1902, Providence, 1903, VI, p. 504-525 (Helen C. Putnam).
Paracelso: Estudios y biografías, por: K. F. H. Marx (Gotinga, 1842); F. Mook (Wurz-
burgo, 1876); J. Ferguson (Glasgow, 1877-85); F. Hartmann*(Londres, 1877);
E. Schubert &. K. Sudhoff (Francfort a. M., 1887-9); K. Sudhoff (Versuch, Ber-
lín, 1894-9); F. Hartmann (Leipzig, 1899); H. Magnus (Breslau, 1906); E. Schle-
gel (Munchen, 1908), y Anna M. Stoddart (Londres, 191 0- — Además: Arch. f.
d. gesch. Med., Jena, 1841, I, P- 26-43 (H. Haeser). — Corr. Bl. f. Schweiz-
Aerzte, Basilea, 1905, XXXI, p. 438-488 (M. Roth).— Zentralbl. f. Biblioth.-
Wes., Leipzig, 1893, X, p. 316 y 389; XI, p. 169 (K. Sudhoff).
Paré (A.): Biografías, por J. F. Malgaigne (CEuvres completes, París, 1840, I), Le
Palmier(París 1884), S. Paget (Londres, 1897).— Además: Am.-M. Chir. Rev.,
Filadelfia, 1869; V, p. 1059- 1083 (S. D. Gross).
Parkinson: Johns Hopkins Hosp. Bull., Baltimore, 191 2, XXIII, p. 33-45 (L. G.
Rowntrée).
Pasteur: R. Balley-Radot: La vie de Pasteur, Paris, 1900 (Trad, ingl., 2 vol., Lon-
dres, 191 1).— Pasteur, por Mr. y Mrs. Percy Frankland, Londres, 1898.—
También: Rev. Scient, Paris, 1895, 4 s., IV, p. 417-431 (Richet & Renan). —
Berl. klin. Wchnschr., 1895, XXXII, p. 947 (R. Virchow).— Johns Hopkins
Hosp. Bull., Baltimore, 1903, XIV, p. 325-334 (C. A. Herter).
Patin (Guy): Biografía, por P. Pic, Paris, 191 1.
Pavloff: Med. Rev. of. Rev., New- York, 1916, XXII, p. 252-259 (V. Robinson). — Na-
ture, Londres, 19 16, XCVII, p. 9-1 1 (W. H. T.)
Pavy (F. W.): Guy's Hosp. Rep., Londres, 1912; LXVI, p. 1-23 (F. Taylor). — Sc. Pro-
gress 20. Cent, Londres, 191 2-13, VII, p. 13-47 (F. G. Hopkins).
Pepper (William): Biografías, por F. N. Thorpe (Filadelfia, 1904) y J. Tyson (Fila-
delfia, 1 901). —Además: Phil. M. )., 1899,111, p. 607-611 (sir W. Osier).
Historia db la Mbdioiwa. — Tomo II 3t>
562 HISTORIA DE LA MEDICINA
Pettenkofer: Memoria, por C. von Voit (München, 1902). — Berl. klin. Wochenschr.
1 90 1, XXXVIII, p. 268, 301 y 321 (M. Rubner).
Peyer (Joh. Conrad): Janus, Leyden, 19 14, XIX, p. 61-83 (R. Lang).
Pfiüger: Memoria, por M. Nussbaum, Bonn, 1909.
Pfolspeundt (H. von): Janus, Leyden, 1913, p. 109-119 (F. J. Lutz).
Pinel: Mem. Acad, de Méd., París, 1828, 1, p. 189-223 (E. Pariset) y 224-231 (Esquirol).
Ann. méd. -psych., París, 1885, 7 s., II, p. 185-193 (A. Ritti). — F. Tiffany: Phi-
lippe Pinel (n. p., 1898).
Platter: Autobiografía, ed. por H. Boos, Leipzig, 1878.
Post (Wright): Memoria, por Valentine Mott, New-York, 1829.
Pott: Biografía, por sir J. Earle, como prefacio a Chirurgical Works, de Pott, Lon-
dres, 1790, I, p. i-xly. — Diet. Nat. Biog., Londres, 1896, XLVI, p. 207 (D' A.
Power).— St. Barth. Hosp. Rep., Londres, 1894, XXX, p. 163-167 (Horder). —
Boston M. &. S.J., 1915, CLXXII, p. 807-812 (R. W. Lovett).
Power (Henry): Autobiografía (Stratford-upon-Avon, 191 2).
Priessnitz: Biografía, por Philo vom Walde (Berlin, 1899).
Priestley (Joseph): Memorias, Northumberland, 1806. — Además: Pop. Sc. Monthly,
New-York, 1875, ^^ P- 90-107 (T. H. Huxley).
Pringle: Pettigrew: Med. Port. Gallery, Londres, 1840, II, N.° 14.— Diet. Nat. Biogr.,
Londres, 1896, XLVI, p. 386 (J. F. Payne).
Purkinje: J. Am. M. Ass., Chicago, 1899, XXX11, p. 812-814 (R. Burton Opitz). —
Arch. f. Krim.-Anthrop. 11. Kriminalist, Leipzig, 1906, XXII, p. 326-335
(G. Roscher). — Hay un útil extracto de sus obras en Th. Eiselt: Vrtljschr. f.
d. prakt. Heilk., Praga, 1859, LXIII, Beil., p. 1-20.
Ramazzini: Franz Koelsch: Bernardino Ramazzini, Stuttgart, 191 2.
Récamier: P. Triaire: Récamier et ses eontemporains, París, 1899.
Reed (Walter): Biografía, por H. A. Kelly, Baltimore, 2.a ed., 19 13. — J. Hyg., Cam-
bridge, 1913, III, p. 292-296, retr. (G. H. F. Nuttall). — Pop. Sc. Month., New-
York, 1904. LXV, p. 262-268 (W. D. McCaw).
Reil (Joh. Christian): Memoria, por Heinrich Steffens, Halle, 1815. — Gedenkrede,
por Max Neuburger, Stuttgart, 191 3. — J. Nerv. &. Ment. Dis., N. Y., 1916,
XLIII,p. 1-22 (W. A. White).
Remak (Robert): Berl. klin. Wchnschr., 1865, II, p. 372. — Wien. med. Presse, 1865,
XXXVII, p.915 (M. Benedikt).
Renaudot (Theophraste): Biografía, por G. Gilíes de la Tourette, París, 1884. — Alba-
ny M. Ann., 1907, XXVIII, p. 599-623 (C. G. Cumston).
Richter (August-Gottlieb): II. Rohlfs: Gesch. d. deutsche Med., Leipzig, 1883,
III, p. 33- «72-
Ringer (Sidney): Proc. Roy. Soc, Londres, 191 2, s. B., LXXXIV, p. 1-111, retr.
(E. A. S.). — Biochem. [., Liverpool, 1910-11, V, p. i-xix (B. Moore).
Rokitansky: Festreden: Wien. klin. Wochenschr., 1898, XI, p. 559-564. — Wien. med.
Presse., 1874, XV, Fest-Nummer, p. 1-8 (J. Schnitzler); 1878, XIX, p. 965-974
(Arneth); 1549-1554 (Th. Meynert). — Prag. med. Wchnschr., 1878, III, p. 309
(E. Klebs).— Allg. Wien. med. Ztg., 1879, XXIV, p. 141-143 (S. Strieker).
Rush (Benjamín): Recollections, por J. C. Lettsom, Londres, 1915. Reminiscences,
por T. D. Mitchel, Transylvania. J. Med., Lexington (Ky.), 1839, XII, p. 92 a
116. — S. D. Gross, Biografía, etc., Filadelfía, 1861, p. 17-85, retr. (S. Jackson).
Asclepiad, Londres, 1885, II, p. 38-57, retr. (sir B. W. Richardson).— J. Am.
M Ass., Chicago, 1889, XIII, p. $30-335 (H. R. Storer). Mrd.-Leg. J., New-
York, 1886-S7, IV, p. 238-273, retr. (C. K. Mills).
Sanrtorius: Resorc. r. Accad. med.-chir. di Napoli (1889)) 1890, XLHI, p- 58-113
M. del Gaiso). Tr. Congr. Am. Phys. & Surg., N. Haven, 1892, II, p. 188
a 198 (Weir Mitchell).
Sanderson (sir John Burdon): Memoria, por I ndy Sanderson, Oxford, 191 1.
APÉNDICES 563
Scarpa: Discurso, por S. Liberali, Treviso, 1834. — Mem. Acad, de Méd., París, 1838,
VII, p. 1-28 (E. Pariset).— Asclepiad, Londres, 1886, III, p. 128-148, retr.
(sir. B. W. Richardson).
Schonlein: Gedáchtnisrede, por R. Virchow, Berlín, 1865. — Berl. klin. Wochenschr.,
1864, I, p. 276-279 (C. Griesinger). — Wien. med. Wochenschr., XIV, p. 107
(Frerichs).— Ztschr. f. klin. Med., Berlín, 1910, LXXI, p. 471-477 (E. Ebs-
tein). — Arch. f. Gesch. d. Med., Leipzig, 1911-12, p. 449-452 (E. Ebstein).
Schultze (Max): Arch. f. mikr. Anat., Bonn, 1874, X, p. i-xxni, retr. (G. Schwalbe).
Schwann: Liber memorialis, Dusseldorf, 1879. — Arch. f. mikr. Anat., Bonn, 1882-83,
XXI, p. i-xLix (J. Henle); 1909, LXXIV, p. 469-473, retr. (O. Hertwig &
W. Waldeyer).— Arch. f. path. Anat., etc., Berlín, 1882, LXXXVII, p. 389
a 392 (R.Virchow).— Ztschr. f. physiol. Chem., Strasburg, 1882, VI, p. 280
a 285 (A. Kossel).— Nature, Londres, 1881-82, XXV, p. 321-323 (E. R. Lan-
kester).
Semmelwciss: Biografía, por sir J. W. Sinclair, Manchester, 1909. — Semmelweiss
Denkmal, Budapest, 1909. — Estudios, por A. Hegar (1882), J. Bruck (Viena,
1887), J. Grosse (Leipzig y Viena, 1905) y F. Schüren von Waldheim (Viena
y Leipzig, 1905). — Med. Rev. of Rev., N. Y., 191 2, XVIII,p. 232-246 (V. Ro-
binson).
Senator: Gedachnisrede, por A. Goldscheider, Berl. klin. Wochenschr., 191 1»
XLVIII, p. 1 96 1 v 1968. — También: München. med. Wochenschr., 1911»
LVIII, p. 1 733-1 735 (A. Wolff-Eisner).
Servet (Miguel): Servetus an1 Calvin, por Robert Willis, Londres, 1877. — Johns
Hopkins Hosp. Bull., Baltimore, 1901, XXI, p. 1-11,4 lám. (sir W. Osier).
Simpson (sir James Y.): Biografías, por J. Duns (Edimburgo, 1873), Eva B. Simpson
(Londres, 1896) y H. L. Gordon (Londres, 1897). — También: Edimb. M. J.,
191 1, n. s., VI, Memorial No., p. 481-560, 9 lám.; VII, p. 12-17.
Sims (James Marion): The Story of my Life (New-York, 1884). — Ueber Marion Sims,
por R. Olshausen (Berlin, 1897). -Am. J. Obst., N. Y., 1884, XVII, p. 52-61,
retr. (P. F. Mundé).— Alabama M. & S. Age, Anniston, 1893-94, VI, p. 607
a 616 (T. A. Means). -Mead. Rec, New-York, 1894, XLVI, p. 705-708 (E. Sou-
chon). — N. Orleans M. & S. J., 1895-96, n. s., XXIII, p. 455-460, 3 lám.
(E. Souchon). — Ztschr. f. Geburtsh. u. Gynak., Stuttgart, 19 13, LXXIII,
p. 946-948 (A. Martin).
Smellir. William Smellie y sus contemporáneos, por John Glaister, Glasgow, 1894.
Memoria en Works (New Sydenham Soc, 1876, VI), por A. H. McClintock.
Smith (Natham): Biografía y cartas, por Emil A. Smith, New-Haven, 19 14.
Soemmerring'. Biografía, por W. Strieker (Francf. a. M., 1862).
Sor ano de E/eso: Samml. klin. Vortr., Leipzig, 1902, n. F., n.° 335 (Gynak., n.° 121),
p. 70V744 (J. Lachs). — Abhandl. d. K. sachs. Gesellsch. d. Wissench. phil.-
hist. kl., Dresden, 1610, XXVII, n.° 2 (J. Ilberg).
Spallanzani: J.-L. Alibert: Eloges historiques, París, 1806, p. 1-186. — Se. Progress,
Londres, 19 16, XL, p. 236-245 (B. Cummings).
Stensen: Opera, v. I (Copenhague, 1909). — Sir M. Foster: Lect. Hist. Physiol., Cam-
bridge, 1901, p. 106-1 10.— Med. Libr. & Hist. J., Brooklyn, 1904, II, p. 166
a 182, retr. (F. J. Lutz). — J. J. Walsh: Catholic churchmen in science, Filadel-
fia, 1906, p. 137-166, retr.' — Johns Hopkins Hosp. Bull., Baltimore, 19 14, XXV,
p. 44-51 (W. S. Miller).
Stokes: Biografía, por sir W. Stokes (Londres, 1897). — Dublin, J. M. Sc, 1878, LXV,
p. 186-200 (J. W. Moore).— Med. Hist. Meath. Hosp., Dublin, 1888, p. 129
a 136, 1 lám.
Stoll: V. Fossel: Stud. z. Gesch. d. Med., Stuttgart, 1909, p. 1 53-191.
Stromeyer: H. Rohlfs: Gcsch. d. deutsch. Med., Leipzig, 1885, IV, p. 139-260.
Wien. med. Wochnschr, 1876, XXXVI, p. 1064 (T. Billroth).
Süssmilch (J. P.): Publ. Am. Statist. Ass., Boston, 1 900-1 901, VII, p. 46-67 (F. S.
Crum).
564 HISTORIA DE LA MEDICINA
Swamtnerdam: VVerk v. h. Genootsch. t. Bevord. d. Nat.-Genees-en Heelk. te Ams-
terdam, 1880, V, p. 1-64 (B. J. Stokvis). — -Algunos apóstoles de la Fisiología,
por W. Stirling, Londres, 1902, p. 34. — Véase también la novela «Swammer-
dam». por H. Klencke. 3 vols., Leipzig, i860.
Sydenham: Biografía, por J. F. Payne, Londres, 1900. — J. Brown: Horae subsecivae,
Londres, 1858, p. 1-98. — Deutsche med. Wochnschr., Leipzig, 1889, XV,
p. 1068-1070 (Pagel). — Asclepiad, Londres, 1892, IX, p. 385-401, retr., lám.
1 sir B. W. Richardson). — Med. News, Filadelfia, 1894, LXV, p. 234-236 (sir
H. AclandV — Janus, Amsterdam. 1898, III, p. 4- 11 (J. P. Payne).
Sylvius (Franciscus): Sir M. Foster: Lect. Hist. Physiol., Cambridge, 1901, p. 145
a 173.— Jonhs Hopkins Hosp. Bull., Baltimore, 1909, XX, p. 329-339
(F. Baker).— Proc. Charaka Club., N. Y., 19 10, TIT, p. 14-28, 2 lám. (S. E. Je-
llife).
Syme: Memorials, por R. Paterson, Edimburgo, 1874.
Tait (Lawson): Brit. Med. Journ., Londres, 1899, I, p. 1561- 1564. — |. Am. M. Ass.,
Chicago, 1899, XXXIII, p. 875-880 (C. A. L. Reed).
Theophrastus de Eresos: E. L. Greene: Landmarks of Botanical History, Washing-
ton, 1909, L p. 52-142.
Traube (Ludwig): Berl. klin. Wochenschr., 1876. XIII, p. 209 (Virchow). — Charite
Ann., 1875, Berlin, 1877, II, p. 767-800, retr. (E. Leyden).
Trouchin: Biografía, por H. Tronchin, Paris, 1906. —Arch. f. Gesch. d. Med. Leip-
zig, 1907-08, I, p. 81 y 289 (A. Geyl).
Tro?isseau: P. Triaire: Bretonneau et ses correspondants, 2 vols., Paris, 1892. — In-
ternat. Clin., Filadelfia, 1916, 26 s., Ill, p. 284-303 (F. H. Garrison).
Venel: Zentralbl. f. chir. u. mech. Orthop., Berlin, 1912, VI, p. 413-435 (M. Klemmj.
Ztschr. f. Krüppelfürsorge, Hamb. & Leipzig, 1914, VII, p. 216-224
(M. Kirmsse).
Vesalio: Etudes, por A. Burggraeve, Gante, 1841. — Biografías, por M. Roth (Ber-
lín, 1892) y J. M. Ball (St. Louis, 1910). — Sir M. Foster: Lectures on the His-
tory of Physiology, Cambridge, 1901, p. 1-24. — Janus, Amsterdam, 191 5, XIX,
P- 435-507, 8 lám., 1 grab. (F. M. G. de Feyfer). — Bull. Soc. Med. Hist, Chica-
go, 1916, I, p. 47-65 (F. H. Garrison).
Wirchow: Biografía, por W. Becher (Berlin, 1891). — Cartas (Leipzig, 1907).— Ged&-
chtnisrede, por W. Waldeyer (Abhandl. d. k. preuss. Akad. d. Wissensch.,
Berlin, 1903, p. 1-52). — Gedachtnis Feier. Verhandl. d. Ber. Gesellsch. f.
Anthrop., 1902, p. 311-330, retr.— Arch. f. path. Anat, etc.; Berlin, 1903, CXXI,
p. 2-7 (F. von Recklinghausen). —Johns Hopkins Univ. Circ, Baltimore, 1891,
XI, p. 17-19 (sir W. Osier). Phil. M. J., 1902, X, p. 360-445 (F. Boas).— Vir-
chow-Bibliographie, Berlin, 1901.
Warren (John Collins): Biografía, por E. Warren, 2 vols., Boston, i860.
Weigert (Carl): Biografía, por R. Rieder (Berlin, 1906).
Weismann (August): Science, New-York, 191 5, n. s., XLI, p. 917-923 (E. G. Con-
klin).
Wells (William Charles): Boceto, por Elisha Bartlett (Louisville, 1849).- -Ann.
Ophth., St. Louis, 1909, XVIII, p. 454-458.— Louisa S. Wells: Journal (New-
York Historical Society), 1906, pág. 84-106.
Werlhoff: Opera medica Hannover.. 1775, parte I. p. i-xvn (J. Ii. Wichmann).—
H. Rohlfs: Gesch. d. deutsch., Med., Stuttgart, 1875, 1, p. 32-81.
Wexer (Johann): Biografía, por Carl Binz (2 Aufl., Berlin, 1896). -Med. Mag., Londres,
1897, VI, p. 520, 609, 651 y 769 (E. T. Withington).
White (Charles): Med. Libr. & Hist J., Brooklyn, 1907, V, p. 1 - 1 8 (J . G. Adami).
Whytt 'Robert): Tr. Roy. So< Edimburgo, 1861 -6a, XXIII, p. 99-131 (W. Seller).—
Med. Lib. & Hist. J.. Brooklyn, 1904, II, p. 153-165, 1 lám. (J. Ruhnih).
Wilks (sir Samuel): Biographical Reminiscences, Londres, 1891. — Guy's Hosp.
Gaz., Londres, 191 1, XXV, p. 508-510, retr. — Bibliography of his writings by
William Wale: Ibid., p. 512-520. Brit. M. [., I ondres, 1911, II, p. 1384-1390,
APÉNDICES 565
retr. — Lancet, Londres, 191 1, II, p. 1 441-1445, retr. — Guy's Hosp. Rep.,
Londres, 191 1, LXVII, p. 1-39 (W. H. White).
Wiseman (Richard): Biografía, por sir T. Longmore (Londres, 1891). — Sir B. W. Ri-
chardson: Disciples of Aesculapius, Londres, 1900, I, p. 158-175, retr. —
West. Lond. M. J., 19 12, XVII, p. 203-205 (S. D. Clippingdale).
Withering: Biografía, como prefacio de sus Miscellanesus Tracts, Londres, 1822, 1,
p. 1-206 (Bibliografía) y 207-209. — Proc. Roy. Soc. Med., Londres, 191 5, VIH,
Sect. Hist. Med., p. 85-94 (A. R. Cushny).
Wolff (Caspar Friedrich): Jenaische Ztschr. f. Med. u. Naturw., Jena, 1868, IV, pá-
gina 193-220 (A. Kirchhoff).— W. M. Wheeler: Woods Holl Biol. Lect, 1898,
Boston, 1899, VI, p. 265-284 (Sitzungsb. d. k. preuss. Akad. d. Wissensch.,
1904 [W. Waldeyer]).
Wunderlich: Arch. f. Heilk., Leipzig, 1878, IV, p. 289-320 (O. Heubner); p. 321-329
(W. Roser). — Med. Klin., Berlin, 1915, XI, p. 901-903 (A. Striimpell).
Young (Thomas); Biografías, por Gurney (Londres, 1831) y Peacock (Londres, 1855).
Diet. Nat. Biogr., Londres, 1900, LXIII, p. 393-399 (C. H. Lees).
Yperman: Janus, Amsterdam, 19 13, XVIII, p. 1-15 (E. C. van Leersum).
Zacchias: V. Fossel: Stud. z. Gesch. d. Med., Stuttgart, 1909, p. 46-110.
Zimmermann: Biografías, por Tissot (1797) y por R. Ischer (1893).
C— HISTORIAS DE ALGUNOS ASUNTOS ESPECIALES
Alejandrina (Medicina): K. Sudhoff: Aerztliches aus griechischen Papyrus-Urkun-
den, Leipzig, 1907.
Alquimia: K. C. Schmieder: Geschichte der Alchemie, Halle, 1832. — E. Berthelot:
Les origines de l'alchemie, París, 1885.
Americana (Medicina): Bosquejo de James Thacher en su American Medical Bio-
graphy, Boston, 1828, I, p. 9-85, conteniendo, separadamente, la historia de
la medicina en los diferentes estados coloniales.— Century (A) of American
Medicine, Filadelfia, 1876, en particular el resumen crítico de J. S. Billings,
p. 290-366. — S. D. Gross: History of American medical literature, Filadelfia,
1876. — J. M. Toner: Contributions, etc., Washington, 1874.— F. R. Packard:
History of Medicine in the United States, Filadelfia, 1901. — J. G. Mumford:
A Narrative of Medicine in America, Filadelfia, 1903. — University M. Mag.,
Filadelfia, 1897-8, X, p. 136-140 (sir W. Osier).— J. Am. M. Ass., Chicago,
191 1, LVIII, p. 437-441 (H. A. Kelly).— Med. Rec, New- York, 1904, LXV,
p. 361-367 (S. Smith); 1913, LXXXIV, p. 277-283 (T. Abbe).
Anatomía: Ludwig Choulant: Geschichte und Bibliographie der anatomischen
Abbildung, Leipzig, 1852. — Estudios de Hyrtl sobre términos árabes y he-
breos (1879). terminología anatómica (1880) y antiguos alemanes termini
technici (1884); estudios de Robert von Toply sobre anatomía medieval
(Leipzig, 1898).
La Histoire de l'anatomie plastique, de Mathias Duval y Edouard Cuyer
(París, 1898); la de Ludwig Hopf sobre las antiguas fases culturales (Breslau,
1904), y los estudios de Karl Sudhoff acerca de la anatomía tradicional
(1907) y las fases gráficas de la anatomía (1908), son las obras más notables
de este género. Las mejores monografías inglesas son la historia del difunto
sir William Turner en la Encyclopaedia Britannica (sub voce anatomy) y el
artículo de Frank Baker, en el Reference Handbook de Stedman (New-
York, 191 3, I, p. 323-345). La monografía de Toply en el Handbuch de Pusch-
mann es práctica y tiene un buen resumen bibliográfico de todo el asunto.
L'Histoire de l'Anatomie (181 5), de Thomas Lauth, está sin concluir y es
antigua. Más antigua es aún la Historia anatomiae, de Caspar Bauhinus
(1597), que tiene, en notas marginales, todas las referencias bibliográficas
de los descubrimientos enumerados. Un análogo servicio nos presta la his-
toria de Sprengel (passim). La Anatomiens Historie, de J. H. Chievita, en da-
566 HISTORIA DE LA MEDICINA
nés (Copenhague, 1904), tiene ilustraciones muy interesantes. — El Sketch
of the Early History of Practical Anatomy, Filadelfia, 1874, de W. W. Keen,
es una buena historia de la disección y las inyecciones. La obra de Charles
R. Bardeen, Anatomy in America (Bull. Univ. Wiscousin, Madison, 1905,
num. 115, p. 85-208), es el mejor resumen que conocemos de este asunto.
Anestesia: Dublin J. M. Se, 1875, LIX, p. 32-38 (T. M. Madden).— Ibid., 1888'
LXXXVI, p. 284, 373 y 485; 1889, LXXXVII, p. 116, 225, 305 y 486 (G. Joy).
Deutsche Ztschr. f. Chir., Leipzig, 1895-96, XLII, p. 517-596 (Th. Husemann).
The Semi-centennial of Anaesthesia, Boston, 1897. —Johns Hopkins Hosp.
Bull., Baltimore, 1897, VIII, p. 174-184 (H. H. Young). —J. T. Gwathmey:
Anesthesia. New- York, 19 14, p. 1-29.
Anglosajona (Medicina): O. Cockayne: Leechdoms, wortcunning, etc., 3 vols., Lon-
dres, 1864-66.— J. F.Payne: English Medicine in the Anglo-Saxon Times,
Oxford, 1904.
Antropología: A. C. Haddon: History of Anthropology, Londres y New-York, 1910.
Árabe (Medicina): F. Wüstenfeld: Geschichte der arabischen Aerzte, etc., Gottingen,
1840. — Lucien Leclerc: Histoire de la médecine árabe, 2 vols., París, 1876.
Puschmann: Handbuch, Jena, 1902, I, p. 589-621 (Schrutz).— K. Opitz: Die
Medizin im Koram (Stuttgart, 1906).
Arte (La medicina en el): El asunto ha sido primeramente tratado por Virchow en
los Archiv f. path. Anat, etc., Berlín, 1861, XXII, p. 190; 1862, XXIII, p. 194;
y el material ha sido acabadamente catalogado por Marx (Abhandl. d. k. Ge-
sellsch. d. Wissensch. zu Gottingen, 1861-62, X, p. 3-74); pero la creación ha
sido realmente de Charcot y sus discípulos en la Nouvelle Iconographie de
la Salpétriere, París, 1888-1913, j¿a.s\rzw. Las dos monografías de Charcot y
P. Richer sobre los demoníacos, los deformes y los enfermos en el arte (Pa-
rís, 1887-89); de P. Richer: L'art et la médecine (París, 1902); las monografías
de Eugen Hollander sobre la medicina en los pintores clásicos, en las cari-
caturas y en el arte plástico (Stuttgart, 1903-12); de Robert Müllerheim, Die
Wochenstube in der Kunst (Stuttgart, 1904), y de F. Parkes Weber: Aspects
of Death in Art (2.a edv Londres, 1914), son los mejores libros publicados
sobre este asunto. También merecen leerse otros ensayos, como los de
J. W. Churchman sobre Jan Steen y Velazquez (Johns Hopkins Hosp. Bull.,
Baltimore, 1907, XVII, p. 480; 191 1, XXII, p. 383), y de Mortimer Frank só-
brela Caricatura en medicina (Bull. Soc. Med. Hist., Chicago, 1911-15, I, pa-
ginas 46-57).
Asirio-babilónica (Medicina): F. von Oefele: Keilschriftmedicin (Breslau, 1902).
F. Kiichler: Beitnige zur Kenntnis der assyrisch-babylonischen Medici n
(Leipzig, 1904). — Proc. Roy. Soc. Med., Sect. Hist. Med., Londres, 1914, VII,
p. 109-176 (M. Jastrow).
Bacteriología: Friedrich Loeffer: Vorlesungen (i.Theil, Leipzig, 1887); es incomple-
ta, pero puede completarse con el trabajo de Müller y Prausnitz en la obra
de Puschmann, 1905, III, p. 804-852.
Balneologia: K. Sudhoff: Aus dem antiken Badewesen, 2 pt. (Berlín, 19 10). — A. Mar-
tín: Deutselies Badewesen in vergangenen Tagen (Jena, 1906).
Bibliografía médica: Hallen reimpresión del Methodus Studii Medici de Boerhaave
Í2 vols, Amsterdam, 1751), y sus bibliografías de botánica (177 1-2), Anato-
mía (1774-7), cirugía (1774-5) y práctica de la medicina (1776-8), que cons-
tituyen las mejores contribuciones del siglo xvm. I. a obra de Carl Peter
Callisen: cMedicinisches Schriftsteller-Lexicon» (33 volúmenes, Copenha-
gue, 1830-451, es una especie de índice-catálogo de autores de la segunda
mitad del si^lo xvm y primer cuarto del \i\. También son dignas de tenerse
en cuenta las antiguas bibliografías de G. ( >. de Ploucquet 1 1808-9), Robert
Watt (1824), James Atkinson ( 1 834) y John Forbes (1835). De gran mérito
son las obras de Ludwig Choulant: Handbuch der Bücherkunde (2.B ed.,
Leipzig, 1.S40) y Bibliotheca médico-histórica (Leipzig, 184-'); de Julius
Rosembaum: Additamenta (Halle, 1842-47); Haeser: Bibliotheca épidemio-
^raphira Jena, 1843); J. G. Thierfelder: Additamenta (Misna, 1843; Greifs-
wald. 1862); Rupprecht: Bibliotheca tnedico-chirurgica(i847 et'seqí)) AV. En-
APÉNDICES 567
gelmann: Bibliotheca medico-chirurgica (Leipzig, 1848); Alphonse Sauly:
Bibliographie des sciences medicales (París, 1874), y Lucien Hahn: Essai;
de bibliographie médicale (París, 1897). — La France littéraire (12 vols.,
1827-64), de Ouérard, y el Manuel du libraire (8 vols., París, 1860-65; supl.;
París, 1878-80), son especialmente buenos para la medicina francesa. La me-
dicina española ha sido muy completamente tratada por Antonio Hernán-
dez Morejón en su Historia bibliográfica (7 vols., Madrio!, 1842-52) y en la
Colección de Miguel de la Plata y Marcos (Madrid, 1882). La más completa
bibliografía moderna de medicina es el índex-Catalogue de la Biblioteca
del Instituto General de Cirugía (37 vols., 1879-1916), completado por el
mensual Index-Medicus (1879-99; 1903-1917). La laguna causada por la sus-
pensión de la publicación de este último periódico ha sido suplida en
parte por el Index-Medicus francés (París, 1900- 1902). Para el estudio his-
tórico de los textos fundamentales, véase el Catalogue des sciences medi-
cales de la Biblioteca Imperial (3 vols., París, 1857-89) y la bibliografía es-
pecial del índex-Catalogue, especialmente sus listas de textos históricos
(2 ser., XVII, p. 89-178).
Una importante bibliografía selecta de los interesantes artículos científi-
cos para los años 1800-1893 es el Catalogue de la Royal Society (14 vols.,
Londres, 1867- 19 15) y para anatomía, fisiología, bacteriología, química, bio-
logía y antropología, el International Catalogue of Scientific Literature, pu-
blicado por la Royal Society (Londres, 1907-12): Para parasitología, resulta
único e interesante el Index-Catalogue of Medical Zoologie, de C. W. Stilee
y A. Hassall (36 partes, Washington, 1902-12). Merecen igualmente ser men-
cionados: L. Pfeiffer: Bibliografía de la viruela y de la vacunación (Weimar,
1886); E. J. Waring: Bibliotheca therapeutica (1878); H. C. Bolton: Bibliogra-
fía de química (Washington, 1885-93); F. Schmid: Bibliografía de higiene pú-
blica (Berna, 1898- 1906); Heinrich Laehr: Bibliografía de neurología (Berlín,
1900); H. de Rothschild: Bibliotheca lactaria (París, 1901); E. Roth: Biblio-
grafía de los cuidados a los enfermos (Berlín, 1903); Gottlieb Pott: Index de
literatura odontológica (Heidelberg, 1904-14); R. Ostestag: Inspección de ali-
mentos (Stuttgart, 1905); Emil Abderhalden: Bibliografía del alcoholismo
(Berlín, 1904); John Ferguson: Bibliotheca Chemica (Glasgow, 1906); y las bi-
bliografías de E. F. Cyriax, de gimnástica médica (Worishofen, 1909);
H. Gocht, de rayos Rontgen (Stuttgart, 191 1- 14); A. L. Caillet, de ciencias
psíquicas y ocultas (París, 19 12- 13); Donald McMurtrie, de niños anormales
(New- York, 1913); la del Instituto Oficial de Caridad y Eugénica de New-
York (Albany, 1913); de A. C. Klebs, sobre variolación (Baltimore, 19 13), y
de F. Salveraggio, sobre pelagra (Pavía, 1914).
Para los artículos periodísticos, véase el Index del Museo Británico, las
abreviaturas del Catálogo de artículos científicos de la Royal Society (1867
a 19 16), el catálogo de las series científicas de H. Scudder [1633- 1876] (Cam-
brige, 1 879), los compendios del índex-Catalogue (1895 y 19 16), el catálogo de
periódicos científicos y técnicos de H. C. Bolton [1665-1895, 2.a ed.] (Was-
hington, 1897); A. Griffin: Lista de la unión (Biblioteca del Congreso, Was-
hington, 1 90 1); la guía de H. O. Severance (Ann. Arbor, G. Wahr, 19 14); el
anuario francés de los periódicos (París, 188 1- 19 16), y la Gesamt-Zeitschrif-
ten-Verzeichnis de las Bibliotecas alemanas (Konigl. Bibliothek, Berlín,
1914). Para las sociedades científicas, la sección Academies, del Catálogo del
Museo Británico; las International Exchange List, de la Institución Smith-
soniana, y la bibliografía de las sociedades alemanas científicas, de J. Mü-
11er (Berlín 1883-87).
Obras indispensables para referencias generales en una biblioteca impor-
tante son los Catálogos del Museo Británico y los de la Biblioteca Peabody
de Baltimore y Maryland; el Handworterbuch der Geschichte der exakten
Wissenschaften, de Poggendorf (Leipzig, 1863-1904);^ Bibliotheca biblio-
graphica de Julius Petzholdt (Leipzig, 1866); el Catalogue de la Librairie
francaise, de Lorenz (París, 1867-1911); el Allgemeines Bucherlexicon, de
Heinsius, para los años 1700-1912 (36 volúmenes, Leipzig, 181 2-1913); la
Bibliographie des bibliographies, de Leon Vallée (París, 1883); el Manuel de
bibliographie genérale, de Henri Stein (París, 1897), y la Bibliographic des
56S HISTORIA DE LA MEDICINA
Bibliothcks und Buchwesens. de Hortschansky (Leipzig, 1905-13). Para la
técnica de la bibliografía, véase la forma usada por la Biblioteca del Con-
greso, el índex-Catalogue, el sistema de Dewey y otros ensayos, como
C. S. Minot: Woods Holl Biol. Lect., 1895, Boston,' 1896, p. 149-168.
Los anónimos y seudoanónimos se encuentran bien estudiados en el Dic-
tionary, de Halkett y Laing (4 vols., Edimburgo, 1882-8); en Initials & Pseu-
donyms (1 & 2 series), y anónimos (1890), de William Cushing; en el Diction-
naire des ouvrages anonymes et pseudonymes, de Barbier (4 vols., París,
1822-7). A ello puede añadirse la obra de John Martin: Bibliograpy of priva-
tely printed books (2.a ed., Londres, 1854) y la Bibliography of unfinished
books in English, de A. R. Corns y A. Sparke (Londres, 191 5).
Bibliotecas médicas: Ref. Handb. Med. Se. (Stedman), 3.a ed., New- York, 1915, V, pá-
ginas 901-910 (F. H. Garrison).
Biología (Historia de la): J. A. Thomson: The science of life (Chicago y New-York.
1899). — W. A. Locy: Biology and its makers (New- York, 1908). — E. Radl:
Geschichte der biologischen Theorien (2. Aufl., Leipzig y Berlín, 1913).
Bizantina (Medicina): Glasgow M. J., 1913, LXXX, p. 321 y 422 (sir T. C. Allbutt). —
H. Corlieu: Les médicins grecs depuis la mort de Galien (París, 1885).
Botánica: E. H. F. Meyer: Geschichte der Botanik (4 vols., Konigsberg, 1854).—
J. von Sachs: Geschichte der Botanik (München, 1875).—}. Vm. Harshberger:
The Botanists of Philadelphia (Filadelfia, 1899). — A.Hansen: Die Entwicklung
der Botanik (Giessen, 1902). — E. L. Greene: Landmarks of Botanical Histo-
ry (Washington, 1909). — Además: Journ. Am. Med. Ass., Chicago, 191 1, LVIII,
p. 437-441 (H. A. Kelly). — Science, New-York, 1914, n. s., XXXIX, pá-
ginas 299-319 (D. S. Johnson).
Botánicos (Jardines): Ann. Missouri Botan. Garden, St. Louis, 191 5, II, p. 185-240
(A. W. Hill).
Cáncer: Jakob Wolff: Die Lehre von der Krebskrankheit (2 vols., Jena, 1907-1911).
Céltica (Medicina): Proc. Am. Phil. Soc, Filadelfia, 1887, XXIV, p. 136-166
(J. Mooney).
Clínica Médica:]. Peterson: Hauptmomente in der alteren Geschichte der medi-
cinischen Klinik (Copenhague, 1890).
Cólera: G. Sticker: Die Cholera (Giessen, 191 2, p. 104-284).
Cronología médica: Los cuadros preparados por Ludwig Choulant (1822), Casimir
Broussais (1829), William Farr (1836-8), M. S. Krüger (1840) y Julius Pagel
(1908) son útiles, así como también las cronologías contenidas en las histo-
rias de Sprengel, E. Isensee y E. Schwalbe (L. Aschoff).
Cuarentenas: Johns Hopkins Hosp. Bull., Baltimore, 19 14, XXV, p. 80-86 (W. W.
Ford).
Curanderismo: H. Magnus; Das Kurpfuscherthum, etc. (Hreslau, 1903). -Brit, med-
Journ., Londres, 191 1, I, p. 1250- 1263.
China (Medicina): M. Boym: Clavis medica (Francfort, a. M., 1 686;. A. Cleyer: Spe-
cimen medicinae sinicae (Francfort, 1682). August Pfizmaier: Traducción de
la doctrina del pulso de Chang-Ke (1866) y ensayos en la Sitzungsber. d.
phil.-hist. Cl. d. k. Akad. d. Wissensch., Viena, 1865-6, sobre la patología, se-
miología y toxicología en China. •— P. Dabry: La médecine chez les Chinois
(París, 1863). — J. Regnault: Médecine et ptiarmacie chez les chinois (París,
1903).— Además: Jan us, Amsterdam, 1904, IX, p. 103, 159, 201 y 257 (R. W.
von Zaremba). — Arch. *f. Gesch. d. Med., Leipzig, 1913-14, VII, p. 115-12S
(Hubotter).
Dermatología: Handb. d. Med., Jena, 1905, III, p. 393-463 (I. Bloch). I. .-meet, Lon-
dres, 1911,1, p. 1 555-1560 (J. H. Scqueira). — J. Am. M. Ass., Chicago, kms.
LXV, p. 469-474 (H. Fox).
Dietética: H. Lichtenfclt Die Geschichte der Ernáhrung (Berlin, 1913). Festschr.
/ j Saecularfeier d naed. Fac. Würzb., Leipzig, 1882, II, p 17-41
(A St. i). Zeitschr. f. di&t. u. phys. fherap., I < ipzig, 1898-9, p. 222-238
APÉNDICES 5**
(J. Marcuse).— Pop. Se. Month., New-York, 191 3, LXXXIII, p. 417-423 (J. B.
Nichols).
Educación médica: T. Puschmann: Geschichte des medizinischen Unteirichts, etc.
(Leipzig, 1889). — N. I. Davis: History of medical education, etc. (Chicago,
185 1). — A. Flexner: Reports to the Carnegie Foundation for the Advance-
ment of Teaching (Bull. num. 4, p. 6, N. Y., 1910-12).
Egipcia (Medicina): Papyros Ebers (ed. por G. Ebers), 2 vols,, Leipzig, 1875; última
edición W. Wrezinski, Leipzig, 1913, y traducción por H. Joachim (Berlín,
G. Reimer, 1890). — Brugsch papyrus (Notice raisonnée, etc., Leipzig, 1863,
pt. 2, p. lxxv-cvii). — Brugsch-minor (Abhandl. d. Berl. Akad. d. Wissensch.,
1 901). — The Hearst medical Papyrus, ed. por G. A. Reisner (Univ. Calif.
Publ., v. 1.). — The Petrie Papyri, ed. por T. L. Griffith (Londres, 1898).—
K. Sudhoff: Aerztliches aus griechischen Papyrus-Urkunden, Leipzig, J. A.
Barth, 1907. — Prosper Alpinus: De medicina ^Egyptorum, Venecia, 1591. —
Richard Millar: Disquisitions in the history of medicine, Edimburgo, 1 8 n, et-
cétera.— H. L. E. Lüring: Disertación de Estrasburgo (Leipzig, 1888); es es-
pecialmente valiosa, porque demuestra, por comparación de textos, la deu-
da en que se encuentran los escritores griegos y romanos con los papiros
médicos. La Medicina en el antiguo Egipto, por Bayard Holmes y P. G. Kit-
terman (Cincinnati, 19 14), es muy útil. Para un excelente resumen de la me-
dicina egipcia, véase Brit. M. Journ., Londres, 1893, I, p. 758, 1014V 1061
(J. Finlayson).
Electroterapia: Ann. d'éléctrobiol., etc., París. 1904, VII, p. 129-146 (A. Tripier). —
Tr. XVII, Internat. Med. Congr., 1913, Londres, 1914, sect. XXIII, p. 347-350
(H. L. Jones). — St. Bartholomew's Hosp. J., Londres, 191 3-14, XXI, p. 39, 61,
70 y 90 (E. P. Cumberbatch),
Embriología: O. Hertwig: Lehrbuch, etc. (9 Aufl., Jena, 1910, p. 5-58). — Basel diss,
por B. Bloch. (1904). — W. A. Locy: Biology and its Makers (New- York, 1908,
P- 195-236). — St. Louis Rev., 1904, XLIX, p. 273-281 (A. C. Eycleshy-
mer).— Pop. Sc. Month., New-York, 1906, LXIX, p. 1-20 (C. S. Minot).— Ade-
más: Introducción al Manual, etc., por F. Keibel y F. P. Mall (Filadelfia).
Endoscopia (Historia de la): Arch. f. Laryngol. u. Rhinol., Berlin, 191 5. XXIX, pági-
nas 346-393 (G. Killiam).
Enfermedades epidémicas: G. Sticker: Abhandlungen, etc., Giessen, 1908-12.— Handb.
d. Gesch. d. Med., Jena, 1903, II, p. 736-901 (V. Fossel).
Enfermeras: H. Haeser: Geschichte christlicher Krankenpflege und Pflegerschaften
(Berlin, 1857). — M. A Nutting and L. L. Dock. «A History of Nursing» (4 vols.,
New-York, 1907-12). — Arch. f. Gesch. d. Med., Leipzig, 1914-15, VIII,
p. 147-164 K. Bass).
Epigráfica (Medicina): J. Arata: L'arte medica nelle inscrizioni latine (Genova, 1902).
R. Blanchard: Epigraphie médicale, 2 vols. (Paris, 1909-15). — Janus, Amster-
dam, 1909, XIV, p. 4 y ni (J- Oehler, con índice de nombres).
Escandinava (Medicina): Janus, Amsterdam, 1907, XII, p. 665; 1909, p. 72 passim
(F. Gron).— S. Lasche: Norsk Medicin i hundrede Aar, Cristiania, 191 1.
Ética médica: J. L. Pagel: Medicinische Deontologie [(Berlin, 1897). — Grasset: Prin-
cipes fondamentaux de la déontologie médicale (París, 1900); New-York,
M. J., 191 5, CI, p. 140 y 205 (G. Withe Cook).
Farmacia: Las mejores obras para consulta y referencias son la de Hermann Sche-
lenz: Geschichte der Pharmacie (Berlín, 1904), y la de A. C.Wootton: Chroni-
cles of Pharmacy (Londres, i9io).La de Adrien Philippe: Histoire des apothi-
caires (París, 1853), aumentada y traducida al alemán por Hermann Ludwig
(2 Aufl., Jena, 1859), es una obra antigua, de carácter formal. La de Hermann
Peter: Aus pharmazeutischer Vorzeit in Bild und Wort (2 vols., Berlín,
1889-91) da el aspecto cultural del asunto por medio de cuadros muy intere-
santes. El fragmento de J. Berendes (1898), su traducción de Dioscórides y
y la Histoire de la Pharmacie de L. André-Pointier (París, 1900), pueden ser
también consultadas. (Véase Medicamentos.)
570 HISTORIA DE LA MEDICINA
Fisiología: La obra inglesa más recomendable es la de sir Michael Foster: Lectures
on the History of Physiology (siglos xvi-xvm, Cambridge, 190:), que está ba-
sada en investigaciones originales y llena de atmósfera y de color. Son
también obras de un carácter análogo las Doctrines of the Circulation, de
John Call Dalton (Filadelfia, 1884); la History of Respiration in Man, de Wi-
lliam Marcet (Londres, 1897); l°s estudios de Max Neuburger sobre el des-
arrollo de la fisiología experimental del cerebro y de la médula espinal an-
tes del tiempo de Flourens (Stuttgart, 1897), y la de William Stirling: Some
Apostles of Physiology (Londres, 1902). La obra de Stirling es un precioso
in-folio, lleno de hermosos retratos de los grandes maestros, y escrito, como
el de Foster, con el mayor entusiasmo. También pueden ser consultados,
para el completo conocimiento del asunto, en sus relaciones bibliográficas,
la Geschichte, de Heinrich Boruttau (Puschmann's Handbuch, 1903, Ií, pági-
nas 327-456) y el Development of Animal Physiology, de John C. Cardwell
(Med. Library & Histor. Journ., New-York, 1904-06, II-IV, passim). Véase tam-
bién: Nature, Londres, i896,LIV, p. 580 y 600; 1897, LVI, p. 435 (sir M.Foster).
Folk-lore medico: W. G. Black: Folk-medicine, etc., Londres, 1883. — A. Bouchinet.
Des états primitifs de la médecine (tesis de París N. 194, 189 1 ) — M. Bar-
tels: Die Medicin der Naturvolker (Leipzig, 1893). — H. Magnus: Die Volksme-
dizin (Breslau, 1905). — O. vonHavorka& A, Kronfeld: Vergleichende Volks-
medizin, etc. (2 vols. Stuttgart, 1908-9). •-- Boston M. & S. J., 1888, CXVIII,
P- 29 y 57 (J- S. Billings).
Ginecología: Franz von Winckel: «Ueberblick» en su Handb. d. Geburtsh. (Wiesba-
den, 1903, I, 1 Teil, p. 1; 1904, II, 1 Teil, p. 1; 1906, III, 2 Teil, p. 1; 1907, III,
3 Teil, p. 1), que constituye el más acabado estudio del asunto. También
es digno de verse el resumen de Kossmann, en el Handb. de Puschmann,
1905, III, p. 953-980. — El ensayo de Hanfield Jones, al comienzo del Sistema
de Ginecología de Allbutt (1906), constituye una buena y amplia discusión
de los aspectos modernos de la cuestión. Él mejor estudio de la ginecología
americana es el ensayo de Howard A. Kelly, en la introducción a su Cyclo-
pedia of American Medical Biography (Filadelfia, W. B. Saunders, 1912).
También deberán consultarse la Historia de la Ginecología Antigua (1901),
de Stewart McKay, y la Historia de las ilustraciones ginecológicas deWeind-
ler (Dresde, 1908).
Grados médicos (Ceremonias de los): Med. Libr. & Hist., J., Brooklyn, 1906, IV, pá-
gina 1- 1 4 (W. W. Keen).
Griega (Medicina): Capítulos en las historias de Neuburger, Baas, Daremberg, etc.
P. Girard: L'Asclépieion d'Athenes (París, 1882). — Handb. d. Gesch. d. Med.
Jena, 1901, p. 153-402 (R. Fuchs).— C. V. Daremberg: Etat de la médecine
entre EÍomére et Hippocrate, París, 1867. — G. von Rittershain: Der medid -
oische Wunderglaube, Berlín, 1878. — O. Weinreich: Antike Heilungswunder
(Giessen, 1909). --T. Gomperx: Griechische Denker (3 Aufl., Leipzig, I911)-
Marv Hamilton: Incubation, Londres, 1906. — Brit. & For. Med.-Chir. Rev.,
Londres, 1886, XXXVII, p. 170; XXXVIII, p. 483 (T. C. Allbutt).— J. de
Chir., París, 1846, IV, p. 303 y 332 (Malgaigne). — Brit. med. Journ., Londres,
1898, I, p. 1509 y 1572 (R. Caton). — Boston, Med. and Surg. Journ., [893,
CXXVIII, p. 129' y 153 (sir \Y. Osier). Para los manuscritos de la Grecia
antigua, véase II. Diels: Die Handschriften der antiken Aerzte, I-II (Ab-
handl. d. k. preuss. Akad. d. Wissensch., Berlín, 1905). [Véase Medicina ho-
mer ■/'(■< /.]
Heráldica médica: Antiquary, Londres, 1915, n. s. XI, p. 415 y 455 (S. D. Clip-
ping< '
Hidroterapia: Vi f. Oertel: Geschichte der Wasserheilkunde, etc. (Leipzig, 1835).
Handb. d. Gesch. d. Vied., Jena, 1903, II, p. 589-60^ (von Oefele). Boston,
M. & S.J., 1906, CLIV, p. 85-91 (J. II. Pratt).
ne pública. El asunto no ha sido nunca tratado de un modo completo. Una
ojeada al notable catálogo de 593 páginas de la Sección Histórica déla
F po i' ion de Higiene de I >r< sde, del profesor K. Sudhoff, nos demostrará
tensión. La introducción de Max Rubner'a su Hfandbúch dec Hygi< ne
APÉNDICES 571
(vol. I, Leipzig, 191 1), es un buen boceto histórico, lo mismo que el estudio
de Müller y Prausnitz en el Handbuch de Puschmann (1905, III, p. 783-852), y
la obra de L. Kotelmann: Gesundheitspflege im Mitelalter (Hamburgo,
1890). — Las obras de sir John Simon: English Sanitary Institutions (1890);
sir Edwin Chadwick: The Health of Nations (1887); B. L. Hutchins y A. Ha-
rrison: A History of Factory Legislation (1903) y A Century of Public Hy-
giene in America (1876), constituyen buenas historias del asunto, desde el
punto de vista legislativo.— H. Kuttenkeuler (Die Naturwissenschaften,
Berlín, 191 5, III, p. 509 y 521) da una buena historia de la legislación y de la
química de los alimentos en Alemania.
Hipnotismo: W. Prey er: Die Entdeckung des Hypnotismus, Berlín, 188 1.— F. Pod-
more: Mesmerism and Christian Science, Filadelfia, 1909.— Además: Mary-
land M. J., 1910, Lili, p. 81-97 (H. A. Kelly).
Histología: Univ. M. Mag., Filadelfia, 1888-9, I, p. 82-87 (G. A. Piersol).
Homérica (Medicina): C. V. Daremberg: La médecine dans Homére (París, 1865).
H. Froelich: Die Militarmedizin Homer's (Stuttgart, 1879). — O. Korner:
Ueber Wesen und Wert der homerischen Heilkunde (Wiesbaden, 1904).
París: tesis de A. Floquet (1912).
Honorarios médicos: Internat. Clin., Filadelfia, 1910, 20 s., IV, p. 259-275 (J. J. Walsh).
Johns Hopkins Hosp. Bull., Baltimore, 1898, IX, p. 183-186 (C. C. Bom-
baugh.— France méd., Paris, 1906, LIII, p. 300-304 (C. Vidal). — J. d. se. méd.
de Lille, 1905, I, p. 543-548 (E. Leclair). — Janus, Amsterdam, 1909, XIV,
p. 287-293 (D'A. Power). — New-York, M. J., etc., 1912, XCVI, p. 370-373
(J.J. Walsh).— Caledon. M. J., Glasgow, i9M,X, p. 27-33. — Lancet, Londres,
1915, I, p. 1213.
Hospitales: Virchow: Virchowz's Archiv, Berlin, i860, XVIII, p. 138 y 273; XIX,
p. 43; 1 86 1, XX, p. 166. — K. Sudhoff: Aus der Geschichte des Kranken-
hauswesens, Jena, 1913. — T. Meyer- Steineg: Jenaer med.-hist. Beitr., 1913,
Hft.9. — C. A. Mercier: Leper Houses and Mediaeval Hospitals, Londres, 191 5.
Incunabula (Estudio de los): R. A. Peddie: Fifteenth-Century Books (Londres. 1913)
y C. C. McCulloch: Bull. Med. Library Ass., Baltimore, 1915, V, p. 1-15. La
obra más antigua es la de Michael Mattaire: Annales typographici (5 vols.,
Hague, Amsterdam y Londres, 1 719-41), con suplemento de Michael Denis
(Viena, 1789). La obra de G. W. Panzer, Annales typographici (11 vols., Nu-
remberg, 1 793- 1 803) es la lista más antigua, por ciudades. El Repertorium,
de Ludwig Hain (4 vols., Stuttgart, 1826-28), con el Supplement de W. A.
Copinger (3 vols., Londres, 1895- 1902), es el catálogo moderno, que se com-
pleta, además, con los Annalen cronológicos, de Panzer, de los incunables
alemanes (Nuremberg, 1788- 1802); con las obras de Chouiant, Handbuch der
Bücherkunde (Leipzig, 1828) y Graphische Incunabeln (Leipzig, 1858); con el
catálogo de los incunabula franceses por M. Pellechet, V, p. 1-3, París 1897 a
1909; con el Einblattdrucke, de P. Heitz (Estrasburgo, 1906) y Pestblatter, de
P. Heitz y W. L. Schreiber (Estrasburgo, 1901); con los Spanisch Incunabula,
de Konrad Haebler (Biografía Ibérica, Leipzig, 1903); con los Appendices
de Reichling a Hain y Copinger (Munich, i 905-1 1); el catálogo de los incuna-
bula de Berlín de Voulliéme (Leipzig, 1906); las listas de I. Collijn de los
incunables de Upsala (1907) y de Estocolmo (1914); la obra de K. Sudhoff,
Deutsche medizinische Inkunabeln (Leipzig, 1908); el Index de R. G. C. Proc-
tor de los incunabula del Museo Británico (Londres, 1898-1906); el catálogo
de los libros del siglo xv, del Museo Británico (Londres, 1908-1912); el Num-
merkonkordanz, de K. Burger (Leipzig, 1908); el Wiegendrucke, de Gtinther,
sobre las colecciones de Leipzig y Altenburg (Leipzig, 1909); la Introduc-
ción, de S. Sampere y Miquel, a la antigua imprenta española y a los incuna-
bles de Cataluña (Barcelona, 1909); el catálogo de los incunables ilustrados,
de W. J. Schreiber (Leipzig, 1910-11); el Conspectus incunabulorum (Pt. 1.,
Londres, 19 10); la lista de los incunabula rusos, por N. P. Kiseleff (Moscú,
1912-13); el Nachtrage a Hain (Leipzig, 1910), publicado por la prusiana
Kommission für den Gesamtkatalog der Wiegendrucke, que se propone cata-
logar todos los incunabula existentes. Muy importante es su catálogo de los
572 HISTORIA DE LA MEDICINA
incunables de una sola hoja (Einblattdruckedes XV Jahrhunderts, Halle a. S.,
1914). Para la comparación y la identificación de la tipografía y de los dife-
rentes tipos de impresión es indispensable la obra de Konrad Haebler:
Typenrepertorium (4 vols., Halle, 1905-19 10). El manual, anteriormente
mencionado, de Peddie (1913), contiene una valiosa bibliografía de iniciales,
marcas de impresores, colofones, páginas-títulos, firmas y filigranas, y una
útil lista de catálogos de colecciones por localidades. Para métodos de cata-
logaciones, véase A. C. Klebs: Papers Bibliogr. Soc. America, Chicago, 19 16,
X, p. 143-163.
India (Medicina): F. Trendelenburg: De veterum Indorum chirurgia, Berlín, tesis,
1866.— A. F. R. Hoernle: The Bower Manuscript., Calcuta, 1893-8.— J. Jolly,
Grundriss d. indo-arischen Philologie u. Alterthumskunde, Strassburg, 1901,
III, Heft. 10. — P. Cordier: Etudes sur la médecine hindoue, París, 1894. —
Jee: A short history of Aryan medical science, Londres, 1896. — A. F. R.
Hoernle: Studies in the medicine of Ancient India, I, Oxford, 1907. — Pusch-
mann's Handbuchjena, 1901, I, 119-152 (I. Bloch). — Guy's Hosp. Gaz,, Lon-
dres, 1889, n. s., Ill, p. 117, 145 y 157 (B. D. Basu). — Proc. Charaka Club,
New- York, 1902, I, p. 1-28 (B. Sachs).
Japonesa (Medicina): Y. Fujikawa: Geschichte der Medizin in Japan, Tokio, 191 1.—
Deutsches Arch. f. Gesch. d. Med., Leipzig, 1878, I, p. 215-239 (A. Wernich). —
K. Ogawa: History of Japonese Ophthalmology, Tokio, 1904.
Judia (Medicina): J. B. Friedreich: Zur Bibel, Nuremberg, 1848. — Julius Preuss: Bi-
blisch-talmudische Medizin, Berlin, 191 1. — A. Friedenwald: Jewish Physi-
cians, etc., Gratz.,Coll. Publ., N.° 1.— También: C. D. Spivak and F. T.
Haneman en la Jewish Encycl., New-York, 1904, VIII, p. 409-422. — R. Mead:
Medicina Sacra, Londres, 1749-
Jurisprudencia Médica: Handb. d. gerichtl. Med. (Maschka), Tubingen, 1881, I, pá-
ginas 1-32 (V. fanowsky). con bibliografía.
Laboratorios científicos: Johns Hopkins Hosp. Bull., Baltimore, 1896, VII, p. 19-24
(W. H. Welch).
Laringología y Rinología (Historia de la): Jonathan Wright: History of Laringology
and Rhinology (2.a ed., Filadelfia, 1914): es el mejor resumen en inglés y
una obra muy concienzuda y útil. La historia de Gordon Holmes (Med.
Press & Circ, Londres, 1885) ha sido traducida al francés y al alemán (1887).
Son muy dianas de tomarse en cuenta las monografías de Paul Heymann en
el Handb. d. Laryngol. und Rhinol., Viena, 1896, y en el Handbuch de
Puschmann (1905, III, p. 573-600). Para la historia de la laringoscopia, véase
Verneuil (Gaz. hebd. de Méd., París, 1863, X, p. 201-205) y Louis Elsberg
(Phila. Med. Times., 1873-4, IV, p. 129-134), que ha publicado, además, el
mejor resumen de la laringología en América (Tr. Am. Laryngol. Ass., 1879,
St. Louis, 1882, I, p. 33-90). La obra de Chauveau: Histoire des maladies du
pharynx (1901-06) es un acabado tratado de cinco volúmenes. — La historia
de la rinología, de Karl Kassel (Wurzburgo, 19 14) es una obra muy moderna
y de mucho mérito.
Lentes: P. Pansier: Histoire des Lunettes (París, 1901). -E. Bock: Die Brille und
ihre Geschichte 1 Viena, 1903).— Ber. ü. d. Versamml. d. Ophth. Gesellsch.,
M)\2. Wiesbaden, 1913, XXXIX, p. 419-451 (R. Greef).
Magnetismo: Deutsches Arch. \. íieseh. d. Med.. Leipzig, 187S, I, p. 320 y 381
(W. Waldmann).
Manuscritos médicos: Daremberg: Notices el extracts, París, 1853. — Arch, f Gesch.
d. Med., I eipzigj [908-9, II. p. 1 y .*,*$ (P. Pansier). — Ibid., k)09-io. III, p. 273
<h (Sudhoff).
lanab. d. Ges< n. <l M< d., Jena, 1903-5, III, |>. 3J7-340 (L. Kwer).
\noU rupia [anus Amsterdam, 1914, XIX, p. 178-240 (R. J. Cyriax).
1 \ Flückiger & D. Hanbury; Pharmacographia, 2.a ed., Londres,
1879 chirch: Pharmakognosie Leipzig, 1908-12.— Trousseau et Pi-
dona [Yaité de thérapeutique, 7 ed., Parts, 1868. Para la historia de las
APÉNDICE S 573
drogas vegetales en U. S. P., véase Bull. Lloyd Library, Cincinnati, 191 1,
N.° 18, p. 1-133 (J. U. Lloyd).
Medieval (Medicina): G. F. Fort: Medical Economy During the Middle Ages, New-
York, 1883. — E. Dupouy: Le moyen age medical, Paris, 1888. — Sir T. C. All-
butt: Science and Medieval Thought, Londres, 1901, e Historical Relations
of Medicine and Surgery, etc., Londres, 1905. — H. M. Ferrari da Grado: Une
chaire de médecine au xv.e siécle, París, tesis num. 333, 1899, y un estudio
de Allbutt sobre el mismo tema en Med. Chron., Manchester, 1903, 4 s., V,
p. 1 -1 5. — J. J. Walsh: The Popes in Science, New-York, 1908. — M. Neuburger:
Geschichte der Medizin, Pagel Sudhoff, Berlín, 191 5, p. 152-195, y contribu-
ciones nnmerosas de Sudhoff en su Archiv für Geschichte der Medizin,
Leipzig, 1907-16, passim.
Mejicana (Medicina): F. A.Flores: Historia de la medicina en Méjico, 3 vols., Méjico,
1886-8.— Wien. med. Presse, 1905, XLVI, p. 1897-1905 (M. Neuburger).
Microscopía médica:]. Roy: Micr. Soc, Londres, 1915, p. 317-340 (C. Singer).
Milita?- (Medicina): Los prolegómenos a la Militcírmedicin (Brunswik, 1 887), de Her-
mann Frohíich, constituyen la fuente autorizada para las referencias biblio-
gráficas hasta 1887, y sus múltiples ensayos deben ser coleccionados, con-
servados y leídos. También son muy importantes la Historia de la enferme-
ría internacional y voluntaria en tiempo de guerra, de Gurtl (1873-9), su His-
toria de la cirugía militar en Prusia (1875) y los estudios militares de su His-
toria de la cirugía (1899), así como también los estudios de J. S. Billings
acerca del ejército, los hospitales militares y los puestos de socorro ameri-
canos (Circulares N.° 4 y 8, 1870-75); la Historia médica y quirúrgica de la
guerra de rebelión (1870-88), el estudio de Virchow sobre los progresos de
la medicina militar (1874); el informe de A. A. Woodhull acerca del depar-
tamento médico del ejército inglés (1894), y la Historia de la cirugía militar,
de A. von Coler (1901). Para estudiarla bibliografía de las diferentes cam-
pañas, véase el índex-Catalogue, VIII, p. 1055-1072, y 2 s., X, p. 500-5 17, y,
además, las bibliografías de cirugía (militar).
Mujeres médicas: H. Schelenz: Frauen im Reiche Aeskulaps, Leipzig, 1900. —
Mr. Lipinski: Histoire des femmes médicins, París diss., 1900.
Numismática médica: J. C. W. Moehsen: Beschreibung einer Berlinischen Medaillen-
Sammlung (2 vols., Berlín y Leipzig, 1 773-1781). — C. A. Rudolphi: Index nu-
mismatum, Berlín, 1823, con enmiendas de C. L. von Duisberg, p. 1862-8. — ■
H. Kluyskens: Des homines célebres, etc. (2 vols., Gante, 1859).— E. Rüppell,
in Numismat. Ztschr., Viena, 1876, VI. — Pfeiffer & Ruland: Pestilentia in
nummis, Tubingen, 1882.— H. R. Storer: en Am. J. Numismatics, Boston,
1887-1912, passim. — F. Parkes Weber: Death in Art, 2.a ed., Londres, 1914.
Obstetricia: La Geschichte der Geburtshülfe, de Heinrich Fasbender (Jena, 1906),
es una de aquellas monografías extraordinariamente detalladas y precisas,
que sólo son capaces de escribir los eruditos alemanes, ocupando 1028 pá-
ginas de una narración perfectamente tejida, con muchos datos bibliográfi-
cos. Es la mejor obra para referencias. También son muy útiles la Geschich-
te de Siebold (2 Aufl., Tubingia, 190 1-2) con los suplementos para el perío-
do moderno de Rudolf Dohrn (1905); y la de J. Whitridge Williams sobre la
obstetricia en América. Es igualmente excelente, como obra de consulta, la
monografía de Max Wegscheider en el Puschmann's Handbuch (1905, III, pá-
ginas 878-952). Notables Jos Fragmentos de E. Ingerslev (Copenhague, 1906
a 07). — L'Histoire des accouchements, Witkowski (París, 1887) y las diferen-
tes monografías del mismo autor sobre los aspectos culturales del embarazo
y el parto, el pecho de la mujer, etc., están llenas de multitud de hechos cu-
riosos y entretenidos. La obra de Engelmann, Labor among Primitive Peo-
ples, es un estudio antropológico clásico, y su boceto histórico en el Sys-
tem of Obstetrics, de Hirst (1888, I, p. 17-67), es muy apreciable. Los estu-
dios de Aveling sobre las comadronas inglesas (1872), sobre Chamberlen
(1882), los de Ingerslev sobre Roslin's Rosengarten (1902), y la biografía de
Semmelweis por Sinclair (1909) y el estudio de W. H. Allport sobre los li-
bros para las comadronas del siglo xvit, son todas fascinadoras monografías
574 HISTORIA DE LA MEDICINA
que demuestran la íntima relación existente entre la obstetricia y la historia
de la cultura del género humano.
Odontología: Vicenzo Guerini: History of Destistry (Filadelfia, 1909) y la precisa
revista de Ashley Denham en Proc. Roy. Soc. Med., Londres, 1908-09, II,
Odont. Sect., p. 71-98.— Además: Geist-Jacobi: Geschichte der Zahnheilkunde,
Tubingia, 1896. — C. R. E. Koch: History of Dental Surgery, 3 vols. Fort-
Wavne, 19 10, y el Internat. J. Orthodont, St. Louis, 19 13- 16, I-II, passim
B. VV. Wemberger).
Oftalmología: La obra de Julius Hirschberg: Geschichte der Augenheilkunde, en la
nueva edición del Handbuch de Graefe-Saemisch./íZ^/>«, será, al completar-
se, la obra más autorizada de consulta y de referencias. Es un admirable mo-
numento de la ciencia alemana. Son también valiosas las más cortas histo-
rias de August Hirsch (Graefe-Saemisch Handbuch, i.a ed., 1877, VII, p. 235
a 554); de Pansier (en la Enciclopedia de Lagrange & Valude, 1903, 1,p. 1-86)
y de Hortsmann (en el Puschmann's Handbuch d. Gesch. d. Med. 1905, III,
p. 489 y 572.) Estudios especiales de mérito son la historia de la catarata, por
Magnus (Leipzig, 1876); la de la antigua oftalmología, por el mismo autor(Bres-
lau, 1 90 1); la de Víctor Doneffe, de los oculistas galo-romanos (Amberes,
1896); la historia de los anteojos, por Pansier (1901), Emil Bock (1903) y
K. K. Lundsgaard (Copenhague, 1913); la historia délos cirujanos oftalmólo-
gos representativos, por Mortiner Frank (Wood's System of Ophthalm. Ope-
rat., Chicago, 191 1, I, p. 17-41); de B. Laufer, sobre lentes ópticas (Leyden,
I9IS) y de Alvin A. Hubbell acerca de The Development of Ophthalmology
in America (Chicago, 1908). — Véase también: Medicina japonesa: Anteojos.
Opoterapia: Arch. f. Gesch, d. Med., Leipzig, 1910-11, IV, p. 138-156 (H. Schelenz).
Ortopedia: J. K. Young: Manual and Atlas of Orthopedic Surgery, Filadelfia, 1905,
páginas 1-14.
Otología: Adam Politzer: Geschichte der Ohrenheilkunde (v. i.°, Sturttgart, F. Enke,
años 1907-13). Esta obra, actualmente ya completa, es la más autorizada de
consulta. Michael Sachs, en el Puschmann's Handbuch (1905, III, pági-
nas 464-488) da un buen breve resumen.
Parasitología: Arch, de Parasitol., París, 1908, XIII, p. 251; 19 13, XV, p. 543
(L. Moulé).— Handb. d. Gesch. d. Med., Jena, 1903, II, p. 648-665 (H. Vie-
rordt). — París, tesis de H. Remignard (1902).
Patología: La mejor historia moderna es la de Hans Chiari en el Puschmann's Hand-
buch (1903, II, p. 473-559). Entre los bosquejos más antiguos, citados por
Chiasi, figuran los de Morgagni (1761), Rayer (tesis de París, 1815), Cruveil-
hier (Ann. de Anat. et Physiol path., París, 1846), Eugene Boeckel (N. diet,
de Méd. et de Chir. prat., París, 1865), y Rudolf Virchow (Hundert Jahre
Pathologie, Berlín, 1895).
Pediatría: T. Kroner, sobre pediatría griega (Jahrbuch f. Kinderch., Leipzig, 1876,
X, p. 340; 1877, XI, p. 83 y 236).— J. W. Troitzky: Hippocrates ais Kinderarzt
(Arch. f. Kinderh., Stuttgart, 1900, XXIX, p. 223-247.) Los discursos de
Abraham Jacob] (Am. med., Filadelfia, 1904, VIII, p. 795-805) y su historia de
la Pediatría en América, en los Arch. f. Kinderh., Stuttgart, 1913 (Baginsky
Festschrift), p. 413426. Además: Handb. d. Kinderkrankheiten (Gerhardt).
Tubingen, 1877, 1, p. 1-70 (C. Hennig).
Percusión y auscultación: I [andb. d. Gesch. d. Med. Jena, 1903, II, p. 604-61 1 (H. Vie-
rordt).— Arch. f. Gesch. d. Med., Leipzig, 1907-08, I, p. 329 y 403 (B. Nolte-
nius).- Ibid., [910-1 i, IV, j). 43-78 (E. Ebstein).
Persa (Medicina): A. M. Fonahn: Zur Ouellenkunde der persischen Medizin, Leip-
zig, 1910).
Peste. G. Sticker: Die Pest, Giessen, i<)o8, 1 Th., p. 1-478.
Poemas medicos. Janus, Breslau, 1847, II, p- 772-812(0. Seidenschnur).
Pontífice (Médicoi del . r. Mandosius, Qeatpov, etc., Roma, 1784. — G. Marini: Degli ar-
« hiatrí pdntificij 2 vols. Roma, 1784.— Para la historia de los DlédiCOS del Papa
\viñ(')u 1308-1403;, véase [amis, Amsterdam, i<)o<>, XIV, p. 405-434
P Panj 1
A P É N D I C E S 575
Pronóstico: Wien. med. Presse; 1907, XL VIII, p. 1-7 (M. Neuburger). — Arch. f.
Gesch. d. Naturw., VI, p. 163-178 (T. Meyer-Steineg).
Psiquiatría: El asunto ha salido de las manos de los escritores alemanes estudiado
casi por completo. Heinrich Laehr ha sido el que ha comenzado: ha hecho
una historia completa de la psiquiatría en forma de un calendario, que está
actualmente en su cuarta edición (Berlín, 1893), y es, además, autor de una
inmejorable bibliografía de la literatura de psiquiatría, psicología y neurolo-
gía, desde 1559 a 1799 (B'eilín, 1900). J. B. Friedreich ha publicado, en 1830,
una historia que ha comenzado a ser traducida al inglés por Smith Ely Jelli-
ffe (1910-16). Como obras más reducidas, pueden ser consultadas las de
Heinroth (1818), von Feuchtersleben (1845), Flemning (1859), Leidesdorf
(1865), von Krafft Ebing (1879, o la 8.a ed., 1903) y Schüle (1878).— Además:
S. Kornfeld, en el Puschmann's líandbuch (1905, III, p. 601-728), y Th. Kirch-
hoff, en la Historia de la psiquiatría alemana (Berlín, 1890). Las obras de
Otto Monkemoller; Historia de la psiquiatría en Hannover (Halle, 1903), es-
tudios de la psiquiatría en el siglo xvm (1992) y en la primera parte del si-
glo xix (1905) y su obra sobre los aspectos satírico y humorístico del
asunto (1906).
Romana (Medicina): A. M. Birkholz: Cicero Médicus. Leipzig, 1806. — G. Ritter von
Rittershain: Die Heilküntsler des alten Roms, Berlín, 1875. — Th. Meyer:
Geschichte des romischen Aerztestandes, Kiel, 1907. — Handb. d. Gesch. d.
Med. (Puschmann), Jena, 190 1-2, I, p. 403-414 (I. Bloch). — Brit. med. Journ.,
Londres, 1909, II, p. 1449, 15 1 5 y 1598 (sir T. C. AllbuttV — Prosper Meniere
(1858) y Edmond Dupouy (1885), sobre medicina en los poetas latinos. —
M. Meyer: Theodurus Priscianus, Jena, 1909. — W. Schonack: Scribonius Lar-
gus, Jena, 19 12. — A.. Sollner: Vitruvius (Jena. med. hist. Beitr., 19 13, Heft, 4).
Rusa (Medicina): W. M. von Richter: Geschichte der Medicin in Russland, 3 vols.
Moscú, 1813-17. — Janus, Amsterdam, 1901, VI, p. 430 y 475; 1906, XI, pági-
na 314; 1912, XVII, p. 485 (F. Herrmann). — Ibid,, 1902, VII, p. 352, 404, 568
y 635 (M. Lachtin).— Lancet, Londres, 1897, II, p. 343-374.
Salerno (Escuela de): Collectio Salernitana (S. de Renzi), 5 vols. Ñapóles, 1852-9. —
P. Giacosa: Magistri Salernitani, etc., Turin, 1901. — H. E. Handerson: The
School of Salernum, New-York, 1883. -Med. Chron., Manchester, 1904-5,
4 s., VIII, p. 63-93, l lám. (W. Stirling). — Arch. f. Gesch, d. Med., Leipzig,
1913-14, VII, p. 360; 1914-15, VIII, p. 377; 1915-16, IX, p. 1 (K. Sudhoff).
Santos médicos: L. Deubner: Kosmas und Damián, Leipzig y Berlín, 1907. — Bristol
M. Chir. J., 191 2, XXX, p. 289-294 (R. Fletcher).
Shakespeare (La medicina en):]. C. Bucknill: The Medical Knowledge of Shakespeare,
Londres, i860. — T. É. Thiselton Dyer: Folk-lore of Shakespeare, Londres,
1883. — J. Moyes: Medicine & Kindred Arts., etc., Glasgow, 1896.
Simbolismo medico: T. S. Sozinskey: Medical Simbolism, Filadelfia, 1891. — H. Bayley:
The Lost Language of Symbolism., 2 vols., Londres, 191 2.
Téc7iica: F. M. Feldhaus: Die Technik der Vorzeit, Leipzig y Berlín, 19 14. — L. Darms-
taedter: Handbuch z. Gesch. d. Naturwissenschaften, Berlin, 1908.
Terapéutica: R. Lépine: La thérapeutique sur les premiers Césars, París, 1890. —
J. Petersen: Hauptmomente in der geschichtlichen Entwicklung der medici-
nischen Therapie, Copenhague, 1877. -E. J. Waring: Bibliotheca therapeu-
tica, Londres, 1878. — Ch. Fiessinger: La thérapeutique des vieux maítres,
París, 1897.
Terapéutica teúrgica: Ad. Franz: Die kirchlichen Benediktionen im Mittelalter,
2 vols., Freiburg, i. B., 1909.
Termometria: H. C. Bolton: Evolution of the thermometer, Easton (Pa.), 1900. —
F. Burckhardt: Zur Geschichte der Thermometers, Basilea, 1902. — Mitt. z.
Gesch. d. Med. u. d. Naturw , Hamburgo y Leipzig, 1902, I. p. 5, 57, 143 y 282
(E. Wohlwill). — Ztschr. f. phys. u. diat. Therap., Leipzig. 190 1-2, V, p. 338
y 403 (C. E. Daniels). — Lancet, Londres, 1916, I, p. 173, 281, 338, 450 y 495
(G. Sims Woodhead & P. C. Varrier-Jones).
57f> HISTORIA DE LA MEDICINA
libetana (Medicina): H. Laufer: Beitráge zur Kenntnis der tibetischen Medizin,
Leipzig, 1900.
Tipos pruebas: Janus, Amsterdam, 1905, X, p. 419; i9o6,XI, p. 360 (E. Pergens).
Transfusión: G. W. Crile: Haemorrhage and Transfusion, New-York, 1909, pági-
nas 151-158.
Triaca: Janus, Amsterdam, 191 1, XVI, p. 371 y 457 (C. E. Daniels). — Johns Hopkins
Hosp. Bull.. Baltimore. i9i5,XXVI, p. 222-226 (G. W. Corner).
Tuberculosis: A. Predohl: Zur Geschichte der Tuberkulose, Hamburgo, 1888.
Urología (Hisloria de la): La monografía de E. Desnos en la Encycl. franc, d'urol,
París, 1914, I, p. 1-294, está muy por encima de todas las restantes publica-
ciones análogas. Es muy acabada y completa, y sus muy interesantes ilus-
traciones comprenden raros dibujos iluminados de antiguos manuscritos,
que no se habían reproducido hasta la fecha. — Véase, además, C. Vieillard:
L'urologie et les médecins urologiques, París, 1903. — Ztschr. f. Heilk., Ber-
lín, 1894. XV, p. 53-74 (J. Neumann). — Ztschr. f. Urol., Leipzig, 1915, IX,
p. 201, 241 v 281 (E. Ebstein"). — Bull. Johns Hopkins Hosp., Baltimore, 1916,
XXVII, p. J27-331 (H. H. Young).
Variolación: Johns Hopkins Hosp. Bull., Baltimore, 1913, XXIV, p. 69-83 (A. C.
Klebs).— Además, la obra del mismo: Die Variolation in i8ten Jahrhunder,
Giessen, 1914.
Veterinaria: H. Neffgen: Das Veterinar-Papyrus von Kahum, Berlin, 1904. — C. P.
Lyman: A history of veterinary medicine, etc., Cambridge (Mass.), 1898,
Bull. Soc. centr. de méd. vét., Paris, 1890, 7 s., VII, p. 519, passim.
Zoología: Bibliografía de zoología, por J. V. Casus y W. Engelmann, Leipzig, 1861.
V. Cams: Geschichte der Zoologie, 1853.
índice de nombres personales
(Las cifras en tipo grueso se refieren a los datos biográficos.)
Aaron, I, 117.
Abbé, Ernst, II, 2.
Abbe, Robert, II, 235, 283, 349.
Abbott. Edville G., II, 344.
Abbott, Maud. II, 34.
Abderhalden, Emil, II, 199, 287, 315, 324, 325.
Abdollatif, I, 119.
Abel, John, I, 15; II, 293, 435, 439.
Abel, Niels, II, 439.
Abella, I, 140.
Abelous, J. -Emite, II, "319.
Abernethy, John. I, 365, 366; II, 376.
Abt Isaac A., II, 273.
Abulkasim. (Véase Albucasis.)
Abu Mansur, I, 121.
Achillini, Alessandro. I, 269.
Acland, Sir Henry W., II, 442.
Actuarius, Johannes, I, 111.
Achúcarro, Nicolás, II, 505.
Adametz, Señora, II, 129.
Adami, John George, II, 191.
Adamo, Teofania di, I, 299.
Adams, Francis, I, 89, 99, 111; II, 301.
Adams, James Alexander, II, 238.
Adams, Robert, II, 16.
Adams, Samuel S., II. 272, 274.
Adanson, Michael, I, 323.
Addison, Thomas, II, 21, 22, 24, 204, 367.
Adeva y Pacheco, II, 427.
¿Egidius Corboliensis, I, 140.
esquilo, I, 88.
¿Esculapio, I, 71, 73, 89, 94.
ffitius de Amida, I, 109.
Afanassyeff, M., II, 263.
Agassiz, Alejandro, II, 155.
Agassiz, Louis, II, 53, 155.
Agnew, Cornelius Rea, II, 249.
Agnew, D. Hayes, II, 235.
Agramonte, Aristides, II, 338.
Ailbaud, Jean-Gaspard, I, 415.
Airy, «Sir George, II, 244.
Alarcón y Salcedo, José, II, 478.
Albairán, Joaquín, II, 229.
Albee, Frederick, II, 344.
Alberti, Michael, I, 294.
Albertotti, Giuseppe, I, 179; II, 303.
Albertus Magnus, I, 154.
Albinus, Bernhard Siegfried, I, 351.
Albltos, Santiago de los, II, 501.
Albrecht H„ II, 297.
Historia de la Medicina.- T. II
Albucasis, I, 119; II, 439.
Alcázar, Andrés, II, 434, 435, 439, 490.
Alcuin, I, 136.
Alderete. II, 438.
Alderotti, Taddeo, I, 138, 153.
Aidrovandi, Ulisse, I, 226.
Alexander Trallianus, I, 110.
Alexander, William, II, 238.
Alfonso X el Sabio, II, 423.
Ali Abbas. (Véase Haly.)
Alibert, Jean- Louis, I, 295; II, 15.
Alix y Martínez, II, 466.
Allbutt, Sir Thomas Clifford, I, 37, 65, 84, 93,
95, 101, 108, 131, 132 160, 163: 167, 226, 231,
272, 327, 328, 373, 395; II, 126, 127, 269. 301,
80S, 364, 365.
Allen, Frederick, II, 183.
Almenar, Juan, II, 441.
Alpinu3, Prosper, II, 272.
Alsinet, José, II, 456.
Alzheimer, Alois, II, 288.
Al varado, II, 501.
Alvarez Chauca, Diego, II, 427.
Amato Lusitano, II, 438, 439, 440, 442.
Ambard, A., II, 274.
Ametller, II, 465, 471.
Amiguet, Antonio, II, 427.
Amman, Johann Conrad, I, 285.
Anaxágoras, I, 76.
Anaximandro, I, 75.
Anaximenes, I, 75.
Anderloni, Faustino, I, 351.
Anderson, John S., II, 329.
Anderson, Patrick, I, 297.
Anderson, Thomas, McCall, II, 8.
Andral, Gabriel, II, 12, 498.
André, Nicolás, I, 358.
Andrea del Sarto, I, 244. 320.
Andrea della Robbia, I, 178.
Andreas, Johann Valentin, I, 293.
Andrews, John B., II, 297, 386.
Anel, Dominique, I, 357, 358.
Anguilara, Luigi, I, 230.
Annesley, Sir James, II, 25.
Anrep, V. K., II, 293.
Anthimus, I, 135.
Antoramarchi, Francesco, I, 346.
Antony, Milton, II, 122.
Antyllus, I, 98, 103.
Apathy, II, 149.
Apolo, I, 71.
37
578
HISTORIA DE LA MEDICINA
Apolonio de Kitium, I, 112.
Apollodorus de Alejandría, I, 92.
Apostoli. Georges, II, 239, 294.
Arago, II, 501.
Aran, F. A., II, 277.
Aranzi, I, 265.
Arbuthnot, John, I, 417.
Arceo, Francisco, I, 235; II, 434, 435, 438, 439.
Arculanus. (Váase Giovanni d'Arcoli.)
Archagathus, I, 94.
Archígenes, I, 95, 97, 98, 99, 110.
Archimatha?us, I, 139, 168.
Árdeme, John, I, 148, 235.
Ardevol, II, 466.
Aretams, I, 99.
Arfé de Villafañé, Juan de, II, 434.
Argelata, Pietro de, I, 148.
Argumosa y Obregón, Diego, II, 471, 477, 484,
485, 488, 489, 490.
Aristófanes, I, 72, 89.
Aristóteles, I, 60, 90, 132, 157, 248.
Ariza, II, 482, 501.
Arlt, von Carl-Ferdinand, II, 244, 249, 301.
Armati, Salvino degli, I, 179.
Arnold, Matthew, I, 76, 87, 129, 130, 405.
Amoldo de ViUanova, I, 118, 154, 179.
Arrhenius, Svante, I, 28.
Asclepíades, I, 94.
Aselli, Gasparo, I, 251.
Aahburn, Percy M., II, 340.
Ashford, Bailey K., II, 329, 340.
Ashley, Lord, II, 385.
Ashurst, II, 481.
Astruc, Jean, I. 357.
Asuero Cortázar, Vicente, II, 492.
arthenanu de Attalia, I, 95.
AtkinxHi. William Blddle, II, L88.
Atlee, John light, II, 128.
Atlee, Washington Lemuel, II, 128 129.
Atwater, Wilbur Olin. II, L82.
Aubrey, John, I, 250.
Aaanbrngger, Leopold, I, 371, 372; II, n
Auer, John, II, 208, 343.
ush, Leopold, il, 1 12, L60.
avensoej 1. I I '.»- 120.
I I 2(1; ||
A-Ticen , 1 - , 1 1 7 1 I s L88, 1 10, 17 1; II, 12:5.
i. Alexander, 1 1. 264.
Id, Theodor, 11, 240.
1. 11, L28.
Azúa, J., II
B
Johann Bernman, 1, B8, L68, 201, 21:,. 27;»,
802, i ■., no, 11 '.», \n- 11. 82, 102.
Bebooek i va
Bablngtdn, Benjamin, 11
204,
Bach, Johann-Sebastian, II, 152.
Bache, Franldin, II, 46.
Backer, Adriaen, I, 290.
Bacon, Francis, I, 287.
Bacon, Roger, I, 156, 157, 161.
Badham, Charles, II, 46.
Badham, John, II, 47.
Baelz, Erwin, IT, 216.
Baer, Benjamin Franklin, II. 238.
Baer, von Carl Ernst, I, 349; II, 58, 153, 155.
Barensprung, von Friedrich, II, 285.
Bagellardo, Paolo, II, 192.
Baginsky, Adolf, I, 259.
Baglivi, Giorgio, I, 262, 263, 433.
Bahi y Fonseca, II, 466.
Bailey, Walter, I, 197.
Baillie, Matthew, I, 340, 374, 375.
Baillou, Guillaume de, I, 243.
Baker, Frank, I, 218, 306.
Baker, Sir George, I, 383, 384.
Baker, Henry, I, 338, 394.
Baker, Henry B., II, 386.
Baldinger, Ernst Gottfried, I, 395.
Balfour, Francis Maitland, II, 154, 190.
Balmis, Francisco Xavier, II, 466.
Balzac, Honoré de, II, 363.
Ballonius. (Véase De Baillou.)
Bamberger, von Heinrich, II, 274.
Banister, Richard, I, 239.
Banti, Guido, II, 264.
Banting, William, II, 433.
Bárány, Robert, I, 268; II, 77, 353.
Barbee, Thomas, II, 45.
Barbeirac, Charles. I, 289, 313.
Barbier, Charles, II, 245.
Barbosa, Arias, II, 425.
Barcroft, Joseph, II, 192.
Bard, John, 1, 365, 299.
Bard, Louis, II, 255.
Bard, Samuel, 299, 300.
Bardeen, Charles, II, 209.
Bardeleben, von Karl, II, 142.
Bardsley, II, 293.
Barker, Fordyce, II, 293.
Barker, Lewdlys Franklin II, 149, 152, 270, 310.
312.
Barlow, Sir Thomas, II, 269.
Baron, Hyacinthe-Thcodore, I, 407, 408.
Baronio, Giuseppe, II, 113.
BaronluB, Caesar, I, 112.
Barry, Edward, l, 264.
Barry, Martin, II, 152.
Bartels, Max, 11, 111.
Berth, Michel, I, 12;».
Berths de Bandfort, Edmond, 11, :¡'.>7.
Barthez, L.-C.-Ernest, n
Barthez, Paul-Joseph, 1. 387.
Barthollnus, Thomas, 1. 288, 288.
Bartlsch, <;i'<>rK, l, L96.
r.art i, tt. Blisha, 11, 1:., 153.
Barton, Clara, II, 384.
ÍNDICE DE NOMBRES PERSONALES
579
Barton, John Rea, II, 124.
Barton, Wilfred, II, 273.
Bartram, John, I, 434.
Baruch, Simón, II, 294.
Bary, Heinrich Anton de, I, 435.
Basen, von Samuel S. K., Ritter, II, 162.
Basedow, Carl Adolph, II, 46.
Basil, Valentine, I, 200.
Bass, Charles C, II, 329.
Basset, John Y., II, 45.
Bassi, Agostino, II, 205, 320.
Bassini, Edoardo, II, 338.
Bastian, Adolf, II, 141.
Bastian, Henry Charlton, II, 282.
Bataillon, E., II, 317.
Bate, William, I, 281.
Bateman, Thomas, II, 12.
Bateson, J. C, I, 24.
Bateson, William, II, 313, 317.
Batischua, Gabriel, I, 123.
Battey, Robert, II, 133, 231, 324.
Baudelocque, Jean-Louis, I, 355.
Bauhin, Caspard, I, 98, 226, 228, 298.
Baumann, Eugen, II, 293.
Baumgarten, Julius, II, 210.
Bausch, Johann Lorenz, II, 288.
Bayle, Gaspard- Laurent, II, 9.
Bayliss, William M., II, 175, 194, 306.
Baynham. William, I, 367; II, 140.
Beaconsfield, Lord, II, 390.
Beale, Mary, I, 277.
Beard, George Miller, II, 282.
Beardsley, Hezekiah, I, 392, 396.
Beaulieu, Jacques de, I, 281.
Beaumont, William, 11, 88, 89.
Beauperthuy, Louis Daniel, II, 216.
Becher, E., II, 187.
Bechtereff, W. M., II, 287.
Beck, Emil J., II, 293, 343.
Beck, Theodor, I, 89. •
Beck, Theodoric Romeyn, II, 46, 300, 372.
Becker, Tracy C, II, 300.
Béclard, Pierre-Augustin, II, 110.
Beda, Venerable, I, 138.
Beddoes, Thomas, I, 345.
Bednar, Alois, II, 259.
Beer, Georg Joseph, II, 245.
Beer, Joseph, I, 261.
Beham, Hans Sebald, I, 240.
Behring, von Emil, II, 217.
Belon, Pierre, I, 226.
Bell, Alexander Graham, II. 379.
Bell, Benjamin, II, 88.
Bell, Sir Charles, II, 49, 50, 72, 73, 88.
Bell, John, I, 427; II, 49, 90, 91, 126, 332.
Bellido, II, 494.
Bellingham, O'Bryen, II, 101.
Bellini, Lorenzo, I, 252.
Belloc, Hippolyte, II, 249.
Benavente, Avelino, II, 480.
Benavente, Mariano, II, 498.
Bence-Jones, Henry, II, 86.
Bendz, Jacob Christian, II, 243.
Benedetti, Alessandro, I, 209.
Benedict, Francis Gano, II, 179, 287.
Benedict de Nursia, I, 137.
Benedikt, Moriz, II, 293.
Benivieni, Antonio, I, 231.
Benjumeda, II, 471, 488.
Bennet, John Hughes, II, 48, 201, 264.
Bennet, Parker," I, 309.
Bennett, James Henry, II, 129.
Benzi, Ugo. (Véase Hugo Senensis.)
Berendes, J., I, 99, 110, 301.
Berengario da Carpi, Giacomo, I, 205, 209, 210, 221.
Berg, Julius, II, 341.
Berger, Paúl, II, 230.
Bergmann, von Ernst, II, 224, 228.
Bergonié, Jean-Alban, II, 397.
Berkeley, George, Obispo, I, 353.
Berlin, Rudolf, II, 238.
Bermúdez, II, 466.
Bernard, Claudio, I, 86; II, 74, 88, 172, 173,
174, 175, 183, 190, 206, 262, 277.
Bernard de Gordon, I, 26, 155, 177.
Bernhardt, Max, II, 279.
Bernheim, Hippolyte, II, 289.
Bernstein, Julius, II, 162, 168, 201.
Bernutz, Gustave, 239.
Bert, Paúl, II, 176, 177, 209.
Bertaglia, Leonardo da, I, 149.
Bertharius, I, 137.
Bertillon, Alphonse, II, 136.
Bertillon, Jacques, II, 299.
Bertuccio, Mccolo, I, 147, 151.
Berzelius, Johann Jacob, II, 176.
Besredka, Alexander, II, 328.
Bethe, Albrecht, II, 144.
Bettany, George Thomas, II, 81.
Bettinger, Julius, II, 218.
Beyer, Henry G., II, 217, 337.
Beyer, Johann Hartmann, I, 298.
Bezold, von Albert, I, 189.
Bezold, Friedrich, II, 251.
Bhagvat Sin Jee, Sir, II, 301.
Bianchi, L., II, 286.
Bichat, Marie-Francois- Xavier, II, 47, 48, 144,
471.
Bidder, Friedrich Wilhelm, II, 166, 177, 186.
Bidloo, Govert, I, 253.
Biederrnann, Wilhelm, II, 164.
Bier, August, II, 343.
Biermer, Antón, II, 18.
Biett, Laurent-Theodore, II, 12.
Bigelow, Henry Jacob, II, 123, 125, 221, 233.
Bigelow, Jacob, II, 42.
Bignami, Amico, II, 263.
Bilgner, Johann Ulric, I, 359, 425.
Billings, Frank, II, 272, 372.
Billings, John Shaw, I, 33, 34, 85, 128, 171, 408,
428; II, 45, 107, 108, 120, 290, 297, 305, 306,
353, 359, 364, 365, 366, 372, 439, 440.
580
HISTORIA DE LA MEDICINA
Billroth, Theodor, II, 225, 226.
Blnet, Alfred, II. 325.
Blnz, Karl, II, 291.
Bird, Golding, II. 267.
Bischoff, Theodor Ludwig Wilhelm, II, 57, 163.
Bismarck, von Otto, II, 379, 384.
Blzzozero, Giulio II, 145.
Black, Joseph. I, 342, 343.
Black, William George, I, 22, 23, 25, 28.
Blackall, John, II, 18.
Blackmore, Sir Richard, I, 417.
BlackweU, Elizabeth, II, 382.
Blancard. (Véase Blankaart.)
Blanco, Romero, II, 471, 472.
Blanchard, Raphael, II, 216, 441.
Blane, Sir Gilbert, I, 384.
Blankaart, Stephen, I, 121, 266.
Blasco, Vicente, II, 466.
Blegny, Nicholas de, I, 275, 277, 284. 285.
Bleuler, Paul Eugen, II, 287, 323.
Bllx, Magnus, II, 59, 60.
Blizard, Sir William, I, 427.
Bloch, Iwan, I, 46, 180; H, 300.
Blocq, Paúl, II, 287.
Blumenbach, Johann Frledrlch, I, 212, 213, 319,
333.
Blumer, George, II, 281.
Blyth, Alexander Wynter, II, 298.
Boas, Ismar, II, 264.
Bobbs, John Stough, II, 124.
Boccaccio, Giovanni, I, 144, 180, 181, 183.
Bock, Hieronymus, I, 227.
Bodington, George. II. 372.
Boe, Franciscus de le, 1, 266.
Boeck, Carl, II, 288.
Bo^r, Lucas Johann, I, 350.
Boerhaave, Hermann, I, 127, 256, 328, 329, 382,
455.
BoethJus, I, 135.
Bohn, Johann, I, 263, 271.
Bohun, Lawrence, I, 304.
Bols Reymond, Emil, II, 156, 160, 161, 162.
Bolssler de la Croix des Sauvages, Francois, I, 326.
Bolvin, Madame, II, 239.
Bollinger, Otto, II, 209.
Bonafudc, Francesco, I, 234.
BonelU, Jaime, II, 465, 470, 471.
Bcnet, Juan Pablo, I, 206, 285.
Bopet, Théophile, I, 278, 287, 372.
Bonifacio VIII, I. 155.
Bonifacio Giovanni, I, 285.
Bonnet, Charles, I, 338.
Bonilla y San Martin, Adolfo, II. AVo.
Bonomo, Casimo, II, 287.
Bontlus, Jacobus, I, 267.
lionet. Julius, II, '¿OH, 336, 837.
BotdM, Tbéophtto de, I, :',m;, ¡i w, 151.
Uon-lll, (¿iovannl Alfonso, I, 259, 2f>2, 271; II. 74.
BoffcogBonl, Ttodorloo. (Vean Ibeodorlc.)
iioruognoni, Ugo. (Véato liuuh. >
Born, GusUv, II, 157.
Borsieri de Kanlfeld, Giambattlsta, I, 427*
Boscasa, II, 471.
Boss!, II, 242.
Bostock; John, II, 46.
Bosworth, Francke Huntington, II, 248, 249.
Botallo, Leonardo, I, 300.
Botey, II, 471.
Bouchard, Charles Jacques, II, 254.
Bouchard, Henri, II, 277.,
Boucher, Frangois, I, 395.
Boucher de Perthes, II, 142.
Bouchut, Eugene, II, 248, 279, 299.
Boughton, Gabriel, II, 25.
Bouillaud, Jean-Bap tiste, II, 9, 10, 320.
Bouissingault, J. B. J., II, 181.
Boule. II, 419.
Bourgeois, Louise, I, 276.
Boveri, Theodor, II, 132.
Bowditch, Henry Ingersoll, II, 273.
Bowditch, Henry Pickering, II, 163, 164, 165,
187, 364.
Bowditch, Vincent Yardley, II, 440.
Bowmann, Sir William, II, 83, 182, 256.
Boyer, Alexis, II, 105, 106, 471.
Boyle, Robert, I, 272, 286, 290, 295; II, 79.
Boylston, Zabdiel, I, 384.
Boym, Michael, I, 61.
Bozeman, Nathan, II, 135.
Bozzini, Philipp, II, 38.
Braconnot, Henri, II, 192.
Bradford, Edward, II, 344.
Bradwell, Stephen, I, 276.
Brahms, Johannes, II, 217.
Braid, James, II, 26, 27.
Braille, Louis, II, 237.
Bramwell, John Milne, II, 278.
Brancas, The, I, 221.
Brand, Ernst, II, 283.
Brandt, Sebastián, I, 233.
Brantóme, I, 208.
Brasdor, Pierre, I, 358.
Brashear, Walter, II, 125.
Brassavola, Antonio Musa, I, 214.
Brauer, Ludolf, II, 222.
Braun, von Fernwald Carl, II, 232.
Braune, Christian Wilhelm, II, 153, 248.
Bravo, II, 466.
Bravo de Piedrahita, Juan, II, 442.
Bravo de Sobremonte, II, 440.
Bravo, Francisco, I, 203, 232, 242.
Brehmer, Hermann, II, 376.
Breisky, August, II, 231.
Bresgen, Maximilian, II, 242.
Bretouneau, Pierre, II, 9.
Breuer, Joseph, II, 328.
Breughel, Picter, I, 301, 310.
Ilr.'iiil, II, 419,
Brewster, Sir David, II, 236.
Brian, Bene, I, 1 13.
Bricknw, Walter M., II, 344.
Brldgman, Laura, II, 169.
índice de nombres personales
581
Brieger, Ludwig, II, 207.
Brigham, Edwin H., II, 294.
Bright, Richard, I, 430; II, 18, 19, 24, 25, 345.
Bright, Timothy, I, 195.
Brill, Abraham Alton, II, 315.
Brill, Nathan E., II, 327.
Brinton, William, II, 219/
Brinvilliers, Marquesa de, I, 299.
Brisseau, Pierre, I, 346.
Brissot, Pierre, I, 230.
Broca, Paúl, I, 97; II, 108, 109, 110, 150.
Brocklesby, Richard, I, 385, 418, 419.
Brocq, Louis, II, 273.
Brodie, Sir Benjamin Collins, II, 99.
Broedel, Max, II, 230.
Brooks, William Keith, I, 248; II, 155.
Brouardel, Paúl, II, 301.
Brougham, Lord, II, 48.
Broussais, F. J. V., II, 3, 4, 5, 95.
Brouwer, Adriaen, I, 301.
Brown, Alexander Crum, II, 290.
Brown, Charles Brockden, I, 393, 401.
Brown, John (1735-1788), I, 327, 328.
Brown, John (1810-1880), II, 289.
Brown, Robert, II, 56.
Brown, S. G., II, 324.
Brown, Thomas R., II, 259.
Brown, William, I, 397.
Brown-Séquard, Charles Edouard, II, 174, 175,
184, 185.
Browne, Isaac Lenox, II, 241.
Browne, Sir Thomas, I, 296; II, 298.1
Browning, Robert, I, 191, 203; II, 186.
Brownlee, John, II, 288.
Bruce, Sir David, II, 207, 231.
Briicke, von Ernst Wilhelm, II, 73, 81, 261.
Brull, II, 466.
Brunet, Claude, I, 393."
Brunfels, Otho, I, 153, 226.
Brunner, Johann Conrad, I, 253, 270.
Bruno, Giordano, I, 285, 286.
Bruns, von Paúl, II, 118, 273.
Bruns, von Victor, II, 240.
Brunschwig, Hieronymus, I, 195, 196, 220.
Brunton, Sir Thomas Lauder, II, 184, 185, 186,
290, 292, 358 400.
Buchanan, Andrew, I, 328; II, 190.
Buchheim, Rudolf, II, 291.
Buchner, Hans, II, 219, 221.
Buck, Gurdon, II, 124, 125, 127.
Buckle, Thomas, I, 36, 302.
Bucknill, John Charles, II, 286.
Budd, George, II, 299.
Budd, William, II, 299, 389.
Budge, E. A. Wallis, I, 92.
Buffon, Georges-L.-C. de, II, 123.
Buisen, II, 482.
Bulwer, John, I, 286.
Buller, George, I, 300.
Bumm, Ernst von, II, 229.
Burbank,' Luther, II, 313.
Burdett, Sir Henry, II, 302.
Burdon Sanderson, Sir John, II, 163, 172, 188.
Burgos, Alonso de, II, 440.
Burke, Edmund, I, 276.
Burnham, Walter, II, 129.
Burns, Allan, II, 23, 46, 101.
Burroughs, John, I, 9.
Burton, Henry, II, 47.
Burton, Sir Richard, I, 20, 58, 121, 125; II, 314,
315.
Burton-Opitz, Russell, II, 193.
Bury, Judson S., II, 278.
Busey, Samuel Clagett, II, 263, 355, 363.
Bush, Frances, II, 288.
Busto, Andrés del, II, 485, 493.
Butler, Samuel (1612-1680), I, 225, 293, 294.
Butler, Samuel (1835-1902), H, 143.
Byfield, Timothy, I, 413.
Bylon de Java, I, 404.
Cabot, Ri^ard C, II, 272, 543.
Cabré, II, 412, 419.
Cadwalader, Thomas, I, 405.
Cselius Aurelianus, I, 105.
Cagniard de Latour, II, 58,~81.
Cahn, Arnold, II, 282.
Caius, John, I, 191.
Calcar. (Véase Kalkar.)
Caldani, Marco Antonio, I, 346.
Caldera de Heredia, II, 440.
Calderón, II, 501.
Caldwel, Charles, II, 46.
Calkins, Gary N., II, 230, 232, 234.
Calmeil, Louis-Florentin, II, 12.
Calmette, Albert, II, 202, 284, 334.
Calot, Francois, I, 87.
Calvo, Juan, II, 434, 435, 436, 438.
Calleja y Sánchez, Julián, II, 471, 472, 475.
Callisen, Carl Peter, II, 304.
Callot, Jacques, I, 320.
Camac, C. N. B., II, 436, 439.
Cameron, Donald, II, 387.
Cammidge, Percy John, II, 275.
Camoens, I, 242, 243.
Campbell, A. W., II," 195.
Campbell, Henry Fraser, II, 164.
Camper, Pieter, I, 334, 350, 354.
Camus, Jean, II, 284.
Candolle, Alphonse de, I, 324.
Canniff, William, II, 303.
Cannon, Walter Bradford, I, 34; II, 177, 178, 310 ¡
Canstatt, Carl Friedrich, II, 30.
Capdevila, Antonio, II, 456.
Capparoni, Pietro, II, 303, 386.
Carbón, Damián, II, 439.
Carbone, Tito, II, 342.
Carbonell, H, 466.
Cardamatis, J. P., I, 74, 85, 107.
582
HISTORIA DE LA MEDICINA
Cardano, Hieronimo, I, 205, 206.
Carden, Richard, II, 102.
Cardenal, Salvador, II, 483, 484.
Cardoso, Isaac, II, 440. 443, 447, 448.
Careno de Miranda, I, 319.
Carey, Matthew, I, 401, 405; II, 47.
Cargue, Charles H., II 342.
Carlomagno, I, 139.
Carlos I, I, 250.
Carlos II, I, 287.
Carlos V, I, 166, 227, 233, 240.
Carlos VIII, 184, 238.
Carlyle, Thomas, I, 133, 365; II, 103.
Camochan, John Murray, II, 121, 123.
Carnot, Sadl, II, 2, 31.
Carotto, Francesco, I, 242.
Carpaccio, I, 242.
Carpue, Joseph Constantine, II, 101, 112.
Carracido, II, 457.
Carrel, Alexis, II, 177, 350, 351, 398.
Carreras, II, 501.
Carrión, Daniel A., II, 342.
Carro, Jean de, I. 400.
Carroll, James, II, 339.
Carrón du Villards, C. J. F., II, 240.
Cartagena, Antonio de, II, 440.
Cartailhac, II, 419.
Carter, Henry R., II, 340.
Carter, Hem y Vandyke, II, 26.
Cartier, Jacques, I, 16.
Casado Torreblanca, II, 488.
Casal, Gaspar, I, 391; II, 455.
Casanova, I, 411, 472.
Cash, John Theodore, II, 278.
Casiodoro, I, 135.
IT, Johann Ludwig, II, 288, 323.
Casserio, Giulio, I, 246, 252, 253.
Cassius, Félix, I, 97, 105.
Castelo, Eusebio, II, 503.
■!<>, Fernando, II, 503.
Castellani, Aldo, I, 54, 185; II, 233, 324.
Castalio Ginesta, Pedro, II, 466, 471.
Castillo, I XI. II. 501, 502.
Castle, William Bu, II. 123.
Castro ftoderloo a, i. 276.
ratlin, George, i. 88; n, 250.
Catón i I, 33.
i.i, I... II, 218.
Calentón, II, 81.
Cawadiaa, I. 69.
r.-.xtor,, William, I, 108.
\ rt luir, II, 221.
I i Bruno, li. 8.
CebaDo n
Csdrenns, i 118.
06 06, !>7, '¿\ i; II, 88.
'Vrra! ¡, I I 108, 117, 1 I'.».
!
| .,i||
', 246.
Cesi, Federico, I, 284.
Cid, El, II, 423.
Cimabue, I, 178.
Citois, Francois, I, 278.
Civiale, Jean, II, 112.
Clarendon, Conde de, I, 279, 383
Clark, Alonso, II, 42.
Clark, Sir James, II, 24.
Clarke, John, II, 43, 274.
Clausius, R,. J. E., II, 159.
Clay, Charles, II, 131.
Clayton, John, I, 404.
Cleland, Archibald, 1, 375.
Clemente VI, I, 210.
Clemente VII, I, 89, 221.
Clemente XI, I, 394.
Clement, Julien, I, 293, 352, 353.
Clermont, Charles, I, 280.
Cleyer, Andreas, I, 60.
Clift, William, I, 378; II, 49.
Cloetta, Arnold. I, 412.
Cloquet, Hippolyte, II, 251, 464.
Clouston, Sir T. S., II, 287.
Clowes, William, I, 236, 245.
Clusius, Carolus, I, 227.
Cobbold, Thomas Spencer, II, 220.
Cober, Tobias, I, 278.
Cobo, Diego, II, 427.
Cockayne, Oswald, I, 187.
Codman, Ernest, II, 340.
Codronchi, Battista, I, 235, 318.
Cogswell, Mason Fitch, II, 120.
Cohn, Bernhard, II, 279.
Cohn, Ferdinand, II, 59, 215.
Cohn, Hermann Ludwig, II, 249, 298.
Cohnheim, Julius, II, 181, 203, 204, 205.
Coindet, Charles, II, 82.
Coit, Henry L., II, 273.
Colbert, Jean-Baptiste, I, 308.
Colden, Cadwallader, I, 400.
Cole, T., II, 101.
Coleridge, Samuel Taylor, I, 35, 244.
Coley, William B., II, 231.
Colombo, Matteo Itcaldo, 1,214, 219, 220,245,
246.
Colot, Germain, II, 359.
Cohnnela, L. Junio Moderado, II, 420.
Collado, Luis, II, 433, 490.
Colles, Abraham, II, 94, 236.
Collins, Joseph, II, 275, 276, 277.
Combe, A., II, 255.
Comby, Jules, II, 255.
Comenge y Ferrer, Luis, IT, 492, 503.
Comenius, Amos, I, 321.
Comparetti, Andrea, II, 102.
Comrie, John Dixon, II, 83, 544.
Conde de la Vega del Bella, n, 419.
Congrcv.', William, 1, 288.
Conklin, Edward G., II, 154.
Oonolly, John, ii, 12, 286.
Conrad, von Megenberg, I, 195.
índice de nombres personales
583
Conring, Hermann, I, 286.
Constantinus African us, I, 138; II, 303.
Cooper, Sir Astley Paston, II, 92, 93, 297.
Cooper, Samuel, II, 101.
Copérnico, I, 260. «
Copho, I, 140, 149.
Copinger, Walter Arthur, II, 304.
Copland, James, II, 24.
Copland, Robert, I, 235.
Corbyn, Frederick, II, 25.
Cordo, Simone de, I, 189.
Cordus, Euricius, I, 227, 228.
Cordus, Valerius, I, 227.
Corlieu, Auguste, II, 303.
Cornaro, Luigi, I, 232.
Cornelius, Agrippa, I, 188.
Cornil, Víctor, II, 276.
Corning, James Leonard, II, 339.
Coronado, II, 501.
Corrade, Augustin, I, 280.
Corradi, Alfonso, II, 302
Corral y Oña, Tomás, II, 471, 488, 489, 490.
Corrigan, Sir Dominic John, II, 18.
Corsini, Andrea, II, 303.
Corte'jarena, II. 493.
Cortezo, II, 494.
Corti, Alfonso, II, 148.
Corvisart, Jean- Nicolas. II, 10, 11, 359.
Corvisart, Lucien, II, 178.
Coschwitz, Georg Daniel, I, 329.
Costa, II, 418.
Coste, Jean-Franr-ois, I, 400.
Cottle, Wyndham, II, 289.
Cotugno, Domenico, I, 341, 368, 369; II, 276.
Councilman, William Thomas, I, 331; II, 269, 328.
Corvino, Simone de, I, 182.
Cowper, William, I, 251.
Coxe, John Redman, I, 402, 399.
Crabbe, George, I, 411.
Craig, Charles Franklin, II, 216, 328; 340.
Cranach, Lucas, I, 214, 241.
Crashaw, Richard, I, 273.
Crato, von Craftheim Johann, I, 204.
Crawfurd, Raymond, I, 290.
Credé, Benno, II, 295.
Credo, Carl S. F., II, 242, 243.
Creighton, Charles, II, 301.
Crespi, Benedetto, I, 135.
Creus y Manso, Juan, TI, 471, 472, 481, 484.
485, 487, 488, 489, 490.
Crile, George, I, 34, 35; II, 320, 343, 348.
Croll, Oswald, I, 204.
Cromwell, Oliver, I, 286.
Crosby, Dixi, II, 155.
Crowe, Samuel James, II, 294.
Cruikshank, William Cumberland, I, 340, 344.
Crusell, Gustav, II, 294..
Cruveilhier, Jean, II, 48, 49.
Cube, von Johann, I, 195.
Cuevas, Juan de, II, 436.
Cuignet, -Ferdinand, II, 244.
Cuiveilhier, II, 472.
Culpeper, Nicholas, I, 279, 297.
Cullen, Thomas Stephen, II, 235.
Cullen, William, I, 326, 378, 427.
Cuming, Ralph, II, 102.
Cumming, William, II, 240.
Cumston, Charles G., I, 166.
Curling, Thomas Blizard, II, 48, 270.
Currie, James, I, 376.
Currie, William, I, 400.
Curtis, John G., I, 90, 246, 247; II, 301.
Cusanus, Cardenal, I, 263.
Cusliing, Harvey, II. 178, 232, 320, 342, 343, 346,
347, 348, 349, 359.
Cushny, Arthur, II, 322.
Cushny, Arthur Robertson, II, 290, 292, 293,
322.
Cutter, Ephraim, II, 239, 250.
Cuvier, Georges, II, 52.
Cuyer, Edouard, II, 142.
Cyon, von Elie, II, 188.
Czermak, Johann Nepomuk, II, 38.
Czerny, Adalbert, II, 259, 260.
Czerny, Vincenz, II, 226.
CH
Chabert, Philibert, I, 384.
Chadwick, Sir Edwin, II, 297, 298, 379.
Chadwick, James Reader, II, 306, 385.
Chagas, Carlos, II, 327.
Chalmers, A. J., II, 266.
Chamberland, Charles, II, 213, 214.
Chamberlen, Hugh, I, 283, 348.
Chamberlen, Peter, I, 283, 347.
Chamfort, Nicolás, I, 36.
Champollion, J. F., I, 354.
Chantemesse, Andrés, I, 338.
Chapín, Henry Dwight, II, 273.
Chapman, Nathaniel, II, 43.
Charaka, I, 57.
Charcot, Jean Martin, I, 35, 47, 174, 177, 242, 357;
II, 167, 185, 203. 251, 278, 279, 327, 361, 367,
368.
Chaucer, Geoffrey, I, 188.
Chauveau, Auguste, II, 162.
Chauveau, Claude, II, 252.
Chelius, von Max Joseph, II, 110, 111.
Chepovalnikoff, Nicolai Petrovich, II, 180, 181.
Chéreau, Achule, II, 303.
Cheselden, William, I, 359, 360, 409, 420.
Chessher, Robert, II, 101.
Chevreul, Michel-Eugene, II, 87.
Cheyne, George, I, 392.
Cheyne, John, II, 16, 250.
Chiari, Ottokar, IT, 251.
Chinchilla, Anastasio, II, 503.
Chinchón, Condesa de, I, 298.
Chiral, II, 501.
Chirino, Alfonso, II, 425, 427, 428.
584
HISTORIA DE LA MEDICINA
Chischin, Sergiei E., II, 179.
Chittenden, Russell Henry, II, 176, 181.
Chodowiecki, Daniel, I, 409.
Chopart. Francois, I, 358.
Choulant, J. Ludwig, I, 195, 215, 521, 848, Í51;
II, 142, 302, 303.
Christie, Arthur, II, 338.
Cbristison, Sir Robert, II, 381.
Church, Benjamin, I, 402.
Churchill, F,eetwood, II, 241.
Daca de Valdéa, Benito, I, 179.
D'Acosta, José, I, 203.
Da Costa, Jacob M., II, 271, 368.
Daza Chacón, Dionisio, I, 225.
Dakin, H. D., II, 398.
Dalgarno, George, I, 285.
Dalton, John, I, 367.
Dalton, John Call, I, 367.
Dana, Charles L., II, 283.
Dance, J. B. H., II, 275.
Daremberg, Charles-Victor, I, 99, 103, 140.
Darier, Jean, II, 289.
Darling, Samuel T., II, 331.
D'Ar<*onval. Jacques- Arséne. II, 182, 294.
Darwin, Charles, I, 28; II, 1, 134, 135, 136.
Darwin, Erasmus, I, 349.
Davaine, Casimir, II, 208.
Davenport, Charles B., II, 314.
David, Jean-Pierre, I, 358.
Davidge, John B., II, 122.
Daviel, Jacques, I, 367.
Davis, Gwilym George, II, 142.
Davis, Nathan Smith, II, 271.
Davy, .Sir Humphry, I, 344; II, 2, 125, 227.
Daza Chacón, Dionisio, II, 434, 437, 438, 439,
490.
Deadrick, William Henry, II, 122.
Debove, Georges Maurice, II, 295.
Dechelette, Joseph, II, 419.
Dee, John, 1, 204.
Defoe, Daniel, I, 317.^
Degas, H. G. E., II, 361.
Deiters, Otto F. C, II, 148."]
D^jerine, Jules, II, 285.
Dekkcr, Frederik, 1, 277, 341.
DH.-wuarn-, QaOfgea, II, 279.
De la Monja, II, 466.
Delavan, A. Bryson, II, 250.
; l .) ago, II, 501.
Dalonna, Bdmond, n, 230.
Datpaeh, \ i.. i>., n, 297.
'■«le», I, 80.
Ptmoerttm, i, 70.
Danta, Jaan«Bapttata, I, 273.
II, 816.
Da Qntneajr, Thomas, 1, 300.
1 1 8 , II, 282.
De Renzi, Salvatore, II, 303.
Desault, Pierre Joseph, I, 358, 346.
Descartes, Rene, I, 260, 261, 264, 291.
Deschamps, Jacques-Louis, fils, II, 250.
Desmarre^, Louis-Auguste, II, 244.
Despars, Jacques, I, 159.
Detmold, William, II, 123.
Dettweiler, Peter, II, 380.
Deventer, von Hendrik, I, 283.
Dew Smith, A. G., II, 192.
Dewees, William Potts, II, 241.
Deyman, Johan, I, 290.
Diaz, Francisco, II, 434, 435, 438, 490.
Díaz, R. de Isla, I, 184; II, 441.
Dibdin, William, I, 28, 30.
Dickens, Charles, II, 362.
Dickinson, Richard, I, 409.
Dickinson, William Howship, II, 166.
Dikson, Samuel Henry, II, 46.
Diday, Paúl, II, 254.
Diderot, Denis, I, 369.
Dieffenbach, Johann Friedrich, I, 130; ] 12,
113, 484.
Diels, I, 91.
Diemerbroek, Isbraud, I. 183.
Dietl, Josef, II, 28, 34.
Dieulafoy, Georges, II, 12, 253.
Digby, Sir Kenelm, I, 294, 295.
Dimsdale, Thomas, I, 434.
Diodorus Siculus, I, 44, 45.
Dionis, Pierre, I, 346, 357.
Dioscórides, I, 20, 95, 98.
Dittmar, Carl, II, 188, 215.
Dix, Dorothea Lynde, II, 38S.
Dobson, Matthew, I, 393.
Dock, George, I, 544; II, 274.
Dock, Lavinia L., II. 382.
Dóderlein, II, 243.
Dodge, Raymond, II, 287.
Dodoens. Rembert, I, 228, 229.
Doerr, Richard, II, 337.
Dogiel, Jan, II, 188
Dohrn, Antón, II, 337.
Dolci, Carlo, I, 242.
Dolinsky, Ivan Lukich, II, 180.
Domínguez, II, 471.
Donatello, I, 209.
Donders, Franz Cornells, II, 247.
Dondi, Giacomo de, I, 157.
Donné, Alexandre, II, 48, 148.
Donnolo, I, 137.
Donovan, Charles, II, 330.
Doran, Alban H. G., I, 353, 356.
Dorsey, John Syng, II, 122.
Douglas, James, 1, 347.
Douglass, William, I. 399, 400.
Dover, Thomas, I, 420.
Dow, Gerard, I, 309, 31».
Doyen, Eugene, II, 342.
Dragendorff, Georg, II, 301.
Drake, Daniel, I, 279; II, 44.
índice de nombres personales
585
Draper, William H., I, 117.
Drebbel, Cornelius, I, 204, 293.
Drechsel, Edmund, II, 199.
Dreser, Hermann, II, 294.
Driesch, Hans, I, 338; II, 155, 156.
Drown, T. M., II. 387.
Dryander. (Véase Eiehmann.)
Dryden, John, I, 250, 301.
Duane, Alexander, II, 249.
Dubini, Angelo, II, 216, 264.
Du Bois, Delafield, II, 183.
Du Bois, E. F., II, 160, 161.
Dubois, Eugéne, II, 141.
Dubois, Jacques, I, 218.
Dubois, Paul, II, 295.
Duchenne, G. B. A., II, 276.
Duckworth, Sir Dyce, I, 379.
Dudley, Benjamin Winslow, II, 124.
Diihrssen, Alfred, II, 239.
Durero, Alberto, I, 213, 241.
Dugdale, R. L., II, 313.
Duhring, Louis A., II, 289.
Dujardin, Félix, II, 63.
Dumas, Jean-Baptiste, I, 83, 87; II, 2, 181.
Dumoutier, Joseph, II, 254.
Dun, Sir Patrick, I, 423.
Dunant, J. Henry, I, 384.
Dunbar, William P., II, 388.
Duncan, Andrew, Sr., I, 384.
Dunglison, Robley, I, 46; II, 302.
Dunstan, Wyndham, II, 289.
Dupouy, Edmond, II, 303.
Dupuytren, Guillaume, II, 103, 104, 105.
Dusée, 1, 356.
Dutrochet, Henri, II, 199.
Dutton, Joseph Everett, II, 330.
Duval, Mathias, II, 142.
Duverney, Joseph Guichard, I, 252, 346.
Dziatzko, Karl, I, 157.
E
Earle, Pliny, II, 383.
Eastman, Joseph Rilus, II, 238.
Eberle, Johann, II, 174.
Ebers, Georg, I, 41, 42.
Eberth, Carl Joseph, II, 215.
Ebstein, Erich, I, 3, 340; II, 29, 88.
Ebstein, Wilhelm, I, 58; II, 274.
Echegaray, José, II, 362.
Eck, Nicolai Vladimirovich, II, 184.
Eckhard, Carl, I, 169; II, 70.
Edebohls, George Michael, II, 235.
Egar, David, I, 197.
Ehrlich, F., II, 199.
EhrUch, Paúl, I, 127, 148, 149, 179, 206. II, 335.
Ehrmann, Charles Henri, II, 250.
Eichmann, Johann, I, 140.
Eichstedt, Carl, n, 283.
Einhorn, Alfred, II, 294.
Einhorn, Max, II, 274.
Einthoven, Willem, II, 321.
Eiselsberg, von Antón, II, 347.
Eisenberg, P., II, 215.
Eisendrath, Daniel, II, 142.
Eisenmann, Gottfried, I, 346.
Eliot, George, II, 400.
Elsberg, Louis, II, 250.
Elsholtz, Johann, I, 278.
Eisner, Henry, II, 272.
Ella, Samuel, I, 18.
Elliot, Robert Henry, II, 352.
EUiotson, John, II, 27.
Ellis, Havelock, II, 172, 279, 325.
Emerson, Charles Phillips, II, 270.
Emerson, Ralph Waldo, I, 323; II, 52, 210, 267.
Emmet, Thomas Addis, II, 132.
Empédocles, I, 76, 418.
Encinas, II, 484, 489, 490.
Engelmann, Thcodor Wilhelm, II, 57, 193, 321.
Enrique VIII,
Eppinger, Hans, II, 320.
Erasís trato, I, 91.
Erb, Wilhelm Heinrich, II, 6, 171, 280.
Erlanger, Joseph, II, 321.
Erskine, Robert, I, 426.
Erxleben, Dorothea Christiana, II, 382.
Escribano, II, 458, 459, 460, 462, 463, 464, 470,
471, 472, 473, 476, 478, 482, 485, 487, 488, 489,
491.
Escherich, Theodor, II, 215, 259.
Esdaile, James, II, 26, 27.
Esmarch, Friedrich, II, 227.
Esquerdo, II, 495, 504.
Esquirol, J. E. D., II, 12.
Estabrook, A. H., II, 313.
Estlander, II, 487.
Etienne, Charles, I, 221.**
Eulenburg, Hermann, II, 24, 297.
Eusebius, I, 112.
Eustaquio, Bartolommeo, I, 253, 258.
Evans, Sir Arthur, I, 4, 66.
Evans, Sir John, I, 141.
Eve, Paúl Fitzsimmons, II, 123.
Ewald, Jidius Richard, II, 169.
Ewald, Karl Anton, II, 264.
Exner, Sigmund, II, 171.
Eyck, Jan van, I, 176.
Eycleshymer, A. C, II, 142.
Eysell, Adolf, II, 170.
Eysenbarth, Doctor, I, 424.
Fabiola, I, 123.
Fabricius ab Aquapendente Hieronymus, I, 220.
Fabry, Wilhelm of Hilden, I, 309.
Fagge, Charles Hilton, II, 267.
Fahnestock, William B., II, 250.
Fahrenheit, Gabriel Daniel, I, 329.
Falcucci, Niccolo, I, 158.
586
HISTORIA DE LA MEDICINA
Falret, Jean-Pierre, II. 288.
Falta, Wilhelm, II, 183, 320.
Fallopio, Gabriele, I, 186, 203, 221.
Faraday, Michael, II, 2, 159.
Farina, Guido, II, 230.
Farlow, John W., II, 306.
Fargas y Roca, II, 472, 493, 494.
Farquhar, George, I, 415.
Farr, Samuel, I, 394.
Farr, William, II, 299, 300.
Fatio, Johann, II, 130.
Fauchaxd, Pierre, I, 365.
Faure, Jean-Louis, II, 238.
Faviola, I, 169-.
Fay-Edward Alian, TI, 379.
Fayrer, Sir Joseph, II, 2.">.
Fazio, Eugenio, II, 297.
Fechner, Gusta v Theodor, II, 80, 171.
Federico II, I, 166, 167.
Federico el Grande, I, 423.
Fehleisen, Friedrich, II, 215.
Fehling, von Hermann, II, 80.
Feletti, Raimondo, II, 216.
Fodix, Charles- Francois, I, 304.
Felkin, Robert William, I, 20.
Fell, George E., II, 343.
Fenger, Christian, II, 206.
Ferenbaugh, Thomas, IT, 341.
Fcrgusson, Sir William, II, 90, 97.
Fernán Gómez, II, 425.
Fernández Chacón, Antonio, II, 493.
Fernández de la Vega, II, 471, 472.
Fernández Gómez, Alberto, II, 498.
Fernández Navarro, L., II, 419.
Ferradas, II, 501.
-it, I, 153.
Ferrer y Viñerta, II, 489.
Perder, Sir David, II, 167.
Pick, Adolf, IT, 167.
Fideli, Fortunato, I, 277.
nguer, Charles, II, 290.
Filehne, Wilhelm, J í, 203.
Plnger, Brnst., n. 264.
Finke, Feonhard Lndwlg, I, 395.
Kiriki'lnsrein, Eelnrich, I!
Plnkler, Dittmar, n, 216.
Finia-, -i»;. 338.
linie ! 58; n, ~>n.
Pfconey, J. M. T., II 848.
Flnsen, Niela R., F 26.
Fin. .i-,. Cil,-. I. 818.
Fi-.|„r, Fn.il. 1, 1st; lí, 85, 29 1. 323.
■ Otto M L84.
i ;
ii 801.
John D., ii
I bu i) ii
i Beber, n
I M ■• D II. 321.
., .F.lni, II, I 12.
Flechsig, Paul Bmll, II, 167, 189.
Fleming, David, II, 102.
Flemming, Walther, II, 147, 153.
Fletcher, Robert, I, 31, 316; II, 305.
Flexner, Abraham, II, 358, 371, 373, 374, 375, 376,
389.
Flexner, Simón, II, 215, 219.
Flick, Lawrence F., II, 380.
Fliedner, Friederike, II, 315.
Fliedner, Theodor, II, 771.
Flint, Austin, Sr., LT, 270.
Flint, Austin, Jr., II, 179.
Flint, James M., I, 31.
Flores, Francisco A., II, 303.
Flourens, Marie J. P., II, 77, 169.
Floyer, Sir John, I, 376.
Flückiger, F. A., I, 301.
Fludd, Robert, I, 295; II, 39.
Flügge, Carl, II, 297.
Foderé, Francois-Emmanuel, II, 197, 300.
Forster, Richard, II, 249.
Foesius, Anutius, I, 190.
Fonahn, Adolf Mauritz, II, 302.
Fonio, II, 346.
Fonseca, Rodrigo de, II, 440.
Fontana, Felice, I, 427, 342.
Foote, Jesse, I, 427.
Forchheimer, Frederick, IT, 272.
Forgue, Emile, I, 304.
Forlanini, G., II, 294.
Fort, II, 472.
Forster, Frank Pierce, II, 102.
Foster, Sir Michael, I, 331, 343; II, 80, 190,
Foster, William, I, 295.
Fothergill, John, I, 380, 392.
Fournier, Jean-Alfred, II, 6, 254.
Fourquet, Juan, II, 471, 472, 490.
Fowler, George Ryerson, II, 235.
Fowler, Thomas, I, 420.
Fox, Joseph, II, 101.
Fox, Tilbury, IT, 289.
Fracastoro, Girolamo, T, 203, 231, 232, 429; IT,
23.
Frankel, Albert, II, 215.
Fragoso, Juan, IT, 434, 436, 438.
Francis, John Wakefield, II, 46.
o, Pierre, F 225, 236.
Prank, Johann Peter, T, 388*335,5416; IF 19.
Frank, Mortimer, I, 151.
Frank-land, Fward, II, 387.
Franklin, Benjamín, F 341, 405.
Franklin, Christina l/i. Id. IF 2 19.
PrapoUl Francesco, F Ml.
Fraser, Thomas Richard, n, 294,
Prazer, Sir J. »., F 18, n, 24, 25, 27; II. u\.
Frederic, Harold, M. 390
Otto T . IF 251.
Prellas, Uonao de 1 1. I H).
Pri Ind, John, I. 894.
Prench, Thomai Etn ihm m I F 250.
Prere Jacqnen. (Vrfasc Jnrrpie*.)
índice de nombres personales
587
Frerichs, von Friedrich Theodor, II, 255, 255.
Freud, Sigmund, I, 35; II, 288, 326.
Freund, Wilhelm Alexander, I, 319.
Frey, von Max, II, 169, 190.
Freyer, P. Johnston, II, 342.
Frick, George, I, 244.
Friedlánder, Cari, II, 215.
Friedleben, Alexander, I, 127.
Friedmann, Friedrich Franz, II, 337.
Friedreich, Nikolaus, Jr., II, 281.
Friedreich, Nikolaus, Sr., II, 271.
Fritsch, Ahasver, I, 278.
Fríttch, Gustav, II, 165, 166, 167.
Froben, J., I, 188, 228.
Frolich, Alfred, II, 320.
Frosch, Paúl, II, 337.
Froude, J. A., II, 547.
Fry, Elisabeth, II, 381.
Fuchs, Conrad Heinrich, II, 302.
Fuchs, Ernst, II. 29, 299.
Fuchs, Leonhard, I, 191, 226, 227.
Fuchs, Samuel, I, 278.
Függer, S., I, 202.
Fujikawa, I, 62.
Fulbert, I, 167.
Fuller, Robert, II, 294.
Fuller, Samuel, I, 313.
Funk, Casimir, II, 329.
Gaddcsden, John, I, 26, 63, 142, 155, 156, 168.
Gaddon, A. C, II, 141.
Gaertner, Gustav, I, 349; II, 274.
Gaffky, Georg, II, 212, 215.
Gainsborough, I, 408.
Gaizo, Modestino del, II, 303.
Gale, Thomas, I, 224.
Galeazo, I, 158.
Galeno, I, 70, 78, 79, 85, 95, 97, 98, 100, 101,
102, 103, 104, 105, 131, 132, 133, 134, 136,
138, 146, 153, 167, 186, 188, 190, 197, 215, 216,
218, ,233, 248, 272, 360.
Galileo, I, 245, 260, 263, 264, 287.
Galton, Sir Douglas, II, 298.
Galton, Sir Francis, II, 68, 139, 140, 251, 298,
309, 311, 312, 313.
Galvani, Luigi, I, 322, 341.
Gall, Franz Joseph, II, 166.
Gallaudet, Edward M., II, 379.
Gallaudet, Thomas Opkins, II, 379.
Gallego de la Serna, Juan, II, 442.
Galli, Leonardo, II, 465.
Gamaleia, Mcolaus, II, 215.
Gambetta, II, 176.
Gamboa, E., II, 406.
Gamgee, II, 178.
García, Manuel, II, 38, 249.
García Tapia, II, 501.
Garibaldi, II, 108.
Gariopontus, I, 138.
Garriga y Buach, II, 466.
Garrison, F. H., II, 405, 407, 421, 424.
Garrod, Sir Alfred Baring, II, 268.
Garrod, Francis, I, 277.
Garth, Sir Samuel, 1, 300, 379, 406, 407, 416,
418.
Gaskell, Walter Holbrook, I, 248; II, 77, 169, 185,
190, 191, 192, 193, 321.
Gaspard, II, 75, 294.
Gassendi, I, 249.
Gassner, Joseph, I, 392.
Gastaldo, II, 501.
Gatinaria, I, 117, 159.
Gatti, Angelo, I, 434.
Gaub, Hieronymus David, I, 328, 375, 376, 420;
II, 206.
Gaucher, P. C. E., II, 255.
Gaultier d'Agoty, Jacob-Fabián, I, 209, 350, 351;
II, 199.
Gauss, I, 247; II, 2, 243.
Gavarni, II, 361.
Gavarret, Jules, II, 6, 12.
Gayet, II, 4«5.
Geatrakes, Valentina, I, 35.
Geber, I, 124, 125, 199.
Gegenbaur, Carl, I, 145; II, 142, 152.
Gehema, Jan Abraham a, I, 281, 298.
Gehuchten, II, 142, 149.
Geiger, Philipp Lorenz, II, 86.
Geminus, I, 216.
General!, Franc.esco, II, 319.
Genga, Bernardino, I, 252.
Gengou, Octave, II, 215, 336.
Gensoul, Joseph, II, lit).
Gentile da Foligno, I, 151, 158.
Gentry, Edward R. II, 341.
Geoffroy, Etienne-Louis, I, 370.
Geraghty, John Timothy, II. 274, 293.
Gerard de Cremona, I, 153; II, 423.
Gerard, John, I, 229, 230, 313.
Gerber, I, 125.
Gerhard, William Wood, II, 7, 40, 42, 43. '
Gerhardt, Carl, II, 199, 250, 255, 259, 367.
Gerlach, von Joseph, I, 253; II, 146, 149, 214.
Gcrlier, F., IT, 255.
Gerrish, II, 142.
Gersdorff, von Hans, I, 195, 196, 208, 236.
Gerson, J., I, 157.
Gerster, Arpad G.. II, 235.
Gersuny, Robert, II, 226.
Gervex, II, 301.
Gesner, Conrad, I, 104, 112, 226, 227. 228; II,
304.
Ghezzi, Pier Leone, I, 390.
Ghirlandajo, I, 177.
Giacosa, Piero, I, 139, 173, 174, 175; II, 303.
Gibbon, I, 108, 129, 170, 412.
Gibbs, Josiah Willard, II, 4, 158, 199, 316.
Gibson, Benjamin, I, 428; II, 118, 121, 122, 129,
244.
588
HISTORIA DE LA MEDICINA
Gibson, William, II, 133.
GigJi, Leonardo, II, 239.
Gil y Albéniz, II, 466.
Gü y Morte, II, 494.
Gilabert, Vicente, II, 458.
Gilbert, William, I, 246, 247.
Gilbertus Anglicus, I, 26, 153, 155, 156.
Gilchrist, Thomas Caspar, II, 216, 289.
Giliani, Alessandra, I, 213.
Gilman, Daniel Coit, II, 370.
Gilíes de Corbeil, I, 139, 140, 167, 176.
Gilíes de la Tourette, Georges, II, 279, 285.
Gillray, James, I, 408, 409.
Gimbernat, Antonio, I, 358; II, 463, 464, 465-,
471, 489.
Gimeno, Pedro, II, 432, 434, 445, 490.
Gimpera, II, 406, 417.
Giordano da Rivalto, I, 179.
Giotto, I, 174, 176, 177, 209.
Giovanni d'Arcoli, I, 149.
Giovanni della Robbia, I, 242.
Girardeau, Maurice, I, 122.
Giraud-Teulon, II, 244.
Girtanner, Christoph, I, 327, 393, 394, 395.
Giuseppe del Médico, I, 351.
Glauber, Johann Rudolph, I, 291,292,297,298.
Glénard, Frantz, II, 255.
Gtfnard, Roger. II, 178.
Gley, Eugéne, II, 200, 319.
Gliddon, II, 140.
Glinka, II, 118.
Glisson, Francis, I, 251, 253, 27], 272, 277, 288,
326, 331, 389.
Gluck, I, 322.
Gmelin, Leopold, II, 79) 88," 179.
Go'cltnius, Rudolf, I, 294, 295.
Goddard, H. H., I, 287; II, 313.
Godman, John D., II, 53, 54, 55.
Goehr, L. A., I, 429.
Goerres, II, 28.
Goercke, Johann, I, 425.
Goethe, von Johann Wolf-gang, I, 91, 321, 324.
332, 349. 424; II, 28. 67, 135, 166, 285, 313, 326.
Goforth, William, II, 44.
Goldberger, Joseph, II, 329, 337, 338.
Goldflam, 8. V.. II, 281.
Goldmark, Josephine, II, 297.
"idor, Alfred, II. 164, 169, 289.
<;.<-]. lernith, Oliver, i, 407, 4io.
Goldthwait, Joel Ernest, ii. :]43.
Goldwafc II 386, 387.
Golgi, Gamillo, II, 148, 149. 216, 264. 397
i riedrli h Leopold, i. 79, L08, L70; II, 77,
L67, i '¡7. L78, 261.
JOȎ M.iria, II, 471.
Gómez Mledee, Bernardino, II, 442.
Gómei o. ine, ii. in. iíu.
Pereln n 440, i tít, -MS 440, 460
Gomperta, Oonrad, n, 189.
Gompera, Tbeodor, i, oo.
Goncourt, II, 300.
Gondisalvo, Domenico, II, 423.
Góngora, II, 412, 414.
González de Velasco, Pedro María, II, 471. 472,
473.
González Olivares, II, 488.
González, Pedro María, II, 466.
Goodlad, William, II, 102.
Goodsir, John, II, 142, 143, 206.
Gordon, Bernard de, I, 26, 155, 179, 180,
Gorgas, William Crawford, II, 339, 340.
Gorris, Jean de, I, 191.
Gossenhauer, I, 204.
Gossow. II, 275.
Gotch, Sir Francis, I, 274; II, 165.
Gothenburg, II, 307.
Gould, George Milbry, I,"21; II, 249, 394.
Goulin. I, 428.
Goupil, Jean-Ernest, II, 239.
Gowers, Sir William Richard, II, 282, 285.
Goya y Lucientes, Francisco, II, 360.
Graaf, Regner, I, 252, 253, 256, 269; II, 88.
Graefe, Albrecht, I, 367, 425; II, 90, 243, 244,
245, 246. 256.
Graefe, Alfred Karl, II, 248. "'
Graefe, von Carl Ferdinand, II. Ill, 245, 352.
Graells y Ferrer, II, 466.
Grafe, Erich, II, 111, 90.
Graham, James, I, 35, 392, 414.
Graham, Thomas, IT, 87, 199.
Grainger, Richard Dugard, II, 82.
Grancher, Jacques- Joseph, II, 207, 254.
Grant, J., I, 411; II, 4, 274.
Grass!, Battista, II, 216, 217; 265.
Grassi, Benvenuto, I, 197.
Graunt, John, I, 278, 333.
Graves, Robert James, I, 33, 382, 428; II, 16,
17, 28, 319, 364.
Grawitz, Paúl, II, 205.
Gray Asa, II, 42.
Gray, Henry, II, 142, 249.n
Greatrakes, Valentine, I, 295, 415.
Greeff, R., I., 179.
Green, Francis. I, 371.
Green, Horace, II, 25, 206, 250.
Green, J., II, 244.
Greenbury, T, 290.
Greene, Edward Lee, I, 91, 98, 227.
Greenhill, William Alexander, I, 111; II, 301.
Gregoire, Sr., I, 428.
Gregorio de Tours, I, 112: 117, 136, 159, 171.
Gregorio XIII, 1, 127.
Gregory, James, I, 427; II,"yi.
Grcgorovino, 1, 129.
Grew, Nehemiah, I, 255, 260, 279; II, 60.H
Grieelnger, Wilhelm, IJ, 286, 329.
Griffith, W.. II, 26.
(Jritnths, L. M., II, 301.
Grimm, Jakob, 1, 28.
Grimmelshausen, Sam, J. C, I, 317; II, 203.
GrocoO, Pietro, II, 205, 274.
Groen, I, 19.
índice de nombres personales
589
Gros, Antoine-Jean, II, 361.
Gross, Samuel David, H, 44, 45, 58, 123, 206, 233,
234, 250, 303, 345.
Grote, George, I, 65.
Grotius, Hugo, I, 286.
Gruber, Max, II, 215.
Gruber, Wenzeslaus, II, 116.
Grueby, David, II, 216, 289, 328, 330.
Gruenewald, Matthias, I, 242.
Grueninger, I, 208,
Gruenpeck, Joseph, I, 184, 192.
Gruenwald, Ludwig, II, 251.
Gruetzner, Paúl. II, 164.
Gruner, Christian Gottfried, I, 192, 386, 395.
Grunow, H... I, 143.
Gsell, Laurent, II, 361.
Guainerio, Antonio, I, 159.
Gualberto Aviles, Juan, II, 503.
Gualtherius Agulinus, I, 153.
Guarinonius I. 204.
Guarnerio, II. 484.
Guarnieri, Giuseppe, II, 265, 330.
Gudden, II, 167.
Guedea y Calvo, Luis, II, 493.
Gueneau.de Mussy, Henri, II, 387.
Guenther, Siegmund, I, 188.
Guericke, von, I, 261.
Guerini, Vincenzo, I, 106, 147; II, 303.
Guglielmo da Varignana, I, 151.
Guicciardini, I, 185.
Guichot, II, 418.
Guidert, I, 295.
Guidi, Guido, I, 112, 221. j
Guido de Vigevano, I, 150.
Guidott, Thomas, I, 279.
Guiges, I, 126.
Guillain, G., II, 285.
Guillemeau, Jacques, I, 110, 197, 302, 357, 364.
Guitrac, Henri, II, 396.
Gull, Sir William Withey, II, 15, 22, 265, 277,
294, 319.
Gullstrand, Allvar, II, 351, 356, 397.
Gully. J M., II, 295.
Gurlt, Ernst Julius, I, 141, 143; II, 228, 303.
Gusserow, Adolf, II, 243.
Guttenberg, Johann, I, 187, 188; II, 355.
Guthrie, George James, II, 244.
Guthrie, Samuel, II, 84, 102, 126.
Gutiérrez, Avelino, II, 484, 485, 487.
Gutiérrez, Bonifacio, II, 495.
Gutiérrez de Godoy, Juan, II, 439.
Gutiérrez de Toledo, Juan, II, 428.
Gutiérrez, Lázaro, II, 440, 471.
Gutiérrez, Nicolás, I, 443.
Gutiérrez y González, Eugenio, II, 482, 483.
Guy, William Augustus, II, 301.
Guy de Chauliac, I, 131, 133, 142, 146, 147, 148,
155, 150, 158, 168, 179, 182, 221; II, 229.
Guy de Montpellier, I, 170.
Guyon, Félix, II, 229.
Guyot, I, .251, 370.
H
Haak, I, 287.
Haddon, A. C, I, 254; II, 140.
Haden, Sir Seymour, II, 361.
Haeckei, Ernst, I, 228; II, 59, 60, 136, 138, 139,
140, 155.
HaSn, Antón de, I, 328, 329, 372, 376, 387, 418,
419, 427.
Haendel, I, 322, 412.
Haeser, Heinrich, I, 106, 144, 167, 195, 201, 248,
315, 317, 318, 433; II, 301, 302, 304.
Haffkme, I, 127.
Hagenburt, J., I., 188.
Hahn, Eugen, II, 229.
Hahn, Jóhann Sigmund, I, 376.
Hahn, L., I, 428.
Hahn, Sigmund, I, 376.
Hahnemann, Samuel Christian Friedrich, I, 201;
II, 39, 40, 389.
Hain Ludwig, I, 189, 190.
Halbertsma, Tjalling, II, 239.
Hales, Stephen, I, 336, 322, 384; II, 78, 81.
Ha-Levy, Tehuda, II, 422.
Halford, G. b., II, 294.
Hals, Frans, Jr., I, 311.
Halsted, William Stewart, II, 121, 126, 319,
320, 343, 345, 347, 370.
Haly ben Abbas, 1, 115, 116, 117, 118, 122, 138.
Hall, Granville Stanley, II, 172, 325.
Hall, Harry O., II, 393.
Hall, Marshall. I, 431; II, 73, 81, 82.
Halle, John, I, 144.
Haller, von Albrecht, I, 116, 117, 146, 156, 255,
269, 271. 325, 328, 330, 331, 332, 342, 349, 350,
365, 372, 375, 376, 387, 389, 395, 406. 407, 423,
426, 435; II, 174, 196, 304.
Halley, Edmund, I, 245, 247, 279.
Halliburton, W. D., II, 165.
Hallopeau, H., II, 206.
Hamberger G. E., II, 196,
Hamburger, H. J., I, 46; II, 199.
Hambury, I, 301; II, 292.
Hamen, Johann, I, 256; II, 152 ■
Hamernijk, Josef, II, 28, 34.
Hamilton, Alice, II, 297, 386.
Hamilton, D. J., II, 206.
Hamilton, Frank Hastings, II, 236, 101.
Hamilton, Lady, I, 392.
Hamilton, Robert, I, 393.
Hamilton, Sir William R., I, 378; II, 25.
Hammarsten, Olof, II, 190.
Hammond, William Alexander, II, 282, 284, 838.
Hamy, II, 140.
Hanbury, Daniel, II, 292.
Hancock, II, 123.
Handerson, Henry Ebenezer, I, 279, 285, 300, 808,
313, 314, 400; II, 302.
Haneman, Frederick Y., I, 127; H, 861.
Hanemaux, F. T., II, 802.
Hanea, Frederick M., II. 270.
590
HISTORIA DE LA MEDICINA
Hanot, Victor-Charles, II, 255.
Hansen, Armauer, II, 215.
Hanson, William C, II, 297.
Hardy, S. M, I, 355.
Hare, William, II, 51.
Hare, Ed., II, 26.
Harington, Sir John, I, 232.
Harlan, R., II, 55.
Harlcian. I, 175.
Harinann, II, 423, 472.
Harpestreng, Henrik, I, 139, 156.
Harrington, Charles, I, 232; II, 297.
Harris, Benjamin, I 287.
Harris, D. Fraser, I, 258; II, 84.
Harris, Walter, I, 277, 318.
Harrison, Park, I, 41.
Harrison, Ross Granville, II, 150, 394.
Hartland, Edwin Sidney, II, 141.
Hartley, Frank, II, 235.
Hartlieb, Johann, I, 191, 287.
Hartmann Beyer, J., I, 298.
Hartmann, Kuno, II, 251, 289, 344, 487.
Hartmann, Scheidel, I, 181.
Hartmann, von Aue, I, 171.
Hartwell, Edward Mussey, II, 196.
Harvey, Gideon, I, 277.
Harvey, William, I, 3, 103, 220, 246, 247, 248,
249, 250, 251, 257, 258, 272, 302, 351; II, 302.
Harvie, John, I, 354.
Harwey Cusliing, I, 1.
Haslam, John, I, 393; II, 274, 288.
Hassenfratz, Jean-Henri, I, 344; II, 195.
Hastings, Sir Charles, II, 391.
Hata, S. I., 63; II, 335.
Haughton, Samuel, II, 164.
Hauptmann, Gerhardt, II, 200.
Saurian, I, 155.
Hauy, Valentin, I, 369, 370, 386.
Bayard, Valery, II, 341.
Havelock, II, 172.
Havers, Clopton, I, 251.
Hawkins, Sir Henry, I, 413; II, 390.
Say, Matthew, II, 274.
., Josef, I, 322; II, 71.
Hayem, Georges, I, 127; II, 255.
Hay«urth, John, I, 379, 413.
Isaac, II, 46, 394.
[MUM .Mini-, II, 394.
Barward, George, 11, no, 126.
Bead, H.iirv. II, L64, l*.»l. 126, 197^270,285.
II. i- rden, William, i. 84, -ít-.*, 357, 367, 379, 380,
106, MM, ii7, ii'.). 120, 188; n, 18.
Bebra, von Ferdinand, n. u;, 34,-86, 37.
Hebra, von Sana, u, 887, 888.
r, August Medrieh, i, :5'.t:>.
Beaker, Jotta i B ii. ''.<>J..
Alfred, II, 133, 238.
<;. w. i- , i. 188; n, 3, 88.
Bridal, Willi. un \ i. ::; ii, 808.
tuln It.Klolf, II, 104, 169, 177, 178, 17'.),
184, 187, 205.
Heilbronner, Andre, II, 337.
Heim, Ernst Ludwig, I, 388, 389, 399, 418, 419.
Heine, Heinrich, I. 171; II, 29, 3o4.
Heine, von Jacob, II, 47, 229, 277.
Heinroth, Johann Christian, II, 11, 171, 301.
Heintz, W., II, 179.
Heister, Lorenz, I, 63, 356, 357, 358, 423, 435 .
Heitzmann, Carl, II, 142, 347.
Hektoen, Ludwig, I, 323, 398; II, 206, 338, 394.
Helain, Richard, I, 206, 208.
Held, II, 149.
Helena Pavlovna, Grand Duchess, II, 116.
Helgaldo, I, 295.
Heliodorus, I, 95, 97.
Helmholtz, von Hermann, I, 274, 368, 369, 425;
II, 1, 2, 31, 32, 55, 58, 73, 157, 158, 159, 160,
199, 243, 244, 249, 251, 252.
Helmont, von Jean Baptiste: I, 132, 261, 265, 291<
292, 295.
Helvetius, I, 298.
Heller, Florián, II, 86, 87.
Hemmeter, J. C, II, 274.
Henderson, II, 320, 336.
Henke, W., II, 142.
Henle, Jacob, I. 127; II, 28, 30, 55, 57, 63. 64, 65
70, 174, 190, 206, 211, 361, 376, 471.
Henly, W., I, 341.
Henoch, Eduard Heinrich, II, 259, 268.
Henri, Victor, II, 337.
Henricus, Magister, I, 180.
Henrotin, Fernand, II, 238.
Henschel, A. W. E. Th., I, 236; II, 304.
Henschen, II, 167.
Hensel, Fanny, II, 30.
Hensler, Philipp Gabriel, 1, 395.
Henson, II, 149.
Hepp, P., II, 294.
Heráolides, I, 97.
Heraclitus, I, 76.
Herbert, Lord Sidney, I, 349; II, 135, 298, 351,
381.
Herbst. (Véase Oporinus.)
Heredia, Miguel de, II, 440.
Hergueta, Simón, II, 495.
Hericourt, II, 215.
Hering, Ewald, II, 139, 249.
Uerkner, W., I, 143.
Hermann, Ludimar, II, 184.
Hermes Trismegistus, I, 42.
ii. rmolaua Barbarus, I, 189.
Hernández dd Boto, n, 418.
Hernandez Morejón, Antonio, I, 243, 293; II, 429,
ii1.», 466, 60S.
Hernández Pauheoo, n, 419.
Hernando y Espinosa, Benito, u, 491, 492
Hernando, Benito, M, :"><):{.
Herodoto, I, it. 46, 51, 80, 164.
H.rólilo, I, 91, 97; II, 302.
Hem i.i, i. 848.
Herrick, J. B., I, 245; II, 874.
Hater, Christian Archibald, U, 283, 394.
índice de nombres personales
591
Hertwig, Osear, II, 60, 153.
Hertz: Heinrich, II, 2, 159, 178.
Herxheimer, J., II, 289.
Hery, T. de, I, 235, 240.
Hesíodo, I, 26.
Hess, Leo, II, 86, 320, 321.
Heurne, van Jan, I, 288.
Heusinger, C. F., I, 162.
Heurtcloup, Charles L. S , II, 110.
Hewitt, W. M., Graily, II, 239.
Hewson, William, I, 339, 340; II, 57.
Hey, William, II, 101.
Heysham, John, 1, 385.
Heywood, Thomas, I, 294.
Hicks, John Braxton, II, 243.
Hidalgo de Agüero, Bartolomé, II, 434, 436,
438, 439.
Hidlicka, A., I., 163.
Highmore, Nathaniel, I, 251.
Hildanus, Fabricius. (Véase Fabry.)
Hildbnrgh, W. L., 1, 32.
Hildegarda, Santa, I, 141.
Hildenbrandt, Johann Valentín, I, 388; II, 4S.
Hilton, John, II, 53, 101.
Hill, Gardner, II, 382.
Hill, Leonard, II, 196, 274, 285, 297, 385.
Hillairet, T. B., II, 297.
Himly, Karl, II, 244.
Hiuton, James, II, 251.
Hipócrates, I, 27, 37. 44, 54, 65, 69, 70, 72, 75, 78,
82, 83, 84, 85, 86, 87, 88, 89, 90, 96, 97, 100, 101,
116, 131, 133, 136, 138, 145, 167, 180, 188, 191,
225, 233, 247, 275, 299, 327, 360; II, 19, 45.
Hirsch, August, I, 127; II, 206, 249, 302, 303, 349.
Hirschberg, Julius, I, 114, 115, 122; II, 248, 249.
Hirt, Ludwig, I, 399; II, 297.
Hirtz, E. I., II, 398.
His, Wilhelm, II, 57, 60, 140, 146, 148, 149, 155,
190, 321, 361.
His, Wilhelm, Jr., II, 150, 151, 152.
Hitzig, II, 166, 167.
Hoehstatter, I, 318.
Hodge, Hugh Lennox, II, 36, 241.
Hodgen, John Thompson, II 235, 239.
Hodges, Nathaniel, I, 317.
Hodgson, Joseph, II, 23, 24, 253.
Hober, Paúl B., I, 4.
Hofer, Andreas, I, 277.
Hofler, Max, I, 3, 24, 27, 29, 70, 71, 161, 162, 181;
II, 303
Hoepfner, II, 350.
Hoernigk, Ludwig, I, 278.
Hoernle, August F. R., I, 57, 59; H, 303.
Hoif, van't Jakobus Henricus, II, 2, 199, 323.
Hoff, van John R., II, 340.
Hoffa, Albert, II, 229, 343.
Hoffmann, Erich, II, 218, 333.
Hoffmann, Friedrich, I, 318, 292, 326, 388, 394,
420, 426; II, 5, 297, 300.
Hoffmann, Johann, II, 285.
Hofmeister, Franz, II, 177.
Hogarth, William, I, 408.
Hoggkin, Thomas, I, 259; II, 18, 22, 23, 206, 367.
Hohman, George, I, 435.
Hokusai, II, 361.
Holbein, I, 104, 176, 177, 178, 186, 239, 242.
Holbrook, II, 55.
Holden, Luther, II, 142.
Holder, William, I, 285.
Holke, F., II, 244.
Holmes, Gordon, II, 241, 251.
Holmes, Oliver Wendell, I, 21, 24, 31, 36, 253,
313, 404; II, 4, 7, 14, 15, 32, 35, 36, 37, 42, 107,
126, 141, 145, 301, 306, 363, 376.
Holmes, William Henry, I, 10, 11, 18.
Holmgren, Alaiik Frithiof, II, 249.
Holt, Luther, Emmett, II, 273, 274.
Holtzendorf, Ernst Conrad, I, 425.
Holyoke, Edward Augustus, II, 40.
Holl, M., I., 212.
Holland, Philemon, I, 279.
Hollander, Eugen, I, 5, 67, 73, 164, 242, 290, 311,
320; II, 303.
Home, Sir Everard, I, 363, 394.
Home, Francis, I, 433, 393.
Homero, I, 17, 54, 71, 73, 75.
Honain ben Isaac. (Véase Johannitius.)
Honthorst, Gerard, 1, 309.
Hood, Thomas, II, 285.
Hooke, Robert, I, 255, 261, 272, 291; II, 60, 34S.
Hooker, II, 26.
Hooper, John, I, 413
Hoover, Charles F., II, 197, 274.
Hope, James, II, 24.
Hopkins, Frederick Gowland, II, 192, 198, 268,
274.
Hopkins, John, I, 223.
Hopkins, Jowland, II, 199.
Hoppe-Seyler, Félix, II, 157, 183, 196, 197, 199,
334.
Horace, Charles, II, 235.
Horbaczewski, Johann, II, 184.
Horn, von Ernst, I, 425; II. 275.
Horn, von Wilhelm, II, 275.
Horner, William Edmonds, II, 53, 54, 167, 336,
376.
Horsley, Sir Victor, II, 231, 232, 282, 319, 345.
Horstmann, Carl, II, 249.
Hosack, David, I, 399; II, 46, 297, 336.
Houstoun, Robert, I, 356; II, 128.
Howard, Henry, II, 244.
Howard, John, I, 385, 429, 433; II, 383.
Howard, Leland, II, 217.
Howard, R. P., II, 274.
Howe, Samuel G., II, 379.
Howell, William Henry, II, 192, 194, 200, 377.
Howitz II, 319.
Howland, II, 183.
Hoyos y Sáinz, II, 474.
Hrabanus, Maurus, I, 136, 137.
Hrdlicka, Ales, I, 17.
Hrigarth, I, 399.
592
HISTORIA DE LA MEDICINA
Hua, I, 20.
Huarte Navarro, Juan de Dios, II, 442, 451, 452.
Huchard, Henri, I, 84; II, 254, 290.
Huckleberry, Finn, I, IOS.
Huebner, II, 25.
Hueghes, A. W., II, 142.
Hueppe, Ferdinand, II, 297.
Huertas, II, 495.
Huf eland, Christian Wilhelm, I, 390, 327, 418,
425, 427.
Hughes, G., I, 433.
Hugo de Lucca, I, 21, 141, 142, 145.
Hugo Senensis, I, 158.
Hugo, Víctor, II, 297.
Huguier, Pierre-Charles, II, 129.
Humboldt, von Alexander, I, 243, 327.
Hume, I, 321.
Hundt, Magnus, I, 206.
Hunt, Reid, I, 208; II, 293.
Hunter. John, I, 98, 322, 339, 341, 352, 361, 362,
363, 364, 365, 396, 408, 414, 418; II, 234, 289,
345, 377.
Hunter, William, I, 110. 134, 212, 222, 235, 339,
346, 350, 352, 353, 354. 355, 356, 362, 380, 393,
394, 406, 418, 428; II, 25, 57, 87, 241 464, 465.
Huntington, David, II, 124, 306, 338.
Huntington, George, II, 282.
Hurd, Henry Mills, II, 288, 302, 383.
Hurtado de Mendoza, II, 471.
Husemann, Theodor, I, 3, 98, 142.
Hutchinson, Sir Jonathan, I, 184; II, 196, 231,
289.
Hutton, II, 23.
Huxham, John, I, 382, 383, 385, 409, 433, 435;
II, 18, 43.
Huxley, Thomas Henry, I, 14, 75, 107, 249; II, 23,
53, 82, 136, 137, 140, 141, 153, 192, 199, 374,
402.
Hyginius, I, 106.
Hyrtl, Josef, I, 157, 290; II, 38, 71, 72, 73, 142.
Hysern, Joaquin, II, 471, 478, 484, 485, 489.
I
Ibn Baltar, I, 120.
Ibn-cl-Ischechar, I, 118.
Ibn Gabirol, II, 422.
Ibn 8ina. (Véase Avlcenag.)
Ideíar, II, 383.
I-em-Uctep, I, 42.
Dberg, J., II, 303.
Immanuel, I, 298.
Ingah, Ephralm Fletcher, II, 250, 251.
liousz, Johann, I, 397, 434.
Ingerulev, E. I., 356.
iaa, I, 203, 219.
[DOOMtdO Iir, I, 170.
Ireland, II, 26.
Itaac Jurlaeui, I, 119, 137, 138, 158.
Isabel la Católica, II, 427.
Isenbec, V., II, 303.
Ishinto, I, 63.
Isidoro de Sevilla, Obispo, I, 136, 142; II, 421.
Isla, Díaz de, I, 184; II, 495 (Véase Ruiz.)
Israel, James, II, 216.
Israels, A. H., II, 302.
Itard, Jean-M.-G., II, 251.
Ivan III, I, 311.
Ivan IV el Terrible, I, 312.
Iwte, I, 42.
Jaboulay, Mathieu, II, 230, 344, 349.
Jaccoud, Sigismond, II, 254, 271.
Jackson, Charles T., II, 125, 273.
Jackson, James, I, 399; II, 7, 40, 41, 275, 288,
Jackson, John Hughlings, II, 167, 169, 273, 281,
285.
Jacob, I, 350.
Jacob de Gorli, I, 167.
Jacobi, Abraham, I, 1, 5, 318; II, 2, 29, 30, 48,
272, 367, 388, 394.
Jacobi, Johannes, I, 159, 197, 318, 416.
Jacobo, I, 35.
Jacobs, Henry Barton, II, 274, 380.
Jacobson, Julius, II, 248.
Jacques de Vitry, I, 180.
Jacques, Hermanos, I, 280, 357.
Jadassohn, Josef, II, 289.
Jaeger von Jaxtthal, Eduard, II, 38, 140, 244,
249.
Jaífé, Max, II, 179, 199, 274.
Jaksch, von Rudolf, II, 199, 274.
Jamain, II, 472.
Jamerius, I, 141.
James, Henry, II. 118, 363.
j James, Robert, I, 413.
James, William, I, 28; II, 235.
Jameson, Horatio Gates, II, 122, 345.
Janet, Pierre, II, 288, 325, 326.
Jane way, Theodore Caldwell, II, 272.
Janowsky, V., II, 289.
Jansen, I, 287.
Janssen, P.-J.-C, II, 164.
Janszoon, Coster Laurens, I, 187.
Janus Damascenus, I, 114. (Véase Messue.)
Jasser, I, 370; II, 251.
Jassinovski, Alexander, II, 349.
Jastrow, Joseph, I, 229.
Jastrow, Morris, I, 4, 60, 51.
Jasuhori Tambu, I, 63.
Javal, Emile, II, 249.
Javel, II, 398.
Jayne, Walter A., I, 5; II, 274.
Jeaffreson, John Cordy, I, 415, 416, 417; II, 301.
Jean de St.-Amand, I, 153.
Jee, B. Sin, II, 303.
Jellet, H, I, 355.
Jelliffe, Smith Ely, II, 288, 828.
índice de nombres personales
593
Jendxassik, Eugen, II, 171.
Jenner, Edward, I, 37, 322, 280, 395, 396, 397,
398, 399, 418, 433; II, 215, 307.
Jenner, Sir William, II, 43, 76, 268.
Jennings, Herbert Spencer, II, 153, 172.
Jenson, Nicolás, I, 140.
Jenty, Charles Nicolas, I, 350.
Jerden, Thomas Caverhill, II, 26.
Jerome de Brunswick, I, 142.
Jesty, Benjamin, I, 397, 434.
Jesús Sirach, I, 55.
Joachim, H., 1, 42, 43.
Job, I, 28.
Jobert de Lamballe, Antoine Joseph, II, 130.
Joffry, Alexis, II, 279.
Johannes Actuarius, I, 111.
Johannes Afflacius, I, 138, 140.
Johannes de Tornamira, I, 155.
Johannes Hispanicus, I, 153. (Véase Juan de To-
ledo.)
Johannes Platearius, I, 139, 140.
Johannitius, I, 114, 115, 138, 153, 167.
John de Ardenne, I, 166, 235.
John of Burgundy, I, 183.
John of Salisbury, I, 131.
Johnson, Samuel, I, 294, 300, 340, 379, 412, 417.
Johnston, W. W., II, 274.
Joinville, Jean de, I, 180, 242.
Jolly, Julius, I, 58; II, 383.
Jones, F. Wood, I, 4, 46.
Jorden Esward, I, 279.
Joseph, G., II, 8.
Juan XXI, I, 160.
Juan XXII, I, 292.
Juan de Toledo, I, 139, 153.
Juana de Ñapóles, I, 166.
Jones, John, I, 399, 435.
Jones, Joseph, II, 274.
Jones, Henry Benoe, II, 86.
Jones, Thomas Wharton, II, 244.
Jones, W. H. S., I, 107.
Jonson Ben, I, 287, 294, 300; II, 274.
José II, I, 353.
Josephus, I, 54.
Joshua, I, 159, 408.
Joslin, II, 183.
Josse, I, 32.
Joubert, Joseph, II, 209.
Joubert, Laurent, I, 148, 286.
Joule, James Prescott, II, 2, 158.
Joung, Thomas, I, 43; II, 244.
Jourdain le Comte, I, 384.
Juengken, I, 279.
Juettner, Otto, II, 45, 357, 358.
Jukes, Edward, II, 295.
Jung, Carl G., II, 171, 288, 327.
Junod, Victor-Theodore, II, 295.
J urine, Louis, I, 344.
Jussieu, Antoine Laurent de, I, 98, 323, 324.
Justiniano, I, 286.
Juvenal, I, 93.
Historia de la Msdioina.-T. II
K
Kaempf, Johann, I, 328, 388.
Kahlbaum, Karl, II, 288.
Kalkar, Jan, I, 215.
Kanelles, I, 85.
Kant Immanuel, I, 14, 132, 321; II, 8.
Kanutus, I, 197.
Kaposi, Moriz, II, 35, 288, 289.
Kaspar, Wilh., II, 68.
Kast, Alfred, II, 206, 294.
Katterfelto, Gustavus, I, 415.
Kaulbach, von Wilhelm, II, 361.
Kay, De, II, 55.
Kaye, John (Véase Caius), I, 191, 192.
Keating-Hart, De, II, 342.
Keating, John, II, 273.
Kedman Cox, John, I, 399.
Keen, William Williams, I, 253; II, 124, 142, 234,
284, 343, 368.
Kehr, Hans, II, 344.
Kehrer, Ferdinand Adolf, II, 239.
Keibel, Franz, II, 152, 156.
Keith, Arthur, II, 144, 321.
Kekulé, August, II, 199, 334.
Kelvin, Lord, II, 2, 31, 85, 158, 199, 298.
Keller, Ferdinand, I, 19, 170; II, 101, 141, 260,
Kelley, Edward, I, 204.
Kellogg, Paúl M., II, 386.
Kelly, Howard Atwood, I, 223, 238, 284, 361, 427;
II, 23, 130, 132, 239, 240, 302, 303, 370.
Kenelm, I, 295.
Kent, Stanley, II, 321.
Kepler, Johann, I, 204, 260, 263, 264, 291,
294.
Kerckring, Theodor, I, 252.
Kerler, D. H., I, 29.
Kern, von Vincenz, II, 110.
Kerner, Justinus, I, 392.
Kernig, Vladimir Michailovich, II, 274.
Ketham, Johannes de, I, 206, 207, 208.
Key, Charles Aston, II, 93.
Key, Ellen, II, 326.
Keyser, Thomas de, I, 289.
Kilborne, F. L., II, 220, 328, 330.
Kilian, Hermann Friedrich, II, 241.
Killian, Gustav, II, 250, 251, 258, 274.
Kimball, Gilman, II, 129.
King, Albert, F. A., II, 216, 238.
King, John, II, 127.
Kipling, Rudyard, I, 17.
Kircher, Athanasius, I, 254, 255, 295, 298, 318,
391; II, 206.
Kirchhoff, Gottlieb Sigismund, II, 2, 86.
Kirkpatrick, T. P., I, 355, 433.
Kirmisson, II, 344.
Kirstein, Alfred, II, 250, 274.
Kitasato, Shibamiro, I, 63, 398; II, 212, 215, 217,
369.
Kiwisch, Franz, II, 129.
Kjeldahl, Johann, II, 182, 199.
88
594
HISTORIA DE LA MEDICINA
Klebs, Arnold C, I, 4, 5, 18, 157. 212, 214, 262, 300,
433; II, 380.
Klebs, Edwin, I, 100; II, 207, 208, 211, 213, 215,
367.
Klein, von Karl A., I, 42.
Klein, W., II, 379.
Klencke, Hermann, I, 256; II, 206.
Kluechler, Heinrich, II, 244.
Knapp, Hermann Jacob, II, 248, 297, 394.
Kneipp, Pastor, II, 295.
Knight, Jonathan, II, 124, 250.
Knopf, S. Augustus, II, 380.
Knorr, II, 293.
Knox, Robert, II, 48, 51, 52, 140, 142, 376.
Knutsson, Bengt, I, 197.
Kober, George M., II, 217, 297, 386.
Koch, Robert, I, 63; II, 205, 206, 208, 210, 211,
212, 213, 215, 221, 249, 269, 274, 328, 397.
Kocher, Theodor, II, 230, 245, 319, 346, 397.
Koeberlé, Eugene, II, 129, 310, 223, 236, 238,
239.
Koeck, Christian, I. 348.
Koehler, A., I, 303.
Koelpin, Alexander, I, 370.
Koelliker, von Albert, II, 55, 60, 69, 70, 149,
162, 169, 174, 321.
Koenig, J., II, 297.
Koeroesi, von Joseph, II, 300.
Koerte, Emil Werner, II, 843, 344.
Kofoid, C. A., II, 153.
Kohler, I, 358.
Kolle, Wilhelm, II, 341.
Koller, Carl., II, 294.
Kolletschka, Jakob, II, 36.
Kollmann, Julius, I, 254; II, 142.
Koning, P. de, I, 118.
Koplik, Henry, II, 274.
Kopp, Johann Heinrich, I, 200; II, 47, 320.
Korányi, Sandor, II, 199, 274.
Korsakoff, Sergiei Sergieievich, II, 287, 288.
Kossel, Albrecht, II, 157, 183, 198, 199, 397.
Kouwer, B. J., II, 239.
Kovalevski, P. J., II, 155, 287.
Kraepelin, Emil, II, 286, 383.
Kraffheinn, von Croto, I, 204.
Krafit-Ebing, von Richard, II, 172, 287, 301,
325, 326.
Krakowizer, Ernst, II, 250.
Eraske, Paúl, II, 229.
Kratzenstein, I, 341.
Krause, i'edor, II, 229.
Krause, Heinr. Carl, II, 69.
Krebs, Nikolaus, I, 263.
Kreutzcr, J I, 199.
Krit-K, i; ibert, n, 251.
, ron Johanna n. 187, L88, L90, 249.
Eraneolnr, Sago, i, 881; n, 1 <»:;, 177. 1-
190.
Croon, J. 1:., 1, 289.
KruK, H'-ri.wj, II, 238.
' Kg, Ptfc r, I, 15.
Kruse, W., II, 329.
Kuechenmeister, G. F. H., II, 215, 328.
Kuehn, C. G., I, 99, 104.
Kuehne, Willy, II, 148, 157, 162, 175, 176, 178,
199, 204, 249.
Kuelz, Eduard, II, 183, 199.
Kuene, I, 337.
Kunkel, Johann, I, 293.
Kurella, Ernst Gottfried, I, 420.
Kussmaul, Adolf, II, 171, 183, 199, 244, 255, 258,
263, 274, 285, 295, 325.
Kuster, Ernst, II, 229, 251.
Kutscher, II, 199.
Kyes, Preston, II, 284.
Lacaba, Ignacio, II, 465, 470, 471.
La Chapelle, Madame, II, 241.
Lachs, J., I, 233.
Lacuadra, Alfonso, II, 436.
Lacumarcino, Jacobo da, I, 203.
Ladmiral, Jan, I, 350.
Laehr, Heinrich, II, 288.
Laénnec, R. T. H., I, 84; II, 7, 8, 9, 12, 16, 18, 28,
32, 33, 364, 365.
La Fetra, Linnaeus, II, 273.
Lafleur, Henri A., II, 270, 328.
La Garde, Louis A., II, 341.
Lagasca, Mariano, II, 466.
Lagrange, Joseph-Louis, I, 322, 344.
Laguna, Andrés, II, 433, 440, 443.
Lallemant, Amédée-Henri, II, 110.
Lamarck, Jean- Bap tiste, II, 52, 135.
Lamb, Charles, I, 244.
Lambert, Antoine, II, 110.
Lambí, W., II, 328.
La Montague, Johannes, I, 313.
Lancisi, Giovanni Maria, I, 218, 318, 390, 391,
426, 432, 433.
Landerer, A. S., II, 294.
Landois, Leonhard, II, 190, 200, 215.
Landolt, Edmund, II, 249.
Landouzy, L., I, 408.
Landry, Octave, II, 285.
Landsberg, I, 85, 96.
Landseer, Henry, II, 52.
Landsteiner, K., II, 215.
Lane, William Arbuthuot, II, 342.
Lane-Claypole, Jane E., II, 320.
Lanfranc o Lanfranchi de Milán, I, 144, 145, 168,
221.
Lang, Andrew, II, 141,
Langdell, Christopher C, II, 54a
Lange, Johann, I, 158, 191, 203.
Langtnbeok, von Bombard, 1, 360; II, 114, 90,
120, 216.
Langenbeck, Conrad Johann Martin, II, 110, 129:
266.
Langenbuch, Carl, II, 229.
ÍNDICE DE NOMBRES PERSONALES
595
Langerhans, Paúl, II, 148.
Langlois, P., II, 319.
Langrage, II, 353.
Langrey, John Newport, I, 341, 342; II, 169, 178,
191, 193, 377.
Langworthy, Charles P., II, 182.
Lankester, Sir Edwin Ray, II, 62.
Laorden, II, 484.
Laqueur, Ludwig, II, 248.
La Peyronie, Francois Gigot, I, 421, 422.
Laplace, Pierre-Simon de, I, 322, 343, 369; II
181, 182.
La Reina, Francisco, II, 434.
La Rosa, II, 501.
Larrey, Dominique- Jean, II, 102, 90, 244.
Laskaris, Janos, I, 112.
Lassar, Oskar, II, 295.
Latham, Michel S., I., 344.
Latham, Peter Mere, I, 344; II, 24, 140.
Latorre, Castro, II, 472.
La Torre, Felice, II, 243.
Latour, Cagniard, II, 62, 86.
Laufer, Berthold, I, 18.
Laufer, Heinrich, II, 302.
Laurens, Andre du, I, 277.
Lavater, J. C. C, I, 351, 392.
Laveran, Alphonse, II, 216, 330, 331, 338, 397.
La Vigoureux, I, 299.
Lavinder, Claude ^H., II, 329.
Lavoisier, Antoine- Laurent, I, 272, 322, 325, 342,
343; II, 181, 182, 195.
La Voisin, I, 299.
Lawrence, Sir Thomas, II, 93.
Lawrence, Sir William, II, 101, 141, 244.
Layard, Sir Austen Henry, I, 49, 50, 114.
Lazarus, Adolf, II, 206.
Lazear, Jesse William, II, 338, 339, 342.
Lea, Isaac, II, 55.
Leber, von Ferdinand, I, 424.
Leber, Theodor, II, 248.
Le Blon, Jacques-Chris., I, 350.
Lecky, William Edward Hartpole, I, 129; II, 357.
Leclef, II, 215.
Leclerc, Daniel, I, 285, 395.
Le Clerc, Gabriel, I, 280.
Lecha Marzo, Antonio, II, 506.
Ledderhose, Georg, II, 198.
Leduc, Stephan, II, 294.
Lee, Alexander, II, 543.
Leersum, van E. C, I, 328, 176.
Leeuwenhoek, van Antonj., I, 253, 256, 257,
287, 291; II, 206.
Lefferts, II, 250.
Legallois, Julien-Jean-César, II, 76, 81.
Legrand, Noé, I, 407, 408; II, 303.
Lehmann, II, 177.
Leibnitz, I, 245; II, 302.
Leichtenstern, Otto, II, 285.
Leidy, Joseph, II, 58, 144, 145, 216, 376.
Leigh, John, I, 400.
Leischner., Hugo, II, 319, 346.
Leishman, Sir William Boog, II, 330, 338.
Lemaire, Francois-Jules, II, 222.
Lembert, Antoine, II, 110.
Lémery, Nicolás, I, 279, 291, 297.
Lemos, M., II, 302.
Leraus, Luis de, I, 191; II, 442.
Lenhosse, II, 149.
Leo A frican us, I, 125.
León, II, 439.
Leonard, W. E., I, 76, 351.
Leonardo da Vinci, I, 187, 209, 212; II, S02.
Leonardo de Bertapaglia, I, 149.
Leoniceno, Niccolo, I, 100, 184, 186, 188, 190,
203, 228, 236, 240.
Leónidas, I, 109.
Leopardi, Giacomo, I, 253.
L'Epée, Charles-Michel de, Abate, I, 370, 371, 386.
Lepsius, Richard, I, 43.
Leroy d'Etiolles, J. J. J., II, 110.
Le Sage, Alain-René, I, 307, 409.
Lespleigney, Thibault, I, 230.
Lesser, I, 41, 127.
Lessing, Ephraim Gotthold, I, 179, 406.
Letamendi y Manjares, J., II, 458, 471, 474, 475.
Letterman, Jonathan, I, 381; II, 338.
Lettsom, John Coakley, I, 378, 380, 381, 393, 394,
404, 415, 417, 419; II, 274,
Leube, Wilhelm, II, 198.
Leuckart, Rudolf, II, 215, 328.
Levascher, I, 358.
Lever, Charles, II, 363.
Lever, John C. W., II, 241.
Levret, Andre, I, 353, 356; II, 38.
Levy, Michel, II, 297.
Lewis, James, II, 171, 284, 322, 328, 330.
Lexer, Erich, II, 343, 344.
Leyden, von Ernst, II, 205, 255, 256, 261, 361,
367, 380.
Leydig, Franz, II, 147.
Libavius, Andreas, I, 204, 205, 279.
Licurgo, I, 80.
Lichtheim, Ludwig, II, 205, 285.
Liebéault, Ambroise-Auguste, II, 27, 279, 295.
Lieberken, J. N., I, 253, 347.
Liebig, von Justus, II, 2, 73, 84, 83, 85, 126, 180,
181, 196, 198, 295, 323, 369.
Liebermeister, von Carl: II, 205.
Liebreich, Oscar, II, 293, 369.
Liebreich, Richard, II, 248.
Liepmann, Hugo Karl, II, 285.
Lieutaud, Joseph, I, 346.
Lignamine, J. F. de, I, 195.
Lillie, Frank Rattray, II, 153.
Limón Montero, Ildefonso, II, 442.
Linacre, Thomas, I, 102, 104, 188, 190, 197,
235, 230; II, 270.
Lind, James, I, 385, 393, 394; II, 25.
Ling; Henri, II, 296.
Lining, John, I, 400.
Linneo, Carl, I, 91, 98, 321, 322, 323, 324, 427;
II, 141, 285.
596
HISTORIA DE LA MEDICINA
Lint, J. G. de, I, 350, 415.
Linton, A. W., I, 173, 301.
Lipper, I, 115.
Lippmann, Gabriel, II, 162, 322.
Lis franc, Jacques, II, 90, 105, 106.
Lister, Lord Joseph, II, 208, 221, 222, 223, 298,
361, 369.
Lister, Joseph Jackson, I, 37, 104, 134, 142, 222,
430; ll, 2, 58, 97, 221.
Lister, Martin, I, 260, 279, 365.
Listing, Johann Benedict, II, 244.
Listón, Robert, II, 38, 90, 94, 126, 249.
Litten, II, 205.
Little, William John, II, 113, 285.
Littré, Emile, I, 87, 89, 230; II, 1, 73, 303.
Littrow, von Joseph Johann, I, 315.
Litzraann, Carl C. T., II, 241.
Liveing, Edward, II, 285.
Lizars, John, II, 100, 128.
Lobera de Avila, Luis, II, 433, 431, 439, 440,
442.
Lobo Regidor, II, 503.
Lobstein, J. G. G. F. M., II, 47, 206.
Locke, John, I, 158, 245, 305.
Locy, William A., I, 206, 247.
Loder, von Justus C, I, 346.
Loeb, Jacques, I, 33, 338; II, 74, 157, 171, 172,
181, 199, 308, 316, 317, 318, 397, 400.
Loeffler, Fr., I, 255.
Loeffler, Friedrich, I, 255, 370; II, 212, 213, 214,
215, 337, 338.
Loesch, Friedrich, II, 328.
Loewemberg, Benjamín, II, 251.
Lombard, II, 171.
Lombroso, Cesare, I, 127; II, 140.
Long, John St. John, I, 35; II, 389.
Long Crawford, Williamson, II, 125.
Longfellow, Henry W., I, 22, 132.
Longhi, Pietro, I, 409.
Longmore, II, 25.
Lonicerus, Adam, I, 237.
Loomis, Alfred L., II, 271.
Looss, Arthur, II, 329.
López de Corella, II, 440.
López de Hinojosa, Alonso, II, 232.
López de León, Pedro, II, 434, 4.'} 8.
Villalobos, Francisco, II. lL( 3
1 1, 501.
Ooafia, II, 601.
l/.p'v. y Harria, U, 483.
Lorain, p.iii, ii,
Loredo, n, Lis.
Lorente y Asen-i, 1 1
■, ¿dolí, ll, 229, I
i, lí, 171.
tadoU Hermann, n, 171.
I •
l'i.-rr. ■-« ti.ii : 6, 12, 28,
m.
ii.. II. 110.
Loathcrboarfc f, ti i.
Louyer-Cillermay, Jean-Baptiste, II, 47.
Lovett, Robert W., II, 344.
Lowe, Peter, I, 225.
"jowell, James Russell, II, 129, 390.
Lowenhard, II, 275.
Lower, Richard, I, 251, 267, 273, 278.
Lowy, E., I, 143; II, 182.
Lozano, II, 471.
Lubabin, II, 198.
Lucae, Johann C. A., II, 251.
Lucas Cranach, I, 176.
Lucas- Championniére, Just M. M., II, 223.
Lucas, van Ley den, ^1, 242.
Lucena, Luis de, II, 440.
Luciani, L., II, 169, 200.
Lucrecio, I, 25.
Ludemann, J. C, I, 415.
Ludwig, Carl, I, 331, 372; II, 72, 73, 78, 79, 157,
169, 185, 186, 187, 188, 189, 190, 193, 196, 199,
205.
Luini, I, 178.
Luis XIV, I, 298, 299, 304, 316, 421.
Luis XV, I, 421.
Luis y Simón, II, 481.
Luisinus, I, 203.
Lulio, Raimundo, I, 154, 292.
Luque, Solano de, II, 455, 456.
Luschka, von Hubert, II, 250.
Lusitanu3, Amatus, I, 280.
Lusitanus, Zacutus, I, 277.
Lusk, Graham, II, 183.
Lusk, William Thompson, II, 241.
Luther, Martin, I, 28.
Lyell, II, 135, 140.
Luzuriaga, II, 466.
LL
Llobet, II, 471.
Llórente Matas, Vicente, II, 500.
Lloret y Martí, Francisco, II, 458.
Maar, Wilhelm, II, 304.
McBryde, I, 326; II, 337.
McBurney, Charles II, 235.
Macallum, Archibald, II, 165, 199.
McCallum, William George, II, 216, 270, 319, 820.
IfoOaw, Walter D., I, 4; II, 306.
Maolaurin, I, 428.
JdoClellan, Goorge, II, 122, 142.
HoClintlok, Thomas B., II, 842.
tfeOUntook, A. H., I, 355.
tfcClung, Olorenoe Brwin, II. 153, 317, 818;
MaoCormAC, Sir William, II, 231.
KfoOreary, Charlea, u, L22.
McCulloch, Champe C, I, 4; II, 306.
MacDonnald, A. H., I, 399.
índice de nombres personales
597
McDowell, Ephraim, II, 90, 118, 127, 128, 234,
236.
Macer, Floridus, I, 139.
McEwen, Sir William, II, 141, 231, 343.
Macfadyen, Allen, II, 337, 342.
Macgill, George, II, 121.
McGuire. Hunter, II, 122.
McLeane, Lauchlin, I, 399.
McLennau, F., II, 141.
Mackenrodt, Alwin Karl, II, 239.
Mackenzie, James, II, 244, 322.
Mackenzie, Sir Morelle, II, 250.
McNamara, II, 26.
MacMichael, William, II, 301.
McPherson, II, 26.
Mach, Ernst, II, 159.
Machado, A., II, 418.
Machaon, I, 73.
Machin, John, I, 394.
Machlinia, W., I, 197.
Macht, David, I, 15; II, 293.
Madelung, Otto Wilhelm, II, 105,
Maestre de San Juan, II, 471, 488.
Magati, Cesare, I, 280; II, 110.
Magelssen, A., I, 276.
Magendie, Francois, I, 339; II, 28, 50, 57, 73, 74,
75, 81, 173, 175, 177, 181, 199, 215, 290, 294, 377.
Maggi, Bartolommeo, I, 224.
Magnino de Milán, I, 155.
Magnus, Alherto, I, 199.
Magnus, Gustav, I, 127, 344; II, 195.
Magnus-Levy, Adolf, II, 183, 199, 263.
Mahoma, I, 113.
Maier, Michael, I, 204.
Maier, R., II, 258.
Maimónides, II, 422.
Maine, Sir Henry, I, 114; II, 141.
Maisonneuve, Jacques G. T., II, 110, 130.
Maitre-Jean, I, 367.
Malacarne, Vincenzo, I, 394.
Malcolmson, John Grant, I, 26.
Malfi, Tiberio, I, 308.
Malgaigne, Joseph-Francois, I, 75, 87, 140, 230;
II, 90, 107, 142.
Malmesbury, William de, I, 296.
Malmsten, Petr Henrik, II, 328.
Malpeghino Giovanni, I, 188.
Malpighi, Marcello, I, 249, 251, 253, 257, 258, 259,
260, 269, 287; II, 22, 60.
Malthus, Thomas Robert, II, 135, 300.
Maly, II, 178.
Mall, Franklin Paine, II, 152, 156, 178, 376.
Mallory, Frank Burr, II, 206, 331, 336.
Manardi, Giovanni, I, 188.
Mandeville, Sir John, I, 183.
Manduyt, I, 341.
Mangin, L., IT, 297.
Maningham, I, 428.
Mann, E., II, 46.
Mann, James, II, 122.
Manouvrier, Leonce, I, 18.
Mansi, G. D., I, 160.
Manson. Sir Patrick, II, 216, 328.
Mantegna, I, 209, 289.
Mantel, I, 307.
Manzini, Carlo Antonio, I, 179.
Manzoni, Alessandro, I, 316.
Mapp, Mrs., I, 408, 412.
Marabelli, Francesco, 11,^88.
Maragliano, Edoardo, II, 215, 265.
Marbod, Obispo, I, 139.
Marcet, Alexander, II, 86, 183.
Marcial, I, 106.
Marco Antonio della Torre, I, 209.
Marco Polo, 1, 288.
Marconi, II, 2.
Marcos, Benjamin,rrII,""445.
Marcos de Toledo, I, 153.
Marcy, Henry Orlando, II, 235, 238.
Marchetti, Pietro de, I, 280.
Marchiafava, Ettore. II, 216, 265.
Mareschal, Georges, I, 304, 421.
Marey, Etienne-Jules, II, 162, 164.^190, 322.
Marfan, D. J. A., II, 255.
María Pavlovna, Giran Duquesa^TL, 396.
Maria-Theresa, I, 424.
Mariani, Juan Manuel, II, 495.
Marianini, Stefano, II, 160.
Mariano Santo di Barletta, I, 224.
Marie, Armand, II, 329.
Marie Pierre, II, 41, 109, 279, 280, 278, 285, 320,
329, 377.
Marileif, I, 163.
Marinesco, Georges, II, 320.
Mariotte, Edme, I, 264.
Marius, Obispo de Avenches, I, 112, 117.
Mark, Leonard, I, 409.
Marlow, Christopher, I, 142, 143.
Marmorek, I, 172.
Maroja, Cipriano, II, 440.
Márquez, 11,^502.
Marro, G., I," 11.
Marryat, Frederich, I, 59.
Marshall, Justicia Mayor, II, 73, 81, 82, 124, 191,
303,
Martin, August, II, 132, 238.
Martín, Benjamin, I, 394.
Martín de Pedro, Ezequiel, II, 405.
Martin, Henry Newell, II, 192, 196, 370.
Martin, Sir James Ranald, II, 25.
Martin, W., I, 176.
Martine, George, I, 376.
Martinez, Martin, II, 457, 458.
Martinez Molina, II, 471, 474, 495, 496.
Martinez, Pedro, II, 466.
Marsilio de Santa Sophia, I, 158.
Marx, Karl F. H , I, 91, 127; II, 202, 302, 303, 337.
Masaccio, I, 209.
Mascagni, Paolo, I, 346; II, ¿57.
Marchek, J., II, 365.
Masdevall, José, II, 4457.
Masona, Obispo, I,""l36; II, 421.
598
HISTORIA DE LA MEDICINA
Maspero, Gastón, I, 43.
Massa, Niccolo. I, 203.
MastaUr, J. J., I, 429.
Mata y Fontanet, Pedro, IT, 466, 467.
Matas, Rudolph, II 343, 350.
Mather, Cotton, I, 28.
Matteucci, Carlo, II, 70, 160.
Matthaeus, Platearius, I, 140, 185.
Matthaeus, Silvaticus, I. 142, 154, 157, 158.
Matthiew, A, I, 87, 129.
Matthis, Florián, I, 282.
Mattioli, Pietro Andrea, I, 98, 188, 190, 228. 297.
Maubray, I, 428.
Maudsley, Henry, II, 287.
Maupas, II, 316.
Mauquest de la Motte, Guillaume, I, 356.
Mauriceau, Francois, I, 282, 283, 288, 356.
Maurolyco, Francesco, I, 230.
Maurus, I, 140.
Mausa, I, 32.
Maximiliano I, I, 185.
Maxwell, Clerk, II, 2.
Maxwell, Sir William S., I, 295.
May, Johann, I, 235.
Maydl, Karl, II, 229.
Mayer, Robert, II, 2, 158, 199.
Mayo, Charles Horace, II, 199, 344.
Mayo, Herbert, II, 206.
Mayo, William James, II, 235, 343.
Mayow, John, I, 260, 273, 274, 275, 291, 325, 343;
II, 57. 58.
Mead, Richard, I, 302, 360, 379, 417, 419, 420.
Means, II, 182.
Meckel, August Albrecht, I, 348.
Meckel, Johann Friedrich, I, 348, 389.
Meckel, J. H., I, 348, 349; II, 155, 206, 249.
Meckel, Philipp Friedrich Theodor, I, 347, 348.
Meersoheidt-Huellesem, von L., II, 326.
Mehring, von J., II, 183, 263, 294, 319.1
Ketbom, Heinrich, I, 251, 252, 290. fij
Meige, Henri, II, 279
Meigs, Charles D., II, 36, 129, 241.
Meigs, J. A., I, 2:,4.
Ketnhold, Wflhelm, I, 293.
Meissner, Georg, II, 169, 178.
M-li la, J. I',., II, 400, 411, 412, 413, 41 1, 419.
Melier, Francois, II, 297.
Heftier, - untie] Jnmee, n, 177, 163, 164, 293, 343,
401.
Hell r. II, 183.
• t<i» Bandines, I, 213.
HeOln, i
, II, 140.
I!. 106.
' i B9,*808,
• '.in.
¡fen Id B, ii. 626.
|( tf, ii 2.
r.ts
0, 161,
108.
Menéndez Pidal, II, 418.
Meniere, Prosper, II, 77, 251, 303.
Menon, I, 91.
Mentelin, Johann, I, 188.
Mercado, Luis, II, 440, 441, 442, 443, 444
Mercer, Hugh. I. 401.
Mercier, Charles Arthur, II, 287, 301.
Mercuriali, Jerónimo, I, 191, 203.
Mercurio, I, 119, 284.
Merkel, Carl Ludwig, II, 250.
Merkel/'F. S., II, 142, 148.
Merling, II, 294.
Merrem, II, 345.
Merrill, James C, II, '306.
Mervyn, Arthur, I, 400.
Mery, J., II, 244.
Meryon, Edward, II, 301.
Mesmer, Franz Anton, I,' 35, 161, 391, 392, 411.
Mesnil, II, 330.
Messue el Viejo, I, 114, 159.
Messue, Jr. (Pseudo Messue), I, 120.
Mestivier, I, 361, 393.
Metchnikoff, Elie, I, 127; II, 209, 214, 217, 218
333, 337, 397.
Metlinger, Bartholomaeus, I, 191.
Metsu, Gabriel, I, 311, 319, 320.
Mettauer, John Peter, II, 130.
Meunier, León, II, 303.
Meyer, Adolf, II, 287, 383.
Meyer, Hans, II, 291.
Meyer, Lothar. II, 188, 195, 196.
Mcyer-Steineg, T., II, 304.
Meyer, Willy, II, 343.
Meyerhof, I, 115.
Meyncrt, Theodor, II, 38, 186.
Meyserey, I, 384.
Mezeray, I, 180, 181.
Mialhe, II, 179.
Mibelli, Vittorio, II, 289.
Michelet, I, 304.
Michelspacher, S., I, 252.
Michaelis, Gustav Adolf, I, 283; II, 37, 129, 241.
Middelburg, von Paúl, I, 185.
Middeldorpf, von Albrecht Theodor, I, 195; II.
115.
Middleton, Peter, I, 400; II, 302.
Middleton, Thomas, I, 142, 147.
Middleton, William, I, 230.
Mierevelt, van, I, 289.
Uteris, van Frans, I, 311, 319, 320.
BUescher, Johann Kriedrich, II, 183, 198, 199, 291'
Miguel Angel, I, 209.
Mikulicz- ELadeeld, von Johann, II, 224, 226.
Millán, II, 472.
Millar, John, I. :*94.
Billion, \. B. Eugene, II, 86.
MiiN, Chaxlei Cenner, I, 404; II, 283.
Mills, II. V., II, 387.
Milne, Joshua, I, 102, 385; II, 331.
Milroy, William S., II, 283.
Milton, John Laws. 1, 245; II, 281, 280.
índice de nombres personales
599
Minderer, Raimund, I, 279, 291, 294, 297.
Minkowski, Oscar, II, 183, 184, 263, 319
Minimis I, I, 282.'
Minot, Charles Sedgwick. II, 60, 70, 156,273, 359,
376, 394, 403.
Mirfeld, John, I, 156.
Mitchell. John Kearsley, II, 40, 41, 274.
Mitchell, S. Weir, I, 1, 5, 263, 372, 376, 400; II,
25, 124, 127, 169, 171, 249, 274, 283, 284, 302,
363, 372, 383.
Mitridates, I, 92.
Missell, II, 273.
Moeller, Julius O. L., II, 269.
Moenkemoeller, Eduard Otto, I, 430; II, 288.
Moerner, K. O. H., II, 198.
Mohl, von Hugo, II, 63.
Mohr, Bernard, II, 47, 320.'
Mohsen, Johann Carl Wilhelm, I, 395.
Molard, II, 297.
Moleschott, Jacob, II, 182, 295, 297.
Moliere, Jean-Poquelin, I, 32, 245, 304, 305, 306,
328.
Molins, Edward, I, 282.
Molyneux, Thomas, I, 428.
Moll, Albert, I, 127, 353; II, 287.
Momberg, Fritz, II, 243.
Monakow, II, 167.
Monardes, Meólas, I, 184, 186, 230, 243, 298.
Monardes, Giovanni, I, 188.
Mondeville, Henri de, 1, 142, 145, 146,150, 155,
158, 168, 195, 208, 221; II, 229.
Mondino de Luzzi, I, 104, 146, 150, 158, 206.
Monlau y Roca, Pedro, II, 470.
Monro, Alexander, primus, I, 253, 289, 340, 345,
346, 420, 427.
Monro, Alexander, secundus, I, 340, 346, 420, 435;
II, 47, 118.
Monro, Alexander, fortius, I, 345, 420, 435; II, 47.
Monro, John, 1, 345. 346, 420, 435; II, 47, 376.
Montagnana, Bartolommeo, I, 158, 159, 174, 184,
240.
Montagu, Lady Mary Wortley, I, 17r'397-"433.
Montaigne, Michel de, I, 52; II, 454.
Montalembert, I, 129.
Montano, Arias, II, 434, 435.
Montanus, J. B., I, 191. f* ^
Montaña de Montserrat, Bernardino, II, 431, 434.
Montefiore, Sir Moses, II, 23.
Montejo, 1, 184.
Montemayor, II, 439, 490.
Montesinos, Pablo, II, 466.
Montessori, Maria, II, 325.
Montoto, II, 418.
Moon, William, II, 244.
Mooney, J., I, 16.
Moore, George, I, 199.
Moore, Sir Norman, I, 225, 408; II, 25, 301.
Morales Arjona, II, 495.
Morax/ Victor, II, 249.
Morcillo, Fox, II, 448, 452.
More, Thomas, I, 245.
Moreau, P. Francois, I, 358, 428.
Morehead, Charles, II, 25.
Morehouse, George R., II, 124, 284.
Morel, I, 280.
Morestin II, 344.
Morgagni, Giovanni Battista, I, 218, 220, 211,
322, 371, 372, 373, 374, 419; II, 206.
Morgan, von August, I, 1.
Morgan, John, I, 338, 399, 400, 401, 402; n,'ll.
Morgan, Lloyd, II, 172.
Morgan, Pierpont, I, 52; II, 216.
Morgan, Thomas Hunt, II, 140, 141, 156, 117,
318.
Morison, Robert, I, 260.
Morley, I, 318.
Moro, Ernst, II, 337.
Morris, Manuel, I, 168.
Morris, Robert T., II, 171,^235, 389.
Morse, John Lovert, II, 272.
Morstede, Thomas, I, 166.
Mortillet, Gabriel de, I, 40; II, 141.
Morton, Richard, I, 277, 298, 318.
Morton, Samuel George, II, 53, 45, 55.
Morton, Thomas G., II, 282.
Morton, William Thomas Green, II, 125, 126, 140.
Morvan, Augustin-Marie, II, 275.
Morcati, I, 327.
Moschion, I, 192, 207.
Mosés de Lieja, I, 159.
Mosés Maimónides, I, 118, 120.
Mosse, Bartholomeo, I, 428.
Mosso, Angelo, II, 162, 164, 172, 177, 188, 196,
369, 377.
Motherby, George, I, 434.
Motley, John Lothrop, I, 301.
Motos, De, IT 419.
Mott, Frederick Walker, II, 287.
Mott, Valentine, II, 90, 107, 118, 120, 121; II,
234.
Motte, De la, L 282.
Moultrie, John, I, 434.
Mowon, Walter, II, 267/1
Moynihan, Sir B. G. A., II, 343.
Mozans, S. J., I, 20.
Mozart, II, 322.
Much, II, 301. 1
Muery, A., II, 303.
Mueller, Franz, II, 342.''
Mueller, Friedrich, II, 138, 140, 155, 183, 155,
264, 377.
Mueller, Hermann Franz, II, 39, 521, 342.
Mueller, Johannes, I, 331, 365, 389; II, 28, 30, 50,
55, 56, 57, 58, 61, 62, 72, 80, 173, 199, 216,'250,
328.
Mueller, W. Max, I, 31, 41; II, 190.
Muellerheim, Robert, I, 5, 178; II, 308.
Mumford. James Gregory, I, 401; II, 272, 101.
Munde, Carl, II, 295.
Mundinus, I, 151, 206.
Mundy, von Jaromir, II, 208.
Munk, Hermann,1*'!!, 167.
600
HISTORIA DE LA MEDICINA
Munson, Edward L., 11, 341.
Muñoz, II, 495.
Murchi30n, Charles, I, 433; II, 26.
Murillo, Jerónimo, I, 317; II, 435.
Murlin, II, 183.
Murphy, John Benjamín, II, 294, 343, 345, 349,
350.
Murphy, Shirley E., II, 297.
Murrey, II, 319.
Mursinna, Christian Ludwig, II, 110.
Musser, John H., II, 274.
Mussey, Reuben Dimond, II, 121, 123.
Muybridge, Eadweard, II, 142.
Myer, Jesse S., II, 89.
Myersbach, I, 415.
Mynsicht, Adrián, I, 279, 298.
N
Naegele, Franz Carl., II, 241.
Naegeli, Carl, II, 63, 199.
Nagelschmidt, F., II, 294.
Napier, I; 245, 260.
Napoleón II, II, 175.
Nasse, C. F., I, 389.
Naunyn, Bernhard, I, 220; II, 179, 226, 255, 256,
262, 365, 366, 367, 368.
Naval, II, 501.
Navarro, II, 330, 331.
Neander, M., I, 205.
Neck, van Johann, I, 290.
Nedham, Marchamont, 1, 287.
Needham, Walter, I, 337.
Neer, van der, I, 289, 310.
Negri, AdeJchi, II, 265, 330.
Negrin, II, 494.
Nelsser, Albert, I, 127; II, 205, 215, 336.
Nélaton, Auguste, II, 90, 108, 129.
Nenckl, von Marcel, II, 294.
Nernst, Walter, II, 159, 294.
Nestorius, I, 114.
Netthesheim, H. I., 188.
ffenbnrger, Max, I, 1, 3, 50, 55, 104, 118, 127,
132, 134, 135, 137, 138, 143, 146. 149, 151, 153,
156, 169, 160, 161, 163, 167, 168, 174, 18«, 260,
262, 267, 27.'.. 280, 208, 345, 370, 3*6, 389, 410,
i I I BO, 20, ^7."., 302.
Neumann, Félix, 1, 5, 192.
Neumann, Udor, n, 35, 288.
.N.inu' i-t..r, II, 198.
Newman, m, 210.
! 2 US 260, 261, 264.
f : . r . i I, 146, 170, 225; II., 229.
Lrthur, II, 216.
IfleoUoj Eflorentmuf (Yéeec Feonod.)
Nloola tni o Nloolani Balendtenui, I,
•-']. 140 142, 166, i:»."».
Meolo dc Regglo, i, 146.
Meolo Bertuodo, i, L61.
(TlooUe, Charles, II, 820, 330, 337, 338.
• t, I, 100.
Nicholas, G. E., II, 217.
Nicholas Maes, I, 290.
Nichols, John B., II, 274, 359.
Niemeyer, II, 30.
Niepce, II, 2.
Nieto Serrano, Matías, II, 498.
Nietzsche, Friedrich, II, 136, 325.
Nightingale, Florence, I, 430; II, 298, S81, 182.
Nihell, Mrs., I, 354.^
Nikander, I, 92.
Niketas, I, 112.
Nissl, Franz, II, 149. ]
Nitze, Max, II, 229, 274.
Nobili, Leopoldo, II, 160.
Noble, George Henry, II, 239.
Nocard, Edmond, II, 215, 216, 337.
Noeggerath, Emil, II, 129; II, 239, 394.
Noguchi, Hideyo, I, 63; II, 284, 330, 334.
Noll, Friedrich Wilhelm, II, 188.
Noorden, von Carl, II, 263, 180, 183, 295.
Norsini, Los, I, 59, 145, 224.
North, Elisha, II, 40, 41.
Nothnagel, Hermann, II, 38, 261.
Nott, Josiah Clark, II, 140, 123, 133, 216.?]
Novy, Frederick G., I, 199;"ll, 199,"219,"'220l
331, 377.
Noyes, Henry Drury, II, 24P,
Noyes, Marcia C, II, 306.
Nuck, Antón, I, 252, 288.
Nufer, Jacob, I, 225.
Núfíez de Llerena, II, 440, 441, 442.
Nussbaum, Moritz, II, 140.
Nuttal, George H. F.; II, 55, 178, 215, 219, 220,
330.
Nuttall, Zelia, I,r75.
Nutting M., Adelaide, II, 302, 382.
Obermeier, Otto, II, 216, 331, 406, 410, 415, 410
Obersteiner, I, 149.
Ochs, Peter, I, 180.
Odier, Louis, I, 344.
Odo de Mendon, I, 139.
O'Dwyer, Joseph P., II, 250, 307.
Oefclem, von Félix, II, 302.
Oertel, Max Joseph, I, 345; II, 295.
Offord. J. I., 52.
Ogata, M., II, 189.
Ohm, II, 2.
Oken, Lorenz, I, 349; II, 28, 155.
Olavide, II, 503.
Olavarria, II, 418.
Oliver, George, II, 294, 319.
Oliver, Sir Thomas, II, 297.
Olóriz y Aguilera, V.. II, 471, 472, 473, 474.
Olshausen, Robert* n, 132, 238, 239.
Oilier, I,. X. E. L., II, 230.
O'M.illoran, Sylvester, I, 367.
Omont, H. I., 112.
índice de nombres personales
601
Onderdonk, Henry M., II, 122.
Opie, Eugéne L., II, 216, 270, 319.
Opie, Karl, II, 302.
Opitz, Russel Burton, II, 194.
Oporinus, I, 215, 216; II, 157.
Oppenheim, Hermann, II, 28, 285.
Oppolzer, von Johann, II, SO, 84, 364, 367.
Orcagna, Andrea, I, 242.
Ord, II, 319.
Ordronaux, John, I, 139; II, 301.
Orenstein, Martha, I, 287.
Orfila, M. J. B., II, 105, 301, 468, 469.
Oribasius, I, 109, 136.
Ormerod, J. A., I, 294.
Orraeus, Gustav, I, 419, 432.
Ortega, Eusebio, II, 445.
Ortollf de Baviera, I, 192.
Orborn, Henry Fairfield, I, 10, 39, 40.
Osborne, Thomas B., II, 325.
Oseibia, I, 118
Osgood, Howard, II, 344.
Osiander, II, 129.
Osier, Sir William, I, 1, 5, 75, 110, 120, 268, 398,
400; II, 14, 24, 46, 89, 148, 214, 267, 269, 270,
279, 301, 362, 370, 377.
Ossio, II, 501.
Ostade, van Adrian, I, 320.
Ostwald, Wilhelm, II, 2, 199, 400.
Otis, George Alexander, II, 124, 338.
Otto, John Conrad, II, 40.
Ottolenghi, I, 127.
Ould, Sir Fielding, I, 353, 356, 428.
Overton, E., II, 291.
Ovidio, I, 29, 67, 94.
Oviedo, Agustín Macia de, I, 203, 230, 243.
Owen, Sir Richard, I, 228; II, 23, 52, 53, 102,
137, 140.
Ozanam, J. A. F., II, 302.
Pablo de Egina, I, 20, 111, 196.
Pablo de Mérida, I, 136.
Pablo II, I, 160.
Pacchioni, Antonio, I, 251.
Packard, A. T., II, 217, 302. "
Packard, Francis R., I, 4, 317, 427, 434.
Pagel, Julius, I, 127, 141, 145; II, 302, 303,
400.
Pagel-Sudhoff, I, 78, 139, 153, 156.
Pagenstecher, Alexander, II, 248.
Pagenstecher, Hermann, II, 248.
Paget, Sir James, II, 230.
Paget, Stephen, I, 355.
Pagniez, Philippe, II, 296.
Painter, Charles F., II, 344.
Palarea, Juan, II, 466.
Palestrina, I, 322.
Palfyn, Jean, I, 356.
Paltauf, R., II, 320.
Palicki, Bolislao, II, 68.
Panas, Photinos, II, 249.
Pancoast, Joseph, II, 123, 130.
Panckoucke, II, 24.
Pander, Christian, II, 59.
Panizza, Bartolomeo, II, 169.
Pannarts, Amoldo, I, 188.
Pansier, I, 127; II, 249.
Panum, Peter Ludwing, II, 205.
Pappenheim, II, 178.
Paracelso, I, 23, 104, 125, 132, 142, 186, 198,
199, 200, 201, 202, 203, 230, 283, 292, 295,
í^'297; II, 39, 302.
Paré, Ambrosio, I, 63, 88, 96, 100, 104, 111, 134,
150, 198, 221, 222, 223, 226, 230, 233, 236,
238, 240, 304, 365; II, 103, 124, 216, 234.
Parent-Duchatelet, Alexandre J. B., II, 297.
Parinaud, Henri, II, 249.
Pardo Bazán, Emilia, II, 418.
Pardo Regidor, II, 503.
Park, Roswell, II, 235, 302.
Parker, George Howard, II, 155.
Parker, Peter, I, 62.
Parker, Willard, II, 44, 118, 122, 123.
Parkes, Edmund Alexander, II. 296, 298.
Parkinson, James, II, 23, 275.
Parr, Thomas, I, 250.
Parry, Caleb Hillier, I, 380, 381, 382, 393, 418.
Parry, John S., II, 18, 238, 239, 319.
Pascal, B., I, 261, 344, 399.
Paschutin, Victor, II, 206.
Pasteur, Louis, I, 37, 260, 276; II, 72, 73, 85, 134,
206, 207, 208, 209, 210, 211, 215, 306, 369, 376.
Pater, Walter, I, 69, 72, 81.
Patin, Guy, I, 267, 304, 307.
Paton, Diarmid Noel, II, 320.
Paton Steward, II, 287.
Patton, Walter Scott, II, 330.
Paulesco, Nicholas, II, 320.
Paulini, C. F., I., 279; II, 302.
Pausanias; I, 72, 77.
Pausier, I, 115.
Pavloff, Ivan Petrovich, II, 74, 88, 171, 178, 179,
295, 349, 369, 397.
Pavy, Frederick William, II, 177, 182, 267, 268,
295.
Pawlow, I, 33.
Pawlowna, Maria, II, 396.
Payne, Joseph Frank, I, 150, 160, 190, 195, 198,
221; II, 301.
Payr, Erwin, II, 339, 343.
Peace, Edward, II, 122.
Peacock, Thomas Bevill, I, 34.
Pean, Jules, II, 130.
Pearson, Karl, I, 397; II, 139, 300, 311, 312, 313,
314, 316.
Pecquet, Jean, I, 249, 251.
Pechey de Glucestershire, I, 301.
Pechey, John, I, 277, 297, 301, 310.
Pedro de Abano, I, 153.
Pedro *i Grand; I, 312.
602
HISTORIA DE LA MEDICINA
Peel, Sir Robert, II, 885.
Peláez, n, 472.
Peligot, II, 86.
Pelletier, Joseph, II, 86.
Penfold, William James, II, 386.
Pennock, II, 42.
Pepper, William, II, 206, 271, 369, 371.
Pepys, Samuel, I, 272, 321.
Pérez Ballesteros, II, 418.
Pérez Cáscales, Francisco, II, 442. '
Pérez de Herrera, II, 441, 442.
Pérez del Pulgar, Hernán, II, 427.''
Pérez Ortiz, II, 503.
Perey, TJ, 105.
Pericles, I, 82.
Perkin, Sir William Henry, I, 435; II, 290.
Perkins, Elisha, I, 413.
Perrin, M., II, 47.
Perry, Thomas Sergeant, I,' "416; II, 43.
Persius, I, 30.
Peschel, II, 140.
Pestalozzi, Johann Heinrich, I, 386.
Peter Martyr, I, 185; II, 427.
Peters, Hermann, I, 106, 240, 300; II, 303.
Petersen, Frederick, II, 287.
Petersen, J. J., II, 302.
Petit, Jean Louis, I, 357, 370; II, 251.
Petit, Pourfoir du, I, 342.
Petrarca. I, 76, 176, 187, 236.
Petrequin, I, 87, 89; II, 107, 472.
Petroncellus. I, 138.
Petrus, Hispanus, I, 153, 155.
Pettenkofer, von Max, I, 276, 336; II, 73, S6,
179, 180, 181, 182, 196, 296, 297, 369, 387.
Petters Wilhelm, II, 183, 199.
Petty, Sir William, 1, 279, 287.
Petyt, Thomas, I, 230.
Peyer, Johann Conrad, I, 252, 269.
Peyligk, Johannes, I, 206, 208.
Peyton, II, 206.
Pfaff, Philipp, I, 365.
Pfaundler, Melnhard, IT, 260, 273.
Pfetffer, Richard, I, 315, 316; II, 212, 215, 341.
Pfeufer, Karl, If, 28, 30, 65.
Pfister, Alberto, I, 188.
r, Edwin, I, 43.
IT, Edward F. \V., Tí, 156, 157, 164, 169.
. L82, 104, I!).'., 196.
uadt, von II., 1. 105.
Thomas, I, 203, 238.
Phillips Tl...
Phlppa, Benry, ir. 309, 383.
u. Lorenz, I. 206, 20s.
Hip >vr.«, II, 58, 80, 1 IS. L24, 260.
I
Plana, Oogllalmo, r, 816.
Pie, adrlen, n. 266.
Pick, Plllpp Joirf, r, 127; II, 85, 274.
Pickering, N, mo.
Pico, Giovanni, I, 187.
Picote de Bélestre, Francoii, I, 426.
Piedimonti, Francesco di, I, 158.
Pierce, C. S.f I, 200.
Piersol, G. A., II, 142.
Pietersz, Arend, I, 289.
Piette, II, 141.
Pifteau, Paúl, I, 143.
Pilarini, I, 397, 433.
Piguillem, n, 466.
Pilcher, Lewis, II, 235.
Pinaeus, I, 284.
Píndaro, I, 71, 82.
Pinel, Philippe, I, 399; II, 9, 11.
Pinku?, Fé'.ix, II, 289.
Pinney, M. T., II, 343.
Pintor, Pedro, II, 428.
Piorry, Pierre-Adolphe, II, 9, 13, 365.
Piquer, Andrés, II, 458, 459.
Piranesi, Francesco, II, 91.
Pirkheimer, Willibald, I, 179, 213.
Pirogoff, Nikolai Ivanovich, I, 360; II, 90, 07,
115, 116, 117, 126, 141.
Pirquet, von Clemens, II, 215, 337.
Pistor, Simón, I, 184.
Pitágoras, I, 27, 77, 78,"79.
Pitard, Jean, I, 144.
Pitcairn, Archibald, I, 263, 375.
Pitres, Albert, II, 167, 278, 295.
Pitt, I, 300.
Pitt-Rivers, II, 141.
Placido, A.. II, 249.
Platearius, I, 140.
Platner, J. Z., I, 360, 393; II, 179.
Platón, I, 70, 78, 132.
Platter, Félix, I, 277; II, 320.1
Playfair. Ernest, II, 550.
Play fair, William Smoult, II, 26.
Plenciz, von Marcus Anton, I, 388, 393, 427, 433;
II, 206.
Plenck, von Joseph Jakob, I, 388.
Plett de Holstein, I, 397.
Plinio, I, 20, 23, 67, 70, 93, 94. 96, 100, 131, 164,
173, 178, 189, 190, 228; II, 216.
Ploos, van Amstol C, T, 351.
Plotz, Harry, II, 215, 330.
Plutarco, I, 77.
Podalirus, I, 73.
Podwyssotsky. II, 206.
Poehl, Alexander V., II, 320.
PoRgio, I, 236.
Pohl, R., I, 81.
Poi«(«nille, Jean L. M., II, 73,~75, 76, 77, 78.
Polltlan, I, 188, L88.
Polltaer, Adam, IT, 38, 251.
Polk William I,., II. 238.
Polurquet, I 326; II, 304.
Pollaluolo n Pollajolo, I, 176, 209.
Polllch, Martin, I, 184, 192.
Pollltaer, Blgmund, I, 370; n, 251, 189.
Pomponlo Pomponazl, T, 187.
índice de nombres personales
603
Ponce de León, Pedro, I, 205, 285; II, 446, 447.
Ponce de Santa Cruz, II, 440, 442.
Poncet, II, 488.
Ponfick, Emil, II, 21o.
Poore, Vivian, II, 543.
Pope, Alexander, I, 300, 322, 406. 412.
Popham, Alexander, I, 433.
Porcel, Juan Tomás, II, 440.
Porcher, II, 42.
Porro, Edoardo, II, 239.
Porta, Giambattista della, 1, 187, 229.
Portal, Antoine, I, 395.
Portal, Paúl, I, 282, 283, 288, 356, 358; II, 471.
Porter, Wilüam Henry, II, 101, 250, 376.
Porter, William Townsend, II, 194.
Post, Wright, I, 365, 405, 435; II, 90, 118, 119,
122.
Postnikoff, Peter V., I, 312.
Pot, John, I, 313.
Potain, C, II, 274.
Poterie, I, 279.
Pott, Percival, I, 346, 357, 358, 359, 360, 361, 393,
400, 423, 435; II, 274/
Pottevin, II, 209.
Pouchet, II, 208.
Poussin, Nicolás, I, 55, 317.
Power, D'Arcy, I, 166, 168, 235, 239, 302, 419; II,
141, 301, 360.
Pozzi, II, 344.
Praetorius, Johann, I, 236. |
Prausnitz, Wilhelm, II, 297.
Pravaz, Charles-Gabriel, II, 110, 294.
Praxágoras, I, 90.
Preciani o Preci, delle, I, 145
Preuss, Francois, I, 328; II, 129.
Prevost, Nicole, I, 140, 143; II, 133, 152.
Preyer, II, 27, 325.
Price, George M., II, 297.
Price, Joseph, II, 238, 239.
Prichard, James Cowles, 1I,P12,; 30/140, 288."
Priessnitz, Vincenz, II, 295.
Priestley, Joseph, I, 322, 342, 343; II, 239.
Pringle, Sir John, I. 328, 384, 433.^
Prior, J., II, 215.
Priuli, I, 173.
Prochaska, I, 253.
Profeta, II, 334.
Prostksch, J. K., I, 184.
Protospatharius, Theophilus, I, 111, 140.
Prout, William, II, 88, 181, 199.
Prowazek, Stanislaus, II, 329, 338.
Prudden, T. Mitchell, II, 206. 274.
Pruefer, C, I, 115.
Puccinotti, Francesco, II, 303.
Pummer, II, 330.
Pufendorf, von Samuel, I, 286.
Pughe, John, I, 156, 356.
Pulido, Angel, II, 473, 485, 495.
Punnett, Reginald Crundall, II, 310, 314.
Purcell, I, 245.
Purchas, Samuel, I 243.
Purkinje, Johannes Evangelista, I, 33; II, 2, 69,
63, 67, 146, 178, 244, 251, 369.
Purmann, Matthaeus Gottfried, I, 280, 281, 282.
Puschmann, Theodor, I, 110; II, 302.
Putnam, Helen, II, 326.
Putnam, James J., II, 273, 328.
Puy segur, I, 392.
Pye-Smith, Philip Henry, II, 267.
Pyl, Theodor, I, 370.
Quain, J., II, 24, 142.
Quarin, I, 419.
Quatrefages Armand de, I, 254; II, 109, 140, 203
Quénu, E., II, 344, 487.
Quer Martínez, José, II, 455.
Queraltó, II, 475.
Quetelet, Adolphe, II, 311.
Quillet, Claude, I, 285.
Quincey, De, I, 360.
Quincke, Heinrich, II, 281, 337.
Quintiliano, I, 96.
Quintus Serenus Samonicus, I, 105.
Rabelais, Francois, I, 188, 190.
Rabington, Benjamin, II, 249.
Racine, I, 322.
Radcliffe, John, I, 379, 417, 419, 426.
Rademacher, Johann G., I, 201; II, 39.
Radziejewski, II, 199
Raeburm, Sir Henri, I, 438.
Rafael, I, 209, 242.
Raffmiesque, II, 42.
Raglan, Lord, II, 361.
Rahn, II, 188.
Raimbert, A., II, 216
Raimundo, II, 423.
Raimundo Lulio, II, 424.
Rainaud, M., II, 303.
Rainer, I, 42.
Raleig. 1, 241,
Ralph, I, 293.
Ramazzini, Bernardino, I, 298, 318, 332, 333
Rambousek, J., II, 297.
Ramby, I, 422.
Ramirez, Mauri, II, 488.
Ramón y Cajal, Santiago, II, 149, 397, 471, 489
504, 505, 506, 507.
Ramsay, II, 2.
Ramsbotham, Francis Henry, I, 356; II, 241.
Randolph, B. M., I, 35.
Ranvier, Louis-Antoine, II, 148, 206.
Rasori, Giovanni, I, 94, 327; II, 3, 5.
Rattray, Sylvester, I, 295.
Ratzel, II, 140.
Rau, 1, 280.
604
HISTORIA DE LA MEDICINA
Raubach, A., I, 145.
Ravaton, Hugues, I, 384.
Rawlinson, I, 175.
Ray, Isaac, I, 404; II, 46, 301.
Ray, John, I, 260, 191, 324.
Raver, Pierre-Francois-Olive, II, 9, 13, 15.
Rayleigh, Lord, II, 159.
Raynalde, William, I, 192.
Raynaud. Maurice, I, 305, 306; II, 285.
Read, Sir William, I, 411.
Reade, Charles, II, 362, 386.
Realdo Columbus, Mateo, I, 219.
Reaumur, Rene A. F., I, 322, 336, 338; II, 87.
Récamier, Joseph C. A., II, 129.
Recklinghausen, von Friedrich Daniel, II, 205,
289.
Recklinghausen, Max, II, 337.
Recordé, Robert, I, 205.
Redi, Francesco, I, 250, 259, 291.
Redman, John, I, 401, 435.
Reed, C. A. L., II, 215.
Reed, Walter/ II, 217, 306, 328, 337, 338, 339,
340.
Regensburger, Martin, II, 367.
Rehn, Louis, II, 230.
Reich, I, 208, 344; II, 297.
Reichenbach, von Karl, I, 392.
Reichert, Edward T., I, 299; II, 57, 59. 199, 284.
Reichlin?, D., II, 304.
Reid, William W., II, 124.
Reiff, Walter, I, 192.
Reil, Johann Christian, I, 388, 389, 425, 430; II,
11, 31.
Reina, II, 501.
Reinosa, II, 425, 501
Reisch, Gregor, I, 206.
Reisinger, Franz, II, 244.
Reiske, J. J., I, 118.
Relf, Mrs., I, 432.
Remak, Robert, II, 55, 59, 66, 67, 76, 153, 277,
294.
Rembrandt van Rijn, Harmensz, I, 245, 289, 290,
319; II, 361.
Remello, Johann, I, 252.
Renandot, Theophraete, I, 287, 288.
Renou, Jean de, I, 279.
3. de, ir, 808.
¡. Kn.ilio, II, 289.
f. II. 111.
Retell | .'¡-tin., ii i p.), 251.
lin, Jacqv
and, II. 55, 57, L65, 157, 159, L80, 102.
Li, I, 408; II. 21.
' ! I i',. 1 | 7, i is, 12:., L86, 144, L58, 167,
-'»: 11, 2:..
I. 810; ll. 480, 471, 478, 480, 481,
Rlcardui Angttcns, 1 150, L58,
Rlcardni Balernltanni, 1, 1 10.
B I . , II, BS •. 337, 342.
Bleotd, J'hllii.p.-, 1, 884; II, fj, 13 14, 218.
Richardson, Sir Benjamin Ward, I, 20, 257; II,
801, 304.
Richelieu. Cardenal, I, 287.
Richer, Paul, I, 174; II, 142, 279, 801.
Richerand, II, 110.
Richet, Charles, II, 179, 182, 194, 215, 387.
Richmond, John Lambert, II, 129.
Richtcr, August Gottlieb, II, 358.
Richter, Paúl, I, 43, 85, 117, 318, 370, 42S.*J
Richter, Wilhelm Michael, I, 357, 358fll, 234, 802.
Riedel, II, 294.
Riemann, II, 2.
Riemer, Pieter de, II, 117, 141.
Riemsdijk, I, 350, 355.
Riesman, David, II, 206.
Riggs, John M., I, 365.
Rilliet, Frederic, II, 255.
Rindfleisch, II, 206.
Rio, Alcalde del, II, 411, 419.
Ringer, Sidney, II, 193, 194, 290. 577.
Rinné, II, 251.
Riolan, Jean, I,218,~249.
Ripley, II, 140.
Ritgen, Ferdinand*A. M. F., II, 129.
Ritter von Rittershain, Gottfried, II, 38, 289.
Ritthausen, II, 199.
Riva-Rocci, Scipione, IT, 274.
Rivers, W. H. R., I, 12, 13, 14, 17, 41; II, 385.
Rives, II, 459, 465.
Rivinus, Augustus Quirinus, 260, 297.
Rivoulon, II, 361.
Roaldes, A. W., II, 274.
Roberto el Piadoso, I, 295.
Roberts, J. B., I, 350; II, 241, 243.5
Robertson, Douglas Argyll, II, 353.
Roberton, John, II, 297.
Robinson, Andrew Rose, II, 289.
Robinson, Victor. II, 551.
Robinson, William J., II, 388.
Robson, A. W. Mayo, II, 343.
Roca, II, 471.
Roch, II, 362.
Rochefort, Desbois de, I, 427.
Rochester, Conde de, I, 415.
Rockefeller, I, 62; II, 369. ^1
Rodgers, John Kearny, II, 121, 123.
Rodin, Auguste, II, 361.
Rodolfo II, I, 203, 204.
Rodriguez de Guevara, Alonso, II, 429^
Rodríguez, Ildefonso, II, 445.]
Rodríguez Marín, II, 418.
Rodriguez Méndez, II, 497.
Rodríguez Percida, 1, 370, 371.
Rodríguez Viforcos, II, 502.
Rodrigo Fernando, Maestre, II, 427.
Rodrigo Lavín, II, 494.
Roederer, Johann Gcorg., I, 353, 356, 428, 431
Roelantt, Cornelius, i, 192.
Roemer, Oloí, 264.
Roentgen, Wilhelm Conrad, II, 2, 274, 294, 807.
Roesclil.iub, T, 327; TI, 4.
índice de nombres personales
605
Roe«ler, G. P., I, 341.
Roeslin, Eucharius, I, 111, 192.
Roger de Palermo, I, 141.
Rogerio II, I, 165.
Rogers, David L., II, 122.
Rogers, Sir Leonard, II, 26, 294, 330, 338.
Ronde, Erwin, I, 3, 7, 70.
Rohé, George H., II, 297.
Rohlfs, Heinrich, II, 302.
Rokitansky, Carl, I, 324; II, 8, 29, 33, 37, 39,
206, 241, 267, 367.
Roland de Parma, I, 141, 157.
Rolander, Daniel, I, 420.
Rolando, Luigi, I, 175; II, 168, 179.
Rolfink, Werner, I. 249, 289.
Rolleston, H. D., I, 385.
Rollo, John, I, 394.
Romagosa, II, 489.
Romanes, George J., II, 193.
Romanovsky, Dimitri Leonidovich, II, 216.
Romberg, Moritz Heinrich, I, 127; II, 47, 275.
Rombouts, Th., I, 309.
Roonhuyze, "van Rogier, I, 284.
Roonhuyzefvan Hendrik, I, 282, 283, 284, 288;
II, 130.
Roosa, D. B. St. John, II, 251.
Roosevelt, I, 139.
Roozeboom, II, 2.
Roque, J. C. de la, Abate, I, 288.
Rori, D. I., 25.
Rosa, Edward Bennett, II, 182, 196.
Rose, F., II, 86.
Rose, Valentin, I, 100, 105; .XI, 303.
Rose, Wickliffe, II, 329.
Rosen von Rosenstein, Nils, I, 394.
Rosenau, Milton Joseph, II, 215, 297, 339.
Rosenbach, Ottomar, II, 179, 250.
Rosenbaum, Julius, II, 302, 304.
Rosencreutz, Christian, I, 293.
Rosenow, E. C, IL 272.
Rosenthal, Isidor, II, 196.
Rosenthal, Joseph, II, 68.
Roser, II, 28, 30.
Rosiére de la Chasagne, II, 10.
Ross, G., II, 274.
Ross, Sir Ronald, I, 276; II, 216, 300, 328, 331,
338, 397.
Rostan, León, II, 275.
Rotch, Thomas Morgan, II, 273.
Roth, Vladimir Karlovitch, I, 210, 217, 236; II,
285.
Rouget, II, 330.
Rous, Peyton, II, 206, 337.
Rousseau, J. J., I, 321, 431, 369.
Roussel, Theophile. II, 341.
Rousaet, Francois, I, 225.
Routh, C. H. F., I, 432.
Roux, César, I, 338; II, 343, 346.
Roux, Emile, II, 209, 210, 215, 217, 218.
Roux, Philibert- Joseph, II, 106, 129.
Roux, Wilhelm, II, 156, 157.
Rowland Henry, I, 22, 279; II, 159, 401, 402.
Rowlandson, Thomas, I, 408, 409.
Rowntrée, Leonard G., II, 23, 274, 293.
Roxbourgh, W., II, 26.
Roy, Charles Scott, II, 190, 191, 205.
Royo, J., II, 419.
Rubéns, Pedro Pablo, I, 174, 252, 310, 317, 819,
320.
Rubio y Gali, Federico, II, 471, 481, 484, 485,
486, 488, 489, 490.
Rubner, Max, II, 57, 182, 295, 297.
Rudbeck Olof, I, 251.
Rüdinger, C, II, 264, 320.
Rüdinger. Nicolaus, II, 142.
Rudolphi, Carl A3mund, I, 425; II, 215.
Rueff, Jacob, I, 192.
Ruelle, Jean de la, I, 190, 228.
Ruffer, Marc-Armand, I, 46.
Rufo de Efeso, 95, 99, 109, 130.
Ruge, Carl Arnold, II, 239.
Ruhrah, John, II, 306.
Ruini, Carlo, I, 232, 279.
Ruices y Fontecha, Juan Antonio de laa, II, 4S9,
441.
Ruiz Luzurriaga, Ignacio María, II, 456, 457.
Ruland, I, 279, 315, 316.
Rumford, Conde, I, 322, 419; II, 297.
Rumpel, Th., II, 206.
Rumsey, Henry Wyldbore, II, 298, 300, 302.
Rusca, II, 487, 490.
Rusch, Adolf, I, 157.
Rusch, Benjamin, I, 327, 393, 399, 400, 403, 404,
405.
Rusell, Patrick, II, 25.
Ruskin, John, I, 209.
Russ, V. K., II, 337.
Russell, Frederik Fuller, II, 341.
Ruteboeuf, I, 140.
Rutherfford, I, 342; II, 2.
Rütimeyer, II, 141, 152.
Riitinger, Ludwig, II, 152.
Rutty, John, I, 393.
Ruysch, Frederik, 1, 235. 252, 253, 256, 284, 288,
290, 350.
Ryff, Walter, I, 216.
Rynd, Francis, II, 16, 294.
S
Sabbatai, Ben Abraham, I, 187.
Sabina, I, 243.
Sabine, Florence, I, 247; II, 155.
Sabouraud, Raymond, II, 15, 280.
Sacchi, Ercole.
Sacco, I, 399.
Sabuco y Alvarez, Miguel del, II, 442, 451.
Sabuco, Oliva del, II, 451, 452.
Sachs, Bernhard, II, 282, 283.
Saemisch, Edwin Theodor, II, 248.
Sagar, I, 326.
606
HISTORIA DE LA MEDICINA
Sage, n, 183.
Saenger; Max, II, 239.
Saíford, WiJüam E., I. 15. 298. 299.
Sahli, Hermann, II, 294.
Saint Anthony, I, 197.
Saint Hildegard, I, 14l.
Saint Landry, I, 169.
Saint-Martin, Alexis, II, 88.
Sainte Beuve, Charles-Augustin, I, 405.
Sainte-Croix, I, 299.
Sáiz de Aja, II, 503.
Sajous, Charles E. de M., II, 250, 319, 394.
Saland, A, I, 141.
Saücettí, Guglielmo, I, 143, 144, 145, 168; II, 19.
Salivian, I, 285.
Salisbury, John de, I, 146.
Salkowski, E., II, 157, 198, 199, 274.
Salmon, D. E., II, 349.
Salvat y Campillo, Francisco, II, 465.
Salvatore de Renzi, I, 139; II, 206.
Salvenmoser, II, 187.
Salvino d'Armato, I, 179.
Salzmann, I, 426.
Sambon, Louis Westerna, II, 329.
San Jerónimo, I, 169.
San Martín, Alejandro, II, 466, 476, 477, 487,
489, 495.
Sanare'li, Giuseppe, II, 265.
Sánchez Covisa, II, 503.
Sánchez, Francisco, II, 442, 448: 452, 453, 454,
455.
Sánchez Freiré, II, 471.
Sánchez Merino, II, 495..
Sánchez Ocaña, Esteban, II, 495.
Sánchez Toca, Melchor, II, 471, 484, 485, 486,
488, 489, 490.
Sanctorius. (Véase Santorio.)
Sanders, Jan, I, 311.
Sanderson, Sir John Burdon. (Véase Burdon-San-
derson.)
Sandifort, Eduard, I, 334, 346; II, 241.
Sandro di Pifozzo, 1, 179.
Sandstroem, Ivar, II, 142, 319.
Sanguinete, B. R., I, 118.
Santa Ana Villanueva, II, 471.
Santa Cruz, II, 501.
Santero, Tomás, II, 495.
Bulto, Mariano, II, 438.
Santorini, Giovanni Domenico, I, 347, 350.
Santorio, Santorio, 1, 262, 263, 264, 291, 370; II
181.
S.wiz, II, 501.
Bañado, Alonso, II, 496.
Bappey. M. P. 0., II, 142, I7ü.
Bargant, II, 361.
S:irlriri-lii:r, II, 471.
Sarto, Andrea del. (Véase Andrea.)
Sarton, Jortfo, I, 4.
Baaerbruefa Inand, n, 343.
Sauter. J. >*., II, 129
Sauvaget, ft. Bolisier de la Crol» de, I, 325; II, 20.
Savigni I, 349.
Savonarola, I, 159.
Savory, I, 420.
Saxo Grammaticus, I, 176.
Saxtorph, I, 353, 356.
Say, Thomas, II, 55.
Sayre, Loids Albert, II, 123, 236.
Scanzoni, Friedrich Wilhelm, II, 37, 201, 241.
Scarborough, Sir Charles, I, 250, 290, 409.
Scarpa, Antonio, 1, 346, 350, 351, 358, 370, 406;
II, 244, 251.
Schacht, Lucas, I, 318.
Schaefer, Sir Edward Albert, I, 341; II, 167, 200,
232, 294, 319.
Schaffer, II, 183.
Schamberg, Jay F., II, 289.
Schaper, Alfred, II, 155.
Schaudinn, Fritz, I, 185; II, 328, 331, 332, 333,
334.
Schauer, Hans, I, 184.
Schede, II, 349.
Schedel, Hartmann, I, 243; II, 15.
Scheele, Carl Wilhelm, I, 322, 342, 343; II, 183.
Scheiner, Christophe, I, 265, 291.
Schelenz, Hermann. I, 3, 205; II, 292.
Schelhammer, II, 275
Schelling, von Friedrich Wilhelm Joseph, II, 3, 28.
Schelling, Konrad, I, 184, 192.
Schenck, Benjamín R., I, 73; II, 216, 289.
Scherer, I, 279.
Schereschewski, J. W., II, 386.
Schesmer, II, 275.
Schick, B., II, 337.
Schiff, Moritz, II, 185, 186, 319.
Schiller, von Friedrich, I, 335, 349, 407, 410.
Schittenhelm, II, 199.
Schlatter, Carl, II, 229, 344.
Schlegel, Friedrich, II, 30.
Schleich, C. L., II, 343.
Schleiden, Matthias Jacob, II, 55, 58, 69, 61, 63.
Schleimann, Heinrich, I, 65, 66, 73.
Schloesser, Carl, II, 295.
Schloffer, H., II, 343.
Schlossmann, Arthur, II, 260, 273.
Schmaus, Leonard, 1, 192.
Schmidt, Alexander, I, 358; II,. 177, 179, 190.
Schmidt-Muelheim, Adolf, II, 188.
Schrnidt-Rimpler, Hermann, II, 249.
Schmiedeberg, Oswald, II, 79, 169, 183,:;185, 188,
193, 199, 262, 290, 291, 322, 369, 377.
Schmiegelow, I, 370.
Schmucker, Johann Leberecht, I, 425.
Schmutzer, I, 232.
Schneiker, 1, 424.
Bchneid( C Conrad Victor, I, 251, 273; II, 147, 302.
Schnurror, b\, II, 303.
Bohoemaker, D. M., II, 142.
Schoene, Hirm.inn, 1, 112.
Bcboenlatn, Johann Lucas, I, 288, 324; II, 29, 30,
216, 289, 364, 365.
Schoenlein, Earl, II, 165.
índice de nombres personales
607
Schoepler, ÍL, I, 298.
Schoepf, Johann David, I, 16, 400.
Schopenhauer, I, 132; II, 326.
Schott, Johann, I, 206, 208.
Schott, Theodor, II, 295.
Schrader, Max, II, 169, 263.
Schreyer, Johann, I, 278.
Schroeckh, I, 318.
Schroeder, Karl, I, 279; II, 238.
Schropher, I, 392.
Schuetz, II, 177.
Schuetzenberger, Paúl, II, 198, 323.
Schulte, Max, II, 63, 146, 147, 148, 149, 157,
198, 199, 249, 250, 251.
Schulten, A., II, 406, 419.
Schultes, Johann, I, 280, 281.
Schultze, J. H., I, 394.
Schuyler, Louise Lee, II, 382.
Schwann, Theodor, I, 260, 335; II, 55, 58, 59, 61,
62, 73, 84, 86, 89.
Schwartz, A.,"' II, 487.
Schwartze, Hermann, II, 251.
Schweigger-Seidel, Franz, II, 152, 185, 189.
Scillatio, Nicolo, I, 184.
Scott, Sir Walter, I, 408.
Scott-Moncrieff, II, 387.
Scotus, Caspar, I, 278.
Scrihonius, Largus, I, 105, 277.
Scudamore, II, 24.
Scultetus. (Véase Schultes.)
Sbald Beham, Hans, I, 241.
Sebiz, Melchior, I, 278.
Secci, II, 320.
Sedgwick.. William T., II, 192, 297, 387.
Sédillot, Charles, II, 110, 230.
Sedleian, I, 267.
Seelig, M. G., II, 549.
Seffner, Carl, II, 152.
Seguin, Edouard, I, 302; II, 325, 365.
Seidel, II, 152.
Seiler, Carl, II, 250.
Seligmann, S., I, 30, 121.
Selmi, II, 199.
Semble, II, 341.
Semmelweis, Ignaz Pbilipp, II, 29, 36, 37, 241,
250, 307.
Semon, Sir Felix, II, 250, 319.
Senac, Jean-Baptiate de, I, 393.
Senator, Hermann, I, 127; II, 205, 255, 261,
367.
Senckenberg, Johann Christian, I. 388, 389.
Sendivogius, Michael, I, 204.
Séneca, Lucio Anneo, II, 420.
Séneca, Marco Anneo, II, 420.
Senn, Nicholas, II, 234.
Sennert, Daniel, I, 267, 277, 294, 318.
Seoane, Mateo, II, 466, 469, 470.
Sequard, II, 157, 169, 174, 285.
Sarapion, I, 142, 144, 153.
Serenus Samónlcus, I, 135, 136.
Sergi, Giuseppe, II, 141.
Sertuerner, II, 86.
Servet, Miguel, I, 217, 245, 247; II, 270, 361, 452,
489.
Setchenoff, Ivan Michailovich, II, 169, 170, 196.
Sethe, Kurt, I, 42.
Sever, Jame3 W., II, 344.
Severino, Marco Antonio, I, 253.
Severinus, Peter, I, 201.
Sévigné, Madame de, I, 294, 298.
Sewall, Henry, II, 194, 274.
Sextus Placitus, I, 105, 137.
Shaffer, P. A., II, 183.
Shakespeare, Edward O., II, 217, 340.
Shakespeare, William, I, 16, 28, 86, 142, 202, 245,
296, 315.
Sharp, Jane, I, 283, 352, 359, 413.
Sharpey, William, II, 70, 82, 190.
Shattuck, George B., II, 7, 273, 394.
Shaw, Bernard, II, 168, 357.
Sherrington, Charles Scott, I, 248; II, 82, 169,
170, 171, 191.
Shew, Joel, II, 295.
Shiga, Isagiyoi, I, 63; II, 215, 329.
Shippen, William, I, 400, 401, 402, 435.
Shonkoff, I, 282.
Short, A., I, 59.
Shrady, George F., II. 394.
Sibson, Francis, II, 24.
Sicard, Arthur, II, 337.
Sicard, Cucurron, Abate, I, 371.
Siculo, Diodoro, I, 44, 45.
Sichel, Jules, II, 244.
Sidgevick, II, 191.
Sidney, I, 245.
Sidrophel, I, 293.
Siebold, von Carl Caspar, II, 241.
Siebold, von Carl Theodor, II, 70.
Siebold, von E. Caspar, I, 356, 357, 421, 428.
Siedentopf, II, 199.
Siegeberto, I, 181.
Siegemundi, Justine, 282.
Sierra. II, 419.
Sierra, Bartolomé, II. 466.
Sierra, Salvino, II, 471.
Sigault, Jean-Reno, I, 356, 357.
Sigkorelli, Luca, I, 209.
Silberberg, II, 349.
Siles, II, 329.
Silio Itálico, II, 417.
Silvático, Giambattista, I, 203.
Silóniz, II, 472.
Simarro y Lacabra, Luis, II, 504.
Simmons, George H., II, 393.
Simon, Gustav, II, 111, 114, 115, 131, 229, 236.
Simon, Sir John, II 298, 387.
Simon, Max, I, 105.
Simon, Theodore, II, 325, 485.
Simone de Cordo, I, 157.
Simone de Covinos, I, 182.
Simpson, Sir James Young, II, 126, 129, 138,
241. 242.
6C8
HISTORIA DE LA MEDICINA
Sims, James Marion, II, 118, 124, 127, 130, 131.
132; II, 236, 345.
Singer, Charles. I, 1, 2, 3, 141, 176, 180, 203, 208,
254. 394; II, 301.
Singer, Dorothea, I, 183, 197.
Singlenton, I, 298.
Sinkler, Warton, II, 274, 283.
Siret, II, 414, 415.
Skene, Alexander J. C, II, 239.
Skipton, I, 279.
Skoda, Josef, II, 3, 28, 31, 32, 33, 37, 39, 364, 367.
Sladen, Frank J., II, 270.
Sloane, -Sir Hans. I, 175, 379, 397. 417, 418, 419,
420, 426, 431.
Slocker, II, 472, 495.
Slye, Maud, II, 206.
Smart, Charles, II, 124, 338.
Smellie, William, I, 353, 354, 356, 428, 435; II,
241.
Smith, Albert, II, 363.
Smith, D. E., I, 205.
Smith, Grafton Elliot, I, 4, 7, 41, 46, 75, 360.
Smith, Graham, II, 330.
Smith, Henry, II, 328. 352.
Smith, James, I, 399.
Smith, Nathan, II, 119.. 122, 124, 128.
Smith, Nathan Ryno, II, 124.
Smith, Robertson, I, 24.
Smith. Stephen, II, 387.
Smith, Theobald, II, 212, 215, 216, 220, 221, 330.
Smollett, Tobias, I, 353, 409, 410.
Smyth, Andrew Woods, II, 120, 122.
Snape, Andrew, I, 279.
Snellen, Hermann, II, 244.
Snow, John, II, 299, 387.
Sobotta, Johannes, II, 142, 155.
Sohral, Francisco, II, 457.
Socin. Augu3te, II, 230.
Soden, John Smith, II, 102.
Soederstrom, II, 182.
Soemmering, von Samuel Thomas, I, 267, 335,
346, 347, 848, :r>0, 357, 379, 393.
SoHngen, Cornelius, I, 284, 288.
Soli-Cohen, Jacob, II, 250.
)hen, Salomón, I, 345.
Solon, I, 47.
Soüeyeel, J. de, I, 277, 279.
SoUnunn, Toreld, n, 293.
i iriva, Giorgio, I, 184.
S ■ > : 1 1 Ti i • r, Itob.-rt. I,
I i. Voblr, I, 124.
I i 00, 105, 10'J I L2,
L92.
Soror, I, 170.
i. II, 601.
Both, i
re : i
Boabdraa Bogéne, n, M, L26.
"i, B lm nil. 1 1, 271, 376.
', Mnitm'. I. :J50.
South, John Flint, II, 2-1, 101, 301.
Southey, Robert, I, 414.
Soxhlet, Franz, II, 199.
Spach, Israel, I, 226.
Spadara, Mi ceo. I, 317.
Spagna, G., I, 242.
Spalteholtz, Werner. II, 141, 270.
Spallanzani, Lázaro, I, 335, 336. 337, 338; II,
87, 152.
Spencer, Herbert, I, 119, 261; II, 135, 136, 140,
141.
Spengler, Carl, II, 221, 337, 380.
Spiegelberg, Otto, II, 241.
Spieghel, van Adrian, I, 253, 254, 277.
Spigelius, I, 218, 253.
Spinoza, Baruch, I, 132, 245. 286, 321.
Spirat, Ch. D., I, 57.
Spitzka, Edward A., II, 142.
Spivak, Charles D., II, 274, 302, 306.
«Spot», I, 35.
Spreckels, II, 369.
Sprengel, Christian Conrad, I, 349, 372, 394, 895;
II, 445.
Sprengel, Kurt, I, 99, 160; II, 206.
Spurzheim, Johann Caspar, II, 166.
Ssoboleff, Leonid Vasilievich, II, 319.
Stacke, Ludwig, II, 251.
Stadelmann, Ernst, II, 183, 199, 263, 290.
Stahl, Georg Ernst, I, 132, 277. 318, 324, 325,
341, 357, 367, 388, 420; II, 31.
Stair, Conde de, I, 384.
Stamm, I, 243.
Standifort, II, 241.
Stanley, Edward, II, 277.
Stannius, Hermann, II, 190.
Starcovici, II, 330.
Starling, Ernest Henry, II, 136, 178, 200, 318.
320.
Starr, Allan, II, 274.
Starr, Louis, II, 273.
Stearns, John, II, 241.
Stedraan, Thomas, II, 394.
Steel, II, 330.
Steen, Jan, I, 311.
Stefano, I, 209.
Steffens, II, 28.
Steger, F. J., II, 151.
Steher, Barthol, I, 184, 192.
Steiger, IT, 199.
Stein, Georg Wilhelm, II, 241.
Stein, Stanhlav, II, 241, 251.
Steinhcim, Salomón Levi, II, 275.
Stelnsohnelder, tforita, i. L28, 153; II, 302.
Btelnthal, Martin, If, 275.
Stellwag von Carlon, Carl, II, 38, 244.
Stengel, Ufre, m, 200, 274.
Stensen, Niels II, 23.
Stephen, n, 188.
Btephanus, 0. BL, l., 98, 209, 221, 226, 253.
Stephen, LeiUe, I, 414.
Stephenson, Thomas, I, 322; II, 297
Sternberg, Goorgo Mlllrr, If, 338, 215, 217.
ÍNDICE DE NOMBRES PERSONALES
609
Sterlirt Maxwell, William, I, 215.
Sterne, Laurence, I, 36, 409.
Steno, Nicholaus, 1, 252, 26G, 270, 271.
Stevens, Johanna, I, 35, 412; II, 153.
Stevens, William, II, 102.
Stewart, Alexander Patrick, II, 43.
Stewart, Arthur, II, 44.
Stewart, Charles, I, 393.
Stewart, George Neil, II, 194, 200.
Stich, Adolph, II, 274.
Stichler, C, I, 309.
Stickler, Georg, I, 3, 127, 183, 317; II, 302.
Stieda, L., 1, 312.
Stiles, Charles Wardell, II, 329.
Still, George Frederick, II, 269.
Stillé, Alfred, II, 45, 206, 271.
Stillé, Moretón, II, 301.
Stilling, Benedickt, II, 174, 128.
Stillmann, J. M., I, 200.
Stimson, Lewis A., II, 235, 238.
Stirling, William, I, 5, 250, 256; II, 78, 190, 200.
Stockmann, Frank J., I, 5.
Stoerck, Antón, I, 387, 413, 420.
Stokes, Sir George Gabriel, II, 196, 337.
Stokes, Whitley, I, 428; II, 15, 28.
Stokes, William, II, 16, 17, 18, 364.
Stoll, Maximilian, I, 372, 388, 394, 433; II, 4.
Stone, Richard French, II, 303.
Story, Julián, II, 361.
Stoughton, I, 413.
Stradunus, I, 240.
Strabo, Walafrid, I, 137.
Stratz, Carl Heinrich, II, 142.
Straub, Paúl F., IT, 342.
Strecken Adolf, II, 86, 179, 183, 198.
Streeter, Edward C, I, 3, 148, 203, 209.
Stringham, II, 377.
Strigler, B., I, 178.
Strieker, Salomón, T, 127; II, 206.
Strieker, W„ I, 2 d 8.
Strong, Nathan, II, 41.
Stromeyer, Georg Friedrich Louis, I, 284, 399;
II, 90, 106. Ill, 113. 114.
Strümpell, II, 30, 41, 281.
Sturm, J. C. F., II, 351, 352.
Suárez, II, 448, 452.
Sudhoff, Karl, I, 1, 2, 3, 4, 27, 42, 45, 47, 51, 87,
92, 100, 106, 112, 115, 136, 138, 139, 140, 144,
150, 156, 158, 166, 167, 168, 175, 176, 180, 181,
183, 184, 185, 186, 191, 192, 193, 194, 197, 200,
202, 206, 207, 208, 210, 211, 243, 244, 280, 288,
426; II, 302, 303, 304, 354, 355.
Sudhoff, Walter, I, 206, 207.
Suender, II, 482.
Süssmilch, Johann Peter, I, 332, 333, 432.
Susruta, I, 57.
Sutton, Daniel, I, 397, 434.
Sutton, Thomas, II, 42, 265, 275.
Swammerdam, Jan, I, 253, 255, 256, 266, 278,
288.
Swann, Joseph, II, 169.
Historia, de la Medicina. -T. II.
Swedenborg, I, 321.
Swieten, van Gerard, I, 63, 328, 329, 384, 387,
393, 418, 427, 435; II, 285.
Sweynheyn, Conrado, I, 188.
Swinburne, Algernon Charles, I, 171, 299, 320;
II, 326.
Sydenham, Thomas, I, 84, 116, 158, 185, 274,
275, 276, 277, 288, 297, 298, 299, 300, 314, 317,
318, 380, 435; II, 18.
Sylvester, Joseph, II, 2.
Sylvius, Franciscus, I, 249, 266.
Sylvius, Jacobus, I, 213, 214, 21 8; 261, 288, 289,
318.
Syme, James, II, 90, 95, 96, 97, 126, 221, 222.
Symons, Arthur, I, 30.
Tácito, I, 161.
Tacher, I, 399.
Thaddeus, Florentinus, I, 138, 153, 158. (Véa»e
Alderotti.)
Tagliacozzi, Gasparo, I, 59, 224, 236.
Tait, Robert Lawson, II, 133, 223, 237, 238,
239.
Takamine, Jokihi, II, 319.
Tanquerel des Planches, L. T., II, 297.
Talbot, II, 183.
Tanzi, E., II, 287.
Tardieu, Auguste-Ambro'ise, II, 301.
Tarnier, Etienne, II, 240.
Tauber, G., II, 244.
Tavernier, I, 301.
Tawara, S., II, 321.
Tay, Waren, II, 283.
Taylor Brothers, I, 414.
Taylor, Caballero, I, 408, 411, 412.
Taylor, E. W., II, 272.
Taylor, James Madison, II, 296.
Taylor, John, I, 411, 412.
Taylor, Robert William, II, 289.
Teale, Thomas Pridgin, II, 5, 101, 102.
Teichmann, L., II, 87.
Teichmeyer, Hermann Friedrich, I, 394.
Teijeiro, Maximino, II, 471, 496, 497.
Telesphorus, I, 73.
Telford, Alexander, II, 44.
Teniers, I, 309, 310, 311, 320.
Tennant, John, I, 300, 400, 420.
Tennyson, Alfred, I, 30.
Tenon, Jean-Baptiste, I, 429.
Teodorico, I, 21, 141, 142, 145, 168, 185.
Terborch, G., I, 320.
Terrier, Louis-Felix, II, 230.
Terrillon, II, 344.
Tesla, II, 2.
Testut, Jean-Léo, II, 142.
Thacher, James, I, 285, 401; II, 302, 303.
Thacher, Thomas, I, 313.
Thackeray, William Makepeace, II, 27, 362.
Thackrah, Charles Turner, II, 24, 297.
80
610
HISTORIA DE LA MEDICINA
Thales de Mileto, I, 75.
Thaon, Louia-Albert, II, 207, 254, 285.
Thayer, William Sidney, II, 270.
Theden, J. C. A., I, 421, 424, 425.
Theiler, II, 330.
Themison, I, 95.
Thenard, II, 179.
Theodoro Prisciano, I, 105.
Theodorus, Magister, I, 139.
Theophilus Protospatharius, I, 111, 140.
Theophrastus de Erecos, I, 19, 20, 90, 91, 98.
Thevet, Andre, I, 203.
Thierf elder, Johann Gottlieb, II, 178, 206, 302.
Thiersch, Karl, II, 205, 224, 227.
Thiéry, Francois, I, 391, 393.
Thillage, II, 303.
Thlry, Ludwig, II, 188.
Tholde. Johann, I, 199.
Thomas de Cantimpre, I, 142, 156.
Thomas, Henry M., II, 274.
Thomas, N. W., I, 24.
Thomas, Theodore Gaillard, II, 133, 239.
Thomas, W. T.. I, 14; II, 141.
Thomasius, Christian, I, 288.
Thompson, W. Gilman, II, 297, 386.
Thomsen, Julius, II, 50, 285.
Thomson, Adam, I, 399.
Thomson, Benjamin, I, 419.
Thomson, C. T. S., I, 102.
Thomson, Sir Henry, II, 229.
Thomson, J. J., II, 2.
Thomson, William, II, 20, 31, 249, 284.
Thoreau, Henry David, 1, 259, 111; II, 296.
Thorington, James, II, 249.
Thorpe, Sir Edward, I, 292.
Thoth, Hermes Trismegiato, I, 42, 41, 293.
Thouret, I, 399.
Thucidkies, I, 09.
Thuilller, I, 277.
Thurn y Taxis, von Franz, I, 288.
Thurnheysser, Leonard, I, 205, 252.
Tlchomiroff, A., II, 317.
Tichy, I, 393.
Tiertemann, Friodrlrh, II, 73, 88.
Tleopolo, I, 409.
TIgentedt, Robert, il, 164, 200.
Til'-'MH von Til. ii.iu, W. G., 1, 894,
Tilt, Edward John, II, 129.
Tllfon, Jam.-. I, loo, 101.
Tiuióni, Emanuel, I, 397, 433.
r, I'. I,., I, 846.
Tlaeot, Büaon-André, i, 869, 890, 416, 418; II, 4.
TlsUno, I, 216.
Tizzoni, d., II, 217, 31<).
lot, II, 21. 301, X\Q.
Toepty, voi, Robert, I. 160; n, 142.
k. von Anr.l, II, 141.
Toft, M.m i, I, ;
. II, 1 II
, 132.
Toloaa Latour, II, 495, 499.
Tomaselli, II, 349.
Tomaso, I, 158.
Tommasi-Crudeli, Corrado, II, 264.
Tommasi, Salvatore, II, 264.
Tom Sawyer, I, 108.
Tomás de Aquino, Santo, I, 156.
Toner, Joseph Meredith, I, 314; II, 301.
Tonnant, H. M. S., II, 102.
Tooth, Henry Howard, II, 279.
Topinard, Paúl, II, 109. 140.
Torella, Gaspar, I, 184; II, 494.
Torney, George, H., II, 341.
Toro, Cayetano de, II, 501.
Toro, Luis de, II, 440.
Torre, Giacomo della, I, 158.
Torre, Marco Antonio della, I, 209.
Torremocha, II, 494.
Torres de Villarroel, Diego, II, 455.
Torricelli, I, 261.
Torrigiano di Torrigiani, I, 158, 167.
Tortsbat, I, 216.
Torti, Francisco, I, 298, 391.
Tournefort, Joseph-Pitton de, I, 260.
Tournemiers, Jean de, I, 158, 159.
Toynbec, Joseph, II, 251.
Tradescant, John, I, 313.
Tragus. (Véase Bock.)
Trail y Mann, I, 318.
Trail, Rusell Thacher, II, 295.
Traube, Isidor, I, 127; II, 199.
Traube, Ludwig, II, 190, 205, 206, 255, 256, 257,
366, 367.
Traube, Moritz, II, 199.
Travers, Benjamín, II, 5, 92, 93, 94; II, 244.
Trélat, Ulysse, II, 230.
Trembley, Abraham, I, 338.
Trendelenburg, Friedrich, II, 239.
Treuholme, E. H., II, 133.
Treviranus, II, 28.
Treveris, Peter, I, 230. •
Treves, Sir Frederick, II, 142, 232.
Triairie, Paúl, II, 9.
Tripler, Charles S., II, 342.
Trommer, II, 86, 274.
Trommsdorf, J. B., I, 428.
Trolsch, II, 251.
Tronchin, Theodore, I, 390, 393, 418.
Trotter, Thomas, I, 385, 394.
Trotóla, I, 140.
Trousseau, Armand, I, 158; II, 9, 12, 17, 21,
250, 252, 253, 304, 367.
Trudeau, Edward Livingston, II, 380.
Trujillo, II, 466.
Tachennak, 11, 309.
TschiTCh, A., I, 3, 173, 227, 243, 279, 301; II, 292.
i uddldea, i, 69.
Tiir.k, Ludwig, H, 38, 249.
Tuffior, Theodore, n, 344.
Ink.-, Daniel Hack, II. 286, 3«3.
Tuk«, William, I, 431.
ÍNDICE DE NOMBRES PERSONALES
611
Tulp, Nicolás, I, 277, 289; II, 26.
Turgenieff, Ivan, I, 129; II, 118, 363.
Turquet de Mayerne, Theodore, I, 288, 302.
Turner, Daniel, I, 434.
Turner, Sir William, I, 230; II, 143.
Turubull, L., II, 251.
Turró, II, 494.
Tweedy, F., I, 163.
Twining, William, II, 25.
Twitchell, Amos, II, 121.
Tylor, Sir Edward B., I, 31, 325; II, 140, 141.
Tyson, Edward, I, 254.
Tyson, James, II, 271.
Tyzcer, E. E., II, 206.
Uexkiill, von J., II, 164.
Uffelmann, J., II, 297.
Uffenbach, Peter, I, 280, 284.
Uhle, P., II, 206.
Uhlenhuth, II, 301.
Ulecia y Cardona, Rafael, II, 499.
Ulrich, von Hutten, I, 192.
Ulrich, von Lichtenstein, I, 171.
Ulsenius, Theodoricus, I, 183, 184, 241.
Ullmann, II, 350.
Underwood, Michael, I, 394, 432.
Unna, Paul Gerson, I, 127; II, 289, 294.
Ure, Alexander, II, 85.
Urraca, II, 472.
Ursus, I, 140.
Uruñuela, II, 501.
Ustariz, II, 495.
Uitimovich, C, II, 187.
Vaillard, II, 295.
Valdés, I, 230.
Valencia, Pedro, II, 452.
Valem, Vettius, I, 94.
Valentín,. Basilio J. Thoelde, I, 199, 200.
Valentin, Gabriel Gustav, II, 60, 68, 199.
Valentiner, Wilhelm, II, 92, 179.
Valentini, Michael Bernhardt, I, 394.
Valerio, Galli, II, 330.
Valero Tabas, Juan, II, 434.
Valescu3 de Taranta, I, 26, 27, 155, 159.
Valot, I, 302.
Vals, Juan, II, 427.
Valsava, Antonio Maria, I, 346, 370.
Valverde de Amusco, Juan, I, 216, 221; II, 431,
489.
Valla, G., I, 205.
Valles, Francisco, I, 191; 11,^442, 443, 445, 446,
447, 448,
Vallismieri, Antonio, I, 260.
Van Beneden, Edouard, II, 153, 155.
Van der Gucht, I, 360.
Van Gehuchten, II, 142, 149.
Van Linschoten, Jan, I, 301.
Van Valckert, W., I, 290.
Vaquez, Henri, II, 255.
Varignana, I, 142, 238.
Varnhagen, Rahel, II, 326.
Varolio, Costanzo, I, 220, 221.
Varrier- Jones, P. C, II, 365.
Varron, I, 95.
Vasari, I, 209.
Vasco de Taranta, II, 428.
Vassale, Giulio, II, 319, 320.
Vater, Abraham, I, 347.
Vaughan, Victor Clarence, 1, 245, 355; II, 89,
199, 217, 219, 220, 340, 377, 394.
Vaugnion, I, 285.
Vedder, Edward B„ II, 341.
Vega, Cristóbal de, II, 440.
Vegetius, I, 111.
Veit, Johann, II, 239.
Velasco, Diego, II, 459, 461, 465, 492,
Velazquez, Andrés, II, 442.
Velazquez de Castro, II, 497.
Velazquez, Diego, 1, 245, 319, 321,
Velpeau, Alfred- Armand-Louis-Marie, I, 158; II,
9, 90, 105, 106, 107, 141, 239, 241, 472, 484.
yelschius, G. H., I, 217.
Vendrell de Pedralves, II, 466.
Venel, Jean-André, I, 358, 428.
Venerable, Pedro el, II, 423.
Vera, Jaime, II, 495, 504.
Verhoeven, Abraham, I, 287.
Verneuil, Aristide-Auguste, II, 229.
Verney, II, 168.
Verocchio, I, 209.
Veronese, Paolo, I, 242.
Vesalio, Andrés, I, 56, 85, 101, 103, 104, 117, 198,
208, 213, 214, 215, 216, 217, 218, 219, 220, 221,
230, 233, 235, 236, 240, 247, 252, 351, 373;
II, 343.
Verworn, II, 200.
Vesling, Johann, I, 251.
Vetch, John, II, 244.
Vicary, Thomas, I, 198, 221, 239.
Vicillard, C, I, 146.
Vicq d'Azyr, Félix, I, 349.
Vidius. (Véase Guidi.)
Vierodt, Karl, II, 190, 199, 274.
Vieussens, Raymond, I, 252, 267, 288, 289; II, 18.
Vieusseux, Gaspard, II, 46.
Vigo, Giovanni di, I, 222, 224, 298.
Villa, Juan, II, 428.
Villanova, Arnaldo de, I, 118, 139, 154, 155, 168,
179, 205; II, 424.
Villarreal, F., I, 243; II, 441.
Villars, I, 145.
Villaverde, II, 465.
Villemin, Jean-Antoine, II, 252, 254.
Villena, Melchor de, II, 440.
Villon, F., I, 369.
Vinci, Leonardo da, I, 187, 209, 212, 230, 232.
612
HISTORIA DE LA MEDICINA
Vindaciano, I, 136.
Vindicianus Afer, I, 105.
Vines, II, 191.
Viñals, H, 490.
Virchow, Rudolf, I, 39, 40, 170, 171, 172, 184,
271, 325, 365, 373; II, 3, 29, 30, 33, 34, 38,
39, 47, 49, 55, 58, 61, 63, 123, 124, 140, 141,
143, 146, 147, 148, 199, 200, 201, 202, 203, 204,
206, 256, 296, 297, 301, 303, 3GG, 367. 369, 387.
Virgilio, I, 4.
Virgili, Pedro, 460, 461, 462.
Vituvius, I, 94.
Vives, Luis, II, 448, 452, 454.
Voegtlin, Cari, II, 320.
Voltolini, Rudolph, II, 250.
Vólter, Christoph, I, 282.
Vitry, Jacques de, I, 242.
Vogel, R. A., I, 326, 372.
Vogtherr, G., I, 127.
Vogtherr, Heinrich, I, 206.
Vort, von Karl, II, 177, 181, 182, 196, 296.
Volkmann, Alfred W., II, 169, 190.
Volkrnann, Richard, H, 224, 227.
Voltar, Alessandre, I, 322, 341.
Voltaire, I, 321, 434; II, 25.
Voltolini, Rudolph, II, 250.
Vouet, Simón, I, 319.
Vries, Hugo de, II, 135, 155, 309, 310.
Vulpian, E. F. A., II, 77, 165, 179, 185, 277.
VV
Wade, John Peter, II, 25, 26.
Waechtlin, Johann, I, 208.
Wagler, I, 433.
Wagner, Clinton, II, 250, 256.
Wagner, Ernst, II, 206, 289.
Wagner, Richard, I, 11.
Wagner, Rudolf, II, 59, 199.
Walcher, Gustav Adolf, II, 243.
Walderaburg, I, 344.
Waldeyer, Wilhelm, II, 57, 142, 143, 149, L55,
215.
Waldstein, Charles, I, 81.
Wale, Jan de, I, 249.
Walpole, Horacio, I, 412.
Walsh, James J., I, 41, 106, 14."., it;, 149, 151,
ir,:>, 168, 170, 235, 263, 302; 11, 302, 359, 395.
WaNh. John, 1, 341.
Walter, Frtodrich, I
Walter, Phlttpp Franz, II, 244, 315.
Walton, John, I, 400.
WaDaoe, Alfred ftuseell, u, 134 136,
Walla--. William, II 10.
Waller, tagnetus Destaré, n, 200, 821, 322.
Waller, AuKustu* Volnoy, II. 148, I 65, L66, L09,
174.
Wallh-h V . | ;
:. 246, 285.
Wandelaer, Jan, I, 351.
War, John, II, 275.
Warburton, Lord, II, 51.
Ward, Joshua, I, 35, 408, 412.
Ward Richardson, B., I, 20.
Wardrop, James, I, 358; II, 100, 101, 244.
Ware, John, I, 4, 35; II, 42, 40.
Waring, Edward John, II, 26.
Waring, George E., II, 387.
Warren, John, I, 367, 401; II, 118.
Warren, John Collins, II, 90, 118, 119, 123, 125,
126, 394.
Warren, Jonathan Mason, II, 90, 123.
Warren, Samuel, II, 90, 171, 363.
Washington, George, I, 401.
Wassermann, August, II, 331, 334.
Waterhouse, Benjamin, I, 399.
Wateson, George, I, 203.
Wathen, Jonathan, I, 370.
Watson, Irving D., II, 303.
Watson, Robert and William, I, 394.
Watson, Sir Thomas, II, 24.
Watt, James, I, 322, 344; II, 304.
Watteau, I, 408.
Webb, Allan, II, 25.
Weber, Eduard Friedrich, II, 73, 79, 80, 169.
Weber, Ernst Heinrich, II, 73, 78, 80, 169, 171.
Weber, F. Parkes, II, 169. 303.
Weber, Hermann, II, 162, 251, 285.
Weber, Wilhelm Eduard, II, 79, 80, 81.
Webster, John ^Clarence, II, 239.
Webster, Noah,*I, 400; II, 302.
Wecker, Louis, II, 249.
Wecker, F. F., I, 227.
Wechel, Christian, I, 206.
Wechsberg, F., II, 336.
Wedensky, N. I., II, 164.
Wedder, Ed. B., II, 294.
Weeks, John ¿E.,' II, 249.
Weierstrass, II, 2.
Weichselbaum, Antón, II, 206, 215.
Weidembach, II, 275. \
Weikard, M. A., I, 327.
Weigert, Karl, I. 127; II, 205.
Weil, Theodor, II, 199.
Weinberger, II, 101. |
Weininger, Otto, II, 325.
Weir, Robert P., II, 235.
Weismann, August, II, 138, 139, 149, 153, 156,
313.
Welch, William Henry, I, 2, 60, 406; II, 125,
206, 212, 215, 219, 330, 369, 370, 377, 378,
394, 398.
Weldon, n, 140.
Welsch, Gottfried, I, 278, 284.
Wellmann, Max, I, 3, 94, 95, 97, 99, 109. 110;
II, 303.
Wells, Horace, n, 125.
Welle, Sir Thomas Spencer, II, 236, 128.
Wells, William Charlee, II, 2, 20, 23, 46, 86.
Wendover, Richard. (Véase ltlcarduB Angllcut,
I, 150.)
índice de nombres personales
613
Wendt, Ad„ II, 08.
Wenzel, Cari, II, 241.
Wepfer, Johann Jacob, I, 277.
Werdnig, Guido, II, 285.
Werlhof, Paul Gottlieb, I, 388, 389, 393, 407,
418.
Wernert, P., II, 419.
Wernicke, Carl, II, 141, 285, 286.
Werth, Richard, II, 239.
Wertheiin, Ernst, II, 238, 239.
Wesley, John, I, 231, 420.
Wessely, Karl, I, 42.
West, Charles, II, 268.
Westermarck, Edward, II, 141.
Westphal, Carl F. O., II, 171, 281, 383.
Weszprérai, Stephan, I, 226.
Weydiz, Hans, I, 226.
Weyer, Johann, I, 187, 226; II, 128.
Weyl, Theodor, II, 297.
Wharton, Edith, I, 215.
Wharton, Francis, II, 301.
Wharton, Thomas, I, 251.
Wheatstone, Sir Charles, II, 244.
Wheeler, Claude L., II, 394.
Whewell, II, 244.
White, Charles, I, 353, 356, 359, 360; II, 35.
White, Gilbert, I, 25.
White, S. Pomeroy, II, 122.
White, William A., I, 5, 27, 102, 287, 328; II, 102,
287, 288, 328.
Whitman, Charles Otis, II, 153, 155, 314.
Whitman, Walt, II, 296, 326, 394.
Whytt, Robert, I, 340. 341, 342, 393; II, 81,
169, 274.
Wickersheimer, Ernst, I, 3, 150, 166, 305, 422;
II, 303.
Wichmann, Johann Ernst, I, 388, 389, 394, 418;
II, 289.
Widal, Ferdinand, II, 215, 219, 337, 338, 341.
Widmann, J., I, 184, 192, 205.
Wiedemann, E., I, 121.
Wiedersheim, Robert, II, 146, 145.
Wigan, I, 99.
Wight, R., II, 26.
Wilde, Sir William, II, 101, 141, 251.
Wilder, R. M., II, 329.
WilMns, I, 278j
Wilks, Sir Samuel, I, 259; II, 20, 22, 206, 265,
266, 267, 288, 301.
Willan, Robert, I, 394; II, 14, 15, 35.
Willemin, J. A., II, 206.
William, I, 212; II, 51.
Williams, John Whitridge, II, 141, 239, 241
Williams, Ch. J. B., II, 268.
Williams, H. W., II, 182, 249.
Williams.. John, I, 416.
Williams, Nathanael, Ir 399.
Williamson, Rev. Wallace, II, 225.
Willis, Thomas, I, 251, 253, 260, 261, 266, 267,
268, 271, 291, 318; II, 43, 281.
Willoughby, Verner, II, 419.
Willstaetter, II, 199.
Wilson, Edmund Beecher, II, 153, 318.
Wilson, Morgan, II, 153.
Wilson, S. A., Kinnear, II, 285.
Wilson, Sir W. J. Erasmus, II, 142, 288, 289.
Winslaw, A.. II, 387.
Winslow, Jakob Benignua, I, 329, 340,^346, 435.
Winter, Georg, II, 239.
Winterbottom, Thomas, II, 46.
Winternitz, Wilhelm, I, 376; II, 38, 295.
Winthington, E. T., I, 79.
Winthrop, John, Jr., I, 313.
Wintringham, Clifford, I, 263.
Wircker, Hans, I, 180.
Wirdig, Sebastián, I, 294.
Wirsung, Georg, I, 251.
Wiseman, Richard, I, 282, 296, 302.
Wistar, Caspar, II, 52, 53, 369.
Wister, Owen, II, 284, 285.
Withaus, Rudolf A., II, 301.
Withering, William, I, 377, 378, 420.
Withington, Edward Theodore, I, 72, 114, 117,
133, 157; II, 301.
Witkowski, I, 178.
Wittwer, P. L., I, 395.
Wohler, Friedrich, II, 2, 73, 83, 85, 86; II, 180,
181, 295.
Wolcott, Erastus Bradley, II, 124.
Wolf, Caspar, I, 226.
Wolff, Caspar Friedrich, I, 249, 322, 331, 548;
II, 58.
Wolff, Julius, II, 205, 229, 365.
Wolff-Eisner, Alfred, II, 337.
Wolfler, Antón, II, 226.
Wollaston. William Hyde, I, 393; II, 2, 23, 86,
183, 198, 244.
Wood, Alexander, II, 294.
Wood, George Bacon, II, 46, 368.
Wood, Horatio C, II, 290, 293.
Wood, Jones F., I, 4, 46.
Wood, William, II, 275.
Woodall, F., I, 385.
Woodhead, Sims, II, 206, 365.
Woodhull, Alfred Alexander, II, 338, 342.
Woodruff, Charles E., II, 341.
Woodville, I, 397.
Woodward, Joseph Janvier, II, 124, 838.
Woodward, William C, II, 388.
Wooldridge, Leonard Charles, II, 188, 232.
Woolhouse, Thomas, I, 411.
Wootton, A. C, I, 297, 298, 414, 419.
Worcester, Elmwood, II, 296.
Wordsdorf, II, 203, 210.
Worm, Oáus, I, 260
Wormins, I, 249.
Wormley, Theodore George, II, 801.
Wortley Montagu, Mary, I, 17, 397. 488.
Wreden, von Hugo, I, 399.
Wren, Sir Christopher, I, 245, 267, 278, 287.
Wright, Sir Almroth, II, 218.
Wright, Edward, II, 216, 218, 337.
614
HISTORIA DE LA MEDICINA
Wright, James Homer, II, 206, 330, 341, 398.
Wright, Jonathan, II, 251.
Wright, Marmaduke Burr, II, 241, 243.
Wrisberg, Heinrich August, I, 347.
Wu-Lien-Teh, 1, 61, 62.
Wunderlich Carl R. A., I, 326; II, 28, 30, 302,
365.
Wundt, Wilhelm, II, 80, 141, 171; II, 199.
Wiirtz, Félix, I, 225, 236.
Wiistenfeld, Heinrich Ferdinand, I, li8, 124; II,
302.
Wyer, Robert, I, 148.
Wyeth, John A., II, 371.
Wyman, Jeffries, II, 53.
Xenofonte, I, 81.
Yager, I, 16.
Yarrow. H. C, I, 41.
Yersin, Alexandre, II, 209, 215, 217, 342.
Yonge, James, I, 282, 337.
Young, Hugh Hampton, II, 2, 215, 342.
Young, John R., II, 87, 304
Young, Sidney, II, 301.
Young, Thomas, I. 368, 395, 406; Jl, 2, 301.
Yperman, Jean, I, 149.
Yvoiri, I, 144.
Zacchias, Paolo, I, 277, 278.
Zacuth, II, 442.
Zakrzewska, Marie, II, 382.
Zahm, John Augustine, I, 18.
Zambeccari, Giuseppe, I, 280.
Zancartis, Alberto de, I, 168.
Zaufal, Emanuel, II, 251.
Zeissl, von Hermann, II, 264.
Zeissl, von Maximilian, II, 264.
Zeitblom, B., I, 178.
Zerbi, Gabriele, I, 209.
Ziegler, Ernst, II, 206.
Ziemssen, von Hugo, II, 24, 255, 260, 277, 294,
296.
Zimmermann, Johann Georg, I, 104, 388, 389,
393, 407, 418.
Zinkeisen, I, 108.
Zinn, Johann Gottfried, I, 346, 347.
Zoege von Manteuffel, Werner, II, 226.
Zsigmondi, II, 199.
Zuckerkandl, Emil, II, 71, 250.
Zuntz, Nathan, II, 182, 196.
Zunzunequi, II, 466.
Zurriaga, II, 471.
Zwaardemaker, Hendrik, II, 200, 250.
índice de materias
(Lo impre30 en tipo mayor hace referencia a lo» datos completos.)
A A A, Enfermedad, I, 43.
Abbasidas, I, 114, 116.
Abdomen, cirugía del, II, 487.
Aborto, I, 105; II, 433.
Absorción, I, 339, 340; II, 57, 73-74, 178.
Academias científicas, I, 286-287; II, 423.
Acanthosis nigricans, II, 289.
Acapnia, II, 196.
Acariciamiento, I, 295.
Aceite de Haarlem, I, 298.
Aceite de Macassar, I, 413.
Acetanilida, II, 294.
Acetona, II, 183, 259.
Acetonemia, I, 258, 259; II, 183.
Acido 3 oxibutírico, II, 183, 199, 263.
Acido benzoico, II, 85.
Acido carbónico, I, 265, 342-344.
Acido fénico, II, 222.
Acido hipúrico, II, 84, 85, 291.
Acido nucleínico, II, 183, 198, 291.
Acido tímico, II, 198.
Acidosis, I, 265, 266; II, 263.
Acomodación, I, 264, 368; II, 350-352.
Acondroplasia, I, 47, 393; II, 47, 275, 312.
Acrodermatitis, II, 289.
Acromegalia, I, 54, 177, 242, 409; II, 185, 267,
280.
Actinomicosis, II, 216.
Acupuntura, I, 18, 21, 60, 61, 63.
Acústica, II, 159.
Achorion Schoenleinii, II, 30, 65, 66.
Achúcarro, método de, II, 506.
Adaptación, II, 311.
Addison, enfermedad de, II, 21-22, 185.
Adenina, II, 198.
Adenoideas, vegetaciones, I, 242.
Adiposis dolorosa, II, 282.
Adivinación, I, 51.
Aeroterapia, I, 344.
Afasia, I, 136, 158, 323; II, 9, 109, 280, 282,
285, 286.
Afemia, II, 109, 285.
Afinidad química, I, 329.
Aforismos médicos, I, 85, 86, 328; II, 445.
Aftas, II, 442.
Aftas de Bednar, II, 259.
Aglutinación, 11, 215, 337.
Agmatina,' II, 198.
Agorafobia, II, 281.
Agrafía, II, 286.
Agregadores, I, 153.
Agua, esterilización del, II, 337.
Agua, filtración del, II, 387.
Agua regia, I, 125.
Agua Tofana, I, 299.
Aguas minerales, I, 106, 202, 205, 279, 326.
Aguja del Diablo, I, 25.
Ahorcamiento judicial, I, 395.
Aire, hambre de, II, 258.
Aire libre, tratamiento por el, II, 379.
Ajo, I, 58.
Alanina, II, 198.
Albuminuria, I, 340; II, 19, 20, 23, 262, 264.
Albumosuria, II, 86.
Alcaloides, II, 75.
Alcantarillado, I, 52; II, 387.
Alcantarillado, purificación del, II, 387.
Alcaptonuria, I, 277.
Alcohol, I, 117.
Alcoholismo, I, 54, 149, 158, 192, 381; II, 203,
324, 505.
Alejandría, escuela de, I, 91, 92.
Alexia, II, 286.
Alexifarmacia; I, 92.
Alimento psíquico, II, 180.
Alimentos, adulteración de los, I, 238; II, 388
Alimentos, inspección de, I, 166; II, 388.
Alimentos, química de los, I, 291; II, 297.
Alimentos, proporción centesimal de los, II, 27t.
Alimentos sintéticos, II, 324-325.
Alkahest, I, 292.
Alma sensitiva, I, 324.
Alopecia, I, 43, 96; II, 216, 289.
Alquimia, I, 124-125, 154, 157, .199-201, 208-205,
292-293.
Ambliopía, II, 246.
Ambrina, II, 399.
Ambulancias volantes, II, IOS.
Amebas parásitas, II, 145, 340-341.
Amebiasis, II, 328, 329, 332.
Amenorrea, II, 467.
Amencia, II, 286.
American Medical Association, II, 392.
Ametropia, II, 247.
Amilo, nitrito de, II, 292, 293.
Aminoácidos, II, 198, 199, 323-324.
Amiotonía, II, 281.
Amphimixis, II, 340.
Amputaciones, I, 59, 97-98, 119, 196, 223, 226,
280, 281, 282, 357, 366-367; II, 95, 96, 101,
616
HISTORIA DE LA MEDICINA
102-103, 106, 117, 118, 122-123, 124, 222, 225,
489.
Amuletos, I, 30-32, 161, 236, 295.
Anafilaxia, I, 398; II, 75, 194, 215, 220.
Anatomía, I, 56, 57-58, 60, 61, 75, 81, 91, 99,
102, 150-151, 197, 206-221, 228, 251-253, 289-
290, 345-353, 357; II, 47-55, 90, 141, 270, 427,
430-431, 453, 457-459, 465, 470-476, 490, 494.
Anatomía, acta de, II, 51.
Anatomía, enseñanza de la, I, 234, 345-346, 355,
426-427; II, 70-73, 116, 376, 429.
Anatomía, historia de la, II, 73. 142, 144.
Anatomía artística, I, 4, 212, 213; II, 52, 81,
141-142, 434, 481.
Anatomía comparada, I, 90, 140, 228, 253-254,
257, 348, 349, 364; II, 52-53, 55, 59, 144, 145-
146, 155-156.
Anatomía culinaria, I, 161.
Anatomía china, I, 160.
Anatomía fortuita, I, 220.
Anatomía normal, I, 215, 347-348.
Anatomía patológica, II, 432.
Anatomía quirúrgica. I, 346; II, 107. 141-142,
496-497
Anatomía sacrificial, I, 161.
Anatómicas, ilustraciones II, 430-432.
Anatómicos, anfiteatros, I, 151, 234, 290, 426-427.
Anatómicos españoles, II, 429-434, 457-459.
Anemia, II, 206.
Anemia perniciosa, II, 21, 145, 206, 271.
Anestesia, I, 20-21, 57, 98, 142, 147; II, 3, 25,
116, 118, 119, 124-127.
Anestesia intrarraquídea, II, 342, 34. j.
Aneurisma, I, 98, 102, 110, 217, 223, 356, 358,
364, 366, 367, 373, 391; II, 24, 93-94, 96-97,
100, 101, 104, 119-123, 124, 231, 264, 350,
434, 436. 438.
Aneurismorrafia, II, 347, 350.
Anfiteatros anatómicos, I, 151, 234, 290, 355,
426-427.
Angina de pecho, I, 277, 379, 380; II, 261, 292.
Angina pseudomembranosa, II, 441.
Angiokeratoma, II, 289.
Ángulo facial, I, 334.
animismo, I, 324-326.
Annona, medallas de la. I, 240, 315.
Ano artificial, II, 487.
Anodasocfación, i. 8 1 85; n. 348.
[,418.
Anqollost miad . n. 144,216, 284, 286, 329, 333,
840.
i i- LOO, 155, 178-179, 188; II, 244,
•
antimonio, i, 81, 2 807, 314, 382,
antimonio, cop i- de, i, 298.
Antipirint II
i 221 224, L88 i-»
820, 888-887.
Anfr. 17, km 105; n, 59,
L40-] 11, 80
Antropometría, I, 213, 254; II, 140-141.
Apendicitis, I, 361; II, 7, 23, 47, 123, 232, 2J4,
235, 346.
Apnea, II, 196.
Apoplejía, I, 277, 374.
Apraxia, II, 285.
Arabistas, I, 138, 152-155.
Arcanos, I, 201.
Archeo, I, 200, 265.
Area Celsi, I, 96.
Area superficial, II, 182.
Arginina.. II, 199.
Aritméticos médicos, I, 205.
Arma de fuego heridas de, II. 284, 341, 399, 485.
Ars sphygmica, I, 102
Arsénico, I, 61, 299, 405.
Arte, la medicina en el, II, 279, 360-362.
Arte moviüar, II, 408.
Arte paleolítico, II, 407.
Arte rupestre, II, 408-412.
Arterias, II, 472.
Arterias, enfermedades de las, II, 34, 269.
Arterias, ligaduras de las, I, 96, 97, 98, 110, 149,
225, 358, 364, 366; II, 24, 90, 91-92, 93, 94.
97, 98, 100, 102, 104-105, 111, 119-122, 347,349,
Arterieesclerosis, I, 351-352; II, 254.
Articiúaciones, II, 81.
Articulaciones, cirugía de las, I, 359; II, 226, 228,
229, 231.
Articulaciones, clasificación de las, II, 472.
Articulaciones, enfermedades de la»/ I, 282; II,
96, 99.
Articulaciones, tuberculosis de lag, IF 480.
Artritis, II, 344.
Artritis deformante, I, 40, 46, 379; II, 16, 202, 260.
Artropatía espinal, II, 41.
Asclepieia, I,. 71-72.
Ashmolean, museo, I, 313.^
Asfódelo, I, 16-17.
Asilos, fundación de, I, 169.
Asilos para ciegos, II, 502.
Asociación médica británica. II, 391.
Aspiradores, II, 435.
Astenopia, II, 247.
Astigmatismo, I, 309; II. 244, 247, 352.
Asma. I, 277; II, 259.
Asma tímico, II, 47.
Astrología, I, 27, 49-51, 124-125, 185, 191, 108-
104, 200 201, 236, 293-294.
Ataxia cerebelos*, II, 280.
Ataxia hereditaria, II, 281.
Ataxia locomotriz, IT, 254, 261, 265, 269, 275,
276, 277-278, 279 281.
Ataxia vasomotora, II, 321.
Atctosis, II, 282.
Atletismo, I, 81.
Atmosfera* confinadas, II, 297.
Atómica, teoría, i, 79, 94.
Atrep la, n, 335.
Atrofia de la piel, II, 289.
Atrofia muscular, II, 49, 277, 270, 280.
índice de materias
617
Audición, I, 370-371; II, 251.
Augurios, I, 50.
Aurículoventricular, fascículo, II, 321.
Auscultación, II, 8, 29, 32, 270.
Autismo, II, 287, 328.
Autoerotismo, II, 327.
Autointoxicación, I, 201; II, 254.
'Automatismo, II, 325, 450.
Autonómico, sistema, I, 342; II, 169, 192-193,
270, 320-321.
Autopsias, I, 371, 373.
Averroísrao, I, 120-121.
Aiúcares, II, 323.
B
Bacilo aerogenes, II, 215, 219, 398.
Bacilo coli, II, 215, 259.
Bacteriología, I, 254-255, 257; II, 63, 205, 206-
221, 335-336, 377.
Bacteriolisis, II, 215, 218.
Baer, leyes de von, II, 155.
Balas, sonda exploradora para, II, 108.
Bañeros, I, 309.
Baños. II, 420
Baños, médicos de, I, 105; II, 466.
Baños carbónicos, II, 295.
Baños públicos, I, 106, 241, 308.
Barberos-cirujanos, I, 134, 164-165, 237, 238-239,
303-304, 317, 357, 423-424.
Barlow, enfermedad de, II, 269.
Battey, operación de, II, 133.
Bazo, II, 115, 142, 191.
Bazo/enfermedades del, II, 255.
Bec jaune, I, 309.
Bedlam, I, 238, 244.
Beleño, I, 20, 102.
Bell, parálisis ^de, II, 50.
Benceno, anillo del, II, 199. 334.
Benedictinos, I, 135, 137; II, 423-424.
Bennu, I, 51.
Beriberi, I, 277; II, 25, 26, 329, 341.
Bertillonage, II, 140.
Bestiarios, I, 137, 226.
Bezoares, I, 31.
Bhang, I, 125.
Biberón, I, 431-432.
Bibliografía médica, I, 227, 331, 332; II, 304-306,
419.
Bibliotecas médicas, I, 159, 167, 426,435; II, 306,
422, 445, 498.
Bilharziosis, I, 43.
Bilirrubina, II, 179.
Bilis, I, 331; II, 62, 86, 88, 179.
Biliverdina, II, 179.
Biografía médica, II, 303-304.
Biología, ir, 133-140, 308-318.
Biometría, II, 139-140, 311-313.
Bioquímica, II, 323-325.
Bismuto," pasta de, II, 294, 342.
Blas, I, 265.
Blastomicosis, II, 216, 289.
Bleíaroplastia, II, 111, 478, 484.
Bloqueo del corazón, I, 374; II, 16, 17-18, 195,
321-322.
Boca, enfermedades de la, II, 226.
Bocio, I, 110, 141, 201, 203; II. 87, 226, 319-320,
345-346, 347.
Bocio, extirpación del, II, 481.
Bocio exoftálmico, I, 382; II, 17, 47, 183, 246.
Bolonia, escuela de, I, 158.
Bombas de gases, II, 195, 196.
Botánica, I, 90-91, 98-99, 100, 157, 189-190, 195,
226-230, 235, 255, 260, 323-324, 349, 377, 400,
427; II, 26, 42, 420, 427.
Botánicos, jardines, I, 137. 168, 235, 289, 380,
427; II, 377.
Botánicos, médicos, II, 455, 466.
Boticarios, I, 235-236, 300-301; II, 389.
Boticarios, tarifas de los, I, 300.
Botiquines del ejército, I, 281.
Bower, manuscrito de, I, 58.
Braguero, I, 155, 223, 280.
Braidismo, II, 26-27.
Brephotrophia, I, 169.
Breslau Codex, I, 139.
BrideweL, I, 244.
Bright, enfermedad de, II, 19-20, 205, 256.
Brill, enfermedad de, II, 329-330.
Bronce, edad del, II, 417.
Bronce, fiebre de I03 fundidores de, II, 297.
Bronconeumonía, I, 276; II, 76.
Broncotifus, II, 33.
Broncotomía, II, 462.
Bronquitis, II, 8.
Brucina, II, 75, 86.
Brujas de Lancashire, I, 294.
Brujerías, I, 149, 294, 314.
Brujos, doctores, I, 435.
Brunner, glándulas de, I, 270.
Brunoniana, teoría, I, 327.
Buck, extensión de, II, 124.
Budd, enfermedad de, II, 299.
Bufagina, I, 15; II, 293.
Burking, II, 51.
Bursitis subacromial, II, 344.
Buzos, enfermedad de lo», II, 176, 297.
Cabeza, cirugía de la, II, 485-487.
Cabeza, heridas de la, I, 88, 97, 143-144, 202.
Cadáveres, II, 417.
Cadáveres, adquisición de, I, 426; II, 51, 92, 432,
460-461.
Cadáveres, venta de, II, 51-52.
Cadenas laterales, teoría de las, II, 199, 334.
Cadenas reflejas, II, 170-171.
Café, I, 21, 266.
Calambre de los escribientes, I, 159.
618
HISTORIA DE LA MEDICINA
Calambre, piedra del, I, 25.
Cálculos urinarios, I, 102, 201; II, 2SS.
Cálculos biliares, I, 158; II, 348.
Calefacción, II, 296.
Califato occidental, I, 119-121.
Califato oriental, I, 114-119.
Calor animal," I, .274; II, 158.
Calor latente I, 342.
Calorimetría, I, 92; II, 182-183.
Calzado militar II, 342.
Callistas, I, 310.
Cámara ardiente, I, 299
Camas celestiales. I, 414.
Cáncer, I, 141, 146, 405; II. 142, 183, 191, 205,
226, 300, 335, 342, 482.
Cáncer mamario, II, 438.
Cansancio~de~ la vista, II, 249, 284.
Cantinas escolares, II, 297.
Cáñamo indiano, I, 15, 20, 58, 125, 142, 388.
Cápsula ebúrnea, I, 136.
Caquexia estrumipriva, II, 345-346.
Carbón de piedra, productos del, II, 290.
Carbono, dióxido de, I, 265-342.
Carbono, hidratos de, II, 267-268,
Carbunco, I, 85, 117, 118, 155, 180, 318; II, 206,
208-209, 210, 217.
Carceag, II, 330.
Cargue, membrana de, II, 342.
Caricaturas, I, 408-409.
Caridad médica, I, 168-172, 236, 417-418.
Carne, inspección de la, I, 56-57.
Carnot, principio de, II, 2.
Cartílago, II, 198.
Castración, I, 60.
Catarata, I, 19, 52, 59, 63, 97, 98, 144, 145, 146,
163, 196, 225. 367, 374; II, 246, 248, 249, 352.
Catártasis ritual, I, 17, 24.
Catéteres, I, 59; II, 108.
Cateterismo de la trompa de Eustaquio, I, 370.
Catharmata, I, 24.
Cauterización. I, 19, 118-119, 143, 144, 146-147
196.
Cáusticos, II, 444.
Cavernas, gota de las, I, 40, 184.
Ceguera, I, 30, 20f>: II, 244-245, 379.
Celestiales, lechos, I, 414.
Celular, división, II, 147, 157.
(Molar, doctrina, n, 493.
Celular, teoría, II, 60-64, 69, 146-148, 198, 169.
Celular, transplantación, II, 493.
Celtas.' (Véase Piedra tallada. )
(viuiitis pelviana, II, 239.
Cementarlo!, disposiciones sobre Ioí, II, 386.
muiros, II, 380.
. II l :».'{.
Cerebelo n n ir.s-ioo, 284.
Cerebral onmnbUaelón, if. L&
I, 7'.), 01, 102, 208, 212, 216, 221, 271;
Jl 04, IS7, 111, 316.
I I rlriik'í:i del, I. 18; II, 228, 231, 348.
C«rtbro, ti,; , del, II, 38, 346, 261.
Cerebro, locaiir ación de la función en el, II,
166-167.
Cerebroscopia, 11,^244.
Cefalorraquídeo, líquido, I, Sil.
Ceguera de colores, I, 367.
Ceguera verbal, II, 285.
Cerdo, erisipelas del, II, 214, 215,
Cesárea, I, 20, 57, 59, 97, 148, 225, 283-284; II,
111, 129, 239, 421.
Cesárea vaginal, II, 488.
Ciática, I, 341.
Cicuta, I, 16.
Ciencia, II, 400, 401-402.
Ciliar, movimiento, II, 68, 82.
Cilindroeje, II, 61, 68, 151.
Circulación, fisiología de la, II, 185-194.
Circulación pulmonar, II, 434.
Circuncisión, I, 7, 10, 41, 53-54; II, 488.
Cirugía, I, 41, 56, 58-59, 96-97, 118-119, 165, 195-
197, 201-202, 221-226, 236, 238, 280-283, 302,
304, 357-367, 421-425; II, 90-127, 221-236, 842-
351, 427, 434, 435, 459-468, 476-504.
Cirugía, historia de la, I, 358; II, 101, 107,?228,
229, 234, 436.
Cirugía antiséptica, 1, 141-142, 145; II, 221-224,
227.
Cirugía aséptica, I, 87; II, 237.
Cirugía de la Escuela de Salerno, I, 137, 141, 175.
Cirugía de"las heridas, I, 141-142, 145, 148, 164,
195-196, 225; II, 438.
Cirugía española, II, 434-439, 459-468, 476-504.
Cirugía experimental, II, 107, 344, 347.
Cirugía fisiológica, II, 345-349.
Cirugía india, I, 56-60.
Cirugía medieval, I, 133-141, 141-150, 160,'l61,
162-165, 175-176.
Cirugía militar, I, 81, 97, 105, 195-196;"ll,^102-
103, 227, 345.
Cirugía neurológica, II, 348.
Cirugía ortopédica. (Véase Ortopedia.)
Cirugía osteoplástica, II, 343-344, 350.
Cirugía plástica, I, 59, 97, 224; II, 111-113, 132.
Cirugía primitiva, I, 18-20.
Cirugía visceral, II, 343-344.
Cirujanas. I, 412.
Cirujanos españoles, II, 434-439, 459-468, 476-
504.
Cirujanos militares, I, 424-425; II, 338-342, 455.
Clstina, II, 198.
Cistoscopio, II, 229.
Cistotomía, I, 225; II, 123.
Citoblasto, II, 60
Cltodiugnóstlco, II, 337-3
Citogénesii, II, 152-158.
Cltomorfosií, II, 156.
Clarnidozoos, II, 337-338.
Clmatología, I, 121.
Climatoterapia, I, 102.
Clinlea de Psiquiatría, II, 383.
Cloral, II, 84, 293.
Clorofila, II, 198, 334.
índice de materias
619
Cloroformo, II, 84, 126, 193, 241-242, 239.
Clorosis, I, 158, 203, 276, 311, 319, 326, 381.
Coagulación, tiempo de, II, 218.
Coagulación de la sangre, II, 188, 189.
Coaguleno, II, 346.
Coca, I, 15, 20.
Cocaína, II, 240, 293-294, 342, 347.
Cocción, I, 104, 275.
Coccygodinia, II, 133.
Cocinas para los pobres, I, 419. .
Códices salernitanos, I, 173-175.
Código Hammurabi, I, 52, 315.
Colangitis de Naunyn, II, 262, 264.
Colecistotomía, II, 124, 132, 229, 238.
Colectivismo, I, 245.
Colegio de Barcelona, II, 462-463.
Colegio de Cádiz, II, 460-462.
Colegio de San Carlos, Real, II, 465.
Colegios Médico-Quirúrgicos, I, 422-426.
Cólera, II, 17, 25, 39, 40, 54, 215, 217, 296, 299,
385, 387, 478.
Cólera infantil, I, 404.
Colesterina, II, 179, 263."
Cólchico, I, 16,r43, 110, 388, 413.
Cólica Pictonum, I, 242, 277.
Cólico de Devonshire, I, 383.
Cólico de Poitou, I. 277.
Coloide milium, II, 289.
Coloides, II, 87.
Colombo, I, 420.
Color, Folk-lore sobreseí, I, 25-26.
Color, percepción del, II, 56, 171.
Coloración intravital, II, 148, 334.
Coloración, métodos de, II, 146, 184, 205.
Colostomía, II, 229.
Columnas de infamia, I, 317.
Collares anodinos, I, 413.
Colles, ley de, II, 16, 94.
Coma diabético, II, 258, 263.
Comadronas, I,' 14, 21, 53, 105, 123, 192. 237, 238,
282-283, 428, 435.
Comadrones, I, 352-353, 435.
Comedias médicas, I, 304-306.
Comentadores, I, 189-191; II. 423. 442-455.
Cometa de Halley, I, 316.
Cometas, medallas de los, I, 316.
Comezón, II, 39.
Comida engañosa, II, 180.
Complemento, fijación y desviación del, IJ, 336.
Conciliadores, I, 153, 154.
Concursos, I, 422; II, 375.
Conducto pancreático, I, 251.
Congresos internacionales, II, 380, 396.
Conjuntivitis, I, 43; II, 103, 212, 249.
Conjuntivitis infantil, II, 241, 242.
Conservación de la energía, II, 1, 157.
Consilia, I, 158
Constitutio criminalis Carolina, I, 192, 238.
Constitutio criminalis Tkeresiana, I, 424.
Contagio, I, 51, 53, 55, 61, 156, 179-180, 232, 244,
255, 388; II, 42, 65, 449.
Contracturas, II, 104, 105.
Contracturas isquémicas, II, 227.
Controversias médicas, I, 416; II, 37, 91.
Corazón, I, 90, 92, ]04. 212, 247-249, 262, 271'
331, 352; II, 8, 34, 66, 70, 76, 79, 144, 185-190.
191, 192, 193, 194, 270, 271, 321-322.
Corazón, cirugía del, II, 230. .
Corazón, enfermedades del, I, 252, 373-374, 391;
II, 8, 10-11, 18, 23, 24, 271, 295.
Corea, I, 29, 180, 239, 276; II, 20, 505.
Corea eléctrica, II, 264.
Corea hereditaria, II, 282.
Corea postparalítica, II, 284.
Córnea, II, 64, 150, 352.
Córnea, opacidad de la, II, 244.
Córnea cónica, II, 246.
Cornezuelo de centeno, II, 241.
Correlación de las estadísticas, II, 311.
Corrigan, pulso de, II, 18.
Corsé. I, 348.
Corsé de escayola, II, 236.
Cortes congelados, II, 117, 141.
Cortes seriados, II, 151.
Cosméticos, I, 156.
Costillas, I, 274.
Cráneo dolicocéfalo, II, 406.
Craneología, I, 216, 333; II, 55, 137, 140-141, 144,
152, 474.
Craneometría, I, 254; II, 109, 140. 232, 234, 348.
Crasis, II, 33.
Crecimiento, II, 194.
Credé, método de, II, 242.
Cremación, I, 19, 66, 75, 106.
Creta, I, 65-66.
Cretinismo, I, 200, 203, 277; II, 319.
Crimea, guerra de, II, 381.
Crioscopia, II, 274.
Crisis, I, 27, 392; II, 257,
Crisis de Dietl, II, 34.
Cristal de reloj teoría del, II, 60.
Cristalino, I, 257, 368-369, 389.
Cromófanos, II, 176.
Cromosomas, II, 153, 317-318.
Cronología médica, II, 509-541.
Cruentación, I, 165.
Crup, II, 42, 259, 441-442.
Cruveilhier, parálisis de, II, 49.
Cruz Roja, I, 384.
Cruz Rosada, I, 293.
Cuadrícula topográfica, II, 472.
Cuáqueros, médicos, I, 380-381.
Cuarentena, I, 182; II, 386, 426
Cuasia, I, 420.
Cuasia, copas de, I, 413.
Cuerda del tambor, II, 490.
Cuerda dorsal, II, 59.
Cuernos cutáneos, I, 394.
Cuerpos extraños, II, 233.
Cultivos en placa, II, 211.
Cultivos extravitales, II, 351.
Cura por la fe, I, 13, 34-35; II, 889.
620
HISTORIA DE LA MEDICINA
CH
Chancro hunteriano, I, 364.
Charlatanería, I, 35, 122-123, 158, 175, 236-237,
309-311, 408-409, 411-415; II, 388-391, 392.
Cheyne-Stockes, respiración de, I, 88; II, 16.
China smilax, I, 215, 240.
Dactiloscopia, II, 474, 507.
Daffi, elixir de, I, 298.
Daft Jamie, II, 51.
Dakin, solución de, II, 398
Danza de la muerte, I, 150.
Darwinismo, II, 309-310.
Debilidad mental, II, 314.
Deeiduoma maligno, II, 239.
Decretos pontificios, I, 127, 151, 160. 292.
Deglución, II, 74, 177.
Deidades chthonianas, I, 66, 67, 69-70, 72, 73.
Delirium tremens, II, 42.
Demencia paralítica, I, 268.
Demencia precoz, II, 286, 505.
Demencia senil, II, 505.
Demonología, I, 12, 50, 57, 62, 161.
Dengue, I, 393, 404; II, 340.
Dentaduras postizas (puentes), 1, 106.
Dentistas, 1, 106, 147, 148, 149.
Depuración, I, 24. 53.
Dermatitis exfoliativa, II, 289.
Dermatitis herpetiforme, II, 289.
Dermatología, I, 388, 394; II, 13-16, 34-35, 288-
289, 503.
Desarticulaciones, II, 489.
no de prueba, II, 264.
rebración, II, 167-168, 169.
mpre-ión cerebral, II, 348.
potación, II, 300.
hire, cólico de, I, 383.
Diabetes, I, 58, 99, 118, 268; II, 86, 87, 183, 186,
256, 262, 263, 268, 295, 319.
Diabetes insípida, I, 208: II, 320.
Diabetes pancreática, I, 270; II, 20, 263.
D ticas, pruebas, n, 274.
Di.e-'t, L21-122, 371-374, 376; II,
¡ :5n:,-366.
•
Bartmann, li. 251.
Dlape :
Diatermia, n
l, 11, '¿GO.
Diccionarios médl< i 232, 469.
165, 405; ll
I, 57.
I. 40.
Diet I i. 'J7, 161.
hi'i nrfa*t\, I, 27i
i, 88 l ::'.'. II so, 295.
81.
Difteria, I, 99, 109, 112, 181, 243; 318, 580, 381,
383, 393, 400, 433; II, 9, 209, 213, 217, 219,
337, 441.
Digestión, I, 68, 88, 89, 266, 269, 270, 331, 336-
337, 364; II, 87-89, 173-180.
Digital, I, 297, 377-378; II, 257, 292, 293; 322.
Digitales, impresiones, I, 61; II, 68, 140.
Dióptrica, II, 351-352.
Diplococo, II, 338.
Diplomas, I, 434.
Diplomas, fábricas de, II, 392.
Disección, I, 102, 150-151, 209, 212-215, 234, 239,
289-290, 426-427; II, 48, 92, 142, 427, 471-476,
477, 490.
Disecciones en bloque, II, 348.
Disentería, I, 110, 276, 277, 317, 384, 433; II, 25,
215, 270, 294, 328, 338, 341.
Dishidrosis, II, 289.
Disimetría molecular, II, 207.
Disipación de la energía, II, 2, 158-159.
Dislexia, II, 285.
Dislocaciones, I, 86, 112,"ll9, 360; II, 105, 122-
123, 229, 233, 345, 436.
Dismenorrea, I, 159; II, 132.
Dispensarios, I, 123, 227; II, 46.
Dispituitarismo, II, 348.
Diuréticos, II, 194.
Docimasia. I, 256, 278.
Doctores, I, 305-306.
Dogmatismo, I, 90.
Dolor de cabeza, I, 105; II, 284.
Dotaciones de Arris y Gale, I, 422.
Dover, polvos de, I, 420.
Dracunculus, I, 54.
Drogas, I, 14-17, 22-23, 51, 61, 96, 124-125, 227
229, 301.
Drogas, comercio de, I, 173, 243.
Dublin, método de, I, 354-355.
Duelo, I, 416.
Dupuytren, fractura de, II, 105.
Durina, II, 330.
Eck, fístula de, I, 366; II, 184, 340.
Ecorchés, I, 208.
Ectima terebrante, II, 15.
Eczema, II, 14, 35, 289.
Edad sombría, 1, 134
Edema, IT, 206, 219.
Edema angioneurótloo, II, 17, 281, 289.
Edema maligno, II, 209.
Edlpo, mito de, II, 327.
Educación medica, I, 62, 63, 81, 82, 114, 124,
165-168, 175-170, 288-286, 288, 290-291, 313-
314. 101, 421-425, 426-428, 434-435; II, 22, 23,
271, 363-379, 392.
Educación médica de la mujer, ll, 378-379.
Bgofonia, n, 8, 32.
Blarson, II, 323.
Elaboro, I, «8, 102.
índice de materias
621
Electricidad, I, 247, 414.
Electrocardiogramas, II, 322.
Electrodiagnóstico, II, 277, 280.
Electrofisiología, I, 341; II, 162-165, 277.
Electrólisis, I, 341.
Electroterapia, I, 105, 341, 387, 405; II, 67, 101,
277, 280, 294.
Electroterapia estática, I, 341; II, 21, 266, 267.
Electrotono, II, 164, 195.
Electro vibrador, II, 398.
Elefantiasis, I, 99, 110; II, 25.
Elementos químicos, I, 125.
Embalsamamiento, I, 45, 53.
Embarazo, I, 207, 208-209, 242, 350, 351, 356;
II, 241, 433.
Embarazo, duración del, I, 394.
Embarazo extrauterino, I, 367; II, 127, 238, 239.
Embarazo tubario, I, 283.
Emboítement, I, 348.
Embolia, II, 202, 205, 206, 219, 234.
Embolia mesentérica, II, 258.
Embolia retiniana, II, 246.
Embriógrafo, II, 151.
Embriología, I, 90, 249, 256, 257-258, 331, 348-
349, 364; II, 53, 58-59, 61, 69-70, 139, 145, 146,
150-157, 476.
Embriología experimental, II, 155-157, 195, 316-
318.
Eméticos, I, 17, 88.
Emetina, II, 294, 341.
Emoción, II, 320, 506.
Empieraa, I, 144.
Empíricos, I, 90.
Enanos, I, 177, 242, 319, 409.
Encantos, I, 32, 110, 294.
Enciclopedias médicas, I, 226; II, 24, 481.
Endocarditis, I, 375; II, 10, 33, 46, 202, 214.
Endotelio, II, 150.
Enemas, I, 148, 269, 328.
Enfermedad, transmisión de la, I, 24, 53.
Enfermedad de Bright, II, 19-20, 205, 256.
Enfermedad de Brill, II, 329-330.
Enfermedad de Budd, II, 299.
Enfermedades, clasificación de las, I, 275, 323,
324, 325-326, 378-379; II, 29.
Enfermedades, descripciones de, I, 203, 277, 392-
394; II, 46-48, 254 255.
Enfermedades venéreas, II, 428.
Enfermeras, I, 168-172; II, 380-382.
Enormon, I, 88.
Entamoeba, II, 332.
Entelequias, I. 90; II, 315,
Entérica, fiebre, II, 267.
Enteroptosis, II, 255.
Enteroquinasa, II, 180, 318.
Enterotomo, II, 105.
Enterorrafia, II, 110.
Envenenamientos, I, 299.
Enzima, reacción de la, II, 337.
Enzimas, II, 176, 323.
Eoanthropus Dawsoni, I, 80.
Epicistotomía, II, 129.
Epidauro, I, 71, 72.
Epidemias. I, 85, 86, 179-186, 239-243, 315-318,
391, 432-434; II, 299, 300, 331, 440, 445.
Epidémicas, constituciones, I, 276,
Epidermolysis vesiculosa. II, 289.
Epigénesis, I, 249, 348.
Epilepsia, I, 18, 22, 29, 31, 51, 54, 69-70, 85, 88,
99, 110, 180, 244, 390; II, 185, 194, 215, 282,
442.
Epilepsia jacksomana, II, 20, 282.
Epinefrina, I, 15. 293; II, 293.
Epitelio, II, 64.
Epónimos, II, 395.
Ergotismo, I, 29, 180, 181, 196, 229, 243, 277,
318; II, 329, 42 i.
Erisipela, I, 28, 85, 99; II, 214, 215.
Eritema, II, 14, 289.
Eritromegalia, II, 231, 284.
Eruditos, I, 152.
Escarlata, rojo, II, 294?
Escarlatina, I, 276, 318, 377, 388, 433; II, 331.
Escayola, corsé de, II, 236.
Estferectomía, II, 352-353.
Escleriasis, II, 267.
Escleroderma, I, 394; II, 17, 22.
Esclerosis en placas, II, 48-49.
Escolares, comidas, II, 29.
Escopelismo, I, 31.
Escorbuto, I, 100, 242, 277, 383, 385; II, 465.
Escrófula, 1, 25, 29, 141, 149, 277, 295-296, 314.
Escuela, higiene de los niños de, II, 249, 297.
Escuela Antigua de Viena, I, 387-388.
Escuela de Alejandría, I, 91-92.
Escuela de la Great Windmill Street, I, 339, 340,
355; II, 49-50, 99.
Escuela de Sanidad, I, 422.
Escuela Filosófico-Natural, II, 28.
Escuela Médica de Harvard, II, 369-370.
Escuela Nueva de Viena, II, 31-39.
Escuelas postgraduadas, II, 368, 370, 371.
Esfigmógrafo, II, 190, 274.
Esfigmomanometría, II, 163, 274.
Esmarch, venda de, II, 227.
Esófago, II, 61.
Esófago, cirugía del, II, 225, 226.
Esófago, ruptura de1, I, 829.
Esofagoscopia, II, 258.
Especias, I, 17 í, 243, 301.
Especies, fijeza de las, I, 323; II, 52.
Especies, origen de las, II, 134-136.
Específicos, I, 297, 413; II, 392.
Espectral, análisis, II, 2.
Espéculum, II, 129, 131.
Espéculum ocular, II, 465.
Espermatozoide, I, 256, 263; II, 69-70, 152-158.
Espinales, animales, II, 167-168.
Espirilosis, II, 26.
Espirómetro, II, 196.
Espiroquetosis, II, 331.
Esplenomegalia tropical, II, 881.
622
HISTORIA DE LA MEDICINA
Espondilitis deformante, I, 46; II, 281.
Bspondiloliatesis, II, 33, 241.
Espondilosis rizomiélica, II, 280.
Esponja soporífica, I, 21, 140, 142.
Esporotricosis, II, 216, 289.
Esqueléticos, restos, I, 39.
Esqueleto, I, 348.
Esquizofrenia, II, 287.
Estadísticas, II, 300, 311-313.
Estadísticas, correlación de las, II, 311.
Estadísticas médicas, II, 6, 299-300.
Estadísticas vitales, I, 278-279, 333; II, 299-300.
Estafilococo, II, 209, 219.
Estafiloplastia, I, 223.
Estafilorrafia, II, 106, 119.
Estercorina, II, 179.
Estereoquímica, II, 207.
Esterilidad, I, 25; II, 132, 433.
Estertores, II, 8.
Estetóscopo, II, 8, 17.
Estómago, I, 209; II, 87-89, 177, 189.
Estómago, bomba de, II, 295.
Estómago, cateterismo del, I, 364; II, 118, 264,
295.
Estomago, cirugía de!, II, 225, 226.
Estómago, enfermedades del, I, 400; II, 258, 264.
Estrabismo, I, 29, 196; II, 112, 244, 246, 247.
Estreptococo, II, 209.
Estribo, hueso, II, 432-433.
Estricnina, II, 86.
Éter, I, 227.
Éter, anestesia por el, II, 97, 116, 124-126.
Etica médica, I, 44, 84, 168, 239, 278, 388, 394,
400, 416-417; II, 270, 357-358, 392.
Etica quirúrgica, I, 145, 146, 148.
Etiqueta médica, I, 168.
Etmoides, II, 53.
Etnología, I, 333-334; II, 54, 185, 140-141.
Etruscos, I, 93, 106.
Eucaína, II,' 294.
Eugenesia, II, 110.
Eugénica, II, 139, 314.
Eustaquio, cateterismo de la trompa de, I, 370.
i, II, 313.
Kvol ución, II, 52, 136.
Exámenes, n, J US
i ••ues médicos, I, 422.
moa, l, 61.
Amales, I, 70; n,
i. 861.
tondattabj diátesis, n. 260.
pahrita* mspeeddii da, i r. 386.
I, 86.
i, I J14.
lides de la, II, 250-251.
IFaringotoniía, II, 226.
Farmacia, I, 96, 120-121, 124-125, 178, 248.
¡ Fármacodinamia, II, 290.
Farmacología, I, 300-301, 387-388, 419-420; II,
69, 290-294, 377.
Farmacopeas, I, 205, 227, 279, 312, 377, 400,
419-420; II, 26.
Fatiga, II, 162.
Favus, II, 30, 66, 289.
Fe, curación por la, I, 13, 34-35^11, 889.
Fechner, ley de, II, 80.
Fddschers, I, 357; II, 372, 373.
Fenilalaína, II, 198.
Fenolsulfoptaleína, II, 293.
Fermentación, I, 266; II, 84-85, 178-179, 207-208.
Fibras nerviosas, II, 70.
Fibrilación auricular, II, 193, 321-322.
Fibrinógeno, I, 339; II, 190.
Fiebre, II, 57, 205, 257, 261.
Fiebre amarilla, I, 242, 318, 400, 404, 433; II, 188,
265, 337-340, 385, 457, 465.
Fiebre de los fundidores de bronce, II, 297.J
Fiebre entérica, II, 267.
Fiebre miliar, I, 318.
Fiebre palúdica, I, 22, 23-24, 27, 28, 58, 74, 77,
85, 97, 107, 276, 277, 318, 391, 433; II, 41-42,
216, 264-265, 270, 329, 331, 333, 340, 428, 444,
456.
Fiebre puerperal, I, 268. 283, 433; II, 35-38, 241,
483.
Fiebre recurrente, I, 393; II, 220, 231.
Fiebre sincopal, II, 448.
Fiebre tifoidea, I, 183, 185, 268, 269 317, 318,
375, 388, 390, 432, 433; II, 6, 9, 12, 20, 26, 29,
30, 40, 43, 183, 213, 215, 217, 219, 234, 267,
268, 271, 296, 299, 338, 340, 341, 387, 398, 495
Fiebre volhyniana, II, 398.
Fiebres, I, 376: 382, 432-433; II, 17, 26, 286, 440,
444, 448-449, 453, 459, 495.
Fiesta del trigo verde, I, 17.
Filogenia, II, 145. g
Filólogos, médicos, I, 188-191.
Filosofal, piedra, I, 125, 203, 205, 292.
Filosofía griega, I, 75-79.
Filosofía médica, I, 90; II, 303.
Filosófico- Natural, Escuela, II, 28.
Filósofos, médicos, II, 442, 455, 468, 474. ¡|
Filtrables, virus, II, 337-338.
Física, I, 156, 260-262, 368-369; II, 1-2, 162.
Fisiología, I, 56, 58, 60, 90, 101-103, 261-275, 336-
344; II, 56-58, 67-69, 73-82, 157-200, 318-322,
376-377^ 494.
Fisonomía, I, 229, 278.
Fisostigmina, II, 248.
ITflftala del ano, 1, 148, 360.
fUtula gástrica, II, 88, 115.
i i mía lagrimal, I, 158, 325, 357.
Fistula vesicovaginal, I, 284; II, 118, 115, 130-
132, 133.
Fístulas, II, 438.
Fltosterina, II, 108.
índice de materias
623
Flácherie, II, 208.
Flebitis, I, 364, 365; II, 49, 202.
Fleborrafia, II, 477.
Flechas, heridas de, I, 73-74, 149, 163, 195.
Flegmasía alba dolens, I, 360.
Flemón perifaríngeo, II, 262.
Flogisto, I, 325, 342-344.
Folk-lore médico, I, 7-33, 36-37, 435; II, 141,
302.
Folkloristas, I, 155.
Fonocardiogramas, II, 322.
Fórceps obstétrico, I, 283, 354, 356; II, 240-241,
242.
Forcipresión, II, 229.
Formularios, I, 140.
Fosfenos, II, 56.
Fósiles, II, 52.
Fotografía, II, 2
Fowler, licor de, I, 420.
Fractura de Dupuytren, II, 105.
Fracturas, I, 46, 59, 86, 87, 119, 143, 147, 223,
360, 399; II, 118, 123, 235, 342, 434, 436.
Framboesia, II, 265, 341.
Franklinismo, I, 405.
Fraternidad médica, II, 401.
Frenología, II, 166, 390.
Fundación de asilos, I, 169.
Fundidores de bronce, fiebre de lo», II, 297.
Fünfbilderserie, I, 207.
Galénicas, I, 101.
Galenismo, I, 201.
Galvanocauterio, II, 115.
Galvanómetro, II, 160.
Galvanómetro de cuerda, II, 321.
Gangrena, I, 280.
Gangrena simétrica, I, 387.
Garrapatas, II, 220.
Garrotillo, I, 243; II, 441, 444.
Gas sylvestre, I, 265.
Gases, bombas de, II, 195, 196.
Gases irritantes, II, 3, 98.
Gasometría, I, 344; II, 195.
Gastrectomía, II, 229, 481, 487.
Gastraea, teoría de la, II, 139, 155.
Gástrico, jugo, I, 336, 337; II, 87-89, 177-178,
195
Gastrodiafanía, II, 274.
Gastroelitrotomía, II, 129, 135.
Gastroenteritis, II, 4.
Gastroenteroanastomosis, II, 487.
Gastroenterostomía, II, 226.
Gastroptosis, II, 255.
Gastroscopia, II, 258.
Gastrotomía, I, 282; II, 110, 230.
Generación, I, 90, 249-250; II, 69-70.
Generación espontánea, I. 259-260, 337; II, 62,
207.
Generación selectiva, II, 312-313.
Genitourinarios, cirugía de los órganos, II, 229*
230.
Genius epidémicas, I, 27, 276, 388.
Geografía médica, I, 121, 395; II, 303.
Geólogos médicos, I, 117, 232, 271; II, 23, 26.
Germinativa, mancha, II, 59.
Germinativa, vesícula, II, 67.
Germinativas, capas. II, 58-59, 66.
Germinativo, plasma, II, 140.
Gerontochia, I, 169.
Gigantismo, II, 214, 320.
Gil Blas, I, 307.
Gimbernat, ligamento de, I, 464.
Gimnasia médica, I, 203; II, 296.
Gimnasia sueca, II, 296.
Gimnastas, I, 75.
Ginebra, convenio de, II, 396.
Ginebra, cuellos de, I, 291, 407.
Ginecología, I, 100, 225-226, 284, 356-357; II, 127-
133, 236-240, 344, 483, 488, 494.
Glándulas de Bruner, I, 270.
Glándulas de secreción interna, I, 33-266; II, 184,
186, 264, 319-321, 345-346.
Giauber, sal de, I, 291-292.
Glaucoma, I, 367; II, 352.
Glisson, cápsula de, I, 251, 271-271.
Glosopeda, II, 214.
Glotiscopio, II, 38.
Glucocola, II, 179, 198.
Goddard, gotas de, I, 298.
Gondisapor, I, 114.
Gonorrea, I 54, 149, 241, 282, 364; II, 14, 215,
270.
Gota, I. 46, 97, 102, 110, 201, 275, 379, 405, 41$;
II, 24 183, 268, 323, 434.
Gota de las cuevas, I, 40, 184.
Gota de leche, II, 500.
Gotas holandesas, I, 298.
Graaf, vesícula de, I, 269.
Grabados neolíticos, II, 416.
Grados médicos, I, 167-168.
Graduación, ceremonias de la, I, 167-168, 106-
307, 309.
Graefe, signo de, II, 246.
Gráfico, método, II, 187.
Granulosis, II, 289.
Great Windmill Street, Escuela, I, 339, $40, 155;
II, 49-50, 99.
Gremios médicos, I, 163.
Grocco, triángulo de, II, 265.
Gruta del perro, I, 265.
Guantes quirúrgicos, II, 226, 347.
Guayaco, I, 13, 240.
Guerra de Crimea, II, 381.
Guerra de los Treinta Afíos, I, 245, 288, 317,
357.
Guerra de trincheras, II, 397-398.
Guerra europea, II, 397-400;
Guerras napoleónicas, II, 102-103.
Guy, Hospital de, I, 428; II, 18-22, 265-267.
Gusano de seda, enfermedades del. I, 206, 208.
624
HISTORIA DE LA MEDICINA
H
Haarlim, aceite de, I, 298.
Habitaciones, II, 293.
Hábito tóxico, I, 381.
Hallerianum, I, 331.
Hambre, medallas del, T, 240, 315-316.
Hartmann, diapasón de, II, 251.
Hashish, I, 21.
«Harvard Medical Schooli, II, 369-370.
Head, zonas de, II, 197.
Hebefrenia, II, 288.
Heberden, nodulos de, I, 379.
Hechicería, I, 14, 226, 229, 294-295.
Hecluceros de Lancashire, I, 250, 294.
Heilbróte, I, 29.
Heliolítica, cultura, I, 41.
Hematocele pelviano, II, 108.
Hematoterapia, II, 194.
Hematuria, II, 507.
Hematuria endémica, II, IS.
Hemianopsia, II, 283.
Hemiatrofia facial I, 382.
Hemicránea, I, 380; II, 285.
Hemiplejía, II, 185.
Heraocromógeno, II, 197, 507.
Hemodinámica, I, 336; II, 77-79.
Hemoglobina, II, 176, 196, 197
Hemoglobinuria, I, 85; II, 265.
Hemofilia, II, 30, 40.
Hemolisis, II, 215, 336.
Hemorragia, I, 144, 146, 196.
Hemorroides, I, 110.
Hemospasia, II, 295.
Hemostasia, I, 100; II, 227, 478.
Henle, tubos de, II, 64.
Heno, fiebre del, II, 47, 159.
Henoch, púrpura de, II, 259.
Hepatitis, II, 255.
Hepatoscopia, I, 51.
Hepatotomía, II, 238.
Herbarios, I, 156, 195, 197, 230.
Herbarios ingleses, I, 230.
Herencia, II, 52, 139-140, 155, 156, 191, 311-
314, 318.
Heridas, I, 54, 119, 143; II, 90-91, 436.
Heridas, cirugía de las, I, 141-144, 145, 148, 104
195-10*3, 225; II, 433.
Heridas, infección de las, II, 116, 211, 214, 222-
221, 398.
Heridas, tratamiento de las, I, 73-75, 87, 280;
IF. 110 222-221, 317.
ii -n Uu fa í.-i oabese, i, 88, 97, 143-114, 202.
Heridas pof arma de fuego, I, 164, 196, 222-LÍ23,
880, 282, 363, 365; II, 102, 21 I
3 41, 399. :
Heridos, bebldaí par», 1. Lift, 149, 195.
Hernia, I, 2:,. 111, 110. LS8, 159, 10.",, '¿'¿?,, 224,
280. 334, 347, 358, 300; II, U.'i, 101, 231, '¿3ó,
463-464.
Hernia femoral, II, 101.
Hernia infantil, II, 101.
Hernia retroperitoneal, II, 142.
Herniotomía, I, 97.
Heroína, II, 294.
Herpes zoster, II, 197, 285.
Hexametilentetramina, II, 293.
Hibridismo, II, 55, 309-311.
Hidátides, I, 375; II, 20.
Hidracinas, II, 323.
Hidrartrosis intermitente, II, 47.
Hidratos de carbono, II, 267-268.
Hidroa, II, 289.
Hidrocéfalo, I, 341, 378; II, 16.
Hidrocele, I, 360; II, 480.
Hidrocistoma, II, 289.
Hidrodinámica, II, 80.
Hidrofobia, I, 29, 110, 329, 387; II, 209, 232, 265,
330, 442.
Hidrología médica, II, 442.
Hidropesía, I, 143, 377.
Hidrosalpinx, I, 375; II, 239.
Hidroterapia, I, 376; II, 12, 295, 448.
Hierro, edad del, II, 417-418.
Hígado, I, 50-51, 271-272: II, 178, 184, 193.
Hígado, atrofia del, I, 373; II, 20, 33, 256.
Hígado, enfermedades del, I, 375; II, 8, 26, 255.
Hígado, función glucogénica del, II, 173-174,
267-268.
Higiene, I, 37, 52, 53, 55, 82, 335-336; II, 296-
299, 377, 378, 384-388, 426, 433, 442, 470.
Higiene industrial, II, 227, 297, 385-386, 470.
Higiene militar, II, 298-299, 341-342.
Higiene naval, I, 385.
Higiene social, II, 500.
Hioscina, II, 293.
Hiperemia pasiva, II, 342.
Hiperkeratosis, I, 394; II, 289.
Hipermetropía, II, 247.
Hipertiroidismo, II, 319.
Hipnotismo, I, 17. 255, 392; II, 26-27, 287, 295.
Hipotiroidismo, II, 319-320.
Hirtz, compás de, II, 398.
His, fascículo de, II, 155, 321.
Histamlna, II, 291.
Histerectomía, II, 482.
Histeria, 1, 31, 34, 268, 276, 294; II, 20, 279,
326-327.
Histeroepilepsia, II, 279.
Histerorrafia, II, 238.
HiBtldina, II, 198.
Histología, I, 46; II, 47-48, 57, 63-64, 66-67, 89-
70, 146-150, 176-184, 204-205, 221, 255-258.
Histología vegetal, I, 256; II, 60.
Historia do la Medicina. (Véase Medicina, hli-
toria.)
Bistorts Natural, Escuela de, II, 28-30.
Hlstozima, 11, 199, 291.
Bodgldn, enfermedad de, II, 22.
llollaiiil'jeherei, I, 431.
Hombre, origen del, II. 135, 136, 1Í7.
Hombre neolítico, II, 412-414.
índice de materias
625
Hombre prehistórico, I, 8-11, 39-40.
Homeopatía, II, 28, 39, 388.
Homéricos, poemas, I, 73-75.
Honorarios médicos, I, 52, 123, 162-163, 165-
166, 235, 300, 301-302, 315, 418-419; II, 359-
360. 421.
Honorarios quirúrgicos, I, 166, 235, 302-303.
Hormonas, I, 386, II, 136, 185, 186, 318.
Horquilla hueca, experimento de la, I, 265.
Hortus sanitatis, I, 195, 226.
Hospital de Bellevue, I, 435.
Hospital de Guy, I, 428; II, 18-22, 265-267.
Hospital Johns Hopkins, II, 370.
Hospitales, I, 63, 244, 315, 423, 435; II, 297-
298, 378-379.
Hospitales, fundación de, II, 421, 423-424.
Hospitales a la orilla del mar, II, 379.
Hospitales del siglo XVIII, I, 428-430.
Hospitales en bloque, II, 378-379.
Hospitales indios, I, 57.
Hospitales mahometanos, I, 123-124.
Hospitales medievales, I, 168-172.
Hospitales militares, I, 106; II, 427.
Hospitales obstétricos, I, 428.
Hospitales para niños, II, 499.
Hospitalización, II, 261.
Hotel Dieu (París), I, 429.
Huedu, enfermedad, I, 43.
Huesos, II, 70.
Huesos, injertos de, II, 344, 350, 399.
Humanistas, médicos, I, 188-191.
Humoral, patología, I, 78-79, 86.
Humorismo, I, 94, 101.
Hunteriano, museo, I, 363.
Huxham, tintura de, I, 382-383.
I
IATRUA, I, 81.
Iatroquímica, escuela, I, 265-268.
Iatromatemática, escuela, I, 261-264.
Iatromatemática8, II, 311.
Ictericia, I, 122.
Ictericia acolúrica, II, 263.
Ictericia cirrótica, II, 255, 256.
Ictericia hemolítica, II, 263.
Ictericia tóxica, II, 263, 398.
Ictiol, II, 289.
Ictiosis, II, 14.
Ictiosis hystnx, I, 394.
Idiotismo amaurótico, II, 282-281.
ídolos, II, 417.
íleo gastromesentérico, I, 110; II, 267.
Ilíada, I, 73-74.
Ilustraciones anatómicas, I, 72-73, 150, 193-194,
205-213, 215-216, 218, 252-253, 334, 348, 350,
352, 390; II, 48-49, 65-66, 90, 100, 144, 355,
430-432.
Ilustraciones médicas, 1,112, 196, 226-227.
Imhof, sistema de, II, 388.
Imprenta, II, 425.
Historia de la Medicina.- T. II.
Inmortalidad del alma, II, 450.
Inmunidad, II, 217-219, 220.
Impetigo, II, 14.
Impetigo herpetiforme, II, 35.
Impresiones digitales, I, 61; II, 68, 140.
Impresores, médicos, I, 188-189.
Inanición, II, 183.
Incubación, I, 72.
Incunables, I, 157, 188, 206; II, 354-356.
Incunables gráficos, I, 206-211.
Index Catálogo, II, 305.
Index medicus, II, 305.
India Oriental, Compañía, II, 25.
India, Servicio Médico de la, II, 25.
Indios norteamericanos, I, 15-17, 404.
Industrialismo, II, 1, 357.
Inervación recíproca, II, 170.
Infanticidio, I, 355, 394.
Infantil, mortalidad, I, 238, S18 319, 431-482;
II, 500.
Infantilismo, II, 283, 327.
Infantilismo sexual, II, 255, 320.
Infarto, I, 328.
Infección, II, 208-209.
Infección focal, II, 272.
Infección traumática, II, 211, 213, 212-224, 898.
Infecciones terminales, II, 219.
Inflamación, I, 102, 364, 403; II, 202, 204-206,
218.
Influenza, I. 180, 318, 384; II, 215
Ingeniería sanitaria, I, 52, 94, 106.
Inhalación, terapéutica por la, I, 844.
Inhibición, II, 79.
Injertos cutáneos, II, 112.
Inoculación. (Véase Variolización.)
Inoculación experimental, II, 338, 3S9>
Inoculación preventiva, I, 395-399, 427, 488, 484,
435; II, 209.
Insectos, II, 220.
Insolación, II, 293.
Inspección de fábricas, II, 386.
Instituciones sanitarias, II, 426.
Instituto Llórente, II, 500.
Instituto Oftálmico, II, 500.
Instituto de Psicología Experimental, II, 504.
Instituto Rubio, II, 482.
Instrumentos de precisión, I, 376.
Instrumentos quirúrgicos, I, 19-20, 45, 59 96-
97, 149.
Insuflación intratraqueal, II, 348.
ínsula de Reil, I, 389.
Intercostales, músculos, I, 274; II, 196.
Interíleoabdominal, desarticulación, II, 481, 489
Intermaxilar, hueso, I, 349.
Internacionalismo, II, 396-397.
Intestinal, obstrucción, I, 148; II, 232, 167.
Intestinos, I, 251, 252; II, 178.
Intestinos, cirugía de los, I, 141; II, 225, 234. 849-
350.
Intubación, II, 250, 252, 500.
Intususcepción, I, 364.
4i
626
HISTORIA DE LA MEDICINA
Invernación, I, S37, 364.
Inyección anatómica, I. 253. 256; II, 72.
Inyección hipodérmica, II, 16, 110, 294.
Inyección intravenosa, I, 278; II, 294.
Inyecciones cicatrizantes, II. 439.
Iodotlrina, II, 319.
Ionoterapia, II, 294.
Ipecacuana, I, 298.
Iridectomía, I, 367; II, 246.
Iridocleisis, II, 110.
Iridodiálisis, I, 352.
Iridotomia, I, 359.
Irlandesa, escuela, II, 16-18.
Irritabilidad, I. 272, 326-327, 331, 342, 389; II,
311.
Irritación, II, 3, 5.
Isoleucina, II, 199.
Isopatía II, 39.
I^otónicas, curvas, II, 171.
Jamís, polvos de, I, 413.
Jaqueca, I, 393.
Jardines botánicos, I, 137, 168, 235, 289, 380,
427; II, 377.
Javelización, II, 398.
Jeringa hipodérmica, II, 16, 110, 294.
Jeroglíficos, I, 41-43, 369.
Jesuítas, I, 387.
Johns Hopkins, Hospital, II, 370.
Josephinum, I, 425.
Jugo gástrico, I, 336, 337; II, 87-89, 177-178,
195.
Jugo nervioso, I, 262.
Jukes, familia, II, 313.
Jurisprudencia médica, I, 55, 64, 165, 192, 223,
238, 277, 394; II, 238, 300-301, 377.
Kala-azar, II, 330.
Kalllkak, familia, II, 318.
Karloqulnesls, II, 147-148.
Kelth-Flack, nodulo de, II, 121
Kelolde, II, 15
Keratoscopio, II, 249.
Korltcrapla, TI, 399.
KIniAffrafo, II, 78, 187.
Klncslterapla, II, 296.
Knossos, excavaciones en, I, 66.
Eoeh, postulados de, II, 211.
Kmil-Oba, vaso do, I, 162.
Kraurosis, II, 239.
Krifbtlkrankheü, I, 243.
Knblfl >.■ ni. 1 1. 266.
Kur\tr/reihtü, II, 389.
Labio leporino, I, 149; II, 98.
Laboratorios, I, 204; II, 67, 192, 363. 169, 174,
462, 503.
Lactancia materna, II, 439.
Lactancia mercenaria, I, 238, 319, 431.
Lacustres, habitaciones, I, 19.
Lambert, familia, I, 394.
Lamlnectomfa, II, 232.
Lámpara de seguridad, II, 297.
Lamparones, II, 13.
Lana, prueba de las madejas de, II, 349.
Lane, operación de, II, 342.
Laparotomía, I, 282; II, 494.
Laparotomía paraperitoneal, II, 481.
Laringe, II, 64, 250.
Laringe, cirugía de la, II, 225-226, 482.
Laringe, enfermedades de la, II, 38, 259.
Laringe, intubación de la, II, 250, 252, 500.
Laringología, II, 249-251, 259, 501.
Larlngoscopia, II, 38, 95, 250.
Laringoscopia por suspensión, II, 260.
Laringoscopio, II, 38, 272.
Lautafelkuntt, I, 191-194.
La Téne, I, 19.
Láudano, I, 201.
Láudano de Sydenhan, I, 276.
Lazaretos, I, 171, 172, 385; II, 423.
Lazo de seguridad, II, 238.
Leche, II, 273.
Leche, enfermedad de la, II, 44.
Leche, laboratorios para la, II, 273.
Lechos celestiales, I, 414.
Leges barbarorum, I, 163.
Legislación médica, I, 162-163, 165-166, 214, 237-
239, 315, 435; II, 385, 390-391, 425, 467.
Leishman-Donovan, cuerpos de, II, 130.
Lemurengestalt, I, 150.
Lenguaje, II, 248.
Lentes, I, 230, 256, 405.
Leontiasis, II, 202.
Lepra, I, 63, 54, 65, 149, 165, 158, 171-171, 180,
185, 196, 239, 242, 317, 895; II, 20, 315, 341.
491.
Leproserías, I, 172; II, 424, 427.
Leprosos sospechosos, I, 158, 166, 171.
Letheon, II, 126.
Leucemia, II, 202, 234, 268.
Leuclna, II, 188, 198, 199, S5f.
Leucocitosis, II, 202.
Levaduras, II, 62.
Ley de Colles, II, 04.
Ley de Fechner, II, 80.
Ley de Russel, II, 886.
Ley de la semejanza adecuada, II, 813.
Ley de todo o nada, II, 163, 188.
Leyendas populares médicas. (Véase Folk-l«r».)
Leyes de von Haer, II, 165.
Llcbig, extracto de, II, 84.
Liuadura, 1, 96; II, 434, 436, 488.
índice de materias
627
Ligamento de Falopio, II, 463.
Ligamento de Gimbernat, II, 464.
Lignum nephrüicum, I, 298.
Línea3 atroncas, II, 267.
Linfa, II, 187.
Linfadenoma, I, 259; II, 22.
Linfático, estado, II, 20, 142, 320, 324.
Linfáticos, I, 251, 256, 339, 340, 346; II, 57, 148,
150, 189.
Linfoderma perniciosa, II, 288.
Linitis, II, 269.
Lipoides, II, 291.
Liquen exudativo, II, 35.
Liquen nüidus, II, 289.
Liquen urticatus, II, 15.
Liiina, II, 199.
Litiasis, II, 428, 434.
Litolapaxia, II, 233.
Litotomía, I, 59, 96, 111, 119, 144, 145, 150, 224-
225, 280, 281, 357, 359, 427; II, 91, 93, 98, 101,
106, 110, 123-124.
Litotricia, I, 119; II, 110.
Locomoción, II, 81, 164.
Locos, I, 11, 124.
Locos, asilos para, I, 430, 431.
Locos, cuidado de los, I, 244, 430-431; II, 382-
383, 503-504.
Locos, torre de los, I, 430.
Locura, I, 31, 97, 99, 110, 177, 238, 278, 281, 389;
II, 11-12, 285-288, 301.
Luetinorreacción, II, 334.
Luna, supersticiones acerca de la, I, 27.
Lunares, ciclos, I, 27-28, 50, 161.
Lunática, doctrina, I, 27.
Lupus, II, 14.
Lupus verrucosum, II, 8.
Lustración (purificación), I, 24, 53.
Luz, I, 369.
«Luz», hue30, I, 56, 216, 228.
Luz roja, tratamiento por la, I, 25-26, 63.
Luz tropical, II, 341.
M
Macassar, aceite de, I, 413.
Magia, I, 10, 12-13, 107-108, 229.
Magia simpática, I, 13, 24-25.
Mágico, arte, I, 51.
Magnesio, II, 293.
Magnéticos, tractores, I, 413.
Magnetismo, I, 246, 255, 295, 390-392, 414; II, 80.
Magnetismo físico, I, 232.
Mal d'amour, I, 310-311.
Mal de la rosa, I, 391, 393; II, 455.
Mal de ojo, I, 29-30, 185, 186.
Mal franzoao, 1, 184.
Malade (Le) imaginaire, I, 305.
Malta, fiebre de, II, 215, 341.
Maltusianismo, II, 300.
Malum malannum, I, 27, 181.
Mama, I, 217; II, 107, 176, 347.
Mama, extirpación de la, II, 481.
Mandragora, I, 20, 98, 142-143.
Manía, II, 474.
Manicomios, I, 238, 244, 430-431; II, 426, 504.
Mano artificial, I, 100, 164.
Mano fiea, I, 29.
Manómetro, I, 336.
Manuscrito de Bower, I, 58.
Manuscritos médicos, II, 302-30S.
Máquina ruidosa, II, 353.
Mártires médicos, II, 342.
Masaje, I, 17, 41, 60, 61, 63, 95, 223; II, 44£.
Mastoideos, cirugía de los procesos, I, 357, 370;
II, 251.
Mastoiditis, II, 251.
Matemáticos, II, 1-2.
Materia, I, 76-77.
Materia médica, I, 58, 61, 98-99, 100, 120, 201,
296-299, 312, 419-420.
Materialismo, II, 315-316.
Maternales, impresiones, I, 53.
Maternidad, casa de, I, 244.
Matrimonio, II, 141.
Matrimonio consanguíneo, II, 314.
Matrimonio, higiene del, II, 470.
Mecanoterapia, II, 296.
Meckel, divertículo de, I, 348.
Meckel, ganglio de, I, 348.
Medallas de la annona, I, 240,
Medallas del hambre, I, 240, 315-316.
Medallas de los cometas, I, 316.
Medallas médicas. (Véase Numismática.)
Mediastinotomía, II, 487.
Medias tintas, I, 350.
Medicina, «hacer», 1, 11-12, 53.
Medicina, historia de la. I, 91, 97, 118, 285. 381,
394-395, 428; II, 240, 269, 270, 284, 300, 301-
304, 353-355, 442, 466, 481, 502, 503> 549-550.
Medicina, sistemas de, I, 321-328, 386-387; II, 24.
Medicina accádica, I, 49-52.
Medicina alejandrina, I, 91-92
Medicina alemana, I, 161, 191-203; II, 27-40.
373-374.
Medicina americana, I, 285, 313-315, 399-405,
434-435; II, 40-47, 369-373.
Medicina angloindia, II, 25-27.
Medicina austríaca, I, 387-388; II, 31-38.
Medicina árabe, I, 113-127; II, 421-422.
Medicina babilónica, I, 50-52.
Medicina bíblica, I, 52-55.
Medicina bizantina, I, 107-112.
Medicina canadiense, II, 269-270, 274.
Medicina china, I, 60-62.
Medicina del Estado, II, 385-388.
Medidna doméstica, 1, 93-96; II, 2S.
Medicina druida, I, 101.
Medicina egipcia, I, 39-47.
Medicina escolástica, I, 157-159.
Medicina española, enseñanza de la, II, 425, 46rt-
468, 469, 485.
628
HISTORIA DE LA MEDICINA
Medicina española, historia de la, II, 405-507.
Medicina española antigua, II, 405-419.
Medicina española prehistórica, II, 405-419.
Medicina española primitiva, II, 405-419.
Medicina española popular, II, 418.
Medicina francesa, I, 303-307, 336-387; II, 3-14,
252-255, 276-280, 367-368, 374-375.
Medicina grecorromana, I, 93-106.
Medicina griega, I, 65-105.
Medicina herbórea, I, 93, 98-99, 135-136, 139,
156, 161, 226-227.
Medicina homérica, I, 73-75.
Medicina horoscópica, 1, 27-28, 293-294.
Medicina india, I, 57-60.
Medicina inglesa, I, 155-157, 197, 232, 245-251,
267-268, 271-277, 278-279, 326-327, 339-342,
374-385, 395-399, 416-419; II, 16-27, 265-269,
375.
Medicina interna, I, 50-53, 83, 116-117, 121-123,
139, 236-238, 274-278, 288, 371-373, 376 394,
406-407, 427-428; II, 3-47, 24-25, 252-274, 364-
370, 439-442, 495.
Medicina irlandesa, I, 161; II, 16-18.
Medicina japonesa, I, 62-64.
Medicina judia, I, 52-57, 126-127, 159, 173.
Medicina legal. II, 468, 506-507.
Medicina mahometana, I, 113-127; II, 421-422.
Medicina medieval, I, 129-186; II, 355.
Medicina mejicana, al final de la obra.
Medicina militar, I, 111, 281-282, 384-385, 400-
402, 410, 424-426; II, 102-103, 115-118, 338-
342.
Medicina moderna, II, 1-403.
Medicina monástica, I, 135-137.
Medicina naval, I, 225, 385, 410.
Medicina oriental, I, 49-64.
Medicina papírica, I, 41-44.
Medicina prehistórica y primitiva, I, 7-33.
Medicina preventiva, II, 403.
Medicina del Renacimiento, 1, 187-244.
Medicina romana, I, 93-106.
Medicina rusa, I, 162, 311-313, 425-426; II, 372-
373.
Medicina siria, I, 92.
M. urina social, II, 400-401.
Medicina sumeriana, I, 49-52.
Medicina talmúdica, I, 56-57.
Medicina teúrgiea, I, 57, 135-136, 173-174.
Me di< -ina tropical, I, 203; II, 25 26, 212-213, 204-
265. 378.
na veterinaria, I, 111, 282, 279-280.
Módicos, I, 53, 73-75, 80-81, 80, 93-94, 406-408,
416-418; II, 371-372, 392, 402.
Medióos, trajes de los, I, 88-89, 175-176.
s militares, II, 437, 466, 470, 492.
MédlCOS naturalistas, II, 433.
Médula espinal, 1, 103.
Médula espinal, cirugía de la, II. 231, 232, 282.
Médula espinal, enfermedades de la, I, 335; II,
277, 280-282.
Melancolía, II, 442.
Melanemia, II, 20.
Membranas semipermeables, II, 87, 199.
Memoria, II, 139.
Mendel, leyes de, I, 53; II, 309-310, 314.
Meningitis cerebroespinal, II, 41, 215, 219, 385.
Meningitis tuberculosa, I, 341; II, 42-43.
Menstruación, I, 19, 27.
Mental, debilidad, II, 314.
Mentira, II, 11.
Meralgia parestéslca, II, 285.
Mercurio, I, 61, 125, 141, 185-186, 240; II, 35-
428, 429, 433.
Merseburg, triada de, II, 47.
Mesmerismo, I, 391-392; II, 41.
Metabolismo, I, 264, 389; II, 84, 85-86, 177,
180-184, 198, 248, 263, 268, 290, 296, 318,
319.
Metabolismo intracelular, II, 198, 324-325.
Metafísica, II, 452.
Metahemoglobina. II, 197.
Metales planetarios, I, 124.
Metatarsalgla, II, 282.
Metaxenla, I, 328.
Metempsícosls, I, 79.
Meteorología médica, I, 381-382, 388.
Metodismo, I, 95.
Miastenia grave, I, 268; II, 281.
Mica, operación de, I, 20.
Mlcetoma, II, 26.
Mickuliz, enfermedad de, II, 226.
Micosis, II, 202, 288-289.
Micosis fungoide, II, 15.
Microfotografía, II, 151, 338.
Mlcroquímica, II, 301, 334, 607.
Microscopía, I, 230, 254-259; II, 2, 57, 58, 67,
72, 221.
Microsporon furfur, II, 289.
Mlcrótomo, II, 67, 146, 156.
Midriáslcos, II, 291.
Miembros artificiales, I, 164, 228.
Milagros, I, 53.
Milroy, enfermedad de, II, 283.
Mineros, enfermedad de los, I, 202.
Mino3, cultura de, I, 65-66.
Miomectomía, II, 130, 226.
Miositis osificante, I, 392.
Miotonía, II, 285.
Misiones médicas, I, 62.
Mitología médica, I, 62, 65-73, 93, 105.
Mitrldates, 1, 92, 297, 380.
Mixedema, I, 200, 203; II, 47. 183, 232, 265, 268,
319-320.
Molluscum contagiotum, II, 16.
Momias, I, 45.
Monjes benedictinos, II, 423-424.
Monro, dinastía de, I, 345-346, 421.
Monstruos, I, 51.
Montañas, vértigos de las, I, 203.
Monte Casslno, I, 135-136.
Montpelller, escuela de, I, 164, 158-160.
Moralidad Internacional, II, 401.
índice de materias
629
Morbus Hungarian, I, 245.
Morfina, II, 86.
Morfogénesis, II, 156-157.
Morfología, I, 338; II, 52, 57, 59, 136, 138-139,
145-146.
Mortalidad, cálculo de, I, 279.
Mortalidad infantil, I, 238, 318-319, 431-432; II,
500.
Moscas, I, 52, 54, 223; II, 145, 216-217.
Mosquitos, I, 52, 58.
Mosquitos, teoría de los, II, 133, 216, 338-340,
Moxa, I, 18, 21, 60, 63, 299.
Muérdago, I, 161.
Muermo, I, 111, 277; II, 13, 214.
Muerte, pronóstico» de, I, 158.
Muerte negra, I, 180, 181-183.
Mumia, I, 200.
Muñones de amputación, II, 284.
Murphy, botón de, II, 349.
Muscardina, II, 328.
Muscarina, II, 291.
Músculo, I, 262, 271, 331; II, 70, 162-163, 194
Músculo estiloauricular, II, 472.
Músculos, I, 111, 209, 212, 218; II, 162.
Museo Craneológico, II, 474.
Museo de Ciencias Naturales, II, 478.
Museo Dupuytren, II, 469.
Museo Iconográfico de Madrid, II, 472.
Museo Orfila, II, 469.
Museo Vela8CO, II, 473.
Muaeos Anatómicos, I, 235, 290, 355, 363, 426;
II, 473, 490.
Museum Ashmolean, 1, 313.
Mutación, II, 70, 135, 310-311.
N
Nacimiento, presagios de, I, 61.
Nagana, II, 330.
Nancy, escuela de, II, 279.
Napoleónicas, guerras, II, 102-10$.
Ñapóles, sitio de, I. 184.
Narcosis, II, 291.
Narcóticos, I, 21.
Nariz, I, 109, 251; II, 146.
Nariz, cirugía de la, II, 121, 251.
Nariz, enfermedades de la, II, 250-251.
Narrenturm, I, 430.
Navegantes, enfermedades de los, II, 466.
Necator americanus, II, 329.
Necrosis. II, 119, 205, 227.
Nefritis, I, 143; II, 19-20, 205, 206, 265, 270.
Ncfrectomía, II, 482.
Nefropexia, II, 229.
Negro, I, 348; II, 54. .
Neolítico, período, II, 412-417.
Neosalvarsán, II, 335.
Nervio vago, I, 347; II, 79, 169, 188, 193, 196-
197.
Nervios, I, 218; II, 162-165.
Nervios, bloqueo de los, II, 343, 348, 350.
Nervios, degeneración de los, II, 166.
Nervios, regeneración de los, I, 340.
Nervios, sutura de los, I, 143-144.
Nervios craneales, I, 102, 218, 220, 267, 346, 348;
II, 50.
Nervios espinales, II, 50, 56, 74, 283.
Nervios ópticos, II, 142.
Nervios periféricos, II, 164, 169, 398.
Nervios vasoconstrictores, II. 174.
Nervios vasodilatadores, II, 174.
Nervios vasomotores, II, 174.
Nerviosas, células, II, 68, 148-150.
Nerviosas, terminaciones, II, 146, 148, 175-176.
Nerviosas, fibras, II, 70.
Nervioso, impulso, II, 58.
Nervioso, sistema, I, 91, 102; II, 99, 164-172.
Nervioso simpático, sistema, I, 103, 342; II, 169,
192-193.
Nervioso vasomotor, sistema, II, 174.
Nestorianos, I, 115.
Neuralgia, II, 276, 295.
Neuralgia facial, I, 381.
Neurastenia, II, 282, 296.
Neurectomia, II, 235.
Neuritis, II, 40, 66, 124, 284, 285.
Neurofibrillas, II, 149.
Neurofibroma, II, 205, 285.
Neurogénica, teoría, I, 248, 268; II, 76.
Neuroglia, II, 148, 202, 205, 506.
Neurología, I, 102, 258, 341; II, 261, 270, 274-
285.
Neuroma, II, 169, 275.
Neuronas, teoría de las, II, 148-150, 170.
Neurosis, II, 254, 325.
Neurosis sexual, II, 326-327.
Neurosis traumática, II, 124, 284.
Neurosis visceral, II, 269, 285.
Neurotomía, I, 144.
Nictalopia, I, 367, 379.
Nihilismo terapéutico, II, 29, 54, 55.
Niño recién nacido, II, 171.
Niños, cuidado de los, I, 177-178.
Niños, granjas para, I, 431.
Niños, enfermedades de los, II, 433, 442.
Niños, higiene de los, I, 191 192.
Niños, mortalidad en los, I, 238, 318-319, 451-
432; II, 500.
Niños, nutrición de los, I, 238, 318-319, 431-451;
II, 260, 273.
Niños, trabajos de los, II, 385.
Nistagmus vestibular, II, 69, 77, 55$.
Nitrito de amilo, II, 292, 293.
Nitroaéreo, I, 274.
Nitrógeno, I, 343; II, 182.
Nitroso, óxido, II, 125.
«No restricción», II, 286, 582.
Nobel, premios, II, 396-397.
Nodal, ritmo, II, 322.
Nodulo de Keith-Flack, II, 321.
Nomenclatura anatómica, I, 218, 546; II, 7$.
630
HISTORIA DE LA MEDICINA
Nomenclatura binomial, I, 323.
Nominalismo, I, 131-132.
Norleucina, II, 199.
Nosocomia, I, 169.
Nosología, I, 323, 324, 325, 326, 37S.
Notocuerda, II, 59, 70.
Noveles, médicos, I, 307; II, 361-362.
Novocaína, II, 294.
Nucleína, II, 183, 198, 199.
Núcleo, II, 60, 61, 62, 63.
Núcleoproteínas, II, 220.
yudo vital, II, 77.
Números, doctrina de los, I, 26-27, 77-79.
Numismática médica, I, 73, 89, 240, 315-316, 395.
Nutrición, II, 182.
Obssidad, II, 295.
Obesidad hipofisaria, II, 47.
Obstetricia, I, 21, 96-97, 100, 177-178, 192-193,
237, 282-284, 352-357, 360, 402, 428, 435; II,
36-37, 240-243, 272, 439, 462, 493.
Oclusión defectuosa, I, 242.
Ocronosis, II, 202.
Oculistas, I, 163, 197.
Oculistas romanos, I, 106.
Ocupaciones, higiene de la*, I, 332; II, 297, 385.
«Ocho enfermedades», I. 180.
Odica, fuerza, I, 392.
Odisea, La, I, 14, 74-75.
Odontología, I, 106, 119, 147, 149, 223, 242, 309-
310, 365; II, 101, 125.
Oftalmía egipcia, II, 103, 212.
Oftalmología, I, 96, 106, 115, 196-197, 264-265,
328, 367-370, 411-412, 425; II, 243-249, 351-
353, 501.
Oftalmóruetro, II, 159, 247.
Oftalmoscopio, II, 159, 246, 248, 281, 352.
Oldium, II, 66.
Oído, I, 109, 209, 219, 346, 370-371; II, 70.
Oído, cirugía del, II, 101, 251.
Oído interno, I, 351; II, 148, 353, 490.
Ojo, I, 99, 264-265, 346, 368-369; II, 81, 83, 361-
3:,2, 436.
Ojo, cirugía del, I, 111, 881; II, 102, 352 358.
ojo, enfermedad* del, I, L09, 115, 122; II, 244-
iquemátlcb, I, lió, lie, 208.
Olfato, II, 260.
Omnia i <ir loe, i, 119.
i, JJ, 133, 320.
qulrÚTgiooe, I 144. 163-164, 195.
IS, 102, 142, 201, 40d; II, 208.
nloo, índice, II, 3-37.
v II, 215.
' M9¡ II, 3:. 1-351.
gil I II. -ZÍ7.
■ - II, 176.
LD Juan, 1, 170.
., I, 7U-71.
Orina, I, 111, 112, 118, 138, 265, 277, 341, 808;
II, 81, 83, 85, 86-87, 181, 183-184, 186. 187,
188, 199, 268, 274, 435.
Orina, diazorreacción de la, II, 334.
Ornitina, II, 199.
Oro ardiente, II, 444.
Oro potable, I, 125, 154, 203, 204.
Orphanotrophia, I, 169.
Ortopedia, I, 118, 284, 358; II, 101, 106, 118-
114, 229, 343-344.
Orviétan, I, 305, 409.
Osgood-Schlatter, enfermedad de, II, 844.
Osler, manchas de, II, 269.
Osmosis, II, 41, 86, 87, 199.
Osteítis deformante, II, 230, 267.
Osteoartropatía, II, 280.
Osteología, I, 102, 217-218, 346.
Osteomalacia, I, 405.
Osteomielitis, I, 319; II, 344.
Osteopsathyrosis, II, 47.
Otología, I, 370; II, 251.
Ovario, I, 269.
Ovario, enfermedade» del, I, 356, 375; II, 128,
129.
Ovarios, I, 220.
Ovarios, quistes del, II, 482.
Ovariotomía, I, 20, 282, 356; II, 100, 108, 119,
128-129, 133, 223, 236, 237, 482.
Óvulo, I, 340; II, 59, 142, 145, 152-153, 317-318.
Oxaluria, II, 198.
Oxidación, II, 317.
Oxígeno, I, 274, 343.
Oxihemoglobina, II, 107.
Oxiprolina, II, 100.
Ozena, II, 251.
Pabellones hospitales, II, 870.
Pacchloni, granulaciones de, I, 251.
Padua, escuela de, I, 158.
Paidopatía, II, 498-499.
Palatina congenita, hendidura, II, 111.
Paleontología, II, 52-53, 136-137.
Paleopatología, I, 46.
Paleopsicología, II, 328.
Paludismo, I, 22, 23-24, 27, 28, 58, 74, 77, 85,
97, 107, 276, 277, 318, 391, 433; II, 41-42, 216,
20-1-265, 270, 329, 331, 333, 340, 428, 444, 456
Panaceas, 1, 15.
Panamá, canal de, U, 339-340.
Páncreas, I, 260; II, 178, 180, ios.
Páncreas, cirugía del, II, 344.
Pancreatine hemorráglca, II, 206.
Deals, II, 135-136, 139, 318.
Panteiamo, i, 120, 131.
Pantelstas, 11, 423.
Pantopon, 11, 204.
Papaa, medicos de los, 1, 146, 107.
Pappatacli, liebre de, 11, 337.
Papiros médicos, 1, 41-44.
índice de materias
631
Parabolani, I, 162, 170.
Paracentesis, I, 88, 111, 150, 340.
Paracusia de Willis, I, 268; II, 355.
Parafina, inyecciones de, II, 227.
Paragonomiasis, II, 216.
Parálisis, I, 103, 202, 319; II, 20, 269, 277, 281,
282, 285.
Parálisis agitante, II, 23.
Parálisis bulbar, II, 258.
Parálisis de Bell, II, 50.
Parálisis de Cruveilhier, II, 49.
Parálisis de las cuerdas vocales, II, 259.
Parálisis facial, I, 159; II, 50.
Parálisis general, II, 505.
Parálisis pseudohipertróíica, II, 50.
Paralíticas, secreciones, II, 174-175.
Paramecium, II, 332.
Paramioclonus, II, 281.
Paraplejía alcohólica, II, 267.
Parapsoriasis, II, 289.
Parasífilis, II, 254.
Parasitología, I, 110, 118, 120; II, 215-217, 328-
333, 339-340.
Paratiroideas, glándulas, II, 142.
Paratiroideas, cirugía de las, II, 347.
Paregórico, I, 420.
París, Facultad de, I, 303-307.
Parótida, cirugía de la, II, 485.
Parótida, extirpación de la, II, 481.
Parótidas, I, 393.
Partenogénesis experimental, II, 317.
Parto, I, 223, 284, 354-355.
Pasteur, Instituto, II, 209.
Pasteurización, II, 273.
Paternidad, investigación de la, II, 388.
Patología, I, 56, 58, 61, 201, 231, 277, 372-376;
II, 23-34, 73, 191-192, 200-206, 213, 219-220,
233, 377, 475.
Pathologist animata, I, 260.
Patología celular, II, 143, 200, 201-202.
Patología experimental, I, 331; II, 75, 175.
Patología humoral, I, 78-79, 86, 275.
Patología primitiva, I, 13, 50-52.
Patología quirúrgica, II, 225-228, 230-231, 477.
Patometría, II, 331.
Pavy, articulación de, II, 268.
Pebrina, II, 208.
• Peces eléctricos, I, 341; II, 64.
Pectíneo, músculo, I, 81.
Pectoriloquia, II, 8, 264.
Pedagogía, II, 325, 451, 457, 466.
Pediatría, I, 192, 203, 277, 304-307; II, 259-260,
268, 272-274, 480.
Pediculosis, II, 329.
Pedicuros, I, 310.
Pelagra, I, 391; II, 329, 455.
Peliosis reumática, II, 29-30.
Pelo, II, 136.
Pe] vi metro, I, 356.
Pelvis, deformidades de la, I, 283.
Pelvin, morfología de la, II, 241.
Pensilvania, Hospital de, I, 402-401.
Pentavacunas, II, 398.
Pentosuria, II, 198, 263.
Peñasco, II, 490.
Pepsina, II, 62, 89.
Peptonuria, II, 198.
Percepción, II, 451.
Percusión, I, 371-372; II, 10, 13, 32, 270.
Perfusión, I, 248; II, 188, 193.
Periarteritis nudosa, II, 258.
Periné, cirugía del, II, 132.
Periné, reparación plástica del, II, 238.
Periné, rasgadura del, II, 106.
Perineumonía bovina, II, 215.
Periodicidad, I, 26-27, 276.
Periódicos, I, 287; II, 469, 493.
Periódicos médicos, I, 287-288, 358, 389, 390,
395, 426, 434-435; II, 25, 30, 46, 64-55, 114,
261, 287, 288, 306, 393-396.
Periodismo médico, II, 497, 499.
Peritoneo, I, 347.
Peritonitis, I, 394; II, 232.
Perlsucht, II, 214.
Perspiration insensible, I, 264, 340; II, 181.
Peruana, corteza, I, 298.
Pesarios, I, 159, 335; II, 239.
Peste, I, 55, 99, 155, 181-183, 192, 197, 240, 242.
254-255, 315-318, 432; II, 215, 385, 433, 436,
437, 440.
Peste, medallas de la, I, 240, 315-316.
Peste, médicos para la, I, 317.
Peste, tratados de la, I, 183.
Peste bov na, II, 212, 299, 300.
Peyer, placas de, I, 269.
Pharmakos, I, 14.
Physiologus, I, 137.
Pick, enfermedad de, II, 274
Pie de las trincheras, II, 398.
Pie zambo, II, 107.
Piedra de calambres, I, 25.
Piedra filosofal, I, 292.
Piedra taUada, I, 9, 18, 39, 40, 53; II, 405-41T.
Piedras, leyendas populares sobre las. I, 81-82,
310.
Piel, atrofia de la, II, 289.
Piel, enfermedades de la, I, 185-186, 208; II, 18,
14-16, 288-289.
Pigmeos, I, 254.
Pildoras, I, 120.
Pildoras analépticas, I, 413.
Pildoras de Ward, I, 412.
Pin j ampo, I, 19.
Pinturas médicas, I, 173-177, 239, 241-242, 289-
290, 309-311, 319-320; II, 202, 360-362.
Pinturas neolíticas, II, 416.
Piorrea alveolar, I, 365.
Piroplasmosis, II, 216, 330.
Pithecanthropus, I, 39; II, 141.
Pitiriasis, II, 14.
Pituitaria, glándula, I, 218, 273; II, 64. 188, 810,
347, 348-349.
632
HISTORIA DE LA MEDICINA
Placenta, I, 220, 283, 355; II, 144.
Plantas, leyendas populares sobre la*, I, 15-17.
Plaquetas, II, 48, 148, 269.
Plasmaferesis, II, 293.
Pleomorfismo, II, 221.
Pletismografía, II, 188.
Plétora, I, 324-325.
Pleuresía, I, 99, 102, 110, 329; II, 438.
Plexímetro, II, 13.
Plica polaca, I, 180.
Plomo, envenenamiento por el, I, «43, 277, 383,
390, 400, 405; II, 387.
Pluriglandulare3, síndromes, II, 21.
Pneuma, I, 95, 101, 104.
Pneumática, cámara, II, 343.
Pneumática, escuela, I, 95.
Pneumonía, I, 99, 102, 110, 374, 375; II, 8, 33,
215, 340.
Pneumoterapia, I, 344.
Pneumotórax, I, 340; II, 270.
Pneumotórax artificial, II, 294, 343.
Pneumotifus, II, 33.
Pocula emet,ica, I, 298.
Poetas, médicos, I, 332.
Poitou, cólico de, I, 277, 390.
Policía higiénica, I, 53, 336; II, 297.
Policitemia, II, 255, 269.
Policlínicas, I, 335; II, 370-371.
Polifarmacia, I, 101, 113, 149.
Poligenismo, II, 110, 141.
Polioencefalitis, II, 286.
Poliomielitis, II, 47, 219, 229, 255, 277, 338, $85.
Polipéptidos, II, 323.
Polipnea, II, 194.
Pólipos nasales, II, 439.
Polipragmatismo, I, 101.
Polvo, II, 297.
Polvos de Dover, I, 420.
Polvo simpático, I, 295.
Pomada de los oculistas, I, 106.
Pomada para las armas, I, 24, 294-295.
Pomum cimbre, I, 183.
Poro-i neratosis, II, 289.
Pórrigo, II, 289.
Porta, enfermedades (1<;1 sistema, I, 325.
119.
Post-mortrm, I, 161, 238.
'•rviri,,, I, 288.
■
l'r.Tjpitina, prueba de la, i. 39; il, 220, sol.
Preformación, i. :;:
P | ' I ;
50-51.
Presbiofrenia, ti, 280.
i diferencia] n.
B; 11. 75, 77-78, 1S6-187,
LOO, 192, 272, 24
Prima v. -ni, catarro, D, 248.
:. II, 227.
I
Probabilidades, u, 811, 331.
Profesionales, enfermedades, I, 332.
Profesiones, lúgiene de las, I, 332; II, 297, 385.
Profilaxia, I, 55.
Prolina, II, 199.
Pronóstico, I, 50, 51, 80, 86, 158; II, 272, 300.
Pronóstico de muerte, I, 158.
Pronóstico estadístico, II, 300, 331.
Proponal, II, 294.
Prostatorrea, II, 234.
Prostitución, II, 297, 388.
Protectores, fermentos, II, 325.
Proteidos, II, 195.
Proteínas, II, 198, 219-220.
Proteínas, síntesis de las, II, 323.
Protoplasma, II, 59. 63, 68, 147, 148.
Protozoología, II, 329-333.
Protozoos, I, 257.
Prurigo, II, 14.
Pseudocirrosis pericardíaca, II, 274.
Pseudoesclerosis, II, 281.
Pseudolüpertrofias, II, 277.
Pseudoleucemia, I, 259.
Psicastenia, II, 325.
Psicoanálisis, I, 325; II, 288, 327.
Psicofísica, II, 171-172.
Psicología, I, 216; II, 80, 136, 141, 171-172, 325
328.
Psicología experimental, II, 450.
Psicología pedagógica, II, 451, 470.
Psicología sexual, II, 325-328.
Psicopatología, II, 326-328.
Psicoterapia, I, 8, 13, 35, 37, 157, 325, 390; II,
295.
Psiquiatría, I, 430-431; II, 11-12, 285-288, I8t,
503.
Psíquico, alimento, II, 180.
Psora, II, 39.
Psoriasis, I, 54; II, 14.
Psorospermosis, II, 57, 289.
Ptialina, II, 178-179.
Ptochia, I, 169.
Ptomaínas, II, 199, 219, 220.
Ptosis, II, 249.
Pubiotomía, II, 239.
Pnemia, 1, 364, 365; II, 202.
Puentes 'ir dentista, I, 106.
Puerperal, fiebre, II, 483.
Puerperales, convulsiones, II, 241.
Pulmones, T, 251, 258.
Pulmones, enfermedades de los, II, 8, 18, 33, 257
PulSO, I, ni, L02, 110, 242, 263, 264, 376; II, 7,
16, 80, 190, 274, 456
Pulso alternante, II. 322.
Pulso blgémino, n. 322.
Pul.no de Corrigan, II, 18.
Pulso Irregular perpetuo, n, 322.
Pulso en martillo de agua, II, 18.
Pulso paradójico, n, 258.
Punción lumbar, ti, 281.
Punto ricKo, I, 261-265.
Pupila artificial, 1, 350; II, 102, 110.
índice de materias
633
Pupila puntiforme, II, 17.
Purga, I, 88.
Purga, calendario de la, I, 158, 191.
Purgantes, I, 99, 120-121, 122, 123, 156, 228,
229.
Purificación, 1, 24-53.
Purina, núcleo de la, II, 323.
Purkinje, células de, II, 68.
Púrpura hemorrágica, I, 389.
Púrpura visual, I, 337; II, 176.
Púrpuras, I, 318.
Pus laudable, I, 141.
Putrefacción, 11, 84-85.
Q
QUADRIVIUM, I, 167.
Queiloplastias, II, 484-485.
Quilííeros, I, 251.
Química, I, 47, 124-125, 154, 201, 203-205,
328.
Química física, II, 2, 158, 199.
Química fisiológica, I, 266; II, 83-88, 283, 323-
325.
Química intracelular, II, 197-198, 334-335.
Químicos, I, 199; II, 466, 468.
Quina, I, 15, 298, 383, 391; II, 456.
Quinina, II, 86.
Quiromancía, I, 191, 236.
Quiste hidatídico, II, 481.
Quiste del ovario, II, 482.
R
«R», impresor, I, 157.
Rabia, II, 505.
Rademaiherismo, II, 39.
Radio curvo, II, 105.
Radiografía, II, 342.
Radium, II, 2, 294.
Rana reoscópica, II, 70, 160.
Rapés narcóticos, I, 15.
Raquitismo, I, 271.
Ratas, lucha contra las, I, 62.
Reacción, tiempo de, II, 248.
Realismo, I, 131-132.
Reblandecimiento cerebral, II, 505.
Recapitulación, teoría de la, II, 53, 155.
Recetas, I, 420.
Recto, II, 178.
Recto, cirugía del, II, 106, 227, 229.
Rectotomía, II, 488.
Refleja, acción, I, 261, 269, 337, 341; II, 81-82,
169, 185-186.
Reflejo rotuliano, II, 281.
Reflejos, II, 170-171, 274, 283.
Reflejos condicionales, II, 180.
Refracción, I, 264-265; II, 247.
Re fusión, II, 347.
Regeneración, I, 337-338, 365; II, 112.
Regeneración material, I, 25.
Regimen sanitatis, I, 139.
Regímenes higiénicos, I, 139, 156.
Regresión, II, 311.
Regresión filial, II, 139.
Regurgitación aórtica, II, 18, 22.
Reil, ínsula de, I, 389.
Rejuvenecimiento, II, 332.
Religión, I, 10, 13, 35, 69-70.
Remak, fibras de, II, 66.
Remedios animales, I, 43, 51.
Remedios secretos, I, 413.
Reposo, cura de, II, 284.
Resección costal, II, 487.
Resecciones, I, 358, 360; II, 95, 101-102, 119,
122-123, 222, 233, 236, 481.
Resorcina, II, 294.
Respiración, I, 103, 272-274, 337, 342-344; II,
76, 77, 195-197, 457.
Respiración fetal, II, 57-58.
Responsabilidad, II, 287-
Retina, i, 264-265; II, 56, 147, 176, 352.
Retinoscopia, II, 219.
Retretes, 1, 66, 113, 232.
Reumatismo, I, 25, 31; II, 10, 344.
Reumatismo crónico, I, 379.
Reuniones científicas, II, 421.
Revolución, guerra de la, I, 399-402.
Rey, enfermedad del, I, 295.
Riggs, enfermedad de, I, 365.
Rigidez cadavérica, II, 185.
Rigidez descerebral, II, 170.
Ringer, solución de, II, 194.
Rinné, prueba de, II, 251.
Rmoescleroma, II, 288.
Rinofima, I, 177; II, 288.
Rinología, II, 250-251.
Rinoplastia, I 59, 224; II, 101, 111, 439.
Rinoscopia, II, 38,
Riñon, I, 251; II, 191.
Riñon, cirugía del, II, 115, 124, 235.
Riñon, enfermedades del, I, 143; II, 13, 19-20,
34, 262, 435.
Rizópodos, II, 144, 147.
Rizotomistas, I, 81, 105.
Rochelle, sales de, I, 298.
Rocío, II, 23.
Rodopsina, II, 176.
Roedores, I, 55, 317.
Roentgen, rayos, II, 294, 341.
Roja, tratamiento por la luz, I, 25-26, 63.
Rojo, leyendas populares sobre el color. I,
25-26.
Romberg, signo de, II, 276.
Rosa-Cruz, I, 293.
Roséola, I, 326.
Rótula, fractura de la, II, 108, 465.
Rotuliano, reflojo, II, 281.
Rumiación, I, 270.
634
HISTORIA DE LA MEDICINA
S
SÁBADO, I, 55.
Sacerdotes, I, 53, 75.
Sacrificios rituales, I, 24, 70, 103.
Salerno, escuela de, I, 137-141, 173.
Salipirina, I, 17; II, 294.
Saliva, I, 337.
Salivación mercurial, II, 258.
Salivares, glándulas, II, 178.
Salol, II, 294.
Salpétriére, II, 278, 279.
Salvarsán, II, 335, 341.
Samme de shin'.a, I, 57.
San Cosme, I, 144, 164.
San Francisco Javier, I, 63.
Sanatorios, II, 380, 499.
Sandalani, I, 125.
Sangrado, I, 307.
Sangre, II, 12, 187-188, 457.
Sangre, circulación de la, I, 103, 104, 217, 219-
220, 229, 246-248.
Sangre, coagulación de la, I, 339; II, 188-189, 192,
222.
Sangre, examen de la, II, 12.
Sangre, gases de la, II, 195-196, 197-198.
Sangre, glóbulos de la, I, 256. 257, 258.
Sangre, manchas de, II, 301.
Sangre, medida de la, II, 188.
Sangre, plaquetas de la, II, 48, 148, 269.
Sangre, viscosidad de la, II, 78, 194.
Sangría, I, 19, 27, 59, 183, 230, 276, 307-308, 310,
404; II, 3-5, 10, 75.
Sangría, calendarios para la, I, 158.
Sangría, vasos para, I, 308.
Sanguijuelas, II, 4.
Sanidad, II, 470.
Sanidad pública en los Estados Unidos, servicio
de, II, 386.
Sanitaria, vigilancia, II, 386.
Santos, médicos, I, 29, 181.
Sarampión, I, 116, 242; II, 206, 274.
Saranac, lago, II, 380.
Sananas, II, 143, 206.
Sarcode, II, 63.
í 289.
Sarna, I, 120, 389, 394; II, 289, 428.
Sasafrás, I, 16, 240.
Sátiras rnédlras, I, 409-411.
Btyodba, II, 323.
LngtÜO de, I, 351.
0BO, i, 31.
Boot, pildoras de, I, 297.
BoerecUmet, i I, 193.
I dm Intern**, i, 33, 386; II, 264, 310-
321, 506.
I ;.ara!lticaa, II, 174-175.
1 i
Bed ii. 1, 141, L96, 807, 810; n, 118.
/., polvos de, I, 420.
890.
Selección natural, II, 134-135.
Semejanza adecuada, ley de la, II, 318.
Semicirculares, canales, II, 77.
Senega, I, 400.
Sensación, I, 254-255; II, 56, 80.
Sensibilizadoras, substancias, II, 337.
Sentido de la temperatura, II, 80.
Señales, doctrina de las, I, 26, 200, 236.
Septicemia, II, 215.
Septicemia traumática, II, 211, 213, 222.
Sepulturas, I, 66.
Sepulturas intramurales, II, 386.
Serina, II, 199.
Serología, II, 334-337.
Serpientes, I, 66, 67, 73, 94.
Serpientes venenosas, II, 25.
Servi médici, I, 105.
Sexo, determinación del, II, 317-318.
Sexual, instinto, II, 325-328.
Sexuales, perversiones, II, 287, 326.
Sbamanismo, I, 12.
Sharpey, fibras de, II, 82.
Shock, I, 33; II, 167, 348.
Shock por las bombas, II, 398.
Sibtu, I, 51, 180.
Sicosis, II, 14.
Sífilis, I, 141, 180, 183-186, 192, 203, 228, 232,
235, 240-241, 364, 373, 374, 387, 395, 408; II,
14, 16, 21, 35, 218, 231, 254, 258, 264, 267,
333, 334-335, 428, 429, 434, 436, 441.
Silvio, cisura de, I, 266.
Silla obstétrica, I, 21, 53, 100.
Simpático, sistema nervioso, I. 103, 842; II, 169,
192-193.
Simpático, polvo, I, 295.
Simpáticotono, II, 320-321.
Simples, I, 226-230, 235.
Simpson, dolores de, II, 242.
Sims, posición de, II, 130-131.
Sinfisiotomía, I, 335, 355, 356.
Sinistrina, II, 291.
Síntesis química, II, 85.
Siringomielia, I, 221; II, 285.
Siringotomo, II, 478.
Sistema autónomo, I, 342; II, 169, 192-193, 270,
320-321.
Skoda, resonancia de, II, 32.
Sociedad Real, I, 287.
Sociedades científicas, I, 287-288, 426.
Sociedades médicas, I, 434; II, 393.
Solidismo, I, 94, 95.
Sonda exploradora de bala», II. 108.
Sonda gástrica, II, 258.
Sondas uterinas, II, 129.
Sonido, II, 159.
Soporíferos, I, 20.
Sordera, I, 205-206, 268, 370-371; II, 02, 370.
Sordomudez, I, 285, 370-371; II, 251, 447, 470.
Bplgeliu*. Lóbulo do, I, 253.
SpbroeJkuta pallida, II, 333.
Síngiair»$, II, 374-375.
índice de materias
635
Stannius, ligaduras de, II, 190-193.
Stegomya fasciata, II, 339.
Steno, conducto de, I, 271.
Still, enfermedad de, II, 269.
StokeB-Adam8, enfermedad de. (Véase Bloqueo
del corazón.)
Stromuhr, II, 188.
Sturm, conoide de, II, 352.
Succus nervcus, I, 262.
Sucusión, sonido de, I, 88.
Sudor miliar, I, 191, 192, 203.
Sueño, enfermedad del, II, 46, 254, 205, 330.
Sueño crepuscular, II, 243.
Sueño en el templo, I, 72.
Sueños, I, 53; II, 327.
Sulfonal, II, 294.
Superfetación, I, 100, 365.
Supersticiones médicas, I, 21-33, 296-297; II,
418.
Suprarrenal, extracto, II, 294.
Suprarrenales, cápsulas, I, 218; II, 185, 319.
Suprarrenales, enfermedades de las, II, 21.
Supuración, I, 104-134.
Surra, II, 330.
Suturas, II, 347.
Suturas con hilo de plata, II, 131.
Suturas vasculares, II, 476, 477,
Sydenham, láudano de, I, 276.
Synapsis, II, 170.
T, sincipital, I, 18.
Tabardillo, I, 203, 242-243; II, 329.
Tabes, II, 505.
Tabique interventricular, II, 489-490.
Tabletas, II, 294.
Tablillas, I, 46, 59.
Taboo, I, 13-14.
Tacto, II, 80.
Tacto regio, I, 136, 149, 296.
Tálamo óptico, II, 74.
Talismanes, I, 32.
Talmud, I, 56-57.
Talla hipogástrica, II, 435, 488.
Talla perineal, II, 488.
Tanino, II, 506
Taquicardia,' II, 322.
Taquigrafía, I, 198.
Tarantismo, I, 255.
Tarifas de los boticarios, I, 300.
TarBO, músculo tensor del, II, 54.
Tartamudez, II, 112.
Tartáricas, enfermedades, I, 201.
Tártaro emético, I, 298.
Taxonomía, I, 323-324.
Tchins, I, 426.
Te, I, 21, 266, 381.
Teísmo, I, 131.
Tejas, fiebre de, II, 220.
Tejidos, cultivo extravital de los, I, 365; II, 150,
351.
Tejidos, respiración de log, II, 195.
Tejidos, transplantación de los, I, 365; II, 111.
Telangiectasia, II, 279.
Telégrafo eléctrico, I, 348; II, 80.
Teleología, I, 103.
Temblor intencional, II, 279.
Temblores, II, 44.
Temperamentos, II, 445, 451.
Tendones, reparación de los, I, 364.
Tenotomía subcutánea, II, 112-11$.
Teobromina, II, 323.
Teofagia, I, 24.
Teoría brunoniana, I, 327.
Teóricos, médicos, I, 324-328; II, 3-6, 3».
Terapéutica, I, 36, 43-44, 51, 58, 70, 71-72, 94-06,
96, 110; II, 5-6, 260, 261, 290-291, 335, 388-189.
Terapéutica física, II, 477.
Terapéutica primitiva, I, 22-32.
Térmicos, coeficientes, II, 317.
Termodinámica, II, 2, 158.
Termometría, I, 263, 376; II, 365.
Termometría clínica, I, 329, 376, 387; II, 11, 116.
Termómetro, I, 178, 387.
Terra sigillata, I, 102.
Testaferro, I, 24.
Testículo, I, 269.
Tetania, II, 47, 252, 275, 820, 147.
Tetanomotor, II, 184.
Tétanos, I, 99; II, 215, 264, 291.
Tetravacunas, II, 398.
Tetronal, II, 294.
Therapia sterüisuns, II, 335.
Thomsen, enfermedad de, II, 50.
Tics, II, 285.
Tifus exantemático, I, 203, 232, 242, 277, 317-318,
382, 385, 388, 390, 432; II, 17, 18, 43, 119, 116,
329-330, 385, 437, 440.
Tímica, muerte, I, 277.
Timina, II, 198.
Timo, glándula, II, 93, 142, 150, 171.
Tinea sycosis, II, 289.
Tinea versicolor, II, 14.
Tintas purgantes, I, 122.
Tipos de examen para la vista, II, 244.
Tiroides, cirugía de la glándula, II, 230, 846-141.
Tiroides, glándula, II, 185. 293.
Tirosina, II, 198, 199, 256.
Tisis, I, 85, 102, 105, 110, 120, 377, 394; II, i,
9, 41, 55, 252, 268, 270, 294, 379-380.
«Todo o nada», ley de, II, 163, 188.
Tonómetro, II, 274.
Tonsilotomía, II, 118, 250.
Topografía, II, 44-45.
Toracentesis, II, 253, 258.
Torácico, conducto, I, 218.
Toracoplastia, II, 235, 487.
Toracotomía, II, 229.
Tórax, cirugía del, II, 481, 487.
Tórax, eiifcrmcdndes del, I, 88; II, 8, 18. Si.
Torniquete, I, 280, 281, 357.
Tortura judicial, I, 18-19, 165,^424.
636
HISTORIA DE LA MEDICINA
Torticolis, I, 282, 284; II, 104, 234.
T03 ferina, I 22, 203, 268; II, 20, 215. 336.
Totemismo, I, 13-14.
Toxicologia, I. 387; II, 301, 468.
Tóxicos, I, 21.
Toxinas, II, 215, 220, 336.
Traducciones, I, 152, 190.
Traductores, I, 114, 115; II, 423, 471, 478.
Trajes de los médicos, I, 407-408.
Transformismo, II, 110.
Transfusión, I, 273, 278; II, 215, 348.
Transplantaciones, II, 476-477.
Traqueotomía, I, 95, 120; II, 252, 461.
Trata de blancas, II, 388.
Tratamiento de la puerta abierta, I, 431; II, 286-
288.
Traube-Hering, ondas de, II, 190.
Trepanación, I, 18, 57, 88, 111, 349; II, 439.
Trepanación esclerocorneal, II, 352.
Treponema, II, 333
Trtppe, II, 164.
Triaca, I, 420.
Triada de Merseburg, II, 47
Tribunales médicos, II, 425.
Trichophyton, II. 289.
Trigo verde, fiesta del, I, 17.
Trincheras, guerra de, II, 397-398
Trional, II. 2
Tripanosomiasis.. II, 220, 330, 331, 334-335.
Trípode de la vida, I, 386.
Tripsina, II, 176, 179.
Triptofan, II, 192, 198.
Triquina, II, 52-53.
Triquinosis II, 144, 270.
Trivium, 1, 167.
Trocar, II, 253.
Trombina, II, 192.
Tromboplastina, II, 192.
Trombosis, I, 365; II, 202.
Tropismos, II, 317, 325.
motea, II, 330.
Tuberculin», II, 212, 337.
Tubérculos cuadrlgémlnoe, i, 341.
205, 206, 212, 214, 217,
(87, 379-380.
Tubercnlodl articular, II, 480.
TubercalosJi bovina, n, 212, 221.
• limonar, n, 112.
Tumores,' I, 14; 11, ;.:, L92, 235, 335.
Tomoree, transplaatadón de loe, ti, L44.
119.
I . Lulas de, I.
U
ULoni mdém
I. 1 17.
1 decúbito, II. 279.
I
Uncinaria americana, II, 329.
Unicornio, I, 224, 312.
Universidades, I, 91, 166-168, 233-234, 286, 4t5.
Urea, II, 85, 181, 182, 183, 184, 199.
Urea, determinación de la, II, 84, 199, 274.
Urea, síntesis de la, II, 85.
Ureica, constante, II, 274.
Ureómetro, II, 87.
Uretra, I, 347.
Uretrotomía, I, 20, 97, 110, 282.
Uretrotomía perineal, II, 488.
Úrico, ácido, II, 84, 86, 183, 192.
Urobilina, II, 179.
Uroscopia, I, 122, 140, 174-175, 197, 235, 109,
311, 320, 415.
Urotropina, II, 293.
Urticaria II, 265, 281, 289.
Urticaria tuberosa, II, 14.
Útero, I, 151, 207, 346; II, 142.
Útero, desplazamiento del, I, 159.
Útero, enfermedades del, II, 239, 242.
Útero, excisión del, I, 224; II, 129-130.
Útero, retroversion del, I, 356.
Útero, tumores del, II, 130, 133, 238-239, 240.
Vacunación, I, 63, 395-399; II, 41.
Vacunoterapia, II, 218-219, 337.
Vaghbata, I, 57.
Vagina, I, 220.
Vagina, cirugía de la, II, 239.
Vaginismo, II, 132.
Vagotono, II, 230.
Valina, II, 199.
Válvula ileocecal, II, 433.
Válvulas venosas, II, 434.
Vapor, esterilización por el, II, 223.
Variación, II, 135, 309-311.
Varicela, I, 203, 379.
Varicela gangrenosa, II, 231.
Variolización, I, 17, 61, 335, 390, 396-397, 899,
405, 433, 465, 466.
Varolio, puente de, I, 221.
Vascular, cirugía del sistema, II, 343, 349-351
Vaeectomía, 11, 814.
Vasodilatadores, remedios, II, 292.
Vasomotor, sistema nervioso, II, 174.
Vasos para sangría, I, 308.
Vasos sanguíneos, I, 218; II, 191.
Vasos sanguíneos, cirugía de los, II. 349-351.
Vater, ampolla de, I, 347.
Pedantismo, I, 59.
Vegetativo, sistema nervioso, II, 320-321.
Vejiga, cirugía de la, II, 229, 231, 233, 234.
Vejiga, enfermedades de la, Jl, 435.
Venas, 1, 218, 220, 221; II, 472.
Vendaje anterior, 11, 121.
Vendajei 1 54; 11, 227, 229, 434.
ibra, reacción ni, TT, 801.
índice de materias
637
Venenos, I, 14, 15, 61, 92, 105, 120, 166, 342; II,
21, 219, 284.
Venéreas, enfermedades, I, 54, 96, 143, 364, 365,
366; II, 13-14, 94, 264.
Ventilación, I, 106, 336, 384; II, 296.
Ventosas, I, 19
Veratrina, II, 86.
Veratrinizado, músculo, II, 162.
Verdugos, I, 423.
Veronal, II, 294, 324.
Verrugas necrogénicas, II, 267.
Versión, I, 96, 283; II, 240.
Versión podálica, I, 100, 111, 192, 223; II, 243.
Vertebral, caries de la columna, I, 46, 358, 360;
II, 106, 236.
Vertebral, cirugía ie la columna, II, 223, 232.
Vertebral, deformidades de la columna, I, 87, 118,
283, 358, 360, 390; II, 344.
Vértigo de las montañas, I, 203.
Vértigo gástrico, I, 158.
Vértigo laberíntico, II, 69, 77, 353.
Vértigo paralizante, II, 255.
Vestidos de los niños pequeño», I, 178.
Veterinaria, I, 158, 232.
Veterinarios, I, 81, 162.
Viajeros médicos, II, 91.
Vida, II, 48, 315-316.
Vida, trípode de la, I, 386.
Vinagre, I, 183, 329.
Vino, enfermedades del, II, 207, 208.
Virginidad, signos de la, I, 277.
Viruela, I, 63, 112, 116, 117, 156, 242, 285, 318,
365, 396-399; II, 205, 265, 299, 331, 340.
Virus atenuados, II, 209, 217.
Virus filtrables, II, 337.
Visceras, I, 194, 206, 208, 210, 211, 212, 258.
Visceras, transplantación de, II, 350-351.
Viscosidad, coeficiente de, II, 78.
Viscosímetro, II, 78.
Visión, I, 115, 369; II, 23, 67, 68, 244-245.
Visión, tipos'para el examen de la, II, 244.
Vista, cansancio de la, II, 249, 284.
Vitalismo, I, 104, 326, 387, 389; II, 48, 58, 65,
315, 316, 449.
Vitaminas, II, 325.
Vüiligoidea, II, 22.
Vividifusión, II, 293.
Vivisección, I, 216, 219; II, 76.
Vocales, parálisis de las cuerdas, II, 259.
Volhyniana, fiebre, II, 398.
Volkhava, I, 162.
Vómito, II, 74, 177.
Vómito periódico, II, 261.
Votivas, ofertas, I, 72, 161.
Votivas, tablas, I, 72.
Voz, II, 56.
w
Walaeus, experimento de, I, 249.
Walcher, posición de, I, 119; II, 243.
Waldeyer, anillo de, II, 142.
Ward, pildoras de, I, 412.
Wassermann, reacción de, II, 334.
Water-closets, 1. 66, 113, 232.
Weber, ley de, II, 80.
Weber, síndrome de. II, 285.
Weber-Fechner, ley de, II, 80.
Wedensky, efecto de, II, 164-165.
Weigert, ley de, II, 205.
Whitworth Doctors, I, 414.
Willis, exágono de, I, 251.
Wistar, Instituto, II, 54.
Wolff, cuerpos de, I, 848.
Woorara, II, 99.
X
XaNTELASMA, II, 266.
Xantina, II, 183.
Xantoma, II, 22.
Xenodochia, I, 169.
Xeroderma pigmentosum, II, 189.
Y, ligamento en, II, 238.
Yoni, I, 25.
York retreat, I, 431.
Zandbr, Instituto de, II, 296.
Zaraath, I, 54.
Zarzaparrilla, I, 240.
Zebethum occidental, I, 297.
Zenechton, I, 240.
Zodiacales, diagramas, I, 193-104.
Zoología, I, 88, 226, 228, 260; II, 25-26, 55, 64,
69-70, 136-137, 155, 185.
Zoología médica, II, 215-216, 828-383.
Zoomoterapia, II, 194.
Zonas de Head, II, 107.
FIN
16224
ERRATAS
Pág
ñas
de la edición
DICE
espa
íola.
■*•!
52
desagüe
*1
53
curación de los padres
I,
63
casas de insolación
*1
1 10
de la pleuresía
*■!
170
en el siglo xv
I,
244
para convalecientes
I,
295
poder simpático
319
el discurso
341
electricidad animal (1792), y
I,
365
a propósito de lapuohemia
I,
367
«coma»
II,
102
gastronomía
II,
119
fiebre tifoidea
II,
131
hilo de seda
II,
132
peritoneo
II,
144
botriocéfalo
II,
148
neurología
II,
183
ácido úrico
II,
198
Pentosuria
II,
210
ántrax
II,
214
ántrax
II,
217
ántrax
II,
285
neuralgias
DEBE DECIR
alcantarillado
curación de las aguas
casas de aislamiento
de la pleuresía y epilepsia
en el siglo xv. Análogamente, la Orden de
San Juan de Jerusalén se convirtió en una
Orden puramente militar, y desapareció
en el siglo xm
para partos
polvo simpático
el centro del lenguaje
electricidad animal (1792); Volta dividió los
conductores de la electricidad en metálicos
y líquidos (electrólisis), ideó la famosa
pila de su nombre (1799) y
a propósito de la flebitis y de la puohemia
glaucoma*
gastrotomía
tifus exantemático
hilo de plata
periné
anquilostomiasis
neuroglia
ácido nucleico
Pentosuria y peptonuria
carbunco
carbunco
carbunco
neurosis