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Full text of "Introducción a la historia de la medicina"

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YALE 
MEDICAL  LIBRARY 


HISTORICAL 
LIBRARY 


Digitized  by  the  Internet  Archive 

in  2012  with  funding  from 

Open  Knowledge  Commons  and  Yale  University,  Cushing/Whitney  Medical  Library 


http://archive.org/details/introduccinlahis02garr 


INTRODUCCIÓN 


A     LA 


HISTORIA    DE    LA    MEDICINA 


ES  PROPIEDAD 
Copyright  by  Calpe,   1922 


.    \...  Papblbi      I 


INTRODUCCIÓN 


A   LA 


HISTORIA  DE  LA  MEDICINA 


FIELDING    H.    GARRISON 


BACHILLER   EN    ARTES,    DOCTOR   EN    MEDICINA, 

AYUDANTE    MAYOR    BIBLIOTECARIO    DEL    DEPARTAMENTO    GENERAL 

DE    CIRUGÍA   DE   WASHINGTON 


TRADUCIDA    DE    LA    SEGUNDA    EDICIÓN    INGLESA 


EDUARDO  GARCÍA  DEL  REAL 


DOCTOR  EN  MEDICINA,  LICENCIADO  EN  CIENCIAS  HISTÓRICAS; 
CATEDRÁTICO,  POR  OPOSICIÓN,  DE  HISTORIA  DE  LA  MEDICINA 
EN  LA  UNIVERSIDAD  CENTRAL;  EX -CATEDRÁTICO,  POR  OPO- 
SICIÓN, DE  PATOLOGÍA  MEDICA  DE  LA  UNIVERSIDAD  DE  VA- 
LLADOLID;  EX -CATEDRÁTICO,  POR  OPOSICIÓN,  DE  ENFERME- 
DADES  DE   LA   INFANCIA,   DE   LA    DE   SANTIAGO 


Tomo    II 


C  A  L  P  E 

MADRID 
19         2         2 


\ 

I  ir-  I..  DUPLICADO.  M  ADKI  I) 


ÍNDICE   del   TOMO    II 

Páginas 

El  siglo  XIX.  El  comienzo   del  avance  organizado  de  la   Ciencia i 

El  siglo  XX.  Los  comienzos  de  la  medicina  preventiva  organizada 307 

Parasitología  y  Quimioterapia 328 

Aspecto  cultural  y  social  de  la  medicina  moderna 357 

Breve  resumen  de  ,la  historia  de  la  Medicina  en  España: 

I. — Medicina  antigua  y  primitiva 405 

El  arte  paleolítico 407 

a)  Arte  moviliar 408 

b)  Arte  rupestre  cantábrico 408 

c)  Arte  rupestre  del  Este  y  Sur  de  España 409 

Edad  del  hierro 417 

II. — Época  romana 420 

III.— Época  visigoda 420 

IV. — Medicina  árabe 421 

V. — Los  benedictinos 423 

VI. — La  medicina  española  en  el  siglo  XV 425 

VIL — La  edad  de  la  medicina  española  (1 500-1665) 429 

i.°     Los  anatómicos  y  los p recur sores  de  Harvey 429 

2.0      Los  cirujanos 434 

3.0     La  Medicina  interna:  Nosólogos  y  monógrafos 439 

4.0     Médicos  comentadores  y  filósofos 442 

VIII. — La  decadencia  de  la  medicina  española 455 

IX. — La  anatomía  y  los  anatómicos  del  siglo  XIX 470 

X. — La  cirugía  y  los  cirujanos  españoles  del  siglo  XIX 476 

Apéndices: 

I.— Cronología  médica „ *. 509 

II.  — Apuntes  sobre  el  estudio  de  la  historia  de  la  Medicina 543 

III. — Notas  bibliográficas  para  lecturas  colaterales 549 

A. — Historias  de  la  Medicina. 549 

B. — Biografía  médica 550 

Índice  de  nombres  personales , 577 

Índice  de  materias 615 


EL  SIGLO  XIX 

EL     COMIENZO     DEL    AVANCE    ORGANIZADO 
DE     LA     CIENCIA 


En  la  evolución  de  la  medicina  moderna,  como  en  el  desarrollo  de  la  cien- 
cia pura,  de  la  cual  aquélla  forma  parte,  hay  que  considerar  tres  factores 
especialmente  importantes.  El  primero  de  todos, el  gran  movimiento  indus- 
trial o  social-democrático  de  la  humanidad  civilizada,  que,  habiéndose  in- 
cluido en  las  revoluciones  políticas  de  América  y  de  Francia,  ha  intensi- 
ficado la  tendencia  hacia  la  libertad  moral  e  intelectual  y  ha  sostenido  la 
nueva  idea  de  la  dignidad  y  la  importancia  de  todo  género  de  trabajo  hu- 
mano, como  se  exteriorizaba  en  la  famosa  divisa  de  Napoleón:  «Las  he- 
rramientas, para  aquellos  que  pueden  manejarlas.»  (La  carriére  ouverte 
aux  talents).  Inmediatos  corolarios  de  aquella  proposición  han  sido  el  reti- 
rar las  opresiones  de  incapacidad  civil  que  pesaban  sobre  los  judíos  y  el 
abrir  ampliamente  a  los  talentos  del  mundo  femenino  todas  aquellas  ocu- 
paciones y  modos  de  pensar  que  hasta  la  fecha  les  habían  estado  cerra- 
dos en  absoluto.  Segundo,  la  publicación  de  obras  como  la  Conservación 
de  la  energía  (1847),  de  Helmholtz,  o  como  el  Origen  de  las  especies  (1859)» 
de  Darwin,  que  iban  mucho  más  allá  del  simple  antropomorfismo  y  ape- 
laba a  la  opinión  humana,  que  había  siempre  estorbado  en  el  pasado  el 
avance  de  la  Medicina.  Tercero,  como  una  inevitable  consecuencia,  la  Fí- 
sica, la  Química  y  la  Biología  llegaron  a  ser  estudiadas  como  ciencias  ob- 
jetivas de  laboratorio,  disociadas  de  las  usuales  proposiciones  subjetivas 
humanas.  Difícilmente  habrá  alguien  que  dude  actualmente  el  teorema  sus- 
tentado por  Emile  Littré  de  que  el  verdadero  adelanto  de  las  ciencias  bio- 
lógicas médicas  no  tiene  nada  que  ver  con  los  dogmas  teológicos  ni  con 
la  especulación  metafísica,  sino  que  depende  sencillamente  de  los  adelan- 
tos colaterales  en  los  procedimientos  físicos  y  químicos.  La  Medicina  debe 
mucho  a  los  grandes  físicos  y  matemáticos  de  los  siglos  xvn  y  xvín,  que 

Historia  de  l.a  Mediodía.  —  Tomo   II 


i  III  S  t  O  R  I  A     D  E     L  A     \Í  E  D  I  C  I  N  Á 

desarrollaron  la  teoría  de  la  visión  y  casi  por  completo  la  fisiología  de  la 
respiración.  En  el  siglo  xix,  la  extensión  de  las  tres  ramas  fundamentales 
de  la  ciencia  pura  no  ha  sido  sobrepasada  en  variedad  por  labor  de  nin- 
guna de  las  edades  precedentes. 

De  los  modernos  matemáticos  sólo  mencionaremos  los  nombres  de  Euler, 
I  fcuss,  Riemann,  [acobi,  Abel.  Weierstrass,  Cayley  Sylvester; de  los  físicos,  Young, 
Carnot,  Fourier.  Kirchhoff,  Clausius,  Helmholtz,  Ohm,  Maxwell,  lord  Kelvin  Boltz- 
mann,  Gibbs,  1-  [•  Thomsom,  Edison, Tesla,  Arrhenms;  de  los  químicos,  Da  ton  Du- 
mas, Chevreuil,  Berzelius,  Liebig.  Wóhler,  Berthollet,  Mendelejeff,  Ostvald,  want 
Hoff,  Ramsav,  Rutherford  y  los  Curie.  .tjai™*- 

Fl  principio  físico  de  la  conservación  de  la  energía  ha  sido  demostrado  poi  Robeit 
Mayer  I  un  médico  de  Heilbronn)  y  James  Prescot  Joule  en  1842,  y  aplicado  a  todo  el 
campo  déla  Química  y  déla  Física  por  Helmholtz  en  1847-  El  principio  de  la  disipa- 
ción de  la  energía  ha  sido  establecido  por  Sadi  Carnot  en  1824,  desarrollado  por 
Clausius  (1850»  y  por  lord  Kelvin  (1852),  y  aplicado  a  todos  los  fenómenos  físicos ;  J 
quecos  por  el  profesor  de  Yale,  Ward  Gibbs,  en  1872-78.  La  generalización  de 
Gibbs  puede  en  la  actualidad  completarse  y  llevarse  mas  lejos  haciendo  de  la  Me- 
cánica  (xeolo^ía,  Biología,  Medicina  y  de  todas  las  otras  lases  de  la  Ciencia  que 
trabajan  con  estados  de  la  materia  ramas  de  la  Química.  La  consecuencia  inmedia- 
ta de  esta  generalización  es  el  desarrollo  de  una  nueva  ciencia,  la  Física  química, 
por  ( )stwald,  LeChatellier,  want  Hoff,  Roozeboom  y  los  químicos  de  la  escuela  ho- 
landesa. En  la  Química  física  o  termodinámica  todos  los  cambios  de  la  substancia 
son  tratad.. s  como  rígidas  consecuencias  délas  leyes  de  la  dinámica. 

En  1859  Kirchhoff  v  Bunsen  imaginaron  el  análisis  espectral.  Paraday  (1821-54) 
v  Maxwell  (1865)  elaboraron   la  completa   teoría   de  la  electricidad   y  del  electro- 
magnetismo, sobre  la  cual  se  implantaron  consecuencias  prácticas,  tales  como  la  luz 
eléctrica,  el  poder  motor   v   calorífico,  la  comunicación  telefónica  y  la  realización 
de-  la  telegrafía  sin  hilos  por  Hertz  (1887)  y  Marconi  (1895). Los  rayos  Rontgen  eran 
los  Curie  aislaban  el  radio  (cloruro  de  radio)  en  1898.   Kn- 
édicos,  Thomas  Young   describió   el   astigmatismo   en  1801,  establecióla 
ía  ondulatoria  de-  la  luz  en  1802.  y  la  teoría  de  la  tensión  superficial  de  la  capi- 
laridad  en  i8os;John  Dalton  establécela  ley  química  de  las  proporciones  multiples 
(1802    V  l.i  tem-ía  atómica  (1803);  William  Hyde  Wollaston  investiga  la  química  pa- 
,.,.'.,  de  los  cálculos  (1797- 1809),  sugiere  la  estereoquímica  (1808),  demuestra 
que  las  explosion*  s  no  pasan  a  través  de  delgados  tubos,  lo  que  da  moti- 

llumphrv  Davy  para  inventar  su  lámpara  de  segundad  (1815),  e  inventa  la 
...;,,.  Helmholtz  inventa  el  oftalmoscopio  y  el  oftalmómetro,  en  .850, 

el  {  »scopio,  en  1857,  v  elabora  las  teorías  de  la  visión ( 1 85 3-67)  v  la  de  per- 

lón tonal  1  >tro  médico,  William  Charles  Wells (i757;i8i7),  natural- de 

Chai  desarrolla  la  teoría  del  rocío  y  del  punto  del  rocío  en  1814.1-a  to- 

do inventada  por  Niepce(i8i4),  Daguérre(i839>,  Draper (1840) y  box- 
\;,,i.,    [812),  Chevalier  (1820)  y  Joseph  Jackson  Lister  (1830    mven- 
¡onan  las  lentes  acromáticas  del  micros.  ..pió  compuesto,  en   el  cual 
dado  la  idea  déla  inmersión  al  agua    y  Chevalier,  el  objetivo  compuesto; 
ivos  estereópticos,  y  E.  Abbé,  el  moderno  aparato  ilu- 
mina ibjetivo  apocromático  de  inmersión  al  acote  y  el  compensador  ocu- 
lar   1 

I  >e  latos  de  descubrimientos  se  deduce  que  el  movimien- 

1      moderno  no  ha  alcanzado  toda  su  intensidad  hasta  bien  entra- 
tuna.    La  medicina  de  La  primera  mitad  era,  con  muy 
lo  una   pequeña  parte  de  la  teorización  esta- 
lad anterior.  Hasta  el  año    1850,  y  bastante  mas  allá,  la 
ma  en  la   Medicina    han    sido  realizados    en    I' rancia. 


EL     SIGLO     XIX  J 

Desde  la  publicación  de  la  Patología  celular,  de  Virchow  (1858),  la  medi- 
cina alemana  empezó  a  ir  ganando  rápidamente  en  importancia.  Las  des- 
cripciones de  las  nuevas  formas  de  enfermedades,  el  descubrimiento  de  la 
anestesia  (1847)  Y  e^  de  ^a  cirugía  antiséptica  (1867)  son  mérites  especia- 
les de  la  raza  anglo-sajona. 

En  el  continente  europeo,  Immanuel  Kant,  que  expone  las  limitacio- 
nes del  conocimiento  y  el  carácter  subjetivo  de  la  observación  humana,  ha 
ejercido  poco  influjo  en  las  teorías  médicas;  pero  la  denominada  Filosofía 
natural,  de  Schelling,  que  trataba  de  establecer  la  identidad  subjetiva  y 
objetiva  de  todas  las  cosas,  y  el  sistema  de  Hegel,  que,  como  la  evolución 
actualmente,  consideraba  todas  las  cosas  como  en  un  estado  de  cambio  y 
de  transformación  perpetuas  (Werden),  ejercieron  un  efecto  verdadera- 
mente deplorable  en  la  medicina  alemana,  separando  Ja  actividad  mental 
de  la  investigación  de  los  hechos  concretos  para  llevarla  al  terreno  fantás- 
tico de  la  especulación.  El  «nihilismo  terapéutico»,  de  Skoda,  estableció 
una  decidida  limitación  en  la  medicina  austríaca,  y  en  Francia  y  en  Italia, 
una  gran  pérdida  de  energías,  y  hasta  de  vidas  humanas,  fué  la  conse- 
cuencia de  las  doctrinas  de  Broussais  y  de  Rasori.  Se  necesitó  largo  tiem- 
po para  demostrar  que  el  adelanto  de  la  medicina  interna,  como  ciencia, 
no  puede  nunca  realizarse  por  la  adaptación  de  alguna  teoría  determinada 
por  consideración  a  la  personalidad  de  su  autor,  sino  únicamente  por 
la  realización  de  una  gran  serie  de  investigaciones  químicas,  físicas  y  bio- 
lógicas, llevadas  a  cabo  por  millares  de  investigadores.  El  primer  paso  en 
este  sentido  fué  llevado  a  cabo  por  Broussais,  quien  echó  abajo  todas  las 
concepciones  metafísicas  de  la  enfermedad  para  reemplazarlas  por  algo 
peor. 

Fran^ois-Joseph- Víctor  Broussais  (1772-1838),  hijo  de  un  médico  bre- 
tón, fué  sargento  en  el  ejército  de  la  República  en  1 792,  ha  navegado 
como  corsario  en  1 798  y,  habiéndose  graduado  en  Medicina  en  1803,  ha 
servido  durante  tres  años  corno  cirujano  militar  en  los  ejércitos  de  Napo- 
león. Llevó  su  ruda  cultura  a  la  enseñanza  de  la  Medicina,  en  la  que  sus 
métodos  eran  napoleónicos,  y  sus  tratamientos,  sanguinarios.  Broussais 
modificó  la  teoría  brunoniana  diciendo  que  la  vida  depende  de  la  irrita- 
ción, pero  particularmente  del  calor,  que  excita  los  procesos  químicos  en 
el  cuerpo.  Las  enfermedades,  no  obstante,  dependen  de  las  irritaciones 
localizadas  de  alguna  viscera  u  órgano,  por  ejemplo,  del  corazón,  o,  sobre 
todo,  del  estómago  y  de  los  intestinos.  Los  venenos  morbosos  específicos, 
tales  como  el  virus  sifilítico,  no  eran  existentes  para  Broussais.  El  único 
mérito  de  sus  razonamientos  es  que  sustituía  el  órgano  enfermo  al  con- 
cepto nebuloso  « fiebre >,  como  el  factor  más  importante,  el  foco  morboso 
(foyer  de  maladie).   Describir   un  grupo  de  síntomas  como  una  «entidad 


4  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

clínica  >  y  roturarlo  con  un  nombre  era  para  Broussais  un  procedimiento 
ficticio  (ontología).  La  gastroenteritis  era  para  él  la  «base  de  toda  la  pato- 
logía» (i),  como  para  Cullen  era  casi  todo  una  neurosis,  y  para  Cruveil- 
hier,  una  flebitis.  La  naturaleza  no  tenía  ningún  poder  curativo,  y  era  ne- 
cesario hacer  abortar  la  enfermedad  por  medio  de  medidas  activas.  Con 
este  fin,  ha  adoptado  un  poderoso  régimen  antiflogístico  o  debilitante, 
cuyos  principales  rasgos  consistían  en  privar  al  enfermo  de  su  propio  ali- 


Frangoís-Joseph- Víctor  Broussais  (i 772-1838) 


mentó  y  en  aplicarle  sanguijuelas.  Más  de  30  a  50  eran  aplicadas  algunas 
ocho  o  cinco  en  los  casos  de  extraordinaria  debilidad.  Acerca  de 
la  escasez  de  las  sanguijuelas  en  la  época  de  Broussais,  recuerda  Baas  que 
el  año  [833  Be  importaron  en  Francia  41.500.000  sanguijuelas,  y 
sólo  §e exportaron  </<'>  10  millones.  En  cambio,  en  1824-25  dos  a  tres  mi- 
Hom  luciente  para  atender  a  todas  las  demandas.  Cuando  se  apro 

"1   como  el  doctor  Holmes  lo  ha  descrito  tan  humorísti- 
camente   Broui   sii    .7/,  vieux  militaire  por  la  instrucción,  regañón,  bravu- 


di<  e  que  d  supuesto  origen  gástrico  de  la  mayoría  <l<-  las 
ha  sido  defendido  anteriormente  por  Tissot,  Grant, 

Hnkf  y  Stoll     l'u   <  hni.uin   I  I.iikII.ih  h,   [en 


EL     SIGLO     XIX  s 

con  y  disputador  con  el  vigor  de  un  Paracelso,  y  aunque  su  continuador, 
Bouillaud  era  impelido  a  derramar  los  mismos  torrentes  de  sangre,  los  es- 
tudiantes comenzaron  gradualmente  a  separarse  de  este  modo  de  pensar, 
hasta  que  estas  teorías  fueron,  por  último,  condenadas  por  el  buen  senti- 
do y  el  equilibrado  juicio  del  clínico  Chomel  y  por  las  deducciones  es- 
tadísticas de  su  discípulo  Louis.  La  doctrina  de  la  irritación,  de  Broussais, 
fué  llevada  a  Alemania  por  Roeschlaub,  y  ocasionó  un  pálido  reflejo  pa- 


Pierre-Charles-Alexandre  Louis  (1787-1872) 


sajero  en  las  obras  de  Benjamín  Travers,  Pridgin  Teale  y  otros  médicos 
ingleses  de  este  período,  que  atribuyeron  muchas  enfermedades  a  la  «irri- 
tación espinal».  En  Italia,  hacia  1 807,  Giovanni  Rasori,  en  su  clínica  de 
Milán,  comenzó  a  resucitar  las  doctrinas  de  Asclepíades  de  las  condicio- 
nes de  constricción  y  relajación  (que  Brown  ha  denominado  esténicas  y 
asténicas,  y  Hoffmann,  tónicas  y  atónicas),  considerando  las  enfermeda- 
des como  estados  de  estímulo  y  contraestímulo.  El  diagnóstico  de  estas 
condiciones  se  hacía  por  medio  de  la  sangría,  que  se  suponía  obraba  be- 
neficiosamente en  los  casos  de  sobreestimulación,  y  viceversa.  El  super- 
estímulo  era  combatido  por  medio  de  los  sedantes,  del  opio  y  de  copio- 
sas sangrías;  el  contraestímulo,  por  medio  de  enormes  dosis  de  gutagam- 
ba,  acónito,  ipecacuana,  nuez  vómica  y  otras  supuestas  análogas  substan- 


6  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

cias.  Este  método,  que  era  tan  perjudicial  como  el  de  Broussais,  tuvo,  sin 
embargo,  su  boga  como  éste  y  murió  lo  mismo  que  él. 

Las  arbitrarias  doctrinas  de  Broussais  fueron,  finalmente,  destrozadas 
por  Pierre-Charles-Alexandre  Louis  (178/-1872),  el  fundador  de  las  esta- 
dísticas médicas,  que  él  diferenciaba  de  las  vitales.  Después  de  haber  pa- 
sado seis  años  en  Rusia,  donde  se  desesperó  al  considerar  la  impotencia 
de  la  Medicina  respecto  de  una  epidemia  de  difteria,  convencido  de  la  ne- 
cesidad de  profundizar  en  los  estudios,  volvió  a  París  a  completar  su  edu- 
cación médica,  y,  entrando  en  la  clínica  de  Chomel,  pasó  el  resto  de  su 
vida  enseñando,  combinando  la  enseñanza  con  la  práctica  incesante  de  la 
disección  y  con  la  práctica  hospitalaria.  Sus  principales  obras  son  sus  in- 
vestigaciones acerca  de  la  tisis  (1825)  [i],  basadas  en  358  autopsias  y  1.960 
casos  clínicos,  y  llamando  la  atención  acerca  de  la  frecuencia  del  tubérculo 
en  el  vértice  del  pulmón.  Su  tratado  sobre  la  fiebre  tifoidea  (1829)  [2], 
que  dio  a  la  enfermedad  su  nombre  actual  (fiévre  typhoide),  y  sus  polémi- 
cas  contra  Broussais  (1835)  [3],  que  concluyeron  por  echar  abajo  todo  el 
sistema»  de  éste,  y  por  una  demostración  estadística  del  poco  valor  de 
la  sangría  en  la  pulmonía,  terminó  con  el  abuso  de  aquélla  en  esta  afec- 
ción. Louis  pensaba  que  las  argucias  de  una  teoría  a  priori,  como  la  de 
Broussais.  pueden  fácilmente  demostrarse  y  ponerse  de  relieve  por  medio 
de  buenas  estadísticas  (4),  y  que  estas  últimas  pueden  algunas  veces  em- 
plearse como  un  instrumento  de  precisión  en  casos  en  que  los  propios 
métodos  experimentales  han  fracasado.  Aunque  Gavarret  ha  escrito  un 
tratado  de  estadísticas  en  el  cual  los  problemas  terapéuticos  eran  especial- 
ment<  considerados  (1840)  [5],  la  idea  no  adquirió  todo  su  relieve  toda- 
vía en  la  '-poca  de  Louis;  pero  las  estadísticas  han  demostrado  desde  en- 
tonces su  propia  importancia,  atestiguando  los  datos  etiológicos  y  heredi- 
tarios, el  valor  comparativo  de  los  diferentes  métodos  terapéuticos,  espe- 
cialmente por  el  gran  incremento  de  los  periódicos  médicos,  con  su  co- 
rrespondiente perfeccionamiento  en  bibliografía  y  en  los  modos  de  llevar  a 
<abo  los  censos,  que,  naturalmente,  proporcionan  los  fundamentos  de 
toda  buena  estadística.  Su  importancia  ha  sido  bien  puesta  de  manifiesto 
por  Fournier  y  Erb,  demostrando  la  relación  causal  entre  la  tabes  dorsal, 


i       I  ouis:  Recherches  anatomico-physiologiques  sur  /</  p/ilhisie,  París,  [825. 

tr  /</  maladit  connut  sous  /<•■,  noms  de  gastro-entérite  (etcétera), 
París. 

tr  les  effets  de  la  saignée  (etc.),  París,  1835. 

isti<  .is  en  las  investigaciones  médicas  ha  sido  sug<  rido, 
ino,  por  el  astrónomo  Laplace.  Para  demostrar  los  buenos  resulta- 
I    de  5.000  autopsias  (Neuburger:  0/>.  ctt.t  pá- 
gina 1 

'.nix  ,/,    Ttatisttout,  París,   1S40. 


EL     SIGLO     XIX  7 

la  demencia  paralítica  y  la  sífilis,  y  por  otros  autores,  atestiguando  la  im- 
portancia de  la  hidroterapia  en  el  tratamiento  de  la  fiebre  tifoidea,  de  la 
antitoxina  en  la  difteria,  de  la  intervención  operatoria  en  la  apenaicitis  y 
en  otras  enfermedades  abdominales  y  pélvicas,  o  respecto  de  los  efectos 
de  los  medicamentos  nuevos,  como  el  «606»,  etc.  Louis  ha  sido  el  prime- 
ro, después  de  Floyer,  que  ha  usado  el  reloj  para  apreciar  el  pulso,  en  lo 
que  ha  sido  seguido  por  los  médicos  de  las  escuelas  irlandesa,  inglesa  y 
americana.  Por  medio  de  sus  discípulos  americanos,   Holmes,    Gerhard, 


Réné-Théophile-Hyacinthe  Laénnec  (i 781-1826) 


los  Jackson,  los  Shattuck  y  otros,  ha  ejercido  una  poderosa  influencia  en 
el  adelanto  de  la  ciencia  médica  en  los  Estados  Unidos.  La  fuerte  posi- 
ción que  tomaba  Louis  en  favor  de  los  hechos  y  de  las  cosas  positivas,  en 
contra  de  la  estéril  teorización  de  los  tiempos  pasados,  tenía  necesaria- 
mente que  atraerse  en  su  favor  el  agudo  sentido  común  práctico  de  los 
médicos  americanos. 

El  más  distinguido  y  más  importante  de  todos  los  médicos  internis- 
tas de  la  antigua  escuela  francesa  ha  sido  René-Théophile-Hyacinthe 
Laennec  (1781-1826),  natural  de  Quimper  (Bretaña),  que,  como  Bicha!, 
había  sido  un  cirujano  de  regimiento  durante  la  Revolución  y  que,  como 
aquél,  murió  en  edad  temprana,  víctima  de  la  tisis.  Fué  médico  del  Hos- 


8  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

pital  Beaujon  en  1806  y  del  Hospital  Necker  en  1 8 16.  Laénnec  ha  hecho 
inmortal  su  nombre  por  la  invención  del  estetóscopo  en  1819  (en  primer 
término,  un  simple  rollo  de  papel  que  tenía  en  la  mano)  y  por  la  publi- 
cación de  las  dos  sucesivas  ediciones  de  su  Traite  de  V auscultation  me- 
diate, en  1 8 19  y  1823.  Esta  obra  ha  colocado  a  su  autor  entre  los  más 
distinguidos  clínicos  de  todas  las  edades,  y,  a  diferencia  de  la  de  Auen- 
brugger,  fué  inmediatamente  llevada  a  todas  partes  y  traducida  a  todos 
los  idiomas.  Ha  sido  la  piedra  fundamental  del  conocimiento  moderno  de 
las  enfermedades  del  tórax  y  de  su  diagnóstico  por  medio  de  la  explora- 
ción mediata.  En  la  primera  edición  (1819)  Laénnec  perseguía  el  método 
analítico,  dando  los  diferentes  signos  puestos  de  manifiesto  por  la  percu- 
sión y  la  auscultación,  en  correspondencia  con  las  lesiones  anatómicas 
(él  era  un  experto  anatomo-patólogo).  En  la  segunda  edición  (1820)  el 
procedimiento  se  vuelve  hacia  el  método  sintético,  siendo  cada  enferme- 
dad especial  descrita  en  detalle  respecto  de  su  diagnóstico,  su  patología 
y  su  tratamiento  (m(ás  inteligente),  de  tal  modo,  que  esta  edición  resulta, 
efectivamente,  el  más  importante  tratado  que  se  había  escrito  nunca  de 
las  enfermedades  de  los  órganos  torácicos.  Laénnec  no  solamente  puso 
el  valor  diagnóstico  de  los  sonidos  en  las  enfermedades  cardíacas  y  pul- 
monares (i)  sobre  una  base  segura,  sino  que  fué  el  primero  que  describió 
y  diferenció  la  bronquiectasia  (notada  primeramente  por  su  ayudante  Ca- 
yol  en  1 808),  el  neumotorax,  la  pleuresía  hemorrágica,  la  gangrena  y  el 
enfisema  del  pulmón,  la  esofagitis  y  aquella  forma  de  cirrosis  que  lleva 
en  la  actualidad  el  nombre  de  «hepatitis  crónica  intersticial  difusa».  Ha 
dejado  una  descripción  magistral  de  la  bronquitis  y  de  la  neumonía,  con 
un  completo  estudio  de  las  lesiones  anatomo-patológicas  de  las  mismas, 
y  sus  trabajos  acerca  de  la  gangrena  pulmonar  y  del  enfisema  no  han  te- 
nido necesidad  mas  que  de  los  retoques  del  microscopio  de  Rokitansky 
¡jara  convertirse  en  cuadros  clásicos.  Laénnec  ha  sido,  además,  el  primero 
que  ha  descubierto  y  descrito  el  «tubérculo  anatómico»,  o  verruga  p o st- 
mortem  (2),  que  McCall  .Anderson  ha  demostrado,  en  1879,  ser  idéntica 
;il  lupus  verrucosus;  y  ha  sido  también  el  inventor  de  aquellos  términos 
o  cegofonía»,  pectoriloquia  >,  los  «estertores»  sibilantes  y  sonoros  y 
otros  signos  perfectamente  reconocibles  en  el  momento  de  la  exploración 
del  I  son. límente,   era   una   figura   desdeñosa,  nerviosa,   aguileña, 

de  natuí  tolerante,  natural  y  de  gustos  tinos  y  delicados. 

Lo  mismo  que    Vuenbrugger,  era   modesto  respecto  de  su  propia  obra, 


Para  la  b  los  ruidos  del  corazón  antea  y  después  de  Laénnec 

.11,  páginas  i,  345  y  565. 
ervada  per  sir  Samuel  Wilka  como     verruca  necrogénica» 


EL    SIGLO     XIX 


cuidando  más  de  que  ella  fuese  provechosa  para  la  posteridad  que  de  que 
sirviese  para  su  propia  fama. 

Entre  los  más  notables  médicos  internistas  franceses  contemporáneos 
de  Louis  y  de  Laénnec  figuran  Bayle,  Bretonneaú,  Bouillaud,  Corvisart, 
Pinel,  Audral,  Piorry,  Rayer  y  Ricord. 

Gaspar  Laurent  Bayle  (1774-1816),  de  Vernet,  en  Provenza,  graduado 
en  París  en  1801,  ha  dejado  su  huella  en  la  patología  por  su  descripción 
de  los  caracteres  macroscópicos  del  tubérculo,  estableciendo  la  identi- 
dad  del  mismo    con   la  granulia   y  

con  otras  variedades  de  tuberculosis 
(1803)  que  exponía  en  sus  Re  cherches 
sur  la  phtisie  pulmonaire  (18 10),  la 
base  de  la  obra  de  Laénnec  y  de 
las  subsiguientes. 

Pierre  Bretonneaú  (1771-1862)) 
de  Tours,  ha  escrito  importantes 
monografías  acerca  del  contagio  de 
la  dothienenteritis  o  fiebre  tifoidea 
(l8l9-29)[i],  déla  difteria  (l82Ó)[2], 
dando  a  esta  enfermedad  su  nom- 
bre actual,  y  en  I  de  julio  de  1825 
realizaba  la  primer  traqueotomía, 
con  éxito,  en  el  crup  (3).  Ha  locali- 
zado y  comprendido  las  lesiones  ti- 
foideas en  las  placas  de  Peyer,  ya 
en  1820,  prediciendo  que  la  fiebre 
tifoidea  se  llegaría  a  diferenciar  per- 
fectamente del  tifus  exantemático  (1828),  y  en  1855  instituyó  claramen- 
te la  doctrina  de  la  especifidad  (teoría  de  los  gérmenes)  en  las  enferme- 
dades (4).  Su  correspondencia  con  sus  discípulos  Velpeau  y  Trousseau 
es  la  colección  de  cartas  médicas  más  interesante  desde  los  tiempos  de 
Guy  Patin. 

Jean-Baptiste  Bouillaud  (i 796- 1 88 i),  de  Angulema,  aunque  furioso 
sangrador,  era  uno  de  los  más  hábiles  diagnosticadores  de  su  época.  Ha 
sido  el  primero  que  ha  establecido  que  la  afasia  se  relaciona  con  una  le- 


Pierre  Bretonneaú  (1771-1862).  (Del  retrato 
de  Moreau  de  Tours.) 


(1)  Bretonneaú:  Arch.  gen.  de  Méd.,  París,  1829;  XXI,  páginas  57-78. 

(2)  Des  inflammations  spéciales  du  lissu  muqueux  et  en  particulier  de  la  diphté- 
rite,  París,  1826. 

(3)  Bretonneaú:   Des  inflammatio?is  spéciales  (etc.),   París,    1826,  páginas  300 
a  338. 

(4)  Sobre  esto  véase  Paul  Triaire:  Bretonneaú  et  ses  correspondants,  Pans,  1892; 
I-  pág.  303;  II,  pág.  593. 


[O 


HISTORIA     OK     LA     MEDICI  N  A 


sión  del  lóbulo  anterior  del  cerebro  (1825)  [i]  y  ha  establecido  una  «ley 
de  coincidencia»  entre  la  frecuencia  de  las  enfermedades  del  corazón  y 
la  del  reumatismo  articular  agudo  (1 836)  [2].  Estas  relaciones  fueron,  des- 
pués, más  ampliamente  desarrolladas  en  su  importante  tratado  clínico 
del  reumatismo  articular  agudo  de  1 840  (3).  Considerando  la  fiebre  como 
efecto  de  la  endocarditis  y  de  la  inflamación   de  la  túnica   interna   de  los 


Jean-Baptiste  Bouillaud  i  i  ;ut>  i 

vasos  sanguíneos,  él  era  partidario   de   combatirla  sangrando    implacable- 
mente coup  SUÍ   coup. 

[ean  Nicolas  Cor visart  (1755* * 821),  médico  favorito  de  Napoleón   y 
maestro  de  Bayle,  Bretonneau,  Dupuytren,  Laénnec  y  Cuvier,  es  en   la 
Lalidad   principalmente  recordado   por  haber  hecho   resucitar  la  obra 
Vuenbrugger  sobre  la  percusión  (1808),  una  traducción  de  la  cual  ha- 
bía sido  previamente  hecha  por  Rosiére  de  la  Chassagne  (1770),  pero  ol- 
vidada. El  En  lyo  di  las  enfermedades  r  lesiones  orgánicas  del  corazón  y 


VIH.  páginas  25 -45. 
J    (2  recherchi  rhumatismt  articulaire  (etc.  .    Pa 

irüculoin  -io, 


EL     SIGLO     XIX  ii 

de  los  grandes  vasos  (1806),  de  Corvisart,  la  más  importante  obra  fran- 
cesa de  enfermedades  del  corazón,  más  importante  desde  los  tiempos  de 
Senac,  fué  reimpresa  en  1818,  con  algunas  simplificaciones  y  perfeccio- 
namientos del  método  de  Auenbrugger. 

Philippe  Pinel  (1 745- 1 826),  un  noble  espíritu  de  Saint-Paul  (Tarn). 
quedará  siempre  en  uno  de  los  puestos  más  elevados  de  la  Historia  por 
haber  sido  el  primero  que  empezó  a  tratar  a  los  locos  de  un  modo  huma- 
nitario. Arriesgando  su  propia  vida  y  su  libertad,  inició  las  reformas  de  su 


Jean-Nicola?  Corvisart  (1755-1821) 

primirles  las  cadenas,  colocarles  en  hospitales  bajo  médicos  de  buen  ca- 
rácter y  eliminando  en  su  tratamiento  todo  el  abuso  de  medicamentos  y 
de  sangrías  a  que  antes  estaban  sujetos.  En  este  sentido  es  el  verdadero 
fundador  del  moderno  régimen  de  la  «puerta  abierta»  de  la  psiquiatría,  a 
pesar  de  que  sus  clasificaciones  de  la  locura  y  de  las  enfermedades  men- 
tales han  sido  ya  olvidadas.  Su  Traite  médico-philosophique  sur  l alienation 
mentale  (1801)  es  uno  de  los  más  importantes  de  los  clásicos,  y  ha  sido 
seguido  de  otras  piedras  miliares  de  la  psiquiatría,  como  las  Rapsodias  del 
tratamiento  psiquiátrico  de  la  locura  (1803),  de  Reil;  los  libros  de  Heinroth 
sobre  la  locura  (1818),  la  jurisprudencia  de  la  locura  (1825)  y  la  psicolo- 
gía de  la  mentira  (1834)  \}\  ^a  de  Calmeil,  sobre   la   parálisis   general   de 


1)     J.  C.  A.  Heinroth:  I  He  lÁige,  Leipzig,  1834, 


12  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

los  locos  (1826)  [1];  el  tratado  de  la  locura,  de  Prichard,  que  contiene  la 
primera  descripción  de  la  locura  moral  (1835);  Ia  gran  obra  de  Esquirol 
(1838)  [2];  la  original  descripción  de  Falret  de  la  locura  circular  (1853)  [3], 
y  el  Ir  atamiento  de  la  locura  sin  restricciones  mecánicas  (1856). 

Gabriel  Andral  (i 797- 1 876),  de  París,  era  un  espíritu  claro,  metódico, 
analítico,  que  se  oponía  a  todas  las  excentricidades  y  fanatismos  escolás- 
ticos; editó  las  obras  de  Laénnec,  se  unió  a  Louis  en  su  propaganda  con- 
tra la  sangría,  favoreció  el  uso  de  los  baños  fríos  en  la  fiebre  tifoidea  y  en 


Philippe  Pinel  (1745-1826) 

otras  fiebres,  y  se  le  recuerda  por  haber  sido  el  primero  que  ha  recomen- 
dado el  examen  químico  de  la  sangre  en  los  estados  morbosos  (1843)  [4]. 

Su  dinique  medícale  í  1829-33)  ha  sido  la  primera  obra  del  género  que  han  he- 
cho famoso  I  rousseau,  Dieulafoy  y  otros,  en  el  cual  una  serie  de  casos  médicos  es 
utilizada  como  medio  de  establecer  los  datos  de  la  medicina  interna.  En  la  obra 
de  Andral  las  pinturas  clínicas  del  desarrollo  de  los  procesos  morbosos  son  magis- 
dio  químico  de  la  sangre  (con  Gavarret),  el  único  de  este  género  des- 
'lr  Hunter  y  Hewson,  deja  como  conclusión  la  de  que  existen  enfermedades 
primitivas  <l<-  la  Bangre,  una  fase  de  La  patología  humoral  que  volverá  a  renacer  de 
nuevo  (  on  Khrlic  h. 


L  F.  Calmeil:  De  la  paralysic  ginéra      1  b      París,  1826. 
I   I- .  Esquirol:  Des  maladies  mentales,  dos  volúmenes  y  atlas,  París,  i8^s. 
f   P  Falret  Bull.  .i.  '  /.  París,  [853-4:  XIX,  páginas  382-400. 

(4)    Andral:  Essaid hematologic p at kologiouetY*ñ&y  184 3, 


EL    SIGLO     XIX  13 

Pierre- Adolphe  Piorry  (i 794- 1 879),  de  Poitiers,  ha  sido  el  inventor 
del  plexímetro  (1826)  y  un  defensor  de  la  percusión  mediata  (1828)  [i]. 
Ha  escrito  mucho,  incluso  un  tratado  de  pleximetría  (1866),  y,  aunque 
«poeta»,  afectaba  una  nomenclatura  exagerada  y  pedante,  empleando  tér- 
minos altisonantes,  como  «cardiodisneuria»,  «hiperesplenotrofia»  y  otros 
análogos. 

Pierre-Francois  Olive  Rayer  ( 1 793- 1 867),  de  Calvados,  ha  sido  autor 


r 


l 


Philippe  Ricord  (1799-1889) 


de  una  serie  de  obras  de  capital  importancia,  incluso  su  tratado  de  enfer- 
medades de  la  piel,  con  atlas  ( 1 826-27);  su  clásico  tratado  del  muermo  y 
de  los  lamparones  en  la  especie  humana  (1837)  [2]>  su  tratado  de  enfer- 
medades del  riñon,  en  tres  tomos,  con  un  atlas  (1837-41),  que  marca  una 
época  en  el  estudio  de  estas  afecciones,  y  su  Memoria  de  la  hematuria  en- 
démica (1839). 

Philippe  Ricord  (1799- 1 889),  nacido,  de  padres  franceses,  en  Baltimo- 
re, Md.,  y  graduado  en  la  Facultad  de  París,  ha  sido  la  más  alta  autoridad 
en  las  enfermedades  venéreas  después  de  John  Hunter.  Su  tratado  sobre 


(i)-    Piorry:  De  la  percusión  mediate,  París,  1828. 

(2)     Rayer:  De  la  morve  et  du  farcin  chez  l'homme,  París,  1837. 


14  HISTORIA     DE     L  A     MEDICI  N  Á 

esta  materia  (1 838)  [i]  es  memorable  en  la  historia  de  la  Medicina  por 
haber  echado  abajo  las  erróneas  ideas  de  Hunter  sobre  la  identidad  de  la 
gonorrea  y  de  la  sífilis  (2.500  inoculaciones),  estableciendo  la  autonomía 
de  las  dos  afecciones  (1831-37). 

El  ha  dividido  la  lúes  en  su  período  primario,  secundario  y  terciario,  descri- 
biendo los  chancros  vaginal,  uterino  y  uretral,  haciendo  notar  la  rareza  de  la  rein- 
fección y  escribiendo  sobre  otros  asuntos,  como  el  uso  del  espéculo  (1833),  la  go- 
norrea en  la  mujer  (1834),  epidimitis  (1839)  y  conjuntivitis  blenorrágica  (1842). 

Ricord  ha  sido  famoso  por  un  gran  número  de  atrevidas  bous  mots  y 
anécdotas  (ricordianas)  relativas  a  su  especialidad.  El  doctor  Oliver  Wen- 
dell Holmes  le  caracteriza  como  «el  Voltaire  de  la  literatura  pelviana:  un 
escéptico  acerca  de  la  moralidad  de  la  raza  en  general,  que  hubiera  some- 
tido a  la  propia  Diana  al  tratamiento  con  sus  específicos  minerales  y  or- 
denado una  receta  de  pildoras  azules  para  las  vírgenes  vestales». 

La  moderna  dermatología  deriva  de  la  obra  de  Willan  y  de  su  discí- 
pulo Bateman,  continuada  y  llevada  mas  adelante  por  la  escuela  francesa 
y  la  nueva  de  Yiena.  Robert  Willan  (17 57  1812),  un  cuáquero  de  York- 
shire que  ha  estudiado  con  ventaja  la  obra  patológica  de  Matthew  Baillie, 
ha  hecho  por  poner  en  claro  la  naturaleza  del  eczema  y  del  lupus  y  ha  di- 
vidido las  enfermedades  cutáneas,  de  acuerdo  con  su  aspecto  objetivo,  en 
ocho  clases:  papulosas,  escamonas,  exantemáticas,  ampollosas,  vesiculo- 
sas, pustulosas,  tuberculosas  y  maculosas.  Por  confrontación  de  los  térmi- 
nos griegos,  latinos  y  árabes  ha  establecido  una  definitiva  nomenclatura 
clásica.  Su  clasificación,  por  lo  que  le  fué  concedida  la  medalla  de  oro  de 
Fothergill,  en  1/90,  ha  sido  el  punto  de  partida  de  la  dermatología  mo- 
derna, y  todavía  sigue  más  o  menos  en  uso.  La  gran  obra  de  Willan  On 
(  utiuieous  Diseases  (1796-1808)  fué  publicándose  en  partes,  y  quedó  sin 
concluir  a  la  muerte  de  su  autor,  siendo  completada  por  su  discípulo  Ba- 
teman.  Contiene  originales  descripciones  y  representaciones  del  prurigo, 
pitiriasis  e  ictiosis,  al  paso  que  la  psoriasis  (la  lepra  bíblica  de  Gehasi  y 
Naaman),  la  sycosis,  la  tinea  versicolor,  el  lupus  y  el  impetigo  aparecen 
más  claramente  definidas  y  diferenciadas.  Osier  dice  que  en  esta  obra  se 
encuentra  relatado  el  primer  caso   de   púrpura  de  Henoch  (con  síntomas 

1  ales;.  Willan  ha  descrito  también  el  eritema  iris  como  una  especie  de 

su  género  «iris»  (herpes  Iris)  y  separándole  de  las  otras  formas  de  eczema 

debidos  a  las  irritaciones  '-xt'-mas  (eczema  solar,  impetiginoso,  rubrum, 

men  urial)    Ha  dado  una  descripción  mas  clara  \  más  precisa  de  la  «urti- 

rita  por  Frank  en  [792.  Esta  parte  de  su  obra  apare 

(1)     Ricord:  Traite pratique  des  maladies  vinérienn      Pari     1 838. 


E  L     SIGLO     XIX 


iS 


ce  incluida  en  las  Delineations  of  Cutaneous  Diseases,  un  atlas  de  72  lámi- 
nas coloreadas,  publicado  en  1817  por  Thomas  Bateman  (1788-1831),  de 
Whitby  (Yorkshire).  Bateman  ha  sido  el  primero  que  ha  descrito  el  liquen 
urticatus,  el  molusco  contagioso  y  el  ectima,  que  Willan  había  señalado 
como phlyzacia.  El  ectima  terebans,  o  «pénfigo  gangrenoso»,  ha  sido  re- 
latado primeramente  por  Whitley  Stokes,  de  Dublin  (1807)  [i],  y  el  xan- 
toma,  por  Addison  y  Gull  (185  i)  [2]. 

El  fundador  de  la  moderna  escuela  francesa  de  Dermatología  ha  sido 
Jean-Louis  Alibert  (1766- 1837),  de  Villefranche  l'Aveyron.  El  doctor 
Holmes  dice:  «El  alegre  viejo  barón  Alibert,  que  yo  recuerdo  tan  perfec- 
tamente con  su  gran  sombrero  de  copa  alta,  un  poco  gentilmente  gastado 
en  algunos  lados,  y  llamando  en  voz  alta  a  sus  discípulos  en  el  patio  prin- 
cipal del  Hospital  de  St.  Louis:  Enfants  de  la  méthode  naturelle,  etes  vous 
ici?»  Este  «método  natural»  de  clasificar  las  enfermedades  era  positiva- 
mente la  pasión  de  Alibert.  Un  grabado  de  «árbol  genealógico»  de  las 
dermatosis  colgaba  feo  y  solitario  en  el  primer  término  de  un  estéril  y  no 
atractivo  paisaje,  formando  la  lámina  inicial  de  su  obra  más  importante  (3). 
Alibert  ha  sido  el  primero  en  describir  la  micosis  fungoide  (pian  fungoi- 
de)  en  1806,  y  el  queloide  (cancroide)  en  18 10  (más  tarde  como  «keloide» 
o  «kelis»)  [1835].  Ha  descrito  también  la  «pústula  de  Alepo»  (1829)  [4], 
la  úlcera  endémica  que  más  tarde  había  de  tener  tanta  importancia  en  re- 
lación con  las  leishmaniosis  (cuerpos  de  Leishman-Donovan),  y  ha  intro- 
ducido muchos  términos  nuevos,  como  «sifílides»,  «dermatosis»,  «derma- 
tolosis»,  etc.  Un  visual  y  un  artista,  como  le  ha  definido  Sabouraud,  Ali- 
bert estaba  orgulloso  de  haber  sido  el  primero  que  había  empleado  el 
lápiz  y  la  paleta  de  pintor  en  la  representación  de  las  enfermedades  de  la 
piel.  En  sus  lecciones  clínicas  se  tomaba  grandes  trabajos  para  hacer  re- 
presentaciones visuales  de  todo  a  sus  discípulos:  lo  personal,  lo  circuns- 
tancial de  sus  casos  clínicos;  todo,  como  hacía  John  Bell.  En  sus  esfuerzos 
para  realizar  estas  representaciones,  llegaba  algunas  veces  a  extremos  re- 
tóricos y  falsos  y  exagerados  en  extremo.  El  árbol  genealógico  de  Alibert 
fué  sustituido  por  su  discípulo  Biett  por  el  sistema  de  Willan,  y  las  ideas 
de  Biett  fueron  más  extendidas  aún  por  Rayer  (1826)  y  por  Cazenave  y 
Schedel  (1828),  que  hicieron  la  primera  clasificación  de  las  enfermedades 
de  la  piel  sobre  una  base  anatómica,  a  saber:  inflamaciones,  hipertrofias, 
desórdenes  de  las  secreciones  y  de  las  sensaciones,   manifestaciones  he- 


(1)  W.  Stokes:  Dublin  Med.  and  P/iys.  Essays,  1807-8;  I,  páginas  146-153. 

(2)  Guy's  Hosp.  Rep.,  Londres,  1851;  2  s.,  VII,  pág.  265. 

(3)  Alibert:    Monographie  des  dermatoses,  Paris,   1842;  I,  lámina  opuesta  a  la 
página  1. 

(4;  Alibert:  Rev.  Med.  frant;.  et  étrang.,  París,  1829;  III,  páginas  69-71. 


ib  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

morrágicas,  etc.  Estas  clasificaciones  son  las  precursoras  de  la  segunda 
fase  de  la  moderna  dermatología,  el  período  patológico  o  histológico  in- 
augurado por  Hebra  y  sus  discípulos,  que  debe  considerarse  en  íntima 
relación  con  la  nueva  escuela  de  Viena. 

Las  doctrinas  de  Laénnec  han  tenido  una  inmediata  repercusión  en  la 
Gran  Bretaña  con  la  brillante  obra  de  dos  médicos  de  la  escuela  irlandesa. 
Los  fundadores  de  la  escuela  de  Dublin  son  John  Cheyne  (1777-1836), 
que  ha  descrito  el  hidrocéfalo  agudo  (1808)  [i]  y  la  respiración  de  Chey- 
ne-Stokes  (1818)  [2];  Abraham  Colles  (1773-1843),  que  estableció  la  ley 
de  Colles,  y  Robert  Adams  (1791-1875),  que  ha  dejado  su  clásico  estu- 
dio del  bloqueo  esencial  del  corazón  (1826)  [3]  y  del  reumatismo  goto- 
so (1857)  [4]>  Otros  importantes  miembros  de  esta  escuela  son  Corrigan 
(el  del  pulso  de  Corrigan);  William  Wallace  (1791-1837),  que  ha  introdu- 
cido el  uso  del  yoduro  potásico  en  la  sífilis  (1836),  y  Francis  Rynd  (1801 
a  1861),  que  ha  sido  el  primero  que  ha  empleado  las  inyecciones  hipodér- 
micas  por  medio  de  la  gravedad  (con  un  aparato  de  su  invención)  para  ali- 
viar el  dolor  (1845-61)  [5].  Los  verdaderos  maestros  de  la  escuela  de  Du- 
blin han  sido,  sin  embargo,  Graves  y  Stokes. 

Robert  James  Graves ( 1 796- 1 85 3),  el  hijo  de  un  pastor  de  Dublin,  hizo 
su  grado  de  médico  en  18  1 8,  y  al  realizar  el  acostumbrado  viaje  por  el 
continente  experimentó  diferentes  aventuras,  como,  por  ejemplo,  ser  arres- 
tado en  Austria  tomándole  por  espía  alemán,  a  consecuencia  de  su  facili- 
dad lingüística,  y  el  hecho  de  reprimir  con  éxito  un  motín  sobrevenido  en 
un  barco  durante  una  tempestad  en  el  Mediterráneo,  después  de  haber 
asumido  el  mando  y  haber  salvado  el  barco  con  su  valor.  Vuelto  a  Du- 
blin en  1 82 1,  llegó  a  ser  médico-director  del  Meath  Hospital  y  uno  de  los 
fundadores  de  la  Escuela  de  Medicina  de  la  Park  Street.  Inmediatamente 
aplicó  las  más  radicales  reformas,  introduciendo  los  métodos  continenta- 
les de  enseñanza  clínica,  tales  como  hacer  que  los  alumnos  más  adelanta- 
dos tratasen  y  refiriesen  los  casos  clínicos,  y  suprimiendo,  además,  los  ma- 

tratoa  y  los  abusos  que  los  enfermos  de  los  hospitales  tenían  que 
aguantar  de  l<>s  malhablados  doctores  irlandeses  de  aquellos  días.  Grande, 

brío  y  distinguida^  Graves  tenía   un  gran  corazón,  a  pesar  de  su  sar- 

1       1  hydrocephalus  aciilus,  Edimburgo,  1808. 

lublin  Hosp.  Ret.t   1818;    II,    pág.  216.  Véase   también    The  case  of 
the  hi  wnshencíy  en  English  Malady,  de  George  Cheyne,  Londres, 

páginas 

Dublin  Hosp.  Rep.,  1827;  [V,  pág.  396. 

*  rheumatic  gout \  Londres,  1857. 
Rynd:  Dublin   M.  Press.,  1845;  XIII,  pág.  [65,  y  una  descripción  de  los  ins 
]ublin  Quart.  Journ.   1/ed.Sc,  1861;  XXXII, pág.  13. Para  un  acabado 
lio  de  la  invención  de  Rynd  iréase  Pfender:    Wash.  Mal.     I««.,   1912;  X,  pági* 
.9- 


EL     SIGLO     XIX 


i7 


cástico  lenguaje,  y  hasta  alguna  vez  fué  a  parar  a  manos  de  algún  estu- 
diante pobre  el  importe  de  alguna  obra  literaria.  Sus  Clinical  lectures 
(1848),  que  Trousseau  leía  y  releía  con  gran  admiración,  introducía  mu- 
chas novedades,  como  el  «pin-hole  pupil»,  el  tomar  el  pulso  con  el  reloj 
y  el  abandono  del  antiguo  tratamiento  debilitante  o  antiflogístico  de  las 
fiebres.  Suplicaba  que  la  frase  «él  ha  alimentado  a  los  febricitantes»  le  sir- 
viese de  epitafio.  Graves  ha  dejado  también  los  estudios  más  antiguos  del 


Robert  James  Graves  (1793-1853) 

edema  angioneurótico  y  del  escleroderma,y  en  1 83 5  ha  publicado  una  des- 
cripción del  bocio  exoftálmico,  tan  admirable,  que  ha  hecho  que  la  enfer- 
medad lleve  desde  entonces  su  nombre  (i). 

William  Stokes  (1804-78),  compañero  de  Graves  en  el  Meath  Hospital, 
era  el  hijo  de  Whitley  Stokes,  profesor  regio  de  Medicina  en  Dublin,  y  su- 
cedió a  su  padre  en  este  cargo  en  1 845.  Ya  en  1 82 5  se  hizo  notar  como 
discípulo  de  Laénnec  con  la  publicación  de  su  Introduction  to  the  Use  Ste- 
thoscope. Durante  la  epidemia  de  tifus  exantemático  de  Dublin,  en  1826, 
trabajó  duramente  en  favor  de  los  pobres,  viéndose  atacado  por  la  enfer- 
medad en  1827.  Ha  referido  el  primer  caso  de  cólera  de  la  epidemia  de 
Dublin  de  1832,  y  en  1846  ha  publicado  su  notable  estudio  sobre  la  en- 


(1)     Graves:  London  Med.  &  Surg.  Journ.,  1835;  VII,  pt.  2.a,  páginas  5'^  y  517. 


Historia  db  uá   M «dicha.  —  Tomo  II 


iS 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


fermedad  de  Stokes-Adams  (i).  Sus  tratados  sobre  las  enfermedades  del 
tórax  (1837)  Y  las  del  corazón  y  de  la  aorta  (1854)  le  han  dado  imperece- 
dera fama.  Era  uno  de  los  pocos  médicos  que  habían  recibido  la  orden 
prusiana  pour  le  mé?  ite. 

Sir  Dominic  John  Corrigan  ( 1 802-80),  que  describió  la  «fiebre  del  ham- 
bre >   de   1847,  na  escrito  también  sobre  enfermedades  del  corazón,  y  en 
1832  ha  publicado  una  original  descripción  déla  insuficiencia  de  las  vál- 
vulas aórticas  (con  una  lámina  soberbia),  que  se  considera  como  el  estu- 
dio clásico  de  esta  enfermedad  (2), 
a   pesar  de   que   ya   había   sido 
estudiada    por    Cowper    (1705). 
Vieussens    (17  I  5)    y   Hodgkin 
(1829).   Corrigan  ha  sido  el  pri- 
mero en  poner  bien  de  manifies- 
to  el    carácter    rebotante    o    de 
«martillo  de  agua»  del  pulso  en 
la  insuficiencia  aórtica  (pulso  de 
Corrigan),  y  ha  sugerido  la  idea 
de  que  un  corazón  que  Maquea 
puede  ser  estimulado  percutien- 
do la  región  precordial  con  una 
cuchara  caliente  (martillo  de  Co- 
rrigan).  Ha    notado   también    la 
«onubilación  cerebral»   del  tifus 
y  las  expansivas  pulsaciones  del 
aneurisma  (signo  de  Corrigan)  y 
ha  descrito  la  cirrosis    del   pul- 
món o  tisis  fibrosa,  que,  como   la  insuficiencia  aórtica,  lleva  algunas  veces 
su  nombre. 

Loa  clínicos  ingleses  de  la  primera  mitad  del  siglo  xix  asimilaron  las 
ideas  de  Laénnec  y  de  Bichat  en  su  práctica,  y,  lo  mismo  que  Heberden, 
Parry,  Fothergill  y  I  luxham,  demostraron  ser  fieles  continuadores  de  Sy- 
denham en  las  descripciones  de  la  enfermedad.  De  especial  importancia  es 
la  obra  patológica  y  clínica  que  realizó  una  larga  serie  de  brillantes  traba- 
jadoras del  ( iuy's  I  [ospital;  ¡os  grandes  hombres  del  Guy.  De  ellos,  Richard 
BUGHI  [789-1858),  de  Bristol,  había  estudiado  con  Astley  Cooper  y  Ja- 
mea    Currie   y    Fué   médico    del    Guy's   Hospital  durante   veintitrés   años 


William  Stokces  (1804-78) 


1  >//>//>/  Quart.  Journ.  Med.  Sc.t  1846;  [I,  páginas  73-85. 

Corrigan:   Kdimb.    \íed.  &*  6urg.    Joum»  1832;   XXXVII,  página 
1  l.im.     Hodgkin:  London   \fed.Gaz.y  1828-29;  III,  páginas  433-443. 


is  225-245, 


ÉL    SIGLO     XIX  íc) 

(1820-43),  donde  trabajaba  por  espacio  de  seis  horas  diarias  en  las  guar- 
dias del  hospital  y  en  la  sala  de  autopsias,  además  de  dar  lecciones  de 
materia  y  de  clínica  médicas.  Su  experiencia  fué  notablemente  ampliada 
por  un  largo  viaje  a  través  del  continente,  durante  el  cual  tuvo  ocasión  de 
conocer  y  admirar  a  Johann  Peter  Frank.  Fué  el  médico  de  consulta  más 
distinguido  de  Londres  en  su  época.  Sus  Reports  of  Medical  Cases  (1827) 
contienen  su  original  descripción  de  la  nefritis  esencial,  con  su  distinción, 


Richard  Bright  (1789-1858) 

que  hizo  época,  entre  la  hidropesía  cardíaca  y  renal,  y  desde  entonces  que- 
dó establecida  su  reputación  en  toda  Europa.  Blancas  nubes  en  la  orina 
han  sido  notadas  ya  hasta  por  Hipócrates  (i).Saliceto,  el  cirujano  italiano, 
ha  puntualizado  bien  la  relación  existente  entre  la  hidropesía,  la  escasez 
de  la  orina  y  e!  endurecimiento  del  riñon  (durities  in  renibus)  en  1476  (2), 
y  la  relación  entre  la  hidropesía  y  la  orina  albuminosa  ha  sido  establecida 


(1)  Por  ejemplo,  en  el  caso  de  Thasus,  mujer  de  Philinus,  en  las  enfermedades 
epidémicas.  (Libro  I,  §  13,  caso  IV.) 

(2)  Signa  duritiei  in  renibus  sunt,  quod  minor  atur  quant  it  as  urinae,  et  quod  est 
gravitas  renum  et  spinae  cum  aliquo  dolore;  et  incipit  venter  injlari  post  tempus  et  jit 
hydropicus  secundum  dies.  Et  ut plurimum  fit  talis  durities  post  apostema  calidum  in  re- 
nibus et  post  febrem  ejus.  (Saliceto:  Liber  in  s ciencia  medicinali,  1476»  ch.  140.) 


2o  HISTORIA     DE     LA    MEDICINA 

por  William  Charles  Wells  (l8u)  [i]  y  John  Blackall  (1813)  [2];  pero 
Bright  ha  sido  el  primero  en  relacionar  estos  síntomas  con  la  peculiar  in- 
flamación de  los  ríñones  que  ha  encontrado  en  las  numerosas  autopsias 
que  ha  llevado  a  cabo,  y  sus  síntesis,  tan  decisivas,  hicieron  pronto  su  ca- 
mino por  todas  partes,  reconociéndose  en  todas  su  inmensa  trascenden- 
dencia  en  la  práctica  médica  (3).  Como  obra  de  este  género,  es  una  de  las 
más  grandes  de  la  patología  médica,  y  como  original  expositor  de  en- 
fermedades puede  colocarse. próximo  a  Laénnec.  «Bright — dice  su  biógra- 
fo Wilks  —  no  sabe  teorizar,  pero  sabe  ver,  y  nos  deja  asombrados  de  su 
poder  de  observación  cuando  deja  cuadros  fotográficos  de  las  enfermeda- 
des para  el  estudio  de  la  posterioridad.  >  El  no  ha  proporcionado  puntos 
especiales  de  vista  en  Patología,  ni  ha  fijado  rótulos  especiales  en  sus  múl- 
tiples descripciones  de  estados  morbosos;  pero  ha  coleccionado  un  núme- 
ro extraordinario  de  hechos  y  ha  sabido  cómo  se  aprovechaba  el  conoci- 
miento de  los  mismos.  Así,  ha  dado  estudios  originales  de  la  diabetes  pan- 
creática y  de  la  esteatorrea  pancreática  (1832)  [4],  de  la  atrofia  aguda  ama- 
rilla del  hígado  (1836)  [5],  de  las  convulsiones  unilaterales  de  la  epilepsia 
jaeksoniana  (1836)  [6]  y  del  «estado  linfático»  (1838)  [7],  que  han  sido  se- 
ñalados con  sus  nombres  apropiados,  siendo  mejor  conocidos  antes  de 
nuestra  época.  Sus  Medical  Reports  contienen  descripciones  seguras  de  al- 
gunas novedades,  como  la  otitis  escarlatinosa,  los  abscesos  óticos  del  ce- 
rebro, la  tisis  de  la  laringe,  las  parálisis  repentinas,  las  hemiplejías  cerebra- 
les, los  equivalentes  histéricos  de  la  enfermedad,  y  sorprendentes  cuadros 
de  los  aspectos  patológicos  de  la  fiebre  tifoidea,  de  la  nefritis,  de  la  atrofia 
amarilla  aguda  del  hígado  y  de  las  afecciones  cerebrales.  Sir  Samuel  Wilks 
recuerda,  además,  que  ha  sido  uno  de  los  primeros,  si  no  el  primero, 
en  describir  la  pigmentación  del  cerebro  en  la  melanemia,  la  condensación 
del  pulmón  en  la  tos  ferina,  los  pequeños  equinococos  en  el  interior  de 
los  quistes  hidatídicos  y  los  ruidos  del  corazón  en  la  corea.  Bright  era  un 
artista  capa/  y  hábil,  uu  coleccionista  inteligente  de  grabados,  y  el  pri- 
mar volumen  de  sus  viajes  por  Hungría  aparece  ilustrado  con  encantado- 
uadros  dibujados  por  él  mismo.  Este  gran  médico  era,  además,  un 


(1)     Wells:   Ir.  Soc.  Improve.  Med.  <5r*  Chir.  Knowledge,    1804-12;  Londres,   1812; 
III,  páginas  104-240. 

Blai  kail:  Observations  on  the  nature  and  cure  of  dropsies,  Londres,  1813. 
•  la  historia   de  la  enfermedad  de  Bright  (1827-47)  véase  C.  P.  Falk: 
[848;  ill.  paginal  133  y  456. 
i      B  Chir.  7V.,  Londres,  1832-33;  XVIII,  páginas  1-56. 

''S)  pital  Hep.,  Londres,  1836;  I,  páginas  36-40. 

".'  ,  página 
7)  N 


EL     SIGLO     XIX 


21 


buen  botánico  y  geólogo,  y,  personalmente,  un  hombre  sencillo,  sin  pre- 
juicios y  amante  de  la  verdad. 

Thomas  Addison  (i 793- 1 860),  de  Longbenton  (Cumberland),  colega 
de  Bright  en  el  Guy's  Hospital,  era  más  bien  un  brillante  profesor  de  Pato- 
logía que  un  afortunado  práctico.  Se  le  recuerda  como  un  hombre  altanero, 
poco  atractivo,  que,  en  su  propia  demostración,  ocultaba  sus  exageradas 
timidez  y  sensibilidad;  que  nunca  ha  tenido  una  gran  clientela,  y  que  se 
ha  dedicado  por  completo  a  sus 
discípulos  y  a  su  labor  de  hospi- 
tal. Concedía  tan  poca  importan- 
cia a  la  medicación,  que  (según 
se  dice)  algunas  veces  se  olvidaba 
de  recetar;  además,  las  pildoras 
de  Addison,  de  calomelanos,  di- 
gital y  esciía,  para  la  hidropesía 
hepática  en  la  sífilis,  se  estaban 
usando  siempre.  Ha  sido  también 
el  primero  en  usar  la  electricidad 
estática  en  el  tratamiento  de  las 
enfermedades  espasmódicas  y 
convulsivas  (1837),  Y»  en  colabo- 
ración con  John  Morgan,  ha  es- 
crito el  primer  libro  inglés  acer- 
ca de  la  acción  de  los  venenos 
en  el  organismo  vivo.  En  1 849, 
Addison  presentó  una  comunica- 
ción a  la  South  London  Medical 

Society  (i)  en  la  que  describía  la  anemia  perniciosa  (20  años  antes  que  Bier- 
mer)  y  la  enfermedad  de  las  cápsulas  suprarrenales  (melasma  suprarrenal). 
Estas  observaciones  clínicas  fueron  después  mucho  más  ampliamente  des- 
arrolladas y  expuestas  en  su  gran  monografía  On  the  Constitucional  and 
Local  Effects  of  Disease  of  the  Suprarenal  Capsules  (Londres,  1855).  Este 
libro  fué  considerado  como  una  mera  curiosidad  científica  en  la  época 
de  Addison;  pero  en  la  actualidad  se  le  reconoce  como  una  obra  de  im- 
portancia decisiva,  que,  en  conexión  con  la  obra  fisiológica  de  Claudio 
Bernard,  inauguró  el  estudio  de  las  enfermedades  de  las  glándulas  de  se- 
creción interna  y  el  de  aquellos  disturbios  del  equilibrio  químico  que  se 
conocen  con  el  nombre  de  «síndromes  pluriglandulars  ».  Ha  sido  Trous- 
seau el  primero   que  ha  propuesto  designar   el  síndrome  suprarrenal  con 


Thomas  Addison  (17Q3-1860).  (Cortesía  del  Dr.  Her- 
bert L.  Eason,  del  Guy's  Hospital,  Londres.) 


(1)     London  M.  Gac,  1849;  XLIII,  pág.  517. 


22 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


el  nombre  de  «enfermedad  de  Addison».  En  1851,  Addison  y  sir  William 
Gull  describieron  la  enfermedad  cutánea  vitiligoidea,  actualmente  recono- 
cida como  xantoma.  El  «queloide  de  Addison»  es  una  forma  circunscrita 
de  escleroderma. 

El  patólogo  Thomas  Hodgkin  (1798-1866),  de  Tottenham  (Inglaterra), 
un  miembro  de  la  Sociedad  de  Amigos,  llevando  siempre  su  traje  caracte- 
rístico, era,  por  naturaleza,  un  filántropo  y   un  reformador,  y,  según  dice 


■■E 
Thomas  Hodgkin  (1798-1866) 


Wilks,  fué  echado  del  Guy's  Hospital  por  su  carácter  excéntrico  y  por  la 
independencia  de  su  espíritu.  vSu  reputación  ha  quedado  hecha  por  su  ori- 
ginal descripción  del  simultáneo  aumento  de  volumen  del  bazo  y  de  los 
ganglios  linfáticos,  o  linfadenoma  (1832)  [ij,  que,  como  él  mismo  hace  no- 
tar, había  sido  vagamente  señalado  por  Malpighi  en  1665,  y  al  que  desig- 
nó Wilks,  en  [865,  con  el  nombre  de  «enfermedad  de  Hodgkin».  Ha  es- 
crito, además,  un  estudio  sobre  la  insuficiencia  de  las  válvulas  aórticas 
19)  [2],  que  precede  tres  años  a  la  clásica  obra  de  Corrigan.  Es  notable 
también  o  sobre  la  educación  médica  (1823),  y  sus  Lectures  on 


1       Mtd.  Cliír.,  Tr.  I  ondi  XVII,  páginas  1 

',>>;/,/    1/.  <;<r:,  [828-29;  ill  páginas  433-443 


EL     SIGLO     XIX  23 

the  Morbid  Anatomy  of  the  Serous  and  Mucous  Membranes  (1836-40)  son 
uno  de  los  más  antiguos  tratados  ingleses  de  Patología.  Generoso  con  sus 
enfermos,  y  sin  dar  importancia  al  cobro  de  sus  honorarios,  Hodgkin  fué 
abandonando  poco  a  poco  la  clientela,  y  se  consagró  el  resto  de  sus  días 
a  diferentes  filantropías.  Murió  en  Joppa,  durante  un  viaje  que  realizaba 
por  Oriente  con  sir  Moses  Montefiore,  que  erigió  un  monumento  sobre 
su  tumba. 

Tres  eminentes  clínicos  ingleses  del  primer  período  son  Parkinson, 
Wells  y  Hodgson. 

James  Parkinson  (1755-1824),  de  Londres,  uno  de  los  discípulos  de 
John  Hunter,  es  actualmente  recordado  por  su  única  y  clásica  descrip- 
ción de  la  parálisis  agitante,  o  «enfermedad  de  Parkinson»  (1817)  [i],  y 
porque  ha  referido  el  primer  caso  de  apendicitis  en  Inglaterra  (1812)  [2] 
en  el  cual  se  ha  reconocido  por  primera  vez  la  perforación  como  causa  de 
muerte  (H.  A.  Kelly).  Parkinson  era  un  radical,  un  reformador  y  un  agi- 
tador político,  estando  en  lucha  varias  veces  con  los  Gobiernos,  y  lo  poco 
que  conocemos  de  su  vida  se  debe  casi  por  completo  a  las  recientes  in- 
teresantes investigaciones  de  L.  G.  Rowntrée  (1912)  [3].  Ha  escrito  folle- 
tos políticos  y  de  controversia  y  un  gran  número  de  pequeños  tratados 
de  medicina  doméstica,  así  como  un  buen  libro  sobre  la  educación  médi- 
ca (The  Hospital  Pupil,  1800).  Hábil  geólogo  y  paleontólogo,  es  digno  de 
recuerdo,  con  Avicena,  Fracastor,  Stensen,  Hutton,  Wollaston,  Owen  y 
Huxley,  como  uno  de  los  médicos  que  han  contribuido  con  algo  de  posi- 
tivo valor  a  estas  ciencias. 

William  Charles  Wells  (1757-1817)  había  nacido  en  Carolina  del  Sur; 
pero  siendo  sus  habitantes  tories  durante  el  período  revolucionario,  tuvo 
que  nacionalizarse,  por  su  libre  elección,  como  ciudadano  británico.  Wells 
era  un  observador  altamente  original,  tanto  en  Medicina  como  en  Física, 
siendo  su  más  importante  contribución  a  esta  última  ciencia  su  bien  cono- 
cido Ensayo  sobre  el  roció  (18 14).  Ha  descrito  la  orina  albuminosa  en  la 
hidropesía  en  l8ll  [4],  y  en  1810  ha  publicado  el  estudio  quizá  más  an- 
tiguo sobre  las  complicaciones  cardíacas  del  reumatismo  (5).  Su  estudio 
acerca  de  la  visión  (i 793- 1 8 14)  contiene  algunas  observaciones  de  la  ma- 
yor originalidad. 


(1)  Parkinson:  An  Essay  on  the  Shaking  Palsy,  Londres,  18 17. 

(2)  Med.  Chir.  Tr.,  Londres,  181 2;  III,  página  57.  . 

(3)  Rowntree:    Bull.    Johns    Hopkins   Hosp.,  Baltimore,     1912;,  XXIII,    pági- 
nas 33-45- 

(4)  Wells:    Tr.    Soc.  Improve.  Med.   and    Chir.    Knowledge,    1804-12;    Londres, 
1812;  III,  194-240. 

(5)-    Wells:  Tr.  Soc.  Improve.  Med.  and  Chir.  Knowledge,  1804-12;  Londres,  1812; 
III,  páginas  372-412. 


-4 


HISTORIA     DE     LA    MEDICINA 


Joseph  Hodgson  (i 788- 1 869),  de  Birmingham,  un  afortunado  litotomis- 
ta,  escribió  un  importante  tratado  de  enfermedades  de  las  arterias  y  de  las 
venas  (18 1 5)  en  que  ha  dado  la  primera  descripción  de  la  dilatación  aneu- 
rismática  del  cayado  de  la  aorta,  a  la  que  los  escritores  franceses  designan 
con  el  nombre  de  enfermedad  de  Hodgson.  Esta  obra  es  fundamental  en  el 
conocimiento  de  las  enfermedades  de  las  arterias,  y  contiene  un  gran  nú- 
mero de.  interesantes  datos  históricos  a  propósito  de  los  aneurismas  y  de 
las  más  antiguas  ligaduras  de  importantes  troncos  arteriales.  En  relación 

con  ella  podemos  mencionar  las  Ob- 
servations, de  Allan  Burns,  a  propó- 
sito de  enfermedades  del  corazón. 

El  tratado  inglés  más  importante  de 
la  práctica  de  la  Medicina  en  la  prime- 
ra mitad  del  siglo  xix  son  las  Lectures 
on  the  Principles  and  Practice  of  Phy- 
sic, publicado  en  1 843  por  sir  Thomas 
Watson  (1792-1882).  Durante  más  de 
un  cuarto  de  siglo  esta  obra  ha  ido 
teniendo  sucesivas  ediciones  y  gozan 
do  una  extraordinaria  popularidad,  de- 
bida al  atractivo  y  elegante  estilo  del 
autor  y  a  la  clara  manera  de  presentar 
los  asuntos. 


Sir  Thomas  Watson  (1792-1882) 


El  tratado  práctico  de  Bright  y  Addison, 
del  cual  únicamente  se  ha  publicado  el  pri- 
mer tomo  (1800),  es  una  producción  estric- 
tamente científica,  en  la  cual  los  fenómenos 
de  las   enfermedades  se  tratan  en  rígidas 
/nías,  como  en  una  obra  de  física  matemática.  Es  notable  por  su  espíritu  fran- 
camente  agnóstico   enfrente  de  fenómenos  tan  obscuros  como  la  naturaleza  de  la 
dice  que  la  mayor  parte  de]  texto  ha  sido  escrito  por  Addison. 
i  tratados  clínicos  de  este  período,  actualmente  olvidados  en  su  mayoría, 
el  de  l.i  gota,  de  Scudamorc  (1816);  el  de,  la  sangre,  de  Thackrad  ( 1 8 1 9);  el  de 
la  tisis,  de  sir  James  <  lark  (1835);  el  de  Francis  Sibson,  de  la  posición  de  los  órga- 
QOS.internoS  (1824);  el   de  Gol  ding  Bird,  de  los  depósitos   urinarios  (1845),  y  las 
obra-,  de  enfermedades  cardíacas,  de  James  I  [ope  (1832),  Peter  Mere  Latham  (1845), 
Alison    1845;  y  Chevers  Í1851). 

notable  de  la  medicina  inglesa  durante  este  período  ha  sido  la  publi- 
cai  i<'m  de  admirables  sistemas  v  enciclopedias  de  Medicina,  tales  como  las  de  For- 
1833-35),  Todd  (1835-59),  Tweedie  (1840),  South  (1847)  y  Reynolds  (1866-79). 
,  el   Dictionnaire  des  sciences  medicales  (1812-22),  en  seis  volúmenes,  de 
Panckoucke,  y  la  Encych  1  uar<  ata  v  un  lomos,  de  Dechambre  '1834-46)  [1], 

son  los  precursores  de  aquellas  obras  posteriores,  como  el  Diccionario  de  la  Medi- 
cina,^- Ouain,  y  los  sistemas  de  Xiemssen.  Fulenburg,  Albutt  y  Osler,    Un  notable 


1      !  .1-  enciclopedias  médicas  del  Biglo  jcvij  eran  verdaderas  antologías.  I .;« 

opila<  1  one-  (|k  ,  1011,11  mis  se  origina  de  las  obras  del  tipo  de 


EL     SIGLO     XIX 


H 


recopilador  de  aquella  época  era  James  Copland  (i 791  -1870),  de  las  islas  Orkney, 
un  «polihistoriador»  del  tipo  ridiculizado  en  Alemania,  y  que  ha  gastado  su  vida 
entera  en  hacer  obras  de  recortes,  y  cuyo  Dictionary  of  Practical  Medicine  (1834-59) 
consiste  en  3.509  páginas  de  doble  columna,  todas  escritas  por  él.  Norman  Moore 
le  compara  con  el  Continent,  de  Rhazes,  añadiendo  que  nuestra  propia  generación 
le  ha  abandonado  «como  a  un  tranquilo  en  los  bajos  del  continente  mismo».  Como 
presidente  de  la  Sociedad  de  Patología,  de  Londres,  Copland  excitaba  muchas  ve- 
ces la  irrisión  de  los  socios  cuando  reclamaba  muchos  modernos  descubrimientos 
como  suyos  propios. 

Un  rasgo  muy  importante  de  la  medicina  británica  en  el  siglo  xix  es  la  obra  de 
los  cirujanos  anglo-indios.  La  Compañía  de  las  Indias  orientales  había  sido  recono- 
cida por  la  reina  Isabel  en  1600,  y  estableció  su  primera  estación  comercial  en  1612. 
Ya  en  los  primeros  días,  dos  cirujanos,  Gabriel  Boughton,  que  en  1645  fué  enviado 
desde  Surat  a  la  corte  del  shah  Jahan  en  Agra,  y  William  Hamilton,  que  acompañó 
la  misión  a  Delhi  en  17 14- 17,  eran  ambos  de  los  que  tenian  tráfico  del  instrumen- 
tal asegurado  por  concesiones  y  reconocimientos  de  la  Compañía,  principalmente 
para  el  establecimiento  de  tres  grandes  centros  en  Bombay,  Calcuta  y  Madras;  pero 
hasta  después  de  la  victoria  de  Clive  en  Plassey,  en  1757,  no  empezamos  a  ver  al 
Servicio  Médico  de  la  India  desempeñando  un  papel  muy  importante  en  la  medici- 
na tropical  y  colonial.  Estaba  ya  constituido  como  tal  en  1  de  enero  de  1764.  El 
tratado  más  antiguo  de  medicina  tropical  ha  sido,  en  realidad,  publicado  en  1768 
por  James  Lind  (1716-94),  cuya  importante  obra  fué  seguida  a  su  debido  tiempo  de 
una  gran  serie  de  libros  acerca  del  clima  y  de  las  enfermedades  de  1..  India,  siendo 
notables  entre  ellas  las  de  John  Peter  Wad e  (1791-93),  William  Hunter  (1804),  sir 
James  Annesley  (1825),  William  Twining  (1832),  sir  James  Ranald  Martin  (1841), 
Allan  .Webb  (1848)  y  Charles  Morehead  (1856),  no  olvidando  el  perenne  tratado  pe- 
queño de  pediatría  tropical  de  Coodeve  (1844).  Además  del  desarrollo  de  la  medi- 
cina tropical,  la  organización  de  los  hospitales,  de  la  educación  médica,  de  la  hi- 
giene pública  y  de  otros  deberes  administrativos  relacionados  con  la  constitución 
del  Imperio  de  las  Indias,  los  hechos  más  notables  de  estos  cirujanos  del  ejército 
con  sus  notables  estudios  directos  sobre  la  insolación  (los  de  Green,  Barclay,  Long- 
more  y  otros  figuran  entre  los  más  acabados),  las  descripciones  de  las  diferentes 
variedades  de  mordeduras  de  serpientes,  de  los  envenenamientos  observados  en 
aquel  país,  de  las  propiedades  de  las  drogas  orientales,  y  múltiples  contribuciones 
a  la  botánica,  zoología,  geología  y  etnografía  de  la  India,  así  como  estudios  origina- 
les del  beriberi,  cólera,  escorbuto,  disentería,  lepra,  elefantiasis  filariósica,  y  la  in- 
troducción de  algunas  novedades,  como  la  anestesia  por  el  mesmerismo,  el  vendaje 
de  bambú  del  ejército  inglés,  el  método  indio  de  enseñar  incisiones  quirúrgicas  en 
las  plantas  y  la  reintroducción  del  empleo  de  la  ipecacuana  en  la  disentería  por  el 
cirujano  mayor  E.  S.  Docker  en  1858. 

El  órgano  literario  del  Servicio  Médico  de  la  India  en  esta  época  es  el  India 
Journal  of  Medical  Science  (1834-45),  que  fué  editado  desde  1842  por  Frederick 
Corbyn.  El  primer  tomo  contenía  interesantes  grabados  de  los  principales  nabab- 
médicos  de  aquel  tiempo. 

Dos  de  los  cirujanos  anglo-indios  han  alcanzado  un  puesto  distinguido  en  la  his- 
toria del  envenenamiento  por  las  serpientes,  a  saber:  Patrick  Rusell  (i 727- i 805), 
de  Braidshaw  (Escocia),  cuyo  Account  of  Indian  Serpents  (cuatro  volúmenes,  1796  a 
1809)  es  el  primer  estudio  de  la  materia,  conteniendo  la  descripción  de  la  célebre 
víbora  de  Russel  (Daboia  Russellii),  y  sir  Joseph  Fayrer  (i  824- i  907),  que  desempeñó 
una  viva  parte  en  el  motín  y  cuya  7 ' haiíatophidia  of  India  (1872)  es  una  de  las  gran- 
des obras  clásicas  de  Zoología,  en  la  que  se  describen  todas  las  serpientes  veneno- 
sas de  la  península  de  la  India,  con  magníficos  y  realistas  grabados,  dibujados  pol- 
los discípulos  indios  de  la  escuela  oficial  de  arte  en  Calcuta,  y  con  originales  expe- 
rimentos sobre  los  venenos,  que  quizá  no  hayan  sido  precedidos  más  que  por  las 
obras  del  abate  Fontana  y  de  Weir  Mitchell  (1870).  El  más  notable  de  los  zoólogos 


los  Konversations-Lexica,  de  Hübner  (1704)  y  Brockhaus  (1796- 1808);  las  enciclope- 
dias de  Ephraim  Chambers  (1728),  Diderot  (175  1-72)  y  Voltaire  (Pictionnaire philg- 
sophiqúe,  1764),  y  la  I'ncvclopacdia  Rritannica  (1768-71).  Para  una  buena  list;i  de  las 
antiguas  enciclopedias  médicas,  véase  Brit.  Med.  Joum.,  Londres,  19 13;  I,  pág.  725. 


26  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

anglo-indios  ha  sido  Thomas  Caverhill  Jerden,  cuyos  estudios  de  las  aves  ( 1844-64^ 
y  de  los  mamíferos  (1854)  son  famosos.  Entre  las  muchas  obras  de  Botánica  figuran 
las  Plajits  of  the  Coromandel  Coast,  de  William  Roxburgh  (1 795-1819),  y  la  Flora  in- 
dica, del  mismo  autor  (j  820-24);  el  Tentame??  Florae  Nepalensis  (1824-26)  y  Pla?itae 
Assiaticae  Rariores  (1830-32),  de  Nataniel  Wallich;  los  Icones  plant  arum  Indiae 
Orient  al  is,  seis  volúmenes  con  la  descripción  de  más  de  2.000  láminas(  1838-53),  de 
Robert  Wight;  los  icones  plantarían  asiaticorum  (1847-51),  de  William  Griffith,  y  la 
Flora  indica  (1855),  de  Thomson  y  Hooker.  Importantes  monografías  sobre  enfer- 
medades tropicales  son:  las  de  John  Peter  Wade,  de  la  fiebre  y  la  disentería  (1 791 
a  93);  los  Annals  of  Cholera,  de  John  McPherson  (1739);  la  de  Edward  Hare,  sobre 
el  tratamiento  de  la  fiebre  remitente  y  de  la  disentería  (1847);  Ia  de  N.  C.  McNa- 
mara,  sobre  la  Historia  del  cólera  asiático  (1876),  y  las  originales  investigaciones  de 
Henry  Vandyke  Carter  (1831-97),  sobre  el  mycetoma  (1874),  la  lepra,  la  elefantia- 
sis (1874)  y  la  espirilosis  (1882);  y  de  Leonard  Rogers,  sobre  las  fiebres  de  la  India 
(1 897- 1 908)  y  las  disenterías  (19 13).  El  beriberi  ha  sido  ya  descrito  en  el  siglo  xvn 
por  Bontius  (1642)  y  Tulp  (1652);  pero  el  tratado  de  John  Grant  Malcolmson  (1835) 
sigue  siendo  la  fuente  clásica  del  conocimiento  reciente  de  la  enfermedad.  Algu- 
nos de  los  cirujanos  indios,  que  dejaron  pronto  el  servicio  militar,  alcanzaron  dis- 
tinción en  otros  campos  de  la  actividad,  especialmente  Murchison,  Esdaile  y  Play- 
fair,  cuya  obstetricia  alcanzó  nueve  ediciones  (1876-98);  Ireland,  célebre  por  sus 
trabajos  sobre  la  locura,  y  Edward  John  Waring  (1819-91),  que  recopiló  la  primera 
farmacopea  oficial  de  la  índia  (1868),  una  obra  bilingüe,  un  Bazar  Medicines  (i860); 
también  una  ttibliotlieca  Therapeutica  (1878),  del  tipo  de  la  de  Haller,  y  que,  final- 
mente, realizó  buenos  servicios  en  higiene  pública. 

Charles  Murchison  (i 830-79),  nacido  en  Jamaica,  de  padres  escoceses, 
ingresó  en  el  ejército  de  Bengala  en  1 85 3  y  publicó  un  tratado  sobre  el 
clima  y  las  enfermedades  de  Burmah  en  1 85 5.  Vuelto  a  Inglaterra,  llegó 
a  ser  un  médico  notable  en  el  London  Fever  Hospital  (1856-70)  y  en  el 
St.  Thomas's  Hospital  (1871-79),  en  relación  con  su  maravilloso  conoci- 
miento de  las  fiebres;  y  en  1873  ha  sido  presentado,  con  una  certificación 
«le  los  habitantes  del  Oeste  de  Londres,  como  descubridor  de  una  epide- 
mia de  fiebre  tifoidea  por  un  servicio  de  leche  contaminada.  Se  ha  hecho 
notar  por  su  sólida  seguridad,  prontitud  y  decisión  en  el  diagnóstico,  y  a 
¡  de  que  era  opuesto  a  la  doctrina  microbiana  de  la  infección,  su 
Ireatise  on  the  Continued  Fevets  of  Great  Britain  (1862)  es  una  obra  tan 
importante  para  Inglaterra  como  la  de  las  enfermedades  del  valle  del  Mis- 
sissipí,  ríe  I  )rake,  es  para  los  Estados  Unidos.  Murchison  ha  traducido  el 
libro  de  Frerích  de  enfermedades  del  hígado  en  1861,  y  escribió,  además, 
un -gran  número  de  monografías  sobre  el  mismo  tema.  Como  su  famoso 
hermano,  era  un  hábil  geólogo. 

El  nombre  de  Esdaile,  del  Servicio  Médico  de  la  India,  está  principal- 

mente  asociado   con   la  historia  del   hipnotismo,   particularmente  con   la 

1  hipnótica  en  las  operaciones  quirúrgicas.  Desde  la  época  de  Mes- 

mer,  el  hipnotismo  no  era  mas  que  una    habilidad  mas  en    manos   de   los 

ría  tan  es.  El  gran    trabajador   de    la    hipnosis   científica    ha   sido  James 

Braid  (1795  *i86i),  un  cirujano  de  Fifeshire  (Escocia),  que  residía  en  Man- 
que fué  atraído  por  el  asunto  del  magnetismo  animal  hacia  1841. 
Braid  había  pensado  primeramente  que  los  fenómenos  producidos  por  el 


EL     SIGLO     XIX  27 

magnetismo  animal  eran  debidos  a  la  «colusión  e  ilusión»;  pero  pronto 
se  convenció,  por  la  experimentación,  de  que  podía  llegar  a  producirse 
un  verdadero  sueño  autosugestionado  por  la  fijación  de  la  mirada  en  un 
objeto  inmóvil  brillante  (braidismo).  La  importancia  de  la  obra  de  Braid 
es  el  demostrar  que  el  influjo  mesmérico  es  puramente  subjetivo  y  que 
no  hay  nada,  ni  fluido  ni  ninguna  otra  cosa,  que  pase  del  operador  al  en- 
fermo. Este  letargo  subjetivo  lo  califica  de  neuro-hipnotismo  o  hipnosis 
(1842),  y  el  importante  tratado  en  que  se  ocupaba  de  este  asunto  llevaba 
el  título  de  Neurypnology \  or  the  Rationale  of  Nervous  Sleep  (1843).  Las 
ideas  de  Braid  tropezaron  con  una  violenta  oposición  por  parte,  especial- 
mente, de  los  mesmeristas  profesionales,  que  querían  hacer  aparecer  sus 
exhibiciones  sobre  una  base  milagrosa;  pero,  en  cambio,  fueron  acepta- 
das por  Azam,  Broca,  Charcot,  Liébeault  y  Bernheim,  y  llegaron  a  ser  el 
punto  de  partida  de  la  escuela  francesa  (i). 

El  hipnotismo  ha  sido  usado  por  primera  vez  en  las  operaciones  qui- 
rúrgicas por  John  Elliotson  (1791-1868)  [2],  un  profesor  de  práctica  de 
la  Universidad  de  Londres  y  presidente  de  la  Real  Sociedad  Médica  y 
Quirúrgica,  que  en  1 843  publicó  un  folleto  describiendo  Numerous  Cases 
of  Surgical  Operations  Without  Pain  in  the  Mesmeric  State.  Siendo  ob- 
jeto de  controversia  por  esto,  acabó  por  ir  abandonando  todos  sus  car- 
gos. Un  informe  mucho  más  impresionante  fué  el  hecho  por  James  Es- 
daile  (1808-59),  de  Montrose  (Escocia),  que  en  1845  comenzó  a  aplicar 
el  hipnotismo  en  las  operaciones  en  indios  convictos.  Había  realizado 
más  de  IOO  operaciones  con  éxito,  habiéndosele  puesto  una  severa  com- 
probación por  el  diputado-gobernador  de  Bengala,  y  ha  llegado  a  una 
exposición  de  261  operaciones  sin  dolor,  con  una  mortalidad  de  un  5 •> 5 
por  IOO,  describiendo  todo  el  conjunto  en  su  obra  Mesmerism  in  India 
(1846).  Vuelto  a  Escocia,  Esdaile  encontró  que,  excepto  en  las  enferme- 
dades, el  dueño  de  sí  mismo  europeo  difiere  del  impresionable  y  neuró- 
tico indio  en  no  ser  especialmente  susceptible  al  sueño  hipnótico. 

La  Medicina  alemana  de  la  primera  mitad  del  siglo  xix  ha  trabajado 
con  la  desventaja  de  estar  dividida  en  escuelas.  Agotada  por  las  guerras 
napoleónicas,  y  existiendo  meramente  como  una  colección  de  pequeños 
principados,  sin  más  que  una  vaga  solidaridad  política  y  racial,  el  pueblo 
germano  había  sufrido  un  largo  período  de  brutal  régimen  militar,  como 
una  consecuencia  natural  de  la  lucha  forzosa  contra  la  invasión  extran- 
jera. Consiguientemente,  las  mejores  inteligencias  de  la  época  habían  de- 


(1)     Wilhelm  Preyer  ha  traducido   al   alemán   las  obras  completas   de   Brajd, 
en  1882. 

(2     Al  que  Thackeray  ha  dedicado  su  Pendcnnis. 


28  HISTORIA    DE    LA    MEDICINA 

rivado  hacia  diferentes  modos  idealistas  de  pensar;  fermentación  que  al- 
canzó su  grado  máximo  en  la  revolución  de  1848.  El  brunonianismo,  el 
mesmerismo  y  las  diferentes  fases  de  la  «medicina  mágica»  que  siguieron, 
prepararon  el  camino  para  un  género  de  especulación  más  fuerte.  Du- 
rante el  período  de  idealismo  los  filósofos  favoritos  fueron  Schelling, 
Fichte  y  Hegel.  La  clínica  médica  estaba  dominada  por  los  fantásticos 
sueños  de  la  escuela  filosófico-natural,  de  la  cual  era  Schelling,  verda- 
deramente, el  fundador.  Su  principal  inteligencia  fué  el  naturalista  bávaro 
Lorenz  Oren  (1779-185 1),  editor  del  periódico  Tsis  y  fundador  del  pri- 
mer Congreso  Alemán  de  Naturalistas  y  Médicos  (1822),  en  cuya  gran 
originalidad  de  pensamiento  iban,  mano  a  mano,  muchas  ineptitudes. 
Aceptó  y  explicó  la  teoría  vertebral  del  cráneo  expuesta  por  Goethe 
(1806);  consideró  el  músculo  como  un  conglomerado  de  infusorios  (célu- 
las), y  glorificó  el  elemento  macho  en  la  Naturaleza,  hasta  el  extremo  de 
declarar  que  «el  ideal  de  toda  criatura  sería  ser  varón >.  Otros  miembros 
de  la  escuela,  como  Dóllinger,  Górres,  Treviranus  y  Steffens,  se  lanzaron 
a  un  torbellino  de  palabras  incomprensibles  y  de  fantásticas  distinciones 
entre  lo  real  y  lo  ideal,  la  identidad,  los  imponderables,  las  polaridades, 
la  irritabilidad,  las  metamorfosis,  etc.  Inmediatamente  a  la  escuela  de  la 
filosofía  natural,  siguió  la  escuela  de  Historia  Natural,  que  quería  nom- 
brar y  clasificar  las  enfermedades  según  rígidos  sistemas,  como  en  Zoo- 
logía o  Botánica.  Fué  seguida,  a  su  vez,  por  la  enseñanza  racional  o  fisio- 
lógica de  Roser  y  de  Wunderlich,  de  Henle  y  de  Pfeufer,  los  precursores 
del  movimiento  científico  de  la  medicina  alemana,  que  iba  a  ser  encabe- 
zado por  los  discípulos  de  su  primer  impulsor,  Johannes  Müller.  Aparte 
de  éstos,  muchos  se  extraviaron  por  diferentes  sendas,  como  la  frenolo- 
gía, la  homeopatía,  el  rademacherismo,  el  baunscheidtismo,  la  hidropa- 
tía, la  fuerza  ódica,  el  magnetismo  animal  y  otros  modos  exclusivos  y  es 
trechos  de  conocer  la  Medicina  y  sus  hechos.  La  tendencia  de  todas  estas 
huecas  y  angulosas  escuelas  era  de  un  completo  desprecio  respecto  de 
los  descubrimientos  científicos  de  hombres  como  Bichat  y  Magendie, 
Laénnec  y  Louis,  o  del  sentido  práctico  de  aquellos  grandes  clínicos  que 
se  llamaban  Bright,  Stokes  O  Graves,  y  sus  tendencias  alcanzaban  el  lí- 
mite de  las  exageraciones  en  las  doctrinas  de  la  nueva  escuela  de  Viena, 
como  fueron  expuestas  por  Skoda,  Hamernijk  y  Dietl.  Skoda  dice  que 
mientras  nosotros  podamos  diagnosticar  y  describir  enfermedades  no  nos 
atreveremos  .1  esperar  curarlas  por  ningún  medio.  Dietl,  en  una  frase 
de  i S5 1 ,  frecuentemente  citada,  dice  que  un  médico  debo  ser  juzgado  no 
ito  de  su  tratamiento,  sino  por  lo  extenso  de  sus  conocimientos. 

«En  tanto  que  la  Medicina  sea  arte,  no  Berá  ciencia.  En  tanto  que  haya 
médií  rtunados,  no  habrá  médicos  científicos.  >  Estas  ingeniosas  pa- 


EL     SIGLO    XIX 


29 


radojas,  que  iban  virtualmente  subiendo  hasta  la  plena  impotencia,  for- 
maron el  «nihilismo  terapéutico»  de  la  nueva  escuela  de  Viena.  La  revo- 
lución de  1848  hizo  desaparecer  las  necias  doctrinas  de  la  escuela  de  la 
filosofía  natural;  pero  la  nueva  escuela  de  Viena  murió  más  difícilmente, 
y  Rokitanski  tuvo  que  ser  vencido  por  Virchow,  y  Semmelweis  tuvo  que 
gastar  su  vida  demostrando  sus  tesis  antes  de  que  la  medicina  alemana 
pudiera  emerger  del  valle  profundo  de  la  especulación  para  ganar  la  me- 
seta de  la  realidad  (i). 

El  primero  en  luchar  contra  la  charlatanería  de  la  escuela  filosófico- 
natural  fué  Johann  Lucas  Schonlein  (i 793- 1 864),  de  Bamberg,  el  funda- 
dor de  la  denominada  Escuela  de  Historia 
Natural,  cuya  ambición  era,  como  hemos 
dicho,  estudiar  Medicina  del  mismo  modo 
que  se  estudian  la  Botánica  y  la  Zoología. 
Schonlein,  su  discípulo  Carl  Canstatt  y  Con- 
rad Heinrich  Fuchs,  todos  ellos  inspirados 
en  la  clasificación  de  las  plantas  de  De  Can- 
dolle,  procedieron  a  hacer  arbitrarias  clasifi- 
caciones de  las  enfermedades,  basadas  en 
cada  caso  en  un  obscuro  y  nebuloso  funda- 
mentum  divisionis,  no  diferente  del  de  Bois- 
sier  de  Sauvages  en  el  siglo  xviii.  Schonlein 
particularmente  incurrió  en  extravagancias 
tales  como  colocar  la  gangrena  del  útero  en  la 
clase  délas  «neuroflogosis»,  y  el  cólera,  en  la 

de  los  catarros.  En  su  evolución  desde  Würzburgo  a  Zurich  y  Berlín  pasó 
por  las  tres  fases  del  desarrollo  de  la  escuela  histórico-natural:  el  parasi- 
tista,  el  nosológico  y  el  científico  (2).  Los  méritos  reales  de  Schonlein,  sin 
embargo,  eran  de  otro  orden.  En  su  clínica  en  la  Charité,  de  Berlín,  ha  sido 
el  primero  en  dar  lecciones  en  alemán,  en  vez  de  en  latín  (1840),  y  el  fun- 
dador de  la  enseñanza  clínica  moderna  en  Alemania,  introduciendo  los 
análisis  de  sangre  y  de  orina,  la  auscultación,  el  análisis  químico,  la  per- 
cusión y  las  investigaciones  microscópicas.  Ha  escrito  poco  (3);  sus  solas 
obras  importantes  son  su  observación  del  triple  fosfato  en  los  excreta  de 
los  enfermos  de  fiebre  tifoidea  (1836),  su  descripción  de  la  peliosis  reumá- 


Johan  Lucas  Schonlein  (1793-1864) 


(1)  Para  una  brillante  y  efectiva  exposición  de  las  locuras  intelectuales  de  este 
período  véase  el  estudio  del  doctor  A.  Jacobi,  de  su  época  estudiantil  en  Alema- 
nia, en  el  New  York  Med.  Journ.,  1901;  LXXIII,  páginas  617-623. 

(2)  Neuburger:  Puschmann-J landbuch,  II,  pág.  145. 

(3)  •  Para  algunos  escritos  perdidos  de  Schonlein  véase  E.Ebstein:yír^./.  Gcsch. 
de  Med. ,  Leipzig.  191 1- 12;  V,  páginas  449-452. 


30  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

tica  (enfermedad  de  Schónlein)  en  1 837  (1),  su  descubrimiento  del  parási- 
to de  la  tina  favosa  (Achorion  Schonleinii)  en  1839  (2)  y  su  proposición  de 
los  términos  de  «tifus  abdominal*  y  «tifus  exantemático»,  para  distinguir 
estas  enfermedades,  y  del  término  «hemofilia*,  para  designar  la  diátesis 
hemorrágica.  Schónlein  era  un  hombre  de  un  carácter  especial.  Durante 
sus  últimos  años  en  Berlín  se  veía  frecuentemente  afectado  por  las  excen- 
tricidades de  un  recluso,  negándose  él  mismo  a  los  enfermos  cuando  le 
parecía  bien,  y  otras  veces  tratándolos  con  «divina  grosería*  de  conduc- 
ta (Góttliche  Grobheit)  [3],  que  estaba  entonces  en  boga.  Sus  talentos  cien- 
tíficos han  sido  puestos  de  relieve  en  el  bien  conocido  elogio  jde  Virchow 
(1865)  (4);  pero  parece,  lo  mismo  a  la  delicada  percepción  de  Fanny  Hen- 
sel  y  al  sentido  común  de  Agustín  Prichard,  algo  tosco. 

El  discípulo  de  Schónlein,  Cari  Friedrich  Canstatt  (1807-50),  de  Ra- 
tisbona,  escribió  un  aquilatado  libro  de  texto,  práctico  y  libre  de  los  dog- 
mas metafísicos,  del  que  decía  Jacobi  (5)  que  era  la  «Biblia  de  la  medici- 
cina  alemana»,  hasta  que  fué  sobrepasado  por  Niemeyer,  y  éste,  a  su  tiem- 
po, por  Strümpell. 

El  movimiento  científico  de  la  moderna  medicina  alemana  era  empren- 
dido y  sostenido  simplemente  por  medio  de  cuatro  importantes  periódi- 
cos, que  resistieron  por  sus  exactas  investigaciones  y  que  ejercieron  una 
gran  influencia  por  medio  de  los  espíritus  jóvenes  en  el  período  especula- 
tivo, a  saber;  los  Archiv  für  Anatomie;  Physiologie  und  wis  sens  chaftliche  Me- 
dian, de  Müller  (1834);  e^  Zeitschrift  für  rationelle  Medicin  (1841-69)-,  de 
líenle  y  Pfeufer;  los  Archiv  für  physiologische  Heilkunde  (1842-59),  de  Ro- 
ser  y  Wunderlich,  y  los  Archiv  für  pathologische  Anato?nie  (1847 -191 3) 
de  Virchow.  Los  hábiles  editores  de  estos  periódicos,  Müller,  Henle  y  Vir- 
chow, eran  los  maestros  en  Alemania  de  anatomía  comparada  e  histología. 
y  Müller,  especialmente,  el  más  gran  fisiólogo  de  la  Alemania  de  su  tiem- 
po. Wunderlich  era  tal  vez  el  clínico  más  original. 

Carl  Reinhold  August  Wunderlich  (1815-77),  de  Wurtemberg,  gradua- 
do en  Tubingia  en  1837,  Y  enseñando  Medicina  en  aquella  Universidad 
hasta  1850,  cuando  sucedió  a  Oppolzer  en  la  cátedra  de  Leipzig  (1850-77). 
I  [a  escrito  un  buen  método  de  práctica  (1858)  y  una  excelente  historia  de 


1      S<  hOnlein:  Alg.  u.  spec.  Path.  u.  Therap.,  Herisau,  1837;  II,  pág.  1848. 

\>-chiv.,  Berlín,  1839,  pág.  82,  1  Lám.  (una  contribución  de  veinte 
rengloi 

homérica  aparece  por  vez  primera  en  Lueinde^  la  celebrada  nove- 
la <i<  Friedrich  Schlegel.  Virchow  da  un  ejemplo  (tal  vez  apócrifo)  de  la  rudeza  de 
SchOnlein.  E  ste  fué  llamado  en  consulta  por  un  médico  más  viejo,  qué,  des*  om  er 
t;i<l<>  i». . 1  maneras,  hizo  notar  sus  cabellos  grises.  SchOnlein  contestó: 

Tamfrién  los  burr  >s  tongrises. 

\)    Vircl  '.ticas  Schónlein,  Berlín,  1 1 

I  <i:  ()/>.  cit .,  pág 


EL    SIGLO     XIX 


31 


la  Medicina  (1859);  pero  su  obra  maestra  es,  indudablemente,  su  tratado 
de  las  relaciones  del  calor  animal  en  las  enfermedades  (l868)[l],que  cons- 
tituye el  fundamento  de  nuestra  termometría  clínica.  Antes  de  la  época 
de  Wunderlich,  Reil  y  otros  escritores  habían  escrito  un  tratado,  en  cinco 
volúmenes,  de  la  fiebre  como  enfermedad.  Hacia  1 850,  Clausius,  Helm- 
holtz  y  sir  Williams  Thomson  habían  trabajado  en  el  estudio  de  las  rela- 
ciones matemáticas  de  las  leyes  que  gobiernan  la  transformación  del  ca- 
lor, y  en  1849,  Thomson  (lord  Kelvin)  ha  establecido  su  «absoluta  escala 
de  temperatura»,  sin  la  cual  no  podía 
merecer  confianza  ningún  termómetro. 
Sobre  esta  base  hizo  Wunderlich  mu- 
chas cuidadosas  observaciones  de  la 
temperatura  en  las  enfermedades,  ex- 
poniendo en  cuadros  los  resultados  ob- 
tenidos, y  después  de  que  la  verda- 
dera significación  de  los  cambios  tér- 
micos en  el  cuerpo  fué  mejor  compren- 
dida, la  termometría  se  convirtió  en  un 
importante  instrumento  del  diagnósti- 
co clínico  y  se  realizaron  nuevos  estu- 
dios acerca  de  la  fiebre  y  de  otros  pro- 
blemas patológicos,  en  los  cuales  iba 
implicada  la  idea  de  temperatura.  An  - 
tes  de  la  época  de  Clausius,  el  calor  (ca- 
lórico) era  considerado  todavía  por  mu- 
chos como  una  substancia  material;  idea  que  ha  hecho  retrasarse  el  pro- 
greso de  la  Medicina,  como  su  antepasada  y  precursora  la  teoría  del  flo- 
gisto,  de  Sthal  (2).  Por  el  hecho  de  utilizar  el  adelantado  conocimiento  ter- 
mométrico  de  su  época,  Wunderlich  ha  hecho  de  su  libro  una  obra  clási- 
ca de  la  Medicina.  El  destruyó  la  fiebre  como  enfermedad,  reduciéndola  al 
estado  de  síntoma. 

Joseph  Skoda  (1805-81),  de  Pilsen  (Bohemia),  era  el  sabio  clínico  de  la 
Nueva  escuela  de  Viena  y  el  expositor  de  su  nihilismo  terapéutico.  Ha  sido 
el  primer  profesor  de  Viena  que  ha  explicado  en  alemán  (1847),  habiendo 
enseñado  casi  toda  su  vida  en  el  Allgemeines  Krankenhaus.  Su  principal 


Carl  R.  A.  Wuaderlich  (1815-77.    (Con  el  ama- 
ble  permiso   de   Frau   Geheimrat    Franz   Hof- 
mann  Wunderlich,  Leipzig.) 


(1)  Wunderlich:  Das  Verhaltcn  der  Figenwárme  in  Krankkeiten,  Leipzig,  1868. 

(2)  Hay  actualmente  la  caritativa  suposición  de  que  cuando  Stahl  y  sus  discí- 
pulos sostenían  que  si  un  cuerpo  entra  en  combustión  él  da  algo  (se  «defiogista»), 
ellos  andaban  torpemente  tanteando  en  la  dirección  del  principio  de  Carnot:  «Kl 
calor  no  puede  pasar  de  un  cuerpo  más  frío  a  un  cuerpo  más  caliente.»  Nada  me- 
nos que  en  1865  encontramos  en  un  hábil  ingeniero,  el  obstinado  Rankine,  que  se- 
guía creyendo  que  el  calor  era  una  substancia  indestructible. 


3- 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


contribución  a  la  Medicina  es  su  tratado  de  percusión  y  de  auscultación 
(í^c/l  [i],  en  el  cual  pretende  clasificar  los  diferentes  sonidos  del  tórax 
por  categorías,  distribuyéndolas  según  sus  caracteres  musicales,  de  tona- 
lidad, etc.,  y  alternando  de  sonido  lleno  a  hueco,  de  claro  a  obscuro,  de 
timpánico  a  macizo,  de  alto  a  bajo.  La  resonancia  skódzca,  el  sonido  como 
de  tambor  escuchado  en  la  neumonía  y  en  los  derrames  pericardíacos, 
constituye  un  signo  permanente  en  el  moderno  diagnóstico.  A  pesar  de 
lo  poco  que  se  conocía  de  la  física  del  sonido  en  el  tiempo  de  Skoda,  sus 

refinamientos  acústicos  constituían 
desde  muchos  puntos  de  vista,  un 
adelanto  respecto  de  los  términos  pu- 
ramente descriptivos  usados  por  los 
clínicos  franceses  de  la  época,  inge- 
niosamente expuestos  en  el  Sueño 
del  estetóscopo,  del  doctor  Holmes: 

El  ruido  de  roce  y  el  ruido  de  sierra, 
Y  el  ruido  de  diablo  son  todos  combinados. 
;Qué  dichoso  sería  Bouillaud 
Si  pudiese  encontrar  un   caso  como  éste! 

No  ha    dejado  ninguna  expresión 
tan  efectiva  como  la    «egofonía>   de 
Laénnec,    todavía    interviniendo    en 
gran   proporción  en  el  oído  del  prác- 
tico moderno.  En  los  tiempos  actua- 
les la  obra  de  Skoda  ha  encontrado 
nueva  elaboración  en  complicados  ins- 
trumentos, como  los  resonadores  de 
I  [elmholtz,  quo  algunos  clínicos  utilizan  para  analizar  los  sonidos  del  tórax 
con  fines  didácticos.  Skoda  era  un  caprichoso  y  tristón  viejo  solterón  que, 
como  dice  Haas,  llevó  toda  su  vida  trajes  raros  por  miedo  a  ofender  a  su 
migo  suyo  personal),  y  que  una  vez  llegó  a  demandar  a  un  cléri- 
go para  obtener  el   pago   de  una   cuenta  (2).   Consideraba  a  los  enfermos 
meranuMii<-  como  objetos  de  investigación,  y  cuando  llegaba  el  tratamien- 
to d<  igiéndose  de  hombros:  Ack}  das  ist  ja  alies  einsl  Esto  consti- 
tuía un  mal  ejemplo.  El  aspecto  humano  o  psíquico  del  tratamiento  médi- 
iba  enteramente  ignorado,  y   un  diagnóstico  confirmado  por  la 
autopsia  venía  .1  ser  una  especie  de  dardo   arrojadizo   en  Viena,  y  el  dia- 


51  oda  (1805-81] .  (Colección  A.  C.  Klebs.) 


íssionund   \uskultation,  Viena,  1839, 
la  página  954. 


EL     SIGLO     XIX 


33 


gnóstico  rápido  (Schnell- Diagnosen) ,  la  moda,  hasta  entre  los  practicones 
que  no  podían  diferenciar  la  elevación  y  la  tonalidad  de  un  sonido  escu- 
chado en  una  banda  de  música. 

Cari  Rokitansky  (1804-78),  colega  de  Skoda,  era  también  bohemio, 
pero  un  hombre  de  tipo  muy  diferente;  genial  y  modesto,  al  paso  que 
Skoda  era  pragmático  y  pedante;  un  escritor  gracioso  e  ingenioso,  al  paso 
que  Skoda  era  seco  y  pesado.  Su  bonhomie  vienesa  aparece  retratada  en  su 
expresión  a  propósito  de  sus  cuatro  hijos,  dos  de  los  cuales  eran  médicos 
y  otros  dos  cantantes:  Die  Einen 
heilen;  die  Anderen  heulen.  Roki- 
tansky ha  dejado  una  obra  enorme 
en  anatomía  patológica,  y  se  dice 
que  disponía  de  I.500  a  I.800  ca- 
dáveres anualmente.  Ha  hecho  más 
de  30.000  autopsias  en  su  vida.  Ha 
sido  el  primero  que  ha  encontrado 
bacterias  en  las  lesiones  de  la  endo- 
carditis maligna  y  en  diferenciar  la 
pneumonía  lobular  de  la  lobulillar, 
así  como  entre  la  enfermedad  de 
Bright  y  el  «riñon  lardáceo»  (dege- 
neración amiloidea  del  riñon,  de  . 
Virchow).  Ha  dejado  un  clásico  es- 
tudio del  aspecto  anatomo-patológi- 
co  de  la  atrofia  amarilla  aguda  del 
hígado,  dando  a  la  enfermedad  su 
nombre  actual  (1843);  ha  descrito  y 
definido  las  complicaciones  bron- 
quiales y  pulmonares  de  la  tifoidea  como  broncotifus  y  neumotifus,  y  ha 
completado  la  descripción  de  Laénnec  del  enfisema  pulmonar  relatando 
el  aspecto  microscópico  del  mismo.  En  Obstetricia  y  Ortopedia  es  fa- 
moso por  haber  sido  el  primero  en  describir  las  deformidades  espondi- 
lolistéticas  (1839)  [i].  El  valor  de  la  primera  edición  del  tratado  de  ana- 
tomía patológica  de  Rokitansky  (1842-46)  [2]  está  seriamente  compro- 
metido por  la  doctrina  de  las  «crasis >  y  de  los  «éxtasis»,  en  la  que  los 
estados  químicos  de  la  substancia  eran  considerados  como  siendo  sus- 
ceptibles   de    «enfermedad»,    y   cuya  doctrina  fué  felizmente   destruida 


m 


Cari  Rokitansky  (1804-78) 


(1)  Rokitansky:  Med.  Jahrb.  des  ósterreichisclien  Staates,  Viena,  [839;  XIX,  pa- 
jinas 41' y  195. 

(2)  Rokitansky:  Ha?idbuc/i  der  pat  halo  gis  c  lien  Anatomic,  Viena,  [842-46. 


II:    i'mia  de  la   Medicina.  —  'I 


34  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

por  Virchow  (1846)  [i].  Esto  último  demuestra  que  Rokitansky  era  un 
adepto,  en  realidad,  a  la  escuela  de  Historia  Natural,  así  como  el  haber 
empleado  una  extraña  terminología  en  describir  cosas  de  las  que  no  tenía 
conocimiento  exacto.  Sus  hipótesis  químicas  de  cambios  de  los  tejidos 
que  eran  susceptibles  de  una  explicación  mucho  más  sencilla  y  sim- 
plemente mecánica,  a  la  vez  que  su  intento  de  renacer  el  antiguo  com- 
bate entre  el  humorismo  y  el  solidismo,  era,  según  Virchow,  su  mostruoso 
anacronismo  (eitt  ungekeurer  Anackronismus).  Virchow  conocía  mejor  la 
Química  que  Rokitansky;  pero  admite  cordialmente  que  en  la  represen- 
tación de  lo  que  se  encuentra  en  el  momento  en  la  mesa  de  su  autopsia, 
su  alegre  rival  vienes  era  el  más  hábil  patólogo  de  su  tiempo.  Se  dice  que 
cuando  Rokitansky  leyó  la  crítica  de  Virchow  no  pudo  nunca  volver  a  mi- 
rar de  nuevo  esta  desgraciada  primera  edición.  Las  mejores  producciones 
de  Rokitansky  se  encuentran,  indiscutiblemente,  en  su  monografía  sobre 
enfermedades  de  las  arterias  (1852)  [2],  ilustrada  con  23  láminas  en  folio, 
y  en  su  gran  Memoria  de  los  defectos  del  tabique  del  corazón  (1875)  [3] 
resultado  de  catorce  años  de  trabajo,  en  la  que  da  su  teoría  de  la  desvia- 
ción del  septum  aórtico.  Estas  obras  han  sido  objeto  de  un  profundo  es- 
tudio por  los  patólogos  modernos,  en  relación  con  los  clásicos  ingleses:  de 
Thomas  Beviil  Peacock  ([812-82),  sobre  las  deformaciones  del  corazón 
humano  (1866)  y  de  los  últimos  escritos  de  Maud  Abbot. 

Johannes  von  Oppolzer  (l8o8-7n,  también  de  Bohemia,  era  un  práctico 
de  claro  talento  y  extraordinariamente  competente,  que  supo  prescindir 
de  toda  teorización  y  que,  como  profesor  de  Viena,  hizo  mucho  por  po- 
pularizar en  Alemania  las  innovaciones  vienesas.  Se  hizo  notar  especial- 
mente por  su  exactitud  en  los  diagnósticos  rápidos.  Hamernijk,  de  Praga, 
y  Dietl,  de  Cracovia,  eran  los  extremistas  en  el  nihilismo  terapéutico,  y  el 
último  es  todavía  recordado  por  su  exposición,  en  1 864,  de  los  síntomas 
dolorosos  del  riñon  flotante  (crisis  de  Dietl),  atribuyéndolos  a  un  acoda- 
miento  en  el  uréter  o  en  los  vasos  renales. 

Tal  vez  el  nombre  más  brillante  de  la  nueva  escuela  de  Viena,  después 
de  los  de  Skoda  y  Rokitansky,  sea  el  de  Ferdinand  von  Hebra  (1816-80), 
de  Hrunn,  en  Moravia,  discípulo  de  aquellos  dos  maestros  y  fundador  de 
la  escuela  histológica  de  Dermatología,  la  segunda  fase  de  su  moderno 
desenvolvimiento. 


1      \'ir<  how:  Kritik  des  Kokitansky' schen  Handbughs  der  pathologischcn  A  nato - 
//,'.    \  ocinf.  //di//,',  ¡n  Preussen)t  Berlín,  1846;  XV,  Lit.  Beilage,  núme- 
¡naa  237-243. 
Rokitansky:  /  tber  einige  der  wichtigsten  Krankheiten  der  Arterien^  Denkschr. 

</.  k.  Akad.  d   Wissenschaft.yWtndi,  |Ss-'.  IV,  páginas  1-7-'. 

.    )   >>clieidewandc  des  //erzens,  Viena,  1875. 


ÉL     SIGLO    XIX 


35 


La  clasificación  de  Hebra  de  las  enfermedades  de  la  piel  (1845)  [i] 
estaba  basada  en  la  anatomía  patológica,  y  aunque  complicada  y  artifi- 
cial, y  careciendo  de  la  sencillez  de  la  deVillan,  ha  servido  para  abrir  nuevas 
vías  a  la  investigación,  en  las  cuales  sus  discípulos  Kaposi,  Neumann  y 
Pick  desempeñaron  una  importantísima  parte.  Hebra  consideraba  la  ma- 
yoría de  las  afecciones  cutáneas  como  puramente  locales,  y  desde  este 
punto  de  vista  ideó  muchos,  modos  efectivos  de  tratamiento.  Además, 
como  campeón  de  la  terapéutica  nihilista,  se  dice  que  seguía  en  algunos 
casos  a  Skoda  en  lo  del  tratamiento  simulado,  para  demostrar  de  este 
modo  su  propia  satisfacción  de  que 
aquéllos  podían  curarse  por  sí  solos 
Hebra  resucitó  el  empleó  de  los  mer 
curiales  en  la  sífilis  y  dio  clásicas  ex- 
posiciones del  liquen  exudativo  ruber 
(1857)  [2]  Y  del  eczema  marginado 
(i860)  [3].  Ha  hecho  también  mucho 
por  aclarar  puntos  obscuros  en  la  clasi- 
ficación y  en  la  nomenclatura,  y  ha  sido 
el  primero  en  descubrir  el  impetigo 
herpetiformis  (187 2)  [4],  aunque  la  ex- 
posición de  esta  última  afección  ha 
sido  completada  por  su  yerno  Kaposi 
en   1887  (5). 

La  clínica  de  Hebra  era  una  de  las 
más  populares  en  Viena,  de  acuerdo 
con  su  estilo  genial  y  claro  de  enseñar 
y  con  su  humor  ingenioso,  frecuente 
mente  sarcástico. 

El  servicio  más  grande  prestado 
na  ha  sido  la  determinación  de  la  verdadera  causa  y  profilaxis  de  la  fiebre 
puerperal  En  el  siglo  xvm  Charles  White,  de  Manchester  (Inglaterra),  se 
ha  extendido  acerca  de  las  ventajas  de  una  escrupulosa  limpieza  en  los 
casos,  y  el  13  de  febrero  de  1843  Oliver  Wendell  Holmes  (1809-94)  leía 
en  la  Boston  Society  for  Medical  Improvement  su  trabajo  acerca  de  On 


Ferdinand  von  Hebra  (1816-80).  (Biblioteca 
Médica  de  Boston.) 


poi 


la    Nueva   Escuela    de    Vie- 


h  einer  auf  paihologischer  Anatomie  gegründeten  Ein- 

Ztschr.  d.  /,-.  k.   Gesellsch.  d.  Aerzte  zu  Wien,  1845;  h 


(1)  F.  von  Hebra:   Ver  such 
theilung  der  líautkrankheUcn, 
páginas  34,  142  y  21 1. 

(2)  Allg.  Wien.Med.  Ztg.,  1857;  II,  página  95- 

(3)  Handb.  d.  spec.  Path,  und  Therap.  (Virchow),  i860;  ill,  1   Abth.,  págin 

y  363- 

(4)  '   men.  Med.  Wochenschr.,  1872;  XXII,  páginas  1  197- 1201. 

(5)  Kaposi:  Vrtljschr  /'.  Dermat.,  Viena,  1887:  XIV,  páginas  273-296,  5  lam. 


5" 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


the  Contagiousness  of  Puerperal  Fever  (i),  en  la  que  anunciaba  que  la  mu- 
jer, durante  el  puerperio,  no  debía  nunca  ser  asistida  por  médicos  que  hu- 
bieran realizado  autopsias  o  asistido  otros  casos  de  fiebre  puerperal;  que 
esta  enfermedad  podía  irse  transmitiendo  de  enferma  en  enferma,  y  hasta 
proceder  de  casos  de  erisipela;  y  que  lavándose  las  manos  con  cloruro 
calcico  y  cambiando  el  traje  después  de  asistir  una  fiebre  puerperal  se 
realizaba  la  profilaxia  de  esta  afección.  El  estudio  de  Holmes  determinó 
una  violenta  oposición  por  parte  de  los  tocólogos  de  Filadelfia  Hodge  y 

Meigs,  y  en  1855  volvió  aquél  a 
la  carga  con  su  monografía  Puer- 
peral Fever  as  a  Private  Pestilen- 
ce, en  la  que  nuevamente  afirjnó 
sus  puntos  de  vista,  anunciando 
que  un  «comisionista »  podría  ha- 
cer desaparecer  la  fiebre  puerpe- 
ral desinfectando  las  manos  con 
cloruro  calcico  y  cepillo  de  uñas. 
Este  «enviado»  fué  Ignaz  Semmel- 
wkis  (1818-65),  un  húngaro,  discí- 
pulo de  Skoda  y  de  Rokitansky, 
que  fué  nombrado  en  1 846  asis- 
tente de  la  primera  sala  de  Obs- 
tetricia del  Allgemeines  Krarike- 
nhaus,  en  Viena.  Esta  sala  había 
llegado  a  tener  una  mortalidad  tan 
elevada  por  fiebre  puerperal,  que 
suplicaban,  llorando,  no  ser  lle- 
vadas a  ella.  Semmelweis  se  en- 
teró de  que  la  primera  sala  se  diferenciaba  de  la  segunda  (que  tenía  una 
inferior  cifra  de  mortalidad)  en  el  hecho  de  que  los  estudiantes  iban  a 
aquélla  a  recibir  la  enseñanza  directamente  desde  la  sala  de  disección,  y 
frecuentemente  hacían  reconocimientos  sin  lavarse  las  manos,  al  paso  que 
en  la  sala  segunda,  consagrada  a  la  enseñanza  de  las  matronas,  se  conce- 
día mucha  más  importancia  al  aseo  personal.  Pensando  en  todo  esto,  llevó 
a  cabo  un  cuidadoso  estudio  de  las  autopsias  en  los  casos  de  fiebre  puer- 
peral  fatalmente  terminados.  En  1847,  Kolletschka,  ayudante  de  Roki- 
tansky, moría  de  una  herida  de  disección,  y  Semmelweis  estuvo  presente 
en  la  autopsia.  Estando  al  lado  del  cuerpo  de  su  antiguo   instructor   notó 


Oliver  Wendel  Holmes  (1809-94) 


(i)     Holmes:   V.  /-'.ir;,'.  Quart,   fourn.   Wed,  and  Surg.,  Boston,  1842-43;  I,  pági- 

'3-530-    . 


EL     SIGLO     XIX 


37 


que  el  aspecto  anatomo-  patológico  de  su  cuerpo  era  el  mismo  que  ofre- 
cían las  desgraciadas  puérperas  de  la  primera  sala,  y  de  este  modo  llegó 
a  cerrar  la  cadena  de  la  evidencia  completa.  Inmediatamente  instituyó  ta- 
les precauciones  en  el  tratamiento  de  los  casos  de  parto,  que  la  mortali- 
dad descendió  inmediatamente  de  9,92  a  3,8  por  100.  En  los  años  siguien- 
tes tuvo  una  mortalidad  todavía  más  baja,  1,27  por  100,  y  todo  ello  por 
el  simple  recurso  de  lavarse  las  manos  con  solución  de  cloruro  calcico  al 
relacionarse  con  las  mujeres  embarazadas  y  con  el  trabajo  del  parto.  Sem- 
melweis  es,  verdaderamente,  el 
obrero  de  antisepsia  en  Obstetri- 
cia, y  aunque  Holmes  le  antece- 
de en  cinco  años  en  algunos  de" 
talles,  la  superioridad  de  su  obra 
sobre  la  de  su  antecesor  reside 
no  sólo  en  el  firme  ardor  que 
puso  en  la  defensa  de  sus  ideas, 
sino,  sobre  todo,  en  el  impor- 
tantísimo hecho  de  que  recono- 
ció la  fiebre  puerperal  como  un 
envenenamiento  de  la  sangre,  o 
septicemia  (i 847-49)  [i].  Como 
Holmes,  tropezó  con  una  fuerte 
oposición,  y  al  paso  que  Roki- 
tansky,  Hebra,  Michaelis  y,  para 
su  perpetuo  honor,  Skoda  estu- 
vieron a  su  lado,  fué  combatido 
por  Scanzoni,  Cari  Braun  y  los 
ortodoxos  del  día.  Disgustado, 
dejó  bruscamente   Viena  por 

Budapest,  donde  llegó  a  su  debido  tiempo  a  profesor  de  la  Univer- 
sidad (1855)  y  publicó  su  inmortal  tratado  sobre  Causas,  conceptos  y 
profilaxis  déla  fiebre  puerperal (1861)  [2],  así  como  también  sus  destruc- 
toras Cartas  públicas  a  diversos  profesores  de  Obstetricia  (1861).  Pero  su 
temperamento  impresionable  no  era  propicio  al  fuego  de  las  violentas  con- 
troversias, y  le  llevó,  por  sus  injusticias,  a  la  locura  y  a  la  muerte.  Es  uno 
de  los  mártires  de  la  Medicina,  y  en  lo  futuro  quedará  como  uno  de  los 


ígnaz  Philipp  Semmelweis  (1818-65) 


(1)  La  comunicación  original  de  Semmelweis  se  titula  U óchst  wiehtige  Erfah- 
r ungen  über  der  in  Gcbaranst  alten  epide?nischen  Pucrperaljieber,  Ztschr.  d.  k.  k.  (>e- 
sellsch.  (/.  Aerzte  in  Wien,  1847-48;  IV,  pt.  2.a,  pág.  242;  1849,  V,  pág.  64. 

(2)'  Semmelweis:  Die  Aetiologie,  der  Begriff  und die  Prophylaxis  des  Kindbettfie- 
bers,  Budapest  y  Viena,  1861. 


38  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

nombres  que  se  recordarán  siempre  por  todas  las  mujeres  puérperas,  que 
tanto  deben  a  su  obra. 

La  Medicina  es  también  deudora  a  la  nueva  escuela  de  Viena  de  la  in- 
vención de  la  laringoscopia  y  rinoscopia. 

El  espejo  para  la  boca,  de  los  dentistas,  parece  haber  sido  conocido  desde  lar- 
go tiempo,  y  es  mencionado  por  Celso  (lib.  VII,  cap.  XII,  i)  como  specillum.  Varios 
espejos  bucales  se  han  empleado  también,  siendo  el  más  importante  el  descrito 
por  el  tocólogo  André  Levret  en  1743  (1),  y  el  «conductor  de  luz»,  de  Philip  Bozzi- 
ni  (1773-1 809),  de  Maguncia,  en  el  que  se  utilizaba  la  idea  de  la  iluminación  y  la  re- 
flexión por  medio  de  los  espejos  (1807)  [2].  El  18  de  marzo  de  1829  (3),  un  tosco 
«glotiscopio  era  presentado  en  la  Hunterian  Society,  de  Londres,  por  Benjamín 
Babington  11794-1866),  del  Guy's  Hospital,  y  en  1837  el  cirujano  escocés  Robert 
Listón  describía  su  modo  de  explorar  la  laringe  (4).  Estos  esfuerzos  quedaron  des- 
conocidos, y  el  moderno  laringoscopio  pudo  ser  inventado  por  Manuel  García  (1805 
a  1906),  un  profesor  español  de  canto  en  Londres,  que  envió  una  noticia  de  su  ins- 
trumento a  la  Royal  Society  en  1855  (5).  Tres  años  más  tarde  su  método  de  exa- 
men de  la  laringe  quedaba  como  una  parte  permanente  de  la  laringología,  gracias 
a  Johann  Nepomuk  Czermak  (1828-73),  de  Bohemia,  y  a  su  colega  el  neurólogo  de 
Viena  Ludwig  Tükck  (1810-68),  que  publicaron  ambos  sus  comunicaciones  en  el  mis- 
mo año  (Czermak,  el  27  de  marzo;  Türck,  el  26  de  junio  de  1858)  [6].  Tratados  dife- 
rentes de  laringoscopia  por  los  mismos  escritores  aparecieron  en  i860,  y  hacia  el 
mismo  tiempo  Czermak  ideaba  un  método  de  exploración  de  las  fosas  nasales  por 
pequeños  espejos  (1859-60)  [7].  Türck  escribió  un  importante  tratado  de  enferme- 
dades de  la  laringe,  con  atlas  (1866)  [8],  y  como  era  un  hábil  neurólogo,  sus  estu- 
dios acerca  de  las  áreas  cutáneas  sensitivas  de  los  diferentes  nervios  espinales 
han  quedado  como  clásicos  (1856-68).  Ha  sido  también  el  primero  en  hacer  notar 
la  correlación  existente  entre  las  hemorragias  de  la  retina  con  los  tumores  del  ce- 
rebro (1853»  [9]. 

Otros  notables  miembros  de  la  escuela  de  Viena  son  Joseph  Hyrtl,  el 
gran  anatómico;  el  fisiólogo  Ernst  von  Brücke;  los  oftalmólogos  Beer, 
Arlt,  Stellwag  von  Carion  y  Jeager  von  Jaxtthal;  el  otólogo  Adam  Polit- 
zer;  los  clínicos  Bamberger,  Winternitz  y  Nothnagel,  y  los  neurólogos 
Meynert,  Benediki  y  Ritter  von  Rittershain.  Virchow  era  casi  el  único  es- 
píritu alemán  de  su  tiempo  que  apreciaba  a  Bichat  y  a  Magendie,  a  Bright 
y  a  Addison,  y  que  estaba  ampliamente  dotado  de  la  tendencia,  esencial- 
mente-práctica,  de  aquellos  médicos  de  la  nueva  escuela  de  Viena — en  su 


'  (\)     Levret:  Mercare  de  France,  París,  1743;  pág.  2434. 
Bozzini:  Der  Lichtleiter^  Weimar,  1807. 
Babington:  London  Med.  Caz.,  1829;  III,  pág.  555. 
Listón:  Practical  Surgery \  Londres,  1837;  pág.  350. 

Roy.  Sac.y  Londres,  1854-55;  Vil,  páginas  399-410. 
rmak:  Wien.  med.  Wochenschr.,  1858;  VIII,  pág.   196.  Türck:  Ztschr.  d. 
k.  k.  Gesellsch.  </.  Aerzte  zu  W'icn..    1858;  XIV,  pág.  401;  1850,  XV,  pág.  817. — Czer- 
mak: Sil .  tngsb.  d.  k.  Akad.  d.  Wissensch.  Mat.  naturw.  ('/.  Wien.,  [858;  XXIX,  pági- 
3  \.  Para  más  detalles  ai  erca  de  La  historia  de  la  laringoscopia  véase  el  ar- 
tí<  ulo  de  Louis  Elsberg  en  Phil.  Med.  limes,  1873-74;  IV,  páginas  129-134. 

rmak:  Wien.  med.  Wochenschr.,  1859;  IX,  páe.  518;  1860,  X.  pág.  257. 
k:  Klinikder  Krankheiten  des  Kehlhopfes  una  der  LuftrShre,  Viena,  1866. 
d.  k.  k.  Gesellsch.  d.  Aerzte  w  Wien.,  1853;  IX,  pt.  1 .»,  pági- 
. 


EL     SIGLO     XIX  39 

mayoría  eslavos — ,  hasta  que  la  medicina  alemana  cruzó,  por  último,  el 
Rubicon. 

Otro  importante  rasgo  de  la  medicina  alemana  en  la  primera  parte 
del  siglo  xix  tiene  que  ser  ahora  mencionado,  a  saber:  el  crecimiento  de 
la  homeopatía,  que,  desde  el  punto  de  vista  de  la  época,  es  uno  de  los 
muchos  sistemas  teóricos  aislados  del  pasado  siglo.  Su  fundador,  Samuel 
Christian  Friedrich  Hahnemann  (1755-1843),  de  Meisser,  hizo  su  grado 
de  médico  en  Erlangen  en  1779,  y  hacia  el  final  de  la  centuria,  como  re- 
sultado de  experimentos,  algunos  realizados  en  su  propia  persona,  co- 
menzó a  formular  aquellas  teorías  que  caracterizan  su  sistema.  Estas  son, 
en  primer  término,  una  resurrección  de  la  doctrina  de  las  semejanzas,  de 
Paracelso,  a  saber:  primero,  las  enfermedades,  o  los  síntomas  de  las  en- 
fermedades, son  curables  por  aquellas  drogas  particulares  que  producen 
efectos  similares  en  el  organismo  (simiíia  similibus  curantur);  segundo, 
el  efecto  dinámico  de  los  medicamentos  va  multiplicándose  cuando  se 
van  dando  aquéllos  en  dosis  infinitesimalmente  pequeñas,  que  se  obtie- 
nen por  cuidadosas  diluciones  o  por  trituración  hasta  límites  extremos; 
tercero,  la  noción  de  las  más  crónicas  enfermedades  son  una  manifesta- 
ción del  suprimido  comezón  o  «psora».  Estas  doctrinas  han  aparecido 
reunidas  en  su  Organon  der  rationelleu  Heilkunde  (1810)  y  encontraron 
gran  aceptación,  especialmente  en  América. 

La  diferencia  entre  Hahnemann  y  Paracelso  es,  como  dice  Neuburger,  que 
Hahnemann  dirige  sus  arcanos,  no  contra  las  causas  de  la  enfermedad,  sino  con- 
tra los  síntomas  y  los  grupos  de  síntomas.  Por  esto,  su  método  terapéutico  no  es 
una  verdadera  isoterapia,  ni  tampoco  los  sistemas  isopáticos  que  le  han  seguido 
son  completamente  la  misma  cosa  que  los  tratamientos  por  los  sueros,  las  vacu- 
nas, bacterinas,  hormones  y  extractos  animales  (1).  Entre  las  últimas  exageraciones 
de  la  homeopatía  figura  el  sistema  dejohann  Gottfried  Rademacher  (1772-1850), 
en  el  cual  quedan  ignorados  los  procesos  y  los  hallazgos  patológicos,  siendo  dia- 
gnosticadas las  enfermedades  como  «universales»  y  «orgánicas»,  según  los  efectos 
que  ejerzan  sobre  ellas  los  remedios.  El  fruto  natural  de  este  sistema  fué  la  escuela 
de  «especifistas»,  que  rechazaba  les  fantásticos  «remedios  universales»  de  Rade- 
macher por  la  doctrina  de  la  relación  específica  de  ciertos  remedios  con  partes 
definidas  del  cuerpo.  Este  sistema,  que  ha  sugestionado  fuertemente  a  Ehrlich, 
era  favorablemente  considerado  por  Virchow.  Era,  sin  embargo,  natural  que  todas 
estas  teorías  sin  objeto  decayeran  y  se  marchitasen,  por  último,  en  un  incoloro  e 
insípido  «eclecticismo».  La  impotencia  del  eclecticismo  quedó  suficientemente  de- 
mostrada por  la  inundación  de  gárrula  palabrería  y  de  turgente  verbosidad  que 
se  desencadenó  con  motivo  de  la  epidemia  del  cólera  de  1831-32  (2).  Neuburger 
dice  que  la  obra  maestra  de  Skoda  y  de  Rokitansky  ha  sido  acogida  con  frío  si- 
lencio, «un  silencio  que  hablaba  volúmenes». 


(1)  La  isopatía  (aequalia  aequalibus),  de  G.  F.  Müller,  proponía  el  tratamiento 
de  la  sarna  por  la  psorina,  de  la  tenia  por  la  taeniína,  de  la  caries  dental  por  la 
odontonekrosina,  de  la  tisis  por  la  phthisina  (o  por  los  esputos  de  los  tísicos,  como 
ha  sido  propuesto,  en  primer  termino,  por  Robert  Fludd),  las  enfermedades  del 
hígado  por  la  hepatina,  etc. 

(2)  Neuburger:  Pusc/unann-Handbuck^v.WA,  1903;  II,  páginas  125  y  129. 


40 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


/>■ 


La  extraordinaria  popularidad  del  sistema  de  Hahnemann  se  debe, 
probablemente,  al  hecho  de  que  disminuía  la  escala  de  los  medicamentos 
en  la  práctica.  El  ha  sido,  positivamente,  el  introductor  de  las  pequeñas 
dosis.  Por  otra  parte,  su  sistema  es  la  consecuencia  del  teorizante  si- 
glo xvnr.  Hahnemann  ha  muerto  millonario  en  París  en  1843. 

Entre   los    primeros   clínicos  americanos,   a  los   que  nosotros  debe- 
mos las   más  originales  obras,   figuran  Otto,  los  Jackson,  North,  el  vie- 
jo   Mitchell,   Ware,   Gerhard   y 
Drake. 

John   Conrad    Otto   (1 774- 1 844) 
nació  en  Woodbridge  (New-Jersey), 
de    origen    germánico-americano; 
tomó  su  grado  de  médico  en  la  Uni- 
versidad   de   Pensilvania    en    1 796, 
sucediendo    a    Benjamín    Rush    en 
el  Dispensario  de  Filadelfia  en  1813 
y  enseñando    clínica   médica   en    e^ 
Hospital  de  Pensilvania  por  espacio 
de   veintiún    años.    Desempeñó   un 
papel  muy  activo  durante  la  epide- 
mia de  cólera   de  1 833,  y  es  espe- 
cialmente notable    por  su   publica- 
ción acerca  de  lahemofilia(l803)  [i], 
un  estudio  de  una   familia    de  «he- 
mófilos»   que  constituye   el   primer 
estudio  de  esta  naturaleza  que  exis- 
te en  la  literatura  médica. 
Jambs   Jackson    (1777-1868),    de   Boston,    un    aprendiz-discípulo    de 
Edwar   Augustus   Holyoke  (1797-8)  y  después  ayudante  en  el  Hospital 
.  Thomas  y  estudiante  de  Astley  Cowper,  era  el  primer  médico  del 
Hospital  general  <1<-  Massachusetts  (1810),  ha  escrito  un  antiguo  libro  de 
práctica,  v  ha  sido  extraordinariamente  leído  en  sus  atractivas 
un  médico  joven  (1855).  lia   publicado  uno  de  !<>s  estudios  más 
nos  ()«•  la  neuritis  alcohólica,  que  designa  como  arthrodynia  á  potn 
\2)  [2],  ha  bosquejado  los  síntomas   mentales  y  su  relación  con  la  fie- 
!)!■'•  ;  iSySi  [3],  contribuyendo  en    gran   parte  a  establecer   el  estu- 

dio de  '-st.i  enfermedad  sobn    una  sólida  base  cu  su  región. 


i   Jame;.  Jackson  (i;  ¡  a   Medie; 

de   Boston.) 


1   C   Otto    \fed  •'>'<  ork,  1803;  VI,  páginas  1-4. 

2)    J.J  /  ■://■//.    Wed.  and  Sur  11    pág.  351. 

j      I.  I  rt  founded  on  the  cases  of '-typhoid fever ,  Boston,  1838. 


EL     SIGLO     XIX 


41 


El  hijo  de  Jackson,  James  Jackson,  jr.  (1810-34),  cuya  prematura 
muerte  privó  a  la  medicina  americana  de  uno  de  los  más  distinguidos 
discípulos  de  Louis,  ha  dejado  una  valiosa  Memoria  sobre  la  epidemia 
del  cólera  de  1 832,  y  ha  sido  el  primero  en  describir  el  sonido  espira- 
torio prolongado  como  un  importante  signo  diagnóstico  de  la  tisis  inci- 
piente (1833)  [I]- 

Elisa  North  (1771-1843),  de  Goshen  (Conneticut),  trabajó  mucho  en 
la  vacuna  jenneriana  (1800),  estableció  la  primera  enfermería  de  los  ojos 
en  los  Estados  Unidos,  en  Nuevo 
Londres  (1817),  y  en  1811  pu- 
blicó el  primer  libro  de  menin- 
gitis cerebro-espinal  (spotted fe- 
ver),  en  el  que  recomendaba  el 
uso  del  termómetro  clínico.  El 
libro  de  North  va  precedido  de 
la  disertación  del  grado  de  Na- 
than Strong,  jr.  (Hartford,  1810). 
John  Kearsley  Mittchkll 
(1793-1858),  de  Virginia,  fué 
educado  en  P^scocia  y  se  graduó 
en  la  Universidad  de  Pensilvania 
en  1819,  y  después  de  haber  he- 
cho tres  viajes  por  mar  como 
médico  de  barco,  comenzó  a 
practicar  en  Filadelfia,  donde 
bien  pronto  alcanzó  merecida 
fama  como  internista,  neurólo- 
go y  profesor.  El  volumen  de  monografías  reunidas  después  de  su 
muerte  por  su  distinguido  hijo  (1851)  [2]  revela  una  originalidad  de 
pensamiento  muy  superior  a  la  del  medio  que  le  rodeaba;  era,  ade- 
más, poeta,  lo  mismo  que  su  hijo.  Ha  escrito  hábilmente  sobre  suges- 
tión y  mesmerismo,  osmosis,  liquefacción  y  solidificación  del  ácido  car- 
bónico y  sobre  la  ligadura  de  los  miembros  en  los  estados  espásticos,  y 
ha  sido  el  primero  en  describir  las  artropatías  espinales  neurósicas 
(183 1)  [3],  que  han  sido  desenvueltas  más  tarde  por  Charcot,  Bechtereffi 
Strümpell  y  Marie.  Su  ensayo  On  the  Cryptogamous  Origin  of  Malarious 
and  Epidemic  Fevers  (1849)  supone  el  primer  breve  informe  de  la  etiolo- 


John  Kearsley  Mitchell  (1793-1858) 


(1)  Comunicación  a  la  Société  medícale  d'observation  de  París  en  1833. 

(2)  •  J.  K.  Mitchell:  Five  Essays,  edited  by  S.  Weir  Mitchell,  Filadelfia,  1859. 

(3)  Am.  Journ.  Med.  Sc,  Filadelfia,  1831;  VIII,  páginas  55-64. 


42  HISTORIA     DE     LA    MEDICINA 

gía  parasitaria  de  la  enfermedad  sobre  una  base  á  priori)  un  argumento 
rigurosamente  lógico  que,  partiendo  de  una  pura  teoría,  le  coloca  en  el 
mismo  nivel  que  el  ensayo  de  Henle  sobre  los  miasmas  y  contagios  (1840). 

John  Ware  (1 795 -1 864),  de  Hingham  (Massachusetts),  un  graduado 
de  Harward,  que  era  profesor  de  práctica  en  esta  capital  desde  1832 
a  1858,  ha  escrito  una  importante  monografía  sobre  el  crup  (1842)  [i],  y 
su  acabado  estudio  sobre  el  delirium  tremens  (183 1)  [2]  supone,  en  rela- 
ción con  el  trabajo  más  antiguo  de  Thomas  Sutton  (1813),  lo  más  clásico 
publicado  sobre  esta  materia. 

Jacob  BiGKLOw  (1787-1879)  de  Massachussetss,  ha  sido  uno  de  los  más 
grandes  botánicos  americanos;  los  tres  volúmenes  de  su  American  Medi- 
cal Botany  (1817-20),  ilustrados  con  60  láminas  y  ó.OOO  grabados  en  colo- 
res, trazada  técnicamente  por  el  mismo,  constituyendo  una  obra  de  repu- 
tación internacional  y,  por  lo  que  a  América  respecta,  no  teniendo  análo- 
gos más  que  en  los  escritos  de  Barton,  Raffiniesque,  Porcher  y  Asa  Gray. 
Bigelow  era  un  médico  de  visita  del  Hospital  general  de  Massachussetts, 
profesor  de  Materia  médica  en  Harvard  y  un  gran  reformador  médico  • 
Durante  la  epidemia  de  cólera  de  1 832,  su  sabia  gobernación  sanitaria  li- 
mitó la  mortalidad  en  Boston  a  IOO,  contra  3.000  defunciones  en  la  ciu- 
dad de  New- York.  Su  discurso  On  Self-limited  Diseases  (1835)  ejerció  un 
poderoso  influjo  en  la  práctica  médica  de  los  Estados  Unidos,  y,  según 
las  palabras  del  doctor  Holmes,  hizo  «más  que  ninguna  otra  obra  o  en- 
sayo en  nuestro  propio  idioma  para  rescatar  la  práctica  médica  de  la  es- 
clavitud del  sistemático  recetar,  que  era  una  parte  de  la  herencia  patrimo- 
nial déla  profesión».  En  1S55,  Bigelow  publicó  un  Lomo  anónimo,  de  há- 
biles parodias  poéticas,  titulado   Eolopoesis. 

William  Wood  Gerhard  iiSoy-72),  nacido  en  Filadelfia,  aunque  de 
origen  alemán,  ha  sido  tal  vez  el  más  brillante  de  los  discípulos  america- 
nos de  Louis.  Era  médico  resident»- en  el  Hospital  de  IVnsilvania  (1834-68), 
enseñando  los  principios  de  Medicina  en  la  Universidad  de  IVnsilvania 
(  1838-72),  siendo  muy  querido  en  su  ciudad  nativa  por  sus  genialidades  y 
bondades.  I  !■•  investigado  la  aplicación  endérmica  de  los  medicamentos 
on  Pennock)  la  epidemia  de  cólera  de  París  de  1832 
y  ha  escrito  interesantes  estudios  de  la  viruela  1  [832)  [3]  y  de  la  neumo- 
nía M834)  [  \\  '*n  '"'  niño.  Su  tratado  de  enfermedades  del  tórax  (1842)  ha 

■  la  gran  autoridad  de  la  materia  hasta  el  tiempo  de  Flint,  lia  dejado 
dos  monografías  de  positivo  valor:  su  monografía  sobre  meningitis  tuber- 

1       Wa  re:  Contrii  .1  losto n,  1 842. 

V,  páginas  1 36-194. 
j      G<  rhard:    \m  '  /.  Se,  Filadelfia,  1832;  XI.  páginas  [68-408. 

4)  XIV,  página  ;         XV,  página  87. 


EL    SIGLO     XIX 


43 


culosa  en  el  niño  (i 833)  [i],  el  primer  estudio  clínico  preciso  de  la  enfer- 
medad, y  su  trabajo  sobre  el  diagnóstico  diferencial  entre  el  tifus  y  la  fie- 
bre tifoidea  (1837)  [2]>  que  definió  de  un  modo  definitivo,  en  los  Estados 
Unidos  por  lo  menos,  el  estado  patológico  de  ambas  afecciones.  Obser- 
vadores aislados,  como  Willis  en  1643  [3],  Huxham  en  1737  [4],  o  Hilde- 
brand  en  1 8 10  (5),  no  han  tenido  duda,  en  honor  suyo,  en  la  distinción 
entre  ambas  enfermedades;  pero  el  asunto  permanecía  en  un  estado  nebu- 
loso hasta  el  momento  en  que  Gerhard  publicó  su  trabajo;  pues  la  misma 


Daniel  Drake  (1785-1852) 


obra  maestra  de  Louis  de  1829  no  dio  conocimiento  de  la  fiebre  tifoidea, 
y  los  prácticos  ingleses,  con  la  posible  excepción  de  A.  P.  Stewart 
(1840)  [6]  o  de  Perry,  de  Glasgow,  no  establecieron  claramente  la  distin- 
ción entre  el  tifus  y  la  fiebre  tifoidea  hasta  que  fué  bien  establecida  por 
sir  William  Jenner  en  1 849  [7]. 

El  más  grande  de  los   médicos  del  Oeste,  y  una  de  las  más  pintores- 


(1)  Gerhard:  Am.  Journ.  Med.  Se,  Filadelfia,  1833;  XIII,  páginas  313-359. 

(2)  Gerhard:  Ibidem:  1837,  XX,  páginas  289-322. 

(3)  Willis:  Defebribus,  1659,  cap.  XIV  y  XVII. 

(4)  Huxham:  Essay  on  fevers,   1755. 

(5)  J.  V.  von  Hildebrand:  Ueber  den  ansteckenden  Typlius,  Viena,  1810. 

(6)  '  Stewart:  Edinb.  Med:  &>  Surg.  Journ.,  1840;  LIV,  páginas  289-369. 

(7)  Sir.  W.  Jenner:  Med.-Ckir.  Ir.,  Londres,  1849-50;  XXXIII,  páginas  23-42. 


44  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

cas  figuras  déla  medicina  americana,  es  Daniel  Drake  (1785-1852),  que 
ha  sido  el  primero,  después  de  Hipócrates  y  Sydenham,  en  trabajar  en 
geografía  médica,  tomando  como  posición  propia  la  de  la  relación  de  ésta 
con  la  topografía  de  la  enfermedad.  Ha  nacido  en  New-Jersey,  en  una  ex- 
trema pobreza;  se  educó  en  un  camarote  de  un  barco,  entre  los  zapadores 
de  Kentucky;  y  la  historia  de  sus  luchas  para  adquirir  una  instrucción, 
auxiliándose  a  sí  mismo  y  conduciéndose  solo;  su  elevación  en  su  carrera, 
venciendo  todo  género  de  obstáculos,  es  un  buen  ejemplo  de  lo  que  puede 
conseguir  una  honrada  capacidad  cuando  es  persistente.  Discípulo  de  Wi- 
lliam Goforth,  el  defensor  de  la  vacuna  jenneriana  en  el  Oeste,  su  diplo- 
ma, escrito  por  la  mano  de  aquél,  ha  sido  el  primero  que  ha  salido  del 
Oeste  de  América.  A  pesar  de  su  práctica,  Drake  no  pudo  completar  su 
educación  médica  hasta  1815;  fecha  en  que  recibió  el  grado  académico  en 
la  Universidad  de  Pensilvania.  Ha  sido  uno  de  los  «médicos  peripatéticos» 
de  Osler,  moviéndose  constantemente  de  un  punto  a  otro  en  defensa  de 
la  causa  de  la  educación  médica.  «Siempre  en  lucha  con  los  hombres» 
(porque  su  naturaleza  era  combatiente)  y  descontento,  aparentemente,  con 
toda  situación  en  que  se  encontrase.  Cambió  su  localidad  como  profesor 
nada  menos  que  siete  veces  en  su  vida,  y  dos  importantes  Facultades,  el 
Colegio  de  Medicina  de  Ohio  (1821)  y  el  Departamento  Médico  del  Cole- 
gio de  Cincinnati  (1835),  fueron  creadas  por  él.  En  la  última  fundación 
tuvo  como  compañeros  los  mejores  profesores  americanos  de  su  tiempo, 
incluso  Samuel  D.  Gross  y  Willard  Parker.  Drake  ha  sido  también  el  fun- 
dador del  Western  Journal  of  the  Medical  and  Physical  Sciences  (1827-38), 
la  más  importante1  revista  médica  de)  Oeste  en  aquella  época.  En  ella  se 
contienen  sus  celebrados  estudios  sobre  educación  médica,  reimpresos 
en  1832,  y  que  han  sido,  anterior  y  posteriormente,  la  más  importante 
contribución  que  se  ha  publicado  sobre  la  materia  en  aquella  región.  Es- 
tán escritos  en  un  estilo  que,  por  su  claridad  y  su  belleza,  es,  todavía  en 
la  .i<  tualidad,  un  modelo  de  cómo  deben  escribirse  las  obras  de  este  géne- 
ro. En  1  S  1 1 ,  Drake  publicó  uno  de  los  primeros  estudios  de  la  literatura 
medí  a  de  la  enfermedad  de  la  localidad  conocida  como  «temblo- 

o  'enfermedad  de  la  leche»  (i).  lia  descrito  también  la  epidemia  de 
cólera  que  apareció  en  Cincinnati  en  [832,  y  escribió  gran  número  de  tra- 
bajos a  propósito  de  los  males  de  la  vida  ciudadana  1  [831),  del  mesmeris- 
mo  (184  p,  de  los  defectos  morales  de  los  estudiantes  de  Medicina  (I  S47), 

y  una  entretenida  obra  postuma,  Pioneer  life  in  Kentuncky  (1S70);  pero 


1       E  'i-ii'.    más  antiguos  ion  los  de    Tilomas  Barbe*  ices    Concerning 

por  Alexander  rdford  y  Arthur  Stewart,  en  Med.   Repository^ 
XV,  pág 


EL     SIGLO    XIX  45 

su  obra  principal  es  la  titulada  Diseases  of  the  Interior  Valley  of  North 
America  (1850-54),  el  resultado  de  treinta  años  de  trabajo,  basada  amplia- 
mente en  observaciones  personales  efectuadas  durante  extensos  viajes. 
El  primer  volumen  es  una  admirable  enciclopedia  de  la  topografía,  hidro- 
grafía, clima  y  meteorología,  plantas  y  animales,  población  (incluyendo 
alimentación,  habitación  y  ocupaciones)  del  valle  del  Mississipí.  El  segundo 
volumen,  que  no  fué  publicado  hasta  después  de  su  muerte,  trata  de  la 
malaria  otoñal  y  de  otras  fiebres,  fiebre  amarilla,  fiebre  tifoidea,  tifus  exan- 
temático, las  no  clasificadas  «fiebres  flogísticas»,  en  relación  con  la  topo- 
grafía, la  meteorología  y  los  caracteres  sociológicos.  No  había  nada  pare- 
cido a  este  libro  en  la  literatura  excepto  Aires,  aguas  y  lugares,  de  Hipó- 
crates, y,  además,  Hipócrates  no  había  acertado  a  encuadrar  perfectamen- 
te la  geografía  local  de  la  enfermedad.  En  su  tendencia  práctica,  la  obra 
de  Drake  pertenece  a  la  clase  descrita  por  Billings  como  distintiva  y  pe- 
culiar de  América,  «en  asunto,  modo  de  desarrollarlo  y  estilo  de  la  com- 
posición» (i).  Cuando  Alfred  Stillé  informó  acerca  de  él  en  la  American 
Medical  Association,  en  1850,  Drake  fué  saludado  con  prolongadas  y  rui- 
dosas demostraciones  de  aplauso  y  de  entusiasmo,  como  no  se  habían  tri- 
butado anteriormente  a  ningún  otro  médico;  «él  cubrió  su  rostro  con  sus 
manos  y  lloró  como  un  niño>.  En  relación  con  la  obra  maestra  de  Drake, 
no  deben  olvidarse  dos  de  sus  últimos  folletos,  por  ser  de  los  más  raros 
entre  los  americanos.  El  primero  es  un  folleto  acerca  del  clima  y  de  las  en- 
fermedades de  Cincinnati  (1810),  y  puede  ser  considerado  como  el  germen 
de  su  gran  obra;  el  segundo,  Narrative  of  the  Rise  and  Fall  of  the  Medical 
College  of  Ohio  (1822),  es  una  de  las  más  escogidas  muestras  que  existen 
del  humorismo  médico.  Drake,  según  le  describe  Gross,  era  grande,  de 
figura  imponente,  sencillo  y  digno  en  sus  maneras.  «Iba  siempre  bien  ves- 
tido, y  alrededor  de  su  cuello  llevaba  una  larga  cadena  de  oro,  de  reloj, 
que  quedaba  colgando  sobre  su  chaleco.»  Como  profesor,  poseía  una  es- 
pléndida voz  y  una  altiva  elocuencia;  oyéndole  se  percibía  una  sensación 
como  la  que  produce  el  rumor  de  un  árbol  agitado  por  la  tempestad.  Era 
distinguido,  amante  de  los  niños,  enemigo  de  toda  grosería,  y  con  un  as- 
pecto en  cierto  modo  poético;  había  escrito  versos  muy  correctos.  Pero 
a  pesar  de  que  él  había  sido  el  que  en  la  práctica  había  creado  la  verda- 


(1)  J.  S.  Billings,  en  A  Century  of  American  Medicine,  Filadelfia,  1876,  pági- 
na 374.  El  doctor  Billings  ha  sido  el  primero  que  ha  hecho  resaltar  la  importancia 
de  Drake  en  la  medicina  americana.  Drake  ha  sido  posteriormente  objeto  de  una 
acabada  y  excelente  biografía  del  Otto  Juettner,  de  Cincinnati  (Daniel  Drake  and  his 
Followers,  Cincinnati,  Harvey  Publ.  Co,  1909),  queda  una  buena  información  de  la 
medicina  del  Oeste  en  sus  primeros  tiempos  y  que  debe  ser  leída  por  todo  el  que 
quiera  conocer  las  condiciones  de  la  época. 


46  HISTORIA     DE     LA    MEDICINA 

dera  enseñanza  médica  en  Cincinnati,  tuvo  que  aguantar  en  su  vida  muchos 
disgustos  y  hasta  insultos  de  los  hombres  vulgares  y  pretenciosos,  que 
afectaban  mirarle  con  desdén  por  su  origen  humilde  y  por  sus  luchas  del 
comienzo  de  su  vida.  Señalaba  como  una  razón  para  no  ir  a  Europa  el  que 
no  deseaba  encontrar  médicos  que  pudiesen  vanagloriarse  de  poseer  ma- 
yores ventajas  que  él  poseía,  y  añadía  con  patético  acento:  «Yo  debo  mu- 
cho a  mi  país,  para  colocarme  a  mí  mismo  en  tan  desairada  posición.» 

Otros  notables  médicos  americanos  del  primer  período  son:  George  Bacon 
Wood  (1797-1879)  y  Franklin  Bache  (1792-1864),  de  Filadelfia,  colaboradores  am- 
bos de  la  enorme  obra  Dispensatory  of  the,  United  States  (1833),  que  alcanzó  17  edi- 
ciones; Alonso  Clark  (1807-87J,  de  Ñew-York,  que  inventó  el  tratamiento  de  las  pe- 
ritonitis por  el  opio  (1855)  [ij;  Elisha  Bartlet  (1804-55), de  Rhode  Island;  John  Y.  Bas- 
set (1805-81);  el  Alabama  student,  de  Osier,  y  Samuel  Henry  Dickson  (1 798-1872),  de 
Carolina  del  Sur,  un  trío  de  elegantes  y  atractivos  estilistas  y  literatos  médicos;  el 
celta  beligerante  Charles  Caldwell  1^1772-1853),  de  Carolina  del  Norte,  que  fundó 
dos  escuelas  médicas  en  el  Oeste,  y  cuya  Autobiografía  (1855)  es  una  notable  dia- 
triba, sobrecargada  de  veneno  y  de  rencor;  Robley  Dunglison  (1 798-1869),  de  Kes- 
wick (Inglaterra),  que  recopiló  un  excelente  diccionario  médico  (1833)  y  escribió 
un  asombroso  número  de  ohras  de  texto  de  casi  todos  los  asuntos,  excepto  de  Ci- 
rugía; David  Hosack  (1709-1836),  el  mejor  práctico  de  la  ciudad  de  New-York  en 
su  época,  y  editor  de  la  American  Medical  and  Philosophical  Register  (18 10- 18 14),  en 
cuya  obra  fué  auxiliado  por  John  Wakefield  Francis  (1789-1861),  un  médico  germa- 
no americano  que  llegó  a  gozar  algo  de  la  popularidad  de  Hosack  en  New- York, 
que  era  una  especie  de  Mecenas,  médico  en  la  ciudad  y  un  atractivo  escritor  y 
maestro;  Nathaniel  Chapman  1 1 780-1853),  de  Virginia,  un  notable  profesor  de  clí- 
nica médica  en  la  Universidad  de  Pensilvania,  que  fundó  en  1820,  con  Matthew  Ca- 
rey, el  Philadelphia  Journal  of  the  Medical  and  Phis ical  Sciences,  que  en  1827,  bajo 
la  dirección  de  Isaac  Hays  (1  796-1879),  se  convirtió  en  el  American  Journal  of  the 
Medical  Sciences  (periódico  de  Hays:  Hay's  Journal);  Tehodoric  Romeyn  Beck 
(1 791-1855),  de  New- York,  cuyos  Elements  of  Medical  Jurisprudence  (1823)  eran  an- 
tiguamente el  mejor  libro  de  la  materia,  alcanzando  10  ediciones  y  varias  traduc- 
ciones, e  Isaac  Ray  (1807-81),  de  Beverley  (Massachussetts),  que  escribió  el  primer 
tratado  de  jurisprudencia  médica  de  la  locura  (1838),  un  serio  y  bien  escrito  libro 
que  todavía  se  considera  de  mérito  en  la  actualidad. 

Entre  los  descubrimientos  aislados  de  Medicina  en  la  primera  mitad  del  si- 
glo xix  podemos  hacer  mención  de  la  descripción  original  del  «Kondée»,  o  enfer- 
medad del  sueño;  en  los  viajes  por  el  Africa  de  Thomas  Winterbottom  (1803)  [2]; 
eJ  primer  estudio  de  la  meningitis  cerebro-espinal,  por  Gaspard  Vieusseux  (1746 
a  1814),  en  Ginebra  (1805)  [3],  y  por  L.  Danielsson  y  E.  Mann,  en  Medfield  (Massa- 
chussetts, 1806)  [4];  la  pequeña  monografía  de  Charles  Badham  acerca  de  la  bron- 
quitis que  lleva  su  nombre  (1808)  [5];  la  de  Allan  Burns  sobre  la  endocarditis 
(1809)  [6];  la  de  William  Charles  Wells  sobre  el  reumatismo  del  corazón  (1812)  [7]; 


i        ( 'lark:  On  the  treatment  of  puerperal  peritonitis  bx  large  doses  of  opium,  1855. 

(2)  Winterbottom:      in     \ccount  of  the    Native  Africans,  Londres,  1X03;  II,  pági- 
nas 29-31. 

(3)  Vieusseux:  Jouru.  </e  Med.,  (7/i/\,  Pharvt.,  etc.,  Paris,  1805;  XI,  páginas  163 
a   182. 

•i      Danielsson  and  Mann:   Med  i      \gric.  Register,  Boston,  1806. 

Badham:  Observations  on  the  inflammatory  Affect  ions  of  the  Mucous Membra- 
ne of  the  Bronchiae^  Londr< 

\  ervations  on  Some  of  the  Most  Frequent  and  Important  IHseases  of 

the  Heart,  Edimburgo,  1809. 

(7)     Wells:    lr..\oc.  Improve.  M    .  I    ///   ,  Knowledge,  1804-10;  Londres,  1812; 

III,  páginas  373-412. 


ÉL    [SIGLO    XIX  47 

la  tesis  de  Romberg  sobre  la  acondroplasia  ( 1 8 1 7)  [1];  el  estudio  de  John  Clarke 
acerca  del  laringismo  estriduloso  y  de  la  tetania  en  el  niño  (181 5)  [2];  el  de  John 
Bostock  de  la  fiebre  del  heno  (1819)  [3];  el  clásico  estudio  de  la  apendicitis  de  Lou- 
yer-Willermay  (1824)  [4];  la  descripción,  por  Kopp,  del  «asma  tímico»,  y  de  la 
«muerte  tímica»  (1830)  [5];  el  estudio,  por  Lobstein,  de  la  fragilidad  de  los  huesos 
en  la  osteopsathyrosis  (1833)  [6];  la  descripción  clínica,  por  John  Badham,  de  la  pa- 
rálisis infantil  (1835)  [li  e^  importante  estudio  de  Carl  Adolph  Basedow  del  bocio 
exoftálmico,  dando  los  tres  síntomas  clásicos,  o  «triada  de  Merseburg»  (1840)  [8);  el 
caso  de  Mohr  de  tumor  de  la  glándula  pituitaria  con  obesidad  (1840)  [9];  la  mono- 
grafía de  Jakob  Heine  de  poliomielitis  infantil  (1840)  [10];  la  indicación,  por  Henry 
Burton,  de  la  línea  azul  a  lo  largo  del  reborde  de  las  encías  en  los  intoxicados  por 
el  plomo  (1840)  [11];  el  estudio,  por  Perrin,  de  la  hidroartrosis  intermitente 
(1845)  [12];  los  estudios,  independientes  entre  sí,  de  la  leucemia,  porVirchow  y  John 
Hughes  Bennet  (1845)  [13],  y  la  indicación,  por  Curling,  de  la  relación  entre  la  au- 
sencia de  la  glándula  tiroidea  con  la  «tumefacción  simétrica  del  tejido  adiposo  a 
los  lados  del  cuello  y  el  defectuoso  desarrollo  cerebral»  o  mixedema  (1850)  [14]. 

Entre  los  primeros  expositores  de  la  Anatomía  y  de  la  medicina  cien- 
tífica en  Francia  figura  Marie-Frangois-Xavier  Bichat  (1771-1802),  el  crea- 
dor de  la  anatomía  descriptiva.  Hijo  de  médico,  discípulo  predilecto,  ayu- 
dante y  amigo  íntimo  del  cirujano  Dessault,  y  algún  tiempo  cirujano  de 
los  ejércitos  de  la  Revolución,  Bichat  desarrolló  bien  pronto  una  inteligen- 
cia luminosa,  arrolladura,  capaz  de  alternar  felizmente  entre  el  estudio,  la 
práctica  afortunada  de  cirujano  y  la  obra  de  un  gran  maestro,  cuya  tem- 
prana muerte  ha  constituido  una  de  las  más  sensibles  pérdidas  para  la 
Ciencia.  Su  Traite  des  membranes  (1799- 1800),  su  Anatomie  descriptive,  en 
cinco  volúmenes  (1801-1803),  y  toda  su  obra,  en  general,  de  anatomía 
aplicada  a  la  Fisiología  y  a  la  Medicina  (1802)  abren  un  campo  completa- 
mente nuevo  a  los  anatómicos,  dándoles  una  detallada  descripción  de  las 
partes  y  los  tejidos  del  cuerpo  en  el  estado  de  salud  y  en  la  enfermedad. 
Antes  de  la  época  de  Bichat  las  obras  de  esta  materia,  como  la  de  los  Mon- 


(1)  M.  H.  Romberg:  De  rachitide  congenita,  Berlín,  1817. 

(2)  J.  Clarke:  Commentaries  on  some  of  the  most  important  diseases  of  children, 
Londres,  1815;  páginas  86-97. 

(3)  Bostok:  Med.  Chir.  Tr.,  Londres,  i8i9;X,  páginas  161-165. 

(4)  Louyer-Villermay:  Arch.  gen.  de  Med..  Paris,  1824;  V,  páginas  246-250. 

(5)  J.  Kopp:  Denkwurdigkeilen  in  der  ¿irztlichen  Praxis, Frankfurt  am  Mein,  1830; 
I,  páginas  1  y  368. 

(6)  Lobstein:  Traite  de  VAnat.  path.,  Paris,  1833;  U>  páginas  204-212. 

(7)  Badham:  London  Med.  Gaz.,  1835-36;  XVII,  pág.  215  (descrita  primeramente 
por  Michael  Underwood  (1784). 

(8)  Basedow.  Wochenschr.f.  d.  ges.  Heilk.,  Berlin,  1840;  VI,  páginas   197  y  220. 

(9)  Mohr:  Wochenschr.f.  d.  ges.  Heilk.,  Berlin,  1840;  VI,  páginas  565-571. 

(10)  Heine:  Beozachtungen  iiber  Ldhmungszustdnde  der  untern  Ext  remit  at  en  und 
deren  Behandlung,  Stuttgart,  1840. 

(11)  Burton:  Med.  Chir.  Tr.,  Londres,  1840;  XXIII,  páginas  63-79. 

(12)  Perrin:  Journ.  de  Med.,  Paris,  1845;  II,  pág.  82. —  Union  Méd.,  Paris,  1878;  III, 
s.  XXV,  pág.  82 1 . 

(13)  Virchow:  Weisses  Blut,  en  Neue  Aotizen  a.  d.  Geb.  d.  Nat.  u.  Heilk,  Weimar, 
1845;  XXV,  páginas,  151-155. — Bennet:  Edinb.  Med.  6°  Surg.  Journ.,  1845;  LXIV, 
páginas  413-423. 

(14)  Curling:  Med.  Chir.  Tr.,  Londres,  1850;  XXXIII,  pág.  303. 


4b 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


ro,  por  ejemplo,  eran  tristemente  rudimentarias  y  no  decían  casi  nada  a 
propósito  de  los  detalles  anatómicos  de  los  nervios  y  de  las  visceras;  a  la 
vez  que  la  disección-,  como  ha  recordado  Robert  Knox,  se  apoyaba  en  una 
base  demasiado  sencilla  y  teórica.  Bichat  ha  sido  el  profesor  de  Henle  y 
de  los  histólogos;  dividía  los  tejidos  (no  microscópicamente)  en  21  varie- 
dades, que  consideraba  como  partes  indivisibles,  como  los  elementos  en 
Química,  teniendo  cada  tejido  sus  propiedades  particulares  de  sensibili- 
dad y  de  contractilidad  (propriétés  vitales).  Estaba  profundamente  influen- 
ciado por  Bordeu,  y,  como  Hunter,  consideraba  la  enfermedad  como  una 
alteración  de  las  propiedades  vitales  o  principios.  Su  error  consistía  en  se- 
ñalar una  propiedad  vital  es- 
^  pecífica,    un    modo    diferente 

del  vitalismo  a  cada  tejido.  Es- 
ta doctrina  fisiológica,  actual- 
mente anticuada,  se  encuen- 
tra resumida  en  su  famosa  y 
falaz  definición  de  la  vida,  co- 
mo «la  suma  de  las  fuerzas 
que  resisten  a  la  muerte»  (i), 
que  ha  sido  frecuentemente 
discutida  (2),  es  únicamente 
una  petición  de  principio  evi- 
dente en  la  forma  de  una 
ecuación  reversible;  en  reali- 
dad, un  caso  sencillo  de  un 
argumento  por  rodeo. 
En  relación  con  la  obra  de  Bichat  debe  ser  mencionado  el  espléndido 
atlas  de  Anatomie  de  l'homme  (París,  1821-31),  por  Jules  Germain  Cloquet 
(1790- 1 883),  consistente  en  cinco  volúmenes,  ilustrados  con  300  láminas, 
en  folio,  y  el  descubrimiento  de  los  terceros  corpúsculos  o  plaquetas  san- 
guíneas, por  Alexandre  Donné  (1801-78),  en  1842  (3). 

Las  ideas  de  Bichat  encarnaron   en   la  Patología  con  Jean   Crüveilhier 
(1791-1873),  de  Limoges,  discípulo  de  Dupuytren,  que  dio  la  primera  des- 


Dcssault  (1744-95)  y  Bichat  (1771-1802) 


(i)     Bichat  RechtrchtS Sur  la  vie  el  la  morí,  París,  año  VIII  |  [800),  |>t.   1 .-' 

Por  ejemplo,  en  La  disertación  inaugural  del  doctor  Abraham  Jacobi  (Cogi- 
tationes  de  vita  rerum  naturalium^  Colonia,  1851,  pá^.  24):  Prioribus  iam  iemporibus 
Bichat  alio  modo  vitam  definiré  <onah<s  est .  Vitam  igttur  quaiitatum  ri  actionum  ma- 
terias tnor/c  resistentüím,  complexa»!  nominal.  Sed  hace  nam  defiflitio  est?    \am  aliad 
tarn  circuit*     btatim  interrogandum  erit¡  quidnam  sil  mors,  el  qitod solum  respon- 

■    .',  mortem  ahsepliam  €SSt  vitae.    Mon  COftStituta  no/ione  üitíte,    W- 

atione  definiendo  est,  non  vicisversa. 
Donné:  Compt.ren  París,  1842;  XIV,  páginas  366-368, 


EL    SIGLO     XIX  49 

cripcíón  (con  láminas)  de  la  esclerosis  en  placas  (i),  y  ha  dejado  también  la 
primera  descripción  de  la  atrofia  muscular  progresiva  del  tipo  Aran-Du- 
chenne  (parálisis  de  Cruveilhier);  pero,  lo  mismo  que  Hunter  anteriormen- 
te, ha  incurrido  en  la  deducción  errónea  de  que  la  puemia  es  el  resultado 
de  la  flebitis,  llevando  su  exageración  hasta  el  extremo  de  afirmar  que  la 
«flebitis  domina  toda  la  Patología».  Los  atlas  de  Patología  de  Cruveilhier 
(1842)  figuran  entre  los  más  espléndidos  libros  ilustrados  que  existen  so- 
bre la  materia.  No  empleaba  el  microscopio,  y  sus  errores  han  sido  pos- 
teriormente corregidos  por  Virchow,  como  veremos  después. 


Sir  Charles  Bell  (1774-1842) 

Sir  Charles  Bell  (i 774- 1 842),  el  sabio  anatómico  inglés  de  este  pe- 
ríodo, es,  en  la  actualidad,  más  celebrado  aún  como  fisiólogo  y  como  neu- 
rólogo. Hijo  de  un  obispo  protestante  escocés,  era  hermano  de  John  Bell, 
el  bien  conocido  cirujano  que  abrió  una  escuela  privada  de  Anatomía  en 
Edimburgo  en  1 790.  Los  dos  hermanos  Bell  tenían  un  gusto  artístico  nada 
común,  y  Charles,  en  particular,  ilustró  con  magníficos  dibujos  su  System  of 
Dissections  (1798),  sus  Engravings  of  the  Brain  and  Nervous  System  (1802) 
y  su  definitivo  tratado  de  la  mano  (1833).  Trasladado  a  Londres  en  1 804, 
comenzó  a  enseñar  Anatomía  en  su  propia  casa,  y  después   en   la  Great 


(4)     Cruveilhier:  Anatomic  pat hologique,  París,  1835-42;  II,  entrega  XXVIII,  lám.  5 

Historia  db  l,a   Mbdicima.  —  Tomo   II  4 


50  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

Windmill  Street.  Dio  clases  a  los  artistas,  y  su  Anatomy  of  Expression 
(1 806)  es  el  resultado  de  estas  lecciones.   Por  su  devoción  ardiente  hacia 
la  investigación  privada,  nunca  adquirió  la  práctica  que  esperaba  alcanzar 
en  Londres,  y  llegó  a  aceptar  la  cátedra  de  Edimburgo  en  1 836.  En  l8l  I, 
Bell  publicó  su  obra  A  New  Idea  of  the  Anatomy  of  the  Brain  and  Ner- 
vous System,  que  contiene  la  sentencia  siguiente:  «Se  exponen  mal  las  raí- 
ces de  los  nervios  espinales;  yo  he  encontrado  que  se  puede  cortar  trans- 
versalmente  el  fascículo  posterior  de  los  nervios,  que  toma  su  origen   de 
la  parte  posterior  de  la  médula  espinal,  sin  producir  convulsiones  de  los 
músculos  de  la  espalda;  pero  si  se  tocan  los  fascículos  anteriores  con   la 
punta   del    cuchillo,    los    músculos  del  dorso  entran   inmediatamente  en 
convulsión.»  Esta  es  la  primera  referencia  experimental  a  las  funciones  de 
las  raíces  nerviosas  en  la  médula  que  se  encuentra  en   la   literatura;   pero 
Bell  vició  los  efectos  de  su  descubrimiento  en  alguna  extensión,  sostenien- 
do, casi  por  completo,  la  antigua  teoría  de  que  todos  los  nervios  son  sen- 
sitivos, clasificándolos  como  «sensibles  e  insensibles»,  y,  en  realidad,  él  ha 
demostrado  claramente  sólo  las  funciones  de  las  raíces  anteriores.  Anató- 
mico por  su  educación,   sus  subsiguientes   descubrimientos  están  todos 
comprendidos  en  su  frase:  «deducciones  de  la  Anatomía»,  en  amplia  re- 
lación, indudablemente,  con  su  falta  de  afición  a  la  vivisección,  y  cayó  en 
la  falta  de  no  comprender  el  verdadero  aspecto  de  los  experimentos  que 
él   hacía   para   interpretarlos  correctamente.   El  decisivo  examen  experi- 
mental de  que  las  raíces  anteriores  son  motoras  y  las  posteriores  senso- 
riales, ha  sido  hecho  por  Magendie  sobre  una  serie  de  ocho  perritos,  pu- 
blicado en  1822  (i),  y  confirmado  por  Müller  en  la  rana  en  1 83 1    (2).   En 
1826,  el  mismo  Bell  (en  carta  del  9  de  enero)   había  adquirido  una  clara 
idea  de  la  diferencia  entre  los  nervios  sensoriales  y  motores.  Jin  1 829  de- 
mostraba que  el  quinto   nervio  craneal  era   sensitivo-motor;   describió  el 
«nervio  de  Bell»;  también  el  nervio   motor  de   la  cara   (porción  dura  del 
séptimo  nervio),  cuya  lesión  es  causa   de  la   parálisis   facial   (parálisis   de 
liellj.    Todos  estos  descubrimientos  aparecen  reunidos  en  su  libro  sobre  el 
sistema  nervioso  I  1  S30),  que  contiene  también  los  casos  más  antiguos  de 
parálisis  pseudo- hipertrófica  y  de  «enfermedad  deThomsen».  Bell  era  un 
hombre  genial,  nada  afectado,  de  carácter  bondadoso,  con  una  cautivado- 
ra mirada  viva  detrás  de  sus  lentes,  y  un  poco  presumido  en  el  vestir.  Ha- 
bía estado  muy  de  moda  durante  su  estancia  en  Londres,  y  el  entusiasta 
lord  Brougham  le  había  armado  caballero  por  sus  descubrimientos  de  Fi- 

1       Magendú        urn.  dephysiol.  expir.,  París,  1822;  II,  páginas  276-279. 

Mülln//  i  Geb.d.Nat.u,    Heilk.,    Weimar,    1831;   XXX, 

13  \   129  El  experimento  fué  después  confirmado  en  los  peces  por  Wa 
m. mums    :    ;.       ei    o    pajar  os,  por  Panizza  (1834)  y  Schiff  (1858). 


EL     SIGLO     XIX  51 

siología.  Era  un  hábil  cirujano,  y  atendió  a  los  heridos,  después,  de  La  Co- 
ruña  y  Waterloo,  haciendo  interesantes  dibujos  de  lo  que  había  visto. 

El  más  hábil  defensor  de  las  ideas  de  Bichat  en  la  Gran  Bretaña  fué 
el  anatómico  Robert  Knox  (1791-1862),  que  fué  el  primero  en  enseñar 
Anatomía  general,  en  sus  aspectos  descriptivo,  histológico  y  comparado, 
llevando  en  gran  número  los  estudiantes  a  Edimburgo  por  su  dramático 
estilo  de  relatar  y  por  su  modo  demostrativo  de  exponer  en  la  cátedra. 
En  esta  época  no  estaba  regulado  el  material  de  disección  necesario  para 
la  enseñanza,  y  se  recurría  a  diferentes  medios  para  suplirlo.  Cuerpos  arre- 
batados o  asesinados  eran  los  preferidos.  El  29  de  noviembre  de  1827  el 
cadáver  de  un  viejo,  que  había  costado  cuatro  libras  al  señor  de  su  tierra, 
William  Hare,  fué  comprado  a  Hare  por  Knox  por  7  libras  IO  chelines, 
para  recuperar  la  deuda,  y  este  éxito  del  negocio  despertó  en  Hare  y  en 
su  asociado  Burke  la  idea  de  utilizar  sus  inquilinos  o  algunas  otras  vícti- 
mas desventuradas  que  cayesen  en  sus  manos  como  una  mercancía  de  fá- 
cil venta.  Las  víctimas  eran  primeramente  intoxicadas  y  después  ahoga- 
das, aplicándoles  fuertemente  las  manos  a  la  nariz  y  a  la  boca  (Burking). 
Diez  y  seis  cuerpos  fueron  adquiridos  de  este  modo  y  vendidos  antes  de 
que  el  crimen  fuera  descubierto,  y  el  último  cadáver  fué  encontrado  en 
casa  de  Knox.  Todo  Edimburgo  se  agitó  en  estos  instantes,  y  Knox  fué 
asaltado  por  el  horrorizado  populacho,  vituperado  en  la  Prensa  y  en  el 
pulpito  y  amenazado  con  la  horca.  El  hecho  de  que  «Daft  Jaimie»,  un  in- 
ofensivo imbécil,  y  el  «Viejo  Town»,  y  la  voluptuosa  figura  de  «una  her- 
mosa Lais»,  se  encontrasen  entre  estas  víctimas  asesinadas  y  disecadas 
añadió  combustible  al  fuego.  Knox  era  un  hombre  de  gran  fuerza  física  y 
de  un  gran  dominio  de  carácter;  desafió  el  clamor  popular,  hizo  cara  va- 
lientemente a  los  que  le  atacaban  y  hasta  se  defendió  por  escrito;  pero  ya 
no  volvió  a  ser  popular  como  antes;  los  únicos  que  siempre  le  siguieron 
fueron  sus  fieles  discípulos;  llegó  a  abandonar  su  casa  y  llevó  una  vida 
errante  hasta  su  muerte  (i).  Este  sensacional  y  completamente  desacredi- 
taba episodio  dejó,  por  lo  menos,  una  buena  reforma:  el  Acta  de  Anato- 
mía, de  Warburton,  de  1832  (2  d.  y  3  d.,  William,  IV;  cap.  LXXV),  que 
dictamina  que  los  cuerpos  no  reclamados  pueden,  en  determinadas  condi- 


(1)  Del  odio  en  que  Knox  incurrió  por  el  incidente  de  Burking  puede  decirse 
que,  aun  cuando  él  era  técnicamente  sin  tacha,  la  aversión  de  sus  conciudadanos 
no  carecía  por  completo  de  fundamento,  supuesto  que  él  debía  conocer  qu.'  los 
cuerpos  de  aquellos  infelices  habían  sido  llevados  sin  «lloradores  fingidos»,  ni  fu- 
nerales, ni  otros  servicios  de  los  Resurreccionistas,  a  la  vez  que  los  métodos  demos- 
trativos, sensacionales  del  profesor,  en  sí  mismo,  no  estaban  estrictamente  de 
acuerdo  con  los  mejores  ensayos  modernos  de  la  dignidad  de  la  enseñanza  medi- 
ca. La  disección  y  la  vivisección,  para  ser  respetables  y  científicas,  deben  hacerse 
siempre  privadas  y  bajo  ciertas  restricciones  legales.  Hasta  las  públicas  diseccio- 


52  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

ciones,  ser  llevados  a  las  escuelas  de  Medicina.  Knox  era  un  hábil  e  inte- 
resante escritor  de  Anatomía  artística  y  de  Historia  Natural,  y  su  fragmen- 
to acerca  de  Las  razas  del  hombre  (1850),  a  pesar  de  estar  lleno  de  excén- 
tricos puntos  de  vista,  es  una  de  las  más  originales  e  interesantes  contri- 
buciones que  se  han  hecho  en  Antropología.  Es  obra  muy  apreciada  por 
Emerson. 

Una  obra  interesante  de  Anatomía  artística,  que  debe  ser  mencionada 
en  relación  con  la  de  Knox,  es  la  de  Henry  Landsser,  titulada  Estudios  ana- 
tómicos de  los  huesos  y  músculos,  para  uso  de  los  artistas  (Londres,  1883), 
con  grabados  de  los  dibujos  postumos  de  John  Flaxman  (1755-1836). 

Los  sabios  maestros  de  anatomía  comparada  de  la  primera  parte  del  siglo  xix  son 
Lamarck,  Cuvier,  Owen  y  Agassiz.  De  ellos,  Jean-Baptiste  Lamarck  (i 744- i 829), 
que  dejó  el  Ejército  por  la  Medicina,  la  Medicina  por  la  Botánica  y  la  Botánica  por 
la  Zoología,  famoso  por  su  Historia  Natural  de  los  invertebrados  (1815-22),  y  en  la 
actualidad  más  todavía  por  su  Filosofía  zoológica  (1809).  En  ésta  aparece  como  un 
gran  defensor  de  la  doctrina  de  la  evolución  en  su  teoría  de  que  las  variaciones  son 
producidas  por  el  uso  y  el  desuso  de  los  órganos,  respondiendo  a  los  estímulos  ex- 
ternos, y  por  la  herencia  directa  de  estos  caracteres  adquiridos.  Como  Galeno  y 
Hunter,  Lamarck  piensa  que  la  estructura  sigue  a  la  función  (La  fonction  fait  l'or- 
ganej,  y  aunque  su  teoría  tic  la  herencia  de  los  caracteres  adquiridos  es  en  la  actua- 
lidad vivamente  discutida,  se  le  sigue  considerando  siempre  como  uno  de  los  más 
grandes  filósofos  biólogos. 

Georges  Cuvier  (1709-1832),  al  que  auxilió  Lamarck  y  que  después  se  volvió 
contra  él,  que  antiguamente  se:  le  apreciaba  en  más,  pero  que  hoy  se  le  considera 
como  inferior  ,1  aquél,  a  pes. ir  de  tener,  como  decía  Flourens,  l'csprií  vaste.  Sus 
grandes  obras  de  anatomía  comparada  (1801-05),  de  los  huesos  fósiles  de  París 
(181 2),  de  la  estructura  de  los  peces  (1828)  y  del  reino  animal  (1836-49)  son  gran- 
demente notables.  Ha  sido  el  fundador  de  la  paleontología  vertebral,  el  primero 
que  ha  establecido  la  teoría  de  los  tipos  morfológicos  (vertebrados,  moluscos,  ar- 
ticulados, radiados,  la  doctrina  de  la  correlación  estructural  de  las  partes  con  el 
organismo  y  de  la  catastrófica  de  las  formaciones  geológicas.  Pero  creía  en  la  ge- 
neración espontánea,  en  la  fijeza  de  las  especies  y  en  la  preformación  del  embrión. 

Sir  Richard  Owen  (1804-92),  de  Lancaster  (Inglaterra),  discípulo  de  Abernethy 
y  SOCIO  y  yerno  de]  secretario  de  John  Hunter,  William  Clift,  editó  las  obras  pos- 
tumas de  Hunter  y  comenzó  sus  estudios  de  morfología  con  su  gran  Catálogo  de  las 
series  fisiológicas  de  Anatomía  comparada  (1833-40),  en  la  Colección  Hunter.  Su  Ana- 
tomía y  fisiología  de  los  vertebrados  (1866-68)  era  considerada  por  Flower  como 
digna  de  colocarse  en  el  rango  de  las  obras  de  Cuvier  de  Anatomía  comparada. 
En  1840-45  publicó  la  Odo/itografia,  un  tratado  monumental  de  los  dientes  de  los 
animales  vivientes,  ilustrado  con  150  láminas.  En  Paleontología,  sus  monografías 
<1<-  fósiles  ingleses  de  los  mamíferos,  aves  y  reptiles  (1846-84);  de  los  mamíferos 
extinguidos  de  la  Australia  11877)  y  de  las  desaparecidas  aves  sin  alas  de  Nueva 
Zelandia  1879)  son  de  la  mayor  importancia.  Ha  descrito  el  Archaeopteryx,  el  ave 
más  antigua  de  las  conocidas;  el  Apteryx,  Notornis  y  Dinornis,  incluyendo  en  la 
última  clase  el  dodo  y  el    moa  gigante.  Ha  sido  también  el  primero  que  ha  des- 


nes  pintadas  <  n  las  páginas  de  un  YYsalio  y  de  un  Colombo  tienen  el  inconvenien- 
te de  semejáis'-  demasiado  a  los  cuadros  demostrativos  de  Barnum  en  las  moder- 
nas ferias,  y  un  experimento  de  la  coagulación  de  la  sangre  demostrado  en  un  ani- 
mal viviset  <  ionado  j  en  una  audieni  ia  pública,  entre  cuyo  público  difícilmente  al- 
guno comprenderá  bu  úgnifii  ación,  puede  juzgarse  muy  bien  a  la  luz  de  la  «ley»  de 
f  Iipói-rai<  |:    .  aquellas  COSaS  que  da8  deben  ser  únicamente  comunicadas 

a  las     ■  ;.is,  y  no  es  1<  gal  comunicárselas  a  los  profanos  hasta   que 

ellos  hayan  sido  ¡ni*  lados  en  los  mist<  rios  de  la  ciencia.» 


EL     SIGLO     XIX 


53 


crito  la  triquina  espiralis  (1835)  [1];  pero  clasificaba  los  espermatozoos,  como  pa- 
rásitos internos,  entre  los  Entozoa.  Owen  ha  sido  uno  de  los  primeros  que  ha  tra- 
bajado con  el  microscopio  en  Inglaterra,  un  fundador  y  miembro  autorizado  de  la 
Royal  Microscopic  Society  y  un  buen  músico,  tocador  de  violin,  y  gran  jugador  de 
ajedrez.  Era  profesor  hunteriano  del  Real  Colegio  de  Cirujanos  (1836-56)  y  super- 
intendente del  Departamento  de  Historia  Natural  del  Museo  Británico  (1856-83). 
En  1843  inventó  la  tan  conocida  distinción  entre  las  series  homologas  (órganos  de 
estructura  y  desarrollo  semejantes)  y  análogas  morfológicamente  (órganos  dife- 
rentes de  función  similar).  Siguió  a  Goethe  y  a  Oken  en  sostener  la  teoría  verte- 
bral del  cráneo  (2),  y  aun  cuando  admitía  la  variación  de  las  especies,  por  una  ten- 
dencia innata  a  desviarse  del  arquetipo  ancestral,  era  opuesto  al  darwinismo;  pero 
habiendo  sido  derrotado  por  Huxley  en  dos  importantes  controversias,  parece  ser 
que  enmendó  en  esto  su  modo  de  pensar.  Después  de  su  muerte,  Huxley  escribió 
un  encomiástico  estudio  de  las 
obras  de  Owen. 

Louis  Agassiz  (1807-73),  de  Mo- 
ttier  (Suiza),  establecido  en  Cam- 
bridge (Massachussetts),  en  1846, 
de  tal  modo,  que  sus  Contribucio- 
nes sobre  la  Historia  Natural  de 
los  listados  Unidos  (1857-62)  ofre- 
cen especial  interés  para  los 
americanos.  Su  Lowell  Institute, 
de  lecciones  de  Embriología  com- 
parada (1846),  seguido  de  las  de 
Jeffries  Wyman,  de  Fisiología 
comparada  (1849),  sirvieron  para 
llevar  nuevas  ideas  a  la  enseñan- 
za en  América.  Su  estudio  sobre 
los  peces  fósiles  (1833-44),  en  el 
que  describe  más  de  1.000  espe- 
cies, es  su  obra  maestra,  aunque 
en  la  actualidad  no  se  admita  su 
clasificación  empírica  por  esca- 
las. Era  contrario  a  las  ideas  dar- 
winistas  y  defensor  de  la  antigua 
idea  de  Linneo  de  la  fijeza  de  las 
especies,  y  también  de  la  teoría 
de  la  recapitulación  de  que  «la 
historia  del  individuo  es  la  histo- 
ria resumida  de  la  raza». 


Sir  Richard  Owen  (1804-1892) 


Los  trabajadores  de  la  Anatomía  americana  en  la  primera  mitad  del 
siglo  han  sido  Wistar,  Horner,  Godman  y  Morton. 

Casper  Wistar  (1760-1818),  de  origen  alemán,  pero  nacido  en  Fiía- 
delfia,  enseñó  Anatomía  en  la  Universidad  de  Pensilvania  desde  1791 
a  18 18,  y  su  Sistema  de  Anatomía  (1811-14),  actualmente  olvidado,  ha 
sido  la  obra  más  antigua  de  la  materia  publicada  en  aquella  región.  Su 
descripción  del  hueso  etmoides  era  ponderada  por  Soemmerring,  y  su 
recuerdo  perdura  en  la  vía  wistaria,  como  ha  sido  denominada  desde  él; 
en   los  todavía  populares   «trozos  de  Wistar»,   resúmenes   literarios  del 


(1;  Owen:  Tr.  Zool.  Soc,  Londres,  1835;  I,  páginas  315 -324.  Véase  también 
Hilton:  London  Med.  Gaz.,  1833;  XI,  pág.  605. 

(2'  Owen:  On  /'he  Archetype  and  Homologies  of  the  Vertebrate  Skeleton,  Lon- 
dres,   1848. 


54 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


tiempo  antiguo,  publicados  semanalmente,  y  en  los  que  aparecía  como 
un  amistoso  y  culto  huésped,  y  en  el  actual  Instituto  Wistar  de  Anato- 
mía y  Biología,  de  Filadelfia  (1892). 

William  Edmonds  Horner  (1793-1853),  de  Warrenton  (Virginia),  es- 
tudió Medicina  en  Edimburgo  y  Filadelfia,  y  después  de  haber  servido 
como  cirujano  en  el  ejército  en  la  guerra  de  1812  se  instaló  en  esta  úl- 
tima ciudad,  donde  fué  prosector  de  Wistar,  de  Dorsey  y  de  Physick, 
reemplazando  al  último  como  profesor  de  Anatomía  en  la  Universidad  de 

Pensilvania  y  siendo  substituido 
por  Joseph  Leidy.  Horner  ha 
descubierto  el  músculo  tensor 
del  tarso  (músculo  de  Horner), 
que  forma  parte  del  aparato  la- 
grimal (1824)  [i],  y  ha  investiga- 
do las  glándulas  axilares  odorí- 
feras en  el  negro,  la  túnica  mus- 
cular del  recto  y  las  membranas 
de  la  laringe. 

Ha  perfeccionado  y  descri- 
to importantes  operaciones  qui- 
rúrgicas, especialmente  en  los 
ojos,  y  ha  publicado  tratados 
de  Anatomía  (1826)  y  de  Pato- 
logía (1829).  En  T834  (2)  ha  pu- 
blicado un  importante  traba- 
jo demostrando  que  las  depo- 
siciones riciformes  del  cóle- 
ra asiático  constan  de  epitelios  desprendidos  del  intestino  delgado. 
John  D.  Godman  (1794- 1 830),  de  Annapolis  (Maryland),  un  anatómico 
de  gran  talento  que  no  pudo  realizar  lo  que  tenía  en  su  interior  a  causa 
de  que,  como  dice  Gross,  «la  pobreza  literalmente  le  acompañó  desde  la 
cuna  hasta  la  fosa».  Huérfano  desde  la  Infancia,  sin  amigos,  despojado  de 
su  herencia  por  un  fraude,  (ué  aprendiz  de  impresor  y  marinero;  después 
consiguió  hacerse  médico  a  fuerza  de  noble  perseverancia,  y  atraerse  los 
bondadosos  auxilios  de  Daniel  Drake,  que  consiguió  para  él  una  cátedra 
de  Cirugía  y  1"  hizo  editor  del  periódico,  de  corta  duración,  Western 
Quarterly  Reporter  of  Medical,  Surgical  and  Natural  Science  (1822-23),  la 


William  Edmonds  Horner  ^1793-1853) 


(1)     Horner:  Phi  la,  Journ.  Med.  and  Phys.  Se.f  1824;  YTIT.  pág.  70. 

(2>     Horner:   Amer.  .7.    Vied.  Sc.  Phila.,  1834;  XV,  pá^.  545;    1835,  XVI,  pági 

ñas  58  y  277,  2  láminas. 


EL     SIGLO     XIX  55 

primera  publicación  médica  que  se  ha  impreso  en  las  regiones  del  Oeste. 
Su  vida  fué  siempre  la  de  un  trabajador  incesante  y  desgraciado;  sus  lec- 
ciones llegaron  a  ser  muy  pronto  populares,  pero  nunca  remunerativas,  y 
falleció  en  edad  temprana,  víctima  de  la  tisis.  Ha  producido,  sin  embar- 
go, tres  obras  importantes  y  originales:  su  tratado  de  las  fascias  (1824), 
sus  Contribuciones  a  la  Anatomía  fisiológica  y  patológica  (1825)  y  su  His- 
toria Natural  Americana  (1826). 

Samuel  George  Morton  (1799-1851),  de  Filadelfia,  graduado  en  la 
Universidad  de  Edimburgo,  publicó  un  bien  pensado  tratado  de  Anato- 
mía general  y  microscópica  en  1 849;  pero  en  la  actualidad  se  le  conoce 
más  como  craniólogo,  paleontólogo  y  tisiógrafo.  Su  Crania  Americana 
(1839)  y  Crania  Aigiptiaca  (1844)  son  excelentes  atlas,  de  los  más  anti- 
guos publicados  sobre  la  materia,  y  todavía  gozando  de  buena  repu- 
tación. 

Su  obra  de  los  restos  orgánicos  (1834)  es  considerada  como  el  punto 
de  partida  del  estudio  sistemático  de  los  fósiles  americanos.  Sus  Illustra- 
tions of  Pulmonary  Consumption  (1834)  tiene  un  gran  valor  como  resu- 
men de  los  conocimientos  en  su  época.  El  creía  que  las  razas  del  género 
humano  eran  de  diverso  origen,  y  sus  ensayos  sobre  los  híbridos  (1847), 
demostrando  la  fecundidad  de  los  mismos,  fueron,  sin  embargo,  conver- 
tidos por  él  en  un  escudo  para  los  abusos  de  la  c  mtroversia  y  los  odios 
teológicos. 

Entre  las  más  antiguas  obras  americanas  de  Zoología  y  Morfología  figuran  la 
<le  Thomas  Say,  sobre  los  crustáceos  de  los  Estados  Unidos  (1817-1818)  y  sobre 
entomología  americana  (1824-28);  la  de  la  fauna  americana  (1825),  de  Richard  Har- 
ían; la  de  Godman,  sobre  los  mamíferos  de  Norte  América  (182o);  la  de  Audubón, 
sobre  las  «aves  de  América»  (1827);  la  de  Isaac  Lea,  sobre  las  almejas  de  agua 
dulce  (1829);  la  Ornitología  délos  Estados  Unidos  y  del  Canadá  (1823-24),  de  Nut- 
tall;  la  herpetología  norteamericana,  de  Holbrook  (1836-40);  la  zoología  de  New- 
York,  de  De  Kay  (1846-49),  y  el  estudio  de  Audubon  y  Bachmann,  sobre  los  cua- 
drúpedos de  la  América  del  Norte  (1846-54). 

En  Alemania,  el  desarrollo  de  la  Anatomía  y  de  la  Fisiología  marchan 
de  un  modo  paralelo,  y  los  más  hábiles  de  los  antiguos  morfólogos  e  his- 
tólogos— Müller,  Schleiden,  Schwann,  Henle  y  Remak — son  también,  en 
el  mejor  sentido  de  la  palabra,  fisiólogos.  El  fundador  de  la  Medicina  cien- 
tífica en  Alemania  ha  sido,  en  realidad,  Joannes  Müller  (1801-58),  de  Co- 
blenza,  que  era  a  la  vez  el  más  grande  fisiólogo  alemán  de  su  época,  y, 
como  Haller  y  John  Hunter,  un  gran  naturalista  médico  en  general.  Era 
igualmente  eminente  en  Biología,  Morfología  comparada,  Química  fisioló- 
gica, Psicología  y  Patología,  y  por  medio  de  sus  mejores  discípulos  —  los 
histólogos  Schavann,  Henle,  Kolliker  y  Virchow;  los  fisiólogos  Du  Bois 
Reymond,  Helmholtz  y  Brücke,  la  mayoría  de  los  cuales  siguieron  el  mis- 


5^ 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


mo  rumbo — trazó  las  más  importantes  corrientes  de  la  moderna  Medicina 
alemana. 

El  Handbnch  der  Physiologie  des  Menschen  (1834-40)  es  comparable  al 
gran  tratado  de  Haüer,  como  una  rica  mina  de  hechos  nuevos  y  de 
ideas  originales,  e  introduce,  además,  dos  nuevos  elementos  en  la  Fi- 
siología: el  comparativo  y  el  psicológico.  Sus  principales  contribuciones 
para  la  Ciencia  son  sus  investigaciones  sobre  la  energía  específica  nervio- 
sa (1826)  [1],  sus  explicaciones  de  las  sensaciones  coloreadas  (fosfenos  de 


Johanne?  Müller  (1801-58) 
(De  un  dibujo  al  lápiz  de  la  Biblioteca  general  de  Cirugía.) 

compresión),  producidas  por  la  compresión  de  la  retina  (1826)  [2];  su  de- 
mostración experimental  (en  la  rana)  de  la  ley  de  Bell-Magendie,  de  las 
raíces  nerviosas  espinales  (1831)  [3];  el  descubrimiento  do  los  corazones 
linfáticos  en  la  rana  (1 832)  [4J;  su  ley  de  la  proyección  excéntrica  de  las 
sensaciones  desde  los  órganos  sensoriales  periférico  a  las  otras  termina- 
ciones nerviosas  (1S33);  sus  experimentos  sobre  las  cuerdas  vocales  y  la 
voz  (1835-57)  [5]i  Sl1  teoría* del  contraste  en  el  color  (1837)  [6];   su  aisla- 


(1)  Ueber  die  fantastiscfu  Gesiehtserscheinungen,  Coblenza,  1826,  y  Zur  verglei- 
chenden  Physiologie  des  GesichtssinrUS,  Leipzig,  1826. 

(2)  Zur  vcrgltichencUn  Physiologie  des  Gesichtssinnes,  pág.  73. 

(3)  Notizen  a.  d.  Cebiete  d.  Natur.  u.  Ilcilh.,  Weimar,  183  1;  XXX,  págs.  113  y  129. 

(4)  PhÜ,   Ir.  Lot  .;  pt.  1.*    ]  ,  94. 

(5)  Handbuch  der  oblenza,  1840;  II,  páginas  184-222. 
(6;  Ibidem,  pág.  372. 


EL     SIGLO     XIX  57 

miento  de  la  condrina  y  de  la  glutina  (1837)  [J]'y  su  demostración  de  la 
función  de  las  células  con  pestañas  del  oído  interno  (1840)  [2],  y  su 
estudio  de  la  secreción  viscosa  de  células  en  masa  de  los  peces  mixinoi- 
des  (1845)  [3].  Su  más  amplia  generalización,  la  ley  de  la  energía  ner- 
viosa específica  (4),  que  sostiene  que  cada  órgano  sensorial  especial, 
cuando  es  estimulado,  da  lugar  a  su  propia  y  peculiar  sensación  y  no  a 
otra;  ha  sido,  sin  embargo,  llevada  más  lejos  de  la  primitiva  intención  de 
su  autor,  a  la  idea  de  que  cada  fibra  nerviosa,  lo  mismo  que  cada  órgano 
o  nervio,  tiene  sus  sensaciones  específicas,  diferenciándose  en  grado,  si  no 
en  naturaleza,  bajo  su  estímulo.  Como  morfólogo,  Müller  ha  hecho  inves- 
tigaciones de  primer  orden  acerca  de  las  relaciones  estructurales  entre  los 
peces  mixinoides  y  los  ganoides  (1834-44),  l°s  plagiostomas  (con  Jacob 
Henle  en  1838-41)  y  los  equinodermos  (1846-52).  En  Embriología  su  nom- 
bre va  asociado  al  descubrimiento  del  conducto  de  Müller  (1825)  [5]. 
Como  histólogo,  ha  laborado  en  toda  la  anatomía  fina  de  los  tejidos  glan- 
dulares y  cartilaginosos  (1830)  [6];  ha  agrupado  los  tejidos  conectivos  y 
ha  preparado  de  este  modo  la  labor  para  su  discípulo  Schwann.  En  Pa- 
tología, como  en  Histología,  ha  sido  de  los  primeros  en  usar  el  microsco- 
pio, especialmente  en  su  monumental  obra  de  los  tumores  (1838)  [7],  y 
ha  lanzado  la  idea  de  que  la  fiebre  es  un  reflejo  nervioso  (1840).  En  1 84 1 
ha  descrito  la  afección  parasitaria  que  actualmente  conocemos  con  el  nom- 
bre de  psorospermosis  (8).  En  1834  ha  fundado  el  periódico  conocido 
siempre  con  el  nombre  de  Müller' s  Arckiv,  que  ha  sido  continuado  des- 
pués de  su  muerte  bajo  la  dirección  de  His,  Reichert  y  Du  Bois  Reimond, 
y  más  tarde,  de  His  y  de  Waldeyer,  de  Engelmann  y  Rubner.  Contenien- 
do una  gran  serie  de  clásicas  contribuciones  ,  este  periódico  ha  ejercido 
una  profunda  influencia  en  el  avance  de  la  medicina  científica.  Como  todo 
gran  investigador  que  se  acerca  a  su  asunto  desde  un  ángulo  muy  abier- 
to, ha  cometido  algún  ligero  error.  Siguiendo  a  Hewson,  Mascagni  y  a  los 
Hunter,  ha  sostenido  que  la  absorción  es  función  exclusiva  de  los  linfáti- 
cos, a  pesar  de  que  Magendie  había  demostrado  en  1 836  que  los  vasos 
sanguíneos  también  poseían  este  poder.  No  más  tarde  de  1840  sostenía 
que  la  respiración  en  el  feto  se  efectuaba  no  por  la   placenta   (como  John 

\\)  Ann.  de  Pkarm.,  Heidelberg,  1837;  XVI,  páginas  277-282. 

(2)  Handb.  der  Physiol.,  1840,  II. 

(3)  (Inter  sue  hunden  über  die  Eingeweide  der  Fische,  Berlín;  1845,  pág-   1 l> 

(4)  Handb.  der  PhisioL,  1840;  II,  pág.  258. 

(5)  Nova  acta  Acad.  Nat.  Curios.,  Bonn,    1825;   pt.   2.a,  páginas  565-672,  6   lá- 
minas. 

(6)  De  glandularum  secernentium  structura  penitiori,.  Leipzig,  1830. 

(7)  L  eber  den  feinern  liau  und  die  Formen  der  krankhaften  Geschwülste,  Berlin,, 
año  1838. 

(8)  Müller 's  Are hiv,  Berlín,  1 84 1 ;  páginas  477-496,  1  lám. 


58 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Mayow  había  demostrado  en  1674),  sino  por  medio  de  un  jugo  especial  o 
plasma  segregado  por  la  sangre  materna.  En  1 840  Müller  sostenía  que  no 
se  podía  esperar  medir  nunca  la  velocidad  de  un  impulso  nervioso.  Diez 
años  más  tarde  efectuaba  esta  medición  su  discípulo  Helmholtz.  Como  tem- 
peramento, era  un  místico,  y  por  esta  misma  razón,  un  vitalista  en  teoría. 
El  creía  que  hay  algo  en  los  procesos  vitales  que  no  es  susceptible  de  nin- 
guna explicación  mecánica  ni  material;  pero  pensaba,  además,  que  tales 
explicaciones  podían  ser  llevadas  hasta  el  límite,  «tan  lejos  como  nosotros 
podemos  sostener  el  sólido  fundamento  de  la  observación  y  del  experi- 
mento». Sólidamente  construido,  con  anchos  hombros  y  una  poderosa  ca- 
beza de  Aquiíes — Virchow  decía:  «Parece  como  la   de  algunos  guerreros 

de  la  antigüedad» — ,  Müller  era  un 
maestro  extraordinario,  magnéti- 
co, impresionante,  de  un  encanto 
personal  poco  frecuente,  que  ejer- 
ció en  sus  discípulos  una  podero- 
sa influencia  e  inspiración,  como 
sólo  pueden  ejercerla  los  grandes 
hombres. 

Después  de  la  época  de  Müller, 
el  principal  rumbo  de  la  Anatomía 
alemana  fué    siguiendo   las   líneas 
histológica  y  funcional,  y  sus  nue- 
vos hallazgos  se  apoyaron  en  tres 
importantes  factores:  la  fundación 
de  la    moderna  Embriología,   por 
Baer  (1827-28);  la  perfección  del  microscopio  apocromático,   por  Joseph 
Jackson  Lister,  en  1830,  y  el  desarrollo  de  la  doctrina  celular, por  Schlei- 
den  y  Schwann  ( 1 838-39). 

Carl  Ernst  vox  Baer  ( 1 792- i 876),  el  padre  de  la  nueva  Embriología, 
era  natural  de  Esthland,  en  las  provincias  del  mar  Báltico,  de  Rusia,  y  fué 
-sucesivamente  profesor  en  Dorpat,  Kónigsberg  y  San  Petersburgo.  El 
principal  servicio  que  nos  ha  prestado  von  Baer  ha  sido  el  de  que,  en  tan- 
to qiK-  sus  predecesores  habían  estudiado  únicamente  el  embrión,  él  ha 
hecho  de  la  Embriología  un  estudio  comparativo,  estableciendo  la  teoría 
moderna  de  las  capas  germinativas  y  los  comienzos  de  la  histogenesis,  or- 
ganogénesis y  morfogénesis. 

par    Friedrich  Wolff,   en    I  76S,  había  llegado  ya  al  concepto  de  las 
erminativas  al  decir  que  los  intestinos  son  producidos  por  la  ple- 
gadura  y  arrollamiento,  al  propio  tiempo,  de  las  capas  del  embrión,  «se- 
mejantes  a  hojas». 


Cari    Krnst   von    Baer   (1798-1876).   (De    un    grabado 
de  la  Biblioteca  General  de  Cirugía.) 


EL     SIGLO     XIX  59 

En  1817  (i)  Christian  Pander  (1793-1865),  ayudado  por  Baer  en 
sus  observaciones  sobre  el  embrión,  extendió  el  número  de  estas  hojas 
a  tres.  Von  Baer,  en  su  gran  obra  sobre  el  desarrollo  de  los  anima- 
les (1828-34)  [2]  ha  demostrado,  por  estudios  comparativos  de  todos 
los  géneros,  que  estas  capas,  como  hojas,  no  son  verdaderos  tejidos  del 
organismo  desarrollado,  sino  gérmenes  o  capas  germinativas,  de  las  que 
se  producen  el  tubo  digestivo,  el  sistema  nervioso  y  las  otras  partes, 
desapareciendo  cuando  todas  estas  partes  se  han  producido  y  comple- 
tado. Baer  ha  reconocido  cuatro  capas  en  conjunto,  por  el  hecho  de 
que  la  capa  media  está  formada  de  dos  hojas;  pero  esta  doble  hoja 
ha  sido  posteriormente  demostrada  como  una  estructura  simple  por  Ro- 
bert Remak,  que  ha  sido  el  primero  en  definirlas  con  sus  tres  nombres 
de  ectodermo,  endodermo  y  mesodermo  (1845).  El  mérito  supremo  de  la 
obra  de  Baer  consiste  en  la  maravillosa  paciencia  demostrada  en  su  labor, 
que  Minot  expresa  «casi  tan  completamente  como  era  posible  en  aquel 
tiempo,  la  génesis  de  todos  los  órganos  principales  de  las  capas  germina- 
tivas, adquiriendo  instintivamente  la  verdad,  como  un  verdadero  genio 
podía  haberlo  realizado.»  Esto  ocurría  en  los  primeros  días  de  ensayo  del 
moderno  microscopio,  y  los  claros  y  hermosamente  seguros  resultados 
obtenidos  por  los  cortes  hechos  sin  el  auxilio  del  micrótomo  han  labrado 
ei  sendero  para  toda  la  labor  siguiente,  hasta  la  fase  reciente  de  trazar  en 
sus  menores  detalles  la  embriogenia  celular.  Von  Baer  descubrió  el  óvulo 
mamario  en  1 827  (3),  y,  al  propio  tiempo,  la  cuerda  dorsal  o  noto-cordo. 
De  sus  acabados  estudios  de  Embriología  comparada  ha  deducido  la  cla- 
sificación de  los  animales  en  cuatro  grupos,  a  saber:  vertebrados,  articu- 
lados, moluscos  y  radiados,  que  ha  hecho  de  él  el  fundador,  con  Cuvier, 
déla  morfología  moderna  (Haeckel).  Von  Baer  volvió  a  Rusia  en  1 834  y 
permaneció  allí  el  resto  de  su  vida,  investigando  la  geografía  física  y  la 
antropología  de  su  país.  En  unión  de  Rudolf  Wagner  ha  organizado  el 
primer  Congreso  de  Antropólogos  en  1 86 1.  Era  una  naturaleza  profun- 
damente religiosa,  y  su  autobiografía,  impresa  privadamente  en  1 864,  da 
un  interesante  resumen  de  sus  experimentos. 

Contemporáneos  de  von  Baer  son  los  descubrimientos  de  Wagner  de  la  mancha 
'^f'rm i  nativa  (1835);  de  la  caracterización,  por  Purkinje,  de  la  substancia  formadora 
(protoplasma)  del  embrión  (1839); de  la  respiración,  por  Schwann, en  el  embrión  del 
pollo  (1834);  de  los  arcos  viscerales,  porReichert,  en  los  vertebrados  (1837);  del  des- 


(1)  Pander:  Diss,  sis  fens  historiam  metamorp/iosens  quam  ovum  incubatum  priori- 
mingue  diehus  \ubii,  Wurzburgo,  1817. 

(2)  l  eber  Entwickelungsgeschichte  der  Thiere,  Konigsberg,  [828-34. 

(3)  De  ovi mammalium  et  hominis  genesi,  Leipzig,  1827. 


6o 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


arrollo  del  conejo  (1848)  y  de  la  gallina  de  Guinea  (1852),  por  Bischoff;  pero  la  em- 
briología de  los  últimos  tiempos,  de  los  Kólliker,  His,  Haeckel,  Balfour,  Hertwig  y 
Minot,  es  una  parte  de  la  doctrina  de  la  célula  nuclear. 

El  desarrollo  de  la  doctrina  celular,  uno  de  los  principios  fundamen- 
tales de  la  ciencia  moderna,  ha  sido,  casi  por  completo,  obra  de  los  botá- 
nicos; en  el  siglo  xvn  Robert  Hooke  (1665),  Malpighi  (1675)  y  Nehemiah 
Grew  (1682)  han  expuesto  la  existencia  de  cavidades  celulares  en  el  cor- 
cho y  en  las  plantas  verdes.  En  1 83 1  se  descubría  el  núcleo  de  las  célu- 
las por  el  botánico  Robert  Brown 
(1773-1858),  que  también  descu- 
brió el  proceso  de  generación  de 
las  plantas  por  medio  del  po- 
len. El  nucléolo  celular  fué  des- 
cubierto por  Gabriel  Valentín  en 
1836.  La  importancia  del  núcleo 
en  la  histología  vegetal  ha  sido 
señalada  por  el  botánico  deHam- 
burgo  Matthias  Jacob  Schleiden 
(1804-81),  que,  después  de  haber 
estudiado  Leyes  y  Botánica,  llegó 
a  profesor  de  Botánica  en  Jena, 
Dorpat  y  Francfort  am  Mein.  En 
su  importante  obra  de  Phytoge- 
nesis  (1838)  fl],  Schleiden  dice 
y  demuestra  que  los  tejidos  ve- 
getales están  constituidos  y  for- 
mados por  grupos  de  células,  en 
las  que  reconocía  como  carácter 
más  importante  el  núcleo  (o  «citoblasto>);  pero  sostiene  que  las  células  jó- 
venes  se  originan  espontáneamente  del  citoblasto,  que  él  pensaba  estar  en- 
cajarlo en  la  sólida  pared  celular.  Consideraba  la  célula  hija  como  quedan- 
do  encima  y  extendiéndose  sobre  el  citoblasto  como  el  cristal  del  reloj  so- 
bre  éste;  idea  que  se  ha  llegado  a  conocer  como  «teoría  del  cristal  de  reloj> 
[Uhrglastheorie).  Así,  él  consideraba  la  reproducción  celular  como  endó- 
gena (formación  interna  libre),  en  lugar  de  por  división,  y  la  pared  celu- 
lar <  omo  una  sólida  estriN  tura,  en  lugar  de  como  una  membrana  semiper- 
meal  >le  Pero  Schleiden  era,  además,  un  verdadero  fisiólogo  botánico,  man- 
•ndo  un  vivo  desprecio  hacia  los  meros  recolectores  de  hierbas,  y  sus 


Matthias  Jacob  Schleiden  (1804-81) 


Beítrdge  mr  Phytogenese,   Mailer's  Archivs  Berlín,   1838;  páginas  137-176, 
2  lámii 


ÉL    SIGLO     XIX 


51 


Grundzüge  (1842-43)  [i]  es,  tal  vez,  la  obra  más  importante  en  la  historia 
moderna  de  la  Ciencia.  Era  agudo  para  la  controversia,  y,  como  abogado, 
no  vacilaba  en  recurrir  a  las  personalidades  con  tal  de  poner  al  adversario 
en  un  apuro.  Una  amistosa  conversación  después  de  una  comida,  entre 
Schleiden  y  Schwann,  que  al  mismo  tiempo  había  descubierto  células  nu- 
cleadas  en  los  tejidos  animales,  sirvió  al  último  para  distinguir  las  células 
en  todos  los  tejidos  que  conocía  y  para  formular  la  más  importante  gene- 
ralización en  la  ciencia  de  la  morfología,  a  saber:  el  principio  de  la  estruc- 
tura semejante  en  los  tejidos  animales  y  vegetales.  «Hay  un  principio  uni- 
versal de  desarrollo  para  las  partes 

elementales    de    los    organismos,  77  IB 

aunque    sean    diferentes,    y    este      ¡j¿V;  ppN   . 

principio   es   la   formación  de  las  ^K  ^k 

células.»  Al  concepto   de  Schlei-      k¿  ,»-., 

den  del  citoblasto,  Schwann  aña- 
dio  el  de  «citoblastema»,  o  matriz 
del  desarrollo  celular,  análogo  al 
líquido  madre  en  que  se  forman 
los  cristales.  Esto,  como  ha  hecho 
notar  Virchow,  es  una  aceptación 
tácita  de  la  «generación  espontá- 
nea >;  idea  contra  la  cual  luchó 
tanto  Schwan  npara  destruirla. 

Theodor  Schwann  (18 10-82),  na- 
cido en  Neuss,  cerca  de  Düssel-      k —  ':'¿-'m -^ — * __ '  1Í 

dorf,   era  Un  discípulo  de  Müller  en  Theodor  Schwann  (1810-1872) 

Bonn,  y  después  prosector  del  mis- 
mo en  Berlín.  Después  de  la  publicación  de  su  obra  clásica  sobre  la  teoría 
celular,  en  1 839  (2),  fué  llamado  a  la  Universidad  de  Lovaina,  y  en  1 848 
fué  nombrado  profesor  de  Anatomía  y  Fisiología  en  la  Universidad  de  Lieja. 
Investigador  sumamente  cuidadoso  y  seguro,  descubrió  la  vaina  del  cilin- 
droeje  de  los  nervios  que  lleva  su  nombre  (1838)  [3]  y  los  músculos  es- 
triados de  la  porción  superior  del  esófago  (1837)  [4]-  Su  disertación  inau- 
gural (1834)  [5]   demostraba  que  el  aire  es  necesario  para  el  desarrollo 


(1)     Grundzüge  der  wissenschaftlichen  Botanik,  Leipzig,  1842-43. 
(2;     Mikroskopisclie  üntersuchungen  über  die  Uebereinstimmung  in  der  Struktur 
und  dem  Wachstum  der  T hiere  und  Pflanzefi,  Berlín,  1839. 

(3)  Froriefs  Neue  Notizen,  Weimar,  1838;  V,  pág.  228,  y  el  libro  de  Schwann 
sobre  la  teoría  celular. 

(4)  Joh.  Müller:  Handbuch  der  Physiologic  Coblenza,  1840;  II,  pág.  36. 

(5)  De  necessitate  aéris  atmosphaerici  ad  evolutionem  pulli  in  ovo  iucubato,  Ber- 
lín, 1834. 


62  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

del  embrión,  y  aplicando  la  misma  idea  al  problema  de  la  generación  es- 
pontánea, tuvo  la  habilidad  suficiente  para  probar,  en  1 836  (i),  que  la 
putrefacción  es  producida  por  cuerpos  vivos,  que  se  destruyen  ellos  mis- 
mos cuando  el  aire  que  necesitan  es  calentado  o  viciado.  En  1 837  (2), 
próximamente  al  mismo  tiempo  que  Cagniard  Latour,  descubrió  la  natu- 
raleza orgánica  de  las  levaduras,  y  demostró  que  las  plantas  levaduras 
causan  fermentaciones  que  pueden  ser  suprimidas  calentando  el  medio 
de  cultivo,  o  esterilizando  el  aire  que  llega  a  aquél  por  medio  de  la  ele- 
vación de  su  temperatura.  Como  fisiólogo,  ha  descubierto  la  pepsina 
en  1835  (3);  demostrando  su  facultad  de  cambiar  las  albúminas  no  difu- 
sibles en  peptonas;  y  en  1 841  (4)  demostró,  por  medio  de  una  fístula  bi- 
liar en  el  perro,  que  la  bilis  es  absolutamente  necesaria  para  la  digestión. 
Ha  sido  el  primero  en  investigar  las  leyes  de  la  contracción  muscular  por 
medio  de  los  métodos  físicos  y  matemáticos,  en  sus  clásicos  experimen- 
tos demostrando  que  la  tensión  del  músculo  contraído  varía  proporcio- 
nalmente  a  la  longitud  del  mismo  (1837)  [5]-  Personalmente,  Schwann 
era  una  naturaleza  amable,  sin  pretensiones,  algo  inferior  a  la  estatura 
media,  con  un  aspecto  abierto,  agradable,  genial,  semejante  al  de  Clau- 
dio Bernard.  Se  dice  que  ha  visitado  Londres  dos  veces  sin  darse  a  co- 
nocer a  nadie.  Era  un  ferviente  católico,  que  sometió  el  manuscrito  de  su 
obra  sobre  la  teoría  celular  al  obispo  de  Malinas  para  su  aprobación  an- 
tes de  publicarla;  pero  no  vaciló  en  declarar  el  asunto  de  Louise  Lateau 
una  malvada  impostura.  Durante  los  cuarenta  últimos  años  de  su  vida 
académica  parece  haber  hecho  poca  labor  científica,  y  el  profesor  Ray 
Lankester  recuerda  «haberse  sentado  con  él  delante  de  un  café,  en  las 
agradables  calles  de  Lovaina,  oyéndole  sus  discursos  acerca  de  los  pro- 
gresos de  ¡a  Histología  y  de  la  doctrina  germinativa  de  la  enfermedad», 
que  «un  placer  no  deja  estremecimiento  si  puede  ser  conferido  por  una 
elevación  antes  de  la  muerte». 

Continuando  las  investigaciones  de  Schleiden  y  de  Schwann,  se  des- 
cubrió que  las  células  tenían,  no  una  pared  celular,  sino  más  bien  lo  que 
los  tísicos  llaman  «una  superficie  de  discontinuidad»  en  relación  con  el 
medio  que  las  rodea,  y  se  ha  encontrado  que  el  núcleo  está  contenido, 
nn  en  la  pared  celular,  come  había  supuesto  Schwann,  sino  en  la  subs- 
tancia fundamental  de  la  célula  misma.  A  partir  de  esta  época,  la  natura- 


\nn.  d.  Physik.  u.  Chemie,  Leipzig,  [837;  XI. I,  páginas  1S4-193. 

Mili.  ,/.  d.  Verh audi.  a.  Gcsellsch.  natut'f.  Frcunde  zu   Berlin,  1S37;  II,  pági« 
.   15. 
^       '/////  >\  Arch.,  Berlín,  1836;  páginas  '10-114. 

</.   I.S44,  página 

5      Des<  uto  en  La  Physiologic,  <!<•  Müller,  1*40;  II,  páginas  59  y  62. 


EL    SIGLO     XIX  63 

leza  y  la  significación  de  esta  substancia  fundamental  se  ha  convertido  en 
el  objeto  principal  de  la  investigación.  En  1835,  el  zoólogo  francés  Félix 
Dujardin  (1801-60)  lo  ha  descrito  y  definido  en  los  protozoos  como  «sar- 
code»  (i).  Schleiden,  en  su  trabajo  de  1 838,  lo  ha  señalado  en  las  plan- 
tas y  lo  considera  como  una  goma.  Purkinje  ha  sido  el  primero  en  em- 
plear el  término  «protoplasma»,  aplicándolo  a  la  substancia  fundamental 
germinal  del  embrión  (1839).  En  1846-51,  el  botánico  Hugo  von  Mohl 
(1805-12),  de  Stuttgart,  ha  descrito  parte  del  contenido  de  las  células  ve- 
getales (hasta  inmediamente  por  debajo  de  la  membrana  celular)  como 
« protoplasma >  (2),  y  la  naturaleza  química  del  mismo  ha  sido  investigada 
por  un  botánico  suizo,  Cari  Nágeli  (1817-91),  en  1862-63  (3).  Ferdinand 
Cohn  (1828-98),  de  Breslau,  eminente  por  su  labor  en  Bacteriología,  de- 
claró, después  de  un  estudio  de  los  protococos,  que  el  protoplasma 
animal  y  el  vegetal  eran  substancias,  si  no  idénticas,  muy  análogas 
(1850-53)  [4].  Heinrich  Antón  de  Bary  (1831-88),  un  botánico  de  Franck- 
fort,  demostró  también  esta  identidad  en  su  obra  sobre  los  mixomicetos 
(1859)  [5].  En  la  misma  época  (1858)  había  ya  anunciado  Virchow  la 
continuidad  del  desenvolvimiento  celular  y  su  importancia  en  Patología. 
Finalmente,  Max  Schultze,  en  186 1  (6),  demostró  que  las  semejanzas  en- 
tre el  protoplasma  animal  y  el  vegetal  no  son  únicamente  estructurales  y 
químicas,  sino  también  fisiológicas.  De  este  modo,  la  célula  vino  progre- 
sivamente a  reconocerse  como  la  unidad  estructural  y  fisiológica  de  to- 
dos los  organismos  vivos,  lo  mismo  que  sean  animales  que  vegetales, 
simples  o  complejos,  embrionarios  o  adultos,  en  estado  de  salud  o  de  en- 
fermedad, al  paso  que,  en  nuestros  días,  el  núcleo  celular  se  considera 
como  el  químico  «centro  de  oxidación»,  y  el  cromosoma,  como  el  tras- 
misor  de  los  caracteres  heredados. 

Ha  sido  por  este  camino  como  los  estudios  anatómicos  han  ido  ha- 
ciéndose cada  vez  más  y  más  histológicos  o  microscópicos,  y  los  «sitios  y 
causas»  de  las  enfermedades  han  ido  refiriéndose  a  los  elementos  celula- 
res en  el  cuerpo  enfermo  y  a  los  organismos  monocelulares  que  le  atacan. 

La  importancia  de  la  doctrina  celular  se  reconoce  inmediatamente  en 
la  obra  de  Jacob  Henle  (1809-85),  el  más  grande  de  los  histólogos  ale- 


(1)  Dujardin:  Ann.  d.  Se.  Nat.  (zool.),  París,  1835;  IV,  páginas  343-376. 

(2)  Von  Mohl:  Botan.  Ztg.,  1846;  IV,  páginas  337,  353,  369  y  385. 

(3)  Nágeli:  Sitzungsb.  d.  k.  bayer  Akad.  d.  Wissench.,  München,  1862;  II,  pá- 
gina 280;  1863,  I,  páginas  161  y  483;  1863,  II,  pág.  119. 

(4)  Cohn:  Zur  Naturgesehichte  des  Protococcus  pluvialis,  Breslau.  1850,  y  Un- 
lersuchimgen  über  die  Entwicklungsgeschichte  der  mikroskopischen  A I  gen  und  Pilzen, 
Bonn,  1853. 

(5)  •  De  Bary:  Die  Mycetozoen,  Leipzig,  1859. 

(6)  Schultze:  Müller  s  Archiv.,  Berlín,  1861;  páginas  1-27. 


64 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


manes  de  su  tiempo.  Nacido  de  padres  judíos  en  Fürth,  cerca  de  Nurem- 
berg, Henle  era  uno  de  los  discípulos  predilectos  de  Johannes  Mllller,  uno 
de  sus  prosectores  en  Berlín  y  más  tarde  profesor  de  Anatomía  de  Zurich 
(1840),  Heidelberg  (1844)  y  Góttinga  (1852-85).  Henle  ha  dejado  muchas 
cosas  importantes  para  la  Ciencia.  En  sus  clásicas  investigaciones,  lleva- 
das a  cabo  de  1 836  a  1837  (!)>  na  s^°  e^  fundador  del  moderno  conoci- 
miento de  los  tejidos  epiteliales  del  organismo.  Ha  descrito  primeramente 
los  epitelios  de  la  piel   y  de  los  intestinos,  definiendo  los  epitelios  colum- 

narios  y  cilindricos  y  establecien- 
do qne  estos  tejidos  constituyen 
la  verdadera  membrana  de  revés 
timiento  de  todas  las  superficies 
libres  del  cuerpo  y  el  revesti- 
miento interno  de  sus  tubos  y 
cavidades.  En  1840(2)  demostró 
la  presencia  de  músculos  lisos  en 
la  capa  interna  o  endotelial  de 
las  arterias  más  delgadas;  descu- 
brimiento que  ha  sido  el  punto 
de  partida  déla  actual  teoría  fisio- 
lógica del  mecanismo  vaso-mo- 
tor. Ha  descubierto  también  el 
esfínter  externo  de  la  vejiga,  los 
vasos  quilíferos  centrales,  la  vai- 
na interna  de  la  raíz  del  pelo,  los 
tubos  de  Henle  en  el  riñon 
(1862)  [3],  y  ha  dado  el  primer  es- 
tudio preciso  de  la  histología  de 
la  córnea  y  del  desarrollo  de  la  laringe.  Ha  sido  el  primero  en  indicar  mu- 
chas particularidades  importantes  de  la  estructura  del  cerebro,  especialmen- 
te las  relaciones  del  hipocampo,  y  el  carácter  rudimentario  del  lóbulo  pos- 
terior de  la  pituitaria.  Los  descubrimientos  histológicos  de  Henle  (4)  pue- 
den ponerse  por  <  ompleto  al  lado  de  los  hallazgos  anatómicos  de  Vesalio. 
Como  morfólogo,  ha  colaborado  con  Müller  en  su  monografía  sobre  los 
plagiostomos  (1838-41)  y  describió  el  pez  eléctrico  Narcine  y  el  anélido 


Jacob  Henle  (1800- 


(1)     Symbol  ae  ad  anatomía»!  villorum  intestinalium  imprimis  eorum  epithe/ii  et  va- 
sorum  lacteorum,  Berlín,   i 

1  eipzig,  1841;  páginas  510  y  690. 
(■0    I  <  'mi  bu  Handbuch  der  lystematischen  A?iato?nie,  1802;  11,  páginas 

300-31 

abrimiento*  se  en<  aentran  en  les  dos  tratados  de  Anatomía  de 
Henle. 


EL     SIGLO     XIX  65 

Enchytraeus.  En  Patología  fué,  con  su  amigo  Pfeufer,  el  fundador  del  cele- 
brado Zeitschrift  fiir  rationelle  Medizin  (1842-69),  que  ejerció  un  podero- 
so influjo  en  el  adelanto  de  la  medicina  alemana  y  contenía  algunas  de  las 
mejores  monografías  científicas  de  aquella  época.  Sus  ensayos  Sobre  mias- 
mas y  contagios  (1840)  [i]  contienen  la  primera  afirmación  clara  de  la  idea 
de  un  contagium  animatum  (1840)  [2];  sus  experimentos  sobre  la  fiebre 
desarrollan  la  idea  de  Müller  de  que  la  fiebre  es  únicamente  un  síntoma, 
ocasionado  por  perturbaciones  en  el  sistema  nervioso  central.  En  su  Ma- 
nual de  Patología  racional  (1^46-^^)  [3]  sostiene  que  el  deber  del  médico 
es  prevenir  y  curar  las  enfermedades;  que  éstas  son  una  desviación  de  los 
procesos  fisiológicos  normales;  la  muerte,  la  cesación  del  metabolismo  y 
la  hipótesis  de  una  fuerza  vital  «precisamente  tan  buena  y  tan  mala  como 
la  de  la  atracción  eléctrica  o  gravitación.»  En  la  medicina  práctica  ha  sido 
el  primero  en  relacionar  los  catarros  y  los  exantemas  con  la  inflamación 
(1838);  ha  insistido  en  la  preponderancia  del  varicocele  en  el  lado  izquier- 
do y  en  la  relación  de  las  neuralgias  del  lado  izquierdo  con  la  vena  semi- 
azygos,  y  ha  descubierto  los  cilindros  en  el  sedimento  urinario  (1844). 
De  los  dos  libros  de  Anatomía  de  Henle,  el  más  antiguo,  Allgemeine 
Anatomie  (1841),  es,  en  realidad,  el  primer  tratado  de  histología  micros- 
cópica, y  señala,  sobre  la  de  Bichat,  el  gran  adelanto  de  considerar  los  te- 
jidos en  sus  relaciones  de  desarrollo  y  de  función,  y  no  únicamente  en  sus 
aspectos  estructurales.  La  clasificación  de  los  tejidos  es  la  más  sencilla  y 
la  mejor  hecha,  y  la  obra  contiene  una  admirable  historia  de  la  Microsco- 
pía e  Histología,  como  también  algunos  de  los  más  importantes  descu- 
brimientos de  Henle.  El  segundo,  Manual  de  Anatomía  sistemática 
(1866-71)  [4],  es  un  acabado  tratado,  en  tres  volúmenes,  del  más  elevado 
valor  científico.  Contiene  el  primer  estudio  lógico  y  la  primera  nomencla- 
tura de  los  ejes  y  planos  del  cuerpo;  la  terminología  está  notablemente  sim- 
plificada, y  las  secciones  que  se  ocupan  de  los  ligamentos,  músculos,  vis- 
ceras y  sistemas  vascular  y  nervioso  son  de  una  importancia  decisiva.  Las 
ilustraciones  de  esta  obra,  hechas  por  la  propia  mano  de  Henle,  son,  si 
se  permite  la  frase,  más  bien  arquitecturales  que  diagramáticas,  por  el  he- 
cho de  que  mucho  de  la  estructura  está  dado  en  luz  y  sombra,  como  es 
necesario  para  su  comprensión,  al  paso  que  la  idea  de  plano  y  de  eleva- 
ción está  resuelta  libremente.  Como  profesor,  Henle  era  vivo  e  inspirado, 
ejecutando  él  mismo  los  dibujos  cuando  era  necesario  para  la  demostra- 


(1)  En  sus  Pathologisclie  [ínter suchtingen,  Berlín,  1840;  páginas  1-82. 

(2)  Ibidem:  páginas  206-274. 

($)  '  llandbuch  der  rationellen  Patlwlogie,  Braunschweig,  1846-53. 

'4)     Handbuck  der  systematise  hen  Anatomie  des  Mcnscken,  Braunschweig,  1866-7 


IIxsroxiA   d»  ut    Medic»*..  —  Tomo  II 


Ob 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


ción  y  despertando  el  cariño  y  la  admiración  por  su  sinceridad  y  su  gracia. 
Era  no  sólo  un  hábil  artista,  sino  hasta  algo  poeta,  y  un  excelente  mú- 
sico, que  empezó  tocando  el  violin  y  aprendió  después  la  viola  y  el  violon- 
cello; así  que  era  una  parte  necesaria  en  todo  cuarteto  de  cuerda  que  se 
improvisaba.  Los  sucesos  de  su  vida,  su  peripatética  carrera  como  estu- 
diante y  como  profesor,  las  románticas  circunstancias  de  su  primer  matri- 
monio y  sus  amistades  con  hombres  como  Humboldt,  Gustav  Magnus  y 
Felix  Mendelssohn  hacen  su  historia  sumamente  interesante. 

Rober  Remak  (1815-65),  de  Posen,  también  asistente  de  Schonlein  en 

la  Charité,  además  de  su  reputa- 
ción como  microscopista,  ha  dejado 
una  gran  cantidad  de  cosas  impor- 
tantes en  otras  direcciones.  En  His- 
tología se  ha  hecho  famoso  por  su 
descubrimiento  de  las  fibras  nervio- 
sas no  meduladas  (fibras  de  Remak), 
en  1 838  (i),  y  las  células  ganglionares 
en  el  seno  venoso  del  corazón  de  la 
rana  (1842)  [2],  consideradas  actual- 
mente como  los  centros  autónomos 
causantes  del  movimiento  del  cora- 
zón. Ha  sido  uno  de  los  primeros  en 
establecer  que  la  proliferación  de  las 
células  para  formar  tejidos  se  realiza 
por  división  celular  (1852)  [3],  y  no, 
como  suponían  Schleiden  y  Schwann, 
por  formación  endógena.  Ha  simplifi- 
cado, como  ya  hemos  dicho,  la  cla- 
sificación de  lascapasdelblastodermo 
(185 1)  [4].  En  1842,  en  la  clínica  de 
Schonlein,  produjo  el  lavus  experimentalmente  in  propria  persona,  sepa- 
rando el  hongo  del  género  oidium,  y  llamándole  achorium  sckonleini,  del 
nombre  de  su  maestro  ( 1 845)  [5J.  lía  sido  el  primero  en  describir  la  neu- 
ritis ascendente  (1861),  y   es,  con  Duchenne  de  Boulogne,   uno  de  los 


Kobeit  Kcinak  (1815-65) 


(1)  Remak:  Observations  anatomícete  et  microscopicac  de  systemaiis  nervosi  struc- 

ín,  1838. 

(2)  Mül'.er's  Archn\  Berlín,  1848;  pág.  139. 
Ibiiemí  1852,  páginas  47-57« 

tngen  über  die  Entwickelung  des  Wir belt  hiéreles  ¡  Berlín  185 1. 
(5)     Remak:  Diagnosiiscfu  und patlwgeneiisché  Untersuehungeny  Berlín,  1845;  pá- 
'o'>.  205  y  208. 


EL     SIGLO    XIX 


67 


defensores  de  la  electroterapia,  reemplazando  la  corriente  galvánica  por 
la  inducida  (1856)  [i]. 

Otro  importante  defensor  del  uso  del  microscopio  ha  sido  Johannes 
Evangelista  Purkinje  (1787-1869),  de  Bohemia,  que  era,  además,  un  fisió- 
logo genial.  Comenzó  su  carrera  como  maestro,  habiendo  tomado  previa- 
mente las  órdenes;  pero,  graduándose  en  Medicina  en  Praga,  en  1819,  su 
disertación  inaugural  constituyó  una  importante  obra  acerca  de  los  fenó- 
menos visuales  subjetivos  (2),  que  le  valió  la  amistad  y  la  protección  de 
Goethe.  Fué,  tai  vez,  esta  misma 
protección  de  Goethe  la  que  le 
valió  a  Purkinje  su  nombramiento 
de  profesor  de  Fisiología  y  Pato- 
logía en  la  Universidad  de  Bres 
lau  en  1823.  En  Breslau  tuvo  en 
un  principio  un  frío  recibimiento, 
a  causa  del  existente  prejuicio  con- 
tra los  eslavos,  que  él  supo  trans- 
formar pronto,  ganándose  las  sim- 
patías de  todos  por  sus  superio- 
res conocimientos  y  su  cortés  com- 
portamiento. Purkinje  permaneció 
en  Breslau  hasta  1 850,  en  cuyo  año 
fué  llamado  para  desempeñar  la 
cátedra  de  Fisiología  en  Praga.  Du- 
rante su  período  de  Breslau  ha  he- 
cho alguna  labor,  frecuentemente 
olvidada,  en  favor  de  la  ciencia  ale- 
mana. Ha  sido  el  fundador  de  los  trabajos  de  laboratorio  en  relación  con 
la  enseñanza  universitaria  alemana.  En  1824  ha  fundado  un  laboratorio  de 
Fisiología  en  su  propia  casa,  y  la  labor  hecha  en  él  por  el  maestro  y  los  dis- 
cípulos fué  de  tan  elevado  carácter,  que  el  Gobierno  prusiano  concluyó  por 
crear  para  él  un  Instituto  de  Fisiología  en  Breslau  en  1842.  Como  en  el  caso 
de  Cari  Ludwig,  muchas  disertaciones  de  los  discípulos  de  Purkinje  repre- 
sentan las  ideas  de  lo  gran  fisiólogo  que  era  el  maestro.  Como  histólogo, 
Purkinje  ha  sido  el  primero  que  ha  usado  el  micrótomo,  el  bálsamo  del  Cana- 
dá,el  ácido  acético  glacial,  el  bicromato  potásico  y  la  luzDrummond  (1839)- 
En  1825  [3]  ha  descrito  la  vesícula  germinal  en  el  embrión,  y  ha  sido  el  pri- 


Ük.  ú 


J 


Johannes  Evangelista  Purkinje   (1787-1809'* 


(1)  .Remak:  Galvanotlierapie  der  Nerven-und  A fushclkrankhe ¡ten,  Berlín,  1S58. 

(2)  Beit  rage  zur  Kenntniss  des  ■Se/te  us  in  subject  ¿ver  Hinsicht,  l'ragn,  1819. 

(3)  Symbolae  ad  ovi  avium  historiam  ante  iucubationem,  Breslau,   1825. 


68  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

mer  histólogo  que  ha  empleado  la  palabra  protoplasma,  aplicándola  a  la 
substancia  fundamental  del  embrión  en  1 839  (i).  Ha  descubierto  las  glán- 
dulas sudoríparas  de  la  piel,  con  sus  conductos  excretores  (1833)  [2];  las 
células  ganglionares  piriformes  del  cerebelo  (células  de  Purkinje,  1 837)  [3]; 
la  luz  del  cilindro-axil  de  los  nervios  (4),  y  los  corpúsculos  ganglionares 
en  el  cerebro  (5).  En  1 834-3 5  ha  escrito  (con  Gabriel  Valentín)  [6]  su  fa- 
moso estudio  del  movimiento  de  las  pestañas  epiteliales;  ha  descrito  las 
«fibras  de  Purkinje»  del  músculo  cardíaco  (1839)  [7]  y  del  útero  (1830)  [8]. 
En  1837  (9)>  dos  años  antes  que  Schwann,  ha  expuesto  la  probable  identi- 
dad de  estructura  entre  las  células  animales  y  vegetales,  y  se  ha  anticipa- 
do también  en  dos  años  a  este  último  en  su  estudio  de  la  digestión  artifi- 
cial (1838)  [10].  En*l823  (11),  largo  tiempo  antes  que  Francis  Galton,  ha 
expuesto  la  importancia  de  las  impresiones  digitales,  dando  exactas  repre- 
sentaciones de  las  mismas,  y  ha  hecho  notar  que  los  sordo-mudos  pueden 
oír  a  través  de  los  huesos  del  cráneo.  Ha  sido  uno  de  los  que  más  han 
trabajado  en  la  descripción  déla  mayoría  de  las  imágenes  visuales  (1819-23), 
especialmente  de  las  que  se  obtienen  por  el  estímulo  galvánico;  de  las 
imágenes  recurrentes,  de  las  imágenes  entópticas  que  se  producen  por  las 
sombras  de  los  vasos  retinarlos,  la  dependencia  de  la  intensidad  del  color 
por  la  de  la  luz,  las  figuras  coroidales,  las  rosetas  de  luz  producidas  por 
el  uso  de  la  digital  y  las  especiales  radiaciones  que  siguen  a  las  instilacio- 
nes de  belladona.  Purkinje  ha  sido  también  el  primero  que  ha  empleado 
la  palabra  enchyma  para  la  substancia  básica  de  las  glándulas;  cambium, 
para  la  misma  cosa  en  los  vegetales,  y  protoplasma,  para  la  substancia  fun- 
damental en  los  tejidos.  Fisiólogo  completo,  de  primer  rango  y  de  una 


(1)  Uebersicht  d.  Arb.  u.  Veránd.  d.  sckles.Gcscllsch.  f.  vaterl.  Kultur,  1839,  Bres- 
lau,  1 840,  pág.  82.  También:  Pe  formations  granulosa  in  nervis  aliisque  partibus  orga- 
nismi  am  malts,  st  u  doit's  dissertation,  por  Joseph  Rosenthal,  Breslau,  1839. 

(2)  En  la  disertación  estudiantil  /Je  epidermide  huma?ia,  por  Adolph  Wendt, 
Breslau,  1833. 

(3)  Ber.  ii.  d.  lersamml.  dcutsck.  ¿Yalurf  u.  Aerzte,  1837;  Praga,  1838;  XV,  pá- 
gina  1S0,  lámina,  figura  18. 

-U)     Ibidem:  pág.  177. 

(5)  I  bidón:  páginas  178  y  179. 

(6)  Müller's  Arckiv.,  Berlín,  1834,  páginas  391-400.  También:  Dephaeno?nena 
general  i  tt  fundamentali  motus  vibratorii  continui  in  membranis  turn  externis  turn  in- 
ter nis  animal ium  plurimorum  ti '  super  iorum  ct  infer iorum  ordinum  obvii,  Breslau,  1835. 

En  la  diserta*  ion  estudiantil  de  Bogislau  Palicki:  De  musculari cordis  struc- 
ture Breslau,  1839. 

(8)     En    la    (lis<  rta<  Ion    estudiantil    de    Wilhelm  Kasper:    De  structura  fibrosa 
lau,    1840. 
/:<  r.  ./.  Versamml,  deutsck.  Naturf.u.  Aerzte,  Praga;  1837,  pág.  175. 
Purkinje  and  Pappenheim:  Utbtr  künstliche  Vcrdauung,  Mailers  Arch.,  Ber- 
1-4. 
in)     i  ommentatio  de  examine physiologico  orgáni  visits  tt  systematis  cutanea  Bres- 
lau, 1  ribe  Purkinje  las  tres  imágenes  entópticas  de  una  llama 
da  delante  del  ojo,  en  una  habitat  ion  a  obsi  mas. 


EL     SIGLO     XIX 


•69 


extraordinaria  agudeza  de  percepción,  se  ha  distinguido  también  como 
farmacólogo,  habiendo  realizado  en  sí  mismo  los  experimentos  sobre  la 
acción  del  alcanfor,  opio,  belladona,  estramonio  y  trementina  (1829)  [i]. 
En  relación  con  la  clínica  médica,  Purkinje  ha  sido  el  primero  en  estudiar 
el  vértigo  y  la  rotación  de  los  ojos  que  se  produce  haciendo  girar  el  cuer- 
po erguido  alrededor  de  su  eje  vertical  (i 820-25)  [2],  y  aunque  no  rela- 
cionó el  fenómeno  con  los  conductos  semicirculares,  su  descripción  ha 
sido  el  punto  de  partida  de  los  trabajos  modernos  acerca  del  nistagmus 
vestibular  y  cerebeloso. 

Después  de  la  época  de  Henle,  tal  vez  el  histólogo  más  distinguido  del 
primer  período  haya  sido  Al- 
bert vbn  Kólliker  (1817-1905), 
un  suizo  que,  después  de  oir 
las  lecciones  de  Johannes  Mü- 
11er  en  Berlín,  se  graduó  en 
Heidelberg  en  1 842  y  fué  pro- 
sector de  Henle  en  Zurich  en 
1846,  y  al  año  siguiente  recibió 
un  llamamiento  de  Wurzburgo, 
donde  permaneció  durante  todo 
el|resto  dejsu  vida  activa.  Kó- 
lliker era  uní  cultivador  de   la 

á'jt 

ciencia  pura,  y  era  al  propio 
tiempo  notable  en  Embrio- 
logía comparada,  Histología  y 
Morfología. 

En   su   monografía  sobre  el 
desarrollo  de  los  invertebrados 

(1843)  [3])  na  sido  uno  de  los  primeros  en  aplicar  la  doctrina  celular  de 
Schwann  a  la  Embriología  descriptiva,  tratando  del  óvulo  como  de  una  célula 
aislada  y  de  su  segmentación  como  de  una  división  celular  normal  única- 
mente. 

En    1847    faé  el  primero  que  atestiguó  el  verdadero  desarrollo  de  los 
espermatozoos,  demostrando  que  no  eran  cuerpos  extraños,  sino  produci- 


Albert  von  Kólliker  (1817-1905) 


(1)  Nene  Breslau.  Samml.  a.  d.  Geb.  d.  fleilk.,  Breslau,  1829;  I,  pági- 
nas 423-444- 

(2)  Beitrdge  zur  Kenntniss  des  Schwindels  ates  heautognostischen  Daten.;  Med. 
Jahrb,  Viena,  1820;  VI,  páginas  79-125;  y  bust's  Mag./,  d.  gcs.  Iíeilk,.  Berlín,  1825; 
XXIII,  páginas  284-310.  Véase  también  la  disertación  estudiantil  de  Heinrich  Cari 
Krause:  De  cerebri  laesi  admotum  voluntar ium  relatione,  cer taque  vertiginis  'direct to- 
ne ex  certis  cerebri  regionibus  laesis  pe?idcnte,  Breslau,  1824. 

(3)'   Mutter's  Archiv,  Berlín,  1843,  páginas  68-141. 


7o  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

dos  en  las  células  del  testículo,  y  que  fecundaban  el  óvulo  (i).  Es  el  autor 
de  la  primera  obra  de  Embriología  comparada  (l86l)  [2],  donde  aparece 
comprendido  su  importante  estudio  de  la  relación  de  la  notocuerda  de  los 
vertebrados  con  la  espina  vertebral  y  el  cráneo.  En  Histología  ha  sido  el 
primero  en  aislar  las  fibras  musculares  lisas  ([846  48)  [3],  confirmando  el 
descubrimiento  hecho  por  Píenle  de  las  mismas  en  la  pared  de  los  vasos 
sanguíneos,  y  ha  demostrado  la  relación  de  la  célula  nerviosa  con  la  fibra 
nerviosa  medulada  ( 1 889  94).  Ha  confirmado  también  la  teoría  de  Sharpey 
de  la  osificación  y  del  crecimiento  del  hueso  (i860)  y  los  descubrimientos 
de  Corti  de  la  anatomía  fina  del  oído.  Su  Anatomía  microscópica 
(185054)  [4]  y  su  Manual  de  Histología  humana  (1852)  [5]  son  las  prime- 
ras verdaderas  obras  de  texto  sobre  la  materia,  y  la  quinta  edición  de  esta 
última  aparece  de  tal  modo  ampliada,  por  la  riqueza  de  material  añadida, 
que  puede,  efectivamente,  considerarse  como  una  nueva  obra,  cuyo  segun- 
do volumen  viene  a  crear,  literalmente,  la  histología  comparada  del  siste- 
ma nervioso  central  en  los  vertebrados.  Minot  dice  que  «é!  conoce,  por  ob- 
servación personal  directa,  más  de  la  estructura  microscópica  de  los  ani- 
males que  ningún  otro  de  los  que  hasta  la  fecha  han  vivido».  En  Fisiolo- 
gía, ha  aplicado  los  efectos  de  la  «rana  reoscópica»,  de  Matteucci,  al  co- 
razón (1855),  y  ha  sido  el  primero  en  investigar  el  músculo  veratrinizado 
(185o).  En  Zoología,  el  nombre  de  Kolliker  irá  asociado  siempre  a  los  de 
los  cefalópodos,  celenteratas,  gregarinidas,  actinofris  y  otros  animales  in- 
vestigados por  él.  En  1 849  ha  fundado,  con  Siebold,  el  ZeitscJwift  für 
wisseuschaftUche  Zodlo^ie,  el  principal  órgano  alemán  de  la  Ciencia,  que 
continuó  editando  por  espacio  de  medio  siglo.  Kolliker  carecía  de  rival, 
no  sólo  en  las  anotaciones  de  los  hechos,  sino  también  en  su  habilidad 
como  teorizante,  en  lo  que  se  adelantaba  a  su  época.  Aunque  ignorante 
de  la  obra  de  Mendel,  rechazaba  la  teoría  de  la  selección  natural  en  favor 
de  las  variaciones  salteadas  o  espontáneas  (mutaciones);  consideraba  el 
núcleo  celular  como  el  transmisor  de  los  caracteres  hereditarios,  y  su  teo- 
ría del  mecanismo  del  proceso  generativo  masculino  (1763)  [6]  ha  sido 
confirmada  por  Eckhard.  En  1 862  descubrió  las  fibras  musculares  ramifi- 
cadas en  el  corazón,  queLeeuwenhoek  había  visto  doscientos  años  antes  (7). 


(1)  Nene  Dcnkschr.  d.  all?',  schweiz.  Gcsdlsch.  f.  d.  res,    Naturwisscnsch,  Zurich, 
VIII. 

(2)  Entwicklungsgesehichte  des  Menschen  und der  Thitre,  Leipzig,  1861. 

(3)  Mil l¡¡.  d  nalnrf.  Gesellsch.  in  Zurich t  1S47:  I,  páginas  18-28;  y  Ztschr.  f.  wis- 
Zoóh    Leipzig,  1848;  I,  páginas  48-87,  4  láminas. 

(4)  Mikroskopischt  Anatomic,  Leipzig,  1850-54. 

Handbn  vebelehre  des  Menschen,  Leipzig,  1852. 

Würsb.naturw,  Ztschr,  (Sitzungsb,  1863),  1864. 
(7)     Proc.  Roy.  60c. ,  Londres,  1862-03;  XII,  páginas  65-84. 


EL     SIGLO     XIX 


7¡ 


Personalmente,  Kólliker  era  un  hombre  fuerte,  grave,  de  aspecto  digno  y 
severo;  un  veterano  de  la  ciencia  pura,  cuya  labor  prodigiosa  fué  conside- 
rada por  el  Gobierno  bávaro  como  una  patente  de  nobleza  y  para  otor- 
garle la  orden  prusiana  pour  le  mérite.  Como  su  gran  predecesor  Baer,  ha 
dejado  una  interesante  autobiografía  (1899). 

El  primero  y  más  grande  de  los  maestros  de  la  Anatomía  topográfica 
y  regional  en  el  siglo  xix  ha  sido  Josef  Hyrtl  (1810-94),  de  la  nueva  es- 
cuela de  Viena,  nacido  en  Eisens 
tad,  en  Hungría.  Su  padre,  músico 
en  la  banda  del  conde  Esterhazy, 
tocaba  el  oboe  bajo  la  dirección  de 
Haydn,  y  el  mismo  Hyrtl  había  sido 
corista  en  su  juventud,  siendo  algu- 
na vez  dirigido  por  Haydn.  Como 
estudiante,  fué  fámulo  de  Czermak 
en  Viena;  hizo  descubrimientos,  por 
los  cuales  se  le  nombró  prosector 
en  1833,  y  a  la  edad  de  veintiséis 
años  fué  nombrado  profesor  de  Ana- 
tomía en  Praga.  Llegado  a  la  cáte- 
dra de  Anatomía  en  Viena  en  1 844, 
fué  por  espacio  de  treinta  años  el 
más  fascinador  y  popular  profesor 
de  la  especialidad  en  Europa,  sien- 
do seguidos  sus  cursos  por  una  en- 
tusiasta muchedumbre  de  todas  las 
razas  y  clases,  incluso  nobles  y 
cónsules  extranjeros   Sus  lecciones 

eran  presentaciones  claras,  concisas  y  elocuentes  de  lo  que  él  mismo 
conocía,  intercaladas  con  un  extraordinario  número  de  epigramas,  citas  clá- 
sicas, anécdotas  y  veladas  alusiones  de  un  dudoso  carácter.  Hyrtl  no  hacía 
brotar  su  ciencia  de  la  Histología  como  Henle,  sino  que  procedía  directa- 
mente de  la  tradición  de  Vesalio  de  enseñar  la  Anatomía  gruesa,  o  regio- 
nal, y  siguió  a  ambos  como  escritor  y  como  maestro,  haciendo  de  un 
asunto  seco  una  explicación  tan  picante  como  interesante.  Zuckerkandl 
decía:  «Habla  como  Cicerón  y  escribe  como  Heine.»  No  ha  hecho  gran- 
des descubrimientos,  y  como  investigador  independiente,  no  está,  de  nin- 
gún modo,  a  la  altura  de  Henle;  pero  hay  que  considerarle  más  bien  como 
un  irreprochable  maestro  y  técnico  y  como  uno  de  los  más  grandes  filó- 
logos médicos;  un  hombre  que  hablaba  y  escribía  el  latín  lo  mismo  que 
su  lengua  materna.  Su  famoso  Lehrbuch  (1846)  ha  tenido  veintidós  edicio- 


Joseí  Hyrtl  (1810-94).  (L'onesía  dei  Capitán  Hen- 
ry J.  Nichols,  del  ejército  de  los  Estados  Unidos.) 


72  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

nes,  ha  sido  traducido  a  muchos  idiomas,  y  de  él  decía  Bardeleben  que 
era  el  menos  soporífero  de  todos  los  tratados  científicos.  Antes  de  alcan- 
zar su  vigésima  edición  (1889)  no  tenía  ilustraciones,  estando  esta  deficien- 
cia suficientemente  compensada  por  el  estilo  claro,  hermoso  y  exacto  de 
Hyrtl,  completamente  ajustado  al  asunto,  y  por  la  abundancia  de  alusio- 
nes históricas  y  culturales.  Siguiendo  el  ejemplo  de  los  cirujanos  france- 
ses, Hyrtl  publicó  en  1847  (l)  Ia  primera  Anatomía  topográfica  en  alemán 
que,  a  pesar  de  su  falta  de  ilustraciones,  es  doblemente  fascinadora, a  causa 
del  mismo  extraordinario  lucimiento  de  conocimientos  históricos  y  filoló- 
gicos. El  Manual  de  Disección  de  Hyrtl,  publicado  en  i860,  es  una  obra 
clásica  que  puede  colocarse  al  mismo  nivel  del  libro  de  Virchow  sobre  las 
autopsias,  y  sus  Corrossíons-Anatomie  (1873)  es  un  recuerdo  permanente 
de  su  habilidad  para  hacer  preparaciones  anatómicas.  Estas,  sorpresa  y 
admiración  de  Europa,  incluso  su  colección,  sin  rival,  de  esqueletos  de 
peces,  estaban  todas  preparadas  por  él  mismo;  sus  modelos  del  oído  del 
hombre  y  de  los  vertebrados;  sus  cortes  para  el  microscopio,  y  sus  pre- 
paraciones por  corrosión  (invención  propia),  consistían  en  inyecciones  en 
el  sistema  circulatorio  de  diferentes  órganos  y  regiones,  destruyendo  las 
partes  adyacentes  por  medio  de  ácidos,  de  modo  que  quedasen  bien  de 
manifiesto  hasta  las  más  finas  ramificaciones.  Su  campo  favorito  de  inves- 
tigación eran,  positivamente,  los  sistemas  vascular  y  óseo.  Ha  descubier- 
to la  vena  porta  de  las  cápsulas  suprarrenales,  las  venas  branquiales  de  los 
peces,  el  origen  de  las  arterias  coronarias  (1854),  y  ha  hecho  una  colección 
de  corazones  desprovistos  de  vasos  sanguíneos  (gefdsslose  Herzen).  Todo 
lo  que  él  hacía  llevaba  el  sello  de  su  originalidad  e  independencia.  Tenía 
una  vez  el  Laokonte  representado  por  un  animado  grupo  de  esqueletos, 
como  demostración  de  su  tesis  de  que  la  gracia  corporal  y  de  las  actitu- 
des depende,  en  último  análisis,  de  la  estructura  de  los  huesos.  Se  opuso 
a  la  teoría  de  Brücke  de  la  autonomía  del  corazón,  con  tan  duras  perso- 
nalidades, que  llegó  a  haber  en  Viena  dos  partidos:  el  de  Brücke  y  el  de 
1  lyrtl.  Hyrtl  había  conocido  las  amarguras  de  la  pobreza  en  su  juventud; 
pero  cuando  llegó  a  ser  propietario  y  a  tener  fortuna  como  médico,  su 
caridad  y  sus  sentimientos  humanitarios  no  conocieron  límites.  Generoso 
hasta  la  prodigalidad  con  su  dinero,  dotó  iglesias,  orfanatos,  Universida- 
des, con  la  misma  innata  bondad  con  que  se  prestaba  a  auxiliar  a  los  es- 
tudiantes en  su  trabajo  con  su  animadora  presencia  y  sus  ingeniosas  sali- 
das. Nada  le  agradaba  más  que  el  prodigarse  en  ruegos  en  favor  de  la  la- 
bor de  un  joven,  y  en  este  sentido  es  comparable  a  Müller  y  Ludwig,  a 
Virchow  y  a  Pasteur,  los  incomparables  maestros  de  la  juventud.  Habién- 

(1)     Hyrtl:  Handbuch  aer  topographischen  Anatomic,  Viena,  1847. 


EL     SIGLO     XIX  73 

dose  encargado  de  la  cátedra  por  treinta  años,  la  dejó  voluntariamente  en 
1874,  para  escapar  de  la  humillación  de  verse  jubilado  a  los  setenta  años, 
retirándose  a  una  existencia  como  la  de  un  ermitaño  en  su  casa  de  Perch- 
toldsdorf.  Aquí,  en  sociedad  con  su  gentil  y  poética  mujer,  produjo  sus 
tres  obras  maestras  de  elementos  árabes  y  hebreos  de  Anatomía  (1879)  [i], 
de  terminología  anatómica  (1880)  [2]  y  de  expresiones  antiguas  anatómi- 
cas alemanas  (1884)  [3].  Hyrtl  puede  colocarse,  con  Littré,  entre  los  más 
grandes  eruditos  médicos  modernos,  y  sus  obras  demuestran,  mejor  que 
nada,  que  la  erudición  era  su  verdadera  especialidad.  En  la  declinación  de 
sus  años  cayó  en  una  fase  de  pesimismo,  que  desfiguraba  su  carácter  ale- 
gre y  bondadoso  (4). 

En  el  grupo  de  hombres  que  vamos  estudiando  se  incluyen  también 
aquellos  que,  bajo  el  influjo  de  los  grandes  morfólogos  John  Hunter  y 
Johannes  Müller,  van  procurando  resolver  los  problemas  fisiológicos  des- 
de el  punto  de  vista  de  la  estructura.  Müller  y  su  discípulo  Schwann  em- 
pleaban ambos  procedimientos,  los  físicos  y  los  químicos,  en  la  experi- 
mentación; pero  desde  el  tiempo  de  Müller  la  investigación  fisiológica  ha 
procedido  por  dos  caminos  ampliamente  divergentes.  La  escuela  física, 
que  prefería  los  modos  puramente  mecánicos  de  experimentación  y  de  in- 
terpretación, incluía  nombres  como  los  de  Flourens,  Poiseuille,  Marshall 
Hall,  los  hermanos  Weber,  Brücke,  Carl  Ludwig,  du  Bois  Raymond  y 
Helmholtz.  La  escuela  química — los  partidarios  de  Liebig  y  Wohler — es- 
taba representada  por  Schwann,  Beaumont,  Tiedemann,  Gmelin  y  Petten- 
kofer,  y  alcanzó  su  más  amplio  desenvolvimieuto  con  la  obra  decisiva  de 
Claudio  Bernard  y  Pasteur. 

El  principal  representante  de  la  Fisiología  experimental  en  Francia 
ha  sido  Frangois  Magendie  (1783-185 5)»  de  Burdeos,  que,  como  Müller, 
empleaba  los  procedimientos  físicos  y  químicos  en  sus  investigaciones  y 
era  incidentalmente  el  moderno  fundador  de  la  Farmacología  experimen- 
tal. A  diferencia  de  Bichat,  Magendie  no  sólo  no  hacía  el  menor  caso  de 
las  ideas  vitalistas,  ni  de  ninguna  otra  teoría,  sino  que,  además,  conside- 
raba la  Medicina  como  «una  ciencia  por  hacer»  (une  science  áfaire)  y 
procuraba  explanarlo  todo  en  términos  de  Física  y  de  Química.  Quería 
considerar  la  Patología  como  «la  fisiología  del  hombre  enfermo».  Pensaba 
que  la  Fisiología  sólo   podía  avanzar  por  la  revisión   de  los  hechos.   Se 


(1)  Hyrtl:  Das  Arabische  und  Hebraische  in  der  Anatomic,  Viena,   1879. 

(2)  Onomatologia  anatómica,  Viena,  1880. 

(3)  Die  alten  deutsckcn  Kuntsworte  der -.Anatomic,  Viena,  1884. 

(4)  Véase  Ein  Besuck  bei  llirtl  en  el  Wien.  Mcd.  Wockenschr.,  1S94;  XLIV,  pá- 
gina 1406.  Contrasta  con  el  alegre  discurso  de  1880  (Las  culebras)  en  Allg.  ¡lien. 
Med.  Ztg.,  1880;  XXV,  pág.  521. 


74  HISTORIA     DE     LA     M  EDICIN  A 

comparaba  a  sí  propio  con  un  trapero  (chiffonier),  que  iba  viajando  a  tra- 
vés de  los  dominios  de  Ja  Ciencia,  recogiendo  todo  lo  que  encontraba. 
Esta  frase  expresiva  resume  las  duras  limitaciones  que  Magendie  había 
puesto  sobre  sí  mismo  o  que  existían  en  su  propia  mente.  El  descubrió 
únicamente  hechos  aislados,  que  no  se  esforzó  en  relacionar  unos  con 
otros  por  medio  de  ninguna  hipótesis  especial,  y  así,  no  llegó  a  ninguna 
generalización  importante.  Como  ardiente  defensor  de  la  experimentación 
en  los  animales  vivos,  profesaba  una  particular  animadversión  a  los  anti- 
viviseccionistas,  e  indudablemente  muchos  de  sus  experimentos  eran  sin 
objeto  e  innecesariamente  crueles.  Pero,  no  obstante,  hay  que  tener  en 
cuenta  que,  antes  de  su  tiempo,  la  Fisiología  se  hacía  por  lo  que  Claudio 
Bernard  ca lineaba  de  reveries  systématiques,  y  que  constituye  un  gran  ho- 
nor para  Magendie  haber  encabezado  la  moderna  línea  de  los  ilustres  ex- 
perimentadores de  laboratorio,  que  comprende  desde  Claudio  Bernard 
hasta  Pavloff,  Loeb  y  Ehrlich.  Magendie  ha  sido  el  fundador  del  primer 
periódico  consagrado  exclusivamente  a  la  Fisiología,  el  y  our  nal  de  Physio- 
logie  experiméntale  (París,  182T-3  i).  Su  gran  contribución  a  la  Ciencia  ha 
sido  la  demostración  experimental  (en  una  larga  serie  de  cachorros)  de 
la  verdad  de  la  ley  de  Bell,  de  que  las  raíces  posteriores  de  la  médula  son 
de  función  sensorial,  y  las  anteriores,  motoras  (1822)  [í].  Por  su  audacia 
de  vivisector  y  por  lo  claro  de  su  razonamiento,  llegó  a  una  concepción 
mucho  más  clara  de  estas  funciones  que  Bell,  y  en  relación  con  las  recla- 
maciones, parece  lo  justo  señalar  a  Bell  la  prioridad  del  descubrimiento 
y  de  la  demostración  en  lo  que  hace  referencia  a  las  raíces  anteriores,  y 
a  Magendie,  la  prioridad  de  la  concluyente  demostración  e  interpretación 
del  funcionamiento  de  ambas  raíces,  anteriores  y  posteriores.  Magendie 
ha  hecho  también  importantes  investigaciones  sobre  el  mecanismo  de  la 
deglución  y  del  vómito  (i 8 1 3)  [2],  de  los  efectos  de  la  excisión  o  sección 
del  cerebelo  (1825)  [3],  y  del  movimiento  circular  (monvement  de  mané- 
ge)  que  se  produce  por  la  lesión  del  tálamo.  Ha  demostrado  también  que 
el  poder  del  corazón  como  bomba  es  la  principal  causa  de  la  circulación 
de  la  sangre  en  las  venas;  que  las  diferencias  químicas  entre  la  sangre  y 
la  linfa  es  el  fundamento  de  la  osmosis  a  través  de  las  paredes  vascula- 
res, y  que  la  absorción  de  los  fluidos  y  de  los  semisólidos  es  función  tanto 
de  los  vasos  sanguíneos  como  de  los  linfáticos  (1821)  [4];  en  otros  tér- 
minos, que  la  absorción  no  es  una  función  vital  específica  de  los  linfáti- 
cos, sino  únicamente   una   imbibición  de  los  tejidos  vasculares.  Con  Poi- 

(¡)  Journ.  d¿  Physiol,  rxpér.,  París,  1822;  II,  páginas  276-279. 

(2)  Mimo  >     tur  ¡r  vomissement,  París,  1813. 

(3j  Journ.  de  Physiol,  expér.,  1825;  V,  pág.  399. 

(4)  lbidem^\%2\\  I,  páginas  1  y  31. 


EL     SIGLO     XIX 


75 


seuille,  ha  sido  uno  de  los  primeros  en  demostrar  que  la  presión  sanguí- 
nea arterial  aumenta  con  la  espiración,  y  sus  experimentos  a  propósito 
de  la  circulación  demuestran  el  absurdo  de  la  idea  antigua  de  los  «pun- 
tos de  elección»  para  la  sangría,  supuesto  que  los  efectos  de  la  sección 
venosa  son  los  mismos  en  todos  los  puntos.  Las  investigaciones  de  Ma- 
gendie  en  Farmacología  han  introducido  la  bromina,  los  compuestos  de 
yodina  y  algunos  alcaloides,   como  la  estricnina  (demostrando  su  acción 


Frangois  Magendie  (17S3-J855) 

sobre  la  médula  espinal  en  la  parálisis),  la  morfina,  la  veratrina,  la  bruci- 
na,  la  piperina  y  la  emetina  en  la  práctica  médica  (1821)  [1].  En  Patolo- 
gía experimental  ha  inducido  a  Gaspard  a  repetir  el  experimento  de  Ha- 
11er  de  inyectar  materia  pútrida  en  las  venas  (1822)  [2].  Su  demostración 
de  que  las  inyecciones  secundarias  o  subsiguientes  de  albúmina  de  huevo 
producían  la  muerte  en  el  conejo,  tolerante  a  la  primera  inyección,  es  el 
primer  experimento  de  anafilaxia  o  de  supersensibilización   de  los  tejidos 


(i>     Formvlairc  (etc.),  París,  182 1. 

(2)    -Journ.  de  physiol.   expér.^  París,    1822;   II,   páginas   i -45 ,   1824,    IV,   pági- 
nas 1-69. 


76 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


(1839)  [i],  un  fenómeno  que  ya  había  observado  Jenner  en  la  inocula- 
ción vacuna  en  1798. 

Los  fisiólogos  franceses   más   importantes  entre  Magendie  y  Claudio 
Bernard  son  Legallois,  Flourens  y  Poseuille. 

Julien-Jean-César  Legallois  (1770-1814),  un  bretón  que  tomó  parte  en 
la  Revolución  francesa,  estuvo  algún  tiempo  escondido,  por  su  filiación  po- 
lítica, y  después,  habiendo  estudiado  en  la  Escuela  de  Sanidad,  recibió  el 
grado  de  médico  en  1801.  Ha  sido  uno  de  los  primeros  experimentado- 
res en  Fisiología,  y  sus  procedimien- 
tos eran  tan  rudos  y  más  brutales  que 
los  de  Magendie.  Hizo  algunos  expe- 
rimentos, como  los  de  investigar  los 
efectos  de  la  submersion  en  los  ani- 
males recién  nacidos  o  las  relaciones 
térmicas  de  los  animales  despojados 
del  cerebro  y  sometidos  a  la  respira- 
ción artificial.  En  1812  (2)  demostró 
que  la  sección  bilateral  del  nervio  vago 
puede  producir  fatalmente  la  bron- 
coneumonía,  y  extendió  grandemen- 
te la  observación  de  Robert  Whytt 
(1750)  de  no  ser  necesaria  la  abso- 
luta integridad  de  la  médula,  para 
que  se  conserve  la  función  refleja  (3). 
Su  descubrimiento  de  que  una  le- 
sión de  una  pequeña  área  circunscri- 
ta de  la  médula  inhibe  la  respiración 
(181 1)  [4]  fué  el  primer  intento  de  localizar  el  centro  de  ésta,  y  ha  sido 
más  tarde  completado   por  la  labor  de  Flourens. 

Legallois  es  principalmente  recordado  en  la  actualidad  por  sus  Ex- 
periences tur  le  principe  de  la  vie  (1812),  en  las  que  es  el  primero,  después 
de  Borelli,  en  revivir  la  doctrina  neurógena  de  la  acción  del  corazón.  El 
sostiene  que  el  poder  motor  del  corazón  es  un  principio  de  fuerza  conte- 
nido en  la  médula  espinal  y  transmitido  al  corazón  por  los  ramos  del  sim- 
pático. It.,  Be  lia  demostrado  pronto  que  es  erróneo;  pero  la  doctrina 
neurógena  ha  sido  robustecida  más  Larde  por  el  descubrimiento,  por  Ro- 
bert Remak    de  los  ganglios  nerviosos  intrínsecos  del  corazón  ( 1 844)  y  ha 


Mane-Jean-Pieire  Flourens  (1794-1867) 


Lectures  on  the  Hlood,  Filadelfia,  1839;  páginas  .'44-249. 
I  ■  galloi     /•  ■/  nena  1  tur  le  principe  de  la  vie,  París,  1912. 
1 .  pág.  135. 

;       (Eu\  1  >  ..  I  1  te),  París,  1812;  pá^.  37. 


EL     SIGLO     XIX  77 

dominado  como  dueña  hasta  la  resurrección  de  la  doctrina  miogénica  por 
Gaskell  y  Engelmann. 

Marie-Jean-Pierre  Flourens  (1 794- i 867)  es  célebre  por  el  descubri- 
miento del  nceud  vital  (nudo  vital),  o  centro  bilateral  de  la  respiración 
en  la  médula  oblonga,  cuya  lesión  produce  la  asfixia  (1837)  [l]-  Aunque 
la  situación  y  la  extensión  exactas  de  este  nudo  vital  hayan  sido  discuti- 
das hasta  los  tiempos  actuales,  el  fundamento  esencial  del  experimento  de 
Flourens  no  ha  sido  rechazado  nunca.  En  1822-24  (2)  hizo  sus  clásicas 
observaciones  de  los  efectos  producidos  en  las  palomas  por  la  extirpación 
del  cerebro  o  del  cerebelo,  demostrando  la  absoluta  conservación  de  los 
reflejos  con  pérdida  de  la  cerebración  y  volición,  en  el  primer  caso,  y  los 
disturbios  del  equilibrio,  en  el  segundo.  Estos  importantes  experimentos 
demostraron  que  el  cerebro  era  el  órgano  de  la  ideación  y  de  la  volición 
voluntaria,  al  paso  que  el  cerebelo  presidía  la  coordinación  de  los  movi- 
mientos corporales,  aunque  Flourens  negaba  la  posibilidad  de  toda  loca- 
lización  cortical  de  las  funciones.  En  1 828  (3),  Flourens  anunció  que  la 
lesión  de  los  conductos  semicirculares  en  el  oído  interno  causaba  incoor- 
dinación motora  y  pérdida  del  equilibrio;  la  sección  de  uno  solo  de  los 
conductos  produciría  movimientos  rotatorios  alrededor  de  un  eje  en  án- 
gulo recto  con  el  plano  del  corte.  De  la  analogía  de  estos  fenómenos  con 
los  efectos  de  una  profunda  lesión  del  cerebelo  dedujo  Flourens  que  am- 
bos órganos  tenían  acción  sobre  la  coordinación  de  los  movimientos.  Así, 
donde  Purkinje  había  descrito  sólo  un  nistagmus  probablemente  visual, 
Flourens  localizaba  la  existencia  de  un  verdadero  vértigo  cerebeloso  y  la- 
beríntico. Sus  resultados  han  sido  fisiológicamente  confirmados  por  Vul- 
pian,  Goltz,  Cyon  y  Ferrier,  y  en  la  clínica,  por  Meniere,  y  han  sido  há- 
bilmente explicados  quirúrgica  y  clínicamente  por  Robert  Bárány  como 
nistagmus  vestibular. 

Jean-Léonard-Marie  Poiseuille  (i 799- 1 869),  de  París,  graduado  en  Me- 
dicina en  1828,  ha  sido  el  primer  experimentador  entre  Stephen  Hales  y 
Carl  Ludwig  que  ha  producido  algún  adelanto  real  en  la  fisiología  de  la 
circulación.  Su  nombre  quedará  perpetuamente  asociado  con  el  estudio 
de  la  presión  de  la  sangre.  Apoyándose  en  el  original  experimento  de  Ha- 
les de  1733  sobre  la  presión  sanguínea,  Poiseuille  lo  perfeccionó,  substitu- 
yendo por  un  manómetro  de  mercurio  el  incómodo  tubo  largo,  quedan- 
do establecida  la  relación  con  la  arteria   por  medip  de  un  tubo  hueco  de 


(4)  Recherches  experimentales,  París,  2.a  ed.,  1842,  pág.  204- — Compt.  rend.  Acad, 
des  ó<r.,  París,  1858;  XLVII,  pág.  803;  1859,  XLVIII,  pág.  1 136. 

(5)  Arch.  gen.  de  Med.,  París,  1823;  II,  páginas  344  y  35 1;  ,825>  VIII,  páginas  422 
a  426,  y  Recherches  experimentales,  París,  1824. 

(6)  Mém.  Acad.  d.  Se,  París,  1828;  IX,  páginas  455-477- 


78  ni  ST  O  RÍA     DK     LA     MEDICINA 

plomo,  lleno  en  su  extremo  de  carbonato  potásico,  para  impedir  la  coa- 
gulación. Este  era  el  hemodinamómetro  de  Poiseuille  (1828)  flj.  con  el 
que  pudo  demostrar  que  la  presión  sanguínea  aumenta  y  disminuye  con 
la  espiración  y  la  inspiración,  así  como  medir  el  grado  de  la  dilatación  ar 

terial  (aproximadamente, de  lo  normal)  en  cada  latido   cardíaco.   A 

23 

este  instrumento.  Cari  Ludwig,  en  1 847  (2),  ha  añadido  un  flotador,  y, 
como  dice  el  profesor  Stirling,  «ha  tenido  la  idea  genial  de  hacer  que  este 
flotador  escriba  en  un  cilindro  que  gira,  y  así,  de  un  solo  coup  nos  ha  dado 
el  kymograph,  o  escritor  de  ondas,  y  la  aplicación  del  método  gráfico  a  la 
Fisiología».  Con  estos  perfeccionamientos,  la  ciencia  de  la  presión  sanguí- 
nea (hemodinámica)  se  convertía  en  una  parte  de  la  medicina  moderna. 
Otra  gran  contribución  de  Poiseuille  a  la  Fisiología  ha  sido  una  investiga- 
ción de  física  matemática,  a  saber:  sobre  el  flujo  y  el  reflujo  de  los  líqui- 
dos en  los  tubos  capilares  (1840)  [3].  El  encontró  que  la  velocidad  media 
del  flujo  capilar  varía  en  proporción  directa  del  área  de  sección  del  tubo, 
del  grado  de  presión  y  de  la  viscosidad  del  líquido  que  se  mueve;  tam- 
bién, que  la  cantidad  de  reflujo  es  inversamente  proporcional  a  la  longitud 
del  tubo  y  directamente  proporcional    a    la  cuarta   potencia  de  su  diáme- 

/            D*PV\ 
,  al  grado  de  presión  y  al  coeficiente  de  viscosidad  I  O  = I  ;  de 

donde,  por  unidad  de  longitud, diámetro  y  presión, el  coeficiente  de  visco- 

QL 
sidad  puede  ser  computado  por  la  fórmula  siguiente:  V  —  .     Esta 

importante  ecuación  es  la  expresión  matemática  de  la  «ley  de  Poiseuille», 
que  en  los  tiempos  modernos  ha  resultado  fundamental  para  apreciar  la 
viscosidad  de  la  sangre.  Los  instrumentos  usados  con  este  fin  (viscosíme- 
tros)  han  sido  inventados  también  por  Poiseuille,  y  su  nombre  permanece 
actualmente,  con  los  de  Harvey,  Hales  y  Ludwig,  como  uno  de  los  funda- 
dores de  la  hemodinámica. 

Aplicando  los  métodos  físicos  de  laboratorio  a  los  problemas  de  Fi- 
siología han  realizado  una  notable  obra  los  hermanos  Weber,  de  Witten- 
berg. De  ellos,  Ernst  H  kin  rich  Weber  (1795-1878)  era  profesor  de  Ana- 
tomía y  Fisiología  en  Leipzig  (I82I-66)  hasta  el  momento  del  advenimien- 
to de  Ludwig,  y  después  ocupó  la  cátedra  de  Anatomía  de  la  misma  Uni- 
versidad hasta  1871,  en-que  fué  reemplazado  por  Wilhelm  His.  Se  ha  he- 


tro 


1      i    t<    •     pato  bc  encuentra  descrito  en  la  disertación  de  grado  dePoiseuille 

Rcclir  relies  sur  la  force  du  c<eur  ar<r//,//n\  París,    182S. 

(2)      Ltldwíg:  Arch.  /.  Anat.,  Physiol,  uud  uussciich.   A/ed.y   Berlín,  1S47,  p^g.  26i. 

(3;     Poiseuille:  Cotupt.  rend.  Acad  d   v., París,  1840;  XI,  páginas  961  y  1041;  1841, 
XII,  pág    u;  1843,  XVI,  pág.6o. 


EL     SIGLO     XIX 


79 


cho  notar  en  la  historia  de  la  Medicina  por  su  descubrimiento  dei  poder 
inhibidor  del  vago  en  1845  (l);  hallazgo  que  ha  lanzado  mucha  luz  sobre 
algunos  problemas,  como  el  del  movimiento  del  corazón,  Ja  naturaleza  de 
la  fiebre  y  otros  análogos.  El  original  experimento,  llevado  a  cabo  con  su 
hermano  Eduard  Friedrich  Weber  (1806-71),  consistió  en  llevar  el  cora- 
zón a  un  estado  de  reposo,  colocando  un  polo  de  un  aparato  electromag- 
nético en  las  ventanas  nasales  de  una   rana,   y  el   otro  a  nivel   del  plano 


Ernst  Heinrich  Weber  (1795-18^8) 

transversal  que  pasa  por  la  cuarta  vértebra.  El  campo  de  inhibición  se  lo- 
caliza en  la  región  comprendida  entre  los  lóbulos  ópticos  y  el  calamus 
scriptorius,  siendo  los  nervios  vagos  los  conductores  de  la  acción  inhibi- 
dora, y  los  resultados  fueron  extendidos  también  a  los  animales  de  sangre 
caliente.  Aunque  los  Weber  primeramente  creyeron  que  era  necesario 
para  la  inhibición  que  se  estimulasen  ambos  vagos,  y  aunque  Ludvvig  y 
Schmiedeberg  demostraron  más  tarde  que  el  vago  contenía  fibras  acele- 
radoras lo  mismo  que  inhibidoras  (1870-71),  la  primitiva  demostración  ha 


(1)  El  descubrimiento  fué  comunicado  por  los  hermanos  Weber  al  Congreso 
de  Ciencias  de  Italia,  en  Ñapóles,  1845  (experimenta  guibus  probala  ñervos  vagos  ro- 
tations machinae  galvano-magneticae  irrítalos,  motum  cordis  retardare  ct  adeo  inter- 
cipere,  enümodei's  Ann.  Univ.  de  Aíed.,  Milán,  1845;  3  s.,  XX,  pág.  227).  Fué  después 
publicado  en  extenso  en  el  Handwórterbuch  der  Physiologie,  1840;  III,  páginas  45-51- 


8o  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

quedado  inconmovible,  como  uno  de  los  más  grandes  descubrimientos  de 
la  fisiología.  Ernst  Heinrich  Weber  y  Eduard  Friedrich  Weber  colabora- 
ron también  en  la  famosa  Wellenlehre,  o  hidrodinámica  del  movimiento 
de  la  onda  (1825),  según  la  cual  la  velocidad  de  la  ondulación  pulsátil  era 

medida  por  vez  primera,  demostrándose  que  tarda — —  a  en  la  trans- 
misión; con  lo  que  se  destruía  la  hipótesis  de  Bichat  de  ser  el  pulso  sin- 
crónico en  todas  las  arterias.  En  1 837  estos  dos  hermanos  volvieron  nue- 
vamente a  dar  un  brillante  trabajo  unidos,  midiendo  y  comparando  la  ve- 
locidad de  la  sangre  y  de  los  corpúsculos  linfáticos  en  los  capilares  (i). 
Ernst  Heinrich  Weber  es  también  digno  de  recuerdo  por  su  modelo  para 
explicar  la  hidrodinámica  del  corazón  (1850)  [2];  pero  la  obra  fundamen- 
tal de  su  especial  talento  es,  indiscutiblemente,  su  estudio  sobre  el  sentido 
del  tacto  y  el  de  la  temperatura  (Der  Tastsinn  und  das  Gemeingefühl, 
1846),  que  ha  constituido  el  punto  de  partida  de  la  psico-física  experi- 
mental de  Fechner  y  Wundt.  Johannes  Müller,  aunque  asignaba  a  cada 
sentido  su  propia  función  particular,  no  admite  ninguna  «sensación  co- 
mún» (como  el  dolor  o  el  malestar)  aparte  del  sentido  del  tacto.  Weber 
ha  sido  el  primero  en  demostrar  que  esta  sensación  común  puede  ser 
analizada  en  sus  componentes  viscerales  y  musculares,  y  éstos  separados 
de  las  sensaciones  táctiles.  Ideó  la  aplicación  de  la  idea  de  mensuración 
a  aquellos  fenómenos  como  las  sensaciones  de  dolor,  calor,  presión  y  olor, 
notando  que  el  umbral  de  la  sensación  dolorosa  es  también  el  de  la  injuria 
al  nervio,  y  estableciendo  la  generalización  conocida  con  el  nombre  de 
«ley  de  Weber»,  a  saber:  que  la  intensidad  de  la  sensación  no  es  directa- 
mente proporcional  al  grado  del  estímulo,  sino  que  depende  de  su  modo 
de  aplicación.  Un  estímulo  dado  es  menos  perceptible  cuando  se  suma  a 
un  estímulo  grande  que  cuando  se  añade  a  un  estímulo  pequeño;  en  otros 
términos,  cuando  la  sensación  aumenta  en  progresión  aritmética,  el  estí- 
mulo tiene  que  variar  en  progresión  geométrica.  Fechner  ha  expresado 
posteriormente  esta  idea  diciendo  que  la  intensidad  de  la  sensación  varía 
con  el  logaritmo  del  estímulo  (ley  de  Weber  y  Fechner),  supuesto  que  la 
curva  producida  es  logarítmica. 

Un  tercer  hermano  de  la  familia  Weber  es  el  célebre  electricista  Wi- 
lhblm  Edüard  Wsbsr  (1804-91),  que  fué  profesor  de  Kísica  en  Gottinga 
durante  toda  su  vida  académica  (i  831-91),  construyó  el  primer  telégrafo 
electro-magn«'tico  en  l833i  ni/n  lin  atlas  del  magnetismo  terrestre  (1840), 
y,  además,  fué  notable  por  su  importante  labor  sobre  las  mediciones  eléc- 


'','.,  Berlín,  1837;  páginas  ±^-¡-212. 
!'.<■>■ .  ,/.  !   Verhandl,  </.  k,  sáchs,  </.  Wissensch.,  Leipzig,  1850,  pág.  1X6. 


EL     SIGLO    XIX 


tricas.  Colaboró  con  Eduard  Friedrich  Weber  en  la  clásica  y  bien  cono- 
cida obra  de  mecánica  del  sistema  locomotor  humano  (Mechanik  der 
menschlichen  Gehwerkzeuge,  1836),  el  más  importante  estudio  de  su  épo- 
ca acerca  de  la  fisiología  del  movimiento  y  de  la  locomoción  y  del  meca- 
nismo de  las  articulaciones. 

Un  notable  y  completo  fisiólogo  y  anatómico  era  Ernst  Wilhelm  von 
Brücke  (1819-92),  de  Berlín,  que  llegó  en  1849  a  ser  profesor  de  Fisiolo- 
gía en  Viena,  donde  quedó  asociado  a   la  nueva  escuela  de  esta  capital 
para  todo  el  resto  de  su  vida.  Sus  investigaciones  se  extienden  a  todos  los 
ramos  de  su  especialidad,  incluso  la  luminosidad  de  los  ojos  en  los  anima- 
les (1845),  la  fonética  (1856-62),  las  vál- 
vulas  semilunares   (1855)  y   Ia  anatomía  K 
artística  (1892),   siendo   esta   última   una 
de  las  obras  más  atractivas   que   se  han 
escrito  sobre  esta  materia.  Ha  sido  el  pri- 
mero en  sostener  que  la  orina  normal  pue- 
de contener  azúcar  (1858),  y  en  inventar 
la  emulsión  testigo  para  los  ácidos  gra- 
sos (1870). 

El  sabio  expositor  en  Inglaterra  de  la 
experimentación  física  durante  este  pri- 
mer período  ha  sido  Marshall  Hall 
(1790-1857),  de  Nottingham,  cuya  Memo- 
ria a  la  Royal  Society  sobre  La  función 
refleja  de  la  médula  oblonga  y  de  la  médu- 
la espinal  (1833)  [i]  establece  la  distinción  entre  la  acción  voluntaria  y 
los  reflejos  inconscientes. 


Ernst  Wilhelm  von  Brücke  '1819-92) 


La  idea  de  que  los  impulsos  periféricos  pueden  ser  reflejados  por  fuera  de  los 
centros  nerviosos  relacionados  con  el  cerebro,  sin  relación  con  la  conciencia,  ha 
sido  sugerida  en  primer  término  por  Descartes,  en  1644,  al  discutir  el  fenómeno  de 
cerrar  los  ojos  ante  la  amenaza  de  recibir  un  golpe  en  ellos.  Robert  Boyle  ha  hecho 
notar  que  una  víbora,  tres  días  después  de  ser  decapitada,  todavía  se  agita  cuando 
se  la  pincha.  Johann  Bonn  ha  considerado  los  movimientos  reflejos  de  la  rana  de- 
capitada como  «un  fenómeno  material»  (1686).  Stephen  Hales  ha  demostrado  que 
los  movimientos  de  la  rana  decapitada  quedan  suprimidos  si  se  destruye  la  médula 
espinal.  Robert  Whytt,  de  Edimburgo,  demuestra  que  la  destrucción  del  lóbulo  óp- 
tico anterior  suprime  la  contracción  de  la  pupila  a  la  acción  de  la  luz  (reflejo  de 
Whytt)  y  que  un  pequeño  trozo  de  médula  basta  para  la  producción  de  los  movi- 
mientos reflejos.  Pero  la  mayoría  de  los  autores  pensaban  que  los  fenómenos  refle- 
jos estaban  relacionados  con  la  sensación  y  la  ideación.  Los  experimentos  de  Bell 
y  Magendie  (181 1-22)  fueron  un  gran  paso  progresivo  en  este  sentido,  y  el  descu- 
brimiento del  centro  respiratorio  por  Legallois  (1826)  y  Flourens  (1837)  arrojó  una 
gran  luz  sobre  estos  problemas. 


(1)     Hall:  Phil.  Tr.,  Londres,  1833;  páginas  635-665. 

Historia  de  la  Medicina.— Tomo    11 


82 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Independientemente  de  esta  defectuosa  y  aparente  ignorancia  de  la 
labor  de  sus  predecesores,  Marshall  Hall  demostró  que  las  convulsiones 
producidas  por  la  estricnina  cesan  después  de  la  destrucción  de  la  médu- 
la espinal;  que  los  reflejos  se  producen  más  rápidamente  incitando  las  ter- 
minaciones nerviosas  que  por  estimulación  de  los  mismos  nervios,  y  que 
aquéllos  son  una  contracción  de  los  músculos  esfínteres.  Ha  sido  la  obra 
de  Hall  la  que  ha  dado  a  la  acción  «refleja»  un  lugar  permanente  en  la 
Fisiología,  que  a  pesar  de  él  no  ha  podido  realizar  lo  que  Sherrington  y 

otros  han  puntualizado,  a  saber:  que 
los  actos  volitivos  y  los  reflejos  pue- 
den transformarse  unos  en  otros,  y 
que  hay  muchos  fenómenos  nerviosos 
que  permanecen  entre  los  dos  extre- 
mos. El  piensa  que  su  obra  principal 
ha  sido  el  descubrimiento  de  unas 
vías  reflejas  especiales  disociadas  para 
la  sensación  y  la  volición;  idea  que 
ha  sido  apoyada  por  el  descubrimien- 
to de  R.  I).  Grainger  de  que  la  subs- 
tancia gris  en  la  médula  y  sus  raíces 
aferentes  son  el  verdadero  medio  de 
la  acción  refleja  (1837). 

William  Sharpey  (l802-8o),de  Ar- 
broath (Escocia),  que  ha  sido  toda  su 
vida  un  notable  profesor  de  Fisiolo- 
gía del  Colegio  Universitario  de  Lon- 
dres (1836-74),  es  digno  de  recuerdo 
por  sus  trabajos  acerca  de  los  párpa- 
dos y  de  su  movimiento(l830-3Ó)[lJ, 
fibras  de  Sharpey»  (1846)  [2].  La 
fisiología  inglesa  debe  su  origen  a  Huxley  y  a  Sharpey,  que  era  el  maes- 
tro de  los  profesores  de  Oxford  y  Cambridge,  Michael  Foster  y  Burdon- 
Sanderson.  (Sharpey  —  dice  Foster — era  el  único  fisiólogo  puro  de  In- 
glaterra..., el  único  hombre  de  su  época  que  consagró  su  vida  entera  a  la 
Fisiología  »  Describiendo  la  obra  de  Ludwig  de  las  curvas  de  la  presión 
sanguínea  a  los  estudiantes,  utilizaba  a  veces  su  antiguo  cilindro  como  ci- 
mógrafo. 


William  Sharpey  [ií     -  B  blioteca  Médi 

de  Boston.) 


y   por  el  descubrimiento  de  las 


(1)  Sharpey:    Edi  *td  Surg.  Joum.y  1830;  XXXIV,    páginas  113-112,  y 

3  J5-  j6,  I. 

(2)  Sharpey:    En    la    Anatomía    de    Quains    5.a    ed.,    Londres,    1846;    II,    pági- 


EL     SIGLO    XIX 


83 


Sir  William  Bowman  (1816-92),  de  Cheshire  (Inglaterra),  eminente 
como  fisiólogo  y  en  cirugía  oftalmológica,  descubrió  y  describió  los 
músculos  estriados  (1840-41)  [ij,  las  membranas  básales  (1842)  y  la  re- 
gión ciliar  del  globo  ocular.  A  Bowman  se  debe  el  tratamiento  científico 
de  las  afecciones  lagrimales.  En  1 842  (2)  expuso  su  teoría  sobre  la  secre- 
ción urinaria  de  que  Jos  tubos  y  sus  plexos  capilares  son  probablemente 
Jas  partes  concernientes  a  la  secreción  de  los  principios  básicos  de  la  ori- 
na (la  urea,  ácido  lítico,  etc.)  y 
los  cuerpos  de  Malpighi  pueden 
ser  el  aparato  destinado  a  sepa- 
rar la  porción  acuosa  de  la 
sangre. 

La  tendencia  química  de  la 
moderna  Fisiología  experimen- 
tal, que  se  apoya  en  la  mag- 
nífica obra  de  Claudio  Bernard 
y  Pasteur,  ha  sido  iniciada  por 
Liebig  y  Wóhler,  en  Alemania, 
y  por  Dumas  y  Chevreuil,  en 
Francia. 

Justus  von  Liebig  (i 803-73) 
de  Darmstadt,  discípulo  de  Gay 
Lussac,  ha  sido  el  fundador  de 
la  química  agrícola,  uno  de  los 
principales  fundadores  de  la 
química  fisiológica  y  de  la  quí- 
mica de  los  compuestos  del  car- 
bono y  el  creador  de  la  enseñanza 
por  el  laboratorio  de  la  Química. 

El  laboratorio  de  Liebig,  establecido  en  Giessen  en  1 826,  ha  sido  la  primera 
institución  de  este  género  puesta  en  relación  con  la  enseñanza  universita- 
ria, y,  aunque  pobre  y  sencillo  en  sus  aparatos,  fué  muy  pronto  acogido 
con  entusiasmo  por  los  estudiantes,  que  acudieron  en  gran  número  a  tra- 
bajar en  él.  En  este  laboratorio  llevó  a  cabo  Liebig  sus  famosas  investiga- 
ciones acerca  de  los  cianuros,  cianatos,  amidos,  aldehidos,  benzoilos,  ben- 
zoatos, ácidos  orgánicos  y  abonos,  y  en  él  fundó  los  Liebig 's  Annalen 
(1832-74),  el  principal  órgano  literario  de  la  Química  durante  toda  su  vida. 


Sir  William  Bowman  (1816-92) 


(1)  Bowman:  On  the  Minute  Structure  and  Movements  of  Voluntary  muscles; 
Phil.  Tr.,  Londres,  1840,  páginas  457-501,  4  láminas;  1841,  páginas  69-73.  Los  dibu- 
jos son  del  mismo  Bowman. 

(2)  Phil.  7r.,  Londres,  1841-42,  páginas  57-80. 


84  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

Las  contribuciones  más  importantes  de  Liebig  a  la  Medicina  son  sus  des- 
cubrimientos del  ácido  hipúrico  (Poggendorff  s  Ann.  1829),  del  doral  y 
del  cloroformo  (1831)  [i];  sus  estudios  acerca  de  los  compuestos  del  ácido 
úrico,  su  modo  de  dosificar  la  urea  (1853)  [2]  y  sus  importantes  trabajos 
sobre  sangre,  bilis  y  jugo  de  la  carne  (extracto  de  Liebig).  Su  libro  de 
Química  orgánica  en  sus  aplicaciones  con  la  Fisiología  y  la  Patología 
(1842)  [3]  ha  sido  el  primer  tratado  que  de  un  modo  formal  se  ha  ocupa- 
do de  la  materia,  introduciendo  el  concepto  de  metabolismo  (Stoff weeks  el). 


Justus  von*Liebig"(i8o3-73) 


Sus  cartas  familiares  sobre  Química  han  hecho  más  que  ninguna  otra  obra 
en  favor  de  la  popularización  de  esta  ciencia.  Las  investigaciones  de  Liebig 
acerca  de  la  fermentación  y  de  la  putrefacción  se  encuentran  viciadas  por 
los  puntos  de  vista  puramente  materialistas  de  estos  fenómenos,  como  ba- 
sados en  su  teoría  de  la  catálisis.    Ha   definido  la   catálisis  como   la   facul- 


(1)     Ann.  d.  Pharm.  Lemgo  und  Heidelberg,   1832;  I,  páginas  182-230.  El  clorofor- 
mo fué  descubierto  independientemente,  en  el  mismo  año  también,  porSoubeiran 
i  \nn  dcChim.,  París,  1831;  XI  A  III.  páginas  113-157)  y  por  Samuel  Guthrie, M.  D. 
(1782-1848,  de  Bloomfidd  (Massachusetts)  M»!..?.  Arts  and  Se,  1831;  XXI,  pág.  64,  y 
XXII,  pág.  iosJ  en  Jewettsville,  cerca  de  Sackett'a  Harbor  (New-York'),  donde  en- 
método  moderno  de  obtener  el  <  loroformo  destilando  el  alcohol  con  cal  viva. 
Ann.  d,  Pkarm.,  Lemgo  and  Heidelberg,  [853;  IX  XXV,  páginas  289-328. 
ffi     Die  organische  Chemie  in  ihrer  Anwendung  auf  Physiologic  und  Patlwlogie, 
Braunschweig,   1842.  Schwann  había   ideado   la    frase  cíenómenos  metabóHcos» 
:  razer  Hai 


EL     SIGLO     XIX.  85 

tad  de  un  sistema  de  moléculas  de  producir  vibraciones  armónicas  por 
simpatía  en  otro  sistema,  determinando  cambios  químicos  en  éste,  y  afec- 
taba, además,  despreciar  o  hacer  caso  omiso  de  todos  aquellos  agentes 
vivos,  como  bacterias  o  fermentos  vivos.  Pensaba  que  la  fermentación  y 
la  putrefacción  eran  únicamente  disturbios  físicos  del  equilibrio  que  po- 
dían ser  comunicados  por  contacto  con  otros  cuerpos.  Rehusaba  creer  que 
los  fermentos  fueran  vivos,  y  no  admitía  que  se  pudieran  ver  por  medio 
del  microscopio.  Cuando,  después  de  larga  y  amarga  controversia,  Liebig 
vio  que  su  materialismo  había  sido  rechazado  por  Pasteur,  proclamó,  de 
mala  gana,  que  él  había  intentado  únicamente  señalar  una  causa  química 
a  los  fenómenos  químicos.  Sin  embargo,  Liebig  era,  por  otra  parte,  un  in- 
transigente vitalista.  Lord  Kelvin  refiere  que  cuando,  en  cierta  ocasión,  le 
preguntó  al  gran  químico  si  pensaba  si  una  hoja  de  una  flor  podía  ser  he- 
cha o  deshecha  por  fuerzas  químicas,  Liebig  le  contestó:  «Yo  creería  an- 
tes que  un  libro  de  Química  o  de  Botánica  podía  ser  hecho  a  expensas 
de  la  materia  muerta  y  sólo  por  procesos  químicos»  (i). 

Friedrich  Wohler  (1800-82),  de  Eschersheim  (Hesse-Nassau),  estaba 
asociado  a  Liebig  en  sus  investigaciones  sobre  el  ácido  úrico,  los  com- 
puestos de  cianógeno  y  el  aceite  de  almendras  amargas,  la  síntesis  artifi- 
cial del  azúcar,  morfina  y  salicina,  y  él,  aisladamente,  ha  hecho  también 
descubtimientos  muy  importantes,  dos  de  los  cuales  han  sido  verdadera- 
mente decisivos  en  la  historia  de  la  Fisiología.  En  1 828,  Wohler  consiguió 
efectuar  una  síntesis  artificial  de  la  urea  (2),  calentando  el  cianato  amóni- 
co, de  acuerdo  con  la  ecuación:  NH4  CNO  =  CO  (NH2)2.  Esta  era  la 
primera  vez  que  una  substancia  orgánica  había  sido  construida  artificial- 
mente de  los  componentes  de  una  substancia  orgánica,  sin  ninguna  inter- 
vención de  los  procesos  vitales,  y  ello  puso  bien  pronto  en  claro  que  no 
hay  ninguna  diferencia  esencial  entre  la  estructura  química  de  la  naturale- 
za viva  y  la  de  la  inanimada.  Este  descubrimiento  abre  la  línea  brillante  de 
la  labor  sintética,  en  la  que  tan  elevado  puesto  había  de  alcanzar  más  tar- 
de Emil  Fischer.  En  1824,  Wohler  hizo,  y  en  1842  confirmó,  un  descu- 
brimiento que  había  de  ser  el  punto  de  partida  de  la  química  moderna 
del  metabolismo,  a  saber:  el  de  que  el  ácido  benzoico,  dado  en  el  alimen- 
to, aparece  como  ácido  hipúrico  en  la  orina  (3).  Esto  aparecía  en  contra- 


(1)  Lord  Kelvin:  Popular  Lectures,  Londres,  1894;  II,  nota  de  la  pág.  464. 

(2)  Wohler:  Ueber  künstliche  Bilduiíg  des  Hamstoffs;  Ann.  de  Phys.  u.  Chem., 
Leipzig,  1828;  XII,  páginas  253-256. 

(31  Ann.  de  Phys.  u.  C/iem.,  Leipzig,  1842;  LVI,  páginas  638-641.  Un  año  antes, 
Alexander  Ure,  de  Edimburgo,  había  establecido  que  el  ácido  benzoico  se  cambia 
en  hipúrico  en  el  organismo  (Provincial  Med.  and  Surg.  Joum..  Londres,  1841; 
II,  pág.  317).  El  experimento  original  de  Wohler  se  encuentra  en  el  Tiedema?irís 
Ztschr.f.  Physiol..  1824;  I,  pág.  142;  pero  sus  puntos  de  vista  no  fueron  definitivos 
hasta  después  del  descubrimiento,  por  Liebig,  del  ácido  hipúrico  en  1829. 


86  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

dicción  con  la  idea,  corriente  en  la  época  de  Wohler,  de  que,  al  paso  que 
las  plantas  pueden  sintetizar  sus  materiales  complejos,  los  animales  tienen 
que  recibir  sus  substancias  constituyentes,  ya  sintetizadas,  de  las  plantas 
o  de  otros  animales.  Otras  formas  de  la  síntesis  animal,  como  las  del  áci- 
do úrico  del  carbonato  amónico  o  las  de  la  glucosa  del  glucógeno  en  el 
hígado,  fueron  descubiertas  bien  pronto,  y  en  ello  tuvo  su  concepción  el 
problema  de  producir  alimentos  artificiales  a  expensas  de  materiales 
elementales. 


Entre  las  más  antiguas  investigaciones  químicas  importantes  para  la  Medicina 
figuran:  el  aislamiento  de  la  morfina,  por  Sertürner  (1806)  [1];  la  investigación  de 
los  cálculos  de  cistina,  por  Wollaston  (1810)  [2];  la  conversión  del  almidón  en  azú- 
car, por  Kirchhoff  (181 1)  [3];  la  investigación  de  la  albúmina  en  la  orina,  por  Blac- 
kall  y  Wells  (1812-14);  la  obtención  déla  estricnina  (1818)  [4],  de  la  brucina  (1819), 
de  la  quinina  (5)  y  de  la  veratrina  (1820),  por  Caventou  y  Pelletier;  las  investigacio- 
nes de  Alexander  Marcet  sobre  la  orina  negra  (1822)  [6];  las  de  Dutrochet  acerca 
de  la  endosmosis  y  exosmosis  (1827-35)  [7];  Ia  obtención  de  la  atropina,  por  Geiger 
y  Hesse  (1833)  [8];  la  prueba  de  F.  Rose,  del  biuret,  para  la  albúmina  (1833)  [9];  las 
investigaciones  de  Cagniard  Latour(io)  y  de  Schwann  sobre  las  células  de  levadu- 
ra y  la  fermentación  vínica  (1837-38);  la  demostración,  por  Bouchardat  y  Peligot, 
de  que  el  azúcar  de  la  orina  en  la  diabetes  es  la  glucosa  (1838)  [11];  la  prueba  de 
Trommer  para  la  glucosa  en  la  orina  (Mitscherlich,  1841);  la  de  Pettenkofer  para  la 
bilis  (1844)  [12];  la  cuantitativa  de  Hermann  von  Fehling  para  la  glucosa  de  la  ori- 
na (1848)  [13];  el  descubrimiento,  por  Henry  Bence  Jones,  de  un  proteído  especial 
(albumosa)  en  la  orina  de  los  enfermos  con  reblandecimiento  de  los  huesos  (albu- 
mosuria nuclopática,  1848)  [14];  investigaciones  de  Adolf  Strecker  sobre  la  bilis  del 
buey  (1848-49)  [15],  y  el  descubrimiento  de  Millón  de  un  reactivo  especial  para  los 
proteidos  (1849)  [16].  La  química  de  la  orina  recibió  un  fuerte  impulso  con  la  publi- 
cación de  la  brillante  obra  de  Johann  Floriam  Heller  (1813-71),  de  la  nueva  escue- 
la de  Viena,  un  discípulo  de  Liebig  y  Wohler,  que  descubrió  la  prueba  del  anillo 
parala  albúmina  (1844)"  [17]  la  de  la  potasa   cáustica   para  el  azúcar  de  la  orina 


(1)  Sertürner:  Journ.  de  Pharm.,  Leipzig,  1806;  XIV.  pág.  47;  181 1,  XX.  pág.  99, 

(2)  Wollaston:  Phil.  Jr.,  Londres,  1810;  pág.  223-230. 

(3)  Kirchhoff:  Journ.  f.  Chem.  u.  Physik.,  Nuremberg,  181 5;  XIV,  páginas  389 
a  398. 

(4)  Caventou  y  Pelletier:  Journ.  de  Pharm.,  París,  1 8 1 9;  V,  páginas  142-177. 
5  Ann.  de  Chim.  et  Phys.,  París,  1820;  XV,  páginas  289  y  337. 

Marcet:  Med.-Chir.  Tr.,  Londres,  1822-23;  XII,  páginas  37-45. 

(7)  Dutrochet:     \nn.   de   Chim.   et   Phys.,    París.    1827-35;    volúmenes    XXXV. 

xxxvn,  xi  ix,  1 11  v  i.x 

(8)  Geiger  and  Hesse:  Ann.  d.  Pharm.y  Lemgo  und  Heidelberg.  1833,  V,  pági- 
na 43".  VT,  pág.  44- 

(9)  Rose:  Poggendorff  s  Ajiv.,  Leipzig,  1833;  XXVIII,  pág.  132. 

(10)  Cagniard  Latour:    Ann.  de  (.'him.  et  Phys.,  París,  1838;  LXVI1I,  páginas  206 
a  221. 

(n)  Peligot    \nn.  de  Chim.  et  Pharm.,  París,  1838;  LXVI,  pág.  140. 

(12)  Pettenkofer:  Ann.  de  Chem.  et  Pharm.,  Heidelberg,  1844;  LIII,  páginas  90-06. 

(13Í  Frhling:  Arch.  /'.  d.  Phxsiol.  Ueilk.,  Stuttgart,  1848;  VII,  página  s  64-73. 

(14)  Ben  Phil.  7r.,  Londres,  1848;  páginas  55-62. 

(15)  Strecker  Atm.dé  Chem.   et  Pharm.,   Heidelberg,  1848;  LXV.  pág.  1;  LXVI, 

XX,  pág. 
Millón:  Comp.rend  Acad.  d.  Se.,  París,  1849;  XXVIII, páginas  4< 
Heller  'hisiol.  und  Path.  Chem.  ll'ieri.,  1844;  I.  páginas  102-199. 


EL     SIGLO     XIX  87 

(1844)  [1],  ha  sido  el  primero  en  señalar  la  retención  de  los  cloruros  en  la  orina 
de  los  pneumónicos  (1847)  [2],  ha  inventado  la  prueba  de  la  potasa  cáustica  para 
la  sangre  en  la  orina  (1858)  [3],  ha  inventado  el  ureómetro  para  apreciar  la  densi- 
dad de  la  orina  (1848)  y  ha  escrito  una  famosa  obra  clásica  sobre  los  cálculos  uri- 
narios (i860)  [4].  Las  investigaciones  químicas  en  Francia  han  recibido  un  gran  im- 
pulso con  la  obra  de  Jean  Baptiste  Dumas  (1800-84),  que  aisló  el  alcohol  metílico, 
estableció  el  análisis  cuantitativo  del  aire  y  del  agua,  estudió  los  cambios  químicos 
en  el  desarrollo  del  pollo  y  (con  Coindet)  demostró  el  valor  del  yodo  en  el  tratamien- 
to del  bocio  (1820)  [5].  Michel  Eugene  Chevreul(i 787-1889)  investigó  el  azúcar  en  la 
orina  de  los  diabéticos  (18 15)  [6],  e  hizo  un  importante  estudio  de  la  grasa  animal 
(1823).  En  Inglaterra,  Thomas  Graham  (1805-69),  de  Glasgow,  dejó  una  obra  de  ca- 
pital importancia  en  la  moderna  fisiología  con  su  descubrimiento  de  las  leyes  que 
rigen  la  difusión  de  los  gases  (1829-31)  [7],  sus  investigaciones  de  la  fuerza  osmó- 
tica (1854)  [8]  y  sus  métodos  de  separar  los  líquidos,  animales  o  no,  por  medio  de 
la  diálisis,  introduciendo  la  distinción  entre  substancias  cristalinas  y  coloides 
(186 1)  [9].  La  definición  de  Graham  de  la  osmosis  como  la  «conversión  de  la  afini- 
dad química  en  una  fuerza  mecánica»  sigue  siendo  la  más  científica  de  las  hechas 
hasta  ahora,  que  se  defiende  por  las  recientes  investigaciones  de  las  membranas 
semipermeables. 

Los  adelantos  más  importantes  hechos  durante  el  primer  período  en 
la  investigación  química  lo  han  sido  en  la  fisiología  de  la  digestión.  La  pri- 
mera obra,  cronológicamente  hablando,  en  este  campo  ha  sido  An  Expe- 
rimental Inquiry  into  the  Principles  of  Nutrition  and  the  Digestive  Process 
(1803),  de  John  R.  Young,  de  Maryland,  habiéndose  graduado  en  la  Uni- 
versidad de  Pensilvania.  Los  trabajos  de  los  más  antigüe  s  fisiólogos  de  la 
digestión — Van  Helmont,  Sylvius  y  Borelli — estaban  en  gran  parte  dismi- 
nuidos de  valor  por  sus  teorías  del  calor  innato  y  de  los  espíritus  vitales, 
y,  como  William  Hunter  hacía  notar  irónicamente,  han  hecho  que  se  tien- 
da a  considerar  el  estómago  como  un  mortero,  como  una  cuba  de  fermen- 
tación o  como  una  cazuela  de  guisar.  En  e!  siglo  xvín,  Réaumur  ha  aislado 
el  jugo  gástrico  y  demostrado  su  acción  disolvente  sobre  los  alimentos 
(1752).  Spallanzani  confirmó  el  hecho  de  su  carácter  disolvente  y  antisép- 
tico (1782),  lo  que  estuvo  en  contradicción  con  los  diferentes  puntos  de 
vista  de  la  cocción,  putrefacción,  trituración  y  fermentación  y  en  favor  de 
la  teoría  química  de  la  disolución;  pero  omitió  el  reconocer  que  la  acción 
disolvente  del  jugo  gástrico  es  debida  a  la  acidez  del  mismo.  Young  em- 
prendió su  trabajo  en  este  punto,  y  por  medio  de  experimentos  llevados 

(1)  Heller's  Arck.f.  Phisiol.  und  Path.  Client.  Wien.,  1844;  I,  páginas  212-292. 

(2)  Ibidem,  1847;  IV,  páginas,  522  y  525. 

Heller:  Ztschr.  d.  k.  k.  Gesellsch.  d.  Aerzte  z.  Vie?tn.,  1858;  n.  F.,  I,  pág.  751. 
L.  Teichmann  ha  dado  una  prueba  más  antigua  para  la  hemina  en  el  Ztschr.  f.  rat. 
Med.,  Heidelberg,  1853;  III,  páginas  375-388  (Erich  Ebstein). 

(4)     Heller:  Pie  f  fame  oner  etionen,  Viena,  i860. 

($)     Coindet:  Ann.  de  Chimie,  Paris,  181 5   XCV,  pág.  319. 

(6)  Chevreul:  Ann.  de  Chimie,  Paris,  1815;  XCV,  pág.,  319. 

(7)  Graham:  Quart.  J  own.  Se.,  Londres,  1829;  II.  páginas  74-83.—/%//.   Mag., 
Londres,  1833;  II,  páginas  175-190. 

(8)  Phil.  Jr., Londres,  1854.  CXLIV,  páginas  177-228. 
Í9)     ibidem,  1861;  CLI,  páginas  183-224. 


88  HISTORIA    DE     LA    MEDICINA 

a  cabo  en  ranas,  serpientes  y  hasta  in  propria  persona,  demostró  que  el 
principio  disolvente  del  jugo  gástrico  es  un  ácido  que  vuelve  rojo  el  pa- 
pel azul  de  tornasol  y  reblandece  los  huesos  hasta  convertirlos  en  una  pul- 
pa, y  que  este  ácido  no  puede  provenir  de  ninguna  fermentación  vinosa 
o  de  otro  carácter,  sino  que  es  un  componente  de  la  secreción  gástrica 
normal.  Llegó  a  la  importante  deducción,  demostrada  en  nuestros  mismos 
días  por  Pavloff,  de  que  la  secreción  del  jugo  gástrico  y  de  la  saliva  son 
isócronas  y  van  asociadas;  pero  se  equivocó  al  deducir  que  el  principio 
ácido  del  jugo  gástrico  era  el  ácido  fosfórico.  En  1824,  William  Prout 
(1785-1850),  un  químico  inglés,  pudo  demostrar,  por  cuidadosa  tritura- 
ción y  destilación,  que  el  ácido  del  jugo  gástrico  es  el  clorhídrico  libre  (i). 
Este  resultado  fué  pronto  confirmado  por  otros  químicos,  especialmente 
en  la  clásica  monografía  de  La  digestión  químicamente  considerada  (1826 
a  1827)  [2],  por  Friedrich  Tiedemann  (1781-1861),  de  Cassel,  y  Leopold 
Gmelin  (1788- 1853),  de  Góttinga.  En  esta  obra  se  da  la  prueba  del  ácido 
nítrico  de  Gmelin  para  los  pigmentos  biliares  en  el  quilo,  en  el  suero  san- 
guíneo y  en  la  orina  (prefacio,  pág.  Il)  [3];  se  establece  el  límite  de  la  se- 
creción gástrica  y  se  demuestra  que  la  saliva  contiene  un  sulfocianato,  y  la 
secreción  pancreática  un  principio  que  se  vuelve  rojo  con  el  agua  de  cloro. 
Este  principio  (tryptophan)  fué  demostrado  posteriormente  por  Claudio 
Bernard  ser  un  producto  de  la  digestión  pancreática  y  no  un  verdadero 
constituyente  del  jugo  pancreático. 

En  1833,  William  Beaumont  (1785-1853),  de  Connecticut,  y  cirujano 
del  ejército  de  los  Estados  Unidos,  publicó  sus  famosos  Experiments  and 
Observations  sobre  una  accidental  fístula  gástrica  en  el  mulato  canadiense 
Alexis  St.  Martin,  que  dieron  mucha  luz  sobre  la  naturaleza  del  jugo  gás- 
trico, el  proceso  de  la  digestión  en  el  estomago  y  los  primeros  grados  de 
la  gastritis.  Nada  menos  que  en  1664  había  publicado  Regner  de  Graaf  su 
estudio  de  artificial  jugo  pancreático  y  salivar  en  un  perro,  cuyo  grabado 
presentaba,  constituyendo  esto  los  casos  más  antiguos  de  fístula  gástrica; 
pero  Beaumont  ha  sido  el  primero  en  estudiar  la  digestión  y  los  movimien- 
toa  del  estómago  in  situ  (1825)  [4].  Comienza  con  un  resumen,  hecho  con 


(1)     Prout:  Phil.  Ir.,  Londres,  [824;  páginas  45-49. 

riedemann  und  Gmelin:  Die  Verdauung  nach  Versuchen,  Heidelberg  and 
Leipzig,  1826-27. 

Erich  Ébstein  (Ztschr.f.  ürol.,  l  eipzig,  [915;  IX,  pág.  283)  añrma  que  la 
prueba  de  Gmelin  del  ácido  nítrico  para  la  bilis  era  ya  empleada  míos  cuarenta 
años  m  miIm<  de  1 7 s 7 ;  por  Francesco  Marabelli,  un  discípulo  de  Johann 

Peter   Frank  y  boticario  del   Hospital  de   Pavía  (Aiti  </.  Accad.  d.  Se.  di  Siena, 

,    VII,  páginas  224-232).  Los  diversos  ensayos  de  IMarabelli  (Leipzig,  1795)  con- 
tienen además  análisis  de   medicamentos  líquidos  (1791),  de  la  orina   diabética 
del  maíi    1787)  y  de  diferentes  frutos. 
(4)      \l<  l.  Recorder ^  Filadrlfia,  1825;  VIII,  páginas  14  y  840;  1826,  IX,  pág.  94- 


EL     SIGLO     XIX 


89 


gran  claridad  de  juicio,  de  la  obra  de  sus  predecesores;  da  una  exacta  des- 
cripción del  aspecto  normal  y  patológico  de  la  mucosa  gástrica  durante  la 
vida  y  de  los  movimientos  del  estómago  en  el  acto  de  la  digestión,  de- 
mostrando que  el  jugo  gástrico  es  segregado  únicamente  cuando  el  ali- 
mento está  presente,  y  que  la  irritación  mecánica  de  la  mucosa  gástrica 
produce  congestión,  pero  únicamente  una  secreción  localmente  limitada 
de  jugo  gástrico.  Así,  pronosticaba  los  resultados  de  Pavloff  y  destruía  la 
hipótesis  de  Magendie  de  que  la  secreción  gástrica  es  continua.  Los  expe- 
rimentos de  Beaumont  sobre  los 
efectos  del  jugo  gástrico  sobre 
los  diferentes  alimentos  y  sobre 
el  relativo  valor  digestivo  de  és- 
tos son  el  fundamento  de  las  mo- 
dernas tablas  y  escalas  dietéti- 
cas; y  su  examen  químico  del 
jugo  gástrico  le  llevó  a  la  con- 
clusión de  que  contiene  ácido 
clorhídrico  libre,  mas  alguna  otra 
substancia,  queTheodorSchwann 
pudo  demostrar,  en  1835,  que 
era  la  pepsina.  Esta  ha  sido  la, 
obra  más  importante  de  la  fisio- 
logía de  la  digestión  gástrica  an- 
tes de  los  trabajos  de  Pavloff,  y 
las  dificultades  bajo  las  cuales  el 
experimentador  llevó  a  cabo  su 
trabajo,  comenzado  en  un  aisla- 
do puesto  militar  en  las  selvas 
de  Michigan    y   completado 

sólo  a  fuerza  de  acompañar  al  enfermo,  realizando  cerca  de  2.000  mi- 
llas hasta  Plattsburgh  Barraks,  New- York,  hacen  de  su  experimento  uno 
de  los  románticos  experimentos  de  la  historia  de  la  Medicina.  «Todo  mé- 
dico que  receta  para  trastornos  digestivos — dice  Vaughan — y  todo  enfer- 
mo que  se  aprovecha  de  aquellas  recetas  deben  gratitud  a  la  memoria  de 
William  Beaumont,  que  en  1 82 5,  en  la  isla  de  Mackinaw,  comenzó  su  es- 
tudio de  la  digestión,  que  continuó  con  trabajo  y  con  habilidad  en  bene- 
ficio de  la  Humanidad.»  El  ha  sido  el  verdadero  maestro  y  trabajador  de 
la  fisiología  experimental  en  la  región  (i). 


William  Beaumont  (1785-1853).  (Cortesía  del  doctor 
Jesse  S.   Myer,  St.  Louis.) 


(1)  Para  un  completo  e  interesante  estudio  de  Beaumont  y  su  obra  véase  la 
ÍAfe  and  fitters  of  William  Beaumont,  del  difunto  doctor  Jesse  S.  Myer,  con  una 
introducción  de  sir  William  Osier,  St.  Louis,  C.  V.  Mosby  C.°,  1912. 


90  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

La  cirugía  de  la  primera  parte  del  siglo  xix  era  simplemente  una  con- 
tinuación de  la  cirugía  del  siglo  xvm,  con  la  diferencia  de  que  el  centro  de 
gravedad  se  había  trasladado  de  París  a  Londres,  como  resultado  de  la  po- 
derosa influencia  ejercida  por  la  enseñanza  de  Hunter  y  de  los  desastrosos 
electos  de  las  fanáticas  prohibiciones  de  1792-93,  que  abolieron  las  Facul- 
tades y  Sociedades  médicas  en  Francia.  Muchas  atrevidas  intervenciones 
quirúrgicas  se  han  llevado  a  cabo  en  este  período;  la  cirugía  plástica  ha 
resucitado,  la  mayoría  de  las  grandes  arterias  han  sido  ligadas  con  éxito; 
empiezan  a  dar  claras  señales  de  existencia  la  cirugía  rusa  y  la  americana; 
pero  de  la  operatoria  general  dentro  del  cráneo,  de  las  articulaciones,  del 
abdomen  y  de  la  cavidad  pelviana  femenina  no  hay  nada  hasta  muy  pos- 
teriormente al  año  18*67. 

Los  maestros  quirúrgicos  del  período  pre-listeriano  son  los  Bell, 
Cooper,  Colles,  Brodie,  Listón,  Syme  y  Fergusson,  en  la  Gran  Bretaña; 
Larrey,  Dupuytren,  Lisfranc,  Delpech,  Velpeau,  Malgaigne  y  Nélaton,  en 
Francia;  Langenbeck  el  Viejo,  Dieffenbach,  Graefe  el  Viejo  y  Strome- 
yer,  en  Alemania;  Pirogoff,  en  Rusia;  Physick,  Post,  Mott,  los  Warrens  y 
McDowel,  en  América. 

Los  hermanos  John  y  Charles  Bell  son  las  principales  figuras  de  su 
época  entre  los  cirujanos  de  Londres  y   Edimburgo;  pero  la  fama  de  sir 
Charles  Bell  es  mayor  aún  que  por  la  Cirugía  por  sus  descubrimientos  de 
Anatomía,  Fisiología  y  Patología.  John  Bell  (1763-1820),  de  Edimburgo, 
pertenece  en  gran  parte  al  primer  período;  pero  sus  grandes  trabajos  acer- 
ca de  la  anatomía  quirúrgica  han  ejercido  un  poderoso  influjo  en  los  hom- 
bres de  la  época  posterior,  y  ha  sido,   con   Dessault  y  John  Hunter,  uno 
de  los  fundadores  de  la  cirugía  moderna   del  sistema  vascular.  El  mismo 
ha  ligado,  con  éxito,  la  carótida  primitiva  y  la  rama  posterior  de  la  ilíaca 
interna,  y  ha  sido  el  primero  en  atar  la  arteria  glútea  (i).  Como  su  herma- 
no Charles,  John  Bell  era  un  artista  de  talento,  uno  de  los   grandes  médi- 
cos que  han  sabido  ilustrar  sus  propias  obras.  Su  Anatomy  of  the  Human 
#0^(1703-1803)  fué  una  importante  obra  en   su  tiempo,  reimpresa  más 
tyrde  con  dibujos  originales  de  sir  Charles  Bell  (i8t  i),  y  sus  Engravings, 
ilustrando  las  diferentes  partes  y  órganos  del  cuerpo,  los  dibujos  y  casi 
todas  las  aguafuertes  y  grabados,  constituyendo  su  obra  propia,   son  una 
de  las  piedras  miliar-  en  la  historia  déla  ilustración  anatómica.  Fl  tercer 
tom0   dedicado  al  cerebro,  a  los  nervios,  a  los  órganos  de  los  sentidos  y 
a  (a  ras  (1804),  es  Casi  por  completo  obra  de  sir  Charles.   La  contri- 

bución quirúrgica  más  meritoria  de  John  Bell  está  representada  por  sus 
Discourses  on  the  Nature  andCure  0)  Wound*  (1795)»  el  segundo  de  los 

(,)     Véanse  bus  Principia  of  Surgery,  1801;  vol.  I,  páginas  .121-426. 


EL     SIGLO     XIX  91 

cuales  constituye  un  estudio  histórico  muy  importante  de  la  cirugía  de  las 
arterias,  y  su  obra  monumental  es  Principles  of  Surgery  (1801-7),  embe- 
llecida con  hermosos  grabados  originales,  constituyendo  un  estudio,  único 
en  su  género,  histórico  y  clínico  de  todo  lo  relativo  a  la  ligadura  de  los 
grandes  vasos,  fracturas,  trepanación,  tumores  y  litotomía,de  la  que  da  una 
detenida  historia  que  ocupa  248  páginas.  Los  escritos  de  John  Bell  se  ca- 
racterizan por  su  gran  sinceridad  y  profundidad  de  juicio.  Ha  tomado  su 
profesión  con  una  gran  seriedad  ética,  que,  dado  su  temperamento,   fre- 


Sir  Astley  Paston  Cooper,  Bart  (i 768-1841) 

cuentemente  daba  lugar  a  acaloradas  y  amargas  discusiones.  Se  burlaba 
de  las  confusiones  de  Benjamín  Bell  y  de  Monro  secundas;  lo  que  no  au- 
mentaba su  popularidad.  Fué  echado  de  la  práctica  en  la  Royal  Infirmary 
por  las  maquinaciones  de  James  Gregory,  que  le  atacó  en  un  voluminoso 
libro  escrito  con  el  seudónimo,  actualmente  olvidado,  de  «Jonathan  Daw- 
plucker».  Hacia  el  fin  de  su  vida,  quebrantada  su  salud  a  consecuencia  de 
la  caída  de  un  caballo,  John  Bell  marchó  a  morir  a  Italia,  dejando  un  per- 
petuo recuerdo  de  su  viaje  en  su  obra  postuma,  Observations  on  Italy 
(1825),  uno  de  los  mejores  libros  de  viaje  que  han  escrito  los  médicos.  La 
obra  es  notable  además  por  sus  hermosos  y  originales  dibujos,  alguno  de 
los  cuales  da  una  impresión  de  los  detalles  de  la  arquitectura  italiana  pa- 
recida a  la  que  producen  los  de  Piranesi. 


92  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

Sir  Astley  Paston  Cooper  (1768-1841),  de  Norfolk,  discípulo  de  John 
Hunter,  ha  sido  el  cirujano  más  popular  de  Londres  durante  el  primer 
cuarto  del  siglo  xix.  Hijo  de  un  pastor  protestante,  ha  sido  algo  parecido 
a  Hunter  en  sus  travesuras  juveniles,  y  llegó  a  ser  demostrador  de  Ana- 
tomía en  el  Hospital  de  St.  Thomas  a  la  edad  de  veintiún  años  (1788)  y 
cirujano  en  el  Guy's  Hospital  en  iSoo.'Ha  sido  uno  de  los  artistas  de  la 
cirugía  del  aparato  vascular,  de  la  experimental  y  de  la  del  oído.  En  1808 
ha  ligado,  con  éxito,  la  carótida  primitiva  y  la  arteria  ilíaca  externa,  por 
aneurismas,  haciendo  en  182 1  (i)  y  1826  (2),  respectivamente,  las  disec- 
ciones post-mortem  délos  casos,  y  en  1817  llegó  a  su  celebrada  hazaña 
de  la  ligadura  de  la  aorta  abdominal  (3).  Valentine  ha  dejado  un  intere- 
sante estudio  de  su  intento  de  ligar  la  subclavia  en  1809  (4).  Bell  ha  hecho 
igualmente  ligaduras  experimentales  de  arterias  y  de  nervios  en  los  pe- 
rros (5).  En  1824  ha  efectuado  la  amputación  en  la  articulación  de  la  ca- 
dera. Su  Memoria  a  la  Royal  Society  sobre  la  perforación  de  la  membra- 
na del  tímpano  para  la  sordera,  dependiente  de  la  obstrucción  de  la  trom- 
pa de  Eustaquio,  en  20  casos  (1801)  [6],  le  hizo  ganar  la  Copley  Medalla 
en  1802,  y  una  pequeña  operación  llevada  a  cabo  en  Jorge  IV,  en  1820, 
le  dio  el  título  de  barón.  La  vida  profesional  de  Cooper  era,  por  tanto, 
una  serie  de  éxitos,  que  puede  ser  apreciada  por  el  número  extraordinario 
de  grabados  que  se  han  hecho  de  su  retrato.  «Ningún  cirujano  antes  de 
él  —  dice  Bettany  —  ha  estado  tan  largo  tiempo  ante  los  ojos  del  público.» 
Aunque  su  primitiva  posición  era  muy  modesta,  la  fortuna  de  su  mujer  le 
hizo  mucho  más  fácil  la  vida.  Sin  embargo  de  esto,  muy  pocos  médicos 
habrán  trabajado  tanto  y  tan  duramente  como  él.  Lía  disecado  casi  todos 
los  días  de  su  vida,  incluso  cuando  viajaba,  pagando  espléndidamente  los 
cadáveres  que  necesitaba.  De  este  modo,  su  experiencia  era  tal,  que  una 
vez,  estando  delante  de  la  Casa  de  los  Comunes,  decía:  «No  hay  nadie, 
entre  todo  el  gentío  de  esta  plaza,  a  quien  no  pudiese  disecar,  si  quisiera 
hacerlo.  ,  El  curso  diario  de  su  vida  era:  levantarse  a  las  seis;  disecar  hasta 
las  ocho;  desayunarse  con  dos  panecillos  y  té;  ver  enfermos  pobres  hasta 
las  nueve;  atender  a  su  consulta  privada  hasta  la  una;  después,  cuando  le 
(  orrespondía,  pasaba  la  visita,  como  médico  de  guardia,  en  el  Guy's  Hos- 
pital;  a  las  dos,  daba  lección  de  Anatomía  en  él  Hospital  de  St.  Thomas; 
después  volvía  a  la  sala  de  disección  con  los  estudiantes  y  visitaba  u  ope- 


(1)  R ■■/ ■.,  I  ondres,  1836;  I,  páginas  53-58,  1  lámina. 

Ihidrm,  páginas  43-52,  2  láminas. 

(3)     En  loa  Surgical  Essays,   de  Cooper  y  [Yavers,  I  ondres,  t8i8;  pt.  i.a,  pági- 
;  •  1  - 1 3  o .  a  lámin 
I  New-York  Kill,  páginas  331-334. 

•  ,-.,  Londres,  1836;  I,  páginas  457  N 
//,//.  //■ ,    Londres,  [801;  página!  1  lámina. 


EL     SIGLO     XIX 


93 


raba  a  los  enfermos  de  la  práctica  privada  hasta  las  siete;  volvía  entonces 
a  comer;  dormía  unos  cuarenta  minutos,  y  volvía  de  nuevo  a  levantarse 
para  una  posible  lección  clínica  o  para  otro  turno  de  visitas  hasta  la  me- 
dia noche.  Dictó  todo  lo  que  escribió  durante  su  carrera.  Leía  poco,  pero 
se  arreglaba  para  absorber  lo  mejor  de  los  conocimientos  de  su  tiempo,  y 
sus  libros  sobre  la  hernia  (i 804-7),  traumatismos  de  las  articulaciones 
(1822),  enfermedades  de  los  testículos  (1 830)  y  anatomía  de  la  glándula 
timo  (1832)  serán  siempre  famosos,  así  como  también  el  ligamento  y  la 
hernia  de  Cooper  y  otros  epónimos.  Cooper  ha  sido  uno  de  los  primeros 
maestros  de  Cirugía  que  han  sabido  reemplazar  las  viejas  predicaciones 
teórico-didácticas  del  pasado  por  las  demostraciones  prácticas  acerca  de 
los  casos  clínicos,  y  uno  de  sus  mayores  méritos  es  el  largo  número  de 
hábiles  e  inteligentes  jóvenes  cirujanos  que  ha  formado  por  medio  de  su 
enseñanza.  Personalmente  no  era  nada  pedante  ni  filisteo,  sino  de  «aspec- 
to cortés,  alto  y  delgado» — la  figura  alta,  elegante  y  atractiva  del  retrato 
de  sir  Thomas  Lawrence — ,  con  su  semblante  simpático,  voz  clara  y  son- 
risa expresiva,  y,  a  pesar  de  su  temperamento  impetuoso  y  dominante, 
era  idolatrado  por  los  estudiantes,  que  seguían  sus  lecciones  clínicas  en 
muchedumbres  entusiastas.  Como  operador  era  sencillo,  elegante,  rápido, 
pero  no  apresurado;  perfecto  y  artista;  «todo  tranquilidad,  todo  bondad 
para  los  enfermos,  y  procurando  al  propio  tiempo  que  nadie  se  escapase 
a  la  observación  de  sus  discípulos».  Atribuía  sus  éxitos  profesionales  a  su 
uniforme  e  inagotable  cortesía  —  igual  para  los  pobres  que  para  los  ricos — 
tanto  como  a  su  habilidad  y  a  su  interés;  «pero,  por  eso,  yo  no  puedo 
creer  que  haya  hecho  nada  de  más».  Pocos  hombres  han  realizado  tan 
completamente  la  honrada  divisa  del  poeta:  «Recibimos  todo  lo  que  da- 
mos», en  la  posesión  de  una  disposición  alegre,  varonil  y  generosa. 

Charles  Aston  Key  (1793-1849),  de  Southwart,  uno  de  los  ayudantes 
de  Cooper  en  Guy's  Hospital,  ligó,  con  éxito,  la  arteria  ilíaca  externa,  para 
el  tratamiento  del  aneurisma  de  la  femoral,  en  1 82 2  (i),  y  la  subclavia, 
para  el  aneurisma  axilar,  en  1 823  (2).  También  ha  ligado  la  carótida  en 
1830,  y  ha  ideado  algunos  procedimientos,  como  el  uso  del  catéter  recto 
en  la  litotomía  (1824)  y  el  principio  de  dividir  la  estrechez  por  fuera  del 
saco  en  la  hernia  estrangulada  (1833).  Como  Cooper,  era  un  rápido  y  lim- 
pio operador  y  un  popular  maestro,  elegante  en  su  traje,  pero,  a  diferen- 
cia de  su  jefe,  afable,  superdictatorial  y  auto-importante  en  sus  maneras. 

Benjamín  Travers  (1783-1858),  de  Londres,  otro  de  los  discípulos  de 
Cooper,  colaboró  con  él  en  los  valiosos  Surgical  Essays  (1818-19),  en  los 


(1)  .Key:  Guy's  Hosp.  Rep.,  Londres,  1836;  I,  páginas  68-70. 

(2)  Med.  Chir.  Tr.,  Londres,  1823-27;  XIII,  páginas  1-11. 


'4 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


que  escribió  un  notable  trabajo  acerca  de  las  heridas  de  las  venas.  En  1809 
ligó,  con  éxito,  la  arteria  carótida  primitiva  en  un  caso  de  aneurisma  por 
anastomosis  en  la  órbita  (i).  Ha  sido  uno  de  los  partidarios  de  las  ideas 
de  Broussais  de  considerar  la  irritación  constitucional  como  una  causa  de 
enfermedad,  especialmente  en  el  sistema  nervioso  (1 824-34).  Su  especia- 
lidad era  la  Oftalmología,  en  cuyo  campo  ha  introducido  el  uso  del  mer- 
curio en  las  iritis  no  específicas,  y  ha  escrito  el  mejor  tratado  sistemático 
de  su  tiempo  sobre  enfermedades  de  los  ojos  (1820). 

Abraham  Collks  (1773-1843), 
de  Dublin, profesor  de  Cirugía  en 
aquella  ciudad  por  espacio  de 
treinta  y  dos  años  (i 804- 1 836), 
era  el  más  sabio  cirujano  irlan- 
dés de  su  época.  Ha  ligado  la 
arteria  subclavia  dos  veces  (1811 
al  1 5)  [2],  y  ha  sido  el  primero  en 
Europa  que  la  ha  ligado  entre 
los  escalenos  (1816).  Se  dice  que 
también  ha  sido  el  primero  en 
ligar, con  éxito,  la  innominada  (3). 
Ha  escrito  tratados  de  Anatomía 
quirúrgica  (l8l  i)  y  de  Cirugía 
(1844-45);  Pero  sus  obras  qui- 
rúrgicas más  importantes  son  su 
descripción  original  de  la  fractu- 
ra del  extremo  inferior  del  radio 
(fractura  de  Colles)  [4J  y  sus 
/  radical  Observations  on  I  he  \  enereat  Disease  (1 837),  en  las  que  ha  es- 
tablecido la  «ley  de  Colles»  relativa  a  la  supuesta  inmunidad  que  adquie- 
re una  madre  sana  al  dar  a   luz  un  hijo  sifilítico. 

Robert  Listón  (1794-1847),  de  Escocia,  era  un  graduado  de  Edimbur- 
go, que  llegó  a  ser  profesor  de  Clínica  quirúrgica  en  la  University  College 
de  Londresen  1 834.  Como  los  Bell  y  Astley  Cooper,  era  un  distinguido 
anatómico,  que  se  consagró  a  la  disección  toda  su  vida,  y  esto  le  sirvió 
para  hacerse  uno  de  los  más  hábiles  y  brillantes  operadores  de  su  tiempo, 
sobresaliendo  en  los  rasos  de  urgencia,  en  los  que  era  llamado  por  la   ra- 


Bcnjaniin    1  r.r. 


[fed.  (  'Air,  //..  Londres,  1 8 1 7 ;  II,  páginas  1-16. 

(2)  Colles:  Edinb.  Med.  and Surg.  Journ.,  [815;  XI,  páginas  1  - 1 5 . 

(3)  Yo  no  he  podido  comprobar  la  exactitud  <l<-  esta  cita,  que  he  encontrado 
cd  todas  las  biografías  de  Colles. 

\      Edinb.  Med.  and  Surg.  Journ.,  1814;  X,  pá^in.is  [82-186. 


E  L     S  I  G  LO    XIX  95 

pidez  de  sus  decisiones  y  por  la  originalidad  de  sus  procedimientos.  Ha 
ideado  muchas  novedades,  como  su  popular  método  de  amputación  por 
colgajos,  su  calzado  para  el  pie  zambo  y  sus  métodos  para  reducir  luxa- 
ciones y  para  partir  y  triturar  los  cálculos.  Era  especialmente  afortunado 
en  las  operaciones  plásticas.  En  1 836  ha  excindido,  con  éxito,  el  maxilar 
superior,  y  en  1837  (i)  ha  descrito  su  método  de  Laringoscopia,  en  cuya 
especialidad  ha  sido  uno  de  los  más  antiguos.  Sus  obras  más  importantes 
son  sus  Elements  of  Surgery  (1831)  y  su  Practical  Surgery  (1837),  que  nan 


Robert  Listón  (1794-1847) 

tenido  varias  ediciones  y  que  contienen  cosas  de  valor  permanente,  inclu- 
so en  la  actualidad.  Listón  era  frecuentemente  áspero,  rudo  y  disputador 
en  sus  relaciones  con  el  público;  pero  era  siempre  bondadoso  y  caritativo 
con  los  pobres,  y  suave  y  agradable  con  los  enfermos.  Poseía  unas  fuerzas 
tan  hercúleas,  que  era  capaz  de  amputar  el  muslo,  con  el  auxilio  de  un  ayu- 
dante, al  paso  que  comprimía  la  arteria  con  la  mano  izquierda  y  daba  to- 
dos los  cortes  de  bisturí  y  de  sierra  con  la  derecha. 

James  Syme  (i 799- 1 870),  de  Edimburgo,  era  primo  de  Listón,  con  el 
que  estudió  la  Anatomía  en  1 822.  Habiendo  disputado  con  su  compañe- 
ro, no  pudo  pertenecer  a  la  Royal  Infirmary  hasta  1 833;  pero  cuando  Lis- 


(l       I\n  su  Practical  Surgery,  Londres,  1837;  pág.  350. 


05 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


ton  se  trasladó  a  Londres,  en  1S34,  le  sucedió  en  su  amplia  clientela.  Los 
enemigos  se  reconciliaron  pronto,  y  después  de  la  muerte  de  Listón,  en 
1847,  Symele  sucedió  en  Londres;  pero  no  conformándose  con  su  posi- 
ción, volvió  de  nuevo  a  Edimburgo.  La  contribución  más  importante  de 
Syme  a  la  Cirugía  es  su  obra  de  amputaciones  y  de  excisiones.  En  su  Ex- 
cision of  Diseased  Joints  (1831)  ha  sido  el  primero  en  demostrar  que  la 
excisión  es  generalmente  preferible  a  la  amputación,  y  la  adopción  de  este 


James  Syme;(i799-i87o) 


nuevo  punto  de  vista  es  a  él  a  quien  se  debe,  aunque  posteriormente  haya 
sido  más  extensamente  desarrollado  por  Fergusson.  Ha  hecho  tres  suce. 
siyas  excisiones,  con  éxito,  de  la  articulación  del  codo  en  1828-29  (i). 
En  8  de  septiembre  de  [842  (2)  ha  realizado  su  primer  caso  afortunado 
de  amputación  en  la  articulación  astragalina  (amputación  de  Syme),  de  la 
que  describe  ocho  casos  en  las  <  bntributions  to  the  Patology  ana  Practice 
of  Surgery  I  I  8  \7 ).  En  [864  publicó  su  trabajo  sobre  Excision  of  the  Sca- 
pula, y  en  el  mismo  año  excindió,  con  éxito,  una  gran  parte  de  la  lengua. 
Trataba  los  aneurismas  ligándolos  por  encima  y  por  debajo  y  excindiendo 


y  me:  Edinb.  Med.  and,  Surg.  Journ.t  1829;  XXXI,  páginas  256-266. 
(2)     Lond.  and  Edinb.  Month.  Journ.  Med.  Se,  1843;  KI,  páginas  93-96. 


EL    SIGLO     X  1  X 


97 


el  tumor,  habiendo  aplicado  este  método  en  aneurismas  de  carótida  y  de 
la  ilíaca  en  1857,  Y  en  1862  trató,  con  éxito,  un  aneurisma  de  la  ilíaca  por 
ligadura  de  las  ilíacas  primitiva,  interna  y  externa  (i).  Syme  era  un  hom- 
bre genial,  afortunado,  de  carácter  igual,  que  «nunca  ha  malgastado  una 
palabra,  ni  una  gota  de  tinta,  ni  una  gota  de  sangre»,  y,  además,  un  espí- 
ritu amplio  y  liberal,  que  acogía  bien  todas  las  fundadas  innovaciones  qui- 
rúrgicas. Ha  sido,   quizá,  con  Pirogoff,   el    primer  cirujano  europeo   que 


Sir  William  Fergusson  (1808-77) 


adoptó  el  éter  para  la  anestesia  (1847),  y  en  1 868  fué  el  primero  en  aco- 
ger el  método  antiséptico  del  mejor  y  más  célebre  de  sus  discípulos:  de 
su  yerno  lord  Lister. 

Sir  William  Fergusson  (1808-77),  de  Prestonpans  (Escocia),  ha  sido  el 
fundador  de  la  cirugía  conservadora,  es  decir,  de  la  conservación  de  aque- 
llas partes  del  cuerpo  que  eran  innecesariamente  sacrificadas  por  los  ciru- 
janos anteriores.  Antes  de  la  época  de  Fergusson,  los  huesos  desnudados 
y  las  articulaciones  enfermas  o  doloridas  (aun  en  las  neurosis)  eran  consi- 
derados como  motivos  suficientes  para  una  amputación.  Pensaba  que  era 


(1)     Proc.  Roy.  Med.  and  Chir.  Soc,  Londres,  1862;  IV,  páginas  114-116. 


Historia  de  j,a  Medicina.  —  Tomo    II 


98 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


«una  gran  cosa  poder  salvar  por  la  prudencia  aunque  no  fuese  más  que  la 
extremidad  del  pulgar».  Fergusson  era  discípulo  y  prosector  de  Robert 
Knox,  y  pronto  llegó  a  ser  cirujano  del  Real  Dispensario  de  Edimburgo 
(183 1 )  y  de  la  Enfermería  Real  (1839);  pero  la  clientela  extraordinaria  de 
Syme  le  obligó  a  marchar  a  Londres,  donde,  después  de  lentos  progresos, 
llegó  por  fin  a  alcanzar  la  cúspide.  Ha  sido  uno  de  los  primeros,  en  Esco- 
cia, en  ligar  la  arteria  subclavia, 
y  sus  progresos  en  la  substitu- 
ción de  las  amputaciones  por  las 
resecciones  han  sido  muy  rápi- 
dos. Ha  resecado  la  cabeza  del 
fémur  por  una  enfermedad  incu- 
rable de  la  cadera  (1845);  la  escá- 
pula, en  lugar  de  la  amputación 
torácico-interescapular  (1847.),  y 
la  articulación  de  la  rodilla  (i  850). 
Entre  1828  y  1 864  ha  operado 
400  casos  de  labio  leporino,  con 
sólo  tres  fracasos,  y  1 34  casos  de 
perforación  del  paladar,  con  129 
éxitos.  En  la  litotomía  procedía 
con  tal  habilidad  y  sorprendente 
rapidez,  que  alguien  aconsejaba 
a  un  prudente  visitador  de  la  clí- 
nica «estar  en  acecho,  ]  urque  si 
usted  llega  a  pestañear  ce  queda 
sin  ver  nada  de  la  opci ación» 
Además,  preparaba  ci  idadosa- 
mente  hasta  el  más  pequeño  de- 
talle antes  de  la  operación,  teniendo  que  proceder  muy  silenciosamen- 
te todo  el  que  viniera  de  fuera,  incluso  con  el  vendaje.  Ha  escrito  un 
System  of  Practical  Surgery  (1 842),  y  sus  Progress  of  Anatomy  and 
Surgery  During  the  Present  (  entury  1 1867)  son  una  obra  histórica  de  per- 
manente valor.  Era  un  profesor  indiferente,  y  se  decía  que  tenía  malas  ma- 
neras en  la  clínica,  pero  fascinaba  a  los  enfermos  y  era  adorado  por  los 
niños.  lira  extraordinariamente  hábil,  un  buen  violinista  e  inventor  de  mu- 
chos apáralos  quirúrgicos,  tan  experto  en  carpintería  y  en  obras  de  metal, 
que  podía  nacerse  los  instrumentos  en  caso  necesario;  era  entusiasta  de  la 
pesca  con  mosca  \  en  danzar  los  bailes  escoceses.  Se  ha  hecho  notable 
por  su  .gran  generosidad  y  hospitalidad  para  los  escritores,  autores  dra- 
máticos y  estudiantes  de  Medicina  necesitados. 


Sir  Benjamín  Collins  Hrodié  (1783-18621 


EL     SIGLO     XIX  99 

Sir  Benjamín  Collins  Brodie  (1783-1862)  era  hijo  de  un  pastor  protes 
tante  de  Wiltshire,  que  descendía  de  jacobitas  desterrados  en  Inglaterra. 
Era  discípulo  de  sir  Everard  Home,  profesor  en  la  Great  Windmill  Street 
(1805-12),  y  fué  posteriormente  cirujano-ayudante  y  después  cirujano  en 
el  Hospital  de  San  Jorge  (1808-40).  Influido  profundamente  por  las  ideas 
de  Bichat,  se  consagró  en  un  principio  a  la  experimentación  fisiológica, 
publicando  cuatro  trabajos,  importantes  en  su  época,  sobre  la  influencia 
del  cerebro  en  la  actividad  del  corazón  (1810)  [i],  los  efectos  de  algunos 
venenos  vegetales  (i 81 1)  [2],  la  influencia  del  sistema  nervioso  en  la  pro- 
ducción del  calor  auimal  (1812)  [3]  y  sobre  la  influencia  del  neumogástri- 
co en  las  secreciones  del  estómago  (1814)  [4].  En  estas  investigaciones, 
las  dos  primeras  de  las  cuales  le  hicieron  ganar  la  Copley  Medalla  (1811), 
usó  como  veneno  la  woorara,  que  acababa  de  ser  traída  de  la  Guyana.  En 
1 8 19  publicó  su  clásico  tratado  On  the  Pathology  and  Surgery  of  Diseases 
of  the  Joints,  la  más  importante  de  sus  obras,  describiendo  claramente  las 
diferentes  afecciones  articulares  y  diferenciando  las  lesiones  locales  de  las 
formas  nerviosas  e  histéricas.  Era  un  defensor  de  la  cirugía  subcutánea, 
verificando  su  primera  operación,  en  un  caso  de  varices  venenosas,  en 
18 14,  y  realizando  múltiples  perfeccionamientos  en  los  instrumentos  qui- 
rúrgicos y  en  la  técnica  operatoria.  Estuvo,  reconocidamente,  a  la  cabeza 
de  la  profesión  médica  en  Londres  por  espacio  de  treinta  años,  llegando 
a  ascender  con  frecuencia  sus  ganancias  anuales  a  más  de  IO.OOO  libras,  y 
en  muchos  casos  a  bastante  más.  No  consideraba  la  intervención  operato- 
ria como  lo  principal  de  la  Cirugía,  y  solía  decir  que  «su  vocación  era  más 
bien  curar  miembros  que  quitarlos».  Brodie  ha  estado  toda  su  vida  ayu- 
dado por  la  influencia  de  sus  amigos  y  de  sus  parientes;  pero  ha  sabido 
desempeñar  los  puestos  elevados,  tales  como  la  presidencia  del  Real  Co- 
legio de  Cirujanos,  con  dignidad  y  gracia  y  con  aquel  género  de  hábil  tac- 
to y  modestia  que  trata  de  estimular  y  desarrollar  las  ideas  ajenas.  Parece 
no  haber  sido  «servil  con  ninguno,  deferencial  con  nadie»,  manteniéndose 
en  una  posición  de  amistad  y  confidencia  igualmente  con  los  pobres  del 
hospital  y  con  sus  amigos  íntimos  de  Holland  House  o  Windsor  Castle. 
«He  oído  que  está  usted  enfermo — escribía  una  vez  a  uno  de  los  más  des- 
conocidos estudiantes — ;  nadie  puede  encargarse  mejor  de  cuidar  a  usted 
que  yo;  venga  usted  a  mi  casa  de  campo  conmigo  hasta  que  esté  usted 
bueno»;  haciendo  que  el  estudiante  permaneciera  con  él  dos  meses. 


(1)  Brodie:  Phil.  7r.,  181 1;  páginas  36-48. 

(2)  Ibidem:  181 2;  páginas  373-393- 

(3)  Ibidem:  181 1,  páginas  178-208;    1812,  páginas  205-227 

(4)  Ibidem:  181 4,  páginas  102-106. 


loó 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Ahora  podemos  ocuparnos  de  otros  dos  cirujanos  del  grupo  escocés: 

Lizars  y  Wardrop. 

John  Lizars  (1783-1860),  de  Edimburgo,  discípulo  de  John  Bell,  tue 
primeramente  cirujano  naval  y  después  profesor  de  Cirugía  en  el  Colegio 
de  Cirujanos  de  su  ciudad  natal,  en  l83I-  Ha  sido  uno  de  los  primeros  en 
llevar  a  cabo  la  reserción  del  maxilar  inferior;   pero  se  le  recuerda  mas 


James  Wardrop  (1782-1869) 

como  compañero  de  McDowell  (su  condiscípulo)  en  la  ovariotomía  (1825) 
y  por  su  System  of  Anatomical  ¡Hates  (1825),  una  magnífica  serie  de  lio 
láminas,  en  color,  de  a  folio,  hechas  ante  sus  propias  disecciones. 

James  Wardrop  (1782-1869),  de  Escocia,  graduado  en  Edimburgo, 
que  Be  estableció  en  Londres  en  1809,  y  a  quien  se  recuerda  actualmente 
por  sus  En  Joyos  de  anatomía  patológica  del  ojo  humano  (1808),  una  obra  de 
real  importancia  en  su  .'-poca,  y  por  su  método  de  tratar  los  aneurismas 
por  medio  de  la  ligadura  en  el  lado  distal  del  tumor;  método  que  había 
Bido  sugerido  va  por  Brasdor  en  el  siglo  xvni.  Wardrop  ha  realizado  esta 
operación  dos  veces,  con  éxito,  en  la  carótida  (1809)  [i],  y  una  vez  en  la 
subclavia,  en  un  cas.,  de  aneurisma  de  la  innominada  (1827)   [2].    Un   as- 


,,     xted.  Chir.  Tr.,  Londr*    ,  1825;  XIII,  páginas  217-236. 

(\\     lancet,  Londres,  [827;  XII    páginas  47c  601  y  798;  «827-28,  1,  pág.  408. 


EL    SIGLO     XIX  ioi 

pecto  curioso  de  Wardrop  es  que,  defendiéndose  en  el  camino  de  sus  pro- 
pios éxitos,  se  indispuso  con  sus  compañeros  por  sus  acres  e  injuriosos 
artículos  en  The  Lancet,  en  1826-27,  y  por  sus  famosas  Intercepted  Let- 
ters, de  1834,  en  las  que  incurría  en  los  insultos  más  personales,  emplean- 
do los  principales  nombres  de  la  profesión  en  Londres  como  nombres  de 
troncos  de  caballos. 

Otros  eminentes  cirujanos  ingleses  del  período  pre-antiséptico  son:  William 
Hey  (1 736- 1 8 19),  de  Leeds,  que  fué  el  primero  en  describir  la  hernia  infantil  (1764), 
la  luxación  interna  de  la  articulación  de  la  rodilla  (1 782-1803)  y  el  fungus  nemato- 
des, e  inventó  una  cómoda  sierra  para  operar  las  fracturas  del  cráneo  (1803),  y  cu- 
yas Practical  Observations  on  Surgery  (1803)  han  alcanzado  tres  ediciones;  Edward 
Alanson  (1 747-1823),  de  Newton  (Lancashire),  discípulo  de  John  Hunter,  que  fué  e- 
primer  cirujano  científico  de  Liverpool  durante  este  período,  publicando  un  meril 
torio  tratado  de  amputaciones  (1779)  y  desplegando  un  admirable  conocimiento 
profundo  en  sus  consejos  a  propósito  de  la  limpieza  absoluta  y  de  lo  apropiada  que 
debe  hacerse  en  los  hospitales;  Allan  Burns  (1781-1813),  de  Glasgow,  que  escribió 
un  importante  libro  de  anatomía  quirúrgica  de  la  cabeza  y  del  cuello  (181 1),  y  fué 
el  primero  en  describir  el  proceso  falciforme  de  la  fascia  lata  en  relación  con  la 
hernia  crural;  Samuel  Cooper,  cuyo  Diccionario  quirúrgico  (1809)  es  la  primera 
obra  completa  de  la  materia  que  se  ha  publicado,  llegando  a  hacerse  de  ella  ocho 
ediciones;  Joseph  Constantine  Carpue  (1764- 1848),  que  fué  un  cultivador  de  la  elec- 
troterapia (1803)  [1],  que  resucitó  el  método  indio  de  rinoplastia  (1816)  y  escribió 
una  buena  History  of  the  High  Operation  for  Stone  (1819);  John  Flint  South  (1797  a 
1882),  el  historiador  de  la  antigua  cirugía  inglesa,  que  tradujo  a  Chelius,  y  cuya 
obra  postuma,  History  of  t lie  Cralt  of  Surgery  in  England,  ha  sido  editada  y  publi- 
cada por  D'Arcy  Power  en  1886;  O'Bryen  Bellingham  (1805-57),  cuya  obra  acerca 
del  tratamiento  de  los  aneurismas  por  la  compresión  (1847)  ha  preservado  su  nom- 
bre y  su  fama  en  relación  con  el  procedimiento;  Thomas  Pridgin  Teale  (1801-68), 
de  Leeds,  célebre  por  su  método  sobre  el  tratamiento  de  la  hernia  abdominal 
(1846),  su  procedimiento  de  amputación  por  un  colgajo  largo  y  otro  corto  (1858)  y 
por  su  intento  de  aplicar  la  doctrina  de  Broussais  de  la  irritación  al  sistema  ner- 
vioso (1829);  sir  William  Lawrence  (1783-1867)  y  sir  William  Bowman  (1816-92),  que 
han  hecho  mucho  en  el  adelanto  de  la  oftalmología  quirúrgica;  sir  William  Wilde 
(1815-76),  de  Castlerea  (Irlanda),  uno  de  los  artistas  de  la  cirugía  del  oído  (1843-53) 
y  del  cerebro  (incisión  de  Wilde)  y  descubridor  también  de  las  ciudades  lacustres 
prehistóricas  en  los  crannogs  irlandeses  (1839)  antes  que  Keller;  William  Henry 
Porter  (1 790-1 861),  que  ha  escrito  una  obra  de  patología  quirúrgica  de  la  laringe  y 
de  la  tráquea  (1826),  y  John  Hilton  (1804-78),  del  Guy's  Hospital,  cuyo  Rest  and 
Pain  (1863)  es  una  obra  permanentemente  clásica  en  Cirugía.  Robert  Chcssher  (1750 
a  183 1),  un  estimable  cirujano  de  Hunckley  (Leicestershire),  que  alcanzó  una  gran 
reputación  por  su  plano  doblemente  inclinado  para  el  tratamiento  de  los  miem- 
bros fracturados  y  por  sus  aparatos  para  la  debilidad  de  la  columna  vertebral  y 
para  el  masaje  de  las  contracturas.  Se  le  menciona  en  el  Middlemarch,  de  George 
Eliot  (Mr.  Chessher  and  his  irons).  Joseph  Fox,  en  su  Natural  History  of  the  Human 
Teeth  (1803),  da  las  primeras  instrucciones  fundadas  para  corregirlas  irregularida- 
des dentarias,  habiéndose  seguido  por  espacio  de  cerca  de  medio  s'glo  (Wein- 
berger). 

Entre  las  operaciones  aisladas  y  los  procedimientos  operatorios  lleva- 
dos a  cabo  por  los  cirujanos  ingleses  de  esta  época  podemos  hacer  men- 
ción de  la  amputación  torácica  interescapular  (excision  del  brazo,  de  la 
escápula  y  de  la  clavícula),  que  fué  llevada  a  cabo  por  primera  vez  por 


(1)    J.  C.  Carpue:  An  introduction  to  Electricity  and  Galvanism,  Londres,  1803. 


io2  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

Ralph  Cuming,  de  la  Armada  Real,  en  1808  (i);  la  excisión,  por  Anthony 
White,  de  la  cabeza  del  fémur  por  enfermedad  de  la  cadera  (1822)  [2];  los 
primeros  casos  ingleses  de  gastronomía  (1858-59)  [3],  por  John  Cooper 
Forster  (1824-96),  del  Guy's  Hospital;  el  método  de  colgajos  rectangula- 
res, corto  y  largo,  por  Pridgin  Teale  (1858);  la  amputación  por  colgajo 
único,  de  Richard  Carden  (1864)  [4],  y  cuatro  sucesivos  casos  afortunados 
de  ligadura  de  la  arteria  ilíaca  externa,  por  William  Goodlad  (l8ll)  [5], 
William  Stevens  (l8i2)[6]John  Smith  Soden(i8ló)  [7]y  T.Cole(l8l7)[8]. 
En  el  caso  de  Stevens  el  enfermo  vivió  diez  años,  siendo  disecada  la  parte 
afecta  ocho  años  más  tarde  (1830)  [9]  por  sir  Richard  Owen.  La  primera 
ligadura  con  éxito  de  la  arteria  carótida  primitiva  parece  haber  sido  reali- 
zada por  David  Fleming,  cirujano  de  la  H.  M.  S.  Tonnant,  en  octubre 
de  1803  (IO). 

El  más  distinguido  cirujano  militar  inglés  de  este  período  ha  sido 
George  James  Guthrie  (1785-1856),  de  Londres,  que  ha  servido  en  Amé- 
rica y  en  las  guerras  napoleónicas.  En  Waterloo,  Guthrie  ha  realizado  con 
éxito  la  amputación  de  la  articulación  de  la  cadera  (11)  y  la  ligadura  de  la 
arteria  peroneal  (1815)  [l2]-  Su  obra  más  importante  es  el  Tratado  de  las  he- 
ridas por  arma  de  fuego  de  las  extremidades  que  exigen  amputación  (18 1 5), 
que  hizo  época  y  que  alcanzó  seis  ediciones.  Guthrie  era  también  un  hábil 
cirujano  oftalmólogo,  y  dejó  dos  importantes  trabajos  sobre  la  pupila  arti- 
ficial (1823)  y  sobre  la  cirugía  del  ojo  (1812).  Era  el  padrastro  de  Marga- 
ret Gordon,  la  de  las  Reminiscencias,  de  Carlyle  (13). 

Dominique-Jean  Larrey  (1766-1842),  el  más  grande  cirujano  militar 
francés  de  su  época;  también  sirvió  en  las  campañas  de  Napoleón.  Este 
dejó  en  su  testamento  IOO.OOO  francos  para  «Larrey,  el  hombre  más  vir- 
tuoso que  he  conocido».  Larrey  ha  sido  uno  de  los  primeros  en  realizar 
la  amputación  de  la  cadera  (1803)  [14],  efectuándola  dos  veces  con  éxito. 
Fué  cirujano  en  jefe  de  la  Grande  Armée,  habiendo  tomado  parte  en 


(1)  Cuming:  Lond.  Med.  Gaz.,  1829-30;  V,  pág.  273. 

(2)  White:  Lancet,  Londres,  1849;  I,  pág.  324. 

(31  Forster:  Guy's  Hospital  Rep.,  Londres,  1858;  3  8.,  IV,  pág.  13;  1859,  V,  pág.  1. 

(4)  Carden:  Brit.  Med.  Journ.,  1864;  I,  páginas  416-421. 

(5)  Goodlad:  Edinb.   Med.  andSurg.  journ„  181 2;  VIII,  páginas  32-39.] 

(6)  Stevens:  Med-  Chir.    7r.,   Londres,  1814;  V,  páginas  422-434. 

(7)  Soden:  Ibidem,  1 8 1 6;  VII,  páginas  536-540. 

(8)  Cole:    London  Mat.  Repository,  1820;  XIII,  páginas  369-375.' 

(9)  Own:    Med.-CIiir.  Tr.,  Londres,  1830;  XVI,  páginas  219-325. 

[lO       Fleming:    Wed.-Chir.  Journ,  and  Rev.,  Londres,  1817;  III,  páginas  1- ,. 

(11)     Kn  sw   Treatise  on  Gunshot  Wounds,  2.a  ed.,  Londres,  1820;  páginas  332-340. 

Guthirie:  Med -Chir.  'Ir.,  Londres,  1 8 1 6;  VII,  páginas  330-337. 
Para  un  ínter*  I  idio  de  este  asunto,  véase  Carlyle' s  hirst  Love,  de 

R.  C.  Archibald,  Londres,  1910;  páginas  53-61. 

(14       Larrey:  M¿m.  de  Chir.  mi/..  París.  1812;  II,  páginas  180-195. 


EL     SIGLO     XIX 


103 


60  batallas  y  400  combates.  Fué  herido  tres  veces  y  realizó  más  de 
200  amputaciones  en  veinticuatro  horas  en  Borodino;  fué  el  inventor  de 
las  ponderadas  «ambulancias  volantes»,  y  durante  algún  tiempo,  profesor 
en  la  Escuela  de  Medicina  Militar  de  Val-de-Gráce,  que  había  sido  funda- 
da en  1796.  Fué  el  inventor  de  los  «primeros  auxilios  a  los  heridos»,  en 
el  ultramoderno  sentido  de  la  frase,  prestando  los  auxilios,  con  sus  cente- 


Dominique-Jean  Larrey  (1766-1842) 


nares  de  ambulancias,  directamente  cuando  se  empeñaba  la  batalla,  y  no 
después  de  la  misma.  Como  Ambrosio  Paré,  era  adorado  por  sus  cama- 
radas  del  ejército  por  la  bondad  de  su  carácter,  por  su  valor  y  por  sus  sen- 
timientos humanitarios.  Lo  más  interesante  de  su  labor  científica  se  en- 
cuentra en  los  cuatro  tomos  de  sus  Memorias  de  cirugía  militar  (i 8 1 2-17). 
En  una  Memoria  publicada  en  El  Cairo  en  1802  ha  sido  el  primero  en  se- 
ñalar la  naturaleza  contagiosa  de  la  oftalmía  egipcíaca  o  conjuntivitis  gra- 
nulosa. 

El  más  hábil  e  ilustrado  de  los  cirujanos  franceses  de  este  período  era 
Guillaume  Dupuytren  (1777-1835),  que  era  a  la  vez  un  rápido  diagnosti- 
cado^ un  operador  de  una  seguridad  sin  igual,  un  admirable  profesor  de 
clínica  y  buen  fisiólogo  y  patólogo  experimental.  F^upuytren  salió  de  la 
pobreza  y  supo  triunfar  en  su  camino;  sin  embargo,  sus  hazañas  han  sido 
alguna  vez  poco  tomadas  en  cuenta,  a  causa  de  los  defectos  de  su  carácter. 


104 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


En  1808  ingresó  en  el  servicio  médico  del  Hotel  Dieu,  y  el  8  de  septiem- 
bre de  1 8 14  era  nombrado  cirujano  en  jefe  del  mismo.  Aquí,  sus  leccio- 
nes y  su  extensa  práctica  le  convirtieron  pronto  en  el  más  importante  ci- 
rujano francés,  muriendo  millonario  y  siendo  barón  del  Imperio.  Sus  clí- 
nicas se  veían  llenas  de  muchedumbres  estudiantiles  procedentes  de  todas 
partes,  y  supo  dejar  numerosos  y  brillantes  discípulos. Tenía  una  práctica 


Guillaume  Dupuytren  (1777-1835) 

inmensa:  unos  IO.OOO  enfermos  particulares  al  año,  aparte  de  los  del  hos- 
pital, lía  sido  de  los  primeros  en  realizar  la  resección  del  maxilar  inferior 
(18 1 2)  [ij  y  en  tratar  el  aneurisma,  con  éxito,  por  compresión  (l8l8)  [2]; 
también  el  primero  en  tratar  el  torticolis  por  la  resección  subcutánea  del 
músculo  esterno-mastoideo  (1822)  [3],  y  ha  realizado  múltiples  proezas 
eh  la  cirugía  vascular,  talos  como  la  afortunada  ligadura  de  la  arteria  ilíaca 
externa  (1815)  [4]  y  dos  ligaduras  de  la  subclavia  (1819-29)  [5].  Ha  reem- 


(1)    Dupuytren;  Logons orales,  París,  [839;  II,  páginas  421-453. 
(2     Bull.  l'ac.  d.  Mid.de  Paris,  [818;  VI,  pág.  242. 

Descrito  en  las Legons  orales^  de   Dupuytren,  [839;   III,  páginas  455-461,  y 
en  el  Short  Treatise  on  ■  I  ondres,  1823;  páginas  01-64.  La  opera- 

dÓE  li.i  sido  repetida  por  Bouvier  (1836)  y  porj.  Guerin  (1837). 

(4)     Report,  fén.  d  \>iat.ct  de  Physiol. path.,  París,  [826;  II,  páginas  230-250. 

Edinb.    1/..7.  andSúí  ,  1819;  XV,  pág.  476,  y  Arch.  gen.  de  Méd.,YA~ 

.x.  páginas  566-573. 


EL    SIGLO     XIX  ios 

plazado  la  amputación  por  la  ligadura  en  los  casos  de  fracturas  complica- 
das con  aneurisma  (l8l 5)  y  ha  ideado  un  método  original  de  tratamiento 
del  ano  artificial  por  medio  de  un  enterotomo  compresor  inventado  por 
él  (1828)  [i];  pero  el  título  más  meritorio  de  su  moderna  fama  es  la  labor 
que  ha  realizado  en  el  campo  de  la  patología  quirúrgica.  Sus  originales 
descripciones  de  la  fractura  de  la  extremidad  inferior  del  peroné  (fractura 
de  Dupuytren,  1819)  [2]  de  la  luxación  congenita  de  la  cadera  (1826)  [3] 
y  de  la  retracción  de  los  dedos  por  afección  de  la  aponeurosis  palmar, 
para  combatir  la  cual  ha  ideado  una  operación  (1832)  [4],  son  sus  mayo- 
res méritos.  Ha  descrito  además  las  fracturas  en  los  niños  (l8ll),  la  vagi- 
nitis en  las  niñas  (1827),  los  aneurismas  varicosos  (1829)  y  la  subluxación 
de  la  muñeca  por  el  radio  curvo,  conocida  más  tarde  con  el  nombre  de 
deformidad  de  Madelung.  Sus  Memorias  relativas  a  los  traumatismos  y  en- 
fermedades de  los  huesos  y  a  otros  aspectos  de  la  patología  quirúrgica 
han  sido  traducidas  y  reimpresas  por  la  Sydenham  Society  en  1847 
y  1854.  Ha  dejado  también  un  tratado  de  las  heridas  en  la  guerra  (1834), 
y  sus  Le gons  orales  (1839)  han  sido  repetidas  veces  traducidas.  En  1803 
ha  fundado  la  Sociedad  Anatómica  de  París  y  ha  dotado  el  bien  conocido 
Museo  Dupuytren,  fundado  por  el  español  Orfila.  Dupuytren  era  el  tipo 
del  hombre  que,  abrumado  por  la  pobreza  en  la  juventud,  y  tal  vez  tam- 
bién por  algún  desengaño  amoroso  juvenil,  se  hace  ambicioso  y  despóti- 
co al  triunfar.  Tenía  sangre  fría  en  grado  extraordinario,  y  dominio  de  sí 
mismo,  incluso  en  aquellos  casos  en  que  el  enfermo  sucumbía  en  la  mesa 
de  operaciones.  Su  personalidad  era  olímpica.  En  París  era  considerado 
como  el  «amigo  de  nadie»,  a  causa  de  que  no  toleraba  rivales  y  perseguía 
e  intrigaba  contra  aquellos  que,  como  Dumeril  o  Velpeau,  aspiraban  a  ser 
notables,  persiguiéndoles,  incluso  con  odio  vengativo.  Era  frío,  desdeño- 
so, poco  escrupuloso,  dominante  y  más  bien  respetado  que  querido.  Percy 
le  ha  calificado  del  primero  de  los  cirujanos  y  el  último  de  los  hombres. 
Lisfranc  le  designaba  con  el  título  de  «el  bandido  del  Hótel-Dieu».  Sin 
embargo,  su  fama  era  tan  grande,  que  cuando  visitó  Italia  fué  tratado  a  lo 
príncipe. 

Alexis  Boyer  (1 757-1833),  un  discípulo  de  Desault  y  cirujano  en  la  Charité  has- 
ta después  de  la  Revolución,  ha  escrito  un  tratado  de  enfermedades  de  los  hue- 
sos (1803);  pero  es  mejor  conocido  por  su  método  de  enfermedades  quirúrgicas 
(1814-26),  voluminosa  recopilación  de  1 1  volúmenes,  definida  por  Malgaigne  como 
«un  sumario  de  las  obras  y  de  las  opiniones  de  la  Academia  francesa  de  Cirugía». 


(1)  Mem.  Acad,  de  Mrd.,  París,  1828;  I,  páginas  259-316,  3  láminas. 

(2)  Ann.  med.-ckir.  d.  hop.  de  Paris,  1819;  I,  páginas  1-212. 

(3)  Repert.  gen.  d'Anat.  et  de  Physiol,  path.,  París,  1826;  II,  páginas  82-93. 

(4)  J.óurn.   univ.  et  hcbd.  de   Méd.   et   de   Chir.  prat.,  París,  1832;  2  s.,  V,   pá- 
ginas 348-365. 


loo  HISTORIA     HE     1   A     MEDICINA 

Boyer.  como  Hipócrates  y  Pelpech,  ha   notado   que  la  caries  de  la  columna  verte- 
bral es  producida  por  U  vice  se  [i). 

Jacques  Lisfranc  i  ,"00-1847),  cirujano  de  La  Pitié,  ha  inventado  va- 
nas q  ties,  en  particular  su  amputación  parcial  del  pie  en  la  articu- 
lación tarso-metatarsiana  (amputación  de  Lisfranc,  i S 1 5)  [2],  sus  métodos 
de  desarticulación  del  hombro  (1815)1  de  excisión  del  recto,  de  litotomía 
en  la  mujer  y  de  amputación  del  cuello  del  útero.  Era  poco  admirado  por 
sus  asperezas  con  sus  colegas. 

Philibert-Joseph  Roux  (1780-1854),  discípulo  y  amigo  de  Bichat,  fué 
cirujano  en  la  Chanté  en  18 10  y  sucedió  a  Dupuytren  en  el  Hotel  Dieu 
en  1855.  Ha  sido  el  primer  profesor  francés  que  ha  dado  un  curso  defi- 
nitivo de  lecciom ¡s  así  como  un  artista  de  la  cirugía  plástica,  reali- 
zando su  primera  estafílorrafia  en  1810  (describiéndola  con  todo  detalle 
en  su  Memoria  de  [825)  [3]  y  la  primera  sutura  por  desgarro  del  periné 
femenino  en  1 85 2  (4V 

Jacques-Mathieu  Dblpbch  (1777-1832),  de  Tolosa,  graduado  en  Mont- 
pellier  en  1801  y  profesor  de  Cirugía  de  esta  Universidad  en  1812.  Ha 
el  defensor  en  Francia  de  la  cirugía  ortopédica,  siendo  su  principal 
obra  v:s  .  El  O  de  mayo  de  1816  (5)  realizó  por  pri- 

mera ve/  la  resección  subcutánea  del  tendón  de  Aquiles  como  tratamiento 

pie  ¿ambo,  con  el  fin  de  evitar  la  llegada  del  aire  v  obtener  la  cicatri- 

>n  por  primera  intención.  Esta  operación,  hecha  hasta  entonces  por 
el  método  abierto,  fué  repetida  dos  veces  más  por  Stromeyer  en  [821-22. 
Delpech  -ha  sido  también  uno  de  los  primeros,  después  de  Hipócrates,  en 
afimar  que  el   mal  de  Pott   (caries  espinal)   es   de  naturaleza   tuberculosa 

t6)  [ó].  Fundó  un  vasto  Instituto  Ortopédico  en  Montpellier.  y  una 
mañana,  al  dirigirse,  como  de  costumbre,  a  él  en  carruaje,  fué  asesinado 
sí  como  su  cochero,  por  un  vengativo  enfermo,  que  creía  que  una 
operación  que  le  había  sido  hecha  para  el  varicocele  le  había  dejado  inca- 
paz para  el  matrimonio. 

Alfred-Armand-Louis-Marie  Velpbaü,  un  discípulo  de  Rretonneau,  fué 

hijo  de  un  herrero,  y  habiéndose  dedicado  en  un  principio  al  oficio  de  su 

padre,  llegó  a  ser  cirujano  del  Hospital  St.  Antoine    182S-30),  de  1.a  Pitié 

la  Char  y   profesor  de  Clínica   quirúrgica  de  la 


rfa      v    :    D    pág  40-. 

■ 

II.  págin 

231 .  lámin*  io. 

París,  181(5 

>ihomorph:<    F.in's.  r8j8;  1.  pági- 


EL     SIGLO     XIX 


107 


Facultad  de  Medicina  de  París  (1834-67).  No  era  un  cirujano  científico, 
sino  un  maestro  y  un  operador  duro,  fuerte,  capaz  y  trabajador,  del  que 
dice  Oliver  Wendell  Holmes:  «Una  buena  cabeza  fuerte  sobre  un  par  de 
zuecos  de  madera  es  una  buena  cantidad;  mejor  que  una  cabeza  de  made- 
ra perteneciendo  a  un  propietario  que  calza  sus  pies  con  zapatos  de  cha- 
rol.» Sus  principales  obras  son  su  Tratado  de  Anatomía  quirúrgica  (1823), 
la  primera  obra  detallada  de  este  género;  su  Tratado  de  cirugía  operatoria, 
en  tres  volúmenes,  con  atlas  (1832),  importante  por  sus  datos  históricos, 


Alfred-Armand-Louis-Marie  Velpeau  (1795-1867). 

y  una  vez  editado  en  traducción  por  Valentine  Mott  (1847),  Y  su  gran 
Tratado  de  enfermedades  de  la  mama  (1854)  [i],  la  obra  más  importante 
de  la  materia  en  su  época. 

Joseph-Francois  Malgaigne  (i 806-65),  el  hijo  de  un  oficial  de  Sanidad, 
es  descrito  por  Billings  como  «el  más  grande  historiador  y  crítico  quirúr- 
gico que  el  mundo  ha  visto  hasta  ahora»,  y  es,  con  Petrequin,  el  que  me- 
jor ha  escrito  sobre  la  cirugía  del  período  hipocrático.  Sirvió  en  las  gue- 
rras napoleónicas,  escribió  obras  importantes  de  cirugía  operatoria  (1834), 
de  cirugía  experimental  (1838),  de  fracturas  y  dislocaciones  (1847-55))  y 
ha  publicado  la  edición  auténtica  moderna  de  Ambrosio  Paré,  con  una 
buena  biografía  del  mismo  (1840).  El  Manuel  de  Medicine operatoire  (1834), 
de  Malgaigne,  ha  tenido  siete  ediciones  y  cinco  traducciones,  una  al  árabe. 


1)     Velpeau:  lraité  du  maladies  du  sein,  París,  1854- 


io8 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


En  la  cirugía  práctica  su  nombre  va  asociado  a  los  ganchos  inventados  por 
él  para  el  tratamiento  de  la  fractura  de  la  rótula;  pero  es,  no  obstante, 
más  famoso  por  sus  discursos  históricos  y  críticos,  que  Billings  clasifica 
«entre  los  más  deliciosos  escritos  de  la  literatura  quirúrgica». 

Auguste  Nélaton  (1807-73),  de  París,  que,  presidiendo  con  Malgaigne 
el  Hospilal  St.  Louis,  alcanzó  el  mismo  inaccesible  rango  que  había  logra- 


Joseph-Fran^ois  Malgaigne  (1806-65). 


do  Dupuytren  en  los  últimos  años  de  su  vida,  aunque  siendo  personal- 
mente la  completa  antítesis  de  su  egoísta  predecesor.  Nélaton  era  modes- 
to, tranquilo,  amigo  útil  y  generoso  eon  los  desgraciados;  en  resumen,  un 
perfecto  caballero.  Inventó  una  sonda  exploradora  para  las  balas  (usada 
por  primera  vex  en  Garibaldi)  y  un  útil  catéter  ilexible  de  goma  (sonda  de 
Nélaton,  i86<  le  i  el*tratamiento    de  los   tumores  naso-faríngeos.  En 

Ginecología  es  lamoso  por  haber  sido  el  primero  que  ha  descrito  el  hema- 
tocele  pelviano  (retro-uterino)  [1851-52]  y  ha  hecho  mucho  por  establecer 
la  ovariotomía  en  Francia.  Su  principal  obra  es  sus  lilentents  de  Pathologie 
chirurgicak  (1844-59). 

Paul  Broca  i  i  82  l-8o),  que  fué,  su<  esivamente,  cirujano  de  St.  Antoine, 
La  Pitié,  el  Hospital  de  Clínicas  y  el  Hospital  Necker,  ha  sido  el  funda- 


ÉL     SIGLO     XIX 


109 


dor  de  la  moderna  cirugía  del  cerebro  y  también  de  la  moderna  escuela 
francesa  de  Antropología.  En  1 86 1  (i)  ha  descubierto  que  el  pie  de  la  ter- 
cera circunvolución  frontal  izquierda  era  el  centro  del  lenguaje  articulado; 
un  punto  que  se  ha  discutido  actualmente,  pero  que,  en  último  término, 
ha  servido  indudablemente  para  trazar  el  mapa  de  los  diversos  centros 
del  cerebro  para  las  operaciones  quirúrgicas.  Broca  ha  sido  positivamente 


Auguste  Nélaton  (1807-73). 

el  primero  que  ha  hecho  la  trepanación  para  un  absceso  diagnosticado  por 
su  teoría  de  la  localización  de  la  función.  En  relación  con  su  descubri- 
miento, ha  introducido  el  término  de  aphemia  o  afasia  motora  (l86l)  [2], 
que  ha  tenido  que  sufrir  modernamente  el  criticismo  destructor  de  Pierre 
Marie.  En  Antropología,  Broca  es,  con  Topinard  y  Quatrefages,  uno  de 
los  más  ilustres  nombres  de  Francia.  Ha  sido  el  fundador  de  los  moder- 
nos métodos  de  determinar  la  proporción  de  las  dimensiones  del  cerebro 
por  las  del  cráneo  (cráneo metría),  y  para  ello  inventó  el  gancho  occipital, 
un  craniógrafo  y  un  goniómetro,  y  trabajó  mucho  también  para  fijar  las 
medidas  de  los  huesos  y  la  clasificación  de  los  colores  del  pelo  y  de  la 
piel.  Ha  presentado  su  teoría  de  que  las  diferentes  razas  se  han  producido 


(1)  Broca:  Bull.  Soc.  dAnthrop.  de  Paris,  1 86 1 ;  II,  páginas  235-238,  y  Bull.  Soc. 
Anat.  de  París,  1861;  XXXVI,  páginas  330-398. 

(2)  Ibiden,  pág.  332. 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


de  diversas  parejas  de  especies  distintas,  en  su  ley  de  «eugénesis»,  que 
sostiene  que  las  diferentes  especies  del  genus  Homo  son  y  han  sido  siem- 
pre fértiles  unas  con  otras.  Esto  produce,  según  los  «poligenistas»,  en  úl- 
timo extremo,  la  diversidad  de  lenguas.  Broca  es  también  notable  por  su 

aforismo:  «Yo  prefiero  ser  un 
mono  transformado,  a  ser  un  hijo 
degenerado  de   Adán.> 

Entre  las  aisladas  contribuciones 
francesas  figuran  Ja  resección  de  la 
quinta  y  sexta  costilla,  por  Riche- 
rand  1818);  la  introducción  de  la  li- 
totricia,  por  Leroy  d'Etrolles  (1822), 
Civiale  (1824)  y  Heurteloup  (1824-31); 
la  excisión,  por  Béclard,  de  la  paró- 
tida, en  1823  (1);  la  resección  del 
maxilar  superior,  porGensoul  (1826); 
el  método  de  enterorrafia,  de  Lem- 
bert  (1826)  [2];  el  catéter  capilar,  de 
Maisonneuve  (1845)  [3J;  la  introduc- 
ción, por  Sedillot,  de  la  gastronomía, 
<iue  efectuó  por  vez  primera  en  13 
de  noviembre  de  1849  (4);  la  jeringa 
de  Pravaz  para  inyecciones  hipodér- 
micas  (1851)  [5],  y  el  método  de  La- 
llemand  de  autoplastia  (1856). 

Entre  los  más  notables  ciruja- 
nos alemanes  de  esta  época  figu- 
;i  Broca  (182 1  ran  V incenz  von  Kern  [ 1 760 1 829), 

profesor  en  Yiena  (1805-24),  que 
simplificó  el  tratamiento  de  las  heridas  usando  vendajes  empapados  en  agua 
pura  1  propuesto  porvez  primera  por  Cesare  Alaga  ti  en  1616)  para  reemplazar 
a  las  pomadas  y  ungüentos  tan  en  boga;  Christian  Ludwig  Mursinna 
[744-1823),  que  fué  sucesivamente  tejedor,  bañero,  aprendiz  de  barbero 
y  cirujano  general  del  ejército  prusiano  (1 787- 1 809);  Conrad  Johann  Mar- 
tin Lanobnbeck  ( 1776-185  i),  profesor  de  Anatomía  y  Cirugía  en  la  Uni- 
1  rottinga  y  cirujano  general  del  ejército  hannoveriano  (1814), 
.que  ideó  la  operación  de  la  iridocleisis  para  la  pupila  artificial  (1817)  y 
llegó  a  alcanzar  tal  rapidez  operando,  que  se  cuenta  que  hizo  una  desar- 
ticulación del  hombro  en  I"  que  tardó  un  colega  presente  en  tomar  un 
polvo  de  rapé;  y  Max  Joseph  von  Chelius  (1794-1876),  cuyo  Handbuch 


ird:  Arch.  gen.  de  A/r'd.,  París,  1824;  IV,  páginas  60-66. 
(2)     Lembert  Reperi.  %én.  danat.  ct  phisiol.path.,  París,  i826;II,  páginas  100-107, 

1  lámina. 

(3;     Maisnnií'  .  ■'.>,.,    París.  1  S45;  XX,  páginas  70-72. 

\ourgy  1849;  IX,  páginas  366-377. 

!/.  I  omp.  re//,/.  Arad,  d  Se,  París,   1853;  XXXVI,  páginas  88-90. 


EL    SlfxLO    XIX 


in 


der  Ckirurgie  (1822-23)  ha  sido  el  libro  fundamental  de  texto  en  Alema- 
nia hasta  la  mitad  de  la  centuria,  y  que,  según  Baas,  era  «el  único  profe- 
sor de  Heidelberg  que  tenía  coche*.  Los  cirujanos  alemanes  más  impor- 
tantes antes  de  1 850  son  Dieffenbach,  von  Graefe  el  Viejo,  Stromeyer  el 
Joven,  Langenbeck  y  Gustav  Simon. 

Carl  Ferdinand  yon  Grafff  (i 7 87- 1 840),  de  Warsaw,   era  uno  de  los 


Carl  Ferdinand  vui 


aefe  (1787-1840) 


cirujanos  generales  en  la  lucha  por  la  independencia  de  Alemania  (1813 
a  181 5),  habiendo  sido  previamente  profesor  de  Cirugía  en  la  Universi- 
dad de  Berlín  en  1 8 10,  y  conservando  esta  posición  después  de  la  gue- 
rra. Ha  sido  el  fundador  de  la  cirugía  plástica  moderna,  realizando  la  ope- 
ración para  la  hendidura  palatina  congenita  en  1816  (i).  En  1818  practi- 
ca, al  propio  tiempo  que  Bünger,  la  rinoplastia,  y  la  blefaroplastia,  simul- 
táneamente con  Dzondi.  En  el  mismo  año  ha  perfeccionado  la  técnica  de 
la  operación  cesárea  y  ha  practicado  la  primera  resección  del  maxilar  in- 
ferior que  se  ha  realizado  en  Alemania.  Ha  sido  también  el  primer  ciru- 
jano alemán  que  ha  ligado  la  arteria  innominada  (1822),  viviendo  su  en- 
fermo sesenta  y  ocho  días  (2).  Su  «rinoplastia»  (18 1 8)  ha  sido  la  primera 


(1)  Von  Graefe:  Journ.f.  Chir.  und  Augenheük.,  Berlín,  1820;  I,  páginas  1  y  54, 
2  láminas.. 

(2)  T.ondon  Med.  and  Phys.  Journ.,  1823;  XLJX,  pág.  475. 


hi  klSTORIA     DÉ    LA     MEDICINA 

intervención  en  el  campo  de  la  formación  artificial  de  la  nariz,  después 
de  Tagliacozzi  (i 575)  Y  de  Carpue  (1816). 

Johann  Friedrich  Dieffenbach  ( 1 792- 1 847),  de  Konigsberg,  tomó  tam- 
bién parte  (como  escopetero)  en  la  guerra  por  la  independencia  de  Ale- 
mania. Su  disertación  o  tesis  de  Wurzburgo  (1822)  sobre  la  regeneración 
y  la  transplantación  de  los  tejidos   demostró   bien   pronto  su  inclinación 


Johann  Friedrich    Dieffenbach  (1792-1S47 

hacia  la  cirugía  plástica  (i).  Fué  cirujano  en  la  Charité,  de  Berlín,  en  1829, 
y  en  1 840  sucedió  a  von  Graefe  en  la  cátedra  universitaria.  En  1 829,  si- 
guiendo las  indicaciones  de  Stromeyer,  realizó  por  primera  vez,  y  con 
éxito,  el  tratamiento  del  estrabismo  por  sutura  de  los  músculos  del  ojo  (2). 
Este  éxito,  sin  embargo,  le  llevó  a  ensayar  el  defectuoso  procedimiento 
de  la  división  subcutánea  de  los  músculos  linguales  para  la  tartamudez 
(1841)  [3],  que  produjo  muy  desagradables  resultados  en  los  enfermos; 
en  cambio,  obtuvo  resultados  admirables  en  las  tenotomías,  en  los  injer- 
tos cutáneos  yen  la  cirugía  ortopédica,  siendo  un  cultivador  de  las  trans- 
limitaciones y  de  la  cirugía  experimental  en  los  animales,  que  había  sido 


(1)  Dieffenbach:    Normulln    de    regeneratio7ie    el    ¿ra?isf>lantatione ,    Wurzbur- 
-  S22. 

(2)  (feber  das  Sehielen  (et<      Berlín,  1842. 

(3)  Me  Heilung  des  Stotierm  ■«  i-    .  Berlín,  1841. 


£L    SIGLO     XIX 


i'á 


anteriormente  ensayada  por  John  Hunter  y  Giuseppe  Baronio  (1804)  [i]. 
Ha  escrito  sobre  el  tratamiento  de  las  estrecheces  uretrales  por  incisión 
(1826),  sobre  la  transfusión  de  la  sangre  (1828),  vendajes  (1829),  lactan- 
cia (1832),  tratamiento  del  ano  preternatural  (1834)  Y  de  la  fístula  uretral 
(1836),  así  como  un  gran  tratado  de  cirugía  operatoria  (1845-48)  [2]. 
También  ha  realizado  un  atrevido  intento  de  tratar  la  fístula  vésico-vagi- 
nal  por  todos  los  métodos  conocidos,  y  dejó  un  estudio  clásico  de  los 
padecimientos  transmitidos  por  la  herencia  (1845).  Era  un  hombre  ge- 
nial, bondadoso,  atractivo  y  un  pro- 
fesor admirable,  que  defendió  cons- 
tantemente los  más  elevados  ideales 
de  la  profesión.  Sostenía  que  el  ci- 
rujano debe  ser  un  Ulises  de  múlti- 
ples recursos,  lleno  de  una  facultad 
inventiva  y  de  solución  espontánea 
para  todo  aquello  que  no  se  encuen- 
tra en  los  libros.  «Todos  los  grandes 
cirujanos  —  decía  él  —  son  o  han  de- 
bido ser  claros  pensadores,  y,  por 
tanto,  buenos  escritores.» 

Georg  Friedrich  Louis  Stromeyer 
(1804-76),  de  Hannover,  profesor  de 
Erlangen,  Munich,  Freiburg  y  Kiel, 
y  sucesivamente  cirujano  general  de 
los  ejércitos  de  Schleswig-Holstein 
y  de  Hannover,  habiendo  sido  el 
padre  de  la  moderna  cirugía  militar 
en  Alemania.  Ha  extendido  extraor. 
dinariamente  el  campo  de  la  cirugía  conservadora  y  de  las  operaciones 
subcutáneas  y  de  las  articulaciones.  Stromeyer  ha  efectuado  su  primera 
resección  subcutánea  del  tendón  de  Aquiles  en  1 83 1  (3),  quince  años 
después  de  Delpech  (1816);  pero  si  Delpech  era  el  descubridor,  Strome- 
yer ha  sido  el  que  ha  desarrollado  el  asunto.  Prácticamente,  ha  creado  la 
cirugía  moderna  del  sistema  locomotor  aplicando  la  tenotomía  a  todas 
las  deformidades  del  cuerpo  dependientes  de  defectos  musculares.  Ha 
sido  uno  de  los  fundadores  de  la  ortopedia  en  los  tiempos  modernos.  Sus 
procedimientos  han  sido  llevados  a  Inglaterra  por  Little,  que  ha  fundado 


Georg  Friedrich  Louis  Stromeyer  (1804-76). 
(Academia  de  Medicina  de  New-York.) 


(t)     O.  Baronio:  Degli  innesti  animali,  Milán,  1804. 

(2)     Djeffenbach:  Die operative  Chirurgie,  Leipzig,  1845-48. 

(j)     Stromeyer:  Mag •/.  d.  ges.  Heilk.,  Berlín,   1833;   XXXIX,  páginas  195 -21 


11  INTO  Kl  A     DI     I. A     MSDinili. 


To*..   II 


1 14 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


el  Real  Hospital  Ortopédico  de  Londres  (1837)  y  publicado  un  funda- 
mental tratado  de  deformidades  (1853).  Las  Máximas  de  cirugía  militar 
de  Stromeyer  (185 5)  nan  hecho  época  en  la  medicina  militar  alemana. 
Era,  además,  poeta  y  ha  escrito  una  atractiva  autobiografía. 

Bernard  von  Langenbeck  (1810-87),  sobrino  de  Conrad  y  sucesor  de 
Dieffenbach  en  Berlín  en  1 847,  llegó  a  ser  el  más  grande  cirujano  clínico 


Bernhard  von  Langenbeck  (1810-87) 


y  el  más  notable  profesor  de  su  época  en  Alemania,  habiendo  enseñado  a 
casi  todos  los  célebres  operadores  de  los  tiempos  modernos.  En  l86l  ha 
fundado  los  Archiv  für  klinischen  Chirurgie  (conocidos  como  Langen- 
beck 's  Archiv)  y  ha  creado  la  Sociedad  Alemana  de  Cirugía;  medios  am- 
bos que  han  ejercido  uña  profunda  influencia  en  la  Ciencia.  Ha  ideado  21 
operaciones,  que  han  hecho  célebre  su  nombre,  siendo  las  más  famosas 
sus  métodos  de  resección  de  la  articulación  tibio-tarsiana,  de  la  de  la  ro- 
dilla, cadera,  muñeca,  codo  y  hombro;  de  resección  del  maxilar  inferior  y 
las  correspondientes  a  la  cirugía  plástica  del  labio,  del  paladar  y  de  la  ro- 
dilla. 

Gustav  Simon     [824-76),   de  Damstadt,  profesor  en  Rostock  (1861)  y 


EL     SIGLO     XIX 


i»5 


en  Heidelberg  (1867),  era  un  operador  altamente  original  y  autor  de  ad- 
mirables monografías  acerca  del  tratamiento  de  la  fístula  vésico-vaginal 
(1854),  de  la  excisión  del  bazo  (1857)  t1]*  de  la  cirugía  plástica  (1868)  [2] 
y  de  la  del  riñon  (1871-76)  [3].  Ha  sido  el  primer  cirujano  de  Europa  que 
ha  efectuado  la  nefrectomía  (1869)  [4];  pero  perdió  a  su  segundo  enfermo 
a  consecuencia  de  una  sepsis  producida  a  los  veintiún  días  de  la  opera- 
ción por  una  exploración  digital.  Un  resultado  igualmente  fatal  en  el  caso 


Gustav  Simón  (1824-76; 

de  Bruns,  en  1 8/  8,  hizo  abandonar  la  nefrectomía  hasta  que  la  antisepsia 
estuvo  perfectamente  establecida. 

Albrecht  Theodor  von  Middeldorpf  (1824-68),  de  Breslau,  llevó  a 
cabo  las  primeras  operaciones  por  fístula  gástrica  (1859)  y  tumor  esofági- 
co, siendo  partidario  del  uso  del  galvanocauterio  (1854)  y  realizando  im- 
portantes trabajos  respecto  de  fracturas  y  luxaciones. 

El  más  grande  de  los  operadores  de  Rusia,  y  uno  de  los  más  hábiles 
cirujanos  militares  de  todos  los  tiempos,  ha  sido  Nikolai  Ivanovich  Piro- 


(1)  Simon:  Die  Extirpation  der  Milz  am  Menschen,  Giesscn,  1857. 

(2)  Beitráge  zur plastischen  Chirurgie,  Praga,  1868. 

(3)  Chirurgie  der  Nieren,  Erlangen,  1871-76. 

(4;  neutscke  Klinik,  Berlín,  1870;  XXII,  pág.  137. 


lió 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


goff  (1 810-81),  que,  como  Paré  y  Hunter,  ha  realizado  una  notable  carre- 
ra de  autodesenvolvimiento.  Graduado  en  1 832,  estudió  por  espacio  de 
dos  años  en  Berlín  y  en  Gottinga,  donde  quedó  disgustado  por  la  poca 
importancia  que  se  prestaba  a  la  Anatomía.  Langenbeck  era,  en  su  opi- 
nión, el  único  hombre  que  estaba  bien  informado  del  asunto.  Vuelto  a  Ru- 
sia, enseñó  en  Dorpat  por  espacio  de  cinco  años,  y  en  184O  fué  nombra- 
do profesor  de  Cirugía  en  la  Academia  Médico-quirúrgica  de  San  Peters- 

burgo.  En  los  cuarenta  y  cinco 
años  de  vida  activa  allí,  ha  intro- 
ducido muy  importantes  reformas, 
entre  otras  la  enseñanza,  por  vez 
primera  en  Rusia,  de  la  anatomía 
topográfica  aplicada,  para  la  cual 
invitó  finalmente  al  discípulo  de 
Hyrtl,  Gruber,  de  Viena.  Pía  lle- 
vado a  cabo  II.OCO  autopsias,  en- 
tre ellas  800  de  las  víctimas  del 
cólera  de  1 848.  Realizó  una  gran 
cantidad  de  cirugía  militar,  sirvien- 
do en  las  campañas  del  Cáucaso 
(1847)  y  de  Crimea  (1854),  hacien- 
do también  estudios  acerca  de  la 
guerra  franco-prusiana  y  dé  la  tur- 
co-rusa. Prestó  servicio  por  espacio 
de  catorce  meses  en  Sebastopol  y 
en  sus  alrededores,  y  en  las  trin- 
cheras y  tiendas  de  campaña  fué  testigo  de  todos  los  horrores  de  la  piemia, 
déla  gangrena  hospitalaria,  de  la  erisipela  y  del  edema  purulento.  Esto  le 
llevó  a  violentas  discusiones  con  las  autoridades  gubernamentales  por  sus 
agudas  críticas  de  lo  mal  atendido  que  estaba  todo  en  la  campaña  y  por  sus 
intentos  de  segregación  y  otros  perfeccionamientos,  viéndose  obligado  a 
abandonar  su  cátedra. 

Auxiliado  por  la  gran  duquesa  Helena  Pavlovna,  introdujo  la  asis- 
tencia femenina  para  los  heridos  de  Crimea,  y  toda  su  vida  ha  sido  un 
ferviente  defensor  de  la  libertad  y  de  la  educación  superior  para  la  mujer. 
En  1847  empleaba  ya  el  éter  en  la  anestesia  quirúrgica  (i).  Consagró  los 
últimos  días  de  su  vida  al  estudio  y  perfeccionamiento  de  la  educación 
médica  en  su  país  natal,  por  lo  cual  se  vio  nuevamente  sujeto  a  las  amar- 


Nikolai  Ivanovich  PirogolT  (1810-81) 


(1)    Pirogoff:  Recherches  pratiques  et  physiologiques  sur  /'r///rr/sat¿ou,S<in  Peters- 
burgo,  1K47. 


EL     SIGLO     XIX  117 

guras  de  la  enemistad  y  de  la  persecución  por  parte  de  las  autoridades 
oficiales  y  militares.  Pirogoff  es,  según  el  modo  de  pensar  de  los  rusos 
ilustrados,  la  figura  más  importante  en  su  historia  médica.  Es  notable  por 
su  método  de  completa  amputación  osteoplástica  del  pie  (1854)  [ij,  por 
su  gran  atlas  de  220  láminas  (1851-54)  [2],  en  el  cual  se  han  utilizado  por 
primera  vez,  y  en  gran  escala,  los  cortes  congelados  para  las  ilustraciones 
anatómicas  (3),  y  por  su  tratado  de  cirugía  militar  (1864)   [4],  en   el  cual 


Philip  Syng  Physick  (1768-1837) 

hace  a  los  granóles  hospitales  responsables  de  la  aparición  de  las  enferme- 
dades epidémicas,  recomendando  la  construcción  de  pequeños  pabellones, 
como  barracas,  por  ser  ésta  la  enseñanza  que  había  deducido  de  la  guerra 
de  Crimea.  En  rapidez,  destreza  y  firmeza  de  mano,  Pirogoff  era,  como 
operador,  comparable  a  esos  otros  eslavos,  virtuosos  de  la  música,  cuya 
ejecución  es  el  asombro  de  todos  los  tiempos.  Los  retratos  conocidos  de 
este  gran  cirujano  en  su  vejez  nos  lo  representan  como  un  hombre  de 


(1)  Voyenno  Med.  Journ.,  San  Petersburgo,  1854;  LXIII,  2  sect,  páginas  83-100. 

(2)  Anatome  topographica  seciiouibus per  corpus  humanum  congelatum  tríplice  di- 
rectione  ductis  illicstrata,  San  Petersburgo,  1851-54. 

(3)  Las  secciones  congeladas   en   Anatomía   fueron  primeramente  empleadas 
por  Pieter  de  Riemer  (1760- 1831)  en  sus  Afbeeldingen  (La  Haya,  1818). 

(4)  Pirogoff:  Grundzüge  der  aLlgemeinen  Kriegscki'rurgze,  Leipzig,  1864. 


u8  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

frente  dilatada,  fisonomía  seria  y  aspecto  venerable,  muy  semejante  a 
otros  dos  grandes  rusos:  a  Turgenieff  y  Glinka.  En  relación  con  su  país 
se  le  puede  aplicar  también  aquel  exquisito  tributo  que  Henry  James  pa- 
gaba a  Turgenieff:  «Su  generosa  naturaleza  estaba  llena  del  amor  a  la  jus- 
ticia; pero,  además,  estaba  hecho  con  aquella  materia  con  que  se  fabrican 
las  glorias.» 

La  cirucía  americana  en  el  período  pre-listeriano  se  distingue  princi- 
palmente por  el  gran  número  de  operaciones  atrevidas  en  los  sistemas 
óseo  y  vascular,  por  la  fundación  de  la  moderna  ginecología  operatoria, 
por  la  obra  de  McDowell  y  Sims,  y  por  la  definitiva  creación  de  la  anes- 
tesia quirúrgica.  Sus  principales  representantes  en  este  período  son  Phy- 
sick,  los  dos  Warren,  Post,  Mott,  Gibson,  los  dos  Smith,  Willard  Parker, 
McDovell  y  Sims. 

Philip  Syng  Physick  (1768-1837),  de  Filadelfia,  uno  de  los  discípulos 
de  John  Hunter,  y  llamado  por  algunos  el  padre  de  la  cirugía  americana, 
se  graduó  en  Edimburgo  en  1 792  y  fué  cirujano  del  Hospital  de  Pensilva- 
nia  en  1794  y  profesor  de  Cirugía  en  la  Universidad  de  Pensilvania  (1805 
a  18).  No  ha  escrito  nada  importante,  estando  conservada  toda  su  ense- 
ñanza en  el  tratado  de  Cirugía  de  su  sobrino  John  Syng  Dorsey  (18 1 3). 

Es  famoso  principalmente  como  inventor  de  algunos  procedimientos  impor- 
tantes en  su  época,  tales  como  la  creación  de  material  absorbible  (de  cabrito  y 
ante)  para  suturas  y  ligaduras  (18 16)  [1],  el  empleo  del  sedal  en  las  fracturas  no  con- 
solidadas (1822)  [2],  un  método  operatorio  para  el  ano  artificial  (1826)  [3],  la  defen- 
sa del  reposo  en  el  tratamiento  de  las  afecciones  de  la  articulación  de  la  cadera 
(1830)  [4]  y  la  invención  del  tonsilotomo  (1828)  [5].  Su  modificación  del  vendaje  de 
Desault  para  la  fractura  del  fémur  sigue  usándose  en  la  actualidad.  Parece  haber 
sido  el  primero  en  describir  los  divertículos  del  recto  (1836)  [6],  así  como  en  verifi- 
car en  América  el  lavado  del  estómago,  en  los  casos  de  envenenamiento,  con  una 
jeringa  y  un  tubo  (1802)  [7]. 

Jonh  Warren  (1753-1815)»  de  Roxbury  (Massachusetts),  prestó  seña- 
lados servicios  de  armas  durante  la  revolución  y  fué  el  fundador  y  pri- 
mer profesor  de  la  cátedra  de  Anatomía  y  Cirugía  en  la  Harvard  Medical 
School  (1783).  Ha  sido  el  séptimo  presidente  de  la  Sociedad  Médica  de 
•Massachusetts,  en  cuyo  cargo  siguió  hasta  el  momento  de  su  muerte 
(1804-15).    Ha    realizado    la   amputación   de   la   articulación    del    hombro 


(1)  Physick:  Eclect.  Repertory,  Filadelfia,  18 16;  VI,  página  389. 

(2)  /'hilad.  Journ.    Wed.  and  Phys.  Se,  1882;  V,  páginas  11 6- 118. 

(3)  Ibidem,  1826;  XIII,  páginas  199-202. 

4       Am,  Journ.  Mcd.  Se.  Filadelfia,  1830;  VII,  páginas  299-308,  una  lámina. 

(5)  Ihidcm,  1828;  II,  página  116. 

(6)  Am.  Cycl.  Pract.  Mcd.  and  Sur g.,  Filadelfin,  1836;  II,  páginas  123-126. 

(7)  Eclect.  Repertory,  Filadelfia,  [812-13;  lili  páginas  111  y  381. — Matthews: 
Med  Recorder,  Filadelfia,  1826;  IX,  páginas  825-827.  Physick  ha  reconocido  la  prio- 
ridad de  Monro  secundas  en  la  invención  de  un  instrumento  análogo  (1767). 


EL     SIGLO     XIX  n9 

en  1781  (i)  y  la  excisión  de  la  parótida  en  1804  (2).  Su  hijo,  John  Collins 
Warren  (i 778- 1 8 56),  de  Boston,  era  discípulo  de  Astley  Cooper  y  de 
Dupuytren  y  sucedió  a  su  padre  en  la  cátedra  en  f8l 5-  Ha  sido  muy  há- 
bil en  la  resección  de  huesos  y  de  articulaciones,  efectuando  la  del  hiodes 
en  1804  y  la  de  la  articulación  del  codo  en  1 834;  ha  ideado  la  operación 
de  la  estafilorrafia  para  la  fisura  del  paladar  blando  en  1 828  (3)  y  ha 
sido  el  primero  de  su  región  en  operar  la  hernia  estrangulada.  Ha  sido  el 
fundador  del  Hospital  general  de  Massachusetts  (181 1)  y  del  Warren  Mu- 
seum, y  en  la  práctica  ha  introducido  la  anestesia  quirúrgica  por  el 
éter  (1847).  Su  principal  obra  es  sus  Surgical.  Observations  on  Tu- 
mors (1837). 

Natham  Smith  ( 1 762- 1 829),  de  Rehoboth  (Massachusetts),  médico 
graduado  en  Harvard  (1790),  habiendo  estudiado  además  en  las  escuelas 
escocesas  e  inglesas,  comenzando  a  practicar  en  Cornish,  N.  H.,  y  llegan- 
do a  ser,  en  1 798,  profesor  en  el  Darmouth  College,  desempeñando,  como 
dice  O.  W.  Holmes;  no  una  cátedra,  «sino  una  serie  de  cátedras»,  a  sa- 
ber: Anatomía,  Cirugía,  Química  y  Práctica. 

Por  espacio  de  catorce  años  había  estado  trabajando  Smith  en  la  formación  de 
la  Darmouth  School,  cuando,  en  1821,  se  le  pidió  que  fuese  a  establecer  el  depar- 
tamento médico  de  Yale,  con  la  misma  multiplicidad  de  deberes. Una  vez  cumplido 
esto,  venciendo  múltiples  obstáculos,  tuvo  que  realizar  una  función  análoga  para  el 
Bowdoin  College  (1820),  y  más  tarde,  para  la  Universidad  de  Vermont.  Ha  sido  más 
bien  un  gran  organizador  y  un  maestro  que  un  escritor  de  Medicina;  pero  su  estu- 
dio de  la  fiebre  tifoidea  ('824)  y  sus  observaciones  acerca  de  la  necrosis  (1827)  son 
dignas  de  recordarse  siempre.  Hábil  y  afortunado  operador,  especialmente  en  la 
litotomía,  ha  llevado  a  cabo  la  segunda  ovariotomía  en  los  Estados  Unidos  (25  de 
julio  de  1821),  la  amputación  de  la  articulación  de  la  rodilla  (1825)  y  ha  hecho  la 
primera  estafilorrafia. 

Wright  Post  (t  766- 1 822),  de  Long  Island  (New- York),  ha  sido  el  pri- 
mero en  América  que  ha  ligado,  con  éxito,  la  arteria  femoral  (por  un 
aneurisma  de  la  poplítea),  siguiendo  el  método  de  John  Hunter  (1796)  [4], 
y  el  segundo  en  ligar  la  ilíaca  externa,  también  con  éxito  (1814)  [5],  ha-, 
hiendo  sido  precedido  por  Dorsey  en  1811  (6).  Post  ha  sido  igual- 
mente el  primer  cirujano  que  ha  ligado  con  éxito  la  carótida  primitiva  en 
su  continuidad  (18 1 3)  [7],  una  operación  que  ha  vuelto  a  repetir  con  for- 


(1)  Warren:  Boston  Med.  and  Sur g.  Journ.,  1839;  XX,  pág.  210. 

(2)  En  J.   C.   Warren:  Surgical  observations  on   tumors,   Boston,    1837;   pági- 
na 287. 

(3)  Am.  Journ.  Med.  Sc,  Filadelfia,  1828;  III,  páginas  1-3,  una  lámina. 

(4)  Post:  Am.  M*,d.  and  Phil.  Register,  New-York,  1814;  IV,  página  452. 

(5)  Post:  Ibidem,    181 3-14;   IV,  páginas  443-453.   También  en:  Med,  Repository, 
New-York,  181 5;  n.  s.,  II,  páginas  196-199. 

(6)  Dorsey:  hlclect.  Repertory,  Filadelfia,  1811;  II,  páginas  111-115. 

(7)  Post:  Am.  Med.  and  Pit.  Register,  New-York,  18 14;  IV,  páginas  366-377. 


20 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


tuna  en  1816  (i),  ligando  asimismo,  y  con  fortuna,  la  subclavia  por  fuera 
de  los  escalenos  en  18 17  (2).  _ 

Valentine  Mott  (1785-1865),  de  Long  Island,  ha  sido  diputo  de 
Astley  Cooper  y,  como  su  maestro,  un  gran  cultivador  de  la  cirugía  vas- 
cular  La  arteria  innonimada  fué  ligada  por  vez  primera  en  la  historia  de 


Valentine  Mott  (1785-1865) 

la  Cirugía  por  Mott  en  1818  (3),  siendo  la  primera  operación  afortunada 
•la  de  Smith,  de  Nueva  Orleans,  en  1864.  En  favor  de  la  fama  de  Mott 
hay  que  señalar  la  notable  serie  de  afortunadas  ligaduras  de  la  arter.a  .haca 
primitiva  en  su  origen  (1827)  [4]i  'le  la  carótida,  para  un  aneurisma  de  la 
subclavia  (182^(5];  de  la  carótida,  para    un   aneurisma  anastomose  en 


1  !•,,  ,:  Mal.  Reposa,,,,,  New-York,  1817;  »■  s-,  ni;  PHin**12- 

.  Post    Ir    PhjS.  Mr!  Soc,  NYw-York,   ,S,7;  I,  páginas  .&VVH- 

3  Mott   M.andSurg.  Register,  New-York  .8.8;  1.  paginas  o-S< 

4  PMlad.  Jcum.  Med.  and  Phys.  Se,  .827;  XIV,  páginas    76-.81 

-       i„,    /.,.„-„  ,  FUadclfia,  1889;  V,  página  297.  1830,  VI, 


página  532. 


EL     SIGLO     XIX  121 

un  niño  de  tres  meses  (1829)  [i];  déla  ilíaca  externa,  para  un  aneurisma 
de  la  femoral  ( 1 8 3 1 ) ;  de  lá  subclavia  derecha,  por  dentro  de  los  escalenos 
(1833)  [2];  de  ambas  carótidas  simultáneamente  (1833)  [3]>  y  la  ilíaca 
interna  derecha  (1837)  [4]-  «Prescindiendo  de  la  arteria  innominada — dice 
Billings  — ,  Mott  ha  ligado  la  subclavia  ocho  veces;  la  carótida  primitiva, 
51  veces;  la  carótida,  dos  veces;  la  ilíaca  primitiva,  una  vez;  la  ilíaca  ex- 
terna, seis  veces;  la  ilíaca  interna,  dos  veces;  la  femoral,  57  veces,  y  la 
poplítea,  10  veces.  En  total,  138  ligaduras  de  los  grandes  vasos,  por  aneu- 
rismas.» Mott  era,  además,  un  audaz  y  afortunado  operador  de  los  huesos 
y  de  las  articulaciones.  Ha  resecado  el  lado  derecho  del  maxilar  inferiori 
después  de  haber  ligado  la  carótida,  en  1 82 1  (5);  ha  amputado,  con  éxi- 
to, la  articulación  de  la  cadera  en  1 824  (6);  excindido  la  clavícula  izquier- 
da por  osteosarcoma,  en  1 828  (7),  y  extirpado  un  gran  tumor  de  las 
fosas  nasales,  dividiendo  los  huesos  nasales  y  maxilares  (1841)  [8]. 

En  relación  con  la  labor  de  Post  y  de  Mott  hay  que  mencionar  ahora  algunas 
otras  antiguas  operaciones  efectuadas  por  los  cirujanos  americanos  en  este  campo. 
La  arteria  carótida  primitiva  ha  sido  ligada,  con  éxito,  por  hemorragia  primaria, 
por  Mason  Fitch  Cogswell  (1 761-1830),  de  Connecticut,  en  1803  (9),  y  por  hemorra- 
gia secundaria,  por  Amos  Twitchell  (1 781 -1850),  de  New-Hampshire,  en  1807  (10), 
ocho  meses  antes  que  el  caso  de  sir  Astley  Cooper.  Ambas  carótidas  primitivas 
han  sido  ligadas,  con  éxito  en  la  continuidad,  con  menos  de  un  mes  de  intervalo, 
por  Georg  Macgill,  de  Maryland,  en  1823  (11),  siendo  seguido  por  Reuben  D.  Mus- 
sey,  en  1827,  y  Mott,  en  1833.  Las  carótidas  primitiva  e  interna  han  sido  ligadas  si- 
multáneamente por  primera  vez  por  Gurdon  Buck  (1807-77),  de  la  ciudad  de  New- 
York  en  1848  (12);  y  John  Murray  Carnochan  (1817-87),  de  Savannah  (Georgia)  ha  li- 
gado, por  elefantiasis,  las  carótidas  en  ambos  lados,  en  1867  (13).  Carnochan  ha  sido 
el  primero  también  que  ha  extirpado,  por  una  neuralgia  facial,  el  nervio  maxilar 
superior  (incluyendo  el  ganglio  de  Meckel)  en  1858  (14).  John  Kearny  Rodgers  (1793 
a  1851),  de  la  ciudad  de  New-York,  discípulo  de  Wright  Post,  ha  sido  el  primero  en 
ligar,  por  aneurisma,  la  arteria  subclavia  izquierda  por  dentro  de  los  escalenos 
(1845)  [15],  pero  con  fatal  resultado;  el  primer  caso  afortunado  ha  sido  el  del  profe- 
sor W.  S.  Halsted,  de  Johns  Hopkins,  en  1892  (16).  William  Gibson  (1788-1868),  de 


(1)  Amer.  Journ.  Mea.  Sc,  Filadelfia,    1829;  V,  página  255;  1830,  VII,  pág.  271. 

(2)  Ibidem,  1831;  VIII,  páginas  393-397- 

(3)  Ibidem,  1833;  XII,  página  354. 

(4)  Ibidem,  1837;  XX,  páginas   13-15. 

(5)  New-York  Med.  and  Phys.  Journ.,  1822;  I,  página  385. 

(6)  Phil  ad  Journ.  Med.  and  Phys.  Sc,  1827;  XIV,  páginas  1 01 -104. 

(7)  Mott:  Amer.  Journ.  Med.  Sc,  Filadelfia,  1828;  III,  páginas  100-108. 

(8)  Ibidem,  1842,  n.  s.;  Ill,  página  257;  1843,  V,  pág.  87. 

(9)  Cogswell:  New  Engl.  Journ.  Med.  and  Surg.,  Boston,  1824;  XIII,  páginas  357 
a  360. 

(10)     Twitchell:  New  Engl.  Quari.  Journ.  Med.  and  Surg.,  Boston,   1842-43;  I,  pá- 
ginas 188-193. 
(n)  \  "Macgill:  New-York  Med.  and  Phys.  Journ.,  1825;  IV,  pág.  576. 
(12)     Buck:  New-York  Med.  Times,  1855-56;  V,  páginas  37-42. 
('3)  ííCarnochan:  Am.  Journ.  Med.  Sc,  Filadelfia,  1867;  n.  s„  LIV,  páginas  109-1 15. 

(14)  Ibidem,  1858,  n.  s.;  XXXV,  páginas  134-143. 

(15)  Rodgers:  Am.  Journ.  Med.  Sc,  Filadelfia,  1846;  n.'s.,  IX,  pág.  541. 

(16)  Halsted:  Johns  Hopkins  ilosp.  Bull.,  Baltimore,  1892;  III,  pág.  93. 


122 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Baltimore  (Maryland),  ha  sido  el  primer  cirujano  americano  que  ha  gado  la  arte- 
ria  ilíaca  primitiva  (1812^  [1].  En  el  laño  anterior,  John  Sing  Dorsey  J1783-1818) ,  na 
aado  con  éxito,  la  ilíaca  externa  (2),  siendo  seguido  por  Post  (1814),  Horacio  Ga- 
¿  Tameson  (1821)  [3]  y  Edward  Peace  (1841)  [4  La  ilíaca  interna  ha  sido  ligada 
conato  por  S.Pomerov  White  en  1827(5);  la  femoral,  por  Henry  M.  Onderdonk 
<i8m)Í61  David  L.  Rogers  (1824)  y  Camochan  (1851);  la  arteria  glútea,  por  John 
R  Davidae  de  Baltimore,  v  George  McClellan,  de  Filadelfia;  la  aorta,  por  primera 
v¿zdes^  por  Hunter  McGuire,  en  1868  (7).  Añadiremos 

que  Gu?don  Buck  (1807-77),  de  New-York,  ha  ligado,  con  éxito,  las  Remójales  Pro- 
funda v  externa  y  la  arteria  ilíaca  primitiva,  en  un  caso  de  aneurisma  de  la  femo- 
ral en  18;  8  (8):  Willard  Parker  (1800-84),  de  Francistown  (New-York),  ha  ligado  la 
subclavia  izquierda  por  dentro  de  los  escalenos,  juntamente  con  la  carótida  primi- 
tiva v  las  arterias  vertebrales,  en  un  caso  de  aneurisma  de  la  subclavia,  en  1864  (9) 
d  enfermo  murió  cuarenta  y  dos  días  después  de  la  operación],  y  Andrew  Woods 
fcmvth  (1833),  de  Nueva  Orleans,  ligó  por  primera  vez,  con  éxito,  la  arteria  innomi- 
nada juntamente  con  la  carótida  primitiva,  y  subsiguientemente  la  arteria  verte- 
bral derecha,  en  un  caso  de  aneurisma  de  la  subclavia,  en  1864  (10),  presentando  su 
enfermo  vivo  en  1869;  la  pieza  anatómica  se  encuentra  actualmente  en  el  Museo 
de  Sanidad  Militar  de  los  Estados  Unidos. 

De  las  antiguas  operaciones  en  los  huesos  y  en  las  articulaciones  mencionare- 
mos la  primera  amputación,  en  los  Estados  Unidos,  de  la  articulación  de  la  cade- 
ranor  Walter  Brashear  (1776-1860),  de  Maryland,  en  1806  1 1);  la  excision  parcial  y 
^^SSZS^^porVim^Hci^  Deadrick  (1773-1858),  de  Win- 
chester Va  en  1810  (12);  el  primer  éxito  de  resección  de  la  clavicula  ha  sido  el  de 
Charles  McCreav  (1785-  826),  de  Kentucky,  en  1813  (13);  la  excision  del  maxilar  su- 
nño^HnlüoGltes  Jameson  (1788-1855),  de  York,  Pa.,  en 1820  r,4): ;  la  afortu- 
nada amputación  en  la  articulación  del  codo,  por  James  Mann,  del  ejército  de  los 
EstadoTÜnidos  en  1821  (15);  una  excisión  de  la  quinta  y  sexta  costillas,  con  una 
porción  del  pulmón  gangrenado,  por  Milton  Antony  (1789-1839),  de ;  G .org  1a 
O821)  [16];  la  excisión  casi  total  de  ambos  maxilares  superiores,  por  David  L.  Ro- 
gers de  New-York,  en  1824  (17V,  la  amputación  de  la  articulación  de  la  rodilla,  poi 
Nathan  Smith  ,1762-1829),  de  Massachusetts,  en  1824  (18);  la  osteotomía  por  anab- 
iosis de  la  articulación  de  la  cadera,  por  John  Rhea  Barton  (1794-1871),  de  Lancas 


(I) 


Gibson:   Am.    Med.   Recorder,   Filadelña,    1820;   III,   páginas    185-193.   dos 


láminas. 


(7) 
a  419- 


Dorsev  Eclect.  Repertory,  Filadelña,  1811;  H,  páginas  1 1 1-1 15. 

Tameson:  Am.  Med.  Recorder,  Filadelña,  1822;  V,  paginas  1 18-124. 
1     Peace-  Med.  Exam.,  Filadelña,  1842;  n.  s.,  I,  páginas  225-228. 
c      Withe:  Am.  Journ.  Med.  Se,  Filadelña,  1827;  I,  paginas  304-306. 
6      Onderdonk:  Am.  Med.  and  Phil.  Register,  New-York,  1814;  IV,  f>ág-  176. 

Hunteí  McGuire:  Am.  Journ.Med.  ¿V., Filadelña,  1868;  n.  s.,  LVI,páginas4i5 


(2) 

til 

4 


(8)     Buck:  A  W  >  ork  Mcd.  Journ.,  1 858;  3  s.,  V,  páginas  305-3 ■  \ 
9      Parker  Am.  Journ.  Wed.Sc    Filadelfia,  1864; n.  s., XLVII,  pág.  562. 
-   /,n      Smvth-    Am    Journ     Med.  Se,  Filadelfia,  1866;  n.  s.,  LII,  paginas  280-282. 
¿0)J     .  *ta  ti  enfermo  dvo),  Nev-Orleans  Journ  Med    1869    XXII,  páginas 
464-469:  Repetida  porj.  Lewtas,  del  Murdan  Hospital  Punjab.  (Brtt.  Med.  Journ., 

!fSÍf»2S£5  P7K  ¡£¡Lh  Med.  sor.,    ,852,  Franckfort,  .853;  ü,  pág.  265. 

I2      Deadrick:    \m.Med.  Éecorder, Filadelfia,  1823;  VI,  pág.  516. 
.   (l'     McCreary:  Tr.  Kentucky   Ved.  Sor.,  1852;  Francfort,  1853; H.  pág.  276. 
■f^j     [¡n of  Am.   Med.   Recorder,   Filadelfia,  182 1;   IV,  paginas  221-230,  una 

lám/5a* Mann-  Wed  /?^<wtory,  New-York,  [822;  n.  s.,  Vn,  páginas  17-19. 

Xntonv.  rinlad.    Journ.     Ved.    and    PhyS.   Se,  .823;  Vf,  páginas  108-,  «7,  una 


;'    Rocer    Ve»-  York  Med.  and  Phys.  Journ.,  1824;  III,  páginas  301-303- 
Smith   Am    Wed  Rev.  and.  Journ.,  Filadelfia,  1825;  II.  pág.  370. 


•: 


EL     SIGLO     XIX  123 

ter,  Pa.,  en  1826  (1);  el  alambrado,  con  éxito,  de  una  fractura  no  consolidada  del 
húmero,  en  1827  ^2),  por  J.  K.  Rodgers  (1793-1851),  de  la  ciudad  de  New- York;  la 
excisión  del  cóxix,  por  Josiah  Clark  Nott  (1804-73),  de  Columbia,  S.  C,  en  1832  (3); 
la  excisión  de  la  articulación  del  codo,  por  John  Collins  Warren  (1778-1856),  de 
Massachusetts,  en  1834  (4);  la  amputación  torácico-interescapular,  por  Dixi  Cros- 
by (1801-73),  de  New-Hampshire  en  1831-37  (5);  en  dos  tiempos,  por  Reuben  Di- 
mond  Mussey  (1818-82),  de  New-Hampshire,  en  1831-37  (6);  la  excisión  del  pro- 
ceso olecraniano,  por  Gardon  Buck  (1807-77),  de  la  ciudad  de  New- York,  en 
1842  (7);  la  operación  de  Fergusson  para  la  hendidura  del  paladar  duro  y  blando, 
por  Jonathan  Mason  Warren  (181 1-67),  de  Boston,  en  1842  (8);  la  amputación,  por 
S.  D.  Gross,  de  la  articulación  tibio-tarsiana,  en  185 1  (9);  la  excisión,  por  Bigelow, 
de  la  articulación  de  la  cadera,  en  1852  (10);  la  del  cubito  (1853)  [n];  la  del  radio 
(1854)  [12];  la  del  calcáneo  (1857)  [13],  por  John  Murray  Camochan  (1817-87),  de  Sa- 
vannah, Ga.,  y  la  resección  de  Sayre  de  la  cadera  por  anquilosis  (1855)  [14].  En  1836 
Paul  Fitzsimmons  Eve  (1806-77),  de  Georgia,  extirpó  un  gran  pólipo  fibroso  de  la 
base  del  cráneo  (15),  y  en  1850,  William  Detmold  (1808-94)  abrió  el  seno  lateral  de 
la  duramadre  por  un  absceso  (16),  el  informe  de  cuya  operación  es  tratado  por  Vir- 
chow  con  desdeñoso  escepticismo.  Los  tres  casos  de  Camochan  de  resección  del 
trigémino  por  neuralgia  (1858)  [17]  han  sido  seguidos  por  el  ingenioso  y  afortunado 
método  de  Joseph  Pancoast  (1805-82),  de  New-Jersey,  en  1872  (18),  que  ha  sido  tam- 
bién el  primero  en  efectuar  con  éxito  una  operación  plástica  para  la  extrofia  de  la 
vejiga  en  febrero  de  1858  (19). Esta  operación  fué  aplicada,  con  éxito,  a  la  vejiga  fe- 
menina por  Daniel  Ayres,  de  Brooklyn  (New- York),  en  noviembre  de  1858  (20).  La 
cistotomía  por  inflamación  y  rotura  de  la  vejiga  ha  S'do  aplicada  por  vez  primera 
en  1846-54  (21),  por  Willard  Parker  (1800- 1884),  de  Francistown  (New-York),  que  ha 
sido  también  el  primero,  después  de  Hancock,  de  Londres  (1848),  en  operar  la 
apendicitis  (1864)  [22]  y  que  ha  ligado  cinco  veces  la  arteria  subclavia.  En  litotomía, 
Benjamín  Winslow  Dudley  (1785- 1870)  era  especialmente  afortunado,  habiendo  rea- 


(1)  Barton:   North  Amer.  Med.  and  Surg.  Journ.,    1826;  III,   páginas  279-292  y 
400,  una  lámina. 

(2)  Rodgers:  New-  York  Med.  and  Phys.  Journ.,  1827;  VI,  páginas  521-523. 

(3)  Nott:  New-Orleans  Med.  Journ.,  1844-45;  I,  páginas  58-60. 

(4)  J.  C.  Warren:  En  la  obra  de  Hodges  (J.  M.);  Excision  of  Joints,  Boston,  1861; 
pág.  69. 

(5)  Crosby:  Med.  Record.,  New-York,  1875;  X,  páginas  753-755  (Crosby  ha  sido 
precedido  por  el  ingeniero  inglés  Ralph  Cuming  en  1808). 

(6)  Mussey:  Am.  Journ.  Med.  Se,  Filadelfia,  1837;  XXI,  páginas  390-394. 

(7)  Buck.  Ibidem,  1843,  n.  s.,  V,  páginas  297-301. 

(8)  J.  M.  Warren:  New  Engl.  Quart.  Journ.  Med.  \and  Surg.,  Boston,   1842-43;  I, 
páginas  538-547- 

(9)  Gros,  citado  en  la  pág.  457  del  Am.  Journ.  Med.  Se,  Filadelfia,   1876;  n.  s., 
LXXI. 

(10)  Bigelow:  Am.  Journ.  Med.  Se,  Filadelfia,  1852;  XXIV,  pág.90. 

(11)  Camochan:  Am.  Med.  Monthly,  New- York,  1854;  I,  páginas  180-188. 

(12)  Camochan:  Am.  Journ.  Med.  Se,  Filadelfia,  1858;  n.  s.,  XXXV,  páginas  363 
a  370. 

(13)  Camochan:  Am.  Med.  Gaz.,  New-York,  1857;  VIII,  páginas  321-323. 

(14)  T.  Sayre:  New-York  Journ.  Med.,  1855;  n.  s.,  XIV,  páginas  70-82. 

(15)  Eve:  South.  Med.  and.  Surg.  Journ.,  Augusta,  1836-37;  I,  páginas  78-80. 

(16)  Detmold:  Am.  Journ.  Med.  Se,  Filadelfia,  1850;  XIX,  páginas  86-95. 

(17)  Camochan:  Am.  Journ.  Med.  Se,  Filadelfia,   1858;  n.  s.,  XXXV,  páginas  134 
a  143- 

(18)  Pancoast:  Philad.  Med.  Times,  1871-72;  II,  páginas  285-287. 

(19)  Pancoast:  North  Am.  Med.-Chir.  Rev.,  Filadelfia,  1859;  III,  pág.  710  (el  enfer- 
mo operado  fué  presentado  por  S.  D.  Gross). 

(20)  Ayres:  Am.  Med.  Gaz.,  New-York,  1859;  X,  páginas  81-89,  dos  láminas. 

(2 1)  Parker:  New-York  Journ.  Med.,  1 8 5 1 ;  n.  s.,  VIP-  páginas  83-86,  y   Tr.  Med. 
Soe,  New- York,  1867;  páginas  345-349. 

(22)  Parker:  Med.  Ree,  New-York,  1867;  Ií,  páginas  25-27. 


124  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

lizado  la  operación  225  veces,  con  escasísima  mortalidad.  Además  de  Dudley,  se 
dice  que  Physick  había  realizado  más  litotomías  que  ningún  otro  cirujano  america- 
no,y  su  extracción  de  más  de  un  millar  de  cálculos  del  jefe  de  Justicia  Marshall  cons- 
tituye un  famoso  caso  antiguo.  El  riñon  ha  sido  primeramente  extirpado  (antes  que 
porGustav  Simon)  por  Erastus  Bradley  Wolcott  (1804-80),  de  Benton  (New- York), 
en  1 86 1  (1).  John  Stongh  Bobbs  (1809-70),  de  Pensylvania,  y  descendiente  de  ale- 
manes, ha  sido  el  primero  que  ha  efectuado  la  colecistotomía  por  cálculos  biliares 
(1868)  [2,  en  cuya  operación  fué  seguido  por  Marion  Sims  (1878)  [3].  Entre  los  pro- 
cedimientos especiales  inventados  por  los  cirujanos  americanos  de  este  período 
figura  el  de  Natham  Smith  para  tratar  las  necrosis  de  los  huesos  por  medio  de  la 
trepanación  (1827)  [4];  el  tratamiento,  con  éxito,  de  los  aneurismas  por  medio  de 
la  compresión  digital,  aplicado  por  Jonathan  Knight  en  1847  (5);  el  método  de  re- 
ducir las  luxaciones  por  medio  de  manipulaciones,  sin  pesos  ni  poleas,  introduci- 
do por  William  R.  Reid,  de  Rochester  (New- York),  en  su  clásico  trabajo  de 
1851-55  (6),  basándose  en  sus  disecciones  y  experimentos;  el  tratamiento  délas 
fracturas  del  fémur,  por  Nathan  Ryno  Smith,  por  su  vendaje  anterior  (i860)  [7]  y 
por  el  aparato  de  pesos  y  poleas  de  Gurdon  Buck  (extensión  de  Buck,  1861)  [8). 

La  guerra  civil  en  los  Estados  Unidos  (1861-65)  produjo  la  notable  Medical  and 
Surgical  History  of  the  War  of  the  Rebellion  (1870-88),  por  Joseph  Janvier  Wood- 
ward, Charles  Smart,  George  A.  Otis  y  David  L.  Huntington,  una  espléndida  colec- 
ción de  historias  clínicas  y  de  referencias  patológicas,  embellecida  con  hermosas 
láminas,  y,  además,  una  obra  que  es  única  en  los  anales  de  la  medicina  militar.  Ha 
sido  objeto  de  entusiastas  elogios  por  Wirchow  (9).  Otra  importante  obra  quirúrgi- 
ca que  se  ha  producido  por  la  guerra  es  el  estudio  de  las  Gunshot  Wounds  and  Other 
Injuries  of  Nerves  (1864%  por  S.  Weir  Mitchell,  George  R.  Morechouse  y  William 
W  Keen,  que  habían  actuado  como  cirujanos  militares  en  el  Turner's  Lane  Hospi- 
tal, de  Filadelfia.  Este  libro  es  el  primer  estudio  completo  de  las  neurosis  traumá- 
ticas, introduciendo  el  uso  del  masaje  en  estos  casos,  y  ha  sido  el  punto  de  partida 
de  la  subsiguiente  obra  de  Mitchell  sobre  neuritis  ascendente,  neurastenia  traumá- 
tica y  fenómenos  psíquicos  que  aparecen  en  aquellos  que  han  sufrido  una  ampu- 
tación (10). 

La  única  amputación,  con  éxito,  en  la  articulación  de  la  cadera,  durante  la  gue- 
rra civil,  fué  efectuada  en  un  caso  de  herida  por  arma  de  fuego  (11). 

La  primitiva  historia  de  la  introducción  de  la  anestesia  por  el  éter  en 
América  ha  sido  objeto  de  acaloradas  controversias;  pero  los  principales 
hechos  pueden  resumirse  brevemente  del  modo  siguiente:  El  uso  de  las 
drogas  soporíferas  de  Dioscórides  y  de  la  esponja  de  los  salernitanos  era 
desconocido  de  Ambrosio  Paré,  y  murió  en  el  siglo  xvn;  pero  era  algunas 
veces  costumbre  entre  los  cirujanos  de  los  primeros  tiempos  del  siglo  xix 
el  intoxicar  a  los  enfermos  con  alcohol  u  opio  en  aquellos  casos  que  exi- 
gían una  completa  resolución  muscular,  como  la  reducción  de  luxaciones, 
ja  ligadura  de  grandes  arterias  y  la  operación  de  la  hernia.  El  hipnotismo 


1      Wolcott  Med.andSurg.  Heporter,  Filadelfia,  1861-62;  VII,  pág.  126. 

Bobbs:  Ir.  Med.  So'c,  Indiana,  1868:  páginas  68-73. 
3)    Sims:  Richmond  and  Louisville  Med.  Journ.,  1878;  XXVI,  páginas  1-21. 

(4)      N.  Smith:  Philod,  Month,  [four//.  Mr,/.,  1827;  1,  páginas  11  y  66. 

Knight  Hoston  Med.  and  kurg.  Journ.,  1S48;  XXXVIII,  páginas  293-296. 
(6)     Reid:  Buffalo  Med,  Journ.,  1851-52;  VII,  páginas  129-143. 
{-])     Smith:    vfaryl.  and  Virg.   \fed.  and  Surg.  Journ. ,  i860;  XIV,  páginas  1  y  171 
í8)     Buck:  Bull. New-York  Acad.  Med.,  1680-62;  I.  páginas  181-188. 
>,      Wirchow:  Die  Fortschritte  der  Kriegsheükimde,  Berlin,  1874;  página  7. 

Mii«  hell:  Injur  lex  to  Nerves  and  their  Consequences,  Filadelfia,  1872. 
11         .  Geti  r.i/'.s  Office  [Cir<  alar  num.  7;,  Washington,  1867. 


EL     SIGLO    XIX  125 

se  ha  empleado  igualmente,  y  hasta   la  sugestión,   de  la  cual  recomienda 
Dupuytren  usar  provocando  un  conveniente  desmayo  por  medio  de  algu- 
na brutal  observación.  En  marzo  de  1 842,  el  doctor  Crawford  Williamson 
Long  (1815-78),  de  Danielsville,  Ga.,  graduado  en  la  Universidad  de  Pen- 
silvania  (1839),  habiendo  notado  previamente  algunos  efectos  anestésicos 
accidentales  del  éter,  extirpó  un  pequeño  tumor  quístico  de  la  parte  poste- 
rior del  cuello  a  un  enfermo  por  medio  de  la  acción  de  aquél,  y  subsiguien- 
temente le  empleó  también  en  otros  casos  (1842-43)  que  han  sido  amplia- 
mente certificados  y  testimoniados  por  los  médicos  residentes  en  la  loca- 
lidad (i).  Pero  Long  no  ha  publicado  ningún  informe  acerca  de  sus  resul- 
tados y,  como  Welch    ha    dicho  admirablemente:  «No  podemos  asignar- 
le a  él  ninguna  influencia  en    el  desarrollo   histórico  de  nuestros   conoci- 
mientos acerca  de  la  anestesia  quirúrgica,   ni  ninguna  acción,  en  general, 
en  su  difusión  por  el  mundo.»  Long   no  contó  con  nadie  que  cogiera  su 
obra  y  la  difundiera,  como  hizo  Lizars  con  McDowel.  En  1800,  sir  Hum- 
phry Davy  (1788-1829),  de  Penzanze  (Inglaterra),  experimentó  en  sí  mismo 
con   el  óxido  nitroso  y  afirmó  «que  probablemente  se  le  podría  usar  con 
ventaja  en  aquellas  operaciones  quirúrgicas  en  que  no  fuera  necesario  de- 
rramar mucha  sangre».  En  1 844,  Horace  Wells  (1815-48),  un  dentista  de 
Hartford  (Connecticut),  comenzó  a  usar  el  óxido   de   nitrógeno  en  odon- 
tología, comunicando  los  resultados  obtenidos  a  su  amigo  y  anteriormen- 
te compañero   William    Thomas  Green    Morton   (1819-68),    de  Charlton 
(Massachusetts);  pero  un  caso  desgraciado  hizo   que  Wells  se  retirase  de 
la  práctica,  y  fué  muy  probablemente  causa,  por  lo  menos  parcialmente, 
de  su  prematura  muerte.  Morton  estaba  entretanto  estudiando  Medicina, 
teniendo  como  preceptor  al  doctor  Charles  T.  Jackson,  un  hábil  químico 
que  le  expuso  los  efectos  anestésicos  del  éter  clorhídrico,  con  el  cual  pro- 
cedió a  realizar  el  empaste  de  un  diente  en  julio  de  1844.  Habiéndose  in- 
teresado en  estos  estudios,  Morton  llevó  más  adelante  sus  investigaciones, 
aprendiendo  posteriormente  del  mismo  Jackson  que  el  éter  sulfúrico  era 
también  un  anestésico,  por  lo  cual  él  lo  aplicó  también,  efectuando  con  su 
anestesia  la  extracción  de  un  bicúspide  de  dos  raíces  en  uno  de  sus  enfer- 
mos. Morton  visitó  entonces  al  doctor  John  Collins  Warren,  del  Hospital 
general  de  Massachusetts,  y  le  animó  a  ensayar  el  nuevo  anestésico  en  al- 
guna operación  quirúrgica,  sin  decirle,  sin  embargo,  el  nombre  de  la  dro- 
ga. La  operación  fué  realizada  en  el  hospital  el  16  de  octubre  de  1 846,  en 
un  caso  de  «un  tumor  vascular  congénito,  pero  superficial,  situado  justa- 


(1)  Los  documentos  originales  en  que  se  apoyan  las  reclamaciones  de  Long 
han  sido,  en  efecto,  publicados  inmediatamente  por  el  doctor  H.  H.  Young  en  el 
Bull.  Johns  Hopkins  Hosp.,  Baltimore,  1896-97;  VIII,  páginas  174-184. 


126  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

mente  por  debajo  del  maxilar,  en  el  lado  izquierdo  del  cuello  >.  El  tumor 
fué  extirpado  por  Warren  en  cinco  minutos,  y  el  enfermo,  al  recobrar  la 
conciencia,  exclamó:  «Caballeros,  esto  no  es  una  patraña.»  El  día  siguien- 
te, un  gran  lipoma  del  hombro  fué  extirpado  por  Hayward,  teniendo  a 
Morton  como  anestesiador,  y  también  con  éxito.  El  1 8  de  noviembre 
de  1846  se  anunciaba  el  descubrimiento  al  público  en  un  artículo  de  Hen- 
ry J.  Bigelow,  publicado  en  el  Boston  medical  and  Surgical  Journal  (i). 
Fué  grandemente  debido  a  la  reputación  y  al  elevado  carácter  de  hom- 
bres como  Warren  y  Bigelow  el  que  la  anestesia  por  el  éter  se  difundie- 
se por  todo  el  mundo  y  llegase  a  constituir  una  parte  permanente  de  la 
cirugía  operatoria;  pero  Morton  trató  de  patentar  la  droga  como  «letheon> 
(1846)  [2],  peleó  con  Jackson  a  propósito  de  sus  respectivos  derechos  lega- 
les, y  no  anunció  que  aquélla  era  éter  sulfúrico  hasta  1 847  (3).  Entretanto, 
Robert  Listón  había  amputado  un  muslo  con  la  anestesia  por  el  éter  en 
diciembre  de  1 846;  Syme  había  llevado  el  procedimiento  a  Edimburgo 
(1847),  y  Pirogoff  había  escrito  un  pequeño  manual  de  eterización  (1847) 
basado  en  su  propia  experiencia  durante  la  guerra  de  Crimea.  Los  térmi- 
nos «anestesian  y  «anestésico»  han  sido  propuestos  por  Oliver  Wendell 
Holmes.  El  19  de  enero  de  1847,  sir  James  Young  Simpson  (iSl  1-70),  pro- 
fesor de  Obstetricia  en  Edimburgo,  empleó  el  éter  por  primera  vez  en  la 
Gran  Bretaña  en  la  práctica  tocológica;  pero  el  4  de  noviembre  de  1 847 
lo  reemplazó  por  el  cloroformo,  descubierto  por  Liebig,  Guthrie  y  Sou- 
beiran,  y  fué  de  tal  modo  impresionado  por  sus  ventajas  sobre  el  éter  en 
la  labor  obstétrica,  que  una  semana  más  tarde  publicó  los  resultados  obte- 
nidos (4).  Los  efectos  de  estos  descubrimientos  en  Medicina  y  Cirugía  han 
sido  notables  en  multiples  sentidos.  En  primer  término,  el  cirujano,  que  en 
los  tiempos  preanestésicos  tenía  que  lanzarse  a  operar  con  la  rapidez  del 
rayo,  y  luchando  con  las  desventajas  que  suponían  la  fuerza  y  los  sufri- 
mientos de  los  enfermos,  podía  en  la  actualidad  disponer  del  tiempo,  y, 
por  consiguiente,  llevar  a  cabo  nuevas  operaciones,  completamente  impo- 
sibles en  las  antiguas  condiciones  (5).  Los  tiempos  de  las  milagrosas  haza- 
ñas habían  pasado,  y  las  prestidigitaciones  de  un  Cheselden,  un  Langen- 
beck,  un  Fcrgusson  o  un  Pirogoff  iban  a  ser  reemplazadas  por  los  proce- 


(1)     Bosi  vná  Surg.  Journ.,  1846-47;  XXXV,  páginas  309  y  379. 

I.  \Y.  Morton:  Circular  Montoris  Utheon,  Boston,  1K46. 
(3)     Morton:  Remarks  on  the  proper  mode  of  administering  sulphuric  ether  (etcé- 
tera), Boston,  1847. 

i      Sir.  |.  Y.  Simpson:  Account  of  a  new  anesthetic  agent,  Edimburgo,  1*47. 
(c¡j     (Cuando  yo  era  muchacho,  los  cirujanos  operaban  a  toda  velocidad,  nfa- 
oándose  en  ganar  en  rapidez  Los  unos  a  los  otros,  cesto  si  fuesen  carretista&  Era  d 

mayor  (trujano,  tanto  para  H   enfermo  como    para  los  que  \t  rodeaban,    d  que  l>a 

tía  el  record  de  los  tres  minutos  <  n  una  amputación  o  en  una  litotomía.  ;Oué  lugar 


ÉL     SIGLO     XIX  127 

dimientos  deliberados  y  tranquilamente  decididos.  Además,  unas  cuantas 
gotas  de  cloroformo  hacían  incapaz  a  la  mujer  de  parto  de  apreciar  los 
crueles  dolores  de  aquél,  con  gran  facilidad  y  seguridad,  y  el  tocólogo  po- 
día proceder  a  su  asistencia  con  las  mismas  ventajas  que  acabamos  de  en- 
contrar en  el  cirujano.  Para  unos  y  otros,  cirujanos  y  tocólogos,  y  para  su 
rama  intermedia,  los  ginecólogos,  era  una  necesidad,  al  paso  que  para  los 
trabajadores  en  los  laboratorios  de  Fisiología  y  de  otras  ramas  de  la  me- 
dicina experimental  podía  evitar  los  remordimientos  a  propósito  de  los 
sufrimientos  experimentados  por  los  animales  viviseccionados.  En  este 
campo,  la  anestesia  era,  según  la  memorable  frase  de  Weir  Mitchell,  la 
«muerte  del  dolor». 

La  ginecología  operatoria,  que  no  había  tenido  ninguna  existencia 
especial  antes  del  comienzo  del  siglo  xix,  es,  en  gran  parte,  la  creación 
de  un  número  de  cirujanos  de  los  Estados  Unidos  del  Sur,  y,  como  se 
ha  insinuado,  tiene  su  origen  en  el  intento  de  corregir  los  errores  y  las 
omisiones  del  campo  de  la  Obstetricia.  En  el  siglo  xvni  encontramos  a 
William  Baynham  (1749-1814),  de  Virginia,  operando  dos  veces,  con 
éxito,  en  casos  de  embarazo  extrauterino  (i 790-99)  [i],  y  en  la  primera 
parte  del  siglo  xix,  a  John  King  (1819-93),  de  Edisto  Island  (Carolina  del 
Sur),  que  llevó  a  cabo  una  notable  operación  en  un  embarazo  abdominal 
en  1816  (2),  salvando  la  vida  a  la  madre  y  al  hijo,  seccionando  las  pare 
des  de  la  vagina  y  aplicando  el  fórceps,  ejerciendo  compresión  desde 
fuera  sobre  el  feto,  a  través  de  las  paredes  del  abdomen.  Después  expuso 
sus  observaciones  en  un  delgado  volumen  de  1 76  páginas,  publicado  en 
Norwich  (Inglaterra),  en  1818,  y  titulado  An  Analysis  of  the  Subject  of 
Extra-uterine  Foetation  and  of  the  Retroversion  of  the  Gravid  Uterus,  que 
es  el  primer  libro  dedicado  al  asunto.  Los  fundadores  de  la  ginecología 
operatoria  son  McDowell  y  Sims. 

Ephraim  McDowell  (1771-1830),  de  Virginia,  era  un  discípulo  de 
John  Bell,  de  Edimburgo,  en  1793-94,  y  a  consecuencia  de  la  elocuente 
enseñanza  de  Bell  se  vio  desde  un  principio  impresionado  con  el  triste  y 
desesperado  destino  de  las  mujeres  afectas  de  enfermedades  del  ovario. 
En  1795  se  estableció  en  Danville  (Kentucky),  uno  de  los  puestos  avan- 
zados de  la  civilización,  y  muy  pronto  se  dio  a  conocer  como   hábil  y 


podía  quedar  en  estas  operaciones  batidoras  del  record  para  el  complicado  enredo 
de  las  precauciones  antisépticas?  El  evidente  don  de  la  inmunidad  para  el  dolor, 
por  precioso  que  sea,  cuando  nosotros  miramos  más  allá  de  lo  individual,  es  me- 
nos que  el  don  del  tiempo.  Con  los  anestésicos  ha  acabado  la  cirugía  de  golpe  y  po- 
rrazo; la  anestesia  ha  dado  el  tiempo  necesario  para  que  las  teorías  de  Pasteur  y 
de  Lister  pudieran  ser  adoptadas  en  la  práctica.»  (Sir  Clifford.) 

(1)  Baynham:  New-York  Med.  and  Phil.  Rev.,  1809;  I,  páginas  160-170. 

(2)  King:  Med.  Repository,  New- York,  181 7;  n.  s.,  Ill,  páginas  388-394. 


128 


HISTORIA     DE    LA     MEDICINA 


afortunado  cirujano,  especialmente  en  la  litotomía,  que  efectuó  sucesiva- 
mente 22  veces  sin  perder  un  solo  enfermo.  En  diciembre  de  1 809  llevó 
a  cabo  su  primer  ovariotomía  en  Mrs.  Crawford,  una  mujer  de  cuarenta 
y  siete  años,  que  vivió,  después  de  operada,  hasta  los  setenta  y  ocho. 
McDowell  refirió  su  caso  con  otros  dos  más  en  abril  de  1817  (i),  si- 
guiendo éstos  con  una  referencia  de  otros  dos  en  1 8 19  (2).  Llevó  a  cabo 
la  operación  13  veces  en  su  vida,  con  ocho  restablecimientos.  Aunque 
haya  sido  precedido  por  el  castrador  de  cerdos  Weyer,  del  siglo  xvi,  y 

por  la  operación  parcial  (punción 
del  quiste),  por Houstoum,  de  Edim- 
burgo, en  1701,  sin  embargo,  una 
golondrina  no  hace  un  verano,  y  la 
ovariotomía  no  ha  tenido  existencia 
en  la  práctica  quirúrgica  hasta  que 
McDowell  ha  publicado  los  resulta- 
dos obtenidos,  estableciéndola  so- 
bre una  firme  base.  McDowell  ha 
enviado  una  copia  manuscrita  de  su 
primera  publicación  a  su  antiguo 
maestro,  John  Bell,  cuando  éste  ha- 
bía ido  a  terminar  su  vida  en  Italia, 
sin  que  llegara  a  leerla.  Llegó  este 
trabajo,  no  obstante, a  las  manos  del 
discípulo  de  Bell,  John  Lizars  (1787 
a  i860),  de  Edimburgo,  que  tomó  un  gran  interés  por  la  obra  de  McDowell, 
publicando  los  resultados  de  la  misma  en  sus  Observations  of  Extraction 
of  Diseased  Ovaría  (1825),  la  segunda  importante  contribución  sobre  el 
asunto.  Entretanto,  el  doctor  Natharn  Smith  había  llevado  a  cabo  la  ova- 
riotomía en  Norwich  (Vermont),  en  julio  de  1 82 1  (3),  ignorando  todavía 
la  obra  de  McDowell,  que  estaba  destinada  a  recibir  la  mayor  impulsión 
de  las  manos  de  los  hermanos  John  L.  y  Washington  L.  Atlee,  de  Pen- 
silvania,  el  primero  de  los  cuales  ha  llevado  a  cabo  la  operación  78  veces, 
con  64  curaciones  (1843-83),  y  el  segundo,  387  veces  (1844-78).  La  ova- 
riotomía fué  firmemente  establecida  en  la  cirugía  inglesa  por  la  admira- 
1)1"  labor  de  Charles  Clay  (180 1 -93),  de  Manchester,  y  por  sir  Spencer 
Wells  (1818-97),  (1(>  Londres.  Benedik  Stilling  practicó  una  ovariotomía 
por  vía  extraperitoneal   en  [837.  I -a  introducción  de  la  ovariotomía   en 


Ephraim  McDowell  (1771-1830) 


(1)  McDowell:  Eclect.  Repertory  ana  Analyt.  Rev.%  Fila'delfia,  1817;  VIII,  i><í^¡ 
242-244. 

(2)  McDowell:  ibidem^  1819;  IX,  páginas  546-553. 

(3)  Smith:  Atn.  Med.  RtCOrcU r .  Y  i l;i<l<  lli;i.   1S22;  V,  páginas  124-126. 


ÉL     SIGLO     XIX  129 

Francia  es  debida  a  Auguste  Nélaton,  a  Jules  Pean  (i 830-98),  que  prac- 
ticó la  primera  operación  afortunada  en  París  (1864),  y  al  cirujano  alsa- 
ciano  Eugéne  Koeberlé  (1828-1915),  que  realizó  sus  primeras  ovarioto- 
mías  en  2  de  junio  y  29  de  septiembre  de  1862  (i). 

Antes  de  la  época  de  Sims,  alguna  importante  labor,  de  carácter  aislado,  había 
sido  realizada  en  Europa  y  en  América,  como  los  ocho  notables  casos  de  Osian- 
der  de  amputación  del  cuello  de  la  matriz  por  cáncer  (1801-08)  [2];  la  histerecto- 
mía  vaginal,  por  cáncer,  efectuada  por  Langenbeck  (181 3)  [3],  que  fué  seguida  de 
los  casos  de  J.  N.  Sauter  (1822)  y  de  J.-C.  A.  Recamier  (1829);  el  caso  de  Ritgen, 
de  gastro-elytrotomía  (1821)  [4];  la  operación  de  Roux  para  la  rotura  del  periné 
(1834)  [5];  la  Memoria  de  William  Campbell,  sobre  la  gestación  extra-uterina 
(1840);  Ja  invención,  por  Recamier,  del  speculwn  plein  et  brisé  (1842)  [6];  la  inven- 
ción, simultáneamente,  de  una  sonda  uterina  especial,  en  1843,  por  Huguier,  de 
París;  Kiwisch,  de  Praga,  y  sir  James  Young  Simpson  (181 1-70)  [7],  de  Edimburgo; 
el  tratado  de  Bennet,  sobre  la  inflamación  del  útero  (1845);  el  de  C.  D.  Meigs,  so- 
bre enfermedades  de  la  mujer  (1849);  el  de  Tilt,  sobre  la  inflamación  del  ovario 
(1850);  la  descripción,  por  Nélaton,  del  hematocele  pelviano  (1851-52)  [8];  la  ope- 
ración de  la  epicistotomía,  de  Noeggerath  (1853)  [9],  y  la  operación  plástica,  de 
Daniel  Ayres,  para  la  extrofia  de  la  vejiga  femenina  (1859)  [10].  En  1836,  Michaeiis, 
de  Kiel,  refiere  el  notable  caso  de  Frau  Adametz,  en  el  que  se  habían  efectuado 
sucesivamente  cuatro  operaciones  cesáreas,  teniendo  la  hecha  últimamente  por  él 
tanto  éxito  como  las  anteriores  (1 1),  y  en  América  llevaba  a  cabo  John  Lam- 
bert Richmond  la  primera  operación  cesárea  en  Newtown  (Ohio)  en  22  de  abril 
de  1827  (12);  Francois  Prevost  (1764- 1842),  de  Donaldsonville  (Louisiana),  realiza 
la  operación  cuatro  veces  antes  de  1832  (13),  con  tres  casos  de  éxito;  y  William 
Gibson,  de  Baltimore,  verifica  dos  veces,  con  éxito,  la  operación  cesárea  en  una 
misma  enferma  (1835-38)  [14],  que  vivió  todavía  cincuenta  años  después  de  la  pri- 
mera intervención.  Miomectomía  por  tumores  fibrosos  ha  sido  hecha  dos  veces, 
felizmente,  por  Washington  L.  Atlee,  en  1844  (15)  y  por  Walter  Burnham,  de  Lo- 
well (Massachusetts),  en  1853  (ib),  y  en  este  mismo  año  (1853)  [17],  Gilman  Kim- 


(1)  Koeberlé:  Mém.  Acad.  de  Méd.,  París,  1862-63;  XXVI,  páginas  371-472»  6 
láminas. 

(2)  Osiander:  Góttingen  gelehrte  Anz,  1808,  pág.  130;  18 16,  pág.  16. 

(3)  Langenbeck:  N.  Bibliotk.f.  d.  Chir.,  Hannover,  181 7;  I,  st.  3,  pág.  557. 
ik4)     Ritgen:  Heidelberg  Klin.  Ann.,  1825;  I,  pág.  263-277. 

(5)  Roux:  Gaz.  Med.  de  Paris,  1834;  2  s.,  II,  páginas  17-22. 

(6)  Recamier:  Bull.  Acad,  de  Méd.,  París,  1842-43;  VIII,  páginas  661-668. 

(7)  Simpson:  London  and  Edinb.  Monthly  Journ.  Med.  Sc,   1843;   III,  pági- 
nas 547,  701  y  1009;  1844,  IV,  pág.  208. 

(8)  Nélaton:  Gaz.  des  H6p.,  París,  1851;  3  s.,  III,  páginas  573  y  581;  1852,  IV,  pá- 
ginas 54  y  66. 

(9)  Noeggerath:  New-  York  Med.  Journ.,  1853;  3  s.,  IV,  páginas  9-24. 

(10)  Ayres:  Am.  Med.  Gaz.,  New-York,  1859;  X,  páginas  81-89,  2  láminas. 

(11)  Michaélis:  Mitth.  a.  d.  Geb.  d.  Med.  (etc.),  Altona,   1836;  IV,  7  y  8  Heft,  pá- 
gina 60. 

(12)  Richmond:  West.  Journ.    Med.  <S°  Phys.    Se,  Cincinnati,  1830;  III,  pági- 
nas 485-489. 

(13)  Prevost:  Am.  Journ.  Med.  Se,    Filadelfia,  1835;  VI,  pág.  347-   (Véase  Ha- 
rris: New  Orleans  Med.  &*  Surg.  Journ.,  1878-79;  n.  s.,  VI,  páginas  935-937.) 

(14)  Gibson:  Am.   Journ.   Med.  Se,  Filadelfia,  1835;  XVI,  pág.  351;  XVII,  pá- 
gina 264;  1838,  XXII,  pág.  13;  1885,  n.  s.,  XC,  pág.  422. 

(15)  Atlee:    The  Surgical   Treatment  of  Certain  Fibrous  Tumous  of  the  Uterus, 
New- York,  1853. 

(16)  Burnham:  Nelson's  Am.  Lancet,  Plattsburgh,   New- York,    1853;   VII,   pá- 
gina 147.  . 

(17)  Kimball:  Boston  Med.  and  Surg.  Journ.,  1855;  LII,  páginas  249-255. 

Historia  di  i*a  M«dioiha.  —  Tomo  I]  9 


130  HISTORIA     DE    LA     MEDICINA 

ball  (1804-92),  de  Lowell  (Massachusetts),  fué  el  primero  en  realizar  esta  opera- 
ción con  una  intención  deliberada.  Eugéne  Koeberlé,  el  defensor  de  la  histerecto- 
mía  y  del  morcellement  de  los  tumores,  ha  excindido  el  útero  por  un  fibroma  ute- 
rino el  14  de  marzo  y  el  20  de  abril  de  1863,  ha  amputado  el  útero  y  los  anexos 
por  tumor  en  1869,  y  ha  llevado  a  cabo  su  primer  miomectomía  en  1878.  Ha  tenido 
muchas  discusiones  con  Jules  Pean,  por  la  prioridad  en  el  invento  de  las  pinzas 
hemostáticas  («pinzas  de  Pean»).  Antes  de  la  época  de  Sims  y  de  Koeberlé  se  ha- 
bían intentado,  acá  y  allá,  operaciones  sobre  el  útero;  pero  los  diferentes  métodos 
operatorios  habían  caído  en  descrédito  por  la  muerte  de  la  enferma  (exitus  le- 
thal is). 

Antes  del  año  1 852,  el  obstáculo  en  que  tropezaban  todos  los  ginecó- 
logos era  el  tratamiento  de  la  fístula  vésico-vaginal.  Muchos  cirujanos, 
desde  la  época  de  Paré,  han  intentado  operar  en  estas  condiciones,  con 
no  mejor  resultado  que  proporcionar  a  las  desgraciadas  enfermas  una 
nueva  suma  de  inconvenientes  y  de  dolores.  Roonhuyze  (1672)  y  Fatio 
(1752)  han  dejado  admirables  resúmenes  de  sus  métodos  operatorios, 
pero  no  una  referencia  de  los  casos  afortunados.  Dieffenbach  ha  hecho 
también  un  clásico  estudio  de  este  desdichado  estado  de  la  mujer,  al  cual 
había  aplicado  en  vano  todos  los  admirables  recursos  de  su  arte  (1845). 
Jobert  de  Lamballe  ha  dedicado  un  tratado  entero  al  estudio  de  las  fístu- 
las femeninas  (1852)  [ij;  pero  su  autoplástica  operación  par  glissement 
sólo  ha  tenido  como  resultado  repetidos  fracasos  y  la  muerte  de  muchas 
de  sus  enfermas.  Seis  afortunadas  operaciones  de  esta  índole  han  sido  re- 
feridas en  América  por  John  Petter  Mettauer  (1787-1875),  de  Virginia  (2) 
[1838-47J;  otras,  por  George  Hayward  (1791-1863),  de  Boston,  en 
1839  (3);  por  Joseph  Pancoast,  de  Filadelfia,  en  1 847  (4),  y  en  Francia,  por 
Maisonneuve  (1848)  [5].  El  asunto  ha  cambiado  por  completo,  como  dice 
Kelly,  «como  con  una  varita  mágica»,,  con  James  Marion  Sims  (1813-83), 
de  Carolina  del  Sur.  Después  de  haberse  graduado  en  el  Jefferson  Medi- 
cal College,  de  Filadelfia  (1835)1  Sims  se  estableció  en  Alabama,  donde 
muy  pronto  se  hizo  conocer  como  cirujano  hábil  y  original,  operando,  con 
éxito,  abscesos  del  hígado  en  1 83 5,  y  extirpando,  con  éxito  también,  am- 
bos maxilares,  superior  e  inferior,  en  1837.  En  Io>45  fué  llamado  a  visitar 
a  una  mujer  de  la  región  que  había  sufrido  un  desplazamiento  del  útero 
por  una  caída  de  un  caballo.  Al  hacer  una  exploración  digital  para  corre- 
gir el  desplazamiento,  lo  consiguió  en  la  peculiar  posición   lateral  (posi- 


1        \.  J    Jobert  <l<-  Lamballe:   TraitS  Jes  fistules  vésico-uierines,  vvsico-útero-va- 

I  852. 

(2)     Metta  ton   Med.  and  Surg.  Journ.,   1K40;  XXII,  página  154,  y  Am. 

Journ.  Me, i.  Sc.%  Filadelfia,  1 S47,  n.  s.,  XIV,  páginas  117-121, 

(3      Hayward:    \m.  Vourn.  Med.  Si  ,  Filadelfia,  1839;  XXIV,  páginas  283-288. 
Pancoast:   Med.    Examiner;   Filadelfia,    1S47;   n.   s.,    III,   páginas  272-274; 
.  Vil.  pág  656. 

(5)    Maisonneuve:  ( 'Unique  chirurgi  alt    París,  1848;  VII,  página  660  y  siguientes, 


EL     SIGLO     XIX 


I3i 


ción  de  Sims),  y  esto  le  condujo  a  la  invención  de  un  speculum  especia]  en 
pico  de  pato,  que  había  de  convertirse  bien  pronto  en  un  factor  esencial 
de  sus  éxitos  en  la  operación  de  la  fístula  vésico-vaginal.  Con  la  posición 
y  el  speculum  de  Sims  se  conseguía  ver  la  región,  «lo  que  no  se  había  con- 
seguido hasta  entonces*;  añadió  además  una  sutura  especial  con  hilo  de 
seda,  para  evitar  la  sepsis,  y  un  catéter,  para  procurar  el  .vaciamiento  de 
la   vejiga    mientras  durase   el  tratamiento  de  la  fístula.  Con   estos  cuatro 


James  Marion  Sims  (1813-83") 

coeficientes,  Sims  perfeccionó  la  operación  para  reparar  esta  afección,  in- 
curable hasta  entonces,  y  publicó  su  estudio  en  185 2  (i).  Produjo  una 
gran  impresión,  y  en  1 854  (2)  fué  seguido  de  una  monografía  de  Gustav 
Simon  indicando  un  método  de  unir  los  bordes  de  la  fístula  por  medio  de 
una  doble  sutura.  Sims  se  trasladó  a  New- York  en  1853,  y  en  1855  esta- 
bleció el  State  Hospital  for  Women  (Hospital  Ginecológico  Oficial),  que 
pronto  se  convirtió  en  el  centro  de  la  mejor  labor  ginecológica  de  su  tiem- 
po. Visitando  Europa,  en  1 86 1,  Sims  llevó  a  cabo  su  operación  con  gran 
brillantez  ante  Nélaton,  Velpeau,  Larrey  y  otros  maestros  de  la  Cirugía,  y 


(1)  Sims:  Am.  Journ.  Med.  Se.  1852;  n.  s.,  XXIII,  páginas  59-82. 

(2)  Simon:  Ueber  die  Hcilung  der  Blasen-Scheidenfisteln,  Giessen,  1854. 


132  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

pronto  fué  requerido  de  todos  los  puntos  de  Europa  como  un  operador 
para  las  afecciones  propias  del  sexo  femenino.  Sus  Notas  clínicas  de  ciru- 
gía del  útero  (Clinical  Notes  on  Uterine  Surgery)  (1866)  fueron  traducidas 
al  alemán,  y  Robert  Olshausen  y  August  Martín  han  dado  testimonio  de 
la  alta  estimación  que  ha  disfrutado  Sims  entre  los  alemanes  (i).  Entre 
otras  importantes  contribuciones  de  Sims  figuran  sus  métodos  de  ampu- 
tar el  cuello  del  útero  (1861)  [2],  la  descripción  del  síndrome  «vaginismo» 
(1861)  [3],  su  operación  de  colecistotomía  (18/8)  [4J  y  su  notable  estu- 
dio acerca  de  la  « cuidadosa  invasión  de  la  cavidad  del  peritoneo  para  com- 
batir la  hemorragia,  suturar  las  heridas  intestinales,  limpieza  de  la  cavidad 
peritoneal  y  para  todas  las  restantes  condiciones  intraperitoneales» 
( 1 88 1)  [5].  Sims  era  un  hombre  de  buen  carácter,  pero  impulsivo,  y  uno 
de  los  más  originales  e  inspirados  cirujanos  americanos.  En  el  Bryant 
Park,  de  la  ciudad  de  New  York,  se  le  ha  erigido,  por  sus  admiradores 
europeos  y  americanos,  una  estatua  en  1894. 

En  el  Hospital  Ginecológico  de  New- York,  Sims  estaba  ayudado  por 
Thomas  Addis  Emmet  (1828),  natural  de  Virginia,  que  con  su  enseñanza 
llegó  a  ser  un  gran  maestro  en  la  cirugía  plástica  del  peritoneo,  la  vagina, 
el  cuello  del  útero  y  la  vejiga  urinaria.  Como  dice  Kelly,  él  «tomó  de  una 
ve/  las  ideas  de  Sims,  adquirió  sus  métodos  y  los  perfeccionó,  e  hizo  mas 
que  ningún  otro  cirujano  para  enseñar  a  sus  compañeros  de  profesión  en 
su  región  cómo  debían  hacerse  todas  estas  operaciones.»  Los  principales 
trabajos  de  Emmet  son  sus  estudios  acerca  del  tratamiento  de  la  disme- 
norrea  y  de  la  esterilidad,  que  resultan  de  la  anteflexión  del  útero  (l865)[6); 
sobre  el  tratamiento  quirúrgico  de  las  rasgaduras  del  cuello  uterino 
(1869-74)  [7],  su  monografía  acerca  de  la  fístula  vésico-vaginal  y  recto- 
vaginal  (18Ó8)  [8J,  y  sus  escritos  sobre  cistotomía  vaginal  (1872)  [9]  y  so- 
bre cirugía  plástica  del  peritoneo  (1882)  [io]. 

La  obra  de  Sims  fué  difundida  y  extendida  por  Natham  Bozeman 
i  1825- 1905),  de  Alabama,  que  llevó  a  cabo   múltiples  afortunadas  opera- 


(1)  Olshausen:  deber  Mar ion  Sims  und  seine  Verdienste  um  die  Chirur^ie,  Ber- 
lín, 1897.— Martín:  Ztsckr.  f.  Geburtsh.  u.  Gynák,  Stuttgart,  1913;  LXXIII,  pági- 
nas 946-948. 

(2)  Sims:  Tr.  Med.  Soc,  New-York,  Albany,  1861;  páginas  367-371. 

(3)  Sims:  Tr.  übst.  Soc,  Londres,  1861;  III,  páginas  356-367. 

(4)  Sims:  Richmond  and  Louisville  Med.  Journ.,  1878;  XXVI,  páginas  1-21. 

($i  Sims:  Brit.  Med.  Journ.,  Londres,  1881;  II,  páginas  925  y  971;  1882,  I,  pági- 
naa  184,  222,  260  y  302. 

(6)     Emmet  Ñew-York  XtcJ.  Journ.,  1865;  I,  páginas  205-219. 
7        hn.  J.  obst.t  New- York,  1868-69;   I,   páginas  339-362;    1874-75,  VII,  pági- 
1 1-156. 

y- York,  1868. 
Am.  Pract..  Louisville,  1872;  V.  páginas 65-92. 
10       Ir.  Am.  Gynec.  Soc,  New-York,  1884;  VIII,  páginas  [98-216. 


EL     SIGLO     XIX  133 

dones  de  fístulas  vesicales  y  fecales  en  el  sexo  femenino,  poniendo  una 
especial  atención  en  la  complicación  de  pielitis,  que  trataba  cateterizando 
el  uréter  a  través  de  una  abertura  vésico-vaginal  (1887-88)  [ij. 

En  el  grupo  de  los  ginecólogos  del  Sur  deben  ser  incluidos  Prevost, 
de  Donaldsonville  (Louisiana),  y  William  Gibson,  de  Maryland,  ambos 
trabajando  en  la  operación  cesárea,  y  Josiah  Clark  Nott  ( 1 804-73),  de 
Carolina  del  Sur,  que  en  1 844  ha  descrito  el  síndrome  que  fué  desig- 
nado por  sir  James  Y.  Simpson,  en  1861,  de  coccygodynia  (2).  Nott  fué, 
además,  el  primero  en  sugerir  la  «teoría  de  los  mosquitos»  en  relación 
con  el  modo  de  transmitirse  la  fiebre  amarilla  (1848)  [3],  y  ha  escrito  nu- 
merosas obras  de  etnología. 

Theodore  Gaillard  Thomas  (i 83 1 -1903),  de  Edisto  Island  (Carolina 
del  Sur),  practicó,  como  Marion  Sims,  en  New- York.  En  1 868  ha  publi- 
cado un  tratado  de  las  enfermedades  de  las  mujeres  que  se  considera 
como  el  mejor  de  los  que  hasta  entonces  habían  aparecido  (4),  siendo  tra- 
ducido al  francés,  alemán,  español,  italiano  y  chino.  En  1870,  Thomas  re- 
sucitó la  operación  de  Ritgen  de  gastro-elytrotomía  para  substituir  a  la 
operación  cesárea  (5),  y  en  el  mismo  año  fué  el  primero  en  llevar  a  cabo 
la  ovariotomía  vaginal  (6). 

Robert  Battey  (i  828-95),  de  Augusta  (Georgia),  graduado  en  el  Jefferson 
Medical  College,  de  Filadelfia,  fué  el  primero  en  indicar  la  operación  de 
la  oophorectomía,  o  excisión  de  los  apéndices  uterinos,  para  aquellas  con- 
diciones, no  ováricas,  de  menstruación  dolorosa  y  de  neurosis.  Esta  ope- 
ración fué  primeramente  realizada  por  él  en  17  de  agosto  de  1 87 2  (7).  La 
«operación  de  Battey»  ha  sido  posteriormente  aplicada  por  E.  H.  Tren- 
holme  (1876)  [8]  en  el  tratamiento  de  los  miomas  uterinos,  y  en  otros  es- 
tados pélvicos,  por  Hegar,  en  Alemania,  y  Lawson  Tait,  en  Inglaterra,  y 
más  recientemente  ha  adquirido  una  definitiva  significación  fisiológica,  en 
relación  con  la  labor  moderna  de  la  correlación  química  de  las  secreciones 
internas. 

El  PROGRESO  ÜE  LA  MEDICINA  CIENTÍFICA  EN  LA  SEGUNDA  MITAD  DEL  SIGLO  XIX 

está  caracterizado  por  la  aparición  de  nuevos  puntos  de  vista  biológicos  o 

(1)  Bozeman:  Tr.  Internat.  Med.  Congr.,  Washington,  1887;  II,  páginas  514-558 
y  Am.  Journ.  Med.  Se.  Filadelfia,  1888,  n.  s.,  XCV,  páginas  225  y  368. 

(2)  Nott:  New-Orleans  Med.  Journ.,  1844-45;  I,  páginas  58-60.  —  Simpson:  Med. 
Times  and  Gaz,  Londres,  1861;  I,  página  317. 

(3)  Nott:   New-Orleans  Med.  Journ.,  1848;  IV,  páginas  563  y  601. 

(4)  Thomas:  A  Practical  Treatise  on  the  Diseases  of  Women,  Filadelfia,  1868. 

(5)  Thomas:  Am.  Journ.  Obst.,  New- York,  1870;  III,  páginas  125-129. 

(6)  Thomas:  Am.  Journ.  Med.  Se,  Filadelfia,  1870;  n.  s.,  LIX,  páginas  387-390. 

(7)  Battey:  Atlanta  Med.  and  Surg.  Journ.,  1872-73;  X,  páginas  321-339. 

(8)  Discutida  por  Lawson  Tait,  que  reclama  la  prioridad  alegando  un  caso 
de  1872.  (Véase  Trenholme:  Med.  News,  Filadelfia,  1886;  XLIX,  pág.  530. 


134 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


evolucionarios  en  la  morfología  y  en  la  fisiología,  de  los  cuales  han  proce- 
dido los  conocimientos  científicos  de  la  patología  celular,  de  la  bacteriolo- 
gía y  de  la  parasitología,  y  los  nuevos  modos  de  considerar  la  enferme- 
dad y  sus  causas,  que  han  constituido  el  germen  de  nuevos  métodos  de 
tratamiento  por  medio  de  los  sueros  y  de  las  vacunas.  Los  descubrimien- 
tos de  Pasteur  produjeron  inmediatamente  la  cirugía  listeriana  o  antisép- 
tica, con  sus  notables  aplicaciones  en  aquellas  regiones,  como  la  cavidad 
abdominal,  el  cerebro,  las  articulaciones,  el  tórax  y  los  órganos  especiales 

de  los  sentidos,  y  su  gran  exten- 
sión en  la  ginecología  operatoria. 
A  su  debido  tiempo  aparecieron 
grandes  perfeccionamientos  en 
la  educación  médica,  en  la  higie- 
ne pública  y  en  la  medicina  mili- 
tar, y  fueron  después  auxiliados 
por  el  crecido  aumento  en  el  nú- 
mero y  en  la  calidad  de  los  pe- 
riódicos científicos  y  por  el  pro- 
greso en  los  rápidos  medios  de 
comunicación  nacional  e  interna- 
cional por  medio  de  los  ferroca- 
rriles, barcos  de  vapor,  telégra- 
fos y  cables.  Por  todas  estas  ra- 
zones, las  diferentes  especialida- 
des, como  oftalmología,  otología, 
laringología,  ortopedia,  odonto- 
logía y  veterinaria  llegaron  a  ser 
algo  más  que  meros  nombres. 
El  inmenso  progreso  de  la  biología  general  en  nuestra  época  se  debe 
principalmente  a  las  teorías  evolucionistas  de  Charles  Robert  Darwin 
(1809-82),  de  Shrewsbury  (Inglaterra),  un  graduado  de  Cambridge,  cuya 
inclinación  hacia  la  Historia  Natural  se  señalaba  ya  por  su  inclinación  éh 
la  infancia  a  la  Botánica,  y  más  larde  por  sus  cinco  años  de  viajes  por  el 
mar  en  la  1  I.  M.  S.  Beagle  ( 1 83 1 -36),  la  experiencia  de  los  cuales  le  trans- 
formó en  un  experto  geólogo  y  zoólogo.  Aunque  invalidándose  para  el 
resto  de  su  vida,  Darwin  trabajó  por  espacio  de  veinte  años  antes  de  pu- 
blicar su  gran  obra  Sobre  el  origen  de  ios  especies  por  medio  de  la  selección 
natural  |  1  85! ><■  que  ea  tal  vez  eJ  ejemplo  más  admirable  de  síntesis  en  la 
historia  de  la  (  iencia.  Su  teoría  había  sido  expuesta  independientemente 
por  Alfred  Russel  Wallace  (1822-1913)  en  1858,  aunque  la  prioridad  de 
los  d.ttos  de    Darwin  se  remonta  hasta    1S38.  Tanto  Darwin'como  Walla- 


Charles  Robert  Daiwin  (1809-83) 


EL    SIGLO     XIX  135 

ce  deben  mucho  al  Ensayo  del  principio  de  población,  publicado  por  el 
pastor  inglés  Thomas  Robert  Malthus  en  1798.  La  ordenada  exposición 
por  Darwin  de  un  tan  gran  número  de  hechos  en  demostración  de  la  su- 
pervivencia de  los  adaptables  por  la  selección  natural,  en  la  lucha  por  la 
existencia,  ha#tenido  la  misma  decisiva  influencia  en  la  especulación  bio- 
lógica que  los  descubrimientos  de  Copérnico  en  la  Astronomía.  Esto  lu- 
chaba con  el  antiguo  concepto  de  Linneo  de  la  fijeza  de  las  especies,  o  sea 
que  los  animales  y  las  plantas  han  sido  creadas  tal  como  las  encontramos 
actualmente,  y  con  las  abstracciones  metafísicas  espirituales  a  que  se  acu- 
de para  «explicar»  por  qué  eso  ha  tenido  que  ser  así.  Creaba  esto  las 
ciencias  de  la  fisiología  y  la  patología  comparadas,  señalando  las  positivas 
relaciones  estructurales  y  funcionales  entre  los  tejidos  de  los  animales  y 
los  de  las  plantas.  Y  a  pesar  de  que  la  idea  de  evolución  era  ya  conocida 
por  los  griegos,  y  había  sido  más  o  menos  definitivamente  bosquejada 
por  Bacon,  Buffon,  Erasmo,  Darwin,  Goethe,  Lamarck,  Lyell  y  Herbert 
Spencer,  no  ha  llegado  a  convertirse  en  el  hecho  saliente  de  la  ciencia  mo- 
derna hasta  la  labor  de  Darwin.  La  aplicación  de  la  idea  de  la  continui- 
dad del  desarrollo  en  The  Descent  of  Man  [187 1]  (El  origen  del  hombre)  ha 
dado  fin  a  la  teoría  antropocéntrica  de  que  el  universo  había  sido  creado 
para  el  hombre.  Comenzó  a  percibirse  que  existe  una  sencilla  y  noble  dig- 
nidad en  la  historia  de  la  dolorosa  evolución  desde  las  formas  más  infe- 
riores de  la  vida,  del  mismo  modo  que  a  comprender  que  la  pintura  he- 
cha por  Darwin  de  la  lucha  por  la  existencia  iluminaba,  como  no  se  había 
logrado  hasta  entonces,  las  verdaderas  causas  de  la  miseria  humana.  El 
que  hay  lagunas  y  defectos  en  las  hipótesis  de  Darwin;  el  que  no  se  ha 
dado  él  suficiente  cuenta  de  aquellas  espontáneas  variaciones  accidentales 
o  mutaciones,  que,  como  han  indicado  Mendel  y  De  Vries,  pueden  tam- 
bién dar  lugar  a  la  formación  de  especies;  el  que  su  teoría  de  la  sexual 
selección  no  aparece  defendida  por  los  hechos;  el  que  muchos  caracteres 
específicos  en  los  animales  y  en  las  plantas  no  son  verdaderos  valores  su- 
pervivientes, todo  ello  está  perfectamente  puesto  en  claro  en  la  actualidad. 
Pero  es  preciso  que  no  nos  olvidemos  de  que  el  mismo  Darwin  ha  consi- 
derado la  selección  natural  «como  el  más  importante,  pero  no  el  medio 
exclusivo  de  modificación»,  y  que  un  carácter  verdaderamente  específico 
es  un  valor  superviviente  solamente  con  relación  al  medio  esencial  del  que 
lo  posee  y  no  respecto  de  algunos  accidentales  enemigos.  El  estudio  de 
Darwin  de  La  variación  de  los  animales  y  de  las  plantas  por  la  domesticación 
(The  Variation  of  Animals  and  Plants  under  Domestication)  [1868]  es  en 
la  actualidad  muy  notable  por  su  intento  de  explicar  el  mecanismo  de  la 
herencia  por  « pangenesis >,  o  sea  por  transporte  áegemmulas  desde  todas 
partes  del  organismo  al  óvulo,   para  asegurar  su  reproducción,  lo  que  ve- 


136  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

mos  más  tarde  reproducido  en  la  teoría  de  los  hormones,  de  Starling.  Su 
gran  monografía  acerca  de  La  expresión  de  las  emociones  en  el  hombre  y 
en  los  animales  (The  Expression  of  the  Emotions  in  Man  and Animals)  [187  3] 
se  coloca  al  nivel  que  la  obra  de  su  contemporáneo  Duchenne  de  Boulo- 
gne (1862),  y  la  teoría  misma  de  la  evolución  es  el  punto  de  partida  de  la 
psicología  comparada.  Las  investigaciones  en  Botánica  y  en  Geología,  las 
monografías  de  las  plantas  trepadoras  (1875),  Ia  fertilización  cruzada  y  la 
auto-fertilización  (1876),  la  facultad  del  movimiento  en  las  plantas  (1880), 
la  formación  de  la  tierra  vegetal  (1881),  los  arrecifes  o  bancos  de  coral 
(1875)  y  las  islas  volcánicas  (1844)  deben  ser  también  mencionadas.  Mu- 
cho perjuicio  ha  sufrido  la  reputación  de  Darwin  entre  las  personas  de  es- 
píritu estrecho  por  el  intento  del  semi-loco  Nietzsche  y  de  su  escuela  de 
llevar  la  idea  de  la  «guerra  a  los  débiles»  a  la  ética  actual.  Esto  va  contra 
la  verdadera  intención  de  la  doctrina  de  Darwin,  que  demuestra  que  la 
Naturaleza  carece  de  piedad;  pero  no  ha  dicho  nunca  que  el  hombre  deba 
carecer  también  de  ella.  En  contra  de  estos  defectuosos  intérpretes  pue- 
de ponerse  la  grave,  tranquila  y  humanitaria  figura  del  propio  Darwin. 
Llevando  en  la  mente  la  magnífica  sinceridad  de  su  obra,  su  fama  está 
bastante  segura  de  los  ataques  infundados. 

La  obra  de  Darwin  ha  sido  popularizada  y  difundida  por  los  escritos  filosóficos 
de  Herbert  Spencer  (1820- 1903),  cuyos  Principios  de  Biología  (1866-67),  Principios 
de  Psicología  (1871)  y  Sociología  descriptiva  (1873-81)  son  todos  de  elevado  orden  y 
de  gran  mérito;  por  Alfred  Russel  Wallace,  cuya  Distribución  geográfica  de  los  ani- 
males (1876)  es  su  mejor  obra,  y  por  Huxley  y  Haeckel. 

Thomas  Henry  Huxley  (1825-95),  de  Ealing  (Inglaterra),  era  un  mé- 
dico graduado  de  la  Universidad  de  Londres  (1845),  que  llegó  a  cirujano 
de  la  Armada  Real.  Lo  mismo  que  en  Darwin,  sus  aficiones  a  la  Biología 
fueron  despertadas  por  sus  cinco  años  de  viajes  marítimos  en  el  H.  M.  S. 
Rattlesnake  (1846- 50).  Antes  de  estos  experimentos  había  ya  descubierto 
la  capa  de  células  de  la  vaina  de  la  raíz  del  pelo  que  lleva  su  nombre 
(1845)  f1]'  Y  después  de  sus  viajes  ha  hecho  estudios  muy  importantes  en 
zoología  marítima,  en  premio  de  los  cuales  fué  nombrado  miembro  y  re- 
cibió la  medalla  de  oro  de  la  Royal  Society  (1851-52).  Retirado  de  la  Ma- 
rina, fué  profesor  de  Historial  Natural  en  la  Real  Escuela  de  Minas,  e  ideó 
el  enseñar  morfología  por  medio  de  una  serie  de  animales  típicos,  toma- 
rlos como  norma  de  sus  especies  respectivas;  idea  que  ha  constituido  el 
rasgo  predominante  de  la  Biología  elemental.  Aplicó  las  doctrinas  de  la 
evolución  a  la  paleontología  en  sus  extensos  estudios  sobre  los  fósiles  de 
peces,  cocodrilos  y  otros  vertebrados,  y  en    su    obra    sobre   los  antepa- 

(\)      Lnnd.  :\fcd.  (¡az.,  1845;  n.  s.,  I,  página  1340. 


EL     SIGLO     XIX 


137 


sados  del  caballo.  Sus  Croonian  Lectures  sobre  la  teoría  del  cráneo  de  los 
vertebrados  (1858)  destruyeron  el  concepto  de  Owen  del  arquetipo,  en 
favor  de  un  tipo  morfológico,  un  conjunto  de  rasgos  comunes  a  todas  sus 
clases,  como  una  composición  fotográfica.  En  relación  con  esto  deben  ser 
mencionadas  las  importantes  lecturas  de  Huxley  sobre  craneología  de  los 
pájaros  (1867).  En  1861  (i)  demostró  la  inexactitud  de  otra  afirmación  de 
Owen  relativa  a  la  supuesta  proyección  invertida  de  las  cavidades  del  ce- 
rebro en  el  cuerno  posterior  y  en  el  hipocampo,  como  un  carácter  especí- 
fico del  hombre.  Los  ensayos  sobre  anatomía  comparada  del  hombre  y  de 
los  monos  superiores  (1859-62) 
y  sobre  la  demostración  del  pues- 
to del  hombre  en  la  Naturaleza 
(1863)  revelan  al  continuador  de 
Darwin,  de  cuyas  ideas  ha  sido, 
indudablemente,  Huxley  el  más 
capacitado  intérprete  moderno- 
En  un  enérgico  lenguaje  ha  escri- 
to diferentes  volúmenes  de  en- 
sayos que  figuran  entre  las  más 
deliciosas  de  las  modernas  con- 
tribuciones de  la  divulgación 
científica  y  sus  obras  didácticas 
de  fisiología  (i860),  que  ha  atra- 
vesado treinta  ediciones,  de  ana- 
tomía de  los  vertebrados  y  de 
los  invertebrados  (1871-77)  y  de 
fisiografía  (1877)  s°n>  a  pesar  de 
su  tamaño  reducido,  verdaderas 
obras   maestras    en    su    género. 

Huxley  se  definía  a  sí  propio  como  una  persona  que  cuidaba  más  de  la  liber- 
tad del  pensamiento  que  del  mero  avance  de  la  ciencia,  y  este  es  precisa- 
mente el  interés  de  su  personalidad. 

Vigoroso  y  resuelto  en  la  figura  y  en  los  ademanes,  era  un  hom- 
bre robusto  y  de  varonil  inteligencia,  que  arruinó  su  salud  a  fuerza  de 
dedicarse  a  trabajos  sedentarios,  siendo,  lo  mismo  en  su  matrimonio,  que 
en  su  defensa  del  darwinismo,  que  en  sus  guerras  napoleónicas  sobre 
asuntos  teológicos,  un  romántico  como  Vesalio.  Ningún  otro  hombre  ha 
peleado  más  brava  y  más  lealmente  en  defensa  de  la  verdad  y  de  la  hon- 


Thomas  Henry  Huxley  (1825-95) 


(1)    .Nat.  Hist.  Rev.,  Londres,  1861;  páginas  67-84;  Proc.  Zoól.  Soc,  Londres,  1861; 
páginas  247-260. 


i38  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

radez,  en  favor  del  derecho  de  las  gentes  a  pensar  y  a  expresar  su  pro- 
pio pensamiento.  Su  convicción  de  que  «no  hay  ningún  alivio  para  los  ma- 
les del  género  humano  mas  que  la  veracidad  del  pensar  y  del  hacer,  y  el 
afrontar  resueltamente  el  mundo  como  él  es,  cuando  el  revestimiento  de 
creencias  hechas  por  cuyas  piadosas  manos  se  han  ocultado  sus  feos  ras- 


Brnsl  Hseckel  0834).  (Sociedad  fotográfica  berlinesa.) 

gos,   se  haya  desnudado»,  es  la  justificación  final  del  darwinismo  y  da  la 
clave  de  la  medicina  social  en  lo  futuro. 

Ernst  HaeCKEL  (1834),  de  Jena,  un  gran  morfólogo,  que  llevó  el  dar- 
winismo a  Alemania  cuando  la  oposición  de  Virehow  hacía  necesario  de- 
fenderle  (i).  La  obra  principal  de  Haeckel  es  su  Generelle  Morphologie 
(i860),  en  la  cual    los  organismos  y    las  formas  de  las  estructuras  orgáni- 


1      Se  di<  c  que  Fritz  Mttller  ha  sido  el  primer  alemán  que  ha  defendido  el  dar- 
winismo  {Fur  bartttin,  1864      Haeckel    el  Begundo  (1866),  v  Wéissmann,  el  ter- 


EL     SIGLO     XIX  139 

cas  son  consideradas  y  clasificadas  en  relación  con  las  homologías  en  serie 
de  la  herencia  y  de  la  evolución.  En  1 868  apareció  su  Historia  Na- 
tural de  la  Creación;  en  1874,  la  Antropogenia,  un  gran  tratado  de 
Embriología  humana,  y  en  1 884,  su  monografía,  de  la  hipótesis  de  la 
gastraea,  en  la  que  consideraba  la  gástrula  de  dos  capas  como  la  for- 
ma ancestral  de  todos  los  animales  multicelulares.  Esta  era,  de  todas 
sus  obras,  la  de  carácter  más  efectista,  y  el  resultado  de  varios  años  de 
una  pacienzuda  observación.  Entre  las  obras  populares  de  Haeckel  se  in- 
cluyen sus  deliciosas  cartas  de  un  viaje  por  las  Indias  Orientales  y  algu- 
nas obras  menos  profundas,  como  El  enigma  del  Universo.  En  esta  última 
combina  un  férreo  materialismo,  como  el  de  los  enciclopedistas  franceses, 
con  la  idea  de  que  las  agrupaciones  moleculares  tienen  alma  (Plastidul- 
Seelen),  que  ha  sido  ridiculizada  por  Virchow.  En  los  tiempos  actuales, 
Haeckel,  el  sabio  de  Jena,  es  altamente  respetado  por  todos  los  hombres 
de  ciencia,  y  considerado  como  uno  de  los  más  grandes  defensores  de  la 
libertad  del  pensamiento  y  de  la  ciencia.  Su  Phyletic  Museum  en  Jena  es 
considerado  como  la  más  admirable  colección  de  ilustraciones  seriadas  de 
la  evolución  y  del  desarrollo  del  mundo. 

El  problema  de  ]a  herencia  ha  sido  considerado  de  cuatro  modos  di- 
ferentes por  Mendel,  Hering,  Gaiton  y  Weismann. 

Gregor  Mendel  (1822-84),  abad  del  monasterio  de  agustinos  de  Brünn  (Austria), 
ha  descubierto  las  leyes  matemáticas  que  rigen  los  caracteres  dominantes  y  regre- 
sivos en  los  híbridos  (1866-67),  cuya  aplicación  pertenece  ya  al  siglo  xx.  • 

Ewald  Hering  (1834),  profesor  de  Sajonia,  es  el  autor  de  la  teoría  psico-física 
(1870)  de  que  la  facultad  memoria,  el  poder  automático  del  protoplasma  para  vol- 
ver a  crear  todo  lo  que  ha  existido  antes,  es  la  propiedad  distintiva  de  toda  la  ma- 
teria viviente.  La  transmisión  y  la  reproducción  de  los  caracteres  de  los  anteceso- 
res se  supone  ser  el  resultado  de  la  inconsciente  memoria  del  pasado  del  organis- 
mo, siendo  su  mecanismo,  según  el  modo  de  pensar  de  Hering,  la  persistencia  de 
los  movimientos  ondulatorios  de  las  moléculas.  Esta  idea  ha  sido  emitida  también 
por  Haeckel  (Perigénesis  de  los plastídulos)  y  por  Samuel  Butler  (1835-1902),  de  Lan- 
gar  (Inglaterra),  que  tradujo  los  estudios  de  Hering  y  aplicó  su  doctrina  en  sus  dis- 
cusiones contra  el  darwinismo. 

Sir  Francis  Galton  (1822-191  i),  un  primo  de  Darwin  que  comenzó  a  estudiar  ex- 
perimentalmente  la  herencia  en  1871.  Sus  observaciones  acerca  de  la  herencia  de 
la  sangre  inyectada  en  los  conejos,  de  las  manchas  tricolores  en  la  piel  de  los  gal- 
gos, de  la  estatura  y  de  otros  caracteres  en  la  especie  humana,  le  llevaron  a  recha- 
zar la  teoría  de  Lamarck  de  la  herencia  de  los  caracteres  adquiridos,  lo  mismo  que 
la  de  la  pangenesis  darwinista.  En  su  obra  sobre  la  Herencia  Natural  (1889)  llega, 
por  inducción  estadística,  a  la  ley  de  la  regresión  filial,  que  sostiene  que  la  descen- 
dencia de  progenitores  notables  en  estatura,  talento,  etc.,  retrocede  hasta  volver  al 
término  medio  de  la  especie;  y  además  a  la  ley  de  la  herencia  ancestral,  en  virtud 
de  la  cual  cada  progenitor  contribuye  en  un  cuarto  [(V2)2]  de  la  herencia  total;  cada 
uno  de  los  caatro  abuelos,  en  dieciseisavo  [(1/2)4];  cada  uno  de  los  ocho  bisabuelos, 
en  '/i28  =  [(V2)6]'»  de  modo  que,  en  general,  los  ascendientes  en  n  grado  contribu- 
yen a  la  herencia  en  [(V2)2  "}■  Este  último  teorema  ha  sido  confirmado  con  una  pre- 
cisión matemática  por  los  métodos  biométricos  de  Karl  Pearson.  El  trabajo  de  Gal- 
ton sobre  las  impresiones  digitales  (1892)  es  la  primer  contribución  de  importan- 
cia después  de  Purkinje.  El  ha  inventado  la  teoría  de  la  «eugénica»  (una  palabra 
Creada  por  él),  ha  fundado  el  Eugenics  Laboratory  en  Londres  (1904)  y,  con  Peár- 


M©  HISTORIA     DE     L  A     MEDICINA 

son  y  Weldon,  el  periódico  Biometrika  (1901),  que  se  dedica  al  estudio  de  los  pro- 
blemas biológicos  y  al  adelanto  de  los  métodos  estadísticos. 

Una  importante  extensión  de  la  teoría  evolucionista  es  la  idea  de  la  continui- 
dad no  interrumpida  o  de  la  inmortalidad  del  plasma  germinativo,  que  ha  sido  ela- 
borada por  August  Weismann  (1834-1914), deFrancfort  a-Mein,  entre  1893  y  1904.  La 
idea  general  de  la  continuidad  de  la  reproducción  y  del  crecimiento  por  el  linaje 
celular  directo  era  ya  inherente  a  la  doctrina  celular  de  Virchow.  Owen,  en  su  tra- 
bajo sobre  parthenogenesis  (1849).  establecía  una  distinción  entre  las  células  del 
cuerpo  y  las  células  germinativas.  Haeckel  acogió  con  entusiasmo  la  idea  de  la  des- 
cendencia continua  en  su  Generelle  ATorphologie  (1866).  Jaeger  inventó  la  frase  de 
«la  continuidad  del  protoplasma  germinativo»,  en  1878,  y  la  capacidad  del  mismo 
para  transmitir  las  cualidades  hereditarias  se  había  ya  claramente  establecido  por 
Nussbanm  en  187s.  Weismann  insistió  en  la  continuidad  de  la  descendencia  en  los 
organismos  unicelulares,  y  trazando  desde  ésta  la  evolución  gradual  de  los  organis- 
mos pluricelulares,  estableció  que  el  organismo  complejo,  hecho  de  células  corpo- 
rales, es  únicamente  el  vehículo  de  las  células  germinativas.  El  plasma  germinativo, 
una  compleja  estructura  contenida  en  los  núcleos  de  estas  células  reproductoras, 
es  el  progenitor  de  las  células  germinativas  en  la  generación  que  va  reproducién- 
dose, asegurando  una  relativa  inmortalidad  a  las  especies,  aun  cuando  los  indivi- 
duos mueran.  T  a  unión  de  los  dos  gérmenes  «amphimixis»  es  el  principal  agente  de 
la  evolución.  Weismann  sostiene  que  la  variación  es  producida  por  la  selección 
sexual,  v  últimamente  por  una  selección  nutritiva  entre  los  componentes  del  plas- 
ma germinativo  (selección  germinativa").  Cree  que  el  plasma  germinativo  en  las  cé- 
lulas sexuales  es  el  que  se  encuentra  en  los  cromosomas  (idants)  y  predice  la  «di- 
visión por  reducción»  (por  una  mitad)  en  la  maduración  de  las  células  sexuales  y 
la  ^división  por  ecuación»  o  división  igual  de  los  cromosomas.  Su  presunción  de 
que  los  determinantes  en  los  cromosomas  son  dispuestos  en  un  linaje  en  serie  ha 
sido  confirmada  por  T.  H.  Morgan.  Otra  característica  de  la  hipótesis  de  Weis- 
mann es  su  demostración  experimental  de  que  los  caracteres  adquiridos  no  son 
transmitidos  directamente  por  la  herencia.  Esta  aparente  contradicción  con  la  teo- 
ría deí.amarck  ha  dado  lugar  a  múltiples  discusiones;  pero  la  balanza  experimen- 
tal parece  one  se  inclina  en  favor  de  Weismann.  En  realidad,  la  hipótesis  de 
Weissmann  es  de  gran  significación  social,  supuesto  que  da  como  probable  el  que 
las  facultades  morales  no  puedan  ser  transmitidas  hereditariamente  al  niño,  sino 
que  pueden  ser  adquiridas,  en  cada  caso  particular,  por  una  intensa  y  precoz  edu- 
cación. 

Otro  fruto  del  pensamiento  biológico  v  evolucionado  del  siglo  xix  es  la  Antro- 
pología, que  ha  sido  construida  por  la  labor  de  hombres  como  Darwin,  Huxley, 
Lvell.  Spencer,  Pricbard  y  Tylor,  en  Inglaterra;  en  Francia,  por  Broca,  que  inventó 
unos  27  instrumentos  craniométricos  y  cranioscópicos;  en  Alemania,  por  Virchow, 
que  era  un  experto  craneólogo  y  que  desarrolló  todos  los  puntos  de  vista  de  la  an- 
tropología en  su  región;  en  Italia,  por  César  Lombroso,  que  desenvolvió  el  estudio 
de  la  criminología  desde  el  punto  de  vista  criminal  y  del  aspecto  patológico  del 
hombre  de  genio.  Se  han  fundado  sociedades  antropológicas  en  París  (por  Brocal 
en  1 8^o.  en  Londres  en  1863.  en  Madrid  en  1865,  en  Berlín  en  1868,  en  Viena  en 
1870,  en  Italia  en  1871  v  en  Washington  D.  C.  en  1879.  La  antropología  física  se  ha 
desenvuelto  por  las  investigaciones  craniológicas  de  Broca  y  de  Virchow,  los  tra- 
"tados  de  Paul  Topinard,  los  estudios  de  Ouatrefages  sobre  los  fósiles,  sobre  el 
hombre  sálvate  fi860  y  los  pigmeos  (1887),  las  estadísticas  de  Virchow  sobre  la  an- 
tropología física  de  los  alemanes  (1876),  el  libro  de  Lombroso  sobre  el  hombre  cri- 
minal (IJuomo  deJinquente,  .1876),  el  método  de  Alphonse  Bertillon  para  identificar 
los  criminales  por  medio  de  selectas  mensuraciones  (Bcrt Moríale >  1886)  v  el  senci- 
llo método  de  Francis  Oalton  de  identificar  los  criminales  por  medio  de  las  impre- 
siones digitales  fíRo2),  que  sobrepujó  al  bertillonage  en  Inglaterra  en  1000.  Socieda- 
des etnológicas  han  sido  fundadas  en  París  (1839),  Nueva  York  (1X42)  v  Londres 
(1844V  v  los  principales  monumentos  de  la  ciencia  son  las  monografías  de  Prichard 
fl8l3),  Pickering  ^848),  Knox  Ci8t;oVT  atham  08<o-<;o),  Nott  v  Oliddon  (1857^ "Waits 
'tKco-7?'.  Herbert  Spencer  (1871-81).  Friedrich  Mtlller  (1871),  Peschel  (1873),  "Rat- 
■/f]  (iRR^-RR-.  Haddon  ('1894-1909),  Achelis  (1896)  y  Ripley  (moo).  Fn  el  campo  de  la 
craníología  étnica  mencionaremos  los  álbumes  de  Morton  de  cráneos  egipcios  y 
americanos  (1839-44),  el  Crania  tthnica  de  Ouatrefages  y  Ilamy  (1872-82),  el  estu- 


EL    SIGLO     XIX  Ut 

dio  de  Rütimeyer  e  His  sobre  los  cráneos  suizos  (1864)*,  los  álbumes  de  Retzius  de 
cráneos  suecos  y  finlandeses  (1878- 1900)  y  la  Crania  et  tínica  americana  de  Virchow 
(1892).  El  asunto  estaba  estudiado  con  un  singular  exceso  de  detalles  en  las  polisi- 
lábicas subdivisiones  de  tipos  raciales  y  de  cráneos,  de  Sergi,  y  en  la  Craniometria 
sistemática,  de  Aurel  von  Tórock  (1890),  con  sus  5.000  propuestas  medidas  para  un 
solo  cráneo.  La  psicología  étnica  ha  sido  desarrollada  por  Andrew  Lang  (1884  a 
1901),  Adolf  Bastian  (1886-90),  Alfred  Fouillée  (1903),  Wilhelm  Wundt  (1904)  y  en 
algunas  monografías  como  la  de  la  expedición  al  estrecho  de  Torres  (1898).  Otras 
lases  de  los  estudios  comparativos  de  etnología  son  los  de  Pitt-Rivers,  sobre  tecno- 
logía (i 800-75);  ios  de  Sir  Henry  Maine,  sobre  la  Ley  Antigua  (1861);  los  dej.  J.  Ba- 
chofen,  sobre  el  matriarcado  (Das  Mutterrecht,  186 1);  de  F.  McLennan,  sobre  el  ma- 
trimonio primitivo  (,1865);  de  E.  B.  Tylor,  sobre  la  cultura  primitiva  (187 1);  de  L.  H. 
Morgan,  sobre  sistemas  de  consanguinidad  (187 1);  de  Herbert  Spencer,  sobre  So- 
ciología descriptiva  (1873-81);  de  William  Black  (1883)  y  Max  Bartels  (1893),  sobre 
folk-tore  médico;  de  J.  G.  Frazer,  sobre  totemismo  (1887),  totemismo  y  exogamia 
(1910)  y  The  Golden  Bough  (1890- 19 13);  de  Westermack,  sobre  el  matrimonio  huma- 
no (1891);  de  Alfred  C.  Gaddon,  sobre  la  evolución  en  el  arte  (1895);  de  Edwin  Syd- 
ney Hartland,  sobre  la  paternidad  primitiva  (19 10),  y  de  W.  J.  Thomas,  acerca  de  los 
origeues  sociales  (1909).  Los  hallazgos  de  huesos  y  de  instrumentos  de  piedra,  por 
M.  Boucher  de  Perthes,  en  Abbeville,  de  1805  a  1847;  los  desenterramientos  de  ha- 
llazgos semejantes  en  las  cuevas  de  Devonshire;  la  exploración  de  los  restos  de  las 
habitaciones  lacustres  en  los  crannogs  irlandeses,  por  sir  Williams  Wi.de  (1839),  y 
los  de  los  suizos  Pfahlbauten,  por  Ferdinand  Keller  (1853-54)  han  determinado  un 
extenso  e  intenso  estudio  de  estos  objetos  prehistóricos  en  todos  los  puntos  del 
mundo.  Los  resultados  han  sido  sistematizados  por  la  clásica  obráis  Préliistorique 
(^1883),  de  Gabriel  de  Mortillet,  y  proseguidos  por  sir  John  Evans  en  Inglaterra, 
Virchow  en  Alemania,  Piette  en  Francia  y  Holmes  en  América.  El  descubrimiento 
del  cráneo  prehistórico  y  de  restos  esqueléticos  en  Neanderthal,  en  1856,  que  Vir- 
chow consideró  como  patológico,  Broca  como  normal  y  Huxley  como  humano, 
pero  semejante  al  mono,  dio  motivo  a  que  este  último  hiciese  su  famoso  señala- 
miento del  lugar  del  hombre  en  la  Naturaleza  como  «más  cercano  de  los  monos  su- 
periores que  éstos  lo  están  de  los  más  inferiores»  (i860).  Los  hallazgos  craneales 
posteriores  en  Spy  (1886),  Krapina  (1889),  Heidelberg  (1907),  Le  Moustier  (1908), 
La  Chapelle  aux  Saints  (1909)  y  Sussex. (1912)  y  el  descubrimiento  de  Eugéne  Du- 
bois, en  Java,  de  los  dientes,  calavera  y  fémur  del  Pithecanthropus  erectus  (1891), 
que  él  ha  considerado  como  una  especie  de  «eslabón  intermedio»  entre  los  monos 
antropoides  y  el  hombre,  sirvió  para  añadir  combustible  a  la  controversia  que  ha- 
bía de  establecerse  en  seguida  respecto  de  la  cuestión  del  origen  único  o  múltiple 
de  la  especie  humana.  En  general,  el  hombre  se  clasifica  todavía  en  la  actualidad, 
como  le  ha  dejado  Linneo  en  1735,  entre  los  simiidae. La  unidad  de  la  especie  huma- 
na ha  sido  sostenida  por  Linneo,  Buffon,  Pichard,  sir  William  Lawrence,  Broca,  los 
antropólogos  ingleses  y  los  discípulos  de  Haeckel,  al  paso  que  la  teoría  múltiple 
o  poligenista  ha  sido  ampliamente  favorecida  por  los  alemanes  que  han  seguido  la 
dirección,  en  algún  modo  oficial,  de  Virchow. 

Después  de  la  labórele  maestros  tales  como  Bichat,  Bell,  Henle  y 
Hyrtl  hay  muy  poco  que  añadir  en  el  campo  de  la  anatomía  humana  des- 
criptiva, correspondiendo  la  mayoría  de  las  investigaciones  más  modernas 
al  territorio  de  la  Morfología  y  de  la  Histología. 

Espléndidos  atlas  de  anatomía  gruesa  o  macroscópica  han  sido  publicados,  en- 
tre ellos  los  de  los  Bell,  Cloquet  (1 821 -31),  Werner  Spalteholz  (1904)  y  Cari  Toldt 
(i 896- 1 900);  el  atlas  de  las  secciones  del  corazón,  de  sir  William  McEwen  (1893),  y 
el  del  cerebro  de  Carl  Wernicke  (1897-1904).  Los  cortes  congelados,  ideados  por 
Pieter  de  Riemer  (1 760-1 831)  en  1818,  han  sido  utilizados  por  Pirogoff  en  su  nota- 
bilísima Anatomía  Topographica  (1852-59),  y  en  los  atlas  del  útero  grávido  (1872)  y 
de  anatomía  topográfica  normal  (1872)  por  Christian  Wilhelm  Braune  (1831-92).  En- 
tre los  varios  excelentes  tratados  de  anatomía  topográfica  y  quirúrgica  figuran  los 


t42  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

de  Velpeau  (1825-26),  Hyrtl  (1847),  Malgaigne  (1859),  J.  H.  Power  (a?iaiomía  de  las 
arterias,  1863),  C.  Heitzmann  (1870),  N.  Rüdinger  (1873-79),  Luther  Holden  (1876), 
W.  Henke  (1884),. F.  S.  Merkel  (1885-89),  A.  W.  Hughes  (1890),  G.  McClellan 
(1891-92),  sir  F.  Treves  (1892)  y  K.  von  Bardeleben  (1894).  La  anatomía  artística  ha 
hido  hábilmente  tratada  por  John  Flaxman  (1833),  Robert  Knox  (1852),  Mathias  Du- 
val (1881),  los  fisiólogos  Paul  Richei  (1890)  y  Ernst  Wilhelm  Brücke  ( 1 89 1 );  y  por 
directas  fotografías  del  desnudo,  en  las  diferentes  obras  de  Cari  Heinrich  Stratz; 
los  dibujos  del  movimiento,  de  Eadweard  Muybridge  (1901),  y  el  espléndido  trata- 
do de  Julius  Kollmann  (1886).  Tratados  de  anatomía  macroscópica  han  sido  publi- 
cados por  Jones  Ouain  (1828);  Erasmus  Wilson  (1840),  M.  P.  C.  Sappev  (1850-64), 
H.  Gray  (1859),  CrGegenbaur  (1883),  L.  Testut  (1889-91).  K.  von  Bardeleben  (1896), 
J.  Sobotta  (1904),  A.  van  Gehuchten  (1906-09),  así  como  los  tratados  cooperativos 
editados  por  D.  J.  Cunnigham  (1902)  y  los  americanos  F.  H.  Gerrish  (1899)  y 
G.  A.  Piersol  (191 1).  Tratados  especiales,  muy  difundidos  y  valiosos,  son  los  ma- 
nuales de  disección  de  Luther  Holden  (1850)  e  Hyrtl  (i860),  la  osteología  de  Holden 
(1855),  la  anatomía  clinica.de  D.  N.  Eisendrath  (1903),  el  manual  de  laboratorio  de 
L.  F.  Barker  (1904);  la  anatomía  aplicada  de  G.  G.  Davis  (19 10)  y  la  anatomía  en 
cortes  de  A.  C.  Eycleshymeí  y  D.  M.  Schoemaker  ('911).  La  historia  de  la  Anato- 
mía ha  sido  tratada  por  Hyrtl,  Knox,  Robert  von  Toply  (1898);  la  historia  de  los  mé- 
todos anatómicos,  por  William  W.  Keen  (1852);  la  historia  de  las  ilustraciones  ana- 
tómicas, por  Ludwig  Choulant  (1852).  y  la  historia  de  la  anatomía  plástica,  por  Ma- 
thias Duval  y  Edward  Cuyer  (1898).  Hay  descubrimientos  aislados  en  abundancia, 
como  el  de  la  ínsula  de  Reil  (1809),  la  columna  de  Clarke  (185 1).  la  circunvolución 
de  Broca  (1861),  el  plexo  de  Auerbach  (1862);  la  demostración,  por  Bigelow,  del  li- 
gamento en  Y  (1869),  y  el  anillo  de  Waldeyer  (1884).  Tal  vez  lo  más  importante  de 
todo  ello  haya  sido  la  descripción  de  las  glándulas  paratiroideas  por  el  anatómico 
sueco  Ivar  Sandstrom  en  1879. 

El  maestro  anatómico  alemán  de  los  tiempos  modernos  es  Wilhelm 
Waldkykk  (1836),  de  Hehlen  (Brunswick),  un  discípulo  de  Henle,  profesor 
en  Berlín  (1883),  que  ha  efectuado  importantes  investigaciones  acerca  del 
desarrollo  del  cáncer  (18Ó7-72,  de  la  hernia  retro-peritoneal  (1868),  del 
ovario  y  del  óvulo  (1870),  de  las  relaciones  topográficas  del  útero  grávido 
(1886),  de  las  visceras  pelvianas  (1892)  y  de  la  pelvis  (1899),  y  sobre  la 
teoría  de  la  neurona  (1891),  a  la  que  ha  dado  el  nombre.  Ha  sido  el  pri- 
mero en  describir  el  anillo  de  tejido  linfoideo,  constituido  por  las  amígda- 
las palatinas,  lingual  y  faríngea  (1884)  [ij,  que  en  la  actualidad  se  consi- 
dera como  la  principal  puerta  de  entrada  de  la  infección.  Waldeyer  tam- 
bién ha  referido  la  constitución  linfática  a  la  persistencia  de  la  glándula 
timo. 

La  anatomía  inglesa  ha  tenido  una  grave  pérdida  con  la  prematura 
muerte  de  Henri  Gray  (1825-61),  que  había  ganado  los  premios  trianua- 
lefl  del  Real  Colegio  de  Cirujanos  y  de  la  Sociedad  Real  por  sus  Memorias 
sobre  el  nervio  óptico  (J849)  y  el  bazo  (1853),  y  cuyo  tratado  de  Anato- 
mía (1858),  recientemente  adaptado  a  la  B.  N.  A.  terminología  por 
E.  A.  Spitzka  (1913),  Ha  sido  el  libro  de  texto  preferido  para  los  ejercicios 
de  los  estudiantes  ingleses  por  espacio  de  medio  siglo. 

fohn  GoODSiB  (l8l  1  67),  de   Anstrutker  (Fifeshire),  sucedió  en  la  cáte- 


1       Waldeyer:  Deutsche med.  Wochenschr.,  Leipzig  y  Berlín,  [884;  X,  pág.313 


EL     SIGLO    XIX 


143 


dra  de  Edimburgo  a  Monro  tertius  (1845),  y  trabajó  mucho  por  levantar 
la  enseñanza  anatómica  del  descrédito  a  que  la  había  conducido  la  incom- 
petencia de  aquél.  Las  Observaciones  anatómicas  y  patológicas  (1845)  de 
Goodsir  contienen  el  germen  de  la  teoría  celular  de  Wirchow,  que  le  de- 


YVilhelm  Waldeyer^(i83Ó).  (Sociedad  fotográfica  berlinesa.) 


dicó  su  Patología  celular.  Goodsir  descubrió,  además,  las  sarcinae  ventri- 
culi  (1865). 

•rSir  William  Turner  (1832-1916),  de  Lancaster  (Inglaterra),  fué  ayu- 
dante de  Goodsir  (1854)  y  su  sucesor  en  Edimburgo  (1867),  donde  creó 
su  escuela  anatómica,  la  más  importante  y  más  adelantada  de  la  Gran  Bre- 
taña. De  notable  inteligencia  y  extraordinario  saber,  llegó  a  ser  presidente 
del  Consejo  (l898-I905),y,  por  último,  principal  de  la  Universidad  (1903). 
Como  profesor,  investigador  y  administrador,  Turner  ha  sido  un  prodigio 
de  fuerza,  algunas  veces  ceñudo  y  regañón,  pero  amplio,  jovial  y  de  buen 
corazón  aufond. 


144 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Ha  llevado  a  cabo  importantes  contribuciones  acerca  de  la  placentación  en  los 
cetáceos  (1870-89),  de  la  anatomía  comparada  déla  placenta  (1875-76),  de  craneolo- 
gía  de  la  India  (1899),  de  antropología  escocesa  (191 5)  y  de  topografía  cráneo-cere- 
bral, y  ha  escrito  la  historia  de  la  Anatomía  en  la  Enciclopedia  Británica  (1875),  la 
mejor  monografia  de  su  género  en  inglés. 


Arthur  Keith,  profesor  hunteriano  en  el  Real  Colegio  de  Cirujanos, 
descubrió  (con  Flack)  el  nodulo  sino-auricular  en  el  corazón  (1907)  y  es- 
cribió con  inteligencia  acerca  de 
los  monos  antropoides  (1896), 
de  embriología  y  morfología  hu- 
manas (1901)  y  de  antigüedad 
del  hombre  (1914). 

Joseph  Leidy  (1823-91),  de  Fi 
ladelfia,  que  sucedió  a  Horner 
como  profesor  de  Anatomía  en 
la  Universidad  de  Pensilvania. 
era  el  más  sabio  de  los  anatómi- 
cos americanos  de  su  época  y  un 
biólogo  del  tipo  de  los  Hunter  y 
de  los  Müller,  dejando  una  Labor 
importante  en  Botánica,  Zoolo- 
gía, Mineralogía  y  Paleontolo- 
gía, al  igual  que  en  anatomía 
humana  y  comparada.  Ha  sido  el 
más   grande   de    los  naturalistas 

descriptivos  americanos.  Su  obra 
l  l 

.sobre  los  rizópodos  de  agua  dul- 

íce  de  Norteamérica  (Fresh  Wa- 
ter Rhizopods  of  North  America, 
1879)    es  una    de  las  clásicas  en 

Biología.  Ha  hecho  importantes  investigaciones  acerca  de  la  anatomía  com- 
parada del  hígado  (1848),  de  los  huesos,  de  la  triquina  en  el  cerdo,  etc.,  y 

•  su  tratado  elemental  de  anatomía  humana  (1361,  corregido  en  1889)  ofre- 
eJ  especial  interés  de  haber  sido  ilustrado  por  el  autor. 


William    Turner     (1832-1916). 
(Elliot  and  Fry,  London.) 


d<>  el  primero  que  ha  encontrado  la  triquina  espiral  en  el  cerdo  (1846)  [1], 
ibierto  la  flora  microbiana  del  intestino  (1849)  [2]  y  hecho  los  primeros  expe- 
rimentos relativos  a  La  transplantación  de  los  tumores  malignos  (185 1)  [3],  yen  1886 
ha  encontrado  el  botriocéfalo  en  el  gato  y  ba  sugerido  l.i  i <  1  < ■  a  de  que  podría  tam- 


Leády:  Proc.  Acad.  Xat.  Sc.¡  Fila  del  fia,  1846;  III,  página  107. 

(2)  Ibidem,  1848-49;  IV,  páginas  225-233. 

(3)  Ibidem,  1851;  V,  página  212. 


ÉL    SIGLO    Xiü 


»« 


bien  presentarse  en  el  hombre  como  causa  de  anemia  perniciosa  (i).  Como  ciruja- 
no militar,  durante  la  guerra  civil,  ha  realizado  más  de  6o  autopsias,  y  en  el  hospi- 
tal, de  guardia,  ha  tenido  la  sospecha  de  que  las  moscas  podrían  ser  los  vehículos 
transmisores  de  la  infección  de  las  heridas  (2).  Ha  sido  el  primero  en  aislar  las 
amebas  parasitarias  (187J9).  Los  descubrimientos  contenidos  en  sus  Researches  in 
Helminthology  and  Parasitology,  editados  por  su  sobrino  Joseph  Leidy,  jr.,  en  1904, 
hubieran  bastado  para  su  reputación.  Ha  sido  el  fundador  de  la  paleontología  de 
los  vertebrados  en  América,  y  sus  grandes  Memorias  de  1869  (3)  y  1873  (4)  acerca 
de  los  fósiles  de  animales  desaparecidos  no  han  sido  todavía  superadas.  Como 
Gerhard  y  Gross,  Leidy  era  un  buen  tipo  del  médico  americano  de  origen  alemán, 
tan  modesto  y  sencillo   como  sabio  y   versátil. 


Oliver  Wendell  Holmes  (1809-94), 
de  Boston,  cuya  obra  acerca  de  la 
fiebre  puerperal  ha  sido  menciona- 
da ya,  era  profesor  Parkman  de 
Anatomía  en  la  Harvard  Medical 
School  (1847-82),  y  semejante  a 
Hyrtl,  por  su  habilidad  en  convertir 
un  asunto  árido  en  interesante,  gra- 
cias a  su  imaginación  y  su  ingenio. 
No  ha  realizado  descubrimientos 
de  importancia,  pero  ha  escrito  bue- 
nos poemas  médicos,  y  sus  Medi- 
cal Essays  (1883)  es  seguramente  ia 
obra  americana  más  importante  de 
las  que  se  dedican  a  la  historia  de 
la  medicina  contemporánea. 


Joseph  Leidy  (1823-91) 


Entre  los  cultivadores  de  la  anatomía  comparada  durante  el  período  de  transi- 
ción destacan  los  nombres  de  Gegenbaur  y  Wiedersheim.  Cari  Gegenbaur  (1826 
a  1903),  natural  deWurzburgo  y  condiscípulo  de  Haeckel,  estableció  el  punto  de  vis- 
ta de  que  la  morfología  comparada,  y  no  la  embriología,  constituye  el  verdadero 
punto  de  vista  para  determinar  la  relación  de  las  homologías  o  genealogía  de  los 
órganos  (filogenia),  llevando  así  el  asunto  de  la  genealogía  de  los  órganos  hacia  el 
primitivo  concepto  de  Owen.  Recientemente  ha  podido  registrarse  una  larga  serie 
de  hechos  en  corroboración  de  la  teoría  de  Owen,  pero  también  otros  muchos  que 
demuestran  que  las  estructuras  similares  pueden  producirse  de  modos  diversos. 
En  el  presente,  la  Embriología  es  estudiada  como  una  fase  de  la  Morfología.  Gegen- 
baur ha  dado  también  el  coup  de  grace  a  la  teoría  vertebral  del  cráneo  (Goethe- 
Owen),  demostrando  que  en  el  embrión  hay  un  largo  número  de  segmentos  cefáli- 
cos correspondiendo  a  las  hendeduras  bronquiales  y  a  los  nervios  craneales;  que,  en 
el  orden  más  inferior  de  los  peces,  la  cabeza,  en  lugar  de  estar  compuesta  de  vér- 
tebras, es  insegmentada;  al  paso  que  en  los  más  superiores,  muchos  huesos  del 
cráneo  nacen  de  la  piel.  En  1861,  Gegenbaur  ha  demostrado  que  el  ,óvulo  de  los 
vertebrados  es  una  simple  célula.  Sus  principales  obras  son  su  Anatomía  compara- 


(.)  Tr.  Coll.  Phys.,  Filadelfia,  1886;  3  s.,  VIII,  páginas  441-443- 

(2)  Proc.  Acad.  Nal.  Se,  Filadelfia,  1871;  XXIII,  página  297. 

(3)  Leifly:  Journ.  Acad.  Nat.  Se,  Filadelfia,  1869;  2  s.,  VII,  páginas  1-472. 
(4;  Kep.  U.  S.  Geol.  Survey,  1873;  I. 


Historia  de  la   Medicina. — Tomo     II 


lü 


1 46  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

da  de  los  vertebrados  ^1864-72),  sus  Elementos  de  Anatomía  comparada  (1870)  y  su 
obra  de  Anatomía  humana  (1883).  Ha  sido  el  editor  del  Morphologisches  Jahrbuch 
(1875-1902)  y  profesor  de  Anatomía  en  Heidelberg,  donde  ha  tenido  numerosos 
discípulos  americanos. 

Robert  Wiedersheim  (1848),  profesor  de  Anatomía  en  Friburgo,  ha  sido  autor  de 
importantes  obras  de  Anatomía  comparada  de  los  vertebrados  (1882-83)  y  de  una 
sobre  La  estructura  del  hombre  como  evidencia  de  su  pasado  (1887). 

Desde  la  época  de  Schleiden,  Schwann  y  Henle,  el  estudio  de  la  anato- 
mía fina  o  microscópica  de  los  tejidos  llegó  a  ser  ei  preferente.  Las  inves- 
tigaciones histológicas  se  han  perfeccionado  rápidamente  por  la  inven- 
ción de  nuevos  métodos  de  coloración,  de  micrótomos  y  de  otros  adelan- 
tos técnicos.  Purkinje,  como  ya  hemos  dicho,  tenía  un  micrótomo,  y  usa- 
ba el  bálsamo  del  Canadá,  el  ácido  acético  glacial  y  el  bicromato  potásico; 
pero  todas  estas  cosas  no  estaban  todavía  generalizadas,  y  el  procedimien- 
to comúnmente  empleado  es  el  de  examinar  los  tejidos  en  estado  fresco, 
cortados  en  rebanadas  con  una  navaja  de  afeitar  entre  trozos  de  médula 
vegetal  (médula  de  saúco,  por  ejemplo).  El  endurecimiento  de  los  tejidos 
por  medio  del  alcohol  empezó  a  usarse  mucho  más  tarde.  En  1 847,  Jo- 
seph von  Gerlach,  Sr.  (1820-96),  de  Maguncia,  comenzó  a  inyectar  los  va- 
sos capilares  con  una  mezcla  transparente  de  carmín,  amoníaco  y  gelati- 
na, y  en  1 85 5  ha  empleado  el  carmín  como  colorante  nuclear  para  los  te- 
jidos. Virchow  llevó  a  cabo  toda  su  obra  con  el  carmín.  Gerlach  ha  sido 
igualmente  un  partidario  del  empleo  de  la  anilina  y  del  cloruro  áurico, 
y  desde  su  tiempo  han  empezado  a  diferenciarse  rápidamente  las  distintas 
técnicas  colorantes.  El  micrótomo  ha  sido  definitivamente  introducido  por 
Wilhelm  His  en  1 866,  pero  no  ha  sido  perfeccionado  hasta  1875»  apro- 
ximadamente, desde  cuya  época  se  ha  convertido  en  el  importante  medio 
auxiliar  que  todos  conocemos. 

El  más  importante  histólogo  de  este  período  ha  sido  Max  Schultzk 
(1825-74),  de  Friburgo;  profesor  de  Anatomía  en  Halle  (1854-59)  y,  al  re- 
emplazar a  Helmholtz  en  Bona,  en  1 859,  director  del  Instituto  Anatómico 
de  esta  ciudad  en  1872.  Schultze  ha  introducido  la  disolución  diluida  de 
ácido  crómico  y  el  ácido  ósmico,  como  colorantes;  el  suero  yodado,  como 
conservador,  y  ha  inventado  la  platina  calentable.  Ha  contribuido  grande- 
mente a  la  zoología  marítima  con  sus  estudios  acerca  de  la  turbellaria 
(1848-5 1),  el  polythalamia  (1854-56)  y  la  embriología  del  petromyzon 
(1856),  y  ha  señalado  una  época  en  la  Histología  con  sus  notables  mono- 
grafías acerca  de  las  terminaciones  de  los  nervios  en  los  órganos  senso- 
riales, en  particular  en  el  oído  interno  (1858)   [ij,  fosas  nasales  (1863)  [2] 


(l        Schultze  MülUr'i  Arch.,  Berlín,  1858;  páginas  343-381. 
2        Kb  hand l,  d.  Naturf.  Gesellsch.  zu  /falle,  1863;  VII,  páginas  1-100. 


EL     SIGLO     XIX 


U7 


y  la  retina  (1866)  [i].  En  1865  ha  fundado  los  Archiv  für  mikroskopische 
Anatomie,  que  ha  seguido  editando  hasta  su  muerte.  Schultze  ha  ejercido 
una  desisiva  influencia  en  la  teoría  celular  por  su  ensayo  de  1861  (2),  en  el 
que,  contemporáneamente  con  Brücke,  ha  definido  la  verdadera  célula 
como  una  masa  de  protoplasma  nucleado,  dando  de  este  modo  gran  im- 
portancia a  la  afirmación,  que  había  sentado  Leydig  en  1 8 56,  de  que  la 
membrana  celular,  incluso  en  el  óvulo,  es  una  formación  físico-química  se- 
cundaria, debida,  probablemente,  a  la  condensación  por  tensión  superficial 
del  contenido  de  la  célula.  En  su 
Memoria  acerca  del  protoplasma 
de  los  rizópodos  y  de  las  células 
vegetales  (1863)  [3),  Schultze  in- 
troduce de  un  modo  definitivo 
el  término  protoplasma  y  de- 
muestra que  puede,  prácticamen- 
te, considerarse  como  idéntico 
en  todas  las  células  vivas.  En 
1863  ha  publicado  el  estudio 
más  acabado  y  perfecto  hasta 
entonces  sobre  la  división  y  seg- 
mentación del  óvulo  de  la  rana  (4). 
Schultze  ha  sido  un  investigador 
sorprendente,  de  penetrante  vis- 
ta; un  excelente  dibujante  y  un 
amante  de  la  música,  consagran- 
do sus  horas  de  ocio  al  cultivo 
del  violin. 

El  paso  inmediato  más  importante  en  la  teoría  celular  ha  sido  dado 
por  Walter  Flemming  (1843-1905),  de  Schwerin,  profesor  en  Praga  (1873 
a  76)  y  en  Kiel  (1876-1905),  cuya  importante  monografía,  Zellsubstanz, 
Kern-und  Zelltheilung  (1882),  da  un  clásico  estudio  de  la  división  celu- 
lar y  de  la  carioquinesis.  Algunas  fases  de  este  último  proceso  habían  sido 
ya  observadas  por  Virchow  y  Schneider,  y  Heitzmann  había  hecho  notar 
(1873)  que  todo  el  protoplasma  es  una  red  continua,  cuyo  aspecto  granu- 
loso es  puramente  óptico.  Esta  Memoria  de  Flemming  colocó  todo  este 
estudio  bajo  un  aspecto  completamente  diferente.  Analizó  los  fenómenos 
de  la  división  nuclear,  que  cristalizó  en  su  aforismo  Omnis  nucleus  e  nu- 


Max  Schultze  (1825-74) 


(1)  Zur  Anatomie  und  Physiologie  der  Retina,  Bonn,  1866. 

(2)  Arch,f.  Anat.  Physiol,  u.  wissensch.  Med.,  Leipzig,  1861;  páginas  1-27. 

(3)  Das  Protoplasma  der  Khizopodenund  der  Pflanzenzellcn,  Leipzig,  1863. 

(4)  De  ovorum  ranarum  segment  atione,  Bonn,  1863. 


U8  HISTOkIA     DE     LA    MEDICINA 

cíeo,  demostrando  que  el  protoplasma  es  una  estructura  compleja  forma- 
da de  una  substancia  activa,  contráctil,  como  una  red,  y  de  otra  substan- 
cia inerte,  semifluida,  inter-reticular,  a  las  que,  por  el  modo  de  conducirse 
respecto  de  varias  substancias  colorantes,  ha  designado  con  los  nombres 
respectivos  de  cromatina  y  acromatina.  Los  histólogos  consideran  éste 
como  el  más  importante  estudio  que  se  ha  hecho  de  la  célula,  después  de 
los  de  Schwann  y  Virchow. 

Algunos  descubrimientos  e  innovaciones  de  importancia  en  Histología  se  han 
hecho  durante  este  período,  tales  como  las  investigaciones  de  Alfonso  Corti  sobre 
el  caracol  de  los  mamíferos  (órganos  de  Corti),  185 1  (1);  el  descubrimiento,  por 
Virchow,  de  la  neurología  (1854)  [2];  las  investigaciones  de  Wilhelm  His  acerca  de 
la  estructura  délos  ganglios  (Leipzig,  1861)  y  de  los  vasos  linfáticos  (1863);  la  Me- 
moria de  Willy  Kühne  sobre  los  órganos  terminales  periféricos  de  los  nervios  mo- 
tores (Leipzig,  1862);  la  Memoria  de  Deiters  sobre  el  cerebro  y  la  médula  espinal 
en  el  hombre  y  en  los  mamíferos  (Brunswick,  1865);  las  islas  de  Langerhans 
(1869)  [3];  la  descripción,  por  F.  S.  Merkel,  de  los  corpúsculos  táctiles  en  las  papi- 
las de  la  piel  (1875);  ^as  investigaciones  de  Ranvier  sobre  la  histología  del  sistema 
nervioso  (nodulos  de  Ranvier,  1878);  las  de  Ehrlich  sobre  los  leucocitos  (1880)  [4]  y 
su  coloración  intravital  (azul  de  metileno)  para  el  sistema  nervioso  (1886)  [5],  y 
la  decisiva  obra  de  Camilo  Golgi  sobre  el  sistema  nervioso  (1873-86)  [6].  Los  terce- 
ros elementos  de  la  sangre,  llamados  corpúsculos  o  plaquetas,  fueron  señalados 
primeramente  por  Alexander  Donné  (1801-78)  [7],  en  1842;  después,  por  Max 
Schultze,  y  más  completamente  descritos  por  sir  Williams  Osler  (1873)  [8]  y  por 
Giulio  Bizzozero  (1883)  [9]. 

Hacia  fines  del  siglo  xix,  el  tumultuoso  centro  de  las  controversias  histológicas 
ha  sido  la  doctrina  de  la  neurona,  doctrina  de  la  autonomía  fisiológica  de  la  célula 
nerviosa  y  de  sus  ramificaciones.  La  teoría  celular  parecía  apropiada  para  esto,  que 
comprendía  más  que  la  célula  nerviosa  misma;  pero  el  punto  de  difícil  explicación 
era  el  origen  y  la  verdadera  significación  de  las  tan  abundantes  fibras  nerviosas, 
que  hasta  habían  sido  descritas  como  formaciones  separadas  de  las  células. 
En  1850,  Augustus  Volney  Waller  (1816-70),  de  Eaversham  (Inglaterra),  demostró 
que  si  los  nervios  glosofaríngeo  e  hipogloso  eran  separados,  el  segmento  externo, 
conteniendo  el  cilindro  eje  separado  de  la  célula,  sufría  la  degeneración,  al  paso 
que  el  cabo  central  quedaba  relativamente  intacto  durante  un  largo  período  de 
tiempo  (10).  Esta  «ley  de  la  degeneración  walleriana»  indicaba  que  las  fibras  nervio- 
sas eran  simples  prolongaciones  de  las  células,  de  las  cuales,  según  sostenía  Waller, 
recibían  la  nutrición.  Las  clásicas  investigaciones  de  Deiters  (1865)  [1 1]  demostraron 
que  cada  célula  nerviosa  tiene  un  cilindro  eje,  o  libra  nerviosa,  que  nace  de  aqué- 
lla, y  varias  prolongaciones  protoplasmáticas,  o  dendrones,  que  se  subdividen  en 
dendritas,  dando  lugar  a  arborizaciones.   La  continuidad  material  de  la  fibra  ner- 


(1)  Corti:  Ztsckr.f.  Wissensch.  Zoó'L,  Leipzig,  185  1;  III,  páginas  109-169. 

(2)  Virchow:  Arch./.  Path.  Anal.,  Berlín,  1854;  VII,  páginas  135-138. 

(3)  Paul  Langerhans:  Berlin  dissertation,  1869. 

(4)  Ehrlich:  Ztschr.f.  Klin.  Aled.,  Berlín,  1879-80;  1,  páginas  553-560. 

S)     Ehrlich:  Deutsche  Med.    Wochensckrift,    Leipzig   y  Berlin,    1886;   XII,  pági- 
nas 49"52- 

(6)~Golgi:   Sulla  Jiña  anatomía   degll  organi  cent  rail  del  sistema   nervoso,    Mi- 
lán. 1886. 

Donné:  Compt.  rend.  Arad.  d.  Sc.t  París,  1842;  XIV,  páginas  366-368. 
(8)     Osler:  /'roe.  Roy.Soc.y  Londres,  [873-74;  XXII,  páginas  391-398. 
(9;      Bizzozero:  Di  un  mtOVO  elemento  morfológico  del  sangue,  Milán,  1883. 
fio)      Waller:  /'////.   Ir.,  Londres,  1850;  páginas  423-430. 

11       OttO  F.  C   Deiters:    L  ntersuchnngcn  über    Gehirn  und  Rückenmarck    (etc.), 
Brunswick,  1865. 


EL     SIGLO     XIX  149 

viosa  con  las  arborizaciones  terminales  había  sido  demostrada  por  la  coloración 
por  el  cloruro  de  oro  de  Gerlach  en  187 1,  y  posteriormente,  el  uso  del  carmín,  con 
el  mordiente  de  Weigert,  demostró  la  continuidad  del  cuerpo  celular  con  el  cilin- 
dro eje.  En  1883  (1),  Camillo  Golgi  (i 844- 19 14),  de  Pavía,  aplicó  su  colorante  por  el 
nitrato  de  plata  (de  1873)  [2]  al  sistema  nervioso  central  y  demostró  sorprendente- 
mente la  existencia  de  células  nerviosas  multipolares,  teniendo  procesos  cilindro- 
axiles  largos  y  cortos  (células  de  Golgi)  con  la  arborización  de  dendritas.  En  1886(3), 
Wilhelm  His  demostró  cómo  se  desarrolla  la  célula  nerviosa  de  una  epiblástica 
columnaria,  en  el  interior  de  un  neuroblasto,  por  el  brote  de  un  pseudópodo,  que 
se  convertía  en  cilindro  eje,  al  paso  que  los  pseudópodos  polares  seguían  siendo 
protoplasmáticos,  adquiriendo  dendritas.  Los  progresos  fueron  desde  este  momen- 
to muy  rápidos.  Forel,  en  1887,  confirmó,  desde  el  punto  de  vista  patológico,  la  la- 
bor de  His,  estudiando  la  degeneración  experimentalmente.  Una  serie  de  investi- 
gaciones de  Kolliker  (Suiza),  von  Lenhossék  (Hungría),  Retzius  el  Joven  (Suecia), 
van  Gehuchten  (Bélgica),  y  el  eminente  histólogo  español  Santiago  Ramón  y  Cajal 
(1852)  han  extendido  grandemente  el  conocimiento  de  estas  arborizaciones  termi- 
nales en  el  cerebro  y  en  la  médula,  que  Obersteiner  compara  con  el  crecimiento  de 
una  espaldera,  y  Ramón  y  Cajal,  con  el  intrincado  crecimiento  de  las  lianas  y  las 
malezas  en  una  selva  tropical.  Se  han  ideado  muchos  métodos  colorantes  nuevos, 
especialmente  por  Bethe,  que  ha  hecho  permanente  la  coloración  intravital  de 
Ehrlich  (azul  de  metileno)  por  la  adición  del  molibdato  amónico,  y  de  este  modo  ha 
podido  demostrar  claramente  la  continuidad  del  cuerpo  celular  y  del  cilindro  eje 
(1895)  W-  Las  neurofibrillas,  que  Max  Schultze  había  visto  en  el  lóbulo  eléctrico 
del  torpedo  en  1872,  son  hermosamente  teñidas  en  violeta  por  el  método  del  clo- 
ruro de  oro  del  húngaro  S.  Apathy  (1897)  [5],  que  ha  podido  así  ver  cómo  se  extien- 
den de  una  neurona  a  otra.  Esto  ha  sido,  no  obscante,  refutado  por  los  notables 
métodos  colorantes  de  Ramón  y  Cajal  (1903),  Bielschowsky  (1903)  y  Donaggio 
(1905).  Entretanto,  la  doctrina  completa  ha  sido  enfocada  por  el  celebrado  estudio 
de  Wilhelm  Waldeyer  (i 89 i)  [6],  en  que  se  afirmaba  que  el  sistema  nervioso  está 
constituido  de  células  epibláticas,  o  neuronas,  estando  compuesta  cada  una  de  un 
cuerpo  celular  con  dos  series  de  procesos,  un  cilindro  eje,  o  axon,  que  tiene  fun- 
ciones eferentes  (celulífuga),  y  una  o  más  dentritas,  con  funciones  aferentes  (celu- 
lípetas).  La  funcional  actividad  del  sistema  nervioso  depende  de  estas  innumera- 
bles neuronas;  las  fibras  nerviosas  no  son,  de  ningún  modo,  independientes,  sino 
de  crecimiento  axónico  y  dendrítico.  En  América,  el  asunto,  en  conjunto,  ha  sido 
delatado  crítica  y  hábilmente  en  el  tratado  de  Lewellys  F.  Barker  (1899)  [7],  que  se 
ocupa  especialmente  de  las  controversias  que  han  surgido  antes  de  su  publicación. 
Implícitamente,  en  la  misma  teoría  de  la  neurona  se  comprende  la  de  su  unidad, 
es  decir,  la  de  si  las  ramas  de  las  neuronas  son  contiguas,  pero  no  continuas,  trans- 
mitiendo sensaciones  e  impulso  sólo  por  contacto.  Pero  Gerlach  piensa  que  el 
sensorium  commune  está  formado  de  una  red  continua  (rete  mirabile);  Apathy,  Held 
y  Bethe  defienden  la  noción  de  la  continuidad  de  las  neurofibrillas;  Henson,  el  con- 
cepto de  un  sistema  de  puentes  intercelulares;  Nissl,  la  teoría  de  que  la  substancia 
gris  (nervose  Grau)  [8]  es  el  medio  conductor;  Held  y  Bethe,  que  las  fibras  nervio- 
sas pueden  ser  formadas  por  una  fusión  de  algunas  células  (doctrina  pluricelular). 
En  lucha  desde  estos  puntos  de  vista,  múltiples  hábiles  investigadores  publican 


(1)  Golgi:  Riv.sper.  di  freniat.,  Reggio-Emilia,  1882;   VIII,  páginas    165  y  361; 
1883,  IX,  páginas  1,  161  y  385;  1885,  XI,  páginas  72  y  193. 

(2)  Golgi:  Gazz.  Med.  Hal.  Lomb.,  Milán,  1873;  6  s.,   VI,   páginas   244-246,  una 
lámina. 

(3)  His:  Abhandl.  d.  math.  phys.  Kl.  d.  k.  sacks.   Acad,  d    Wissensch.,  Leipzig 
1887;  XIII,  páginas  447-513,  1  lám. 

(4)  Albrecht  Bethe:  Arch.  f.  mikr.  Anat.  Bonn,  1894-95:  XL1V,  páginas  579-622. 

(5)  Apathy:  Mitth.  a.  d.  zool.  Station  zu  Neapel,  1897;  XII,  páginas  495-748. 

(6)  Waldeyer:  Deutsche  med.    Wochenschr.,  Leipzig  y  Berlín,  1891;  XVII,  pági- 
nas 1244,  1267,  1 33 1  y  1352- 

Barker:  The  Nervous  System  and  its  Constituent  Neurons,  New-York,   1899. 
(8)     Franz   Nissl:    Munch,   med.     Wochenschr.,     1898,    XLV,   páginas    988,    1023 
y  1060. 


i5o  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

diariamente  en  los  periódicos  hechos  relativos  a  este  enredoso  pleito.  Las  conclu- 
siones de  todo  este  asunto  se  encuentran  en  una  serie  de  hermosos  y  convincentes 
experimentos  por  Ross  Granville  Harrison  (1870),  que  ha  podido  demostrar  el  cre- 
cimiento amiboideo  de  la  fibra  nerviosa  desde  una  célula  en  un  cultivo  extra-vital 
(1910)  [1].  Así,  por  métodos  puramente  físicos  y  químicos,  el  total  sistema  nervioso 
ha  sido,  por  último,  llevado  a  la  doctrina  celular  de  Schwann  y  Virchow. 

Al  terminar  el  siglo  xix  la  Embriología  había  llegado  a  ser  una  cien- 
cia muy  compleja,  cuyos  múltiples  desenvolvimientos  habíanse  consegui- 
do principalmente  en  el  terreno  de  la  investigación  del  origen  de  los  teji- 
dos, de  la  morfología  y  patología  del  embrión  en  conjunto,  del  significa- 
do de  la  maduración  y  fertilización  del  óvulo,  de  la  averiguación  del  lina- 
je celular  (citogénesis),  del  estudio  de  la  Embriología  a  la  luz  de  la  evolu- 
ción (teoría  de  la  recapitulación),  de  las  condiciones  estructurales  de  la  pla- 
centa y  de  los  comienzos  de  la  embriología  experimental. 

El  más  elevado  de  todos  entre  los  nombres  contemporáneos  es,  tal 
vez,  el  de  Wilhelm  His  (1831-1904),  de  Basilea  (Suiza),  que  ha  realizado 
la  mejor  obra  de  su  tiempo  acerca  del  origen  de  los  tejidos  y  del  estudio 
serial  y  morfológico  del  organismo  embrionario  y  adulto.  Así  como  Bichat 
se  ocupó  del  aspecío  microscópico  de  los  tejidos,  Henle  y  Kolliker  de  su 
aspecto  microscópico  en  estado  de  salud,  y  Virchow  del  mismo  en  esta- 
do de  enfermedad,  del  mismo  modo  el  nombre  de  His  debe  ser  asociado 
con  la  ciencia  del  origen  de  estos  mismos  tejidos  (histogenesis).  Procediendo 
de  una  distinguida  familia  de  Basilea,  aparte  de  las  naturales  ventajas  de- 
rivadas de  sus  parentescos,  su  educación  fué  verdaderamente  excelente, 
habiendo  tenido  maestros  como  Johannes  Müller,  Robert  Remak,  Virchow 
y  Kolliker.  Profesor  de  Anatomía  en  Basilea  de  1857  a  ^72,  fué  nombra- 
do, por  la  influencia  de  Cari  Ludwig,  en  este  último  año,  para  la  cátedra 
de  igual  asignatura  en  la  Universidad  de  Leipzig,  donde  permaneció  has- 
ta el  fin  de  su  vida.  Sus  primeros  estudios  se  refieren  a  temas  como  la 
histología  normal  y  patológica  de  la  córnea  ( 1 85 3-56),  la  estructura  de  la 
glándula  timo  (1859-61),  la  histología  de  los  ganglios  (1861)  y  de  los  va- 
sos linfáticos  (1862-63),  estos  últimos  ilustrados  con  láminas  que  no  tie- 
nen rival.  En  T 865  publicó  su  gran  programa  académico  Sobre  las  mem- 
branas y  los  espacios  riel  cuerpo  (2),  introduciendo  una  nueva  clasificación 
de  los  tejidos,  como  una  guía  en  las  investigaciones  embriológicas.  Conte- 
nía una  simpática  apreciación  de  Bichat,  una  defensa  de  la  clasificación 
propia,  como  basada  en  las  capas  germinativas  o  blastodérmicas,  y  esta- 
blecía qiK-  todos  los  espacios  Serosos  procedían  del  mesodcrmo  y  estaban 
revestidos  de  la  membrana  especial   que   His   denominaba  endotelial.   Su 


'1       Harrison:  '/.  Exper.  Zoól.,    Filadelfia,  1910;  IX,  páginas  784-846,    .^láminas. 
Í2)     Mis:  />/e  Haute  und  Ilóhlen  des  ÁVr/¿r.f,7  Basura,  1865, 


EL     SIGLO     XIX 


1 5i 


monografía  acerca  de  la  embriología  del  pollo  apareció  en  1 868,  y  de 
1880  a  1885  publicó  su  famosa  Anatomie  menschlicher  Embryonen,  en  la 
cual,  por  muestras  cuidadosamente  seleccionadas,  el  embrión  humano  iba 
siendo  estudiado  en  conjunto  desde  los  primeros  momentos  de  la  vida. 
En  1886,  His  ha  demostrado,  por  medio  de  investigaciones  embriológi- 
cas, el  hecho  de  ser  el  cilindro  eje  un  proceso  de  la  célula  nerviosa. 
En  1900  ha  introducido  sus  conceptos  de  lecitoblasto  y  angioblasto  (el 
Anlage,  o  germen  de  la  sangre  y  de  los  capilares).  Al  propio  tiempo  se 
iba  aproximando,  con  una  gran  am- 
plitud de  miras,  a  su  objeto.  Sien- 
do un  admirable  dibujante  y  un  há- 
bil fotógrafo  desde  su  infancia,  su 
tendencia  en  la  enseñanza  era  la  de 
visualizarlo  todo  desde  sus  pupilas 
por  medio  de  las  microfotografías, 
proyecciones,  modelos  y  sus  pro- 
pios dibujos,  que  no  tenían  rival 
en  la  materia,  y  era  hábil  para  sa- 
berse aprovechar  de  todas  las  ven- 
tajas que  en  este  sentido  se  le 
habían  dado  en  Leipzig.  En  1866 
ha  inventado  un  micrótomo,  cuya 
graduación  resultaba  perfecciona- 
da, y  con  el  cual  era  posible  ob- 
tener cortes  en  serie,  de  los  cua- 
les dibujó  la  idea  de  una  recons- 
trucción gráfica  del  embrión  en 
las  tres  dimensiones  (1868);  el  pri- 
mer proceso  fué  alcanzado  por  medio  de  su  «embriógrafo»  (de  su  in- 
vención), y  el  último,  por  los  modelos  de  su  ayudante  F.  J.  Steger,  y  más 
tarde,  por  el  procedimiento  inventado  por  Born,  de  dibujar  las  seccio- 
nes en  placas  de  cera  y  colocarlas  después  en  yuxtaposición. 

Estas  secciones  seriadas,  todas  de  un  mismo  embrión,  pronto  co- 
rrigieron  los  errores  en  que  se  venía  incurriendo  al  comparar  al  azar  sec- 
ciones de  diferentes  orígenes  y  edades.  Los  modelos  de  His-Steger,  que 
ahora  se  encuentran  en  todos  los  Museos  anatómicos,  constituyen  un  per- 
manente testimonio  de  su  éxito  en  la  demostración,  en  las  tres  dimensio- 
nes del  espacio,  de  las  relaciones  morfológicas.  Esto  resulta  sobre  todo 
exacto  por  lo  que  hace  referencia  a  sus  Prdparate  zum  Situs  viscerum 
(1878),  que  comprende  modelos  de  Jas  visceras  pélvicas  femeninas. 
En  1874  ha  publicado   Unsere  Korperform,  en   que  se  argumenta  que  la 


Wilhelm  His  (1831-1904). 
(Cortesía  de  Miss    Davina  Waterson.) 


152  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

forma  de  un  organismo  es  debida  a  algunas  causas  mecánicas,  como  emi- 
graciones de  células,  de  tejidos  y  de  órganos,  aunque  se  niega  la  causa 
mecánica  del  crecimiento  celular.  Aunque  esto  no  sea.  lo  mismo  que  un 
desarrollo  mecánico,  esta  última  idea  puede  muy  bien  haber  procedido 
de  estos  estudios.  Ha  sido  uno  de  los  fundadores  de  la  Anatomische  Ge- 
sellschaft,  y  en  1 895  ha  presentado  en  ella  un  informe  a  propósito  déla 
revisión  de  la  nomenclatura  anatómica  (B.  N.  A),  que,  como  es  bien  sa- 
bido, reduce  el  número  de  los  términos  anatómicos  usuales  en  un 
8  por  IOO  aproximadamente.  Ha  sido  presentada  en  inglés  y  arreglada  por 
Lewellys  F.  Barker  en  1907.  En  1 876,  His  ha  fundado  el  Zeitschrift  für 
Anatomie  und  Entwickltmgs  geschichte,  que  en  1877  se  refundió  con  los 
antiguos  Archh\  de  Müller  y  Du  Bois  Reymond,  editando.  His  y  Braune 
el  Anatomische  Abteilung  (1877-1903).  El  gran  Instituto  Anatómico  de 
Leipzig  fué  construido  bajo  la  dirección  de  His,  e  inaugurado  el  26  de 
abril  de  1 87  5.  Ha  sido,  además,  uno  de  los  fundadores  de  los  Archiv  für 
Anthropologie  (1876),  y  el  interés  que  tenía  por  este  género  de  estudios 
se  revela  en  la  monografía  que  hizo  sobre  los  cráneos  suizos  con  Rutimeyer 
en  1864,  en  sus  estudios  sobre  la  población  retiana  (1864),  sobre  los  es- 
queletos pertenecientes  a  Vesalio  y  a  Platter  (1879),  sobre  el  desarrollo 
de  la  fisonomía  en  ei  hombre  y  en  los  animales  (1892),  y  en  su  identifi- 
cación de  los  restos  de  Johann  Sebastián  Bach  ( r 895).  Estos  últimos  ha- 
bían sido  encontrados  en  un  ataúd  en  el  patio  de  la  antigua  iglesia  de  San 
Juan  (Johanniskirche),  y  por  medio  de  medidas  comparativas  y  promedios 
hechos  en  otros  cadáveres,  His  puso  al  escultor  Seffner  en  condiciones  de 
construir  un  busto  en  barro,  que  fué  inmediatamente  reconocible  como 
una  presentable  reproducción  del  gran  compositor  del  siglo  xvn.  A  dife- 
rencia de  su  colega  Ludwig,  His  no  ha  fundado  escuela,  pensando  que 
era  mejor  para  el  discípulo  llevar  su  camino  propio  y  obedecer  a  sus  per- 
sonales tendencias.  Su  labor  sobre  la  anatomía  del  embrión  humano  ha 
sido  más  adelante  llevada  a  una  única  conclusión  por  sus  discípulos  Franz 
Keibel  y  Franklin  P.  Mall  (19 10- 12). 

Los  problemas  de  la  dinámica  de  la  maturación,  fertilización  y  segmentación 
del  óvulo,  que  permanecían  sin  solución  desde  los  tiempos  de  Harvey,  han  sido  tra- 
tados del  siguiente  modo:  En  1826  (1),  Prévost  y  Dumas  describen  por  vez  primera 
la  segmentación  del  huevo' de  La  rana.  El  óvulo  délos  mamíferos  es  descubierto 
por  Baer  en   [827,  y   demostrado  que  es    unicelular   en  todos    los  vertebrados,  por 

Gegenbaur,  en  1861.  Los  espermatozoides,  descubiertos  por  Hamen  en  1677,  son 
demostrados  en  los  experimentos  de  filtración,  por  Spallanzani,  en  1786,  ser  esen- 
1  ¡ales  para  la  fertilización,  y  su  origen  celular  es  puesto  de  manifiesto  por  Kolliker 
en  1841.  En  1865,  Schweigger,  Seidel  j  La  Valette  St.  George  demuestran  que  el 


(i)     Prévost  y  Dumas:  Ann.  des  Se,  .Va/.,  París,  1827;  XII,  páginas  415-443- 


EL     SIGLO     XIX  153 

espermatozoide  es  una  célula  que  posee  un  núcleo  y  un  citoplasma  (1).  Su  unción 
con  el  óvulo  ha  sido  observada  (en  el  conejo)  por  primera  vez  por  Martín  Barry 
en  1843.  Virchow  ha  demostrado  claramente  que  el  óvulo  deriva,  en  línea  direc- 
ta de  descendencia,  del  óvulo  fertilizado  preexistente  (1853).  En  1875,  Osear 
Hertwig  demostró  que  el  zoospermo  entra  en  el  óvulo  y  que  la  fertilización  se  rea- 
liza por  la  unión  de  los  promícleos  femenino  y  masculino  así  formados  (2).  Huxley 
concibe  que,  «considerado  como  una  masa  de  moléculas,  el  organismo  entero  pue- 
de ser  comparado  con  un  tejido  cuya  urdimbre  deriva  de  la  hembra  y  cuya  trama 
proviene  del  macho»  (1878).  Los  corpúsculos  polares,  que  aparecen  en  el  óvulo 
maduro,  se  ha  demostrado  por  Bütschli,  en  1875,  y  por  Fol,  en  1876,  que  se  forman 
por  división  del  núcleo.  En  1880  descubría  Flemming  la  división  de  los  cromoso- 
mas {carioquinesis).  En  el  núcleo  celular,  y  en  1883,  descubría  van  Beneden  que  los 
asociados  pronúcleos  masculino  y  femenino,  en  el  óvulo  fecundado,  contenían  cada 
uno  la  mitad  de  los  cromosomas  que  corresponden  a  una  célula  normal  de  la  mis- 
ma especie.  Weismann  cree  que  el  objeto  de  esto  es  mantener  constante  el  núme- 
ro de  cromosomas  de  cada  especie.  Theodor  Boveri  define  la  división  de  los  cro- 
mosomas como  un  acto  definitivo  de  reproducción  (1888),  y  demuestra  la  existen- 
cia de  dos  especies  de  ascaris  tnegalocephala,  que  no  se  diferencian  más  que  en  el 
número  de  cromosomas*  En  1875,  Flemming  ha  descubierto  un  pequeño  corpúscu- 
lo en  el  óvulo  del  anodon,  que  generalmente  se  encuentra  fuera  del  núcleo  y  que 
es  frecuentemente  par.  Este  corpúsculo,  que  ha  sido  descubierto  también,  inde- 
pendientemente, por  van  Beneden  en  1876,  ha  recibido  el  nombre  de  centrosoma, 
que  le  ha  asignado  Bovery  en  1888.  El  centrosoma  se  ha  demostrado  pronto  que 
existe  en  otras  muchas  células  del  organismo  y  en  los  organismos  monocelu- 
lares, y  ha  llegado  a  ser  considerado  como  el  órgano  especial  de  la  división  celu- 
lar el  «centro  dinámico»  de  la  célula.  Boveri  supone  que  es  el  órgano  específico  de 
la  fertilización  en  los  espermatozoides,  iniciando  la  mitosis  por  su  propia  división,  o, 
como  dice  Wilson,  «la  tela  hay  que  verla  en  la  substancia  cromática  del  núcleo», 
al  paso  que  el  centrosoma  es  el  tejedor  en  el  telar».  Aunque  este  último  punto  no 
haya  quedado  aún  demostrado  por  completo,  el  estudio  de  la  reducción  de  los 
cromosomas  ha  conducido  a  una  exacta  comprensión  de  la  oogénesis  y  esperma- 
togénesis (Osear  Hertwig,  1890),  y  últimamente,  a  dilucidar  la  parte  que  desem- 
peñan en  la  herencia  y  en  la  determinación  del  sexo  por  McClung,  Morgan  Wil- 
son, miss  Stevens  y  otros. 

La  ciencia  de  las  capas  germinativas  ha  sido  fundada  por  Baer  (1828-34)  y  Ro- 
bert Remak  (1845).  En  1849,  Huxley  demostró  que  el  epiblasto  embriónico  (ecto- 
dermo)  y  el  hipoblasto  (endodermo)  pueden  ser  asimilidados  a  las  dos  capas  de  cé- 
lulas que  constituyen  el  cuerpo  de  la  hidra  adulta.  Esto  fué  considerado  como  un 
gran  progreso  en  aquellos  tiempos;  sin  embargo,  ulteriores  investigaciones  han  de- 
mostrado que  el  desarrollo  por  las  capas  germinativas  en  los  diferentes  animales 
no  es,  de  ningún  modo,  constante;  que  el  mesodermo  puede  ser  producido  por  cé- 
lulas, bien  del  ectodermo,  ya  del  endodermo,  y  que  hay  muchos  órganos  cuya  for- 
mación puede  ser  atribuida  a  ciertas  células  predestinadas,  más  bien  que  a  las  ca- 
pas del  blastodermo.  El  linaje  celular,  o  citogénesis,  es,  por  consiguiente,  un  asun- 
to sujeto  a  discusiones  e  investigaciones  afanosas,  y  desde  la  labor  inicial  de  Bloch- 
mann  (1882),  la  mayoría  de  las  obras  publicadas  lo  han  sido  en  América.  En  al- 
gunas monografías  bellamente  ilustradas,  como  las  de  Charles  Otis  Whitman,  so- 
bre la  embriología  en  la  clepsina  (1878);  de  Edmund  B.  Wilson,  sobre  las  nereidas 
(1892);  de  C.  A.  Kofoid,  sobre  el  limax  (1895);  de  Frank  R.  Lillie,  sobre  las  unioni- 
dae  (1895);  de  H.  S.  Jennings,  sobre  la  Asplanchna  (1896);  de  W.  E.  Castle,  sobre  el 
ciona  (1896),  y  de  E.  G.  Conklin,  sobre  el  crepidula  (1897),  las  capas  germinativas 
han  sido  investigadas  célula  por  célula  desde  el  comienzo  de  la  segmentación,  y  se 
ha  podido  demostrar  que  no  hay  nada  constante  a  propósito  del  desarrollo  del  me- 
sodermo y  de  sus  derivaciones. 


(1)  Schweigger-Seidel:  Archiv  für  mikroskopische  Anatomie,  Bonn,  1865;  I,   pá- 
ginas 309  a  335. 

(2)  Hertwig:  Morph.  Ja/ird.,  Leipzig,  1875-76;  páginas  347-434,  4  láminas. 


154  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

El  resultado  útil  de  todo  este  extraordinario  conjunto  de  investigacio- 
nes embriológicas,  hasta  el  año  1 88 1,  ha  sido  resumido  por  la  obra  ma- 
gistral de  Francis  Mailland  Balfour  (1851-82),  de  Edimburgo,  cuya  trági- 
ca muerte  privó  a  la  Ciencia  de  uno  de  sus  cultivadores  de  espíritu  más 
amplio,  más  atractivo  y  más  profundo.  En  Cambridge  estuvo  Balfour  some- 
tido a  la  influencia  de  Michael  Foster,  y  de  aquel  maestro  ha  adquirido 
su  interés  por  la  Embriología,  colaborando  con  él  en  los  bien  conocidos 
Elementos  (1874),  que  han  sido  la  obra  preferida  de  la  materia,  en  su  épo- 
ca, en  América  e  Inglaterra.  En  1 87 3  continuó  Balfour  sus  estudios,  con 
Antón  Dohrn,  en  la  Estación  Zoológica  de  Ñapóles,  realizando  importan- 
tes investigaciones  acerca  de  la  embriología  de  los  peces  elasmobran- 
quios  (i),  que  son  especialmente  interesantes  en  todo  lo  que  hace  referen- 
cia a  los  primeros  períodos  del  óvulo  y  del  embrión,  al  desarrollo  de  los 
ríñones  y  al  origen  de  los  nervios  espinales.  Al  propio  tiempo,  Balfour  era 
nombrado  miembro  y  lector  de  morfología  animal  en  Cambridge,  y  muy 
pronto  sus  lecciones  se  vieron  concurridas  por  un  gran  número  de  entu- 
siastas alumnos.  En  1 880-8 1  apareció  su  gran  Tratado  de  embriología 
comparada,  que  resulta  no  sólo  indispensable  como  un  resumen  de  todo 
lo  que  se  conocía  hasta  aquella  época,  sino  que,  además,  compendia  su 
labor  propia  y  la  de  sus  discípulos  en  la  exposición  más  compacta  y  más 
brillante  de  la  Ciencia  que  ha  aparecido  hasta  la  fecha.  Foster  dice  que 
esta  obra  ha  quitado  muchas  cuestiones  inútiles  y  telas  de  araña  «con  una 
barredera  firme,  pero  cortés».  En  recompensa  del  mérito  de  su  trabajo, 
Balfour  fué  nombrado  profesor  de  morfología  animal  en  Cambridge  en 
1882;  pero  él  no  iba  a  poder  disfrutar  el  fruto  de  su  labor.  Habiendo  mar- 
chado a  los  Alpes  para  atender  al  restablecimiento  de  su  salud,  intentó 
en  julio  de  1882  subir  a  un  pico  virgen,  y  ya  nadie  volvió  a  verle  vivo.  Su 
cadáver  y  el  del  guía  fueron  encontrados  el  día  siguiente  en  el  fondo  de 
un  precipicio.  Balfour  es  descrito  por  Foster  como  un  hombre  de  inteli- 
gencia viva,  observador  sagaz  y  lógico,  espíritu  amplio,  muy  atractivo  y 
muy  hábil.  Si  hubiera  vivido,  es  indudable  que  hubiera  llegado  a  ser  una 
de  las  más  eminentes  figuras  de  la  ciencia  moderna.  Locy  dice  que  «las 
especulaciones  que  se  contienen  en  las  publicaciones  de  los  soldados  ra- 
sos de  la  labor  embriológica,  por  espacio  de  más  de  dos  décadas,  y  fre- 
cuentemente reputadas  como  novedades,  han  sido  todas  dichas  de  ante- 
mano por  Balfour,  que,  además,  ha  sabido  expresarlas  de  un  modo  mu- 
cho más  adecuado  >. 


Balfour:  Journ,  inat  ana  Physiol {  Londres,  1 876-78, /«.v.riw/. 


EL    SIGLO    XIX  155 

La  completa  semejanza  entre  los  primeros  grados  del  desarrollo  embrionario 
en  los  diferentes  animales  ha  sido  señalado  por  Meckel  y  Oken.  Se  dice  que  von 
Baer  afirmaba  que  le  era  imposible  diferenciar  tres  embriones  (de  un  ave,  de  un 
reptil  y  de  un  mamífero)  que  se  le  presentasen  sin  un  rótulo  explicando  a  quién 
pertenecían.  Agassiz,  en  sus  Ensayos  de  clasificación  (1859),  sostiene  que  las  fases 
del  desarrollo  de  todos  los  animales  vivos  corresponden  a  los  cambios  morfológi- 
cos de  sus  antecesores  fósiles  durante  las  épocas  geológicas.  Fritz  Müller,  en  1863, 
demuestra  que  el  estado  larváceo  de  los  crustáceos  puede  ser  interpretado  como 
una  recapitulación  de  la  evolución  de  la  raza.  Kovalewsky,  en  1866,  demostraba 
también  que  los  primeros  grados  del  desarrollo  del  amphioxus  (el  más  inferior  de 
los  vertebrados)  son  idénticos  a  los  de  los  tunicados,  orden  de  los  invertebrados. 
Ha  demostrado,  además,  que  todos  los  animales  pasan,  en  su  desarrollo  embriona- 
rio, por  lo  que  él  ha  llamado  el  estado  de  gástrula;  lo  que  ha  conducido  a  Haeckel  a 
formular  su  hipótesis  de  la  gástrula  (1884),  a  saber:  que  la  gástrula  de  dos  capas 
es  análoga  a  la  forma  ancestral  de  todos  los  animales  multicelulares  (gastraca).  La 
ley  biogenética  de  Haeckel  afirma  que  la  historia  del  desarrollo  del  individuo  (on- 
togenia) tiende  a  recapitular  la  historia  del  desarrollo  del  tipo  racial  (filogenia).  Las 
exposiciones  más  fieles  y  de  mejor  crítica  de  esta  teoría  de  la  recapitulado}!  son 
las  de  Baer  y  Balfour.  Las  «leyes»  de  von  Baer  afirman  que  la  semejanza  de  los 
primeros  estados  embrionarios  en  los  diferentes  vertebrados  queda  limitada  por  un 
breve  período,  durante  el  cual  el  embrión  en  cuestión,  no  sólo  difiere  en  una  es- 
pecial clase  de  rasgos  de  todos  los  restantes  embriones,  sino  que  ya  comienza  a 
apuntar  los  caracteres  específicos  y  genéricos  que  le  son  propios.  Balfour  estable- 
ce que  la  recurrencia  de  ciertos  caracteres  ancestrales,  tales  como  las  hendeduras 
branquiales,  análogas  a  las  de  los  peces,  y  el  corazón,  de  dos  cavidades,  como  el  de 
la  rana,  indican  que  aquellos  caracteres  «son  funcionales  en  la  larva  de  la  criatura 
después  de  haber  cesado  de  tener  importancia  en  el  adulto».  La  teoría  de  De  Vries 
de  que  las  especies  pueden  ser  originadas  por  saltos  repentinos  o  mutaciones  ha 
creado  un  gran  espíritu  de  antagonismo  respecto  de  la  vieja  idea  darwinista  de  la 
evolución  lenta  y  gradual  de  las  especies  por  variaciones  accidentales,  aunque  es 
perfectamente  posible  que  ambos  procesos  puedan  existir  en  el  plan  de  la  Natura- 
leza. En  todo  caso,  la  doctrina  de  la  recapitulación  es  considerada  actualmente 
como  una  analogía  meramente  literaria,  o  como  una  interpretación  de  forma,  así 
como  algo  leído  en  los  hechos  de  la  embriología  comparada,  por  las  preposesiones 
humanas.  Respecto  del  hipotético  árbol  genealógico  de  los  vertebrados  a  través  del 
amphioxus,  los  anélidos,  los  gusanos  del  tipo  sagitta,  las  arañas,  limulus  y  equino- 
dermos, Driesch  cita  la  terminante  observación  de  Dubois  Reymond  de  que  «la 
filogenia  de  este  género  es,  por  lo  menos,  de  mucho  más  valor  científico  que  la  ge- 
nealogía de  los  héroes  de  Homero». 

Entre  las  importantes  investigaciones  embriológicas  de  la  centuria  pueden  ser 
mencionados:  los  estudios  de  Willelm  Waldeyer,  sobre  el  ovario  y  el  óvulo,  inclu- 
yendo sus  descubrimientos  sobre  el  epitelio  germinativo  (1870);  los  de  Edouard 
van  Beneden,  sobre  el  primitivo  desarrollo  del  óvulo  de  los  mamarios  (1875)  y  so- 
bre la  historia  de  la  vesícula  germinativa  y  del  núcleo  embrionario  (1876);  la  obra 
de  Alexander  Agassiz  (1835-1910)  sobre  los  equinodermos  (1872-83)  y  los  cleno- 
phora;  el  descubrimiento  del  fascículo  aurículo-ventricular  del  corazón,  por  Wil- 
helm  His,  junior  (1893);  los  de  Johannes  Sobotta,  sobre  la  formación  del  cuerpo 
lúteo  (1896);  los  de  Alfred  Schaper,  sobre  las  primeras  fases  de  la  diferenciación 
del  sistema  nervioso  central  (1897);  la  obra  de  Florence  Sabía,  sobre  los  linfáticos, 
y  las  importantes  investigaciones  de  George  Howard  Parker,  sobre  la  evolución 
del  sistema  nervioso. 

Entre  los  americanos,  William  Keith  Brooks  (1848-1908),  de  Cleveland  (Ohio), 
profesor  de  la  Johns  Hopkins  University  (1876-1908),  es  digno  de  mención  por  sus 
investigaciones  sobre  las  ostras  (1891),  el  género  salpa  (1893),  que  vinieron  a  co- 
rregir los  antiguos  puntos  de  vista  respecto  de  sus  «alternativas  de  la  generación»; 
el  estomatopoda  de  la  expedición  Challenger  y  los  géneros  Lucifer  y  macrura,  y 
por  sus  obras  sobre  pangenesis  (1877)  y  herencia  (1883)  y  sus  fundaciones  de  Zoolo- 
gía (1899).  Fundó  el  Laboratorio  Zoológico  de  Chesapeake  (1878),  y  era  un  maestro 
inspirado  y  fascinador,  especialmente  por  sus  extraordinarios  dibujóse 

Charles  Otis  Whitman  (1842-1910),  de  Woodstock  (Maine),  profesor  de  Zoología 
en  la".Universidad  de  Chicago  (1892),  fundó  el  Journal  of  Morphologhy  (1877)  y  el 


156  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

Biological  Bulletin  (1899),  y  es  notable  por  sus  escritos  acerca  de  la  embriología  de 
la  clepsine  (1878),  y  sobre  los  defectos  de  la  teoría  celular  del  desarrollo  (1895). 

Franklin  Paine  Mall  (1862),  de  Belle  Plaine  (Iowa),  profesor  de  Anatomía  de  la 
Universidad  de  Johns  Hopkins,  discípulo  de  His  y  de  Cari  Ludwig,  hizo  con  este 
último  una  buena  obra  sobre  fisiología  de  la  circulación,  y  es  conocido  por  sus  fa- 
mosas investigaciones  a  propósito  de  los  monstruos,  de  la  patología  del  embrión 
humano  (1899-1908)  y  sobre  la  unidad  estructural  del  hígado  (1905).  Ha  colaborado 
con  Franz  Keibel  en  el  importante  Manual  de  embriología  humafia  (1910-12),  la  me- 
jor obra  moderna  de  este  asunto. 

Charles  Sedgwick  Minot  (1852-1914),  de  West-Roxbury  (Massachusetts^,  profe- 
sor de  Anatomía  comparada  y  de  Embriología  en  la  Universidad  de  Harvard,  es 
autor  de  un  importante  Tratado  de  embriología  humana  (1892),  que  introduce  mu- 
chas teorías  nuevas,  así  como  también  de  una  Bibliografía  de  la  embriología  de  los 
vertebrados  (1893),  y  de  un  libro  de  texto  del  Laboratorio  de  Embriología  (1903). 
Ha  inventado  dos  diferentes  clases  de  micrótomos  automáticos,  y  es  grandemente 
conocido  por  sus  originales  investigaciones,  especialmente  por  las  que  se  refieren 
al  origen  y  estructura  de  la  placenta  (1891).  Su  Edad,  crecimiento  v  muerte  (Age, 
Growth  and  Death,  1908)  establece  la  ley  de  la  citomorfosis,  en  virtud  de  la  cual 
aquellos  procesos  resultan  de  los  cambios  constantes  del  protoplasma,  dando  lugar 
a  formas  más  elevadamente  diferenciadas. 

Thomas  Hunt  Morgan  (1866),  de  Lexington  (Kentucky),  profesor  de  Zoología  ex- 
perimental del  Colegio  de  Columbia  (1Q04),  escribió  el  primer  tratado  de  embrio- 
logía experimental  en  inglés  (1897),  ha  hecho  investigaciones  muy  importantes  so- 
bre Embriología  y  mecanismo  de  la  herencia,  y  es,  además,  autor  de  notables  mo- 
nografías acerca  de  la  regeneración  (1901),  evolución  y  adaptación  (1903),  zoología 
experimental  (1907),  herencia  y  sexo  (1913)  y  el  mecanismo  de  la  herencia  mende- 
liana  (191 5). 

La  embriología  experimental  es  una  rama  de  la  morfología  experimental  o  me- 
cánica del  desarrollo  (  Eniwicklungsmechanik),  una  frase  ideada  nor  Wilhelm  Roux 
(1850),  de  Halle,  al  que  consideran  muchos  como  fundador  de  la  ciencia.  Roux  es 
un  discípulo  de  Virchow  y  de  Haekel  y  ha  sido  conocido  ya  desde  su  tesis  de  agre- 
gación (Tena,  1878),  que  se  refería  a  las  condiciones  hidrodinámicas  que  rigen  la 
formación  de  la  capacidad  de  los  vasos  sanguíneos.  En  1894  ha  fundado  los  Archiv 
für  EntwicMungsmechanik,  que  ha  sido  desde  aquella  fecha  el  órgano  principal  de 
la  especialidad.  La  mayor  parte  de  los  trabajos  antiguos  de  embriología  experimen- 
tal se  han  llevado  a  cabo  en  el  huevo  de  rana,  por  ser  el  más  fácil  de  obtener.  El 
primer  paso  fué  dado  por  el  fisiólogo  Eduard  Pflüger  (1821-1910),  que  hizo 
de  1882  a  83  un  gran  número  de  experimentos  de  fertilización  cruzada  con  diferen- 
tes especies  de  ranas.  En  1883,  Pflüger  ha  realizado  una  serie  de  experimentos, 
acerca  de  los  efectos  de  la  gravedad  sobre  el  desarrollo  del  huevo,  demostrando 
que  los  planos  de  exfoliación  serán  verticales,  v  el  desarrollo,  normal,  sea  la  que 
fuere  la  posición  en  que  se  coloque  el  huevo.  En  1884,  Born  ha  demostrado  que  la 
arción  de  la  gravedad  produce  una  lenta  modificación  en  la  disposición  del  conte- 
nido de  un  huevo,  a  quien  se  hace  girar  en  relación  con  su  peso  específico.  En  el 
mismo  año  demostró  Roux  que  los  huevos  puestos  a  girar  en  un  aparato  de.  cen- 
trifugación no  difieren  en  su  desarrollo  de  los  tomados  como  testigos.  Pflüger, 
én  1884,  ha  demostrado  que  la  compresión  de  un  huevo  no  segmentado  entre  dos 
láminas  de  cristal,  modifica  los  planos  do  foliación  en  relación  con  la  dirección  en 
que  ha  comprimido.  Posteriormente,  en  1802,  Hans  Drikcu  (1867)  demostró  que  la 
'>]]  continua  ejercida  sobre  el  huevo  del  ecchinus  puede  producir  una  superfi- 
cie plan.)  (]c  16  ó  \2  células,  que  podrá  preceder  al  desarrollo  normal  en  las  Ires 
dimensiones,  inmediatamente  que  se  cambie  el  sentido  de  la  presión.  En  1888, 
Roux  publicó  BUS  celebrados  experimentos  de  destruir  uno  de  los  dos  blastómeros 

iniciales  con  una  aguja  caliente,  produciendo  un  típico  hemiembrión.  Esto  condujo 

.1  la  hipótesis  de  Roux%Weismann  del  desarrollo  cualitativo  o  en  mosaico,  que  su- 

que  el  centrodelo  formatiyos  es  la  estructura  compleja  del  núcleo, 

siendo  el  fundamento  de  la  aparicióu  de  los  caracteres  diferenciales  en  las  células 

hijas,  puramente  (  nalitativo.  Drlesch,  sin  embargo,  encontró  en  1891  que  si  los  dos 
blastómen  ponen  en  condiciones,  la  segmentación  en  cada  uno 

de  aquéllos  llegará,  unilateralmente,  a  la  fase  de  blástula,  después  de  lo  cual  el 
lado  abierto  de  la  misma   se   cerrará,    resultando  un  embrión  completamente  des- 


ÉL     SIGLO    XIX  157 

arrollado,  pero  de  más  pequeñas  proporciones.  Thomas  Hunf  Morgan  (1866),  por 
rotación  del  blastómero  superviviente  en  el  experimento  de  la  aguja  de  Roux,  de 
tal  modo,  que  el  polo  pálido  quede  vuelto  hacia  arriba,  produce  un  embrión  com- 
pleto, pero  déla  mitad  de  tamaño  (1894),  demostrando  que  el  completo  desarrollo 
se  debe  a  la  nueva  posición  de  su  contenido;  y  Schultze  produjo  en  1894  monstruos 
dobles,  invirtiendo  huevos  de  rana  fertilizados,  entre  dos  láminas  de  cristal,  de  tal 
modo,  que  el  polo  obscuro  del  huevo  resulte  culminante.  En  1895,  Driesch  y  Mor- 
gan, cortando  un  trozo  de  protoplasma  de  un  huevo  de  etnopfiora,  antes  de  la  seg- 
mentación, y  sin  perjudicar  el  núcleo,  produjo  el  mismo  hemiembrión  que  resulta 
de  ordinario  del  aislamiento  délos  blastómeros  de  aquel  huevo.  En  1889,  Boveri 
ha  podido  fertilizar,  con  éxito,  un  trozo  no  nucleado  del  huevo  del  erizo  de  mar, 
con  el  esperma  de  otra  especie  diferente,  obteniendo  un  organismo  desprovisto  de 
los  caracteres  maternales.  Posteriormente  produjo  Jacques  Loeb  erizos  marítimos 
y  ranas  sin  padre.  Todo  esto  indicaba  que  el  protoplasma  es,  más  bien  que  el  nú- 
cleo, el  principal  agente  en  la  producción  y  regulación  de  la  forma  (morfogénesis). 
Herbst  ha  sostenido  (1 894-1 901)  que  los  estímulos  formadores  y  directores  son,  ge- 
neralmente, externos  en  las  plantas  e  internos  en  los  animales.  De  un  número  de 
hechos  de  este  orden,  incluyendo  los  muy  nuevos  experimentos  sobre  la  regene- 
ración de  los  hidroides  marítimos  adultos  llevados  a  cabo  por  Loeb,  Morgan,  miss 
Bickford  y  otros,  Driesch  ha  llegado  a  formular  su  teoría  cuantitativa  de  la  división 
celular,  a  saber:  que  el  «valor  perspectivo»  de  cualquier  célula  del  embrión  es  sen- 
cillamente una  función  de  su  localización,  y  que  el  protoplasma  es  una  «estructura 
polar  bilateral»  capaz  de  regular  su  desarrollo  simétrico  en  cualquiera  de  las  tres 
dimensiones  del  espacio,  y  también  «un  sistema  armónico  equipotencial»,  tenien- 
do la  misma  potencia  para  el  desarrollo  en  todas  sus  partes.  Por  esta  totipotencia 
del  protoplasma  sostiene  Driesch  que  sus  funciones  no  podrán  nunca  ser  explica- 
das mecánicamente,  supuesto  que  no  puede  concebirse  una  máquina  en  la  que  la 
más  pequeña  parte  de  ella  sea  idéntica  en  estructura  y  capacidad  funcional  a  la 
máquina  entera.  La  misma  ingeniosa  distinción  que  se  establece  en  leyes  mecá- 
nicas y  ley  de  privilegio  entre  «herramienta»  y  «máquina»  debe,  por  consiguiente, 
establecerse  entre  una  máquina  y  un  organismo  viviente  o  substancia  viva,  puesto 
que  la  primera  es  constantemente  una  torpe  imitación  del  segundo,  y  jamás  vice- 
versa. Si  este  punto  de  vista  fuera  constantemente  observado  por  los  biólogos,  el 
superfino  vitalismo  de  Driesch  se  reduciría  muy  pronto  a  una  verdad  evidente,  su- 
puesto que  el  eminente  morfólogo  ha  invocado  últimamente,  en  substitución  de  los 
principios  vitales  medievales,  las  antiguas  entelequias  aristotélicas,  que  son  de 
nuevo  sólo  simples  peticiones  de  principio.  Driesch  ha  llevado  la  experimentación 
en  la  «tierra  nublada  del  cuclillo»  con  su  «sistema  equipotencial  armonioso»;  pero 
la  teoría  cuantitativa  del  desarrollo  del  óvulo  tiene  la  ventaja  de  ser  idéntica  a  la 
«epigénesis«  de  Wolff  y  de  von  Baer,  al  paso  que  la  «doctrina  mosaica»  de  Roux 
es  únicamente  una  modificación  de  la  antigua  hipótesis  de  la  «preformación»  de 
Bonnet  y  de  Haller.  Roux,  habiendo  llegado  a  enredarse  en  estas  dificultades,  con- 
sagró una  gran  suma  de  trabajo  a  la  tarea  de  desintrincarse  él  mismo  por  medio 
de  «conclusiones  prudentemente  previsoras,  ahorrativas  y  de  subintentos».  De  este 
modo,  dos  de  los  más  hábiles  morfólogos  experimentadores  de  los  tiempos  moder- 
nos han  caído  en  la  inactividad  científica  por  el  efecto  de  sus  propias  teorías. 

Los  maestros  de  la  Fisiología  en  la  segunda  mitad  del  siglo  xix  han 
sido  Helmholtz,  Claudio  Bernard  y  Cari  Ludwig.  En  segundo  orden  figu- 
ran Reymond,  Brücke,  Goltz,  Pflüger  y  Brown  Sequard,  y  entre  los  fisió- 
logos químicos,  Willy,  Külne,  Hoppe  Seyler,  Salkowski  y  Kossel.  Hacia 
mediados  de  la  centuria,  los  principios  físicos  de  la  conservación  de  la 
energía  y  de  la  transformación  y  consumo  de  la  misma  se  habían  hecho 
prominentes,  y  tenemos  que  comenzar  a  estudiar  los  grandes  matemáti- 
cos y  físicos  que  han  hecho  de  sus  estudios  una  parte  esencial  de  la  teo- 
ría fisiológica. 


iS8 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Hermann  vox  Helmholtz  (1 82 1-94),  de  Postdam,  era  de  origen  mixto 
alemán,  inglés  y  francés,  y  fué  educado  como  cirujano  para  el  ejército  de 
Prusia.  En  la  Universidad  de  Berlín  fué  discípulo  de  Johannes  Müller  y  de 
Gustav  Magnus,  y  tuvo  de  compañeros  a  jóvenes  como  Wirchow,  Du- 
bois Reymond,  Brücke,  Kirchoff  y  Claussius.  Su  disertación  original  se 
ocupaba  del  origen  de  las  fibras  nerviosas  de  las  células  nerviosas  en  los 
ganglios  de  las  sanguijuelas  y  de   los  cangrejos,  que  él   había  observado 

con  un  rudimentario  microscopio  com- 

rHn^HHM^HHBH  puesto  (1842).  Durante  su  vida  de 
campamento  en  Postdam  ha  publicado 
su  ensayo  Uebcr  die  lirhaltung  der 
Kraft  (1847),  4LU'  estableció  su  repu- 
tación, aunque,  sin  embargo,  en  un 
principio  no  fué  apreciado  mas  que 
por  el  matemático  Jacobi.  En  1 849, 
Helmholtz  fué  nombrado  profesor  de 
Fisiología  y  Patología  en  Konigsberg, 
y  después  ocupó  sucesivamente  las 
cátedras  de  Anatomía  y  Fisiología  en 
Bona  (1855-58),  Fisiología  en  Heidel- 
berg (1858-71)  y  Física  en  Berlín  (1871 
a  94). 

El  ensayo  sobre  la  conservación  de  la 
energía  establece  la  primera  ley  de  termo- 
dinámica, a  saber:  que  todas  las  formas  de 
la  energía,  como  calor,  luz,  electricidad,  y 
todos  los  fenómenos  químicos,  son  ca- 
paces de  transformarse  los  unos  en  los 
otros;  pero,  por  otra  parte,  son  indestruc- 
tibles e  imposibles  de  crear.  Esto  había 
v  ido  demostrado,  para  los  procesos  fisiológicos,  por  el  médico  de  Heilbronn  Ro- 
bert Mayer,  y  para  los  fenómenos  físicos,  por  James  Prescot  Joule,  en  1842;  pero 
Helmholtz  es  el  que  ha  dado  la  aplicación  universal  del  principio.  Durante  los  años 
1850-52,  Clausius  y  lord  Kelvin  han  establecido  la  segunda  ley  de  termodinámica, 
que  afirma  que  la  energía,  en  todas  sus  formas,  está  continuamente  creciendo,  o 
tendiendo  a  pasar  de  los  estados  de  concentración  a  los  de  disipación,  y  nunca  de 
otro  modo.  Esto  ha  sido  aplicado  a  todos  los  fenómenos  físicos  y  químicos  por  uno 
de  los  discípulos  de  Helmholtz,  el  profesor  de  la  Universidad  de  Yale  Willard 
Gibbs  (1872-78),  de  cuya  obra  ha  escrito  el  propio  Helmholtz  un  estudio  laudato- 
rio en  1882.  El  que  los  músculos  constituían  el  principal  origen  del  calor  animal  ha 
sido  demostrado  por  Helmholtz  en  preparaciones  aisladas  en  1848  (1),  y  en  1850 
a 52  (2)ha  medido  La  velocidad  del  impulso  nervioso  por  medio  del  miógrafo  de  pén- 
dulo, de  que  es  autor. 


Hennann  von  Helnihollz  (,iS2i-y4) 


Arch./.  Anal.,  J'hxsioL  u.  wisstnsch.  Med.,  Berlín,  1848;  páginas  144-^64. 
(2)     Ibidem:  1880,  páginas  71  y  276;  1852,  página    199.— Véase  además,  E.   Ebs- 
tein:  Janus,  Amst.,  1906;  XI,  página  322. 


EL     SIGLO     XIX  159 

Su  invención,  en  185 1  (1),  del  oftalmoscopio  ha  convertido  la  Oftalmología 
en  una  ciencia  exacta,  y  ha  sido  seguida  de  su  facóscopo  y  de  su  oftalmóme- 
tro  (1852).  Con  este  último,  Helmholtz  ha  sido  capaz  de  determinar  las  ópticas 
constantes  y  de  explicar  el  mecanismo  de  la  acomodación  (1854),  especialmen- 
te de  la  parte  que  en  ella  desempeña  el  cristalino.  Su  gran  Manual  de  óptica 
fisiológica  (1856-67)  es  una  obra  permanentemente  clásica  que  contiene  su  repro- 
ducción de  la  teoría  de  Young  de  la  visión  coloreada,  que  Helmholtz  considera 
como  un  caso  especial  de  la  ley  de  Müller  de  la  especificidad  de  la  energía  nervio- 
sa. Su  obra  el  Tonempfindungen  (1863)  demuestra  el  mismo  talento  crítico,  revelan- 
do al  propio  tiempo  el  excelente  músico.  Jamás,  salvo,  tal  vez,  la  excepción  de  la 
obra  de  lord  Rayleigh,  se  han  tratado  de  un  modo  tan  acabado  y  perfecto  los  pro- 
blemas de  la  acústica.  Entre  otros  asuntos,  de  los  que  no  podemos  ocuparnos  aquí, 
Helmholtz  ha  tratado  también,  en  un  importante  estudio,  del  mecanismo  del  tím- 
pano y  de  los  huesecillos  del  oído  medio  (1869),  lo  que  ha  sido  muy  útil  para  ex- 
plicar el  mecanismo  de  la  audición.  Después  de  ocupar  la  cátedra  de  Física  en  Ber- 
lín y  de  ser  director  del  Instituto  Físico-Técnico  en  Charlottenburgo  en  1887,  se 
consagró  el  resto  de  su  vida  a  aquellos  asuntos  en  los  que  había  genialmente  tra- 
bajado y  en  los  que  ha  quedado  su  fama  al  igual  de  aquellos  grandes  hombres  más 
modernos,  como  Clerk  Maxwell  y  lord  Kelvin.  En  física  matemática  ha  dado  Hel- 
mholtz trabajos  de  primer  orden  en  lo  relativo  a  los  principios  de  dinámica,  hidro- 
dinámica, termodinámica  y  electrodinámica.  Ha  investigado  el  movimiento  circu- 
lar o  giratorio  de  un  fluido  ideal,  sin  rozamientos  (1858-73);  ha  introducido  la  idea 
de  la  conversión  de  la  electricidad  en  sistemas  materiales  de  movimiento,  y  en  sus 
lecciones  Faraday,  de  188 1,  expuso  su  creencia  de  que  los  átomos  químicos  eran, 
en  el  último  análisis,  de  naturaleza  eléctrica.  Independientemente  de  Gibbs,  ha  de- 
finido «la  energía  libre»  (aprovechable)  de  un  sistema  químico  como  la  diferencia 
entre  su  energía  total  (intrínseca)  y  su  energía  molecular  (no  utilizable),  y  ha  sido 
el  primero  en  introducir  la  idea  de  que  los  «movimientos  ocultos»  de  los  cuerpos 
materiales  son  los  de  los  sistemas  cíclicos,  con  movimientos  circulares  reversibles 
(como  en  el  giróscopo  o  en  el  timón  de  un  buque  de  vapor);  en  otras  palabras,  mo- 
vimientos rotatorios  en  el  éter  o  «remolinos  de  energía».  La  ecuación  de  Gibbs- 
Helmholtz,  que  asegura  que  la  fuerza  electromotriz  de  una  célula  (la  energía  actual, 
pudiera  decirse)  es  igual  a  su  energía  libre  por  el  equivalente  electro-químico  de 
descomposición,  es  en  la  actualidad  uno  de  los  principios  básicos  de  la  química 
física  y  fisiológica,  conteniendo,  como  dice  Nernst,  «todo  lo  que  las  leyes  de  la 
termodinámica  pueden  enseñar  respecto  de  los  procesos  químicos».  Ha  sido  en  el 
laboratorio  de  Helmholtz  en  el  que  Rowland  ha  investigado  las  propiedades  de  un 
cuerpo  en  movimiento,  cargado  de  electricidad,  tan  importante  en  la  química  de 
los  coloides,  y  en  el  que  Hertz  ha  descubierto  las  ondas  hertzianas,  que  han  sido 
utilizadas  en  el  telégrafo  sin  hilos. 

Ahora  bien;  a  pesar  de  que  se  había  colocado  en  el  nivel  más  elevado 
del  pensamiento  humano,  Helmholtz  no  ha  olvidado  nunca  que  era  mé- 
dico. «La  Medicina — decía  él  con  orgullo — es  el  único  campo  intelectual 
en  que  yo  he  cultivado;  y  me  pasa  como  al  emigrante:  que  es  mejor  com- 
prendido y  comprende  mejor  en  su  tierra  natal.»  Ha  hecho,  además,  una 
pequeña  contribución  directa  a  la  Medicina:  la  aplicación  del  sulfato  de 
quinina  a  la  mucosa  nasal  en  la  fiebre  de  heno  (i860)  [2].  Como  maestro 
de  «ciencia  popular»,  Helmholtz  sólo  tiene  iguales  en  Huxley,  Tyndall  y 
Ernst  Mach.  Sus  trabajos  en  esta  esfera  tienen  una  elevación,  una  dignidad 


(1)  Descripción  de  un  espejo  óptico  para  ver  la  retina  en  el  ojo  vivo,  Ber- 
lín, 185 1 . 

(2)  Ueber   das   líeufieber,    Arch.  f.     Path.    Anat.,    Berlín,     1869;    XLV1,    pági- 
nas  IOO-I02. 


ibo  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

y  un  dominio  genial  de  tan  vastos  asuntos,  que  le  es  completamente  pe- 
culiar y  propio.  En  él  se  aprecia  siempre  la  personal  nobleza  del  caballe- 
ro científico.  Helmholtz  era  un  hombre  de  estatura  diamena,  de  extraor- 
dinaria seriedad,  de  dignas  maneras,  con  una  cabeza  de  proporciones  a  lo 
Goethe  y  ojos  hermosos  y  serios.  Para  las  gentes  sinceras  resultaba  siem- 
pre sincero  y  útil.  Con  las  personas  superficiales  o  triviales  era  capaz  de 
revestirse  con  «el  éter  sutil  de  una  desaprobación  potencial»,  que,  como 
algunos  han  testimoniado,  le  hacía  sentir  como  si  tuviera  las  cuatro  di- 
mensiones del  espacio.  Tenía  la  tendencia  propia  de  las  gentes  del  Norte 
hacia  lo  impersonal;  cosa  que  se  manifestaba  en  él  incluso  en  sus  actitu- 
des respecto  de  la  Religión.  En  lo  que  se  refiere  a  sus  íntimas  ideas  res- 
pecto de  las  grandes  cuestiones  de  la  vida,  de  la  muerte  y  de  la  inmorta- 
lidad, Helmholtz  ha  resultado  impenetrable  y  no  ha  dado  ninguna  señal 
de  su  modo  de  pensar.  Y,  en  este  sentido,  sus  contribuciones  impersona- 
les respecto  de  la  ciencia  matemática  y  fisiológica  son  una  fiel  expresión 
de  su  carácter  firme  y  digno. 

Emil  du  Bois  Reymond  (1818-9Ó),  de  Berlín,  el  fundador  de  la  moder- 
na klectrofisiología,  era  de  origen  trances,  y  ha  sabido  escribir  en  ale- 
mán con  aquella  claridad  y  precisión  que  van  comúmente  asociadas  a  la 
literatura  y  al  lenguaje  franceses.  Ha  sido,  lo  mismo  que  Helmholtz,  dis- 
cípulo de  Johannes  Müller,  al  que  sucedió  en  1 858  como  profesor  de  Fi- 
siología en  Berlín;  cargo  que  conservó  toda  su  vida.  En  él  supo  aumentar 
la  gloria  de  la  Facultad  berlinesa,  dejando  numerosos  buenos  discípulos 
y  dirigiendo  la  construcción  del  magnífico  Instituto  de  Fisiología  (inaugu- 
rado el  ó  de  noviembre  de  1 877),  que  resultaba  el  mejor  dotado  de  todos 
los  laboratorios  de  su  género  en  el  mundo.  Los  estudios  de  du  Bois  Rey- 
mond se  refieren  casi  por  completo  a  la  fisiología  de  aquellas  preparaciones 
músculo-nerviosas  que  él  trabajó  tanto  por  introducir  en  los  laboratorios 
de  experimentación,  y  sus  numerosas  investigaciones  se  han  publicado  dos 
veces  reunidas  (en  1848-60  y  1883).  Después  del  descubrimiento  de  la 
electricidad  muscular,  por  Galvani,  y  del  tétanos  fisiológico,  por  Volta, 
.en  1792,  había  pocos  datos  en  electrofisiología  hasta  el  invento  del  galva- 
nómetro astático,  por  Leopoldo  Nobili  (1784-1834),  de  Florencia,  en  1825, 
y  las  breves  investigaciones  deStefano  Marianini  (1790-1866)  y  de  Cario 
Matteucci  (1S11-O8),  que  ha  inventado  el  término  «tetanizado»  (1838)  y 
ha  demostrado  el  primero  el  efecto  de  la  «rana  reoscópica>,  o  sea  que  el 
músculo  de  una  preparación  músculo-nerviosa  se  contrae  si  se  pone  el 
nervio  cruzado  con  otro  músculo  en  contracción  (1842)  [1].  Du  Bois  Rey- 
mond ha  introducido  la  estimulación  farádica   por   medio  de   la  corriente 


1  1)     Matteucci:  Comp.  rend.  Acad.  d.  Se,  Larís,  1842;  IV,  pág.  797. 


EL    SIGLO     XIX 


1 64 


interrumpida  (hecha  y  rota)  del  especial  carrete  o  bobina  de  inducción, 
como  se  ha  denominado  más  tarde  (1849),  haciendo  acabadas  investiga- 
ciones del  tétanos  fisiológico  y  siendo  el  primero  en  describir  y  definir  el 
electrotono  (1843),  representando  sus  dos  condiciones  de  un  modo  gráfi- 
co por  medio  de  curvas  algebraicas. 


En  1843  ha  descubierto  que  existe  una  diferencia  de  potencial  entre  el  extremo 
seccionado  de  un  músculo  o  nervio  excindido  y  el  extremo  no  lesionado,  produ- 
ciéndose una  corriente  que  puede  ser  demostrada  con  un  galvanómetro,  cerrando 
el  circuito.  Ha  deducido,  erróneamente, 
que  esta  diferencia  de  potencial  existe  en 
el  músculo  normal  no  seccionado;  pero 
Hermann  ha  podido  demostrar  posterior- 
mente que  la  corriente  se  debe  a  los  cam- 
bios químicos  en  el  extremo  lesionado. 
Desde  el  tiempo  de  du  Bois  Reymond  el 
estado  tetánico  de  un  músculo,  lesionado 
o  no,  se  consideraba  como  la  suma  de  las 
respuestas  individuales  provocadas  por 
estímulos  que  iban  rápidamente  suce 
diéndose.  Puso  de  manifiesto  que  el 
músculo tetanizado  tiene  una  reacción  aci- 
da, y  en  reposo  la  tiene  neutra;  que  el 
estímulo  con  una  corriente  constante  no 
tiene  efecto  sobre  el  nervio,  y  estable- 
ció la  «ley  de  estimulación»,  en  virtud 
de  la  cual  la  excitación  del  nervio  de- 
pende, no  de  la  intensidad  de  la  corrien- 
te, sino  de  la  rapidez  de  sus  variaciones 
o  del  máximo  de  éstas  en  la  unidad  de 
tiempo.  Creía  que  las  «corrientes  de  re- 
poso» y  otros  fenómenos  eléctricos  que 
ha  encontrado  en  el  nervio,  en  el  múscu- 
lo y  en  los  ganglios  eran  debidos  a  mo- 
léculas electro-motoras,  de  forma  pris- 
mática, dispuestas  en  serie  de  un  ex- 
tremo a  otro,  y  que  se  mantenían  los  cir- 
cuitos interrumpidos  por  el  hecho  de  ser 
todos  estos  tejidos  conductores  húme- 
dos, Ha  aplicado  el  mismo  razonamiento  a  los  órganos  de  los  peces  eléctricos,  que 
él  ha  sido  el  primero  en  estudia-  ietenidamente,  y  ha  resumido  su  punto  de 
vista  en  esta  materia  afirmando  que  el  estímulo  electro-fisiológico  es  simplemen- 
te una  fase  de  la  electrólisis. 


Emil  Duboi-:  Reymond  (1818-96) 


Durante  su  larga  vida,  du  Bois  Reymond  ha  escrito  muchos  ensayos 
muy  atractivos  y  varios  excelentes  estudios  biográficos,  siendo  especial- 
mente notables  los  estudios  científicos  de  los  materialistas  franceses  Vol- 
taire, La  Mettrie,  Diderot  y  Maupertuis,  así  como  los  referentes  a  Johan- 
nes Müller  y  Helmholtz,  de  los  que  el  último  es  una  de  las  principales 
fuentes  de  información  respecto  de  los  trabajos  realizados  por  este  autor. 
Este  género  de  estudios  estaban  realizados  con  gran  facilidad  y  esprit, 
desplegando  una  enorme  cultura;  pero  están  más  sobrecargados  de  eru- 
dición que  los  de  Helmholtz.  Dos  de  los  tratados  de  du  Bois  Reymond 


Historia  di  uá  Mbdioiha.  —  Tomo  II 


162  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

han  llamado  especialmente  la  atención;  el  de  los  Límites  de  la  Ciencia 
Natural  (1872)  y  el  de  Siete  palabras  enigmáticas  (1880),  en  los  que  el 
autor  profesa  una  rígida  negación  de  las  causas  finales  en  relación  con 
aquellos  problemas  de  la  naturaleza  de  la  fuerza  y  de  la  materia,  del  ori- 
gen del  movimiento  y  de  la  vida,  de  la  finalidad  de  los  fenómenos  natu- 
rales, del  origen  de  la  sensación,  del  pensamiento  y  del  lenguaje,  del  libre 
albedrío,  etc.,  resumiendo  su  punto  de  vista  en  estas  palabras,  frecuente- 
mente repetidas:  Ignorabimus,  Dubitemus.  Personalmente,  du  Bois  Rey- 
mond  era  un  hombre  de  mediana  estatura,  de  rudo  aspecto  y  enérgica 
fisonomía,  fuerte  y  atlético,  con  mirada  altiva  y  gestos  animados.  Tuvo 
dos  hijos,  ambos  médicos  bien  conocidos. 

El  ejemplo  de  Helmholtz  y  de  du  Bois  Reymond  dio  un  interés  creciente  al  es- 
tudio de  la  Fisiología  de  los  músculos  y  de  los  nervios,  cuyos  especiales  adelantos 
habían  tenido  lugar  con  la  invención  de  nuevos  procedimientos  instrumentales. 
Muchos  de  éstos,  como  la  palanca  de  coseno,  el  miotonógrafo  y  el  termópilo  per- 
feccionado, habían  sido  ideados  por  Adolf  Fick  (1829-1901),  de  Cassel,  discípulo  de 
Cari  Ludwig,  que  escribió  dos  importantes  obras  de  física  médica  (1856)  [1]  y  del 
trabajo  mecánico  y  la  producción  de  calor  durante  el  ejercicio  muscular  (1882)  [2]. 
El  método  de  obtener  diagramas,  ideado  por  Schwann  (1837)  y  Helmholtz  (1850), 
fué  ampliamente  perfeccionado  por  Étienne  Jules  Marey  (1830- 1904),  de  París,  que 
demostró  que,  para  evitar  los  errores  debidos  a  la  inercia  y  a  otras  causas,  es  pre- 
ferible usar  un  estilete  muy  ligero  para  inscribir  en  el  tambor  (i860).  Las  investi- 
gaciones se  encontraban  auxiliadas  también  con  otros  instrumentos,  como  el  gal- 
vanómetro de  d'Arsonval,  el  electrómetro  capilar  de  Lippmann,  el  inscriptor  de  la 
tensión  de  Fick  (1882),  el  ingenioso  invento  del  escandinavo  Magnus  Blix,  para  re- 
coger sincrónicamente  curvas  isométricas  e  isotómicas  (1892),  el  reótomo  diferen- 
cial de  Bernstein  (1890),  el  ergógrafo  de  Mosso  (1890)  [3]  para  el  estudio  de  la  con- 
tracción muscular  voluntaria  en  el  hombre,  y  el  miotonómetro  del  mismo  autor 
(1896).  La  fotografía  fué  eficazmente  empleada  por  Sir  John  Burdon  Sanderson 
(i828-i905)y  por  Julius  Bkrnstein  (1839),  midiendo  las  relaciones  de  tiempo  del 
período  de  estímulo  latente  del  músculo,  reduciéndola  respecto  de  las  figuras  da- 
das por  Helmholzt  en  0,0035"  aproximadamente  (4).  Bernstein,  uno  de  los  mejores 
discípulos  de  du  Bois  Reymond,  ha  publicado  también  una  importante  obra  acerca 
de  la  termodinámica  de  la  contracción  muscular  (1902-08).  Los  efeetos  de  la  vera- 
trina  en  la  contracción  muscular  («músculo  veratrinizado»)  han  sido  investigados 
primeramente  por  Külliker  (1865)  [5]  y  más  tarde  por  Bezold  e  Hirt  (1867).  Willy 
Kühne  demostró  que  el  plasma  muscular  es  coagulable  (1859)  y  fluido  dentro  de  la 
fibra  muscular  viva  (1863).  Angelo  Mosso  (1846- 1910),  de  Turin,  ha  investigado  la 
fatiga  muscular  con  el  ergógrafo  (1890-91)  [ó],  y  por  medio  de  inyecciones  experi- 
mentales con  la  sangre  de  animales  fatigados  ha  indicado  que  la  fatiga  es  debida  a 
algún  producto  tóxico  de  la  contracción  muscular  (1890)  [7].  Auguste  Chauveau 
(1827-1917)  ha  investigado  el  calor  y  las  relaciones  energéticas  del  trabajo  muscu- 
lar (1 89 1),  y  Theodor  Wilhelm  Engelmann  (1843-1909),  la  mecánica  y  termodinámi- 


(1)  Fick:  Die  medizinische  Pliysik,  Braunschweig,  1856. 

(2)  Fick:  Mcchanische  Arbeit  and    Würmecntwicklung  bei  der  Muskelthátigkeit, 
Leipzig,  1882. 

(3)  Mosso:  Arch.ital.de  Mol,  Turin,  1890;  XIII,  páginas  124-141. 

(4)  Sanderson:   Journ.   Physiol.,  Londres,    1895;  XVIII,  pág.    146;   Bernstein: 
Arch .  f,  d.  res.  Physiol.,  Bonn,  1897;  LXVIÍ,  pág.  207. 

(5)  Külliker:    Virchoius  Arch.,  Berlín,  1856;  X,  páginas  257-272. 

(6)  MOSSO:  La  f ática,  Milán,  1891. 

(7)  Ir.  Internal.  A  fed.  Congr.,  1890,  Berlín.  1 89 1 ;  II,  2  Abth.,  pág.  13. 


EL     SIGLO     XIX 


163 


ca  déla  contracción  muscular,  ilustrando  su  teoría  con  un  músculo  artificial  hecho 
con  una  cuerda  de  violin.  Alguna  de  la  mejor  obra  llevada  a  cabo  sobte  el  músculo 
ha  sido  realizada  en  el  laboratorio  de  Cari  Ludwig,  en  particular  por  H.  P.  Bow- 
ditch,  en  su  demostración  del  fenómeno  de  la  escalera  (Treppe)  en  los  músculos  li- 
sos (corazón)  [187]  (1),  por  von  Kries  sobre  el  efecto  de  tensión  en  el  modo  de  res- 
ponder el  músculo  a  los  estímulos  (1880)  y  por  la  obra  de  Kronecker. 


Hugo  Kronecker  (i 839-1914),  de  Liegnitz  (Silesia),  discípulo  de 
Helmholtz,  Wundt,  Kühne,  Traube  y  Ludwig,  y  profesor  de  Fisiología  en 
Berna  (1885-1914),  se.  ha  distinguido  por  su  estudio  de  la  fatiga  y  resta- 
blecimiento del  músculo  estriado  (1871)  [2],  por  su  demostración  de  que 
el  músculo  cardíaco  no  puede  ser  tetanizado  (1874)  [3];  sus  investigaciones 
sobre  el  mecanismo  de  la  deglución 
(con  S.  J.  Meítzer,  1880-83);  sus  in- 
ventos del  frenógrafo,  el  termoeste- 
siómetro,  el  cilindro  o  bovina  gra- 
duada de  inducción,  el  manómetro 
para  el  corazón  de  la  rana  y  de  una 
cánula  de  perfusión;  sus  estudios  so- 
bre la  acción  refleja,  sobre  el  calor 
animal,  la  inervación  de  la  respiración 
y  otros  muchos  e  importantes  asun- 
tos. Los  clásicos  experimentos  de 
Bowdicht  y  Kronecker  sobre  el  múscu- 
lo cardíaco  han  conducido  al  estable- 
cimiento del  principio  de  que  el  mo- 
vimiento cardíaco  sigue  la  ley  de  «to- 
do o  nada»,  o  sea,  cualquiera  que  sea 
el  estímulo,  o  se  produce  una  con- 
tracción lo  más  extensa  posible  o  no  se  produce  contracción  alguna.  Kro- 
necker ha  investigado,  además,  la  importancia  de  las  sales  inorgánicas 
para  el  latido  muscular,  el  fundamento  racional  de  la  transfusión  y  el  fisio- 
logismo  del  mal  de  las  montañas.  Ha  dirigido  y  ayudado  a  von  Basch  en 
los  primeros  estudios  esfigmomanométicos  de  los  seres  humanos,  y  ha 
contribuido  instrumentalmente  a  la  fundación  del  Instituto  Mosso  de 
Monte  Rosa,  en  los  Alpes;  al  Hallerianum,  de  Berna,  y  al  Instituto  Marey, 
de  París.  Ha  sido  el  alma  del  laboratorio  de  Ludwig  y  durante  toda  su 
vida  un  promovedor  de  las  relaciones  cordiales  entre  los  hombres  cientí- 


Hugo  Kronecker  (1839-1914) 


(1)  Bowditch:  Ber.  d.  k.  sdclis.  Gesellsch.  d.  Wissensch.,  Leipzig,  1 8 7 1 ;  XXIII,  pá- 
ginas 652-689. 

(2)  Kronecker:  Arb.  a.  d.pkysiol.  Anst.  z?i,  Leipzig,  1871;  páginas  177-266. 

(3)  Kronecker:  Ludwig  Festschrift, (Leipzig,  1874;  pt.  I,  páginas  clxxiii-cciv. 


i64  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

fieos  (Meltzer).  Entre  sus  discípulos  americanos  figuran   Meltzer,  Stanley 
Hall  Cushing,  Mills  y  H.  C.  Wood,  junior. 

El  mecanismo  de  la  locomoción  ha  sido  primeramente  investigado  por  los  her- 
manos YVeber  (1836),  después  por  Samuel  Haughton  (1873)  y,  a  lo  largo  de  rígidas 
líneas  matemáticas,  por  Christian  Wilhelm  Braune  y  Otto  Fischer  (1891-95).  La  idea 
de  examinar  la  locomoción  por  medio  de  una  serie  de  fotografías  (cinematógrafo) 
ha  sido  sugerida  em  primer  término  por  el  astrónomo  Janssen,  que  observó  el  paso 
de  Venus  de  este  modo  (1878).  El  método  ha  sido  perfeccionado  y  utilizado  por 
E.  J.  Marey  (Le  ?nouvc??ient,  1894),  y  por  Eadweard  Muybridge  en  sus  atlas  de  ani- 
males y  del  desnudo  humano  en  movimiento  (1899-1901). 

Después  de  du  Bois  Reymond,  las  más  interesantes  investigaciones  acerca  de  la 
fisiología  del  nervio  son  el  descubrimiento  del  poder  inhibidor  del  nervio  vago  por 
los  hermanos  Weber  (1845);  la  medición  de  la  velocidad  de  la  corriente  nerviosa 
por  Helmholtz  (1850-52),  que  ha  sido  abiertamente  sugerida  por  la  obra  de  du  Bois 
Reymond;  la  monografía  de  Eduard  Pflüger  sobre  el  electrótono  (1859),  que  ha  es- 
tablecido por  primera  vez  las  leyes  que  rigen  el  estímulo  del  nervio  con  la  corrien- 
te galvánica  al  cierre  y  abertura  de  la  misma;  la  antigua  obra  del  «sistema  excito- 
secretor»  de  Henry  Fraser  Campbell,  de  Georgia  (1857);  el  fenómeno  de  Ritter- 
Rollet  (1876);  las  investigaciones  de  Angelo  Mosso  sobre  los  movimientos  del  cere- 
bro (1876);  su  instrumento  para  estudiar  las  pulsaciones  cerebrales  y  para  calcular 
la  duración  y  el  grado  de  una  sensación  transmitida  al  cerebro  desde  fuera 
(1876)  [1],  que  le  valió  el  premio  de  la  Accademia  dei  Lincei;  los  estudios  de  la  irri- 
tación mecánica  del  nervio  por  Rudolf  Heidenhain  (1858),  Robert  Tigerstedt  (1880) 
y  Uexküll  («sacudida  nerviosa»,  1895);  de  Paul  Grützner  sobre  los  efectos  de  los 
estímulos  químicos  (1893);  las  investigaciones  de  Magnus  Blix  sobre  las  energías 
específicas  de  los  nervios  cutáneos  (1884-85);  de  Alfred  Goldscheider  sobre  la  tem- 
peratura de  los  nervios  (1884-85),  y  los  de  Henry  Head  sobre  los  efectos  del  trau- 
matismo y  de  la  sección  de  los  nervios  periféricos  (1905-08). 

Uno  de  los  más  importantes  experimentos  ha  sido  la  demostración  de 
la  infatigabilidad  del  nervio  (1 890)  [2],  por  Henry  Pickering  Bowditch 
(1840-1911),  de  Boston  (Massachusetts),  que  fundó  el  primer  laboratorio 
de  Fisiología  de  los  Estados  Unidos  (187 1),  hizo  la  primera  investigación 
de  Ireppe  en  el  músculo  cardíaco  (1871),  demostrando  que '  la  delfina 
hace  el  corazón  latir  rítmicamente  (1871),  se  ha  dedicado  al  estudio  del 
crecimiento  del  niño  ( 1 877-90)  y  ha  hecho  un  importante  trabajo  acerca 
del  refuerzo  del  estremecimiento  de  la  rodilla  (1890).  Bovvditch  ha  demos- 
trado que  el  nervio  no  puede  ser  suprimido  de  su  función,  paralizando  las 
terminaciones  nerviosas  en  el  músculo  para  eliminar  el  último  y  estimu- 
lando el  nervio  a  intervalos,  con  la  respiración  artificial,  hasta  que  el  efec- 
to de  la  droga  desaparezca,  y  entonces  se  ve  que  reaparecen  los  estreme- 
cimientos musculares,  porque,  a  pesar  de  la  prolongada  excitación,  el  ner- 
vio ha  respondido  y  sigue  respondiendo  a  la  excitación.  Bernstein  (1877) 
y  Wedensky  (1884)  han  variado  el  experimento,  bloqueando  ei  nervio 
del    músculo    por    medio    de   una    corriente   galvánica    (efecto   de    We- 


(1)  Mosso:  Arch,  per  le  se.  med.,  Turin,  1876;  I,  páginas  252-256. 

(2)  Bowditch:  Arch.  f.  Physiol.^  Leipzig,  1890;  páginas  505-508. 


EL     SIGLO     XIX  165 

densky  [i]  y  Maschek,  en  1887,  ha  bloqueado  el  nervio  por  medio  de  la 
aplicación  local  de  vapores  de  éter  a  la  parte  situada  entre  la  región  esti- 
mulada y  el  músculo,  y  el  nervio  continuaba  respondiendo  después  de 
una  excitación  de  dos  horas.  De  este  modo,  el  experimento  inicial  de 
Bowditch  ha  dado  lugar,  andando  el  tiempo,  a  la  idea  del  bloqueamiento 
anestésico  de  los  troncos  nervios  por  Crile  y  Cushing,  que  es  uno  de  los 
principios  fundamentales  de  la  reciente  cirugía. 


Henry  Pickering  Bowditch  (1840-1911) 

El  asunto,  en  conjunto,  de  las  preparaciones  músculo-nerviosas  ha 
sido  acabadamente  tratado  por  Wilhelm  Biedermann  (1854)  en  su  Elec- 
trophysiologic (1895)  y  Por  du  Bois  Reymond  en  sus  estudios  acerca  de 
los  peces  eléctricos,  siendo  continuadores  de  estos  trabajos  Gustav  Theo- 
dor  Fritsch  (1887-90),  Karl  Schonlein  y  el  difunto  Francis  Gotch  (1887 
a  9$).  El  aspecto  químico  de  la  actividad  nerviosa  ha  sido  investigado 
por  William  D.  Halliburton  (Londres,  1901),  A.  B.  Macallum  y  Men- 
ten  (1906). 

El  punto  de  partida  de  la  teoría  de  la  neurona  ha  sido  el  experimento, 
que  ha  hecho  época,  de  Augustus  Volney  Waller  (i 8 16-1870),  de  Elver- 
ton  Farm  (Kent.).  Ha  demostrado  que,  cuando  se  corta  un  nervio,  el  cabo 


(1)     Wedensk:    Centralblatt  f.  d.   med.  Wissensch.,   Berlín,    1884;    XXII,  pági- 
nas 65-68. 


i66  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

distal  (el  cilindro-axil,  separado  de  la  célula  nerviosa)  degenera  muy  pron- 
to, al  paso  que  el  cabo  central  permanece  relativamente  intacto  (1850),  de 
lo  que  Waller  ha  deducido  que  la  célula  nerviosa  nutre  la  fibra  nerviosa. 
Por  el  mismo  método,  Waller  ha  podido  demostrar  que,  si  se  secciona 
una  raíz  nerviosa  medular  anterior,  los  cambios  denegativos  indican  que 
los  centros  nutricios  de  las  fibras  motoras  deben  residir  en  la  médula  es- 
pinal, al  paso  que,  en  el  caso  de  seccionar  las  raíces  posteriores  (sensiti- 
vas), aquéllos  parecen  encontrarse  en  los  ganglios  espinales.  Estos  expe- 
rimentos, que  valieron  a  Waller  el  premio  Montyon  de  la  Academia  Fran- 
cesa de  Ciencias  (2. OOO  francos),  en  1856,  han  sido  repetidas  veces  con- 
firmados por  las  observaciones  de  los  histólogos  que  han  trabajado  en  la 
doctrina  de  la  neurona.  Algunas  importantes  observaciones  sobre  anti- 
guos amputados  han  sido  realizadas  por  el  difunto  William  Howship 
Dickinson  (1832-1913)  [i],  de  Brighton  (Inglaterra),  en  1865,  demostran- 
do que  el  cabo  proximal  de  un  nervio  seccionado  puede  en  algunos  casos 
experimentar  la  atrofia. 

La  teoría  de  que  las  funciones  del  cerebro  pueden  ser  localizadas  en  la  corteza 
cerebral  ha  sido  introducida,  de  un  modo  un  poco  fantástico,  por  Franz  Joseph 
Gall  (1757-1826),  como  organología  o  craneoscopia,  y  por  su  discípulo  Johann  Cas- 
par  SruRZHEiM  (1776-1832),  como  frenología;  apareciendo  unidas  las  investigaciones 
de  ambos  en  un  tratado  de  cuatro  volúmenes,  con  atlas,  en  1810-19.  (2).  Contenía 
este  tratado  algunas  adiciones  realmente  importantes  a  la  anatomía  cerebral,  y  la 
teoría  de  que  el  cerebro  era  un  conjunto  de  veintisiete  «órganos»  separados  (pos- 
teriormente 37),  presidiendo  todos  los  diferentes  rasgos  morales,  sexuales  e  inte- 
lectuales del  individuo,  siendo  sus  dimensiones  proporcionales  a  la  preponderan- 
cia de  aquellos  rasgos,  y  manifestándose  por  protuberancias  en  la  superficie  del 
cráneo.  La  teoría  de  Gaíl  fué  desechada  en  Viena;  pero,  en  cambio,  se  acuñaron 
medallas  en  su  honor  y,  como  Hahnemann,  murió  rico  en  París.  La  propaganda  de 
Spurzheim  condujo  a  la  formación  de  sociedades  frenológicas  secretas  y  de  perió- 
dicos consagrados  a  la  frenología  en  la  Gran  Bretaña  y  en  los  Estados  Unidos.  La 
teoría  atrajo  la  buena  opinión  de  Goethe,  que  hizo  notar  agudamente  que  el  secre- 
to de  su  partido  en  las  clases  populares  reside  en  que  ella  trata  con  proposiciones 
particulares  más  bien  que  con  generales;  en  otros  términos,  la  mente  popular,  in- 
cluso las  gentes  a  la  moda,  estaba  naturalmente  preocupada  con  los  diferentes 
«abultamientos»  craneales  que  localizaban  las  diferentes  amatividades,  combativi- 
dades, filoprogenitividades,  etc  ,  de  cada  persona  en  cuestión.  Explotada  por  far- 
santes y  charlatanes,  la  frenología  se  convirtió  bien  pronto  en  un  objeto  de  irrisión 
para  el  mundo  científico. 

El  primer  adelanto  real,  después  de  los  experimentos  de  Flourens  y 
Legallois,  ha  sido  el  más  importante  de  todos,  a  saber,  la  obra  de  Gustav 
Fritscii  (1838-91)  y  deEduard  Hitzig  (1838-1907),  estableciendo  la  exci- 


(1)  Dickinson:  Journ.  Anat.  &  Physiol.,  Londres,  1869;  III,  páginas  88-96,  una  lá- 
mina. 

(2)  Gall  et  Spurzheim:   Anatomic  ct  physiologic  du  sysiemt  ncrvcux.  París,  18 10 
a  1819. 


EL     SIGLO     XIX  167 

tabilidad  eléctrica  del  cerebro  (1870)  [i],  que  había  sido  puesta  en  duda 
desde  los  tiempos  de  Flourens.  La  afasia  motora  por  traumatismos  o  afec- 
ciones en  la  región  de  la  tercera  circunvolución  frontal  izquierda  (circun- 
volución de  Broca)  había  sido  ya  verdaderamente  establecida  por  Bouil- 
laud  (1825)  y  por  Broca  (1861),  y  espasmos  epileptiformes  localizados, 
causados  por  lesiones  cerebrales  circunscritas,  habían  sido  descritos  por 
Richard  Bright  (1836)  y  Hughlings  Jackson  (1875);  pero  los  experimentos 
de  Fritsch  y  de  Hitzig  en  el  cerebro  del  perro  han  sido  los  primeros  en 
demostrar  que  los  movimientos  parciales  del  cuerpo  y  las  convulsiones 
localizadas  pueden  ser  producidas  estimulando  determinadas  áreas  en  el 
cerebro,  siempre  idénticas  en  los  diferentes  animales  de  la  misma  espe- 
cie, y  que,  per  contra,  la  destrucción  de  aquellas  áreas  produce  parálisis 
o  pérdida  de  la  función  de  la  parte  correspondiente  del  cuerpo.  Estas  ob- 
servaciones han  sido  comprobadas  y  grandemente  extendidas  por  sir  Da- 
vid Ferrier  (1843)  en  los  mamíferos,  aves,  ranas,  peces  y  otros  animales 
(1872-76)  [2],  con  la  subsiguiente  determinación  y  composición  gráfica  de 
las  áreas.  Horsley  y  Scháfer  (1884-88)  y  Beevor  y  Horsley  (1887-94)  han 
tendido  a  confirmar  la  idea  de  Ferrier  de  que  el  área  motora  de  la  corteza 
cerebral  corresponde  a  las  inmediaciones  de  la  cisura  de  Rolando.  Las 
áreas,  tanto  motoras  y  sensitivas  como  «silenciosas»  o  inexcitables,  han 
sido  fijadas  por  los  trabajos  de  Flechsig  (1876),  Munk  (T877-79),  Bechte- 
reff  (1887),  Frangois  Franck  (1887),  Gudden  (reunidas  en  1889),  Henschen 
(1890-94)  y  Monakow  (1891-92),  a  la  vez  que  el  asunto  ha  sido  cuidado- 
samente estudiado,  desde  el  punto  de  vista  clínico,  por  Charcot  y  Pi- 
tres (1895). 

El  problema  de  las  funciones  totales  de  los  hemisferios  cerebrales  y 
de  la  médula  espinal  estará  siempre  asociado  al  nombre  de  Friedrich 
Leopold  Goltz  (1834- 1902),  de  Posen,  discípulo  de  Helmholtz,  que  fué 
profesor  de  Fisiología  en  Halle  (1870-72)  y  en  Estrasburgo  (1872-1902). 
Goltz  ha  dejado  importantes  trabajos  acerca  de  la  presión  cardíaca,  del 
mecanismo  del  shock  (Klopf ver  such,  1 862)  [3]  y  sobre  las  funciones  de  los 
conductos  semicirculares  (1870);  pero  sus  experimentos  más  demostrati- 
vos son  los  que  realizó  de  excisión  del  cerebro  y  de  la  médula  espinal  en 
la  rana  (i 869-72)  [4]  y  en  el  perro  (i 874-96)  [5].  Ha   demostrado  que  la 


(1)  Fritsch  and  Hitzig:  Arch.f.  Anat.,  Physiol  undwissensch.  Med.,  Berlín,  1870; 
página  300-302. 

(2)  Ferrier:  West  Riding  Lun.  Assyl.  Rep.,  Londres,  1872,  III;  Functions  of  the 
Mrain,  Londres,  1876. 

(3)  Goltz:  Kónigsb.  med.  Jahrb.,  1862,  III,  páginas  271-274. 

(4)  Goltz:  Beitrage  zur  Lehre  von  den  Functionen  des  Nervencentren  des  Frosches, 
Berlín,  1869,  y  Arch.f.  d.  ges.  Physiol,,  Bonn,  1872;  V,  53. 

(5)  Ibidem,  1874;  VIII,  pág.  460;  LI,  pág.  460;  1896,  LXIII,  pág.  362. 


1 68  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

rana  sin  cerebro,  o  «espinal»,  puede  saltar,  nadar,  brincar  en  el  agua,  sa- 
lirse del  agua  caliente,  cantar  como  las  ranas  de  Aristófanes,  y  ajustarse 
ella  misma  de  un  modo  mecánico  a  los  estímulos  exteriores;  pero  en  otras 
condiciones  queda  como    una  momia,  y,  aunque  provista  de  alimento, 
muere  de  hambre  a  causa  de  que  es  una  máquina  espinal,  desprovista  de 
voluntad,  de  memoria  y  de  inteligencia;  cuando  se  dejan  intactos  los  tála- 
mos ópticos,  el  animal  parece  conservar  alguna  inteligencia  en  lo  que  res- 
pecta a  su  propia  nutrición  y  al  instinto  sexual;   y  del  mismo  modo,  la 
ablación  de  los  hemisferios  cerebrales  en  el  perro  va  seguida  de  la  conser- 
vación de  movimientos  sin  objeto,  respuestas  no  inteligentes  a  los  estímu- 
los e  incapacidad  para  alimentar- 
se   de   un    modo   espontáneo   y 
para    tragar.    Análogos    experi- 
mentos habían  sido  ya  llevados 
nbs  a  cabo   por   Rolando,  Flourens, 

w>  Longet  y  Vulpian;  pero  ninguno 

de  ellos  ha  descrito  los  fenóme- 
.£;>.  nos  tan  cuidadosa  y  gráficamen- 

/.¿w  te  como  Goltz,  que  demostró  el 

hecho  importante  de  que  la  des- 
cerebración  produce  trastornos 
tanto  más  importantes  cuanto 
más  elevado  es  el  animal,  como 
lo  evidencia  la  amencia  en  el 
»  ...  .  T        u  o  n   /  o  n  hombre.  El  otro  experimento  (el 

Friednch  Leopold  Goltz  (1834-1902)  1  V 

deexcindirla  médula  espinal)  tie- 
ne que  ser  efectuado  con  el  mayor  cuidado  y  delicadeza  para  que  el  animal 
siga  viviendo;  y  los  datos  de  Goltz  demuestran  que  en  estas  condiciones 
los  músculos  inervados  por  los  nervios  espinales  quedan  totalmente  para- 
lizados, con  una  pérdida  absoluta  de  la  sensibilidad  en  las  partes  corres- 
pondientes; las  visceras  y  los  vasos  sanguíneos  pierden  su  tono;  el  poder 
de  adaptación  a  la  temperatura  y  a  los  otros  cambios  del  medio  externo 
"queda  disminuido,  y  la  perspiración,  abolida;  en  cambio,  pueden  realizar- 
se la  gestación  y  la  lactancia.  La  exposición  de  Goltz  del  animal  «espinal» 
como  un  mecanismo  sin  cerebro  que,  según  la  expresión  de  Bernard  Shaw, 
«disparata  en  una  agonía»,  y  del  animal  privado  de  su  médula  espinal, 
como  una  inteligencia  consciente,  con  pérdida  del  poder  de  coordinación 
y  de  adaptación,  lia  hecho  mucho  por  la  iniciación  de  la  labor  de  los  tiem- 
pos modernos  a  propósito  de  los  reflejos  complejos  del  organismo. 

Auncjur  du  Vcrncy  babía  tX*  indido  con  éxito  el  cerebro  y  el  cerebelo  (1697),  las 
más  antigí  de  la  función  cerebelosa  son  las  de  Rolando  en  1809. 


EL     SIGLO     XIX  169 

Estas  han  sido  seguidas  de  los  clásicos  experimentos  de  Flourens  sobre  la  palo- 
ma (1822)  y  de  los  de  Luciani  en  el  perro  (1882-91),  que  produjeron  incoordinación 
atáxica.  Excisiones  experimentales  de  partes  fraccionadas  han  sido  llevadas  a  cabo 
por  un  gran  número  de  observadores,  desde  Rolando  hasta  Magendie.  Rolando 
comparaba  el  cerebelo  con  una  pila  voltaica,  porque  servía  para  aumentar  y  refor- 
zar los  movimientos  voluntarios  iniciados  en  el  cerebro,  un  punto  de  vista  que  ha 
sido  reiterado  y  reforzado  por  Weir  Mitchell  (1869).  Flourens  ha  introducido  la 
idea  de  la  coordinación  nerviosa,  que  ha  sido  nuevamente  defendida  con  calor  por 
John  Cali  Dalton  (1861).  Hughlings  Jackson  considera  el  cerebelo  como  el  centro 
de  los  movimientos  continuados,  y  el  cerebro  como  el  de  los  movimientos  cam- 
biantes. Los  efectos  de  la  excisión  del  bulbo  y  de  la  protuberancia  han  sido  estu- 
diados por  Schrader  (1887).  Robert  Whytt  ha  encontrado  que  la  supresión  de  la 
parte  anterior  de  los  tubérculos  cuadrigéminos  produce  la  abolición  del  reflejo  de 
la  acción  de  la  luz  (176S). 

Ivan  Michailovich  Setchenoff  piensa  que  se  contiene  un  centro  inhibidor  de 
los  reflejos  espinales  (1863),  y  Charles  S.  Sherrington,  que  la  transección  com- 
pleta da  lugar  a  un  estado  de  «rigidez  descerebral»  (1896-97).  La  relación  del  tála- 
mo óptico  con  la  sensibilidad  del  lado  opuesto,  especialmente  en  los  ojos,  ha  sido 
apreciada  simultáneamente  por  Panizza  y  Joseph  Swan  (1856)  y  estudiada,  desde  el 
punto  de  vista  patológico  y  clínico,  en  un  trabajo  postumo  de  Hughlings  Jackson 
(1875)  [1].  El  sistema  simpático  ha  sido  investigado  por  Friedrich  Wilhelm  Bidder 
(1810-94)  y  Alfred  Wilhelm  Volkmann  (1800-77),  Que  demostraron  que  se  encuen- 
tra formado  ampliamente  de  pequeñas  fibras  meduladas  procedentes  de  los  gan- 
glios espinales  y  simpáticos  (1842)  [2];  por  Claudio  Bernard,  Brown-Sequard,  Wa- 
ller y  Budge,  que  demostraron  los  efectos  de  seccionar  y  de  estimular  el  simpáti- 
co cervical  (1852-53);  por  Küliiker  (1889)  y  otros  histólogos  modernos,  que  han  es- 
tudiado la  estructura  de  Jas  células  simpáticas  por  medio  de  perfeccionados  méto- 
dos colorantes;  por  W.  H.  Gaskell,  que  ha  estudiado  la  inervación  visceral  y  vascu- 
lar (1886);  por  J.  N.  Langley,  que  ha  estudiado  los  reflejos  de  los  ganglios  simpáti- 
cos (1894)  [3]  y  que  ha  definido  el  «sistema  autónomo»  (1900),  y,  últimamente,  por 
Henry  Head.  De  los  nervios  especiales,  el  vago  ha  sido  estudiado  por  los  Weber 
(1845),  Schmiedeberg  (187 1)  y  Gaskell  (1882);  los  nervios  del  corazón  y  la  cuerda 
del  tímpano,  por  Cari  Ludwig;  los  vasoconstrictores  y  vasodilatadores,  por  Claudio 
Bernard  (1858);  los  nervios  dilatadores  de  los  vasos  periféricos,  por  Cari  Ludwig 
(1886);  los  plexos  intestinales,  por  Auerbach  y  Meissner  (1862);  los  nervios  secreto- 
res y  tróficos  de  las  glándulas,  por  Heidenhain  (1878);  los  nervios  para  la  tempera- 
tura (1884)  y  para  la  sensación  cutánea  (1885),  por  Alfred  Goldscheider;  la  distri- 
bución de  las  fibras  de  los  nervios  craneales,  por  Vulpian  (1885);  el  mecanismo 
erector,  por  Eckhard  (1863)  y  Gaskell  (1887);  el  órgano  terminal  del  octavo  nervio, 
por  Julius  Ewald  (1892);  los  nervios  pilomotores,  por  J.  N.  Langley  (1893),  y  las  ter- 
minaciones nerviosas  para  las  sensaciones  dolorosas,  por  Maxvon  Frey  (189o). 

El  concepto  moderno  de  la  acción  refleja  es  un  fruto  de  la  teoría  celu- 
lar, de  la  que  ha  constituido  la  teoría  de  la  neurona  el  más  importante  coro- 
lario, y  ha  sido  por  la  labor  de  los  diferentes  histólogos  y  experimentado- 
res, que  han  trabajado,  desde  Deiters  hasta  Harrison,  para  demostrar  los 
caminos  complicados  que  transmiten  los  impulsos  desde  una  célula  nervio- 
sa a  otra,  y  han  demostrado  su  continuidad  morfológica.  Los  datos  iniciales 
han  sido  la  ley  de  Bell-Magendie  de  las  raíces  espinales  posteriores,  la  ley 
de  la  degeneración  walleriana  de  las  fibras  nerviosas  después  de  su  sec- 


(1)  Jackson:  London  Hosp.  Rep.,  1875;  VIII. 

(2)  Bidder   and    Volkmann:   Die    Selbststándigkeit    des    Nervensy  stems,    Leip- 
zig, 1842. 

(3)  J.  N.  Langley:  Journ.  Physiol,  Londres,  1894;  XVI,  páginas  410-440. 


i7o  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

ción,  y  la  labor  de  Goltz  de  los  efectos  de  excindir  grandes  secciones  de 
las  porciones  centrales  del  sistema  nervioso.  Las  investigaciones  de  Türck 
de  la  distribución  cutánea  de  los  diferentes  pases  de  los  nervios  espina- 
les (1858-68)  son  de  capital  importancia,  así  como  también  el  descubri- 
miento de  la  inhibición  cerebral  de  los  reflejos  espinales  por  Setchenoff 
(1863)  [i],  y  la  investigación  de  algunos  reflejos  localizados,  como  el  rotu- 
liano  o  el  mecanismo  de  la  deglución.  Con  la  teoría  de  la  neurona,  el  sim- 
ple mecanismo  reflejo  de  un  estímulo  externo,  una  vía  aferente,  un  centro 
nervioso  y  una  vía  eferente  se  convirtió  en  un  «arco  reflejo >,  requiriendo 
una  neurona  sensorial  centrada  en  el  ganglio  de  las  raíces  espinales  pos- 
teriores o  en  los  ganglios  de  los  nervios  sensitivos  craneales,  y  una  neuro- 
na motora  en  el  asta  anterior  de  la  médula  o  en  el  núcleo  motor  de  un 
nervio  craneal.  Aun  este  complejo  sistema  se  percibió  bien  pronto  que 
era  sólo  una  abstracción,  supuesto  que  un  sistema  aislado  de  células  ner- 
viosas funcionando  por  su  parte  es  inaceptable.  Pronto  se  vio  claramente 
que  la  mayoría  de  los  reflejos  eran  compuestos  o  coordinados,  y  que  el 
sistema  nervioso  funcionaba  como  un  todo.  Esta  idea  ha  sido  especial- 
mente desenvuelta  por  Charles  Scott  Sherrington,  que  ha  llevado  a  cabo 
una  larga  serie  de  trabajos  experimentales  a  propósito  de  todas  las  fases 
de  este  asunto.  Sherrington  ha  sido  el  primero  que  ha  investigado  el  fenó- 
meno de  la  «rigidez  descerebral»  producida  por  la  sección  transversal 
entre  los  tubérculos  cuadrigéminos  y  los  tálamos  ópticos  (i 896-98)  [2],  y 
de  la  «inervación  recíproca»  e  inhibición  recíproca,  en  virtud  de  la  cual 
los  músculos  antagonistas,  por  ejemplo,  los  flexores  y  los  extensores,  bajo 
el  estímulo  reflejo  reaccionan  de  tal  modo,  que  la  excitación  de  un  centro 
es  simultánea  con  la  inhibición  del  otro  (1893-98)  [3].  Sherrington  des- 
pliega el  concepto  teórico  de  la  «synapsis»,  la  superficie  separadora  que 
Foster  postula,  existiendo  entre  dos  neuronas  o  entre  sus  terminaciones, 
para  completar  el  circuito  en  el  arco  reflejo;  y  ha  hecho  mucho  por  des- 
arrollar el  conocimiento  del  reforzamiento  y  del  antagonismo  en  los  refle- 
jos simples  y  compuestos  y  de  la  coordinación  (en  una  cadena)  de  reflejos 
sucesivos.  La  tendencia  total  de  su  trabajo  es  la  demostración  de  que  una 
acción  refleja  es  rara  vez  un  fenómeno  aislado,  sino  más  bien  una  cone- 
xión de  varios  arcos  reflejos,  de  tal  modo,  que  la  verdadera  función  del 
sistema  nervioso  es  la  de  integrar  el  organismo,  en  el  sentido  de  darle  una 
individualidad  que   no    poseería    siendo  una  mera  colección  de  células  o 


(1)  J.  M.  Setchenoff:  Physiologische  Studien  über  die  Hemmungsmeckanistnen  für 
die  Reflexthatigkeit  des  h'ückeumarks  im  Gchirn  des  FroscJies,  Berlín,  1863. 

(2)  I  rington:  Proc.  /ún.  W.,  Londres,   1896;  LX,  pág.   415,  y  Journ. 
Physiol.,  Londres,  1898;  XXII,  pág   379. 

(3)  Proc.  Roy.  Soc,  Lon<.  J¡  LII,  páginas  556-564. 


EL     SIGLO     XIX  171 

de  órganos  (i).  Nadie  ha  sabido  tratar  este  difícil  asunto  con  tanta  ha- 
bilidad como  Sherrington,  y  en  relación  con  su  obra  hay  que  mencionar 
aún  los  importantes  experimentos  de  Erb  y  de  Westphal  (1875),  Jendras- 
sk  (1885),  Weir  Mitchell  y  Morris  J.  Lewis  (1886),  Lombard  (1889),  Bow- 
ditch  y  Warren  (1890),  sobre  el  reforzamiento  y  la  inhibición  del  reflejo 
rotuliano,  de  Sigmund  Exner  sobre  el  refuerzo  (Bahming)  de  los  reflejos 
(1882),  de  Jacques  Loeb  sobre  la  «cadena  de  reflejos»  (1899)  y  de  Pavoff 
sobre  los  reflejos  condicionales  (1912). 

La  psicología  experimental  ha  comenzado  en  el  laboratorio  de  Ernst  Heinrich 
Weber,  y  sus  modernas  fases  son  principalmente  la  obra  de  Lotze,  Fechner  y 
Wundt.  Rudolf  Heinrich  Lotze  (1817-81),  de  Bautzen,  un  graduado  en  Medicina  que 
pasó  al  campo  de  la  Metafísica  y  de  la  Filosofía,  es  el  autor  de  varias  obras  im- 
portantes de  Psicología  analítica,  especialmente  su  Medicinisclie  Phychologie  o  Psi- 
sología  del  alma  (1852).  Ha  sido  un  investigador  de  la  percepción  del  espacio  y  de 
la  exploración  científica  de  los  estados  subconscientes.  Los  estudios  analíticos  de 
Jung  y  de  la  escuela  de  Freud  tienen  como  precursores  aquellas  obras  como  el  es- 
tudio, por  J.  C.  A.  Heinroth,  de  la  mujer  puérpera  (1834),  en  la  que  se  introduce,  en 
efecto,  en  concepto  del  «puerperio  patológico»,  y  las  investigaciones  de  Kussmaul 
acerca  de  la  vida  psíquica  de  un  niño  recién  nacido. 

Gustav  Theodor  Fechner  (1801-87),  profesor  de  Física  en  Leipzig  (1839-75),  ha 
dejado  una  gran  labor  experimental  y  editorial  de  Física  y  Química,  y  ha  sido, 
tal  vez,  el  primero,  después  de  Weber,  en  aplicar  Ja  física  matemática  a  la  fisio- 
logía de  la  sensación,  escribiendo  el  primer  tratado  de  Psico-física  (i860)  [2].  Ha 
hecho  extensos  estudios  experimentales  sobre  la  sensación  cutánea  y  el  senti- 
do muscular,  como,  por  ejemplo,  su  estudio  de  24.576  apreciaciones  diferentes  de 
pesos;  ha  hecho  notar  el  carácter  personal  o  egotístico  déla  sensación  dolorosa,  y 
ha  establecido  la  ley  de  Weber  en  su  forma  moderna.  En  1838  fué  el  primero  en 
investigar  los  fenómenos  colorantes  que  se  producen  en  los  discos  giratorios  con 
segmentos  blancos  y  negros,  y  no  podemos  hacer  mas  que  mencionar  otras  nove- 
dades ópticas,  como  su  «experimento  del  lado  de  la  ventana»  y  su  «experimento 
paradójico.» 

Wilhelm  Wundt  (1832),  de  Neckarau  (Badén),  ha  sido  profesor  de  Psicología 
en  Heidelberg  (1864),  Zurich  (1874)  y  Leipzig  (1875)  y  fundador  del  Instituto  de 
Psicología  Experimental  en  esta  última  ciudad  (1878).  Ha  escrito  un  libro  de  texto 
de  Fisiología  (1865)  y  tres  pacienzudas  memorias  sobre  el  movimiento  muscular 
(1858)  [3],  la  percepción  sensorial  (1862)  [4],  y  el  mecanismo  de  los  nervios  y  de  los 
centros  nerviosos  (1871-76)  [5],  que  han  constituido  el  fundamento  de  su  obra  fu- 
tura. La  primera  de  aquéllas  es  notable  por  sus  famosas  «curvas  isotónicas»,  pro- 
ducidas en  el  músculo  por  la  excitación  continua  y  constante  (ascendiendo  hasta 
la  continuidad),  que,  como  dice  Burdon  Sanderson,  han  sido  copiadas  en  todos  los 
libros  de  texto.  Contiene,  además,  valiosas  investigaciones  acerca  de  la  acción  muscu- 
lar bajo  el  efecto  de  determinados  medicamentos,  y  después  de  las  secciones  trans- 
versales de  los  nervios  y  de  la  médula.  El  libro  sobre  el  mecanismo  nervioso  se 
ocupa  de  aquellos  asuntos,  como  tiempo  de  reacción  y  tiempo  de  reflejo,  a  través 
de  la  médula  espinal  y  de  los  ganglios  y  sentido  muscular.  Las  contribuciones  de 
Wundt  a  la  Psicología  propiamente  dicha  constituyen  una  larga  lista,  comprendien- 
do sus  Elementos  de  Psicología  Fisiológica  (1874)  [6],  Lógica  (18S0-83),  Etica  (1886)  y 


(1)  Sherrington:  The  Integrative  Action  of  the  Nervous  System,  New  York,  1906' 

(2)  Fechner:  Elemente  de  Pliychophysik,  Leipzig,  i860. 

(3)  Wundt:  Die  Lehre  von  dcr  MiisJtelbcwcgung,  Brunswick,  1858. 

(4)  Beit  rage  zur  Theorie  von  dcr  Sinneswali  rnelimung,  Leipzig,  1862. 

(5)  Untersuchungen   zur   Mcchanik  der  Nerven  und  A'ervencentren,   Erlangen, 
1871-76.. 

(6)  Grundzüge  der  physiologischen  Psycologie ,-Leipzig,  1873-74. 


!72 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Psicología  Comparada  (1904-10)  [1].  En  1883  ha  fundado  los  Philosophische  Studien, 
una  serie  consagrada  a  la  Psicología  experimental  y  a  la  Epistemología. 

Otras  notables  contribuciones  a  la  Psicología  son  las  mediciones  de  la  veloci- 
dad del  impulso  psíquico  por  Donders  (1868)  [2],  las  monografías  de  Duchenne 
(1862)  y  de  Darwin  (1873)  sobre  la  expresión  de  las  pasiones  y  de  las  emociones,  el 
estudio  de  Laura  Bridgman  por  Estanley  Hall  (1879)  [3],  el  libro  de  Angelo  Mosso 
sobre  el  miedo  (La  panra,  1884),  las  obras  de  Romanes,  Jacques  Loeb,  Lloyd  Mor- 
gan, Jennings  y  otros  sobre  Psicología  comparada,  y  de  Krafft,  Ebing,  Havelock 
Ellis  y  Freud  sobre  Psicología  sexual  morbosa. 

Gran  parte  de  nuestros  actuales  conocimientos  de  los  sistemas  digesti- 
vo y  vasomotor  ha  sido  desarrollada  por  Claudio  Bernard  (i 8 1 3-78),  el 
más  ilustre  fisiólogo  de  la  Francia  moderna.  Nacido  en  la  ciudad  de  Saint 


Claudio  Bernard  (1813-78) 

Julien  (Ródano),  era  hijo  de  un  labrador  y  cosechero  de  vino  de  aquella 
región.  Corista  y  discípulo  de  los  jesuítas  en  el  colegio  de  Villefranche, 
el  joven  Bernard  era  empujado  por  apuradas  circunstancias  de  familia  a 
s'er  ayudante  de  Farmacia  en  Lyón.  Participando  de  las  aspiraciones  ro- 
mánticas de  su  tiempo,  volvió  la  atención  hacia  la  literatura  y  escribió  La 
rosa  del  Ródano,  una  comedia-vaudeville  que  fué  representada  con  algún 
éxito,  y  Arturo  de  Bretaña^  tragedia  en  cinco  actos,  que  fué,  largo  tiem- 
po después,  hermosamente  impresa  |  [886);  Con  esta  tragedia  en  la  mano, 


(i)  Vdlkcrpsychologie,  Leipzig,  1904- 19 10. 

(2)  bonders:  Arch./.  Ann/.  Physiol,  u.  wissensch.  Med.,  Leipzig,  1868;  páginas 
657-'' 

(3)  Hall:  Mind.,  Londres,  1879;  IV,  páginas  149-172. 


ÉL     SIGLO    XIX  173 

se  trasladó  a  París  a  consultar  con  el  crítico  Saint-Marc  Girandín,  que  vio 
los  méritos  de  su  labor  como  autor  dramático,  pero  que,  prudentemente, 
le  aconsejó  estudiar  Medicina  como  un  medio  seguro  de  poderse  ganar  la 
vida.  Esta  advertencia  fué  decisiva  para  la  carrera  de  Claudio  Bernard, 
porque  le  puso  en  relación  con  Magendie,  que  dirigió  su  genio  hacia  su 
propia  especialidad.  Magendie,  después  de  tres  o  cuatro  demostraciones 
del  superior  talento  de  CI.  Bernard,  anunció,  con  su  generosidad  caracte- 
rística: «Usted  será  un  hombre  mejor  que  yo.»  Comparado  con  Magen- 
die, que  frecuentemente  experimentaba  al  azar,  como  el  que  anda  a  tien- 
tas en  la  obscuridad,  la  actitud  de  CI.  Bernard  respecto  de  la  investigación 
científica  puede  ser,  de  preferencia,  resumida  en  estas  palabras  suyas: 

«Despojaos  de  vuestra  imaginación  como  os  despojáis  de  vuestro  sobretodo  al 
entrar  en  el  laboratorio;  pero  volved  a  recobrarla  de  nuevo,  como  os  volvéis  a  po- 
ner el  abrigo  al  dejar  el  laboratorio.  Antes  del  experimento  y  entre  los  experimen- 
tos dejad  que  vuestra  imaginación  trabaje  en  torno  vuestro;  ponedla  resueltamen- 
te lejos  de  vosotros  en  tanto  que  dure  el  experimento,  dejando  actuar  sólo  vuestro 
poder  de  observación.» 

Todos  los  grandes  descubrimientos  de  Cl.  Bernard  están  basados  en 
hechos  accidentalmente  descubiertos,  que  él  ha  podido  utilizar  como  guías 
de  amplios  resultados  gracias  al  admirable  poder  de  su  pensamiento  fisio- 
lógico. Se  ha  llegado  a  decir  de  él  que  era,  no  un  mero  experimentador 
fisiológico,  sino  «la  misma  Fisiología  en  persona».  Como  Magendie  y 
Johannes  Müller,  ha  hecho  su  inclinación  hacia  el  vitalismo,  pero  tratán- 
dole con  la  mayor  amplitud  posible.  Ai  paso  que  Magendie  consideraba 
la  Medicina  como  une  science  áfaire,  Cl.  Bernard  avanzaba  audazmente 
hacia  la  posición  de  que  el  objeto  principal  de  la  experimentación  es  ha- 
cer la  luz  sobre  los  estados  patológicos.  Cl.  Bernard  ha  sido  el  fundador  de 
la  Medicina  experimental  y  de  la  producción  artificial  de  enfermedades 
por  medio  de  manipulaciones  físicas  o  químicas. 

En  1843  descubrió  que  si  se  inyectaba  en  las  venas  el  azúcar  de  caña  aparecía 
en  la  orina,  no  apareciendo,  en  cambio,  si  se  la  trataba  previamente  con  el  jugo 
gástrico.  Este  fué  el  punto  de  partida  de  sus  investigaciones  sobre  la  función  glu- 
cogénica  del  hígado.  Llegó  a  esto  por  el  accidental  hallazgo  del  azúcar  en  la  vena  he- 
pática de  un  perro  alimentado  con  él,  de  donde  pasó  a  experimentar  en  un  perro 
alimentado  con  carne,  con  el  mismo  resultado,  publicando  sus  observaciones  en 
1848-50  (1).  En  1*857  ha  llegado,  por  una  serie  de  ingeniosos  experimentos,  a  esta- 
blecer la  función  glucogénica  sobre  bases  seguras,  consiguiendo  aislar  el  glucóge- 
no (2).  El  hecho  de  que  esta  substancia  pudiera  ser  obtenida,  vista  como  tal  y  ex- 
perimentarse con  ella,  era  más  decisivo  que  la  labor  de  Wohler  estableciendo  el 
hecho  de  que  el  organismo  animal  era  capaz  de  construir  substancias  químicas,  lo 


(1)  Cl.  Bernard:  Compt.  rend.  Acad.  d.  se,  París,  1848;  XXVII,  páginas  249,  253 
y  514;  1850,  XXXI,  página  571;  1855,  XLI,  página  461. 

(2)  Ibidem,  1857;  XLIV,  páginas  578  y  1325. 


174  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

mismo  que  de  destruirlas.  Además  de  esto,  CI.  Bernard  pudo  poner  en  claro  que  la 
función  glucogénica  del  hígado  entra  dentro  de  la  categoría  de  las  «secreciones 
internas»,  término  establecido  por  él.  «De  este  modo,  dice  Foster,  destruyó  de  un 
solo  golpe  la  entonces  dominante  concepción  de  que  el  cuerpo  animal  debía  ser 
considerado  como  una  reunión  de  órganos,  cada  uno  de  ellos  con  su  función  pro- 
pia.» En  1848  hizo  CI.  Bernard  su  famoso  descubrimiento  de  que  una  picadura 
(piqüre)  del  cuarto  ventrículo  en  el  perro  produce  una  diabetes  temporal  (1).  Igual- 
mente importante  para  la  fisiología  del  aparato  digestivo  ha  sido  su  labor  sobre  el 
jugo  pancreático  (1849-56)  [2].  Antes  de  la  época  de  CI.  Bernard,  la  digestión  gástri- 
ca constituía  Ja  totalidad  de  la  fisiología  de  la  digestión.  Eberlé,  en  1834,  sugirió  la 
idea  de  que  el  jugo  pancreático  emulsionaba  las  grasas,  y  Valentín,  en  1844,  de- 
mostraba su  acción  sobre  el  almidón;  pero  esto  era  todo,  y  aun  esto  no  era  gene- 
ralmente conocido.  CI.  Bernard  puso  en  claro  todo  el  problema.  Demostró  que  «la 
digestión  gástrica  constituye  sólo  un  acto  preparatorio»;  que  el  jugo  pancreático 
emulsiona  la  grasa  de  los  alimentos  cuando  pasan  por  los  intestinos,  desdoblándo- 
la en  ácidos  grasos  y  glicerina;  y  demostró,  además,  su  poder  de  convertir  el  almi- 
dón en  azúcar,  y  su  acción  disolvente  sobre  los  proteidos  no  disueltos  en  el  estó- 
mago. CI.  Bernard  convirtió  la  fístula  pancreática  experimental  en  una  base  de 
trabajo.  Su  tercer  gran  descubrimiento  es  su  exposición  del  mecanismo  vasomotor 
( 185 1  -53)  [3].  En  1840,  Henle,  como  hemos  visto,  demostró  la  existencia  de  fibras 
musculares  lisas  en  el  endotelio  de  las  finas  arterias;  y  en  1846,  Kolliker  demostró 
que  estas  fibras  musculares  involuntarias  estaban  formadas  por  pequeñas  células 
prolongadas  en  hueso.  El  término  «vasomotor»  ha  sido  primeramente  usado  por ' 
Benedick  Stilling  en  1840,  como  una  hipotética  designación  de  los  filamentos  ner- 
viosos que  inervan  los  vasos  sanguíneos.  CI.  Bernard  dedujo  de  ello  que  el  sistema 
nervioso  interviene  en  los  cambios  químicos  que  producen  el  calor  animal.  Divi- 
diendo a  un  conejo  el  simpático  cervical  (1851),  encontró,  en  lugar  del  esperado 
descenso  térmico,  un  importante  aumento  (40  a  6o  C)  y  marcado  aumento  también 
en  la  vascularización  de  la  oreja;  pero  él  dejó,  como  cuestión  para  resolver,  si  esta 
11  congestión  era  la  causa  o  el  efecto  del  aumento  de  temperatura.  En  agosto  de 
1852  [4],  Brown-Sequard,  entonces  residente  en  América,  demostró  que  el  galva- 
nismo aplicado  a  la  parte  superior  del  simpático  dividido  causaba  realmente  con- 
tracción de  los  vasos  y  descenso  de  la  temperatura,  y  que  de  esto  podía  deducirse 
que  el  efecto  de  la  sección  del  simpático  era  paralizar  y  dilatar  los  vasos  sanguí- 
neos. CI.  Bernard,  independientemente,  realizó  el  mismo  experimento  en  noviem- 
bre de  1852,  y  análogos  resultados  han  sido  obtenidos  por  Waller  y  Budge  en  1853. 
En  1853,  CI.  Bernard  suprimió  la  circulación  en  la  oreja,  ligando  dos  de  sus  venas, 
encontrando  el  mismo  aumento  de  temperatura  después  de  la  sección  del  simpá- 
tico, de  donde  dedujo  que  éste  dirige  las  relaciones  térmicas,  un  punto  de  vista 
que  ha  defendido  hasta  el  fin  de  su  vida.  En  1858  ha  demostrado  que  el  simpático 
es  el  nervio  constructor,  y  la  cuerda  del  tímpano,  el  dilatador  délos  vasos  sanguí- 
neos. Este  descubrimiento  de  nervios  vasodilatadores  y  vasoconstrictores  (5),  com- 
pleta su  labor  sobre  el  aparato  circulatorio.  Entre  sus  descubrimiento?  menores 
figuran  sus  experimentos  con  el  curare  (1850-56)  [6],  en  los  cuales,  paralizando  el 
i.ervio,  ha  demostrado  la  independiente  excitabilidad  del  músculo,  dando  de  este 
modo  una  clásica  demostración  de  la  doctrina  de  Haller  de  la  irritabilidad  especí- 
fica; sus  investigaciones  sobre  el  poder  tóxico  del  monóxido  de  carbono  (1853 
a  58)  [7],  demostrando  que  él  desplaza  el  oxígeno  de  los  glóbulos  rojos;  y  sus  estu- 
dios sobre  las  «secreciones  paralíticas»  ocasionadas  por   la  sección  de  los  nervios 


(1)  Compt.  rend.  Soc.  de  Biol.,  París,  i849-i85°*.  h  página  60, 

(2)  Arch.  gen.  de  Mcd.,  Taris,  1849;  I,  páginas  60  y  61.— Compt.  raid,  Acad.  d.  sc.y 
París,  1849.  XXVIII,  página  2^0;  1856,  supl.,  páginas  379"563,  nueve  láminas. 

(3)  Compt.  rend.  Soc.  de  Biol,  Paris,  1X51,  XXXIII,  página   163;  1852,  XXXIV, 
página  472;  XXXV,  página  [68    [853,  XXXVI,  página  378. 

(4)  Brown  Sequard:  Med.  Exam.,  Filadelfia,  1H52,  VIH,  páginas 481-504. 

(5)  Compt.  rend.  Acad.  d.  se,  París,  1858;  XLV1II,  páginas  245  y  393- 

(6)  Compt.  rend.   Acad.  d.  se,  París,   1850,  XXXI,   página  533;  1856,  XLIII,  pá- 
gina 825. 

(7)j    Compt.  rend.  Acad.  d.  se,  París,  1858,  XLVII,  página  393. 


EL     SIGLO     XIX  175 

glandulares  (1864)  [6].   En  el  Museo  Médico  Militar  de  Washington  se  puede  ver 
la  histórica  mesa  en  la  que  efectuaban  sus  experimentos  Magendie  y  CI.  Bernard. 

Durante  los  últimos  años  de  su  vida,  Cl.  Bernard  expuso  y  difundió  sus 
doctrinas  por  medio  de  cursos  de  lecciones  en  el  Colegio  de  Francia  y  en 
la  Sorbona,  en  particular  sobre  fisiología  experimental  (1855)»  l°s  efectos 
de  las  substancias  y  medicamentos  tóxicos  (1857),  ^a  fisiología  y  patolo- 
gía del  sistema  nervioso  (1858),  los  líquidos  del  organismo  (1859),  la  pa- 
tología experimental  (1872),  los  anestésicos  y  la  asfixia  (1875)  y  la  fisiolo- 
gía operatoria  (1879).  Las  últimas  revelan  el  irreprochable  maestro  en  la 
técnica  de  los  procedimientos  experimentales,  y  todas  ellas,  al  hombre  de 
letras,  que  ha  comenzado  su  carrera  como  autor  dramático.  Esparcidos 
en  todos  sus  escritos  se  encuentran  muchos  luminosos  aforismos,  que  son 
para  la  Medicina  lo  que  los  Pensées  de  Vauvenargues  y  Joubertson  para  la 
literatura,  porque  aparecen  inspirados,  como  nunca  hasta  entonces  lo  ha- 
bían estado,  con  la  elevada  vocación  y  las  nobles  y  honradas  tendencias 
y  aspiraciones  del  médico  científico.  En  sus  primeros  tiempos,  Cl.  Bernard 
era  desdeñado,  considerándose  como  un  simple  disector  de  animales,  y 
nos  dice  él  mismo  que  disfrutaba  de  gran  inmunidad  respecto  de  las  per- 
secuciones gracias  a  la  amistad  accidental  con  un  comisario  de  policía  en 
cuyo  distrito  tuvo  la  precaución  de  establecerse.  Por  la  misma  razón,  él  no 
fué  dichoso  en  su  vida  conyugal,  y  sus  mismas  hijas  llegaron  a  estar  ale- 
jadas de  él  a  causa  de  su  mujer.  Pero  los  honores  fueron  llegando  con  el 
tiempo.  Una  cátedra  especial  de  Fisiología  general  fué  creada  para  él  en 
la  Sorbona  durante  la  vida  de  Magendie,  y  en  1 85 5  sucedió  a  éste  como 
profesor  de  Fisiología  en  el  Colegio  de  Francia,  siendo  admitido  en  la 
Academia  Francesa  en  1 868.  Napoleón  III  estaba  de  tal  modo  fascinado 
con  la  personalidad  de  Cl.  Bernard,  que  creó  para  él  dos  buenos  labora- 
torios en  la  Sorbona  y  en  el  Museo  de  Historia  Natural,  y  le  hizo  senador 
en  1869.  Entre  sus  amigos  figuraban  Duruy,  Gambetta,  Pasteur,  Rayer, 
Davaine,  Saint-Claire  Deville,  Berthelot  y  Renán,  que  le  sucedió  en  su 
fauteuil  de  la  Academia  Francesa.  Claudio  Bernard  era  alto  y  de  impo- 
nente presencia,  con  una  noble  frente  y  una  fisonomía  que  expresaba  la 
profundidad  del  pensamiento  y  la  bondad  de  los  sentimientos.  «Cuando 
iba  por  las  calles,  se  solía  oír  decir  a  las  gentes:  — No  me  sorprende  que 
sea  así.  Tenía  que  ser  así  de  distinguido.» 

Entre  los  discípulos  de  Cl.  Bernard,  Willy  Kühne  (1837-1900),  de 
Hamburgo,  profesor  de  Fisiología  en  Amsterdam  (1868-71)  y  en  Heidel- 
berg (1871-1900),  es  célebre  por  sus  investigaciones  acerca  de  los  órganos 


(6)     Journ.  de  V  Anat.  et  Physiol.,  París,  1864;  I,  páginas  507-513. 


i76 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


terminales  periféricos  de  los  nervios  motores  (1862),  de  la  hemoglobina 
(1865),  de  la  digestión  de  los  proteidos  por  el  jugo  pancreático  (1867)  [i], 
del  encyma  proteolítico  del  páncreas,  al  que  dio  el  nombre  de  tripsina 
(1876)  [2],  del  desdoblamiento  de  las  albúminas  por  la  digestión  tríptica 
y  gástrica  (1877)  [3],  de  la  «rhodopsina»  o  «púrpura  visual»  y  de  los 
«chromophanes»  de  la  retina  (1877)  [4],  de  las  corrientes  eléctricas  des- 
arrolladas en  un  músculo  estimulado  y  comprimido  y  de  su  poder  de  ex- 
citar otros  músculos  comprimi- 
dos con  él  (1888)  [5]  y  especial- 
mente por  las  notables  series  de 
estudios  químicos  de  los  produc- 
tos intermediarios  de  la  diges- 
tión pépsica  e  intestinal,  que  ha 
llevado  a  cabo,  con  su  discípu- 
lo Rusell  Henry  Chittenden 
(1856),  de  New-Haven,  Connec- 
ticut, siendo  aisladas  muchas 
substancias  y  nombradas  por 
primera  vez  por  estos  investiga- 
dores (1883-88)  [6].  Kühne  ha 
sido  un  hombre  de  innumera- 
bles recursos  en  la  investigación, 
notable  por  sus  «optogramas»  o 
fotografías  hechas  directamente 
de  la  retina  excindida,  y  por  su 
empleo  de  los  fermentos  pan- 
creáticos como  reactivos  en  His- 


Willy  Kühne  (1837-1900). 
(Biblioteca   Médica   de    Boston.) 


to  logia. 


Paul  Bert  (1830-86),  de  Auxerre,  discípulo  predilecto  de  CI.  Bernard  y  su  suce- 
sor en  la  Sorbona  (1868),  estropeó  su  brillante  carrera  científica  mezclándose  en  las 
luchas  políticas.  Era  furiosamente  radical  y  anticlerical,  y  habiendo  sido  nombrado 
por  Gambetta  cónsul  general  en  Tonkin, 'en  1886,  sucumbió  allí,  poco  tiempo  des- 
pués, víctima  de.  la  disentería.  Ha  descubierto  en  la  glándula  mamaria  (1879)  una 
substancia  no  analizada;  pero  su  mejor  obra  es  La  Pression  Barométrique  (1878),  un 
conjunto  de  ensayos  diversos  dedicados  al  estudio  de  los  gases  en  la  sangre,  a  la 
enfermedad  d<-  los  buzos  y  especialmente  a   los  efectos  tóxicos  del  oxígeno  a  alta 


(0 
* 

(3) 
(4) 

y  455- 

(5) 
(6) 


Kühne:   Vitchow  Berlín,  1867;  XXXIX,  páginas  130-174. 

Verhandl  d.  naturh.-med.  Ver.  tu  Heidelb,  1874,  77.  n.  F;  1,  páginas  194-233 
IbtiUm,  pág.  236. 
Untersuch.  a.  d.  physiol.  Inst.,  Heidelberg,  1877;  1,   páginas  15,  105,  109,  119 

Zcitsrhr.  f.  Biol.t  Munich,  1888;  XXIV,  páginas  383-422. 

Kühne  and  Chittenden:  Zeitsekr.f.  Biol.,  Munich,  1883;  XIX,  pág.  160;  1884, 


XX.  pág,  ;  .XII,  páginas  409  y  423;  188$,  XXV,  pág.  358- 


EL     SIGLO     XIX  17 

presión.  Prosiguiendo  sus  experimentos,  él  estimuló  a  tres  aeronautas  a  afectuar 
una  elevada  ascensión  llevando  balones  de  oxígeno,  y  sólo  uno  sobrevivió  al  ensa- 
yo. La  teoría  de  la  glucogenia  ha  sido  expuesta  acabadamente  por  Frederick 
William  Pavy  (1829-191 1),  cuya  obra  debe  ser  considerada  en  relación  con  la  medi- 
cina interna. 

En  relación  con  la  obra  de  Cl.  Bernard,  debemos  seguir  los  modernos 
desenvolvimientos  de  la  fisiología  de  la  digestión,  del  metabolismo  y  de 
las  glándulas  de  secreción  interna. 

La  descripción  clásica  del  mecanismo  del  acto  de  la  deglución  ha  sido  dada 
por  Magendie  (18 17)  [1],  quien  expuso  los  tres  actos  en  el  paso  del  alimento  a  tra- 
vés de  la  boca,  de  la  faringe  y  del  esófago.  El  creía  que  el  principal  coeficiente  del 
poder  motor  eran  los  músculos  constrictores  de  la  faringe;  pero  posteriormente 
ha  sido  demostrado  por  Hugo  Kronecker  (1839-1914),  de  Berna,  y  por  Samuel  Ja- 
mes Meltzer  (1851),  que  el  reflejo  de  la  deglución  es  un  complejo  mecanismo  coor- 
dinado, dependiendo  principalmente  de  los  músculos  milohiodeo  e  hipogloso 
(1880-83)  [2].  El  carácter  esencialmente  reflejo  del  acto  fué  demostrado  en  1876 
por  Angelo  Mosso  (1846- 19 10),  de  Turin,  quien  ha  puesto  bien  de  manifiesto,  que, 
aun  después  de  la  sección  o  de  la  ligadura  del  esófago,  la  onda  peristáltica  se 
transmite,  a  su  tiempo,  a  la  parte  inferior  de  la  sección  por  medio  de  los  nervios 
correspondientes,  llegando  hasta  el  estómago,  donde,  seccionados  sus  nervios, 
quedaría  abolido  por  completo  el  reflejo  (3).  Los  movimientos  del  estómago  han 
sido  primeramente  estudiados  in  situ  por  William  Beaumont,  y  más  precisamente 
por  Walter  Bradford  Cannon  (1871)  [4],  de  Wiscousin,  que  los  ha  estudiado  por 
medio  de  los  rayos  Rontgen,  después  de  la  administración  del  subnitrato  de  bis- 
muto. El  que  el  estómago  es,  como  el  corazón,  un  mecanismo  motor  automático, 
independientemente  del  mecanismo  nervioso  que  arregla  su  función,  ha  sido  de- 
mostrado por  las  observaciones  de  Hofmeister  y  Schütz  sobre  los  movimientos  de 
un  estómago  excindido  conservado  a  la  temperatura  orgánica  (1886);  por  Rud.  Hei- 
denhain;  por  W.  B.  Cannon,  en  Harward  (1906),  que  ha  demostrado  que  las  secre- 
ciones y  los  movimientos  gástricos  continúan  sin  disminuir  después  de  la  sección 
de  las  fibras  extrínsecas  de  los  nervios  vago  y  esplácnico;  y,  finalmente,  en  el 
«organismo  visceral»,  que  Alexis  Carrel  ha  podido  conservar  vivo  en  un  medio  de 
cultivo  extravital  (1912).  Cannon  ha  estudiado,  además,  el  mecanismo  de  la  diges- 
tión en  condiciones  quirúrgicas  y  después  de  las  operaciones  quirúrgicas  (1905-9). 
El  mecanismo  del  vómito  ha  sido  estudiado  en  primer  término  por  Magendie 
(1813),  que  pensaba  que  el  único  agente  era  la  contracción  de  los  músculos  abdo- 
minales. Posteriores  investigaciones  han  podido  demostrar  que  este  modo  de  pen- 
sar era  sólo  verdad  a  medias;  siendo  el  acto  un  reflejo  mucho  más  complejo,  en 
el  que  intervienen  también,  con  igual  importancia,  las  paredes  del  estómago.  Des- 
pués de  la  época  de  Prout  y  de  Beaumont,  se  había  sostenido,  por  Cl.  Bernard  y 
Barreswil,  Lehmann  y  otros,  que  el  ácido  libre  del  estómago  era,  en  realidad,  el 
ácido  láctico;  pero  esto  fué  rectificado,  finalmente,  por  los  minuciosos  análisis  de 
Bidder  y  Schmidt  (1852),  quienes  demostraron  que  el  jugo  gástrico  normal  con- 
tiene siempre  ácido  clorhídrico  en  exceso.  Brücke  (1872)  y  otros  han  demostrado, 
sin  embargo,  que,  durante  la  digestión  de  los  hidratos  de  carbono,  el  almidón 
puede  convertirse  directamente  en  ácido  láctico  en  el  estómago,  probablemente 
por  la  acción  de  los  bacilos  del  ácido  láctico.  Se  ha  demostrado  por  Voit  (1869)  y 
Cahn  (1886)  que  el  ácido  clorhídrico  del  estómago  se  deriva  de  los  cloruros  conte- 
nidos en  el  plasma  de  la  sangre.  Respecto  del  mecanismo  de  :>u  formación  se  han 


(1)  Magendie:  Precis  element aire  de  Pkysiologie,  París,   181 7;  II,  páginas  58-67* 

(2)  Kronecker  and  Meltzer:  Arck.f.  Physiol. ,  Leipzig,  1880;  páginas  299  y  446; 
1883,  Suppl.  Bd.,  pág.  328. 

(3)  Mosso,   en  la   obra   de  Moleschott,    Untersuchtmg  zür  Naiurlehre  (etc.), 
Francfort,  1876;  XI,  páginas  331  -349. 

(4)  Cannon:  Am.  Journ.  Physiol.,  Boston,  1898;  I,  páginas  359-382. 

Historia  ds  t,a  Medicina.  —  Tomo  II  12  • 


i78  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

emitido  diferentes  teorías  por  Maly,  Gamgee  y  otros,  que  siguen  estando  sub  ju- 
dice.  Los  cambios  histológicos  en  las  glándulas  gástricas  durante  la  secreción  han 
sido  estudiados  por  Heidenhain  (1878),  e  intravitalmente  por  J.  N.  Langley  (1880). 
Los  diferentes  grados  de  la  conversión  de  los  proteidos  en  peptonas  en  el  estó- 
mago han  sido  descritos  primeramente  por  Meissner  (1859-62)  y  más  completa  y 
acabadamente  por  Willy  Kühne  (1877). 

Los  movimientos  del  intestino  han  sido  estudiados  por  Cari  Ludwig  (1861)  [1], 
que  ha  descrito  los  movimientos  del  péndulo  (Pendelbewegungen)  entre  los  interva- 
los de  los  peristálticos;  por  W.  B.  Cannon,  que  observó  estos  últimos  por  medio  de 
los  rayos  Rontgen  (1902)  [2],  y  por  Bayliss  y  Starling,  que  han  descrito  el  peristal- 
tismo  como  un  reflejo  por  los  ganglios  intrínsecos  (1899)  [3].  El  que  la  onda  peris- 
táltica va  en  una  sola  dirección,  y  esto  debido  a  una  disposición  especial  de  la  pa- 
red intestinal,  ha  sido  demostrado  por  Franklin  P.  Mall,  que  seccionó  un  trozo  de 
intestino  y  lo  suturó  invertido  in  situ,  produciendo  una  obstrucción  intestinal  por 
acumulo  de  las  materias  por  encima  de  la  sección  (1896)  [4].  En  1912-13,  Roger 
Glénard  llevó  a  cabo  estudios  cinematográficos  de  los  movimientos  intestinales  en 
estado  normal  y  bajo  la  acción  de  los  purgantes,  por  aislamiento  de  todo  el  tramo 
intestinal,  excindido  de  un  conejo  y  sostenida  su  actividad  por  medio  de  una  cons- 
tante perfusión  con  solución  de  Locke  (5).  Los  plexos  nerviosos  intrínsecos  han 
sido  descritos  por  Auerbach  y  Meissner.  Pfíüger,  en  1857  (6),  demostró  que  el  es- 
tímulo del  nervio  esplácnico  inhibe  los  movimientos  intestinales.  El  resultado  final 
de  estas  investigaciones  fué  la  demostración  de  que  los  intestinos,  como  el  estó- 
mago, son  mecanismos  automáticos  regulados  por  los  nervios  extrínsecos,  pero  no 
dependientes  de  ellos  Condiciones  semejantes  respecto  de  la  función  rectal  han 
sido  establecidas  por  los  experimentos  de  Goltz  en  perros  privados  de  médula  es- 
pinal (1874)  y  por  las  eskiagráficas  observaciones  de  Hertz  (1907).  En  1895  fué  de- 
mostrado por  G.  H.  F.  Nuttal  y  H.  Thierfelder  que,  en  el  animal  sano,  la  vida  y  la 
digestión  perfecta  son  posibles  sin  necesidad  de  la  presencia  de  bacterias  en  el 
conducto  intestinal.  Harvey  Cushing  demuestra  que,  antes  y  después  del  íleon,  los 
intestinos  aparecen  relativamente  libres  de  hacterias,  y  que  el  tramo  intestinal 
puede  ser  esterilizado  por  el  ayuno  (Welch-Festschrift,  1900).  Nuestros  conocimien- 
tos a  propósito  de  la  química  y  de  la  histología  de  la  absorción  intestinal  son  am- 
pliamente debidos  a  la  labor  de  Kühne  (1877),  Heidenhein  (1888-94)  y  de  Pavloff  y 
sus  discípulos  (1S97).  Lo  que  nosotros  conocemos  de  las  funciones  del  hígado  y  del 
páncreas  irá  siempre  asociado  al  gran  nombre  de  Claudio  Bernard.  Su  discípulo 
Willy  Kühne,  como  hemos  visto,  ha  trabajado  en  el  estudio  de  los  cambios  inter- 
medios de  los  proteicos  en  el  estómago  e  intestinos;  pero  ya  anteriormente  Pur- 
kinje  y  Pappenheim  habían  notificado  el  poder  proteolítico  de  extractos  del  pán- 
creas (1836),  y  Lucien  Corvisart,  en  una  larga  serie  de  investigaciones  (1857-63)  [7] 
ha  demostrado  que  los  proteicos  son  transformados  por  el  jugo  pancreático  en  los 
productos  digestivos  ordinarios,  a  la  temperatura  del  cuerpo  y  en  un  medio  alca- 
lino, neutro  o  alcalino.  Esto  corregía  el  error  de  CI.  Bernard  de  suponer  que  la 
proteolisis  pancreática  no  podía  tener  lugar  sin  la  acción  previa  de  la  bilis.  Los  fer- 
mentos formadores  del  azúcar  de  las  glándulas  salivares  y  del  páncreas  son  inves- 
tigados por  el  patólogo  Julius  Cohnheim  (1863)  [8].  La  ptialina  ha  sido  investigada 


(1)  Ludwig:  Lehrbuch  der  Physiologie,  2  Aufl,  1861;  II,  pág.  615. 

(2)  Cannon:  Am.  Joum.  Physiol.,  Boston,  190 1-2;  VI,  páginas  251-277.  También 
The  Mechanical  Factors  o.f  Digestion,  Londres,  191 1. 

(3)  W.  M.  Bayliss  y  E.  H.  Starling:  Joum.  Physiol,  Londres,    1899;  XXIV,  pá- 
gina 99. 

(4)  Mall:  Johns  Hopkins  Hosp.  Rep.,  Baltimore,  1896;  I,  pág.  93. 

(5)  Glénard:  Les  niouvenients  de  l'intestin  en  circulatio?i  artificielle,  París  (thesis 
Faculté  des  Sciences),  191 3. 

(6)  Pflüger:  Ueber  das  / íe?nmungsnervensystem  für  die  peristaltischen  Bewegun- 
gen  der  Gedárme,  Berlín,  1857. 

(7)  L.  Corvisart:  Collection  de  mémoires  sur   une  fonctionpeu  connue  du pancreas, 
París,  1857-63. 

(8)  Cohnheim:  Arch.  f.  path.  Anat.,  Berlín,  1863;  XXVIII,  páginas  241-253. 


EL     SIGLO     XIX 


179 


por  Mialhe  (1845)  [1];  la  tripsina,  por  Khüne  (1876)  [2].  Los  derivados  de  la  bilis  han 
sido  estudiados  por  Thénard  (1809),  Gmelin  (1826),  Plattner,  que  fué  el  primero  en 
obtenerla  «bilis  cristalizada»,  y  especialmente  por  Adolf  Strecker(i  822-71),  que  de- 
mostró que  los  cristales  de  Plattner  eran  una  mixtura  de  las  sales  de  sodio  con  los 
ácidos  glicocólico  y  taurocólico,  que  tratadas  con  los  ácidos  dan  aminoácidos,  gli- 
cocola  y  taurina,  con  ácido  cólico,  como  un  producto  común  (1848-49)  [3].  La  bili- 
rrubina  ha  sido  aislada  por  vez  primera  por  Heintz  (1851);  la  biliverdina,  por  Bez- 
zelius  (1840),  que  la  ha  confundido  con  la  clorofila, y  por  Valentiner,  que  fué  el  pri- 
mero en  obtenerla  en  forma  cristalina  (1859).  La  urobilina  ha  sido  descubierta  en 
la  orina  por  Max  Jaffé  en  1868.  Austin  Flint,  Junior,  en  1862,  afirmó  que  la  coleste- 
rina se  produce  en  el  hígado  a  expensas  de  la  sangre  y  que  es  eliminada  del  orga- 
nismo en  forma  de  estercorina;  pero  Naunyn  y  sus  discípulos  la  han  considerado 
como  un  producto  de  Ja  vesícula  y  de  los  vasos  biliares  y  no  de  las  células  hepáti- 
cas (1892).  Los  conocidos  métodos  de  investigación  de  la  bilis  han  sido  ideados  por 

Gmelin  (1826),  Pettenkofer  (1844), 
Ottomar  Rosenbach   (1876)   y   Paul 

Ehrlich  (1883). 

Recientemente,  los  conoci- 
mientos de  la  relación  entre  el 
sistema  nervioso  con  las  secre- 
ciones salivar,  gástrica  y  pan- 
creática han  sido  precisados  y 
puestos  en  claro  gracias  a  Ja  la- 
bor de  los  fisiólogos  de  la  es- 
cuela rusa,  y  especialmente  Ivan 
Petrovich  Pavloff  (1849)  [4],  del 
gobierno  de  Ryazan,  que  en  1904 
obtuvo  el  premio  Nobel  por  sus 
investigaciones.  El  éxito  de  las  in- 
vestigaciones de  Pavloff  ha  sido 
principalmente  debido  a  determi- 
nados   perfeccionamientos,    que 

él  y  sus  discípulos  han  ideado  en  la  producción   de  las  fístulas  gástricas 

y  pancreáticas. 


Ivan  Petrovich  Pavloff  (1849) 


Ya  en  1852,  Bidder  y  Schmidt  han  referido  que  la  vista  del  alimento  produce 
una  copiosa  secreción  de  jugo  gástrico  en  el  perro  gastrotomizado,  y  Richet,  en 
1878,  ha  obtenido  un  efecto  semejante  en  un  enfermo  que  tenía  que  ser  alimenta- 
do por  una  fístula  gástrica  a  consecuencia  de  una  esteriosis  del  esófago.  Hei- 
denhain  incurre  en  el  defecto,  para  obtener  este  resultado  en  un  perro  fistulizado, 
de  suponer  que  en  algo  se  dañaban  las  conexiones  nerviosas  al  preparar  la  fístula 
(1880).  Pavloff  perfeccionó  la  fístula  de  Heidenhain  conservando  intactas  las  ramifi- 
caciones nerviosas,  y  esto  ha  quedado  como  base  de  los  modernos  procedimien- 


(1)  Mialhe:  Compt.  rend.  Acad.  d.  Se,  París,  1845;  XX,  páginas  654  y  1483. 

(2)  Kühne:  Verhandl.  d.natnrh-med.  Ver.  zu  Heidelberg,  1876,  n.  F.;  I,  pág.  190. 

(3)  Strecker:  Ann.  d.  Chem.  u.  Pharm.,  Heidelberg,  1848;  LXV,  pág.  1;  LXVII, 
página  1;  1849,  LXX,  pág.  149. 

(4)  Reunidas  en  su  Le  travail  des  glandes  digestives  (texto  ruso,  San  Petersbur- 
go,  1897;  traducción  francesa,  París,  1901). 


i8o  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

tos.  Además,  ha  seccionado  el  estómago,  de  modo  que  el  alimento  deglutido  pue- 
da ser  echado  al  exterior  por  el  cabo  superior,  y  el  alimento  no  deglutido  introdu- 
cido en  el  estómago  por  el  cabo  inferior.  Pueden  darse  tres  series  de  experimen- 
tos: el  perro  no  hace  mas  que  ver  u  oler  el  alimento — un  banquete  Barmecida,  o, 
como  lo  califica  Pavloff,  un  «alimento  psíquico» — ;  o  el  animal  puede  masticar  el  ali- 
mento, que,  deglutido,  sale  al  exterior  por  la  abertura  superior  del  esófago,  cons- 
tituyendo una  comida  engañosa  (Scheinfütterung);  o  se  le  puede  alimentar  realmen- 
te introduciendo  por  el  cabo  inferior  el  alimento  en  el  estómago.  En  los  dos  pri- 
meros casos  el  efecto  de  ver,  oler,  tocar,  mascar  y  deglutir  el  alimento  va  seguido 
de  una  copiosa  y  continua  secreción  gástrica — hasta  más  de  700  c.  c.  en  cinco  o  seis 
horas — ,  que  se  obtenía  sin  que  se  introdujera  ningún  alimento  en  el  estómago. 
Pavloff  llama  a  esto  «secreción  psíquica».  El  ha  demostrado  inmediatamente  que 
la  separación  de  los  nervios  esplácnicos  no  debía  afectar  el  fenómeno;  pero,  en 
cambio,  la  sección  de  ambos  vagos  abolía  la  secreción  refleja,  y,  estimulando  el 
cabo  periférico  de  los  vagos  seccionados,  se  volvía,  pasado  un  poco  tiempo,  a  pro- 
ducir de  nuevo.  Esto  demuestra  que  la  secreción  gástrica  está  regulada  por  el  vago. 
En  la  tercera  prueba,  el  estímulo  puramente  mecánico  del  estómago,  por  la  intro- 
ducción del  alimento  por  el  orificio  esofágico,  estando  el  animal  dormido  o  distraí- 
do, no  estimula  necesariamente  la  secreción,  contrariamente  a  lo  que  se  pensaba. 
Chischin,  discípulo  de  Pavloff,  ha  encontrado  que  cuando  los  estímulos  psíquicos 
son  interceptados  en  su  camino,  el  aumento  de  la  secreción  varía  según  el  género 
del  alimento,  siendo  positivo  para  las  carnes  y  peptonas  en  general  y  negativo  para 
las  otras  substancias,  que,  cuando  se  comen,  pueden  ser  causa  de  secreción  psíqui- 
ca (1S94)  [1].  Por  medio  de  una  fístula  pancreática  especial,  Pavloff  ha  podido  de- 
mostrar que  las  fibras  secretoras  del  páncreas  se  encuentran  en  el  nervio  vago.  En 
1895,  Dolinsky  ha  encontrado  que  la  introducción  de  ácidos  en  el  duodeno  causa 
una  inundación  de  jugo  pancreático,  de  lo  que  ha  deducido  que  el  ácido  del  jugo 
gástrico  determina  la  aparición  de  esta  secreción,  probablemente  por  la  produc- 
ción de  la  hormona,  que  Bayliss  y  Starling  llaman  secretina  (1902).  Chepovalnikoff, 
otro  discípulo  de  Pavloff,  ha  descubierto  que  el  jugo  pancreático  de  una  fístula  ad- 
quiere una  poderosa  acción  disolvente  de  los  proteidos  por  el  contacto  con  la 
membrana  duodenal  o  con  el  extracto  de  la  misma,  y  esto  supone  Pavloff  que  es 
debido  a  que  la  mucosa  duodenal  contiene  una  enzyma  especial,  «enteroquinasa», 
que  activa  el  jugo  pancreático  (1899)  [2].  En  su  última  obra  sobre  los  «reflejos  con- 
dicionales» (19 1 2),  o  sea  sobre  los  efectos  de  las  sensaciones  específicas,  o  de  los 
estímulos  psíquicos,  Pavloff  demuestra  que  una  nota  musical,  un  color  brillante,  un 
olor  fuerte  o  un  estímulo  de  la  piel,  si  se  asocia  con  la  idea  del  alimento,  aprove- 
cha lo  mismo  para  causar  salivación;  pero  que  la  inundación  de  la  saliva  por  el  so- 
nido de  una  nota  dada  cesa  si  la  nota  es  elevada  o  bajada  en  un  cuarto  de  tono. 

El  estudio  científico  del  metabolismo  ha  sido  dividido  por  von  Noor- 
den  en  tres  períodos:  primero,  el  período  cualitativo,  inaugurado  por  Lie- 
big  y  Wóhler,  en  el  cual  fueron  estudiados  y  determinados  los  productos 
terminales  del  metabolismo  animal  y  las  condiciones  de  su  formación;  se- 
gundo, el  período  cuantitativo  de  von  Voit  y  Pettenkofer,  durante  el  cual 
se  estudió  cuidadosamente  el  valor  nutritivo  de  los  alimentos  en  tablas 
dietéticas  y  se  determinó  el  balance  de  la  nutrición,  después  de  lo  cual  se 
calcularon  las  relaciones  de  los  procesos  metabólicos  en  términos  de  uni- 
dades de  calor  y  'le  energía;  tercero,  la  era  reciente  del  estudio  de  los  pro- 
cesos intermediarios  del  metabolismo,  que  es,  de  nuevo,  cualitativo,  pero 
ya  va  siendo  cuantitativo  también  en  algunos  de  aquellos  procesos.    Los 


(1)     Véase  !.i  Disertación  de.  San  Petersburgo,  de  Chischin,  [894. 
\.  r.  Chepovalnikoff:  Disertación  de  Áan  Petersburg*),  1899. 


EL    SIGLO     XIX  181 

experimentos  más  antiguos  son  los  relativos  al  análisis  de  orina  y  a  las 
mediciones  de  los  ingresos  y  de  lo  eliminado.  En  la  actualidad,  parecen 
concentrarse  los  experimentos  en  el  estudio  de  las  actividades  de  los  teji- 
dos, en  términos  de  calorimetría  y  de  metabolismo  respiratorio  o  de  in- 
tercambio gaseoso  (Du  Bois  Raymond).  Los  experimentos  iniciales  en  el 
metabolismo  son  todos  cuantitativos,  como,  por  ejemplo,  los  de  Sancto- 
rius,  esforzándose  en  medir  su  propia  «perspiración  insensible»  por 
medio  de  la  balanza,  y  el  intento  de  Lavoisier  y  Laplace  de  establecer  una 
ecuación  entre  el  calor  producido  en  el  organismo  de  un  mamífero  y  el 
que  se  produce  en  una  bujía  encendida,  considerando  como  si  fueran  idén- 
ticas las  cantidades  de  bióxido  de  carbono  que  se  forman  en  uno  y  otro 
caso.  Lo  último  ha  sido  señalado  por  Jacques  Loeb  como  la  fundación  de 
la  Biología  científica  (i).  Toda  la  labor  de  Lavoisier  respecto  del  cambio 
de  gases  en  los  pulmones  pertenece,  en  realidad,  al  campo  del  metabolis- 
mo en  el  sentido  estricto  que  se  da  modernamente  a  esta  palabra. 

Durante  el  primer  período,  Magendie  ha  sido  el  primero  que  ha  recalcado  la 
gran  importancia  de  las  substancias  nitrogenadas  en  el  organismo.  Proust  ha  divi- 
dido las  substancias  alimenticias  en  sacarina,  aceitosas  y  albuminosas,  a  causa  de 
que  la  leche,  hecha  por  la  Naturaleza  como  un  alimento  perfecto,  está  compuesta 
de  esos  ingredientes.  Inmediatamente  después  viene  la  obra  de  Liebig  y  Wohler 
sobre  la  urea  y  los  compuestos  del  ácido  úrico,  y  especialmente  las  síntesis,  por 
Wohler,  de  la  urea  (1828)  y  del  ácido  hipúrico  (1842).  Liebig  ha  sido  el  primero  en 
clasificar  las  substancias  alimenticias  orgánicas  y  los  procesos  de. la  nutrición 
(1842).  Ll  sostiene  que  el  oxígeno  es  el  principal  coeficiente  químico  en  los  pro- 
cesos vivos,  que  el  trabajo  muscular  se  realiza  a  expensas  de  la  albúmina,  y  que  la 
grasa  puede  formarse  en  el  organismo  a  expensas  de  la  albúmina  o  del  azúcar,  y, 
como  Claudio  Bernard,  piensa  que  los  principios  alimenticios  se  transforman,  an- 
tes de  que  puedan  ser  utilizados  en  el  cuerpo,  en  albúmina  fisiológica.  El  embrió- 
logo Thecdor  Ludwig  Wilhelm  Bischoff  (1807-1882),  de  Hannover,  ha  sido  el  pri- 
mero que  ha  podido  demostrar  la  presencia  del  anhídrido  carbónico  libre  y  del 
oxígeno  en  la  sangre  (1837),  estudiando  la  urea  como  una  medida  del  metabo- 
lismo (1842)  y  estableciendo,  con  Voit,  las  leyes  de  la  nutrición  y  de  la  inanición 
en  los  carnívoros  (i860).  El  químico  alsaciano  Boussingault  iué  el  primero  en  in- 
tentar el  expresar  en  cuadros  los  ingresos  y  salidas  del  metabolismo  en  los  dife- 
rentes animales  (1835-40)  y,  con  Dumas,  ha  definido  el  animal  como  un  aparato 
oxidador,  y  la  planta  como  un  aparato  reductor  (1844).  El  ayudante  de  Bischoff, 
Carl  von  Voit  (1831-1908),  de  Amberg,  ha  realizado  estudios  muy  interesantes  de 
dietética,  especialmente  en  su  Manual  de  fisiología  del  metabolismo  de  la  nutrición 
(1 88 1),  en  el  que  se  introducen  nuevos  métodos  de  determinación  de  las  entradas 
y  las  salidas  en  el  balance  de  la  nutrición,  y  la  proporción  necesaria  de  los  pro- 
teicos en  el  alimento.  En  colaboración  con  el  higienista  bávaro  Max  von  Petten- 
kofer  (1818-1901),  ha  sido  el  primero  Voit  en  calcular  la  cantidad  de  proteicos, 
grasa  e  hidratos  de  carbono  que  se  consumen  en  el  organismo  (por  la  cantidad 
total  de  nitrógeno  y  de  anhídrido  carbónico  eliminado),  por  medio  de  un  especial 
aparato  para  la  respiración,  construido  a  expensas  del  rey  Maximiliano  de  Baviera 
(1 86 1),  que  fué  más  tarde  construido  y  perfeccionado  por  el  propio  Voit.  Estas  dos 
investigaciones  demostraron,  además,  que  las  grasas  se  forman  a  expensas  de  los 
alimentos  proteicos  (1862-1881);  pero,  posteriormente,  este  punto  de  vista  no  ha 
sido  sostenido  exclusivamente  ni  por  el  mismo  Voit,  y  ha  sido  negado  en  absoluto 


(i)     J.  Loeb:  The  Mechanistic  Conception  of  Life \  Chicago,  1912;  páginas  4  y  5- 


1 82 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


por  Pflüger  (1892).  Voit  establecía  una  distinción  entre  los  proteicos  organizados, 
o  de  los  tejidos,  y  los  no  organizados,  o  proteicos  circulantes  (1881),  y  sostiene  que 
los  hidratos  de  carbono  y  los  proteicos  de  los  alimentos  se  consumen  directamente 
en  el  organismo  (1881),  en  oposición  a  la  hipótesis  de  Liebig-Bernard-Pflüger  de 
que  necesitan  transformarse  previamente  en  substancia  del  organismo.  Pettenko- 
fer  ha  inventado  su  bien  conocido  reactivo  de  la  bilis  (1844)  y  un  nuevo  método 
de  calcular  el  anhídrido  carbónico  del  aire.  El  cálculo  del  nitrógeno  contenido  en 
el  metabolismo  se  ha  hecho  relativamente  fácil  por  el  método  ideado  porj.  Kjel- 
dahl  en  1883. 


Max  Rubner  (1854),  de  Munich,  discípulo  de  Ludwig  y  de  Voit,  pro- 
fesor de  Higiene  y  director  del 
Instituto  de  Higiene  de  Berlín 
(1891),  ha  descubierto  que  el  me- 
tabolismo es  proporcional  al  área 
de  la  superficie  delcuerpo(l883), 
que  la  acción  dinámica  específi- 
ca de  los  alimentos  en  el  meta- 
bolismo es  lo  más  grande  en  la 
proteína  y  lo  más  pequeña  en 
los  hidratos  de  carbono  (1902), 
y  ha  sido  uno  de  los  primeros 
en  investigar  los  cambios  meta- 
bólicos  en  términos  de  unidades 
de  calor  y  de  energía,  o  consi- 
derando el  organismo  animal 
como  un  calorímetro  (1891). 

Las  relaciones  térmicas  del  orga- 
nismo han  sido  por  primera  vez  in- 
vestigadas por  Lavoisier  y  Laplace 
(1780),  Crawford  (1788)  y  Scharling 
(1849),  que  han  usado,  respectiva- 
mente, calorímetros  de  hielo,  de  agua 
y  de  aire.  Desde  la  época  de  Voit 
y  Pettenkofer,  estas  investigaciones 
han  sido  llevadas  a  cabo  por  medio  de  instrumentos  como  el  calorímetro  diferen- 
cial de  aire  de  d'Arsonval  (1886)  y  los  calorímetros  de  la  respiración  de  Atwa- 
ter  y  Rosa  (1897),  Atwatcr  y  Benedict  (1905),  H.  B.  Williams  (1912),  Riche  y  Só- 
derstrom  (Sage  caiorimeicr,  1913). 

Con  estos  aparatos,  el  calor  producido  en  el  organismo  puede  ser  medido 
directamente,  y  también  calculado  de  un  modo  indirecto  por  medio  del  cociente 
respiratorio  (litros  de  oxígeno  consumido  partido  por  litros  de  anhídrido  carbóni- 
co prodlM  ¡do;  y  por  el  nitrógeno  eliminado  por  la  orina,  pudiendo  servir  un  mé- 
todo de  contraprueba  del  otro.  El  valor  de  la  investigación  cuantitativa  por  los  me- 
dios perfect  ionados  ha  sido  especialmente  demostrado  ]><>r  las  investigaciones  re- 
cientes, como,  verbigracia,  las  de  Nathan  Zuntz  sobre  los  gases  de  la  sangre  y  el 
metabolismo  n  Bpiratorio,  las  de  Pavy  y  Moleschott  sobre  dietética,  las  de  Loewy 
(1890),  Edsall  y  Means  (1914-1915)  sobre  la  acción  de  los  medicamentos  en  la  pro- 
ducción del  calor,  de  Atwatcr  y  Langworthy  sobre  el  balance  de  la  nutrición  (1902) 
de  R.  H.  Chittenden  sobre  el  mínimum  de  exigencias  nutritivas  del  organismo  en 
relación  con  la  capacidad  del  mismo  para   el  trabajo  y  con  el  equilibrio  del  nitro- 


Max  Rubner  (1854) 


EL    SIGLO     XIX  183 

geno  (1904),  de  F.  G.  Benedict  sobre  la  influencia  de  la  inanición  en  el  metabolis- 
mo (1907),  de  Carpenter  y  Murlin  sobre  el  metabolismo  de  la  mujer  antes  y  des- 
pués del  parto  (191 1),  y  de  Graham  Lusk  sobre  la  calorimetría  animal  (19 12-15).  En 
1899,  Magnus  Levy  y  Falk  han  demostrado  que  el  metabolismo  es  más  elevado  en 
la  infancia  y  más  bajo  en  la  vejez.  El  metabolismo  en  la  infancia  ha  sido  estudiado 
por  Howland  (191 1),  Benedict  y  Talbot  (19 14)  y  otros.  Estos  resultados,  completa- 
dos con  los  obtenidos  por  Dubois  en  los  exploradores  (19 15-16),  demuestran  que 
el  metabolismo  es  muy  bajo  en  el  recién  nacido,  un  50  por  100  más  que  el  nivel  del 
adulto  al  final  del  primer  año,  creciendo  hasta  alcanzar  su  máximum  durante  un 
período  no  explorado  entre  los  dos  y  los  seis  años,  después  de  lo  cual  desciende 
muy  rápidamente  hasta  los  veinte  años,  para  seguir  un  descenso  mucho  más  lento 
desde  esta  edad  en  adelante  (Du  Bois).  El  estudio  del  metabolismo  en  el  estado  pa- 
tológico se  obtiene  comparando  la  producción  de  calor  del  enfermo  en  completo 
reposo  catorce  horas  después  déla  última  comida  (metabolismo  básico)  con  las  ci- 
fras análogas  obtenidas  en  estado  normal.  Las  extremas  variaciones  de  este  estado 
normal  han  sido  ampliamente  prevenidas  por  medio  de  la  perfeccionada  «fórmula 
lineal»  de  Delafield  Du  Bois  para  el  cálculo  del  área  superficial  del  cuerpo  (191 5), 
a  la  cual  resulta  proporcional  el  metabolismo  individual  entre  los  veinte  y  los  cin- 
cuenta. Esta  fórmula  da  para  el  metabolismo  normal  un  término  medio,  en  estado 
normal,  de  39,7  calorías  por  metro  cuadrado.  Friedrich  Müller  ha  sido  el  primero 
en  hacer  notar  el  extraordinario  aumento  del  metabolismo  en  el  bocio  oxoftálmi- 
co  (1893).  Magnus  Levy  ha  encontrado  el  intercambio  gaseoso  muy  elevado  en  la 
enfermedad  de  Graves  (1895-97),  muy  bajo  en  el  mixedema  (1904),  cuyos  resulta- 
dos han  sido  ampliamente  confirmados,  especialmente  por  la  obra  de  E.  F.  Du  Bois, 
con  el  calorímetro  de  Sage  (1915-16).  La  producción  anormal  de  calor  explica  la 
semiología  de  la  enfermedad,  y  tiene  importantes  aplicaciones  dietéticas.  El  que  el 
aumento  del  metabolismo  en  la  fiebre  tifoidea  es  proporcional  al  aumento  de  la 
temperatura  ha  sido  demostrado  por  varios  investigadores.  Los  efectos  del  factor 
inanición  han  sido  abolidos  por  la  dieta  de  elevadas  calorías  de  Shaffer  y  Coleman 
(1909).  El  metabolismo  respiratorio  en  las  diferentes  anemias  ha  sido  estudiado  por 
Magnus  Levy  (1906),  Meller  y  Du  Bois  (1916)  y  otros.  Este  último  ha  investigado, 
con  Peabody,  el  metabolismo  en  las  afecciones  cardio-renales  (19 16).  Graves  ha  en- 
contrado un  aumento  en  el  cáncer,  y  sólo  un  moderado  aumento  en  las  fiebres  de 
poca  intensidad  (1904).  Varían  los  resultados  en  las  enfermedades  de  la  pituitaria, 
y  especialmente  un  ligero  aumento  en  la  producción  de  calor;  han  sido  obtenidos 
por  Falta  (1913),  Du  Bois  (1914)  y  Means  (1915)  [1].  La  patología  y  el  tratamiento  de 
la  diabetes  se  han  convertido  en  un  problema  puramente  químico,  gracias  a  traba- 
jos como  el  descubrimiento,  por  Petters,  de  la  acetona  en  la  orina  de  los  diabéti- 
cos (1857),  la  obra  de  Kussmaul  sobre  la  acetonemia  (1874),  de  Stadelmann  (1883), 
Külz  (1884-87),  Minkowsky  (1884)  y  Magnus  Levy  (1899- 1909)  sobre  el  ácido  p-oxi- 
butírico  en  relación  con  el  coma  diabético;  de  la  producción  experimental,  por  von 
Mehring,  de  la  diabetes  por  medio  de  la  floricina  (1886);  de  los  estudios  dietéticos 
de  Cari  von  Noorden  (1895-19 11);  de  los  importantes  y  extensos  estudios  de  Gra- 
ham Lusk  (1 898- 19 1 5),  de  F.  G.  Benedict  y  Joslin  (1910-15),  y  de  les  efectos  del 
tratamiento  por  el  ayuno  de  F.  M.  Alien  (19 15).  La  original  observación  de  Lusk  de 
que  un  enfermo  completamente  diabético  puede  excretar  no  sólo  todos  los  hidra- 
tos de  carbono  ingeridos,  sino  también  el  azúcar  equivalente  a  la  mitad  de  la  mo- 
lécula proteica  (1906)  ha  sido  confirmada  por  Alien  y  Du  Bois  (1916).  Las  verdade- 
ras relaciones  metabólicas  del  ácido  úrico,  aislado  primeramente  de  la  orina  por 
Scheele  (1776)  y  encontrado  en  los  cálculos  gotosos  y  urinarios  por  Wollaston 
(1777)  han  sido  objeto  de  gran  controversia.  Importantes  datos  para  esta  historia 
son:  el  descubrimiento  de  la  xantina  por  Marcet  (1819)  y  la  demostración  de  la 
misma  en  la  orina  por  Strecker  (1857);  la  demostración,  por  Kossel,  de  que  las  ba- 
ses xantinas  son  derivadas  del  ácido  úrico  (1879);  el  descubrimiento,  por  Miescher, 
de  la  nucleína  en  los  glóbulos  de  pus  y  en  los  espermatozoides  (1874),  y  la  deter- 
minación de  la  verdadera  fórmula  del  ácido  úrico  por  Schmiedeberg  (1896);  las  cla- 
sificaciones de  las  nucleínas,  según  Kossel  y  Hoppe-Seyler;  las  síntesis  in  vitro  del 


"   (1)     Véase  E.  F.   Du  Bois:  Am.  Journ.   Med.  Se,  Filadelfia,  19 16;  CLI,  pági- 
nas 781-799. 


1 84  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

ácido  úrico,  por  Horbaczenski  (1882),  y  la  demostración,  por  el  mismo,  de  que  es 
derivable  de  la  nucleína  (1889);  el  descubrimiento,  por  Minkowski,  de  que  la  dieta 
de  bases  de  xantina  produce  un  aumento  en  la  eliminación  de  ácido  úrico  (1886)  y 
de  que,  en  las  aves,  el  último  es  sintetizado  en  el  hígado  bajo  el  influjo  del  ácido 
láctico  (1886),  y  el  árbol  genealógico  de  la  gota  de  Emil  Fischer,  basado  en  la  idea 
de  que  el  ácido  úrico  y  las  bases  xánticas  tienen  un  núcleo  de  purina  común  (1895). 
Las  relaciones  del  hígado  con  el  metabolismo  han  podido  ser  ventajosamente  es- 
tudiadas por  los  métodos  ideados  por  el  fisiólogo  ruso  Nicolai  Wladimirovich  Eck 
(1847)  en  1877.  Consisten  estos  métodos  en  establecer  una  comunicación  perma- 
nente entre  la  vena  porta  y  la  vena  cava  inferior  (fístula  de  Eck),  aboliendo  la  cir- 
culación porta  por  medio  de  la  ligadura  de  la  vena  porta,  de  tal  modo,  que  la  liga- 
dura de  la  arteria  hepática  en  estas  condiciones  equivale  a  la  excisión  o  exclusión 
del  hígado. 

El  nombre  de  Rudolph  Heidenhain  ( 1 834-97),  profesor  de  Fisiología 
en  Breslau  (1859),  está  íntimamente  asociado  a  la  interpretación  de  todos 
los  fenómenos  secretores  como  procesos  intracelulares  más  bien  que  me- 
cánicos. 

Ha  investigado  los  cambios  histológicos  en  las  células  relacionadas  con  la  secre- 
ción de  la  saliva,  de  la  leche,  de  los  jugos  gástrico  e  intestinal  y  de  los  fermentos 
pancreáticos,  oponiendo  a  la  teoría  de  Ludwig,  de  la  filtración  en  la  producción  de 
la  linfa  y  de  la  orina,  en  la  parte  fundamental  de  la  misma,  descubriendo  la  linfa 
como  una  secreción  de  las  células  que  constituyen  la  pared  de  los  capilares  y  la 
orina  como  un  producto  de  los  glomérulos  del  riñon  en  lo  que  hace  referencia  al 
agua  y  a  las  sales  inorgánicas,  siendo  considerados  el  ácido  úrico  y  la  urea  como 
secreciones  de  las  células  epiteliales  de  los  tubos  contorneados.  La  mayor  parte  de 
esta  teoría  se  encuentra  en  su  Memoria  sobre  secreciones  en  el  Manual  de  Fisiolo- 
gía de  Hermann  (1880,  V).  Ha  investigado,  además,  la  acción  de  las  substancias  tó- 
xicas en  los  nervios  de  la  glándula  submaxilar  (1872),  las  fibras  tróficas  y  secretoras 
délos  nervios  secretores  (1878)  y  los  fenómenos  de  la  absorción  intestinal  (1888- 94). 
Con  Du  Bois  Reymond  comenzó  sus  estudios  sobre  el  mecanismo,  el  metabolismo 
y  la  producción  de  calor  de  la  actividad  muscular  (1867),  llegando  a  la  construcci  ón 
de  un  «tetanomotor».  Con  Bürger  ha  hecho  algunas  investigaciones  experimenta- 
les sobre  el  hipnotismo;  pero  indudablemente  su  obra  más  importante  es  su  méto- 
do de  coloración  de  las  células  del  riñon  por  medio  de  la  inyección  de  índigo  car- 
mín en  la  sangre,  lo  que  demuestra,  cualesquiera  que  sea  el  mérito  de  sus  hipóte- 
sis, como  un  investigador  de  gran  valor. 

Los  comienzos  de  la  teoría  de  las  glándulas  sanguíneas  y  de  las  secre- 
ciones internas  aparecen  especialmente  relacionados  con  el  metabolismo, 
y,  por  consiguiente,  con  los  trabajos  de  Claudio  Bernard  sobre  el  glucó- 
geno (1848-57),  las  funciones  del  páncreas  (1849-56)  y  su  piqüre  del  cuar- 
'  to  ventrículo;  con  la  descripción,  por  Addison,  del  síndrome  suprarrenal 
(1849-56)  y  con  los  experimentos  de  Brovvn-Sequard  y  de  Schiff. 

Charles  Edouard  Brown-Séquard  (1817-94),  natural  de  Mauritius,  era 
hijo  de  padre  americano  y  de  madre  francesa;  pero  la  labor  de  su  vida  se 
encuentra  principalmente  unida  a  la  medicina  francesa. 

Ha  llevado  una  vida  errante,  viajando  de  una  región  a  otra  y  viviendo  unas  ve- 
ces en  Londres  y  otras  en  París  o  en  Ww-York,  hasta  conseguir  cierta  celebri- 
dad a  fuerza  de  sus  constantes  esfuerzos.  Sucedió  a  Claudio  Bernard  como  profe- 
sor de  Medicina  experimental  en  el  Colegio  de  Francia  en  1878,  y  fué  después  pro- 


EL    SIGLO     XIX  185 

fesor  sucesivamente  en  las  Facultades  de  Medicina  de  Harvard  y  de  París.  En  1852 
ha  confirmado  la  obra  de  CI.  Bernard  sobre  el  simpático.  Anteriormente  se  había 
hecho  notable  ya  por  sus  secciones  transversales  y  sus  hemisecciones  de  la  médu- 
la espinal  (1849),  por  su  descripción  de  la  hemiplegia  con  anestesia  cruzada 
(1850)  [1],  de  la  que  dio  una  no  exacta  explicación  fisiológica;  por  sus  investigacio- 
nes sobre  el  dolor  asociado  a  las  afecciones  viscerales  (1857),  los  efectos  del  calor 
tropical  en  la  temperatura  del  cuerpo  (1859),  el  signo  «tremoespasmo»  de  la  arti- 
culación déla  rodilla  (1858),  la  producción  experimental  de  la  epilepsia  (1869-70), 
la  producción  experimental  de  cambios  vasomotores  en  la  circulación  pulmonar 
(1872)  y  los  efectos  vasodilatadores  producidos  por  el  estímulo  de  la  corteza  cere- 
bral (1887).  Ha  sido,  en  unión  de  Claudio  Bernard,  el  principal  fundador  de  la  teo- 
ría de  las  secreciones  internas,  por  la  producción  de  una  exagerada  enfermedad 
de  Addison  en  los  animales  por  la  excisión  de  las  cápsulas  suprarrenales 
(1856-58)  [2];  por  su  empleo,  como  remedios  terapéuticos,  del  jugo  testicular  y  de 
otrosjugos  orgánicos  (1889-91)  [3];  su  teoría  de  que  el  riñon  tiene  una  secreción 
interna  (1892)  [4],  y  su  tratamiento  de  la  acromegalia  por  extractos  animales 
(1893)  [5].  Ha  sido  el  fundador  y  editor  del  Journal  de  la  physiologie  de  Vho?nme  eí 
des  animaux  (1858-63)  y,  con  Charcot  y  Vulpian,  de  los  Archives  de  physiologie  nor- 
mal el  pathologique  ( 1 868-94). 

Moritz  Schiff  (1823-96),  de  Francfort  a.  Mein,  discípulo  de  Magendie 
y  Louget,  era  profesor  de  Anatomía  comparada  en  Berna  (i 8 54-63)  y  de 
Fisiología  en  Florencia  (Italia)  [i 863-76]  y  en  Ginebra  (i 876-96).  Era 
zoólogo  por  vocación,  concediendo  una  particular  importancia  a  la  orni- 
tología; y  hay  muy  pocos  aspectos  de  la  Fisiología  en  que  no  haya  reali- 
zado alguna  investigación. 

La  labor  de  Schiff  se  caracteriza  por  una  gran  originalidad  en  los  detalles  de  los 
procedimientos  experimentales,  desplegando,  además,  un  golpe  de  vista  profético 
en  muchas  cosas  de  actualidad.  Le  agradaba  discutir  con  sus  contemporáneos  teó- 
ricos, y  el  hecho  de  que  algunas  veces  haya  abandonado  sus  propias  teorías,  o  de 
que  éstas  hayan  sido  abandonadas  por  los  otros,  ha  tendido  a  obscurecer  sus  ver- 
daderos y  sólidos  méritos,  Así,  en  1849  defendía  el  punto  de  vista,  algo  arbitrario, 
de  ser  el  vago  el  motor  más  bien  que  el  neuro-inhibidor  del  corazón,  por  los  resul- 
tados que  él  había  obtenido  estimulando  las  fibras  motoras  terminales,  con  lo  que 
se  anticipaba  al  descubrimiento  de  las  fibras  aceleradoras  del  vago  por  Ludwig  y 
Schmiedeberg  en  1870.  Él  notificó  que  el  ventrículo  de  un  corazón  moribundo  da 
algunas  veces  latidos  más  lentos  que  la  aurícula,  lo  que  invalidaba  el  concepto  de 
Haller  de  una  onda  peristáltica  muscular  que  pasa  desde  las  grandes  venas  hasta  la 
aorta  a  través  del  corazón;  hecho  que  más  tarde  fué  explicado  por  Gaskell  como  un 
simple  bloqueo  del  corazón.  Creía  que  las  localizaciones  musculares  «idiopáticas», 
al  iniciarse  la  rigidez  cadavérica,  se  producían  por  un  estímulo  químico  especial 
(hormona)  formado  en  el  organismo  muerto.  En  1856  llevaba  a  cabo  experimentos 
que  adelantaban  la  existencia  de  los  nervios  vasodilatadores  descubiertos  por 
CI.  Bernard  en  1858.  En  1867,  anticipándose  a  los  discípulos  de  Pavloff,  ha  notado 
que  la  inundación  refleja  de  saliva  en  un  perro  con  fístula  de  la  parótida  varía  se- 
gún los  métodos  y  las  substancias  empleadas  en   la  estimulación.  Ha  sido  uno  de 


(1)  Brown-Séquard:    Comp.    rend.   Soc.   \de   Biol,    1850,    París,    185 1;   II,   pági- 
nas 70-73. 

(2)  Compt.  rend.  Acad.  d.  Se,  París,  1856;  XLIII,  pt.  2,  páginas  422  y  542;  Journ.  d. 
phys.  del'homme,  París,  1858;  I,  páginas  160-173. 

(3)  Arch.  d.  phys.  normal  et path.,  París,  1889,  5  s.;  I,  pág.  739:  1890,   II,  páginas 
201,  443  y  646;  1891,  III,  pág.  746. 

(4)  Ibidem,  1892,  5.  s.;  V,  páginas  778-786. 

(5)  Compt.  rend.  Soc.  de  Biol.,  París,  1893;  XLV,  pág.  527. 


1 86 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


los  primeros  en  estudiar  los  efectos  producidos  por  la  extirpación  del  cerebelo,  la 
hemisección  de  la  médula,  la  sección  transversal  délos  pedúnculos  cerebrales  y  la 
de  las  raíces  medulares  (1858);  ha  sido  el  primero  en  dar  noticia  de  los  efectos  de 
la  excitación  de  la  corteza  cerebral  en  la  circulación;  el  primero  en  describirla  ac- 
ción vasoconstrictora  del  nervio  auricular  mayor  y  los  efectos  inhibidores  de  la  sec- 
ción del  petroso  superficial  menor  en  la  secreción  de  la  saliva,  y  el  primero  en  con- 
siderar la  zona  rolándica  como  sensorial,  aun  cuando  posteriormente  haya  abando- 
nado este  modo  de  pensar.  Sus  experimentos,  que  han  hecho  época,  sobre  los  efec- 
tos en  el  perro  de  la  extirpación  del  cuerpo  tiroides  y  del  modo  de  prevenirlos 
por  los  injertos  tiroideos  o  porla  inyección  o  ingestión  deljugo  tiroideo(i856-84)  [1], 
que  serán  descritos  más  adelante,  al  ocuparnos  de  la  medicina  del  siglo  xx,  hacen 
de  él  un  cultivador  de  la  doctrina  de  las  secreciones  internas  y  un  profeta  de  la  te- 
rapéutica tiroidea.  A  este  campo 
pertenecen  también  sus  experimen- 
tos sobre  la  diabetes  artificial  (1856) 
y  la  relación  del  sistema  nervioso 
con  la  producción  delamisma  (1859). 

«Más  que  a  ninguna  otra  per- 
sona, desde  los  tiempos  de  Har- 
vey, dice  sir  Lauder  Brunton, 
debemos  nuestros  actuales  cono- 
cimientos sobre  la  circulación  a 
Cari  Ludwig...  Como  los  grandes 
arquitectos  de  la  Edad  Media, 
queconstruyeron  las  asombrosas 
catedrales  que  todos  admiramos, 
y  cuyos  nombres  propios  igno- 
ramos, Ludwig  ha  quedado  sa- 
tisfecho con  hundir  su  propio 
nombre,  en  su  ansiedad  por  el 
progreso desu obra  y  en  su  deseo 
de  ayudar  a  sus  discípulos. »  Carl 
Ludwig  (18 16-1895)  era  natural  deWitzenhausen(Hesse),  graduado  en  Mar- 
burgo  (1840),  profesor  de  Anatomía  en  laUniversidad  de  esta  ciudad  (1846 
a  49),  profesor  de  Anatomía  y  de  Fisiología  en  Zurich  (1849-55),  profesor 
de  Fisiología  y  Zoología  en  el  Josephinum,  de  Viena  (1855-64),  y,  finalmen- 
te, profesor  de  Fisiología  en  Leipzig  (1865-95),  donde  fundó  el  Instituto  de 
Fisiología,  en  el  cjue  ha  llevado  a  cabo  gran  parte  de  su  obra.  Ludwig  ha 
sido,  tal  vez,  el  mejor  profesor  de  Fisiología  que  ha  existido  nunca.  Ha  te- 
nido más  de200  discípulos  de  todasnacionalidades,ycasitoda  la  generación 
de  modernos  investigadores  en  esta  ciencia  ha  sido  educada  por  él.  Pres- 
cindiendo de  un  libro  de  texto  de  Fisiología  (i 85 2-56),  dos  tesis  inaugu- 
rales del  mecanismo  de  la  secreción  urinaria  (1843)  y  de  la  presión  de  la 


Cari  Ludwig  (1816-95) 


(1)     Schiff:  UntCi'SUCbungen  über  die  Zuckerbildung  in  der  Leber,  Würzburg,  1859, 
páginas  61-63;  /W    mid.  de  la  Suisse  S'otM.,  Ginebra,  1884;  IV,  páginas  65-75. 


EL    SIGLO     XIX  187 

sangre  (1865)  y  algunos  pequeños  ensayos,  ha  dejado  pocos  estudios  in- 
dependientes. La  mayoría  de  sus  importantes  descubrimientos  han  sido 
publicados  con  el  nombre  de  sus  discípulos,  algunos  de  los  cuales  no 
eran,  como  dice  Kries,  mas  que  la  pantalla,  al  paso  que  Ludwig  y  su  fiel 
ayudante  Salvenmoser  eran  ios  que  habían  efectuado  la  totalidad  del  tra- 
bajo. Tenía  una  maravillosa  facultad  para  seleccionar  temas  que  quería 
hacer  que  encontrasen  los  discípulos  mismos.  Su  objeto  era  el  crear  in- 
vestigadores capacitados  que  prosiguieran  más  adelante  el  curso  de  sus 
propias  ideas,  y  hasta  el  fin  era  él  siempre  el  que  planeaba  el  problema 
experimental,  incluso  en  sus  últimos  detalles  de  técnica,  y  generalmente 
era  también  el  que  trazaba  el  plan  del  artículo  (i). 

Sus  principales  contribuciones  a  la  Fisiología  son  la  introducción  al 
método  gráfico  (1847),  con  nuevos  instrumentos,  como  el  kimógrafo,  la 
bomba  sanguínea,  el  reloj  eléctrico,  etc.;  la  inyección  de  los  órganos  ex- 
cindidos  (1865-67);  sus  teorías  sobre  la  secreción  urinaria  y  sobre  la  for- 
mación de  la  linfa;  sus  descubrimientos  acerca  de  la  inervación  de  las 
glándulas  salivares  y  sus  múltiples  estudios  sobre  la  fisiología  de  la  circu- 
lación. Casi  todo  ello  ha  sido  realizado  en  Leipzig. 

Al  período  de  Marburgo  pertenece  la  teoría  mecánica  de  la  secreción  de  la 
orina  por  osmosis.  En  1842  (2),  sir  William  Bowman,  describiendo  la  cápsula  que 
rodea  al  glomérulo  y  los  tubos  urinarios,  adelantó  la  idea  de  que  los  principios  con- 
tenidos en  la  orina  son  segregados,  en  forma  sólida,  por  el  epitelio  de  los  tubos  ve- 
nosos, efectuándose  la  disolución  merced  al  agua  descargada  por  el  glomérulo.  La 
teoría  de  Ludwig  (1843-44)  [3]  emite  la  idea  de  que  la  secreción  de  la  orina  depen- 
de del  trabajo  del  corazón,  siendo  la  tensión  sanguínea  la  que  hace  que  los  compo- 
nentes de  la  orina  pasen  de  la  sangre  a  través  de  las  paredes  de  los  capilares,  como 
un  líquido  diluido,  que  va  concentrándose  al  pasar  por  los  tubos,  por  osmosis,  hacia 
la  linfa  más  concentrada.  Bowman  y  Heidenhain  consideraban  el  epitelio  glomeru- 
lar como  una  glándula  secretora.  Ludwig  le  consideraba  como  un  filtro  pasivo.  La 
teoría  de  Ludwig  ha  sido  aceptada  por  la  mayoría  de  los  fisiólogos,  a  pesar  de  las 
fuertes  objeciones  de  que  ha  sido  objeto  por  parte  de  Heidenhain  (4)  y  de  otros 
autores.  En  1869-70,  como  hace  notar  Brunton  (5),  el  mismo  Ludwig,  en  colabora- 
ción con  su  discípulo  Ustimovitch,  llevó  a  cabo  un  experimento  que  le  obligó  a 
modificar  algo  su  antiguo  modo  de  pensar  (6). 

Consistió  este  experimento  en  dividir  la  médula  cervical  de  un  perro,  causando 
el  descenso  de  la  presión  sanguínea  y  suspend'endo  la  secreción  urinaria.  Una  sub- 


(1)  Estas  monografías  se  publicaban  simultáneamente,  con  los  nombres  de 
los  discípulos,  en  los  «Berichte»  de  la  Academia  Sajona  de  Ciencias  y  en  los  fa- 
mosos Arbeiten  aus  der  physiologischen  Austalt  zu  Leipzig  (1866-77),  y  desde  1877, 
en  los  Archiv  de  du  Bois  Reymond.  Se  extienden  a  todos  los  aspectos  de  la  ciencia, 
excepto  la  fisiología  del  cerebro,  y  revelan  desde  todos  los  puntos  de  vista  el  ma- 
gistral experimentador,  el  hombre  de  infinitos  recursos  de  investigación. 

(2)  Bowman:  Phil-Tr.,  Londres,  1842;  páginas  57-80. 

(3)  Ludwig:  Beitráge  zur  Lehre  von  Mechanismus  der  Hamsecretion,  Marburg, 
1843,  y  Manual  de  Fisiología,  de  Wagner,  1844;  II,  pág.  637. 

(4)  Heidenhain:  Arch.  f. path.  Anat.,  Berlín,  1866;  XXXV,  pág.  158. 

(5)  Brunton:  Proc.  Roy.  Soc.  Med.,  Londres,  1912;  V,  Therap.  Sect.,  pági- 
nas 139-15  i. 

(6)  C.  Ustimovitch:  Arb.  a.  d.physiol.  Anst.  zu  Leipzig,  1870;  V,  pág.  217. 


1 88  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

siguiente  inyección  intravenosa  de  urea  determinaba  la  reaparición  de  la  secieción 
urinaria  y  forzaba  a  Ludwig  a  admitir  que  el  efecto  de  la  presión  de  la  sangre  era 
dependiente  de  los  componentes  químicos  de  la  misma;  en  otros  términos,  sobre 
la  osmosis,  a  través  de  una  membrana  seleccionadora,  semipermeable.  En  1847, 
Ludwig  cambió  el  manómetro  de  mercurio  de  Poiseuille  por  el  kimógrafo  (1).  En 
1848  descubrió  las  células  ganglionares  en  el  tabique  interauricular  (2).  Durante  el 
período  de  Zurich,  defendió,  por  medio  de  su  discípulo  F.  W.  Noli,  la  teoría  de  que 
la  linfa  se  forma  por  medio  de  la  difusión  de  los  fluidos  de  la  sangre,  a  través  de  la 
pared  de  los  vasos,  hacia  los  tejidos  inmediatos,  siendo  el  poder  motor  la  presión 
de  la  sangre  en  los  capilares  (1850)  [3].  En  185 1,  Ludwig,  con  Becher  y  Rahn,  des- 
cubrió la  inervación  de  las  glándulas  submaxilares  (4).  y  en  1856  demostró  que  el 
estímulo  del  simpático  causa  secreción  en  la  glándula  submaxilar  (5).  Durante  el 
período  vienes,  su  discípulo  Lothar  Meyer  investigó  los  gases  de  la  sangre  (1857 
y  58);  Cloetta  descubrió  la  inosita,  la  taurina,  la  leucina  y  el  ácido  úrico  en  el  orga- 
nismo animal  (1855),  y  Ludwig  mismo  colaboró  con  el  físico  Stephan  en  una  inves- 
tigación hidrodinámica  de  la  presión  por  una  corriente  de  agua  en  un  plano  per- 
pendicular a  su  dirección  (1858).  En  1864  estudió,  con  Thiry,  los  efectos  de  la  mé- 
dula espinal  en  la  corriente  sanguínea  (6),  y  en  su  discurso  inaugural  de  Leipzig 
(1865)  emitió  la  idea  de  conservar  porciones  excindidas  de  un  organismo' (überle- 
bende  Or  gane)  y  manteniéndolas  activas  por  medio  de  una  circulación  artificial  o 
«perfusión».  Durante  el  período  de  Leipzig,  las  investigaciones  fueron  muy  varia- 
das; pero  el  principal  objeto  de  sus  estudios  fueron  el  corazón  y  la  circulación.  Así, 
en  1866  le  encontramos,  con  Elie  von  Cyon,  investigando  los  efectos  de  la  tempe- 
ratura en  la  contracción  del  corazón,  y  en  el  mismo  año  descubre  el  nervio  depre- 
sor del  corazón  y  los  «nervi  engentes»  de  los  vasos  periféricos  (1866)  [7].  Con  Do- 
giel  inventa  el  &tro?)iuhr,  para  medir  la  cantidad  de  sangre  que  pasa  en  unidad  de 
tiempo  (1867)  [8];  en  1868,  con  el  mismo  discípulo,  encuentra,  auscultando  el  cora- 
zón después  de  ligar  la  vena  cava,  la  arteria  y  las  venas  pulmonares  y  la  arteria 
aorta,  que  el  primer  ruido  (sistólico)  no  es  completa  y  exclusivamente  de  origen 
valvular,  sino  que,  además,  es  parcialmente  producido  por  el  músculo  cardíaco  (9). 
En  1869-70,  Lauder  Brunton  y  O.  Schmiedeberg  comenzaron  los  estudios  de  los 
efectos  de  los  medicamentos  en  la  circulación;  y  en  1871,  Schmiedeber  descubrió 
en  el  perro  las  fibras  aceleradoras  del  nervio  vago  (10).  En  1871,  H.  P.  Bowditch, 
experimentando  con  un  corazón  excindido  y  una  rana  manómetro,  demostró  que 
el  músculo  cardíaco,  o  da  una  contracción  máxima,  o  no  experimenta  contracción 
alguna  (ley  de  «todo  o  nada»),  y  Kroneckcr,  investigando  la  fatiga  y  la  reposición 
del  músculo,  demostraba  que  el  corazón  no  podía  ser  tetanizado.  En  1871-73,  Lud- 
wig, con  Dittmar,  era  el  primero  en  establecer  la  localization  (en  el  bulbo)  de  un 
centro  vasomotor  (1 1).  Con  Mosso  ha  efectuado  estudios  pletismográficos  de  los  va- 
sos sanguíneos  del  riñon  excindido  (1874);  con  von  Kries,  ha  medido  la  presión 
sanguínea  en  los  capilares  (1875)  [12];  con  Schmidt-Mühlheim  ha  comenzado  a  expe- 
rimentar los  efectos  de  las  inyecciones  de  peptona  en  la  sangre  (1880)  [13];  en  1883, 
Wooldridge  lleva  a  cabo  sus  importantes  estudios  acerca  de  la  química  de  la  coa- 


(1)  Ludwig:   Arch.  f.    Anat.,    Physiol,   u.   ivisscnsch.    Med.,   Berlín,    1847;   pági- 
nas 241-302. 

(2)  Ludwig:  Mulleras  Archiw,  Berlín,  1848;  páginas  139-143,  una  lámina. 

(3)  Ludwig  and  Noll:  Zeitschr.f.  rat.  Med.,  Heidelberg,  1850;  IX,  pág.  52. 

(4)  Ludwig,  Becher  and  Rahn.  Ibidem,  1851,  n.F;  1,  páginas  225-292. 

(5)  De  acuerdo  con  su  discípulo  Czermak. 

(6)  Ludwig  and  Thiry:  Sitzungsb.   d.   k.  Akad.  d.    Wisscnsch.,  Med.   naturw.   Cl. 
,  [864;  XI. IX,  2  Abth,  páginas  421-454. 

(7)  Ludwig' s  Arbeit  en  (1866),  1  eipzig,  1867;  I,  páginas  128-149- 

(8)  Tbidem;  II,  páginas  [96-271. 

Ber.  d.  k.  sdens.  Gesellsch.  d.  Wissensch.,  Leipzig,  1868;  XX,  pág.  89. 
ludwig  and  Schmiedeberg:  ibidem,  1871;  XXIII,  páginas  148-170. 
(n)     Ludwig  and  Dittmar:  Ber.  et.  k.'sdchs,  Gesellsch,  d.  Wissensch.,  Leipzig,  1 8 7 1 ; 

pig.    [35;    [873,   pág      : 

(12)  Von  Kries:  Tbidem,  1875;  pág."  148. 

(13)  Arch./.  Physiol.,  1880;  pág.  33. 


EL    SIGLO    XIX  189 

gulación  de  la  sangre,  y  en  1884,  Conrad  Gompertz  investiga  la  disposición  de  las 
fibras  en  el  músculo  cardíaco.  Otras  investigaciones  importantes  del  laboratorio  de 
Ludwig  son  su  monografía  sobre  los  linfáticos  (con  Schweigger-Seidel,  1872-74)  [1], 
introduciendo  las  inyecciones  como  método  colorante  en  histología;  las  investiga- 
ciones de  Flechsig  sobre  las  fibras  nerviosas  mielinizadas  (1876);  los  estudios  de 
Ludwig  sobre  la  digestión  de  los  proteidos  después  de  la  excisión  o  exclusión  del 
estómago  (con  Ogata,  1883)  [2]  y  la  demostración,  por  Bowditch,  de  la  infatigabili- 
dad  del  nervio  (1890). 

Esta  lista  de  títulos  da,  sin  embargo,  sólo  una  idea  aproximada  de  la 
importante  obra  realizada  en  el  laboratorio  de  Leipzig,  donde  muchos  es- 
tudiantes, como  dice  Burdon  Sanderson,  «por  primera  vez  de  su  vida  se 


Cari  Ludwig  (Medallón).   (Cortesía   del  Profesor  William 
Stirling.  Mánchester-Inglaterra.) 

ponían  en  relación  personal  con  un  hombre  que  estaba  totalmente  libre 
de  proyectos  egoístas  y  de  vanas  ambiciones,  que  era  escrupulosamente 
concienzudo  en  todo  lo  que  decía  y  hacía,  que  era  lo  que  parecía  ser  y 
parecía  que  era,  y  que  no  tenía  otra  ambición  que  la  del  adelanto  de  la 
ciencia*.  «Todo  el  que  se  pone  en  relación  con  Ludwig,  dice  Kronecker, 
sufre  el  influjo  de  su  encanto  personal.»  Vivía  con  sus  discípulos  en  una 
schone  Gemeinsamkeit,  y  era,  desde  muchos  puntos  de  vista,  la  personifi- 
cación del  profesor  alemán  de  Browning,  de  nariz  aguileña,  pómulos  pro- 
minentes y  ojos  azules,  absolutamente  sincero  y  sin  pretensiones,  y,  no 
obstante,  riguroso  y  exacto  en  sus  métodos,  cautivador  de  todos  por  el 
fuego  de  su  espíritu,  su  genial  simpatía  y  la  sencillez  de  toda  su  vida  y  de 


(1)  Die  Limpligefásse  de?-  Fascien  tind  Sehnen,  Leipzig,  1872. 

(2)  Ludwig  and  Ogata:  Arch.f.  Anat.  u.  Physiol.,  Leipzig.  1883;  pág.  89. 


190  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

sus  aspiraciones.  Ludwig  ha  sido  un  excelente  dibujante,  y  su  inteligen- 
cia era  de  un  género  plástico  tan  puro,  que  visualizaba  todo  como  si  se 
tratase  de  un  fenómeno  material.  Por  esta  razón,  ha  hecho  poco  empleo 
de  las  Matemáticas,  de  la  Psicología,  ni  de  ninguna  otra  ciencia  que  repo- 
se sobre  una  base  metafísica.  Era  muy  aficionado  a  la  música,  patrocina- 
dor de  los  conciertos  de  la  Gewandhaus,  y  con  frecuencia  tenía  música 
di  camera  en  su  casa.  El  encanto  de  su  personalidad  se  encuentra  admira- 
blemente reflejado  en  las  reminiscencias  de  sus  antiguos  discípulos  Kron- 
ecker,  vun  Kries,  Burdon  Sanderson  y  William  Stirling. 

La  inervación  del  corazón  ha  sido  investigada  por  Henle  (1841);  por  Friedrich 
Bidder,  que  descubrió  las  células  gangliónicas  en  la  unión  de  las  aurículas  y  los 
ventrículos  (1852)  [1];  por  Albert  von  Bezold,  que  demostró  los  nervios  acelerado- 
res del  corazón  y  el  origen  de  los  mismos  en  la  médula  espinal  (1862),  y  por  Wal- 
ter Holbrook  Gaskell,  que  demostró  que  la  inervacióu  del  corazón  es  la  misma  en 
los  animales  de  sangre  fría  y  en  los  de  sangre  caliente,  y  que  el  nervio  vago  debili- 
ta el  corazón  lo  mismo  que  lo  retarda  (1882-84).  Un  importantísimo  experimento 
sobre  la  contracción  del  corazón  ha  sido  llevado  a  cabo  por  Hermann  Stannius 
(1808-83),  de  Hamburgo,  colocando  una  ligadura  en  la  unión  déla  aurícula  y  del 
seno  venoso  que  producía  el  reposo  del  corazón,  al  paso  que  una  segunda  ligadura, 
aplicada  en  el  surco  aurículoventricular,  volvía  a  hacer  latir  de  nuevo  el  corazón 
(1852)  [2].  En  los  primeros  tiempos  de  la  teoría  de  la  neurona  de  la  acción  cardíaca, 
los  efectos  de  las  ligaduras  de  Stannius  se  suponían  ser  debidos  a  la  inhibición  de 
los  ganglios  de  Bidder  y  de  Remak;  pero  el  asunto  tomó  un  aspecto  con  el  descu- 
brimiento del  fascículo  aurículoventricular  de  His.  El  pulso  ha  sido  especialmente 
estudiado  por  Etienne-Jules  Marey  (1830-1904),  que  inventó  el  esfigmógrafo,  aun- 
que el  método  gráfico  en  el  examen  del  pulso  había  sido  ya  ideado  por  Karl  Vie- 
rordt  (1855).  Otros  estudios  del  pulso  han  sido  llevados  a  cabo  por  Landois,  von 
Kries  y  von  Frey.  La  presión  de  la  sangre  ha  sido  especialmente  estudiada  por 
Alfred  Wilhel  Volkmann,  en  su  obra  Die  Hcemodynamik  nach  Versitc/ten  (1850);  por 
Ludwig  Traube  (1818-76),  que  fué  el  primero  en  descubrir  las  variaciones  rítmicas 
en  el  tono  de  los  centros  vasoconstrictores  (ondas  de  Traube-Hering)  en  1865,  y  por 
Roy  y  Adami  (1892). 

La  coagulación  de  la  sangre  ha  sido  investigada  por  Andrew  Buchanan,  que 
aisló  el  íibrinofermento  (18451,  y  por  Alexander  Schmidt  (1831-94),  que  le  dio  su 
nombre,  pero  suponiendo  que  la  coagulación  de  la  sangre  era  debida  a  la  combi- 
nación del  ñbrinógeno  con  la  seroglobulina.  Kste  error  ha  sido  corregido  por  Olof 
Hammarsten  (1841),  que  ha  demostrado  que  la  coagulación  se  realiza  por  el  desdo- 
blamiento del  ñbrinógeno  en  fibrina  y  otras  substancias  (1875). 

Algunas  de  las  mejores  obras  sobre  la  circulación  proceden  de  la  Es- 
cuela de  Fisiología  de  Cambridge,  donde  eran  todos  discípulos  de  Sir  Mi- 
chael Foster  (183Ó-19O/).  Por  recomendación  de  Huxley,  Foster  llegó  a 
ser  prelector  de  Fisiología  on  Cambridge,  en  1870,  pasando  después  a  la 
cátedra  creada  en  1 883.  Aquí,  después  de  un  viaje  por  los  laboratorios  de 
Alemania,  con  Sharpey,  se  hizo  famoso  por  su  enseñanza,  que  sólo  pudo 
ser  excedida  por  la  de  Ludwig,  y  por  un  grupo  sin  rival  de  discípulos  no 
tables  en  todas  las  ramas  de  la   ciencia   biológica:    Balfour  (Embriología) 


(1)  Bidder:  Müllers  Arch.,  Berlín,  1852;  páginas  163-177. 

(2)  Stannius:  Ibidem,  páginas  85-100. 


EL    SIGLO    XIX 


191 


Liversidge  (Química),  Milnes  Marshall  (Zoología),  Sidgwick  (Morfología 
animal),  Ray  (Patología),  Francis  Darwin  (Morfología  vegetal),  Vines  (Bo- 
tánica experimental),  aparte  del  grupo  fisiológico.  Foster  colaboró  con 
Balfour  en  los  Elements  of  Embryology  (1874),  con  J.  N.  Langley  en  una 
obra  de  Fisiología  práctica  (1876),  y  en  el  mismo  año  produjo  su  obra  de 
Fisiología,  que  ha  logrado  siete  ediciones  y  ha  sido  traducida  al  alemán, 
al  italiano  y  al  ruso.  A  la  historia 
de  la  Medicina  ha  contribuido  con 
su  hermosa  Memoria  sobre  Clau- 
dio Bernard  (1899)  y  sus  sober- 
bias Lane  Lectures  de  Historia  de 
la  Fisiología  (1900).  Su  labor  pro- 
pia experimental  se  refiere  toda  al 
corazón,  siendo  especialmente  no- 
tables sus  trabajos  sobre  el  cora- 
zón del  caracol  (i 859),  del  cual  una 
parte  separada  del  resto  sigue  la- 
tiendo rítmicamente,  de  donde  pa- 
rece deducirse  que  el  movimiento 
cardíaco  es  una  propiedad  especí- 
fica del  tejido  cardíaco  y  no  el  re- 
sultado de  ningún  mecanismo  lo- 
calizado. Los  talentos  de  Foster 
como  organizador  le  fueron  llevan- 
do gradualmente  a  diferentes  ac- 
tividades, y  con  su  entrada  en  el 
Parlamento  su  labor  científica  ter- 
minó, siendo  continuada  por  sus 
discípulos. 

Entre  los  discípulos  de  Foster  se 
incluyen  los  embriólogos  Balfour, 

Gaskell  y  Langley,  Sherrington,  Henry  Head  y  Charles  Scott  Roy 
(1854-97),  de  Arbroath  (Escocia),  que  inventó  muchos  instrumentos  nue- 
vos, hizo  importantes  investigaciones  acerca  de  la  circulación  renal  (con 
Cohnheim),  de  la  extensibilidad  y  elasticidad  de  los  vasos  sanguíneos,  des- 
cubrió un  tono  rítmico  automático  en  el  bazo  de  los  mamíferos,  ideó  una 
eficaz  inoculación  preventiva  contra  una  afección  del  ganado  vacuno  en  la 
Argentina,  y  escribió  una  notable  Memoria  (1892)  sobre  el  corazón  de  los 
mamíferos  con  John  George  Adami  (1862),  de  Manchester  (Inglaterra), 
otro  discípulo  de  Foster,  que  se  ha  hecho  notable  como  sabio  patólogo 
del  Canadá  y  es  autor  de  obras  importantes  sobre  el  cáncer,   la  herencia, 


Sir  Michael  Foster  (1836-1007) 


192 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


la  clasificación  de  los  tumores  y  un  bien  conocido  libro  de  texto  de  Pato- 
logía (1908-12).  Otro  discípulo  de  Foster  es  A.  G.  Dew-Smith,  hombre 
rico,  sostén  del  Journal  of  Physiology,  fundado  por  Foster  en  1 878,  y 
creador  de  la  Cambridge  Scientific  Instrument  Company,  constructora  de 
aparatos  de  laboratorio. 

Henry   Newell   Martin  (1848-96),   de   Newry  (Irlanda),    profesor  de 
Biología  en  la  Johns  Hopkins  University  (1876-93),  que  llevó  los  métodos 

de  enseñanza  de  Foster  a  los  Estados 
Unidos  y  colaboró  con  Huxley  en  su 
Elemejitary  Biology  (1875),  inventó, 
con  W.  T.  Sedgwick,  un  método  de 
aislar  el  corazón  de  los  mamíferos 
para  la  experimentación  (1880),  estu- 
diando los  efectos  de  las  variaciones 
de  la  presión  y  de  la  temperatura  en 
la  energía  de  los  latidos  del  corazón 
de  los  mamíferos  (1882-83). 

William  Henry  Howell  (i860), 
discípulo  y  sucesor  de  Martin,  natu- 
ral de  Baltimore  (Maryland),  ha  inves- 
tigado algunos  problemas,  como  los 
efectos  aceleradores  del  aumento  de 
la  tensión  venosa  en  el  corazón  (i  881), 
la  evolución  y  desarrollo  de  los  cor- 
púsculos hemáticos  (1890),  el  suero 
sanguíneo  desprovisto  de  proteidos 
como  un  perfeccionamiento  de  la  so- 
lución de  Ringer  (1893)  y  el  papel  de 
los  «hormones»,  antitrombina  y  tromboplastina  en  la  coagulación  de  la 
sangre  (191 1). 

Frederick  Gowland  Hopkins,  prelector  de  Bioquímica  en  el  Trinity 
College  e  inventor  de  un  muy  conocido  método  para  calcular  el  ácido 
úrico  de  la  orina  (1892)  y  para  analizar  el  triptofán;  y  Joseph  Barcroft 
(1872)  de  Newry  (irlanda),  que  ha  escrito  una  importante  memoria  sobre 
la  función  respiratoria  de  la  sangre  (1914). 

Walter  Holbrook  Gasblbll  (1S47-1914),  tal  vez  el  más  notable  de  los 
discípulos  de  Foster,  es  el  que  ha  realizado,  después  de  Ludwig,  la  obra 
más  importante  sobre  el  corazón  y  ha  dejado  establecidos  los  fundamen- 
tos histológicos  del  estudio  moderno  del  sistema  nervioso  autónomo. 

Durante  su  período  de  Cambridge,  Gaskell  trabajó  una  temporada  en  el  labo- 
ratorio de  Ludwig  (1874),  publicando  un  trabajo  importante  acerca  de  los  nervios 


Waller  Holbrook  Gaskeli  ^  184 7- 1 u j 4 "> 


ÉL     SIGLO    XIX  193 

vasomotores  de  los  músculos  estriados  (1877)  [1].  En  1881  hizo  su  notable  memoria 
sobre  la  musculatura  e  inervación  del  corazón  (2),  en  la  que  demostraba  que  la  in- 
fluencia motora  de  los  ganglios  nerviosos  del  seno  venoso  se  ejerce  sobre  el  ritmo 
(amplitud  y  fuerza)  del  corazón,  pero  que  ella  no  produce  los  movimientos  cardía- 
cos que  son  debidos  al  poder  contráctil,  rítmico  y  automático  de  la  fibra  muscular 
cardíaca  misma.  Los  experimentos  de  Gaskell  y  Engelmann  en  corazones  seccio- 
nados y  en  cortes  aislados  del  corazón,  no  conteniendo  nervios,  han  podido  demos- 
trar esta  onda  contráctil,  que,  como  ha  comprobado  Gaskell,  puede  ser  reversible 
si  se  estimula  el  ventrículo  después  de  la  segunda  ligadura  de  Stannius,  de  tal 
modo,  que  se  ve  que  la  onda  peristáltica  normal  puede  no  proceder  de  los  ganglios 
cardíacos.  Gaskell  ha  empleado  la  expresión  de  «bloqueo  del  corazón»  (de  una  fra- 
se de  Romanes)  produciéndole  experimentalmente,  así  como  también  la  fibrila- 
ción  del  corazón  y  los  galopes  en  dos,  tres  y  cuatro  tiempos  de  los  clínicos.  Estos, 
como  los  efectos  de  las  ligaduras  de  Stannius,  y  la  observación  del  Schiff  de  que  el 
ventrículo  de  un  corazóu  moribundo  late  más  despacio  que  la  aurícula,  se  ha  de- 
mostrado ser  simples  casos  de  bloqueo  cardíaco.  Gaskell  ha  sido  también  el  prime- 
ro en  investigar,  con  un  galvanómetro,  el  estado  eléctrico  del  corazón.  La  observa- 
ción de  Schmiedeberg  de  que  el  estímulo  del  vago  después  de  la  administración 
de  la  nicotina  acelera  el  corazón  (187 1)  ha  demostrado  Gaskell  que  es  un  simple 
caso  de  nicotinización  de  las  fibras  inhibidoras  preganglionares  del  vago,  que  deja 
abolida  la  función  de  regulación  de  las  mismas,  al  paso  que  no  son  afectadas  por  el 
veneno  las  fibras  aceleradoras  postganglionares.  Así,  la  verdadera  función  del 
vago  no  es  inhibidora,  sino  reguladora,  integradora,  tranquilizadora,  actuando  el 
nervio  como  látigo  y  riendas,  como  espuelas  y  bridón.  En  1886  (3),  Gaskell  ha  rea- 
lzado vastas  investigaciones  acerca  de  la  inervación  de  ios  sistemas  vascular  y  vis- 
ceral, determinando  todo  lo  que  ahora  se  conoce  con  el  nombre  de  sistema  autó- 
nomo. En  1893  ha  demostrado  que  el  cloroformo  rebaja  la  tensión  sanguínea,  ac- 
tuando directamente  sobre  el  corazón  y  no  sobre  los  centros  vaso-motores  (4).  El 
resto  de  su  vida  lo  consagró  a  su  teoría  de  que  el  conducto  central  del  sistema 
nervioso  es  originariamente  la  luz  de  un  canal  primitivo  (1908)  [5].  Su  memoria  pos- 
tuma sobre  The  Involuntary  Nervous  System  (19 16)  resume  la  labor  de  su  vida. 

John  Newport  Langley,  que  ha  sucedido  a  Foster  como  profesor  de 
Fisiología  en  Cambridge,  ha  llevado  a  cabo  importantes  investigaciones 
sobre  los  cambios  celulares  en  la  secreción  pancreática,  sobre  la  grasa  he- 
pática y  las  secreciones  salivar  y  gástrica,  y  en  1 889,  con  W.  L.  Dickin- 
son (6),  demostró  que  tocando  con  nicotina  un  ganglio  nervioso  del  sim- 
pático se  bloquea  el  paso  a  su  través  de  los  impulsos  nerviosos,  lo  que  le 
condujo  a  la  clasificación  de  los  sistemas  simpático  y  craneo-sacro  de  los 
nervios  espinales  como  «autónomos»  para  la  redistribución  de  todos  los 
impulsos  eferentes  que  no  vayan  a  terminar  en  músculos  estriados  o  vo- 
luntarios. 

El  arte  de  mantener  la  actividad  extravital  de  los  tejidos  animales  ha 
sido  ideado  por  Cari  Ludwig  en  sus  experimentos  de  perfusión,  y  perfec- 
cionado por  Sydney  Ringer   (1835-1910),   de  Norwich  (Inglaterra),    que 


(1)  Gaskell:  Proc.  Roy.  Soc,  Londres,  1876-77;  XXV,  páginas  439-445. 

\2)  Phil.  Tr.,  Londres,  1882;  CLXXIII,  páginas  933-1033. 

(3)  Journ.  Physiol.,  Londres,  1886;  VII,  páginas  1-80. 

(4)  Lancet,  Londres,  1893;  I,  página  386. 

(5)  Gaskell:  1 he  Origin  of  Vertebrates,  Londres,  1908. 

(6)  Langley  and  Dickinson:  Proc.  Roy.  Soc,  Londres,  1889;  XLVI,  página  423; 
1890,  XL VII,  página  379. 

Historia  db  la  Mediodía.— Tomo     II  13 


194  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

demostró  que  un  corazón  de  rana  puede  continuar  largo  tiempo  latiendo 
si  se  le  mantiene  en  una  mixtura  con  cloruros  sódico,  potásico  y  calcico. 
Esto  se  demostró  ser  igualmente  cierto  con  respecto  al  corazón  de  los 
mamíferos  (i).  El  trabajo  de  Ringer  ha  demostrado  la  importancia  de  las 
sales  de  calcio  en  el  sostenimiento  de  la  actividad  de  los  tejidos,  y  la  «so- 
lución de  Ringer»  ha  sido  tan  ampliamente  empleada  en  los  experimentos 
fisiológicos  como  los  medios  de  cultivo  en  los  que,  posteriormente,  iba 
Carrel  a  injertar  sus  «organismos  viscerales>. 

Entre  los  americanos  que  han  trabajado  sobre  la  circulación  figuran 
Howel,  William  Townsend  Porter  (1862),  de  Plymouth  (Ohio),  profesor 
de  Fisiología  comparada  en  la  Universidad  de  Harvard  (1906),  que  ha 
ayudado  a  fundar  y  a  sostener  el  American  Journal  of  Physiology  (1898 
a  1 9 1 5 )  y  es  autor  de  un  manual  de  laboratorio  muy  práctico  (1900)  y  de 
importantes  investigaciones  sobre  el  crecimiento  de  los  niños  (1893-96), 
las  arterias  coronarias  (1 893-96),  etc.;  Henry  Sewall  (185 5)»  de  Winches- 
ter (Va.),  uno  de  los  discípulos  de  Newell  Martin,  después  profesor  de  Me- 
dicina en  la  Universidad  de  Colorado  (1911);  Russell  Burton  Opitz  (1875), 
de  Fort  Wayne  (Ind  ),  que  ha  estudiado  la  viscosidad  de  la  sangre  (1914), 
y  George  Neil  Stewart  (i860),  de  Londres  (Canadá),  profesor  de  Medici- 
na experimental  en  la  Western  Reserve  University  en  Cleveland  (Ohio) 
(1907),  autor  de  un  manual  de  Fisiología  (1896)  y  de  valiosos  estudios  en 
el  laboratorio  de  H.  K.  Cushing. 

Entre  los  fisiólogos  franceses,  Charles  Richkt  (1850),  de  París,  profe- 
sor de  Fisiología  en  la  Facultad  de  Medicina  de  París,  ha  creado  el  tér- 
mino «anafilaxia»  (1909),  y  es  famoso  por  sus  investigaciones  sobre  el 
jugo  gástrico,  la  acción  diurética  de  la  leche  y  de  todos  los  azúcares 
(1881),  las  modalidades  de  la  contracción  muscular  (1882-83),  la  regula- 
ción del  calor  animal  por  la  polipnea  (1884-93),  sus  innovaciones  tera- 
péuticas de  hematoterapia  (1888),  cloralosis  (1893),  privación  de  los  cío 
ruros  en  la  epilepsia  (1900)  y  zoomoterapia  (1900),  y  por  su  diccionario 
de  Fisiología  (1895-1907). 

La  labor  más  importante  acerca  de  la  respiración  ha  sido  la  llevada  a 
cabo  por  Eduard  F.  W.  Pflügbr  (1829-1910),  de  Hanau-am-Main,  discí- 
pulo de  Johannes  Müller  y  de  I)u  Bois  Reymond  y  sucesor  de  Helmholtz 
como  profesor  de  Fisiología  en  Bonn  (1859),  cuya  cátedra  conservó  hasta 
el  fin  de  su  vida.  Inauguró  el  nuevo  Instituto  de  Fisiología  de  Bonn 
en  1878,  y  en  1 868  fundó  los  lamosos  Archiv  für  die  gesamte  Physiolo- 
gie  (PJlüger' \  Archiv)^  que  alcanzaron  130  volúmenes  bajo  su  dirección 
y  llegaron  a  ser  el  periódico  más  popular  de  Fisiología  en  Alemania. 


ti)     Ringer:  Journ.  Physiol.,  Londres,  i.sso-87;  l\l -Vil,  passim. 


EL     SIGLO     XIX  195 

Pflüger  dio  la  primer  prueba  de  su  maestría  como  investigador  con  su  mono- 
grafía acerca  del  electrotono  (1859)  [1].  Por  sus  experimentos  acerca  del  cruza- 
miento de  las  especies  (1883),  se  convirtió  en  el  fundador  de  la  embriología  expe- 
rimental. En  su  obra  acerca  del  metabolismo,  se  opuso  al  punto  de  vista  de  Voit 
de  que  los  proteidos  organizados  (tejidos),  para  sufrirlos  cambios  metabólicos,  tu- 
vieran que  convertirse  previamente  en  proteidos  no  organizados  (circulantes), 
sosteniendo  el  punto  de  vista  completamente  opuesto,  a  saber:  que  los  proteidos 
no  pueden  nunca  sufrir  el  metabolismo  o  asimilación  más  que  en  la  forma  orga- 
nizada o  estacionaria;  en  otros  términos,  que  el  metabolismo  de  los  proteidos  no 
puede  ser  nunca  realizado  mas  que  cuando  el  material  se  ha  construido  en  forma 
de  protoplasma.  Adoptó  como  criterio  para  los  proteidos  su  capacidad  para  soste- 
ner la  vida  y  para  entrar  en  la  composición  del  protoplasma,  con  lo  que,  natural- 
mente, quedarían  excluidos  los  polipéptidos,  las  proteosas,  las  protaminas  y  los 
proteidos  tóxicos.  Pflüger  ha  llevado  a  cabo,  además,  laboriosas  investigaciones 
para  demostrar  que  el  glucógeno  no  puede  ser  producido  a  expensas  del  material 
proteico,  y,  como  Pavy,  se  vio  forzado  a  sostener  esta  posición  hasta  el  fin  de  su 
vida.  El  resultado  más  positivo  de  la  labor  de  Pflüger  y  de  sus  discípulos  ha  sido 
la  demostración  de  que  el  asiento  esencial  de  la  respiración  se  encuentra,  no  en 
la  sangre,  sino  en  los  tejidos.  Esta  labor  se  ha  llevado  a  cabo  en  sus  importantes 
memorias  sobre  la  gasometría  de  la  sangre  (1866)  [2],  sobre  las  causas  de  la  disp- 
nea,  apnea  y  el  mecanismo  de  la  respiración  (1868)  [3],  sobre  el  origen  y  el  exa- 
men racional  de  los  procesos  oxidantes  en  el  organismo  animal  (1872)  [4],  y  sobre 
la  producción  de  calor  y  la  oxidación  en  la  materia  viva  (1878)  [5].  Ha  probado  su 
tesis  demostrando  que  las  ranas  cuya  sangre  ha  sido  enteramente  reemplazada 
por  la  solución  normal  de  sal  común  dan  justamente  la  misma  cantidad  de  bi- 
óxido de  carbono  y  consumen  exactamente  la  misma  cantidad  de  oxígeno  que  los 
animales  testigos  (6).  Pflüger  ha  inventado  nuevos  instrumentos  fisiológicos,  tales 
como  una  perfeccionada  bomba  de  mercurio  (1865),  el  catéter  del  pulmón  (1872), 
el  aerotonómetro  (1872)  y  el  neumonómetro  (1882). 

Pflüger  era  de  un  temperamento  combatiente,  sabiendo  siempre  en- 
contrar argumentos  en  favor  de  la  causa  que  defendía,  y  creyendo  real- 
mente que  la  ciencia  adelantaba  gracias  a  las  vigorosas  controversias. 
Esto  debe  ser  tenido  en  cuenta  para  comprender  sus  ataques  intempes- 
tivos e  impremeditados  a  la  teoría  de  la  neurona  y  a  la  obra  de  Emil  Fis- 
cher. Pflüger  parece  haber  tenido  la  vida  sin  acontecimientos  propia  de 
un  hombre  consagrado  exclusivamente  a  la  investigación  científica,  y  se 
dice  que  él  pasó  los  últimos  días  de  su  vida,  en  la  cama,  corrigiendo  las 
pruebas  de  los  artículos  enviados  a  sus  Archivos. 

Lavoisier,  como  ya  hemos  expuesto,  demostró  que  la  respiración  y  la  combus- 
tión eran  análogas,  siendo  esencialmente  oxidaciones  con  agua  y  bióxido  de  carbo- 
no como  productos  de  una  y  otra  (1871-80).  Hassenfratz  demostró  que  el  oxígeno 
del  aire  inspirado,  una  vez  disuelto  en  la  sangre,  tomaba  el  carbono  e  hidrógeno  de 
los  tejidos.  El  hecho  de  la  respiración  de  los  tejidos  ha  sido  demostrado  por  Gus- 
tav  Magnus  en  1837,  que  extrajo,  por  medio  de  la  bomba  de  mercurio,  oxígeno  y 
bióxido  de  carbono,  tanto  de  la  sangre  arterial  como  de  la  venosa,  de  lo  que  de- 
dujo que  estos  gases  estaban  simplemente  disueltos  en  la  sangre.  Lothar  Meyer, 


(i)  Pflüger:  Uniersuchungen  über  die  Physiologic  des  Electrotonus,  Berlín,  1859. 

(2)  Centralblatt  f.  d.  med.  Wissensch.,  Berlín,  1866;  IV,  páginas  305  y  308. 

(3)  Arck.f.  d.  ges.  Physiol.,  Bonn,  1868;  I,  páginas  61  y  106. 

(4)  Ibidem,  1872;  VI,  páginas  43  y  190. 

(5)  Ibidem,  1878;  XVIII,  páginas  247  y  380. 

(6)  Ibidem,  1875;  X,  páginas  251  y  367. 


i96  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

trabajando  en  el  laboratorio  de  Ludwig  en  1857,  obtuvo  estos  mismos  resultados 
por  medio  de  métodos  más  perfeccionados,  elevando  la  temperatura  de  la  sangre 
para  efectuar  la  extracción  de  sus  gases,  y  llegando  a  los  mismos  resultados.  Lie- 
big,  por  otra  parte,  ha  defendido,  en  1851,  que  los  gases  de  la  sangre  se  encontra- 
rían, probablemente,  en  combinación  floja  con  alguna  substancia  desconocida; 
substancia  que  más  tarde  fué  aislada  y  obtenida  en  forma  cristalina  por  Hoppe- 
Seyler  como  hemoglobina  (1862-64).  El  descubrimiento  de  sir  George  Gabriel 
Stoker,  de  que  el  oxígeno  puede  ser  separado  de  la  hemoglobina  por  medio  de 
substancias  reductoras,  prueba  que  esta  última  es  el  agente  de  la  combinación 
(1864).  El  agente  combinante  del  bióxido  de  carbono  sigue  ignorado.  La  extracción 
de  los  gases  de  la  sangre  ha  sido  posteriormente  perfeccionada  por  medio  de  las 
bombas  de  gases  de  mercurio  de  Ludwig  y  Setchenoff  (1859),  de  Pflüger  (1865),  de 
Grehant  y  de  Leonard  Hill  (1895).  De  los  restantes  gases  de  la  sangre,  el  nitróge- 
no se  ha  demostrado  encontrarse  en  estado  de  simple  solución  por  Lothard  Meyer 
(1857),  Pflüger  (1864-68)  y  Paul  Bert  (1878).  El  espirómetro  ha  sido  inventado  por 
John  Hutchinson,  de  Newcastle-on-Tyne,  en  1844  (1).  El  difícil  asunto  del  metabo- 
lismo en  la  respiración  ha  sido  investigado  por  Pettenkofer  y  Voit  en  1863, por  Zunts 
(1880),  Atwater  y  Rosa  (1899)  y  Atwater  y  Benedict  (1905).  Angelo  Mosso  ha  traído 
el  concepto  acapnia  (1897)  y  ha  estudiado  la  fisiología  de  la  apnea  en  el  hombre 
(1903);  en  Monte-Rosa  (1897)  y  en  su  Instituto  de  Colle  d'Olen  (1908)  ha  estudiado 
la  fisiología  de  la  respiración  en  alturas  superiores  a  las  nieves  perpetuas. 

La  acción  de  los  músculos  intercostales  en  la  respiración  ha  sido  investigada 
primeramente  por  Haller,  y  de  un  modo  geomético  por  G.  E.  Hamberger  (1748).  El 
modo  de  pensar  de  este  último  ha  sido  confirmado  experimentalmente  por  Henry 
Newell  Martín  y  Kdward  M.  Hartwell  en  la  Universidad  de  John  Hopkins  (1879). 
La  acción  del  vago  en  la  respiración  ha  sido  investigada  en  primer  término  por 
Isidor  Rosenthal  (1864),  quien  demostró  que  la  sección  de  ambos  vagos  va  siempre 
seguida  de  respiraciones  más  profundas  y  más  lentas,  al  paso  que  la  cantidad  de 
aire  respirado  en  unidad  de  tiempo  sigue  siendo  la  misma  que  anteriormente.  De- 
fiende que  el  vago  contiene  dos  variedades  de  fibras:  unas  que  contraen  el  diafrag- 
ma, otras  que  lo  relajan.  En  1868,  Hering  y  Brener,  por  oclusión  alternante  de  la 
tráquea  al  final  de  la  inspiración  y  de  la  espiración,  dedujeron  que  el  mecanismo 
de  la  respiración  es  automático  y  regulado  por  sí  mismo,  siendo  por  sí  la  disten- 
sión y  la  contracción  de  los  pulmones  un  estímulo  normal  del  vago,  cuyos  efectos 
obtiene  Rosenthal  por  medio  del  estímulo  de  los  nervios  seccionados. 

En  1889  (2)  Henry  Head,  de  Londres,  trabajando  en  el  laboratorio  de 
Hering,  en  Praga,  llevó  todos  estos  experimentos  mucho  más  lejos,  gra- 
cias a  métodos  nuevos,  como  la  congelación  y  eterización  del  nervio  en 
el  interior  de  un  tubo  encerado,  y  dedujo  de  sus  investigaciones  que  el 
vago  actúa  como  el  timonel  de  un  barco  de  vapor,  economizando  las  ener- 
gías de  la  respiración,  previniendo  a  los  centros  de  la  médula,  cuando  hay 
que  activarla.  Esto  se  ha  demostrado  por  medio  de  la  sección  de  los  va- 
gos, que  produce  un  estado  de  «derrochadora  actividad >  de  los  centros 
respiratorios. 

Normalmente,  1  ada  inspiración  estimula  las  fibras  que  normalmente  inhibe,  y  en 
cada  espira»  ion  el  colapso  pulmonar  estimula  las  libras  inspiratorias,  y  de  este 
modo  -  una  tasa  automática,  seguida  y  sostenida  de  la  respiración,  que  se 

debe  eu  ,  a  las  libras  inhibidoras  del  vago.  Mead,   actualmente  editor  de 

Brain,  ha  realizado  asimismo  una  importante  labor  a  propósito  de  la  distribución 


1        Hut(  hinson:  Lancet,  Londres,  [844;  I,  páginas  390 y  567.  Además:  Med.  (Vtz'r 
XXIX,  páginas  234-238,  dando  tres  dibujos    del  espirómetro. 

Head;  j.  Physiol.^  I  1889;  X,  pág.  279. 


EL     SIGLO     XIX 


197 


cutánea  del  dolor  y  de  la  sensibilidad  en  las  enfermedades  viscerales  (1893-96)  [1], 
demostrando  que  la  segmentación  de  las  áreas  cutáneas  afectadas  por  las  diferen- 
tes visceras  (zonas  de  Head)  corresponden  de  un  modo  sorprendente  con  aquellas 
que  corresponden  a  los  ganglios  de  las  raíces  de  los  nervios  espinales.  Con  A.  W. 
Campbell,  ha  demostrado  Head  que  el  herpes  zóster  es  una  inflamación  hemorrá- 
gica  de  las  raíces  de  estos  nervios  espinales  posteriores  (o  de  sus  ganglios)  y  de  los 
homólogos  ganglios  craneales  (1900)  [2].  En  abril  de  1903  (3),  se  sometió  al  experi- 
mento, único  hasta  la  fecha,  de  seccionarse  su  propio  nervio  radial  izquierdo  y  ner- 
vio cutáneo  externo,  con  el  fin  de  estudiar  la  pérdida  y  la  restauración  de  la  sen- 
sación, lo  que  le  ha  servido  para  una 
nueva  clasificación  de  las  vías  senso- 
riales. 

Las  funciones  ventiladoras  del.  dia- 
fragma han  sido  investigadas  en  19 13- 17 
por  Charles  F.  Hoover  (1865),  de  Cleve- 
land (Ohio). 

Aun  antes  que  Pflüger,  había  in- 
vestigado cuidadosamente  la  respi- 
ración de  los  tejidos  Félix  Hoppe- 
Seyler  (1825-95),  de  Freiburg  (Sa- 
jorna), que  es  el  más  grande  de  los 
químicos  fisiólogos  entre  Liebig  y 
Emil  Fischer.  Hoppe-Seyler  ha  es- 
tudiado con  los  tres  hermanos  We- 
ber, con  Skoda  y  con  Virchow;  ha 
sido  ayudante  de  Virchow  en  el 
Instituto  de  Patología  de  Berlín 
(1856-64),  profesor  deQuímica  apli- 
cada en  Tubingia  ( 1 864-7  2)  Y  profe- 
sor de  Química  fisiológica  en  Es- 
trasburgo (1872-95).  Es  el  fundador  del  Zeitschrift  für  physio logis che  Che- 
mie  (1877-95)  y,  además,  autor  de  un  manual  de  Análisis  químico  apli- 
cado a  la  Fisiología  y  a  la  Patología  (1858)  y  de  un  tratado,  muy  notable, 
de  Química  fisiológica  (i 877-8 1). 


Félix  Hoppe-Seyler  (1825-95)^ 


En  1854  ha  llevado  a  cabo  experimentos  acerca  de  la  física  de  la  auscultación 
y  de  la  percusión,  corrigiendo  algunos  errores  de  Skoda,  y  realizando,  además,- 
alguna  importante  labor  en  Química  inorgánica  y  Mineralogía.  Es  especialmente 
famoso  por  sus  estudios  acerca  de  la  sangre  (1857-91),  de  la  que  estuvo  haciendo 
análisis  por  más  de  treinta  años.  Ha  sido  el  primero  que  ha  obtenido  la  hemoglo- 
bina en  forma  cristalina,  y  descrito  el  espectro  de  la  oxihemoglobina  (1862);  el 
primero  que  ha  averiguado  las  fórmulas  de  la  hemina,  hematina  y  hematoporfirina 
(1863);  ha  descubierto  el  hemocromógeno  y  la  metahemoglobina  (1864),  y  demos- 
trado que  la  hemoglobina  se  encuentra  en  combinación  laxa  con  el  oxígeno,  pero 


(1)  Brain,  Londres,    1893;  XVI,  pág.  1;  1884,  XVII,  pág.   339;  1896,  XIX,  pági- 
na 153. 

(2)  Ibidem,  1900;  XXIII,  páginas  353-523,  17  láminas. 

(3)  Ibidem,  1908;  XXXI,  páginas  323-450. 


i98  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

que  no  puede  ser  separada  del  bióxido  de  carbono.  Ha  hecho,  además,  estudios 
sobre  el  metabolismo,  y  ha  construido  un  aparato  para  medir  los  intercambios  ga- 
seosos. Ha  sido  el  primero  en  comprobar  la  aparición  de  gas  en  la  sangre,  conse- 
cutivamente a  un  intenso  y  repentino  descenso  de  la  presión  atmosférica.  Sus  in- 
vestigaciones sobre  el  pus  y  sobre  los  trasudados  patológicos  han  conducido  al 
descubrimiento  de  la  nucleína  por  su  discípulo  Miescher,  y  de  la  paranucleína  por 
Lubavin.  Ha  sido  el  primero  en  obtener  la  lecitina  en  estado  puro,  y  ha  introdu- 
cido el  término  «proteidos».  Ha  investigado  la  química  de  los  cartílagos,  y,  con 
Ledderhose,  ha  descubierto  en  su  laboratorio  la  glicosamina  (1876)  y  el  chitosán. 
Ha  llevado  a  cabo  importantes  análisis  de  la  leche,  la  bilis  y  la  orina;  ha  investi- 
gado los  productos  químicos  de  la  fermentación,  especialmente  de  las  levaduras, 
y  sus  estudios  acerca  de  la  clorofila  deben  ser  considerados  como  el  punto  de  par- 
tida de  la  labor  de  Ehrlich  sobre  la  dinámica  de  la  periferia  celular.  Personal- 
mente, parece  haber  sido  un  hombre  atractivo,  de  una  disposición  genial  y  afor- 
tunada. 

De  sus  numerosos  discípulos,  Albrecht  Kossel  (1853),  de  Rostock, 
profesor  de  Fisiología  en  Marburgo  (1895-1901)  y  en  Heidelberg  (1901), 
es  famoso  por  su  importante  labor  acerca  de  la  química  de  la  célula  y  de 
su  núcleo  (1882-96),  sobre  el  ácido  nucleínico  (1893),  sobre  los  albuminoi- 
des  (1898);  por  el  descubrimiento  de  la  adenina,  timina,  ácido  túnico, 
histidina  y  agmatina;  por  su  clasificación  de  los  proteidos,  sus  estudios 
de  las  unidades  fundamentales  (Bausteine)  de  la  molécula  proteína  y  so- 
bre los  productos  de  substitución  de  los  albuminoides.  Ha  hecho  impor- 
tantes investigaciones  en  la  química  del  metabolismo  y  ha  obtenido, 
en  1910,  el  premio  Nobel  de  Medicina. 

Ernst  Salkowski  (1844),  de  Kónigsberg,  profesor  de  Química  médica 
de  Berlín  (1874),  autor,  con  W.  Leube,  de  un  tratado  de  la  orina,  de  un 
manual  de  Química  fisiológica  y  patológica  (1893),  na  realizado  impor- 
tantes descubrimientos  sobre  la  eliminación  del  fenol  (1876),  la  pentosu- 
ria (1892-5);  ha  ideado  una  prueba  cuantitativa  para  la  oxaluria  (1899); 
ha  utilizado  las  propiedades  antisépticas  del  cloroformo  en  el  estudio  de 
la  fermentación  (1888);  ha  usado  su  descubrimiento  de  fitosterina  en  la 
grasa  vegetal  para  investigar  la  adulteración  de  la  grasa  animal,  y  ha  lle- 
vado a  cabo  muy  importantes  investigaciones  sobre  la  digestión,  el  poder 
oxidante  de  la  sangre,  la  putrefacción  y  la  química  urinaria. 

La  qüímh  \  PisiOLÓGii  \  del  sílí'o  kix  ha  sido  rica  en  descubrimientos  de  com- 
puestos  nuevos,  notable  en  el  análisis  y  formulación  de  los  productos  déla  des- 
<  omposición  de  loa  proteidos  en  las  manos  de  Paul  Schützenberger  y  de  otros.  Des- 

pués  de  haber  efectuado  Kirchhoff  la  hidrólisis  del  almidón  por  la  diaslasa  en  1815, 

Rr;i<  oirhot,  en  [820,  hizo  por  primera  vez  la  hidrólisis  de  la  proteína  por  los  ácidos 
y  descubrió  la  glicina,  la  forma  más  sencilla  de  los  proteidos. 

De  los  componentes  amino-ácidos  de  la  proteína  (Bausteine  de  Kossel),  la  cis- 

tina  ha  sido  en.  ontrada  en  los  cálculos  por  Wollaston  (1810)  y  demostrado  ser  un 
producto  de  descomposición  de  la  proteína  por  K.  A.  II.  Morner  (1899);  la  tirosina 
ha  BÍdo  descubierta  por  Liebig  (1846);  el  glicocol  (1848)  y  la  alanina  (1849),  Por 
Strecker;  la  serina,  por  Cramer  ( 1 865);  la  fenilalanina,  por  Schultze  (1879);  la  his- 
tidina, por  Ko  aJ  paso  que  eltriptofán  ha  sido  nombrado  como  producto 
hipotético  por  NTeumeister  (1890) y  aislado  por  Gowland  Hopkins  (1902).  La  leu- 


EL    SIGLO     XIX  199 

ciña  ha  sido  descubierta  por  Proust  (18 18)  en  el  queso  en  putrefacción,  y  Bracon- 
not  la  dio  nombre  (1820).  Una  y  otra,  leucina  y  tirosina,  han  sido  halladas  por  Vir- 
chow  en  el  páncreas  de  los  cadáveres  (1853)  y  por  el  clínico  Frerichs  en  el  vivo 
(1855).  El  ácido  glutámico  ha  sido  obtenido  por  Ritthausen  (1866)  y  Kreutzer 
(187 1);  el  ácido  aspártico,  por  Radziejewski  y  Salkowski  (1873);  la  ornitina,  por 
Jaffé  (1877);  la  arginina,  por  Schultze  y  Steiger  (1886);  la  usina,  por  Drechsel  (1889); 
la  prolina,  por  Willstatter  (1900)  y  Emil  Fischer  (1901);  el  ácido  diamino-butírico 
(1 90 1),  la  oxiprolina  (1902),  la  serina  (1902)  y  la  valina  (1906),  por  Emil  Fischer; 
la  isoleucina,  por  F.  Éhrlich  (1903);  la  norleucina,  por  Abderhalden  y  Weil  (1913). 

Los  efectos  de  los  enzimas  animales  sobre  los  proteidos  han  sido  estudiados  por 
Willy  Kühne,  Kossel,  Drechsel  y  otros,  y  Schultze  ha  estudiado  los  efectos  de  los 
enzimas  vegetales.  Drechsel  ha  descubierto  que  la  molécula  proteína  contiene  áci- 
dos diaminos  y  monoaminos,  y  éstos  han  sido  investigados  por  Kossel,  Kutscher  y 
Emil  Fischer.  En  188 1,  Schmiedeberg  obtuvo  la  histozima,  un  fermento  que  puede 
desintegrar  o  sintetizar  el  ácido  hipúrico.  Las  nucleínas  han  sido  investigadas  por 
Worm  Müller  (1873)  y  Miescher  (1874);  los  ácidos  nucleínicos,  por  Kossel  (1893), 
Altmann  (1889),  Abderhalden  y  Schittenhelm  (1906);  los  albuminoides,  por  Kossel 
(1898),  Drechsel  (1891)  y  Abderhalden  (1905).  El  ácido  ¡i-oxibutírico  ha  sido  aislado 
por  Eduard  Külz  (1884-87)  e  investigado  en  relación  con  la  diabetes  por  Ernst  Sta- 
delmann  (1883)  y  por  Adolf  Magnus-Levy  (1899- 1909).  La  acetona  ha  sido  descu- 
bierta en  la  orina  diabética  por  Wilhelm  Petters  (1857)  e  investigada  por  Cari 
Gerhardt  (1865),  Rudolf  von  Jaksch  (1885),  y  en  la  sangre  por  Adolf  Kussmaul 
(1874).  Max  Jaffé  ha  descubierto  la  urobilina  en  el  contenido  intestinal  (1871)  y  el 
indican  en  la  orina  (1877).  Ehrlich  ha  ideado  su  diazorrcacción  en  1882,  y  la  crios- 
copia de  la  orina  ha  sido  inventada  por  Sandor  Korányi  en  1894.  La  albumosuria 
mielopática  (proteinuria)  era  descrita  por  Henry  Bence  Jones  en  1848;  la  acetonu- 
ria  y  diaceturia,  por  von  Jaksch  (1885),  y  la  pentosuria,  por  Ernst  Salkowski  (1895). 
Las  pruebas  de  Johann  Kjeldah  para  la  apreciación  del  nitrógeno  en  las  substan- 
cias orgánicas  (1883),  de  Otto  Folin  para  calcular  la  urea  y  el  ácido  úrico,  de  Jow- 
land  Hopkins  para  la  urea,  de  Franz  Soxhlet  para  la  grasa  y  la  leche,  han  demos- 
trado todas  ser  de  gran  valor  en  la  práctica.  Las  ptomaínas  han  sido  investigadas 
por  Selmi,  Gautier,  Brieger,  Vaughan  y  Novy.  La  célebre  memoria  de  Naegeli  so- 
bre los  almidones  o  féculas  (1874),  en  la  que  clasifica  unos  200,  ha  sido  seguida  de 
las  notables  monografías  de  Edward  T.  Reichert  sobre  la  hemoglobina  (191 1)  y  las 
féculas  (19 1 5).  La  teoría  de  la  cadena  abierta  del  carbono  y  el  anillo  cerrado  del 
benceno  ha  sido  establecida  por  August  Kekulé  en  1865  (1),  desenvuelta  por  van't 
Hoff  y  Le  Bel,  y  brillantemente  aplicada  a  la  teoría  estructural  de  la  clorofila  por 
Hoppe-Seyler,  y  a  la  teoría  de  las  cadenas  laterales  de  la  inmunidad  por  Paul 
Ehrlich. 

La  química  física  ha  sido  hecha  utilizable  para  la  fisiología  gracias  a  los  trabajos 
de  Sadi  Carnot  (1824),  Robert  Mayer  (1842),  Lord  Kelvin  (1848-52),  Helmholtz  (1847), 
Clausius  (1850),  Willard  Gibbs  (1872-1878),  van't  Hoff  (1887),  Arrhenius  (1887), 
Ostwald  y  los  químicos  de  la  escuela  holandesa.  Sus  leyes  han  sido  aplicadas  a  la 
fisiología  de  los  músculos  por  Julius  Bernstein  (1902- 1908),  ai  problema  de  la  ten- 
sión superficial  por  Isidor  Traube  (i9io-u)y  Macallum  (1910-11)  y  a  diferentes 
problemas  biológicos  por  Jacques  Loeb.  La  teoría  de  la  osmosis  y  de  las  membra- 
nas semipermeables  ha  sido  investigada  por  Dutrochet  (1827-35),  Graham  (1854-61), 
Moritz  Traube  (1867),  Willard  Gibbs  (1876),  van't  Hoff  y  Arrhenius  (1887),  y  H.  J. 
Hamburger  (1902-04),  y  los  coloides  han  sido  estudiados  por  Graham,  Siedentopf  y 
Zsigmondy. 

La  mayoría  de  los  grandes  maestros  de  la  materia  han  escrito  algún  tratado  de 
Fisiología.  Al  primer  período  pertenecen  los  de  Magendie  (1816-17),  H.  Mayo  (1827), 
John  Müller  (1834-40),  Rudolf  Wagner  (1838-42),  W.  B.  Carpenter  (1842),  G.  Valen- 
tín (  1 844- 1 846),  las  varias  ediciones  del  manual  de  Senhouse  Kirkes  (1848),  F.  C. 
Donders  (1850),  F.  A.  Longet  (1850),  y  el  Handworterbuch,  de  Wagner  (1842-53).  En 
la  segunda  mitad  de  la  centuria  encontramos  los  de  Cari  Ludwig  (1852-56)^.  C. 
Dalton  (1859),  W.  Wundt  (1865),  T.  H.  Huxley  (1866),  Austin  Flint,  Jr.  ¡(1866-74),  sir 


(1)     For  the  history  of  benzol,  see  A.  F.  Hollemann;  Janus,  Amst,  191 5;  XX,  pági- 
nas 459-488. 


200 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Michael  Foster  (1877),  L.  Landois  (1879-80),  W.  Stirling  (1888),  A.  D.  Waller  (1891)1 
E.  H.  Starling  (1892),  Max  Verworn  (1895),  G.  N.  Stewart  (1896),  Robert  Tigerstedt 
(1898),  L.  Luciani  (1898-1903),  W.  H.  Howell  (1905),  M.  Duval  y  E.  Gley  (1906), 
H.  Zwaardemaker  (1910)  y  M.  von  Frey  (1911).  La  obra  de  Foster  es  magistral.  El 
libro  de  texto,  editado  por  sir  Edward  A.  Scháfer  con  un  plan  cooperativo  (Lon- 
dres, 1898),  es  notable  por  su  admirable  reunión  de  datos  históricos,  respecto  de 
los  cuales  es  comparable  a  los  grandes  Elementa  de  Haller  (1757-66).  De  los  trata- 
dos americanos,  el  de  William  H.  Howel  (1905)  es  incomparablemente  el  mejor,  en 
razón  de  sus  limpios  grabados,  cuya  brillante  presentación  es  bien  conocida.  El  re- 
ciente tratado  de  W.  M.  Bayliss  (19 16) 
está  concebido  desde  el  punto  de  vista 
de  la  química  física. 

•¿[[El  progreso  de  la  Medicina  moder- 
na está  inseparablemente  unido  al 
nombre  de  Rudolf  Virchow  (1821 
a  1902),  el  fundador  de  la  Patología 
celular.  Natural  de  Schievelbein,  en 
Pomeramia,  Wirchow  se  graduó  en 
Berlín  en  1843,  llegó  a  ser  prosector 
de  Froriep,  en  la  Charité,  en  1845, 
prosector  ordinario  en  1 846  y  fun- 
dador, en  1847,  de  los  Archiv  für pa- 
thologische  Anatomie,  conocidos  en 
todo  el  mundo  como  Virchow  s  Ar- 
chiv. Su  primer  artículo  en  su  perió- 
dico adelantaba  la  idea  de  que  una 
hipótesis  no  demostrada,  de  cual- 
quier género  que  sea,  constituye  una 
base  sumamente  insegura  y  falsa 
para  la  Medicina  práctica,  y  sostenía 
laopinióndequeningún  hombrees  in- 
falible ni  en  juicio  ni  en  conocimien- 
tos. Esta  era  una  de  las  más  poderosas  manifestaciones  del  espíritu  mo- 
derno en  la  Medicina  reciente.  En  1848,  Wirchow  fué  enviado  por  el  Go- 
bierno de  Prusia  para  investigar  la  epidemia  de  tifus  o  de  fiebre  del  ham- 
bre que  se  extendía  entre  los  tejedores  de  la  Alta  Silesia.  Un  acabado 
compendio  de  lo  que  él  vio  se  nos  ofrece  en  el  conjunto  de  horrores  del 
drama  social  de  Gerhart  Hauptmann,  Los  tejedores,  y  sus  consejos,  no 
sólo  incluyen  medidas  higiénicas  y  una  gran  caridad  para  aquellos  des- 
graciados, sino  que  comprenden  también  un  breve  resumen,  completa- 
mente de  actualidad,  de  democracia  y  de  libertad  (volle  und  unumschrán- 
kte  Demokratie...  Bilduvg  mit  ihren  Tóchtern,  Freiheit  y  Wohlstand). 
Estas  valientes  afirmaciones,  unidas  a  las  tendencias  de  su  periódico  se- 
mipolítico,  Die  medicinische  Reform  (1848-9),  produjeron  bien    pronto  a 


Rudolf  Virchow  (1821-1902). 
(Biblioteca    Médica    de    Boston.) 


EL     SIGLO     XIX  201 

Wirchow  disgustos  con  las  autoridades  gubernamentales,  y  en  1 849  fué 
despojado  de  su  cátedra,  obteniendo  al  propio  tiempo,  gracias  a  los  bue- 
nos oficios  del  tocólogo  Scanzoni,  la  cátedra  de  Anatomía  patológica  en 
Wurzburgo.  Siete  años  más  tarde,  después  de  haberse  brillantemente 
distinguido  como  profesor  y  como  maestro,  fué  instado  a  volver  de  nue- 
vo a  Berlín  en  honorables  condiciones,  y  en  1 8 56  se  encontraba  debida- 
mente instalado  como  profesor  de  Patología  en  aquella  Universidad,  des- 
empeñando al  propio  tiempo  la  dirección  del  Instituto  Patológico,  que 
había  sido  creado  por  él.  Allí  comenzó  Wirchow  una  carrera  de  incom- 
parable actividad  en  múltiples  direcciones.  Era  un  hombre  de  amplísima 
cultura  y  lleno  de  los  ideales  más  profundamente  humanos,  así  que  bien 
pronto  llegó  a  ser  conocido  por  todos  como  anatómico  y  patólogo,  epi- 
demiólogo y  sanitario,  antropólogo  y  arqueólogo,  editor  y  maestro,  re- 
formador social  y  «antiguo  miembro  parlamentario».  Figuró  en  la  Cáma- 
ra baja  prusiana  en  1862,  y  desde  1 880  hasta  1893  en  e*  Reichstag  como 
una  fiel  y  segura  representación  de  los  derechos  del  pueblo.  Durante  la 
guerra  franco-prusiana  organizó  el  Cuerpo  de  Ambulancia  de  Prusia  y  di- 
rigió la  creación  del  hospital  militar  de  Tempelhof.  Tuvo  mucho  que  ha- 
cer para  asegurar  un  buen  sistema  de  alcantarillado  para  Berlín,  y  como 
presidente  de  muy  diferentes  sociedades,  llegó  fácilmente  a  ser  la  perso- 
nalidad médica  de  mayor  influencia  en  la  capital  de  Prusia.  Al  envejecer, 
los  honores  fueron  llegando  de  todas  partes,  y  en  1 899  inauguró  el  Mu- 
seo de  Patología,  al  que  dio  su  colección  privada,  colección  de  23.066 
preparaciones,  cada  una  de  las  cuales  había  sido  hecha,  catalogada  y  colo- 
cada en  su  estante  por  sus  propias  manos.  Al  cumplir  los  ochenta  años 
recibió  un  donativo  de  50.OOO  marcos  de  sus  compañeros  de  Alemania  en 
auxilio  del  Instituto  Virchow,  con  una  única  medalla  de  oro  del  empera- 
dor, y  poco  antes  de  su  muerte  pudo  ver  la  terminación  del  espléndido 
hospital  municipal  de  Berlín  (15  de  enero  de  1902),  que  lleva  actualmente 
su  nombre. 

Virchow  ha  derivado  la  inspiración  para  toda  la  labor  de  su  vida  de 
Johannes  Müller,  y  lo  que  él  ha  realizado  ha  sido,  en  todos  sentidos,  dig- 
no de  su  gran  maestro.  En  Patología  no  ha  tenido,  anteriormente,  más 
posible  competidor  que  Morgagni,  y  posteriormente  a  él,  ninguno.  Su  Pa- 
tología celular  (1858)  pone  en  juego  un  nuevo  punto  de  vista,  presentan- 
do el  cuerpo  como  «un  estado  celular,  en  el  que  cada  célula  es  un  ciuda- 
dano»; la  enfermedad  es,  «sencillamente,  un  conflicto  entre  ciudadanos  de 
este  estado,  determinado  por  la  acción  de  fuerzas  exteriores».  El  aforis- 
mo de  Virchow,  «Omnis  cellula  e  cellula>,  demuestra  que  el  desarrollo 
celular  no  es  discontinuo,  como  habían  supuesto  Schleiden  y  Schwann,  y 
que  no  hay  células  específicas  en  la  enfermedad,  sino  simples  modificado- 


202  HISTORIA    DE    LA    MEDICINA 

nes  de  los  tipos  fisiológicos.  En  otros  términos:  «Una  nueva  producción 
de  células  supone  siempre  la  existencia  anterior  de  células.»  Este  punto 
de  vista  morfológico  ha  sido  la  base  de  su  obra  sobre  los  tumores  (1863 
a  6j)  [1],  que  trata  de  aquellas  formaciones  como  nuevas  producciones 
fisiológicamente  independientes  de  alguna  estructura  histiode  o  celular. 
Los  dos  errores  más  salientes  de  la  patología  celular  fueron  las  teorías  de 
que  el  contenido  celular  es  el  carácter  esencial  de  todo  el  organismo,  y  de 
que  no  puede  haber  diapedesis  de  las  células  sanguíneas,  lo  que  poste- 
riormente fué  corregido  por  Cohnheim. 

Virchow  ha  sido  el  primero  en  observar  y  definir  la  leucocitosis,  y  en  1845,  si- 
multáneamente con  el  estudio  clínico  de  John  Hughes  Bennett,  describió  la  leuce- 
mia como  sangre  blanca  (2):  En  1846,  separó  la  piemia  de  la  septicemia,  y  entre 
los  años  1846  y  1856  creó  la  doctrina  de  la  embolia  (3),  su  más  distinguida  obra  en 
Patología  y  una  de  las  más  personales  en  todos  los  aspectos.  Antes  de  Virchow, 
como  ya  hemos  dicho,  John  Hunter  y  Cruveilhier  habían,  ambos,  observado  la 
trombosis  como  una  consecuencia  de  la  flebitis,  admitiendo,  además,  a  ésta  como 
primer  factor  de  la  piemia.  Virchow  revolucionó  los  conocimientos  existentes,  de- 
mostrando que  el  trombus  es  la  condición  primaria  en  la  flebitis.  Sus  estudios  acer- 
ca de  la  embolia  están  apoyados  en  los  experimentos,  siendo  Virchow  el  primero 
que  ha  consignado  sus  variedades  cerebral  y  pulmonar.  En  1856  ha  demostrado  la 
naturaleza  embólica  de  los  tapones  arteriales  en  la  endocarditis  maligna,  atribu- 
yendo su  aparición  a  los  parásitos.  Como  parasitólogo,  ha  realizado,  además,  una 
Dueña  obra  a  propósito  de  la  triquinosis  (1859-70)  y  ha  descubierto  las  formas  sar- 
cínica  y  aspergíllica  en  la  micosis  del  pulmón  y  de  los  bronquios.  Ha  expuesto  tam- 
bién las  verdaderas  relaciones  existentes  entre  el  lupus  y  la  tuberculosis,  introdu- 
cido nuevos  conceptos  patológicos  como  agenesia,  heterotopia,  ocronosis,  y  ha  sido 
el  primero  en  describir  la  leontiasis  ósea,  el  hematoma  de  la  duramadre  y  la  hypo- 
plasia aórtica,  con  corazón  retraído  en  las  muchachas  cloróticas  (1872).  En  1861  dio 
el  nombre  de  «artritis  deformante»  al  reumatismo  gotoso.  En  Histología  ha  reali- 
zado dos  importantes  descubrimientos:  la  neuroglia  (1846)  [4]  y  las  especiales  vainas 
linfáticas  de  las  arterias  cerebrales  (1851).  Ha  hecho  centenares  de  contribuciones 
a  la  antropología  (su  predilección  especial),  para  el  gran  atlas  de  Crania  eihnica 
americana,  preparado  «en  memoria  de  Colón  y  del  descubrimiento  de  América» 
(1892),  y  para  sus  bien  conocidos  artículos  acerca  de  los  caracteres  raciales  y  ano- 
malías, antropometría  y  antropología  física  de  los  alemanes,  datos  históricos,  sífilis 
prehistórica,  tatuajes  y  reliquias  de  la  guerra  de  Troya.  A  la  historia  de  la  Medici- 
na ha  contribuido  con  muy  importantes  monografías  a  propósito  de  las  leproserías 
v  de  los  otros  hospitales  durante  la  Edad  Media,  con  biografías  de  Morgagni,  de 
Johannes  Mttller  y  de  SchOnlein,  y  ha  sido  el  primero  en  escribir  sobre  la  Medicina 
en  relación  con  las  Bellas  Artes  (1861)  [5];  pero  esta  pequeña  contribución  ha  sido 
extraordinariamente  sobrepasada  en  el  mismo  año  por  la  completa  monografía  de 
K.  F.  H.  Marx,  en  la  que  casi  todas  las  pinturas  relativas  a  la  medicina  se  encuen- 
tran catalogadas  y  clasificadas  (6). 


(1)  Virchow:  Die  krankhaften  Geschwülste,  Berlín,  1863-67. 

(2)  Froriep's  Neue  .\otizcn  a.  d.  (¡eb.  d.  Nat.  u.  Ileilk,  Weimar,  1845;  XXXVI, 
páginas  151-155- 

(t,)     Beitr.  t  exper.  Path.  (Traube),  Berlín,  1846;  II,  páginas  227-380;  y  Virchow: 

\bhandl '..  Francfort,  a.  M.,  1856;  páginas  219-732. 
(4)    Arch. f. path.  Anal.,  Berlín,  1854;  VI,  páginas  135-138. 
Berlín,  1861;  XXII,  páginas  m>o-i<)2. 
(6)     Marx:  Ueber  die  Beziehungen  der  darstellenden  Kunst  zur  HeÜkunxt*  Abhandl, 
d.  k,  (¡cscllsch.  d.  Wissensch.  zu  Góttingen,  186 1-2;  X,  páginas  3-74- 


EL     SIGLO    XIX  203 

Personalmente,  Virchow  era  una  figura  pequeña,  elástica,  profesional, 
con  ojos  penetrantes  y  negros,  vivo  y  ágil  de  cuerpo  y  de  espíritu,  con 
algo  de  raza  eslava,  algo  como  un  pájaro  en  la  morgue  o  en  una  bibliote- 
ca, atacando  la  desatención  o  la  incompetencia  con  un  rápido  sarcasmo. 
Sin  embargo,  él  era  generoso,  magnánimo  y  de  espíritu  amplio,  y  nadie 
que  «obrase  bien»  quedaría  perdido  de  su  vista  o  de  su  memoria.  En  edad 
avanzada,  Virchow,  siempre  «liberal  en  la  política»,  se  volvió  «reacciona- 
rio en  ciencia»;  pero  el  amor  a  la  verdad,  la  generosidad  en  las  palabras 
y  en  las  acciones,  constituyeron  siempre  la  esencia  de  su  juventud  y  de 
su  madurez.  Toda  su  vida  ha  sido  vivo  y  ardiente  en  las  discusiones.  Co- 
menzó su  carrera  atacando  violentamente  la  teoría  de  la  «crasis»  de  Ro- 
kitansky,  con  el  resultado  de  que  el  patólogo  vienes  suprimió  todo  lo  re- 
lativo al  asunto  en  la  segunda  edición  de  su  obra,  y  posteriormente  nun- 
ca volvió  a  hacer  referencia  a  ello.  Aparte  de  esto,  nadie  ha  tributado  en 
la  literatura  mejores  ni  más  grandes  elogios  a  la  parte  notable  de  la  obra 
de  Rokitansky  que  Virchow.  Posteriormente,  encontramos  las  disputas 
con  Hughes  Bennet  a  propósito  de  la  leucemia  y  su  destrucción  del  dog- 
ma de  Cruveilhier  de  que  la  flebitis  constituye  la  totalidad  de  la  patolo- 
gía. Al  propio  tiempo,  él  animaba  alegremente  a  Cohnheim  a  combatir  la 
teoría  de  Virchow  de  la  no  emigración  de  las  células  sanguíneas.  Pensan- 
do que  el  sistema  nervioso  no  es  un  centro  trófico  y  que  no  puede  presi- 
dir la  nutrición  de  las  partes  periféricas,  Virchow  se  negó  a  ver  en  las  le- 
siones articulares  de  los  atáxicos  de  Charcot  nada  de  ataxia,  sino  una  le- 
sión puramente  local.  Creía  en  la  dualidad  de  la  tuberculosis.  Era  opuesto 
a  las  doctrinas  darwinistas,  y  los  nuevos  puntos  de  vista  de  Behring  y  de 
Koch,  relativas  a  las  toxinas  y  antitoxinas,  fueron  difícilmente  aceptados 
por  el  hombre  que  había  obliterado  la  patología  humoral.  Las  peculiari- 
dades del  cráneo  de  Neanderthal  fueron  tercamente  atribuidas  por  Vir- 
chow a  una  enfermedad.  Una  bomba  caída  por  accidente,  durante  la  gue- 
rra de  1870-71,  en  el  Museo  de  Historia  Natural  de  París,  dio  motivo  a 
Quatrefages  para  escribir  indignado  un  artículo  en  el  que  afirmaba  que 
los  prusianos  no  eran  germánicos,  sino  una  bárbara  y  destructora  raza 
mongola.  Esto  excitó  el  patriotismo  de  Virchow  hasta  el  extremo  de  pro- 
ducir un  colosal  censo  público  del  color  de  los  ojos  y  del  pelo  de  seis  mi- 
llones de  niños  de  las  escuelas  alemanas,  el  carácter  oficialmente  solemne, 
del  cual  parece  que  produjo  un  extraordinario  terror  en  alguno  de  los 
niños.  La  vista  de  una  caricatura  del  Simplicissimus,  de  Grimmelshausen, 
parece  que  le  causó  la  misma  indignación  que  experimentó  Wordsworth 
cuando  oyó  los  primeros  versos  de  la  «Oda  a  una  urna  griega»,  de  Keat. 
Podemos  muy  bien  dejar  a  un  lado  todas  estas  extravagancias  teniendo  en 
cuenta  la  generosidad  con  que  él  tomó  la  defensa  de  Pasteur,  el  tributo  de 


204 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


distinción  al  departamento  médico  del  ejército  americano  y  las  pondera- 
ciones y  alabanzas  que,  como  coronas  de  laurel,  ha  dejado  sobre  las  tum- 
bas de  muchos  de  sus  prodecesores  y  contemporáneos.  Por  encima  de 
todo,  ha  sido,  por  lo  que  hace  referencia  al  valor  cívico,  el  ideal  del  hom- 
bre moderno.  El  no  ha  creído  en  la  burguesía  sin  fe  y  agiotista,  sino  que 
ha  abrazado  ardientemente  la  causa  de  aquellos  que  trabajan  por  el  bien 

de  todos.  Su  defensa  durante  toda  su 
vida  de  los  derechos  de  la  humani- 
dad trabajadora,  valientemente  soste- 
nida en  el  tan  severo  gobierno  militar 
prusiano,  demuestran  el  género  de 
fibra  de  que  estaba  hecho. 

De  los  discípulos  de  Virchow,  el 
más  eminente  es  Julius  Cohnheim 
(1839-1884),  de  Demmin,  Pomera- 
nia,  quien,  después  de  haber  servido 
como  cirujano  del  ejército  prusiano 
durante  la  guerra  de  Austria  (1864 
a  65),  fué  ayudante  en  el  Instituto  de 
Patología,  y,  posteriormente,  profe- 
sor de  Patología  en  K¡el  (1868-72), 
Breslau(l872-/8)  y  Leipzig(i8;8-84). 
Con  Willy  Kühne,  Cohnheim  llevó  a 
cabo  importantes investigacionesacer- 
ca  de  los  fermentos  formadores  del 
azúcar  (1863)  [ij;  pero  su  disertación 
inaugural  a  propósito  de  la  inflama- 
ción de  las  membranas  serosas  señala  su  tendencia  como  investigador  en 
patología  e  histología  experimentales. 

Ha  ideado  el  método  de  las  preparaciones  frescas  y  congeladas  en  la  labor  his- 
tológica; ha  investigado  las  terminaciones  nerviosas  en  los  músculos  por  medio  de 
las  sales  de  plata;  ha  descubierto  el  campo  en  mosaico,  que  lleva  su  nombre,  en  las 
secciones  transversales  de  los  músculos  (1865)  Y  ha  sido  el  primero  en  utilizar,  con 
brillantes  resultados,  las  sales  de  oro,  en  sus  estudios  de  las  terminaciones  nervio- 
sas en  la  córnea  1867).  $us  monografías  sobre  la  inflamación  y  la  supuración 
(1867-73)  [2]  revolucionaron  la  patología,  demostrando,  en  directa  oposición  a  lo 
que  enseñaba  Virchow,  que  el  rasgo  característico  de  la  inflamaciones  el  paso  de 
los  glóbulos  blaní  os  a  través  de  las  paredes  de  los  capilares  y  que  los  glóbulos  de 
pus  ^on  formados  de  este  modo  a  expensas  dé  la  sangre.  La  diapedesis  había  sido 
lada  va  por  Addison;  pero  los  (  xperimentos  de  Cohnheim  han  demostrado  la 


Julius  Colinhcim  (1839-84). 
(Colección    de   A.   C.    Klebs. ) 


(\)     Arch. f. path.  Anat.  (etc.),  Berlín,  1863;  XXVII,  páginas  241-253. 

(2;      ,\nu-  '  titer  sue  hungen  über  die  /'.ntzündung,  Berlín,  1873.» 


ÉL     SIGLO     XIX  20$ 

emigración  directa  de  los  leucocitos  coloreados  hacia  un  centro  de  inflamación  en 
la  córnea.  A  esto  siguieron  importantes  trabajos  a  propósito  del  estasis  venoso 
(1867)  y  de  la  relación  de  las  arterias  terminales  con  el  proceso  embólico  (1872). 

El  máximo  perfeccionamiento  experimental  de  Cohnheim  se  señala 
por  su  inoculación,  seguida  de  éxito,  de  la  tuberculosis  en  la  cámara  ante- 
rior del  ojo  del  conejo  (1877)  [i],  que  Weigert  ha  descrito  ingeniosamen- 
te como  una  demostración  in  oculo  ad  oculos.  Dos  años  antes,  Robert  Koch 
había  demostrado  sus  colonias  de  Bacillus  anthracis,  y  Cohnheim  había 
hecho  la  afirmación  profética  de  que  Koch  sobrepujaría  a  todos  en  este 
terreno.  Los  últimos  años  de  la  vida  de  Cohnheim  se  ven  afligidos  por  se- 
veras complicaciones  de  la  gota,  su  antiguo  enemigo,  y  su  brillante  carre- 
rra  se  vio  pronto  interrumpida  a  la  temprana  edad  de  cuarenta  y  cinco 
años.  Se  le  describe  como  un  hombre  robusto,  alegre,  de  enérgico  carác- 
ter, de  rápido  y  seguro  lenguaje,  con  gran  poder  de  ingenio  y  de  sarcas- 
mo. Entre  sus  discípulos  figuran  Heidenhain,  Litten,  Lichtheim,  Welch, 
Ehrlich,  Neisser  y  Weigert,  en  Breslau,  y  Roy  y  Councilman,  en 
Leipzig. 

Cari  Weigert  ( 1 845 -J  904),  de  Münsterberg  (Silesia),  es  famoso  por 
sus  investigaciones  sobre  la  anatomía  patológica  de  la  viruela  (1874-75)  [2] 
y  de  la  enfermedad  de  Bright  (1879)  [3]  y  por  el  hecho  de  haber  sido  el 
primero  en  colorear  las  bacterias  ( 1 8 7 1 )  [4],  en  cuya  coloración  ha  obte- 
nido últimamente  gran  éxito  con  las  anilinas  (1875)  [5]-  Ha  introducido 
muchos  perfeccionamientos  en  la  coloración  diferencial  del  sistema  ner- 
vioso, especialmente  con  la  fuchsina  acida  (1882).  Ha  hecho,  además,  in- 
vestigaciones sobre  la  neuroglia  ( 1 890-95)  y  la  necrosis  de  coagulación 
(1880);  ha  descrito  la  tuberculosis  de  las  venas  y  ha  establecido  la  bien 
conocida  «ley>  cuantitativa  de  que  la  reparación  de  un  tejido  lesio- 
nado es  siempre  mayor  de  lo  necesario. 

Entre  los  especiales  estudios  patológicos  de  este  período  figuran  los  de  Ludwig 
Traube  (1855),  Hermann  Senator  (1873),  Carl  von  Liebermeister  (1875)  y  Ernst  von 
Leyden  (1870-79),  sobre  la  patología  de  la  fiebre;  los  de  Peter  Ludwig  Panum 
(1820-85),  sobre  la  patología  especial  de  la  embolia  (1863-64);  de  Thomas  Bevill 
Peacock,  sobre  los  defectos  de  conformación  del  corazón  humano  (1866);  de  Cari 
Thiersch,  sobre  necrosis  fosfórica  de  los  huesos  (1867);  de  Wilhelm  Waldeyer,  so- 
bre el  desarrollo  del  cáncer  (1867-72);  de  F.  D.  von  Recklinghausen,  sobre  el  adeno- 
mioma  y  el  neurofibroma  (1882);  de  Paul  Grawitz,  sobre  el  origen  de  los  tumores 
renales  a  expensas  del  tejido  suprarrenal  (1884);  de  Julius  Wolff,  sobre  la  ley  de 


(1)  Die  Tuberkulose  vom  Standpunkt  der  Infektionslehre,  Leipzig,  1880. 

(2)  Weigert:  Anatomische  Beitrage  zur  Lehre  von  den  Pocken,  Breslau,  1874-75. 

(3)  Samml.  klin.  Vortrdge,  Leipzig,  1879,  num.  162  y  163  (Inner  e  Med.,  num.  55, 
páginas    1411-1460). 

(4)  Centralbl.f.  d.med.  Wissensch.,  Berlín,  187 1;  IX,  páginas  609-61 1. 

(5)  Jahresber.  d.  schles.  Gesellsch.  f.  vaterL  Cultur,    1875,  Breslau,   1876;   Lili, 
página  229. 


2o6  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

transformación  de  los  huesos  (1892);  de  Paul  Ehrlich  y  Adolf  Lazarus,  sobre  ane- 
mia (1898).  Entre  los  americanos,  William  Pepper  (1843-98)  ha  descrito  los  cambios 
experimentados  por  la  médula  ósea  en  la  anemia  perniciosa  (1875);  William  Henry 
Welch  (1850)  ha  investigado  el  edema  agudo  del  pulmón  (1877)  y  Ia  embolia  y  la 
trombosis  (1899);  Reginald  Heber  Fitz  (1843- 19 13)  ha  dado  concluy entes  demostra- 
ciones de  la  patología  de  la  inflamación  perforante  del  apéndice  vermicular  (1886), 
de  la  pancreatitis  hemorrágica  con  necrosis  adiposa  (1889),  y  ha  descrito  el  lipoma 
intrapleurítico  del  mediastino;  Christian  Fenger  (1840-1902),  de  Chicago,  ha  sido  el 
primer  maestro  de  este  asunto  en  la  región  central  del  Oeste;  Ludwig  Hektoen 
(1863),  de  Westby  (Wiscousin)  ha  llevado  a  cabo  una  buena  obra  a  propósito  de  la 
patología  experimental  de  la  cirrosis  atrófica  (1901),  del  sarampión  (191 1)  y  del  ais- 
lamiento de  los  anticuerpos.  Martin  H.  Fischer  (1879),  de  Cincinnati,  ha  llevado  a 
cabo  estudios  experimentales  sobre  el  edema  (1910)  y  la  nefritis  (1912). 

Los  estudios   de  Ehrlich,   Peyton  y  Rous,  W.  S.  Lazarus  Barlow,   Maud  Slye, 

E.  E.  Tyzcer  y  otros,  sobre  el  cáncer,  son  de  gran  interés. 

Continuando  las  obras  del  siglo  xvm  de  Astruc  (1743),  Gaub  (1758),  Morgagni 
(1761),  Matthew  Baillie  (1791)  y  Kurt  Sprengel  (1795-97),  la  patología  ha  sido  objeto 
de  tratados  especiales  de  Cari  Friedrich  Burdach  (1808),  J.  W.  H.  Conradi  (181 1), 
A.  F.  Chomel  (1817),  E.  D.  A.  Bartels  (1819),  J.  C.  C.  F.  M.  Lobstein  (1829-33),  Her- 
bert Mayo  (1836)  y  Thomas  Hodgkin  (1836-40). 

El  primer  tratado  completo  de  Patología,  publicado  en  inglés,  ha  sido  el 
de  Samuel  David  Gross  (Boston,  1839),  que  ha  sido  seguido  de  los  tratados  de 
Rokitansky  (1842-46),  Jacob  Henle  (1846-51),  Alfred  Stillé  (1848),  Salvatore  de  Ren- 
zi  (1856),  Virchow  (1858),  Samuel  Wilks  (1859),  P.  Uhle  y  E.  Wagner  (1862),  Eduard 
Rindfleisch  (1867-69),  Victor   Cornil  y  L.  Ranvier  (1867-76),  T.   H.   Green  (187 1), 

F.  V.  Birch-Hirschfeld  (1876),  Cohnheim  (1877-80),  Ernst  Ziegler  (1881),  Sims 
Woodhead  (1883),  Henri  Hallopeau  (1884),  Francis  Delafield  y  T.  Mitchell  Prudden 
(1885),  Edwin  Klebs  (1887),  D.  J.  Hamilton  (1889-94),  V.  V.  Podwyssotsky  (1891-94), 
Anton  Weichselbaum  (1892),  Otto  Bollinger  (1896-97),  Alfred  Stengel  (1898),  Har- 
vey R.  Gailord  y  Ludwig  Aschoff  (1901),  Ludwig  Hektoen  y  David  Riesman  (1901 
a  1902),  Guido  Banti  (1905-07')  y  John  George  Adami  (1908-12). 

Notables  atlas  ilustrados  de  Patología  son  los  de  Johann  Friedrich  Meckel  (181 7 
a  26), Jean  Cruveilhier  (1829-42),  Alexander  Auvert(i856),F.  A.Thierfelder(i872-8i), 
The  Sydenham  Society  (1877-1906),  Alfred  Kast  y  Theodor  Rumpel  (1892-97)  y  Paul 
Crawitz  (1893). 

Importantes  obras  de  Patología  experimental  son  las  de  Ludwig  Traube  (187 1 
a  78),  Claudio  Bernard  (1872),  Salomon  Strieker  (1877),  Victor  Paschutin  (1885)  y  Paul 
Ehrlich  (1909)  y  las  monografías  de  August  Hirsch  (1860-64),  Andrew  Davidson 
(1892)  y  Frank  G.  Clemow  (1903)  sobre  Patologia  geográfica,  John  William  Ballan- 
tyne  sobre  Patología  fetal  (1902-04)  y  F.  B.  Mallory  y  J.  H.  Wright  sobre  Técnica 
patológica. 

Los  fundadores  de  la  Bacteriología  son  Louis  Pasteur  y  Robert  Koch, 
siendo  el  primero,  además,  el  creador  de  la  teoría  moderna  de  las  inocu- 
laciones preventivas,  y  el  último,  aquel  a  quien  principalmente  debemos 
el  desenvolvimiento  de  la  teoría  correcta  de  la  especificidad  de  las  enfer- 
medades infecciosas. 

Antes  de  la  época  <i'-  Pasteur,  Leeuwenhoek  había  visto  los  protozoos  (1687)  al 
micro»  opio.  Agostino  Bassi  1 1774-1K56)  demostró  que  la  enfermedad  de  los  gusa- 
nos <!<•  Beda  era  deluda  a  la  presencia  de  microorganismos  (1836);  John  Goodsir  ha 
descrito  las  Barcinas  del  estómago  (1842);  Casimir  Davaine,  el  microorganismo  del 
carbunco  (1865;,  y  Ferdinand  Colin,  los  <  aracteres  morfológicos  y  botánicos  de  las 
bacterial  1870  Antes  del  tiempo  de  Koch,  Kircher  (1658),  Plenciz  (1762)  y  líenle 
Í1840)  h.in  emitido  jra  la  teoría  de  un  Contagium  animatum;  Hermann  Klenckc  ha 
demostrado  que  la  tuberculosis  puede  Ber  transmitida  p<>r  la  leche  de  vacas  (1846); 

[ean-AntOÍne-WÜlemÍD  (1827-92;  ha   podido  demostrar  que  el  virus  tuberculoso  es 
tfico  e  Inoculable,  en  una  serie  de  experimentos  magistrales  (1868),  que  han 


EL     SIGLO    XIX 


207 


sido  confirmados  por  ulteriores  observaciones  de  Edwin  Klebs  (1873),  L.  A.  Thaon 
y  J.  J.  Grancher  (1873)  y  Julius  Cohnheim  (1880). 

Louis  Pasteur  (1822-95),  natural  de  Dole  (Jura)  e  hijo  de  un  viejo  sol- 
dado de  Napoleón,  y  curtidor  en  su  localidad.  En  su  juventud  se  distin- 
guió Pasteur  por  su  gran  habilidad  para  dibujar  retratos  y,  además,  por  ser 
un  entusiasta  e  inofensivo  pescador.  Despertado  por  el  llamamiento  del 
deber,  acudió  a  realizar  sus  estudios  en  Besangon,  donde  adquirió  inte- 
rés por  la  Química,  graduándose  en  la  Escuela  Normal  de  París  en  1 847. 
Después  de  esto  fué,  sucesivamente, 
profesor  de  Física  en  el  Liceo  de  Di- 
jon (1848),  profesor  de  Química  (185 2 
a  54)  en  la  Universidad  de  Estras- 
burgo, decano  y  profesor  de  Quími- 
ca en  la  Facultad  de  Ciencias  de  Li- 
lle (1854-57),  director  de  Estudios 
científicos  en  la  Escuela  Normal  de 
París  (1857-63),  profesor  de  Geología 
y  de  Química  en  la  Escuela  de  Be- 
llas Artes  (1863-67),  profesor  de  Quí- 
mica en  la  Sorbona,  ( 1 867-89)  y  di- 
rector del  Instituto  Pasteur  (1889-95). 
Como  se  lee  en  las  inscripciones  de 
los  arcos  que  coronan  su  tumba,  Pas- 
teur es  famoso  por  su  labor  sobre  la 
disimetría  molecular  (1848),  la  fer- 
mentación (1857),  Ia  generación  es- 
pontánea (1862),  enfermedades  del  vino  (1863),  enfermedades  del  gusano  de 
seda  (1865),  microorganismos  de  la  cerveza  (1871),  enfermedades  virulen- 
tas (carbunco,  cólera  de  las  gallinas)  [1877]  y  vacunaciones  preventivas 
(1880),  especialmente  de  la  hidrofobia  (1885). 

El  primero  de  éstos,  sus  clásicas  investigaciones  de  la  conversión  del  dextró- 
giro  ácido  tártrico  en  formas  inactivas  (ácidos  racémico  y  mesotartárico)  y  su  des- 
cubrimiento del  desdoblamiento  del  ácido  racémico  en  ácido  tártrico  levo  y  dex- 
trógiro  por  medio  de  substancias  ópticamente  activas,  le  hicieron  ganar  la  medalla 
Rumford,  de  la  Royal  Society  (1856),  e  indudablemente  dieron  motivo  a  la  labor 
de  van't  Hoff  y  Le  Bel  sobre  estereoquímica  y  química  del  espacio.  Estos  estudios 
dieron  también  ocasión  a  Pasteur  para  el  estudio  de  los  fermentos  y  de  los  micro- 
organismos por  medio  de  su  experimento  inicial  de  la  fermentación  inducida  en 
el  ácido  racémico  por  medio  de  la  albúmina,  causando  la  destrucción  de  los  pro- 
ductos dextrógiros  por  los  microorganismos  fermentativos.  A  éstos  siguieron  los 
estudios  de  las  levaduras  de  la  cerveza  y  de  la  fermentación  del  ácido  láctico,  de 
los  que  resultó  el  descubrimiento  de  la  bacteria  del  ácido  láctico  y  el  rebatir  los 
errores  en  que  habían  incurrido  Liebig  y  hasta  el  propio  Helmholtz,  respecto  de 
la  significación  de  la  fermentación.  El  inmediato  descubrimiento  del  carácter  anae- 
robio de  la  bacteria  de  la  fermentación  butírica  introdujo  los  conceptos  de  anaero- 


Louis  Pasteui  (1822-95) 


2o8  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

bismo  y  aerobismo.  Una  comparación,   de   redomas  con  levaduras  sembradas  en 
medios  nutritivos,  alguna  de  las  cuales  había  sido  esterilizada,  demostró  el  papel 
de  los  microorganismos  en  el  cambio  atmosférico  del  oxígeno  en  bióxido  carbó- 
nico (i 86 1).   Sus  disputas  con  Powchet  a  propósito  de  la  generación  espontánea 
estaban  obscurecidas  por  el  hecho  de  que  la  infusión  de  heno  de  Pouchet  era  de 
más  difícil  esterilización  que  la  infusión  de  levadura  empleada  por  Pasteur;  pero 
este  último  terminó  por  vencer  en  la  contienda,  obteniendo  un  premio  y  ser  nom- 
brado miembro  de  la  Academia  de  Ciencias  (i).  Hacia  el  mismo  tiempo,  aproxi- 
madamente, descubrió  que  la  película,  tan  necesaria  para  la  formación  del  vina- 
gre a  expensas  del  vino,  estaba  constituida  por  pequeños  microorganismos  redon- 
deados (Mycoderma  aceti).  La  investigación  de  la  fermentación  acética  (2)  destru- 
yó la  doctrina  mecánica  de  Liebig  sobre  este  acto,  y  dio  ocasión  a  Pasteur  para 
estudiar  las  causas  que  perjudicaban  las  grandes  industrias  de  su  región,  la  del 
vino,  la  de  la  seda  y  la  de  la  lana.  En  1867,  la  industria  del  vino  en  Francia  dejó 
un  beneficio  de  500  millones  de  francos  para  la  nación,  y  este  beneficio  fué  en 
gran  parte  debido  al  descubrimiento  de  Pasteur  de  que  el  ataque  al  vino  por  los 
microorganismos  puede  ser  prevenido  por  la  esterilización  parcial  por  el  calor 
(pasteurización)  a  una  temperatura  de  55  a  60o,  sin  ninguna  alteración  del  gusto 
ni  del  bouquet  de  los  caldos  (1863-65).  Este  procedimiento  se  aplica  actualmente  a 
todos  los  alimentos  alterables,  y  resulta  de  incalculable  importancia  en  la  nutri- 
ción de  los  niños.  En  1849,  la  industria  de  la  seda  en  Francia  comenzó  a  hacer  cri- 
sis a  causa  de  la  enfermedad  de  los  gusanos  llamada  pébrine.  En  1861,  la  renta 
anual  por  este  concepto  había  descendido  desde  130  hasta  ocho  millones  de  fran- 
cos, y  además  había  necesidad  de  gastar  enormes  sumas  en  importar  huevos  sanos 
de  gusano  de  seda  desde  España,  Italia  y  el  Japón.  Las  plantaciones  de  moreras 
de  los  Cevennes  iban  abandonándose,  y  en*  1865  se  recurría  al  Estado  en  súplica 
de  que  remediase  este  desastre.  En  una  pequeña  casa  cerca  de  Alais,  Pasteur  y 
sus  ayudantes  estuvieron  trabajando  por  espacio  de  cinco  años  en  un  problema 
aparentemente  insoluble,  y  aun  después  de  haber  aquél  descubierto  la  causa  y  la 
profilaxia  de  la  pébrine,  vino  esta  nueva  causa  de  desesperación;:  II  y  a  deux  ma- 
ladies!'Esta  segunda  enfermedad,  la flácherie,  fué  dominada  a  tiempo  (3),  pero  a 
un  precio  bien  terrible,  la  muerte  de  una  de  sus  hijas  y  el  molesto  incidente  de 
verse  perseguido  por  una  ruda  e  injusta  crítica  de  sus  procedimientos,  lo  que  le 
determinó  la  aparición  de  un  grave  ataque  de  parálisis.  Su  misma  satisfacción  por 
aquellas  muestras  de  reconocimiento,  como  el  grado  de  doctor  por  la  Universidad 
de  Bonn,  un  premio  del  Gobierno  de  Austria,  el  nombramiento  de  miembro  de 
la  Royal  Society  y  el  nombramiento  de  senador,  fué  amargada  por  la  declaración 
de  la  guerra  franco-prusiana.  Devolvió  a  Bonn  el  diploma  y  se  consagró  al  estudio 
de  librar  a  la  cerveza  de  los  microorganismos,  demostrando  nuevamente  las  ven- 
tajas de  la  pasteurización  (4).  Hacia  esta  misma  época,  su  definición  del  fermento 
como  «una  forma  viviente  que  se  produce  a  expensas  de  un  germen»,  se  veía  con- 
testada por  un  trabajo  postumo  de  Claudio  Bernard  (5);  pero,  en  1874,  Lister  le 
enviaba  su  célebre  carta  reconociendo  el  valor  de  la  obra  pasteuriana  en  relación 
con  la  antisepsia  quirúrgica.  De  este  modo,  Pasteur  se  iba  transformando  lenta- 
mente de  químico  en  médico,  especialmente  por  el  modo  de  tratar  el  problema  de 
Las  '-ní<  rmedades  infecciosas.  En   los  estudios  sobre  el  carbunco  le  precedieron 
Davaine.  que  había  descubierto  la  bacteridia  y  demostrado  que  la  virulencia  de  la 
enfermedad  era  proporcional  al  número  de  bacterias  existentes  (1850-65);  Klebs, 
que  indicó  que  el  virus  carbuncoso  era  no  filtrable,  supuesto  que  los  filtrados  no 
pueden  producir  l.i  enfermedad  (1871),  y  Koch,  que  ha  sido  el  primero  en  obtener 
t  ultivos  puros  del  bacilo  del  ántrax,  en  describir  toda  la  historia  natural  del  mismo 
y  sus  rel;i<  iones  con  la  enfermedad  (1877).  Pasteur  confirmó  los  resultados  obteni- 
dos por  Koch,  y  preparó  el  discutido  problema  de  un  virus  separado,  llevando  los 


(1)  Compt.  rend.    lead.  d.  S'c  París,  i860;  L,  páginas  303  v  849;  LI,  páginas  348 
675;  1864,  IA  ill,  pág.  si;  1865,  L XI,  pág.  1091. 

(2)  Etudes  sur  le  viu,  París,  1866. 

(3)  Etudes  sur  les  maladies  des  vers  a  soie,  París,  1870. 

(4)  Etudes  sur  la  biere,  París,  [876. 

(5;     Bernard:  Rev.  seieut.,  París,  1879;  XV,  páginas  49  y  S6- 


EL     SIGLO    XIX  209 

bacilos  a  través  de  cientos  de  generaciones  y  produciendo  el  carbunco  al  final  de 
la  serie  (1).  Al  propio  tiempo  descubría,  con  Jouberty  Chamberland,  el  bacilo  del 
edema  maligno  (vibrión  séptico),  el  primer  hallazgo  de  un  microorganismo  anaero- 
bio, de  carácter  patógeno;  y  demostró  las  relaciones  existentes  entre  el  calor  ani- 
mal y  la  virulencia  microbiana.  Comoquiera  que  él  no  prestó  ninguna  importancia 
a  los  aspectos  morfológicos  de  la  microbiología,  se  olvida  algunas  veces  que  ha 
descubierto  los  estafilococos  piógenos  en  el  divieso  como  microbios  en  grupos  de  gra- 
nos y  los  estreptococos  piógenos  como  ?nicrobios  en  rosarios  de  granos  (1878-9)  [2]. 
Su  descubrimiento  de  las  vacunas  preventivas  fué  debido  al  hecho  accidental  de 
que  los  cultivos  virulentos  del  virus  del  cólera  de  las  gallinas,  durante  unas  vaca- 
ciones, se  volvieron  estériles  e  inactivos,  y  cuando  fueron  inyectados  se  descubrió 
el  acto  como  una  vacuna  preventiva  contra  una  subsiguiente  inoculación  de  un 
cultivo  completamente  virulento.  Los  virus  atenuados  podían  ser  llevados  a  tra- 
vés de  diferentes  generaciones,  conservando  siempre  su  propiedad  inmuniza- 
dora. 

En  1 88 1  obtuvo  el  éxito  de  producir  una  vacuna  contra  el  carbunco,  cuya  inyec- 
ción hacía  descender  la  horrible  mortalidad  de  aquél  hasta  el  1  por  100  en  los  car- 
neros, y  0,34  por  100  en  el  ganado  vacuno.  Los  experimentos  con  los  virus  del  án- 
trax, del  cólera  de  las  gallinas  y  de  la  erisipela  del  cerdo  (rouget  des  por  es)  demos- 
traron el  principio  de  que  las  propiedades  patogénicas  de  un  virus  pueden  ser 
atenuadas  o  reforzadas  por  medio  de  los  pases  a  través  del  organismo  de  anima- 
les apropiados,  y  nos  dejó  uno  de  los  más  luminosos  pensamientos  en  la  historia 
de  la  ciencia:  el  de  que  el  origen  o  la  extinción  de  las  enfermedades  infecciosas 
en  el  pasado  (sífilis,  por  ejemplo)  puede  ser  simplemente  debido  al  refuerzo  o  al 
despertar  de  su  virus  por  condiciones  externas  o  por  alguna  circunstancia  extra- 
ña. Este  principio  fué  aplicado  con  éxito  contra  el  carbunco  en  los  rebaños  próxi- 
mos a  Chartres,  y  en  las  vacunas  preventivas  contra  la  hidrofobia,  sirviendo  en 
éstas  de  medio  de  cultivo  la  médula  espinal  del  animal  infectado  (3).  El  primer 
enfermo  de  Pasteur  fué  Joseph  Meister,  un  muchacho  alsaciano,  mordido  terrible- 
mente por  un  perro  rabioso  y  que  fué  tratado  con  éxito  en  julio  de  1885.  Poco 
tiempo  después  se  inauguraba  el  Instituto  Pasteur  y  se  fundaban  en  todas  partes 
del  mundo  institutos  especiales  para  las  inoculaciones  contra  la  hidrofobia.  En 
aquél  trabajó  Pasteur  hasta  el  fin  de  su  vida,  con  discípulos  tan  brillantes  como 
Metchnikoff,  Roux,  Yersin,  Calmette,  Chamberland  y  Pottevin.  Con  Ch.  Chamber- 
land ha  inventado  el  célebre  filtro  que  ha  llevado  después  su  nombre,  en  tanto  que 
Roux  realizaba  la  labor,  que  hacía  época,  sobre  Ja  toxina  diftérica;  Metchnikoff, 
sus  trabajos  sobre  la  fagocitosis  y  el  bacilo  láctico;  Alexandre  Yersin,  sobre  el  ba- 
cilo de  la  peste,  y  Albert  Calmette,  sobre  el  suero  contra  la  mordedura  de  las  ser- 
pientes venenosas. 

Los  últimos  años  de  Pasteur  se  vieron  colmados  de  honores,  que  lle- 
gaban a  él  desde  todas  las  partes  del  mundo,  y,  después  de  su  muerte,  un 
magnífico  mausoleo  para  sus  restos,  copiado  de  la  tumba  de  Gala  Placi- 
dia,  en  Rávena,  fué  construido  por  su  familia  en  el  Instituto  Pasteur.  Pro- 
fundamente religioso,  intensamente  serio,  dotado  con  una  inteligencia  cuya 
cualidad  ha  sido  comparada  por  Roux  a  la  llama  de  un  soplete,  Pasteur 
era  un  sensitivo,  que  padeció  indebidamente  en  su  vida  por  las  capciosas 
cavilaciones  de  los  hombres  pequeños.  La  devolución  del  diploma  de  la 
genial  Universidad  rheniana  de  Bonn  puede  únicamente  ser  explicada  por 
su  exagerada,  casi  infantil,  devoción  por  su  tierra  natal.  La  cursilería  lite- 


(1)  Compt.  rend.  Acad.  d.  Se,  París,  1880;  XCI,  páginas  86,  455  y  697>  l88l>  XCII, 
página  209. 

(2)  ibidem,  1880;  XC,  páginas  1033  y  1044. 

(3)  Ibidem,  1885;  CI,  pág.  765;  1886,  CU,  páginas  459  y  835;  CIII,  pág.  777. 

Historia  db  la  Medicina.  —  Tomo  II  14 


2  10 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


raria  ha  declamado  demasiado  acerca  de  su  <  origen  aldeano  >;  pero  el  hom- 
bre en  sí  era  positivamente  un  caballero  de  aquellos  descritos  por  Words- 
worth y  por  el  cardenal  Newman,  uno  ae  los  que  nunca  producen  sufri- 
mientos ni  molestias  innecesarias  a  nadie.  Su  simpatía  hacia  los  sufrimien- 
tos o  enfermedades  de  los  animales  era  de  un  género  tal,  que  hubiera  po- 
dido parecer  cómica,  dice  Roux,a  no  haber  sido  tan  conmovedora.  Podemos 
presentar  a  sus  discípulos  como  testimonio  de  su  facultad  para  establecer 
inmediatamente  una  relación  de  simpatía  entre  él  mismo  y  todo  el  que  se 
interesase  por  su  obra,  y  su  simpatía  se  iba  extendiendo  por  círculos,  como 

en  la  parábola  de  Emerson:  des- 
de el  grupo  íntimo  de  su  fami- 
lia y  sus  discípulos  se  extiende 
a  Jos  naturales  (incluso  anima- 
les) de  su  país  natal,  y  abraza, 
por  último,  toda  la  raza  huma- 
na (i).  Su  fondo  humanitario 
era  de  aquel  poco  frecuente  y 
noble  género  que,  según  las 
palabras  de  Emerson,  «de- 
muestra en  sí  mismo  no  ser 
mortal,  sino  propio  de  la  pro- 
fundidad del  ser  absoluto  y 
eterno.» 

Robert  Koch  (i843-i9io),de 
Klausthal  (Hannover),  fué  edu- 
cado en  el  Gymnasium  de  su 
ciudad  local,  tomando  el  grado  de  médico  en  Góttingen  (i860),  don- 
de se  encontró  profundamente  influenciado  por  las  enseñanzas  de  Ja- 
cob Hen  le,  cuya  teoría  del  contagio  (1840)  pudo  ser  tomada  por  Koch 
como  bandera  de  la  labor  científica  de  su  vida.  Después  de  haber  ser- 
vido en  la  guerra  franco-prusiana,  Koch  fué  médico  de  distrito  (Kreis- 
physicus)  en  Wollstein,  donde  amenizaba  la  monotonía  de  sus  jorna- 
das por  las  carreteras  del  distrito  con  sus  estudios  privados.  Comenzó 
con  el  ántrax,  y  en  abril  de  1 876  escribió  al  eminente  botánico  Ferdinand 
Cohn,  en  Breslau,  acerca  del  efecto  que  había  experimentado  al  concluir 
el  estudio  de  la  esporulación  del  bacilo  antrhacis.  Algunas  semanas  más 
tarde  daba,  por  invitación  de  Cohn,  una  demostración,  en  tres  días,  de 
sus  métodos  de  cultivo  y  de  los  resultados  obtenidos,  en  el  Instituto  Bo- 


Robert  Koch  (1843-1910).  (Cortesía  del  Capitán  Henry 
J.    Nichols,    del    Ejército    de    los    Estados    Unidos.) 


(í)     HI  autor  ha  tenido  el  privilegio  <!<•  oír  un  estudio  sobre  Pasteur,  en  el  cufj 

s  cualidades  quedaban  expresivamente  puestas  de  manifiestef  por  uno 

de  su.^  clls<  ípulOB. 


EL     SIGLO     XIX  211 

tánico  de  Breslau  y  en  presencia  de  Cohn,  Weigert,  Auerbach,  Traube, 
Cohnheim  y  otros.  Este  último  declaró  que  el  de  Koch  era  el  más  grande 
de  los  descubrimientos  de  Bacteriología,  y  Cohn  publicó  inmediatamen- 
te su  trabajo  en  sus  Beitrage  (julio,  1876)  [i].  Esta  memoria  demostraba 
que  el  bacilo  antrhacis  era  la  causa  de  la  enfermedad,  y  que  un  cultivo 
puro  del  mismo,  mantenido  fuera  del  organismo  por  el  término  de  varias 
generaciones,  puede  producir  la  enfermedad  en  diferentes  animales.  Los 
resultados  de  Koch  fueron  violentamente  combatidos  por  Paul  Bert,  pero 
confirmados  completamente  por  Pasteur.  En  noviembre  de  1 877, Koch  pu- 
blicó inmediatamente  sus  métodos  de  fijación  y  coloración  de  las  pestañas 
microbianas  en  cubreobjetos,  o  coloreándoles  por  las  anilinas  según  el 
método  de  Weigert  de  colorear  las  flagelas,  y  de  fotografiar  las  bacterias 
para  su  comparación  e  identificación  (2).  En  1 878  apareció  su  gran  me- 
moria sobre  la  etiología  de  las  enfermedades  infecciosas  traumáticas  (3), 
en  la  que  se  describían  las  bacterias  de  seis  gérmenes  diferentes  de  infec- 
ción quirúrgica,  con  sus  respectivos  caracteres,  habiéndose  llegado  a  la 
verdadera  obtención  de  cada  especial  bacteria  por  varias  generaciones  in 
vitro  o  a  través  de  los  animales.  Estas  tres  memorias  elevaron  a  Koch  al 
primer  rango  entre  las  autoridades  de  la  ciencia  médica,  y,  gracias  a  la  in- 
fluencia de  Cohnheim,  fué  llevado  a  la  vacante  del  Departamento  Impe- 
rial de  Higiene  (Kaiserlickes  Gesundheitsamt)y  con  Loffer  y  Gaffky  como 
ayudantes,  en  1880.  Aquí,  en  1881,  publicó  su  importante  trabajo  acerca 
del  método  de  obtener  cultivos  puros  de  los  microorganismos  vertiendo  la 
gelatina  líquida  con  caldo  en  placas  de  cristal,  donde  se  dejaba  solidifi- 
car (4).  Cuando  Koch  mostró  sus  placas  de  cultivos  en  el  Congreso  Médi- 
co Internacional  de  Londres,  se  dice  que  Pasteur  se  había  lanzado  hacia 
adelante,  exclamando:  C est  un  grand  progrés,  y  así  se  ha  demostrado.  El 
año  1882  está  señalado  por  el  descubrimiento  del  bacilo  de  la  tuberculo- 
sis, conseguido  por  procedimientos  especiales  de  cultivo  y  de  coloración. 
Este  trabajo  (5)  contiene  por  primera  vez  el  «postulado  de  Koch»,  esta- 
bleciendo el  carácter  patogénico  de  un  microorganismo  dado,  lo  que  ya 
había  sido  bosquejado  por  Henle  (6)  y  por  Edwin  Klebs  (7).  Hacia  el  mis- 


(1)  Cohn 's Beitr.z. Morphol,  d. PJlanzen, Breslau,  1876-7111, págs.277-310,  ilámina. 

(2)  Ibidem,  páginas  399-434,  tres  láminas. 

(3)  Untersuchungen  über  die  Aetiologie  der  Wundinfecktionskrankheiien,  Ber- 
lín, 1878. 

(4)  Mith.  a.  d.  Kaiserl.  Gesutidheitsamte.,  Berlín,  1881;  I,  págs.   1-48,  14  láminas. 

(5)  Ber.  klin.  H  ochenschr.,  1882;  XXI,  páginas  221-230.  El  bacilo  ha  sido  pro- 
bablemente visto,  pero  no  identificado,  en  su  causal  relación,  por  Aufrecht  (1881) 
y  Baumgarten  (1882). 

(b)     Henle:  Pathologische  Untersuchungen,  Berlín,  1840;  pág.  43. 
(7)     Klebs:  Amtl.  Ber.  d.  jo  Versamml.deutsch.  Aaturf.  u.  Aerzie%  München,  1877 
página  49- 


2i2  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

mo  tiempo,  Koch  y  sus  discípulos  introducían  la  esterilización  por  el  ca- 
lor seco  y  por  el  vapor.  En  1883,  Koch,  a  la  cabeza  de  la  Comisión  Ale- 
mana para  el  cólera,  visitó  el  Egipto  y  la  India,  descubrió  el  vibrión  colé- 
rico (i),  su  transmisión  por  el  agua  de  beber,  por  los  alimentos  y  los  ves- 
tidos, e  incidentalmente  descubrió  los  microorganismos  de  la  oftalmía  de 
Egipto  o  conjuntivitis  infecciosa  (bacilo  de  Koch- Weeks)  [2],  por  cuyos 
resultados  recibió  del  Gobierno  prusiano  un  donativo  de  100.000  marcos. 
En  1885  fué  nombrado  profesor  de  Higiene  y  Bacteriología  de  la  Univer- 
sidad de  Berlín,  viéndose  sus  laboratorios  inmediatamente  llenos  de  dis- 
cípulos de  todas  partes  del  mundo,  entre  los  que  han  figurado  Gaffky, 
Lóffler,  Pfeiffer,  Welch  y  Kitasato. 

En  el  décimo  Congreso  Médico  Internacional  de  Berlín,  en  1890,  Koch  anunció 
su  creencia  de  que  había  encontrado  el  remedio  de  la  tuberculosis.  La  introducción 
de  la  tuberculina  (3)  fué  un  error,  por  el  hecho  de  fiaber  sido  prematuramente  to- 
mada en  cuenta,  saludado  desde  todas  las  partes  del  mundo  como  el  más  grande 
de  los  acontecimientos  científicos,  lloviendo  sobre  su  descubridor  honores  y  felici- 
taciones de  todo  género.  Sin  embargo,  el  mismo  autor  había  reducido  sus  aspira- 
ciones a  la  sola  posibilidad  de  curación  en  los  casos  antiguos  de  tisis;  pero  las  gran- 
des esperanzas  que  había  hecho  nacer  el  remedio  no  fueron  confirmadas  por  el 
tiempo,  y  el  número  de  fracasos  y  de  casos  desgraciados  hizo  perder  la  confianza 
a  la  profesión;  pero  disminuyó  realmente  poco  la  reputación  de  Koch,  sobre  todo 
desde  que  se  descubrió  que  la  tuberculina  constituye  el  medio  más  fidedigno  de 
diagnóstico  de  la  tuberculosis.  En  1 891,  el  Instituto  para  Enfermedades  Infeccio- 
sas fué  fundado  en  Berlín,  y  quedó  bajo  su  dirección  hasta  que,  en  1904,  la  resignó 
en  favor  de  su  discípulo  Gaffky.  En  1892,  sus  ideas  fueron  aplicadas  al  combate 
del  cólera  de  Hamburgo,  y  en  1893  escribió  un  importante  artículo  a  propósito  de 
las  epidemias  producidas  por  el  agua,  demostrando  que  pueden  ser  ampliamente 
prevenidas  por  medio  de  la  apropiada  filtración  del  agua  (4).  En  1896  ha  investiga- 
do la  peste  bovina  en  el  Sur  de  Africa,  y  a  petición  del  Gobierno  inglés  inventó  un 
método  de  inoculación  preventiva  y  llevó  a  cabo  importantes  estudios  a  propósito 
de  la  fiebre  de  Tejas,  de  la  fiebre  del  agua  negra,  de  la  malaria  tropical,  de  la  su- 
rra y  de  la  peste  (5).  En  1897  produjo  la  nueva  tuberculina  (T.  R.),  y  en  1898  inves- 
tigó el  paludismo  en  Italia.  En  el  Congreso  de  la  Tuberculosis  de  Londres  (1900) 
enunció  su  punto  de  vista  de  que  los  bacilos  de  la  tuberculosis  bovina  y  humana, 
que  habían  sido  separados  y  estudiados  por  Theobald  Smith  en  1898,  no  eran  idén- 
ticos, existiendo  muy  poco  peligro  por  la  transmisión  del  tipo  bovino  al  hombre. 
Estos  puntos  de  vista  han  sido  reiterados  en  el  Congreso  de  Washington  de  1908, y 
en  ambas  ocasiones  han  suscitado  violentas  controversias,  aunque  en  la  actualidad 
la  opinión,  en  general,  parece  inclinarse  más  bien  en  favor  del  modo  de  pensar  de 
Koch. 

En  [90a  ha  estudiado  la  liebre  del  agua  roja  de  Rodesia  (Küstenficber),  enfer- 
medad de  los  caballos,  tripanosomiasis  y  fiebre  recurrente  en  el  Africa  Oriental 
Alemana,  y  en  el  mismo  ;mo  h.i  establecido  métodos  de  comprobación  de  la  fiebre 
tifoidea  que  bao  sido  adoptados  en  casi  todos  los  puntos  del  mundo. 


(1)  Deutsche med.  ¡Vochenschr.,  Berlín,  1884;  X,  páginas  725-728. 

(2)  Wien.  med.  Wochetuckr.,  1883;   XXXIII,  pág.    1550.  También  descrito  porl 
John  E.  Weeks  en    \rch. ophtalm.^  New-York,  1886;  XV,  páginas  441-451. 

Deutsche  med.    Vvochenschr.,   Leipzig  y  Berlín,    1890;  XVI,  pág.  1029;  is<)i,| 
XVII.  página     [Oí  y  1  [89. 

(4;    Zischr.f.  Hyg.  u.  fnfehttonsir.,  Leipzig,  1893;  XIV,  páginas  393-426. 
15)     Keiseberitclitc  übcr  Rinderpest  (etc.),  Berlín,  1898. 


EL    SIGLO     XIX 


213 


Koch  recibió  el  premio  Nobel  en  1905,  y  en  1906  volvió  a  visitar 
nuevamente  el  Africa,  y  presidiendo  la  Comisión  para  el  estudio  de  la 
enfermedad  del  sueño,  recomendó  el  atoxil  en  el  tratamiento  de  esta  en- 
fermedad. A  pesar  de  haber  sido  honrado  con  el  título  de  miembro  de 
la  Academia  de  Ciencias  de  Prusia,  y  con  el  título  de  Excelencia,  no  fué 
feliz  en  los  últimos  años  de  su  vida.  Ciertos  cambios  en  su  vida  privada 
retrajeron  de  su  trato  a  muchos  de  sus  amigos,  y  atrajeron  sobre  él  vio- 
lentas críticas,  que  supo  soportar  con  estoicismo  y  dignidad,  aunque  ace- 
leraron el  término  de  su  vida. 
Murió,  víctima  de  una  afección 
del  corazón,  el  27  de  mayo 
de  1910,  a  la  edad  de  sesenta 
y  siete  años.  Su  cadáver,  aten- 
diendo a  sus  últimas  disposicio- 
nes, fué  quemado,  y  sus  cenizas 
depositadas  en  el  Instituto  fun- 
dado por  él.  En  su  aspecto,  Koch 
era  el  típico  del  sabio  alemán,  de 
carácter  prusiano,  de  carácter  dig- 
no y  modesto,  de  espíritu  amplio, 
e  indudablemente  uno  de  los 
más  grandes  hombres  de  ciencia 
que  ha  producido  su  país. 

Edwin  Klebs  (1834-1913),  de 
Kónigsberg  (Prusia),  uno  de  los 
más  antiguos  ayudantes  de  Vir- 

chow  en  Berlín  ( 1 86 1 -66),  que  llegó  a  ser  profesor  de  Patología  en  Ber- 
na (1866),  en  Würzburg  (1871),  en  Praga  (1873),  en  Zurich  (1882)  y  en 
Chicago  (Rush  Medical  College,  1896),  es,  con  Pasteur,  tal  vez  el  más 
importante  precursor  de  la  teoría  microbiana  de  la  infección. 

En  realidad,  hizo  mucho  para  que  los  patólogos  continuaran  por 
su  propio  camino.  Ha  visto  el  bacilo  de  la  fiebre  tifoidea  antes  que 
Eberth  ([881)  [i];  el  bacilo  de  la  difteria,  antes  que  Lóffler  (1883)  [2];  ha 
hecho  cultivos  microbianos  en  medios  sólidos  y  ha  investigado  la  pato- 
logía de  las  infecciones  traumáticas  antes  que  Koch  (1871)  [3];  la  priori- 
dad de  sus  inoculaciones  de  sífilis  en  el  mono  ha   sido   reconocida  por 


Edwin  Klebs  (1834-1913). 
( Biblioteca   General   de   Cirugía. ) 


(1)  Klebs:  Arch.f.  exper.  Path.  u.  Pharm.,  Leipzig,  1880;  XII,  pág.  231;  1881, 
XIII,  pág.  381,  3  láminas. 

(2)  Verhandl.  d.  Congr.f.  inn.  Med.,  Wiesbaden,  1883;  páginas  139  y  174. 

(3)  Cor- til.  f.  schweiz.  Aerzte,  Berna,  1871;  I,  págiaas  241  y  246. 


214  HISTORIA     DE     LA    MEDICINA 

Metchnikoff  (1878)  [i],  y  en  sus  trabajos  sobre  el  ántrax  (1871)  [2]  y  otras 
enfermedades  ha  sido  uno  de  los  primeros  en  experimentar  con  filtrados 
de  cultivos  microbianos.  Ha  escrito  dos  libros  de  texto  de  Patología 
(1869-76  y  1887-89);  monografías  de  Bacteriología  en  relación  con  las 
heridas  de  arma  de  fuego,  basadas  en  la  experiencia  que  pudo  alcanzar 
durante  la  guerra  franco-prusiana  (1872),  sobre  tumores  (1877)  y  gigan- 
tismo (1884);  ha  llevado  a  cabo  múltiples  experimentos  sobre  tuberculo- 
sis, y  ha  sido,  con  Gerlach,  el  primero  en  producir  la  infección  bovina  de 
Perlsucht ,  por  la  alimentación  con  la  leche  (1873)  [3].  En  sus  estudios 
de  las  heridas  por  arma  de  fuego  demostró  que  el  filtrado  de  los  exuda- 
dos de  la  herida  no  es  infeccioso,  de  donde  deducía  que  la  septicemia 
traumática  era  de  origen  microbiana.  En  1 870  reconoció  la  pancreatitis 
hemorrágica  como  causa  de  muerte  repentina,  y  en  1 876  produjo  una 
afección  valvular  cardíaca  de  un  modo  experimental.  Ha  investigado  la 
génesis  de  la  endocarditis  (1878),  y  sus  estudios  sobre  la  fiebre  palúdica, 
con  Tommasi  Crudeli,  han  sido  traducidos  por  la  Sydenham  Society.  Ha 
hecho  experimentos  con  diferentes  productos  para  el  tratamiento  de  la 
tuberculosis  pulmonar,  y  ha  sido  el  primero  en  experimentar  las  posibi- 
lidades terapéuticas  de  los  bacilos  tuberculosos  de  los  animales  de  san- 
gre fría  (1900).  Los  originales  descubrimientos  de  Klebs,  «tan  frecuente- 
mente un  zapador»,  como  dice  Osler,  han  tenido  un  gran  valor  heurístico 
en  su  día,  e  indudablemente  han  estimulado  a  Koch  y  a  otros  en  su 
trabajo. 

Friedrich  Lóffler  (1852-1915),  de  Frankfort  am  Oder,  ha  sido  du- 
rante muchos  años  cirujano  del  ejército  prusiano,  llegando  a  profesor  de 
Higiene  en  Greisswald  (1888).  Ha  descubierto  la  bacteria  de  la  erisipela 
del  cerdo  (1882-83)  [4]  y  del  muermo  (1882)  [5];  ha  establecido  la  rela- 
ción causal  del  bacilo  de  la  difteria  (1884)  [6],  diferenciándolo  de  los  or- 
ganismos causantes  de  esta  enfermedad  en  las  palomas  y  en  las  vacas,  ex- 
tirpando la  plaga  de  ratones  del  campo  en  la  Tesalia  por  medio  del  ba- 
cillus typhi  murium  (1892);  y  sus  investigaciones  sobre  la  glosopeda  y  las 
aftas  epizoóticas  (1898)  [7]  pudieron  demostrar  experimentalmente  que 
las  últimas  son  causadas  por  un  virus  filtrable,  introduciendo  el  concepto 
de   éstos  e   ideando    una    inoculación    preventiva   contra    la   enfermedad 


(\)     Arch.  f.   exper.  Path.   u.   Pharmakol.,  Leipzig,  1878-79;  X,  páginas  161 -221, 
(  uatro  láminas  en  colores. 

(2)  Corr-Bl.f.  schw.  Aerzte.,  Berna,  1871;  I,  pág.  279  (reimpreso). 

(3)  Arch.  f.  exper.  Path.  u.  Pharmakol.,  Leipzig,  1873;  I,  páginas  163  y  180. 
j       I  offler    Aró.  a.  d.  k.  Gcsundheilsatnte,  Berlín,  1885;  I,  páginas  46  y  55. 

Deutsche  med.  Wochenschr.,  Leipzig  y  Berlín,  1882;  VIII,  pág.  407. 

(6)  Mitth.  a.  d.  k.  Gesundheitsamie,  Berlín,  1884;  II,  páginas  451  y  499- 

(7)  Centralblatt  f.  Baktcriol.,  1  Abt.,  Jena,  1898;  XXIII,  páginas  371-391- 


EL     SIGLO     XIX  215 

(1899).  Ha  escrito  una  admirable  Historia  de  la  Bacteriología  (1887),  que 
ha  quedado  sin  concluir. 

Georg  Gaffky  (1850),  de  Hannover,  también  cirujano  del  ejército  pru- 
siano, se  trasladó,  asociado  a  Koch,  a  Berlín,  y  después  de  haber  desem- 
peñado por  espacio  de  siete  años  la  cátedra  de  Higiene  de  Giessen  (1888), 
reemplazó  a  Koch  en  el  puesto  de  director  del  Instituto  de  Higiene.  Ha 
llevado  a  cabo  importantes  estudios  acerca  de  la  septicemia  experimen- 
tal (1881),  del  cólera  y  del  ántrax,  y  es  una  autoridad  moderna  bien  re- 
conocida sobre  las  enfermedades  infecciosas  y  sobre  la  higiene  pública. 

La  labor  de  estos  hombres  ha  dado  lugar  a  una  admirable  y  decisiva  serie  de 
descubrimientos  en  Bacteriología  y  Parasitología,  que  constituye  una  de  las  más 
legítimas  glorias  del  siglo  xix.  Son  éstos:  el  establecimiento  de  las  relaciones  cau- 
sales entre  la  lepra  y  su  bacteria,  por  Armauer  Hansen  (1871-74);  de  la  gonorrea, 
por  Albert  Neisser  (1879);  de  la  fiebre  tifoidea,  por  Carl  Joseph  Eberth  (1880);  de 
la  pneumonía  lobular,  por  Pasteur  (1880-81),  George  Miller  Sternberg  (1880-81), 
Albert  Frankel  (1884)  y  Carl  Friedlander  (1883);  del  muermo,  por  Friedrich  Loef- 
fler  (1882-86);  de  la  erisipela,  por  Friedrich  Fehleisen  (1883);  de  la  erisipela  del  cer- 
do, por  Friedrich  Loffler  (1882-86);  de  la  difteria,  por  Edwin  Klebs  (1883)  y  Frie- 
drich Loffler  (1883-84);  del  cólera  nostras,  por  Dittmar  Finkler  y  J.  Prior  (1884); 
del  tétanos,  por  Arthur  Nicolaier  (1884);  del  bacilo  de  la  infección  cólica,  por 
Theodor  Escherich  (1886);  de  la  fiebre  de  Malta,  por  sir  David  Bruce  (1887);  de  la 
meningitis  cerebro- espinal,  por  Anton  Weichselbaum  (1887);  de  la  neumonía  fibri- 
nosa,  por  Nicolaus  Gamaleia  (1888);  de  la  influenza,  por  Richard  Pfeiffer  (1892); 
del  Bacillus  aerogenes  infection,  por  William  Henry  Welch  y  George  H.  F.  Nuttall 
(1892);  de  la  peste  bubónica,  por  Shibamiro  Kitasato  y  A.  Yersin  (1894);  de  la  di- 
sentería, por  Isagiyoi  Shiga  (1897V,  de  la  perineumonía  de  los  bóvidos,  por  Edmond 
Xocard  y  Emile  Roux  (1898);  de  la  tos  ferina,  por  Jules  Bordet  y  Octave  Gengou 
(1906)  [1];  del  tifus  exantemático,  por  Harry  Plotz  (1915),  y  de  la  epilepsia,  por 
C.  A.  L.  Red  (1916).  Los  microorganismos  de  las  infecciones  quirúrgicas  y  gineco- 
lógicas han  sido  descubiertos  y  estudiados  por  Pasteur  (1878-79),  Koch  (1878), 
Gaffky  (1881)  y  Welch  (1892).  Las  toxinas  han  sido  aisladas  por  primera  vez  y  de- 
nominadas tifotoxina  y  tetanina,  por  Ludwig  Brieger  en  1888.  Los  efectos  bacte- 
ricidas del  suero  sanguíneo  han  sido  descubiertos  por  Hans  Buchner  (1889);  la 
bacteriolisis,  por  Richard  Pfeiffer  (1894);  la  hemolisis  bacteriana,  por  Jules  Bordet 
(1898).  L.  Landois,  en  1875,  ha  hecho  el  importante  descubrimiento  de  que  el  suero 
animal  produce  la  hemolisis  de  la  sangre  humana.  Los  subsiguientes  descubri- 
mientos de  Maragliano  (1892),  Landsteiner  (1901)  y  Eisenberg  (1901),  de  que  los 
sueros  de  los  enfermos,  y  aun  los  de  las  personas  sanas,  administrados,  producen 
la  hemolisis  de  la  sangre  heteróloga,  han  revolucionado  todo  el  asunto  de  la  trans- 
fusión. La  anafilaxia  ha  sido  descubierta  por  Edward  Jenner  (1798)  y  por  Francois 
Magendie  (1839),  e  investigada  por  Simón  Flexner  (1894),  C.  Richet  y  Hericourt 
(1898-1903),  Theobald  Smith  (1903),  Rosenau  y  Anderson  (1906)  y  von  Pirquet 
Í1907).  La  aglutinación  microbiana  ha  sido  descubierta  por  Max  Gruber  y  Fer- 
nand  Widal  (1896).  Las  opsoninas  son  investigadas  por  Denys  y  Leclef  (1893)  y 
por  Wright  y  Douglas  (1903). 

La  parasitología  ha  avanzado  grandemente  gracias  a  aquellos  tratados  monu- 
mentales, como  los  de  K.  A.  Rudolphi,  sobre  entozoos  (1808-1810);  de  G.  F.  H.  Ku- 
chenmeister,  sobre  cestodes  (1853)  y  parásitos  en  el  hombre  (1855);  de  Casimir 
Davaine,  sobre  los  entozoos  del  hombre  y  de  los  animales  (i860);  de  Thomas  Spen- 
cer Cobbold,  sobre  los  entozoos  (1864V,  de  Rudolf  Leuckart,  sobre  los  parásitos 


(1)  Para  las  referencias  bibliográficas  de  estos  descubrimientos,  véase  Index 
Catalogue  de  la  Biblioteca  Quirúrgica  General,  19 12,  dos  series;  XVII,  páginas  135 
a  137 


2i6  HISTORIA     DE     LA    MEDICINA 

humanos  (1867),  y  de  Raphael  Blanchard.  sobre  zoología  médica  (1886-90).  De  los 
parásitos  productores  de  enfermedad,  los  del  favus  han  sido  descubiertos  por 
Schonlein  en  1839;  los  de  la  psorospermosis,  por  Johannes  Müller  1^1841);  de  la  tina 
favosa  ^alopecia),  por  David  Griiby  (1841-44);  del  anquilostomiasis,  por  Angelo 
Dubini  (1843);  de  la  fiebre  recurrente,  por  Otto  Obermeier  1S73V  de  la  fiebre  pa- 
lúdica, por  Alphonse  Laveran  (1880);  de  la  hemoptisis  parasitaria  (paragonomia- 
sis),  por  Erwin  Baelz  (1S80V,  de  la  fiebre  de  Texas  (piroplasmosis),  por  Theobald 
Smith  (1S89)  [1].  El  parásito  de  la  aspergilosis  ha  sido  descubierto  y  descrito  por 
Bennet  en  1842;  el  de  la  actinomicosis,  por  Langenbeck  (1848)  y  James  Israel 
1,1878),  y  en  el  ganado  vacuno  por  Otto  Bollinger  (1876),  habiéndose  establecido  la 
identidad  de  ambas  por  Ponfick  (1880);  los  de  la  nocardiosis,  por  Edmond  Nocard 
(1888-93);  los  de  la  blastomicosis,  por  Thomas  Casper  Gilchrist  (1896),  y  los  de  la 
espirotricosis,  por  Benjamín  R.  Schenck  (1898).  Los  dos  últimos  descubrimientos 
han  sido  hechos  en  el  Johns  Hopkins  Hospital. 

La  teoría  de  que  los  mosquitos  pueden  transmitir  la  fiebre  palúdica  se  encuen- 
tra ya  indicada  en  el  libro  sánscrito  Susruta  (2),  y  la  misma  teoría  ha  sido  emitida 
respecto  de  la  fiebre  amarilla  por  Josiah  Clark  Nott  (3),  de  Carolina  del  Sur  (1848), 
y  por  Louis  Daniel  Beauperthuy  (1854)  [4],  en  tanto  que  la  doctrina  era  definitiva- 
mente estatuida  para  la  fiebre  amarilla  (1881)  por  Carlos  Juan  Finlay  (1833- 191 5), 
de  Cuba  (5),  y  para  el  paludismo  por  Albert  F.  A.  King  (1883)  [6].  En  el  mismo 
tiempo,  sir  Patrick  Manson  (1844)  demostró  que  el  mosquito  es  un  vector  déla  Fi- 
laría sanguinis  hominis  (1879)  [7],  y  el  Plasmodium  de  la  fiebre  palúdica  ha  sido  des- 
cubierto por  Alphonse  Laveran  (1845),  un  cirujano  del  ejercito  francés,  en  1880  (8). 
Estos  hemocitozoos  han  sido  acabadamente  descritos  por  Ettore  Marchiafava  y 
Angelo  Celli  (1885),  y  ha  sido  demostrado  por  Camilo  Golgi,  el  histólogo,  que  los 
paroxismos  palúdicos  coinciden  con  la  esporulación  de  los  parásitos  (1886),  y  que 
el  parásito  de  la  fiebre  cuartana  es  diferente  del  de  la  fiebre  terciana  (1889).  En 
1889  Marchiafava  y  Celli  han  demostrado  que  los  organismos  causantes  de  las  for- 
mas perniciosas,  terciana  y  cuartana,  son  diferentes;  B.  Grassi  y  R.  Feletti  han  es- 
tudiado los  parásitos  en  las  aves  (1891);  D.  L.  Romanowsky  ha  ideado  un  método 
colorante  especial  para  los  parásitos  (1890),  y  Ronald  Ross,  en  la  India,  ha  demos- 
trado la  infección  de  las  aves  por  medio  de  los  mosquitos  (1897-98);  W.  G.  MacCa- 
llum  y  E.  L.  Opie  han  demostrado  la  conjugación  sexual  en  las  formas  flageladas 
(1897-98),  y  Grassi  y  A.  Bignami,  el  que  los  parásitos  se  desenvuelven  exclusiva- 
mente en  el  mosquito  anofeles  (1899).  La  conjugación  intracorpuscular,  como  cau- 
sa de  latencia  y  de  recaída,  ha  sido  demostrada  por  Charles  F.  Craig  (1907),  ade- 
más de  la  posibilidad  de  portadores  de  malaria.  El  que  las  moscas  pueden  trans- 
mitir enfermedades  es  una  de  las  más  antiguas  intuiciones  del  saber  popular  o  de 
las  doctrinas  del  fo'k-lorc,  implícita  en  los  amuletos  de  moscas  y  de  mosquitos  de 
los  antiguos  egipcios,  en  el  sello  cilindrico  de  Nergal,  en  el  dios  de  la  enfermedad 
y  de  la  obscuridad  de  la  Mesopotamia,  en  la  colección  de  Piermont  Morgan,  en  las 
referencias  de  la  Biblia  a  las  «plagas  de  moscas»  descargadas  sobre  los  egipcios  y 
en  el  iatromántico  poder  atribuido  a  Beelzebub,  el  dios  de  las  moscas  (II  Reyes, 
I,  2-6  y  en  la  irónica  receta  de  Plinio  de  las  cenizas  de  moscas  para  la  alopecia 
XXIX, 34), ya  que  ésta  representaba  al  diosMyiagros  o  Mviodes,  que  espantaba  las 
moscas  para  comodidad  de  los  calvos.  Ambrosio  Paré  ha  comunicado  que  las  mos- 
cas han  sido  transmisoras  de  enfermedades  en  la  batalla  de  San  Quintín  (1557);  Jo- 
seph Leid  llama  también  la  atención  sobre  el  mismo  hecho  durante  su  práctica  en 
la  guerra  civil  (1861-65);  A.  Raimbert  ha  demostrado  la  transmisión  del  ántrax  por 


(1)  índex  Cat.  de  la  Bibl.  Quir.  Gen.,  XVII,  páginas  138  y  139. 

(2)  Sir  H.  A.  Blake:  J.  Ceylon  Branch,   Brit.  Med.   Assos.,   Colombo,    1905;  II, 
pág-  9- 

3  Nott  New.  Orleans  Af.  &*S.  ./.,  1848;  IV;  páginas  563-601. 

(4)  (¡a:.  Offic.  de  Cumana,  1854,  num.  57. 

(5)  Finlay:  An.  r.  Acad  de  Cien.  Med.  de  la  Habana,  1881-2;  XVIII,  páginas  147 
a  169. 

(6)  King:  Pop.  Sc.  Month.,  X<  w-York,  1883;  XXIII.  páginas  644-658. 
Hanson:  J.  Lhrnaan  &oc.%  Londres,  1879;  XIV,  páginas  304-311. 

($)  Laveran:  Compt.  rend.  Acad.  d.  Sc,  Paris,  1880;  XCIII,  pág.  627. 


EL     SIGLO     XIX  217 

las  moscas  (1869);  G.  E.  Nicholas,  R.  N.,  ha  notificado  que  las  moscas  y  el  cóle- 
ra aparecían  y  desaparecían  juntamente  en  los  barcos  durante  la  epidemia  levan- 
tina de  1850  (1873),  y  su  acción  en  la  transmisión  del  cólera  ha  sido  demostrada  por 
G.  Tizzoni  y  J.  Cattani  (1886);  la  historia  natural  de  la  mosca  ha  sido  investigada  por 
A.  T.  Packard  (1874)  y  L.  O.  Howard  (1909);  Battista  Grassi  demuestra  que  las  mos- 
cas pueden  acarrear  huevos  de  parásitos  intestinales  (1883);  Angelo  Celli  demues- 
tra que  pueden  transmitir  la  tuberculosis  (1888)  y  que  los  bacilos  del  ántrax,  de  la 
tuberculosis  y  de  la  fiebre  tifoidea  conservan  su  virulencia  y  su  poder  reproductor 
después  de  haber  pasado  a  través  del  intestino  de  la  mosca  (1888)  [1].  En  1892  (2), 
George  M.  Cober  hace  resaltar  ia  importancia  de  las  moscas  como  transmisoras  de 
la  enfermedad,  y  en  sus  relaciones  con  la  fiebre  tifoidea  en  el  distrito  de  Colum- 
bia (1895),  localizándolas  como  tales  agentes  en  relación  con  una  epidemia  domés- 
tica de  fiebre  tifoidea  desde  los  retretes.  En  la  circular  número  1  de  la  Oficina  Qui- 
rúrgica General  (25  abril  1898),  George  M.  Sternberg  exterioriza  la  misma  opinión, 
y  los  informes  de  Walter  Reed,  V.  C.  Vaughan  y  E.  O.  Shakespeare  sobre  la  fiebre 
tifoidea  en  la  guerra  hispano-americana  (1898)  establecen  la  materia  con  una  de- 
mostración inductiva  (3). 

Hacia  1890  la  doctrina  de  Pasteur  de  los  virus  atenuados  era  extendi- 
da a  la  ciencia  de  las  toxinas  y  de  las  antitoxinas  por  Emil  von  Behring 
(1854),  un  cirujano  del  ejército  prusiano,  que  llegó  a  profesor  de  Higiene  en 
Halle  (1894)  y  Marburgo  (1895).  En  sus  estudios  acerca  del  cólera  de  las 
gallinas,  Pasteur  había  expuesto  ya  los  efectos  patogénicos  de  un  fil- 
trado transparente  del  organismo  específico,  y  en  1 888  sus  discípulos 
Roux  y  Yersin  acusaban  los  mismos  efectos  tratándose  del  filtrado  de  los 
cultivos  diftéricos  (4).  Hans  Buchner,  en  1 889,  ha  establecido  los  efectos 
bactericidas  del  suero  sanguíneo  (5).  Al  propio  tiempo,  trabajando  con 
Kitasato  en  el  Instituto  Koch,  Behring  demostraba  que  el  suero  de  ani- 
males inmunizados  contra  toxinas  atenuadas  de  la  difteria  podía  ser  em- 
pleado como  una  inoculación  preventiva  o  terapéutica  contra  la  misma 
difteria  en  otros  animales,  a  causa  de  una  neutralización  específica  de  la 
toxina  de  la  enfermedad  (1890-93)  [6].  Después  de  haber  ensayado  el  re- 
medio en  el  hombre, Behring  comenzó  a  producirlo  en  grande  escala ( 1 894) 
y  pronto  fué  ello  reconocido  como  el  tratamiento  específico  de  la  difteria. 
El  éxito  de  la  antitoxina  condujo  a  diferentes  intentos  de  tratar  otras  en- 
fermedades infecciosas  por  sueros  inmunes;  pero,  excepto  en  los  casos  del 
tétanos  y  del  veneno  de  las  serpientes,  estos  ensayos  no  han  ido  corona- 
dos del  mismo  éxito.  Al  propio  tiempo,  el  asunto  de  la  inmunidad  era 
desenvuelto,  desde  el  punto  de  vista  solidista  o  celular,  por  Elie  Metchni- 


(1)  A.  Celli:  Boll.  d.  Soc.  lancisiana  d.  osp.  di  Roma,  1888;  VIII,  páginas  5-8. 

(2)  G.  M.  Kober:  Rep.  Health  Officer  D.  C,  Washington,  1895;  páginas  258,  260, 
266,  270,  280  y  281. 

f3)     Para  referencias  de  la  transmisión  por  las  moscas,  véase  la  acabada  his- 
toria de  H.  G.  Beyer:  New-York  Med.  Journ.,  1910;  XCI,  páginas  677-685. 

(4)  Ann.  de  I  Inst.  Pasteur,  París,  1888;  II,  pág.  629;  1889,  III,  pág.  273. 

(5)  Buchner:  Centralbl.  f.  Bakteriol.,  Jena,  1889;  V,  pág.  817;  VI,  pág.  1. 

(6)  Behring:  Deutsche  Med.  Wochenschr.,  Leipzig  y  Berlín,  1890;  XVI,  páginas 
11 13  y  1 145;  1893,  XIX,  páginas  389  y  415. 


218 


HISTORIA     DE    LA    MEDICINA 


koff  (i 845-1916),  el  eminente  biólogo  ruso  que,  con  sus  estudios  sobre  el 
Daphnia  (1884),  demostró  cómo  las  células  amiboideas  del  tejido  conjun- 
tivo y  de  la  sangre  ingieren  las  partículas  sólidas  y  las  bacterias,  destru- 
yendo las  bacterias  al  absorberlas  (fagocitosis).  Ha  denominado  a  estas 
células  «fagocitos*,  demostrando  su  función  como  barrenderos,  desenvol- 
viendo la  doctrina  de  la  inflamación  como  efecto  de  la  determinación  de 
una  avalancha  de  fagocitos  hacia  el  lado  de  la  injuria  por  quimiotaxis  y 
defendiendo  la  doctrina  solidista  de  la  inmunidad  o  fagocitosis.  Esta  teo- 
ría, en  las  manos  de  sir  Aim  roth  Wright  y  otros,  ha  conducido  a  la  vacu- 
noterapia. Metchnikoff  ha  demostrado,  además,  que  el  fenómeno  de  Pfeif- 

fer  (bacteriolisis)  puede  produ- 
cirse in  vitro  (1895)  [l]">  con 
Roux,  ha  demostrado  que  los 
monos  superiores  pueden  ser 
inoculados  de  la  sífilis  (1903 
a  04)  [2],  y  sus  teorías  acerca 
de  los  efectos  del  bacilo  lácti- 
co sobre  las  bacterias,  neutrali- 
zando los  venenos  intestinales 
y  prolongando  la  vida  (1906), 
han  llamado  mucho  la  aten- 
ción. Sus  mejores  obras  son  las 
dedicadas  a  la  patología  com- 
parada déla  inflamación  (1892), 
a  la  inmunidad  de  las  enferme- 
dades infecciosas  (i 90 1)  y  la  titulada  La  naturaleza  del  hombre  (l903)> 
que  da  sus  puntos  de  vista  especiales  acerca  de  la  autointoxicación  intes- 
tinal. Ha  obtenido  el  premio  Nobel  en  1 908. 

Sir  Almroth  Edward  Wright  (i 86 i),  de  Dublin  (Irlanda),  profesor  de 
Patología  en  la  Escuela  Médico-Militar  en  Netley  (1892-1902),  ha  sido  el 
primero  en  demostrar  la  importancia  de  las  sales  de  calcio  en  la  coagula- 
ción déla  sangre  (1891),  inventando  un  coagulómetro  para  calcular  la  ve- 
locidad con  que  se  producía  aquélla.  Ha  hecho   practicable   la  vacunación 


Elie  Metchnikoff  (1S45-1916) 


(i)    Aun.  de  VInst.  Pasteur^  París,  1895;  IX,  páginas  433-461,  una  lámina. 

(2)  ibidem,  1903;  XVII,  pág.  809;  1904,  XVIII,  pág.  1.  La  ¡noculabilidad  experíj 
mental  de  la  sífilis  ha  sido  demostrada,  contrariando  la  opinión  de  Ricord,  por  Ju- 
lius Bettingei  (1802-87),  en  un  protocolo  anónimo  presentado  a  la  Sociedad  de  Mé- 
dicos del  Palatinado,  en  setiembre  de  1855  (Aerztl.  Inst.  BL,  München,  1856;  [II, 
páginas  426-428).  Bettínger  ocultó  cuidadosamente  toda  su  vida  ser  el  autor  de 
esta  Inoculación  humana. Sus  datos  han  sido  posteriormente  descubiertos  por  Erich 
Hoffmann  (Deutsche  Vied.  Wockenschr.,  [906;  XXXII,  pág  497),  y  además  se  pudo 
Jecei  la  identidad  del  cAnonymus  Palatinas»  (uermat.  Ztschr.,  Berlín,  1 912; 
XIX.  pág.  1043.  19131  xv-  P*g«  220)- 


EL     SIGLO     XIX  219 

de  la  fiebre  tifoidea  (1896-97),  habiendo  inoculado  más  de  3.000  soldados 
en  la  India  (1898-1900)  y  todas  las  fuerzas  británicas  durante  la  guerra  sud- 
africana. Por  esta  labor  ha  dado  origen  a  la  vaccinoterapia  general  (1902 
a  1907),  con  el  carácter  adicional  de  poder  medir  las  substancias  protec- 
tees en  la  sangre  por  medio  del  índice  opsónico  (1903).  Es  autor  de  un 
tratado  de  inoculación  antitifoidea  (1904)  y  de  otro  sobre  inmunización 
(1909),  y  durante  la  guerra  europea  ha  investigado  la  infección  de  las  he- 
ridas. 

Fernand  Widal  (1862),  natural  de  Algiers  y  profesor  de  la  Facultad 
de  París,  ha  colaborado  con  Chantemesse  en  su  antigua  obra  de  vacuna- 
ciones preventivas  contra  la  fiebre  tifoidea  (1888),  haciéndose  notable,  por 
su  parte,  por  su  descubrimiento  de  la  aglutinación  microbiana  y  su  apli- 
cación al  diagnóstico  de  la  fiebre  tifoidea  (1896)  y  ha  descrito  la  ictericia 
hemolítica  no  congenita  (1907). 

La  Bacteriología  y  la  Patología  han  adelantado  especialmente  en  Amé- 
rica, gracias  a  William  Henry  Welch  (i 850),  de  Norfolk  (Connecticut); 
discípulo  de  Cohnheim;  profesor  de  Patología  del  Colegio  Médico  del  Hos- 
pital de  Bellevue  (1879-84)  y  en  la  Universidad  de  John  Hopkin  (1884), 
donde  ha  educado  una  serie  de  notables  discípulos.  Welch  ha  estudiado 
el  edema  agudo  del  pulmón  en  el  laboratorio  de  Cohnheim  (1877),  ha  des- 
cubierto el  estafilococo  epidermitis  albus,  y  estudiado  sus  relaciones  con 
la  infección  traumática  (1892)  [i];  además, el  bacillus  aerogenes  capsulatus 
J892)  [2],  agrupando  las  enfermedades  causadas  por  él  (1900)  [3].  Ha  he- 
cho también  importantes  estudios  sobre  la  embolia  y  la  trombosis,  y,  con 
Flexner,  ha  demostrado  las  modificaciones  patológicas  determinadas  por 
las  inyecciones  de  toxina  diftérica  (189 1 -92)  [4],  a  la  vez  que  Behring. 

Simón  Flexner  (1863),  de  Louisville  (Kentuky),  en  la  actualidad  di- 
rector de  Instituto  Rockefeller  para  Investigaciones  médicas  (1903).  Se  ha 
distinguido  por  su  labor  sobre  las  infecciones  terminales,  su  obra  especial 
sobre  los  venenos  (1901),  y  sobre  la  etiología  y  terapéutica  de  la  menin- 
gitis cerebroespinal  (1909)  y  de  la  polimielitis  infantil  (1910-13). 

Víctor  Clarence  Waughan  (185  i),  de  Mount  Airy  (Missouri),  profesor 
de  Higiene  y  director  del  Laboratorio  de  Higiene  de  la  Universidad  de 
Michigan  (1887-1909),  ha  sido  el  primero,  después  de  Panum  (1856)  y  de 
Selmi  (1878),  en  investigar  las  proteínas  y  los  alcaloides  tóxicos,  especial- 
mente el  tyroxicón  (1885),  las  ptomaínas  y  leucomaínas  (con  F.  G.  Novy, 


(1)  Welch:  Tr.  Congr.  Am.  Phys.  &>  Surg.,  New-Haven,  1892;  II,  páginas   1-28. 

(2)  Johns  Hopkins  f/os/y.  Bull.,  Baltimore,  1892;  III,  páginas  81-91,  con  G.  H.  F. 
Nuttall. 

(3)  Tb.idem,  1900;  XI,  páginas  185-204. 

(4)  Ibidem,  1891;  II,  pág.  107;  1892,  III,  pág.  17. 


220  HISTORIA     DE     LA    MEDICINA 

año  1888),  los  proteidos  bacterianos  o  toxinas  celulares  (189 1- 19 1 3)  y  los 
productos  de  desdoblamiento  de  la  proteína  (191 3).  En  1 896  ha  encon- 
trado el  bacilo  productor  de  veneno  en  el  helado  y  en  el  queso. 

Su  teoría  general  de  que  las  bacterias  no  son  plantas,  sino  proteínas  particula- 
res específicas  (núcleo-proteínas);  que  todas  las  verdaderas  proteínas  contienen  un 
núcleo  molecular  tóxico;  que  el  poder  patogénico  de  una  bacteria  depende  de  su 
poder  reproductivo,  o  acción  de  masa  dentro  del  cuerpo;  que  las  enfermedades  in- 
fecciosas específicas  resultan  de  la  digestión. parenteral  de  la  proteína;  que  la  sen- 
sibilización de  la  proteína  y  la  inmunidad  microbiana  son  idénticas;  que  las  vacu- 
nas son  proteínas  sensibilizadas,  pero  que  la  inmunidad  a  la  toxina  y  la  inmunidad 
microbiana  son  radicalmente  diferentes,  puesto  que  el  veneno  proteínico  no  es  es- 
pecífico, sino  común  a  todas  las  proteínas,  y  éstas  no  elaboran  anticuerpos,  sino 
que,  por  sus  grupos  secundarios,  desenvuelven  fermentos  proteolíticos  capaces  de 
digerir  la  proteína  que  les  ha  creado. 

El  compañero  de  Vaughan,  Frederick  George  Now  (1864),  de  Chica- 
go, profesor  de  Bacteriología  en  Ann  Arbor  (1902),  ha  colaborado  con  él 
en  su  obra  sobre  las  ptomaínas  y  leucomaínas  (1888);  ha  realizado  inves- 
tigaciones acerca  de  los  medios  de  cultivo  de  los  tripanosomas,  y,  con 
Knapp,  ha  descubierto  el  espiroqueta  especial  de  la  variedad  americana 
de  fiebre  recurrente  (1906). 

George  Nuttall  (1862),  de  San  Francisco,  profesor  de  Biología  en  la 
Universidad  de  Cambridge  (1906),  editor  y  fundador  del  Journal  of  Hy- 
giene (1901)  y  de  Parasitology  (1908),  ha  sido  el  primero  que  ha  resumi- 
do el  papel  de  los  insectos,  arácnidos  y  miriápodos  como  vectores  de  las 
enfermedades  infecciosas  y  parasitarias  (1899)  y  su  monografía  sobre 
Blood  Immunity  and  Blood  Relationship  (1904),  establece  la  identifica- 
ción de  los  diferentes  géneros  de  sangre  por  medio  de  la  reacción  de  pre- 
cipitación. 

Theobald  Smith  (1859),  de  Albany  (New- York),  profesor  de  Patología 
comparada  en  la  Universidad  de  Harvard  (1896),  ha  sido  uno  de  los  que 
más  han  trabajado  en  la  teoría  de  las  enfermedades  infecciosas.  En  1 886, 
trabajando  con  D.  E.  Salmón,  demostró  que  la  inmunidad  para  el  cólera 
del  cerdo  podía  conferirse  por  medio  de  la  inyección  del  filtrado  de  los 
cultivos  de  los  organismos  específicos.  Este  ha  sido  el  primer  experimen- 
to sobre  inmunización,  y  fué  bien  pronto  seguido  de  la  obra  de  Behering, 
Roux  y  otros.  La  demostración  por  Smith  del  parásito  de  la  fiebre  de  Te- 
jas (Pyrc  eminum,  1 889)  [i]  y  su  obra  (con  F.  L.  Kilborne),  en  la 
que  traza  su  transmisión  al  ganado  vacuno  por  la  garrapata  vacuna  (Bopki- 
lus  bovis),  han  constituido  un  gran  progreso  en  la  ciencia  de  las  enferme- 
dades protozoaria8  (1893).  Éia  demostrado,  además,  la  anafilaxia  para  los 
productos  de  la  difteria  antes  de  i(>03,  un  descubrimiento  que  Erlich  ca- 


(1;    Smith:  Med.  Newt  Filadelfia,  [889;  LV,  págiqas  689-693. 


ÉL     SIGLO     XIX 


22 


lifica  con  el  nombre  del  «fenómeno  de  Theobald  Smith».  Ha  hecho  la 
primera  diferenciación  precisa  entre  el  tipo  bovino  y  el  humano  del  bacilo 
de  la  tuberculosis  (1898)  [i],  habiéndose  comprobado  su  obra  en  lo  esen- 
cial por  R.  Koch,  Spengler  y  otros,  y  ha  llevado  a  cabo  otros  descubri- 
mientos en  bacteriología,  especialmente  las  primeras  observaciones  del 
pleomorfismo  de  las  bacterias. 

A  la  vez  que  Pasteur  investigaba  la  fermentación  y  la  putrefacción,  la 
más  importante  aplicación  de  sus  estudios  era  fundada  por  Joseph  Lister, 
un  joven  cirujano  inglés  que  es- 
taba destinado  a  transformar  su 
arte  en  una  ciencia,  en  el  mismo 
sentido  en  el  que  el  matemático 
Cayley  definía  la  teneduría  de  li- 
bros como  una  ciencia  perfecta. 
Lord  Lister  (i 827 -191 2),  el 
último  y  el  más  grande  de  una 
interesante  serie  de  médicos  cuá- 
queros ingleses,  nació  en  Upton 
(Essex),  en  5  de  abril  de  1827. 
Su  padre,  Joseph  Jackson  Lis- 
ter, vendedor  de  vinos,  que  de- 
dicaba sus  horas  de  ocio  al  estu- 
dio de  la  óptica,  fué,  en  este  sen- 
tido, el  fundador  de  la  moderna 
microscopía  por  su  invento,  que 
hizo  época,  de  las  lentes  apocro- 
máticas  del  microscopio  (1830), 
y  su  especial  afición  no  dejó  de 
tener  influencia  en  su  hijo.  Des- 
pués de  haberse  graduado  en  Medicina  en  la  Universidad  deLondres  en  1852, 
Joseph  Lister  produjo  una  serie  de  trabajos  acerca  de  la  histología  del  múscu- 
lo, ilustrándolos  con  dibujos  que  son  raros  y  delicados  ejemplos  del  talento 
que  tantos  grandes  médicos  han  desplegado  ilustrando  sus  propias  obras. 
Dos  de  los  maestros  de  Lister,  William  Sharpey  y  Thomas  Graham,  eran  es- 
coceses, y  ellos  fueron  los  que  le  aconsejaron  que  fuese  a  Edimburgo  a  es- 
tudiar cirugía  con  Syme,  que  le  hizo  su  ayudante  en  1854,  y  cuya  hija  mayor 
había  de  casarse  más  tarde  con  Lister.  En  i860,  Lister  fué  nombrado  pro- 
fesor de  Cirugía  en  la  Universidad  de  Glasgow,  y  allí  fué,  en  los  últimos 
años  de  su  residencia,  donde  llevó  a  cabo  su  más  importante  contribución 


Lord  Lister  (1827-1912) 


(1)     J.Exper.  Med.,  New- York,  1898;  III,  páginas  451-51 1. 


222  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

científica.  Entre  tanto,  había  comprobado  la  observación  de  Kólliker  de 
que  el  tejido  contráctil  del  iris  está  compuesto  de  fibras  musculares  es- 
triadas (1852)  [i];  había  destruido  la  teoría  corriente  de  que  la  coagulación 
de  la  sangre  era  debida  a  ponerse  en  libertad  el  amoníaco,  demostrando 
que  en  los  vasos  sanguíneos  depende  de  su  lesión  (1859-63)  [2],  y  se  ha- 
cía notable  en  cirugía  por  su  trabajo  clásico  acerca  de  la  excisión  de  la 
muñeca  por  caries  (1865)  [3].  En  los  primeros  tiempos  de  su  experiencia 
hospitalaria,  Lister  había  sido  profundamente  impresionado  por  la  eleva- 
da mortalidad  por  las  pestes  quirúrgicas,  como  septicemia,  piemia,  erisi- 
pela, tétanos  y  gangrena  hospitalaria.  En  sus  propias  estadísticas  de  am- 
putación (1864-66)  encontraba  un  45  por  IOO  de  casos  desgraciados,  a 
pesar  de  que  él  empleaba  constantemente  el  método  de  Syme  de  mante- 
ner constantemente  limpia  la  herida  por  medio  de  suturas  con  hilo  de  pla- 
ta, drenaje,  cambio  frecuente  de  aposito  y  limpieza  escrupulosa.  Esto  ocu- 
rría en  los  días  del  «pus  loable»,  aunque  Lister  había  empezado  a  pensar 
ya  en  la  antigua  curación  hipocrática  por  primera  intención  como  el  ideal 
del  cirujano.  Notando  que  esta  última,  cuando  era  asequible,  iba  siempre 
separada  de  la  putrefacción,  su  atención  fué  incidentalmente  desviada  ha- 
cia la  obra  de  Pasteur,  e  inmediatamente  se  apoderó  de  su  tendencia,  de- 
dicándose definitivamente  a  prevenir  el  desenvolvimiento  de  microorga- 
nismos en  la  herida.  Comprendiendo  que  la  esterilización  pasteuriana  por 
el  calor  no  podría  utilizarse  aquí,  volvió  la  vista  hacia  los  antisépticos  quí- 
micos, y  después  de  haber  desechado  el  cloruro  de  cinc  y  los  sulfitos  se 
dirigió,  por  una  feliz  casualidad,  hacia  el  ácido  fénico,  que  había  sido  em- 
pleado poco  tiempo  antes  en  la  desinfección  de  los  albañales  de  Carlis- 
le (4).  El  12  de  agosto  de  1865  lo  empleaba  él  en  un  caso  de  fractura  com- 
plicada con  éxito  completo,  y  en  1 867  publicó  los  resultados  de  su  labor 
de  dos  años  en  dos  artículos  (5),  el  segundo  de  los  cuales  llevaba  el  signi- 
ficativo título  de  On  the  Antiseptic  Principle  in  the  Practice  of  Surgery.  La 
crítica  que  se  ejerció  entonces  sobre  aquellos  artículos  se  dirigió  a  deta- 
lles no  esenciales,  como  la  cuestión  de  la  prioridad  en  el  uso  del  ácido  car- 
bólico sobre  el  carácter  de  los  apositos  empleados  por  Lister,  que,  como 
claramente  se  comprende,  eran  únicamente  rasgos  accidentales  aparte  del 
principio  fundamental  quirúrgico  con  el  cual   se   confundían.  Lister,  sin 


1        Lister:    Quart.  Jouru.    Micr.  Se,  Londres,  1853;  I,  pág.  8  y  siguientes. 
12)     lulinb.  Med.  Joum.y  [859-60;  V,  páginas  536-540,  y  (,'roonian  Lecture,  Proc. 
Now  Sor.,  Londres,  [862-3;  ^"-  páginas  580-611. 

3        I  .an,    /,  Londres,  1865;  I,  páginas  308,  335  y  362. 

(4)  Esta  substancia  había  sido  ya  recomendada  por  Francpis-Jules-Lemaire^ 
un  químico  francés,  en  i860;  i><  ro  Lister  do  había  oído  nada  ni  de  Lemaire  ni  de 
Semmelwies. 

(5;     Lancet,  Londres,  1867;  Jl,  páginas  95,  353  y  668. 


EL     SIGLO    XIX  223 

perturbarse  por  estos  ataques,  procedió  a  desenvolver  su  tesis  del  modo 
más  amplio  y  científico  posible  por  la  investigación  original  de  la  fermen- 
tación del  ácido  láctico,  la  relación  de  las  bacterias  con  la  inflamación  y 
sobre  la  curación  antiséptica  de  las  heridas.  Toda  su  vida  la  consagró  a 
trabajar  constantemente  en  el  perfeccionamiento  de  sus  apositos  de  cura, 
desde  el  más  antiguamente  inventado  de  cemento,  de  lámina  de  estaño, 
capas  de  seda  o  gasa  con  aceite,  y  la  fumigación  con  ácido  fénico,  hasta 
sus  últimos  experimentos  con  el  doble  cianuro  de  mercurio  y  cinc,  y  su 
gran  innovación  de  las  ligaduras  de  catgut  en  la  cirugía  del  aparato  vascu- 
lar (1880)  [1].  El  aplicó  atrevidamente  los  principios  antisépticos  a  condi- 
ciones tales  como  los  abscesos  de  la  columna  vertebral  y  de  las  articula- 
ciones, a  la  excisión  de  la  articulación  de  la  rodilla  (1878),  a  las  operacio- 
nes en  el  tórax  (1881),  a  la  fractura  de  la  rótula  (1883)  y  a  todo  género  de 
operaciones  en  el  aparato  locomotor,  habiendo  hecho  por  extender  el  do- 
minio de  la  cirugía  mucho  más  que  ningún  otro  hombre  de  su  época.  La 
cirugía  moderna,  es  cierto,  se  ha  vuelto  casi  completamente  aséptica,  en 
el  sentido  de  desechar  los  antisépticos  fuertes  del  tratamiento  de  las  heri- 
das; pero,  de  todos  modos,  el  ideal  listeriano  de  evitar  la  sepsis  sigue 
siendo  el  mismo.  En  1 869,  Lister  reemplazó  a  Syme  en  Edimburgo,  y  en 
1877  aceptó  la  cátedra  de  Cirugía  en  el  Colegio  Real  de  Londres,  retirán- 
dose de  la  práctica  profesional  en  1896,  antes  de  cuya  época  su  fama  se 
había  hecho  internacional.  Ha  sido  presidente  de  la  Royal  Society  de  1895 
a  1900,  fué  nombrado  barón  en  1883  y  ha  sido  el  primer  médico  que  ha 
sido  nombrado  par  (1897).  En  Francia,  sus  ideas  han  sido  defendidas  por 
Lucas-Championiére,  quien  hacía  notar  que  la  asepsia,  el  ideal  de  Lister, 
tenía  en  la  práctica  que  ir  precedida  siempre  de  la  asepsia,  y  que  hasta  la 
misma  esterilización  poi  el  calor  es,  en  el  verdadero  sentido  de  la  palabra, 
antiséptica.  Este  era  el  punto  débil  de  los  argumentos  de  Lawson  Tait 
contra  el  listerismo;  para  el  ginecólogo  de  Birminghan,  que  negaba  que  las 
bacterias  fuesen  patógenas,  no  se  podía  admitir  que  sus  propios  maravi- 
llosos éxitos  en  la  ovariotomía  fuesen  debidos  a  aquellos  antisépticos  ca- 
seros, el  jabón  y  el  agua  caliente  (2).  Koberlé  lavaba  y  frotaba  personal- 
mente los  instrumentos  que  iba  a  usar,  y  después  los  pasaba  por  la  llama 
del  alcohol.  Von  Bergmann  fué  pasando  gradualmente  desde  el  método 
del  sublimado  corrosivo  a  la  esterilización  por  el  vapor  (1886)  y  a  la  asep- 
sia general  ( 1 89 1 ).   Las  aplicaciones  militares  de  la  antisepsia,  que  Lister 


(1)  Tr.  Clin.  Soc,  Londres,  1880-81;  XIV,  páginas  xliii-lxiii. 

(2)  Las  sutilezas  de  von  Bruns  (Fort  mit  dem  Spray),  Tait  y  Bantock  han  demos- 
trado, por  último,  carecer  de  verdadera  importancia,  por  lo  que  a  la  idea  genérica 
de  limpieza  quirúrgica  hace  referencia. 


224  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

sugirió  en  1870  (i),  no  fueron  hechas  hasta  después  de  la  guerra  franco- 
prusiana;  pero  sus  métodos  fueron  ya  recogidos  por  Volkmann,  Thiersch, 
Mikulicz  y  otros,  y  su  viaje  por  Alemania,  en  1875,  tuvo  el  aspecto  de 
una  marcha  triunfal.  Al  hablarle  de  Semmelweis,  en  1883,  Lister  declaró 
generosamente  que  era  su  continuador;  y  en  las  manos  de  los  tocólogos 
el  listerismo  es  en  la  actualidad  la  principal  defensa  de  las  vidas  de  las  ma- 
dres y  de  los  hijos.  Al  listerismo  se  deben  todos  los  progresos  modernos 
de  la  cirugía  de  las  cavidades  del  cuerpo,  comprendiendo  las  del  cráneo, 
tórax  y  abdomen,  de  las  articulaciones  y  de  los  órganos  masculinos  y  fe- 
meninos de  la  pelvis.  En  el  jubileo  de  Pasteur,  en  1892,  Lister  pagó  un 
sentido  tributo  a  la  memoria  de  aquel  hombre,  cuya  labor  había  sido  el 
primero  en  apreciar.  Como  operador,  Lister  no  era  brillante,  sino  preme- 
ditado y  cuidadoso,  deseando,  como  Kocher  en  nuestros  días,  obtener  el 
restablecimiento  de  sus  enfermos  con  una  certidumbre  matemática.  Su  so- 
briedad de  cuáquero,  sus  severos  y  austeros  ideales  no  son  los  rasgos  que 
determinan  los  éxitos  rápidos  y  brillantes.  Sus  progresos  fueron  lentos;  no 
ha  dejado  escuela;  pero,  antes  de  morir,  todo  el  gremio  de  cirujanos  «pasó 
ante  sus  indulgentes  y  magnánimos  ojos».  Cuando  su  cadáver  fué  depo- 
sitado para  siempre  en  Westminster,  Inglaterra  había  enterrado  al  más 
grande  de  sus  cirujanos. 

El  carácter  de  Lister  era  de  una  nobleza  extraordinaria.  Como  el  cuá- 
quero y  el  puritano  injertado  en  una  naturaleza  más  indulgente  y  más 
agradable,  del  mismo  modo  su  naturaleza  poseía  aquellos  elementos  de 
dulzura  que,  como  es  proverbial,  sólo  proceden  de  la  firmeza,  y  ninguna 
alabanza  nos  parece  tan  propia  de  él  como  la  que  le  dirigió  un  padre  es- 
cocés después  de  su  muerte: 

«De  la  elevada  personalidad  de  Joseph  Lister  hablará  más  expresivamente  el 
que  más  y  mejor  le  haya  conocido.  Era  su  nobleza,  principalmente,  la  que  le  hacía 
más  grande.  Su  gran  atracción  era  una  fuerza  espiritual.  De  mirada  transparente  y 
de  alma  pura,  procuró,  desde  sus  primeros  días,  que  fuese  el  amor  a  la  verdad  lo 
que  le  guiase  basta  el  fin  <!<•  su  vida.  Su  noble  pasión  por  la  Humanidad  apagaba 
en  el  todo  pensamiento  de  medro  y  de  fama  personales,  haciéndole  avanzar  cons- 
tantemente por  aquel  camino,  que  siguió  firmemente  hasta  encontrar  el  secreto 
de  su  investigación,  otorgando  al  mundo  probablemente  el  don  más  grande  que  la 
<  i<  in  ia  ha  sido  rapaz  do  conquistar  para  la  vida  física  del  género  humano.  Ahora 
bien;  todavía  más  grande  que  su  gran  descubrimiento  era  el  hombre,  y,  en  último 
término,  el  Becreto  de  su  grandeza  consistía  en  la  serena  sencillez,  que  era  su  más 
distinguida  característica..'...  Esto  era  la  grave  y  atenta  cortesía  que  pedía  el  caba- 
llero cristiano,  y  «'I  más  serio  amor  de  su  especie.  Por  eso  nosotros  no  nos  sor- 
prendemos al  saber  cómo  él  producía  el  entusiasmo  y  movía  los  hombres  al  res- 
peto, cómo  él  ganaba  el  amor  y  el  alerto  como  muy  pocos  otros  maestros.  Ante 
su  magistral  conocimiento  de  BU  ciencia,  su  grave  y  noble  fisonomía,  señalada  por 
las  suaves  huellas  de  una  mente  tranquila,  reveladora  de.  un  alma  de  singular  be- 
lleza y  dulzura,  de   elevada  integridad  y  de  un  honor  sin  mancha.  Así,  un  hombre 


1       lirit.  Med.  Joum.,  Londres,  1870;  II,  pág.  243. 


ÉL     SIGLO     XIX 


225 


como  éste,  dotado  por  Dios  con  el  genio,  era  inevitable  que  tenía  que  elevarse 
hasta  las  más  inaccesibles  alturas  y  alcanzar  grandes  cosas.»  (Rev.  Wallace  Wil- 
liamsom:  Discurso  en  memoria.  Edimburgo,  febrero  191 2.) 


De  los  cirujanos  de  la  época  de  Lister,  que  desenvolvieron  las  ideas 
de  éste  en  nuevos  campos,  tal  vez  el  primer  puesto  corresponde  a  Theo- 
dor  Billroth  ( 1 829-94),  el  investigador  de  la  cirugía  visceral.  Nacido  en 
la  isla  de  Rugen,  graduado  en  Berlín  en  1 85 2,  Billroth  llegó  a  ser  ayu" 
dante  de  la  clínica  de  Langen- 
beck,  y,  subsiguientemente,  pro- 
fesor de  Cirugía  en  Zurich  (i860 
a  67)  y  en  Viena  (1867-94),  Bill- 
roth se  interesó  primeramente 
en  el  estudio  de  las  infecciones 
traumáticas,  y  en  su  «coccobac- 
teria  séptica*  había  indudable- 
mente cogido  la  idea  causal;  pero 
consideraba  un  grupo  genérico 
de  bacterias  como  la  causa  de 
toda  una  familia  de  afecciones. 
Ha  escrito  un  admirable  volu- 
men de  Patología  y  Terapéutica 
quirúrgicas  (1863)  [i],  que  ha 
sido  traducido  a  casi  todas  las 
lenguas  modernas;  pero  él  es  es- 
pecialmente famoso  como  ciru- 
jano del  tubo  digestivo.  En  1872 
ha  hecho  la  primer  resección  del 

esófago  (2),  y  en  1 88 1,  la  primer  resección  del  píloro  por  cáncer,  que  fué 
seguida  de  éxito  (3).  Ha  hecho,  además,  la  excisión  completa  de  la  laringe 
(1873)  [4],  y  se  dice  que  ha  sido  el  primero  en  llevar  a  cabo  la  «amputación 
interilio-abdominal»  (1891)  (5),  y  ha  dejado  una  larga  serie  de  resecciones 
intestinales  y  de  enterorrafias  (1878-83)  [6].  Todas  estas  operaciones  en  el 
tramo  gastrointestinal  han  sido   muy  útiles  para  explicarnos  la  patología 


Theodor  Billroth  (1029-94) 


(1)  Billroth:  Die  allgemeine  chirurgische  Pathologic  und  Therapie^  Berlín,  1863. 

(2)  Arch.f.  klin.  Chir.,  Berlín,  1872;  XIII,  páginas  65-69,  una  lámina. 

(3)  Wien.  med.  Wochenschr^  1881;  XXXI,  páginas  162-165. 

(4)  Arch.f.  klin.  Chir.,  Berlín,  1874;  XVII,  páginas  343-356,  una  lámina. 

(5)  Billroth  no  ha  publicado  informe  alguno  a  propósito  de  una  operación 
desgraciada  que  se  dice  había  realizado  hacia  1 89 1 ;  así  que,  según  Ja  ley  de  prio- 
ridad, el  crédito  se  le  concede  a  Mathieu  Jaboulay,  que  publicó  el  primer  artículo 
en  Lyon  Med.,  1894;  LXXV,  páginas  507-510. 

(6)  Zeiischr.f.  Heilk.,  Praga,  1884;  V,  páginas  83-108. 


Historia  d>  la  Mídiciha.— Tomo     II 


15 


226  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

de  esta  región,  constituyendo,  según  la  frase  de  Naunyn,  «autopsias  in 
vivo*.  Billroth  era  un  hombre  de  una  personalidad  encantadora,  genial_, 
con  una  fuerte  inclinación  artística,  revelada  delicadamente  en  las  pocas 
composiciones  poéticas  y  musicales  que  nos  ha  dejado  y  en  sus  delicio- 
sas Briefe,  en  algún  modo  un  memorial  de  su  amistad  de  toda  la  vida 
con  el  gran  compositor  del  Norte  de  Alemania  Johannes  Brahms.  Los 
discípulos  más  notables  de  Billroth  son  Mikulicz,  Czerny,  Wolfler  y  Ger- 
suny,  todos  eslavos,  y  von  Eiselsberg,  un  austríaco. 

Johann  von  Mikulicz-Radecki  (1850-1905),  de  Czernowitz  (Polonia), 
que  fué  ayudante  de  Billroth  desde  1 88 1  y  profesor  de  Cirugía  en  Kó- 
nigsberg  (1887)  y  en  Breslau  (1890),  trabajó  mucho  en  el  perfecciona- 
miento de  los  métodos  antisépticos,  inventando  los  métodos  actuales  de 
explorar  el  esófago  y  el  estómago  (1881)  [i];  siendo  el  primero  en  tratar 
el  cáncer  del  esófago  por  resección  y  transplantación  plástica  (1886)  [2]; 
ha  inventado  la  faringotomía  lateral  para  extirpar  los  tumores  malignos 
de  la  región  tonsilar  (1886)  [3];  ha  descrito  la  inflamación  simétrica  de 
las  glándulas  lagrimales  y  salivares,  «enfermedad  de  Mikulicz»  (1892)  [4]; 
extendió  grandemente  la  cirugía  operatoria  del  estómago  y  de  las  articu- 
ciones,  y  colaboró  en  el  Atlas  (1892)  y  en  un  tratado  de  enfermedades  de 
la  boca  (1898).  Ha  sido  uno  de  los  primeros  en  usar  guantes  durante  las 
intervenciones  quirúrgicas;  pero  los  guantes  de  algodón  que  él  usaba  fue- 
ron pronto  substituidos  por  los  guantes  de  goma,  introducidos  por  Hals- 
ted,  de  Baltimore  (1890),  y  poco  después  por  W.  Zoege-Manteuffel. 

Vincenz  Czerny  ( 1 842- i  9 16),  de  Trautenau  (Bohemia),  profesor  de 
Cirugía  en  Freiburg  (187  I)  y  en  Heidelberg  (1887);  inventó  la  enuclea- 
ción de  los  fibromas  uterinos  subperitoneales  por  la  vía  vaginal  (1881)  [5]. 
y  extendió  la  labor  de  Billroth  a  la  excisión  de  la  laringe,  del  esófago,  de 
los  ríñones  y  a  la  cirugía  visceral  en  general.  Sus  últimos  días  fueron  con- 
sagrados a  la  investigación  del  cáncer  en  la  Samariterhans  de  Heidelberg 
(1906)  bajo  su  dirección. 

Anton  Wolfler  (1850),  de  Kopezen  (Bohemia),  profesor  de  Cirugía 
en  Graz  (1886)  y  en  Praga' ( 1 895);  ha  llevado  a  cabo  la  gastro-enterosto- 
mía  (188 1)  [6J  y  ha  consagrado  una  especial  atención  al  tratamiento  qui- 
rúrgico del  bocio  (1887-91 ). 

Robert   GersüNY  (1844),   de  Teplitz  (Bohemia),   que  siguió  a   Billroth 


(1)  Mikulicz:   Wien.  med.  I 'rrs.se,  1 88 1 ;  XXII,  páginas  1405  y  siguientes. 

(2)  Prag.  med.  Woche?ischr.,  1886;  IX,  pág.  93. 

(3)  Przegl.  lek,.  Cracovia,  1886;  XXV,  pág.  173. 

(4)  Rillroth  Festschrift  (liciirage  ztir  Chirurgie)y  Stuttgart,  1892;  páginas  610 
a  6<o,  una  lámina. 

(5)  Czerny:    Wien.  med.   W'orhrnsrhr.,   1881;  XXXI,  páginas  501  y  525. 
vVülflcí    (  \)itralbl.J.  Cliir.,  Leipzig,  1 88 1 ;  VIII,  páginas  705-708: 


E7l    s;iglo    XI X  iff 

como  director  de  la  Rudolfinerhaus  (1894),  es  más  famoso  por  la  inven- 
ción de  las  inyecciones  protésicas  de  parafina  (1900). 

Karl  Thiersch  (i 822-95),  de  Munich,  discípulo  de  Stromeyer,  que  fué 
profesor  de  Cirugía  en  Erlangen  (1854)  Y  en  Leipzig  (1887),  era  un  gran 
defensor  del  método  listeriano  y  un  notable  cultivador  de  la  patología 
quirúrgica  por  sus  estudios  sobre  el  cáncer  epitelial  (1865)  [i],  la  necro- 
sis fosfórica  del  maxilar  (1867)  [2],  la  curación  de  las  heridas  (1865)  [3]  y 
su  invento  de  los  injertos  cutáneos  (1874)  [4]. 

Richard  von  Volkmann  (1830-89),  de  Leipzig,  hijo  del  bien  conocido 
fisiólogo  de  Halle  y  profesor  de  Cirugía  en  esta  ciudad  ( 1 867-89);  trabajó 
también  mucho  por  introducir  la  antisepsia  durante  la  guerra  franco-pru- 
siana; fué  el  primero  en  excindir  el  recto  por  cáncer  (1878)  [5];  describió 
las  contracturas  o  parálisis  isquémicas,  a  las  que  dio  nombre  (1881)  [6], 
y  el  cáncer  en  los  que  trabajan  en  parafina,  y  fundó  los  bien  conocidos 
Sammlung  klinischer  Vortráge  (1870),  que  contenían  algunas  de  las  más 
importantes  monografías  de  su  época.  Era  un  hombre  de  aspecto  aristo- 
crático, un  poeta  (Richard  Leander)  y  sus  Sueños  en  un  hogar  francés  (7) 
son  un  encantador  libro. 

Friedrich  von  Esmarch  (i 823- 1 908),  de  Tonning  (Schleswig-Holstein), 
discípulo  de  Stromeyer  y  de  Langenbeck;  profesor  en  Kiel  (i 857-99),  era 
un  gran  cirujano  militar,  que  sirvió  en  las  campañas  de  1848-50,  l864-66y 
1870-71.  Es  más  famoso  por  su  introducción  de  los  vendajes  primeros  o 
primeros  auxilios  en  el  campo  de  batalla  ( 1 869-70)  [8]  y  por  su  método 
de  evitar  las  hemorragias  quirúrgicas  por  medio  del  «vendaje  de  Es- 
march» (1873)  [9].  Ha  hecho  mucho  por  perfeccionar  el  estado  de  la  ciru- 
gía militar  con  sus  contribuciones  sobre  la  resección  después  de  las  heri- 
das por  arma  de  fuego  (1851),  los  locales  más  apropiados  para  hospitales 
de  campaña  y  estaciones  de  cura  (1861),  técnicas  operatorias  (1871),  pri- 
meros auxilios  a  los  heridos  (1875)  y  primeros  auxilios  en  los  accidentes 
(1882).  Ha  sido  un  defensor  y  fundador  de  los  establecimientos  llamados 
por  él  Samariterwesen,  para  la  educación  militar  en  Alemania,  y  por  su 
matrimonio  con  una  princesa  real  llegó  a  ser  tío  del  último  emperador. 


(1)  Thiersch:  Der  Epithelialkrebs,  Leipzig,  1865. 

(2)  Thiersch:  De  ?naxillarum  necr  o  si  phosphoric  a,  Leipzig,  1867. 

(3)  Handb..  d.  allg.  u.  spez.  Chir.  (Pitha-Billroth),  1867;  I»  2  Abth.,  núm.  3. 

(4)  Verhandl.  d.  deutsche  Gesellsch.f.  Chir.,  Berlín,  1874;  III,  páginas  69-75. 

(5)  Volkmann:  Samml.  klin.  Vortr.,  Leipzig,   1878,  núm.  131  (Chir.,  núm.  42), 
páginas  1113-1128. 

(6)  Centralbl.f.  Chir.,  Leipzig,  1881;  VIII,  páginas  801-803. 

(7)  Tráumereien  an  franzósischen  Kaminen,  Leipzig,  1871. 

(8)  Esmarch:  Der  erste  Verbannd  auf  dem  Schlachtfelde,  Kiel,  1869. 

(9)  Samml.  klin.  Vortr.,  Leipzig,  1873,  número  58  (Chir.,  número   19),  páginas 
373-384. 


2  2* 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Ernst  vox  Bergmann  (1836-1907),  de  Riga  (Rusia),  graduado  en  Dor- 
pat  en  i860;  sirvió  en  el  ejército  prusiano  en  las  guerras  de  1 866  y  1 870 
al  71,  y  del  lado  de  Rusia  en  la  guerra  de  1877-78,  después  de  la  cual 
llegó  a  ser  una  figura  eminente  de  la  medicina  alemana.  Fué  llamado  a  la 
cátedra  de  Würzburg  en  1 87 8,  y  substituyó  a  Langenbeck  en  Berlín  en 
1882,  donde  permaneció  durante  todo  el  resto  de  su  vida.  Ha  hecho  ade- 
lantar grandemente  la   cirugía  craneal   con  sus   memorias  acerca  de  los 

traumatismos  de  la  cabeza  (1873)  [i], 
y  el  tratamiento  quirúrgico  de  las 
afecciones  cerebrales  (1888)  [2],  y  es, 
además,  notable  por  sus  obras  so- 
bre la  embolia  grasosa  (1863),  la  ci- 
rugía de  las  articulaciones  ( 1 87  2-7 8), 
la  ligadura  de  la  vena  femoral  (1882), 
las  enfermedades  de  los  ganglios  lin- 
fáticos (1881)  y  sus  numerosas  con- 
tribuciones a  la  Patología  quirúrgica. 
Ha  introducido  la  esterilización  por 
el  vapor  en  Cirugía  (1886),  y  llegó  a 
crearse  un  procedimiento  aséptico 
propio  (1891).  Sus  cartas  de  1 866-77 
han  sido  editadas  por  A.  Buch- 
holz  (191 1). 

Ernst  Julius  Gurlt  (1825-99),  de 
Berlín,  donde  llegó  a  ser  profesor  en 
1862,  habiendo  tomado  parte  en  to- 
das las  guerras  de  este  período;  ha  es- 
crito con  gran  habilidad  sobre  gran 
variedad  de  temas,  y  ha  alcanzado  un  elevado  puesto  en  la  literatura  mé- 
dica come  historiador  por  excelencia  de  la  cirugía.  Ha  sido  uno  de  los  más 
eruditos  cirujanos  de  su  época,  y  su  Geschichte  der  Chirurgie  (1898)  se 
ocupa  de  la  historia  de  la  ciencia  quirúrgica  desde  el  período  del  renaci- 
miento, siendo  para  la  Cirugía  lo  que  el  Haeser  es  para  la  Medicina,  sin 
rival  desde  el  punto  de  vista  de  la  erudición,  de  lo  seguro  de  la  biblio- 
grafía y  de  lo  acabadamente  que  se  tratan  los  asuntos.  Es  una  obra  que 
merece  ser  colocada  en  lugar  preferente  como  uno  de  los  más  grandes 
monumentos  de  la  ciencia  alemana. 


Friedrich  von   Esmarch  (1S23-1908). 
(Colección  A.  C.  Klebs.) 


d)     Bergmann:  Handb.  d.  alig.  u.  s/es.  Chir.  (Pitha-Bilh*oth),  Erlangen,  1873;  III, 
Abthcil  .  1  AI>m  lin. 

ufe  C/ürurgische  Bekandlung  bei  Hfmkrankfuiten,  Berlín,  1888. 


EL     SIGLO    XIX  229 

En  ia  ortopedia  debemos  conceder  una  mención  especial  a  la  familia  Heine,  cu- 
yos miembros  fueron  todos  expertos  mecánicos,  especialmente  Jacob  von  Heine, 
(1 799- 1 879),  de  Cannstatt,  que  ha  sido  el  primero  en  descubrir  las  deformidades 
poliomielíticas  (1840)  y  que  ha  escrito  un  importante  tratado  sobre  dislocaciones 
(1842);  Gustav  Simon  (1868),  Adolf  Lorenz  (1854),  de  Weidenau  (Silesia),  que  ha 
ideado  el  método  no  operatorio  de  reducir  la  luxación  congenita  de  la  cadera,  por 
medio  de  manipulaciones  especiales;  Julius  Wolff  (1836- 1902),  de  la  Prusia  Occi- 
dental, autor  de  una  gran  monografía  que  trata  de  las  leyes  que  rigen  las  transfor- 
maciones quirúrgicas  de  los  huesos  (1892),  y  Albert  Hoffa  (1859-1907),  que  ha  in- 
ventado una  bien  conocida  operación  para  las  dislocaciones  congénitas  de  la  ca- 
dera y  ha  sido  el  editor  del  Zeitschrift  für  orthopadische  Chirurgie  (1891). 

De  las  operaciones  originales  de  cirujanos  alemanes  del  siglo xix  debemos  men- 
cionar la  primera  nefropexia,  por  Eugen  Hahn  (1881);  la  primer  excisión  de  la  ve- 
sícula biliar,  por  Cari  Langenbuch  (1882),  la  primer  colostomía,  por  Karl  Maydl 
(1888);  la  toracotomía  para  el  empiema,  por  Ernst  Küster  (1889);  la  resección  del 
recto,  por  Paul  Kraske  (1891);  la  excisión  del  ganglio  de  Gasser,  por  Fedor  Krause 
0893),  y  la  excisión  del  estómago,  por  Carl  Schlatter  (1S97).  La  invención  del  cis- 
toscopio,  por  Max  Nitze  (1877-78),  perfeccionó  grandemente  la  cirugía  de  la 
vejiga. 

De  los  cirujanos  franceses  de  este  período,  Aristide-Auguste  Verneuil 
(1823-95),  de  París,  que  introdujo  muchas  mejoras  hospitalarias  y  educó 
muchos  buenos  discípulos;  no  hizo  descubrimientos  originales,  pero  es  fa- 
moso por  sus  procedimientos  de  forcipresión  en  las  hemorragias  (1875), 
vendajes  secos,  tratamiento  de  los  abscesos  con  yodoformo  y  por  la  Revue 
de  Chirurgie  (188 1),  de  la  que  ha  sido  uno  de  los  fundadores  y  editores. 
Ha  escrito  monografías  no  muy  extensas,  y  sus  obras  no  están  contenidas 
todas  en  los  seis  volúmenes  de  sus  Memoir  es  de  Chirurgie  (1877-88). 

Edouard  Nicaise  (1838-96),  cirujano  del  hospital  Laénnec  (1880-96), 
que,  como  Malgaigne,  se  distinguió  especialmente  en  la  historia  de  su  arte, 
publicando  soberbias  ediciones  modernas  de  Guy  de  Chauliac  (1890), 
Henri  de  Mondeville  (1893)  y  Pierre  Franco  (1895)  y  escribiendo  varios 
fascinadores  ensayos. 

Félix  Güyón  (183 1),  natural  de  la"  Isla  de  la  Reunión,  profesor  de  Ci- 
rugía génito-urinaria  de  la  Facultad  de  Medicina  de  París  (1890),  ha  sido 
uno  de  los  grandes  maestros  de  la  especialidad  en  su  época,  y  sus  clíni- 
cas del  hospital  Necker  han  sido  seguidas  por  estudiantes  de  todas  las  par- 
tes del  mundo.  Sus  lecciones  sobre  enfermedades  génito-urinarias  (1881) 
y  sobre  enfermedades  quirúrgicas  de  la  vejiga  y  de  la  próstata  (1888) 
son  sus  obras  más  importantes.  La  litolapaxia  de  Bigelow  ha  sido  perfec- 
cionada por  Thomson  y  por  Guyón,  quien  ha  sido  seguido,  y  tal  vez  so- 
brepujado, por  su  brillante  discípulo  Joaquín  Albakrán  (1860-1912),  otro 
exótico,  nacido  en  Sagua  la  Grande  (Isla  de  Cuba),  que  ha  obtenido  dos 
veces  la  medalla  de  oro  de  la  Facultad  de  Medicina  de  París  ( 1 888-89),  ha 
sido  profesor  agregado  en  1 892,  y  en  su  corta  vida  llegó  a  ser  un  astro  de 
primera  magnitud  como  profesor  y  por  sus  muchas  valiosas  innovaciones 
en  el  diagnóstico  de  las  condiciones  intrapélvicas  de  la  orina.  Sus  trabajos 


230 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


sobre  la  exploración  de  las  funciones  renales  (1905)  y  la  cirugía  de  las 
vías  urinarias  (1909)  son  sus  obras  maestras. 


Otros  cirujanos'franceses  de  nota  son  Charles  Sedillot  (1804-83),  que  llevó  a 
cabo  la  primera  gastrostomía  (1849); :  ,Pa.ul  Berg,er  (l845>).  que  ha  escrito  una 
acabada  monografía  sobre  la  amputación  interescápulotorácica  (1887);  Mathieu  Ja- 
boulay,  que  ha  sido  el  primero  en  describir  la  amputación  interilioabdominal 
(1894)  v  ha  escrito  una  autorizada  monografía  acerca  de  la  cirugía  del  sistema  sim- 
pático V  de  la  glándula  tiroidea  (1900);  Edmond  Delorme  (1847),  que  ha  ideado  la 
operación  de  lá  decorticación  pulmonar  para  el  empiema  crónico  (1894-1901); 
Ulvsse  Trelat  (1828-93),  profesor  del  Hospital  Necker;  Louis  Felix  Terrier  (1837 
a  1908)  y  Louis  X.  E.  L.  Oilier  (1825-1900).  Los  cirujanos  italianos  han  llevado  a 

cabo  algunas  atrevidas  operaciones  en 
el  corazón,  siendo  el  primero  en  este 
campo  Guido  Farina,  que  ha  suturado  el 
ventrículo  derecho  el  8  de  junio  de 
1896  (1).  La  primer  sutura  del  corazón 
seguida  de  éxito  ha  sido  efectuada  por 
L.  Rehn  en  Francfort  am  Main  en  el 
año  1896  (2).  La  cardiolisis  ha  sido 
propuesta  por  Brauer  en  1902.  De  los 
cirujanos  suizos,  Jacques-Louis-Rever- 
din  (1842)  y  Theodor  Kocher  son  famo- 
sos por  sus  operaciones  en  la  glándula 
tiroidea,  y  August  Socin  (1837-99)  por 
su  obra  de  cirugía  militar  (1872), y  su 
estudio  de  las  enfermedades  quirúrgi- 
cas de  la  próstata  (1875). 


Sir  James  Paget  (1814-99),  de 
Great  Yarmouth  (Inglaterra),  gra- 
duado en  el  Hospital  Saint  Bartho- 
lomew, al  que  quedó  adscrito  toda 
su  vida  y  fué  cirujano  sargento  de 
la  reina,  recibiendo  su  baronía  en 
el  año  187 1.  Gran  amigo  de  Vir- 
chow,  Paget  era,  como  Brodie,  un 
eminente  patólogo  quirúrgico,  siendo  sus  mejores  obras  sus  Lectures  on 
Tumours  (185  i),  Surgical  Pathology  (1863),  Clinical  Lectures  and  Essays 
(I875),  el  ('ata logo  del  Museo  Patológico  del  Real  Colegio  de  Cirujanos 
(IS82),  del  que  era  presidente,  y  sus  originales  descripciones  del  eczema 
del  pezón  con  subsiguiente  cáncer  mamario  (1874)  [3]  y  del  desorden 
trófico,  osteitis  deformante  (1877-82)  [4].  I  La  dado  también  una  de  las  pri- 


(  De   un    retrato  de   (ieorge    Richmond). 


(i)     Farina;  Bull.  d.  r.  Accad.  di  We,/.  diRoma,  1896-7;  XXIII,  pág.  248. 

\i)      L  R'lni:  Arrh.    f.    klin.    i  tur.,  Berlín,  1907;  LXXXIII,    páginas  723-778-    El 

,,  ,\,-  Mi  hn  continuaba  viviendo  cuando  él  escribió  su  artículo,  diez  años  y  me- 
dir, despué  •  'i*   haberse  efe<  tuado  la  operación. 

Paget:  St  Barth.  ffosp.  /ú/.,  Londres,  [874;  X,  páginas  87-69. 
(4)      Vfed.-Chir,  Tr.t  Londres,  1876-7,  LX,  pág.  37;  1881-2,  l.W,  pág.  225. 


EL    SIGLO     XIX  231 

meras  notas  sobre  eritromelalgia  (enfermedad  de  Weir  Mitchell),  y  toda  la 
labor  de  su  vida  viene  a  demostrar  cómo  es  posible  que  un  verdadero  ci- 
rujano sea  a  la  vez  un  buen  observador  clínico. 

Sir  Jonathan  Hutchinson  (1828-1913),  de  Selby  (Yorkshire),  también 
procedente  del  Hospital  de  Saint  Bartholomew,  cirujano  del  hospital  de 
Londres  (i 859-83)  y  profesor  de  Cirugía  del  Real  Colegio  de  Cirujanos 
(1879-83);  era  igualmente  un  experto  patólogo  quirúrgico,  y  es  especial- 
mente notable  por  su  descripción  de  los  dientes  incisivos  tallados  en 
muescas  y  a  escoplo  (dientes  de  Hutchinson),  de  la  sífilis  congenita 
(1861)  [i],  de  la  varicela  gangrenosa  (1882)  [2]  y  de  otras  enfermedades 
de  la  piel,  y  por  sus  opiniones  a  propósito  de  las  causas  de  la  lepra,  que 
él  atribuía  a  la  alimentación  por  el  pescado.  Su  nombre  se  encuentra  aso- 
ciado también  con  las  designaciones  de  la  «facies  de  Hutchinson»,  en  la 
oftalmoplejia;  la  «máscara  de  Hutchinson»,  en  la  tabes,  y  la  desigualdad 
pupilar  en  los  casos  de  hemorragia  meníngea,  y  la  «triada  de  Hutchin- 
son» (queratitis  intersticial,  dientes  de  Hutchinson  y  afecciones  del  labe- 
rinto)^  en  la  sífilis,  de  lo  que  él  había  visto  más  de  un  millón  de  casos. 
Sus  Archives  of  Surgery  (1889-99)  consisten  en  diez  volúmenes,  apareci- 
dos periódicamente,  estando  su  contenido  escrito  por  completo  por  él  y 
formando,  en  conjunto,  un  gran  almacén  de  observaciones  clínicas  origi- 
nales, que  pueden  en  la  actualidad  ser  estudiadas  como  las  obras  de  John 
Hunter. 

Sir  William  McEwen  (1848),  de  Rothesay  (Escocia),  profesor  de  Ci- 
rugía de  la  Universidad  de  Glasgow  (1892),  es  notable  por  sus  métodos 
de  osteotomía  para  el  genu-valgum  (1881),  de  cura  radical  de  la  hernia 
inguinal  oblicua  (1887),  de  tratamiento  del  aneurisma  por  la  acupuntura 
(1890),  y  por  su  monografía  sobre  Enfermedades  infecciosas  piogénicas 
del  cerebro  (Pyogenic  Infective  Diseases  of  the  Brain,  1893),  °iue  viene  a 
ser  un  brillante  resumen  de  su  obra  en  la  cirugía  del  cerebro  y  de  la  mé- 
dula espinal. 

Sir  William  McCormac  (1836-1901),  de  Belfast  (Irlanda),  observó  mu- 
chos casos  de  cirugía  militar  en  las  guerras  franco-prusiana  y  turco-ser- 
bia, y  fué  de  los  primeros  en  aplicar  con  éxito  los  principios  de  Listera 
la  cirugía  de  las  articulaciones  y  del  abdomen,  especialmente  en  sus  en- 
sayos quirúrgicos  para   la  ruptura  intraperitoneal  de  la  vejiga  (1886)  [3]. 

Sir  Victor  Horsley  (1857-1916),  de  Kensington  (Inglaterra),  ha  sido 
un  investigador  de  la  cirugía  experimental  y  neurológica,  especialmente 


íl)     Hutchinson:  Brit.  Med.  Jo/iru.,  Londres,  1861;  I,  páginas  515  y  519. 

(2)  McJ-.-Cliir.  Tr.\  Lopdres,  JX81-82;  LXV,  páginas.i  y  11. 

(3)  McCormac:  Lancet,  Londres,  1886;  II,  páginas  1118-1122. 


212 


HISTORIA     DE    LA    MEDICINA 


en  las  operaciones  sobre  las  glándulas  de  secreción  interna  (i 884-86),  el 
cerebro  ( 1 886-90)  y  su  operación  inicial  para  un  tumor  de  la  médula  es- 
pinal (diagnosticado  por  Gowers,  1 888)  [1],  después  de  lo  cual,  como 
dice  Cushing,  «algunos  neurólogos  comenzaron  a  hacer  ellos  su  propia 
cirugía  » . 

Horsley  ha  producido  el  mixcdcma  artificial  en  los  monos  por  tiroidectomía 
(1884);  ha  sido  uno  de  los  primeros  en  operar  los  tumores  hipofisarios,  y  ha  seña- 
lado reglas  para  las  operaciones  de  laminectomía,  craniotomía  y  división  intradu- 
ral del  nervio  en  los  casos  de  neural- 
gia del  trigémino.  Con  Schaefer,  Bee- 
vor  y  otros,  ha  hecho  el  mapa  de  las 
áreas  de  la  corteza  cerebral  (1884-94), 
y  con  Gotch  ha  producido  degenera- 
ciones experimentales  de  las  vías  y  cor- 
dones medulares  (1891).  Su  sugestión 
de  que  el  bozal  puede  favorecer  la  apa- 
rición de  la  rabia  parece  ser  positiva,  y 
bajo  su  inspiración  L.  C.  Wooldridge 
hizo  sus  experimentos  sobre  la  coagu- 
lación de  la  sangre  salina,  que  conduje- 
ron al  uso  de  la  solución  normal  de  sal 
común. 


Sir  Víctor  Hor»ley  (1857- 


Horsley,  que  procedía  de  una  fa- 
milia de  artistas,  era  un  hombre  de 
un  temperamento  agresivo,  caballe- 
resco, con  un  espíritu  exagerada- 
mente vivo.  En  política  era  dogmá- 
tico, autodidáctico,  alguna  vez  algo 
inconsistente,  sin  noción  de  com- 
promiso. Su  oposición  al  empleo 
del  tabaco  y  del  alcohol  estaba  ba- 
sada en  observaciones  y  experiencias  aisladas,  y  aunque  muy  severo  con 
sus  enfermeras,  era  un  ardiente  defensor  del  sufragio  para  la  mujer.  Mu- 
rió por  su  patria:  habiendo  servido  en  Egipto  y  en  Gallipoli,  sucumbió  de 
insolación  en  Mesopotamia. 

Sir  Frederick  Treves  (1853),  de  Dorchester  (Inglaterra),  es  grande- 
mente conocido  por  sus  obras  de  Anatomía  quirúrgica  (1883),  de  obs- 
trucción intestinal  (1884),  de  apendicitis  y  peritonitis,  sus  sistemas  de  ci- 
rugía (1895)  y>  con  Lang,  por  un  diccionario  muy  útil  de  términos  mé- 
dicos alemanes  (1890).  Ha  desempeñado  un  papel  importante  en  la  gue- 
rra del  Transvaal,  ha  escrito  algunos  encantadores  artículos  de  viajes,  y 
realizó  la  operación  de  la  apendicitis  a  Eduardo  VII  en  1902. 


(1)     Sir  W.  R.  Gowcn  and  Horsley:  Med.-Chir.  Tr.,  Londres,  1887-8;  LXXI,  pá- 
ginas 377-430- 


EL     SIGLO     XIX 


233 


Dos  cirujanos  americanos,  cuya  vida  activa  se  extiende  hasta  el  pe- 
ríodo listeriano  son  Bigelow  y  Gross. 

Henry  Jacob  Bigelow  (1816-90),  de  Boston  (Massachusetts),  fué  ciru- 
jano del  hospital  general  de  Massachusetts  (1846)  y  profesor  de  Cirugía 
en  la  escuela  médica  de  Harvard;  ha  sido  el  más  sabio  cirujano  de  New- 
England  durante  toda  su  vida.  Ha  sido  el  primero  en  excindir  la  articu- 
lación de  la  cadera  en  Amé- 
rica (1852)  [i],  y  en  su  mo- 
nografía sobre  la  dislocación 
y  fractura  de  la  cadera 
(1869)  [2],  ha  sido  el  prime- 
ro en  describir  el  mecanismo 
del  ligamento  iliofemoral  o  en 
Y,  haciendo  resaltar  su  im- 
portancia al  reducir  la  luxa- 
ción por  el  método  de  fle- 
xión. Además,  ha  introducido 
el  método  quirúrgico  de  lito- 
lapaxia  o  litotricia  para  la  rá- 
pida evacuación  de  los  cálcu- 
los vesicales  (1878)  [3]. 

Samuel  David  Gross  (1805 
a  84),  de  Easton  (Pensilvania), 
profesor  de  Cirugía  en  Louis- 
ville (Ky.)  [1840-56]  y  en  el 
Colegio  Médico  de  Jefferson 
(Filadelfia)  [1856-82],  ha  sido 
el  más  grande  de  los  ciru- 
janos americanos  de  su  épo- 
ca. Ha  escrito  el  primer  tratado  completo,  en  inglés,  de  Anatomía  pa- 
tológica (1839)  [4],  que  ha  pasado  por  tres  ediciones,  y  era  muy  apre- 
ciado, incluso  por  el  mismo  Vírchow.  Ha  escrito,  además,  un  auto- 
rizado tratado  de  enfermedades  de  los  órganos  génito-urinarios  (1851), 
conteniendo  el  primer  estudio  de  la  distribución  de  los  cálculos  urinarios; 
el  primer  tratado  sistemático  de  los  cuerpos  extraños  en  las  vías  respira- 
torias (1854)  Y  un  importante  sistema  de  cirugía,  en  dos  volúmenes  (1859), 
estando  todas  estas  obras  extensamente  ilustradas.  Gross  ha  inventado 


Samuel  David  Gross  (1805-84) 


(1)  Bigelow:  Am.  Journ.  Med.  Se,  Filadelfia,  1852;  XXIV,  pág.  90. 

(2)  The  Mechanism  of  Dislocation  and  Fracture  of  the  ffi/>.,  Filadelfia,  1869. 

(3)  Rigelow:  Am.  Journ.  Med.  Se,  Filadelfia,  1878;  LXXV,  páginas  1 17-134. 

(4)  Gross:  Elements  of  Pathological  Anatomy,  Boston,  1839. 


234  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

muchos  instrumentos  nuevos,  ha  realizado  experimentos  originales  acerca 
de  los  efectos  de  la  estrangulación  manual  (1836)  y  de  las  heridas  de  los 
intestinos  (1843)  en  los  animales,  ha  disecado  y  descrito  ejemplares  de 
embarazo  molar  (1839),  ha  practicado  la  sutura  profunda  en  los  casos  de 
las  heridas  de  la  pared  abdominal,  ha  realizado  la  laparotomía  por  rotura 
de  la  vejiga  y  de  la  miotomía  por  tortícolis  (1873)  y  ha  sido  el  primero 
en  describir  la  prostatorrea  (1860V  Conocía  bien  la  literatura  de  su  cien- 
cia, y  sus  historias  de  la  cirugía  de  Kentucky  (185 1)  y  de  la  cirugía  ame- 
ricana hasta  el  año  1 876  son  autorizadas  y  seguras  monografías.  Sus  bio- 
grafías de  Drake,  McDowell,  John  Hunter,  Richter,  Paré,  Mott  y  otros 
son  artículos  encantadores.  Gross  era  un  hombre  fuerte,  una  figura  ro- 
busta, con  un  semblante  hermoso  y  bondadoso.  Sus  obras  han  sido  pre- 
miadas, y  la  inscripción  de  su  urna  sepulcral  dice:  «las  flores,  blancas 
como  la  leche,  de  una  vida  sin  mancha».  Tiene  una  estatua  en  el  museo 
médico  militar  de  Washington  D.  C.  Ha  sido  el  más  notable  de  los  mé- 
dicos germano-americanos. 

William  Williams  Keen  (1837),  de  Filadelfia,  profesor  de  Cirugía  del 
Jefferson  Medical  College  (1889- 1 907);  es  autor  de  una  obra  importante 
acerca  de  las  complicaciones  v  secuelas  quirúrgicas  de  la  fiebre  tifoidea 
(1898),  v  ha  sido  un  operador  hábil  y  brillante,  especialmente  en  las  afec- 
ciones cerebrales.  Ha  trabajado  mucho  en  craniotomía  lineal  (1891)  y  en 
la  operación  interileoabdominal  (1904).  Es  bien  conocido  por  su  obra  de 
texto  americana  (1899-1903)  y  por  su  sistema  de  cirugía,  que  son,  proba- 
blemente, las  mejores  obras  de  su  género  en  América.  Entre  sus  ensayos 
históricos,  su  Historia  Antigua  de  la  Anatomía  Práctica  (1870),  es  lo  más 
notable  por  lo  completa  y  por  lo  seguro  de  sus  datos. 

Nicholas  Senn  (T844-19CX)),  de  Buchs  (Suiza),  se  estableció  en  los  Es- 
tados Unidos  en  1852,  graduándose  en  el  Colegio  Médico  de  Chicago 
Ct 868),  llegando  a  profesor  de  Cirugía  del  Rush  Medical  College  de  aque- 
lla ciudad.  Senn  ha  sido  un  cirujano  científico,  profundamente  erudito, 
que'ha  realizado  contribuciones  experimentales  importantes  a  propósito 
del  estudio  de  las  embolias  gaseosas  (1885),  de  la  cirugía  del  páncreas 
(t886),  de  las  heridas  por  arma  de  fuego  y  de  las  anastomosis  intestina- 
les, en  la  realización  de  las  cuales  ha  introducido  el  uso  de  las  placas  de 
hueso  decalcifícado.  Era  indudablemente  un  gran  maestro  en  la  cirugía 
intestinal,  especialmente  en  el  tratamiento  de  la  apendicitis.  Ha  inventado 
un  1  roced  i  miento  de  descubrir  la  perforación  intestinal  por  medio  de  la 
insuflación  con  hidrógeno  (^ T 888),  y  ha  sido  el  primero  en  aplicar  los  ra- 
yos Rontgen  al  tratamiento  de  la  leucemia  (1903).  Senn  ha  desempeñado 
un  importante  papel  en  la  guerra  hispano-americana;  ha  fundado  la  Aso- 
ciación c\r  Cirujanos  militaras  de  los  Estados  Unidos  (1891),  y  a  su  muer- 


EL     SIGLO     XIX  235 

te  ha  dejado  una   buena  colección  de  libros   de   medicina  a  la  biblioteca 
de  Newberry,  y  otros  generosos  legados  a  la  ciudad  de  su  adopción. 

Otros  notables  cirujanos  americanos  del  período  listeriano  son:  D. Ha- 
yes  Agnew  (1818-92),  de  Filadelfia,  profesor  de  Cirugía  de  la  Universidad 
de  Pensilvania,  que  se  hizo  notable  en  el  caso  del  presidente  Garfield  y 
era  uno  de  los  pocos  cirujanos  que  practicaban  a  la  vez  la  Medicina  y  la 
Cirugía;  John  Thompson  Hodgen  (1826-82),  de  Kentucky,  que  inventó 
muchos  instrumentos  y  aparatos,  especialmente  sus  vendajes  alambrados 
de  suspensión  para  las  fracturas  del  fémur  y  del  antebrazo,  que  siguen 
usándose  todavía;  Henry  Orlando  Marcy  (1837),  de  Otis  (Massachusetts), 
que  ha  aplicado  las  ligaduras  antisépticas  en  la  cura  radical  de  la  hernia 
(1878)  y  ha  escrito  importantes  tratados  de  la  hernia  (1889)  y  sobre  la 
cirugía  del  periné  (1889);  Robert  Fulton  Weir  (1838),  de  New- York,  que 
ha  trabajado  mucho  en  cirugía  visceral  y  articular;  Charles  McBurney 
(l845-l9I3),de  Rosbury,que  ha  descubierto  el  «punto  deMcBurney»como 
un  signo  de  la  intervención  quirúrgica  en  la  apendicitis  (1889);  Lewis  A. 
Stimson  (1844),  de  Paterson  (N.  J.),  autor  de  tratados  de  fracturas  y  lu- 
xaciones (1899),  de  cirugía  operatoria  (1900)  y  de  perfeccionamientos  en 
en  la  cirugía  ginecológica;  Lewis  Stephen  Pilcher  (1845),  de  Abrían  (Mi- 
chigan), editor  de  los  Annals  of  Surgery  (1885);  Robert  Abbe  (185 1),  de 
la  ciudad  de  New- York,  que  ha  introducido  los  anillos  de  catgut  en  las 
anastomosis  y  suturas  del  intestino  (1892);  Frank  Hartley  (1856-1913),  de 
Washington,  que  ideóla  neurectomia  intracraneal  déla  segunda  y  tercera 
ramas  del  quinto  par  como  tratamiento  de  la  neuralgia  del  trigémino 
(1892);  George  Michael  Edebohls  (1853-1908),  de  New- York,  que  ha  idea- 
do la  operación  de  la  descapsulación  renal  para  los  casos  de  nefritis  cró- 
nica y  de  eclampsia  puerperal ( 1 901);  George  Ryerson  Fowler  (1848- 1 906), 
que  fué  el  primero  en  efectuar  la  toracoplastia  (1893);  Arpad  G.  Gerster 
(1848),  de  Kassa  (Hungría),  autor  de  un  antiguo  tratado  de  cirugía  asép- 
tica y  antiséptica  (1888);  Roswell  Park  (1852-1914),  de  Pomfret  (Connec- 
ticut), notable  en  el  caso  del  presidente  McKinley  y  autor  de  una  obra  de 
texto  de  Cirugía  (1896)  y  de  una  atractiva  Historia  de  la  Medicina  (1897); 
Robert  T.  Morris  (l857)>  de  Seymour  (Connecticut),  autor  de  muchos  per- 
feccionamientos técnicos  y  de  originales  ideas;  William  B.  Coley  (1862), 
de  Westport  (Connecticut),  que  ha  inventado  el  tratamiento  de  los  sarco- 
mas inoperables  con  la  mezcla  de  toxinas  del  estreptococo  de  la  erisipela 
y  del  Bacillus  prodigiosus  (1891-191 1)5  y  los  hermanos  Charles  Horace  y 
William  James  Mayo,  de  Minnesota,  autores  de  muchos  acertados  perfec- 
cionamientos en  la  cirugía  visceral,  cuyos  geniales  método  y  sistema  en 
su  hospital  de  Rochester  (Minn.)  han  transformado  la  Cirugía  en  una  cien- 
cia ca.si  tan  segura  y  exacta  como  la  teneduría  de  libros. 


236 


HISTORIA     DE     LA    MEDICINA 


Notables  en  la  cirugía  ortopédica  y  plástica  son  Frank  Hastings  Hamil- 
ton (1813-87),  de  Wilmington  (Vermont),  que  ha  investigado  el  problema 
de  los  injertos  cutáneos  en  el  tratamiento  de  las  úlceras  (1854)  Y  na  es" 
crito  un  importante  tratado  de  fracturas  y  luxaciones  (i860),  y  Louis- Al- 
bert-Sayre  (1820-1900),  de  New-Jersey,  que  ha  efectuado  la  segunda  ex- 
cisión de  la  articulación  de  la  cadera  en  América  (1855)  y  ha  inventado  el 


Sir  Thomas  Spencer  Wells  (1818-97) 


método  de  suspensión  en  un  corsé  de  escayola,  como  tratamiento  del  mal 
dePott  (1877). 

La  ginecología  del  período  post-listeriano  ha  constituido, esencialmen- 
te, un  brillante  desenvolvimiento  de  los  principios  quirúrgicos,  que  han 
sido  establecidos  por  McDowell,  Sims,  Emmet  y  Battey,  en  América; 
Koeberlé,  en  Francia;  Gustav  Simon,  en  Alemania,  y  sir  Thomas  Sfencer 
Wells  (1818-97),  en  Inglaterra.  Este  último,  uno  de  los  más  grandes  ova- 
riotomistas,  era  natural  de  Saint  Albans  (Hertfordshire),  discípulo  de  Sto- 
kes y  Graves  en  Dublin,  y  de  Travers  en  Londres.  Después  de  haber  pres- 
tado servicio  por  espacio  de  siete  años  como  cirujano  en  la  Marina  real, 
incluyendo  la  experiencia  de  la  guerra  de  Crimea,  se  estableció  en  Lon- 
dres, y  en  1 858  llevaba  a  cabo  su  primera  afortunada  ovariotomía,  que  fi_é 
seguida  de  una  larga  serie  de  favorables  resultados  con  la   misma  opera- 


EL     SIGLO    XIX 


237 


ción.  Una  fortuna  fenomenal  acompañaba  a  todos  sus  perfeccionamientos 
en  la  técnica,  y  en  muy  pocos  años  llegó  a  ser  conocido  de  todos  sus  co- 
legas y  buscado  por  las  enfermas  de  todas  partes  del  mundo  como  un 
operador  absolutamente  seguro  de  los  padecimientos  del  ovario.  Su  labor 
se  ha  encontrado  resumida  en  su  tratado  de  Diseases  on  the  Ovaries 
(1865-72).  Ha  sido  profesor  de  Cirugía  y  de  Anatomía  patológica,  presi- 
dente del  Real  Colegio  de  Cirujanos  y  cirujano  de  la  real  familia,  recibien- 
do el  título  de  barón  en  1883. 
Otro  ginecólogo,  de  mayores 
atrevimientos  y  de  éxitos  igual- 
mente grandes,  era  Robert  Law- 
son  Tait  (1845-99),  de  Edim- 
burgo, que  se  estableció  en  Bir- 
minghan  en  1 87 1  y  convirtió  la 
ciudad  en  otra  Meca  para  las  en- 
fermas que  iban  en  busca  de  una 
intervención  operatoria.  Los  éxi- 
tos de  Tait  en  Cirugía,  como  se 
ve  por  sus  estadísticas,  eran  real- 
mente maravillosos.  Llevó  a  cabo 
las  ovariotomías  (i)  y  otras  in- 
tervenciones abdominales  por 
millares,  con  muy  pocas  defun- 
ciones, aunque  era,  por  extraño 
que  parezca,  un  violento  y  hasta 
cruel  adversario  de  Lister,  ne- 
gándose a  ver  ninguna  relación 
causal  entre  las  bacterias  y  las 
enfermedades  y  exponiendo, 

con  un  exagerado  desdén,  el  hecho  de  que  nunca  había  empleado  nin- 
guna precaución  antiséptica  en  sus  operaciones,  aparte  de  la  sencilla 
limpieza. 

El  secreto  de  sus  éxitos  era  indudablemente  su  maravillosa  habilidad, 
y  además  el  empleo  del  agua  hervida  para  los  lavados  del  abdomen, 
lo  que  constituye,  indudablemente,  un  método  aséptico. 


Lawson  Tait  (1845-99) 


(1)  Tait  llevó  a  cabo  su  primer  o variotomía  el  29  de  julio  de  1868;  extirpó  el 
ovario  por  un  absceso  el  2  de  febrero  de  1872;  extirpó  los  anejos  uterinos  para 
detener  el  crecimiento  de  un  mioma  hemorrágico  el  i.°  de  agosto  de  1872;  realizó 
su  primer  histerectomía  por  mioma  en  1873;  extirpó  un  hematosalpinx  el  21  de 
junio  de  1876;  hizo  su  primer  colecistotomía,  y  extirpó  su  primer  piosalpinx  e  hi- 
drosalpinx  en  1879,  e  hizo  una  afortunada  operación  por  rotura  de  un  embarazo 
tubario  el  17  de  enero  de  1883.  „ 


238  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

Tait  efectuó  la  primera  operación  afortunada  para  la  ruptura  de  un 
embarazo  tubario  (17  enero  1883),  que  ha  sido  la  primera  labor  de  pato- 
logía y  tratamiento  del  hematocele  pelviano,  y  en  sus  Lectures sobre  este 
asunto  (1888)  [ij  hace  notar  que  el  primer  tratado  autorizado  sobre  él 
embarazo  extrauterino  ha  sido  escrito  por  John  S.  Parry  (1843-76),  de 
Filadelfla  (1876).  En  1879,  Tait  excindía  los  ovarios  normales  (2)  con 
arreglo  a  las  indicaciones  establecidas  por  Battey  (1872-73);  pero  hacía 
constar  que  en  ninguno  de  sus  casos  estaban  normales  los  anejos  uteri- 
nos. Esta  operación,  con  la  similar  de  Alfred  Hegar  en  1877,  desarrolla- 
ron, como  dice  Kelly,  «todo  el  campo  de  las  operaciones  pélvicas  para 
enfermedades  de  los  órganos  que  no  fueran  los  grandes  tumores  ováricos 
y  fibroideos».  «Los  flegmones  periuterinos  de  Emmet  y  Thomas  llegaron 
a  ser  reconocibles  como  inflamaciones  y  abscesos  tubarios. »  En  1879, 
Tait  llevó  a  cabo  la  colecistotomía  y  la  excisión  del  hydrosalpinx  y  del 
piosalpinx,  ideó  la  operación  para  restaurar  la  desgarradura  del  periné  y 
los  métodos  de  dilatación  del  cuello  y  de  reponer  el  útero  desviado. 
En  1880  realizó  la  hepatotomía,  y  en  1 88 1  inventó  la  operación  especial 
para  la  excisión  de  los  anejos  del  útero,  asegurando  el  pedículo  por  me- 
dio de  una  ligadura  de  seda,  con  el  «lazo  de  seguridad*  (3),  de  su  inven- 
ción. Su  método  de  flap-splitting  o  de  reparación  plástica  del  periné  cons- 
tituye una  valiosa  innovación  (1879)  [4J;  pero  no  fué  adoptada  en  Amé- 
rica hasta  largo  tiempo  después.  Tait  ha  dejado  interesantes  resúmenes 
de  conclusiones  a  propósito  de  sus  estadísticas  operatorias,  tratados  de 
enfermedades  de  los  ovarios  (1873)  y  de  las  enfermedades  de  la  mujer 
(1879-89),  y  ensayos  altamente  originales  sobre  el  rapto  y  otros  asuntos 
relacionados  con  la  jurisprudencia  médica.  En  todas  estas  producciones 
se  revela  Tait  como  un  escritor  impetuoso,  eficaz,  frecuentemente  basto, 
pero  siempre  ameno. 

De  entre  las  más  notables  innovaciones  de  la  ginecología  operatoria  debemos 
mencionar  los  diferentes  métodos  de  enuclear  los  tumores  uterinos,  ideados  por 
Eugenr  Koéberlé  '1864),  August  Martín  (1876),  Karl  Schroder  (1877-84)  y  Vincenz 
Czerny  (1881);  de  excindir  el  Ateto,  porWilhelm  Alexander  Freund  (1878),  Vinzenz 
•Czerny  (1878),  Benjamín  Franklin  I3aer(i892),  Fernand  Henrotin  (1892),  Jean-Louis 
Faure  (1897)  y  Ernst  Wertheim  (1900);  los  perfeccionamientos  de  la  miomectomía, 
por  Henry  O.  Marey  ( 1881),  Joseph  Price  (1886),  Lewis  A.  Stimson  (1889),  Joseph 
R.  Eastman  (18891,  William  M.  Polk  (1889)  y  Florián  King  (1894);  del  tratamiento  de 
los  desplazamientos  ateridos;  por  James  Alexander  Adams,  y  Williams  Alexan- 
der  (1882),  Robert  (  Mshausen  (1886),  Howard  A.  Kelly  (1887),  y  George  Michael 
Edebohls   ( 1 90 1 ).    La    invención    del    modelo   de    pingas  hemostáticas,  por  Eugene 


1       lait:  LectUí  es  on  I  ctopic  Pregnancy  and  Pelvic  Haematócele.  Birminghan,i88á. 
lint    Mr.i  Journ.,  Londres,  1S81;  I,  pág.  766. 
íbidem,  1881;  I ."  j>áu  1()(>- 

I        ()/>/.    1  •urn.  Or.  ¡int.,  Londres,  1879-80;    Vil,    páginas    585-588;    tírtt.  Cy- 
nacc.  Journ.,  Londres,  1887-8;  ill,  pág.  ^66;  1892,  VII,  pág.  195. 


EL     SIGLO    XIX  239 

Koeberlé  (1865);  sus  métodos  de  liberar  las  adherencias,  de  morcellement  al  eiui- 
clear  los  fibronas  (1865);  de  retraer  el  pedículo  en  los  quistes  ováricos  (pedicule 
perdu)  y  del  drenaje  pelviano,  constituyen  grandes  adelantos  en  la  técnica  operato- 
ria. La  posición  operatoria  (elevación  de  la  pelvis),  ideada  por  Friedrich  Trende- 
lenburg (1890),  ha  constituido  otro  positivo  períeccionamiento.  La  técnica  de  la 
operación  cesárea  ha  sido  perfeccionada  por  Ferdinand  Adolph  Kehrer  (1882),  y 
especialmente  por  Max  Sanger  (1882),  Edoardo  Porro  (1876),  que  fué  el  primero 
que  realizó  la  operación  cesárea  con  excisión  del  útero  y  de  los  anejos  (1876),  y  Al- 
fred Dührssen,  que  inventó  la  operación  por  la  vía  vaginal  (1898).  La  excisión  de 
la  vagina  ha  sido  llevada  a  cabo  por  Robert  Olshausen  (1895);  Ia  reforma  plástica 
de  la  vagina,  por  Alwin  Karl  Mackenrodt  (1876),  y  una  operación  de  colgajo  para 
la  atresia  vaginal,  por  George  Henry  Noble  (1900).  La  operación  cesárea  en  el  caso 
de  convulsiones  puerperales  ha  sido  aconsejada  por  Tjalleng  Halbertsma  (1889). 
La  pubiotomía  como  sustitutiva  de  la  sinñsiotomía  va  asociada  al  nombre  de  Leo- 
nardo Gigli  (1902).  El  embarazo  extra-uterino  ha  sido  estudiado  por  John  S.  Parry 
(1876);  por  Lawson  Tait,  que  llevó  a  cabo  la  primera  operación  tubaria  que  tuvo 
éxito  (1883);  por  Richard  Werth  (1887),  Joseph  Eastman  (1888), Joseph  Price  (1890), 
John  Clarence  Webster  (1892)  y  B.J.  Kouwer,  que  fué  el  primero  en  describir  el 
embarazo  ovárico  (1897). 

Mucha  parte  de  la  historia  de  la  Ginecología  de  los  tiempos  modernos  ha 
sido  descrita  por  Priestley  como  una  serie  de  «locuras»,  como  una  tendencia  a 
seguir  las  modas  predominantes.  Primeramente  existió  la  locura  de  los  desplaza- 
mientos uterinos,  cuando  Grayley  Hewitt  (en  Inglaterra),  Velpeau  (en  Francia)  y 
Hodge  (en  América)  defendían  la  causa  del  pesario  romo  tratamiento  del  dolor 
lumbar  o  dolor  pelviano,  y  casi  todos  los  ginecólogos  inventaron  pesarios,  o,  cuan- 
do menos,  modihcaron  alguno  de  los  existentes;  estando,  entretanto,  los  infortuna- 
dos úteros,  como  dice  AllDutt,  «o  empalados  en  un  vastago,  o  colgados  de  una  per- 
cha». La  locura  de  la  celulitis  pelviana  ha  tenido  su  origen  en  el  hecho  de  que,  en 
¡857,  Gustave  Bernutz  encontró  un  caso  de  absceso  periuterino  debido  a  la  infla- 
mación del  tejido  celular  pélvico,  después  de  lo  cual  Bernutz  y  Goupil  publicaron 
su  famosa  memoria  sobre  la  celulitis  pelviana  (1862).  Este  punto  de  vista  de  la  pa- 
tología pelviana  fué  ampliamente  aceptado  hasta  que  Gaillard  Thomas,  en  1880,  le 
censuró,  demostrando  que  muchas  de  las  alegadas  como  celulitis  son  realmente 
peritonitis,  y  que  el  primer  padecimiento  es  muy  poco  frecuente  en  las  vírgenes. 
De  la  misma  manera,  la  ooforectomía,  clitoridectomía,  inflamación  de  la  cavidad  y 
del  cuello  uterinos,  excisión  del  útero  y  de  sus  anejos,  operaciones  para  losemba- 
razos  extrauterinos  y  operaciones  cesáreas,  todo  ha  tenido  su  época,  de  acuerdo 
con  los  dictados  de  la  moda.  Entretanto  se  iban  publicando  obras  substanciales 
desde  el  punto  de  vista  de  la  Patologia,  por  C.  A.  Ruge  y  Johann  Veit,  que  descri- 
ben las  erosiones  del  cuello  uterino  (1877);  por  A.  J.  C.  Skene,  sóbrelas  glándulas 
parauretrales  (1880),  por  August  Breisky,  sobre  kraurosis  de  la  vulva  (1885),  por 
Max  Sanger,  sobre  el  sarcoma  decidual  del  útero  y  otros  tumores  deciduales  (1889 
a  l893);  por  J.  Whitridge  Williams,  sobre  el  cistoma  papilar  del  ovario  (1891)  y  el 
ieciduoma  maligno  (1895);  Por  Thomas  S.  Cullen,  sobre  el  hidrosalpinx  (1895),  el 
cáncer  del  útero  (1900),  adenomioma  del  útero,  (1908)  y  enfermedades  del  ombligo, 
y  por  Georg  Winter,  sobre  diagnóstico  ginecológico  (1896).  La  importancia  de  la  go- 
norrea latente  en  la  mujer  ha  sido  puesta  de  manifiesto  por  Emil  Noeggerath  (1872), 
y  el  asunto  general,  desarrollado  por  Ernst  von  Bumm  (1885),  Max  Sanger  (1889)  y 
Ernst  Wertheim  (gonorrea  uterina  y  vesical,  1895-96).  El  tratamiento  de  los  tumo- 
res uterinos  por  el  galvanismo  ha  sido  ideado  por  Ephaim  Cutter  (1874)  y  Ia  faradi- 
zación  ha  sido  primeramente  empleada  por  Ceorges  Apostoli  (1884)  [1]. 

Howard  Atwood  Kelly  (1858),  de  Filadelfia  (2),  profesor  de  Ginecolo- 
gía de  la   Universidad  de  Pensilvania  (1888)  y  de  la  Universidad  de  John 


(1  j     Para  las  referencias  bibliográficas  de  la  Ginecología  moderna,  véase  el  In- 
dex Catalogue,  Surgeon  General's  Librai-y,  191 2;  dos  series;  XVII,  páginas  163-166. 
(2)     i\ acido  en  Camden  (New-jersey;. 


240 


HISTORIA    DE    LA    MEDICINA 


Hopkin  (1889)  y  fundador  del  Hospital   Kensington,  en  Filadelfia,  es  re- 
conocido como  la  principal  autoridad  en  América  de  su  especialidad. 

Ha  sido  de  los  primeros  en  emplear  la  anestesia  por  la  cocaína  (1884)  en  el  tra- 
tamiento de  la  retroflexion  del  útero  par  suspensión^),  en  idear  las  operacio- 
nes de  la  nefraureterectomía,  nefraureterocistectomia,  bisección  vertical  del  útero 
en  la  histerectomía,  bisección  de  fibromas  y  tumores  ováncos,  bisección  horizontal 
del  cuello,  para  tumores  e  inflamaciones  del  mismo,  y  la  apendicectomia  ideal,  los 
procedim  entos  de  examen  aeroscópico  de  la  vejiga  y  cateterismo  de  los  uréteres, 
exploración  del  recto  v  de  la  flexura  sigmoidea,  diagnóstico  de  los  cálculos  urete- 
rals y  renales  con  bujías  guarnecidas  de  cera,  diagnóstico  de  la  hidronefrosis  por 
noi  inyección  y  apreciación  de  la  capacidad  de  la  pelvis  renal,  operaciones  del  ri- 
ñon a  través  del  triángulo  lumbar  superior,  tratamiento  de  los  tumores  malignos 
por  el  radio  v  varios  perfeccionamientos  en  el  tratamiento  de  las  fistulas  vesicova- 
einales  Es  el  inventor  del  almohadillado  Kelly  y  de  nuevos  espéculos  rectales  y 
Vesicales,  y  sus  Ginecología  operatoria  (1898)  y  Ginecología  médica  (1908),  ambas  ilus- 
tradas por  Max  Brüdel,  comprenden  todos  los  adelantos  en  esta  ciencia,  siendo  los 
mejores  tratados  americanos  de  esta  especialidad  en  esta  época. 

Es,  además,  conocido  por  sus  notables  contribuciones  históricas  a  pro- 
pósito'del  hipnotismo,  de  la  Ginecología  en  América,  de  la  apendicitis,  de 
la  fístula  vesicovaginal,  de  la  botánica  médica,  de  las  ilustraciones  en  Me- 
dicina y  de  biografía  médica  americana  (1912).  Su  Stereo-Clinic  (1910-13) 
es  un  recuerdo  fotográfico  permanente  de  los  procedimientos  quirúrgicos 

modernos. 

La  tendencia  de  la  Ginecología  moderna  a  llegar  a  fundirse  dentro  de 
la  cirugía  general  del  abdomen  ha  sido  ingeniosamente  señalada  por  Kelly 
del  modo  siguiente: 

.La  cuestión  vital  que  en.la  actualidad  afecta  a  la  Ginecología  es  la  siguiente: 
Está  ella  destinada  a  permanecer  doncella  toda  la  vida?  Nosotros  la  vemos;  de  una 
Darte  se  ve  cortejada  por  su  antepasada  la  Obstetricia,  que  trata  de  arrastrarla  una 
ve! :  má™  SanzaPimpía  v  estéril,  destinada  a  despojarla  ^  su  virilidad  a  ser 
balanceada  todo  el  resto  de  sus  días  en  inocentes  ociosidades  en  la  cum  obstétn 
ca  chupando  el  envejecido  dedo  ancestral  con  la  vana  esperanza  de  un  alimento 
co  apologías  mezcladas  de  metáforas);  del  otro  lado,  nosotros  la  vemos  solicitada 
por  un  vigoroso  varonil  pretendiente,  la  Cirugía  general,  tratando  de  halagarl ,  por 
Sa  promesa  de  la  autonomía  en  su  propia  casa,  bajo  su  propio  nombre,  borrando  su 
identidad.» 

Aunque  la  antisepsia  y  hasta  la  misma  asepsia  haya  sido  llevada  a  la 
Obstetricia  antes  de  la  época  de  Lister,  los  principios  no  comenzaron  a 
ser  tomados  en  cuenta  hasta  que  tanto  los  cirujanos  como  los  tocólogos 
comenzaron  a  lavarse  las  manos  en  disolución  de  ácido  fénico  o  de  subli- 
mado El  primero  en  emplear  la  solución  fenicada  en  la  Obstetricia  ha 
sido  Etienne-TARNIBR,  de   París  (1881)  [i],  el   inventor  del   bien  conocido 


(1) 


1  arnier:  Ir.  Interna*.  Med.  ( <mgr.t  Londres,  1881;  IV,  pág.  390. 


EL    SIGLO    XIX  241 

fórceps  de  tracción  por  el  eje  (1877)  [i],  y  el  introductor  de  la  dieta  láctea 
durante  el  embarazo. 

Importantes  características  del  período  preantiséptico  son:  la  inducción  artifi- 
cial al  parto  prematuro,  por  Cari  Wenzel  (1804);  el  uso  del  cornezuelo  de  centeno, 
por  John  Stearns,  de  Massachusetts  (1808);  la  indicación  de  usar  el  agua  clorurada 
para  prevenir  la  conjuntivitis  infantil,  por  Gottfried  Eisenmann  (1830);  la  afirma- 
ción de  la  contagiosidad  de  la  fiebre  puerperal,  por  Holmes  (1843)  y  Semmelweiss 
(1847-61);  el  primer  hallazgo  de  la  orina  albuminosa  en  relación  con  las  convulsio- 
nes puerperales,  por  John  C.  W.  Lever,  del  Guy's  Hospital  (1843)  [2];  la  maniobra 
de  Credé  (1854);  la  invención  de  la  versión  cefálica  combinada,  por  Marmaduke 
Burr  Wrigt,  de  Ohio  (1854),  y  de  la  versión  podálica  combinada,  por  Braxton  Hicks 
(1864).  En  la  primera  parte  del  siglo,  las  dos  matronas  francesas  Mme.  Boivin 
(1773-1841)  y  Mme.  La  Chapelle  (1769-1821)  publicaron  notables  tratados  de  Obs- 
tetricia^ 18 12  y  1821-25).  El  libro  de  Mme.  La  Chapelle,  con  sus  deducciones  estadís- 
ticas de  40.000  casos  de  partos,  tuvo  la  buena  consecuencia  de  establecer  una  nor- 
ma t>  canon  de  procedimiento  obstétrico  apropiado.  Fueron  seguidas  de  otras 
obras,  como  las  de  Velpeau  (1829),  Cazeaux  (1840)  y  Dubois  (1849),  en  Francia; 
Caspar  von  Siebold  (1841),  Michaélis  (1842),  Kiwisch  (185 1),  Scanzoni  (1852),  y  Cari 
Braun  von  Fernwald  (1857),  Otto  Spiegelberg  (1858),  en  Alemania  y  Austria;  Fleet- 
wood Churchill  (1834)  y  Francis  Henry  Ramsbotham  (1841),  en  Inglaterra;  W.P.  De- 
wees  (1824),  Charles  D.  Meigs  (1849),  Hugh  L.  Hodge  (1864)  y  W.  T.  Lusk  (1882), 
en  America.  El  mejor  tratado  reciente  de  América  es  el  de  John  Whitridge  Wil- 
liams (1903). 

Estudios  morfológicos  de  la  pelvis  deformada  y  de  deformidades  de  la  columna 
vertebral,  en  relación  con  la  dificultad  del  trabajo  del  parto,  han  sido  hechos  casi 
exclusivamente  por  los  tocólogos  alemanes.  La  pelvis  contraída  oblicua  (pelvis  de 
Naegele)  fué  primeramente  descrita  por  Franz  Cari  Naegele  (1839),  y  la  pelvis 
ovoide  oblicua,  por  Cari  C.  T.  Litzmann  (1853),  incluyendo  en  ella  las  formas  coxál- 
gica,  escoliótica  y  cifoescoliótica.  La  pelvis  estrecha  recta,  debida  a  un  defecto  en 
el  desarrollo  del  sacro,  es  descrita  por  Robert  (1842).  La  pelvis  osteomalácica  ha 
sido  primeramente  observada  por  William  Hunter  y  descrita  por  Stein  el  joven. 
El  tipo  raquítico  o  pseudoosteomalácico  es  descrito  por  Smellie,  Sandifort  y  Stein 
el  joven  y  designado  con  el  nombre  actual  por  Michaélis  (1 851).  La  pelvis  espondi- 
lolistética  ha  sido  descrita  por  Rokitansky  (1839)  y  cuidadosamente  estudiada  por 
Kilian  como  «pelvis  obtecta»  (1854).  Rokitansky  ha  introducido,  además,  el  térmi- 
no «pelvis  cifótica».  Baudelocque  ha  sido  el  primero  en  observar  y  describir  la  pel- 
vis deformada  en  embudo.  La  pelvis  espinosa  ha  sido  descrita  y  representada  por 
Kilian  en  1854,  al  paso  que  Michaélis  y  Litzmann  eran  los  primeros  en  estudiar  la 
pelvis  aplastada  (pelvis  plana  de  Deventeri)  y'sus  variedadas  raquíticas.  La  separa- 
ción congenita  de  la  sínfisis  pubiana  ha  sido  observada  por  Bonnet  (1724)  y  Crevé 
(1795)  y  descrita  por  Litzmann  (1861).  Todas  estas  diferentes  variedades  han  sido 
cuidadosamente  descritas  por  Gustav  Adolf  Michaélis  (i 798- i 848)  en  su  Das  enge 
Becken  (185 1)  y  por  Carl  Conrad  Theodor  Litzmann  en  Die  Formen  des  Bec- 
kens  (1 86 1). 

Después  de  Semmelweiss.  los  más  notables  de  los  tocólogos  moder- 
nos han  sido  Simpson,  Credé  y  Braxton  Hicks. 

Sir  James  Young  Simpson  (1811-1870),  de  Bathgate  (Escocia),  fué  pro- 
fesor de  Obstetricia  en  Edimburgo  (1840),  y  muy  pronto  adquirió  una 
práctica  extraordinaria  por  su  gran  habilidad  y  su  fascinadora  personali- 
dad. Ha  sido  el  primero  en  emplear  el  cloroformo  durante  el  trabajo  del 


(1)  Ann.de  Gynec,  París,  1877;  VII,  páginas  241-261. 

(2)  Lever:  Guy's  Hosp.  Rep.>  Londres,  1843,  2  s.;  I,  páginas  495-517- 

Historia  di  t,a  Mbdioisa.  —  Tomo  II  16 


242 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


parto  (1847),  creándose  por  este  hecho  un  gran  nombre  en  la  historia  de 
la  ciencia.  Ha  ideado  las  suturas  con  hilo  de  hierro  (1858),  los  fórceps  obs- 
tétricos largos,  la  acupresura  (1860-64)  y  muchas  nuevas  «habilidades*  en 
Ginecología  y  Obstetricia,  tales  como  la  sonda  uterina  (1843),  los  tallos 
de  esponja,  la  dilatación  del  cuello  con  fines  diagnósticos,  los  «dolores  de 
Simpson»  en  el  cáncer  uterino  (1863)  y  la  versión  en  los  casos  de  defor- 
midad de  la  pelvis.  Sus  memorias  sobre  patología  fetal  y  hermafroditis- 
mo son  notables;  ha  hecho,  además, 
valiosas  contribuciones  a  la  Arqueolo- 
gía y  a  la  historia  de  la  Medicina,  es- 
pecialmente a  propósito  de  la  lepra  en 
Escocia  (1841-42).  Ha  ideado  el  sjste- 
ma  de  pabellones  hospitalarios,  y  con 
sus  investigaciones  estadísticas  sobre 
los  resultados  de  Jas  operaciones  im- 
portantes (Hospitalism,  1869)  ha  he- 
cho mucho  para  mejorar  el  estado  de 
los  hospitales.  Aunque  con  algún  to- 
que de  fanatismo  religioso,  que  se 
debe  tomar  en  cuenta  en  su  oposición, 
algo  beata,  a  Lister,  ejercía  una  mara- 
villosa influencia  en  sus  enfermas,  y 
era,  a  pesar  de  todo,  una  de  las  nota- 
bles personalidades  de  su  época. 

Carl  Siegmund  Franz  Credé  (1819 
a  92),  de  Berlín,  director  de  las  clí- 
nicas obstétrica  y  ginecológica  de  la 
Charité  (1852)  y  profesor  de  Obste- 
tricia en  Leipzig,  ha  ideado  dos  cosas  de  capital  importancia  en  los  pro- 
cedimientos obstétricos:  el  método  de  expulsión  de  la  placenta  por  expre- 
sión manual  externa  (1854-60)  [i]  y  la  profilaxia  de  la  conjuntivitis  infantil 
fgonocócica)  por  la  instilación  en  los  ojos  del  recién  nacido  de  la  disolu- 
ción de  nitrato  de  plata  (1884)  [2].  Ha  sido  editor  del  Monatsschrift  für 
Geburtskundé  1  1S53-69)  y  del  Archiv  für  Gynákologie  (1870-72).  Era  un 
admirable  maestro  y  un  buen  organizador,  habiendo  fundado  las  policlí- 
nicas obstétrica  y  ginecológica  de  Leipzig.  Las  dos  innovaciones  a  que  va 


Sir  James  ¥oh  i  ^i  1-70) 


1  Iredé:  Klin.  Vortr  über  Geburishülfts  Berlín,  1854;  páginas  599-603. 

Die  Verhütung  der  \ugenentzündun$  der  Ntugeborcnen  (etc.),  Berlín,  i88j| 
Precedida  por  la  recomendación  de  Gottfried  Eisenmann  del  agua  clorada  en  1830 
Ja»  obi). 


! 


EL     SIGLO     XIX 


¿43 


asociado  su  nombre  le  hacen  acreedor  a  la  gratitud  eterna  del  género 
humano. 

John  Braxton  Hicks  (i 82 5-97)»  de  Londres,  un  famoso  maestro  de 
Londres,  que  desempeñó  puestos  muy  honoríficos,  ha  hecho  época  en  la 
historia  de  los  procedimientos  obstétricos  por  la  invención  de  la  versión 
podálica  combinada  con  manipulaciones  externas  e  internas  (1863)  [i], 
que  forma  una  continuidad  a  través  de  la  edades  con  el  famoso  trabajo 
de  Ambrosio  Paré.  La  prioridad 
de  Hicks  ha  sido  discutida  en  fa- 
vor de  Marmaduke  Burr  Wright, 
que,  por  lo  menos,  empleaba  o  re- 
comendaba las  maniobras  exter- 
nas en  la  versión  cefálica  (1854). 
Las  observaciones  de  Hicks  res- 
pecto del  estado  del  útero  en  las 
distocias  (1867)  [2]  y  sobre  las 
hemorragias  accidentales  ocul- 
tas (1872)  [3],  son  también  muy 
apreciadas  por  los  prácticos  de 
este  arte. 

En  el  período  post-antiséptico, 
Adolf  Gusserow  (1836- 1906)  describe 
la  anemia  perniciosa  del  embarazo 
(1872);  Christian  Wilhelm  Braune 
(1831-92)  estudia  el  embarazo  en  cor- 
tes congelados  (1872);  Gustav  Adolf 
Walcher  (1856)  idea  la  postura  en 
suspensión  (Hánge  lage)  durante  el 
curso  del  parto  normal  (1889);  L.  M. 
Bossi  idea  la  determinación  del  par- 
to prematuro  por  dilatación  forzada 

del  cuello  (1892);  Albert  Doderlein  estudia  la  relación  délas  secreciones  vaginales 
con  la  fiebre  puerperal  (1892);  Fritz  Momburg  (1870)  y  F.  La  Torre  idean  el  empleo 
de  la  ligadura  abdominal  para  prevenir  la  hemorragia  uterina  (1908),  y  C.  J.  Gauss, 
el  sueño  crepuscular  (1906-15). 


Carl  Siegmund  Franz  Credé  (1819-92) 


La  Oftalmología  y  la  cirugía  de  los  ojos  se  han  colocado  en  una  base 
científica,  gracias,  principalmente,  a  la  labor  de  tres  hombres:  Helmholtz, 
Albrech  von  Graefe  y  Donders.  Cuando  se  inventó  el  oftalmoscopio,  ex- 
clamó von  Graefe:  «Helmholtz  ha  descubierto  un  Nuevo  Mundo  para  nos- 
otros» (Helmholtz  hat  uns  eine  neue  Weit  erschlossen)^  y  la  utilidad  del  nue- 


(1)  Hicks:  Tr.  Obst.  Soc,  Londres  (1863),  1864;  V,  páginas  219-259  (appendix) 
Y  265. 

(2)  Ibidem  (1867),  1868;  IX,  páginas  207-227  (apendix)  y  229-239. 

(3)  Brit.  Med.  Journ.,  Londres,  1872;  I,  página  207. 


244 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


vo  instrumento  quedará  suficientemente  indicada  con  el  hecho  de  que 
casi  todos  los  «modernos»  especialistas  notables  de  los  ojos  han  ideado 
algún  nuevo  perfeccionamiento  del  mismo.  No  sólo  sirve  para  poner  en 
claro  los  desórdenes  del  tractus  uveal,  sino  también  para  el  diagnóstico  de 
afecciones  obscuras  del  cerebro,  de   los  ríñones,  de  la  glándula  pituitaria, 

etcétera.  Bouchut,  en  1863,  llamaba  a 
este  procedimiento  diagnóstico  «cere- 
broscopia». 

Antes  del  tiempo  de  von  Graefe,  las  for- 
mas infecciosas  de  la  ¡conjuntivitis  granu- 
losa habían  sido  descriptas  por  el  Barón 
Larrey  (1802),  John  Vetch  (1807)  y  Jacob 
Christian  Bendz  (1855);  William  Hyde  Wo- 
Uaston  ha  inventado  unos  anteojos  periscó- 
picos (1803)  y  la  cámara  clara  (1807);  Ben- 
jamín Gibson  ha  demostrado  que  la  oftal- 
mología neonatorum  es  debida  a  las  secre- 
ciones de  la  vagina  (1807)  [1]  y  la  posibili- 
dad de  batir  las  cataratas  en  el  recién  naci- 
do (181 1)  [2];  la  hiosciamina  y  la  atropina 
han  sido  empleadas  en  el  examen  por  Franz 
Reisinger  (1825);  sir  George  Airy  ha  des- 
cripto  el  astigmatismo  (nombrado  por  Whe- 
well)  y  recomendado  para  el  mismo  las  len- 
tes cilindricas;  caracteres  impresos  para  el 
examen  de  la  visión  a  distancia  han  sido 
empleados  por  J.  Ayscough  (1752),  J.  G.  A. 

LChevallier  (1805),  G.  Tauber  (1816),  F.  Hol- 
.    .....J       ke(i83o),F.Cunier(i84i),yK.  Himly(i843), 

tipos  de  examen  se  han  inventado  por  Hein- 
rich  Küchler  (Schriftiiummerprobe,  1843), 
Eduard  Jaeger  von  Jaxtthal  (1854),  C.  Stell- 
wag  von  Carion  (1855),  Graefe  y  Don- 
ders  (i860  a  62),  Hermann  Snellen  (1862); 
Ezra  Dyer  (1862),  Giraud-Teulon  (1862)  y  J.  Green  (1866-8);  Kussmaul  ha  des- 
cripto  los  fenómenos  coloreados  en  el  fondo  (1845);  J.  Mery  (1704),  Purkin- 
je  (1823),  William  Cumming  (1846)  y  Ernst  Brücke  (1847)  han  estudiado  la  sig- 
nificación de  la  luminosidad  del  ojo  en  los  vertebrados  y  en  el  hombre;  Philipp 
Franz  von  Walther  ha  descripto  la  opacidad  de  la  córnea  (1845);  Sichel  ha  publi- 
cado su  libro  sobre  los  anteojos  (1848);  el  mecanismo  de  la  visión  ha  sido  estu- 
diado por  Thomas  Joung  (1801;,  \V.  II.  Wollaston  (1802),  sir  Charles  Wheatsto- 
ne  (1838-58),  sir  David  Brewster  [842),  William  Mackenzie  (1845),  Johann  Benedict 
Listing  (1845)  )'  Helmholtz;  y  han  escrito  buenos  tratados  de  enfermedades  de  los 
ojos  Antonio  Scarpa  (1801 1,  James  Wanlrop  1 1808),  Georg  Joseph  Beer  (1813-17), 
Benjamín  Travera  1820),  John  Vetch  (1820),  George  Trick  (1824),  William  Macken- 
zie Í1S30),  sir  William  Law  r«  m  e  I  1833),  C  J.  F.  ( 'arron  <lu  Villards  (1813),  Friedrich 
August  von  Ammon  (1838-41)1  '"'  canadiense  Henry  Howard  (1850),  Karl  Ilimly 
(1843;,  Louis-Auguste  D<  marres  (1847),  Carl  Stellwag  von  Canon  (1853-58)  y  Carl 
Ferdinand  von  Ark  (1854-56).  La  cirugía  ocular  ha  adelantado  gracias  ala  labor  de 
George  James  I  ruthrie  1 1  Bí  - 1,  J.  I  I  )ieffenbach  (estrabismo,  1842),  Thomas  Wartton 
Jones  (1847V  L.  A.  Desmarres  (1850)  y  muy  especialmente  sir  William  Bowman 
(pupila   artificial,   1852;  obstrucción   lagrimal,   1857).  En   1820,   el  capitán  Charles 


John  Braxton  Hicks  (1825-97) 
(Biblioteca    Médica   de    Boston.) 


(1)  Gibson:  Bdinb.  Med.  and Surg.  Journ.^  1^07;  III,  páginas  159-101 

(2)  ibidem;  V,  páginas  v>4-4uo. 


EL     SIGLO     XIX 


245 


Barbier  presentó  ante  la  Academia  de  Ciencias  una  monografía  acerca  del  arte  de 
enseñar  a  leery  a  escribir  a  los  ciegos  por  un  sistema  de  seis  puntos  en  relieve,  en 
lugar  de  rayas*ae  bulto.  El  sistema  de  seis  puntos  de  Barbier  fué  introducido  en 
Francia  por  Louis  Braille,  un  profesor  ciego  de  ciegos  en  1829,  y  en  1836  Braille 
ideó  su  sistema  de  notación  musical  para  los  ciegos.  Él  reconoce  su  débito  con 
Barbier  en  el  prefacio  de  su  obra  (1837)  [1].  En  1845-1847,  William  Moon,  de  Brigh- 


Albrecht  von  Graefe  (1828-1870) 

ton  (Inglaterra),  ideó  los  tipos  romanos  de  líneas,  que  son  usados  todavía;  pero 
desde  1879  el  sistema  Barbier-Braille  ha  pasado  a  ser  el  alfabeto  mundial  para  los 
ciegos. 

Albrecht  von  Graefe  (i 828-70),  de  Berlín,  creador  de  la  Cirugía  mo- 
derna de  los  ojos,  e  indudablemente  el  más  grande  de  todos  los  operado- 
res de  los  ojos,  era  hijo  de  Carl  Ferdinand  von  Graefe.  Después  de  gra- 
duarse en  Berlín  (1847),  fué  estimulado  a  consagrarse  a  la  especialidad  de 
la  Oftalmología  por  Arlt  de  Praga,  y  habiendo  seguido  las  clínicas  de  Des- 
marres, en  París,  los  Jaegers  en  Viena,  Bowman  y  Critchett  en  Londres, 


(1)     L.  Braille:  Procede  pour  écrirc  au  moyen  des  points,  París,  1837. 


246  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

obtuvo  muy  pronto  un  éxito  fenomenal  en  su  país  natal,  siendo  nombra- 
do en  1857  profesor  de  la  Universidad.  En  1 854  fundó  los  Archivo  fiir 
Ophtalmologie,  que  contiene  la  mayoría  de  sus  importantes  descubrimien- 
tos e  invenciones  y  que  ha  continuado  siendo  el  principal  órgano  de  la 
especialidad  hasta  la  fecha.  Sólo  el  primer  tomo  contiene  sus  trabajos  a 
propósito  de  los  trastornos  de  los  músculos  oblicuos  del  ojo,  de  la  natu- 
raleza del  glaucoma,  del  keratoconus,  midriasis,  conjuntivitis  diftérica  y 
sobre  la  doble  visión  después  de  las  operaciones  del  estrabismo.  Von 
Graefe  ha  ideado  la  operación  de  la  iridectomía  como  tratamiento  de  la 
iritis,  iridocoroiditis  y  glaucoma  (1855-62)  [i],  ha  hecho  practicable  la 
operación  del  estrabismo  (1857)  [2]  y  ha  perfeccionado  el  tratamiento  de 
la  catarata  por  la  extracción  lineal  modificada  (1865-68)  [3J,  que  reduce  la 
pérdida  del  ojo  en  una  proporción  del  10  al  2,3  por  100.  Ha  aplicado  con 
extraordinario  éxito  el  oftalmoscopio  al  estudio  de  las  ambliopías  en  los 
trastornos  funcionales;  ha  hecho  un  brillante  diagnóstico  de  embolia  de  la 
arteria  de  la  retina  como  causa  de  un  caso  de  ceguera  repentina  (i 859  [4], 
y  ha  podido  sostener  que  la  mayoría  de  los  casos  de  ceguera  o  de  visión 
disminuida  gravemente  se  relacionan  con  desórdenes  cerebrales,  pudiendo 
explicarse  más  bien  por  neuritis  que  por  parálisis  del  nervio  óptico 
(i860)  [5].  Graefe  es,  además,  el  fundador  del  conocimiento  moderno  de 
la  oftalmía  simpática  (1866)  [6J  y  de  la  semiología  de  las  parálisis  ocula- 
res (1866)  [7];  ha  descripto  la  córnea  cónica  o  «keratoconus»  ( 1 8 5 4)  [8]  y 
ha  sido  el  primero  en  hacer  notar  la  situación  estacionaria  del  párpado 
superior  cuando  se  dirige  el  globo  ocular  hacia  arriba  o  hacia  abajo  en  el 
bocio  exoftálmico  (signo  de  Graefe,  1864)  [9].  La  clínica  de  Graefe  era 
famosa  en  todo  el  mundo,  y  a  ella  acudían  no  tanto  los  estudiantes  como 
los  médicos  prácticos  que  iban  a  Berlín  a  aprender  Oftalmología  con  tan 
gran  maestro.  Era  un  hombre  de  tipo  espiritual,  refinado,  un  Johiüniis- 
kopf,  como  dicen  los  alemanes,  y  su  salud  no  tuvo  la  resistencia  que  era 
necesaria  para  poder  cumplir  la  tremenda  labor  que  llevó  a  cabo  en  su 
corta  vida.  Graefe  era  muy  aficionado  a  las  bromas  y  a  las  fiestas  alegres, 
aun   después    de    haber    pasado  los    días  de  su  juventud,   y  se   citan    y 


(1)  Graefe:  Arch.f.  Ophtahn.,  Berlín,    1H55-6;  II,  2  Abth.,  página  202;  1857,  III, 
ih  ,   página  4.s().  1858,  IV,  2  Abth.,  página  127;  1862,  VIII,  2  Abth.,  página  242. 

(2)  Ibidem,  1857;  III,  r  Abth.,  páginas  177-386. 

Ibidem,     [865;    XI,  3    Abth.,    página     1;     [866,    XII,    1    Abth.,    página    150; 

:i\\  3  Abth  ,  página  106 

(41     Ibidem,  1859;  V,  1  Abth.,  páginas  136-157. 

(5)  Arch.  f.  Opkth.,  Berlín,  i860;  VII,  2  Abth.,  páginas  58-71. 

(6)  Ibidem,  [866;  XII,  2  Abth.,  páginas  149-174. 

(7)  Symptomrnlrhrc  der  Augenmuskell¿Utmungen¡  Berlín,  1867. 

(8)  Arch.  í.  Ophth.,  Berlín.  [854-5;  I,   1   Abth.,  páginas  297-306. 

Klinik,  Berlín,  1864,  XVI,  página  158. 


EL    SIGLO     XIX 


247 


recuerdan  aún  muchos  punzantes  sarcasmos  que  le  son  atribuidos. 
Frans  Cornelis  Donders  (i 8 18-89),  de  Tilbury  (Holanda),  fué  educado 
como  cirujano  militar,  pero  llegó  a  ser  profesor  en  la  Facultad  de  Utrecht 
en  1848,  y  desde  1 862  se  consagró  exclusivamente  a  la  Oftalmología.  A 
este  campo  pertenecen  sus  estudios  de  moscas  volantes  (1847),  del  uso 
de  las  lentes  prismáticas  en  el  estrabismo  (1848),  de  la  relación  entre  la 
convergencia  de  los  ejes  visuales  y  la  acomodación  (1848),  de  la  regene- 
ración de  la  córnea  (1848),  de  la 
hipermetropía  (i 858-60),  de  la  ame- 
tropia y  sus  secuelas  (i860),  del  as- 
tigmatismo (1862-63),  de  las  ano- 
malías de  la  refracción  como  una 
causa  de  estrabismo  (1863),  de  la 
invención  del  oftalmotonómetro 
(1863),  y,  sobre  todo,  su  gran  obra 
The  Anomalies  of  Refraction  and 
Accommodation,  que  ha  sido  publica- 
da, no  en  holandés,  sino  en  inglés, 
por  la  New-Sydenham  Society 
(1864).  Como  contribución  a  la  óp- 
tica fisiológica,  esta  obra  se  puede 
poner  ai  nivel  de  los  trabajos  de 
Helmholtz. 


Contiene  la  explicación  de  Donders 
del  astigmatismo,  sus  definiciones  de 
afaquia  y  de  hipermetropía,  sus  claras 
distinciones  entre  miopía  e  hipermetro- 
pía (como  errores  de  refracción)  y  pres- 
biopía  (como  cambio  senil  con  disminu- 
ción de  la  acomodación),  su  consideración  de  la  miopía  como  resultado  de  la  exce- 
siva convergencia  y  la  causa  de  estrabismo  divergente  genuino,  de  la  hipermetropía 
como  causa  de  estrabismo  convergente,  del  músculo  ciliar  como  el  único  músculo 
usado  en  la  acomodación  y  de  su  acción  encorvando  la  superficie  anterior  del  cris- 
talino, y  de  la  astenopía  como  resultado  de  anomalías  de  refracción,  insuficiencia 
muscular  o  astigmatismo. 


Frans  Cornelis  Donders  (1818-89) 


Esta  obra  ha  sido  la  principal  fuente  de  conocimiento  para  la  correc- 
ción de  los  desórdenes  de  la  visión  por  medio  de  los  lentes  hasta  la  época 
de  Gullstrand.  Se  dice  que,  en  tanto  que  estaba  esperando  impaciente- 
mente que  le  llevasen  un  oftalmoscopio  de  Helmholtz,  Donders  se  constru- 
yó uno  por  sí  mismo,  en  el  cual  el  espejo  plateado  con  perforación  cen- 
tral (que  todavía  se  usa  en  la  actualidad)  venía  a  substituir  al  espejo  plano 
colocado  arriba,  del  instrumento  del  profesor  de  Berlín.  En  1 845,  Don 
ders  se  hizo  editor  del  Nederlandsch  Lancet,  y  en  185 1  estableció  el  hos- 


248  HISTORTA     DE     LA     MEDICINA 

pital  holandés  para  enfermedades  de  los  ojos  [Neder lands ch  Gasthuis  voor 
Oogleiden);  pero  su  labor  ya  no  estaba  exclusivamente  limitada  a  la  Of- 
talmología. En  1863  substituyó  a  Schroeder  van  der  Kolk  como  profe- 
sor de  Fisiología  en  Utrecht,  y  en  i860  establecía  en  esta  ciudad  el  nuevo 
Laboratorio  de  Fisiología.  Su  más  importante  contribución  a  la  Fisiología 
ha  sido  la  primera  medida  del  tiempo  de  reacción  de  un  proceso  psíquico 
(1868)  [i].  En  1845  ha  escrito  sobre  el  metabolismo  como  la  fuente  del 
calor  de  los  animales  y  en  las  plantas;  y  sus  contribuciones  a  propósito  de  la 
fisiología  del  lenguaje  ( 1 864-70)  [2]  son  de  la  mayor  importancia.  Donders 
poseía  una  elevada  educación,  hablando  el  inglés,  el  francés  y  el  alemán 
como  su  lengua  nativa;  pero  era  modesto,  hasta  ser  desconfiado  de  sí  mis- 
mo. Su  antigua  vocación  militar  le  había  dado  un  aspecto  serio  y  fino, 
que,  unido  a  su  natural  encanto  personal,  le  habían  hecho  conocido  de 
toda  Europa   como  uno  de  los  especialistas  más  atractivos  de  su  tiempo. 

Notables  entre  los  discípulos  de  Graefe  son:  su  sobrino  Alfred  Karl  Graefe 
(1830-69),  que  ha  llevado  a  cabo  un  análisis  clínico  de  los  movimientos  desordena- 
dos del  ojo  (1858),  ha  inventado  un  especial  «oftalmoscopio  de  localization»  para  la 
extracción  de  los  cisticercos  profundamente  implantados,  ha  escrito  una  monogra- 
fía sobre  el  tratamiento  de  la  conjuntivitis  infantil  por  medio  de  cáusticos  y  anti- 
sépticos (1 88 1)  y  ha  editado,  con  Saemisch,  el  bien  conocido  Handbuch  der  Ophthal- 
mologic (1874-80),  de  Graefe-Saemisch;  Julius  Jacobson  (1828-89),  de  Kóningsberg, 
que  perfeccionó  grandemente  el  tratamiento  operatorio  de  la  catarata  con  su  inci- 
sión periférica  bajo  la  anestesia  clorofórmica,  reduciendo  la  pérdida  del  ojo  de  un 
10  a  un  2  por  100,  y  perfeccionando,  además,  la  operación  por  la  extracción  con  la 
cápsula  (1888),  e  ideando  el  tratamiento  operatorio  del  tracoma  y  déla  triquiasis 
(1887);  ha  escrito  una  buena  memoria  acerca  de  la  labor  de  su  amigo  von  Graefe 
(1885)  y  ha  tenido  la  consulta  y  clientela  más  extensa  de  la  Europa  Oriental,  con 
enfermos  hasta  del  extremo  de  Rusia;  Hermann  Pagenstecher  (1844),  que  ha  de- 
jado su  nombre  en  la  historia  de  la  catarata  por  la  extracción  del  cristalino  en  su 
cápsula  no  abierta,  a  través  de  una  incisión  de  la  córnea  (1866);  Edwin  Theodor 
Saemisch  (1833-1909),  de  Luckau,  que  ha  sido  el  primero  en  describir  la  úlcera  ser- 
piginosa  de  la  córnea  y  su  tratamiento  (1870)  y  la  conjuntivitis  primaveral  (Früh- 
ja/irskatarr/i)  (1876),  y  ha  editado  el  anteriormente  mencionado  Handbuch  con 
Graefe,  el  joven;  Julius  Hirschbekg  (1843),  de  Postdam,  cuyo  nombre  aparece  aso- 
ciado a  la  introducción  del  electromagneto  en  Oftalmología  (1885),  a  la  publicación 
de  un  diccionario  de  Oftalmología  (1887),  a  la  edición  de  los  textos  árabes  (1905)  y 
a  la  más  erudita  y  acabada  historia  de  su  ciencia  que  se  ha  escrito  hasta  la  fecha 
(1899-191 1);  Theodor  Lbbbb  (1840),  que  ha  estudiado  las  alteraciones  del  ojo  en  la 
diabetes  (1875)  y  los  desordénesele  la  nutrición  y  de  la  circulación  del  ojo  (1876); 
Richard  Líbbbbii  n  ( 1 830- 1 9 1 7), de  Künigsberg,  que  ha  introducido  la  iluminación  la- 
tera! en  la  investigación  micros»  ópica  del  ojo  viviente  (1855)  y  ha  publicado  el  pri- 
mer Atlas  de  I  tftalmoscopia  (1863),  en  lo  que  ha  ido  seguido  por  Jaeger  von  Jaxt- 
thal  (1869),  Ludwig  Laqubub  (i 839- i 909),  que  ha  ideado  el  uso  de  Ja  fisostigmina  en 
el  glaucoma  1876),  y  Hermana  Jakob  Knapp  (1832-1911),  de  Dauborn  (Hesse-Nas- 
sau),  que  llegó  a  ser  uno  de  los  más  sabios  oftalmólogos  de  la  ciudad  de  New- 
York,  fundador  de  los  Archives  of  Ophthalmology  and  Otology  (New- York,  1869)  y  au- 
tor de  valiosas  monografías  sobre  la  curvatura  de  la  córnea  |  1859),  de  los  tumores 
intrao<  ulares  (1869)  y  otros  asuntos. 


(1)  Arch.  f.  A?iat.,  Phisiol.  u.  Wisstnsch.  .\ied.,  Berlín,  1868;  páginas  657-681 

(2)  De physiolo^ie  der  spraakhlankcn,  Utrecht,  1870. 


EL    SIGLO    XIX  249 

Desde  el  punto  de  vista  didáctico,  el  más  eminente  de  los  oftalmólo- 
gos vivientes  es  Ernst  Fuchs  (185  i),  de  Viena,  discípulo  de  Brücke  y  Bill- 
roth, ayudante  de  Arlt  ( 1 876-80),  profesor  de  Oftalmología  en  Lieja 
(1880-85)  y  Viena  (1885),  autor  de  importantes  monografías  sobre  el  sar- 
coma del  tracto  uveal  (1882),  la  ceguera  (1885)  y  la  histopatología  de  la 
oftalmología  simpática  (1905)  y  de  modificaciones  de  los  tipos  de  prueba 
de  Jaeger  (Leseproben  für  die  Náke,  1895)  y  del  notable  tratado  alemán 
de  enfermedades  de  los  ojos,  que  ha  tenido  12  ediciones  y  ha  sido  tradu- 
cido a  diferentes  idiomas,  incluso  al  japonés. 

De  las  obras  relativas  al  ojo  normal,  mencionaremos  la  memoria  de  Henry  Gray 
sobre  el  nervio  óptico  (1849),  la  de  Max  Schultze  sobre  anatomía  y  fisiología  de  la 
retina  (1866);  las  teorías  de  la  visión  de  Helmboltz  (1867),  Edward  Hering  (1872-75) 
y  Christine  Ladd  Franklin  (1892);  las  investigaciones  de  Willy  Kühne  sobre  la  púr- 
pura visual  (1877),  y  Ia  memoria  de  Johannes  von  Kries  sobre  la  función  de  los  bas- 
tones en  la  retina  (1895).  El  examen  del  ojo  ha  adelantado  con  algunas  invenciones 
como  el  astigmómetro  (1867),  Por  Emil  Javal  (1839-1907),  de  París;  el  oftalmóme- 
tro,  de  Javal-Schiolz  (1881);  con  el  método  de  la  retinoscopia,  ideado  por  Ferdinand 
Cuignet  (1873),  y  con  el  keratoscopio,  inventado  por  A.  Placido  (1882).  La  ceguera 
de  los  colores  ha  sido  investigada  por  el  fisiólogo  sueco  Alarik  Frithiof  Holmgren 
(1831-97),  que  ha  ideado  la  prueba  de  las  madejas  de  lana  (1874)  y  ha  dado  una  es- 
pecial importancia  a  la  ceguera  de  los  colores  desde  el  punto  de  vista  de  las  con- 
diciones ferroviarias  y  marítimas  (1878);  la  relación  entre  el  cansancio  de  la  vista  y 
el  astigmatismo  con  la  jaqueca  y  otros  síntomas  neuróticos  ha  sido  investigada  por 
S.  Weir  Mitchell  (1874)  y  William  Thompson  (1879)  y  extensamente  aplicada  a  la 
psicología  morbosa  por  George  M.  Gould  (1888).  El  estudio  de  Alexander  Duane 
sobre  la  acomodación  y  el  de  James  Thorington  sobre  la  refracción  han  sido  de 
gran  enseñanza.  La  relación  de  las  enfermedades  de  los  ojos  con  las  afecciones  ge- 
nerales y  orgánicas  ha  sido  especialmente  tratada  por  Richard  Forster  (1877)  y,  en 
1898,  por  Hermann  Schmidt-Rimpler  (1838-1915),  que  se  ha  consagrado,  como  Her- 
mann Cohn  (1 838- 1 906),  a  la  investigación  ocular  de  los  niños  de  las  escuelas.  La 
bacteriología  de  los  ojos  ha  tenido  un  especial  avance  con  Roberto  Koch,  que  ha 
descubierto  los  bacilos  de  las  dos  formas  diferentes  de  la  conjuntivitis  del  Egipto 
(1883);  con  John  E.  Weeks,  que  ha  encontrado  el  mismo  microorganismo  como 
causa  de  la  conjuntivitis  infecciosa  (pink-eye,  1886);  con  Henri  Parinaud  (i 844- i 905), 
de  París,  que  ha  descrito  una  conjuntivitis  tuberculoinfecciosa,  transmisible  de  los 
animales  al  hombre  (1889)  y  una  conjuntivitis  lagrimal  neumocócica  del  reciénna- 
cido  (1894),  ambas  asociadas  a  su  nombre;  y  con  Víctor  Morax  y  Theodor  Axenfeld, 
que  han  descrito  simultáneamente  la  forma  diplobacilar  de  la  conjuntivitis  crónica 
(1896-97).  En  1894,  Axenfeld  ha  descrito  en  estilo  magistral  la  oftalmía  puémica  o 
metastática,  observada  primeramente  por  J.  H.  Meckel  en  1854.  Además  del  Hand- 
buch,  de  Graefe-Saemisch,  las  mejores  obras  modernas  de  Oftalmología  son  los  mo- 
numentales tratados  de  Ernst  Fuchs  (1889,  12  ed.,  19 10)  y  Louis  de  Wecker  1832 
a  1906),  y  Edmond  Landolt  (1846)  publicados  en  1880-89.  Otra  buena  obra  es  la  del 
griego  Photinos  Panas  (1894),  cuyo  nombre  va  especialmente  asociado  a  una  ope- 
ración para  el  ptosis  congénito  y  paralítico  (1886).  Por  parte  de  los  americanos, 
además  de  los  referidos,  señalaremos:  Henry  Willard  Williams  (1821-1895),  que  ha 
ideado  el  tratamiento  de  la  iritis  con  el  mercurio  (1856),  y  un  método  de  suturar  el 
colgajo  después  de  la  operación  de  la  catarata  (1866);  Cornelius  Rea  Agnew 
(1830-88),  que  ha  descrito  un  método  operatorio  del  estrabismo  divergente  (1866), 
y  Henry  Drury  Noyes  (1832-1900),  que  ha  sido  el  primero  en  estudiar  la  retinitis  en 
la  glucosuria  (1867).  Además  de  la  gran  obra  de  Julius  Hirschberg  (1889-1911),  han 
sido  escritas  buenas  historias  de  la  Oftalmología  por  August  Hirsch  (1877),  P.  Pan- 
sier (1903)  y  Cari  Hortsmann. 

Laringología  y  rinología  han  adelantado  especialmente  con  la  invención  del 
laringoscopio  por  Benjamín  Rabington  (1829),  Robert  Listón  (1837),  Manuel  García 
(1855),  Ludwig  Türck  (1858-60)   y  Johann  Czermak  (1858);   de  la  rinoscopia,  por 


25o  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

Philipp  Bozzini  (i 773-1809),  en  1807,  Y  (con  éxito)  por  Czermak  (1859);  de  la  autos- 
copia  de  la  laringe  y  de  la  tráquea  sin  el  espejo,  por  Alfred  Kirstein  (1863),  de  Ber- 
lín, en  1895,  y  de  la  broncoscopia  directa,  por  Gustar  Killian  (i860),  de  Maguncia, 
en  1898.  La  íaringoscopia  ha  sido  llevada  a  New-York  en  1858  por  Ernest  Krako- 
Tizer,  de  Viena,  que  ha  sido  el  primer  médico  que  ha  visto  las  cuerdas  vocales  en 
América.  En  1858,  además,  Ephraim  Cutter,  de  Massachusetts,  inventó  un  laringos- 
copio con  dos  tubos,  uno  para  la  observación,  otro  para  la  iluminación.  La  Íarin- 
goscopia de  suspensión  (■Schwebe-lary?igoskopie)  fué  inventada  por  Killian  en  191 2. 
La  anatomía  de  la  laringe  y  la  fisiología  de  la  voz  y  del  lenguaje  fueron  estudiadas 
por  Johannes  Müller  (1839),  Ernst  von  Brücke  (1856),  F.  C.  Donders  (1870),  Hubert 
von  Luschka  (1873)  y  Carl  Ludwig  Merkel  (A nthropophonik,  1876).  Max  Schultze  es- 
tudió la  histología  de  las  terminaciones  nerviosas  en  la  membrana  de  Schneider 
(1863);  Emil  Zuckerkandl,  la  anatomía  y  la  patología  de  los  senos  accesorios 
(1882-92),  y  Hendrik  Zwaardemaker,  la  fisiología  del  olfato  (1895).  Un  método  per- 
fecto de  fotografiar  la  laringe  ha  sido  inventado  por  Thomas  Rushmore  French, 
en  1884.  Importantes  tratados  antiguos  de  Laringología  eran  los  de  John  Cheyne 
(1777-1836),  sobre  la  patología  de  las  membranas  de  la  laringe  v  de  los  bronquios 
(1809);  de  William  Henry  Porter  (1 790-1 861),  sobre  la  patología  quirúrgica  de  la 
laringe  y  de  la  tráquea  (1826);  de  Armand  Trousseau  e  Hippolyte  Belloc,  sobre  la 
tisis  laríngea,  la  laringitis  crónica  y  los  trastornos  de  la  fonación  (1837);  de  Horace 
Green  (1802-66),  sobre  las  afecciones  de  las  vías  respiratorias  (1846);  de  Samuel 
D.  Gross,  sobre  cuerpos  extraños  en  las  mismas  (1854);  de  Sir  Morell  Mackenzie, 
sobre  tumores  de  la  laringe  (1871).  Como  dice  Bryson  Delavan  (1),  la  ciencia  de  la 
laringología  y  de  la  rinología  han  quedado  colocadas  sobre  una  base  firme  gracias  a 
los  tres  tratados  de  J.  Sous  Cohen  (1872),  Sir  Morell  Mackenzie  (1880)  y  Francke 
Huntington  Bosworth  (1881).  La  intubación  de  la  laringe  en  el  crup  ha  údo  inven- 
tada por  Eugene  Bouchut  (1818-91)  en  1856-58;  hecha  en  París  por  primera  vez  y  en 
relación  con  la  traqueotomía  por  Trousseau  (1851-59)  y  perfeccionada  por  la  con- 
cienzuda labor  (1885-88)  del  abnegado  Joseph  P.  O'Dwyer  (1841-98),  de  Cleveland 
(Ohio),  cuyo  nombre  permanecerá,  con  los  de  Semmelweis  y  Credé,  como  uno  de 
los  grandes  bienhechores  de  la  humanidad  infantil.  Horace  Green  (1802-66),  de 
Crittenden  (Vermont),  amigo  de  Trousseau,  ha  sido  el  cultivador  de  la  laringología 
en  los  Estados  Unidos,  y  el  primero  que  ha  tratado  las  enfermedades  de  la  gargan- 
ta por  medio  de  las  aplicaciones  locales  (1838)  y  que  ha  descrito  las  neoformacio- 
nes  quísticas  y  malignas  de  la  laringe  (1851-52',  siendo,  además,  autor  de  impor- 
tantes obras  sobre  el  crup  (1849)  y  sobre  el  tratamiento  quirúrgico  de  los  pólipos 
de  la  laringe  (1852).  En  1873,  Clinton  Wagner  organizó  la  Sociedad  Laringológica 
de  New-York,  la  más  antigua  asociación  de  este  género.  Elsberg,  J.  Solis  Cohen, 
Knight  y  Lefferts  fundan  los  Archives  of  Laryngology  (New-York,  1880-83).  Los  an- 
tiguos Icelanders  usaban  un  cuchillo  anular  para  la  sección  de  la  úvula.  El  tonsiló- 
tomo  ha  sido  inventado  por  I'.  S.  Physick  (1828)  y  el  tonsilótomo  de  cuchillo  anular, 
por  Fahnestock  (1832).  Charles  Henry  Ehrmann  (1792- 1878)  ha  sido  el  primero  en 
extirpar  un  pólipo  laríngeo  (1844);  Victor  von  Bruns  (1812-83),  el  primero  en  enu- 
clear  un  pólipo  laringe»  por  el  método  incruento  (1862)  y  ha  sido  un  cultivador  de 
la  cirugía  laríngea  (1865),  y  Rudolph  Voltolini  (1819-89)  fué  el  primero  en  emplear 
el  galvanocauterio  en  la  cirugía  laríngea  (1867)  y  ha  efectuado  la  primer  operación 
laríngea,  desde  la  boca,  con  iluminación  externa  (1889).  Las  parálisis  de  las  cuer- 
das vocales  han  sido  cuidadosamente  estudiadas  en  primer  término  por  Cari  Ger- 
hardt  en  [863-72.  Ottomar  Rosenbach  (1880)  y  posteriormente  Sir  Felix  Semon 
han  establecido  las  leyes  que  rigen  la  localización  de  las  parálisis  de  las  cuerdas 
vocales  en  los  casos  de  parálisis  completa  o  incompleta  del  nervio  laríngeo  recu- 
rrente. Los  primeros  tratados  importantes  de  enfermedades  de  las  fosas  nasales 
han  sido  la  tesis  de  Jacques-Louis  Deschampa,  hijo  (1804),  y  la  Ophrésiologie  (1821), 
de  Hippolyte  Cloquet  (i 787- 1 840),  que  fueron  seguidos  de  otros  tratados  de  fosas 
nasales  v  garganta  como  los  de  I  lora*  e  <  Freen  ( 1846),  Cari  Seiler  (1879),  M.  Bresgen 
(1881  .  !■.  1  [ngal  i88i),  Sir  Morel  Mackenzie  (1880-84''.  C.  E.  Sajous  (1885), 
O.  Chiari  |  1887),  R.  Voltolini  (1888),    Lcih.x  Browne  (1890)  V  E.    H.  Rosworth  (1890 


(1)     Véase   su  .  KCelente  bosquejo  histórico  en  la  Cyclopedia  of  American  Medi- 
cal Biography y  de  Howard  Kelly,  Filadelfia,  1912. 


EL     SIGLO     XIX  251 

a  92).  En  1832,  el  explorador  George  Catlin  publicó  su  trabajo  clásico  sobre  la  res- 
piración bucal  (Mouih  Breathing),  basado  en  sus  observaciones  personales  de  la 
obstrucción  nasal  de  los  indios  de  Norte  América.  Benjamín  Lowenberg  ha  sido  el 
primero  en  estudiar  la  naturaleza  y  el  tratamiento  del  ozena  (1885),  y  Ludwig  Grün- 
wald  (1863),  el  tratamiento  quirúrgico  déla  supuración  nasal  y  las  afecciones  del 
etmoides  y  del  esfenoides  (1893).  Ephraim  Fletcher  Ingals  (1848),  de  Lee  Centre 
(Illinois),  trató  las  desviaciones  de  tabique  nasal  por  excisión  parcial  del  mismo 
(1882),  y  su  operación  fué  posteriormente  perfeccionada  por  Robert  Krieg  (1889), 
Otto  T.  Freer  (1902)  y  Gustav  Killian  (1904).  Killian  ideó,  además,  la  operación  ra- 
dical para  la  inflamación  crónica  del  seno  frontal  (1903).  Las  mejores  historias  de 
Laringología  y  Rinología  son  las  de  Louis  Elsberg  (1879-80),  Gordon  Holmes  (1887), 
Jonathan  Wright  (1898- 1914),  y  la  monumental  obra  de  C.  Chauveau  sobre  historia 
de  las  enfermedades  de  la  faringe  (París,  1 901- 1906)  [1]. 

Los  fundamentos  de  la  Otología  son  el  cateterismo  de  la  trompa  de  Eustaquio 
desde  la  boca,  por  Guyot(i724)  y  Cleland  (1741);  las  operaciones  de  la  apófisis  mas- 
toides,  por  Petit  (1774)  y  Jasser  (1776);  la  perforación  de  la  membrana  del  tímpano, 
por  Cooper,  como  tratamiento  de  la  sordera  (1800),  y  las  monografías  de  Valsalva, 
Cotugno,  Scarpa  y  otros.  El  primer  tratado  de  enfermedades  del  oído  ha  sido  es- 
crito por  Jean-Marc-Gaspard  Itard  (1775- 1838),  de  Oraison  (Provenza),  en  1821,  y 
esta  importante  obra  ha  sido  seguida  de  otros  tratados,  como  los  de  Joseph  Toyn- 
bee  (i860),  Anton  Friedrich  von  Troltsch  (1866),  Lawrence  Turubull  (1872),  sir 
W.  B.  Dalby  (1873),  St.  John  Roosa  (1873),  Adam  Politzer  (1878-82J,  Víctor  Urbants- 
chitsch  (1880)  y  Friedrich  Bezold  (1906).  Max  Schultze  ha  descripto  las  terminacio- 
nes nerviosas  en  el  laberinto  (1858);  Helmholtz,  el  mecanismo  déla  cadena  de  hue- 
secitos  y  la  membrana  del  tímpano  (1869);  Goltz,  el  significado  fisiológico  de  los 
conductos  semicirculares  (1870);  el  viejo  Retzius  (Magnus  Christian)  ha  escrito  una 
importante  monografía  sobre  el  oído  délos  vertebrados  (1884);  Julius  Richard 
Ewald  estudia  la  audición  en  las  aves  privadas  de  laberinto,  y  Stanislav  Stein,  las 
funciones  de  las  diferentes  partes  del  laberinto  (1894).  Adam  Politzer  (1835),  de 
Alberti  (Hungría),  ha  sido  el  primero  en  obtener  representaciones  gráficas  del  tím- 
pano por  medio  de  iluminación  (1865),  sirviéndole  como  ilustraciones  de  su  atlas 
de  14  láminas  y  392  grabados  (1896).  La  transmisión  de  los  sonidos  por  los  huesos 
del  cráneo  en  el  diagnóstico  de  las  enfermedades  del  oído  ha  sido  estudiada  en 
primer  término  por  Johann  C.  A.  Lucae  (1870),  y  grandes  adelantos  en  la  explora- 
ción han  sido  conseguidos  per  Friedrich  Bezold  (1842-1908),  deRothenburg  an  der 
Tauber,  que  ha  dado  la  primera  descripción  clara  y  precisa  de  la  mastoiditis  (1877), 
y  ha  ideado  nuevos  métodos  de  examen  de  la  audición  en  el  sordomutismo  (1896) 
y  en  la  sordera  unilateral  (1897).  Otros  perfeccionamientos  son  las  pruebas  de 
Weber  y  Rinné,  el  diapasón  de  Hartmann  y  la  sirena  de  sir  Francis  Galton  para 
determinar  los  límites  superiores  de  la  audición. 

Los  cultivadores  de  la  cirugía  otológica  en  el  siglo  xixhan  sido  sir  Astley  Cooper 
(1801)  y  sir  William  Wilde  (1843-53),  y  en  esta  época  la  obra  inglesa  más  importan- 
te de  la  especialidad  era  la  de  James  Hinton  (1827-75),  del  Guy's  Hospital  (1874). 
La  cirugía  moderna  del  oído  y  de  la  apófisis  mastoides  ha  sido  obra  principalmen- 
te délos  alemanes.  En  1873,  Hermann  Schwartze(i  837-1910)  y  Adolph  Eysell  des- 
criben el  método  de  abrir  la  apófisis  mastoides  por  escoplo  (typische  Aufmeisselung). 
Esta  operación  ha  sido  ulteriormente  perfeccionada  por  Emmanuel  Zaufal  (1884) 
y  Ernst  Küster  (1889),  al  propio  tiempo  que  Ludwig  Stacke  ideaba  la  excisión  de 
los  huesecillos  (1890)  y  hacía  adelantar  extraordinariamente  la  cirugía  del  oído  me- 
dio (1892-97).  El  vértigo  auricular  ha  sido  descripto  primeramente  por  Prosper 
Meniere  (1799-1862)  en  1861;  de  nuevo  ha  sido  expuesto  por  Charcot  como  vertigo 
ab  aure  laesa  (1874),  al  paso  que  las  relaciones  entre  el  nistagmus  y  las  afecciones 
vestibulares  y  cerebelosas  han  sido  ya  notadas  por  Purkinje  y  Flourens  y  desarro- 
lladas por  Robert  Bárány  en  el  siglo  xx.  La  historia  fundamental  de  la  otología  por 
Adam  Politzer  ha  terminado  en  época  reciente  (1907-1913)  [2]. 


(1)  Para  las  referencias  bibliográficas  de  esta  sección,  véase  Surgeon  General's 
Catalogue,  191 2,  2  s,  XVII,  páginas  1 71-172. 

(2)  Para  referencias  bibliográficas  de  esta   sección,   véase  Sur geori "General' 's 
Catalogue,  191 2,  2  s.,  XVII,  páginas  172-173. 


252  HISTORIA     DE    LA     MEDICINA 

Ni  la  clínica  médica  inglesa  ni  la  francesa  de  este  período  ofrecen  la 
tendencia  rigurosamente  científica  que  caracteriza  la  alemana.  En  Inglate" 
rra  la  Patología  era  poco  estudiada  después  de  la  época  de  Bright,  Hodg- 
kin  y  Addison,  aunque  el  talento  inglés  para  la  cuidadosa  observación  clí- 
nica se  había  ilustrado  ampliamente.  La  fase  más  brillante  de  la  medicina 
francesa  en  la  segunda  mitad  del  siglo  xix  ha  sido  la  neurología.  Con  la 
excepción  de  Charcot,  la  mayoría  de  los  clínicos  franceses  de  la  época 
eran,  como  los  ha  descripto  Helmholtz,  más  bien  brillantes  y  elegantes 
expositores  de  la  Medicina  interna  que  investigadores  originales  en  la  Pa- 
tología. Verdaderamente,  como  veremos  luego,  no  había  patólogos  pro- 
fesionales en  las  escuelas  médicas  francesas,  estando  suplida  su  falta  por 
los  médicos  prácticos  de  los  hospitales. 

En  la  Medicina  experimental,  Jean-Antoine  Villemin  (1827-1892),  de 
Prey  (Vosgos),  graduado  en  Medicina  en  Estrasburgo  (1852)  y  profesor 
de  Val-de-Gráce,  adquirió  una  reputación  inmortal  por  su  demostración 
de  que  la  tuberculosis  es  una  infección  específica,  debida  a  un  agente  in- 
visible, inoculable  y  transmisible  por  inoculación  del  hombre  a  los  anima- 
les inferiores  ( 1 865-69).  Antes  de  la  obra  de  Pasteur,  estas  ideas  no  po- 
dían alcanzar  crédito,  a  pesar  de  que  lo  expuesto  por  Villemin  venía  a  coin- 
cidir con  la  doctrina  de  la  contagiosidad  de  la  tisis.  En  1870,  explicaba  a 
sus  ayudantes  de  Val-de-Gráce  que  «el  soldado  tísico  es  para  sus  compa- 
ñeros de  rancho  lo  que  el  caballo  con  muermo  es  para  los  que  le  acom- 
pañan en  la  yunta». 

De  los  clínicos  franceses,  Armand  Trousseau  (i 801-67),  de  Tours, 
discípulo  de  Bretonneau,  profesor  de  la  Facultad  de  París  (1850),  y  mé- 
dico del  Hospital  Saint-Antoine  (1839)  y  del  Motel  Dieu  (1850),  venía  a 
ocupar  en  la  Medicina  francesa  la  misma  posición  que  Bright  y  Addison, 
Stokes  y  Graves  al  otro  lado  del  canal  de  la  Mancha.  Obtuvo  el  premio  de 
la  Academia  por  su  clásico  tratado  de  la  tisis  laríngea  (1837);  fué  el  pri- 
mero en  efectuar  la  traqueotomía  en  París  (1831),  [i],  y  trabajó  mucho  en 
divulgar  la  toracentesis  (1843)  y  la  intubación  (1851).  Ha  descripto,  el 
primero,  el  vértigo  gástrico  y  un  diagnóstico  de  la  tetania  infantil,  que 
consiste  en  la  posibilidad  de  reproducir  voluntariamente  los  paroxismos 
durante  el  ataque,  ¡or  la  compresión  de  las  partes  afectas.  Su  Clinique 
medicóle  de  T Hotel  Dieu  (1861),  que  ha  logrado  tres  ediciones,  contiene  su 
mejor  labor,  mucha  parte  de  la  cual  ha  ido  pasando  silenciosamente  a  los 
libros  de  texto.  Rra  un  hombre  de  una  fuerte  personalidad,  un  gran  maes- 
tro en  la  exposición  clínica,  un  generoso  intérprete  de  las  ideas  de  otros 
hombres,  especialmente  de   las  enfermedades  descriptas  por  Bretonneau, 

(i)      Journ.  de  conn.  nu'd.  chir.,  París,  r.833-34;  I.  páginas  5  y  41. 


EL    SIGLO    XIX 


*53 


Addison,  Hodgson,  Corrigan  y  Duchenne,  de  Boulogne.  Sus  últimos  dis- 
cípulos han  sido  Dieulafoy  y  Da  Costa. 

Georges  Dieulafoy  (1839-191 1),  de  Toulouse,  autor  del  tratado  de  Me- 
dicina francés  que  más  se  ha  leído  en  su  época  (188084)  [i],  es,  además, 
notable  por  su  empleo  del  trocar  en  el  tratamiento  de  la  pleuresía,  de  los 
quistes  hidatídicos,  etc.  ( 1 869-7 2)  [2];  era  un  fogoso  orador  clínico  del 
tipo  meridional,  que  nunca  se  molestó  él  mismo  en  científicas  especula- 
ciones, sino  que  se  labró  una  amplia  clientela  y,  como  un  médico  huma- 
no y  sabio,  empleó  la  expresión  o  explotación  de  su  personalidad  en  la 
clínica.  Hermoso  y  alegre  (le  beau  Dieulafoy),  estaba  dotado  de  un  gran 
poder  de  elocuencia  y  de  mími- 
ca; había  nacido  actor,  con  los 
gestos  y  la  entonación  de  un  te- 
nor italiano  (des  gestes  qui  implo- 
rent  et  qui  caressent),  y  procu- 
raba constantemente  exponer  el 
diagnóstico  de  modo  que  excita- 
se la  mayor  admiración.  Desde 
este  punto  de  vista,  Dieulafoy 
era  ideal.  Como  médico  de  des- 
pierta inteligencia  y  de  fascinado- 
ra personalidad,  que,  por  lo  me- 
nos, le  servía  para  que  la  ense- 
ñanza no  se  hiciera  pesada  para 
nadie;  su  pasión  era  demostrar  a 
sus  discípulos  cómo  se  obtienen 
buenas  contestaciones  haciendo 

precisamente  las  preguntas  debidas,  sin  ofender  ni  cansar  a  los  enfermos. 
Presentaba  al  enfermo  como  merecedor  siempre  de  la  mayor  considera- 
ción y  simpatía.  Había  tenido  una  excelente  educación  clásica,  y  se  atrajo 
por  primera  vez  la  atención  de  Trousseau  acudiendo  en  su  auxilio  con 
una  cita  de  Ovidio.  Ha  realizado  una  buena  obra  con  la  exposición  de  las 
complicaciones  de  la  apendicitis  y  otros  detalles.  En  sus  ardientes  impro- 
visaciones clínicas  solía  excederse  acuñando  frases  como  la  de  le  foie 
appendiculaire,  que,  si  demostraban  su  dominio  en  el  uso  del  idioma  fran- 
cés, en  cambio  no  correspondían,  demasiado,  a  la  idea  mental  del  asunto. 
Una  lápida  a  su  memoria  ha  sido  colocada  en  los  muros  del  Anfiteatro 
Trousseau  en  1914. 


Armancl  Trousseau  (1801-67) 


(1)  Dieulafoy:  Manuel  de  Pathologie  interne,  París,  1880-84. 

(2)  De  V  aspiration  pneumatique  sous-cut  anee,  París,  1870. 


254  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

Sigismond  Jaccoud  (1830-1913),  de  Ginebra,  era  otro  notable  inter- 
nista de  París,  cuyos  tratado  de  práctica  (1871)  y  lecciones  clínicas  (1867 
a  1888)  han  disfrutado  casi  la  misma  reputación  que  los  de  Dieulafoy. 

Jean- Alfred  Fournier  (1832-1914),  de  París,  profesor  en  su  Facultad, 
cuyo  nombre  va  asociado  a  la  gran  clínica  de  enfermedades  venéreas  del 
Hospital  de  Saint  Louis,  estando  reputado  como  un  profesor  de  gran  mé- 
rito, poseedor  de  una  voz  harmoniosa  y  clara,  lleno  de  la  más  fina  delica- 
deza y  cortesía  con  los  enfermos  y  con  los  discípulos,  gozando  de  univer- 
sales simpatías  y  llevando  las  ideas  hasta  las  mentes  más  obtusas  con  su 
luminosa  inteligencia  y  su  claro  y  expresivo  modo  de  expresarse.  Con  Di- 
day,  de  Lyón,  Fournier  trabajó  mucho  en  el  desarrollo  del  asunto  de  la 
sífilis  congenita,  en  el  cual  puso  «orden  en  el  caos».  Prácticamente,  toda 
su  vida  ha  estado  consagrada  al  estudio  de  esta  enfermedad,  habiendo  po- 
dido añadir  a  cada  uno  de  sus  aspectos  algún  dato  clínico  de  importancia, 
incluso  desde  el  punto  de  vista  de  su  aspecto  social  (Syphilis  et  Mariage. 
1890).  Ha  introducido  el  concepto  de  parasífilis,  y  sus  estadísticas  acerca 
de  la  relación  causal  de  la  lúes  con  la  ataxia  y  la  parálisis  (1876-94)  [i] 
son,  con  las  de  Erb,  las  contribuciones  más  importantes  a  este  asunto. En 
marzo  de  1 90 1  ha  fundado  la  Sociedad  de  Profilaxia  Moral  y  Sanitaria. 
Se  describe  a  Fournier  como  un  hombre  de  ojos  vivos  y  penetrantes,  de 
aspecto  serio,  como  de  militar,  y  vistiendo  al  modo  de  un  antigo  oficial 
de  Artillería. 

Henri  Huchard  (1844-1910),  de  Auxon  (Aube),  era  un  clínico  del  mis- 
mo tipo  afectivo.  Es  especialmente  famoso  por  sus  estudios  de  Terapéuti- 
ca, Traite  des  neuroses  (con  Axenfeld,  1883),  su  gran  obra  sobre  enferme- 
dades del  aparato  circulatorio  (1889),  y,  sobre  todo,  por  su  labor  acerca 
de  las  formas  clínicas  de  la  arterieesclerosis  (1909),  cuyo  desenvolvimiento 
estudió  mucho. 

Charles-Jacques  Bouchard  (1837-1915),  últimamente  decano  de  la  Fa- 
cultad de  París,  era  una  figura  magistral,  dominante;  ha  descrito,  con  Char- 
cot, los  dolores  fulgurantes  de  la  ataxia  (1866);  ha  sido  el  primero  en  lla- 
mar la  atención  hacia  la  autointoxicación  (1887)  y  hacia  las  enfermedades 
causadas  por  retardo  de  la  nutrición  ( 1 879-80)  y  ha  escrito  un  tratado  de 
Patología  general  (1899),  que  es  un  libro  de  texto  popular  entre  los  estu- 
diantes. 

Entre  Las  contribuciones  originales  de  los  clínicos  franceses  figuran  la  demos- 
tración,  por  A.  Villemin,  de  la  inoculabilidad  de  la  tuberculosis  (1868);  las  tesis,  de 
L  \.  I  haon  v  J.  J.  ( rrancher,  sobre  la  unidad  de  la  tisis  (1873);  el  estudio  de  Joseph 
Dumontier,  sobre  la  enfermedad  del  sueño  (1868);  la  descripción,  por  Paul  Lorain 

(1)    Fournier:  Le*  parasyphilitiquts,  París,  1894. 


EL     SIGLO     XIX 


255 


del  infantilismo  sexual  (i 871); las  descripciones  de  las  hepatitis  intersticiales  cróni- 
cas (1874),  por  Georges  Hayen  (184 1);  de  la  cirrosis  biliar  (1875),  por  Victor-Charles 
Hanot  (1844-96);  de  la  hipertrofia  endoteliomatosa  primaria  del  bazo,  por  P.  C.  E. 
Gaucher  (1882);  de  la  enteroptosis  y  gastroptosis,  por  Frantz  Glenard  (1885);  del 
vértigo  paralizante  (kubisagari),  por  F.  Gerlier  '1886);  del  cáncer  primitivo  del  pán- 
creas, por  Louis  Bard  y  Adrien  Pie  (1888);  de  la  policitemia  cianósica,  por  Henri 
Vaquer  (1892);  los  trabajos  de  Ch.  Bouchard  (1887)  y  A.  Combe  (1907),  sobre  auto- 
intoxicación,  y  los  tratados  de  Pediatría  de  C.   M.  Billard  (1828-33)  y  de  Rilliet  y 


Friedrich  Theodor  von  Frerichs  (1819-85) 


Barthez  (1838-43),  que  contienen  un  antiguo  estudio  de  la  poliomielitis.  De  los  pai- 
dópatas  franceses  más  modernos,  Jules  Comby  (1853)  y  B.-J.-A.  Marfan  son  los  más 
notables  como  autores  de  tratados  y  monografías  y  como  editores  de  revistas  de 
Pediatría. 


En  la  Medicina  clínica  alemana  de  la  segunda  mitad  del  siglo  xix  hay 
que  mencionar  los  nombres  de  Frerichs,  Taube,  Kussmaul,  Gerhardt, 
Ziemssen,  Leyden,  Senator,  Naunyn  y  Friedrich  Müller. 

Friedrich  Theodor  von  Frerichs  (1819-85),  de  Aurich,  graduado  en 
Góttingen  en  1 84 1,  adquirió  pronto  buena  reputación  como  oculista;  pero 
al  poco  tiempo  se  inclinó  hacia  la  medicina  científica  e  interna,  llegando  a 
ser  uno  de  los  fundadores  de  la  Patología  experimental.  Fué  nombrado 
profesor  dé  Góttingen  en  1 848,  pasando  sucesivamente  a  ocupar  cátedras 


256  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

en  Kiel  (1850),  Breslau  (1852)  y  Berlín,  donde  vino  a  suceder  a  Schónlein 
en  1859.  Frerichs  parece  haber  llegado  a  la  cúspide  de  la  profesión  en  un 
período  de  tiempo  sorprendentemente  corto,  y  su  carrera  desde  Góttin- 
gen  a  Berlín  ha  sido  comparada  por  Naunyn  a  un  paseo  triunfal.  Los  es- 
tudiantes estaban  pendientes  de  sus  labios,  y  sus  colegas  admiraban  su 
maravillosa  precisión  en  el  diagnóstico.  A  los  cuarenta  años  había  dado 
ya  lo  mejor  de  su  labor:  su  gran  monografía  sobre  la  digestión  en  el  Dic- 
cionario de  Fisiología,  de  Wagner;  su  descubrimiento  de  la  leucina  y  la 
tirosina  en  la  orina  de  los  enfermos  de  atrofia  amarilla  del  hígado(l855)[l]í 
sus  estudios  patológicos  de  la  cirrosis  hepática,  de  la  fiebre  palúdica  per- 
niciosa y  de  la  melanemia,  y  sus  libros  sobre  enfermedad  de  Bright 
(185 1)  [2]  y  enfermedades  del  hígado  (1858)  [3].  Ya  en  Berlín,  como  nos 
dice  su  discípulo  Naunyn,  Frerichs  pareció  sufrir,  en  lo  más  alto  de  su 
reputación,  una  especie  de  agotamiento  intelectual.  Aparte  de  sus  estu- 
diantes, de  los  que  continuaba  siempre  acompañado  en  gran  número,  se 
volvió  huraño,  reservado  y  disputador,  y  escribió  poco.  El  segundo  volu- 
men de  las  enfermedades  del  hígado  (1868)  se  dice  que  demuestra  esta 
decadencia  de  su  talento;  a  pesar  de  ello,  sus  lecciones  seguían  siendo  al- 
tamente apreciadas  por  su  seguridad  y  su  hermosa  concisión,  y  disfrutaba 
de  una  práctica  y  consulta  privada  enormes.  Este  cambio  en  la  persona- 
lidad de  Frerichs  cree  Naunyn  que  se  debía  a  su  extraordinaria  sensibili- 
dad respecto  de  la  crítica;  a  la  oposición  que  ha  encontrado  en  Berlín,  es- 
pecialmente por  sus  errores  a  propósito  del  origen  de  los  pigmentos  y  de 
los  ácidos  biliares;  a  sus  desavenencias  con  Traube,  su  colega  en  la  Chan- 
té, y  a  la  enemistad  agresiva  que  encontró  por  parte  de  Virchow.  Tan 
fuerte  era  la  personalidad  de  Virchow,  que  hasta  Graefe  y  Langenbeck  se 
pusieron  a  su  lado  en  la  oposición  oficial  a  Frerichs,  cuya  productividad 
quedó  bien  pronto  esterilizada  por  su  rivalidad  profesional.  Únicamente 
fué  por  la  simpática  influencia  de  Leyden,  que  llegó  a  la  Charité  en  1 876 
y  que  dio  la  casualidad  que  fué  su  sustituto,  por  lo  que  volvió  a  brillar  de 
nuevo  su  inteligencia,  dando  otra  monografía  digna  de  su  fama,  su  obra 
acerca  de  la  diabetes  (1784)  [4],  basada  en  400  casos  y  55  autopsias.  Las 
lecciones  clínicas  de  Frerichs,  que  él  daba  sin  preparación,  son  descritas 
por  Naunyn  como  una  clásica  perfección  de  la  frase;  claras  y  representa- 
tivas en  la  exposición  de  la  enfermedad,  ofreciendo  una  gran  novedad  y 
frescura  por  el  número  de  hechos  sacados  a  colación  por  su  propia  expe- 
riencia. Sus  diagnósticos,  que  él  hacía  directa  e  inmediatamente   después 


1  Frerichs:  Deutsche  Klinik,  Berlín,  1855;  VII,  páginas  341-343- 

(2)  Die  Bright sche  Nicrenkrankkcit,  Braunschweig,  1851. 

(3)  Klinik  der  Leberkrank/ieiten,  Braunschweig,  1858. 
(4;  Ueber  den  Diabetes,  Berlín,  1884. 


EL     SIGLO     XIX 


257 


de  ver  los  enfermos,  eran,  de  ordinario,  intuitivos,  siempre  desarrollados 
como  un  estudio  de  una  función  fisiológica,  y  nunca  admitiendo  que  fue- 
sen erróneos.  Como  Skoda,  Frerichs  era  indiferente  a  los  enfermos,  lo 
mismo  que  a  los  estudiantes,  cuidando  sólo  de  los  aspectos  científicos  de 
la  enfermedad  en  sí  misma,  aunque  condescendía  siempre  a  bosquejar  un 
plan  terapéutico,  incluyendo  una  prescripción.  Personalmente,  era  alto  y 
desgarbado,  pero  imponente  por  su  estilo  de  exposición,  que  era  frecuen- 
temente dramático.  El  interés  de 
Frerichs  es  el  del  desarrollo  científi- 
co de  la  enseñanza  clínica  en  Ale- 
mania. Entre  sus  discípulos  figuran 
algunos  de  los  más  amplios  espíri- 
tus de  los  tiempos  modernos,  como 
Ehrlich,  Naunyn ,  Leyden  y  von 
Mehring. 

Ludwig  Traube  (1818-76),  de  Ra- 
tibor  (Silesia),  discípulo  de  Purkin- 
je,  Johannes  Müller,  Skoda,  Ro- 
kitansky  y  Schonlein,  llegó  a  ser 
ayudante  de  éste  en  1 849  y  profe- 
sor de  Berlín  en  1857.  Ya  anterior- 
mente se  había  hecho  notar  Trau- 
be como  uno  de  los  fundadores  de 
la  Patología  experimental  por  sus 
investigaciones  sobre  los  trastornos 
pulmonares  ocasionados  por  la  sec- 
ción del  nervio  vago  (1846).  Estos 
fueron  seguidos  de  sus  estudios  so- 
bre la  sofocación  (1847),  Ias  crisis  y  los  días  críticos  (1850),  la  pato- 
logía de  la  fiebre,  los  efectos  de  la  digital,  las  relaciones  entre  los  tras- 
tornos cardíacos  y  los  renales  y,  principalmente,  sus  Gesammelte  Bei- 
trdge  zur  experimentellen  Pathologie  (1871-78),  que  le  han  dado  una  repu- 
tación extraordinaria.  Empezó  a  usar  el  termómetro  en  su  clínica  hacia 
el  año  1850. 

Traube  ha  sido  uno  de  los  primeros  médicos  judíos  que  han  reci- 
bido el  reconocimiento  oficial  después  délos  acontecimientos  de  1848,  y 
sus  clínicas  de  la  Charité  se  hicieron  bien  pronto  populares  a  causa  de  lo 
exacto  de  sus  métodos  y  de  su  exactitud  honrada  y  sincera  respecto  de 
los  enfermos.  Su  fisonomía,  como  la  de  Ehrlich  o  la  de  Carlyle,  tenía  ese 
algo  indefinido  que  nosotros  asociamos  con  la  idea  de  un  hombre  honra- 
do. Sus  disputas,  largo  tiempo  sostenidas,  con  Frerichs  eran  debidas  a  las 


^Ludwig  Traube  (1818-76) 
(  Biblioteca   Médica    de   Boston.) 


Historia    dk  la  Mbdioiwa.  —  Tomo  II 


17 


258  HISTORIA    DE    LA    MEDICINA 

usuales  discusiones  a  propósito  del  material  clínico,  del  cual  este  último, 
como  médico  jefe,  tenía  la  parte  del  león. 

Adolf  Kussmaul  (1822-1902),  de  Graben,  cerca  de  Karlsruhe,  comen- 
zó como  cirujano  militar,  llegando  más  tarde  a  profesor  en  Heidelberg 
(1857),  Erlangen  (1859),  Freiburg  (1863)  y  Estrasburgo  (1876).  Sus  estu- 
dios anteriores  se  habían  referido  a  los  cambios  en  el  color  de  los  ojos 
(1845),  a  los  efectos  de  la  circulación  en  los  movimientos  del  iris  (1856), 
a  las  relaciones  entre  la  anemia  y  las  convulsiones  epileptoideas  (1857).  De 
la  mayor  importancia  son  sus  monografías  a  propósito  de  la  psicología 
del  niño  recién    nacido  (1859),  de  la   salivación    mercurial   en  su  relación 

con  la  sífilis  constitucional  (1861),  y  de  los 
trastornos  del  lenguaje  (1877).  Ha  sido  el 
primero  en  describir  la  «periarteritis  nudo- 
sa» (1866)  [i],  la  parálisis  bulbar  progresiva 
(1873)  y  el  coma  diabético  con  acetona  y 
un  tipo  especial  de  respiración  («hambre 
de  aire»),  asociado  a  aquelestado  (1874)  [2]. 
Ha  trabajado  mucho  para  hacer  adelantar 
el  conocimiento  de  la  tetania  y  de  la  os- 
teomielitis. Igualmente  brillantes  son  sus 
contribuciones  al  diagnóstico  y  a  la  tera- 
péutica. Ha  inventado  el  concepto  de  «pul- 
so paradójico»  (1873)  [3];  ha  sido  el  pri- 
.....  .  .  0  .  mero  en  diagnosticar  durante  la  vida  la  em- 

Adoli    Kussmaul  (1822-1902)  o 

bolia  de  la  arteria  mesentérica  (1864),  el 
primero  en  intentar  la  esofagoscopia  y  la  gastroscopia  (1869)  [4],  el  pri- 
mero en  lavar  el  estómago  con  sonda  de  goma,  como  tratamiento  de  la 
dilatación  del  estómago  (i 867-69),  en  tratar  la  úlcera  gástrica  con  grandes 
dosis  de  bismuto  y  en  emplear  la  toracentesis  (1868)  [5].  Sus  Jugenderinne- 
rungen  (1899)  son  una  de  las  mejores  autobiografías  que  se  conocen,  con- 
teniendo interesantes  puntos  de  vista  acerca  de  los  días  gloriosos  de  la 
Nueva  Iiscuela  de  Viena.  En  el  día  de  Navidad  de  1893  distribuyó  en- 
tre sus  amigos  un  volumen  de  poemas,  impreso  privadamente  con  el 
pseudónimo  de    «Doctor  Oribasius>. 


(i)     Con  Rudolf  Maier  Deutsches  Arckiv  f.  Klin.  Med.y   Leipzig,    1866;   I,  pági- 
nas 484-5  í8. 

(2¡     Ibidem ¡  1874;  XIV,  páginas  1-46. 

(3;    Samml.  klin,   Vortr.,   Leipzig.;  1873    núm.  54  (hiñere  Med.,  núm.  62);  pági- 
nas 1037-1674. 

(4)     Deutsche  Zeiischr.f.  CftiV.,  Leipzig,  1900-1901;  LVIII,  páginas  500-507,  una 
lámina.  (í  !omuni<  ado  por  Killian  , 

Cara  detalles  acerca  de  esta  \  de  "lias  contribuciones  de  Kussmaul,  véase 
tsches  Arckiv.  f.  ¡din,  Med.,  Leipzig,  1902;  1  XXIII,  páginas  1-89. 


EL    SIGLO     XIX 


259 


Carl  Gerhardt  (1833-1902),  de  Speyer,  profesor  en  Jena  (1861),  Würz- 
burg  (1872)  y  Berlín  (1885);  se  consagró  principalmente  a  la  Medicina  in- 
terna, a  la  Pediatría  y  a  la  Laringología.  Ha  hecho  trabajos  importantes 
respecto  del  crup  laríngeo  (1859),  de  la  parálisis  de  las  cuerdas  vocales 
(1863-72),  de  los  tumores  laríngeos  (1896),  de  la  sífilis  de  la  laringe  y  de 
la  tráquea  (1898);  es  el  autor  de  un  tratado  de  auscultación  y  percusión 
(1890)  y  de  otro  de  enfermedades  de  la  infancia  (1880)  y  editor  de  un 
gran  manual  de  enfermedades  de 
los  niños  (1887).  En  1 865,  conti- 
nuando el  descubrimiento,  deWil- 
helm  Petter,  de  la  acetona  en  la 
diabetes  (1857),  ideó  su  reacción 
del  percloruro  de  hierro  para  el 
éter  acetoacético  en  la  orina  ace- 
tonémica. 

En  relación  con  el  nombre  de 
Gerhardt,  tenemos  que  mencionar 
a  los  pediatras  Eduard  Heinrich 
Henoch  (1820- 19 10),  de  Berlín, 
discípulo  de  Schónlein  y  sobrino 
de  Romberg,  que  ha  escrito  un 
tratado  clínico  de  enfermedades 
del  abdomen  (1852- 58),  una  serie 
magistral  de  ensayos  sobre  las  en- 
fermedades de  los  niños  (186 1 -68), 
lecciones  de  Pediatría  (1881)  y  ha 
descrito  la  púrpura  de  Henoch 
(1874)  [i]  y  el  asma  dispépsico 
(1876)  [2];  al  vienes  Alois  Bednar 
(el  délas  aftas  de  Bednar),  cuyo  tra- 
tado de  enfermedades  de  los  niños  (i 850-5 3)  es  igualmente  bien  conocido, 
Theodor  Escherich  (1857)  [3]>  de  Munich,  cuyo  tratado  de  las  bacterias 
intestinales  de  los  niños  contiene  el  primer  estudio  de  las  infecciones  por 
el  bacillus  coli;  Adolf  Baginsky  (1843),  de  Berlín,  autor  de  un  manual  de 
Higiene  escolar  (1876),  un  libro  de  texto  de  Pediatría  (1882),  y  muchos 
estudios  diferentes;  Heinrich  Finkelnstein  (1865),  que  ha  escrito  el  mejor 
tratado  alemán  de  Pediatría  (1905-1912);    el  galiciano   Adalbert   Czerny 


Eduard  Heinrich  Henoch   (1820-1910) 
(Colección  A.  C  Klebs.) 


(1)  Henoch:  Berlin,  klin.  Wochenschr.,  1874;  XI,  páginas  641-643. 

(2)  Ibidem,  1876;  XIII,  páginas  241-243. 

(3)  Escherich:  Die  Darmbakterien  des  Sáuglings,  Stuttgart,  1886. 


¿6o  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

(1863),  que  ha  ideado  el  concepto  de  «diátesis  exudativa»  (1907)  [i],  y, 
con  Keller,  ha  separado  los  trastornos  digestivos  del  niño  de  pecho  de 
los  de  las  otras  edades  infantiles,  dividiéndolos  en  infecciosos,  alimenti- 
cios o  metabólicos  y  congénitos,  y  que  ha  clasificado  los  trastornos  nu- 
tritivos de  los  niños  de  pecho,  de  acuerdo  con  las  relaciones  metabólicas. 
En  19 10,  Meinhard  Pfaundler  y  Arthur  Schlossmann  han  publicado  un 
manual  de  Pediatría  que  ha  sido  traducido  al  inglés  en  191 2. 


Ernst  VOS  Levden  (1832-iuio).  (Compañía  íotográfica  de  Berlín.) 

Hugo  von  Zibmssen  (1829-1902),  uno  de  los  discípulos  de  Virchow,  ha 
sido  profesor  de  Clínica  médica  en  Erlangen  (1863)  y  (después  de  haber 
prestado  sus  servicios  en  la  guerra  franco-prusiana)  en  Munich  (1874)1 
donde  dirigió  el  hospital  de  la  ciudad  y  fundó  el  primer  instituto  clínico 
para  la  enseñanza  de  las  especialidades  (1877).  Ziemssen  ha  sido  uno  de 
los  médicos  enciclopedistas  cuya  fama  persiste  todavía  en  la  actualidad, 
unida  a  su  Manual  de-  Patología  y  Terapéutica  especiales,  en  diez  y  siete 
volúmenes  (1875-85).  lia  editado  manuales  de  Terapéutica  (1880-84),  Hi- 
giene (1882-86)  y  enfermedades  de  la  piel  (i 883-84)  y  ha  escrito  innume- 
rable contribuciones  sobre  diferentes  asuntos. 


(1)    A.  Czerny:    Monatschr.  f.   Kinderheük.,  Leipzig  y  Viena,  1907-8;  VI  pági- 
nas 1 -y. 


EL     SIGLO     XIX 


261 


Ernst  von  Leyden  (i 832-1910),  de  Danzig,  discípulo  de  Schónlein  y  de 
Traube,  sucesor  de  este  último  en  Berlín  en  1 876,  y  sucesor,  además,  de 
Frerichs  en  su  clínica,  a  la  muerte  del  mismo  (1885).  En  1 894  fué  llama- 
do a  la  corte  de  Rusia  para  asistir  al  zar  Alejandro,  de  quien  recibió, 
en  1895,  una  patente  de  nobleza.  En  1 879  ha  fundado,  con  Frerichs,  el 
Zeitschrift  für  klinische  Medizin,  y  en  los  últimos  años  de  su  vida  era  un 
activo  coeditor  de  otros  varios  periódicos.  Adquirió  una  gran  reputación 
en  Berlín,  especializándose  en  neu- 
rología, siendo  su  obra  más  famosa 
unos  estudios  clínicos  sobre  la  ta- 
bes dorsal  (1863-1901),  la  respira- 
ción en  la  fiebre  (1870),  enfermeda- 
des de  la  médula  (1874-76),  polio- 
mielitis y  neuritis  (1880),  vómitos 
periódicos  (1882)  y  pronóstico  de 
las  afecciones  cardíacas  (1889).  Ha 
trabajado  mucho  en  favor  de  la  hos- 
pitalización de  los  enfermos  tuber- 
culosos en  Alemania. 

Hermann  Nothnagel  (1841 
a  1905),  discípulo  de  Traube  y  de 
Virchow,  ayudante  de  Leyden  en 
Konigsberg  ( 1 86 5 -68)  y  profesor 
en  Freiburgo  (1872),  Jena  (1874)  y 
Viena  (1882-1905).  Ha  escrito  un 
autorizado  tratado  de  Terapéuti- 
ca (1870)  y  excelentes  contribu- 
ciones a  la  neurología;  siendo  es- 
pecialmente famoso  por  su  enciclopédico  Manual  de  Patología  y  lera- 
péutica  especiales,  en  24  volúmenes  (1894- 1905).  Sus  temas  clínicos  fa- 
voritos son  el  diagRÓstico  de  las  enfermedades  cerebrales  (en  las  que 
ha  distinguido  las  enfermedades  de  los  tálamos  ópticos)  y  las  enfermeda- 
des de  los  intestinos  y  del  peritoneo,  acerca  de  los  cuales  ha  escrito  una 
clásica  monografía  (1898).  Era  un  ardiente  orador,  un  expresivo  profesor 
y  un  hombre  de  elevados  ideales.  Víctima  de  una  angina  de  pecho,  estu- 
dió estoicamente  los  síntomas  de  su  propia  dolencia,  publicándolos  hasta 
el  último  momento  (i). 

Hermann  Senator  (1834-1911),  de  Gnesen  (Polonia  prusiana),  discí- 
pulo de  Johannes  Müller,  de  Schónlein  y  de  Traube,  fué  uno  de  los  direc- 


Hermann  Nothnagel  (1841-1905) 
(Biblioteca   Médica  de   Boston.) 


(1)     Deutsche  med.    Wochenschr.,  Leipzig  y  Berlín,  1905;  XXXI,  pág.  1564. 


2Ó2 


HISTORIA     DE    LA    MEDICINA 


tores  de  la  Charité  en  1 88 1,  y  después  de  la  muerte  de  Frerichs  tuvo  una 
clínica  médica  en  la  Policlínica  universitaria  (1888).  Se  ha  hecho  una  repu- 
tación por  sus  investigaciones  acerca  de  la  patología  y  tratamiento  de  la 
fiebre  (1873),  de  la  diabetes  (1879),  de  la  albuminuria  en  estado  de  salud 
y  en  las  enfermedades  (1882),  que  ha  sido  traducida  por  la  New  Syden- 
ham Society  (1890),  y  de  enfermedades  del  riñon  (1896).  Ha  descrito, 
además,  el  flegmón^perifaríngeo  infeccioso  (1888). 

Bernard  Naunyn  (1839),  hijo  de 
un  burgomaestre  de  Berlín,  fué  ayu- 
dante de  la  clínica  de  Frerichs  por 
espacio  de  siete  años;  después,  pro- 
fesor en  Dorpat  (1859),  Berna  (1872) 
y  Konigsberg  ^1872)  y,  finalmente, 
sucedió  a  Kussmaul  en  Estrasburgo 
en  1888.  Con  Klebs  y  Schmiede- 
berg,  ha  fundado  los  Archiv  für  ex- 
perimentelle  Pathologie  und  Pharma- 
kologie  (1872),  y,  con  Mikulicz,  los 
Mittheilungen  aus  den  Grenzgebieten 
aer  Medizin  und  Chirurgie  (1896). 
De  todos  los  discípulos  de  Frerichs, 
Naunyn  y  Ehrlich  han  sido  los  que 
mejor  han  continuado  las  tendencias 
del  maestro  hacia  la  patología  expe- 
rimental y  la  química  patológica.  Pres- 
cindiendo de  sus  primeras  investiga- 
ciones sobre  los  hidátides  y  sobre  la 
química  de  los  trasudados,  Naunyn  ha  consagrado  su  vida  entera  al  estudio 
del  metabolismo  en  la  diabetes  y  al  de  las  enfermedades  del  hígado  y  del  pán- 
creas, siendo  sus  más  importantes  obras  el  estudio  clínico  de  la  litiasis  biliar 
(l892)[l],  y  su  monografía  sobre  la  diabetes  sacarina  (1898)  [2].  En  la  pri- 
mera ha  introducido  el  concepto  nuevo  de  «colangitis»  como  una  infla- 
mación de  la  membrana  de  revestimiento  de  los  más  finos  conductos  bi- 
liares, determinando  la  obliteración  de  su  luz;  exponiendo  la  ictericia  ca- 
tarral y  la  hepatitis  sifilítica  como  formas  primaria  y  secundaria  de  la  co- 
langitis infecciosa,  y  considerando  los  cálculos  biliares  como  el  efecto  más 
bien  que  como  la  causa  de  la  enfermedad.  Su  tratamiento  de  esta  afección 
por  el  drenaje  de  los  conductos  biliares  demuestra  cómo  el  clínico  mo- 


Bernard  Naunyn  ^1839) 


(1)  Naunyn:  Klinik  der  Cholelithiasis \  Leipzig,  1892. 

(2)  Der  Diabetes  mellitus,  Viena,  1898. 


EL    SIGLO     XIX  263 

derno  puede  pensar  quirúrgicamente  lo  mismo  que  el  cirujano  clínica- 
mente. El  se  opuso  a  la  idea  de  Flint  de  que  la  colesterina  sea  un  producto 
específico  de  las  secreciones  hepáticas  y  del  metabolismo.  Con  su  discípulo 
Stadelmann,  ha  introducido  el  concepto  del  coma  diabético  como  una  aci- 
dosis fatal.  Al  venir  Naunyn  a  Estrasburgo,  su  agresivo  temperamento 
prusiano  se  excitó  por  una  gran  cantidad  de  prejuicios  y  por  la  oposición 
existente  entre  la  población  alsaciana,  y  tardó  trece  años  en  triunfar,  allí 
donde  había  fracasado  incluso  el  suave  Kussmaul,  consiguiendo  transfor- 
mar el  antiguo  hospital  (construido  en  1718)  en  uno  espléndido  de  nueva 
construcción  (1901).  A  pesar  de  un  cariñoso  llamamiento  de  Viena,  quiso 
continuar  en  Alsacia,  donde  su  grandísima  habilidad  clínica,  su  austero 
cumplimiento  del  deber,  su  amor  a  la  verdad,  su  fina  y  sarcástica  ironía, 
acabaron  por  hacer  reconocer  su  mérito.  Desde  el  punto  de  vista  social, 
estaba  reconocido  como  hombre  de  la  más  vasta  cultura,  especialmente 
en  música.  Su  prometida  autobiografía,  a  juzgar  por  los  fragmentos  publi- 
cados en  1908,  debe  ser  el  libro  más  interesante  de  su  género.  Entre  sus 
discípulos,  muchos  se  han  distinguido  en  química  patológica,  como  Ernst 
Stadelmann  (1853),  de  Insterburg,  que  ha  investigado  las  relaciones  del 
ácido  P-oxibutírico  con  el  coma  diabético  (1883)  y  los  efectos  de  los  álca- 
lis en  el  metabolismo  (1890);  ha  descrito  la  pentosuria  (1894)  y>  con 
M.  Afanassyeff  (1883),  ha  trabajado  sobre  la  patogenia  de  la  ictericia  tóxi- 
ca y  hemolítica  (1891)  [i];  Oscar  Minkowski  (1858),  de  Alexoten  (Rusia), 
que  ha  descrito  la  ictericia  congenita  acolúrica  con  esplenomegalia  y  uro- 
bilinuria  (1900)  [2],  ha  estudiado  la  presencia  del  ácido  oxibutírico  en  la 
orina  diabética  (1884),  los  efectos  de  la  excisión  del  hígado  en  el  metabo- 
lismo (1885)  y>  con  Joseph  von  Mehring,  la  producción  de  la  diabetes  por 
la  excisión  del  páncreas  ( 1 889-93);  Max  Schrader  (i860),  que  ha  efectua- 
do valiosos  estudios  acerca  de  los  centros  inhibidores  del  corazón  (1886) 
y  sobre  fisiología  comparada  del  cerebro;  y  Adolf  Magnus  Levy  (1865), 
cuyo  nombre  va  especialmente  asociado  a  sus  estudios  del  coma  diabéti- 
co y  su  tratamiento  (1899-1909).  A  Naunyn  y  sus  discípulos  debemos  las 
mejores  obras  modernas  de  Patología  química  y  experimental. 

Joseph  von  Mering  (1849),  de  Colonia,  discípulo  de  Frerichs  y  Hop- 
pe-Seyler;  ha  investigado  la  diabetes  por  la  floricina  (1886),  y  ha  colabo- 
rado con  Minkowski  en  la  obra  experimental  de  la  diabetes  pancreá- 
tica (1889). 

CarlvoN  Noorden  (1858),  de  Bonn,  profesor  en  Franckfort  (1893)  y  su- 


(1)  Stadelmann:  Der  Icterus  (etc.),  Stuttgart,  1891. 

(2)  Minkowski:  Verhandl.  d.  Congr.f.  inn.  Med.,  Wiesbaden,  1900;  XVIII,  pági- 
na 316.  Una  ictericia  hemolítica,  no  congenita,  ha  sido  descrita  por  F-  Widal  y 
P.  Abrami  (1907). 


264  HISTORIA     DE     LA    MEDICINA 

cesor  de  Nothnagel  en  Viena  (1906),  ha  hecho  importantes  estudios  acer- 
ca de  la  albuminuria  fisiológica  (1885),  desórdenes  del  metabolismo 
(1892-95)  y  tratamiento  de  los  mismos  (1909).  Sus  discípulos  H.  Eppinger, 
W.  Falta  y  C.  Rüdinger  han  trabajado  mucho  en  el  desenvolvimiento  de 
la  doctrina  de  la  correlación  de  las  secreciones  internas  de  las  glándulas 
sin  conductos  excretores  (1908-09). 

Friedrich  Müller  (1858),  de  Augsburg,  discípulo  de  Voif  y  Gerhardt, 
sucesor  de  Biermer  en  Breslau  (1890)  y  profesor,  sucesivamente,  en  Mar- 
burg (1892),  Basilea  (1899)  y  Munich  (1902),  en  donde  su  clínica  es,  en  la 
actualidad,  una  de  las  más  ampliamente  frecuentadas  de  Europa.  Hábil 
internista  y  neurólogo,  es,  tal  vez,  el  maestro  más  científico  de  la  Medici- 
na interna  en  el  momento  presente. 

Carl  Anton  Ewald  (1845-1915),  de  Berlín,  discípulo  de  Frerichs  y  su- 
cesor de  Senator  en  el  Augusto  Hospital  (1886);  es  bien  conocido  de  todo 
el  mundo  por  su  gran  obra  a  propósito  de  los  trastornos  de  la  digestión 
(1S79-88),  su  empleo  del  cateterismo  para  explorar  el  contenido  del  estó- 
mago (1875)  y  sus  «comidas  de  prueba>,  que  ha  ideado  (1885)  con  su 
discípulo  Ismar  Boas  (1858)  de  Exin  (Posen),  cuyas  obras  sobre  enferme- 
dades del  estómago  ( 1 890-93)  y  enfermedades  del  intestino  (1899)  son 
también  grandemente  apreciadas.  Boas  ha  fundado  la  primer  policlínica 
para  afecciones  gastrointestinales  en  Alemania  (Berlín,  1 886).  Ewald  ha 
sido  editor  del  Berliner  klinische  Wochenschrif t  (1881-1907),  biblioteca- 
rio de  la  Sociedad  Médica  Berlinesa  y  una  autoridad  en  el  pronóstico. 

Ernst  Finger  (1856),  de  Viena;  Hermann  von  Zeissl  (1817-84),  de 
Zwittau  (Moravia),  y  su  hijo  Maximilian  von  Zeissl  (1853),  de  Viena,  se 
han  distinguido  también  en  el  terreno  de  las  afecciones  génito-urinarias  y 
venéreas. 

Del  brillante  grupo  de  clínicos  y  epidemiólogos  italianos,  Angelo  Du- 
BiNi  fué  el  primero  en  describir  la  anquilostomiasis  en  Europa  (1843)  y  la 
corea  eléctrica  (1846);  Salvatore  Tommasi  (i 8 1 3-88),  de  Turin,  que  refor- 
mó la  medicina  italiana,  barriendo  las  teorías  de  Rasori  en  el  Norte  de  Ita- 
lia; las  de  Bufalini,  en  la  Italia  Central,  y  las  de  la  escuela  dietética,  en  el 
•Sur,  en  favor  de  la  interpretación  fisiológica  de  la  Patología;  el  veterano 
Guido  Baccelu  (1832-1916),  de  Roma,  que  es  extraordinariamente  cono- 
cido por  su  de8cripci6n.de  la  pectoriloquia  áfona  en  los  derrames  pleurí- 
ticos  (signo  de  Baccelli,  1875),  por  sus  métodos  de  tratamiento  del  aneu- 
risma aórtico  por  la  introducción  de  un  hilo  metálico  a  través  de  sus  pa- 
redes (1876)  y  por  el  tratamiento  del  paludismo  por  medio  de  las  inyec- 
ciones de  quinina  (1890);  de  la  sífilis,  con  las  inyecciones  de  sublimado 
corrosivo  (1894),  y  (1(,1    tétanos,   con   ácido  fénico  (1905);   Camillo  Golgi 

14-1914),  el  eminente  histólogo;  ( 'orrado  Tommasi-Crudeli  (1834-1900), 


EL     SIGLO     XIX 


265 


de  Roma,  discípulo  de  Virchow;  Ettore  Marchiafava  (1847-1916),  Angelo 
Celli  (1858-1914);  Battista  Grassi  (1855),  y  Amico  Bignami,  que  han  he- 
cho brillantes  y  positivos  trabajos  sobre  el  paludismo;  Pietro  Grocco 
(i 856- 19 16),  de  Pavía,  ha  descrito  la  zona  de  sonido  obscuro  paraverte- 
bral en  el  lado  opuesto  del  exudado  pleurítico  (triángulo  de  Grocco,  1 902); 
Guido  Banti  describe  ia  anemia  esplenomegálica  (J898);  Adelchi  Negri 
(1876-1912)  ha  descubierto  los  cuerpos  de  Negri  en  la  hidrofobia  (1903 
a  1904);  Aldo  Castellani  ha  encontrado  el  tripanosoma  gambiense  de 
Dutton  en  la  sangre  de  los  afectos  de  enfermedad  del  sueño  (1903),  ha 
descubierto  el  espiroqueta  de  la  frambuesa  (enfermedad  tropical,  1905)  y 
ha  escrito,  con  A.  J.  Chalmers, 
el  mejor  libro  moderno  de  me- 
dicina tropical  (1910);  Edoardo 
Maragliano  (1849),  de  Genova, 
famoso  por  sus  trabajos  sobre  la 
tuberculosis;  Giuseppe  Sanare- 
lli,  por  sus  investigaciones  so- 
bre la  fiebre  amarilla,  y  Giuseppe 
Guarnieri,  por  sus  trabajos  sobre 
los  supuestos  parásitos  de  la  vi- 
ruela y  de  la  vacuna  (1894). 

Los  clínicos  y  patólogos  más 
notables  del  Guy's  Hospital  du- 
rante el  último  período  del  si- 
glo xix  son  Gull,  Wilks  e  Hilton 
Fagge,     Sir   William    Withey 

Gull  (1816-90),  de  Colchester  (Inglaterra),  graduado  en  la  Universi- 
dad de  Londres  (1846)  y  asociado  muy  pronto  al  Guy's  Hospital,  don- 
de enseñó  Medicina  todo  el  resto  de  su  vida.  Fué  uno  de  los  prime- 
ros en  hacer  notar  las  lesiones  posteriores  de  la  médula  espinal  en  la  ata- 
xia locomotriz  progresiva  (1856-58)  [i],  en  describir  la  hemoglobinuria  in- 
termitente (1866)  [2],  el  mixedema  (1873)  [3],  y  con  Sutcon,  la  «arterio- 
capillary  fibrosis >  en  la  nefritis  crónica  (1872)  [4], y  demostró  que  el  con- 
cepto de  «enfermedad  de  Bright»  representa  algo  más  que  una  afección 
local  del  riñon.  Pía  escrito,  además,  sobre  obstrucciones  vasculares,  abs- 
cesos cerebrales,    «anorexia  nerviosa»   y  urticaria  facticia,  y  ha  descrito, 


Sir  William  Withey  Gull  (1816-1890) 


(1)  Gull:  Guy's  Hosp.  Rep.,  Loadres,    1856,  3  s.;  II,  pág.    143;  1858,  IV,  pági- 
na 169. 

(2)  Ibidem,  1866,  3  s.;  XII,  páginas  381-392. 

(3)  Tr.,Clin.Soc,  Londres,  1873-74;  XII,  páginas  180-185. 

(4)  Med.  Chir.  7r.,  Londres,  1871-72;  LV,  páginas  273-326,  dos  láminas. 


266 


HISTORIA     DE     LA    MEDICINA 


con  Addison,  el  «vitiligo»  o  xantelasma  (1851-52)  [1].  Ha  sido  uno  de  los 
primeros  en  emplear  el  helécho  macho  en  el  tratamiento  de  la  tenia  so- 
lium (1855)  y  la  electricidad  estática  en  el  tratamiento  de  las  afecciones 
nerviosas  (1852)  [2].  Era  uno  de  los  más  grandes  prácticos  de  su  tiempo; 
de  aspecto  napoleónico,  ingenioso,  genial,  atractivo  y  encantador  maes- 
tro. Se  dice  que  fascinaba  a  sus  enfermos,  incluso  en  aquellos  casos  de 
dolores  irremediables;  pero,  aunque  era  adorado  por  sus  discípulos,   era 

algunas  veces  repelido  por  sus 
colegas  por  sus  magistrales  ma- 
neras y  por  su  imperioso  tempe- 
ramento. Sus  agudos  epigramas: 
«Los  salvajes  explican,  la  ciencia 
investiga».  «Usted  es  un  hom- 
bre sano  fuera  de  la  salud»,  di- 
rigido a  calmar  a  un  incómodo 
hipocondríaco,  son  citados  como 
frecuentes.  Definía  a  una  señora 
neurósica  como  «Mrs.  A.  multi- 
plicada por  cuatro»,  y  decía  a 
otra:  «Señora,  usted  tiene  un  co- 
razón fatigado».  Se  oponía  a  la 
anestesia  quirúrgica  con  pareci- 
das agudezas,  a  pesar  de  que, 
en  realidad,  obtenía  notables  éxi- 
tos con  cuantos  medicamentos 
usaba.  «El  camino  de  la  Medici- 
na, solía  decir,  va  hacia  el  Museo 
Hunteriano  y  no  hacia  la  tienda  de  ningún  botánico >.  Dejó  una  fortuna 
de  344.OOO  libras  esterlinas  (I.720.OOO  duros=8.6oo.OOO  pesetas),  hecho 
casi  sin  precedentes  en  la  historia  de  la  Medicina. 

Sir  Samuel  Wilks  (1824-1911),  de  Camberwell  (Inglaterra),  estuvo 
asociado  al  Guy's  Hospital  durante  toda  su  vida,  y  en  sus  encantadoras 
Biographical  Reminiscences  (191 1)  aparece  como  su  leal  historiador,  refi- 
riendo los  descubrimientos  de  sus  colegas  con  escrupulosa  fidelidad  y  es- 
tableciendo varios  puntos  de  prioridad.  Los  escritos  de  Wilks  han  dado, 
en  realidad,  a  las  enfermedades  que  han  llevado  posteriormente  los  nom- 
bres de  Bright,  Addison  y  Hodgkin  su  puesto  en   la  medicina  inglesa.  El, 


Sir  Samuel  Wilks  (1824-1911) 


(2)  Gu^S  Hasp.  Rep.,  Londres,  1850-51,  2  s.;  VII,  pág.  265,  dos  láminas;  1852-3, 
\  ill   pág   ii'y,  una  lámina. 

(3)  Ibidem,  1852-53,  2  s.;  VIH,  pág.  81. 


EL     SIGLO    XIX  267 

por  su  parte,  ha  introducido  el  término  «fiebre  entérica >;  ha  sido  uno  de 
los  primeros  en  el  estudio  de  la  sífilis  visceral  (1857-63)  [1];  ha  dejado  cla- 
ras descripciones  de  algunos  raros  estados,  como  osteítis  deformantes 
(1868)  [2],  acromegalia  (1869)  [3];  ha  dado  una  clásica  descripción  de  la 
paraplejía  alcohólica  (1868)  [4],  y,  como  dermatólogo,  ha  descrito  la  li- 
neal atrophicae  de  la  piel  (1861)  [5]  y  las  verrugas  de  la  sala  de  disección 
(verrucae  necrogenicae)  o  tuberculosis  subcutánea  (1862)  [6].  Wilks  era 
una  personalidad  de  bondad  y  encanto  poco  frecuentes,  descrito  por  Os- 
ier como  el  hombre  más  hermoso  de  Londres  de  su  tiempo,  con  «una  es- 
pléndida cabeza  y  alegres  ojos  azules,  un  hombre  cuyo  sí  era  sí,  y  cuyo 
no  era  no».  Sus  lecciones  de  Anatomía  patológica  (1859,  reeditadas  por 
Walter  Moxon,  1 87  5),  y  sobre  las  enfermedades  del  sistema  nervioso 
(1878),  han  sido  las  fuentes  de  estos  conocimientos  para  los  estudiantes 
ingleses  de  su  época. 

Charles  Hilton  Fagge  (1838-83),  de  Hythe  (Inglaterra),  editor  de  los 
Reports  del  Guy  s  Hospital,  era  un  hábil  patólogo  y  clínico,  una  autoridad 
en  las  enfermedades  del  corazón,  un  investigador  del  cretinismo  y  del  ra- 
quitismo, un  experto  dermatólogo.  Ha  hecho  la  traducción  de  la  obra 
de  Hebra  para  la  Sydenham  Society  (1866-68),  agrupando  queloides, 
morfea  y  lepra  espuria  bajo  la  categoría  de  «escleriasis»  (1867),  y  dado 
la  descripción  clásica  de  ileo  gastromesentérico  (i  869)  [7],  enunciado  prime- 
ramente por  Rokitansky.Sus/VzVzd/>/^  andPractice  of  Medicine (1885 -86), 
que  ha  sido  completada  por  Pye-Smith  y  Wilks  después  de  su  muerte,  es 
uno  de  los  mejores  libros  de  su  época. 

Golding  Bird  (1814-54),  de  Downham  (Norfolk),  ha  descrito  la  oxa- 
luria,  ha  escrito  un  importante  libro  sobre  «Depósitos  urinarios»  (1844), 
y  ha  trabajado  mucho  acerca  de  la  electroterapia  estática  (1841-49;,  que 
ha  empleado  con  éxito  en  el  tratamiento  de  la  amenorrea. 

Frederick  William  Pavy  (i 829- 191  i)  de  Wroughton  (Wiltshire),  gra- 
duado en  la  Universidad  de  Londres  (1850-53),  ha  dado  lecciones  en  el 
Guy's  Hospital  de  1856  a  1877,  ha  trabajado  con  Claudio  Bernard  en  1 85 3 
y  ha  defendido  toda  su  vida  la  tesis  de  que  el  hígado  no  es  un  depósito 
de  hidratos  de  carbono  aprovechables. 


(1)  Tr.  Path.  Soc,  Londres,  1857-58;  IX,   pág.  55;  1860-61,  XII,  pág.  216;  Guy's 
Hosp.  Rep.,  Londres,  1862-3,  3  s.;  IX,  páginas  1-63,  cuatro  láminas, 

(2)  Tr.  Path.  Soc,  Londres,  1868-69;  XX,  páginas  273-277. 

(3)  Wilks:   Biogr.  Reminiscences,  Londres,  19 11;  pág.  188. 

(4)  Med.  Times  and  Gaz.,  Londres,  1868;  II,  pág,  470. 

(5)  Guy's  Hosp.  Pep.,  Londres,  1861,  3  s.;  VII,  páginas  297-301. 

(6)  Ibidem,  1862;  VIII,  páginas  263-265. 

(7)  Ibidem,  1869,  3  s.;  XIV,  páginas  321-339. —  Tr.  Path.  Soc.  Londres,  1875-76; 
XXVII,  páginas  157-160. 


268  HISTORIA    DE     LA    MEDICINA 

Tomaba  como  punto  de  partida  el  hecho  de  que  la  sangre,  tomada  de  la  vena 
cava  inferior  de  un  animal  inmediatamente  después  de  haber  sido  sacrificado  por 
brusco  golpe  en  la  cabeza,  no  contiene  azúcar,  de  lo  que  Pavy  deducía  que  el  ex- 
ceso de  azúcar  obtenido  por  Bernard  del  hígado  era  debido  enteramente  a  los  cam- 
bios post-mortem  del  órgano.  Pavy  sostiene  que  el  azúcar  se  descompone  y  se  con- 
vierte en  grasa  y  proteínas  en  el  intestino,  penetrando  en  el  hígado  únicamente 
cuando  existe  en  exceso.  Por  muchos  argumentos  ingeniosos,  basados  en  el  ori- 
ginal trabajo  experimental,  demostraba  que  el  hígado  no  transforma  el  glucógeno 
en  azúcar  durante  la  vida,  que  el  oxígeno  no  destruye  el  azúcar  en  la  sangre,  y  que 
es  el  glucógeno  mismo  el  que  existe  en  la  sangre;  pero  como  su  conocimiento  de 
esta  materia  iba  avanzando,  sus  puntos  de  vista  fueron  inconscientemente  modifi- 
cándose, hasta  llegar  finalmente  a  pensar  como  Claudio  Bernard.  Gowland  Hop- 
kins recuerda  el  hecho  patético  e  irónico  de  que  el  último  experimento  efectuado 
por  Pavy  demostraba  que  más  de  150  gramos  de  dextrosa  por  hora  pueden  ser  in- 
yectados en  la  sangre  sin  que  aparezcan  en  la  orina,  lo  que  destruye  el  principal 
argumento  sobre  que  basaba  su  doctrina.  Pavy  era  indudablemente  justo,  sin 
embargo,  creyendo  que  se  ha  exagerado  mucho  sobre  el  hígado  como  productor 
de  azúcar.  Ha  sido  el  primero  en  describir  la  albuminuria  cíclica  o  de  la  actitud 
(1885),  y  la  artritis  de  la  tifoidea  conocida  con  el  nombre  de  «articulación  de  Pavy», 
y  es  asimismo  famoso  por  la  sustitución  que  ha  hecho,  en  el  licor  de  Fehling,  del 
amoníaco  por  la  potasa  cáustica  (líquido  azul  de  Pavy),  que,  como  bolos  de  Pavy, 
han  sido  de  las  primeras  preparaciones  en  forma  de  tabloides.  Tenía  probable- 
mente la  más  extensa  práctica  de  Londres  en  casos  de  diabetes,  en  el  tratamiento 
de  la  cual  era  especialmente  afortunado,  constituyendo  su  Treatise  on  Food  and 
Dietetics  (1874)  una  señal  de  su  reputación  como  investigador  del  metabolismo. 

Sir  William  Jenner  (1815-98),  de  Chatham  (Inglaterra),  profesor  del 
Colegio  Universitario  de  Londres  y  médico  de  la  Reina  Victoria,  era  el 
gran  rival  de  Gull  en  la  práctica,  siendo  tan  afortunado  como  aquél  y  de- 
jando también  una  fortuna  de  375.ooolibras(l.875.000  duros—  9.375.OOO 
pesetas).  lira  un  hombre  de  instrucción  sólida  y  hábil,  cuya  fama  persiste 
todavía  por  el  recuerdo  de  que,  gracias  a  un  examen  rígido,  clínica  y  pa- 
tológicamente, de  treinta  y  seis  casos,  pudo  separar  el  tifus  de  la  fiebre 
tifoidea  (1849)  [i],  aunque  diez  años  más  tarde  que  Gerhard  en  América. 

Charles  West  (1816-98),  de  Londres,  era  especialista  en  Ginecología, 
( )bstetricia  y  Pediatría,  y  sus  Lecciones  sobre  enfermedades  de  los  niños 
eran  el  mejor  libro  inglés  de  su  época,  habiendo  sido  traducido  a  dife- 
rentes idiomas,  incluso  al  alemán  por  Henoch.  Dio  las  «Lumleian  lectu- 
sobre  trastornos  nerviosos  de  la  infancia  (187  i)- 

Otros  eminentes  prácticos  ingleses  de  la  época  son:  John  Hunghes 
Bennett  (1812-75),  que  describió  la  leucemia  (1845);  Charles  J.  B.  Williams 
(1805-89),  que  era,  en  su  tiempo,  una  autoridad  en  la  tisis  y  enfermeda- 
des torácicas;  Thomas  BJizard  Curling  (1811-88),  que  fué  el  primero  en 
llamar  la  atención  hacia  el  mixedema  (1850);  sir  Alfred  Baring  Garrod 
(1819-1907),  que  ha  ideado  «la  prueba  del  hilo»  en  la  gota  (1848-54)  [2] 
y  ha  escrito  un    importante  tratado    acerca   de   esta   enfermedad    (1859); 


(1)     h  nner:  Month.  Journ.  Med.Sc,  Edimburgo,  [849;  IX,  páginas  663-6S0. 
Garrod:  Med.  Chir.  'Ir.,  Londres,   1848;  XXXI,  página  83;  1854,  XXXVII, 
página  49- 


EL     SIGLO    XIX  269 

William  Brinton  (i 823-67),  que  ha  descrito  la  linitis  plástica  en  su  obra 
sobre  Diseases  of  the  Stomach  (1859);  sir  Thomas  Barlow  (1845),  que  ha 
sido  el  primero  en  describir  el  escorbuto  infantil  (enfermedad  de  Barlow 
(1876-82)  [i]  y  George  Frederick  Still  (1868),  que  ha  descrito  la  artritis 
deformante  en  los  niños  (enfermedad  de  Still,  1 896  [2]. 

Sir  Thomas  Clifford  Allbutt  (1836),  profesor  regio  de  Física  enla  Uni- 
versidad de  Cambridge,  ha  dado  una  de  las  más  antiguas  descripciones  de 
los  síntomas  articulares  de  la  ataxia  locomotriz  progresiva  (1856-58)  [3]; 
es  autor  de  las  lecciones  goulstonianas  sobre  neurosis  viscerales  (1884), 
de  las  lecciones  Lane  sobre  enfermedades  del  corazón  (1896)  y  es  el  edi- 
tor de  un  útil  y  erudito  sistema  médico  ( 1 896- 1 907).  Su  tratado,  en  dos 
tomos,  de  enfermedades  de  las  arterias  (191 5)  resume  su  labor  propia  y 
original  acerca  de  la  circulación.  Sus  valiosos  estudios  sobre  la  ciencia  me- 
dieval (1901)  y  la  cirugía  medieval  (1905),  sobre  la  Medicina  griega  en 
Roma  (1909)  [4]  y  sobre  la  Medicina  bizantina  (191 3)  [5]  le  asignan  un 
puesto  único  entre  los  historiadores  de  la  Medicina.  Pocos  se  le  aproxi- 
man en  la  belleza  de  su  estilo  y  en  el  poder  que  posee  de  estimular  el 
pensamiento. 

Sir  William  Osler  (1849),  de  Bond  Head  (Canadá),  profesor  regio  de 
Medicina  en  la  Universidad  de  Oxford  (1904),  ha  sido  profesor  en  su 
alma  mater,  la  McGill  University  (1874-84),  en  la  Universidad  de  Pensil- 
vania  (1884-89)  y  en  la  Johns  Hopkins  University  (i 889-1904),  donde 
trabajó  aún  más  por  desenvolver  la  enseñanza  de  la  Medicina  interna  en 
los  servicios  hospitalarios.  Ha  sido  uno  de  los  más  antiguos  investigado- 
res de  las  plaquetas  sanguíneas  (1873),  ha  descrito  las  complicaciones 
viscerales  del  eritema  multiforme  (1895),  una  forma  de  telagiectasia  múl- 
tiple (1901),  la  cianosis  múltiple  con  policitemia  y  aumento  de  volumen 
del  bazo  (1903);  ha  dedicado  monografías  especiales  al  estudio  de  las  pa- 
rálisis cerebrales  de  los  niños  ([889),  la  corea  (1894),  l°s  tumores  abdo- 
minales (1895),  Ia  angina  de  pecho  (1897)1  e^  cáncer  del  estómago  (1900), 
y  ha  hecho  muchos  Filigranarbeit,  como  la  descripción  de  las  tumefac- 
ciones eritematosas  (manchas  de  Osler)  en  los  casos  de  endocarditis  ma- 
ligna (1908).  Sus  Principles  and  Practice  of  Medicine  (1892)  son  el  mejor 
libro  de  texto  inglés  del  asunto  en  la  época  moderna;  sus  estudios  de  Li- 


(1)  Barlow:  Med.-Chir.  Tr.,  Londres,  1882-83;  LXVI,  páginas  159  y  219.  Casos 
más  antiguos  han  sido  descritos  por  J.  O.  L.  Moller  (1856-60),  que  no  examina 
la   condición   patológica. 

(2)  Still:  Ibidem,  1896-97;  LXXX,  páginas  47  y  59- 

(3)  Allbutt:  Guy's  Hosp.  Rcp.y  Londres,  1856,  3  s.;  II,  página  143;  1858,  3  s.;  IV, 
página  169. 

(4)  Allbutt:  Brit.  Med.  Journ.,  Londres,  1909;  II,  páginas  1449,  1515  y  1598. 

(5)  Glasgow  Med.  Journ. ,  1913;  LXXX,  páginas  321  y  422. 


27o  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

nacre  (lQ08),  un  estudiante  de  Alabama  (1908),  Servetus  (Miguel  Servet) 
[1910]  y  otros  asuntos  figuran  entre  las  más  atractivas  de  las  modernas 
contribuciones  a  la  historia  de  la  Medicina.  En  este  campo  es  especial- 
mente notable  por  sus  estudios  acerca  de  la  labor  de  los  antiguos  clínicos 
americanos,  cuyo  estado  moderno  también  ha  hecho  mucho  por  estable- 
cer. Es,  además,  el  editor  de  la  Medicina  Moderna  (1910). 

En  la  clínica  de  Osier,  en  Johns  Hopkins  Hospital,  se  ha  realizado 
mucha  labor  científica,  como  los  estudios  sobre  el  paludismo,  de  W.  S. 
Thayer  y  otros  (1886- 1 902);  las  investigaciones  respecto  de  la  disentería 
amibiana,  por  William  T.  Councilman  y  Henri  A.  Lafleur  (i 890-91);  el 
hallazgo  de  los  microorganismos  en  la  endocarditis  blenorrágica  y  en  la 
septicemia,  por  W.  S.  Thayer  y  George  Blumer  (1896);  los  estudios  de  la 
eosinofilia  en  la  triquinosis,  por  Thayer  y  Thomas  R.  Brown  (i 897-98); 
la  demostración  de  la  conjugación  sexual  en  los  parásitos  palúdicos,  por 
William  G.  McCallum  y  Eugene  L.  Opie  (1897-98)  y  un  acabado  estudio 
del  neumotorax  por  Charles  P.  Emerson  (1903). 

Lewellys  Franklin  Barker  (1867),  de  Norwich  (Ontario),  que  ha  suce- 
dido a  Osler  como  médico  jefe  en  el  Johns  Hopkins  Hospital,  ha  hecho 
adelantar  mucho  el  estudio  de  la  Anatomía  en  América  con  sus  trabajos 
sobre  el  sistema  nervioso  (1899),  la  nomenclatura  anatómica  (1907),  su 
traducción  del  Atlas  Manual  de  Spalteholtz  (1900)  y  su  Manual  de  Labo- 
ratorio (1904),  y  ha  añadido,  además,  mucho  a  la  literatura  de  la  neuro- 
logía y  de  la  patología  clínica.  En  1 896  ha  descrito  el  único  caso  de  «pa- 
rálisis sensorial  circunscrita  unilateral  y  electiva»,  análogo  en  sus  síntomas 
a  la  autoobservación  de  Henry  Head;  y,  con  Frederick  M.  Hanes  (1909), 
los  signos  oculares  de  las  nefritis  crónicas.  Con  F.  J.  Sladen  ha  hecho, 
además,  interesantes  estudios  clínicos  y  farmacológicos  del  sistema  auto- 
nómico (19IQ-13),  y  es  el  autor  de  un  completo  tratado  del  diagnós- 
tico (1916). 

William  Sydney  Thayer  (1864),  de  Milton  (Massachusetts),  profesor  de 
Clínica  médica  en  la  Johns  Hopkins  University,  ha  llevado  a  cabo  exten- 
sas investigaciones  sobre  la  fiebre  palúdica  (1895-97)  y  la  fiebre  tifoidea 
(1904).  Ya  hemos  aludido  anteriormente  a  sus  observaciones  acerca  de  la 
endocarditis  blenorrágica  y  de  la  triquinosis.  Además,  ha  hecho  la  primera 
citación  clínica  del  tercer  sonido  del  corazón  (1908). 

De  los  otros  médicos  americanos,  Austin  Flint,  Sr.  (1812-86),  de  Pe- 
tersham (Massachusetts),  fué  durante  su  vida  una  autoridad  en  clínica  mé- 
dica y  en  auscultación,  revelada  en  sus  tratados  sobre  práctica  (1866), 
percusión  y  auscultación  (1876),  y  ética  médica  (1883).  Su  monografía 
acerca  de  la  tisis  «continúa  siendo  valiosa  actualmente*  (Osler).  Su  hijo, 
August  Flint,  Jr.,  era  un  eminente  fisiólogo. 


EL     SIGLO    XIX 


Alfred  L.  Loomis  (183 I-I 895),  de  Bennington  (Vermout),  se  estableció 
en  la  ciudad  de  Nueva  York,  escribiendo  el  mejor  libro  de  texto  ameri- 
cano sobre  Diagnóstico  Físico  (1873),  que  aun  puede  en  la  actualidad  ser 
consultado  sobre  varios  asuntos. 

William  Pepper  (i 843-98),  natural  de  Filadelfia,  ha  descrito  las  modi- 
ficaciones de  la  médula  ósea  en  la  anemia  perniciosa  (1875),   ha  escrito 
varios  buenos  trabajos  y  ha  editado  el   primero  y  grande   «Sistema  de  la 
Medicina >   (1886)   americano;   pero, 
aparte  de  su  gran  práctica,   sus  acti- 
vidades se  han  consagrado  principal- 
mente a  la  Universidad  de  Pensilva- 
nia,  de  la  que  ha  sido  preboste  (188 1 
a  94),  y  donde  ha  aumentado  consi- 
derablemente las   facilidades  para  la 
educación  médica. 

Jacob  M.  Da  Costa  (1833-1900), 
de  Filadelfia,  el  más  completo  de  los 
discípulos  de  Trousseau,  ha  escrito 
un  típico  tratado  del  diagnóstico 
(1864)  y  ha  trabajado  mucho  a  pro- 
pósito de  las  afecciones  funcionales 
del  corazón.  Ha  sido,  tal  vez,  el  más 
hábil  profesor  de  Clínica  en  los  Es- 
tados Orientales,  y  sus  ideas  sobre  la 
percusión  respiratoria  han  sido  adop- 
tadas por  Friedrich,  y  sus  puntos  de 
vista  acerca  del  tifus,  por  Jaccoud.  Ha 

descrito  el  corazón  irritable  de  los  soldados  ( 1 862-7 1),  que  fué  notado  igual- 
mente por  Alfred  Stillé  (1813-1900),  quien  ha  desempeñado  un  impor- 
tante papel  en  el  establecimiento  de  la  individualidad  del  tifus  y  de  la  fie- 
bre tifoidea  (1838),  y  era,  asimismo,  un  eminente  profesor  de  Patología. 

Nathan  Smith  Davis  (i 8 1 7- 1 904),  de  Chicago,  y  tal  vez  el  principal  mé- 
dico práctico  de  la  ciudad  en  su  tiempo;  ha  sido  el  padre  de  la  Asociación 
Médica  Americana  y  el  autor  de  una  buena  Historia  de  la  Educación  e 
Instituciones  Médicas  en  los  Estados  Unidos  (185 1). 

James  Tyson  (i 841),  de  Filadelfia,  profesor  de  Patología  (1876-89)  y 
práctica  (1899-1910)  de  la  Universidad  de  Pensilvania,  siendo  extraordi- 
nariamente conocido  por  sus  admirables  obras  sobre  doctrina  celular 
(1870),  examen  de  las  orinas  (1875),  diagnóstico  físico  (1891),  práctica 
(1896),  y,  especialmente,  su  monografía  de  enfermedad  de  Bright  y  dia- 
betes (1881). 


Jacob  M.  Da  Costa  (1833-1900) 


212  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

Frank  Billings  (1854),  de  Highland  (Wiscousin),  profesor  de  Medici- 
na en  la  Universidad  de  Chicago,  editó  la  lerapéutica  de  las  enfermeda- 
des internas  (19 1 4),  de  Frederick  Forchheimer,  y,  con  E.  C.  Rosenow  y 
otros,  desarrolló  la  teoría  de  la  infección  focal  por  las  bacterias  del  grupo 
de  los  estreptococos  y  neumococos,  por  la  vía  de  los  dientes,  amígdalas 
y  otras  puertas  de  entrada  ( 1 909- 1 6)  [1]. 

Henry  Leopold  Elsner  (1857-1916),  difunto  profesor  de  Medicina  de 
la  Universidad  de  Syracusa,  resume  la  experiencia  de  toda  su  vida  en  su 
voluminoso  tratado  del  pronóstico  (1916),  casi  la  única  obra  importante 
de  la  materia  después  de  la  de  Prosper  Alpinus  (IÓOI). 

Richard  Clarke  Cabot  (1868),  de  Brookline  (Mass.),  autor  de  diferentes 
tratados  del  diagnóstico  (1896-1901),  es  un  antiguo  trabajador  de  los  pro- 
tocolos de  la  presión  sanguínea  (1903),  discutiendo  la  seguridad  y  certeza 
de  la  mayoría  de  los  diagnósticos  de  hospital,  con  lo  que  atestiguan  los 
datos  de  las  autopsias,  e  iniciando  la  idea  de  enseñar  la  medicina  con  la 
exposición  de  los  casos,  de  lo  que  ha  dado  ejemplo  en  su  propio  tratado 
(1906),  su  Diagnóstico  diferencial  de  702  casos  (1911-15)  y  las  subsiguien- 
tes colecciones  de  James  Gregory  Mumford  en  Cirugía  (191 1),  E.  W.  Tay- 
lor en  Neurología  (1911)  y  John  Lovett  Morse  en  Pediatría  (1913). 

Theodore  Caldwell  Jankway  (1872),  profesor  de  Medicina  en  la  Johns 
Hopkins  University  (1914),  es  autor  de  los  Estudios  clíninos  sobre  la  pre- 
sión sa  nguínea  ( 1 9 1 4) . 

Abraham  Jacobi  (l830),de  Hartum(Vesfalia), graduado  en  Bonn  (185  i), 
fué  detenido  por  su  participación  en  la  revolución  alemana  de  1 848,  esta- 
bleciéndose en  Nueva  York  en  1 85 3,  donde  es  en  la  actualidad  respeta- 
do y  honrado  como  uno  de  los  más  sabios  prácticos  de  la  región  y  como 
el  Néstor  de  los  paidópatas  americanos,  habiendo  enseñado  esta  especia- 
lidad en  diferentes  escuelas  médicas  de  Nueva  York  por  espacio  de  cua- 
renta y  dos  años.  En  1857  comenzó  a  dar  lecciones  de  Pediatría  en  el  Co- 
legio de  Médicos  y  Cirujanos,  y  así  «apretó  el  botón  que  había  de  poner 
en  movimiento  la  clínica  paidológica»  (Adams).  Se  ha  debido  a  sus  esfuer- 
zos el  que  el  Colegio  Médico  de  Nueva  York  haya  establecido  la  primera 
clínica  de  Pediatría  de  la  región  (i860).  Ha  sido  el  fundador  y  el  editor 
del  American  Journal  of  Obste /rics  (1868-71),  y  es  autor  de  obras  sobre 
trastornos  déla  dentición  (1862),  régimen  de  la  infancia  (1872-75),  difte- 
ria (1876- 1 880),  enfermedades  de  la  glándula  timo  (1889)  y  Pediatría 
(1896-1903).  En  1854  construyó  un  laringoscopio  ideado  por  él.  Ha  des- 
empeñado un  importante  papel  en  el  progreso  de  la  Medicina  americana, 
y  ha  escrito  numerosos  discursos,  que  se  distinguen  por  lo  delicado  de  su 


(i)     Billings:  Focal  infection,  Lane  Lectures,  New-York,  1916. 


EL     SIGLO     XIX  273 

ingenio,  lo  amplio  de  su  erudición  y  lo  exacto  de  su  juicio  (Colección  Ja  - 
cobi,  1909).  Ha  escrito,  además,  la  autorizada  monografía  sobre  la  Pedia- 
tría americana  (Baginsky-Festschrift,  1913). 

La  nutrición  infantil  ha  sido  elevada  sobre  una  base  científica  por 
Thomas  Morgan  Rotch  (1849-1914),  de  Filadelfia,  graduado  en  Medicina 
en  Harvard  (1874),  y  profesor  de  Pedriatría  en  1888.  Comprendiendo  que 
los  esfuerzos  anteriores  de  Meigs  y  Pepper  para  hacer  análoga  la  leche  de 
vacas  a  la  leche  de  mujer  por  los  análisis  comparativos  fracasaban  por  las 
faltas  específicas  de  grasa,  azúcar  o  proteína  en  diferentes  niños,  inventó 
su  método  de  calcular  el  alimento  en  proporciones  centesimales,  en  el  que 
aquellos  elementos  se  administraban  en  la  proporción  debida.  Fundó  el 
primer  laboratorio  para  la  leche  (Walker-Gordon)  en  Boston  (1891),  que 
ha  sido  pronto  seguido  por  la  fundación  de  otro  en  Londres,  y  por  sus 
estudios  de  substituciones  y  tantos  por  ciento  en  el  alimento  y  por  la  ne- 
cesidad de  vigilar  este  género  de  laboratorios,  dio  origen  a  un  movimien- 
to en  favor  de  la  limpieza  e  higiene  de  la  provisión  de  leche.  Además,  ha 
fundado  el  hospital  de  niños  de  Boston  y  ha  escrito  un  importante  trata- 
do de  Pediatría  (1896). 

John  M.  Keating  ha  editado  una  enciclopedia  (1889);  Louis  Starr,  un 
libro  americano,  de  texto,  sobre  Pediatría;  Linneus  E.  La  Fetra  ha  editado 
la  traducción  del  Handbuch  de  Pfaundler  y  Schlossmann  (1912)  y  hay  en 
preparación  un  Sistema  de  Pediatría  por  Isaac  A.  Abt  (1867),  de 
Chicago. 

Henry  Dwight  Chapín  (1857),  de  New- York,  ha  escrito  tratados  de 
alimentación  de  los  niños  (1902)  y  de  Pediatría  (1909).  Chapín  y  Luther 
Emmet  Holt  (1855)  de  Webster  (N.  Y.),  autor  de  tratados  sobre  la  alimen- 
tación de  los  niños  (1894-1915)  y  de  Pediatría  (1897-1916),  son  los  de- 
fensores de  la  leche  reforzada,  leche  integral,  de  las  mezclas  de  leche  des- 
natada  y  de  otros  modos  de  maternización  de  la  leche,  que  han  sido  se- 
guidas de  los  cocimientos  de  cereales,  recomendados  por  Jacobi  y  Chapín, 
y  por  la  completa  pasteurización  o  ebullición  de  la  leche.  Henry  L.  Coit 
se  ha  preocupado  de  la  creación  de  comisiones  para  la  leche,  con  el  fin 
de  asegurar  un  abastecimiento  de  leche  pura  a  las  grandes  ciudades.  En 
nuestra  región,  la  aumentación  individual  de  cada  niño  especial,  en  rela- 
ción con  sus  necesidades,  parece  ser  preferible  al  método  alemán  de  cal- 
cular el  alimento  en  calorías  con  arreglo  al  peso  del  niño,  ideado  por  Fin- 
kelstein  (i). 

Mucha  buena  obra  ha  sido  hecha  en  América  por  maestros  y  médicos  prác- 
ticos, como  los  Jackson,  los  Shattuck,  los  Bowditch,  los  Minot,  James  J.  Putnam, 


(1)     Mixsell:  Arch.  Pediatr.,  New- York,  1916;  XXXIII,  pág.  292. 

Historia  db  i.a  Mbdiotjta.  —  Tomo  II  18 


274  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

R.  C.  Cabot  (Boston);  Charles  L.  Dana,  L.  E.  Holt,  T.  Mitchell  Prudden,  Frank  P. 
Foster,  Joseph  Collins,  M.  Allen  Starr  (New-York);  los  Mitchell,  James  M.  Anders, 
Wharton  Sinkler,  John  H.  Musser,  Alfred  Stengel  (Filadelfia);  Eugene  F.  Cordell, 
Frank  Donaldson,  Thomas  B.  Futcher,  H.  B.  Jacobs,  Henry  M.  Thomas,  John  C. 
Hemmeter  (Baltimore);  Samuel  C.  Busey,  W.  W.Johnston.  D.S.Lamb,  S.  S.  Adams, 
George  M.Kober,  J.  B.  Nichols  (Washington,  D.C.);  James  B.Herrick,  Frank  Billings, 
Henry  Baird  Favill  (Chicago);  Charles  F.  Hoover  (Cleveland);  George  Dock,  W.  J. 
Calvert  (Saint-Louis),  Joseph  Jones,  Edmond  Souchon,  A.  Wr.  de  Roaldés  (laringo- 
logía); Isadore  Dyer  (lepra,  Nueva  Orleans);  Henry  Sewall,  Walter  A.  Jayne,  Char- 
les D.  Spivak  (Denver),  y,en  Canadá,  por  médicos  como  Robert  Palmer  Hovard,  Ja- 
mes Bovell,  George  Ross,  A.  D.  Blackader,  sir  James  Grant  y  J.  George  Adami,para 
no  mencionar  más  que  algunos  nombres.  De  los  muchos  e  importantes  adelantos 
en  los  métodos  de  diagnóstico,  mencionaremos  el  método  gráfico  de  investigar  el 
pulso,  ideado  por  Karl  Vierordt  (1855);  una  sugestión  de  A.  Stich  para  usar  los  re- 
flejos en  el  diagnóstico  (1856);  el  esfigmógrafo  de  Etienne-Jules-Marey  (i860);  los  es- 
figmomanómetros  de  Ritter  von  Basch  (1881),  C.  Potain  (esfigmomanómetro  de  aire, 
1889),  Scipione  Riva-Rocci  (1896)  y  Leonard  Hill  (1897);  el  tonómetro  de  Gustav 
Gaertner  (1899^;  la  invención  de  la  esofagoscopia,  por  Kussmaul  (1868);  de  la  cis- 
toscopia,  uretroscopia  y  rectoscopia,  por  Max  Nitze  (1877);  de  la  gastroscopia,  por 
Mikulicz  (i 88 1);  de  la  gastrodiafanía,  por  Max  Eihnorn  (1889);  de  la  autoscopia  de 
las  vías  aéreas,  por  Alfred  Kirstein  (1895);  de  la  broncoscopia  directa  y  laringosco- 
pia  por  suspensión,  porGustav  Killian(i898-i9i2);por  encima  de  todo,  los  Rayos  X, 
por  Wilhelm  Conrad  Rontgen  (1893);  el  signo  de  Kernig,  en  la  meningitis  cerebro- 
espinal (1884);  el  signo  de  Henry  Koplik,  en  el  sarampión  (1898);  el  triángulo  de 
Pietro  Grocco,  en  la  pleuresía  (1902);  la  diferenciación  de  la  pseudocirrosis  peri- 
cardíaca  del  hígado  (enfermedad  de  Pick),  por  Bamberger  (1872)  y  F.  J.  Pick  (1896), 
y  algunas  fases  del  análisis  de  las  orinas,  como  el  método  de  Fehling,  para  el  azú- 
car (1848);  el  de  Bence-Jones,para  los  proteidos  (i848);indicanuria(Max  Jaffe,  1877); 
la  modificación  de  Salkowski  de  la  prueba  de  Trommer,  para  la  glucosa  en  la  orina 
(1879);  la  observación  de  Wilhelm  Ebstein  de  la  colindruria,  en  el  coma  diabético 
(188 1);  la  prueba  de  E.  Legal,  para  la  acetonuria  (1882);  la  diazorreacción,  de  Ehr- 
lich  (1882);  la  prueba  deRudolf  von  Jaksch,  para  la  acetonuria  y  la  diaceturia  (1885); 
la  prueba  de  Matthew  Hay,  para  la  bilis  (1886);  el  modo  de  F.  Gowland  Hopkins 
de  calcular  el  ácido  úrico  (1893);  la  crioscopia,  ideada  por  Sonder  Koranyi  (1894);  la 
prueba  de  la  pentosuria,  por  Ernst  Salkowski  (1892-95),  y  la  prueba  para  la  misma, 
de  M.  Bial  (1903);  la  prueba  dePercy  John  Cammidge  en  las  enfermedades  del  pán- 
creas (1904);  la  poliuria  experimental,  de  Albarrán  (1905);  la  constante  ureica,  de 
L.  Ambard  (1910),  y  la  prueba  de  la  fenolftaleína  en  las  enfermedades  del  riñon, 
descrita  por  L.  G.  Rowntree  y  Geraghty  (1910).  Max  Einhorn  (1862),  de  Rusia,  gra- 
duado en  Berlín  y  profesor  de  New-York,  ha  realizado  muchas  ingeniosas  adicio- 
nes ala  gastropatología,  como,  por  ejemplo,  la  gastrodiafanoscopia  (1887),  los  cu- 
bitos gástricos  (1890),  y  esofagoscopia  (1901),  radiodiafanía  (1904),  el  examen  por 
medio  de  las  cápsulas  (1907),  la  sonda  duodenal  (1908)  y  los  dilatores  del  cardias 
(1909)  y  del  píloro  (19 10)  [ij. 

La  neurología  moderna  es  principalmente  de  origen  francés,  derivando 
de  Duchenne  de  Boulogne,  a  través  de  Charcot  y  sus  discípulos. 

En  el  siglo  xvm  Johann  Peter  Frank  ha  publicado  un  resumen  especial  para  el 
estudio  de  las  enfermedades  de  la  médula  espinal  (1792);  Fothergill  ha  descrito  la 
neuralgia  facial  (1773);  W-hytt,  la  meningitis  tuberculosa  (1768);  Cotugno,  la  ciática 
(1770);  Pott,  la  parálisis  por  compresión  por  deformidad  de  la  columna  vertebral 
(1779);  Lettsom,  la  tendencia  a  los  medicamentos  y  el  alcoholismo  (1786);  Nikolaus 
Friedreich,  La  hemiplejía  facial  (1797), y  JohnHaslam,  la  parálisis  general  (1798).  En 


(1)  Una  buena  clasificación  y  descripción  de  varios  medios  diagnósticos  que  no 
pueden  ser  influidos  aquí  puede  verse  en  W.  M.  Hartón.  Manual  de  los  métodos  de 
examen  de  la  función  vital,  Boston,  [916. 


EL    SIGLO    XIX  275 

la  primera  parte  del  siglo  xix  ha  sido  descrita  la  hidropesía  cerebral,  por  George 
Cheyne  (1808);  el  delirium  tremens,  por  Thomas  Sutton  (181 3)  y  John  War  (183 1);  la 
tetania,  por  J.  Clarke  (1815),  S.  L.  Steinheim  (1830)  y  J.  B.  H.  Dance  (1832);  la  pará- 
lisis agitante,  por  Parkinson  (18 17);  el  reblandecimiento  cerebral,  por  Rostan  (1820); 
la  neuritis  alcohólica,  por  James  Jackson  (1822);  el  neuroma,  por  W.  Wood  (1829); 
la  corea  eléctrica,  por  Angelo  Dubini  (1846).  La  epilepsia  y  la  hemiplejía  espinal 
han  sido  conocidas  desde  los  griegos,  y  la  corea  desde  Sydenham.  La  tabes  dorsal 
ha  sido  vagamente  considerada  por  Schelhammer  (1691)  y  Brendel  (1749),  y  ha  sido 
el  asunto  de  las  disertaciones  de  los  discípulos  de  Ernst  Horn,  Loewenhard  (181 7), 
von  Weidembach  (1817),  Schesmer  (1819)  y  Gossow  (1825);  pero  de  este  último 
piensa  Max  Neuburger  que  realmente  presenta  casos  de  neurastenia  prostática.  El 
modo  de  considerar  Horn  esta  enfermedad,  defectuosa  en  su  patología  y  semiolo- 


Moritz  Heinrich  Romberg  (1795-1873) 

gia,  le  encontramos  en  la  disertación  de  su  hijo,  Wilhelm  vor  Horn  (1827).  En  1844, 
Steinthal  dio  una  descripción  completa  y  notablemente  exacta  de  la  marcha  carac- 
terística, la  parestesia,  los  dolores  fulgurantes,  las  crisis  gástricas  y  vesicales  y  la 
amaurosis;  pero  todo  ello  fué  bien  pronto  olvidado  (1). 

El  primer  adelanto  real  en  el  diagnóstico  de  la  tabes  ha  sido  llevado 
a  cabo  por  Moritz  Heinrich  Romberg  (i 795 -1 87 3),  de  Meiningen,  gradua- 
do en  Berlín  en  1817  (siendo  su  tesis  una  clásica  descripción  de  la  acon- 
droplasia);  fué  profesor  en  1 838.  Su  Lehrbuch  der  Nervenkrankheiten 
(184O-4Ó)  ha  sido  el  primer  tratado  formal  de  las  enfermedades  nerviosas 
y  ha  hecho  época  por  su  cuidadosa  reunión  de  los  datos  hasta  entonces 
dispersos,  sus  descripciones  clínicas,  claras  y  precisas  y  su  intento  de  un 


(1)     Martín  Steinthal:  Journ.  f.  prakt.  Heilk.,  Berlín,  1844;  XCVIII,  1  st,  pági- 
nas 1-56;  2  st.,  páginas  1-84,  citado  por  Neuburger. 


w 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


tratamiento  sistemático.  Contiene  (en  la  pág.  795)  el  bien  conocido  «signo 
patognomónico»  de  que  los  atáxicos  no  pueden  estar  de  pie  con  los  ojos 
cerrados  ( <  signo  de  Romberg » )  y  una  descripción  de  la  « neuralgia 
ciliar». 

La  «Clínica  propedéutica»  de  Romberg,  en  Berlín,  instituida  en  1834, 
era  muy  frecuentada  por  las  ventajas  que  derivaban  del  diagnóstico  lle- 
vado a  cabo  por  medio  del  examen  físico. 

Guillaume-Benjamín-Amand    Duchenne    (i 806-7 5),    que,    como   dice 

Collins,  encontró  la  neurología  «co- 
mo un  niño  juguetón  de  padres  des- 
conocidos, al  que  él  asistió  hasta 
una  lozana  juventud »,  descendía  de 
una  larga  línea  de  marinos  de  Bou- 
logne y  tenía  un  amor  innato  a  la 
ciencia,  que  le  defendió  contra  el 
deseo  de  sus  padres  de  que  fuese 
también  marino.  Trasladado  a  Pa- 
rís, estudió  con  Laénnec,  Dupuy- 
tren,  Magendie  y  Cruveilhier,  gra- 
duándose en  1 83 1  y  practicando 
después,  durante  algunos  años,  en 
Boulogne,  y  trasladado  más  tarde  a 
París,  se  consagró  toda  su  vida  a  la 
neurología  y  a  la  electrofisiología. 
El  método  que  tenía  de  proseguir 
sus  estudios  era  peculiar.  Con  su 
tipo  original,  como  un  marinero 
que  fuese  callejeando ,  frecuentaba 
diariamente  todos  los  grandes  hos- 
pitales de  París,  husmeando  los  ca- 
sos dignos  de  estudio,  sosteniendo 
frecuentes  discusiones  con  los  internos  y  médicos  jefes,  que  solían  reírse 
de  sus  trabajos,  y  siguiendo  los  casos  interesantes  de  hospital  en  hospi- 
tal, incluso  a  sus  propias  expensas.  Todo  esto  lo  hacía  de  un  modo  ex- 
céntrico y  poco  convencional,  que  alguna  vez  le  hacía  sospechoso  y  le 
hacía  sufrir  alguna  reprimenda;  pero  la  sinceridad  del  hombre,  su  trans- 
parente honradez  y  su  desinteresado  amor  a  la  ciencia  por  la  ciencia  mis- 
ma, pronto  triunfaron  de  toda  oposición,  y  más  adelante,  cuando  su  re- 
putación estaba  hecha,  era  recibido  en  todas  partes  con  la  más  calurosa 
•impatía.  Siendo  muy  tímido  y  hasta  inarticulado  para  hablar  al  público, 
era  auxiliado  por  su  amigo,  el  amplio   y  generoso  espíritu  de  Trousseau, 


Guillaume-Benjamín-Ainand- Duchenne,  de  Boulo 

gne  (1806-75).  (De  una  tarjeta  fotográfica  en  la  Biblio 

teca  General  de  Cirugía.) 


EL    SIGLO    XIX  277 

que,  lleno  de  afecto  hacia  Duchenne,   frecuentemente  expuso  con  éxito 
las  ideas  de  éste  en  las  Sociedades  médicas. 

Faraday  descubrió  las  corrientes  inducidas  en  1831,  y  Duchenne  las  empleó  en 
el  tratamiento  de  las  parálisis  y  de  otras  afecciones  nerviosas.  Se  dedicó  primera- 
mente a  clasificar  la  electrofisiología  de  todo  el  sistema  muscular,  estudiando  las 
funciones  de  los  músculos  aislados  en  relación  con  los  movimientos  del  cuerpo,  y 
resumiendo  los  resultados  obtenidos  en  su  obra  De  V electrisation  localisée  (1855). 
Demostraba,  con  la  observación,  que  una  corriente  de  dos  electrodos  aplicada  a 
la  piel  humedecida  puede  estimular  los  músculos,  sin  afectar  la  piel,  y  fué  la  bri- 
llante aplicación  de  este  principio  a  las  condiciones  patológicas  la  que  le  propor- 
cionó tantos  finos  puntos  de  vista  en  el  diagnóstico  de  las  afecciones  nerviosas, 
convirtiéndole  en  el  fundador  de  la  electroterapia,  en  lo  que  fué  seguido  por  Re- 
mak,  Ziemssen  y  Erb.  Su  análisis  electrofisiológico  del  mecanismo  de  la  expresión 
facial,  bajo  la  emoción,  ilustrada  con  muchos  notables  fotograbados  (1862)  [1],  sólo 
encuentra  análogo,  desde  el  punto  de  vista  de  la  observación,  con  la  obra  de  Dar- 
win. Ha  sido  el  primero  en  distinguir  las  diferentes  formas  de  la  parálisis  satur- 
nina y  de  la  parálisis  facial,  por  lesiones  del  cerebro  o  de  los  nervios,  incluyendo 
las  formas  reumáticas  y  lagrimales.  Pero  el  gran  campo  de  sus  estudios  fueron  las 
afecciones  de  la  médula  espinal.  En  1840,  Jacob  von  Heine  (1800-79).  de  Canstatt, 
ha  descrito  la  parálisis  infantil  como  una  lesión  espinal  (2);  pero,  a  pesar  de  su 
descripción,  esta  enfermedad  era  usualmente  considerada  como  una  miastenia  por 
inactividad.  Duchenne  estableció  que  semejante  profundo  trastorno  de  la  loco- 
moción sólo  aparece  a  consecuencia  de  una  lesión  definitiva,  que  él  localizaba  en 
las  astas  anteriores  de  la  médula  espinal  (1855),  siendo  su  modo  de  ver  confirmado 
posteriormente  por  Gull,  Charcot,  Cornil  y  Vulpian.  Ha  descrito,  además,  la  po- 
liomielitis en  el  adulto,  como  debida  a  las  lesiones  atroncas  de  las  células  ganglio- 
nares  de  estas  mismas  astas  anteriores;  y  su  nombre  ha  quedado  unido,  de  un 
modo  definitivo,  a  la  atrofia  muscular  progresiva  espinal  del  «tipo  Aran-Duchen- 
ne»  (1847-61).  En  1850,  F.-A.  Aran,  del  Hospital  Saint-Antoine,  publicó  algunos 
casos  de  la  atrofia  muscular  progresiva  espinal,  que  ha  sido  estudiada  por  Du- 
chenne (3).  Este,  en  su  acabado  estudio  de  todo  el  asunto,  consideraba  primero  la 
enfermedad  como  una  alteración  primitiva  de  los  músculos;  después  la  asignó  una 
lesión  en  las  astas  anteriores  déla  médula;  finalmente,  cediendo  a  la  presión  déla 
opinión  corriente,  volvió  a  su  primitivo  modo  de  pensar  de  una  atrofia  muscular 
primitiva  (4).  Ha  descrito  las  pseudo-hipertrofias  iniciales  con  todo  detalle;  pero 
no  pudo  interpretarlas,  como  hizo  Erb.  La  más  definitiva  descripción  de  Duchenne 
ha  sido  la  parálisis  bulbar  o  gloso-labio-lingual  (i860)  [5],  a  la  que  va  también  aso- 
ciado su  nombre,  como  igualmente  a  la  forma  pseudo-hipertrófica  de  las  parálisis 
musculares  (1868)  [6].  Aunque  esta  última  sea,  sencillamente,  una  de  las  varias  for- 
mas de  distrofia  muscular  que  actualmente  conocemos,  hay  que  reconocer  que  la 
cuidadosa  labor  de  Duchenne  en  las  guardias  del  hospital  es  la  primera  que  se  ha 
hecho  en  este  terreno.  En  su  trabajo  sobre  la  ataxia  locomotriz  luchaba  Duchenne 
con  una  gran  desventaja.  Se  cuidaba  poco  del  conocimiento  de  libros,  y  no  sabía 
nada  de  la  obra  de  Steinthal  y  Romberg,  conociendo  sólo  el  hecho  de  que  Edward 
Stanley  había  descrito  la  enfermedad  de  los  cordones  posteriores  de  la  médula 
en  1839  y  sir  William  Gull  en  1856-58.  En  1858-59  (7),  Duchenne  describió  la  en- 


(1)  Duchenne:  Mécanisme  de  la  physionomie  humaine  (etc.),  París,  1862. 

(2)  Heine:    Beobachtungem  über  Láhmungszustánde  der  unieren  Extremitáicn 
(etcétera),  Stuttgart,  1840. 

(3)  Aran:  Arch.  gen.  de  Méd.,  París,  1850;  4  s.,  XXIV,  páginas  4  y  172. 

(4)  El  resumen  último  de  Duchenne  sobre  esta  enfermedad  se  encuentra  en 
su  obra  De  I' elect  r  is  at  io  ti  localisée,  2.a  ed.,  París,  1 86 1 ;  páginas  437  y  547. 

(5)  Arch.  gen.  de  Méd.,  París,  i860;  5  s.,  XVI,  páginas  283  y  431. 

(6)  Ibidem,  1868;  6  s.,  XI,  páginas  5,  179,  305,  421  y  552. 

(7)  Arch.  gen.  de  Méd.,  París,  1858,  5  s.,  XII;  pág.  641;  1859,  XIII;  páginas  36, 
158  y  417. 


278 


HISTORIA     DE    LA     MEDICINA 


fermedad  con  toda  extensión,  separándola  de  las  parálisis,  demostrando  la  lesión 
de  la  médula  y  asegurando  que  es  debida  a  la  lúes.  Cuando  oyó  hablar  de  la  obra 
de  los  clínicos  alemanes,  replicó  que  las  ataxias  observadas  por  éstos  no  eran  lo 
mismo  que  las  que  él  había  visto,  y  de  este  modo  obscureció  ¿u  obra  enredándose 
en  controversias. 


En  su  aspecto,  Duchenne  era  un  hombre  de  pecho  amplio,  ancho  de 
hombros,  de  tipo  de  marino,  cuya  fisonomía  rubia,  alegre  y  sagaz,  ha  sido 
bien  conservada  en  las  diferentes  fotografías  de  su  obra  sobre  el  meca- 
nismo de  la  fisonomía  humana.  Era  a  la  vez  alegre,  expansivo  y  de  espí- 
ritu distraído;  brusco,  pero  cordial;  disputador,  pero  lleno  de  tacto,  y  él 

atribuía  sus  éxitos  dominando  a  los  leo- 
nes de  los  hospitales  a  su  combinación  de 
equilibrio  y  de  insensibilidad.  Los  últi- 
mos cuatro  años  de  su  vida  quedaron  nu- 
blados por  la  arterioesclerosis  del  cerebro, 
y  fué  olvidado  y  sin  honores  a  la  tumba, 
salvo  el  acompañamiento  de  unos  cuan- 
tos antiguos  amigos;  pero  es,  con  Char- 
cot y  Marie,  uno  de  los  más  grandes  neu- 
rólogos de  Francia.  El  mejor  resumen  de 
su  vida  es  el  simpático  estudio  que  le 
ha  consagrado  Joseph  Collins  (1908)  [l]« 
Contemporáneo  de  Duchenne,  y  toda- 
vía más  grande  en  la  amplitud  y  seguri- 
dad científica  de  su  obra,  es  Jean-Martin 
Charcot  (1825-93),  de  París,  que  se  gra- 
duó en  1853  con  una  tesis  de  artritis  nu- 
dosa, y  llegó  en  1862  a  ser  médico  del  gran  hospital  de  la  Salpétriére,  al 
cual  ha  quedado  asociado  para  siempre  su  nombre.  En  ella,  desde  unos 
comienzos  muy  pequeños,  supo  crear  la  más  grande  de  las  clínicas  mo- 
dernas de  neurología,  a  la  que  asistían  estudiantes  entusiastas  de  todas 
partes  del  mundo. 


X- 


v 


Jean  Martin  Charcot  (1825-93) 


Charcot  ha  sido  no  sólo  un  gran  neurólogo,  sino  que  también  se  ha  hecho  no- 
tar en  sus  lecciones  sobre  enfermedades  seniles  y  crónicas  (1867),  enfermedades 
del  hígado,  de  las  vías  biliares  y  del  riñon  (1877).  Ha  dejado  notables  descripcio- 
nes de  la  neumonía  crónica,  gota,  reumatismo,  endocarditis  y  tuberculosis,  en  el 
dualismo  de  la  cual  no  creía.  Ha  he<  ho  importantes  estudios  fisiológicos  sobre  la 
localización  de  las  funciones  en  las  enfermedades  cerebrales  (1876),  y  con  Albert 
Pitres,  sobre  los  centros  motores  corticales  en  el  hombre  (1895).  Los  cinco  volú- 
menes de  sus  lecciones  Bobre  enfermedades  nerviosas,  dadas  en  la  Salpétriére 
(1872-93),  constituyen  un  buen  resumen  de  su  labor,  mucha  de  la  cual  la  realizaba, 
como  Ludvvig,   por  medio  de   BUS   discípulos.   Así,  en    1866  describía,   con  Henry 


(1)     Collins:  Med.  Record,  New- York,  1908;  LXXIII,  páginas  50-54. 


EL     SIGLO     XIX  279 

Bouchard,  los  aneurismas  miliares,  haciendo  resaltar  su  importancia  en  la  hemo- 
rragia cerebral;  con  Georges  Delamarre,  las  crisis  gástricas  en  la  ataxia  locomotriz 
progresiva  (1866);  con  Bouchard,  los  dolores  fulgurantes  de  los  atáxicos  (1866);  con 
Alexis  Joffry,  las  lesiones  en  la  atrofia  muscular  (1869);  con  Pierre  Marie,  la  forma 
peroneal  de  la  atrofia  muscular  (1866);  y  sus  ideas  acerca  del  histerismo  y  de  la 
histero-epilepsia  se  encuentran  desarrolladas  en  los  estudios  clínicos  de  Richer 
(1879-85)  y  Gilíes  de  la  Tourette  (1891).  Él  definía  la  histeria  como  una  psicosis  su- 
perinducida,  siendo  la  piedra  de  toque  en  el  sujeto  su  capacidad  para  responder  a 
la  sugestión. 

Considera  «las  fases  del  gran  ataque,  las  innumerables  manifestaciones  psíqui- 
cas y  somáticas,  los  cambios  sensoriales  en  la  hemianestesia  y  hemianalgesia,  los 
fenómenos  motores  de  contractura  y  espasmo,  los  síntomas  visuales,  la  relación  del 
histerismo  con  el  traumatismo,  su  frecuencia  en  el  sexo  masculino,  todo  ello  como 
una  señal  de  los  problemas  relatados»  (Osler).  En  la  atrofia  muscular  ha  distingui- 
do entre  la  forma  ordinaria  o  tipo  de  Aran-Duchenne,  y  la  menos  frecuente  escle- 
rosis-lateral-amiotrófica  (1874);  y  describe,  con  Marie,  el  tipo  progresivo  neural  o 
peroneo  (1886),  que  ha  sido  igualmente  descrito  en  una  disertación  de  Cambridge 
por  Howard  Henry  Tooth  (1886).  Diferencia  las  lesiones  esenciales  de  la  ataxia  lo- 
comotriz y  describe  juntas  las  crisis  gástricas  y  los  trastornos  articulares  («Enfer- 
medad de  Charcot»).  Ha  separado  la  esclerosis  múltiple  de  la  parálisis  agitante, 
aunque  el  «temblor  intencional,  que  señala  como  uno  de  los  síntomas  diferenciales, 
ha  sido  ya  indicado  por  Bernhard  Cohn  en  i860.  «Ningún  escritor,  dice  Osler,  ha 
descrito  más  gráficamente  los  trastornos  tróficos  que  siguen  a  los  trastornos  cere- 
brales y  medulares,  especialmente  los  decúbitos  aguaos.»  Como  posteriormente 
Babinsky,  Charcot  considera  también  el  hipnotismo  como  una  condición  neurótica, 
pariente,  si  no  idéntico,  al  histerismo,  y  de  este  modo  se  ha  entablado  una  larga 
batalla  entre  la  escuela  de  la  Salpétriére  y  la  de  Nancy  (con  Liebeault  y  Bernheim), 
sobre  la  parte  desempeñada  por  la  sugestión,  que  en  manos  del  último,  dicen  al- 
gunos, llegó  a  ser  una  mera  arrogancia.  Charcot  no  era  engañado  por  las  impostu- 
ras de  algunos  de  los  enfermos,  y  al  final  consideraba  el  hipnotismo  como  una  me- 
dida terapéutica  muy  dudosa.  La  profundidad  de  su  modo  de  ver  se  demuestra  en 
la  tendencia  moderna  de  llevar  este  procedimiento  a  la  psicoterapia.  Charcot  era, 
sencillamente,  un  investigador  objetivo,  cuidándose  poco  de  la  psicología  especial 
de  los  enfermos  neuróticos,  salvándose  de  este  modo  de  algunas  de  las  exageracio- 
nes subjetivas  de  la  escuela  de  Freud.  «Para  la  investigación  puramente  psicológi- 
ca, dice  Havelock  Ellis,  no  tenía  afición,  ni  probablemente  aptitudes.  Todo  el  que 
haya  disfrutado  del  privilegio  de  observar  sus  métodos  de  trabajo  en  la  Salpétriére, 
puede  recordar  fácilmente  la  elevadísima  aptitud  del  gran  maestro;  su  exprexión 
indiferente,  que  llegaba  algunas  veces  a  ser  un  poco  desdeñosa;  su  altivo  modo  de 
ser,  que  sus  admiradores  entusiastas  calificaban  de  napoleónico.  Las  preguntas  di- 
rigidas a  los  enfermos  eran  frías,  desdeñosas,  algunas  veces  impacientes.  Charcot, 
evidentemente,  tenía  poca  fe  en  el  valor  de  los  resultados  que  podían  lograrse  de 
este  modo.» 


Aparte  de  su  obra  clínica,  Charcot  era  un  artista  de  talento  y  el  crea- 
dor del  estudio  de  la  historia  de  la  Medicina  en  las  artes  gráficas  y 
plásticas. 

Con  Paul  Richer  ha  publicado  dos  fascinadoras  monografías  acerca 
de  la  demonomanía  en  el  arte  (1887)  y  de  las  deformidades  y  enfermeda- 
des en  el  arte  (1889),  al  paso  que  muchos  y  valiosos  estudios  de  sus  discí- 
pulos, Henri  Meige,  Richer  y  otros,  aparecían  en  su  Iconographie photogra- 
phique  de  la  Salpétriére,  comenzada  en  1876  y  continuada  hasta  los  tiem- 
pos presentes.  Por  su  mujer,  que  era  de  familia  acaudalada,  Charcot  pudo 
vivir  en  ventajosas  condiciones;  pero,  aparte  de  ello,  su  genio  clínico,  su 
inteligencia  viva  y  despejada,  su  ecuanimidad  y  dignidad  hubieran  hecho 


28o 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


de  él  siempre  una  figura  relevante,   cualquiera   que  hubiera   sido  su  posi- 
ción en  la  vida. 

Pierre  Marie  (1853),  de  París,  el  más  capaz  de  los  discípulos  de  Char- 
cot; graduado  en  1883  y  profesor  de  la  Facultad  de  París  en  1889.  En  1886 
ha  descrito,  con  Charcot,  el  tipo  peroneal  de  la  atrofia  muscular  (1),  y  nos 
ha  dejado,  además,  cuatro  descripciones  originales  de  formas  nuevas  de 
enfermedades  nerviosas.   Son  éstas  sus  descripciones  de  la  acromegalia, 

estableciendo  su  lesión  pituitaria 
(1886)  [2];  la  osteoartropatía  hipertro- 
fiante de  origen  pulmonar  (1890)  [3]; 
la  ataxia  cerebelosa  hereditaria 
(1883)  [4],  y  el  tipo  de  artritis  espi- 
nal deformante  llamado  espondilosis 
rizomélica  o  enfermedad  de  Strum- 
pell-Marie  (1898)  [5].  Ha  dado  un 
asalto  de  crítica  destructora  a  la  con- 
cepción de  la  afasia  de  Broca,  soste- 
niendo que  la  tercera  circunvolución 
frontal  izquierda  no  desempeña  pa- 
pel alguno  en  la  función  del  lenguaje 
(1906)  y  sobre  la  identidad,  que  él 
recusa,  del  tipo  de  Aran-Duchenne 
de  atrofia  muscular  progresiva.  Des- 
de la  declaración  de  la  guerra  eurq- 
Pierre  Mane  (i8¿3)  Pea>  na  publicado  la  labor  más  valio- 

sa a  propósito  de  los  desórdenes  de 
los  nervios  periféricos  y  de  otros  efectos  de  los  proyectiles  en  el  sistema 
nervioso. 

El  más  notable  de  los  neurólogos  alemanes,  después  de  Romberg,  es 
Wilhelm  Heinrich  Erb  (1840),  de  Winnweiler  (Baviera),  discípulo  de  Ni- 
kolaus  Friedreich  y  profesor  de  Heidelberg  (1880).  En  1 868,  Erb  idea  el 
método  del  electrodiagnóstico  por  las  corrientes  galvánica  e  inducida. 
Continuó  a  Duchenne  en  el  desarrollo  extensivo  de  la  electroterapia  (1882), 
ha  escrito  obras  importantes  de  enfermedades  de  los  nervios  cerebroespi- 
nales (1874)  y  de  la  médula  O  876),  y  ha  trabajado  mucho  por  establecer 
la  teoría  moderna  de  las  distrofias  musculares,  que  ha  descrito  y  clasifica- 


(1)  Marie:  Rev.  de  Aí¿d.s  París,  1886;  VI,  páginas  97-138. 

(2)  Ibidem,  1886;  VI,  páginas  297-333. 

(3)  Ibidem,  1890;  X,  páginas  1-36. 

(4;  Semaine Medical t  1893;  XIII,  páginas  444-447. 

(5)  Reo,  de  .!/.'«/.,  París,  1898;  X\  JIJ,  páginas  285-315. 


EL    SIGLO     XIX  281 

do  (1891).  Ha  descrito,  además,  la  parálisis  braquial  (1874)  [i],  la  paráli- 
sis espinal  sifilítica  (187  5)  [2],  el  tipo  juvenil  de  la  atrofia  muscular 
(1884)  [3]  y  la  llamada  parálisis  bulbar  asténica  o  miastenia  grave 
(1878)  [4],  descrita  asimismo  por  Willis  (1865)  y  por  Goldfiam  en  1 893 
(síndrome  de  Erb-Goldflam).  Simultáneamente  con  Westphal  (1875)  ha 
descubierto  la  importancia  del  reflejo  rotuliano  en  la  ataxia  locomotriz  (5), 
y,  con  Fournier,  ha  hecho  mucho  por  establecer  una  relación  causal  esta- 
dística entre  la  tabes  y  la  sífilis. 

Otros  neurólogos  alemanes  de  este  período  son:  Nikolaus  Friedreich 
(1825-82), de  Würzburg,  que  ha  descrito  la  ataxia  hereditaria  (1863-76)  [6], 
y  el  paramioclonus  múltiple  (1881)  [7],  afecciones  que  alguna  vez  se  con- 
funden eponímicamente;  Carl  Friedrich  Otto  Westphal  (1833-90),  de  Ber- 
lín, que  ha  descrito  la  agorafobia  (1871),  pseudoesclerosis  (1883)  [8], 
señalado  la  importancia  del  reflejo  rotuliano  en  el  diagnóstico  (1875)  [9], 
y  llevado  a  cabo  una  labor  importante  en  psiquiatría  (1892);  Heinrich 
Quincke  (1842),  que  ha  descrito  el  edema  angioneurótico  (1882)  [io],  que 
ha  sido  notado  también  por  John  Laws  Milton  como  urticaria  gigante 
(1876)  y  ha  ideado  la  punción  lumbar  (1895)  [IX]i  Adolf  Strümpell(i853), 
de  Neu-Autz  (Courland),  que  es  bien  conocido  por  su  tratado  de  medici- 
na interna  (1883)  y  que  ha  descrito  la  espondilitis  deformante  (1897)  Y  Ia 
pseudoesclerosis  del  cerebro  (enfermedad  de  Westphal-Strümpell),  y  Her- 
mann Oppenheim  (1858),  de  Berlín,  que  ha  sido  el  primero  en  describir  la 
amiotonía  congenita  (1900)  y  la  miohipertrofia  kymoparalítica  (1914),  y  es 
el  autor  de  importantes  tratados  sobre  neurosis  traumáticas  (1889),  tumo- 
res del  cerebro  (1896),  sífilis  cerebral  (1896),  parálisis  miasténica  (1901)  y 
neurología  (1894). 

Los  principales  neurólogos  ingleses  de  este  período  son:  John  Hughl- 
ings  Jackson  (1834- 191 1),  de  Yorkshire,  que  ha  trabajado  mucho  para  es- 
tablecer el  uso  del  oftalmoscopio  en  el  diagnóstico  de  las  enfermedades 
del  cerebro  (1863),  ha  hecho  estudios  muy  importantes  sobre  la  afasia 


(1)  Erb:    Verhandl.  a.  natur.-med.  Ver.  zu  Heidelberg,    1874-77,  n.  F.;  I,  pági- 
nas 130-137. 

(2)  Berb.klin.  Wochenschrifi ,  1875;  XII,  páginas  357-359. 

(3)  Deutsches  Arch.f.  klin.  Med.,  Leipzig,  1883-84;  XXXIV,  páginas  467-519. 

(4)  Arch.f.  Psychiatr.,  Berlín,  1878-79;  IX,  pág.  172. 

(5)  Ibidem,  1875;  V,  páginas  792  y  803. 

(6)  Friedreich:  Arch.f.  path.  Anat.  (etc.),  Berlín,  1863;  XXVI,  pág.  391,  XXVII, 
página  1;  1876,  LXVIII,  pág.  145;  LXX,  pág.  140. 

(7)  Ibidem,  1881;  LXXXVI,  páginas  421-430. 

(8)  Westphal:  Arch.f  Psychialr.,  Berlín,  1883;  XIV,  páginas  87  y  767. 

(9)  Westphal:  Ibidem,  1875;  V,  páginas  803-834. 

(10;  Quincke:  Monatschr.  f.  prakt.  Dermat.,  Hamburgo  y  Leipzig,  1882,1,  pági- 
uas  129-139. 

(11)  Quincke:  Berl.  klin.  Wochemchr.,  1895;  XXXII,  páginas  889-891. 


282 


HISTORIA     DE     LA    MEDICINA 


(1864),  ha  descrito  las  convulsiones  unilaterales  o  epilepsia  jacksoniana 
(1875)  [i]  y  ha  ideado  la  doctrina  de  los  «niveles»  en  el  sistema  nervioso 
(1898);  sir  William  Richard  Gowers  (1845-1915),  de  Londres,  que  es  bien 
conocido  por  sus  tratados  de  enfermedades  de  la  médula  espinal  (1880),  en 
los  que  se  describe  el  fascículo  de  Gowers,  de  epilepsia  (1881),  de  enfer- 
medades del  cerebro  (1885)  y  del  sistema  nervioso  (i 886-88),  habiendo 
trabajado  mucho  por  sistematizar  los  conocimientos  existentes  en  estas 

materias.  Su  tratado  de  Oftalmología 
médica  (1897),  hermosamente  ilus- 
trado por  su  propia  mano,  es  de  gran 
valor  en  el  diagnóstico.  Gowers  ha 
trabajado  igualmente  en  la  anatomía 
fina  del  sistema  nervioso,  describien- 
do la  paraplejia  atáxica,  introducien- 
do el  cloruro  alumínico  en  el  trata- 
miento de  la  tabes  e  inventando  el 
hemoglobinómetro  (1878).  Henry 
Charlton  Bastían  (1837-1915),  de 
Truro,  uno  de  los  fundadores  de  la 
neurología  inglesa  y  autor  de  obras 
importantes  sobre  el  cerebro  (1882), 
las  parálisis  (1886-93),  la  afasia  (1898) 
y  la  generación  espontánea  (1913).  Sir 
Victor  Horsley  (1857-1916),  de  Ken- 
sington (Inglaterra),  que  ha  hecho 
una  obra  admirable  sobre  la  fisiología 
del  sistema  nervioso,  las  funciones 
de  las  glándulas  endocrinas  y  ha  sido,  con  Gowers,  el  primero  en  extir- 
par un  tumor  de  la  médula  espinal  (1888). 

En  América,  George  Miller  Beard  ha  ideado  el  concepto  de  neuraste- 
nia o  agotamiento  nervioso  (1869),  bosquejada  por  Eugene  Bouchut 
como  neurosismo  (i860);  George  Huntington  ha  descrito  la  corea  heredita- 
ria («corea  de  Huntington»,  1 872);  William  Alexander  Hammond  (1828 
a  I9C°)>  antiguamente  cirujano  general  del  ejército  de  los  Estados  Unidos, 
se  ha  hecho  notable  por  sus  Physiological  Memoirs  (1863);  ha  descrito  la 
atetosis  (1873)  y  ha  escrito  un  buen  libro  de  enfermedades  del  sistema 
nervioso  (1871;;  Francia  Xavier  I  >ercum  (1856),  de  Filadelfia,  ha  descrito 
la  adiposis  dolorosa  (1882);  Thomas  G.  Morton  ha  descrito  la  metatarsal- 
gia  (\Sy())\  Bernard  Sachs  (1858)   ha  descrito  el  idiotismo  amaurótico  fa- 


Sir  Wilüam  Richard  Oovvers  (1845-1915) 


(7)     I  Brit.  Med.  Journ.,  Londres,  1875;  1,'pág.  773. 


EL    SIGLO    XIX 


283 


miliar  (1887-96),  cuyas  manifestaciones  oculares  habían  sido  notadas 
en  1880  por  Waren  Tay  («enfermedades  de  Tay-Sachs»),  y  ha  escrito  el 
primer  tratado  americano  de  enfermedades  nerviosas  del  niño  (1895); 
Wharton  Sinkler  ha  aislado  el  reflejo  del  dedo  gordo  del  pie  (1888);  Wil- 
liam F.  Milroy,  de  Omaha  (Nebraska),  describe  el  edema  hereditario  per- 
sistente de  las  piernas  o  «enfermedad  de  Milroy  >  (1892);  Charles  Karsner 
Mills  (1845),  de  Filadelfia,  ha  fundado  las  salas  de  neurología  en  el  hospi- 
tal general  de  Pensilvania  (1877), 
ha  descrito  la  parálisis  unilateral 
progresiva  ascendente  (1900),  la 
parálisis  unilateral  descendente 
(1906)  y  la  hemianopsia  macular. 
Christian  Archibald  Herter 
(1865-1910),  de  Glenville  (Connec- 
ticut),-autor  de  un  estudio  sobre 
la  mielitis  experimental  (1889)  y 
de  un  libro  de  texto  sobre  el  diag- 
nóstico de  las  enfermedades  ner- 
viosas (1892),  y  ha  sido  un  gran 
promotor  de  la  Medicina  científica 
en  América.  Ha  fundado  el  Jour- 
nal of  Biological  Chemistry  (1905), 
ha  ayudado  a  organizar  la  Socie- 
dad americana  de  Química  Bioló- 
gica (1908)  y  el  Instituto  Rocke- 
feller (1901)  y  ha  establecido  la 
fundación  de  las  Herter  lectures 
en  los  hospitales  de  Johns  Hopkins 

y  de  Bellevue.  Sus  monografías  de  química  patológica  (1902)  y  del  in- 
fantilismo a  consecuencia  de  la  infección  intestinal  crónica  (1908)  han 
atraído  grandemente  la  atención. 

Charles  Loomis  Dana  (1852),  de  Woodstock  (Vermont),  autor  de 
una  obra  de  texto  de  enfermedades  nerviosas  y  Psiquiatría  (1892),  ha 
sido,  después  de  James  Jackson  Putnam,  de  Boston  (1891),  de  los  pri- 
meros en  diferenciar  las  esclerosis  combinadas  primarias,  en  describir  la 
mielitis  transversa  aguda  con  necrosis  perforante,  las  lesiones  de  la  cor- 
teza en  las  mioclonias  crónicas,  las  meningitis  serosas  o  «cerebro  húme- 
do >;  ha  hecho  una  labor  experimental  sobre  la  glándula  pineal  y  ha  pro- 
puesto la  resección  de  las  raíces  nerviosas  posteriores  de  la  médula  con 
la  duramadre,  para  los  dolores,  la  atetosis  y  las  parálisis  espásticas,  ope- 
ración que  ha  sido  llevada  a  cabo  por  Robert  Abbe  (3 1  diciembre  1 888). 


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Silas  Weir  Mitchell  (1830-1914) 
(Academia  Nacional   de   Ciencias.) 


284  HISTORIA     DE    LA     MEDICINA 

Silas  Weir-Mitchell  (1830-1914),  de  Filadelfia,  el  más  sabio  neuró- 
logo americano  de  su  tiempo;  se  graduó  en  el  Jefferson  Medical  College, 
Filadelfia  (1850).  En  1851- 52  estudió  en  París,  recibiendo  la  influencia  de 
Claudio  Bernard. 

En  1859,  con  Hammond,  ha  estudiado  los  venenos  de  las  flechas  y  de  la  orda- 
lia,  etc.,  siendo  el  primero,  después  del  abate  Fontana  y  Bonaparte,  en  investigar 
los  venenos  de  las  serpientes  (1870-86).  Con  Edward  T.  Reichert  ha  aislado  las 
globulinas  difusibles  de  los  venenos,  teniendo  sus  estudios  una  importante  acción 
sobre  los  más  modernos  trabajos  de  Fraser  (1896),  Calmette  (1896),  Preston  Kyes 
(1902-03),  Flexner  y  Noguchi  (1909).  En  1869  demostró  las  funciones  coordinado- 
ras del  cerebelo,  y,  con  Morris  J.  Lewis,  demostró  que  el  reflejo  de  la  rodilla  puede 
ser  reforzado  por  el  estímulo  sensorial  (1886).  Durante  la  guerra  civil,  el  cirujano 
general  Hammond  creó  hospitales  militares  especiales  para  las  enfermedades  del 
corazón,  de  los  pulmones  y  del  sistema  nervioso.  Mitchell  fué  encargado  del  Tur- 
ner's Lane  Hospital,  en  Filadelfia,  donde  estableció  un  servicio  especial  para  los 
enfermos  nerviosos,  y  en  él,  con  George  R.  Morehouse  y  William  W.  Keen,  hizo 
sus  estudios  de  traumatismos  y  heridas  por  arma  de  fuego  de  los  nervios  periféri- 
cos (1864),  que  trató  luego  más  extensamente  en  su  importante  obra  Injuries  of 
Nerves  and  T/ieir  Consequences  (187 2).  Este  libro  contiene  los  estudios  precisos  más 
antiguos  de  la  neuritis  ascendente,  tratamiento  de  la  neuritis  por  el  frío  y  el  ven- 
daje inmovilizado!",  la  psicología  de  los  amputados  y  otros  datos  que  han  sido  des- 
pués absorbidos  por  los  libros  de  texto.  Mitchell  ha  sido  el  primero  en  describir 
la  eritromelalgia  o  neuralgia  roja  (1872-78)  [1],  y  la  corea  post-paralítica  (1874)  [2], 
y  ha  sido,  con  William  Thomson,  el  primero  que  ha  hecho  resaltar  la  importancia 
del  cansancio  o  esfuerzo  de  los  ojos  como  causa  de  la  hemicránea  (1874)  [3]. 
En  1875,  Mitchell  introduce  un  tratamiento  de  las  enfermedades  nerviosas  por  la 
prolongada  permanencia  en  cama,  con  algunos  medios  auxiliares  como  la  buena 
alimentación,  el  masaje  y  la  electricidad,  denominándole  rest-cure  (cura  por  re- 
poso^ o  tratamiento  de  Weir-Mitchell,  que  se  usa  actualmente  en  todas  partes. 
Sus  ideas  acerca  del  asunto  se  encuentran  resumidas  en  su  obra  Fat  and  Hlood 
(1877),  que  ha  sido  traducida  al  francés,  alemán,  español,  italiano  y  ruso.  Mitchel 
ha  sido  también  el  primero  en  estudiar  los  efectos  de  los  cambios  meteorológicos 
en  las  neuralgias  traumáticas,  especialmente  en  los  antiguos  muñones  de  amputa- 
ción (1877).  Ha  hecho  un  gran  número  de  contribuciones  menores  de  un  carácter 
altamente  original,  siendo  notables  las  referentes  a  ailurofobia,  miembros  fantas- 
mas, trastornos  del  sueño,  Wear  and  Tear  (1873)  y  una  congelación  de  su  propio 
nervio  cubital.  A  la  historia  de  la  Medicina  ha  contribuido  con  una  concienzuda 
historia  de  los  instrumentos  de  precisión  (1892)  y  con 'sus  memorias  sobre  Har- 
vey (1907-12). 

En  el  mundo  de  las  letras,  como  poeta  y  novelista.  Mitchell  tiene  un 
puesto  cerca  de  Goldsmith  y  Holmes,  y  no  demasiado  por  debajo  de 
Scott  y  Lamb,  los  queridos  maestros  de  lo  que  Owen  Wister  llama  la 
«Literatura  del  estímulo».  Personalmente,  hasta  en  su  sobria  elección  de 
frases  delicadas,  Mitchell  era  un  superviviente  del  antiguo  elegante  caba- 
llero americano  del  tipo  colonial.  En  sobriedad  y  versatilidad  era  algo 
semejante  a  los  grandes  médicos  del  siglo  xviii;  en  la  percepción  del  lado 
interesante  de  la  vida  record, iba  a  Turgenieff;  en  el  sentido  del  honor  era 


(1)  A»ter.-Journ.  Mal.  Se,  Filadelfia,  1878;  n.  s.,  LXXVI,  páginas  17  y  36. 

(2)  IbidetHy  1874;  LXVIII,  páginas  342  y  352. 

(3)  Med.  and  Sur g.  Reporter,  Filadelfia,  1874;  XXXI,  páginas  67. y  71. 


El  siglo   xíX  285 

como  Bayardo  o  como  el  coronel  Newcome.  «¿Quién  se  atreve  a  repre- 
sentar la  enfermedad  como  ella  es?»,  hace  él  decir  a  un  médico;  sin  em- 
bargo, como  hace  notar  Wister,  ni  Balzac,  Flaubert,  Maupassant  o  Zola, 
«conocen  más  del  mal,  del  pesar  y  del  dolor».  El  tono  de  sus  obras,  dice 
Wister,  «es  una  lección  y  un  tónico  para  una  edad  que  está  enferma  y 
debilitada  por  las  perversidades  literarias». 

Otras  innovaciones  en  neurología,  prescindiendo  de  las  ya  mencionadas,  son  las 
originales  descripciones  de  la  parálisis  unilateral  con  anestesia  cruzada,  por  Brown- 
Sequard  (185 1);  de  la  parálisis  ascendente  aguda,  por  Octave  Landry  (1859);  de  la 
paraplejia  espástica  cerebral  congenita,  por  William  John  Little  (1861);  de  la  gan- 
grena simétrica,  por  Maurice  Raynaud  (1862);  de  la  enfermedad  de  los  pedúnculos 
cerebrales  (síndrome  de  Weber),  por  Hermann  Weber  (1862);  de  la  paraplejia  al- 
cohólica, por  sir  Samuel  Wilks  (1868);  del  neurofibroma  plexiforme  ( h  ankenneuro- 
ma),  por  Paul  Bruns  (1870);  de  la  miotonía,  descrita  en  su  propia  persona,  por  Ju- 
lius Thomsen  (1876);  de  la  siringomielia  con  trastornos  tróficos,  por  Augustin-Ma- 
rie-Morvan  (1883);  del  tic  impulsivo  o  espasmo  saltatorio,  por  Georges  Gilíes  de  la 
Tourette  (1884);  de  la  degeneración  subaguda  combinada  de  la  médula  espinal,  por 
Otto  Leichtenstern  ('884)  y  Ludwig  Lichtheim  (1884);  de  la  astasia-abasia,  por  Paul 
Blocq  (1888);  de  la  neuritis  hipertrófica  intersticial  progresiva  de  los  niños,  por  Ju- 
les Dejerine  y  Jules  Sottas  (1893);  de  la  atrofia  muscular  progresiva  infantil,  por 
Guido  Werdnig  (1890-94)  y  Johann  Hoffmann  (1894);  de  la  meralgia  parestética, 
por  Marx  Bernhardt  y  Vladimir  Karlovich  Roth  (1895);  de  ia  amiotonía  congenita, 
por  Hermann  Oppenheim  (1900);  el  síndrome  de  Guillain-Thaon  (sífilis  cerebro-es- 
pinal transicional,  1909)  y  de  la  degeneración  lenticular  progresiva,  por  S.  A.  Kin- 
near  Wilson  ^1912),  que  Gowers  ha  reconocido  como  «corea  tetanoidea»  (1888)  y 
que  Frerichs  describe  también  en  su  tratado  de  enfermedades  del  hígado  (1884). 
El  herpes  zóster  ha  sido  primeramente  atribuido  a  una  lesión  de  los  ganglios  espi- 
nales por  Friedrich  von  Bárensprung  (1861-63),  y  ha  sido  posteriormente  localizado 
como  una  inflamación  hemorrágica  aguda  de  los  ganglios  espinales  posteriores  y 
craneales,  por  Henry  Head  y  A.  W.  Campbell,  en  1900.  La  hemicránea  y  todos  los 
trastornos  mentales  que  se  comprenden  bajo  la  descripción  de  trastornos  cerebra- 
les o  trastornos  nerviosos  han  sido  descritos  por  Edward  Liveing  en  1873.  Las 
neuralgias  viscerales  han  sido  investigadas  por  sir  Clifford  Allbutt  (1884),  y  la  pato- 
logía de  la  circulación  cerebral,  por  Leonard  Hill  (1896).  La  afasia  ha  sido  descrita 
y  localizada  primeramente  por  Bouillaud  (1825)  [1],  definida  como  afemia  por  Broca 
(1861)  y  posteriormente  estudiada  por  Hughlings  Jackson  (1866),  Carl  Wernicke 
(1874),  Adolf  Kussmaul  (1877),  Ludwig  Lichtheim  (1885)  y  Pierre  Marie  (1906),  quien 
ha  discutido  la  parte  desempeñada  en  la  afasia  por  la  circunvolución  de  Broca,  in- 
sistiendo en  que  la  verdadera  lesión  es  una  zona  lenticular  en  el  lóbulo  temporo- 
parietal izquierdo  (zona  de  Wernicke),  lo  que  está  todavía  en  disputa.  Afemia, 
anartría,  amnesia  verbal  y  otras  fases  del  trastorno  han  sido  explicadas  por  el  di- 
funto H.  C.  Bastian  (1897-98)  [2];  la  ceguera  verbal  (dislexia)  ha  sido  descrita  por 
Rudolf  Berlin  (1887),  y  la  apraxia  (asimbolia  motora),  por  Hugo  Karl  Liep- 
mann  (1900). 

Después  de  la  época  de  Pinel  y  Reil,  el  tratamiento  de  la  locura  sin 


(1)  Erich  Ebstein  afirma  que  han  sido  descritos  casos  de  afasia  por  van  Swie- 
ten  (1753)  y  Goethe:  Wilhelm  Meister,  VII,  c.  6.  y  Wander jahre,  III,  c.  13  (1796),  que 
han  sido,  además,  precedidos  por  el  caso  de  Linneo  (1742).  Se  ha  dicho  que  Tho- 
mas Hood  (Phrenol.  Tr.,  1822,  JII)  había  dado  un  caso  con  autopsia  antes  de  Bouillaud; 
pero  este  último,  que  había  hecho  700  en  1848,  está  reputado  siempre  como  el  clá- 
sico describidor  de  la  enfermedad.  De  acuerdo  con  Trousseau,  el  término  afasia  ha 
sido  imaginado  por  el  célebre  helenista  Crisaphis.  Véase  Ebstein,  Ztschr.  f.  d.  gcs. 
Neurol.,  Berlín,  191 3;  XVII,  páginas  58-64. 

(2)  Bastian:  Aphasia  and  Other  Speech  Defects,  Londres,  1898. 


286  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

restricciones  (método  de  la  puerta  abierta)  ha  sido  perfeccionado  por 
Tohn  Conolly  (1856)  y  por  los  Tuke,  de  los  cuales  Daniel  Hack  Tuke 
(1827-95)  ha  colaborado  con  John  Charles  Bucknill  en  un  Manual  de  Me- 
dicina Psicológica  (1858),  que  ha  tenido  gran  importancia  en  su  época. 
Otro  defensor  del  sistema  no  restringido  era  Wilhelm  Griesinger  ( 1 8 1 7 
a  67),  de  Stuttgart,  discípulo  de  Schónlein,  ayudante  clínico  de  Wunder- 
lich,  y,  finalmente,  sucesor  de  Romberg  en  Berlín  (i 865-67),  que,  aparte 
de  su  obra  en  Psiquiatría,  se  ha  distinguido  también  por  su  antigua  des- 
cripción de  la  anquilostomiasis  como  «clorosis  tropical >  (1866)  y  ha  tra- 
bajado mucho,  por  lo  menos  en  Alemania,  por  poner  en  claro  los  estados 
de  fiebre  tifoidea,  tifus,  fiebre  recurrente  y  fiebre  palúdica,  en  sus  mono- 
grafías sobre  las  enfermedades  infecciosas  (i 857-64).  La  Patología  y  Te- 
rapéutica de  los  trastornos  psíquicos,  de  Griesinger  (1845),  destruyó  mucho 
del  misticismo  del  pasado,  dando  claros  e  inequívocos  cuadros  clínicos 
basados  en  un  racional  análisis  psicológico,  procurando  relacionar  el  asun- 
to con  la  Anatomía  patológica  y  defendiendo  el  régimen  de  la  puerta 
abierta  en  las  clínicas  de  Psiquiatría.  Desde  el  tiempo  de  Griesinger  el 
estudio  de  la  locura  ha  estado  principalmente  en  manos  de  los  ale- 
manes. 

Theodor  Meynert  (1833-92),  de  Dresde,  profesor  de  Neurología  y 
Psiquiatría  en  Viena  (1873-92),  editor  del  Jahrbücher  für  Psychiatrie 
(1889-92);  ha  hecho  algunas  investigaciones  de  anatomía  y  fisiología  del 
cerebro  (i 865-72)  y  ha  descrito  la  amencia,  escribiendo  sobre  la  locura 
como  Enfermedades  del  cerebro-anterior  (1884). 

Carl  Wernicke  (1848-1905),  de  Tarnowitz  (Silesia  Superior),  profesor 
en  Berlín  (1885)  y  Breslau  (1890),  ha  descrito  la  afasia  sensorial,  incluso  la 
alexia  y  la  agrafía  (1874),  las  enfermedades  de  la  cápsula  interna  (1875), 
la  polioencefalitis  hemorrágica  aguda  (1881)  y  la  presbiofrenia  (1900);  ha 
escrito  tratados  de  enfermedades  del  cerebro  ( 1 88 1 -83)  y  enfermedades 
mentales  (1894-1900)  y  ha  publicado  un  espléndido  atlas  del  cere- 
bro (1897 -1 904). 

Emil  Kraefelin  (1856),  de  Neustrelitz  (Mecklemburgo),  profesor  de 
Psiquiatría  de  Dorpat  (1886),  Heidelberg  (1890)  y  Munich  (1903),  ha  sido 
el  cultivador  de  la  Psiquiatría  experimental  (1896).  Su  Kompendium  (1883) 
y  sus  treinta  lecciones  de  Psiquiatría  (1901)  introducen  una  nueva  y  sen- 
cilla clasificación  de  Lis  «-nlrrmedades  mentales,  haciendo  resaltar  la  im- 
portancia de  las  formas  afectivas,  precoces,  involutivas,  catatónicas  y  ma- 
niáticas; introduciendo  los  conceptos  de  «demencia  precoz»  y  «locura  ma- 
níaco-depresiva», y  aportando  muchas  simplificaciones  por  la  hábil  agru- 
pación de  las  variedades  señaladas.  Kraepelin  ha  hecho  el  análisis  clásico 
de  la  cura  de  fatiga  y  las  clásicas  investigaciones  de  los  efectos  psíquicos 


EL    SIGLO     XIX  287 

del  alcohol  (i 883-92),  que  han  sido  continuadas   por   Raymond  Doge  y 
Francis  G.  Benedict  (I9I5)- 

Paul  Eugen  Bleuler  (1857),  de  Suiza,  ha  extendido  el  concepto  origi- 
nal de  Kraepelin  de  «demencia  precoz»  para  incluir  un  grupo  de  schizo- 
phrenias (1910),  que  comprenden  algunos  estados  no  tomados  en  cuenta 
por  Kraepelin,  especialmente  el  «autismo»  o  vida  mental  del  individuo 
que  se  mantiene  aparte  del  mundo  que  le  rodea.  Bleuler  ha  descrito 
también  el  «idiotismo  relativo»  (1914). 

Adolf  Meyer  (1866),  de  Suiza,  profesor  de  Psiquatría  en  la  John  Hop- 
kins University  (1910),  ha  sostenido  también  el  origen  psicogénico  de  la 
demencia  precoz,  que  es  más  bien  funcional  que  orgánica;  pero  sus  hipó- 
tesis han  sido  algo  combatidas  por  el  hecho  de  que  la  reacción  de  Abder- 
halden  de  los  fermentos  se  obtiene  en  estas  neurosis,  indicando  que  hay 
trastorno  funcional  de  los  órganos  sexuales. 

Richard  von  Krafft-Ebing  (1840-1902),  de  Mannheim,  discípulo  de 
Friedreich  y  Griesinger,  profesor  en  Estrasburgo  (1872),  Graz  (1873)  y 
Viena  (1889),  ha  escrito  el  mejor  tratado  alemán  de  Psiquiatría  forense 
(1875);  además,  un  tratado  de  Psiquiatría  basado  en  la  experiencia  clínica 
(1879),  y  es  especialmente  conocido  por  su  Psychopatia  sexualis  (1886), 
que  clasifica  y  describe  las  diferentes  formas  de  inversión  y  perversión 
sexual  en  sus  relaciones  médico-legales.  Albert  Moll  es  otro  escritor  que 
se  ha  ocupado  de  este  tema. 

De  los  psiquiatras  ingleses,  sir  Thomas  Smith  Clouston  (i 840- 191 5), 
el  último  editor  del  Journal  of  Mental  Science,  ha  escrito  un  volumen  de 
lecciones  clínicas  sobre  enfermedades  mentales  (1 883),  y  otros  tratados; 
Henry  Maudsley  (1835)  ha  sido  un  prolífico  escritor  de  temas  psicológi- 
cos; Charles  Arthur  Mercier  (1852)  es  autor  de  una  obra  de  texto  (1902), 
pero  sus  más  importantes  trabajos  son  aquellos  que  se  refieren  a  la  res- 
ponsabilidad criminal  (1905),  a  la  conducta  y  perturbaciones  de  la  misma 
(191 1),  al  crimen  y  locura  (1911),  así  como  también  sus  estudios  históri- 
cos sobre  astrología(l  914)  y  leproserías  (1915);  JohnMilneBRAMWEL  (1852), 
que  ha  publicado  numerosos  trabajos  sobre  el  hipnotismo;  Frederick 
Walker  Mott,  editor  de  los  Archives  of  Neurologie  y  autor  de  las  Croonian 
lectures  sobre  la  degeneración  de  la  neurona  (1900).  Debemos  mencionar 
aun  los  tratados  de  Psiquiatría  de  los  italianos  E.  Tanzi  (1904)  y  L.  Bian- 
chi  (1905),  que  han  sido  traducidos  al  inglés;  los  de  los  rusos  P.  J.  Ko- 
valevski  (1892),  S.  S.  Korsakoff  (1893)  y  V.  M.  Bechtereff  (1908)  y  los  de 
los  americanos  Frederick  Peterson  (1899),  Henry  J.  Berkley  (1900),  Ste- 
wart Paton  (1905)  y  William  A.  White  (1909).  Como  superintendente  del 
Hospital  Gubernamental  de  Enfermedades  Mentales  (1903)  y  como  editor 
de  la  Psychoanalytic  Review   y  autor  de  un  tratado  de  mecanismos  men- 


288  HISTORIA    £)£    LA    MEÍMCINA 

tales  (191 1),  White  ha  hecho  mucho  en  favor  de  la  Psiquiatría  moderna. 
Con  Smith  Ely  Jelliffe  (1866),  de  New- York,  editor  y  traductor  de 
varias  obras  de  importancia  e  interés  histórico,  White  ha  colaborado  en 
un  tratado  de  enfermedades  del  sistema  nervioso  (1915),  que  ofrece  los 
puntos  de  vista  más  avanzados  en  la  materia.  Henry  Mills  Hurd  (1843), 
profesor  de  Psiquiatría  (1889-1906)  y  superintendente  del  Johns  Hopkins 
Hospital  (1899-1911),  es  el  editor  de  The  Institutional  Care  of  the  Insane 
in  the  United  States  and  Canada  (1916),  que  contiene  lo  más  importante 
de  la  historia  de  la  Psiquiatría  en  América. 

Nuevos  métodos  de  investigación  psicopatológica  han  sido  ideados  por  Robert 
Sommer  (1899).  El  psicoanálisis  es  creación  de  Sigmund  Freud  y  de  C.  G.  Jung 
(1 893- 1 909).  La  parálisis  general  progresiva  de  los  enajenados  ha  sido  descrita  por 
John  Haslam  (1798)  y  Calmeil  (1826);  la  locura  moral,  por  James  Cowles  Prichard 
(1835);  Ia  locura  circular,  por  Jean  Pierre  Falret  (1854);  la  hebefrenia,  por  K.  Kahl- 
baum  (1863);  la  psicastenia,  por  Pierre  Janet  (1903);  la  demencia  presenil  con  pla- 
cas en  el  cerebro,  por  Alois  Alzheimer  (191 1).  La  paraplejia  alcohólica,  ya  notada 
por  James  Jackson  (1822)  y  Sir  Samuel  Wilks  (1868),  ha  sido  descrita  como  una  psi- 
cosis polineurítica  por  Sergiei  Korsakoff  (1887).  Heinrich  Laehr  (i 820- i 905),  edi- 
tor del  Allgemeine  Zeitsckrift für  Psychiatrie  (1858),  ha  realizado  importantes  obras, 
en  los  asilos  de  enfermedades  mentales  de  Alemania  (1852-82),  publicando,  ade- 
más, una  bibliografía  sin  rival  de  la  literatura  de  Psiquiatría,  Neurología  y  Psicolo- 
gía, desde  1459  a  1799  (1900),  y  un  calendario  de  Psiquiatría  (1885)  conteniendo, 
día  por  día,  todos  los  acontecimientos  importantes  relacionados  con  la  historia  del 
asunto,  incluso  el  martirologio  de  los  médicos  y  el  asilo  de  los  ayudantes  víctimas 
de  la  locura  homicida.  Otto  Münkemoller  ha  escrito  también  la  historia  de  la  Psi- 
quiatría (1903-10). 

La  última  parte  del  siglo  xix  señala  el  período  científico  o  parasitario 
de  la  Dermatología,  en  la  cual  muchas  afecciones  cutáneas  son  considera- 
das como  producidas  directamente  por  organismos  microscópicos,  ade- 
lantando este  estudio  especialmente  bajo  la  dirección  de  Sabouraud  y 
Unna. 

La  obra  de  Hebra  ha  sido  completada  y  extendida  por  su  hijo  Hans  von  Hebra 
(1847),  de  Viena,  que  ha  escrito  uua  obra  de  texto  de  enfermedades  de  la  piel  en 
relación  con  las  enfermedades  generales  del  organismo  (1884),  ha  descrito  el  rinos- 
cleroma  (1870)  y  el  rinofima  (1881),  y  por  su  discípulo  el  húngaro  Moriz  Kaposi 
('837-1902),  que  ha  completado  la  obra  del  viejo  Hebra,  además  de  escribir  otra 
propia  (1879)  y  ha  descrito  el  sarcoma  pigmentado  de  la  piel  (1872),  las  dermatitis 
diabéticas  (1876),  el  xeroderma  pigmentosum  (1882),  la  linfodermia  perniciosa  (1885), 
las  diferentes  formas  del  liquen  ruber  (1886-95),  y,  finalmente,  ha  colocado  sobre 
una  base  definitiva  el  impetigo  herpetiforme  de  Hebra.  El  tratado  de  Isidor  Neu- 
mann, de  [869,  ha  sido  traducido  repetidas  veces  y  es  sumamente  conocido.  Otro 
dermatólogo  igualmente  popular  ha  sido  sir  William  James  Erasmus  Wilson 
(1809-84),  que  Be  lia  hecho  una  reputación,  primero,  con  sus  obras  Manual  del  di- 
sector ( 1838;,  Vademécum  del  anatómico  (1840)  y  láminas  anatómicas,  y,  en  la  espe- 
cialidad, con  sus  Enfermedades  de.  la  piel  (1842),  Atlas  dermatológico  (1847)  y  con  sus 
lecciones  de  Dermatología  en  el  Real  Colegio  de  Cirujanos  (1871-78),  y  muy  espe- 
cialmente por  su  donativo  de  5.000  libras  para  fundar  una  cátedra  de  Dermatología 
en  este  misino  colegio,  al  que  ha  regalado,  igualmente,  una  valiosa  y  extensa  co- 
lección de  preparaciones  dermatológicas.  Wilson  clasifica  las  enfermedades  de  la 
piel  según  que  sean  enfermedades  del  dermis  verdaderamente,   de  las  glándulas 


EL     SIGLO    XIX  289 

sudoríparas  y  sebáceas,  o  del  pelo  y  de  su  folículo;  habiendo  sido  el  primero  en 
describir  la  dermatitis  exfoliativa  (1870).  La  etiología  parasitaria  de  las  afecciones 
de  la  piel  ha  sido  defendida  por  los  árabes;  por  Cosimo  Bonomo,  que  ha  descrito  el 
parásito  de  la  sarna  (1687);  por  John  Hunter,  que  ha  dado  una  descripción  clínica 
de  la  enfermedad;  por  Wichmann,  de  Hamburgo,  que  ha  establecido  su  naturaleza 
parasitaria  (1786);  por  Schonlein,  que  ha  descrito  el  hongo  achorion  del  favus  (1839); 
por  David  Grüby  (1809-98),  que  ha  descrito  una  tina  contagiosa,  sicosis  o  mentagra 
(pórrigo  decalvans  o  fitoalopecia),  debida  a  \infungtcs  (1841-43)  y  por  Cari  Eichs- 
tedt,  que  ha  establecido  la  relación  entre  el  escabies  y  el  microspor  on  furfur  (1846). 
La  obra  de  Grüby  atrajo  poco  la  atención  hasta  el  período  bacteriológico  y  parasita- 
rio, en  el  que  tenemos  que  citar  a  Raymond  Sabouraud  (1864),  de  París,  que  ha  he- 
cho extensos  estudios  sobre  las  diferentes  variedades  de  trichophyton  (1894),  la 
etiología  del  eczema  (1899- 1900),  de  la  pitiriasis  y  de  las  «alopecias  pelicula- 
res» (1904).  Sabouraud  ha  hecho  la  mejor  obra  de  enfermedades  micósicas  de 
la  piel. 

En  1 88 1  ha  demostrado  que  el  trichophyton  es  diferente  de  los  fungi  ordina- 
rios. El  eczema  marginatum  de  la  ingle  y  de  la  axila  (dhobie  itch)  ha  sido  atribuido 
al  epidermophyton  inguinale;  la  pitiriasis  versicolor,  al  microsporon/z¿r/«r;  la  tina 
tropical  imbricada,  a  otro  fungus  anular.  Entre  tanto,  iba  realizándose  una  valiosa 
e  importante  obra,  desde  el  punto  de  vista  patológico,  bacteriológico  y  terapéutico 
por  Paul  Gerson  Unna  (1850),  de  Hamburgo,  que  fué  gravemente  herido,  como  vo- 
luntario, en  la  guerra  franco-prusiana  y  ha  fundado,  posteriormente,  una  clínica 
privada  (1881)  y  un  hospital  para  enfermedades  de  la  piel  (1884),  en  su  ciudad  na- 
tal. Ha  publicado  obras  importantes  sobre  Anatomía  (1G82)  e  Histología  y  patolo- 
gía de  la  piel  (1894),  y  sobre  el  tratamiento  de  las  enfermedades  cutáneas  (1898); 
ha  fundado  el  Monatshefte  für  praktische  Dermatnlogie  (1882)  y  los  Dermatologische 
Studien  (1886)  y  ha  editado  un  atlas  internacional  (1889),  y  un  atlas  histopatológico 
(1894)  de  las  enfermedades  de  la  piel.  Unna,  que  es  un  escritor  muy  prolífico,  ha 
descrito  el  eczema  seborreico  (1887-93),  los  cocos  del  eczema  (1892-97),  los  diferen- 
tes cocos  del  favus  (1892-99),  la  flictenosis  estreptógena  (1895),  la  pustulosis  estafi- 
locógena  (1896);  ha  descrito  la  patología  de  la  lepra  (19 10)  y  ha  introducido  el  uso 
del  ictiol  y  de  la  resorcina  (1886)  y  de  pildoras  especialmente  revestidas  para  la 
absorción  local  en  el  duodeno  (1884). 

Entre  las  originales  descripciones  de  afecciones  cutáneas  en  el  período  mo- 
derno figuran  las  del  pórrigo  (1864),  disidrosis  (1873)  e  hidroa  (1880),  por  Tilbury 
Fox  (1836-79);  del  milium  coloide,  por  Ernst  Wagner  (1866);  de  la  dermatitis  exfo- 
liatriz,  por  Erasmus  Wilson  (1870);  de  la  urticaria  gigante  (edema  angioneurótico), 
por  John  Laws  Milton  (1876);  del  angioqueratoma,  por  Wyndham  Cottle  (1877);  de 
la  dermatitis  exfoliativa  de  la  infancia,  por  Ritter  von  Rittershain  (1878);  del  neu- 
rofibroma, por  F.  D.  von  Recklinghausen  (1882);  de  la  epidermolisis  vesiculosa, 
por  Alfred  Goldscheider  (1882);  de  la  varicela  gangrenosa,  por  sir  Jonathan  Hut- 
chinson (1882);  del  xeroderma  pigmentoso  (1882),  linfodermia  perniciosa  (1885), 
liquen  ruber  moniliforme  (1886),  por  Moriz  Kaposi  (1837- 1902),  que  ha  establecido, 
además,  el  estado  definitivo  del  impetigo  herpetiforme  (1887),  del  liquen  ruber 
planus  (1895)  Y  del  pénfigo  vegetans  (1896);  del  eritema  elevatum,  por  Judson  S.  Bury 
(1888);  de  la  psorospermosis  folicular,  por  Jean  Darier  (1889);  de  la  achantosis  ni- 
gricans, por  Sigmund  Pollitzer  y  V.  Janowsky  (1890);  del  angioqueratoma  (189 1)  y 
de  la  poraqueratosis  (1893),  por  Vittorio  Mibelli  (1891);  de  la  hiperqueratosis,  por 
Emilio  Respighi  (1893);  del  sarcoides  benigno,  por  Cari  Boeck  (1899);  de  la  acroder- 
mitis  atronca  crónica,  por  J.  Herxheimer  y  Kuno  Hartmann  (1902);  de  la  granulo- 
sis  rubra  nasal,  por  Joseph  Jadassonh  (1901);  de  la  parapsoriasis,  por  Louis  Brocq 
(1902),  y  del  liquen  nitidus,  por  Félix  Pinkus  (1907).  De  los  americanos,  Robert 
William  Taylor  ha  descrito  la  atrofia  progresiva  idiopática  de  la  piel  (1876);  Louis 
A.  Duhring,  la  dermatitis  herpetiforme  (1884);  Andrew  Rose  Robinson,  el  hidro- 
cistoma  (1884);  Thomas  Caspar  Gilchrist,  la  dermatitis  blastomicética  (1896);  Ben- 
jamín R.  Schenck,  la  esporotricosis  (1898),  y  Jay  F.  Schamberg,  la  dermatitis  pro- 
gresiva pigmentaria  que  lleva  su  nombre  (1900-01)  [1]. 


(1)     Para. referencias  bibliográficas  respecto  de  estas  enfermedades,  véase  el 
Index  Catalogue  (S.  G.  O.),  1912;  2  s.,  XV11,  páginas  150  y  152. 

Historia  dji  la  Mbdiotoa.  —Tomo  II  19 


29o  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

La  obra  de  Magendie  sobre  farmacología  experimental  ha  sido  hábil- 
mente continuada  por  Alexander  Crum  Brown  y  Thomas  Richard  Fra- 
ser,  que  han  sido  los  primeros  en  investigar  la  relación  existente  entre  la 
constitución  química  de  las  substancias  y  su  acción  fisiológica  («anclar 
las  moléculas»)  [1867]  (1),  en  lo  que  fueron  seguidos  por  Lauder  Brun- 
ton  y  J.  T.  Cash  (1884-92)  y  por  Cash  y  W.  R.  Dunstan  (1893).  Friedrich 
Walter  ha  investigado  la  acción  de  los  ácidos  sobre  el  organismo  animal 
(1877);  Ernst  Stadelmann,  la  acción  de  los  álcalis  sobre  el  metabolismo 
(1890).  Admirables  obras  de  texto  sobre  materia  médica  y  terapéutica 
han  sido  escritas  por  hombres  como  Sydney  Ringer,  en  Inglaterra  (1869), 
y  H.  C.  Wood,  en  América  (1874),  tratando  ambos  de  realizar  el  estudio 
de  los  medicamentos  desde  el  punto  de  vista  clínico,  a  la  vez  que  Buch- 
heim,  Schmiedeberg  y  Binz,  en  Alemania,  Brunton  y  Cushny,  en  Ingla- 
terra, llevaban  a  cabo  una  brillante  labor  experimental  en  los  animales. 
Los  últimos  nombres  aparecen  especialmente  asociados  a  las  farmacodi- 
námicas  críticas  y  destructoras  de  los  tiempos  modernos,  cuya  tendencia 
es  aplicar  un  riguroso  proceso  crítico  a  todo  el  vasto  número  de  reme- 
dios alegados  y  enumerados  en  los  diversos  formularios  y  farmacopeas, 
con  el  principio:  «Demostrar  todas  las  cosas,  creer  firmemente  en  aquello 
que  es  bueno.»  Los  efectos  de  esta  crítica  destructora  no  sólo  han  sido 
admirables  por  el  hecho  de  reducir  la  gigantesca  materia  médica  del  pa- 
sado a  sus  proporciones  racionales,  sino  que,  además,  han  llegado  a  ser 
absolutamente  necesarios,  en  vista  del  extraordinario  número  de  produc- 
tos obtenidos  del  carbón  de  piedra  por  los  químicos  alemanes,  iniciados 
por  el  descubrimiento  de  la  anilina  por  Perkin  en  1856.  «El  período  cons- 
tructivo de  la  farmacología,  declara  Cushny,  apenas  ha  comenzado»,  y  él 
afirma  que  los  remedios  pueden  en  la  actualidad  «ser  contados  por  uni- 
dades, cuando  antiguamente  se  pretendía  contarlos  por  centenares*.  Los 
clínicos  franceses  Ilenri  Iiuchard  y  Charles  Fiessinger,  por  ejemplo,  ha- 
bían limitado  la  actual  terapéutica  farmacológica  a  unos  20  remedios  o 
grupos  de  remedios,  a  saber:  opio,  mercurio,  quinina,  nuez  vómica,  digi- 
tal, arsénico,  fósforo,  ergotina,  belladona,  cloral,  bismuto,  bromuros,  hip- 
nóticos, purgantes,  antisépticos,  anestésicos,  antipiréticos,  nitritos,  sue- 
ros y  vacunas,  y  los  extractos  animales,  cada  uno  de  los  cuales  tiene  una 
intención  terapéutica  específica. 

Una  Conferencia  [nterna<  tonal  para  la  unificación  de  las  fórmulas 
de  los  remedios  heroicos  ha  tenido  lugar  en  Bruselas  en  1902.  La  ten- 
dencia total  de  la  reciente  farmacología  es  en  la  dirección  de  la  simplifi- 
cación y  de  la  especificidad;  pero  se  discute,  con  razón,  por  los  terapeutas 


(1)     />-.  h'oy.Soi.,  Edimburgo,  1807-),  XXV,  páginas  151-203. 


EL     SIGLO     XIX 


291 


de  la  vieja  escuela,  afirmando  que  los  seres  humanos  no  son  precisamente 
conejos,  ni  gallinas  de  Guinea  con  un  desarrollo  más  amplio,  y  que,  por 
tanto,  cada  medicamento  especial  tendrá  diferentes  efectos,  no  sólo  sobre 
cada  diferente  animal,  sino  también  sobre  cada  diferente  persona.  El  tes- 
timonio último  y  definitivo  de  la  eficacia  de  un  medicamento  será,  por 
consiguiente,  la  clínica. 

Los  más  notables  farmacólogos  de  la  escuela  alemana  son  Rudolf 
Buchheim  (1820-79),  de  Bautzen,  pro- 
fesor en  Leipzig  (1846),  Dorpat  (1849) 
y  Giessen  (18Ó7),  que  ha  publicado 
una  obra  de  texto  de  materia  médica 
en  1856  y  ha  investigado  la  acción  de 
las  sales  de  potasio,  de  los  purgan- 
tes, del  aceite  de  hígado  de  bacalao, 
del  cornezuelo,  de  los  alcaloides  mi- 
driásicos  de  las  solanáceas,  etc.;  su 
discípulo ,  O swald  Schmiedeberg  (1838), 
de  Courland,  profesor  en  Dorpat 
(1870)  y  Estrasburgo  (1872),  que  ha 
sido  el  primero  en  investigar  la  ac 
ción  de  los  venenos  sobre  el  corazón 
de  la  rana,  en  el  laboratorio  de  Ludwig 
(187 1),  en  investigar  la  síntesis  de! 
ácido  hipúrico  en  los  ríñones  (1876), 
ha  descubierto  la  sinistrina  (1879)  y 
la  histozima  (1881);  ha  determinado 
la  verdadera  fórmula  de   la    histamina 

y  del  ácido  nucleínico  según  las  notas  postumas  de  Miescher  (1896),  y  ha 
llevado  a  cabo  una  gran  labor  crítica  y  experimental  sobre  la  muscarina 
(1869),  la  fenatina  (1893),  Ia  digital  y  otras  drogas,  cuya  tendencia  ha  cris- 
talizado en  sus  bien  conocidos  Elementos  de  Farmacología  (1883)  y  Karl 
Blmz  (1832-1912),  de  Bernkastel,  discípulo  de  Virchow  y  de  Frerichs,  y 
profesor  en  Bonn  (1868),  donde  fundó  el  Instituto  Farmacológico  de  la 
Universidad  (1869).  Binz  ha  publicado  una  obra  de  Materia  médica  (1866) 
y  lecciones  de  Farmacología  (1884);  ha  hecho  investigaciones  experimen- 
tales acerca  de  la  acción  de  la  quinina,  arsénico,  aceites  etéreos,  compues- 
tos halógenos  y  anestésicos,  y  ha  escrito  una  admirable  historia  de  la  anes- 
tesia (1896).  Hans  Meyer  (1853)1  de  Insterburg,  discípulo  de  Ludwig  y 
Schmiedeberg,  profesor  en  Dorpat  (1881),  Marburg  (1882)  y  Viena  (1884), 
y  E.  Overton  han  consagrado  especial  atención  a  la  parte  desempeñada 
por  los  disolventes  lipoides  en  la  narcosis. 


Oswald  Schmiedeberg  (,1838) 


292 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


La  historia  de  la  Farmacología  ha  sido  acabadamente  expuesta  en  las 
obras  de  F.  A.  Flückiger  y  Daniel  Hambury  (Pharmacographia,  1879), 
Hermann  Schelenz  (1904)  y  A.  Tschirch  (Pharmacognosies  1909-14). 

Sir  Thomas  Lauder  Brunton  (1844-1916),  de  Roxburghshire  (Escocia), 
graduado  en  Edimburgo  (1868),  ayudante  médico  (1875-97)  y  médico 
(1897-1904)  en  el  hospital  de  Saint- Bartholomew,  ha  estudiado  con  Brüc- 
ke,  Kühne  y  Ludwig,  y  llegó  a  ser  un  maestro  en  la  aplicación  de  los  da- 
tos fisiológicos  de  la  Farmacología  a  la  Medicina  interna. 


Desde  el  momento  de  su  disertación 
del  grado  sobre  la  digital  (1868),  su  campo 
especial  de  estudio  ha  sido  la  acción  de 
los  medicamentos  sobre  el  corazón.  En 
1867  ha  señalado  el  aumento  de  la  pre- 
sión sanguínea  como  un  carácter  de  la 
angina  de  pecho,  recomendando  la  admi- 
nistración del  nitrato  de  amilo  por  mo- 
tivos fisiológicos  (1).  Ha  introducido  los 
remedios  vasodilatadores  y,  en  1874,  ha 
empleado  la  dieta  cruda,  para  proporcio- 
nar al  organismo  un  fermento  glucolítico. 
Ha  practicado  la  medicina  como  una  cien- 
cia, interpretando  los  síntomas  como  al- 
teraciones fisiológicas  más  bien  que  como 
consecuencias  o  resultados  finales  de  al- 
teraciones de  la  estructura.  Ha  asistido  a 
la  segunda  Comisión  del  Cloroformo  en 
Hyderabad  (1899);  ha  sido  un  antiguo  y 
constante  defensor  déla  educación  física  y 
militar  como  una  «preparación»;  fué  nom- 
brado caballero  en  1900  y  barón  en  1908. 


Sir  Thomas  Lauder  Brunton  (184 


Personalmente,  Brunton  era  el 
«bondadoso  escocés >,  una  mezcla  de 
sagacidad  y  sencillez,  generoso,  animoso  y  abnegado.  Pagó  todos  los  gas- 
tos y  jornales  de  su  laboratorio  farmacológico  en  Saint-Bartholomew; 
era  un  verdadero  amigo  de  Billings,  e  hizo  importantes  donaciones  a  la 
Biblioteca  General  de  Cirugía.  .Sus  obras  comprenden  el  bien  conocido  y 
frecuentemente  traducido  libro  de  texto  de  Farmacología  y  Terapéutica 
(1885),  las  Croonian  Lectures  acerca  déla  relación  éntrela  estructura  quí- 
mica y  la  acción  fisiológica  (1892);  las  populares  Lecciones  sobre  la  acción 
de  Las  medicinas  (1897)1  monografías  acerca  de  los  desórdenes  de  la  di- 
gestión (1886),  desórdenes  de  la  asimilación  (1901),  terapéutica  de  la  cir- 
culai  ion  (1908)  y  un  vasto  número  de  diversos  artículos. 

Arthur  Robertson  Cushw  ( 'i  «S6f  >),  de  Escocia,  ha  sido  profesor  de  Far- 
macología en    Ann  Arbor  (i 893- 1 905)   y  en  la  Universidad  de  Londres 


[1)     Brunton:  Lancet,  I  ondres,  1867;  II,  página  97. 


EL     SIGLO     XIX  293 

(l905)\  es  discípulo  de  Schmiedeberg,  y  su  libro  de  texto  de  farmacolo- 
gía y  terapéutica  (1899)  esta  imbuido  del  espíritu  de  su  maestro.  Ha  lle- 
vado a  cabo  una  admirable  labor  a  propósito  de  los  efectos  de  la  digital 
sobre  el  músculo  cardíaco  (191 2). 

Horatio  C.  Wood  (1841),  de  Filadelfia,  profesor  de  Botánica  (1866-76), 
de  Terapéutica  (1876-1907),  de  enfermedades  nerviosas  (1875-1901)  en  la 
Universidad  de  Pensilvania;  ha  realizado  una  importante  investigación  acerca 
de  la  patología  de  la  insolación  (1872);  ha  escrito  una  memoria  de  las  algas  del 
Norte  de  América  (1872)  y  es,  además,  autor  de  un  tratado  de  Terapéutica 
(1874),  en  el  cual  se  examinan  por  vez  primera  los  efectos  en  el  organismo 
de  varios  medicamentos  en  dosis  reducidas,  además  de  la  experimentación 
sobre  los  animales,  que  con  la  evidencia  de  la  toxicología  nos  daba  lo  racio- 
nal de  su  empleo  en  las  enfermedades.  Contiene,  además,  esta  obra  una  cla- 
sificación básica  de  los  medicamentos.  Wood  ha  investigado  el  nitrito  de 
amilo,  ha  descubierto  las  propiedades  fisiológicas  y  terapéuticas  de  la  hios- 
cina,  y  ha  sido  el  primero  en  sistematizar  el  tratamiento  de  los  accidentes 
de  la  anestesia.  Es  el  editor  del  Philadelphia  Medical  Times  (i  87 3-80)  y  de 
la  Therapeutic  Gazette  (1884-90),  de  los  United  States  Dispensatory  (1883 
a  1907),  y  es  autor  de  una  obra  de  enfermedades  nerviosas  (1887). 

Una  buena  labor  original  es  la  de  Torald  Sollmann  (1874),  de  Cleve- 
land (Ohio),  que  ha  escrito  un  notable  libro  de  texto  sobre  Farma- 
cología (19 1 7). 

John  Jacob  Abel  (1857),  de  Cleveland  (Ohio),  profesor  de  Farmacolo- 
gía en  el  Johns  Hopkins  University  (1893),  ^s  editor  del  Journal  of  Phar- 
macology and  Therapeutics  (1909);  es  el  primero  que  ha  aislado  la  epine- 
frina  (1898)  y  la  bufagina  (191 1);  ha  hecho  valiosas  investigaciones  de 
nuevas  substancias  y  ha  ideado  los  métodos  de  vividifusión  (1912-13)  y 
plasmaférresis  (1914).  Entre  sus  discípulos,  Reid  Hunt  es  conocido  por 
sus  estudios  sobre  el  alcoholismo  experimental  (1907)  y  el  tiroides  (1909); 
L.  G.  Rowntree  y  J.  T.  Geraghty,  por  su  descubrimiento  de  la  prueba 
de  la  fenolsulfoneftaleína  en  las  enfermedades  del  riñon  (1910);  David 
I.  Macht  ha  investigado  los  alcaloides  del  opio  (1915-16)  y  otras  substan- 
cias. También  en  la  Johns  Hopkins  University,  Samuel  J.  Crowe  ha  des- 
cubierto que  la  hexametilenamina  (urotropina)  es  excretada  por  el  líqui- 
do cefalorraquídeo  (1909),  dejándonos  el  uso  extensivo  de  esta  substan- 
cia en  las  enfermedades  meníngeas  causadas  por  microorganismos. 

La  acción  especial  de  las  sales  de  magnesio  en  el  tétanos  ha  sido  estu- 
diada en  América  por  Samuel  James  Meltzer  y  John  Auer  ^1905 -06). 

Entre  los  muchos  medicamentos  descubiertos  en  los  tiempos  moder- 
nos figuran  el  doral,  por  Osear  Liebreich  (1869);  la  antipirina  (Knorr),  por 
Wilhelm  Filehne  (1884);  la  cocaína  (como  anestésico),  por  V.  K.  Anrep 


294  HISTORIA     DE    LA    MEDICINA 

(1879-84)  [i]  y  Cari  Koller  (1884);  la  salipirina,  por  Riedel  (1884);  el  ic- 
tiol y  la  resorcina,  por  Paul  Gerson  Unna  (1866);  el  salol,  por  Marcel  von 
Nencki  (1886);  la  acetanilida,  por  Cahn  y  Hepp  (1886);  el  sulfonal  (Bau- 
mann,  1 884),  por  Alfred  Kast  (1888);  el  trional  y  el  tetronal,  por  Bau- 
mann  y  Kast  (1888);  el  strophantus  hispidus,  por  Thomas  R.  Fraser(l904); 
el  extracto  suprarrenal,  por  G.  Oliver  y  S.  A.  Scháfer  (1894-95);  la  eu- 
caína,  por  Merling  (1896);  la  heroína,  por  Dreser  (1898);  el  veronal  (1894) 
y  el  proponal  (1905),  por  Emil  Fischer  y  Joseph  von  Mering;  la  novocaína, 
por  Alfred  Einhorn  (1905);  el  rojo  escarlata  (Biebrichs,  1882),  por  B.  Fis- 
cher (1906);  la  pasta  bismutada,  por  Emil  J.  Beck  (1908);  el  pantopon, 
por  Hermann  Sahli  (1909),  y  el  salvarsán  («606»),  por  Ehrlich  (1909). 

La  emetina,  introducida  por  Bardsley,  de  Manchester,  en  1829,  como 
un  remedio  para  la  disentería,  se  ha  encontrado  que  es  amebicida  por 
Edward  B.  Wedder  (1910-II),  y  su  uso  en  la  disentería  amebiana  ha  sido 
establecido  clínicamente  por  sir  Leonard  Rogers  (1912). 

De  otras  medidas  terapéuticas,  la  electroterapia  ha  sido  modernizada  por  Du- 
chenne,  de  Boulogne  (1847-55);  Robert  Remak  (1855-58),  Hugo  von  Ziemssen  (1857), 
Moriz  Benedikt  (1868-75)  y  Wilhelm  Heinrich  Erb  (1882).  Los  primeros  resultados 
definitivos  de  los  efectos  de  la  electrólisis  galvánica  han  sido  obtenidos  en  el  tra- 
tamiento de  la  estrechez  uretral  por  el  sueco  Gustav  Crusell  (1839)  [2],  que  publicó 
una  memoria  sobre  el  galvanismo  en  el  tratamiento  de  las  afecciones  locales 
(1841-43).  La  electricidad  estática  ha  sido  primeramente  empleada  en  el  Guy's 
Hospital  por  Thomas  Addison,  Golding  Bird  y  sir  William  Gull  (1837-52);  la  co- 
rriente farádica  doble  ha  sido  usada  contra  los  tumores  y  las  afecciones  uterinas 
por  Georges  Apostoli,  en  París  (1884);  las  corrientes  de  alta  frecuencia  han  sido 
empleadas  por  Jacques-Arséne  d'Arsonval  (1892)  y  por  F.  Nagelschmidten  forma 
de  termopenetración  eléctrica  (diatermia)  en  1906-8.  La  ionoterapia,  sugerida  por 
Edison  en  1890,  ha  sido  aplicada  por  Stéphane  Leduc,  de  Nantes,  en  1900.  Los  ra- 
yos X,  descubiertos  por  Wilhelm  Conrad  Rontgen  en  1893,  pronto  llegaron  a  ser 
un  precioso  auxiliar  en  el  diagnóstico,  y,  en  manos  de  los  expertos,  una  útil  me- 
dida terapéutica,  lo  mismo  que  el  radio. 

La  jeringa  HiPODÉRMiCA  ha  sido  creada  en  Europa  por  Francis  Rynd  (1845), 
Charles  Gabriel  Pravaz  (185 1)  y  Alexander  Wood  (1855),  y  en  América,  por  For- 
dyce  Barker  (1856).  Las  tabletas  para  estos  y  otros  usos  fueron  inventadas  y  usa- 
das por  Robert  M.  Fuller,  de  Filadelfia,  en  1878.  Magendie  y  Gaspard  resucitaron 
las  inyecciones  intravenosas  experimentales  de  medicamentos  en  1823;  G.  B.  Hal- 
ford,  de  Melbourne  (Australia),  ha  reintroducido  las  inyecciones  de  Fontana,  de 
amoní.M  o,  en  las  mordeduras  de  las  serpientes,  en  1869-73.  A.  S.  Landererha  apli- 
cado las  inyecciones  de  hetol  en  el  tratamiento  de  la  tuberculosis  (1892);  Guido 
Bao  Ui,  las  de  quinina  en  la  fiebre  palúdica  (1890),  y  el  sublimado  corrosivo  en  la 
sífilis  (1894);  y  las  invecciones  de  metales  coloidales  han  sido  introducidas  por 
lirnnii  I  1  <  dé  en  1901. 

I'.ii  [895,  Forlanini  idea  el  tratamiento  de  la  tisis  por  el  neumotorax  artificial, 
que  había  sido  ya  sugerido  por  Carson  en  1842  y  había  sido  introducido  en  Amé- 
rica por  John  B.  Murphy  (1898).  La  idea  de  emplear  las  inyecciones  profundas  de 


(1)  V.  K.  Anrep:  /'//user's  Archiw,  Bonn.,   1879;  XXI,  página  47;  Vrach,  Petro- 
grado,  [884;  V,  página  773. 

(2)  G.  S.  <  Irusell:  Uéber  den  Galvanismus  ais  chcmischcs  Hc.ilmittel  gegen  ortliche 
Knuikhcilcn,  San  PetersburgO,  1841-43. 


EL     SIGLO     XIX  295 

alcohol  como  tratamiento  de  las  neuralgias  ha  sido  sugerida  por  Pitres  y  Vaillard 
en  1887  y  aplicada  por  Karl  Schloesser  en  1903. 

La  hidroterapia  ha  sido  popularizada  por  Max  Joseph  Oertel  y  por  el  labrador 
de  Silesia,  Vincenz  Priessnitz  (1 799-1851),  cuyas  compresas  frías  y  métodos  exter- 
nos fueron  ampliados  y  continuados  por  el  pastor  de  Baviera  Kneipp;  por  C.  Mun- 
de,  en  Grafenberg  (1839);  en  Inglaterra,  por  James  Maraby  Gully,  en  Malvern  (1842), 
y  en  los  Estados  Unidos,  por  Rusell  Thacher  Trail  (1844),  Joel  Shew  y  otros.  La 
hidroterapia  científica  va  especialmente  asociada  a  los  nombres  de  Ernst  Brand 
(1827-97),  un  práctico  de  Stettin  que  volvió  a  poner  sobre  una  buena  base  el  olvi- 
dado tratamiento  de  Currie  de  la  fiebre  tifoidea  por  el  agua  fría  (1861-63)  y  de 
Wilhelm  Winternitz  (1835-1905),  de  Josefstadt  (Bohemia),  profesor  en  Viena  (1881), 
director  del  establecimiento  hidroterápico  de  Kaltenleutgeben,  fundador  de  Blat- 
ter für  klinische  Hydrotherapie  (1890)  y  autor  del  mejor  tratado  moderno  sobre  la 
materia  (1877-80),  basado  tanto  en  la  experimentación  como  en  la  investigación 
clínica.  Oskar  Lassar,  en  Berlín  (1883),  y  Simón  Baruch,  en  Nueva  York,  han  sido 
los  principales  propagandistas  de  los  baños  públicos  al  alcance  del  público  de  las 
grandes  ciudades. 

En  1834,  Víctor  Theodore  Junod  (1809-81)  investigó  los  efectos  del  aire  com- 
primido y  enrarecido  sobre  el  organismo,  aplicándolo  como  «hemospasia»  o  ven- 
tosa gigante,  resumiendo  los  resultados  obtenidos  en  su  tratado  de  1875.  El  mé- 
todo consistía  en  la  producción  de  una  derivación  de  la  sangre  desde  el  cerebro 
a  los  pies,  una  especie  de  sangría  sin  sangría,  siendo  los  efectos  revulsivos  extra- 
ordinariamente útiles  en  algunos  casos. 

La  dietética  y  el  régimen  han  adelantado  gracias  a  William  Banting  (1797 
a  1878),  de  Inglaterra,  quien,  en  sus  Letter  on  Corpulcv.ee  (1863),  introduce  la  cura 
de  la  obesidad  por  medio  de  la  reducción  general  del  alimento,  incluyendo  la  ex- 
clusión de  grasas  y  de  hidratos  de  carbono  (1863);  por  Liebig,  Wohler,  Beaumont, 
Moleschott,  Pavy,  Pavloff,  Rubner,  Chittenden  y  otros  investigadores  de  la  nutri- 
ción y  del  metabolismo;  por  Boas  y  Ewald,  que  han  ideado  las  comidas  de  prueba 
en  los  trastornos  digestivos;  por  Debove,  que  ha  inventado  la  alimentación  for- 
zada en  la  tisis,  y,  finalmente,  por  Carl  von  Noorden,  que  ha  hecho  un  estudio  es- 
pecial de  la  dietética  en  los  trastornos  del  metabolismo  y  ha  recomendado  la  dieta 
de  harina  de  avena  en  la  diabetes.  Tratamientos  especiales  de  las  enfermedades 
del  corazón  han  sido  imaginados  por  el  laringólogo  Max  Joseph  Oertel  (1835-1897), 
de  Dillingen  (Baviera),  cuyo  método  consiste  en  la  dieta  de  proteicos  con  reduc- 
ción de  líquidos,  perspiración  libre  y  ejercicios  graduados  de  subir  cuestas  (1884), 
y  por  Theodor  Schott  (1852),  que  en  Nauheim  ha  descubierto  los  maravillosos 
efectos  de  los  baños  carbónicos  sobre  el  corazón  debilitado  (1883),  combinados 
con  ejercicios  gimnásticos  lentos,  ejecutados  por  los  enfermos  y  resistidos  por  el 
operador.  La  bomba  del  estómago  para  extraer  el  opio  y  otros  venenos  (Monro 
secundas),  ha  sido  introducida  simultáneamente  por  Edward  Jukes  y  Francis  Bush, 
dos  médicos  ingleses,  en  1822  (1).  El  simple  cateterismo  con  lavado  para  la  di- 
latación gástrica  por  obstrucción  pilórica  ha  sido  ideado  por  Adolf  Kusmaul 
(años  i867-69\ 

Las  aplicaciones  científicas  del  hipnotismo  han  sido  estudiadas  principalmente 
por  Charcot  y  sus  discípulos  en  la  Salpétriére  y  por  los  dos  maestros  de  la  escuela 
de  Nancy,  Ambroise-Auguste  Liébeault,  en  su  Le  sommeil  provoqué  (1889)  y  Théra- 
peutique  suggestive  (1891).  e  Hippolyte  Bernheim,  en  De  la  suggestion  dans  Vétat 
hypnotique  et  dans  l'état  de  veille  (1844)  e  Hypnotisme,  suggestion,  psychotherapie 
(1891).  Estos  títulos  indican  ya  la  general  tendencia  a  separarse  de  la  sugestión 
hipnótica,  dirigiéndose  hacia  la  persuasión  mental  y  moral  o  psicoterapia,  que  iba 
ya  implícita  en  la  enseñanza  de  Charcot.  La  psicoterapia  se  coloca  sobre  una  base 
definitiva  por  obras  como  el  libro  de  Paul  Dubois  sobre  el  tratamiento  moral  de 
las  psiconeurosis  (1904),  y  el  Isolement  et  psychotherapie  (1904),  de  Jean  Camus  y 


(1)  Busch:  London  Med.  6°  Phys.  Journ.,  1822;  XLVIII,  páginas  218  y  220;  Ju- 
kes: Ibidem,  páginas  384-389.  Jukes  reclama  la  prioridad,  pero  no  cita  la  fuente 
de  su  artículo  precedente.  Su  prioridad  es,  sin  embargo,  reconocida  por  sir  Astley 
Cooper  (Lancet,  Londres,  1823;  I,  pág.  223),  que  dice  que  Jukes  empleaba  prime- 
ramente una  botella  de  goma  elástica  para  la  succión,  habiéndole  sugerido  Busch. 


296 


HISTORIA     DE     LA    MEDICINA 


Philippe  Pagnier.  Era  hábilmente  aplicada  en  la  Emmanuel  Church,  de  Boston, 
por  el  Rev.  Elmwood  Worcester  y  sus  discípulos. 

La  gimnástica  con  propósitos  terapéuticos  ha  sido  introducida  como  «movi- 
mientos suecos»  por  Per  Henrik  Ling  (1 776-1839)  hacia  181 3,  siendo  posteriormen- 
te perfeccionada  en  métodos  como  mecanoterapia  y  kinesterapia,  particularmente 
en  el  Instituto  Zander.  La  predicación  de  la  vida  y  del  ejercicio  al  aire  libre,  la 
percepción  de  que  la  naturaleza  externa  tiene  una  acción  saludable  y  benigna  so- 
bre la  salud  mental  y  corporal,  se  encontraba  ya  implícita  en  las  enseñanzas  de  la 
medicina  griega  y  ha  sido  el  tema  de  aquellos  escritores  modernos,  como  Thoreau, 

Walt  Whitman  y  John  Burroughs,  y  ha 


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sido  aplicado  con  éxito  al  tratamiento 
de  la  tisis  en  todas  partes,  y  al  de  los 
estados  neurasténicos  por  J.  Madison 
Taylor  y  otros  especialistas. 


mv 


El  fundador  de  la  Higiene  expe- 
rimental ha  sido  Max  von  Petten- 
kofer  (1818-1901),  de  Lichtersheim 
(Baviera),  discípulo  de  Liebig  y  Bis- 
choff;  profesor  de  Química  dietéti- 
ca en  Munich  en  1 847,  y  profesor 
de  Higiene  en  la  misma  Universi- 
dad (1853),  donde,  bajo  su  direc- 
ción, se  abrió  el  primer  Instituto  de 
Higiene  en  1 87  5-  La  primer  labor 
de  Pettenkofer,  como  hemos  visto, 
es  en  el  campo  de  la  Química  fisio- 
lógica y  del  metabolismo. 

Max  von  Pettenkofer  (1818-1901) 

En  1844  ha  ideado  su  bien  conocida 
prueba  para  los  ácidos  de  la  bilis;  y  en 
1863-64  ha  hecho,  con  Voit,  sus  clásicas  investigaciones  sobre  el  metabolismo  de  la 
respiración.  Ha  investigado,  además,  algunas  substancias  como  los  sulfocianatos  en 
el  esputo,  el  ácido  hipúrico,  la  creatina  y  la  creatinina.  Desde  1855,  ha  consagrado 
mucha  atención  a  la  etiología  del  cólera  y  de  la  fiebre  tifoidea,  la  aparición  de  cu- 
yos padecimientos  lo  atribuía  al  estado  del  suelo  y  de  las  aguas  telúricas,  y  opo- 
oiéndose  últimamente  a  la  doctrina  microbiana  de  la  infección,  llegando,  para  pro- 
bar BU  tesis,  a  inferir  un  cultivo  de  bacilos  virulentos  del  cólera  a  las  setenta  y  cua- 
tro horas.  A  pesar  de  sus  puntos  de  vista  algo  arbitrarios,  libró  por  completo  a  la 
ciudad  de  Munich  de  la  fiebre  tifoidea  por  la  aplicación  de  un  apropiado  sistema 
<lc  alcantarillado,  asunto  frecuentemente  invocado  en  sus  controversias  con  Vir- 
chow.  La  contribución  más  importante  de  Pettenkofer  a  la  Higiene  experimental 
us  métodos  de  calcular  el  bióxido  carbónico  en  el  aire  y  en  el  agua  (1858),  sus 
investigaciones  sobre  la  ventilación  de  los  domicilios  (1858) 'y  la  relación  de  la  at- 
mósfera COXl  los  vestidos,  habita,  iones  y  el  suelo.  Ha  estudiado  las  ventajas  relati- 
vas y  de  la  calefai  ción  por  el  aire  caliente,  demostrando  que  el  aire 
puede  pasar  a  través  de  las  más  gruesas  paredes,  e  investigando  la  contaminación 
de  la  atmósfera  por  los  »;iscs  profundos  del  sudo.  Ha  sido  ennoblecido  en  1883,  y 

Ueeó  a  her  presidente  de  la  Academia  Bávara  de  Ciencias  en  1889.  En  1882,  Peten- 
kofer  publicó,  con  Ziemssen,  el  Handbuch  der  Hygiene,  y  era  uno  de  los  coeditores 
del  Zeitschrift für  Biologie  (1865-82)  y  del  Archíhfür  /¡ygie?ie  (1883-94).  La  Higie- 
ii<  experimental,  como  basada  en  la  doctrina  microbiana  de:  la  infección,  tomó  nue- 
vos   bríos  con    la  obra  de  koch  y  sus  asoeiados  del  Instituto  de  Higiene  de  Berlín. 


EL     SIGLO    XIX  297 

Tal  vez  los  más  importantes  de  los  antiguos  tratados  de  Higiene  piíblic  a  después 
del  tiempo  de  Johann  Peter  Frank,  son  la  Medical  Police,  de  John  Roberton  (Edim- 
burgo, 1808-9)  y  los  tratados  de  Francois-Emmanuel  Foderé  (1822-24)  y  Alexandre 
J.-B.  Parent-Duchátelet  (1836),  que  ha  escrito,  además,  una  obra  que  ha  hecho  épo- 
ca sobre  la  prostitución  en  la  ciudad  de  París  (1836).  David  Hosack,  en  1820,  ha  es- 
crito sobre  la  policía  médica  de  la  ciudad  de  New-York.  En  la  primera  mitad  de 
la  centuria  este  asunto  ha  sido  extensamente  cultivado  en  Francia,  habiéndose  es- 
crito diferentes  tratados  por  Molard  (1841),  Royer  Collard  (1843),  Bourdon  (1844), 
Michel  Levy  (1844-45),  Briand  (1845),  Foy  (1845),  Boudin  (1846),  al  paso  que  la  obra 
de  Parkes,  de  1864,  establece  el  tránsito  para  las  obras  ulteriores  de  L.  Hirt  (1876), 
E.  Fazio  (1880-86),  G.  H.  Rohé  (1885),  Max  Rubner  (1888),  E.  Flügge  (1889),  J.  Uffel- 
mann  (1889-90),  W.  Praussnitz  (1892),  L.  Mangin  (1892),  Ferdinand  Hueppe  (1899), 
A.  W.  Blyth(i9oo),  Charles  Harrington  (190 1),  W.  T.  Sedgwick  (1902),  J.  Rambousek 
(1906)  y  M.  J.  Rosenau  (1913).  El  gran  manual  de  Pettenkofer  (1862-94)  ha  sido  se- 
guido de  otros  semejantes,  editados  por  Jhomas  Stephenson  y  Shirley  F.  Murphy 
(1892-94),  Theodor  Weyl  (1893-1901)  y  Max  Rubner  (191 1). 

La  Higiene  Industrial  ha  adelantado  por  los  trabajos  de  sir  Humphry  Davy 
(1779-1829),  que  inventó  latan  conocida  lámpara  de  seguridad  para  los  obreros  de 
las  minas  de  carbón  (181 5);  por  Charles  Turner  Thackrah  (1795- 1833),  de  Leeds,  dis- 
cípulo de  Sir  Astley  Cooper,  que  ha  sido  el  primero  en  estudiar,  en  su  tratado 
de  1832,  la  fiebre  de  los  fundidores  de  bronce,  las  enfermedades  por  lospolvos,etc; 
porTanquerel  des  Planches  (1809-62),  que  ha  escrito  una  importante  obra  acerca 
de  las  enfermedades  de  los  obreros  que  manejan  el  plomo  (1839);  por  Francois 
Melier,  que  se  ha  ocupado  de  la  higiene  de  los  que  manufacturan  el  tabaco;  por 
A.  L.  D.  Delpech,  que  ha  investigado  las  afecciones  de  los  afiladores  (1863)  y,  con 
J.  B.  Hillairet,  las  de  los  obreros  que  trabajan  con  el  cromo  (1869-76).  En  Alemania, 
Ludwig  Hirt  (1844),  de  Breslau,  ha  escrito  una  obra  monumental,  en  cuatro  volú- 
menes, acerca  de  las  enfermedades  profesionales  (1871-78),  que  ha  sido  seguida  de 
los  Handbücher,  de  H.  Eulenburg  (1876),  H.  Albrecht  (1894-96)  y  Th.  Weyl  (1908). 
En  Inglaterra,  Sir  Thomas  Oliver  ha  prestado  especial  atención  a  las  afecciones 
causadas  por  los  polvos  y  a  los  accidentes  de  los  mineros  y  otros  oficios  que  ponen 
en  peligro  la  vida  (Dangerous  Trades,  Londres,  1902),  y  Leonard  Hill  ha  investiga- 
do las  enfermedades  de  los  buzos  (191 2),  y,  en  general,  las  producidas  porlas  atmós- 
feras confinadas.  En  América,  las  investigaciones  e  informes  de  George  M.  Kober 
(1908-16),  Frederick  L.  Hoffmann  (1909-16),  John  B.  Andrews  (1910-16)  y  Alice 
Hamilton  (1911-14)  acerca  de  los  venenos  industriales;  de  William  C.  Hanson,  so- 
bre polvos  y  humos  (19 13),  han  demostrado  ser  de  gran  importancia.  También  son, 
valiosas  monografías  las  de  Josephine  Goldmark  sobre  la  fatiga  industrial  (19 12), 
de  George  M.  Price  acerca  de  las  modernas  factorías  (1914),  de  W.  Gilman  Thomp- 
son, de  las  enfermedades  profesionales  (19 14),  y  los  tratados  en  cooperación  sobre 
el  mismo  asunto,  editados  por  George  M.  Kober  y  William  C.  Hanson  (19 16).  Ru- 
dolf Virchow  desempeña  un  papel  importante  en  el  saneamiento  y  disposición  del 
alcantarillado  de  Berlín  (1868-73),  y  es  el  creador  del  movimiento  moderno  en  favor 
de  la  higiene  e  inspección  de  los  niños  de  las  escuelas  (1869),  que  ha  sido  hábil- 
mente continuado  por  los  trabajos  de  Edwin  Chadwick  (1871),  Hermann  Ludwig 
Cohn(i887)  y  otra  serie  de  investigadores.  Las  comidas  para  los  niños  de  las  es- 
cuelas han  sido  establecidas  por  el  Conde  de  Rumford  en  1792,  cuya  idea  ha  revivi- 
do en  la  Caise  des  ¿coles  de  un  batallón  francés  en  1849.  Se  hicieron  permanentes, 
en  forma  de  cautines  scolaires,  por  la  ley  de  1882.  Víctor  Hugo  emprendió  un  mo- 
vimiento en  favor  de  estas  comidas  escolares  en  Gernesey  en  1866.  En  Alemania, 
el  movimiento  comenzó  en  Munich  en  1876,  y  en  1900  se  había  extendido  a  todas 
las  ciudades  del  Imperio.  En  Inglaterra  ha  comenzado  en  1902,  y  en  la  ciudad  de 
New-York  en  23  de  noviembre  de  1898  (1).  Las  clínicas  dentarias  se  han  iniciado  en 
Estrasburgo  y  Darmstadt  en  1902.  En  la  actualidad  existen  en  Alemania  120.  La 
química  de  los  alimentos  y  la  investigación  de  las  adulteraciones  de  los  mismos  es 
el  asunto  de  tratados  especiales  por  F.  C.  Knapp  (1848),  Moleschott  (1850),  A.  Che- 
vallier  (Dictionnaire,  1850),  F.  Artmann  (1859),  E.  Reich  (i860),  J.  Konig  (1878), 
H.  Fleck  (1882).  El  saneamiento  de  los  hospitales  ha  adelantado  grandemente  gra- 


(1)     New-York  Med.  Journ.,  1916;  CIÍI,  pág.  1037. 


298  HISTORIA    DE     LA    MEDICINA 

cias  a  Florence  Nightingale  (1859),  Lord  Lister  (1870),  sir  Douglas  Galton  (1893), 
sir  Henry  Burdett  (1891-93)  y  por  las  enseñanzas  que  ha  dado  la  construcción  de 
aquellas  modernas  y  buenas  disposiciones,  como  el  Johns  Hopkins  Hospital  en  Bal- 
timore (1689),  el  hospital  de  pabellones  de  Eppendorf,  en  Hamburgo  (1889),  o  el 
de  Rudolf  Virchow,  en  Berlín  (1906).  La  higiene  de  las  habitaciones  y  el  planea- 
miento de  las  ciudades  es  un  asunto  al  que  consagran  modernamente  gran  interés 
los  arquitectos  y  los  ingenieros  sanitarios.  Dice  Lord  Kelvin  que  no  podrá  haber 
una  higiene  verdadera  de  la  vida  en  las  casas  hasta  que  «la  arquitectura  no  se  con- 
vierta en  una  rama  de  la  ingeniería  científica»  '  1). 

La  Higiene  Pública  en  Inglaterra  ha  adelantado  especialmente  gracias 
a  sir  Edwin  Chadwick  (1800-1890),  sobre  todo  por  sus  informes  acerca 
de  la  reforma  de  la  ley  de  pobres  (1834),  Ia  salud  de  las  clases  obreras 
(1842),  y  sobre  cementerios  (1843-55);  a  sir  John  Simón  (1816-1904), 
cuyos  famosos  Public  Health  Report  (1887)  y  Englisli  Sanitary  Institu- 
tions (1890),  han  ejercido  un  gran  influjo  en  la  legislación  y  en  el  desen- 
volvimiento moderno  de  la  Higiene,  y  por  Henry  Wyldoore  Rumsey 
(1809-76),  que  durante  los  últimos  cuarenta  años  de  su  vida,  por  lo  pro- 
fundo de  su  crítica,  publicando  hechos  evidentes  ante  los  Comités  públi- 
cos, por  su  recomendación  de  los  grados  universitarios  en  la  medicina  del 
Estado  (1865)  y  por  el  efecto  producido  por  sus  ensayos  acerca  de  la  me- 
dicina del  Estado  (1865)  y  de  los  errores  de  las  estadísticas  (1875),  ha 
prestado  extraordinarios  servicios  al  avance  de  la  legislación  sanitaria.  El 
tratado  de  Higiene  más  importante  de  los  ingleses  es  el  manual  de  Ed- 
mund Alexander  Parres  (1819-76),  publicado  en  1864,  en  cuya  prepara- 
ción había  colaborado  Lord  Sidney  Herbert  (i 810-61),  de  Lea,  que  era 
secretario  de  Guerra  en  el  momento  de  declararse  la  guerra  de  Crimea 
(1854)  y  presidente  de  la  Comisión  Real  para  estudiar  las  condiciones  sa- 
nitarias del  ejército  y  las  barracas  y  hospitales  militares.  Lord  Herbert 
tuvo  frecuentes  consultas  con  Parkes  a  propósito  de  la  creación  de  la  Es- 
cuela de  Medicina  militar,  en  Fort  Pitt  (Chatham)  [i860],  que  fué  trasladada 
al  Real  Hospital  Victoria,  Netley,  en  1 863.  Fué  la  amistad  de  lord  y  lady 
Herbert  con  Florence  Nightingale  lo  que  permitió  a  esta  última  pasar  a 
Scutari  con  cuarenta  enfermeras  para  asistir  a  los  soldados  en  la  guerra  de 
Crimea.  Se  dice  que  todas  las  recomendaciones  hechas  por  la  Real  Comi- 
sión del  Africa  del  Sur  habían  sido  hechas,  cincuenta  y  cinco  años  antes, 
por  lord  1  [erbert.  Su  colega  Parkes  ocupó  la  primera  cátedra  de  Higiene  en 
Inglaterra  (en  el  Fort  Pitt,  i860),  y  el  Parkes  Museum  de  Higiene  ha  sido 
fundado  en  memoria  suya  en  18  de  julio  de  1 876,  e  inaugurado  en  28 
de  Junio  de  1879. 

El  barón    Mundy,    de   Viena,    llama  a  Parkes  «el    fundador  y  el  mejor 


(1)     Lord  Kelvin:  Popular  Lectures,  Londres,  1884;  II,  página  21  1 


EL     SIGLO     XIX  299 

maestro  de  higiene  militar  de  nuestro  tiempo,  el  amigo  y  el  bienhechor 
de  todos  los  soldados». 

El  epidemiólogo  William  Budd  (1811-80),  de  North  Taunton  (Devon- 
shire), descrito  porTyndall  como  «el  hombre  de  más  elevado  genio»,  ha  es- 
crito la  mejor  obra  inglesa  de  su  tiempo  acerca  de  enfermedades  infeccio- 
sas. Su  monografía  sobre  la  fiebre  tifoidea  (1873)  demostraba  la  naturale- 
za contagiosa  de  la  misma  y  sus  diferentes  modos  de  transmitirse.  En 
1866  combatió  el  cólera  en  Bristol,  haciendo  descender  la  mortalidad  has- 
ta 29  casos,  en  vez  de  los  1.979  que  hubo  en  1849.  Su  famosa  receta 
para  la  epidemia  de  peste  de  1 866,  «una  hachuela  de  mano  y  un  foso  de 
cal  viva»,  fué  ridiculizada,  pero  demostró  ser  verdadera.  George  Budd  ha 
descrito  la  cirrosis  atípica  del  hígado  (sin  ictericia)  por  autointoxicación 
(enfermedad  de  Budd),  y  William  ha  publicado  un  famoso  trabajo  sobre 
las  enfermedades  simétricas  (1842).  John  Snow  (1813-58),  de  York,  gra- 
duado en  Medicina  en  Londres  en  1 844,  ha  sido  el  primero  en  sostener 
la  teoría  de  que  el  cólera  es  de  origen  hídrico  y  penetra  en  el  organismo 
por  la  boca  (1849),  por  cuyo  ensayo  le  fué  concedido  un  premio  de  30.000 
francos  por  el  Instituto  de  Francia.  Durante  una  grave  epidemia  de  cólera 
de  Londres,  en  1 8 54,  reveló  a  la  junta  de  Saint-Jacques  que  la  epidemia 
cesaría  si  se  quitaba  el  mango  a  la  bomba  de  la  Broad  Street,  lo  que  pudo 
comprobarse  ser  cierto.  En  1 84 1  ha  inventado  una'especie  de  bomba  as" 
pirante  para  los  niños  asfixiados  y  un  trocar  para  la  toracentesis.  Era  un 
defensor  de  la  anestesia,  habiendo  asistido  a  los  partos  de  la  reina,  cloro- 
formizándola, en  1853  y  1857.  La  segunda  edición  de  su  obra  sobre  el  có- 
lera (1852),  que  contenía  una  notable  exposición  de  la  teoría  de  los  gérme- 
nes, le  costó  200  libras  y  le  produjo  muy  pocos  chelines. 

El  principal  cultivador  de  la  estadística  médica  en  Inglaterra,  durante 
este  período,  es  William  Farr  (i 807-83),  de  Kenley  (Shropshire),  que 
hizo  entrar  a  la  práctica  médica  en  la  Oficina  del  registro  general,  en  rela- 
ción con  la  cual  ha  publicado  sus  clásicas  cartas  sobre  las  causas  de  la 
mortalidad  en  Inglaterra  (i 839-80).  Sus  otros  importantes  artículos  apa- 
recen coleccionados  en  el  volumen  Vital  Statistics  (1885),  con  la  excep- 
ción de  su  importante  carta  al  Daily  News  (17  febrero  1 886)  [i],  que  con- 
tiene la  primera  exposición  de  la  ley  de  Farr;  a  saber,  que  una  epidemia  en 
un  principio  asciende  rápidamente,  después  sube  más  despacio  hasta  un 
máximo  de  mortalidad,  para  descender  después  con  más  rapidez  de  la  que 
ha  subido.  Primeramente  trazó  esta  curva  por  la  epidemia  de  viruela  de 
1840,  y,  según  ella,  predijo   con  acierto   el   pronto  descenso  de  la  de- 


(1)     Reimpresa  por  J.  Brownlee  en  Brit.  Med.  Joum.,  Londres,  1 9 1 5 ;  II,  pági- 
nas 250-252. 


300 


HISTORIA    DE    LA    MEDICINA 


vastadora  peste  bovina  de  1865-66.  Las  curvas  epidémicas  desenvueltas 
posteriormente  por  Brownlee,  Ross  y  otros  son  generalmente  del  tipo  bien 
marcado  de  Farr  (Clase  IV  de  Pearson).  Farr  ha  ideado  el  esquema  de  no- 
menclatura y  nosología  del  Real  Colegio  de  Médicos,  que  se  sigue  em- 
pleando en  la  clasificación  de  la  literatura  médica  y  de  las  bibliotecas  mé- 
dicas. Ha  editado  el  British  Medical  Almanack  (1835-39),  que  contiene  su 

valiosa  cronología  médica,  su  notable 
Essay  of  Prognosis  (1838)  y  su  histo- 
ria de  la  profesión  médica  en  Ingla- 
terra (1839). 

Tal  vez  la  más  antigua  de  las  obras  mo- 
dernas de  estadística  sea  el  famoso  Essay 
on  the  Principle  of  Population  (1798),  de 
Thomas  Rober   Malthus  (1766- 1 834),  de 
Guildford   (Inglaterra),   que  sostiene  que 
la  cantidad  de  subsistencias  y  el  número 
de  nacimientos  van  aumentando  en  pro- 
porción aritmética  y  geométrica,  respec- 
tivamente. Ha  ejercido  una  profunda  in- 
fluencia en   la   disminución  de  los  matri- 
monios y  en   el   decrecimiento  de  las  fa- 
milias en  los  tiempos  modernos;  sin  em- 
bargo, es  erróneo  el  describir  los  méto- 
dos  para    prevenir   la  concepción   como 
«malthusianismo»,  porque  tales  procedi- 
mientos  (primitivamente    sugeridos   por 
Condorcet)   son  inequívocamente  conde- 
nados por  Malthus.   Las  estadísticas  mé- 
dicas han  sido  inventadas  por  Louis  (1835). 
Los  métodos  modernos  de  llegar  al  cálcu- 
lo de  la  mortalidad  en  las  grandes  ciudades 
y  otros  datos  han  sido  expuestos  por  el  es- 
tadista húngaro  Josef  von  Korosi   (1873); 
las  falsedades  y  otras  relaciones  matemá- 
ticas  de  las.  estadísticas  han  sido  estudiadas  por  los  escritores  ingleses  Henry  Wyldbo- 
re  Rumsey  (i875)y  William  Farr(i885).  En  América  John  Saw  Billings  (1 838- 19 13)  ha 
hecho  contribuciones  importantes,  especialmente  en  sus  Cartwright  Lectures (1889) 
v   sus   informes    especiales   acerca  del  censo  de   los  Estados  Unidos.  Frederick 
L.  Hoffman  ha  investigado   las  estadísticas  del  cáncer  (1915).  Las  investigaciones 
dísticas  de  Jacques  Bertillon   (1851-1914)  sobre  la  despoblación  de  Francia 
1-191  1)  [1]  son  efectivas  también  eu  otras  regiones,  en  las  que  ha  sido  compro- 
bable la  disminuí  ion  de  la  cifra  de  nacimientos.  La  obra  de  Karl  Pearson  pertene- 
"( -e  al  Biglo  xx. 

En  lo  referente  a  la  Ji  risprudencia  médica,  el  tratado  de  Frangois-Emmanuel 
Fodéré(i798  1812  ha  sido  la  fuente  autorizada  en  Francia  durante  la  primerparte 
del  siglo.  En  Alemania,  Johann  Ludwig  ("aspar  (1796-1864),  de  Berlín,  alcanzó  una 
eran  reputación  por  sus  obras  de  estadísticas  médicas  y  medicina  del  Estado 
autopsias  judiciales  (1851-53)  y  por  un  Manual  práctico  de  Medicina  Le- 
gal (1856),  que  ha  permanecido  insuperable  durante  un  largo  periodo  de  tiempo 
por  la  riqueza  de  sus  datos  y  Iq  acertado  de  sus  juicios.  Los  primeros  tratados  in- 
gleses han  sido  escritos  por  los  americanos  Theodoric  Romeyn  Beck  (1823)  e  Isaac 


William  Parr  \,  i  s« i ^ -S3 j 
(Biblioteca    Médica    de    Boston.) 


(1)     J.  Bertillon:  f^a  depopulation  de  la  /'ranee,  París  191  1 


EL     SIGLO    XIX  301 

Ray  (1839).  William  Augustus  Guy  (1810-85)  ha  sido  el  primer  inglés  que  ha  escrito 
sobre  este  asunto  (1844).  Otros  notables  tratados  americanos  son  los  de  Francis 
Wharton  y  Moretón  Stillé  (1855)  y  John  Ordronaux  (1869),  ambos  ocupándose  mu- 
cho de  la  medicina  forense  desde  el  punto  de  vista  legal.  El  tratado,  en  cuatro  vo- 
lúmenes, de  Witthaus  y  Becker  (1894-96),  es  una  comprensiva  enciclopedia  mo- 
derna, escrita  por  varios  autores.  Heinroth  (1825),  Isaac  Ray  (1839),  Krafft-Ebing 
(1875)  y  Charles  Arthur  Mercier  (1890)  se  han  ocupado  mucho  de  la  jurisprudencia 
de  la  locura;  Carl  Ferdinand  von  Artl,  del  aspecto  medicolegal  de  los  traumatismos 
del  aparato  de  la  visión;  M.  J.  B.  Orfila  (18 13- 15),  sir  Robert  Christison  (1829),  Au- 
guste  Ambroise  Tardieu  (1867)  y  Georg  Dragendorff  (1868-72),  de  la  toxicología; 
Frank  Hastings  Hamilton,  de  las  deformidades  consecutivas  a  las  fracturas  desde 
el  punto  de  vista  legal  (1855),  y  Krafft-Ebing,  de  las  inversiones  y  perversiones 
sexuales  (1886-87).  Theodore  George  Wormley  ha  escrito  un  buen  libro  acerca  de 
la  microquimia  de  los  venenos  (1867),  y  Virchow  una  pequeña  obra  sobre  técnica 
de  las  autopsias  (1876),  que  ha  sido  el  libro  de  consulta  en  su  época.  Paul  Brouar- 
del  (1837-T906),  de  París,  es  famoso  por  un  gran  número  de  valiosas  y  completas 
monografías,  especialmente  las  que  se  ocupan  de  la  muerte  y  la  muerte  repentina 
(1895),  de  la  muerte  por  suspensión,  estrangulación,  sofocación  e  inmersión  (1897) 
y  del  infanticidio  (1897).  La  prueba  de  la  precipitina  (Bordet-Uhlenhuth),  para  las 
manchas  de  sangre,  ha  sido  introducida  en  1901  (1),  y  la  reacción  del  veneno  del 
cobra  en  la  locura  (Much-Holtzmann),  en  1909  (2). 

Desde  los  tiempos  de  Haller,  el  estudio  de  1?  historia  de  la  Medicina 
ha  estado  principalmente  en  manos  de  los  escritores  alemanes  y  fran- 
ceses. 

Los  eruditos  ingleses,  tales  como  Francis  Adams  (1 796-1 861),  de  Banchory  (Es- 
cocia); William  Alexander  Greenhill  (1814-94),  de  Londres,  editor  de  las  obras  de 
Sydenham,  han  llevado  a  cabo  valiosas  traducciones  de  los  grandes  escritores  clá- 
sicos griegos  y  romanos,  y  deliciosos  libros  y  ensayos  con  el  estilo  propio  de  los 
literatos,  han  sido  escritos  por  William  MacMichael  (The  Gold  Headed  Cañe,  1827), 
John  Brown  (Horae  Subsecivae,  i858),J.Cordi  Jeaffreson  (A  Book  about  Doctors,  i860), 
Wilks  y  Bettany  (History  of  Guy's  Hospital,  1892),  sir  Benjamín  Ward  Richardson 
(Disciples  of  Aesculapius,  1900),  y  particularmente  por  los  dos  regios  profesores 
Osler  y  Allbutt;  sin  embargo,  ninguna  obra  en  grande  escala  ha  sido  intentada  en 
la  Gran  Bretaña  y  América  que  pueda  ser  comparada  con  las  de  Haeser  y  Da- 
remberg,  a  excepción  de  la  Historia  de  las  epidemias  en  Bretaña,  de  Charles 
Creighton  (1894).  La  Introducción  a  la  literatura  médica,  de  Thomas  Young  (18 13); 
una  Historia,  no  acabada,  de  la  Medicina,  por  Edward  Meryon  (1861);  una,  muy 
asequible,  por  Edward  T.  Withington  (1894);  los  estudios  de  John  Flint  South 
(1886),  Sydney  Young  (1890)  y  D'Arcy  Power  (1899),  sobre  cirugía  inglesa;  los  es- 
tudios de  sir  Clifford  Albutt,  sobre  la  ciencia  medieval  y  la  cirugía  (1 901 -1905);  de 
J.  F.  Payne,  sobre  medicina  anglo-sajona  (1904);  de  L.  M.  Griffiths,  sobre  filología 
médica  (1905);  de  Norman  Moore,  sobre  educación  médica  en  la  Gran  Bretaña 
(1908);  de  Raymond  Crawfurd,  sobre  el  mal  regio  (191 1),  la  peste  y  la  pestilencia 
(19 1 4);  de  Charles  A.  Mercier,  sobre  la  astrología  en  Medicina  (19 14)  y  las  lepro- 
serías (191 5);  los  estudios  de  Charles  Singer  sobre  la  historia  del  contagio,  micros- 
copia  y  medicina  tropical,  y  los  ensayos  ilustrados  de  Osler  figuran  entre  las  me- 
jores cosas  que  se  han  escrito  en  Inglaterra  sobre  el  asunto.  Las  contribuciones 
americanas  de  esta  época  tampoco  son  extensas  ni  numerosas.  Lo  mejor  son  los 
ensayos  de  Joseph  Meredith  Toner,  John  Call  Dalton  (Cartwrighi  Lectures  sobre 
el  método  experimental  [1882]  y  sus  Doctrinas  sobre  la  circulación,  1884),  y  George 
Jackson  Fischer,  las  consideraciones  históricas  tituladas  Una  ceiiluria  de  la  medi- 


al) Uhlenhuth:  Deutsch.  med.  Wochenschr.,  Leipzig  y  Berlín,  1 901;  XXVII,  pá- 
ginas 86  y  260. 

(2)  Much:  Centralblatt  f  Bakteriol.  (etc.),  Beil.  zu.,  1  Abt.,  Jena,  1909;  XLH, 
páginas  48-50. 


302  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

ciña  americana  (1876);  los  Ensayos  médicos,  de  Oliver  Wendel  Holmes  (1883);  la  His- 
toria de  los  i?istrume?itos  de  precisión  en  medicina,  por  Weir  Mitchell  (1892)  y  los  es- 
tudios de  Harvey;  los  estudios  de  James  J.  Walsh,  sobre  medicina  medieval;  la 
Historia  de  las  e?ifer7neras,  por  Mary  Adelaide  Nutting  y  Lavinia  L.  Dock  (1907-12); 
los  estudios  de  Harvey,  por  John  G.  Curtis  (19 16);  la  Historia  de  la  Psiquiatría  ame- 
ricana, por  Henri  M.  Hurd  (19 16).  La  traducción  inglesa  de  Baas,  por  Henry 
E.  Handerson  (1837),  de  Orange  (Ohio),  conserva  el  sabor  humorístico  del  origi- 
nal, y  es  doblemente  valiosa  por  el  material  añadido.  Las  más  antiguas  historias 
de  la  Medicina  por  americanos  son  las  de  Peter  Middlenton  (1769),  Robley  Dun- 
glison  (1872)  y  la  corta  historia  de  Roswell  Park  (1897);  la  historia  de  la  Medicina 
en  los  Estados  Unidos  ha  sido  tratada  por  James  Thacher  (1828),  Francis  Ran- 
dolph Packard  (1901)  y  James  Gregory  Mumford  (1903);  la  medicina  judía,  por 
Charles  D.  Spivak  y  F.  T.  Hanemaux  (1904);  el  folk-lore  médico,  por  Robert  Flet- 
cher; la  botánica  médica  y  los  ilustradores  médicos,  por  Howard  A.  Kelly.  William 
A.  Heidel  tiene  un  estudio  de  las  teorías  corpusculares  de  los  griegos  (19 10),  que 
es  un  buen  ejemplo  de  lo  que  los  estudios  filológicos  pueden  hacer  en  favor  de 
la  historia  de  la  Medicina. 

La  obra  alemana  más  antigua  del  siglo  xix  es  la  Geschichte  der  Heilkunde,  de 
J.  F.  K.  Hecker  (i 795- i 850),  que  ha  sido  seguida  déla  colección  de  monografías  del 
mismo  autor  sobre  las  grandes  epidemias  de  la  Edad  Media  (1865).  La  más  erudita 
y  más  completa  historia  de  la  Medicina,  escrita  en  los  tiempos  modernos,  es  la  de 
Heinrich  Haeser  (1811-84),  profesor  de  Medicina  enjena  (1839),  Greisswald  (1849) 
y  Breslau  (1862);  Haeser  era  hijo  de  un  director  de  música  de  Weimar,  se  educó  en 
una  atmósfera  de  cultura  y  era  uno  de  los  médicos  más  ilustrados  de  su  tiempo. 
Sus  primeras  obras  sobre  la  historia  de  las  enfermedades  epidémicas  (1839-41)  y  su 
Bibliotheca  epidemiographica  (1843),  con  los  valiosos  Addií a?nenta  de Johann  Gottlieb 
Thierfelder  (1843),  demuestran  su  talento  para  este  género  de  investigaciones.  Esto 
llega  a  su  grado  máximo  en  su  Lehrbuch  der  Geschichte  der  Medizi?i  und  der  Volhs- 
kra?ikheitcn  (1845),  que  en  su  tercera  edición  (1875-82)  se  ha  convertido  en  un  alma- 
cén sin  rival  de  conocimientos,  con  una  maravillosa  seguridad  en  los  datos  y  citas, 
aunque,  como  es  natural,  tenga  algún  que  otro  error  ligero  de  vez  en  cuando.  El 
tercer  tomo  de  la  historia  de  las  epidemias  contiene  citas  originales  de  muchas 
descripciones  directas  de  las  enfermedades,  tomadas  directamente  de  las  antiguas 
crónicas  municipales  y  monacales,  en  cuyo  género  de  investigaciones  Haeser  no 
ha  reconocido  más  rival  que  Sudhoff.  La  obra  magistral  de  Haeser  ha  sido  seguida 
en  Alemania  por  las  historias  de  Wunderlich  (1859),  Johann  Hermann  Baas  (1876), 
Julius  Pagel  (1898-1901-6)  y  por  el  profesor  de  Viena  Max  Neuburger  (1906),  obras 
todas  de  un  carácter  sólido  y  aquilatado.  Entre  tanto,  la  medicina  rusa  era  tratada 
por  Wilhelm  Michael  Richter  (1813-17);  la  medicina  árabe,  por  Heinrich  Ferdinand 
Wüstenfeld  (1840)  y  Karl  Opitz  (1906);  la  historia  de  la  sífilis,  por  Conrad  Heinrich 
Fuchs  (1843),  Julius  Rosenbaum  (1845);  e  Iwan  Bloch  (1901-1 1);  la  ginecología  talmú- 
dica, por  A.  H.  Israels  (1845);  l*'1  historia  de  las  leproserías  medievales,  por  Vir- 
chow  (1860-61);  la  medicina  alemana,  por  Heinrich  Rohlfs  (1875-82)  y  August  Hirsch 
(1893);  la  historia  de  la  terapéutica  (1877)  y  de  la  clínica  médica  (1889),  por  el  da- 
nés J.  J.  Petersen  (1840-1912);  la  medicina  vienesa  (1884)  y  la  historia  de  la  educa- 
ción médica  (1889),  por  Theodor  Puschmann  (1844-99);  la  medicina  portuguesa,  por 
M.  Lemos  (1891);  la  medicina  tibetana,  por  Heinrich  Laufer  (1900);  la  medicina  cu- 
•üeiforme,  por  Félix  von  Oefele  (1902);  la  historia  de  las  enfermedades  infecciosas, 
por  No.ih  Webster  (1799-1802),  J.  A.  F.  Ozanam  (1817-23),  Alfonso  Corradi  (1865-86) 
y  C.  Creighton  (¡89I-94);  la  historia  de  la  peste  y  del  cólera,  por  Jeorg  Sticker 
(1908-12);  la  medicina  de  Persia,  por  el  aoruego  Adolf  Mauritz  l'onahn  (1910),  y  la 
medicina  judía,  por  Julius  Preuss  (1911).  Un  notable  erudito  médico  era  Johann 
Ludwig  Choi  lant  (1791-1861),  de  Dresde,  autor  de  aquilatadas  biografías  (1828-42) 
y  de  una  sin  rival  historia  de  las  ilustraciones  anatómicas  (1852);  Karl  Kricdrich 
Heinrich  Marx  ( 1796-1877),  de  Gottingen,JeJ  primer  autoi  moderno  que  ha  señalado 
la  importancia  de  Leonardo  de  Vinci  como  anatómico  (1848);  el  primero  en  enume- 
rar y  clasitit  ar  las  ilustraciones  pictóricas  de  interés  para  la  medicina  (1861)  y  autor 
de  Origines  contagii  (1824-27)  y  de  completo  'ludios  de  Herófilo  (1838),  Blumen- 
bachj  1S40  .  Paraceí  <>  1 1842),  Leibnitz  (1859),  Conring(i872),Paullini  (1873)  ySchnei- 
[873);  M01  it/  Su  i\s<  ico  1 1  o  b  (1 8 1 7-1907),  uno  de  Los  más  ilustres  archiveros 
médi<  os,  que  ha  <  atologado  los  manuscritos  orientales  del  archivo  Bodleian,  ha  es- 


EL    SIGLO    XIX  303 

crito  autorizados  estudios  sobre  la  literatura  pseudo-epigráfica  (1862),  las  fuentes 
árabes  de  Constantino  el  africano  (1866),  Donnolo  (1868),  la  toxicología  y  el  charla- 
tanismo entre  los   árabes  (1866),  las  traducciones  árabes  de  los  autores  griegos 
(1 891)  y  ha  coronado  su  labor  con  su  gran  obra  sobre  las  traducciones  hebreas  de  la 
Edad  Media  (1893);  August  Hirsch  (1817-92),  autor  del  monumental  Manual  de  his- 
toria y  geografía  de  la  Patología  (1860-64);  Gurtl,  el  historiador  de  la  cirugía;  Froh- 
lich,  el  historiador  de  la  medicina  militar;  Max  Hofler  (i 848- 19 i 5),  autor  de  un  dic- 
cionario de  antiguos  términos  médicos  alemanes  (1899);  J.   Berendes,  traductor  de 
Dioscórides  y  de  Pablo  de  Egina,  y  los  filólogos  médicos  Valentin  Rose,  Johannes 
Ilberg  y  Max  Wellmann;  Julius  Pagel  (185  i -19  i  2),  un  atareado  práctico  de  Berlín, 
que  ha  editado  a  Mondeville  (1889-92)  y  a  Mesué  (1893),  ha  escrito  una  historia  de 
la  medicina  en  1897  y  ha  hecho  un  lexicón  biográfico  (1900),   una  historia  enciclo- 
pédica de  la  medicina  (190 1-6)  y  una  útil  cronología  médica  (1908).  La  obra  de  Karl 
Sudhoff  tiene  su   elevado  puesto  en  el  siglo  xx.  El  más  ilustre  historiador  médico 
de  Francia  es  Charles  Víctor  Daremberg  (1817-72),  de  Dijon,  que  ha  editado  y  tra- 
ducido a  Oribasio  (1851-76),  los  Cuatro  Maestros  (1854),  las  obras  selectas  de  Hi- 
pócrates (1843),  Galeno  (1854-56)  y  Celso  (1859),  ha  hecho  originales  investigacio- 
nes acerca  de  la  medicina  de  Homero  (1865),  la  medicina  india  (1867),  la  medicina 
entre  Homero  e  Hipócrates  (1869)  y  ha  escrito  una  admirable  historia  de  la  medi- 
cina, que  sigue  siendo  consultada  (1870).  Daremberg  era  un  gran  amigo  de  Emile 
Littré  (1801-81),  de  París,  uno  de  los  mas  ilustres  filólogos  médicos,  autor  del  es- 
pléndido diccionario,   en   cinco  volúmenes,  de  la  lengua  francesa  (1863-72);  ha  pu- 
blicado la  mejor  edición  moderna  de  Hipócrates,  con  traducción  francesa  (1839-61), 
además  de  la  Historia  natural  de  Plinio  (1848-50);  ha  reeditado  el  diccionario  mé- 
dico de  Nysten,  y  ha  escrito  muchos  interesantes  ensayos.  Otras  importantes  con- 
tribuciones históricas   de  autores  franceses  son  las  historias  médicas  de  Eugene 
Bouchut  (1863)  y  Leon  Meunier  (1911);   los  estudios  déla  medicina  en  los  poetas 
latinos,  por  Prosper  Meniere  (1858)  y  Edmond  Dupouy  (1855);  los  estudios  de  Mau- 
rice Rainaud  sobre  la   medicina  en  el  tiempo   de  Moliere  (1862);  las  historias  de 
Achule  Chéreau  sobre  el  periodismo  médico  francés  (1867),  Ia  peste  en  París  (1873) 
Coitier  (1861),  Mondeville  (1862),  Guillotin  (1873)  y  la  biblioteca  de  la  Facultad  de 
Medicina  de  París  (1878);  los  espléndidos  estudios  acerca  de  la   Facultad  de  Medi- 
cina de  París,  por  Auguste  Corlieu  (1896)  y  Noe  Legrand  (1911);   el  estudio  sobre 
el  renacimiento  de  la  Medicina  en  Francia,  por  Ernest  Wickersheimer  (1905)  y  el 
de  Raphael  Blanchard  sobre  Epigrafía  médica  (1909-15).  El  estudio  de  la  medicina 
en  relación  con  el  arte  ha  sido  inaugurado  por  Virchow  (1861),  expuesto  en  detalle 
por  Marx  (1861),  colocado  sobre  una  base  firme  por  la  extensa  labor  de  Charcot  y 
de  sus  discípulos  y  continuado  en  algunas  obras  alemanas,  como  en  la  de  Hermann 
Peters,  Der  Arzt  (1900);  las  de  Eugen  Hollander,  La  medicina  en  los  cuadros  clásicos 
(1903),  Caricaturas  y  sátiras  médicas  (1905)  y  La  medicina  en  las  artes  plásticas  (1912); 
la  de  Robert  Müllerheim,  sobre  el  cuarto  de  la  puérpera  en  el  arte  (1904),  y  la  de 
F.  Parkes  Weber,  sobre  la  muerte  en  el  arte  (19 10).  La  medicina  en  la  antigua  India 
ha  sido  tratada  por  sir  Bhagvat  Sin  Jee  (1896)  y  August  F.  R.  Hoernle  (1907);  la  me- 
dicina en  Méjico,  por  Francisco  A.  Flores  (1886-88);  la  medicina  en  el  Canadá,  por 
William  Canniff  (1894).   Útiles  diccionarios  biográficos  de    medicina  son  los  de 
J.   A   Dezeimeris  (1828-29),   Bayle  y  Thillaye  (1855),  August    Hirsch  y  E.   Gurtl 
(1884-88),  y  Pagel  (1900).  Son  indispensables  las  noticias  del  Dictionary  of  National 
Biography  (1885- 19 12)  para  los  médicos  ingleses,  y  para  los  americanos,  James  Tha- 
cher  (1828),  S.  D.   Gross   (1861),  W.  B.  Atkinson  (1878),  R.  F.  Stone  (1894),  Irving 
D.  Watson  (1896)  y  Howard  A.  Kelly  (191 2).  En  Italia  se  ha  escrito  una  buena  his- 
toria de  la  Medicina  por  Francesco  Puccinotti  (1850-66);  los  manuscritos  de  Copen- 
hague de  la  Escuela  de  Salerno  han  sido  editados  por  Salvatore  De  Renzy  (Colec- 
ción Salernitana,  Ñapóles,  1853-59)  y  Pietro  Giacosa  (1901).  De  Renzy  ha  escrito  una 
historia,  en  cinco  volúmenes,  de  la  Medicina  italiana  (1844-48);  y  una  excelente  his- 
toria de  la  Odontología  ha  sido  escrita  por  Vicenzo  Guerini  (1909).  Se  han  publica- 
do tratados  de  Geografía  médica  por  F.  Schnurrer  (181 3),  V.  Isensee  (1835),  Mars- 
hall (1832),  C.  F.  Fuchs  (1853),  A.  Mühry(i856),  J.  Boudin  (1857),  A.  Hirsch (1860-64), 
Andrew  Davidson  (1892)  y  Frank  G.  Clemow  (1903).  Finalmente,  Pietro  Capparoni 
(Roma),  Andrea  Corsini  (Florencia),  Modestino  del  Gaizo  (Ñapóles),  Giuseppe  Al- 
bertotti  (Padua)  y  Domenico  Barduzzi  (Siena)  han  realizado  una  excelente  labor  en 
investigaciones  originales  médico -históricas. 


304  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

Entre  los  periódicos  modernos  dedicados  a  la  historia  de  la  Medicina  figuran 
los  Literarische  Annalen  der  gesammten  Heilkunde  (Berlín,  1825-35),  el  Historisch 
liter  arisches  Jahrbuch,  de  Choulant  (Leipzig,  1838-40);  el  Janus,  editado  por 
A.  W.  E.  Th.  Henschel  (Breslau,  1846-48)  y  continuado  en  Gotha  (1851-53);  el 
Deutsches  Archiv  für  Geschichte  des  Medizin  und  medizinische  Gcographie,  de  H.  y  G. 
Rohlfs  (Leipzig,  1878-85);  Asclepiad,  de  sir  Benjamin  Ward  Richardson  (Londres, 
1885-95);  los  Archivos  da  historia  da  Medizina  portugueza  (Oporto,  1887-96,  n.  s., 
19 10- 1 4)*,  el  Caledonian  Medical  Journal  (Glasgow,  1891- 19 16);  la  Chronique  medical, 
de  Cabanés  (París,  1894-19 13);  el  Janus  (Amsterdam,  1896-19 17);  las  nuevas  series 
de  la  Fra?ice  medícale  (ed.  A.  Prieur,  París,  1900- 19 14),  los  Abhandlungen  zur  Ges- 
chichte des  Medizin  (Breslau,  1902- 1906);  el  Medical  Library  and  Historical  Journal, 
(Brooklyn  y  New-York,  1903-7),  que  ha  tenido  un  sucesor  de  corta  vida,  el  ¿Es- 
culapian  (Brooklyn,  1908-9)  y  los  Archiv  für  Geschichte  des  Medizin  (Leipzig,  1907 
a  17),  fundados  y  editados  por  Karl  Sudhoff.  El  último  ofrece  mucho  mayor  interés 
que  ninguno  de  los  otros  periódicos  que,  consagrados  al  mismo  asunto,  han  apare- 
cido hasta  la  fecha;  su  contenido  está  consagrado  exclusivamente  a  investigacio- 
nes originales.  Entre  las  series  de  monografías  figuran  los  Studien  zur  Geschichte 
der  Medizin  (Leipzig,  1907-15);  los  Jenaer  medizin- hist  oris  che  Beitráge  (191 2),  de 
Theodor  Meyer-Steineg,  y  los  Medicinsk-historisk  Smaaskrifter  (Copenhague,  191 2 
a  14),  de  Wilhelm  Maar.  Diferentes  Sociedades  de  historia  de  la  Medicina  publicar; 
actualmente  sus  memorias,  especialmente,  la  Deutsche  Gesellschaft  für  Geschichte 
der  Medizin  und  der  Naturwissenschaften,  en  Leipzig  (Mitteilungen,  1902-17),  el 
Charaka  Club,  New-York  (Proceedings,  1902-17),  la  Société  francaise  d'histoire  de 
la  Médecine,  París  (Bulletin,  1903-14),  la  Societá  italiana  della  storia  critica  delle 
scienze  mediche  e  naturali,  Roma  (Kivista,  19 10- 17),  la  Society  of  Medical  History 
of  Chicago  (Bulletin,  191 1-1 7)  y  la  Historical  Section  of  the  Royal  Society  of  Medi- 
cine, Londres  (Proceedings,  1912-17).  El  Bulletin  del  John  Hopkins  Hospital  (1890 
a  191 7)  es  el  órgano  literario  del  Hospital  Historical  Club.  Las  cuidadosamente 
hechas  revistas  en  los  Mitteilungen,  de  Leipzig,  bajo  la  dirección  de  Sudhoff  y  Sieg- 
mund  Günther,  proporcionan  una  conveniente  información  sobre  toda  la  literatura 
médico-histórica  moderna. 

Así  como  el  período  moderno  ha  sido  la  gran  época    de  los  periódi- 
cos, así  ha  sido  también  la  época  de  la  bibliografía  médica. 

En  la  época  antigua,  Conrad  Gesner  hizo  algo  de  este  género,  no  más  antigua- 
mente de  1545.  Haller  ha  sido  el  más  sabio*  bibliógrafo  médico  del  siglo  xvni,  y  en 
el  xix,  Young  (1813),  Haeser  (1862),  Ploucquet,  Forbes,  Atkinson,  Watts  y  otros  han 
hecho  buena  labor;  pero  el  más  perfecto  intento  de  dar  un  índice  o  catálogo  del 
autores  de  todo  un  período,  comprendiendo  los  artículos  de  los  periódicos,  es  el 
Medicinisches  Schrifts teller- Lexicon  (33  volúmenes,  1830-45),  del  cirujano  danés  Car 
Peter  Callisen  (i 787- i 866).  Como  un  resumen  completo  de  la  literatura  médica  de 
la  última  mitad  del  siglo  xvín  y  del  primer  tercio  del  xix,  esta  producción  se  puede 
colocar  al  nivel  de  las  de  Haller  como  una  de  las  más  admirables  obras  que  haya 
podido  hacer  un  hombre  solo.  Es  inestimable  por  su  fin  y  la  seguridad  de  sus  da- 
tos. (  >tra  obra  de  mérito  análogo  es  el  Handbuch  der  Bücherkmide  (1828),  de  Lud- 
wig  Choulant  (1791-1861),  que  en  su  segunda  edición,  con  los  indispensables  Addi- 
ta?nenta  de  Julius  Roscmbaum  (1842),  es  la  mejor  lista  que  poseemos  de  las  diferen- 
diciones  de  los  BntígU08  escritores  médicos.  El  Rcperiorium  bibliographicum 
(1826-28),  de  Ludwig  ll\i\,  con  los  suplementos  de  Walter  Arthur  Copinger  (1895 
a  1902)  y  Dietrich  Rcichling  (1905- 1 1),  son  los  catálogos  guías  de  los  incunabula. 

La  oportunidad  de  una  única  bibliografía  de  te  da  la  literatura  médica 
del  mundo  se  ha  intentado  con  la  formación  de  la  Biblioteca  de  la  Ofici- 
na General  de  Cirugía  de  Washington,  que  al  comienzo  de  la  guerra  civil 
se  componía  de  unos  I.000  volúmenes  diversos,  y  ha  llegado  a  ser  la  me- 
jor biblioteca  médica  del  mundo  por   la  energía,   perseverancia  y  capaci- 


EL     SIGLO    XIX 


305 


dad  de  su  principal  fundador,  John  Shaw  Billings  (i 838- 191 3),  natural  de 
Indiana,  que  había  sido  un  distinguido  cirujano  militar  en  la  guerra  civil. 
En  1876,  Billings  publicó  un  «Fascículo  muestra»  de  un  combinado  índi- 
ce-catálogo de  autores  y  de  asuntos,  dispuesto  alfabéticamente  a  modo  de 
diccionario,  y  en  1 880  apareció  el  primer  volumen  de  este  índex-Catalo- 
gue de  la  biblioteca,  en  cuya  formación  había  sido  auxiliado  por  Robert 
Fletcher  (1823-1912),  de  Bristol  (Inglaterra).  Esta  obra,  la  más  acabada 


John  Shaw  Billings  (1838-1913).  (Cortesía  de  la  Academia  Nacional  de  Ciencias.) 


muestra  de  la  bibliografía  médica  que  ha  podido  emprenderse,  ha  alcan- 
zado el  trigésimo  séptimo  volumen  (segunda  serie,  XXI)  y  comprende 
el  contenido  de  una  biblioteca  médica  de  más  de  500.000  libros.  La  se- 
lección del  material  y  la  clasificación  científica  de  la  primera  serie  (1880 
a  95)  ha  sido  hecha  por  Billings;  la  cuidadosa  redacción  de  este  examen 
había  sido  realizada  por  Fletcher;  ambos  estudios,  en  la  segunda  serie 
(1896)  fueron  llevados  a  cabo  por  Fletcher  poco  tiempo  antes  de  su  muer- 
te (191 2).  Esta  obra  y  el  Index  Medicus,  una  bibliografía  mensual  de  la  li- 
teratura médica  del  mundo,  editada  en  las  primeras  series  ( 1 879-99)  por 
Billings  y  Fletcher,  y  resucitada,  con  Fletcher  como  editor  en  jefe,  por  la 
Carnegie  Institution,  de  Washington,  en  1903,  son  conocidas  de  todos 
los  médicos  a  quienes  interesa  la  bibliografía  médica.  Además,  de  sus  ta- 
lentos como  bibliógrafo  médico,  Billings  era  un  hombre  de  una  vastísima 


Historia  u*  la  Mbdioma.— Tomo     II 


20 


306  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

capacidad,  un  hábil  cirujano  en  tiempo  de  guerra,  una  autoridad  en  la  me- 
dicina militar,  en  higiene  pública,  en  ingeniería  militar,  en  ingeniería  sani- 
taria, en  estadística  y  en  construcción  de  hospitales;  autor  del  mejor  re- 
sumen crítico  de  la  literatura  médica  americana  (1876)  y  de  la  mejor 
historia  de  la  Cirugía  que  se  ha  publicado  en  inglés  (1895),  y  muy  co- 
nocido como  autor  del  proyecto  del  John  Hopkins  y  de  otros  mo- 
dernos hospitales.  Con  toda  esta  labor,  Billings  dio  un  paso  de  gigante 
para  el  adelanto  de  la  medicina  americana.  La  coronación  de  su  trabajo 
como  administrador  civil  ha  sido  la  Biblioteca  Pública  de  New- York, 
que  ha  planeado  con  sus  propias  manos,  conduciéndola  al  estado  de  efi- 
cacia en  que  actualmente  se  encuentra.  Fletcher  ha  llevado  a  cabo  admi- 
rables contribuciones  a  la  antropología  y  a  la  historia  de  la  Medicina. 

El  ejemplo  de  Billings  en  la  Biblioteca  general  de  Cirugía,  y  con  el  índex-Ca- 
talogue de  la  misma,  ha  dado  un  ímpetu  extraordinario  al  crecimiento  de  las  biblio- 
tecas médicas  en  los  Estados  Unidos,  en  donde  existen  en  la  actualidad  167,  contra 
1 18  que  existen  en  toda  Europa.  Las  tres  mayores  bibliotecas  médicas  del  mundo 
son:  la  dé  la  Facultad  de  Medicina  de  París  (240.000  volúmenes,  800.000  folletos);  la 
Biblioteca  general  de  cirugía,  de  Washington,  D.  0.(224.522  volúmenes,  337.120 
folletos)  y  la  Biblioteca  de  la  Academia  Médico-Militar  Imperial  de  Petrogrado  (con 
180.000  volúmenes).  La  Biblioteca  del  Colegio  de  Médicos  de  Filadelfia  (fundada  en 
1783)  tiene  101.340  volúmenes  y  89.807  folletos;  la  biblioteca  de  la  Facultad  de  Me- 
dicina y  Cirugía  de  Maryland  (fundada  en  1830),  23.000  volúmenes;  la  biblioteca  de 
la  Academia  de  Medicina  de  New- York  (fundada  en  1846),  100.000  volúmenes  y 
85.000  folletos.  La  Biblioteca  Médica  de  Boston,  fundada  el  20  de  agosto  de  1875, 
con  Oliver  Wendel  Holmes  como  presidente  y  James  R.  Chadwick  y  Edwin  H.  Brig- 
ham  como  bibliotecarios,  tiene  unos  82.275  volúmenes  y  57.035  folletos,  siendo  su 
director  actual  el  doctor  John  W.  Farlow.  La  Asociación  de  las  Bibliotecas  Médicas 
de  los  Estados  Unidos  y  del  Canadá  (fundada  en  1898)  ha  estado  representada  por 
los  •periódicos  Medical  Libraries  (1892-1902),  editado  por  Charles  D.  Spivak,  un  Bu- 
lletin (1902)  de  corta  vida,  The  Medical  Library  and  Historical  Journal X 1903-7)  y  el 
actual  Bulletin  of  the  Medical  Library  Association  (191 1),  editado  por  John  Ruhr&h 
y  miss  Marcia  C.  Noyes. 

Los  sucesores  administrativos  de  Billings  en  la  Biblioteca  General  de  Cirugía 
han  sido  David  L.  Huntington  (1896-7),  James  C.  Merrill  (1898-1902),  Walter  Reed 
(1902),  Walter  D.  McCaw  (1903-1913)  y  Champe  C.  McCulloch  (1913-1917). 


EL    SIGLO    XX 

LOS    COMIENZOS  DE  LA   MEDICINA    PREVENTIVA 

ORGANIZADA 


La  Medicina  primitiva,  como  la  del  Egipto  y  sus  congéneres  orien- 
tales, es  una  fase  de  la  Antropología.  La  Medicina  griega  era  una  ciencia 
en  organización,  teniendo  a  la  Medicina  romana  como  una  continuación  o 
retoño,  a  la  Medicina  bizantina  como  un  herbario  o  conservación  de  plan- 
tas y  a  la  Medicina  mahometana  como  un  viajante  de  comercio.  El  mejor 
aspecto  de  la  Medicina  medieval  ha  sido  la  organización  de  los  hospita- 
les, el  cuidado  de  los  enfermos,  la  legislación  y  la  educación  médicas;  sus 
tendencias  reaccionarias  no  ofrecen  interés  mas  que  a  los  anticuarios.  El 
período  del  Renacimiento  señala  el  nacimiento  de  la  Anatomía  como 
ciencia,  con  el  correspondiente  crecimiento  de  la  Cirugía  como  oficio.  Lo 
mejor  de  la  Medicina  del  siglo  xvn  era  puramente  científico.  El  siglo  xvm 
señala  un  nuevo  retroceso  por  su  tendencia  a  la  formación  de  sistemas; 
pero  se  acredita,  en  cambio,  por  el  comienzo  de  la  Patología,  del  diagnós- 
tico instrumental,  de  la  Cirugía  experimental  y  fisiológica,  y  adquiere  un 
creciente  interés  social  en  relación  a  la  fundación  de  la  medicina  preven- 
tiva y  de  la  extensión  de  la  Higiene  pública.  En  el  siglo  xix  se  va  organi- 
zando el  avance  de  la  ciencia  y  se  crea  la  Cirugía  científica.  El  interés  de 
la  medicina  del  siglo  xx  vuelve  a  ser  nuevamente  social. 

Las  cosas  más  dignas  de  mencionarse  en  la  Medicina  moderna  son  e¡ 
desarrollo  de  la  cooperación  y  de  la  solidaridad  internacional,  e  inmedia- 
tamente es  el  avance  importante  realizado  en  la  profilaxia,  con  el  fin  de 
evitar  la  aparición,  la  reaparición  y  la  difusión  de  las  enfermedades.  El 
listerismo;  los  dones  hechos  a  la  Humanidad  por  Jenner,  Pasteur,  Semmel- 
weis,  Credé  y  O'Dwyer;  el  examen  bacteriológico  y  químico  del  aire, 
agua,  alimentos,  terrenos  y  medicamentos;  la  purificación  de  los  des- 
agües; la  cremación;  la  higiene  de  las  profesiones  y  de  los   domicilios;  la 


3o8  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

inspección  médica  y  los  cuidados  de  los  niños  de  las  escuelas  y  de  los  ni- 
ños en  el  comercio  e  industria;  las  pruebas  de  Binet-Simon;  las  colonias 
de  vacaciones;  la  vigilancia  social  y  la  obra  de  colocaciones;  la  guerra  a  la 
trata  de  blancas;  la  vigilancia  policíaca  de  los  caracteres  pervertidos  y  cri- 
minales en  las  grandes  ciudades,  como  Berlín;  el  método  de  Gothenburg 
para  limitar  el  comercio  de  licores;  el  renacimiento  de  los  antiguos  idea- 
les griegos  de  atletismo  y  de  higiene  personal;  la  sustitución  de  los  ascé- 
ticos puntos  de  vista  medievales  de  considerar  el  instinto  sexual  por 
otros  más  claramente  científicos;  la  formación  de  sociedades  para  la  pro- 
filaxia moral  y  la  eugénica;  los  proyectos  de  una  regularización  legal  de 
los  matrimonios  y  de  esterilización  de  los  troncos  degenerados;  el  intensi- 
vo estudio  del  alcoholismo,  de  los  hábitos  medicamentosos,  de  la  sífilis, 
de  la  tuberculosis  y  del  cáncer;  el  empleo  de  la  bibliografía  médica  y  de 
las  estadísticas  para  lograr  una  información  más  extensa,  en  espacio  y 
tiempo,  de  los  estados  patológicos;  la  cooperación  de  las  universidades, 
ejércitos,  servicios  de  salud  pública  y  dotaciones  privadas,  en  favor 
de  la  profilaxia  de  las  enfermedades  tropicales  y  parasitarias;  los  Con- 
gresos internacionales;  la  Convención  de  Ginebra,  y  hasta  algunas  cosas 
como  el  Banting,  el  Bertillonage,  los  vendajes  de  Esmarch,  la  higiene  de 
las  toallas  y  de  los  vasos  de  beber,  todo  son  rasgos  de  la  medicina  pre- 
ventiva o  medicina  en  grande  escala.  Es  evidente  que  la  imperfecta  apli- 
cación de  algunas  de  estas  medidas  profilácticas  puede  hacer  una  obra  de 
esclavitud  social,  como  la  del  feudalismo,  a  causa  de  que,  como  ha  dicho 
Emerson,  «la  raza  es  grande;  el  ideal,  bello;  el  hombre,  inconstante  e  in- 
cierto». En  manos  de  políticos  corrompidos,  la  gran  idea  dejohann  Petei 
Frank  de  una  policía  médica  científica  puede  fácilmente  convertirse  er 
una  poderosa  arma  para  venganzas  particulares;  en  la  regulación  de  los 
matrimonios,  por  ejemplo.  Como  ha  dicho  ingeniosamente  Allbutt,  «lo¡ 
filósofos  griegos,  lo  mismo  que  los  socialistas  modernos,  pretenden  sa 
crificar  el  hombre  al  Estado;  el  sacerdote  quiere  sacrificar  el  hombre  a 
Iglesia;  el  evolucionista  científico  quiere  sacrificar  el  hombre  en  favor  di 
la  raza». 

Las  tendencias  en  todas  las  ramas  de  la  ciencia  moderna,  incluso  ei 
zoología,  sociología,  terapéutica,  medicina  interna  y  cirugía  son  a  pasa 
del  período  descriptivo  al  período  experimental.  Esta  tendencia  de  los  es 
tudios  científicos  a  predecir  y  a  contrastar  y  comprobar  los  fenómeno 
se  demuestra  en  la  aplicación  de  la  ecuación  en  las  leyes  de  Mendel  par 
el  estudio  de  la  herencia,  en  la  demostración  de  Loeb  de  que  la  fecundí 
ción  y  el  desarrollo  del  embrión  son  procesos  químicos,  en  la  consider* 
ción  del  cromosoma  accesorio  como  el  determinante  del  sexo,  en  la  coi 
quista  de  algunas  enfermedades,  como  la  fiebre  tifoidea,  la  fiebre  amaril 


ELSIGLOXX  309 

y  la  anquilostomiasis,  en  el  cultivo  y  rejuvenecimiento  extravital  de  los 
tejidos,  en  el  más  exacto  conocimiento  de  las  enfermedades  del  corazón, 
de  los  trastornos  de  las  secreciones  internas  y  de  las  enfermedades  debi- 
das a  los  virus  filtrables  y  el  moderno  desenvolvimiento  de  la  cirugía  fisio- 
lógica o  hunteriana. 

En  1865  (i),  un  monje  agustino,  Gregor  Johann  Mendel  (i 822-84), 
abad  de  Brünn,  anunció  los  resultados  de  algunos  experimentos  sobre  la 
hibridización  de  los  guisantes  en  forma  de  una  ley  que  venía  a  dar  mucha 
luz  sobre  la  herencia  y  el  origen  de  las  especies.  Si  nosotros  convenimos 
en  representar  la  generación  de  los  híbridos  como  un  proceso  matemáti- 
co, -si  a  representa  el  carácter  dominante  o  intercambiable,  y  b  el  carác- 
ter regresivo  o  latente  de  los  progenitores,  entonces  la  ley  de  Mendel  vie- 
ne a  resultar  igual  al  teorema  del  binomio  de  Newton: 

(a  +  bf  =  a2  +  2  ab  +  ¿2; 

en  otros  términos,  una  mitad  de  la  progenie  reproduce  fielmente  los  ca- 
racteres ancestrales  (2  ab),  al  paso  que  la  otra  mitad  se  dividirá  igual- 
mente entre  una  prole  que  posee  sólo  los  caracteres  dominantes  (a)  y 
otra,  los  caracteres  regresivos  (b).  En  las  generaciones  subsiguientes,  los 
productos  híbridos  siguen  produciéndose  con  arreglo  a  las  leyes  de  Men- 
del, en  lo  que  hace  referencia  a  que  los  caracteres  dominantes  y  regre- 
sivos son  reproducidos  fielmente  por  la  descendencia.  En  los  últimos 
treinta  y  cinco  años,  su  única  aproximación,  aparecida  en  un  periódico 
poco  conocido,  había  permanecido  ignorada;  pero  en  1900,  Hugo  de 
Vries  (1848),  C.  Correns  y  E.  Tschermack  confirmaron  simultáneamente 
los  resultados  obtenidos  por  Mendel  en  todos  respectos,  al  paso  que,  en 
1907,  Francis  Galton  ha  llegado  a  una  «ley  de  la  herencia»,  obtenida  esta- 
dísticamente y  basada  en  sus  observaciones  sobre  la  genealogía  de  los 
perros  de  caza  de  Basset.  En  sus  experimentos  con  la  planta  CEnothera 
Lamarckiana,  de  Vries  ha  emitido  su  hipótesis  del  origen  repentino  o  es- 
pontáneo en  las  especies  de  aquellas  variaciones  permanentes  transmisi- 
bles o  mutacione  ,  que  deben  ser  diferenciadas  de  las  variaciones  dar- 
winianas  de  carácter  fluctuante,  no  permanente.  La  producción  artificial 
de  nuevas  especies  in  extenso  ha  sido  conseguida  por  Luther  Burbank  en 
su  laboratorio  al  aire  libre  de  California.  El  efecto  de  las  teorías  de  Men- 
del y  de  Vries  en  la  reciente  biología  ha  sido  el  de  privar  a  la  idea  de  Dar- 
win de  la  selección  natural  de  los  atributos  éticos  y  sobrenaturales  que 
habíamos    podido   leer  en  sus   exageradamente  apasionados  defensores; 


( 1 )     Mendel:  Ver  suche  über  Pflanzen-Hy  briden,  Verhandl.  &*  naturf.  Ver.  in  Brünn 
(1865),  l866>  IV,  páginas  3-270. 


jio 


HISTORIA     DE     LA    MEDICINA 


pero  ninguno  de  los  experimentos  llevados  a  cabo  hasta  la  fecha  ha  podi- 
do demostrar  que  las  especies  se  originen  exclusivamnnte  por  las  muta- 
ciones. La  tendencia  de  la  opinión  en  la  actualidad  es  a  creer  que  se  ha 
exagerado  algo  la  importancia  de  la  mutación,  que,  de  ordinario,  sólo  se 
obtiene  en  el  reino  vegetal.  Tal  vez  haya  Darwin  exagerado  demasiado  la 
importancia  del  factor  externo,  o  fuerzas  que  nos  rodean,  en  la  lucha  por 
la  existencia,  como  productora  de  las  especies  por  la  selección  «natural» 

(eventualmente)  continuada  largo 
__ — _^  tiempo.  Mendel  y  de  Vries  han 
señalado  las  fuerzas  bioquímicas 
internas,  en  su  labor  de  traer 
a  colación  las  permutaciones  y 
combinaciones  matemáticas  de 
los  caracteres  determinantes,  en 
el  origen  supuestamente  discon- 
tinuo de  las  especies  de  novo  o 
per  saltum.  Pero  ya  sea  que  la 
evolución  proceda  por  lentas  gra- 
daciones o  por  saltos  y  brincos, 
o  que,  como  nos  j  arece  más  ve- 
risímil, sea  capaz  de  ambos  pro- 
cesos, continuo  y  discontinuo,  es 
probable  que  los  resultados  apa- 
rentemente espontáneos  o  salta- 
dores, o  variaciones  mendelia- 
nas,  tengan,  en  cada  caso  parti- 
cular, unos  «largos antecedentes» 
en  el  sentido  de  ser  el  produc- 
to final  de  una  serie  compleja  de 
cambios  físico-químicos.  En  otros  términos,  las  mutaciones  mendelianas 
son  probablemente  factores  latentes  o  coeficientes  de  una  especie  dada,  que 
salen  fuera  ocasionalmente  y  reproducen  fielmente  su  especie,  representan- 
do en  cada  caso  el  término  o  fin  de  algún  proceso  físico-químico.  El  viejo  sir 
Thomas  Browne  [í],  el  primero  que  ha  usado  este  término,  dice  que  las  «mu- 
taciones, en  el  caso  de  que  comiencen,  dependen  de  fundaciones  durade- 
ras, de  tal  modo,  que  pueden  continuar  siempre»,  lo  que  parece  ser  la 
conclusión  del  asunto  en  totalidad.  La  selección  natural  y  las  mutaciones 
pueden  «explicar»  el  origen  de  las  adaptaciones  estructurales,  así  como  el 


Gregor  Johann  Mendel  (1822-1884) 
(Cortesía  del  Profesor  William  Bateson,  Londres.) 


(1)     Pscudodoxia  Epidémica,   libro  VI,    cap.   X,  «Si  blancos  o   negros»  (Bonh's 
edit,  V,  II,  página  188),  citado  por  Punnett. 


EL     SIGLO    XX  311 

de  las  transmutaciones  que  puedan  ser  comprobadas,  si  fuese  necesario, 
en  los  laboratorios;  pero  del  origen  de  las  adaptaciones  orgánicas  y  fun- 
cionales, tales  como  la  regeneración  de  los  tejidos,  la  regularización  auto- 
mática de  la  forma,  el  desarrollo  del  embrión  de  fragmentos  del  óvulo  o 
por  acción  química  (partenogénesis),  de  todo  esto,  estas  teorías  no  nos 
dicen  nada,  porque  el  «poder  de  adaptación»  que  se  quiere  señalar  como 
una  razón  es  una  de  las  muchas  cosas  a  que  recurrimos  cuando  queremos 
darnos  cuenta  de  algo  o  explicarnos  alguna  cosa.  Todo  lo  más,  podemos 
únicamente  explicarnos  la  adaptación  recurriendo  a  la  antigua  doctrina  de 
Haller  de  la  «irritabilidad»  especializada  de  los  tejidos  protoplasmáticos 
individuales,  lo  que,  según  declara  Ehrlich,  constituye  uno  de  los  terrenos 
más  obscuros  de  la  fisiología. 

En  marcado  contraste  con  el  mendelismo  aparece  la  nueva  ciencia  es- 
tadística o  biométrica,  que  es,  especialmente,  creación  de  Francis  Galton 
y  de  su  brillante  discípulo  Karl  Pearson  (1857)-  El  cálculo  de  probabili- 
dades ha  sido  por  primera  vez  aplicado  a  los  fenómenos  sociológicos  por 
el  astrónomo  y  estadista  belga  Adolphe  Quetelet  (1796-1874)  [i];  pero  la 
obra  Natural  Inheritance  (1889),  de  Galton,  es  la  que  ha  introducido  ese 
estudio  estadístico  de  las  variaciones  biológicas  y  de  la  herencia.  Pearson, 
abogado  inglés  y  actualmente  director  del  laboratorio  nacional  eugénico, 
fundado  por  Galton,  ha  aplicado  las  matemáticas  elevadas,  y  de  un  modo 
sumamente  ingenioso,  a  la  solución  de  estos  problemas,  y  ha  creado  una 
escuela  racional  de  iatromatemáticas.  Sus  fascinadores  volúmenes  sobre 
The  Chances  of  Death  (1897)  establecen  muchos  nuevos  puntos  de  vista 
acerca  de  la  significación  de  las  estadísticas,  que  interpreta  por  medio  de 
curvas  algebraicas,  la  significación  de  las  correlaciones  y  el  uso  de  las 
mismas,  obteniendo  datos  más  seguros  que  los  de  las  causas  ocultas  de 
los  fenómenos  biológicos  y  sociales,  que  no  pueden  ellos  mismos  ser  me- 
didos cuantitativamente.  Galton  emplea  el  término  «regresión»  para  in- 
dicar la  extensión,  en  la  cual  una  unidad  biológica  proporcional  es  más 
bien  la  medida  o  el  nivel  medio  del  tronco  general  que  la  de  sus  padres. 
Por  correlación  entiende  Pearson  la  oposición  lógica,  a  saber:  la  exten- 
sión en  la  cual  la  producción  es  más  bien  como  los  padres  que  como  el 
tipo  medio  de  la  especie.  Si  los  padres  y  la  descendencia  son  exactamente 
iguales  respecto  de  la  cualidad  sometida  a  la  observación,  la  curva  de  co- 
rrelación será  una  línea  que  forme  un  ángulo  de  45o  con  las  abscisas  y 
las   ordenadas.    Si  la  cualidad   filial  existe  en  un  grado  más  pequeño  que 


(1)     Quetelet:  Sur  Thomme,  Bruselas,  1836;  Lettre sur  la  théorie  des  probabi- 

lités  appliquée  aux  sciences  morales  et  sociales,  Bruselas,  1846;  Loi  deperiodicité,  Bru- 
selas, 1870,  etc. 


312  HISTORIA     DE     LA    MEDICINA 

la  paternal,  la  curva  ofrecerá  un  ligero  declive,  siendo  el  grado  de  este 
declive  («coeficiente  de  correlación»)  tangente  al  ángulo  hecho  con  la  ho- 
rizontal. Si  no  hay  correlación,  la  curva  será  una  línea  horizontal. 

Por  estos  medios,  Pearson  ha  expuesto  muchos  hechos  nuevos  y 
teoremas  bionómicos,  particularmente  en  su  periódico  Biometrika  (i). 
Por  ejemplo,  ha  demostrado  que,  en  el  caso  de  tuberculosis,  no  es  la  en- 
fermedad, sino  la  diátesis,  lo  que  se  hereda,  no  la  simiente,  sino  el  terre- 
no; que  no  hay  herencia  neurótica  de  los  padres  alcohólicos,  a  no  ser 
que  el  tronco  mismo  sea  neurótico;  que  la  mortalidad  de  una  enferme- 
dad es  selectiva  en  un  amplio  tanto  por  ciento,  y  que  una  elevada  mor- 
talidad infantil  implica  la  supervivencia  de  una  especie  más  fuerte  y  más 
endurecida.  Es  una  tendencia  definida  de  la  Naturaleza  a  degenerar  en  los 
primogénitos,  que  son  siempre  más  débiles  que  la  subsiguiente  descen- 
dencia. Pearson  sostiene  que  «corresponde  al  primogénito  50  por  IOO  en 
lugar  de  algo  menos  del  22  por  IOO  del  número  total  de  los  nacimien- 
tos» de  degeneración  demostrada  (2).  Pearson  opina  que  los  adelantos 
de  la  ciencia  médica  y  la  tendencia  de  la  Naturaleza  a  asegurar  la  super- 
vivencia de  los  más  aptos  son  fuerzas  diametralmente  opuestas,  y  sostie- 
ne, verbigracia,  que  la  sorprendente  fertilidad  de  las  generaciones  suce- 
sivas de  enanos  acondroplásicos,  que  la  tendencia  humanitaria  de  la  me- 
dicina moderna  a  conservar  los  enfermos  y  los  deformes,  no  sólo  es  en 
detrimento  para  la  especie  humana,  sino  que,  además,  sólo  puede  ser  re- 
mediada impidiendo  a  estos  seres  deformes  que  procreen  hijos.  Ha  indi- 
cado, como  ley  de  Galton,  que  la  herencia  ancestral  puede  ser  mejorada 
por  una  generación  selectiva,  de  tal  modo  que  la  regresión,  la  tendencia 
a  volver  a  una  proporción  media,  se  hace  apreciable  ya  al  cabo  de  pocas 
generaciones.  Sostiene  que  las  mujeres  altas  procrean  menos  que  las  pe- 
queñas; que  las  personas  de  ojos  obscuros  son  más  fecundas  que  las  de 
ojos  claros,  y  ha  establecido  la  ley  de  la  «adecuada  semejanza»,  en  virtud 
de  la  cual  los  seres  humanos,  en  la  mayoría  de  los  casos,  se  casan,  no, 
como  se  cree  usualmente,  con  sus  contrarios  en  estatura,  complexión, 
etcétera,  sino  con  los  de  análogo  tipo.  En  este  respecto,  encuentra  que 
el  marido  y  la  mujer  son  más  parecidos  que  el  tío  y  la  sobrina  o  que  los 
primos  hermanos,  de  acuerdo  con  el  proverbio  francés  Les  époux  se  res- 
semblent.  La  inducción  es  que,  de  acuerdo  con  la  ley  de"  Galton,  el  fuerte 
tiende  a  perpetuar  y  a  aumentar  su  fortaleza,  uniéndose,  biológicamente 
hablando,  con  los  de  su  propia  clase.  De  un  modo  análogo  se  sostiene 
que  puede  producirse  un  aumento  progresivo  de  las  habilidades  superio- 


(1)  Fundada  en  1901  por  W.  F.  R.  Weldon,  Francis  Galton  y  él  mismo. 

(2)  Pearson:  On  the  Handicapping  0/  the  First-Born,  Londres,  191 4;  pág.  66. 


EL    SIGLO     XX  313 

res  por  una  reproducción  selectiva,  a  pesar  de  que  «el  genio,  por  término 
medio,  encontramos  que  parece  ser  más  bien  una  variación  excepcional 
de  una  estirpe  mediana,  que  una  variedad  común  de  una  estirpe  excep- 
cional. Esto  concuerda  con  el  hecho  ¿e  que  ios  hijos  de  los  genios  son 
frecuentemente  fracasados».  Estas  teorías  de  Galton  y  Pearson  han  tro- 
pezado con  no  pequeña  oposición,  no  a  causa  de  que  ellas  sean  incorrec- 
tas, sino  de  que,  como  ya  hemos  expuesto,  el  darwinismo  ha  tenido  con 
frecuencia  un  efecto  embrutecedor  en  las  inteligencias  pobres,  que  han 
tomado  las  teorías  demasiado  literalmente.  De  acuerdo  con  la  doctrina 
de  Weismann,  los  caracteres  adquiridos  no  son  hereditarios,  y  los  mejo- 
res rasgos  morales  y  mentales  de  los  padres  no  benefician  a  la  descen- 
dencia, a  no  ser  en  lo  que  ellos  legítimamente  influyen  durante  la  vida. 
Oliverio  Twist  puede  ir  hacia  el  mal  en  una  cueva  de  ladrones,  y  Bill 
Sykes  puede  tenerlo  en  ella  para  robar  y  matar,  a  pesar  de  los  más  es- 
cogidos antecedentes.  Que  la  conducta  es  una  reacción  a  los  estímulos, 
que  la  moral  es  siempre  una  inhibición,  demostrando,  por  lo  menos,  la 
importancia  de  la  «temprana  educación»  (euténica),  lo  había  notado  ya 
la  amplia  mentalidad  de  Goethe,  que  se  declaraba  a  sí  mismo  capaz  de 
cometer  cualquier  crimen.  «Lo  que  nos  rodea  hoy  es  la  herencia  de  ma- 
ñana» (Tredgold).  Los  estudios  sobre  la  familia  Jukes  por  R.  L.  Dugdale 
(1877),  los  Hill  Folk  y  los  Nams  muestran  un  aspecto  del  problema;  las 
investigaciones  de  Galton  sobre  las  familias  de  talento,  el  otro;  el  estudio 
de  la  familia  Kallikak  por  H.  H.  Goddard  (191 5)  y  el  sumario  de  A.  H.  Es- 
tabrook  sobre  The  Jukes  in  1Q15  (i),  ambos  aspectos.  En  130  años,  los 
cinco  hermanos  Jukes  han  producido  2.094  descendientes,  de  los  cuales 
I.258  vivían  en  191 5;  de  ellos,  la  mitad  eran  débiles  mentalmente,  des- 
amparados e  inmorales;  la  otra  mitad,  normales  mental  y  emocionalmen- 
te,  ascendiendo  o  descendiendo  en  la  escala  social  de  acuerdo  con  la 
reacción  del  medio  en  que  vivían. 

Los  datos  de  Estabrook  demuestran  que  los  matrimonios  de  los  con- 
sanguíneos o  de  los  defectuosos  producen  seres  defectuosos;  que  la  con- 
ducta licenciosa  es  hereditaria;  que  el  pauperismo  y  el  crimen  son  resul- 
tantes de  la  pobreza  mental;  que  el  cambio  de  medio  beneficia  a  las  estir- 
pes degeneradas,  y  que  la  esterilización  de  los  defectuosos  es  menos  in- 
compatible con  la  libertad  personal  de  los  mismos  que  el  cuidarlos  custo- 
diándolos. Así,  la  Naturaleza  no  precabe  nada  desde  el  punto  de  vista  hu- 
mano; pero  si  toma  cuidado  de  sí  propia:  pueden  ser  las  personas  lasci- 
vas, ladronas,  asesinas  y  hasta  mentalmente  débiles,  con  tal  de  que  estén 
suficientemente  bien  sexuadas  para  propagar  la  especie.  Como  agentes 


(1)     A.  H.  Estabrook:  The  Jukes  in  1915,  Washington,  1916. 


314  HISTORIA    DE    LA     MEDICINA 

pasivos  de  la  degeneración  social,  los  débiles  mentales  son  tan  potentes 
como  los  agresivos  criminales.  «Una  pulga  es  tan  indomable  como  una 
hiena >  (i).  La  obra  de  Bateson,  Punnett,  de  Charles  B.  Davenport  y  los  in- 
formes de  la  Cold  Spring  Harbor  Station  (organizada  en  1910),  defienden 
el  axioma  mendeliano  de  que,  así  como  la  individualidad  de  un  organis- 
mo vivo  se  establece  por  la  presencia  o  la  ausencia  de  ciertas  determinan- 
tes biológicas,  así  se  puede  heredar  las  cualidades,  pero  no  la  ausencia  de 
las  mismas.  Así  como  los  ojos  obscuros  son  debidos  a  la  presencia  de  un 
cierto  pigmento  en  el  iris,  los  ojos  azules  se  deben  a  la  ausencia  del  mis- 
mo, como  el  ratón  bailador  difiere  del  ratón  normal  en  la  carencia  de  parte 
del  oído  interno,  del  mismo  modo  la  braquidactilia  (dedos  cortos),  la  ca- 
tarata presenil,  la  queratosis,  el  xantoma,  la  hipotricosis  congenita,  la  dia- 
betes insípida,  la  nictalopía  y  la  corea  de  Huntington  indican  la  presencia 
en  el  plasma  germinativo  de  determinados  factores  que  pueden  impedir 
la  unión  de  dos  de  esos  anormales;  pero  el  albinismo,  sordomudez,  reti- 
nitis pigmentaria,  la  imbecilidad  congenita  y  la  tendencia  a  los  trastornos 
respiratorios  y  nerviosos  son  debidos  a  una  falta  inherente  de  algo  que 
puede  ser  suplido  por  un  prudente  cruzamiento  con  otro  tronco  distin- 
to (2),  aunque  Pearson  sostiene  que  es  malgastar  el  buen  material  el  em- 
plearlo en  tales  cruzamientos.  Por  estas  razones,  los  matrimonios  consan- 
guíneos no  son  necesaria  y  fatalmente  malos  si  ambas  unidades  contra- 
yentes son  distintas.  La  tendencia  de  la  Naturaleza  a  volver  al  nivel  medio 
del  tronco  común,  al  «divino  término  medio»  de  Walt  Whitman,  podrá 
crear  un  nivel  demasiado  bajo  realmente  si  va  descendiendo  la  especie 
por  falta  de  material  apropiado  para  reforzazla.  Es  un  hecho  perfectamen- 
te demostrado  que  los  animales  seleccionados  por  medio  de  anteriores 
cruzamientos  de  antecesores  biológicamente  deseables  aparecen  más  fuer- 
tes que  el  tipo  normal  del  animal.  Pero  la  selección  actual  se  encuentra 
frecuentemente  influida  por  los  extraños  caprichos  del  «inconstante  cora- 
zón humano»,  y  en  tanto  que  la  iniciativa  individual  puede  ejercerse  de  un 
modo  exageradamente  efectivo,  el  contraste  social  no  puede  ser  llevado 
a  cabo  sin  una  vigilancia  y  un  espionaje  tiránicos.  En  las  capas  más  bajas 
de  la  sociedad,  la  legislación  sobre  los  matrimonios  no  podrá  impedir  las 
uniones  ilegítimas  e  incestuosas;  la  vasectomía  es  dudosa  (3),  y  la  repro- 
ducción seleccionada,  según  una  línea  pura,  sin  ninguna  cualidad  saliente 

(1)  R.  \V  Emerson:  Este  punto  es  perfectamente  señalado  por  el  estudio  de 
Mrs.  FinlaysOD  sobre  la  familia  Dack,  como  un  ejemplodel  poder  déla  Naturaleza 
de  perpetual  hereditariamente  la  falta  del  dominio  emocional  (Eugenics  Record 

■•.  Bull.  No  15,  Cold.  Spring  Harbor,  1 9 1 6.) 

(2)  C  B  Davenport  tiugenies,  New-York,  \^\o\  Heredity  (etc.);  New- York,  191  1, 

passim. 

(3)  Las  tendencias  inmorales  de  los  individuos  mutilados  o  eunocoides,  deja- 


EL    SIGLO     XX  315 

que  la  refuerce,  únicamente  dará  resultado  en  alguna  raza  de  negativos 
petimetres.  «Una  medida  mucho  más  eficaz  para  disminuir  o  suprimir  los 
defectuosos  plasmas  germinativos  que  el  colocar  en  nuestra  Constitución 
las  leyes  elaboradas  acerca  del  matrimonio,  es  la  de  educar  el  sentimiento 
público  y  la  de  desarrollar  una  pública  conciencia  eugénica,  en  ausencia 
de  los  cuales  la  salvaguardia  de  la  ley  puede  ser  aplicada  incesantemente 
sin  obtener  resultado  >  (Walter). 

Mucho  tiempo  y  muchas  energías  han  sido  malgastados  en  las  prolon- 
gadas controversias  entre  materialistas  y  vitalistas.  La  tendencia  de  todo 
moderno  pensamiento  biológico,  y  sobre  todo  fisiológico,  ha  de  ser  diri- 
gida contra  el  vitalismo,  a  causa  de  que,  como  todas  las  restantes  formas 
de  la  complacencia  intelectual,  no  puede  hacer  otra  cosa  que  llevar  al  su- 
jeto hacia  un  callejón  sin  salida,  dejando  a  un  lado  toda  esperanza  de  una 
ulterior  investigación.  Los  materialistas,  que  consideran  la  célula  viva  como 
una  unidad  fisicoquímica,  provista  de  un  centro  de  oxidación  (núcleo)  y 
limitada  por  una  membrana  semipermeable,  y  miran  los  procesos  fisioló- 
gicos sólo  como  resultados  de  leyes  mecánicas,  físicas  y  químicas,  por  lo 
menos  nos  ofrecen  algo  que  puede  llevarnos  a  la  experimentación  con 
todas  sus  últimas  consecuencias.  El  vitalista  no  tiene  nada  que  ofrecernos 
mas  que  frases  estériles  como  las  «entelequias»  de  Driesch  (i),  que  sólo 
son  peticiones  de  problemas.  Fuera  del  laboratorio,  y  en  el  fondo  de  nues- 
tro corazón,  todos  somos  vitalistas,  y  además  reconocemos  las  limitacio- 
nes y  la  falibilidad  de  la  inteligencia  humana  en  presencia  de  los  proble- 
mas insoluoles.  Pero  la  digestión,  el  metabolismo  y  el  desarrollo  de  la  in- 
munidad se  han  imitado  en  los  tubos  testigos,  y  Loeb  ha  producido  ranas, 
sin  padres,  de  óvulos  no  fecundados.  Hasta  el  trillón  o  más  de  compues- 
tos isoméricos  que  (según  los  cálculos  de  Abderhalden)  pueden  formarse 
en  el  metabolismo  intercelular  de  las  combinaciones  de  quince  aminoáci- 
dos no  intimidarán  a  algunas  de  las  inteligencias  superiores  de  los  tiem- 
pos futuros,  puesto  que  resulta  que  de  ordinario  encontramos  que  los  ca- 
minos que  sigue  la  Naturaleza  son  más  sencillos  que  la  intepretación  que 
de  ellos  hacemos.  En  el  laboratorio   parece   encontrarse  el  vitalismo  pri- 


dos  en  libertad  en  la  sociedad,  son  bien  conocidas  en  Oriente,  y  han  sido  frecuen- 
temente puestas  de  relieve  por  sir  Richard  Burton  en  sus  notas  a  Las  mil  y  una 
noches. 

(i)  Driesch  define  las  entelequias  como  un  agente  que  no  ocupa  espacio,  que 
no  puede  ser  percibido,  pero  que  puede,  a  voluntad,  suspender  o  modificar  los 
procesos  fisiológicos,  de  tal  modo,  que  dos  sistemas  absolutamente  idénticos,  am- 
bos vivos,  pueden  conducirse  diferentemente,  en  condiciones  absolutamente  idén- 
ticas (indeterminismo  biológico).  Pero  él  reconoce  que  no  puede  aducir  ejemplos 
en  favor  de  su  tesis,  y  que  su  doctrina  no  puede  aplicarse  al  experimento  actual. 
Como  Jennings  dice:  «admite,  en  general,  lo  que  ruega  en  particular»,  lo  que,  na- 
turalmente, pulveriza  su  teoría. 


3i6  HISTORIA     DE    LA     MEDICINA 

vado  de  sus  últimas  armas;  pero  el  fin  de  la  ciencia  no  es  «explicar»  los 
fenómenos  biológicos  en  último  análisis,  sino,  como  dice  Karl  Pearson, 
interpretar  las  investigaciones  biológicas  en  los  «conceptos  taquigráficos 
de  la  física  y  de  la  química».  Hasta  la  regeneración  de  la  substancia  y  la 
regulación  de  la  forma  en  los  injertos  óseos  autógenos  dependerá  proba- 
blemente y,  en  último  término,  de  alguna  sutil  semejanza  química.  Los 
experimentos  de  Carrel  de  hacer  funcionar  extravitalmente  las  visceras 
excindidas,  durante  un  tiempo  limitado,  parecen  demostrar  que  aun  en 
lo  i  mismos  animales  superiores  los  órganos  separados  tienen  una  autono- 
mía mecánica  que  les  es  propia.  Ahí  parecen  existir  fases  configuradas  de 
protoplasma,  en  las  plantas  con  un  número  limitado  de  grados  mecánicos 
de  libertad,  y  en  los  animales,  con  un  número  ilimitado,  y  también  fases, 
que,  como  dice  King,  «no  son  ni  muerte,  ni  vida,  sino  algo  intermedio 
a  una  y  otra».  El  único  criterio  acertado  de  la  muerte  es  el  termodiná- 
mico,  según  el  cual,  como  ha  dicho  Willard  Gibbs,  la  substancia  se  ha  re- 
ducido a  una  «fase  de  energía  disipada»,  o,  lo  que  es  igual,  se  ha  conver- 
tido en  una  masa  inerte,  incapaz  de  cambios  espontáneos,  a  causa  de  que 
su  energía  libre  o  potencialidad  química  es  prácticamente  nil.  Según  la 
teoría  fisicoquímica,  un  óvulo  no  fecundado,  un  paramecio  senil,  una 
ameba  enquistada  o  un  bacilo  patógeno  enquistado,  se  encuentran  todos 
en  un  estado  temporalmente  aislado  o  «adiabático»,  en  el  cual  la  energía 
no  puede  hacer  nada  ni  dentro  ni  fuera  de  ellos;  y  estos  «almacenes  de 
energía»  comienzan  a  funcionar  únicamente  cuando  se  ven  sometidos  al 
influjo  catalítico  de  agentes  físicoquímicos  externos,  que  estimulan  sus 
energías  superficiales.  Ejemplos  de  estos  fenómenos  se  encuentran  en  los 
experimentos  de  Maupas  y  Calkins  acerca  del  rejuvenecimiento  de  los 
protozoos,  y  en  los  de  Loeb  sobre  la  activación  química  del  óvulo. 

Jacques  Loeb  ( 1 8 5 9) >  médico  graduado  de  Estrasburgo  (1884),  ha  sido 
profesor  de  Biología  y  Fisiología  en  Bryn  Mawr  (1892-1900),  de  la  Uni- 
versidad de  Chicago  (1900- 1902),  de  la  Universidad  de  California  (1902  a 
1910)  y  en  la  actualidad  es  el  jefe  del  departamento  de  Biología  experi- 
mental del  Instituto  Rockefeller;  ha  sido  un  brillante  investigador  en  mu- 
chas ramas  de  la  Fisiología,  pero  su  labor  más  característica  es  la  que  h? 
llevado  a  cabo  sobre  la  teoría  dinámica  o  químico-dinámica  de  los  proce- 
sos vitales.  En  su  obra,  de  Fisiología  del  cerebro  ha  hecho  originales  in- 
vestigaciones sobre  las  cadenas  de  reflejos,  y  ha  destruido  la  posición  de 
Much  de  que  la  zona  rolándica  está  compuesta  ds  «esferas  sensoriales» 
celulares,  demostrando  que  las  parálisis  particulares  ocasionadas  por  cada 
excisión  cortical  quedan  abolidas  tan  pronto  como  cura  la  lesión.  Ha  sido 
el  primero  en  plantear  esta  cuestión:  ¿de  qué  orden  o  magnitud  es  la  más 
pequeña  partícula  que  puede  demostrar  ya  todos  los  fenómenos  vitales? 


EL     SIGLO    XX  317 

(1893)  [!]>  y  í°s  experimentos  realizados  por  el  mismo  y  por  sus  discípu- 
los sobre  los  coeficientes  térmicos  han  establecido  otro  importante  crite- 
rio de  los  procesos  fisiológicos.  Ha  llevado  a  cabo  extensas  investigacio- 
nes acerca  de  los  efectos  de  la  energía  electrolítica,  térmica  y  radiante  so- 
bre la  materia  viva,  y  ha  fundado  la  teoría  del  tropismo  (1889)  [2]  como 
base  de  la  psicología  de  las  formas  vivas  más  inferiores,  datos  puramente 
mecánicos  y  químicos  que  vienen  a  desplazar  las  antiguas  teorías  de  las 
reacciones  intuitivas,  llenas  de  propósitos.  Aun  para  los  seres  superiores, 
su  principal  posición  es  la  de  que  todas  las  acciones  de  fundamental  im- 
portancia son  instintivas,  no  teniendo  nada  que  hacer  con  los  estados  de 
conciencia,  y  hasta  que  ellas  pueden  tener  una  base  química.  En  1889  ha 
conseguido  el  desarrollo  de  huevos  no  fecundados  del  erizo  de  mar,  hasta 
la  fase  de  larvas  natatorias,  tratando  aquéllos  con  agua  dé  mar  hipertóni- 
ca (o  sea  cuya  concentración  ha  sido  aumentada  por  medio  de  la  adición 
de  sal  o  de  azúcar).  Semejantes  resultados  han  sido  obtenidos  por  Ticho- 
miroff  (1886),  quien  reclama  haber  desarrollado  los  huevos  no  fecundados 
del  gusano  de  seda  frotándolos  suavemente  con  un  cepillo  o  por  una  in- 
mersión temporal  en  ácido  sulfúrico  concentrado.  Bataillon  ha  consegui- 
do efectos  análogos  puncionándolos  con  una  aguja  (1911).  Loeb  logra  su 
imitación  de  la  fecundación  normal,  primeramente  por  un  tratamiento  pre- 
vio con  ácido  butírico,  determinando  una  fertilización  artificial  de  la  mem- 
brana con  completo  desarrollo;  después,  inmersión  de  los  huevos  en  una 
solución  hipertónica  antes  de  volverlos  a  la  normal  agua  de  mar.  La  forma- 
ción de  la  membrana  se  supone  acelerar  la  oxidación,  lo  que  Loeb  consi- 
dera como  un  criterio  de  los  procesos  vivos.  Ha  demostrado,  además, 
que  el  óvulo  ejerce  una  acción  selectiva,  de  activación  específica  sobre  los 
esparmatozoos.  En  1916,  Loeb  publicó  el  hecho  de  tener  siete  ranas  ma- 
chos partenogenéticas  [sin  padrej  (Rana  pipiens)  de  más  de  un  año  de 
edad,  y  obtenidas  por  el  método  de  Bataillon  de  picar  los  huevos  no  fe- 
cundados (3). 

De  este  modo,  el  óvulo  puede  ser  activado  del  mismo  modo  que  un 
protozoo  puede  ser  rejuvenecido  o  un  cuerpo  asfixiado  resucitado,  por 
medios  puramente  físico-químicos,  aunque  el  resultado  sea  un  organis- 
mo cuyas  células  somáticas  carecen  de  una  mitad  del  número  normal  de 
cromosomas. 

En  1902,  Clarence  Erwin  McClung  sostiene  que  el  cromosoma  acce- 
sorio, que  Henking  y  Montgomery  han  localizado  en  ciertos  espermato- 


(1)  Loeb:  Arch.f.  d.  ges.  Physiol.,  Bonn,  1894-95;  LIX,  páginas  379-394. 

(2)  Der  Heliotropismus  der    Thiere,  Würzburg,    1890,  y   publicaciones  poste- 
riores. 

(3)  Loeb:  Proc.  Nat.  Acad.  Se,  Washington,  1916;  II,  pág.  314. 


3i8  HISTORIA     DE     LA    MEDICINA 

zoides,  es  el  determinante  del  sexo  (i).  Según  el  modo  de  pensar  de 
McClung,  cada  animal  produce  dos  géneros  de  espermatozoides  en  iguales 
proporciones,  uno  de  los  cuales  posee  el  cromosoma  accesorio.  Esto  ha 
sido  confirmado  como  verdad  en  algunos  animales  por  Edmund  B.  Wil- 
son, quien  sostiene  que  todos  los  óvulos  no  fecundados  contienen  un 
cromosoma  sexual,  y  que  después  de  la  fecundación,  los  que  adquieren 
dos  por  el  proceso  producen  hembras,  y  los  que  permanecen  con  uno 
solo,  machos.  Ha  sido  esto  confirmado  a  su  vez  por  T.  H.  Morgan,  quien 
ha  demostrado  que  hay  organismos,  como  los  pulgones,  en  los  que  los 
huevos  fecundados  producen  únicamente  hembras,  y  en  ellos  el  huevo  es 
siempre  fecundado  por  espermatozoides  conteniendo  un  cromosoma  acce- 
sorio, a  causa  de  que  el  otro  género  no  puede  vivir  hasta  la  madurez.  Los 
gemelos  desarrollados  de  células  con  el  mismo  número  de  cromosomas 
tienen  siempre  el  mismo  sexo.  De  aquí  que,  como  dice  Loeb,  sea  imposi- 
ble influir  en  el  sexo  de  un  embrión  desarrollado  por  influjos  externos». 
Los  experimentos  de  Morgan,  de  herencia  sexual  limitada  en  la  drosofii- 
la,  parecen  indicar  que  los  cromosomas  accesorios  son  además  los  que 
transmiten  las  cualidades  hereditarias  que  predominan  en  cada  sexo.  To- 
dos estos  experimentos  tienden  a  destruir  las  insostenibles  hipótesis  so- 
bre la  determinación  de  los  sexos,  que  se  habían  venido  defendiendo  en 
los  tiempos  pasados. 

Dos  rasgos  de  la  fisiología  moderna  pueden  ser  especialmente  seña- 
lados: la  doctrina  de  los  hormones  y  la  aplicación  de  los  perfeccionados 
métodos  instrumentales  al  estudio  de  las  afecciones  del  corazón.  En  1902, 
William  M.  Bayliss  y  Ernst  H.  Starling  anunciaron  a  la  Real  Sociedad 
que  la  secreción  del  jugo  pancreático,  que  es  causada  por  la  introducción 
de  un  ácido  en  el  duodeno,  no  es  un  reflejo  local  (2),  sino  producido  por 
una  substancia  (secretina)  segregada  por  la  mucosa  intestinal  bajo  la  in- 
fluencia del  ácido  y  llevada  desde  allí  a  la  glándula  por  la  corriente  san- 
guínea, como  pudieron  demostrar  experimentalmente.  El  subsiguiente  des- 
cubrimiento, por  Pavloff,  de  la  enteroquinasa,  confirmaba  los  puntos  de 
vista  de  Bayliss  y  Starling,  y  este  último  desenvolvió  su  teoría  del  «con- 
trol» químico  del  cuerpo  por  medio  de  los  «hormones»  o  mensajeros 
químicos,  que  van  desde  los  órganos  y  las  glándulas,  por  el  intermedio 
del  aparato  circulatorio,  a  otras  partes  del  cuerpo.  Esta  teoría  había  sido 
ya  espuesta,  quá  teoría,  por  Bordeu  en  el  siglo  xvín;  la  idea  era  inheren- 
te a   la    «pangenesis»    de  Darwin,    y    ha   sido  admirablemente  adoptada 


(1)  McClung:  Biol.  Bull.,  Boston,  1902;  III,  páginas  43_84- 

(2)  Este  fenómeno  había  sido  atribuido  por  Pavloff  y  sus  discípulos  a  un  trc* 
Sejo  ácido»,  procediendo  por  tin  arco  reflejo,  en  el  que  consideraban  al  vago  como 

el  nervio  eferente. 


EL     SIGLO     XX  319 

para  explicar  los  principales  trastornos  clínicos  producidos  por  disturbios 
de  las  glándulas  endocrinas  y,  para  la  teoría  general  del  tratamiento,  por 
los  extractos  animales.  En  1 903,  Charles  E.  de  M.  Sajous  (1852),  de  Fila- 
delfia,  publicó  un  sistema  de  Medicina  basado  en  las  secreciones  internas, 
en  el  que  las  cápsulas  suprarrenales,  la  pituitaria  y  la  tiroides,  se  presen- 
tan como  dirigiendo  o  contrastando  el  mecanismo  inmunizador  del  cuer- 
po. La  antigua  noción  de  las  «afecciones  diatésicas»  está  en  la  actualidad 
viéndose  reemplazada  por  el  concepto  más  definitivo  de  los  trastornos  del 
metabolismo,  muchos  de  los  cuales  (quizá  todos)  van  unidos  con  alguna 
perturbación  del  equilibrio  hormónico,  o  con  algún  trastorno  en  el  funcio- 
namiento de  las  glándulas  endocrinas.  La  operatoria  quirúrgica  ha  des- 
empeñado el  papel  más  importante  en  el  establecimiento  de  la  fisiología 
y  patología  de  estas  glándulas,  una  rama  de  la  medicina  interna,  que  ha 
sido  verdaderamente  desenvuelta  casi  en  absoluto  por  medio  de  la  expe- 
rimentación científica. 


El  punto  de  partida  de  la  doctrina  de  las  secreciones  internas  ha  sido  la  obra  de 
Claudio  Bernard  sobre  la  función  glucogénica  del  hígado  (1848-57),  y  el  estudio, 
por  Addison,  de  la  enfermedad  de  las  cápsulas  suprarrenales  (1849-55).  L°  primero 
ha  sido  puesto  de  relieve  por  los  trabajos  de  Mering  y  Minkowski,  sobre  la  pro- 
ducción experimental  de  la  diabetes  por  la  excisión  del  páncreas  (1885),  y  por  los 
estudios  posteriores  de  E.  L.  Opie  (1901),  Ssoboleff  (1902)  y  W.  G.  MacCallum 
(1909),  demostrando  que  la  probable  fuente  de  esta  glucosuria  pancreática  son  los 
islotes  de  Langerhans.  La  descripción  de  Addison  del  síndrome  suprarrenal  dio 
motivo  a  que  Brown-Sequard  excindiese  las  cápsulas  suprarrenales  en  1856,  repro- 
duciendo síntomas  fatales  parecidos  a  los  de  la  enfermedad  de  Addison,  y  estos  re- 
sultados han  sido  repetidas  veces  confirmados  por  Tizzoni  (188,6-89),  Abelous  y 
Langlois  (1891-93),  Schafer  y  otros.  En  1894-95,  Oliver  y  Schafer  han  encontrado 
que  la  inyección  del  extracto  acuoso  de  cápsulas  suprarrenales  en  la  sangre  pro- 
ducía una  marcada  lentitud  del  corazón  con  aumento  de  la  tensión  sanguínea.  El 
principio  activo  fué  obtenido  por  Jokichi  Takamine,  en  forma  cristalina,  en  1901. 
La  descripción  del  hipertiroidismo  o  bocio  exoftálmico  por  Parry  (1786),  Graves 
(X^3S)  y  Basedow  (1840),  y  del  hipotiroidismo  o  mixedema  por  Curling  (1850),  Gull 
(1&1S)  y  Ord(i877)  hicieron  resaltar  la  misteriosa  importancia  de  la  glándula  tiroi- 
dea, que  fué  excindida  (en  el  perro)  con  fatales  resultados  por  el  fisiólogo  de  Gi- 
nebra Moritz  Schiff  en  1856.  En  1882,  Reverdin,  de  Ginebra,  produjo  el  mixedema 
experimental  por  la  tiroidectomía  total  o  parcial,  y  en  1883,  Theodor  Kocher,  de 
Berna,  expuso  que,  de  100  tiroidectomías,  30  iban  seguidas  de  una  «caquexia  es- 
trumipriva».  En  1884,  Schiff  produjo  60  casos  de  excisión  fatal  en  los  perros,  y  se- 
ñaló que  los  animales  podían  salvarse  por  el  injerto  previo  de  parte  de  la  glándula, 
lo  que  condujo  a  Murray  y  Howitz  al  tratamiento  del  mixedema  con  extractos  ti- 
roideos, con  maravillosos  resultados.  Las  observaciones  de  Horsley  en  los  monos 
y  la  serie  de  investigaciones  de  sir  Felix  Semon  demuestran  que  el  cretinismo,  el 
mixedema  y  la  caquexia  estrumipriva  son  una  misma  cosa.  La  parte  desempeñada 
por  las  secreciones  internas  ha  sido  puesta  de  manifiesto,  en  primer  término,  por 
Schiff,  y  el  aislamiento  de  la  yodotirina  por  Baumann,  en  1896,  indicaba  sus  rela- 
ciones con  el  metabolismo  del  yodo.  En  1906,  Erwin  Payr  ha  transplantado  un 
trozo  de  tiroides  de  una  mujer  al  bazo  de  su  hija,  mixedematosa,  con  un  feliz  re- 
sultado. Las  glándulas  paratiroideas  han  sido  descritas  por  Ivar  Sandstróm  en  1880, 
y  en  1891  demostraba  Eugene  Gley  que  las  tiroidectomías  negativas  podían  hacer- 
se rápidamente  mortales  si  se  extirpaban  también  todas  las  paratiroideas.  Esto  ha 
sido  confirmado  por  Vassale  y  Generali  en  1896.  La  transplantación  de  las  parati- 
roides  ha  sido  ensayada  por  Eiselsberg  (1892),  Leischner  (1907)  y  W.  S.  Halsted 


320  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

(1909),  y  se  ha  demostrado  que  la  tetania  se  produce  en  los  casos  en  que  una  glán- 
dula paratiroidea  transplantada  es  nuevamente  extirpada,  y  que,  por  el  contrario, 
los  espasmos  tetánicos  desaparecen  después  de  inyectar  el  extracto  salino  de  la 
glándula,  o  de  alimentación  con  la  paratiroides  o  de  injerto  de  la  misma.  Halsted, 
en  1906,  ha  tratado  con  éxito  la  tetania  por  medio  de  la  administración  de  parati- 
roides de  bueyes.  En  1908,  W.  G.  McCallum  y  C.  Voegtlin  han  demostrado  que  la 
administración  de  sales  de  calcio  puede  suprimir  la  tetania,  incluso  en  el  hombre, 
lo  que  parece  relacionar  las  paratiroides  con  el  metabolismo.  La  función  del  timo 
ha  sido  primeramente  investigada  por  Friedleben  (1858);  pero  los  efectos  de  su  ex- 
cisión, o  de  la  inyección  de  sus  extractos,  siguen  siendo  obscuros.  Felix  Platter 
(1 6 1 4)  y  Kopp  (1830)  habían  ya  descrito  casos  de  muerte  tímica  en  el  niño.  El  esta- 
do linfático  ha  sido  primeramente  bosquejado  por  Richard  Bright  (1838),  y  más 
acabadamente  descrito  por  Paltauf  (1889).  Henderson  pudo  retrasar  la  atrofia  de  la 
glándula  por  la  castración  (1904),  y  Patón  ha  encontrado  que  la  timectomía  aumen- 
ta el  crecimiento  de  los  testículos.  El  primer  experimento  de  cirugía  fisiológica  en 
la  especie  humana  ha  sido  llevado  a  cabo  por  el  ginecólogo  Robert  Battey,  que  ha 
excindido  los  ovarios  normales  para  curar  mujeres  neurósicas  y  no  menstruadas, 
en  1872.  Lo  racional  de  esta  operación  en  relación  con  una  supuesta  secreción  in- 
terna, de  un  género  especial,  de  las  células  del  ovario,  ha  sido  posteriormente  jus- 
tificada de  varios  modos  diferentes,  especialmente  en  la  osteomalacia  y  por  los  ex- 
perimentos de  Starling  y  Lane-Claypole,  que  demostraron  que  la  sección  de  los 
nervios  mamarios  o  de  la  médula  espinal  en  las  conejas  no  produce  los  efectos 
inhibitorios  de  la  operación  de  Battey  sobre  el  embarazo  y  la  lactancia.  La  relación 
de  las  células  de  Leydig  en  los  testes  con  la  secreción  interna  está  sub  judie e,  sien- 
do los  experimentos  más  importantes  los  deBrown-Séquard  (i889-9i)y  Poehl  (1896 
a  1897)  sobre  la  inyección  de  los  extractos  testiculares.  En  los  últimos  veinte  años  se 
ha  concedido  mucha  importancia  a  la  glándula  pituitaria.  Excisiones  con  resultado 
fatal  en  los  animales  han  sido  llevadas  a  cabo  porMarinesco(i892),  Vassale  ySecchi 
(1894)  y  otros;  pero  Nicolas  Paulesco,  de  Bucarest,  ha  sido  el  primero  que  ha  he- 
cho notar  que  la  extirpación  del  lóbulo  anterior  da  resultados  fatales,  y  la  del  pos- 
terior, negativos  (1908).  Entre  tanto,  Mohr  describía  el  tumor  de  la  pituitaria  con 
obesidad  (1840);  Pierre  Marie  ha  demostrado  la  relación  de  la  pituitaria  con  la  acro- 
megalia y  el  gigantismo  (1886);  Frohlich  describía  el  tumor  de  la  pituitaria  con  obe- 
sidad e  infantilismo  sexual  (1901)  y  Harvey  Cushing  y  sus  asociados  en  Johns  Hop- 
kins Hospital  producen  actualmente  una  reversión  patológica  experimental  del 
síndrome  de  Frohlich  por  la  excisión  parcial  del  lóbulo  anterior  en  los  perros  adul- 
tos (1908).  Cushing  ha  demostrado  que  la  secreción  del  lóbulo  anterior  ejerce  in- 
fluencia sobre  el  crecimiento  normal  y  el  desarrollo  sexual,  al  paso  que  el  lóbulo 
posterior  tiene  relación  con  el  metabolismo  de  las  grasas  y  de  los  hidratos  de  car- 
bono; la  elevada  tolerancia  de  los  azúcares  en  la  insuficiencia  del  lóbulo  posterior 
inclina  al  tratamiento  con  los  extractos  de  la  pituitaria.  Cushing  y  sus  discípulos 
han  demostrado,  además,  la  relación  de  la  hipófisis  con  la  diabetes  insípida  (191 2) 
y  con  la  hibernación  (19 13).  El  que  las  secreciones  internas  vigilan  y  dirigen  la  con- 
figuración del  cuerpo  y  son  activadoras  de  la  emoción  ha  sido  puesto  de  relieve  por 
los  escritos  de  VV.  B.  Cannon  (1914-16),  G.  W.  Crile  (191 5),  L.  F.  Barker  y  otros. 

La  doctrina  de  la  correlación  de  las  diferentes  secreciones  internas  ha 
sido  señalada  especialmente  por  los  clínicos  vieneses  Hans  Eppinger, 
W.  Falta  y  C.  Rüdinger  (1908-09).  Eppinger  y  Leo  Hess  (i)  han  aplica- 
do, además,  las  ideas  de  Gaskell,  Langley  y  Sherrington  de  cómo  la  opo- 
sición funcional  de  los  dos  sistemas  «autonómicos»  del  sistema  simpá- 
tico puede  utilizarse  para  explicarnos  el  complejo  mecanismo  del  equili- 
brio fisiológico  y  de  la  neurología  visceral  (1910).  Ellos  han  postulado 
dos  opuestas  condiciones  dietéticas,  vago  tono  y  simpático  tono,  descritas 


(1;     Eppinger  y  Hess:  Die  Vagotonic,  Berlín,  191  o. 


EL    SIGLO     XX  321 

en  1892  por  S.  Solis  Cohen  como  «ataxia  vasomotora»,  cuya  semiología 
puede  ser  puesta  de  relieve  gracias  a  ciertas  pruebas  farmacodinámicas . 
Éstas  han  sido  comparadas  con  «las  llaves  o  clavijas  por  medio  de  las 
cuales  se  puede  operar  sobre  el  complicado  instrumento  de  cuerdas  del 
cuerpo,  y  voluntariamente  determinan:  una,  mayor  tirantez  para  aumentar 
sus  vibraciones,  y  otra  las  afloja  para  apagar  su  función >  (i).  Eppinger  y 
Hess  suponen  también  que  el  páncreas  segrega  una  hormona,  «autono- 
mina»,  que  antagoniza  la  adrenalina,  la  hormona  que  gobierna  el  simpá- 
tico autonómico.  Aunque  mucho  de  todo  esto  sea  discutible,  parece  pro- 
bable que  las  hormonas  actúen  a  través  de  la  sangre  sobre  el  sistema  ner- 
vioso central,  a  la  vez  que  los  dos  opuestos  sistemas,  autónomo  y  sim- 
pático, contrasten  las  glándulas  endocrinas  y  las  visceras  formadas  de 
músculos  lisos  (involuntarios). 

La  tendencia  del  pensamiento  moderno  respecto  del  funcionamiento 
cardíaco  se  inclina  en  favor  de  la  teoría  miogénica  de  Gaskell  y  Engel- 
mann,  que  ha  recibido  un  poderoso  apoyo  por  parte  de  la  embriología. 

En  1883,  Gaskell  y  Engelmann  han"  demostrado  que  el  impulso  cardíaco  era 
conducido  por  vías  musculares.  En  1893,  Wilhelm  His,  Jr.  (1863),  y  un  poco  antes 
Stanley  Kent  (1892),  han  descubierto  una  estrecha  banda  de  músculo,  un  resto 
embrionario  entre  las  aurículas  y  los  ventrículos,  llamado  en  la  actualidad  el  fas- 
cículo aurículoventricular  de  His,  que  actúa  como  un  puente  para  los  impulsos 
contráctiles,  de  acuerdo  con  la  teoría  de  Gaskell,  de  que  el  funcionamiento  car- 
díaco es  debido  solamente  a  la  contractilidad  inherente  a  los  músculos.  Posterior- 
mente, Arthur  Keith  y  M.  Flack  (1907)  han  descubierto  un  resto  de  tejidos  de 
fibras  finas,  pálidas,  débilmente  estriadas  en  la  pared  cardíaca,  provisto  de  vasos 
y  relacionado  con  las  fibras  de  Purkinje  y  nervios  terminales,  actualmente  desig- 
nado con  el  nombre  de  nodulo  de  Keith  y  Flack  o  seno-auricular,  y  considerado 
como  «el  que  marca  el  paso  al  corazón».  S.  Tavara  ha  señalado  las  ramificaciones 
musculares  desde  el  fascículo  de  His,  y  ha  descubierto  otro  nodulo  muscular  (atrio 
ventricular)  en  íntima  relación  con  él  (1908).  Si  se  destruye  el  fascículo  de  His  en 
el  perro,  el  impulso  cardíaco  no  puede  pasar  más  allá  de  la  aurícula  al  ventrículo, 
y  este  último  recobra  inmediatamente  su  autonomía  propia,  latiendo  con  un  rit- 
mo mucho  más  lento,  al  paso  que  la  aurícula,  vigilada  por  el  vago,  sigue  latiendo 
como  antes.  Este  es  un  estado  que  se  conoce  en  Patología  con  el  nombre  de  blo- 
queo completo  del  corazón  o  enfermedad  de  Stokes-Adams,  que  His  ha  produ- 
cido experimentalmente  en  1895.  En  el  Johns  Hopkins  Hospital,  Erlanger  ha  com- 
primido, por  medio  de  una  pinza,  el  fascículo  de  His,  bloqueando  de  este  modo  el 
impulso  auricular,  y  obteniendo,  lo  mismo  que  Gaskell,  ritmos  en  dos,  en  tres  y 
en  cuatro  tiempos  y,  finalmente,  el  bloqueo  completo  del  corazón.  Más  luz  sobre  la 
íntima  patología  de  los  trastornos  del  corazón  ha  lanzado  el  galvanómetro  de 
cuerda  inventado  por  Wilhelm  Einthoven,  de  Leyden,  en  1902  (2).  En  1885,  Kolli- 
ker  y  H.  Müller  han  demostrado  que  las  corrientes  de  acción  de  un  corazón,  con- 
trayéndose, pueden  producir  la  contracción  del  músculo  de  una  preparación 
músculonerviosa,  si  el  nervio  de  esta  última  cruza  el  corazón.  En  1889  (3),  Augus- 
tus D.  Waller  concibió  la  idea  de  medir  y  figurar  la  variación  de  las  corrientes  de 
acción  en  el  corazón  viviente,  conduciéndolas  a  través  de  dos  electrodos  colo- 


(1)    Januschke:  Citado  por  L.  F.  Barker. 

2)     Einthoven:  K.  Akad.  v.  Wetensch.  te  Amst.  Proc.  Sect.  Se,  1903-04;  VI,  pá- 
ginas 107-115,  2  láminas. 

tf)     A.  D.  Waller:  Phil.  Ir.,  1889;  Londres,  1890;  CLXXX,  B,  págs.  169-194. 

HlSTOMA   D>    VA.    MbDICOTA.   —  TOMO  II  21 


322  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

cados  sobre  la  piel  humedecida  y  en  relación  con  un  galvanómetro,  obteniéndo- 
se las  curvas  fotografiando  los  movimientos  producidos  por  el  mercurio  de  un 
electrodo  de  Lippmann,  que  fué  el  primero  dado  por  Marey  en  1876.  A  conse- 
cuencia del  retardo  o  inercia  del  menisco  del  mercurio,  las  curvas  en  el  método 
de  Waller  no  eran  completamente  exactas  y  tenían  que  ser  corregidas  por  cóm- 
putos matemáticos.  El  procedimiento  adquirió  mucha  mayor  seguridad  con  el  sen- 
sible instrumento  de  Einthoven,  que  consiste  esencialmente  en  una  cuerda  extra- 
ordinariamente fina,  de  platino  o  de  cuarzo,  forrada  de  plata,  que  está  te'nsa,  como 
la  cuerda  de  un  violin,  en  medio  de  los  dos  polos  de  un  electromagneto  estacio- 
nario. Esto  es  lo  contrario  de  las  condiciones  ordinarias  de  los  galvanómetros,  en 
que  el  magneto  es  movible  y  la  corriente  que  va  a  medirse  pasa  por  los  filamen- 
tos. Cuando  las  débiles  corrientes  del  corazón  pasan  a  través  del  fino  filamento 
producen  desviaciones  del  mismo,  que  serán  más  pequeñas  y  más  cortas,  o  más 
grandes  y  más  largas,  en  relación  con  el  estado  de  tensión.  Las  gráficas  de  la  ex- 
citación cardíaca  que  se  obtienen  de  este  modo  se  llaman  por  Einthoven  «electro- 
cardiogramas» o  telegramas  del  corazón,  en  los  cuales  tenemos  un  boletín  seguro 
de  la  condición  electromotora  del  mismo.  A  pesar  de  que  este  instrumento  es 
costoso,  ha  resultado  un  auxilio  material  para  el  análisis  y  hasta  para  el  diagnós- 
tico de  algunos  estados  como  afecciones  valvulares,  bloqueo  del  corazón,  fibrila- 
ción  auricular,  taquicardia,  pulso  alternante,  pulso  bigeminado,  ritmo  de  galope 
en  tres  y  en  cuatro  tiempos,  y  otras  alteraciones  rítmicas.  El  más  notable  cultiva- 
dor del  estudio  gráfico  de  las  afecciones  cardíacas  es  el  práctico  escocés  sir  james 
Mackenzie,  que  ha  sido  el  primero  en  obtener  simultáneamente  gráficas  del  pulso 
arterial  y  del  venoso  para  dilucidar  las  condiciones  patológicas  del  corazón;  y  para 
resolver  esta  cuestión,  ;qué  cantidad  de  trabajo  es  capaz  de  realizar  el  corazón?, 
concentrando  muchas  investigaciones  futuras  sobre  la  energética  del  músculo  car- 
díaco (1893-94).  Mackenzie  ha  sido  el  primero  en  investigar  las  multiformes  arrit- 
mias y  en  diferenciar  el  «ritmo  nodal»,  que  James  Lewis  definía  anteriormente 
como  «fibrilación  auricular»,  identificándolo  con  ¿[pulsus  irregularis  perpetuus  de 
Bering,  produciendo  experimentalmente  este  estado  colocando  electrodos  dentro 
de  la  aurícula  de  un  animal.  Mackenzie  ha  demostrado,  también,  la  maravillosa 
eficacia  de  la  digital  en  la  fibrilación  auricular  (1910)  y  que  el  uso  de  este  medica- 
mento debe  suprimirse  en  las  arritmias  del  seno,  bloqueo  del  corazón,  taquicardia 
paroxística  y  pulso  alternante.  Cushny  ha  demostrado  el  valor  del  electrocardio- 
grama para  comprobar  los  efectos  de  la  digital,  que  aparentemente  deprime  la 
conductibilidad  del  fascículo  de  His.  De  este  modo,  la  opinión  de  Schmiedeberg 
de  que  la  digital  no  sólo  hace  más  lento  el  corazón,  estimulando  el  vago,  sino  que 
estimula  el  musculo  cardíaco  (1874),  ha  dejado  el  puesto  al  antiguo  punto  de  vista 
de  Boullaud,  de  que  clínicamente  la  digital  es  un  verdadero  «opio  del  corazón» 
(año  1835). 

Otras  muchas  investigaciones  han  sido  llevadas  a  cabo,  y  en  la  actualidad  un 
periódico  inglés,  Heart  (Londres,  1909),  se  ha  fundado  para  este  género  de  es- 
tudios. En  1906,  Einthoven  estableció  una  comunicación  por  alambres  conducto- 
res de  la  electricidad  entre  el  hospital  de  Leyden  y  su  laboratorio,  resúltándole 
posible  obtener  trazados  cardíacos  de  los  enfermos  del  hospital  a  más  de  una  milla 
de  distancia.  Además,  se  ha  encontrado  que  resultaba  posible  el  obtener  repre- 
sentaciones graneas  de)  ritmo  de  los  sonidos  cardíacos  (fonocardiogramas),  por 
medio  de  un  estetóscopo  y  lio  tambor  de  Marey,  utilizando  como  receptor  un  mi- 
crófono o  por  otros  medios,  como  las  llamas  manométricas  o  el  fonoscopio  de 
Weiss,  cuyo  receptor  es  una  ampolla  de  jabón.  Estas  gráficas  pueden  yuxtapo- 
nerse a  las  del  pulso  de  la  carótica  para  la  comparación.  Él  estetóscopo  telefónico 
eléctrico  de  S.  G  Brown  intensiñea  60  veces  los  sonidos  del  corazón,  pudiéndo- 
los transportar  a  largas  distant  wis;  sonidos  de  corazones  de  Londres  han  podido 
h  ochados  en  la  [sla  de  Wight,  a  una  distancia  de  unas  100  millas  aproxima- 
damente (1). 


( 1)     Para  uo  completo  estudio  de  estos  instrumentos,  con  ilustraciones,  véati 
dmirable  resumen  del  profesor  L.  F.  Barker,  Johns  Hopkins  llosp.  Bull.,  Balti- 

35S-389. 


ÉL    SIGLO     XX 


323 


El  problema  de  la  síntesis  de  las  proteínas  de  sus  constituyentes 
aminoácidos  estará  siempre  asociado  al  nombre  de  Emil  Fischer  (1852), 
de  Euskirchen  (Prusia  Renana),  que  ha  sido  profesor  de  Química  en  Mu- 
nich (1879),  Erlangen  (1882),  Würzburg  (1885)  y  Berlín  (1892),  y  que  ha 
consagrado  su  vida  entera  a  esta  obra.  Fischer  ha  descubierto,  descrito, 
aislado  y  formulado  una  gran  serie  de  substancias  nuevas,  tales  como 
la  fenilhidracina  (1875),  las  hidracinas  alifáticas  ( 1 875-77))  mañosa,  iso- 
maltosa  y  los  medicamentos  veronal  (1902),  proponal  (1905),  sayodina 
(1905)  y  elarsón  (1913).  Ha  lle- 
vado a  cabo  amplias  investigacio- 
nes sobre  la  síntesis  de  las  puri- 
nas  y  sus  compuestos,  incluyen- 
do la  cafeína,  xantina,  teobromi- 
na  (1879-95),  y  ha  desarrollado 
el  «árbol  genealógico»  de  la  gota, 
demostrando  el  núcleo  purina 
como  una  especie  de  plasma 
germinativo  común  a  todos  los 
productos  metabólicos  de  la  en- 
fermedad. Ha  sintetizado  la  ma- 
yoría de  los  azúcares  ( 1 883-94), 
incluso  las  seis  hexosas  deriva- 
das del  manitol  y  catorce  de  las 
diez  y  seis  aldohexosas  isoméri- 
cas posibles,  predichas  por  van't 
Hoff  y  Le  Bel;  y  en  sus  estudios 
sobre    los    polipéptidos    (1869 

a  1906)  [i]  enlaza  juntamente  grandes  cadenas  de  substancias  ami- 
noácidas  para  formar  aquellos  compuestos  que  son  partes  esenciales 
de  las  diferentes  moléculas  proteicas.  Liebig  pensaba  que  había  una  sola 
proteína  primitiva.  Paul  Schützenberger  y  otros  químicos  recientes  han 
demostrado  que  las  proteínas  individuales  difieren  unas  de  otras  respec- 
to de  los  diferentes  aminoácidos  que  producen  por  hidrólisis.  Fischer 
ha  inventado  métodos  cuantitativos  para  aislar  aquéllos,  y  ha  podido 
demostrar  la  existencia  de  un  grupo  amido  o  núcleo  común  a  todas  las 
proteínas.  Sus  investigaciones  sobre  las  enzymas  (1894)  prueban  que  és- 
tas son  específicas  en  su  acción,  afectando  únicamente  a  determinadas 
substancias  químicas,  con  las  cuales,  como  él  ha  podido  demostrar,  están 


Emil   Fischer    (1852). 
(De  una  fotografía  de  la  Biblioteca  General  de]Cirugía.) 


(1)     Fischer:   Untersuchungen  über  Aminosáuren,  Polipeptide  una  Proteine,  Ber- 
lín, 1906. 


324 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


en  relación  como  una  llave  con  su  cerradura  o  un  guante  con  una  mano, 
una  idea  análoga  a  la  que  Ehrlich  ha  aplicado  hábilmente  en  su  teoría  de 
las  cadenas  laterales.  Un  rasgo  brillante  de  su  genio  ha  sido  el  deliberado 
intento  de  Fischer  de  obtener  un  hipnótico  seguro,  terminando  por  la  sín- 
tesis del  veronal  (1904)  [i].  Ningún  químico  de  la  época  moderna  ha  me- 
recido más  que  él  el  honor  del  premio  Nobel,  que  le  ha  sido  concedido 
en  1902. 

Emil    Abderhalden   (1877),  de  Saint  Gall  (Suiza),  discípulo  de   Emil 

Fischer,  profesor  de  Fisiología 
en  Halle,  es  autor  de  una  biogra- 
fía del  alcoholismo  (1897)  y  de 
un  libro  de  texto  de  química 
fisiológica  (1908),  y  es  el  editor 
de  un  manual  de  técnica  bioquí- 
mica (1909-1910),  al  cual  ha  adi- 
cionado muchos  procedimientos 
nuevos.  Ha  llevado  a  cabo  un 
gran  número  de  investigaciones 
del  metabolismo  y  sobre  las 
substancias  alimenticias,  adop- 
tando el  método  de  Cari  Lud- 
wig  de  publicar  sus  investigacio- 
nes en  colaboración  con  sus  dis- 
cípulos. El  campo  especial  de 
sus  estudios  es  la  integración  y 
desintegración  de  los  albuminoi- 
des  y  de  los  ácidos  nucleíni- 
cos en  el  organismo  animal,  el  metabolismo  celular  (1911),  la  sínte- 
sis de  su  Bausteine  (1912)  y  la  síntesis  de  principios  alimenticios  artificia- 
les que  él  ha  probado  experimentalmente  en  los  animales.  Sostiene  que 
las  células  individuales  de  los  alimentos  vegetales  y  animales  están  hechas 
de  un  número  de  unidades  químicas  o  fásicas,  que  en  la  digestión  y  en  el 
metabolismo  son  desdobladas  o  transformadas  en  otras  substancias  para 
ser  asimiladas  al  cuerpo  de  las  células,  con  arreglo  a  las  necesidades  de 
las  mismas.  En  su  intento  de  sintetizar  un  alimento  artificial,  ha  podido 
demostrar  que  los  perros  pueden  ser  alimentados,  con  éxito,  con  los  ami- 
noácidos constituyentes  de  la  albúmina;  que  el  tryptophan  es  esencial  para 
la  nutrición,  pero  la  glicocola  no;  que  la  glucosa  puede  ser  reemplazada 
por  hidratos  de  carbono  complejos;   que  la  glicerina  y  los  ácidos  grasos 


Emil    Abderhalden  (1877) 


(i)      'Iherap.  d.  Gcgenwart,  Berlín,  1904;  XLV,  pág.  145. 


EL    SIGLO     XX  325 

pueden  reemplazar  a  las  grasas,  y  que  los  ácidos  nucleínicos  pueden  ser 
reemplazados  por  sus  productos  de  desdoblamiento  (nucleósidos,etc).  Ab- 
derhalden  ha  hecho,  además,  un  estudio  de  los  fermentos  protectores  del 
organismo  animal  y  ha  obtenido  una  prueba  bioquímica  para  el  embarazo 
y  otros  estados,  por  medio  de  la  reacción  de  los  fermentos  (1912)  [1]. 

En  América,  Thomas  B.  Osborne  y  Lafayette  B.  Mendel  han  realiza- 
do igualmente  una  importante  labor  experimental  sobre  los  alimentos  ar- 
tificiales o  sintéticos  (191 1),  el  valor  nutritivo  de  diferentes  substancias 
(191 3- 1 5),  el  papel  de  las  vitaminas  como  factores  accesorios  del  régimen, 
y  la  leche  libre  de  proteínas  y  de  grasas  como  determinantes  del  des- 
arrollo (191 5). 

En  estos  últimos  años  hemos  observado  un  asombroso  aumento  de  la 
literatura  de  la  Psicología  normal,  patológica  y  comparada,  incluso  en 
aquellos  asuntos  que  con  ella  se  relacionan,  como  son  los  problemas  pe- 
dagógicos, el  psicoanálisis,  la  psicoterapia,  epistemología,  los  aspectos 
científicos  de  la  evidencia  y  las  relaciones  del  pensar  cotidiano  con  los 
linderos  de  la  locura.  La  Psicología  comparada  gira  meramente  desde  la 
teoría  de  Loeb  del  tropismo  en  las  formas  inferiores  (a  cuyos  puntos  de 
vista  hay  algunos  que,  como  H.  S.  Jennings,  son  opuestos)  y  el  estudio 
del  behavior  (conducta)  en  los  animales  superiores.  El  desarrollo  mental 
del  reciénnacido  ha  sido  especialmente  estudiado  por  Kussmaul  y  Preyer. 
La  Psicología  pedagógica  y  juvenil  ha  sido  tratada  por  Binet,  Claparéde, 
Stanley  Hall,  Seguin,  Maria  Montessori  y  otros.  Entre  los  maestros  de  la 
Psicología  patológica  se  encuentra  Pierre  Janet  (1859),  profesor  del  Cole- 
gio de  Francia,  que  ha  desarrollado  la  teoría  del  automatismo  psicológi- 
co (1889),  las  relaciones  entre  las  neurosis  y  las  ideas  fijas  (1898)  [2],  ha 
descrito  la  psicastenia  (1903)  y  ha  hecho  extensos  estudios  acerca  del  es- 
tado mental  de  los  enfermos  histéricos  (1903-08).  En  1 905 -08,  Alfred 
Binet  (1857-1911)  y  Th.  Simon  han  ideado  una  notable  serie  de  pruebas 
en  serie  para  graduar  el  retardo  mental,  gracias  a  las  cuales  es  posible  lo- 
calizar el  estado  del  desarrollo  intelectual  del  sujeto  observado,  en  rela- 
ción con  la  edad  y  el  desarrollo  físico  del  mismo;  así  capacitan  a  los 
maestros  e  inspectores  escolares  para  separar  los  niños  defectuosos  o 
«anormales».  Otro  desarrollo  característico  es  el  acabado  o  intenso  estu- 
dio de  la  psicología  sexual,  que  ha  preocupado  extraordinariamente  a  los 
escritores  modernos,  desde  los  hombres  de  ciencia,  como  Krafft-Ebing  y 
Havelock  Ellis,  hasta  los  locos  y  los  literatos  como  Nietzsche  y  Weininger. 


(1)  Abderhalden:  Ztschr.f.physiol.  Ckem.,  Estrasburgo,  1912;  LXXVII,pág.  249; 
LXXXI,  pág.  90. 

(2)  Année  psychol.,  'París,  1 905-08,  passim. 


326  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

La  atmósfera  de  los  tiempos  modernos,  su  arte,  su  literatura,  su  poesía,  sus 
dramas,  todo  está  saturado  de  sexualismo.  Poetas  como  Goethe,  Swinbur- 
ne y  Walt- Whitman  han  hecho  mucho  por  disipar  la  antigua  pesadilla 
teológica  de  la  perversidad  de  la  sexualidad  normal  en  el  hombre  y  en  la 
mujer,  y  han  sido  los  precursores  del  punto  de  vista  científico  de  que  el 
instinto,  guiado  por  las  restricciones  éticas  naturales,  es  la  parte  más  im- 
portante en  el  desarrollo  de  la  Humanidad,  con  la  que  habrá  que  contar 
y  a  la  que  será  necesario  reconocer  siempre.  Schopenhauer  ha  escrito  so- 
bre este  asunto  con  un  realismo  inexorable  y  amargo,  y  últimamente, 
mujeres  de  tan  gran  reputación  como  Rahel  Varnhagen,  Ellen  Key  y 
Helen  Putnam  han  considerado  la  materia  desde  un  punto  de  vista  muy 
elevado,  proporcionado  a  su  importancia  y  en  relación  con  aquellos  otros 
problemas  como  la  higiene  y  el  bienestar  de  los  hijos,  el  aumento  de  la 
prostitución  y  del  vicio  comercializado,  la  esclavitud  social  de  la  mujer  en 
las  aglomeraciones  humanas  y  otras  degradaciones  de  una  época  pura- 
mente industrial.  En  Alemania  se  consagran  varios  periódicos  exclusiva- 
mente al  estudio  del  problema  sexual,  tomando  en  cuenta  el  asunto  de  la 
enseñanza  biológica  de  los  niños  escolares  desde  este  punto  de  vista.  Des- 
de el  punto  de  vista  patológico,  existe  la  cuestión  de  las  perversiones  se- 
xuales y  de  los  crímenes  que  de  ellas  resultan;  por  las  cuales,  desde  los 
pueblos  jóvenes  y  sanos,  como  los  limítrofes  de  los  Estados  Unidos,  en 
los  que  ninguna  providencia  especial  ha  sido  necesaria  en  los  procedi- 
mientos criminales,  hasta  las  aglomeradas  condiciones  de  las  ciudades 
modernas,  va  creciendo  en  extensión  el  desagradable  asunto  (i).  La  parte 
desempeñada  por  la  supresión  o  represión  de  la  sexualidad  en  el  desarro- 
llo de  los  estados  neurósicos  ha  sido  especialmente  estudiada  por  Sigmund 
Freud  (1856),  de  Freiberg,  en  Moravia,  discípulo  de  Charcot  y  profesor 
de  Neurología  en  Viena.  Charcot,  como  ya  hemos  visto,  ha  lanzado  el 
desprestigio  sobre  la  teoría  sexual  del  histerismo;  Janet,  desde  1 889,  ha 
hecho  resaltar  la  importancia  de  los  factores  emotivos;  Breuer  y  Freud 
han  ideado  el  tratamiento  catártico  (interrogatorio  en  hipnosis),  y  Freud 
ha  interpretado  el  mecanismo  del  histerismo  como  la  resultante  de  un 
traumatismo  psíquico  o  choque  nervioso,  de  naturaleza  sexual  en  último 
término,  conduciendo  a  la  incubación  morbosa  de  una  especie  de  involu- 


i  |l  Caspar,  en  su  Manual  Práctico  de  Medicina  Legal  (1856),  consider; 
orno  pertenecientes  a  esas  t extrañas  quimeras  que  alguna  vez  as 
cienden  desde  los  bajos  fondos  de  las  ciudades».  Su  estudio  moderno  es  debido 
Krafft-Ebing  (1886)  y  a  Leopold  von  Meerscheidt-Hüllesem,  jefe  de  la  Policía  ■ 
Berlín,  que  demostraron  la  necesidad  d<  la  separación  y  vigilancia,  bajo  las  huma 
naé restricciones,  en  las  grandes  ciudades,  de  los  individuos  invertidos,  aunqui 
uo  1,1  [ue  teniendo  en  cuenta   las  tendem  i.is  criminales  v  homicidas  que 

como  se  sabe,  se  desenvuelven  en  tales  pervertidos. 


EL    (SIGLO    XX 


327 


ción  mental.  Los  discípulos  y  partidarios  de  Freud  sostienen  en  la  actua- 
lidad la  existencia  del  factor  sexual  en  las  personas  normales;  pero  la  ma- 
nera de  reaccionar  el  individuo  es  la  que  caracteriza,  según  demuestra  la 
experiencia,  al  neurósico.  La  idea  básica  de  la  teoría  de  Freud  es  la  de 
que  un  gran  número  de  procesos  mentales,  incluso  de  los  corrientes,  pro- 
ceden de  orígenes  ocultos,  desconocidos  o  no  sospechados  por  el  mismo 
sujeto.  Desenvuelve  él,  además,  la 
teoría  de  la  importancia  de  los  sue- 
ños (Traumdeutung),  de  los  dichos 
ingeniosos,  de  la  amnesia  infantil, 
del  autoerotismo  (Ellis),  de  los  re- 
cuerdos inconscientes,  de  las  accio- 
nes impensadas,  de  las  neurosis  de 
ansiedad,  y,  además,  de  diferentes 
aspectos  de  la  «psicopatología  de 
la  vida  diaria».  El  cree  en  la  exis- 
tencia de  un  rígido  determinismo 
de  los  efectos  psíquicos  y  de  mu- 
chos procesos  mentales  complejos 
que  no  llegan  nunca  al  campo  de  la 
conciencia  y  que  únicamente  pue- 
den ser  descubiertos  gracias  a  un 
proceso  de  psico-análisis,  en  el  des- 
arrollo del  cual  ha  sido  ayudado  por 
su  discípulo  C.  G.  Jung.  El  famoso 
y  afortunado  caso  de  Freud,  el  caso 
de  la  enferma  «Dora»,  era  de  este 
género.  La  corrección  de  sus  ra- 
zonados  puntos  de  vista  se  apoya 

en  el  afortunado  tratamiento  del  histerismo  por  el  descargar  de  la  mente 
o  por  otra  apropiada  psicoterapia.  Desde  su  punto  de  vista,  la  base  de 
toda  neurosis  sexual  es  el  afecto  inconsciente  del  niño  hacia  sus  padres, 
alguna  vez  con  hostilidad  hacia  el  progenitor  del  mismo  sexo.  El  «mito 
de  Edipo»,  como  se  ha  denominado  pensando  en  la  «familia  de  la  leyen- 
da», simboliza,  en  términos  sencillos,  la  lucha  del  individuo  por  alcanzar 
su  autoconfianza  y  autorresolución  desprendiéndose  de  la  dependencia  de 
los  padres.  De  este  modo  se  puede  considerar  como  la  medida  del  grado 
de  infantilismo  en  el  sujeto   neurótico  (i).   El  interés  de  esta  teoría  es  lo 


Sigmund  Freud  (1856) 


(1)     \V.  A.   White:   Mechanisms  of  Character  Formation,  New- York,   1906;  pági- 
nas 145-176. 


328  HISTORIA     DE     LA-MEDICINA 

profundamente  que  ha  sabido  investigar  Freud  en  la  mentalidad  primiti- 
va, en  lo  que  Jelliffe  llama  «paleopsicología»,  en  el  pasado  histórico  de  la 
psiquis  individual.  Ha  dado,  además,  a  los  neurólogos  un  nuevo  instru- 
mento para  explorar  los  estados  inconscientes,  que  en  manos  competen- 
tes y  equilibradas  puede  resultar  eficaz.  En  América,  sus  ideas  han  sido 
seguidas  por  J.  J.  Putnam,  A.  A.  Brill,  William  A.  White  y  otros,  y  algu- 
nas variaciones,  como  la  teoría  de  Bleuler  del  normal  «pensamiento  autís- 
tico»,  vienen  a  demostrar  los  muy  estrechos  límites  que  algunas  veces  se- 
paran la  salud  mental  de  la  demencia. 

Parasitología  y  Quimioterapia. — En  la  última  década  del  siglo  xix, 
como  uno  de  los  resultados  de  los  múltiples  perfeccionamientos  alcan- 
zados por  la  técnica  microscópica  y  bacteriológica,  los  médicos  comen- 
zaron a  estudiar  los  parásitos  animales  y  vegetales,  y  especialmente  los 
protozoos,  como  causas  de  enfermedades;  pero  los  mayores  triunfos  en 
este  terreno  corresponden  al  siglo  xx. 

Antes  de  esta  época,  Agostino  Bassi  había  encontrado  el  organismo  patógeno 
(Botrytis  Bassiana)  de  la  enfermedad  de  los  gusanos  de  seda  o  muscardina  (1837); 
Schónlein,  el  acorion  de  la  tina  favosa  (1839);  Donné,  el  tricomonas  de  la  vagina 
(1837);  Johannes  Müller,  el  psorospermia  (1841);  David  Grüby,  el  tripanosoma  de 
la  sangre  en  la  rana  (1843);  Davaine,  el  cercomonas  hominis  (1857);  Malmsten,  el  ba- 
lantidium  coli  (1857);  Lambí,  el  lamblia  intestinalis  (1859).  Küchenmeister  ha  des- 
cubierto que  los  parásitos  pueden  cambiar  de  huésped  (metaxenia)  [1851-53]. 
Leuckart  extendió  la  idea  general  de  los  huéspedes  intermedios  a  los  artrópodos, 
y  bajo  su  dirección  Fedschenko  determinó  la  historia  vital  de  la  filaría  de  Medina 
en  los  ciclops  en  1869.  Esto  condujo  a  los  estudios  de  Patrick  Manson  sobre  el 
desarrollo  de  la  filaría  brancofti  en  los  mosquitos  (1879);  de  Smith  y  Kilborne,  so- 
bre las  garrapatas  y  la  fiebre  de  Tejas  (1888);  de  Bruce,  sobre  la  mosca  tsetse  y  la 
nagana  (1894);  de  Ronald  Ross,  sobre  la  malaria  y  los  mosquitos  (1889-98);  de  Fin- 
lay  (1 88 1),  Walter  Reed  y  sus  asociados,  sobre  la  fiebre  amarilla  y  la  stegomia 
(1900).  El  primer  grupo  de  enfermedades  parasitarias  que  se  investigaron  fué  de 
las  disenterías  protozoarias,  las  amebas  de  las  cuales  fueron  vistas  por  Lambí 
en  i860,  por  Lewis  en  1870,  y  por  Loesch  (1875),  Que  hizo  dibujos  de  ambas  for- 
mas, la  inocua  y  la  patógena,  pudiendo  infectar  con  ésta  a  los  perros.  Koch  y  Kar- 
tulis,  en  Egipto,  encontraron  que  las  amebas  eran  un  hallazgo  constante  en  las 
autopsias  de  los  disentéricos  y  también  en  los  abscesos  del  hígado,  estableciendo 
la  diferencia  entre  la  disentería  endémica,  debida  a  las  amebas,  y  la  disentería 
epidémica,  producida  por  bacterias.  Osler  pudo  confirmar  esto  en  el  Johns  Hop- 
kins Hospital  ( 1 890).  El  término  disentería  amebiana  ha  sido  ideado  por  W.  T.  Coun- 
cilman y  H.  A.  Lafleur  en  el  Johns  Hopkins  Hospital,  habiéndose  reconocido  dos 
tipos  de  parásitos,  la  inofensiva  amoeba  coli  y  la  patógena  amoeba  dysenteriae.  Este 
modo  de  ver  ha  sido  confirmado  por  Casagrandi  y  Barbagallo  (1897),  y  particular- 
mente por  Fritz  Schaudinn,  que  ha  calificado  a  la  forma  inofensiva  como  entamoeba 
coli,  y  a  la  patógena,  de  entamoeba  histolytica  (1903).  Estas  especies  fueron,  en  pri- 
mer término,  confirmadas  por  Craig,  quien  después  encontró  la  patógena  e?ita- 
mocba  tetragena,  de  Viereck,  en  las  Filipinas,  y  descubrió  una  nueva  especie  para- 
sitaria de  la  diarrea,  la  craigia  (paramoeba)  hominis  (1906),  que  Calkins  ha  consi- 
derado como  un  género  nuevo.  Otras  especies  patógenas  de  amebas  han  sido  des- 
critas por  diferentes  observadores,  y  las  infecciones  diarreicas  y  disentéricas  se 
han  encontrado  asociadas  además  con  la  laverania,  leishmania,  balantidium  coli  y 
las  formas  flageladas,  anteriormente  mencionadas,  cercomonas,  tricomonas  y  lam- 
blia. Entre  tanto,  el  problema  de  la  disentería  bacilar  era  puesto  en  claro  con  el 


EL     SIGLO     XX  329 

descubrimiento  de  los  bacilos  por  Shiga  en  el  Japón  (1898),  Kruse  en  Alemania 
(1900)  y  Flexner  en  Manila  (1900).  Gran  parte  de  las  disenterías  tropicales  se  ha 
averiguado  que  son  amebianas,  al  paso  que  las  de  las  zonas  templadas  son  gene- 
ralmente bacilares.  El  endamoeba  buccaíis,  descrito  por  Prowazek,  en  1904,  ha  sido 
identificado  como  un  organismo  asociado  con  la  piorrea  alveolar. 

Los  síntomas  de  la  anquilostomiasis  se  encuentran  bosquejados  vagamente  en 
los  papiros  del  Egipto,  y  por  espacio  de  siglos  esta  afección  ha  sido  designada  in- 
distintamente con  los  nombres  de  clorosis  egipcíaca  o  tropical,  anemia  de  los  mi- 
neros o  de  los  alfareros  y  enfermedad  del  túnel  de  San  Gotardo.  El  parásito  ha 
sido  descrito,  como  anquilostoma  duodenal,  por  Angelo  Dubini  (1843),  y  sus  rela- 
ciones causales  con  la  enfermedad  han  sido  expuestas  por  Wilhelm  Griesinger 
(1866).  En  1900,  el  capitán  Bailey  K.  Ashford,  del  ejército  de  los  Estados  Unidos, 
ha  descubierto  el  gran  predominio  de  la  dolencia  en  Puerto  Rico,  y  bien  pronto 
se  encontró  que  era  también  muy  común  entre  la  población  rural  de  los  Estados 
del  Sur  (E.  U.),  por  Charles  Wardell  Stiles  (1867),  de  Spring  Valley  (Nueva  York), 
quien  descubrió  que  el  parásito  de  las  infecciones  americanas  es  una  nueva  espe- 
cie, que  él  llama  uncinaria  americana  (1902)  y  posteriormente  necator  americanus. 
Stiles,  que  ya  había  hecho  su  reputación  en  parasitología  por  su  obra  de  revisión 
de  las  especies  y  de  la  nomenclatura  y  por  sus  contribuciones  a  la  zoología  des- 
criptiva, se  ha  consagrado  desde  entonces,  como  profesor  de  Zoología  en  la  Sani- 
dad Pública  de  los  Estados  Unidos,  y  en  el  servicio  del  Hospital  de  Marina,  a  la 
tarea  de  exterminar  la  enfermedad  en  los  Estados  del  Sur,  en  relación  con  la  Co- 
misión Rockefeller  (actualmente  Oficina  Internacional  de  Sanidad),  fnndada  con 
este  propósito  en  octubre  de  1909.  Bajo  la  administración  de  Wickliffe  Rose,  esta 
Oficina  consiguió  unir  los  periódicos,  oficinas  de  higiene,  escuelas  y  organizacio- 
nes médicas  del  Sur,  para  que  cooperasen  en  el  establecimiento  de  clínicas  públi- 
cas, de  tal  modo,  que  las  autoridades  locales  fuesen  ya  capaces  de  prestar  cuida- 
dos a  los  enfermos,  por  una  «intensa  labor  común  de  higiene»,  y  el  Instituto  Roc- 
kefeller podía,  así,  extender  sus  actividades  a  otros  campos.  En  tres  años  (1910 
a  191 2),  no  bajan  de  393.566  las  personas  que  han  sido  tratadas  de  la  anquilosto- 
miasis en  esas  clínicas  públicas  del  Sur.  En  1898,  Arthur  Loos  ha  hecho  el  impor- 
tante descubrimiento  de  que  la  larva  de  anquilostoma  puede  penetrar  a  través  de 
la  piel,  llegando  al  intestino  por  una  desviada  ruta,  y  este  hecho  ha  permitido  a 
Siles  y  Ashford  aplicar  medidas  eficaces  para  la  profilaxia  entre  las  poblaciones 
rurales.  En  la  campaña  de  Ashford  contra  la  enfermedad  en  Puerto  Rico  (1903-04), 
unas  300.000  personas,  en  una  población  de  un  millón,  han  sido  tratadas,  con  una 
reducción  de  un  90  por  100  en  la  mortalidad  por  anemia.  La  pelagra,  que  recien- 
temente ha  sido  identificada  en  América,  ha  sido  acabadamente  estudiada  por 
Marie,  Sambon  y  otros  en  Europa,  y  por  James  W.  Babcock,  Claude  H.  Lavinder, 
Joseph  Goldberger  y  otros  médicos  americanos.  Habiendo  sido  atribuida,  varia- 
blemente, a  un  parásito  transmitido  por  la  mosca  simulium,  o  por  el  alimento  em- 
pozoñado  por  substancias  fotodinámicas,  se  clasifica  en  la  actualidad  con  el  ergo- 
tismo,  el  beriberi,  el  escorbuto  y  el  raquitismo,  entre  las  afecciones  por  carencia 
(avitaminosis),  debidas  a  la  falta  de  hipotéticos  activadores  de  la  digestión  y  de  la 
nutrición  (vitaminas),  de  Casimir  Funk  (191 3)  [1].  Goldberger  ha  demostrado  su 
producción  experimental  en  enfermos  que  la  sufren  a  consecuencia  de  una  dieta 
defectuosa,  sostenida  durante  el  tiempo  suficiente,  y  en  su  curación  y  profilaxia 
por  medio  del  régimen  apropiado  (1915). 

En  191 1  el  parásito  palúdico  de  La  verán  ha  sido  obtenido,  en  cultivo  puro  in 
vitro,  por  Charles  C.  Bass,  de  Nueva  Orleans.  Howard  Taylor  Ricketts  (1870- 19 10), 
de  Findlay  (Ohio),  discípulo  de  Hektoen,  descubrió  que  la  fiebre  manchada  de  las 
Montañas  Rocosas  se  transmite  por  medio  de  la  garrapata  de  los  bosques  (Der- 
macentor  occidenialis)  en  1907,  y,  con  R.  M.  Wilder,  que  el  tifus  mejicano  (tabardi- 
llo) es  transmisible  por  los  piojos  (Pediculus  vestimenti)  en  19 10.  Esto  había  sido  ya 
demostrado  para  el  tifus  de  Europa  por  Charles  Nicolle  (1909),  y  en  el  mismo  año, 
John  F.  Anderson  y  Joseph  Goldberger,  del  Instituto  Público  de  Higiene  (E.  U.) 
produjeron,  con  éxito,  inoculaciones  del  tifus  en  los  monos.  La  enfermedad  descu- 
bierta por  Nathan  E.  Brill  en  Nueva  York,  en  19 10,  se  ha  demostrado  por  Goldber- 


(1)     C.  Funk:  Die  V  it  amine,  Wiesbaden,  1914. 


330  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

ger  y  Anderson  ser  una  forma  atenuada  del  tifus.  El  organismo  específico  del  tifus 
ha  sido  descubierto  por  Harry  Plotz,  del  Hospital  del  Monte  Sinai  (New-York)  en 
1915,  dándosele  el  nombre  de  Bacillus  typhi  exanthcmatici  por  William  H. Welch. 

Los  tripanosomas  descubiertos  por  David  Grüby  (1809-98)  en  la  rana  (1843)  y 
por  Lewis  en  la  rata  (1878)  no  eran  patógenos;  pero  un  nuevo  interés  hacia  estos 
parásitos  fué  despertado  cuando  Griffith  Ewans,  en  1880,  descubrió,  en  la  India, 
que  la  surra,  una  enfermedad  de  caballos,  muías,  camellos  y  del  ganado  vacuno, 
era  causada  por  una  variedad,  a  la  que  posteriormente  Steel  y  Crookshank  dieron 
el  nombre  de  trypanosoma  evansi  (1885-86).  En  1894,  sir  David  Bruce  (1855)  encon- 
tró que  la  enfermedad  de  la  mosca  tsetse  o  nagana,  de  Zululandia,  es  debida  al  try- 
panosoma brucei  (Pummer  y  Bradford,  1899),  que  ha  podido  demostrar  experimen- 
talmente  que  es  conducido  de  la  sangre  de  los  animales  enfermos  a  las  vacas  y  ca- 
ballos por  aquella  mosca  (Glossina  morsitans).  En  el  mismo  año  (1894),  Rouget  des- 
cubrió el  trvpanosoma  equipcrdum  (Dofiein,  1901),  como  causa  de  la  durina  o  mal  del 
coito  de  los  caballos;  en  1901,  Elmassian  ha  encontrado  el  trvpanosoma  cquinum 
(Vosges,  1902)  como  causas  del  mal  de  caderas  en  los  perros  y  caballos  sudameri- 
canos; Theiler,  en  1902,  ha  encontrado  el  trypanosoma  theileri  (Bruce,  1902),  en  la 
afección  biliar  bovina  o  galziekte  del  Sur  de  Africa,  y  el  trypanosoma  dimorpkon(La- 
veran  y  Mesnil,  1904)  ha  sido  encontrado  como  causa  de  otra  enfermedad  de  los 
animales  en  el  Africa  ecuatorial  por  Dutton  y  Todd  en  1904.  El  más  importante  ha- 
llazgo, no  obstante,  ha  sido  el  del  tripanosoma  gambiense  en  la  sangre  humana  por 
J.  Everett  Dutton  en  1901,  que  después  ha  sido  visto  por  Aldo  Castellani  en  el  lí- 
quido cefalorraquídeo  v  en  la  sangre  de  cinco  casos  de  la  enfermedad  del  sueño, 
africana  (1903).  Ya  había  sido  demostrado  por  Bruce  y  Navarro,  de  la  Comisión  de 
la  Sociedad  Real,  que  la  mosca  tsetse  es  la  conductora  de  la  enfermedad,  y  que  la 
fiebre  de  Gambia,  la  enfermedad  primeramente  vista  por  Dutton  y  Todd  en  1902, 
y  la  enfermedad  del  sueño  son  dos  aspectos  de  una  misma  infección.  Una  variedad 
brasileña  de  las  tripanosomiasis  humana,  debida  al  trypanosoma  cruzi y  transmitida 
por  una  chinche  (( onorhinus  sanguisuga)  ha  sido  descrita  por  Carlos  Chagas 
en  1909.  Otro  notable  parásito  ha  sido  encontrado  en  1900  por  sir  William  Boog 
Leishman  (1865).  en  una  membrana  de  una  autopsia,  en  un  caso  de  fiebre  en  Dum- 
Dum,  cerca  de  Calcuta,  y  posteriormente  descrita  por  él,  en  mayo  de  1903,  como 
posiblemente  un  tripanosoma.  En  julio  de  1903,  el  Mayor  C.  Donovan  ha  encon- 
trado el  mismo  parásito  en  la  sangre  tomada  durante  la  vida  por  una  punción  del 
bazo.  En  julio  de  1904,  Leonard  Rogers  anuncia  el  desarrrollo  de  este  parásito  en 
forma  flagelada,  y,  en  1006-1907,  Walter  Scott  Patton  describe  su  desarrollo  flage- 
lado en  la  chinche  de  las  camas.  Todos  estos  descubrimientos  han  asociado  los 
cuerpos  de  Leishman-Donovan  con  la  esplenomegalia,  la  fiebre  dum-dum  o  kala- 
azar.  En  1903,  James  Homer  Wright  ha  encontrado  parásitos  semejantes  (Leishma- 
nia  trópica)  en  las  úlceras  endémicas  de  Oriente,  y,  en  1908,  Charles  Nicolle  ha  en- 
contrado la  leishmania  infantum  en  el  kala-azar  infantil.  En  1888,  Víctor  Babés 
(1854),  médico  de  Rumania,  descubrió  un  pequeño  protozoo  en  la  sangre  de  la  oveja 
padeciendo  de  una  afección  epizoótica  denominada  «carceag»,  cuyo  género  fué  lla- 
mado por  Starcovici  (1893)  «babesia»  en  honor  de  su  descubridor,  habiéndose  pro> 
puesto  por  Patton,  en  1895,  el  nombre  de  piroplasma.  Un  parásito  análogo  ha  sido 
reclamado  por  Babés  como  causante  de  la  fiebre  hemoglobinúrica  del  ganado  va- 
cuno en  Europa,  y  en  el  mismo  año,  Theobald  Smith  (1859)  encontró  el  organismo 
Pyrosoma  bigeminum  en  la  fiebre  de  Tejas,  habiendo,  además,  demostrado,  con 
F.  L.  Kilborne,  su  transmisión  por  la  garrapata.  Esta  ha  sido  la  primera  demostra- 
ción, después  de  la  de  Manson,  de  la  transmisión  de  la  infección  por  un  insecto 
chupador  de  la  sangre,  y  desde  este  momento  fué  haciéndose  camino  el  conoci- 
miento de  las  diferentes  piroplasmosis  o  babesioses,  siendo  la  mejor  conocida  la 
forma  canina  (Piroplasma  0  Babesia  cauis.  Piaña  y  Galli  Valerio,  1895),  cuyo  (icio 
vital  ha  sido  *  uidadosamente  trazado  por  G.  H.  F.  Nuttall  y  Graham  Smith.  El  11a- 
mado piroplasma  hominis,  presunta  causa  de  la  fiebre  manchada  de  las  Montañas 
Rocosas,  se  ha  demostrado  por  Craig  ser  un  artefacto  de  los  eritrocitos  (1904)-  En 
1903,  inclusiones  celulares  intensamente  coloreables  con  el  azul  de  metileno  y  la 
eosina  fueron  encontradas  en  el  sistema  nervioso,  en  los  casos  de  hidrofobia,  por 
Vdelchi  Negri  (1876-1912),  v  un  cultivo  de  estos  mismos  cuerpos  ha  sido  obtenido 
por  Hideyo  Noguchi  en  1913.  El  cytoryctes  variolae,  un  protozoo  encontrado  en  las 
ones  <  utáneas  de  la  viruela,  ha  sido  descrito  por  Giuseppe  Guarnieri  (1894),  y 


EL     SIGLO     XX 


3;3 


su  ciclo  vital  ha  sido  trazado  por  Gary  N.  Calkins  (1904),  a  la  vez  que  otros  cor- 
púsculos semejantes  eran  encontrados  en  la  viruela  por  W.  T.  Councilman  y  otros 
en  1903,  y  por  Mallory  en  la  escarlatina  en  1904.  El  histoplasma  capsulatum,  encon- 
trado en  una  esplenomegalia  tropical  del  istmo  de  Panamá  por  S.  T.  Darling  en 
1906,  se  afirma  que  es  una  levadura.  El  espirilo  de  la  fiebre  recurrente,  descubier- 
to por  uno  de  los  ayudantes  de  Virchow,  Otto  Obermeier  (1843-73)  en  l873, 
abre  el  camino  de  la  fase  más  importante[de  las  enfermedades  parasitarias  conoci- 
das, a  saber:  la  de  la  conquista  de  la  sífilis,  por  Schaudinn,  Wassermann  y  Ehrlich. 
En  1904,  el  espirilo  de  la  fiebre  recurrente  africana  (fiebre  de  las  garrapatas)  ha  sido 
descubierto,  independientemente,  por  Na- 
varro, Ross  y  Milne  en  Uganda,  y  por 
Dutton  y  Todd  en  el  Congo,  y  ha  sido  de- 
nominado Spirochaete  duttoni,  en  honor 
de  Dutton,  que  murió  de  esta  enfermedad 
después  de  haber  demostrado  su  trans- 
misión por  una  garrapata  (ürnithoáorus 
moubata).  El  espirilo  de  la  variedad  ame- 
ricana de  la  fiebre  recurrente  ha  sido  des- 
cubierto por  Frederich  G.  Novy  en  1907. 

Alphonse  La  verán  (1845),  deParís, 
graduado  en  Estrasburgo  en  1867, 
obtuvo  el  premio  Nobel  en  1907,  y 
ha  descubierto  los  parásitos  de  la 
fiebre  palúdica  el  6  de  noviembre 
de  1880,  siendo  cirujano  militar  en 
Argelia,  y  describiendo  sus  varieda- 
des en  1 88 1.  Ha  publicado  nada  me- 
nos que  cuatro  tratados  diferentes  del 
paludismo  (1884- 1891  - 1892- 1898). 
Es,  además,   autor  de  Trypajiosojnes 

et  trypanosomiases  (1904)  y  de  tratados  de  medicina  militar  (1875)  y  de 
higiene  militar  (1896). 

Sir  Ronald  Ross  (1857),  del  Servicio  Médico  de  la  India  (1881-99),  se- 
ñaló el  mosquito  anofeles  como  vector  de  la  fiebre  palúdica;  descubrió  el 
plasmodio  de  Laverán  en  la  pared  del  estómago  del  anofeles  que  había 
sido  alimentado  con  sangre  de  enfermos  palúdicos  (1897);  demostró  que 
los  esporos  de  los  parásitos  se  concentraban  en  las  glándulas  salivares  del 
insecto  (1898),  e  inventó  los  métodos  culicídicos  (1902),  que  han  sido  apli- 
cados con  éxito  a  la  reducción  de  los  mosquitos  en  Sierra  Leona,  Lagos, 
Costa  de  Oro  e  Ismailia  (1899-1902).  Por  sus  trabajos,  que  han  tenido 
como  consecuencia  la  profección  efectiva  contra  la  fiebre  palúdica  en  to- 
das partes  del  mundo,  Ross  recibió  el  premio  Nobel  en  1902.  En  mate- 
máticas, ha  aplicado  el  cálculo  de  probabilidades  al  pronóstico  estadístico 
de  las  epidemias  («una  patometría  á priori»,  1916).  Sus  cuentos  y  poe- 
mas son  producciones  de  una  mente  altamente  original. 

Los  más  distinguidos  adelantos  en  Protozoología  y  las  más  notables 


Alphonse    Laver  án  (1845) 


332 


HISTORIA    DE     LA     MEDICINA 


aplicaciones  de  esta  ciencia  a  la  Medicina  han  sido  hechos  por  Fritz 
Schaudinn  (1871-1906),  hijo  de  un  posadero  de  la  Prusia  Oriental,  que 
tomó  su  grado  de  doctor  en  Zoología  en  Berlín  en  1 894,  y,  después  de 
algunos  estudios  sobre  las  foraminíferas,  consagró  su  vida  entera  a  la  in- 
vestigación de  los  protozoos.  Como  zoólogo  descriptor  ha  aislado  muchas 
especies  nuevas,  tales  como  la  amoeba  binucleata  (1895),  \&  par  amoeba 
tilhardi  (1896),  la  eimeria  schubergia  (1900)  y  la  cyclospora  caryolitica,  la 

causante  de  la  enteritis  pernicio- 
sa del  erizo  (1902);  pero  su  obra 
más  importante  ha  consistido  en 
el  desarrollo  del  ciclo  vital  de  los 
diferentes  protozoos,  como  crite- 
rio diferencial  de  las  especies,  y 
aplicándolo  al  estudio  de  las  en- 
fermedades. 

En  sus  clásicas  investigaciones  so- 
bre las  coccídeas  (1897)  y  eimerias 
(1900)  demostró  una  fusión  sexual  de 
gametas  diferenciadas,  no  diferente 
de  la  unión  del  espermatozoide  y  del 
óvulo,  y  su  obra  fué  gradualmente 
destruyendo  la  noción  de  que  los 
protozoos  eran  «inmortales»  por  un 
simple  proceso  de  asexual  división 
celular.  Estableciendo  la  diferencia 
entre  la  inofensiva  etitamoeba  coli,  de 
Losch,  y  la  patógena  entamoeba  hys- 
tolitica{\^o-£),  demostró  que  enlapri- 
Fritz  Schaudinn  (1871-1906)  mera,  durante  y  antes  de  la  multipli- 

cación asexual,  el  núcleo  algunas 
veces  se  divide  en  dos  núcleos  hijos, 
con  la  consiguiente  reducción  de  la  cromatina,  y  eventualmente  funde  o  fertiliza 
uno  u  otro;  en  la  última,  él  creía  que  la  reproducción  se  realiza  por  fisiparidad, 
gemmación  o  formación  de  esporos  con  núcleos  derivados  de  la  cromidia  ances- 
tral; pero  esto  se  ha  demostrado  recientemente  ser  erróneo,  y  la  entamoeba  hysio- 
litica  se  reconoce  actualmente  que  se  reproduce  por  la  formación  de  quistes  con- 
teniendo cuatro  núcleos  hijos.  En  su  obra  acerca  de  las  dos  nuevas  especies  de 
bacterias,  b.  bütschlü  y  b.  sj>oronema,  Schaudinn  ha  demostrado  que  hay  una  similar 
antagónica  de  esporos  en  la  primera,  y  formación  de  esporos  en  la  última,  cuando 
Be  lian  agotado  las  posibilidades  de  una  división  transversal.  Así  llegaba  a  ponerse 
fell  claro  que  aun  en  organismos  vegetales  como  las  bacterias,  una  especie  puede 
consumirse  ella  misma  y  llegar  a  extinguirse,  a  menos  que  se  rejuvenezca  y  vigo- 
rice por  la  conjugación  sexual,  un  punto  de  vista  que  ha  sido  notablemente  confir- 
mado para  los  protozoos,  por  algunos  observadores,  como  Gary  N.  Calkins  (1869), 
que  lia  hecho  pasar  por  este  medio  a  los  paramecium  por  varios  centenares  de  ge- 
ix  i;k  iones  (1902).  Investigando  la  generación  alternante  y  los  huéspedes  del  hal- 
ttridium  noctuae  y  del  trypanosoma  noctuae,  dos  parásitos  de  los  buhos,  Schaudinn 
demostró  que  el  primero,  que  os  parásito  en  los  corpúsculos  rojos  de  la  sangre,  y 
el  último,  que  lo  os  del  plasma,  son,  en  realidad,  fases  de  un  especial  ciclo  vital, 
(  iivo  período  sexual  se  desenvuelve  en  el  mosquito.  Esto  ha  conducido  a  muchos 
observadores  a  la  idea  deque  los  hemosporidias  y  los  tripanosomas  son  miembros 

de  un  Orden  especial  de  flageladas    En  adición  a  su  obra  sobre    la    disentería   ame- 
biana,  que  llevó  a  (abo  por  la  experimentación  de  los  animales,  Shaudinn  confir- 


EL    SIGLO    XX 


333 


mó  la  labor  de  Ross  y  de  Grassi  acerca  del  parásito  del  paludismo,  identificando  el 
Plasmodium  vivax  (Grassi  y  Feletti)  como  causa  de  la  intermitente  terciana  (1902), 
y  confirmando,  además,  la  demostración  de  Loos  de  la  infección  del  anquilostoma 
a  través  de  la  piel  (1904). 


En  mayo  de  1905,  trabajando  con  Erich  Hoffmann,  Schaudim,  coro- 
nó la  labor  de  su  vida  con  el  descubrimiento  del  spirochaeta  pallida  de  la 
sífilis  (i),  y  en  un  importante  trabajo  (octubre  1905)  [2]  describía  la  mor- 
fología de  los  espiroquetes,  de  los 
que  el  de  la  sífilis  justificaba  la  for- 
mación de  un  nuevo  género  spirone- 
ma  o  treponema.  El  descubrimiento 
de  Schaudinn  de  este  casi  invisible 
parásito  ha  sido  debido  a  su  incom- 
parable técnica  y  métodos  de  colora- 
ción, y  la  relación  causal  fué  rápida- 
mente establecida  por  miles  de  ob- 
servaciones confirmativas,  hechas  en 
todas  partes  del  mundo  por  entusias- 
tas microscopistas.  Schaudinn  eraPri- 
vatdocent  en  Berlín  (1898)  y  direc- 
tor de  Protozoología  en  el  Kaiserli- 
ches  Gesundheitsamt  (1904)  y  del 
Instituí  für  Schiffs  und  Tropenhygie- 
ne  en  Hamburgo  (1906).  En  1903  ha 
fundado  los  Archiv  für  Protisten- 
kunde,  el  órgano  literario  de  la  Pro- 
tozoología, que  él  había  encontrado  en  la  fase  descriptiva  y  la  había  con- 
vertido en  una  ciencia  experimental. 

Los  primeros  pasos  en  la  conquista  de  la  sífilis  habían  sido  así  dados 
por  dos  zoólogos  profesionales:  Metchnikoff  y  Schaudinn.  El  inmediato 
avance  iba  a  ser  dado  por  un  investigador  que,  aunque  educado  como 
médico,  la  labor  práctica  que  ha  producido  resulta  la  de  un  químico  y 
farmacólogo. 

Paul  Ehrlich  (185 4- 1915),  de  Strehlen  (Silesia),  ha  sido  ayudante  clíni- 
co de  Frerichs  (1878-85)  y  de  Gerhardt  (1885-89),  Privatdocent  (1889)  y 
profesor  (1890)  en  Berlín,  donde  llegó  a  ser  un  ayudante  del  Instituto 
Koch.  En  1896  se  encargó  de  la  dirección  del  recientemente  fundado  Ins- 
tituí für  Serumforschung,  en  Steglitz,  que  fué  transformado,  bajo  su  direc- 


Paul  Ehrlich  v 1854-1 9 15) 


(1)  Arb.  a.  d.  k.  Gesundheitsamte,  Berlín,  1905;  XXII,  páginas  527-534. 

(2)  Deutsche  med.  Wochenschr .,  Leipzig  y  Berlín,  1905;  XXXI,  páginas  1665- 1667. 


334  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

rección,    en   el   Institut   für   experimentelle   Therapie,   en   Francfort   am 
Main  (1899). 

En  Breslau,  Ehrlich  aparecía  como  un  estudiante  indiferente,  ocupando  su 
tiempo  simplemente  en  experimentos  de  substancias  colorantes  y  de  teñido  délos 
tejidos;  pero  los  resultados  de  su  trabajo  se  revelaron  pronto  con  sus  métodos 
perfeccionados  de  teñir  y  fijar  los  corpúsculos  sanguíneos  por  el  calor,  su  colora- 
ción triácida;  su  descubrimiento  de  las  células  cebadas  y  su  revelación  de  las  gra- 
nulaciones por  medio  de  la  coloración  de  las  anilinas  básicas  (1877);  su  división  de 
los  leucocitos  en  neutrófilos,  basófilos  y  acidófilos;  su  coloración  por  la  fuchsina  del 
bacilo  de  la  tuberculosis,  basado  en  su  descubrimiento  de  que  este  bacilo  es  ácido- 
resistente  (1882);  su  diazorreacción  de  la  orina,  usada  en  el  diagnóstico  de  la  fie- 
bre tifoidea  (1882)  [1];  su  prueba  del  sulfodiazobenzol  para  la  bilirrubina  (1883)  [2]; 
su  método  de  coloración  intravital  (1886)  [3];  en  todo  lo  cual  él  ha  sido  el  gran  in- 
vestigador que  ha  llevado  la  patología  celular  descriptiva  al  campo  de  la  química 
intracelular  experimental.  Ha  sido,  además,  el  investigador  del  Farbenanalyse,  o 
sea  las  relaciones  microquímicas  de  los  tejidos  con  las  substancias  colorantes.  Este 
ha  sido  particularmente  el  caso  de  sus  estudios  acerca  del  requerimiento  del  oxí- 
geno por  el  organismo  (1885),  en  los  cuales  ha  aplicado  la  idea  de  una  afinidad  se- 
lectiva entre  las  substancias  químicas  y  los  tejidos  orgánicos,  por  la  química  proto- 
plasmática,  determinando  la  aparición  de  su  teoría  de  las  «cadenas  laterales».  Esta 
teoría  le  había  sido  sugerida  por  la  hipótesis  de  August  Kekulé  del  anillo  cerrado 
del  benceno  (1865),  en  el  cu"al  l°s  seis  átomos  de  carbono  de  este  compuesto  (C6  H6) 
se  supone  que  forman  un  estable  núcleo  exagonal  entre  ellos  mismos,  al  paso 
que  sus  cuatro  afinidades  se  encuentran  enlazadas,  con  inestables  «cadenas  latera- 
les», con  el  fácilmente  reemplazable  hidrógeno.  Hoppe  Seyler  ha  supuesto  que  la 
emisión  y  absorción  de  la  luz  por  la  clorofila  era  realizada,  no  por  toda  la  molécu- 
la de  ésta,  sino  por  ciertos  grupos  especializados  de  átomos  periféricos.  De  un 
modo  análogo,  Ehrlich  supone  que  la  molécula  protoplasmática  viva  consta  de  un 
núcleo  estable,  y  de  inestables  cadenas  laterales  periféricas  o  quimorreceptores, 
que  son  capaces  de  combinarse  químicamente  con  las  substancias  alimenticias  y 
de  neutralizar  toxinas  o  venenos  lanzando  cadenas  laterales  desprendidas  al  to- 
rrente circulatorio.  A  despecho  de  la  enorme  cantidad  de  crítica  que  se  ha  acumu- 
lado contra  esta  teoría  y  contra  su  autor,  puede  seguramente  afirmarse  que,  estan- 
do basada,  como  un  postulado  fundamental,  en  la  química  orgánica,  ha  demostra- 
do ser  un  «principio  heurístico»  en  el  desarrollo  de  la  ciencia  de  la  inmunidad  y 
de  las  reacciones  del  suero.  Así,  August  von  Wassermann  (1866)  no  duda  en  afir- 
mar que,  sin  aquella  teoría,  él  no  hubiera  podido  acertar  nunca  con  el  especial  y 
extraordinariamente  útil  diagnóstico  de  la  sífilis,  que  lleva  su  nombre  y  que  ha  sido 
encontrado  un  año  después  (1906)  [4]  de  haber  descubierto  Schaudinn  el  parásito 
de  la  enfermedad.  Aunque  la  primitiva  reacción  de  Wassermann  ha  sido  muy  sim- 
plificada por  ingeniosas  modificaciones,  como  las  de  Hideyo  Noguchi  (1909)  [5],  es- 
pecialmente con  su  reacción  de  «luetina»,  basada  en  cultivos  puros  del  treponema 
(191 1)  [6];  sin  embargo,  es  evidente  que  progresos  como  el  que  supone  no  pueden 
nacerse  sobre  base  exclusiva  de  hipótesis  físicas  o  mecánicas.  Por  los  descubri- 
mientos de  Schaudinn  y  Wassermann  se  ha  llegado  a  averiguar  que  algunos  inmu- 
nes, como  los  comprendidos  en  las  leyes  de  Colles  y  i'rofeta,  tienen  los  espiroque- 
tas en  la  sangre,  de  donde  deduce  Ehrlich  que  las  afecciones  protozoarias  no  pue- 
den ser  tratadas  por  antitoxinas  especiales,  sino  que  tienen  que  serlo  con  medi- 
ntOS  capaces  de  esterilizar  el  organismo  del  enfermo,  sin  dañar  las  células  y 
1  ¡idos  del  minino.  Intentando  tratar  las  tripanosomiasis  de  los   ratones   con  al- 


(1)  Ehrlich:  Ztschr.f.  klin.   Aíed.}   Berlín,  1882;  V,  páginas  285-288.-17/^77/ 
Ann.,  1881;  l»'  rlín,  1883;  VIII,  páginas  140-166. 

(2)  Ceníralhl.f.  d.  mcd.  Wissensch.x  Berlín,  1S83;  IV,  pág.  121. 

ji     Deutsche  med.  Wochenschr.%  Leipzig  y  Berlín,   1886;  XII,  páginas  49-52. 

Ibidem,  Leipzig  y  Berlín,  1906;  XXXII,  pág.  745- 
(5)      Noguchi:  Journ.  Exper.  Med.,  New-York,  1909;  XI,  páginas  392-401. 

Jóurn.  Exper,  911;  XIV,  páginas  557-568,  tres  láminas. 


EL    SIGLO     XX  335 

gimas  substancias  colorantes  específicas,  ha  encontrado  que,  si  las  dosis  de  éstas 
eran  demasiado  pequeñas  para  esterilizar  al  animal,  una  raza  de  tripanosomas  po- 
dría presentarse  como  permanentemente  resistente  a  los  efectos  de  la  medicación 
empleada.  Este  poder  de  los  parásitos  de  inmunizarse  ellos  mismos  y  sus  descen- 
dientes contra  la  acción  de  los  medicamentos  ha  sido  el  leitmotif  de  una  larga 
serie  de  experimentos  «erróneos  y  acertados»  para  encontrar  una  therapia  sterli- 
sans  contra  la  sífilis,  cuyo  resultado  fué  el  descubrimiento  del  «606»  o  salvarsán. 
El  salvarsán,  que  ha  sido  primeramente  ensayado  por  el  ayudante  de  Ehrlich, 
S.  Hata  (1910),  y  que,  después  de  haber  sido  comprobado  en  miles  de  casos,  ha  de- 
mostrado ser  tan  útil  como  específico,  como  la  quinina  en  el  paludismo,  y,  además, 
un  valioso  profiláctico  por  lo  rápidamente  que  limpia  las  feas  escoriaciones  y  ulce- 
raciones sifilíticas  y  esteriliza  la  sangre,  reduciendo  así  un  mínimum  la  posibilidad 
de  infectar  a  otros.  Sin  embargo,  parece  que  él  no  puede  alcanzar  a  algunos  es- 
piroquetas que,  de  un  modo  análogo  a  lo  que  ocurre  con  los  gonococos,  se  escon- 
den en  otros  tejidos,  siendo  ellos  responsables  de  algunas  recaídas;  por  otra  parte, 
el  «606»  mismo  puede  ser  causa,  en  ocasiones,  de  graves  efectos  colaterales  sobre 
el  sistema  nervioso  o  el  órgano  de  la  visión.  Los  méritos  del  «neo-salvarsán»  («914» 
en  la  serie  de  Ehrlich)  se  encuentran  actualmente  sujetos  a  examen  y  discusión; 
pero  se  hace  difícil  el  admitir  que  ningún  medicamento  pueda  esterilizar  en  las 
condiciones  más  arriba  señaladas.  Se  afirma,  no  obstante,  que  el  salvarsán  de- 
muestra ser  el  ideal  de  una  therapia  sterilisans,  en  los  casos  de  treponema  perte- 
nue,  el  parásito  de  la  frambuesa.  Ehrlich  ha  sido  el  fundador  de  la  hematología.  El 
ha  clasificado  los  leucocitos  de  acuerdo  con  la  presencia  o  ausencia  de  granulos,  ha 
diferenciado  las  leucemias,  descrito  la  policromatofilia,  ha  establecido  la  distinción 
entre  normoblastos  y  megaloblastos,  tejidos  mieloides  y  linfoides,  demostrado  que 
la  leucocitosis  es  una  función  de  la  médula  ósea,  estudiado  la  anemia  aplásica  y  fun- 
dado el  estudio  de  las  reacciones  específicas  de  las  células  ante  las  diferentes  in- 
fecciones y  estímulos.  De  los  otros  aspectos  de  la  labor  científica  de  Ehrlich,  úni- 
camente podemos  mencionar  su  introducción  de  algunos  remedios,  como  el  azul 
de  metileno  para  la  forma  cuartana  de  la  fiebre  intermitente,  del  rojo  tripan  con- 
tra la  piroplasmosis  bovina,  del  arsenofeniiglicino  en  las  tripanosomiasis;  su  de- 
mostración de  que  los  animales  pueden  ser  cuantitativamente  inmunizados  contra 
los  venenos  vegetales  como  la  abrina  y  la  ricina;  sus  perfeccionamientos  de  la  an- 
titoxina diftérica  de  Behring,  y  su  establecimiento  de  un  centro  internacional 
encargado  de  examinar  la  pureza  de  la  misma;  su  demostración  de  que  el  cáncer 
puede  ser  transformado  en  sarcoma  en  los  animales  por  sucesivas  inoculaciones,  y 
que  el  desarrollo  del  cáncer  depende  de  la  presencia  de  determinadas  substancias 
alimenticias  en  el  organismo,  y  la  inmunidad  al  cáncer,  de  la  ausencia  de  las  mis- 
mas (atrepsia)  y  sus  amplias  investigaciones  en  todo  el  campo  de  la  serología  e 
inmunidad. 


En  su  habilidad  para  improvisar  hipótesis  que  hagan  frente  a  los  con- 
tradictores de  sus  hipótesis,  Ehrlich  se  parece  a  Galeno.  En  su  afición  a 
las  locuciones  latinas  extrañas  y  raras,  es  como  Paracelso.  Pero  él  ha  pro- 
ducido la  obra  más  eficaz,  después  de  Pasteur  y  Koch,  en  el  campo  de 
las  enfermedades  infecciosas,  y  ha  añadido  nuevos  territorios  al  dominio 
de  la  terapéutica  y  de  la  farmacología  experimentales  por  su  genio  para 
la  investigación  y  por  su  maravillosa  habilidad. 

La  tendencia  de  la  medicina  moderna  a  pasar  de  la  teoría  microbiana 
de  las  enfermedades  a  la  bioquímica,  se  encuentra  fuertemente  pronun- 
ciada en  Ehrlich.  La  falibilidad  de  las  muchas  pruebas  propuestas  para 
diferenciar  los  diferentes  bacilos  pseudotuberculoses,  pseudotifoideos  y 
pseudodiftéricos;  el  hecho  de  que  sólo  una  determinada  coloración  de 
laboratorio   de   un    bacilo   dado    resulte    patognomónico;   lo   incierto   del 


336 


HISTORIA    DE    LA    MEDICINA 


modo  de  comportarse  algunos  bacilos  en  los  fermentescibles  medios  azu- 
carados; las  complicadas  mutaciones  y  polimorfismos,  como  las  del  Bacil- 
lus coli  mutabile,  de  Penfold,  que  genera,  indiferentemente,  bacilos  tifoi- 
deos o  cólicos;  los  aparentes  cambios  de  un  bacilo  en  otro;  los  efectos 
de  las  condiciones  meteorológicas  en  la  fermentación  de  la  inulina;  los 
extraños  caprichos  de  las  pruebas  de  la  aglutinación  y  de  la  reacción  de 
Wassermann,  todo  esto  demuestra  la  inseguridad   de  nuestros  actuales 

conocimientos  y  cuan  poco  co- 
nocemos realmente  de  la  quími- 
ca y  del  metabolismo  intracelu- 
lares  (i). 

Jules  Bordet,  director  del  Ins- 
tituto Pasteur  de  Brabante  (Bru- 
selas), ha  sido  un  gran  cultivador 
de  la  teoría  de  la  serología  y  de 
las  reacciones  de  la  inmunidad, 
de  cuyos  fenómenos  ha  dado  una 
explicación  pura  y  simplemente 
química.  Ha  descubierto  la  he- 
molisis microbiana  (1898)  [2],  y, 
con  Octave  Gengou,  la  fijación 
delcomplemento(l900-I90l)[3], 
y,  también  con  O.  Gengou,  el 
bacilo  específico  de  la  tos  feri- 
na (1906)  [4],  cuya  relación  cau- 
sal, conforme  al  postulado  de 
R.  Koch,  ha  sido  recientemente 
demostrada  por  F.  B.  Mallory  y 
otros  (1913)  [5].  Comparada  con  la  compleja  terminología  de  Ehrlich,  la 
teoría  del  suero  de  Bordet  es  la  sencillez  misma.  Supone  que  la  toxina  es 
neutralizada  por  una  antitoxina  por  absorción,  comparable  a  la  que  se 
observa  en  un  tejido  al  tomar  una  substancia  tintórea.  La  completa  neu- 
tralización   es  como   la  completa  saturación  del  tejido   por  la  substancia 


Jules  Bordet 


(1)  Véase  Hosack:  hidian  Med.  Gaz.,  Calcuta,  1916;  LI,  páginas  161 -165. 

(2)  Ann.  de  l'Inst.  Pasteur,  París,  1898;  XII,  pág.  688;  1899,  XIII,  pág.  273. 

(3)  Ibidem,  1900;  XIV,  pág.  257;  1901,  XV,  pág.  289;  1902,  XVI,  pág.  734-  La 
desviación  del  complemento  na  sido  descubierta  por  A.  Neisser  y  F.  Wechsberg 
(München.  med.  Wochenschr.,  1901;  XLVIII,  páginas  697-700). 

(4)  Ann.  de  l'Inst.  Pasteur,  París,  1906;  XX,  pág.  731,  1  lámina;  1907,  XXI,  pal 
gina  720. 

(5)  Mallory,  Horner  y  Henderson:  Journ.  Med.  Research,  Boston,  1913;  XXVII, 
páginas  391-397,  2  láminas. 


EL     SIGLO     XX  337 

colorante;  pero  si  la  toxina  va  añadiéndose  en  dosis  divididas,  las  últimas 
porciones  de  la  toxina  podrán  no  ser  absorbidas,  a  causa  de  que  las  prime- 
ras porciones  han  quedado  sobresaturadas  con  las  antitoxinas  y  no  pueden 
idmitirmás  cantidad  de  las  mismas.  De  un  modo  análogo,  supone  una  subs- 
tancia sensibilizador  a  en  los  sueros  antitóxicos,  que  es  la  que  sensibiliza  los 
glóbulos  rojos  o  las  bacterias  para  la  acción  de  las  alexinas;  lo  que  hacen 
los  mordientes  en  la  tintura  de  los  tejidos.  Las  disputas  entre  Bordet  y 
Ehrlich  dependen  sencillamente  del  hecho  de  que  el  primero  expone  lo 
que  ve  en  términos  físicos,  y  el  último,  en  términos  de  química  estructural. 

Además  de  la  obra  de  Metchnikoff,  Bordet  y  Ehrlich,  ha  habido  muchos  ade- 
lantos de  gran  valor  práctico  en  serología,  especialmente  las  aplicaciones  de  la 
punción  lumbar  de  Quincke  (1909)  al  citodiagnóstico;  el  descubrimiento  de  la  aglu- 
tinación y  sus  aplicaciones  al  diagnóstico  de  la  fiebre  tifoidea  (1906),  por  Ferdi- 
nand Widal  (1862)  y  A.  Sicard;  el  empleo  diagnóstico  de  la  tuberculina  en  las  re- 
acciones conjuntivales  de  Albert  Calmette  (1907)  y  de  Alfred  Wolff-Eisner  (1907) 
y  en  las  reacciones  cutáneas  de  Clemens  von  Pirquet  (1907)  y  Ernst  Moro  (1908); 
la  inoculación  preventiva  de  sir  Almroth  E.  Wrigh  contra  la  fiebre  tifoüea  por  me- 
dio de  cultivos  muertos  del  bacilo,  con  el  índice  opsónicc  como  guía  (1900);  la  re- 
acción del  veneno  del  cobra  en  la  locura  (Much-Holtzmann,  1909);  el  descubri- 
miento de  que  el  agua  puede  ser  esterilizada  por  medio  de  los  rayos  ultravioletas, 
por  Víctor  Henri,  Andre  Heilbronner  y  Max  Recklinghausen  (19 10);  la  reacción  de 
B.  Schick  para  descubrir  qué  proporción  de  antitoxina  diftérica  debe  existir  en  la 
sangre  para  que  ya  no  sea  necesaria  más  inoculación  preventiva  (1910-1911);  la 
reacción  de  la  enzyma  de  Emil  Abderhalden  para  el  diagnóstico  del  embarazo 
(191 2)  y  la  teoría  de  los  virus  filtrables.  Muchos  nuevos  métodos  de  tratamiento 
con  bacterias  o  con  productos  microbianos  han  sido  propuestos,  como  las  vacu- 
nas sensibilizadas  de  Besredka,  el  empleo,  por  Carl  Spengler,  del  bacilo  bovino 
de  la  tuberculosis,  y  el  uso  contra  la  tuberculosis  de  los  bacilos  atenuados  en  los 
animales  de  sangre  fría  (Klebs,  Friedmann),  métodos  todos  actualmente  en  estudio. 

La  teoría  de  los  virus  filtrables  como  causa  de  enfermedad  ha  encontrado  una 
base  definitiva  con  el  descubrimiento  de  Friedrich  Loffier  y  Paul  Frosch  de  que  el 
virus  inoculable  de  la  glosopeda  (aftas  epizoóticas)  puede  pasar  a  través  de  los  fil- 
tros más  finos  (1898). 

Poco  tiempo  después, Beijerink  descubría  el  mismo  fenómeno  en  la  enfermedad 
mosaica  de  la  planta  del  tabaco,  y  desde  entonces  hasta  la  época  actual  se  ha 
encontrado  una  larga  serie  de  virus  filtrables,  especialmente  en  la  perineumonía 
de  los  bóvidos,  por  Edmond  Nocard  (1899);  en  la  enfermedad  africana  délos  caba- 
llos, por  Alien  Macfadyen  (1900);  en  la  fiebre  amarilla,  por  Reed,  Carroll  y  Agra- 
monte  (1901);  en  la  peste  vacuna,  por  Nicolle  y  Adel  Bey  (1902);  en  la  difteria  aviaria 
o  epitelioma  contagioso,  por  Marx  y  Stocker  (1902);  en  el  cólera  del  cerdo,  por  Dor- 
set, Bolton  y  McBryde  (1905);  en  el  molluscum  contagiosiim,  por  Julius  Berg  (1905);  en 
el  dengue,  por  Ashburn  y  Craig  ( 1 907);  en  el  tracoma,  por  Bertarelli  y  Cecchetto  ( 1 908); 
en  la  fiebre  de  los  tres  días  o  Papp  atari  fever,  por  Doerr  y  Russ  (1908);  en  el  tifus, 
por  Nicolle  (1910);  en  el  tabardillo,  por  Howard  Taylor  Ricketts  (191 1);  en  el  saram- 
pión, por  Goldberger  y  Anderson  (191 1),  y  en  el  sarcoma  de  las  gallinas,  por  Peyton 
Rous  (1911-12)  [1].  Algunos  de  estos  virus,  como  los  de  la  rabia,  molusco  contagio- 
so, verruga  vulgar,  sarcoma  de  las  gallinas  y  probablemente  el  del  tracoma,  requie- 
ren una  lesión  de  la  superficie  para  poder  efectuar  la  infección;  en  otros  basta  con 
el  simple  contacto  con  las  membranas  mucosas.  Algunos,  como  los  de  la  viruela, 
sarampión,  escarlatina,  rabia,  tracoma,  etc.,  presentan  inclusiones  específicas  celu- 


(1)     Para  un  completo  estudio  del  conocimiento  actual  de  los   virus   filtrables 

véase  S.  B.  Wolbach,  en  Journ.   Med.   Research.,   Boston,  1912-13;    XXVII,   pági- 
aas  1-25,  una  lámina. 

Historia  db  l,a  Mbdiouta.  —  Tomo  U  22 


338  HISTORIA     t>  E     LA     MEDICINA 

lares  (chlamydozoa,  de  Prowazek).  Inoculaciones  experimentales  del  sarampión  han 
sido  llevadas  a  cabo  por  Anderson  y  Goldberger,  Nicolle,  Hektoen  y  otros.  Como 
en  los  casos  de  minúsculos  organismos,  como  los  bacilos  de  Bordet  en  la  tos  feri- 
na, o  los  microorganismos  recientemente  aislados  por  Flexner  en  la  poliomelitis 
infantil,  es  muy  probable  que  todos  estos  virus  filtrables  resulte  que  contienen 
también  microorganismos  filtrables,  no  visibles  aun  con  los  medios  de  que  en  la 
actualidad  disponemos. 

Grandes  adelantos  prácticos  en  la  ciencia  de  las  infecciones  han  sido 
logrados  en  estos  últimos  tiempos,  gracias  a  la  cooperación  de  los  médi- 
cos militares.  La  obra  de  Alphonse  Laveran  en  el  paludismo,  la  de  Ferdi- 
nand Widal  en  la  fiebre  tifoidea,  la  de  Friedrich  Loffler  y  Emil  Behring 
en  la  difteria,  la  del  coronel  Ronald  Ross  en  la  malaria,  la  del  cirujano  ge- 
neral sir  David  Bruce  en  la  fiebre  de  Malta  y  en  la  enfermedad  del  sueño, 
la  del  coronel  sir  William  B.  Leishman,  mayor  Donovan  y  coronel  sir 
Leonard  Rogers  en  el  kala-azar,  puede  ser  favorablemente  comparada  con 
la  realizada  por  John  Hunter  y  Helmholtz  durante  la  época  de  su  servicio 
militar.  En  el  ejército  de  los  Estados  Unidos,  la  labor  de  hombres  como 
William  Beaumont  y  Jonathan  Letterman  (1824-72),  que  han  resucitado 
los  métodos  de  Larrey  de  la  evacuación  rápida  de  los  heridos;  William 
A.  Hammond,  creador  del  Museo  Médico  Militar;  Joseph  Janvier  Wood- 
ward (1833-84),  investigador  en  la  micro  fotografía;  Alfred  A.  Woodhul 
(1837),  que  ha  introducido  el  método  indio  de  dar  grandes  dosis  de  ipe- 
cacuana en  la  disentería  (i);  Billings,  Otis,  Smart  y  Huntington  han  dado 
un  ejemplo,  que  ha  sido  seguido  por  multitud  de  hábiles  trabajadores. 
El  primer  cirujano  del  ejército  americano  que  ha  profundizado  en  los  es- 
tudios de  Bacteriología  ha  sido  el  cirujano  general  Ceorge  M.  Sternbkri; 
(i 838- i 91 5),  que  ha  aislado  el  diplococo  de  la  neumonía  al  mismo  tiempo 
que  Pasteur  (1880)  [2]  y  ha  publicado  valiosos  tratados  de  Bacteriología 
(1896)  y  de  desinfección  (1900),  y  que,  por  su  consideración  del  «baci 
lus  X»  en  la  fiebre  amarilla  como  un  dato  negativo,  ha  aclarado  el  asunto 
para  los  investigadores  posteriores.  Durante  su  administración,  el  mayor 
Walter  Rked  (1851-1902),  de  Virginia,  que  ha  estudiado  con  Welch  en  el 
John  Hopkins  Hospital  y  ha  llevado  a  cabo  una  buena  labor  a  propósito 
de  la  fiebre  tifoidea  en  su  laboratorio  (1895),  na  sido  nombrado  presiden- 
te de  la  Comisión  compuesta  de  James  Carroll,  Arístides  Agramonte  y 
Jesse  W.  Lazear,  para  estudiar  la  fiebre  amarilla  en  Cuba,  ocupada  enton- 
ces por  el  ejército  americano  (1900).  Carlos  Finlay  (1833-1915)  había  I 
adelantado  la  hipótesis  de  que  la  enfermedad  era  transmitida  por  el  mos- 
quito (1881);  pero  cuando  la  Comisión  militar  americana  llegó  a  Cuba  era 

(1)     Wnodhull:  F.studios,  principalmente  clínicos,  sobre  el  uso  no  emético  de  la  ipe- 
.  /,/,  1  iladdlia,  1876. 

Sternberg:  Rep.   \at.  Bd.  Health,  1 881;  Washington,  1882;  III,  páginas  .S7-92' 


ÉL     SÍGLO     XX  339 

el  bacillus  icteroides  de  Sanarelli  el  que  dominaba  el  campo.  En  1900, 
Henry  R.  Carter  (U.  S.  Public  Health  Service)  ha  demostrado  que  es  ne- 
cesario que  transcurra  un  período  de  doce  a  quince  días  para  que  un  caso 
de  fiebre  amarilla  resulte  peligroso  para  los  que  le  rodean.  Redd  y  sus 
asociados  pudieron  pronto  disponer  del  bacilo  de  Sanarelli  (idéntico  al 
Bacillus  X  de  Sternberg)  y  proceder  así  a  la  resolución  del  problema  de 
la  transmisión  por  los  mosquitos.  Durante  el  curso  de  sus  experimen- 
tos (i),  22  casos  de  fiebre  amarilla  pudieron  producirse  de  un  modo  ex- 
perimental, 14  por  la  picadura  de  mosquitos  infectados,  6  por  la  inyec- 
ción de  sangre  y  2  por  la  inyección  del  suero  sanguíneo  filtrable  (1901)  [2], 
confirmada  por  Rosenau  en  Veracruz  en  1903,  al  paso  que  siete  hom- 
bres alistados  destruían  las  antiguas  hipótesis  de  la  transmisión  por  dor- 
mir en  camas  infectadas.  Carroll  fué  el  primero  en  someterse  a  la  inocula- 
ción por  el  mosquito,  adquiriendo  una  fiebre  amarilla  que  terminó  favora- 
blemente. Lazear  sucumbió  víctima  de  los  efectos  de  una  accidental  pica- 
dura del  mosquito.  De  este  modo  se  demostraba,  de  acuerdo  con  las  más 
rigurosas  prescripciones  de  la  lógica  formal,  que  la  causa  de  la  fiebre 
amarilla  era  o  un  organismo  ultramicroscópico  o  un  virus  filtrable,  trans- 
misible al  hombre  por  el  intermedio  de  una  especie  de  mosquitos,  el 
stegomyia  fasciata  o  calopus. 

Con  referencia  a  las  condiciones  en  las  cuales  el  experimento  se  ha  lle- 
vado a  cabo,  especialmente  a  la  duración  del  período  de  desarrollo  en  el 
cuerpo  del  mosquito,  la  demostración  de  la  Comisión  americana  es  una 
de  las  más  brillantes  y  concluyentes  de  la  historia  de  la  ciencia.  Su  im- 
portancia económica  se  puede  calcular  pensando  en  el  considerable  nú- 
mero de  vidas  salvadas  y  de  dinero  ahorrado  con  la  desaparición  de  la 
fiebre  amarilla  de  los  Estados  Unidos  y  de  las  Indias  Occidentales,  y  qui- 
zá del  mundo  entero.  En  febrero  de  1901,  poco  después  de  haber  hecho 
su  demostración  Reed,  el  Mayor  William  C.  Gorgas  (1854-1920),  de  Mo- 
bile (Alabama),  comenzó,  como  oficial  jefe  de  Sanidad  de  la  Habana  (Cuba), 
a  aislar  los  enfermos  de  fiebre  amarilla  y  a  destruir  los  mosquitos,  y  al 
cabo  de  tres  meses  la  Habana  se  encontraba,  por  vez  primera  en  1 50  años, 
libre  de  la  fiebre  amarilla.  En  relación  con  la  obra  del  canal  de  Panamá, 
el  coronel  Gorgas  ha  libertado  aquella  parte  del  istmo,  no  sólo  de  la  fie- 
bre amarilla,  sino  de  todas  las  infecciones  peligrosas,  y  por  su  gran  triun- 
fo sanitario,  Panamá,  anteriormente  una  región  famosa  por  lo  malsana, 
«La  tumba  de  los  hombres  blancos»,  como  la  llamaban,  es  en  la  actuali- 
dad una   de  las  zonas  más  sanas  que  se  conocen.  En  1913-14,  el  general 


(1)  Reed  (et  al.):  Philadelphia  Med.  Journ.,  1900;  VI,  páginas  790-796. 

(2)  Tr.  Ass.  Am.  Phys.,  Filadelfia,  1901;  XVI,  páginas  45-72. 


340 


HISTORIA     DE     LA    MEDICINA 


Gorgas,  invitado  por  la  Cámara  de  Mineros  de  Johannesburgo  (Sur  del 
Africa),  investigó  las  causas  de  la  elevada  mortalidad  por  neumonía  en- 
tre los  mineros  naturales  del  Rand,  y  consagró  el  verano  y  el  otoño  de 
1916  a  la  vigilancia  de  los  focos  endémicos  de  fiebre  amarilla  en  la  Amé- 
rica del  Sur,  por  la  fundación  Rockefeller.  Las  investigaciones  sobre  la 
fiebre  tifoidea,  aparecida  en  campaña  durante  la  guerra  hispano-america- 
na  (1898),  por  el  Mayor  Walter  Reed,  Víctor  C.  Vaughan  y  Edward  O. 

Shakespeare,  demostraron  la  trans- 
misión de  la  enfermedad  por  las 
moscas.  Durante  la  ocupación  ame- 
ricana de  Puerto  Rico,  la  población 
indígena  fué  vacunada  y  libertada 
de  la  viruela  por  el  coronel  John 
Van  R.  Hoff,  y  poco  tiempo  des- 
pués el  capitán  Bailey  K.  Ashford 
descubría  la  presencia  de  la  infec- 
ción por  el  anquilostoma  en  la  isla 
(1900)  [1],  y  desde  este  momento  se 
consagró  por  completo  al  estudio  y 
combate  de  la  misma.  En  191 5  co- 
menzó el  estudio  de  otras  enferme- 
dades como  moniliasis.  El  capitán 
Charles  F.  Craig  (1872)  ha  demos- 
trado que  la  conjugación  intracor- 
puscular  en  los  plasmodios  del  pa- 
ludismo es  la  causa  de  la  latencia 
y  de  las  recaídas,  y  que  existen  por- 
tadores de  malaria  (1902-1905)  [2], 
demostrando,  además,  que  el  llama- 
do piroplasma  hominis  de  la  fiebre  manchada  de  las  Montañas  Roco- 
sas no  es  otra  cosa  que  una  modificación  artificial  de  los  eritrocitos 
(1904),  y  en  las  Filipinas  ha  demostrado,  con  el  Mayor  Percy  M.  Ash- 
burn,  que  la  causa  del  dengue  es  un  virus  filtrable,  transmisible  por 
el  mosquito  culex  fatigans  (1907)  [3].  Craig  ha  descubierto,  además, 
dos  nuevos  parásitos  f  el  paramoeba  hominis  (1906)  [4]  y,  con  Ash- 
burn,  la  microphilaria  philippinensis  (1906)  [5],  y  es  autor  de  extensas 


William  Crawford  Gorgas  (1854-1920) 
Cirujano  General  del  Ejército  de  los  Estados  Unidos 


1)     Ashford:  New-York  Med.  Journ.,  1900;  LXXI,  páginas  552-556. 

(2)  Craig:  Am.  Med.,  Filadclfia,  1905;  páginas  982  y  1029. 

(3)  Craig  and    Ashburn:    Philippine   Journ.  Se,   Manila,    1907;    B.    II,    pági- 
nas 93-146. 

(4)  Amer.  Journ.  Med.  Se,  Filadelfia,  1906;  CXXXII,  páginas  214-220. 

(5)  Ibidem,  página-  435-443. 


EL     SIGLO     XX  34i 

monografías  acerca  de  la  fiebre  palúdica  (1901-1909)  y  de  las  amebas 
parasitarias  en  el  hombre  (1911).  El  capitán  Henry  J.  Nichols  ha  cola- 
borado con  Ehrlich  en  su  obra  inicial  sobre  el  salvarsán  (1910),  y  después 
ha  investigado  la  producción  experimental  de  la  frambuesa  (1910-1911)- 
Bajo  la  administración  del  cirujano  general  George  H.  Torney,  el  mayor 
Frederich  F.  Rusell  comenzó,  en  1 909,  el  colosal  experimento  de  vacunar 
el  ejército  de  los  Estados  Unidos  contra  la  fiebre  tifoidea,  según  los  méto- 
dos defendidos  por  Chantemesse  y  Widal  en  Francia  (1888),  Pfeiffer  y 
Kolle  en  Alemania  (1896)  y  Wright  y  Semble  en  Inglaterra  (1896).  De 
una  morbosidad  de  173  casos  (16  terminados  fatalmente)  de  fiebre  tifoi- 
dea en  1909,  Russell  fué  capaz  de  hacer  descender  sus  estadísticas  a 
nueve  casos,  con  una  sola  defunción,  en  1912,  al  paso  que  en  la  actuali- 
dad el  ejército  aparece  absolutamente  libre  de  tifoidea.  La  movilización  de 
las  tropas  de  los  Estados  Unidos  en  la  frontera  de  Méjico  en  1912  (i)  dio  al 
mayor  Rusell  una  oportunidad,  como  nunca  la  han  tenidojenner  niPasteur, 
de  atestiguar  el  valor  de  su  vacuna  en  una  clínica  al  aire  libre,  compuesta 
de  unos  20.000  hombres.  El  absoluto  éxito  de  este  experimento  es  actual- 
mente un  hecho  histórico.  El  capitán  Edward  B.  Vedder  (1878),  de  la 
ciudad  de  New- York,  ha  hecho  importantes  estudios  sobre  el  beri-beri 
como  una  «enfermedad  por  carencia»,  resumiéndolos  en  su  tratado  de 
191 3,  y  ha  sido  el  primero  en  determinar  la  específica  acción  amebicida 
de  la  emetina  en  el  tratamiento  de  la  disentería  amebiana  (1910-II)  [2]. 
En  191 1,  el  capitán  Ernst  R.  Gentry  y  Thomas  L.  Ferenbaugh  descubrie- 
ron que  la  fiebre  de  Malta  era  endémica  en  el  Sudoeste  de  Tejas  y  que 
se  transmitía  por  las  cabras.  El  teniente  coronel  Charles  E.  Woodruff 
(1860-1915)  ha  investigado  los  deletéreos  efectos  de  la  luz  tropical  sobre 
las  razas  rubias  del  Norte  (1905),  escribiendo  interesantes  volúmenes  so- 
bre Expansion  of  Races  (1909)  y  la  Medical  Ethnology  (191 5).  En  sus  Mut- 
ter Lecture  (1902),  el  coronel  Louis  A.  La  Garde  ha  demostrado  que  no 
existen  heridas  por  arma  de  fuego  estériles,  a  causa  de  que  los  microorga- 
nismos de  la  pólvora  y  de  los  proyectiles  no  son  destruidos  por  el  calor 
de  la  ignición  y  son  llevados  directamente  dentro  de  la  herida.  Su  tratado 
de  las  heridas  por  arma  de  fuego  (1914)  es  la  mejor  obra  moderna  de  la 
materia.  Los  manuales  de  higiene  militar,  por  el  coronel  Valery  Havard 
(1909),  y  de  la  técnica  de  los  rayos  X,  por  el  capitán  Arthur  C.  Christie 
(191 3),  son  de  análogo  mérito.  El  teniente  coronel  Edward  L.  Munson, 
editor  del  Military  Surgeon,  es  autor  de  importantes  obras  de  higiene  mi- 


(1)  Rusell:  Harvey  Lecture,  191 3. 

(2)  Vender.  Bull.  Manila  Med.  Soc,   19 11;  III, páginas  48-53.  Journ.  Tro_p.Med.% 
Londres,  191 1 ;  XIV,  páginas  149-152. 


342  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

litar  (1901),  de  táctica  sanitaria  (19H)  y  de  calzado  militar  (191 2).  Todas 
estas  obras,  con  los  diferentes  manuales  de  Medicina  militar  de  Charles 
S.  Tripler  (1858),  Alfred  A.  Woodhull  (1898),  Paul  F.  Straub  (1910)  y 
otros,  han  aumentado  mucho  el  mérito  del  Cuerpo  de  Sanidad  Militar  de 
los  Estados  Unidos,  dentro  y  fuera  de  su  país. 

Intimamente  relacionado  con  la  historia  de  las  enfermedades  infec- 
ciosas está  la  lista  ilustre  de  los  médicos  mártires  de  las  mismas.  Con 
Servet  y  Semmelweis,  que  murieron  por  defender  sus  opiniones,  pueden 
ponerse  los  nombres  de  Daniel  A.  Carrión  (verrugas),  Jesse  W.  Lazear 
(fiebre  amarilla),  A.  Yersin  y  Hermann  Franz  Müller  (peste  bubónica), 
Tito  Carbone  (fiebre  de  Malta),  Alien  Macfadyen  (fiebre  tifoidea  y  fiebre 
de  Malta),  J.  Everett  Dutton  (fiebre  recurrente  africana),  Howard  Taylor 
Ricketts  (tabardillo)  y  Thomas  B.  MacClintic  (fiebre  de  las  Montañas  Ro- 
cosas), todos  los  cuales  perdieron  sus  vidas  víctimas  de  aquellas  enfer- 
medades a  las  que  han  quedado  asociados  sus  nombres. 

La  Cirugía  del  siglo  xx  ha  sido  favorecida  por  muchos  refinamientos, 
inventos  y  perfeccionamientos  en  sus  procedimientos,  tales  como  el  tra- 
tamiento de  las  fracturas  de  Arbuthnot  Lane  por  medio  de  láminas  y  tor- 
nillos (1892- 1905)  y  el  método  del  mismo  autor  de  tratar  el  estasis  intes- 
tinal por  medio  del  «Lane's  kink»  (1903-09);  las  operaciones  para  la  exci- 
sión de  la  próstata  de  P.  Johnston  Freyer,  del  Servicio  Médico  de  la  India 
(1901),  y  de  Hugh  Hampton  Young  (1903),  de  Baltimore;  el  uso  de  la 
pasta  de  bismuto  en  el  tratamiento  de  las  fístulas  y  senos  tuberculosos 
crónicos  por  E.  Beck  (1906),  permitiendo  la  inyección  de  la  pasta  el  ob- 
tener una  completa  radiografía  de  todas  las  ramificaciones  de  la  cavidad; 
el  tratamiento  del  cáncer  por  un  bombardeo  de  chispas  de  grandes  di- 
mensiones de  alta  frecuencia  (fulguración),  ideado  por  Keating  Hart 
(19 IO);  las  pinzas  compresoras  elásticas  y  otros  instrumentos  inventados 
por  Eugéne  Doyen;  el  empleo  de  la  «Cargile  membrane»  para  prevenir 
las  adherencias  post-operatorias  intestinales  (1912),  etc. 

August  Bier  (1861),  sucesor  de  Bergmann  en  Berlín  (1907),  ha  intro- 
ducido la  anestesia  intrarraquídea  con  cocaína  (1899),  un  nuevo  procedi- 
miento de  tratar  los  muñones  de  las  amputaciones  (1900)  y  la  hiperemia 
activa  y  pasiva,  corno  auxiliar  de  la  terapéutica  quirúrgica  (1903)  [i].  En 
la  anestesia  por  la  cocaína  por  la  vía  espinal,  Bier  ha  estado  precedi- 
do por  James  Leonard  Corning  (i 85 5 ),  de  la  ciudad  de  New- York, 
en   [885  (2),  y  por  Rudolph  Matas  (1899).  Se   ha   dicho   con    justicia   que 

uning  fué  el  primero  que  bloqueó  la  médula   espinal;  Cushing,  el  pri- 


(1)  Bier:  Hyperimie  alt  Heilmitul,  Leipzig,  1903. 

(2)  Corning:    Vew-  York  Med.  Journ.^  [885;  XI. II,  páginas  3i7-3>9< 


ELSIGLOXX  343 

mero  que  bloqueó  los  grandes  troncos  nerviosos,  y  Crile  el  que  aplicó  el 
principio  a  los  más  delgados  y  más  activos  nociceptores  nervios  de  la 
piel  y  de  los  tejidos  superficiales».  La  anestesia  por  infiltración  ha  sido 
ideada  por  C.  L.  Schleich  (1894). 

Ernst  Ferdinand  Sauerbruch  (1875),  de  Barmen  (Prusia  Renana),  pro- 
fesor en  Marburgo  (1907),  a  la  vez  que  trabajaba  en  la  clínica  de  Miku- 
licz, en  Breslau,  hizo  adelantar  grandemente  las  posibilidades  de  la  ciru- 
gía intratorácica  con  la  invención  de  la  cámara  neumática  de  presión 
atmosférica  reducida  (negativa),  para  prevenir  la  producción  del  neumo- 
torax (1903-1904).  La  idea  de  usar  presiones  diferenciales  había  sido  an- 
teriormente concebida  por  Quenu  y  Tuffier  en  1 896.  Sauerbruch  ha  ideado 
además  la  cámara  de  presión  positiva,  en  la  cual  el  enfermo  respira  aire 
comprimido,  en  tanto  que  su  pleura  se  abre  a  la  presión  atmosférica  or- 
dinaria. Las  primeras  cámaras  estaban  imperfectamente  construidas,  ofre- 
ciendo múltiples  inconvenientes;  pero  con  los  modernos  perfeccionamien- 
tos de  Sauerbruch  y  Willy  Meyer  (cámara  para  presión  diferencial,  po- 
sitiva y  negativa)  se  han  podido  llevar  a  cabo  grandes  adelantos  en  la  ci- 
rugía del  esófago  y  del  tórax.  La  respiración  forzada  en  los  envenena- 
mientos ha  sido  usada  por  primera  vez  por  George  Edward  Fell,  de  Buf- 
falo (New- York),  el  23  de  julio  de  1887  (i),  y  ello  condujo  a  la  positiva 
presión  por  medio  de  la  intubación  (el  método  de  Fell-O'Dwyer),  que  ha 
sido,  además,  recomendado  por  Rudolph  Matas  en  1899.  En  1909  (2), 
Samuel  James  Meltzer  y  Juan  Auer,  del  Instituto  Rockefeller,  simplifica- 
ron grandemente  el  asunto  por  él  método  de  la  insuflación  intratraqueal 
de  aire  a  través  de  un  tubo  introducido  en  la  tráquea,  produciendo  una 
«respiración  continua  sin  movimientos  respiratorios».  El  sostenimiento 
de  la  respiración  en  un  animal  cuyo  tórax  está  abierto,  por  medio  de  un 
fuelle,  ha  sido  conseguido  por  Vesalio  y  Robert  Hooke;  pero  el  ingenioso 
experimento  de  Meltzer- Auer  hace  el  procedimiento  viable  y  ha  consti- 
tuido un  verdadero  progreso  para  la  cirugía  fisiológica. 

Mucha  labor  efectiva  ha  sido  realizada  en  la  cirugía  visceral  por  Eugene  Doyen 
(París),  César  Roux  (Lausanne),  Emil  Werner  Kórte  (Berlin),  A.  W.  Mayo  Robson 
(Londres),  sir  Berkeley  G.  A.  Moynihan  (Leeds),  John  B.  Murphy  (Chicago),  Char- 
les H.  Mayo  y  William  J.  Mayo  (Rochester,  Minnesota)  y  John  M.  T.  Pinney  (Balti- 
more); en  la  cirugía  de  la  cabeza,  por  v.  Bergmann,  MacEwen,  W.  W.  Keen, 
H.  Schloffer,  Harvey  Cushing;  en  la  cirugía  del  sistema  vascular,  por  Erwin  Payr 
(Leipzig),  W.  T.  Halsted,  J.  B.  Murphy,  Alexis  Carrel;  en  cirugía  ortopédica  y  os- 
teoplástica, por  Albert  Hoffa,  Erich  Lexer,  E.  Lorenz,  J.  B.  Murphy,  John  B.  Ro- 
berts y  el  notable  grupo   de  los  ortopédicos  de  Nueva  Inglaterra,  a  saber:  Edward 


(1)  Fell:    Tr.  Internat.  Med.   Congr.,  Washington,   1887;   I,  pág.  237.  Bu/falo 
Med.  &°  Surg.  Journ.,  1887-88;  XXVII,  páginas  145-157. 

(2)  Meltzer  y   Auer:   Journ.   Exper.    Med.,  New- York,   1909;   XI,  páginas  622 
a  625. 


344  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

H.  Bradford,  Robert  W.  Lowet  y  James  W.  Sever,  que  han  ideado  el  tratamiento 
de  la  escoliosis  por  los  corsés  de  yeso  aplicados  en  suspensión;  Edville  G.  Abbott 
(Portland,  Maine),  que  ha  ideado  el  tratamiento  de  la  curvadura  lateral  por  la  apli- 
cación de  los  corsés  en  flexión  (191 1);  Howard  Osgood,  que  ha  descrito,  a]  propio 
tiempo  que  C.  Schlatter,  la  apofisitis  de  la  tibia  en  los  adolescentes  (1903)  y  ha  es- 
tudiado la  poliomielitis  de  los  carreteros  (1913);  Charles  F.  Painter,  que  ha  excin- 
dido  el  hueso  innominado  (1908);  Joel  Ernest  Goldthwait,  de  Marblehead  (Massa- 
chusetts), que  ha  trabajado  mucho  por  simplificar  el  complicado  asunto  de  los 
«trastornos  reumáticos»  con  su  clasificación  de  las  artritis  en  vellosas,  infecciosas, 
atroncas  e  hipertróficas  (1904),  y  Ernest  A.  Codman,  que  ha  descrito  la  bursitis 
subacromial  como  una  causa  común  de  la  impotencia  del  hombro  (1906-1911),  ha- 
biéndose tratado  cuidadosamente  la  patología  y  la  terapéutica  de  esta,  afección  por 
Walter  M.  Brickner,  de  New-York  (19 15).  En  el  tratamiento  del  mal  de  Pott,  de  las 
fracturas  y  de  las  deformidades  por  injertos  de  hueso,  Fred.  H.  Albee  (1876),  de 
New- York,  ha  logrado  una  bien  merecida  reputación  (1 9 1 5)  [1]. 

Hans  Kehr  (1862),  autor  de  autorizados  tratados  sobre  la  cirugía  de 
la  litiasis  biliar  (1896-1901);  Werner  Korte  (1853),  de  Berlin,  que  ha  es- 
crito muy  bien  de  cirugía  pancreática  (1898-1903)  y  visceral;  Erwin 
Payr  (1871),  de  Innsbruck,  director  de  la  Clínica  Universitaria  de  Leipzig, 
que  ha  trabajado  en  suturas  intestinales  y  en  transplantaciones  de  la  tiroi- 
des (1906),  y  Erich  Lexer  (i 867),  de  Würzburgo,  profesor  y  director  de 
la  Clínica  Quirúrgica  de  Jena,  son  notables  cirujanos  alemanes  de  la  épo- 
ca actual.  Lexer  es  el  autor  de  un  tratado  de  Cirugía  ( 1 904 -5),  ha  investi- 
gado el  microorganismo  de  la  osteomielitis  aguda  (1897)  Y  ha  adquirido 
una  gran  reputación  en  la  actual  guerra  europea  por  su  eficaz  obra  en  la 
cirugía  de  los  huesos  y  de  las  articulaciones  (2). 

Como  París  en  el  siglo  xviii,  las  ciudades  grandes  tienen  en  la  actua- 
lidad hábiles  operadores,  cuyas  innovaciones  se  refieren  principalmente  a 
modificaciones  en  la  técnica  operatoria.  Este  es  especialmente  el  caso  con 
los  parisienses  Tuffier,  Terrillon,  Chassaignac,  Faure,  Jaboulay,  Hartmann, 
Pozzi,  Delbet,  Quénu,  Doyen,  Kirmisson,  Morestin,  Albarrán,  muchos  de 
los  cuales  han  incluido  la  labor  ginecológica  como  una  parte  de  su  espe- 
cialidad. Durante  la  guerra  europea,  la  atención  de  los  cirujanos  en  los 
países  combatientes  ha  estado  concentrada  en  las  heridas  por  arma  de 
fuego  y  en  las  consecuencias  de  las  mismas. 

Marin-Théodore  Tuffier  (1857),  de  Belléme  (Orne),  graduado  en  Me- 
dicina en  París  en  1 88 5,  ha  enseñado  Cirugía  en  la  Facultad  de  París  y 
Cirugía  experimental  en  la  Sorbona,  siendo  autor  de  estudios  sobre  la  ci- 
rugía del  riñon  (1889)  y  de  monografías  acerca  del  tratamiento  quirúrgico 
de  la  tisis  (1897-1909),  de  la  anestesia  subaracnoidea  por  la  cocaína  (1901), 
de  la  semiología  de  la  sangre  en  cirugía  (1905)  y  de  la  cirugía  del  estóma- 


(1)  F.  H.  Albee:  Cirugía  de  los  injertos  óseos.  «Calpe»,  Madrid. 

(2)  Sobre  esto,  véase  Beyer:  Johns  Hopkins  IIosp.  Bull.,  Baltimore,  1916;  XXVI, 
páginas  267-270. 


EL     SIGLO     XX 


345 


go  (1907).  Ha  popularizado  la  anestesia  raquidiana  en  Francia,  y  durante 
la  guerra  ha  colaborado  con  Simonin  en  la  regularización  del  tratamiento 
de  las  heridas  y  en  otras  fases  de  la  cirugía  militar  a  lo  largo  de  todo  el 
frente  francés. 

Estos  últimos  años  se  han  hecho  notar  por  el  renacimiento  de  la  ciru- 
cía  fisiológica  o  hunteriana.  Del  mismo  modo  que  Marion  Sims  y  Bill- 
roth, en  sus  especialidades,  hicieron  avanzar  grandemente  la  patología  de 
las  enfermedades  de  las  visceras 
abdominales  y  pélvicas,  vemos 
cómo  Kocher,  Horsley,  von  Ei- 
selberg,  Halsted,  Crile,  Cushing, 
Carrel,  Murphy,  etc.,  no  sólo  pien- 
san fisiológicamente  al  realizar  su 
obra,  sino  que  descubren  muchos 
procedimientos  nuevos,  gracias 
a  su  experimentación  en  los  ani- 
males. Hunter,  Merrem  y  sir  As- 
tley  Cooper  han  procedido  de 
un  modo  análogo,  lo  mismo  que 
Jameson  y  Gross  en  América; 
pero  desde  aquella  época  los 
métodos  han  cambiado  por  com- 
pleto. 

A  la  cabeza  de  la  profesión 
quirúrgica  figura  actualmente,  se- 
gún la  opinión  de  todos,  el  hono- 
rable nombre  deTheodorKocHER 

(i  841),  de  Berna  (Suiza),  discípulo  de  Langenbeck  y  Billroth,  que  ocupa  la  cá- 
tedra de  Cirugía  en  su  ciudad  natal  desde  1872.  Kocher  es  bien  conocido  por 
su  método  de  reducir  las  luxaciones  del  hombro  (1870)  [1];  por  sus  estudios 
sobre  hernias,  osteomielitis,  etc.;  por  sus  operaciones  para  el  ano  artificial, 
etcétera;  por  su  teoría  hidrodinámica  de  los  efectos  de  los  traumatismos 
por  arma  de  fuego  y,  especialmente,  por  sus  trabajos  sobre  la  glándula 
tiroidea.  Ha  sido  el  primero  en  excindir  la  glándula  tiroidea  por  el  bocio 
(1878)  [2],  y  ha  llevado  a  cabo  esta  difícil  operación  más  de  dos  mil  veces 
con  sólo  un  medio  por  ciento  de  mortalidad.  En  1 883  (3)  ha  publicado  su 
descripción  de  la    «caquexia  estrumipriva»,  que  ha  encontrado  como  una 


Theodore  Tuffier  (1857) 


(1)  Berlin,  klin.  Wochenschr.,  1870;  VII,  páginas  101-105. 

(2)  Corr.  Bl.f.  Schweiz.  Aerzte,  Basilea,  1878;  VIII,  páginas  702-705. 

(3)  Arch.f.  klin.  Chir.,  Berlín,  1883;  XXIX,  páginas  254-337. 


346 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


secuela  en  un  30  por  IOO  de  sus  cien  primeras  tiroidectomías  y  que,  en 
relación  con  las  investigaciones  experimentales  de  Moritz  Schiff  en  los  pe- 
rros (1859)  y  con  la  obra  de  los  Reverdin  y  Horsley,  ha  inaugurado  la 
fisiología  y  cirugía  fisiológica  de  las  glándulas  endrócrinas.  Kocher  ha 
aplicado,  además,  la  cirugía  experimental  a  la  fisiología  del  cerebro  y  de 
la  médula  espinal.  En  1912  ha  concebido  la  idea  de  practicar  inyecciones 
esterilizadas  de  coaguleno  (obtenido  por  Fonio  de  las  plaquetas  sanguí- 
neas) para  acelerar  la  coagulación 
de  la  sangre  en  las  hemorragias  in- 
ternas. Ha  descrito,  como  un  opera- 
dor tranquilo,  cuidadoso,  preciso  y 
absolutamente  habilidoso,  una  ciru- 
gía científica  típica,  en  la  que  se 
obtenía  la  completa  historia  clínica 
de  los  enfermos  antes  de  intervenir 
operatoriamente,  de  tal  manera,  que 
casi  constantemente  el  éxito  apare- 
cía como  una  lógica  consecuencia 
del  modo  de  proceder  anterior.  El 
conserva  absolutamente  aséptico  el 
campo  de  la  operación  y  es  un 
maestro  en  las  minuciosas  diseccio- 
nes. Su  libro  de  texto  de  cirugía 
operatoria  (1894)  constituye  un  ín- 
dice de  su  gran  erudición.  En  las 
apendicitis,  en  caliente  y  en  frío,  se 
dice  que  le  adelanta  su  discípulo  Cé- 
sar Roux,  del  cantón  de  Vaud,  cu- 
yos rápidos  y  artificiales  procedimientos,  algunas  veces  con  exclusión 
de  la  anestesia  y  de  la  antisepsia,  difícilmente  pueden  ser  recomendables. 
Lo  mismo  puede,  en  general,  decirse  de  los  procedimientos  sensacionales, 
cinematografíeos,  de  Doy  en,  de  París;  pudiendo,  de  un  modo  general, 
afirmarse  que  el  abandonar  los  métodos  ostentosos  es  mejor  para  el  bien 
de  los  enfermos  f  1   , 


Théodoi  Kocher  (1S41). 

(Cortesía    del    profesor    Harvey-Cushing 

de   la    Harvard    University.) 


Como  di< ■«•  el  profesor  Harvey  Cushing  en  su  reciente  comunicación  al 
Médií  o  internacional  de  I  ondres  (1913):  Los  métodos  seguros  y  deta- 
llados,  de  Loa  que  dos  han  dado  tan  notables  ejemplos  Kocher  y  Halsted,  se  han 
implantado  en  todas  las  clínii  as  por  lo  menos  en  aquellas  clínicas  a  las  que  qui- 
siéramos usted<  tros  ser  llevados  en  el  caso  en  que  tuviéramos  que  ser 
operados.  Loa  observadores  que  no  temen  ser  llevados  a  una  sala  de  operaciones, 
el  público  de  1  epn  estaciones  teatrales  del  pasado,  no  tolera  verlas  reempla- 
zadas poi  los  procedimientos  tranquilos,  más  bien   monótonos,  de  los  (pie  apenas 


EL     SIGLO     XX  347 

Anton  von  Eiselsberg  (i860),  de  Steinhaus  (Austria),  profesor  de  Ciru- 
gía en  Utrecht  (1893),  Konigsberg  (1896)  y  Viena  (1901),  ha  sido  discí- 
pulo de  Billroth.  Ha  sido  uno  de  los  primeros  en  señalar  la  aparición  de 
la  tetania  después  de  las  operaciones  del  bocio  (1890)  y,  en  1892,  ha 
producido  la  tetania  artificial  extirpando  al  gato  la  tiroides,  que  ha  trans- 
plantado con  éxito  a  la  pared  abdominal  (i).  Ha  estudiado,  además,  las 
metástasis  del  cáncer  de  la  tiroides,  y  recientemente  ha  realizado  nota- 
bles trabajos  en  la  cirugía  de  la  glándula  pituitaria. 

William  Stewart  Halsted  (1852),  de  New- York,  es  profesor  de  Ciru- 
gía en  la  Johns  Hopkins  University  (1889).  En  1884  ha  realizado  por  pri- 
mera vez  la  refusión  o  transfusión  centrípeta  de  la  propia  sangre  del  en- 
fermo, después  de  haberla  desfibrinado,  en  un  caso  de  envenenamiento 
por  el  óxido  de  carbono.  Ha  trabajado  en  la  anestesia  por  la  cocaína  (1885); 
ha  sido  el  primero  en  ligar  con  éxito  la  arteria  subclavia  en  su  primera 
porción  (1891)  [2],  y  ha  ideado  la  bien  conocida  operación  supraclavicu- 
lar para  el  cáncer  del  pecho  (1889)  [3]>  y,  simultáneamente  con  Bassini,  la 
operación  moderna  para  el  tratamiento  de  la  hernia  (1889)  [4],  que  en  su 
última  fase  (1893)  se  diferencia  mucho  de  la  técnica  de  Bassini.  En  1916 
ha  sido  el  primero  en  efectuar  la  extirpación,  por  cáncer,  de  la  ampolla 
de  Vater.  Ha  llevado  a  cabo  mucha  labor  en  cirugía  experimental,  espe- 
cialmente del  aparato  circulatorio  (1887)  y  la  sutura  especial  del  intestino 
(1910),  la  oclusión  de  la  aorta  y  de  otras  grandes  arterias  por  medio  de 
una  lámina  de  metal  como  substitución  de  la  ligadura  (1909)  [5],  y  en  las 
auto  e  isotransplantaciones  de  las  glándula  paratiroideas  (1909)  [6],  que, 
en  relación  con  el  clásico  trabajo  de  H.  Leischner,  de  1907,  han  hecho 
mucho  para  establecer  el  estado  funcional  de  estos  órganos.  En  auxilio  de 
una  técnica  rigurosamente  aséptica,  ha  introducido  el  tejido  de  gutapercha 
en  el  drenaje  (1880-81),  los  guantes  de  goma  (1890),  los  apositos  de  ho- 
jas de  plata  (1896),  la  transfixión  de  los  tejidos  sangrantes  y  de  los  vasos 
por  medio  de  agujas  finas  y  finísima  seda.  Tranquila  y  sosegadamente, 
Halsted  ha  enseñado  el  delicado  arte  de  la  curación  perfecta  de  las  heri- 


pueden  enterarse  más  que  el  operador,  sus  ayudantes  y  los  inmediatamente  colo- 
cados. El  enfermo  en  la  mesa,  como  el  viajero  en  un  carruaje,  corre  graves  peligros 
si  tiene  un  conductor  charlatán,  o  que  quiera  caminar  demasiado  deprisa,  o  produ- 
cir la  admiración.»  (Brit.  Med,  Journ.,  Londres,  19 13;  II,  página  294,) 

(1)  Von  Eiselsberg:  Wien.  klin.  Wochenschr.,  1892;  V,  páginas  81-85. 

(2)  Halsted:  Johns  Hopkins  Ifosp.  tfull.t  Baltimore,  1892;  III,  pág.  93. 

(3)  Johns  Hopkins  /fosp.  Rep.,  Baltimore,  1890-91;  II,  páginas  277-280;   Tr.  Am. 
Surg.  Ass.,  Filadelfia,  1898;    XVI,  páginas  144- 181,  5  láminas, 

(4)  Johns  ffopkins  Hosp.  Bull.,  Baltimore,  1889-90;  I,  pág.  12;  1893,  IV,  pág.  17, 
3  láminas. 

(5)  J.  Exper.  Med.,  New  York,  1909;  XI,  páginas  373-391,  3  láminas. 

(6)  Ibidem,  páginas  175-199,  2  láminas;  1912,  XV,  páginas  205-215,  2  láminas. 


348  HISTORIA     DE     LA    MEDICINA 

das,  que  nunca  se  ha  demostrado  de  un  modo  más  perfecto  que  en  su  clínica. 

George  W.  Crile  (i  864),  de  Chile  (Ohio),  profesor  de  Clínica  Quirúrgica, 
desde  1890,  en  la  Western  Reserve  University,  es  el  autor  de  investiga- 
ciones experimentales  altamente  originales  acerca  del  shock  quirúrgico 
(1899),  presión  de  la  sangre  en  cirugía  (1903 j,  hemorragia  y  transfusión 
(1909),  en  cuyo  procedimiento  ha  llevado  al  grado  máximo  la  perfección 
por  su  habilidad  técnica.  El  ha  ideado  varias  operaciones  nuevas  para  el 
cáncer  del  labio,  del  prolapso  uterino,  etc.,  y  ha  sido  el  primero  en  realizar 
una  operación  de  cirugía  mayor  con  las  inyecciones  intraneurales  de  co- 
caína como  anestésico  (1887).  Ha  trabajado  con  especial  habilidad  en  las 
minuciosas  «disecciones  en  bloque»  de  los  linfáticos  en  el  cáncer.  Sus 
operaciones  de  la  cabeza  y  del  cuello  en  estas  condiciones  (1908)  son  com- 
parables con  la  excisión  de  la  mama  de  Halsted  o  con  la  operación  de 
Wertheim-Clark  para  el  cáncer  uterino.  Su  teoría  de  la  «anociasociación>, 
el  bloqueo  del  shock  operatorio  por  la  combinación  de  la  anestesia  gene- 
ral y  de  la  local  (morfina  y  escopolamina,  seguidas  de  óxido  nitroso  y  no- 
vocaína), con  menos  del  I  por  100  de  mortalidad,  es  su  contribución  más 
importante  a  la  Cirugía. 

Harvey  Cushing  (1869),  de  Cleveland  (Ohio),  profesor  de  Cirugía  en 
el  Johns  Hopkins  (1902-n)  y  en  la  Harvard  University  (1912),  se  ha  con- 
sagrado ampliamente  a  la  cirugía  del  sistema  nervioso  y  muy  especial- 
mente a  la  cirugía  de  la  cabeza  y  de  la  glándula  pituitaria.  Ha  realizado 
mucha  labor  original  en  fisiología,  patología  y  cirugía  experimentales,  tales 
como  la  producción  experimental  de  los  cálculos  biliares  (1899),  la  pro- 
ducción experimental,  en  el  perro,  de  lesiones  valvulares  del  corazón,  con 
subsiguiente  tratamiento  afortunado  de  las  mismas  (1908),  el  tratamiento 
eficaz  de  la  parálisis  facial  en  el  hombre  por  anastomosis  del  nervio  espi- 
nal accesorio  y  del  nervio  facial  (1903);  ha  ideado  varios  procedimientos 
nuevos:  bloqueo  anestésico  de  los  nervios  (1898),  una  sutura  especial,  el 
drenaje  lumbar  en  el  hidrocéfalo,  la  incisión  en  cruz  encorvada  para  abrir 
la  base  del  cerebro,  y  ha  desarrollado  operaciones  descompresoras,  espe- 
cialmente en  las  hemorragias  intracraneales  del  reciennacido  (1905  y  en 
los  casos  de  tumores  inoperables  (1905).  En  su  obra  sobre  la  glándula 
pituitaria  nos  ha  dado  mucha  luz  a  propósito  de  las  funciones  fisiológicas 
de  la  misma  por  la  producción  experimental  del  infantilismo  sexual  en  los 
animales,  por  el  estudio  del  metabolismo  pituitario  en  las  enfermedades, 
en  el  embarazo,  en  la  hibernación  y  en  otras  condiciones,  y  por  el  modo 
general  de  considerar  estos  trastornos  como  «dispituitarismo».  Su  mono- 
graiía  a  propósito  de  este  asunto  (1912)  [i]  contiene  su  modo  de  operar 

( 1 )     The  Pituitary  Body  and  its  Disorders,  Filadelfia,  1 9 1 2. 


ELSIGLOXX  349 

y  un  acabado  estudio  de  las  condiciones  de  la  glándula  desde  el  punto  de 
vista  fisiológico,  patológico,  clínico  y  quirúrgico. 

Grandes  adelantos  han  podido  realizarse  en  la  cirugía  vascular  por 
el  método  experimental  y  con  el  auxilio  de  las  ligaduras  asépticas  absor- 
bables. 

Tal  vez  el  primer  caso  de  sutura  venosa  realizada  con  éxito  haya  sido  el  de  la 
famosa  «fístula  de  Eck>  (1877),  que  ha  sido  posteriormente  aplicada  por  Pavloff  y 
otros  en  aquellos  experimentos  que  requieren  la  exclusión  fisiológica  del  hígado. 
En  1 88 1,  Vincenz  Czerny  procedió  a  suturar  el  seno  yugular  lesionado,  pero  con 
fatales  resultados;  en  cambio,  Schede  suturó  con  éxito  la  vena  yugular,  y  en  1892 
contaba  ya  con  30  casos  afortunados.  En  1890,  Jassinovski  llevó  a  cabo  26  suturas 
arteriales  experimentales  en  los  animales,  todas  laterales,  y  fué  seguido  por  Dorf- 
ler  (1890),  que,  como  Murphy  y  Silberberg  antes  de  él,  empleaba  una  sutura  pasan- 
do a  través  de  las  tres  tánicas  arteriales.  Procediendo  asépticamente,  ha  evitado  la 
trombosis,  y,  en  1891,  Durant  ha  aplicado  el  método  con  éxito  en  dos  casos  de  su- 
tura arterial  en  el  hombre.  Todas  estas  eran  suturas  laterales.  La  primera  sutura 
extremo  con  extremo  de  las  venas  fué  practicada,  con  éxito,  en  el  perro  por  Hirsch 
en  1881,  y  en  1898,  Jaboulay  y  Briau  aplicaban  con  éxito  su  sutura  en  U  a  las  arte- 
rias carótidas  de  un  mono,  siendo  seguidos  con  igual  éxito  en  los  animales  por  Sa- 
lomón y  Tomaselli.  La  primer  sutura  circular,  con  éxito,  de  los  vasos  sanguíneos 
del  hombre  ha  sido  llevada  a  cabo  por 

John  Benjamín  Murphy  (l857-l9l6),deAppleton  (Wisconsin),  profesor 
de  Cirugía  en  la  Universidad  del  Noroeste  (Chicago,  1 88 5),  que,  después 
de  muchas  experimentales  resecciones  y  uniones  extremo  con  extremo 
de  arterias  y  venas  heridas,  procedió  con  éxito  a  unir  la  arteria  femoral, 
dividida  por  una  herida  de  arma  de  fuego  (1896)  [1].  Murphy  era  ya  fa- 
moso por  la  producción  de  «anastomosis,  sin  sutura,  colecistointestina- 
les,  gastrointestinales  y  enterointestinales,  y  aproximaciones»  por  medio 
de  un  botón  especial  (1892)  [2],  que  había  sido  precedido  por  las  placas 
de  hueso  decalcificado  de  Nicholas  Senn,  por  placas  de  patata,  nabo,  etc. 
Entretanto,  Robert  Abbe  (1851),  de  New- York,  ideaba  los  anillos  de 
catgut  para  la  sutura  intestinal  (1892)  [3]  e  intentaba  la  unión  protésica 
de  los  vasos  sanguíneos  por  medio  de  un  fino  tubo  de  vidrio  (1894),  °iue 
fué  perfeccionado  por  Erwin  Payr  con  su  invento  de  los  cilindros  absor- 
bables de  magnesia  (1900).  En  1897,  Murphy  (4)  inventa  su  sutura  extre- 
mo con  extremo  de  los  vasos  sanguíneos  por  medio  de  la  invaginación, 
siendo  llevada  la  túnica  íntima  en  oposición  con  la  adventicia;  pero,  aun 
cuando  no  hubo  hemorragia,  la  circulación  sólo  se  restableció  en  cuatro 
casos  de  los  trece,  a  causa  de  la  estrechez  de  la  luz  vascular,  con  trombosis 
consecutivas.  Esto  fué,  finalmente,  remediado  por  la  sutura  triangular  de 


(1)  Murphy:  Med.  Record,  New- York,  1897;  LI,  páginas  73-88. 

(2)  Murphy:  Ibidem,  1892;  XLIII,  páginas  665-676. 

(3)  Abbe:  Ibidem,    1892;  XLI,  páginas  365-370. 

(4)  Murphy:  Ibidem,  1897;  Ll,  páginas  73-88. 


350  HISTORIA     Í)E     LA     ME  Oí  CIÑA 

Carrel  (1900).  Antes  de  esta  innovación,  Hópfner  y  otros  habían  trans- 
plantado piezas  de  arterias  o  de  venas  por  medio  de  los  anillos  de  mag- 
nesio de  Payr,  y  Ullmann  había  intentado  la  transplantación  de  un  riñon 
en  el  perro  'en  1 902.  Pero  todos  estos  experimentos  fracasaron,  no  obs- 
tante, a  consecuencia  de  complicaciones  sépticas,  y  el  mismo  Carrel  sólo 
pudo  triunfar  gracias  a  la  más  refinada  asepsia.  Murphy  ha  realizado  anas- 
tomosis del  intestino,  en  casos  de  invaginación,  y  ha  conseguido  notables 
éxitos  con  los  injertos  óseos,  con  el  hecho  curioso  de  que  el  éxito  sólo  se 
obtenía  cuando  el  trozo  de  tejido  usado  era  autógeno  del  mismo  enfermo. 
El  injerto  llega,  con  el  tiempo,  a  reproducir  exactamente  el  contorno  del 
hueso  definitivo,  de  acuerdo  con  la  ley  morfológica  de  Driesch  de  la  «toti- 
potencia  del  protoplasma>. 

Rudolph  Matas  (i860),  de  Nueva  Orleans,  ha  perfeccionado  grande- 
mente la  cura  radical  del  aneurisma  con  su  procedimiento  de  la  aneuris- 
morrafia  (1902)  [i],  o  sea  la  sutura  intrasacular  u  oclusión  de  los  vasos 
que  penetran  dentro  del  aneurisma,  y  ha  sido,  además,  uno  de  los  más 
antiguamente  preocupados  de  la  obra  del  bloqueo  de  los  nervios (1898-99)? 
de  la  anestesia  espinal  (1899)  y  de  la  intubación  laríngea  (1902). 

Alexis  Carrel  (1873),  de  Sainte  Foy-les-Lyon  (Francia),  graduado  en 
la  Universidad  de  Lyon  (1905)  y  actualmente  miembro  asociado  del  Ins- 
tituto Rockefeller;  ha  revolucionado  la  cirugía  del  sistema  vascular  y  reali- 
zado grandes  adelantos  en  fisiología  y  fisiología  quirúrgica,  por  lo  que  le  ha 
sido  concedido  el  premio  Nobel  en  191 2.  En  1902  ha  publicado  su  pri- 
mer trabajo  sobre  anastomosis  vasculares  y  transplantaciones  viscera- 
les (2),  en  el  que  demostraba  que  una  perfecta  anastomosis  extremo  con 
extremo  de  los  vasos  sanguíneos  podía  asegurarse  insertando  en  los  extre- 
mos que  van  a  unirse  una  sutura  triplemente  enhebrada,  que,  al  tirar  cui- 
dadosamente de  ella,  convierta  la  luz  redonda  del  vaso  en  un  triángulo 
equilátero,  asegurándose  de  este  modo  una  exacta  aposición,  sin  reduc- 
ción, preservando  la  continuidad  de  la  luz  y  evitando  la  trombosis.  Antes 
de  la  época  de  Carrel,  una  arteria  herida  era  tratada  únicamente  por  la  li- 
gadura en  la  continuidad.  Desde  las  anastomosis  extremo  con  extremo  se 
ha  avanzado,  por  medio  del  invento  de  agujas  especiales  y  de  una  rígida 
asepsia,  hasta  la  substitución  de  un  trozo  perdido  de  arteria  por  trozos  de 
arteria  o  de  vena,  y  de' allí,  a  la  transplantación  de  órganos  de  un  animal 
a  otro.  Así,  ha  transplantado  el  riñon,  con  todos  sus  vasos,  de  un  gato  a 
otro,  comenzando  la  secreción  de  la  orina  ya  antes  de  acabar  la  operación, 


(ij     Matas:  Tr.  Am.  Surg .  Assoc,  Filadeifía,   1900;  XX,  páginas  396-434,   16  lá- 
minaa. 

(2)    Carrel:  Lyon  Méd.,  i<>o¿,  \<\'lll,  páginas  859-864, 


EL     SIGLO     XX 


351 


y  esta  hazaña  no  sólo  ha  sido  intentada  con  éxito  en  el  hombre,  sino  que, 
además,  se  ha  extendido  a  otras  visceras.  Transplantaciones  en  masa  de 
vasos  sanguíneos,  órganos,  visceras  y  miembros  se  han  llevado  a  cabo 
también  con  éxito  (i).  Las  investigaciones  de  Carrel  sobre  la  vida  latente 
de  las  arterias  (1910)  [2]  le  han  llevado  a  la  conservación  de  trozos  de  va- 
sos sanguíneos  en  medios  indiferentes  por  espacio  de  días  y  semanas,  an- 
tes de  usarlos  en  la  transplantación.  Posteriormente  ha  aplicado  el  princi- 
pio del  experimento  de  R.  G.  Ha- 
rrison del  cultivo  extravital  de 
las  células  nerviosas  (1910)  a  los 
cultivos  extravitales  y  al  rejuve- 
necimiento de  los  tejidos 
(191 1)  [3],  llegando  al  notable 
experimento  de  mantener  las 
visceras  excindidas  de  un  ani- 
mal, vivas  y  funcionando  fisioló- 
gicamente in  vitro  (191 2)  [4].  Ha 
conseguido,  además,  activar  y 
acelerar  el  crecimiento  del  tejido 
conjuntivo  aplicándole  el  extrac- 
to tiroideo,  esplénico,  del  em- 
brión u  otros  extractos  ani- 
males. 

El  premio  Nobel  de  Medici- 
na de  191 1  ha  sido  concedido 
a  Allvar  Gullstrand  (1862),  de 
Landskrona  (Suecia),  profesor  de 
Oftalmología  de  la  Universidad 

de  Upsala  (1894)  Por  sus  estudios  matemáticos  de  dioptría,  o  sea  de  la 
ciencia  de  la  refracción  de  la  luz  a  través  de  los  medios  transparentes  del 
ojo  vivo.  Del  mismo  modo  que  Willard  Gibbs  fundó  la  teoría  química  de 
los  medios  heterogéneos,  Gullstrand  ha  fundado  la  dioptría  de  los  medios 
heterogéneos. 


Allvar  Gullstrand  (18Ó2) 


Primitivamente,  la  imagen  en  el  ojo  era  considerada  como  una  esquemática  dis- 
posición punto  por  punto,  al  modo  como  se  estudian  las  lentes  de  los  instrumentos 
ópticos.  El  curso  délos  rayos  en  el  astigmatismo,  por  ejemplo,  era  representado 
por  el  conoide  diagramático  de  Sturm.  Gullstrand  colocó  el  estudio  de   la  imagen 


(1)  Journ.  Amer.  Med.  Assoc,    Chicago,  1908;  LI,  páginas  1662- 1667. 

(2)  Journ.  Exper.  Med.,  New- York,  19 10;  XII,  páginas  460-486. 

(3)  Journ.  Amer.  Med.  Assoc,    Chicago,  1911;  LVII,  página  161 1. 

(4)  Journ.  Exper.  Med.,  New-York,  1913;  XVIII,  páginas  155-161. 


352  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

ocular  desde  el  punto  de  vista  de  la  realidad,  diferenciando^clara mente  su  forma- 
ción actual  de  su  proyección  óptica.  Demostró  que  el  conjunto  de  rayos  en  el  co- 
noide de  Sturm  no  tiene  la  más  remota  semejanza  con  la  condición  actual  del  as- 
tigmatismo. Aplicando  los  métodos  de  la  física  matemática,  especialmente  los  de 
sir  William  Rowan  Hamilton  (1828),  ha  tratado  el  problema  como  si  se  refiriese  a 
un  conjunto  de  haces  luminosos  extraordinariamente  difusos,  refractados  por  un 
sistema  de  planos  continuamente  curvos,  pudiendo  demostrar  que  durante  la  aco- 
modación el  índice  de  refracción  de  las  lentes  aumenta  por  un  cambio  actual  en  su 
estructura.  Sus  principales  obras  sobre  este  asunto  son:  su  estudio  sobre  el  astig- 
matismo (1 89 1),  su  Teoría  general  de  las  aberraciones  monocromáticas  (1900)  [1]  y  sus 
ensayos  de  dióptrica  déla  lente  del  cristalino  (1908)  y  sobre  la  imagen  óptica  real 
(1906).  En  1889  ha  ideado  un  método  práctico  de  apreciar  el  astigmatismo  corneal 
por  una  sencilla  observación,  una  ventaja  que  posee  un  solo  instrumento,  el  oftal- 
mómetro  de  Sutcliffe.  En  1892  ha  introducido  un  método  fotográfico  para  localizar 
un  músculo  ocular  paralizado.  Ha  ideado,  además,  un  método  micrométrico  de 
apreciar  fotograbado  el  reflejo  corneal,  dando  el  más  exacto  conocimiento  de  la 
forma  de  la  córnea  normal  y  enferma.  Su  labor  en  este  terreno  puede  compararse 
a  la  de  Burdon-Sanderson  de  las' determinaciones  fotográficas  del  tiempo  de  reac- 
ción en  el  músculo.  En  1907  ha  demostrado  que  el  color  amarillo  de  la  mácula  en 
la  retina  es  un  fenómeno  cadavérico,  no  existiendo  durante  la  vida,  y,  como  antes 
hemos  indicado,  descubrió  el  mecanismo  intracapsular  de  la  acomodación  (2).  Ha 
inventado,  además,  el  oftalmoscopio  estacionario  sin  reflejo  (1912),  que  excluye 
toda  luz  que  no  pertenezca  a  la  imagen  oftalmoscópica,  estando  así  libre  de  todas 
las  reflexiones  del  espejo  o  del  mismo  ojo,  dando  mejor  imagen,  mejor  efecto  este- 
reoscópico y  más  amplio  campo  visual.  Ha  inventado  lentes  correctoras  con  crista- 
les asféricos,  para  los  operados  de  cataratas,  que  dan  un  dibujo  más  limpio  e  imá- 
genes más  luminosas,  con  más  amplio  campo  visual,  que  las  lentes  esféricas  con  la 
misma  lente  focal. 

Dos  notables  innovaciones  en  la  cirugía  ocular  han  sido  realizadas  en 
estos  últimos  tiempos  por  oficiales  del  servicio  médico  de  la  India.  La  ope- 
ración o  extracción  de  Ja  catarata  con  la  cápsula  ha  sido  ideada  por  el  te- 
niente coronel  Henry  Smith  en  1900  (3)  y  los  resultados  han  sido  muy 
notables.  Como  un  bienhechor  de  la  Humanidad  es  conocido  Smith  en 
todo  el  Norte  de  la  India,  donde  el  reflejo  de  los  despiadados  rayos  del 
sol  en  las  secas  llanuras  viene  a  dar  con  aterradora  fuerza  en  los  ojos  de 
los  indígenas.  Sus  clínicas  en  Jullundur  y  Amritsar,  en  el  Punjab,  se  ven 
frecuentadas,  no  sólo  por  series  de  ciegos  que  vienen  de  todas  partes,  sino 
también  por  oculistas  cirujanos,  hasta  de  los  Estados  Unidos  del  Oeste, 
que  atraviesan  el  mundo  por  aprender  sus  métodos.  Para  enseñar  a  hacer 
la  pupila,  realiza  la  operación  ante  ellos.  Hace  unas  3.000  extracciones  de 
•catarata  al  año,  y  en  1910  había  llegado  a  hacer  24.OOO,  de  las  que  20.OOO 
eran  por  el  método  intracapsular.  Otra  operación  nueva,  la  de  la  trepana- 
ción esclerocorneal  para  el  glaucoma,  ha  sido  ideada  por  el  mayor  Robert 
Henry  Elliot,  I.  M.  S.,  en  agosto  de  1909  [4].  La  operación  de  von  Graefe 

(1)  Gullstrand:   AUgemeine  Theorie  der  monochromatischen  Aberrationen,  LTpsa- 

la,  1900. 

(2)  Arch./.  Ophih.,    Berlín,  191 2;  LXXII,  páginas  169-190. 

]x)     EL  Smith:  Indian  Med.  Gaz.,  Calcuta,  1900;  XXXV,  pág.  240;  1901,  XXXVI, 
página  220;  1905,  XL,  pág.  327. 

(4)     Elliot:  Ophthalmoscope,  Londres,  1909;  VII,  páginas  804-808. 


EL     SIGLO     XX 


353 


ha  dominado  por  espacio  de  medio  siglo.  Lagrange  y  Herbert  han  ensal- 
zado el  valor  de  la  esclerotomía,  y  hasta  la  trepanación  corneal  había  sido 
ensayada  por  Argyll  Robertson,  Blanco,  Fróhlich  y  Freeland  Fergus;  pero 
Elliot  ha  realizado  la  operación  con  varios  perfeccionamientos  que  le  son 
propios  y  que  la  facilitan  grandemente. 

Grandes  adelantos  en  el  diagnóstico  y  tratamiento  de  las  enfermeda- 
des del  oído  interno  han  sido  llevados  a  cabo  por  Robert  Bárány  (1876), 
de  Viena,  Privatdocent  de  la  Uni- 
versidad, que  ha  trabajado  mucho 
por  poner  en  claro  el  obscuro  pro- 
blema del  vértigo  auricular  o  en- 
fermedad de  Meniere,  diferencián- 
dole especialmente  de  las  lesiones 
vecinas  o  sobreañadidas  del  cere- 
belo, de  la  epilepsia  y  de  la  forma 
común  del  nistagmus  (1906)  [1]. 
El  vértigo  laberíntico  o  «nistag- 
mus vestibular  es  interpretado 
por  Bárány  como  una  perturba- 
ción de  la  función  del  nervio  ves- 
tibular o  de  los  órganos  en  los  que 
se  distribuye,  habiendo  señalado 
su  origen  de  diferentes  causas,  en 
las  cuales  podía  establecerse  con- 
fusión. Ha  ideado  una  serie  de  in- 
geniosas pruebas  diferenciales,  ta- 
les como  la  producción  del  nistag- 
mus por  irrigación   del  conducto 

auditivo  externo  con  agua  fría  o  caliente  (prueba  calórica),  o  haciendo  que 
el  sujeto  trate  de  tocar  un  objeto  teniendo  los  ojos  tapados,  y  habiéndole 
previamente  tocado  con  los  ojos  abiertos  (prueba  estática),  y  ha  podido 
demostrar  la  exactitud  de  sus  casos  por  las  operaciones  afortunadas  del 
cerebelo  o  del  oído  interno.  Ha  inventado,  además,  la  «máquina  ruidosa > 
para  comprobar  la  paracusia  de  Willis,   y  otras  novedades  diagnósticas. 

Los  últimos  diez  o  veinte  años  han  sido  testigos  de  un  extraordinario 
desarrollo  del  interés  por  la  historia  de  la  medicina.  Muchos  admirables 
ensayos  y  monografías  se  han  publicado;  se  han  creado  Sociedades  en 
Alemania,  Italia,  Francia,  Inglaterra  y  en  las  grandes  ciudades  de  América; 


Robert  Bárány  (1876). 
(D%  una  fotograiía  de  la-Biblioteca  General  de  Cirugía.) 


(1)     Bárány:  Arch.f.  Ohrenh.,  Leipzig,  1906;  LXVIII,  páginas  1-30,  y  publicacio- 
nes posteriores. 


Historia  di  la  Mbdiouta.—  Tomo     II 


23 


354 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


se  han  celebrado  exposiciones  de  objetos  raros,  libros  e  ilustraciones  pic- 
tóricas, y  muchos  médicos  modernos  han  hecho  colecciones  privadas  muy 
importantes  de  estos  mismos  objetos.  El  adelanto  más  grande  de  los  últi- 
mos años  ha  sido  la  fundación  del  Instituí für  Geschichte  der  Medizin)  en 
Leipzig,  en  1 905,  bajo  la  dirección  del  profesor  Sudhoff,  para  el  cual  se  ha 
creado  una  cátedra  especial  de  la  asignatura  en  la  Universidad  (1905). 
Este  Instituto  y  las  publicaciones  del  mismo  sostiénense  con  una  dotación 

de  500.OOO  marcos,  dados  por  la 
viuda  del  difunto  profesor  Theo- 
dorPuschmann,  y  al  aceptar  esta 
dirección,  el  profesor  Sudhoff  ha 
estipulado  que  se  crearía  un  edi- 
ficio aparte  para  la  nueva  espe- 
cialidad. Karl  Sudhoff  (1853),  de 
Francfort  am  Main,  que  había 
practicado  la  Medicina  por  espa- 
cio de  varios  años  antes  de  este 
acontecimiento,  y  que  se  ha  con- 
sagrado por  completo  a  autoedu- 
carse  en  la  historia  de  la  Medici- 
na, comenzando  con  sus  impor- 
tantes estudios  sobre  Paracelso 
(incluso  un  acabado  estudio  de 
los  manuscritos  de  Paracelso) 
comenzados  en  1 876  y  publica- 
dos en  1887-99,  que  serán  siem- 
pre una  autoridad  en  la  materia.  Ha  escrito  completas  y  acabadas  mono- 
grafías sobre  los  iatromatemáticos  de  los  siglos  xv  y  xvi  (1902),  sobre  los 
manuscritos  y  otras  ilustraciones  médicas  del  siglo  xv  (1907),  sobre  la  his- 
toria de  las  antiguas  ilustraciones  anatómicas  (1908),  sobre  los  incunables 
médicos  alemanes(l908),  los  papiros  griegos  del  período  alejandrino  ( 1 909), 
la  balneología  antigua  (1910)  y  la  historia  antigua  de  la  sífilis  (1912).  Todas 
ellas  son  investigaciones  originales  del  género  más  profundo,  y,  además  de 
ellas,  ha  publicado  una  serie  extraordinariamente  numerosa  de  más  reduci- 
das, pero  muy  importantes  también,  investigaciones,  especialmente  en  los 
Archiv  für  Geschichte  der  Medizin,  que  ha  fundado  en  1908.  Ha  hecho  mu- 
chos de  los  textos  médicos  más  raros  accesibles  a  los  lectores  alemanes 
por  sus  Klassiker  der  Medizin,  una  serie  de  reimpresiones  poco  costosas, 
que  semejan,  en  el  estilo  y  en  la  forma,  a  las  bien  conocidas  ediciones  de 
(  totwald,  de  os  científicos.  Su  método  de  investigar  es  completa- 

mente nuevo.  Con  los  re(  ursos  financieros  de  su  dotación,  viaja  por  todas 


Karl  Sudhoff  (1853). 
(.Ue  un  retrato  de  la  Biblioteca  General  de  Cirugía.) 


EL     SIGLO     XX  355 

partes  en  busca  de  los  manuscritos  raros  o  no  impresos,  y  de  las  ilustra- 
ciones, por  todas  las  bibliotecas  privadas  y  públicas  de  Europa,  y  foto- 
grafiando unos  y  cotejando  otros  ha  sido  apto  para  ampliar  los  métodos 
inductivos  con  señalada  habilidad,  trayendo  a  colación  muchos  hechos 
nuevos,  afirmando  puntos  sujetos  a  discusión  y  rechazando  mucha  de 
la  tradicional  Papierwissenchaft,  cuyos  datos  habían  sido  servilmente 
aceptados.  Así,  ha  demostrado,  por  cotejo  de  manuscritos  no  impresos, 
que,  hasta  los  tiempos  de  Vesalio,  las  ilustraciones  anatómicas  y  de  otro 
género  han  estado  basadas,  por  espacio  de  siglos,  en  la  servil  tradición,  y 
casi  todas  ellas  desprovistas  de  toda  señal  de  observación  original  y  direc- 
ta. Nadie,  desde  la  época  de  Choulant,  se  ha  ocupado  de  un  modo  más  efi- 
caz de  las  ilustraciones  anatómicas.  Sudhoff  ha  desenvuelto  también,  y  de 
un  modo  completo,  la  ciencia  de  los  Lasstafelkunst,  que  trituraba  con  tan 
obsceno  vigor  Paracelso  en  su  Liber  Paragranum  (1589),  y  durante  su  in- 
vestigación ha  encontrado  en  la  Biblioteca  Nacional  de  París  la  primer  pu- 
blicación médica  de  este  género  que  ha  sido  impresa:  el  Calendario  de  la 
purga,  de  Gutenberg  (1457).  Sus  investigaciones  filológicas  de  los  papiros 
alejandrinos  (1909)  nos  han  dado  mucha  luz  acerca  del  estado  de  la  Me- 
dicina egipcia  durante  este  período,  y  sus  recientes  investigaciones  sobre 
la  historia  antigua  de  la  sífilis  (1912),  de  la  cual  ya  nos  hemos  ocupado, 
proporciona  un  poderoso  argumento  contra  la  teoría  del  origen  americano 
de  esta  dolencia.  Ha  añadido,  además,  mucho  a  nuestro  conocimiento  del 
avance  de  la  Medicina  del  estado  durante  la  Edad  Media.  Sus  originales 
investigaciones  y  reproducciones  de  los  escritos  medievales  sobre  lepra, 
peste  y  sífilis,  incluyendo  las  ordenanzas  preventivas,  van  mucho  más  allá 
de  la  obra  de  Haeser  en  este  mismo  terreno.  Leyendo  su  maravilloso  ca- 
tálogo de  la  Exposición  Histórica  de  Dresde  (1911)  se  realiza  ya  un  cono- 
cimiento, como  pocos,  de  la  historia  de  la  medicina.  Sus  vastas  lecturas  le 
han  proporcionado  un  conocimiento  tan  profundo  de  la  medicina  medi- 
eval, tal  como  no  lo  posee  actualmente  ninguna  otra  persona  en  el  mundo, 
y  sólo  su  conversación  se  dice  que  basta  para  la  inspiración  de  sus  discí- 
pulos. Sudhoff  piensa  que  los  filólogos  clásicos,  que  han  agotado  las  posi- 
bilidades de  la  literatura  secular  de  Grecia  y  Roma,  debieron  afilar  sus 
dientes  en  los  antiguos  escritos  médicos  y  tratar  de  dilucidarlos.  Sus  aca- 
bados estudios  de  los  incunables  médicos  alemanes  (1908)  suplementan 
y  completan  la  obra  de  Choulant  y  son  los  precursores  del  movimiento 
iniciado  en  Berlín  en  1904  para  crear  un  catálogo  internacional  de  todos 
los  incunables  de  las  bibliotecas  públicas  y  privadas,  con  el  fin  de  decidir 
los  puntos  dudosos  relativos  a  la  época,  lugar  y  autor  de  los  mismos. 

Con  la  labor  de  un  erudito  tan  eminente  debe  terminar  este  esquema 
de  la  medicina  moderna. 


ASPECTO    CULTURAL    Y    SOCIAL 
DE  LA  MEDICINA  MODERNA 


Los  lectores  de  la  Historia  de  la  Moral  en  Europa,  de  Lecky,  recorda- 
rán las  impresionantes  páginas  en  las  que  este  eminente  escritor  filosófi- 
co discute  los  efectos  del  moderno  espíritu  de  industrialismo  sobre 
las  relaciones  éticas,  incluso  sobre  la  moral  sexual.  Dos  tipos  de  caracte- 
res— dice — son  aptos  para  producir:  el  económico,  frugal  y  prudente,  que 
tiene  «toda  esa  serie  de  virtudes  que  se  designan  con  el  término  de  res- 
petabilidad», y  el  tipo  emprendedor,  teórico,  que  es  «inquieto,  fogoso  e 
inseguro,  muy  expuesto  a  caer  en  grandes  y  aparentes  vicios,  impacien- 
tándose por  las  rutinas,  pero  no  menos  propicio  a  las  grandes  simpatías,  a 
las  grandes  generosidades  y  resoluciones  >.  El  primer  tipo  es  el  que  pre- 
domina en  los  pueblos  pebres,  aislados;  el  segundo,  entre  los  grandes 
mercados  comerciales.  Las  grandes  fases  del  gran  movimiento  industrial 
de  la  vida  moderna  no  han  dejado,  como  es  natural,  de  ejercer  gran  influ- 
jo en  la  práctica  médica.  Durante  el  siglo  xix  vemos  al  médico  que  va 
siendo  cada  vez  más  impersonal,  más  hombre  de  negocios  y  no  demasia- 
do influido  por  aquellas  obligaciones  sociales  y  éticas  que  han  constitui- 
do, positivamente,  la  característica  de  los  médicos  del  siglo  xviii.  El  «mé- 
dico de  familia»  de  los  tiempos  pasados  ha  desaparecido  por  completo, 
salvo  en  las  pequeñas  comunidades,  y  en  el  período  moderno  encontra- 
mos al  médico  urbano,  bajo  la  presión  de  la  competencia,  creando  por  to- 
das partes  códigos  locales  de  ética  profesional.  Los  motivos  de  esto  no 
son  difíciles  de  apreciar.  Están  clara  y  suficientemente  expuestos  en  la  há- 
bil pero  superficial  inventiva  de  Bernard  Shaw  contra  el  industrialismo  de 
la  profesión  médica.  Otto  Juettner,  en  su  interesante  biografía  de  Daniel 
Drake,  cuenta  de  un  cierto  grupo  de  médicos  de  la  región  occidental  en 
los  primeros  treinta  años,  que  cuando  eran  avisados  para  ver  un  enfermo 
cuya  posición  económica  era  ignorada,  siempre  preguntaban  al  entrar  en 


358  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

la  casa:  «¿Quién  paga  esta  cuenta? >  Este  es  un  crudo  ejemplo,  sobre  todo 
si  se  compara  con  lo  que  Abraham  Flexner  dice  a  propósito  del  carácter 
de  los  dos  Hunter,  Matthew  Baillie,  Bright,  Addison  y  Hodgkin: 

«Estos  hombres  llevaron,  en  lo  esencial,  la  misma  carrera.  Como  jóvenes  des- 
conocidos llegaron  a  ser  ayudantes  de  la  sala  de  disección  o  de  las  clínicas  o  con- 
sultas públicas  del  hospital.  Esta  fué  su  oportunidad;  la  obscuridad  fué  su  protec- 
tora. Emplearon  años  en  estudiar,  tanto  desde  el  punto  de  vista  patológico  como 
del  clínico,  aquellos  importantes  problemas  a  los  que  han  quedado  asociados  sus 
propios  nombres.  Cuando,  ai  cabo  de  una  década,  habían  llegado  a  ser  científicas 
eminencias,  seguían  girando  dentro  de  su  laboriosidad  habitual.  El  resto  de  su  ac- 
tiva vida  la  emplearon  como  prósperos  médicos  de  consulta,  visitando  los  hospita- 
les y  enseñando  en  sus  escuelas  médicas;  pero,  naturalmente,  sin  el  lujo,  comodi- 
dades ni  otros  estímulos  requeridos  por  los  futuros  investigadores  científicos.  El 
hospital,  como  una  institución,  era  indiferente;  no  había  otros  estímulos.  Siguieron 
quince  o  veinte  años  improductivos.  Así  florecían  antiguamente  los  hombres;  pero 
ellos  no  dejaron  semilla;  no  han  dejado  herederos;  no  han  establecido  escuela»  (i). 

Aparentemente,  Flexner  no  está  familiarizado  con  los  discípulos  de 
Hunter,  ni  con  las  averiguaciones  modernas  a  propósito  de  Addison  y 
Hodgkin,  como  «médicos  de  próspera  consulta»,  ni  con  los  sucesores  de 
Bright  y  de  Addison  en  el  Guy's  Hospital;  sin  embargo,  no  parece  impro- 
bable el  que  una  buena  consulta,  un  confortable  domicilio  en  la  Harley 
Street,  haya  dejado  de  constituir  la  ambición  dominante  de  los  médicos 
prácticos  de  Londres  en  el  período  moderno.  Aun  en  la  misma  Alema- 
nia, Flexner  parecía  dispuesto  a  admitir  «una  creciente  sospecha  de  que 
el  idealismo  de  los  profesores  clínicos  es  accesible  a  la  tentación,  tal  vez  a 
la  necesidad,  de  aumentar  sus  rentas La  escala  de  la  vida  ha  sido  alte- 
rada por  la  prosperidad  industrial;  los  nuevos  ideales,  el  materialismo  de 
los  caracteres,  todo  ha  sido  arrastrado  por  ella».  Desde  los  días  de  la  ter- 
ca persecución  de  John  Hunter,  tras  «la  condenada  guinea»,  hasta  las 
disputas  de  la  época  actual  a  propósito  de  la  «división  de  los  honorarios», 
del  contrato  médico,  de  las  igualas,  Krankenkassen,  de  las  patentes  médi- 
cas, de  los  médicos  descalificados,  de  la  plusvalía  de  los  doctores,  la  ne- 
cesidad de  luchar  por  una  competencia,  en  lugar  de  tenerla  asegurada  por 
una  práctica  de  familias  como  en  el  siglo  xviii,  ha  determinado  un  cam- 
bio completo  en  el  médico  moderno.  El  ideal  es  científico  e  impersonal, 
tan  eficaz  como  un  ingeniero  y  tan  capaz  de  ver  y  de  actuar  como  una 
persona. 

A  pesar  de  todo  elfo,  los  hombres  se  ven  influidos  por  las  condicio- 
nes sociales  que  golpean  sobre  sus  espaldas.  Es  un  hecho  comprobable  el 
que  los  cuadros  de  los  americanos  de  la  época  de  la  guerra  civil  eran 
más  sinceros  y  más  ideales  que  los  de  la  época  moderna.  El  tipo  moder- 


(i)     Flexner:  Medical  Education  in  Europe,   New-York,  191 2- 13. 


PERIODO     MODERNO  359 

no  se  señala  por  una  marcada  suficiencia  de  negocios.  Para  el  adelanto  de 
la  ciencia  esto  ha  sido  una  ventaja  inconmensurable.  La  ciencia  moderna 
ha  derribado  la  idea  de  la  infalibilidad  personal,  ha  comprobado  ella  mis- 
ma sus  propios  resultados  y  ha  adquirido  una  propia  y  exagerada  probi- 
dad. «El  caballero  científico — dice  Billings — es  el  hombre  de  sangre  azul 
de  nuestros  días.»  Puede  afirmarse,  para  gloria  de  la  medicina  moderna, 
que,  a  despecho  de  la  competencia,  miles  de  médicos  han  continuado 
ejerciendo  su  profesión  siguiendo  las  antiguas  honorables  prácticas,  dan- 
do generosa  y  ampliamente  su  tiempo  a  los  pobres,  a  pesar  de  que  en  las 
calles  donde  se  amontonan  las  riquezas  un  hombre  cuyo  corazón  sea  me- 
jor que  la  cabeza  es  siempre  definido  como  loco.  Los  más  ilustrados  mé- 
dicos de  nuestros  tiempos  van  dirigiéndose  a  la  medicina  preventiva,  con 
lo  que  se  tiende  a  suprimir  una  gran  proporción  de  la  práctica  médica. 
«Ciertamente,  los  hombres  que  habitualmente  prestan  una  gran  cantidad 
de  sus  servicios  gratuitamente,  y  que  están  constantemente  ocupados  en 
destruir  sus  propios  medios  de  vida,  no  pueden  ser  convictos  de  ser  com- 
pletamente mercenarios»  (i). 

Como  dice  ingeniosamente  Harwey  Cushing:  «El  doctor  Pound  (libra), 
de  Cure  Lane  (la  callejuela  de  curar)  ha  sido  reemplazado  por  el  doctor 
Ounce  (onza),  de  Prevention  Street  (de  la  calle  de  prevenir)»   [2]. 

El  coste  cada  vez  mayor  de  la  vida,  el  automóvil,  los  gastos  de  domi- 
cilio e  instrumentos,  los  estudios  y  viajes  al  extranjero,  hacen  graves  in- 
cursiones en  las  ganancias  del  médico  moderno,  y  de  aquí  que  se  haya, 
en  casi  todas  partes,  triplicado  los  honorarios  médicos.  En  otros  términos: 
el  valor  del  dinero  para  adquirir  sigue  descendiendo  constantemente.  De 
acuerdo  con  las  leyes  de  la  economía,  cuanto  más  grande  es  la  provisión 
de  oro,  tanto  más  llega  a  ser  una  comodidad  y  tanto  menores  serán  las 
cosas  que  se  compren.  Es  más  fácil,  en  nuestros  días,  ganar  dinero  que 
adquirir  alimentos  no  adulterados  y  ropa  o  trabajo  útil. 

Al  final  del  siglo  xvm  (1798),  las  cargas  profesionales  de  los  «prácticos  de  Me- 
dicina y  Cirugía  en  los  Estados  Unidos,  New- York»  (3)  eran:  un  dólar  por  una  visi- 
ta corriente  y  1,25  dólar  con  una  sola  dosis  de  medicamento;  12  centavos  cada  do- 
sis de  pildoras  y  polvos;  5  dólares  por  consulta  (prescripción  verbal)  o  por  una  vi- 
sita nocturna,  1  a  2  dólares  por  sangría,  4  dólares  por  ventosas,  100  dólares  por 
cada  amputación  por  la  articulación,  extracción  de  un  ojo  u  operación  de  un  aneu- 
risma, al  paso  que  la  operación  de  la  hernia,  de  cálculos  o  de  cataratas  costaba 
125  dólares;  un  parto  normal,  de  15  a  25  dólares;  un  parto  difícil,  de  25  a  40.  Samuel 
C.  Busey  comenzó  a  practicar  en  Washington,  D.  C,  en  1849,  llevando  un  dólar  por 
visita,  y  «muchas  veces  la  cuenta  era  convenida  como  una  fracción,  y  frecuente- 


(1)  J.  B.  Nichols:  Medical  Sectarianism,  Wash.  Mea.  Ann.,  i9i3;XTI,  pág.  12. 

(2)  Cushing:  Brit.  Med.  Journ.,  Londres,  19 13;  II,  pág.  291. 

(3)  J-  J-  Walsh:  Physicians'  fees  down  the  ages,  Internat.  Clin.,  Filadelfia,  20  s.,  IV, 
páginas  259-275. 


36o  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

mente  una  pequeña  fracción,  de  la  suma  total»  (i).  En  la  época  actual,  el  importe, 
por  término  medio,  de  una  visita  es  de  3  dólares  (dos  en  algunas  localidades),  y  las 
consultas  y  los  casos  quirúrgicos  y  obstétricos  son  pagados  proporcionalmeníe.  En 
Inglaterra,  el  importe,  término  medio,  de  la  consulta  hacia  1870,  era  una  guinea; 
posteriormente,  es  costumbre  pagar  dos  guineas  por  la  primer  visita  y  una  guinea 
por  las  consecutivas.  Si  requerían  viajar,  se  cargaba,  hasta  1845  aproximadamente, 
una  guinea  adicional  por  cada  milla;  posteriormente,  desde  los  viajes  por  ferroca- 
rril, dos  guineas  por  cada  tres  millas  (Power).  En  los  pueblos,  o  tratándose  de 
clientes  pobres,  las  visitas  pueden  variar  de  diez  chelines,  cinco  chelines,  diez  y 
ocho  peniques,  hasta  seis  peniques.  El  médico  de  pueblo  suele  cobrar  más  bien  las 
medicinas  que  receta  y  administra  que  las  visitas  prestadas;  así,  por  ejemplo,  san- 
gría, 1   chelín  6  peniques;  bolos,  1  chelín  6  peniques;  poción   y  pildoras,    1   chelín 

9  peniques;  iter  (viaje  a  la  casa),  1  chelín  6  peniques.  La  ley  de  pobres  señala 
en  1845,  como  usual,  20  libras  por  cada  parroquia,  mas  10  chelines  por  cada  caso 
obstétrico,  con  una  adición  de  2  chelines  6  peniques  si  el  enfermo  tvive*a  una  dis- 
tancia de  más  de  tres  millas  (Power)  [2].  La  socialización  de  la  medicina  en  la  prác- 
tica de  los  jurados  ha  impuesto  mucho  trabajo  de  más  y  muy  poca  compensación  y 
ha  doblado  la  tarea  de  los  que  no  estaban  sujetos  al  servicio  militar  durante  la 
guerra  europea. 

En  Francia,  durante  la  guerra  napoleónica,  una  consulta  en  el  gabinete  del  mé- 
dico o  una  visita  en  la  ciudad  valía  10  sueldos  (1805-39);  en  1850,  un  franco.  La  san- 
gría, una  libra;  el  parto,  12  libras.  En  Prusia  (1906),  médicos  y  enfermos  se  arre- 
glaban con  alguno  de  estos  contratos:  2  a  20  marcos,  por  una  visita  corriente; 
1  a  10  marcos,  por  cada  visita  o  consulta  subsiguientes;  4  a  10  marcos,  por  un  par- 
to, con  una  mitad  más  si  son  gemelos;  3   a  15   marcos,  por  extirpar  una  amígdala; 

10  a  30  marcos,  por  reducir  una  fractura.  En  1892,  más  de  la  mitad  de  los  médicos 
de  Berlín  estaban  señalados  como  ganando  menos  de  3.000  marcos,  y  una  décima 
parte  sólo  como  ganando  más  de  10.000  marcos.  En  Berlín,  en  1908,  el  sueldo  de 
un  profesor  ordinario  eran  4.800  marcos,  con  un  aumento  de.  400  marcos  cada  cua- 
tro años  y  un  máximo  de  7.200  marcos  al  final  de  veinticuatro  años  de  servicios. 
Fuera  de  Berlín  comenzaban  con  4.200  marcos  y  terminaban  con  6.600.  Un  profe- 
sor extraordinario  comienza  con  2.600  marcos,  para  llegar  a  4.800  como  máximo. 
En  Austria,  los  extraordinarios  comenzaban  con  3.200  coronas,  alcanzando  las  4.000 
coronas  en  una  década.  Flexner  cuenta  que  un  eminente  profesor  alemán  descom- 
ponía del  modo  siguiente  sus  ingresos:  «300  dólares  como  médico  del  hospital 
pagado  por  la  ciudad,  2.000  dólares  como  profesor  pagado  por  el  Estado,  5.000  do- 
lores de  los  estudiantes.  Además,  tenía  alguna  consulta  durante  la  tarde»  (3). 

El  arte  moderno,  lo  mismo  que  el  del  siglo  xvn,  ha  representado  los 
asuntos  médicos  de  múltiples  y  variadas  maneras.  Uno  de  los  caracteres 
más  salientes  del  modernismo,  «la  enfermedad  extraña  de  la  vida  moder- 
ea»,  es  buscar  todo  lo  que  sea  extraño  y  nuevo,  y  respecto  del  arte,  bus- 
car (a  inspiración  en  lo  feo  y  en  lo  deforme.  Los  cuadros  de  Goya  en  el 
Museo  del  Prado,  por  ejemplo,  y  especialmente  sus  aguafuertes,  son 
triunfos  fio  lo  macabro.  Sus  representaciones  de  teratología,  idiotismo, 
locura,  muertes  violentas  y  matanzas  generales  demuestran  el  curioso  in- 
terés por  lo  horrible,  la  delicia  solemne  por  la  muerte,  que  los  Goncourt 
pensaban  ser  esencialmente  español;  Le  génie  de  T horreur  c  est  le génie  de 
rEspagne.  El  musco  Wiertz,  en  Bruselas,  nos  proporciona  otro  ejemplo 
de  esta  misma  tendencia,  infanticidios,  suicidios,  inhumaciones  prematuras 


amuel  C.  Bu  <       /'  rsonal  Reminiscences,  Washington,  1895;  P¿g-  63- 
(2)      í).  A.  Power:  [Janus,  Amsterdam,  1909;  XIV,  páginas  292-293. 

($)    Flexn<  r:  Op.  c/t.,  páginas  [48  y  293  a  299. 


PERIODO     MODERNO  361 

y  escenas  eróticas  son  los  temas  tratados  preferentemente  por  sus  artistas. 
Charcot  da  un  interesante  grupo  de  ciegos  del  artista  japonés  Hokusai. 
El  impresionista  Degas  trabaja  con  la  precisión  de  un  pintor  holandés  de 
interiores,  y  se  excede  en  reproducir  los  movimientos  artificiales  de  la 
bailarina.  Sus  desnudos  son  tan  deformes  como  los  de  Rembrandt.  Otro 
desarrollo  más  moderno  es  el  de  lo  escabroso,  que  ha  sido  acabadamente 
tratado  por  los  pintores  de  cartones  y  caricaturistas  como  Gavarni  y  en 
los  cuadros  de  los  secesionistas  alemanes,  alguno  de  los  cuales,  por  ejem- 
plo, ha  representado  el  parto  con  espantosa  franqueza.  Más  recientemen- 
te, el  Salon  des  refuses,  en  París,  ha  presentado  también  algo  de  este  mis- 
mo género.  Siguiendo  líneas  mucho  más  convencionales,  encontramos  un 
gran  número  de  cuadros  representando  doctores  en  la  clínica  o  cirujanos 
operando  en  el  anfiteatro,  y  de  los  cuadros  del  tipo  literario,  anteriormen- 
te de  moda,  que  se  refieren  a  la  historia,  señalaremos  el  de  Wilhelm  von 
Kaulbach,  Narrenhaus  (1837);  e^  de  F-  Hamman,  Vesalio;  Germain  Colot 
realizando  la  operación  de  la  talla  ante  Luis  XI (1414),  por  Rivoulon; 
Ambrosio  Paré  operando  en  los  suburbios  de  una  ciudad  sitiada,  por  L.  Ma- 
tout;  Los  apestados  de  Jaffa,  por  Antoine-Jean  Gros;  Pinel  en  la  Salpé- 
triere,  de  Robert  Henry;  Lección  de  Velpeau,  por  Feyen-Perrin,  o  Pean 
demostrando  la  hemostasia  por  for  apresura  (L.  Gervex).  Otros,  como  el 
Dentista,  de  Andrea  Cefaly  (1875);  el  cuadro  de  Pasteur  inoculando  con- 
tra la  hidrofobia,  de  Laurent  Gsell;  el  Pasteur  en  su  laboratorio,  de  Edel- 
felt;  los  Estudiantes  de  arte  disecando  en  la  escuela  práctica,  o  el  cuadro, 
de  A.  Brouillet,  Charcot  demostrando  un  caso  de  histerismo  en  la  Salpé- 
triere,  o  el  Laboratorio  de  San  Lázaro,  de  Julián  Story,  demuestran  la  ten- 
dencia hacia  la  representación  realista  o  fotográfica,  como  de  algo  «toma- 
do en  el  acto».  Carolus  Duran,  Sargent,  Cecilia  Beaux  y  otros  han  hecho 
excelentes  retratos  al  óleo  de  médicos  modernos.  Muchos  de  estos  médi- 
cos modernos  han  ilustrado  ellos  mismos  sus  propias  obras,  especialmen- 
te los  Bell,  Henle,  His,  Leidy  y  Lister.  Paul  Richer  ha  hecho  un  hermoso 
retrato  dibujado  de  Charcot,  y  el  propio  Charcot  era  un  talento  como 
dibujante  y  decorador  en  porcelana.  Su  pincel  seguía  las  líneas  de  lo 
cómico  y  de  lo  fantástico,  y  sus  caricaturas  de  la  Facultad  de  Medicina  de 
París,  como  amigos  en  concilio  (L  Aréopage)  y  el  desfile  indio  (en  queue) 
son  deliciosos.  Sir  Seymour  Haden,  el  cirujano,  era  uno  de  los  más  per- 
fectos aguafortistas  modernos.  En  escultura  tenemos  un  bajorrelieve  de 
Alfred  Boucher  representando  al  joven  Tobías  devolviendo  la  vista  a  su 
padre  (Museo  de  Troyes),  la  estatua  de  tamaño  natural  de  Charcot,  en  la 
Salpétriére,  obra  de  Falguiére  (1898)  y  las  figuras  más  convencionales  de 
médicos  ingleses  y  americanos  en  diferentes  localidades.  Rodin  ha  hecho 
gran  número  de  curiosas  notas  esquemáticas  de  anatomía,  como  prepara- 


362  HISTORIA     DE     LA    MEDICINA 

ción  de  su  modo  especial  de  tratar  el  mármol.  De  los  muchos  monumen- 
tos recientes  de  Miguel  Servet  mencionaremos  la  figura  en  la  pira  funeral 
de  la  Place  Montrouge  (París),  de  Jean  Baffler;  el  contemplativo  Servet, 
con  toga  y  birrete  doctorales,  en  el  museo  Velasco,  de  Madrid,  la  estática 
del  mártir  en  la  prisión,  por  Roch  (Annemasse);  el  desnudo  rodinesco, 
por  Joseph  Bernard,  en  Viena  (Isere);  la  figura  sentada  y  con  toga,  en  el 
pórtico  del  edificio  de  la  Facultad  de  Medicina  de  Zaragoza,  y  el  plinto 
expiatorio,  de  granito  rojo  tallado,  en  Ginebra.  Servet  ha  sido,  además, 
conmemorado  en  un  drama  por  el  dramaturgo  e  ingeniero  español  José 
Echegaray  (La  muerte  en  los  labios)  [i]. 

Así  como  los  médicos  modernos  se  han  visto  numerosas  veces  carica- 
turizados por  las  artes  gráficas,  del  propio  modo  las  tendencias  mer- 
cantiles de  la  profesión  en  nuestros  días  han  dado  abundantes  ocasio- 
nes para  el  ejercicio  de  la  sátira  literaria.  Baas  ha  acertado  al  caracte- 
rizar al  doctor  de  este  tipo  de  la  primera  parte  del  siglo  xix:  «por  el 
elegante  corte  de  su  traje,  sus  universales  saludos  y  rápida  marcha,  su 
imperturbable  amabilidad,  y  el  termómetro,  estetóscopo,  martillo  de 
percusión,  etc.,  saliéndose  de  los  bolsillos  de  su  gabán»  (2).  Todo  ello 
implica  una  perspectiva  algo  pasada  de  todo  un  período;  pero,  sin 
embargo,  nosotros  encontramos  rasgos  semejantes  de  elegancia  en  al- 
gunos caracteres  de  Dickens,  como  el  Dr.  Slammer  en  Pickwick,  o 
el  Dr.  Joblin  en  Martín  Chuzzlewit,  y  en  el  Dr.  Aberford  de  Christie 
Johnstone,  de  Charles  Reade.  El  Dr.  Firmin,  de  Thackeray,  y  el  doc- 
tor Downward,  de  Wilkie  Collins,  representan  tipos  de  un  género  más 
astuto  y  dudoso.  El  mejor  retrato  imaginativo  del  médico  elevado,  de 
tipo  intelectual,  es  el  de  Lydgate  en  Middlemarch,  de  George  Eliot 
una  novela  que,  en  su  conjunto,  nos  da  el  punto  de  vista  más  real 
de  la  medicina  inglesa  en  el  último  período  georgiano  y  en  el  primero 
de  la  Reina  Victoria.  La  fina  intención  satírica  del  autor  aparece  en  la 
charla  médica  de  las  damas  elegantes  en  el  capítulo  X.  Mrs.  Cadwa- 
llader  compara  a  Casaubon,  el  fósil  novio  de  la  bella  Dorotea,  a  una 
dosis  de  medicamento  «repulsivo  para  tomarlo  y  que  seguramente  no 
conviene >,  y  lady  Chettam,  al  discutir  las  relaciones  de  la  superior 
familia  de  Lydgate,  observa: 

I  no  no  debe  esperarlo  de  un  práctico  de  ese  género.  Por  mi  parte,  yo  prefie- 
ro poner  al  médico  en  el  mismo  pie  que  a  mis  sirvientes;  esto  parece  ser  frecuen- 
temente lo  mejor.  Aseguro  a  usted»  s  que  encuentro  el  juicio  del  pobre  Hicks  infa- 
lible. Nunca  le  he  visto  equivocarse.  Ks  tosco  como  un  carnicero;  pero  conoce  mi 

tituí  ion. 

(1)  Osleí    menciona    otra:    El  reformador  de  Ginebra  (impresa  privadamente 
en  1897),  por  el  profesor  Shields  (Princeton). 

(2)  lía  as:  Op.  cit.,  pág.  770. 


PERÍODO     MODERNO  3^3 

La  misma  nota  aparece  en  el  horror  que  en  El  Mayor  Pendennis  ex- 
perimenta una*lady  casada  hacia  el  doctor  de  su  tío,  y  en  el  que  podemos 
ver  una  expresión  de  la  estimación  en  que  entonces  se  tenía  a  los  médi" 
eos.  El  Washington  Square  (l88o),  de  Henry  James,  demuestra  una  alegre 
confianza  en  su  estado  superior  en  los  Estados  Unidos.  Balzac  ha  inmorta- 
lizado al  médico  de  pueblo  en  Francia  (i);  no  es  seguro  que  Dupuytren 
sea  el  original  de  su  Desplein;  pero  su  Horace  Bianchon  es  un  retrato  ima- 
ginario. Gustave  Flaubert,  Samuel  Warren,  Charles  Lever,  Oliver  Wen- 
dell Holmes,  Weir  Mitchell,  todos  han  considerado  este  asunto  desde  di- 
ferentes puntos  de  vista.  Mitchell  ha  hecho  un  acabado  estudio  del  char- 
latán (2).  Los  estudiantes  de  Medicina  de  Dickens,  Albert  Smith  y  otros 
son  perfectamente  conocidos.  El  Bazaroff  de  Turgenieff  (3),  el  estudiante 
agnóstico  y  anarquista  de  la  Europa  Oriental,  es  una  creación  genial. 

Las  condiciones  de  la  educación  médica  en  los  tiempos  modernos  pue- 
den resumirse  del  modo  siguiente:  La  enseñanza  de  la  medicina  como 
ciencia,  con  un  fin  algo  más  elevado  que  el  puramente  práctico,  comienza 
con  la  fundación  de  laboratorios  y  con  la  reunión  gradual  de  especialida- 
des como  unidades  en  la  instrucción  universitaria.  Desde  la  época  de 
Boerhaave,  los  grandes  maestros  han  tenido  siempre  un  número  limitado 
de  brillantes  discípulos,  que  vivían  en  las  mismas  condiciones  que  ellos 
mismos;  pero  el  conjunto  de  estudiantes  no  ha  podido  comenzar  a  estar 
en  íntimo  contacto  con  toda  la  labor  actual  de  hechos  y  de  experiencias 
necesario  para  su  «educación»  hasta  que  se  le  ha  podido  darla  oportuni- 
dad de  comprobar  y  de  hacer  las  cosas  por  sí  mismos,  y  esto  ha  sido  po- 
sible desde  el  momento  en  que,  incluso  en  anatomía,  la  labor  práctica  iba 
sustituyendo  a  la  rutina  de  las  lecciones  didácticas,  frecuentemente  basa- 
das en  fantásticas  teorías  que  emanan  del  cerebro  del  profesor.  La  ense- 
ñanza universitaria  alemana  era,  desde  largo  tiempo,  teórica,  pero  con  la 
fundación  de  laboratorios,  como  los  de  Purkinje  en  Breslau  (1824),  de 
Liebig  en  Giessen  (182 5)  y  de  Virchow  en  Berlín  (1856),  comenzaron  ten- 
dencias completamente  nuevas;  y  aunque  se  necesitó  largo  tiempo  para 
que  este  nuevo  movimiento  fuera  abriéndose  camino,  sin  embargo,  desde 
el  advenimiento  de  Virchow  y  de  sus  contemporáneos,  el  mundo  moder- 
no ha  sido  guiado  por  Alemania  en  aquellas  ciencias  sobre  las  que  está 
basada  la  Medicina,  al  paso  que  Inglaterra  y  Francia  se  han  distinguido 
más  bien  en  la  organización  de  la  enseñanza  clínica  y  hospitalaria.  Ya  en 
1842,  todavía  Helmholtz  se  graduaba  como   cirujano   militar  discutiendo, 


(1)  Balzac:  Le  médécin  de  campagne  (1833). 

(2)  Weir-Mitchell:  The  Autobiography  of  a  Quack,  New-Yoik,  1900. 

(3)  Turgenieff:  Padres  e  hijos  (1862). 


364  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

entre  otros  temas,  una  operación  quirúrgica  que,  como  Haller  en  tiempos 
anteriores,  no  había  hecho  ni  visto  hacer  nunca.  En  tanto  (jue  la  medicina 
alemana  estaba  sufriendo  aún  los  dolores  de  la  «Fisiología  Natural», 
Laénnec  y  Louis,  Bright  y  Addison,  Graves  y  Stokes,  Dupuytren  y  Ast- 
ley  Cooper  se  veían  rodeados  de  una  muchedumbre  de  competentes  clíni- 
cos y  cirujanos.  En  los  tiempos  actuales,  la  educación  médica  alemana 
aparece  basada  en  la  suposición  de  que  todas  las  especialidades,  incluso  la 
de  dentista  y  la  de  tocólogo,  son  simplemente  fases  de  la  Física  y  de  la 
Química,  y  difícilmente  encontraremos  alguno  de  sus  notables  profesores 
que  no  haya  publicado  en  el  comienzo  de  su  carrera  alguna  obra  original 
sobre  una  de  esas  ramas  fundamentales  de  la  Medicina.  En  los  Estados 
Unidos,  las  circunstancias  son  completamente  diferentes.  En  la  época  co- 
lonial, el  estudiante  de  Medicina,  aunque  pobremente  educado,  tenía  por 
lo  menos  la  ventaja  de  encontrarse  colocado  a  las  órdenes  de  un  precep- 
tor, comenzando  de  este  modo  a  conocer,  en  íntima  y  constante  relación 
con  él,  los  detalles  de  la  práctica  médica.  Pero  en  las  condiciones  de  vio- 
lenta competencia,  propias  de  una  democracia  en  período  de  crecimiento, 
esta  costumbre  dejó  bien  pronto  de  existir,  y  en  tanto  que  una  o  dos  es- 
cuelas médicas  se  mantenían  en  un  nivel  excelente,  un  gran  número  de  es- 
cuelas inferiores  vinieron  a  demostrar  pronto  que  no  tenían  fundamento 
para  su  existencia.  En  la  primera  mitad  de  la  centuria,  los  ambiciosos  y 
emprendedores  estudiantes  americanos  que  tenían  bienes  de  fortuna  iban 
a  París  a  estudiar  con  Louis,  a  Londres  a  aprender  con  Astley  Cooper ; 
posteriormente,  fueron  en  gran  número  a  Berlín  con  Virchow,  a  París  con 
Charcot,  a  Viena  con  Billroth.  Fué  solamente  hacia  el  final  del  siglo  xix, 
bajo  la  dirección  de  Elliot  en  Harvard,  Billings,  Welch  y  Osier  en  el  John 
Hopkins  y  Pepper  en  Filadelfia,  cuando  comenzó  la  verdadera  enseñanza 
médica  con  la  enseñanza  universitaria,  en  el  sentido  de  preparar  al  estu- 
diante a  hacer  uso  de  su  propio  criterio  no  aceptando  ciegamente  los  dog- 
mas. En  el  primer  período,  algunos  hábiles  médicos  americanos,  proce- 
dentes de  las  escuelas  inferiores,  enseñaron  su  medicina  por  la  práctica; 
pero  la  labor  que  ellos  realizaron  fué  debida  a  ellos  mismos  y  no  a  las  con- 
diciones del  centro  de  enseñanza  de  donde  procedían. 

En  el  Continente,  la  medicina  clínica  era  hábilmente  enseñada  por 
Corvisart,  Laénnec,  Louis  y  Trousseau  en  París,  Schonlein  y  Frerichs 
en  Berlín,  Skoda  y  Oppolzer  en  Viena.  En  esta  época  estaba  de  moda  el 
-diagnóstico  de  impresión >,  como  la  rapidez  en  el  operar.  Corvisart,  en 
una  ocasión,  notaba  que  el  sujeto  de  un  cuadro  al  óleo  debía  haber  sido 
víctima  de  una  enfermedad  cardíaca,  y  lo  demostraba  en  seguida.  Frerichs 
estaba  de  tal  modo  enfatuado  con  su  acierto,  que  no  admitía  nunca  que 
uno  de  sus  diagnósticos  pudiese  ser  erróneo.  A  pesar  de  ello,  empleaban 


PERÍODO     MODERNO  365 

en  sus  clínicas  los  métodos  más  exactos  que  se  conocían.  Corvisart  ha  re- 
sucitado la  percusión.  El  estetóscopo,  en  manos  de  Laénnec,  ha  sido  el 
medio  de  desarrollar  la  ciencia  de  las  enfermedades  torácicas.  Louis  y  los 
clínicos  irlandeses  idearon  el  cálculo  del  pulso  por  el  reloj.  Piorry  inventó 
el  plexímetro.  Wunderlich  colocó  la  termometría  clínica  sobre  una  base 
científica.  El  estetóscopo  se  encuentra  mencionado  por  vez  primera  en  el 
catálogo  de  Harvard,  en  1868-69;  el  microscopio,  en  1 869-70.  Aquellos 
eran,  al  principio,  de  diez  pulgadas  de  longitud,  teniendo  esta  longitud 
para  poder  registrar  la  temperatura,  al  cabo  de  cinco  minutos  por  lo  me- 
nos, estando  colocados  en  la  axila,  y,  como  ingeniosamente  dice  Brunton, 
«se  llevaban  debajo  del  brazo,  como  se  lleva  un  fusil»  (i).  Su  reducción 
de  tamaño  y  la  verdadera  invención  del  termómetro  de  bolsillo  es  debida 
a  sir  Clifford  Allbutt  (1868).  Ni  Keen  ni  Tyson  han  visto  un  termómetro 
clínico,  ni  una  jeringa  hipodérmica  de  1862-65.  Sin  embargo,  Billings,  al 
encargarse  de  Richmond,  herido  siete  días  antes,  estaba  provisto  de  una 
y  otro  (2). 

En  184O,  Schonlein  introducía  la  novedad  de  enseñar  en  alemán  en  la 
Charité,  al  paso  que  Wolff,  su  rival  en  Berlín,  llevaba,  por  el  contrario, 
una  lateinische  Klinik,  donde  no  había  nada  de  percusión  ni  de  ausculta- 
ción, y  sí  sólo  la  pedantería,  que  no  se  suprimió  hasta  poco  antes  de  reti- 
rarse Schonlein  en  1 857.  La  clínica  de  Schonlein,  tal  como  la  describe 
Naunyn(3),  era  del  más  elevado  orden  científico.  Antes  de  comenzarla  vi- 
sita, el  corto  y  gordo  Schonlein  estaba  sentado  en  un  confortable  sillón  al 
lado  de  la  cama  del  enfermo,  en  tanto  que  el  ayudante  leía  la  historia  del 
caso  con  todos  los  detalles  necesarios  de  auscultación  y  percusión  y  todos 
los  datos  físicos  y  químicos.  Se  levantaba  entonces  Schonlein  y  procedía  al 
examen  del  enfermo,  y,  volviendo  de  nuevo  al  sillón,  procedía  a  desenvol- 
ver su  diagnóstico  apoyándolo  en  datos  patológicos,  y  después  discutía  el 
caso  desde  los  puntos  de  vista  etiológico  y  patológico.  Si  sucumbía  el  en- 
fermo, se  procedía  a  la  autopsia,  con  «epicrisis»,  en  la  que  se  discutían 
los  posibles  errores  del  diagnóstico.  Después  de  Schonlein  vino  Frerichs 
(!859),  que  siguió  las  mismas  tradiciones.  Este  examinaba  directa  y  com- 
pletamente los  casos  nuevos,  y  si  encontraba  que  los  ayudantes  lo  habían 
estudiado  a  fondo,  se  leían  las  historias  con  todos  los  datos  accesorios  de 


(1)  Sir  Lauder  Brunton:  Lancet,  Londres,  19 16;  I,  página  317.  Véase,  además,  la 
interesante  historia  del  termómetro  clínico  por  G.  Sims  Woodhead  y  P.  C.  Varrier- 
Jones,  en  Lancet,  1916;  I,  páginas  173,  281,  338,  450  y  495. 

(2)  Billings:  Tr.  ColL  Phys.,  Filadelfia,  1905;  páginas  115  y  116.  El  termómetro 
clínico  ha  sido  popularizado  en  los  Estados  Unidos  por  los  libros  de  Edouard  Se- 
guin  de  1873  y  1876. 

(3)  Naunyn:  Die  Berliner  Schüle  von  50  Jahren  (Samml.  klin.  Vortr.,  núm.  478), 
Leipzig,  1908;  páginas  210  y  21 1. 


366  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

examen  de  orinas,  excreta,  esputos,  laringe,  hasta  el  fondo  del  ojo,  y  en- 
tre tanto,  los  dibujos  y  las  preparaciones  microscópicas  (frecuentemente 
de  su  colección  privada)  andaban  de  mano  en  mano  entre  los  estudiantes. 
El  nunca  bromeaba  ni  trataba  mal  a  sus  ayudantes;  al  contrario,  les  trata- 
ba, según  dice  Naunyn,  como  si  fueran  órganos  de  su  propio  cuerpo.  La 
recapitulación  que  hacía  Frerichs,  con  el  diagnóstico,  muchas  veces  ex- 
puesto de  un  modo  teatral,  se  consideraban  como  piezas  maestras.  El  per- 
manecía sobre  una  base  rigurosamente  científica,  aunque,  en  relación  con 
estos  asuntos,  Frerichs  favorecía  la  minuciosa  casuística  clínica  de  los  in- 
gleses; y  el  enfermo,  si  no  se  retiraba  a  tiempo,  algunas  veces  oía  un  mal 
pronóstico .  La  terapéutica  era  cuidadosamente  considerada  por  Frerichs, 
y  las  prescripciones  iban  sucesivamente  señalándose  como  parte  del  asun- 
to; sin  embargo,  Naunyn  piensa  que  los  resultados  no  le  interesaban  de- 
masiado. Al  retirarse  o  morir  el  enfermo,  Frerichs  daba  una  viva  e  ins- 
tructiva epicrisis,  y,  al  final  de  cada  semestre,  venía  una  «epicrisis  gene- 
ral», en  la  cual  los  casos  volvían  de  nuevo  a  ser  revisados  cuidadosamen- 
te (i).  Sobre  esta  enseñanza  se  ha  basado  el  desarrollo  alemán  de  la  me- 
dicina como  ciencia,  que  ha  conducido  a  las  grandes  clínicas  de  Naunyn 
y  de  Friedrich  Müller.  Traube,  que  fué  director  de  la  otra  ala  de  la  Cha- 
nté, era  también  altamente  estimado  por  sus  diagnósticos  (2).  Era  más 
concienzudo  y  más  sincero  en  el  examen  clínico  y  se  interesaba  más  por 
los  enfermos  que  Frerichs,  y,  por  consiguiente,  mejor  apreciado  por  la 
clientela  privada;  pero,  de  acuerdo  con  Naunyn,  conocía  poco  la  química, 
y  era,  casi  siempre,  un  servil  repetidor  de  Virchow  en  la  patología,  y,  en 
en  sus  esfuerzos  por  hacer  la  Medicina  clínica  una  consecuencia  de  la  Fi- 
siología, incurría  algunas  veces  en  sutilezas  retorcidas  y  superfinas  distin- 
ciones. Virchow  favorecía  a  Traube  y  aborrecía  a  Frerichs;  así  que  las  rela- 
ciones de  estos  dos  últimos  no  fueron  nunca  cordiales.  Naunyn  relata  (3) 
que  era  bastante  común  el  que  los  dos  grandes  clínicos,  a  la  cabeza  de 
sus  alumnos,  se  encontrasen  sin  dar  la  menor  señal  de  haberse  visto,  y  a 
los  discípulos  se  les  prohibía  tácitamente  el  que  se  reuniesen  unos  con 
otros.  Entre  tanto,  Virchow  era  la  estrella  especialmente  brillante  de 
la  escuela  de  Berlín,  un  político  revolucionario  en  su  juventud,  un  tirano 
intelectual  en  su  vejez.  Sus  lecciones  públicas,  frecuentemente  retrasadas 
por  motivos  políticos,  eran  difusas,  aburridas  y  difíciles  de  seguir,  a  causa 


(1)      Naunyn:  Op.  rit..  páginas  212  y  215  a  218. 

(2;  Por  ejemplo,  el  del  aneurisma  de  la  aorta  por  descubrir  por  el  examen  \tk 
ringosi  ópi<  o,  La  deten»  ¡ón  d<  <  uerda  vocal  izquierda  (Deutsche  Klinik%  Berlín,  i860; 
XII.  pág.  395;  1861,  XIII.  pág.  263).  Osler  relata  que  cuando  en  una  ocasión  la  au- 
topsia no  confirmaba  bu  modo  de  p<  usar.  Traube  dijo  sencillamente:  *Wir  haden 
nicht  rickttg  gcdacht!-* 

(3)     Naunyn:  üp.  cit.,  pág.  219. 


PERÍODO     MODERNO  367 

de  su  extensión,  frecuentes  paréntesis  y  sentencias;  pero  era  un  brillante 
maestro  en  la  mesa  de  autopsias  y  un  profesor  sin  indulgencia  al  exami- 
nar a  los  estudiantes  (i).  Al  norte  de  la  Charité  antigua  se  levantaba  la 
nueva  Charité,  un  feo  y  obscuro  edificio,  de  ventanas  con  rejas,  contenien- 
do los  sifilíticos,  los  locos  y  una  «estación  combinada»,  cuyos  enfermos 
son  procesados  que  vienen  de  sus  prisiones.  De  esta  estación  combinada 
era  médico  en  jefe  Virchow,  y  allí,  más  asiduo  en  el  cumplimiento  de  su 
deber,  Virchow  trabajaba  como  un  «clínico»  (2).  En  Viena,  Skoda  se  con- 
sagraba por  completo  a  la  auscultación;  Rokitansky,  a  las  autopsias,  y  Op- 
polzer,  el  mejor  maestro  en  conjunto.  Del  último  grupo  de  Berlín  se  de- 
cía:  «Gerhardt  diagnostica  siempre;  Senator,  con  frecuencia;  Leyden, 
nunca»  (Jacobi).  Leyden,  cuando  sus  ayudantes  clínicos  expresaban:  «Un- 
reine  Herztone»  («ruidos  poco  limpios  del  corazón»),  decía:  «Muy  bien; 
entonces,  lávalos»  (Klebs).  En  Inglaterra,  Addison  era,  probablemente,  el 
más  grande  profesor  de  clínica  de  su  época,  elegante,  brillante  y  elocuen- 
te; pero  poco  apreciado  por  los  estudiantes  a  causa  de  sus  maneras  frías 
y  arbitrarias  y  de  su  aspecto  marcial.  El  genial  y  equilibrado  Bright  llegó 
fácilmente  al  segundo  puesto,  y,  a  pesar  de  que  no  se  imponía  en  las  lec- 
ciones de  la  cátedra,  dejó  hecha  mucha  más  labor  científica  al  final  de  su 
vida  y  tuvo,  además,  una  numerosa  clientela.  Con  estos  hombres,  y  con 
un  patólogo  como  Hodgkin,  la  patología  y  la  clínica  médica  iban  avan- 
zando de  día  en  día.  En  Francia,  Trousseau,  el  más  expresivo  y  pintores- 
co profesor  de  este  período,  ha  preparado  el  camino  para  Dieulafoy, Marie 
y  otros  profesores  del  tipo  francés,  afable,  vivo  e  inteligente.  Las  clínicas 
públicas  de  Charcot  eran  únicas  en  su  género,  y  necesitaban  para  llevarse 
a  cabo  todo  el  gran  tropel  de  gente  que  le  seguía.  Con  el  fin  de  rodear  a 
su  enseñanza  del  mayor  relieve  posible,  demostraba  sus  casos  en  un  pe- 
queño teatro,  cuyo  suelo  estaba  provisto  de  candilejas  y  de  todos  los  ac- 
cesorios escénicos  de  iluminación  en  los  diferentes  ángulos.  Los  enfermos. 
permanecían  en  pie  delante  de  las  candilejas,  o  iluminados,  cuando  era 
necesario,  por  una  luz  más  viva,  en  tanto  que  Charcot,  más  en  la  sombra, 
desarrollaba  y  aclaraba  los  casos  de  una  manera  corta  y  clara,  en  prove- 


(1)  La  amargura  accidental  de  su  carácter  es  atribuida  por  Naunyn  a  las  gran- 
des contrariedades  que  experimentó  en  su  primera  juventud. 

(2)  «Los  ayudantes  de  aquel  departamento  contaban  con  frecuencia  lo  regular 
y  acabadamente  que  él  hacía  allí  la  visita  y  lo  bien  que  desempeñaba  el  papel  de 
médico.»  (Naunyn:  Op.  cit.,  páginas  215  y  222.)  Esto  podía  formar  parte  del  progra- 
ma irónico  de  Virchow  en  relación  a  Frerichs. — M.  Regensburger  refiere  que  una 
vez  vio  a  Frerichs  arponear  el  bíceps  de  un  enfermo  para  asegurar  una  preparación 
de  triquina.  Cuatro  días  más  tarde  moría  el  enfermo  de  puemia.  El  caso  fué  envia- 
do a  Virchow,  quien  comenzó  la  autopsia  imitando  la  solemne  y  pontifical  manera 
de  Frerichs:  «¡Caballeros,  otro  sacrificio  para  nuestra  ciencia!»  (Calif.  State  Journ, 
Med.,  San  Francisco,  1914;  XII,  pág.  179). 


368  HISTORIA     DE     LA    MEDICINA 

cho  de  los  extranjeros.  Una  vez  que  se  había  despedido  al  enfermo,  la  le- 
sión patológica  era  expuesta  inmediatamente  en  una  pantalla  en  el  fondo 
del  teatro,  y  este  efecto  teatral  nunca  dejaba  de  impresionar  a  su  gran  au- 
ditorio. Las  maravillosas  lecciones  de  Charcot  estaban  siempre  cuidadosa- 
mente escritas  por  su  propia  mano,  y  se  las  entregaba  a  sus  ayudantes 
para  que  fueran,  a  su  debido  tiempo,  publicadas.  Las  figuras  de  la  pantalla 
han  sido  actualmente  reemplazadas  por  el  epidiáscopo  y  el  cinematógra- 
fo, que  son  utilizados  por  algunos  modernos  cirujanos  como  el  único  me- 
dio de  hacer  apreciar  los  detalles  de  una  operación  a  un  amplio  concurso 
de  estudiantes  (i).  En  las  antiguas  escuelas  americanas,  la  enseñanza  clí- 
nica ha  sido,  durante  largo  tiempo,  didáctica,  careciendo  la  mayoría  de 
aquéllas  de  verdaderas  facilidades  clínicas,  y  siendo  la  labor  hospitalaria 
únicamente  accesible  a  aquellos  estudiantes  que  obtenían  plazas  de  inter- 
nos o  externos.  Estas  deficiencias  han  desaparecido,  en  el  último  período, 
con  las  escuelas  post-graduadas,  en  las  cuales  la  enseñanza  es  enteramen- 
te práctica  y  que  Flexner  describe  como  «una  subgraduada  tienda  de 
conversación»  (2).  Los  preceptores  privados  y  los  supuestos  maestros  eran 
empleados  por  aquellos  que  querían  adelantar  durante  sus  cursos  médi- 
cos. Un  buen  ejemplo  de  esto  tenemos  en  la  exposición  que  hace  Busey 
de  la  enseñanza  privada  de  George  B.  Wood,  de  Filadelfia,  hacia  la  mitad 
del  siglo  xix.  Wood,  un  grave  y  digno  cuáquero,  que  tenía  un  jardín  bo- 
tánico particular,  gastó  20.OOO  dólares  en  diagramas  y  modelos,  y  dio 
más  de  60.000  en  dotaciones  para  la  Universidad  de  Pensilvania,  y  el  Co- 
legio de  Médicos  de  Filadelfia  recibía  por  la  noche  en  su  casa  a  los  estu- 
diantes, alrededor  de  una  mesa  alumbrada  por  candeleros  de  plata,  y  allí 
los  iba  examinando  línea  por  línea,  precepto  por  precepto,  de  los  dos  to- 
mos de  su  obra  de  práctica  de  la  Medicina  (3).  Este  método  era  comple- 
tamente típico  de  la  enseñanza  americana  en  este  período.  Sus  defectos 
eran  el  ser,  pedagógicamente,  una  mera  repetición  de  lo  que  ya  había  sido 
oído  en  las  rutinarias  lecciones,  con  dificultad  para  tener  ninguna  expe- 
riencia clínica.  W.  W.  Keen  dice  que,  en  las  clínicas  de  Filadelfia,  hasta 
Da  Costa,  en  la  sesión  de  1866-67,  afirmó  de  ellas  ser  lo  más  vacías  e  in- 
útiles que  se  podía  uno  imaginar  (4).  Lo  que  podía  ser  la  enseñanza  clíni- 
ca lo  vemos  en  la  viva  exposición  de  Flexner  de  la  clínica  de  Friedrich 
Müiler  en  Munich: 


(1)  Naunyn,  por  ejemplo,  ha  comparado  la  clínica  de  Langenbeck,  en  Berlín, 
(  od  un  1  irco,  en  el  cual  se  ve  al  mismo  Langenbeck,  un  gran  número  de  espaldas  y 
grandes  arroyos  de  sangre;  tra  cuadro  bastante  general  de  los  grandes  anfiteatros 
quirúrgicos. 

(2)  Flexner:  UeJical  Education  in  the  (Jnited  States,  New- York,  19 10;  pág.    174. 

(3)  Busey:  üp.  cit.,  páginas  31  a  37  y  45  y  46. 

(4)  W.  W.  Keen:  Jeffersonian,  Filadelfia,  1912;  XIV,  pág.  3. 


PERÍODO     MODERNO  369 

«Se  abre  un  camino  para  conducir  al  enfermo.  El  profesor  lee  la  historia  y  ex- 
pone en  el  encerado  la  curva  de  la  temperatura;  después,  de  un  modo  claro,  ani- 
mado, explora  al  enfermo;  puntualiza  lo  que  ha  encontrado,  discurre  sobre  la  sig- 
nificación de  lo  hallado;  sugestiona  explicaciones  alternativas,  hasta  llegar  a  esta- 
blecer el  diagnóstico  más  probable.  Esto  le  proporciona  materia  para  nuevos  des- 
arrollos e  ilustraciones.  La  etiología,  la  patología,  la  terapéutica  de  la  afección, 
todo  es  expuesto  con  maravillosa  claridad  y  vigor...  Una  inteligencia  magistral  tra- 
bajando se  exhibe  diariamente  ante  doscientos  o  más  estudiantes»  (1). 

Enseñanzas  de  este  orden,  dependientes  del  maestro,  y  suponiendo 
iguales  las  restantes  circunstancias,  han  existido  en  los  tiempos  pasados 
en  unos  y  en  otros  puntos.  Los  medios  de  su  extensión  más  general  en 
los  momentos  actuales  son  proporcionados  por  la  liberalidad  de  los  go- 
biernos monárquicos  en  Europa  y  de  los  millonarios  en  América.  Por  lo 
que  hace  referencia  a  las  investigaciones  originales,  los  brillantes  investi- 
gadores casi  nunca  han  dejado  de  obtener  por  fin  laboratorios  o  institu- 
tos, como  lo  atestiguan  Purkinje  en  Breslau  (1824),  Liebig  en  Giessen 
(1825),  Buchheim  en  Dorpat  (1849),  Virchow  en  Berlín  (1856),  Bowditch 
en  Harvard  (187 1),  Pettenkofer  en  Munich  (1872),  Schmiedeberg  en  Es- 
trasburgo (1872),  Liebreich  en  Berlín  (1883),  Welch  en  Baltimore  (1884), 
Pasteur  en  París  (1888),  Pavloff  en  Petrogado  (1890),  Koch  en  Berlin 
(1891),  Kitasato  en  Tokio  (1892),  Mosso  en  Turin  (1894)  y  Ehrlich  en 
Francfort  (1896),  el  Instituto  Imperial  para  la  Medicina  Experimental  en 
Petrogrado  (1890),  el  Instituto  Lister  para  la  Medicina  preventiva  en  Lon- 
dres (1891),  el  Instituto  Oswaldo  Cruz  en  Río  Janeiro  (1901),  y  otras  ins- 
tituciones  americanas,  como  los  laboratorios  establecidos  en  Filadelfia  por 
William  Pepper  (1895),  e^  Instituto  Wistar  de  Anatomía  y  Biología  en 
Filadelfia  (1892),  el  Instituto  Rockefeller  en  New- York  (1901),  el  Memo- 
rial Institute  para  enfermedades  infecciosas  en  Chicago  (1902),  el  Instituto 
Henry  Phipps  para  la  tuberculosis  en  Filadelfia  (1903),  el  Instituto  Carne- 
gie de  Washington  (1903),  el  laboratorio  de  Rudolf  Spreckels  (1910),  o  la 
Clínica  de  Psiquiatría  de  Henry  Phipps  en  Baltimore  (1913).  En  1869,  de 
acuerdo  con  el  Bureau  de  Educación,  existían  72  colegios  de  medicina  en 
los  Estados  Unidos,  de  los  que  59  eran  regulares,  siete  homeopáticos, 
cinco  eclécticos  y  uno  botánico  (Tyson).  En  1 859,  la  escuela  médica  de 
Chicago  introdujo  la  novedad  de  un  curso  graduado  de  tres  años;  pero 
los  requeridos  no  se  adhirieron  a  esta  reforma.  La  primera  reforma  verda- 
dera de  la  educación  médica  en  América  fué  hecha,  en  1 87 1,  por  el  pre- 
sidente Charles  W.  Eliot,  de  Harvard,  que  accedió  a  los  requerimientos 
alegados  por  la  Escuela  Médica  de  Harvard,  alargando  su  cursillo  hasta  los 
tres  años,  y  haciéndolos  graduados,  dotándola,  al  propio  tiempo,  de  me- 


(1)     Flexner:  Medical  Education  in  Europe,  página  170. 

Historia  db  va.  Mbdiotva.  —  Tomo  II  24 


370  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

jores  facilidades  para  las  enseñanzas  clínicas  y  de  laboratorio.  En  1880,  e 
curso  de  tres  años  de  nueve  meses  fué  extendido  a  cuatro  años;  en  1892 
a  93  fué  hecha  la  enseñanza  obligatoria,  y  en  1 90 1  se  exigió  un  grado  aca- 
démico para  el  ingreso.  La  carrera  de  tres  años  ha  sido  introducida  en  los 
departamentos  médicos  de  las  Universidades  de  Pensilvania  y  Siracusa 
en  1877,  y  seguidamente,  por  Ann  Arbor  (1880)  y  otros.  En  1893,  se 
inauguró  la  Johns  Hopkins  Medical  School,  organizada  por  el  presidente 
Daniel  C.  Gilman,  John  S.  Billings,  Henry  Newel  Martín  y  William 
H.  Welch,  y  con  ello  vino  la  oportunidad  de  la  enseñanza  de  la  medicina 
científica  por  los  métodos  modernos.  Las  recomendaciones  originales  de 
Billings  para  el  Johns  Hopkins  Hospital,  hechas  en  1 87  5  (i),  comprenden 
no  sólo  los  cuidados  para  los  enfermos  pobres,  sino  también  la  acomoda- 
ción graduada  de  los  enfermos  particulares  y  de  pago  en  cuartos  o  series 
de  cuartos,  la  educación  apropiada  de  médicos  y  enfermeras,  y,  sobre 
todo,  la  promoción  de  «descubrimientos  en  la  ciencia  y  arte  de  la  medi- 
cina, y  el  hacer  éstos  conocidos  para  el  bien  general».  Insiste  en  que  el 
departamento  de  la  consulta  pública  debe  ser  puesto  en  conexión  con  el 
resto  del  edificio  para  la  enseñanza  de  los  estudiantes,  y  separado  del  pa- 
bellón destinado  a  la  administración;  en  que  la  enseñanza  clínica  deberá 
darse  sobre  todo  en  las  clínicas  y  en  la  consulta,  y  no  en  el  anfiteatro,  ex- 
cepto para  las  intervenciones  quirúrgicas;  que  los  casos  médicos  no  serán 
llevados  desde  la  clínica  al  anfiteatro;  que  habrá  dos  farmacias  y  una  es- 
cuela para  la  enseñanza  de  las  enfermeras,  y  que  habrá  de  establecerse 
un  perfecto  sistema  de  resúmenes  históricos,  clínicos  y  financieros.  Con 
Osler  como  médico  director,  Welch,  Halsted  y  Kelly  en  las  cátedras  de 
Patología,  Cirugía  y  Ginecología,  pronto  se  desarrolló  una  brillante  y  efi- 
caz facultad  de  Medicina,  con  toda  la  serie  de  salas,  clínicas,  dispensarios, 
laboratorios  y  sala  de  autopsias  que  actualmente  exige  la  enseñanza.  Para 
el  ingreso,  se  exige  el  grado  de  bachiller;  los  estudiantes  prestan  servi- 
cios como  alumnos  de  clínicas  y  ayudantes  de  cirujano,  según  la  costum- 
bre escocesa  e  inglesa;  los  laboratorios  y  las  clínicas  constituyen  una  uni- 
dad, como  en  Alemania.  Billings  dio  lecciones  de  historia  de  la  Medicina 
antes  de  que  el  hospital  fuese  inaugurado,  siendo  el  asunto  continuado 
por  las  tardes,  en  su  casa,  y  en  las  reuniones  del  Hospital  Historical  Club 
por  Osler  con  sus  estudiantes.  Osler  obligaba  a  los  estudiantes  a  leer  y  ex- 
tractar los  periódicos  extranjeros,  y  por  este  y  otros  medios  procuraba 
desenvolver  en  ellos  el  arte  de  la  autodirección.  El  ejemplo  de  Johns  Hop- 
kins fué  seguido  pronto  por  Boston,  Filadelfia,  New-Haven,  Ann  Ar- 
bor, Chicago  y  otros  puntos.  La  policlínica  de  New- York,  primera  insti- 


(1)     Hospital  Plans,  five  essays,  New-York,  1875;  páginas  3-1  \, passim. 


PERÍODO     MODERNO  371 

tución  para  la  enseñanza  post-graduada,  fué  fundada  por  John  A.  Wyeth 
(1881),  e  inaugurada  en  1882.  En  la  Universidad  de  Pensilvania  se  implan- 
tó, en  1892-93,  una  carrera  de  cuatro  años,  dedicados  por  completo  a  una 
labor  esencialmente  práctica,  a  la  que  se  adicionaron,  gracias  a  los  esfuer- 
zos de  William  Pepper,  laboratorios  de  higiene  (1892)  y  de  medicina  clí- 
nica (1895),  y  en  !9°3  se  adicionó  también,  como  una  nueva  enseñanza  clí- 
nica, el  Phipps  Institute  para  la  tuberculosis.  El  25  de  septiembre  de  1906, 
la  Escuela  Médica  de  Harvard  adquiría  un  magnífico  edificio  de  nueva 
construcción.  Otras  escuelas  americanas,  como  la  de  Jefferson  (Filadelfia), 
la  Universidad  de  Michigan  (Ann  Arbor),  la  de  Rush  y  Northwestern 
(Chicago)  y  la  Universidad  de  Minesota  (St.  Paul),  tienen  actualmente  mu- 
chos buenos  laboratorios  y  facilidades  clínicas,  y  existen  grandes  proyec- 
tos de  perfeccionamientos  en  el  Sur.  El  Departamento  Médico  en  la  Uni- 
versidad de  Washington  (St.  Louis)  ha  adquirido  recientemente  una  her- 
mosa dotación  y  edificios.  Minneapolis  está  igualmente  bien  en  estos  res- 
pectos. Las  dos  principales  escuelas  del  Canadá,  McGill  (Montreal)  y  la 
Universidad  de  Toronto,  están  organizadas  con  arreglo  a  los  planes  ingle- 
ses y  han  alcanzado  un  excelente  grado  de  desarrollo. 

En  1909-II,  Abraham  Flexner,  a  ruegos  de  la  Fundación  Carnegie 
para  el  adelanto  de  la  enseñanza,  realizó  dos  acabados  y  completos  estu- 
dios acerca  del  estado  de  la  educación  médica  en  su  país  y  en  el  Extran- 
jero (i),  y  sus  observaciones  acerca  de  las  condiciones  de  América  promo- 
vieron una  gran  corriente  de  comentarios  y  de  críticas.  En  una  obra  de 
sus  pequeñas  dimensiones  no  se  puede  entrar  en  el  análisis  de  los  detalles. 
Las  descripciones  de  Flexner  de  lo  que  ha  visto  son  sinceras  y  están  lle- 
nas de  verdad,  y,  por  tanto,  son  autoritarias.  Muchas  escuelas  inferiores 
parecen  haber  protestado  del  hecho  de  que  «una  verdad  desagradable  es 
preferible  a  una  falsedad  lisonjera >;  indudablemente  se  resienten  de  la  in- 
vitación a  abandonar  los  negocios  si  ellas  no  son  capaces  de  perfeccionar- 
los. El  que  existiesen  demasiadas  escuelas  médicas  en  América — 39  en 
Illinois,  14  en  Chicago,  42  en  Missouri,  con  12  que  han  sobrevivido;  43  en 
New-York,  con  1 1  sobrevivientes;  27  en  Indiana,  con  2  supervivientes; 
20  en  Pensilvania,  con  8  sobrevivientes;  1 8  en  Tennessee,  con  9  supervi- 
vientes; 20  en  Cincinnati;  II  en  Louisville — era  un  inevitable  resultado  del 
desarrollo  de  una  democracia;  pero  era  también  una  amenaza  de  un  so- 
brante excesivo  en  el  número  de  médicos —  I  doctor  por  término  medio 
por  cada  691  persona  en  todos  los  Estados  Unidos,  I  :  460  en  New- York, 
I  :  580  en  Chicago,  I  :  365  en  Washington,  etc.;  contra  I  :  1 940  en  todo 


(1)    Flexner:  Medical  Education  in  the  United  States  and  Canada,  New- York,  1910. 
Medical  Education  in  Europe,  New- York,  1912. 


372  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

el  Imperio  alemán,  I  :  2120  en  Austria  y  I  :  2834  en  Francia.  La  simple 
exposición  de  los  hechos  es  bastante  elocuente.  Billings,  en  su  estudio 
acerca  de  la  medicina  americana  en  1 876,  acepta  estas  condiciones  filosó- 
ficamente por  dos  importantes  razones,  a  saber:  porque  un  joven  que  ha 
gastado  varios  años  «en  el  estudio  de  la  medicina  como  ella  debe  ser  es- 
tudiada, es  decir,  preparándose  él  mismo  para  el  estudio  y  para  investigar 
todo  el  resto  de  su  vida,  no  quedará  fijo  en  determinados  distritos»,  y  por- 
que el  poner  un  definitivo  tipo  para  la  matrícula,  el  grado  y  el  registro 
médicos  sería  arriesgado  en  una  región  de  tan  gran  extensión,  puesto  que 
ser  uniformes  supone,  necesariamente,    rebajar  a  algunos*  (i).  Además, 
los  recursos  financieros  y  de  todo  género  para  perfeccionar  la  educación 
médica  en  una  gran  escala  no  se  presentan  a  la  vez  en  toda  la  región.  El 
ideal  del  presente  aparece  resumido  en  el  aforismo  de  Weir  Mitchell  de 
que  «el  cálculo  del  adelanto  de  la  medicina  puede   hacerse  por  lo  que  es 
el  médico  de  pueblo».  En  otros  términos,  las  gentes  de  los  Estados  Uni- 
dos pueden  apreciar  si  ellos  tienen  el  mismo  número  de  médicos,  bien  pre- 
parados, para  los  pueblos,  que  tienen  en  Alemania.  De  sus  antiguos  días 
de  estudiante  en  la  Western  Reserve  (1857 -60)  decía  Billings:  «Ellos  nos 
enseñaban  medicina  como  ustedes  enseñan  a  nadar  a  sus  hijos,  tirándonos 
dentro  del  agua»;  y  en   1 87 8   pensaba  que  pasaría  largo  tiempo  antes  de 
que  el   número  de  médicos  anualmente  graduados  en  la  Johns  Hopkins 
University  excediera  de  25.  Sin  embargo,  ya  en  el  tercer  año  había  32,  y 
actualmente  muchos  se  han  establecido  en  las  pequeñas  localidades  del 
Sur  y  otras  análogas,  demostrando  que  las  ventajas  para  la  renta  y  la  in- 
vestigación no  serán  materialmente  apreciables  antes  de  los  cien  años.  El 
porvenir  de  la  educación  médica  americana,  como  el  de  los  otros  desarro- 
llos elevados,  se  encuentra  sencillamente  en  manos  de  la  única  aristocra- 
cia que  puede  luchar  en  su  favor,   la  aristocracia  de  una  opinión  pública 
ilustrada.  Nuestro  ideal  de  nuestra  región,  lo  que  Emerson  llama  sus  «mis- 
teriosos destinos»,  es  el  ideal  de  la  antigua  comunidad  democrática  de 
Nueva  Inglaterra,  la  «conversión  de  un   material   inerte  en  eficaz»,  y  los 
resultados  y  fracasos  únicamente  podrán  ser  bien  apreciados  desde  este 
punto  de  vista.  Las  dificultades  con  que  se  tropieza  para  proveer  de  asis- 
tencia médica  vastos  territorios  se  han  demostrado  bien  en  el  caso  de  Ru- 
sia, donde  todos  los  médicos  tenían  necesariamente  que  ser  graduados 
por  la  Universidad.  Las  deficiencias  han  sido  suplidas   por  la  institución 
de  la  «civil  Feldscherism»,  que  apareció  cuando  la  emancipación  de  los 
siervos  (19  febrero  1861),  y  ha  sido  un  motivo  de  acaloradas  discusiones. 
Los  Feldschers  militares  eran,  en  un  principio,  los  alumnos  de  la  escuela 


(1)    J.  S.  Billings:  Am.  Journ.  Med.  Soc,  Filadelfia,  1876,  n.  s.,  LXX1I,  pág.  480. 


PERIODO     MODERNO  373 

médica  de  Pedro  el  Grande,  en  Moscú,  donde  bastaba  un  capitis  diminu- 
tio  por  insubordinación  o  deficiencia  para  descender  al  nivel  de  barbero 
de  regimiento  o  de  enfermero  de  hospital.  El  Feldscher  civil  ha  sido  defi- 
nido como  el  «médico  del  moujik»;  en  otras  palabras,  un  ayudante  médi- 
co medio  instruido,  medio  civilizado,  que  se  encuentra  autorizado  por  el 
Gobierno  para  prestar  sus  cuidados  al  enorme  número  de  aldeanos  que 
pueblan  los  mirs  o  aldeas  y  pueblos  de  Rusia  (i).  El  médico  de  pueblo 
visita  al  aldeano  de  vez  en  cuando,  y  el  Feldscher  le  visita  el  resto  del 
tiempo,  a  la  vez  que  a  los  cuerpos  volantes  de  oculistas  y  otras  especialida- 
des se  les  ve,  en  ocasiones,  trasladarse  de  un  punto  a  otro,  hasta  cruzar 
el  Cáucaso  e  ir  a  Siberia  si  es  preciso.  El  Feldscher  es,  por  consiguiente, 
una  especie  de  pis  aller,  y  la  razón  de  su  existencia  es  el  reconocimiento 
de  que  vale  más  tener  un  medio  doctor  que  no  carecer  de  un  doctor 
completo. 

Las  tendencias  de  la  enseñanza  médica  en  Alemania,  Francia  e  Ingla- 
terra han  sido  determinadas  por  las  características  raciales  y  nacionales 
de  estos  pueblos,  que  son  tan  definitivos  como  la  configuración  física  y 
la  composición  química  de  los  cuerpos.  Por  espacio  de  siglos  la  enseñanza 
universitaria  alemana  ha  seguido  el  ideal  de  la  libertad  académica.  Siendo 
la  educación,  como  dice  Fíexner,  una  partida  en  la  que  el  estudiante  tiene 
que  hacer  el  primer  juego,  él  es  conducido  a  pensar  y  a  actuar  por  sí  mis- 
mo, y  él  llega  a  ser  un  papagayo:  esta  es  su  propia  falta.  Los  profesores  y 
los  estudiantes  alemanes,  unos  y  otros,  emigran  de  ciudad  en  ciudad, 
como  en  la  Edad  Media,  y  los  nombramientos  universitarios  no  son  loca- 
les, sino  basados  únicamente  en  la  aptitud  y  en  la  habilidad.  La  Facultad 
de  Medicina  de  Berlín  está  compuesta  de  forasteros.  Cuando  el  estudian- 
te ha  sufrido  sus  exámenes,  universitario  y  del  Estado,  puede  practicar,  o, 
si  se  ha  distinguido  en  alguna  original  investigación,  llega  a  ser  Privatdo- 
cent,  con  la  venia  legendi  o  derecho  a  enseñar  por  su  propia  cuenta,  desde 
cuyo  estado  puede,  si  él  se  labra  su  reputación,  ascender  por  los  diversos 
grados  del  profesorado.  Estas  condiciones  favorecen  la  tendencia  a  la  ori- 
ginal investigación,  y  parece  natural,  por  tanto,  que  la  verdadera  idea  de 
los  laboratorios  científicos  públicos,  o  de  los  institutos  para  higiene  o  psi- 
quiatría, se  haya  originado  en  Alemania.  Añádase  a  esto  las  agudamente 
deducidas  entre  Wehr  stand,  Lehr stand  y  Ndhr stand  y  la  singular  finura 
de  la  raza  para  clasificar  y  relacionar  los  conocimientos.  Los  defectos  del 
sistema  alemán  son  principalmente  en  el  aspecto  práctico,  y  se  resumen 
en  la  frase  «supervivencia  de  los  mejor  adaptados».  Las  clínicas,  como  en 
Francia,  son  de  pobre  calidad,  pero  no  por  falta  de  material  clínico,  sino 


(i)     Lancet,  Londres,  1897;  H,  páginas  359"36i 


374  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

por  la  dificultad  de  hacerle  aprovechable  para  el  numeroso  cuerpo  esco- 
lar, que  de  ordinario  estudia,  no  en  las  salas  de  los  hospitales,  sino  en  los 
anfiteatros.  «El  torpe  rústico,  dice  Flexner,  ha  tenido,  desde  largo  tiempo, 
la  idea  de  que  el  profesor  es  escogido  por  su  habilidad  y  erudición.»  Los 
hospitales  están  llenos  de  enfermos;  pero  para  poder  relacionarse  con  ellos 
hay  necesariamente  que  ser  un  Hospitant  (Famulus)  o  un  Praktikant,  y 
preferentemente  lo  primero.  El  Hospitant  puede  seguir  a  sus  jefes  a  tra- 
vés de  las  salas  y  examinar  los  enfermos;  pero,  además,  como  un  auxiliar 
del  profesor,  se  ocupa  en  historiar  los  casos,  analizar  las  orinas,  hacer  pre- 
paraciones y  otras  cosas,  que  sir  Clifford  Albutt  designa  como  «merely 
clerks'work»;  sus  facilidades  no  son  demasiado  accesibles  para  los  estu- 
diantes alemanes.  El  Praktikant  es  un  «estado  vago,  como  de  interno  no 
interno»  (i),  bruscamente  escogido  para  este  cargo  y  lanzado  a  la  arena 
de  la  clínica,  donde,  como  un  estudiante  no  hecho,  su  ignorancia  se  ex- 
pone en  plena  luz,  teniendo  poco  tiempo  su  jefe  para  corregir  sus  torpe- 
zas. Tiene  que  hundirse  o  sobrenadar,  según  sus  propios  méritos.  El  pro- 
fesor alemán,  un  alto  sacerdote  de  su  ciencia  y  de  su  enseñanza,  un  cere- 
bro surtido  de  conocimientos  clasificados,  adquiriendo  algunas  veces,  se- 
gún se  dice,  una  cierta  pesadez  de  mente,  que  puede  degenerar  en  el  má- 
ximo de  la  pesadez,  y  su  autocrática  posición  puede  algunas  veces  mani- 
festarse en  una  «stiff  Vornekniheit» ,  y  en  unas  desagradables  maneras  im- 
personales hacia  sus  enfermos  o  discípulos,  que  constituye  un  marcado 
contraste  con  la  fácil  llaneza  y  falta  de  pretensiones  de  las  mejores  tradi- 
ciones modernas  de  Inglaterra,  Francia  y  América  (2).  Las  ventajas  de  la 
enseñanza  clínica  moderna  en  Francia  e  Inglaterra  van  precisamente  en 
esa  dirección.  Las  relaciones  entre  maestro  y  discípulo,  entre  profesor  y 
enfermo,  son  menos  oficiales  y  formales,  y  el  ideal  es,  según  la  frase  de 
Huxley,  hacer  la  observación  posible  al  mayor  número  de  alumnos.  Los 
enfermos  de  París  contribuyen  en  gran  parte  a  este  éxito,  con  sus  respues- 
tas claras,  prontas  e  inteligentes  (3).  En  París,  los  hospitales,  como  asilos 
públicos  de  caridad,  están  abiertos  a  todos  los  estudiantes,  y  la  tendencia 
de  la  enseñanza  francesa  es  la  instrucción  clínica.  La  enseñanza  de  las  clí- 
nicas es  hábilmente  explotada  por  medio  de  los  stagiaires  o  estudiantes 
asistentes,  de  los  que  cada  profesor  tiene  que  instruir  un  gran  número,  y 
a  cada  uno  de  los  cuales  se  le  señalan  dos  o  tres  camas  para  su  instrucción. 


(1)  Flexner:  Op.  cit.,  pág.  163. 

(2)  Esto  puede  ser  considerado  como  un  simple  detalle,  supuesto  que  el  testi- 
monio general  <-stá  completamente  de  acuerdo  con  la  opinión  de  Flexner,  tenien' 
do  en  cuenta  todos  los  aspectos  de  la  cuestión,  de  que  los  enfermos  y  los  estudian- 

10  muy  finamente  tratados  en  Alemania. 

(3)  Flexner:  Op.  cit.,  páginas  229  y  230. 


PERIODO     MODERNO  375 

Los  stagiaires  externos  e  internos  son  preguntados  y  bromeados  a  propó- 
sito de  cada  caso  en  viva  sucesión,  y  tan  informal  es  este  procedimiento, 
que  en  él  no  se  considera  como  descortesía  el  que  cada  uno  de  los  alum- 
nos pueda  hacer  las  observaciones  que  juzgue  pertinentes  (i).  Los  estu- 
dios clínicos  son  voluntarios  en  el  primer  año,  y  obligatorios  desde  el  se- 
gundo. 

Para  graduarse,  el  alumno  tiene  que  escribir  y  publicar  una  tesis,  y 
queda  de  este  modo  apto  para  competir  a  la  posición  de  agregado  o  de 
ayudante  de  profesor,  por  medio  de  un  concurso  o  examen  público.  Las 
tesis  francesas  se  distinguen  de  las  alemanas  o  rusas  en  que,  por  regla  ge- 
neral, son  resumes  sumamente  hábiles  y  bien  escritos  dé  lo  ya  conocido, 
más  bien  que  informes  de  trabajo  original.  Son  de  grandísimo  valor  para 
referencias.  Lo  mismo  que  en  Francia,  el  punto  fuerte  de  la  enseñanza  mé- 
dica inglesa  es  la  instrucción  clínica.  Emerson  ha  dicho  de  los  ingleses 
que  «la  suya  es  una  lógica  que  lleva  sal  a  la  sopa,  martillo  para  los  clavos 
y  remos  para  la  lancha»,  y,  necesariamente,  los  médicos  para  las  clínicas. 
Los  hospitales  ingleses  no  son,  como  los  alemanes  y  los  franceses,  ni  ins- 
tituciones del  gobierno  ni  fundaciones  de  caridad,  sino  que  están  sosteni- 
dos por  donaciones  particulares,  y,  con  la  excepción  de  Oxford,  donde 
la  enseñanza  médica  es  académica,  y  de  Cambridge,  en  donde  está  redu- 
cida a  las  ciencias  fundamentales,  el  tipo  inglés  de  enseñanza  es  de  la  es- 
cuela médica  de  hospital.  En  ella  se  proporcionan  a  los  estudiantes  las 
mismas  ventajas  clínicas  que  en  París;  el  sistema  de  asistencia  a  los  enfer- 
mos es  el  más  perfecto  del  mundo;  pero,  no  estando  las  instituciones  en 
relación  con  las  Universidades,  hasta  época  reciente  no  se  han  dado  gran- 
des oportunidades  para  los  post-graduados,  ni  otras  enseñanzas  para  los 
estudiantes. 

Del  profesor  inglés  de  clínica  dice  Flexner:  «No  importa  quiénes 
ni  cuántos  oigan  sus  lecciones;  sus  discípulos  son  aquellos  con  quie- 
nes habla  en  la  clínica.»  Estos  discípulos  pasan  diariamente  visita  con  los 
médicos  del  hospital,  haciendo  las  historias  con  sus  preparaciones  micros- 
cópicas correspondientes.  Todos  son  interrogados,  a  propósito  de  sus  tra- 
bajos, dos  veces  a  la  semana,  por  el  médico  más  antiguo  en  un  tono  rigu- 
roso e  informal,  pero  fino  y  atento.  Lo  propio  ocurre  con  el  examen  final, 
que  es  fuerte  y  severamente  práctico,  aunque  el  aspecto  de  los  examina- 
dores se  dice  que  es  «simpáticamente  informal  y  tranquilizador,  hasta  el 
extremo  de  reunirse  en  los  tés  que  vienen  celebrándose  desde  el  momen- 
to en  que  termina  la  función  nacional  con  los  examinados»  (2). 


(1)  Flexner:  Op.  cit.,  páginas  229  y  230. 

(2)  Flexner:  Up.  cit.,  páginas  188-205  y  282. 


376  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

En  la  moderna  enseñanza  de  las  ciencias  fundamentales,  el  principal  obstáculo 
ha  sido  la  lección  descriptiva  o  de  exposición.  En  Anatomía,  su  fama  estaba  soste- 
nida por  aquellos  hombres  que  se  llaman  «anatómico-quirúrgicos»,  y  especialmen- 
te por  los  Monro,  en  Edimburgo,  délos  cuales,  el  «siempre  joven  tertius»,  hacia 
1846,  invariablemente  se  iba  al  mediodía  a  un  pequeño  horno  de  pastelería  a  comer 
tartas  de  arándano  en  medio  de  los  alegres  estudiantes,  y  una  hora  más  tarde,  en 
plena  digestión,  les  leía  los  estudios  de  su  abuelo  sobre  la  hidrofobia,  como  una 
parte  del  curso  de  Anatomía»  (1).  El  honrado  John  Bell  protestaba  vanamente  con- 
tra estas  ineptitudes  de  «la  vana  y  profusa  escuela»  que  «en  la  clase  del  Dr.  Mon- 
ro, a  menos  de  que  hubiese  una  afortunada  serie  de  crímenes  sangrientos,  nunca 
se  disecaban  más  de  tres  cadáveres  en  el  año»,  al  paso  que  «los  nervios  y  las  arte- 
rias, que  el  cirujano  tiene  que  disecar  con  peligro  de  la  vida  de  los  enfermos»,  son 
demostrados  en  un  sujeto  extraído  de  un  cubo  de  alcohol  y  exhibido  a  una  distan- 
cia de  cien  pies  (2).  Robert  Knox  describe  la  enseñanza  anatómica  en  Londres  del 
modo  más  crudo  que  puede  concebirse.»  Hay  en  la  metrópoli  dos  grandes  escue- 
las. En  una  de  ellas  el  curso  comienza  con  la  hernia  y  las  fascias,  y  concluye  con  la 
hernia  y  las  fascias.  El  profesor  lee  las  descripciones  de  los  músculos  en  el  pobre 
libro  de  Fyfe.  En  la  otra,  un  hombre  de  gran  talento  (Abernethy);  afectando  des- 
preciar la  anatomía  descriptiva,  que  su  natural  indolencia  y  el  espíritu  de  su  época 
y  de  su  región  le  impiden  dominar,  habla  de  los  músculos  abdominales,  como  de 
otras  muchas  materias,  ocupándose  de  ellas  con  bufonadas;  cuando  diseca  muestra 
como  primer  trozo,  segundo  trozo,  tercer  trozo,  músculos  y  tendones  que  los  pri- 
meros anatómicos  han  acertado  a  describir  claramente»  (3).  Pero,  después  de  Bi- 
chat,  Bell  y  Knox  y  del  acta  de  Warburton  de  1832,  la  Anatomía  fué  tratada  siem- 
pre como  la  niñera  de  la  Cirugía  (o  de  las  artes  finas),  hasta  que  los  modernos  ale- 
manes— Henle,  Gegenbaur  Waldeyer — la  relacionaron  con  la  histología,  la  morfolo- 
gía y  la  embriología.  La  lóbrega,  obscura  y  maloliente  sala  de  disección,  donde, 
como  dice  Flexner,  «ocho  o  diez  inexpertos  muchachosfdan  cortes  en  un  cadáver 
hasta  reducirlo  a  pequeños  trozos»,  sigue  sobreviviendo  en  algunas  localidades  de 
los  Estados  Unidos.  Los  institutos  o  laboratorios  de  Anatomía,  tales  como  los  de 
Clover  Leaf  Hall  en  Munich,  con  500  estudiantes  disecando  a  la  vez  bajo  la  direc- 
ción del  profesor,  o  las  series  de  Malí  o  gabinetes  separados  del  Johns  Hopkins  o 
del  Harvard,  con  su  extenso  y  nuevo  planeamiento,  son  innovaciones  de  época  re- 
ciente. Por  falta  de  material,  muchos  estudiantes  no  pueden  trabajar,  y  hasta  en 
Alemania,  como  argumenta  Flexner,  las  lecciones  más  científicas  no  pueden  com- 
pensar nunca  la  insuficiente  experiencia  en  la  disección.  En  Inglaterra,  donde  ha 
prevalecido  el  criterio  utilitario,  es  de  gran  significación  el  que  no  hayan  tenido 
grandes  anatómicos  desde  los  tiempos  de  sir  Charles  Bell.  Horner,  Holmes,  Ha- 
rrison Allen,  Leidy  y  Dwight  son  hábiles  maestros  en  América;  pero  los  métodos 
científicos  modernos  han  sido  introducidos  por  Minot  en  Harvard  y  por  Malí  en 
Johns  Hopkins.  Mall  ha  aislado  sus  alumnos  en  gabinetes  separados,  en  donde  no 
hay  nada  de  lecciones  descriptivas  didácticas  (4).  Edmond  Souchon,  que  ha  trabaja- 
do mucho  por  la  enseñanza  anatómica  en  Nueva  Orleans,  tiene  un  museo  único 
ron  fines  didácticos  en  la  Tulane  University. 

Francia  no  ha  tenido  fisiólogos  de  primer  orden  desde  los  tiempos  de  Claudio 
Bernard,  a  no  ser  que  tomemos  como  tal  a  Pasteur,  por  ejemplo.  En  Inglaterra, 
FÓSter,  en  Cambridge,  y  Burdon  Sanderson,  en  Oxford,  discípulos  ambos  deShar- 
pey, han  implantado  la  marcha  de  la  enseñan/a  fisiológica,  Eli  América,  el  adelanto 
'de  esta  enseñanza  ha  comenzado  cuando  Bowdicht  ha  inaugurado  el  primer  labo- 
ratorio de  Fisiología  en  Harvard  en  1871,  y  íluxley  llevó  a  Newell  Martin  al  Johns 
Hopkins  I  1876),  habiéndose  continuado  perfectamente  estas  tradiciones  por  Porter, 


(1)  Lonsdale:    Citado  por  Stirling  (Algunos  apostóles  de  ¿a  fisiología,   Londres, 
1902;  página  1 19). 

(2)  John  Bell:  Letters  on  Professional  Character  and  Manners,  Edimburgo,  1810, 
<  itado  por  Flexner. 

(3)  k.  Knox:  Xavier  Bichat,  Lancet,  I  ondres,  1854;  II,  pág.  393. 

(4)  Para  un  Completo  resumen  d<|  estado  de  la  Anatomía  y  de  sn  enseñanza  en 
América,  véase   C.   R.  Pardeen,    Bull.    Univ.    IViscousin,  Madison,  1905    (num.  115), 

'    ser    III,  núm.  4,  páginas  85-208. 


PERIODO     MODERNO  377 

en  Boston;  Howell,  en  Baltimore,  y  otros.  La  enseñanza  de  la  Fisiología  adquiere 
el  más  alto  desarrollo  del  siglo  en  Alemania,  con  la  creación  de  los  grandes  labo- 
ratorios de  Johannes  Müller,  en  Berlín;  de  Ludwig,  en  Leipzig,  y  de  Voit,  en  Mu- 
nich; pero  incluso  en  la  misma  Alemania  se  ha  podido  alegar  que  existe  demasiada 
lección  preparada  y  demasiada  poca  obra  de  laboratorio  (Flexner).  El  laboratorio 
fundado  en  Turin  por  S.  Berruti  en  1851  ha  llegado  a  ser  un  gran  centro  de  activi- 
dad bajo  la  dirección  de  Jacob  Moleschott  (1861-79)  7  de  Angelo  Mosso  (1880-93). 
En  1894,  Mosso  adquirió  un  hermoso  y  nuevo  edificio.  La  Hidrofisiología  recibió  un 
gran  impulso  en  la  Estación  Zoológica  de  Ñapóles,  fundada  por  Anton  Dohrn  en 
187 1.  En  Patología,  toda  Europa  se  encuentra  implantada  sobre  la  base  de  Virchow 
y  sus  discípulos,  de  los  cuales  Cohnheim  ha  sido  el  maestro  de  Welch,  que,  con 
Prudden,  llevó  la  Patología  experimental  y  la  Bacteriología  a  América.  La  indife- 
rencia francesa  para  la  Patología  se  demuestra  en  el  hecho  de  que  dos  neurólogos, 
Charcot  y  Marie,  han  ocupado  la  cátedra  algunos  años,  el  primero  reemplazando  a 
Vulpian  en  1872.  Marie  fué  señalado  para  la  cátedra  de  Víctor  Cornil  «de  un  modo 
muy  semejante,  como  dice  Osler,  a  como  Allan  Starr  o  Dana  han  sido  selecciona- 
dos como  sucesores  de  Prudden».  La  Bacteriología  ha  sido  mejor  estudiada  en  Fran- 
cia en  el  Instituto  Pasteur  y  sus  ramificaciones;  en  Alemania,  en  los  Institutos  de 
Koch,  Behring,  Ehrlich  y  otros;  en  Bélgica,  por  Bordet;  en  América,  por  Welch, 
Simón  Flexner,  Waughan,  Novy,  Abbott,  Enst  y  otros.  «La  Bacteriología— dice 
Flexner — ha  transformado  la  Higiene,  de  un  arte  empírico,  en  una  ciencia  experi- 
mental», y  la  enseñanza  de  una  y  otra  ha  ido  adelantando  paralelamente  desde  la 
fundación  del  Instituto  de  Koch.  La  Farmacología  experimental  ha  sido  enseñada 
primeramente  por  Magendie,  en  Francia,  y  por  Buchheim,  Traube  y  Schmiede- 
berg,  en  Alemania;  Brunton,  Ringer,  Langley  y  Cushing,  en  Londres,  y  Fraser,  en 
Edimburgo,  señalaban  lo  más  elevado  de  esta  enseñanza  en  Inglaterra.  Wood  fun- 
dó la  Terapéutica  clínica  en  América.  Cushny,  en  Ann  Arbor,  y  Abel,  en  el  Johns 
Hopkins,  introdujeron  los  métodos  modernos  alemanes.  El  jardín  botánico  del 
Colegio  de  Farmacia  de  la  Universidad  de  Minnesota  (Minneapolis)  ha  sido  funda- 
do en  19 10- 1 1  y  seguido  de  otros  jardines  semejantes  en  las  Universidades  de  Wis- 
cousin  (Madison),  Michigan  (Ann  Arbor),  Nebraska  (Lincoln)  y  Washington  (Seat- 
tle). En  1 78 1,  John  Hunter  se  encontraba  a  sí  propio  incapaz  de  contestar  a  una  sen- 
cilla e  importante  pregunta  para  poder  juzgar  en  un  caso  de  envenenamiento.  Im- 
presionado por  estos  y  otros  errores  de  la  insuficiencia  médica  en  los  informes  fo- 
renses, Andrew  Duncan,  sr.,  acudió  a  los  patronos  de  la  Universidad  de  Edimbur- 
go, y  hasta  se  dirigió  a  las  autoridades  de  la  corte,  en  súplica  de  que  se  fundase 
una  cátedra  de  Medicida  forense.  Por  sus  repetidos  esfuerzos  fué  fundada  por  la 
Corona  la  cátedra  de  Edimburgo,  la  primera  de  la  Gran  Bretaña,  en  1806.  Alemania 
se  había  adelantado  en  unos  cincuenta  años.  Louis  había  dado  lecciones  libres  an- 
tes de  la  Revolución,  y  posteriormente  fué  creada  una  cátedra  en  la  Escuela  de  Sa- 
nidad (1794)-  Stringham  comenzó  sus  lecciones  voluntarias  en  el  Colegio  de  Ciru- 
janos y  Médicos  de  New-York,  y  fué  nombrado  profesor  en  1813.  Romeyn  Beck 
adquirió  una  cátedra  en  Western  Medical  College  en  1815,  y  este  ejemplo  fué  se- 
guido por  otras  escuelas.  En  1832-33,  todas  las  escuelas  médicas  de  la  Gran  Breta- 
ña tenían  lecciones  de  Medicina  forense.  Estaban  muy  irregularmente  atendidas. 
La  clase  de  Christison,  en  1822,  se  componía  meramente  de  estudiantes  de  leyes. 
Edimburgo  hizo  la  Medicina  forense  un  estudio  obligatorio  en  1833,  y  en  la  Univer- 
sidad de  Londres  fueron  exigidos  exámenes  separados  en  1863.  Ninguno  era  re- 
querido en  Alemania  ni  en  Austria  (1).  La  Medicina  legal  se  enseña  en  la  actualidad 
mejor  en  Viena,  donde  todas  las  autopsias  judiciales,  casos  de  los  juzgados  y  todo 
lo  médico  que  pueda  tener  relación  con  las  audiencias  es  sometido  al  examen  del 
profesor;  en  París  y  Lyón  esta  enseñanza  está  en  relación  con  los  admirables  ser- 
vicios de  sus  prefecturas  de  Policía;  y  en  Edimburgo,  el  profesor  es  además  ciru- 
jano policíaco.  Se  ha  argumentado  hábilmente  por  Abraham  Flexner  que  las  lec- 
ciones más  científicas  de  todos  los  asuntos  mencionados  serán  imperfectamente  asi- 
miladas por  los  estudiantes  si  éstos  no  reciben  una  apropiada  enseñanza  previa  de 
Física,  Química  y  Biología  general.  En  Clínica  médica,  ni  las  mismas  admirables 
lecciones  de  Charcot  o  de  Friedrich  Müller  pueden  substituir  la  función  de  la  en- 


(1)     Littlejohn:  Tr.  Med-Leg.  Soc,  Londres,  19 14- 15;  XII,  páginas  3-6. 


378  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

señanza  al  lado  del  enfermo,  siendo  uno  de  los  principales  méritos  de  la  medicina 
inglesa  el  haberla  continuado  de  un  modo  consistente. 

Escuelas  de  medicina  tropical  se  han  establecido  en  Londres  (1899),  Liverpool 
(1899),  Hamburgo  (1900)  y  Bruselas  (1906);  un  Laboratorio  Bacteriológico  Imperial, 
en  Bombay  (1896);  laboratorios  del  Instituto  Pasteur,  en  Kasauli  (1900)  y  Guindy 
Madras  (1905),  y,  además,  un  Centro  de  estudio  de  la  enfermedad  del  sueño  (1908) 
y  una  Fundación  para  investigaciones  en  la  India  (191 1). 

En  1916  se  ha  establecido  (por  donativos  de  la  Fundación  Rockefeller)  en  la 
Johns  Hopkins  University  una  Escuela  de  Higiene  y  de  Salud  Pública,  bajo  la  di- 
rección de  William  H.  Welch  y  con  la  cooperación  de  las  Escuelas  de  Medicina  e 
Ingeniería. 

América,  con  la  fundación  de  Elizabeth  Blackwell,  en  1849,  ha  sido 
la  primera  en  preocuparse  de  la  educación  médica  de  la  mujer.  En  los  Es- 
tados Unidos  y  en  el  Canadá  las  mujeres  pueden,  actualmente,  estudiar 
Medicina  en  cualquiera  de  las  escuelas  y  en  las  mismas  condiciones  que 
los  hombres.  El  Colegio  Médico  Femenino  de  Pensilvania  (Filadelfia)  ha 
sido  organizado  en  1850,  y  el  de  Baltimore  en  1882.  El  Registro  Médico 
de  Inglaterra,  de  1858,  contiene  únicamente  el  nombre  de  una  sola  mujer 
graduada  en  Ginebra,  y  otra  mujer  fué  examinada  y  graduada  en  1 865. 
En  1874  se  inauguró,  con  catorce  estudiantes,  la  Escuela  Médica  Femeni- 
na de  Londres;  y  en  1896  adquirió  el  privilegio  de  tener  puestos  en  el 
Real  Hospital  Libre.  En  el  mismo  año,  el  Real  Colegio  de  Médicos  de  Ir- 
landa y  la  Universidad  de  Londres  concedían  a  las  mujeres  el  privilegio 
de  ser  examinadas.  Ninguna  otra  escuela  hospitalaria  de  Londres  está 
abierta  para  las  mujeres;  pero  las  Universidades  de  Durham,  Manchester, 
Liverpool,  Birmingham,  Leeds  y  Bristol  hacen  coeducación.  En  Glasgow, 
Aberdeen,  Dundee  y  Saint-Andrew  se  les  da  todo  género  de  facilidades; 
pero,  en  cambio,  han  encontrado  mucha  oposición  en  Edimburgo.  En  el 
continente,  las  Universidades  suizas  siguieron  la  corriente  en  1876;  los 
estados  alemanes  fueron  imitándolas  uno  tras  otro,  siendo  Prusia  el  último 
en  conceder  a  las  mujeres  el  derecho  de  la  instrucción  y  del  grado  uni- 
versitarios en  1908.  En  París,  Viena,  Roma,  Bruselas,  Upsala  y  Copenha- 
gue hay  coeducación.  Las  Facultades  de  París  y  Berna  son  las  más  fre- 
cuentadas. Oleadas  de  jóvenes  judías  rusas  acuden  a  esta  última  y  lanzan 
anualmente  extraordinario  número  de  disertaciones  inaugurales.  El  núme- 
ro de  mujeres  graduadas  que  ejercen  posteriormente  la  Medicina  se  dice 
que  1  s  relativamente  pequeño,  probablemente  a  causa  del  matrimonio. 

I  '  ■  los  muchos  admirables  hospitales  construidos  en  el  período  mo- 
derno,  d  sistema  de  pabellones  alcanza  un  alto  plano  en  el  desarrollo  del 
Johns  Hopkins  Hospital,  planeado  por  J.  S.  Billings,  e  inaugurado  en  1889, 
y  el  Eppendorf  Krankenhaus,  de  Hamburgo,  inaugurado  en  el  mismo 
año.  Desde  el  punto  de  vista  de  las  ventajas  higiénicas  y  de  economía 
•  i»-  la  administración,  esta  disposición  señala  un  gran  adelanto  sobre  los 
antiguos  colosales  e  historiados   edificios  (hospitales  en  bloque)  del  pasa- 


PERÍODO     MODERNO  379 

do.  El  Peter  Bent  Brigham  Hospital,  de  Boston  (191 3),  también  original- 
mente planeado  por  Billings,  sigue  la  misma  idea.  Con  la  inauguración  del 
Rudolf  Virchow  Hospital,  en  Berlín  (1906),  se  ha  iniciado  otro  plan,  de 
una  comunidad  de  pabellones  separados  como  unidades  hospitalarias  des- 
tacadas, y  sobre  este  plan  aparecen  construidos  algunos  hospitales,  como 
el  nuevo  Allgemeiner  Krankenhaus,  en  Viena;  el  Toronto  General  Hospi- 
tal, el  Barnes  Hospital  (St.  Louis)  y  el  Cincinnati  General  Hospital. 

Pero,  por  último,  la  tendencia,  incluso  en  Alemania,  va  contra  la  exa- 
gerada descentralización  y  en  favor  de  un  sistema  intermedio  entre  el  sis- 
tema de  bloque  y  el  de  pabellones,  ofreciendo  esto  la  ventaja  de  una  ma- 
yor economía  en  espacio,  excavaciones,  fachadas,  tuberías,  etc.,  y,  además, 
economía  y  centralización  de  la  administración.  Ejemplos  de  esta  tenden- 
cia los  encontramos  en  el  New-Cook  County  Hospital  (Chicago),  el  de 
Psiquiatría  de  Henry  Phipps  y  las  clínicas  de  Urología  de  Brady  (Balti- 
mores)  y  las  nuevas  construcciones  de  Bellevue  (New- York). 

Unas  37  instituciones  para  ciegos  se  han  establecido  en  la  Gran  Bretaña  entre 
1 791  y  1897.  El  asilo-taller,  fundado  por  miss  Gilbert,  la  hija  ciega  del  obispo  de 
Chichester,  constituye  un  modelo  que  ha  sido  copiado  repetidas  veces.  Siguiendo 
el  ejemplo  de  Francia  e  Inglaterra,  los  asilos  para  ciegos  fueron  instalados  en  Vie- 
na (1804)  por  W.  Klein,  en  Berlín  (1806),  Amsterdam,  Praga  y  Dresde  (1808),  y  ac- 
tualmente existen  en  el  continente  más  de  150,  en  su  mayoría  sostenidos  oficial- 
mente. La  primer  escuela  americana  para  ciegos  fué  la  Perkins  Institution,  funda- 
da en  Boston  por  John  D.  Fisher  en  1829,  con  el  auxilio  del  Estado.  En  ella  fué 
director  (1831)  Samuel  G.  Howe,  que  también  fundó  la  primer  escuela  americana 
para  niños  anormales  (i848\  y  profesora  Laura  Bridgman.  Institutos  de  ciegos  han 
sido  establecidos  en  New- York  (183 1),  Filadelfia  (1833),  Columbus  (Ohio)  [1837], 
Staunton  (Virginia)  [1839],  y  actualmente  en  todos  los  estados  de  la  unión  existe  el 
proyecto  de  su  creación.  Las  escuelas  para  sordos  han  sido  establecidas  en  Edim- 
burgo (18 1  o),  Glasgow  (18 19)  y  en  todas  partes.  Actualmente  hay  más  de  99  en  Ale- 
mania, 95  en  la  Gran  Bretaña,  71  en  Francia,  47  en  Italia,  38  en  Austria-Hungría, 
34  en  Rusia  y  126  en  los  Estados  Unidos.  El  movimiento  americano  ha  comenzado 
con  las  investigaciones  de  Thomas  Kopkins  Gallaudet  en  Europa  (181 5)  y  con  la 
fundación  del  Connecticut  Asylum  (1816).  La  Institución  Columbiana  (Washington, 
D.  C.)  fué  fundada  por  Congress  en  1857,  bajo  la  dirección  de  Edward  M.  Gallau- 
det. Los  American  Annals  of  the  Deaf  and  Dumb  (1847)  son  editados  por  Edward 
Allan  Fay,  el  autor  de  Marriages  of  the  Deaf  in  America  (1898)  y  de  las  historias  de 
las  escuelas  americanas.  El  Volta  Bureau  (Washington,  D.  C.)  ha  sido  fundado,  en 
1890,  por  Alexander  Graham  Bell. 

La  invención  del  tratamiento  de  los  enfermos  tísicos  por  el  aire  libre 
constituye  un  rasgo  de  la  Medicina  moderna.  Este  tratamiento  existía  ya 
en  Escocia  hacia  I747>  y  en  l79l  se  inauguró  en  Margate  un  hospital  para 
los  escrofulosos  a  la  orilla  del  mar.  George  Bodington  (i 799- 1 882),  de 
Sutton  Colfield  (Inglaterra),  en  su  Essay  on  the  Treatment  of  Pulmonary 
Consumption  (1840),  anticipaba  muchos  puntos  de  vista  acerca  de  las  ven- 
tajas del  aire  seco  y  fresco  para  «la  curación  y  la  oclusión  de  las  cavida- 
des y  úlceras  de  los  pulmones»,  así  como  también  del  ejercicio  al  aire  libre 
y  de  la  alimentación  abundante;  pero  sus  teorías  fueron  rudamente  trata- 


38o  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

das  por  la  clase  médica  de  su  época,  de  tal  modo  que  le  quitaron  los  áni- 
mos para  aplicarlas  en  gran  escala  a  la  práctica. 

El  primer  sanatorio  para  enfermos  tuberculosos  fué  establecido  en 
Gorbersdorf,  en  las  montañas  de  Waldenburgo,  por  los  hermanos  Breh- 
mer  en  1 859.  Existe  todavía,  y  los  éxitos  alcanzados  en  él  han  conduci- 
do a  la  fundación  de  muchos  sanatorios  análogos  para  el  tratamiento  de 
invierno,  siendo  los  más  notables  los  de  Carl  Spengler,  en  Davos,  y  de 
Edward  L.  Trudeau,  en  Saranac  Lake,  en  los  Adirondacks.  En  1 876, 
Peter  Dettweiler  fundó  el  sanatorio  en  Falkenstein,  en  el  Taunus,  inven- 
tando una  silla  larga  especial  para  la  cura  de  reposo  al  aire  libre,  escupi- 
deras portátiles  y  otras  novedades.  En  1 886,  Inglaterra  tenía  19  hospita- 
les para  tísicos.  El  movimiento  sanatorial  en  Alemania  ha  sido  especial- 
mente estimulado  por  Ernst  von  Leyden,  y  en  la  actualidad  existen  milla- 
res de  estas  instituciones  en  todas  partes  del  mundo.  Al  lado  de  los  sana- 
torios de  invierno  y  de  montaña,  como  Asheville  o  Sankt  Moritz,  se  in- 
cluían los  tratamientos  climatológicos  en  los  puntos  áridos  y  semitropica- 
les,  como  Arizona  o  Yalta,  en  Crimea,  y  en  los  costeros,  como  la  Riviera 
y  Argel.  Los  hospicios  y  sanatorios  marítimos  comprenden  también  los 
destinados  a  la  escrófula,  situados  a  lo  largo  de  la  costa  de  algunos  países, 
como  Italia  y  Noruega.  El  primer  Congreso  Internacional  para  la  tuber- 
culosis se  reunió  el  25-31  de  julio  de  1 888,  en  París;  y  después  del  sexto 
(1901),  se  creó  una  Asociación  Internacional,  que  celebra  Conferencias 
anuales  en  las  distintas  ciudades  y  prepara  los  actuales  Congresos  Inter- 
nacionales trianuales,  de  los  que  tres  han  tenido  lugar  en  París  (1905), 
Washington  (1908)  y  Roma  (iQll). 

Una  sociedad  francesa  de  un  tipo  análogo  existe  en  París,  y  publi- 
ca una  revista.  Gracias  a  la  acción  del  Phipps  Institute  en  1903,  este  asun- 
to ha  despertado  gran  interés  en  América,  principalmente  por  la  labor  de 
Trudeau,  Vincent  S.  Bowditch,  L.  F.  Flick,  Arnold  Klebs,  S.  A.  Knopf, 
Henry  Hartón  Jacobs,  Frank  Billings,  Edward  R.  Baldwin,  Lawrason 
Brown  y  otros. 

El  CUIDADO  de  ios  enfermos  por  mujeres  bien  educadas  e  instruidas  es 
-una  institución  de  los  tiempos  modernos.  El  período  comprendido  entre 
la  última  parte  del  siglo  xvn  hasta  la  mitad  del  xix  ha  recibido  el  nombre 
de  la  cedad  sombría»  del  cuidado  de  los  enfermos,  en  la  cual  el  estado  y 
la  competencia  de  las  mujeres  consagradas  a  ellos  habían  descendido  tan- 
to como  el  nivel  de  los  hospitales  a  que  estaban  destinadas.  Dejando  a  un 
lado  las  ordenes  católicas  romanas,  en  las  que  1<i  disciplina  y  la  decencia 
lleciendo,  lo  que  acabamos  de  decir  puede  afirmarse  como 
una  verdad  universal.  Las  alborotadoras,  sucias  y  desaliñadas  mujeres,  de 

tumbres  dudosas    y  alcohólicas,    son    los   tipos  en  las  representaciones 


PERIODO     MODERNO  381 

pictóricas  de  Sairey  Gamp.  En  1 8 57,  las  enfermeras  de  los  grandes  hos- 
pitales de  Londres  eran  descritas  por  el  Times  del  modo  siguiente: 

«Intruídas  por  los  Comités,  sermoneadas  por  los  capellanes,  mal  miradas  por  los 
tesoreros  y  los  administradores,  reñidas  por  las  matronas,  maldecidas  por  los  ciruja- 
nos, censuradas  por  los  ayudantes,  aguantando  las  quejas  de  los  enfermos,  injuria- 
das por  los  viejos  y  los  enfermos  favorecidos,  charlan  impertinentemente  si  son  de 
media  edad  y  bien  humoradas,  instigadora  y  seductoramente  si  jóvenes  y  bien  pa- 
recidas, ellas  son  lo  que  cualquier  mujer  sería  en  las  mismas  circunstancias»  (1). 

La  idea  de  educar  a  las  enfermeras  para  enseñarlas  a  tratar  a  los  en- 
fermos en  una  escuela  especial,  creada  con  este  fin,  se  debe  a  Theodor 
Fliedner  (1800-64),  pastor  protestante  en  Kaiserswerth,  en  el  Rin,  y 
a  su  mujer,  Friederike,  que  en  1 83 3  convertía  la  casa-jardín  de  su  pasto- 
ría en  un  asilo  para  prisioneras  que  habían  cumplido,  y  en  octubre  de  1836 
fundaba  la  primer  escuela  para  enfermeras  (Diaconissenanstalt),  que  se 
convirtió  en  el  modelo  de  todas  las  instituciones  similares  en  Alemania  y 
en  todas  partes.  A  esta  escuela  acudió,  en  1840,  Elizabetht  Fry,  famosa 
por  la  extensión  que  ha  dado  a  la  obra  de  John  Howard  de  reforma  de  las 
prisiones,  y  posteriormente  Florence  Nightingale  (1823-1910),  una  se- 
ñora inglesa,  nacida  en  Florencia  (Italia),  que  consagró  su  vida  entera  al 
cuidado  de  los  enfermos,  y  realmente  creó  la  institución  modelo  que  se 
encuentra  actualmente  en  todas  las  regiones  que  hablan  inglés.  Cuando 
estalló  la  guerra  de  Crimea,  en  marzo  de  1 854,  miss  Nightingale,  a  instan- 
cias de  lord  Sidney  Herbert,  secretario  de  Guerra,  se  trasladó  con  un 
cuerpo  de  enfermeras  para  hacerse  cargo  de  la  barraca-hospital,  en  Scu- 
tari, donde  su  labor  y  sus  reformas  han  constituido  pronto  un  asunto  his- 
tórico. Enfrente  de  la  indiferencia  del  público  oficial  y  la  oposición  de  la 
estrecha  burocracia,  recibió  el  apoyo  leal  de  lord  Raglan  y  la  acción  au- 
xiliar de  los  cirujanos  militares,  y  a  los  diez  días  alimentaba  más  de  I.OOO 
hombres  con  su  cocina  de  campaña,  y  en  tres  meses  había  provisto  a 
10.000  hombres  de  trajes  y  de  otras  cosas  necesarias  para  sus  servicios. 
El  efecto  de  este  éxito  sin  precedentes  fué  tal,  que  a  su  regreso  a  Inglate- 
rra se  reunió  una  suma  de  5°-000  libras  (la  fundación  Nightingale)  para 
crear  una  escuela  de  enfermeras  en  el  Hospital  de  Saint-Thomas,  escuela 
que  se  inauguró  el  1 5  de  junio  de  i860  con  quince  aspirantes-;  que  fueron 
científicamente  educadas  como  un  «nuevo  estilo  de  enfermeras.»  Estas 
ocuparon  pronto  las  vacantes  en  los  grandes  hospitales,  trayendo  consi- 
go una  completa  regeneración  en  la  enfermería  inglesa.  Las  enfermeras 
de  Nightingale  fueron  muy  buscadas  por  todas  partes.    La   adopción   de 


(1)     The  limes:  15  abril  1857,  citado  por  Nutting  y  Dock,  Historia  de  las  enfer- 
meras, New-York,  1907;  I,  pág.  505. 


382  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

la  Convención  de  Ginebra  creaba  la  necesidad  de  mejores  enfermeros 
en  todo  el  continente,  y  en  América,  el  movimiento  fué  fomentado  por 
Marie  Zarkzewska  y  Elizabeth  Blackwell,  siendo  fundada  por  la  primera  la 
primer  escuela  de  enfermeras  de  los  Estados  Unidos  en  1 87  3.  Elizabeth 
Blackwell  (1821-1910),  de  Bristol  (Inglaterra),  es  la  primer  mujer  que  se 
ha  graduado  en  Medicina  en  Inglaterra  (1849)  [i];  Clara  Barton  (1821  a 
191 2),  de  Oxford  (Massachusetts)  y  Louise  Lee  Schuyler  se  han  ocupado 
en  la  organización  de  las  enfermeras  y  ayudantes  durante  la  guerra  civil. 
En  1873  se  habían  establecido  tres  escuelas  de  esta  instrucción  en  los  hos- 
pitales de  Bellevue,  New  Haven  y  Massachusetts  y  la  escuela  de  Johns 
Hopkins  estaba  dirigida  por  miss  Adelaide  Nutting,  que,  con  miss  Lavi- 
nia  L.  Dock,  ha  escrito  una  History  of  Nursing  (1907).  Las  Notes  on 
Hospitals  (1859)  y  Notes  on  Nursing  (i860),  de  miss  Nightingale,  son  ver- 
daderas obras  clásicas  médicas,  distinguiéndose  por  su  poco  frecuente 
sentido  común  y  por  la  sencillez  de  la  expresión.  Ella  define  a  la  enfermera 
como  «ayudando  a  vivir  a  los  enfermos»,  introduce  los  conceptos  moder- 
nos de  disciplina  y  de  esprit  de  corps  y  ha  defendido  con  ahinco  la  idea 
de  que  las  enfermedades  no  son  «entidades  separadas  que  puedan  tener 
existencia  separada  como  los  perros  o  los  gatos»,  sino  condiciones  altera- 
das, disturbios  cualitativos  de  los  normales  procesos  fisiológicos  que  su- 
fren las  personas.  Aun  cuando  no  conocía  la  teoría  infecciosa  de  las  en- 
fermedades, demostraba  que  la  limpieza  absoluta,  el  aire  y  agua  puros, 
la  luz  y  el  desagüe  suficientes  son  los  medios  más  seguros  de  pre- 
venirlas. 

Desde  el  tiempo  de  Pinel  y  Reil,  Tuke  y  Conolly,  el  verdadero  estu- 
dio y  asistencia  de  los  locos  ha  sido  objeto  de  una  ambición  obscura- 
mente realizada.  Cuando  Esquirol  vino  a  substituir  a  Pinel  en  la  Salpétrié- 
re,  en  1 8 IO,  hizo  grandes  reformas  en  los  asilos  y  en  el  régimen,  viajando 
por  toda  Francia  para  extender  las  ideas  de  Pinel,  fundando  los  nuevos 
asilos  y  dando  las  primeras  lecciones  de  Psiquiatría  (18 1 7).  Gardner  Hill 
introduce  la  idea  de  la  «no  restricción»  en  el  Lincoln  Asylum,  Inglaterra; 
en  1836  y  1839,  John  Conolly,  a  pesar  de  la  ruda  oposición,  hace  des- 
aparecer todas  las  restricciones  mecánicas  del  Hanwell  Asylum.  Los  abu- 
sos cometidos  al  encerrar  y  cuidar  los  locos  en  los  asilos  privados  son  vi- 
gorosamente atacados  por  Charles  Reade  en  Hard  Cash  (1863).  Las  ins- 
tituciones americanas  más  antiguas  son  el  State  Hospital,  en  Williams- 
burg, Va.  (1773);  el  Bloomingdale  Asylum,  New- York  (1909),  ahora  en 
White  Plains  (1821),  el  Friends  Asylum,  en  Frankford,  cerca  de  Filadelfia 


(1)     Dorothea  Christiana  Erxleben  ha  sido  la  primer  mujer  graduada  en  Medi- 
cina en  Alemania  (en  Halle  en  1754). 


PERÍODOMODERNO  383 

(18 1 7);  el  McLean  Hospital,  Boston  (18 1 8);  los  hospitales  en  Columbia, 
Carolina  del  Sur  (1828),  y  Worcester,  Mass.  (1833);  el  Hartford  y  Brattle- 
boro  Retreats  (1836-38),  y  el  asilo  del  estado  de  Nueva  Jersey,  en  Trenton 
(1848).  Este  último  ha  sido  establecido  por  el  propagandismo  de  miss  Do- 
rothea Lynde  Dix,  de  Maine,  cuya  obra  para  mejorar  la  condición  del 
loco  en  América  y  hasta  en  Inglaterra  puede  compararse  con  la  de  John 
Howard  en  la  reforma  de  cárceles  y  hospitales.  Ella  ha  promovido  la  fun- 
dación de  nada  menos  que  treinta  y  dos  asilos.  Con  la  inauguración  del 
Hospital  del  Estado  de  Utica  comienza  lo  que  Hurd  llama  «la  era  del  des- 
pertar» (i),  y  en  J850  el  movimiento  de  la  atención  del  Estado  para  la 
locura  estaba  completamente  en  marcha.  El  asilo  del  Estado,  en  Willard 
(1869),  y  el  de  Binghamton,  en  New- York  (1881),  para  suprimir  las 
atrocidades  que  se  cometían  en  el  tratamiento  de  los  locos  en  los  asilos 
del  condado.  Los  más  grandes  hospitales  americanos  son  los  de  Bingham- 
ton y  Washington,  D.  C.  Pliny  Earle,  en  1 867,  hacía  resaltar  la  importan- 
cia de  una  ocupación  adecuada  u  oficio  para  el  tratamiento  de  la  locura. 
En  1885,  Daniel  Hack  Tuke  atacaba  fuertemente  el  estado  de  los  asilos 
de  los  Estados  Unidos  y  del  Canadá,  y  en  1894  (2)>  Weir  Mitchell  expo- 
nía igualmente  las  deficiencias  observadas  en  el  cuidado  y  tratamiento  de 
los  enfermos  mentales,  discutía  las  órdenes  generales  de  los  Consejos,  los 
males  de  la  investigación  política  y  señalaba  la  falta  absoluta  de  todo  es- 
tudio científico  de  la  locura  en  los  hospitales  de  América.  La  última  idea 
coincidía  con  la  de  los  alemanes.  Los  primeros  artículos  que  Griesinger 
escribió  para  sus  Archiv  (1868)  [3]  proponían  una  reorganización  de  los 
hospitales  alemanes  y  exteriorizaban  la  idea  de  una  clínica  de  Psiquiatría, 
en  la  que  los  enfermos  pudieran  ser  estudiados  y  tratados  como  en  el 
hospital  antes  de  ser  trasladados  a  éste.  En  Berlín,  Ideler  ha  realizado  ex- 
posición de  casos  de  esta  índole  en  1 832,  habiendo  sido  continuado  en  su 
labor  por  Griesinger  (1866),  Westphal  (1869)  y  Jolly  (1890).  Se  han  ¡crea- 
do clínicas  de  Psiquiatría  en  Estrasburgo  (1872),  Basilea  (1876),  Breslau 
(1877),  Bonn  (1882),  Freiburg  (1887),  Halle  (1891)  y  otros  puntos,  culmi- 
nando este  movimiento  en  la  buena  institución  inaugurada  por  Kraepelin 
en  7  de  noviembre  de  1904.  El  16  de  abril  de  1913,  la  clínica  de  Psiquia- 
tría, donada  a  la  Johns  Hopkins  University  por  Henry  Phipps  y  trazada 
según  los  modelos  alemanes,  fué  inaugurada  en  Baltimore  bajo  la  direc- 
ción del  profesor  Adolf  Meyer. 

En  el  desenvolvimiento  de  la  reglamentación  nacional  e  internacional 


(1)     H.  M.  Hurd:  The  Institutional  Care  of  the  Insane,  Baltimore,  19 16. 
•(2)     S.  Weir-Mitchell:  Proc.  Am.  Med.-Psychol.  Ass.,  1894,  Utica  (N.  Y.),  1895,  I, 
páginas  101-121. 

v3)     W.  Griesinger:  Arch./.  Psychiat.,  Berlin,  1868-69;  I,  páginas  8-43. 


384  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

de  la  higiene  pública,  la  necesidad  ha  sido  la  madre  de  la  invención.  No 
hay  nada  espontáneo  en  este  movimiento.   Sencillamente,   la  atención  de 
los  legisladores  ha  tenido  que  despertarse  por  la  aparición  de  las  enferme- 
dades epidémicas  y  por  los  malos  resultados  de  las  ciudades  aglomeradas 
y  sucias,  de  las  factorías,  talleres  y  centros  análogos,  y  los  resultados  han 
sido,  de  todos  modos,  lentos.  El  primer  temor  grande  fué  producido  por 
la  invasión  del  cólera  asiático  (1826-37),  que,  habiendo  sido  endémico  en 
la  India  por   espacio   de  siglos,   se  había  hecho  pandémico   en   Asia  de 
1816-30,  y  había  aparecido  en  Rusia  en  1 830,  penetrado  en  el  nordeste 
de  Alemania  en  1831,  alcanzado  Inglaterra   en  junio  del  mismo  año,  Ca- 
lais en  marzo  de   1832,  e  invadido  América,  vía  Quebec   y  New- York. 
Heinrich  Heine  ha  escrito  un  gráfico  y  famoso  artículo  a  propósito  de  su 
aparición  en  París  (i).  En  el  29  de  marzo,  la  noche  de  la  mi-carente,  un 
baile  de  máscaras  estaba  cada  vez  más   animado,  el  chahut  en  plena  agi- 
tación. De  repente,  el  más  alegre  de  los  arlequines,  colapsado,  frías  las  ex- 
tremidades y,  debajo  de  la  careta,  el  aspecto   «azul  violáceo»  de  la  cara. 
Las  risas  se  apagaron,  el  baile  cesó  y,   llevado   inmediatamente  a  un  ca- 
rruaje, que  salió  a  escape,  atropel lando  la  gente,   fué  conducido  al  Hotel 
Dieu  a  morir  y  a  sembrar  el  pánico  entre  los  enfermos  y  a  ser  cond  cido 
a  la  fosa  llevando  todavía  su  traje  de  máscara.   Pronto  las  plazas  públicas 
se  vieron  llenas  de  cadáveres  metidos  en  sacos  por  falta  de  ataúdes.  Lar- 
gas filas  de  coches  fúnebres  iban   formando  cola  hacia  el  Pére  Lachaise. 
Todo  el  mundo  gastaba  fajas  de  franela.  Los  ricos  reunían   sus  bienes  y 
abandonaban  la  ciudad.  Más  de  120.000  pasaportes  se  despacharon  en  el 
Hotel  de  Ville.  Una  guillotina  ambulante  se  paseaba  por  las  afueras,  y  sus 
efectos  en  los  excitables  parisienses  vinieron  a  reproducir  las  escenas  de 
la  revolución  o  de  la  peste  de  Milán.  Con  señalada  inteligencia,  Heine  se- 
ñaló el  principal  obstáculo  con   que  había  de  tropezar  el  movimiento  en 
favor  de  la  salud  pública,  a  saber:   el  terror  de   los  perturbados   hogares 
particulares.  En  este  caso,  una  émeute,  con  barricadas,  había  tenido  lugar 
entre  los  traperos,  lo  que  representaba  el  tener  que  retirar  de  las  calles 
los  montones  de  basuras,  de  los  que  aquéllos  obtenían  su  modo  de  vivir. 
La  sospecha  de  un  envenenamiento  secreto  se  iba  levantando  como  una 
contra-teoría  de  la  de  la  infección;  el  grito  de  á  la  lanterne  empezaba  a 
oirse,  y  seis  personas  fueron  asesinadas,  por  esta  idea,  y  arrastrados  sus 
cadáveres  desnudos  por  las  calles.  Por   último,  la  prensa   logró  calmar  el 
pánico,  y  la  Comission  sanitaire  pudo  cumplir  su  deber.  Un   pánico  aná- 
logo al  observado  en  los  listados  del  Sur,  con  las  cuarentenas,  durante  las 


(1)     Heine:   Franz&tische  Zuttánde,  carta  del  9  de  abril  de  1832  (Sdmmtli&k 

>tta  1  <l.;  XI.  páginas  88-102. 


PERIODO     MODERNO  385 

epidemias  de  fiebre  amarilla,  con  el  lúgubre  «Llévese  usted  sus  muertos», 
que  demostraba  la  necesidad  de  una  inteligente  y  organizada  vigilancia 
de  la  salud  pública. 

El  cólera  ha  vuelto  a  presentarse  pandémicamente  en  1840-50,  1852-60,  1863-73, 
y  posteriormente,  en  diferentes  intervalos,  en  Europa.  Siempre  ha  tomado  su  ori- 
gen en  el  extremo  oriente.  La  fiebre  cerebroespinal  ha  aparecido  periódicamente 
en  los  intervalos  de  1805-30,  1837-50,  1854-74  y  1875  hasta  el  momento  actual;  la 
influenza,  en  1830-33,  1836-37,  1847-48  y  1889-90;  la  fiebre  amarilla,  en  los  Estados 
del  Sur,  en  1853,  1867,  1873,  1878  y  1897-99.  El  tifus  se  padeció  extensamente  du- 
rante las  guerras  napoleónicas,  y  ha  castigado  gravemente  a  Irlanda  en  1817,  1819 
y  1847.  La  fiebre  tifoidea,  la  escarlatina,  el  sarampión  y  otras  infecciones  han  apa- 
recido con  intervalos.  La  peste  bubónica,  que  había  brotado  en  Hong-Kong,  se  ex- 
tendió en  1894,  y  sin  el  estado  moderno  de  la  sanidad,  es  posible  que  hubiera  lle- 
gado a  alcanzar  las  proporciones  medievales.  Los  políticos  llegaron  a  considerar 
casi  perdida  la  situación  de  San  Francisco  en  1907- 1908,  y  fué  únicamente  debido 
a  los  médicos  del  servicio  hospitalario  de  Marina  el  que  la  enfermedad  se  diagnos- 
ticase y  se  destruyesen  las  ratas,  salvándose  la  ciudad  y  quizá  toda  la  región.  Ha 
sido  la  primera  vez  que  una  ciudad  ha  hecho  esta  demostración  de  la  importancia 
de  las  ratas  en  esta  enfermedad.  El  carácter  epidémico  de  la  poliomielitis  ha  sido 
señalado  primeramente  por  Medin  en  Suecia  (1887),  y  su  aparición  en  los  pueblos 
escandinavos,  en  Austria  y  en  los  Estados  Unidos  (1907-1910)  ha  sido  muy  grave. 
La  patología  ha  sido  hábilmente  señalada  por  Simon  Flexner,  que  ha  aislado  un 
germen  en  1913.  En  1762  se  había  establecido  un  Consejo  sanitario  en  cada  pro- 
vincia de  Prusia;  pero  no  fué  hasta  la  segunda  pandemia  del  cólera  (1840-50)  el  co- 
menzar a  despertarse  Francia  e  Inglaterra  en  el  sentido  de  la  organización  de  los 
servicios  sanitarios.  En  1840  se  formó  en  Francia  una  organización  nacional  de 
Conseils  d'hygiéne  para  las  ciudades,  con  Comités  en  las  provincias,  subsistiendo  ac- 
tualmente, por  lo  menos  en  lo  más  esencial.  La  antigua  legislación  inglesa,  como 
el  Peel  Act  de  1S02,  que  preserva  la  salud  de  los  tejedores  de  algodón  y  de  los 
obreros  manuales,  se  dirige  principalmente  hacia  la  higiene  profesional,  y  espe- 
cialmente hacia  el  trabajo  de  los  niños  (1836).  En  1848,  el  Parlamento  emitió  el  Acta 
de  la  salud  pública  que,  sobre  la  base  de  las  Comisiones  Sanitarias  de  las  ciudades 
(1844),  constituía  un  General  Board  of  Health,  con  inspectores  sanitarios  que  in- 
formasen acerca  del  estado  de  las  ciudades.  Esto  fué  seguido  de  una  larga  serie 
de  medidas  progresivas  de  legislación,  incluso  las  Common  Lodging  Houses  Acts 
(1851-1853),  la  Nuisances  Removal  Act  (1855),  la  Burial  Act  (1855),  e*  acta  de  1858 
transfiriéndolos  poderes  de  la  Oficina  General  de  Sanidad  al  Consejo  Privado,  la 
organización  de  la  Oficina  del  Gobierno  Local  (1871),  el  acta  de  salud  pública 
de  1875,  las  actas  sobre  enfermedades  infecciosas  de  1889  y  1899  (declaración),  el 
acta  de  1890  sobre  profilaxia  de  estas  mismas  enfermedades,  la  referente  a  las 
afecciones  contagiosas  de  los  animales  (1891),  lade  salud  pública  de  1891  (Londres), 
de  hospitales  de  aislamiento  (1893"),  de  gobierno  local  (1894),  la  referente  a  la  salud 
pública  en  relación  con  los  puertos  (1896),  las  actas  sobre  vacunación  de  1898 
y  1907,  el  acta  de  Rivers  para  previsión  de  las  contaminaciones  (1898),  la  de  pro- 
visión de  harinas  para  alimentos  de  los  niños  (1902),  la  relativa  a  la  notificación  de 
los  nacimientos  (1907)  y  el  acta  de  construcción  de  casas  y  ciudades  (1909).  Las  in- 
vestigaciones y  reformas  llevadas  a  cabo  por  Lord  Ashley  (1833),  en  relación  con  el 
trabajo  de  los  menores,  vienen  a  culminar  en  sus  famosos  informes  sobre  minas  y 
carbonerías  (1842-43),  que  determinaron  la  aparición  de  una  serie  sucesiva  de  de- 
cretos hasta  llegar  a  fijar  la  edad  límite  mínima  para  el  trabajo  en  los  doce  años. 
A  los  menores  se  les  prohibía  trabajar  con  el  albayalde  en  1878;  las  actas  de  facto- 
rías de  1864,  1867  y  1870  se  aplicaron  también  a  los  comercios  y  almacenes  en  1891; 
se  publicó  otra  ordenanza  reglamentando  el  trabajo  de  las  minas  de  carbón  en  1896, 
y  otras  de  indemnizaciones  a  los  obreros  en  1897  y  1906,  y  en  1901  los  oficiales 
médicos  de  Sanidad  eran  requeridos  para  inspeccionar  las  fábricas  y  talleres,  pa- 
sando un  informe  anual  sobre  el  estado  de  los  mismos. 

Leyes  a  propósito  del  trabajo  de  los  menores  han  aparecido  en  Massachusetts 
(1836-42),  Connecticut  (1842),  Maine  (1847),  Pensilvania  (1848);  pero  no  hubo  una 

Historia  db  la  Mbdiciha.    -  Tomo  IT  25 


386  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

verdadera  legislación  industrial  hasta  el  acta  de  Massachusetts  de  1877;  y  ninguna 
provisión  de  inspección  de  fábricas  es  anterior  a  las  de  Massachusetts  de  1888.  La 
obra  más  eficaz  fué  la  llevada  a  cabo  por  el  Ministerio  o  Departamento  del  Traba- 
jo, de  los  Estados  Unidos,  en  la  que  colaboraron  George  M.  Kober,  W.  Gilmann 
Thompson,  John  B.  Andrews,  Alice  Hamilton,  J.  W.  Schereschewsky,  S.  S.  Goldwa- 
ter  y  otros.  Se  han  establecido  museos  industriales  en  Berlín  (1904),  Viena  (1909), 
New- York  (191 1)  y  en  otras  ciudades.  Una  exposición  transitoria  de  este  género 
ha  tenido  lugar  en  Washington  de  1915-16.  La  primer  clínica  de  accidentes  del  tra- 
bajo ha  sido  inaugurada  en  Milán  el  20  de  marzo  de  19 10.  Otra  se  ha  establecido 
por  S.  S.  Goldwater  en  New-York,  en  19 15.  Institutos  para  investigaciones  sobre 
higiene  industrial  se  han  creado  en  Frankfort  am  Main  (191  o),  Pittsburgh  (19 15)  y 
otras  ciudades.  La  lot  h'oussel,  de  23  de  diciembre  de  1874  (Francia),  para  protec- 
ción de  los  niños  abandonados,  constituye  un  señalado  adelanto  de  la  legislación 
humanitaria.  En  la  reforma  de  las  prisiones,  de  los  manicomios  y  de  las  industrias 
peligrosas  no  se  han  perdido  los  efectos  de  las  obras  de  Charles  Dickens  y  Char- 
les Reade.  El  discurso  pronunciado  por  Dickens  en  el  festival  aniversario  del  hos- 
pital para  niños  enfermos,  Londres,  9  de  febrero  de  1958,  es  uno  de  los  más  pode- 
rosos alegatos  pronunciados  en  favor  de  la  medicina  social  por  un  hombre  de  ge- 
nio. Los  horribles  detalles  de  los  enterramientos  intramuros;  el  excesivo  número 
de  panteones  con  sucesivas  capas  de  cadáveres,  se  encuentran  referidos  en  el 
Ha?nlet,  Tom  Jones  y  la  Bleak  House,  de  Dickens.  El  desarrollo  de  los  cementerios 
extramuros  son  debidos  al  propagandismo  de  sir  Edward  Chadwick,  cuyos  infor- 
mes (1843-55)  condujeron  a  la  promulgación  del  Acta  de  inhumaciones  (1855),  abo- 
liendo las  mismas  dentro  de  los  límites  de  las  ciudades.  Pietro  Capparoni  describe 
una  análoga  ordenanza  de  Napoleón  de  1809  (1).  Inglaterra  tiene  un  eficaz  cuerpo 
de  oficiales  de  Sanidad,  un  cuerpo  que  está  casi  extinguido  en  Francia.  Todas  las 
Universidades  de  Alemania  tienen  en  la  actualidad  un  Instituto  de  Higiene,  y  el 
physikus  alemán  es,  por  consiguiente,  un  oficial  en  Sanidad  y  un  perito  en  Medi- 
cina legal.  En  los  Estados  Unidos  no  ha  habido  adelantos  en  la  higiene  pública, 
salvo  algunas  poco  acertadas  reglamentaciones  respecto  de  la  viruela,  hasta  des- 
pués de  la  segunda  pandemia  colérica,  cuando  se  llevó  a  cabo  una  inspección  sa- 
nitaria de  Massachusetts  en  1849.  Un  Instituto  de  Sanidad  del  Estado  para  Lui- 
siana  fué  establecido  en  Nueva  Orleans  en  1855,  siguiendo  posteriormente  el 
ejemplo  Massachusetts  (1869),  California  (1870),  Michigan  (1873)  [2]  y  los  restantes 
Estados  de  la  Unión.  En  1901,  únicamente  diez  Estados  tenían  un  sistema  satisfac- 
torio de  estadísticas  vitales  (Kober).  La  Asociación  Americana  de  Salud  Pública 
ha  sido  organizada  en  1872.  Cuarentenas  regularizadas  contra  la  fiebre  amarilla 
han  sido  establecidas  en  Filadelfia  en  1856,  y  posteriormente;  pero  a  causa  de  la 
celosa  insistencia  de  las  ciudades  costeras  en  defender  su  derecho  a  formar  sus 
propias  estaciones,  dictando  las  leyes  convenientes,  no  hubo  ningún  sistema  uni- 
forme y  reglamentado  hasta  el  15  de  febrero  de  1893,  en  cuya  fecha  el  Congreso 
dictó  una  disposición  estableciendo  un  sistema  nacional  de  cuarentenas  e  invis- 
tiendo con  sus  poderes  al  Servicio  Médico  (Sanidad  pública)  del  Hospital  de  Ma- 
rina. La  epidemia  del  cólera  de  1872-73  condujo  al  nombramiento  de  una  Comi- 
sión para  el  cólera,  y  la  de  fiebre  amarilla  de  1878,  a  la  creación,  por  el  Congreso, 
de  un  Instituto  Nacional  de  Sanidad  (marzo  de  1878),  que  sucumbió  por  falta  de 
apropiaciones.  Sus  servicios  han  sido  realizados,  desde  1883,  por  el  Servicio  Mé- 
dico del  Hospital  de  Marina  de  los  Estados  Unidos,  actualmente  Servicio  de  Sa- 
nidad Pública  (191 2).  Este  último  tiene  un  buen  laboratorio  de  higiene,  y  sus  peritos 
han  realizado  mucho  y  admirable  trabajo.  En  algunos  asuntos,  como  en  la  inspec- 
<  ion  de  la  dotación  de  leche,  higiene  infantil  y  un  completo  y  seguro  registro  de 
enfermedades  la  vigilancia  sanitaria  délos  diagnósticos,  la  condición  de  una  co- 
munidad enferma,  que  Paul  M.  Kellog  ha  comparado  con  los  ctipos  azules»— la 
mejor  obra  moderna  lia  Bido  realizada  por  el  Instituto  del  listado  de  Massachusetts, 
Michigan  (Pensilvania),  y  por  el  Departamento  de  Sanidad  de  la  ciudad  de  New- 


(ij     Capparoni:  Rio.  diStoria  crit.  de  Se.  mea1.,  Roma,  1915;  VI,  pág.  586. 

(2)  Para  un  interesante  estudio  de  la  labor  constructiva  de  Henry  B.  Maker, 
en  el  Instituí.)  del  Estado  <!<•  Michigan,  véase  Journ.  Mich.  State  .!/•</.  Soc.,  Grand 
Rapids.,  1916;  XV,  páginas  424-427. 


PERIODO     MODERNO  387 

York,  cuyo  excelente  estado  de  salud  se  debe  a  la  labor  altruista  de  Stephen 
Smith,  Hermann  M.  Biggs,  S.  S.  Goldwater  y  otros.  El  último  tiene  actualmente 
gran  importancia  por  su  relación  con  el  gran  exceso  de  población  extranjera  en 
los  suburbios  de  Manhattan.  Los  perfeccionamientos  higiénicos  de  casi  todas  las 
regiones  y  ciudades  han  producido  una  muy  notable  disminución  en  la  proporción 
de  defunciones,  y,  consiguientemente,  un  aumento  en  la  duración  media  de  la 
vida.  El  celebrado  alcantarillado  de  París  ha  sido  instalado  en  1854-56;  el  de  Ham- 
burgo,  en  1842,  y,  posteriormente,  el  de  Francfort  (1867),  Danzig  (1869),  Berlín 
O873)  y  Munich  (1880).  En  Inglaterra,  los  alcantarillados  van  a  desembocar  ordi- 
nariamente al  mar;  las  capas  de  filtración  han  sido  primeramente  empleadas  en 
Wimbledom  en  1876.  Antes  de  1847,  el  alcantarillado  de  Londres  era  sencilla- 
mente una  serie  de  tubos  con  agua  corriente,  y  la  descarga  de  las  alcantarillas  no 
podía  conseguirse  mas  que  por  el  tiempo.  Los  trabajos  de  Edward  Frankland 
(1825-99)  y  los  informes  de  la  Rivers  Pollution  Commission  establecieron  el  prin- 
cipio de  la  purificación  por  medio  de  la  filtración  intermitente,  a  través  de  capas 
diferentes  (1868-74).  Todo  esto  fué  ampliamente  perfeccionado  por  H.  F.  Mills, 
T.  M.  Drown  y  W.  T.  Sedgwick  en  la  Estación  experimental  de  Lawrence  ,  del  Ins- 
tituto de  Sanidad  del  Estado  de  Massachusetts  (1887). 

La  fermentación  de  los  excreta  detenidos  en  un  estanque  cerrado  se  ha  des- 
arrollado del  sistema  de  fosses  fixeés  de  Mouras  (i860),  por  Scott-Moncrieff  (1891), 
Talbot  en  Urbana,  Illinois  (1894)  y  Donald  Cameron  de  Exeter,  Inglaterra  (1895). 
El  pasaje  a  través  del  cok  y  de  la  piedra  en  cilindros  cerrados  de  hierro  (sistema 
de  contacto)  ha  sido  ideado  por  W.  J.  Dibdin,  químico  del  London  County  Coun- 
cil. La  filtración  por  goteo  fué  ideada  por  Lowcock  en  Malvern,  Inglaterra  (1892) 
y  por  el  coronel  G.  E.  Waring  en  Newport  (1894)  [1].  Los  perfeccionamientos  de  la 
disposición  de  la  alcantarilla,  como  los  de  Pettenkofer,  en  Munich,  y  de  Virchow, 
en  Berlín;  del  sistema  microbiano  de  purificación,  introducido  en  Inglaterra  por 
William  J.  Dibdin  (1896),  han  ejercido  un  gran  efecto  en  la  mortalidad  por  fiebre 
tifoidea  y  otras  enfermedades  producidas  por  el  agua,  como  también  la  purifica- 
ción de  la  provisión  de  agua  por  medio  de  la  filtración.  Esta  fué  introducida  por  la 
Chelsea  Company,  en  Londres,  en  1829;  pero  no  adquirió  verdadera  perfección 
hasta  los  tiempos  modernos.  En  1837  se  dice  que,  en  contraposición  de  las  ciuda- 
des extranjeras,  Londres  consumía  toda  su  agua  filtrada.  Las  investigaciones  sobre 
el  envenamiento  por  el  piorno,  en  Claremont,  la  posesión  inglesa  de  Luis  Felipe, 
por  el  médico  de  éste,  Gueneau  de  Mussy  (1848-49),  demostró  alguno  de  los  peli- 
gros de  los  tubos;  pero  el  que  el  agua  es  un  vehículo  de  la  infección  no  se  ha  de- 
mostrado hasta  después  de  la  epidemia  colérica  de  Londres  de  1854,  en  la  que 

ohn  Snow  atribuyó  la  epidemia  a  una  bomba  de  Broad-Street.  Aunque  sus  puntos 
de  vista  fueron  combatidos  por  Farr  y  sir  J.  Simon  (1855),  la  supresión  de  la  bom- 
ba detuvo  la  epidemia.  En  la  epidemia  del  cólera  de  1866  se  ha  demostrado  que  la 
'nfección  venía  del  agua  no  filtrada  suministrada  por  una  de  las  compañías  metro- 
politanas de  agua,  a  la  que  se  le  ordenó  filtrarla  por  la  ordenanza  de  1852  (15  y  16, 
Victoria,  cap.  84).  Los  escritos  de  William  Budd  (1871-73)  fortificaban  la  teoría  del 
origen  hídrico  del  cólera  y  de  la  fiebre  tifoidea,  estableciendo  el  hecho  de  que  la 
infección  procede  de  las  deyecciones  de  los  enfermos.  La  epidemia  de  fiebre  tifoi- 
dea de  Lausana,  Suiza  (1872),  que  procedía  del  agua  que  pasaba  a  través  de  un 
monte,  trastornó  la  teoría  hídrica,  y  los  verdaderos  progresos  sólo  vinieron  con  la 
Bacteriología.  La  «teoría  del  agua  bebida»,  finalmente,  fué  dominando  sobre  la 

eoría  fitogénica,  o  doctrina  del  excremento  (Murchison)  y  sobre  la  del  «agua  te- 
lúrica» (Pettenkofer)  por  la  epidemia  de  Lowell  y  Lawrence  de  1890,  investigada 
por  W.  T.  Sedgwick,  y  el  hecho  de  que  Hamburgo,  con   aguas  no  filtradas,  sufrió 

n  grave  cólera  en  1892,  al  paso  que  la  inmediata  ciudad  de  Altona  disfrutaba  de 

na  absoluta  inmunidad,  gracias  a  la  filtración.  Sedgwich  ha  establecido  el  impor- 
tante principio  de  que  «el  agua  quieta,  no  corriente,  se  purifica  por  sí  misma».  El 
Ttro  en  Lawrence,  Mass.  (1894),  fué  «el  primero  de  América  colocado  entre  un 

gua  altamente  contaminada  y  altamente  infectada  y  una  población  industrial»  [2] 


(1)  A.  Winslow:  Technol.  Quart.,  Boston,  1905;  XVII,  páginas  318-332. 

(2)  Véase  W.  T.  Sedgwick:  Journ.  New  England]    Water   Works  Ass.,  Boston, 
[900-1901;  XV,  página  315;  1916,  XXX,  pág.  183. 


388  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

El  plan  de  filtración  de  Belmont,  de  Filadelfia  (1893),  y  el  plan  de  Wáshmgton  (1905) 
habían  demostrado  su  eficacia  en  el  combate  de  la  fiebre  tifoidea.  En  Alemania, 
los  grandes  planos  de  filtración  de  Berlín  y  de  Hamburgo,  la  obra  de  W.  P.  Dum- 
bar,  en  la  estación  de  ensayos  de  Hamburgo,  el  ingenioso  «Imhof  System»  de  pu- 
rificación de  los  excreta,  empleado  en  el  valle  de  Ems,  son  trabajos  que  merecen 
especial  mención. 

Prusia  tiene,  probablemente,  el  mejor  sistema  de  prevenir  la  adulteración  de 
los  alimentos  y  de  los  medicamentos,  castigando  las  transgresiones,  no  con  multas, 
sino  con  prisión.  Bismarck  declaraba  que  los  adulteradores  del  alimento  eran,  con 
los  anarquistas,  los  mayores  enemigos  del  pueblo  alemán.  La  Sociedad  fundada,  en 
1878,  en  Hamburgo  contra  la  adulteración  de  los  alimentos  ha  llegado  a  ser  la  ac- 
tual Verein  für  óffentliclie  Gesundheitspflege.  La  Kaiser  lie  hes  Gesundhcitsa?nt  (fun- 
dada en  1876)  dictó  una  ley  en  1878,  adoptó  más  tarde  la  ley  inglesa  de  11  de 
agosto  de  1875  y  continuó  en  14  de  mayo  de  1879  y  sucesivamente  por  una  larga 
serie  de  análogas  disposiciones,  siendo  de  las  más  importantes  la  ordenanza  de  22 
de  febrero  de  1894  para  la  certificación  de  los  alimentos  químicos  y  protegiendo 
a  los  fabricantes  contra  las  falsas  actas  de  acusación  de  los  incompetentes  WinkeU 
clie?niker.  No  ha  habido  verdadera  legislación  de  los  alimentos  en  los  Estados  Uni- 
dos hasta  la  publicación  del  Acta  de  30  de  junio  de  1906  sobre  alimentos  y  medica- 
mentos, y  del  Acta  del  mismo  año  sobre  inspección  de  géneros  alimenticios,  que 
parecen  siempre  implantadas  sobre  una  base  no  del  todo  satisfactoria.  Durante 
largo  tiempo  la  progresiva  legislación  de  Higiene  pública  en  los  Estados  Unidos  ha 
sido  bloqueada  por  las  individualidades  y  las  corporaciones,  que  no  desean  verse 
intervenidos  en  sus  negocios,  si  ellos  pueden  auxiliarse,  y  que  consideran  la  ciuda- 
danía americana  como  confiriendo  un  misterioso  «derecho»  para  hacer  lo  que  me- 
jor les  plazca,  prescindiendo  de  sus  vecinos.  Las  impúdicas  reclamaciones  de  los 
comerciantes  en  la  trata  de  blancas  fueron  rechazadas  por  la  sentencia  del  Tribu- 
nal Supremo  de  24  de  febrero  de  19 13,  que  niega  explícitamente  la  existencia  de 
ningún  derecho  privado  en  sí  mismo,  y,  sobre  todo,  de  ningún  derecho  para  perju- 
dicar y  dañar.  La  clara  distinción  establecida  por  Tácito,  Milton  y  Goethe,  entre 
«licencia»  y  «libertad»,  como  sostenida  por  un  tribunal  de  estas  eminencias,  cons- 
tituye una  base  para  el  futuro  desarrollo  de  la  medicina  del  Estado  (1). 

El  movimiento  en  favor  de  la  «investigación  de  la  paternidad»,  un  asunto  de 
derecho  común  a  las  mujeres  del  Continente,  aunque  prohibido  por  nuestras  leyeí 
federales  y  del  Estado,  ha  sido  defendido,  principalmente,  rior  William  J.  Robinson 
(New-York).  Como  sostenía  el  Dr.  A.  Jacobi  ante  la  Academia  de  Medicina  de  New- 
York  (26  de  mayo  de  191 5),  el  objeto  de  esta  idea  es  principalmente  eugénico,  pai 
mejorar  la  calidad  de  la  especie  humana  por  medio  de  la  limitación  de  los  engen- 
dros irregulares,  por  una  deliberada  regulación  del  tiempo  y  número  de  los  hijos 
y  aumentando  la  responsabilidad  paterna. 

El  sectarismo  y  el  charlatanismo  han  florecido  rápidamente  en  ¡; 
vida  moderna,  a  veces  de  muy  extrañas  maneras.  De  acuerdo  con  Flex 
ner,  «la  homeopática  es  la  única  secta  que  se  encuentra  en  la  Gran  Bre- 
taña y  en  el  continente»,  a  causa  de  que  a  un  médico  calificado  no  le  im 
porta  que  se  le  califique  de  homeópata,  supuesto  que  son  necesarios  exá 
menes  para  poder  practicar.  La  proporción  de  los  homeópatas  era  di 
211  :  30.558  en  Alemania,  en  IQOQ;  y  de  193  :  31754  en  la  Gran  Bretañ 
en  1907.  En  América,  con  la  legislación  vigente,  se  permite  el  florel 
miento  de  todo  género  de  sectas  médicas — osteopatía,  chiropraxis,  cien 
cia  cristiana,  eclecticismo,  botánica  médica,  etc.  En   1909  había  1 5  escue 


(1)     Para  una  discusión  '!<•]  aspecto  legal  de  esta  materia,  véase  el  artículo  (k 
I)r.  William  ( :.  Woodward,  Health  Officer,  D.  C,  en  el   Georgetown   Law  JourtM 


bington,  1913;  1,  uám.  .-; . 


FERIODOMODERNO  389 

las  homeopáticas,  ocho  eclécticas,  una  fisiomédica  y  ocho  osteopáticas  en 
los  Estados  Unidos.  No  hay  instituciones  sectarias  en  el  Canadá.  Respec- 
to de  la  lealtad  fiduciaria  a  las  primitivas  doctrinas  de  Hahnemann,  viene 
a  ser  como  un  clérigo  escéptico  o  apóstata.  La  medicina  científica  no  es 
ni  homeópata  ni  alópata.  Del  asunto  del  tratamiento,  del  cual  hay  tanto 
en  el  aire,  depende  por  completo  el  asunto  de  la  tolerancia,  del  sectaris- 
mo y  del  charlatanismo.  En  los  tiempos  pasados,  como  ya  hemos  visto, 
muchos  rasgos  de  la  terapéutica  son,  como  en  la  actualidad,  ideados  por 
los  no  médicos.  La  terapéutica  ha  comenzado  positivamente  con  la  doctri- 
na de  las  hierbas.  También  es  el  estado  puramente  experimental  de  la  te- 
rapéutica moderna  el  que  abre  el  camino  a  los  charlatanes  de  la  actuali- 
dad. «El  gran  candor  de  la  medicina  científica  les  da  motivo  para  triun- 
far, porque  precisamente  donde  el  médico  científico  confiesa  su  insuficien- 
cia el  charlatán  se  muestra  como  un  positivo  valor»  (Flexner).  La  tenden- 
cia a  consultar  charlatanes  es  análoga  a  la  responsabilidad  del  médico  a 
engañar  con  vestiduras  de  gato  montes.  «Algunos  de  los  doctores  de  ma- 
yor responsabilidad,  dice  Robert  Morris,  quieren  estar  siempre  entre  las 
manos  de  los  charlatanes  financieros,  y  algunos  de  los  hombres  de  nego- 
cios más  respetables  desean  estar  siempre  en  manos  de  los  médicos  char- 
latanes.» En  la  primera  parte  del  siglo  xix,  John  St.  John  Long,  un  bello 
impostor  que  comerciaba  con  su  influencia  sobre  las  mujeres,  sin  publicar 
sus  progresos,  tuvo  un  éxito  extraordinario  en  Inglaterra.  El  mismo  Napo- 
león consultaba  con  la  pitonisa  Lenormand.  En  1815,  por  la  ley  de  55, 
George  III, -cap.  1 94,  un  boticario  inglés  estaba  siempre  autorizado  para 
diagnosticar  y  recetar,  y  la  Sociedad  de  Boticarios  estaba  autorizada  para 
darles  licencia  para  inscribirse  en  el  registro  médico;  pero  en  1 886,  las 
disputas  de  los  tiempos  viejos  se  calmaron  por  el  requerimiento  de  que 
los  cuerpos  gobernantes  de  medicina,  cirugía  y  farmacia  no  pudieran  otor- 
gar licencias,  salvo  en  los  casos  en  .que  el  candidato  pudiera  ser  calificado 
por  examen  en  las  tres  ramas.  En  21  de  junio  de  1869,  Alemania  cometió 
un  serio  error  al  dictar  un  estatuto  aboliendo  la  obligación  de  los  médi- 
cos de  asistir  las  llamadas  urgentes  y  de  tratar  gratis  a  los  pobres,  que  in- 
cidentalmente  abrió  las  puertas  del  ejercicio  a  los  prácticos  no  licenciados, 
que  serían  los  principalmente  llamados  a  asistir  aquellos  casos  (i).  El  re- 
sultado de  esta  Kurierfreiheit  fué  un  tremendo  desarrollo  de  los  médicos 
naturalistas,  curanderos  por  la  fe,  Baunscheidtist,  exorcistas,  amasadores 
y  amasadoras  y  devotos  del  vegetarianismo,  Kneippismo,  Nackkultur, 
electricidad  verde  y  azul  y  ocultismos  de  todo  género.  Los  informes  de  la 


(1)     Véase,  para  completar  las  observaciones  de  Flexner,  H.  Magnus:  Die  Ku- 
rierfreiheit, Breslau,  1905. 


390  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

policía  demuestran  la  existencia  de  más  de  1. 01 3  charlatanes  registrados 
en  Berlín  en  1903,  contra  28  en  1879  y  1.349  charlatanes  contra  3.584 
médicos  en  1909.  Había  4.IO4  curanderos  registrados  en  Prusia  en  1902; 
5.148  en  1903,  y  en  1905  había  Ó.137  contra  2.212  en  Sajonia.  En  la  Gran 
Bretaña,  los  médicos  calificados  se  encontraban  apuntados  en  el  registro 
médico  desde  el  acta  médica  de  1858;  pero  no  existía  ningún  registro  po- 
licíaco de  curanderos.  Como  en  Alemania  y  en  los  Estados  Unidos,  po- 
dían usar  los  correos  y  anunciarse  ad  libitum.  «Los  periódicos,  los  anun- 
cios, etc.,  todo  da  fácil  y  continuo  acceso  a  los  charlatanes»  (Flexner).  Ha- 
bía 31.592  licencias  en  1 894-95,  para  la  venta  y  manufactura  de  los  llama- 
dos específicos,  de  cinco  chelines  cada  una,  y  40.734  en  1904-5.  El  infor- 
me de  la  Oficina  del  Consejo  Privado,  publicado  en  el  libro  azul  de  1910, 
demuestra  en  qué  gran  proporción  figuran  los  curanderos,  especialistas  en 
hierbas,  en  arreglos  de  huesos,  naturistas,  abortadores,  para  el  cáncer,  la 
tuberculosis,  el  venéreo,  etc.  Lo  mismo  que  en  Alemania,  ellos  son  casti- 
gados cuando  realizan  una  torpeza  atroz  o  un  asesinato;  pero,  de  ordina- 
rio, sabrán  librarse  de  todo  castigo  gracias  a  su  astucia  (i).  El  British 
Medical  Journals  consagrado  un  número  completo,  en  191 1,  a  la  expo- 
sición de  este  asunto.  En  Francia  hay  mejores  leyes;  pero  no  se  aplican 
rígidamente.  América  ha  sido  un  paraíso  para  los  charlatanes  desde  los 
tiempos  de  Perkins.  En  ninguna  parte  pueden  hacer  tanto  dinero  los  com- 
pradores de  patentes  de  medicinas.  «¿Quién  necesita  la  lámpara  de  Aladi- 
no,  si  se  puede  construir  un  palacio  con  una  patente  de  pildoras?»,  era  uno 
de  los  humorismos  de  Lowell,  y  esto  demuestra  la  excesiva  y  tranquila  to- 
lerancia americana  para  el  charlatanismo  y  el  fraude.  El  complicado  siste- 
ma de  leyes  médicas  en  cada  uno  de  los  diferentes  estados  es  inferior  al 
inglés,  que  tiene  algunas  leyes  liberales,  rara  vez  cambiadas  por  los  siglos; 
pero  susceptibles  de  una  elástica  interpretación,  según  las  condiciones  es- 
peciales de  cada  caso.  Como  ocurre  coa  nuestras  leyes  de  divorcio,  según 
las  cuales  un  matrimonio  separado  o  divorciado  puede  cambiar  su  estado 
matrimonial  con  sólo  ir  cruzando  la  línea  de  los  diferentes  estados,  del 
propio  modo  un  cirujano  residente  en  Indiana  no  era  demandado  por  sus 


curanderos    del  novelista  Harold  Krederic,  cuya  muea 

nanos  de 'estos    científicos  cristianos»,  es,  como  dice  Bernard  Shaw, 

lemostración  sellada  con  su  sangre  de  la  incredulidad  y   aversión  desdeñosas 

hacia  los  doctores  que  él  había  expresado  amargamente  en  sus  libros»,  fué  de  mala 

gana  descartado  por  el  justicia    Hawkins,    CD    la    Inspección    Central    de  Policía  de 

Londres,  a  causa  de  la  evidencia   insuficiente  de  que  hubiese  alguna  transacción 

por  parte  de  Frederic.   El  Supuesto  'derecho     privado  de  una   persona  a  hacer  co- 

imbéciles,  aunque  sea  en  su  propio  daño  y  destrucción,   es  un  punto  delicado 

de  la  casuística  política  y  legal;  pero  ha  sido  decidido  en  un  sentido  resueltamente 

adverso.  <  omo  acabamos  de  decir,  por  el  Tribunal  Supremo  de  los  Kstados  l  'nidos 

en  aquellos  casos  en  que  s<  pueda  llegar  a  un  perjuicio  público. 


PERÍODO     MODERNO  391 

honorarios  correspondientes  a  un  tratamiento  post-operatorio,  por  encima 
de  los  límites  señalados  por  el  Estado,  aunque  la  misma  operación  fuera 
excusada  y  no  tuviese  la  excepción  legal  de  la  urgencia,  y  una  comunica- 
ción confidencial  hecha  en  Nueva  Jersey  por  un  enfermo  de  Colorado  no 
puede  ser  atendida  si  el  médico  de  Jersey  presta  testimonio  en  la  audien- 
cia de  Colorado  (i).  Las  gentes  tienden  a  quedarse  sin  leyes  a  causa  de  la 
multiplicidad  de  leyes  inútiles,  en  un  marcado  contraste  con  el  sencillo 
código  de  Suiza,  que  cualquier  aldeano  puede  comprender  y  cumplir.  Las 
dificultades  de  un  sistema  múltiple  de  leyes  se  encuentran  expresadas  en 
el  aforismo  de  lord  Beaconsfield,  de  que  donde  el  orden  social  es  muy 
fuerte  (en  las  comunidades  rurales)  se  puede  caminar  con  un  gobierno 
débil;  donde  el  orden  social  es  débil  (como  en  las  grandes  ciudades),  hace 
falta  un  gobierno  fuerte.  La  completa  teoría  de  la  interpretación  de  las 
leyes  existentes  se  encuentra  en  el  punto  de  vista  de  Bismarck  de  que  hay 
momentos  (por  ejemplo,  en  época  de  paz)  en  que  los  gobiernos  deben  ser 
liberales,  y  momentos  (por  ejemplo,  durante  la  guerra)  en  que  tienen  que 
ser  despóticos.  «Todo  cambia;  nada  permanece  constante  aquí  abajo.» 
Por  esta  razón,  los  charlatanes  y  curanderos,  por  lo  común,  prosperan 
mejor  en  nuestros  liberales  y  densos  estados  y  ciudades  del  Norte,  y  no 
en  los  distritos  agrícolas  del  Sur,  donde  el  número  de  médicos  es  menor 
y  la  sociedad  más  fuerte.  Los  periódicos,  segando  la  cosecha  de  las  noti- 
cias de  los  curanderos,  son  indiferentes,  porque  la  exposición,  citación  y 
anuncio  de  los  charlatanes  y  de  los  específicos  últimamente  se  dedican  a 
los  periodistas  vivos  y  malignos,  que  son  muchas  veces  algo  más  que 
hombres  de  prensa.  Los  únicos  intentos  serios  de  castigarlos,  en  prove- 
cho del  público,  son  los  realizados  por  las  Asociaciones  Médicas  Británica 
y  Americana. 

La  Asociación  Médica  Británica  ha  sido  organizada,  en  19  de  julio  de  1832,  en 
la  Sala  de  juntas  de  la  Enfermería  de  Worcester,  y  a  instancias  del  difunto  sir 
Charles  Hastings,  que  era  el  médico  de  la  enfermería.  Desde  su  fundación  ha  ce- 
lebrado reuniones  anuales  en  diferentes  puntos  de  la  Gran  Bretaña,  y  la  Asocia- 
ción tiene  actualmente  representación  en  las  diferentes  colonias.  Publica  las 
Transaction  (1832-53)  y  el  Provincial  Medical  and  Surgical  Journal  (1840-53),  al 
que  ha  seguido  el  Association  Medical  Journal  (1853-57),  que  han  sido  sucesiva- 
mente sus  órganos  hasta  la  fundación,  en  1857,  del  British  Medical  Journal.  Re- 
presentando la  unidad  profesional  de  la  Gran  Bretaña,  tiene  esta  Asociación  un 
papel  muy  importante  en  el  desarrollo  de  la  medicina  inglesa  durante  el  período 
moderno,  particularmente  en  la  reforma  médica,  actuando  por  medio  de  los  de- 
cretos parlamentarios  relativos  a  la  legislación  de  sanidad  pública  y  leyes  de  po- 
bres, y  en  la  exposición  y  censura  del  curanderismo,  de  las  patentes  para  reme- 
dios secretos  y  otros  excesos.  En  1909  publicó  los  Secret  Remedies,  que  constitu- 
ven  un  acertado  informe  sobre  los  mismos. 


(1)     Véase,  sobre  este  asunto,  el  hábil   estudio  legal  de  C.  A.  Boston,  en  Med. 
Times,  NeW-York,  1916;  XLIV,  I,  páginas  113  y   153. 


392  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

En  1847,  Ia  American  Medical  Association  comenzaba,  por  medio  de  una  Con- 
vención Nacional  de  delegados  de  las  Asociaciones  y  Colegios  médicos,  que  llevó 
primeramente  el  nombre  de  Medical  Society  de  la  ciudad  de  New-York,  dedi- 
cándose largo  tiempo,  por  los  esfuerzos  de  Ñatham  Smith  Davies,  a  mejorar  el 
desagradable  estado  de  la  educación  médica  en  los  Estados  Unidos.  Durante  los 
primeros  cinco  años  de  su  existencia,  sus  actividades  quedaron  limitadas  más  bien 
a  la  discusión  que  a  la  realización,  y  sus  socios  quedaban  reducidos  a  unos  dele- 
gados especialmente  elegidos.  Por  su  reorganización  en  Saint-Paul,  en  190 1,  la 
lista  de  socios  está  basada  en  las  listas  de  las  Sociedades  médicas  de  los  estados, 
que,  a  su  vez,  lo  están  en  las  de  las  ciudades.  Tanto  las  organizaciones  de  los  esta- 
dos como  la  nacional  tienen  una  Cámara  especial  para  el  estudio  de  los  asuntos, 
que  viene  a  unir  toda  la  profesión  del  país  en  un  cuerpo  suficientemente  organi- 
zado, capaz  de  cumplir  todos  sus  deberes.  Rajo  la  disposición  primitiva,  las  ten- 
dencias de  la  Asociación  se  veían  dificultadas  principalmente  por  los  problemas 
más  estrechos  de  la  ética  profesional;  en  los  momentos  actuales,  sus  propósitos 
van  ampliamente  orientados,  en  el  sentido  de  la  opinión  pública,  respecto  de  la 
h  £iene  pública  y  de  la  educación  médica.  A  pesar  de  la  mucha  oposición,  la  Aso- 
ciación, en  los  últimos  doce  años,  ha  realizado  muchas  obras  importantes;  primero 
y  principal,  el  combatir,  por  medio  de  sus  Consejos  de  Farmacia  y  de  Química,  la 
explotación  de  la  profesión  médica  por  medio  de  los  comerciantes  de  medicamen- 
tos patentados  y  la  estafa  de  las  gentes  por  los  charlatanes  y  el  curanderismo,  pu- 
blicándose en  los  resúmenes  especíale  s  de  New  and  No7i-Official  Remedies  las  listas 
de  propietarios  de  medicamentos,  de  fábricas  de  diplomas  y  otros  fraudes,  para 
conocimiento  del  público.  Ha  perfeccionado  grandemente  el  estado  de  las  Socie- 
dades médicas,  aumentando  el  número  de  socios  y  la  eficacia  de  las  mismas;  de 
tal  modo,  que  si  al  principio  las  Sociedades  médicas  del  estado  publicaban  peque- 
ños volúmenes  de  «transaction»,  y  eso  con  largos  intervalos,  había,  en  cambio, 
en  1910,  unos  veintidós  periódicos  de  las  Sociedades  del  estado,  lo  que  constituía 
un  gran  perfeccionamiento  en  la  centralización  de  la  literatura  periodística.  El 
Consejo  de  Educación  Médica  (1905)  ha  contribuido  grandemente,  por  su  propa- 
ganda en  estos  últimos  ocho  años,  a  que  disminuya  el  número  de  escuelas  médi- 
cas de  grado  inferior,  con  cuya  medida  disminuye  a  la  vez  el  número  de  médicos 
incompetentes  y  poco  escrupulosos.  Ha  hecho  también  mucho  por  asegurar  la  ca- 
rrera de  cuatro  cursos  y  los  profesores  de  «full  time»  para  las  disciplinas  más  sé- 
peras.  De  acuerdo  con  los  datos  recientemente  publicados  por  la  Asociación  (1), 
han  existido  unos  335  colegios  médicos,  con  otras  118  Asociaciones  de  carácter 
dudoso  en  los  Estados  Unidos  durante  el  período  de  1765-1913,  de  los  cuales  ha- 
bía seis  en  1910,  162  en  1906  y  95  en  1916-17.  Desde  1904  han  cesado  de  existir 
94  escuelas  médicas;  53  por  incorporarse  a  otras  y  41  por  extinguirse.  De  1  c)  1 2 
a  1913  se  han  cerrado  unos  14  colegios  médicos  y  otros  dos  de  1916-17.  En  1915-16 
había  14.022  estudiantes  de  medicina,  en  contra  de  28. 142  en  1904  y  18.41  2  en  191  1. 
Además,  3.518  médicos  graduados  al  año  en  1915-16,  contra  5.747  en  1904  y  44<s3 
en  1912.  Este  decrecimiento  indica,  indudablemente,  el  progreso  del  perfecciona- 
miento de  la  calidad.  Había  -  menos,  pero  mejores  colegas»,  57  de  los  cuales  ha- 
bían hecho  los  perfeccionamientos  requeridos  para  la  admisión  en  la  Asociación 
de  los  Colegios  Médicos  Americanos  (i.°  enero  1912).  1.a  proporción  actual  de 
médicos  con  la  población  total  de  los  Estados  Unidos  es  de  1.15.241  :  roo.399.318,  o 

sea  un  médico  por  cada  691  |>ersonas.  En  proporción  con  su  población  actual, 
North  Dakota  es  la  que  tiene  la  menor  proporción  de  médicos,  1  :  1.2 17,  y  el  dis- 
trito  de  Columbia  la  mayor,  1  :  365,  excluyendo  unos  500  médicos  gubernamenta- 
que  no  ejercen,  1  :  242.  Trece  tribunales  de  licenciatura  han  insistido  reciente- 
mente en  que  son  necesarios  más  profundos  conocimientos  previos.  Finalmente, 
por  sus  Consejos  de  Sanidad  y  de  instrucción  Pública,  la  Asociación  lia  publicado 
recientemente  folletos  prácticos  en  todos  los  Estados  de  la  Unión,  en  los  (pie  se 
instruye  a  las  ¡  pelo  de  las  enfermedades  infecciosas.  Kl  Journal  of ihe 

American   Medical  Association,  fundado 'ai  1883,  y  en  la  actualidad  dirigido  edito- 


■     (1)    Journ.  Amer.  Mr,/.  Assoc,  Chicago,  1916;  LXVI,  pág.  1736;  LXVII,  págj 
na  587,  passim. 


PERÍODO     MODERNO 


393 


rialmente  de  un  modo  muy  hábil  por  George  H.  Simmons,  ha  consolidado  firme- 
mente una  posición  análoga  a  la  del  British  Medical  Journal  en  Inglaterra,  o  a  la 
del  Deutsche  Medicinische  Wochensch?'ifi  en  Alemania. 

No  existe  ninguna  ciencia  moderna  del  grupo  total  de  ciencias  que 
tenga  una  cifra  tan  elevada  de  periódicos  como  la  Medicina.  En  llamativo 
contraste  con  el  siglo  xvm,  en  el  que  difícilmente  existían  algunos  perió- 
dicos médicos,  en  nuestra  época,  y  especialmente  en  nuestra  región,  nos 
encontramos  materialmente  invadidos  de  periódicos  médicos,  muchos  de 
los  cuales,  como  los  llamados  en  Alemania  Eintagsfliegen,  son  de  efímera 
duración.  Estos  últimos,  o  han  tenido  su  empleo  en  alguna  localidad  par- 
ticular, o  han  servido  el  interés  de  alguna  teoría  o  secta,  de  algún  ismo  o 
alguna  patía.  Hay  demasiados  periódicos  médicos  en  el  mundo  moderno. 
Mr.  Charles  Perry  Fisher  calcula  que  existían,  aproximadamente,  el  I.°  de 
enero  de  1913  unos  1. 654  periódicos  médicos  (i).  De  ellos,  630  eran 
americanos;  461,  alemanes;  268,  franceses;  152,  ingleses;  75,  italianos,  y 
29,  españoles.  Mr.  H.  O.  Hall,  de  la  Biblioteca  General  de  Cirugía,  calcu- 
la que  han  circulado  unos  1. 895  en  el  período  de  1916-17.  En  las  prime- 
ras series  ( 1 880-95)  del  Index- Catalogue  figuran  catalogados  unos  4.920 
periódicos;  al  final  del  año  fiscal,  30  junio  1916,  el  número  total  de  perió- 
dicos registrados  era  de  8.289  (1880-1916).  El  gran  número  de  periódi- 
cos médicos,  lo  mismo  que  el  de  las  Sociedades  médicas,  en  los  Estados 
Unidos,  es  debido,  no  a  las  condiciones  sociales  o  científicas,  sino,  como 
en  Rusia,  a  la  gran  extensión  del  territorio  nacional  y  a  la  expansión  de 
las  ciudades  (2).  Todas  las  regiones  tienen  periódicos  que  son  exclusiva- 
mente locales  y  que  sucumben  en  su  región.  Como  regla  general,  puede 
admitirse  que  los  periódicos  de  las  grandes  ciudades  (Boston,  New- York, 
Filadelfia,  Chicago,  Nueva  Orleans  y  otras)  son  de  mejor  calidad  y  de  un 
carácter  más  metropolitano  que  los  de  los  diferentes  estados,  aunque  al- 
gunos de  éstos  han  alcanzado  un  carácter  muy  importante  por  la  centra- 
lización de  las  Sociedades  médicas  del  Estado,  de  las  cuales  son  órganos. 

A  continuación  del  Medical  Repository  (1 797-1824),  han  ido  sucesivamente  apa- 
reciendo: el  Philadelphia  Medical  Museum  (1804- 11),  el  Philadelphia  Medical  and 
Physical  Journal  (1804- 1809),  el  Medical  and  Agricultural  Register  (Boston,  1806  a 
1807),  el  Baltimore  Medical  and  Physical  Recorder  (1808-09),  el  American  Medical 


(1)  Bull.  Med.  Library  Assoc,  Baltimore,  1 9 1 3 ;  n.  s.,  II,  pág.  22. 

(2)  En  1881,  el  difunto  Dr.  James  R.  Chadwick,  bibliotecario  de  la  Biblioteca 
médica  de  Boston,  decía:  «En  Inglaterra  resulta  posible,  para  los  que  están  intere- 
sados especialmente  en  Obstetricia  o  Ginecología,  esperar  las  reuniones  de  la  So- 
ciedad Obstétrica  de  Londres,  como  realmente  ocurre;  pero,  en  América,  las  dis- 
tancias son  demasiado  grandes  para  andar  atravesándolas,  y  aquellas  reuniones 
resultarían  imposibles.»  (Boston.  Med.  and  Surg.  Journal,  1881;  CV,  pág.  245.)  En 
el  momento  actual  hay  Sociedades  nacionales  americanas  de  todas  las  especialida- 
des, que  se  reúnen  anualmente. 


394  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

and  Philosophical  Register  (18 10-14),  el  New  England  Journal  of  Medicine  and  Sur- 
gery (Boston,  1812-28),  el  American  Medical  Recorder  (Filadelfia,  1818-29)  y  el  Phi- 
ladelphia Journal  of  the  Medical  and  Physical  Sciences,  fundado  en  1820  por  Natha- 
niel Chapman.  En  1827,  Chapman  fundó  una  nueva  serie  de  este  último  periódico, 
con  el  título  de  American  Journal  of  the  Medical  Sciences,  que,  bajo  la  subsiguiente 
dirección  de  Isaac  Hays,  I.  Minis  Hays  y  otros,  ha  sido  durante  largo  tiempo  el 
mejor  periódico  mensual  médico  de  América.  Entre  los  mejores  semanarios  médi- 
cos figuran  el  Boston  Medical  and  Surgical  Journal  (1828),  que  ha  sido  editado  por 
hombres  como  John  Collins  Warren,  Francis  Minot,  George  B.  Shattuck  y  otros; 
The  Medical  News  (Filadelfia,  1843- 1905),  fundado  por  I.  Minis  Hays;  The  New-  York 
Medical  Journal  (1865),  que  en  los  últimos  años  ha  sido  editado  con  gran  habilidad 
por  el  difunto  Frank  P.  Foster  (1841-1911)  y  últimamente  por  Claude  L.  Wheeler 
y  por  Charles  E.  de  M.  Sajous;  The  Medical  Record  (1866),  editado  por  George  F. 
Shrady  y  últimamente  por  Thomas  L.  Stedman;  The  Philadelphia  Medical  Journal 
(1898- 1903)  y  Americafi  Medicine  (Filadelfia,  1901),  que  ha  sido  en  un  principio  edi- 
tado por  George  M.  Gould.  Entre  los  mejores  periódicos  dedicados  a  asuntos  es- 
peciales figuran  The  American  Journal  of  Obstetrics  (New-York,  1868),  fundado  por 
Emil  Noeggerath  y  Abraham  Jacobi;  The  Annals  of  Surgery  (1885),  The  American 
Journal  of  Physiology  (Boston,  1898);  The  Archives  of  Ophthalmology  and  Otology 
(New-York,  1869),  fundados  por  Herman  Knapp;  The  Journal  of  Experimental  Me- 
dicine (New- York,  1896),  fundado  por  William  Welch;  The  Journal  of  Infections  Di- 
seases (Chicago,  1904),  fundado  por  Ludwig  Hektoen;  The  Journal  of  Biological  Che- 
mistry (New-York,  1905),  fundado  por  Christian  A.  Herter;  The  Journal  of  Medical 
Research  (Boston,  1896);  The  Journal  of  Morphology  (Boston,  1887),  fundado  por  el 
difunto  Charles  O.  Whitman;  The  Journal  of  Experimental  Zoology  (Baltimore, 
1904),  editado  por  Ross  Granville  Harrison,  y  The  Journal  of  Laboratory  and  Cli- 
nical Medicine  (St.  Louis,  1 9 1 6) ,  fundado  por  Victor  C.  Vaughan. 

La  mejor  clase  de  los  periódicos  médicos  puede,  algo  esquemática- 
mente, dividirse  en  tres  grupos:  el  que  comprende  aquellos  exclusivamen- 
te dedicados  a  la  ciencia  pura  y  a  las  investigaciones  experimentales;  el 
de  los  consagrados  a  las  especialidades,  y  los  que  incluyen,  con  algunos 
casos  clínicos  y  quirúrgicos,  artículos,  originales  o  no,  sobre  diferentes 
materias,  resúmenes  de  los  adelantos,  extractos  de  revistas,  traducciones, 
trozos  históricos,  gacetillas  y  charlas  médicas.  En  los  periódicos  del  pri- 
mer grupo,  Alemania  va  a  la  cabeza  por  el  número.  Respecto  de  la  cali- 
dad, las  publicaciones  de  aquellos  centros  científicos,  como  la  Royal  So- 
ciety, de  Londres;  las  Academias  de  Francia,  Prusia,  Sajonia,  Baviera, 
Austria  e  Italia,  o  la  Société  de  Biologie,  de  París,  son  las  primeras,  con 
algunas  ocasionales  contribuciones  a  la  ciencia  fisiológica.  Después  vienen 
las  publicaciones  de  los  laboratorios  y  clínicas  de  las  Universidades,  de 
las  Sociedades  médicas,  Institutos  y  otras  fundaciones,  como  lo  expresan 
los  títulos  de  Annalen,  Arbeiten,  Archiv,  Beitráge,  Berichte,  Centralblatt, 
fahrbuch,  Mitteilungen.,  Monatsckrift,  Sammlung,  Verhandlungen,  Ve- 
roffentlichungen.  Vierteljahressckrift  o  Zeitschrift,  algunas  veces  con  no- 
tas de  positivo  valor,  hasta  los  de  Blatter,  Correspondenzblatt,  ('alendo, 
Organ ,  ./<>//,    Wochenschrift  o  Zeitung,   lodos  los  cuales  tienen 

una  aplicación  más  o  menos  acertada.   De  las  publicaciones  anuales,  las 
ontienen  valiosos  resúmenes  de  la  labor  científica  corriente; 
los  Jahresberichte^  equivalentes  a  nuestros  anales,  se  dedican  de  preferen- 


PERÍODO     MODERNO  395 

cia  a  las  referencias  bibliográficas  y  a  los  resúmenes  estadísticos.  Como 
regla  general,  los  periódicos  dedicados  a  la  Anatomía,  Fisiología,  Bacte- 
riología, Psicología,  Antropología,  Cirugía,  o  a  las  diversas  especialidades, 
son  los  mejores  en  todas  las  localidades.  Los  periódicos  veterinarios  algu- 
nas veces  son  mejores  que  los  consagrados  a  la  Odontología.  Los  perió- 
dicos de  Homeopatía  suelen  ser  de  pobre  calidad,  y  los  consagrados  a  la 
Osteopatía,  Antivivisección  y  otras  cosas  análogas  no  suelen  tener  valor 
científico  alguno.  De  los  periódicos  médicos  generales  del  tercer  grupo, 
los  Wochenschriften  de  las  grandes  ciudades  alemanas  (Berlín,  Munich, 
Viena),  el  British  Medical  Journal,  The  Lancet  y  los  periódicos  de  las 
grandes  ciudades  de  la  Gran  Bretaña  (Edimburgo,  Glasgow,  Dublin,  Bris- 
tol) son  todos  de  la  mejor  calidad.  Las  publicaciones  correspondientes  de 
los  pueblos  latinos,  escandinavos  y  eslavos  son  de  mérito  desigual.  Apar- 
te de  la  decadencia  literaria,  casi  todo  lo  que  se  imprime  en  Francia  está 
bien  escrito,  y  los  ingeniosos  feuilletons  de  los  periódicos  médicos  de  Pa- 
rís no  constituyen  ninguna  excepción  de  esta  regla.  Algunos,  como  la 
Chronique  medical,  son  capables  de  tout  en  este  respecto.  Algunos  de  los 
semanarios  franceses  e  italianos  son  impresos  en  grandes  e  incómodas 
hojas,  como  los  diarios,  lo  que  hace  pensar  en  las  ventajas  de  la  idea  de 
Ostwald  de  una  definitiva  Weltformat  o  tamaño  y  proporciones  análogas 
para  todos  los  libros  y  periódicos  científicos.  Un  carácter  no  ponderable 
de  algunos  pequeños  periódicos  latinos  es  el  intercalar  con  el  texto  el 
anuncio  de  específicos,  o  la  encuademación  de  tales  anuncios  entre  las 
hojas  del  texto.  Italia  es  prácticamente  el  único  país  que  ha  glorihcado 
los  nombres  de  sus  grandes  y  pequeñas  reputaciones,  distribuyéndolas 
como  títulos  de  diversos  periódicos,  tales  como  Cesalpino,  Cirillo,  Breo- 
laniy  Fracastoro,  Galvany,  Guglielmo  de  Saliceto,  Ingrassia,  Malpighi, 
Morgagni,  Or  o  si,  Pisani,  Ramazzini,  Selmi,  Spallanzani,  Tommasi.  La 
mayoría  de  los  periódicos  españoles  son  inferiores  como  calidad,  incluso 
a  los  de  la  América  del  Sur.  El  hermoso  lenguaje  español  es  un  medio 
más  bien  social  que  científico,  y  mucha  de  su  literatura  médica  está  llena 
de  retórica  y  de  problemas  para  resolver.  Impresos  con  tintas  de  anilina, 
en  papel  de  calidad  inferior,  la  mayoría  de  nuestras  valiosas  producciones 
aparecen  desmigajadas  o  su  contenido  aparece  marchitado  desde  un  siglo 
o  más,  y  la  crítica  de  sus  periódicos  par  ce  frivola  y  sin  gracia.  En  los 
menos  de  ellos  puede  observarse  algún  útil  propósito  en  favor  de  la  an- 
siosa investigación  original  o  de  la  forma  del  estudio.  Walsh,  en  sus  estu- 
dios sobre  la  medicina  medieval,  ha  realizado  el  hecho  de  que  la  mente 
humana  pronto  se  aburre  de  las  dificultades  o  délos  problemas  insolubles 
y  puede  renunciar  a  un  problema  por  espacio  de  siglos.  Para  asegurar  la 
continuidad  del  interés,  tiene  que  haber  un   constante   rejuvenecimiento 


396  HISTORIA     DK     LA     MEDICINA 

y  renovación  del  estímulo,  y  en  ninguna  fase  de  la  actividad  moderna  es 
tan  imperativo  el  que  el  espíritu  científico  tiene  que  arder  y  brillar,  al 
modo  de  un  fuego  sagrado,  como  en  el  campo  de  la  Medicina.  La  más  ele- 
vada función  del  periodista  médico  en  la  actualidad  es  la  de  iniciar  nue- 
vas corrientes  de  ideas  científicas,  poniéndolas  en  circulación.  El  público 
resultará  mucho  mejor  protegido  de  los  charlatanes  si  nuestros  periódicos 
dirigen  su  información  por  representaciones  dignas  de  confianza  de  la 
Prensa  médica  (i),  en  lugar  de  utilizar  reporteros  indisciplinados  científi- 
camente y  con  la  manía  de  publicar  lo  sensacional. 

Uno  de  los  más  importantes  caracteres  de  la  Medicina  moderna  es  su 
tendencia  hacia  el  internacionalismo,  incluso  en  el  campo  de  batalla. 
En  1862,  Henri  Dunant  (1828-1910),  filántropo  suizo,  publicó  su  Souve- 
nir de  Solferino,  y  su  exposición  de  las  atrocidades  de  la  guerra  condujo 
a  la  Conferencia  Internacional  de  las  Sociedades  de  la  Cruz  Roja,  en  Gi- 
nebra, en  1863,  y  a  la  institución,  en  22  de  agosto  de  1 864,  de  la  Con- 
vención de  Ginebra,  en  la  que  catorce  Estados  diferentes  se  comprome- 
tieron a  considerar  los  heridos  y  los  enfermos,  como  igualmente  los 
cuerpos  médicos  y  servicios  de  enfermeros,  como  neutrales  en  los  cam- 
pos de  batalla.  Este  movimiento  ha  sido  calurosamente  defendido  por  la 
Reina  Augusta  de  Prusia  y  la  Gran  Duquesa  María  Pawlona  de  Rusia,  y 
hoy  sus  intenciones  es  extenderle  a  todos  los  confines  del  mundo  civi- 
lizado. 

En  1867  tuvo  lugar  en  París,  y  a  instancias  de  Henri  Guitrac,  el  Primer  Con- 
greso Médico  Internacional,  que  fué  seguido  de  los  de  Florencia  (1869),  Viéna 
(1873),  Bruselas  (1875),  Ginebra  (1877),  Amsterdam  (1870),  Londres  (1881),  Co- 
penhague (1884),  Washington  (1887),  Berlín  (1890),  Roma  (1894),  Moscú  (1897), 
París  (1900),  Madrid  (1903),  Lisboa  (1906),  Budapest  (1909)  y  Londres  (1913).  Ha- 
bían sido  ya  precedidos  por  los  Congresos  Internacionales  de  Estadística  (Bruse- 
las, 185 1),  Higiene  y  Demografía  (Bruselas,  1852),  Oftalmología  (Bruselas,  1857), 
Medicina  veterinaria  (Hamburgo,  1863),  Antropología  (Spezia,  1865)  y  Farmacia 
(Brunswick,  1865),  y  continuados  por  una  serie  de  Otología  (New-York,  1876),  La- 
ringología (Milán,  18S0),  Antropología  criminal  (Roma,  1885),  Tuberculosis  (Pa- 
rís, 1888),  Detmatología  (París,  1889),  Fisiología  (Basilea,  1889),  Psicología  (Pa- 
rís, 1890),  Ginecología  y  I  obstetricia  (Bruselas,  1892),  Alcoholismo  (Bruselas,  181)4), 
Tuberculosis  (París,  1895),  Lepra  (Berlín,  1897),  Odontología  (1900),  Cirugía  (Bru- 
selas, 1902),  cuidados  a  los  locos  (Amberes,  1902),  unificación  de  los  remedios  he- 
roicos Bruselas,  1902),  loche  (Bruselas,  1903),  habitaciones  (París,  1904),  higiene 
dar  (Nuremberg,  1904),  Fisioterapia  (Lieja,  1905),  cáncer  (Heidelberg,  1906), 
pelagra  (Turin,  1906),  enfermedades  profesionales  (Milán,  1906),  epilepsia  (Buda- 
pest, [909),  medicina  tropical  (Manila.  1910),  Patología  comparada  (París,  1912)  y 
eugénica  Londres,  1912;.  Kstas  son  sólo  algunas  de  las  reuniones  internacionales 
que  comprenden  casi  todas  las  especialidades. 

Otra  señal  del  espíritu  internacional  ha  sido  la  concesión  de  los  pre- 


1      Este  <      en  la  actualidad,  el  i  los  principales  periódicos  de  New- 

York. 


PERIODO     MODERNO  397 

mios  Nobel  de  Medicina  a  von  Behring  (1901),  Ronald  Ross  (1902),  Fin- 
sen  (1903),  Pavloff  (1904),  Koch  (1905),  Golgi  y  Ramón  y  Cajal  (1906), 
Laverán  (1907),  Metchnikoff  y  Ehriich  (1908),  Kocher  (1909),  Kossel 
(1910),  Gullstrand  (1911),  Carrel  (1912),  Richet  (1913),  Bárány  (1914),  y, 
además,  a  Rontgen,  el  de  Física  (1901),  a  Emil  Fischer,  el  de  Química 
(1902)  y  a  Henri  Dunant,  por  su  promoción  en  favor  de  la  paz  (1901). 

En  América,  hombres  de  grandes  recursos  financieros  han  sobrepa- 
sado a  los  Gobiernos  extranjeros  en  dotaciones  generosas  para  las  inves- 
tigaciones médicas  y  científicas. 


Desde  el  comienzo  de  la  primavera,  el  mundo  ha  visto  a  Europa  con- 
vulsionarse por  una  guerra  entre  doce  o  más  naciones,  que  excede  en 
magnitud  y  destructividad  a  todas  las  luchas  semejantes  de  la  Historia. 
Esta  explosión  de  la  fatalidad  ha  ido  preparándose  por  una  serie.de  com- 
plicadas intrigas  políticas,  que  tendrán  que  exponer  los  historiadores  fu- 
turos; la  tragedia  de  Sarajevo  puso  fuego  a  la  mecha,  y  la  traición  a  la 
humanidad  europea  por  alguno  de  sus  dominadores  fué  cumplida.  Tres 
monarcas  del  Oriente  europeo 

«envían  a  pelear 
por  ellos  a  sus  vasallos  cubiertos  con  sus  cimeras, 
y  éstos  pelean  bien,  y  mueren», 

en  tanto  que  las  naciones  democráticas  del  Occidente  de  Europa  recu- 
rren a  diversos  artificios  para  soportar  el  ataque  lo  mejor  que  pueden. 
La  declaración  de  la  guerra  europea  encontró  sólo  dos  entidades  en  es- 
tado de  preparación  (el  ejército  alemán  y  la  escuadra  inglesa).  Las  causas 
de  esta  guerra  hay  que  buscarlas  en  las  intrigas  de  los  políticos  y  en  la 
excesiva  ambición  de  los  Gobiernos,  que  van  polarizando  por  completo 
las  naciones,  fomentando  deliberadamente  los  odios  raciales  y  nacionales 
por  medio  de  historiadores  de  .  strechas  miras  y  por  pseudoantropólo- 
gos  (i);  en  la  lucha  de  las  naciones  poderosas  por  la  supremacía  comer- 
cial y  por  el  dominio  del  mundo;  en  la  población  excesiva;  en  la  oposi- 
ción entre  las  ideas  monárquicas  del  Oriente  de  Europa  y  los  sentimien- 
tos democráticos  de  las  naciones  del  Oeste;  en  la  desgracia  de  que  el 
mundo  está  lleno  de  fabricantes  de  facciones  y  de  productores  de  tumul- 
tos; en  los  odios  engendrados  por  la  visión  perturbada  de  razas  no  seme- 
jantes o  diversas,  «incapaces  protoplasmáticamente»  de  apreciar  las  vir- 
tudes y  los  derechos  prescriptivos  de  las  otras.  En  la  frontera  del  Oeste 
la  terrible  contienda  se  ha  convertido   pronto,  y  por  sí  misma,  en    una 


(ij     Véase  J.  Loeb:  Science,  New-York,  1917;  n.  s.,  XLV,  pág.  75. 


398  HISTORIA      DE     LA     MEDICINA 

guerra  de  posiciones,  en  un  ensangretado  tablero  de  trincheras  comba, 
tientes,  en  el  cual  las  líneas  de  comunicación  han  tenido  necesariamente 
que  abolirse,  en  relación  con  la  necesidad  de  evacuar  ios  heridos  de  la 
escena  de  la  contienda  lo  más  rápidamente  posible.  Las  granadas  y  las 
bombas  explosivas,  máquinas  infernales  de  destrucción  en  los  aires  y  en 
las  aguas  submarinas,  gases  venenosos  y  líquidos  inflamables,  han  efec- 
tuado su  labor  de  destruir  a  muchos  de  los  más  bravos  y  mejores,  el  po- 
sible plasma  germinativo  de  las  generaciones  futuras.  Nuevos  y  extraños 
conceptos  patológicos  han  aparecido,  tales  como  la  enfermedad  del  seno 
longitudinal,  la  fiebre  volhyniana  o  de  los  cinco  días,  el  pie  de  las  trin- 
cheras, la  nefritis  de  las  trincheras,  la  ictericia  parasitaria  (spirochaetosis 
icterohemorrágica),  la  ictericia  tóxica  por  el  ácido  pícrico,  el  envenena- 
miento por  el  trinitrotolueno  y  el  tetracloretano  en  los  fabricantes  de 
municiones;  la  terrible  destrucción  de  los  alvéolos  y  de  los  pulmones  por 
los  gases  irritantes;  los  desórdenes  de  los  nervios  periféricos  y  los  efectos 
neurósicos  de  las  heridas  por  arma  de  fuego  en  todas  partes  del  sistema 
nervioso;  los  neuróticos  y  cardíacos  efectos  del  shock  por  las  bombas  y 
la  contusión  del  aire;  la  gangrena  gaseosa  por  el  bacilo  de  Welch  y  otras 
complicaciones  de  la  infección  de  las  heridas.  Los  cirujanos  militares  se 
han  visto  muy  expuestos  en  esta  guerra,  y  entre  ellos  ha  habido  una  ele- 
vada mortalidad,  tan  grande  como  la  de  los  oficiales  de  línea  y  de  infan- 
tería, y  nuestra  profesión  ha  batido  un  brillante  record  de  rapidez  de  pen- 
samiento y  fertilidad  de  recursos  para  resolver  el  conjunto  de  difíciles 
problemas  que  constantemente  se  estaban  imponiendo  al  oficial  médico. 
Notables  éxitos  se  han  logrado  en  la  prevención  de  la  fiebre  tifoidea  por 
las  vacunas;  en  las  tetravacunas  empleadas  contra  la  tifoidea,  las  dos  pa. 
ratifoideas  y  el  cólera  (i);  en  la  destrucción  de  los  parásitos  que  pueden 
transportar  el  tifus  y  otras  afecciones;  en  el  tratamiento  antiséptico  de 
Carrel,  de  las  heridas  por  medio  de  la  disolución  de  hipoclorito  sódico 
(eusol)  del  químico  americano  II.  I).  Dakin  (2);  en  el  empleo  de  la  solu- 
ción hipertónica  de  Wright  y  de  sus  autovacunas  contra  la  infección  pu- 
rulenta de  las  heridas;  en  la  purificación  del  agua  utilizada  por  los  ejérci- 
tos, por  medio  de  la  solución  de  hipoclorito  de  Javel  (javelización);  en  la 
Localizador!  de  los  proyectiles  en  el  cuerpo  por  medio  del  compás  de 
Hirtz,  el  electrovibrador  de  Bergonié  y  los  métodos  radiológicos;  en  los 
maravillosos  aparatos  protésicos  rápidamente  improvisados  para  servir 
como  manos  y  miembros  artificiales,  y  en  la  educación  de  estos  pobres 
inválidos  para  que  puedan  en  lo  sucesivo  ganarse  honradamente  su  vida; 


1      Hay  diferentes  variedades  <i<-  tetravacunas  y  aun  de  pentavacunas. 

2)      II.  I).  Dakin:  C'ompi.  rend.  Acad,  des  Se,  París,  1915;  CI.XI,  páginas  '-50-153. 


PERIODO     MODERNO  399 

en  las  notables  restauraciones  de  los  dientes  y  de  las  mandíbulas  por  los 
dentistas  americanos;  en  el  tratamiento  de  las  fracturas  de  arma  de  fuego 
por  medio  de  los  injertos  óseos;  en  la  cirugía  militar  de  todas  las  partes 
del  cuerpo;  en  el  eficaz  tratamiento  de  las  quemaduras  extensas  por  me- 
dio de  la  solución  de  parafina-resina  (ambrina),  de  Barthe  de  Sandfort 
(keriterapia)  [i];  en  el  tratamiento  y  preparación  para  su  eficacia  futura 
de  los  defectuosos  cardíacos,  pulmonares  y  neurósicos. 

El  fin  de  esta  guerra  aún  no  está  próximo,  y  lo  futuro  sólo  lo  pode- 
mos ver  como  al  través  de  un  vidrio  obscuro.  Algunos,  como  los  amigos 
de  nuestra  común  humanidad,  pueden  aspirar  hacia  el  noble  ideal  de 
Kant  de  la  paz  universal,  del  constante  cambio  y  emigraciones  de  las  gen- 
tes por  la  superficie  de  la  tierra,  a  la  impermanencia  de  las  alianzas  nacio- 
nales y  de  sus  efectos  en  la  historia,  al  hecho  de  que  la  democracia  no  es 
(como  la  monarquía)  ninguna  forma  absoluta  de  gobierno,  sino  una  edu- 
cación de  los  pueblos  para  la  ciudadanía;  pero  la  existencia  actual  en  la 
naturaleza  de  razas  pacíficas  y  guerreras  (o  merodeadoras),  de  las  rivali- 
dades comerciales  entre  las  naciones,  y  de  los  odios  de  los  que  «no  tie- 
nen» a  los  que  «tienen»,  hacen  extraordinariamente  dudoso  el  futuro  in- 
mediato de  la  Humanidad.  Parece  como  que  las  guerras  son  «deseables» 
por  las  naciones  tranquilas  y  pacíficas  (y  hasta  indefensas)  por  la  conca- 
tenación de  los  negocios  y  de  los  acontecimientos  políticos.  El  ejemplo  de 
la  fuerte  y  pequeña  república  de  Suiza  parece  demostrar  que  el  único  ca- 
mino por  el  cual  la  guerra  podrá  ser  evitada  y  la  invasión  rechazada  por 
estas  naciones  en  lo  futuro  es  el  curso  racional  de  preparación  física  y  mi- 
litar, cuya  importancia  y  significación  ha  sido  bien  puesta  de  relieve  por 
el  difunto  sir  Lauder  Brunton  durante  los  últimos  diez  y  siete  años  de  su 
vida  (i).  Es  extraño  que  la  mayor  censura  y  odio  por  los  males  que  oca- 
siona la  guerra  se  expresan  por  los  jefes  de  los  soldados  y  cirujanos  mili- 
tares que  arriesgan  sus  vidas  en  el  fuego  de  las  batallas  que  tienen  lugar 
en  sus  países.  Las  guerras  modernas  son  provocadas  de  ordinario  por  las 
rivalidades  comerciales  de  las  naciones,  con  las  consiguientes  apelaciones 
a  los  odios  de  raza  y  a  los  sentimientos  tumultuarios  por  los  «monarcas 
enloquecidos»,  «biólogos  raciales»,  historiadores  irresponsables  y  perio- 
distas sensacionales.  En  este  sentido,  la  opinión  de  un  psicólogo  francés 
de  que  «la  inteligencia  colectiva  de  una  muchedumbre  es,  de  ordinario, 
menor  que  la  de  cada  uno  de  sus  miembros  individuales»,  es  muy  digna 
de  ser  tomada  en  consideración.  Relativamente  al  quam  parva  sapientia 


(1)  Barthe:  Journ.  de  Méd.  int.,  1913;  XVII,  páginas  211-214.  Bull.  Acaa.  de 
Méd.,  París,  1 9 1 4 ',  3  s.,  LXXI,  páginas  560-562. 

(2)  Brunton:  Collected  Papers  on  Physical  and  Military  Training,  Londres,  191 5. 


4oo  H  I  S  T  O  R  1  A  •  1>  É     LA     MEDICINA 

mundus  regitur,  Jacques  Loeb  ha  emitido  recientemente  una  opinión  que 
es  un  ideal  a  distancia  tal  vez  irrealizable: 

«Si  nosotros  consiguiéramos  reemplazar  al  presente  un  nuevo  tipo  de 
hombres  de  Estado,  que  estuviesen  familiarizados  con  el  desenvolvimien- 
to de  las  ciencias  exactas  (por  ejemplo,  las  experimentales  y  cuantitativas), 
siendo  capaces  de  seguir  este  desenvolvimiento  y  capaces  de  aplicar  los 
resultados  de  las  ciencias  exactas  al  levantamiento  físico,  moral,  intelec- 
tual y  económico  de  las  masas,  nosotros  llegaríamos  a  ver  desaparecer  el 
peligro  de  la  guerra»  (i). 

De  un  modo  análogo,  decía  Ostwald: 

«La  ciencia  puede,  por  consiguiente,  ser  considerada  como  la  parte  más  segura 
y  más  constante  del  tesoro  espiritual  que  poseemos.  Las  predicciones  que  han  sido 
hechas  por  los  hombres  de  ciencia  hau  sido  aceptadas  como  las  más  realizables  pol- 
la mayoría  de  los  hombres  inteligentes.» 

El  Presidente  Eliot  hacía  notar  que  « los  dedicados  a  las  ciencias  físicas 
y  naturales  durante  los  últimos  ciento  cincuenta  años  han  demostrado  no 
ser  inferiores  a  ninguna  otra  clase  de  hombres  en  su  poder  de  razona- 
miento y  de  voluntad,  y  han  demostrado  igualmente  ser  superiores  a  otras 
clases  de  hombres  respecto  de  la  apreciación  del  valor  para  la  sociedad 
del  producto  de  sus  poderes.  Los  hombres  que  desde  los  comienzos  de  la 
decimonona  centuria  han  hecho  más  en  favor  de  la  raza  humana  por  el 
recto  uso  de  su  razón,  imaginación  y  voluntad,  son  los  hombres  de  cien- 
cia, los  artistas  y  los  hombres  hábiles  en  el  trabajo,  no  los  metafísicos,  ni 
los  oradores,  ni  los  historiadores,  ni  los  legisladores». 

Respecto  de  las  enfermedades  actuales  de  la  sociedad,  muy  pocos 
hombres  de  estado  y  estadistas  ven  que,  como  dice  el  sabio  Pagel,  todas 
las  naciones  padecen  por  las  enfermedades  de  la  infancia,  de  la  niñez  y  de 
la  vejez,  que  hay  que  suprimir  en  ella  los  injertos  del  alcoholismo  y  de  la 
sifilización,  evitando  la  producción  de  la  degeneración  por  la  opresión  de 
los  pobres  (las  raíces  del  árbol),  la  corrupción  de  las  gentes  por  la  porno- 
grafía, la  comercial  explotación  de  la  prostitución  y  la  deliberada  intro- 
misión en  la  sociedad  de  ladrones  y  de  perdidas,  del  eterno  fraus  innexa 
( liciiti  al  que  toda  nación  es  cliente,  incluso  que  las  naciones  adultas  pue- 
dan '-star  a  merced  del  cesarismo  y  de  las  enfermedades  psíquicas  de  las 
masas. 

Quicquid  del  ir  an  t  reges,  plectuntur  Achivi  (i). 


|.  Loeb:  Science,  Nrw-York,  0)17,  n.  s.,  XLY,  página  76. 
(2)     cKonder-und  Entwicklungskrankheiten  muss  ja  jedea  Volk  durchmachenj 
1  h.  n  vriraberauch  schon  entwickelte  Kulturnationen  vor  traurigen  Kümpfen 
beimgesucht    |.  Pagel:  Grundriss  eines  Systems der  medizinischen  Culturgeschichte. 
Berlín,  iu<>5,  página  77. 


PERIODO      MODERNO  loi 

El  que  la  guerra  llegue  a  ser  una  fracción  llamada  a  desaparecer  en  los 
negocios  humanos  es,  por  consiguiente,  dudoso  en  las  condiciones  actuales 
de  la  economía  del  mundo.  Pero  el  deber  completo  y  total  de  la  profesión 
médica  es  bien  claro.  En  tiempo  de  guerra,  su  divisa  debe  ser  <inter  aj'rna 
caritas»,  y  cuando  la  guerra  y  los  rumores  de  guerra  hayan  vuelto  a  pasar, 
nuestra  profesión  debe  procurar  siempre  que  pueda,  «con  caridad  hacia 
todos  y  con  malicia  hacia  nadie*,  desarrollar  los  sentimientos  de  paz  y  de 
buena  voluntad  entre  la  Humanidad,  que  es  su  verdadero  cliente.  En  191 5, 
el  doctor  Samuel  J.  Meltzer  fundó  una  Fraternidad  Médica  para  el  Avance 
de  la  Moralidad  (i),  basada  en  el  concepto  de  que,  en  tanto  que  las  na- 
ciones individuales  son  civilizadas  con  urbanidad  decente  y  humanitarismo 
hacia  sus  vecinos,  la  Humanidad  en  conjunto  no  lo  es;  que  hay  un  abismo 
entre  la  moralidad  intranacional  y  la  internacional,  y  que  no  importa 
hasta  qué  punto  sean  altamente  cultivadas  e  ilustradas  las  naciones,  ellas 
tienden  a  resolver  sus  dificultades  por  la  fuerza  bruta,  asesinando  y  muti- 
lando a  sus  adversarios.  Este  memorial  en  favor  del  intranacionalismo  e 
internacionalismo  merece  la  futura  consideración  de  los  médicos  de  todos 
los  países. 

Respecto  de  los  efectos  de  la  investigación  científica  en  la  Medicina,  el 
físico  Rowland  se  ha  expresado  con  una  fuerza  casi  apocalíptica. 

«La  inteligencia  no  cultivada  y  vulgar  tiene  únicamente  dos  departamentos, 
uno  para  el  error  y  otro  para  la  verdad;  en  realidad,  el  contenido  de  los  dos  de- 
partamentos se  mezcla,  tristemente,  en  la  mayoría  de  los  casos;  por  el  contrario, 
la  mente  ideal,  científica,  tiene  un  número  infinito  de  compartimientos.  Cada  teoría 
y  cada  ley  tiene  su  compartimiento  apropiado,  indicando  su  grado  probable  de  cer- 
teza. Cuando  llega  un  nuevo  hecho,  el  nombre  científico  lo  va  pasando  de  uno  a 
otro  departamento,  de  tal  modo  que,  a  ser  posible,  él  llega  a  calcular  su  propor- 
ción de  error  y  de  verdad...  Las  leyes  naturales  serán,  probablemente,  rígidas  e 
intercambiables  unas  en  otras.  Comprendedlas,  y  ellas  serán  beneficiosas;  podemos 
emplearlas  en  favor  de  nuestros  propios  propósitos,  convirtiéndolas  en  esclavas  de 
nuestros  deseos.  Comprendiéndolas  mal,  pueden  convertirse  en  monstruos  que  nos 
aplasten  con  su  fuerza  o  puedan  reducirnos  a  polvo.  Nada  es  tan  cuestionable  como 
nuestra  creencia;  los  actos  no  pueden  retractarse,  y  nosotros  tenemos  que  com- 
prenderlos o  que  sufrir  sus  consecuencias.  Nuestro  único  recurso,  por  consiguien- 
te, es  el  obrar  con  arreglo  a  las  probabilidades  que  nos  dan  las  leyes  que  cono- 
cemos como  verdaderas.  Si  actuamos  correctamente,  bien;  si  actuamos  incorrecta- 
mente, ya  sufriremos  las  consecuencias.  Si  somos  ignorantes,  sucumbimos.  ¿Qué 
mayor  locura  que  aquella  que  sostiene  que  la  creencia  no  es,  siendo  sincera,  una 
consecuencia  provista?  Un  hijo  único,  una  mujer  amada  yacen  en  el  lecho  del  do- 
lor. Los  médicos  dicen  que  la  enfermedad  es  mortal;  una  pequeña  planta,  llamada 
microbio,  ha  podido  entrar  en  su  cuerpo,  y  se  ha  reproducido  a  expensas  de  los 
tejidos  orgánicos,  formando  venenos  mortales  en  la  sangre,  o  destruyendo  algún 
órgano  vital.  El  médico  lo  ve;  pero  no  es  capaz  de  hacer  nada.  Diariamente  viene  y 
nota  la  pérdida  creciente  de  las  fuerzas  de  su  enfermo,  y  diariamente  va  decayendo 


(1)     Meltzer:  Science,  New-York,  1915,  n.  s.,  XLI,  páginas  515-523. 

Historia  de  i.a  Medicina.  —  Tomo  lí  26 


402  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

cada  vez  más  éste,  hasta  terminar  en  la  tumba.  Pero,  ¿por  qué  consiente  esto  el  mé- 
dico? ¿Podemos  dudar  nosotros  que  exista  algún  remedio  capaz  de  matar  al  micro- 
bio o  de  neutralizar  sus  venenos?  ¿Por  qué  no  lo  ha  usado?  El  lo  ha  empleado  para 
curar;  pero  ha  fracasado.  Su  cuenta  es  religiosamente  pagada  porque  él,  emplean- 
do lo  mejor,  ha  dado  alguna  esperanza  de  cura.  La  respuesta  es:  ignorancia.  Los 
remedios  son  todavía  desconocidos.  El  médico  se  sirve  de  otros  para  descubrirlos, 
o  quizás  él  experimenta  de  un  modo  demasiado  torpe  y  poco  científico  para  des- 
cubrirlos. ¿No  será  errónea  la  consecuencia,  porque  el  mundo  ha  estado  pagando  a 
esta  clase  de  hombres  equivocados?  Para  que  su  ignorancia  fuese  disipada,  ¿no 
se  ha  entregado  dinero  suficiente  en  los  tiempos  pasados?  Estas  muertes,  algunos 
pueblos  las  consideran  como  actos  de  Dios.  Es  una  blasfemia  el  atribuir  a  Dios  ac- 
tos que  son  debidos  a  nuestro  propio  egoísmo  y  al  de  nuestros  antepasados,  al  no 
fundar  los  institutos  para  las  investigaciones  médicas  en  número  suficiente,  dotán- 
dolos con  los  medios  suficientes  para  el  descubrimiento  de  la  verdad...  Todas  las 
ciencias  están  enlazadas  unas  con  otras  y  deben  avanzar  de  acuerdo.  El  cuerpo  hu- 
mano es  un  problema  físico  y  químico,  y  estas  ciencias  tienen  que  avanzar  antes 
si  se  quiere  dominar  la  enfermedad  (i).» 

Estas  afirmaciones,  escritas  hace  más  de  ocho  años,  son  actualmente 
una  «historia  antigua»  y  pueden  encontrarse  algo  emocionales  y  pasadas 
de  moda.  Pero  no  debemos  olvidar  que  el  hombre  que  las  ha  escrito  cree 
con  una  intensa  convicción  que  las  investigaciones  científicas  implican  «el 
amor  a  la  verdad,  el  interés  en  perseguirla  y  la  humildad  de  la  inteligencia 
que  hace  que  tengamos  siempre  presente  la  posibilidad  del  error».  Mien- 
tras esperamos  atravesar  la  amplia  laguna  que  separa  el  microcosmos  que 
es  accesible  a  nuestros  sentidos  y  el  desconocido  Universo  que  existe  más 
allá  de  nuestra  vista,  la  mente  humana  se  revela  a  sí  misma,  en  todos  sus 
aspectos,  como  un  instrumento  de  precisión  muy  imperfecto.  La  pesadez 
del  topo  no  es  para  la  ciencia.  Por  espacio  de  siglos,  la  ciencia  ha  desem- 
peñado, como  dice  Huxley,  «el  papel  de  la  Cenicienta».  Para  conservar  sus 
encantos  y  fascinaciones  tiene  que  procurar  no  volverse  demasiado  vani- 
dosa y  no  hacer  injustas  y  extravagantes  reclamaciones.  Como  hace  notar 
acertadamente  Baas,  «cuando  se  ha  llegado  a  dominar  una  cúspide,  se  ve 
que  todos  los  senderos  conducían  inevitablemente  ala  misma  >. 

La  más  elevada  función  de  los  médicos  es  siempre  la  de  suprimir  o  ali- 
viar los  sufrimientos  humanos;  no  sólo  por  las  medicinas,  sino  también 
por  medio  de  los  cuidados;  y  así  como  el  cirujano  debe  aprender  a  pensar 
clínicamente,  el  clínico  debe  pensar  quirúrgicamente  en  la  necesidad,  a  ser 
posible,  de  que  algún  día  la  palabra  «cura»  vuelva  a  ser  como  parte 
del  gran  ideal  hipocrático,  restaurada  en  su  antigua  significación  (curare). 
Entre  tanto,  tenemos  que  reconocer  que  el  conjunto  de  la  ciencia  médica, 
incluyendo  sus  partes,  es  más  grande  que  su  práctica,  aplicada  tanto  a  los 
malea  de  la  sociedad  como  a  las  indisposiciones  del  enfermo. 


i      II     \.  Rowland     I  New  Haven,   1899, 4  s.,  VIII,   páginas  409 

1  in 


PERIODO     MODERNO  403 

La  tendencia  de  la  medicina  moderna,  coordinada  con  el  avance  de 
todas  las  ciencias,  es  a  predecir  y  a  contrastar  los  fenómenos,  y  a  la  pre- 
vención, como  inclusa  en  el  tratamiento,  de  las  enfermedades. 

La  medicina  preventiva  no  tiene  un  ideal  más  bello  que  el  que  se  con- 
tiene en  la  hermosa  sentencia  de  Minot:  «Nosotros  hemos  entronizado  la 
ciencia  en  la  imaginación;  pero  la  hemos  coronado  con  modestia,  por- 
que ella  es  la  realidad  del  poder  humano  y  la  personificación  de  la  falibi- 
lidad humana.» 


BREVE     RESUMEN 

DE    LA 

HISTORIA     DE     LA     MEDICINA     EN     ESPAÑA 

por  el  Dr.  garcía  del  real 


L— MEDICINA    ANTIGUA  Y   PRIMITIVA 

Demostrada  ya  la  identidad  de  forma  de  la  Medicina  antigua  o  pri- 
mitiva en  todos  los  pueblos  del  mundo,  poco  o  nada  debiéramos  añadir 
a  este  capítulo.  Sin  embargo,  juzgamos  interesante  llamar  la  atención,  ya 
que  el  doctor  Garrison  no  lo  hace,  acerca  de  las  diferencias  que  presenta 
la  edad  prehistórica  en  España  respecto  de  los  caracteres  generalmente 
admitidos  en  el  resto  de  Europa,  y  a  los  que  hace  alusión  el  autor  de  esta 
obra,  dando  a  la  vez  una  ligera  idea  de  la  extraordinaria  riqueza  paleolí- 
tica de  nuestra  patria. 

Es  bien' sabido  que  la  primera  edad  de  la  Prehistoria  es  la  Edad  de 
Piedra,  dividida,  a  su  vez,  en  dos  grandes  períodos:  paleolítico  (de  la  pie- 
dra tallada)  y  neolítico  (de  la  piedra  pulimentada).  El  período  paleolítico 
se  subdivide  en  dos  grandes  fases:  paleolítico  inferior,  con  sus  épocas 
prechelense,  chelense,  achelense  inferior,  achelense  superior,  musteriense 
inferior  y  musteriense  superior,  y  paleolítico  superior,  que  se  divide  en 
las  épocas  auriñaciense,  solutrense  y  magdaleniense.  El  período  neolítico 
se  considera  dividido  en  epipaleolítico,  con  las  épocas  aziliense,  tarder- 
soiscense,  asturiense  y  maglemosiense,  y  proteolítico,  con  sus  dos  épocas 
campigniense  y  de  los  kjoekemmoedings  o  paraderos.  Algunos  autores 
admiten  todavía  un  tercer  período  íntimo  del  neolítico,  que  designan  con 
el  calificativo  eneolítíto,  y  que  se  caracteriza  porque  en  él  aparece  usado 
ya  el  cobre,  además  de  seguir  apareciendo  aún  los  objetos  de  piedra  pu- 
limentada. 


4o6  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

En  España  tendríamos,  como  discutido,  pero  poco  probable,  hallazgo 
del  período  prechelense,  el  famoso  yacimiento  de  Torralba,  en  la  pro- 
vincia de  Soria.  Este  yacimiento  ha  sido  investigado  por  el  marqués  de 
Cerralbo,  quien  ha  encontrado  en  él  restos  de  enormes  elefantes,  hachas 
de  piedra,  etc.,  y  todo  ello  viene  a  constituir  lo  que  con  bastante  razón 
llama  Dechelette  un  campamento  de  unos  cazadores  de  elefantes  (i).  Pero 
lo  más  raro  del  caso  es  que  entre  estos  elefantes  aparece  el  elephas  meri- 
dionalis,  que  es  un  animal  de  la  época  terciaria,  y  el  elephas  antiquus^ 
que  es  un  animal  cuaternario,  y  unido  esto  a  la  tosquedad  de  las  hachas, 
que  es  de  lo  más  primitivo,  pues  son  cantos  apenas  devastados,  cantos 
que  tienen  por  un  lado  un  filo  y  del  otro  un  plano,  aunque  muy  irregular 
para  poderlos  coger,  hizo  pensar  al  marqués  de  Cerralbo  que  se  trataba 
de  objetos  prechelenses,  y  al  presentarlos  en  diversos  Congresos  extran- 
jeros halló  que  otros  eran  de  su  misma  opinión  (2). 

Viene  después  la  época  chelense  en  Francia,  que  tiene  su  principal 
equivalente  en  España  en  el  hacha  del  cerro  de  San  Isidro  (Madrid),  la 
cual  presenta  una  forma  típica  que  revela  ya  un  cierto  adelanto  respecto 
de  las  encontradas  en  Torralba. 

La  época  achelense  francesa  tiene  su  principal  representación  en  Es- 
paña en  la  famosa  cueva  de  Puente  Viesgo  (Santander),  que  ofrece  una 
extraordinaria  riqueza  arqueológica,  supuesto  que  presenta  todos  los  ho- 
rizontes, desde  el  achelense  hasta  los  últimos  momentos  del  período  cua- 
ternario. 

La  época  musteriense  ofrece,  como  equivalente  en  la  Península,  la 
cueva  de  Genista,  en  Gibraltar,  donde  no  solamente  se  han  encontrado 
osamentas  de  los  animales  que  corresponden  a  aquella  época  geológica, 
sino  también  restos  humanos  que  corresponden  a  la  primera  raza  pre- 
histórica. Aquí  tenemos  ya  la  presencia  de  un  hombre  de  cráneo  dolico- 
céfalo,  con  los  mismos  rasgos  que  los  habitantes  del  centro  de  Europa, 
de  la  raza  neandertal.  Los  únicos  restos  humanos  prehistóricos  encontra- 


(1)  Dechelette  (Joseph):  Manuel  d'Archeologie  prehistorique,  celtique  et  gallo  - 
romainc,  París,  1908. 

[.  K.  Metida:  (Yonologia  de  las  antigüedades  ibéricas  anterromanas,  Madrid,  1916. 
apéndice  de   P.    BoSCfa  yGímpera  en  la  obra  Hispania,  de  A.  Schulten,  Madrid. 
Aguilera  \  Gamboa  (Enrique):  Torralba,  Asociación  para  el  Progreso  de  las 
(  Km  ¡as,  ( longreso  de  Madrid. 

(2)  Sin  embargo,  un  autor  tan  competente  en  estas  materias  como   Hugfl 

Obermaieí  no  <  ree  que  los  molares  encontrados  en  este  yacimiento  de  Torralba 
Correspondan  de  ningún  modo  al  elephas  meridionalis,  sino  al  atltiquus,  y  explica, 
en  parte,  la  tosquedad  de  las  hachas  por  la  dureza  de  la  piedra  y  lo  difícil  que  de- 
bía resultar  el  trabajarlas.  De  todos  modos,  lo  positivo  es  que  las  hachas  de  To- 
rralba deben  ei  colocadas  entre  lo  más  antiguo  que  ha  producido  el  hombre. 
ttugo  ObeTmaier:  Bt  hombre  fúsil  (Memorias  de  la  Comisión  de  investigaciones 
paleontológicas  y  prehistóricas),  Madrid,  1  <>  1  o. 


MEDICINA    ANTIGUA     Y     PRIMITIVA  407 

dos  en  el  paleolítico  inferior  hasta  la  fecha  son  este  cráneo  y  la  mandí- 
bula de  Bañólas,  también  neandertalés,  y  pertenecientes  ambos,  con 
grandes  visos  de  verisimilitud,  a  los  últimos  tiempos  de  la  época  muste- 
riense. 

Ya  en  el  paleolítico  superior,  y  correspondiendo  a  la  más  inferior  de 
sus  épocas,  o  auriñaciense,  hay  que  señalar,  en  primer  término,  la  cueva 
de  Hornos  de  la  Peña  (Santander),  y  también,  en  la  misma  provincia,  los 
niveles  correspondientes  de  la  cueva  de  Puente  Viesgo  y  la  cueva  de  Ca- 
margo,  y  en  la  provincia  de  Asturias,  la  cueva  del  Cueto  de  la  Mina. 

La  época  solutiense  francesa  está,  como  hace  notar  Garrison,  carac- 
terizada por  las  perfectas  flechas  en  forma  de  hoja  de  laurel,  de  las  que 
poseemos  un  hermoso  ejemplar  en  el  museo  de  Tarragona.  Esta  época 
tiene  en  España  una  representación  bastante  cumplida  y  completa  en  la 
cueva  de  Altamira  (Santander),  que  es,  en  la  actualidad,  la  estación  pre- 
histórica de  mayor  importancia  y  hasta  de  mayor  transcendencia  para  el 
estudio  de  la  prehistoria  española.  Esta  misma  cueva  es  la  que  mejor  re- 
presenta la  época  magdaleniense  francesa,  siendo  tan  notables  sus  pintu- 
ras policromáticas,  que  hacen  que  la  califique  Dechelette  de  la  capilla  six- 
tina  de  la  época  histórica.  Son  también  muy  interesantes  representacio- 
nes de  la  época  magdaleniense  en  España,  las  cuevas  de  Puente  Viesgo  y 
de  Piornos  de  la  Peña,  en  Santander;  las  de  la  Paloma  y  Cueto  de  la  Mina, 
en  Asturias,  y  la  de  Seryñá,  en  Gerona. 

Respecto  de  este  período  paleolítico  superior,  conviene  hacer  notar, 
por  ser,  a  nuestro  juicio,  de  gran  interés,  que  en  España  reviste  dos  for- 
mas completamente  diferentes:  una,  la  que  corresponde  al  tipo  europeo, 
y  que  está  limitada  a  una  estrecha  zona  en  el  Norte,  principalmente  en  la 
región  cantábrica,  y  a  la  que  pertenecen  todos  los  hallazgos  prehistóricos 
que  acabamos  de  mencionar  como  correspondientes  a  las  épocas  auriña- 
ciense, solutiense  y  magdaleniense;  y  otro,  que  es  del  tipo  africano  o 
capsiense,  que  se  extiende  por  todo  el  resto  de  la  Península,  con  princi- 
pales hallazgos,  hasta  la  fecha,  en  las  provincias  de  Albacete,  Granada, 
xAlmería,  Murcia,  Valencia  y  Teruel. 

Del  paleolítico  superior  tenemos  muy  pocos  restos  humanos,  estando 
casi  reducidos  al  cráneo  auriñaciense  de  la  cueva  de  Camargo  (Santan- 
der), del  tipo  Cro-Magnon. 

EL    ARTE    PALEOLÍTICO 

Del  arte  correspondiente  al  período  paleolítico  superior  tenemos  en 
España  una  gran  riqueza  de  manifestaciones,  especialmente  por  lo  que  al 
arte  rupestre  hace  referencia. 


4o8  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

a)     Arte  moyiliar. 

En  cuanto  al  arte  moviliar,  faltan  en  España  las  esculturas  auriñacien- 
seSj  como  las  de  Francia  y  Austria,  y  sólo  conocemos  de  este  período  el 
grabado  de  una  figura  de  caballo  en  una  mandíbula  del  mismo  animal 
encontrada  en  la  cueva  de  Hornos  de  la  Peña. 

Del  arte  mobiliar  solutiense  no  hemos  encontrado  todavía  ninguna 
huella  en  la  Península;  en  cambio,  es  más  rico  el  inventario  de  los  graba- 
dos magdalenienses,  los  huesos  grabados,  particularmente  bastones  de 
mando,  encontrados  en  las  cuevas  de  la  región  cantábrica  (cuevas  de 
Puente  Viesgo,  de  Altamira,  Cueto  de  la  Mina,  etc.),  y  la  cabeza  de  lince 
grabada  en  una  placa  de  caliza  de  la  cueva  capsiense  del  Parpalló  (Va- 
lencia). 

b)     Arte  rupestre  cantábrico. 

Del  arte  rupestre  español,  algunas  localidades  han  podido  ser  utiliza- 
das para  probar  la  autenticidad  y  antigüedad  de  las  pinturas  paleolíticas 
(cuevas  de  Altamira,  Puente  Viesgo,  Hornos  de  la  Peña).  La  cueva  de  Al- 
tamira estuvo  cerrada  desde  el  período  cuaternario;  los  grabados  en  hue- 
so del  nivel  magdaleniense  inferior  de  Altamira  y  del  Castillo  son  del 
mismo  estilo  que  algunas  pinturas  de  las  mismas  cuevas,  y  el  fragmento 
de  caballo  grabado  en  hueso  del  nivel  auriñaciense  medio,  de  Hornos  de 
la  Peña,  presenta  también  analogías  con  las  pinturas  del  período  corres- 
pondiente de  la  misma  cueva. 

El  arte  rupestre  de  la  región  cantábrica  está  íntimamente  emparenta- 
do con  el  del  Sur  de  Francia  y  ofrece  grabados  y  frescos  en  las  paredes 
de  las  galerías,  hasta  de  las  más  profundas,  representando  con  un  fin  má- 
gico (magia  de  caza)  figuras  de  bóvidos  (bisontes  y  toros  salvajes),  caba- 
llos, elefantes,  ciervos,  etc.,  seres  humanos  con  máscara  de  animales  (Al- 
tamira y  Hornos  de  la  Peña)  [i]  y  otros  signos  de  más  difícil  interpreta- 
ción, como  los  llamados  tactiformes,  además  de  las  siluetas  de  manos 
(cueva  del  Castillo),  pintándose  o  grabándose  las  figuras  de  los  animales 
con  un  extraordinario  realismo.  En  tales  decoraciones  de  las  cuevas  can- 
tábricas puede  seguirse  perfectamente  la  evolución  del  arte  cuaternario, 
desde  la  época  auriñaciense  hasta  la  magdaleniense,  pasando  por  diversas 
fases  comprobadas  por  la  superposición  de  los  diversos  estilos  que  se  ob- 
serva con  frecuencia  en  una  misma  estación.  Estas  fases  en  España,  y  se- 
gún los  estudios  de  Hugo  Obermaier,  que  modifica  algo  las  establecidas 
por  H.  Breuil,  son  las  siguientes: 


(i)     Probablemente,  representaciones  <lc  hombres-médicos,  disfrazados  para 
ahuyentar  los  demonios  causantes  de  la  enfermedad  (confr.  la  pág.  12  del  tomo  I). 


MEDICINA     ANTIGUA     Y     PRIMITIVA  409 

Primera  fase:  Auriñaciense  inferior.  —  Grabados:  Dibujos  digitales  eje- 
cutados en  espiral  y  meandros  hechos  con  los  dedos  en  paredes  arcillosas 
(primeros  ensayos  de  dibujo).  Algo  más  tarde:  los  primeros  dibujos,  de 
carácter  muy  primitivo,  pero  ya  llenos  de  vigor,  también  trazados  en  ar- 
cilla. Posteriormente  hay  dibujos  de  animales  grabados  con  silex;  son  bas- 
tante toscos,  y  muchas  veces  están  deformados. 

Pinturas:  Dibujos  de  puntos  agrupados  ^de  modos  diversos  y  filas  de 
discos;  reproducciones  rudimentarias  de  animales  pintados  con  líneas  ro- 
jas o  negras.  Siluetas  de  manos. 

Segunda  fase:  Auriñaciense  superior.  —  Grabados:  Dibujos  de  anima- 
les, por  lo  general  todavía  sencillos,  aun  cuando  bastante  perfeccionados, 
puesto  que  acusan  una  fiel  y  buena  concepción  de  la  Naturaleza. 

Pinturas:  Estas  son  siempre  monocromas,  únicamente  lineares,  de  tra- 
zos menudos,  continuos  o  punteados;  un  poco  más  tarde,  el  trazo  es  ba- 
boso y  más  espeso.  Además  del  dibujo  de  contorno,  hasta  entonces  en 
uso,  se  advierten  ya  los  primeros  ensayos  para  modelar  con  color  las 
figuras. 

Tercera  fase:  Magdaleniense  inferior:  Del  solutiense  no  se  conocen, 
por  ahora,  manifestaciones  del  arte  rupestre.  —  Grabados:  Están  magis- 
tralmente  ejecutados  en  lo  que  concierne  a  proporciones  y  detalles;  las 
figuras  están  muchas  veces  finamente  estriadas  en  toda  su  superficie. 

Pinturas:  Dibujos  negros,  modelados  con  color,  de  manera  diversa,  de 
tinta  esfumada,  y  un  poco  más  tarde  de  tinta  plana  incompleta  con  color 
unido. 

Cuarta  fase:  Magdaleniense  medio.  —  Grabados:  Grafitos  muy  finos  y 
delicados,  a  veces  muy  pequeños. 

Pinturas:  Dibujos  de  tinta  plana,  completamente  uniforme.  Posterior- 
mente principios  de  policromía  (dibujos  semipolícromos). 

Quinta  fase:  Magdaleniense  superior.  —  Grabados:  Bastante  escasos, 
trazados  muy  ligera  y  finamente. 

Pinturas:  Policromía  (Cueva  de  Altamira). — Las  estaciones  principales 
del  arte  rupestre  cantábrico  son  las  siguientes:  Altamira,  Castillo,  La  Pa- 
siega, Hornos  de  la  Peña  y  Covalanas,  en  la  provincia  de  Santander,  y 
Pindal  y  cueva  del  Buxu,  en  Asturias. 

c)     Arte  rupestre  del  Este  y  Sur  de  España. 

El  arte  del  Este  y  Sur  de  España  ofrece  representaciones,  pintadas 
en  abrigos  poco  profundos  o  en  rocas  a  la  intemperie,  de  animales  realis- 
tas y  de  seres  humanos,  a  veces  naturalistas,  a  veces  estilizados,  pero 
siempre  conservando  la  base  naturalista    y  nunca    esquematizados,  como 


4io  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

más  adelante.  A  diferencia  de  lo  que  acabamos  de  ver  en  la  región  cantá- 
brica, en  el  Este  de  España  tales  pinturas,  también  de  carácter  mágico, 
suelen  formar  a  veces  verdaderas  composiciones:  escenas  de  caza  (Alpe- 
ra,  barranco  de  la  Yalltorta,  Val  del  Charco  del  Agua  Amarga,  Cogul), 
luchas  (Alpera,  Morella)  o  danzas  (Cogul),  y  en  las  figuras  humanas  sue- 
len indicarse  detalles  del  tocado  (Alpera,  Cogul). 

Tales  figuras  ofrecen  también  distintas  fases,  aunque  el  principio  del 
desarrollo  no  aparezca  aquí  tan  claro  como  en  la  región  cantábrica,  y  su 
fecha  se  supone  que  sea  el  paleolítico  superior,  aunque  no  están  nunca  en 
relación  con  yacimientos  arqueológicos,  y  aunque  la  fauna  que  en  ellas  se 
encuentra  representada  no  presente  grandes  diferencias  con  la  actual,  su- 
puesto que  en  ella  no  hay  bisontes  (el  bisonte  de  Cogul  es  muy  dudoso), 
y  sólo,  en  general,  ciervos,  bóvidos  y  otros  animales,  que  persisten  hasta 
mucho  después  de  terminar  el  cuaternario.  En  Alpera  encontramos  re- 
presentaciones probables  de  alces;  además,  son  frecuentes  las  de  cabra 
montes  y  de  gamuzas,  o  sea  de  tipos  sub-alpinos. 

La  cronología  corriente  se  funda  en  semejanzas  de  estilo  con  las  figu- 
ras de  animales  naturalistas  del  Norte,  y  en  paralelos  que  se  establecen 
entre  el  armamento  de  los  cazadores  pintados  en  el  Este  y  Sur  de  Espa- 
ña y  ciertos  tipos  análogos  de  los  niveles  magdalenienses  de  las  cavernas 
cantábricas. 

Según  H.  Obermaier,  que  se  basa  en  indicaciones  de  H.  Breuil,  las 
fases  del  desarrollo  del  arte  menos  naturalista  del  Este  y  Sur  de  España, 
son  las  siguientes: 

Primera  fase:  Dibujos  lineales,  ya  pequeños  y  rojos,  ya  grandes  y  ne- 
gros (auriñaciense). 

Segunda  fase:  Dibujos  rojos,  de  trazo  baboso,  rellenados  muchas  ve- 
ces por  trazos  anchos  (¿magdaleniense  inferior?). 

Tercera  fase:  Dibujos  de  color  rojo  unido,  de  muy  buena  técnica. 

Cuarta  fase:  Dibujos  pardos  o  semipolícromos,  a  veces  muy  poco  cui- 
dadosos. 

Quinta  fase:  Dibujos  polícromos  (Albarracín)  [magdaleniense  su- 
perior]. 

Las  estaciones  principales  de   esta  región   son   las   siguientes:    Cogul 

(provincia  de  Lérida),  Val  del  Charco  del  Agua  Amarga  (Alcañiz,  Teruel), 

II  Calapatá  (Oí-las,  Teruel),  Albarracín   (Teruel),  los  abrigos  del  barran- 

<  o  de  la  Valltorta  en  Tiríg,  Albocácer,  etc.  (Castellón),  los  diferentes  abri- 

;us  de  Alpera  y  Minateda  (Albacete)  y  otras. 

Un  lugar  especial  ocupan  las  pinturas  más  antiguas  de  la  cueva  de  la 
Pileta,  en  Benajoáo  (Málaga),  las  cuales,  por  su  estilo  y  por  sus  représen- 
nos (bisontes,  caballos,  lacerías,    como    las  de  Hornos  de  la  Peña)  se 


MEDICINA     ANTIGUA     Y     PRIMITIVA  4n 

agrupan  mejor  con  las  de  la  región  cantábrica  que  con  las  del  Este  y  Sur. 

Ocupándose  de  la  pintura  prehistórica  en  nuestra  Patria,  hace  notar 
el  ilustre  arqueólogo  Sr.  Mélida  el  carácter  esencialmente  naturalista  de  la 
misma.  La  impresión  del  natural  es  la  que  ha  llevado  a  estos  hombres 
primitivos,  como  a  los  niños,  sin  darse  cuenta  de  ello,  a  dibujar  como 
hoy  se  dibuja,  espontánea  y  naturalmente,  sin  el  menor  artificio  y  con 
una  fidelidad  admirable,  produciendo  imágenes  que  se  han  podido  com- 
parar con  las  que  obtenemos  gracias  a  la  fotografía  instantánea.  Figuras 
llenas  de  movimiento,  estos  animales  están  bien  dibujados,  bien  caracte- 
rizados, encontrándose  el  bisonte,  que  es  un  animal  característico  de 
aquellas  edades.  Se  ha  dado  también,  como  indicio  del  conato  artístico 
del  hombre  cuaternario,  ciertas  impresiones  de  la  mano,  impregnadas  de 
color.  Estas  impresiones  de  la  mano,  que  en  Altamira  se  encuentran,  por 
ejemplo,  unas  veces  son  realmente  de  la  mano  con  color,  y  otras  veces 
obtenidas  por  un  procedimiento  tal,  que  al  aplicar  la  mano  sobre  la  roca 
quede  en  blanco  aquélla  y  a  su  alrededor  el  color. 

Se  preguntará,  añade  Mélida,  por  qué  se  dice  que  estas  pinturas  son 
del  tiempo  de  la  estación  de  Aurignac  y  no  de  la  siguiente,  de  la  Magda- 
lena, que  es  a  la  que  principalmente  corresponde  Altamira.  «Sencillamen- 
te— contesta — ,  porque  se  han  encontrado  en  esta  misma  caverna,  y  en 
un  horizonte  o  nivel  más  bajo,  unos  huesos  que  tienen  dibujos  grabados 
representando  animales  de  su  mismo  estilo,  y  este  es  dato  seguro  de  cla- 
sificación que  el  Sr.  Alcalde  del  Río  ha  podido  aportar,  para  que  a  las 
pinturas  de  las  bóvedas  de  la  caverna,  de  igual  estilo,  las  podamos  dar 
una  clasificación  cronológica  determinada.» 

En  la  cueva  de  Altamira  aparecen  dibujados  otros  animales;  pero, 
además  de  haberlos  trazado,  dibujado  o  grabado  con  una  punta  de  peder- 
nal en  la  roca,  lo  dibujado  se  ha  cubierto  de  color.  Los  colores  son  ocre 
o  rojo,  y  algunas  figuras  están  como  contorneadas  de  negro,  perfiladas  de 
negro.  Este  es  ya  el  arte  de  la  Magdalena,  un  escalón  más,  y,  por  tanto, 
un  dato  de  clasificación. 

En  la  roca  de  Cogul,  en  la  provincia  de  Lérida,  se  ofrecen  estas  pin- 
turas, y  vemos  otro  paso  más  en  sentido  progresivo,  porque  en  ellas  con- 
templamos, además,  la  figura  humana,  y  hasta  con  rasgos  indumentarios 
interesantes.  Esas  mujeres  con  los  pechos  caídos,  como  las  salvajes  ac- 
tuales, y  con  su  falda  corta,  nos  dan  idea  de  lo  que  España  ha  sido  en 
aquellos  remotos  tiempos.  Pero,  cosa  rara,  al  propio  tiempo  que  estas 
pinturas,  aparecen  en  la  roca  de  Cogul  otras,  como  la  de  un  cazador  de 
ciervos,  que  constituyen  una  manifestación  de  un  arte  esquemático  a  to- 
das luces  distinto  del  primero.  En  este  sentido  puede  muy  bien  afirmarse 
quej.así  como  en  la  cueva  de  Altamira,  y  como  en  la  mayoría  de  las  res- 


4i2  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

tantes  de  las  provincias  de  Santander  y  de  Asturias,  se  ha  visto  perfecta- 
mente que  algunas  de  sus  figuras  estaban  dibujadas  unas  encima  de  las 
otras,  lo  que  indica  claramente  que  hombres  de  distintas  generaciones 
han  ido  dibujando  figuras  allí,  sin  cuidarse  para  nada  de  lo  que  sus  ante- 
cesores habían  dibujado,  también  en  el  caso  de  la  roca  de  Cogul  se  trata 
de  la  obra  de  artistas  muy  diversos.  En  contra  de  la  opinión  sustentada, 
en  general,  por  los  investigadores  franceses  de  las  cavernas  españolas  de 
que  estas  pinturas  son  paleolíticas,  hoy  podemos  presentar  en  España 
ejemplos  y  pruebas  de  que  hay  mucha  parte  de  estas  pinturas  que  es  neo- 
lítica. Acaso  las  figuras  esquemáticas  de  la  roca  de  Cogul,  a  que  acaba- 
mos de  referirnos,  sean  de  la  época  de  transición  o  de  la  misma  neolítica. 
En  Calapatá  (Teruel),  el  Sr.  Cabré  ha  descubierto  otras  pictografías  en 
que  se  representan  unas  vacas  con  el  mismo  realismo  de  las  pinturas 
de  Altamira.  Pero,  a  juicio  de  Mélida,  hay  en  ellas  una  finura  tal  de  dibu- 
jo, que  las  coloca  entre  las  de  Altamira  y  las  mejores  pinturas  de  Cogul, 
o,  por  lo  menos,  como  contemporáneas  de  estas  últimas.  También  encon- 
tramos en  Calapatá  la  figura  humana,  y,  al  parecer,  trazada  por  artistas 
posteriores  a  la  generación  que  pintó  las  vacas. 

Las  interesantes  figuras  de  la  cueva  de  Alpera,  con  multitud  de  re- 
presentaciones de  hombres  y  de  mujeres,  no  sólo  nos  revelan  el  hecho  de 
que  en  su  trazado  han  tomado  parte  artistas  pertenecientes  a  distintas  ge- 
neraciones, sino  que  nos  da  preciosos  datos  acerca  del  indumento  de  los 
salvajes  que  poblaban  España,  con  plumas  en  la  cabeza,  exactamente 
como  los  salvajes  actuales,  como  los  antiguos  indios  americanos,  etc. 

Continúa  la  pintura,  mejor  dicho,  el  arte  rupestre,  en  la  época  neolí- 
tica, con  un  carácter  esquemático  que  viene  a  convertirse  en  jeroglífico,  y 
llegamos  a  encontrar  en  él  las  primeras  manifestaciones  ideográficas,  o 
sean  los  orígenes  de  lo  que  en  España  llegó  a  ser  una  escritura.  El  carác- 
ter de  las  pictografías  que  se  ven  en  las  rocas  de  Egipto  es  todavía  distin- 
to al  de  la  escritura  jeroglífica,  y,  en  cambio,  tiene  muchos  puntos  de  con- 
tacto con  las  pictografías  españolas.  Algunas  de  éstas  fueron  ya  publica- 
das por  Góngora;  pero  como  entonces  no  se  conocía  nada  de  esto  en  Es- 
paña, no  se  prestó  al  hecho  la  atención  que  merecía. 

Cosa  singular,  como  hace  notar  Mélida:  el  hombre  neolítico  se  nos 
<>ln-ce,  y  estas  pictografías  lo  confirman,  como  mucho  menos  artista  que 
el  paleolítico.  Los  objetos  industriales,  las  manifestaciones  artísticas  de 
oho  género,  loa  ídolos  neolíticos,  son  realmente  de  tal  modo  infantiles, 
que  no  resisten  la  comparación  con  las  figuras  paleolíticas.  En  cambio,  en 
lo  que  se  revela  más  artista  el    hombre  neolítico  es    en  la  ornamentación. 

M  resumen,  un  hombre  que  tiene  otra  condición  artística  distinta  de 
antecesor,  ¿Quién   es  este   hombre  neolítico  en  España?  ¿Es  el  ibero, 


MEDICINA     ANTIC  U  A     Y     P  RIMITIVA  413 

como  pretende  Siret?  Desde  luego,  lo  que  sí  puede  asegurarse  es  que  la 
vida  neolítica  se  ofrece,  no  sólo  en  España,  sino  en  general  en  Europa, 
como  un  cambio  total,  absoluto  en  el  modo  de  vivir.  A  aquel  hombre  de 
vida  tan  difícil,  disputando  las  cuevas  a  los  animales  fieros,  sustituye  aho- 
ra, disfrutando  ya  de  un  clima  mucho  más  templado  que  favorece  grande- 
mente el  desarrollo  de  la  vida,  un  hombre  agrícola,  que  se  reúne  en  agru- 
paciones humanas,  supuesto  que  llega  a  construir  los  palafitos  o  ciudades 
lacustres  que  son  la  característica  en  Europa  del  hombre  neolítico. 

Ahora  bien;  parece  indudable  que  en  algunas  regiones,  y  muy  espe- 
cialmente en  nuestra  Península,  la  vida  había  de  desarrollarse  de  un  modo 
completamente  diferente,  y  aun  cuando  se  admita  como  demostrado  el 
hecho  de  que  en  la  provincia  de  Gerona  y  en  el  lago  Carregal,  de  Gali- 
cia, se  hayan  encontrado,  como  se  pretende,  restos  de  palafitos,  lo  posi- 
tivo es  que  el  hombre  neolítico  en  España  ha  vivido,  en  general,  de  muy 
diferente  manera.  El  hombre  neolítico  ha  vivido  aquí  primeramente  en 
cuevas,  como  su  antecesor,  el  paleolítico;  después  ha  abierto  grutas,  y 
respecto  de  ellas  surge  un  nuevo  problema,  por  la  existencia  de  ciertas 
grutas  que  se  han  encontrado  en  diferentes  puntos  de  la  Península  y  de 
las  Islas  Baleares.  Estos  hallazgos  son,  por  otra  parte,  pocos  hasta  la  fe- 
cha, indudablemente  por  el  hecho  de  que,  como  apunta  Mélida,  estas 
grutas  no  han  sido  tan  buscadas  como  las  cavernas  de  la  época  paleolí- 
tica y  sus  pinturas.  Nos  referimos  a  una  serie  de  grutas  abiertas  en  ris- 
cos y  dispuestas  de  manera  que  forman  a  modo  de  distintos  pisos  de 
una  casa. 

Es  el  caso  de  las  grutas  de  Perales  de  Tajuña,  en  la  provincia  de  Ma- 
drid, y  de  Salas  de  los  Infantes,  en  la  provincia  de  Burgos;  de  las  grutas 
de  Bocairente,  en  la  de  Alicante,  y  de  algunas  otras  halladas  en  las  Islas 
Baleares.  ¿Por  qué  atribuir — pregunta  Mélida — estas  grutas  a  los  hom- 
bres neolíticos?  Estas  cuevas,  abiertas  en  riscos,  dispuestas  en  pisos  que 
comunican  entre  sí,  pero  que  hacen  muy  difícil  el  ascenso,  es  decir,  en 
una  disposición  semejante  a  la  que  tenían  aquellos  indios  pueblos  del 
norte  de  América,  de  que  nos  hablan  los  conquistadores  españoles,  que 
tenían,  al  decir  de  éstos,  sus  habitaciones  como  escalonadas  en  las  rocas, 
y  subían  por  escaleras  que  quitaban  para  evitar  que  subieran  las  personas 
que  vinieran  a  turbarlos. 

Aquí  se  ofrece  un  caso  análogo,  pues  por  medio  de  escaleras  se  su- 
bía a  esas  habitaciones.  Pero  ;por  qué  hemos  de  entender  que  son  neolí- 
ticas estas  cuevas?  El  dato  que  hay  para  esto  es  el  que  nos  ofreció  un  ar- 
tista, el  Sr.  Loredo,  que  exploró  en  los  riscos  de  Perales  de  Tajuña  algu- 
nas de  las  cuevas  de  mayor  altura  y  sacó  de  ellas  hachas  pulimentadas, 
es  decir,  pertenecientes  a   la  época   neolítica.  Por  consiguiente,  debemos 


414  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

creer  que  esa  ha  sido  una  forma  de  la  vida  neolítica  en  España;  pero  fuera 
de  esta  forma,  de  la  variada  serie  de  cabanas,  en  las  que  indudablemente 
ha  debido  vivir  el  hombre  neolítico  en  regiones  favorables  como  la  de 
nuestra  Patria,  nada  o  casi  nada  se  ha  encontrado. 

Por  otra  parte,  respecto  de  la  clasificación  de  las  antigüedades  neolí- 
ticas, las  divisiones  que  se  pueden  establecer  desde  el  punto  de  vista  cro- 
nológico, como  se  han  establecido,  como  acabamos  de  ver,  respecto  de 
las  paleolíticas,  son  muy  difíciles  de  establecer,  supuesto  que  carecemos 
de  toda  verdadera  guía  que  venga,  como  ocurre  con  los  datos  zoológicos 
y  geológicos  del  período  paleolítico,  a  suplir  hasta  cierto  punto  la  crono- 
logía escrita.  En  este  período  neolítico  no  nos  queda  otro  recurso  que  el 
examen  directo  de  las  mismas  obras,  por  cuyo  progresivo  perfecciona- 
miento y  mutua  comparación  poder  deducir  algún  dato  cronológico  de 
valor  sólo  muy  relativo.  Hay  que  añadir,  y  es  este  un  dato  muy  impor- 
tante, que  ya  desde  los  tiempos  neolíticos  España  es  muy  regionalista, 
porque  los  utensilios  y  demás  objetos  de  cada  una  de  las  distintas  re- 
giones apenas  ofrecen  semejanzas  con  los  pertenecientes  a  región  distin- 
ta, y  es  éste'un  hecho  que  en  muchos  casos  dificulta  extraordinariamente 
todo  intento  de  clasificación. 

Generalmente,  y  fuera  de  España,  se  establecen  tres  períodos  dentro 
de  la  edad  neolítica,  siendo  el  último  el  eneolítico,  en  el  que  aparece  ya 
el  cobre.  Respecto  de  Jos  metales,  es  interesante  recordar  que  en  la  cueva 
de  los  Murciélagos,  uno  de  los  hallazgos  más  importantes  de  la  edad  neo- 
lítica, de  cuyo  hallazgo  dio  cuenta  el  Sr.  Góngora  en  su  libro  Antigüeda- 
des prehistóricas  de  Andalucía,  se  encontraron,  además  de  muchas  pun- 
tas de  flecha,  algunos  cadáveres.  Los  cadáveres  estaban  juntos,  uno  de 
ellos  sentado  y  con  una  diadema  de  oro,  la  cual  se  conserva  en  el  Sacro- 
Monte  de  Granada.  Esa  diadema  de  oro  indudablemente  se  ha  trabajado, 
como  materia  maleable,  golpeándola  con  hachas  de  piedra;  pero,  al  fin  y 
al  cabo,  y  aunque  aquellos  hombres  desconociesen  el  valor  que  en  nues- 
tros tiempos  damos  al  oro,  es  indudable  que  lo  han  usado  y  que  lo  han 
empleado  como  un  adorno,  como  una  joya,  porque  han  visto  que  tenía 
brillo  y  era  una  cosa  bella.  Y,  sin  embargo,  los  hombres  de  la  cueva  de 
los  Murciélagos  no  han  conocido  todavía  el  cobre. 

El  período  eneolítico,  en  que  empieza  a  utilizarse  ya  el  cobre,  pero 
en  el  que  todavía  subsiste  la  industria  de  la  piedra,  ha  adquirido  tal  im- 
portancia en  España,  que,  como  hace  notar  Mélida,  casi  vamos  a  hacer 
con  él  otra  edad  prehistórica.  El  que  más  se  ha  ocupado  en  el  estudio 
de  este  período  eneolítico  en  España,  y  sobre  todo  en  Alemania  y  en 
todo  el  sureste  de  España,  que  es  donde  se  presenta  con  caracteres  más 
Siret.  Este  autor  hace   notar  («uno,  ya   hacia  el  final  del 


MEDICINA     ANTIGUA    Y    PRIMITIVA  415 

período,  se  advierte  una  corriente  de  una  civilización  bastante  refinada. 
El  término  de  ella  es  la  aparición  del  bronce;  pero  el  hombre  eneolítico 
siente,  indudablemente,  una  influencia  extraña.  El  primer  indicio  que  tuvo 
Siret  de  ello  fué  el  hallazgo  de  unos  ídolos  completamente  idénticos  a  los 
encontrados  en  Troya.  Hoy,  con  muy  buen  juicio,  y  gracias  a  la  rectifi- 
cación muy  acertada  de  Dechelette,  se  piensa  que  fueron  los  antehelenos, 
y  no  en  modo  alguno  los  fenicios,  los  que  dieron  origen,  o  por  lo  menos 
los  que  influyeron  en  esta  civilización  de  la  región  sureste  de  España.  La 
civilización  antehelénica  del  Mediterráneo,  de  la  que  se  ocupa  Garrison 
en  la  página  65  y  siguientes  del  primer  tomo  de  esta  obra,  con  sus  ex- 
pansiones marítimas,  ha  llegado  hasta  las  costas  de  España  y  ha  comu- 
nicado a  ésta  su  influjo.  Aquí  nos  encontramos,  como  dice  Mélida,  con 
un  pueblo  del  que  apenas  hay  referencias  históricas,  puesto  que  es  un 
pueblo  protohistórico. 

La  cronología  del  período  neolítico,  establecida,  principalmente  para 
Francia,  por  Dechelette,  se  divide  en  cuatro  períodos:  Del  primero  no  se 
conocen  ni  sepulturas  ni  dólmenes;  hay  hachas  talladas  y  hachas  pulimen- 
tadas de  figura  triangular,  y  cuya  sección  ofrece  dos  puntas  ojivales.  Al 
segundo  período  corresponden  dólmenes  sencillos,  hachas  más  bien  rec- 
tangulares que  triangulares  y  de  bordes  escuadrados.  Al  tercer  período 
pertenecen  los  dólmenes  llamados  caminos  cubiertos,  las  hachas  gruesas 
de  bordes  escuadrados  y  de  sección  cuadrada  en  la  parte  media,  y  bellos 
cuchillos  de  pedernal  con  mango.  El  cuarto  período,  en  fin,  es  el  de  los 
cofres  de  piedra,  las  hachas-martillos  perforadas,  los  bellos  cuchillos  de 
pedernal  con  mango  y  hoja  ancha. 

En  España,  según  Obermaier,  Bosch  Gimpera,  etc.,  se  admite  como 
principales  representaciones  de  la  transición  del  paleolítico  al  neolítico,  o 
sea  del  llamado  período  azilio-tardenoisiense,  la  cueva  de  la  Paloma  y  la 
del  Cueto  de  la  Mina  (Asturias)  y  las  cuevas  del  Castillo,  del  Valle,  Ras- 
caño,  etci  (Santander),  extendiéndose  también  esta  civilización  por  Vizca- 
ya y  algo  por  el  centro  de  la  Península,  como  lo  demuestran  los  hallazgos 
de  Aguilar  de  Anguita  y  los  de  Alcolea  del  Pinar,  en  la  provincia  de  Gua- 
dalajara, ambos  pertenecientes  al  final  de  la  cultura  capsiense,  íntimamen- 
te enlazada,  como  sabemos,  con  los  tipos  tardenoisienses.  También  se  han 
encontrado  cuevas  y  abrigos  en  Murcia  y  Albacete. 

Una  fase  más  avanzada  la  tenemos  en  Asturias,  cuya  importancia  en 
esta  fase  de  la  cultura  prehistórica  ha  dado  lugar  a  que  Obermaier  cree  la 
la  época  asturiense,  de  la  que  hay  ejemplos  en  las  cuevas  del  Penicial,  de 
Cueto  de  la  Mina,  Fonfría,  Mazaculos,  etc.,  y  en  Posadas,  encontrándose 
también  kiokkemmoedings,  pero  no  al  aire  libre,  ni  tampoco  en  el  inte- 
rior de  las  cuevas,  sino  a  la  entrada  de  las  mismas. 


4i6  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

Las  pinturas  y  grabados  de  la  edad  neolítica  pueden  dividirse  del 
modo  siguiente: 

I.°  Grupo  más  naturalista:  Pinturas  de  la  región  de  la  Laguna  de  la 
Janda  (Cádiz),  Los  Casijorros  (San  Lorenzo,  Jaén)  y  el  Peñón  de  la  Granja 
(Miranda  del  Rey,  Jaén);  las  Batuecas  (Salamanca). 

2.°  Grupo  más  estilizado:  Figuras  neolíticas  de  los  frescos  paleolíticos 
de  Cogul,  Alpera,  etc.  Figuras  esquemáticas  de  las  Batuecas,  la  Pileta 
(Benajoán,  Málaga),  Fuente-Caliente,  Aldeaquemada  y  otras  estaciones  de 
Sierra  Morena;  cueva  de  la  Granja  en  Jimena  (Jaén),  Vélez  Blanco  (Alme- 
ría), etc.  Grabados  de  la  Laja  de  los  Husos,  cerca  de  la  Laguna  de  la  Jan- 
da  (Cádiz),  de  la  Torre  de  Hércules  (Coruña),  de  la  Eira  dos  Mouros  (San 
Jorge  de  Pacos,  Pontevedra). 

3.0  Pinturas  del  eneolítico  avanzado:  Peña  Tú  (Puertas,  Asturias). 
Constituyen  un  interesante  problema  las  esculturas  de  las  cuevas  de  Mar- 
quinez  (Álava)  y  las  pinturas  que  se  han  supuesto  que  constituyen  ídolos 
eneolíticos  de  las  cuevas  de  Sepúlveda  (Segovia). 

De  los  monumentos  megalíticos,  el  primer  período,  constituido  por 
dólmenes  sencillos  de  cámara  poligonal,  generalmente  de  gran  tamaño  y 
sin  corredor  o  con  corredor  cubierto,  tiene  su  núcleo  principal  en  Portugal 
y  tal  vez  en  algún  punto  de  Galicia.  El  segundo  período  corresponde  al 
eneolítico  inicial,  y  también  presenta  sus  principales  representaciones  (se- 
pulcros de  corredor  desarrollado  y  galerías  cubiertas)  también  en  Portu- 
gal. El  tercer  período  de  los  anteriormente  indicados  ofrece  ejemplares  en 
Extremadura,  Salamanca,  Andalucía,  Guadalajara,  Navarra  y  Cataluña. 
Este  período  es  enolítico;  en  él  aparece  ya  usado  el  cobre;  presentan  pun- 
tas de  flecha,  de  base  muy  hendida. 

Corresponden  a  él  el  sepulcro  de  corredor  de  Lumbrales  (Salamanca), 
las  galerías  cubiertas  de  Carmona  (Sevilla),  los  sepulcros  de  cúpula  de 
Gor  (Granada),  loma  de  Belmonte  en  Mojacas,  llano  de  la  Atalaya  en 
Purchena,  Los  Millares  en  Gádor  y  Almizareque  en  Cuevas  (Almería).  Kn 
la  misma  Andalucía  hay  sepulcros,  sin  objetos  ni  material  prehistórico, 
pero  muy  interesantes  desde  el  punto  de  vista  arquitectónico  (cueva  de 
la  Pastora  en  Castilleja  de  Guzmán  (Sevilla),  Cueva  del  Romeral  en  Ante- 
quera). 

ComÓ  cuevas  propias  del  período  neolítico  puro  debemos  recordar 
la  cueva  de  la  Mujer  (Alhama  de  Granada),  la  de  los  Murciélagos  en  Al- 
buñol  (Granada),  la  de  Boquique  en  Plasencia  (Cáceres),  y  cueva  Lóbrega 
MI   Logroño. 

5e  ha  discutido  mucho  la  existencia  de  palafitos  en  España,  querien- 
do admitir  como  tal  el  poblado  de  Caldas  de  Malabella  y  algunos  hallaz- 
gos de  Galicia  y    Valencia.    Son  notable!    los    poblados    de   Los    Millares 


MEDICINA     ANTIGUA     Y    PRIMITIVA  417 

(Gádor)   y   Almizareque   (Cuevas),   ambos    en   la   provincia   de  Almería. 

Como  sepulcros  de  la  época,  pero  no  megalíticos:  Encinasola  (Huelva), 
VéTez-Blanco  (Almería)  y  Monte- Alegre  (Albacete).  Del  período  eneolíti- 
co son  extraordinariamente  notables  el  de  Valderrobres,  que  consta  de 
una  fosa  con  varios  cadáveres,  y  el  de  Calaceite,  ambos  en  Teruel.  Con- 
tienen puntas  de  flechas  de  sílex,  de  tipo  avanzadísimo,  en  Valderrobres 
clavadas  en  los  cráneos. 

Con  el  período  eneolítico  y  la  edad  del  bronce  se  relaciona  el  proble- 
ma de  la  explotación  de  las  minas  de  cobre  de  España,  que  debió  comen- 
zar por  las  de  Almería  y  Sur  de  Portugal. 

A  la  edad  del  bronce  corresponden  unas  sepulturas  especiales  análo- 
gas a  las  nuragas  de  Cerdeña  y  a  las  giganteyas  de  Malta;  son  los  talayot 
(atalayas).  Son  numerosos  en  Menorca,  cerca  del  mar,  y  aparecen  dis- 
puestos en  forma  que  los  unos  dominan  a  los  otros.  Son  osarios  en  los 
que  se  depositaban  los  huesos,  y  se  relacionan  con  la  costumbre  existen- 
te, según  Silio  Itálico,  de  exponer  los  cadáveres  a  las  aves  de  rapiña  y 
echar  después  los  huesos  a  los  osarios.  La  exposición  de  los  cadáveres 
debía  hacerse,  en  las  Baleares,  en  las  úau¿as,  monumentos  megalíticos 
muy  curiosos,  compuestos  de  una  piedra  horizontal  sostenida  por  otra 
vertical  y  a  bastante  altura  para  que  no  alcance  una  persona.  En  la  Pen- 
ínsula hay,  en  esta  época,  las  construcciones  ciclópeas,  restos  de  las  pri- 
mitivas murallas  de  Tarragona,  restos  de  las  de  Gerona,  Sagunto,  de  las 
primitivas  de  Barcelona,  el  castillo  de  Ibros  (Jaén),  el  castillo  ibérico  des- 
cubierto por  el  marqués  de  Cerralbo  en  Santa  María  de  Huerta  y  algunos 
restos  de  una  ciudad  fortificada  cerca  de  Fregenal  de  la  Sierra,  etcétera, 
etcétera. 

Según  Bosch  y  Gimpera,  y  en  contra  del  modo  de  pensar  de  Mélida, 
Siret  y  otros,  hay  que  admitir  una  completa  independencia  de  la  evolu- 
ción cultural  española  en  este  período,  respecto  de  los  centros  de  cultura 
antehelénica.  Los  sepulcros  de  cúpula  españoles  son  muy  anteriores  a  los 
de  Micenas,  y  los  ídolos  de  piedra  neolíticos  y  la  cerámica  de  El  Algar, 
etcétera,  no  tienen  analogía  con  nada  de  Minos  ni  de  Creta. 

EDAD  DEL  HIERRO 

Dividida,  en  Europa,  en  dos:  la  primera,  representada  por  los  hallaz- 
gos del  cementerio  de  Hanstadt,  en  Austria  (900  a  500  años  antes  de  Je- 
sucristo), y  la  segunda,  por  los  famosos  hallazgos  de  La  Teñe,  en  Suiza 
(300  años  antes  de  Jesucristo).  El  marqués  de  Cerralbo  ha  encontrado 
una  serie  de  necrópolis  ibéricas  en  Guadalajara  y  Soria,  con  hallazgos  co- 
rrespondientes a  ambas  edades. 

Historia  de  t,a    Medicina.  —  Tomo  TI  27 


4i8  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

Los  fenicios  influyen  en  el  sur  y  los  griegos  en  el  este  de  España.  Son 
muy  interesantes  las  excavaciones  de  Ampurias  (fundada  por  los  fóceos 
de  Marsella  hacia  598-541  antes  de  Jesucristo).  Los  hallazgos  del  centro 
de  la  meseta  castellana  tienen  mucha  analogía  con   la  edad  de  La  Téne. 

Muy  importantes  los  hallazgos  fenicios:  sarcófago  de  Cádiz  (siglo  v  an- 
tes de  Jesucristo),  con  gran  influjo  griego;  sepulturas  de  Carmona  (si- 
glo vil  antes  de  Jesucristo),  de  Ampurias,  Ibiza,  Numancia,  etc.  Escultu- 
ras griegas  en  bronce  encontradas  en  la  provincia  de  Murcia.  Huevos  de 
avestruz  pintados,  de  influjo  egipcio,  transmitido  por  los  fenicios. 

Al  propio  tiempo  existe  un  arte  indígena  sumamente  interesante,  al 
que  pertenecen  el  toro  de  Balazote,  de  influencia  caldea  o  asiría,  lo  mis- 
mo que  el  león  de  Bocairente,  el  león  de  Mérida,  etc.  La  más  hermosa  de 
estas  esculturas  es  el  busto  de  Elche,  actualmente  en  el  Louvre  de  París, 
que  corresponde  en  su  tipo  a  la  primitiva  escultura  griega.  Como  imita- 
ciones deben  mencionarse  las  estatuítas  del  cerro  de  los  Santos  y  las  figu- 
rillas en  bronce  del  santuario  de  Despeñaperros,  así  como  los  otros  ob- 
jetos, como  fibulas,  broches,  lámparas,  vasos,  etc.,  de  los  que  tantos  y  tan 
interesantes  ejemplares  van  descubriéndose  en  España. 

Toda  esta  enorme  riqueza  prehistórica  de  nuestra  Patria  es,  como  he- 
mos visto,  de  hallazgo  reciente.  Esto  explica  el  que  los  estudios  de  la  me- 
dicina prehistórica  no  hayan  dado  todavía  fruto;  pero  a  la  vez  hacen  es- 
perar el  que  en  plazo  no  remoto  han  de  darlo,  y  a  nuestro  juicio  de  gran 
valor. 

No  podemos  extendernos  más  en  este  asunto,  pero  con  lo  dicho 
creemos  haber  demostrado  lo  mucho  que  ofrece  de  particular  y  propio 
la  prehistoria  en  España. 

También  la  medicina  popular  es  extraordinariamente  interesante,  pero 
tampoco  ha  sido  debidamente  estudiada.  Hace  algunos  años,  de  1883 
a  1880,  empezó  a  publicarse  en  Sevilla,  y  luego  en  Madrid,  una  obra  que 
llevaba  el  título  de  Folk-Lore:  «Biblioteca  de  las  tradiciones  españolas»,  y 
en  ella  se  estudiaban  las  costumbres  andaluzas,  por  Montoto;  los  cuentos 
populares  españoles,  por  Antonio  Machado;  las  supersticiones  andaluzas 
populares,  por  Guichot;  el  mito  del  basilisco,  por  este  mismo  autor;  el 
folk-lore  madrileño,  por  Olavarría;  los  juegos  infantiles  de  Extremadura, 
por  Hernández  del  Soto;  el  folk-lore  gallego,  por  Emilia  Pardo  Bazán;  el 
cancionero  popular  gallego,  por  Pérez  Ballesteros;  el  folk-lore  asturiano, 
por  Giner  Arribau,  etc.  Este  interesante  estudio,  en  el  que  había  algunos 
datos  de  gran  valor  desde  el  punto  de  vista  de  la  medicina  popular,  ha 
quedado  desgraciadamente  interrumpido.  En  este  mismo  sentido  han 
trabajado  también  en  España  Rodríguez  Marín,  Menéndez  Pidal,  Costa, 
Menéndez  Pelayo  y  algunos  otros. 


MEDICINA     ANTIGUA     Y     PRIMITIVA  419 


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420  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

II.— ÉPOCA  ROMANA 

Entre  los  españoles  notables,  desde  el  punto  de  vista  de  la  historia  de 
la  Medicina,  en  este  período  deben  ser  citados  los  Sénecas   y  Columela. 

Lucio  Anneo  Séneca  nació  en  Córdoba  en  el  año  4  de  nuestra  era. 
En  sus  cartas  habla  con  gran  independencia  de  juicio  de  la  producción 
de  las  enfermedades  por  el  lujo  y  la  ociosidad,  por  el  abuso  de  los  baños 
demasiado  calientes  y  de  los  medicamentos,  y  recomienda,  como  trata- 
miento, la  sobriedad  y  el  vivir  al  aire  libre.  Censura  con  amargas  pala- 
bras a  los  charlatanes  y  curanderos;  pero  tiene,  en  cambio,  en  una  de  sus 
más  hermosas  obras  (De  beneficiis,  libro  VI),  frases  de  gran  elogio  para 
los  buenos  médicos. 

En  todas  las  obras  de  Séneca  se  revela  una  inteligencia  poderosa  y 
brillante,  inclinada,  de  un  lado,  a  buscar  las  galas  de  la  forma  y  los  aplau- 
sos de  la  multitud,  y,  de  otro,  educada  en  la  severidad  del  juicio  y  del  ra- 
zonamiento. De  esto  se  deducen  sus  buenas  cualidades  y  sus  defectos: 
profundo  conocimiento  del  corazón  humano,  hasta  sus  más  recónditos 
sentimientos;  expresión  feliz  y  enérgica  de  las  impresiones  psíquicas,  y, 
en  cambio,  rebuscamiento,  en  ocasiones,  de  la  frase  y  afán  por  las  antíte- 
sis y  las  metáforas.  En  Filosofía  no  fué  exclusivamente  estoico,  sino  que 
supo  dejar  a  un  lado  las  exageraciones  y  paradojas  de  aquella  escuela, 
tomando  de  las  otras  lo  que  en  ellas  encontraba  bueno,  con  una  tenden- 
cia, romana  y  española  a  la  vez,  inspirada  en  el  buen  sentido  y  en  la  con- 
ciencia de  las  enseñanzas  de  la  experiencia  y  de  la  vida. 

Marco  Anneo  Séneca,  hermano  mayor  del  anterior,  y  como  él  nacido 
en  Córdoba  y  educado  en  Roma.  Es  citado  por  Plinio,  en  su  Historia 
Natural,  como  uno  de  los  autores  de  que  se  había  valido  para  escribir 
acerca  de  las  medicinas  que  se  hacen  con  las  plantas  que  se  siembran  en 
los  huertos. 

L.  Giunio  Modekato  Columella  nació  en  Cádiz,  siendo  contemporá- 
neo de  los  Sénecas.  Es  autor  de  la  obra  De  re  rustica,  en  1 2  libros,  y  de 
otra  De  arboribus,  que  formaba  parte  de  un  trabajo  más  extenso.  Es  un 
escritor  apasionado  de  los  estudios  agrícolas,  que  lamenta  el  abandono  en 
que  los  habían  dejado  los  romanos. 

III.- ÉPOCA  VISIGODA 

So  observa  una  gran  decadencia  de  la  cultura,  incluso  en  aquellos 
(  cntros  que,  como  Córdoba,  habían  sido  notables  por  su  intelectualidad 
en  los  tiempos  romanos.    El  arte  médico  desciende  a  ser  un  oficio.  En  el 


MEDICINA     ÁRABE  421 

Derecho  visigodo  se  encuentran  regulados  los  honorarios  y  los  debe- 
res de  los  médicos,  así  como  señaladas  también  las  penas,  a  veces  muy 
severas,  en  que  incurrirían  en  el  caso  de  faltar  a  éstos. 

Como  ejemplo  de  la  intervención  del  clero  en  la  Medicina  en  aquellos 
tiempos  se  cita  siempre  la  operación  cesárea,  efectuada  por  el  obispo  Pau- 
lus  de  Mérida  (530-560?)  y  la  fundación  de  un  hospital  en  la  misma  ciu- 
dad por  otro  obispo,  Masona  (5 80).  Mérida  es  la  ciudad  más  importante, 
y  en  ella  se  notan  las  influencias  griegas  y  bizantinas. 

San  Isidoro  de  Sevilla  (570-636)  está  reputado,  con  razón,  como  el 
hombre  más  sabio  de  su  época.  Su  obra  más  importante  es  las  Etimolo- 
gías (Originum  s.  Etymologiarum  libri  XX,  ed.  Friedr.  Wilh.  Otto.  Lips. 
1883,  m  Lindemanns  Corp.  grammaticor  latin  veter.,  Tom.  Ill,  y  además 
en  la  edición  completa  de  Arévalo,  Roma,  1797-1803).  Es  una  enciclope- 
dia que  abarca  todos  los  ramos  del  saber,    incluso  la  medicina  (libro  4.0). 

IV.— MEDICINA  ÁRABE 

Se  encuentra   muy   bien  estudiada    por  Garrison  (i),   y   no  creemos 
dada  la  falta  de  espacio  de  que  disponemos,  necesario  insistir.  Únicamen- 
te diremos  que  la   época  del  Califato  de   Córdoba    (755-I03I)    puede,  en 
justicia  y  desde  el  punto  de  vista  de  la  civilización,  calificarse  de  edad  de 
oro,  y  a  Córdoba  designársele  con  el  nombre  de  la  Bagdad  de  Occidente 
Con  Ja  venida  de  los  árabes,   y  sobre  todo  bajo  el  cetro    de  los  Omnia 
das,  experimentó  España  un  considerable   aumento  en  su  riqueza  econó 
mica  (traída  de  plantas  útiles,  bellas  y  alimenticias   de  Asia  y  de  África 
crianza  de  animales  domésticos;  construcción    de  caminos,  jardines  y  ca 
nales;  progresos  de  la  industria,  especialmente  en  tejidos,  sedería,  borda- 
dos, cerámica,  cueros,  afamados   en  todo  el  mundo,  etc.).  La  belleza  del 
clima  de  Andalucía  influye  notablemente  en  la  cultura  y  en  el  arte  árabes, 
comunicándoles  una  poesía   y  un   encanto   especiales,  de  que  carecía  en 
Oriente. 

Abderramán  III  eleva  el  califato  español  a  su  más  brillante  altura,  re- 
cibe embajadas  del  emperador  de  Bizancio  y  de  Otón  I  de  Alemania; 
aumenta  considerablemente  la  riqueza  de  su  reino  y  protege  más  aún  que 
sus  antecesores,  a  los  artistas,  poetas,  sabios  y  médicos.  Ya  en  su  tiempo 
celebraban  los  sabios  reuniones  científicas.  Hakam  II  lleva  a  Córdoba,  re- 
munerándoles regiamente,  los  sabios  más  notables  de  Bagdad;  él  mismo 
tomaba  parte  en  las  discusiones  científicas;  era  muy  aficionado  a  la  lectu- 


(1)     Tomo  I,  páginas  118  y  siguientes. 


422  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

ra,  habiendo  dejado  notas  muy  discretas  en  los  numerosos  escritos  que 
leía;  hizo  comprar  en  todas  partes,  y  por  fabulosas  sumas,  gran  número 
de  libros,  fundando  la  biblioteca  de  Córdoba,  que  poseía  varios  cientos 
de  miles  de  obras;  creó  una  Academia,  cuyos  miembros  debían  ocuparse 
especialmente  de  Historia,  Historia  de  la  Literatura  y  Ciencias  Naturales, 
así  como  un  gran  número  de  escuelas  populares  (en  Córdoba,  27).  ¡Nunca 
había  llegado  en  el  mundo  la  cultura  a  tan  alto  grado! 

Todavía  en  el  siglo  xn  tenía  la  España  árabe  70  bibliotecas  públicas 
y  1/  escuelas  superiores.  No  sólo  en  Córdoba,  sino  también  en  Almería, 
Murcia,  Málaga,  Granada  y  Valencia,  la  asistencia  a  las  escuelas  elemen- 
tales era  obligatoria  para  todos  los  niños  desde  los  seis  años.  Los  sabios 
y  los  hombres  amantes  del  saber  daban  conferencias  y  clases  libres  acer- 
ca de  diversos  problemas  científicos.  Estos  profesores  vivían  de  ordinario 
del  ejercicio  de  otra  profesión  (lectores  del  Corán,  predicadores,  jueces, 
médicos,  comerciantes,  etc.).  Únicamente  en  la  época  de  la  decadencia  em- 
piezan las  fundaciones  y  testamentarías  a  crear  establecimientos  bien  dota- 
dos dedicados  a  las  diversas  enseñanzas  (especialmente  para  Teología,  Ju- 
risprudencia. Filosofía  y  Gramática).  Reciben,  en  general,  estos  estableci- 
mientos el  nombre  de  «Medresen».  Estaban  unidos  a  las  mezquitas  y  te- 
nían grandes  bibliotecas,  salas  de  lectura  y  habitaciones  para  los  maes- 
tros. Existieron  17  en  España. 

El  florecimiento  de  esta  cultura  árabe,  que  tal  vez  no  tenga  analogía 
en  el  mundo  mas  que  con  la  civilización  griega,  pues  sobrepujó  notable- 
mente en  vitalidad  y  en  multiplicidad  de  aspectos  a  la  de  la  Roma  impe- 
rial, y  en  extensión  a  todas  las  civilizaciones  anteriores,  se  mantuvo  hasta 
el  siglo  xi  y  aun  parte  del  xn.  El  siglo  xiu,  con  la  caída  del  califato  de  Cór- 
doba en  1236,  es  el  de  la  definitiva  decadencia.  A  ella  ha  contribuido  princi- 
palmente la  feroz  intransigencia  religiosa  de  los  almorávides  y  almohades. 

En  esta  vida  cultural  han  desempeñado  un  papel  muy  importante  los 
judíos,  que  hasta  la  conquista  de  España  por  los  árabes  habían  estado 
muy  oprimidos  por  los  visigodos.  Bajo  el  dominio  árabe  encontraron  una 
gran  tolerancia  y  pudieron  desplegar  libremente  todas  sus  actividades,  al- 
canzando muchos  de  ellos  puestos  elevados  en  la  corte  (visires,  embaja- 
dores, etc.).  Sus  grandes  conocimientos  lingüísticos  les  hacían  muy  útiles 
para  la  difusión  de  la  cultura,  y  por  sus  estudios  se  hicieron  muy  pronto 
notables  en  diferentes  aspectos  de  la  ciencia,  como  filósofos,  médicos  y 
poetas  (In\  Gabirol,  Jbhuda  Ha-Lvvi,  Maimónides,  etc.).  En  notable  con- 
traste con  el  notable  influjo  que  ejercen  en  Oriente  los  nestorianos  y  los 
sirios,  alcanzan  muv  escasa  significación  para  la  cultura  árabe  los  cristia- 
nos españoles,  a  causa  de  (pie,  en  general,  el  clero  en  España  era  mucho 
más  ignorant'-  que  en  (  oriente. 


LOS     BENEDICTINOS  413 


V.-LOS     BENEDICTINOS 

En  la  cultura  española  ejercen  notable  influjo  los  frailes  franceses,  y 
muy  especialmente  los  monjes  de  Cluny,  y  posteriormente  los  de  Citeaux 
que  vinieron  a  España  con  el  fin  de  reorganizar  los  conventos  y  ejercieron 
bien  pronto  una  marcada  influencia  en  todos  los  órdenes  de  la  vida,  subs- 
tituyendo el  rito  muzárabe  por  el  rito  latino  e  introduciendo  grandes  no- 
vedades en  las  costumbres  y  en  la  cultura.  Su  influencia  se  marca  espe- 
cialmente durante  el  reinado  de  Alfonso  VI.  Toledo,  reconquistado  por 
este  rey  en  1085,  llega  pronto  a  eclipsar,  como  centro  cultural,  a  Córdo- 
ba, siendo  famoso  por  sus  médicos,  sus  filósofos,  sus  teólogos  y  sus  ma- 
gos, y,  sobre  todo,  por  su  escuela  de  traductores  y  comentadores,  funda- 
da por  el  arzobispo  Raimundo.  Acuden  bien  pronto  a  Toledo  los  sabios 
de  todos  los  países,  figurando  entre  ellos  Pedro  el  Venerable,  abad  de 
Cluny,  que  ordena  hacer  a  un  judío  la  primera  traducción  del  Corán;  el 
médico  Gerardo  de  Cremona  y  Harman,  el  alemán.  El  arcediano  de  Sego- 
via, Dominico  Gondisalvo,  recopila  y  organiza  esta  erudición  toledana, 
publicando  una  obra  en  la  que  aparece  como  el  más  lógico  y  el  más  radi- 
cal de  los  panteístas  de  la  Edad  Media.  Para  algunos  escritores,  Gondi- 
salvo viene  a  constituir,  con  Alfonso  X  el  Sabio,  la  más  alta  represen- 
tación del  pensamiento  y  de  la  ciencia  castellanos.  La  enseñanza  comienza 
a  organizarse.  En  los  últimos  años  del  siglo  xn  funda  Alfonso  VIII  la 
primer  Universidad  española,  la  de  Palencia.  Alfonso  IX  funda,  hacia 
12 1 5,  la  famosa  Universidad  de  Salamanca,  favorecida  con  privilegio  por 
Fernando  III  el  Santo  en  1243,  y  con  bula  pontificia  en  1255-  El  mismo 
Fernando  III  establece  en  Valladolid  unos  Estudios  generales  sobre  la 
base  de  los  eclesiásticos  que  existían  desde  1095  por  creación  del  conde 
Ansúrez,  fundador  de  la  Iglesia  Abacial.  El  rey  concedió  IO.OOO  marave- 
dises y  nombró  profesores  de  Derecho  y  de  otras  materias.  Desde  este 
momento  puede  decirse  que  queda  establecida  en  España  la  enseñanza  su- 
perior en  Castilla,  cuyo  gran  desarrollo  corresponde  a  la  segunda  mitad 
del  siglo  xiii  y  años  posteriores. 

En  1255,  Alfonso  el  Sabio  obtiene  del  papa  Alejandro  IV  una  bula 
para  constituir  una  Academia  de  Medicina,  a  la  que  acudían  médicos  ve- 
nidos de  Córdoba  y  de  Toledo  para  dar  una  enseñanza  cuya  base  estará 
formada,  esencialmente,  por  el  Canon  de  Avicenas  y  el  Colliget  de  Ave- 
rroes. 

En  1067,  el  Cid  había  fundado  el  lazareto  de  Palencia.  De  1212  es  la 
fundación,  por  los  monjes  del  Cister,  de  hospitales  en  Burgos,  y  de  1 2 14 
la  creación  de  los  hospitales  de  las  órdenes  de  San  Antonio  y  San  Lázaro. 


/ 


424 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


En  el  siglo  xn  se  instituyeron  en  Zaragoza,  para  peregrinos  y  enfermos, 
los  hospitales  de  San  Bartolomé,  La  Seo  y  San  Pablo,  además  de  una  le- 
prosería. En  Cuenca,  el  de  Caballeros  de  Santiago  y  el  de  San  Antón,  y 
en  León,  otro  para  peregrinos.  En  el  siglo  xm  se  fundan  los  hospitales 
para  la  enfermedad  llamada  fuego  de  San  Antonio  (ergotismo),  siendo  los 


Raimundo  Lulio  (1235-13x5) 

más  notables  los  de  Castrojeriz  y  Hurgos.  En  Valladolid  se  fundan  los 
hospitales  de  San  Lázaro,  en  la  orilla  derecha  del  Pisuerga,  y  los  de  San- 
ta María  de  Esguova,  Todos  los  Santos,  San  Pedro  Mártir,  1).  Pedro  Mago 
y  I).  Ñuño  Pérez. 

De  las  grandes  figuras  de  la  Medicina  y  la  Filosofía  en  Cataluña,  \k- 
NALDO  DE  VlLLANOVA  y  Raimundo  Luuo,  se  ocupa  ya  Garrison  en  el  primer 
tomo  de  esta  obra  (l);»así  que,  faltos  de  espacio  y  tiempo,  renunciamos, 
con  gran  sentimiento,  a  ocuparnos  de  ellos  eon  la  extensión  que  mere- 
cen (2). 


Página  154. 

■    Menéndez  y  Pelayo:  La  ciencia  española,  1889;  tomo  III.  pág.  28 


LA    .MEDICINA    ESPAÑOLA    EN    EL    SIGLO    XV  425 


VI. -LA  MEDICINA  ESPAÑOLA  EN  EL  SIGLO  XV 

El  siglo  xv,  en  el  que  termina  la  Edad  Media,  se  señala  en  España  por 
importantes  progresos  que  preparan  y  anuncian  el  gran  siglo  o  edad  de 
oro.  Es  este  un  período  de  organización,  unificación  y  concentración,  y 
en  él  se  han  producido  grandes  acontecimientos,  como  la  unión  de  Aragón 
y  Castilla,  la  conquista  de  Granada  y  el  descubrimiento  de  América.  En 
1474  traen  los  alemanes  la  imprenta  a  Barcelona. 

El  edicto  de  1492,  por  el  cual  Fernando  el  Católico  priva  a  España  de 
todos  los  recursos  de  la  cultura  semita,  constituyó  indudablemente  una 
grave  falta.  Sin  embargo,  podemos  afirmar  que  sus  consecuencias  no  fue- 
ron, en  realidad,  tan  desastrosas  como  lo  hubieran  sido  de  no  haber  con- 
quistado Mahomed  II  a  Constantinopla  cuarenta  años  antes.  La  ciencia  de 
los  árabes  y  de  los  judíos  iba  a  perderse  para  España;  pero  ya  nos  encon- 
trábamos con  la  de  los  griegos  para  reemplazarla.  Hay  que  considerar,  en 
efecto,  que  el  reino  de  Ñapóles,  donde  fueron  a  refugiarse  los  sabios  de 
Constantinopla  en  su  mayor  parte,  pertenecía  entonces  al  reino  de  Ara- 
gón. Así,  la  victoria  de  los  turcos  en  Oriente,  por  una  especie  de  parado- 
ja, venía  a  dar  un  golpe  decisivo  al  arabismo  en  Occidente.  Ilustres  eru- 
ditos españoles,  como  Arias  Barbosa,  Reinoso  y  otros,  salieron  de  las  es- 
cuelas greco-latinas.  Hay  quien  opina  que  esta  intrusión  brusca  de  la  cul- 
tura bizantina  en  el  mundo  moderno  que  comenzaba  a  formarse  tuvo  el 
inconveniente  de  detener  a  éste  en  las  vías  del  progreso  adonde  le  guia- 
ban los  libres  espíritus  de  Dante  y  de  Petrarca,  para  lanzarle  de  nuevo 
hacia  el  pasado.  Sea  de  esto  lo  que  quiera,  lo  que  podemos  afirmar  es  que 
el  año  1453,  con  la  toma  de  Constantinopla,  marca  una  radical  mudanza 
en  la  cultura  y  señala,  por  tanto,  el  término  de  lá  Edad  Media. 

En  esta  época,   España  comienza  a  organizar  seriamente  la  enseñanza 
la   práctica  de  la  medicina.  Ya  a  fines  del  siglo  xiv,  D.  Juan  I  había'in- 
tentado  legalizar  esta  profesión,  hasta  entonces  abandonada  en  manos  de 
nnumerables  charlatanes;  pero  son  realmente  sus  sucesores  Enrique  III  el 
Doliente  y  D.  Juan  II,  los  que  comienzan  a  fundar  verdaderamente  la  le- 
gislación médica.  Enfermizos  uno  y  otro,  se  rodean  de  los  mejores  médi- 
cos  de  su  época,  sufriendo  la  beneficiosa  influencia  de  los  mismos.  Don 
uan  II  crea,  por  decreto  de  1422,  un  Tribunal  de  Alcaldes  y  Examinado- 
es  especiales  para  apreciar  la  competencia  de  los  que  pretendan  consa- 
grarse a  la  ciencia  de  curar.  Alfonso  Chirino.    y  más  tarde  Fernán   Gó- 
iez,  llamado  el  Bachiller  de  Ciudad  Real,  y  a  quien  se  ha  supuesto  erró- 
■¡'■a  mente  autor  del  Centón  epistolario,  desempeñan  las  funciones  de  proto- 
"nédicos,  es  decir,  de  alcaldes  y  examinadores  mayores  de  los  físicos  y  ci- 


426  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

rujanos  de  los  reinos  y  señoríos  de  España.  Enrique  IV  confirma  estas 
prerrogativas  y  fueros,  que  los  Reyes  Católicos,  a  su  vez,  ratifican  por  Ley 
de  30  de  marzo  de  1477- 

Los  privilegios  concedidos  a  los  médicos  fueron  tan  grandes,  que  los 
procuradores  de  las  Cortes  reunidas  en  Zamora  en  1 43  2  y  en  Madrigal  en 
1438  elevaron  al  rey  una  queja  acerca  de  esto  que  ellos  consideraban 
como  un  exceso;  pero  las  Ordenanzas  reales  de  1435  y  de  1438  demues- 
tran que  los  soberanos  no  modificaron  en  nada  estos  privilegios.  Uno  de 
éstos,  concedido  al  Tribunal  del  Protomedicato,  era  que  ninguna  autori- 
dad civil  ni  de  ningún  otro  género  podría  intervenir  en  los  asuntos  de  la 
Facultad.  Los  médicos  fueron,  por  consiguiente,  en  España  aquellas  per- 
sonas a  quienes,  en  primer  término,  se  aplicó  una  jurisprudencia  especial, 
supuesto  que  este  Tribunal  del  Protomedicato  data  de  1422,  en  tanto  que 
el  Consejo  Real  y  la  Cnancillería  de  Valladolid  no  fueron  creados  hasta 
1442;  la  Cnancillería  de  Ciudad  Real,  en  J494;  la  de  Granada,  en  1505;  el 
Consejo  de  Indias,  en  1 5 1 1  y  modificado  en  1 5 24;  el  Tribunal  de  la  Inqui- 
sición, en  1483;  el  Tribunal  de  Cruzadas,  en  1509,  y  el  Consejo  de  Ha- 
cienda, en  1602. 

Al  propio  tiempo,  iban  fundándose  nuevas  Universidades.  La  de  Va- 
lencia, en  141 1 ;  la  de  Barcelona,  en  1450;  la  de  Zaragoza,  en  1474;  la  de 
Mallorca,  en  1483,  y,  finalmente,  en  el  último  año  del  siglo,  la  de  Alcalá 
de  Henares,  que  llega  pronto  a  ser  rival  de  la  de  Salamanca,  por  el  Carde- 
nal Cisneros. 

Las  instituciones  sanitarias  y  filantrópicas  se  multiplican  notablemen- 
te, hasta  el  extremo  de  que  desde  este  punto  de  vista  España  va  por  de- 
lante de  todos  los  restantes  pueblos  de  Europa.  La  higiene  ha  realizado 
en  nuestra  Patria  sus  primeros  grandes  progresos.  La  limpieza  pública  e 
individual  era  entonces,  y  al  contrario  de  lo  que  más  tarde  ha  ocurrido, 
objeto  de  más  cuidados  que  en  ningún  otro  país.  No  debemos  olvidar  que 
muchos  autores  atribuyen  a  los  españoles  dos  inventos  importantes  desde 
el  punto  de  vista  de  la  higiene  y  de  la  limpieza:  la  camisa  y  el  te- 
nedor. 

Los  asilos  de  alienados,  o  casas  de  orates,  como  se  llamaban,  se  fun- 
dan en   1409  en  Valencia,  en  1425  en  Zaragoza,  en  1436  en    Sevilla  y  en 
1473  en  Toledo.    La    fundación  de   manicomios  en    Inglaterra,   Francia  y 
Vlemania  es  muy  posterior. 

La  mor  berta,  establecida  en  Mallorca  durante  la  epidemia  de  peste 
de  1474,  inaugura  en  España  el  sistema  de  cuarentenas,  que  se  había  ini- 
ciado en  Venecia  (1403),  Marsella  (1383)  y  Ragusa  (1377)  [i]. 

(1 )  « >in«»  I  de  k  sta  ni  ira,  pág.  1 82. 


LA  MEDICINA  ESPAÑOLA  EN  EL  SIGLO  XV  427 

Las  leproserías  se  multiplican  en  el  siglo  x.v,  y  su  dirección  no  corres- 
ponde ya  al  clero,  sino  a  los  llamados  alcaldes  de  lepra. 

Isabel  la  Católica  instituye  los  primeros  servicios  de  hospitales  milita- 
res en  campaña,  como  se  desprende  de  los  escritos  de  Hernán  Pérez  del  / 
Pulgar  y  de  los  términos  muy  explícitos  de  una  carta  en  latín  escrita 
en  1489,  por  Pierre  Martyr  d'Angleria  al  cardenal  de  Milán.  Por  último, 
tenemos  que  mencionar  la  creación  de  los  médicos  de  cámara,  destina- 
dos al  servicio  de  los  reyes.  En  esto  último,  España  no  ha  hecho  mas  que 
copiar  las  costumbres  de  la  corte  de  Borgoña.  Los  médicos  de  cámara, 
según  afirman  documentos  conservados  en  el  Archivo  de  Simancas,  te- 
nían que  pertenecer  a  la  nobleza. 

Por  lo  que  respecta  al  estudio  de  la  Anatomía,  se  conceden  a  los  mé- 
dicos algunas  facilidades  para  su  estudio.  Ya  en  1 240  parece  que  Fernan- 
do III  el  Santo  había  creado  una  cátedra  en  la  Universidad  de  Palencia, 
cátedra  que  fué  trasladada  a  Salamanca  por  Alfonso  el  Sabio.  Se  practica- 
ba entonces  la  disección;  pero,  según  Adeva  y  Pacheco,  fuera  de  la  ciudad, 
en  un  sitio  próximo  a  la  ermita  de  San  Nicolás,  probablemente  en  un  ce- 
menterio. Los  médicos  juzgaban  más  prudente  ir  a  disecar  allí  que  en  la 
ciudad,  en  donde  la  fuerza  de  los  principios  religiosos  se  lo  hubiese  segu- 
ramente impedido.  Sea  de  esto  lo  que  quiera,  lo  positivo  es  que  ya  en  el 
siglo  xv  los  Reyes  Católicos  no  sólo  autorizaban  la  disección,  sino  que 
imponían,  por  su  decreto  de  1488,  la  pena  de  mil  sueldos  a  todo  el  que 
se  atreviese  a  impedir  una  disección.  Es  muy  posible  que  ninguna  otra  na- 
ción de  Europa  cuente  con  una  medida  análoga  en  aquella  época.  A  pesar 
de  ello,  los  progresos  de  la  Anatomía  no  son  demasiado  grandes;  las  ideas 
fisiológicas  siguen  siendo,  poco  más  o  menos,  las  de  los  árabes,  que  cono- 
cían muy  mal  la  estructura,  y,  por  consiguiente,  la  fisiología  de  los  órga- 
nos, a  causa  de  estarles  prohibido  rigurosamente  por  el  Corán  la  abertura 
de  los  cadáveres.  Por  lo  que  se  refiere  a  la  Cirugía,  abandonada  desde 
hace  muchos  años  en  manos  de  los  barberos,  no  comienza  a  perfeccionar- 
se hasta  el  año  1 490,  aproximadamente,  fecha  en  que  Antonio  Amiguet, 
doctor  en  Barcelona,  y  Juan  Vals  establecen  una  escuela  para  la  enseñan- 
za técnica.  Hasta  aquella  fecha  los  estudiantes  de  Salamanca  no  aprendían 
mas  que  a  aplicar  las  curas  y  los  vendajes  en  un  maniquí  articulado.  La 
única  obra,  en  este  sentido,  que  merece  señalarse  es  la  Cirugía  rimada, 
escrita  en  verso  en  141 2  por  Diego  Cobo,  de  ideas  extraordinariamente 
arabistas. 

Los  médicos  españoles  del  siglo  xv  se  ocupan  de  la  terapéutica  en  sen- 
tido polifármaco.  Diego  Alvarez  Chauoa,  compañero  de  Cristóbal  Colón 
en  su  segundo  viaje,  y  Maestre  Rodrigo  Fernández  dan  a  conocer  las 
propiedades  de  algunas  de  las  plantas  del  Nuevo  Mundo-.  Alfonso  Chiri- 


428  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

no,  de  Guadalajara,  abad  de  Alcalá,  primer  médico  de  Juan  II,  alcalde  y 
examinador  mayor  de  todos  los  físicos  y  cirujanos  de  todos  los  reinos  y 
señoríos  de  este  rey,  publicó  en  1 447  un  libro  titulado  Espejo  de  la  Medi- 
cina, en  el  que,  con  el  pretexto  de  regularizar  la  prescripcióu  de  los  reme- 
dios, se  presenta  como  partidario  de  las  mixturas  muy  complicadas,  no 
constituyendo,  en  realidad,  ningún  progreso  real  de  la  Medicina.  Todo 
lo  más,  podemos  señalar  en  su  abono  la  importancia  que  él  concede  al 
bazo  en  las  fiebres  intermitentes  y  el  empleo  de  las  fricciones  mercuriales 
en  la  sarna.  Juan  Villa  traduce  del  latín  al  castellano,  con  el  título  de 
Epidemia  y  peste,  la  obra  del  portugués  Vasco  de  Taranta,  profesor  de 
Montpellier;  este  libro,  publicado  en  1475  en  Barcelona,  pasa  por  ser  la 
primera  obra  de  medicina  impresa  en  castellano.  El  médico  de  los  Reyes 
Católicos  Juan  Gutiérrez  de  Toledo,  en  su  obra  De  Potu  in  lapidis  pre- 
servatione,  se  ocupa  de  la  litiasis  renal  y  vesical,  distinguiendo  bien  los 
cólicos  nefríticos  de  los  hepáticos.  Esta  obra  se  publica  en  los  años 
1494  y  1498. 

Pedro  Pintor,  valenciano  y  médico  del  papa  Alejandro  VI,  publica  en 
Roma,  en  1499,  con  el  título  Agregator  sententiarum  de  preservation  et 
ciiratione  p estile titiae,  una  especie  de  hipótesis  astrolóeica  y  teosófica  del 
mal  venéreo.  Consigna  algunos  datos  interesantes,  como  la  afirmación  de 
que  la  epidemia  de  lúes  había  estallado  en  Roma  en  marzo  de  1 494,  lo 
que  parece  hablar  en  contra  del  origen  americano  de  la  misma.  Gaspar 
Torrblla,  también  valenciano  y  también  médico  de  Alejandro  VI  y  des- 
pués de  Julio  III,  fué  sacerdote  y  después  obispo,  asistiendo  con  esta  con- 
dición al  quinto  Concilio  de  Letrán.  En  Roma,  en  1497,  publicó  su  famo- 
sa obra,  impresa  en  caracteres  góticos  y  dedicada  al  famoso  César  Borgia, 
entonces  cardenal  diácono  de  Valencia.  Esta  obra  contiene  alguna  obser- 
vación interesante,  como  la  de  mostrarse  contrario  al  empleo  abusivo  del 
mercurio,  al  que  atribuye  la  muerte  de  Alfonso  Borgia  (i).  En  la  segunda 
edición,  publicada  en  1 499  en  Blois,  prescribe  por  completo  el  empleo 
del  mercurio.  Torrella  publica  en  I  52  I  otra  obra  con  el  título  de  Consilia 
dr  aegritudine pestífera  et  contagiosa,  que  constituye  una  relación  muy  de- 
tallada de  una  epidemia  de  fiebres  elevadas,  acompañadas  de  intenso  de- 
lirio y  rápidamente  mortales,  que  fueron  importadas  en  I  505  en  Vizcaya 
por  el  escuadrón  de  Flandes,  haciendo  más  de  ó.OOO  víctimas  en  las  pro- 
vincias del  Norte,  desde  las  que  se  propagó  a  toda  España. 

Francisco  López  de  Villalobos,  nacido  en  Valladolid  hacia  1496, 
hizo  sus  estudios  en  Salamanca,  llegando  a  ser  médico  de  cámara  del  em- 


(1)     Tractatui  cum   consilus  contra   pudendagrax   sen  morbum    gallicum,    etca 
Roma,  1497. 


LA  EDAD  DE  ORO  DE  LA  MEDICINA  ESPAÑOLA 


429 


perador  Carlos  V,  y  tomando,  al  final  de  su  vida,  el  hábito  de  francisca- 
no. Fia  adquirido  celebridad  por  su  obra  en  verso  El  licenciado  Villalobos 
sobre  las  contagiosas  y  malditas  buvas,  estoria  y  melecina,  publicada  en 
Salamanca  en  1498,  pues  es  quizá  la  primera  de  este  género  (i).  Com- 
prende 74  décimas  acerca  de  la  etiología, 
sintomatología  y  terapéutica  (mencionan- 
do las  fricciones  mercuriales)  de  la  sífilis. 
En  Alcalá,  y  en  1524,  publica  Villalobos 
otra  obra  titulada  Glosa  liieralis  impri- 
mum  et  secundum  naturalis  historia  libros, 
y  en  1543  ^a  titulada  Los  problemas  de  Vi- 
llalobos, dedicada  al  príncipe  Don  Luis  de 
Portugal.  Villalobos  se  muestra  en  sus 
escritos  como  un  humorista  escéptico  y 
buen  conocedor  del  habla  castellana. 

VIL-LA  EDAD  DE  ORO 
de  la  MEDICINA  ESPAÑOLA  (1500-1 665) 

I.°       LOS    ANATÓMICOS 
Y     LOS     PRECURSONES     DE     HaRVEY 

Los  españoles  aficionados  a  los  estu- 
dios anatómicos  y  deseosos  de  ampliarlos 
y  de  perfeccionarlos  iban  a  estudiar  a 
Italia,  principalmente  a  Bolonia.  Esto  su- 
cedió con  Alonso  Rodríguez  de  Gueva- 
ra, hábil  prosector  que,  al  regresar  a  Es- 
paña, supo  granjearse  el  apoyo  de  Maxi- 
miliano, encargado,  durante  la  ausencia  de 
Carlos  V,  de  la  Regencia  del  Reino,  con- 
siguiendo que  se  fundase,  hacia  1550  próximamente,  la  primer  cátedra  de 
Anatomía  en  España,  en  la  Universidad  de  Valladolid.  Esta  era  la  tercera 
cátedra  que  se  fundaba  en  Europa,  no  aventajándola  en  antigüedad  mas 
que  las  de  Bolonia  y  Montpellier.  Su  obra  de  Anatomía  fué  publicada  en 
Coimbra  en  1 5  59>  y  contribuyó,  en  unión  de  sus  lecciones,  a  extender 
mucho  por  España  la  afición  a  los  estudios  anatómicos  (Hernández  Mo- 
rejón). 


Diagrama  zodiacal.    (De  la  Coronación  de 
Juan  de  Mena,  s.  1.,  1499.  De  la  biblioteca 
del  Dr.  L.  Corral.)  (2) 


(1)  La  famosa  obra  de  Fracastor  es  de  1530.  Véase  el  tomo  I,  pág.  232. 

(2)  Véase  el  tomo  I,  pág.  193. 


43u 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


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LA    EDAD    DE    ORO    DE    LA    MEDICINA    ESPAÑOLA 


431 


Bernardino  Montaña  de  Monserrat  nació  en  Cataluña,  aunque  se  ig- 
nora la  ciudad  y  el  año  exactos.  Tampoco  se  sabe  si  estudió  la  carrera  de 
Medicina  en  España  o  si  pasó,  antes  de  concluirla,  a  Francia.  El  confiesa 
que  volvió  a  España  en    15 1 3,  y   que  tenía   ya   cuarenta  y  cinco  años  de 


Juan  Valverde.  (De  la  colección  de  grabados  de  la  Biblioteca  Nacional.) 


práctica  cuando    escribió   su    obra  titulada  Anothomía  del  hombre,  Valía- 
dolid,  1550. 

Juan  Valverde  de  Amusco  estudió  en  Padua  con  Realdo  Colombo,  y 
llegó  a  ser  médico  del  papa  Paulo  IV.  Es  un  entusiasta  y  divulgador  de 
la  obra  de  Vesalio,  al  que  corrige,  sin  embargo,  en  algunos  detalles  (mús- 
culos motores  del  ojo,  sinoviales,  etc.).  La  edición  más  antigua  y  comple- 
ta de  su  obra  es  la  que  ha  aparecido  en  España  en  I  5  5^  con  e^  título  de 
Historia  de  la  composición  del  cuerpo  humano;  pero  es  más  conocida  en 
Europa  la  publicada,  mucho  después,  en  Venecia,  en  1586,  con  el  título 
L Anatomía  dei  corpo  umano,  composta  da  Messere  Giovanni  Valverde,  no- 


4¿2 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


vamente  ristanipata^  e  con  l  aggiunta  di  ale  une  tavolá  ampliata.  Una  y  otra 
edición  se  encuentran  ilustradas  con  muy  hermosas  láminas  debidas  al 
grabador  español  Becerra. 

La  escuela  de  Medicina  de  Valencia  se  distingue  muy  pronto,  gracias  a 
los  trabajos  de  Gimeno  y  Collado,  discípulos  de  Andrés  Vesalio. 


Andrés  Laguna  (1499-1560) 


Pedro  Gimeno  fué  discípulo  sucesivamente  de  Vesalio,  en  Padua,  y  de 
Silvio,  en  París.  Su  entusiasmo  por  los  estudios  anatómicos  era  tan, gran- 
de, que  en  una  ('poca  en  que,  encontrándose  en  Lovaina,  estaban  prohibi- 
das las  disecciones,  no  vaciló,  para  irse  procurando  un  esqueleto,  en  ir 
mutilando  por  las  noches  los  cadáveres  de  los  ajusticiados.  Auxilió  en  la 
Universidad  de  Alcalá  a  Valles  en  las  demostraciones  de  Anatomía  pato- 
lógica que  daba  éste  con  motivo  de  los  comentarios  a  la  obra  de  Galeno 
De  locis  patientibus.  En  su  obra  Dialogas  de  re  medica  (Valencia,  1 549)^  da 

una  exacta  descripción  del  estribo,  cuyo  descubrimiento  le  disputa  el  otro 


LA   EDAD  DE  ORO  DE  I. A   MEDICINA   ESPAÑOLA,  433 

famoso  anatómico  de  la  escuela  de  Valencia,  Luis  Collado,  que  ataca  ru- 
damente a  Galeno,  a  la  par  que  defiende  a  su  maestro  Vesalio,  en  su  obra 
Galeni  liber  de  osibus enarrationibus  ilustratus  (Valencia,  155  5)* 

Otro  descubrimiento  anatómico  español  es  el  de  la  válvula  ileo-cecal, 
cuya  acabada  descripción  se  debe  en  primer  término  al  ilustre  segoviano 
Andrés  Laguna  (1494- i  560).  Fué  estudiante  en  la  Universidad  de  Sala- 
manca y  profesor  en  las  de  París,  Alcalá,  Toledo  y  Bolonia.  Médico  del 
emperador  Carlos  V,  al  que  acompañó  en  sus  viajes  por  Italia  y  Alema- 
nia; fué  médico  también  de  los  papas  Pablo  II  y  Julio  III,  y,  por  último, 
de  Felipe  II,  habiendo  sido,  además,  encargado  de  numerosas  comisiones 
de  orden  político  y  religioso  que  le  dieron  una  gran  autoridad  en  Europa. 
Sus  comentarios  de  Dioscórides  le  revelan  como  un  sabio  y  concienzudo 
naturalista.  Su  obra  de  anatomía  lleva  el  título  de  Anatómica  methodus 
seu  de  sectione  corporis  humará  conté mp latió....,  París,  1535-  Es  autor,  ade- 
más, de  las  obras  siguientes:  Discurso  breve  sobre  la  cura  y  preservación 
de  la  pestilencia  (Salamanca,  1546),  en  el  que  recomienda  como  tratamien- 
to de  la  peste  las  fricciones  mercuriales:  Anotationes  in  Galeni  interpre- 
tes   (1553);  la  ya  citada  Anotationes  in  Dioscoridem  (Lyón,  155 1);  el  fa- 
moso discurso  pronunciado  por  Laguna  en  Colonia  en  1543,  con  motivo 
de  la  epidemia  de  peste;  Galeni  Pergameni  summi  medid  parentis  de  filo- 
sófica historia  liber  unus....  (Colonia,  1 542);  Aristotelis  de philosophorum 

principis  de  virtutibus  veré  aureus,  adamantinus  lipellus (Colonia,  1 543)5 

Aristotelis  philosophorum  Principis  de  natura  styrpium  liber  unus (Co- 
lonia,   1543);   Aristotelis  de  mundo  sen   de  cosmographia  liber   unus 

(Complute,  1538);  Luciani  Dialogus  tragopodagra  nominatus  (Complute, 
1538);  Tragaedia  alia  Luciani  occipus  dicta  Hipótesis  (Compluti,  1538),  y 
otros  varios  comentarios  de  Galeno,  etc. 

De  otro  notable  anatómico  español,  Luis  Lobera  de  Ávila,  conocemos 
pocos  datos  históricos.  Sabemos  que  hizo  sus  estudios  en  Francia  y  que, 
concluidos  éstos,  regresó  a  España,  donde  fué  médico  de  los  ejércitos  y 
de  la  armada  de  Carlos  V.  Escribió  varios  tratados  de  higiene,  con  los  tí- 
tulos de  Vergel  de  Sanidad  o  Banquete  de  nobles  caballeros  (Alcalá  de  He- 
nares, 1 542);  Del  régimen  de  la  mar;  Del  regimiento  de  los  viajantes >yt  ade- 
más, el  Libro  de  Anatomía  (Alcalá,  1542);  un  Antidotar 'io;  el  Libro  de 
pestilencia;  el  Libro  del  regimiento  de  la  salud  y  de  la  esterilidad  de  los 
hombres  y  mujeres;  De  la  estirilidad  del  hombre  y  de  la  mujer;  De  conser- 
watione  praegnatium  (estudio  muy  interesante  de  higiene  del  embarazo); 
Regimiento  de  las  mujeres  preñadas  (en  el  que  da  consejos  para  evitar  el 
aborto);  Regimiento  de  niños  (que  puede  ser  considerado  como  uno  de  los 
primeros  tratados  que  se  han  publicado  en  castellano  a  propósito  de  las 
enfermedades  de  los  niños);  el  Libro  de  las  cuatro  enfermedades  cortesa- 

HlSTORLA     DB    LA    MsDIOIXA.   —  TOMO    II  28 


434  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

ñas,  que  son:  catarro,  gota  artética,  mal  de  piedra  y  de  ríñones  e  ijada  y 
mal  de  bubas;  De  Medicinis  diver sae  modo  operantibus  (tratado  de  las  dife- 
rentes propiedades  de  los  medicamentos);  De  aegritudinibus  subitis  (cu- 
rioso estudio  de  las  enfermedades  que  de  un  modo  repentino  pueden  po- 
ner en  peligro  la  vida  de  los  enfermos). 

Todavía  hay  que  citar  entre  los  anatómicos  ilustres  de  este  período  a 
Juan  de  Arfe  y  Villafañé  y  Juan  Valero  Tabas.  El  primero,  más  conoci- 
do por  sus  trabajos  de  orfebrería,  y  autor  de  las  famosas  custodias  de 
Sevilla,  Avila  y  Valladolid,  merece  ser  mencionado  en  una  historia  de  la 
medicina  por  haber  escrito  la  primera  obra  de  Anatomía  artística,  en  la 
que  se  ocupa  de  la  proporción  y  medida  de  las  diversas  partes  del  esque- 
leto, con  sus  huesos  y  músculos.  Juan  Valero  Tabar  es  el  primero  que  ha 
fabricado  maniquíes  para  el  estudio  de  la  Anatomía. 

Entre  los  precursores  españoles  de  Harvey,  mencionan  los  autores, 
además  de  Miguel  Servet,  a  quien  se  debe  indiscutiblemente  la  primera 
descripción  de  la  circulación  pulmonar,  y  de  quien  ya  se  ocupa  Garrison 
en  el  primer  tomo  de  esta  obra  (página  2 1 7),  a  Amato  Lusitano  (válvulas 
venosas,  1 547),  Bernardino  Montaña,  Gimeno,  Lobera,  y,  sobre  todo, 
Francisco  la  Reina,  autor  del  Tratado  de  Albeitería  (Burgos,  1552). 

2.° — Los  cirujanos. 

Los  principales  cirujanos  de  esta  época,  citados  en  el  orden  en  que  se 
han  publicado  sus  obras  más  importantes,  son  los  siguientes:  Juan  Fra- 
goso, Francisco  Arceo,  Andrés  Alcázar,  Francisco  Díaz,  Juan  Calvo, 
Bartolomé  Hidalgo  de  Agüero,  Dionisio  Daza  Chacón  y  Pedro  López  de 
León. 

Juan  Fragoso  nació  en  Toledo  y  fué  médico  de  cámara  de  Felipe  II. 
Se  ha  ocupado  también  de  asuntos  médico-legales.  Ha  publicado,  entre 
otras,  las  obras  siguientes:  Erotemas  quirúrgicos  (1570),  De  los  medica- 
mentos compuestos  (i  57 5)>  Cirugía  universal  {1601).  Habla  en  esta  última 
de  la  ligadura  de  las  arterias,  como  tratamiento  de  los  aneurismas,  y  de 
la  aplicación  de  vendajes  inamovibles  en  las  fracturas. 

Francisco  de  Arceo  nació  en  el  Fresno  o  en  Fregenal  en  1493-  Fstu- 
dió  Medicina  y  Cirugía  en  Alcalá  de  Henares,  en  cuya  Universidad  fué 
condiscípulo  del  famoso  Arias  Montano,  que  ejercía  también,  por  afi- 
ción, la  cirugía.  Al  terminar  sus  estudios,  fué  nombrado  médico  y  ciruja- 
no del  famoso  monasterio  de  Guadalupe,  de  donde  pasó  como  médico 
titular  a  Llerena.  Su  reputación  llegó  a  ser  tan  grande,  que  de  todas 
partes  de  Kspaña,  y  hasta  de  Francia  e  Inglaterra,  venían,  confiados  en 
su   extraordinaria  habilidad  quirúrgica,  a  ser  operados  por  él.  Arias  Mon- 


I 


LA  EDAD  DE  ORO  DE  LA  MEDICINA  ESPAÑOLA  43- 

tano  solía  ir  a  predicar  durante  la  Cuaresma  a  Llerena  para  ver  operar  a 
su  antiguo  condiscípulo.  La  amistad  que  unía  desde  la  juventud  a  estos 
dos  hombres  eminentes  no  se  borró  nunca.  En  una  carta  de  Arias  Mon- 
tano, fechada  en  22  de  abril  de  I575>  nos  dice  éste  que  Arceo,  octogena- 
rio, operaba  todavía  en  esta  época  con  tanta  seguridad  como  si  tuviese 
sólo  cuarenta  años.  El  gran  teólogo  debía  convertirse  en  editor  de  su  ami- 
go, haciendo  imprimir,  a  sus  expensas,  en  1576,  el  importante  tratado  De 
recta  vulnerum  curandorum  ratione,  en  el  que  Arceo  había  ido  consig- 
nando los  resultados  de  su  experiencia  clínica  desde  I  5  30. 

Andrés  Alcázar,  natural  de  Guadalajara.  Después  de  haber  cursado 
la  cirugía  en  su  pueblo  con  un  maestro  llamado  Antonio,  pasó  a  la  Uni- 
versidad de  Salamanca,  en  la  que  estudió  Filosofía  y  Medicina,  llegando  a 
catedrático  de  Cirugía.  Habiéndose  casado  con  la  hija  de  su  maestro  An- 
tonio, volvió  a  su  pueblo,  en  edad  ya  avanzada,  ejerciendo  en  él  la  profe- 
sión; también  había  ejercido  antes  en  Avila  y  Segovia.   Su   principal  obra 

se  titula  Andreae  Alcazaris Chirurgiae  lib.  sex (Salamanca,  1575). 

Es  inventor  de  un  aparato  para  evacuar  el  pus  o  la  sangre  contenidos  en 
la  cavidad  torácica  y  que  puede  servir  también  para  inyectar  líquidos  den- 
tro de  la  misma. 

Francisco  Díaz.  Se  ignora  el  pueblo  de  su  nacimiento.  Estudió  en  la 
Universidad  de  Alcalá  de  Henares  Filosofía  y  Medicina,  graduándose  de 
doctor  en  ambas.  Pasó  después  a  la  Universidad  de  Valencia,  siendo  dis- 
cípulo de  Collado  y  de  Gimeno.  Como  cirujano  alcanzó  grande  y  mereci- 
da fama,  llegando  a    ser  médico  de  Felipe  II.  Sus  obras   principales  son: 

Compendio  de  Cirugía Compuesto  en  coloquios  por  Francisco  Díaz 

Madrid,  1575-  En  él  dice  el  autor  haberse  propuesto  ilustrar  a  los  ciruja- 
nos romancistas.  Tratado  de  todas  las  enfermedades  de  los  ríñones,  vejiga, 
carnosidades  de  la  uretra  y  orina  (Madrid,  1588).  Es  obra  muy  notable, 
sobre  todo  en  lo  que  a  la  descripción  de  la  talla  hace  referencia,  y  puede 
ser  considerada  como  la  que  señala  la  creación  primera  de  una  especiali- 
dad en  España. 

De  Juan  Calvo  no  se  sabe  a  ciencia  cierta  si  era  valenciano  o  aragonés, 
pues  en  una  de  sus  obras  aparece  de  un  modo  y  en  otras  de  otro.  Lo  que 
sí  consta  es  que  estudió  Cirugía  en  la  Universidad  de  Zaragoza,  bajo  la 
dirección  de  Jerónimo  Murillo.  Fue  catedrático  de  Valencia  por  espacio 
de  doce  años,  y  al  propio  tiempo  tenía  en  su  casa  una  Academia  de  Ci- 
rugía, quo  tuvo  muchos  alumnos  y  gozó  de  gran  fama.  Sus  obras  son: 
Primera  y  segunda  parte  de  Cirugía  universal  y  particular  del  cuerpo  hu- 
mano   Compuesta  por  el  doctor  Juan  Calvo.  De  ella  se  hicieron  las  si- 
guientes ediciones:  Sevilla,  1580;  Barcelona,  1591;  Madrid,  1626;  Madrid, 
1657;  Madrid,  1674,  y  Valencia,  1690.   Está  dedicada  a  los  cirujanos  ro- 


436  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

mancistas  que,  no  habiendo  podido  asistir  a  la  Universidad,  no  se  encon- 
traban preparados  para  estudiar  una  obra  grande  y  completa  de  cirugía 
teórica  y  práctica.  También  estudia  el  tratamiento  de  los  aneurismas  por 
medio  de  la  ligadura.  Libro  de  cirugía  y  medicina  que  trata  de  las  llagas  en 

general  y  en  particular,  compuesto  por  Juan   Calvo Barcelona,  1692; 

Libro  muy  útil  y  provechoso  del  morbo  gálico Barcelona,  1592. 

Bartolomé  Hidalgo  de  Agüero  (1530-1 597)  nació  y  estudió  en  Se- 
villa, siendo  en  aquella  Universidad  discípulo  de  los  doctores  Juan  de 
Cuevas  y  Alfonso  Lacuadra.  Llegó  a  ser  uno  de  los  mejores  cirujanos  de 
la  época,  siendo  su  habilidad  tan  proverbial,  que  en  las  riñas  populares,  al 
acometerse  los  hombres  navaja  en  mano,  solían  decir:  «En  Dios  me  enco- 
miendo y  en  las  manos  de  Agüero.»  Su  fama  aumentó  por  el  saber  y  el 
mérito  de  sus  discípulos,  especialmente  de  López  de  León.  Ha  sido  tam- 
bién muy  alabado  por  los  poetas  contemporáneos.  El  gran  mérito  de  Hi- 
dalgo de  Agüero  es  el  haber  sido  el  primero  en  España,  como  en  Francia 
lo  fué  Ambrosio  Paré,  que  sigue  la  práctica  de  reunir  inmediatamente  las 
heridas  con  el  fin  de  obtener  la  curación  por  primera  intención,  en  vez  de 
tratarlas,  como  hasta  entonces  venía  efectuándose,  por  ungüentos,  bálsa- 
mos, pomadas,  etc.,  con  el  fin  de  provocar  la  supuración.  Sus  principa- 
les obras  son:  Avisos  particulares  de  cirugía  contra  la  común  opinión,  por  el 
Dr.  Bartolomé  Hidalgo  de  Agüero,  Sevilla,  1584;  Tesoro  de  la  verdadera 
cirugía  y  vía  particular  contra  la  común,  compuesto  por  el  Dr.  Bartolomé 
Hidalgo  de  Agüero,  con  la  cual  se  hace  un  perfecto  cirujano,  Sevilla,  1604; 
Recopilación  de  las  opiniones  y  modos  curativos  que  ha  habido  en  cirugía 
desde  el  principio  del  mundo  hasta  el  presente,  hecha  por  el  Dr.  Bartolomé 
Hidalgo  de  Agüero  (es  un  compendio  o  resumen  de  la  historia  de  la  ciru- 
gía); Tratado  de  las  evacuaciones  tocantes  a  los  casos  de  cirugía;  Tratado  de 
la  sangría;  Tratado  cuarto  de  heridas  en  universal  y  particular,  por  el  doc- 
tor Bartolomé  Hidalgo  de  Agüero '(en  este  libro,  verdaderamente  notable,  de- 
fiende las  ventajas  de  su  método  curativo, cuya  exposición  había  dado  lugar 
a  una  famosa  controversia  con  el  Dr.  Fragoso,  sobre  los  métodos  antigua- 
mente recomendados);  Fundamentos  y  preceptos  de  la  vía  particular;  Bre- 
ve suma  de  las  razones  de  la  vía  particular  y  contradicciones  de  la  vía  co- 
mún, y  respuestas  que  hacen  fuertes  las  razones  particulares,  por  el  doctor 
Bartolomé  Hidalgo  de  Agüero;  Antidotario  general  de  ambas  vías ;  Suma 
de  las  proposiciones  de  cirugía  que  el  Licenciado  Fragoso  dice  que  enseña 
contra  unos  avisos  que  yo  hice  imprimir  el  ano  pasado  de  1 584;  Tratado  sex- 
to de  la  teoría  de  la  i  /ruó/,/,  Tratado  séptimo  del anatome  del  cuerpo  huma- 
no; Tratado  octavo  de  la  historia  del  ojo;  Tratado  noveno  de  apostemas;  Tra- 
tado décimo  de  la  úlcera  y  sus  diferencias;  Tratado  undécimo  de  fracturas; 
Ir  atado  duodécimo  di  las  di  locaciones;  Tratado  decimotercio  de  la  peste,  y 


LA  EDAD  DE  ORO  DE  LA  MEDICINA  ESPAÑOLA 


437 


Tratado  decimocuarto  del  tabardillo  (estos  dos  últimos,  especialmente,  son 
muy  interesantes). 

Dionisio  Daza  Chacón,  natural  de  Valladolid.  Nació  próximamente 
en  1503. Estudió  Filosofía  en  la  Universidad  de  Valladolid,  y  después  Ci- 
rugía en  Salamanca,  con  Ponce  el  Chico.  Terminada  su  carrera,  y  después 
de  haber  practicado   algún  tiempo  con  su  maestro,  ingresó   en  el  ejército 


^~3. 


Dionisio  Daza  Chacón  (1503  :-i59Ó).  (Tomado  de  su  Práctica  y  Teórica  de  Cirugía,  Valladolid,  1603.) 


como  médico  militar,  distinguiéndose  notablemente  en  las  campañas  de 
Carlos  V,  y  especialmente  en  el  tratamiento  y  asistencia  de  los  atacados 
de  peste.  Nombrado,  en  1557,  cirujano  del  Hospital  Militar  de  la  Corte, 
y  habiendo  provocado  el  nombramiento  algunas  protestas,  dispuso  el  rey 
que  se  convocasen  oposiciones  públicas,  en  las  que,  después  de  muy  bri- 
llantes ejercicios,  obtuvo  la  plaza  Daza  Chacón.  Fué  médico  del  infante 
D.  Carlos  y  médico  de  la  Armada  de  D.  Juanee  Austria,  al  que  acompa- 
ñó en  la  batalla  de  Lepanto,  en  la  que  dicen  que  curó  la  herida  que  en 
esta  batalla  recibió  Cervantes.  Su  principal  obra  lleva  el  título  de  Prácti- 
ca y  teórica  de  Cirugía  en  romance  y  en  latín,  primera  y  segunda  parte;  com- 
puesta por  el  Licenciado  Dionisio  Daza  Chacón Madrid,  1605.  En  el  ca- 


4¿S  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA     .. 

pítulo  XV  de   la  segunda  parte  describe  perfectamente  la  ligadura  de  las 
arterias  en  los  casos  de  herida  de  las  mismas. 

Pedro  López  de  León  estudió  la  cirugía  en  España,  practicándola  bajo 
la  dirección  de  Agüero,  al  que  llama  su  maestro.  De  Sevilla  pasó  a  Amé- 
rica, estableciéndose  en  la  ciudad  de  Cartagena.  Fué  el  propagandista  de 
los  métodos  quirúrgicos  de  Hidalgo  de  Agüero.  Su  principal  obra  se  titu- 
la: Práctica  y  teoría  de  las  apostemas  en  general  y  particular,  o  Cuestiones 
prácticas  de  cirugía  de  heridas,  llagas  y  otras  cosas  nuevas  y  particulares, 
por  el  Licenciado  Pedro  López  de  León,  cirujano  de  la  ciudad  de  Cartagena 
de  Indias,  Sevilla,  1628.  En  ella  es,  principalmente,  notable  lo  que  se  re- 
fiere al  tratamiento  de  los  aneurismas. 

De  los  cirujanos  mencionados,  Francisco  de  Arceo  era  considerado 
justamente  como  un  gran  especialista  en  el  tratamiento  de  fístulas  y  de 
trayectos  fistulosos;  Hidalgo  de  Agüero  es  el  iniciador  y  defensor  en  Es- 
paña de  la  curación  de  las  heridas  por  primera  intención;  Daza  Chacón 
practica  el  tratamiento  de  los  aneurismas  por  ligadura  de  las  arterias; 
Francisco  Díaz  es  inventor  de  un  método  especial  de  talla  que  fué  lla- 
mado a  la  española,  en  oposición  al  método,  a  la  italiana,  del  napolitano 
Mariano  Santo;  fué  también  el  que  divulgó  el  uso  de  las  candelillas  ure- 
trales, inventadas,  según  Amato  Lusitano,  por  Alderete.  En  el  trata- 
miento de  las  pleuresías,  Arceo  reprobaba  y  censuraba  enérgicamente  la 
práctica  de  introducir  cánulas  en  la  pequeña  herida  operatoria,  fundán- 
dose en  que  se  exponían  a  complicaciones  sépticas;  Fragoso  aconsejaba, 
en  oposición  al  modo  de  pensar  de  Amato  Lusitano,  practicar  la  incisión 
operatoria  lo  más  baja  posible,  en  la  inmediata  vecindad  del  diafragma, 
pero  teniendo  sumo  cuidado  de  no  herir  este  músculo;  Hidalgo  de  Agüero 
recomendaba  la  inyección  post-operatoria  de  una  pequeña  cantidad  de 
vino  blanco  en  la  cavidad  pleurítica,  con  el  fin  de  provocar  una  reacción 

_  inflamatoria  que  él  juzgaba  extraordinariamente  favorable;  Pedro  López 
de  León  era  partidario  de  realizar  una  incisión  transversal  entre  la  cuarta 
y  quinta  costillas  y  a  unos  cuatro  traveses  de  dedo  de  la  columna  verte- 
bral. En  el  tratamiento  del  cáncer  mamario,  Fragoso  era  partidario  de  la 

•  cauterización,  con  el  hierro  enrojecido,  de  la  superficie  de  sección  que 
quedaba  después  de  la  amputación  de  la  mama;  Arceo  trazaba  dos  inci- 
siones paralelas,  una  por  debajo  y  otra  por  encima  del  tumor,  que  extir- 
paba en  seguida,  bien  por  dislaceración  del  tejido  conjuntivo  celular  con 
el  mango  del  bisturí,  o  bien  arrancándolo  con  los  dedos;  López  de  León 
practicaba  una  amplia  extirpación,  disecando  el  tumor  con  el  bisturí  todo 
lo  profundamente  que  le  fuera  posible,  dejaba  sangrar  algún  tiempo  la 
Buperfi»  :  1  ion  y,  por  último,  la  cauterizaba;  Juan  Calvo  seguía,  en 

general,  el  método  de  López  de   l.i-ón,  salvo  que  reemplazaba  la  cauteri- 


LA  EDAD  DE  ORO  DE  LA  MEDICINA  ESPAÑOLA  439 

zación  por  la  aplicación  de  una  cura  impregnada  de  aceite  de  rosas,  con 
simientes  de  adormidera  blanca,  opio  y  estramonio  en  polvo;  Hidalgo  de 
Agüero  hacía  dos  incisiones  a  todo  lo  largo  del  tumor,  disecaba  los  col- 
gajos, separando  con  el  mango  del  bisturí  el  tejido  celular;  si  el  tumor 
era  muy  voluminoso,  le  atravesaba  con  dos  agujas  enhebradas,  cuyos  hi- 
los dejaba  en  posición  para  servirse  de  ellos  en  el  momento  oportuno; 
cuando  había  llegado  con  la  lámina  del  bisturí  a  la  mayor  profundidad  de 
la  tumoración,  tiraba  de  estos  hilos  con  la  mano  izquierda,  rompiendo  las 
adherencias  con  la  derecha;  una  vez  terminada  la  operación,  dejaba  san- 
grar un  poco  la  superficie  de  sección,  y  después  la  recubría  con  áloes  e 
incienso  pulverizados  y  mezclados  con  clara  de  huevo. 

Daza  Chacón  ha  sido  el  primero  en  aconsejar  en  el  tratamiento  de  los 
pólipos  nasales  la  ligadura,  la  aplicación  de  una  esponja  (como  hacía  Hi- 
pócrates), la  cauterización  por  medio  de  una  sonda  o  de  una  cánula,  y  la 
incisión.  Practicaba  también  la  estrangulación  de  los  pólipos  por  medio 
de  un  hilo  introducido  por  la  boca  y  extraído  por  la  nariz,  después  de 
haber  administrado  inyecciones  cicatrizantes  de  jugo  de  granadas  acidas. 
Al  ocuparnos  de  la  rinoplastia  es  necesario  mencionar  la  brillante  opera- 
ción realizada  por  Arceo  y  que,  en  opinión  de  Sprengel,  es  la  más  nota- 
ble de  todas  las  registradas  en  aquella  época,  demostrándose  con  ella 
que  no  ha  sido  Tagliacozzi  el  primero  que  ha  conseguido  curar  los  am- 
plios despegamientos  de  la  nariz.  En  la  trepanación  realizaron  también 
los  cirujanos  españoles  (Albucasis,  Alcázar,  Daza  Chacón,  Arceo,  Amato 
Lusitano,  León,  Montemayor,  Agüero)  notables  adelantos  (i),  especial- 
mente Alcázar. 

En  obstetricia  merecen  citarse,  además  de  los  trabajos  de  Lobera  de 
Avila,  la  obra  de  Damián  Carbón,  titulada  Libro  del  arte  de  las  comadres 
o  madrinas,  del  regimiento  de  las  preñadas  y  paridas  y  de  los  niños,  pu- 
blicada en  Mallorca  en  1541;  la  de  Juan  Antonio  de  los  Ruices  y  Fonte- 
cha,  Diez  privilegios  para  mujeres  preñadas,  Alcalá  de  Henares,  1606,  y 
la  de  Juan  Gutiérrez  de  Godoy,  Tres  discursos  para  probar  que  todas  las 
madres  están  obligadas  a  criar  a  sus  hijos.....  Jaén,  1 5 29;  hermosa  y  elo- 
cuente defensa  de  la  lactancia  materna. 

3.0 — La  Medicina  interna:  Nosólogos  y  monógrafos. 

Como  médicos  especialmente  notables,  desde  el  punto  de  vista  de  la 
sagaz  y   concienzuda   observación   clínica,    merecen  ser  mencionados  es- 


(1)  Véase  doctor  José  Ribera:  De  la  trepanación  en  España,  contestación  al  dis- 
curso de  recepción  del  doctor  Miguel  y  Viguri  en  la  Real  Academia  de  Madrid, 
año  1898."  . , '  ' 


440  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

pecialmente  los    portugueses    Amato    Lusitano   y  Rodrigo    de   Fonseca. 

Los  trabajos  más  numerosos  y  más  notables  de  los  autores  españoles 
de  esta  época  son  los  consagrados  al  estudio  de  las  fiebres  en  general,  en 
lo  que  se  distinguen  especialmente  Gómez  Pereira,  Luis  Mercado,  Ci- 
priano Maroja,  Cristóbal  de  Vega,  Núñez  de  Llerena,  Ponce  de  Santa 
Cruz,  Isaac  Cardoso,  Caldera  de  Heredia,  Lázaro  Gutiérrez,  Bravo  de  So- 
bremonte,  Miguel  de  Heredia,  Fernando  Mena,  etc. 

l^a  peste  bubónica  ha  causado  sus  terribles  estragos  en  Barcelona  du- 
rante los  años  I  501,  1506  y  I  507.  En  este  último  año.  se  prolongó  desde 
febrero  a  julio,  alcanzando  una  extraordinaria  virulencia;  sólo  en  el  mes 
de  mayo  ocasionó  1.595  defunciones,  cifra  bien  excesiva  si  tenemos  en 
cuenta  la  población  de  Barcelona  en  aquellos  tiempos;  después'  va  apare- 
ciendo sucesivamente  en  Sevilla  (1508-1510),  Cascante  (15 18),  Játiba 
(15 19),  en  el  reino  de  Valencia,  Vich,  y  nuevamente  Barcelona,  causando 
la  muerte,  en  1 521 ,  a  6.000  personas;  Mallorca  y  Valencia  (1523),  Játiba 
(1594),  y  otra  vez  en  Sevilla,  donde  se  recrudeció  considerablemente  su 
gravedad  mortífera.  En  el  siglo  xvn  son  dignas  de  mención  las  grandes 
epidemias  de  Valencia  (1647)  y  Sevilla  (1649). 

De  la  peste  bubónica  se  han  ocupado  Luis  de  Lucena,  Antonio  de 
Cartagena,  Andrés  Laguna,  Antonio  Ponce  de  Santa  Cruz,  Lobera  de 
Avila,  Alonso  de  Freilas,  Melchor  de  Villena,  Caldera  de  Heredia,  Alonso 
de  Burgos  y,  sobre  todo,  Juan  Tomás  Porcel,  que  en  la  famosa  peste  de 
Zaragoza  de  mayo  de  I  564  tuvo  el  valor  de  llevar  a  cabo  las  autopsias 
de  los  muertos  de  la  epidemia,  consignando  los  datos  obtenidos  en  una 
notable  obra  que  lleva  el  título  de  Información  y  curación  de  la  peste  de 
Zaragoza  y  preservación  contra  la  peste  en  general  (1 565).  Ponce  de  Santa 
Cruz,  en  su  obra  Tratado  de  las  causas  y  curación  de  las  fiebres  con  secas 
pestilenciales,  etc.  (Valladolid,  1601),  estudia  la  peste  de  Valladolid,  cuyo 
desarrollo  y  peligros  había  sabido  predecir  por  el  simple  examen  de  un 
enfermo.  No  menos  notable  que  las  anteriores  es  la  descripción  de  la  epi- 
demia de  peste  de  Sevilla,  hecha  por  Gaspar  Caldera  de  Heredia,  en  su 
Ir  act  a  tus  per  utilis  et  necessarius  de  peste  quae  anno  1640  Hispalense  m 
■  (ivitatem  máxime  necoris,  etc.  (Sevilla,  1650). 

La  primera  monografía  que  conocemos  relativa  al  tabardillo  pintado 
(tifus  exantemático)  es  la  que  le  dedica,  con  el  nombre  de  morbus  lenti- 
cularis,  Alonso  López  de  Corella  en  i  574;  Luis  Mercado  le  ha  estudiado 
en  el  mismo  año,  con  la  designación  defebrü  maligna,  y  Luis  de  Toro, 
también  en  i  5 74 ,  en  una  notable  obra  titulada  De  febris  epidenticae  et  no- 
vaet  quoí  latiné  lenticularh  vulgo  tabardillo  dicitur,  natura,  cogniiionex 
>n,dela,  hace  un  acabado  estudio  d<-  la  enfermedad. 

l'il   libro  que  merece  una  especial  mención  es   el  lamoso    l)  d<  tato  lia- 


LA  EDAD  DE  ORO  DE  LA  MEDICINA  ESPAÑOLA 


441 


mado  Fructo  de  Todos  los  Santos  contra  ei  mal  serpentino  venido  de  la 
Isla  Española,  etc.  (Sevilla,  1542),  del  famoso  sifiliógrafo  Rodrigo  Díaz 
Ruiz  de  Isla,  defensor  del  origen  americano  de  la  lúes.  Notable  también 
como  sifiliógrafo  es  el  aristócrata  Juan  Almenar,  cuya  principal  obra  lleva 


Portada  de  las  obras  de  Ponce  de  Santa  Cruz.  (De  la  bibl.  del  Dr.  L.  Corral. 


el  título  De  lúe  venerea,  sive  de  morbo  gálico,  aüiisque  affectibus  corporis 
humani. 

El  garrotillo,  nombre  dado  por  los  médicos  españoles  a  la  angina  so- 
focante, y  especialmente  a  la  angina  diftérica,  ha  sido  principalmente  es- 
tudiada por  Mercado,  Ruices  de  Fontecha,  Pérez  de  Herrera,  Núñez  de 
Llerena  y  Villarreal. 

Juan  de  Villarreal,  natural  de  Ubeda  y  doctor  por  la  Universidad  de 
Alcalá,  ha  descrito  admirablemente  las  anginas  pseudomembranosas  y  ha 
sido  el  primero   en    describir  el   crup.  Su  obra   es  del  año  l6l  I.  Es   tam- 


442  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

bien  notable  el  estudio  de  esta  enfermedad  publicado  por  Alfonso  Núñez 
de  Llerena  en  IÓI 5-  Del  mismo  año  es  el  estudio  de  Cristóbal  Pérez  de 
Herrera.  Este  último  autor,  en  su  obra  titulada  Tribunal  apollini  sacrum, 

magicum  et politicum etc.,  publicada  en  1568,  estudia  la  tuberculosis 

pulmonar  en  el  capítulo  De  pulmonis  et  pectoris  tubérculo. 

Sobre  enfermedades  de  la  infancia,  y  además  del  Regimiento  de  los 
niños,  de  Luis  Lobera  de  Avila,  que  es,  como  ya  hemos  indicado,  uno 
de  los  tratados  más  antiguos  de  paidopatía,  hay  que  mencionar  el  Liber 
de  affectionibus puerorum,  de  Francisco  Pérez  Cáscales,  publicado  en  Ma- 
drid en  1641,  y  en  el  que  es  especialmente  notable  el  estudio  de  las  aftas, 
y  otro  estudio,  principalmente  de  higiene,  debido  a  Juan  Gallego  de  la 
Serna  y  publicado  en  1644. 

En  enfermedades  mentales  hay  que  citar  los  estudios  de  la  melanco- 
lía y  de  la  epilepsia,  de  Alfonso  Ponce  de  Santa  Cruz  (163 1),  y  los  de 
Andrés  Velázquez  (1585). 

Mucha  mayor  importancia  tienen  los  estudios  de  la  hidrofobia  de 
Juan  Bravo  de  Piedrahita,  publicados  en  Salamanca  en  1 57 1  - 

El  primer  tratado  de  Hidrología  médica  publicado  en  castellano  es  el 
de  Ildefonso  Limón  Montero.  Lleva  el  título  de  Espejo  cristalino  de  las 

aguas  de  España etc.  (Alcalá  de  Henares,  1697).  El  primer  estudio  del 

masaje,  titulado  Enchiridion  o  manual,  instrumento  de  salud  contra  et 
morbo  articular  que  llaman  gota (Zaragoza,  1589))  n°  es  obra  de  nin- 
gún médico,  sino  del  obispo  de  Albarracín,  Bernardino  Gómez  Miedes. 

En  historia  de  la  Medicina  se  distinguen  especialmente  los  portugue- 
ses Zacuth  y  Luis  de  Lemus. 

4.0 — Médicos  comentadores  y   filósofos. 

Entre  los  comentadores  merecen  ser  especialmente  recordados  Amato 
Lusitano,  Kabbi  Zucuth  y  Lemus,  por  su  notable  erudición,  y  más  espe- 
cialmente por  su  talento  verdaderamente  genial,  Antonio  Gómez  Pereira, 
Francisco  Valles,  Luis  Mercado,  Huarte  Navarro,  Miguel  Sabuco  y  Alva- 
rez, Isaac  Cardoso  y  Francisco  Sánchez.  Los  hemos  enumerado  en  el  or- 
den cronológico  de  sus  principales  obras.  Gómez  Pereira  es  de  comienzos 
del  siglo  xvi,  y  Cardoso  y  Sánchez  el  Escéptico  alcanzan  ya  el  siglo  xvn. 

De  los  siete  médicos  que  acabamos  de  mencionar,  uno,  Luis  Merca- 
do, pertenece  casi  exclusivamente  a  la  historia  de  la  Medicina;  dos  se  en- 
<  u< utran  con  igual  derecho  en  el  campo  de  la  Medicina  y  en  el  de  la  Fi- 
losofía, Valles  y  Cardoso,  y  los  cuatro  restantes,  Gómez  Pereira,  Huarte, 
I).  Miguel  del  Sabuco  y  Alvarez  y  Francisco  Sánchez,  son  mucho  más 
filósofos  que  médicos. 


LA  EDAD  DE   ORO  DE  LA  MEDICINA  ESPAÑOLA 


443 


Laguna,  Valles  y  Mercado  constituyen  la  gran  trinidad  médica  del  si- 
glo xvi.  Ya  hemos  hablado  de  Laguna.  Valles  es  el  compañero  de  Mer- 
cado, pero  es,  además,  el  autor  de  la  Philosophia  sacra,  libro  que  le  apro- 


Luis  de  Mercado  (1525-1611).  (Cuadro  del  Greco  (1)  en  el  Museo  del  Prado,  de  Madrid.) 


xima  a  Gómez  Pereira  y  a  Cardoso,  el  autor  de  la  Philosophia  libera. 
Luis  i>e  Mercado  (1525-1611)  nació  en  Valladolid,  en  cuya  Universi- 
dad hizo  los  estudios  de  Medicina  hasta  graduarse  de  doctor.  Fué  catedrá- 
tico de  Prima  de  Avicena.  Dejó  su  cátedra  al  ser  nombrado  médico  de 
Felipe  II,  cargo  que  siguió  desempeñando  con  Felipe  III.  Fué  protomé- 


(1)  El  personaje  de  este  cuadro,  que  se  conocía  bajo  el  título  de  Un  médico,  ha 
sido  sigacísimamente  identificado  por  el  Dr.  Mariscal.  (Véase  su  obra  El  libro  de 
la  peste  del  Dr.  Luis  Mercado.  Madrid.  1921,  pág.  133. 


444 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


dico,  médico  del  Consejo  real  y  oidor  de  Hacienda.  Gran  escritor,  hallán- 
dose recopiladas  sus  obras  en  tres  tomos  bajo  el  título  de  Opera  Omnia, 
editadas  en  Valladolid,  Francfort  y  Venecia. 

Como  médico  práctico,   conviene  recordar  entre  sus   obras   la  mono- 
grafía consagrada  al  estudio  de  las  fiebres  y  titulada  De  febrium  essentia, 


LVDOVICIMERC^ 

tiMedicin^Doctoris&ineadem     • 

faculta  Ice' ¡o  V allifoletana Academia  Priniari*        y 
Cathecirxprofeison's. 

Deft  Irittm  ejfcnúa ,  dffiretijs ,  caufi ,  dignoticne  &/  curationt 
Llhriftx 

Outrutn^nmu!  rjfitxtUmi,  StcurJtts  ¿ifftrrtirins  f.iriü errrtü extediti 

Tntiut  c*i<f.  t.  QutttM fibres  tfhtmerei  txfyminr  & 

tur/rre  Jicer  .   J^uintar  I  tlitcxs.   Sextas  ;:i« 

pHtnJdt  itnnes. 

Qi¡jbujaccefji:  dcfcLre  pcfiüenri  ;cdc  maligna  A:  contagtofi. 
i-iLcr  icDiimus.  « 


r  ALL9SOLLTI. 
,  ,       «sfm¡0  Din.  i)86. 


Hurtada  del  libro  de  La  Fiebre,  de  Mercado.  (De  la  biblioteca  del  Dr.  L.  Corral.) 


different!! \  causis,  dignotione  et  curatione  (Valladolid,  158Ó),  en  la  que  se 
estudian  muy  acabadamente  las  fiebres  intermitentes,  así  como  también 
sus  (  Ofisultatiom  1  morborum  complicatorum,  en  las  que  se  encuentra  des- 
crito  por  vez  primera  el  garrotillo,  al  cual  recomienda  tratar  por  aplicación 
de  preparados  de  cobre  y  por  el  cáustico  de  oro  ardiente. 

Desde  el  punto  de  vista  de  la  filosofía  de  la  medicina,  su  obra  maes- 
tra es   la  que  lleva  por  título  De  veritatt   et  recta  ratione  principiorumy 
theorematum  et  rerum  omnium  ad  medicam  facultatem  spectantium  (1004); 
rengel  le  censura  ser  excesivamente  dialéctico  y  escolástico,  diciendo 


LA  EDAD  DE  ORO  DE  LA  MEDICINA  ESPAÑOLA  445 

que  de  ningún  modo  se  le  podría  calificar  mejor  que  llamándole  el  Santo 
Tomás  de  Aquino  de  la  Medicina. 

Francisco  Valles  nació  en  Covarrubias  (Burgos),  el  año  1 5 24,  docto- 
rándose en  la  Universidad  de  Alcalá  en  1 553,  siendo  tales  sus  méritos, 
que,  a  pesar  de  las  dificultades  y  obstáculos  que  algunos  opusieron,  fué 
nombrado  al  siguiente  año  catedrático  de  Prima  de  la  misma  Universi- 
dad. Por  su  erudición  y  profundo  saber  mereció  el  nombre  de  Galeno  es- 
pañol. En  1555  publicó  sus  diez  libros  de  Controversias  médicas  y  filosófi- 
cas. En  1558,  sus  comentarios  a  los  cuatro  libros  de  Meteorología,  de 
Aristóteles;  en  1559,  en  Lyón,  los  comentarios  de  Galeno,  en  seis  libros, 
y  el  Tractatus  medicinalis,  que  comprende:  orina,  pulso,  fiebre  y  méto- 
dos curativos.  En  1 56 1,  en  Alcalá  de  Henares,  los  Aforismos,  de  Hipó- 
crates, y  comentario  al  libro  del  régimen.  En  1 562,  la  versión,  con  co- 
mentarios de  la  Física,  de  Aristóteles,  y  en  1567  y  15^9,  comentarios  a 
los  Prognosticos,  Prenociones  y  otros  libros  de  Hipócrates,  así  como  al 
de  los  Temperamentos,  de  Galeno. 

Fué,  lo  mismo  que  Mercado,  protomédico  de  Castilla,  valiéndose  de 
su  gran  autoridad  para  reglamentar  los  exámenes  de  los  grados,  y  el  de 
licenciado  en  especial,  y  para  los  farmacéuticos  escribió  su  tratado  de 
Aguas  destiladas,  pesos  y  medidas.  Escribió  más  tarde  los  comentarios  de 
Las  epidemias  y  su  Philosophia  Sacra,  obras  que  le  granjearon  una  gran 
fama  e  hicieron  que  el  rey  le  eligiese,  con  Arias  Montano  y  Ambrosio 
Morales,  para  formar  la  biblioteca  de  El  Escorial,  que  llegó  a  ser  una  de 
las  más  ricas  del  mundo.  Murió  en  1592  en  Burgos,  donde  se  hallaba 
acompañando  al  rey,  quien  le  mandó  sepultar  con  gran  pompa  en  su  co- 
legio de  Alcalá.  La  Universidad  de  Alcalá  le  honró  con  sepultura  en  el 
Colegio  de  San  Ildefonso,  y  con  un  muy  notable  epitafio  en  su  se- 
pulcro (i). 

El  Divino  Valles  ha  sido,  como  podemos  deducir  de  la  lista  de  sus 
obras,  principalmente  comentarista,  comentando  especialmente  las  obras 
de  Hipócrates  y  Galeno.  Además  de  esto,  y  gracias  a  la  cooperación  del 
anatómico  valenciano  Gimeno,  es,  en  sus  comentarios  a  la  obra  de  Gale- 
no, De  locis  patientibus,  uno  de  los  primeros  cultivadores  de  la  Anato- 
mía patológica.  Sus  comentarios  de  Hipócrates  han  hecho  decir  a  Boer- 
have  que,  si  se  pudiese  creer  en  la  transmigración  de  las  almas,  ha- 
bría que  admitir  que  el  alma  de  Hipócrates  había  reencarnado  en  Valles. 
El  alemán  Sprengel,  que  no  suele  ser  pródigo  en  alabanzas  a  los  españo- 


(1)  Ildefonso  Rodríguez:  Compendio  de  Historia  crítica  de  la  Medicina,  tomo  II, 
pág.  584,  Madrid,  1916.  Véase  también  Eusebio  Ortega  y  Benjamín  Marcos:  Fran- 
cisco Valles,  con  prólogo  del  Dr.  Adolfo  Bonilla  y  San  Martín,  Biblioteca  filosófica, 
Madrid,  1914;  Imprenta  clásica  española. 


446 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


les  en  general,  y  a  Valles  en  especial,  dice  que  nadie  ha  sabido  compren- 
der ni  exponer  mejor  la  medicina  de  los  árabes  que  Francisco  Valles,  de 
Covarrubias.  La  importancia  y  la  fama  de  Valles  puede  juzgarse  por  el 
hecho  de  haber  sido  editados  sus  Comentarios  repetidas  veces  en  diferen- 
tes puntos  de  Europa:  Colonia,  Turin,  Padua,  Francfort,  Basilea,  Venecia, 
Hannover,  Ñapóles,  París,  etc. 


Francisco  Valles  (1524-1502).  (De  la  colección  de  grabados  de  la  Biblioteca  Nacional.) 


vSin  embargo,  es  todavía  mucho  mayor  el  mérito  de  Valles  como  filó- 
sofo. Su  famosa  obra  De  iis  quae  scripta  sunt physice  in  libris  sacris,  sive 
de  Sacra  Philosophia  ti  her  úngularis,  es  un  ensayo  de  comentario  racio- 
nal de  la  Biblia.  En  medio  de  una  redacción  y  de  un  razonamiento  com- 
pletamente escolásticos,  aparecen,  de  vez  en  cuando,  geniales  datos  de 
experiencia  personal  y  curiosas  apreciaciones,  tanto  de  medicina  como  de 
filosofía.  Así,  y  a  título  de  ejemplo,  al  referirse  al  versículo  del  Génesis, 
Ontne  quod  vocavit  .  \dam  anhnae  vivientis,  ipsum  est  nomen  ejus,  Valles 
hace  referencia  al  notable  invento  <1H  benedictino  Pedro  Ponce  de  León 


LA  EDAD  DE  ORO  DE  LA  MEDICINA   ESPAÑOLA 


447 


de  enseñar  a  hablar  a  los  sordo-mudos.  En  toda  esta  obra  hay  ideas  muy 
acertadas  que  colocan  a  Valles  en  el  número  de  los  maestros  del  carte- 
sianismo  pre  cartesiano,  tanto  desde  el  punto  de  vista  de  la  Filosofía  natu- 
ral como  de  la  Psicología.  Este  carácter  aproxima  naturalmente  a  Valles 
y  Gómez  Pereira,  aunque  discrepan,  por  otra  parte,  en  muchos  puntos. 


CO  NTROVKRSIARVM 

MEDICARVM 

ET    PHILOSOPHI- 

C  A  R  V  M,      F  R  A  N- 

cifci  Valicfij   Cauarruuiani 

cditio  tercia,  ab  au&ore 

denuo'  rccognita 

&au£h.' 

Accept  Itbellm  De  locU  manifefie  pUffumtibus  .ifud 
■  Galenum, codem  Faiusio auchn. 

Cura  Índice  rcrum  &:  vcr^orum 
co  pionísimo. 


I  V  G  D  V  N  I, 
A  P  V  D      HEREDES      G  V  L  I  E  L  M  1 

I      j¡>      VIL      L    I     I. 

.\t!    .D.     X  C  l 


Portada  de  las  Controversias,  de  Valles  (De  la  bibl.  del  Dr.  L.  Corral.) 


Menéndez  y  Pelayo  llama,  con  justicia,  la  atención  acerca  de  lo  mucho  que 
Descartes,  en  su  Física  y  en  su  Psicología,  ha  tomado  de  Valles  y  de  Gó- 
mez Pereira.  Del  mismo  modo  Valles  ha  proclamado,  mucho  antes  que 
Bacon,  las  excelencias  del  método  experimental. 

Como  adversario  decidido  y  enérgico  de  la  Cosmología  aristotélica,  se 
relaciona  Valles  con  el  judío  portugués  Isaac  Cardoso,  autor  de  la  Philo- 
sophia  libera.  Cardoso  había  nacido  en  Lisboa,  en  los  comienzos  del  si- 
glo xvii,  ejerciendo,  como  sus  correligionarios  Amato  Lusitano  y  Rabbi  Za- 


44*  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

cuth,  la  Medicina  en  Yalladolid  y  Madrid.  Adjuró  el  judaismo,  tomando, 
al  hacerse  cristiano,  el  nombre  de  Fernando;  pero  más  tarde  volvió  a  su 
primera  religión,  se  retiró  a  Venecia  y  se  hizo  admitir  en  la  Academia  de 
los  judíos  de  aquella  ciudad,  muriendo  poco  tiempo  después  en  Yerona. 
Tiene  dos  obras  médicas,  impresas  en  Madrid,  y  que  estudian,  una,  la  fie- 
bre sincopa!,  y  otra,  las  aplicaciones  terapéuticas  de  la  nieve  y  del  agua 
fría.  La  Philosophia  libera,  impresa  en  Venecia  en  1573»  es  su  obra  más 
importante,  y  contiene  gran  número  de  ideas  curiosas  y  muy  nuevas  en 
aquella  época.  Cardoso,  por  ejemplo,  sostiene  ya  que  los  colores  no  resi- 
den en  los  objetos,  sino  que  son  propiedad  de  la  misma  luz  refractada,  re- 
flejada o  dispuesta  de  un  modo  exterior  {lux  refracta,  refiera,  ac  disposi- 
ta,  según  sus  propias  palabras). 

Hay,  desde  el  punto  de  vista  filosófico,  una  cierta  relación  entre  Va- 
lles, Cardoso  y  Pereira,  y  más  especialmente  entre  el  primero  y  el  último; 
Valles  y  Pereira  son  ambos  filósofos  críticos,  esencialmente  españoles; 
procediendo,  uno  y  otro,  de  la  gran  tradición  intelectual  de  Luis  Vives; 
son  precursores  de  Descartes  y  atomistas,  pero  no  son  iguales.  Valles  y 
Cardoso  son,  como  filósofos,  muy  inferiores  a  Pereira.  Gómez  Pereira  es, 
con  Fox  Morcillo  y  Francisco  Sánchez,  uno  de  los  grandes  maestros  de 
la  Filosofía  española,  de  los  que  siguen  a  los  dioses  mayores  de  nuestra  Filo- 
sofía, Séneca,  Averroes  y  Maimónides  de  un  lado,  Raimundo  Lulio,  Luis 
Vives  y  Suárez  de  otro.  Por  esta  razón,  y  por  creer  conveniente  citarles 
en  orden  progresivo  de  importancia,  ponemos  a  Gómez  Pereira  después 
de  Valles,  aunque  cronológicamente  sea  anterior. 

Antonio  Gómez  Pereira,  aunque  probablemente  de  origen  gallego,  es 
castellano,  pues  nació  en  Medina  del  Campo,  hacia  el  año  1500.  Su  padre 
se  llamaba  Antonio  y  su  madre  Margarita,  de  cuyos  nombres  formó,  por 
una  piadosa  fantasía,  el  título  de  su  obra  maestra  Antoniana-  Margar  ita , 
impresa  en  Medina  del  Campo,  y  de  la  que  quedan,  por  desgracia,  muy 
pocos  ejemplares,  ('orno  médico  es  también  muy  grande  el  mérito  de  Gó- 
mez Pereira,  como  lo  prueba  su  estudio  acerca  de  las  fiebres,  en  el  que 
afirma  por  primera  vez,  y  mucho  antes  que  Sydenham,  que  la  fiebre  es  un 
esfuerzo  curativo  de  la  Naturaleza  para  establecer  el  equilibrio  de  la  salud, 
y  la  numerosa  clientela  que  llegó  a  tener,  no  sólo  en  Medina  del  Campo, 
donde  pasó  la  mayor  parte  fie  su  vida,  sino  también  en  Burgos,  Segovia^ 
Avila  y  otras  ciudades  de  Castilla,  a  las  que  con  frecuencia  era  llamado 
'ii  consulta.  Figura  entre  los  médicos  nombrados  por  Felipe  II  para  asis- 
tir al  infante  D.  Carlos.  La  obra  en  que  se  contiene  el  estudio  de  las  fie- 
bres a  que  acabamos  de  referirnos  lleva  el  título  de  Nova  veragüe  medici- 
na* i  Xperimentil  €i  evidentibtts  ratiombus  comprobata  (Medina  del  Cam- 
po,  I  5 58).    Tiene  como   principal   combatir  a    Galeno  en  todo  lo   que  este 


LA  EDAD  DE  ORO  DE  LA  MEDICINA  ESPAÑOLA  449 

autor  afirmaba  respecto  de  la  fiebre.  Gómez  Pereira,  dice  Menéndez  y  Pe- 
layo,  era  enemigo  nato  del  principio  de  autoridad  en  todas  los  esferas  de 
la  ciencia.  Para  él,  en  las  cosas  físicas  no  existe  otra  autoridad  que  la  ex- 
periencia. Hernández  Morejón  le  considera  como  el  patriarca  de  los  anti- 
galenos. Aplicaba  él  a  Galeno  los  mismos  procedimientos  que  Laguna  y 
Valles  aplican  a  Avenzoar,  a  Razhes,  a  Avicena  y  a  Averroes.  Pía  sosteni- 
do, en  contra  de  los  aristotélicos,  que  el  calor  fiebre  no  se  diferenciaba 
de  ningún  modo,  por  la  calidad,  del  calor  natural,  sino  por  la  cantidad  o 
grado  de  intensidad;  y,  como  acabamos  de  decir,  al  tratar  de  la  fiebre  de- 
fiende, más  de  cien  años  antes  que  Sydenham,  la  idea  de  que  la  fiebre  es 
un  esfuerzo  de  la  Naturaleza  para  restablecer  el  equilibrio  de  la  salud.  «Los 
competentes — dice  Menéndez  y  Pelayo — conceden  un  gran  valor  histó- 
rico a  las  observaciones  clínicas  de  Gómez  Pereira  acerca  de  la  lepra  y  de 
la  elefantiasis,  de  las  lesiones  locales  en  las  fiebres  intermitentes,  o,  como 
se  decía  entonces,  interpolares,  de  la  fiebre  lenta  hética,  del  tifus  y  de  la 
viruela.  Los  mismos  profanos  no  podían  por  menos  de  verse  agradable- 
mente sorprendidos  por  la  sencillez  de  sus  recursos  terapéuticos,  que  for- 
maban un  vivo  contraste  con  las  bárbaras  y  pedantescas  fórmulas  de  los 
doctores  Sangrado  de  aquella  época.»  Otra  de  sus  ideas  atrevidas  y  origi- 
nales era  la  de  negar  la  transmisión  del  contagio  por  el  aire.  Hernández 
Morejón,  arrastrado  por  su  furor  apologético,  llega  hasta  encontrar  en 
Gómez  Pereira  un  iniciador  del  vitalismo  de  Stahl.  Menéndez  y  Pelayo  no 
lo  admite,  diciendo,  con  razón,  que  resultaría  demasiado  extraño  el  que 
se  pudiesen  encontrar  vestigios  de  las  doctrinas  vitalistas  en  un  hombre 
que  consideraba  a  los  animales  como  simples  autómatas,  atribuyendo  to- 
das sus  funciones  a  fuerzas  mecánicas,  y  que  en  el  hombre  establecía  una 
separación,  todavía  más  profunda  que  la  admitida  por  Descartes,  entre  las 
funciones  de  la  materia  y  las  del  espíritu.  Basta  para  la  gloria  médica  de 
Gómez  Pereira  el  haber  sido  el  primero  en  romper  las  cadenas  del  gale, 
nismo,  y  el  haber  leído,  o  por  lo  menos  mirado,  pero  directamente,  y  por 
sí  mismo,  algunas  páginas  del  gran  libro  de  la  Naturaleza.  El  afán  de  Gó- 
mez Pereira  en  combatir  y  demostrar  los  errores  de  Aristóteles,  y  sobre 
todo  los  de  Galeno,  y  el  talento  genial  con  que  ha  sabido  hacerlo,  le  han 
perjudicado  en  su  fama  y  le  han  hecho  permanecer  injustamente  olvidado 
muchos  años.  Los  muchos  partidarios  fanáticos  de  uno  y  otro,  y  espe- 
cialmente los  galenistas,  han  hecho  todo  lo  posible  por  combatir  y  obscu- 
recer al  rebelde  y  herético  Gómez  Pereira,  incluso  destruyendo  sus  obras? 
de  las  que,  desgraciadamente,  apenas. quedan  ejemplares.  Los  sabios  ex- 
tranjeros que  han  seguido,  más  o  menos  literalmente,  sus  inspiraciones 
han  tenido  buen  cuidado,  por  vanidad  personal  y  nacional  casi  siempre, 
por  odio  a  España  algunas  veces,  de  no  citarle  nunca.  A  pesar  de  su  gran 

Historia   i»b   la    Mbdioma.  1'omo  II  29 


450  HISTORIA      DE     LA      MEDICINA 

mérito  como  médico,  en  Gómez  Pereira  es  necesario  admirar,  sobre  todo 
al  filósofo.  Sus  estudios  le  inclinan    primeramente   hacia  el  nominalismo, 
que  había  de  transformar  más  tarde  en  sensualismo  a  la  moderna.  Cono- 
cedor de   las  hipótesis   de  Gregoire,  de  Rimini,  de  Durand  y  de  Ockam, 
fué  muy  influido  por  ellas,  a  pesar  de  la  notable  independencia  de  su  ca- 
rácter y  de  su  señalada  tendencia  a  la  paradoja;  pero,  además,  Pereira  ha- 
bía estudiado    profundamente  a  Santo  Tomás  y  a  sus  comentadores,   al 
averroísmo  paduano,a  los  padres  de  la  Iglesia,  y  muy  especialmente  a  San 
Agustín.  Sin  embargo  de  ser  tan  grande  su  erudición,  no  era,  en  realidad, 
mayor  que  la  de  los  restantes  filósofos  de  su  época;  aunque  escribía  bas- 
tante bien  el  latín,  no  puede,  con  justicia,   ser  considerado  como   un  hu- 
manista;   parece,   en   realidad,  menos  culto  y  menos  ilustrado  que  otros 
pensadores  del  siglo  xvi.  Pero  es  superior  a  todos  en  el  poder  dialéctico 
de  su  privilegiado  talento;  puede  distinguir,  separar,  subdtvidir  y  clasificar 
hasta  límites  infinitos;  para  combatir  el  escolasticismo  sabe  emplear  como 
nadie  las  armas  de  los  escolásticos.  Una  de  las  ideas  originales  de  Gómez 
Pereira  es  la   del  automatismo  de  los  animales,  idea  que  le  pertenece  por 
completo  y  en  absoluto,  no  encontrándose  vestigio  de  ella  en  la  antigüe- 
dad griega  y  romana.  Algunos,  dice  Menéndez  y  Pelayo,  la  han  atribuido 
a  los  estoicos;  pero  les  hubiera   bastado,    para  convencerse  de  su  error, 
con  leer,  en  el  primer  libro  de  las  disertaciones  de  Arrio  sobre  Epicteto, 
el  capítulo  VI,  en  el  que  es  verdad  que  se  rehusa  a  los  animales  la  razón, 
pero  no  se  pone  en  duda  de  ningún  modo  el  que  sienten.  La  paradoja  de 
Gómez  Pereira,  ampliamente  discutida   en  España,  donde  encontró  prin- 
cipalmente la  oposición  de  Valles,  pasó  las  fronteras  del  siglo  xvn  y  ob- 
tuvo una  gran  notoriedad  bajo  la  pluma  de  Descartes,  que  la  expuso  con 
tanta  mayor  complacencia  cuanto  que  él  la  encontraba  conforme  con  el 
divorcio  por  él  establecido  entre  el  pensamiento  y  la  extensión,  entre  el 
espíritu  y  la    materia.  La  opinión  cartesiana  es  más  sencilla  y  menos   in- 
geniosa que  la  de  Gómez  Pereira.  Para  comprender  mejor  el  talento  y  la 
originalidad  de  este  autor  español,  sería   necesario  que  nos   detuviéramos 
en  la  exposición  y  discusión  de  su  hipótesis  del  conocimiento,  para  lo  que 
no  tenemos  tiempo.  En  psicología  experimental,  Gómez  Pereira  aparece 
mucho  más  adelantado  que  la  filosofía  de  su  tiempo,  más  que   la  filosofía 
del  siglo  xvn,  más  que  Bacon,  más  que  Descartes.  Aunque  se  dedicó  es- 
pecialmente a   la  psicología,   no    por    eso    dejó   abandonado    de    ningún 
modo  el  estudio  de  los  problemas  físicos  y  ontológicos,  en  cuya  solución 
ha  demostrado  también  el   valor  de  su  poderosa  dialéctica.  Acerca  de  la 
grave  e  importante  cuestión  de   la  inmortalidad  del  alma,  Pereira  ha  ale- 
gado, antes  que  Descartes,   la  prueba  cartesiana,  que  se  funda  en   la  evi- 
den<  ia  del  </i<<i/i\m<>  humano. 


LA  EDAD  DE  ORO  DE  LA  MEDICINA  ESPAÑOLA  451 

Juan  de  Dios  Huarte  y  Navarro  nació  en  San  Juan  de  Pie  de  Puerto 
pasando  muy  niño  a  Huesca,  en  cuya  Universidad  hizo  sus  estudios  y  se 
licenció  en  Medicina.  Inmediatamente  dedicó  su  juventud  a  recorrer  Es- 
paña, volviendo  a  Huesca,  de  cuya  ciudad  fué  médico  titular  y  en  la  que 
residía  cuando  escribió,  en  1 5 57>  su  obra  titulada  el  Examen  de  ingenios 
para  las  ciencias.  Esta  obra  puede  y  debe  ser  considerada  como  un  trata- 
do de  alta  psicología  pedagógica,  en  el  que  su  autor  revela,  en  muchos  de 
sus  capítulos,  ser  tan  excelente  pensador  como  profundo  filósofo.  Bor- 
deu  elogia  grandemente  la  obra  de  Huarte,  alabando  el  buen  gusto  con 
que  está  escrita  y  el  gran  número  de  observaciones  originales  que  contie- 
ne, y  lamentando  grandemente  que  no  fuera  más  leída  y  mejor  conocida. 
Huarte  fué  animado  a  la  publicación  de  su  obra  por  la  lectura  del  libro 
De  temper  amends,  de  Galeno.  En  ella  comprende  perfectamente  las  reía, 
ciones  existentes  entre  lo  moral  y  lo  físico,  examinando  de  qué  modo  la 
estructura  del  cráneo  y  la  del  cerebro  pueden  influir  en  la  mentalidad  y 
en  las  aptitudes  profesionales  de  cada  persona.  Toda  la  obra  de  Juan 
Huarte  está  consagrada,  como  su  título  indica,  a  demostrar  cómo  se  pue- 
de llegar  a  conocer  en  el  niño  para  qué  género  de  estudios,  profesión  o 
carrera  ha  de  tener  más  especial  disposición,  con  el  fin  de  dedicarle,  en 
bien  de  la  república,  a  aquello  que  más  disposición  tuviere. 

A  mediados  del  siglo  xvi  se  publicó  en  España  una  obra  de  Medicina, 
dedicada  a  Felipe  II  por  doña  Oliva  del  Sabuco,  con  el  título  de  Nueva 
filosofía  de  la  naturaleza  del  hombre....  Madrid,  1587.  De  esta  obra  se  han 
hecho  varias  ediciones:  la  primera,  en  Madrid,  en  1 5 87;  la  segunda,  en 
1588;  otra  en  Braga,  en  1622;  y  otra  en  Madrid,  por  el  doctor  Martín  Mar- 
tínez, en  1728.  Hoy  se  sabe  ya  de  un  modo  positivo,  y  por  documentos 
auténticos,  que  el  autor  de  este  libro  fué  el  bachiller  Miguel  Sabuco  y  Al- 
varez, padre  de  doña  Oliva,  y  a  quien  por  su  orientación  filosófica  hay 
que  incluir  entre  los  aristotélicos  más  independientes.  El  autor  se  revela 
como  un  psicólogo,  poderoso  analizador  de  las  pasiones.  Todo  lo  relativo 
a  la  naturaleza  física  y  a  sus  relaciones  con  lo  moral  está  estudiado  con  la 
mayor  claridad  y  siguiendo,  en  gran  parte  al  menos,  las  ideas  de  Huarte. 
Se  encuentra  esbozada  una  interesante  hipótesis  de  la  percepción. 

De  todos  modos,  dice  Menéndez  y  Pelayo,  sería  estar  muy  poco  ver- 
sado en  la  filosofía  española  para  citar  entre  sus  grandes  pensadores  a 
Juan  de  Dios  Huarte  y  Navarro  y  al  autor  de  los  libros  atribuidos  a  doña 
Oliva  del  Sabuco  de  Nantes  Barrera,  poniéndolos  al  mismo  nivel  que  a 
Luis  Vives,  Suárez  y  Fox  Morcillo.  El  Examen  de  ingenios  y  la  Nueva 
filosofía  de  la  naturaleza  del  hombre  pueden  muy  bien  considerarse  como 
libros  ingeniosos,  agradables  y  muy  originales;  pero  de  ningún  modo 
como  pertenecientes  a  la  filosofía  elevada   y  dignos  de  ponerse  al  mismo 


452  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

nivel  que  estos  otros  tres  libros:  De  prima  PJiilosophia,  de  Luis  Vives;  De 
Platonis  et  Aristotelis  consensione^  de  Fox  Morcillo,  y  la  Metafísica  o  el 
tratado  De  Anima,  de  Suárez;  ni  siquiera  al  nivel  del  Quod  nihil scitur ',  de 
Francisco  Sánchez;  de  la  Ckristianissimi  restitutio,  de  Miguel  Servet;  ni 
de  la  Auto  ni a  na  Margarita,  de  Gómez  Pereira.  Las  obras  de  Huarte  y 
de  doña  Oliva  son  muy  estimables  como  manifestación  del  empirismo 
sensualista  de  nuestra  historia  filosófica;  la  primera,  muy  curiosa  por  sus 
atisbos  de  frenología,  y  la  segunda,  por  el  delicado  análisis  de  las  pasio- 
nes; pero  son,  a  pesar  de  todo,  y  en  nuestra  opinión,  más  interesantes 
desde  el  punto  de  vista  fisiológico  que  psicológico  (i). 

Influenciado  directamente  por  las  doctrinas  de  Vives,  se  encuentra 
Sánchez  lo  mismo  que  Cardoso,  Valles,  Pereira  y  Huarte;  pero  en  él  hay, 
además,  marcadamente  la  tendencia  escéptica.  Sánchez  el  Escéptico  es 
un  demoledor  incesante;  pero,  sin  embargo,  no  niega,  como  Hume,  el 
principio  de  causalidad,  ni  rechaza,  como  los  pirronianos,  el  testimonio 
de  la  experiencia.  La  ciencia  que  Sánchez  ataca  y  destruye  es  la  ciencia 
de  su  tiempo,  no  la  ciencia  en  general,  a  la  que  respeta  y  acerca  cuyos 
métodos  y  procedimientos  de  investigación  anuncia  la  publicación  de  un 
libro.  Desgraciadamente,  este  libro  no  se  ha  escrito,  y  nosotros  no  po- 
seemos de  este  médico  más  que  la  obra  anterior,  la  de  las  dudas  y  las 
negaciones;  el  de  las  afirmaciones  ha  quedado  sólo  en  proyecto;  pero  a 
nosotros  nos  basta  con  la  sola  existencia  de  este  proyecto  para  poder 
afirmar  que  Sánchez,  muy  humano  en  esto,  es  más  afirmativo  que  negati- 
vo, y  que  sus  dudas  no  son  más  sistemáticas  que  las  del  último  escéptico 
de  la  antigüedad  clásica,  al  que  podemos  juzgar  mejor  por  el  hecho  de 
conocer  todas  sus  obras,  el  naturalista  y  médico  Sexto  el  Empírico.  Como 
anteriormente  hemos  dicho,  Francisco  Sánchez  el  Escéptico  es  también 
médico.  Menéndez  y  Pelayo,  en  su  famoso  discurso  de  ingreso  en  la  Aca- 
demia de  Ciencias  Morales  y  Políticas,  en  el  que  se  ocupa  de  los  orígenes 
del  criticismo  y  del  escepticismo,  y  especialmente  de  los  precursores 
españoles  de  Kant  (1891),  coloca  a  Sánchez,  no  sólo  en  la  descendencia 
intelectual  de  Luis  Vives,  sino  a  su  mismo  nivel,  diciendo:  Los  pensado- 
res del  siglo  xvi  que  representan  la  dirección  critica  son  principalmente 
tres  españoles:  Luis  Vives,  Francisco  Sánchez  y  Pedro  Valencia.  El  pri- 
mero   y  el  último   son  filósofos  críticos  y   académicos,   descendientes  de 

\n  ésilas  y  precursores  de  Kant.    El  segundo  da  un  paso  más;  escéptico 
respecto  de   la  medicina    de   su   tiempo,    inicia,    como    los   discípulos  de 

(Enesidemo,  una  dirección  positiva  y  neo-cantiana. 

Francisgo  SAnchbz,  probablemente  de  origen  judío,  nació  en  IS52  en 


(1)     Menéndez  y  Pelayo:  La  Ciencia  española,  I,  página  114. 


LA  EDAD  DE  ORO  DE  LA  MEDICINA  ESPAÑOLA  453 

Braga  (Portugal).  Su  padre  ejercía  la  medicina  en  Burdeos.  Francisco  Sán- 
chez comenzó  sus  estudios  de  Medicina  en  Francia,  y  los  continuó  en  Ita- 
lia, permaneciendo  largo  tiempo  en  Roma.  La  escuela  de  Montpellier  fué 
el  campo  principal  de  sus  triunfos;  en  ella  obtuvo  el  título  de  doctor  en 
1573.  Después  de  haber  sido  ayudante  del  famoso  médico  Huchet,  Sán- 
chez fué  nombrado,  cuando  sólo  contaba  veinticuatro  años,  profesor  de 
aquella  famosa  escuela  de  medicina,  desempeñando  su  cátedra  por  espa- 
cio de  once  años.  Abandonó  Montpellier  y  su  escuela  a  consecuencia  de 
las  luchas  civiles  y  religiosas  de  aquella  época,  y  fué  a  refugiarse  a  Tolo- 
sa,  donde  pasó  el  resto  de  su  vida.  Sus  hijos  Dionisio  y  Guillermo  han 
publicado,  en  1636,  una  edición  general  de  sus  obras,  que  comprende  va- 
rios tratados  de  medicina,  entre  los  que  merecen  especial  mención  los 
tres  siguientes:  De  morbis  internis,  De  febribus  et  earum  symptomatibus  y 
la  Suma  anatómica  (en  cuatro  libros),  sin  contar  sus  numerosos  comenta- 
rios a  Galeno  y  una  Censura  de  las  obras  de  Hipócrates. 

Las  obras  de  Filosofía,  en  cambio,  no  son  mas  que  cuatro  tomos,  y  no 
grandes.  Tres  de  ellos  contienen  comentarios,  o,  mejor  dicho,  observa- 
ciones escépticas  a  propósito  de  alguno  de  los  tratados  de  Aristóteles, 
como  el  De  divinatioue per  somnium  y  la  Physiognomia  (que,  entre  parén- 
tesis, muchos  consideran  como  apócrifo).  El  cuarto  libro,  el  más  notable 
de  todos,  al  que  debe  Sánchez  toda  su  merecida  fama,  es  el  titulado  De 
multum  nobili  et  prima,  universal,  scieucia,  quod  nihil  scitur,  publicado 
por  vez  primera  en  1618,  pero  escrito  desde  1576,  como  hace  notar  el 
autor  en  el  prólogo  y  en  la  dedicatoria  a  Diego  de  Castro.  En  el  prólogo 
queda  ya  claramente  señalada  la  posición  filosófica  del  autor,  y  encontra- 
mos la  duda  metódica,  el  fundamento  de  la  filosofía  de  Descartes,  formu- 
lada en  la  obra  de  Sánchez,  escrita  más  de  sesenta  años  antes  de  escri- 
birse el  Discurso  del  método. 

Francisco  Sánchez  debe  ser  considerado  como  un  rebelde,  que  de- 
fiende la  emancipación  filosófica  en  un  tono  viril  y  áspero,  que  no  es  el 
empleado  por  los  restantes  filósofos  españoles.  Pero,  sin  embargo,  su  ori- 
ginalidad no  consiste  tanto  en  esta  rebeldía,  de  la  que  ya  habían  dado 
ejemplo  otros  filósofos  italianos  y  españoles,  como  en  su  firme  escepti- 
cismo respecto  de  toda  concepción  metafísica  que  se  coloque  por  enci- 
ma del  mundo  de  los  fenómenos,  combinado  con  una  firme  creencia  en 
los  resultados  de  la  ciencia  experimental.  Esta  es  la  posición  lógica  de  un 
hombre  de  ciencia,  de  un  médico,  y  la  que  tenía  que  adoptar  un  hom- 
bre como  Sánchez,  tan  apasionado  de  los  estudios  anatómicos,  que  había 
llegado  a  constituir  una  especie  de  sociedad  secreta  para  poder  disecar 
los  cadáveres  del  hospital  de  Tolosa.  «Semejante  discípulo  o  émulo  de 
Vesalio,  de  Servet,  de  Colombo,  de  Falopio — dice  Menéndez  y  Pelayo  — 


454  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

no  podía  profesar  respecto  de  las  ciencias  naturales  esa  especie  de  escep- 
ticismo grosero  y  plebeyo  que  nos  llama  la  atención  en  las  paradojas  de 
Cornelio  Agripa.  Tenía  que  ser,  necesariamente,  un  escéptico  empírico, 
como  lo  fueron  los  médicos  alejandrinos  sucesores  de  CEnesidemo,  como 
lo  fué,  por  ejemplo,  Zenodoto,  el  adversario  de  Galeno.*  Y  como  todos 
los  empíricos,  fué  un  nominalista  convencido.  Persuadido  de  que  la  com- 
prensión humana  era  sumamente  limitada  y  de  que,  en  la  mayoría  de  los 
casos,  no  podía  haber  adaptación  de  nuestro  entendimiento  a  la  cosa 
comprendida,  Sánchez  negaba,  no  sólo  el  conocimiento  de  lo  infinita- 
mente grande,  sino  también  el  de  lo  infinitamente  pequeño;  y  esto,  por 
muy  grandes  que  sean  los  progresos  de  la  moderna  ciencia,  y  por  muy 
poderosos  que  sean  los  medios  de  observación  y  de  análisis  modernos, 
sigue  siendo  verdad. 

Por  esta  tendencia  hacia  el  criticismo,  Sánchez  se  relaciona  íntima- 
mente con  Luis  Vives,  siendo,  uno  y  otro,  filósofos  esencialmente  espa- 
ñoles; sin  embargo,  son  de  carácter  y  temperamento  completamente  di- 
ferentes; Vives  es  grave,  moderado,  equilibrado;  Sánchez,  impresionable, 
pasando  rápidamente  del  entusiasmo  al  pesimismo.  «Nuestra  filosotía, 
dice,  es  un  laberinto  de  Creta,  en  el  que  es   imposible  librarse  del  mino- 

tauro >,  y  todo  el  pasaje  es  de  una  íntima  y  amarga  tristeza,  que  nos 

da,  como  tan  justamente  hace  notar  Menéndez  Pelayo,  la  mejor  demos- 
tración de  lo  sincero  de  su  escepticismo. 

Sánchez,  y  esto  sigue  revelando  su  acabado  carácter  español,  no  sólo 
aparece  relacionado  con  Vives,  sino  también  con  Huarte;  tiene  con  éste 
comunes  tendencias  antropológicas.  Las  analogías  existentes  entre  el  Quod 
nihil  scitur  y  los  Ensayos  de  Montaigne,  y  el  hecho  de  ser  aquél  anterior 
a  éstos,  hace  pensar,  con  mucho  fundamento,  en  que  Montaigne  se  ha 
inspirado  en  la  obra  de  Sánchez,  sin  que  por  ello  disminuya  ni  el  genio 
ni  la  originalidad  del  autor  francés.  La  obra  de  Montaigne  es  esencial- 
mente literaria,  contrastando  su  finura  y  delicadeza  con  el  escepticismo 
rudo,  el  metodismo  exclusivo  y  el  agnosticismo  implacable  de  Sánchez, 
tan  perfectamente  expresado  en  el  párrafo  siguiente:  «En  vano  trabaja- 
mos por  reparar  el  edificio  ruinoso  de  la  demostración  silogística;  los  ma- 
teriales son  frágiles,  y,  además,  está  muy  mal  construido;  cada  día  es 
necesario  añadirle  nuevos  puntales  para  impedir  el  hundimiento  definiti- 
vo. El  que  desee  saber  algo,  no  tiene  otro  recurso  que  el  de  contemplar 
las  cosas  que  quiere  conocer;  pero,  como  quiera  que  esta  contemplación 
directa  no  es  quizá  posible,  dados  los  límites  en  que  se  mueve  el  conoci- 
miento humano,  nos  quedan  dos  medios  subsidiarios,  que  no  pueden,  es 
verdad,  darnos  una  ciencia  perfecta,  pero  que  son  capaces  de  algún  resul- 
tado útil:  la  experiencia  y  la   crítica,  no   separadas  una  de   otra,  sino  ínti- 


LA  EDAD  DE  ORO  DE  LA  MEDICINA  ESPAÑOLA  455 

mámente  unidas,  como  lo  demostraremos  en  otro  libro.  Los  experimen- 
tos son  frecuentemente  falaces  y  son  siempre  difíciles,  y  aun  cuando  lle- 
guen a  la  perfección  no  pueden  hacernos  conocer  mas  que  los  accidentes 
extrínsecos  de  la  cosa,  nunca  la  naturaleza  intrínseca  de  la  misma.  La 
crítica  recae  sobre  los  resultados  de  la  experiencia,  y,  por  consiguiente, 
no  pasa  los  límites  de  lo  extrínseco,  que  sólo  discierne  de  una  manera 
incompleta,  sin  permitir  respecto  de  las  causas  nada  mas  que  conjetu- 
ras probables.  Se  nos  dirá  qué  esto  no  es  de  ningún  modo  una  ciencia. 
Es  verdad;  pero  no  hay  otra.» 

En  este  párrafo,  que  recuerda,  por  la  fuerza  de  su  lógica  y  por  lo  se- 
vero de  su  constitución,  el  estilo  de  Cajal,  Sánchez  ha  señalado  a  la  cien- 
cia futura  los  límites  estrechos,  de  los  que,  como  nosotros  hemos  podi- 
do, por  ser  más  modernos,  ver  mejor  que  él,  es  imposible  que  salga.  La 
intuición  admirable  es  la  característica  genial  de  este  filósofo,  esencial- 
mente español  y  esencialmente  médico.  % 


VIII.— LA  DECADENCIA  DE  LA  MEDICINA  ESPAÑOLA 

Entre  los  pocos  nombres  de  médicos  famosos  que  pueden  recordarse 
como  pertenecientes  a  la  medicina  del  siglo  xvni,  mencionaremos  los  si- 
guientes: 

D.José  Quer  y  Martínez  (i  695 -1 764).  Cirujano  militar,  primer  pro- 
fesor de  Botánica  del  Real  Jardín  de  Plantas  de  Madrid.  Fué  el  restaura- 
dor de  la  Botánica  en  España.  Sus  obras  son:  Flora  española  o  historia  de 
las  plantas  de  España,  Madrid,  1772.  El  autor  murió  cuando  se  estaba 
imprimiendo  el  tomo  IV,  y  el  rey  mandó  que  se  continuase  la  publica- 
ción, encargándose  de  ella  el  Protomedicato.  Disertación  físico -botánica 
sobre  la  pasión  nefrítica  y  su  verdadero  específico  la  uva  ursi  o  gayuva , 
Madrid,  1775-  Linneo  le  honró  dedicándole  un  género  de  plantas  que  de- 
nominó Quería. 

D.  Gaspar  Casal.  Estudió  en  Alcalá  de  Henares,  pasando  después  a 
ejercer  a  Madrid.  Por  motivos  de  salud  se  trasladó  a  Oviedo  en  17 18, 
donde  permaneció  el  resto  de  su  vida.  Es  autor  de  la  Historia  natural  y 
médica  del  Principado  de  Asturias,  obra  postuma  publicada  en  1762.  Ha 
sido  el  que  primeramente  ha  estudiado  la  pelagra  o  mal  de  la  rosa. 

Diego  Torres  de  Villarroel,  autor  de  una  notable  autobiografía  pu- 
blicada con  el  título  de  Vida,  ascendencia,  nacimiento,  crianza  y  aventu- 
ras, que  puede  colocarse  entre  las  joyas  de  la  literatura  castellana. 

Solano  de  Luque  (1685-1738),  natural  de  Montilla  (Córdoba).  Médico 
titular,  primero  de  Illora  y  después  de  Antequera.  Notable  clínico   y  au- 


456 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


tor  de  una  obra,  muy  famosa  en  su  tiempo,  que  lleva  el  título  de  Lapis 
Lydins  Apolliuis  (1731),  que  es,  sobre  todo,  un  estudij  del  pulso,  en  el 
que  distinguía  tres  variedades:  directo,  intermitente  e  incidus,  con  diver- 
sas subvariedades,  a  las  que  daba  un  valor  extraordinario  desde  el  punto 
de  vista  del  diagnóstico  y,  sobre  todo,  del  pronóstico. 


FrancÍ8CO  Solano  de  Luque  (16S5-1738).  (De  la  colección  de  grabados  de  la  Biblioteca  Nacional.) 


[osé  Alsinet,  de  Valencia,  famoso  en  su  época  por  sus  estudios  de 
la  quina  y  del  paludismo,  publicados  en  Madrid  en  1774 . 

El  erudito  D.  Antonio  Capdevila,  que  estudió  la  Medicina  en  Cerve- 
ra,  ejerció  en  Madrid,  fué  catedrático  de  Matemáticas  de  la  Universidad 
de  Valencia,  y  digno  'le  mención  por  haber  sido  el  corresponsal  en  Es- 
paña, para  proporcionarle  obras  y  biografías  de  los  médicos  españoles,  de 
Albrecht  von  1  taller. 

í).  Ignacio  María  Ruiz  Luzurriaoa(I736-i822).  Nació  en  Villaro  (Viz* 

nirió    'mi    Madrid.  Muy  joven  aún,  estudió  <'l  latín,    griego,    inglés, 
italiano  y  franc's,  pasando  después  a  la   Universidad  de  Versara,    en    que 


LA    DECADENCIA    DE    LA    MEDICINA    ESPAÑOLA  457 

se  dedicó  al  estudio  de  Humanidades,  Lógica,  Matemáticas,  Física  experi- 
mental y  Química  con  el  célebre  Proust  (i).  En  1 780  pasó  a  París  a  estu- 
diar Medicina,  pasando  más  tarde  a  Edimburgo  y  Londres.  De  regreso 
de  su  larga  estancia  en  el  Extranjero,  se  detuvo  algún  tiempo  en  Mont- 
pellier  con  el  fin  de  estudiar  los  métodos  de  enseñanza  de  su  Universi- 
dad. En  Madrid  tuvo  que  sufrir  nuevo  examen  por  el  Protomedicato,  des- 
pués de  dos  años  de  práctica  con  el  doctor  D.  Francisco  Sobral.  Termi- 
nados y  obtenida  la  licenciatura,  compuso  una  Disertación  sobre  la  res- 
piración y  la  sangre,  que  está  inserta  en  las  actas  de  la  Academia  de  Me- 
dicina. Fué  un  espíritu  inquieto  y  batallador  y  escritor  fecundo,  autor  de 
numerosas  obras,  consagradas  especialmente  al  estudio  de  la  fiebre  ama- 
rilla, plaga  que  ha  causado  la  muerte,  en  el  curso  de  catorce  años,  a  más 
de  medio  millón  de  personas,  en  una  de  las  más  bellas  regiones  de  Es- 
paña, entre  Cádiz  y  Alicante,  de  las  otras  enfermedades  infecciosas,  de 
higiene  y  de  pedagogía. 

También  se  ha  ocupado  del  estudio  de  la  fiebre  amarilla  D.  José  Mas- 
devall,  natural  de  Figueras  (Gerona),  doctorado  por  la  Universidad  de 
Figueras,  inspector  general  de  epidemias  del  Principado  de  Cataluña  y 
socio  de  varias  Academias  de  Medicina.  Es  autor  de  la  obra  titulada:  Re- 
lación de  las  calenturas  pútridas  que  en  estos  últimos  años  se  han  padecido 
e)i  el  Principado  de  Cataluña  (17  84- 1786). 

A  principios  del  siglo  xvni,  dice  Escribano  (2),  reinaba  en  España  la 
más  espantosa  ignorancia  en  Anatomía  y  Cirugía,  según  puede  compro- 
bar quien  examine  las  contadas  obras  publicadas  en  aquel  tiempo.  En  su 
autorizada  opinión,  Martín  Martínez  está  muy  lejos  de  merecer,  como 
anatómico,  los  elogios  que  ha  venido  recibiendo  de  los  historiadores  es- 
pañoles. Su  Anatomía  Completa  (Madrid,  1730)  es  inferior,  en  varios  aspec- 
tos, a  la  del  español  Valverde,  escrita  dos  siglos  antes,  principalmente  en 
la  ordenación  de  las  materias,  en  el  método  de  exposición,  en  los  índices 
y  en  las  estampas.  En  estas  últimas,  sobre  todo,  hay  una  inmensa  diferen- 
cia en  favor  del  libro  del  siglo  xvi. 

Martín  Martínez  nació  en  Madrid  en  1684.  Estudió  en  Alcalá,  termi- 
nando sus  estudios  en  1706,  y  el  mismo  año  obtuvo  por  oposición  la  plaza 
de  médico  de  número  del  Hospital  General.  Fué  profesor  de  Anatomía, 
examinador  del  Protomedicato,  y,  por  ultimo,  médico  de  cámara  de  Feli- 


(1)  Acerca  de  este  profesor  francés  y  de  su  estancia  en  Madrid,  con  la  expli- 
cación del  lamentable  fracaso  de  la  generosa  tentativa  de  Carlos  III  para  restau- 
rar en  España  el  estudio  de  la  Química,  consúltese  el  erudito  y  razonado  artículo 
«Don  Luis  Proust  en  España»,  del  sabio  profesor  doctor  Carracido,  en  su  obra 
Ensayos  hisior  ico-critico  s  de  la  Ciencia  española,  Madrid,  1897. 

(2)  Discurso  leído  en  la  solemne  inauguración  del  curso  académico  de 
19 1 6- 191 7  en  la  Universidad' de  Granada.' Granada,  191 6. 


45*  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

pe  V.  Este  médico  fué  uno  de  los  espíritus  más  independientes  de  su  épo- 
ca; conoció  los  defectos  que  tenía  la  enseñanza  de  la  Medicina  y  lo  mal 
que  se  enseñaba  en  las  Universidades;  trató  de  corregirlos,  pero  no  con- 
siguió otra  cosa  que  granjearse  un  gran  número  de  enemigos,  que  apro- 
vechaban la  más  pequeña  ocasión  para  denigrarle.  Fué  el  blanco  de  la  en- 
vidia de  muchísimos,  que  le  proporcionaron  infinitos  disgustos  y  que  con- 
tribuyeron a  su  muerte  prematura,  ocurrida  en  9  de  octubre  de  1734,  a  la 
edad  de  cincuenta  años.  Escribió,  entre  otras,  las  obras  siguientes:  Noches 
anatómicas  o  Anatomía  compendiosa  (Madrid,  17 16- 1 7  50);  Filosofía  excép- 
tica (Madrid,  17 23-17 50);  Medicina  escéptica  y  Cirugía  moderna  (Madrid, 
1 7 25- 1 727).  Anatomía  completa  (Madrid,  1730).  Por  la  tendencia  filosófica 
de  sus  escritos,  la  gran  cultura  en  lenguas  clásicas,  las  frecuentes  ingenio- 
sidades, las  felices  ocurrencias,  lo  muy  versado  que  fué  en  poesía  y  mú- 
sica, y  la  exhibición  de  una  variada  y  extensa  ilustración,  recuerda  Martín 
Martínez  a  nuestro  contemporáneo  Letamendi  (Escribano) . 

Como  demostración  de  la  deficiente  enseñanza  de  la  Anatomía  en  la 
Universidad  de  Valencia,  menciona  Escribano  a  los  más  célebres  catedrá- 
ticos de  la  asignatura:  Lloret,  Gilabert  y  Piquer. 

Fbancisco  Lloret  y  Martí  estudió  en  Valencia,  en  cuya  Universidad 
tomó  el  grado  de  doctor  y  fué  catedrático  de  Anatomía  y  de  Matemáti- 
cas. Habiéndole  invitado  la  ciudad  de  Bilbao  con  una  de  sus  plazas  de  ti- 
tulares, aceptó  y  la  desempeñó  por  espacio  de  diez  años.  Tiene  razón, 
como  se  desprende  del  análisis  de  sus  obras,  Escribano  cuando  dice  que 
era  menos  anatómico  que  astrólogo,  dejando  su  cátedra  por  una  plaza  de 
médico  en  Bilbao  y  mostrando  en  sus  escritos  una  exagerada  predilección 
por  Galeno,  incompatible  con  la  observación  atenta  y  verdadera  de  los 
cadáveres  humanos. 

Vicente  Gilabert,  también  de  Valencia  y  profesor  de  la  Universidad, 
hacía,  como  dice  Escribano,  numerosas  vivisecciones  (no  se  habla  de  di- 
secciones humanas)  con  gran  destreza,  puesto  que  así  nos  lo  indican  sus 
historiadores  y  lo  confirma  Piquer,  contribuyendo  esto  a  su  traslado  a 
Madrid;  sus  obras,  poco  numerosas,  descubren  más  al  médico  teórico, 
dado  a  las  sutilezas  de  las  controversias  decadentistas,  propias  de  su  tiem- 
po en  España,  que  al  hombre  de  anfiteatro. 

Don  \m»kis  Pique»  nació  el  6  de  noviembre  de  1711  en  Fornoles 
(Aragón).  Estudió  Filosofía  y  Medicina  en  la  Universidad  de  Valencia 
(t 7  27- 1 7 34).  Obtuvo,  por  oposición,  la  cátedra  de  Anatomía  de  aquella 
Universidad  en  [742.  En  175 1  fué  nombrado  médico  de  cámara  super- 
numerario de  Su  Majestad,  y  en  1752,  protomédico  y  vicepresidente  de  la 
Real  Vcademia  Médico-Matritense.  Falleció  en  3  de  febrero  de  1772.  En- 
Ul  numerosas  obras,  es  especialmente  notable  la  Física  moderna  na- 


LA    DECADENCIA    DE    LA    MEDICINA    ESPAÑOLA  459 

clonal  y  experimental  (Valencia,  1745),  y  más  aún  la  Lógica  moderna  o 
arte  de  hallar  la  verdad  y  perfeccionar  la  razón  (Valencia,  1747)-  Otra  de 
sus  obras,  el  Tratado  de  calenturas,  según  la  observación,  etc.  (Valencia, 
1751-1760-1768-1777),  notable  por  su  erudición,  fué  traducida  al  francés, 
Todavía  es  más  famosa  la  titulada  Las  obras  de  Hipócrates  más  selectas, 
con  el  texto  griego  y  latino,  puesto  en  castellano  e  ilustrado  con  las  observa- 
ciones prácticas  de  los  antiguos  y  modernos  para  la  juventud  española  que 
se  dedica  a  la  Medicina  (Madrid,  1757)-  El  tomo  I  se  reimprimió  en  1770 
y   1778;  el  II,  en  1761  y  1774,  y  el  III,  en  1781. 

Vemos,  por  consiguiente,  que  Piquer,  no  obstante  su  vasta  cultura,  su 
soberana  inteligencia,  sus  oposiciones  a  la  cátedra  de  Anatomía  y  su  acti- 
vidad incansable,  pasó  diez  años  de  catedrático  de  Anatomía,  todo  el 
tiempo  de  su  profesorado  (1742-175 1),  en  la  Universidad  de  Valencia,  es- 
cribiendo famosos  libros;  algunos,  como  el  de  Lógica,  por  ejemplo,  que 
pueden  reputarse  inmortales,  pero  sin  tratar  para  nada  las  cuestiones  ana- 
tómicas, que  tanto  interesaban  a  otros  países.  La  Lógica,  las  Matemáticas, 
la  Física,  la  Astronomía,  las  causas  y  los  síntomas  de  las  enfermedades, 
la  composicición  de  las  aguas  de  Valencia,  las  obras  hipocráticas,  las  ca- 
lenturas, la  moral  médica,  todo  le  preocupó  en  aquellos  años,  porque  Pi- 
quer fué  un  gran  polígrafo,  menos  la  Anatomía  y  la  disección. 

Acerca  del  estado  de  la  Cirugía  en  aquellos  tiempos,  decía  D.  Diego 
Velasco  en  la  inauguración  del  curso  de  1764  del  Colegio  de  Cirugía  de 
Barcelona,  que  los  cirujanos  eran  hombres  empíricos  y  groseros,  sin  ca- 
pacidad ni  talentos,  sin  crianza  ni  instrucción;  y  en  el  discurso  de  apertu- 
ra del  Colegio  de  San  Carlos  aseguraba  Rives  que  la  Cirugía  había  llega- 
do, en  la  primera  mitad  del  siglo  xvni,  al  mayor  grado  de  abatimiento, 
viéndose  obligados  los  cirujanos  a  ocuparse  en  oficios  mecánicos  para 
poder  subsistir.  Apenas  se  hallaba  en  España  quien  supiese  operar  la  ca- 
tarata, extraer  un  cálculo,  curar  la  hernia  estrangulada,  realizar  la  traqueo- 
tomía  o  asistir  debidamente  a  un  parto  laborioso.  La  Marina  y  el  Ejército 
tenían  que  valerse  de  cirujanos  extranjeros.  En  opinión  de  Escribano, 
dimanaba  en  gran  parte  esta  postración,  no  sólo  de  la  decadencia  gene- 
ral, de  que  ya  nos  hemos  ocupado,  sino  también  de  un  grave  error  co- 
metido por  nuestros  legisladores  del  siglo  xvn.  Dividieron  éstos,  por 
pragmática  del  Pardo  de  7  de  noviembre  de  1617,  la  única  carrera  de  ci- 
rujano que  se  venía  admitiendo  desde  los  tiempos  antiguos,  en  dos  cate- 
gorías: cirujanos  latinos,  o  de  toga,  y  cirujanos  romancistas,  o  cirujanos 
barberos,  o  de  traje  corto.  Los  latinos,-  para  ser  aprobados,  tenían  que 
mostrar  conocimiento  de  las  obras  hipocráticas,  de  Galeno,  de  Guido  y 
de  algunos  otros  autores,  que  estudiaban  durante  cuatro  años  en  las  Uni- 
versidades, juntamente  con  los  médicos,    y,   además,   ser  examinados   de 


H  I S  T  O  R 1  A     I  >  E     LA     MEDICI  N  A 

esto  es.  de  las  enfermedades  de  los  huesos,  aprendidas  en 
s  años  de  práctica,  lo  cual  formaba  un  conjunto  de  conocimien- 
tos más  extensos  y  difíciles  que  los  exigidos  a  los  médicos.  Los  estu- 
diantes acomodados,  ante  esta  desigualdad  y  mayor  exigencia,  sin  com- 
pensaciones legítimas  y  efi  is  en  las  realidades  del  trabajo  profesional, 
prefirieron  dedicarse  a  la  Medicina,  e  insensiblemente  fueron  desapare- 
aianos  ilustrados  o  de  estudios,  no  quedando  mas  que  los 
de  segunda  clase,  que  fácilmente,  y  muchas  veces  sin  conocimientos,  al- 
canzaban el  codiciado  título,  por  modesto  que  fuera  su  papel  en  la  so- 
ciedad. 

El  deseo  de  mejorar  este  estado  penoso  de  nuestra  cirugía  y  las  nece- 
sidades crecientes  de  nuestra  entonces  poderosa  Armada  naval,  para  te- 
ner cirujanos  hábiles  y  expertos  que  sirviesen  en  nuestras  escuadras,  con- 
dujeron a  la  fundación,  en  174S,  y  en  el  reinado  de  Fernando  VI,  del  Real 
Colegio  de  Cirugía  de  Cádiz,  hecho  que  mejoró  notablemente  el  porvenir 
de  la  cirugía  española,  no  porque  influyese  de  pronto  en  la  gran  masa  ge- 
neral de  aquellos  pobres  cirujanos  repartidos  por  ciudades  y  por  aldeas  y 
ya  sin  posibilidad  de  regeneración,  sino  porque  tendía  sabiamente  a  la 
formación  de  un  profesorado  compuesto  de  hombres  científicos,  educa- 
dos en  las  mejores  Universidades  extranjeras,  investigadores  y  prácticos 
a  un  mismo  tiempo  y  dedicados  expresamente  al  cultivo  y  enseñanza  de 
la  Medicina  operatoria,  verdaderos  sabios  y  especialistas,  como  los  que  ya 
existían  en  Europa  (Escribano). 

El  alma  de  este  cambio  radical  fué  Pedro  Yirgili  (i 699- 1 776).  Hijo 
de  unos  honrados  y  humildísimos  labradores  catalanes,  se  consagró  en  su 
infancia  a  las  labores  del  campo  hasta  los  catorce  años,  en  cuya  edad,  es- 
timulado por  un  vivo  deseo  de  aprender,  marchó  al  hospital  de  Tarrago- 
na, en  el  cual  aprendió  a  sangrar,  y.  como  practicante  de  sangrador,  per- 
maneció hasta  los  diez  y  seis  años.  Oyendo  un  día  a  los  médicos  del  es- 
tablecimiento elogiar  las  escuelas  médicas  de  Francia,  resolvió  marchar, 
con  el  objeto  de  instruirse  bajo  la  dirección  de  los  mejores  maestros.  Par- 
tió a  Francia,  haciendo  el  viaje  a  pie,  con  más  fatigas  que  recursos,  im- 
pulsado, como  muy  acertadamente  dice  Escribano,  por  el  entusiasmo  y 
el  fervor  de  los  predestinados,  y  logró  llegar  a  la  famosa  Escuela  de 
Montpellier,  don<.  .mente   se  captó  las  simpatías  y  la   admiración 

de  compañeros  y  profesores,  acabando  sus  estudios  al  servicio  y  bajo  la 
prote  de  sus  más   sabios  maestros.  Se  consagró  pri- 

meramente al  estudio  de  1  na,  y   se  dice  que  era  tal  su  entusias- 

mo en   el  estudio  de  es  faltándole  cadáveres  en    el  anfitea- 

:e  aquella  Escuela,  salía,  como  en  tiempos  pasados  hacía  Pedro  Gíme- 
los de  ajusticiados,    que  arrancaba    délos   cadalsos  para 


LA    DECADENCIA    DE  LA    MEDICINA    ESPAÑOLA 


461 


practicar  la  disección.  No  satisfecho  aún  con  estos  estudios  de  la  Escuela 
de  Montpellier,  reúne  sus  modestos  ahorros,  fruto  del  constante  sacrifi- 
cio y  doble  trabajo  abrumador  de  estudiante  modelo  y  practicante  incan- 


Pedro  Virgili  (1999-1788).  (De  la  colección  de  grabados  de  la  Biblioteca  Nacional.) 


sable,  gastándolos  en  ir  a  París,  cuyos  centros  de  enseñanza  culminaban 
entonces  sobre  los  de  toda  Europa.  Perfeccionados  sus  conocimientos, 
vuelve  Virgili  a  España,  aceptando,  como  grato  recuerdo,  la  plaza  de  ci- 
rujano mayor  del  hospital  de  Tarragona,  en  el  que,  como  acabamos  de 
decir,  había  comenzado  su  carrera.  Al  poco  tiempo  fué  nombrado  ciruja- 
no de  la  Armada  Real.  Sus  resonantes  éxitos  en  la  campaña  de  Gibraltar, 
en  la  toma  de  Oran  y  en  su  viaje  a  América  con  la  escuadra  española  le 
dieron  justa  fama  entre  cirujanos  y  marinos.  Una  traqueotomía  feliz,  rea- 
lizada eñ  el  hospital  de  Cádiz  en  un  soldado  agonizante  que  se  asfixiaba,  y 


462  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

en  circunstancias,  más  que  críticas,  temerarias,  con  éxito  que  entonces 
alcanzaba  los  límites  de  lo  milagroso,  le  hizo  célebre  en  toda  España,  y 
aun  en  el  mundo,  pues  la  Real  Academia  de  Cirugía  de  París  estampó  en 
sus  memorias  la  reseña  de  la  operación  y  un  cumplido  elogio  del  cirujano 
español,  cosa  inaudita  por  tratarse  de  un  español.  Fernando  VI  llamó  a 
Virgili,  nombrándole  médico  de  cámara. 

Las  necesidades  de  nuestra  Armada,  entregada,  como  anteriormente 
hemos  dicho,  a  cirujanos  extranjeros,  no  muy  peritos,  pero  sí  superiores 
a  los  nuestros,  y  los  proyectos  de  mayor  engrandecimiento  que  abrigaba 
el  marqués  de  la  Ensenada,  dieron  ocasión  propicia  a  los  deseos  y  conse- 
jos de  Virgili,  quien  recibió  el  encargo  de  preparar  la  fundación  de  un 
Colegio  de  Cirugía  para  la  Armada.  Virgili  escogió  Cádiz,  donde  hizo  cons- 
truir de  nueva  planta  un  edificio  que  todavía  existe,  dotándole  de  buenos 
laboratorios  y  completo  y  costoso  instrumental.  Mientras  se  realizaban 
estas  obras,  para  que  nada  fuese  improvisado,  eligió  unos  cuantos  jóve- 
nes de  reconocida  aptitud  y  aplicación,  que  mandó  a  las  principales  Uni- 
versidades extranjeras  (París,  Bolonia,  Leyden  y  Londres),  donde  hicieron 
estudios  profundos  y  completaron  su  educación  anatómica  y  quirúrgica. 
Y  a  los  dos  años  de  haber  recibido  el  honroso  encargo  (1748),  tuvo  Vir- 
gili la  satisfacción  de  ver  coronados  sus  afanes  con  la  inauguración  solem- 
ne de  los  estudios  en  el  primer  Colegio  de  Cirugía  de  España,  cuyo  perso- 
nal constaba  de  un  director,  Virgili,  diez  profesores,  uno  de  ellos  secreta- 
rio, y  cincuenta  colegiales  internos  pensionados,  que  después  aumentaron 
hasta  ciento,  quedando  así  convertido  en  un  verdadero  seminario  quirúr- 
gico dotado  generosamente.  Virgili  murió  el  1 1  de  octubre  de  1776.  Ha 
escrito  una  Memoria  sobre  la  broncotomía,  que  aparece  en  el  tomo  I,  pá- 
gina 581,  de  las  Memorias  de  la  Real  Academia  de  Cirugía  de  París  (1743), 
y  un  Compendio  del  arte  de  partear,  compuesto  para  el  uso  de  los  Reales 
Colegios  de  Cádiz  y  Barcelona,  Barcelona,  1765- 1772. 

El  éxito  del  Colegio  de  Cádiz,  cuyos  primeros  profesores,  elegidos 
con  gran  tino,  no  sólo  acreditaron  sus  enseñanzas,  dando  cirujanos  a  la 
nación,  sino  que  además  formaron  un  vivero  de  sabios,  dio  ocasión  al 
propio  Virgili  para  fundar  otro  Colegio  en  Barcelona,  ya  en  pleno  reina- 
do de  Carlos  III,  adaptado  por  completo  al  plan  del  Colegio  de  Cádiz, 
pero  destinado  a  la  formación  de  cirujanos  castrenses.  La  misma  parsimo- 
niosa cordura,  dice  Escribano,  que  caracteriza  la  organización  del  colegio 
gaditano  se  nota  al  fundar  el  de  Barcelona,  pues  incoado  el  expediente 
en  1758,  en  vida  de  Fernando  VI,  y  firmada  la  Real  orden  en  1760,  du- 
ran los  preparativos  y  obras  hasta  cuatro  años  más  tarde  (1764),  en  que 
Be  inaugura  oficial  y  solemnemente  (aun  cuando  ya  desde  1 762  se  venían 
piando  algunas  enseñanzas)  con   un  discurso   de  D.  Diego  Velasco,  profe- 


LA  DECADENCIA  DE  LA  MEDICINA  ESPAÑOLA  465 

sor  de  Cirugía  del  mismo  Real  Colegio.  Cincuenta  alumnos  internos  tuvo 
este  Colegio  desde  su  fundación,  y  para  libertarles  de  toda  suerte  de  co- 
nexiones y  dependencias  con  la  Universidad  y  el  Protomedicato,  dándo- 
les a  la  vez  carácter  eminentemente  militar,  se  puso  aquél  bajo  la  protec- 
ción y  mando  del  capitán  general  de  Cataluña.  Desde  esta  fecha  de  1764, 
en  que  ya  tuvo  la  cirugía  enseñanza  verdadera,  se  prohibió  a  las  cofradías 
médicas  de  San  Cosme  y  San  Damián  que  dieran  patentes  de  cirujano. 

En  1758  fué  admitido  como  colegial  interno  en  el  Real  Colegio  de  Ci- 
rugía de  Cádiz  D.  Antonio  Gimbernat,  a  la  edad  de  veinticuatro  años, 
cuando  ya  tenía  cursada  la  Filosofía  en  la  Universidad  de  Cervera  y  he- 
chos los  estudios  preparatorios  para  el  ingreso  en  el  citado  Colegio,  du- 
rante dos  años  en  el  mismo  Cádiz.  Había  nacido  el  1 5  de  febrero  de  1734) 
en  la  villa  de  Cambrils,  campo  de  Tarragona,  y  concentrado  principal- 
mente su  extraordinaria  laboriosidad  en  los  estudios  de  disección,  piedra 
angular  de  los  estudios  quirúrgicos.  Mi  autor  más  favorito  es  el  cadáver 
humano,  solía  decir  gráficamente  en  sus  conferencias  y  estudios,  y  tanto 
adelantó  en  ellos,  que  al  acabarlos,  en  1762,  además  de  haberse  ganado 
una  sólida  reputación  entre  sus  compañeros,  fué  propuesto  por  Virgili 
para  catedrático  de  Anatomía  de  los  fundadores  del  Colegio  de  Barcelo- 
na, cargo  que  le  confirió  el  rey  en  igual  fecha.  En  el  curso  de  1 768  de- 
mostró, por  primera  vez,  la  disposición  de  ias  fibras  del  arco  crural  o  li- 
gamento de  Falopio  y  en  su  extremidad  interna,  haciendo  comprender 
la  importancia  y  utilidad  del  descubrimiento  para  la  operación  de  la  her- 
nia crural,  que  cuatro  años  más  tarde  ejecutaba  con  éxito  completo  en 
dos  enfermos  de  hernia  estrangulada,  por  un  nuevo  método  de  su  inven- 
ción (i). 

En  1774)  a  l°s  cuarenta  años  de  edad  y  doce  de  profesorado,  co- 
menzó sus  viajes  al  Extranjero,  pensionado  por  el  Gobierno.  La  edad  ma- 
dura, la  aplicación  constante  y  el  talento  del  pensionado  daban  garantías 
de  acierto  y  designación,  sin  contar  con  que  ya  para  entonces  había  de- 
mostrado Gimbernat  con  hechos  sus  grandes  aptitudes  de  anatómico,  de 
cirujano  y  de  maestro.  Como  anatómico,  después  de  haber  realizado  gran 
número  de  autopsias,  había  disecado  con  esmero  y  reflexión  32  cadáve- 
res humanos,  cifra  fabulosa  en  España  para  aquella  época,  la  mayor  parte 
públicamente,  en  sus  lecciones  de  cátedra,  procurando  la  colaboración  de 
los  alumnos,  y  anotando  cuidadosamente  la  disposición  y  los  caracteres 
de  todos  los  órganos.  De  modo  que  sus  numerosos  y  extensos  manuscritos, 
de  los  cuales  sólo  ínfima  parte  se  conservan,  contienen  archivadas  las  ob- 


(1)     Seguimos  tomando  del  Discurso  de  Escribano  todo  lo  relativo  a  la  Historia 
de  la  Anatomía  y  de  la  Cirugía,  en  general,  y  de  Gimbernat  muy  especialmente. 


464  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

servaciones  y  particularidades,  con  una  puntualidad  y  sencillez  impropias 
del  estilo  de  aquel  tiempo.  La  mayoría  de  ellos  los  tuvo  presentes  su  hijo 
al  escribir  la  sucinta  biografía  de  su  padre,  publicada  en  Barcelona  en 
1828,  y  en  la  Biblioteca  de  la  Facultad  de  Medicina  de  Madrid  existen 
todavía  algunos.  Nada  prueba,  según  el  acertado  juicio  de  Escribano,  de 
manera  tan  concluyente  la  elevación  intelectual  de  Gimbernat  sobre  los 
cirujanos  españoles  contemporáneos  del  siglo,  como  este  vigor  científico 
con  que  da  cuenta  de  sus  estudios  cadavéricos,  añadiendo  los  comenta- 
rios que  le  sugieren.  Hacemos  mención  especial  de  su  folleto  acerca  del 
Nuevo  método  de  operar  la  hernia  crural,  con  un  apéndice  y  varias  lámi- 
nas, en  donde  brillan  por  igual  el  anatómico  y  el  cirujano.  En  él  describe 
de  un  modo  preciso  y  detallado  el  arco  crural,  con  el  doblez  o  pliegue  ae 
su  extremidad  interna  y  su  atadura  a  la  cresta  del  pubis,  que  es  lo  que 
hoy  conocemos  con  el  nombre  de  ligamento  de  Gimbernat.  También  ex- 
pone claramente  los  vasos  epigástricos,  el  cordón  espermático,  el  anillo 
crural,  el  ganglio  linfático  singular,  o  sea,  en  resumen,  toda  la  región  que 
nuestras  anatomías  topográficas  contemporáneas  describen  como  región 
del  anillo  crural,  y  que,  en  estricta  justicia,  debiéramos  llamar  región  de 
Gimbernat.  El  ganglio  singular  del  anillo  crural,  que  los  franceses  llaman 
de  Clocquet  y  los  alemanes  de  Rosenmüller,  fué  demostrado  por  Gimber- 
nat en  sus  lecciones  de  1768  y  expuesto  públicamente  a  Hunter  en  1775» 
descubriéndole  con  todo  detalle  en  el  folleto  de  que  estamos  ocupándo- 
nos, que  lleva  la  fecha  de  1793.  Clocquet  nació  en  1787,  es  decir,  diez  y 
nueve  años  después  de  haber  demostrado  Gimbernat  este  ganglio  a  sus 
discípulos  y  a  los  doce  de  haberlo  expuesto  ante  Hunter.  Lo  propio  de- 
cimos de  Rosenmüller,  nacido  en  177 1 . 

Corría  el  año  1 777,  dice  Escribano,  cuando  el  famoso  Hunter  expli- 
caba un  curso  de  Anatomía,  al  que  asistía  nuestro  compatriota.  Llegó  el 
25  de  abril,  y  al  ocuparse  el  sabio  cirujano  inglés,  en  su  lección  80,  de  la 
operación  de  la  hernia  crural,  manifestó  los  grandes  riesgos  que  ofrecía, 
ya  que  por  poco  que  la  dilatación  se  hiciese  oblicuamente  hacia  afuera  se 
cortaba  la  arteria  epigástrica,  hacia  adentro  el  cordón  espermático,  y  en 
todos  los  casos,  la  sección  del  ligamento  de  Poupart  era  ineludible.  Esti- 
mando Gimbernat  ventajoso  el  procedimiento  de  su  propia  invención,  que 
había  aplicado  dos  veces  con  éxito  en  Barcelona,  se  dirigió  a  Hunter,  y 
con  su  venia  le  expuso  el  resultado  de  sus  trabajos,  preparaciones  y  mé- 
todo operatorio,  valiéndose  de  la  misma  pieza  seca  y  bien  disecada  que 
había  servido  para  la  lección.  cFué  grande  mi  satisfacción,  dice  Gimber- 
nat, al  ver  que,  concluida  mi  demostración,  respondió  el  propio  Hunter: 
You  are  right,  Sir  (señor,  usted  tiene  razón),  añadiendo:  Yo  lo  haré  pú- 
blico en  mis  lecciones,  y  así   lo  practicaré  cuando  tenga  ocasión   de  ope- 


LA  DECADENCIA  DE  LA  MEDICINA  ESPAÑOLA  465 

rar  en  el  vivo.»  Este  sencillo  episodio,  añade  Escribano,  decidió  la  in- 
mortalidad de  Gimbernat,  pues  Hunter,  cumpliendo  sus  nobles  palabras, 
dio  ocasión  en  escritos  y  conferencias  a  que  el  mundo  supiera  los  traba- 
jos del  modesto  español,  desconocido  entonces,  y  quizá  perpetuamente 
ignorado  de  los  extraños  (y  hasta  de  los  propios),  sin  la  notoriedad  y  el 
inmenso  prestigio  del  gran  cirujano  inglés. 

De  regreso  a  España  Gimbernat  y  su  compañero  Rives  reanudaron 
sus  cursos  respectivos  en  Barcelona,  hasta  que  en  1779  fueron  llamados 
a  Madrid  para  proceder  al  establecimiento  de  un  Colegio  de  Cirugía  Mé- 
dica. Las  vacilaciones,  dudas  y  lentitudes  burocráticas  hicieron  que  hasta 
el  l.°  de  octubre  de  1 7  87  no  tuviera  lugar  la  apertura  del  Real  Colegio 
<de  Cirugía  de  San  Carlos,  en  los  sótanos  del  Hospital  General.  La  ense- 
ñanza se  daba  en  las  bohardillas,  y  el  resto  del  local  se  destinaba  a  las 
clínicas.  Empezó  la  matrícula  con  cinco  alumnos,  que  eran  practicantes 
de  aquel  hospital.  En  este  Colegio  fué  encargado  Gimbernat  de  formar 
un  gabinete  anatómico  y  patológico,  lo  que  realizó  con  el  mayor  acierto, 
haciendo  que  seis  años  más  tarde  estuviese  en  posesión  de  una  de  las  co- 
lecciones más  completas  de  Europa  en  aquella  fecha.  Al  propio  tiempo 
ejercía  la  profesión,  dedicándose  especialmente  a  la  oftalmología,  e  inven- 
tando su  célebre  espéculum,  o  anillo  ocular,  para  hacer  más  fácil  la  ope- 
ración de  la  catarata.  Gimbernat  es,  además,  inventor  de  otros  varios  ins- 
trumentos quirúrgicos,  Murió  en  18 16,  a  los  ochenta  y  dos  años  de  edad. 

Además  de  Virgili  y  Gimbernat,  aun  cuando  de  mérito  muy  inferior, 
deben  ser  mencionados  en  aquella  época:  Leonardo  Galli,  cirujano  y  au- 
tor de  un  notable  estudio  de  las  fracturas  de  la  rótula  (1795);  Queraltó, 
profesor  de  Cirugía  del  Real  Colegio  de  San  Carlos;  Rives,  que  también 
desempeñó  la  misma  cátedra;  los  Ametller,  cirujanos  de  la  Armada; 
Bonells  y  Lacaba,  los  dos  escritores  a  quienes  debe  más  progreso  y  gra- 
titud la  Anatomía  española,  por  su  excelente  libro,  de  todos  conocido, 
que  durante  más  de  cuarenta  años  no  ha  tenido  rival  en  nuestro  país  (i); 
D,  Francisco  Salvat  y  Campillo  (1751-1828),  notable  en  medicina  inter- 
na, defensor  de  la  variolización  y  autor  de  algunos  estudios  sobre  la  fie- 
bre amarilla  y  el  escorbuto. 

Otra  obra  que  merece  mencionarse  es  el  Curso  teórico  y  práctico  de 
operaciones  de  cirugía,  por  Velasco  y  Villa  verde,  ambos  alumnos  del 
Colegio  de  Cádiz,  luego  cirujanos  del  Ejército  y  de  la  Armada,  respectiva- 
mente, y  finalmente  profesores  de  la  asignatura,  el  primero  en  Barcelona 
y  el  segundo  en  Cádiz. 


(1)     Curso  completo  de  anatomía  del  cuerpo  humano,  por  D.  Jaime  Bonells  y  don 
Ignacio  Lacaba.  Madrid,  1786. 

Historia  de  la   Mkdiüina.  —  Tomo  1 1  30 


466  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

Entre  los  médicos  españoles  que  en  aquellos  tiempos  se  distinguieron 
por  sus  aficiones  a  la  química  deben  ser  recordados  Carbonell  y  Bravo, 
Ardevol  y  Garriga  y  Buach,  y,  como  discípulos  de  Proust,  Menchero  y 
Bermúdez.  Consagrados  a  la  Botánica,  en  primer  lugar  D.  Mariano  Lacas- 
ca  (1776-1838),  Lorente  y  Asensi  y  Bahí  y  Fonseca. 

La  invasión  francesa  y  la  gloriosa  Guerra  de  la  Independencia  vienen 
a  interrumpir  por  completo  nuestra  vida  científica.  En  nuestras  guerrillas 
se  distinguieron  muchos  estudiantes  de  Medicina  y  médicos  transforma- 
dos en  militares.  Gran  número  de  Facultades  tuvieron  que  cerrarse  por 
falta  de  alumnos.  Muchos  profesores  notables  se  vieron  obligados  a  emi- 
grar al  Extranjero.  Entre  los  médicos  españoles  que  lucharon  contra  los 
invasores  merecen  recordarse  los  nombres  de  Ardevol,  Lorente  y  Asensi» 
Vendrell  de  Pedralves,  Trujillo,  Alix  y  Martinez,  Menchero,  Bartolomé 
Sierra,  San  Martín  y,  sobre  todos,  Juan  Palarea,  el  Médico,  del  cual  de- 
cían los  franceses:  el  Médico  es  un  buen  general,  y  un  hombre  muy  hu- 
mano.» 

Entre  los  médicos  de  la  Armada,  el  más  notable  es  D.  Pedro  María 
González  ( 1 763 -1 837),  autor  de  un  Tratado  de  enfermedades  de  navegantes. 
En  los  del  Cuerpo  de  Baños,  creado  en  1817,  el  famoso  pedagogo  D.  Pe- 
dro Pablo  Montesinos  (178 1- 1 849),  Alix  y  Martínez,  Graells  y  Ferrer, 
Brull,  Menchero  y  Arias,  De  la  Monja  y  Bartolomé  Sierra.  En  el  Cuerpo 
de  Sanidad  Militar,  en  cuya  organización  interviene  como  diputado  el  fa- 
moso D.  Mateo  Seoane  destaca  por  el  mérito  de  sus  trabajos  el  notable 
historiador  de  la  Medicina  española  Hernández  Morejón  (1773-1836),  de 
Alaejos  (Valladolid),  que  fué,  además,  el  primer  catedrático,  por  oposi- 
ción, de  Clínica  Médica  del  Colegio  de  San  Carlos  (18 1 3).  Fué  separado 
de  su  cátedra,  por  desafecto,  en  1823,  y  repuesto,  por  D.  Pedro  Castelló, 
en  1827. 

Comienza  el  siglo  xix  en  España  con  los  trabajos  llevados  a  cabo  para 
difundir  la  vacuna  por  Piguillem,  Gil  y  Albéniz,  Pedro  Martínez,  Vicente 
Blasco,  Luzuriaga,  Zunzunegui,  Hernández  Morejón,  y,  sobre  todo,  por 
I).  Francisco  Xavier  Balmis  (1753-1819),  de  Alicante,  quien  dirige  la  ex- 
pedición o  viaje  científico  para  extender  la  vacuna  por  todas  nuestras  pro- 
vincias de  Ultramar  (30  de  noviembre  de  1 803). 

Kn  las  reformas  de  la  Enseñanza  de  la  Medicina,  llevadas  a  cabo  duran 
te  el  siglo  xix,   y  en  cuya  exposición  no   podemos  detenernos   por  falta 
absoluta  de  espacio,  intervienen  especialmente  Castelló  y  Mata. 

I  )o.\  Pedro  Castelló  y  (  Ginesta  nació  en  Guisona  (Lérida)  el  4  de  marzo 
de  1770.  Fué  profesor  del  Colegio  de  San  Carlos  desde  1801;  la  guerra  de 
la  Independencia  le  obliga  a  abandonar  la  enseñanza,  a  la  que  vuelve  en 
1 814.  Es  médico  de  Fernando  VII  desde  1825,  y  aprovecha  toda  su  in- 


LA  DECADENCIA  DE  LA  MEDICINA  ESPAÑOLA 


467 


fluencia  en  favor  de  la  enseñanza  y  de  la  Medicina,  cuya  reforma  lleva  a 
cabo  en  1827.  Es  autor  también  de  las  leyes  reformando  el  ejercicio  pro- 
fesional,  creando  la  Junta  Superior  Gubernativa  de  Medicina  y  Cirugía, 
reformando  el  Cuerpo  de  Sanidad  Militar,  el  de  Médicos  de  Baños  y  las 
Acidemias  de  Medicina. 

Don  Pedro  Mata  y    Fontanet.  Nació    en  Reus    (Tarragona)    en  junio 


Pe.ho  Mata  (i8ií-i*73).  (Debido  a  la  amabilidad  de  su  nieto  D.  Pedro  Mata.) 

de  181 1.  Desde  muy  joven  se  hace  notar  por  lo  avanzado  de  sus  ideas 
políticas,  publicando,  en  1835,  la  revista  El  Propagador  de  la  Libertad,  y 
viéndose  obligado,  en  1836,  a  emigrar  a  Montpellíer.  Vuelto  a  Reus  en 
I836,  es  encerrado  en  prisión  en  el  Castillo  de  Pilatos  de  Tarragona,  y 
luego  desterrado  a  París,  donde  se  consagra  a  estudiar,  asistiendo  espe- 
cialmente a  las  cátedras  de  Orfila.  En  1843  se  traslada  a  Madrid,  y  como 
oficial  del  Ministerio  dé  la  Gobernación  redacta  un  famoso  plan  de  estu- 
dios que  modifica  por  completo  la  enseñanza  de  la  Medicina  y  que  es 
muy  apasionadamente  discutido.  Desde  el  año  1843  a  1854  permanece 
Mata  alejado  de  la  política  y  consagrado  casi  exclusivamente   a   su  cate- 


468  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

dra  de  Medicina  Legal  y  a  sus  trabajos  científicos.  Desgraciadamente,  se 
vio  de  nuevo  envuelto  en  el  torbellino  de  la  política,  escribiendo  de  nue- 
vo en  los  periódicos,  e  interviniendo  muy  activamente  en  la  Revolución 
de  Septiembre,  después  de  la  cual,  y  durante  el  reinado  de  Don  Amadeo, 
obtuvo  destinos  importantes  y  de  significación  política.  Su  obra  más  fa- 
mosa es  el  Tratado  de  Medicina  y  Cirugía  Legal  (^?  edición,  1874;  1.a  edi- 
ción, 1844),  primera  obra  fundamental  de  la  materia  en  España.  Es  un 
escritor  fecundo  y  brillante;  sus  obras  filosóficas  (Filosofía  española,  1 858; 
Doctrina  médico-filosófica  española,  i860;  Compendio  de  Psicología,  1866; 
De  la  libertad  moral  o  libre  albedrío,  1878;  Tratado  de  la  razón  humana 
en  estado  de  salud  y  de  enfermedad,  1878,  etc.)  han  sido  muy  discuti- 
das (i).  Murió  el  27  de  mayo  de  1 87 3. 

Don  Mateo  José  Orfila.  A  continuación  de  la  biografía  de  D.  Pedro 
Mata,  fundador  de  los  estudios  médico-legales  en  España,  debe  figurar  la 
de  Orfila,  creador  de  la  toxicología  en  el  mundo.  Al  hablar  del  primero, 
hemos  podido  ver  cómo  su  extraordinario  talento  y  las  dotes  singulares 
de  su  carácter  se  malgastaron  en  gran  parte,  sin  llegar  a  dar  todo  el  fruto 
debido,  consumidas  en  estériles  luchas  políticas.  En  la  del  segundo  vere- 
mos cómo  una  inteligencia,  tal  vez  no  superior  a  la  de  Mata,  sacada  de 
España  y  transplantada  a  un  medio  científicamente  más  favorable,  supo 
dar  frutos  que  hoy  pertenecen,  no  al  patrimonio  exclusivo  de  un  país,  sino 
al  tesoro  científico  del  mundo.  Orfila  nació  en  Mahón  (Isla  de  Menorca) 
el  24  de  abril  de  1 787.  Después  de  haber  estudiado  francés,  inglés  y  ma- 
temáticas, de  vuelta  de  un  viaje  a  Egipto,  estudió,  con  notable  aprove- 
chamiento, la  carrera  de  Medicina  en  Valencia.  En  1807  fué  pensionado 
por  la  Junta  de  Comercio  de  Barcelona  para  perfeccionar  en  París  los  es- 
tudios físico-químicos.  En  aquella  Facultad  estudió  Orfila  Medicina,  sien- 
do discípulo  y  protegido  de  los  famosos  químicos  Foucroy  y  Vauquelin. 
Después  dio  cursos  libres  de  Ouímica,  que  sirvieron  para  aumentar  su 
fama  y  sus  recursos.  Escribió,  además,  libros  sobre  diferentes  ciencias  re 
lacionadas  con  la  Medicina.  Después  de  una  lucha  en  la  que  al  fin  triun- 
faron el  talento  y  la  asiduidad  de  ( )rfila,  la  fama  de  éste  fué  creciendo  de 
un  modo  tan  rápido  como  merecido:  miembro  correspondiente  del  Insti- 
tuto de  Francia,  médico  de  la  Casa  Real  y  después  catedrático,  por  con- 
curso,  de  Medicina  Fegal  de  la  Facultad  de  Medicina  de  París,  habiendí 
triunfado,  por  sus  méritos,  de  Pariset*y  de  Husson.  Más  tarde  sustituy< 
en  su  cátedra  a  su  maestro  Vauquelin,  y  en  1 830,  al  dimitir  el  profesor 
Dubois,  por  anciano,  el  cargo  de  decano,  ocupó  este  puesto  Orfila, 
desde  este  momento  puede  y  debe  ser  considerado  como  el  jefe  de  la  Mel 


1      Véase  Menéudca  v  Pelayo:  Historia  de  los  heterodoxos  españoles,  tomo  III 


LA  DECADENCIA  DE  LA  MEDICINA  ESPAÑOLA  4O9 

dicina  francesa.  Aunque  nos  alegremos  profundamente  de  este  triunfo  de 
nuestro  compatriota,  no  podemos  por  menos  de  entristecernos  al  pensar 
que  su  gloria  pertenece  realmente  más  a  Francia  que  a  España,  y  que  en 
francés  están  escritos  sus  numerosos  trabajos,  fruto  de  su  inteligencia  y 
de  su  laboriosidad.  A  Orfila  debe  Francia  importantes  reformas  en  la 
enseñanza  de  la  Medicina  y  ia  creación  del  Museo  Dupuytren  y  del  Museo 
de  Anatomía  Patológica  (Museo  Orfila). 


S 


Mateo  José  Orfila  (1787-1853).  (De  la  colección  de  grabados  de  la  Biblioteca  Nacional.) 

Otro  reformador  de  la  enseñanza  de  la  Medicina  en  España  es  el  vali- 
soletano D.  Mateo  Seoane  (1791-1870),  político  liberal,  a  quien  lo  avanza- 
do de  sus  ideas  le  obligó  a  vivir  gran  parte  de  su  vida  desterrado  en  In- 
glaterra, donde  efectuó  notables  estudios,  mereciendo  el  honor  de  ser  ad- 
mitido en  la  Sociedad  Médica  de  Londres  y  en  el  Instituto  Real  de  la 
Gran  Bretaña,  y,  más  tarde,  en  el  Colegio  de  Médicos;  esto  último  en  aten- 
ción a  los  servicios  que  había  prestado  a  Inglaterra  por  sus  trabajos  acer- 
ca de  sanidad  en  general  y  del  cólera  en  especial.  Por  estos  últimos  fué 
recompensado  por  el  Go'bierno,  a  propuesta  del  Consejo  Supremo  de  Sa- 
lud pública,  con  un  premio  de  30.OOO  reales.  Durante  su  emigración  en 
Inglaterra  compuso  un  Diccionario  hispano-inglés  e  inglés-español;  fué 
fundador  de  la  revista  Ateneo,  de  Londres;  protector  de  todos  sus  paisa- 
nos, emigrados  como  él  por  causas  políticas,  y  asesor  del  Gobierno  espa- 


470  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

ñol  en  todo  lo  relativo  a  sanidad.  Regresó  a  España  en  1 834;  fué  protec- 
tor decidido  de  Méndez  Alvaro,  Monlau  y  otros  médicos  notables;  redactó, 
en  1837,  el  proyecto  de  Ley  de  Sanidad,  y  por  espacio  de  treinta  años 
puede  decirse  que  no  se  proyectó  o  se  hizo  nada  importante  en  España, 
en  sanidad,  beneficencia  e  instrucción  pública,  sin  la  dirección,  o  interven- 
ción por  lo  menos,  del  doctor  Seoane.  Fué,  además,  académico  de  la  de 
Medicina,  de  la  de  Ciencias  Naturales  y  de  la  de  la  Lengua,  y  miembro  de 
la  Sociedad  Económica  Matritense,  organizador  del  Colegio  de  Sordomu- 
dos y  fundador  de  la  Sociedad  para  mejorar  y  propagar  la  educación  del 
pueblo.  Es  autor  de  numerosos  y  notables  trabajos. 

Nótese  cómo  los  profesores  que  más  se  han  distinguido  en  la  ciencia 
médica  de  nuestra  Ratria  han  estado,  casi  sin  excepción,  emigrados  más 
o  menos  tiempo.  Las  enconadas  luchas  políticas  de  aquellos  tiempos,  des- 
terrando, al  triunfar  uno  de  los  partidos,  a  los  representantes  de  los  parti- 
dos contrarios,  venían  a  constituir  una  especie  de  Junta  de  pensiones  que, 
sin  gastos  para  el  país,  enviaba  a  estudiar  al  Extranjero  a  lo  mejor  y  más 
intelectual  de  España.  Tal  vez  convenga  seguir  para  lo  sucesivo  este 
ejemplo. 

El  más  activo  propagandista  de  los  estudios  de  higiene  es  D.  Pedro 
Monlau  y  Roca  (1808-187 i),  de  Barcelona,  doctor  en  Medicina  y  Cirugía 
^833)  y  bachiller  en  Filosofía  (1847),  profesor  de  Psicología  y  Lógica  de 
los  Institutos  de  Madrid  (1847)  y  médico  militar  (1833).  A  propuesta  del 
Consejo  de  Sanidad,  al  que  pertenecía  desde  1 847,  asistió  como  delegado 
médico  de  España  al  Congreso  de  Sanidad  de  París  (1851-52).  En  1854 
fué  nombrado  catedrático  de  Higiene  de  la  Facultad  de  Medicina  de  Ma- 
drid, cargo  que  desempeñó  corto  tiempo,  volviéndose  a  encargar  de  su  cá- 
tedra de  Psicología  y  Lógica,  y  siendo  más  tarde  nombrado  profesor  de 
la  Escuela  de  Archiveros,  Bibliotecarios  y  Anticuarios.  Entre  sus  numero- 
sas obras  destacan  los  Elementos  de  Higiene  Pública  (1847)  y  'a  Higiene 
Industrial  ( 1 8 5 6)  y,  por  lo  difundida  y  popular,  la  Higiene  del  matrimonio 
(1853),  de  la  que  se  han  hecho  numerosas  ediciones. 

EX.— LA  ANATOMÍA   y  LOS  ANATÓMICOS  DEL  SIGLO  XIX 

I  [ace  notar  Escribano,  en  el  discurso  a  que  anteriormente  hemos  he- 
cho referencia,  que  los  estudios  anatómicos  llegan  a  alcanzar  en  el  si- 
glo xix  un  grado  de  desarrollo  y  de  perfeccionamiento  muy  diferentes  a 
la  pobreza  y  al  atraso  en  que  aparecen  sumidos,  como  acabamos  de  ver, 
durante  el  siglo  win.  Este  progreso  se  inicia,  en  primer  término,  con  la 
famosa  Anatomía  de  Bonella  y  Lacaba  (1790),  que  goza  la  mayor  y  más 
justa  popularidad  durante  toda  la  primera  mitad  del  siglo  xix. 


LA  ANATOMÍA  Y  LOS  ANATÓMICOS  DEL  SIGLO  XIX  471 

Por  otra  parte,  las  disecciones  de  Lacaba  y  Gimbernat  en  el  Colegio 
de  San  Carlos,  educaron  a  los  maestros  D.  Diego  de  Argumosa,  Castelló, 
Roca  y  Gutiérrez,  que,  con  D.  Joaquín  Hisern,  formaban  al  final  del  pri- 
mer tercio  del  siglo  el  elemento  joven  de  la  Facultad  de  Madrid,  amante 
de  los  trabajos  en  el  cadáver  y  de  las  vivisecciones  y  conocedor  de  lo  ex- 
tranjero. A  su  vez,  éstos  tuvieron  por  discípulos,  y  después  compañeros 
de  cátedra,  a  Sánchez  Toca  (D.  Melchor),  Corral,  Viñals  (D.  Marcos)  y 
Fourquet,  gala  de  San  Carlos  en  los  años  del  40  al  60  del  siglo.  Tras  de 
ellos  vinieron  Martínez  Molina,  Santa  Ana  Villanueva,  Maestre  de  San 
Juan,  Creus,  D.  Pedro  González  de  Velasco,  Losada  y  Calleja  (D.  Julián), 
todos  discípulos  de  la  misma  escuela,  admiradores  de  aquellos  maestros 
y  descendientes  en  línea  recta  del  inmortal  Gimbernat.  En  la  Escuela  de 
Granada  hay  que  mencionar  dos  anatómicos  puros,  Maestre  de  San  Juan 
y  Olóriz,  y  dos  anatómicos  quirúrgicos,  Creus  y  Ribera;  en  la  de  Valla- 
dolid,  Calleja  y  D.  Salvino  Sierra;  en  Valencia,  Llobet,  Zurriaga,  José  Ma- 
ría Gómez,  etc.,  con  sus  obras  respectivas.  Barcelona  prosigue  la  tradi- 
ción de  su  Colegio,  destacándose  la  figura  de  Letamendi,  cuyos  estudios 
anatómicos  son  de  lo  más  selecto  entre  lo  mucho  producido  por  su  inge- 
nio. Su  Memoria  sobre  las  fuentes  de  conocimiento  y  método  de  enseñanza 
de  la  Anatomía  es  una  acabada  monografía,  que  todavía  hoy  se  lee  con 
gusto.  Cádiz  da  otro  hombre  eminente,  D.  Federico  Rubio  y  Gali  (1827 
a  1902),  forjado  en  el  yunque  duro  y  doloroso  del  ayudante  disector,  que 
le  obligaba  durante  su  adolescencia  a  largas  vigilias  en  el  anfiteatro  ana- 
tómico. En  la  disección  moldeó  su  espíritu,  adquiriendo  la  tenacidad,  la 
independencia  de  juicio,  el  hábito  de  observar,  el  método  y  la  tendencia 
filosófica,  que  luego  caracterizaron  su  vida  y  sus  escritos.  La  imaginación 
florida,  el  buen  gusto  literario  y  los  viajes  por  diferentes  países  acabaron 
de  perfeccionar  la  obra  de  aquella  modesta  sala  de  disección,  donde  tam- 
bién se  desarrollaron  los  Domínguez,  los  Ametller  y  los  Benjumeda.  Sán- 
chez Freiré,  Maximino  Teijeiro  y  Romero  Blanco  trabajaron  en  Santiago, 
dando  muestras  de  su  valer  en  libros  originales  y  traducciones.  En  Zara- 
goza, Fernández  de  la  Vega  y  Lozano  escribieron  útiles  publicaciones,  y 
Cajal,  en  sus  tiempos  de  disector  y  ayudante  de  museos,  realizó  los  estu- 
dios anatómicos  iniciales  de  su  admirable  obra  ulterior.  Sólo  por  este  he- 
cho de  haber  cobijado  la  antigua  sala  de  disección  de  Zaragoza  al  gran 
Cajal,  sirviéndole  para  incubar  sus  futuras  investigaciones  y  pensamien- 
tos, y  preparar  macizamente  sus  oposiciones  a  la  cátedra  de  Anatomía, 
bastará  para  que  quede  inmortalizada  (V.  Escribano). 

Las  obras  españolas  de  Bonells  y  Lacaba,  Boscasa  y  Hurtado  de  Men- 
doza, con  las  traducciones  de  Portal,  Bichat,  Boyer,  Henle  y  Sarlandier, 
sirvieron  de  pasto  a  los  estudiantes  durante   la  primera  mitad  del  siglo. 


47-'  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

Así  como  en  la  segunda  las  de  Calleja,  Siloniz,  Creus,  Romero  Blanco, 
Fernández  de  la  Vega,  Casanova,  Olóriz,  Urraca,  Castro  Latorre,  Fargas, 
Millán,  Peláez  y  Slocker,  entre  las  primeras,  y  las  traducciones  de  Vel- 
peau,  Cuiveilhier,  Petrequin,  Sappey,  Jamain,  Fort,  Testut  y  Harmann. 

De  la  enumeración  expuesta  hace  destacar,  con  justicia,  Escribano, 
para  que  queden  en  primera  fila,  los  nombres  y  producciones  de  Four- 
quet,  Velasco,  Calleja  y  Olóriz,  no  ocupándose  de  Ramón  y  Cajal  por- 
que éste  sólo  trabajó  en  anatomía  macroscópica  en  los  comienzos  de  su 
obra  científica. 

Don  Juan  Fourquet  (180*7-1865),  de  Madrid,  pasó,  como  dice  Escri- 
bano, una  vida  entera  dedicado  al  estudio  del  cadáver  humano,  con  el 
mismo  afán  y  devoción  que  si  explorase  mundos  desconocidos.  Cursó 
con  brillantez  todos  los  estudios  de  Medicina  en  la  corte,  señalándose 
muy  pronto  por  sus  aficiones  a  la  Anatomía,  en  cuya  ciencia  rectificó  no 
pocos  errores  aceptados  como  verdades  por  los  clásicos.  No  recibió  la 
borla  de  doctor  hasta  1 847,  y  hasta  el  año  siguiente,  en  el  que  fué  nom- 
brado por  Real  orden  catedrático  de  Anatomía  general  y  descriptiva,  fué 
director  de  trabajos  anatómicos.  Su  discípulo  D.  Julián  Calleja  fué  quien 
más  contribuyó  a  inmortalizar  el  nombre  de  Fourquet,  dándonos  extensa 
traslación  de  sus  escritos  en  su  incompleto  Tratado  de  Anatomía.  De  ellos 
debemos  conservar  la  cuadrícula  topográfica,  obra  importante  no  obs- 
tante estar  trazada  sin  los  recursos  de  que  hoy  disponemos.  Su  clasifica- 
ción de  las  articulaciones  revela  ímprobo  trabajo  y  perfecto  conocimiento 
de  la  materia.  Sus  observaciones  sobre  miología,  la  demostración  y  ex- 
posición del  músculo  estilo-auricular  que  lleva  su  nombre,  las  ideas  y 
descripciones  de  arterias  y  venas,  indican  lo  mucho  que  penetró  en  su 
estudio,  así  como  la  finura  de  su  escalpelo.  La  sistematización  de  los  ca- 
racteres anatómicos  que  establece,  y  que  le  sirve  para  hacer  el  estudio  de 
los  órganos  de  un  modo  completo  y  metódico,  podrá  ser  discutida,  pero 
también  tiene  que  ser  admirada  y,  en  parte,  es  seguro  que  se  conservará 
por  todos,  ya  tácita,  ya  expresa  y  fielmente.  La  creación  del  Museo  Ico- 
nográfico de  la  Facultad  de  Medicina  de  Madrid,  en  1853,  fué  por  su 
iniciativa.  Murió  en  olor  de  santidad,  disponiendo  en  su  testamento  que 
sus  restos  fuesen  inhumados  en  la  fosa  común,  y  que  su  modesto  capital 
sirviera  para  la  concesión  de  un  premio  anual  de  500  pesetas  al  alumno 
del  segundo  año  de  Anatomía  que  sus  compañeros  elijan  el  último  día 
del  CUrtÓ  por  votación  secreta. 

Don  Pedro  Gonzalo  di  Velasco  (181 5-1882),  de  Valseca  de  Boones 
(Segovia),  aunque  muy  controvertido,  tiene,  como  dice  Escribano,  un  mé- 
rito muy  grande  en  la  1  listona.  Fué  un  anatómico  de  voluntad  enérgica  y 
perseverante,    que   disecó   denonadamente   y  con   habilidad  pasmosa,   se- 


LA  ANATOMÍA  Y  LOS  ANATÓMICOS  DEL  SIGLO  XIX  473 

gún  quienes  le  vieron,  hasta  su  muerte,  ya  para  educarse  a  sí  mismo,  ya 
para  aleccionar  numerosos  discípulos.  Con  este  ejemplo  de  trabajo  y  de 
constante  pasión  por  la  Anatomía,  fundó  una  Escuela  y  un  Museo  De  la 
escuela  salieron  discípulos  notables,  entre  los  que  debe  mencionarse,  en 
primer  término,  a  D.  Ángel  Pulido,  modelo  de  fidelidad  y  cariño  al  maes- 
tro. En  el  Museo  enterró  un  caudal  de  más  de  tres  millones  de  reales, 
toda  la  fortuna  acumulada  por  Velasco  en  su  laboriosa  vida  profesional. 
Este  Museo  es  el  mejor  fundamento  para  la  gloria  de  Velasco.  El  único 
ejemplo  de  España,  por  lo  que  se  refiere  a  la  Medicina,  de  un  hombre  que 
consagra  todo  el  fruto  de  su  labor  diaria,  justa  remuneración  de  ímprobo 
trabajo  profesional,  no  a  consolidar  una  renta  para  descansada  vejez  o 
asegurar  la  subsistencia  de  la  familia,  sino  en  crear  un  Museo  de  Ciencias 
Naturales,  con  aspiraciones  a  Facultad  libre  de  Medicina  y  en  competen- 
cia con  las  del  Estado,  con  laboratorios,  gabinetes,  abundante  material 
de  enseñanza  y  una  revista,  sin  perdonar  vigilias  ni  esfuerzos,  robando  al 
sueño  el  tiempo  para  no  desatender  la  numerosa  clientela,  la  enseñanza 
diaria  y  los  trabajos  prácticos,  que  no  abandonó  hasta  los  últimos  días. 
No  fué  Velasco  descubridor.  La  Anatomía  no  le  debe  hecho  ninguno  que 
sepamos.  La  Cirugía  tampoco  progresó  en  sus  manos,  ni  en  la  parte  cien- 
tífica o  de  principios,  ni  en  la  técnica,  ya  manual,  ya  instrumental.  Su 
maestría  y  destreza  se  la  llevó  al  sepulcro,  como  el  artista  sus  habilida- 
des. Su  pluma  nada  importante  produjo.  Y,  sin  embargo,  creemos  que  le 
es  debido  el  puesto  preferente  que  le  concedemos  por  la  fundación  del 
Museo  (Escribano). 

La  hermosa  biografía  (1894)  que  le  ha  consagrado  el  doctor  Pulido 
nos  da  una  viva  pintura  de  la  laboriosidad  y  el  mérito  del  doctor  Velasco. 

Don  Federico  Olóriz  y  Aguilera  (1855-1912),  de  Granada,  juntó, 
como  dice  Escribano,  las  más  excelsas  facultades.  De  inteligencia  grande, 
de  fantasía  pomposa,  de  paciencia  benedictina,  de  probidad  científica 
ejemplar,  de  palabra  y  pluma  galanas.  Meditaba  el  plan  de  sus  trabajos 
con  suma  atención  antes  de  emprenderlos.  Desarrollaba  sus  estudios  sin 
escatimar  tiempo  y  con  la  mayor  intensidad.  Los  corregía,  contrastaba  y 
compulsaba  con  escrúpulos  que  no  siempre,  por  desgracia,  acompañan 
a  nuestras  obras.  Trabajó  mucho  y  en  diversas  materias.  Fué  el  proto- 
tipo del  catedrático  y  del  investigador.  Cultivó  con  predilección  los  estu- 
dios antropológicos,  produciendo  obras  maestras,  que  han  pasado  del  si- 
glo xix  al  xx  y  durarán  todavía  muchos  años  sin  envejecer. 

Su  brillante  hoja  académica,  el  estudio  perseverante  en  sus  libros  y 
en  los  de  la  Biblioteca  de  la  Facultad,  sus  ejercicios  y  prácticas  en  la  sala 
de  disección  y  sus  repasos,  lecciones  y  conferencias  le  prepararon  para 
el  ruidoso  triunfo  opositorio  que  le  dio  la  posesión  de  la  cátedra  de  Ana- 


474  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

tomía  de  la  Facultad  de  Medicina  de  Madrid.  Al  año  siguiente,  en  1 884, 
publicó  su  primer  estudio  con  el  título  Recolección  de  cráneos  para  estu- 
dios antropológicos.  Después  continuó  estudiando  y  trabajando  en  silencio  j 
mas  con  intensidad  y  paciencia  de  benedictino,  en  la  formación  del  Mu- 
seo Craneológico,  que  es  orgullo  de  nuestra  Facultad.  .Según  la  autoriza- 
da opinión  de  Hoyos  y  Sáinz,  la  colección  de  cráneos  reunida  por  Oló- 
riz  es  la  mejor  del  mundo,  pues  comprende  2. 250  cráneos  filiados,  de 
sexo  conocido,  de  edad  fija,  de  procedencia  y  aun  de  genealogía  conoci- 
das, con  datos  fisiológicos  y  patológicos  que  permiten  hacer  la  historia 
física  del  sujeto,  y  hasta  con  datos  biográficos,  por  si  se  quiere  la  historia 
psíquica  y  social.  La  demostración  de  que  no  era  exagerado  este  modo 
de  pensar  la  dio  el  propio  Olóriz  con  el  magnífico  trabajo  que  publicó  en 
1892  bajo  el  título  de  Distribución  geográfica  del  índice  cefálico  en  Es- 
paña, deducida  del  examen  de  8.368  varones  adultos.  De  no  menor  relie- 
ve fueron  otras  publicaciones  de  Olóriz  al  finalizar  el  siglo  xix  y  princi- 
pios del  actual:  La  talla  en  España  (1896),  Longevidad  extrema  en  Espa- 
ña (1898),  El  analfabetismo  en  España  (1900),  Estudio  de  una  momia 
egipcia,  Estudio  de  un  cráneo  encontrado  en  Itálica,  Caracteres  físicos  de 
los  personajes  del  Quijote,  etc.  Dentro  de  la  especialidad  anatómica,  es 
preciso  mencionar  su  Manual  de  Técnica  anatómica,  etc.,  que  ha  sido  jus- 
tamente alabado  por  los  doctores  Martínez  Molina  y  Gómez  Ocaña.  La  la- 
bor de  Olóriz  al  fundar  y  profesar  en  la  escuela  de  antropómetras,  y  sus 
múltiples  trabajos  dactilografieos,  son  admirados  por  los  especialistas. 
Entre  ellos,  merece  citarse  la  Conferencia  acerca  de  la  dactiloscopia,  pro- 
nunciada en  el  Congreso  de  Zaragoza  de  la  Asociación  Española  para  el 
Progreso  de  las  Ciencias,  y  el  Manual  para  la  identificación  de  los  delin- 
cuentes, que  fué  traducido  al  francés  por  Borgerhoff  e  impreso  en  Bruse- 
las en  191 1. 

Don  José  de  Letamendi  y  Manjarrés  nació  en  Barcelona  en  1828. 
Muy  joven  aún,  para  proporcionar  auxilios  a  su  familia,  explicaba  leccio- 
nes de  Matemáticas,  mientras  cursaba  Filosofía,  y  daba  repasos  de  todas 
las  asignaturas  del  Bachillerato  después  de  haberlas  aprobado.  Cursó  Me- 
dicina en  la  Ciudad  Condal,  de  1845  a  1852,  estableciendo  pronto  un  re- 
paso de  Anatomía.  En  1854  ganó,  por  oposición,  la  plaza  de  primer  ayu- 
dante y  la  de  sustituto  permanente  de  la  cátedra  de  Anatomía,  y  fué  ob- 
teniendo después  todos  los  cargos  de  este  departamento,  hasta  que  en 
1857,  vacante,  por  renuncia  del  doctor  Seco  y  Baldor,  la  cátedra  de  Ana- 
tomía, la  obtuvo  también  por  oposición  y  la  desempeñó  hasta  1878,  en 
que  solicitó  y  obtuvo  por  concurso  la  cátedra  de  Patología  General  de  la 
Facultad  de  Medicina  de  Madrid.  Ya  en  la  corte  alcanzó  grandes  triunfos, 
siendo  sucesivamente    senador   del    Reino  por   la    provincia   de   Zaragoza 


LA  ANATOMÍA  Y  LOS  ANATÓMICOS  DEL  SIGLO  XIX 


475 


(1886),  decano  de  la  Facultad  de  Medicina,  consejero  de  Sanidad,  con- 
sejero de  Instrucción  Pública  y  académico  de  la  Real  Academia  de  Me- 
dicina. Falleció  en  1897.  En  el  Ateneo  de  Madrid  dio  notables  lecciones 
y  conferencias,  siendo  muy  notables  de  éstas  las  que  versan  sobre  el  Con- 
cepto del  hombre  y  El  Hombre  en  acción  (1895),  Ia  Criminalidad  ante  la 
Ciencia  (1883)  y  cinco  de  aquéllas  consagradas  al  estudio  délos  Orígenes 


José  de  Letamendi  (182S-1897).  ^Debido  a  la  amabilidad  de  D.  León  Corral.) 


de  la  escritura  (1885).  Su  obra  magna  está  integrada  por  el  Curso  de 
Patalogía  General,  en  tres  tomos,  publicados,  respectivamente,  en  1 883, 
1885  y  1889,  y  el  Curso  de  Clínica  general,  en  dos  tomos.  Era,  por  últi- 
mo, Letamendi  un  gran  artista,  pintor  y  músico,  autor  de  una  hermosa 
Misa  de  Requiem  cantada  en  el  Monasterio  de  El  Escorial. 

Don  Julián  Calleja  y  Sánchez  (1836-1913).  Discípulo  de  Fourquet. 
Catedrático,  por  oposición,  de  Anatomía  de  la  Universidad  de  Granada, 
y  después  de  la  de  Valladolid  (1862),  de  donde  pasó,  también  por  opo- 
sición, a  desempeñar  la  de  igual  asignatura  de  Madrid  (1871).  Es  autor  de 
las  obras  siguientes:  Memoria  acerca  de  la  construcción  científica  de  las 
fuentes  de  conocimiento  y  métodos  de  enseñanza  de  la   Anatomía  humana, 


476 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Apuntes  de  Esplauología,  Estudio  de  la  calavera  y  de  la  mayor  parte  de  las 
arterias,  Prolegómenos  de  Anatomía  (1869),  Mió  logia  (187  2),  Compendio  del 
segundo  curso  de  Anatomía  humana  (1872),  Augiología  (1877)  y  Compen- 
dio de  Anatomía  descriptiva  y  de  Embriología  humanas  (4.a  edición,  1904  )• 


alejandro  San  Martín  (1847-1908).  (Debido  a  la  amabilidad  del  Dr.    Azcárraga  San  Mai:ín.) 

X.-LA  CIRUGÍA  Y  LOS  CIRUJANOS  ESPAÑOLES 
DEL  SIGLO  XIX 


Empieza  el  doctor  Escribano  el  estudio  de  la  cirugía  del  siglo  xi\  por 
las  ideas  generales  de  mayor  amplitud  en  sus  aplicaciones.  De  ellas,  la 
más  importante  le  parece  la  serie  de  trabajos  que  D.  Alejandro  San 
Martín  i  18  17-1908),  catedrático  de  la  Facultad  de  Medicina  de  Madrid, 
dedicó,  a  fines  del  siglo  \i\,  al  estudio  de  las  anastomosis  vasculares. 

«Si  las  transplantaciones  de  órganos  vivos— dice  Escribano  — ,  horizonte 
quirúrgico  del  siglo  x\,  lian  venido  a  ser  hacederas,  y  de  éxito  feliz  por  el 
pronto,  <-n  ciertoa  animales,  en  manos  de  Carrel,    permitiéndonos  vislum- 


LA  CIRUGÍA  Y  LOS  CIRUJANOS  DEL  SIGLO  XIX  477 

brar  un  halagüeño  y  venturoso  porvenir,  no  hay  duda,  a  nuestro  juicio, 
que  a  la  cirugía  vascular  de  San  Martín  se  debe  en  buena  parte.  Antes  de 
él  se  habían  hecho  fleborrafias  y  suturas  arteriales  en  heridas,  ya  quirúr- 
gicas, ya  accidentales  y  en  el  tratamiento  de  los  aneurismas;  pero  la  sutu- 
ra arteriovenosa  con  posibilidad  de  invertir  la  fisiología  del  curso  de  la 
sangre  en  una  de  nuestras  extremidades,  y  la  multitud  de  aplicaciones 
que  de  esta  idea  madre  se  han  derivado  y  todavía  se  deducirán,  en  las 
arteritis,  embolias,  destrucciones  arteriales  extensas,  etc.,  a  San  Martín 
pertenecen.  Y  el  siglo  xx,  más  aún  que  el  xix,  aclamará  a  este  insigne  es- 
pañol por  invención  de  tamañas  consecuencias,  que  vienen  a  ser  el  colmo 
de  las  cirugías  reparadora  y  conservadora.» 

San  Martín  fué  en  todos  sus  estudios  el  alumno  más  sobresaliente,  me- 
reciendo las  mayores  recompensas  que  los  Reglamentos  han  concedido 
como  estímulo  y  como  galardón.  Cargado  de  laureles  llegó  al  término  de 
su  carrera,  y  después  de  haber  sufrido  las  penalidades  inherentes  a  las 
funciones  de  médico  rural,  ingresó  en  el  Profesorado  público  tras  brillan- 
tes oposiciones,  como  titular  de  la  asignatura  de  Terapéutica  general, 
Farmacología  y  Arte  de  recetar,  de  la  Escuela  de  Cádiz,  obteniendo  al 
cabo  de  pocos  años,  y  también  en  público  y  disputado  certamen,  la  cáte- 
dra de  Patología  Quirúrgica  de  la  Universidad  Central.  Desempeñó  esme- 
radamente, a  pesar  de  que  su  salud  fué  siempre  precaria,  los  cargos  de 
catedrático,  director  del  Hospital  Clínico  y  consejero  de  Instrucción  Pú- 
blica; asistió  con  el  mayor  cuidado  a  su  dilatada  clientela;  publicó  obras 
tan  estimables  como  su  Terapéutica  Física,  su  curso  de  Patología  Qui- 
rúrgica y  numerosos  folletos,  artículos  y  discursos;  y  concurrió  con  muy 
laudable  entusiasmo  a  los  Congresos  nacionales  y  extranjeros,  aportando 
un  rico  caudal  de  ciencia  y  de  experiencia.  Fué  designado  como  sena- 
dor por  la  Universidad  Central  y  ministro  de  Instrucción  Pública.  En  su 
testamento  dispuso  la  disección  de  su  cadáver  para  enseñanza  de  los 
alumnos. 

Don  Diego  de  Argumosa  y  Obregón  (1792- 1865)  puede  ser  considera- 
do como  el  inventor  de  la  fleborrafia.  No  la  practicó,  pero  la  expuso,  la 
describió  y  aconsejó  en  su  Resumen  de  Cirugía.  En  cambio,  llevó  a  cabo 
la  arteriorrafia  de  las  arterias  aneurismáticas  por  un  procedimiento  propio 
que  denomina  la  sutura  hilvanada. 

Argumosa  nació  en  Puente  de  San  Miguel  (Santander).  Durante  la  gue- 
rra de  la  Independencia  sirvió  a  su  Patria  como  practicante  del  hospital 
militar  de  Santander.  Terminó  con  gran  éxito  la  carrera  de  Medicina 
en  1820.  Fué  catedrático  supernumerario  de  la  Escuela  de  Burgos  en 
1 82 1.  Obtuvo  por  oposición  la  plaza  de  profesor  de  Disección  Anató- 
mica de  la  Facultad  de  Medicina  de  Madrid  en  1829.  En  1832  presentó  a 


47  HISTORIAD  K     L  A     M  E  D  1CINA 

sus  compañeros  de  Claustro  un  siringotomo  de  su  invención;  y  en  1 83 3 
hizo  constar  como  suyo  un  método  de  blefaroplastia,  del  que  luego  nos 
ocuparemos,  y  cuya  prioridad  le  fué  disputada  por  Hysern.  En  el  mismo 
año  tradujo  la  Anatomía  de  Portal  y  la  obra  de  Cazenave  sobre  Enferme- 
dades  de  la  piel.  Caritativo  y  hombre  de  actividad  especial  para  todo  lo 
que  fuera  hacer  el  bien  a  sus  semejantes,  solicitó  de  la  Real  Academia  de 
Medicina  de  Madrid,  a  la  que  pertenecía  desde  el  1 8  de  mayo  de  1 831, 
se  le  confiara  un  puesto  en  la  Comisión  encargada  de  dirigir  la  asistencia 
a  los  enfermos  de  cólera  (1834).  En  1 83 5  es  encargado  por  el  Gobierno 
de  asistir  y  curar  las  famosas  llagas  de  sor  Patrocinio.  Sus  lecciones  eran 
cada  vez  más  deseadas;  sus  operaciones,  continuos  triunfos.  En  1 842  un 
alumno  suyo,  D.  José  Alarcón  y  Salcedo,  publicó  algunas  de  sus  lecciones, 
desagradándole,  porque  le  obligaba  a  la  publicación,  antes  de  tiempo, 
según  él,  de  su  Resumen  de  Cirugía.  Por  su  carácter  íntegro  y  austero 
tuvo  graves  disgustos,  primero  con  sus  compañeros  Soler  y  López,  y  más 
tarde  con  sus  alumnos,  que,  amotinados,  le  siguieron  hasta  su  casa.  Esto 
fué  motivo  de  que  solicitase  su  jubilación  como  catedrático. 

Menciona  también  Escribano  los  trabajos  generales  de  D.  Josií  Ribera 
v  Sans  (i 85 2- 191 2),  otro  hijo  espiritual  y  glorioso  de  la  Facultad  de  Me- 
dicina de  Granada,  como  Olóriz,  de  quien  fué,  más  que  amigo,  hermano 
de  por  vida.  Compañero  de  cátedra  y  leal  émulo  de  San  Martín,  Ribera' 
asombra  por  su  admirable  fecundidad  de  publicista,  que  contrasta  con  la 
apatía  española  corriente.  Creemos — dice  con  razón  Escribano  —  que  nin- 
gún cirujano  español  ha  producido  obra  tan  extensa  y  varia  como  la  de 
Ribera,  compuesta  de  libros  de  texto,  estudios  monógrafos  acerca  de  mu- 
chos, si  no  todos,  los  capítulos  de  la  patología  quirúrgica,  trabajos  experi- 
mentales de  anfiteatro  y  de  laboratorio,  investigaciones  históricas  sobre 
la  Cirugía  española,  traducciones,  prólogos  y  extensas  anotaciones,  cuya 
enumeración  detallada  y  crítica  ha  sido  hecha  por  el  doctor  Escribano  en 
el  prólogo  de  la  obra  postuma  de  Ribera,  Ensayos  monográficos  de  Ciru- 
gía española  (1916).  Toda  la  labor  de  Ribera  es  interesante  y  digna  de  es- 
tudio. Escribano  comienza  por  ocuparse  de  algunos  trabajos  generales  y, 
en  primer  término,  de  su  procedimiento  de  hemostasia,  mediante  la  liga- 
dura elástica  del  abdomen,  llamado  en  el  Extranjero  de  Momburg,  y  cuya 
invención  debemos  reivindicar  para  Ribera,  quien  no  sólo  resolvió  con 
tal  recurso,  mucho  antes  que  el  cirujano  militar  alemán,  el  grave  peligro 
de  la  hemorragia  en  la  desarticulación  coxo-femoral,  practicando  esta 
operación  en  blanco  gran  número  de  veces,  sino  que  extendió  el  uso  de 
poderoso  medio  isquémico  a  todas  las  grandes  operaciones  que  se 
practican  en  la  raíz  del  muslo,  y  algunas  de  la  pelvis,  ampliando  sus  be- 
neficios hasta  límites   que  parecían  inaccesibles  a  la  hemostasia  preventi- 


LA  CIRUGÍA  Y  LOS  CIRUJANOS  DEL  SIGLO  XIX 


479 


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48o  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

va,  y  ofreciendo  a  los  tocólogos  un  auxilio  rápido  y  decisivo  en  casos  ex- 
tremadamente apurados.  Otro  estudio  muy  notable  es  su  monografía 
acerca  de  la  tuberculosis  articular  en  el  Tratado  Enciclopédico  de  Pedia- 
tría, de  Pfaundler  y  Schlossmann,  en  su  edición  española,  dirigida  por  el 
notable  pediatra  Martínez  Vargas  y  publicada  en  Barcelona  en  1910.  Los 
primeros  trabajos  de  Ribera  fueron  las  memorias  premiadas  por  la  Aca- 


K ibera  11852*1912).  t,  Debido  a  la  amabilidad  del  l)r.  Esquerdo.) 

demia  Médico-Quirúrgica  en  1 88 1  y  1 882  sobre  Génesis,  complicaciones  y 
U  rapéutica  de  los  kidroceles  y  Diagnóstico  diferencial  de  los  hidroceles. 
Posteriores  son  las  notas  al  tratado  de  Erichsen,  La  Ciencia  y  el  Arte  de 
l,t  (  'ir Kg'/a,  traducido  por  D.  Avelino  Benavente  (1884),  entre  las  que  hay 
algunas,  como,  por  ejemplo,  las  consagradas  a  la  inflamación,  a  los  cuer- 
pos extraños,  a  la  conmoción,  contusión  y  compresión  cerebral,  a  la  es- 
crófula y  tubérculo,  a  los  neoplasmas,  tétanos,  aneurismas,  cirugía  del 
pulmón,  hernias  y  laparotomías,  que  son  todavía  dignas  de  estudio  y  de 
meditación,  y  reveladoras  del  talento  y  laboriosidad  pasmosos  de  Ribera. 
\1  propio  tiempo  colaboraba  nuestro  biografiado  en  la  edición  española 


LA  CIRUGÍA  Y  LOS  CIRUJANOS  DEL  SIGLO  XIX  481 

de  la  Enciclopedia  internacional  de  Cirugía,  de  Ashhurst,  bajo  la  direc- 
ción de  D.  Juan  Creus,  enriqueciendo  y  completando  la  obra  con  nota- 
bles monografías  de  recopilación  y  crítica  acerca  de  la  rabia,  las  afeccio- 
nes carbuncales  y  las  hernias. 

Al  estudio  de  los  quistes  hidatídicos  dedicó  una  monografía  de  1 50 
páginas  en  1905,  una  comunicación  al  segundo  Congreso  Español  de  Ciru- 
gía en  1908,  y  varios  artículos  o  historias  clínicas  publicados  desde  1 886 
en  adelante  en  la  Revista  de  Medicina  y  Cirugía  Prácticas.  En  su  último 
trabajo  de  1908  reunía  Ribera  una  estadística  de  1 17  casos  propios.  En  el 
tratamiento  de  un  quiste  hidatídico  del  riñon  ideó  su  método  de  laparoto- 
mía paraperitoneal  o  subperitoneal.  Ya  hemos  aludido  anteriormente  a  sus 
notables  trabajos  de  Historia  de  la  medicina,  relativos  a  la  trepanación 
(1898).  Todavía  hay  que  añadir  sus  notas  y  artículos  relativos  a  la  cirugía 
de  la  cara,  completados  con  una  comunicación  sobre  el  mismo  tema  a  la 
Sociedad  internacional  de  Cirugía  de  Bruselas  (1908)  y  una  conferencia  en 
la  Universidad  de  Granada  (1910).  Practicó  22  extirpaciones  totales  de  la 
parótida,  publicando  sobre  este  asunto  una  serie  de  artículos  en  la  Revista 
de  Medicina  y  Cirugía  Prácticas  (desde  1899  en  adelante).  De  cirugía 
torácica,  además  de  los  artículos  de  El  Siglo  Médico  (1879),  hay  que  ci- 
tar sus  comunicaciones  al  Congreso  internacional  de  Budapest  de  1909  y 
a  la  Sociedad  internacional  de  Cirugía  de  Bruselas  de  191 1.  En  cirugía 
abdominal  es  especialmente  notable  su  procedimiento  de  gastrectomía 
total  con  extirpación  del  cardias  (1902-1903  y  1911).  En  cirugía  de  los 
miembros  ha  sido  Ribera  especialmente  notable  en  las  resecciones  y  des- 
articulaciones, habiendo  practicado  seis  veces  por  procedimientos  modi- 
ficados por  él  la  desarticulación  interíleo-abdominal  (Tesis  del  doctorado 
de  su  discípulo  Luis  y  Simón,  1903,  y  Comunicación  al  Congreso  fran- 
cés de  Cirugía  de  1911). 

Otro  cirujano  y  de  los  más  famosos  del  siglo  xix  es  D.  Federico  Ru- 
bio y  Gali  (1827-1902).  Maestro  de  disección  en  sus  primeros  años,  pro- 
fesor de  Anatomía  pictórica  más  tarde,  conociendo  al  detalle  la  organiza- 
ción del  cuerpo  humano,  y  habiendo  practicado  en  el  cadáver  todas  las 
operaciones  que  en  su  tiempo  eran  corrientes,  poseía  la  base  para  des- 
arrollar sus  innatas  aptitudes  quirúrgicas.  A  esta  aptitud  orgánica  unía 
una  sólida  cultura  médica  y  un  gran  sentido  clínico.  Practicaba  en  poquí- 
simos minutos  la  extirpación  de  una  mama  cancerosa  y  de  todos  los  gan- 
glios infiltrados,  valiéndose  de  procedimientos  que  bastantes  años  des- 
pués han  recomendado  Kocher  y  Halsted,  y  enucleaba  tumores  volumi- 
nosos con  tal  rapidez,  que  el  mismo  insulto  traumático  servía  de  hemos- 
tático eficaz,  y  atacaba  un  bocio  parenquimatoso  y  muy  vascularizado, 
sin  la  menor  hemorragia  y  con   sólo  ligar  los  vasos  nutricios.  Practicó  la 

Historia   d»  la   Mbdigira.  —   Tomo  II  31 


482  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

primer  ovariotomía  en  i860,  cuando  sólo  hacía  dos  años  que  había  inau- 
gurado su  primera  serie  en  Inglaterra  Spencer  Wells  y  dos  años  antes 
que  Nelaton,  después  de  haber  visto  al  operador  inglés,  se  atreviese  en 
Francia  a  arrostrar  el  anatema  que  sobre  esta  operación  había  lanzado  la 
Academia  de  París.  En  1861  efectuaba  la  primer  histerectomía;  en  1874, 
la  primer  nefrectomía,  y  en  1 878,  la  primer  extirpación  total  de  la  larin- 
ge, es  decir,  cinco  años  después  de  haber  practicado  Billroth,  con  un  plan 
determinado,  la  primera  operación  de  esta  especie,  que  tanto  llamó  la 
atención  del  mundo  científico.  Entre  las  publicaciones  merecen  citarse 
El  Libro  Chico  (1863),  El  Ferrando  (1863),  La  conversación  sobre  el  cán- 
cer, que  vio  la  luz  en  El  Siglo  Médico,  Quistes  y  tumores  del  ovario,  Cir- 
cuncisión, Extirpación  y  estenosis  de  la  laringe  (1878),  Caries,  Deformi- 
dades del  cuerpo  humano  (1878),  cinco  Reseñas  del  Instituto  de  Terapéu- 
tica Operatoria  (1881-85)  y  la  Revista  Ib  ero -Americana  de  Ciencias  Mé- 
dicas (i  899- 1 902). 

Todavía  es  más  notable  D.  Federico  Rubio  por  la  creación  del  llamado 
Instituto  de  Terapéutica  Operatoria,  completado  con  la  construcción  de 
un  hospital  en  los  altos  de  la  Moncloa,  que  fué,  como  dice  Escribano, 
empresa  que  sólo  pueden  llevar  a  cabo  en  nuestro  país  los  hombres  ador- 
nados de  las  más  altas  y  hermosas  dotes  intelectuales  y  morales.  Crear 
una  institución  dedicada  a  la  enseñanza  quirúrgica  con  sus  principales 
especialidades,  gratuitamente,  supuesto  que  los  profesores  nada  cobran 
por  su  trabajo,  y  el  modesto  estipendio  que,  a  título  de  matrícula,  pagan 
los  alumnos  una  sola  vez,  lejos  de  servir  de  remuneración,  no  basta  para 
atender  a  los  gastos  obligados  de  material;  dar  a  esta  enseñanza  carácter 
práctico,  haciendo  que  alumnos  y  profesores  se  ayuden  mutuamente 
en  la  exploración,  visita,  consultas  y  operaciones,  con  cariño  y  espíritu 
de  solaridad  poco  frecuentes;  acreditar  así  una  escuela  sui  géneris,  incon- 
fundible y  que  parece  consolidada  muchos  años  después  de  la  muerte  del 
fundador,  con  el  cariño  común  a  la  memoria  del  maestro  como  principal 
lazo  de  unión;  producir  numerosos  especialistas  que  han  ido  alcanzando 
las  mayores  reputaciones  profesionales  de  la  corte;  asegurar  la  subsisten- 
cia del  hospital  y  de  los  dispensarios  o  consultorios  con  donativos  parti- 
culares y  sin  ninguna  subvención  del  Estado,  son  cosas  siempre  muy  di- 
fíciles de  hacer,  y  mucho  más  si  ha  de  lucharse  contra  la  indiferencia  y 
la  oposición  de  muchas  personas  y  algunas  entidades.  Los  servicios  que 
a  la  Cirugía  española  ha  prestado  son  varios.  La  instauración  de  las  prin- 
cipales especialidades  quirúrgicas,  ocasionando  los  estudios  y  el  crédito 
de  un  Ariza  para  la  oto-rino-Iaringología,  un  Suender  para  vías  urinarias, 
un  Buisen  para  enfermedades  nerviosas  y  electroterapia,  un  Gutiérrez 
para  Ginecología,  etc.  La  propaganda  del  método  antiséptico  y  de  la  uti- 


LA  CIRUGÍA  Y  LOS  CIRUJANOS  DEL  SIGLO  XIX  48j 

lidad  de  asociar  la  clínica  a  los  trabajos  de  laboratorio  para  el  mejor  es- 
tudio de  los  enfermos,  también  se  hizo  en  el  Instituto  Rubio  con  gran  em- 
peño cuando  estas  ideas  no  habían  entrado  aún  de  lleno  en  las  Faculta- 
des de  Medicina. 

Don  Eugenio  Gutiérrez  y  González,  el  más  ilustre  de  los  profesores 
del  Instituto  Rubio  y  el  verdadero  fundador  de  la  Ginecología  en  España, 
había  nacido  en  Santander  en  1851.  Murió  en  1914.  Terminó  los  estudios 
de  Medicina  en  Valladolid  en  1873,  doctorándose  en  1 88 1.  Ejerció  como 
titular  en  Lamadrid  (Santander),  desde  1874  a  1878.  Se  trasladó,  con  el 
fin  de  ampliar  sus  estudios,  a  París  en  1879,  donde  se  consagró  especial- 
mente a  Histología  y  Anatomía  patológica  con  el  profesor  Ranvier,  y  a 
Ginecología  y  Obstetricia  con  Gallard,  Cheson,  Martineau,  Depaul,  Bu- 
din,  Ribemont  y  Champertier.  A  su  regreso  a  España  ingresó  en  el  Insti- 
tuto Rubio,  primero  en  el  Laboratorio  de  Histología  y  después  al  frente 
de  la  consulta  y  dispensario  de  Ginecología.  Desde  188 1  dio  cursos  de 
Histología  normal  y  patológica,  en  unión  del  actual  profesor  de  Vallado- 
lid,  doctor  López  y  García,  en  el  Museo  del  doctor  Velasco.  Ha  pertene- 
cido a  la  Sociedad  Ginecológica  Española,  al  Real  Consejo  de  Sanidad  y, 
desde  1 894,  a  la  Real  Academia  de  Medicina,  en  la  que  leyó  un  hermoso 
discurso  sobre  los  Límites  de  la  Cirugía  radical  en  Ginecología.  Gutiérrez 
empezó  su  ejercicio  profesional,  como  dice  Cortejarena,  en  los  momen- 
tos en  que  la  Ginecología  iniciaba  los  progresos  que  la  han  constituido 
en  una  especialidad  absoluta,  y  puede  asegurarse  que  cultivó  con  tanta 
pasión  y  tanto  lucimiento  la  especialidad,  que  llegó  a  no  ser  superado  en 
ella  por  ningún  práctico,  ni  de  España  ni  del  Extrajero.  El  número  de 
operaciones  llevadas  a  cabo  por  Gutiérrez  en  el  Instituto  Rubio  es  tan 
considerable  como  variado  y  completo:  ovariotomías,  extirpaciones  com- 
pletas de  matriz,  histero-miomectomías,  salpingo-ovariectomías  y  multi- 
tud de  operaciones  plásticas  vulvo-vaginales;  cistorrafias,  extirpaciones 
del  cuello  uterino,  de  pólipos,  de  tumores  de  la  vulva  y  de  la  vagina,  etc. 
Entre  sus  trabajos,  tan  numerosos  como  meritorios,  hay  que  citar  uno 
muy  notable  sobre  Patogenia  y  tratamiento  de  la  fiebre  puerperal  (1879)  y 
otros  sobre  La  histerectomía  en  España,  Sobre  pe Ivi-celulitis,  Catarro  cró- 
nico del  útero,  Histerectomía  vaginal,  Tratamiento  de  las  anexitis,  Trata- 
miento de  los  fibromas  del  útero,  Embarazos  complicados  con  fibromas,  Fís- 
tulas uro-genitales,  etc.,  etc. 

Aunque  no  pensábamos  mencionar  más  que  muertos,  vamos  a  hacer 
una  excepción  en  favor  del  cirujano  barcelonés,  vivo  todavía  por  fortuna, 
D.  Salvador  Cardenal,  por  haber  sido  quien  con  sus  conferencias  del 
Hospital  de  Santa  Cruz,  de  1 878- 188 5,  y  más  tarde  con  la  publicación  de 
su  Cirugía   antiséptica,  fruto  de  sus  viajes  por   el  Extranjero,  ha  hecho 


484  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

más  que  nadie  para  difundir  por  España  el  método  de  Lister.  El  ejemplo 
de  Cardenal  encontró  bien  pronto  imitadores  en  Barcelona,  de  tal  modo, 
que  Fargas,  Rusca  y  otros  han  hecho  de  aquella  ciudad  un  centro  quirúr- 
gico de  primer  orden,  rival  de  Madrid. 

Entrando  en  el  estudio  quirúrgico  especial,  y  siguiendo  como  guía  los 
trabajos  de  Ribera  y  los  estudios  de  Escribano,  vamos  a  ver  ahora  qué  es 
lo  más  importante  de  lo  hecho  por  los  profesores  españoles: 

Cirugía  de  la  cabeza.  —  En  la  técnica  de  las  operaciones  de  la  cara  y 
del  cuello,  podemos  hombrearnos  con  los  más  insignes  cirujanos  de  otros 
países.  Los  Dieffenbach,  Listón,  Buchanan,  Berger,  Nelaton,  Broca,  Lar- 
ger y  Morestin,  tienen  dignos  émulos  en  x^rgumosa,  Hysern,  Toca,  Guar- 
nerio,  Laorden,  Creus,  Encinas,  Rubio,  Ribera  y  Avelino  Gutiérrez. 

Argumosa  discurrió  y  puso  en  práctica  un  famoso  procedimiento  de 
blefaroplastia  por  extirpación  de  un  cancroide  del  párpado  inferior  y  algo 
de  la  nariz,  cuyo  éxito  comunicó  en  Junta  pública  a  sus  compañeros  de  la 
Facultad  de  Medicina  de  Madrid  en  1832.  Dieffenbach  hizo  esta  opera- 
ción en  París,  en  la  clínica  de  Lisfranc,  en  1 834;  es  decir,  dos  años  des- 
pués que  Argumosa.  El  mismo  Argumosa,  en  1836,  inventa  otro  proce- 
dimiento de  blefaroplastia  a  colgajo  malar. 

Don  Joaquín  Hysern  (1804-1883),  de  Bañólas  (Gerona),  disputó  a  Ar- 
gumosa la  prioridad  del  procedimiento,  si  bien  leyendo  a  los  dos  se  ve 
que  son  diferentes.  No  obstante  faltarle  la  razón  a  Hysern  en  tal  contien- 
da, hay  que  hacer  constar  que  en  1 834  publicó  este  reputado  profesor 
de  San  Carlos  un  excelente  opúsculo  titulado  Tratado  de  blefaroplastia 
tém poro-facial.  Por  este  folleto,  cuya  lectura  recomendamos,  y  por  haber 
sido  Hysern  el  primero  que  en  España  practicó  la  decolación  del  fémur, 
por  las  vivisecciones  y  experimentos  que  solía  hacer  en  su  cátedra  de  Fi- 
siología, con  rapidez  y  habilidad  sorprendentes,  ya  en  los  años  1836 
a  1838,  es  decir,  inmediatamente  después  de  Magendie  y  por  los  elogios 
que  el  gran  cirujano  francés  Velpeau,  su  contemporáneo  y  amigo,  le  tribu- 
taba en  escritos  y  conferencias,  merece  Hysern  el  recuerdo  que  sincera- 
mente le  otorgamos,  olvidando  sus  luchas  desatendidas  con  Argumosa  y 
sus  tiempos  de  homeópata  (V.  Escribano). 

Queiloplastias.  —  Entce  las  queiloplastias  modernas  más  reputadas  de- 
ben figurar  las  de  Argumosa  y  Creus,  siendo  también  apreciables,  aun- 
que inferiores,  las  de  Laorden  y  Guarnerio.  El  procedimiento  de  Argu- 
mosa es  enteramente  original  y  casi  idéntico  al  que  sesenta  años  más 
tarde  se  lia  llamado  en  IVancia  método  de  Berger.  Mucho  más  afortuna- 
do,  ¡x>r  el  número  y  calidad  de  los  partidarios  que  ha  tenido  y  tiene,  es 
el  de  I»,  (i  \  CrbüS  j  Manso  (1828-1897),  arreglado  del  de  Buchanan- 
■     pero  muy  superior  y  preferible  a  éste.  Creus,  profesor  primero  de 


LA  CIRUGÍA  Y  LOS  CIRUJANOS  DEL  SIGLO  XIX  485 

Granada  y  después  de  Madrid,  autor  de  un  Tratado  elemental  de  Anato- 
mía Médico- Quirúrgica  y  de  otros  sobre  Resecciones  subperiósticas  y  He- 
ridas de  arma  de  fuego,  es  inventor  también  de  un  estimable  procedi- 
miento para  la  resección  del  maxilar  inferior. 

Parótida.  —  Como  dice  Escribano,  el  capítulo  de  la  extirpación  total 
de  la  parótida  podríamos  redactarle  en  cualquier  tratado  de  operaciones 
sin  acudir  a  textos  extranjeros.  i\rgumosa,  Toca,  Hysern,  Creus,  Rubio, 
Ribera  y  Avelino  Gutiérrez  le  han  estudiado  a  fondo,  proponiendo  y  rea- 
lizando diversos  métodos  para  la  extirpación  de  este  órgano,  algunos  de 
ellos  en  tiempos  en  que  anatómicos  y  clínicos  franceses  e  ingleses  la  con- 
sideraban imposible. 

Don  Diego  de  Argumosa  extirpó  varias  veces  tumores  benignos  y 
malignos  de  la  parótida,  conservando  la  glándula  en  los  primeros  y  veri- 
ficando su  ablación  total  en  los  segundos,  a  partir  de  1 832,  sin  ligadura 
previa  de  la  carótida  externa. 

Don  Melchor  Sánchez  Toca  (i 804- 1 880),  de  Vergara  (Guipúzcoa), 
metodizó — dice  Escribano — con  singular  perfección  la  técnica  de  la  exé- 
resis parotídea,  estableciendo  siete  tiempos,  minuciosamente  expuestos, 
con  un  lenguaje  preciso  y  anatómico  que  bastaría  a  la  fama  de  este  gran 
operador  y  verdadero  sabio,  cirujano  de  los  que  mejor  conocían  el  Ex- 
tranjero por  sus  viajes  de  estudio;  de  los  que  más  atención  dedicaron  a 
la  necesaria  reforma  de  nuestras  leyes  de  enseñanza  y  malos  hábitos;  de 
los  que  con  más  puntualidad  y  energía  cumplieron  sus  obligaciones  de 
cátedra;  de  los  más  hábiles  disectores;  de  los  más  intrépidos  prácticos; 
de  aptitudes  universales;  operador  inimitable;  genio  quirúrgico;  dios  de  la 
Cirugía,  como  le  llamaron  en  sendos  elogios  D.Juan  Creus,  D.  Andrés  del 
Busto  y  D.  Ángel  Pulido.  Pero  también  de  los  que  menos  escritos  han  de- 
jado, pues  nada  valen  para  lo  que  pudo  y  debió  publicar  en  su  larga  y  ac- 
tivísima existencia  unos  cuantos  artículos  y  opúsculos.  Entre  ellos  destaca 
su  Memoria  sobre  la  ense fianza  de  las  Ciencias  Médicas,  deducida  de  la  ob- 
servación de  las  escuelas  extranjeras  y  dirigida  a  perfeccionar  la  nacional  de 
San  Carlos,  donde  promete  obras  varias  que  no  llegó  a  dar  a  la  imprenta. 
Por  la  muestra  que  nos  da  en  ésta,  publicada  en  1 840,  sobre  cuestiones 
preliminares  y  cuadros  de  estudios  médicos,  en  las  escuelas  de  Portugal, 
Erancia,  Inglaterra,  Bélgica,  Holanda,  Alemania,  Prusia  y  el  Gran  Ducado 
de  Badén,  se  comprende  la  utilidad  que  habrían  experimentado  los  es- 
tudios médicos  en  España  de  haber  salido  a  luz  los  demás  que  promete 
sobre  los  estudios  anatómicos  y  fisiológicos,  anfiteatros,  museos  y  salas 
de  disección;  las  ciencias  físicas  y  naturales  consideradas  como  auxiliares 
de  la  medicina;  estudios  de  patología,  Lerapéutica  y  obstetricia,  e  institu- 
tos clínicos  de  la  Facultad,  exámenes,  grados  académicos,   premios  lite- 


486 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


rarios,  licencias  para  ejercer,  etc.,  y,  finalmente,  sobre  el  presupuesto  y 
los  diversos  artículos  de  ingreso  y  gasto.  Tan  concienzudo  estudio  debió 
de  hacer  en  este  viaje,  que,  para  llevar  idea  exacta  del  estado  de  la  ense- 
ñanza en  España  y  no  pasar  los  Pirineos  sin  conocer  previamente  su  país, 


Melchor  Sánchej    I  0<  a,  Marqués  de  Toca  (1804-1880).  (Debido  a  la  amabilidad 
de  D.  Joaquín  Sánchez  Toca). 


empezó  por  visitar  los  establecimientos  de  Santiago,  Lisboa,  Cádiz,  Sevi- 
lla, Valencia  y  Barcelona.  Kn  Francia  recorrió  Montpellier,  Nimes,  Tolón, 
Marsella,  Lyón,  Burdeos,  Estrasburgo  y  París;  en  Inglaterra,  Londres;  en 
Bélgica,  Amberes,  Bruselas  y  Gante;  en  Holanda,  Utrecht  y  Amsterdam; 
en  Alemania,  Bonn  y  I  íeidelberg  (V.  Escribano). 

í)on  Federico  Rubio  recomienda  atacar  la  región  parotidea  a  fondo, 
empezando  por  la  parte  postero-inferior,  para  volcar  glándula  y  tumor  ha- 
cia arriba  y  adelante,  descubriendo  por  retaguardia  vasos  y  nervios,  con 
lo  cual  la  operación  resulta  hemostática  y  siempre  Be  está  dominando  el 
•  ampo  operatorio.  Ribera  describe  un  procedimiento  adaptable  a  los  más 
diversos    neoplasmas,    Bent  illo    en    sus    manos,  superior  a   los  de  Faure  y 


LA  CIRUGÍA  Y  LOS  CIRUJANOS  DEL  SIGLO  XIX  4S7 

Morestín,  defendiendo,  como  Creus,  la  posibilidad  de  extirpar  la  paróti- 
da, en  determinadas  ocasiones,  sin  ligar  la  carótida  externa.  Avelino  Gu- 
tiérrez, por  último,  viene  extirpando  este  órgano  por  un  procedimiento 
extracapsular  y  hemostático,  que  diseca  primero  de  abajo  arriba  y  de 
atrás  adelante,  y  después  en  sentido  inverso,  los  órganos  periparotideos. 
Ha  sido  descrito  por  su  autor  en  la  Revista  Ibero- Americana  de  Ciencias 
Médicas. 

Tórax. — Ribera  publicó  en  mayo  de  1879 — dice  Escribano  —  la  his- 
toria clínica  de  un  empiema  con  fístula  pleural  rebelde  y  antigua,  operado 
por  él  en  octubre  de  1878,  mediante  la  resección  de  las  costillas  octava  y 
novena,  con  éxito  completo,  quedando  el  enfermo  curado  y  con  el  hun- 
dimiento característico  de  la  pared  torácica.  Como  se  ve,  esta  es  la  idea 
fundamental  de  la  mal  llamada  operación  de  Estlander,  cuya  primera  pu- 
blicación data  de  1879,  un  año  después  de  la  operación  de  Ribera.  Ver- 
dad es  que  nueve  años  antes,  o  sea  en  1869,  ya  trataba  Simón  sistemáti- 
camente, en  Alemania,  los  derrames  pleuríticos  fistulizados  y  crónicos 
por  la  resección  de  varias  costillas  para  cerrar  el  espacio  muerto.  Pero 
como  los  trabajos  de  Simón  no  salieron  entonces  de  su  país,  puede  muy 
bien  darse  el  caso  de  que  en  España  Ribera,  en  Inglaterra  Estlander  y 
en  Francia  Gayet  hayan  tenido  razones  para  discutir  la  prioridad  de  esta 
operación  que  a  ninguno  de  los  tres  pertenece.  Para  la  mediastinotomía 
posterior  inventó  Ribera,  en  1899,  un  proceder,  que  empleó  en  el  vivo 
tras  de  repetidos  ensayos  en  el  cadáver,  de  gran  transcendencia,  puesto 
que  suministra  una  vía  aprovechable  para  las  modernísimas  operaciones 
en  los  órganos  de  esta  región,  y  preferible  a  la  propuesta  por  Quenn- 
Hartmann.  Hermana  gemela  de  esta  toracoplastia  de  Ribera  es  la  que 
propuso  A.  Schwartz  más  recientemente.  Y,  sin  embargo,  el  procedi- 
miento del  cirujano  español  permanece  en  el  olvido,  y  el  del  joven  ciru- 
jano francés  se  cita  y  describe  en  los  libros  que  tratan  de  la  materia. 

Abdomen. — La  gastrectomía  total,  con  extirpación  del  cardias,  cuen- 
ta con  un  procedimiento  español,  ideado  por  Ribera,  ante  las  varias  dificul- 
tades con  que  tropezaba  para  poner  al  alcance  de  la  mano  el  cardias  y  la 
extremidad  inferior  del  esófago.  Es  injusto  atribuir  a  Baudet-Navarro  este 
procedimiento  de  Ribera,  ligeramente  modificado,  varios  años  después 
de  haberlo  ejecutado  en  el  cadáver  y  de  tenerlo  impreso  y  dado  a  cono- 
cer el  profesor  español  en  el  Congreso  internacional  de  Medicina  celebra- 
do en  Madrid  en  1903.  También  contamos  con  el  método  de  Rusca, 
malogrado  cirujano  de  Barcelona,  para  la  gastro-entero-anastomía. 

La  operación  del  ano  artificial  cuenta  en  España  con  el  procedimiento 
de  D.  Alejandro  San  Martín,  denominado  colostomía  valvular  subilíaca. 
Para  el  tratamiento  de  las  estenosis  rectales  no  neoplásicas,  ni  fácilmente 


488  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

operables  por  otro  medio  más  radical,  ideó  Ribera  la  rectotomía  posterior 
en  abanico,  previa  la  resección  del  coxis. 

Ya  anteriormente  hemos  aludido  a  Ja  laparotomía  paraperitoneal 
ideada  por  Ribera  para  la  nefrectomía  en  un  caso  de  quiste  hidatídico  de 
gran  tamaño.  No  es  nuevo  el  procedimiento,  aconsejado  ya  por  Mac  Ard- 
ley  Verhoogen,  así  como  por  Thornton,  Trélat,  Pean,  Kónig  y  Banden- 
heuer;  pero  es  deber  nuestro  poner  al  sabio  catedrático  de  Madrid  entre 
los  modernos  restauradores,  delante  de  Chevassu  y  Luis  Bazy,  que  pos- 
teriormente a  Ribera,  y  sin  mencionarle  para  nada,  vienen  haciendo  pro- 
paganda en  el  mismo  sentido,  logrando  que  muchos  acepten  sus  ideas,  y 
una  como  resurrección  del  olvidado  camino. 

La  talla  perineal  ha  sido  ilustrada  y  enriquecida  por  varios  cirujanos 
del  siglo  xix.  En  Madrid,  Toca  la  practicaba  con  gran  maestría;  en  Cádiz, 
Ceballos  y  Benjumeda;  en  Granada,  Creus.  La  talla  hipogástrica  transver- 
sal fué  practicada  por  el  doctor  González  Olivares  a  mediados  del  siglo, 
pudiendo  verse  el  procedimiento  ideado  por  este  cirujano  en  el  Iratado 
de  Anatomía  médico-quirúrgica  y  topográfica  de  Petrequin,  traducido  por 
Maestre  de  San  Juan  y  Ramírez  Mauri.  La  talla  hipogástrica  longitudinal 
ha  sido  simplificada  por  Ribera. 

En  la  cirugía  del  pene,  la  circuncisión  ha  sido  simplificada  y  perfec- 
cionada por  Argumosa  y  Creus;  la  amputación  del  pene,  por  Argumosa  y 
Rubio.  La  urctrostomía  perineal  en  el  tratamiento  de  las  .fístulas  urinarias 
múltiples,  por  periuretritis  supuradas  es  una  operación  debida  a  Argumosa 
y  no  a  Poncet,  como  lo  atestigua  el  Resumen  de  Cirugía,  con  detenidas 
consideraciones  y  un  caso  clínico  interesante. 

En  Ginecología,  D.  Melchor  Sánchez  Toca  llevó  a  cabo  en  1845  la 
histerectomía  abdominal,  y  D.  Tomás  de  Corral  y  Oña  (1807-1882)  practi- 
có, según  afirma  el  doctor  Casado  Torreblanca  en  su  discurso  de  ingreso 
en  la  Real  Academia  de  Medicina  de  Granada,  la  cesárea  vaginal  en  1845. 

El  doctor  Corral  nació  en  Leiva  (Logroño)  el  18  de  octubre  de  1807. 
I  I  izo  sus  estudios  de  Medicina  en  San  Carlos.  Ganó,  por  oposición,  una 
plaza  de  ayudante  de  profesor  y  por  el  mismo  procedimiento  una  cátedra 
en  1836.  Cuidó  con  entusiasmo  y  constancia  de  la  biblioteca  de  la  Facul- 
tad, que  se  enriqueció  gracias  a  sus  desvelos.  Durante  los  diez  y  ocho 
años  que  desempeñó  la  cátedra  de  Obstetricia  tuvo  numeroso  auditorio, 
que  admiraba  su  palabra  brillante,  fácil  y  en  ocasiones  epigramática. 
Abandonó  el  magisterio  para  brillaren  olios  destinos,  como  en  el  de  mé- 
dico de  cámara  de  Isabel  II,  y  atender  a  BU  numerosa  clientela.  Fué  tam- 
bién   médico    de    Alfonso    XII.    Murió    en     Madrid    el     I  j    de    diciembre 

de  É882. 

Por  falta  de  espacio,  no  podemos  seguir  al  doctor  Escribano  en  sues- 


LA  CIRUGÍA  Y  LOS  CIRUJANOS  DEL  SIGLO  XIX  489 

tudio  especial  de  los  descubrimientos  quirúrgicos  españoles.  Diremos  tan 
sólo  que  en  la  desarticulación  coxo-femoral  hay  que  citar  a  Hysern,  Toca, 
Encinas,  Rubio  y,  sobre  todo,  Ribera;  que  la  desarticulación  inter-ileo- 
abdominal  tiene  en  el  doctor  Margarit,  de  Barcelona,  un  precursor,  y  que 
Ribera  ha  ilustrado  su  historia,  indicaciones  y  procedimientos  en  la  con- 
ferencia que,  por  invitación  del  presidente,  doctor  Segond,  dio  ante  el 
Congreso  francés  de  Cirugía  de  191 1.  En  la  amputación  del  muslo  conta- 


Tomás  de  Corral  y  Oña,  Marqués  de  San  Gregorio  (1807-1882).  (Debido  a  la  amabilidad  de  D.  León  Corral). 

mos  con  el  procedimiento  de  Argumosa  y  el  osteoplástico  de  San  Mar- 
tín. En  desarticulación  de  rodilla,  procedimientos  de  Argumosa,  Creus, 
etcétera.  En  amputación  de  la  pierna,  métodos  de  Argumosa,  Romagosa, 
Ferrer  y  Viñerta,  Creus,  San  Martín  y  Ribera, 

«Sólo  un  pequeño  detalle  de  la  región  inguino-crural,  su  ligamento 
—  dice  Escribano — es  lo  que  en  el  tecnicismo  anatómico  y  quirúrgico  in- 
ternacionales se  viene  llamando  de  Gimbernat,  único  nombre  español  que, 
con  el  moderno  de  Cajal,  suena  sin  regateos  entre  los  innumerables  que, 
no  siempre  con  entera  justificación,  han  inmortalizado  la  nomenclatura 
anatómica.  Quitáramos  aquel  catalán  y  este  aragonés,  y  España  no  sería 
mencionada  en  la  abrumadora  y  farragosa  lista  de  innumerables  descubri- 
dores del  vasto  campo  de  nuestra  organización,  a  veces  de  nimios  deta- 
lles. Un  Servet,  con  sus  clarividentes  concepciones  de  la  circulación  pul- 
monar; un  Valverde,  con  su  descripción  original  y  exacta  del  tabique  in- 


49©  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

terventricular,  marcando  una  época  en  la  historia  anatómica  del  corazón; 
un  Gimeno  y  un  Collado,  con  sus  primeras  perfectas  reseñas  del  hueso 
estribo;  un  Viñals,  con  sus  preparaciones  del  oído  interno,  demostrativas 
de  hechos  antes  de  él  ignorados  (i);  un  Fourquet,  con  su  musculito  estilo- 
auricular,  su  cuadrícula  topográfica,  sus  investigaciones  y  clasificaciones, 
fueron  o  desconocidos  u  olvidados  al  poner  el  nombre  a  los  órganos  que 
descubrieron,  no  por  casualidad,  sino  tras  profundas,  prolijas  y  genero- 
sas indagaciones.  De  la  misma  manera  que  un  Francisco  Díaz,  un  Daza, 
un  Alcázar,  un  Montemayor,  un  Argumosa,  un  Toca,  un  Corral,  un  Creus, 
un  Rubio,  un  Encinas,  un  Rusca  y  un  Ribera  pudieron  ser  omitidos  en  el 
orden  quirúrgico.  A  unos  y  otros  les  faltó  el  marchamo  de  las  aduanas 
extranjeras,  el  conocimiento  y  la  confraternidad  de  los  sabios  que  han  vi- 
vido más  allá  de  los  Pirineos. 

«No  les  falte  nuestra  justicia.  Verdad  que  nuestros  presentes  son  mo- 
destos; pero  como  también  son  reales  y  efectivos,  tenemos  derecho  a  que- 
jarnos de  la  postergación  sufrida  y  a  ser  atendidos  en  estas  reclamaciones 
por  el  concurso  internacional  de  sabios.  Empecemos  por  no  olvidar  nos- 
otros mismos,  por  darles  pábulo  en  la  cátedra  y  en  el  libro,  cuidando  este 
pequeño  panteón  de  nuestras  legítimas  glorias  científicas  como  se  culti- 
van las  flores  de  un  jardín  amado,  como  se  guardan  en  el  santuario  del 
corazón  los  recuerdos  paternos,  la  memoria  de  la  casa  que  nos  vio  nacer, 
del  pueblo,  del  querido  terruño,  y  no  para  tenerlas  escondidas,  sino  para 
sacarlas  a  luz  frecuentemente,  con  igual  delectación  que  estas  dulces  re- 
membranzas, cuando  los  años  van  madurando  y  encaneciendo  las  cabezas.» 


(i)  Marcos  Viñals  nació  en  Burgos  en  1812  y  falleció  en  Madrid  en  1895.  Se 
licenció  en  Medicina  en  1843  y  se  doctoró  en  1846.  Ya  de  estudiante  fué  premiado 
por  sus  preparaciones  del  oído  interno,  multiplicando  desde  aquella  época  los  tra- 
bajos de  osteología  del  temporal  con  paciencia  benedictina,  hasta  que  consiguió 
completar  sus  colecciones  y  completar  también  el  estudio  más  detallado  que  se  co- 
noce de  la  anatomía  del  peñasco  (1841)  y  demostrar  el  trayecto  y  dirección  de  la 
cuerda  del  tambor,  Lo  <|ue  no  había  hecho  Cruveilhier  (1837-1885)  en  su  Anatomía 
Descriptiva.  Viñals  leyó  <-n  la  Real  Academia  de  Ciencias  Naturales  una  Memoria 
titulada  Nueva  descripción  de  la  porción  petrosa  del  temporal,  demostrando  7>arios 
descubrimientos  hechos  en  el  órgano  interior  del  oído,  que  se  publicó  dos  años  más 
tarde,  en  1843.  En  este  mismo  año  fué  nombrado  Ayudante  del  Colegio  de  Medi- 
cina  y  Cirugía,  con  destino  al  Gabinete  Anatómico,  y  en  su  cometido  desempeñó 
tal  habilidad  como  disector  prolijo  en  las  inyecciones  de  venas,  arterias  y  linfáticos, 
v  sobre  todo  en  sus  preparaciones  óseas,  que  todavía  resulta  asombrosa.  En  1845 
fué  conservador  preparador  de  los  Museos  Anatómicos;  en  1846,  profesor  de  Ana- 
tomía fisiológica  de  la  Escuela  Normal  de  Maestros;  en  1847  fué  comisionado  por 
el  Gobierno  '•-pañol  para  estudiar  los  Museos  y  las  Escuelas  de  Medicina  de  París, 
dando  en  esta  ciudad  unas  conferencias  en  latín,  en  la  Eacultad  de  Medicina,  acer- 
1  a  de  SUS  descubrimientos  en  el  oído  interno,  regalando  a  dicha  Facultad  una  mag- 
nffica  eole<  (  ion  de  preparaciones  del  hueso  temporal.  Fué  médico  director  del  hos- 
pital de  Montserrat,  distinguiéndose  durante  la  epidemia  del  cólera  de  1854,  y  mé- 
dico decano  del  Hospital  de  la  Princesa,  distinguiéndose,  por  último,  como  médico 
de  una  numerosa  y  escogida  clientela. 


LA  CIRUGÍA  Y  LOS  CIRUJANOS  DEL  SIGLO  XIX  491 

Termina  el  doctor  Escribano  su  discurso  dedicando  al  doctor  Hernan- 
do los  párrafos  siguientes: 

«De  D.  Benito  Hernando  y  Espinosa,  antiguo  catedrático  de  Terapéu- 
tica de  esta  Facultad  de  Medicina  de  Granada  (i 87 2- 1 887)  y  después  de 
Madrid  (1887-1909),  donde  tuve  la  honra  de  ser  alumno  suyo,  deseo  de- 
cir algo  más,  aunque  nunca  será  tanto  como  merece  su  memoria,  por  mí 
venerada,  y  su  cariño  a  esta  Universidad,  donde  pasó  los  quince  años  más 
felices  de  su  vida,  rodeado  de  gran  prestigio  y  estimación. 

»Su  carácter  era  tan  particular,  que  impresionaba  de  manera  indele- 
ble, destacando  en  la  memoria  de  sus  discípulos  sobre  todos  los  recuer- 
dos de  su  vida  estudiantil,  los  de  la  cátedra  y  laboratorio  de  Terapéutica. 

»Duro  y  áspero  en  las  apariencias,  infantil  y  todo  corazón  en  el  trato 
íntimo.  Vivo,  con  una  viveza  eléctrica  en  sus  conversaciones  familiares  y 
docentes,  era  pausado,  pacienzudo  y  nimiamente  escrupuloso  en  el  lengua- 
je escrito.  Profunda  y  sinceramente  religioso,  fué  tomado  por  algunos,  y 
podría  pasar  frecuentemente,  por  ligero  y  volteriano.  Observador  estu- 
dioso y  aplicadísimo,  creyérase  que  desperdiciaba  el  tiempo  en  sus  largas 
conversaciones.  Sabio  de  los  verdaderos,  de  los  que  más  honraron  el  pro- 
fesorado español  y  la  Patria  en  el  último  tercio  del  siglo  xix,  procuraba 
ocultarlo  con  la  modestia  más  sincera,  empeñándose  en  no  parecerlo.  Sa- 
bía mucho  de  todo:  latín,  matemáticas,  física,  química,  arte,  literatura,  mú- 
sica, historia,  y  lo  sabía  con  tal  lujo  de  fechas,  detalles  y  citas,  que  oyén- 
dole pudiera  creerse  que  sólo  había  ocupado  la  existencia  en  exaltar  su  re- 
tentiva con  estudios  memoristas,  y,  sin  embargo,  procedía  de  la  carrera 
de  Ciencias,  donde  se  hizo  licenciado  y  doctor  antes  que  médico,  y  ha- 
bía hecho  un  estudio  de  los  más  detenidos  y  científicos  que  conozco  y 
pueda  nadie  hacer  sobre  la  lepra  en  Granada,  con  trabajos  que  motivaron 
un  viaje  especial  de  Neisser,  pensionado  por  el  Gobierno  alemán,  y  una 
visita  de  Virchow  a  esta  ciudad. 

»Y  para  terminar  la  lista  de  los  aparentes  contrasentidos  de  su  vida, 
diremos  que,  habiendo  condensado  estos  pacientes  y  generosos  estudios 
en  un  libro  modelo  de  verdad  y  de  rigor  científico,  donde,  no  cada  pala- 
bra, sino  cada  punto  y  coma  eran  meditados  y  discutidos,  no  tuvo  la  for- 
tuna de  verle  premiado  en  el  concurso  anual,  de  la  Real  Academia  de  Me- 
dicina de  Madrid.  Desagraviado  quedaría  Don  Benito  de  tal  postergación 
con  los  elogios  de  los  anatomo-patólogos  que  entonces  actuaban  de  se 
midioses  en  Europa,  como  Cornil  y  Virchow;  pero  la  publicación  del  li- 
bro, que  por  su  índole  especial  tuvo  muy  pocos  lectores,  resultó  onerosa 
para  su  pobre  peculio,  con  la  cual  ya  no  pudo  continuar  la  impresión  de 
los  demás  trabajos,  quedando  manuscritas  las  interesantes  estadísticas, 
hechas  en  colaboración  de  alumnos  cariñosos  y  abnegados,   que  seguían 


492  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

sus  enseñanzas  de  enfermedades  de  la  piel  y  sus  visitas  diarias  al  Hospi- 
tal de  San  Lázaro  con  interés  y  asiduidad  particulares. 

»Si  nuestras  Academias  y  Gobiernos  dejaron  de  proteger  a  Hernando, 
privando  al  sabio  de  recompensa  y  estímulo  y  a  la  Patria  de  los  frutos 
que  la  prosecución  de  sus  ingratos  y  heroicos  estudios  sobre  la  lepra  ha- 
brían seguido  produciendo,  no  peque  la  Universidad  de  Granada  con  su 
memoria  olvidándole  en  la  hora  de  la  muerte  porque  ya  no  pertenecía  a 
su  Claustro,  ni  cometa  la  ciudad  un  delito  de  lesa  ingratitud  con  el  difun- 
to. Granada  le  debe  un  recuerdo,  no  sólo  por  el  celo  en  asistir  gratuita- 
mente durante  muchos  años  a  los  pobres  leprosos,  sino  también  por  su 
hermoso  rasgo  en  la  epidemia  colérica  de  1 88 5-  Entonces  D.  Benito,  sin 
ejercer  la  profesión  en  clientela  acomodada,  y,  por  tanto,  desconociendo 
el  legítimo  lucro  que  la  carrera  puede  y  debe  proporcionar,  fué  de  los  que 
más  prodigaron  su  santo  ministerio  con  los  pobres  coléricos,  visitando  in- 
cansable a  todas  horas,  a  pie  y  en  carruaje,  los  barrios  menos  atendidos 
de  la  ciudad,  en  aquellos  días  luctuosos  de  horrible  consternación  (i)». 

Además  de  los  cirujanos  del  siglo  xix  ya  mencionados  podemos  ci- 
tar aún  los  siguientes:  D.  Eulogio  Cervera  (1855),  médico  militar  (1865)' 
profesor  ayudante  de  las  clínicas  de  San  Carlos  (1880)  y  director  del  Insti- 
tuto de  Cirugía  Encinas,  y  de  la  Casa  de  Salud  de  Nuestra  Señora  del  Rosa- 
rio. Académico  de  la  Real  de  Medicina,  habiendo  leído  al  tomar  posesión 
del  cargo  un  discurso  sobre  la  Evolución  de  la  Cirugía  pleuro-puhnonar  en 
el  siglo  XIX.  Además  ha  publicado  una  monografía  sobre  Histerectomía 
abdominal  y  otras  sobre  Neurología  quirúrgica,  Patogenia  de  las  enferme- 


(1)  Otro  notable  catedrático  de  Terapéutica  de  la  Facultad  de  Medicina  de  Ma- 
drid fué  D.  Vicente  Asuero  Cortázar,  nacido  en  la  villa  de  Nájera  (Logroño)  el  27 
de  octubre  de  1807,  y  que  logró  alcanzar  las  más  altas  cimas  de  la  reputación  pro- 
fesional. Se  le  consideró  como  el  primer  médico  español  de  su  tiempo. 

Terminada  la  carrera  de  Medicina  en  1833,  se  trasladó  a  París,  donde  permane- 
ció estudiando  hasta  1837,  fecha  de  su  regreso  a  España. 

Ocupó  la  plaza  de  socio  de  número  de  la  Real  Academia  de  Medicina  y  Ciru- 
gía de  Madrid,  que  obtuvo  por  oposición  en  1839,  y  la  cátedra  en  propiedad  de  la 
Universidad,  concedida  en  1843  por  Real  orden  en  virtud  de  méritos,  servicios  y 
nocida  competencia  y  por  recomendación  del  Dr.  Mata.  Asuero  no  se  doctoró 
basta  1846.  Nombrado  para  regentar  la  cátedra  de  Moral,  Historia  y  Bibliografía 
Médicas,  permutó  ésta  por  la  de  Anatomía,  explicando  sucesivamente  las  de  Bi- 
bliografía v  Literatura  Médicas  y  Métodos  de  Enseñanza,  más  tarde  la  Terapéutica, 
la  de  Fisiología,  y,  por  último,  la  de  Ampliación  a  la  Terapéutica,  Farmacología  e 
Hidrología  Médicas,  creada  en  el  plan  de  estudios  que  entonces  regía.  Don  Vicen- 
te Asuero,  gran  conocedor  de  la  historia  médica  española, reunió  una  buena  colec- 
ción de  joyas  bibliográficas,  que,  en  paite,  pasó  a  poder  del  Dr.  Velasco,  y  de  éste 
al  Dr.  <  lomenge. 

Incron    especialmente    lamosas  sus  lecciones   (le    'terapéutica  substitutiva.  Fué 
médico  de  Cámara.  En  1869  le  fué  concedida,  a  su  instancia,  la  jubilación  como  ca- 
tedrático, lia  escrito  pOCO,  debiendo  mencionarse  los  trabajos  siguientes:  Discurso 
ti  cólera,    1/  moria  sobre  la  frenología,  Memoria  sobre  el  cáncer,  Memoria  sobre 
los  instini.   ,  etc.  Falleció  el  24  de  Febrero  de  1873. 


LA  CIRUGÍA  Y  LOS  CIRUJANOS  DEL  SIGLO  XIX  493 

dades  carbuncosas,  Notas  de  cirugía  clínica,  La  apendicitis,  Enfermedades 
del  páncreas  y  sus  asociaciones  gastro-duodeno-hepáticas,  El  cáncer  (traba- 
jo experimental).  Don  Luis  Guedea  y  Calvo  (i860),  de  Zaragoza,  alumno 
interno;  ayudante  de  clases  prácticas  de  San  Carlos  (1889);  médico,  por 
oposición,  de  la  Beneficencia  municipal  (1883);  catedrático,  por  oposición, 
de  Patología  quirúrgica  de  Cádiz  (1890),  de  donde  se  trasladó  a  Barcelo- 
na (1893),  Zaragoza  (1895)  y  Madrid  (1896). 

En  el  campo  de  la  Obstetricia  se  han  distinguido  los  doctores  Corteja- 
rena  (1835),  que  por  su  pericia  técnica  y  bondad  de  carácter  disfrutó  gran 
fama  y  numerosa  clientela.  Fué  profesor  auxiliar  en  1 87 2,  y  catedrático 
supernumerario  de  San  Carlos  (1878-1888);  consejero  de  Instrucción  pú- 
blica, senador  del  Reino,  director  general  de  Sanidad  (1909),  presidente 
efectivo  y  presidente  honorario  de  la  Sociedad  Ginecológica  Española; 
Alonso  Rubio,  muerto  a  los  ochenta  artos,  en  1 894,  profesor  notable  por 
la  diáfana  claridad  de  su  enseñanza  y  hombre  de  acrisolada  honradez,  que 
supo  dar  muestras  de  entereza  e  independencia  de  carácter  renunciando, 
por  motivos  de  delicadeza,  el  puesto  de  médico  de  la  Real  Casa;  el  Mar- 
qués del  Busto,  muerto  en  1900,  discípulo  de  Argumosa  y  del  marqués 
de  Toca,  en  Cirugía;  de  Asuero,  en  Medicina;  fué  médico  forense,  direc- 
tor de  La  España  Médica  y  fundador  de  La  Iberia  Médica;  profesor  clí- 
nico, por  oposición,  de  la  Facultad  de  Medicina  de  Madrid  y  catedrático 
numerario,  por  concurso,  de  Obstetricia  y  Enfermedades  de  mujeres, 
asignatura  que  desempeñó  durante  largos  años.  En  la  Real  Academia  ocu- 
pó la  vacante  del  Dr.  Fourquet,  leyendo  un  discurso  acerca  del  Código  de 
la  Naturaleza  y  Estudios  acerca  de  las  leyes  de  la  materia  y  de  la  vida;  en 
el  curso  de  1 892  leyó  un  discurso  inaugural  sobre  Problemas  morales, 
sociales  y  políticos,  que  resuelve  el  estudio  médico  de  la  mujer.  Es  autor, 
además,  de  otros  muchos  escritos,  entre  los  que  merecen  ser  citados: 
Proyecto  de  reforma  de  la  Clínica  de  Ginecología,  De  la  transplantación 
celular ',  Del  destino  de  la  doctrina  celular  en  las  doctrinas  médicas  reinan- 
tes, Cuadros  sinópticos  de  patología;  D.  Antonio  Fernández  Chacón,  nacido 
en  Granada  en  1848,  alumno  interno,  por  oposición;  ayudante  interino  de 
clases  prácticas;  profesor  clínico,  por  oposición,  y  profesor  auxiliar  de  la 
Facultad  de  Medicina  de  Granada;  catedrático,  por  oposición,  de  Obste- 
tricia y  Enfermedades  de  mujeres  y  niños  de  la  Universidad  de  Santiago 
(1883),  de  la  que  pasó,  por  concurso,  a  Valladolid,  y  por  brillante  y  re- 
ñida oposición,  a  Madrid  (1888);  ha  traducido  el  Tratado  de  Obstetricia 
de  Ribemont  y  Lepage. 

Más  notable  que  todos  los  anteriores  es  D.  Miguel  Ángel  Fargas  y 
Roca,  que  comparte  con  el  Dr.  Gutiérrez  la  gloria  de  haber  sido  el  inicia- 
dor en  España   de   los   estudios   ginecológicos.  Nació  en  Castelltersol  el 


494  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

8  de  diciembre  de  1858.  Estudió  medicina  en  Barcelona.  En  1 883  fué  nom- 
brado, por  oposición,  director  de  los  Museos  Anatómicos  de  la  Facultad 
de  Barcelona,  publicando  un  opúsculo  sobre  Anatomía  de  los  centros  ner- 
viosos; en  1882  practicó,  con  éxito,  la  primer  laparotomía  por  quiste  del 
ovario  (veintidós  años  después  de  haberla  efectuado  D.  Federico  Rubio); 
en  1895  llevó  a  cabo  la  primer  gastro-enterostomía  realizada  en  España. 
En  1884  fundó  su  famosa  clínica.  Ha  sido  presidente  de  la  Academia  i  La- 
boratori  de  ciencias  mediques  de  Catalunya  y  de  la  Real  Academia  de  Me- 
dicina y  Cirugía,  etc.  Tenía  publicadas  las  obras  siguientes:  Anatomía-  de 
los  centros  nerviosos  (1882),  Consecuencias  inmediatas  de  laparotomía 
(1885),  Primera  serie  de  diez  laparotomías  (1886),  El  mejor  procedimiento 
de  Histerectomía  abdominal  total  (1889),  Anuarios  de  la  clínica  privada  del 
Dr.  7^7^-^(1893-1895-1898),  Ginecología  artística  y  Ginecología  científi- 
ca (1907),  La  lucha  contra  el  canee  f  del  útero  (191 1),  Trascendencia  social 
de  la  gonococia  (1908),  (  i  rugí  a  conservadora  en  las  lesiones  anexiales,  Em- 
barazo ectópico  o  extrauterino,  Tratado  de  Ginecología  (dos  ediciones,  1903 
y  1906),  etc.  Falleció  el  22  de  febrero  de  1916. 

Desde  los  tiempos  de  Hysern,  cuya  biografía  ha  sido  anteriormente 
expuesta,  hasta  una  época  relativamente  moderna,  puede  decirse  que  los 
estudios  de  Fisiología  han  experimentado  en  España,  y  muy  especialmen- 
te en  la  Universidad  Central,  un  pasajero  eclipse.  Por  fortuna,  la  labor  de 
Turró,  Pi  y  Suñer  y  Bellido,  en  Barcelona;  de  Várela  de  la  Iglesia,  en 
Santiago;  de  Gil  y  Morte,  en  Valencia;  de  Rodrigo  Lavín,  en  Cádiz;  de 
Torremocha,  en  Valladolid,  y  de  Negrín  y  Gómez  Ocaña,  en  Madrid,  han 
hecho  renacer  el  interés  por  este  género  de  estudios,  y  hoy  podemos  afir- 
mar, sin  correr  el  riesgo  de  equivocarnos,  que  son  estos  estudios  los  que 
con  más  afán  e  interés  se  prosiguen  en  nuestro  país.  Como  no  queremos  más 
que  ocuparnos  de  los  muertos,  vamos  a  hablar  de  D.José  Gómez  Ocaña 
(i860),  de  Málaga,  que  fué  alumno  aventajado  de  la  famosa  escuela  grana- 
dina, ayudante  de  clínicas  de  la  Facultad  de  Medicina  de  Madrid  (1885), 
catedrático  de  Fisiología,  por  oposición,  de  la  Universidad  de  Cádiz 
(1886),  y  más  tarde,  por  concurso,  de  la  Universidad  Central  (1894);  aca~ 
démico  de  la  Real  de  Medicina,  leyendo  en  el  acto  de  la  recepción  (1900) 
un  discurso  acerca  de  La  Vida  en  España;  ingresó,  en  1 904,  en  la  Real 
Academia  de  Ciencias  Exactas,  Físicas  y  Naturales,  leyendo  un  trabajo  so- 
bre El  gobierno  nervioso  del  corazón.  Además  de  estos  trabajos  ha  escrito 
otros  muchos,  entre  los  que  citaremos:  Fisiología  de  la  circulación  (1894), 
ficología  del  cerebro  (1894;,  (  entros  ópticos  del  cerebro  (1894- 1895),  In- 
fluencia de  los  nervios  neumogástricos  sobre  el  ritmo  y  la  potencia  de  las 
1  ontracciones  cardíacas,  investigaciones  d£l  tiroides  v  de  /a  medicación  tiroi- 
dea  ( I  805),  Fisiología  humano   teórica  y  experimental  (ediciones  sucesivas 


LA  CIRUGÍA  Y  LOS  CIRUJANOS  DEL  SIGLO  XIX  495 

en  1896,  1900,  1905  y  1909-1910),  etc.  Senador  del  Reino  por  la  Univer- 
sidad en  1914,  fué  nombrado  más  tarde,  en  1917,  senador  vitalicio. 

Respecto  de  la  Medicina  interna  no  pueden,  por  desgracia,  señalarse 
nombres  comparables  a  los  que  hemos  indicado  en  el  campo  de  la  Ciru- 
gía. Se  citan,  entre  los  principales:  D.  Bonifacio  Gutiérrez  (1777-1854), 
de  Madrid,  catedrático  desde  18 19  de  la  Facultad  de  Medicina  de  la  Uni- 
versidad Central,  director  de  San  Carlos  en  1830,  decano  en  1849,  médi- 
co de  Cámara  en  1 841,  académico  de  Medicina,  etc.  Fué  notable  por  su 
habilidad  diagnóstica.  Ha  dejado  inéditas  algunas  monografías  acerca  del 
tifus,  del  cólera  y  las  fiebres,  y  una  obra  bastante  voluminosa,  Tratado 
de  afectos  internos.  D.  Ezequiel  Martín  de  Pedro,  heredero  de  la  fama  del 
Dr.  Gutiérrez,  pero  más  científico,  médico  de  número  del  Hospital  gene- 
ral de  Madrid,  y,  anteriormente,  catedrático  por  oposición  de  Patología  y 
Clínica  Médicas  de  la  Universidad  de  Santiago,  antiguo  primer  ayudante 
de  Sanidad  Militar,  académico  de  la  Real  de  Medicina,  etc.,  y  autor  de  un 
Manual  de  Patología  y  Clínica  Médicas,  publicado  a  expensas  de  la  Dipu- 
tación provincial  de  Madrid,  en  1 876,  y  en  el  que,  entre  otras  cosas  inte- 
resantes, se  lee  una  acabada  descripción  de  la  contractura  ido-muscular 
de  los  enfermos  de  fiebre  tifoidea,  y  una  completa  bibliografía  nacional  y 
extranjera,  debida  a  la  pluma  del  Dr.  D.  Simón  Hergueta,  eminente  clíni- 
co, todavía  vivo  por  fortuna.  Por  las  clínicas  del  Hospital  Provincial  de 
los  doctores  Martín  de  Pedro,  Muñoz  y  Esquerdo  han  pasado,  recibien- 
do enseñanzas,  casi  todos  los  que  posteriormente  se  han  distinguido  en 
Madrid  en  el  cultivo  de  la  Medicina,  y  entre  ellos  Cortezo,  Pulido,  Espi- 
na, Isla,  Hergueta,  Jaime  Vera,  Tolosa  Latour,  Ustáriz,  San  Martín,  Huer- 
tas, etc.  Deben  recordarse  también  los  nombres  de  D.  Tomás  Santero, 
gran  clínico  de  aquellos  tiempos,  posteriormente  profesor  de  Historia  de 
la  Medicina,  y  Sánchez  Merino,  que  escribió  una  obra,  famosa  entonces, 
sobre  Fiebres  esenciales.  Otro  médico  notable,  también  profesor  de  la  Fa- 
cultad de  Medicina  y  médico  de  la  Real  Cámara,  es  D.  Esteban  Sánchez 
Ocaña.  El  21  de  noviembre  de  1909  fallecía  en  Madrid  otro  ilustre  clíni- 
co, D.  Juan  Manuel  Mariani.  Había  nacido  en  Madrid  el  8  de  diciembre 
de  1853.  Médico  de  Sanidad  Militar  (1874)  y  médico  del  Hospital  de  la 
Princesa  (1877).  Estableció  en  el  mismo  año  de  1877,  en  unión  de  los  doc- 
tores Slocker  y  Morales  Arjona,  un  repaso  de  las  asignaturas  de  Medici- 
na en  casa  del  sabio  profesor  de  San  Carlos  Dr.  Martínez  Molina.  En 
1886  fué  nombrado  por  la  Dirección  general  de  Instrucción  pública  pro- 
fesor libre  de  Clínica  Médica,  dando  la  enseñanza  por  espacio  de  varios 
años.  Fué  socio  fundador  de  varias  Corporaciones  científicas,  presidente 
de  la  Academia  Médico-Quirúrgica,  decano  del  Hospital  de  la  Princesa, 
visitador  jefe  facultativo  de  la  Beneficencia  general,  consejero  de  Sanidad 


496  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

del  reino  e  individuo  de  número  de  la  Real  Academia  de  Medicina  desde 
1892,  habiendo  leído  un  discurso  acerca  de  La  indicación  terapéutica  en 
el  estado  actual  de  los  conocimientos  médicos.  Como  redactor,  por  espacio 
de  varios  años,  de  la  Revista  de  Medicina  y  Cirugía  Prácticas,  ha  escrito 
numerosos  artículos  sobre  gripe,  neumonías,  cardiopatías,  etc.  Tiene  pu- 
blicados, además,  algunos  folletos:  La  dispnea y  su  tratamiento  por  el  que- 
bracho aspidosperma,  Histerismo  y  enfermedades  de  la  aorta,  Tratamiento 
de  la  cloroanemia  por  los  enemas  de  sangre,  Tratamiento  de  la  tuberculosis 
por  las  inyecciones  de  fosfato  de  creosota  y  de  tuberculina  Marechal,  La 
lucha  contra  la  tuberculosis,  etc.  Tradujo  el  Diagnóstico  clínico  y  la  Clíni- 
ca de  enfermedades  de  los  niños,  de  Bouchut,  y  la  obra  de  Duret,  Sobre 
localizaciones  cerebrales. 

El  Dr.  Alonso  Sañudo  (1856-1912),  de  Madrid,  fué  médico  de  la  Be- 
neficencia municipal  (1880)  y  catedrático  de  Patología  y  Clínica  Médicas 
de  Zaragoza  (1886),  pasando,  por  concurso,  a  desempeñar  la  cátedra  aná- 
loga de  Madrid  en  1894.  Ha  sido  inspector  general  de  Sanidad  exterior, 
académico  de  Medicina  en  1 899,  leyendo  un  discurso  sobre  el  Carácter 
íi/osófico  de  los  estudios  clínicos  actuales.  Es  autor  de  unas  Lecciones  de 
Patología  médica  (1891)  y  de  otras  Lecciones  de  Clínicas  Médicas  (1893) 
y  de  varios  trabajos  acerca  de  La  intoxicación  de  las  neuropatías,  El  sín- 
drome bulbar  en  las  enfermedades  del  cerebro,  etc. 

Don  Maximino  Teijeiro  ha  sido  uno  de  los  profesores  más  distingui- 
dos y  uno  de  los  clínicos  más  eminentes  de  España.  Nació  en  Monforte 
en  1827;  falleció  en  Santiago  en  1900.  En  1854  fué  nombrado  director 
anatómico  interino  de  la  Universidad  compostelana,  cargo  que  desempe- 
ñó hasta  obtener,  en  i860,  el  de  ayudante  de  Anatomía.  Desde  1862  fué 
catedrático  de  Anatomía  general  y  descriptiva  hasta  el  mes  de  julio  del 
mismo  año,  en  que  se  le  concedió  el  traslado  a  la  cátedra  de  Patología 
general.  Fué  trasladado,  por  causas  políticas,  a  Valladolid,  donde  siguió 
trabajando  con  entusiasmo,  hasta  que,  triunfante  la  revolución  de  1 868, 
volvió  nuevamente  a  Santiago,  después  de  cuatro  años  de  ausencia.  Por 
acuerdo  de  la  Facultad,  desempeñó  durante  todo  el  curso  de  1871-1872, 
y  sin  sueldo  ni  gratificación  alguna,  la  cátedra  de  Clínica  quirúrgica  a  la 
vez  que  la  de  Clínica  médica.  Prestó  gratuitamente  sus  servicios  médicos 
a  los  enfermos  y  heridos  de  la  guerra  civil.  Era  uno  de  los  profesores 
fundadores  de  la  Institución  Libre  de  Enseñanza.  Fué,  en  1 886,  comisio- 
nado para  estudiar  en  París  el  sistema  curativo  de  la  rabia.  Fué  repetidas 
veces  senador  por  la  Universidad  de  Santiago.  Entre  sus  trabajos  cientíli- 

recordamos  que  publicó  la  traducción  de  la   Medicina  operatoria^  de 

Malgaigne,  anotándola   y  aumentándola  con  numerosos  datos  de  su  gran 

m        v  la  traducción  de  la  Anatomía  quirúrgica,  de  Petrequin,  la 


LA  CIRUGÍA  Y  LOS  CIRUJANOS  DEL  SIGLO  XIX  497 

cual  aumentó  con  toda  la  parte  de  Anatomía  quirúrgica  general  que  aque- 
lla obra  no  comprendía.  Tomó  parte  en  la  traducción  de  la  Guía  del  mé- 
dico práctico,  de  Valleix;  publicó  una  Monografía  sobre  la  fiebre  tifoidea  y 
unas  Breves  reflexiones  sobre  la  sífilis,  y,  en  cumplimiento  de  lo  que  se 
disponía  en  la  Real  orden  de  14  de  mayo  de  1 886,  redactó  y  remitió  al 
Ministerio  de  Fomento  una  inédita  Memoria  sobre  el  sistema  curativo  del 
Dr.  Pasteur  de  la  rabia. 

Velázquez  de  Castro  (1 840),  de  Granada,  es  notable,  no  sólo  como  clí- 
nico, sino  como  periodista  médico.  Catedrático,  por  oposición,  de  Patolo- 
gía y  Clínica  médicas  de  Santiago  (1 877),  obtuvo  al  poco  tiempo,  por 
concurso,  la  de  Higiene  de  Granada,  y  desde  ésta,  por  traslado,  la  de  Pa- 
tología médica  de  la  misma  Universidad.  Al  ingresar  en  la  Real  Acade- 
mia de  Medicina  de  Granada,  en  1893,  leyó  un  interesante  estudio  sobre 
La  responsabilidad  en  las  histéricas,  que  fué  motivo  de  largas  discusiones. 
Otro  discurso  notable,  pronunciado  en  el  Ateneo  de  Granada,  versaba  so- 
bre la  Influencia  de  la  filosofía  en  los  sistemas  médicos.  ,En  la  apertura  de 
los  estudios  de  la  Universidad  de  Granada  (curso  de  1901-1902)  leyó  un 
trabajo  lleno  de  doctrina  acerca  de  la  Energía  cerebral  creadora  y  condi- 
ciones de  su  desarrollo.  En  1879  fundó  un  periódico  profesional  con  el 
nombre  de  La  Prensa  Médica  de  Granada,  que  se  transformó,  en  1 882, 
en  Gaceta  Médica  del  Sur  de  España.  En  sus  columnas  ha  escrito  nume- 
rosos e  interesantes  estudios  clínicos.  Además,  ha  publicado  un  trabajo 
sobre  La  pseudomeningitis  o  meningismo. 

En  ^.periodismo  médico  español  se  han  distinguido,  además,  y  en  pri- 
mer término,  Méndez  Alvaro,  fundador  de  El  Siglo  Médico,  y  Rodríguez 
Méndez. 

Rodríguez  Méndez  nació  en  Granada  en  1 845.  Fué  en  aquella  Facul- 
tad alumno  interno,  por  oposición;  ayudante  de  clases  prácticas;  auxiliar 
de  las  cátedras  de  Higiene,  Terapéutica  y  Fisiología,  y  encargado  de  la 
sección  de  Dermatología  y  Sifiliografía  en  la  consulta  pública  del  claustro. 
En  1874  obtuvo,  por  oposición,  la  cátedra  de  Higiene  privada  y  pública 
de  Barcelona.  Fué  académico  de  la  Real  de  Medicina  y  Cirugía  de  Barce- 
lona; inspector  general  de  Sanidad  de  la  provincia;  fundador  de  la  Gaceta 
Médica  Catalana,  en  la  que  ha  escrito  gran  número  de  artículos  originales, 
y  colaborador  de  otros  muchos  periódicos  profesionales,  en  los  que  ha 
trabajado  constantemente,  con  tanto  interés  como  claridad  e  inteligencia. 
Fué  rector  de  la  Universidad  de  Barcelona  (1901),  promovedor  de  la  Ex- 
tensión universitaria  y  de  la  Asamblea  universitaria  (1905),  diputado  a 
Cortes  (1914),  organizador  del  primer  Congreso  español  de  la  tuberculo- 
sis (1910).  Jubilado  en  1918,  falleció  al  año  siguiente  (1919). 

También  pertenece  al  periodismo   médico,  aun  cuando  se  ha  distin- 

HlSTOklA    US    uá    Mbdioika.   —    l'UMO   II  32 


498  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

guido  más  por  sus  estudios  filosóficos,  D.  Matías  Nieto  y  Serrano,  primer 
marqués  de  Guadalerzas  (1813-1903).  Natural  de  Falencia.  Ingresó  muy  jo- 
ven en  el  Cuerpo  de  Sanidad  Militar.  Contribuyó  como  pocos  a  la  difusión 
de  la  cultura  nacional  con  numerosas  publicaciones  originales  y  traducidas, 
y  redactó  dos  de  los  más  acreditados  periódicos  profesionales.  Manifesta- 
ciones de  su  saber  filosófico  fueron  las  Memorias  leídas  en  la  Real  Acade- 
mia en  su  oposición  a  plaza  de  académico  numerario  (1839),  y  en  la  se- 
sión inaugural  de  1853,  sus  celebradas  obras  Reforma  médica  (1864),  Bos- 
quejo de  la  ciencia  viviente  (1867),  Filosofía  de  la  Naturaleza  (1884),  Filo- 
sofía del  pensamiento,  La  libertad  moral  (1869),  La  Naturaleza,  el  espíritu 
y  el  hombre  (1877),  Defensa  de  Hipócrates  y  del  vitalismo  (1859),  Historia 
crítica  de  los  sistemas  filosóficos  (1897),  Filosofía  y  Fisiología  (1899- 1900), 
Diccionario  filosófico  (1901).  En  1 840,  y  con  el  concurso  de  su  antiguo 
amigo  D.  Francisco  Méndez  Alvaro,  fundó  una  Biblioteca  escogida  de  Me- 
dicina y  Cirugía,  destinada  a  propagar  en  España  el  conocimiento  de  las 
más  selectas  producciones  médicas  del  Extranjero,  y  de  la  que  fué  hijo  el 
Museo  de  Medicina  y  nieta  la  Biblioteca  del  Siglo  Médico.  En  184 1  inaugu- 
ró un  Boletín  mensual  de  Novedades  Médicas,  que  tomó  al  año  siguiente 
el  nombre  de  Gaceta  Médica,  y  en  el  que  colaboraron  Fourquet,  Alonso 
Rubio,  Santero,  Salazar,  Asuero  y  otros.  Algunos  años  más  tarde,  en 
1854,  se  fundieron  la  Gaceta  Médica,  de  Nieto  y  Serrano,  y  el  Boletín  de 
Medicina  y  Cirugía,  de  Méndez  Alvaro,  dando  origen  a  El  Siglo  Médico. 

Méndez  Alvaro  murió  el  19  de  diciembre  de  1 883,  a  los  setenta  y 
siete  años;  fué  notable  como  higienista  y  como  publicista;  fundador,  como 
acabamos  de  decir,  de  El  Siglo  Médico,  y  autor  de  una  famosa  obra  de 
Higiene  pública  y  municipal  publicada  en  Madrid  en  1853;  de  otras,  me- 
nos importantes,  sobre  Enfermedades  venéreas  y  partos,  y  de  varias  tra- 
ducciones, siendo  las  más  conocidas  la  de  la  Patología  general,  de  Cho- 
mel,  y  la  de  la  Clínica  médica,  de  Andral.  Al  morir  era  presidente  de  la 
Real  Academia  de  Medicina. 

El  fundador  de  la  Paidopatía,  como  especialidad,  ha  sido  D.  Mariano 
Benavente,  que  nació  en  Murcia  en  1818,  adquiriendo  el  título  de  ciru- 
jano en  1845,  y  posteriormente  el  de  médico,  ejerciendo  como  titularen 
Villarejo  de  Salvanés  (Madrid)  hasta  1 85 5.  En  1856  tomó  posesión  de  la 
plaza  de  médico  de  la  Inclusa;  se  doctoró  en  1 857-  Fué  director  del  Hos- 
pital del  Niño  Jesús  y  perteneció  a  la  Real  Academia  de  Medicina.  Falle- 
ció en  1885. 

(  Hros  paidópatas  ilustres  del  pasado  siglo  han  sido  Fernández  ( ró4 
mez,  Ulecia,  Tolosa  Latour  y  Llórente. 

Don  Alberto  Fernández  Gómez  (i  8  $7- 19 1 7).  Doctoren  1882,  ingresó 
al  poco  tiempo,  por  oposición,    en  el   Cuerpo  médico-farmacéutico  de   la' 


LA  CIRUGÍA  V  LOS  CIRUJANOS  DEL  SIGLO  XIX  499 

Beneficencia  general,  desempeñando  este  cargo,  desde  1 884  hasta  su 
muerte,  en  el  Hospital  de  la  Princesa,  donde  tuvo  consulta  diaria  de  en- 
fermedades de  la  infancia.  Ha  dado  conferencias  en  la  Academia  Médico- 
Quirúrgica  y  en  el  Hospital  de  la  Princesa  (1889- 1 890)  sobre  sarampión, 
idea  general  de  las  enfermedades  de  la  infancia,  ictericia  infantil,  etc.  Es 
autor  de  un  trabajo  acerca  del  Diagnóstico  de  la  meningitis  tuberculosa, 
presentado  al  Congreso  de  Pediatría  de  Moscú  y  de  otro  sobre  Formas 
raras  de  La  gripe  infantil,  presentado  como  ponencia  en  la  sección  de  Pe- 
diatría del  XIV  Congreso  internacional  de  Medicina  (Madrid,  1903). 

Don  Manuel  Tolosa  Latour  (1857-1919),  de  Madrid,  ha  sido  médi- 
co-director del  Asilo  de  Huérfanos  del  Sagrado  Corazón,  médico  del  Hos- 
pital del  Niño  Jesús,  médico  consultor  de  la  Sociedad  de  Escritores  y 
Artistas,  profesor  auxiliar  de  Pediatría  de  la  Facultad  de  Medicina  de 
Madrid  y  académico  de  Medicina  (1900). 

Ha  sido  un  escritor  fecundo,  que  ha  fundado  y  dirigido  periódicos 
tan  importantes  como  la  Revista  de  Enfermedades  de  los  Niños,  Archi- 
vos de  Ginecología  y  Enfermedades  de  la  infancia,  La  Madre  y  el  Niño, 
y  El  Hospital  de  Niños;  ha  sido  redactor  de  casi  todos  los  periódicos  pro- 
fesionales de  España  y  de  muchos  del  Extranjero,  y  ha  escrito  también 
en  muchos  periódicos  políticos  con  el  seudónimo  de  Doctor  Fausto.  Ha 
traducido  obras  de  importancia,  entre  ellas  el  Tratado  de  enfermedades 
de  los  niños,  de  Steiner  (en  colaboración  con  el  doctor  García  Molinas); 
el  Tratado  práctico  d,e  enfermedades  del  estómago,  de  Leven;  El  hombre  y 
la  inteligencia,  de  Richet,  etc.  Entre  sus  trabajos  originales,  citaremos 
como  más  importantes:  Organización  de  los  hospitales  de  niños.  La  Hi- 
giene del  trabajo  en  la  segunda  infancia  (folleto  traducido  al  francés,  ita- 
liano y  portugués),  Instrucciones  para  evitar  la  propagación  de  la  difteria 
(cartilla  premiada  por  la  Sociedad  española  de  Higiene,  y  traducida  al  in- 
glés, al  francés  y  al  italiano);  La  protección  médica  a  la  infancia  desvalida; 
La  educación  de  los  niños;  Peligros  de  las  medicaciones  activas  en  la  infan- 
cia; El  recién  nacido  ante  la  Ginecología  y  la  Pediatría;  La  madre  y  el  niño 
ante  la  Higiene;  El  problema  infantil  y  la  legislación;  Un  problema  de  Hi- 
giene escolar;  Medicina  e  higiene  de  los  niños;  Niñerías;  El  niño  (seis  edi- 
ciones), etc. 

Ha  fundado  en  Chipiona  (Cádiz)  el  Sanatorio  marítimo  de  Santa  Cla- 
ra, para  niños  escrofulosos  y  pre-tuberculosos  (1897). 

Don  Rafael  Ulecia  y  Cardona,  fundador  de  la  Revista  de  Medicina  y 
Cirugía  Prácticas,  que  ha  sido  el  mejor  periódico  médico  de  su  época  y 
en  el  que  han  colaborado  los  doctores  Ribera  y  Sans,  Rodríguez  Méndez, 
Espina  y  Capo,  Mariani,  Toledo  y  otros  muchos;  ha  consagrado  especial- 
mente su  actividad  al  estudio  del  niño  de  pecho,  fundando,  con  el  título 


5oo  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

de  La  gota  de  leche,  un  Dispensario  y  consultorio  público,  dando  en  el  Ate- 
neo de  Madrid,  en  1905,  conferencias  acerca  de  Los  Consultorios  de  los 
niños  de  pecho,  y  presentando  al  Congreso  de  Deontología  Médica  de  mayo 
de  1903  una  comunicación  sobre  Mortalidad  en  la  primera  infancia. 
Don  Vicente  Llórente  y  Matos  (1857-1916),  de  Las  Palmas  (Cana- 
rias), hizo  licenciatura  de  Medicina  en  Barcelona,  en  1 887,  doctorándose 
en  Madrid,  en  1904,  con  una  tesis  sobre  Datos  clínicos  basados  en  más  de 
3.500  observaciones  personales,  seguidas  a  la  luz  de  la  clínica  y  del  labora- 
torio, que  facilitan  el  diagnóstico  prematuro  de  la  difteria  y  su  complicación, 
el  gar  rotulo.  Al  terminar  sus  estudios,  en  1888,  pasó,  para  ampliarlos,  al 
Extranjero,  permaneciendo  dos  años  en  las  clínicas  y  laboratorios  de  Ale- 
mania y  Francia.  En  1894  fundó  el  Instituto  microbiológico  de  seroterapia 
(Instituto  Llórente),  al  que  añadió,  dos  años  más  tarde,  el  calificativo  de 
antirrábico,  por  adicionarle  una  sebción  dedicada  al  diagnóstico  y  trata- 
miento preservativo  de  la  rabia,  en  el  que  se  han  prestado  auxilio,  hasta 
191 3,  a  3.461  enfermos  pobres.  El  Dr.  Llórente  ha  sido  de  los  primeros 
en  practicar  el  entubamiento  laríngeo  en  España.  En  1903  prestó  gratui- 
tamente servicios  médicos  en  Melilla,  como  director  de  un  hospital  de 
campaña.  En  1895  na  figurado  como  delegado  del  Gobierno  en  París  y 
en  Berlín  para  los  estudios  de  higiene  social  y  organización  de  los  servi- 
cios sanitarios,  y  especialmente  para  estudiar  el  tratamiento  seroterápico 
antidiftérico  de  Behring  y  Roux.  Además  de  los  trabajos  ya  mencionados 
hay  que  citar  aún  los  siguientes:  Comunicación  acerca  del  descubrimiento 
del  germen  de  la  peste  bubónica  por  Yersin,  y  su  importancia  para  el  dia- 
gnóstico y  medidas  sanitarias  (1893);  Difteria  e  intubación  (1897);  La  tu- 
berculosis en  las  clínicas  de  Berlín:  su  diagnóstico  y  técnica  del  tratamiento 
por  la  tuber culina  de  Koch  (1897);  Estudios  populares  de  Higiene  social 
(1903);  Las  lo realizaciones  primitivas  de  la  difteria,  explicadas  por  las  con- 
diciones biológicas  del  bacilo  de  Loefjler  (1904);  De  la  rabia  en  el  hombre  y 
en  los  animales,  con  una  estadística  de  1.7 10  casos  (1910);  Anafilaxia  ex- 
perimental y  clínica,  en  sus  relaciones  con  la  seroterapia  (191 1);  Del  cultivo 
de  tejidos:  autonomía  de  la  vida  orgánica  con  relación  al  sistema  nervioso 
central  (estudio  seguido  en  el  Instituto  Rockefeller,  junto  al  profesor  Ca- 
rrell,  1913);  Aislamientos  de  los  distintos  spiroquetes;  Trascendencia  práctica 
del  aislamiento  del spiroguete  de  la  sífilis;  Cutirreacción  en  los  casos  de  here- 
do-sífilis y  su  trascendencia.,  .  leerca  del  descubrimiento,  por  Noguchi,  del 
spiroquete  pálido  en  casos  de  demencia  paralítica;  (  ausas  de  la  mortalidad 
por  difteria  y  garr otillo;  Intermediarios  de  la  difteria  y  medios  para  reco- 
rto ;  (  omunicación  a  la  Oficina  into  nocional  de  Higiene  pública,  cons- 
tituida en  ParíSt  basada  en  estudios  de  seroterapia  y  vacuna  en  Tj-joo  ca- 
.  'istidos  desdi   1804  hasta  la  fecha,  etc. 


LA  CIRUGÍA  Y  LOS  CIRUJANOS  DEL  SIGLO  XIX  501 

La  Laringología,  con  sus  anexos  Otología  y  Rinología,  puede  decirse 
que  empezó  en  el  siglo  xix  a  practicarse  como  tal  especialidad  aislada 
e  independientemente  por  el  doctor  D.  Ramón  de  la  Sota  y  Lastra,  pro- 
fesor de  la  Facultad  de  Medicina  de  Sevilla  y  gran  amigo  de  D.  Federico 
Rubio.  En  el  Instituto  fundado  por  este  eminente  cirujano  recibió  un  gran 
impulso  la  Otorrinolaringología,  primero  con  la  labor  del  Dr.  Ariza,  des- 
prés  con  la  del  Dr.  Uruñuela,  y  por  último  y  principalmente,  con  la  del 
doctor  García  Tapia.  En  Barcelona  se  ha  distinguido  especialmente  el 
Dr.  Botey. 

La  Oftalmología  comienza  a  desenvolverse  con  la  labor  llevada  a  cabo 
por  D.  Rafael  Cervera,  quien  desde  el  año  1 857  hasta  más  allá  del  1 887, 
es  decir,  desde  la  creación  por  él  de  la  Casa  de  Misericordia  de  Santa  Isa- 
bel hasta  su  nombramiento  de  director  del  Instituto  Oftálmico,  fué  el  sa- 
bio maestro  que  creó  el  inmenso  plantel  de  oftalmólogos  que  más  tarde 
han  sido  y  son  hoy  la  más  alta  y  honrosa  representación  de  la  Oftalmolo- 
gía española.  Anterior  a  Cervera  en  la  dirección  del  Instituto  Oftálmico 
es  Delgado  Jugo,  el  cual  llegó  a  Madrid  procedente  de  la  clínica  de  Des- 
marres, en  París,  estableciendo  cursos  libres  de  Oftalmología  en  su  casa 
de  la  calle  Ancha  de  San  Bernardo;  más  tarde  fundó  la  consulta  pública 
de  la  Casa  de  Socorro  de  la  calle  de  Fuencarral,  trasladada  algún  tiempo 
después  a  la  de  Capellanes.  Más  tarde  proyectó  la  creación  del  hoy  cono- 
cido y  acreditado  Instituto  Oftálmico,  bajo  la  protección  de  los  reyes  don 
Amadeo  de  Saboya  y  doña  María  Victoria,  y,  por  último,  publicó  las  es- 
tadísticas de  dichas  consultas,  trabajo  que,  en  unión  de  la  traducción  y  sa- 
bia anotación  de  la  gran  obra  de  Oftalmología  de  Wecker,  han  servido,  en 
unión  de  sus  discípulos,  para  inmortalizar  en  España  el  nombre  de  Del- 
gado Jugo. 

Entre  sus  discípulos  figura  el  gaditano  D.  Cayetano  del  Toro,  que 
era,  además,  notable  cirujano  y  ginecólogo.  Fué  uno  de  los  primeros  que 
hizo  en  España  la  extirpación  total  de  la  laringe,  y  consagró  cincuenta  años 
al  estudio  y  práctica  de  la  oftalmología.  Entre  sus  obras  merece  citarse  el 
Tratado  de  Obstetricia,  Ginecología  y  Pediatría  (1877)  y  el  Tratado  de 
enfermedades  de  los  ojos. 

Continuadores  del  Dr.  Cervera  en  el  Instituto  Oftálmico  han  sido  Ló- 
pez Ocaña  y  López  Diez.  Todavía  tenemos  que  mencionar  a  los  doctores 
Albitos,  Santa  Cruz,  del  Castillo,  Reina,  Sanz,  Nadal,  Alvarado,  Gastaldo, 
Chiral,  Carreras,  Arago,  Ferradas,  Coronado,  Ossío,  La  Rosa,  Calderón 
(que  ha  tenido  una  muy  famosa  consulta  en  el  Hospital  del  Buen  Suceso). 

Don  .Santiago  de  los  Albitos  fué  ayudante  y  discípulo  predilecto  de 
Delgado  Jugo,  a  la  muerte  del  cual  contribuyó,  en  unión  de  su  compañe- 
ro López  Diez,  a  sostener  todos  los  gastos  de  la  consulta  y  enfermería  del 


5o2  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

Instituto  Oftálmico.  Al  ser,  en  1 877,  nombrado  director  el  Dr.  Cervera, 
dimitió  su  cargo  Albitos  y  fundó  primero  una  clínica  particular  y  más 
tarde,  el  Asilo  de  Santa  Lucía.  Todos  los  años  daba  un  curso  libre  de  la 
especialidad,  al  que  acudían  numerosos  alumnos,  entre  ellos  el  Dr.  Már- 
quez, actualmente  profesor  de  la  asignatura  en  la  Facultad  de  Medicina 
de  la  Universidad  Central.  Pertenecía  a  la  Beneficencia  Municipal.  Fué  fun- 
dador, con  el  notable  urólogo  Dr.  Rodríguez  Viforcos,  de  la  Revista  de 
Oftalmología,  Sifiliografía  y  Vías  urinarias  y  autor  de  numerosos  traba- 
jos, entre  los  que  recordamos  los  siguientes:  Aforismos  oftalmológicos, 
Trabajos  oftalmológicos  del  Asilo  de  Santa  Lucía,  Algunos  medicamentos 
nuevos  en  terapéutica  ocular,  Una  nueva  teoría  de  la  formación  de  la  cata- 
rata, Mecanismo  curativo  de  la  iridectomía  en  el  glaucoma,  Enfisema  de 
la  órbita,  Un  nuevo  procedimiento  (original)  operatorio  del  triquiasis, 
etcétera. 

Don  Rodolfo  del  Castillo  (i 850),  de  Cádiz,  en  cuya  Universidad 
terminó  en  1872  los  estudios  de  Medicina,  comenzando  los  de  Oftalmo- 
logía como  discípulo  de  su  pariente  D.  Cayetano  del  Toro.  Pasó  a  Ingla- 
terra y  Francia,  y  a  su  regreso,  en  1 885,  iué  nombrado  profesor  de  Pa- 
tología Quirúrgica  y  Oftalmología  de  la  extinguida  Facultad  libre  de  Me- 
dicina de  aquella  ciudad.  Trasladado,  en  1 893,  a  Madrid,  desempeñó  la 
dirección  de  una  sala  y  consulta  de  enfermedades  de  los  ojos  en  el  Insti- 
tuto Rubio.  Se  ha  distinguido,  además,  como  historiador  de  la  Medicina, 
habiendo  publicado  una  Epigrafía  Oftalmológica  his  paño -romana  y  La 
Oftalmología  en  tiempo  de  los  romanos,  que  ha  sido  traducida  al  alemán 
por  el  sabio  profesor  Max  Neuburger  (Die  Augenheilkuude  in  der  Rómer- 
zeit,  Leipzig,  n.  Wien.  1 907).  Ha  sido  colaborador  del  Progreso  Médico, 
de  Cádiz,  redactor  de  La  Crónica  Oftalmológica  y  fundador,  en  Córdoba, 
de  La  Andalucía  Médica  (187 5- 1 890),  y  en  Madrid,  de  Los  Anales  de  Of- 
talmología (1893-1895).  Ha  escrito:  El protóxido  de  ázoe  como  anestésico  en 
las  operaciones  oculares,  La  hemeralopia,  Del  estrabismo  concomitante,  La 
asepsia  y  la  antisepsia  en  la  operar  ación  de  las  cataratas,  De  la  profilaxis  y 
tratamiento  de  la  conjuntivitis  purulenta  del  recién  nacido,  Dos  nuevos  sellos 
-  de  oculista  galo-romano,  Los  colirios  oleosos  en  la  antigüedad,  El  Código 
Hammurabi  y  la  Oftalmología  en  los  tiempos  babilónicos,  etc.  Ha  tradu- 
cido, además,  como  obras  relativas  a  la  especialidad:  Nuevo  procedimien- 
to de  extracción  de  las  cataratas,  del  Dr.  Liebreich;  Elementos  de  Oftal- 
mología, Optometría  y  refracción  ocular,  por  Armengnac;  Higiene  del 
niño  recién  nacido,  del  Dr.  Delac,  con  un  prólogo  y  un  apéndice  acer- 
ca de  la  Oftalmía  purulenta,  Las  heridas  del  ojo  desde  el  punto  de  vista 
oté  1  íu  o -legal,  por  el  Dr.  Artl;  /'./eméritos  de  terapéutica  ocular,  por  el  doc- 
tor Burgois.  Kntre  sus  estudios  históricos  es  especialmente  interesante  el 


LA  CIRUGÍA  Y  LOS  CIRUJANOS  DEL  SIGLO  XIX  503 

que  publicó  algún  tiempo  después  de  su  viaje  a  Egipto,  con  el  título  de 
Esterilización  de  las  aguas  del  Nilo  en  el  siglo  XI. 

Entre  los  historiadores  de  la  Medicina  recordaremos  aD.  AntonioHer- 
nández  Morejón,  cuya  Historia  bibliográfica  de  la  medicina  española,  obra 
postuma,  terminó  de  publicarse  en  1852  bajo  la  dirección  de  D.  Juan  Gual- 
berto  Aviles  (1799-1865)  y  D.  Anastasio  Chinchilla  (1801-1867),  mé- 
dico militar  y  escritor  fecundo,  autor  de  los  Anales  históricos,  que  divide 
en  tres  partes:  Historia  general  de  la  Medicina  (tomo  I,  publicado  en  Va- 
lencia en  1841,  el  II  en  1843,  y  el  Vademécum  en  1844),  Historia  particu- 
lar de  las  operaciones  quirúrgicas  (Valencia,  1 841)  e  Historia  de  la  Medici- 
na española  (Valencia,  1845- 1846).  Es,  de  todas  las  producciones  de  Chin- 
chilla, la  de  más  valor  histórico  y  la  que  mejor  retrata  el  espíritu  del  au- 
tor, su  cultura,  sus  pasiones,  sus  deseos  y  su  febril  afición  a  la  biblio- 
grafía. 

Don  Luis  Comenge  y  Ferrer  (1854)  es>  además  de  notable  higienis- 
ta, famoso  historiador  de  la  Medicina,  como  lo  prueban  sus  obras,  entre 
las  que  citaremos  las  siguientes:  Z#  Medicina  en  el  reinado  de  Alfonso  V  de 
Aragón  (1903),  Florecimiento  de  laMedicina  española  en  el  siglo  XVI y  cau- 
sas de  su  posterior  decadencia  (1886),  Biografía  de  P.  Virgili,  La  Farma- 
cia en  el  siglo  XIV,  Curiosidades  médicas,  Médicos  de  antaño  y  hogaño,  His- 
toria de  la  sífilis,  Cervantes  y  la  Medicina.  La  Medicina  en  los  días  de  Ne- 
rón, Geografía  histórica  del  cólera,  Geografía  histórica  de  la  tuber  culo  sis, y, 
sobre  todo,  su  notable  obra  La  Medicina  en  del  siglo  XIX,  Apuntes  para  la 
historia  de  la  cultura  médica  en  España  (Barcelona,  191 4). 

El  gran  maestro  de  la  Dermatología  moderna  en  España  ha  sido 
el  Dr.  Ola  vide,  divulgador  en  nuestro  país  de  las  doctrinas  de  la  Escuela 
francesa,  de  San  Luis  y  de  la  Antiquaille  de  Lyon,  de  Alibert  y  Bazin,  etc., 
autor  de  varios  folletos  sobre  la  La  sarna,  El  ácido  fénico,  El  herpetismo, 
Las  tinas,  Las  reumátides  y  La  pelagra,  y,  sobre  todo,  de  La  Clínica  der- 
mato-p  ato  lógica,  obra  verdaderamente  monumental,  y,  además,  fundador 
del  Laboratorio  histológico  y  microbiológico  de  San  Juan  de  Dios,  al 
frente  del  cual  puso  al  ilustre  bacteriólogo  doctor  Mendoza. 

Como  dermatólogos  ilustres  deben  aún  mencionarse  al  sabio  D.  Beni- 
to Hernando,  ya  citado,  Lobo  Regidor,  Pardo  Regidor,  Pérez  Ortiz,  los 
dos  Castelo  (D.  Eusebio  y  D.  Fernando),  etc. 

Las  ideas  de  la  Nueva  Escuela  de  Viena  han  sido  especialmente  difun- 
didas en  España  por  la  intensa  labor  del  sabio  profesor  de  la  Universidad 
Central  D.  Juan  Azúa  y  por  la  de  sus  discípulos,  especialmente  los  doc- 
tores Sánchez  Covisa  (D.  José),  Oyarzábal,  Sáiz  de  Aja,  etc. 

El  estudio  de  las  enfermedades  mentales,  y  muy  especialmente  el  tra- 
tamiento racional,  higiénico,  humanitario  y  caritativo  de  los  locos,  ha  reci- 


504  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

bido  en  España  un  gran  impulso  con  la  labor  del  más  notable  de  los  dis- 
cípulos de  D.  Pedro  Mata,  D.  José  María  Esquerdo  (1842-1912),  de  Villa- 
joyosa  (Alicante).  Estudiante  de  Medicina  en  Madrid,  reemplazaba  a  don 
Pedro  Mata  en  sus  ausencias  de  la  cátedra;  al  terminar  sus  estudios  fué 
nombrado,  por  concurso,  ayudante  facultativo  y  médico  agregado  de  la 
Beneficencia  general,  con  destino  al  Hospital  de  la  Princesa.  En  1867  ganó 
por  oposición  la  plaza  de  médico  del  Hospital  General,  que  des'empeñó 
hasta  1900,  fecha  en  que  pidió,  por  motivo  de  enfermedad,  la  exce- 
dencia. En  su  clínica  ha  dado,  durante  varios  años,  cursos  libres  de  Pa- 
tología general,  verdaderamente  notables  por  el  mérito  de  las  enseñanzas 
y  la  calidad  de  los  discípulos.  En  1868  dio  otro  curso,  no  menos  notable, 
de  Enfermedades  mentales.  Prestó  muy  valiosos  y  caritativos  servicios  en 
las  epidemias  del  cólera  (1865  y  1 88 5),  de  viruela  y  de  tifus  exantemático 
y  en  la  asistencia  de  enfermos  y  heridos  de  la  guerra  carlista  (1874).  En 
1877  fundó  el  famoso  manicomio  de  Carabanchel.  Ha  sido  político,  mili- 
tando siempre  en  el  partido  republicano,  y  desempeñando  honrada  y 
lealmente  los  cargos  de  concejal  (1891)  y  diputado  a  Cortes  (1893-1910). 
Falleció  en  191 2. 

Otro  sabio  psiquiatra,  discípulo  de  Esquerdo  y,  como  él,  generosa, 
desinterada  y  honradamente  político,  ha  sido  Jaime  Vera  (1859-1918),  de 
Salamanca.  Médico,  por  oposición,  del  Hospital  General  y  del  Manicomio 
de  Esquerdo  y  autor  de  trabajos  notables,  entre  los  que  se  destacan  El 
estudio  clínico  de  la  parálisis  general  progresiva  y  La  función  de  los  con- 
ductos semicirculares.  Se  ha  distinguido  sobre  todo  por  sus  informes  fo- 
renses en  defensa  de  los  locos  criminales.  Ha  militado  siempre  en  el  par- 
tido socialista. 

Recientemente,  en  junio  de  1921,  ha  fallecido  otro  eminente  neurólo- 
go y  psiquiatra,  y  tal  vez  el  hombre  más  culto  e  ilustrado  de  la  Medicina 
española  contemporánea,  D.  Luis  Simarro  y  Lacabka  (185 i),  nacido  en 
Roma,  educado  en  Valencia,  doctorado  en  Madrid  en  1 87 1,  trasladado 
más  tarde  a  París,  para  ampliar  sus  estudios,  médico  algún  tiempo  del 
Manicomio  de  Leganés;  se  consagró  a  los  estudios  histológicos,  en  los 
que  puede  decirse  que  fué  el  iniciador  de  Cajal  (i);  fundador  de  la  Aso- 
ciación española  para  el  progreso  de  las  Ciencias;  catedrático,  por  oposi- 
ción, de  Psicología  experimental,  en  cuya  cátedra  se  matriculaban  mu- 
chos por  escuchar  las  enseñanzas  que  constantemente  se  desprendían  de 
sus  familiares  explicaciones.  I  la  dejado  su  fortuna,  su  magnífica  biblioteca 
y  sus  aparatos  para  fundar  en  Madrid  un  instituto  de  Psicología  expe- 
rimental. 

1      Véase  Ramón  y  Cajal:  Recuerdos  de  mivida¡  páginas  74  y  4'<) 


LA  CIRUGÍA  Y  LOS  CIRUJANOS  DEL  SIGLO  XIX 


505 


Nicolás  Achúcarro,  muerto  a  los  treinta  y  ocho  años  en  1918,  estudió 
la  carrera  de  Medicina  en  Madrid,  primero  con  Simarro  y  Madinaveitia, 
luego  con  Cajal,  de  quien  recibió  el  impulso  definitivo  para  orientarse  en 
las  investigaciones  anatomo-patológicas  y  micrográficas  en  general.  Su 
pericia  técnica  era  ya  considerable  cuando  ( 1 901 -1 902)  resolvió  irse  a  Pa- 
rís, donde  permaneció  cerca  de  un  año 
al  lado  del  eminente  neurólogo  Pierre 
Marie.  Al  año,  en  parte  por  indicación 
del  neurólogo  alemán  Lewandowsky, 
con  quien  había  trabado  gran  amistad, 
se  trasladó  a  Munich  y  empezó  a  traba- 
jar, bajo  la  inspiración  de  Kraepelin, 
en  el  laboratorio  de  Alzheimer.  Es  de 
aquel  tiempo  uno  de  sus  trabajos  más 
interesantes  acerca  de  la  histopatología 
del  sistema  nervioso  de  los  animales 
atacados  de  rabia.  Fué  luego  a  Floren- 
cia a  trabajar  en  la  Escuela  de  Psiquia- 
tría dirigida  por  Tanzi  y  Lugaro.  Re- 
gresó nuevamente  a  Munich,  y  al  cabo 
de  una  intensa  labor  al  lado  de  Alzhei- 
mer, de  quien  logró  extraordinaria  es- 
timación, fué  propuesto  y  escogido 
entre  muchos  neuro-patólogos  para  cu- 
brir el  puesto  de  jefe  del  laboratorio 
anatomo-patológico  del  Manicomio  fe- 
deral de  Washington.  Su  producción 
científica  de  aquel  tiempo,  publica- 
do en  gran  parte  en  inglés,  en  parte  en  alemán  y  acompañada  por 
un  buen  número  de  trabajos  de  colaboradores  y  discípulos  suyos,  ha  con- 
tribuido al  esclarecimiento  de  importantes  cuestiones  científicas,  sobre 
todo  en  el  campo  histopatológico,  que  atañen  al  alcoholismo  y  a  sus  efec- 
tos sobre  el  sistema  nervioso  central,  al  reblandecimiento  cerebral,  a  la 
corea,  a  la  parálisis  general  y  a  la  tabes,  a  la  demencia  precoz  y  a  la  demen- 
cia senil.  A  su  regreso  a  España  fué  nombrado,  por  oposición,  médico 
del  Hospital  Provincial,  y  luego  encargado  de  la  organización  de  un  La- 
boratorio de  Histología  y  Anatomía  patológica,  que  más  tarde  (191 5)  se 
fundó  con  el  Laboratorio  de  investigaciones  biológicas,  dirigido  por  Ra- 
món y  Cajal.  La  labor  de  Achúcarro  en  este  ambiente,  y  durante  los  siete 
años  que  ha  sobrevivido  (a  partir  de  1911),  ha  sido  extraordinariamente 
fructífera.  Recordemos   tan  sólo:  en   primer  lugar,   los   métodos  técnicos 


Nicolás   Achúcarro  (1880-1908).  (Debido  a  la 

amabilidad  de  la  Sociedad  Española 

de    Biología.) 


5©6 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


que  se  deben  a  su  perspicacia  y  a  su  insistente  trabajo,  especialmente  el 
procedimiento  del  tanino  y  del  óxido  de  plata  reducido,  conocido  con  el 
nombre  de  método  de  Achúcarro  para  la  impregnación  del  tejido  conecti- 
vo en  sus  más  finos  haces  y  delicadas  fibrillas,  método  no  superado  hasta 


Santiago  Ramón  y  Cajal 


ahora  por  ningún  otro;  en  segundo  lugar,  sus  estudios,  que  bien  pueden 
calificarse  de  geniales,  sobre  la  estructura  y  la  función  de  la  neuroglia,  a 
la  cual  atribuía  en  estos  últimos  tiempos,  con  fundamentos  fehacientes,  un 
interesante  papel,  a  modo  de  órgano  de  secreción  interna,  en  la  génesis  o 
en  el  equilibrio  fisiológico  de  los  actos  emotivos;  hipótesis  que  abre  el  ca- 
mino a  nuevas  e  importantísimas  investigaciones.  (G.  Pittaluga.) 

También  ha  muerto  joven  Antonio  Lecha  Marzo  (1888-1918),  profe- 
sor, por  oposición,  de  Medicina  Legal  en  la  Universidad  de  vSevilla  (1914), 
médico  de  Sanidad  Militar  (191 1),  pensionado  para  ampliación  de  estu- 
dios en  Italia,  Hélgica  y  Alemania,  autor  de  trabajos  muy  interesantes  en 

ampo  de  la  Medicina  Legal,  entre  los  que  citaremos  los  siguientes: 
Los  dibujos  papilares  de  la  palma  de  la  mano  como  medio  de  identificación 


LA  CIRUGÍA  Y  LOS  CIRUJANOS  DEL  SIGLO  XIX  507 

(tesis  de  doctorado,  1912),  Microquimia  médico-legal,  Los  fenómenos  físi- 
co-químicos  y  los  fermentos  vitales,  Manual  de  Medicina  Legal,  en  colabo- 
ración con  los  profesores  Dervieux,  Welsch  y  Dominici;  Manuel  pratique 
de  dactiloscopie  (191 2),  en  colaboración  con  el  profesor  Welsch;  La  crista- 
lización del  hemocromógeno  y  las  sales  de  hematina  (1905),  que  fué  tradu- 
cido al  italiano.  La  muerte  le  sorprendió  cuando  comenzaba  a  publicar  un 
notable  Tratado  de  Medicina  Legal. 

El  estado  actual  de  nuestra  medicina,  aunque  quedase  limitado  a  dar 
cuenta  de  la  gigantesca  labor  llevada  a  cabo  por  D.  Santiago  Ramón  y 
Cajal,  es  asunto  demasiado  vasto  para  que  podamos  tratarlo  en  el  limitado 
campo  que  me  ha  sido  concedido,  y  cuyos  límites  seguramente  he  exce- 
dido. Quédese  para  otro  momento,  y  entonces,  con  calma,  analizaremos 
toda  la  obra  cultural  médica  de  los  momentos  actuales,  con  sus  triunfos, 
sus  esperanzas  y  sus  fracasos;  sus  libros,  periódicos,  academias  y  enseñan- 
zas. Aunque  todo  sea  modesto,  creemos  que  vale  la  pena  de  tratarlo,  aun- 
que no  sea  más  que  para  procurar,  si  es  posible,  atenuar  algo  la  demasia- 
da mala  opinión  que  de  los  españoles  tiene  el  autor  de  esta  obra. 


APÉNDICES 


L  — CRONOLOGÍA    MEDICA 


A.  de  J.  C 

280. 

Herófilo. 

212. 

Muerte  de  Arquímedes  y  to- 

7000-2000. 

Edad    Neolítica    en    Europa 

ma  de  Siracusa. 

(Osborn). 

146. 

Sitio  de  Corinto. 

5000-4500 

Comienzo  de  las  civilizacio- 

124. 

Nacimiento    de  Asclepiades 

nes  Sumeriana,  del  Egipto 

de  Prusa  (Bitinia). 

y  de  Minos. 

80. 

Mitrídates,  rey  del  Ponto,  ex- 

2900-2630 

Período  de  la   construcción 

perimenta  los  venenos. 

de  las  pirámides. 

55-63- 

Lucrecio  describe  epidemias 

2500. 

Operaciones  quirúrgicas  pin- 

en  su  obra  De  rerum  na- 

tadas en  una  tumba  de  los 

tura. 

Faraones  en  Saqquarah. 

50- 

Temison. 

2250. 

Código  Hammurabi. 

César  Augusto   (31   A.  y    14 

2000-1000 

Edad  de  Bronce  en  Europa 

D.  de  J.  C). 

(Osborn). 

D.  dej.  C 

1500. 

Papiro  Ebers. 

1300. 

Papiro  de  Berlín. 

23-79- 

Plinio  el  Viejo. 

1000-500. 

Primera  Edad  de  Hierro  en 

45- 

Escribonio  Largus. 

Europa  (Cultura  de  Hals- 

54-68. 

Nerón.  Dioscórides. 

tadt). 

78. 

Peste  subsiguiente  a  la  erup- 

95o- 

Homero. 

ción  del  Vesubio. 

800. 

Período  de  la  medicina  bra- 

98-117. 

Trajano.  Rufo  de  Efeso. 

máhnica. 

117-138. 

Adriano.  Areteo.  Sorano  de 

776. 

Primera  Olimpiada. 

Efeso. 

753. 

Fundación  de  Roma. 

125. 

Peste  de  Orosio. 

600. 

Masaje  y  acupuntura  practi- 

131-201. 

Galeno. 

cados  por   los   japoneses. 

164-180. 

Peste  de  Antonino 

Lex  regia   (operación    cesá- 

251-266. 

Peste  de  Cipriano. 

rea,  post-mortem). 

302. 

Eusebio,  obispo  de  Cesárea, 

639-544. 

Thales  de  Mileto. 

describe   la    epidemia    de 

580-489 

Pitágoras 

Siria,  de  viruela. 

522. 

Democedes    funda    una    es- 

303. 

Martirio  de  San  Cosme  y  San 

cuela  médica  en  Atenas. 

Damián. 

504-443- 

Empedocles. 

325-403- 

Oribasio. 

500-428. 

Anaxágoras. 

335- 

Constantino  cierra  las  Ascle- 

500. 

Segunda   Edad   del    Hierro 

pieia  y  otros  templos  pa- 

(Cultura de  La  Téne). 

ganos. 

490. 

Batalla  de  Maratón. 

369- 

Hospital    de    San    Basilio, 

480. 

Termopilas  y  Salamina. 

construido  en  Cesárea  por 

461-430. 

Época  de  Pericles. 

Justiniano. 

460. 

Nacimiento  de  Hipócrates. 

i    375- 

Hospital    para   la    peste    en 

431-404. 

Guerra  del  Peloponeso. 

Edesa. 

430-425. 

Peste  de  Atenas. 

!    395-1453- 

Imperio  bizantino. 

429-347- 

Platón. 

400. 

Fabíola  funda  el  primer  no- 

409. 

Tucídides  describe  en  su  his- 

socomio    en    el    Oeste   de 

•  toriala  epidemia  de  Atenas. 

¡ 

Europa. 

384. 

Aristóteles. 

476. 

Caída    del    Imperio   romano 

370-286. 

Teofi;asto  de  Eresos. 

de  Occidente. 

338-323- 

Alejandro  Magno. 

525-605. 

Alejandro  de  Tralles. 

300. 

Escuela  de  Alejandría.  Eu- 

527-565- 

Aecio  de  Amida  (reinado  de 

clides. 

Justiniano  I). 

Sio 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


529- 

Monte-Cassino,  fundado  por 

i  126-1 198 

San  Benito  de  Nursia. 

1131. 

542. 

Nosocomios    fundados    en 
Lyon  por  Childeberto  I,  y 

en  Arles  por  Caesarius. 

1132. 

543- 

Peste  de.  Justiniano. 

570- 

Mario,  obispo  de  Avenches, 

1135-1204 

emplea    el   término   «vi- 

i 137- 

ruela». 

57  *  - 

Nacimiento  de  Mahoma. 

580. 

Hospital  de  Mérida,  fundado 

1 138-1254 

por  el  obispo  Masona. 

1139. 

581. 

Gregorio  de  Tours  describe 

la  epidemia  de  viruela  de 

1 140. 

Tours. 

590. 

Epidemia   de  fuego   de  San 
Antonio    (ergotismo)    en 
Francia. 

600. 

Aarón,  un  sacerdote  cristia- 
no, describe  la  viruela  en 
sus  Pandect ae. 

1145- 

602. 

Hégira  de  Mahoma. 

610. 

Hospital  de  San  Juan  el  Li- 
mosnero, en  Efeso. 

1  1 58. 

625-690. 

Pablo  de  Egina. 

1 161. 

651. 

Hótel-Dieu,  fundado  por  San 
Landry,  obispo  de  París. 

675. 

Reseñas  monacales  de  la  vi- 
ruela. 

1  163. 

732. 

Batalla  de  Tours. 

1167-68. 

738. 

Fundación  de  la  escuela  de 
Montpellier. 

750-1258. 

Califato  oriental. 

786-802. 

Reinado  deHarun-al-Rashid, 

1 180. 

794- 

Hospital  de  San  Albano  (In- 

glaterra). 

1181. 

799- 

Coronación  de  Carlo-Magno. 

809-873. 

Johannitius. 

1 187. 

825. 

Xenodochium    en    el    monte 

de  St.  Cenis. 

1 191. 

829. 

Aparece   mencionado    por 

primera  vez  el  Hotel-Dieu 

1 193-1280 

(París). 

1197. 

830-920. 

Isa, -fe  Judaeus. 

S48-X56. 

Se    menciona    por    primera 
vez  la  escuela  de  Salerno. 

1 198. 

860-932. 

Rhazes. 

962. 

Hospicio  de  San   Bernardo. 

1 199- 1 214 

-080- 1036. 

Avicena. 

1020-1087 

Constantino  el  Africano. 

1201-1277 

1  02  1 . 

Manía  bailadora. 

1204- 

1025. 

Funda»  ion  de  la   1   nivcrsidad 

de  Parma. 

1050. 

Albucasis. 

1066. 

Batalla  de  Hastings. 

1073-1080 

'  hregorio  VII. 

1096- 1 272 

Cruzadas 

I209. 

Fundación  de   la   Orden  de 

San  Juan  (\c  Jerusalem 

12  10. 

1  1  1 0- 1 1  1  3 

Fundación  de  la   1   ni  v<  rsidad 

de  París. 

Averroes.  Avenzoar. 

El  Concilio  de  Rheims  prohi- 
be el  ejercicio  de  la  Medi- 
na a  los  clérigos. 

Fundación  del  Hospital  de  la 
Santa  Cruz  en  Winchester. 

Moses  Maimónides. 

Fundación  por  Rahere  del 
Hospital  de  San  Bartolomé 
en  Londres. 

Emperadores  Hohenstaufen. 

El  Concilio  de  Letrán  prohi- 
be la  cirugía  al  alto  clero. 

Nicolás  Salernitano  ( Antido- 
tarium). 

El  rey  Rogelio  II,  de  Sicilia, 
reglamenta  la  práctica  mé- 
dica de  los  licenciados. 

Fundación  del  Hospital  del 
Espíritu  Santo  en  Montpe- 
llier por  Guillermo  VIII  de 
Montpellier. 

Fundación  de  la  Universidad 
de  Bolonia. 

Quema  de  médicos  judíos  en 
Praga,  por  haber  «envene- 
nado las  fuentes». 

Concilio  de  Tours  (Ecclesia 
abhorrei  a  sanguine). 

Emigración  de  los  estudian- 
tes de  París  a  Oxford  para 
formar  un  «estudio  gene- 
ral». 

Roger  de  Parma  completa  su 
Practica  chirurgiaé. 

Montpellier  declara  una  es- 
cuela libre  de  Medicina. 

Mohamed  conquista  Jerusa- 
lem 

La  Orden  teutónica  es  apro- 
bada por  Clemente  III. 

Alberto  el  Magno. 

Hospital  de  Santa  María  en 
Londres. 

Movimiento  hospitalario  in- 
augurado por  Inocen- 
cio III. 

Universidad  de  Palencia, 
fundada  por  Alfonso  VIII. 

Saliceto. 

Inocencio  111  inaugura  el 
hospital  del  Espíritu  Santo 
en  Sassia. 

Se  funda  (por  emigración  de 
estudiantes)  la  Universi- 
dad de  Vicenza. 

Emigración  de  estudiantes 
de  Oxford  a  Cambridge. 

Se  funda  en  París,  por  Jean 
Pitard,  el  Colegio  de  San 
( losme. 


APÉNDICES 


511 


121 1. 

Inocencio    III    reconoce    la 
Universidad  de  París. 

1248. 

1214-94. 

Roger  Bacon. 

1214. 

Hugo   Borgognoni   es  hecho 

médico  de  la  ciudad  de  Bo- 

1249. 

lonia  con  un  sueldo  fijo. 

1215. 

Carta  Magna. 

Fundación,  por  Peter,  obispo 

1250-1320 

de  Winchester,  del  Hospi- 

1250. 

tal  de  St.  Tomas. 

1222. 

Fundación  de  la  Universidad 
de  Padua  (por  emigración 
de    estudiantes    de    la   de 
Bolonia). 

I223-I226 

Luis  VIII.   2.000  leproserías 

(casas  de  San  Lázaro)    en 

1252. 

Francia). 

1224. 

Federico  II  dicta  leyes  regu- 
lando el  estudio  de  la  Me- 

1254. 

dicina,  y  funda  la  Univer- 

1256. 

sidad  de  Ñapóles. 

I227-I274 

Santo  Tomás  de  Aquino. 

1257- 

1228. 

Fundación  de  la  Universidad 

de  Vercelli  (abolida  en  el 

1263. 

año  1372). 

I23I. 

Salerno    constituye   una    es- 
cuela de  Medicina  por  Fe- 

1264. 

derico  II. 

1265. 

Gregorio  IX  dicta  la  bula  Pa- 

rens  scicntiarum,    autori- 

1265-1308 

zando   facultades   para    el 

1265-1321 

gobierno  de  las  Universi- 

1266. 

dades. 

Federico  11  dicta  una  ley  au- 

torizando una  quinquenial 

disección  en  Salerno. 

1233. 

Establecimiento  de  una  far- 

macia en  Wetzlar. 

1267. 

Gregorio  IX  autoriza  la  Uni- 

versidad de  Tolosa  como 

un  estudio  general. 

I234-I3I2 

Amoldo  de  Villanova. 

1275- 

I235-I315 

Raimundo  Lulio. 

I  24  I. 

Ley  de  Federico  II  favore- 
ciendo la  disección  y  regu- 

1284. 

lando  la  Cirugía  y  la  Far- 

1282. 

macia. 

1285. 

1242. 

Referencias  de  Rogerio  Ba- 

con a  la  pólvora. 

1287. 

1243- 

Fundación  de  la  Universidad 
de  Salamanca  por  Fernan- 

do III  el  Santo. 

1289. 

1246. 

Fundación  de  la  Universidad 
de  Siena. 

1247. 

Fundación    del    Hospital  de 

Santa  María  de  Bethlehem, 

1295-96. 

como  priorato,  por  Simón 

Fitzmary. 

1300. 

Concilio  de  Le  Mans,  prohi- 

biendo   la    Cirugía    a    los 

frailes. 

Fundación,  por  breve  ponti- 
ficio/de la  Universidad  de 
Piacenza  (reconstituida  en 
el  año  1398). 

Fundación,  por  William  of 
Durham,  del  Colegio  uni- 
versitario (Oxford). 

Pedro  de  Abano. 

Rolando  de  Parma,  llamado 
Capellati,  edita  la  Cirugía 
de  Rogerio  de  Palermo. 

Joinville  describe  el  escor- 
buto en  las  tropas  de 
Luis  IX  en  el  sitio  de  El 
Cairo. 

Bruno  de  Longoburgo  publi- 
ca su  Chirurgia  magna. 

Alfonso  X,  el  Sabio,  funda  la 
Universidad  de  Sevilla. 

Emancipación  de  siervos  en 
Bolonia. 

Fundación  de  la  Sorbona  en 
París. 

Fundación  del  Balliol  Colle- 
ge en  Oxford. 

Fundación  del  Merton  Col- , 
lege  (Oxford). 

Organización  de  la  Cámara 
de  los  Comunes  inglesa. 

Duns  Scotus. 

Dante. 

Fin  del  Califato  Occidental. 

Fundación  de  la  Universidad 
de  Perugia. 

Teodorico  Borgognoni  ense- 
ña el  tratamiento  aséptico 
de  las  heridas. 

El  Concilio  de  Venecia  pro- 
hibe a  los  judíos  el  ejerci- 
cio de  la  Medicina  entre 
los  cristianos. 

Saliceto  completa  su  obra 
de  Cirugía. 

Fundación  del  Peterhouse 
College  (Cambridge). 

Vísperas  sicilianas. 

Salvino  degli  Armati  inventa 
los  anteojos. 

Plica  polaca  en  Polonia,  des- 
pués de  la  invasión  de  los 
mongoles. 

Universidad  de  Montpellier 
(1 181),  autorizada  por  bre- 
ve pontificio  de  Nicolás  IV 
como  un  estudio  general. 

Lanfranc  completa  su  trata- 
do de  Cirugía. 

Universidad  de  Lérida,  fun- 
dada por  Jaime  II. 

Bonifacio  VIII  dicta  su  bula 
De  sepuliuris. 


512 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


1302. 

1303- 

1304. 
!305- 

1308. 
1309. 


1312. 

13  1  5- 
13  16. 

1317. 
1318. 

'319. 
1320. 
1321. 

1  J26. 

1328. 

1330. 
133'- 


Creación  de  los  Estados  Ge- 
nerales en  Francia. 

Primera  autopsia  judicial 
(Bolonia). 

Breves  de  Bonifacio  VIII 
para  las  Universidades  de 
Roma  y  Avignon. 

Henri  de  Mondeville  enseña 
Anatomía   en  Montpellier. 

Breves  de  Clemente  V  para 
las  Universidades  de  Or- 
leans y  de  Angers. 

Establecimiento  del  Hospi- 
tal de  la  ciudad  en  Siena. 

Breve  de  Clemente  V  para 
la  Universidad  de  Perugia- 

Traslación  de  la  Sede  Ponti- 
ficia a  Avignón. 

Privilegio  del  Rey  Diniz  de 
Portugal  para  la  Universi- 
dad de  Coimbra  (reconsti- 
tuida en  1772). 

Fundación  de  la  l  universidad 
de  Palermo. 

Henri  de  Mondeville  com- 
pleta su  cirugía. 

Mondino  hace  su  primer  di- 
sección pública  de  un  ca- 
dáver humano. 

Cirujano  de  la  ciudad  en  Lü- 
beck  con  16  marcos  (20 
pesetas)  al  año. 

Mondino  escribe  su  Anato- 
mía. 

Juan  XXII  publiea  su  bula 
\pondent  par  iter  contra  los 
abusos  de  la  Alquimia. 

Universidad  de  Treviso,  pri- 
vilegiada por  Federico  el 
Hermoso. 

Primer  persecución  criminal 
por  robo  de  niños. 

Fundación  de  la  Universidad 
de  Floren  <  ia. 

Juan  XXII  dicta  una  bula  es- 
tableciendo la  escuela  mé- 
dica de  Perugia. 

Juan  XXII  dicta  la  bula  Su- 
per illius  specula,  contra  la 
práctica  de  la  magia. 

Mcdi<  os  de  la  ciudad  en  Es- 
trasburgo. 

Invención  (\c  la  pólvora. 
Primer    mención    de    las    ar- 
ma-, de  luego  por  Muratori. 
Juan    XXII    dicta    un    breve 

«  onsiderando  la  1  íniversi- 

dad    i\c    i  lahoi  B    1  <>m<>    un 

•  •studio  general. 
[ardió  botánico-médico   pú- 
blico, en  Venecia. 


1 336- 1 453.  Guerra  de  los  Cien  Años. 

1338.  Éxodo  de  los  estudiantes  a 

Pisa. 

1339.  Breve-de  Benedicto  XII  con- 

siderando la  Universidad 
de  Grenoble  como  un  es- 
tudio general. 

1340.  Catorce  mil   estudiantes    en 

Oxford. 
I343-  Clemente   VI    considera    la 

Universidad  de  Pisa  como 
un  estudio  general. 

1345.  Primer  comercio  de   drogas 

en  Londres. 

1346.  Breve  de  Clemente  VI  para 

la  Universidad  de  Vallado- 
lid  (como  estudios  gene- 
rales en  14 18). 

1347.  Fundación    de    Pembroke 

Hall  (Cambridge). 

1348.  Se  establecen  en  Venecia  la 

Oficina  de  Sanidad  y  la 
cuarentena. 
Breve  de  Clemente  VI  con- 
siderando la  Universidad 
de  Praga  como  un  estudio 
general. 
■348-1350.  La  peste  negra. 

Guy  de  Chauliac  socorre  a 
los  atacados  de  peste  en 
Avignón. 

1349.  Breve  de  Clemente  VI  con- 

siderando la  Universidad 
de  Florencia  como  estu- 
dio general. 

1350.  Fundación    de   Trinity    Hall 

(Cambridge). 

1354.  Pedro  IV  funda  la  Universi- 

dad de  Huesca. 

1355.  Carlos  IV  considera  la  Uni- 

versidad de  Arezzo  (12 15) 
como  un  estudio  general. 
1357.  Carlos  IV  considera  la  Uni- 

versidad de  Siena  (1246) 
como   un  estudio  general. 

1360.  Inocencio    VI     reconoce    la 

Universidad  de  Bolonia 
como  un  estudio  gene- 
ral. 

1 36 1.  Carlos  VI  da  una  carta   a  la 

Universidad  de  Pavía. 

1363.  Guy   de    Chauliac   completa 

su  Chirurgia  Magna. 

1364.  Casimiro    el    Grande   da    un 

privilegio  a  la  Universidad 
de  Cracovia. 

1365.  El  duque  Rodolfo  IV  funda 

la    Universidad   de  Viena. 
1367.  Universidad  de  Fünfkirchen, 

fundada  por  Luis,  rey  de 
I  [ungría. 


APKNDICES 


513 


1370- 

1374. 

1376. 

1376-77. 
1379- 

1386. 

1388. 

1389. 

I39I. 


1399- 


1402. 


1404. 


1406. 


1409. 


1410. 
1 4 1 1  • 


1412. 


1419 

1422. 

1425. 

1426. 

1431- 


John  of  Ardene  escribe  tra- 
tados de  Cirugía. 

Ordenanza'  urbana  de  Reg- 
gio  contra  la  peste. 

Tribunal  de  examinadores 
médicos  en  Londres. 

Vuelta  del  pontífice  a  Roma. 

Breves  de  Clemente  VII  res- 
pecto de  las  Universidades 
de  Erfurt  y  Perpignán. 

Urbano  VI  reconoce  la  Uni- 
versidad de  Heidelberg 
como  un  estudio   general. 

Urbano  VI  reconoce  la  Uni- 
versidad de  Colonia  como 
un  estudio  general. 

Nuevo  breve  de  Urbano  VI 
respecto  de  la  Universidad 
de  Erfurt. 

Bonifacio  IX  reconoce  la 
Universidad  de  Ferrara 
como  un   estudio  general. 

Se  permite  disecar,  en  la 
Universidad  de  Lérida,  un 
cadáver  cada  tres  años. 

Comienzo  del  Acta  Faculta- 
tis  Medicae  Vienensis  (6 
mayo). 

Bonifacio  IX  reconoce  la 
Universidad  de  Würz- 
burgo. 

Fundación  de  la  Universidad 
de  Turin. 

Primera  disección  pública 
en  Viena  (12  febrero). 

El  emperador  Wenzel  hace 
respetable  la  Cirugía  en 
Alemania. 

Alejandro  V  reconoce  la 
Universidad  de  Leipzig 
como  estudio  general  (9 
septiembre). 

Estudios  generales  en  Aix, 
en  Provenza. 

Manicomio  en  Sevilla. 

Manicomio  en  Padua. 

Fundación  de  la  Universidad 
de  St.  Andrew  por  el  obis- 
po Henry  Warlaw. 

Fundación,  por  los  condes  de 
Saboya,  de  la  Universidad 
de  Turin  (refundada  en  el 
año  1431)- 

Breve  de  Martín  V  para  la 
Universidad  de  Rostock. 

Fundación  de  la  Universidad 
de  Parma. 

Manicomio  de  Zaragoza. 

Fundación  de  la  Universidad 
de  Lovaina. 

Carlos   VII  funda   la  Univer- 


1437 
1441 

1445 

1448 
1450 


1452. 


1452-1519 
1453- 


1456. 


1457. 


1459- 
1460. 


1462. 
1463. 
1465. 

1469-71 
1470- 


sidad  de  Poitiers  (autoriza- 
da por  Eugenio  IV). 

Eugenio  IV  autoriza  la  Uni- 
versidad de  Caen. 

Fundación  de  la  Universidad 
de  Burdeos. 

Alfonso  de  Aragón  autoriza 
la  Universidad  de  Catania. 

Invención  de  la  Imprenta. 

El  cardenal  Cusanus  indica 
que  debe  tomarse  el  pulso 
y  pesarse  la  sangre  y  la 
orina. 

Nicolás  V  funda  la  Universi- 
dad de  Barcelona. 

Fundación  de  la  Universidad 
de  Treves  (sesiones  acadé- 
micas en  1473). 
Incorporación  de  los  barberos 
cirujanos  (Meister  Barts- 
cheerer). 

Ordenanza  deRatisbona  para 
las*   comadronas     (Regens- 
burger  Hebammenbuch). 
.  Leonardo  de  Vinci. 

Toma  de  Constantinopla  (ter- 
minación del  imperio  bi- 
zantino). 

Fundación  de  la  Universidad 
de  Glasgow  como  estudio 
general. 

Fundación,  por  Bula  de  Ca- 
listo  III,  de  la  Universidad 
de  Greisswald. 

Ospedale  maggiore  en  Milán. 

Calendario  de  las  purgas,  im- 
preso por  Gutenberg  (pri- 
mera publicación  médica). 

Fundación,  por  Alberto  VI, 
de  la  Universidad  de  Frei- 
burgo  (primera  sesión  en 
el  año  1460). 

Pío  II  funda  la  Universidad 
de  Ingolstadt  (instrucción 
académica  en  1472). 

Universidad  de  Basilea,  fun- 
dada por  los  habitantes  de 
la  ciudad. 

Heinrich  von  Pfolspeundt  es- 
cribe un  tratado  de  Ciru- 
gía. 

Calendario  de  la  sangría,  im- 
preso en  Maguncia. 

Pío  II  autoriza  la  Universi- 
dad de  Nantes. 

Pablo  II  autoriza  las  Univer- 
sidades de  Bourges  y  Bu- 
dapest. 

Impresión  de  la  Práctica,  de 
Ferrari  da  Grado. 

Impresión  de  tratados  médi- 


HlSTOIUA     DE    I. A      MküICINA.  TOMO    II 


33 


514 


HISTORIA     DE     LA     MEDICÍNA 


1471- 


1472. 


1473- 

1474. 
1475- 


I475"i564 
1476. 


1477- 
1478. 


1479- 
1480. 
1484. 

i486. 
1489. 

1490. 

1491 

1492. 


eos,  por  Valescus  de  Ta- 
ranta, Jacopo  de  Dondis  y 
Matthaeus  Sylvaticus. 

Se  imprimen  los  tratados  de 
Mesue  y  de  Nicolaus  Sa- 
lernitanus    ( Antidotar  iutn). 

Inauguración  de  la  Universi- 
dad de  Ingolstadt. 

Se  imprime  el  Regimen  sani- 
iatis  (texto  en  alemán)  de 
Hochenburg. 

Se  imprime  el  tratado  de  Pe- 
diatría de  Bageilardo. 

Se  imprime  la  Synonima,  de 
Simone  Cordo  (primer  dic- 
cionario médico). 

Fundación  de  la  Universidad 
de  Zaragoza. 

Sixto  IV  autoriza  la  Univer- 
sidad de  Copenhague  in- 
augurada en  1479). 

Miguel  Ángel. 

Impresión  de  la  Cirugía,  de 
Saliceto. 

Saliceto  describe  la  hidrope- 
sía renal. 

Sixto  IV  autoriza  la  Univer- 
sidad de  Maguncia. 

Fundación  de  las  Universida- 
des de  Tubingia  y  de  Up- 
sala. 

Impresión  en  Florencia  de  la 
primera  edición  de  Celso. 

Impresión  de  la  primera  edi- 
ción del  Fasciculus  Medi- 
ens,  de  Ketham. 

Impresión  en  Leipzig  de  la 
Anatliomia  de  Mondino. 

Inquisición  española. 

Impresión  de  la  primera  edi- 
ción de  Avicena. 

Impresión  del  texto  latino 
del  Regimen  Sanitatis. 

Inocencio  VIII  autoriza  la 
quema  de  las  brujas  en  la 
bula  Sumtnis  desid erantes. 

Impresión  en  latín  de  la  pri- 
mera edición  de  Rhazes. 

Epidemia  inglesa  de  sudor 
miliar. 

168  casas  de   baños  en  Ulm. 

Malleus  malle fie  arum  (Código 
de  las  brujas},  de  Jacob 
Sprenger,  impresa. 

La  Lnivcrsidad  de  Ilcidel- 
berg  se  traslada  a  Speyer 
con  motivo  de  la  peste. 

Impresión    del    Hortus  sani- 

tclt  ¡S. 

l  >■  y  abrimiento  de  América. 
Impresión    de    la    Rosa    An- 


1493. 
1494. 


1495-  X 


1496.  X 


1496- 
1497- 


1498. 
1499- 

1500. 
1501. 

1502. 

1504. 
I505- 

1506. 

1507- 
1508. 


1500. 


X 


ge'lica,  de  John  of  Gaddes- 
den. 

Nicholas  Leonicenus  corrige 
los   errores    botánicos  de 
Plinio. 
A        Nacimiento  de  Paracelso. 

Viruela  en  Alemania. 

Fundación  de  la  Universidad 
de  Aberdeen. 

Impresión  de  la  primera  edi- 
ción de  Aldine. 

Maximiliano  I  publica  su  edic- 
to contra  la  blasfemia  (pri- 
mera mención  de  la  sífilis). 

Impresión   del  dibujo  de  un 
sifilítico  por  Alberto   Du 
rero. 
1500.  Pandemia  europea  de   sífilis. 

Impresión  de  Teofrasto,  en 
la  edición  Aldine. 

Recetiario  florentino  (prime- 
ra Farmacopea  oficial). 

Fundación  de  la  Universidad 
de  Alcalá. 

Johann  Peyligk  publica  dibu- 
jos anatómicos. 

Jacob  Nufer  realiza  la  prime- 
ra operación  cesárea  en 
una  persona  viva. 

Berengario  de  Carpi  trata  la 
sífilis  por  medio  de  las  un- 
ciones mercuriales. 

Breve  de  Alejandro  VI  para 
la  Universidad  de  Valencia. 

Publicación  del  A?ithropolo- 
gium,  de  Magnus  Hundt. 

Pandemia  de  «Morbus  Hun- 
garicus»  en  Europa. 

Maximiliano  I  constituye  la 
Universidad  de  Wittem- 
berg  como  estudios  gene- 
rales (6  de  julio). 

Fundación  de  la  Universidad 
de  Santiago  (España). 

Autorización  del  Real  Cole- 
gio de  Cirujanos  de  Edim- 
burgo. 

Breve  de  Julio  II  para  la  Uni- 
versidad de  Sevilla. 

Fundación,  por  bula  de  Ju- 
lio II,  de  la  Universidad  de 
Francfort  en  el  Oder. 

Impresión  de  la  colección  de 
autopsias  de  Benivieni. 

Fundación  déla  Universidad 
de  Madrid. 
V"  Traen  el   guayaco   de   Amé- 
rica. 

Publicación  de  la  obra  de  Ci- 
rugía de  las  heridas,  de 
Jerome  de  Brunswick. 


X 


APÉNDICES 


$1$ 


1509 
1510 


15M 


i5*7 


1517 
1518 


1518- 

I5I9" 

1519- 
15*9 

1 52 1 

1524. 


i525- 


1526. 


•1547.  Reinado  de  Enrique  VIII. 

Nacimiento  d  e  Ambrosio 
Paré. 

Peter  Hele  (Henlein),  de  Nu- 
remberg, construye  relojes 
de  bolsillo. 

Pandemia  de  influenza. 

Impresión  del  Rosengarten, 
de  Roslin. 

Nacimiento  de  Vesalio. 

Se  describen  por  primera  vez 
en  la  Práctica,  de  Vigo,  las 
heridas  por  arma  de  fuego. 

Brissot  se  opone  a  la  sangría 
derivativa. 

Placas  anatómicas  volantes, 
publicadas  por  Johann 
Schott,  de  Maguncia. 
Publicación  del  Libro  de  Ciru- 
gía de  las  heridas  en  campa- 
na, de  Gersdorff. 

Linacre   publica  la   primera 
traducción  de  las  obras  de 
Galeno. 
21.       La  Reforma. 

Fundación  del  Real  Colegio 
de  Médicos  de  Inglaterra. 

Ordenanza  de  Nuremberg  re- 
glamentando la   venta    de 
los  alimentos. 
1545-  Colegio  de  Francia  (París). 
1556.  Carlos  V,   rey  de  España  y 
emperador    de    Alemania. 

1522.  Magallanes  da    la    vuelta    al 

mundo. 
Publicación    del    Spiegl   de?" 
Artzny  y  de  los  Synonima, 
de  Friesen. 

1523.  Berengario   da  Carpi  publica 

tratados  de  Anatomía. 

Fundación  Linacre  de  lec- 
ciones médicas  en  Oxford 
y  Cambridge. 

Hernán  Cortés  funda  el  pri- 
mer hospital  en  la  ciudad 
de  Méjico. 

Retrato  de  Fernando  I  el  Ca- 
tólico, por  Lucas  van  Ley- 
den  (facies  adenoidea). 

Publicación  en  Roma  de  la 
primera  traducción  latina 
de  las  obras  de  Hipócra- 
tes. 

Bula  de  Clemente  VII  para 
la  Universidad  de  Santiago. 

Fundación,  en  Nuremberg, 
del  «Gymnasium  .Egi- 
dianum». 

Publicación  en  Venecia  del 
primer  texto  griego  de  Hi- 
pócrates (Aldine). 


Paracelso  funda  la   Quimio- 
terapia. 
1526-94.      Palestrina. 
1527.  Fundación,  por  Felipe,  Land- 

grave de  Hesse,  de  la  Uni- 
versidad de  Marburgo  (pri- 
mera Universidad  protes- 
tante) . 
Saco  de  Roma  por  las  tropas 
de  Carlos  V  (decadencia 
del  humanismo  italiano). 
'1528.  Primera   edición    Aldine  de 

Pablo  de  Egina. 

1529.  Se  difunde    el   sudor   miliar 

por  Europa. 

1530.  Publicación  del  poema  sobre 

la  sífilis,  de  Fracastor. 

Otto  Brunfels  publica  sus  at- 
las de  plantas. 

Comienza  a  usarse  la  zarza- 
parrilla. 

1 53 1.  Clemente  VII  funda  la  Uni- 

versidad de  Granada. 
1522.  Publicación    del  tratado    de 

Alberto  Durero  de  la  sime- 
tría humana. 

Rebeláis  publica  la  primera 
versión  latina  de  los  Afo- 
rismos de  Hipócrates. 
1533.  Carlos  V  dicta  la  «Constitu- 

yo  Criminalis   Carolina». 

Buonafede  ocupa  la  primer 
cátedra  de  Materia  Médica 
en  Padua. 

Nacimiento    de    Montaigne. 
1534-  Publicación  de  la  edición  Al- 

dine de  Aecio. 

Fundación  de  la  orden  de  los 
jesuítas. 

1535.  Mariano    Santo    di   Barletta 

publica  la  primera  descrip- 
ción de  la  litotomía  media. 

1536.  Ambrosio  Paré  efectúala  pri- 

mera excisión  de  la  articu- 
lación del  codo. 
1S31-  Se   gradúa   Vesalio   en  Basi- 

lea. 
Publicación  de  la   Anatomía, 
de  Dryander. 
1 538.  Vesalio  publica  sus  Tabulae 

anato?nicae  sex. 
1540.  Unión  de  los  barberos  y  los 

cirujanos  ingleses  como 
Company  of  the  Barber 
Surgeons. 
Estatuto  de  Enrique  VIII 
permitiendo  cuatro  disec- 
ciones anuales. 
Valerius  Cordus  descubre  el 

éter  sulfúrico. 
Mattioli  da  el  mercurio  al  in- 


5i6 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


< 


terior,    como    tratamiento 

de  la  sífilis. 
Traducción    de   Roslin,   por 

Raynald,   con  el  título  de 

Nacimiento  de  Mankynde. 
Sebastianus  Austrius  publica 

su  tratado  de  Pediatría. 

1542.  Intento  de  una  nomenclatura 

botánica  racional  por  Leo- 
nhard  Fuchs. 

1543.  Copérnico  describe  el  movi- 

miento de  los  planetas  al- 
rededor del  sol. 

Yesalio  publica  la  Fabrica 
(i.°  de  julio)  y  funda  la 
Anatomía  moderna. 

Legalización  de  los  botica- 
rios ingleses  por  acta  del 
Parlamento. 

1544.  Fundación,   por  Alberto  III, 

de  la  Universidad  de  Ko- 
nigsberg  (17  agosto). 

Se  vuelve  a  fundar  el  Hospi- 
tal de  St.  Bartholomew, 
bajo  la  superintendencia 
de  Thomas  Vicary. 

Ambrosio  Paré  perfecciona 
las  amputaciones  y  el  tra- 
tamiento de  las  heridas 
por  arma  de  fuego. 

Concilio  de  Trento. 

Valerius  Cordus  publica  la 
primera  Farmacopea. 

Ingrasias  describe  el  estribo, 

Se  publica  el  Krauterbuch,áe. 
Jerome  Bock. 

Asilo  de  locos  establecido  en 
St.  Mary  of  Bethlehem 
(«Bedlam»),  de  Londres. 

Carlos  V  declara  honorables 
a  los  cirujanos. 

Anfiteatro  Anatómico  de  Pa- 
dua. 

Publicación  del  estudio  de  la 
versión  podálica,  por  Paré. 

Bartholomeo  Maggi  demues- 
tra que  las  heridas  de  ar- 
ma de  fuego  no  están  en- 
venenadas. 

Hollerius  prescribe  anteojos 
para  la  miopía. 

1 551.  Infiteatroe    anatómicos    en 

París  y  Montpellier. 

1552.  Caius  publica  su  tratado  del 

sudor  miliar. 
M.  Fríedrícfa  publica  el  pri- 
mer   t  i-atado    <le    alcoho- 
lismo. 

1553  Suplicio  de  Miguel  Servet 

Publican  loo  de  la  colección 

De  Bal  neis. 


1545- 


i545-'563 
1546, 


1547- 


1548. 


1549- 


1550. 


Fundación  de  la  Universidad 
de  Lima. 
x554-  Johann    Lange   describe  la 

clorosis    (morbus    virgi- 
neus). 
Publicación  de  la  Obstetricia 
(De  concepta)   de  Jacob 
Rueff. 
Editio  princeps    de    Areteo, 
impreso  en  París. 
1555.  Dieta  de  Augsburgo. 

Pierre  Franco  efectúa  la  lito- 
tomía  suprapubiana. 
1566-1598.  Felipe  II. 

1558.  Fernando    I    autoriza    e    in- 

augura la  Universidad  de 
Jena  (2  febrero). 
Cornaro   publica  su  tratado 
de  higiene. 
1558-1603.  Reinado  de  Isabel  de  Ingla- 
terra. 

1559.  Columbus  describe  la  circu- 

lación pulmonar. 
Tratado  de  Oftalmología,  de 
Caspar  Stromaver  (Sud- 
hoff). 

1560.  Maurolycus  describe  la  mio- 

pía, la  hipermetropía  y  la 
óptica  de  los  lentes. 
Nace  Francis  Bacon. 

1 56 1.  Falopio  publica  sus  Observa- 

tiones  anatomicae. 
Paré  funda  la  Ortopedia. 
Publicación  del  tratado  de  la 

hernia  de  Pierre  Franco. 
Fundación  de  la  Universidad 

de  Douai  (Lille). 

1562.  La  brujería  hecha  un  delito 

capital  en  Inglaterra. 
1 562- 1 568.  Pandemia  de  peste. 
1 562- 1 629.  Guerra  de  los  hugonotes  en 

Francia. 

1563.  La  brujería  es  un  crimen  ca- 

pital en  Escocia. 

1564.  Publicación  de  los  dicciona- 

rios médicos  de  Stephanus 
y  Gorraeus. 
Eustaquio  describe  el  nervio 
abducens  y  las  cápsulas  su- 
prarrenales. 
1564-1616.  Shakespeare. 

1565.  Estatuto  de  la   reina   Isabel 

permitiendo    la    disección 
de  los  criminales  ejecuta- 
dos. 
Jean  Nicot  lleva  la  planta  del 

tabaco  a  Francia. 
Inauguración  en  Estrasburgo 
de  la  Academia  de  Johann 
Sturm. 
1567.  Ulisse  Aldrovandi  establece 


APÉNDICES 


517 


el  jardín  botánico  de  Bo- 
lonia. 
Publicación   del   estudio   de 
Paracelso  de  la  tisis  de  los 
mineros. 
1568.  Constantino  Varolio   descri- 

be la  protuberancia  (pons 
Varolii). 

1570.  Felix  Platter  recomienda  el 

tratamiento  psíquico  de  la 
locura. 

1 57 1.  Batalla  de  Lepanto. 
Francisco  Bravo  describe  el 

tabardillo    (tifus    de    Es- 
paña). 

Fundación  en  Estocolmo  del 
Caroline  Medico-Chirurgi- 
cal  Institute. 

Jerónimo  Mercurial  publica 
su  tratado  de  enfermeda- 
des de  la  piel. 

Envenenamiento  por  el  plo- 
mo (cólico  Pictonum),  en 
Poitou. 

Ordenanza  de  Adam  Lonit- 
zer  para  las  comadronas 
(Francfort  am  Mein). 

Bula  de  Gregorio  XIII  para 
la  Universidad  de  Oviedo. 

Pandemia  de  peste  bubó- 
nica. 

Fundación  de  las  Universi- 
dades de  Leyden  y  Helms- 
tadt. 

Paré  inventa  el  masaje  y  los 
ojos  artificiales. 
1576.  Paracelso  publica  su  tratado 

de  aguas  minerales. 
1578.  Guillaume  de  Baillou  descri- 

be   la    tos    ferina    como 
«quinta». 

Nacimiento  de  William  Har- 
vey. 

Rodolfo  II  autoriza  la  Uni- 
versidad de  Altdorf  (inau- 
gurada en  1580). 

1580.  Pandemia  de  influenza. 
Próspero    Alpino    introduce 

las  moxas  de  Oriente. 

1 58 1.  Publicación  del  tratado  de  la 

operación   cesárea  de 
Rousset. 

1582.  Autorización   por  Jacobo   II 

de  la  Universidad  deEdim- 
burgo. 
Fundación  del  Collegium  Me- 
dicum  de  Augsburgo. 

1583.  Publicación  del  Augendienst, 

de  George  Bartisch. 
Cesalpino  clasifica  las  plan- 
tas de  su  obra  De  plantis. 


•572. 


'573- 

1574. 
1574-i577 

1575- 


Publicación  de  la  Phytogno- 
md?iica,  de  Delia  Porta. 
1 583- 1 600.  Epidemia  en  España  de  dif- 
teria (garr  Otilio). 

1584.  Sir  Walter  Raleigh   trae    el 

curare  de  la  Guyana. 

1585.  Publicación   del   tratado   de 

enfermedades  de  los  ojos 
de  Guillemeau. 

1586.  Fundación  de  la  Universidad 

de  Graz. 
Publicación  de  la  Physiogno- 
mia,  de  Delia  Porta. 

1587.  Aranzio  da  la  primera  des- 

cripción de  las  deformida- 
des de  la  pelvis. 

1588.  Destrucción  de  la  «Armada 

Invencible». 

Anfiteatro  anatómico  de  Ba- 
silea. 

El  Dr.  Timothy  Bright  inven- 
ta la  taquigrafía. 

1589.  Galileo  demuestra  la  ley  de 

la  gravedad. 
1589-161 1.  Enrique  IV. 

1590.  Invención    del    microscopio 

compuesto  por  Hans  y  Za- 
charias  Janssen. 
José   de   Acosta  describe  el 
mal  de  las  montañas. 

1 59 1 .  Pandemia  de  peste  bubónica. 
1593.            Fundación,    por    George 

Keith,  conde  de  Marischal, 
del  Marischal  College 
(Aberdeen). 
Fundación  de  la  Universidad 
de  Dublin  (Trinity  Co- 
llege). 

1595.  Libavius  publica   el   primer 

tratado  de  Química  {Alchi- 
mya). 

Quercetanus  emplea  los  ca- 
lomelanos. 

La  ciudad  de  Passau  dicta 
ordenanzas  para  las  coma- 
dronas. 

1596.  Fundación  de  la  Universidad 

de  Cagliari  (Cerdeña). 

Publicación  de  las  Metamor- 
phosis de  Ajax,  de  Haring- 
ton. 
x597-  Tagliacozzi  publica  su  trata- 

do de  Cirugía  plástica. 

Publicación  del  tratado  de 
Jurisprudencia  médica,  de 
Codronchi. 

Publicación  de  la  Gynaecia, 
de  Israel  Spach. 

Jacobo  VI,  de  Escocia,  publi- 
ca la  Demono  logra. 
1 598.  Edicto  de  Nantes. 


5i8 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


1599- 


1599- 1 660. 
1600. 


1 60 1. 

1603. 
1604. 

1605. 

1 606- 1 669 
1607. 

1609. 


Oí  o 


Descripción,  por  Mercurio, 
en  La  Contare,  de  la  posi- 
ción de  Walch. 

Cario  Ruini  publica  un  trata- 
do de  enfermedades  de  los 
caballos. 

Publicación  de  la  Historia 
ani??ialium,  de  Ulisse  Al- 
drovandi. 

Se  establece  la  Real  Facultad 
de  Médicos  y  Cirujanos  de 
Glasgow. 

Velázquez. 

Privilegio  de  la  reina  Isabel 
en  favor  de  la  Compañía 
de  las  Indias  Orientales 
(31  diciembre), 

Publicacición  del  De  magne- 
te,  de  Gilbert. 

Fundación  de  la  Universidad 
de  Harderwijk. 

Publicación  de  las  Foglietti, 
en  Venecia. 

Producción  del  Hamlet. 

Félix  Platter  publica  la  pri- 
mera clasificación  de  las 
enfermedades. 

Fedeli  publica  un  tratado  de 
Jurisprudencia  médica. 

El  príncipe  Cesi  funda  la 
Academia  de  Lincei ,  en 
Roma. 

Johann  Kepler  demuestra  la 
inversión  de  las  imágenes 
ópticas  en  la  retina. 

Verhoeven  publica  un  perió- 
dico en  Amberes. 

Rembrandt. 

Establecimiento  de  James- 
town, Virginia  (13  mayo). 

Rodolfo  II  da  un  privilegio 
para  la  Universidad  de 
Giessen  (19  mayo). 

Estados  Unidos  de  Holanda. 

Henry  Hudson  ancla  el  Half 
Moon  en  la  bahía  de  New- 
York. 

Publicación  de  la  Astronomía 
Nova,  de  Kepler. 

La  jalapa  es  traída  de  Méjico. 

Louise  Bourgeois  publica  un 
tratado  de  <  )bstetrida. 

Galileo    invent.)     el     mi<  1 1 1 

eopio. 

( Iristoforo  I  ruarinoni  descri 
be  las  gomas  del  cerebro. 

Minderero  descubre  el 
talo  amónico (spiritia  Min- 
eri). 

\-  undacióo  de  la  orden  de  los 
Kos.u  razados. 


■  ■ 


161 1 


1614. 


1615. 
f  1 6 1 6. 


1 61 7. 


1618. 


16 18- 1 648 
1 619. 

1620. 


1621 


1622. 


1022 
1623. 


1753 


Unión  de  Brandenburgo  y 
Prusia. 

Villarreal   publica  sus   estu- 
dios del   garrotillo   (difte- 
ria). 
Fundación  de  la  Universidad 
de  Groninga. 

Rodericus  a  Castro  publica 
un  tratado  de  jurispruden- 
cia médica. 

Publicación  del  periódico 
Francfurter  Po  stam  ts-zei- 
tung. 

Harvey  comienza  sus  leccio- 
nes sobre  la  circulación  de 
la  sangre. 

Fundación  de  la  Universi- 
dad de  Padeborn. 

Cesare  Magati  trata  las  heri- 
das con  agua  pura. 

Briggs  y  Napier  inventan  los 
logaritmos. 

Fundación  del  gremio  de  bo- 
ticarios en  la  ciudad  de 
Londres. 

Primera  edición  de  la  Far- 
macopea de  Londres. 

La   condesa  de   Chinchón  se 

cura  de  la  fiebre  palúdica 

con  la  corteza  de  la  quina. 

.   Guerra  de  los  Treinta  Años. 

Publicación  del  Ocnlus,  de 
de  Christoph  Scheiner. 

Desembarco  de  los  peregri- 
nos en  Plymouth,  Massa- 
chusetts (21  diciembre). 

Publicación  del  Novum  orga- 
num,  de  Bacón. 

Jardín  Botánico  en  Estras- 
burgo. 

Publicación  de  la  Medicina 
Militaris,  de  Raymund 
Minderer. 

Van  Helmont  enseña  que  una 
substancia  química  subsis- 
te en  sus  compuestos  (con- 
servación  de    la    materia). 

Fundación,  por  el  emperador 
Fernando  [I,  de  las  Univer- 
sidades de  Estrasburgo  \ 
Rinteln. 

Zacchias  publica  un  tratado 
de  jurisprudencia  médica. 

Cornelius  Drebbel  perfeccio- 
na el  microscopio. 

Aselli  describe  los  vasos  lin- 
fáticos, 
aparición  del  London  lí'eeklv 
News. 

.    Moliere. 

Colonización    de   Nueva    Ze- 


APÉNDICES 


519 


landa  por  los  holandeses. 

La  Universidad  de  Alcalá  se 
traslada  a  Madrid. 

Se  agrega  la  Facultad  de  Me- 
dicina a  la  Universidad  de 
Altdorf. 

1625.  Jardín  botánico  en  Altdorf. 

1 626.  «Jardín  des  plantes»  en  París. 

1628.  Publicación,   por  Harvey,  de 

su  obra  De  Motu  Coráis. 

1629.  Jardín  botánico  en  Jena. 
Severiano    hace   la    primera 

resección  de  la  muñeca. 
El  fraile    franciscano   De  la 
Roche  d'Allion  describe  el 
petróleo. 

1630.  Thuillier     padre     demuestra 

que  el  fuego  sagrado  (er- 
gotismo)  es  debido  al  cor- 
nezuelo de  centeno. 

1631.  Theophraste  Renaudot  edita 

la  Gaceíte  de  France. 

1 632.  Gustavo  Adolfo  funda  la  Uni- 

versidad de  Dorpat. 
Jardines  botánicos  en  Oxford 
y  en  Hampton  Court. 
1632-77.      Spinoza. 

1633.  Stephen  Bradwell  publica  la 

primera  obra  de  medicina 
de  urgencia. 

1 634.  Fundación  de  las  Universida- 

des  de  Utrecht  y  Sassari. 

1635.  Richelieu  funda  la  Academia 

francesa. 

1636.  Fundación   del   Harvard  Co- 

llege por  decreto  de  la  Cá- 
mara general  de  Massachu- 
setts (28  octubre). 

La  Asamblea   de  Virginia  da 
un   decreto  regulando  los 
honorarios    de    los  médi- 
cos. 
1Ó37.  Descartes  demuestra  que  la 

acomodación  depende  de 
los  cambios  de  forma  del 
cristalino. 

El  «Royal  College  of  Physi- 
cians» da  un  informe  acer- 
ca de  la  salud  pública. 

1 638.  Cornelius  Drebbel  perfeccio- 

na el  termómetro. 

El  padre  Acuña,  fraile  portu- 
gués, introduce  el  bálsamo 
de  copaiba. 

La  Asamblea  de  Maryland  da 
un  decreto  regulando  los 
honorarios  de  los  ciruja- 
nos. 

1639.  Primera  imprenta  de  la  Amé- 

rica del  Norte  (Cambridge, 
Massachusetts). 


Primer  hospital  de  Canadá. 

La  Asamblea  de  Virginia  da 
un    decreto    regulando   la 
práctica    médica    (2    octu- 
brre). 
1640.  Privilegio  de  la  reina  Cristi- 

na de  Suecia  en  favor  de 
la  Universidad  de  Abo. 

Publicación  del  libro  de  sal- 
mos del  Estado  de  Bahía . 

Juan  de  Vigo  introduce  la 
quina  en  España. 

Severino  produce  la  aneste- 
sia local  por  medio  de  la 
nieve  y  el  hielo. 

Werner   Rolfink  hace   rena- 
cer la  disección  en  Alema- 
nia (rolfinken). 
1 640- 1 688.  El  Gran  Elector. 
1642.  Jacob    Bontius    describe   el 

beri-beri. 
1 642- 1 649.  Guerra  civil  en  Inglaterra. 
1642-1727.  Newton 

Torricelli  inventa  el  baróme- 
tro. 

1644.  Descartes  describe    el    acto 

reflejo. 
Publicación   del   tratado   de 

dióptrica  de  Descartes. 
Hótel-Dieu  en  Montreal. 
Matthew  Hopkins,   el    brujo 

inventor, 

1645.  Batalla  de  Naseby. 
Fundación  de  la   «Sociedad 

Invisible»  en  Londres. 

1646.  Sanctorius   describe    nuevos 

instrumentos  en  sus  comen- 
tarios a  Avicenas. 

Diémerbroek  publica  una  mo- 
nografía sobre  la  peste. 

Aparición  de  la  sífilis  en.  Bos- 
ton, Massachusetts. 

1647.  Pecquet  describe  el  conduc- 

to torácico. 

Wirsung  descubre  el  conduc- 
to pancreático. 

Giles  Firmin  da  lecciones  de 
Anatomía  en  Massachu- 
setts. 

1648.  Paz  de  Westphalia. 
Fundación  de  la  Universidad 

de  Bamberg. 

Publicación  del  ürtus  medi- 
cinae,  de  Van  Helmont. 

Athanasius  Kircher  describe 
el  cornete  acústico. 

Glauber  prepara  el  ácido 
clorhídrico  fumante. 

Francesco  Redi  es  contrario 
a  la  doctrina  de  la  genera- 
ción espontánea. 


520 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


1649- 


1 649- 1 660. 
1650. 


1651 


1652. 


1653-1659- 

1654. 


1654-1715- 
1655- 


1656. 


1657. 


1657-1669 
1658. 


Acta  regulando  la  práctica  de 
la  medicina  en  Massachu- 
setts. 

República  en  Inglaterra. 

Glisson  describe  el  raqui- 
tismo. 

Publicación  del  tratado  de 
Harvey  sobre  la  genera- 
ción de  los  animales. 

Highmoro  descubre  el  seno 
maxilar. 

Rudbeck  descubre  los  linfá- 
ticos del  intestino. 

Thomas  Bartolin  describe 
los  linfáticos  del  intestino. 

Johann  Hoppe  describe  la 
fiebre  miliar. 

Lorenz  Bausch,  de  Erfurt, 
funda  la  Gesellschaft  na- 
twforschender  Freunde. 

Protectorado   en   Inglaterra. 

Otto  von  Gericke  inventa  la 
bomba  de  aire. 

Glisson  describe  la  cápsula 
del  hígado. 

Fundación  de  la  Universidad 
de  Herborn. 

Reinado  de  Luis  XIV. 

Fundación  de  la  Universidad 
de  Duisburg. 

Scultetus  publica  su  Arma- 
mentarium. 

Publicación  de  la  adenogra- 
fía  de  Wharton. 

Rolfink  demuestra  que  la  ca- 
tarata es  la  opacidad  del 
cristalino. 

Abolición  de  las  leproserías 
o  lazaretos  en  Francia. 

Fundación  en  Florencia  de  la 
Accademia  del  Cimento. 

Wolfgang  Hoefer  describe  el 
cretinismo  en  su  Hercules 
Medicus. 

Jan  a  Gehema  solicita  que  se 
provea  de  armas  por  el 
ejército  a  los  encargados 
del  comercio  de  drogas, 

Comenius  publica  su  Orbis 
pictus. 

Fiebre  palúdica   pandémica. 

Swammerdan  describe  los 
glóbulos  rojos. 

Wepfer  demuestra   la  lesión 

del  cerebro  en  la  apoplejía. 
Athanasius  Kircher  atribuye 

la  peste  a  uncontagium  ani- 

matum. 
Malpighi   expone  el   linfade- 

aoma    o    enfermedad    de 

Hodgkin. 


Difteria  en  Roxbury,  Massa- 
chusetts. 

1660.  Schneider   demuestra  que  la 

secreción  nasal  no  viene 
de  la   pituitaria   (Galeno). 

Willis  describe  iafiebrepuer- 
peral. 

Hermann  Conring  publica  un 
tratado  de  estadísticas 
(Examen  rerum  public  arum). 

Malpighi  descubre  la  anasto- 
mosis entre  los  capilares. 
1660-85.      Carlos  II  de  Inglaterra. 

1 66 1.  Stensen  descubre  el  conduc- 

to de  la  parótida. 

Malpighi  publica  el  primer 
estudio  de  un  sistema  ca- 
pilar (De  pulmonibus). 

Robert  Boyle  define  los  ele- 
mentos químicos  y  aisla  la 
acetona. 

Aparece  la  escarlatina  en  In- 
glaterra. 

1662.  Privilegio  de  Carlos  II  en  fa- 

vor de  la  Royal  Society. 

Newton  y  Leibnitz  inventan 
el  cálculo  diferencial. 

John  Graunt  funda  las  esta- 
dísticas médicas. 

Descartes  publica  un  tratado 
de  fisiología  (De  homine). 

Lorenzo  Bellini  descubre  los 
tubos  excretores  de  los  rí- 
ñones. 

De  Graaf  demuestra  que  el 
óvulo  se  forma  en  el  ova- 
rio. 

Meibom  descubre  las  glándu- 
las que  llevan   su  nombre. 

1663.  Primer  hospital  en   las  colo- 

nias americanas  (Long  Is- 
land, N.  Y.). 

Hendrick  van  Roonhuyze 
describe  la  operación  de  la 
fístula  vesico-vaginal. 

Sylvius  trata  de  la  digestión 
como  una  fermentación. 

1664.  Publicación  del    Cerebri  ana- 

tome,  de  Willis  (clasifica- 
ción de  los  nervios  cranea- 
les). 

Swammerdam  descubre  las 
válvulas   de    los  linfáticos. 

I  )<  ( rraaf  examina  el  jugo 
pancreático. 

Solleysel  transmite  el  muer- 
mo de  caballo  a  caballo. 

De  la  Martiniére  describe  el 

reumatismo  gOnOCÓCÍCO. 

1665.  Newton  enuncia  la  ley  de  la 

gravitación. 


APÉNDICES 


la 
sangre 


Gran  peste  de  Londres. 

Richard    Lower    hace 
transfusión    de   la 
de  perro  a  perro. 

Publicación  del  primer  volu- 
men de  las  Philosophical 
Transactions  (Royal  So- 
ciety). 

Colbert  funda  la  Academia 
de  Ciencias  en  París. 

Fundación,  por  el  duque 
Cristian  Alberto  de  Hols- 
tein,  de  la  Universidad  de 
Kiel. 

Publicación  del  primer  nú- 
mero del  Journal  des  sga- 
vans  (5  enero). 

1666.  Gran  incendio  de  Londres. 
Fundación  de  la  Universidad 

de  Lund. 

Publicación  del  tratado  de 
las  visceras  de  Malpighi. 

Nombramiento  de  jueces  fis- 
cales  para    los    departa- 
mentos de  Maryland. 
1 666- 1 675.  Viruela  en  Europa. 

1667.  Robert   Hooke  describe  las 

células  vegetales  en  su_4/z- 
crographia. 

Denys,  de  París,  hace  la  pri- 
mera transfusión  de  la 
sangre  en  el  hombre. 

Swammerdam  describe  la 
docimasia  del  pulmón 
fetal. 

Hooke  demuestra,  por  me- 
dio de  la  respiración  arti- 
ficial, las  verdaderas  fun- 
ciones del  pulmón. 

Walter  Needham  demuestra 
que  el  feto  se  nutre  por  la 
placenta. 

1668.  Mayow  encuentra  el  «espíri- 

tu igneo-aéreo»  (oxígeno), 
esencial  para  la  vida  y  la 
combustión. 
Publicación   del   tratado   de 
Obstetricia  de  Mauriceau. 
Aparición  de  la  fiebre  ama- 
rilla en  New- York. 
1 668- 1 672.  Epidemia   de    disentería  en 
Inglaterra    (descrita    por 
Sydenham  y  Morton). 

1669.  Publicación  del  Tractatus  de 

corde,  de  Richard  Lower. 

Stensen  funda  la  geología  de 
los  estratos  (De  solido  in- 
tra solidum). 

Lower  demuestra  que  la  san- 
gre venosa  toma  el  aire  en 
los  pulmones. 


1670. 


1671. 


1672. 


1673- 


1674. 


1675- 


1676. 


1677. 


521 


Malpighi  descubre  las  pirá- 
mides de  Malpighi  en  el 
bazo  y  los  riñones. 

Swammerdam  descubre  el 
tono  muscular. 

Willis  descubre  el  sabor  dul- 
ce de  la  orina  diabética  (De 
?nedica?nentor*um  operatio- 
nibus). 

Kerckring,  las  válvulas  con- 
niventes del  intestino  del- 
gado. 

Jardín  medico  en  Edim- 
burgo. 

Envenenamiento  por  el  ar- 
sénico en  París  ( Saint- 
Croix  y  Brinvilliers). 

Publicación  del  tratado,  de 
Redi,  de  la  generación  de 
los  insectos. 

Inauguración  de  la  Universi- 
dad de  Urbino  como  es- 
tudios generales. 

Fundación,  por  el  emperador 
Leopoldo  I,  de  la  Univer- 
sidad de  Innsbruck  (Aca- 
demia Leopoldina). 

Le  Gras  introduce  la  ipeca- 
cuana en  Europa  (mencio- 
nada por  Piso,  1648). 

De  Graaf  describe  los  fo- 
lículos de  De  Graaf  en  el 
ovario. 

Malpighi  describe  el  des- 
arrollo del  pollo. 

Leeuwenhoek  inventa  el  mi- 
croscopio. 

Imprenta  en  Boston,  Massa- 
chusetts. 

Velsch  publica  su  Memoria 
acerca  de  la  filaria  medi- 
nensis. 

Morel  inventa  el  torniquete 
para  cohibir  la  hemorra- 
gia. 

Hamen,  discípulo  de  Leeu- 
wenhoek, descubre  los  es- 
permatozoides. 

Leuewenhoek  descubre  los 
protozoos. 

Publicación  de  la  Anatome 
plantarum,  de  Malpighi. 

Sydenham  describe  la  escar- 
latina como  se  presentaba 
en  1661-75. 

Richard  Wiseman  describe 
la  tuberculosis  de  las  arti- 
culaciones (tumor  blanco). 

Isaac  Barlow  inventa  el  re- 
loj de  repetición. 

Fundación  de  la  Kaiserliche 


522 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Lcopoldinische  Akademie 
der  Naturforscher. 

Publicación  de  la  doctrina 
de  Glisson  (1662)  de  la  irri- 
tabilidad de  los  tejidos. 

Peyer  describe  los  folículos 
linfáticos  en  el  intestino 
delgado. 

Viruela  en  Boston  (publica- 
ción de  las  Brief  h'ule,  de 
Thacher). 
1 677- 1 68 1.  Pandemia  europea  de  fiebre 
palúdica. 

1678.  De  Marchetti  demuestra,  por 

medio  de  inyecciones,  las 
anastomosis  de  las  arte- 
riolas  y  de  las  venas. 

1679.  Rivinus    descubre    la    glán- 

dula sublingual. 

Leeuwenhoek  descubre  los 
músculos  estriados. 

Nicolás  de  Blegny  publica  el 
primer  periódico  médico 
(youvelles  decouvertes). 

Publicación  del  Sepulchre- 
tumy  de  Bonet. 

James  Yonge  describe  la  am- 
putación a  colgajo. 

1680.  Denis  Papin   construye   una 

pequeña  máquina  de  vapor. 

Leeuwenhoek  descubre  las 
levaduras. 

Caspar  Bartholin  descubre  el 
conducto  excretor  de  la 
glándula  sublingual. 

De  Marchetti  realiza  la  ne- 
frotomía  por  litiasis  renal. 

Peste    hospitalaria    en   Mar- 
burgo. 
1 680- 1 68 1.  Publicación  de  De  motu  ani- 
mal ¡um,  de  Borelli. 

Fundación  del  Real  Colegio 
de  Médicos  de  Edimburgo. 

Imprenta  en  Williamsburg, 
Virginia. 

Brunner  describe  las  glán- 
dulas duodenales  (descu- 
biertas en  1672). 

Publicación  de  la  Anatomía 
de  las  plant  as  ¡  por  Nehe- 

miah  (  rrew. 

1725.  Pedro  el  ( írande: 

Privilegio  del  duque  Fran- 
cisco II  de  Este  en  favor 
de  la  1  íniversidad  de  Mó- 
dena. 
Publicación  del  tratado  de  la 
gota  de  Sydenham. 

■  1  i  1  ><  ion  (con    figuras)  de 

las   ba<  terias,    por    i  <•<  u 
".  1  nhoek. 


16S2. 


1683 


Publicación,  por  Duverney, 
del  primer  tratado  de  Oto- 
logía. 

1684.  Bernier  clasifica  las  razas  hu- 

manas con  arreglo  al  color 
de  la  piel. 

1685.  Revocación    del    edicto    de 

Nantes. 

Facultad  de  Medicina  en  la 
Universidad  de  Edim- 
burgo. 

Imprenta  en  Filadelfia. 

Publicación  de  la  Anatomía, 
de  Bidloo. 

Publicación  de  la  Nevrogra- 
phia,  de  Vieussens. 

Publicación  del  tratado  de 
Obstetricia,  de  Paul  Portal. 

Ordenanza    prusiana     regu- 
lando los  honorarios  mé- 
dicos. 
1685-1750.  Johann  Sebastián  Bach. 

1686.  Sydenham  describe  la  corea 

menor. 

1 687.  Publicación  de  los  Principios, 

de  Newton. 
Sir  William  Petty  publica  los 
Ensayos  de  Aritmética  polí- 
tica. 

1688.  Revolución  en  Inglaterra. 

1689.  Publicación  de  la  Phthisiolo- 

gia,  de  Richard  Morton. 

Walter  Harris  publica  un 
tratado  de  enfermedades 
de  la  infancia. 

Leeuwenhoek  descubre  los 
bastoncillos  de  la  retina  y 
la  anatomía  fina  de  la  cór- 
nea. 

1690.  Ensayo   de  Locke   sobre  la 

inteligencia  humana. 

Publicación  del  periódico 
médico  PublickOcnrrences, 
en  Boston,  Massachusetts. 

Justine  Siegemundin  publica 
un    tratado   de   Ostetricia. 

Floyer  cuenta  las  pulsacio- 
nes por  medio  del  reloj. 

1 69 1.  Clopton    Havers    publica    la 

Osteología  Aova.  (Conduc- 
tos de  Havers). 

Autopsia  del  gobernador 
Slaughter  en  New-York. 

F  iebre  amarilla  en  Boston. 

1692.  Procesos    de    hechicería    en 

Salem. 
Ammann  enseña  a  los  sordo- 
mudos. 

1693.  Fundación  de  la  Universidad 

de  Halle. 
Fundación   en  Williamsbur- 


APÉNDICES 


523 


go,  Virginia,  del  Colegio 
de  William  y  Mary. 

Imprenta  en  New- York. 

Acoluthus  de  Breslau  reseca 
el  maxilar  inferior. 

1694.  Camerarius    demuestra    ex- 

perimentalmente  la  sexua- 
lidad de  las  plantas. 
1 694- 1 778.  Voltaire. 

1695.  Nehemiah  Grew  descubre  el 

sulfato  magnésico  en  las 
aguas  de  Epsom  (sales  de 
Epson). 

1697.  Anfiteatro    anatómico    cons- 

truido en  el  Hall  de  los  Ci- 
rujanos de  Edimburgo. 
Pacchioni  descubre  los  cor- 
púsculos en  la  duramadre. 

1698.  Publicación   del   tratado   de 

Stahl  de  enfermedades  de 
la  vena  porta. 

1699.  Publicación  de  la  historia  y 

memorias  de  la  Academia 
francesa  de  Ciencias. 

Publicación  del  Orang  Ou- 
tang,  de  Tyson. 

Acta  de  las  enfermedades 
infecciosas  en  Massachu- 
setts. 

1700.  Fundación   en   Berlín   de  la 

Konigliche  Akademie   der 
Wissenschaften. 
Ramazzini  publica  un  trata- 
do de  enfermedades  pro- 
fesionales. 

1 70 1.  Federico,   elector   de  Bran- 

denburgo,  coronado  rey 
de  Prusia. 

Fundación  del  Yale  College 
(New  Haven). 

Publicación  del  Novum  lu- 
men, de  Deventer. 

Robert   Houstonn   punciona 
un  quiste  ovárico. 
1701-1713.  Guerra   de  sucesión   en  Es- 
paña. 

1702.  Fundación,  por  Leopoldo  I, 

de  la  Universidad  de  Bres- 
lau. 
Stahl    expone    la    teoría  del 
flogisto. 
1702-14.      Reinado  de  la  reina  Ana. 

1703.  Fundación    de    San    Peters- 

burgo. 

La  Cámara  de  los  Lores  au- 
toriza a  los  boticarios  a 
prescribir,  lo  mismo  que  a 
vender  las  drogas. 

Leeuwenhoek  descubre  la 
partenogénesis  de  los  pul- 
gones. 


1704.  Valsalva  publica  De  aure  hu- 

mana y  describe  el  Méto- 
do de  Valsalva. 
El  doctor  Eysenbarth  prac- 
tica como  un  charlatán  en 
Alemania. 

1705.  Robert  Elliot,  primer  profe- 

sor de  Anatomía  en  Edim- 
burgo. 
Brisseau  y  Maitre    Jan    de- 
muestran que  la  catarata  es 
la  opacidad  del  cristalino. 

1706.  Primer  laboratorio    de  zoo- 

logía marina  en  Marseila. 

1707.  Fundación  Senckenburg  para 

el  adelanto  de  las  ciencias. 
Publicación  del  Curso  de  ope- 
raciones de  Cirugía,  de  Dio- 
nis. 

1708.  Nacimiento  de  Haller. 
Pandemia    de    influenza    en 

Europa. 
17 10.  Inauguración  del  hospital  de 

la  Charité,  en  Berlín. 

Morand  y  Le  Dran  realizan 
la  primera  desarticulación 
del  hombro. 

Anel  opera  el  aneurisma  li- 
gando por  encima  del  saco. 

Thomas  Newcomen  inventa 
la  bomba  de  incendios. 

Descubrimiento  de  los  mús- 
culos de  Santorini  en  la 
laringe. 

Escuela  de  Medicina  en  el 
Trinity  College,  de  Dublin. 

John  Shore  inventa  el  dia- 
pasón. 

Rousseau. 

Torti  de  Módena  emplea  la 
corteza  de  quina  en  el  tra- 
tamiento de  la  perniciosa 
palúdica. 

San  Cosme  se  une  a  la  Aca- 
demia de  Cirugía  (París). 

Fundación  del  anfiteatro 
anatómico  en  Berlín. 

Anel  cauteriza  los  conductos 
lacrimales. 

1714.  Advenimiento  al  trono  de  la 

Casa  de  Hannover  (Ingla- 
terra). 

Fahrenheit  construye  el  ter- 
mómetro de  212  grados. 

G.  W.  von  Leibnitz  inventa 
el  sistema  de  pabellones 
para  hospitales. 

1 7 1 5.  J.  L.  Petit  establece  la  dife- 

rencia entre  la  compre- 
sión y  la  contusión  cere- 
brales. 


1711. 

1712-78. 


1713- 


524 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


1716. 


1717. 


1718. 


1719. 


1720. 
1721. 


'723. 


'7^4 


J.  T.  Hensing  descubre  el 
fósforo  en  la  sangre. 

Se  crea  el  cargo  de  cirujano 
general  en  el  Ejército  ale- 
mán con  900  marcos  al 
año. 

La  ciudad  de  New-York  dic- 
ta ordenanzas  para  las  co- 
madronas. 

Timoni  inocula  a  su  hija  con- 
tra la  viruela. 

Hospital  para  enfermedades 
infecciosas  en  Boston. 

Anfiteatro  anatómico  en 
Viena. 

Lady  Mary  Wortley  Mon- 
tagu inocula  a  su  hijo  de  la 
viruela. 

Anodino  de  Hoffmann. 

Edward  Strother  describe  la 
fiebre  puerperal. 

Fundación  del  Hospital  de 
Westminster. 

Kaspar  Neumann  obtiene  ^1 
ti  mol. 

Morgagni  describe  la  sífilis 
de  las  arterias  del  cerebro. 

Publicación  de  la  Cirugía,  de 
Heister. 

Inauguración  de  los  jardines 
de  Kew. 

El  general  Holtzendorff  crea 
el  Collegium  medico-chi- 
rurgicum  en  Berlín. 

Fundación  del  Hospital  de 
Filadclfia. 

Fundación  en  Caracas  de  la 
Universidad  Central  de 
Venezuela. 

Palfyn  presenta  el  fórceps 
obstétrico  en  la  Academia 
francesa  de  Cirugía. 

Zabdiel  Boylston  efectúa  in- 
oculaciones de  viruela  en 
Boston  (26  junio). 

Fundación  de  la  Universidad 
de  I  )¡ion. 

Se  organiza  la  unión  de  boti- 
carios en  Londres. 

Publicación  de  la  Psychro- 
lusicty  de  Flayer. 

Publicación  del  tratado  de 
litotomía  d<-  Cheselden. 

Aparición  de  la  fiebre  amari- 
lla eil  Londres. 

<  ruyot,  de  Versalles,  intenta 
el  cateterismo  de  la  trompa 
de  Eustaquio. 

John  Maubiav  da  enseñanza 

privada    de    obstetricia   <-n 

Inglaterra. 


A.  de  Moivre  publica  una  Me- 
moria sobre  Rentas  anuales 
vitalicias. 

1724-1804.  Kant. 

1725.  Edicto  prusiano  reglamentan- 

do   el   ejercicio  de  la  me- 
dicina. 
Inauguración  del  Guy's  Hos- 
pital (6  enero). 
Publicación  de  la  Historia  de 
la  Física,  de  Freind. 

172b.  Stephen  Hales  Uava  a  cabo 

las  primeras  medidas  de  la 
presión  sanguínea. 

1727.  Pourfour  du   Petit  investiga 

las  funciones  del  simpático 
cervical. 
Cheselden  realiza  la  talla  la- 
teralizadapara  los  cálculos 
vesicales. 

1729.  Influenza  pandémica  en  Eu- 

ropa. 

1730.  Daviel  perfecciona  la  opera- 

ción de  la  catarata. 

James  Douglas  describe  el 
peritoneo. 

Gaspar  Casal  describe  la  pe- 
lagra como  «mal  déla  rosa». 

Reaumur  inventa  el  termó- 
metro de  80  grados. 

Frobenius  describe  la  prepa- 
ración del  éter  sulfúrico. 
31.       Thomas  Cadwalader  explica 
anatomía  en  Filadelfia. 

Friedrich  Hoffmann  describe 
la  clorosis. 

Le  Dran  perfecciona  la  lito- 
tomía. 

Fundación  de  la  Academia 
Real  de  Cirugía  (18  de  di- 
ciembre). 

Publicación  de  los  Eleme?ita 
chemiae,  de  Boerhaave. 

Publicación  de  la  Anatomía 
de  Winslow. 

Pandemia  gripal  en   Europa. 

Fundación  del  hospital  de 
San  Jorge  en  Londres. 

Publicación  de  la  Osteogra- 
phia,  de  Cheselden. 

George  Cheine  describe  la 
«respiración  de  Cbeine- 
Stok<  s 

Stephen  Hales  produce  hi- 
dropesía inyectando  agua 
en  las  venas. 

John   M  a  chin    describe   la 

«ichthyosis   histrix»  en    la 

familia  Lambert. 

1734.  Fundación,   por  Jorge  II   de 

Inglaterra,  de  la  Universi- 


1730- 
I73I. 


1732. 


1733- 


APÉNDICES 


525 


dad  de  Gottingen  (7  de  di- 
ciembre). 
Federico  Guillermo  I  de  Pru- 
sia  dicta  la  primera  dispo- 
sición reguladora  de  los 
Hospitales  de  campaña. 

1735.  Publicación  del  Systewa  na- 

turae, de  Linneo. 
Werlhof  describe  la  púrpura 

hemorrágica. 
Fundación    de   la    Sociedad 

Médica  de  Boston. 
Se  presenta  la  escarlatina  en 

los  Estados  Unidos. 

1736.  Fundación  del    Hospital    de 

Edimburgo. 
J.   L.  Petit   abre  la   apófisis 

mastoidespor  abscesos  del 

oído  medio. 
Haller  determina  la  función 

de  la   bilis  en  la  digestión 

de  las  grasas. 

1737.  Se  inaugura  formalmente  la 

Universidad  de  Gottingen 
(«Georgia  Augusta»)  [17  de 
septiembre]. 

1738.  Haller  es  llamado  a  la  Uni- 

versidad de  Gottingen. 

Lieberkühn  inventa  el  reflec- 
tor del  microscopio. 

Daniel    Bernouilli   establece 
la   teoria    cinética    de   los 
gases. 
1 739-  Cátedra  especial  de  Obstetri- 

cia en  la  Universidsd  de 
Edimburgo. 

E.  S.  Morand  hace  la  prime- 
ra resección  de  la  cadera. 

Se  funda  en  Suecia  la   Real 
Academia  de  Medicina. 
1740.  Se  funda   la  Universidad  de 

Pensilvania,  como  Colegio 
de  Filadelfia. 
.    Fundación  del    Hospital   de 
Londres. 

Friedrich  Hoffmann  describe 
la  roséola. 

Thomas    Dover  inventa    los 
«polvos  de  Dover». 
1740-48.       Guerra  de  sucesión  en  Aus- 
tria. 
1740-86.       Reinado    de    Federico    el 

Grande. 
1 74 1  •  Cátedra  de  Clínica  Médica  en 

Edimburgo. 

Publicación  del  Tratado  de 
estadísticas  de  la  vida,  de 
Süssmilch. 

Archibald  Cleland  efectúa  el 
cateterismo  de  la  trompa 
«de  Eustaquio. 


1742. 


1743- 


1744. 


1745- 


1746. 


1747- 


1748. 


1749- 


Celsius  inventa  jel  termóme- 
tro centígrado. 

Linneo  describe  la  afasia. 

Pandemia  gripal  en  Europa. 

La  Universidad  de  Erlangen 
es  autorizada  (21  febrero) 
y  después  inaugurada (4  de 
noviembre)  por  Carlos  VIL 
Fundación  de  la  Sociedad 
Filosófica  Americana. 

Fundación  de  la  Universidad 
de  Santiago  de  Chile. 

Stephen  Hale  publica  su  tra- 
tado de  ventilación. 

Federico  el  Grande  separa 
algunos  hospitales  de  la  lí- 
nea de  ambulancias. 

Trembley  describe  la  regene- 
ración de  los  tejidos  en  la 
hidrozoa. 

Alexander  Monro  publica  un 
Manual  de  Anatomía  Com- 
parada. 

Separación  de  los  barberos 
de  los  cirujanos  superiores 
en  ínglatera. 

Fundación  del  Hospital  de 
Middlesex. 

Se  inaugura  una  clínica  am- 
bulante en  Praga. 

Se  publica  la  Antitheriaka, 
de  Heberden  (perfecciona- 
miento de  la  Farmacopea 
londinense). 

C.  G.  Kratzenstein  emplea  la 
electroterapia. 

William  Cooke  idea  la  cale- 
facción de  vapor. 

AntoineDeparcieux  introdu- 
ce la  idea  del  «cálculo  de 
la  vida  media». 

Fundación  del  Princeton  Co- 
llege. 

Fundación  del  Hospital  Lock 
de  Londres. 

Fauchard  describe  la  piorrea 
alveolar  y  la  mala  oclusión 
dentaria. 

Publicación  de  Primae  linae 
physiologiae,  de  Haller. 

Colegio  Médico  -Quirúrgico 
en  Dresden. 

Meckel  describe  el  ganglio 
esfeno-palatino. 

Sociedad  Médica  de  New- 
York. 

Se  crea  una  sala  de  partos  en 
el  Hospital. 

Publicación  del  Tratado  de 
enfermedades  del  corazón,  de 
Senac. 


52Ó 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


1749-1832 
1750- 


1751 


1752. 


17.S.V 


■754- 


•75v 


1756. 


Meyer,  en  Appenzell,  pres- 
cribe a  los  tuberculosos  el 
clima  de  montaña. 

Publicación  de  la  Historia 
Natural,  de  Buffon. 

Goethe. 

Establecimiento  de  la  Escue- 
la Práctica  en  París. 

La  ciudad  de  Londres  funda 
una  sala  de  partos  en  el 
Hospital. 

Antonio  Núñez  Ribero  Sán- 
chez introduce  el  sublima- 
do corrosivo  en  el  trata- 
miento de  la  sífilis. 

Russel  described  botón  de 
Alepo. 

Decocción  de  Zittmann. 

Fundación  por  Haller  de  la 
«Konigliche  Gesellschafft 
der  Wissenschaften»,  de 
Gottingen. 

Fundación  en  Filadelfia  del 
hospital  de  Pensilvania. 

Haller  publica  la  Memoria  de 
la  irritabilidad  específica 
de  los  tejidos. 

Publicación  de  la  Obstetricia, 
de  Smellie. 

Publicación  del  tratado  de 
enf~er?nedades  de  campaña, 
de  Pringle. 

Experimentos  de  Reaumur 
acerca  de  la  digestión  en 
los  pájaros. 

Fundación  en  Londres  del 
Hospital  de  Obstetricia  de 
la  Reina  Carlota. 

Daviel  publica  su  Memoria 
sobre  la  extracción  de  la 
catarata. 

Publicación  del  Art  des  ar- 
couchements,  de  Levret. 

Van  Swieten  organiza  la  en- 
señanza  clínica  en  Viena. 

Watson  describe  la  esclero- 
dermia  en  la  clínica  de 
Curzio. 

Funda*  ion  en  New- York  del 
Kings  College  f  I  Imversidad 
dr  Columbia). 

remblor  de  tierra  en  Lisboa. 

Fundación  (lela  Universidad 
(\c  Moscú  por  la  Zarina 
Isabel. 

I'ublif  ;n  ion  dd  .illas  de  los 
ojos,  de.  Zinn. 

Funda (  ion  «ir]  Meal  l  taspita] 
én  I  )nblín. 

Publicación  dd  tratado  de 
Odontología,  de  Pfafí. 


I756- 
1757. 


1758. 


Nicolas    André    describe    la 
neuralgia  infraorbitaria. 
63.      Guerra  de  los  Siete  Años. 

William  Hunter  describe  el 
aneurisma  arterio-venoso. 

Publicación  del  Tratado  de 
higiene  naval,  de  Lind. 

Vuelve  a  aparecer  el  cometa 
de  Halley  (termina  la  teo- 
ría de  la  influencia  de  los 
cometas  en  las  enferme- 
dades). 

De  Haén  emplea  el  termó- 
metro clínico  en  la  labor 
clínica. 

Richard  Brocklesby  idea  los 
hospitales  de  barracas  ven- 
tiladas (descentralización). 
!759-  Fundación  en   Munich  de  la 

«Konigliche  Bayerische 
Akademie  der  Wissens- 
chaften». 

Publicación  de  la  Iheoria  ge- 
nerationis,  de  Wolff. 

Mestivier  describe  y  opera 
la  apendicitis  localizada. 

John  Bard  realiza  la  opera- 
ción del  embarazo  extra- 
uterino. 

Jardín  médico  en  Kew  (Ingla- 
terra). 

1760.  William  Shippen  Jr.   da  lec- 

ciones de  Anatomía  en  Fi- 
ladelfia. 
Acta  de  la  ciudad  de  New- 
York  para  reglamentar  el 
ejercicio  de  la  medi- 
cina. 
1760-66.  Benjamín  Martín  perfecciona 
el  microscopio. 

1 76 1.  Publicación   del    De   sedibus, 

de  Morgagni. 

Publicación  del  Inventum  no- 
vum, de  Auenbrugger. 

El  Papa  Clemente  XI  da  los 
manuscritos  de  Eustaquio 
a  Lancisi. 

1762.  Plenciz  anuncia  la  teoría  del 

contagium  animatum. 

Roederer  y  Wagler  describen 
la  fiebre  tifoidea  de  Got- 
tingen. 

Publicación  de  la  ¡'lora  Vir- 
ginia, de  Jhon  Clayton. 

Lstablecimiento  en  Filadel- 
fia del  hospital  privado  de 
maternidad  de  Shippen. 

Primera  biblioteca  médica  de 
los  Estados  Unidos  (Hos- 
pital de  Pensilvania). 

Bilger  reseca  la  muñeca. 


APÉNDICES 


P7 


Stoerk  introduce  el  acónito 
y  otros  narcóticos. 

Inauguración   de   una  clínica 
quirúrgica  en  Lisboa. 
1762-1796.  Reinado   de    Catalina    II   de 
Rusia. 

1763.  Joseph  Black  establece  la  di- 

ferencia entre  el  calor  es- 
pecífico y  el  calor  latente. 

1764.  Cotugno  describe  la  ciática 
Louis  idea  la  compresión  di- 
gital para  combatir  la  he- 
morragia. 

Primer  hospital  de  pabello- 
nes, en  Plymouth. 

1765.  Fundación  de  la  Facultad  de 

Medicina  en  la  Universidad 
de  Pensilvania. 

Fontana  publica  una  Memo- 
ria sobre  el  veneno  de  la 
víbora. 

Escuela  Nacional  de  Veteri- 
naria en  Alfort  (Sena). 

Escuela  Real  de  Veterinaria 
en  Dresden. 

Watt  inventa  la  máquina  de 
vapor. 

1766.  Cavendish  descubre  el  hidró- 

geno. 

Invención  del  vendaje  de 
Desault  para  las  fracturas. 

Fundación  de  la  Sociedad 
Médica  del  Estado  de  Nue- 
va Jersey. 

1767.  Heberden    describe  la   vari- 

cela. 
Charles  White  reseca  la  ar- 

tulación  del  hombre. 
Gripe  pandémica  en  Europa. 

1768.  Publicación    de  la    Memoria 

de  Wolff  sobre  embriolo- 
gía de  los  intestinos. 

Robert  Why  tt  describe  la  me- 
ningitis tuberculosa. 

Heberden  describe  la  angina 
de  pecho. 

Charles  White  reseca  la  ca- 
beza del  húmero. 

Anfiteatro  anatómico  (Senc- 
kenburg)  en  Fracfort-am 
Main. 

Fundación,  en  New- York,  de 
la  Escuela  Médica  (Kings 
College). 

Tratado  de  Lind  sobre   me- 
dicina tropical. 
769.  Publicación    de   la    Synopsis 

nosologiae,  de  Cullen. 

«Constitutio   criminalis  The- 

resiana»  (ley  de  tortura). 

•  Publicación   del    Tratado    de 


fracturas  y  luxaciones,  de 
Pott. 

La  máquina  de  vapor  de 
Watt  (1765)  es  paten- 
tada. 

Fundación  de  la  Sociedad 
Médica  de  la  ciudad  de 
New- York. 

Fundación    del    Colegio    de 
Darmouth. 
1770.  William  Hunter  funda  la  Es- 

cuela  de  Anatomía   de   la 
Great  Windmill  Street. 

Rutty  describe  la  fiebre  re- 
currente. 

Cotugno  demuestra  la  albú- 
mina en  la  orina. 

William  Hunter  describe  la 
retroversion  del  útero. 

El  abate  L'Epée  inventa  un 
lenguaje  de  signos  para  los 
sordo-mudos. 

El  Kings  College  confiere  el 
primer  grado  de  médico 
en  los  Estados  Unidos. 

Acta  de  la  cuarentena  en  Pen- 
silvania. 
1827.  Beethoven. 

1 77 1.  La  viruela  mata  tres  millones 
de  personas  en  las  Indias 
Orientales. 

Priestley  y  Scheele  aislan  el 
oxígeno. 

Arkwright  perfecciona  las 
máquinas  de  hilar. 

Publicación  del  Tratado  de 
los  dientes,  de  John  Hunter. 

Rutheford  descubre  el  nitró- 
geno. 

Se  completa  la  Enciclopedia 
(Diderot  y  d'Alembert). 

Priestley  descubre  el  óxido 
nitroso. 

Acta  de  Nueva  Jersey  regu- 
lando el  ejercicio  de  la  me- 
dicina. 
I773-  Fundación   de    la    Sociedad 

Médica  de  Londres. 

Primer  manicomio  de  los  Es- 
tados Unidos  en  Williams- 
burg (Virginia). 

Fothergill  describe  la  neural- 
gia facial. 

Charles  White  recomienda  la 
asepsia  para  evitar  la  fie- 
bre puerperal. 

Supresión  por  Clemente  XIV 
de  la  orden  de  los  jesuítas. 
774.  Revolución  en  Rusia. 

Publicación  de  la  Anatomía 
uteri,  de  William  Hunter. 


1770 
1770 


1771, 


1772. 


1763- 
1774. 


;28 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


1775- 


i775-I783 
1776. 


Benjamín  Jesty  vacuna  con- 
tra la  viruela. 

Priestley  descubre  el  amo- 
níaco. 

Scheele  descubre  el  cloro. 

Abraham  .  Chovet  explica 
Anatomía  en  Filadelfia. 

Lavoisier  descubre  y  define 
el  oxígeno. 

Pole  y  Dobson  encuentran 
la  glucosa  en  la  orina. 

Es  nombrado  John  Morgan 
director  general  del  ejér- 
cito americano. 

Revolución  americana. 

Publicación  de  First  Lines, 
de  Cullen. 

Jasser  realiza  con  éxito  la 
operación  de  la  apófisis 
mastoides. 

Scheele  y  Bergmann  descu- 
bren el  ácido  úrico  en  los 
cálculos  vesicales. 

Publicación  de  la  clasifica- 
ción de  Plenck  de  las  en- 
fermedades de  la  piel. 

Cruikshank  descubre  que  los 
nervios  seccionados  pue- 
den crecer  en  ambos  ex- 
tremos. 
1 776- 1 805.  Pandemia  de  escarlatina  en 
ambos  hemisferios. 

Lavoisier  describe  el  cambio 
de  gases  en  la  respiración. 

Sigault  realiza  la  sinfisioto- 
mía. 

Publicación  de  las  investiga- 
ciones efectuadas  en  los 
hospitales  y  prisiones  por 
John  Howard. 

Escuela  de  veterinarios  mili- 
tares en  Viena. 

Es  elegido  William  Shippen 
romo  director  general  del 
1  apartamento  médico  del 
Ejército  americano. 

El  conde  Rumford  investiga 
los  equivalentes  mecáni- 
cos del  calor. 

C.  C.  von  Siebold  realiza  la 
sinfisiotomía  en  Alemania. 

William  Brown  publica  la  pri- 
mer farmacopea  america- 
na en  Filadelfia. 

Fundación  de  la  Universidad 
de  Palermo. 

|.  P.  Frank  publica  el  primer 
ema  <1<:  higiene  pública 
vol.  1,  24  abril  1. 

Bylon  de  Java  describe  el 
dengue. 


1777. 


177K. 


'779- 


William  Wright, de  Edimbur- 
go, aplica  las  duchas  esco- 
cesas. 

Ingen  Housz  descubre  que 
las  plantas  desprenden 
anhídrido  carbónico. 

Pott  describe  las  deformida- 
des y  parálisis  de  la  caries 
espinal. 

Publicación  de  la  Memoria 
de  Mesmer  sobre  el  mag- 
netismo animal. 

1780.  Establecimiento  de  una  cáte- 

dra de  clínica  médica  en  la 
Universidad  de  Oxford. 

Inauguración  de  la  Universi- 
dad de  Munster. 

Publicación  de  la  Memoria  de 
Chabert  sobre  el  carbunco 
animal. 

Benjamín  Franklin  inventa 
las  lentes  bifocales. 

Fundación,  en  Boston,  de  la 
Academia  de  Artes  y  Cien- 
cias. 

1 78 1.  .      Cavendish  efectúa  la  síntesis 

del  agua. 

Publicación  de  la  Critica  dé- 
la razón  pura,  de  Kant. 

Fundación  de  la  Sociedad 
Médica  de  Massachu- 
setts. 

Fundación  de  la  Universidad 
de  Georgetow  (D.  C.) 

1782.  Fundación  del  Departamen- 

to Médico  de  la  Universi- 
dad de  Flarvard. 

La  Universidad  de  Inns- 
bruck es  reducida  a  la  ca- 
tegoría de  liceo  por  Jo- 
seph II. 

Separación,  en  Austria,  de  los 
barberos  y  los  cirujanos. 

Publicación  de  las  transac- 
tions de  la  Royal  Society 
de  Edimburgo. 
1785.  Lavoisier  realiza  el  análisis 
del  agua  y  destruye  la  teo- 
ría del  flogisto. 

Marschal  (Estrasburgo)  ex- 
cinde  un  útero  canceroso 
prolapsado. 

Inauguración  del  Algemeines 
Krankenhaus  de  Viena  (16 
agosto). 

Goethe  descubre  el  hueso  in- 
termaxilar. 

Cotugno  descubre  el  líquido 
céfalo-raqufdeo. 

Cavendish  descubre  el  hidró- 
geno. 


1783- 

1783- 
1783- 
1784- 


APÉNDICES 


529 


Fundación  del  Real  Colegio 
de  Cirujanos  de  Irlanda. 

Es'ablecimiento  del  Josephi- 
num,  en  Viena. 

Fowler  introduce  el  arsenia- 
to  potásico  (Disolución  de 
Fowler). 

John  Hunter  descubre  la  cir- 
culación colateral  e  idea  la 
ligadura  proximal  en  el 
tratamiento  de  los  aneu- 
rismas. 

Publicación  del  tratado  de 
Withering  sobre  la  digital. 

Charles  White  describe  la 
flegmasía  alba  dolens. 

Sir  Gilbert  Blane  publica  un 
tratado  de  medicina  naval. 

1785.  Establecimiento   de  una' cá- 

tedra de    Anatomía    en  la 
Universidad  de  Dublin. 
Fundación  de  la  Universidad 
de  Georgia  (Estados  Uni- 
dos). 

1786.  Publicación    del   Tratado    de 

enfermedades   venéreas ,  de 
John  Hunter. 

Parry  describe  el  bocio  ex- 
oftálmico. 

Lettsom  describe  el  alcoho- 
lismo y  los  vicios  farmaco- 
lógicos. 

P.  F.  Moreau  excinde  la  ar- 
ticulación del  codo. 

Fourcroy  y  Thouret,  el  adi- 
pocere. 

Publicación   de  las    transac- 
tions del  Real  Colegio  de 
Médicos  de  Londres. 
1887.  Fundación    del    Golegio    de 

Médicos  de  Filadelfia. 

Publicación  del  atlas  de  los 
linfáticos,  de  Mascagni. 

Abolición,  en  Würzburg,  del 
gremio  de  bañeros. 

1788.  La  Universidad  de  Lo  vaina 

se  traslada  a  Bruselas. 
Pandemia  gripal  en  Europa. 

1789.  John   Hunter  describe  la  in- 

tussuscepción. 

Mathew  Baillie  describe  los 
quistes  dermoideos  del  ova- 
rio. 

Fundación  de  la  Sociedad 
Médica  de  Delaware. 

Fundación  de  la  Sociedad 
Médica  de  Carolina  del  Sur. 
1789-99.      Revolución  francesa. 

1790.  Se  crean  Escuelas  Reales  de 

Veterinaria    en    Berlín    y 
Munich. 


Publicación,  en  New-York, de 
un  periódico  médico. 
1 79 1.  Soemmerring  publica  el  pri- 

mer volumen  de  su  Anato- 
mía. 

La  Universidad  de  Innsbruck 
es  restaurada  a  su  antiguo 
rango. 

Fundación  de  la  Sociedad 
Médica  deNew-Hampshire. 

Establecimiento  en  Londres 
del  Real  Colegio  de  Vete- 
rinaria. 

Fundación  del  Real  Hospital 
Marítimo  para  escrofulosos 
en  Margate. 
1791-99.  William  Baynham,  de  Virgi- 
nia ,  efectúa  operaciones 
para  el  embarazo  extraute- 
rino. 
1  792.  Publicación  de  los  ensayos  de 

Galvani  acerca  de  la  elec- 
tricidad animal. 

pila  voltaica. 

Fodéré  publica  un  tratado 
del  bocio  y  del  cretinismo. 

Publicación  de  la  Historia  de 
la  Medicina,  de  Sprengel. 

Fundación  de  la  Sociedad 
médica  de  Connecticut. 

Máquina  para  desmotar  el 
algodón  (Eli  Whitney). 

Establecimiento  de  la  Repú- 
blica francesa  (21  setiem- 
bre). 

1793.  Publicación   de  la  Anatomía 

Pat  o  log  ica,    de    Matthew 
Baillie. 

Benjamín  Bell  establece  la 
distinción  entre  la  bleno- 
rragia y  la  sífilis. 

Matthew   Carey   describe  la 
epidemia  de  fiebre  amari- 
lla en  Filadelfia. 
1 793-94.      El  terror  en  Francia. 

1794.  Lavoisier  es  guillotinado  (8 

de  mayo). 

John  Hunter  publica  trata- 
dos de  la  sangre,  de  la  in- 
flamación y  de  las  heridas 
por  arma  de  fuego. 

John  Hunter  describe  trans- 
plantaciones de  los  tejidos 
animales. 

Dalton  describe  la  acroma- 
topsia  (ceguera  de  los  co- 
lores) [31  octubre]. 

Publicación  de  las  Tabulae 
nevrologicae,  de  Scarpa. 

Publicación  de  la  Zoonomía, 
de  Erasmo  Darwin. 


Historia  db  la   Mbdioiha. 


34 


530 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


1796 
1797 


Creación  en  París  de  l'Ecole 

de  Santé. 
Gumpert    publica    el    texto 

griego  de  Asclepíades. 

1795.  El  cirujano   general  Gorcke 

funda  la  Kaiser  Wilhelms 

Akademie  de  Berlín. 
Fundación  del    Instituto    de 

Francia. 
Fundación  en  Londres  de  la 

Sociedad  Abernethiana. 

1796.  Jenner    vacuna     a    William 

Phipps  (14  mayo). 

Abernethy  realiza  la  primer 
ligadura  de  la  arteria  ilía- 
ca externa. 

Wright  Post,  en  América,  liga 
con  éxito  la  arteria  tempo- 
ral. 

Fundación  de  la  Sociedad  de 
Medicina  en  París. 

Fiebre  amarilla  en  Boston. 
-1815.  Guerras  napoleónicas. 

Wollaston  descubre  el  ácido 
úrico  en  las  articulaciones 
afectas  de  gota. 

Currie  publica  sus  estudios 
de  hidroterapia  en  la  fie- 
bre tifoidea. 

John  Rollo  defiende  la  dieta 
de  harinas  en  la  diabetes. 

Publicación   del  Medical  Re- 
pository (New- York). 
99.      Fiebre    amarilla   en    Fila- 
delfia. 

Publicación  de  las  Investiga- 
ciones^ de  Jenner. 

Publicación  de  los  Estudios 
de  la  población,  de  Malthus. 

Fundación  de  la  Facultad 
Médico-Quirúrgica  de  Ma- 
ryland. 

Fundación  .en  San  Peters- 
burgo  de  la  Academia  Im- 
perial Médico-Militar. 

John  Haslam  describe  la  pa- 
rálisis general. 

Organización  de  la  Escuela 
Médica  del  Darmouth  Co- 
llege. 

Invención  del  alumbrado  por 
el  ^as. 
1  798- 1 82 1.  Publicación   del    Tratado  de 
/'enfermedades  de  la  piel,  de 
Villan. 
1799.  De  Carro   introduce  la  vacu- 

nación dejenneren  elCon- 
tinente  y  en  Asia. 

Matthew  Baillit  describe  la 
endocarditis. 

E  Btablecimiento  en  I  rlasgow 


1797 
1798 


de  la  Escuela  Médica  del 
Anderson's  College. 
Acta  del  Congreso  de  los 
Estados  Unidos,  relativa  a 
los  pasaportes  de  cuaren- 
tena. 
1799-1804-  Napoleón,  primer  Cónsul. 

1800.  Decreto   en   favor  del  Real 

Colegio  de    Cirujanos   de 

Londres. 
Publicación   del   Tratado   de 

las  membranas,  de  Bichat. 
Sir  Humphry  Davy  descubre 

los  efectos  anestésicos  del 

gas  hilarante. 
Benjamín  Waterhouse  intro- 
duce la  vacuna  jenneriana 

en  América. 
Publicación   de  la  Anatomía 

comparada,  de  Cuvier. 

1 80 1.  Pinel  publica   el  Tratado  de 

Psiquiatría. 
Thomas   Young   describe  el 

astigmatismo  e  instituye  la 

teoría  ondulatoria  de  la  luz. 
Publicación   de  la   Anatomía 

descriptiva,  de  Bichat. 
Soplete     de   oxihidrógeno 

(Hare). 

1802.  Publicación  de  los  Comenta- 

rios, de  Heberden. 

Fundación,  en  Francia,  del 
Consejo  General  de  Sa- 
nidad. 

Publicación  de  la  Anatomía 
general,  de  Bichat. 

Establecimiento  en  Londres 
de  un  hospital  para  enfer- 
mos febricitantes. 

1803.  Fundación   en   París   de   las 

Sociedades     anatómica     y 
farmacéutica. 
Otto   describe   la    hemofilia. 

1804.  Fundación,  por  Alejandro  I, 

de    las   Universidades    de 
Kasan  y  Charkov. 

Danton  establece  la  teoría 
atómica. 

Scarpa  describe  la  arterie- 
esclerosis. 

Fundación  en  Londres  del 
Real  Hospital  Oftalmoló- 
gico. 

Creación  del  Museo  Médico 
de  Filadelíla. 
1804-15.       Napoleón,     emperador     de 
Francia. 

1805.  Batalla  de  Trafalgar. 
Sertttrner  aisla  la  morfina. 
Vietisseux   describe   la    me- 
ningitis cerebroespinal. 


APÉNDICES 


S3» 


1806.  Fin  del  Sacro  Romano  Im- 

perio. 
Fulton  inventa  el  barco  de 
vapor. 

1807.  Se    introduce  la    vacuna    en 

Baviera  y  Hesse. 

Percival  publica  un  código 
de  ética  médica. 

La  Universidad  de  Altdorf 
se  une  a  la  de  Erlangen. 

Se  funda  en  Baltimore  el  Co- 
legio Médico  de  Maryland. 

Davy  aisla  Na,  K,  Ca,  Mg, 
Sy  B. 

1808.  Fundación  de  las  Universi- 

dades de  Lyon  y  Cler- 
mont-Ferrand. 

Fundación  en  Erlangen  de  la 
Sociedad  Físico-Médica. 

Fundación  de  la  Sociedad 
Médica  de  Suecia. 

Fundación  de  la  Facultad  de 
Medicina  de  Río  Janeiro. 

Publicación  del  Tratado  de 
las  bronquitis,  de  Badham. 

1809.  Fundación,    por   Federico 

Guillermo  III  de  Prusia,  de 
la  Universidad  de  Berlín. 

McDowell  lleva  a  cabo  la  ova - 
riotomía. 

Allan  Burns  describe  la  en- 
docarditis. 

Soemmerring  inventa  la  te- 
legrafía eléctrica. 

Fundación   de    un    hospital 
francés  en  New- York. 
181  o.  Gall   y    Spurzheim   publican 

un  tratado  sobre  el  siste- 
ma nervioso. 

Hildebrand  publica  un  estu- 
dio del  tifus  y  de  la  fiebre 
tifoidea. 

Wells  describe  el  reumatis- 
mo del  corazón. 

Marzari  atribuye  la  pelagra  al 
maíz. 

Davy  analiza  el  sublimado 
corrosivo. 

Fundación  de  la  Escuela  Mé- 
dica de  Yale. 
1 8 1 1 .  Fundación  de  la  Universidad 

de  Cristianía. 

Napoleón  cierra  la  Universi- 
dad de  Salerno  (29  de  no- 
viembre). 

Sir  Charles  Bell  describe  las 
funciones  de  las  raíces 
nerviosas  de  la  médula  es- 
pinal. 

Establecimiento  del  Hospital 
general    de  Massachusetts. 


1813. 


1814. 


1815. 


1S16. 


1816-30. 
1817. 


Fundación  de  la  Universidad 
de  Genova. 

Parkinson  describe  la  apen- 
dicitis  perforativa. 

Legallois  describe  la  acción 
del  vago  en  la  respiración. 

Fundación,  en  Filadelfia,  de 
la  Academia  de  Ciencias 
Naturales. 

Establecimiento  del  Hospi- 
tal de  Bellevue  en  New- 
York. 

Sutton  establece  diferencias 
entre  el  delirium  tremens  y 
la  frenitis. 

Ling  inventa  la  gimnasia 
sueca. 

Fundación,  en  Londres,  del 
Real  Hospital  de  enferme- 
dades del  tórax. 

Stephenson  inventa  la  loco- 
motora. 

Confederación  alemana. 

Batalla  de  Waterloo. 

Davy  inventa  la  lámpara  de 
seguridad  para  las  minas 
de  carbón. 

La  Universidad  de  Witten- 
berg se  traslada  a  Halle. 

Laennec  descubre  la  auscul- 
tación mediata  (i.°  mayo). 

Lisfranc  realiza  la  desarticu- 
lación tarsometarsiana. 

Se  crea  una  cátedra  especial 
de  Obstetricia  en  la  Uni- 
versidad de  Glasgow. 

Fundación  de  la  Universidad 
de  Gante. 

Delpech  realiza  la  tenotomía 
subcutánea. 

Fundación  del  Real  Hospital 
de  Otología  en  Londres. 

Pandemia  del  cólera. 

Fundación  de  la  Universidad 
de  Lieja. 

Pelletier  aisla  la  emetina. 

Establecimiento,  en  Berlín, 
del  Friedrich  Wilhelm  Ins- 
tituí. 

Parkinson  describe  la  pará- 
lisis agitante. 

John  King  publica  una  obra 
sobre  el  embarazo  extra- 
uterino. 

Sir  Astley  Cooper  liga  la 
aorta  abdominal. 

Fundación  de  la  Universidad 
de  Bonn,  por  Federico 
Guillermo  III  de  Prusia. 

De  Riemer  inventa  los  cor- 
tes congelados. 


532 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


1820. 


1S21. 


Valentine  Mott  liga,  con  éxi- 
to, la  arteria  innominada, 

Thenard  descubre  el  peróxi- 
do de  hidrógeno. 

Pelletier  y  Caventou  aislan  la 
estricnina. 
181 9.  Fundación  de  la  Universidad 

de  San  Petersburgo,    por 
Alejandro  I. 

Barcos  de  vapor  cruzan  el 
Océano  Atlántico. 

John  Bostock  describe  la  fie- 
bre del  heno. 

Pelletier  y  Caventou  aislan 
la  quinina. 

Fundación  del  Colegio  Médi- 
co de  Ohio. 

Fundación  de  la  Sociedad 
Médica  del  distrito  de  Co- 
lumbia. 

Fundación  de  la  Academia 
de  Medicina  en  París. 

Coindet  emplea  el  iodo  en  el 
bocio. 

Publicación  del  Tratado  de 
Otología,  de  Itard. 

Fundación  del  McGill  College 
y  Universidad  en  Montreal. 

Fundación  del  Colegio  de 
Farmacia  de  Filadelfia. 

1822.  Magendie  demuestra  la   ley 

deBell  de  las  raícesnervio- 

sas  de  la  médula  espinal. 
Fundación  de  la  Asociación 

Británica  para   el  fomento 

de  las  Ciencias. 
Fundación  de  la  Asociación 

Alemana  de  naturalistas  y 

médicos. 
James    Jackson    describe  la 

neuritis  alcohólica. 

1823.  Purkinje    hace   investigacio- 

nes acerca  de  las  impre- 
siones digitales. 

Chevreul  investiga  las  grasas 
animales. 

Los  hermanos  Chevallier  in- 
ventan el  microscopio  acro- 
mático. 

1824.  Flourcns  publica  su  obra  de 

fisiología  cerebral. 

Prout  investiga  la  acidez  del 
jugo  gástrico. 

Sadi  Carnot  establece  la  se- 
cunda ley  de  la  termodi- 
námica. 

1825.  Fundación  (lela  Universidad 

(i«  Virginia. 

iblecimiento,  en  Filadel- 
fia, del  ( '«»!< ígio  Médico  de 
Jefferson. 


Bouillaud  describe  y  localiza 
la  afasia. 

Short  introduce  el  oleum  ti- 
glii  de  la  India. 

Hospital  para  afecciones  fe- 
briles en  New- York. 

1826.  Fundación  de  la  Universidad 

de  Munich  (Por  traslación 
de  la  Universidad  de  In- 
golstadt  a  Landshut). 

Traslación  de  la  Universidad 
de  Abo  (1640)  a  Helsing- 
ford. 

Laennec  da  su  clásica  des- 
cripción de  la  bronquitis 
y  de  otras  afecciones  torá- 
cicas. 

Dupuytren  describe  la  luxa- 
ción congenita  de  la  ca- 
dera. 

Calmeil  describe  la  parálisis 
general. 

1827.  Nacimiento  de   Lord  Lister 

(5  de  abril). 

Von  Baer  descubre  el  óvulo 
de  los  mamíferos. 

Richard  Bright  describe  la  ne- 
fritis esencial. 

Adams  describe  el  bloqueo 
del  corazón. 

Amici  y  Cuthbert  inventan  el 
microscopio   de   reflexión. 

1828.  Wohler  descríbela  síntesis  ar- 

tificial de  la  urea,  desde  el 
cianato  amónico. 

Piorry  inventa  el  plexímetro. 

Hodgkin  describe  la  insufi- 
ciencia aórtica. 

1829.  Louis  Braille  inventa  la  im- 

prenta para  los  ciegos. 

Benjamín  Babington  descri- 
be su  glotiscopio. 

Daguerre  inventa  la  fotogra- 
fía. 

1830.  J.  J.  Lister  perfecciona  el  mi- 

croscopio apocromático. 

Steinheim  describe  la  te- 
tania. 

Kopp  describe  la  muerte  tí- 
mica. 

Priessnitz     funda     estableci- 
mientos hidroterápicos. 
48.      Reinado  de  Luis  Felipe. 

Guthrie,  Liebig  y  Soubeirad 
descubren    el    cloroformo 

Liebig  a  nal  i/a  la  acetona 
(Boyle,  1661). 

Fundación  de  las  l  Iniversida- 
dcs  de  Kiew   y  de    Zurich. 

Fundación   de    la  Asociación 

Médica  Británw  a. 


[830- 

1831. 


1832. 


APÉNDICES 


533 


Faraday  describe  la  induc- 
ción galvánica  y  magné- 
tica. 

Publicación  del  acta  sobre 
anatomía  en  Inglaterra. 

Hodgkin  describe  el  liníade- 
noma. 

Corrigan  describe  la  insufi- 
ciencia aórtica. 

Fundación  del  hospital  de 
Obstetricia  en  Boston. 

Liebig  descubre  el  cloral. 

1833.  Publicación    del    Tratado  de 

Fisiología,    de    Johannes 

Müller. 
Marshall-Hall  estudia  la  ac- 
ción refleja. 
William    Beaumont    publica 

sus  experimentos  sobre  la 

digestión. 
Geiger    y    Hesse    aislan    la 

atropina. 
Lobstein  describe  la  osteop- 

sathirosis. 

1834.  Fundación  de  las  Universi- 

dades de  Berna  y  de  Bru- 
selas. 

Fundación  de  la  Real  Socie- 
dad Estadística  de  Lon- 
dres. 

Dumas  obtiene  el  clorofor- 
mo puro,  dándole  nombre. 

Fundación  de  la  Universi- 
dad de  Tulanes,  en  Nueva 
Orleans. 

1835.  Fundación,  por  Louis,  de  las 

estadísticas  médicas. 

Malcolmson  describe  el  beri- 
beri. 

Cruveilhier  describe  la  es- 
clerosis en  placas. 

Fundación  del  Museo  Du- 
puytren. 

1836.  Los  hermanos  Weber  inves- 

tigan la  fisiología  de  la  lo- 
comoción. 

Schwann  descubre  la  pep- 
sina. 

Invención  de  la  prueba  de 
Marsh  para  el  arsénico. 

Fundación  de  la  Universi- 
dad de  Londres. 

Richard  Bright  describe  la 
atrofia  amarilla  del  hígado. 

Davy  descubre  el  acetileno. 

1837.  Gerhardt  establece  la  dife- 

rencia entre  el  tifus  y  la 
fiebre  tifoidea. 
Colles  establece  la  ley  de  la 
inmunidad  materna  en  la 
sífilis. 


Jacob  Henle  describe  los  te- 
jidos epiteliales. 

Schonlein  describe  la  pelio- 
sis  reumática. 

Fundación  del  Rush  Medical 
College  (Chicago). 

Fundación  en  Viena  de  K.  k. 
Gesellschaft  der  Aerzte 

1838.  Refundición  de  la  Universi- 

dad de  Mesina. 

Schleiden  describe  las  célu- 
las vegetales. 

Ehrenberg  publica  un  trata- 
do de  infusorios. 

Publicación  del  Tratado  de 
los  tumores,  de  Johannes 
Müller. 

Mettauer  realiza  afortunadas 
operaciones  de  fístula  ve- 
sicovaginal. 

Fundación  del  Real  Hospital 
Ortopédico. 

1839.  Schwann  publica  su  Tratado 

de  la  teoría  celular. 

Publicación  del  Tratado  de 
percusión  y  auscultación,  de 
Skoda. 

Publicación  del  primer  vo- 
lumen de  la  obra  de  Littré 
sobre  Hipócrates. 

Primer  periódico  de  odon- 
tología (New-York). 

Rowland  Hill  inventa  los  se- 
llos de  correos. 

1840.  Jacob  Heine  describe  la  po- 

liomielitis infantil. 

Basedow  describe  el  bocio 
exoftálmico. 

Fundación  de  la  primera  es- 
cuela y  de  la  primer  so- 
ciedad odontológicas  en 
Baltimore. 

1 84 1.  Publicación   de  la  Anatomía 

general,  de  Henle. 

1842.  J.  R.  Mayer  establece  la  ley 

de  la  conservación  de  la 
energía. 

Long  realiza  la  anestesia  por 
medio  del  éter. 

Wohler  describe  la  síntesis 
del  ácido  hipúrico  desde 
el  ácido  benzoico. 

Dieffenbach  publica  su  Tra- 
tado del  estrabismo. 

1843.  O.  W.   Holmes  establece  la 

contagiosidad  de  la  fiebre 
puerperal. 

Cari  Ludwig  investiga  el  me- 
canismo de  la  secreción 
urinaria. 

Küchler  idea  la  prueba   de 


534 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


los  caracteres  de  imprenta 
para  el  examen  de  la  agu- 
deza visual. 

Simpson,  Huguier  y  Kiwisch 
inventan  la  sonda  uterina. 

Fundación  de  la  Sociedad  de 
Cirugía  de  París. 

1844.  Rokitansky  demuestra  la  na- 

turaleza   tuberculosa    del 
mal  de  Pott. 
Fundación    de   la    Sociedad 
de     Patología    de     New- 
York. 

1845.  Virchow   demuestra  que    la 

embolia  es  la  causa  de  la 
puemia. 

Virchow  y  Hughes  Ben  net 
describen  la  leucemia. 

Andrew  Buchanan  investi- 
ga la  coagulación  de  la 
sangre. 

Langenbeck  descubre  el  ac- 
tinomices. 

Francis  Rynd  (Dublin)  em- 
plea las  inyecciones  hipo- 
dérmicas  para  calmar  el 
dolor. 

1846.  Los  hermanos  Weber  descu- 

bren la  acción  inhibitoria 
del  nervio  vago. 

Morton  inventa  la  anestesia 
por  el  éter. 

Kolliker  describe  los  múscu- 
los estriados. 

Marion  Sims  inventa  el  es- 
péculum  vaginal. 

Claudio  Bernard  descubre  la 
función  digestiva  del  pán- 
creas. 

Stokes  describe  el  bloqueo 
del  corazón. 

Elias  Howe  patentiza  la  má- 
quina de  coser. 

Fundación  de  la  Institución 
Smithsoniana  de  Washing- 
ton. 

1847.  Helmholtz  publica  su  Trata- 

do de  la  conservación  de  la 

energía. 
Sir  J.    Y.    Simpson   aplica   la 

anestesia    del    cloroformo 

en  obstetricia. 
Semmelweiss  des  cub  re*  la 

caiba    <1<     la    fiebre   puer- 

peral. 
Carl    Ludwig  inventa  el  ky- 
mograph. 
Gerlacb  inyecta  Los  capilares 

I  on  1  armín. 

Funda*  ion  de  la  Asocia»  ion 
Médi<  a  Americana. 


Fundación  de  la  Real  Acade- 
mia de  Ciencias  de  Viena. 

Fundación  de  la  Academia 
de  Medicina  de  New- 
York. 

O.  W.  Holmes  señala  a  Park- 
man  como  profesor  de 
Anatomía  en  Harvard. 

1848.  Helmholtz  localiza  el  origen 

del  calor  animal  en  los 
músculos. 

Claudio  Bernard  descubre  la 
función  glucogénica  del  hí- 
gado. 

Du  Bois  Reymond  publica 
un  Tratado  de  electricidad 
animal. 

Fundación  de  la  Sociedad  de 
Biología  de  París. 

Fundación  de  la  Asociación 
Americana  para  el  fomen- 
to de  las  Ciencias. 

Actas  inglesas  creando  Ins- 
titutos generales  y  locales 
de  Sanidad. 
1848-52.      Segunda   República  Fran- 
cesa. 

1849.  Addison  describe  la  anemia 

perniciosa  progresiva  y  la 
afección  de  las  cápsulas 
suprarrenales. 

Claudio  Bernard  produce 
diabetes  puncionando  el 
suelo  del  cuarto  ventrículo. 

Marion  Sims  opera  la  fístula 
vesicovaginal. 

J.K.  Mitchell  publica  un  Ira- 
lado  sobre  el  origen  crip  lo- 
gan/ático  de  la  fiebre  palú- 
dica. 

Millón  inventa  un  reactivo 
para  las  substancias  pro- 
teicas. 

Hutchinson  inventa  el  espi- 
rómetro. 

Fundación  de  la  Universidad 
de  Wisconsin. 

1850.  Helmholtz  mide  la  velocidad 

de  la  corriente  neurosa. 

Waller  establece  la  ley  de  la 
degeneración  de  los  ner- 
vios espinales. 

Daniel  Drake  publica  un 
Tratado  de  las  enfermeda- 
des del  valle  del  Misis/pi. 

William  Detmold (New-York) 
opera  los  abscesos  del  ce- 
rebro. 

1851.  Helmholtz   inventa    el    oftal- 

moscopio. 
<  llaudio   Bernard  expone  la 


APÉNDICES 


535 


función  vasomotora  de  los 
nervios  simpáticos. 

Ludwig  y  Rahn  investigan 
los  nervios  de  la  secreción 
salivar. 

Falret  describe  la  locura  cir- 
cular. 

Nelaton  describe  el  hemato- 
cele pélvico. 

1852.  Pravaz  inventa  la  jeringa  de 

inyecciones    hipodérmica. 
Congreso    Internacional    de 

Higiene  de  Bruselas. 
Publicación  del    Tratado   de 

Histología,  de  Kolliker. 
Pirogoff  emplea   los    cortes 

congelados  en  su  Anatome 

topographica. 
1 852-70.      Segundo  Imperio  en  Francia. 

1853.  Marion  Sims  publica  un  Tra- 

tado de  la  fístula  vesicova- 
ginal. 

Cohn  demuestra  la  naturale- 
za vegetal  de  las  bacterias. 

Gilman  Kimball   excinde  el 
útero  por  fibromioma. 
'853-56.      Guerra  de   Crimea-Florence 
Nightingale. 

1854.  Graefe  funda  los  Archiv  für 

Ophthalmologic 

Fundación  de  la  Universidad 
de  Marsella. 

Virchow  describe  la  neuro- 
glia. 

Claudio  Bernard  descubre  la 
función  de  los  nervios  va- 
sodilatores. 

Hermann  Brehmer  inaugura 
el  sanatorio  de  tuberculo- 
sos de  Gorbersdorf. 

1855.  Manuel  García  inventa  el  la- 

ringoscopio, 

Adisson  publica  una  Memo- 
ria de  enfermedades  de 
las  cápsulas  suprarrenales. 

Marion  Sims  funda  el  hospi- 
tal de  Ginecología  de  la 
ciudad  de  New- York. 

Graefe  inventa  la  iridec- 
tomía. 

Bessemer  inventa  el  proce- 
dimiento de  obtener  el 
acero,  y  Bunsen,  el  me- 
chero de  su  nombre. 

Exposición  de  París. 

1856.  Sir  W.  H.  Perkin  ( 1 838- 1 907) 

obtiene  las  materias  colo- 
rantes de  las  anilinas  (pro- 
ductos de  la  brea  del  car- 
bón de  piedra). 
Panum  investiga  los  produc- 


tos químicos  de  la  putre- 
facción. 
Publicación   del    Tratado  de 
jurisprudencia   médica,    de 
Casper. 

1857.  Graefe  inventa  la  operación 

del  estrabismo. 

Bouchut  realiza  la  intubación 
laríngea. 

Fundación  de  la  Universi- 
dad de  Chicago. 

Fundación  de  la  Sociedad  de 
Patología  de  Filadelfia. 

1858.  Publicación  de  la  Patología 

celular,  de  Virchow. 

Claudio  Bernard  descubre 
los  nervios  vasoconstricto- 
res y  vasodilatadores. 

Niemann  aisla  la  cocaína  en 
el  laboratorio  de  Wóhler. 

Pettenkofer  demuestra  que 
las  sólidas  paredes  son 
permeables  al  aire. 

Kekulé  demuestra  la  cuadri- 
valencia  del  carbono. 

1859.  Publicación  del  Origen  de  las 

especies,  de  Darwin. 

Kirchhoff  y  Bunsen  descu- 
bren el  análisis  espec- 
tral. 

Graefe  describe  la  embolia 
de  la  retina. 

Landry  describe  la  parálisis 
ascendente  aguda. 

Pflüger  publica  unajMemoria 
sobre  el  electrotono. 

Florence  Nightingale  publi- 
ca sus  Notas  para  enfer- 
meras. 

Kolbe  sintetiza  el  ácido  sali- 
cílico. 
i860.  Lemaire  señala  las  propieda- 

des antisépticas  del  ácido 
fénico. 

Czermak  inventa  la  rinos- 
copia. 

Donders  aplica  las  lentes  ci- 
lindricas y  prismáticas  al 
tratamiento  del  astigma- 
tismo. 

Zenker  describe  la  triqui- 
nosis. 

Meniere  describe  el  vértigo 
auricular. 

Fundación  de  la  Sociedad 
Médica  de  Berlín. 

Fundación  de  la  Universidad 
de  California. 
1 86 1.  Ernst  Brand  aplica  la  hidro- 

terapia  al  tratamiento  de 
la  fiebre  tifoidea. 


536 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


1861-65, 


186: 


1863. 


1864. 


1865. 


Pasteur  descubre  las  bacte- 
rias anaerobias. 

E.  B.  Wollcott  (Milwaukee) 
hace  la  primera  extirpa- 
ción de  un  tumor  renal. 

Max  Schultze  define  el  pro- 
toplasma  y  la  célula. 

Broca  descubre  el  centro  del 
lenguaje  en  el  cerebro. 

Buckmunster  Brown  estable- 
ce el  hospital  Samaritano 
(New-York). 

Guerra  Civil  en  los  Estados 
Unidos. 

Raynaud  describe  la  gangre- 
na simétrica. 

Donders  publica  estudios 
del  astigmatismo  y  pres- 
biopia. 

V.  von  Bruns  lleva  a  cabo  la 
primer  operación  laríngea 
con  laringoscopio. 

Winternitz  y  Oppolzer  fun- 
dan el  primer  estableci- 
miento hidroterápico  de 
Viena. 

Publicación  del  Tonempfi?i- 
dungen,  de  Helmholtz. 

Voit  y  Pettenkofer  publican 
investigaciones  del  meta- 
bolismo de  la  respiración. 

William  Banting  publica  sus 
Cartas  sobre  la  corpulen- 
cia. 

Pasteur  investiga  las  enfer- 
medades del  gusano  de 
seda. 

Donders  publica  un  Tratado 
de  anomalías  de  la  acomo- 
dación y  de  la  refracción. 

Traube  investiga  la  patolo- 
gía de  la  fiebre. 

Publicación  del  Manual  de 
Higie?ie  práctica,  de  Par- 
kers. 

Convención  de  Ginebra. 

Le  Verrier  funda  la  Asocia- 
ción Francesa  para  el  Pro- 
greso de  las  Ciencias. 

I'  oxidación  de  la  Universidad 
de  Odesa. 

I  Diversidad  de  Cornell,  fun- 
dada en  [taca.   ' 

VeC  v  I. «ven  aislan  la  ese- 
rina. 

Gregor   Mendel    publica   su 

Memoria  sobre  el  hibridis- 
mo  vegetal. 

Villemii)  demuestra  La  infec- 
ciosidad  de  La  tuberculo- 

1  . 


Fundación  del  hospital  de 
Chicago  para  mujeres. 

1866.  Guerra   de  los    Siete   Años 

(austro-prusiana). 

Voit  establece  el  primer  la- 
boratorio de  higiene  en 
Berlín. 

Ludwig  y  Cyon  investigan 
los    nervios   vasomotores. 

Marion  Sims  publica  las  no- 
tas clínicas  de  cirugía  del 
útero. 

Graefe  describe  la  oftalmia 
simpática. 

1867.  Lister  inventa  la   antisepsia 

quirúrgica. 

Helmholtz  publica  el  Trata- 
do de  óptica  fisiológica. 

Kussmaul  inventa  el  catete- 
rismo del  estómago. 

Moritz  Traube  estudia  las 
membranas  semipermea- 
bles. 

Primer  Congreso  Médico  In- 
ternacional de  París. 

Los  hermanos  Siemens  in- 
ventan la  dínamo. 

Apertura  del  Canal  de  Suez 
y  del  ferrocarril  del  Pa- 
cífico. 

1868.  Fundación  déla  Universidad 

de  Tokyo. 

Publicación  de  la  Natürliche 
&chópfu?igsgeschichte. 

Meyer,  de  Copenhague,  des- 
cribe las  vegetaciones  ade- 
noideas. 

1869.  Fundación  de  la  Universidad 

de  Varsovia. 

Esmarch  inventa  el  vendaje 
de  urgencia. 

Virchow  recomienda  la  ins- 
pección médica  de  las  es- 
cuelas. 

Goltz  investiga  los  centros 
nerviosos  en  la  rana. 

Gustav  Simon  excinde  el 
riñon. 

(  >scar  Liebreich  demuestra 
los  efectos  hipnóticos  del 
hidrato  de  cloral. 

Fundación  del  Journal  of 
Obstetrics. 

Abolición  de  la  tortura  en  el 
I  lantén  de  Zug  (Suiza). 

1870.  Frítscfa  e  HiUig  investigan  la 

loralización  de  las  funcio- 
nes del  cerebro.    . 

Thomas  efectúa  la  ovarioto- 
mía  vaginal. 

Saemisch   describe  La    Alce- 


APÉNDICES 


537 


ra  serpigmosa   de  la  cór- 
nea. 
1870-71.      Guerra     Franco-Prusiana 
(Prueba  de  la  vacunación). 

1 87 1.  Establecimiento  del  Imperio 

alemán  y  de  la  República 
francesa. 

Publicación  del  Origen  del 
hombre,  de  Darwin. 

Weigert  colorea  las  bacte- 
rias con  carmín. 

Creación  de  la  Oficina  del 
Gobierno  Local  en  Ingla- 
terra. 

Fundación  del  hospital  Or- 
topédico de  New-York. 

1872.  Reapertura   de  la  Universi- 

dad de  Estrasburgo. 

Fundación  de  la  Universidad 
de  Adelaida  (Australia). 

Abbe  inventa  los  objetivos 
de  inmersión  homogénea 
(en  aceite). 

Battey  realiza  la  ovariotomía 
normal. 

Noeggerath  describe  los 
efectos  de  la  gonococia  la- 
tente en  la  mujer. 

Publicación,  en  Inglaterra, 
del  Acta  de  protección  a 
la  infancia. 

1873.  Fundación  de  la  Universidad 

de  Ginebra. 

Obermeier  descubre  el  espi- 
rilode  la  fiebre  recurrente. 

Esmarch  inventa  su  vendaje 
hemostático. 

Gull  describe  el  mixedema. 

Billroth  excinde  la  laringe. 

Schwartze  y  Eysell  realizan 
la  operación  de  la  mas- 
toides. 

Cuignet  idea  la  retinosco- 
pia. 

Comienza  la  canalización  de 
Berlín. 

Organización  de  la  Socie- 
dad Laringológica  de  New- 
York. 

Revacunación  demostrativa 
en  Alemania. 

1874.  Conferencia    del    cólera    en 

Viena. 

Servicio  postal  internacional. 

Publicación  de  la  Loi  Rous- 
sel  para  la  protección  de 
la  infancia  (Francia). 

Ehrlich  idea  las  preparacio- 
nes secas  de  sangre,  e  in- 
venta métodos  de  colora- 
ción. 


Kahlbaum  describe  la  cata- 
tonía. 

Willy  Kühne  descubre  la 
tripsina. 

1875.  Fundación  de  las  Universi- 

dades de  Lemberg  y  Czer- 
nowitz. 

Landois  demuestra  la  hemo- 
lisis de  la  transfusión  de 
sangre  heteróloga. 

Sir  Thomas  Barlow  describe 
el  escorbuto  infantil. 

Losch  observa  las  amebas  en 
la  disentería. 

Weir  Mitchell  idea  la  cura 
por  reposo. 

Inspección  de  los  alimentos 
en  Alemania. 

Acta  de  la  salud  pública  en 
Inglaterra. 

Acta  de  la  adulteración  de 
los  alimentos  en  Inglate- 
rra (11  agosto), 

Fundación  de  la  Biblioteca 
Médica  de  Boston. 

1876.  Fundación,     en    Berlín,    del 

Instituto  Imperial  de  Hi- 
giene (30  abril). 

Fundación,  en  Londres,  del 
Instituto  Real  de  Sanidad. 

Fundación  de  la  Universidad 
de  Johns  Hopkins. 

Fundación  de  la  Real  Aca- 
demia de  Medicina  de 
Roma. 

Fundación  de  la  Sociedad 
Fisiológica  de  Londres. 

Congreso  Internacional  de 
Higiene  de  Bruselas. 

Sayre  inventa  el  corsé  de 
yeso  para  las  deformida- 
des de  la  columna  verte- 
bral. 

Kolbe  aisla  el  ácido  salicí- 
lico. 

Lombroso  publica  su  Trata- 
do del  hombre  criminal. 

Paquelin  inventa  el  cauterio. 

Porro  idea  la  operación  ce- 
sárea con  excisión  de  los 
anexos. 

Koch  cultiva  la  bacteria  del 
carbunco  en  medios  artifi- 
ciales. 

Peter  Dettweiler  trata  la  ti- 
sis en  Falkenstein  por  la 
cura  de  reposo  al  aire  li- 
bre. 

Bell  inventa  el  teléfono. 

Fundación  de  la  Universidad 
de  Amsterdam. 


538 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


1877.  Pasteur   descubre  el   bacilo 

del  edema  maligno. 

Ernst  Bergmann  introduce 
el  sublimado  corrosivo  en 
la  antisepsia. 

Be'zold   describe   la    mastoi- 
ditis. 
1877-78.       Guerra  turco-rusa. 

1878.  Koch  descubre  las  causas  de 

las  infecciones  traumáti- 
cas. 

W.  A.  Freund  excinde  el 
útero  canceroso. 

Congreso  Internacional  de 
Higiene  de  París. 

1879.  Neisser   descubre    el    gono- 

coco. 

Nitze  inventa  el  cistosco- 
pio. 

Publicación  de  la  ley  alema- 
na de  alimentos. 

1880.  Pasteur  aisla  el  estreptococo 

y  el  estafilococo. 

Eberth  aisla  el  bacilo  de  la 
fiebre  tifoidea. 

Sandstrüm  describe  las  glán- 
dulas paratiroideas. 

Publicación  de  la  Embriolo- 
gía, de  Balfour. 

Mosetig  Moorhof  introduce 
el  iodo  en  cirugía. 

Billings  publica  el  volumen 
primero  del  Index  Catalog. 

Fundación  de  la  Asociación 
Quirúrgica  Americana. 
881.  Laverán  descubre  el  parási- 

to del  paludismo. 

Billroth  reseca  el  píloro. 

Czerny  describe  la  excisión 
vaginal  de  los  tumores 
uterinos. 

Hahn  realiza   la  nefropexia. 

Wolfier  inventa  la  gastroen- 
terostomy. 

Medin  descubre  la  naturale- 
za epidémica  de  la  polio- 
mielitis. 

Koch  inventa  los  cultivos  en 
placas. 

Fundación  de  la  policlínica 
de  New- York. 

1882.  Koch  descubre  el  bacilo  de 

la  tuberculosis. 
Loflcr  descubre  el  bacilo  del 

muermo 
Walther  Flemming  investiga 

la  división  celular. 

Max   Sanger   perfecciona  la 

opera*  ion  cesárea. 
Langenbui  b  excinde  la  vesí 

eula  biliar. 


1883.  Edwin  Klebs  descubre  el  ba- 

cilo de  la  difteria. 

Pasteur  inventa  la  vacuna  an- 
ticarbuncosa. 

Unna  introduce  el  ictiol  en 
la  terapéutica. 

Lawson  Tait  opera  el  emba- 
razo extrauterino 

1884.  Koch  descubre  el  bacilo  del 

cólera  (2  febrero). 

Nicola'íer  descubre  el  bacilo 
tetánico. 

Credé  idea  las  instilaciones 
de  disolución  de  nitrato 
argéntico  en  las  conjunti- 
vitis infantiles. 

Ludwig  Knorr  prepara  la  an- 
tipirina. 

Baumann  descubre  el  sul- 
fonal, 

Cari  Koller  emplea  la  cocaí- 
na en  la  cirugía  ocular. 

1885.  O'Dwyer  perfecciona  el  en- 

tubamiento  laríngeo. 

YVeismann  publica  su  Memo- 
ria acerca  de  la  continui- 
dad del  plasma  germina- 
tivo. 

Ewald  y  Boas  idean  las  co- 
midas de  prueba. 

Weigert  inventa  la  colora- 
ción de  las  fibras  nerviosas 
por  medio  de  la  hemato- 
xilina. 

1886.  Escherich  descubre  el  Baci- 

llus coll. 

Von  Bergmann  idea  la  este- 
rilización en  cirugía  por 
medio  del  vapor  de  agua. 

Fitz  describe  la  patología  de 
la  apendicitis. 

Marie  describe  la  acromega- 
lia, estableciendo  sus  rela- 
ciones con  la  glándula  pi- 
tuitaria. 

Marcel  von  Nencki  intro- 
duce el  salol. 

Soxhlet  idea  la  esterilización 
de  la  leche  para  la  crianza 
de  los  niños. 

Cahn  y  Hepp  descubren  la 
acetanilida     (Gerhardt, 

1843)- 
R.  W.  Felkin  da  lecciones  de 
Medicina  tropical  en  Edim- 
burgo. 

1887.  Fundación  de  la  Universidad 

de  CI  ark   I  Worcester, 
Mass). 
Bruce  descubre   el  coco  de 
la  fiebre  de  Malta. 


APÉNDICES 


539 


Weichselbaum  descubre  el 
meningococo. 

D'Arsonval  introduce  la  te- 
rapéutica por  las  corrien- 
tes de  alta  frecuencia. 

Howard  Kelly  realiza  la  his- 
terorrafia. 

Gowers  y  Horsley  operan  en 
la  médula  espinal. 

Inauguración  del  Hospital  de 
la  Maternidad  de  Sloane. 

Fundación  de  la  Asociación 
Ortopédica  Americana. 

1888.  Fundación  de  la  Universidad 

de  Tomsk. 

Fundación  del  Instituto  Pas- 
teur. 

Roux  y  Yersin  investigan  las 
toxinas  de  la  difteria. 

Nuttall  descubre  el  poder 
bactericida  del  suero  san- 
guíneo. 

1889.  Inauguración  de  los  hospita- 

les de  Johns  Hopkins  y 
Eppendorf,  deHamburgo. 

Buchner  descubre  las  alexi- 
nas  (substancias  protecto- 
ras). 

Von  Mehring  y  Minkowski 
producen  experimental- 
mente  la  diabetes  pan- 
creática. 

Acta,  en  Inglaterra,  de  la  de- 
claración de  las  enferme- 
dades infecciosas. 

Behring  descubre  antitoxi- 
nas. 

1890.  Fundación  de  la  Universidad 

de  Lausana. 

Fundación,  en  San  Peters- 
burg©, del  Instituto  Impe- 
rial de  Medicina  Experi- 
mental. 

Behring  trata  la  difteria  con 
la  antitoxina. 

Koch  inventa  la  tuberculina. 

Acta  de  la  prevención  de  las 
enfermedades  infecciosas 
en  Inglaterra. 

Bowditch  demuestra  la  no 
fatigabilidad  del  nervio. 

Weigert  colorea  la  neuroglia 
con  violeta  de  metilo. 

1 89 1.  Inauguración  del  Instituto  de 

Enfermedades  infecciosas 
de  Berlín,  bajo  la  direc- 
ción de  Koch. 
Fundación,  en  Londres,  del 
Instituto  de  Medicina  pre- 
ventiva  (Instituto  Lis- 
ter). 


Waldeyer  funda  la  teoría  de 

la  neurona. 
Quincke  inventa  la  punción 

lumbar. 

1892.  Inauguración  del  Instituto  de 

Higiene  de  Hamburgo. 

Incorporación  del  Instituto 
Wistar  de  Anatomía  y  Bio- 
logía (1808). 

Halsted  liga  con  éxito  la  ar- 
teria subclavia  en  su  pri- 
mera porción. 

Kossel  y  Neumann  describen 
la  pentosa. 

Epidemia  de  cólera  en  Ham- 
burgo. 

1893.  Rontgen   descubre    los    ra- 

yos X. 

Smith  y  Kilbourne  demues- 
tran la  transmisión  de  las 
enfermedades  parasitarias 
por  los  artrópodos. 

Gilbert  descubre  los  bacilos 
paracólico  y  paratifoideo. 

Descubrimiento  de  la  fotote- 
rapia por  Finsen. 

Conferencia  internacional 
del  cólera  en  Dresde. 

1894.  Kitasato  y  Yersin  descubren 

el  bacilo  de  la  peste. 
Kirstein   descubre   la   larin- 

goscopia  directa. 
Schleich  inventa  la  anestesia 

por  infiltración. 
Acta  del  Gobierno  local  en 

Inglaterra. 

1 895.  Pfeiffer  descubre  la  bacterio- 

lisis. 

Nobel  funda  los  premios  de 
su  nombre. 

Wilhelm  His  reforma  la  no- 
menclatura anatómica. 

Marconi  inventa  la  telegrafía 
sin  hilos. 

1896.  Max    Gruber    descubre    la 

aglutinación  microbiana. 

Murphy  produce  con  éxito 
la  anastomosis  circular  de 
los  vasos  sanguíneos. 

Dibdin  y  Schweder  inventan 
la  purificación  biológica  de 
las  aguas  aferentes  (excre- 
ta) de  las  ciudades. 

Widal  ySicard  idean  la  prue- 
ba de  la  aglutinación  en  la 
fiebre  tifoidea. 

1897.  Shiga  descubre  el  bacilo  de 

la  disentería. 
Emil  Fischer  sintetiza  la  ca- 
feína,  teobromina,    xanti- 
na,  guanina  y  ademina. 


540 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Bordet  descubre  la  hemoli- 
sis y  bacteriolisis. 

1898.  Killian   inventa  la   broncos- 

copia  directa. 

Loffler  y  Frosch  investigan 
los  virus  filtrables. 

Descubrimiento  del  radio 
por  los  Curie. 

Dreser  aisla  la  heroína. 

Emil  Fischer  aisla  el  núcleo 
purínico  de  los  compo- 
nentes del  ácido  úrico. 

Looss  demuestra  la  transmi- 
sión de  la  infección  anqui- 
lostomiásica. 

Theobald  Smith  establece 
diferencias  entre  los  baci- 
los tuberculosos  humanos 
y  los  bovinos. 

Fundación  de  la  Asociación 
de  las  Bibliotecas  Médi- 
cas 

1899.  Red  y  Carroll  demuestran  la 

transmisión  de  la  fiebre 
amarilla  por  los  mosqui- 
tos. 

Jacques  Loeb  produce  la  ac- 
tivación química  de  los 
huevos  del  erizo  marino. 

Fundación  en  Francfort  del 
Instituto  de  Ehrlich  para 
Terapéutica  experimental. 

Fundación  de  las  escuelas 
de  medicina  tropical  en 
Liverpool,  Londres  y 
Edimburgo. 

1900.  Robert  Gersuny  idea  las  in- 

yecciones de  parafina. 

Gártner  inventa  el  tonóme- 
tro. 

Widal  y  Ravaut  idean  el  ci- 
todiagnóstico. 

Wertheim  inventa  la  opera- 
ción radical  del  cáncer 
uterino. 

1 90 1.  De  Vries   establece  la  teoría 

de  las  mutaciones. 

Uhlenhuth  crea  la  prueba  de 
laprecipitinapara  [asman- 
chas  de  sangre. 

hutton  y  Ford  descubren  el 
parásito  de  la  enfermedad 
del  sueño. 

<  ).  ( lohnheim  descubre  la 
erepsina. 

Takamine  aisla  la  adrenalina. 

Inauguración  en  New-York 
del  Instituto  Rockefeller 
para  las  investiga*  iones 
médicas. 

inauguración  en  Río  Janeiro 


del    Instituto     Oswaldo 
Cruz. 
Fundación     de     Biometrika, 
por  Galton, Pearson  y  Wel- 
don. 

1902.  Carrel    inventa   métodos  de 

anastomosis  vascular  y  de 
transplantación  de  los  te- 
jidos. 

Herzog  descubre  el  sitio  del 
Ascepeion  de  Cos. 

Fundación  en  Washington 
de  la  Institución  Carnegie. 

Fundación  del  Centro  Impe- 
rial de  investigaciones  del 
cáncer  en  Londres. 

1903.  Metchnikoff  inocula  con  éxi- 

to la  sífilis  a  los  monos  su- 
periores. 

Emil  Fischer  y  von  Mering 
inventan  el  veronal. 

Bier  crea  la  hiperemia  artifi- 
cial. 

Einthoven  inventa  el  galva- 
nómetro de  cuerda. 

Bruce  demuestra  que  la  en- 
fermedad del  sueño  es 
transmisible  por  la  mosca 
tsé  tsé. 

Inauguración  del  Instituto 
Henry  Phipps  para  la  tu- 
berculosis. 

Atwater  inventa  el  caloríme- 
tro para  la  respiración. 

Sauerbruch  aplica  la  cámara 
pneumática  a  las  operacio- 
nes torácicas. 

Schaudinn  descubre  el  pará- 
sito de  la  sífilis. 

Alfred  Einhorn  descubre  la 
novocaína. 

Robert  Koch  investiga  la  fie- 
bre africana. 

Fundación,  por  Cari  Sudhoff, 
del  Instituto  para  Historia 
de  la  Medicina  (Leipzig). 

Bordet  y  Gengou  descubren 
el  bacilo  de  la  tos  ferina. 
1906.  Inauguración  del  Hospital  de 

Rudolf  Virchow  en  Berlín 
(i.°  octubre). 

Barany  desarrolla  la  teoría 
del  vértigo  muscular. 

Establecimiento  en  Bruselas 
de  la  Escuela  de  Medicina 
tropical. 

Establecimiento  en  Boston 
del  Laboratorio  de  la  Nu- 
trición (Institución  Carne- 
gie). 

Publicación   en    los   Estados 


1904. 


1905. 


APÉNDICES 


541 


Unidos  del  acta  de  alimen- 
tos y  medicamentos. 
1907.  Wassermann    introduce    el 

serodiagnóstico  de  la  sífi- 
lis. 

Von  Pirquet  idea  la  cutirre- 
acción  de  la  tuberculosis. 

Calmette  y  Wolff-Eisner 
idean  la  oftalmorreacción 
(o  reacción  conjuntival)  de 
la  tuberculosis. 

Fundación  de  la  Real  Socie- 
dad de  Medicina  de  Lon- 
dres. 

Fundación,  en  Londres,  del 
Instituto  de  Enfermedad 
del  Sueño. 

Inauguración  en  Millbank 
del  Real  Colegio  de  Sani- 
dad Militar. 

Fundación  de  la  Universidad 
de  Manila. 

Forster  idea  su  operación 
para  la  ataxia  locomotriz. 

Much  idea  la  reacción  del  co- 
bra en  la  locura. 

Ehrlich  descubre  el  salvar- 
sán. 

Noguchi  perfecciona  la  reac- 
ción de  Wassermann. 
19 1  o.  Harrison  demuestra  el  creci- 

miento   extravital    de     la 
fibra  nerviosa. 

Henri  y  otros  inventan  la  es- 
terilización del  agua  por 
los  rayos  ultravioleta. 

Flexner  produce  experimen- 
talmente   la    poliomielitis. 

Wedder  demuestra  la  acción 


1908. 


1909. 


amebicida  de  la    emetina. 

Publicación   en   los   Estados 
Unidos  de  leyes  contra  la 
trata  de  blancas. 
191 1.  Carrel  investiga  los  cultivos 

extravitales  y  la  regenera- 
ción de  los  tejidos. 

Noguchi  inventa  la  reacción 
de  la  luetina. 

Cusling  describe  el  dispitui- 
tarismo. 

Gullstrand  recibe  el  premio 
Nobel  por  sus  investiga- 
ciones ópticas. 

Peyton    Rous    transmite    el 
sarcoma  por  medio  de  un 
virus  filtrable. 
1 9 1. 2.  Bass  obtiene  cultivos  in  vitro 

del  plasmodium  de  la  ma- 
laria. 

Sudhoff  se  opone  a  la  teoría 
del  origen  americano  de  la 
sífilis. 
1913.  Abderhalden  introduce  lare- 

acción  de  los  fermentos 
para  el  diagnóstico  del 
embarazo  y  de  la  demen- 
cia precoz. 

El  Tribuna]  Supremo  de  los 
Estados  Unidos  niega  los 
«derechos»  individuales 
cuando  resultan  dañosos 
para  el  bienestar  general. 

Inauguración  de  la  Clínica  de 
Psiquiatría  de  Phipps,  en 
Baltimore. 

Congreso  Médico  Internacio- 
nal de  Londres. 
19 1 4-  Guerra  europea. 


II.— APUNTES  SOBRE  EL  ESTUDIO  DE   LA  HISTORIA 
DE  LA  MEDICINA 


«Más  grande  aún  que  los  mayores  descubrimientos  es  el  abrir  el  camino  para 
los  descubrimientos  futuros.» — Abel  (Mellon  Lecture,  191 5). 

En  las  papeletas  de  examen  de  la  Academia  Naval  de  los  Estados  Unidos,  que 
se  imprimían  y  publicaban  en  los  primeros  años,  encontramos  un  largo  número 
de  preguntas  como  éstas: 

«Dibujar  el  mapa  de  Europa  después  de  la  paz  de  Utrecht.» 

«Demostrar  que  la  última  república  romana  era  nominalmente  una  democra- 
cia, pero  con  tendencias  aristocráticas.» 

«Hacer  todas  las  operaciones  o  preparaciones  para  un  temporal.  Llevando  úni- 
camente velas  en  el  estrinque,  ¿qué  es  lo  que  puede  hacerse?» 

«Demostrar,  por  el  árbol  genealógico,  cómo  fué  Carlos  V  obteniendo  sus  dife- 
rentes dominios  y  dibujar  un  mapa  de  los  mismos.» 

«Dibujar  las  calderas  necesarias  para  un  vapor  con  una  máquina  de  2.000  ca- 
ballos de  vapor.» 

En  pedagogías  de  este  género,  en  las  que  era  maestra  la  Academia  Naval,  for- 
maba un  sano  y  refrescante  contraste  con  el  género  de  cosas  en  que  se  adiestra- 
ban los  estudiantes  durante  este  período. 

Este  método  de  enseñanza,  el  socrático,  que  requiere  que  el  estudiante  use  su 
propia  mente  haciendo  su  propio  pensamiento,  ha  llegado  en  la  actualidad  a  ser 
aceptado  en  todas  partes  como  el  mejor  sustituto  de  lo  que  Orborn  describe  como 
«el  predominante  sistema  de  cebar,  con  fárrago,  bazofia,  etc.,  para  el  que,  como 
una  especie  de  nutrición  a  cucharadas,  o  de  arrepentimiento  en  el  lecho  de  muer- 
te, instituye  una  labor  creadora  después  del  grado».  La  misma  autoridad  señala 
como  ejemplo  «el  famoso  método  de  enseñar  leyes,  vuelto  a  descubrir  por  el 
genio  pedagógico  de  Langdell»,  en  el  cual  «los  estudiantes  hacían  todo,  leccio- 
nes y  discusiones,  y  el  profesor  se  recostaba  tranquilamente  en  su  silla  y  hacía  co- 
mentarios» (1).  En  Weimar,  como  dice  Amy  Fay,  Listz  formaba  hábiles  pianistas 
haciendo  que  sus  discípulos  tocasen  todo.  Je  ne  s ids  pas  unprofesseur  de  piano,  de- 
cía, aunque  algunas  veces  condescendía  a  auxiliarles  en  algún  difícil  pasaje,  o  en 
alguna  sutil  y  delicada  nube  de  expresión.  Que  es  como  Osler  enseña  a  sus  es- 
tudiantes de  clínica,  y  así  son  también  los  métodos  de  enseñar  medicina  por  las 
«historias  clínicas  >,  introducidos  por  Richard  Cabot  y  otros  que  han  seguido  las 
mismas  tendencias.  El  extremo  de  la  enseñanza  rutinaria  es  el  sabio  idiota  de  Vi- 
vian Poore,  un  asilado  que  podía  repetir  hasta  los  más  recónditos  pasajes  de  todo 
lo  que  se  le  hacía  aprender  de  memoria,  del  mismo  modo  que  Blind  Tom  tocaba 
el  piano,  o  como  un  tipo  de  criado  chino,  que,  al  preparar  un  puding,  sabía  imitar 
hasta  los  más  insignificantes  gestos  que  había  hecho  anteriormente  su  señora  (2). 

Uno  de  los  cultivadores  de  la  enseñanza  de  la  historia  de  la  medicina  por  los 
métodos  modernos  ha  sido  el  difunto  doctor  James  Finlayson,  de  Glasgow,  que 
solía  decir  que  para  los  detalles  y  las  minucias  es  mejor  el  libro  impreso  que  las 
lecciones  sistemáticas,  y  que  las  bibliotecas  médicas  son  realmente  los  laborato- 
rios en  los  que  el  profesor  y  sus  discipulos  deben  trabajar.  Algunas  veces  solía 
divertirse  preguntando  a  los  asistentes  «si  Galeno  había  escrito  en  griego  o  en 
latín,  y  si  era  anterior  o  posterior  a  la  Era  Cristiana».  Sus  erróneas  respuestas  le 
convencieron  de  que  la  mera  inspección  y  el  manejo  de  alguna  de  las  obras  de 
Galeno  les  hubiera  impregnado  mejor  los  hechos  en  su  mente  que  todas  las  ex- 


(1)  H.  F.  Osborn:  Huxley  and  Education,  New- York,  1910;  páginas  25-35. 

(2)  Poore:  rI'eatrise  on  Medical  Jurisprudence,  Londres,  1901;  pág.  403.  Citado 
por  George  Pernet. 


544 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


posiciones  orales  o  por  escrito  de  la  materia,  y  de  acuerdo  con  ello,  daba  sus  de- 
mostraciones en  la  Biblioteca  de  la  Facultad  de  Medicina  y  Cirugía,  a  los  que  era 
invitado  un  personal  poco  numeroso.  Las  mismas  ideas  fueron  utilizadas  por  Bill- 
ings, Osier,  Welch  y  otros  en  el  Club  Histórico  del  Hospital  de  Johns  Hopkins,  y 
el  éxito  de  este  modo  de  proceder  ha  quedado  suficientemente  demostrado  por 
la  labor  de  alguno  de  sus  discípulos.  Las  demostraciones  publicadas  por  Finlay- 
son  relativas  a  Hipócrates  (1892),  Galeno  (1892),  Celso  (1892),  Medicina  egipcia 
(1893),  Herófilo  y  Erasistrato  (1893)  son  perfectos  modelos  de  lo  que  estas  cosas 
deben  ser:  geniales,  sencillas  e  inmensamente  interesantes.  Las  demostraciones 

por  John  S.  Billings  (Johns  Hopkins  Hosp. 
Bull.,  Bait.,  1890, 1,  29-31),  y  George  Dock 
Physician  and  Surgeon  Detroit,  1906, 
XXVIII,  180-186),  merecen  ser  estudiadas. 
El  Syllabus  y  los  trozos  escogidos  impre- 
sos por  el  doctor  John  D.  Corurie,  profe- 
sor de  Historia  de  la  Medicina  en  la  Uni- 
versidad de  Edimburgo,  utiliza  una  idea 
de  Wunderlich  de  un  modo  esencialmen- 
te y  útil. 

«Las  contribuciones  que  han  hechoépo- 
ca»  (Filadelfia,  1909),  de  C.  N.  B.  Camac, 
y  relativas  a  Lister,  Harvey,  Auenbrugger, 
Laennec,  etc.,  son  el  mejor  libro  de  este 
género  que  existe  para  los  estudiantes 
americanos.  En  las  habituales  reuniones 
de  médicos  el  asunto  de  la  historia  de 
la  Medicina  se  suele  juzgar  como  asunto 
poco  importante,  a  causa  de  haber  sido 
encontradas  sus  lecciones,  de  ordinario, 
demasiado  secas  y  desagradables,  de  un 
modo  'análogo  a  como  suelen  encontrar 
los  alumnos  délos  conservatorios  las  cla- 
ses de  armonía  y  de  contrapunto.  Cons- 
tituye un  error  el  sobrecargar  a  los  estu- 
diantes con  cursos  de  lecciones  extraordi- 
narias en  el  año  en  que  deben  graduarse, 
cuando  estos  cursos  pueden  venir  a  anu- 
lar su  propia  labor  por  interrumpir  su 
labor  propia  en  un  año  tan  importante 
para  su  vida  estudiantil;  sin  embargo,  su  interés  personal  hacia  la  historia  de  la 
Medicina  dependerá,  naturalmente,  de  lo  que  el  estudiante  piense  hacer  después 
de  concluida  su  carrera.  Osler  ha  procurado  descartar  estas  dificultades,  llevando 
los  asuntos  históricos  directamente  a  la  clínica,  y  por  sus  veladas  nocturnas  en  su 
casa  con  sus  muchachos».  En  todas  las  Facultades  de  alguna  importancia  se  en- 
cuentra algún  profesor  que  pone  todo  su  interés  personal  en  animar  y  estimular  a 
los  jóvenes,  siguiendo  los  ejemplos  de  Pasteur,  Ludwig,  Henle,  Hyrtle  y  Welch, 
que  en  sus  últimos  períodos  so  han  consagrado  a  continuar  su  vida  en  la  labor  de 
SUS  discípulos.  Aquí,  el  campo  de  la  historia  de  la  Medicina  mantiene,  tal  vez,  la 
•oportunidad  más  atractiva  y  el  plan  de  enseñanza  que  se  sugiere  es  sumamente 
'ir  i  1  lo.  Suponiendo  que  s<  tenga,  como  Osler,  un  interés  personal  en  el  adelan- 
to y  progreso  de  los  estudiantes,  se  les  puede  preguntar  quién  de  ellos  tiene  tiem- 
po y  afición  para  estudiar  un  asunto  especial,  como  Sydenham   o   Laennec  o   Wir- 

<  how,  o  la  historia  de  uuesfroa  conocimientos  de  los  sonidos  acústicos,  etc.,  y  refe- 
rirlo después  en  alguna  tarde,  ya  en  la  casa  del  profesor,  ya  en  cualquier  otra  par- 
te. Mi  la  reunión  seda   a   cada    uno    la    oportunidad  de  hablar  sobre  el  tema  dado 

<  in<  o  o  diez  minutos,  y  lo  que  ellos  hablen  nos  pondrá  al  corriente  de  si  ellos  tie- 
nen o  no  idea  de  las  intimidades  de  Sydenham,  de  la  significación  de  Laennec  o  de 

los  hechos  reales  a  propósito  de  la  acústica.  Después,  amplificado  y  corregido  el 
tema  por  el  profesor,  éste  aprovechará  esta  oportunidad  para  citar  y  demostrar 
los  libios  rela<  ionados  <  on  el  autor  o  con  el  asunto  tratados.  En  los  días  de  am- 
plias  o  la:  j  tinadas  a  prestar  atención  a  las  demostraciones  médico- 


james  Finlayson  (1840-1906). 
( Cortesía   de   sir    William    Osler. ) 


APÉNDICES  545 

históricas,  se  requiere  una  bien  instalada  cátedra,  preferentemente  en  una  biblio- 
teca médica;  pero  un  prudente  laissezfaire  dilucidará  pronto  cuál  es  el  material 
utilizable,  y  todos  sabrán  escoger  lo  mejor.  Joseph  Sylvester,  antiguo  profesor  de 
Matemáticas  superiores,  daba  clases  individuales;  Trousseau  aconsejaba  a  los  estu- 
diantes cuando  iban  a  comenzar  la  enseñanza  clínica  que  asistiesen  en  pequeños 
grupos  a  las  clínicas  privadas,  y  Finlayson  hacía  su  cosecha  médico-histórica  lo  su- 
ficientemente pequeña  para  que  todas  las  personas  capaces  de  ello  pudieran  tomar 
una  parte  directa  en  el  estudio.  Pero,  ya  sean  las  clases  pequeñas  o  no,  debe  apli- 
carse en  ellas  el  principio  Repetitio  mater  studiorum.  Hay  que  procurar  que  aque- 
llos puntos  que  se  han  tratado  en  las  reuniones  privadas  a  que  antes  aludíamos 
vuelvan  a  serlo  de  nuevo  en  diferentes  lecciones,  por  medio  de  vistas  proyecta- 
das y  de  demostraciones  de  libros,  grabados,  instrumentos,  etc.  Procediendo  de 
este  modo,  los  diferentes  temas  pueden  ir  siendo  asignados  a  diferentes  estudian- 
tes, algunos  de  cuyos  trabajos  podrán  ser  publicados,  y  hasta  será  conveniente,  tal 
vez,  destinar  un  pequeño  fondo  para  un  premio  anual,  que  se  otorgue  por  oposi- 
ción. El  principal  objeto  que  se  persigue  con  todo  esto  es  el  de  desarrollar  todas 
las  facultades  de  los  estudiantes,  dándoles  la  posibilidad  de  que  hagan  todo  su  tra- 
bajo por  sí  propios,  y,  en  vista  de  la  gigantesca  proliferación  de  literatura  médica 
inútil  de  nuestros  días,  podrá  hacerse  un  gran  beneficio  a  la  sufrida  humanidad 
médica  del  porvenir,  insistiendo  en  que  hay  necesidad  de  ser  todo  lo  breve  que  sea 
posible  en  el  escribir  y  en  el  hablar.  Todos  nosotros  somos  pecadores  en  este  senti- 
do. El  ideal  de  todo  el  que  se  vea  obligado  a  hablar  o  a  escribir  ha  de  ser  el  de  mul- 
tum  in  parvo  y  el  de  esquivar  Vennui  de  tout  dire.  Un  hábito  humano  de  brevedad 
podrá  hacer  de  los  estudiantes  contribuyentes  muy  aceptables  de  las  revistas  y  pe- 
riódicos del  porvenir.  Si  se  trata  de  hacer  estas  veladas  agradables  para  los  estu- 
diantes, ellos  guardarán  siempre  fresco  el  recuerdo  de  sus  maestros,  aun  cuando 
hayan  quedado  olvidados  por  completo  todos  los  restantes  profesores  de  carácter 
frío  e  indiferente.  Más  que  ninguna  otra  cosa,  sabe  apreciar  el  estudiante  el  hecho 
de  que  el  profesor  no  vaya  a  clase  a  oírse,  a  hablar  a  sí  mismo,  sino  a  enseñarle  a  él 
a  hablar  y  a  escribir.  Tenemos  que  enseñar  a  nadar  a  los  muchachos,  como  decía 
Billings,  «tirándolos  al  agua».  Los  libros,  los  hechos  y  las  fechas  no  son  nada  en  com- 
paración con  la  esperanza  de  poder  dar  al  estudiante  un  elevado  punto  de  vista  de 
la  humaniora,  cosas  sin  nombre,  sin  recuerdo,  pero  que  le  ayudan  a  hacerse  un  ver- 
dadero caballero  en  el  ejercicio  de  su  profesión.  La  juventud  es,  o  debe  ser,  el  pe- 
ríodo de  la  auto-renunciación  a  todo  en  favor  del  ideal.  Muchos  rasgos  elevados, 
latentes  en  los  jóvenes,  pueden  ser  sacados  al  exterior  por  el'contacto  con  un  pro- 
fesor superior.  La  tendencia  general  de  Osler,  incluso  en  la  clínica,  ha  sido  admi- 
rablemente comprendida  por  el  Dr.  Arnold  Klebs. 

«No  pueden  olvidarse  nunca  las  escenas  en  el  departamento  de  consulta,  donde 
él  permanecía  de  pie,  rodeado  de  sus  muchachos,  ayudándoles,  como  un  amigo, 
en  todas  sus  luchas  para  poner  en  claro  los  casos  difíciles.  Se  acercaba  a  uno,  le 
ponía  la  mano  amistosamente  sobre  el  hombro  y  después  empezaba  a  preguntarle 
amigablemente,  intercalando  rasgos  humorísticos  en  el  interrogatorio,  y  alusiones 
a  la  labor  hecha  por  los  diferentes  estudiantes  sobre  determinados  asuntos.  Ani- 
mando, envalentonando,  inspirando,  podemos  decir,  exacto  siempre,  dogmático 
nunca,  y  cuando  brillaba  en  sus  ojos  la  luz  de  la  amistad  y  del  buen  humor,  nos- 
otros podríamos  no  ayudarle,  pero  le  queríamos,  y  con  él,  la  tarea  era  elegida  por 
nosotros  como  el  trabajo  de  nuestra  vida.  Así  nos  imaginamos  a  los  maitres  de  la 
antigua  escuela  francesa,  una  escuela  no  limitada  entonces  por  fronteras  naciona- 
les, uno  de  aquellos  hombres  que  han  pisado  los  senderos  en  las  guardias  de  la 
Salpetriére,  la  Charité  y  Lariboisiére,  el  Necker,  el  Hotel  Dieu,  siendo  los  após- 
toles y  los  misioneros  en  la  gran  causa  de  la  medicina  científica.» 

El  maestro  que  nos  parece  mejor  en  el  momento  de  escribir  esta  memoria  era 
un  fuerte  Viking,  del  estado  del  Maine,  que  reunía  a  sus  alumnos  por  las  noches 
en  su  casa  para  resolver  problemas  algebraicos.  En  el  centro  de  la  mesa,  debajo 
de  la  lámpara,  había  siempre  una  pirámide  de  manzanas  de  muy  buen  aspecto, 
que  nosotros  podíamos  comer  libremente  después  de  haber  resuelto  nuestras 
ecuaciones  de  cuarto  grado,  mientras  nuestro  buen  maestro  leía  los  periódicos  y 
su  excelente  mujer  continuaba  haciendo  media.  De  vez  en  cuando,  él  decía  con 
un  gesto  de  Nueva  Inglaterra:  «¡Sed  prontos,  sed  listos,  sed  breves!»,  cuando  nues- 
tras manos  andaban  torpes  para  encontrar  la  solución.  En  su  clase,  todo  el  trabajo 

Historia   de  la    Medicina.  —  Tomo  II  X) 


;46  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

se  hacía  por  los  estudiantes  en  el  encerado.  No  había  conferencias;  pero,  como 
Arthur  Sherburne  Hardy  o  Wentworth,  nuestro  preceptor  sabía  darse  cuenta 
siempre,  por  unas  cuantas  sabias  preguntas,  de  si  sus  discípulos  comprendían  o  no 
las  cuestiones  algebraicas.  En  su  rudo  aspecto  de  hombre  del  Norte,  era  como 
un  Listz  en  Weimar. 

En  este  procedimiento  de  sesiones  privadas,  la  inteligencia  sugiere  muy  pronto 
un  gran  número  de  temas  para  la  discusión.  ¿Por  qué  los  médicos  ingleses  y  los 
del  continente  han  estudiado,  durante  largo  tiempo,  las  enfermedades  de  sus  ciu- 
dades en  relación  con  las  condiciones  climatológicas?  ¿Qué  quiere  decir  «Genio 
epidémico»  y  «Constituciones  epidémicas»?  ¿Porqué  la  meteorología  tiene  impor- 
tancia en  medicina?  ¿Cómo  y  por  qué  han  llegado  los  médicos  a  clasificar  las  en- 
fermedades como  las  familias  de  las  plantas?  ¿Qué  es  una  enfermedad?  ¿Por  qué  no 
hay  «una  entidad  clínica»?  ¿Qué  enfermedades  han  sido  individualizadas  por  Hi- 
pócrates, Sydenham  y  Laennec?  Diferencias  y  contrastes  entre  la  primera  y  la  se- 
gunda edición  del  Tratado  de  la  auscultación  mediata,  de  Laennec.  ¿Cuándo  ha 
desaparecido  la  influencia  de  Galeno  de  la  medicina  interna?  ¿No  seremos  aún  ga- 
lenistas  inconscientes? 

¿Por  qué  era  la  epilepsia  considerada  como  una  enfermedad  contagiosa  en  la 
Edad  Media?  ¿Por  qué  se  llamaba  morbus  comitialis?  ¿Por  qué  los  antiguos  la  lla- 
maron «enfermedad  sagrada»?  ¿Qué  hombres  famosos  han  sido  epilépticos?  ¿Por 
qué  la  teoría  infecciosa  va  dejando  el  puesto  a  la  bioquímica? 

¿Por  qué  nuestros  cirujanos  medievales  eran  tan  exigentes  y  precavidos  a  pro- 
pósito de  sus  honorarios,  y  por  qué  evitaban  las  operacionas  de  cirugía  mayor? 

¿Era  la  sífilis  realmente  epidémica  en  Ñapóles  y  en  otros  puntos  en  1494-95? 
¿Cuál  era  la  explicación  que  daba  Pasteur  de  la  aparición  y  desaparición  brusca 
de  algunas  enfermedades  infecciosas?  ¿Cuáles  son  las  condiciones  iniciales  del  fe- 
nómeno infección,  según  Pettenkofer?  ¿Cómo  pudieron  las  malas  traducciones  di- 
ficultar el  progreso  médico  de  la  Edad  Media?  ¿Por  qué  el  modo  original  de  pen- 
sar de  los  clásicos  quedaba  oscurecido  por  las  sobrecargadas  traducciones?  Se- 
ñalar el  aspecto  humorístico  de  ciertas  discusiones  médicas  del  pasado.  ¿Qué  con- 
cepto tiene  el  salvaje  del  «hacer  medicina»?  Desarrollar  la  idea  de  Huxley  de  que 
«la  medicina  es  la  nodriza  de  todas  las  ciencias».  ¿Por  qué  la  medicina  ha  perma- 
necido por  debajo  de  las  otras  ciencias  hasta  después  de  1850?  ¿Qué  quería  ex- 
presar sir  Michael  Foster  cuando  él  decía:  «sus  hijos  han  ido  siempre  detrás  de 
ella»? 

La  historia  de  la  medicina  puede  ser  enseñada  o  por  el  plan  de  Seminario  de 
Finlayson,  que  ha  sido  empleado  con  éxito  por  el  profesor  W.  S.  Miller  en  la  Uni- 
versidad de  Wisconsin,  o  por  el  procedimiento  propio  de  Osier,  que  iba  entrete- 
jiendo el  asunto  en  las  clínicas,  laboratorios  y  cátedras  de  las  diferentes  enseñan- 
zas y  especialidades.  Estos  métodos  han  sido  desarrollados  con  éxito  por  George 
Dock  (St.  Louis),  Harvey  Cushing  (Harvard),  David  Riesman  (Filadelfia)  y  otros. 

Otra  manera  agradable  de  estudiar  la  historia  de  la  medicina  es  por  medio  de 
los  Clubs  o  Círculos  de  historia  médica,  que  se  diferencian  de  las  formales  Socie- 
dades médico-históricas  en  que  en  aquéllos  la  lectura  de  los  artículos  sirve  como 
de  pretexto  a  agradables  conversaciones,  con  refrescos,  etc.  Así  como  en  un 
Círculo  musical  depende  su  éxito  del  espíritu  desinteresado  del  aficionado  refina- 
do, así  la  ley  de  los  Clubs  históricos  es  que  cada  uno  de  sus  miembros  debe  pres- 
cindir de  toda  pretensión  y  de  todo  vestigio  de  rivalidad  profesional,  que  es  tan 
frecuente  en  los  médicos,  músicos,  políticos  y,  en  general,  en  todos  aquellos  que 
poseen  talentos  de  cómicos  o  de  artistas.  Stevenson  decía  de  la  comunidad  Barbi- 
zon  de  pintores  que,  «habiendo  sido  echadas  a  un  lado  las  maneras  formales,  la 
cortesía  esencial  era  exigida  del  modo  más  rígido...,  de  tal  modo,  que  estos  herma- 
nos barbizonianos  eran  tan-sensibles  a  un  toque  de  presunción  o  a  una  fanfarrona- 
da, como  si  fuesen  una  partida  de  señoritas  en  un  te».  Los  Clubs  de  historia  médi- 
ca no  podrán  prosperar  a  no  ser  que  cada  uno  de  sus  socios  procure  conservar  la 
actitud  modesta  y  sin  pretensiones  de  un  estudiante.  Hay  un  antiguo  cartón  de 
Miguel  Ángel  que  tiene  la  leyenda  Ancora  imparo,  que  pudiera  ser  la  divisa  de  es- 
lüba  para  que  sean  una  «empresa  interesante». 

En  el  Club  Histórico  del  Jobna  Hopkins  Hospital,  el  plan  que  generalmente  se 
sigue  es  de  leer  uno  o  varios  artículos  formales,  entablándose  en  seguida  una  dis- 
cusión general.  En  estas  discusiones,   las  luminosas   pláticas  del   profesor  Welch 


A  PKNDICES  547 

han  servido  para  hacer  resaltar  la  delicada  apreciación  de  la  historia  de  la  Medici- 
na como  un  arte  bello.  El  programa  podía  ser  muy  variado,  según  la  ocurrencia  de 
diferentes  ideas  o  por  otros  motivos.  En  la  sesión  consagrada  a  Jenner,  en  Har- 
vard, Rosenau  expuso  la  vacuna  en  la  actualidad  y  sus  efectos  sobre  las  inocula- 
ciones subsiguientes  de  viruela.  En  la  sesión  dedicada  en  Washington  a  los  médi- 
cos irlandeses,  Stokes,  Graves,  Corrigan  y  otros  fueron  encomendados  a  diferen- 
tes personas.  Durante  la  exposición  de  la  vida  de  Stokes  por  George  Petrie,  se 
exhibió  la  colección  de  Petrie  de  música  popular  irlandesa  y  de  otras  materias 
análogas.  En  la  sesión  de  Leidy,  el  Dr.  Joseph  Leidy,  de  Filadelña,  presentó  muchos 
interesantes  recuerdos  de  su  ilustre  tío.  Incidentalmente,  la  música  animaba  un  pe- 
ríodo o  una  nación,  tal  como  el  terceto  de  Dvorak  al  tratar  de  Bohemia;  el  aria  de 
Purcell  de  la  Reina  india,  al  tratar  de  Inglaterra  en  el  siglo  xvn,  o  alguna  cosa  de 
Haydn,  Schubert  o  Brahms  al  ocuparse  de  la  escuela  vienesa,  sirviendo  para  rom- 
per la  monotomía  y  añadir  un  carácter  festivo  a  la  sesión. 

Una  instrucción  más  adelantada  de  la  historia  déla  medicina,  es  decir,  enseñar 
al  estudiante  cómo  deben  utilizarse  las  fuentes  y  cómo  debe  conducirse  una  inves- 
tigación médico-histórica,  sólo  puede  darse  en  un  Instituto  con  el  auxilio  de  una 
buena  biblioteca.  En  un  Instituto,  el  estudiante  puede  aprender  cómo  se  usan  los 
mejores  libros  para  las  referencias  y  los  aparatos  bibliográficos;  cómo  se  descu- 
bren y  corrigen  las  posibles  fuentes  de  error  en  los  escritos  y  opiniones  médicos, 
antiguos  y  modernos;  cómo  se  manejan  los  manuscritos  médicos;  las  vías  por  las 
cuales  se  puede  llegar  a  los  libros  más  antiguamente  impresos;  cómo  se  deducen 
nuevos  hechos  de  los  datos  de  la  erudición,  y  cómo  se  enseña  a  otros  a  enseñar  y 
a  pensar  históricamente.  Un  Instituto  médico-histórico  debe  ser,  por  esta  razón, 
no  sólo  una  obra  de  investigación,  sino  también  un  vivero  de  cultura  médica.  Este 
último  objeto  puede  alcanzarse  de  preferencia  por  el  estudio  de  la  historia  gene- 
ral de  la  ciencia  con  la  historia  de  la  medicina.  En  1906,  el  Dr.  Berthold  Laufer 
publicó  una  impresionante  defensa  del  estudio  de  la  medicina  y  de  las  ciencias  na- 
turales, en  su  región  (1).  El  mejor  informe  de  la  enseñanza  de  Instituto,  incluyen- 
do las  mejores  referencias  bibliográficas,  métodos  de  investigación,  exposiciones 
y  museos  y  la  dotación  de  las  investigaciones  médico-históricas,  es  el  que  se  en- 
cuentra en  el  valioso  y  acabado  artículo  del  Dr.  Arnold  Klebs  (19 14)  [2],  que  debe 
ser  leído  por  todo  el  que  tenga  interés  por  estos  asuntos.  El  Dr.  George  Sarton, 
de  Harvard,  un  erudito  profesor  de  matemáticas  y  de  historia  de  la  cultura,  ha  es- 
timulado el  interés  en  favor  de  un  Instituto,  que  ha  dotado,  además,  para  el  estudio 
de  la  historia  de  la  Medicina  y  de  las  ciencias,  y  es  de  esperar  que  sus  esfuerzos  se 
vean  coronados  por  el  éxito.  El  Dr.  Sarton  es  el  fundador  y  el  editor  de  /sis,  el 
primer  periódico  que  trata  de  coordinar  los  resultados  de  la  investigación  históri- 
ca de  todas  las  ciencias  históricas. 

Continuando  la  historia  de  la  medicina,  si  debe  ser  considerada  como  un  re- 
creo especial  de  la  inteligencia  o  como  una  disciplina  científica  para  la  inteligen- 
cia, el  estudiante  debe  tener  en  cuenta  la  advertencia  del  notable  matemático 
N.  H.  Abel:  los  textos  de  estudio  (Si  I' on  veut  faire  des  progres  dans  les  mathemaii- 
ques,  il  faut  éiudier  les  maitres  et  non  pas  les  écoliers).  En  otras  palabras,  es  mejor, 
para  comenzar,  empezar  con  cualquier  asunto  definitivo,  como  Harvey,  o  la  histo- 
ria de  la  fiebre,  y  estudiarlo  de  un  modo  acabado  y  completo,  en  los  textos  origi- 
nales, que  no  querer  atender  a  la  vez  a  todas  las  cosas  no  haciendo  mas  que  des- 
florarlas de  un  modo  completamente  superficial.  El  asunto  de  la  historia  de  la  me- 
dicina es  tan  extenso  como  el  de  la  historia  de  la  cultura  en  general,  y  ninguna 
inteligencia  humana  puede  ser  capaz  de  comprenderlo  por  completo.  Aquí,  como 
siempre,  «conocimiento  general,  significa  ignorancia  general»  (Froude).  El  doctor 
John  J.  Abel  tiene  completa  razón  cuando  dice  que  «debe  haber  en  la  obra  de  in- 
vestigación un  carácter  cultural,  una  artística  cualidad,  elementos  que  han  dado  a 
la  pintura,  música  y  poesía  su  elevado  puesto  en  la  mente  del  hombre».  El  verda- 
dero estudiante  de  medicina  debe  considerar  tan  suyo  a  Hipócrates  como  a  Ho- 
mero, a  Harvey  como  a  Shakespeare,  a  Sydenham  como  a  Milton.  Esta  es,  tal  vez, 
una  larga  tarea,  pero  es  el  verdadero  camino  para  llegar  a  aprender  alguna  cosa. 


(1)  Laufer:  Science,  N.  Y.,  1917,  n.  s.;  XXV,  páginas  889-895. 

(2)  Klebs:  Bull.  Johns  Hopkins  Hosp.,  Baltimore,  1914;  XXV,  páginas  1-10. 


548  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

El  doctor  Johnson  dice  que  si  algún  hombre  leyese  inteligentemente  de  cualquier 
asunto  varias  horas  al  día,  llegaría  pronto  a  aprenderlo.  Únicamente  leyendo  de 
este  modo  las  cosas  es  como  ellas  llegan  a  convertirse  en  parte  y  substancia  de 
nuestra  inteligencia,  «haciendo  una  incisión  en  la  memoria».  Los  mejores  modelos 
escritos  para  los  estudiantes  son  los  encantadores  ensayos  de  Osler,  que,  como 
hace  notar  Sudhoff,  contienen  más  verdadero  espíritu  histórico  que  muchas  délas 
obras  eruditas  de  los  historiadores  profesionales.  La  razón  de  ello  es  que  Osler 
ama  a  sus  antiguos  autores,  cuya  profes-ón  es  la  suya.  Si  el  estudiante  lee  griego 
y  latín,  puede  encontrar  mucho  auxilio  en  los  admirables  textos  bilingües  de  la 
Biblioteca  Clásica  de  Loeb  para  los  antiguos  poetas  y  autores,  que  abundan  en 
detalles  médico-históricos;  Lucrecio,  por  Monro  (1864);  Celso,  por  Alexander  Lee 
(1831V,  Hipócrates,  ppr  Littré  (1839-61);  Oribasio,  por  Daremberg  (1851-76);  Are- 
teo,  por  Francis  Adams  (1856).  y  Fracastor,  por  León  Meunier  (1893).  Para  los 
principiantes,  Sudhoff  recomienda  calurosamente  la  encantadora  introdución  de 
Theodor  Beck  al  canon  de  Hipócrates,  con  trozos  notablemente  bien  elegidos 
(1907),  un  texto  alemán  bilingüe,  que  puede  muy  bien  ser  traducido  por  los  estu- 
diantes ingleses  y  americanos.  Los  Consejos  e  ideales,  del  doctor  C.  N.  B.  Camac; 
de  los  escritos  de  William  Osler  (Boston,  1905),  y  los  Aforismos  y  Reflcxio?ies,  de 
Huxley,  seleccionados  por  su  mujer  (Londres,  1907),  deben  figurar  en  la  mesa  de 
todo  estudiante.  Los  folletos  históricos  publicados  por  Burroughs,  Wellcome  & 
Company  (Londres),  son  útiles  y  seguros.  Pero,  como  ha  dicho  Carlyle,  «no  son 
necesarios  muchos  libros;  un  espíritu  abierto,  pacienzudo  y  valiente;  esta  es  la 
única  cosa  necesaria».  A  ello  puede  añadirse  aún  otra  idea  de  este  mismo  escri- 
tor: «Mejor  conserváis  vosotros  mismos  la  claridad  y  la  limpieza;  vosotros  sois  las 
ventanas  a  través  de  las  cuaies  tenéis  que  ver  el  mundo.» 


III. —NOTAS  BIBLIOGRÁFICAS  PARA  LECTURAS  COLATERALES 


A.- HISTORIAS  DE  LA  MEDICINA 

De  las  obras  grandes,  los  Grundriss,  de  Johann  Hermann  Baas  (1838-1909),  de 
Worms,  en  el  Rin,  traducida  al  inglés  por  H.  E.  Handerson  (New- York,  1889), 
sigue  siendo,  por  muchos  conceptos,  la  más  recomendable.  Las  obras  más  antiguas 
de  Le  Clerc  (1696),  Freind  (1725-27),  Schultze  (1728),  Haller  (1 75  1),  Blumembach 
(1786)  y  Kurt  Sprengel  (1792- 1803)  ofrecen  un  interés  puramente  de  anticuario;  al 
paso  que  las  historias  de  Hecker  (1822-29),  Bostock  (1834),  Puccinotti  (1850-66), 
Meryon  (1861),  Daremberg  (1870)  y  Bouchut  (1873),  son  actualmente  de  una  vendi- 
mia que  sólo  podría  ser  apreciada  por  un  «catador»  especial.  La  obra  de  Sprengel 
no  tiene  rival  por  su  acabada  interpretación  de  los  hechos  de  la  antigua  medicina 
y  por  la  impecable  seguridad  de  sus  notas.  La  gran  obra  de  Heinrich  Haeser  (ter- 
cera edición,  1875-82)  está  basada  en  investigaciones  originales,  y  es  notable  por  la 
erudición,  aunque  no  siempre  por  la  seguridad.  El  tercer  volumen,  de  enfermeda- 
des epidémicas,  es  de  un  valor  incalculable.  El  mérito  de  la  historia  de  Baas  es  el 
que  encierra  todo  lo  fundamental  en  un  grueso,  pei"o  no  demasiado  voluminoso 
volumen;  el  de  que  la  exposición  de  los  hechos  tiene  mucha  más  certeza  de  la  que 
ofrecían  las  obras  anteriores;  el  de  que  da  un  acabado  resumen  de  las  diferentes 
«teorías»  médicas,  del  estado  de  la  medicina  y  la  cirugía  en  las  diferentes  épocas, 
y  el  de  que  él  frecuentemente  lleva  sus  estudios  por  encima  de  muchos  tristes  re- 
miendos con  un  vivo  y  alegre  humorismo.  Sus  defectos  son:  el  ser  un  poco  difuso; 
el  defectuoso  orden  de  sus  asuntos  principales;  las  largas  listas  de  nombres  relati- 
vamente poco  importantes;  su  falta  de  distinción,  en  ocasiones,  entre  cosas  de  real 
importancia  y  otras  completamente  triviales;  su  caprichosa  tendencia  a  marcharse 
de  los  asuntos,  o  a  alargarlos  con  detalles  cómicos  o  eróticos,  y,  finalmente,  una 
curiosa  falta  de  ponderación  y  de  equilibrio  que,  con  todo  su  brillante  ingenio  y 
gracia,  va  acompañada  de  un  absoluto  respeto  a  las  exigencias  del  estilo  literario. 
El  nos  da  muchos  datos,  pero  no  siempre  los  que  nosotros  deseamos,  y,  como  la 
mayoría  de  los  historiadores,  Baas  está  más  flojo  al  ocuparse  del  período  moder- 
no. El  no  puede  ver  bien  los  bosques  por  mirar  los  árboles;  se  exdende  más  sobre 
las  teorías  que  sobre  los  hechos,  y  está  más  atrasado  que  su  tiempo  en  su  actitud 
respecto  de  la  teoría  germinativa  y  ha  tenido  más  que  decir  a  propósito  de  Brous- 
sais  y  de  Rasori  que  de  Laennec  o  Louis,  de  Charcot  o  de  Pasteur.  Sin  embargo, 
ningún  historiador  moderno  ha  dado  una  apreciación  exacta  de  los  grandes  médi- 
cos ingleses,  cuyas  tendencias  prácticas  ha  sabido  poner  en  evidencia  de  un  modo 
muy  cordial.  Aunque  nacido  en  las  orillas  del  Rin,  Baas  representa  el  punto  de 
vista  del  Norte,  o  protestante,  en  la  historia  de  la  medicina.  El  es,  en  todos  los  mo- 
mentos, un  escritor  de  mente  esencialmente  masculina,  que  ataca  todas  las  false- 
dades, patrañas,  fraudes  y  supersticiones.  Sus  notas  y  sus  acotaciones  marginales, 
las  de  Gibbon,  sugieren  una  cierta  simpatía  hacia  los  asuntos  prohibidos.  Nada  le 
agrada  tanto  como  el  aislar  algún  rasgo  indecoroso  o  inconsistente  del  carácter,  y 
blandir  contra  él,  en  alto,  lo  que  Swinburne  llama  «la  vasta  luz  de  la  risotada 
alemana*. 

Julius  Pagel  (i)  ha  publicado,  en  1898,  una  historia  de  la  medicina,  en  un  volu- 
men y  en  forma  de  lecciones.  Es  un  libro  muy  recomendable,  obra  de  un  espíritu 
amplio,  de  buena  naturaleza,  tolerante,  pero  algunas  veces  poco  seguro,  y  la  biblio- 
grafía está  apresuradamente  revuelta.  La  nueva  edición  (1905),  revisada  y  en  parte 
rehecha  por  Karl  Sudhoff,  ha  sido  purgada  de  muchas  inexactitudes,  especialmen- 


(1)  Un  encantador  estudio  de  Pagel  y  de  su  obra  por  los  doctores  George  Dock 
y  M.  G.  Seelig,  de  St.  Louis,  se  encuentra  en  el  Journ.  Missouri  ¿>tate  Med.  Áss.\ 
St.  Louis,  191  o;  IX,  páginas  366-369. 


550  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

te  en  los  períodos  antiguos.  En  1903-05,  Pagel  y  Max  Neuburger  han  colaborado 
para  terminar  el  Handbuch  der  Geschichte  der  Medizin,  que  había  sido  comenzado 
por  Theodor  Puschmann.  Esta  obra,  en  tres  volúmenes,  es  la  fuente  de  referencias, 
después  de  Haeser,  más  recomendable  para  hechos,  fechas  y  bibliografía,  Está  es- 
crita con  un  plan  cooperativo,  y  al  tratar  el  período  moderno,  los  editores  han  re- 
currido al  plan  usual  de  tener  cada  especial  tratado  escrito  separadamente  por  una 
autoridad  diferente.  Como  ocurre  con  muchas  obras  escritas  por  diferentes  autores, 
estas  monografías  especiales  tienen  una  cierta  sequedad  y  un  carácter  descuidado 
y  rutinario.  Pero,  de  todos  modos,  los  méritos  substanciales  del  manual  de  Pusch- 
manan,  como  obra  de  consulta,  nunca  podrán  ser  desconocidos. 

La  mejor  obra  moderna  es  incuestionablemente  la  reciente  historia  de  la  medi- 
cina del  colaborador  de  Pagel,  el  profesor  Max  Neuburger  (1868),  de  Viena,  que  va 
publicándose  por  partes  y  está  en  vías  de  ser  traducida  al  inglés  por  Ernest  Play- 
fair  bajo  la  dirección  de  sir  William  Osier  (Londres,  1910).  Ya  anteriormente  a  esta 
publicación  Neuburger  se  había  creado  una  bien  merecida  reputación  de  seguridad 
y  de  erudición  por  sus  valiosas  monografías  históricas  acerca  de  la  fisiología  del 
sistema  nervioso  en  la  época  anterior  a  Flourens  (1897),  del  mecanismo  de  la  nu- 
trición específica  (1900)  y  déla  prehistoria  déla  terapéutica  antitóxica  (1901). 
Como  escritor,  Neuburger  es  elocuente,  profundo,  absolutamente  sincero  y  un  buen 
estilista.  Como  erudito,  él  es  más  rico,  más  profundo  y  más  serio  que  Baas,  y  sus 
estudios  de  la  medicina  folklórica  y  de  la  medicina  griega  y  árabe  son  de  lo  me- 
jor que  se  conoce.  Sin  embargo,  él  no  sabe  economizar  la  sal  del  humorismo,  y  con 
frecuencia  exhibe  su  tendencia  alemana  a  rapsodizar  y  a  marcharse  al  campo  de  las 
divagaciones  filosóficas.  La  intención  de  su  gran  obra  es,  positivamente,  la  de  ha- 
cer una  síntesis  filosófica  de  la  histoiia  de  la  medicina.  Neuburger  ha  traído  mu- 
chos hechos  nuevos  al  campo  de  la  historia  médica;  pero  no  siempre  los  presenta 
de  un  modo  sencillo  y  directo.  El  segundo  volumen  de  su  tratado,  que  abarca  toda 
la  medicina  medieval,  es  una  síntesis  magistral  que  viene  a  abrir  a  nuestro  espíri- 
tu muchos  y  nuevos  puntos  de  vista.  La  firmeza  con  que  el  autor  sabe  apoderarse 
de  los  más  complejos  detalles  aparece  siempre  bien  manifiesta;  pero  el  lector  está 
expuesto  a  no  sacar  todo  el  provecho  debido  en  una  primera  lectura.  El  primer 
gran  volumen  de  la  traducción  inglesa  está  impreso  en  fuerte  y  claro  papel  de  hilo, 
a  gran  lujo,  en  páginas  grandes.  El  substratum  de  erudición  (notas  y  notas  margina- 
les) ha  sido  en  gran  parte  suprimido  de  la  traducción  inglesa. 

De  los  manuales  más  pequeños,  el  de  la  Geschichte  der  Medizin  (1859),  de  Wun- 
derlich,  no  ha  sido  traducido  nunca  y  no  alcanza  más  que  hasta  la  época  de  Schon- 
lein.  Está  escrito  por  mano  de  un  maestro  en  clínica,  y  resulta  interesante  por  su 
autología  de  extractos  explicativos,  incluso  las  diferentes  clasificaciones  de  las  en- 
fermedades hasta  la  época  de  Schonlein.  Los  cortos  y  poco  conocidos  apuntes  de 
William  Farr  (1839)  y  de  Edwin  Klebs  (1868),  son  altamente  originales  y  sugestivos. 
El  British  Medical  Almanack,  de  1839  (pp.  1 13-178)  contiene  la  cuidadosa  historia 
hasta  la  época  de  Sydenham  por  el  eminente  estadista  inglés  William  Farr.  Los 
precedentes  volúmenes  del  diario  (1836-38)  contienen  sus  valiosas  y  eruditas  cro- 
nologías médicas.  La  Medical  History,  de  Edward  T.  Withington  (Londres,  1894), 
es  la  obra  de  un  verdadero  erudito,  escrita  de  una  manera  atractiva,  no  muy  co- 
mún, y  con  muy  útiles  notas  y  apéndices  terminales.  Desgraciadamente,  termina 
f  n  los  comienzos  <1<-1  siglo  xix;  pero  está  basada  en  originales  investigaciones,  y 
serán  muy  pocos  los  Libros  pequeños  que  resulten  tan  convenientes  como  el  que 
nos  ocupa  para  obtener  una  segura  información.  El  Epitome,  de  Roswell  Park(i897), 
va  precedido  de  la  excelente  historia  de  Robley  Dunglison  (1872).  U Uistoire  de  la 
Médecine  (París,  191 1),  de  León  Meunier,  tiene  el  mérito  de  ser  completa  hasta  en 
el  período  moderno;  es  digna  de  ser  leída,  a  pesar  de  no  ser  completamente 
exacta. 

B.— BIOGRAFÍA  MÉDICA 

I  1  <  ole<  <  ion  más  antigua  y  más  completa  es  el  Dictionnaire  historique  de  la  Mé- 
decine (1755),  de  N.-F.  1    !•  ]'»\ .  que  en  su  última  edición  de  cuatro  volúmenes  (1778) 

'  un  valor  incalculable.  La  Biographic  medícale (París,  1855),  de  Bayle  y  Tillaye, 
ea  ana  espe<  ie  de  Who's  Who  médico,  que  se  extiende  hasta  la  mitad  del  siglo  xix 


APÉNDICES  551 


y  que  es  eminentemente  útil  como  libro  auxiliar.  La  Encyclopedic  des  sciences  medi- 
cales (París,  Panckoucke,  1820-25),  de  A.-J.-L.  Jourdain,  es  indispensable,  contenien- 
do muy  valiosas  biografías.  El  Biographisches  Lexikon,  de  Hirsch  (6  volúmenes, 
Viena  y  Leipzig,  1884-8),  y  el  Biograp/iisches  Lexikon,  de  Pagel,  de  los  médicos  del 
siglo  xix  (Berlín  y  Viena,  1901)  son  modelo  entre  los  libros  modernos;  pudiendo  ser 
substituidos  por  muchas  de  las  admirables  biografías  délos  médicos  ingleses  en  el 
Dictionary  of  National  Biography  (68  volúmenes,  Londres,  1885-1912);  por  la  Bio- 
graphic frangaise  (46  volúmenes,  París,  1852-77);  por  la  Neuer  Nckrolog  der  D",uts- 
chen  (1823-52);  el  Biographisches  Jahrbuch  (1896-1911),  yotras  obras  de  referencia, 
cuya  lista  se  encuentra  en  la  extensa  bibliografía  dada  por  Hirsch.  Las  principales 
fuentes  de  la  biografía  médica  americana  son  James  Thacher  (1828)  y  Samuel 
D.  Gross  (1 86 1),  que  han  publicado  extensas  biografías  de  algunos  médicos;  Atkin- 
son (1878),  Stone  (1894)  y  Watson  (1896),  que  tienen  buenas  referencias  de  los  nom- 
bres contemporáneos.  La  Cyclopedia  of  American  Medical  Biography,  de  Howard 
A.  Kelly  (Filadelfia,  19 12),  es  la  obra  más  reciente.  Para  los  nombres  recientes  pue- 
den ser  consultados  los  varios  Who's  Who  de  los  diferentes  estados.  Algunos  entre- 
tenidos volúmenes  de  ensayos  biográficos  han  sido  escritos  por  G.  T.  Bettany 
(1885),  sir  B.  W.  Richardson  (1900),  Víctor  Robinson  (1912)  y  otros. 

Para  las  biografías  individuales,   los  datos  siguientes  son  a   propósito  para  ser 
leídos  o  utilizados  en  otra  forma  para  referencias,  con  una  cierta  comodidad: 

Acland  (sir  Henry  W.):  Memoir  por  J.  B.  Atlay;  Londres,  1903. 

Addison:  Wilks  and  Bettany,  History  of  Guy's  Hospital;  Londres,  1892,  p.  221-234. 
Guy's Hosp.Gaz.,  Londres,  1874,  III,  p.  193  y  201,  1901;  XXII,  p.  520,  retr.  1  lám. 

Albertus  Magnus:  Janus,  Breslau,  1846,  I,  p.  127  y  160.  (L.  Choulant.) 

Alibert  (J.  L.):  Gaz.  méd.  de  París,  1839,  2  p.,  VII,  p.  193-198.  Paris  méd.,  suppl. 
I9I4,  p.  575-591  (L.  Brodier). 

Arbunoth:  Vida  por  G.  A.  Aitken,  Oxford,  1892. 

Árdeme  (John):  Introducción  a  su  Treatises  of  fistula  in  ano,  por  D'Arcy  Power 
(Early  English  Text  Society,  num.  139,  Londres,  19 10). 

Aretaeus:  Prefacio  de  Francis  Adams  a  The  extant  works,  etc.,  Londres,  1856,  pá- 
gina v-xx. — Münch.  med.  Wochenschr.,  1902,  XLIX,  p.  1 265-1 267  (R.  Koss- 
mann). — Johns  Hopkins  Hosp.  Bull.,  Baltimore,  1909,  XX,  p.  371-377  (E.  F. 
Cordell).- Am.  J.  Clin.  Med.,  Chicago,  191 1,  XVII,  p.  1055-1058  o  Pathfinders 
of  Medicine,  N.  Y.,  1912,  p.  33-43  (Robinson). 

Arlt  (C.  F.  von):  Meine  Erlebnisse,  Wiesbaden,  1887. 

Amoldo  de  Villanova:  Arch.  f.  Gesch.  d.  Med.,  Leipzig,  1909- 16, passim  (P.  Diepgen). 

Auenbrugger:  Jahresbericht  d.  Ver.  d.  Aerzte  in  Steiermark,  Graz,  1866,  II,  p.  19-52 
(Ciar).— Jahresbericht  d.  Gesellsch.  f.  Nat-u.  Heilk.  in  Dresde,  1863,  P-  59-72. 
Tr.  Congr.  Am.  Phvs.  &  Surg.,  1891,  New-Haven,  1892,  II,  p.  180  (Weir  Mit- 
chell).— Walsh:  Makers  of  Modern  Medicine,  N.  Y.,  1907,  p.  55-85. 

Averroes:  E.  Renán:  Averroés  et  l'Averroisme,  Paris,  1852,  1865,  1869. 

Avicenna:  Tesis  de  París  (núm.  182),  por  J.  Eddé,  1889. — Johns  Hopkins  Hosp.  Bull., 
Baltimore,  1908,  XÍX,  p.  157-160  (J.  A.  Chatard).— Arch.  f.  Klin.  Chir.,  Berlin, 
1884,  XXX,  p.  745-752  (H.  Frohlich). 

Baer  (von):  Autobiografía,  2  Aufl.,  Braunschweig,  1886. — Biografías,  por  L.  Stieda 
(1886),  R.  Stoelzle  (1897)  y  W.  Haacke  (1905).— Allg.  Wien.  Med.  Ztg.,  1877, 
XXII,  p.  357  y  369  (W.  Waldeyer). 

Baglivi:  Ztsch.  f.  Klin.  Med.  Berlin,  1888-9,  XV,  p.  279  y  475  (M.  Salomón).— Münch. 
Med.  Wochenschr.,  1907,  LIV,  p.  1241,  retrato  (K.  Sudhoff). 

Bartlett  (Elisha):  Boston  M.  &  S.  J.  1900,  CXLII,  p.  49-53  (sir  W.  Osier). 

Beaumont  (William):  Vida  y  cartas,  por  Jesse  S.  Myer.  (St.  Louis,  1912.  Además, 
Physician  &  Surg.   St.  Louis,  1902,  XXIV,  p.  529-574  (Osier,  Vaughan  et  al.). 

Bell  (sir  Charles):  Vida  por  A.  Pichot,  Paris,  1858,  traducción  inglesa,  Londres. 
i860.  -Cartas,  Londres,  1870, — Johns  Hopkins  Hosp.  Bull.,  Baltimore,  1910. 
XXI,  p.  171-182  (E.  R.  Corson). 


¿52  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

Bell  (John):  Jons  Hopkins  Bull.,  Baltimore,  1912,  XXIII,  p.  241-250  (E.  R.  Corson). 

Bergmann  (von):  Vida,  por  A.  Buchholz,  2  Aufl.  Leipzig,  191 1. 

Bernard  (Claude):  Claude  Bernard,  por  sir  Michael  Foster  (Masters  of  Medicine), 
Londres,  1899. — Claude  Bernard,  por  Georges  Barral  (Bibliothéque  Gilon), 
Paris,  1899. — Además:  Gaz.  des  Hop.,  Paris,  1879,  LII,  p.  326  y  333 
(E.  Renan). 

Bichat:  Lancet,  Londres,  1854,  II,  p.  393-396  (R.  Knox). — Bull.  Soc.  Franc.  d'Hist. 
de  Méd.,  Paris,  1902,  I,  p.  214,  261,  269,  277,  280,  285,  293  y  309.— Interstate 
M.  J.,  St.  Louis,  1908,  XV,  p.  597  y  667  (A.  C.  Eycleshymer). 

Billi?igs  (John  Sháw):  Memoria  por  F.  H.  Garrison,  New-York,  191 5. — Bull.  N.  Y.  Pu- 
blic Library,  1913.XVII,  p.  511-535.  (S.  Weir-Mitchell,  et  al.).— Brit.  M.  J.. 
Londres,  1913,  I,  p.  641-643  (sir  William  Osier,  et  al.). — Hosp.  Lond.,  1913, 
LIII,  p.  671-673  (sir  H.  Burdett). 

Billroth:  Autobiografía  (Wien.  med.  Bl.,  1894,  XVII,  p.  92-94)  y  sus  «Cartas» 
(T.  Aufl.,  Hannover,  1906). — Berl.  Klin.  Wochenschr,  1894,  XXXI,  p.  199-205. 
(J.  Mikulicz);  p.  2b5-207  (E.  von  Bergmann). — Deutsche  Rundschau,  Berlin, 
1893-4,  XX,  p.  274-277  (E.  Hanslick). 

Bois-Reymond  (Emil  du):  Deutsche  med.  Woch.,  Leipzig  y  Berlín,  1897,  XXIII,  pá- 
gina 17-19  (I.  Munk).— Med.  Chron.,  Manchester,  1896-97,  n.  s.,  VI,  p.  241-250 
(W.  Stirling).-  Nature,  Londres,  1897,  LV,  p.  230  (J.  Burdon  Sanderson). 

Bowditch  (Henry  Ingersoll):  Vida  y  cartas,  por  V.  Y.  Bowditch,  2  vols.  Boston,  1902. 

Bretonneau:  Vida  y  cartas,  por  P.  Triaire,  2  vols.  Paris,  1892. 

Bright:  Wilks  &  Bettany:  History  of  Guy's  Hospital,  Londres,  1892,  p.  212-221. — 
Johns  Hopkins  Hosp.  Bull.,  Baltimore.,  191 2,  XXIII,  p.  173-186  (F.  H.  Ga- 
rrison). 

Broadbent  (sir  William):  Vida,  por  miss  E.  B.  Broadben,  Londres,  1909. 

Broca:  Rev.  d'Anthrop.,  Paris,  1880.  2  s.,  Ill,  p.  577-608,  1  fot.  &  bibliogr.  (S.  Poz- 
zi);  Bull.  Soc.  d'Anthrop.,  de  Paris,  1884,  3  s.  VII,  p  921-956.  (E.  Dally). -J. 
Anthrop.  Inst.  Londres,  1880-81,  X,  p.  242-261.  1  fot.  (E.  W.  Brabrook),  Sa- 
turday Lectures,  Washington,  1882,  p.  1 13-142  (R.  Fletcher). 

Brodie:  Biografías,  por  H.  W.  Acland  (Londres,  1864),  y  por  Timothy  Holmes  (Mas- 
ters of  Medicine),  Londres,  1897. — G.  T.  Bettany,  Eminent  Doctors,  Lon- 
dres, 1885,  I,  p.  286-303. 

Browne  (sir  Thomas):  Biografía,  por  Edmund  Gosse,  Londres  y  New-York,  1905. — 
Brit.  M.  J.,  Londres,  1905,  II,  p.  993-998  (sir  W.  Osier). — Med.  Library  &  Hist. 
J.,  Brooklyn,  1905,111,  p.  264-275  (C.  Williams).— Walter  Pater:  Macmillan's 
Mag.,  Londres,  1886,  LIV,  p.  5-18. 

Brunner  (Joh.  Conrad):  Samml.  gemeinverst.  Vortr.,  Hamburgo,  1888,  n.  F.,  3  ser., 
Nr.  62  (C.  Brunner). 

Budd  (William):  Bull.  Johns  Hopkins  Hosp.,  Baltimore,  1916,  XXVII,  p.  208-215 
(W.  C.  Rucker). 

Carda?i  (Jerome):  Biografía,  por  Henry  Morley,  2  vols.,  Londres,  1854,  y  por  W.  G. 
Waters,  Londres,  1  ^«,7. 

Celso:  hie  de  Méd.  de  París.,  Confer,  histor.,  1866,  p.  445-497  (P.  Broca).— E.  Littré: 
Médecine  et  Médecins,  1872,  p.  137-153. — Ann.  Anat.  &  Surg,,  Brooklyn, 
1H82,  V,  p.  126,  177,  224  y  280  (G.  J.  Fisher).  Glasgow  M.J.,  1892,  XXXVII, 
p.  321-S4S  (J.  Finlayson).  Handb.  d.  Gesch.  d.  Med.,  Jena,  1001-02,  1,  pági- 
nas 415-443  (I.  Bloeh).  -Xenr  Jahrl».  f.  d.  Klass.,  Altertnm,  1907,  XIX,  pá- 
ginas 377-412  (J.  [Iberg).  Max  Wellmann:  A.  Cornelius  Celsus:  Fine 
k  llenuntersuchung,  Berlin,  [913. 
\lpinus:  Vrch.  f.  d.ges.  Physiol.,  Bonn,  1884,  XXXV,  p.  295-390  (H.  Tollin).— 
1'i-x  .  ( lharaka  ( Hub,  X.  Y..  1910,  III,  p.  150-156  (J.  ( lollins). 

iphorien):  Etude  biographique,  por  P.  Allut,  Lyon,   1859.     F.-F.-A. 
Pottons:  Etudes  historiques,  Lyon,  [81 

Charcot:  X.  iconog.  de  La  Salpétriére,  Tan's,  1893,  VI,  p.  241-250  (Gilíes  de  la  Tou- 
rette).     inauguración  del  monumento:  laid.,   [898,  XI,  p,  401-418,  retrato. 


APÉNDICES  553 

Charcot  artiste,  p.  489-516,  9  lam. — Arch.  f.  exper.  Path.  u.  Pharmakol. 
Leipzig,  1893-4,  XXXIII,  p.  i-x  (B.  Naunyn).— Deutsche  Ztschr.  f.  Nervenh., 
Leipzig,  1893,  IV,  p.  i-xv  (W.  Erb.).  —  Sitzungsb.  d.  phys.-med.  Soc.  zu  Erlan- 
gen  (1894),  1895,  Heft  26,  p.  1-14  (A.  von  Striimpell).— Wien.  med.  Wchnschr., 
1893.,  XLIII,  p.  15  13-1 520  (S.  Freud). — Johns  Hopkins  Hosp.  Bull.,  Baltimo- 
re, 1893,  IV,  p.  87  (sir  W.  Osier). — Internat.  Clin.,  Filadelfia,  1864,  4  s.,  I., 
p.  xv-xxi,  retrato  (M.  A.  Starr). — Glasgow  M.  J.,  1893,  XL,  p.  292-298  (Jane 
B.  Henderson). 
Ciencia:  Rudolf  Eisler:  Geschichte  der  Wissenschaften,  Leipzig,  1906. — F.  Danne- 
mann:  Die  Naturwissenschaften,  2  vol.,  Leipzig,  1910. — Bibliografía,  por 
Aksel  Josephson  (John  Creraz  Library,  Chicago,  191 1). 

Cirugía:  Para  la  Cirugía  prehistórica,  véanse  los  trabajos  de  H.  Tillmanns  (1883)' 
R.  Lehmann-Nitsche  (1896-8),  G.  Buschan  (1902)  y  K.  Jáger  (1907);  Robert 
Fletcher,  sobre  la  trepanación  prehistórica  (Washington,  1882),  y  Lucas 
Championiére:  Les  origines  déla  trepanation  (París,  191 2).  — Hasta  el  fin  del 
siglo  xvi,  Gurtl:  Geschichte  der  Chirurgie  (1898),  y  Malgaigne;  Histoire  de 
chirurgie  (1840),  son  los  fuentes  más  autorizadas;  la  primera  no  tiene  rival  en 
seguridad  de  los  datos,  y  contiene  muchas  e  interesantes  láminas  de  instru- 
mentos quirúrgicos.  Véase,  además,  Friedrich  Helfreich,  en  el  Puschmann 
s'Handbuch  (V.  III,  p.  1-306),  que  es  una  buena  fuente  de  referencias.  La 
historia  de  Kurt  Sprengel  (Halle,  1805-19)  da  la  historia  de  las  diferentes 
operaciones.  George  J.  Fisher  da  un  resumen  muy  acabado  y  completo  de 
los  antiguos  escritores  del  siglo  xvm  (Internat. Encycl.  Surg.  [Ashhurst].  N.Y., 
1886,  VI,  p.  1 146-1202).  El  mejor  y  más  completo  estudio  de  la  cirugía  inglesa 
es  el  de  John  S.  Billings,  constituyendo  el  capítulo  de  introducción  al  Dennis's 
System  of  Surgery  (New-York,  1895,  h  P-  i-i44)-  Es  notable,  no  sólo  por  la 
maravillosa  seguridad  de  sus  datos,  sino  también  por  su  buen  espíritu  críti- 
co. Del  mismo  género  son  las  Lecciones  de  sir  William  Fergusson,  de  1867, 
y  la  importante  monografía  de  sir  Clifford  Allbutt  sobre  relaciones  históricas 
entre  la  medicina  y  la  cirugía  hasta  fines  del  siglo  xvi,  que  constituye  la  me- 
jor historia  inglesa  de  la  cirugía  medieval.  Véase,  además,  la  Historia  de  la 
cirugía  plástica,  de  Zeis  (Leipzig,  1863),  en  el  estudio  de  George  Fischer  so- 
bre los  aspectos  culturales  de  la  cirugía  del  siglo  xvm  ('Chirurgie  vor  100 
Jahren,  1876);  los  estudios  de  J.  S.  Milne  (Oxford,  1897)  y  Th.  Meyer-Steineg 
(Jena,  19 12)  sobre  la  historia  de  los  instrumentos  quirúrgicos,  y  el  exce- 
lente artículo  de  Charles  Creighton,  en  la  Encycl.  Britan.,  n.aed.,  Cam- 
bridge, 191 1,  XXVII,  p.  125-129.  La  cirugía  inglesa  se  encuentra  muy  bien 
estudiada  en  las  memorias  de  John  Flint  South  sobre  el  arte  de  la  cirugía  en 
Inglaterra  (1886);  en  los  anales  de  los  barberos-cirujanos  de  Londres,  de 
Sidney  Young,  y  en  las  interesantes  monografías  de  D'Arcy  Power.  La  ciru- 
gía alemana  ha  sido  estudiada  por  Rohlfs:  «Die  chirurgischen  Klassiker 
Deutschlands»  (Leipzig,  1883-5);  Por  George  Fischer  (1876);  por  H.  Tillmann, 
en  su  obra  «Hundert  Jahre  Chirurgie»  (1898),  y  por  el  ensayo  de  Erns  Bec- 
ker sóbrelos  antiguos  cirujanos  de  Hildesheim  (1902).  La  cirugía  americana 
hasta  1876  es  acabadamente  tratada  por  Samuel  D.  Gross,  en  Am.  Journ. 
Med.  Se,  Filadelfia,  1876,  n.  s.  LXXI,  p.  431-484.  Los  ensayos  de  James  Eve- 
lyn Pilcher  (Journ.  Am.  Med.  Assoc,  1890,  XIV,  suppl.  núm.  18,  p.  629-636)  y 
Frederick  S.  Dennis  (Med.  Rec,  N.  Y.,  1902,  XLIII,  p.  637-648)  son  también 
muy  útiles  para  referencias. 

Chovet  (Abraham):  Anat.  Rec,  Filadelfia,  191 1,  V,  p.   147-172,  2  retr.  (W.  S.  Miller)- 

Cohnheim:  Ges.  Abhandl.,  Berlín,  1885,  p.  vii-li,  retr.  (W.  Kühne).— Arch.  f.  exper. 
Path.  u.  Pharmakol.,  Leipzig,  1884,  XVIII,  p.  3-4  Heft,  p.  i-x  (E.  Klebs). 

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Cooper  (sir  Astley):  Biografía,  por  B.  B.  Cooper,  2  vols.,  Londres,  1843. — Bradshaw 
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Guy  de  Chauliac:  E.  Nica'íse:  Introducción  a  su  obra  La  Grande  Chirurgie,  Paris, 
1890,  p.  Lxxvii-cv  (Biografía  de  Guy),  p.  cvi-cvci.  —  Conf.  Inst.  Fac.  de  Med. 
de  Paris,  1866,  p.  173-208  (Follin). 

Haeckel:  Biografía,  por  W.  Bolsche  (trad,  al  inglés  por  J.  McCabe,  Filadelfia,  n.  d.). 

Hales  (Stephen):  Gentleman's  Mag.,  Londres,  1764,  XXXIV,  p.  273-278  (P.  Colli- 
son). — Diet.  Nat.  Biog.,  Londres,  1890,  XXIV,  p.  32-36  (F.  Darwin).— Johns 
Hopkins  Hosp.  Bull.,  Baltimore,  1904,  XV,  p.  [85  y  232  (P.  M.  Dawson).— 
Scient.  Monthly,  New- York,  1916,  III,  p.  439-454  (D.  Fraser  Harris). 

//«//(Marshall):  Memoirs,  por  Charlotte  Hall,  Londres,  1861. — Lancet,  Londres, 
1850,  II,  p.  120-128-,  retr.;  1857,  II,  p.  1  72-175.— Diet.  Nat.  Biogr.,  Londres, 
1890,  XXIV,  p.  80-83  (G.  T.  Bettany). 

Haller:  Biografía  y  elogios,  por  J.  G.  Zimmermann  (Zurich,  1755);  E.  G.  Baldinger 
y  C.  G.  Heyne  (Gottingen,  1778). — T.  Henry  (Warrington,  1783);  R.  C.  Stiles 
(New-York^  1867). — A.  Lissauer  (Berlin,  1873).— Véase,  además:  Denkschrift, 
Berna,  1877;  Hallers  Wohnungen,  etc.,  por  Kronecker  (Berna,  1908),  con 
ilustraciones  muy  interesantes. — Die  Bildnisse,  etc.,  por  Artur  Weese  (Berna, 
1909),  da  todos  los  retratos  existentes. — Especialmente  interesantes  son: 
Haller  Redivivus,  por  H.  Kronecker  [Mitth.  d.  natur.  Gesellschaft,  en  Berna 
(1902),  1903,  p.  203-226],  y  el  artículo  de  Cushing  en  el  Am.  Med.  (Filadelfia, 
1901,11,  p.  540  y  580).— Véase  también:  Deutsche  med.  Wochnschr.,  Leipzig 
y  Berlín,  1908,  XXXIV,  p.  181 3-18 15  (H.  Kronecker).  — Münch.  med.  Wochns- 
chr., 1908,  LV,  p.  2142  (K.  Sudhoff).  -Johns  Hopkins  Hosp.  Bull.,  Baltimore, 
1908,  XIX,  p.  65-73  (J.  C.  Hemmeter).— Bull.  Soc.  Med.  History,  Chicago, 
1916,  Nr.  4,  p.  23-46  (C.  B.  Reed).  Respecto  de  su  labor  literaria,  véase  la 
introducción  de  Ludwig  Hirzel  a  las  Haller's  Gedichte,  Frauendfel,  1882. 

Harington  (sir  John):  Johns  Hopkins  Hosp.  Bull.,  Baltimore,  1908,  XIX,  p.  285  a 
295  (J.  G.  Adami). 

Harvey  (William):  William  Harvey,  por  D'Arcy  Power  (Masters  of  Medicine),  Lon- 
dres,  1897.  Memorials  of  Harvey,  por  J.  II.  Aveling,  Londres,  1875. --Some 
Memoranda,  etc,  por  S.  Weir  Mitchell,  New-York,  1907.— Some  recently 
discovered  Letters,  etc.,  por  S.  Weir  Mitchell,  Filadelfia,  1912.  -Portrails  of 
doctor  William  llarvrv,  Oxford  I'niv.  Tress,  19 1 3.  —  Notice  of  an  Unpu- 
blished Manuscript,  por  G.  E.  Paget,  Londres,  1801.— Las  Doctrines  of  the 
1  ulation,  de  fohn  Call  Dalton  (Filadelfia,  1884),  es  la  mejor  historia  que 
teen  inglés  sobre  el  asunto;  y  el  Harvey's  views,  etc.,  New- York,  191 5, 
por  el  discípulo  v  su<  e  »or  de  I  taitón,  el  difunto  John  l ..  ( ¡urtis,  es  otra  im- 
portante contribución  de  la  erudición  americana.  La  introducción  al  texto 
de  Charles  Richet  (París,  1879)  es  muy  valiosa  también  Véanse,  además, 
memorias  del.  II.  Huxley  en:  Nature,  Londres,  1878,  XVII,  p.  417; 
Will.  p.  i.j...  y  Pop.  s<  Monthly  (Suppl.)i  New-York,  1878,  núm.  XI,  p.  385 
a  489.  Además:  fohn  Hopkins  Hosp.  Bull, 'Baltimore,  1897,  VIII,  p.  167-174 
(W.  K  Brooks)  Además:  St.  Barth.  Hosp.  Rep.,  Londres,  1887,  XXIII, 
p.  1-12    W   Munk.j.   Además:   Lancet,   Londres,  1878,   II,  p.  776-778,  1  lám. 


APÉNDICES  557 


(sir  B.  W.  Richardson). — También:  Asclepiad,  Londres,  1884,  l,  p.  39-44, 
1  lám.  (sir  B.  W.  Richardson). — -Además:  Harveian  orations  (enumeradas  en 
el  índex-Catalogue,  1901,  2  s.,  VI,  780). 

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lín, 1894-9);  F.  Hartmann  (Leipzig,  1899);  H.  Magnus  (Breslau,  1906);  E.  Schle- 
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Simpson  (sir  James  Y.):  Biografías,  por  J.  Duns  (Edimburgo,  1873),  Eva  B.  Simpson 
(Londres,  1896)  y  H.  L.  Gordon  (Londres,  1897). — También:  Edimb.  M.  J., 
191 1,  n.  s.,  VI,  Memorial  No.,  p.  481-560,  9  lám.;  VII,  p.  12-17. 

Sims  (James  Marion):  The  Story  of  my  Life  (New-York,  1884). — Ueber  Marion  Sims, 
por  R.  Olshausen  (Berlin,  1897). -Am.  J.  Obst.,  N.  Y.,  1884,  XVII,  p.  52-61, 
retr.  (P.  F.  Mundé).— Alabama  M.  &  S.  Age,  Anniston,  1893-94,  VI,  p.  607 
a  616  (T.  A.  Means).  -Mead.  Rec,  New-York,  1894,  XLVI,  p.  705-708  (E.  Sou- 
chon).  — N.  Orleans  M.  &  S.  J.,  1895-96,  n.  s.,  XXIII,  p.  455-460,  3  lám. 
(E.  Souchon). — Ztschr.  f.  Geburtsh.  u.  Gynak.,  Stuttgart,  19 13,  LXXIII, 
p.  946-948  (A.  Martin). 

Smellir.  William  Smellie  y  sus  contemporáneos,  por  John  Glaister,  Glasgow,  1894. 
Memoria   en  Works  (New  Sydenham  Soc,  1876,  VI),  por  A.  H.  McClintock. 

Smith  (Natham):  Biografía  y  cartas,  por  Emil  A.  Smith,  New-Haven,  19 14. 

Soemmerring'.  Biografía,  por  W.  Strieker  (Francf.  a.  M.,  1862). 

Sor  ano  de  E/eso:  Samml.  klin.  Vortr.,  Leipzig,  1902,  n.  F.,  n.°  335  (Gynak.,  n.°  121), 
p.  70V744  (J.  Lachs). — Abhandl.  d.  K.  sachs.  Gesellsch.  d.  Wissench.  phil.- 
hist.  kl.,  Dresden,  1610,  XXVII,  n.°  2  (J.  Ilberg). 

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Stensen:  Opera,  v.  I  (Copenhague,  1909). — Sir  M.  Foster:  Lect.  Hist.  Physiol.,  Cam- 
bridge, 1901,  p.  106-1 10.— Med.  Libr.  &  Hist.  J.,  Brooklyn,  1904,  II,  p.  166 
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fia,  1906,  p.  137-166,  retr.' — Johns  Hopkins  Hosp.  Bull.,  Baltimore,  19 14,  XXV, 
p.  44-51  (W.  S.  Miller). 

Stokes:  Biografía,  por  sir  W.  Stokes  (Londres,  1897). — Dublin,  J.  M.  Sc,  1878,  LXV, 
p.  186-200  (J.  W.  Moore).— Med.  Hist.  Meath.  Hosp.,  Dublin,  1888,  p.  129 
a  136,  1  lám. 

Stoll:  V.  Fossel:  Stud.  z.  Gesch.  d.  Med.,  Stuttgart,  1909,  p.  1 53-191. 

Stromeyer:  H.  Rohlfs:  Gcsch.  d.  deutsch.  Med.,  Leipzig,  1885,  IV,  p.  139-260. 
Wien.  med.  Wochnschr,  1876,  XXXVI,  p.  1064  (T.  Billroth). 

Süssmilch  (J.  P.):  Publ.  Am.  Statist.  Ass.,  Boston,  1 900-1 901,  VII,  p.  46-67  (F.  S. 
Crum). 


564  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

Swamtnerdam:  VVerk  v.  h.  Genootsch.  t.  Bevord.  d.  Nat.-Genees-en  Heelk.  te  Ams- 
terdam, 1880,  V,  p.  1-64  (B.  J.  Stokvis). — -Algunos  apóstoles  de  la  Fisiología, 
por  W.  Stirling,  Londres,  1902,  p.  34. — Véase  también  la  novela  «Swammer- 
dam».  por  H.  Klencke.  3  vols.,  Leipzig,  i860. 

Sydenham:  Biografía,  por  J.  F.  Payne,  Londres,  1900. — J.  Brown:  Horae  subsecivae, 
Londres,  1858,  p.  1-98.  — Deutsche  med.  Wochnschr.,  Leipzig,  1889,  XV, 
p.  1068-1070  (Pagel). — Asclepiad,  Londres,  1892,  IX,  p.  385-401,  retr.,  lám. 
1  sir  B.  W.  Richardson). — Med.  News,  Filadelfia,  1894,  LXV,  p.  234-236  (sir 
H.  AclandV — Janus,  Amsterdam.  1898,  III,  p.  4- 11  (J.  P.  Payne). 

Sylvius  (Franciscus):  Sir  M.  Foster:  Lect.  Hist.  Physiol.,  Cambridge,  1901,  p.  145 
a  173.— Jonhs  Hopkins  Hosp.  Bull.,  Baltimore,  1909,  XX,  p.  329-339 
(F.  Baker).— Proc.  Charaka  Club.,  N.  Y.,  19 10,  TIT,  p.  14-28,  2  lám.  (S.  E.  Je- 
llife). 

Syme:  Memorials,  por  R.  Paterson,  Edimburgo,  1874. 

Tait  (Lawson):  Brit.  Med.  Journ.,  Londres,  1899,  I,  p.  1561- 1564.  —  |.  Am.  M.  Ass., 
Chicago,  1899,  XXXIII,  p.  875-880  (C.  A.  L.  Reed). 

Theophrastus  de  Eresos:  E.  L.  Greene:  Landmarks  of  Botanical  History,  Washing- 
ton, 1909,  L  p.  52-142. 

Traube  (Ludwig):  Berl.  klin.  Wochenschr.,  1876.  XIII,  p.  209  (Virchow). — Charite 
Ann.,  1875,  Berlin,  1877,  II,  p.  767-800,  retr.  (E.  Leyden). 

Trouchin:  Biografía,  por  H.  Tronchin,  Paris,  1906.  —Arch.  f.  Gesch.  d.  Med.  Leip- 
zig, 1907-08,  I,  p.  81  y  289  (A.  Geyl). 

Tro?isseau:  P.  Triaire:  Bretonneau  et  ses  correspondants,  2  vols.,  Paris,  1892. — In- 
ternat.  Clin.,  Filadelfia,  1916,  26  s.,  Ill,  p.  284-303  (F.  H.  Garrison). 

Venel:  Zentralbl.  f.  chir.  u.  mech.  Orthop.,  Berlin,  1912,  VI,  p.  413-435  (M.  Klemmj. 
Ztschr.  f.  Krüppelfürsorge,  Hamb.  &  Leipzig,  1914,  VII,  p.  216-224 
(M.  Kirmsse). 

Vesalio:  Etudes,  por  A.  Burggraeve,  Gante,  1841. — Biografías,  por  M.  Roth  (Ber- 
lín, 1892)  y  J.  M.  Ball  (St.  Louis,  1910). — Sir  M.  Foster:  Lectures  on  the  His- 
tory of  Physiology,  Cambridge,  1901,  p.  1-24. — Janus,  Amsterdam,  191 5,  XIX, 
P-  435-507,  8  lám.,  1  grab.  (F.  M.  G.  de  Feyfer). — Bull.  Soc.  Med.  Hist,  Chica- 
go, 1916,  I,  p.  47-65  (F.  H.  Garrison). 

Wirchow:  Biografía,  por  W.  Becher  (Berlin,  1891). — Cartas  (Leipzig,  1907).— Ged&- 
chtnisrede,  por  W.  Waldeyer  (Abhandl.  d.  k.  preuss.  Akad.  d.  Wissensch., 
Berlin,  1903,  p.  1-52). — Gedachtnis  Feier.  Verhandl.  d.  Ber.  Gesellsch.  f. 
Anthrop.,  1902,  p.  311-330,  retr.— Arch.  f.  path.  Anat,  etc.;  Berlin,  1903,  CXXI, 
p.  2-7  (F.  von  Recklinghausen). —Johns  Hopkins  Univ.  Circ,  Baltimore,  1891, 
XI,  p.  17-19  (sir  W.  Osier).  Phil.  M.  J.,  1902,  X,  p.  360-445  (F.  Boas).— Vir- 
chow-Bibliographie,  Berlin,  1901. 

Warren  (John  Collins):  Biografía,  por  E.  Warren,  2  vols.,  Boston,  i860. 

Weigert  (Carl):  Biografía,  por  R.  Rieder  (Berlin,  1906). 

Weismann  (August):  Science,  New-York,  191 5,  n.  s.,  XLI,  p.  917-923  (E.  G.  Con- 
klin). 

Wells  (William  Charles):  Boceto,  por  Elisha  Bartlett  (Louisville,  1849).-  -Ann. 
Ophth.,  St.  Louis,  1909,  XVIII,  p.  454-458.— Louisa  S.  Wells:  Journal  (New- 
York  Historical  Society),  1906,  pág.  84-106. 

Werlhoff:  Opera  medica  Hannover..  1775,  parte  I.  p.  i-xvn  (J.  Ii.  Wichmann).— 
H.  Rohlfs:  Gesch.  d.  deutsch.,  Med.,  Stuttgart,  1875,  1,  p.  32-81. 

Wexer  (Johann):  Biografía,  por  Carl  Binz  (2  Aufl.,  Berlin,  1896).  -Med.  Mag.,  Londres, 
1897,  VI,  p.  520,  609,  651  y  769  (E.  T.  Withington). 

White  (Charles):  Med.  Libr.  &  Hist  J.,  Brooklyn,  1907,  V,  p.  1  - 1 8  (J .  G.  Adami). 

Whytt  'Robert):  Tr.  Roy.  So<  Edimburgo,  1861  -6a,  XXIII,  p.  99-131  (W.  Seller).— 
Med.  Lib.  &  Hist.  J..  Brooklyn,  1904,  II,  p.  153-165,  1  lám.  (J.  Ruhnih). 

Wilks  (sir  Samuel):  Biographical  Reminiscences,  Londres,  1891. — Guy's  Hosp. 
Gaz.,  Londres,  191 1,  XXV,  p.  508-510,  retr. — Bibliography  of  his  writings  by 
William  Wale:  Ibid.,  p.  512-520.     Brit.  M.  [.,  I  ondres,  1911,  II,  p.  1384-1390, 


APÉNDICES  565 

retr. — Lancet,  Londres,  191 1,  II,  p.  1 441-1445,  retr.  —  Guy's  Hosp.  Rep., 
Londres,  191 1,  LXVII,  p.  1-39  (W.  H.  White). 

Wiseman  (Richard):  Biografía,  por  sir  T.  Longmore  (Londres,  1891). — Sir  B.  W.  Ri- 
chardson: Disciples  of  Aesculapius,  Londres,  1900,  I,  p.  158-175,  retr. — 
West.  Lond.  M.  J.,  19 12,  XVII,  p.  203-205  (S.  D.  Clippingdale). 

Withering:  Biografía,  como  prefacio  de  sus  Miscellanesus  Tracts,  Londres,  1822,  1, 
p.  1-206  (Bibliografía)  y  207-209. — Proc.  Roy.  Soc.  Med.,  Londres,  191 5,  VIH, 
Sect.  Hist.  Med.,  p.  85-94  (A.  R.  Cushny). 

Wolff  (Caspar  Friedrich):  Jenaische  Ztschr.  f.  Med.  u.  Naturw.,  Jena,  1868,  IV,  pá- 
gina 193-220  (A.  Kirchhoff).— W.  M.  Wheeler:  Woods  Holl  Biol.  Lect,  1898, 
Boston,  1899,  VI,  p.  265-284  (Sitzungsb.  d.  k.  preuss.  Akad.  d.  Wissensch., 
1904  [W.  Waldeyer]). 

Wunderlich:  Arch.  f.  Heilk.,  Leipzig,  1878,  IV,  p.  289-320  (O.  Heubner);  p.  321-329 
(W.  Roser).  — Med.  Klin.,  Berlin,  1915,  XI,  p.  901-903  (A.  Striimpell). 

Young  (Thomas);  Biografías,  por  Gurney  (Londres,  1831)  y  Peacock  (Londres,  1855). 
Diet.  Nat.  Biogr.,  Londres,  1900,  LXIII,  p.  393-399  (C.  H.  Lees). 

Yperman:  Janus,  Amsterdam,  19 13,  XVIII,  p.  1-15  (E.  C.  van  Leersum). 

Zacchias:  V.  Fossel:  Stud.  z.  Gesch.  d.  Med.,  Stuttgart,  1909,  p.  46-110. 

Zimmermann:  Biografías,  por  Tissot  (1797)  y  por  R.  Ischer  (1893). 


C— HISTORIAS  DE  ALGUNOS   ASUNTOS  ESPECIALES 

Alejandrina  (Medicina):  K.  Sudhoff:  Aerztliches  aus  griechischen  Papyrus-Urkun- 
den,  Leipzig,  1907. 

Alquimia:  K.  C.  Schmieder:  Geschichte  der  Alchemie,  Halle,  1832. — E.  Berthelot: 
Les  origines  de  l'alchemie,  París,  1885. 

Americana  (Medicina):  Bosquejo  de  James  Thacher  en  su  American  Medical  Bio- 
graphy, Boston,  1828,  I,  p.  9-85,  conteniendo,  separadamente,  la  historia  de 
la  medicina  en  los  diferentes  estados  coloniales.— Century  (A)  of  American 
Medicine,  Filadelfia,  1876,  en  particular  el  resumen  crítico  de  J.  S.  Billings, 
p.  290-366. — S.  D.  Gross:  History  of  American  medical  literature,  Filadelfia, 
1876. —  J.  M.  Toner:  Contributions,  etc.,  Washington,  1874.— F.  R.  Packard: 
History  of  Medicine  in  the  United  States,  Filadelfia,  1901. — J.  G.  Mumford: 
A  Narrative  of  Medicine  in  America,  Filadelfia,  1903. — University  M.  Mag., 
Filadelfia,  1897-8,  X,  p.  136-140  (sir  W.  Osier).— J.  Am.  M.  Ass.,  Chicago, 
191 1,  LVIII,  p.  437-441  (H.  A.  Kelly).— Med.  Rec,  New- York,  1904,  LXV, 
p.  361-367  (S.  Smith);  1913,  LXXXIV,  p.  277-283  (T.  Abbe). 

Anatomía:  Ludwig  Choulant:  Geschichte  und  Bibliographie  der  anatomischen 
Abbildung,  Leipzig,  1852. — Estudios  de  Hyrtl  sobre  términos  árabes  y  he- 
breos (1879).  terminología  anatómica  (1880)  y  antiguos  alemanes  termini 
technici  (1884);  estudios  de  Robert  von  Toply  sobre  anatomía  medieval 
(Leipzig,  1898). 

La  Histoire  de  l'anatomie  plastique,  de  Mathias  Duval  y  Edouard  Cuyer 
(París,  1898);  la  de  Ludwig  Hopf  sobre  las  antiguas  fases  culturales  (Breslau, 
1904),  y  los  estudios  de  Karl  Sudhoff  acerca  de  la  anatomía  tradicional 
(1907)  y  las  fases  gráficas  de  la  anatomía  (1908),  son  las  obras  más  notables 
de  este  género.  Las  mejores  monografías  inglesas  son  la  historia  del  difunto 
sir  William  Turner  en  la  Encyclopaedia  Britannica  (sub  voce  anatomy)  y  el 
artículo  de  Frank  Baker,  en  el  Reference  Handbook  de  Stedman  (New- 
York,  191 3,  I,  p.  323-345).  La  monografía  de  Toply  en  el  Handbuch  de  Pusch- 
mann  es  práctica  y  tiene  un  buen  resumen  bibliográfico  de  todo  el  asunto. 
L'Histoire  de  l'Anatomie  (181 5),  de  Thomas  Lauth,  está  sin  concluir  y  es 
antigua.  Más  antigua  es  aún  la  Historia  anatomiae,  de  Caspar  Bauhinus 
(1597),  que  tiene,  en  notas  marginales,  todas  las  referencias  bibliográficas 
de  los  descubrimientos  enumerados.  Un  análogo  servicio  nos  presta  la  his- 
toria de  Sprengel  (passim).  La  Anatomiens  Historie,  de  J.  H.  Chievita,  en  da- 


566  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

nés  (Copenhague,  1904),  tiene  ilustraciones  muy  interesantes. — El  Sketch 
of  the  Early  History  of  Practical  Anatomy,  Filadelfia,  1874,  de  W.  W.  Keen, 
es  una  buena  historia  de  la  disección  y  las  inyecciones.  La  obra  de  Charles 
R.  Bardeen,  Anatomy  in  America  (Bull.  Univ.  Wiscousin,  Madison,  1905, 
num.  115,  p.  85-208),  es  el  mejor  resumen  que  conocemos  de  este  asunto. 

Anestesia:  Dublin  J.  M.  Se,  1875,  LIX,  p.  32-38  (T.  M.  Madden).— Ibid.,  1888' 
LXXXVI,  p.  284,  373  y  485;  1889,  LXXXVII,  p.  116,  225,  305  y  486  (G.  Joy). 
Deutsche  Ztschr.  f.  Chir.,  Leipzig,  1895-96,  XLII,  p.  517-596  (Th.  Husemann). 
The  Semi-centennial  of  Anaesthesia,  Boston,  1897. —Johns  Hopkins  Hosp. 
Bull.,  Baltimore,  1897,  VIII,  p.  174-184  (H.  H.  Young).  —J.  T.  Gwathmey: 
Anesthesia.  New- York,  19 14,  p.  1-29. 

Anglosajona  (Medicina):  O.  Cockayne:  Leechdoms,  wortcunning,  etc.,  3  vols.,  Lon- 
dres, 1864-66.— J.  F.Payne:  English  Medicine  in  the  Anglo-Saxon  Times, 
Oxford,  1904. 

Antropología:  A.  C.  Haddon:  History  of  Anthropology,  Londres  y  New-York,  1910. 

Árabe  (Medicina):  F.  Wüstenfeld:  Geschichte  der  arabischen  Aerzte,  etc.,  Gottingen, 
1840. — Lucien  Leclerc:  Histoire  de  la  médecine  árabe,  2  vols.,  París,  1876. 
Puschmann:  Handbuch,  Jena,  1902,  I,  p.  589-621  (Schrutz).— K.  Opitz:  Die 
Medizin  im  Koram  (Stuttgart,  1906). 

Arte  (La  medicina  en  el):  El  asunto  ha  sido  primeramente  tratado  por  Virchow  en 
los  Archiv  f.  path.  Anat,  etc.,  Berlín,  1861,  XXII,  p.  190;  1862,  XXIII,  p.  194; 
y  el  material  ha  sido  acabadamente  catalogado  por  Marx  (Abhandl.  d.  k.  Ge- 
sellsch.  d.  Wissensch.  zu  Gottingen,  1861-62,  X,  p.  3-74);  pero  la  creación  ha 
sido  realmente  de  Charcot  y  sus  discípulos  en  la  Nouvelle  Iconographie  de 
la  Salpétriere,  París,  1888-1913,  j¿a.s\rzw.  Las  dos  monografías  de  Charcot  y 
P.  Richer  sobre  los  demoníacos,  los  deformes  y  los  enfermos  en  el  arte  (Pa- 
rís, 1887-89);  de  P.  Richer:  L'art  et  la  médecine  (París,  1902);  las  monografías 
de  Eugen  Hollander  sobre  la  medicina  en  los  pintores  clásicos,  en  las  cari- 
caturas y  en  el  arte  plástico  (Stuttgart,  1903-12);  de  Robert  Müllerheim,  Die 
Wochenstube  in  der  Kunst  (Stuttgart,  1904),  y  de  F.  Parkes  Weber:  Aspects 
of  Death  in  Art  (2.a  edv  Londres,  1914),  son  los  mejores  libros  publicados 
sobre  este  asunto.  También  merecen  leerse  otros  ensayos,  como  los  de 
J.  W.  Churchman  sobre  Jan  Steen  y  Velazquez  (Johns  Hopkins  Hosp.  Bull., 
Baltimore,  1907,  XVII,  p.  480;  191 1,  XXII,  p.  383),  y  de  Mortimer  Frank  só- 
brela Caricatura  en  medicina  (Bull.  Soc.  Med.  Hist.,  Chicago,  1911-15,  I,  pa- 
ginas 46-57). 

Asirio-babilónica  (Medicina):  F.  von  Oefele:  Keilschriftmedicin  (Breslau,  1902). 
F.  Kiichler:  Beitnige  zur  Kenntnis  der  assyrisch-babylonischen  Medici n 
(Leipzig,  1904). — Proc.  Roy.  Soc.  Med.,  Sect.  Hist.  Med.,  Londres,  1914,  VII, 
p.  109-176  (M.  Jastrow). 

Bacteriología:  Friedrich  Loeffer:  Vorlesungen  (i.Theil,  Leipzig,  1887);  es  incomple- 
ta, pero  puede  completarse  con  el  trabajo  de  Müller  y  Prausnitz  en  la  obra 
de  Puschmann,  1905,  III,  p.  804-852. 

Balneologia:  K.  Sudhoff:  Aus  dem  antiken  Badewesen,  2  pt.  (Berlín,  19 10). — A.  Mar- 
tín: Deutselies  Badewesen  in  vergangenen  Tagen  (Jena,  1906). 

Bibliografía  médica:  Hallen  reimpresión  del  Methodus  Studii  Medici  de  Boerhaave 
Í2  vols,  Amsterdam,  1751),  y  sus  bibliografías  de  botánica  (177 1-2),  Anato- 
mía (1774-7),  cirugía  (1774-5)  y  práctica  de  la  medicina  (1776-8),  que  cons- 
tituyen las  mejores  contribuciones  del  siglo  xvm.  I. a  obra  de  Carl  Peter 
Callisen:  cMedicinisches  Schriftsteller-Lexicon»  (33  volúmenes,  Copenha- 
gue, 1830-451,  es  una  especie  de  índice-catálogo  de  autores  de  la  segunda 
mitad  del  si^lo  xvm  y  primer  cuarto  del  \i\.  También  son  dignas  de  tenerse 
en  cuenta  las  antiguas  bibliografías  de  G.  ( >.  de  Ploucquet  1 1808-9),  Robert 
Watt  (1824),  James  Atkinson  ( 1 834)  y  John  Forbes  (1835).  De  gran  mérito 
son  las  obras  de  Ludwig  Choulant:  Handbuch  der  Bücherkunde  (2.B  ed., 
Leipzig,  1.S40)  y  Bibliotheca  médico-histórica  (Leipzig,  184-');  de  Julius 
Rosembaum:  Additamenta  (Halle,  1842-47);  Haeser:  Bibliotheca  épidemio- 
^raphira  Jena,  1843);  J.  G.  Thierfelder:  Additamenta  (Misna,  1843;  Greifs- 
wald.  1862);  Rupprecht:  Bibliotheca  tnedico-chirurgica(i847  et'seqí))  AV.  En- 


APÉNDICES  567 


gelmann:  Bibliotheca  medico-chirurgica  (Leipzig,  1848);  Alphonse  Sauly: 
Bibliographie  des  sciences  medicales  (París,  1874),  y  Lucien  Hahn:  Essai; 
de  bibliographie  médicale  (París,  1897). — La  France  littéraire  (12  vols., 
1827-64),  de  Ouérard,  y  el  Manuel  du  libraire  (8  vols.,  París,  1860-65;  supl.; 
París,  1878-80),  son  especialmente  buenos  para  la  medicina  francesa.  La  me- 
dicina española  ha  sido  muy  completamente  tratada  por  Antonio  Hernán- 
dez Morejón  en  su  Historia  bibliográfica  (7  vols.,  Madrio!,  1842-52)  y  en  la 
Colección  de  Miguel  de  la  Plata  y  Marcos  (Madrid,  1882).  La  más  completa 
bibliografía  moderna  de  medicina  es  el  índex-Catalogue  de  la  Biblioteca 
del  Instituto  General  de  Cirugía  (37  vols.,  1879-1916),  completado  por  el 
mensual  Index-Medicus  (1879-99;  1903-1917).  La  laguna  causada  por  la  sus- 
pensión de  la  publicación  de  este  último  periódico  ha  sido  suplida  en 
parte  por  el  Index-Medicus  francés  (París,  1900- 1902).  Para  el  estudio  his- 
tórico de  los  textos  fundamentales,  véase  el  Catalogue  des  sciences  medi- 
cales de  la  Biblioteca  Imperial  (3  vols.,  París,  1857-89)  y  la  bibliografía  es- 
pecial del  índex-Catalogue,  especialmente  sus  listas  de  textos  históricos 
(2  ser.,  XVII,  p.  89-178). 

Una  importante  bibliografía  selecta  de  los  interesantes  artículos  científi- 
cos para  los  años  1800-1893  es  el  Catalogue  de  la  Royal  Society  (14  vols., 
Londres,  1867- 19 15)  y  para  anatomía,  fisiología,  bacteriología,  química,  bio- 
logía y  antropología,  el  International  Catalogue  of  Scientific  Literature,  pu- 
blicado por  la  Royal  Society  (Londres,  1907-12):  Para  parasitología,  resulta 
único  e  interesante  el  Index-Catalogue  of  Medical  Zoologie,  de  C.  W.  Stilee 
y  A.  Hassall  (36  partes,  Washington,  1902-12).  Merecen  igualmente  ser  men- 
cionados: L.  Pfeiffer:  Bibliografía  de  la  viruela  y  de  la  vacunación  (Weimar, 
1886);  E.  J.  Waring:  Bibliotheca  therapeutica  (1878);  H.  C.  Bolton:  Bibliogra- 
fía de  química  (Washington,  1885-93);  F.  Schmid:  Bibliografía  de  higiene  pú- 
blica (Berna,  1898- 1906);  Heinrich  Laehr:  Bibliografía  de  neurología  (Berlín, 
1900);  H.  de  Rothschild:  Bibliotheca  lactaria  (París,  1901);  E.  Roth:  Biblio- 
grafía de  los  cuidados  a  los  enfermos  (Berlín,  1903);  Gottlieb  Pott:  Index  de 
literatura  odontológica  (Heidelberg,  1904-14);  R.  Ostestag:  Inspección  de  ali- 
mentos (Stuttgart,  1905);  Emil  Abderhalden:  Bibliografía  del  alcoholismo 
(Berlín,  1904);  John  Ferguson:  Bibliotheca  Chemica  (Glasgow,  1906);  y  las  bi- 
bliografías de  E.  F.  Cyriax,  de  gimnástica  médica  (Worishofen,  1909); 
H.  Gocht,  de  rayos  Rontgen  (Stuttgart,  191 1- 14);  A.  L.  Caillet,  de  ciencias 
psíquicas  y  ocultas  (París,  19 12- 13);  Donald  McMurtrie,  de  niños  anormales 
(New- York,  1913);  la  del  Instituto  Oficial  de  Caridad  y  Eugénica  de  New- 
York  (Albany,  1913);  de  A.  C.  Klebs,  sobre  variolación  (Baltimore,  19 13),  y 
de  F.  Salveraggio,  sobre  pelagra  (Pavía,  1914). 

Para  los  artículos  periodísticos,  véase  el  Index  del  Museo  Británico,  las 
abreviaturas  del  Catálogo  de  artículos  científicos  de  la  Royal  Society  (1867 
a  19 16),  el  catálogo  de  las  series  científicas  de  H.  Scudder  [1633- 1876]  (Cam- 
brige,  1 879), los  compendios  del  índex-Catalogue  (1895  y  19 16),  el  catálogo  de 
periódicos  científicos  y  técnicos  de  H.  C.  Bolton  [1665-1895,  2.a  ed.]  (Was- 
hington, 1897);  A.  Griffin:  Lista  de  la  unión  (Biblioteca  del  Congreso,  Was- 
hington, 1 90 1);  la  guía  de  H.  O.  Severance  (Ann.  Arbor,  G.  Wahr,  19 14);  el 
anuario  francés  de  los  periódicos  (París,  188 1- 19 16),  y  la  Gesamt-Zeitschrif- 
ten-Verzeichnis  de  las  Bibliotecas  alemanas  (Konigl.  Bibliothek,  Berlín, 
1914).  Para  las  sociedades  científicas,  la  sección  Academies,  del  Catálogo  del 
Museo  Británico;  las  International  Exchange  List,  de  la  Institución  Smith- 
soniana,  y  la  bibliografía  de  las  sociedades  alemanas  científicas,  de  J.  Mü- 
11er  (Berlín    1883-87). 

Obras  indispensables  para  referencias  generales  en  una  biblioteca  impor- 
tante son  los  Catálogos  del  Museo  Británico  y  los  de  la  Biblioteca  Peabody 
de  Baltimore  y  Maryland;  el  Handworterbuch  der  Geschichte  der  exakten 
Wissenschaften,  de  Poggendorf  (Leipzig,  1863-1904);^  Bibliotheca  biblio- 
graphica  de  Julius  Petzholdt  (Leipzig,  1866);  el  Catalogue  de  la  Librairie 
francaise,  de  Lorenz  (París,  1867-1911);  el  Allgemeines  Bucherlexicon,  de 
Heinsius,  para  los  años  1700-1912  (36  volúmenes,  Leipzig,  181 2-1913);  la 
Bibliographie  des  bibliographies,  de  Leon  Vallée  (París,  1883);  el  Manuel  de 
bibliographie  genérale,  de  Henri  Stein  (París,   1897),  y  la  Bibliographic  des 


56S  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

Bibliothcks  und  Buchwesens.  de  Hortschansky  (Leipzig,  1905-13).  Para  la 
técnica  de  la  bibliografía,  véase  la  forma  usada  por  la  Biblioteca  del  Con- 
greso, el  índex-Catalogue,  el  sistema  de  Dewey  y  otros  ensayos,  como 
C.  S.  Minot:  Woods  Holl  Biol.  Lect.,  1895,  Boston,'  1896,  p.  149-168. 

Los  anónimos  y  seudoanónimos  se  encuentran  bien  estudiados  en  el  Dic- 
tionary, de  Halkett  y  Laing  (4  vols.,  Edimburgo,  1882-8);  en  Initials  &  Pseu- 
donyms (1  &  2  series),  y  anónimos  (1890),  de  William  Cushing;  en  el  Diction- 
naire  des  ouvrages  anonymes  et  pseudonymes,  de  Barbier  (4  vols.,  París, 
1822-7).  A  ello  puede  añadirse  la  obra  de  John  Martin:  Bibliograpy  of  priva- 
tely printed  books  (2.a  ed.,  Londres,  1854)  y  la  Bibliography  of  unfinished 
books  in  English,  de  A.  R.  Corns  y  A.  Sparke  (Londres,  191 5). 

Bibliotecas  médicas:  Ref.  Handb.  Med.  Se.  (Stedman),  3.a  ed.,  New- York,  1915,  V,  pá- 
ginas 901-910  (F.  H.  Garrison). 

Biología  (Historia  de  la):  J.  A.  Thomson:  The  science  of  life  (Chicago  y  New-York. 
1899). — W.  A.  Locy:  Biology  and  its  makers  (New- York,  1908). — E.  Radl: 
Geschichte  der  biologischen  Theorien  (2.  Aufl.,  Leipzig  y  Berlín,  1913). 

Bizantina  (Medicina):  Glasgow  M.  J.,  1913,  LXXX,  p.  321  y  422  (sir  T.  C.  Allbutt). — 
H.  Corlieu:  Les  médicins  grecs  depuis  la  mort  de  Galien  (París,  1885). 

Botánica:  E.  H.  F.  Meyer:  Geschichte  der  Botanik  (4  vols.,  Konigsberg,  1854).— 
J.  von  Sachs:  Geschichte  der  Botanik  (München,  1875).—}.  Vm.  Harshberger: 
The  Botanists  of  Philadelphia  (Filadelfia,  1899). — A.Hansen:  Die  Entwicklung 
der  Botanik  (Giessen,  1902). —  E.  L.  Greene:  Landmarks  of  Botanical  Histo- 
ry (Washington,  1909).  — Además:  Journ.  Am.  Med.  Ass.,  Chicago,  191 1,  LVIII, 
p.  437-441  (H.  A.  Kelly).  —  Science,  New-York,  1914,  n.  s.,  XXXIX,  pá- 
ginas 299-319  (D.  S.  Johnson). 

Botánicos  (Jardines):  Ann.  Missouri  Botan.  Garden,  St.  Louis,  191 5,  II,  p.  185-240 
(A.  W.  Hill). 

Cáncer:  Jakob  Wolff:  Die  Lehre  von  der  Krebskrankheit  (2  vols.,  Jena,  1907-1911). 

Céltica  (Medicina):  Proc.  Am.  Phil.  Soc,  Filadelfia,  1887,  XXIV,  p.  136-166 
(J.  Mooney). 

Clínica  Médica:].  Peterson:  Hauptmomente  in  der  alteren  Geschichte  der  medi- 
cinischen  Klinik  (Copenhague,  1890). 

Cólera:  G.  Sticker:  Die  Cholera  (Giessen,  191 2,  p.  104-284). 

Cronología  médica:  Los  cuadros  preparados  por  Ludwig  Choulant  (1822),  Casimir 
Broussais  (1829),  William  Farr  (1836-8),  M.  S.  Krüger  (1840)  y  Julius  Pagel 
(1908)  son  útiles,  así  como  también  las  cronologías  contenidas  en  las  histo- 
rias de  Sprengel,  E.  Isensee  y  E.  Schwalbe  (L.  Aschoff). 

Cuarentenas:  Johns  Hopkins  Hosp.  Bull.,  Baltimore,  19 14,  XXV,  p.  80-86  (W.  W. 
Ford). 

Curanderismo:  H.  Magnus;  Das  Kurpfuscherthum,  etc.  (Hreslau,  1903).  -Brit,  med- 
Journ.,  Londres,  191 1,  I,  p.  1250- 1263. 

China  (Medicina):  M.  Boym:  Clavis  medica  (Francfort,  a.  M.,  1  686;.  A.  Cleyer:  Spe- 
cimen medicinae  sinicae  (Francfort,  1682).  August  Pfizmaier:  Traducción  de 
la  doctrina  del  pulso  de  Chang-Ke  (1866)  y  ensayos  en  la  Sitzungsber.  d. 
phil.-hist.  Cl.  d.  k.  Akad.  d.  Wissensch.,  Viena,  1865-6,  sobre  la  patología,  se- 
miología y  toxicología  en  China. •— P.  Dabry:  La  médecine  chez  les  Chinois 
(París,  1863). — J.  Regnault:  Médecine  et  ptiarmacie  chez  les  chinois  (París, 
1903).— Además:  Jan  us,  Amsterdam,  1904,  IX,  p.  103,  159,  201  y  257  (R.  W. 
von  Zaremba). — Arch.  *f.  Gesch.  d.  Med.,  Leipzig,  1913-14,  VII,  p.  115-12S 
(Hubotter). 

Dermatología:  Handb.  d.  Med.,  Jena,  1905,  III,  p.  393-463  (I.  Bloch).  I. .-meet,  Lon- 
dres, 1911,1,  p.  1 555-1560  (J.  H.  Scqueira).  —  J.  Am.  M.  Ass.,  Chicago,  kms. 
LXV,  p.  469-474  (H.  Fox). 

Dietética:  H.  Lichtenfclt  Die  Geschichte  der  Ernáhrung  (Berlin,   1913).     Festschr. 

/     j   Saecularfeier d    naed.    Fac.   Würzb.,  Leipzig,    1882,  II,   p    17-41 

(A  St.  i).       Zeitschr.  f.  di&t.  u.  phys.  fherap.,  I  < ipzig,   1898-9,  p.  222-238 


APÉNDICES  5** 

(J.  Marcuse).— Pop.   Se.  Month.,  New-York,  191 3,  LXXXIII,  p.  417-423  (J.  B. 
Nichols). 

Educación  médica:  T.  Puschmann:  Geschichte  des  medizinischen  Unteirichts,  etc. 
(Leipzig,  1889). — N.  I.  Davis:  History  of  medical  education,  etc.  (Chicago, 
185 1). — A.  Flexner:  Reports  to  the  Carnegie  Foundation  for  the  Advance- 
ment of  Teaching  (Bull.  num.  4,  p.  6,  N.  Y.,  1910-12). 

Egipcia  (Medicina):  Papyros  Ebers  (ed.  por  G.  Ebers),  2  vols,,  Leipzig,  1875;  última 
edición  W.  Wrezinski,  Leipzig,  1913,  y  traducción  por  H.  Joachim  (Berlín, 
G.  Reimer,  1890). — Brugsch  papyrus  (Notice  raisonnée,  etc.,  Leipzig,  1863, 
pt.  2,  p.  lxxv-cvii). — Brugsch-minor  (Abhandl.  d.  Berl.  Akad.  d.  Wissensch., 
1 901). — The  Hearst  medical  Papyrus,  ed.  por  G.  A.  Reisner  (Univ.  Calif. 
Publ.,  v.  1.).  — The  Petrie  Papyri,  ed.  por  T.  L.  Griffith  (Londres,  1898).— 
K.  Sudhoff:  Aerztliches  aus  griechischen  Papyrus-Urkunden,  Leipzig,  J.  A. 
Barth,  1907. — Prosper  Alpinus:  De  medicina  ^Egyptorum,  Venecia,  1591. — 
Richard  Millar:  Disquisitions  in  the  history  of  medicine,  Edimburgo,  1 8 n,  et- 
cétera.— H.  L.  E.  Lüring:  Disertación  de  Estrasburgo  (Leipzig,  1888);  es  es- 
pecialmente valiosa,  porque  demuestra,  por  comparación  de  textos,  la  deu- 
da en  que  se  encuentran  los  escritores  griegos  y  romanos  con  los  papiros 
médicos.  La  Medicina  en  el  antiguo  Egipto,  por  Bayard  Holmes  y  P.  G.  Kit- 
terman  (Cincinnati,  19 14),  es  muy  útil.  Para  un  excelente  resumen  de  la  me- 
dicina egipcia,  véase  Brit.  M.  Journ.,  Londres,  1893,  I,  p.  758,  1014V  1061 
(J.  Finlayson). 

Electroterapia:  Ann.  d'éléctrobiol.,  etc.,  París.  1904,  VII,  p.  129-146  (A.  Tripier). — 
Tr.  XVII,  Internat.  Med.  Congr.,  1913,  Londres,  1914,  sect.  XXIII,  p.  347-350 
(H.  L.  Jones). — St.  Bartholomew's  Hosp.  J.,  Londres,  191 3-14,  XXI,  p.  39,  61, 
70  y  90  (E.  P.  Cumberbatch), 

Embriología:  O.  Hertwig:  Lehrbuch,  etc.  (9  Aufl.,  Jena,  1910,  p.  5-58). — Basel  diss, 
por  B.  Bloch.  (1904). — W.  A.  Locy:  Biology  and  its  Makers  (New- York,  1908, 
P-  195-236). —  St.  Louis  Rev.,  1904,  XLIX,  p.  273-281  (A.  C.  Eycleshy- 
mer).— Pop.  Sc.  Month.,  New-York,  1906,  LXIX,  p.  1-20  (C.  S.  Minot).— Ade- 
más: Introducción  al  Manual,  etc.,  por  F.  Keibel  y  F.  P.  Mall  (Filadelfia). 

Endoscopia  (Historia  de  la):  Arch.  f.  Laryngol.  u.  Rhinol.,  Berlin,  191 5.  XXIX,  pági- 
nas 346-393  (G.  Killiam). 

Enfermedades  epidémicas:  G.  Sticker:  Abhandlungen,  etc.,  Giessen,  1908-12.— Handb. 
d.  Gesch.  d.  Med.,  Jena,  1903,  II,  p.  736-901  (V.  Fossel). 

Enfermeras:  H.  Haeser:  Geschichte  christlicher  Krankenpflege  und  Pflegerschaften 
(Berlin,  1857). — M.  A  Nutting  and  L.  L.  Dock.  «A  History  of  Nursing»  (4  vols., 
New-York,  1907-12).  —  Arch.  f.  Gesch.  d.  Med.,  Leipzig,  1914-15,  VIII, 
p.  147-164  K.  Bass). 

Epigráfica  (Medicina):  J.  Arata:  L'arte  medica  nelle  inscrizioni  latine  (Genova,  1902). 
R.  Blanchard:  Epigraphie  médicale,  2  vols.  (Paris,  1909-15). — Janus,  Amster- 
dam, 1909,  XIV,  p.  4  y  ni  (J-  Oehler,  con  índice  de  nombres). 

Escandinava  (Medicina):  Janus,  Amsterdam,  1907,  XII,  p.  665;  1909,  p.  72  passim 
(F.  Gron).— S.  Lasche:  Norsk  Medicin  i  hundrede  Aar,  Cristiania,  191 1. 

Ética  médica:  J.  L.  Pagel:  Medicinische  Deontologie  [(Berlin,  1897). — Grasset:  Prin- 
cipes fondamentaux  de  la  déontologie  médicale  (París,  1900);  New-York, 
M.  J.,  191 5,  CI,  p.  140  y  205  (G.  Withe  Cook). 

Farmacia:  Las  mejores  obras  para  consulta  y  referencias  son  la  de  Hermann  Sche- 
lenz:  Geschichte  der  Pharmacie  (Berlín,  1904),  y  la  de  A.  C.Wootton:  Chroni- 
cles of  Pharmacy  (Londres,  i9io).La  de  Adrien  Philippe:  Histoire  des  apothi- 
caires  (París,  1853),  aumentada  y  traducida  al  alemán  por  Hermann  Ludwig 
(2  Aufl.,  Jena,  1859),  es  una  obra  antigua,  de  carácter  formal.  La  de  Hermann 
Peter:  Aus  pharmazeutischer  Vorzeit  in  Bild  und  Wort  (2  vols.,  Berlín, 
1889-91)  da  el  aspecto  cultural  del  asunto  por  medio  de  cuadros  muy  intere- 
santes. El  fragmento  de  J.  Berendes  (1898),  su  traducción  de  Dioscórides  y 
y  la  Histoire  de  la  Pharmacie  de  L.  André-Pointier  (París,  1900),  pueden  ser 
también  consultadas.  (Véase  Medicamentos.) 


570  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

Fisiología:  La  obra  inglesa  más  recomendable  es  la  de  sir  Michael  Foster:  Lectures 
on  the  History  of  Physiology  (siglos  xvi-xvm,  Cambridge,  190:),  que  está  ba- 
sada en  investigaciones  originales  y  llena  de  atmósfera  y  de  color.  Son 
también  obras  de  un  carácter  análogo  las  Doctrines  of  the  Circulation,  de 
John  Call  Dalton  (Filadelfia,  1884);  la  History  of  Respiration  in  Man,  de  Wi- 
lliam Marcet  (Londres,  1897);  l°s  estudios  de  Max  Neuburger  sobre  el  des- 
arrollo de  la  fisiología  experimental  del  cerebro  y  de  la  médula  espinal  an- 
tes del  tiempo  de  Flourens  (Stuttgart,  1897),  y  la  de  William  Stirling:  Some 
Apostles  of  Physiology  (Londres,  1902).  La  obra  de  Stirling  es  un  precioso 
in-folio,  lleno  de  hermosos  retratos  de  los  grandes  maestros,  y  escrito,  como 
el  de  Foster,  con  el  mayor  entusiasmo.  También  pueden  ser  consultados, 
para  el  completo  conocimiento  del  asunto,  en  sus  relaciones  bibliográficas, 
la  Geschichte,  de  Heinrich  Boruttau  (Puschmann's  Handbuch,  1903,  Ií,  pági- 
nas 327-456)  y  el  Development  of  Animal  Physiology,  de  John  C.  Cardwell 
(Med.  Library  &  Histor.  Journ.,  New-York,  1904-06,  II-IV,  passim).  Véase  tam- 
bién: Nature,  Londres,  i896,LIV,  p.  580  y  600;  1897,  LVI,  p.  435  (sir  M.Foster). 

Folk-lore  medico:  W.  G.  Black:  Folk-medicine,  etc.,  Londres,  1883. — A.  Bouchinet. 
Des  états  primitifs  de  la  médecine  (tesis  de  París  N.  194,  189 1 )  — M.  Bar- 
tels:  Die  Medicin  der  Naturvolker  (Leipzig,  1893). — H.  Magnus:  Die  Volksme- 
dizin  (Breslau,  1905). — O.  vonHavorka&  A,  Kronfeld:  Vergleichende  Volks- 
medizin,  etc.  (2  vols.  Stuttgart,  1908-9).  •--  Boston  M.  &  S.  J.,  1888,  CXVIII, 
P-  29  y  57  (J-  S.  Billings). 

Ginecología:  Franz  von  Winckel:  «Ueberblick»  en  su  Handb.  d.  Geburtsh.  (Wiesba- 
den, 1903,  I,  1  Teil,  p.  1;  1904,  II,  1  Teil,  p.  1;  1906,  III,  2  Teil,  p.  1;  1907,  III, 
3  Teil,  p.  1),  que  constituye  el  más  acabado  estudio  del  asunto.  También 
es  digno  de  verse  el  resumen  de  Kossmann,  en  el  Handb.  de  Puschmann, 
1905,  III,  p.  953-980. — El  ensayo  de  Hanfield  Jones,  al  comienzo  del  Sistema 
de  Ginecología  de  Allbutt  (1906),  constituye  una  buena  y  amplia  discusión 
de  los  aspectos  modernos  de  la  cuestión.  Él  mejor  estudio  de  la  ginecología 
americana  es  el  ensayo  de  Howard  A.  Kelly,  en  la  introducción  a  su  Cyclo- 
pedia of  American  Medical  Biography  (Filadelfia,  W.  B.  Saunders,  1912). 
También  deberán  consultarse  la  Historia  de  la  Ginecología  Antigua  (1901), 
de  Stewart  McKay,  y  la  Historia  de  las  ilustraciones  ginecológicas  deWeind- 
ler  (Dresde,  1908). 

Grados  médicos  (Ceremonias  de  los):  Med.  Libr.  &  Hist.,  J.,  Brooklyn,  1906,  IV,  pá- 
gina 1- 1 4  (W.  W.  Keen). 

Griega  (Medicina):  Capítulos  en  las  historias  de  Neuburger,  Baas,  Daremberg,  etc. 
P.  Girard:  L'Asclépieion  d'Athenes  (París,  1882). — Handb.  d.  Gesch.  d.  Med. 
Jena,  1901,  p.  153-402  (R.  Fuchs).— C.  V.  Daremberg:  Etat  de  la  médecine 
entre  EÍomére  et  Hippocrate,  París,  1867.  — G.  von  Rittershain:  Der  medid  - 
oische  Wunderglaube,  Berlín,  1878.  — O.  Weinreich:  Antike  Heilungswunder 
(Giessen,  1909). --T.  Gomperx:  Griechische  Denker  (3  Aufl.,  Leipzig,  I911)- 
Marv  Hamilton:  Incubation,  Londres,  1906. — Brit.  &  For.  Med.-Chir.  Rev., 
Londres,  1886,  XXXVII,  p.  170;  XXXVIII,  p.  483  (T.  C.  Allbutt).— J.  de 
Chir.,  París,  1846,  IV,  p.  303  y  332  (Malgaigne). — Brit.  med.  Journ.,  Londres, 
1898,  I,  p.  1509  y  1572  (R.  Caton).  —  Boston,  Med.  and  Surg.  Journ.,  [893, 
CXXVIII,  p.  129'  y  153  (sir  \Y.  Osier).  Para  los  manuscritos  de  la  Grecia 
antigua,  véase  II.  Diels:  Die  Handschriften  der  antiken  Aerzte,  I-II  (Ab- 
handl.  d.  k.  preuss.  Akad.  d.  Wissensch.,  Berlín,  1905).  [Véase  Medicina  ho- 
mer ■/'(■<  /.] 

Heráldica  médica:  Antiquary,   Londres,  1915,  n.  s.   XI,  p.  415  y  455  (S.  D.  Clip- 

ping< ' 

Hidroterapia:  Vi   f.  Oertel:  Geschichte  der  Wasserheilkunde,  etc.  (Leipzig,  1835). 

Handb.  d.  Gesch.  d.   Vied.,  Jena,  1903,  II,  p.  589-60^  (von  Oefele).     Boston, 

M.  &  S.J.,  1906,  CLIV,  p.  85-91  (J.  II.  Pratt). 

ne  pública.  El  asunto  no  ha  sido  nunca  tratado  de  un  modo  completo.  Una 

ojeada   al  notable  catálogo  de   593  páginas  de  la  Sección   Histórica   déla 

F    po  i'  ion  de  Higiene  de  I  >r<  sde,  del  profesor  K.  Sudhoff,  nos  demostrará 

tensión.  La  introducción  de  Max   Rubner'a  su  Hfandbúch  dec  Hygi<  ne 


APÉNDICES  571 

(vol.  I,  Leipzig,  191 1),  es  un  buen  boceto  histórico,  lo  mismo  que  el  estudio 
de  Müller  y  Prausnitz  en  el  Handbuch  de  Puschmann  (1905,  III,  p.  783-852),  y 
la  obra  de  L.  Kotelmann:  Gesundheitspflege  im  Mitelalter  (Hamburgo, 
1890). — Las  obras  de  sir  John  Simon:  English  Sanitary  Institutions  (1890); 
sir  Edwin  Chadwick:  The  Health  of  Nations  (1887);  B.  L.  Hutchins  y  A.  Ha- 
rrison: A  History  of  Factory  Legislation  (1903)  y  A  Century  of  Public  Hy- 
giene in  America  (1876),  constituyen  buenas  historias  del  asunto,  desde  el 
punto  de  vista  legislativo.— H.  Kuttenkeuler  (Die  Naturwissenschaften, 
Berlín,  191 5,  III,  p.  509  y  521)  da  una  buena  historia  de  la  legislación  y  de  la 
química  de  los  alimentos  en  Alemania. 

Hipnotismo:  W.  Prey er:  Die  Entdeckung  des  Hypnotismus,  Berlín,  188 1.—  F.  Pod- 
more:  Mesmerism  and  Christian  Science,  Filadelfia,  1909.— Además:  Mary- 
land M.  J.,  1910,  Lili,  p.  81-97  (H.  A.  Kelly). 

Histología:  Univ.  M.  Mag.,  Filadelfia,  1888-9,  I,  p.  82-87  (G.  A.  Piersol). 

Homérica  (Medicina):  C.  V.  Daremberg:  La  médecine  dans  Homére  (París,  1865). 
H.  Froelich:  Die  Militarmedizin  Homer's  (Stuttgart,  1879). —  O.  Korner: 
Ueber  Wesen  und  Wert  der  homerischen  Heilkunde  (Wiesbaden,  1904). 
París:  tesis  de  A.  Floquet  (1912). 

Honorarios  médicos:  Internat.  Clin.,  Filadelfia,  1910,  20  s.,  IV,  p.  259-275  (J.  J.  Walsh). 
Johns  Hopkins  Hosp.  Bull.,  Baltimore,  1898,  IX,  p.  183-186  (C.  C.  Bom- 
baugh.— France  méd.,  Paris,  1906,  LIII,  p.  300-304  (C.  Vidal). — J.  d.  se.  méd. 
de  Lille,  1905,  I,  p.  543-548  (E.  Leclair). — Janus,  Amsterdam,  1909,  XIV, 
p.  287-293  (D'A.  Power). — New-York,  M.  J.,  etc.,  1912,  XCVI,  p.  370-373 
(J.J.  Walsh).— Caledon.  M.  J.,  Glasgow,  i9M,X,  p.  27-33. — Lancet,  Londres, 
1915,  I,  p.  1213. 

Hospitales:  Virchow:  Virchowz's  Archiv,  Berlin,  i860,  XVIII,  p.  138  y  273;  XIX, 
p.  43;  1 86 1,  XX,  p.  166. — K.  Sudhoff:  Aus  der  Geschichte  des  Kranken- 
hauswesens,  Jena,  1913. —  T.  Meyer- Steineg:  Jenaer  med.-hist.  Beitr.,  1913, 
Hft.9. — C.  A.  Mercier:  Leper  Houses  and  Mediaeval  Hospitals,  Londres,  191 5. 

Incunabula  (Estudio  de  los):  R.  A.  Peddie:  Fifteenth-Century  Books  (Londres.  1913) 
y  C.  C.  McCulloch:  Bull.  Med.  Library  Ass.,  Baltimore,  1915,  V,  p.  1-15.  La 
obra  más  antigua  es  la  de  Michael  Mattaire:  Annales  typographici  (5  vols., 
Hague,  Amsterdam  y  Londres,  1 719-41),  con  suplemento  de  Michael  Denis 
(Viena,  1789).  La  obra  de  G.  W.  Panzer,  Annales  typographici  (11  vols.,  Nu- 
remberg, 1 793- 1 803)  es  la  lista  más  antigua,  por  ciudades.  El  Repertorium, 
de  Ludwig  Hain  (4  vols.,  Stuttgart,  1826-28),  con  el  Supplement  de  W.  A. 
Copinger  (3  vols.,  Londres,  1895- 1902),  es  el  catálogo  moderno,  que  se  com- 
pleta, además,  con  los  Annalen  cronológicos,  de  Panzer,  de  los  incunables 
alemanes  (Nuremberg,  1788- 1802);  con  las  obras  de  Chouiant,  Handbuch  der 
Bücherkunde  (Leipzig,  1828)  y  Graphische  Incunabeln  (Leipzig,  1858);  con  el 
catálogo  de  los  incunabula  franceses  por  M.  Pellechet,  V,  p.  1-3,  París  1897  a 
1909;  con  el  Einblattdrucke,  de  P.  Heitz  (Estrasburgo,  1906)  y  Pestblatter,  de 
P.  Heitz  y  W.  L.  Schreiber  (Estrasburgo,  1901);  con  los  Spanisch  Incunabula, 
de  Konrad  Haebler  (Biografía  Ibérica,  Leipzig,  1903);  con  los  Appendices 
de  Reichling  a  Hain  y  Copinger  (Munich,  i 905-1 1);  el  catálogo  de  los  incuna- 
bula de  Berlín  de  Voulliéme  (Leipzig,  1906);  las  listas  de  I.  Collijn  de  los 
incunables  de  Upsala  (1907)  y  de  Estocolmo  (1914);  la  obra  de  K.  Sudhoff, 
Deutsche  medizinische  Inkunabeln  (Leipzig,  1908);  el  Index  de  R.  G.  C.  Proc- 
tor de  los  incunabula  del  Museo  Británico  (Londres,  1898-1906);  el  catálogo 
de  los  libros  del  siglo  xv,  del  Museo  Británico  (Londres,  1908-1912);  el  Num- 
merkonkordanz,  de  K.  Burger  (Leipzig,  1908);  el  Wiegendrucke,  de  Gtinther, 
sobre  las  colecciones  de  Leipzig  y  Altenburg  (Leipzig,  1909);  la  Introduc- 
ción, de  S.  Sampere  y  Miquel,  a  la  antigua  imprenta  española  y  a  los  incuna- 
bles de  Cataluña  (Barcelona,  1909);  el  catálogo  de  los  incunables  ilustrados, 
de  W.  J.  Schreiber  (Leipzig,  1910-11);  el  Conspectus  incunabulorum  (Pt.  1., 
Londres,  19 10);  la  lista  de  los  incunabula  rusos,  por  N.  P.  Kiseleff  (Moscú, 
1912-13);  el  Nachtrage  a  Hain  (Leipzig,  1910),  publicado  por  la  prusiana 
Kommission  für  den  Gesamtkatalog  der  Wiegendrucke,  que  se  propone  cata- 
logar todos  los  incunabula  existentes.  Muy  importante  es  su  catálogo  de  los 


572  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

incunables  de  una  sola  hoja  (Einblattdruckedes  XV  Jahrhunderts,  Halle  a.  S., 
1914).  Para  la  comparación  y  la  identificación  de  la  tipografía  y  de  los  dife- 
rentes tipos  de  impresión  es  indispensable  la  obra  de  Konrad  Haebler: 
Typenrepertorium  (4  vols.,  Halle,  1905-19 10).  El  manual,  anteriormente 
mencionado,  de  Peddie  (1913),  contiene  una  valiosa  bibliografía  de  iniciales, 
marcas  de  impresores,  colofones,  páginas-títulos,  firmas  y  filigranas,  y  una 
útil  lista  de  catálogos  de  colecciones  por  localidades.  Para  métodos  de  cata- 
logaciones, véase  A.  C.  Klebs:  Papers  Bibliogr.  Soc.  America,  Chicago,  19 16, 
X,  p.  143-163. 

India  (Medicina):  F.  Trendelenburg:  De  veterum  Indorum  chirurgia,  Berlín,  tesis, 
1866.— A.  F.  R.  Hoernle:  The  Bower  Manuscript.,  Calcuta,  1893-8.— J.  Jolly, 
Grundriss  d.  indo-arischen  Philologie  u.  Alterthumskunde,  Strassburg,  1901, 
III,  Heft.  10. — P.  Cordier:  Etudes  sur  la  médecine  hindoue,  París,  1894. — 
Jee:  A  short  history  of  Aryan  medical  science,  Londres,  1896. — A.  F.  R. 
Hoernle:  Studies  in  the  medicine  of  Ancient  India,  I,  Oxford,  1907. — Pusch- 
mann's  Handbuchjena,  1901,  I,  119-152  (I.  Bloch). — Guy's  Hosp.  Gaz,,  Lon- 
dres, 1889,  n.  s.,  Ill,  p.  117,  145  y  157  (B.  D.  Basu). — Proc.  Charaka  Club, 
New- York,  1902,  I,  p.  1-28  (B.  Sachs). 

Japonesa  (Medicina):  Y.  Fujikawa:  Geschichte  der  Medizin  in  Japan,  Tokio,  191 1.— 
Deutsches  Arch.  f.  Gesch.  d.  Med., Leipzig,  1878,  I,  p.  215-239  (A.  Wernich). — 
K.  Ogawa:  History  of  Japonese  Ophthalmology,  Tokio,  1904. 

Judia  (Medicina):  J.  B.  Friedreich:  Zur  Bibel,  Nuremberg,  1848. — Julius  Preuss:  Bi- 
blisch-talmudische  Medizin,  Berlin,  191 1. — A.  Friedenwald:  Jewish  Physi- 
cians, etc.,  Gratz.,Coll.  Publ.,  N.°  1.— También:  C.  D.  Spivak  and  F.  T. 
Haneman  en  la  Jewish  Encycl.,  New-York,  1904,  VIII,  p.  409-422. — R.  Mead: 
Medicina  Sacra,  Londres,  1749- 

Jurisprudencia  Médica:  Handb.  d.  gerichtl.  Med.  (Maschka),  Tubingen,  1881,  I,  pá- 
ginas 1-32  (V.  fanowsky).  con  bibliografía. 

Laboratorios  científicos:  Johns  Hopkins  Hosp.  Bull.,  Baltimore,  1896,  VII,  p.  19-24 
(W.  H.  Welch). 

Laringología  y  Rinología  (Historia  de  la):  Jonathan  Wright:  History  of  Laringology 
and  Rhinology  (2.a  ed.,  Filadelfia,  1914):  es  el  mejor  resumen  en  inglés  y 
una  obra  muy  concienzuda  y  útil.  La  historia  de  Gordon  Holmes  (Med. 
Press  &  Circ,  Londres,  1885)  ha  sido  traducida  al  francés  y  al  alemán  (1887). 
Son  muy  dianas  de  tomarse  en  cuenta  las  monografías  de  Paul  Heymann  en 
el  Handb.  d.  Laryngol.  und  Rhinol.,  Viena,  1896,  y  en  el  Handbuch  de 
Puschmann  (1905,  III,  p.  573-600).  Para  la  historia  de  la  laringoscopia,  véase 
Verneuil  (Gaz.  hebd.  de  Méd.,  París,  1863,  X,  p.  201-205)  y  Louis  Elsberg 
(Phila.  Med.  Times.,  1873-4,  IV,  p.  129-134),  que  ha  publicado,  además,  el 
mejor  resumen  de  la  laringología  en  América  (Tr.  Am.  Laryngol.  Ass.,  1879, 
St.  Louis,  1882,  I,  p.  33-90).  La  obra  de  Chauveau:  Histoire  des  maladies  du 
pharynx  (1901-06)  es  un  acabado  tratado  de  cinco  volúmenes. — La  historia 
de  la  rinología,  de  Karl  Kassel  (Wurzburgo,  19 14)  es  una  obra  muy  moderna 
y  de  mucho  mérito. 

Lentes:  P.  Pansier:  Histoire  des  Lunettes  (París,  1901).  -E.  Bock:  Die  Brille  und 
ihre  Geschichte  1  Viena,  1903).— Ber.  ü.  d.  Versamml.  d.  Ophth.  Gesellsch., 
M)\2.  Wiesbaden,  1913,  XXXIX,  p.  419-451  (R.  Greef). 

Magnetismo:   Deutsches    Arch.    \.    íieseh.     d.    Med..    Leipzig,    187S,  I,  p.    320  y  381 

(W.  Waldmann). 
Manuscritos  médicos:  Daremberg:  Notices  el  extracts,  París,  1853. — Arch,  f  Gesch. 
d.  Med.,  I  eipzigj  [908-9,  II.  p.  1  y    .*,*$  (P.  Pansier). — Ibid.,  k)09-io.  III,  p.  273 
<h  (Sudhoff). 

lanab.  d.  Ges<  n.  <l  M<  d.,  Jena,  1903-5,  III,  |>.  3J7-340  (L.  Kwer). 
\noU  rupia   [anus   Amsterdam,  1914,  XIX,  p.  178-240  (R.  J.  Cyriax). 

1     \   Flückiger  &   D.   Hanbury;  Pharmacographia,  2.a  ed.,  Londres, 
1879  chirch:  Pharmakognosie    Leipzig,   1908-12.— Trousseau  et  Pi- 

dona   [Yaité  de  thérapeutique,   7      ed.,  Parts,  1868.     Para  la  historia  de  las 


APÉNDICE  S  573 

drogas  vegetales  en  U.  S.   P.,   véase  Bull.   Lloyd   Library,   Cincinnati,   191 1, 
N.°  18,  p.  1-133  (J.  U.  Lloyd). 

Medieval  (Medicina):  G.  F.  Fort:  Medical  Economy  During  the  Middle  Ages,  New- 
York,  1883. — E.  Dupouy:  Le  moyen  age  medical,  Paris,  1888. — Sir  T.  C.  All- 
butt:  Science  and  Medieval  Thought,  Londres,  1901,  e  Historical  Relations 
of  Medicine  and  Surgery,  etc.,  Londres,  1905.  —  H.  M.  Ferrari  da  Grado:  Une 
chaire  de  médecine  au  xv.e  siécle,  París,  tesis  num.  333,  1899,  y  un  estudio 
de  Allbutt  sobre  el  mismo  tema  en  Med.  Chron.,  Manchester,  1903,  4  s.,  V, 
p.  1 -1 5. — J.  J.  Walsh:  The  Popes  in  Science,  New-York,  1908. — M.  Neuburger: 
Geschichte  der  Medizin,  Pagel  Sudhoff,  Berlín,  191 5,  p.  152-195,  y  contribu- 
ciones nnmerosas  de  Sudhoff  en  su  Archiv  für  Geschichte  der  Medizin, 
Leipzig,  1907-16,  passim. 

Mejicana  (Medicina):  F.  A.Flores:  Historia  de  la  medicina  en  Méjico, 3  vols., Méjico, 
1886-8.— Wien.  med.  Presse,  1905,  XLVI,  p.  1897-1905  (M.  Neuburger). 

Microscopía  médica:].  Roy:  Micr.  Soc,  Londres,  1915,  p.  317-340  (C.  Singer). 

Milita?-  (Medicina):  Los  prolegómenos  a  la  Militcírmedicin  (Brunswik,  1 887),  de  Her- 
mann Frohíich,  constituyen  la  fuente  autorizada  para  las  referencias  biblio- 
gráficas hasta  1887,  y  sus  múltiples  ensayos  deben  ser  coleccionados,  con- 
servados y  leídos.  También  son  muy  importantes  la  Historia  de  la  enferme- 
ría internacional  y  voluntaria  en  tiempo  de  guerra,  de  Gurtl  (1873-9),  su  His- 
toria de  la  cirugía  militar  en  Prusia  (1875)  y  los  estudios  militares  de  su  His- 
toria de  la  cirugía  (1899),  así  como  también  los  estudios  de  J.  S.  Billings 
acerca  del  ejército,  los  hospitales  militares  y  los  puestos  de  socorro  ameri- 
canos (Circulares  N.°  4  y  8,  1870-75);  la  Historia  médica  y  quirúrgica  de  la 
guerra  de  rebelión  (1870-88),  el  estudio  de  Virchow  sobre  los  progresos  de 
la  medicina  militar  (1874);  el  informe  de  A.  A.  Woodhull  acerca  del  depar- 
tamento médico  del  ejército  inglés  (1894),  y  la  Historia  de  la  cirugía  militar, 
de  A.  von  Coler  (1901).  Para  estudiarla  bibliografía  de  las  diferentes  cam- 
pañas, véase  el  índex-Catalogue,  VIII,  p.  1055-1072,  y  2  s.,  X,  p.  500-5 17,  y, 
además,  las  bibliografías  de  cirugía  (militar). 

Mujeres  médicas:  H.  Schelenz:  Frauen  im  Reiche  Aeskulaps,  Leipzig,  1900. — 
Mr.  Lipinski:  Histoire  des  femmes  médicins,  París  diss.,  1900. 

Numismática  médica:  J.  C.  W.  Moehsen:  Beschreibung  einer  Berlinischen  Medaillen- 
Sammlung  (2  vols.,  Berlín  y  Leipzig,  1 773-1781). — C.  A.  Rudolphi:  Index  nu- 
mismatum,  Berlín,  1823,  con  enmiendas  de  C.  L.  von  Duisberg,  p.  1862-8. — ■ 
H.  Kluyskens:  Des  homines  célebres,  etc.  (2  vols.,  Gante,  1859).— E.  Rüppell, 
in  Numismat.  Ztschr.,  Viena,  1876,  VI. — Pfeiffer  &  Ruland:  Pestilentia  in 
nummis,  Tubingen,  1882.— H.  R.  Storer:  en  Am.  J.  Numismatics,  Boston, 
1887-1912,  passim. — F.  Parkes  Weber:  Death  in  Art,  2.a  ed.,  Londres,  1914. 

Obstetricia:  La  Geschichte  der  Geburtshülfe,  de  Heinrich  Fasbender  (Jena,  1906), 
es  una  de  aquellas  monografías  extraordinariamente  detalladas  y  precisas, 
que  sólo  son  capaces  de  escribir  los  eruditos  alemanes,  ocupando  1028  pá- 
ginas de  una  narración  perfectamente  tejida,  con  muchos  datos  bibliográfi- 
cos. Es  la  mejor  obra  para  referencias.  También  son  muy  útiles  la  Geschich- 
te de  Siebold  (2  Aufl.,  Tubingia,  190 1-2)  con  los  suplementos  para  el  perío- 
do moderno  de  Rudolf  Dohrn  (1905);  y  la  de  J.  Whitridge  Williams  sobre  la 
obstetricia  en  América.  Es  igualmente  excelente,  como  obra  de  consulta,  la 
monografía  de  Max  Wegscheider  en  el  Puschmann's  Handbuch  (1905,  III,  pá- 
ginas 878-952).  Notables  Jos  Fragmentos  de  E.  Ingerslev  (Copenhague,  1906 
a  07). — L'Histoire  des  accouchements,  Witkowski  (París,  1887)  y  las  diferen- 
tes monografías  del  mismo  autor  sobre  los  aspectos  culturales  del  embarazo 
y  el  parto,  el  pecho  de  la  mujer,  etc.,  están  llenas  de  multitud  de  hechos  cu- 
riosos y  entretenidos.  La  obra  de  Engelmann,  Labor  among  Primitive  Peo- 
ples, es  un  estudio  antropológico  clásico,  y  su  boceto  histórico  en  el  Sys- 
tem of  Obstetrics,  de  Hirst  (1888,  I,  p.  17-67),  es  muy  apreciable.  Los  estu- 
dios de  Aveling  sobre  las  comadronas  inglesas  (1872),  sobre  Chamberlen 
(1882),  los  de  Ingerslev  sobre  Roslin's  Rosengarten  (1902),  y  la  biografía  de 
Semmelweis  por  Sinclair  (1909)  y  el  estudio  de  W.  H.  Allport  sobre  los  li- 
bros para  las  comadronas  del  siglo  xvit,  son  todas  fascinadoras  monografías 


574  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

que  demuestran  la  íntima  relación  existente  entre  la  obstetricia  y  la  historia 
de  la  cultura  del  género  humano. 

Odontología:  Vicenzo  Guerini:  History  of  Destistry  (Filadelfia,  1909)  y  la  precisa 
revista  de  Ashley  Denham  en  Proc.  Roy.  Soc.  Med.,  Londres,  1908-09,  II, 
Odont.  Sect.,  p.  71-98.—  Además:  Geist-Jacobi:  Geschichte  der  Zahnheilkunde, 
Tubingia,  1896. — C.  R.  E.  Koch:  History  of  Dental  Surgery,  3  vols.  Fort- 
Wavne,  19 10,  y  el  Internat.  J.  Orthodont,  St.  Louis,  19 13- 16,  I-II,  passim 
B.  VV.  Wemberger). 

Oftalmología:  La  obra  de  Julius  Hirschberg:  Geschichte  der  Augenheilkunde,  en  la 
nueva  edición  del  Handbuch  de  Graefe-Saemisch./íZ^/>«,  será,  al  completar- 
se, la  obra  más  autorizada  de  consulta  y  de  referencias.  Es  un  admirable  mo- 
numento de  la  ciencia  alemana.  Son  también  valiosas  las  más  cortas  histo- 
rias de  August  Hirsch  (Graefe-Saemisch  Handbuch,  i.a  ed.,  1877,  VII,  p.  235 
a  554);  de  Pansier  (en  la  Enciclopedia  de  Lagrange  &  Valude,  1903, 1,p.  1-86) 
y  de  Hortsmann  (en  el  Puschmann's  Handbuch  d.  Gesch.  d.  Med.  1905,  III, 
p.  489  y  572.)  Estudios  especiales  de  mérito  son  la  historia  de  la  catarata,  por 
Magnus  (Leipzig,  1876);  la  de  la  antigua  oftalmología,  por  el  mismo  autor(Bres- 
lau,  1 90 1);  la  de  Víctor  Doneffe,  de  los  oculistas  galo-romanos  (Amberes, 
1896);  la  historia  de  los  anteojos,  por  Pansier  (1901),  Emil  Bock  (1903)  y 
K.  K.  Lundsgaard  (Copenhague,  1913);  la  historia  délos  cirujanos  oftalmólo- 
gos representativos,  por  Mortiner  Frank  (Wood's  System  of  Ophthalm.  Ope- 
rat.,  Chicago,  191 1,  I,  p.  17-41);  de  B.  Laufer,  sobre  lentes  ópticas  (Leyden, 
I9IS)  y  de  Alvin  A.  Hubbell  acerca  de  The  Development  of  Ophthalmology 
in  America  (Chicago,  1908). — Véase  también:  Medicina  japonesa:  Anteojos. 

Opoterapia:  Arch.  f.  Gesch,  d.  Med.,  Leipzig,  1910-11,   IV,  p.  138-156  (H.  Schelenz). 

Ortopedia:  J.  K.  Young:  Manual  and  Atlas  of  Orthopedic  Surgery,  Filadelfia,  1905, 
páginas  1-14. 

Otología:  Adam  Politzer:  Geschichte  der  Ohrenheilkunde  (v.  i.°,  Sturttgart,  F.  Enke, 
años  1907-13).  Esta  obra,  actualmente  ya  completa,  es  la  más  autorizada  de 
consulta.  Michael  Sachs,  en  el  Puschmann's  Handbuch  (1905,  III,  pági- 
nas 464-488)  da  un  buen  breve  resumen. 

Parasitología:  Arch,  de  Parasitol.,  París,  1908,  XIII,  p.  251;  19 13,  XV,  p.  543 
(L.  Moulé).— Handb.  d.  Gesch.  d.  Med.,  Jena,  1903,  II,  p.  648-665  (H.  Vie- 
rordt).  — París,  tesis  de  H.  Remignard  (1902). 

Patología:  La  mejor  historia  moderna  es  la  de  Hans  Chiari  en  el  Puschmann's  Hand- 
buch (1903,  II,  p.  473-559).  Entre  los  bosquejos  más  antiguos,  citados  por 
Chiasi,  figuran  los  de  Morgagni  (1761),  Rayer  (tesis  de  París,  1815),  Cruveil- 
hier  (Ann.  de  Anat.  et  Physiol  path.,  París,  1846),  Eugene  Boeckel  (N.  diet, 
de  Méd.  et  de  Chir.  prat.,  París,  1865),  y  Rudolf  Virchow  (Hundert  Jahre 
Pathologie,  Berlín,  1895). 

Pediatría:  T.  Kroner,  sobre  pediatría  griega  (Jahrbuch  f.  Kinderch.,  Leipzig,  1876, 
X,  p.  340;  1877,  XI,  p.  83  y  236).— J.  W.  Troitzky:  Hippocrates  ais  Kinderarzt 
(Arch.  f.  Kinderh.,  Stuttgart,  1900,  XXIX,  p.  223-247.)  Los  discursos  de 
Abraham  Jacob]  (Am.  med.,  Filadelfia,  1904,  VIII,  p.  795-805)  y  su  historia  de 
la  Pediatría  en  América,  en  los  Arch.  f.  Kinderh.,  Stuttgart,  1913  (Baginsky 
Festschrift),  p.  413426.  Además:  Handb.  d.  Kinderkrankheiten  (Gerhardt). 
Tubingen,  1877,  1,  p.  1-70  (C.  Hennig). 

Percusión  y  auscultación:  I  [andb.  d.  Gesch.  d.  Med.  Jena,  1903,  II,  p.  604-61 1  (H.  Vie- 
rordt).—  Arch.  f.  Gesch.  d.  Med.,  Leipzig,  1907-08,  I,  p.  329  y  403  (B.  Nolte- 
nius).-  Ibid.,  [910-1  i,  IV,  j).  43-78  (E.  Ebstein). 

Persa  (Medicina):  A.  M.  Fonahn:  Zur  Ouellenkunde  der  persischen  Medizin,  Leip- 
zig, 1910). 

Peste.  G.  Sticker:  Die  Pest,  Giessen,  i<)o8,  1  Th.,  p.  1-478. 

Poemas  medicos.  Janus,  Breslau,  1847,  II,  p-  772-812(0.  Seidenschnur). 

Pontífice  (Médicoi  del .  r.  Mandosius,  Qeatpov,  etc., Roma,  1784. — G.  Marini:  Degli  ar- 
«  hiatrí  pdntificij  2  vols. Roma,  1784.— Para  la  historia  de  los  DlédiCOS  del  Papa 

\viñ(')u     1308-1403;,  véase  [amis,   Amsterdam,   i<)o<>,   XIV,   p.  405-434 
P  Panj  1 


A  P  É  N  D  I  C  E  S  575 

Pronóstico:  Wien.  med.  Presse;  1907,  XL VIII,  p.  1-7  (M.  Neuburger). — Arch.  f. 
Gesch.  d.  Naturw.,  VI,  p.  163-178  (T.  Meyer-Steineg). 

Psiquiatría:  El  asunto  ha  salido  de  las  manos  de  los  escritores  alemanes  estudiado 
casi  por  completo.  Heinrich  Laehr  ha  sido  el  que  ha  comenzado:  ha  hecho 
una  historia  completa  de  la  psiquiatría  en  forma  de  un  calendario,  que  está 
actualmente  en  su  cuarta  edición  (Berlín,  1893),  y  es,  además,  autor  de  una 
inmejorable  bibliografía  de  la  literatura  de  psiquiatría,  psicología  y  neurolo- 
gía, desde  1559  a  1799  (B'eilín,  1900).  J.  B.  Friedreich  ha  publicado,  en  1830, 
una  historia  que  ha  comenzado  a  ser  traducida  al  inglés  por  Smith  Ely  Jelli- 
ffe  (1910-16).  Como  obras  más  reducidas,  pueden  ser  consultadas  las  de 
Heinroth  (1818),  von  Feuchtersleben  (1845),  Flemning  (1859),  Leidesdorf 
(1865),  von  Krafft  Ebing  (1879,  o  la  8.a  ed.,  1903)  y  Schüle  (1878).— Además: 
S.  Kornfeld,  en  el  Puschmann's  líandbuch  (1905,  III,  p.  601-728),  y  Th.  Kirch- 
hoff,  en  la  Historia  de  la  psiquiatría  alemana  (Berlín,  1890).  Las  obras  de 
Otto  Monkemoller;  Historia  de  la  psiquiatría  en  Hannover  (Halle,  1903),  es- 
tudios de  la  psiquiatría  en  el  siglo  xvm  (1992)  y  en  la  primera  parte  del  si- 
glo xix  (1905)  y  su  obra  sobre  los  aspectos  satírico  y  humorístico  del 
asunto  (1906). 

Romana  (Medicina):  A.  M.  Birkholz:  Cicero  Médicus.  Leipzig,  1806. — G.  Ritter  von 
Rittershain:  Die  Heilküntsler  des  alten  Roms,  Berlín,  1875. — Th.  Meyer: 
Geschichte  des  romischen  Aerztestandes,  Kiel,  1907. — Handb.  d.  Gesch.  d. 
Med.  (Puschmann),  Jena,  190 1-2,  I,  p.  403-414  (I.  Bloch). — Brit.  med.  Journ., 
Londres,  1909,  II,  p.  1449,  15  1 5  y  1598  (sir  T.  C.  AllbuttV — Prosper  Meniere 
(1858)  y  Edmond  Dupouy  (1885),  sobre  medicina  en  los  poetas  latinos. — 
M.  Meyer:  Theodurus  Priscianus,  Jena,  1909. — W.  Schonack:  Scribonius  Lar- 
gus,  Jena,  19 12. — A..  Sollner:  Vitruvius  (Jena.  med.  hist.  Beitr.,  19 13,  Heft,  4). 

Rusa  (Medicina):  W.  M.  von  Richter:  Geschichte  der  Medicin  in  Russland,  3  vols. 
Moscú,  1813-17. — Janus,  Amsterdam,  1901,  VI,  p.  430  y  475;  1906,  XI,  pági- 
na 314;  1912,  XVII,  p.  485  (F.  Herrmann). —  Ibid,,  1902,  VII,  p.  352,  404,  568 
y  635  (M.  Lachtin).— Lancet,  Londres,  1897,  II,  p. 343-374. 

Salerno  (Escuela  de):  Collectio  Salernitana  (S.  de  Renzi),  5  vols.  Ñapóles,  1852-9. — 
P.  Giacosa:  Magistri  Salernitani,  etc.,  Turin,  1901.  —  H.  E.  Handerson:  The 
School  of  Salernum,  New-York,  1883.  -Med.  Chron.,  Manchester,  1904-5, 
4  s.,  VIII,  p.  63-93,  l  lám.  (W.  Stirling). — Arch.  f.  Gesch,  d.  Med.,  Leipzig, 
1913-14,  VII,  p.  360;  1914-15,  VIII,  p.  377;  1915-16,  IX,  p.  1  (K.  Sudhoff). 

Santos  médicos:  L.  Deubner:  Kosmas  und  Damián,  Leipzig  y  Berlín,  1907. — Bristol 
M.  Chir.  J.,  191 2,  XXX,  p.  289-294  (R.  Fletcher). 

Shakespeare  (La  medicina  en):].  C.  Bucknill:  The  Medical  Knowledge  of  Shakespeare, 
Londres,  i860. — T.  É.  Thiselton  Dyer:  Folk-lore  of  Shakespeare,  Londres, 
1883. — J.  Moyes:  Medicine  &  Kindred  Arts.,  etc.,  Glasgow,  1896. 

Simbolismo  medico:  T.  S.  Sozinskey:  Medical  Simbolism,  Filadelfia,  1891. — H.  Bayley: 
The  Lost  Language  of  Symbolism.,  2  vols.,  Londres,   191 2. 

Téc7iica:  F.  M.  Feldhaus:  Die  Technik  der  Vorzeit,  Leipzig  y  Berlín,  19 14. — L.  Darms- 
taedter:  Handbuch  z.  Gesch.  d.  Naturwissenschaften,  Berlin,  1908. 

Terapéutica:  R.  Lépine:  La  thérapeutique  sur  les  premiers  Césars,  París,  1890. — 
J.  Petersen:  Hauptmomente  in  der  geschichtlichen  Entwicklung  der  medici- 
nischen  Therapie,  Copenhague,  1877.  -E.  J.  Waring:  Bibliotheca  therapeu- 
tica,  Londres,  1878. — Ch.  Fiessinger:  La  thérapeutique  des  vieux  maítres, 
París,  1897. 

Terapéutica  teúrgica:  Ad.  Franz:  Die  kirchlichen  Benediktionen  im  Mittelalter, 
2  vols.,  Freiburg,  i.  B.,  1909. 

Termometria:  H.  C.  Bolton:  Evolution  of  the  thermometer,  Easton  (Pa.),  1900. — 
F.  Burckhardt:  Zur  Geschichte  der  Thermometers,  Basilea,  1902. — Mitt.  z. 
Gesch.  d.  Med.  u.  d.  Naturw  ,  Hamburgo  y  Leipzig,  1902,  I.  p.  5,  57,  143  y  282 
(E.  Wohlwill). — Ztschr.  f.  phys.  u.  diat.  Therap.,  Leipzig.  190 1-2,  V,  p.  338 
y  403  (C.  E.  Daniels). — Lancet,  Londres,  1916,  I,  p.  173,  281,  338,  450  y  495 
(G.  Sims  Woodhead  &  P.  C.  Varrier-Jones). 


57f>  HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 

libetana  (Medicina):  H.  Laufer:  Beitráge  zur  Kenntnis  der  tibetischen  Medizin, 
Leipzig,  1900. 

Tipos  pruebas:  Janus,  Amsterdam,  1905,  X,  p.  419;  i9o6,XI,  p.  360  (E.  Pergens). 

Transfusión:  G.  W.  Crile:  Haemorrhage  and  Transfusion,  New-York,  1909,  pági- 
nas 151-158. 

Triaca:  Janus,  Amsterdam,  191 1,  XVI,  p.  371  y  457  (C.  E.  Daniels). — Johns  Hopkins 
Hosp.  Bull..  Baltimore.  i9i5,XXVI,  p.  222-226  (G.  W.  Corner). 

Tuberculosis:  A.  Predohl:  Zur  Geschichte  der  Tuberkulose,  Hamburgo,  1888. 

Urología  (Hisloria  de  la):  La  monografía  de  E.  Desnos  en  la  Encycl.  franc,  d'urol, 
París,  1914,  I,  p.  1-294,  está  muy  por  encima  de  todas  las  restantes  publica- 
ciones análogas.  Es  muy  acabada  y  completa,  y  sus  muy  interesantes  ilus- 
traciones comprenden  raros  dibujos  iluminados  de  antiguos  manuscritos, 
que  no  se  habían  reproducido  hasta  la  fecha. — Véase,  además,  C.  Vieillard: 
L'urologie  et  les  médecins  urologiques,  París,  1903.  —  Ztschr.  f.  Heilk.,  Ber- 
lín, 1894.  XV,  p.  53-74  (J.  Neumann). — Ztschr.  f.  Urol.,  Leipzig,  1915,  IX, 
p.  201,  241  v  281  (E.  Ebstein"). — Bull.  Johns  Hopkins  Hosp.,  Baltimore,  1916, 
XXVII,  p.  J27-331  (H.  H.  Young). 

Variolación:  Johns  Hopkins  Hosp.  Bull.,  Baltimore,  1913,  XXIV,  p.  69-83  (A.  C. 
Klebs).— Además,  la  obra  del  mismo:  Die  Variolation  in  i8ten  Jahrhunder, 
Giessen,  1914. 

Veterinaria:  H.  Neffgen:  Das  Veterinar-Papyrus  von  Kahum,  Berlin,  1904.  — C.  P. 
Lyman:  A  history  of  veterinary  medicine,  etc.,  Cambridge  (Mass.),  1898, 
Bull.  Soc.  centr.  de  méd.  vét.,  Paris,  1890,  7  s.,  VII,  p.  519, passim. 

Zoología:  Bibliografía  de  zoología,  por  J.  V.  Casus  y  W.  Engelmann,  Leipzig,  1861. 
V.  Cams:  Geschichte  der  Zoologie,  1853. 


índice  de  nombres  personales 

(Las  cifras  en  tipo  grueso  se  refieren  a  los  datos  biográficos.) 


Aaron,  I,  117. 

Abbé,  Ernst,  II,  2. 

Abbe,  Robert,  II,  235,  283,  349. 

Abbott.  Edville  G.,  II,  344. 

Abbott,  Maud.  II,  34. 

Abderhalden,  Emil,  II,  199,  287,  315,  324,  325. 

Abdollatif,  I,  119. 

Abel,  John,  I,  15;  II,  293,  435,  439. 

Abel,  Niels,  II,  439. 

Abella,  I,  140. 

Abelous,  J. -Emite,  II,  "319. 

Abernethy,  John.  I,  365,  366;  II,  376. 

Abt   Isaac  A.,  II,  273. 

Abulkasim.  (Véase  Albucasis.) 

Abu  Mansur,  I,  121. 

Achillini,  Alessandro.  I,  269. 

Acland,  Sir  Henry  W.,  II,  442. 

Actuarius,  Johannes,  I,  111. 

Achúcarro,  Nicolás,  II,  505. 

Adametz,  Señora,  II,  129. 

Adami,  John  George,  II,  191. 

Adamo,  Teofania  di,  I,  299. 

Adams,  Francis,  I,  89,  99,  111;  II,  301. 

Adams,  James  Alexander,  II,  238. 

Adams,  Robert,  II,  16. 

Adams,  Samuel  S.,  II.  272,  274. 

Adanson,  Michael,  I,  323. 

Addison,  Thomas,  II,  21,  22,  24,  204,  367. 

Adeva  y  Pacheco,  II,  427. 

¿Egidius  Corboliensis,  I,  140. 

esquilo,  I,  88. 

¿Esculapio,  I,  71,  73,  89,  94. 

ffitius  de  Amida,  I,  109. 

Afanassyeff,  M.,  II,  263. 

Agassiz,  Alejandro,  II,  155. 

Agassiz,  Louis,  II,  53,  155. 

Agnew,  Cornelius  Rea,  II,  249. 

Agnew,  D.  Hayes,  II,  235. 

Agramonte,  Aristides,  II,  338. 

Ailbaud,  Jean-Gaspard,  I,  415. 

Airy,  «Sir  George,  II,  244. 

Alarcón  y  Salcedo,  José,  II,  478. 

Albairán,  Joaquín,  II,  229. 

Albee,  Frederick,  II,  344. 

Alberti,  Michael,  I,  294. 

Albertotti,  Giuseppe,  I,  179;  II,  303. 

Albertus  Magnus,  I,  154. 

Albinus,  Bernhard  Siegfried,  I,  351. 

Albltos,  Santiago  de  los,  II,  501. 

Albrecht  H„  II,  297. 

Historia  de  la  Medicina.- T.  II 


Albucasis,  I,  119;  II,  439. 

Alcázar,  Andrés,  II,  434,  435,  439,  490. 

Alcuin,  I,  136. 

Alderete.  II,  438. 

Alderotti,  Taddeo,  I,  138,  153. 

Aidrovandi,  Ulisse,  I,  226. 

Alexander  Trallianus,  I,  110. 

Alexander,  William,  II,  238. 

Alfonso  X  el  Sabio,  II,  423. 

Ali  Abbas.  (Véase  Haly.) 

Alibert,  Jean- Louis,  I,  295;  II,  15. 

Alix  y  Martínez,  II,  466. 

Allbutt,  Sir  Thomas  Clifford,  I,  37,  65,  84,  93, 
95,  101,  108,  131,  132  160,  163:  167,  226,  231, 
272,  327,  328,  373,  395;  II,  126,  127,  269.  301, 
80S,  364,  365. 

Allen,  Frederick,  II,  183. 

Almenar,  Juan,  II,  441. 

Alpinu3,  Prosper,  II,  272. 

Alsinet,  José,  II,  456. 

Alzheimer,  Alois,  II,  288. 

Al  varado,  II,  501. 

Alvarez  Chauca,  Diego,  II,  427. 

Amato  Lusitano,  II,  438,  439,  440,  442. 

Ambard,  A.,  II,  274. 

Ametller,  II,  465,  471. 

Amiguet,  Antonio,  II,  427. 

Amman,  Johann  Conrad,  I,  285. 

Anaxágoras,  I,  76. 

Anaximandro,  I,  75. 

Anaximenes,  I,  75. 

Anderloni,  Faustino,  I,  351. 

Anderson,  John  S.,  II,  329. 

Anderson,  Patrick,  I,  297. 

Anderson,  Thomas,  McCall,  II,  8. 

Andral,  Gabriel,  II,  12,  498. 

André,  Nicolás,  I,  358. 

Andrea  del  Sarto,  I,  244.  320. 

Andrea  della  Robbia,  I,  178. 

Andreas,  Johann  Valentin,  I,  293. 

Andrews,  John  B.,  II,  297,  386. 

Anel,  Dominique,  I,  357,  358. 

Anguilara,  Luigi,  I,  230. 

Annesley,  Sir  James,  II,  25. 

Anrep,  V.  K.,  II,  293. 

Anthimus,  I,  135. 

Antoramarchi,  Francesco,  I,  346. 

Antony,  Milton,  II,  122. 

Antyllus,  I,  98,  103. 

Apathy,  II,  149. 

Apolo,  I,  71. 

37 


578 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Apolonio  de  Kitium,  I,  112. 

Apollodorus  de  Alejandría,  I,  92. 

Apostoli.  Georges,  II,  239,  294. 

Arago,  II,  501. 

Aran,  F.  A.,  II,  277. 

Aranzi,  I,  265. 

Arbuthnot,  John,  I,  417. 

Arceo,  Francisco,  I,  235;  II,  434,  435,  438,  439. 

Arculanus.  (Váase  Giovanni  d'Arcoli.) 

Archagathus,  I,  94. 

Archígenes,  I,  95,  97,  98,  99,   110. 

Archimatha?us,  I,  139,  168. 

Árdeme,  John,  I,  148,  235. 

Ardevol,  II,  466. 

Aretams,  I,  99. 

Arfé  de  Villafañé,  Juan  de,  II,  434. 

Argelata,  Pietro  de,  I,   148. 

Argumosa  y  Obregón,  Diego,  II,  471,  477,  484, 

485,  488,  489,  490. 
Aristófanes,  I,  72,  89. 
Aristóteles,  I,  60,   90,  132,  157,  248. 
Ariza,  II,  482,  501. 

Arlt,  von  Carl-Ferdinand,  II,  244,  249,  301. 
Armati,  Salvino  degli,  I,  179. 
Arnold,  Matthew,  I,  76,  87,  129,   130,  405. 
Amoldo  de  ViUanova,  I,  118,  154,   179. 
Arrhenius,  Svante,  I,  28. 
Asclepíades,  I,   94. 
Aselli,  Gasparo,  I,  251. 
Aahburn,  Percy  M.,  II,  340. 
Ashford,   Bailey  K.,  II,  329,  340. 
Ashley,  Lord,  II,  385. 
Ashurst,  II,  481. 
Astruc,  Jean,   I.  357. 
Asuero  Cortázar,  Vicente,  II,  492. 
arthenanu  de  Attalia,  I,  95. 
AtkinxHi.   William  Blddle,  II,    L88. 
Atlee,  John  light,  II,  128. 
Atlee,  Washington  Lemuel,  II,   128    129. 
Atwater,  Wilbur  Olin.    II,    L82. 
Aubrey,  John,   I,  250. 

Aaanbrngger,  Leopold,  I,  371,  372;  II,  n 
Auer,  John,    II,  208,  343. 

ush,   Leopold,   il,   1 12,   L60. 
avensoej    1.   I  I '.»- 120. 

I        I  2(1;      || 

A-Ticen  ,      1    -  ,    1  1  7    1  I  s    L88,  1  10,   17  1;  II,   12:5. 
i.  Alexander,   1 1.  264. 
Id,  Theodor,   11,  240. 
1.   11,   L28. 
Azúa,  J.,    II 


B 


Johann  Bernman,  1,  B8,  L68,  201,  21:,.  27;», 
802,  i  ■.,  no,  11 '.»,  \n-  11.  82,  102. 

Bebooek   i  va 

Bablngtdn,  Benjamin,  11 

204, 


Bach,  Johann-Sebastian,  II,  152. 

Bache,  Franldin,  II,  46. 

Backer,  Adriaen,  I,  290. 

Bacon,  Francis,  I,  287. 

Bacon,  Roger,  I,  156,  157,  161. 

Badham,  Charles,  II,  46. 

Badham,  John,  II,  47. 

Baelz,  Erwin,  IT,  216. 

Baer,  Benjamin  Franklin,  II.  238. 

Baer,  von  Carl  Ernst,  I,  349;  II,  58,  153,  155. 

Barensprung,  von  Friedrich,  II,  285. 

Bagellardo,  Paolo,  II,  192. 

Baginsky,  Adolf,  I,  259. 

Baglivi,  Giorgio,  I,  262,  263,  433. 

Bahi  y  Fonseca,  II,  466. 

Bailey,  Walter,  I,  197. 

Baillie,  Matthew,  I,  340,  374,  375. 

Baillou,  Guillaume  de,  I,  243. 

Baker,  Frank,  I,  218,  306. 

Baker,  Sir  George,  I,  383,  384. 

Baker,  Henry,  I,  338,  394. 

Baker,  Henry  B.,  II,  386. 

Baldinger,  Ernst  Gottfried,  I,  395. 

Balfour,  Francis  Maitland,  II,   154,  190. 

Balmis,  Francisco  Xavier,  II,  466. 

Balzac,  Honoré  de,  II,  363. 

Ballonius.  (Véase  De  Baillou.) 

Bamberger,  von  Heinrich,  II,  274. 

Banister,  Richard,  I,  239. 

Banti,  Guido,  II,  264. 

Banting,  William,  II,  433. 

Bárány,  Robert,  I,  268;  II,  77,  353. 

Barbee,  Thomas,  II,  45. 

Barbeirac,  Charles.  I,  289,  313. 

Barbier,  Charles,  II,  245. 

Barbosa,  Arias,  II,  425. 

Barcroft,  Joseph,  II,  192. 

Bard,  John,  1,   365,  299. 

Bard,  Louis,  II,  255. 

Bard,  Samuel,  299,   300. 

Bardeen,  Charles,  II,  209. 

Bardeleben,  von  Karl,  II,  142. 

Bardsley,  II,  293. 

Barker,  Fordyce,  II,  293. 

Barker,  Lewdlys  Franklin  II,  149,  152,  270,  310. 

312. 
Barlow,  Sir  Thomas,  II,  269. 
Baron,  Hyacinthe-Thcodore,  I,  407,  408. 
Baronio,  Giuseppe,  II,  113. 
BaronluB,  Caesar,  I,  112. 
Barry,   Edward,  l,  264. 

Barry,    Martin,    II,    152. 

Bartels,  Max,  11,   111. 

Berth,  Michel,  I,   12;». 

Berths  de  Bandfort,   Edmond,   11,  :¡'.>7. 

Barthez,    L.-C.-Ernest,  n 

Barthez,  Paul-Joseph,  1.  387. 

Barthollnus,  Thomas,   1.  288,  288. 

Bartlsch,  <;i'<>rK,  l,   L96. 

r.art i,  tt.   Blisha,   11,    1:.,  153. 

Barton,  Clara,  II,  384. 


ÍNDICE     DE     NOMBRES     PERSONALES 


579 


Barton,  John  Rea,  II,  124. 

Barton,  Wilfred,  II,  273. 

Bartram,  John,  I,  434. 

Baruch,  Simón,  II,  294. 

Bary,  Heinrich  Anton  de,  I,  435. 

Basen,  von  Samuel  S.  K.,  Ritter,  II,  162. 

Basedow,  Carl  Adolph,  II,  46. 

Basil,  Valentine,  I,  200. 

Bass,  Charles  C,  II,  329. 

Basset,  John  Y.,  II,  45. 

Bassi,  Agostino,  II,  205,  320. 

Bassini,  Edoardo,  II,  338. 

Bastian,  Adolf,  II,  141. 

Bastian,  Henry  Charlton,  II,  282. 

Bataillon,  E.,  II,  317. 

Bate,  William,  I,  281. 

Bateman,  Thomas,  II,  12. 

Bateson,  J.  C,  I,  24. 

Bateson,  William,  II,  313,  317. 

Batischua,  Gabriel,  I,  123. 

Battey,  Robert,  II,  133,  231,  324. 

Baudelocque,  Jean-Louis,  I,  355. 

Bauhin,  Caspard,  I,  98,  226,  228,  298. 

Baumann,  Eugen,  II,  293. 

Baumgarten,  Julius,  II,  210. 

Bausch,  Johann  Lorenz,  II,  288. 

Bayle,  Gaspard- Laurent,  II,  9. 

Bayliss,  William  M.,  II,  175,  194,  306. 

Baynham.  William,  I,  367;  II,  140. 

Beaconsfield,  Lord,  II,  390. 

Beale,  Mary,  I,  277. 

Beard,  George  Miller,  II,  282. 

Beardsley,  Hezekiah,  I,  392,  396. 

Beaulieu,  Jacques  de,  I,  281. 

Beaumont,  William,  11,  88,  89. 

Beauperthuy,  Louis  Daniel,  II,  216. 

Becher,  E.,  II,  187. 

Bechtereff,  W.  M.,  II,  287. 

Beck,  Emil  J.,  II,  293,  343. 

Beck,  Theodor,  I,  89.        • 

Beck,  Theodoric  Romeyn,  II,  46,  300,  372. 

Becker,  Tracy  C,  II,  300. 

Béclard,  Pierre-Augustin,  II,  110. 

Beda,  Venerable,  I,  138. 

Beddoes,  Thomas,  I,  345. 

Bednar,  Alois,  II,  259. 

Beer,  Georg  Joseph,  II,  245. 

Beer,  Joseph,  I,  261. 

Beham,  Hans  Sebald,  I,  240. 

Behring,  von  Emil,  II,  217. 

Belon,  Pierre,  I,  226. 

Bell,  Alexander  Graham,  II.  379. 

Bell,  Benjamin,  II,  88. 

Bell,  Sir  Charles,  II,  49,  50,  72,  73,  88. 

Bell,  John,  I,  427;  II,  49,  90,  91,  126,  332. 

Bellido,  II,  494. 

Bellingham,  O'Bryen,  II,  101. 

Bellini,  Lorenzo,  I,  252. 

Belloc,  Hippolyte,  II,  249. 

Benavente,  Avelino,  II,  480. 

Benavente,  Mariano,  II,  498. 


Bence-Jones,  Henry,  II,  86. 

Bendz,  Jacob  Christian,  II,  243. 

Benedetti,  Alessandro,  I,  209. 

Benedict,  Francis  Gano,  II,  179,  287. 

Benedict  de  Nursia,  I,  137. 

Benedikt,  Moriz,  II,  293. 

Benivieni,  Antonio,  I,  231. 

Benjumeda,  II,  471,  488. 

Bennet,  John  Hughes,  II,  48,  201,  264. 

Bennet,  Parker," I,  309. 

Bennett,  James  Henry,  II,  129. 

Benzi,  Ugo.  (Véase  Hugo  Senensis.) 

Berendes,  J.,  I,  99,  110,  301. 

Berengario  da  Carpi,  Giacomo,  I,  205, 209, 210, 221. 

Berg,  Julius,  II,  341. 

Berger,  Paúl,  II,  230. 

Bergmann,  von  Ernst,  II,  224,  228. 

Bergonié,  Jean-Alban,  II,  397. 

Berkeley,  George,   Obispo,  I,  353. 

Berlin,  Rudolf,  II,  238. 

Bermúdez,  II,  466. 

Bernard,  Claudio,  I,  86;  II,  74,    88,    172,    173, 
174,  175,  183,  190,  206,  262,  277. 

Bernard  de  Gordon,  I,  26,  155,  177. 

Bernhardt,  Max,  II,  279. 

Bernheim,  Hippolyte,  II,  289. 

Bernstein,  Julius,  II,  162,  168,  201. 

Bernutz,  Gustave,  239. 

Bert,  Paúl,  II,   176,  177,  209. 

Bertaglia,  Leonardo  da,  I,  149. 

Bertharius,  I,  137. 

Bertillon,  Alphonse,  II,  136. 

Bertillon,  Jacques,  II,  299. 

Bertuccio,  Mccolo,  I,   147,  151. 

Berzelius,  Johann  Jacob,  II,  176. 

Besredka,  Alexander,  II,  328. 

Bethe,  Albrecht,  II,  144. 

Bettany,  George  Thomas,  II,  81. 

Bettinger,  Julius,  II,  218. 

Beyer,  Henry  G.,  II,  217,  337. 

Beyer,  Johann  Hartmann,  I,  298. 

Bezold,  von  Albert,  I,  189. 

Bezold,  Friedrich,  II,  251. 

Bhagvat  Sin  Jee,  Sir,  II,  301. 

Bianchi,  L.,  II,  286. 

Bichat,  Marie-Francois- Xavier,  II,  47,  48,  144, 

471. 
Bidder,  Friedrich  Wilhelm,  II,  166,  177,  186. 
Bidloo,  Govert,  I,  253. 
Biederrnann,  Wilhelm,  II,   164. 
Bier,  August,  II,  343. 
Biermer,  Antón,  II,  18. 
Biett,  Laurent-Theodore,  II,  12. 
Bigelow,  Henry  Jacob,  II,  123,  125,  221,  233. 
Bigelow,  Jacob,  II,  42. 
Bignami,  Amico,  II,  263. 
Bilgner,  Johann  Ulric,  I,  359,  425. 
Billings,  Frank,   II,  272,  372. 
Billings,  John  Shaw,  I,  33,  34,  85,  128,  171,  408, 
428;  II,  45,  107,  108,  120,  290,  297,  305,  306, 
353,  359,  364,  365,  366,  372,  439,  440. 


580 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Billroth,  Theodor,  II,  225,  226. 

Blnet,  Alfred,  II.  325. 

Blnz,  Karl,  II,  291. 

Bird,  Golding,  II.  267. 

Bischoff,  Theodor  Ludwig  Wilhelm,  II,  57,   163. 

Bismarck,  von  Otto,  II,  379,  384. 

Blzzozero,  Giulio    II,  145. 

Black,  Joseph.  I,  342,  343. 

Black,  William  George,  I,  22,  23,  25,  28. 

Blackall,  John,  II,  18. 

Blackmore,  Sir  Richard,  I,  417. 

BlackweU,  Elizabeth,  II,  382. 

Blancard.  (Véase  Blankaart.) 

Blanco,  Romero,  II,  471,  472. 

Blanchard,  Raphael,  II,  216,  441. 

Blane,  Sir  Gilbert,  I,  384. 

Blankaart,  Stephen,  I,  121,  266. 

Blasco,  Vicente,  II,  466. 

Blegny,  Nicholas  de,  I,  275,  277,  284.  285. 

Bleuler,  Paul  Eugen,  II,  287,  323. 

Bllx,  Magnus,  II,  59,  60. 

Blizard,  Sir  William,  I,  427. 

Bloch,  Iwan,  I,  46,  180;  H,  300. 

Blocq,  Paúl,  II,  287. 

Blumenbach,  Johann  Frledrlch,  I,  212,  213,  319, 

333. 
Blumer,  George,  II,  281. 
Blyth,  Alexander  Wynter,  II,  298. 
Boas,  Ismar,  II,  264. 
Bobbs,  John  Stough,  II,  124. 
Boccaccio,  Giovanni,  I,  144,   180,   181,   183. 
Bock,  Hieronymus,  I,  227. 
Bodington,  George.  II.  372. 
Boe,  Franciscus  de  le,  1,  266. 
Boeck,  Carl,  II,  288. 
Bo^r,  Lucas  Johann,  I,  350. 
Boerhaave,  Hermann,  I,  127,  256,  328,  329,  382, 

455. 
BoethJus,  I,  135. 
Bohn,  Johann,  I,  263,  271. 
Bohun,  Lawrence,  I,  304. 

Bols  Reymond,  Emil,  II,  156,   160,  161,  162. 
Bolssler  de  la  Croix  des  Sauvages,  Francois,  I,  326. 
Bolvin,  Madame,  II,  239. 
Bollinger,  Otto,  II,  209. 
Bonafudc,  Francesco,  I,  234. 
BonelU,  Jaime,  II,  465,  470,  471. 
Bcnet,  Juan  Pablo,  I,  206,  285. 
Bopet,  Théophile,  I,  278,  287,  372. 
Bonifacio  VIII,  I.  155. 
Bonifacio  Giovanni,  I,  285. 
Bonnet,  Charles,  I,  338. 
Bonilla  y  San  Martin,  Adolfo,  II.  AVo. 
Bonomo,  Casimo,  II,  287. 
Bontlus,  Jacobus,  I,  267. 
lionet.  Julius,   II,   '¿OH,   336,  837. 

BotdM,  Tbéophtto  de,  I,  :',m;,  ¡i    w,   151. 

Uon-lll,  (¿iovannl  Alfonso,  I,  259,  2f>2,  271;  II.  74. 

BoffcogBonl,  Ttodorloo.  (Vean  Ibeodorlc.) 

iioruognoni,   Ugo.  (Véato   liuuh.  > 
Born,  GusUv,  II,   157. 


Borsieri  de  Kanlfeld,  Giambattlsta,  I,  427* 

Boscasa,  II,  471. 

Boss!,  II,  242. 

Bostock;  John,  II,  46. 

Bosworth,  Francke  Huntington,  II,  248,  249. 

Botallo,  Leonardo,  I,  300. 

Botey,  II,  471. 

Bouchard,  Charles  Jacques,  II,  254. 

Bouchard,  Henri,  II,  277., 

Boucher,  Frangois,  I,  395. 

Boucher  de  Perthes,  II,  142. 

Bouchut,  Eugene,  II,  248,  279,  299. 

Boughton,  Gabriel,  II,  25. 

Bouillaud,  Jean-Bap  tiste,  II,  9,  10,  320. 

Bouissingault,  J.  B.  J.,  II,  181. 

Boule.  II,  419. 

Bourgeois,  Louise,  I,  276. 

Boveri,  Theodor,  II,  132. 

Bowditch,  Henry  Ingersoll,  II,  273. 

Bowditch,  Henry  Pickering,  II,  163,  164,  165, 

187,  364. 
Bowditch,  Vincent  Yardley,  II,  440. 
Bowmann,  Sir  William,  II,  83,  182,  256. 
Boyer,  Alexis,  II,  105,  106,  471. 
Boyle,  Robert,  I,  272,  286,  290,  295;  II,  79. 
Boylston,  Zabdiel,  I,  384. 
Boym,  Michael,  I,  61. 
Bozeman,  Nathan,  II,  135. 
Bozzini,  Philipp,  II,  38. 
Braconnot,  Henri,  II,  192. 
Bradford,  Edward,  II,  344. 
Bradwell,  Stephen,  I,  276. 
Brahms,  Johannes,  II,  217. 
Braid,  James,  II,  26,  27. 
Braille,  Louis,  II,  237. 
Bramwell,  John  Milne,  II,  278. 
Brancas,  The,  I,  221. 
Brand,  Ernst,  II,  283. 
Brandt,  Sebastián,  I,  233. 
Brantóme,  I,  208. 
Brasdor,  Pierre,  I,  358. 
Brashear,  Walter,  II,  125. 
Brassavola,  Antonio  Musa,  I,  214. 
Brauer,  Ludolf,  II,  222. 
Braun,  von  Fernwald  Carl,  II,  232. 
Braune,  Christian  Wilhelm,  II,  153,  248. 
Bravo,  II,  466. 

Bravo  de  Piedrahita,  Juan,  II,  442. 
Bravo  de  Sobremonte,  II,  440. 
Bravo,  Francisco,  I,  203,  232,  242. 
Brehmer,  Hermann,  II,  376. 
Breisky,  August,  II,  231. 
Bresgen,  Maximilian,  II,  242. 
Bretouneau,  Pierre,  II,  9. 
Breuer,  Joseph,  II,  328. 
Breughel,  Picter,  I,  301,  310. 
Ilr.'iiil,    II,   419, 
Brewster,  Sir  David,  II,  236. 
Brian,   Bene,   I,    1  13. 
Bricknw,  Walter  M.,  II,  344. 
Brldgman,  Laura,  II,  169. 


índice    de   nombres   personales 


581 


Brieger,  Ludwig,  II,  207. 

Brigham,  Edwin  H.,  II,  294. 

Bright,  Richard,  I,  430;  II,  18,  19,  24,  25,  345. 

Bright,  Timothy,  I,  195. 

Brill,  Abraham  Alton,  II,  315. 

Brill,  Nathan  E.,  II,  327. 

Brinton,  William,  II,  219/ 

Brinvilliers,  Marquesa  de,  I,  299. 

Brisseau,  Pierre,  I,  346. 

Brissot,  Pierre,  I,  230. 

Broca,  Paúl,  I,  97;  II,  108,  109,  110,  150. 

Brocklesby,  Richard,  I,  385,  418,  419. 

Brocq,  Louis,  II,  273. 

Brodie,  Sir  Benjamin  Collins,  II,  99. 

Broedel,  Max,  II,  230. 

Brooks,  William  Keith,  I,  248;  II,  155. 

Brouardel,  Paúl,  II,  301. 

Brougham,  Lord,  II,  48. 

Broussais,  F.  J.  V.,  II,  3,  4,  5,  95. 

Brouwer,  Adriaen,  I,  301. 

Brown,  Alexander  Crum,  II,  290. 

Brown,  Charles  Brockden,  I,  393,  401. 

Brown,  John  (1735-1788),  I,  327,  328. 

Brown,  John  (1810-1880),  II,  289. 

Brown,  Robert,  II,  56. 

Brown,  S.  G.,  II,  324. 

Brown,  Thomas  R.,  II,  259. 

Brown,  William,  I,  397. 

Brown-Séquard,  Charles  Edouard,   II,   174,   175, 

184,  185. 
Browne,  Isaac  Lenox,  II,  241. 
Browne,  Sir  Thomas,  I,  296;  II,  298.1 
Browning,  Robert,  I,  191,  203;  II,  186. 
Brownlee,  John,  II,  288. 
Bruce,  Sir  David,  II,  207,  231. 
Briicke,  von  Ernst  Wilhelm,  II,  73,  81,  261. 
Brull,  II,  466. 
Brunet,  Claude,  I,  393." 
Brunfels,  Otho,  I,  153,  226. 
Brunner,  Johann  Conrad,  I,  253,  270. 
Bruno,  Giordano,  I,  285,  286. 
Bruns,  von  Paúl,  II,  118,  273. 
Bruns,  von  Victor,  II,  240. 
Brunschwig,  Hieronymus,  I,  195,  196,  220. 
Brunton,  Sir  Thomas  Lauder,  II,  184,  185,  186, 

290,  292,  358    400. 
Buchanan,  Andrew,  I,  328;  II,  190. 
Buchheim,  Rudolf,  II,  291. 
Buchner,  Hans,  II,  219,  221. 
Buck,  Gurdon,  II,  124,  125,  127. 
Buckle,  Thomas,  I,  36,  302. 
Bucknill,  John  Charles,  II,  286. 
Budd,  George,  II,  299. 
Budd,  William,  II,  299,  389. 
Budge,  E.  A.  Wallis,  I,  92. 
Buffon,  Georges-L.-C.  de,  II,  123. 
Buisen,  II,  482. 
Bulwer,  John,  I,  286. 
Buller,  George,  I,  300. 
Bumm,  Ernst  von,  II,  229. 
Burbank,'  Luther,  II,  313. 


Burdett,  Sir  Henry,  II,  302. 

Burdon  Sanderson,  Sir  John,  II,  163,  172,  188. 

Burgos,  Alonso  de,  II,  440. 

Burke,  Edmund,  I,  276. 

Burnham,  Walter,  II,  129. 

Burns,  Allan,  II,  23,  46,  101. 

Burroughs,  John,  I,  9. 

Burton,  Henry,  II,  47. 

Burton,  Sir  Richard,  I,  20,  58,  121,  125;  II,  314, 

315. 
Burton-Opitz,  Russell,  II,  193. 
Bury,  Judson  S.,  II,  278. 
Busey,  Samuel  Clagett,  II,  263,  355,  363. 
Bush,  Frances,  II,  288. 
Busto,  Andrés  del,  II,  485,  493. 
Butler,  Samuel  (1612-1680),  I,  225,  293,  294. 
Butler,  Samuel  (1835-1902),  H,  143. 
Byfield,  Timothy,  I,  413. 
Bylon  de  Java,  I,  404. 


Cabot,  Ri^ard  C,  II,  272,  543. 

Cabré,  II,  412,  419. 

Cadwalader,  Thomas,  I,  405. 

Cselius  Aurelianus,  I,  105. 

Cagniard  de  Latour,  II,  58,~81. 

Cahn,  Arnold,  II,  282. 

Caius,  John,  I,  191. 

Calcar.  (Véase  Kalkar.) 

Caldani,  Marco  Antonio,  I,  346. 

Caldera  de  Heredia,  II,  440. 

Calderón,  II,  501. 

Caldwel,  Charles,  II,  46. 

Calkins,  Gary  N.,  II,  230,  232,  234. 

Calmeil,  Louis-Florentin,  II,  12. 

Calmette,  Albert,  II,  202,  284,  334. 

Calot,  Francois,  I,  87. 

Calvo,  Juan,  II,  434,  435,  436,  438. 

Calleja  y  Sánchez,  Julián,  II,  471,  472,  475. 

Callisen,  Carl  Peter,  II,  304. 

Callot,  Jacques,  I,  320. 

Camac,  C.  N.  B.,  II,  436,  439. 

Cameron,  Donald,  II,  387. 

Cammidge,  Percy  John,  II,  275. 

Camoens,  I,  242,  243. 

Campbell,  A.  W.,  II,"  195. 

Campbell,  Henry  Fraser,  II,  164. 

Camper,  Pieter,  I,  334,  350,  354. 

Camus,  Jean,  II,  284. 

Candolle,  Alphonse  de,  I,  324. 

Canniff,  William,  II,  303. 

Cannon,  Walter  Bradford,  I,  34;  II,  177, 178,  310  ¡ 

Canstatt,  Carl  Friedrich,  II,  30. 

Capdevila,  Antonio,  II,  456. 

Capparoni,  Pietro,  II,  303,  386. 

Carbón,  Damián,  II,  439. 

Carbone,  Tito,  II,  342. 

Carbonell,  H,   466. 

Cardamatis,  J.  P.,  I,  74,  85,  107. 


582 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Cardano,  Hieronimo,  I,  205,  206. 

Carden,  Richard,  II,  102. 

Cardenal,  Salvador,  II,  483,  484. 

Cardoso,  Isaac,  II,  440.  443,  447,  448. 

Careno  de  Miranda,  I,  319. 

Carey,  Matthew,  I,  401,  405;  II,  47. 

Cargue,  Charles  H.,  II    342. 

Carlomagno,  I,  139. 

Carlos  I,  I,  250. 

Carlos  II,  I,  287. 

Carlos  V,  I,  166,  227,  233,  240. 

Carlos  VIII,  184,  238. 

Carlyle,  Thomas,  I,  133,  365;  II,  103. 

Camochan,  John  Murray,  II,  121,  123. 

Carnot,  Sadl,  II,  2,  31. 

Carotto,  Francesco,  I,  242. 

Carpaccio,  I,  242. 

Carpue,  Joseph  Constantine,  II,  101,  112. 

Carracido,  II,  457. 

Carrel,  Alexis,  II,  177,  350,  351,  398. 

Carreras,  II,  501. 

Carrión,  Daniel  A.,  II,  342. 

Carro,  Jean  de,  I.  400. 

Carroll,  James,  II,  339. 

Carrón  du  Villards,  C.  J.  F.,  II,  240. 

Cartagena,  Antonio  de,  II,  440. 

Cartailhac,  II,  419. 

Carter,  Henry  R.,  II,  340. 

Carter,  Hem  y  Vandyke,  II,  26. 

Cartier,  Jacques,  I,  16. 

Casado  Torreblanca,  II,  488. 

Casal,  Gaspar,  I,  391;  II,  455. 

Casanova,  I,  411,  472. 

Cash,  John  Theodore,  II,  278. 

Casiodoro,  I,  135. 

IT,  Johann  Ludwig,  II,  288,  323. 
Casserio,  Giulio,  I,  246,  252,  253. 
Cassius,  Félix,  I,  97,  105. 
Castelo,  Eusebio,  II,  503. 

■!<>,  Fernando,  II,  503. 
Castellani,  Aldo,  I,  54,   185;  II,  233,  324. 
Castalio       Ginesta,  Pedro,  II,  466,  471. 
Castillo,    I XI.    II.  501,  502. 
Castle,    William    Bu,   II.   123. 

Castro    ftoderloo  a,  i.  276. 
ratlin,  George,  i.  88;   n,  250. 

Catón   i  I,   33. 

i.i,    I...   II,  218. 
Calentón,  II,  81. 
Cawadiaa,  I.  69. 
r.-.xtor,,  William,  I,   108. 
\ rt luir,    II,  221. 
I     i    Bruno,  li.  8. 
CebaDo     n 
Csdrenns,  i    118. 

06    06,  !>7,  '¿\  i;   II,  88. 

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',   246. 


Cesi,  Federico,  I,  284. 

Cid,  El,  II,  423. 

Cimabue,  I,  178. 

Citois,  Francois,  I,  278. 

Civiale,  Jean,  II,  112. 

Clarendon,  Conde  de,  I,  279,  383 

Clark,  Alonso,  II,  42. 

Clark,  Sir  James,  II,  24. 

Clarke,  John,  II,  43,  274. 

Clausius,  R,.  J.  E.,  II,  159. 

Clay,  Charles,  II,  131. 

Clayton,  John,  I,  404. 

Cleland,  Archibald,  1,  375. 

Clemente  VI,  I,  210. 

Clemente  VII,  I,  89,  221. 

Clemente  XI,  I,  394. 

Clement,  Julien,  I,  293,  352,  353. 

Clermont,  Charles,  I,  280. 

Cleyer,  Andreas,  I,  60. 

Clift,  William,  I,  378;  II,  49. 

Cloetta,  Arnold.  I,  412. 

Cloquet,  Hippolyte,  II,  251,  464. 

Clouston,  Sir  T.  S.,  II,  287. 

Clowes,  William,  I,  236,  245. 

Clusius,  Carolus,  I,  227. 

Cobbold,  Thomas  Spencer,  II,  220. 

Cober,  Tobias,  I,  278. 

Cobo,  Diego,  II,  427. 

Cockayne,  Oswald,  I,  187. 

Codman,  Ernest,  II,  340. 

Codronchi,  Battista,  I,  235,  318. 

Cogswell,  Mason  Fitch,  II,  120. 

Cohn,  Bernhard,  II,  279. 

Cohn,  Ferdinand,  II,  59,  215. 

Cohn,  Hermann  Ludwig,  II,  249,  298. 

Cohnheim,  Julius,  II,  181,  203,  204,  205. 

Coindet,  Charles,  II,  82. 

Coit,  Henry  L.,  II,  273. 

Colbert,  Jean-Baptiste,  I,  308. 

Colden,  Cadwallader,  I,  400. 

Cole,  T.,  II,  101. 

Coleridge,  Samuel  Taylor,  I,  35,  244. 

Coley,  William  B.,  II,  231. 

Colombo,  Matteo  Itcaldo,  1,214,  219,  220,245, 

246. 
Colot,  Germain,  II,  359. 
Cohnnela,  L.  Junio  Moderado,  II,  420. 
Collado,  Luis,  II,  433,  490. 
Colles,  Abraham,   II,  94,  236. 
Collins,  Joseph,  II,  275,  276,  277. 
Combe,  A.,  II,  255. 
Comby,  Jules,  II,  255. 
Comenge  y  Ferrer,  Luis,  IT,  492,  503. 
Comenius,   Amos,  I,  321. 
Comparetti,   Andrea,    II,   102. 
Comrie,  John   Dixon,  II,  83,  544. 
Conde  de  la  Vega  del  Bella,  n,  419. 
Congrcv.',   William,  1,  288. 
Conklin,   Edward  G.,  II,  154. 
Oonolly,  John,  ii,  12,  286. 
Conrad,   von  Megenberg,  I,  195. 


índice   de   nombres   personales 


583 


Conring,  Hermann,  I,  286. 

Constantinus  African  us,  I,  138;  II,  303. 

Cooper,  Sir  Astley  Paston,  II,  92,  93,  297. 

Cooper,  Samuel,  II,  101. 

Copérnico,  I,  260.  « 

Copho,  I,  140,  149. 

Copinger,  Walter  Arthur,  II,  304. 

Copland,  James,  II,  24. 

Copland,  Robert,  I,  235. 

Corbyn,  Frederick,  II,  25. 

Cordo,  Simone  de,  I,  189. 

Cordus,  Euricius,  I,  227,  228. 

Cordus,  Valerius,  I,  227. 

Corlieu,  Auguste,  II,  303. 

Cornaro,  Luigi,  I,  232. 

Cornelius,  Agrippa,  I,  188. 

Cornil,  Víctor,  II,  276. 

Corning,  James  Leonard,  II,  339. 

Coronado,  II,  501. 

Corrade,  Augustin,  I,  280. 

Corradi,  Alfonso,  II,  302 

Corral  y  Oña,  Tomás,  II,  471,  488,  489,  490. 

Corrigan,  Sir  Dominic  John,  II,  18. 

Corsini,  Andrea,  II,  303. 

Corte'jarena,  II.  493. 

Cortezo,  II,  494. 

Corti,  Alfonso,  II,  148. 

Corvisart,  Jean- Nicolas.  II,  10,  11,  359. 

Corvisart,  Lucien,  II,  178. 

Coschwitz,  Georg  Daniel,  I,  329. 

Costa,  II,  418. 

Coste,  Jean-Franr-ois,  I,  400. 

Cottle,  Wyndham,  II,  289. 

Cotugno,  Domenico,  I,  341,  368,  369;  II,  276. 

Councilman,  William  Thomas,  I,  331;  II,  269,  328. 

Corvino,  Simone  de,  I,  182. 

Cowper,  William,  I,  251. 

Coxe,  John  Redman,  I,  402,  399. 

Crabbe,  George,  I,  411. 

Craig,  Charles  Franklin,  II,  216,  328;  340. 

Cranach,  Lucas,  I,  214,  241. 

Crashaw,  Richard,  I,  273. 

Crato,  von  Craftheim  Johann,  I,  204. 

Crawfurd,  Raymond,  I,  290. 

Credé,  Benno,  II,  295. 

Credo,  Carl  S.  F.,  II,  242,  243. 

Creighton,  Charles,  II,  301. 

Crespi,  Benedetto,  I,  135. 

Creus  y  Manso,  Juan,  TI,  471,  472,    481,    484. 

485,  487,  488,  489,  490. 
Crile,  George,  I,  34,  35;  II,  320,  343,  348. 
Croll,  Oswald,  I,  204. 
Cromwell,  Oliver,  I,  286. 
Crosby,  Dixi,  II,  155. 
Crowe,  Samuel  James,  II,  294. 
Cruikshank,  William  Cumberland,  I,  340,  344. 
Crusell,  Gustav,  II,  294.. 
Cruveilhier,  Jean,  II,  48,  49. 
Cube,  von  Johann,  I,  195. 
Cuevas,  Juan  de,  II,  436. 
Cuignet,  -Ferdinand,  II,  244. 


Cuiveilhier,  II,  472. 

Culpeper,  Nicholas,  I,  279,  297. 

Cullen,  Thomas  Stephen,  II,  235. 

Cullen,  William,  I,  326,  378,  427. 

Cuming,  Ralph,  II,  102. 

Cumming,  William,  II,  240. 

Cumston,  Charles  G.,  I,  166. 

Curling,  Thomas  Blizard,  II,  48,  270. 

Currie,  James,  I,  376. 

Currie,  William,  I,  400. 

Curtis,  John  G.,  I,  90,  246,  247;  II,  301. 

Cusanus,  Cardenal,  I,  263. 

Cusliing,  Harvey,  II.  178,  232,  320,  342,  343,  346, 

347,  348,  349,  359. 
Cushny,  Arthur,  II,  322. 
Cushny,  Arthur  Robertson,  II,  290,  292,  293, 

322. 
Cutter,  Ephraim,  II,  239,  250. 
Cuvier,  Georges,  II,  52. 
Cuyer,  Edouard,  II,  142. 
Cyon,  von  Elie,  II,  188. 
Czermak,  Johann  Nepomuk,  II,  38. 
Czerny,  Adalbert,  II,  259,  260. 
Czerny,  Vincenz,  II,  226. 


CH 


Chabert,  Philibert,  I,  384. 

Chadwick,  Sir  Edwin,  II,  297,  298,  379. 

Chadwick,  James  Reader,  II,  306,  385. 

Chagas,  Carlos,  II,  327. 

Chalmers,  A.  J.,  II,  266. 

Chamberland,  Charles,  II,  213,  214. 

Chamberlen,  Hugh,  I,  283,  348. 

Chamberlen,  Peter,  I,  283,  347. 

Chamfort,  Nicolás,  I,  36. 

Champollion,  J.  F.,  I,  354. 

Chantemesse,  Andrés,  I,  338. 

Chapín,  Henry  Dwight,  II,  273. 

Chapman,  Nathaniel,  II,  43. 

Charaka,  I,  57. 

Charcot,  Jean  Martin,  I,  35,  47,  174, 177,  242,  357; 

II,  167,  185,  203.  251,  278,  279,  327,  361,  367, 

368. 
Chaucer,  Geoffrey,  I,  188. 
Chauveau,  Auguste,  II,   162. 
Chauveau,  Claude,  II,  252. 
Chelius,  von  Max  Joseph,  II,  110,  111. 
Chepovalnikoff,  Nicolai  Petrovich,  II,  180,  181. 
Chéreau,  Achule,  II,  303. 
Cheselden,  William,  I,  359,  360,  409,  420. 
Chessher,  Robert,  II,  101. 
Chevreul,  Michel-Eugene,  II,   87. 
Cheyne,  George,  I,  392. 
Cheyne,  John,  II,  16,  250. 
Chiari,  Ottokar,  IT,  251. 
Chinchilla,  Anastasio,  II,  503. 
Chinchón,  Condesa  de,  I,  298. 
Chiral,  II,  501. 
Chirino,  Alfonso,  II,  425,  427,  428. 


584 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Chischin,  Sergiei  E.,  II,  179. 

Chittenden,  Russell  Henry,  II,  176,  181. 

Chodowiecki,  Daniel,  I,  409. 

Chopart.  Francois,  I,  358. 

Choulant,  J.  Ludwig,  I,  195,  215,  521,  848,  Í51; 

II,  142,  302,  303. 
Christie,  Arthur,  II,  338. 
Cbristison,  Sir  Robert,  II,  381. 
Church,  Benjamin,  I,  402. 
Churchill,  F,eetwood,  II,  241. 


Daca  de  Valdéa,  Benito,  I,  179. 

D'Acosta,  José,  I,  203. 

Da  Costa,  Jacob  M.,  II,  271,  368. 

Daza  Chacón,  Dionisio,  I,  225. 

Dakin,  H.  D.,  II,  398. 

Dalgarno,  George,  I,  285. 

Dalton,  John,  I,  367. 

Dalton,  John  Call,  I,  367. 

Dana,  Charles  L.,  II,  283. 

Dance,  J.  B.  H.,  II,  275. 

Daremberg,  Charles-Victor,  I,  99,  103,  140. 

Darier,  Jean,  II,  289. 

Darling,  Samuel  T.,  II,  331. 

D'Ar<*onval.  Jacques- Arséne.  II,  182,  294. 

Darwin,  Charles,  I,  28;  II,  1,  134,  135,  136. 

Darwin,  Erasmus,  I,  349. 

Davaine,  Casimir,  II,  208. 

Davenport,  Charles  B.,  II,  314. 

David,  Jean-Pierre,  I,  358. 

Davidge,  John  B.,  II,  122. 

Daviel,  Jacques,  I,  367. 

Davis,  Gwilym  George,  II,  142. 

Davis,  Nathan  Smith,  II,  271. 

Davy,  .Sir  Humphry,  I,  344;  II,  2,   125,  227. 

Daza   Chacón,  Dionisio,  II,  434,    437,  438,  439, 

490. 
Deadrick,  William  Henry,  II,  122. 
Debove,  Georges  Maurice,  II,  295. 
Dechelette,  Joseph,  II,  419. 
Dee,  John,  1,  204. 
Defoe,  Daniel,  I,  317.^ 
Degas,  H.  G.  E.,  II,  361. 
Deiters,  Otto  F.  C,  II,   148."] 
D^jerine,  Jules,  II,  285. 
Dekkcr,  Frederik,  1,  277,  341. 
DH.-wuarn-,   QaOfgea,   II,  279. 

De  la  Monja,  II,  466. 

Delavan,  A.   Bryson,   II,  250. 
;  l  .)  ago,   II,  501. 

Dalonna,  Bdmond,  n,  230. 
Datpaeh,   \    i..  i>.,  n,  297. 

'■«le»,  I,  80. 
Ptmoerttm,  i,  70. 
Danta,  Jaan«Bapttata,  I,  273. 

II,  816. 
Da  Qntneajr,  Thomas,  1,  300. 
1 1   8  ,   II,  282. 


De  Renzi,  Salvatore,  II,  303. 

Desault,  Pierre  Joseph,  I,  358,  346. 

Descartes,  Rene,  I,  260,  261,  264,  291. 

Deschamps,  Jacques-Louis,  fils,  II,  250. 

Desmarre^,  Louis-Auguste,  II,  244. 

Despars,  Jacques,  I,  159. 

Detmold,  William,  II,  123. 

Dettweiler,  Peter,  II,  380. 

Deventer,  von  Hendrik,  I,  283. 

Dew  Smith,  A.  G.,  II,  192. 

Dewees,  William  Potts,  II,  241. 

Deyman,  Johan,  I,  290. 

Diaz,  Francisco,  II,  434,  435,  438,  490. 

Díaz,  R.  de  Isla,  I,  184;  II,  441. 

Dibdin,  William,  I,  28,  30. 

Dickens,  Charles,  II,  362. 

Dickinson,  Richard,  I,  409. 

Dickinson,  William  Howship,  II,  166. 

Dikson,  Samuel  Henry,  II,  46. 

Diday,  Paúl,  II,  254. 

Diderot,  Denis,  I,  369. 

Dieffenbach,    Johann   Friedrich,    I,    130;     ]  12, 

113,  484. 
Diels,  I,  91. 

Diemerbroek,  Isbraud,  I.  183. 
Dietl,  Josef,  II,  28,  34. 
Dieulafoy,  Georges,  II,  12,  253. 
Digby,  Sir  Kenelm,  I,  294,  295. 
Dimsdale,  Thomas,  I,  434. 
Diodorus  Siculus,  I,  44,  45. 
Dionis,  Pierre,  I,  346,  357. 
Dioscórides,  I,  20,  95,  98. 
Dittmar,  Carl,  II,  188,  215. 
Dix,  Dorothea  Lynde,  II,  38S. 
Dobson,  Matthew,  I,  393. 
Dock,  George,  I,  544;  II,  274. 
Dock,  Lavinia  L.,  II.  382. 
Dóderlein,  II,  243. 
Dodge,  Raymond,  II,  287. 
Dodoens.  Rembert,  I,  228,  229. 
Doerr,  Richard,  II,  337. 
Dogiel,  Jan,  II,  188 
Dohrn,  Antón,  II,  337. 
Dolci,  Carlo,  I,  242. 
Dolinsky,  Ivan  Lukich,  II,  180. 
Domínguez,  II,  471. 
Donatello,  I,  209. 
Donders,  Franz  Cornells,  II,  247. 
Dondi,  Giacomo  de,  I,  157. 
Donné,  Alexandre,  II,  48,  148. 
Donnolo,  I,  137. 
Donovan,  Charles,  II,  330. 
Doran,  Alban  H.  G.,  I,  353,  356. 
Dorsey,  John  Syng,  II,  122. 
Douglas,  James,  1,  347. 
Douglass,  William,  I.  399,  400. 
Dover,  Thomas,  I,  420. 
Dow,  Gerard,  I,  309,  31». 
Doyen,  Eugene,  II,  342. 
Dragendorff,  Georg,  II,  301. 
Drake,  Daniel,  I,  279;  II,  44. 


índice   de   nombres   personales 


585 


Draper,  William  H.,  I,  117. 

Drebbel,  Cornelius,  I,  204,  293. 

Drechsel,  Edmund,  II,  199. 

Dreser,  Hermann,  II,  294. 

Driesch,  Hans,  I,  338;  II,  155,  156. 

Drown,  T.  M.,  II.  387. 

Dryander.  (Véase  Eiehmann.) 

Dryden,  John,  I,  250,  301. 

Duane,  Alexander,  II,  249. 

Dubini,  Angelo,  II,  216,  264. 

Du  Bois,  Delafield,  II,  183. 

Du  Bois,  E.  F.,  II,  160,  161. 

Dubois,  Eugéne,  II,  141. 

Dubois,  Jacques,  I,  218. 

Dubois,  Paul,  II,  295. 

Duchenne,  G.  B.  A.,  II,  276. 

Duckworth,  Sir  Dyce,  I,  379. 

Dudley,  Benjamin  Winslow,  II,  124. 

Diihrssen,  Alfred,  II,  239. 

Durero,  Alberto,  I,  213,  241. 

Dugdale,  R.  L.,  II,  313. 

Duhring,  Louis  A.,  II,  289. 

Dujardin,  Félix,  II,  63. 

Dumas,  Jean-Baptiste,  I,  83,  87;  II,  2,  181. 

Dumoutier,  Joseph,  II,  254. 

Dun,  Sir  Patrick,  I,  423. 

Dunant,  J.  Henry,  I,  384. 

Dunbar,  William  P.,  II,  388. 

Duncan,  Andrew,  Sr.,  I,  384. 

Dunglison,  Robley,  I,  46;  II,  302. 

Dunstan,  Wyndham,  II,  289. 

Dupouy,  Edmond,  II,  303. 

Dupuytren,  Guillaume,  II,  103,  104,  105. 

Dusée,  1,  356. 

Dutrochet,  Henri,  II,  199. 

Dutton,  Joseph  Everett,  II,  330. 

Duval,  Mathias,  II,  142. 

Duverney,  Joseph  Guichard,  I,  252,  346. 

Dziatzko,  Karl,  I,  157. 


E 


Earle,  Pliny,  II,  383. 

Eastman,  Joseph  Rilus,  II,  238. 

Eberle,  Johann,  II,  174. 

Ebers,  Georg,  I,  41,  42. 

Eberth,  Carl  Joseph,  II,  215. 

Ebstein,  Erich,  I,  3,  340;  II,  29,  88. 

Ebstein,  Wilhelm,  I,  58;  II,  274. 

Echegaray,  José,  II,  362. 

Eck,  Nicolai  Vladimirovich,  II,  184. 

Eckhard,  Carl,  I,  169;  II,  70. 

Edebohls,  George  Michael,  II,  235. 

Egar,  David,  I,  197. 

Ehrlich,  F.,  II,  199. 

EhrUch,  Paúl,  I,  127,  148,  149, 179,  206.  II,  335. 

Ehrmann,  Charles  Henri,  II,  250. 

Eichmann,  Johann,  I,  140. 

Eichstedt,  Carl,  n,  283. 

Einhorn,  Alfred,  II,  294. 


Einhorn,  Max,  II,  274. 

Einthoven,  Willem,  II,  321. 

Eiselsberg,  von  Antón,  II,  347. 

Eisenberg,  P.,  II,  215. 

Eisendrath,  Daniel,  II,  142. 

Eisenmann,  Gottfried,  I,  346. 

Eliot,  George,  II,  400. 

Elsberg,  Louis,  II,  250. 

Elsholtz,  Johann,  I,  278. 

Eisner,  Henry,  II,  272. 

Ella,  Samuel,  I,  18. 

Elliot,  Robert  Henry,  II,  352. 

EUiotson,  John,  II,  27. 

Ellis,  Havelock,  II,  172,  279,  325. 

Emerson,  Charles  Phillips,  II,  270. 

Emerson,  Ralph  Waldo,  I,  323;  II,  52,  210,  267. 

Emmet,  Thomas  Addis,  II,  132. 

Empédocles,  I,  76,  418. 

Encinas,  II,  484,  489,  490. 

Engelmann,  Thcodor  Wilhelm,  II,  57,  193,  321. 

Enrique  VIII, 

Eppinger,  Hans,  II,  320. 

Erasís  trato,  I,  91. 

Erb,  Wilhelm  Heinrich,  II,  6,  171,  280. 

Erlanger,  Joseph,  II,  321. 

Erskine,  Robert,  I,  426. 

Erxleben,  Dorothea  Christiana,  II,  382. 

Escribano,  II,  458,  459,  460,  462,  463,  464,  470, 

471,  472,  473,  476,  478,  482,  485,  487,  488,  489, 

491. 
Escherich,  Theodor,  II,  215,  259. 
Esdaile,  James,  II,  26,  27. 
Esmarch,  Friedrich,  II,  227. 
Esquerdo,  II,  495,  504. 
Esquirol,  J.  E.  D.,  II,  12. 
Estabrook,  A.  H.,  II,  313. 
Estlander,  II,  487. 
Etienne,  Charles,  I,  221.** 
Eulenburg,  Hermann,  II,  24,  297. 
Eusebius,  I,  112. 

Eustaquio,  Bartolommeo,  I,  253,  258. 
Evans,  Sir  Arthur,  I,  4,  66. 
Evans,  Sir  John,  I,  141. 
Eve,  Paúl  Fitzsimmons,  II,  123. 
Ewald,  Jidius  Richard,  II,  169. 
Ewald,  Karl  Anton,  II,  264. 
Exner,  Sigmund,  II,  171. 
Eyck,  Jan  van,  I,  176. 
Eycleshymer,  A.  C,  II,  142. 
Eysell,  Adolf,  II,  170. 
Eysenbarth,  Doctor,  I,  424. 


Fabiola,  I,  123. 

Fabricius  ab  Aquapendente  Hieronymus,  I,  220. 

Fabry,  Wilhelm  of  Hilden,  I,  309. 

Fagge,  Charles  Hilton,  II,  267. 

Fahnestock,  William  B.,  II,  250. 

Fahrenheit,  Gabriel  Daniel,  I,  329. 

Falcucci,  Niccolo,  I,  158. 


586 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Falret,  Jean-Pierre,  II.  288. 

Falta,  Wilhelm,  II,  183,  320. 

Fallopio,  Gabriele,  I,  186,  203,  221. 

Faraday,  Michael,  II,  2,  159. 

Farina,  Guido,  II,  230. 

Farlow,  John  W.,  II,  306. 

Fargas  y  Roca,  II,  472,  493,  494. 

Farquhar,  George,  I,  415. 

Farr,  Samuel,  I,  394. 

Farr,  William,  II,  299,  300. 

Fatio,  Johann,  II,  130. 

Fauchaxd,  Pierre,  I,  365. 

Faure,  Jean-Louis,  II,  238. 

Faviola,  I,  169-. 

Fay-Edward  Alian,  TI,  379. 

Fayrer,  Sir  Joseph,  II,  2.">. 

Fazio,  Eugenio,  II,  297. 

Fechner,  Gusta v  Theodor,  II,  80,  171. 

Federico  II,  I,   166,   167. 

Federico  el  Grande,  I,  423. 

Fehleisen,  Friedrich,  II,  215. 

Fehling,  von  Hermann,  II,  80. 

Feletti,  Raimondo,  II,  216. 

Fodix,  Charles- Francois,  I,  304. 

Felkin,  Robert  William,  I,  20. 

Fell,  George  E.,  II,  343. 

Fenger,  Christian,  II,  206. 

Ferenbaugh,  Thomas,  IT,  341. 

Fcrgusson,  Sir  William,  II,  90,  97. 

Fernán  Gómez,  II,  425. 

Fernández  Chacón,  Antonio,  II,  493. 

Fernández  de  la  Vega,  II,  471,  472. 

Fernández  Gómez,  Alberto,  II,  498. 

Fernández  Navarro,  L.,  II,   419. 

Ferradas,  II,  501. 

-it,   I,   153. 
Ferrer  y  Viñerta,  II,  489. 
Perder,  Sir  David,  II,   167. 
Pick,  Adolf,  IT,  167. 
Fideli,  Fortunato,  I,  277. 

nguer,  Charles,  II,  290. 
Filehne,  Wilhelm,  J  í,  203. 
Plnger,   Brnst.,   n.  264. 
Finke,   Feonhard    Lndwlg,   I,   395. 
Kiriki'lnsrein,    Eelnrich,    I! 
Plnkler,  Dittmar,  n,  216. 
Finia-,  -i»;.  338. 

linie  !     58;  n,   ~>n. 

Pfconey,  J.  M.  T.,  II    848. 
Flnsen,  Niela  R.,  F  26. 

Fin. .i-,.    Cil,-.    I.    818. 

Fi-.|„r,    Fn.il.    1,    1st;    lí,    85,    29  1.    323. 
■    Otto    M     L84. 

i  ; 

ii    801. 
John  D.,  ii 

I    bu   i)     ii 

i   Beber,   n 
I  M    ■•  D     II.    321. 

.,   .F.lni,    II,    I  12. 


Flechsig,  Paul  Bmll,  II,  167,  189. 

Fleming,  David,  II,  102. 

Flemming,  Walther,  II,  147,  153. 

Fletcher,  Robert,  I,  31,  316;  II,  305. 

Flexner,  Abraham,  II,  358,  371,  373,  374,  375,  376, 

389. 
Flexner,  Simón,  II,  215,  219. 
Flick,  Lawrence  F.,  II,  380. 
Fliedner,  Friederike,  II,  315. 
Fliedner,  Theodor,  II,  771. 
Flint,  Austin,  Sr.,  LT,  270. 
Flint,  Austin,  Jr.,  II,  179. 
Flint,  James  M.,  I,  31. 
Flores,  Francisco  A.,  II,  303. 
Flourens,  Marie  J.  P.,  II,  77,  169. 
Floyer,  Sir  John,  I,  376. 
Flückiger,  F.  A.,  I,  301. 
Fludd,  Robert,  I,  295;  II,  39. 
Flügge,  Carl,  II,  297. 
Foderé,  Francois-Emmanuel,  II,  197,  300. 
Forster,  Richard,  II,  249. 
Foesius,  Anutius,  I,  190. 
Fonahn,  Adolf  Mauritz,  II,  302. 
Fonio,  II,  346. 

Fonseca,  Rodrigo  de,  II,  440. 
Fontana,  Felice,  I,  427,  342. 
Foote,  Jesse,  I,  427. 
Forchheimer,  Frederick,  IT,  272. 
Forgue,  Emile,  I,  304. 
Forlanini,  G.,  II,  294. 
Fort,  II,  472. 

Forster,  Frank  Pierce,  II,  102. 
Foster,  Sir  Michael,  I,  331,  343;  II,  80,  190, 
Foster,  William,  I,  295. 
Fothergill,  John,  I,  380,  392. 
Fournier,  Jean-Alfred,  II,  6,  254. 
Fourquet,  Juan,  II,  471,  472,  490. 
Fowler,  George  Ryerson,  II,  235. 
Fowler,  Thomas,  I,  420. 
Fox,  Joseph,  II,  101. 
Fox,  Tilbury,  IT,  289. 
Fracastoro,  Girolamo,  T,  203,  231,  232,  429;  IT, 

23. 
Frankel,  Albert,  II,  215. 
Fragoso,  Juan,  IT,  434,  436,  438. 
Francis,  John  Wakefield,  II,  46. 

o,   Pierre,  F  225,  236. 
Prank,  Johann  Peter,  T,  388*335,5416;  IF  19. 
Frank,  Mortimer,  I,  151. 
Frank-land,    Fward,  II,  387. 
Franklin,  Benjamín,  F  341,  405. 
Franklin,  Christina    l/i. Id.    IF   2  19. 
PrapoUl    Francesco,  F  Ml. 
Fraser,  Thomas  Richard,  n,  294, 
Prazer,  Sir  J.  ».,  F   18,   n,  24,  25,  27;  II.  u\. 
Frederic,  Harold,  M.  390 

Otto  T  .   IF  251. 
Prellas,    Uonao  de    1 1.  I  H). 
Pri  Ind,  John,   I.  894. 
Prench,  Thomai  Etn  ihm  m     I  F  250. 
Prere  Jacqnen.  (Vrfasc  Jnrrpie*.) 


índice    de   nombres   personales 


587 


Frerichs,  von  Friedrich  Theodor,  II,  255,  255. 

Freud,  Sigmund,  I,  35;  II,  288,  326. 

Freund,  Wilhelm  Alexander,  I,  319. 

Frey,  von  Max,  II,  169,  190. 

Freyer,  P.  Johnston,  II,  342. 

Frick,  George,  I,  244. 

Friedlánder,  Cari,  II,  215. 

Friedleben,  Alexander,  I,  127. 

Friedmann,  Friedrich  Franz,  II,  337. 

Friedreich,  Nikolaus,  Jr.,  II,  281. 

Friedreich,  Nikolaus,  Sr.,  II,  271. 

Fritsch,  Ahasver,  I,  278. 

Fríttch,  Gustav,  II,  165,  166,  167. 

Froben,  J.,  I,  188,  228. 

Frolich,  Alfred,  II,  320. 

Frosch,  Paúl,  II,  337. 

Froude,  J.  A.,  II,  547. 

Fry,  Elisabeth,  II,  381. 

Fuchs,  Conrad  Heinrich,  II,  302. 

Fuchs,  Ernst,  II.  29,  299. 

Fuchs,  Leonhard,  I,  191,  226,  227. 

Fuchs,  Samuel,  I,  278. 

Függer,  S.,  I,  202. 

Fujikawa,  I,  62. 

Fulbert,  I,  167. 

Fuller,  Robert,  II,  294. 

Fuller,  Samuel,  I,  313. 

Funk,  Casimir,  II,  329. 


Gaddcsden,  John,  I,  26,  63,  142,  155,  156,  168. 

Gaddon,  A.  C,  II,  141. 

Gaertner,  Gustav,  I,  349;  II,  274. 

Gaffky,  Georg,  II,  212,  215. 

Gainsborough,  I,  408. 

Gaizo,  Modestino  del,  II,  303. 

Gale,  Thomas,  I,  224. 

Galeazo,  I,  158. 

Galeno,  I,  70,  78,  79,  85,  95,  97,  98,  100,  101, 

102,  103,  104,  105,  131,  132,  133,  134,  136, 

138,  146,  153,  167,  186,  188,  190,  197,  215,  216, 

218,  ,233,  248,  272,  360. 
Galileo,  I,  245,  260,  263,  264,  287. 
Galton,  Sir  Douglas,  II,  298. 
Galton,  Sir  Francis,  II,  68,  139,  140,  251,  298, 

309,  311,  312,  313. 
Galvani,  Luigi,  I,  322,  341. 
Gall,  Franz  Joseph,  II,  166. 
Gallaudet,  Edward  M.,  II,  379. 
Gallaudet,  Thomas  Opkins,  II,  379. 
Gallego  de  la  Serna,  Juan,  II,  442. 
Galli,  Leonardo,  II,  465. 
Gamaleia,  Mcolaus,  II,  215. 
Gambetta,  II,  176. 
Gamboa,  E.,  II,  406. 
Gamgee,  II,  178. 
García,  Manuel,  II,  38,  249. 
García  Tapia,  II,  501. 
Garibaldi,  II,  108. 


Gariopontus,  I,  138. 

Garriga  y  Buach,  II,  466. 

Garrison,  F.  H.,  II,  405,  407,  421,  424. 

Garrod,  Sir  Alfred  Baring,  II,  268. 

Garrod,  Francis,  I,  277. 

Garth,  Sir  Samuel,  1,  300,  379,  406,   407,  416, 

418. 
Gaskell,  Walter  Holbrook,  I,  248;  II,  77,  169,  185, 

190,  191,  192,  193,  321. 
Gaspard,  II,  75,  294. 
Gassendi,  I,  249. 
Gassner,  Joseph,  I,  392. 
Gastaldo,  II,  501. 
Gatinaria,  I,  117,  159. 
Gatti,  Angelo,   I,  434. 
Gaub,  Hieronymus  David,  I,  328,  375,  376,  420; 

II,  206. 
Gaucher,  P.  C.  E.,  II,  255. 
Gaultier  d'Agoty,  Jacob-Fabián,  I,  209,  350,  351; 

II,  199. 
Gauss,  I,  247;  II,  2,  243. 
Gavarni,  II,  361. 
Gavarret,  Jules,  II,  6,  12. 
Gayet,  II,  4«5. 
Geatrakes,  Valentina,  I,  35. 
Geber,  I,  124,  125,  199. 
Gegenbaur,  Carl,  I,  145;  II,  142,  152. 
Gehema,  Jan  Abraham  a,  I,  281,  298. 
Gehuchten,  II,  142,  149. 
Geiger,  Philipp  Lorenz,  II,  86. 
Geminus,  I,  216. 
General!,  Franc.esco,  II,  319. 
Genga,  Bernardino,  I,  252. 
Gengou,  Octave,  II,  215,  336. 
Gensoul,  Joseph,  II,  lit). 
Gentile  da  Foligno,  I,  151,  158. 
Gentry,  Edward  R.    II,  341. 
Geoffroy,  Etienne-Louis,  I,  370. 
Geraghty,  John  Timothy,  II.  274,  293. 
Gerard  de  Cremona,  I,  153;  II,  423. 
Gerard,  John,  I,  229,  230,  313. 
Gerber,  I,  125. 

Gerhard,  William  Wood,  II,  7,  40,  42,  43.  ' 
Gerhardt,  Carl,  II,  199,  250,  255,  259,  367. 
Gerlach,  von  Joseph,  I,  253;  II,  146,  149,  214. 
Gcrlier,  F.,  IT,  255. 
Gerrish,  II,  142. 

Gersdorff,  von  Hans,  I,  195,  196,  208,  236. 
Gerson,  J.,  I,  157. 
Gerster,  Arpad  G..  II,  235. 
Gersuny,  Robert,  II,  226. 
Gervex,  II,  301. 
Gesner,  Conrad,  I,  104,  112,  226,  227.  228;  II, 

304. 
Ghezzi,  Pier  Leone,  I,  390. 
Ghirlandajo,  I,   177. 

Giacosa,  Piero,  I,  139,  173,  174,  175;  II,  303. 
Gibbon,  I,  108,  129,   170,  412. 
Gibbs,  Josiah  Willard,  II,  4,   158,  199,  316. 
Gibson,  Benjamin,  I,  428;  II,  118,  121,  122,  129, 

244. 


588 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Gibson,  William,  II,  133. 

GigJi,  Leonardo,  II,  239. 

Gil  y  Albéniz,  II,  466. 

Gü  y  Morte,  II,  494. 

Gilabert,  Vicente,  II,  458. 

Gilbert,  William,  I,  246,  247. 

Gilbertus  Anglicus,  I,  26,  153,  155,  156. 

Gilchrist,  Thomas  Caspar,  II,  216,  289. 

Giliani,  Alessandra,  I,  213. 

Gilman,  Daniel  Coit,  II,  370. 

Gilíes  de  Corbeil,  I,  139,  140,  167,  176. 

Gilíes  de  la  Tourette,  Georges,  II,  279,  285. 

Gillray,  James,  I,  408,  409. 

Gimbernat,  Antonio,  I,  358;  II,  463,  464,  465-, 

471,  489. 
Gimeno,  Pedro,  II,  432,  434,  445,  490. 
Gimpera,  II,  406,  417. 
Giordano  da  Rivalto,  I,  179. 
Giotto,  I,  174,  176,   177,  209. 
Giovanni  d'Arcoli,  I,  149. 
Giovanni  della  Robbia,  I,  242. 
Girardeau,  Maurice,  I,  122. 
Giraud-Teulon,  II,  244. 
Girtanner,  Christoph,  I,  327,  393,  394,  395. 
Giuseppe  del  Médico,  I,  351. 
Glauber,  Johann  Rudolph,  I,  291,292,297,298. 
Glénard,  Frantz,  II,  255. 
Gtfnard,  Roger.  II,  178. 
Gley,  Eugéne,  II,  200,  319. 
Gliddon,  II,  140. 
Glinka,  II,  118. 
Glisson,  Francis,  I,  251,  253,  27],  272,  277,  288, 

326,  331,  389. 
Gluck,  I,  322. 

Gmelin,  Leopold,  II,  79)  88,"  179. 
Go'cltnius,  Rudolf,  I,  294,  295. 
Goddard,  H.  H.,  I,  287;  II,  313. 
Godman,  John  D.,  II,  53,  54,  55. 
Goehr,  L.  A.,  I,  429. 
Goerres,  II,  28. 
Goercke,  Johann,  I,  425. 
Goethe,  von  Johann  Wolf-gang,  I,  91,  321,  324. 

332,  349.  424;  II,  28.  67,  135,  166,  285,  313,  326. 
Goforth,  William,  II,  44. 
Goldberger,  Joseph,  II,  329,  337,  338. 
Goldflam,  8.  V..  II,  281. 
Goldmark,  Josephine,  II,  297. 

"idor,  Alfred,   II.   164,   169,  289. 

<;.<-]. lernith,  Oliver,  i,  407,  4io. 
Goldthwait,  Joel  Ernest,   ii.  :]43. 
Goldwafc  II    386,  387. 

Golgi,   Gamillo,   II,    148,   149.   216,  264.   397 

i  riedrli  h  Leopold,  i.  79,  L08,  L70;  II,  77, 
L67,   i '¡7.   L78,  261. 

JOȎ    M.iria,    II,    471. 

Gómez  Mledee,  Bernardino,  II,  442. 
Gómei  o.  ine,  ii.   in.   iíu. 

Pereln    n    440,  i  tít,  -MS   440,  460 
Gomperta,  Oonrad,  n,  189. 
Gompera,  Tbeodor,  i,  oo. 
Goncourt,  II,  300. 


Gondisalvo,  Domenico,  II,  423. 

Góngora,  II,  412,  414. 

González  de  Velasco,  Pedro  María,  II,  471.  472, 

473. 
González  Olivares,  II,  488. 
González,  Pedro  María,  II,  466. 
Goodlad,  William,  II,  102. 
Goodsir,  John,  II,  142,  143,  206. 
Gordon,  Bernard  de,  I,  26,  155,  179,  180, 
Gorgas,  William  Crawford,  II,  339,  340. 
Gorris,  Jean  de,  I,  191. 
Gossenhauer,  I,  204. 
Gossow.  II,  275. 

Gotch,  Sir  Francis,  I,  274;  II,  165. 
Gothenburg,  II,  307. 

Gould,  George  Milbry,  I,"21;  II,  249,  394. 
Goulin.  I,  428. 
Goupil,  Jean-Ernest,  II,  239. 
Gowers,  Sir  William  Richard,  II,  282,  285. 
Goya  y  Lucientes,  Francisco,  II,  360. 
Graaf,  Regner,  I,  252,  253,  256,  269;  II,  88. 
Graefe,  Albrecht,  I,  367,  425;  II,  90,  243,  244, 

245,   246.  256. 
Graefe,  Alfred  Karl,  II,  248.  "' 
Graefe,  von  Carl  Ferdinand,  II.  Ill,  245,  352. 
Graells  y  Ferrer,  II,  466. 
Grafe,  Erich,  II,  111,  90. 
Graham,  James,  I,  35,  392,  414. 
Graham,  Thomas,  IT,  87,  199. 
Grainger,  Richard  Dugard,  II,  82. 
Grancher,  Jacques- Joseph,  II,  207,  254. 
Grant,  J.,  I,  411;  II,  4,  274. 
Grass!,  Battista,  II,  216,  217;  265. 
Grassi,  Benvenuto,  I,  197. 
Graunt,  John,  I,  278,  333. 
Graves,  Robert  James,  I,  33,  382,  428;  II,   16, 

17,  28,  319,  364. 
Grawitz,  Paúl,  II,  205. 
Gray  Asa,  II,  42. 
Gray,  Henry,  II,  142,  249.n 
Greatrakes,  Valentine,  I,  295,  415. 
Greeff,  R.,  I.,  179. 
Green,  Francis.  I,  371. 
Green,  Horace,  II,  25,  206,  250. 
Green,  J.,  II,  244. 
Greenbury,  T,  290. 
Greene,  Edward  Lee,  I,  91,  98,  227. 
Greenhill,  William  Alexander,  I,  111;  II,  301. 
Gregoire,  Sr.,  I,  428. 

Gregorio  de  Tours,  I,  112:  117,  136,  159,  171. 
Gregorio  XIII,  1,  127. 
Gregory,  James,  I,  427;  II,"yi. 
Grcgorovino,  1,   129. 

Grew,   Nehemiah,  I,  255,  260,  279;  II,  60.H 
Grieelnger,  Wilhelm,  IJ,  286,  329. 
Griffith,  W..  II,  26. 
(Jritnths,   L.  M.,  II,  301. 
Grimm,  Jakob,  1,  28. 

Grimmelshausen,  Sam,  J.  C,  I,  317;  II,  203. 
GrocoO,  Pietro,  II,  205,  274. 
Groen,  I,  19. 


índice   de   nombres   personales 


589 


Gros,  Antoine-Jean,  II,  361. 

Gross,  Samuel  David,  H,  44,  45,  58,  123,  206,  233, 

234,  250,  303,  345. 
Grote,  George,  I,  65. 
Grotius,  Hugo,  I,  286. 
Gruber,  Max,  II,  215. 
Gruber,  Wenzeslaus,  II,  116. 
Grueby,  David,  II,  216,  289,  328,  330. 
Gruenewald,  Matthias,  I,  242. 
Grueninger,  I,  208, 
Gruenpeck,  Joseph,  I,  184,  192. 
Gruenwald,  Ludwig,  II,  251. 
Gruetzner,  Paúl.  II,  164. 
Gruner,  Christian  Gottfried,  I,  192,  386,  395. 
Grunow,  H...  I,  143. 
Gsell,  Laurent,  II,  361. 
Guainerio,  Antonio,  I,  159. 
Gualberto  Aviles,  Juan,  II,  503. 
Gualtherius  Agulinus,  I,  153. 
Guarinonius    I.  204. 
Guarnerio,  II.  484. 
Guarnieri,  Giuseppe,  II,  265,  330. 
Gudden,  II,  167. 
Guedea  y  Calvo,  Luis,  II,  493. 
Gueneau.de  Mussy,  Henri,  II,  387. 
Guenther,  Siegmund,  I,  188. 
Guericke,  von,  I,  261. 
Guerini,  Vincenzo,  I,  106,  147;  II,  303. 
Guglielmo  da  Varignana,  I,  151. 
Guicciardini,  I,  185. 
Guichot,  II,  418. 
Guidert,  I,  295. 
Guidi,  Guido,  I,  112,  221.  j 
Guido  de  Vigevano,  I,  150. 
Guidott,  Thomas,  I,  279. 
Guiges,  I,  126. 
Guillain,  G.,  II,  285. 

Guillemeau,  Jacques,  I,  110,  197,  302,  357,  364. 
Guitrac,  Henri,  II,  396. 
Gull,  Sir  William  Withey,  II,  15,  22,  265,  277, 

294,  319. 
Gullstrand,  Allvar,  II,  351,  356,  397. 
Gully.  J    M.,  II,  295. 

Gurlt,  Ernst  Julius,  I,  141,  143;  II,  228,   303. 
Gusserow,  Adolf,  II,  243. 
Guttenberg,  Johann,  I,  187,  188;  II,  355. 
Guthrie,  George  James,  II,  244. 
Guthrie,  Samuel,  II,  84,  102,  126. 
Gutiérrez,  Avelino,  II,  484,  485,  487. 
Gutiérrez,  Bonifacio,  II,  495. 
Gutiérrez  de  Godoy,  Juan,  II,  439. 
Gutiérrez  de  Toledo,  Juan,  II,  428. 
Gutiérrez,  Lázaro,  II,  440,  471. 
Gutiérrez,  Nicolás,  I,  443. 
Gutiérrez  y  González,  Eugenio,  II,  482,  483. 
Guy,  William  Augustus,  II,  301. 
Guy  de  Chauliac,  I,  131,  133,  142,  146,  147,  148, 

155,  150,  158,  168,  179,  182,  221;  II,  229. 
Guy  de  Montpellier,  I,  170. 
Guyon,  Félix,  II,  229. 
Guyot,  I,  .251,  370. 


H 


Haak,  I,  287. 

Haddon,  A.  C,  I,  254;  II,  140. 

Haden,  Sir  Seymour,  II,  361. 

Haeckei,  Ernst,  I,  228;  II,  59,  60,  136,  138,  139, 

140,  155. 
HaSn,  Antón  de,  I,  328,  329,  372,  376,  387,  418, 

419,  427. 
Haendel,  I,  322,  412. 
Haeser,  Heinrich,  I,  106,  144,  167,  195,  201,  248, 

315,  317,  318,  433;  II,  301,  302,  304. 
Haffkme,  I,  127. 
Hagenburt,  J.,  I.,  188. 
Hahn,  Eugen,  II,  229. 
Hahn,  Jóhann  Sigmund,  I,  376. 
Hahn,  L.,  I,  428. 
Hahn,  Sigmund,  I,  376. 
Hahnemann,  Samuel  Christian  Friedrich,  I,  201; 

II,  39,  40,  389. 
Hain  Ludwig,  I,  189,  190. 
Halbertsma,  Tjalling,  II,  239. 
Hales,  Stephen,  I,  336,  322,  384;  II,  78,  81. 
Ha-Levy,  Tehuda,  II,  422. 
Halford,  G.  b.,  II,  294. 
Hals,  Frans,  Jr.,  I,  311. 
Halsted,  William   Stewart,   II,    121,    126,   319, 

320,  343,  345,  347,  370. 
Haly  ben  Abbas,  1,  115,  116,  117,  118,  122, 138. 
Hall,  Granville  Stanley,  II,  172,  325. 
Hall,  Harry  O.,  II,  393. 
Hall,  Marshall.  I,  431;  II,  73,  81,  82. 
Halle,  John,  I,  144. 
Haller,  von  Albrecht,  I,  116,  117,  146,  156,  255, 

269,  271.  325,  328,  330,  331,  332,  342,  349,  350, 

365,  372,  375,  376,  387,  389,  395,  406.  407,  423, 

426,  435;  II,  174,  196,  304. 
Halley,  Edmund,  I,  245,  247,  279. 
Halliburton,  W.  D.,  II,  165. 
Hallopeau,  H.,  II,  206. 
Hamberger    G.  E.,  II,  196, 
Hamburger,  H.  J.,  I,  46;  II,  199. 
Hambury,  I,  301;  II,  292. 
Hamen,  Johann,  I,  256;  II,  152  ■ 
Hamernijk,  Josef,  II,  28,  34. 
Hamilton,  Alice,  II,  297,  386. 
Hamilton,  D.  J.,  II,  206. 
Hamilton,  Frank  Hastings,  II,  236,  101. 
Hamilton,  Lady,  I,  392. 
Hamilton,  Robert,  I,  393. 
Hamilton,  Sir  William  R.,  I,  378;  II,  25. 
Hammarsten,  Olof,  II,  190. 
Hammond,  William  Alexander,  II,  282,  284,  838. 
Hamy,  II,  140. 
Hanbury,  Daniel,  II,  292. 
Hancock,  II,  123. 
Handerson,  Henry  Ebenezer,  I,  279,  285,  300,  808, 

313,  314,  400;  II,  302. 
Haneman,  Frederick  Y.,  I,  127;  H,  861. 
Hanemaux,  F.  T.,  II,  802. 
Hanea,  Frederick  M.,  II.  270. 


590 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Hanot,  Victor-Charles,  II,  255. 
Hansen,  Armauer,  II,  215. 
Hanson,  William  C,  II,  297. 
Hardy,  S.  M,  I,  355. 
Hare,  William,  II,  51. 
Hare,  Ed.,  II,  26. 
Harington,  Sir  John,  I,  232. 
Harlan,  R.,  II,  55. 
Harlcian.  I,  175. 
Harinann,  II,  423,  472. 
Harpestreng,  Henrik,  I,  139,  156. 
Harrington,  Charles,  I,  232;  II,  297. 
Harris,  Benjamin,  I    287. 
Harris,  D.  Fraser,  I,  258;  II,  84. 
Harris,  Walter,  I,  277,  318. 
Harrison,  Park,  I,  41. 
Harrison,  Ross  Granville,  II,  150,  394. 
Hartland,  Edwin  Sidney,  II,  141. 
Hartley,  Frank,  II,  235. 
Hartlieb,  Johann,  I,  191,  287. 
Hartmann  Beyer,  J.,  I,  298. 
Hartmann,  Kuno,  II,  251,  289,  344,  487. 
Hartmann,  Scheidel,  I,  181. 
Hartmann,  von  Aue,  I,  171. 
Hartwell,  Edward  Mussey,  II,  196. 
Harvey,  Gideon,  I,  277. 

Harvey,  William,  I,  3,  103,  220,  246,  247,  248, 
249,  250,  251,  257,  258,  272,  302,  351;  II,  302. 
Harvie,  John,  I,  354. 
Harwey  Cusliing,  I,  1. 
Haslam,  John,  I,  393;  II,  274,  288. 
Hassenfratz,  Jean-Henri,  I,  344;  II,  195. 
Hastings,  Sir  Charles,  II,  391. 
Hata,  S.  I.,  63;  II,  335. 
Haughton,  Samuel,  II,  164. 
Hauptmann,  Gerhardt,  II,  200. 
Saurian,  I,  155. 

Hauy,  Valentin,  I,  369,  370,  386. 
Bayard,  Valery,  II,  341. 
Havelock,  II,  172. 
Havers,  Clopton,  I,  251. 
Hawkins,  Sir  Henry,  I,  413;  II,  390. 
Say,   Matthew,  II,  274. 

.,  Josef,  I,  322;  II,  71. 
Hayem,  Georges,  I,  127;  II,  255. 
Hay«urth,  John,  I,  379,  413. 
Isaac,  II,  46,  394. 
[MUM   .Mini-,    II,   394. 

Barward,  George,  11,  no,  126. 

Bead,  H.iirv.  II,  L64,  l*.»l.  126,  197^270,285. 
II.  i-  rden,  William,  i.  84,  -ít-.*,  357,  367,  379,  380, 

106,  MM,  ii7,  ii'.).  120,  188;  n,  18. 
Bebra,  von  Ferdinand,  n.  u;,  34,-86,  37. 
Hebra,  von  Sana,  u,  887,  888. 

r,  August  Medrieh,  i,  :5'.t:>. 
Beaker,  Jotta     i     B      ii.  ''.<>J.. 

Alfred,    II,    133,   238. 

<;.  w.  i-  ,  i.   188;  n,  3,  88. 
Bridal,  Willi. un   \     i.  ::;  ii,  808. 

tuln    It.Klolf,    II,    104,   169,   177,  178,    17'.), 
184,    187,   205. 


Heilbronner,  Andre,  II,  337. 

Heim,  Ernst  Ludwig,  I,  388,  389,  399,  418,  419. 

Heine,  Heinrich,  I.  171;  II,  29,  3o4. 

Heine,  von  Jacob,  II,  47,  229,  277. 

Heinroth,  Johann  Christian,  II,  11,  171,  301. 

Heintz,  W.,  II,   179. 

Heister,  Lorenz,  I,    63,  356,  357,  358,  423,  435 . 

Heitzmann,  Carl,  II,  142,  347. 

Hektoen,  Ludwig,  I,  323,  398;  II,  206,  338,  394. 

Helain,  Richard,  I,  206,  208. 

Held,  II,   149. 

Helena  Pavlovna,  Grand  Duchess,  II,  116. 

Helgaldo,  I,  295. 

Heliodorus,  I,  95,   97. 

Helmholtz,  von  Hermann,  I,  274,  368,  369,  425; 
II,  1,  2,  31,  32,  55,  58,  73,  157,  158,  159,  160, 
199,  243,  244,  249,  251,  252. 

Helmont,  von  Jean  Baptiste:  I,  132,  261,  265,  291< 

292,  295. 
Helvetius,  I,  298. 
Heller,  Florián,  II,  86,  87. 
Hemmeter,  J.  C,  II,  274. 
Henderson,  II,  320,  336. 
Henke,  W.,  II,  142. 
Henle,  Jacob,  I.  127;  II,  28,  30,  55,  57,  63.  64,  65 

70,  174,  190,  206,  211,  361,  376,  471. 
Henly,  W.,  I,  341. 

Henoch,  Eduard  Heinrich,  II,  259,  268. 
Henri,  Victor,  II,  337. 
Henricus,  Magister,  I,  180. 
Henrotin,  Fernand,  II,  238. 
Henschel,  A.  W.  E.  Th.,  I,  236;  II,  304. 
Henschen,  II,   167. 
Hensel,  Fanny,  II,  30. 
Hensler,  Philipp  Gabriel,  1,  395. 
Henson,  II,  149. 
Hepp,  P.,  II,  294. 
Heráolides,  I,  97. 
Heraclitus,  I,  76. 
Herbert,  Lord  Sidney,  I,  349;  II,  135,  298,  351, 

381. 
Herbst.  (Véase  Oporinus.) 
Heredia,  Miguel  de,  II,  440. 
Hergueta,  Simón,  II,  495. 
Hericourt,  II,  215. 
Hering,  Ewald,  II,  139,  249. 
Uerkner,  W.,  I,   143. 
Hermann,  Ludimar,  II,  184. 
Hermes  Trismegistus,  I,  42. 
ii.  rmolaua  Barbarus,  I,  189. 
Hernández  dd  Boto,  n,  418. 
Hernandez  Morejón,  Antonio,  I,  243,  293;  II,  429, 

ii1.»,  466,  60S. 
Hernández  Pauheoo,  n,  419. 
Hernando  y  Espinosa,  Benito,  u,  491,  492 
Hernando,  Benito,  M,  :"><):{. 
Herodoto,  I,   it.  46,  51,  80,  164. 

H.rólilo,   I,   91,  97;  II,  302. 

Hem  i.i,  i.  848. 

Herrick,  J.  B.,  I,  245;  II,  874. 

Hater,  Christian  Archibald,   U,  283,  394. 


índice   de    nombres   personales 


591 


Hertwig,  Osear,  II,  60,  153. 

Hertz:  Heinrich,  II,  2,  159,  178. 

Herxheimer,  J.,  II,  289. 

Hery,  T.  de,  I,  235,  240. 

Hesíodo,  I,  26. 

Hess,  Leo,  II,  86,  320,  321. 

Heurne,  van  Jan,  I,  288. 

Heusinger,  C.  F.,  I,  162. 

Heurtcloup,  Charles  L.  S  ,  II,  110. 

Hewitt,  W.  M.,   Graily,  II,  239. 

Hewson,  William,  I,  339,  340;  II,  57. 

Hey,  William,  II,  101. 

Heysham,  John,  1,  385. 

Heywood,  Thomas,  I,  294. 

Hicks,  John  Braxton,  II,  243. 

Hidalgo  de  Agüero,  Bartolomé,    II,    434,    436, 

438,  439. 
Hidlicka,  A.,  I.,  163. 
Highmore,  Nathaniel,  I,  251. 
Hildanus,  Fabricius.  (Véase  Fabry.) 
Hildbnrgh,  W.  L.,  1,  32. 
Hildegarda,  Santa,  I,  141. 
Hildenbrandt,  Johann  Valentín,  I,  388;  II,  4S. 
Hilton,  John,  II,  53,  101. 
Hill,  Gardner,  II,  382. 

Hill,  Leonard,  II,  196,  274,  285,  297,  385. 
Hillairet,  T.  B.,  II,  297. 
Himly,  Karl,  II,  244. 
Hiuton,  James,  II,  251. 
Hipócrates,  I,  27,  37.  44,  54,  65,  69,  70,  72,  75,  78, 

82,  83,  84,  85,  86,  87,  88,  89,  90,  96,  97, 100,  101, 

116,  131,  133,  136,  138,  145,  167,  180,  188,  191, 

225,  233,  247,  275,  299,  327,  360;  II,  19,  45. 
Hirsch,  August,  I,  127;  II,  206,  249,  302,  303,  349. 
Hirschberg,  Julius,  I,  114,  115,  122;  II,  248,  249. 
Hirt,  Ludwig,  I,  399;  II,  297. 
Hirtz,  E.  I.,  II,  398. 
His,  Wilhelm,  II,  57,  60,  140,  146,  148,  149,  155, 

190,  321,  361. 
His,  Wilhelm,  Jr.,  II,  150,  151,  152. 
Hitzig,  II,  166,  167. 
Hoehstatter,  I,  318. 
Hodge,  Hugh  Lennox,  II,  36,  241. 
Hodgen,  John  Thompson,  II    235,  239. 
Hodges,  Nathaniel,  I,  317. 
Hodgson,  Joseph,  II,  23,  24,  253. 
Hober,  Paúl  B.,  I,  4. 
Hofer,  Andreas,  I,  277. 
Hofler,  Max,  I,  3,  24,  27,  29,  70,  71,  161,  162,  181; 

II,  303 
Hoepfner,  II,  350. 
Hoernigk,  Ludwig,  I,  278. 
Hoernle,  August  F.  R.,  I,  57,  59;  H,  303. 
Hoif,  van't  Jakobus  Henricus,  II,  2,  199,  323. 
Hoff,  van  John  R.,  II,  340. 
Hoffa,  Albert,  II,  229,  343. 
Hoffmann,  Erich,  II,  218,  333. 
Hoffmann,  Friedrich,  I,  318,  292,  326,  388,  394, 

420,  426;  II,  5,  297,  300. 
Hoffmann,  Johann,  II,  285. 
Hofmeister,  Franz,  II,  177. 


Hogarth,  William,  I,  408. 

Hoggkin,  Thomas,  I,  259;  II,  18,  22,  23,  206,  367. 

Hohman,  George,  I,  435. 

Hokusai,  II,  361. 

Holbein,  I,  104,  176,  177,  178,  186,  239,  242. 

Holbrook,  II,  55. 

Holden,  Luther,  II,  142. 

Holder,  William,  I,  285. 

Holke,  F.,  II,  244. 

Holmes,  Gordon,  II,  241,  251. 

Holmes,  Oliver  Wendell,  I,  21,  24,  31,  36,  253, 

313,  404;  II,  4,  7,  14,  15,  32,  35,  36,  37,  42,  107, 

126,  141,  145,  301,  306,  363,  376. 
Holmes,  William  Henry,  I,  10,  11,  18. 
Holmgren,  Alaiik  Frithiof,  II,  249. 
Holt,  Luther,  Emmett,  II,  273,  274. 
Holtzendorf,  Ernst  Conrad,  I,  425. 
Holyoke,  Edward  Augustus,  II,  40. 
Holl,  M.,  I.,  212. 
Holland,  Philemon,  I,  279. 
Hollander,  Eugen,  I,  5,  67,  73,  164,  242,  290,  311, 

320;  II,  303. 
Home,  Sir  Everard,  I,  363,  394. 
Home,  Francis,  I,  433,  393. 
Homero,  I,   17,  54,  71,  73,  75. 
Honain  ben  Isaac.  (Véase  Johannitius.) 
Honthorst,  Gerard,  1,  309. 
Hood,  Thomas,  II,  285. 

Hooke,  Robert,  I,  255,  261,  272,  291;  II,  60,  34S. 
Hooker,  II,  26. 
Hooper,  John,  I,  413 
Hoover,  Charles  F.,  II,  197,  274. 
Hope,  James,  II,  24. 
Hopkins,  Frederick  Gowland,  II,  192,  198,  268, 

274. 
Hopkins,  John,  I,  223. 
Hopkins,  Jowland,  II,  199. 
Hoppe-Seyler,  Félix,  II,  157,  183,  196,  197,  199, 

334. 
Horace,  Charles,  II,  235. 
Horbaczewski,  Johann,  II,  184. 
Horn,  von  Ernst,  I,  425;  II.  275. 
Horn,  von  Wilhelm,  II,  275. 
Horner,  William  Edmonds,  II,  53,  54,  167,  336, 

376. 
Horsley,  Sir  Victor,  II,  231,  232,  282,  319,  345. 
Horstmann,  Carl,  II,  249. 
Hosack,  David,  I,  399;  II,  46,  297,  336. 
Houstoun,  Robert,  I,  356;  II,  128. 
Howard,  Henry,  II,  244. 
Howard,  John,  I,  385,  429,  433;  II,  383. 
Howard,  Leland,  II,  217. 
Howard,  R.  P.,  II,  274. 
Howe,  Samuel  G.,  II,  379. 
Howell,  William  Henry,  II,  192,  194,  200,  377. 
Howitz    II,  319. 
Howland,  II,  183. 
Hoyos  y  Sáinz,  II,  474. 
Hrabanus,  Maurus,  I,  136,  137. 
Hrdlicka,  Ales,  I,  17. 
Hrigarth,  I,  399. 


592 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Hua,  I,  20. 

Huarte  Navarro,  Juan  de  Dios,  II,  442,  451,  452. 

Huchard,  Henri,  I,  84;  II,  254,  290. 

Huckleberry,  Finn,  I,  IOS. 

Huebner,  II,  25. 

Hueghes,  A.  W.,  II,  142. 

Hueppe,  Ferdinand,  II,  297. 

Huertas,  II,  495. 

Huf eland,  Christian  Wilhelm,  I,  390,  327,  418, 

425,  427. 
Hughes,  G.,  I,  433. 
Hugo  de  Lucca,  I,  21,  141,  142,  145. 
Hugo  Senensis,  I,  158. 
Hugo,  Víctor,  II,  297. 
Huguier,  Pierre-Charles,  II,  129. 
Humboldt,  von  Alexander,  I,  243,  327. 
Hume,  I,  321. 
Hundt,  Magnus,  I,  206. 
Hunt,  Reid,  I,  208;  II,  293. 
Hunter.  John,  I,  98,  322,  339,  341,  352,  361,  362, 

363,  364,  365,  396,  408,  414,  418;  II,  234,  289, 

345,  377. 

Hunter,  William,  I,  110.  134,  212,  222,  235,  339, 

346,  350,  352,  353,  354.  355,  356,  362,  380,  393, 
394,  406,  418,  428;  II,  25,  57,  87,  241  464,  465. 

Huntington,  David,  II,  124,  306,  338. 

Huntington,  George,  II,  282. 

Hurd,  Henry  Mills,  II,  288,  302,  383. 

Hurtado  de  Mendoza,  II,  471. 

Husemann,  Theodor,  I,  3,  98,  142. 

Hutchinson,  Sir  Jonathan,  I,  184;  II,  196,  231, 

289. 
Hutton,  II,  23. 
Huxham,  John,  I,  382,  383,  385,  409,  433,  435; 

II,  18,  43. 
Huxley,  Thomas  Henry,  I,  14,  75,  107,  249;  II,  23, 

53,  82,  136,  137,  140,  141,  153,  192,  199,  374, 

402. 
Hyginius,  I,  106. 

Hyrtl,  Josef,  I,  157,  290;  II,  38,  71,  72,  73,  142. 
Hysern,  Joaquin,  II,  471,  478,  484,  485,  489. 


I 


Ibn  Baltar,  I,  120. 

Ibn-cl-Ischechar,  I,  118. 

Ibn  Gabirol,  II,  422. 

Ibn  8ina.  (Véase  Avlcenag.) 

Ideíar,  II,  383. 

I-em-Uctep,  I,  42. 

Dberg,  J.,  II,  303. 

Immanuel,  I,  298. 

Ingah,  Ephralm  Fletcher,  II,  250,  251. 

liousz,  Johann,  I,  397,  434. 
Ingerulev,   E.  I.,  356. 

iaa,  I,  203,  219. 
[DOOMtdO   Iir,    I,    170. 
Ireland,  II,  26. 

Itaac  Jurlaeui,   I,   119,   137,   138,   158. 
Isabel  la  Católica,  II,  427. 


Isenbec,  V.,  II,  303. 

Ishinto,  I,  63. 

Isidoro  de  Sevilla,  Obispo,  I,  136,  142;  II,  421. 

Isla,  Díaz  de,  I,  184;  II,  495  (Véase  Ruiz.) 

Israel,  James,  II,  216. 

Israels,  A.  H.,  II,  302. 

Itard,  Jean-M.-G.,  II,  251. 

Ivan  III,  I,  311. 

Ivan  IV  el  Terrible,  I,  312. 

Iwte,  I,  42. 


Jaboulay,  Mathieu,  II,  230,  344,  349. 

Jaccoud,  Sigismond,  II,  254,  271. 

Jackson,  Charles  T.,  II,  125,  273. 

Jackson,  James,  I,  399;  II,  7,  40,  41,  275,  288, 

Jackson,  John  Hughlings,  II,  167,  169,  273,  281, 

285. 
Jacob,  I,  350. 
Jacob  de  Gorli,  I,  167. 
Jacobi,  Abraham,  I,  1,  5,  318;  II,  2,  29,  30,  48, 

272,  367,  388,  394. 
Jacobi,  Johannes,  I,  159,  197,  318,  416. 
Jacobo,  I,  35. 

Jacobs,  Henry  Barton,  II,  274,  380. 
Jacobson,  Julius,  II,  248. 
Jacques  de  Vitry,  I,  180. 
Jacques,  Hermanos,  I,  280,  357. 
Jadassohn,  Josef,  II,  289. 
Jaeger  von  Jaxtthal,    Eduard,  II,  38,  140,  244, 

249. 
Jaífé,  Max,  II,  179,  199,  274. 
Jaksch,  von  Rudolf,  II,  199,  274. 
Jamain,  II,  472. 
Jamerius,  I,  141. 
James,  Henry,  II.  118,  363. 
j    James,  Robert,  I,  413. 

James,  William,  I,  28;  II,  235. 

Jameson,  Horatio  Gates,  II,  122,  345. 

Janet,  Pierre,  II,  288,  325,  326. 

Jane  way,  Theodore  Caldwell,  II,  272. 

Janowsky,  V.,  II,  289. 

Jansen,  I,  287. 

Janssen,  P.-J.-C,  II,  164. 

Janszoon,  Coster  Laurens,  I,  187. 

Janus  Damascenus,  I,  114.  (Véase  Messue.) 

Jasser,  I,  370;  II,  251. 

Jassinovski,  Alexander,  II,  349. 

Jastrow,  Joseph,  I,  229. 

Jastrow,  Morris,  I,  4,  60,  51. 

Jasuhori  Tambu,  I,  63. 

Javal,  Emile,  II,  249. 

Javel,  II,  398. 

Jayne,  Walter  A.,  I,  5;  II,  274. 

Jeaffreson,  John  Cordy,  I,  415,  416,  417;  II,  301. 

Jean  de  St.-Amand,  I,  153. 

Jee,  B.  Sin,  II,  303. 

Jellet,  H,  I,  355. 

Jelliffe,  Smith  Ely,  II,  288,  828. 


índice   de   nombres   personales 


593 


Jendxassik,  Eugen,  II,  171. 

Jenner,  Edward,  I,  37,  322,  280,  395,  396,  397, 
398,  399,  418,  433;  II,  215,  307. 

Jenner,  Sir  William,  II,  43,  76,  268. 

Jennings,  Herbert  Spencer,  II,  153,  172. 

Jenson,  Nicolás,  I,  140. 

Jenty,  Charles  Nicolas,  I,  350. 

Jerden,  Thomas  Caverhill,  II,  26. 

Jerome  de  Brunswick,  I,  142. 

Jesty,  Benjamin,  I,  397,  434. 

Jesús  Sirach,  I,  55. 

Joachim,  H.,  1,  42,  43. 

Job,  I,  28. 

Jobert  de  Lamballe,  Antoine  Joseph,  II,  130. 

Joffry,  Alexis,  II,  279. 

Johannes  Actuarius,  I,  111. 

Johannes  Afflacius,  I,  138,  140. 

Johannes  de  Tornamira,  I,  155. 

Johannes  Hispanicus,  I,  153.  (Véase  Juan  de  To- 
ledo.) 

Johannes  Platearius,  I,  139,  140. 

Johannitius,  I,  114,  115,  138,  153,  167. 

John  de  Ardenne,  I,  166,  235. 

John  of  Burgundy,  I,  183. 

John  of  Salisbury,  I,  131. 

Johnson,  Samuel,  I,  294,  300,  340,  379,  412,  417. 

Johnston,  W.  W.,  II,  274. 

Joinville,  Jean  de,  I,  180,  242. 

Jolly,  Julius,  I,  58;  II,  383. 

Jones,  F.  Wood,  I,  4,  46. 

Jorden  Esward,  I,  279. 

Joseph,  G.,  II,  8. 

Juan  XXI,  I,  160. 

Juan  XXII,  I,  292. 

Juan  de  Toledo,  I,  139,  153. 

Juana  de  Ñapóles,  I,  166. 

Jones,  John,  I,  399,  435. 

Jones,  Joseph,  II,  274. 

Jones,  Henry  Benoe,  II,  86. 

Jones,  Thomas  Wharton,  II,  244. 

Jones,  W.  H.  S.,  I,  107. 

Jonson  Ben,  I,  287,  294,  300;  II,  274. 

José  II,  I,  353. 

Josephus,  I,  54. 

Joshua,  I,  159,  408. 

Joslin,  II,  183. 

Josse,  I,  32. 

Joubert,  Joseph,  II,  209. 

Joubert,  Laurent,  I,  148,  286. 

Joule,  James  Prescott,  II,  2,  158. 

Joung,  Thomas,  I,  43;  II,  244. 

Jourdain  le  Comte,  I,  384. 

Juengken,  I,  279. 

Juettner,  Otto,  II,  45,  357,  358. 

Jukes,  Edward,  II,  295. 

Jung,  Carl  G.,  II,  171,  288,  327. 

Junod,  Victor-Theodore,  II,  295. 

J  urine,  Louis,  I,  344. 

Jussieu,  Antoine  Laurent  de,  I,  98,  323,  324. 

Justiniano,  I,  286. 

Juvenal,  I,  93. 

Historia  de  la  Msdioina.-T.  II 


K 


Kaempf,  Johann,  I,  328,  388. 

Kahlbaum,  Karl,  II,  288. 

Kalkar,  Jan,  I,  215. 

Kanelles,  I,  85. 

Kant  Immanuel,  I,  14,  132,  321;  II,  8. 

Kanutus,  I,  197. 

Kaposi,  Moriz,  II,  35,  288,  289. 

Kaspar,  Wilh.,  II,  68. 

Kast,  Alfred,  II,  206,  294. 

Katterfelto,  Gustavus,  I,  415. 

Kaulbach,  von  Wilhelm,  II,  361. 

Kay,  De,  II,  55. 

Kaye,  John  (Véase  Caius),  I,  191,  192. 

Keating-Hart,  De,  II,  342. 

Keating,  John,  II,  273. 

Kedman  Cox,  John,  I,  399. 

Keen,  William  Williams,  I,  253;  II,  124,  142,  234, 

284,  343,  368. 
Kehr,  Hans,  II,  344. 
Kehrer,  Ferdinand  Adolf,  II,  239. 
Keibel,  Franz,  II,  152,  156. 
Keith,  Arthur,  II,  144,  321. 
Kekulé,  August,  II,  199,  334. 
Kelvin,  Lord,  II,  2,  31,  85,  158,  199,  298. 
Keller,  Ferdinand,  I,  19,  170;  II,  101,  141,  260, 
Kelley,  Edward,  I,  204. 
Kellogg,  Paúl  M.,  II,  386. 
Kelly,  Howard  Atwood,  I,  223,  238,  284,  361,  427; 

II,  23,  130,  132,  239,  240,  302,  303,  370. 
Kenelm,  I,  295. 
Kent,  Stanley,  II,  321. 
Kepler,    Johann,    I,    204,    260,    263,    264,    291, 

294. 
Kerckring,  Theodor,  I,  252. 
Kerler,  D.  H.,  I,  29. 
Kern,  von  Vincenz,  II,  110. 
Kerner,  Justinus,  I,  392. 
Kernig,  Vladimir  Michailovich,  II,  274. 
Ketham,  Johannes  de,  I,  206,  207,  208. 
Key,  Charles  Aston,  II,  93. 
Key,  Ellen,  II,  326. 
Keyser,  Thomas  de,  I,  289. 
Kilborne,  F.  L.,  II,  220,  328,  330. 
Kilian,  Hermann  Friedrich,  II,  241. 
Killian,  Gustav,  II,  250,  251,  258,  274. 
Kimball,  Gilman,  II,  129. 
King,  Albert,  F.  A.,  II,  216,  238. 
King,  John,  II,  127. 
Kipling,  Rudyard,  I,  17. 
Kircher,  Athanasius,  I,  254,  255,  295,  298,  318, 

391;  II,  206. 
Kirchhoff,  Gottlieb  Sigismund,  II,  2,  86. 
Kirkpatrick,  T.  P.,  I,  355,  433. 
Kirmisson,  II,  344. 
Kirstein,  Alfred,  II,  250,  274. 
Kitasato,  Shibamiro,  I,  63,  398;  II,  212,  215,  217, 

369. 
Kiwisch,  Franz,  II,  129. 
Kjeldahl,  Johann,  II,  182,  199. 

88 


594 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Klebs,  Arnold  C,  I,  4,  5, 18, 157.  212,  214,  262,  300, 

433;  II,  380. 
Klebs,  Edwin,  I,  100;  II,  207,  208,  211,  213,  215, 

367. 
Klein,  von  Karl  A.,  I,  42. 
Klein,  W.,  II,  379. 
Klencke,  Hermann,  I,  256;  II,  206. 
Kluechler,  Heinrich,  II,  244. 
Knapp,  Hermann  Jacob,  II,  248,  297,  394. 
Kneipp,  Pastor,  II,  295. 
Knight,  Jonathan,  II,  124,  250. 
Knopf,  S.  Augustus,  II,  380. 
Knorr,  II,  293. 

Knox,  Robert,  II,  48,  51,  52,  140,  142,  376. 
Knutsson,  Bengt,  I,  197. 
Kober,  George  M.,  II,  217,  297,  386. 
Koch,  Robert,  I,  63;  II,  205,  206,  208,  210,  211, 

212,  213,  215,  221,  249,  269,  274,  328,  397. 
Kocher,  Theodor,  II,  230,  245,  319,  346,  397. 
Koeberlé,  Eugene,  II,  129,   310,  223,  236,   238, 

239. 
Koeck,  Christian,  I.  348. 
Koehler,  A.,  I,  303. 
Koelpin,  Alexander,  I,  370. 
Koelliker,  von  Albert,  II,  55,  60,   69,  70,  149, 

162,  169,   174,  321. 
Koenig,  J.,  II,  297. 
Koeroesi,  von  Joseph,  II,  300. 
Koerte,  Emil  Werner,  II,  843,  344. 
Kofoid,  C.  A.,  II,  153. 
Kohler,  I,  358. 
Kolle,  Wilhelm,  II,  341. 
Koller,  Carl.,  II,  294. 
Kolletschka,  Jakob,  II,  36. 
Kollmann,  Julius,  I,  254;  II,  142. 
Koning,  P.  de,  I,  118. 
Koplik,  Henry,  II,  274. 
Kopp,  Johann  Heinrich,  I,  200;  II,  47,  320. 
Korányi,  Sandor,  II,  199,  274. 
Korsakoff,  Sergiei  Sergieievich,  II,  287,  288. 
Kossel,  Albrecht,  II,  157,  183,  198,  199,  397. 
Kouwer,  B.  J.,  II,  239. 
Kovalevski,  P.  J.,  II,  155,  287. 
Kraepelin,   Emil,  II,  286,  383. 
Kraffheinn,  von  Croto,  I,  204. 
Krafit-Ebing,  von  Richard,   II,   172,   287,   301, 

325,  326. 
Krakowizer,  Ernst,  II,  250. 
Eraske,  Paúl,  II,  229. 
Kratzenstein,  I,  341. 
Krause,   i'edor,  II,  229. 
Krause,  Heinr.  Carl,  II,  69. 
Krebs,  Nikolaus,  I,  263. 
Kreutzcr,  J  I,  199. 
Krit-K,  i;  ibert,  n,  251. 

,  ron  Johanna    n.  187,  L88,  L90,  249. 
Eraneolnr,  Sago,  i,  881;  n,  1  <»:;,  177.  1- 

190. 

Croon,  J.  1:.,  1,  289. 

KruK,    H'-ri.wj,    II,   238. 

'  Kg,    Ptfc  r,    I,    15. 


Kruse,  W.,  II,  329. 

Kuechenmeister,  G.  F.  H.,  II,  215,  328. 

Kuehn,  C.  G.,  I,  99,  104. 

Kuehne,  Willy,  II,  148,  157,  162,  175,  176,  178, 

199,  204,  249. 
Kuelz,  Eduard,  II,  183,  199. 
Kuene,  I,  337. 
Kunkel,  Johann,  I,  293. 
Kurella,  Ernst  Gottfried,  I,  420. 
Kussmaul,  Adolf,  II,  171, 183,  199,  244,  255,  258, 

263,  274,  285,  295,  325. 
Kuster,  Ernst,  II,  229,  251. 
Kutscher,  II,  199. 
Kyes,  Preston,  II,  284. 


Lacaba,  Ignacio,  II,  465,  470,  471. 

La  Chapelle,  Madame,  II,  241. 

Lachs,  J.,  I,  233. 

Lacuadra,  Alfonso,  II,  436. 

Lacumarcino,  Jacobo  da,  I,  203. 

Ladmiral,  Jan,  I,  350. 

Laehr,  Heinrich,  II,  288. 

Laénnec,  R.  T.  H.,  I,  84;  II,  7,  8,  9,  12,  16,  18,  28, 

32,  33,  364,  365. 
La  Fetra,  Linnaeus,  II,  273. 
Lafleur,  Henri  A.,  II,  270,  328. 
La  Garde,  Louis  A.,  II,  341. 
Lagasca,  Mariano,  II,  466. 
Lagrange,  Joseph-Louis,  I,  322,  344. 
Laguna,  Andrés,  II,  433,  440,  443. 
Lallemant,  Amédée-Henri,  II,  110. 
Lamarck,  Jean- Bap  tiste,  II,  52,  135. 
Lamb,  Charles,  I,  244. 
Lambert,  Antoine,  II,  110. 
Lambí,  W.,  II,  328. 
La  Montague,  Johannes,  I,  313. 
Lancisi,  Giovanni  Maria,  I,  218,  318,  390,  391, 

426,  432,  433. 
Landerer,  A.  S.,  II,  294. 
Landois,  Leonhard,  II,  190,  200,  215. 
Landolt,  Edmund,  II,  249. 
Landouzy,  L.,  I,  408. 
Landry,  Octave,  II,  285. 
Landsberg,  I,  85,  96. 
Landseer,  Henry,  II,  52. 
Landsteiner,  K.,  II,  215. 
Lane,  William  Arbuthuot,  II,  342. 
Lane-Claypole,  Jane  E.,  II,  320. 
Lanfranc  o  Lanfranchi  de  Milán,  I,  144,  145,  168, 

221. 
Lang,  Andrew,  II,  141, 
Langdell,  Christopher  C,  II,  54a 
Lange,  Johann,  I,  158,  191,  203. 
Langtnbeok,  von  Bombard,  1,  360;  II,  114,  90, 

120,  216. 
Langenbeck,  Conrad  Johann  Martin,  II,  110,  129: 

266. 
Langenbuch,  Carl,  II,  229. 


ÍNDICE     DE     NOMBRES     PERSONALES 


595 


Langerhans,  Paúl,  II,  148. 

Langlois,  P.,  II,  319. 

Langrage,  II,  353. 

Langrey,  John  Newport,  I,  341,  342;  II,  169,  178, 

191,  193,  377. 
Langworthy,  Charles  P.,  II,  182. 
Lankester,  Sir  Edwin  Ray,  II,  62. 
Laorden,  II,  484. 
Laqueur,  Ludwig,  II,  248. 
La  Peyronie,  Francois  Gigot,  I,  421,  422. 
Laplace,  Pierre-Simon  de,  I,   322,   343,   369;   II 

181,  182. 
La  Reina,  Francisco,  II,  434. 
La  Rosa,  II,  501. 

Larrey,  Dominique- Jean,  II,  102,  90,  244. 
Laskaris,  Janos,  I,  112. 
Lassar,  Oskar,  II,  295. 
Latham,  Michel  S.,  I.,  344. 
Latham,  Peter  Mere,  I,  344;  II,  24,  140. 
Latorre,  Castro,  II,  472. 
La  Torre,  Felice,  II,  243. 
Latour,  Cagniard,  II,  62,  86. 
Laufer,  Berthold,  I,  18. 
Laufer,  Heinrich,  II,  302. 
Laurens,  Andre  du,  I,  277. 
Lavater,  J.  C.  C,  I,  351,  392. 
Laveran,  Alphonse,  II,  216,  330,  331,  338,  397. 
La  Vigoureux,  I,  299. 
Lavinder,  Claude  ^H.,  II,  329. 
Lavoisier,  Antoine- Laurent,  I,  272,  322,  325,  342, 

343;  II,  181,  182,  195. 
La  Voisin,  I,  299. 
Lawrence,  Sir  Thomas,  II,  93. 
Lawrence,  Sir  William,  II,  101,  141,  244. 
Layard,  Sir  Austen  Henry,  I,  49,  50,  114. 
Lazarus,  Adolf,  II,  206. 
Lazear,  Jesse  William,  II,  338,  339,  342. 
Lea,  Isaac,  II,  55. 
Leber,  von  Ferdinand,  I,  424. 
Leber,  Theodor,  II,  248. 
Le  Blon,  Jacques-Chris.,  I,  350. 
Lecky,  William  Edward  Hartpole,  I,  129;  II,  357. 
Leclef,  II,  215. 
Leclerc,  Daniel,  I,  285,  395. 
Le  Clerc,  Gabriel,  I,  280. 
Lecha  Marzo,  Antonio,  II,  506. 
Ledderhose,  Georg,  II,  198. 
Leduc,  Stephan,  II,  294. 
Lee,  Alexander,  II,  543. 
Leersum,  van  E.  C,  I,  328,  176. 
Leeuwenhoek,  van  Antonj.,  I,   253,  256,  257, 

287,  291;  II,  206. 
Lefferts,  II,  250. 

Legallois,  Julien-Jean-César,  II,  76,  81. 
Legrand,  Noé,  I,  407,  408;  II,  303. 
Lehmann,  II,  177. 
Leibnitz,  I,  245;  II,  302. 
Leichtenstern,  Otto,  II,  285. 
Leidy,  Joseph,  II,  58,  144,  145,  216,  376. 
Leigh,  John,  I,  400. 
Leischner.,  Hugo,  II,  319,  346. 


Leishman,  Sir  William  Boog,  II,  330,  338. 

Lemaire,  Francois-Jules,  II,  222. 

Lembert,  Antoine,  II,  110. 

Lémery,  Nicolás,  I,  279,  291,  297. 

Lemos,  M.,  II,  302. 

Leraus,  Luis  de,  I,  191;  II,  442. 

Lenhosse,  II,  149. 

Leo  A  frican  us,  I,  125. 

León,  II,  439. 

Leonard,  W.  E.,  I,  76,  351. 

Leonardo  da  Vinci,  I,  187,  209,  212;  II,  S02. 

Leonardo  de  Bertapaglia,  I,  149. 

Leoniceno,  Niccolo,  I,  100,  184,  186,  188,  190, 

203,  228,  236,  240. 
Leónidas,  I,  109. 
Leopardi,  Giacomo,  I,  253. 

L'Epée,  Charles-Michel  de,  Abate,  I,  370,  371,  386. 
Lepsius,  Richard,  I,  43. 
Leroy  d'Etiolles,  J.  J.  J.,  II,  110. 
Le  Sage,  Alain-René,  I,  307,  409. 
Lespleigney,  Thibault,  I,  230. 
Lesser,  I,  41,  127. 

Lessing,  Ephraim  Gotthold,  I,  179,  406. 
Letamendi  y  Manjares,  J.,  II,  458,  471,  474,  475. 
Letterman,  Jonathan,  I,  381;  II,  338. 
Lettsom,  John  Coakley,  I,  378,  380,  381,  393,  394, 

404,  415,  417,  419;  II,  274, 
Leube,  Wilhelm,  II,  198. 
Leuckart,  Rudolf,  II,  215,  328. 
Levascher,  I,  358. 
Lever,  Charles,  II,  363. 
Lever,  John  C.  W.,  II,  241. 
Levret,  Andre,  I,  353,  356;  II,  38. 
Levy,  Michel,  II,  297. 
Lewis,  James,  II,  171,  284,  322,  328,  330. 
Lexer,  Erich,  II,  343,  344. 
Leyden,  von  Ernst,  II,  205,  255,  256,  261,   361, 

367,  380. 
Leydig,  Franz,  II,  147. 
Libavius,  Andreas,  I,  204,  205,  279. 
Licurgo,  I,  80. 

Lichtheim,  Ludwig,  II,  205,  285. 
Liebéault,  Ambroise-Auguste,  II,  27,  279,    295. 
Lieberken,  J.  N.,  I,  253,  347. 
Liebig,  von  Justus,  II,  2,  73,  84,  83,  85,  126,  180, 

181,  196,  198,  295,  323,  369. 
Liebermeister,  von  Carl:  II,  205. 
Liebreich,  Oscar,  II,  293,  369. 
Liebreich,  Richard,  II,  248. 
Liepmann,  Hugo  Karl,  II,  285. 
Lieutaud,  Joseph,  I,  346. 
Lignamine,  J.  F.  de,  I,  195. 
Lillie,  Frank  Rattray,  II,  153. 
Limón  Montero,  Ildefonso,  II,  442. 
Linacre,   Thomas,  I,    102,  104,    188,    190,    197, 

235,  230;  II,  270. 
Lind,  James,  I,  385,  393,  394;  II,  25. 
Ling;  Henri,  II,  296. 
Lining,  John,  I,  400. 
Linneo,  Carl,  I,  91,  98,  321,  322,  323,  324,  427; 

II,  141,  285. 


596 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Lint,  J.  G.  de,  I,  350,  415. 

Linton,  A.  W.,  I,  173,  301. 

Lipper,  I,  115. 

Lippmann,  Gabriel,  II,  162,  322. 

Lis  franc,  Jacques,  II,  90,  105,   106. 

Lister,  Lord  Joseph,  II,  208,  221,  222,  223,  298, 

361,  369. 
Lister,  Joseph  Jackson,  I,  37,  104,  134,  142,  222, 

430;  ll,  2,  58,  97,  221. 
Lister,  Martin,  I,  260,  279,  365. 
Listing,  Johann  Benedict,  II,  244. 
Listón,  Robert,  II,  38,  90,  94,   126,  249. 
Litten,  II,  205. 

Little,  William  John,  II,  113,  285. 
Littré,  Emile,  I,  87,  89,  230;  II,  1,  73,  303. 
Littrow,  von  Joseph  Johann,  I,  315. 
Litzraann,  Carl  C.  T.,  II,  241. 
Liveing,  Edward,  II,  285. 
Lizars,  John,  II,   100,  128. 
Lobera  de  Avila,  Luis,  II,   433,   431,   439,  440, 

442. 
Lobo  Regidor,  II,  503. 
Lobstein,  J.  G.  G.  F.  M.,  II,  47,  206. 
Locke,  John,  I,  158,  245,  305. 
Locy,  William  A.,  I,  206,  247. 
Loder,  von  Justus  C,  I,  346. 
Loeb,  Jacques,  I,  33,  338;  II,  74,   157,  171,   172, 

181,  199,  308,  316,  317,  318,  397,  400. 
Loeffler,  Fr.,  I,  255. 
Loeffler,  Friedrich,  I,  255,  370;  II,  212,  213,  214, 

215,  337,  338. 
Loesch,  Friedrich,  II,  328. 
Loewemberg,  Benjamín,  II,  251. 
Lombard,  II,  171. 
Lombroso,  Cesare,  I,  127;  II,  140. 
Long,  John  St.  John,  I,  35;  II,  389. 
Long  Crawford,  Williamson,  II,  125. 
Longfellow,  Henry  W.,  I,  22,  132. 
Longhi,  Pietro,  I,  409. 
Longmore,  II,  25. 
Lonicerus,  Adam,  I,  237. 
Loomis,  Alfred  L.,  II,  271. 
Looss,  Arthur,  II,  329. 
López  de  Corella,  II,  440. 
López  de  Hinojosa,  Alonso,  II,  232. 
López  de  León,  Pedro,  II,  434,  4.'} 8. 
Villalobos,  Francisco,  II.   lL(  3 
1 1,  501. 
Ooafia,  II,  601. 

l/.p'v.   y   Harria,    U,   483. 

Lorain,  p.iii,  ii, 
Loredo,  n,  Lis. 
Lorente  y  Asen-i,   1 1 

■,  ¿dolí,  ll,  229,  I 

i,    lí,    171. 

tadoU  Hermann,  n,   171. 
I   • 

l'i.-rr. ■-«  ti.ii  :  6,  12,  28, 

m. 

ii..   II.    110. 
Loathcrboarfc  f,  ti  i. 


Louyer-Cillermay,  Jean-Baptiste,  II,  47. 

Lovett,  Robert  W.,  II,  344. 

Lowe,  Peter,  I,  225. 

"jowell,  James  Russell,  II,  129,  390. 

Lowenhard,  II,  275. 

Lower,  Richard,  I,  251,  267,  273,  278. 

Lowy,  E.,  I,  143;  II,  182. 

Lozano,  II,  471. 

Lubabin,  II,  198. 

Lucae,  Johann  C.  A.,  II,  251. 

Lucas  Cranach,  I,  176. 

Lucas- Championniére,  Just  M.  M.,  II,  223. 

Lucas,  van  Ley  den,  ^1,  242. 

Lucena,  Luis  de,  II,  440. 

Luciani,  L.,  II,  169,  200. 

Lucrecio,  I,  25. 

Ludemann,  J.  C,  I,  415. 

Ludwig,  Carl,  I,  331,  372;  II,  72,  73,  78,  79,  157, 

169,  185,  186,  187,  188,  189,  190,  193,  196,  199, 

205. 
Luini,  I,  178. 

Luis  XIV,  I,  298,  299,  304,  316,  421. 
Luis  XV,  I,  421. 
Luis  y  Simón,  II,  481. 
Luisinus,  I,  203. 
Lulio,  Raimundo,  I,  154,  292. 
Luque,  Solano  de,  II,  455,  456. 
Luschka,  von  Hubert,  II,  250. 
Lusitanu3,  Amatus,  I,  280. 
Lusitanus,  Zacutus,  I,  277. 
Lusk,  Graham,  II,  183. 
Lusk,  William  Thompson,  II,  241. 
Luther,  Martin,  I,  28. 
Lyell,  II,  135,   140. 
Luzuriaga,  II,  466. 


LL 


Llobet,  II,  471. 

Llórente  Matas,  Vicente,  II,  500. 

Lloret  y  Martí,  Francisco,  II,  458. 


Maar,  Wilhelm,  II,  304. 

McBryde,  I,  326;  II,  337. 

McBurney,  Charles  II,  235. 

Macallum,  Archibald,  II,  165,   199. 

McCallum,   William  George,  II,  216,  270,  319,  820. 

IfoOaw,   Walter  D.,  I,  4;  II,  306. 

Maolaurin,  I,  428. 

JdoClellan,  Goorge,  II,  122,  142. 

HoClintlok,  Thomas  B.,   II,  842. 

tfeOUntook,  A.  H.,  I,  355. 

tfcClung,  Olorenoe  Brwin,  II.  153,  317,  818; 

MaoCormAC,   Sir   William,    II,   231. 

KfoOreary,  Charlea,  u,   L22. 
McCulloch,  Champe  C,  I,  4;  II,  306. 
MacDonnald,  A.  H.,  I,  399. 


índice    de    nombres   personales 


597 


McDowell,  Ephraim,  II,  90,  118,  127,  128,  234, 
236. 

Macer,  Floridus,  I,  139. 

McEwen,  Sir  William,  II,  141,  231,  343. 

Macfadyen,  Allen,  II,  337,  342. 

Macgill,  George,  II,  121. 

McGuire.  Hunter,  II,  122. 

McLeane,  Lauchlin,  I,  399. 

McLennau,  F.,  II,  141. 

Mackenrodt,  Alwin  Karl,  II,  239. 

Mackenzie,  James,  II,  244,  322. 

Mackenzie,  Sir  Morelle,  II,  250. 

McNamara,  II,  26. 

MacMichael,  William,  II,  301. 

McPherson,  II,  26. 

Mach,  Ernst,  II,  159. 

Machado,  A.,  II,  418. 

Machaon,  I,  73. 

Machin,  John,  I,  394. 

Machlinia,  W.,  I,  197. 

Macht,  David,  I,  15;  II,  293. 

Madelung,  Otto  Wilhelm,  II,  105, 

Maestre  de  San  Juan,  II,  471,  488. 

Magati,  Cesare,  I,  280;  II,  110. 

Magelssen,  A.,  I,  276. 

Magendie,  Francois,  I,  339;  II,  28,  50,  57,  73,  74, 

75,  81,  173,  175, 177,  181,  199,  215,  290,  294,  377. 
Maggi,  Bartolommeo,  I,  224. 
Magnino  de  Milán,  I,  155. 
Magnus,  Alherto,  I,  199. 
Magnus,  Gustav,  I,  127,  344;  II,  195. 
Magnus-Levy,  Adolf,  II,  183,  199,  263. 
Mahoma,  I,  113. 
Maier,  Michael,  I,  204. 
Maier,  R.,  II,  258. 
Maimónides,  II,  422. 
Maine,  Sir  Henry,  I,  114;  II,  141. 
Maisonneuve,  Jacques  G.  T.,  II,  110,  130. 
Maitre-Jean,  I,  367. 
Malacarne,  Vincenzo,  I,  394. 
Malcolmson,  John  Grant,  I,  26. 
Malfi,  Tiberio,  I,  308. 
Malgaigne,  Joseph-Francois,  I,  75,  87,  140,  230; 

II,  90,  107,  142. 
Malmesbury,  William  de,  I,  296. 
Malmsten,  Petr  Henrik,  II,  328. 
Malpeghino    Giovanni,  I,  188. 
Malpighi,  Marcello,  I,  249,  251,  253,  257,  258,  259, 

260,  269,  287;  II,  22,  60. 
Malthus,  Thomas  Robert,  II,  135,  300. 
Maly,  II,  178. 

Mall,  Franklin  Paine,  II,  152,  156,  178,  376. 
Mallory,  Frank  Burr,  II,  206,  331,  336. 
Manardi,  Giovanni,  I,  188. 
Mandeville,  Sir  John,  I,  183. 
Manduyt,  I,  341. 
Mangin,  L.,  IT,  297. 
Maningham,  I,  428. 
Mann,  E.,  II,  46. 
Mann,  James,  II,  122. 
Manouvrier,  Leonce,  I,  18. 


Mansi,  G.  D.,  I,  160. 

Manson.  Sir  Patrick,  II,  216,  328. 

Mantegna,  I,  209,  289. 

Mantel,  I,  307. 

Manzini,  Carlo  Antonio,  I,  179. 

Manzoni,  Alessandro,  I,  316. 

Mapp,  Mrs.,  I,  408,  412. 

Marabelli,  Francesco,  11,^88. 

Maragliano,  Edoardo,  II,  215,  265. 

Marbod,   Obispo,  I,  139. 

Marcet,  Alexander,  II,  86,  183. 

Marcial,  I,  106. 

Marco  Antonio  della  Torre,  I,  209. 

Marco  Polo,  1,  288. 

Marconi,  II,  2. 

Marcos,  Benjamin,rrII,""445. 

Marcos  de  Toledo,  I,  153. 

Marcy,  Henry  Orlando,  II,  235,  238. 

Marchetti,  Pietro  de,  I,  280. 

Marchiafava,  Ettore.  II,  216,  265. 

Mareschal,  Georges,  I,  304,  421. 

Marey,  Etienne-Jules,  II,  162,  164.^190,  322. 

Marfan,  D.  J.  A.,  II,  255. 

María  Pavlovna,  Giran  Duquesa^TL,  396. 

Maria-Theresa,  I,  424. 

Mariani,  Juan  Manuel,  II,  495. 

Marianini,  Stefano,  II,  160. 

Mariano  Santo  di  Barletta,  I,  224. 

Marie,  Armand,  II,  329. 

Marie  Pierre,  II,  41,  109,  279,  280,  278,  285,  320, 

329,  377. 
Marileif,  I,  163. 
Marinesco,  Georges,  II,  320. 
Mariotte,  Edme,  I,  264. 
Marius,   Obispo  de  Avenches,  I,  112,  117. 
Mark,  Leonard,  I,  409. 
Marlow,  Christopher,  I,  142,  143. 
Marmorek,  I,  172. 
Maroja,  Cipriano,  II,  440. 
Márquez,  11,^502. 
Marro,  G.,  I,"  11. 
Marryat,  Frederich,  I,  59. 
Marshall,  Justicia  Mayor,  II,  73,  81,  82,  124,  191, 

303, 
Martin,  August,  II,  132,  238. 
Martín,  Benjamin,  I,  394. 
Martín  de  Pedro,  Ezequiel,  II,  405. 
Martin,  Henry  Newell,  II,  192,  196,  370. 
Martin,  Sir  James  Ranald,  II,  25. 
Martin,  W.,  I,  176. 
Martine,  George,  I,  376. 
Martinez,  Martin,  II,  457,  458. 
Martinez  Molina,  II,  471,  474,  495,  496. 
Martinez,  Pedro,  II,  466. 
Marsilio  de  Santa  Sophia,  I,  158. 
Marx,  Karl  F.  H  ,  I,  91,  127;  II,  202,  302,  303,  337. 
Masaccio,  I,  209. 
Mascagni,  Paolo,  I,  346;  II, ¿57. 
Marchek,  J.,  II,  365. 
Masdevall,  José,  II,  4457. 
Masona,   Obispo,  I,""l36;  II,  421. 


598 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Maspero,  Gastón,  I,  43. 

Massa,  Niccolo.  I,  203. 

MastaUr,  J.  J.,  I,  429. 

Mata  y  Fontanet,  Pedro,  IT,  466,  467. 

Matas,  Rudolph,  II    343,  350. 

Mather,  Cotton,  I,  28. 

Matteucci,  Carlo,  II,  70,  160. 

Matthaeus,  Platearius,  I,  140,  185. 

Matthaeus,  Silvaticus,  I.  142,  154,  157,  158. 

Matthiew,  A,  I,  87,  129. 

Matthis,  Florián,  I,  282. 

Mattioli,  Pietro  Andrea,  I,  98,  188,  190,  228.  297. 

Maubray,  I,  428. 

Maudsley,  Henry,  II,  287. 

Maupas,  II,  316. 

Mauquest  de  la  Motte,  Guillaume,  I,  356. 

Mauriceau,  Francois,  I,  282,  283,  288,  356. 

Maurolyco,  Francesco,  I,  230. 

Maurus,  I,  140. 

Mausa,  I,  32. 

Maximiliano  I,  I,  185. 

Maxwell,  Clerk,  II,  2. 

Maxwell,  Sir  William  S.,  I,  295. 

May,  Johann,  I,  235. 

Maydl,  Karl,  II,  229. 

Mayer,  Robert,  II,  2,  158,  199. 

Mayo,  Charles  Horace,  II,  199,  344. 

Mayo,  Herbert,  II,  206. 

Mayo,  William  James,  II,  235,  343. 

Mayow,  John,  I,  260,  273,  274,  275,  291,  325,  343; 

II,  57.  58. 
Mead,  Richard,  I,  302,  360,  379,  417,  419,    420. 
Means,  II,  182. 

Meckel,  August  Albrecht,  I,  348. 
Meckel,  Johann  Friedrich,  I,  348,  389. 
Meckel,  J.  H.,  I,  348,  349;  II,  155,  206,  249. 
Meckel,  Philipp  Friedrich  Theodor,  I,  347,  348. 
Meersoheidt-Huellesem,  von  L.,  II,  326. 
Mehring,  von  J.,  II,  183,  263,  294,  319.1 
Ketbom,   Heinrich,  I,  251,  252,  290.         fij 
Meige,  Henri,  II,  279 
Meigs,  Charles  D.,   II,  36,   129,  241. 
Meigs,  J.  A.,  I,  2:,4. 
Ketnhold,  Wflhelm,  I,  293. 
Meissner,  Georg,  II,  169,  178. 
M-li  la,  J.  I',.,  II,  400,  411,  412,  413,  41  1,  419. 
Melier,  Francois,  II,  297. 

Heftier,  -  untie]  Jnmee,  n,  177, 163, 164,  293,  343, 

401. 
Hell  r.    II,    183. 

•  t<i»  Bandines,  I,  213. 
HeOln,  i 

,   II,    140. 
I!.    106. 

'  i  B9,*808, 

•     '.in. 
¡fen  Id  B,    ii.  626. 

|(  tf,  ii    2. 

r.ts 

0,  161, 
108. 


Menéndez  Pidal,  II,  418. 

Meniere,  Prosper,  II,  77,  251,  303. 

Menon,  I,  91. 

Mentelin,  Johann,  I,  188. 

Mercado,  Luis,  II,  440,  441,  442,  443,  444 

Mercer,  Hugh.  I.  401. 

Mercier,  Charles  Arthur,  II,  287,  301. 

Mercuriali,  Jerónimo,  I,  191,  203. 

Mercurio,  I,  119,  284. 

Merkel,  Carl  Ludwig,  II,  250. 

Merkel/'F.  S.,  II,  142,  148. 

Merling,  II,  294. 

Merrem,  II,  345. 

Merrill,  James  C,  II, '306. 

Mervyn,  Arthur,  I,  400. 

Mery,  J.,  II,  244. 

Meryon,  Edward,  II,  301. 

Mesmer,  Franz  Anton,  I,'  35,  161,  391,  392,  411. 

Mesnil,  II,  330. 

Messue  el  Viejo,  I,  114,  159. 

Messue,  Jr.  (Pseudo  Messue),  I,  120. 

Mestivier,  I,  361,  393. 

Metchnikoff,  Elie,  I,  127;  II,  209,  214,  217,  218 

333,  337,  397. 
Metlinger,  Bartholomaeus,  I,  191. 
Metsu,  Gabriel,  I,  311,  319,  320. 
Mettauer,  John  Peter,  II,  130. 
Meunier,  León,  II,  303. 
Meyer,  Adolf,  II,  287,  383. 
Meyer,  Hans,  II,  291. 
Meyer,  Lothar.  II,  188,  195,  196. 
Mcyer-Steineg,  T.,  II,  304. 
Meyer,  Willy,  II,  343. 
Meyerhof,  I,  115. 
Meyncrt,  Theodor,  II,  38,  186. 
Meyserey,  I,  384. 
Mezeray,  I,  180,  181. 
Mialhe,  II,  179. 
Mibelli,  Vittorio,  II,  289. 
Michelet,  I,  304. 
Michelspacher,  S.,  I,  252. 
Michaelis,  Gustav  Adolf,  I,  283;  II,  37,  129,  241. 
Middelburg,  von  Paúl,  I,  185. 
Middeldorpf,  von  Albrecht  Theodor,  I,  195;  II. 

115. 
Middleton,  Peter,  I,  400;  II,  302. 
Middleton,  Thomas,  I,  142,  147. 
Middleton,  William,  I,  230. 
Mierevelt,  van,  I,  289. 
Uteris,  van  Frans,  I,  311,  319,  320. 
BUescher,  Johann  Kriedrich,  II,  183,  198,  199,  291' 
Miguel  Angel,  I,  209. 

Mikulicz- ELadeeld,  von  Johann,  II,  224,  226. 
Millán,  II,  472. 
Millar,  John,    I.   :*94. 

Billion,   \.  B.  Eugene,  II,  86. 

MiiN,  Chaxlei  Cenner,  I,  404;  II,  283. 

Mills,    II.    V.,    II,   387. 

Milne,  Joshua,  I,   102,  385;  II,  331. 

Milroy,   William  S.,   II,  283. 

Milton,  John  Laws.  1,  245;  II,  281,  280. 


índice   de   nombres   personales 


599 


Minderer,  Raimund,  I,  279,  291,  294,  297. 
Minkowski,  Oscar,  II,  183,  184,  263,  319 
Minimis  I,  I,  282.' 
Minot,  Charles  Sedgwick.  II,  60,  70, 156,273,  359, 

376,  394,  403. 
Mirfeld,  John,  I,  156. 
Mitchell.  John  Kearsley,  II,  40,  41,  274. 
Mitchell,  S.  Weir,  I,  1,  5,  263,  372,  376,  400;  II, 

25,  124,  127,  169,  171,  249,  274,  283,  284,  302, 

363,  372,  383. 
Mitridates,  I,  92. 
Missell,  II,  273. 
Moeller,  Julius  O.  L.,  II,  269. 
Moenkemoeller,  Eduard  Otto,  I,  430;  II,  288. 
Moerner,  K.  O.  H.,  II,  198. 
Mohl,  von  Hugo,  II,  63. 
Mohr,  Bernard,  II,  47,  320.' 
Mohsen,  Johann  Carl  Wilhelm,  I,  395. 
Molard,  II,  297. 

Moleschott,  Jacob,  II,  182,  295,  297. 
Moliere,  Jean-Poquelin,  I,  32,  245,  304,  305,  306, 

328. 
Molins,  Edward,  I,  282. 
Molyneux,  Thomas,  I,  428. 
Moll,  Albert,  I,  127,  353;  II,  287. 
Momberg,  Fritz,  II,  243. 
Monakow,  II,  167. 

Monardes,  Meólas,  I,  184,  186,  230,  243,  298. 
Monardes,  Giovanni,  I,  188. 
Mondeville,  Henri  de,  1,  142,  145,  146,150,  155, 

158,  168,  195,  208,  221;  II,  229. 
Mondino  de  Luzzi,  I,  104,  146,  150,  158,  206. 
Monlau  y  Roca,  Pedro,  II,  470. 
Monro,  Alexander,  primus,  I,  253,  289,  340,  345, 

346,  420,  427. 
Monro,  Alexander,  secundus,  I,  340,  346,  420,  435; 

II,  47,  118. 
Monro,  Alexander,  fortius,  I,  345,  420,  435;  II,  47. 
Monro,  John,  1,  345.  346,  420,  435;  II,  47,  376. 
Montagnana,  Bartolommeo,  I,  158,  159,  174,  184, 

240. 
Montagu,  Lady  Mary  Wortley,  I,  17r'397-"433. 
Montaigne,  Michel  de,  I,  52;  II,  454. 
Montalembert,  I,  129. 
Montano,  Arias,  II,  434,  435. 
Montanus,  J.  B.,  I,  191.  f*  ^ 

Montaña  de  Montserrat,  Bernardino,  II,  431,  434. 
Montefiore,  Sir  Moses,  II,  23. 
Montejo,  1,  184. 
Montemayor,  II,  439,  490. 
Montesinos,  Pablo,  II,  466. 
Montessori,  Maria,  II,  325. 
Montoto,  II,  418. 
Moon,  William,  II,  244. 
Mooney,  J.,  I,  16. 
Moore,  George,  I,  199. 

Moore,  Sir  Norman,  I,  225,  408;  II,  25,  301. 
Morales  Arjona,  II,  495. 
Morax/ Victor,  II,  249. 
Morcillo,  Fox,  II,  448,  452. 
More,  Thomas,  I,  245. 


Moreau,  P.  Francois,  I,  358,  428. 

Morehead,  Charles,  II,  25. 

Morehouse,  George  R.,  II,  124,  284. 

Morel,  I,  280. 

Morestin    II,  344. 

Morgagni,   Giovanni  Battista,  I,  218,  220,  211, 

322,  371,  372,  373,  374,  419;  II,  206. 
Morgan,  von  August,  I,  1. 

Morgan,  John,  I,  338,  399,  400,  401,  402;  n,'ll. 
Morgan,  Lloyd,  II,  172. 
Morgan,  Pierpont,  I,  52;  II,  216. 
Morgan,  Thomas  Hunt,  II,  140,  141,  156,  117, 

318. 
Morison,  Robert,  I,  260. 
Morley,  I,  318. 
Moro,  Ernst,  II,  337. 
Morris,  Manuel,  I,  168. 
Morris,  Robert  T.,  II,  171,^235,  389. 
Morse,  John  Lovert,  II,  272. 
Morstede,  Thomas,  I,  166. 
Mortillet,  Gabriel  de,  I,  40;  II,  141. 
Morton,  Richard,  I,  277,  298,  318. 
Morton,  Samuel  George,  II,  53,  45,  55. 
Morton,  Thomas  G.,  II,  282. 
Morton,  William  Thomas  Green,  II,  125, 126, 140. 
Morvan,  Augustin-Marie,  II,  275. 
Morcati,  I,  327. 
Moschion,  I,  192,  207. 
Mosés  de  Lieja,  I,  159. 
Mosés  Maimónides,  I,  118,  120. 
Mosse,  Bartholomeo,  I,  428. 
Mosso,  Angelo,  II,  162,  164,  172,  177,  188,  196, 

369,  377. 
Motherby,  George,  I,  434. 
Motley,  John  Lothrop,  I,  301. 
Motos,  De,  IT   419. 
Mott,  Frederick  Walker,  II,  287. 
Mott,  Valentine,  II,  90,  107,  118,  120,  121;  II, 

234. 
Motte,  De  la,  L  282. 
Moultrie,  John,  I,  434. 
Mowon,  Walter,  II,  267/1 
Moynihan,  Sir  B.  G.  A.,  II,  343. 
Mozans,  S.  J.,  I,  20. 
Mozart,  II,  322. 
Much,  II,  301.     1 
Muery,  A.,  II,  303. 
Mueller,  Franz,  II,  342.'' 
Mueller,  Friedrich,  II,  138,   140,   155,   183,  155, 

264,  377. 
Mueller,  Hermann  Franz,  II,  39,  521,  342. 
Mueller,  Johannes,  I,  331,  365,  389;  II,  28,  30,  50, 

55,  56,  57,  58,  61,  62,  72,  80,  173,  199,  216,'250, 

328. 
Mueller,  W.  Max,  I,  31,  41;  II,  190. 
Muellerheim,  Robert,  I,  5,  178;  II,  308. 
Mumford.  James  Gregory,  I,  401;  II,  272,  101. 
Munde,  Carl,  II,  295. 
Mundinus,  I,  151,  206. 
Mundy,  von  Jaromir,  II,  208. 
Munk,  Hermann,1*'!!,  167. 


600 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Munson,  Edward  L.,  11,  341. 

Muñoz,  II,  495. 

Murchi30n,  Charles,  I,  433;  II,  26. 

Murillo,  Jerónimo,  I,  317;  II,  435. 

Murlin,  II,  183. 

Murphy,  John  Benjamín,  II,  294,  343,  345,  349, 

350. 
Murphy,  Shirley  E.,  II,  297. 
Murrey,  II,  319. 

Mursinna,  Christian  Ludwig,  II,  110. 
Musser,  John  H.,  II,  274. 
Mussey,  Reuben  Dimond,  II,  121,  123. 
Muybridge,  Eadweard,  II,  142. 
Myer,  Jesse  S.,  II,  89. 
Myersbach,  I,  415. 
Mynsicht,  Adrián,  I,  279,  298. 


N 

Naegele,  Franz  Carl.,  II,  241. 

Naegeli,  Carl,  II,  63,  199. 

Nagelschmidt,  F.,  II,  294. 

Napier,  I;  245,  260. 

Napoleón  II,  II,  175. 

Nasse,  C.  F.,  I,  389. 

Naunyn,  Bernhard,  I,  220;  II,  179,  226,  255,  256, 
262,  365,  366,  367,  368. 

Naval,  II,  501. 

Navarro,  II,  330,  331. 

Neander,  M.,  I,  205. 

Neck,  van  Johann,  I,  290. 

Nedham,  Marchamont,  1,  287. 

Needham,  Walter,  I,  337. 

Neer,  van  der,  I,  289,  310. 

Negri,  AdeJchi,  II,  265,  330. 

Negrin,  II,  494. 

Nelsser,  Albert,  I,  127;  II,  205,  215,  336. 

Nélaton,  Auguste,  II,  90,  108,  129. 

Nenckl,  von  Marcel,  II,  294. 

Nernst,  Walter,  II,  159,  294. 

Nestorius,  I,  114. 

Netthesheim,  H.  I.,  188. 

ffenbnrger,  Max,  I,  1,  3,  50,  55,  104,  118,  127, 

132,  134,  135,  137,  138,  143,  146.  149,  151,  153, 

156,  169,  160,  161,  163,  167,  168,  174,  18«,  260, 

262,  267,  27.'..  280,  208,  345,  370,  3*6,  389,  410, 

i  I      I     BO,   20,   ^7.".,   302. 

Neumann,  Félix,  1,  5,  192. 

Neumann,  Udor,  n,  35,  288. 

.N.inu' i-t..r,   II,   198. 

Newman,  m,  210. 

!     2  US    260,  261,  264. 
f : . r . i    I,    146,    170,   225;   II.,   229. 

Lrthur,  II,  216. 
IfleoUoj  Eflorentmuf   (Yéeec  Feonod.) 
Nloola  tni  o  Nloolani  Balendtenui,  I, 

•-'].  140  142,  166,  i:»."». 
Meolo  dc  Regglo,  i,  146. 
Meolo  Bertuodo,  i,   L61. 

(TlooUe,   Charles,    II,   820,   330,   337,   338. 

•  t,    I,    100. 


Nicholas,  G.  E.,  II,  217. 

Nicholas  Maes,  I,  290. 

Nichols,  John  B.,  II,  274,  359. 

Niemeyer,  II,  30. 

Niepce,  II,  2. 

Nieto  Serrano,  Matías,  II,  498. 

Nietzsche,  Friedrich,  II,   136,  325. 

Nightingale,  Florence,  I,  430;  II,  298,  S81,  182. 

Nihell,  Mrs.,  I,  354.^ 

Nikander,  I,  92. 

Niketas,  I,  112. 

Nissl,  Franz,  II,  149. ] 

Nitze,  Max,  II,  229,  274. 

Nobili,  Leopoldo,  II,  160. 

Noble,  George  Henry,  II,  239. 

Nocard,  Edmond,  II,  215,  216,  337. 

Noeggerath,  Emil,  II,  129;  II,  239,  394. 

Noguchi,  Hideyo,  I,  63;  II,  284,  330,  334. 

Noll,  Friedrich  Wilhelm,  II,  188. 

Noorden,  von  Carl,  II,  263,  180,  183,  295. 

Norsini,  Los,  I,  59,  145,  224. 

North,  Elisha,  II,  40,  41. 

Nothnagel,  Hermann,  II,  38,  261. 

Nott,  Josiah  Clark,  II,  140,  123,  133,  216.?] 

Novy,  Frederick  G.,  I,   199;"ll,  199,"219,"'220l 

331,  377. 
Noyes,  Henry  Drury,  II,  24P, 
Noyes,  Marcia  C,  II,  306. 
Nuck,  Antón,  I,  252,  288. 
Nufer,  Jacob,  I,  225. 
Núfíez  de  Llerena,  II,  440,  441,  442. 
Nussbaum,  Moritz,  II,  140. 
Nuttal,  George  H.  F.;  II,  55,  178,  215,  219,  220, 

330. 
Nuttall,  Zelia,  I,r75. 
Nutting  M.,  Adelaide,  II,  302,  382. 


Obermeier,  Otto,  II,  216,  331,  406,  410,  415,  410 

Obersteiner,  I,  149. 

Ochs,  Peter,  I,  180. 

Odier,  Louis,  I,  344. 

Odo  de  Mendon,  I,  139. 

O'Dwyer,  Joseph  P.,  II,  250,  307. 

Oefclem,  von  Félix,  II,  302. 

Oertel,  Max  Joseph,  I,  345;  II,  295. 

Offord.  J.  I.,  52. 

Ogata,  M.,  II,  189. 

Ohm,  II,  2. 

Oken,  Lorenz,  I,  349;  II,  28,  155. 

Olavide,  II,  503. 

Olavarria,  II,  418. 

Oliver,  George,  II,  294,  319. 

Oliver,  Sir  Thomas,  II,  297. 

Olóriz  y  Aguilera,    V..   II,   471,  472,  473,    474. 

Olshausen,  Robert*  n,  132,  238,  239. 

Oilier,    I,.   X.   E.   L.,   II,  230. 
O'M.illoran,  Sylvester,  I,  367. 
Omont,  H.  I.,  112. 


índice    de    nombres   personales 


601 


Onderdonk,  Henry  M.,  II,  122. 

Opie,  Eugéne  L.,  II,  216,  270,  319. 

Opie,  Karl,  II,  302. 

Opitz,  Russel  Burton,  II,  194. 

Oporinus,  I,  215,  216;  II,  157. 

Oppenheim,  Hermann,  II,  28,  285. 

Oppolzer,  von  Johann,  II,  SO,  84,  364,  367. 

Orcagna,  Andrea,  I,  242. 

Ord,  II,  319. 

Ordronaux,  John,  I,  139;  II,  301. 

Orenstein,  Martha,  I,  287. 

Orfila,  M.  J.  B.,  II,  105,  301,  468,  469. 

Oribasius,  I,  109,  136. 

Ormerod,  J.  A.,  I,  294. 

Orraeus,  Gustav,  I,  419,  432. 

Ortega,  Eusebio,  II,  445. 

Ortollf  de  Baviera,  I,  192. 

Orborn,  Henry  Fairfield,  I,  10,  39,  40. 

Osborne,  Thomas  B.,  II,  325. 

Oseibia,  I,  118 

Osgood,  Howard,  II,  344. 

Osiander,  II,  129. 

Osier,  Sir  William,  I,  1,  5,  75,  110,  120,  268,  398, 

400;  II,  14,  24,  46,  89,  148,  214,  267,  269,  270, 

279,  301,  362,  370,  377. 
Ossio,  II,  501. 
Ostade,  van  Adrian,  I,  320. 
Ostwald,  Wilhelm,  II,  2,  199,  400. 
Otis,  George  Alexander,  II,  124,  338. 
Otto,  John  Conrad,  II,  40. 
Ottolenghi,  I,  127. 
Ould,  Sir  Fielding,  I,  353,  356,  428. 
Overton,  E.,  II,  291. 
Ovidio,  I,  29,  67,  94. 
Oviedo,  Agustín  Macia  de,  I,  203,  230,  243. 
Owen,  Sir  Richard,  I,  228;  II,  23,  52,  53,  102, 

137,  140. 
Ozanam,  J.  A.  F.,  II,  302. 


Pablo  de  Egina,  I,  20,  111,  196. 

Pablo  de  Mérida,  I,  136. 

Pablo  II,  I,  160. 

Pacchioni,  Antonio,  I,  251. 

Packard,  A.  T.,  II,  217,  302.    " 

Packard,  Francis  R.,  I,  4,  317,  427,  434. 

Pagel,   Julius,    I,  127,   141,    145;   II,    302,   303, 

400. 
Pagel-Sudhoff,  I,  78,  139,  153,  156. 
Pagenstecher,  Alexander,  II,  248. 
Pagenstecher,  Hermann,  II,  248. 
Paget,  Sir  James,  II,  230. 
Paget,  Stephen,  I,  355. 
Pagniez,  Philippe,  II,  296. 
Painter,  Charles  F.,  II,  344. 
Palarea,  Juan,  II,  466. 
Palestrina,  I,  322. 
Palfyn,  Jean,  I,  356. 
Paltauf,  R.,  II,  320. 


Palicki,  Bolislao,  II,  68. 

Panas,  Photinos,  II,  249. 

Pancoast,  Joseph,  II,  123,  130. 

Panckoucke,  II,  24. 

Pander,  Christian,  II,  59. 

Panizza,  Bartolomeo,  II,  169. 

Pannarts,  Amoldo,  I,  188. 

Pansier,  I,  127;  II,  249. 

Panum,  Peter  Ludwing,  II,  205. 

Pappenheim,  II,  178. 

Paracelso,  I,  23,  104,  125,  132,  142,  186,   198, 

199,  200,   201,  202,   203,   230,   283,  292,   295, 
í^'297;  II,  39,  302. 
Paré,  Ambrosio,  I,  63,  88,  96,  100,  104,  111,  134, 

150,  198,   221,  222,  223,  226,  230,  233,  236, 

238,  240,  304,  365;  II,  103,  124,  216,  234. 
Parent-Duchatelet,  Alexandre  J.  B.,  II,  297. 
Parinaud,  Henri,  II,  249. 
Pardo  Bazán,  Emilia,  II,  418. 
Pardo  Regidor,  II,  503. 
Park,  Roswell,  II,  235,  302. 
Parker,  George  Howard,  II,  155. 
Parker,  Peter,  I,  62. 
Parker,  Willard,  II,  44,  118,  122,  123. 
Parkes,  Edmund  Alexander,  II.  296,  298. 
Parkinson,  James,  II,  23,  275. 
Parr,  Thomas,  I,  250. 

Parry,  Caleb  Hillier,  I,  380,  381,  382,  393,  418. 
Parry,  John  S.,  II,  18,  238,  239,  319. 
Pascal,  B.,  I,  261,  344,  399. 
Paschutin,  Victor,  II,  206. 
Pasteur,  Louis,  I,  37,  260,  276;  II,  72,  73,  85,  134, 

206,  207,  208,  209,  210,  211,  215,  306,  369,  376. 
Pater,  Walter,  I,  69,  72,  81. 
Patin,  Guy,  I,  267,  304,  307. 
Paton,  Diarmid  Noel,  II,  320. 
Paton  Steward,  II,  287. 
Patton,  Walter  Scott,  II,  330. 
Paulesco,  Nicholas,  II,  320. 
Paulini,  C.  F.,  I.,  279;  II,  302. 
Pausanias;  I,  72,  77. 
Pausier,  I,  115. 
Pavloff,  Ivan  Petrovich,  II,  74,  88,  171,  178,  179, 

295,  349,  369,  397. 
Pavy,  Frederick  William,  II,  177,  182,  267,  268, 

295. 
Pawlow,  I,  33. 
Pawlowna,  Maria,  II,  396. 
Payne,  Joseph  Frank,  I,  150,  160,  190,  195,  198, 

221;  II,  301. 
Payr,  Erwin,  II,  339,  343. 
Peace,  Edward,  II,  122. 
Peacock,  Thomas  Bevill,  I,  34. 
Pean,  Jules,  II,  130. 
Pearson,  Karl,  I,  397;  II,  139,  300,  311,  312,  313, 

314,  316. 
Pecquet,  Jean,  I,  249,  251. 
Pechey  de  Glucestershire,  I,  301. 
Pechey,  John,  I,  277,  297,  301,  310. 
Pedro  de  Abano,  I,  153. 
Pedro  *i  Grand;  I,  312. 


602 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Peel,  Sir  Robert,  II,  885. 

Peláez,  n,  472. 

Peligot,  II,  86. 

Pelletier,  Joseph,  II,  86. 

Penfold,  William  James,  II,  386. 

Pennock,  II,  42. 

Pepper,  William,  II,  206,  271,  369,  371. 

Pepys,  Samuel,  I,  272,  321. 

Pérez  Ballesteros,  II,  418. 

Pérez  Cáscales,  Francisco,  II,  442.        ' 

Pérez  de  Herrera,  II,  441,  442. 

Pérez  del  Pulgar,  Hernán,  II,  427.'' 

Pérez  Ortiz,  II,  503. 

Perey,  TJ,  105. 

Pericles,  I,  82. 

Perkin,  Sir  William  Henry,  I,  435;  II,  290. 

Perkins,  Elisha,  I,  413. 

Perrin,  M.,  II,  47. 

Perry,  Thomas  Sergeant,  I,' "416;  II,  43. 

Persius,  I,  30. 

Peschel,  II,  140. 

Pestalozzi,  Johann  Heinrich,  I,  386. 

Peter  Martyr,  I,  185;  II,  427. 

Peters,  Hermann,  I,  106,  240,  300;  II,  303. 

Petersen,  Frederick,  II,  287. 

Petersen,  J.  J.,  II,  302. 

Petit,  Jean  Louis,  I,  357,  370;  II,  251. 

Petit,  Pourfoir  du,  I,  342. 

Petrarca.  I,  76,  176,  187,  236. 

Petrequin,  I,  87,  89;  II,  107,  472. 

Petroncellus.  I,  138. 

Petrus,  Hispanus,  I,  153,  155. 

Pettenkofer,  von  Max,  I,  276,   336;   II,  73,   S6, 

179,  180,  181,  182,  196,  296,  297,  369,  387. 
Petters  Wilhelm,  II,  183,  199. 
Petty,  Sir  William,  1,  279,  287. 
Petyt,  Thomas,  I,  230. 
Peyer,  Johann  Conrad,  I,  252,  269. 
Peyligk,  Johannes,  I,  206,  208. 
Peyton,  II,  206. 
Pfaff,  Philipp,  I,  365. 
Pfaundler,  Melnhard,  IT,  260,  273. 
Pfetffer,  Richard,  I,  315,  316;  II,  212,  215,  341. 
Pfeufer,    Karl,  If,  28,  30,  65. 
Pfister,  Alberto,  I,  188. 

r,  Edwin,  I,  43. 

IT,    Edward    F.   \V.,   Tí,    156,    157,   164,   169. 

.    L82,    104,    I!).'.,    196. 
uadt,  von   II.,   1.   105. 
Thomas,  I,  203,  238. 

Phillips    Tl... 

Phlppa,  Benry,  ir.  309,  383. 

u.  Lorenz,  I.  206,  20s. 

Hip  >vr.«,   II,  58,  80,    1  IS.   L24,  260. 

I 
Plana,  Oogllalmo,  r,  816. 
Pie,  adrlen,  n.  266. 

Pick,    Plllpp  Joirf,    r,    127;    II,   85,   274. 

Pickering,  N,  mo. 


Pico,  Giovanni,  I,  187. 

Picote  de  Bélestre,  Francoii,  I,  426. 

Piedimonti,  Francesco  di,  I,  158. 

Pierce,  C.  S.f  I,  200. 

Piersol,  G.  A.,  II,  142. 

Pietersz,  Arend,  I,  289. 

Piette,  II,  141. 

Pifteau,  Paúl,  I,  143. 

Pilarini,  I,  397,  433. 

Piguillem,  n,  466. 

Pilcher,  Lewis,  II,  235. 

Pinaeus,  I,  284. 

Píndaro,  I,  71,  82. 

Pinel,  Philippe,  I,  399;  II,  9,   11. 

Pinku?,  Fé'.ix,  II,  289. 

Pinney,  M.  T.,  II,  343. 

Pintor,  Pedro,  II,  428. 

Piorry,  Pierre-Adolphe,  II,  9,  13,  365. 

Piquer,  Andrés,  II,  458,  459. 

Piranesi,  Francesco,  II,  91. 

Pirkheimer,  Willibald,  I,  179,  213. 

Pirogoff,  Nikolai  Ivanovich,  I,   360;   II,   90,   07, 

115,  116,  117,  126,  141. 
Pirquet,  von  Clemens,  II,  215,  337. 
Pistor,  Simón,  I,  184. 
Pitágoras,  I,  27,  77,  78,"79. 
Pitard,  Jean,  I,  144. 
Pitcairn,  Archibald,  I,  263,  375. 
Pitres,  Albert,  II,  167,  278,  295. 
Pitt,  I,  300. 
Pitt-Rivers,  II,  141. 
Placido,  A..  II,  249. 
Platearius,  I,  140. 
Platner,  J.  Z.,  I,  360,  393;  II,  179. 
Platón,  I,  70,  78,  132. 
Platter,  Félix,  I,  277;  II,  320.1 
Playfair.  Ernest,  II,  550. 
Play  fair,  William  Smoult,  II,  26. 
Plenciz,  von  Marcus  Anton,  I,  388,  393,  427,  433; 

II,  206. 
Plenck,  von  Joseph  Jakob,  I,  388. 
Plett  de  Holstein,  I,  397. 
Plinio,  I,  20,  23,  67,  70,  93,  94.  96,  100,  131,  164, 

173,  178,  189,  190,  228;  II,  216. 
Ploos,  van  Amstol  C,  T,  351. 
Plotz,  Harry,   II,  215,  330. 
Plutarco,   I,  77. 
Podalirus,  I,  73. 
Podwyssotsky.  II,  206. 
Poehl,  Alexander  V.,  II,  320. 
PoRgio,  I,  236. 
Pohl,  R.,  I,  81. 

Poi«(«nille,  Jean  L.  M.,  II,  73,~75,  76,  77,  78. 
Polltlan,  I,  188,  L88. 
Polltaer,  Adam,  IT,  38,  251. 

Polk     William    I,.,    II.  238. 
Polurquet,  I    326;  II,  304. 
Pollaluolo  n  Pollajolo,  I,  176,  209. 
Polllch,   Martin,  I,   184,   192. 

Pollltaer,  Blgmund,  I,  370;  n,  251,  189. 
Pomponlo  Pomponazl,  T,  187. 


índice   de   nombres   personales 


603 


Ponce  de  León,  Pedro,  I,  205,  285;  II,  446,  447. 

Ponce  de  Santa  Cruz,  II,  440,  442. 

Poncet,  II,  488. 

Ponfick,  Emil,  II,  21o. 

Poore,  Vivian,  II,  543. 

Pope,  Alexander,  I,  300,  322,  406.  412. 

Popham,  Alexander,  I,  433. 

Porcel,  Juan  Tomás,  II,  440. 

Porcher,  II,  42. 

Porro,  Edoardo,  II,  239. 

Porta,  Giambattista  della,  1,  187,  229. 

Portal,  Antoine,  I,  395. 

Portal,  Paúl,  I,  282,  283,  288,  356,  358;  II,  471. 

Porter,  Wilüam  Henry,  II,  101,  250,  376. 

Porter,  William  Townsend,  II,  194. 

Post,  Wright,  I,  365,  405,  435;   II,  90,  118,  119, 

122. 
Postnikoff,  Peter  V.,  I,  312. 
Pot,  John,  I,  313. 
Potain,  C,  II,  274. 
Poterie,  I,  279. 
Pott,  Percival,  I,  346,  357,  358,  359,  360,  361,  393, 

400,  423,  435;  II,  274/ 
Pottevin,  II,  209. 
Pouchet,  II,  208. 
Poussin,  Nicolás,  I,  55,  317. 
Power,  D'Arcy,  I,  166,  168,  235,  239,  302,  419;  II, 

141,  301,  360. 
Pozzi,  II,  344. 

Praetorius,  Johann,  I,  236.  | 

Prausnitz,  Wilhelm,  II,  297. 
Pravaz,  Charles-Gabriel,  II,  110,  294. 
Praxágoras,  I,  90. 
Preciani  o  Preci,  delle,  I,  145 
Preuss,  Francois,  I,  328;  II,  129. 
Prevost,  Nicole,  I,  140,  143;  II,  133,  152. 
Preyer,  II,  27,  325. 
Price,  George  M.,  II,  297. 
Price,  Joseph,  II,  238,  239. 
Prichard,  James  Cowles,  1I,P12,;  30/140,  288." 
Priessnitz,  Vincenz,  II,  295. 
Priestley,  Joseph,  I,  322,  342,   343;   II,   239. 
Pringle,  Sir  John,  I.  328,  384,  433.^ 
Prior,  J.,  II,  215. 
Priuli,  I,  173. 
Prochaska,  I,  253. 
Profeta,  II,  334. 
Prostksch,  J.  K.,  I,  184. 
Protospatharius,  Theophilus,  I,  111,  140. 
Prout,  William,  II,  88,  181,  199. 
Prowazek,  Stanislaus,  II,  329,  338. 
Prudden,  T.  Mitchell,  II,  206.  274. 
Pruefer,  C,  I,  115. 
Puccinotti,  Francesco,  II,  303. 
Pummer,  II,  330. 
Pufendorf,  von  Samuel,  I,  286. 
Pughe,  John,  I,  156,  356. 
Pulido,  Angel,  II,  473,  485,   495. 
Punnett,  Reginald  Crundall,  II,  310,  314. 
Purcell,  I,  245. 
Purchas,  Samuel,  I    243. 


Purkinje,  Johannes  Evangelista,  I,  33;  II,  2,  69, 

63,  67,  146,  178,  244,  251,  369. 
Purmann,  Matthaeus  Gottfried,  I,  280,  281,  282. 
Puschmann,  Theodor,  I,  110;  II,  302. 
Putnam,  Helen,  II,  326. 
Putnam,  James  J.,  II,  273,  328. 
Puy segur,  I,  392. 
Pye-Smith,  Philip  Henry,  II,  267. 
Pyl,  Theodor,  I,  370. 


Quain,  J.,  II,  24,  142. 

Quarin,  I,  419. 

Quatrefages  Armand  de,  I,  254;  II,  109,  140,  203 

Quénu,  E.,  II,  344,  487. 

Quer  Martínez,  José,  II,  455. 

Queraltó,  II,  475. 

Quetelet,  Adolphe,  II,  311. 

Quillet,  Claude,  I,  285. 

Quincey,  De,  I,  360. 

Quincke,  Heinrich,  II,  281,  337. 

Quintiliano,  I,  96. 

Quintus  Serenus  Samonicus,  I,  105. 


Rabelais,  Francois,  I,  188,  190. 

Rabington,  Benjamin,  II,  249. 

Racine,  I,  322. 

Radcliffe,  John,  I,  379,  417,  419,  426. 

Rademacher,  Johann  G.,  I,  201;  II,  39. 

Radziejewski,  II,  199 

Raeburm,  Sir  Henri,  I,  438. 

Rafael,  I,  209,  242. 

Raffmiesque,  II,  42. 

Raglan,  Lord,  II,  361. 

Rahn,  II,  188. 

Raimbert,  A.,  II,  216 

Raimundo,  II,  423. 

Raimundo  Lulio,  II,  424. 

Rainaud,  M.,  II,  303. 

Rainer,  I,  42. 

Raleig.  1,  241, 

Ralph,  I,  293. 

Ramazzini,  Bernardino,  I,  298,  318,  332,  333 

Rambousek,  J.,  II,  297. 

Ramby,  I,  422. 

Ramirez,  Mauri,  II,  488. 

Ramón  y  Cajal,  Santiago,  II,  149,  397,  471,  489 

504,  505,  506,  507. 
Ramsay,  II,  2. 

Ramsbotham,  Francis  Henry,  I,  356;  II,  241. 
Randolph,  B.  M.,  I,  35. 
Ranvier,  Louis-Antoine,  II,  148,  206. 
Rasori,  Giovanni,  I,  94,  327;  II,  3,  5. 
Rattray,  Sylvester,  I,  295. 
Ratzel,  II,  140. 
Rau,    1,  280. 


604 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Raubach,  A.,  I,  145. 

Ravaton,  Hugues,  I,  384. 

Rawlinson,  I,  175. 

Ray,  Isaac,  I,  404;  II,  46,  301. 

Ray,  John,  I,  260,  191,  324. 

Raver,  Pierre-Francois-Olive,  II,  9,  13,  15. 

Rayleigh,  Lord,  II,  159. 

Raynalde,  William,  I,  192. 

Raynaud.  Maurice,  I,  305,  306;  II,  285. 

Read,  Sir  William,  I,  411. 

Reade,  Charles,  II,  362,  386. 

Realdo  Columbus,  Mateo,  I,  219. 

Reaumur,  Rene  A.  F.,  I,  322,  336,  338;  II,  87. 

Récamier,  Joseph  C.  A.,  II,  129. 

Recklinghausen,   von   Friedrich   Daniel,  II,  205, 

289. 
Recklinghausen,  Max,  II,  337. 
Recordé,  Robert,  I,  205. 
Redi,  Francesco,  I,  250,  259,  291. 
Redman,  John,  I,  401,  435. 
Reed,  C.  A.  L.,  II,  215. 
Reed,  Walter/ II,  217,  306,  328,  337,  338,  339, 

340. 
Regensburger,  Martin,  II,  367. 
Rehn,  Louis,  II,  230. 
Reich,  I,  208,  344;  II,  297. 
Reichenbach,  von  Karl,  I,  392. 
Reichert,  Edward  T.,  I,  299;  II,  57,  59.  199,  284. 
Reichlin?,  D.,  II,  304. 
Reid,  William  W.,  II,  124. 
Reiff,  Walter,  I,  192. 
Reil,  Johann  Christian,  I,  388,  389,  425,  430;  II, 

11,  31. 
Reina,  II,  501. 
Reinosa,  II,  425,  501 
Reisch,  Gregor,  I,  206. 
Reisinger,  Franz,  II,  244. 
Reiske,  J.  J.,  I,  118. 
Relf,  Mrs.,  I,  432. 
Remak,  Robert,  II,  55,  59,  66,  67,  76,  153,  277, 

294. 
Rembrandt  van  Rijn,  Harmensz,  I,  245,  289,  290, 

319;  II,  361. 
Remello,  Johann,  I,  252. 
Renandot,  Theophraete,  I,  287,  288. 
Renou,  Jean  de,  I,  279. 
3.  de,  ir,  808. 

¡.    Kn.ilio,    II,   289. 
f.    II.    111. 

Retell                      |  .'¡-tin.,  ii  i  p.),  251. 
lin,  Jacqv 

and,  II.  55,  57,  L65,  157,  159,  L80,  102. 

Li,  I,  408;  II.  21. 

'    !  I  i',.  1  |  7,  i  is,  12:.,  L86,  144,  L58,  167, 
-'»:  11,  2:.. 

I.  810;  ll.  480,  471,  478,  480,  481, 

Rlcardui  Angttcns,  1    150,   L58, 
Rlcardni  Balernltanni,  1,  1 10. 

B  I  .         ,    II,    BS  •.   337,   342. 

Bleotd,  J'hllii.p.-,  1,  884;  II,  fj,  13    14,  218. 


Richardson,  Sir  Benjamin  Ward,  I,  20,  257;  II, 

801,  304. 
Richelieu.  Cardenal,  I,  287. 
Richer,  Paul,  I,  174;  II,  142,  279,  801. 
Richerand,  II,  110. 

Richet,  Charles,  II,  179,  182,  194,  215,  387. 
Richmond,  John  Lambert,  II,  129. 
Richtcr,  August  Gottlieb,  II,  358. 
Richter,  Paúl,  I,  43,  85,  117,  318,  370,  42S.*J 
Richter,  Wilhelm  Michael,  I,  357,  358fll,  234,  802. 
Riedel,  II,  294. 
Riemann,  II,  2. 

Riemer,  Pieter  de,  II,  117,  141. 
Riemsdijk,  I,  350,  355. 
Riesman,  David,  II,  206. 
Riggs,  John  M.,  I,  365. 
Rilliet,  Frederic,  II,  255. 
Rindfleisch,  II,  206. 
Rio,  Alcalde  del,  II,  411,  419. 
Ringer,  Sidney,  II,  193,  194,  290.  577. 
Rinné,  II,  251. 
Riolan,  Jean,  I,218,~249. 
Ripley,  II,  140. 

Ritgen,  Ferdinand*A.  M.  F.,  II,  129. 
Ritter  von  Rittershain,  Gottfried,  II,  38,  289. 
Ritthausen,  II,  199. 
Riva-Rocci,  Scipione,  IT,  274. 
Rivers,  W.  H.  R.,  I,  12,  13,  14,  17,  41;  II,  385. 
Rives,  II,  459,  465. 
Rivinus,  Augustus  Quirinus,  260,  297. 
Rivoulon,  II,  361. 
Roaldes,  A.  W.,  II,  274. 
Roberto  el  Piadoso,  I,  295. 
Roberts,  J.  B.,  I,  350;  II,  241,  243.5 
Robertson,  Douglas  Argyll,  II,  353. 
Roberton,  John,  II,  297. 
Robinson,  Andrew  Rose,  II,  289. 
Robinson,  Victor.  II,  551. 
Robinson,  William  J.,  II,  388. 
Robson,  A.  W.  Mayo,  II,  343. 
Roca,  II,  471. 
Roch,  II,  362. 

Rochefort,  Desbois  de,  I,  427. 
Rochester,  Conde  de,  I,  415. 
Rockefeller,  I,  62;  II,  369.  ^1 
Rodgers,  John  Kearny,  II,  121,  123. 
Rodin,  Auguste,  II,  361. 
Rodolfo  II,  I,  203,  204. 
Rodriguez  de  Guevara,  Alonso,  II,  429^ 
Rodríguez,   Ildefonso,  II,  445.] 
Rodríguez  Marín,  II,  418. 
Rodriguez  Méndez,  II,  497. 
Rodríguez   Percida,   1,   370,   371. 
Rodríguez  Viforcos,  II,  502. 
Rodrigo  Fernando,  Maestre,  II,  427. 
Rodrigo  Lavín,  II,  494. 

Roederer,  Johann  Gcorg.,  I,  353,  356,  428,  431 
Roelantt,  Cornelius,  i,  192. 
Roemer,  Oloí,  264. 
Roentgen,  Wilhelm  Conrad,  II,  2,  274,  294,  807. 

Roesclil.iub,   T,  327;  TI,   4. 


índice    de   nombres   personales 


605 


Roe«ler,  G.  P.,  I,  341. 

Roeslin,  Eucharius,  I,  111,  192. 

Roger  de  Palermo,  I,  141. 

Rogerio  II,  I,  165. 

Rogers,  David  L.,  II,  122. 

Rogers,  Sir  Leonard,  II,  26,  294,  330,  338. 

Ronde,  Erwin,  I,  3,  7,  70. 

Rohé,  George  H.,  II,  297. 

Rohlfs,  Heinrich,  II,  302. 

Rokitansky,  Carl,  I,  324;  II,  8,  29,  33,  37,  39, 

206,  241,  267,  367. 
Roland  de  Parma,  I,  141,  157. 
Rolander,  Daniel,  I,  420. 
Rolando,  Luigi,  I,  175;  II,  168,  179. 
Rolfink,  Werner,  I.  249,  289. 
Rolleston,  H.  D.,  I,  385. 
Rollo,  John,  I,  394. 
Romagosa,  II,  489. 
Romanes,  George  J.,  II,  193. 
Romanovsky,  Dimitri  Leonidovich,  II,  216. 
Romberg,  Moritz  Heinrich,  I,  127;  II,  47,  275. 
Rombouts,  Th.,  I,  309. 
Roonhuyze,  "van  Rogier,  I,  284. 
Roonhuyzefvan  Hendrik,  I,  282,  283,  284,  288; 

II,  130. 
Roosa,  D.  B.  St.  John,  II,  251. 
Roosevelt,  I,  139. 
Roozeboom,  II,  2. 
Roque,  J.  C.  de  la,  Abate,  I,  288. 
Rori,  D.  I.,  25. 

Rosa,  Edward  Bennett,  II,  182,  196. 
Rose,  F.,  II,  86. 

Rose,  Valentin,  I,  100,  105;  .XI,  303. 
Rose,  Wickliffe,  II,  329. 
Rosen  von  Rosenstein,  Nils,  I,  394. 
Rosenau,  Milton  Joseph,  II,  215,  297,  339. 
Rosenbach,  Ottomar,  II,  179,  250. 
Rosenbaum,  Julius,  II,  302,  304. 
Rosencreutz,  Christian,  I,  293. 
Rosenow,  E.  C,  IL  272. 
Rosenthal,  Isidor,  II,  196. 
Rosenthal,  Joseph,  II,  68. 
Roser,  II,  28,  30. 
Rosiére  de  la  Chasagne,  II,  10. 
Ross,  G.,  II,  274. 
Ross,  Sir  Ronald,  I,  276;  II,  216,  300,  328,  331, 

338,  397. 
Rostan,  León,  II,  275. 
Rotch,  Thomas  Morgan,  II,  273. 
Roth,  Vladimir  Karlovitch,  I,  210,  217,  236;  II, 

285. 
Rouget,  II,  330. 
Rous,  Peyton,  II,  206,  337. 
Rousseau,  J.  J.,  I,  321,  431,  369. 
Roussel,  Theophile.  II,  341. 
Rousaet,  Francois,  I,  225. 
Routh,  C.  H.  F.,  I,  432. 
Roux,  César,  I,  338;  II,  343,  346. 
Roux,  Emile,  II,  209,  210,  215,  217,  218. 
Roux,  Philibert- Joseph,  II,  106,  129. 
Roux,  Wilhelm,  II,  156,  157. 


Rowland  Henry,  I,  22,  279;  II,  159,  401,  402. 

Rowlandson,  Thomas,  I,  408,  409. 

Rowntrée,  Leonard  G.,  II,  23,  274,  293. 

Roxbourgh,  W.,  II,  26. 

Roy,  Charles  Scott,  II,  190,  191,  205. 

Royo,  J.,  II,  419. 

Rubéns,  Pedro  Pablo,  I,  174,  252,  310,  317,  819, 

320. 
Rubio  y  Gali,  Federico,  II,  471,  481,  484,  485, 

486,  488,  489,  490. 
Rubner,  Max,  II,  57,  182,  295,  297. 
Rudbeck  Olof,  I,  251. 
Rüdinger,  C,  II,  264,  320. 
Rüdinger.  Nicolaus,  II,  142. 
Rudolphi,  Carl  A3mund,  I,  425;  II,  215. 
Rueff,  Jacob,  I,  192. 
Ruelle,  Jean  de  la,  I,  190,  228. 
Ruffer,  Marc-Armand,  I,  46. 
Rufo  de  Efeso,  95,  99,  109,  130. 
Ruge,  Carl  Arnold,  II,  239. 
Ruhrah,  John,  II,  306. 
Ruini,  Carlo,  I,  232,  279. 
Ruices  y  Fontecha,  Juan  Antonio  de  laa,  II,  4S9, 

441. 
Ruiz  Luzurriaga,  Ignacio  María,   II,  456,  457. 
Ruland,  I,  279,  315,  316. 
Rumford,  Conde,  I,  322,  419;  II,  297. 
Rumpel,  Th.,  II,  206. 

Rumsey,  Henry  Wyldbore,  II,  298,  300,  302. 
Rusca,  II,  487,  490. 
Rusch,  Adolf,  I,  157. 
Rusch,  Benjamin,  I,  327,  393,  399,  400,  403,  404, 

405. 
Rusell,  Patrick,  II,  25. 
Ruskin,  John,  I,  209. 
Russ,  V.  K.,  II,  337. 
Russell,  Frederik  Fuller,  II,  341. 
Ruteboeuf,  I,  140. 
Rutherfford,  I,  342;  II,  2. 
Rütimeyer,  II,  141,  152. 
Riitinger,  Ludwig,  II,  152. 
Rutty,  John,  I,  393. 
Ruysch,  Frederik,  1,  235.  252,  253,  256,  284,  288, 

290,  350. 
Ryff,  Walter,  I,  216. 
Rynd,  Francis,  II,  16,  294. 


S 


Sabbatai,  Ben  Abraham,  I,  187. 

Sabina,  I,  243. 

Sabine,  Florence,  I,  247;  II,  155. 

Sabouraud,  Raymond,  II,  15,  280. 

Sacchi,  Ercole. 

Sacco,  I,  399. 

Sabuco  y  Alvarez,  Miguel  del,  II,  442,  451. 

Sabuco,  Oliva  del,  II,  451,  452. 

Sachs,  Bernhard,  II,  282,  283. 

Saemisch,  Edwin  Theodor,  II,  248. 

Sagar,  I,  326. 


606 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Sage,  n,  183. 

Saenger;  Max,  II,  239. 

Saíford,  WiJüam  E.,  I.  15.  298.  299. 

Sahli,  Hermann,  II,  294. 

Saint  Anthony,  I,  197. 

Saint  Hildegard,  I,  14l. 

Saint  Landry,  I,  169. 

Saint-Martin,  Alexis,  II,  88. 

Sainte  Beuve,  Charles-Augustin,  I,  405. 

Sainte-Croix,  I,  299. 

Sáiz  de  Aja,  II,  503. 

Sajous,  Charles  E.  de  M.,  II,  250,  319,  394. 

Saland,  A,  I,  141. 

Saücettí,  Guglielmo,  I,  143,  144,  145,  168;  II,  19. 

Salivian,  I,  285. 

Salisbury,  John  de,  I,  146. 

Salkowski,  E.,  II,  157,  198,  199,  274. 

Salmon,  D.  E.,  II,  349. 

Salvat  y  Campillo,  Francisco,  II,  465. 

Salvatore  de  Renzi,  I,  139;  II,  206. 

Salvenmoser,  II,  187. 

Salvino  d'Armato,  I,  179. 

Salzmann,  I,  426. 

Sambon,  Louis  Westerna,  II,  329. 

San  Jerónimo,  I,  169. 

San  Martín,  Alejandro,  II,  466,  476,  477,  487, 

489,  495. 
Sanare'li,  Giuseppe,  II,  265. 
Sánchez  Covisa,  II,  503. 
Sánchez,  Francisco,  II,  442,  448:  452,  453,  454, 

455. 
Sánchez  Freiré,  II,  471. 
Sánchez  Merino,  II,  495.. 
Sánchez  Ocaña,  Esteban,  II,  495. 
Sánchez  Toca,  Melchor,  II,  471,  484,  485,  486, 

488,  489,  490. 
Sanctorius.  (Véase  Santorio.) 
Sanders,  Jan,  I,  311. 
Sanderson,  Sir  John  Burdon.  (Véase  Burdon-San- 

derson.) 
Sandifort,  Eduard,  I,  334,  346;  II,  241. 
Sandro  di  Pifozzo,  1,  179. 
Sandstroem,  Ivar,  II,  142,  319. 
Sanguinete,  B.  R.,  I,  118. 
Santa  Ana  Villanueva,  II,  471. 
Santa  Cruz,  II,  501. 
Santero,  Tomás,  II,  495. 
Bulto,  Mariano,  II,  438. 
Santorini,  Giovanni  Domenico,  I,  347,  350. 
Santorio,  Santorio,  1,  262,  263,  264,  291,  370;  II 

181. 
S.wiz,    II,  501. 
Bañado,  Alonso,  II,  496. 
Bappey.  M.  P.  0.,  II,   142,   I7ü. 
Bargant,    II,   361. 
S:irlriri-lii:r,    II,    471. 
Sarto,  Andrea  del.  (Véase  Andrea.) 
Sarton,  Jortfo,   I,   4. 

Baaerbruefa  Inand,  n,  343. 

Sauter.   J.   >*.,    II,    129 

Sauvaget,  ft.  Bolisier  de  la  Crol»  de,  I,  325;  II,  20. 


Savigni  I,  349. 

Savonarola,  I,  159. 

Savory,  I,  420. 

Saxo  Grammaticus,  I,  176. 

Saxtorph,  I,  353,  356. 

Say,  Thomas,  II,  55. 

Sayre,  Loids  Albert,  II,  123,  236. 

Scanzoni,  Friedrich  Wilhelm,  II,  37,  201,    241. 

Scarborough,  Sir  Charles,  I,  250,  290,  409. 

Scarpa,  Antonio,  1,  346,  350,  351,  358,  370,  406; 

II,  244,  251. 
Schacht,  Lucas,  I,  318. 
Schaefer,  Sir  Edward  Albert,  I,  341;  II,  167,  200, 

232,  294,  319. 
Schaffer,  II,  183. 
Schamberg,  Jay  F.,  II,  289. 
Schaper,  Alfred,  II,  155. 
Schaudinn,  Fritz,  I,  185;  II,  328,  331,  332,  333, 

334. 
Schauer,  Hans,  I,  184. 
Schede,  II,  349. 

Schedel,  Hartmann,  I,  243;  II,  15. 
Scheele,  Carl  Wilhelm,  I,  322,  342,  343;  II,  183. 
Scheiner,  Christophe,  I,  265,  291. 
Schelenz,  Hermann.  I,  3,  205;  II,  292. 
Schelhammer,  II,  275 

Schelling,  von  Friedrich  Wilhelm  Joseph,  II,  3,  28. 
Schelling,  Konrad,  I,  184,  192. 
Schenck,  Benjamín  R.,  I,  73;  II,  216,  289. 
Scherer,  I,  279. 

Schereschewski,  J.  W.,  II,  386. 
Schesmer,  II,  275. 
Schick,  B.,  II,  337. 
Schiff,  Moritz,  II,  185,  186,  319. 
Schiller,  von  Friedrich,  I,  335,  349,  407,  410. 
Schittenhelm,  II,  199. 
Schlatter,  Carl,  II,  229,  344. 
Schlegel,  Friedrich,  II,  30. 
Schleich,  C.  L.,  II,  343. 

Schleiden,  Matthias  Jacob,  II,  55,  58,  69,  61,  63. 
Schleimann,  Heinrich,  I,  65,  66,  73. 
Schloesser,  Carl,  II,  295. 
Schloffer,  H.,  II,  343. 
Schlossmann,  Arthur,  II,  260,  273. 
Schmaus,  Leonard,  1,  192. 
Schmidt,  Alexander,  I,  358;  II,.  177,  179,  190. 
Schmidt-Muelheim,  Adolf,  II,  188. 
Schrnidt-Rimpler,  Hermann,  II,  249. 
Schmiedeberg,  Oswald,  II,  79,  169,  183,:;185,  188, 

193,  199,  262,  290,  291,  322,  369,  377. 
Schmiegelow,  I,  370. 
Schmucker,  Johann  Leberecht,  I,  425. 
Schmutzer,  I,  232. 
Schneiker,  1,  424. 

Bchneid(  C  Conrad  Victor,  I,  251,  273;  II,  147,  302. 
Schnurror,   b\,   II,  303. 

Bohoemaker,  D.  M.,  II,  142. 

Schoene,    Hirm.inn,  1,   112. 

Bcboenlatn,  Johann  Lucas,  I,  288,  324;  II,  29,  30, 

216,  289,  364,  365. 
Schoenlein,  Earl,  II,  165. 


índice    de   nombres   personales 


607 


Schoepler,  ÍL,  I,  298. 

Schoepf,  Johann  David,  I,  16,  400. 

Schopenhauer,  I,  132;  II,  326. 

Schott,  Johann,  I,  206,  208. 

Schott,  Theodor,  II,  295. 

Schrader,  Max,  II,  169,  263. 

Schreyer,  Johann,  I,  278. 

Schroeckh,  I,  318. 

Schroeder,  Karl,  I,  279;  II,  238. 

Schropher,  I,  392. 

Schuetz,  II,  177. 

Schuetzenberger,  Paúl,  II,  198,  323. 

Schulte,  Max,  II,  63,   146,  147,   148,   149,   157, 

198,  199,  249,  250,  251. 
Schulten,  A.,  II,  406,  419. 
Schultes,  Johann,  I,  280,  281. 
Schultze,  J.  H.,  I,  394. 
Schuyler,  Louise  Lee,  II,  382. 
Schwann,  Theodor,  I,  260,  335;  II,  55,  58,  59,  61, 

62,  73,  84,  86,  89. 
Schwartz,  A.,"'  II,  487. 
Schwartze,  Hermann,  II,  251. 
Schweigger-Seidel,  Franz,  II,  152,  185,  189. 
Scillatio,  Nicolo,  I,  184. 
Scott,  Sir  Walter,  I,  408. 
Scott-Moncrieff,  II,  387. 
Scotus,  Caspar,  I,  278. 
Scrihonius,  Largus,  I,  105,  277. 
Scudamore,  II,  24. 
Scultetus.  (Véase  Schultes.) 
Sbald  Beham,  Hans,  I,  241. 
Sebiz,  Melchior,  I,  278. 
Secci,  II,  320. 

Sedgwick..  William  T.,  II,  192,  297,  387. 
Sédillot,  Charles,  II,  110,  230. 
Sedleian,  I,  267. 
Seelig,  M.  G.,  II,  549. 
Seffner,  Carl,  II,  152. 
Seguin,  Edouard,  I,  302;  II,  325,  365. 
Seidel,  II,  152. 
Seiler,  Carl,  II,  250. 
Seligmann,  S.,  I,  30,  121. 
Selmi,  II,  199. 
Semble,  II,  341. 
Semmelweis,  Ignaz  Pbilipp,  II,  29,  36,  37,  241, 

250,  307. 
Semon,  Sir  Felix,  II,  250,  319. 
Senac,  Jean-Baptiate  de,  I,  393. 
Senator,   Hermann,  I,  127;   II,   205,  255,  261, 

367. 
Senckenberg,  Johann  Christian,  I.  388,  389. 
Sendivogius,  Michael,  I,  204. 
Séneca,  Lucio  Anneo,  II,  420. 
Séneca,  Marco  Anneo,  II,  420. 
Senn,  Nicholas,  II,  234. 
Sennert,  Daniel,  I,  267,  277,  294,  318. 
Seoane,  Mateo,  II,  466,  469,  470. 
Sequard,  II,  157,  169,  174,  285. 
Sarapion,  I,  142,  144,  153. 
Serenus  Samónlcus,  I,  135,  136. 
Sergi,  Giuseppe,  II,  141. 


Sertuerner,  II,  86. 

Servet,  Miguel,  I,  217,  245,  247;  II,  270,  361,  452, 

489. 
Setchenoff,  Ivan  Michailovich,  II,  169, 170,  196. 
Sethe,  Kurt,  I,  42. 
Sever,  Jame3  W.,  II,  344. 
Severino,  Marco  Antonio,  I,  253. 
Severinus,  Peter,  I,  201. 
Sévigné,  Madame  de,  I,  294,  298. 
Sewall,  Henry,  II,  194,  274. 
Sextus  Placitus,  I,  105,  137. 
Shaffer,  P.  A.,  II,  183. 
Shakespeare,  Edward  O.,  II,  217,  340. 
Shakespeare,  William,  I,  16,  28,  86,  142,  202,  245, 

296,  315. 
Sharp,  Jane,  I,  283,  352,  359,  413. 
Sharpey,  William,  II,  70,  82,  190. 
Shattuck,  George  B.,  II,  7,  273,  394. 
Shaw,  Bernard,  II,  168,  357. 
Sherrington,  Charles  Scott,  I,  248;  II,    82,  169, 

170,  171,  191. 
Shew,  Joel,  II,  295. 
Shiga,  Isagiyoi,  I,  63;  II,  215,  329. 
Shippen,  William,  I,  400,  401,  402,  435. 
Shonkoff,  I,  282. 
Short,  A.,  I,  59. 
Shrady,  George  F.,  II.  394. 
Sibson,  Francis,  II,  24. 
Sicard,  Arthur,  II,  337. 
Sicard,  Cucurron,  Abate,  I,  371. 
Siculo,  Diodoro,  I,  44,  45. 
Sichel,  Jules,  II,  244. 
Sidgevick,  II,  191. 
Sidney,  I,  245. 
Sidrophel,  I,  293. 
Siebold,  von  Carl  Caspar,  II,  241. 
Siebold,  von  Carl  Theodor,  II,  70. 
Siebold,  von  E.  Caspar,  I,  356,  357,  421,  428. 
Siedentopf,  II,  199. 
Siegeberto,  I,  181. 
Siegemundi,  Justine,  282. 
Sierra.  II,  419. 
Sierra,  Bartolomé,  II.  466. 
Sierra,  Salvino,  II,  471. 
Sigault,  Jean-Reno,  I,  356,  357. 
Sigkorelli,  Luca,  I,  209. 
Silberberg,  II,  349. 
Siles,  II,  329. 
Silio  Itálico,  II,  417. 
Silvático,  Giambattista,  I,  203. 
Silóniz,  II,  472. 

Simarro  y  Lacabra,  Luis,  II,  504. 
Simmons,  George  H.,  II,  393. 
Simon,  Gustav,  II,  111,  114,  115,  131,  229,  236. 
Simon,  Sir  John,  II    298,  387. 
Simon,  Max,  I,  105. 
Simon,  Theodore,  II,  325,  485. 
Simone  de  Cordo,  I,  157. 
Simone  de  Covinos,  I,  182. 
Simpson,  Sir  James  Young,  II,  126,  129,  138, 

241.  242. 


6C8 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Sims,  James  Marion,  II,  118,  124,  127,  130,  131. 

132;  II,  236,  345. 
Singer,  Charles.  I,  1,  2,  3,  141,  176,  180,  203,  208, 

254.  394;  II,  301. 
Singer,  Dorothea,  I,   183,  197. 
Singlenton,  I,  298. 
Sinkler,  Warton,  II,  274,  283. 
Siret,  II,  414,  415. 
Skene,  Alexander  J.  C,  II,  239. 
Skipton,  I,  279. 

Skoda,  Josef,  II,  3,  28,  31,  32,  33,  37,  39,  364,  367. 
Sladen,  Frank  J.,  II,  270. 
Sloane,  -Sir  Hans.  I,  175,  379,  397.  417,  418,  419, 

420,  426,  431. 
Slocker,  II,  472,  495. 
Slye,  Maud,  II,  206. 
Smart,  Charles,  II,  124,  338. 
Smellie,  William,  I,  353,  354,  356,  428,  435;  II, 

241. 
Smith,  Albert,  II,  363. 
Smith,  D.  E.,  I,  205. 

Smith,  Grafton  Elliot,  I,  4,  7,  41,  46,  75,  360. 
Smith,  Graham,  II,  330. 
Smith,  Henry,  II,  328.  352. 
Smith,  James,  I,  399. 
Smith,  Nathan,  II,  119..  122,  124,  128. 
Smith,  Nathan  Ryno,  II,  124. 
Smith,  Robertson,  I,  24. 
Smith.  Stephen,  II,  387. 

Smith,  Theobald,  II,  212,  215,  216,  220,  221,  330. 
Smollett,  Tobias,  I,  353,  409,  410. 
Smyth,  Andrew  Woods,  II,  120,  122. 
Snape,  Andrew,  I,  279. 
Snellen,  Hermann,  II,  244. 
Snow,  John,  II,  299,  387. 
Sobotta,  Johannes,  II,  142,  155. 
Sohral,  Francisco,  II,  457. 
Socin.  Augu3te,  II,  230. 
Soden,  John  Smith,  II,  102. 
Soederstrom,  II,  182. 
Soemmering,  von  Samuel  Thomas,  I,  267,  335, 

346,  347,  848,  :r>0,  357,  379,  393. 
SoHngen,  Cornelius,  I,  284,  288. 
Soli-Cohen,  Jacob,  II,  250. 

)hen,  Salomón,  I,  345. 
Solon,   I,  47. 

Soüeyeel,  J.  de,  I,  277,  279. 
SoUnunn,  Toreld,  n,  293. 

i  iriva,   Giorgio,    I,    184. 
S  ■  > :  1 1  Ti  i  •  r,    Itob.-rt.    I, 

I  i.     Voblr,    I,    124. 
I  i  00,    105,    10'J     I  L2, 

L92. 
Soror,    I,    170. 

i.    II,    601. 

Both,  i 

re         :  i 
Boabdraa    Bogéne,  n,  M,   L26. 

"i,    B  lm  nil.    1 1,   271,   376. 
',     Mnitm'.    I.    :J50. 
South,  John   Flint,   II,   2-1,   101,   301. 


Southey,  Robert,  I,  414. 

Soxhlet,  Franz,  II,  199. 

Spach,  Israel,  I,  226. 

Spadara,  Mi  ceo.  I,  317. 

Spagna,  G.,  I,  242. 

Spalteholtz,  Werner.  II,  141,  270. 

Spallanzani,  Lázaro,  I,  335,  336.  337,  338;  II, 

87,  152. 
Spencer,  Herbert,  I,  119,  261;  II,  135,  136,  140, 

141. 
Spengler,  Carl,  II,  221,  337,  380. 
Spiegelberg,  Otto,  II,  241. 
Spieghel,  van  Adrian,  I,  253,  254,  277. 
Spigelius,  I,  218,  253. 
Spinoza,  Baruch,  I,  132,  245.  286,  321. 
Spirat,  Ch.  D.,  I,  57. 
Spitzka,  Edward  A.,  II,  142. 
Spivak,  Charles  D.,  II,  274,  302,  306. 
«Spot»,  I,  35. 
Spreckels,  II,  369. 
Sprengel,  Christian  Conrad,  I,  349,  372,  394,  895; 

II,  445. 
Sprengel,  Kurt,  I,  99,  160;  II,  206. 
Spurzheim,  Johann  Caspar,  II,  166. 
Ssoboleff,  Leonid  Vasilievich,  II,  319. 
Stacke,  Ludwig,  II,  251. 
Stadelmann,  Ernst,  II,  183,   199,  263,  290. 
Stahl,  Georg  Ernst,  I,  132,  277.  318,  324,  325, 

341,  357,  367,  388,  420;  II,  31. 
Stair,  Conde  de,  I,  384. 
Stamm,  I,  243. 
Standifort,  II,  241. 
Stanley,  Edward,  II,  277. 
Stannius,  Hermann,  II,  190. 
Starcovici,  II,  330. 
Starling,   Ernest  Henry,  II,   136,  178,  200,  318. 

320. 
Starr,  Allan,  II,  274. 
Starr,  Louis,  II,  273. 
Stearns,  John,  II,  241. 
Stedraan,  Thomas,  II,  394. 
Steel,  II,  330. 
Steen,  Jan,  I,  311. 
Stefano,  I,  209. 
Steffens,  II,  28. 
Steger,  F.  J.,  II,   151. 
Steher,  Barthol,  I,  184,  192. 
Steiger,  IT,    199. 
Stein,  Georg  Wilhelm,  II,  241. 
Stein,  Stanhlav,   II,  241,  251. 
Steinhcim,  Salomón  Levi,  II,  275. 
Stelnsohnelder,  tforita,  i.   L28,  153;  II,  302. 
Btelnthal,    Martin,    If,  275. 
Stellwag  von  Carlon,  Carl,  II,  38,  244. 
Stengel,   Ufre,  m,  200,  274. 
Stensen,  Niels    II,  23. 
Stephen,  n,  188. 

Btephanus,  0.  BL,  l.,  98,  209,  221,  226,  253. 
Stephen,  LeiUe,  I,  414. 
Stephenson,  Thomas,  I,  322;  II,  297 
Sternberg,   Goorgo   Mlllrr,    If,   338,   215,   217. 


ÍNDICE     DE     NOMBRES    PERSONALES 


609 


Sterlirt  Maxwell,  William,  I,  215. 

Sterne,  Laurence,  I,  36,  409. 

Steno,  Nicholaus,  1,  252,  26G,  270,  271. 

Stevens,  Johanna,  I,  35,  412;  II,  153. 

Stevens,  William,  II,  102. 

Stewart,  Alexander  Patrick,  II,  43. 

Stewart,  Arthur,  II,  44. 

Stewart,  Charles,  I,  393. 

Stewart,  George  Neil,  II,  194,  200. 

Stich,  Adolph,  II,  274. 

Stichler,  C,  I,  309. 

Stickler,  Georg,  I,  3,  127,  183,  317;  II,  302. 

Stieda,  L.,  1,  312. 

Stiles,  Charles  Wardell,  II,  329. 

Still,  George  Frederick,  II,  269. 

Stillé,  Alfred,  II,  45,  206,  271. 

Stillé,  Moretón,  II,  301. 

Stilling,  Benedickt,  II,  174,  128. 

Stillmann,  J.  M.,  I,  200. 

Stimson,  Lewis  A.,  II,  235,  238. 

Stirling,  William,  I,  5,  250,  256;  II,  78,  190,  200. 

Stockmann,  Frank  J.,  I,  5. 

Stoerck,  Antón,  I,  387,  413,  420. 

Stokes,  Sir  George  Gabriel,  II,  196,  337. 

Stokes,  Whitley,  I,  428;  II,  15,  28. 

Stokes,  William,  II,  16,  17,  18,  364. 

Stoll,  Maximilian,  I,  372,  388,  394,  433;  II,  4. 

Stone,  Richard  French,  II,  303. 

Story,  Julián,  II,  361. 

Stoughton,  I,  413. 

Stradunus,  I,  240. 

Strabo,  Walafrid,  I,  137. 

Stratz,  Carl  Heinrich,  II,  142. 

Straub,  Paúl  F.,  IT,  342. 

Strecken  Adolf,  II,  86,  179,  183,  198. 

Streeter,  Edward  C,  I,  3,  148,  203,  209. 

Stringham,  II,  377. 

Strigler,  B.,  I,  178. 

Strieker,  Salomón,  T,  127;  II,  206. 

Strieker,  W„  I,  2 d 8. 

Strong,  Nathan,  II,  41. 

Stromeyer,  Georg  Friedrich  Louis,  I,  284,  399; 
II,  90,   106.  Ill,   113.   114. 

Strümpell,  II,  30,  41,  281. 

Sturm,  J.  C.  F.,  II,  351,  352. 

Suárez,  II,  448,  452. 

Sudhoff,  Karl,  I,  1,  2,  3,  4,  27,  42,  45,  47,  51,  87, 
92,  100,  106,  112,  115,  136,  138,  139,  140,  144, 
150,  156,  158,  166,  167,  168,  175,  176,  180,  181, 
183,  184,  185,  186,  191,  192,  193,  194,  197,  200, 
202,  206,  207,  208,  210,  211,  243,  244,  280,  288, 
426;  II,  302,  303,  304,  354,  355. 

Sudhoff,  Walter,  I,  206,  207. 

Suender,  II,  482. 

Süssmilch,  Johann  Peter,  I,  332,  333,  432. 

Susruta,  I,  57. 

Sutton,  Daniel,  I,  397,  434. 

Sutton,  Thomas,  II,  42,  265,  275. 

Swammerdam,  Jan,  I,  253,  255,  256,  266,  278, 
288. 

Swann,  Joseph,  II,  169. 

Historia,  de  la  Medicina.  -T.  II. 


Swedenborg,  I,  321. 

Swieten,  van  Gerard,  I,  63,  328,  329,  384,  387, 

393,  418,  427,  435;  II,  285. 
Sweynheyn,  Conrado,  I,   188. 
Swinburne,  Algernon  Charles,  I,   171,  299,  320; 

II,  326. 
Sydenham,   Thomas,  I,  84,  116,  158,  185,  274, 

275,  276,  277,  288,  297,  298,  299,  300,  314,  317, 

318,  380,  435;  II,  18. 
Sylvester,  Joseph,  II,  2. 
Sylvius,  Franciscus,  I,  249,  266. 
Sylvius,  Jacobus,  I,  213,  214,  21 8;  261,  288,  289, 

318. 
Syme,  James,  II,  90,  95,  96,  97,  126,  221,  222. 
Symons,  Arthur,  I,  30. 


Tácito,  I,  161. 
Tacher,  I,  399. 
Thaddeus,  Florentinus,  I,    138,  153,  158.  (Véa»e 

Alderotti.) 
Tagliacozzi,  Gasparo,  I,  59,  224,  236. 
Tait,    Robert   Lawson,  II,    133,    223,   237,    238, 

239. 
Takamine,  Jokihi,  II,  319. 
Tanquerel  des  Planches,  L.  T.,  II,  297. 
Talbot,  II,  183. 
Tanzi,  E.,  II,  287. 
Tardieu,  Auguste-Ambro'ise,  II,  301. 
Tarnier,  Etienne,  II,  240. 
Tauber,  G.,  II,  244. 
Tavernier,  I,  301. 
Tawara,  S.,  II,  321. 
Tay,  Waren,  II,  283. 
Taylor  Brothers,  I,  414. 
Taylor,  Caballero,  I,  408,  411,  412. 
Taylor,  E.  W.,  II,  272. 
Taylor,  James  Madison,  II,  296. 
Taylor,  John,  I,  411,  412. 
Taylor,  Robert  William,  II,  289. 
Teale,  Thomas  Pridgin,  II,  5,  101,  102. 
Teichmann,  L.,  II,  87. 
Teichmeyer,  Hermann  Friedrich,  I,  394. 
Teijeiro,  Maximino,  II,  471,  496,  497. 
Telesphorus,  I,  73. 
Telford,  Alexander,  II,  44. 
Teniers,  I,  309,  310,  311,  320. 
Tennant,  John,  I,  300,  400,  420. 
Tennyson,  Alfred,  I,  30. 
Tenon,  Jean-Baptiste,  I,  429. 
Teodorico,  I,  21,   141,   142,  145,  168,  185. 
Terborch,  G.,  I,  320. 
Terrier,  Louis-Felix,  II,  230. 
Terrillon,  II,  344. 
Tesla,  II,  2. 

Testut,  Jean-Léo,  II,  142. 
Thacher,  James,  I,  285,  401;  II,  302,  303. 
Thacher,  Thomas,  I,  313. 
Thackeray,  William  Makepeace,  II,  27,  362. 
Thackrah,  Charles  Turner,  II,  24,  297. 

80 


610 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Thales  de  Mileto,  I,  75. 

Thaon,  Louia-Albert,  II,  207,  254,  285. 

Thayer,  William  Sidney,  II,  270. 

Theden,  J.  C.  A.,  I,  421,  424,  425. 

Theiler,  II,  330. 

Themison,  I,  95. 

Thenard,  II,  179. 

Theodoro  Prisciano,  I,  105. 

Theodorus,  Magister,  I,  139. 

Theophilus  Protospatharius,  I,  111,  140. 

Theophrastus  de  Erecos,  I,  19,  20,  90,    91,    98. 

Thevet,  Andre,  I,  203. 

Thierf elder,  Johann  Gottlieb,  II,   178,   206,  302. 

Thiersch,  Karl,  II,  205,  224,  227. 

Thiéry,  Francois,  I,  391,  393. 

Thillage,  II,  303. 

Thlry,  Ludwig,  II,  188. 

Tholde.  Johann,  I,  199. 

Thomas  de  Cantimpre,  I,  142,  156. 

Thomas,  Henry  M.,  II,  274. 

Thomas,  N.  W.,  I,  24. 

Thomas,  Theodore  Gaillard,  II,  133,  239. 

Thomas,  W.  T..  I,  14;  II,  141. 

Thomasius,  Christian,  I,  288. 

Thompson,  W.  Gilman,  II,  297,  386. 

Thomsen,  Julius,  II,  50,  285. 

Thomson,  Adam,  I,  399. 

Thomson,  Benjamin,  I,  419. 

Thomson,  C.  T.  S.,  I,  102. 

Thomson,  Sir  Henry,  II,  229. 

Thomson,  J.  J.,  II,  2. 

Thomson,  William,  II,  20,  31,  249,  284. 

Thoreau,  Henry  David,  1,  259,    111;  II,  296. 

Thorington,  James,  II,  249. 

Thorpe,  Sir  Edward,  I,  292. 

Thoth,  Hermes  Trismegiato,  I,  42,  41,  293. 

Thouret,  I,  399. 

Thucidkies,  I,  09. 

Thuilller,  I,  277. 

Thurn  y  Taxis,  von  Franz,  I,  288. 

Thurnheysser,  Leonard,  I,  205,  252. 

Tlchomiroff,  A.,  II,  317. 

Tichy,  I,  393. 

Tiertemann,   Friodrlrh,  II,  73,   88. 

Tleopolo,  I,  409. 

TIgentedt,   Robert,  il,  164,  200. 

Til'-'MH   von    Til.  ii.iu,   W.   G.,   1,   894, 
Tilt,   Edward  John,  II,  129. 
Tllfon,  Jam.-.    I,    loo,    101. 
Tiuióni,   Emanuel,  I,  397,  433. 

r,   I'.    I,.,   I,  846. 
Tlaeot,  Büaon-André,  i,  869,  890,  416,  418;  II,  4. 
TlsUno,  I,  216. 

Tizzoni,   d.,    II,   217,   31<). 

lot,    II,   21.   301,   X\Q. 

Toepty,  voi,  Robert,  I.  160;  n,  142. 

k.   von   Anr.l,    II,    141. 
Toft,    M.m  i,    I,    ; 

.    II,    1  II 
,    132. 


Toloaa  Latour,  II,  495,  499. 

Tomaselli,  II,  349. 

Tomaso,  I,  158. 

Tommasi-Crudeli,  Corrado,  II,  264. 

Tommasi,  Salvatore,  II,  264. 

Tom  Sawyer,  I,  108. 

Tomás  de  Aquino,  Santo,  I,  156. 

Toner,  Joseph  Meredith,  I,  314;  II,  301. 

Tonnant,  H.  M.  S.,  II,  102. 

Tooth,  Henry  Howard,  II,  279. 

Topinard,  Paúl,  II,  109.  140. 

Torella,  Gaspar,  I,  184;  II,  494. 

Torney,  George,  H.,  II,  341. 

Toro,  Cayetano  de,  II,  501. 

Toro,  Luis  de,  II,  440. 

Torre,  Giacomo  della,  I,  158. 

Torre,  Marco  Antonio  della,  I,  209. 

Torremocha,  II,  494. 

Torres  de  Villarroel,  Diego,  II,  455. 

Torricelli,  I,  261. 

Torrigiano  di  Torrigiani,  I,  158,  167. 

Tortsbat,  I,  216. 

Torti,  Francisco,  I,  298,  391. 

Tournefort,  Joseph-Pitton  de,  I,  260. 

Tournemiers,  Jean  de,  I,  158,  159. 

Toynbec,  Joseph,  II,  251. 

Tradescant,  John,  I,  313. 

Tragus.  (Véase  Bock.) 

Trail  y  Mann,  I,  318. 

Trail,  Rusell  Thacher,  II,  295. 

Traube,  Isidor,  I,  127;  II,  199. 

Traube,  Ludwig,  II,  190,  205,  206,  255,  256,  257, 

366,  367. 
Traube,  Moritz,  II,  199. 

Travers,  Benjamín,  II,  5,  92,  93,  94;  II,  244. 
Trélat,  Ulysse,  II,  230. 
Trembley,  Abraham,  I,  338. 
Trendelenburg,  Friedrich,  II,  239. 
Treuholme,  E.  H.,  II,  133. 
Treviranus,  II,  28. 
Treveris,  Peter,  I,  230.    • 
Treves,  Sir  Frederick,  II,  142,  232. 
Triairie,  Paúl,  II,  9. 
Tripler,  Charles  S.,  II,  342. 
Trommer,  II,  86,  274. 
Trommsdorf,  J.  B.,  I,  428. 
Trolsch,  II,  251. 

Tronchin,  Theodore,  I,  390,  393,  418. 
Trotter,  Thomas,  I,  385,  394. 
Trotóla,  I,   140. 
Trousseau,   Armand,   I,   158;   II,   9,    12,    17,   21, 

250,  252,  253,  304,  367. 
Trudeau,  Edward  Livingston,  II,  380. 
Trujillo,  II,  466. 
Tachennak,  11,  309. 

TschiTCh,  A.,  I,  3,  173,  227,  243,  279,  301;  II,  292. 

i  uddldea,  i,  69. 

Tiir.k,    Ludwig,   H,  38,  249. 

Tuffior,  Theodore,  n,  344. 

Ink.-,   Daniel   Hack,  II.  286,  3«3. 
Tuk«,  William,  I,  431. 


ÍNDICE     DE     NOMBRES     PERSONALES 


611 


Tulp,  Nicolás,  I,  277,  289;  II,  26. 

Turgenieff,  Ivan,  I,  129;  II,  118,  363. 

Turquet  de  Mayerne,  Theodore,  I,  288,  302. 

Turner,  Daniel,  I,  434. 

Turner,  Sir  William,  I,  230;  II,  143. 

Turubull,  L.,  II,  251. 

Turró,  II,  494. 

Tweedy,  F.,  I,  163. 

Twining,  William,  II,  25. 

Twitchell,  Amos,  II,  121. 

Tylor,  Sir  Edward   B.,  I,  31,  325;  II,  140,  141. 

Tyson,  Edward,  I,  254. 

Tyson,  James,  II,  271. 

Tyzcer,  E.  E.,  II,  206. 


Uexkiill,  von  J.,  II,  164. 

Uffelmann,  J.,  II,  297. 

Uffenbach,  Peter,  I,  280,  284. 

Uhle,  P.,  II,  206. 

Uhlenhuth,  II,  301. 

Ulecia  y  Cardona,  Rafael,  II,  499. 

Ulrich,  von  Hutten,  I,  192. 

Ulrich,  von  Lichtenstein,  I,  171. 

Ulsenius,  Theodoricus,  I,  183,  184,  241. 

Ullmann,  II,  350. 

Underwood,  Michael,  I,  394,  432. 

Unna,  Paul  Gerson,  I,  127;  II,  289,  294. 

Ure,  Alexander,  II,  85. 

Urraca,  II,  472. 


Ursus,  I,  140. 
Uruñuela,  II,  501. 
Ustariz,  II,  495. 
Uitimovich,  C,  II,  187. 


Vaillard,  II,  295. 

Valdés,  I,  230. 

Valencia,  Pedro,  II,  452. 

Valem,  Vettius,  I,  94. 

Valentín,.  Basilio  J.  Thoelde,  I,  199,  200. 

Valentin,  Gabriel  Gustav,  II,  60,  68,  199. 

Valentiner,  Wilhelm,  II,  92,  179. 

Valentini,  Michael  Bernhardt,  I,  394. 

Valerio,  Galli,  II,  330. 

Valero  Tabas,  Juan,  II,  434. 

Valescu3  de  Taranta,  I,  26,  27,  155,  159. 

Valot,  I,  302. 

Vals,  Juan,  II,  427. 

Valsava,  Antonio  Maria,  I,  346,  370. 

Valverde  de  Amusco,  Juan,  I,  216,  221;  II,  431, 

489. 
Valla,  G.,  I,  205. 
Valles,  Francisco,  I,  191;  11,^442,  443,  445,  446, 

447,  448, 
Vallismieri,  Antonio,  I,  260. 
Van  Beneden,  Edouard,  II,  153,  155. 
Van  der  Gucht,  I,  360. 


Van  Gehuchten,  II,  142,  149. 

Van  Linschoten,  Jan,  I,  301. 

Van  Valckert,  W.,  I,  290. 

Vaquez,  Henri,  II,  255. 

Varignana,  I,  142,  238. 

Varnhagen,  Rahel,  II,  326. 

Varolio,  Costanzo,  I,  220,  221. 

Varrier- Jones,  P.  C,  II,  365. 

Varron,  I,  95. 

Vasari,  I,  209. 

Vasco  de  Taranta,  II,  428. 

Vassale,  Giulio,  II,  319,  320. 

Vater,  Abraham,  I,  347. 

Vaughan,   Victor  Clarence,  1,   245,   355;   II,  89, 
199,  217,  219,  220,  340,  377,  394. 

Vaugnion,  I,  285. 

Vedder,  Edward  B„  II,  341. 

Vega,  Cristóbal  de,  II,  440. 

Vegetius,  I,  111. 

Veit,  Johann,  II,  239. 

Velasco,  Diego,  II,  459,  461,  465,  492, 

Velazquez,  Andrés,  II,  442. 

Velazquez  de  Castro,  II,  497. 

Velazquez,  Diego,  1,  245,  319,  321, 

Velpeau,  Alfred- Armand-Louis-Marie,  I,  158;  II, 

9,  90,  105,  106,  107,  141,  239,  241,  472,  484. 
yelschius,  G.  H.,  I,  217. 
Vendrell  de  Pedralves,  II,  466. 
Venel,  Jean-André,  I,  358,  428. 

Venerable,  Pedro  el,  II,  423. 
Vera,  Jaime,  II,  495,  504. 
Verhoeven,  Abraham,  I,  287. 
Verneuil,  Aristide-Auguste,  II,  229. 
Verney,  II,  168. 
Verocchio,  I,  209. 
Veronese,  Paolo,  I,  242. 

Vesalio,  Andrés,  I,  56,  85,  101,  103,  104,  117,  198, 
208,  213,  214,  215,  216,  217,  218,  219,  220,  221, 
230,   233,    235,   236,   240,    247,  252,   351,   373; 
II,  343. 
Verworn,  II,  200. 
Vesling,  Johann,  I,  251. 
Vetch,  John,  II,  244. 
Vicary,  Thomas,  I,  198,  221,  239. 
Vicillard,  C,  I,  146. 
Vicq  d'Azyr,  Félix,  I,  349. 
Vidius.  (Véase  Guidi.) 
Vierodt,  Karl,  II,  190,  199,  274. 
Vieussens,  Raymond,  I,  252,  267,  288,  289;  II,  18. 
Vieusseux,  Gaspard,  II,  46. 
Vigo,  Giovanni  di,  I,  222,  224,  298. 
Villa,  Juan,  II,  428. 
Villanova,  Arnaldo  de,  I,  118,  139,  154,  155,  168, 

179,  205;  II,  424. 
Villarreal,  F.,  I,  243;  II,  441. 
Villars,  I,  145. 
Villaverde,  II,  465. 
Villemin,  Jean-Antoine,  II,  252,  254. 
Villena,  Melchor  de,  II,  440. 
Villon,  F.,  I,  369. 
Vinci,  Leonardo  da,  I,  187,  209,  212,  230,  232. 


612 


HISTORIA    DE     LA     MEDICINA 


Vindaciano,  I,  136. 

Vindicianus  Afer,  I,  105. 

Vines,  II,  191. 

Viñals,  H,  490. 

Virchow,  Rudolf,  I,  39,  40,  170,  171,  172,  184, 
271,  325,  365,  373;  II,  3,  29,  30,  33,  34,  38, 
39,  47,  49,  55,  58,  61,  63,  123,  124,  140,  141, 
143,  146,  147,  148,  199,  200,  201,  202,  203,  204, 
206,  256,  296,  297,  301,  303,  3GG,  367.  369,  387. 

Virgilio,  I,  4. 

Virgili,  Pedro,  460,  461,  462. 

Vituvius,  I,  94. 

Vives,  Luis,  II,  448,  452,  454. 

Voegtlin,  Cari,  II,  320. 

Voltolini,  Rudolph,  II,  250. 

Vólter,  Christoph,  I,  282. 

Vitry,  Jacques  de,  I,  242. 

Vogel,  R.  A.,  I,  326,  372. 

Vogtherr,  G.,  I,  127. 

Vogtherr,  Heinrich,  I,  206. 

Vort,  von  Karl,  II,  177,  181,  182,  196,  296. 

Volkmann,  Alfred  W.,  II,  169,  190. 

Volkrnann,  Richard,  H,  224,  227. 

Voltar,  Alessandre,  I,  322,  341. 

Voltaire,  I,  321,  434;  II,  25. 

Voltolini,  Rudolph,  II,  250. 

Vouet,  Simón,  I,  319. 

Vries,  Hugo  de,  II,  135,  155,  309,  310. 

Vulpian,  E.  F.  A.,  II,  77,  165,   179,  185,  277. 


VV 


Wade,  John  Peter,  II,  25,  26. 

Waechtlin,  Johann,  I,  208. 

Wagler,  I,  433. 

Wagner,  Clinton,  II,  250,  256. 

Wagner,  Ernst,  II,  206,  289. 

Wagner,  Richard,  I,  11. 

Wagner,  Rudolf,  II,  59,  199. 

Walcher,  Gustav  Adolf,  II,  243. 

Walderaburg,  I,  344. 

Waldeyer,  Wilhelm,  II,  57,  142,  143,  149,   L55, 

215. 
Waldstein,  Charles,  I,  81. 
Wale,  Jan  de,  I,  249. 
Walpole,  Horacio,  I,  412. 
Walsh,  James  J.,  I,  41,  106,  14.".,  it;,  149,  151, 

ir,:>,  168,  170,  235,  263,  302;  11,  302,  359,  395. 
WaNh.   John,    1,   341. 

Walter,  Frtodrich,  I 

Walter,    Phlttpp    Franz,   II,  244,  315. 
Walton,  John,   I,  400. 

WaDaoe,  Alfred  ftuseell,  u,  134    136, 

Walla--.    William,    II      10. 

Waller,  tagnetus  Destaré,  n,  200,  821,  322. 

Waller,  AuKustu*  Volnoy,  II.   148,    I  65,    L66,   L09, 

174. 
Wallh-h     V  .    |  ; 

:.  246,  285. 
Wandelaer,  Jan,  I,  351. 


War,  John,  II,  275. 

Warburton,  Lord,  II,  51. 

Ward,  Joshua,  I,  35,  408,  412. 

Ward  Richardson,  B.,  I,  20. 

Wardrop,  James,  I,  358;  II,  100,  101,  244. 

Ware,  John,  I,  4,  35;  II,  42,  40. 

Waring,  Edward  John,  II,  26. 

Waring,  George  E.,  II,  387. 

Warren,  John,  I,  367,  401;  II,  118. 

Warren,  John  Collins,  II,  90,  118,  119,  123,  125, 

126,  394. 
Warren,  Jonathan  Mason,  II,  90,  123. 
Warren,  Samuel,  II,  90,  171,  363. 
Washington,  George,  I,  401. 
Wassermann,  August,  II,  331,  334. 
Waterhouse,  Benjamin,  I,  399. 
Wateson,  George,  I,  203. 
Wathen,  Jonathan,  I,  370. 
Watson,  Irving  D.,  II,  303. 
Watson,  Robert  and  William,  I,  394. 
Watson,  Sir  Thomas,  II,  24. 
Watt,  James,  I,  322,  344;  II,  304. 
Watteau,  I,  408. 
Webb,  Allan,  II,  25. 

Weber,  Eduard  Friedrich,  II,  73,  79,  80,  169. 
Weber,  Ernst  Heinrich,  II,  73,  78,  80,  169,  171. 
Weber,  F.  Parkes,  II,  169.  303. 
Weber,  Hermann,  II,  162,  251,  285. 
Weber,  Wilhelm  Eduard,  II,  79,  80,  81. 
Webster,  John  ^Clarence,  II,  239. 
Webster,  Noah,*I,  400;  II,  302. 
Wecker,  Louis,  II,  249. 
Wecker,  F.  F.,  I,  227. 
Wechel,  Christian,  I,  206. 
Wechsberg,  F.,  II,  336. 
Wedensky,  N.  I.,  II,  164. 
Wedder,  Ed.  B.,  II,  294. 
Weeks,  John  ¿E.,'  II,  249. 
Weierstrass,  II,  2. 
Weichselbaum,  Antón,  II,  206,  215. 
Weidembach,  II,  275.     \ 
Weikard,  M.  A.,  I,  327. 
Weigert,  Karl,  I.  127;  II,  205. 
Weil,  Theodor,  II,  199. 
Weinberger,  II,  101.  | 

Weininger,  Otto,  II,  325. 
Weir,  Robert  P.,  II,  235. 
Weismann,  August,  II,  138,  139,  149,  153,  156, 

313. 
Welch,    William   Henry,  I,  2,  60,   406;   II,   125, 
206,  212,  215,  219,  330,  369,  370,  377,  378, 
394,  398. 

Weldon,  n,  140. 
Welsch,  Gottfried,  I,  278,  284. 
Wellmann,   Max,   I,  3,  94,  95,  97,  99,   109.  110; 
II,   303. 

Wells,  Horace,  n,  125. 
Welle,  Sir  Thomas  Spencer,  II,  236,  128. 
Wells,  William  Charlee,  II,  2,  20,  23,  46,  86. 
Wendover,   Richard.   (Véase    ltlcarduB   Angllcut, 
I,  150.) 


índice    de    nombres   personales 


613 


Wendt,  Ad„  II,  08. 

Wenzel,  Cari,  II,  241. 

Wepfer,  Johann  Jacob,  I,  277. 

Werdnig,  Guido,  II,  285. 

Werlhof,  Paul  Gottlieb,  I,  388,  389,  393,  407, 

418. 
Wernert,  P.,  II,  419. 
Wernicke,  Carl,  II,  141,  285,  286. 
Werth,  Richard,  II,  239. 
Wertheiin,  Ernst,  II,  238,  239. 
Wesley,  John,  I,  231,  420. 
Wessely,  Karl,  I,  42. 
West,  Charles,  II,  268. 
Westermarck,  Edward,  II,  141. 
Westphal,  Carl  F.  O.,  II,  171,  281,  383. 
Weszprérai,  Stephan,  I,  226. 
Weydiz,  Hans,  I,  226. 
Weyer,  Johann,  I,  187,  226;  II,  128. 
Weyl,  Theodor,  II,  297. 
Wharton,  Edith,  I,  215. 
Wharton,  Francis,  II,  301. 
Wharton,  Thomas,  I,  251. 
Wheatstone,  Sir  Charles,  II,  244. 
Wheeler,  Claude  L.,  II,  394. 
Whewell,  II,  244. 

White,  Charles,  I,  353,  356,  359,  360;  II,  35. 
White,  Gilbert,  I,  25. 
White,  S.  Pomeroy,  II,  122. 
White,  William  A.,  I,  5,  27,  102,  287,  328;  II,  102, 

287,  288,  328. 
Whitman,  Charles  Otis,  II,  153,  155,  314. 
Whitman,  Walt,  II,  296,  326,  394. 
Whytt,   Robert,  I,  340.   341,  342,  393;  II,  81, 

169,  274. 
Wickersheimer,  Ernst,  I,  3,  150,  166,  305,  422; 

II,  303. 
Wichmann,  Johann  Ernst,  I,  388,  389,  394,  418; 

II,  289. 
Widal,  Ferdinand,  II,  215,  219,  337,  338,  341. 
Widmann,  J.,  I,  184,  192,  205. 
Wiedemann,  E.,  I,  121. 
Wiedersheim,  Robert,  II,  146,  145. 
Wigan,  I,  99. 
Wight,  R.,  II,  26. 

Wilde,  Sir  William,  II,  101,  141,  251. 
Wilder,  R.  M.,  II,  329. 
WilMns,  I,  278j 
Wilks,  Sir  Samuel,  I,  259;  II,  20,  22,  206,  265, 

266,  267,  288,  301. 
Willan,  Robert,  I,  394;  II,  14,  15,  35. 
Willemin,  J.  A.,  II,  206. 
William,  I,  212;  II,  51. 
Williams,  John  Whitridge,  II,  141,  239,  241 
Williams,  Ch.  J.  B.,  II,  268. 
Williams,  H.  W.,  II,  182,  249. 
Williams..  John,  I,  416. 
Williams,  Nathanael,  Ir  399. 
Williamson,  Rev.  Wallace,  II,  225. 
Willis,  Thomas,  I,  251,  253,  260,  261,  266,  267, 

268,  271,  291,  318;  II,  43,  281. 
Willoughby,  Verner,  II,  419. 


Willstaetter,  II,  199. 

Wilson,  Edmund  Beecher,  II,  153,  318. 

Wilson,  Morgan,  II,  153. 

Wilson,  S.  A.,  Kinnear,  II,  285. 

Wilson,  Sir  W.  J.  Erasmus,  II,  142,  288,  289. 

Winslaw,  A..  II,  387. 

Winslow,  Jakob  Benignua,  I,  329,  340,^346,  435. 

Winter,  Georg,  II,  239. 

Winterbottom,  Thomas,  II,  46. 

Winternitz,  Wilhelm,  I,  376;  II,  38,  295. 

Winthington,  E.  T.,  I,  79. 

Winthrop,  John,  Jr.,  I,  313. 

Wintringham,  Clifford,  I,  263. 

Wircker,  Hans,  I,  180. 

Wirdig,  Sebastián,  I,  294. 

Wirsung,  Georg,  I,  251. 

Wiseman,  Richard,  I,  282,  296,  302. 

Wistar,  Caspar,  II,  52,  53,  369. 

Wister,  Owen,  II,  284,  285. 

Withaus,  Rudolf  A.,  II,  301. 

Withering,  William,  I,  377,  378,  420. 

Withington,  Edward  Theodore,  I,  72,  114,  117, 

133,  157;  II,  301. 
Witkowski,  I,  178. 
Wittwer,  P.  L.,  I,  395. 
Wohler,  Friedrich,  II,  2,  73,  83,  85,  86;  II,  180, 

181,  295. 
Wolcott,  Erastus  Bradley,  II,  124. 
Wolf,  Caspar,  I,  226. 
Wolff,  Caspar  Friedrich,  I,  249,  322,  331,  548; 

II,  58. 
Wolff,  Julius,  II,  205,  229,  365. 
Wolff-Eisner,  Alfred,  II,  337. 
Wolfler,  Antón,  II,  226. 
Wollaston.  William  Hyde,  I,  393;  II,  2,  23,  86, 

183,  198,  244. 
Wood,  Alexander,  II,  294. 
Wood,  George  Bacon,  II,  46,  368. 
Wood,  Horatio  C,  II,  290,  293. 
Wood,  Jones  F.,  I,  4,  46. 
Wood,  William,  II,  275. 
Woodall,  F.,  I,  385. 
Woodhead,  Sims,  II,  206,  365. 
Woodhull,  Alfred  Alexander,  II,  338,  342. 
Woodruff,  Charles  E.,  II,  341. 
Woodville,  I,  397. 

Woodward,  Joseph  Janvier,  II,  124,  838. 
Woodward,  William  C,  II,  388. 
Wooldridge,  Leonard  Charles,  II,  188,  232. 
Woolhouse,  Thomas,  I,  411. 
Wootton,  A.  C,  I,  297,  298,  414,  419. 
Worcester,  Elmwood,  II,  296. 
Wordsdorf,  II,  203,  210. 
Worm,   Oáus,  I,  260 
Wormins,  I,  249. 

Wormley,  Theodore  George,  II,  801. 
Wortley  Montagu,  Mary,  I,  17,  397.  488. 
Wreden,  von  Hugo,  I,  399. 
Wren,  Sir  Christopher,  I,  245,  267,  278,  287. 
Wright,  Sir  Almroth,  II,  218. 
Wright,  Edward,  II,  216,  218,  337. 


614 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Wright,  James  Homer,  II,  206,  330,  341,  398. 

Wright,  Jonathan,  II,  251. 

Wright,  Marmaduke  Burr,  II,  241,  243. 

Wrisberg,  Heinrich  August,  I,  347. 

Wu-Lien-Teh,  1,  61,  62. 

Wunderlich    Carl  R.  A.,  I,  326;  II,  28,  30,  302, 

365. 
Wundt,  Wilhelm,  II,  80,  141,  171;  II,  199. 
Wiirtz,  Félix,  I,  225,  236. 
Wiistenfeld,  Heinrich  Ferdinand,  I,  li8,  124;  II, 

302. 
Wyer,  Robert,  I,  148. 
Wyeth,  John  A.,  II,  371. 
Wyman,  Jeffries,  II,  53. 


Xenofonte,  I,  81. 


Yager,  I,  16. 

Yarrow.  H.  C,  I,  41. 

Yersin,  Alexandre,  II,  209,  215,  217,  342. 

Yonge,  James,  I,  282,  337. 

Young,  Hugh  Hampton,  II,  2,  215,  342. 

Young,  John  R.,  II,  87,  304 

Young,  Sidney,  II,  301. 

Young,  Thomas,  I.  368,  395,  406;  Jl,  2,  301. 


Yperman,  Jean,  I,  149. 
Yvoiri,  I,  144. 


Zacchias,  Paolo,  I,  277,  278. 

Zacuth,  II,  442. 

Zakrzewska,  Marie,  II,  382. 

Zahm,  John  Augustine,  I,  18. 

Zambeccari,  Giuseppe,  I,  280. 

Zancartis,  Alberto  de,  I,  168. 

Zaufal,  Emanuel,  II,  251. 

Zeissl,  von  Hermann,  II,  264. 

Zeissl,  von  Maximilian,  II,  264. 

Zeitblom,  B.,  I,  178. 

Zerbi,  Gabriele,  I,  209. 

Ziegler,  Ernst,  II,  206. 

Ziemssen,  von  Hugo,  II,  24,  255,  260,  277,  294, 

296. 
Zimmermann,   Johann  Georg,  I,  104,  388,  389, 

393,  407,  418. 
Zinkeisen,  I,  108. 

Zinn,  Johann  Gottfried,  I,  346,  347. 
Zoege  von  Manteuffel,  Werner,  II,  226. 
Zsigmondi,  II,  199. 
Zuckerkandl,  Emil,  II,  71,  250. 
Zuntz,  Nathan,  II,  182,  196. 
Zunzunequi,  II,  466. 
Zurriaga,  II,  471. 
Zwaardemaker,  Hendrik,  II,  200,  250. 


índice  de  materias 

(Lo  impre30  en  tipo  mayor  hace  referencia  a  lo»  datos  completos.) 


A  A  A,  Enfermedad,  I,  43. 

Abbasidas,  I,  114,  116. 

Abdomen,  cirugía  del,  II,  487. 

Aborto,  I,  105;  II,  433. 

Absorción,  I,  339,  340;  II,  57,  73-74,  178. 

Academias  científicas,  I,  286-287;  II,  423. 

Acanthosis  nigricans,  II,  289. 

Acapnia,  II,  196. 

Acariciamiento,  I,  295. 

Aceite  de  Haarlem,  I,  298. 

Aceite  de  Macassar,  I,  413. 

Acetanilida,  II,  294. 

Acetona,  II,  183,  259. 

Acetonemia,  I,  258,  259;  II,  183. 

Acido  3  oxibutírico,  II,  183,  199,  263. 

Acido  benzoico,  II,  85. 

Acido  carbónico,  I,  265,  342-344. 

Acido  fénico,  II,  222. 

Acido  hipúrico,  II,  84,  85,  291. 

Acido  nucleínico,  II,  183,  198,  291. 

Acido  tímico,  II,  198. 

Acidosis,  I,  265,  266;  II,  263. 

Acomodación,  I,  264,  368;  II,  350-352. 

Acondroplasia,  I,  47,  393;  II,  47,  275,  312. 

Acrodermatitis,  II,  289. 

Acromegalia,  I,  54,   177,  242,  409;  II,  185,   267, 

280. 
Actinomicosis,  II,  216. 
Acupuntura,  I,  18,  21,  60,  61,  63. 
Acústica,  II,  159. 

Achorion  Schoenleinii,  II,  30,  65,  66. 
Achúcarro,  método  de,  II,  506. 
Adaptación,  II,  311. 
Addison,  enfermedad  de,  II,  21-22,  185. 
Adenina,  II,  198. 
Adenoideas,  vegetaciones,  I,  242. 
Adiposis  dolorosa,  II,  282. 
Adivinación,  I,  51. 
Aeroterapia,  I,  344. 
Afasia,  I,  136,  158,  323;  II,  9,    109,    280,    282, 

285,  286. 
Afemia,  II,  109,  285. 
Afinidad  química,  I,  329. 
Aforismos  médicos,  I,  85,  86,  328;  II,  445. 
Aftas,  II,  442. 
Aftas  de  Bednar,  II,  259. 
Aglutinación,  11,  215,  337. 
Agmatina,'  II,  198. 
Agorafobia,  II,  281. 


Agrafía,  II,  286. 

Agregadores,  I,  153. 

Agua,  esterilización  del,  II,  337. 

Agua,  filtración  del,  II,  387. 

Agua  regia,  I,  125. 

Agua  Tofana,  I,  299. 

Aguas  minerales,  I,  106,  202,  205,  279,  326. 

Aguja  del  Diablo,  I,  25. 

Ahorcamiento  judicial,  I,  395. 

Aire,  hambre  de,  II,  258. 

Aire  libre,  tratamiento  por  el,  II,  379. 

Ajo,  I,  58. 

Alanina,  II,  198. 

Albuminuria,  I,  340;  II,  19,  20,  23,  262,  264. 

Albumosuria,  II,  86. 

Alcaloides,  II,  75. 

Alcantarillado,  I,  52;  II,  387. 

Alcantarillado,  purificación  del,  II,  387. 

Alcaptonuria,  I,  277. 

Alcohol,  I,  117. 

Alcoholismo,  I,  54,  149,  158,  192,  381;   II,  203, 

324,  505. 
Alejandría,  escuela  de,  I,  91,  92. 
Alexia,  II,  286. 
Alexifarmacia;  I,  92. 
Alimento  psíquico,  II,  180. 
Alimentos,  adulteración  de  los,  I,  238;  II,  388 
Alimentos,  inspección  de,  I,  166;  II,  388. 
Alimentos,  química  de  los,  I,  291;  II,  297. 
Alimentos,  proporción  centesimal  de  los,  II,  27t. 
Alimentos  sintéticos,  II,  324-325. 
Alkahest,  I,  292. 
Alma  sensitiva,  I,  324. 
Alopecia,  I,  43,  96;  II,  216,  289. 
Alquimia,  I,  124-125,  154,  157,  .199-201,  208-205, 

292-293. 
Ambliopía,  II,  246. 
Ambrina,  II,  399. 
Ambulancias  volantes,  II,  IOS. 
Amebas  parásitas,  II,  145,  340-341. 
Amebiasis,  II,  328,  329,  332. 
Amenorrea,  II,  467. 
Amencia,  II,  286. 

American  Medical  Association,  II,  392. 
Ametropia,  II,  247. 
Amilo,  nitrito  de,  II,  292,  293. 
Aminoácidos,  II,  198,  199,  323-324. 
Amiotonía,  II,  281. 
Amphimixis,  II,  340. 
Amputaciones,  I,    59,    97-98,   119,  196,  223,  226, 

280,  281,  282,    357,  366-367;    II,   95,  96,    101, 


616 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


102-103,  106,  117,  118,  122-123,  124,  222,  225, 

489. 
Amuletos,  I,  30-32,  161,  236,  295. 
Anafilaxia,  I,   398;  II,  75,  194,  215,  220. 
Anatomía,  I,  56,    57-58,   60,    61,  75,  81,  91,  99, 

102,  150-151,  197,  206-221,  228,  251-253,  289- 

290,  345-353,  357;  II,  47-55,  90,  141,  270,  427, 

430-431,  453,  457-459,  465,  470-476,  490,  494. 
Anatomía,  acta  de,  II,  51. 
Anatomía,  enseñanza  de  la,  I,  234,  345-346,  355, 

426-427;   II,   70-73,   116,   376,   429. 
Anatomía,  historia  de  la,  II,  73.  142,  144. 
Anatomía  artística,  I,  4,  212,    213;    II,    52,   81, 

141-142,  434,  481. 
Anatomía  comparada,  I,  90,  140,  228,  253-254, 

257,  348,  349,  364;  II,  52-53,  55,  59,  144,  145- 

146,  155-156. 
Anatomía  culinaria,  I,  161. 
Anatomía  china,  I,  160. 
Anatomía  fortuita,  I,  220. 
Anatomía  normal,  I,  215,  347-348. 
Anatomía  patológica,  II,  432. 
Anatomía  quirúrgica.   I,   346;    II,    107.    141-142, 

496-497 
Anatomía  sacrificial,  I,  161. 
Anatómicas,  ilustraciones    II,  430-432. 
Anatómicos,  anfiteatros,  I,  151,  234,  290,  426-427. 
Anatómicos  españoles,  II,  429-434,  457-459. 
Anemia,  II,  206. 

Anemia  perniciosa,  II,  21,   145,  206,  271. 
Anestesia,   I,  20-21,  57,    98,  142,  147;  II,  3,  25, 

116,  118,   119,   124-127. 
Anestesia  intrarraquídea,  II,  342,  34. j. 
Aneurisma,  I,  98,   102,  110,  217,   223,   356,   358, 

364,  366,    367,    373,    391;    II,  24,  93-94,  96-97, 

100,    101,    104,   119-123,    124,    231,    264,    350, 

434,  436.  438. 
Aneurismorrafia,  II,  347,  350. 
Anfiteatros  anatómicos,  I,  151,  234,     290,     355, 

426-427. 
Angina  de  pecho,  I,  277,  379,  380;  II,  261,  292. 
Angina  pseudomembranosa,  II,  441. 
Angiokeratoma,   II,  289. 
Ángulo  facial,  I,  334. 
animismo,  I,  324-326. 
Annona,  medallas  de  la.   I,  240,  315. 
Ano   artificial,    II,    487. 

Anodasocfación,  i.  8 1    85;   n.  348. 

[,418. 
Anqollost  miad  .  n.  144,216,  284,  286,  329,  333, 
840. 

i    i-    LOO,  155,  178-179, 188;  II,  244, 
• 
antimonio,  i,  81,  2  807,  314,  382, 

antimonio,  cop  i-  de,  i,  298. 

Antipirint     II 

i     221    224,    L88   i-» 

820,  888-887. 

Anfr.  17,    km    105;    n,    59, 

L40-]  11,  80 


Antropometría,  I,  213,  254;  II,  140-141. 
Apendicitis,  I,  361;  II,  7,  23,  47,  123,  232,  2J4, 

235,  346. 
Apnea,  II,   196. 
Apoplejía,  I,  277,  374. 
Apraxia,  II,  285. 
Arabistas,  I,   138,  152-155. 
Arcanos,  I,  201. 
Archeo,  I,  200,  265. 
Area  Celsi,  I,  96. 
Area  superficial,  II,  182. 
Arginina..  II,  199. 
Aritméticos  médicos,  I,  205. 
Arma  de  fuego  heridas  de,  II.  284,  341,  399,  485. 
Ars  sphygmica,  I,  102 
Arsénico,  I,  61,  299,  405. 
Arte,  la  medicina  en  el,  II,  279,  360-362. 
Arte  moviüar,  II,  408. 
Arte  paleolítico,  II,  407. 
Arte  rupestre,  II,  408-412. 
Arterias,  II,  472. 

Arterias,  enfermedades  de  las,  II,  34,  269. 
Arterias,  ligaduras  de  las,  I,  96,  97,  98,  110,  149, 

225,  358,  364,  366;  II,  24,  90,  91-92,  93,  94. 

97,  98,  100,  102,  104-105,  111,  119-122,  347,349, 
Arterieesclerosis,  I,  351-352;  II,  254. 
Articiúaciones,  II,  81. 
Articulaciones,  cirugía  de  las,  I,  359;  II,  226,  228, 

229,  231. 
Articulaciones,  clasificación  de  las,  II,  472. 
Articulaciones,  enfermedades  de  la»/  I,  282;  II, 

96,  99. 
Articulaciones,  tuberculosis  de  lag,  IF  480. 
Artritis,  II,  344. 

Artritis  deformante,  I,  40,  46,  379;  II,  16,  202,  260. 
Artropatía  espinal,  II,  41. 
Asclepieia,  I,.  71-72. 
Ashmolean,  museo,  I,  313.^ 
Asfódelo,  I,  16-17. 
Asilos,  fundación  de,  I,  169. 
Asilos  para  ciegos,  II,  502. 
Asociación  médica  británica.  II,  391. 
Aspiradores,  II,  435. 
Astenopia,  II,  247. 

Astigmatismo,  I,  309;  II.  244,  247,  352. 
Asma.  I,  277;  II,  259. 
Asma  tímico,  II,  47. 
Astrología,  I,  27,  49-51,   124-125,  185,  191,   108- 

104,  200  201,  236,  293-294. 
Ataxia  cerebelos*,  II,  280. 
Ataxia  hereditaria,  II,  281. 
Ataxia  locomotriz,   IT,   254,  261,   265,   269,   275, 

276,  277-278,  279    281. 
Ataxia  vasomotora,  II,  321. 
Atctosis,  II,  282. 
Atletismo,  I,  81. 

Atmosfera*  confinadas,   II,  297. 

Atómica,  teoría,  i,  79,  94. 

Atrep  la,  n,  335. 

Atrofia  de  la  piel,  II,  289. 

Atrofia  muscular,   II,  49,  277,  270,  280. 


índice    de   materias 


617 


Audición,  I,  370-371;  II,  251. 

Augurios,  I,  50. 

Aurículoventricular,  fascículo,  II,  321. 

Auscultación,  II,  8,  29,  32,  270. 

Autismo,  II,  287,  328. 

Autoerotismo,  II,  327. 

Autointoxicación,  I,  201;  II,  254. 

'Automatismo,  II,  325,  450. 

Autonómico,  sistema,   I,   342;   II,   169,   192-193, 

270,  320-321. 
Autopsias,  I,  371,  373. 
Averroísrao,  I,  120-121. 
Aiúcares,  II,  323. 


B 


Bacilo  aerogenes,  II,  215,  219,  398. 

Bacilo  coli,  II,  215,  259. 

Bacteriología,  I,  254-255,  257;  II,  63,  205,  206- 

221,  335-336,  377. 
Bacteriolisis,  II,  215,  218. 
Baer,  leyes  de  von,  II,  155. 
Balas,  sonda  exploradora  para,  II,  108. 
Bañeros,  I,  309. 
Baños.  II,  420 

Baños,  médicos  de,  I,  105;  II,  466. 
Baños  carbónicos,  II,  295. 
Baños  públicos,  I,  106,  241,  308. 
Barberos-cirujanos,  I,  134,  164-165,  237,  238-239, 

303-304,  317,  357,  423-424. 
Barlow,  enfermedad  de,  II,  269. 
Battey,  operación  de,  II,  133. 
Bazo,  II,  115,  142,  191. 
Bazo/enfermedades  del,  II,  255. 
Bec  jaune,  I,  309. 
Bedlam,  I,  238,  244. 
Beleño,  I,  20,  102. 
Bell,  parálisis ^de,  II,  50. 
Benceno,  anillo  del,  II,  199.  334. 
Benedictinos,  I,  135,  137;  II,  423-424. 
Bennu,  I,  51. 

Beriberi,  I,  277;  II,  25,  26,  329,  341. 
Bertillonage,  II,  140. 
Bestiarios,  I,  137,  226. 
Bezoares,  I,  31. 
Bhang,  I,  125. 
Biberón,  I,  431-432. 
Bibliografía  médica,  I,  227,  331,  332;  II,  304-306, 

419. 
Bibliotecas  médicas,  I,  159,  167,  426,435;  II,  306, 

422,  445,  498. 
Bilharziosis,  I,  43. 
Bilirrubina,  II,  179. 
Bilis,  I,  331;  II,  62,  86,  88,  179. 
Biliverdina,  II,  179. 
Biografía  médica,  II,  303-304. 
Biología,  ir,  133-140,  308-318. 
Biometría,  II,  139-140,  311-313. 
Bioquímica,  II,  323-325. 
Bismuto,"  pasta  de,  II,  294,  342. 


Blas,  I,  265. 

Blastomicosis,  II,  216,  289. 

Bleíaroplastia,  II,  111,  478,  484. 

Bloqueo  del  corazón,  I,  374;  II,  16,  17-18,  195, 

321-322. 
Boca,  enfermedades  de  la,  II,  226. 
Bocio,  I,  110,  141,  201,  203;  II.  87,  226,  319-320, 

345-346,  347. 
Bocio,  extirpación  del,  II,  481. 
Bocio  exoftálmico,  I,  382;  II,  17,  47,  183,  246. 
Bolonia,  escuela  de,  I,  158. 
Bombas  de  gases,  II,  195,  196. 
Botánica,  I,  90-91,  98-99,  100,  157,  189-190,  195, 

226-230,  235,  255,  260,  323-324,  349,  377,  400, 

427;  II,  26,  42,  420,  427. 
Botánicos,  jardines,  I,   137.   168,  235,  289,  380, 

427;  II,  377. 
Botánicos,  médicos,  II,  455,  466. 
Boticarios,  I,  235-236,  300-301;  II,  389. 
Boticarios,  tarifas  de  los,  I,  300. 
Botiquines  del  ejército,  I,  281. 
Bower,  manuscrito  de,  I,  58. 
Braguero,  I,  155,  223,  280. 
Braidismo,  II,  26-27. 
Brephotrophia,  I,  169. 
Breslau  Codex,  I,  139. 
BrideweL,  I,  244. 

Bright,  enfermedad  de,  II,  19-20,  205,  256. 
Brill,  enfermedad  de,  II,  329-330. 
Bronce,  edad  del,  II,  417. 
Bronce,  fiebre  de  I03  fundidores  de,  II,  297. 
Bronconeumonía,  I,  276;  II,  76. 
Broncotifus,  II,  33. 
Broncotomía,  II,  462. 
Bronquitis,  II,  8. 
Brucina,  II,  75,  86. 
Brujas  de  Lancashire,  I,  294. 
Brujerías,  I,  149,  294,  314. 
Brujos,  doctores,  I,  435. 
Brunner,  glándulas  de,  I,  270. 
Brunoniana,  teoría,  I,  327. 
Buck,  extensión  de,  II,  124. 
Budd,  enfermedad  de,  II,  299. 
Bufagina,  I,  15;  II,  293. 
Burking,  II,  51. 
Bursitis  subacromial,  II,  344. 
Buzos,  enfermedad  de  lo»,  II,  176,  297. 


Cabeza,  cirugía  de  la,  II,  485-487. 

Cabeza,  heridas  de  la,  I,  88,  97,  143-144,  202. 

Cadáveres,  II,  417. 

Cadáveres,  adquisición  de,  I,  426;  II,  51,  92,  432, 

460-461. 
Cadáveres,  venta  de,  II,  51-52. 
Cadenas  laterales,  teoría  de  las,  II,  199,  334. 
Cadenas  reflejas,  II,  170-171. 
Café,  I,  21,  266. 
Calambre  de  los  escribientes,  I,  159. 


618 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Calambre,  piedra  del,  I,  25. 

Cálculos  urinarios,  I,  102,  201;  II,  2SS. 

Cálculos  biliares,  I,  158;  II,  348. 

Calefacción,  II,  296. 

Califato  occidental,  I,  119-121. 

Califato  oriental,  I,  114-119. 

Calor  animal,"  I,  .274;  II,  158. 

Calor  latente    I,  342. 

Calorimetría,  I,  92;  II,  182-183. 

Calzado  militar    II,  342. 

Callistas,  I,  310. 

Cámara  ardiente,  I,  299 

Camas  celestiales.  I,  414. 

Cáncer,  I,  141,  146,  405;  II.  142,   183,  191,  205, 

226,  300,  335,  342,  482. 
Cáncer  mamario,  II,  438. 
Cansancio~de~ la  vista,  II,  249,  284. 
Cantinas  escolares,  II,  297. 
Cáñamo  indiano,  I,  15,  20,  58,  125,  142,  388. 
Cápsula  ebúrnea,  I,  136. 
Caquexia  estrumipriva,  II,  345-346. 
Carbón  de  piedra,  productos  del,  II,  290. 
Carbono,  dióxido  de,  I,  265-342. 
Carbono,  hidratos  de,  II,  267-268, 
Carbunco,  I,  85,  117,  118,  155,  180,  318;  II,  206, 

208-209,  210,  217. 
Carceag,  II,  330. 
Cargue,  membrana  de,  II,  342. 
Caricaturas,  I,  408-409. 
Caridad  médica,  I,  168-172,  236,  417-418. 
Carne,  inspección  de  la,  I,  56-57. 
Carnot,  principio  de,  II,  2. 
Cartílago,  II,  198. 
Castración,  I,  60. 
Catarata,  I,  19,  52,  59,  63,  97,  98,  144,  145,  146, 

163,  196,  225.  367,  374;  II,  246,  248,  249,  352. 
Catártasis  ritual,  I,  17,  24. 
Catéteres,  I,  59;  II,  108. 

Cateterismo  de  la  trompa  de  Eustaquio,  I,  370. 
Catharmata,  I,  24. 
Cauterización.  I,  19,  118-119,  143,  144,  146-147 

196. 
Cáusticos,  II,  444. 
Cavernas,  gota  de  las,  I,  40,  184. 
Ceguera,  I,  30,  20f>:  II,  244-245,  379. 
Celestiales,  lechos,  I,  414. 
Celular,  división,  II,  147,  157. 
(Molar,  doctrina,  n,  493. 

Celular,  teoría,  II,  60-64,  69,  146-148,  198,  169. 
Celular,  transplantación,  II,  493. 
Celtas.'  (Véase  Piedra  tallada. ) 
(viuiitis  pelviana,  II,  239. 

Cementarlo!,  disposiciones  sobre  Ioí,  II,  386. 
muiros,    II,   380. 
.    II    l :».'{. 
Cerebelo    n    n    ir.s-ioo,  284. 
Cerebral  onmnbUaelón,  if.  L& 

I,  7'.),  01,   102,  208,  212,  216,  221,  271; 
Jl     04,    IS7,    111,  316. 

I  I    rlriik'í:i  del,    I.    18;    II,  228,  231,  348. 
C«rtbro,  ti,;  ,  del,   II,  38,  346,  261. 


Cerebro,   locaiir ación  de  la  función  en  el,   II, 

166-167. 
Cerebroscopia,  11,^244. 
Cefalorraquídeo,  líquido,  I,  Sil. 
Ceguera  de  colores,  I,  367. 
Ceguera  verbal,  II,  285. 
Cerdo,  erisipelas  del,  II,  214,  215, 
Cesárea,  I,  20,  57,  59,  97,  148,  225,  283-284;  II, 

111,  129,  239,  421. 
Cesárea  vaginal,  II,  488. 
Ciática,  I,  341. 
Cicuta,  I,  16. 
Ciencia,  II,  400,  401-402. 
Ciliar,  movimiento,  II,  68,  82. 
Cilindroeje,  II,  61,  68,  151. 
Circulación,  fisiología  de  la,  II,  185-194. 
Circulación  pulmonar,  II,  434. 
Circuncisión,  I,  7,  10,  41,  53-54;  II,  488. 
Cirugía,  I,  41,  56,  58-59,  96-97,  118-119,  165,  195- 

197,  201-202,  221-226,  236,  238,  280-283,  302, 

304,  357-367,  421-425;  II,  90-127,  221-236,  842- 

351,  427,  434,  435,  459-468,  476-504. 
Cirugía,  historia  de  la,  I,  358;  II,  101,  107,?228, 

229,  234,  436. 
Cirugía  antiséptica,  1, 141-142,  145;  II,  221-224, 

227. 
Cirugía  aséptica,  I,  87;  II,  237. 
Cirugía  de  la  Escuela  de  Salerno,  I,  137,  141,  175. 
Cirugía  de"las  heridas,  I,  141-142,  145,  148,  164, 

195-196,  225;  II,  438. 
Cirugía  española,  II,  434-439,  459-468,  476-504. 
Cirugía  experimental,  II,  107,  344,  347. 
Cirugía  fisiológica,  II,  345-349. 
Cirugía  india,  I,  56-60. 
Cirugía  medieval,  I,  133-141,  141-150,  160,'l61, 

162-165,  175-176. 
Cirugía  militar,  I,  81,  97,  105,  195-196;"ll,^102- 

103,  227,  345. 
Cirugía  neurológica,  II,  348. 
Cirugía  ortopédica.  (Véase  Ortopedia.) 
Cirugía  osteoplástica,  II,  343-344,  350. 
Cirugía  plástica,  I,  59,  97,  224;  II,  111-113,  132. 
Cirugía  primitiva,  I,   18-20. 
Cirugía  visceral,  II,  343-344. 
Cirujanas.  I,  412. 
Cirujanos  españoles,   II,   434-439,   459-468,   476- 

504. 
Cirujanos  militares,  I,  424-425;  II,  338-342,  455. 
Clstina,  II,  198. 
Cistoscopio,  II,  229. 
Cistotomía,  I,  225;  II,  123. 
Citoblasto,  II,  60 
Cltodiugnóstlco,  II,  337-3 
Citogénesii,  II,  152-158. 
Cltomorfosií,  II,  156. 
Clarnidozoos,  II,  337-338. 
Clmatología,  I,  121. 
Climatoterapia,  I,  102. 
Clinlea  de  Psiquiatría,  II,  383. 
Cloral,  II,  84,  293. 
Clorofila,  II,  198,  334. 


índice   de   materias 


619 


Cloroformo,  II,  84,  126,  193,  241-242,  239. 

Clorosis,  I,  158,  203,  276,  311,  319,  326,  381. 

Coagulación,  tiempo  de,  II,  218. 

Coagulación  de  la  sangre,  II,  188,  189. 

Coaguleno,  II,  346. 

Coca,  I,  15,  20. 

Cocaína,  II,  240,  293-294,  342,  347. 

Cocción,  I,  104,  275. 

Coccygodinia,  II,  133. 

Cocinas  para  los  pobres,  I,  419.  . 

Códices  salernitanos,  I,  173-175. 

Código  Hammurabi,  I,  52,  315. 

Colangitis  de  Naunyn,  II,  262,  264. 

Colecistotomía,  II,  124,  132,  229,  238. 

Colectivismo,  I,  245. 

Colegio  de  Barcelona,  II,  462-463. 

Colegio  de  Cádiz,  II,  460-462. 

Colegio  de  San  Carlos,  Real,  II,  465. 

Colegios  Médico-Quirúrgicos,  I,  422-426. 

Cólera,  II,  17,  25,  39,  40,  54,  215,  217,  296,  299, 

385,  387,  478. 
Cólera  infantil,  I,  404. 
Colesterina,  II,  179,  263." 
Cólchico,  I,  16,r43,  110,  388,  413. 
Cólica  Pictonum,  I,  242,  277. 
Cólico  de  Devonshire,  I,  383. 
Cólico  de  Poitou,  I.  277. 
Coloide  milium,  II,  289. 
Coloides,  II,  87. 
Colombo,  I,  420. 

Color,  Folk-lore  sobreseí,  I,  25-26. 
Color,  percepción  del,  II,  56,  171. 
Coloración  intravital,  II,  148,  334. 
Coloración,  métodos  de,  II,  146,  184,  205. 
Colostomía,  II,  229. 
Columnas  de  infamia,  I,  317. 
Collares  anodinos,  I,  413. 
Colles,  ley  de,  II,  16,  94. 
Coma  diabético,  II,  258,  263. 
Comadronas,  I,' 14,  21,  53,  105,  123,  192.  237,  238, 

282-283,  428,  435. 
Comadrones,  I,  352-353,  435. 
Comedias  médicas,  I,  304-306. 
Comentadores,  I,  189-191;  II.  423.  442-455. 
Cometa  de  Halley,  I,  316. 
Cometas,  medallas  de  los,  I,  316. 
Comezón,  II,  39. 
Comida  engañosa,  II,  180. 

Complemento,  fijación  y  desviación  del,  IJ,  336. 
Conciliadores,  I,  153,  154. 
Concursos,  I,  422;  II,  375. 
Conducto  pancreático,  I,  251. 
Congresos  internacionales,  II,  380,  396. 
Conjuntivitis,  I,  43;  II,  103,  212,  249. 
Conjuntivitis  infantil,  II,  241,  242. 
Conservación  de  la  energía,  II,  1,  157. 
Consilia,  I,  158 

Constitutio  criminalis  Carolina,  I,  192,  238. 
Constitutio  criminalis  Tkeresiana,  I,  424. 
Contagio,  I,  51,  53,  55,  61,  156,  179-180,  232,  244, 

255,  388;  II,  42,  65,  449. 


Contracturas,  II,  104,  105. 
Contracturas  isquémicas,  II,  227. 
Controversias  médicas,  I,  416;  II,  37,  91. 
Corazón,  I,  90,  92,  ]04.  212,  247-249,  262,  271' 

331,  352;  II,  8,  34,  66,  70,  76,  79,  144,  185-190. 

191,  192,  193,  194,  270,  271,  321-322. 
Corazón,  cirugía  del,  II,  230.  . 
Corazón,  enfermedades  del,  I,  252,  373-374,  391; 

II,  8,  10-11,  18,  23,  24,  271,  295. 
Corea,  I,  29,  180,  239,  276;  II,  20,  505. 
Corea  eléctrica,  II,  264. 
Corea  hereditaria,  II,  282. 
Corea  postparalítica,  II,  284. 
Córnea,  II,  64,  150,  352. 
Córnea,  opacidad  de  la,  II,  244. 
Córnea  cónica,  II,  246. 
Cornezuelo  de  centeno,  II,  241. 
Correlación  de  las  estadísticas,  II,  311. 
Corrigan,  pulso  de,  II,  18. 
Corsé.  I,  348. 

Corsé  de  escayola,  II,  236. 
Cortes  congelados,  II,  117,  141. 
Cortes  seriados,  II,  151. 
Cosméticos,  I,  156. 
Costillas,  I,  274. 
Cráneo  dolicocéfalo,  II,  406. 
Craneología,  I,  216,  333;  II,  55,  137,  140-141,  144, 

152,  474. 
Craneometría,  I,  254;  II,  109,  140.  232,  234,  348. 
Crasis,  II,  33. 
Crecimiento,  II,  194. 
Credé,  método  de,  II,  242. 
Cremación,  I,  19,  66,  75,  106. 
Creta,  I,  65-66. 

Cretinismo,  I,  200,  203,  277;  II,  319. 
Crimea,  guerra  de,  II,  381. 
Crioscopia,  II,  274. 
Crisis,  I,  27,  392;  II,  257, 
Crisis  de  Dietl,  II,  34. 
Cristal  de  reloj    teoría  del,  II,  60. 
Cristalino,  I,  257,  368-369,  389. 
Cromófanos,  II,  176. 
Cromosomas,  II,  153,  317-318. 
Cronología  médica,  II,  509-541. 
Cruentación,  I,  165. 
Crup,  II,  42,  259,  441-442. 
Cruveilhier,  parálisis  de,  II,  49. 
Cruz  Roja,  I,  384. 
Cruz  Rosada,  I,  293. 
Cuadrícula  topográfica,  II,  472. 
Cuáqueros,  médicos,  I,  380-381. 
Cuarentena,  I,  182;  II,  386,  426 
Cuasia,  I,  420. 
Cuasia,  copas  de,  I,  413. 
Cuerda  del  tambor,  II,  490. 
Cuerda  dorsal,  II,  59. 
Cuernos  cutáneos,  I,  394. 
Cuerpos  extraños,  II,  233. 
Cultivos  en  placa,  II,  211. 
Cultivos  extravitales,  II,  351. 
Cura  por  la  fe,  I,  13,  34-35;  II,  889. 


620 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


CH 

Chancro  hunteriano,  I,  364. 

Charlatanería,  I,  35,  122-123,  158,  175,  236-237, 

309-311,  408-409,  411-415;  II,  388-391,  392. 
Cheyne-Stockes,  respiración  de,  I,  88;  II,  16. 
China  smilax,  I,  215,  240. 


Dactiloscopia,  II,  474,  507. 

Daffi,  elixir  de,  I,  298. 

Daft  Jamie,  II,  51. 

Dakin,  solución  de,  II,  398 

Danza  de  la  muerte,  I,  150. 

Darwinismo,  II,  309-310. 

Debilidad  mental,  II,  314. 

Deeiduoma  maligno,  II,  239. 

Decretos  pontificios,  I,  127,  151,  160.  292. 

Deglución,  II,  74,  177. 

Deidades  chthonianas,  I,  66,  67,  69-70,  72,  73. 

Delirium  tremens,  II,  42. 

Demencia  paralítica,  I,  268. 

Demencia  precoz,  II,  286,  505. 

Demencia  senil,  II,  505. 

Demonología,  I,  12,  50,  57,  62,  161. 

Dengue,  I,  393,  404;  II,  340. 

Dentaduras  postizas  (puentes),  1,  106. 

Dentistas,  1,  106,   147,  148,  149. 

Depuración,  I,  24.  53. 

Dermatitis  exfoliativa,  II,  289. 

Dermatitis  herpetiforme,  II,  289. 

Dermatología,  I,  388,  394;  II,  13-16,  34-35,  288- 

289,  503. 
Desarticulaciones,  II,  489. 

no  de  prueba,   II,  264. 
rebración,  II,  167-168,  169. 
mpre-ión  cerebral,  II,  348. 
potación,  II,  300. 

hire,  cólico  de,  I,  383. 
Diabetes,  I,  58,  99,  118,  268;  II,  86,  87,  183,  186, 

256,  262,  263,  268,   295,  319. 
Diabetes  insípida,  I,  208:  II,  320. 
Diabetes  pancreática,   I,  270;  II,  20,  263. 

D  ticas,  pruebas,  n,  274. 

Di.e-'t,  L21-122,  371-374,  376;  II, 

¡   :5n:,-366. 
• 

Bartmann,  li.  251. 
Dlape  : 
Diatermia,  n 

l,    11,   '¿GO. 

Diccionarios  médl<  i   232,  469. 

165,  405;   ll 

I,   57. 

I.    40. 
Diet     I  i.   'J7,    161. 

hi'i  nrfa*t\,   I,  27i 

i,  88    l ::'.'.  II    so,  295. 
81. 


Difteria,  I,  99,  109,  112,  181,  243;  318,  580,  381, 

383,  393,  400,  433;  II,  9,  209,  213,  217,  219, 

337,  441. 
Digestión,  I,  68,  88,  89,  266,  269,  270,  331,  336- 

337,  364;  II,  87-89,  173-180. 
Digital,  I,  297,  377-378;  II,  257,  292,  293;  322. 
Digitales,  impresiones,  I,  61;  II,  68,  140. 
Dióptrica,  II,  351-352. 
Diplococo,  II,  338. 
Diplomas,  I,  434. 
Diplomas,  fábricas  de,  II,  392. 
Disección,  I,  102,  150-151,  209,  212-215,  234,  239, 

289-290,  426-427;  II,  48,  92,  142,  427,  471-476, 

477,  490. 
Disecciones  en  bloque,  II,  348. 
Disentería,  I,  110,  276,  277,  317,  384,  433;  II,  25, 

215,  270,  294,  328,  338,  341. 
Dishidrosis,  II,  289. 
Disimetría  molecular,  II,  207. 
Disipación  de  la  energía,  II,  2,  158-159. 
Dislexia,  II,  285. 
Dislocaciones,  I,  86,  112,"ll9,  360;  II,  105,  122- 

123,  229,  233,  345,  436. 
Dismenorrea,  I,  159;  II,  132. 
Dispensarios,  I,  123,  227;  II,  46. 
Dispituitarismo,  II,  348. 
Diuréticos,  II,  194. 
Docimasia.  I,  256,  278. 
Doctores,  I,  305-306. 
Dogmatismo,  I,  90. 
Dolor  de  cabeza,  I,  105;  II,  284. 
Dotaciones  de  Arris  y  Gale,  I,  422. 
Dover,  polvos  de,  I,  420. 
Dracunculus,  I,  54. 
Drogas,  I,  14-17,  22-23,  51,  61,  96,  124-125,  227 

229,  301. 
Drogas,  comercio  de,  I,  173,  243. 
Dublin,  método  de,  I,  354-355. 
Duelo,  I,  416. 

Dupuytren,  fractura  de,  II,  105. 
Durina,  II,  330. 


Eck,  fístula  de,  I,  366;  II,  184,  340. 

Ecorchés,  I,  208. 

Ectima  terebrante,  II,  15. 

Eczema,  II,  14,  35,  289. 

Edad  sombría,  1,  134 

Edema,  IT,  206,  219. 

Edema  angioneurótloo,  II,  17,  281,  289. 

Edema  maligno,  II,  209. 

Edlpo,  mito  de,  II,  327. 

Educación  medica,  I,  62,  63,  81,  82,  114,  124, 
165-168,  175-170,  288-286,  288,  290-291,  313- 
314.  101,  421-425,  426-428,  434-435;  II,  22,  23, 
271,  363-379,  392. 

Educación  médica  de  la  mujer,  ll,  378-379. 
Bgofonia,  n,  8,  32. 
Blarson,  II,  323. 

Elaboro,  I,  «8,   102. 


índice    de    materias 


621 


Electricidad,  I,  247,  414. 
Electrocardiogramas,  II,  322. 
Electrodiagnóstico,  II,  277,  280. 
Electrofisiología,  I,  341;  II,  162-165,  277. 
Electrólisis,  I,  341. 
Electroterapia,  I,  105,  341,  387,  405;  II,  67,  101, 

277,  280,  294. 
Electroterapia  estática,  I,  341;  II,  21,  266,  267. 
Electrotono,  II,  164,  195. 
Electro  vibrador,  II,  398. 
Elefantiasis,  I,  99,  110;  II,  25. 
Elementos  químicos,  I,  125. 
Embalsamamiento,  I,  45,  53. 
Embarazo,  I,  207,  208-209,  242,  350,  351,  356; 

II,  241,  433. 
Embarazo,  duración  del,  I,  394. 
Embarazo  extrauterino,  I,  367;  II,  127,  238,  239. 
Embarazo  tubario,  I,  283. 
Emboítement,  I,  348. 
Embolia,  II,  202,  205,  206,  219,  234. 
Embolia  mesentérica,  II,  258. 
Embolia  retiniana,  II,  246. 
Embriógrafo,  II,  151. 
Embriología,  I,  90,  249,  256,  257-258,  331,  348- 

349,  364;  II,  53,  58-59,  61,  69-70,  139,  145,  146, 

150-157,  476. 
Embriología  experimental,  II,  155-157,  195,  316- 

318. 
Eméticos,  I,  17,  88. 
Emetina,  II,  294,  341. 
Emoción,  II,  320,  506. 
Empieraa,  I,  144. 
Empíricos,  I,  90. 
Enanos,  I,  177,  242,  319,  409. 
Encantos,  I,  32,  110,  294. 
Enciclopedias  médicas,  I,  226;  II,  24,  481. 
Endocarditis,  I,  375;  II,  10,  33,  46,  202,  214. 
Endotelio,  II,  150. 
Enemas,  I,  148,  269,  328. 
Enfermedad,  transmisión  de  la,  I,  24,  53. 
Enfermedad  de  Bright,  II,  19-20,  205,  256. 
Enfermedad  de  Brill,  II,  329-330. 
Enfermedad  de  Budd,  II,  299. 
Enfermedades,  clasificación  de  las,  I,  275,  323, 

324,  325-326,  378-379;  II,  29. 
Enfermedades,  descripciones  de,  I,  203,  277,  392- 

394;  II,  46-48,  254  255. 
Enfermedades  venéreas,  II,  428. 
Enfermeras,  I,  168-172;  II,  380-382. 
Enormon,  I,  88. 
Entamoeba,  II,  332. 
Entelequias,  I.  90;  II,  315, 
Entérica,  fiebre,  II,  267. 
Enteroptosis,  II,  255. 
Enteroquinasa,  II,  180,  318. 
Enterotomo,  II,  105. 
Enterorrafia,  II,  110. 
Envenenamientos,  I,  299. 
Enzima,  reacción  de  la,  II,  337. 
Enzimas,  II,  176,  323. 
Eoanthropus  Dawsoni,  I,  80. 


Epicistotomía,  II,  129. 

Epidauro,  I,  71,  72. 

Epidemias.  I,  85,  86,  179-186,  239-243,  315-318, 

391,  432-434;  II,  299,  300,  331,  440,  445. 
Epidémicas,  constituciones,  I,  276, 
Epidermolysis  vesiculosa.  II,  289. 
Epigénesis,  I,  249,  348. 
Epilepsia,  I,  18,  22,  29,  31,  51,  54,  69-70,  85,  88, 

99,  110,  180,  244,  390;  II,  185,  194,  215,  282, 

442. 
Epilepsia  jacksomana,  II,  20,  282. 
Epinefrina,  I,  15.  293;  II,  293. 
Epitelio,  II,  64. 
Epónimos,  II,   395. 
Ergotismo,  I,  29,  180,  181,  196,  229,   243,  277, 

318;  II,  329,  42  i. 
Erisipela,  I,  28,  85,  99;  II,  214,  215. 
Eritema,  II,  14,  289. 
Eritromegalia,  II,  231,  284. 
Eruditos,  I,  152. 
Escarlata,  rojo,  II,  294? 

Escarlatina,  I,  276,  318,  377,  388,  433;  II,  331. 
Escayola,  corsé  de,  II,  236. 
Estferectomía,  II,  352-353. 
Escleriasis,  II,  267. 
Escleroderma,  I,  394;  II,  17,  22. 
Esclerosis  en  placas,  II,  48-49. 
Escolares,  comidas,  II,  29. 
Escopelismo,  I,  31. 

Escorbuto,  I,  100,  242,  277,  383,  385;  II,  465. 
Escrófula,  1,  25,  29,  141,  149,  277,  295-296,  314. 
Escuela,  higiene  de  los  niños  de,  II,  249,  297. 
Escuela  Antigua  de  Viena,  I,  387-388. 
Escuela  de  Alejandría,  I,  91-92. 
Escuela  de  la  Great  Windmill  Street,  I,  339,  340, 

355;  II,  49-50,  99. 
Escuela  de  Sanidad,  I,  422. 
Escuela  Filosófico-Natural,  II,  28. 
Escuela  Médica  de  Harvard,  II,  369-370. 
Escuela  Nueva  de  Viena,  II,  31-39. 
Escuelas  postgraduadas,  II,  368,  370,  371. 
Esfigmógrafo,  II,  190,  274. 
Esfigmomanometría,  II,  163,  274. 
Esmarch,  venda  de,  II,  227. 
Esófago,  II,  61. 

Esófago,  cirugía  del,  II,  225,  226. 
Esófago,  ruptura  de1,  I,  829. 
Esofagoscopia,  II,  258. 
Especias,  I,  17  í,  243,  301. 
Especies,  fijeza  de  las,  I,  323;  II,  52. 
Especies,  origen  de  las,  II,  134-136. 
Específicos,  I,  297,  413;  II,  392. 
Espectral,  análisis,  II,  2. 
Espéculum,  II,  129,  131. 
Espéculum  ocular,  II,  465. 

Espermatozoide,  I,  256,  263;  II,  69-70,  152-158. 
Espinales,  animales,  II,  167-168. 
Espirilosis,  II,  26. 
Espirómetro,  II,  196. 
Espiroquetosis,  II,  331. 
Esplenomegalia  tropical,  II,  881. 


622 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Espondilitis  deformante,  I,  46;  II,  281. 

Bspondiloliatesis,  II,  33,  241. 

Espondilosis  rizomiélica,  II,  280. 

Esponja  soporífica,  I,  21,  140,  142. 

Esporotricosis,  II,  216,  289. 

Esqueléticos,  restos,  I,  39. 

Esqueleto,  I,  348. 

Esquizofrenia,  II,  287. 

Estadísticas,  II,  300,  311-313. 

Estadísticas,  correlación  de  las,  II,  311. 

Estadísticas  médicas,  II,  6,  299-300. 

Estadísticas  vitales,  I,  278-279,  333;  II,  299-300. 

Estafilococo,  II,  209,  219. 

Estafiloplastia,  I,  223. 

Estafilorrafia,  II,  106,  119. 

Estercorina,  II,  179. 

Estereoquímica,  II,  207. 

Esterilidad,  I,  25;  II,  132,  433. 

Estertores,  II,  8. 

Estetóscopo,  II,  8,  17. 

Estómago,  I,  209;  II,  87-89,  177,  189. 

Estómago,  bomba  de,  II,  295. 

Estómago,  cateterismo  del,  I,  364;  II,  118,  264, 

295. 
Estomago,  cirugía  de!,  II,  225,  226. 
Estómago,  enfermedades  del,  I,  400;  II,  258,  264. 
Estrabismo,   I,   29,   196;   II,   112,   244,  246,   247. 
Estreptococo,  II,  209. 
Estribo,  hueso,  II,  432-433. 
Estricnina,  II,  86. 
Éter,  I,  227. 

Éter,  anestesia  por  el,  II,  97,  116,  124-126. 
Etica  médica,  I,  44,  84,  168,  239,  278,  388,  394, 

400,   416-417;  II,  270,  357-358,  392. 
Etica  quirúrgica,  I,   145,  146,  148. 
Etiqueta  médica,  I,  168. 
Etmoides,  II,  53. 

Etnología,  I,  333-334;  II,  54,  185,  140-141. 
Etruscos,  I,  93,  106. 
Eucaína,  II,' 294. 
Eugenesia,  II,  110. 
Eugénica,  II,   139,  314. 
Eustaquio,  cateterismo  de  la  trompa  de,  I,  370. 

i,  II,  313. 
Kvol ución,  II,  52,   136. 
Exámenes,  n,  J  US 

i ••ues  médicos,   I,  422. 
moa,   l,  61. 

Amales,  I,  70;  n, 
i.  861. 
tondattabj  diátesis,  n.  260. 


pahrita*   mspeeddii  da,  i r.  386. 

I,  86. 

i,    I     J14. 

lides   de   la,    II,   250-251. 


IFaringotoniía,  II,  226. 
Farmacia,  I,  96,  120-121,  124-125,  178,  248. 
¡    Fármacodinamia,  II,  290. 

Farmacología,  I,   300-301,   387-388,   419-420;   II, 

69,  290-294,  377. 
Farmacopeas,   I,   205,   227,   279,   312,   377,   400, 

419-420;  II,  26. 
Fatiga,  II,  162. 
Favus,  II,  30,  66,  289. 
Fe,  curación  por  la,  I,  13,  34-35^11,  889. 
Fechner,  ley  de,  II,  80. 
Fddschers,  I,  357;  II,  372,  373. 
Fenilalaína,  II,  198. 
Fenolsulfoptaleína,  II,  293. 

Fermentación,  I,  266;  II,  84-85,  178-179,  207-208. 
Fibras  nerviosas,  II,  70. 
Fibrilación  auricular,  II,  193,  321-322. 
Fibrinógeno,  I,  339;  II,  190. 
Fiebre,  II,  57,  205,  257,  261. 
Fiebre  amarilla,  I,  242,  318,  400,  404,  433;  II,  188, 

265,  337-340,  385,  457,  465. 
Fiebre  de  los  fundidores  de  bronce,  II,  297.J 
Fiebre  entérica,  II,  267. 
Fiebre  miliar,  I,  318. 
Fiebre  palúdica,  I,  22,  23-24,  27,  28,  58,  74,  77, 

85,  97,  107,  276,  277,  318,  391,  433;  II,  41-42, 

216,  264-265,  270,  329,  331,  333,  340,  428,  444, 

456. 
Fiebre  puerperal,  I,  268.  283,  433;  II,  35-38,  241, 

483. 
Fiebre  recurrente,  I,  393;  II,  220,  231. 
Fiebre  sincopal,  II,  448. 
Fiebre  tifoidea,  I,  183,  185,  268,  269    317,  318, 

375,  388,  390,  432,  433;  II,  6,  9,  12,  20,  26,  29, 

30,  40,  43,   183,  213,  215,  217,  219,  234,  267, 

268,  271,  296,  299,  338,  340,  341,  387,  398,  495 
Fiebre  volhyniana,  II,  398. 
Fiebres,  I,  376:  382,  432-433;  II,  17,  26,  286,  440, 

444,  448-449,  453,  459,  495. 
Fiesta  del  trigo  verde,  I,  17. 
Filogenia,  II,  145.  g 

Filólogos,  médicos,  I,  188-191. 
Filosofal,  piedra,  I,  125,  203,  205,  292. 
Filosofía  griega,  I,  75-79. 
Filosofía  médica,  I,  90;  II,  303. 
Filosófico- Natural,  Escuela,  II,  28. 
Filósofos,  médicos,  II,  442,  455,  468,  474.        ¡| 
Filtrables,  virus,  II,  337-338. 
Física,   I,    156,  260-262,  368-369;  II,   1-2,   162. 
Fisiología,  I,  56,  58,  60,  90,  101-103,  261-275,  336- 

344;   II,  56-58,  67-69,  73-82,  157-200,  318-322, 

376-377^  494. 
Fisonomía,  I,  229,  278. 
Fisostigmina,  II,  248. 
ITflftala  del  ano,  1,   148,  360. 
fUtula  gástrica,  II,  88,  115. 
i  i  mía  lagrimal,  I,  158,  325,  357. 
Fistula  vesicovaginal,  I,  284;  II,  118,  115,   130- 

132,    133. 
Fístulas,  II,  438. 
Fltosterina,  II,  108. 


índice    de   materias 


623 


Flácherie,  II,  208. 

Flebitis,  I,  364,  365;  II,  49,  202. 

Fleborrafia,  II,  477. 

Flechas,  heridas  de,  I,  73-74,  149,  163,  195. 

Flegmasía  alba  dolens,  I,  360. 

Flemón  perifaríngeo,  II,  262. 

Flogisto,  I,  325,  342-344. 

Folk-lore  médico,   I,    7-33,  36-37,  435;  II,    141, 

302. 
Folkloristas,  I,  155. 
Fonocardiogramas,  II,  322. 
Fórceps  obstétrico,  I,  283,  354,  356;  II,  240-241, 

242. 
Forcipresión,  II,  229. 
Formularios,  I,  140. 
Fosfenos,  II,  56. 
Fósiles,  II,  52. 
Fotografía,  II,  2 
Fowler,  licor  de,  I,  420. 
Fractura  de  Dupuytren,  II,  105. 
Fracturas,  I,  46,  59,  86,  87,  119,  143,  147,  223, 

360,  399;  II,  118,  123,  235,  342,  434,  436. 
Framboesia,  II,  265,  341. 
Franklinismo,  I,  405. 
Fraternidad  médica,  II,  401. 
Frenología,  II,  166,  390. 
Fundación  de  asilos,  I,  169. 
Fundidores  de  bronce,  fiebre  de  lo»,  II,  297. 
Fünfbilderserie,  I,  207. 


Galénicas,  I,  101. 

Galenismo,  I,  201. 

Galvanocauterio,  II,  115. 

Galvanómetro,  II,  160. 

Galvanómetro  de  cuerda,  II,  321. 

Gangrena,  I,  280. 

Gangrena  simétrica,  I,  387. 

Garrapatas,  II,  220. 

Garrotillo,  I,  243;  II,  441,  444. 

Gas  sylvestre,  I,  265. 

Gases,  bombas  de,  II,  195,  196. 

Gases  irritantes,  II,  3,  98. 

Gasometría,  I,  344;  II,  195. 

Gastrectomía,  II,  229,  481,  487. 

Gastraea,  teoría  de  la,  II,  139,  155. 

Gástrico,  jugo,  I,   336,   337;   II,  87-89,  177-178, 

195 
Gastrodiafanía,  II,  274. 
Gastroelitrotomía,  II,  129,  135. 
Gastroenteritis,  II,  4. 
Gastroenteroanastomosis,  II,  487. 
Gastroenterostomía,  II,  226. 
Gastroptosis,  II,  255. 
Gastroscopia,  II,  258. 
Gastrotomía,  I,  282;  II,  110,  230. 
Generación,  I,  90,  249-250;  II,  69-70. 
Generación  espontánea,  I.  259-260,  337;  II,  62, 

207. 
Generación  selectiva,  II,  312-313. 


Genitourinarios,  cirugía  de  los  órganos,  II,  229* 

230. 
Genius  epidémicas,  I,  27,  276,  388. 
Geografía  médica,  I,  121,  395;  II,  303. 
Geólogos  médicos,  I,  117,  232,  271;  II,  23,  26. 
Germinativa,  mancha,  II,  59. 
Germinativa,  vesícula,  II,  67. 
Germinativas,  capas.  II,  58-59,  66. 
Germinativo,  plasma,  II,  140. 
Gerontochia,  I,  169. 
Gigantismo,  II,  214,  320. 
Gil  Blas,  I,  307. 

Gimbernat,  ligamento  de,  I,  464. 
Gimnasia  médica,  I,  203;  II,  296. 
Gimnasia  sueca,  II,  296. 
Gimnastas,  I,  75. 
Ginebra,  convenio  de,  II,  396. 
Ginebra,  cuellos  de,  I,  291,  407. 
Ginecología,  I,  100,  225-226,  284,  356-357;  II,  127- 

133,  236-240,  344,  483,  488,  494. 
Glándulas  de  Bruner,  I,  270. 
Glándulas  de  secreción  interna,  I,  33-266;  II,  184, 

186,  264,  319-321,  345-346. 
Giauber,  sal  de,  I,  291-292. 
Glaucoma,  I,  367;  II,  352. 
Glisson,  cápsula  de,  I,  251,  271-271. 
Glosopeda,  II,  214. 
Glotiscopio,  II,  38. 
Glucocola,  II,  179,  198. 
Goddard,  gotas  de,  I,  298. 

Gondisapor,  I,  114. 

Gonorrea,  I    54,  149,  241,  282,  364;  II,  14,  215, 
270. 

Gota,  I.  46,  97,  102,  110,  201,  275,  379,  405,  41$; 
II,  24    183,  268,  323,  434. 

Gota  de  las  cuevas,  I,  40,  184. 

Gota  de  leche,  II,  500. 

Gotas  holandesas,  I,  298. 

Graaf,  vesícula  de,  I,  269. 

Grabados  neolíticos,  II,  416. 

Grados  médicos,  I,  167-168. 

Graduación,  ceremonias  de  la,  I,  167-168,  106- 
307,  309. 

Graefe,  signo  de,  II,  246. 

Gráfico,  método,  II,  187. 

Granulosis,  II,  289. 

Great  Windmill  Street,  Escuela,  I,  339,  $40,  155; 
II,  49-50,  99. 

Gremios  médicos,  I,  163. 

Grocco,  triángulo  de,  II,  265. 

Gruta  del  perro,  I,  265. 

Guantes  quirúrgicos,  II,  226,  347. 

Guayaco,  I,  13,  240. 

Guerra  de  Crimea,  II,  381. 

Guerra  de  los  Treinta  Afíos,  I,  245,  288,  317, 
357. 

Guerra  de  trincheras,  II,  397-398. 

Guerra  europea,  II,  397-400; 

Guerras  napoleónicas,  II,  102-103. 

Guy,  Hospital  de,  I,  428;  II,  18-22,  265-267. 

Gusano  de  seda,  enfermedades  del.  I,  206,  208. 


624 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


H 


Haarlim,  aceite  de,  I,  298. 

Habitaciones,  II,  293. 

Hábito  tóxico,  I,  381. 

Hallerianum,  I,  331. 

Hambre,  medallas  del,  T,  240,  315-316. 

Hartmann,  diapasón  de,  II,  251. 

Hashish,  I,  21. 

«Harvard  Medical  Schooli,  II,  369-370. 

Head,  zonas  de,  II,  197. 

Hebefrenia,  II,  288. 

Heberden,  nodulos  de,  I,  379. 

Hechicería,  I,  14,  226,  229,  294-295. 

Hecluceros  de  Lancashire,  I,  250,  294. 

Heilbróte,  I,  29. 

Heliolítica,  cultura,  I,  41. 

Hematocele  pelviano,  II,  108. 

Hematoterapia,  II,  194. 

Hematuria,  II,  507. 

Hematuria  endémica,  II,  IS. 

Hemianopsia,  II,  283. 

Hemiatrofia  facial  I,  382. 

Hemicránea,  I,  380;  II,  285. 

Hemiplejía,  II,  185. 

Heraocromógeno,  II,  197,  507. 

Hemodinámica,  I,  336;  II,  77-79. 

Hemoglobina,  II,  176,  196,  197 

Hemoglobinuria,  I,  85;  II,  265. 

Hemofilia,  II,  30,  40. 

Hemolisis,  II,  215,  336. 

Hemorragia,  I,  144,  146,  196. 

Hemorroides,  I,  110. 

Hemospasia,  II,  295. 

Hemostasia,  I,  100;  II,  227,  478. 

Henle,  tubos  de,  II,  64. 

Heno,  fiebre  del,  II,  47,  159. 

Henoch,  púrpura  de,  II,  259. 

Hepatitis,   II,  255. 

Hepatoscopia,  I,  51. 

Hepatotomía,  II,  238. 

Herbarios,  I,   156,   195,   197,  230. 

Herbarios  ingleses,  I,  230. 

Herencia,    II,    52,    139-140,    155,    156,    191,    311- 

314,  318. 
Heridas,  I,  54,   119,   143;  II,  90-91,  436. 
Heridas,  cirugía  de  las,  I,  141-144,  145,  148,  104 

195-10*3,   225;   II,   433. 
Heridas,  infección  de  las,  II,  116,  211,  214,  222- 

221,  398. 
Heridas,    tratamiento  de   las,   I,   73-75,   87,   280; 

IF.    110    222-221,   317. 

ii  -n  Uu  fa  í.-i  oabese,  i,  88,  97,  143-114,  202. 

Heridas  pof  arma  de  fuego,  I,  164,  196,  222-LÍ23, 
880,  282,  363,  365;  II,  102,  21  I 
3  41,   399.    : 

Heridos,  bebldaí  par»,  1.  Lift,  149,  195. 

Hernia,  I,  2:,.  111,  110.  LS8,  159,  10.",,  '¿'¿?,,  224, 
280.  334,  347,  358,  300;  II,  U.'i,  101,  231,  '¿3ó, 
463-464. 

Hernia  femoral,  II,   101. 


Hernia  infantil,  II,  101. 

Hernia  retroperitoneal,  II,  142. 

Herniotomía,  I,  97. 

Heroína,  II,  294. 

Herpes  zoster,  II,  197,  285. 

Hexametilentetramina,  II,  293. 

Hibridismo,  II,  55,  309-311. 

Hidátides,  I,  375;  II,  20. 

Hidracinas,  II,  323. 

Hidrartrosis  intermitente,  II,  47. 

Hidratos  de  carbono,  II,  267-268. 

Hidroa,  II,  289. 

Hidrocéfalo,  I,  341,  378;  II,  16. 

Hidrocele,  I,  360;  II,  480. 

Hidrocistoma,  II,  289. 

Hidrodinámica,  II,  80. 

Hidrofobia,  I,  29,  110,  329,  387;  II,  209,  232,  265, 

330,  442. 
Hidrología  médica,  II,  442. 
Hidropesía,  I,  143,  377. 
Hidrosalpinx,  I,  375;  II,  239. 
Hidroterapia,  I,  376;  II,  12,  295,  448. 
Hierro,  edad  del,  II,  417-418. 
Hígado,  I,  50-51,  271-272:  II,  178,  184,  193. 
Hígado,  atrofia  del,  I,  373;  II,  20,  33,  256. 
Hígado,  enfermedades  del,  I,  375;  II,  8,  26,  255. 
Hígado,    función    glucogénica    del,    II,    173-174, 

267-268. 
Higiene,  I,  37,  52,  53,  55,  82,  335-336;  II,  296- 

299,  377,  378,  384-388,  426,  433,  442,  470. 
Higiene  industrial,  II,  227,  297,  385-386,  470. 
Higiene  militar,  II,  298-299,  341-342. 
Higiene  naval,  I,  385. 
Higiene  social,  II,  500. 
Hioscina,  II,  293. 
Hiperemia  pasiva,  II,  342. 
Hiperkeratosis,  I,  394;  II,  289. 
Hipermetropía,  II,  247. 
Hipertiroidismo,  II,  319. 

Hipnotismo,  I,  17.  255,  392;  II,  26-27,  287,  295. 
Hipotiroidismo,  II,  319-320. 
Hirtz,  compás  de,  II,  398. 
His,  fascículo  de,  II,  155,  321. 
Histamlna,  II,  291. 
Histerectomía,  II,  482. 
Histeria,   1,   31,   34,   268,   276,   294;   II,   20,   279, 

326-327. 
Histeroepilepsia,  II,  279. 
Histerorrafia,  II,  238. 
HiBtldina,  II,  198. 
Histología,  I,  46;  II,  47-48,  57,  63-64,  66-67,  89- 

70,   146-150,  176-184,  204-205,  221,  255-258. 
Histología  vegetal,  I,  256;  II,  60. 
Historia   do    la    Medicina.   (Véase   Medicina,   hli- 

toria.) 
Bistorts   Natural,  Escuela  de,  II,   28-30. 
Hlstozima,  11,  199,  291. 
Bodgldn,  enfermedad  de,  II,  22. 

llollaiiil'jeherei,   I,  431. 

Hombre,  origen  del,  II.   135,   136,  1Í7. 

Hombre  neolítico,  II,  412-414. 


índice    de    materias 


625 


Hombre  prehistórico,  I,  8-11,  39-40. 

Homeopatía,  II,  28,  39,  388. 

Homéricos,  poemas,  I,  73-75. 

Honorarios  médicos,   I,   52,   123,   162-163,     165- 

166,  235,  300,  301-302,  315,   418-419;  II,  359- 

360.   421. 
Honorarios  quirúrgicos,  I,  166,  235,  302-303. 
Hormonas,  I,  386,  II,  136,  185,  186,  318. 
Horquilla  hueca,  experimento  de  la,  I,  265. 
Hortus  sanitatis,  I,  195,  226. 
Hospital  de  Bellevue,  I,  435. 
Hospital  de  Guy,  I,  428;  II,  18-22,  265-267. 
Hospital  Johns  Hopkins,  II,  370. 
Hospitales,   I,   63,  244,   315,   423,   435;  II,  297- 

298,  378-379. 
Hospitales,  fundación  de,  II,  421,  423-424. 
Hospitales  a  la  orilla  del  mar,  II,  379. 
Hospitales  del  siglo  XVIII,  I,  428-430. 
Hospitales  en  bloque,  II,  378-379. 
Hospitales  indios,  I,  57. 
Hospitales  mahometanos,  I,  123-124. 
Hospitales  medievales,  I,  168-172. 
Hospitales  militares,  I,  106;  II,  427. 
Hospitales  obstétricos,  I,  428. 
Hospitales  para  niños,  II,  499. 
Hospitalización,  II,  261. 
Hotel  Dieu  (París),  I,  429. 
Huedu,  enfermedad,  I,  43. 
Huesos,  II,  70. 

Huesos,  injertos  de,  II,  344,  350,  399. 
Humanistas,  médicos,  I,   188-191. 
Humoral,  patología,  I,  78-79,  86. 
Humorismo,  I,  94,  101. 
Hunteriano,  museo,  I,  363. 
Huxham,  tintura  de,  I,  382-383. 


I 

IATRUA,   I,  81. 

Iatroquímica,  escuela,  I,  265-268. 

Iatromatemática,  escuela,  I,  261-264. 

Iatromatemática8,  II,  311. 

Ictericia,  I,  122. 

Ictericia  acolúrica,  II,  263. 

Ictericia  cirrótica,  II,  255,  256. 

Ictericia  hemolítica,  II,  263. 

Ictericia  tóxica,  II,  263,  398. 

Ictiol,  II,  289. 

Ictiosis,  II,  14. 

Ictiosis  hystnx,  I,  394. 

Idiotismo  amaurótico,  II,  282-281. 

ídolos,  II,  417. 

íleo  gastromesentérico,  I,  110;  II,  267. 

Ilíada,  I,  73-74. 

Ilustraciones  anatómicas,  I,  72-73,  150,  193-194, 
205-213,  215-216,  218,  252-253,  334,  348,  350, 
352,  390;  II,  48-49,  65-66,  90,  100,  144,  355, 
430-432. 

Ilustraciones  médicas,  1,112,  196,  226-227. 

Imhof,  sistema  de,  II,  388. 
Imprenta,  II,  425. 

Historia  de  la  Medicina.- T.  II. 


Inmortalidad  del  alma,  II,  450. 

Inmunidad,  II,  217-219,  220. 

Impetigo,  II,  14. 

Impetigo  herpetiforme,  II,  35. 

Impresiones  digitales,  I,  61;  II,  68,  140. 

Impresores,  médicos,  I,  188-189. 

Inanición,  II,  183. 

Incubación,  I,  72. 

Incunables,  I,  157,  188,  206;  II,  354-356. 

Incunables  gráficos,  I,  206-211. 

Index  Catálogo,  II,  305. 

Index  medicus,  II,  305. 

India  Oriental,  Compañía,  II,  25. 

India,  Servicio  Médico  de  la,  II,  25. 

Indios  norteamericanos,  I,  15-17,  404. 

Industrialismo,  II,  1,  357. 

Inervación  recíproca,  II,  170. 

Infanticidio,  I,  355,  394. 

Infantil,    mortalidad,   I,    238,    S18  319,    431-482; 

II,  500. 
Infantilismo,  II,  283,  327. 
Infantilismo  sexual,  II,  255,  320. 
Infarto,  I,  328. 
Infección,  II,  208-209. 
Infección  focal,  II,  272. 

Infección  traumática,  II,  211,  213,  212-224,  898. 
Infecciones  terminales,  II,  219. 
Inflamación,  I,  102,  364,  403;  II,  202,  204-206, 

218. 
Influenza,  I.  180,  318,  384;  II,  215 
Ingeniería  sanitaria,  I,  52,  94,  106. 
Inhalación,  terapéutica  por  la,  I,  844. 
Inhibición,  II,  79. 
Injertos  cutáneos,  II,  112. 
Inoculación.  (Véase  Variolización.) 
Inoculación  experimental,  II,  338,  3S9> 
Inoculación  preventiva,  I,  395-399,  427,  488,  484, 

435;  II,  209. 
Insectos,  II,  220. 
Insolación,  II,  293. 
Inspección  de  fábricas,  II,  386. 
Instituciones  sanitarias,  II,  426. 
Instituto  Llórente,  II,  500. 
Instituto  Oftálmico,  II,  500. 
Instituto  de  Psicología  Experimental,  II,  504. 
Instituto  Rubio,  II,  482. 
Instrumentos  de  precisión,  I,  376. 
Instrumentos    quirúrgicos,   I,    19-20,   45,   59    96- 

97,  149. 
Insuflación  intratraqueal,  II,  348. 
ínsula  de  Reil,  I,  389. 
Intercostales,  músculos,  I,  274;  II,  196. 
Interíleoabdominal,  desarticulación,  II,  481,  489 
Intermaxilar,  hueso,  I,  349. 
Internacionalismo,  II,  396-397. 
Intestinal,  obstrucción,  I,  148;  II,  232,  167. 
Intestinos,  I,  251,  252;  II,   178. 
Intestinos,  cirugía  de  los,  I,  141;  II,  225,  234.  849- 

350. 
Intubación,  II,  250,  252,  500. 
Intususcepción,  I,  364. 

4i 


626 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Invernación,  I,  S37,  364. 

Inyección  anatómica,  I.  253.  256;  II,  72. 

Inyección  hipodérmica,  II,  16,  110,  294. 

Inyección  intravenosa,  I,  278;  II,  294. 

Inyecciones  cicatrizantes,  II.  439. 

Iodotlrina,  II,  319. 

Ionoterapia,  II,  294. 

Ipecacuana,  I,  298. 

Iridectomía,  I,  367;  II,  246. 

Iridocleisis,  II,  110. 

Iridodiálisis,  I,  352. 

Iridotomia,  I,  359. 

Irlandesa,  escuela,  II,  16-18. 

Irritabilidad,  I.  272,  326-327,  331,  342,  389;    II, 

311. 
Irritación,  II,  3,  5. 
Isoleucina,  II,  199. 
Isopatía  II,  39. 
I^otónicas,  curvas,  II,  171. 


Jamís,  polvos  de,  I,  413. 

Jaqueca,  I,  393. 

Jardines  botánicos,   I,   137,   168,   235,   289,   380, 

427;  II,  377. 
Javelización,  II,  398. 
Jeringa  hipodérmica,  II,  16,  110,  294. 
Jeroglíficos,  I,  41-43,  369. 
Jesuítas,  I,  387. 

Johns  Hopkins,  Hospital,  II,  370. 
Josephinum,  I,  425. 
Jugo    gástrico,   I,   336,   337;   II,   87-89,    177-178, 

195. 
Jugo  nervioso,  I,  262. 
Jukes,  familia,  II,  313. 
Jurisprudencia  médica,  I,  55,   64,  165,  192,  223, 

238,  277,  394;  II,  238,  300-301,  377. 


Kala-azar,  II,  330. 
Kalllkak,  familia,  II,  318. 
Karloqulnesls,  II,  147-148. 
Kelth-Flack,  nodulo  de,  II,  121 
Kelolde,  II,  15 
Keratoscopio,  II,  249. 
Korltcrapla,   TI,  399. 
KIniAffrafo,  II,  78,  187. 
Klncslterapla,  II,  296. 
Knossos,  excavaciones  en,  I,  66. 

Eoeh,  postulados  de,  II,  211. 

Kmil-Oba,  vaso  do,  I,  162. 

Kraurosis,   II,  239. 

Krifbtlkrankheü,   I,  243. 

Knblfl  >.■  ni.   1 1.  266. 

Kur\tr/reihtü,    II,    389. 


Labio  leporino,  I,  149;  II,  98. 

Laboratorios,  I,  204;  II,  67,  192,  363.  169,  174, 

462,  503. 
Lactancia  materna,  II,  439. 
Lactancia  mercenaria,  I,  238,  319,  431. 
Lacustres,  habitaciones,  I,  19. 
Lambert,  familia,  I,  394. 
Lamlnectomfa,  II,  232. 
Lámpara  de  seguridad,  II,  297. 
Lamparones,  II,  13. 

Lana,  prueba  de  las  madejas  de,  II,  349. 
Lane,  operación  de,  II,  342. 
Laparotomía,  I,  282;  II,  494. 
Laparotomía  paraperitoneal,  II,  481. 
Laringe,  II,  64,  250. 
Laringe,  cirugía  de  la,  II,  225-226,  482. 
Laringe,  enfermedades  de  la,  II,  38,  259. 
Laringe,  intubación  de  la,  II,  250,  252,  500. 
Laringología,  II,  249-251,  259,  501. 
Larlngoscopia,  II,  38,  95,  250. 
Laringoscopia  por  suspensión,  II,  260. 
Laringoscopio,  II,  38,  272. 
Lautafelkuntt,  I,  191-194. 
La  Téne,  I,  19. 
Láudano,  I,  201. 
Láudano  de  Sydenhan,  I,  276. 
Lazaretos,  I,  171,  172,  385;  II,  423. 
Lazo  de  seguridad,  II,  238. 
Leche,  II,  273. 

Leche,  enfermedad  de  la,  II,  44. 
Leche,  laboratorios  para  la,  II,  273. 
Lechos  celestiales,  I,  414. 
Leges  barbarorum,  I,  163. 
Legislación  médica,  I,  162-163,  165-166,  214,  237- 

239,  315,  435;  II,  385,  390-391,  425,  467. 
Leishman-Donovan,  cuerpos  de,  II,  130. 
Lemurengestalt,  I,  150. 
Lenguaje,  II,  248. 
Lentes,  I,  230,  256,  405. 
Leontiasis,  II,  202. 

Lepra,  I,  63,  54,  65,  149,  165,  158,  171-171,  180, 
185,  196,  239,  242,  317,  895;  II,  20,  315,  341. 
491. 

Leproserías,  I,  172;  II,  424,  427. 

Leprosos  sospechosos,  I,  158,  166,  171. 

Letheon,  II,  126. 

Leucemia,  II,  202,  234,  268. 

Leuclna,  II,  188,  198,  199,  S5f. 

Leucocitosis,  II,  202. 

Levaduras,  II,  62. 

Ley  de  Colles,  II,  04. 

Ley  de  Fechner,  II,  80. 

Ley  de  Russel,  II,  886. 

Ley  de  la  semejanza  adecuada,  II,  813. 

Ley  de  todo  o  nada,  II,  163,  188. 

Leyendas  populares  médicas.  (Véase  Folk-l«r».) 

Leyes  de  von  Haer,  II,  165. 

Llcbig,  extracto  de,  II,  84. 

Liuadura,  1,  96;  II,  434,  436,  488. 


índice    de    materias 


627 


Ligamento  de  Falopio,  II,  463. 

Ligamento  de  Gimbernat,  II,  464. 

Lignum  nephrüicum,  I,  298. 

Línea3  atroncas,  II,  267. 

Linfa,  II,  187. 

Linfadenoma,  I,  259;  II,  22. 

Linfático,  estado,  II,  20,  142,  320,  324. 

Linfáticos,  I,  251,  256,  339,  340,  346;  II,  57,  148, 
150,  189. 

Linfoderma  perniciosa,  II,  288. 

Linitis,  II,  269. 
Lipoides,  II,  291. 
Liquen  exudativo,  II,  35. 
Liquen  nüidus,  II,  289. 
Liquen  urticatus,  II,  15. 
Liiina,  II,  199. 
Litiasis,  II,  428,  434. 
Litolapaxia,  II,  233. 

Litotomía,  I,  59,  96,  111,  119,  144,  145,  150,  224- 
225,  280,  281,  357,  359,  427;  II,  91,  93,  98,  101, 
106,  110,  123-124. 
Litotricia,  I,  119;  II,  110. 
Locomoción,  II,  81,  164. 
Locos,  I,  11,  124. 
Locos,  asilos  para,  I,  430,  431. 
Locos,  cuidado  de  los,  I,  244,   430-431;  II,   382- 

383,  503-504. 
Locos,  torre  de  los,  I,  430. 
Locura,  I,  31,  97,  99,  110,  177,  238,  278,  281,  389; 

II,  11-12,  285-288,  301. 
Luetinorreacción,  II,  334. 
Luna,  supersticiones  acerca  de  la,  I,  27. 
Lunares,  ciclos,  I,  27-28,  50,  161. 
Lunática,  doctrina,  I,  27. 
Lupus,  II,  14. 
Lupus  verrucosum,  II,  8. 
Lustración  (purificación),  I,  24,  53. 
Luz,  I,  369. 

«Luz»,  hue30,  I,  56,  216,  228. 
Luz  roja,  tratamiento  por  la,  I,  25-26,  63. 
Luz  tropical,  II,  341. 


M 


Macassar,  aceite  de,  I,  413. 

Magia,  I,  10,  12-13,  107-108,  229. 

Magia  simpática,  I,  13,  24-25. 

Mágico,  arte,  I,  51. 

Magnesio,  II,  293. 

Magnéticos,  tractores,  I,  413. 

Magnetismo,  I,  246,  255,  295,  390-392,  414;  II,  80. 

Magnetismo  físico,  I,  232. 

Mal  d'amour,  I,  310-311. 

Mal  de  la  rosa,  I,  391,  393;  II,  455. 

Mal  de  ojo,  I,  29-30,  185,  186. 

Mal  franzoao,  1,  184. 

Malade  (Le)  imaginaire,  I,  305. 

Malta,  fiebre  de,  II,  215,  341. 

Maltusianismo,  II,  300. 

Malum  malannum,  I,  27,  181. 


Mama,  I,  217;  II,  107,  176,  347. 
Mama,  extirpación  de  la,  II,  481. 
Mandragora,  I,  20,  98,  142-143. 

Manía,  II,  474. 

Manicomios,  I,  238,  244,  430-431;   II,  426,  504. 

Mano  artificial,  I,  100,  164. 

Mano  fiea,  I,  29. 

Manómetro,  I,  336. 

Manuscrito  de  Bower,  I,  58. 

Manuscritos  médicos,  II,  302-30S. 

Máquina  ruidosa,  II,  353. 

Mártires  médicos,  II,  342. 

Masaje,  I,  17,  41,  60,  61,  63,  95,  223;  II,  44£. 

Mastoideos,  cirugía  de  los  procesos,  I,  357,  370; 
II,  251. 

Mastoiditis,  II,  251. 

Matemáticos,  II,  1-2. 

Materia,  I,  76-77. 

Materia  médica,  I,  58,  61,  98-99,    100,  120,  201, 
296-299,  312,  419-420. 

Materialismo,  II,  315-316. 

Maternales,  impresiones,  I,  53. 

Maternidad,  casa  de,  I,  244. 

Matrimonio,  II,  141. 

Matrimonio  consanguíneo,  II,  314. 

Matrimonio,  higiene  del,  II,  470. 

Mecanoterapia,  II,  296. 

Meckel,  divertículo  de,  I,  348. 

Meckel,  ganglio  de,  I,  348. 

Medallas  de  la  annona,  I,  240, 

Medallas  del  hambre,  I,  240,  315-316. 

Medallas  de  los  cometas,  I,  316. 

Medallas  médicas.  (Véase  Numismática.) 

Mediastinotomía,  II,  487. 

Medias  tintas,  I,  350. 
Medicina,  «hacer»,  1,  11-12,  53. 
Medicina,  historia  de  la.  I,  91,  97,  118,  285.  381, 
394-395,  428;  II,  240,  269,  270,  284,  300,  301- 
304,  353-355,  442,  466,  481,  502,  503>  549-550. 
Medicina,  sistemas  de,  I,  321-328,  386-387;  II,  24. 
Medicina  accádica,  I,  49-52. 
Medicina  alejandrina,  I,  91-92 
Medicina    alemana,   I,    161,    191-203;    II,   27-40. 

373-374. 
Medicina   americana,   I,   285,    313-315,    399-405, 

434-435;  II,  40-47,  369-373. 
Medicina  angloindia,  II,  25-27. 
Medicina  austríaca,  I,  387-388;  II,  31-38. 
Medicina  árabe,  I,   113-127;  II,  421-422. 
Medicina  babilónica,  I,  50-52. 
Medicina  bíblica,  I,  52-55. 
Medicina  bizantina,  I,   107-112. 
Medicina  canadiense,  II,  269-270,  274. 
Medicina  china,  I,  60-62. 
Medicina  del  Estado,  II,  385-388. 
Medidna  doméstica,  1,  93-96;  II,  2S. 
Medicina  druida,  I,   101. 
Medicina  egipcia,  I,  39-47. 
Medicina  escolástica,  I,   157-159. 
Medicina  española,  enseñanza  de  la,  II,  425,  46rt- 
468,   469,  485. 


628 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Medicina  española,  historia  de  la,  II,  405-507. 
Medicina  española  antigua,  II,  405-419. 
Medicina  española  prehistórica,  II,  405-419. 
Medicina  española  primitiva,  II,  405-419. 
Medicina  española  popular,  II,  418. 
Medicina  francesa,  I,  303-307,  336-387;  II,  3-14, 

252-255,  276-280,  367-368,  374-375. 
Medicina  grecorromana,  I,  93-106. 
Medicina  griega,  I,  65-105. 
Medicina  herbórea,    I,    93,    98-99,    135-136,    139, 

156,  161,  226-227. 
Medicina  homérica,  I,  73-75. 
Medicina  horoscópica,  1,  27-28,  293-294. 
Medicina  india,  I,  57-60. 
Medicina  inglesa,  I,   155-157,   197,  232,  245-251, 

267-268,    271-277,    278-279,    326-327,    339-342, 

374-385,  395-399,  416-419;  II,   16-27,  265-269, 

375. 
Medicina  interna,  I,  50-53,  83,  116-117,  121-123, 

139,  236-238,  274-278,   288,   371-373,   376  394, 

406-407,  427-428;  II,  3-47,  24-25,  252-274,  364- 

370,  439-442,  495. 
Medicina  irlandesa,  I,  161;  II,  16-18. 
Medicina  japonesa,  I,  62-64. 
Medicina  judia,  I,  52-57,  126-127,  159,  173. 
Medicina  legal.  II,  468,  506-507. 
Medicina  mahometana,  I,  113-127;  II,  421-422. 
Medicina  medieval,  I,   129-186;  II,  355. 
Medicina  mejicana,  al  final  de  la  obra. 
Medicina  militar,  I,   111,  281-282,   384-385,   400- 

402,   410,   424-426;   II,   102-103,    115-118,   338- 

342. 
Medicina  moderna,  II,   1-403. 
Medicina  monástica,  I,   135-137. 
Medicina  naval,  I,  225,  385,  410. 
Medicina  oriental,  I,  49-64. 
Medicina  papírica,  I,  41-44. 
Medicina  prehistórica  y  primitiva,  I,  7-33. 
Medicina  preventiva,  II,  403. 
Medicina  del  Renacimiento,  1,   187-244. 
Medicina  romana,  I,  93-106. 
Medicina  rusa,  I,  162,  311-313,  425-426;  II,  372- 

373. 
Medicina  siria,  I,  92. 
M. urina  social,  II,  400-401. 
Medicina  sumeriana,  I,  49-52. 
Medicina  talmúdica,  I,  56-57. 
Medicina  teúrgiea,  I,  57,  135-136,  173-174. 

Me di< -ina  tropical,  I,  203;  II,  25  26,  212-213,  204- 
265.  378. 

na  veterinaria,  I,    111,  282,  279-280. 
Módicos,  I,  53,  73-75,  80-81,  80,  93-94,  406-408, 

416-418;  II,  371-372,  392,  402. 
Medióos,  trajes  de  los,  I,  88-89,  175-176. 
s  militares,  II,  437,  466,  470,  492. 
MédlCOS  naturalistas,  II,  433. 

Médula  espinal,  1,  103. 

Médula  espinal,  cirugía  de  la,  II.  231,  232,  282. 
Médula  espinal,  enfermedades    de  la,  I,   335;  II, 

277,  280-282. 
Melancolía,  II,  442. 


Melanemia,  II,  20. 

Membranas  semipermeables,  II,  87,  199. 

Memoria,  II,  139. 

Mendel,  leyes  de,  I,  53;  II,  309-310,  314. 

Meningitis  cerebroespinal,  II,  41,  215,  219,  385. 

Meningitis  tuberculosa,  I,  341;  II,  42-43. 

Menstruación,  I,  19,  27. 

Mental,  debilidad,  II,  314. 

Mentira,  II,  11. 

Meralgia  parestéslca,  II,  285. 

Mercurio,  I,  61,  125,  141,  185-186,  240;  II,  35- 

428,  429,  433. 
Merseburg,  triada  de,  II,  47. 
Mesmerismo,  I,  391-392;  II,  41. 
Metabolismo,    I,    264,    389;    II,    84,    85-86,    177, 
180-184,  198,  248,  263,  268,  290,  296,   318, 
319. 
Metabolismo  intracelular,  II,  198,  324-325. 
Metafísica,  II,  452. 
Metahemoglobina.  II,  197. 
Metales  planetarios,  I,  124. 
Metatarsalgla,  II,  282. 
Metaxenla,  I,  328. 
Metempsícosls,  I,  79. 
Meteorología  médica,  I,  381-382,  388. 
Metodismo,  I,  95. 
Miastenia  grave,  I,  268;  II,  281. 
Mica,  operación  de,  I,  20. 
Mlcetoma,  II,  26. 
Mickuliz,  enfermedad  de,  II,  226. 
Micosis,  II,  202,  288-289. 
Micosis  fungoide,  II,  15. 
Microfotografía,  II,  151,  338. 
Mlcroquímica,  II,  301,  334,  607. 
Microscopía,  I,  230,  254-259;  II,  2,  57,  58,  67, 

72,  221. 
Microsporon  furfur,  II,  289. 
Mlcrótomo,  II,  67,  146,  156. 
Midriáslcos,  II,  291. 
Miembros  artificiales,  I,  164,  228. 
Milagros,  I,  53. 

Milroy,  enfermedad  de,  II,  283. 

Mineros,  enfermedad  de  los,  I,  202. 

Mino3,  cultura  de,  I,  65-66. 

Miomectomía,  II,  130,  226. 

Miositis  osificante,  I,  392. 

Miotonía,   II,  285. 

Misiones  médicas,  I,  62. 

Mitología  médica,  I,  62,  65-73,  93,  105. 

Mitrldates,  1,  92,  297,  380. 

Mixedema,  I,  200,  203;  II,  47.  183,  232,  265,  268, 
319-320. 

Molluscum  contagiotum,  II,  16. 

Momias,  I,  45. 

Monjes  benedictinos,  II,  423-424. 

Monro,  dinastía  de,  I,  345-346,  421. 

Monstruos,  I,  51. 

Montañas,  vértigos  de  las,  I,  203. 

Monte  Casslno,  I,  135-136. 

Montpelller,  escuela  de,  I,  164,  158-160. 

Moralidad  Internacional,  II,  401. 


índice    de   materias 


629 


Morbus  Hungarian,  I,  245. 

Morfina,  II,  86. 

Morfogénesis,  II,  156-157. 

Morfología,  I,  338;  II,  52,  57,  59,  136,  138-139, 

145-146. 
Mortalidad,  cálculo  de,  I,  279. 
Mortalidad  infantil,  I,  238,  318-319,  431-432;  II, 

500. 
Moscas,  I,  52,  54,  223;  II,  145,  216-217. 
Mosquitos,  I,  52,  58. 

Mosquitos,  teoría  de  los,  II,  133,  216,  338-340, 
Moxa,  I,  18,  21,  60,  63,  299. 
Muérdago,  I,  161. 
Muermo,  I,  111,  277;  II,  13,  214. 
Muerte,  pronóstico»  de,  I,  158. 
Muerte  negra,  I,  180,   181-183. 
Mumia,  I,  200. 

Muñones  de  amputación,  II,  284. 
Murphy,  botón  de,  II,  349. 
Muscardina,  II,  328. 
Muscarina,  II,  291. 

Músculo,  I,  262,  271,  331;  II,  70,  162-163,  194 
Músculo  estiloauricular,  II,  472. 
Músculos,  I,  111,  209,  212,  218;  II,  162. 
Museo  Craneológico,  II,  474. 
Museo  de  Ciencias  Naturales,  II,  478. 
Museo  Dupuytren,  II,  469. 
Museo  Iconográfico  de  Madrid,  II,  472. 
Museo  Orfila,  II,  469. 
Museo  Vela8CO,  II,  473. 
Muaeos  Anatómicos,  I,  235,  290,  355,  363,  426; 

II,  473,  490. 
Museum  Ashmolean,  1,  313. 
Mutación,  II,  70,  135,  310-311. 


N 


Nacimiento,  presagios  de,  I,  61. 

Nagana,  II,  330. 

Nancy,  escuela  de,  II,  279. 

Napoleónicas,  guerras,  II,  102-10$. 

Ñapóles,  sitio  de,  I.  184. 

Narcosis,  II,  291. 

Narcóticos,  I,  21. 

Nariz,  I,  109,  251;  II,  146. 

Nariz,  cirugía  de  la,  II,  121,  251. 

Nariz,  enfermedades  de  la,  II,  250-251. 

Narrenturm,  I,  430. 

Navegantes,  enfermedades  de  los,  II,  466. 

Necator  americanus,  II,  329. 

Necrosis.  II,  119,  205,  227. 

Nefritis,  I,  143;  II,  19-20,  205,  206,  265,  270. 

Ncfrectomía,  II,  482. 

Nefropexia,  II,  229. 

Negro,  I,  348;  II,  54.      . 

Neolítico,  período,  II,  412-417. 

Neosalvarsán,  II,  335. 

Nervio  vago,  I,  347;  II,  79,  169,  188,  193,  196- 

197. 
Nervios,  I,  218;  II,  162-165. 


Nervios,  bloqueo  de  los,  II,  343,  348,  350. 
Nervios,  degeneración  de  los,  II,  166. 
Nervios,  regeneración  de  los,  I,  340. 
Nervios,  sutura  de  los,  I,  143-144. 
Nervios  craneales,  I,  102,  218,  220,  267,  346,  348; 

II,  50. 
Nervios  espinales,  II,  50,  56,  74,  283. 
Nervios  ópticos,  II,  142. 
Nervios  periféricos,  II,  164,  169,  398. 
Nervios  vasoconstrictores,  II.  174. 
Nervios  vasodilatadores,  II,  174. 
Nervios  vasomotores,  II,  174. 
Nerviosas,  células,  II,  68,  148-150. 
Nerviosas,  terminaciones,  II,  146,  148,  175-176. 
Nerviosas,  fibras,  II,  70. 
Nervioso,  impulso,  II,  58. 
Nervioso,  sistema,  I,  91,  102;  II,  99,  164-172. 
Nervioso  simpático,  sistema,  I,  103,  342;  II,  169, 

192-193. 
Nervioso  vasomotor,  sistema,  II,  174. 
Nestorianos,  I,  115. 
Neuralgia,  II,  276,  295. 
Neuralgia  facial,  I,  381. 
Neurastenia,  II,  282,  296. 
Neurectomia,  II,  235. 
Neuritis,  II,  40,  66,  124,  284,  285. 
Neurofibrillas,  II,  149. 
Neurofibroma,  II,  205,  285. 
Neurogénica,  teoría,  I,  248,  268;  II,  76. 
Neuroglia,  II,  148,  202,  205,  506. 
Neurología,  I,  102,  258,  341;  II,  261,  270,  274- 

285. 
Neuroma,  II,  169,  275. 
Neuronas,  teoría  de  las,  II,  148-150,  170. 
Neurosis,  II,  254,  325. 
Neurosis  sexual,  II,  326-327. 
Neurosis  traumática,  II,  124,  284. 
Neurosis  visceral,  II,  269,  285. 
Neurotomía,  I,  144. 
Nictalopia,  I,  367,  379. 
Nihilismo  terapéutico,  II,  29,  54,  55. 
Niño  recién  nacido,  II,  171. 
Niños,  cuidado  de  los,  I,  177-178. 
Niños,  granjas  para,  I,  431. 
Niños,  enfermedades  de  los,  II,  433,  442. 
Niños,  higiene  de  los,  I,  191  192. 
Niños,  mortalidad  en  los,  I,  238,  318-319,  451- 

432;  II,  500. 
Niños,  nutrición  de  los,  I,  238,  318-319,  431-451; 

II,  260,  273. 
Niños,  trabajos  de  los,  II,  385. 
Nistagmus  vestibular,  II,  69,  77,  55$. 
Nitrito  de  amilo,  II,  292,  293. 
Nitroaéreo,  I,  274. 
Nitrógeno,  I,  343;  II,  182. 
Nitroso,  óxido,  II,  125. 
«No  restricción»,  II,  286,  582. 
Nobel,  premios,  II,  396-397. 
Nodal,  ritmo,   II,  322. 
Nodulo  de  Keith-Flack,  II,  321. 
Nomenclatura  anatómica,  I,  218,  546;  II,  7$. 


630 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Nomenclatura  binomial,  I,  323. 

Nominalismo,  I,  131-132. 

Norleucina,  II,   199. 

Nosocomia,  I,  169. 

Nosología,  I,  323,  324,  325,  326,  37S. 

Notocuerda,  II,  59,  70. 

Noveles,  médicos,  I,  307;  II,  361-362. 

Novocaína,  II,  294. 

Nucleína,  II,  183,  198,  199. 

Núcleo,  II,  60,  61,  62,   63. 

Núcleoproteínas,  II,  220. 

yudo  vital,  II,  77. 

Números,  doctrina  de  los,  I,  26-27,  77-79. 

Numismática  médica,  I,  73,  89,  240,  315-316,  395. 

Nutrición,  II,  182. 


Obssidad,  II,  295. 
Obesidad  hipofisaria,  II,  47. 

Obstetricia,  I,  21,  96-97,   100,  177-178,   192-193, 
237,  282-284,  352-357,  360,  402,  428,  435;  II, 
36-37,  240-243,  272,  439,  462,  493. 
Oclusión  defectuosa,  I,  242. 
Ocronosis,  II,  202. 
Oculistas,  I,  163,  197. 
Oculistas  romanos,  I,  106. 

Ocupaciones,  higiene  de  la*,  I,  332;  II,  297,  385. 
«Ocho  enfermedades»,  I.   180. 
Odica,  fuerza,  I,  392. 
Odisea,   La,  I,  14,  74-75. 
Odontología,  I,  106,  119,  147,  149,  223,  242,  309- 

310,  365;  II,  101,  125. 
Oftalmía  egipcia,  II,  103,  212. 
Oftalmología,  I,  96,   106,   115,   196-197,  264-265, 
328,   367-370,   411-412,   425;   II,   243-249,   351- 
353,  501. 
Oftalmóruetro,  II,  159,  247. 
Oftalmoscopio,  II,  159,  246,  248,  281,  352. 
Oldium,   II,  66. 

Oído,  I,   109,  209,  219,  346,  370-371;  II,  70. 
Oído,  cirugía  del,  II,  101,  251. 
Oído  interno,  I,  351;  II,  148,  353,  490. 
Ojo,  I,  99,  264-265,  346,  368-369;  II,  81,  83,  361- 

3:,2,   436. 
Ojo,  cirugía  del,  I,   111,  881;  II,  102,  352  358. 
ojo,  enfermedad*  del,  I,  L09,  115,  122;  II,  244- 

iquemátlcb,  I,  lió,  lie,  208. 
Olfato,  II,  260. 
Omnia  i  <ir  loe,  i,  119. 

i,    JJ,    133,   320. 
qulrÚTgiooe,    I     144.    163-164,    195. 

IS,    102,    142,   201,   40d;   II,  208. 
nloo,  índice,  II,  3-37. 
v    II,   215. 

'      M9¡    II,    3:.  1-351. 
gil  I     II.    -ZÍ7. 
■  -     II,    176. 

LD   Juan,   1,   170. 
.,    I,   7U-71. 


Orina,  I,  111,  112,  118,  138,  265,  277,  341,  808; 

II,  81,  83,  85,  86-87,   181,  183-184,  186.   187, 

188,  199,  268,  274,  435. 
Orina,  diazorreacción  de  la,  II,  334. 
Ornitina,  II,   199. 
Oro  ardiente,  II,  444. 
Oro  potable,  I,  125,  154,  203,  204. 
Orphanotrophia,  I,  169. 
Ortopedia,  I,   118,  284,  358;  II,  101,   106,  118- 

114,  229,  343-344. 
Orviétan,  I,  305,  409. 
Osgood-Schlatter,  enfermedad  de,  II,  844. 
Osler,  manchas  de,  II,  269. 
Osmosis,  II,  41,  86,  87,  199. 
Osteítis  deformante,  II,  230,  267. 
Osteoartropatía,  II,  280. 
Osteología,  I,  102,  217-218,  346. 
Osteomalacia,  I,  405. 
Osteomielitis,  I,  319;  II,  344. 
Osteopsathyrosis,  II,  47. 
Otología,  I,  370;  II,  251. 
Ovario,  I,  269. 
Ovario,  enfermedade»  del,  I,  356,  375;  II,  128, 

129. 
Ovarios,  I,  220. 
Ovarios,  quistes  del,  II,  482. 
Ovariotomía,  I,  20,  282,  356;  II,  100,  108,  119, 

128-129,  133,  223,  236,  237,  482. 
Óvulo,  I,  340;  II,  59,  142,  145,  152-153,  317-318. 
Oxaluria,  II,  198. 
Oxidación,  II,  317. 
Oxígeno,  I,  274,  343. 
Oxihemoglobina,  II,  107. 
Oxiprolina,  II,  100. 
Ozena,  II,  251. 


Pabellones  hospitales,  II,  870. 

Pacchloni,  granulaciones  de,  I,  251. 

Padua,  escuela  de,  I,  158. 

Paidopatía,  II,  498-499. 

Palatina  congenita,  hendidura,  II,  111. 

Paleontología,  II,  52-53,  136-137. 

Paleopatología,  I,  46. 

Paleopsicología,  II,  328. 

Paludismo,  I,  22,  23-24,  27,  28,  58,  74,  77,  85, 
97,  107,  276,  277,  318,  391,  433;  II,  41-42,  216, 
20-1-265,  270,  329,  331,  333,  340,  428,  444,  456 

Panaceas,  1,  15. 

Panamá,  canal  de,  U,  339-340. 

Páncreas,  I,  260;  II,  178,  180,  ios. 

Páncreas,  cirugía  del,    II,  344. 

Pancreatine  hemorráglca,  II,  206. 

Deals,   II,    135-136,   139,  318. 

Panteiamo,  i,  120,  131. 

Pantelstas,  11,  423. 

Pantopon,  11,  204. 

Papaa,  medicos  de  los,  1,  146,  107. 

Pappatacli,  liebre  de,  11,  337. 

Papiros  médicos,  1,   41-44. 


índice    de   materias 


631 


Parabolani,  I,  162,  170. 

Paracentesis,  I,  88,  111,  150,  340. 

Paracusia  de  Willis,  I,  268;  II,  355. 

Parafina,  inyecciones  de,  II,  227. 

Paragonomiasis,  II,  216. 

Parálisis,  I,  103,  202,  319;  II,  20,  269,  277,  281, 

282,  285. 
Parálisis  agitante,  II,  23. 
Parálisis  bulbar,  II,  258. 
Parálisis  de  Bell,  II,  50. 
Parálisis  de  Cruveilhier,  II,  49. 
Parálisis  de  las  cuerdas  vocales,  II,  259. 
Parálisis  facial,  I,  159;  II,  50. 
Parálisis  general,  II,  505. 
Parálisis  pseudohipertróíica,  II,  50. 
Paralíticas,  secreciones,  II,  174-175. 
Paramecium,  II,  332. 
Paramioclonus,  II,  281. 
Paraplejía  alcohólica,  II,  267. 
Parapsoriasis,  II,  289. 
Parasífilis,  II,  254. 
Parasitología,  I,  110,  118,  120;  II,  215-217,  328- 

333,  339-340. 
Paratiroideas,  glándulas,  II,  142. 
Paratiroideas,  cirugía  de  las,  II,  347. 
Paregórico,  I,  420. 
París,  Facultad  de,  I,  303-307. 
Parótida,  cirugía  de  la,  II,  485. 
Parótida,  extirpación  de  la,  II,  481. 
Parótidas,  I,  393. 

Partenogénesis  experimental,  II,  317. 
Parto,  I,  223,  284,  354-355. 
Pasteur,  Instituto,  II,  209. 
Pasteurización,  II,  273. 
Paternidad,  investigación  de  la,  II,  388. 
Patología,  I,  56,  58,  61,  201,   231,  277,    372-376; 

II,  23-34,  73,  191-192,  200-206,  213,  219-220, 

233,  377,  475. 
Pathologist  animata,  I,  260. 
Patología  celular,  II,  143,  200,  201-202. 
Patología  experimental,  I,  331;  II,  75,  175. 
Patología  humoral,  I,  78-79,  86,  275. 
Patología  primitiva,  I,  13,  50-52. 
Patología  quirúrgica,  II,  225-228,  230-231,  477. 
Patometría,  II,  331. 
Pavy,  articulación  de,  II,  268. 
Pebrina,  II,  208. 
•  Peces  eléctricos,  I,  341;  II,  64. 
Pectíneo,  músculo,  I,  81. 
Pectoriloquia,  II,  8,  264. 
Pedagogía,  II,  325,  451,  457,  466. 
Pediatría,  I,  192,  203,  277,  304-307;  II,  259-260, 

268,  272-274,  480. 
Pediculosis,  II,  329. 
Pedicuros,  I,  310. 
Pelagra,  I,  391;  II,  329,  455. 
Peliosis  reumática,  II,  29-30. 
Pelo,  II,  136. 
Pe]  vi  metro,  I,  356. 
Pelvis,  deformidades  de  la,  I,  283. 
Pelvin,  morfología  de  la,  II,  241. 


Pensilvania,  Hospital  de,  I,  402-401. 
Pentavacunas,  II,  398. 
Pentosuria,  II,  198,  263. 
Peñasco,  II,  490. 
Pepsina,  II,  62,  89. 
Peptonuria,  II,  198. 
Percepción,  II,  451. 

Percusión,  I,  371-372;  II,  10,  13,  32,  270. 
Perfusión,  I,  248;  II,  188,  193. 
Periarteritis  nudosa,  II,  258. 
Periné,  cirugía  del,  II,  132. 
Periné,  reparación  plástica  del,  II,  238. 
Periné,  rasgadura  del,  II,  106. 
Perineumonía  bovina,  II,  215. 
Periodicidad,  I,  26-27,  276. 
Periódicos,  I,  287;  II,  469,  493. 
Periódicos  médicos,    I,    287-288,    358,    389,    390, 
395,  426,  434-435;  II,  25,  30,  46,  64-55,  114, 
261,  287,  288,  306,  393-396. 
Periodismo  médico,  II,  497,  499. 
Peritoneo,  I,  347. 
Peritonitis,  I,  394;  II,  232. 
Perlsucht,  II,  214. 

Perspiration  insensible,  I,  264,  340;  II,  181. 

Peruana,  corteza,  I,  298. 

Pesarios,  I,  159,  335;  II,  239. 

Peste,  I,  55,  99,  155,  181-183,  192,  197,  240,  242. 
254-255,  315-318,  432;  II,  215,  385,  433,  436, 
437,  440. 

Peste,  medallas  de  la,  I,  240,  315-316. 

Peste,  médicos  para  la,  I,  317. 

Peste,  tratados  de  la,  I,  183. 

Peste  bov  na,  II,  212,  299,  300. 

Peyer,  placas  de,  I,  269. 

Pharmakos,  I,  14. 

Physiologus,  I,  137. 

Pick,  enfermedad  de,  II,  274 

Pie  de  las  trincheras,  II,  398. 

Pie  zambo,  II,  107. 

Piedra  de  calambres,  I,  25. 

Piedra  filosofal,  I,  292. 

Piedra  taUada,  I,  9,  18,  39,  40,  53;  II,  405-41T. 

Piedras,  leyendas  populares  sobre  las.  I,  81-82, 
310. 

Piel,  atrofia  de  la,  II,  289. 

Piel,  enfermedades  de  la,  I,  185-186,  208;  II,  18, 
14-16,  288-289. 

Pigmeos,  I,  254. 

Pildoras,  I,  120. 

Pildoras  analépticas,  I,  413. 

Pildoras  de  Ward,  I,  412. 

Pin j ampo,  I,  19. 

Pinturas  médicas,  I,  173-177,  239,  241-242,  289- 
290,  309-311,  319-320;  II,  202,  360-362. 

Pinturas  neolíticas,  II,  416. 

Piorrea  alveolar,  I,  365. 

Piroplasmosis,  II,  216,  330. 

Pithecanthropus,  I,  39;  II,  141. 

Pitiriasis,  II,  14. 

Pituitaria,  glándula,  I,  218,  273;  II,  64.  188,  810, 
347,  348-349. 


632 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Placenta,  I,  220,  283,  355;  II,  144. 

Plantas,  leyendas  populares  sobre  la*,  I,   15-17. 

Plaquetas,  II,  48,  148,  269. 

Plasmaferesis,  II,  293. 

Pleomorfismo,  II,  221. 

Pletismografía,  II,  188. 

Plétora,  I,  324-325. 

Pleuresía,  I,  99,  102,  110,  329;  II,  438. 

Plexímetro,  II,  13. 

Plica  polaca,  I,  180. 

Plomo,  envenenamiento  por  el,  I,  «43,  277,  383, 

390,  400,  405;  II,  387. 
Pluriglandulare3,  síndromes,  II,  21. 
Pneuma,  I,  95,  101,  104. 
Pneumática,  cámara,  II,  343. 
Pneumática,  escuela,  I,  95. 
Pneumonía,  I,  99,  102,  110,  374,  375;  II,  8,  33, 

215,  340. 
Pneumoterapia,  I,  344. 
Pneumotórax,  I,  340;  II,  270. 
Pneumotórax  artificial,  II,  294,  343. 
Pneumotifus,  II,  33. 
Pocula  emet,ica,  I,  298. 
Poetas,  médicos,  I,  332. 
Poitou,  cólico  de,  I,  277,  390. 
Policía  higiénica,  I,  53,  336;  II,  297. 
Policitemia,  II,  255,  269. 
Policlínicas,  I,  335;  II,  370-371. 
Polifarmacia,  I,  101,  113,  149. 
Poligenismo,  II,  110,  141. 
Polioencefalitis,  II,  286. 

Poliomielitis,  II,  47,  219,  229,  255,  277,  338,  $85. 
Polipéptidos,  II,  323. 
Polipnea,  II,  194. 
Pólipos  nasales,  II,  439. 
Polipragmatismo,  I,  101. 
Polvo,  II,  297. 
Polvos  de  Dover,  I,  420. 
Polvo  simpático,  I,  295. 
Pomada  de  los  oculistas,  I,  106. 
Pomada  para  las  armas,  I,  24,  294-295. 
Pomum  cimbre,  I,   183. 
Poro-i neratosis,  II,  289. 
Pórrigo,   II,   289. 

Porta,  enfermedades  (1<;1  sistema,  I,  325. 

119. 
Post-mortrm,    I,    161,  238. 

'•rviri,,,    I,  288. 

■ 
l'r.Tjpitina,  prueba  de  la,  i.  39;  il,  220,  sol. 
Preformación,  i.  :;: 

P  |  '       I  ; 

50-51. 
Presbiofrenia,  ti,  280. 
i  diferencia]    n. 

B;   11.  75,  77-78,   1S6-187, 
LOO,   192,  272,  24 
Prima v. -ni,  catarro,  D,  248. 

:.    II,   227. 

I 

Probabilidades,  u,  811,  331. 


Profesionales,  enfermedades,  I,  332. 

Profesiones,  lúgiene  de  las,  I,  332;  II,  297,  385. 

Profilaxia,  I,  55. 

Prolina,  II,  199. 

Pronóstico,  I,  50,  51,  80,  86,   158;  II,  272,    300. 

Pronóstico  de  muerte,  I,  158. 

Pronóstico  estadístico,  II,  300,  331. 

Proponal,  II,  294. 

Prostatorrea,  II,  234. 

Prostitución,  II,  297,  388. 

Protectores,  fermentos,  II,  325. 

Proteidos,  II,  195. 

Proteínas,  II,  198,  219-220. 

Proteínas,  síntesis  de  las,  II,  323. 

Protoplasma,  II,  59.  63,  68,  147,  148. 

Protozoología,  II,  329-333. 

Protozoos,  I,  257. 

Prurigo,  II,  14. 

Pseudocirrosis  pericardíaca,  II,  274. 

Pseudoesclerosis,  II,  281. 

Pseudolüpertrofias,  II,  277. 

Pseudoleucemia,  I,  259. 

Psicastenia,  II,  325. 

Psicoanálisis,  I,  325;  II,  288,  327. 

Psicofísica,  II,  171-172. 

Psicología,  I,  216;  II,  80,  136,  141,  171-172,  325 

328. 
Psicología  experimental,  II,  450. 
Psicología  pedagógica,  II,  451,  470. 
Psicología  sexual,  II,  325-328. 
Psicopatología,  II,  326-328. 
Psicoterapia,  I,  8,  13,  35,  37,  157,  325,  390;  II, 

295. 
Psiquiatría,  I,  430-431;  II,   11-12,  285-288,  I8t, 

503. 
Psíquico,  alimento,  II,  180. 
Psora,  II,  39. 
Psoriasis,  I,  54;  II,  14. 
Psorospermosis,  II,  57,  289. 
Ptialina,  II,  178-179. 
Ptochia,  I,  169. 
Ptomaínas,  II,  199,  219,  220. 
Ptosis,  II,  249. 
Pubiotomía,  II,  239. 
Pnemia,  1,  364,  365;  II,  202. 
Puentes  'ir  dentista,  I,  106. 
Puerperal,  fiebre,  II,  483. 
Puerperales,  convulsiones,  II,  241. 

Pulmones,  T,  251,  258. 

Pulmones,  enfermedades  de  los,  II,  8,  18,  33,  257 

PulSO,    I,  ni,    L02,   110,  242,  263,  264,  376;  II,  7, 

16,  80,   190,  274,   456 
Pulso  alternante,  II.  322. 

Pulso  blgémino,  n.  322. 
Pul.no  de  Corrigan,  II,  18. 
Pulso  Irregular  perpetuo,  n,  322. 
Pulso  en  martillo  de  agua,  II,  18. 
Pulso  paradójico,  n,  258. 
Punción  lumbar,  ti,  281. 

Punto   ricKo,    I,    261-265. 

Pupila  artificial,  1,  350;  II,   102,  110. 


índice    de   materias 


633 


Pupila  puntiforme,  II,  17. 

Purga,  I,  88. 

Purga,  calendario  de  la,  I,  158,  191. 

Purgantes,    I,    99,    120-121,    122,    123,    156,   228, 

229. 
Purificación,  1,  24-53. 
Purina,  núcleo  de  la,  II,  323. 
Purkinje,  células  de,  II,  68. 
Púrpura  hemorrágica,  I,  389. 
Púrpura  visual,  I,  337;  II,  176. 
Púrpuras,  I,  318. 
Pus  laudable,  I,  141. 
Putrefacción,  11,  84-85. 


Q 


QUADRIVIUM,   I,    167. 

Queiloplastias,  II,  484-485. 

Quilííeros,  I,  251. 

Química,    I,    47,    124-125,     154,    201,    203-205, 

328. 
Química  física,  II,  2,  158,  199. 
Química  fisiológica,  I,  266;  II,  83-88,   283,   323- 

325. 
Química  intracelular,  II,  197-198,  334-335. 
Químicos,  I,  199;  II,  466,  468. 
Quina,  I,  15,  298,  383,  391;  II,  456. 
Quinina,  II,  86. 
Quiromancía,  I,  191,  236. 
Quiste  hidatídico,  II,  481. 
Quiste  del  ovario,  II,  482. 


R 


«R»,  impresor,  I,  157. 

Rabia,  II,  505. 

Rademaiherismo,  II,  39. 

Radio  curvo,  II,  105. 

Radiografía,  II,  342. 

Radium,  II,  2,  294. 

Rana  reoscópica,  II,  70,  160. 

Rapés  narcóticos,  I,  15. 

Raquitismo,  I,  271. 

Ratas,  lucha  contra  las,  I,  62. 

Reacción,  tiempo  de,  II,  248. 

Realismo,  I,  131-132. 

Reblandecimiento  cerebral,  II,  505. 

Recapitulación,  teoría  de  la,  II,  53,  155. 

Recetas,  I,  420. 

Recto,  II,  178. 

Recto,  cirugía  del,  II,  106,  227,  229. 

Rectotomía,  II,  488. 

Refleja,  acción,  I,  261,  269,  337,  341;  II,  81-82, 

169,  185-186. 
Reflejo  rotuliano,  II,  281. 
Reflejos,  II,  170-171,  274,  283. 
Reflejos  condicionales,  II,  180. 
Refracción,  I,  264-265;  II,  247. 


Re  fusión,  II,  347. 

Regeneración,  I,  337-338,  365;  II,  112. 

Regeneración  material,  I,  25. 

Regimen  sanitatis,  I,  139. 

Regímenes  higiénicos,  I,  139,  156. 

Regresión,  II,  311. 

Regresión  filial,  II,  139. 

Regurgitación  aórtica,  II,  18,  22. 

Reil,  ínsula  de,  I,  389. 

Rejuvenecimiento,  II,  332. 

Religión,  I,  10,  13,  35,  69-70. 

Remak,  fibras  de,  II,  66. 

Remedios  animales,  I,  43,  51. 

Remedios  secretos,  I,  413. 

Reposo,  cura  de,  II,  284. 

Resección  costal,  II,  487. 

Resecciones,   I,   358,   360;   II,   95,   101-102,   119, 

122-123,  222,  233,  236,  481. 
Resorcina,  II,  294. 
Respiración,   I,    103,   272-274,   337,   342-344;    II, 

76,  77,  195-197,  457. 
Respiración  fetal,  II,  57-58. 
Responsabilidad,  II,  287- 
Retina,  i,  264-265;  II,  56,  147,  176,  352. 
Retinoscopia,  II,  219. 
Retretes,  1,  66,  113,  232. 
Reumatismo,  I,  25,  31;  II,  10,  344. 
Reumatismo  crónico,  I,  379. 
Reuniones  científicas,  II,  421. 
Revolución,  guerra  de  la,  I,  399-402. 
Rey,  enfermedad  del,  I,  295. 
Riggs,  enfermedad  de,  I,  365. 
Rigidez  cadavérica,  II,  185. 
Rigidez  descerebral,  II,  170. 
Ringer,  solución  de,  II,  194. 
Rinné,  prueba  de,  II,  251. 
Rmoescleroma,  II,  288. 
Rinofima,  I,  177;  II,  288. 
Rinología,  II,  250-251. 
Rinoplastia,  I    59,  224;  II,  101,  111,  439. 
Rinoscopia,  II,  38, 
Riñon,  I,  251;  II,  191. 
Riñon,  cirugía  del,  II,  115,  124,  235. 
Riñon,  enfermedades  del,  I,   143;  II,   13,   19-20, 

34,  262,  435. 
Rizópodos,  II,  144,  147. 
Rizotomistas,  I,  81,  105. 
Rochelle,  sales  de,  I,  298. 
Rocío,  II,  23. 
Rodopsina,  II,  176. 
Roedores,  I,  55,  317. 
Roentgen,  rayos,  II,  294,  341. 
Roja,  tratamiento  por  la  luz,  I,  25-26,  63. 
Rojo,    leyendas    populares     sobre    el    color.    I, 

25-26. 
Romberg,  signo  de,  II,  276. 
Rosa-Cruz,   I,  293. 
Roséola,  I,  326. 

Rótula,  fractura  de  la,  II,  108,  465. 
Rotuliano,  reflojo,  II,  281. 
Rumiación,  I,  270. 


634 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


S 

SÁBADO,    I,    55. 

Sacerdotes,  I,  53,  75. 

Sacrificios  rituales,  I,  24,  70,  103. 

Salerno,  escuela  de,  I,   137-141,  173. 

Salipirina,  I,  17;  II,  294. 

Saliva,  I,  337. 

Salivación  mercurial,  II,  258. 

Salivares,  glándulas,  II,  178. 

Salol,  II,  294. 

Salpétriére,  II,  278,  279. 

Salvarsán,  II,  335,  341. 

Samme  de  shin'.a,  I,  57. 

San  Cosme,  I,  144,  164. 

San  Francisco  Javier,  I,  63. 

Sanatorios,  II,  380,  499. 

Sandalani,  I,  125. 

Sangrado,  I,  307. 

Sangre,  II,  12,  187-188,  457. 

Sangre,  circulación  de  la,  I,  103,  104,  217,  219- 

220,  229,  246-248. 
Sangre,  coagulación  de  la,  I,  339;  II,  188-189,  192, 

222. 
Sangre,  examen  de  la,  II,  12. 
Sangre,  gases  de  la,  II,  195-196,  197-198. 
Sangre,  glóbulos  de  la,  I,  256.  257,  258. 
Sangre,  manchas  de,  II,  301. 
Sangre,  medida  de  la,    II,  188. 
Sangre,  plaquetas  de  la,  II,  48,  148,  269. 
Sangre,  viscosidad  de  la,  II,  78,  194. 
Sangría,  I,  19,  27,  59,  183,  230,  276,  307-308,  310, 

404;  II,  3-5,  10,  75. 
Sangría,  calendarios  para  la,  I,  158. 
Sangría,  vasos  para,  I,  308. 
Sanguijuelas,  II,  4. 
Sanidad,  II,  470. 
Sanidad  pública  en  los  Estados  Unidos,  servicio 

de,  II,  386. 
Sanitaria,  vigilancia,  II,  386. 
Santos,  médicos,  I,  29,  181. 
Sarampión,  I,  116,  242;  II,  206,  274. 
Saranac,  lago,  II,  380. 
Sananas,  II,   143,  206. 
Sarcode,  II,  63. 

í     289. 
Sarna,  I,  120,  389,  394;  II,  289,  428. 
Sasafrás,  I,   16,  240. 
Sátiras  rnédlras,   I,  409-411. 

Btyodba,  II,  323. 

LngtÜO  de,  I,  351. 
0BO,   i,  31. 
Boot,   pildoras  de,  I,  297. 
BoerecUmet,  i  I,  193. 

I  dm  Intern**,  i,  33,  386;  II,  264,  310- 
321,  506. 

I   ;.ara!lticaa,  II,   174-175. 

1  i 
Bed  ii.  1,  141,  L96,  807,  810;  n,  118. 

/.,  polvos  de,   I,  420. 
890. 


Selección  natural,  II,  134-135. 

Semejanza  adecuada,  ley  de  la,  II,  318. 

Semicirculares,  canales,  II,  77. 

Senega,  I,  400. 

Sensación,  I,  254-255;  II,  56,  80. 

Sensibilizadoras,  substancias,  II,  337. 

Sentido  de  la    temperatura,  II,  80. 

Señales,  doctrina  de  las,  I,  26,  200,  236. 

Septicemia,  II,  215. 

Septicemia  traumática,  II,  211,  213,  222. 

Sepulturas,  I,  66. 

Sepulturas  intramurales,  II,  386. 

Serina,  II,  199. 

Serología,  II,  334-337. 

Serpientes,  I,  66,  67,  73,  94. 

Serpientes  venenosas,  II,  25. 

Servi  médici,  I,  105. 

Sexo,  determinación  del,  II,  317-318. 

Sexual,  instinto,  II,  325-328. 

Sexuales,  perversiones,  II,  287,  326. 

Sbamanismo,  I,  12. 

Sharpey,  fibras  de,  II,  82. 

Shock,  I,  33;  II,  167,  348. 

Shock  por  las  bombas,  II,  398. 

Sibtu,  I,  51,  180. 

Sicosis,  II,  14. 

Sífilis,  I,  141,  180,  183-186,  192,  203,  228,  232, 
235,  240-241,  364,  373,  374,  387,  395,  408;  II, 
14,  16,  21,  35,  218,  231,  254,  258,  264,  267, 
333,  334-335,  428,  429,  434,  436,  441. 

Silvio,  cisura  de,  I,  266. 

Silla  obstétrica,  I,  21,  53,  100. 

Simpático,  sistema  nervioso,  I.  103,  842;  II,  169, 
192-193. 

Simpático,  polvo,  I,  295. 

Simpáticotono,  II,  320-321. 

Simples,  I,  226-230,  235. 

Simpson,  dolores  de,  II,  242. 

Sims,  posición  de,  II,  130-131. 

Sinfisiotomía,  I,  335,  355,  356. 

Sinistrina,  II,  291. 

Síntesis  química,  II,  85. 

Siringomielia,  I,  221;  II,  285. 

Siringotomo,  II,  478. 

Sistema  autónomo,  I,  342;  II,  169,  192-193,  270, 

320-321. 

Skoda,  resonancia  de,  II,  32. 

Sociedad  Real,  I,  287. 

Sociedades  científicas,  I,  287-288,  426. 

Sociedades  médicas,  I,  434;  II,  393. 

Solidismo,  I,  94,  95. 

Sonda  exploradora  de  bala»,  II.  108. 

Sonda  gástrica,  II,  258. 

Sondas  uterinas,  II,   129. 

Sonido,  II,   159. 

Soporíferos,  I,  20. 

Sordera,  I,  205-206,  268,  370-371;  II,  02,  370. 

Sordomudez,  I,  285,  370-371;    II,  251,  447,  470. 

Bplgeliu*.  Lóbulo  do,  I,  253. 
SpbroeJkuta  pallida,  II,  333. 

Síngiair»$,  II,   374-375. 


índice    de    materias 


635 


Stannius,  ligaduras  de,  II,  190-193. 

Stegomya  fasciata,  II,  339. 

Steno,  conducto  de,  I,  271. 

Still,  enfermedad  de,  II,  269. 

StokeB-Adam8,   enfermedad  de.   (Véase   Bloqueo 

del  corazón.) 
Stromuhr,  II,  188. 
Sturm,  conoide  de,  II,  352. 
Succus  nervcus,  I,  262. 
Sucusión,  sonido  de,  I,  88. 
Sudor  miliar,  I,  191,  192,  203. 
Sueño,  enfermedad  del,  II,  46,  254,  205,  330. 
Sueño  crepuscular,  II,  243. 
Sueño  en  el  templo,  I,  72. 
Sueños,  I,  53;  II,  327. 
Sulfonal,  II,  294. 
Superfetación,  I,  100,  365. 
Supersticiones  médicas,   I,   21-33,  296-297;  II, 

418. 
Suprarrenal,  extracto,  II,  294. 
Suprarrenales,  cápsulas,  I,  218;  II,  185,  319. 
Suprarrenales,  enfermedades  de  las,  II,  21. 
Supuración,  I,  104-134. 
Surra,  II,  330. 
Suturas,  II,  347. 

Suturas  con  hilo  de  plata,  II,  131. 
Suturas  vasculares,  II,  476,  477, 
Sydenham,  láudano  de,  I,  276. 
Synapsis,  II,  170. 


T,  sincipital,  I,  18. 
Tabardillo,  I,  203,  242-243;  II,  329. 
Tabes,  II,  505. 

Tabique  interventricular,  II,  489-490. 
Tabletas,  II,  294. 
Tablillas,  I,  46,  59. 
Taboo,  I,  13-14. 
Tacto,  II,  80. 

Tacto  regio,  I,  136,  149,  296. 
Tálamo  óptico,  II,  74. 
Talismanes,  I,  32. 
Talmud,  I,  56-57. 
Talla  hipogástrica,  II,  435,  488. 
Talla  perineal,  II,  488. 
Tanino,  II,  506 
Taquicardia,' II,  322. 
Taquigrafía,  I,  198. 
Tarantismo,  I,  255. 
Tarifas  de  los  boticarios,  I,  300. 
TarBO,  músculo  tensor  del,  II,  54. 
Tartamudez,  II,  112. 
Tartáricas,  enfermedades,  I,  201. 
Tártaro  emético,  I,  298. 
Taxonomía,  I,  323-324. 
Tchins,  I,  426. 
Te,  I,  21,  266,  381. 
Teísmo,  I,  131. 
Tejas,  fiebre  de,  II,  220. 

Tejidos,  cultivo  extravital  de  los,  I,  365;  II,  150, 
351. 


Tejidos,  respiración  de  log,  II,  195. 

Tejidos,  transplantación  de  los,  I,  365;  II,  111. 

Telangiectasia,  II,  279. 

Telégrafo  eléctrico,  I,  348;  II,  80. 

Teleología,  I,  103. 

Temblor  intencional,  II,  279. 

Temblores,  II,  44. 

Temperamentos,  II,  445,  451. 

Tendones,  reparación  de  los,  I,  364. 

Tenotomía  subcutánea,  II,  112-11$. 

Teobromina,  II,  323. 

Teofagia,  I,  24. 

Teoría  brunoniana,  I,  327. 

Teóricos,  médicos,  I,  324-328;  II,  3-6,  3». 

Terapéutica,  I,  36,  43-44,  51,  58,  70,  71-72,  94-06, 

96,  110;  II,  5-6,  260,  261,  290-291,  335,  388-189. 
Terapéutica  física,  II,  477. 
Terapéutica  primitiva,  I,  22-32. 
Térmicos,  coeficientes,  II,  317. 
Termodinámica,  II,  2,  158. 
Termometría,  I,  263,  376;  II,  365. 
Termometría  clínica,  I,  329,  376,  387;  II,  11,  116. 
Termómetro,  I,  178,  387. 
Terra  sigillata,  I,  102. 
Testaferro,  I,  24. 
Testículo,  I,  269. 

Tetania,  II,  47,  252,  275,  820,  147. 
Tetanomotor,  II,  184. 
Tétanos,  I,  99;  II,  215,  264,  291. 
Tetravacunas,  II,  398. 
Tetronal,  II,  294. 
Therapia  sterüisuns,  II,  335. 
Thomsen,  enfermedad  de,  II,  50. 
Tics,  II,  285. 
Tifus  exantemático,  I,  203,  232,  242,  277,  317-318, 

382,  385,  388,  390,  432;  II,  17,  18,  43,  119,  116, 

329-330,  385,  437,  440. 
Tímica,  muerte,  I,  277. 
Timina,  II,  198. 

Timo,  glándula,  II,  93,  142,  150,  171. 
Tinea  sycosis,  II,  289. 
Tinea  versicolor,  II,  14. 
Tintas  purgantes,  I,  122. 
Tipos  de  examen  para  la  vista,  II,  244. 
Tiroides,  cirugía  de  la  glándula,  II,  230,  846-141. 
Tiroides,  glándula,  II,  185.  293. 
Tirosina,  II,  198,  199,  256. 
Tisis,  I,  85,  102,  105,  110,  120,  377,  394;  II,  i, 

9,  41,  55,  252,  268,  270,  294,  379-380. 
«Todo  o  nada»,  ley  de,  II,  163,  188. 
Tonómetro,  II,  274. 
Tonsilotomía,  II,  118,  250. 
Topografía,  II,  44-45. 
Toracentesis,  II,  253,  258. 
Torácico,  conducto,  I,  218. 
Toracoplastia,  II,  235,  487. 
Toracotomía,  II,  229. 
Tórax,  cirugía  del,  II,  481,  487. 
Tórax,  eiifcrmcdndes  del,  I,  88;  II,  8,  18.  Si. 
Torniquete,  I,  280,  281,  357. 
Tortura  judicial,  I,  18-19,  165,^424. 


636 


HISTORIA     DE     LA     MEDICINA 


Torticolis,  I,  282,  284;  II,  104,  234. 

T03  ferina,  I   22,  203,  268;  II,  20,  215.  336. 

Totemismo,  I,  13-14. 

Toxicologia,  I.  387;  II,  301,  468. 

Tóxicos,  I,  21. 

Toxinas,  II,  215,  220,  336. 

Traducciones,  I,  152,  190. 

Traductores,  I,  114,  115;  II,  423,  471,  478. 

Trajes  de  los  médicos,  I,  407-408. 

Transformismo,  II,  110. 

Transfusión,  I,  273,  278;  II,  215,  348. 

Transplantaciones,  II,  476-477. 

Traqueotomía,  I,  95,   120;  II,  252,  461. 

Trata  de  blancas,  II,  388. 

Tratamiento  de  la  puerta  abierta,  I,  431;  II,  286- 

288. 
Traube-Hering,  ondas  de,  II,  190. 
Trepanación,  I,  18,  57,  88,  111,  349;  II,  439. 
Trepanación  esclerocorneal,  II,  352. 
Treponema,  II,  333 
Trtppe,  II,  164. 
Triaca,  I,  420. 
Triada  de  Merseburg,  II,  47 
Tribunales  médicos,  II,  425. 
Trichophyton,  II.  289. 
Trigo  verde,  fiesta  del,  I,  17. 
Trincheras,  guerra  de,  II,  397-398 
Trional,  II.   2 

Tripanosomiasis..  II,  220,  330,  331,  334-335. 
Trípode  de  la  vida,  I,  386. 
Tripsina,  II,  176,  179. 
Triptofan,  II,  192,  198. 
Triquina,  II,  52-53. 
Triquinosis    II,   144,  270. 
Trivium,  1,   167. 
Trocar,  II,  253. 
Trombina,  II,   192. 
Tromboplastina,  II,  192. 
Trombosis,  I,  365;   II,  202. 
Tropismos,   II,  317,  325. 

motea,  II,  330. 

Tuberculin»,  II,  212,  337. 
Tubérculos  cuadrlgémlnoe,  i,  341. 

205,   206,  212,   214,   217, 
(87,  379-380. 
Tubercnlodl   articular,    II,   480. 

TubercalosJi  bovina,  n,  212,  221. 

•  limonar,  n,  112. 
Tumores,' I,  14;  11,  ;.:,  L92,  235,  335. 
Tomoree,  transplaatadón  de  loe,  ti,  L44. 
119. 
I  .    Lulas  de,  I. 


U 
ULoni  mdém 

I.    1  17. 
1  decúbito,  II.  279. 

I 


Uncinaria  americana,  II,  329. 

Unicornio,  I,  224,  312. 

Universidades,  I,  91,  166-168,  233-234,  286,    4t5. 

Urea,  II,  85,  181,  182,  183,  184,  199. 

Urea,  determinación  de  la,  II,  84,  199,  274. 

Urea,  síntesis  de  la,  II,  85. 

Ureica,  constante,  II,  274. 

Ureómetro,  II,  87. 

Uretra,  I,  347. 

Uretrotomía,  I,  20,  97,  110,  282. 

Uretrotomía  perineal,  II,  488. 

Úrico,  ácido,  II,  84,  86,  183,  192. 

Urobilina,  II,  179. 

Uroscopia,  I,  122,  140,  174-175,  197,  235,   109, 

311,  320,  415. 
Urotropina,  II,  293. 
Urticaria    II,  265,  281,  289. 
Urticaria  tuberosa,  II,  14. 
Útero,  I,  151,  207,  346;  II,  142. 
Útero,  desplazamiento  del,  I,  159. 
Útero,  enfermedades  del,  II,  239,  242. 
Útero,  excisión  del,  I,  224;  II,  129-130. 
Útero,  retroversion  del,  I,  356. 
Útero,  tumores  del,  II,  130,  133,  238-239,  240. 


Vacunación,  I,  63,  395-399;  II,  41. 

Vacunoterapia,  II,  218-219,  337. 

Vaghbata,  I,  57. 

Vagina,  I,  220. 

Vagina,  cirugía  de  la,  II,  239. 

Vaginismo,  II,  132. 

Vagotono,  II,  230. 

Valina,  II,  199. 

Válvula  ileocecal,  II,  433. 

Válvulas  venosas,  II,  434. 

Vapor,  esterilización  por  el,  II,  223. 

Variación,  II,  135,  309-311. 

Varicela,  I,  203,  379. 

Varicela  gangrenosa,  II,  231. 

Variolización,  I,   17,  61,  335,  390,  396-397,  899, 

405,  433,  465,  466. 
Varolio,  puente  de,  I,  221. 
Vascular,  cirugía  del  sistema,  II,  343,  349-351 
Vaeectomía,  11,  814. 
Vasodilatadores,  remedios,  II,  292. 
Vasomotor,  sistema  nervioso,  II,  174. 
Vasos  para  sangría,  I,  308. 
Vasos  sanguíneos,  I,  218;  II,  191. 
Vasos  sanguíneos,  cirugía  de  los,  II.  349-351. 
Vater,  ampolla  de,  I,  347. 
Pedantismo,  I,  59. 

Vegetativo,  sistema  nervioso,  II,  320-321. 
Vejiga,  cirugía  de  la,  II,  229,  231,  233,  234. 

Vejiga,  enfermedades  de  la,  Jl,  435. 
Venas,  1,  218,  220,  221;  II,  472. 
Vendaje  anterior,  11,  121. 
Vendajei    1    54;  11,  227,  229,  434. 

ibra,  reacción  ni,  TT,  801. 


índice    de    materias 


637 


Venenos,  I,  14,  15,  61,  92,  105,  120,  166,  342;  II, 

21,  219,  284. 
Venéreas,  enfermedades,  I,  54,  96,  143,  364,  365, 

366;  II,  13-14,  94,  264. 
Ventilación,  I,  106,  336,  384;  II,  296. 
Ventosas,  I,  19 
Veratrina,  II,  86. 
Veratrinizado,  músculo,  II,  162. 
Verdugos,  I,  423. 
Veronal,  II,  294,  324. 
Verrugas  necrogénicas,  II,  267. 
Versión,  I,  96,  283;  II,  240. 
Versión  podálica,  I,  100,  111,  192,  223;  II,  243. 
Vertebral,  caries  de  la  columna,  I,  46,  358,  360; 

II,  106,  236. 
Vertebral,  cirugía  ie  la  columna,  II,  223,  232. 
Vertebral,  deformidades  de  la  columna,  I,  87,  118, 

283,  358,  360,  390;  II,  344. 
Vértigo  de  las  montañas,  I,  203. 
Vértigo  gástrico,  I,  158. 
Vértigo  laberíntico,  II,  69,  77,  353. 
Vértigo  paralizante,  II,  255. 
Vestidos  de  los  niños  pequeño»,  I,  178. 
Veterinaria,  I,  158,  232. 
Veterinarios,  I,  81,  162. 
Viajeros  médicos,  II,  91. 
Vida,  II,  48,  315-316. 
Vida,  trípode  de  la,  I,  386. 
Vinagre,  I,  183,  329. 
Vino,  enfermedades  del,  II,  207,  208. 
Virginidad,  signos  de  la,  I,  277. 
Viruela,  I,  63,  112,  116,  117,  156,  242,  285,  318, 

365,  396-399;  II,  205,  265,  299,  331,  340. 
Virus  atenuados,  II,  209,  217. 
Virus  filtrables,  II,  337. 
Visceras,  I,  194,  206,  208,  210,  211,  212,  258. 
Visceras,  transplantación  de,  II,  350-351. 
Viscosidad,  coeficiente  de,  II,  78. 
Viscosímetro,  II,  78. 

Visión,  I,  115,  369;  II,  23,  67,  68,  244-245. 
Visión,  tipos'para  el  examen  de  la,  II,  244. 
Vista,  cansancio  de  la,  II,  249,  284. 
Vitalismo,  I,  104,  326,  387,  389;  II,  48,  58,  65, 

315,  316,  449. 
Vitaminas,  II,  325. 
Vüiligoidea,  II,  22. 
Vividifusión,  II,  293. 
Vivisección,  I,  216,  219;  II,  76. 
Vocales,  parálisis  de  las  cuerdas,  II,  259. 
Volhyniana,  fiebre,  II,  398. 
Volkhava,  I,  162. 
Vómito,  II,  74,  177. 


Vómito  periódico,  II,  261. 
Votivas,  ofertas,  I,   72,  161. 
Votivas,  tablas,  I,  72. 
Voz,  II,  56. 

w 

Walaeus,  experimento  de,  I,  249. 
Walcher,  posición  de,  I,  119;  II,  243. 
Waldeyer,  anillo  de,  II,  142. 
Ward,  pildoras  de,  I,  412. 
Wassermann,  reacción  de,  II,  334. 
Water-closets,  1.  66,  113,  232. 
Weber,  ley  de,  II,  80. 
Weber,  síndrome  de.  II,  285. 
Weber-Fechner,  ley  de,  II,  80. 
Wedensky,  efecto  de,  II,  164-165. 
Weigert,  ley  de,  II,  205. 
Whitworth  Doctors,  I,  414. 
Willis,  exágono  de,  I,  251. 
Wistar,  Instituto,  II,  54. 
Wolff,  cuerpos  de,  I,  848. 
Woorara,  II,  99. 


X 


XaNTELASMA,    II,   266. 

Xantina,  II,  183. 

Xantoma,  II,  22. 

Xenodochia,  I,  169. 

Xeroderma  pigmentosum,  II,  189. 


Y,  ligamento  en,  II,  238. 

Yoni,  I,  25. 

York  retreat,  I,  431. 


Zandbr,  Instituto  de,  II,  296. 

Zaraath,  I,  54. 

Zarzaparrilla,  I,  240. 

Zebethum  occidental,  I,  297. 

Zenechton,  I,  240. 

Zodiacales,  diagramas,  I,  193-104. 

Zoología,  I,  88,  226,  228,  260;  II,  25-26,  55,  64, 

69-70,  136-137,  155,  185. 
Zoología  médica,  II,  215-216,  828-383. 
Zoomoterapia,  II,  194. 
Zonas  de  Head,  II,  107. 


FIN 


16224 


ERRATAS 


Pág 

ñas 

de  la  edición 

DICE 

espa 

íola. 

■*•! 

52 

desagüe 

*1 

53 

curación  de  los  padres 

I, 

63 

casas  de  insolación 

*1 

1 10 

de  la  pleuresía 

*■! 

170 

en  el  siglo  xv 

I, 

244 

para  convalecientes 

I, 

295 

poder  simpático 

319 

el  discurso 

341 

electricidad  animal  (1792),  y 

I, 

365 

a  propósito  de  lapuohemia 

I, 

367 

«coma» 

II, 

102 

gastronomía 

II, 

119 

fiebre  tifoidea 

II, 

131 

hilo  de  seda 

II, 

132 

peritoneo 

II, 

144 

botriocéfalo 

II, 

148 

neurología 

II, 

183 

ácido  úrico 

II, 

198 

Pentosuria 

II, 

210 

ántrax 

II, 

214 

ántrax 

II, 

217 

ántrax 

II, 

285 

neuralgias 

DEBE     DECIR 


alcantarillado 

curación  de  las  aguas 

casas  de  aislamiento 

de  la  pleuresía  y  epilepsia 

en  el  siglo  xv.  Análogamente,  la  Orden  de 

San  Juan  de  Jerusalén  se  convirtió  en  una 

Orden  puramente  militar,   y  desapareció 

en  el  siglo  xm 

para  partos 

polvo  simpático 

el  centro  del  lenguaje 

electricidad  animal  (1792);  Volta  dividió  los 

conductores  de  la  electricidad  en  metálicos 

y   líquidos    (electrólisis),   ideó    la    famosa 

pila  de  su  nombre  (1799)  y 

a  propósito  de  la  flebitis  y  de  la  puohemia 

glaucoma* 

gastrotomía 

tifus  exantemático 

hilo  de  plata 

periné 

anquilostomiasis 

neuroglia 

ácido  nucleico 

Pentosuria  y  peptonuria 

carbunco 

carbunco 

carbunco 

neurosis